Gerardo Alberto Hernández Aponte, presentación de su libro (27 de agosto de 2014), La Iglesia católica en Puerto Rico ante la invasión de Estados Unidos de América: Lucha sobrevivencia y estabilización (1898-1921).

October 10, 2017 | Autor: M. Rosario-Urrutia | Categoría: Historia eclesiástica
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Descripción

Presentación del libro La Iglesia católica en Puerto Rico ante la invasión de Estados Unidos de América: Lucha sobrevivencia y estabilización (1898-1921) Por: Gerardo Alberto Hernández Aponte

Un nueve de agosto, hace diez años, un estudiante de maestría del Programa Graduado de Historia defendía su tesis titulada “Lucha, sobrevivencia y estabilización de la Iglesia Católica en Puerto Rico ante la invasión de los Estados Unidos de América, 1898-1921”. Su rigurosa investigación sobre historia eclesiástica estuvo bajo la dirección del doctor Manuel Alvarado Morales (QEPD), un querido colega que ya no está presente con nosotros. En la noche de hoy, celebramos la publicación de un libro producto de ese escrito inicial. Con el pasar de los años, como el mismo Gerardo establece, la tesis fue “revisada, ampliada y corregida”. (p. 25). De eso, Gerardo, no me cabe duda. No obstante habría que añadir, para el beneficio de este escrito, tu desplazamiento hacia una gama de conocimientos interdisciplinarios, necesarios para el oficio de historiar. En este caso se relacionan con la liturgia, el derecho canónico y el latín. A partir de los mismos te diste a la tarea de fortalecer el escrito y colaborar con otros investigadores al ofrecer el diseño de una cartografía que indica la cantidad de archivos que visitaste, fuentes primarias que identificaste y otros múltiples documentos analizados que son parte integral de este revestido producto académico. Mas, ¿de qué trata este libro?, ¿qué es lo novedoso del mismo?, ¿cual es su aportación a la historiografía puertorriqueña y a la eclesiástica? No creo que haya mucha dificultad en contestar estas preguntas y además de formular otras en el proceso.

Inicialmente, el autor se ubica y confronta algunos de los supuestos historiográficos que han prevalecido en torno a la alegada americanización de la Iglesia Católica a partir de la invasión estadounidense de 1898. Su cuestionamiento principal se dirige a debatir la idea que sustentan varios autores (no todos los que han escrito sobre el tema) que la Iglesia local asumió esa americanización ante las políticas impuestas por la Santa Sede y el nuevo régimen colonial. Frente a estas posturas, el autor propone establecer una interpretación alterna.1 La periodización de este estudio concluye en 1921 debido a que Gerardo considera que el proceso para alcanzar la estabilización por el que atravesó la Iglesia frente a las políticas adversas que impuso el nuevo régimen colonial se extendió hasta ese año. La base de su argumento central establece: 1. Que la Iglesia Católica en Puerto Rico acarreaba una crisis interna institucional desde el último tercio del siglo XIX que se agravò con el cambio de soberanía de 1898. El respaldo del gobierno estadounidense a la difusión y consolidación del protestantismo en el nuevo territorio, complicó aún más el deteriorado panorama institucional y pastoral de la Iglesia Católica. 2.

Que entre 1898 y 1921, y cito, “Roma protegió el carácter hispanoamericano de la Iglesia local” configurándose “bajo los parámetros establecidos por el Concilio Plenario de la América Latina celebrado en Roma en 1899, para las diócesis latinoamericanas…”. (p. 26)

3. Esta política fue necesariamente acompañada por la fidelidad que tuvo que prestar la Iglesia local al nuevo gobierno así como por la necesidad de insertarse en su sistema educativo. Esto último, porque no podía quedar al margen de ese modelo pedagógico para fines de fomentar la evangelización. (p. 26)

1

Entre ellos Elisa Julián de Nueves, Samuel Silva Gotay, Luis Pío Sánchez Longo, Dennis Berry.

A esos efectos, Gerardo comienza su recorrido ubicándonos en ese interesante y retante último tercio del siglo XIX puertorriqueño como un período de continuidad necesario para sustentar parte de su argumentación central. En el primer capítulo, “La Iglesia Católica ante el Decreto de Libertad de Culto de 1869 y en las postrimerías del siglo XIX en Puerto Rico”, explora varios acontecimientos y procesos orientados por las corrientes del liberalismo ubicados en esa época. Explica lo que estos representaron en términos de los tambaleos, los cuestionamientos y la crisis que enfrentaron las autoridades de la Iglesia Católica mientras perdían gran parte de su poder. Una medida vital fue la legitimación de las corrientes heterodoxas a partir de 1869, con la aprobación del Decreto de Libertad de Culto. El anticlericalismo

con sus ideas asociadas a la

modernidad y el progreso contrarias a los rígidos dogmas eclesiásticos tuvo su impacto en Puerto Rico. Tanto la expansión inicial del protestantismo, la fuerza del espiritismo, la acogida de la masonería por sectores intelectuales (en ocasiones católicos) y de corrientes librepensadoras se difunden, defienden y se asumen en esa época por diversos sectores poblacionales. Ese proceso secularizante converge en un Puerto Rico en donde, como establece Gerardo, parte de la élite educada “asumía esas doctrinas contrarias a la fe” mientras que el pueblo, en términos amplios, estaba alejado de las doctrinas de la fe católica y su práctica. Ese distanciamiento y fragilidad de la Iglesia se dejaba manifestar en los amancebamientos, la notable ausencia de sacerdotes y la falta de una evangelización propia que llegara hasta los lugares recónditos de la ruralía. Ante la situación, Gerardo incorpora y explica tres estrategias que adoptó la Iglesia para lidiar con esta compleja situación. Estas fueron las misiones, las asociaciones religiosas y la distribución de publicaciones educativas. En el caso de las misiones, diseñadas para combatir las afiliaciones heterodoxas y las conductas de los habitantes que se daban al margen de los preceptos católicos, Gerardo explica sus ejecutorias

entre 1859 y 1871, y luego introduce Tablas que descubren las fechas posteriores y los lugares en que se celebraron confesiones, comuniones y matrimonios. No se le escapan, las limitaciones por las que atravesaron las misiones en esa época, entre otros factores, por la ausencia de parroquias donde la población las necesitaba y porque los sacerdotes no daban abasto para atender a los habitantes. Igualmente, incorpora en ese último tercio del siglo XIX el papel de las asociaciones religiosas que existían. Especialmente, resalto su descripción sobre “Las Hijas de María” ya que además de dedicarse a catequizar se establecieron en todas las parroquias de la Isla y permitían que participaran niñas desde que hacían la Primera Comunión. Además, contaban con bibliotecas, que a mi parecer estimulaban la lectura y el conocimiento religioso de sectores femeninos de la época. Asimismo, podemos identificar la prensa católica de esos tiempos como una forma de propagación de la fe (aunque debemos recordar el alto porcentaje de analfabetas en la población). La misma, indica Gerardo, “cobró auge a partir de 1880”, cuando se difunde la prensa anticatólica y sus consabidos ataques. (p. 68) *** En el Capítulo II, nos adentramos a un recorrido histórico necesario que nos transporta hacia los retos, hostilidades, contratiempos y prejuicios que enfrentaron la Iglesia Católica y sus seguidores desde el comienzo de la fundación de lo que se iría transformando en Estados Unidos de América. Caracterizada esa historia por las hondas raíces protestantes desde los comienzos de la emigración a este nuevo territorio, el Capítulo, “Estados Unidos de América y su ambiente religioso” propone una contextualización necesaria sobre las complejidades de ese estado religioso histórico. De esa forma, podemos entender el ambiente y las dificultades que permearon a partir de la invasión de 1898 para el catolicismo y el significado en la práctica de una llamada “falsa neutralidad” en cuanto a la libertad de culto que proclamaba Estados Unidos por un lado, mientras por otro, era evidente su intento por “protestantizar” el país.

*** Un análisis de “La política de Estados Unidos de América hacia la Iglesia Católica en Puerto Rico” a partir de 1898, tema del Tercer Capítulo, es fundamental para el desarrollo de la argumentación del escrito en cuanto a cómo las medidas de americanización que implantó el gobierno afectaron directamente a la Iglesia Católica en múltiples direcciones. Este proceso no se puede desligar del proyecto hegemónico expansionista de Estados Unidos que se amparaba discursivamente en la voluntad y predestinación Divina. Puerto Rico sería parte de esa misión “civilizadora” que Estados Unidos asumía que le correspondía ejecutar. Gerardo reconoce que la americanización tenía como una meta obvia, y cito, “sustituir todas aquellas prácticas e instituciones hispánicas y puertorriqueñas por sus equivalentes estadounidenses”. (p. 104) La rígida interpretaciòn historiográfica que caracterizò los primeros estudios sobre este tema, resaltaron el carácter totalizante de una estrategia de transculturación y dominaciòn colonial y excluyò aspectos fundamentales que no se pueden evadir y que Gerardo menciona. Algunos de ellos fueron las mejoras en los campos de la salud, de la educación, las comunicaciones, la infraestructura, etc. Mas si bien es cierto que esa modernización favorecería a las nuevas empresas y a la expansión militar como establece Gerardo, las mismas, simultáneamente, favorecían a los habitantes de la Isla en aspectos relegados bajo el régimen hispánico que ahora enfrentaban transformaciones. Ante el cambio de régimen, fueron varios los aspectos

en detrimento de los preceptos

prevalecientes a partir de la relación entre España y la Iglesia Católica. Por un lado, se legitimó la separación de la Iglesia y el Estado, y por ende, se estableció la implantación definitiva del matrimonio civil y del divorcio.

Además,

se consolidó la difusión e institucionalización del protestantismo

compuesto por diversas Iglesias. El espiritismo impactaba a sectores poblacionales con la doctrina de Allan Kardec y la creación de la Federación de los Espiritistas de 1903. La masonería empleaba sus

estrategias combativas contra las doctrinas de la Iglesia Católica, a pesar de que entre sus miembros había católicos. (p. 121) El librepensamiento igualmente, ejercía sus expresiones anticatólicas amparado por la Ley para el Ejercicio del Derecho de Asociación. A esos efectos, el autor explica y desarrolla cómo la crisis de la Iglesia se agudizó con la libertad de culto. Otra de las medidas que tomó el gobierno estadounidense fue eliminar la mayoría de los días festivos religiosos. Además, la eliminación del sostenimiento económico a la Iglesia, lo cual implicaba su “estrangulación”, así como el fin de la enseñanza religiosa en las escuelas, le añadió problemas sociales y económicos de gran magnitud. No podemos obviar el novedoso recuento de lo que Gerardo considera “una nueva teoría” relacionada al atraso judicial con los pleitos de expropiación de edificios religiosos en los que participó la Iglesia Católica. Con una duración de diez años de disputas entre las partes en cuanto a esas propiedades, o sea, desde 1898 hasta 1908, Gerardo documenta que si Estados Unidos hubiese atendido esos reclamos desde un principio, su imagen no se hubiese afectado como lo hizo. Además, al insertarse en esa disputa la Iglesia perdió valioso tiempo de su misión evangelizadora que favoreció el avance protestante. Peor aún, y como establece Gerardo, “cayó en un estado de mendicidad” y “bancarrota económica”. (p. 140) Finalmente, a la Iglesia se le reconoció la legalidad de su personalidad jurídica reconociéndosele el derecho a sus propiedades. *** Para seguir este trayecto histórico, el Capítulo IV del libro aborda “El clero y las comunidades religiosas ante la invasión de Estados Unidos de América”. Considero este capítulo como uno esencial para entender cómo se agravaron los problemas de recursos humanos religiosos cuando ya habíamos visto la escasez de sacerdotes que se confrontaba en el siglo XIX. Ahora, explica Gerardo ocurriría un “éxodo masivo” (p. 148). El cambio de régimen creaba una incertidumbre que se agravó con la crisis económica que vimos en el capítulo anterior, el amor a la patria España, los ataques de las partidas

sediciosas y las calumnias que enfrentaron algunos sacerdotes. La violencia era evidente cuando señala cómo el clero y algunas de sus propiedades fueron atacados por las partidas. Entre las comunidades que emigraron figuran los agustinos, los escolapios y los redentoristas. A lo anterior hay que añadirle, las enfermedades y las “apostasías”. Esto último significa el abandono del sacerdocio para ingresar en ocasiones al protestantismo, al espiritismo o a la opción del matrimonio. Todos estos factores ayudan a entender mejor la disminución en el número de sacerdotes. Esa sección es sumamente reveladora e interesante. Incluso se reseña el caso de una Hija de la Caridad que también decide renunciar para contraer matrimonio civil. Me parece, aunque Gerardo no lo interpreta de esa forma, que el cambio de soberanía también representó para muchos de estos sacerdotes una escapatoria a una profesión con la cual no estaban comprometidos. Aunque estas deserciones se inserten en un momento de crisis y afectaron la estabilidad de la Iglesia, también se dejó al descubierto el compromiso ante las adversidades de unos miembros eclesiásticos comprometidos con su fe católica al en ese tan problemático contexto. *** La “Política de la Santa Sede hacia la Iglesia Católica en Puerto Rico” en la coyuntura del 1898 es motivo del Capítulo V. Gerardo nos explica detalles de la diplomacia y la jerarquía institucional de la Iglesia. Recurre a describir los decretos que se aprueban relacionados con las posturas ante el cambio de soberanía, las leyes canónicas, los procedimientos eclesiásticos y las liturgias. Este capítulo aborda preliminarmente los nombramientos del Obispo Blenk entre 1899 y 1906 y el del Monseñor Jones, entre 1907 y 1921. El mismo es una antesala a sus desempeños objeto de los Capítulo VI y VII. El desarrollo de la argumentación en cuanto al Obispo Blenk apunta a cómo su elección salvaguardó “el perfil hispanoamericano” de la Iglesia Católica establecida en la Isla. Aunque la Iglesia ratifica su lealtad hacia el nuevo gobierno estadounidense como estrategia política, esto no implicó la

renuncia a su trayectoria hispanoamericana. Considera el autor que la labor de Blenk en cuanto a esa adaptación inicial al nuevo sistema colonial fue una de envergadura aunque su obra quedó inconclusa al trasladarlo a Nueva Orleáns. En el caso del nombrado Obispo Jones, “un fiel creyente de los valores democráticos estadounidenses”, (p. 211) Gerardo contradice la postura de algunos historiadores (Samuel Silva Gotay, Jaime R. Vidal y Pío Sánchez Longo) en el sentido de que él americanizó la Iglesia. Este tipo de asunto no se puede simplificar. Su argumento prueba cómo el Papa Pío X, le prohibió la implantación de una agenda americanizante y lo orientó a asumir posturas neutrales en discusiones políticas. (p. 212) En el transcurso de su discusión, Gerardo desarrolla algunas posturas de Jones, como el apoyo al voto femenino y la importancia de la justicia social para los trabajadores. El autor detalla la nueva llegada de congregaciones religiosas masculinas tanto durante incumbencia de Blenk como en la de Jones. Igualmente, va trazando la llegada de congregaciones religiosas femeninas que se dedicaban principalmente a las tareas educativas. *** La formulación de tres de las estrategias de la Iglesia Católica, misiones, asociaciones y la prensa católica, para frenar el avance de las corrientes heterodoxas

y para atraer a los feligreses

se

fortalecieron en cierta medida durante la breve incumbencia de obispo James H. Blenk, S.M., (18991906). Este proceso es motivo de un riguroso análisis en el Capítulo VI al cual se le suma la fundación de escuelas católicas, (con sus altas y sus bajas), a la que recurrió la Iglesia. Se había explicado que las condiciones de la ruralía en cuanto a la promoción de la pastoral católica y su evangelización estaban en un franco deterioro a la llegada del Obispo. Esto no se debía exclusivamente al avance de las corrientes heterodoxas y a los graves efectos del Huracán San Ciriaco

en 1899. Respondía también al notable éxodo de sacerdotes católicos lo cual representaba una escasez considerable en la Isla para servir a los feligreses Gerardo comienza construyendo otras Tablas (con la documentación y las contradicciones que encuentra) que nos indican y revelan el pueblo en donde se celebra la misión y el monto de confesiones, comuniones, matrimonios y confirmaciones en años que él identifica. Estos servicios demuestran el esfuerzo de algunos padres paúles, y luego los capuchinos y jesuitas, en lo que se refiere a estas celebraciones católicas. En el próximo capítulo, continuará con la exposición de este tipo de Tablas durante el obispado de Jones. Asociaciones, como la de Católicos de Ponce, se dieron a la tarea de sostener el Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Puerto Rico, fundar el semanario El Ideal Católico, “primer órgano religioso de laicos” (p. 279), crear el Círculo Católico de Ponce y construir un cementerio. Siguiendo la inspiración de esta asociación, Monseñor Blenk, fundó la Asociación Diocesana de Damas y decidió que se creara una fundación similar en cada una de las parroquias. Asimismo, Blenk trató de estimular la difusión de la prensa católica, lo cual demuestra y deja al descubierto las tensiones que enfrentaban los católicos con la propaganda de la prensa protestante en su contra. Por último, y como consecuencia de la separación de la Iglesia y el Estado sucumbió la enseñanza religiosa en las escuelas. Gerardo hace mención de las escuelas, unas 16, que fueron extendiendo sus servicios en esa época tanto de forma gratuita como privada. *** Tras la partida de Blenk y con la llegada del Obispo William A Jones a Puerto Rico, entre 1907 y 1921, las estrategias de la Iglesia Católica durante su incumbencia, son motivo del muy interesante Capítulo VII. Gerardo vuelve a adentrarse en el análisis de la adquisición y el fortalecimiento de las

misiones, las asociaciones, la prensa y las escuelas. Señala que las misiones celebradas se efectuaron principalmente por los padres paúles y los capuchinos. Al respecto, concluye que las mismas generaron tanto frutos espirituales como materiales (como la construcción de capillas.) (p. 301) Las asociaciones bajo la incumbencia de Jones fueron de “tipo dogmático y de índole social”. (p. 307)

Las dogmáticas giraban alrededor de la Virgen María y de la Eucaristía (304) y las sociales,

interesantemente pretendían “captar la atención de los hombres” para desviar sus afiliaciones a organizaciones como los masones. Un ejemplo fue el de Los Caballeros de Colón, que también compartía rituales secretos. Otros, fueron la Pía Unión de San Antonio y la Acción Católica de Ponce. Gerardo caracteriza esta última como “un frente de batalla contra los masones, espiritistas y, particularmente, contra el Club de Librepensadores de Ponce y la prensa La Conciencia Libre”. (p. 307) En cuanto se refiere a la prensa católica, cuyos principios se establecen en 1899 p. 35, Gerardo opina que la misma se fortaleció y se diversificó con el Monseñor Jones. Además de analizarla, en el Apéndice II nos detalla tanto los nombres de esa prensa católica como los de la protestante, así como los años de su existencia La fundación de las escuelas católicas bajo la incumbencia del Obispo Jones, merece una atención especial.

Desde la fundación de Nuestra Señora de la Providencia en 1908 hasta la

inauguración de la Academia San Agustín en 1920 (hoy Colegio San José), el autor va mencionando la creación y composición de cada una de las escuelas, así como las vicisitudes económicas y sociales que limitaron su desarrollo. Gerardo concluye el capítulo hablándonos sobre la celebración del cuarto centenario de la fundación de la diócesis de San Juan de 1908; la cual finalmente aconteció en 1913. Expone, que en dicha festividad se aglutinaron públicamente católicos que dieron fe de su adhesión a la Iglesia desde comienzos del extinto dominio hispánico y demostrando su cohesión frente al protestantismo.

*** Cuando nos acercamos al Capítulo VIII, el cual Gerardo nombra como el “Surgimiento, origen y desarrollo de los Hermanos Cheo”, (también conocidos como Congregación de San Juan Evangelista), nos trasladamos al ámbito de la cultura popular, de la relegada ruralía, de una nueva prédica católica que se va configurando, difundiendo y va creando las consabidas conflictividades; entre ellas, tildar al movimiento de fanático o de ser portador de una llamada “neurosis mística”. En este Capítulo, el cual su desarrollo considero puede ser motivo de otro libro, se incorpora el surgimiento de los hermanos Cheos y su combate hacia el concubinato, el protestantismo, el alcoholismo, el adulterio y el espiritismo, entre otras prácticas prevalecientes. Igualmente, se explican los detalles de cómo operaban sus misiones, cómo vestían y desarrollaban sus prédicas. Entre sus prácticas, mantenían las costumbres católicas de rezar el rosario, predicar, preparar altares y capillas para desarrollar sus rituales. (p. 343) Era de esperarse que en la narración final del escrito se exponga por un lado, la alarma del clero católico ante el movimiento popular y su arraigo rural; y por otro, el apoyo a los Cheos, que le propiciaron sectores, como los frailes capuchinos, por generar frutos espirituales y materiales tan necesarios en esa época. (p. 355) Como particularidad del movimiento, los miembros del grupo creían que eran asistidos o favorecidos en su prédica por algún santo, como San Agustín, San Gabriel o San Juan Evangelista. Un aspecto muy interesante, es la identificación de mujeres pioneras en la prédica de los Cheos como: Eudosia, Juana, Cacha, Ángel y la “enigmática” presencia de “Vuestra Madre”. Gerardo se da a la tarea de profundizar tanto en la identidad de “Vuestra Madre” así como en las posturas de la Iglesia frente a este movimiento laico el que finalmente recomiendan se convierta en una asociación bajo San Juan Evangelista, asunto que no se consolidó. (p. 357)

Como otro tema a seguir desarrollando resulta la criminalización de los Hermanos Cheos por sectores civiles, como algunos hacendados, “periodistas, corresponsales y personas particulares” que además de considerarlos ladrones, vagabundos, embaucadores o locos, llegaron a propiciar la violencia en su contra, entablar acciones judiciales o encarcelar a algunos de sus miembros. *** Reflexión La lectura de este libro, de esta sólida investigación, satisface muchas curiosidades, rectifica algunas propuestas históricas y sobre todo, levanta interrogantes que los lectores interesados pueden retomar para continuar desentrañando su curso.

Incluso, en esta aportación a la historiografía

eclesiástica, Gerardo ofrece varias pistas en su Introducción sobre temas con posibilidades para emprender futuras investigaciones. A lo largo del libro fue evidente el embate de la secularización y del protestantismo en sus múltiples facetas y las respuestas de la Iglesia Católica para afrontar una nueva realidad. Asimismo, nos enfrentamos a una sociedad cambiante a partir de 1898 que desarrolla diferentes estrategias para poder insertarse de alguna forma en las nuevas políticas sin necesariamente ceder sus formaciones e identidad cultural. Los aspectos del cambio afectaron la Iglesia, pero a la vez, provocaron que las autoridades repensaran sus posturas luego de siglos protegidos por el gobierno hispánico lo cual no garantizó una evangelización efectiva en amplios sectores de la Isla. A partir del 1898 se enfrentó a una época de prueba para aunar a la feligresía. Igualmente, la Iglesia enfrentó un proceso de redefinición por aquellos que decidieron alejarse y unirse a otras corrientes religiosas protegidos por las nuevas leyes del gobierno estadounidense. Hay temas que aunque se abordan en este libro serían también motivo de más desarrollo en otras obras y ensayos como el de la apostasía y la participación femenina católica en los procesos de

evangelización. Es imposible explorar de una vez todo lo que aparece. La exposición inicial de esos temas también representa un legado historiográfico. Es abrir puertas a otras discusiones, a otras interpretaciones y comparaciones, al no estar de acuerdo con lo establecido siempre y cuando se explique y documente por qué razones no lo estamos. De eso se trata la academia. Gerardo lo ha logrado una vez más. 27 de agosto de 2014 Mayra Rosario Urrutia, Ph.D.

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