Gerardo de la Torre, cuentista

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Descripción

Gerardo de la Torre, cuentista
Jesús Nieto Rueda, octubre de 2013.

Novelista social, de denuncia, vacilador, comprometido, comunista, petrolero, escritor del "lado moridor", de la Onda, de novela negra... Si de etiquetas se trata, a De la Torre le han puesto muchas a lo largo de su carrera como narrador. Y aunque, probablemente, cada una de estas clasificaciones tiene algún elemento de realidad, la obra en conjunto no puede adscribirse a una sola corriente o género. De la Torre ha pasado por toda una gama de experimentaciones estilísticas y estructurales que van desde la estrategia de escribir a la manera de Arreola, narrar un cuento como guión de cine o escribir una novela con los intercortes de una película, como es el caso de Los muchachos locos de aquel verano.
En los 50 años que lleva dedicándose a la escritura, De la Torre ha explorado,plorado nte o estilo. Gerardo dee ha recurrido sin duda a algunas temguide adscribirse a una sola corriente o estilo. Gerardo de sin duda, algunas temáticas de manera recurrente: las luchas sociales, la militancia en la izquierda, el mundo del cine, la afición al beisbol, por mencionar las más obvias. El investigador Adrián Flores Barrera de la Universidad de Michigan destaca el elemento del alcohol como un hilo conductor que da cohesión a la tetralogía de sus novelas sobre el petróleo: Ensayo general, Muertes de Aurora, Hijos del Águila y Los muchachos locos de aquel verano.
Sin embargo, en los cuentos nos hallamos con otras cuestiones. Los temas sociales están presentes, pero también las traiciones amorosas, los crímenes y sus soluciones, la pérdida de la inocencia, las ilusiones y desilusiones de la vida, la frustración del poeta frente al cuaderno en blanco, el sueño, la muerte, la espera, la autoficción y la fantasía...
Julio Cortázar afirmaba en una conferencia en La Habana hacia 1962 que:
Un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión escrita de esa vida libran una batalla fraternal…; y el resultado de esa batalla es el cuento mismo, una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia.

Gerardo concibe el cuento como una forma narrativa cuya cuestión central es una historia, un suceso o una circunstancia (que para desarrollar personajes, ya está la novela). Luego viene el cómo contarlo. De la Torre odia las conjugaciones en presente y elude la primera persona por considerarla un recurso fácil. Su obsesión por el lenguaje lo lleva entonces a experimentar con la amplia gama del régimen verbal, los juegos de narradores y las distintas estrategias para evitar ripios y cacofonías. No en balde, Cristopher Domínguez ha señalado la profundidad y el colorido de su prosa.
Gerardo dice que hace muchos años, apenas sentía la inminencia de esa suerte de relámpago o idea luminosa con la que llegan los cuentos, se ponía a escribir y en una sentada frente a la máquina tenía listo el relato. Ahora, lo he visto, se puede pasar toda una mañana escribiendo un párrafo.
¿Cuáles son sus modelos? En lo que respecta al cuento, siempre elogia tres en particular: "Casa tomada" de Cortázar, "Colinas como elefantes blancos" de Hemingway y "Emma Zunz" de Borges. Claro que esto no obstruye su admiración por Quiroga, Poe, Saki, Chesterton y tantos otros.
Hablar de influencias es otra cosa: Gerardo ha leído toda su vida. La trama de su itinerario como lector nos lleva desde las novelas de Salgari que leía trepado en un árbol en sus escapadas de la primaria, su evidente admiración por José Revueltas y después los cuentos de Anton Chejov o Isaac Bashevis Singer. Parece evidente que la narrativa realista estadounidense le dejó huella, pero también su propia experiencia como obrero, los talleres con Arreola, el trabajo en televisión, cine y prensa.
Todos esos elementos se distinguen y mezclan en los terrenos de la ficción de Viejos lobos de Marx, Relatos de la vida obrera, La lluvia en Corinto, Tobalá y otros mezcales oaxaqueños, que conforman algunos de sus libros de cuentos.
Si tuviera que elegir unos pocos favoritos, me quedaría definitivamente con "El vengador" y su vertiginoso recorrido por las vicisitudes de una sociedad viciada con un protagonista que concentra su resentimiento social en perpetrar una venganza contra la clase opresora. Me gusta evocar "Farolito", recorrido nocturno por Oaxaca, ambientado con las respectivas dosis de literatura y mezcal, en busca de una cantina mencionada por Malcom Lowry. Me quedó también con "El ejecutor", cuento de suspenso en el que De la Torre retrata cierto ámbito de la militancia comunista y es a la vez un homenaje a un traductor de Ezra Pound.
En estos tres textos uno halla ese equilibrio entre vida sintetizada y síntesis viviente de la que habla Cortázar. Estos cuentos concentran la magia de la narrativa breve en su capacidad de ofrecer al lector una abertura hacia algún tipo de profundidad humana. Su fuerza los lleva a permanecer como imágenes nítidas de una pasión por escudriñar el mundo.
Si las novelas esbozan de manera amplia un paisaje, los buenos cuentos configuran de forma específica un solo punto del cuadro, invitando a observar la finura de los matices y tonos de la pigmentación. Un cuento no es una pincelada, ni un fragmento del cuadro sino la intensidad y precisión de una mirada.
Concluyo citando de nuevo a Cortázar:
Todo cuento perdurable es como la semilla donde está durmiendo el árbol gigantesco. Ese árbol crecerá en nosotros, dará sombra en nuestra memoria.





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