Geografías y paisajes entre los antiguos mayas

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Descripción

Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Universidad Rey Juan Carlos

Paisajes y geografías entre los antiguos mayas Sus relaciones con el entorno natural

TRABAJO FIN DE GRADO

Autor: Manuel Álvarez Esteban Director: Ana García Barrios Grado en Historia Curso: 2013/2014

Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales

DIRECTORA: ANA GARCÍA BARRIOS

PAISAJES Y GEOGRAFÍAS ENTRE LOS ANTIGUOS MAYAS

MANUEL ÁLVAREZ ESTEBAN

ÍNDICE I.

PRESENTACIÓN ................................................................................................... 3 1.

Objetivos ............................................................................................................. 3

2.

Metodología ........................................................................................................ 4

3.

Fuentes ................................................................................................................ 4

4.

Estudios previos .................................................................................................. 5

5.

Agradecimientos ................................................................................................. 6

II.

INTRODUCCIÓN

A LA HISTORIA DE LOS ANTIGUOS MAYAS Y RASGOS GENERALES DE SU CIVILIZACIÓN ....................................................................... 7

III.

ENTORNO NATURAL, PAISAJES GEOGRÁFICOS Y URBANOS ............................... 10 1.

2.

IV.

El entorno geográfico maya: tipos de geografías ............................................... 10 1.1

La costa litoral del Pacífico .................................................................. 14

1.2

Las Tierras Altas ................................................................................... 15

1.3

Las Tierras Bajas .................................................................................. 17

Transformaciones del espacio natural entre los antiguos mayas ........................ 23 2.1

Biodiversidad de un entorno complejo ................................................. 23

2.2

La agricultura y los hábitos de consumo .............................................. 25

2.3

La gestión del agua ............................................................................... 29

2.4

Otros recursos minerales: la obsidiana y el jade................................... 32

LA

SACRALIZACIÓN DE LA NATURALEZA Y LA REPRESENTACIÓN DE LOS PAISAJES SAGRADOS ........................................................................................... 34

1. La concepción del universo maya y su ordenación ............................................ 35 2. Geografías sagradas, arte y urbanismo ............................................................... 37 2.1

La ciudad como espacio sagrado .......................................................... 37

2.2

Los grafitos mayas y la representación arquitectónica ......................... 39

V.

REFLEXIONES FINALES ...................................................................................... 41

VI.

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................... 44

VII.

ANEXOS .............................................................................................................. 50

2

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I. PRESENTACIÓN 1.

Objetivos

El presente proyecto de investigación pretende abordar desde un punto de vista interdisciplinar, aunando materias como la geografía, la historia del arte y la antropología y siempre desde la perspectiva de la trayectoria histórica, el estudio del espacio natural de los antiguos mayas en el aspecto más extenso de la palabra: desde las tipologías geográficas y urbanas, hasta las relaciones humanas con el entorno natural y su reflejo en la cosmovisión de las antiguas sociedades mayas. Para ello se hace necesario responder a la cuestión ¿qué aporta el estudio de los paisajes y geografías mayas a la historia de esta antigua civilización? Ante todo, un matiz previo, el concepto “antiguo” tiene una implicación de desaparición, de algo extinto y perteneciente al pasado, que no puede aplicarse al ámbito maya dado que es una cultura que aún pervive como minoría étnica en muchas zonas de Mesoamérica. En segundo lugar, resulta obvio que los condicionantes geográficos determinan el desarrollo de una civilización desde el proceso inicial de formación, durante su fase de madurez y apogeo y hasta su colapso final, si lo tiene. Los modelos de organización política, social y económica; la cosmovisión, religión, mitología, en general, el ideario sagrado; la transformación del espacio para ajustarlo a las necesidades y por tanto, el urbanismo, los modos de producción, el desarrollo de la ingeniería, y un sinfín de aspectos de diversa índole varían según el entorno geográfico en que se desarrollan estas civilizaciones. Por poner un ejemplo claro y quizá más cercano al ideario occidental, no podría explicarse el desarrollo de la cultura mesopotámica sin tener en cuenta a los ríos Tigris y Eúfrates, o la egipcia sin el Nilo, al igual que la maya sin el Usumacinta. A partir de estas premisas, por tanto, los objetivos que se pretenden cumplir con el trabajo pueden resumirse en los siguientes puntos: -

Encuadrar el área maya en su contexto geográfico y redactar una breve historia de los mayas que recoja, a través de la geografía, los principales tipos de paisajes que encontramos en el área maya y su relevancia y evolución a lo largo de la historia.

-

Conocer el entorno maya, su gran variedad paisajística y de biodiversidad, así como las relaciones entre las poblaciones antiguas precolombinas y sus paisajes naturales en actividades como la agricultura, la gestión del agua y de los recursos naturales.

-

Introducir al estudio del reflejo de esa naturaleza en el propio ideario maya, en su cosmovisión y su religión, así como en las representaciones artísticas.

-

Presentar el urbanismo y la arquitectura como una manifestación más de las relaciones entre mayas y su geografía, y de las transformaciones de estos sobre el medio natural, así como la simbología geográfico-sagrada que representan las ciudades.

-

Aportar, en definitiva, una base bibliográfica y de documentación que podría dar lugar a una infinidad de estudios posteriores: la geografía física y humana de los mayas, los patrones de asentamiento en torno a cuestiones como la actividad agrícola

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y la gestión de los recursos naturales, la influencia de la naturaleza en la cosmovisión y la religión, etc. 2.

Metodología

Para la óptima consecución de los objetivos descritos se ha realizado una amplia búsqueda bibliográfica apoyada con documentos gráficos (iconográficos, cartográficos y fotográficos) e históricos. Se han analizado las principales corrientes y teorías en cada uno de los temas propuestos, desde la década de los 60 en adelante, y se han contrastado con estudios más recientes, que son los más abundantes en la bibliografía que se compila al final del trabajo. Con el objetivo de guiar visualmente al lector en la descripción del entorno geográfico maya y ubicar los principales yacimientos, se ha optado por incluir parte de ese material gráfico, sobre todo cartográfico, entre las páginas de cada apartado, de manera que pueda reconocer en todo momento cada uno de los nombres, elementos, lugares, accidentes geográficos, etc. que se mencionan. De igual modo, se ha optado por un sistema de referencias y citas de notas al pie para permitir una lectura fluida, y una ordenación bibliográfica por apellidos y año de edición, para conseguir una ubicación rápida y ordenada de cada una de las fuentes bibliográficas utilizadas. Por último, en los anexos se han incluido imágenes, iconografías y gráficos de apoyo que se localizan dentro del propio trabajo con una nota al pie como complemento a los datos que se estén ofreciendo en cada momento. 3.

Fuentes

Las fuentes para este trabajo están basadas en literatura especializada en formato papel y digital. Organizaciones como la Asociación Europea de Mayistas (www.wayeb.org) o Fundación para el Avance de los Estudios Mesoamericanos (FAMSI, http://www.famsi.org/) pone a disposición de los usuarios una gran cantidad de artículos especializados y de reportes arqueológicos con los últimos avances en la investigación de la civilización maya. Así mismo, se han utilizado las fotografías digitalizadas y catalogadas por Justin Kerr (FAMSI, Maya Base Data Vase, http://research.mayavase.com/kerrmaya.html) que ofrecen una gran variedad de ejemplos en iconografía maya. Su rastreo ha permitido detectar los tipos iconográficos necesarios para el desarrollo del tema de este trabajo, a saber, las posibles geografías y la biodiversidad, por lo que se han escogido algunos ejemplos de representaciones de elementos geográficos, de fauna y flora, que adquieren en estas imágenes un carácter sagrado. Otro tipo de fuentes utilizadas han sido los grafitos de sitios arqueológicos como las ciudades de Tikal, Nakum y la región del Río Bec, recogidos en monografías y artículos que se citan a lo largo del trabajo y en la bibliografía final. De igual manera se han tenido en consideración fuentes documentales de época colonial, tanto por españoles, en concreto la Relación de las cosas del Yucatán de Fray Diego de Landa, como los documentos escritos por los indígenas durante los siglos XVI y XVII, como el Popol Vuh, que recoge el corpus cosmográfico y mitológico relatado por los antiguos mayas k’iche’ de Guatemala. 4

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4.

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Estudios previos

La mayoría de manuales y monografías sobre la antigua civilización maya dedican algunas páginas al marco geográfico y territorial en el que se desarrolló, pero son escasos los estudios especializados en el análisis del entorno geográfico y sus transformaciones a lo largo de la historia. Uno de los más completos en cuanto a la descripción geográfica se refiere al de Robert J. Sharer titulado The ancient maya (1994), del que aquí se han utilizado sus ediciones 5ª, en colaboración con Sylvanus Griswold Morley, y 6ª (2006), con Loa P. Traxler, cuyas descripciones del entorno geográfico difieren en la manera de presentar las diferentes regiones de Tierras Altas y Bajas y sus subdivisiones. Así mismo, Mayas. Una civilización milenaria, coordinada por Grube y en la que también colabora Simon Martin y otras eminencias en el ámbito mayista como Peter D. Harrison, Richard D. Hansen y Stefanie Teufel, constituye una auténtica enciclopedia que compendia y resume todo lo que se sabe a cerca de la civilización maya, la evolución histórica, la cultura, el arte y la religión, desde los orígenes hasta la época hispánica y la actualidad, con algunas páginas dedicadas al entorno geografico. Son de especial interés los capítulos dedicados a la geografía y la naturaleza, redactados por Grube, así como los de urbanismo, arte e historia dinástica. Se han complementado así mismo con las obras monográficas de Jacques Soustelle (1982, edición de 2011), Los mayas y las Crónicas perdidas de los reyes mayas (2011) de David Drew. En el caso específico de las relaciones entre mayas y su entorno, la agricultura y la gestión hidraúlica, son interesantes los trabajos de Sanders (1969), B. L. Turner (1982) y Harrison (1992), entre otros, que tratan de explicar la evolución de las sociedades mayas precolombinas a través de las relaciones entre estas y su entorno natural, tanto en la formación de las primeras ciudades como en su posterior colapso. Del mismo modo, se han tenido en cuenta estudios antropológicos de la mano de expertos como Jared Diamond (2005) y Brian Fagan (2009). Se han complementado estas informaciones con los proyectos de investigación y prospección arqueológica que posteriormente recogen simposios internacionales y revistas científicas especializadas como el de Silvicultura y Manejo de las Aguas de los Antiguos Mayas de Tikal (PSMAT), de marzo a mayo de 2010, cuyos resultados se recogieron en el XXIV Simposio de Ivestigaciones Arqueológicas de Guatemala, celebrado en ese mismo año, y otros reportes arqueológicos de la mano de antropólogos, geoarqueólogos, paleontobotánicos y etnopaleontólogos (Gomez-Pompa, 1977; Scarborough, 1988; Robinson, 2005; Hansen, 2006; etc.) En concreto, han sido de especial interés los artículos publicados en Estudios de cultura maya y Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana, ambas publicaciones de la Universidad Autónoma de México y la Revista Española de Antropología Americana de la Universidad Complutense de Madrid. En cuanto a la cosmografía y el valor simbólico-sagrado de las ciudades mayas, las investigaciones más recientes vienen de la mano de historiadores de la religión como Baudez (Una historia de la religión de los antiguos mayas, 1994) y otros como Brady, que se ha centrado en el análisis de las cuevas y cavernas como un elemento sagrado y de veneración, y el concepto de Geografía Sagrada en relación con la concepción sacralizada que tenían los mayas de su entorno natural. También caben destacar, en el caso español, las aportaciones de Miguel Rivera Dorado (2001a, 2001b, 2008) sobre urbanismo y 5

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arquitectura, en concreto, la simbología de la ciudad en la cultura maya y las relaciones entre cosmovisión, espacio urbano y tipologías arquitectónicas. 5.

Agradecimientos

Antes de comenzar mi trabajo de investigación, que humildemente he de decir que es un estudio minúsculo de un tema del que se podrían generar millares de páginas más, querría agradecer al lector, bien sea mi directora Ana García Barrios, a la cual agradezco que me haya inculcado su pasión por esta tan maravillosa como compleja cultura así como que me haya guiado durante todo el trabajo y facilitado gran parte del material gráfico, bien a las personas encargadas de evaluar este año y medio de indagaciones bibliográficas, su participación activa en este proyecto, que he elaborado tanto desde el poético corazón de un apasionado como desde el alma de un científico incipiente. Evadiendo en este breve párrafo en cierta manera las estancas normas de estilo, pero sin ninguna pretensión de alejarme de la seriedad requerida, espero poder inculcarles, de la misma manera que mi directora hizo conmigo, algún tipo de interés por el tema que se les presenta ante sus ojos.

Fig. 1 Principales yacimientos del área maya (en MARTÍNEZ DE VELASCO, A. y VEGA, Mª E.: 2011, p. 15)

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II. INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LOS ANTIGUOS MAYAS Y RASGOS GENERALES DE SU CIVILIZACIÓN

Adentrarse en el conocimiento histórico de la esplendorosa civilización maya es una tarea que, tanto como pueda ser misteriosa, exótica y tan diferente a lo que nuestra cultura occidental nos tiene acostumbrados, es sin duda una de las más apasionantes. ¿Quién no queda maravillado, por pequeño que sea su conocimiento, ante las inmensas obras arquitectónicas, las altas pirámides escalonadas, los cuadrangulares palacios decorados con relieves en estuco de una simbología que roza lo fantástico, las exquisitas piezas cerámicas y labrados de jade verde? Sin embargo, hay un problema de fondo, y es el desconocimiento: normalmente tendemos a rehuir de aquello que no podemos llegar a comprender, por mucho que nos fascine, y en el caso de los antiguos mayas aún queda mucho camino por recorrer. Desde los primeros precursores de la arqueología mayística del siglo XIX, exploradores que, aun con su afán por descubrir y comprender, todavía miraban con cautela y en ocasiones cierta zozobra los vestigios de esta misteriosa civilización, el interés por desentrañar esos misterios ha ido en aumento. Resulta increíble el hecho de que, siendo la cultura maya la que quizá más veces haya “colapsado” a lo largo de la historia, sus esencias aún perviven en numerosos lugares de Centroamérica: las costumbres, los rituales y la forma de vida de los mayas precolombinos desapareció en su esplendor y grandeza, pero aún está presente en el corazón del continente americano. La cultura maya hunde sus raíces en los primeros asentamientos de la costa litoral del Pacífico y las regiones volcánicas del sur, que hacia el Preclásico Medio (800-500 a. C) van alcanzando cierto grado de complejidad en su estructura política, social y económica. Las poblaciones de cazadores-recolectores iniciaron un proceso de sedentarización temprana en estos territorios favorables para la agricultura, pero también desde esa época empezaron a penetrar en la espesa jungla y a colonizar las Tierras Bajas de Mesoamérica. Algunos de estos primeros asentamientos se convirtieron en grandes estados bajo cuya influencia caían otros, y establecieron importantes redes comerciales a lo largo de la costa del Pacífico. En las Tierras Altas, el valle central de Kaminaljuyú se alzó como el enclave cultural y político más importante de Guatemala y su riqueza prosperó gracias a las explotaciones de obsidiana de El Chayal (al noroeste de la ciudad de Guatemala), de alto reclamo para las poblaciones preclásicas y posteriores, que favoreció las relaciones entre los estados mayas y entre estos y otros pueblos como los olmecas. En este estado guatemalteco de Kaminaljuyú se encontró uno de los sistemas de escritura más antiguos de Mesoamérica, que se presupone fue el origen de muchas de las escrituras mayenses que se desarrollarían posteriormente, como la de la cultura ch’ol. Kaminaljuyú compitió militarmente y estableció relaciones comerciales con las poblaciones de Chiapas y con las regiones del reino k’iche’, pueblo que habitaba en las Tierras Altas y que formó así mismo una potencia militar y económica en torno a la ciudad de La Blanca. Y en la región del lago Petén Izabal (Guatemala) comenzaron a surgir grandes centros preclásicos como El Mirador, Nakbé y Yaxhá, cuya incipiente urbanización sirvió de base para el posterior desarrollo de las grandes urbes clásicas. Los primeros asentamientos estuvieron muy influidos, a través de las relaciones de intercambio comercial y cultural, por otros pueblos de Mesoamérica. Es por eso que 7

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la de los mayas no es una historia aislada, y no puede entenderse, por otra parte como la mayoría de las culturas de la Antigüedad, sin el contexto geográfico y cultural que la rodea, es decir, sin tener en consideración otros pueblos mesoamericanos. De esta manera, olmecas y zapotecas, y la impresionante ciudad de Teotihuacán1 en el altiplano mexicano, fueron decisivas para la configuración de la identidad maya2. La aparición y el desarrollo de la escritura maya en torno a los años 100 antes de nuestra era es el elemento cultural más relevante. La rueda calendárica de cuenta larga del 250 d.C., generalmente se considera como la fecha el inicio del período Clásico (250900 d. C). Con razón Nikolai Grube3 describe la escritura jeroglífica maya como “la puerta de la Historia”, pues su reciente y aún joven desciframiento ha permitido abordar la historia maya a través de sus textos escritos originales, nutriendo determinantemente el avance en la investigación histórica. Gracias al contenido descifrado de documentos como los Códices ha sido posible llenar lagunas que dificultaban el estudio de la forma de vida, la cosmovisión y la historia de los mayas. El Códice de Dresde ha permitido ahondar en el estudio del calendario maya, su cosmovisión y religiosidad. Pero nuestro país puede enorgullecerse de albergar uno de los documentos mayas más insólitos, el Códice de Madrid o Tro Cortesiano, que se conserva en el Museo de América de Madrid y que junto con el de París constituye uno de los 3 únicos documentos manuscritos sobre hojas de papel de amante, que han sobrevivido tanto al devenir del tiempo como al escrutinio llevado a cabo en la época hispánica. Aunque de peor calidad artística y en un estado de conservación más precario en comparación con el de Dresde, el de Madrid, abarca temas religiosos muy prácticos como los ritos idóneos para conseguir una buena caza o invocar a la lluvia. El desarrollo de la escritura jeroglífica en la península de Yucatán y los colapsos de los grandes centros preclásicos de poder como Kaminaljuyú hacia el 150 d.C., por motivos aún no del todo claros, dieron paso a la época clásica, en la que el eje principal geopolítico se traslada al área sur de las Tierras Bajas, donde antiguas localidades preclásicas como Tikal, Calakmul y Uaxactún toman el relevo y se convierten en grandes potencias. En el Clásico se asiste a la aparición de las primeras dinastías mayas, que comienzan según los registros escritos en torno al siglo I d. C (año 292 según atestiguan las estelas) en la ciudad de Tikal. Hacia el 400-450 d. C., las dinastías se divinizan y los reyes o soberanos añaden a su título de ajaw (rey) el de k’uhul ajaw (rey divino) adquiriendo así su poder político una legitimación religiosa. Por esas fechas, el territorio maya de las Tierras Bajas albergaba en su seno más de 50 estados independientes que establecían relaciones comerciales, rivalizaban militarmente y realizaban alianzas matrimoniales y estrategias políticas, buscando la supremacía de unos sobre otros. Configurándose así la estructura social maya, en la que una élite controlaba la producción y detentaba el poder político, económico y religioso, la consolidación de la vida en la corte y en torno a un monarca que actúa de intermediario entre los dioses dio lugar a una cultura cortesana estrechamente relacionada con la religión, que tendrá su propia

1

MARTIN, S., 2006: pp. 104-107 GRUBE, N., 2006b: p. 115 3 CIUDAD RUÍZ, A., 2000: pp. 9-25 2

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simbología y estética artística, con producciones tan magníficas como las que demuestran las cerámicas del Estado de ‘Ik o las conocidas como cerámicas “estilo códice”4. Con la divinización de la monarquía se produce también la creación de un pasado mítico en el que los hechos históricos, si acaso existieron, se entremezclan con pasajes de leyenda en los que dioses y criaturas supernaturales intervienen e interactúan en el mundo real. Con todo, hacia el 300 d. C., aparecen ya documentos precisos, registros objetivos, que pueden calificarse verdaderamente como históricos y que constituyen una fuente elemental para el estudio del devenir político de los grandes centros mayas. El desciframiento de la escritura ha permitido utilizar las grandes fuentes epigráficas que, desde que el explorador norteamericano John Lloyd Stephens reportara en la década de 1840 a la comunidad científica la existencia de ruinas inmersas en la jungla mesoamericana decoradas con característicos pictogramas, han ocasionado tanta admiración como desconcierto entre los filólogos, antropólogos e historiadores. Así se supo, por ejemplo, que la primera dinastía surgió en la ciudad de Tikal en el siglo I d.C. Gracias a estos documentos epigráficos y documentales conocemos los principales hechos históricos de las grandes ciudades del Clásico5. En el Clásico, cuatro grandes ciudades, Tikal, Calakmul, Palenque y Copán, se alzaron como las más poderosas de las Tierras Bajas, y se impusieron sobre otras, a través de estudiadas políticas dinásticas y campañas bélicas, y vivieron tanto períodos de esplendor como largas fases de oscuridad y decadencia. Vieron también nacer a grandes monarcas que pasarían a la historia por sus impresionantes obras arquitectónicas y sus conquistas, como Pakal de Palenque o Yuknoom Ch’e’n de Calakmul, que se granjearon con creces el título de “el Grande”. Sin embargo, hacia el 750 d.C., en la mitad final del Clásico Tardío (600-900) del que más información y vestigios nos han legado estas grandes ciudades, comienza la regresión demográfica, el abandono de ciudades, la decadencia de la estructura políticosocial y la extensión de epidemias, guerras, hambrunas y desastres climáticos6 que acabarían por colapsar estos grandes centros, abandonados desde entonces y convertidos en ruinas inundadas por la vegetación de la selva a la llegada de los españoles en el siglo XVI. En el siglo IX, la mayoría de las ciudades otrora dominantes y esplendorosas había decaído, pero la cultura maya seguiría viva y recobraría su grandeza en las ciudades del norte de la península de Yucatán. Chichén Itzá, Mayapán, y otras muchas se alzaban entonces como fuertes potencias económicas, embebían del legado cultural de sus antepasados del sur y hacían renacer a la cultura. Aunque jamás se recobraría el esplendor alcanzado durante el período clásico, los fundamentos culturales se mantendrían intactos hasta la llegada de los españoles, y aún se mantendrían influidos por las tradiciones que llevaron allí los europeos, hasta nuestros días. Los mayas se convirtieron de ese modo en una auténtica civilización milenaria, jamás muerta ni olvidada, cuyas culturas, lenguas y tradiciones aún están presentes en numerosas poblaciones indígenas del centro del continente americano.

4

REENTS-BUBET, D., 2006: pp. 251-259 MARTIN, S. y GRUBE, N., 2002 6 HAUG, G. y PETERSON, L., 2005; DIAMOND, J., 2006; FAGAN, B., 2008 5

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III. ENTORNO Y PAISAJES GEOGRÁFICOS 1. El entorno geográfico maya: tipos de geografía

Fig. 2 Mapa geomorfológico del área maya (según N. Grube, en GRUBE, N., 2006a: p. 10)

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Como siempre ocurre cuando el historiador americanista se enfrenta al estudio de las civilizaciones precolombinas, una de las principales dificultades a la hora de conocer la historia de estas culturas in situ, de acercarse a los yacimientos, está relacionada con los problemas fronterizos. En el caso del territorio maya, la situación se torna compleja. El vasto territorio que ocuparon durante su dilatada historia se corresponde en la actualidad con cinco estados de México (Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo), la totalidad de Belice y Guatemala; y partes de El Salvador y Honduras occidental7, lo que hace que el tránsito entre un yacimiento y otro se vea obstaculizado por todo un maremágnum de trámites administrativos y burocráticos. Sin embargo, el que los mayas ocupasen un territorio tan extenso no es sino una muestra más de la amplísima variedad geográfica, climática y biológica que da lugar por ende a una gran diversidad paisajística8. Su situación geográfica cercana al Ecuador, le otorga un clima tropical9; sin embargo, hay que tener en cuenta las variaciones regionales. El territorio maya se encuentra en realidad aproximadamente a 1.600 kilómetros al norte del Ecuador, por lo que las condiciones del hábitat y el clima tropicales varían según avancemos al norte o descendamos al sur; según nos encontremos en las tierras litorales del Pacífico, en las selvas centrales o en las áridas mesetas de Yucatán. Desde el punto de vista antropológico, en el que el contexto natural tiene una relevancia destacada, son precisamente esas variaciones climáticas y de biodiversidad las que determinaron y aún hoy determinan en gran parte los modos de vida de las poblaciones mayas, antiguas o modernas. Por lo que vemos, se trata de un paisaje complejo, del que no puede establecerse un denominador común sin caer de lleno en la imprecisión. La división tradicional de la geografía maya diferencia entre las llamadas Tierras Altas, que se extienden al sur desde la costa pacífica hasta las cadenas montañosas de la Sierra Madre y las regiones volcánicas de Guatemala y El Salvador; y las Tierras Bajas de norte que comprenden la meseta central de Chiapas, las selvas tropicales de Campeche, Quintana Roo (en México), Petén, Izabal (en Guatemala) y Belice, la meseta calcárea de Yucatán y el litoral espinoso del norte, incluyendo una pequeña y abrupta región montañosa suroriental de Belice constituida por los Montes Mayas10. Antes de centrar el tema en cada una de las variantes geográficas que presenta debemos encuadrar el mismo en un área cultural mayor que se denomina Mesoamérica, que no sólo se refiere a un espacio geográfico determinado en el corazón del continente americano, sino que hace referencia también al conjunto de poblaciones y culturas que convivieron y compartieron elementos comunes en esa área determinada, tales como el modo de construir sus ciudades, los dioses, la escritura o el juego de pelota, entre otras manifestaciones culturales.

7

GRUBE, N., 2006c: p. 21 Cf. Anexo 1 9 Ibidem, pp. 21-22 10 Ibidem, pp. 22-28 8

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Desde que el etnólogo alemán Paul Kirchhoff11 acuñara el término para referirse al área cultural comprendida entre el norte de México y las costas pacíficas de Nicaragua y Costa Rica, se entiende que la civilización maya, como otras mesoamericanas, no se desarrolló de forma aislada. Sus estudios fueron determinantes para comprender que las investigaciones sobre las culturas mesoamericanas no podían entenderse sin tener en cuenta el super-área cultural y los límites geográficos de un entorno mucho mayor en el que se interrelacionaban pueblos y se intercambiaban influencias de todo tipo. Detectó que en muchos casos además estos habitantes compartían no solamente un espacio geográfico en constante cambio, sino también una serie de elementos comunes característicos de su desarrollo cultural, algunos incluso exportados a otras zonas más alejadas de Norte y Sudamérica: «Todo esto demuestra la realidad de Mesoamérica como una región cuyos habitantes, tanto los inmigrantes muy antiguos como los relativamente recientes, se vieron unidos por una historia común que los enfrentó como un conjunto a otros grupos culturales del Continente, quedando sus movimientos migratorios confinados por regla general dentro de sus límites geográficos una vez entrados en la órbita de Mesoamérica.»12

Fig. 3 Mapa del área de Mesoamérica y principales culturas (en DREW, D., 2002: p. 21)

En las últimas décadas afortunadamente se ha acabado con la simplista concepción de la civilización maya como un pueblo geográficamente enajenado, rodeado de una espesa e impenetrable jungla que dificultaba, si no imposibilitaba, las relaciones e

11 12

KIRCHHOFF, P., 1960 Ibidem, p. 5

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intercambios con sus vecinos. Se entiende, por tanto, que la historia de los antiguos mayas es una historia mesoamericana, influida por numerosas y diversas culturas pasadas y coetáneas. Existen evidencias determinantes que lo demuestran, como son las características comunes que poseen todas ellas, por ejemplo la economía agrícola basada en el cultivo del maíz, el uso de determinados utensilios de labranza, los modos de relación comercial y los productos valiosos como la obsidiana o el cacao las técnicas de construcción y el urbanismo, los sistemas de creencias asociadas a los conocimientos astronómicos, e incluso las producciones artísticas y las ideas estéticas comparten visibles paralelismos. Pero además, dentro del propio grupo que consideramos como maya, existen muy diversas variedades étnicas y lingüísticas que demuestran la pluralidad característica de su civilización, tanto geográfica como cultural. También debemos matizar previamente, como ya se ha mencionado, que la división tradicional del espacio geográfico maya distingue en dos amplias zonas, Tierras Altas y Bajas, pero dada la extensión del territorio esta discriminación peca de ser poco minuciosa y de no tener en cuenta las variantes regionales, que podríamos llamar zonas transicionales, determinantes en el desarrollo histórico de muchos estados que se emplazaron en ellas. Y esto sin contar con micro-regiones con ciertas características especiales como la región de Río Bec o la del río Usumacinta. Aunque en el presente capítulo se describirán las variantes geográficas atendiendo a esta división tradicional, se especificarán dentro de cada una de ellas las distintas zonas con diferencias paisajísticas y climatológicas que sean ciertamente considerables y veremos además el papel que jugó cada una de esas áreas en el desarrollo histórico de la civilización maya. Tal importancia cobran estas variantes geográficas que antropólogos como Jared Diamond13 pueden afirmar, por ejemplo, que las variaciones pluviales condicionan en gran medida los modos de extracción de agua que tuvieron los mayas antiguos: las zonas del sur de las Tierras Bajas recibían más lluvia, aunque también estaban expuestas en mayor grado a las inclemencias de la naturaleza, las inundaciones y los huracanes, por lo que excavaban presas o modificaban depresiones naturales y construían Fig. 4 Tierras Altas y Bajas mayas (en ATTOLINI cisternas y depósitos para recoger, LECÓN, A., 2009: p. 57) almacenar y proteger las reservas de 13

DIAMOND, J., 2006: pp. 217-220

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agua; por su parte, las del norte, donde la búsqueda de agua potable era más complicada y las sequías más frecuentes, era necesario recurrir a la capa de aguas subterráneas que se encuentra bajo el suelo calcáreo de la península de Yucatán, a la cual accedían mediante cuevas y cenotes excavados que dan lugar a las maravillosas grutas que hoy atraen a numerosos turistas y aventureros. Y por último, hay que tener en cuenta la dimensión histórica de la geografía física en el área maya. Las transformaciones del espacio natural, las prácticas agrícolas y las desavenencias del tiempo han condicionado determinantemente la evolución y el devenir histórico de las ciudades mayas. En el caso del clima, así lo ha visto el antropólogo Brian Fagan14, cuyo análisis de la época de las grandes sequías del 800 al 1300 (que él llama Período Cálido Medieval) en el área maya, parece indicar que las inclemencias medioambientales tuvieron un gran efecto en el apogeo y la caída de muchas ciudades mayas. Tanto Fagan como Peterson y Haug15 establecen tres períodos de variaciones climáticas (tomando los datos recogidos de los sedimentos de titanio de la cuenca de Cariaco, Venezuela), que influyeron determinantemente en la evolución de las comunidades: una época de sequías que se inicia hacia el 150 d.C. y que influye en el desalojo de enormes ciudades del Preclásico Tardío como El Mirador; un segundo período de 550 a 750 d.C. lluvioso, favorable para la prosperidad de las ciudades y el apogeo de la cultura clásica maya; y un último que comienza en torno al 760 d.C. y que se prolonga en años sucesivos (820, 860 y 910), de enorme influencia para el derrumbe de la civilización maya en Yucatán. 1.1. La costa litoral del Pacífico

Fig. 5 Mapa de la costa del Pacífico mesoamericano y principales yacimientos (en ARROYO, B., 2013: p. 170)

14

FAGAN, B., 2009: pp. 194-199

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y HAUG, G. y PETERSON, L. (et al.), 2005: pp. 326-328; Cf. Anexo 2

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La llanura litoral abarca una superficie de entre 40 y 100 km de ancho en la que desemboca gran parte de los ríos de las Tierras Bajas, cuyas inundaciones, mezcladas con la fértil tierra de las sierras volcánicas, irrigan la tierra y favorecen su fertilización. El clima tropical de tierra caliente también favorece en esta región una agricultura productiva, con temperaturas que oscilan entre los 25º y 35ºC y una tasa de pluviosidad de las más altas del territorio maya, entre los 2.000 y los 3.000 mm anuales. Las cotas más altas de lluvia se alcanzan en la estación húmeda de mayo a diciembre, mientras que la más seca tiene lugar de enero a abril16. Según las investigaciones más recientes17, las evidencias más antiguas de ocupación sedentaria las encontramos en la costa del Pacífico de Guatemala, y datan de alrededor del 1700 a.C, a inicios del Preclásico Temprano (1700-900 a.C.). En sitios como La Blanca e Izapa surgieron alrededor del año 1000 a.C. los primeros síntomas de un poder organizado, aunque aún poco desarrollado, en forma de cacicazgos, que se extenderían pronto por la región de las Tierras Altas. Desde ese momento, la región litoral del Pacífico serviría de puente para el intercambio y relaciones de mayas y otras culturas, así como con la avanzada olmeca, asentada en la vertiente atlántica pero que se ha demostrado mantuvo contactos comerciales con los mayas al otro extremo del continente. Así mismo sirvió como una ruta óptima de enlace económico y cultural a través del Istmo de Tehuantepec, que conecta los actuales estados mexicanos de Oaxaca y Chiapas con Guatemala, y así seguiría siendo incluso en tiempos de la Conquista y posteriormente. La influencia olmeca junto a la alta capacidad productiva de las tierras costeras propiciaron en gran parte el empuje político, social, económico y cultural de estos primeros asentamientos semi-urbanos18. Ocós, en la costa guatemalteca, junto con Kaminaljuyú en las Tierras altas, fue la primera ciudad en contar con una plataforma piramidal en Mesoamérica19, de lo cual se deduce la importancia de estos asentamientos litorales en la formación de la cultura maya. En la costa pacífica florecieron los primeros grandes asentamientos del Preclásico como Tak’alik Ab’aj y El Baúl, junto con otros de las Tierras Altas como Kaminaljuyú, de vital importancia para la configuración de la identidad cultural maya20. 1.2. Las Tierras Altas Paralela a la línea formada por la costa pacífica, se extiende una región volcánica y montañosa que sobrepasa en general 800 metros el nivel del mar. En esta área geológicamente activa, las variaciones climáticas dependen de la altitud, por lo que nos encontramos tanto con clima de tierra caliente similar al de la costa en piedemonte y de tierra fría en los puntos más altos, con clima de tierra fría en el que son frecuentes las heladas y ocasionales las nevadas. Se trata de una región extensa que ha sido dividida en dos subregiones: las Tierras Altas del sur, que se extienden de oeste a este a lo largo de la región volcánica paralela a la costa del Pacífico desde Chiapas en México hasta El

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SHARER, R., 2006: pp. 32-33. ARROYO, B., 2013: pp. 169-172 18 FAHSEN, F., 2006: pp. 87-95. 19 KUBLER, G., 1990: p. 117-137 20 IZQUIERDO Y DE LA CUEVA, A. L., 2001: pp. 17-18 17

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Salvador y Honduras Occidental, y las Tierras Altas del norte, en el área continental marcada por los valles del Montagua y el Grijalva.

Fig. 6 Detalle geomorfológico de las Tierras Altas (según Grube, en GRUBE, N., 2006ª: p. 10)

A pesar del constante e inminente peligro de erupciones volcánicas y alta actividad sísmica en el área volcánica, el fértil piedemonte de cimas como la del Tajumulco (4.220 metros) y el Tacaná (4.093 metros) y los grandes valles a los que dan lugar, como los de Ciudad de Guatemala o Quetzaltenango (Guatemala), han capacitado la supervivencia de las poblaciones durante cientos de años. Así mismo, han sido una importante fuente de recursos geológicos, sobre todo de obsidiana en el yacimiento de El Chayal, en el valle del Montagua, que ya hemos mencionado en la introducción y el de Ixtepeque, al sudeste de este país. Es un área con una tierra de dura composición, plagada de cadenas montañosas: Sierra de los Chucumatanes, Sierra de Chuacus y Sierra Madre, una de las más importantes que se extiende hacia el oeste hasta el Caribe. Es precisamente esa característica rocosa la que hace que esta tierra sea pobre para la explotación agrícola, aunque en algunos valles como los de Salamá y Rabinal, al norte de la Sierra de Chuacus21. Desde el aumento de la complejidad de las sociedades establecidas en sitios como El Naranjo o Kaminaljuyú hacia el 900 a.C. en las Tierras Altas del sur, los asentamientos comienzan una incipiente urbanización, la cerámica se refina y se llevan a cabo construcciones de tipo monumental, en parte debido a la influencia que la avanzada cultura olmeca había ejercido sobre ellos22. Aunque habían florecido incipientes sociedades desarrolladas mucho antes en la región de la cuenca central del Quiché y en el valle central de Salamá23 (La Languita, El Portón…), en torno al 400 a.C., tras la caída

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SHARER, R., 2006: pp. 34-41 ARROYO, B., 2013: pp. 169-172 23 FAHSEN, F., 2006: pp. 87-95 22

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de sitios importantes como Naranjo bajo la órbita de Kaminaljuyú hacen que esta ciudad se alce como la más poderosa e influyente de las Tierras Altas guatemaltecas. En esta ciudad surgieron los primeros sistemas de escritura jeroglífica y los incipientes signos de un poder monárquico y una simbología a él asociada, una administración organizada y un aparato sofisticado de control de los recursos y de explotación intensiva de la tierra. Los yacimientos de obsidiana de El Chayal, prácticamente monopolizados por la gran ciudad del valle de Kaminaljuyú24, aseguraban para la ciudad una época de esplendor y gran desarrollo económico y cultural del estado ch’ol, que llegó a su fin con la conquista de los pueblos k’iche’ (grupo lingüístico de la rama mayance) del año 200 d.C., después de un período de desestabilidad política, desplazamientos poblacionales, erupciones volcánicas en regiones de El Salvador (volcán Ilopango), y quiebras en el lucrativo comercio de obsidiana25. Kaminaljuyú sobrevivía bajo un nuevo dominio k’iche’, pero sin habitantes ch’ol su milenaria tradición se perdió y jamás recobró la importancia que tuvo antes de su colapso. 1.3. Las Tierras Bajas

Fig. 7 Detalle geomorfológico de las Tierras Bajas (según N. Grube, en GRUBE, N., 2006a:, p. 10)

24 25

BRASWELL, G. (et al), 2005: p. 161 FAHSEN, F., 2006: p. 93-94

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Todo lo que queda al norte de esa franja montañosa de las Tierras Altas se ha denominado tradicionalmente como Tierras Bajas, un área de planicie a 800 metros por debajo del nivel del mar (aunque con áreas transicionales en las que se encuentran algunas cimas y una región montañosa al noroeste de Belice constituida por los Montes Mayas) que se extiende hasta las áridas mesetas de Yucatán y su costa del Golfo de México. Una meseta que ocupa 250.000 kilómetros de superficie, llana, calcárea y cárstica, formada por rocas como la caliza, tan valiosas para la construcción. A lo largo de la región se extiende un frondoso bosque tropical, de los más ricos en biodiversidad de Mesoamérica, así como de los más inhóspitos, con un clima de tierra caliente y con una pluviosidad muy cambiante según las variaciones geográficas, de manera que el factor clima se hace en esta región determinante para el mantenimiento de las cosechas y la supervivencia de los pueblos26. En general, la tasa de lluvias decrece a medida que se avanza al norte hasta la costa del Golfo de México, y la relación entre el decrecimiento de la pluviosidad y la disminución de la frondosidad de la selva tropical es, por ende, directamente proporcional27. Dada la extensión del territorio, también se ha dividido la zona en una región septentrional, que abarca el Estado mexicano de Chiapas en la región de la Selva Lacandona, la totalidad de Tabasco y el sur de Campeche y Quintana Roo, así como los Estados guatemaltecos de Petén e Izabal, la totalidad de Belice y el noroeste de Honduras. El área septentrional, por su parte, abarca el territorio histórico de la Península del Yucatán propiamente dicha, que en la actualidad se corresponde con el Estado de Yucatán, y el norte de Campeche y Quintana Roo28. Las diferencias climáticas se van haciendo más patentes a medida que se avanza al norte, por lo que las temperaturas varían entre los 24 y los 29ºC en las tierras tropicales y superiores a los 35ºC en la Península de Yucatán, y además existe una zona transicional entre las Tierras Altas y Bajas llamada “zona templada” situada entre los 1.000 y los 2.000 m de altitud, con temperaturas diurnas suaves pero extremadamente altas en la temporada seca29. Lo mismo ocurre con los recursos hídricos, mucho más abundantes en la zona sur y prácticamente inexistentes al norte en la superficie. En las Tierras Bajas meridionales encontramos grandes lagos, como el Petén-Itzá, de 32 km de longitud y 5 km de profundidad, cuyo valle fue cuna de grandes ciudades clásicas como Tikal, o la cuenca de El Mirador, al norte de los lagos del Petén, que sirve de frontera natural entre las áreas sur y norte de las Tierras Bajas30. Las Tierras Bajas septentrionales reciben un máximo de 2.000 mm de lluvias anuales, aunque en la región árida al norte de Yucatán apenas alcanzan los 500 mm, por lo que la escasez de agua ha condicionado hasta tal punto la adaptación humana al medio que los antiguos pobladores realizaban perforaciones en el suelo calcáreo para recoger la escasa agua de lluvia llamadas chultunes, y aprovechaban los cenotes (del maya dzenot, “caverna inundada”),

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GRUBE, N., 2006c: pp. 21-22 SHARER, R., 2006: p. 43 28 GRUBE, N., 2006c: p. 23 29 Ibídem, p. 22 30 SHARER, R., 200: p. 47 27

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unas formaciones naturales que permiten extraer agua subterránea absorbida por el poroso suelo calcáreo31. Así mismo, esta característica porosa del suelo determina su pobreza en nutrientes, pues la capa de material orgánico que se acumula en la superficie se descompone y pierde rápidamente sus cualidades nutritivas. Las Tierras Bajas fueron el centro neurálgico del esplendor maya en el Período Clásico (250-900 d.C.). Los primeros asentamientos datan del Preclásico Medio (1000350 a.C.) y Tardío (350 a.C.-150 d.C.) y se localizan en la región de la cuenca de El Mirador, en la frontera entre el norte de Guatemala y el sur de Campeche. Asentamientos como El Mirador, Nakbé, Wakná y Tintal asistieron desde las épocas más tempranas a un potente desarrollo de la arquitectura y la cerámica, que demuestran su temprana evolución cultural y complejidad social. Las primeras plataformas de piedra datan del 800 al 600 a.C., y las primeras construcciones monumentales en forma de pirámides se han fechado en entre el 600 y el 400 a.C. Como ya se ha dicho, esta arquitectura evidencia un alto grado de complejidad social que se va configurando a lo largo de las centurias del Preclásico Medio, sustentada gracias al control por parte de una élite de los medios de producción, en especial la agricultura intensiva que se va introduciendo en forma de terrazas elevadas, aprovechando los fértiles pantanos o “bajos” y su tierra fértil, en la actualidad de escaso valor para la agricultura. La urbanización y la formación del Estado se configura plenamente en el Preclásico Tardío; la llamada “era de la monumentalidad” 32 en la cuenca de El Mirador registra una multitud de evidencias arqueológicas propias de una civilización de alto grado de desarrollo: maximización de las construcciones, grandes obras de ingeniería, sofisticadas representaciones artísticas en estuco (relieve arquitectónico) y cerámica, formas intensivas de explotación de la tierra y, por tanto, aumentos poblacionales y jerarquización social…, características que se extienden pronto a otras regiones del sur. Como afirmaban Richard D. Hansen33 y otros en el XX Simposio de Investigaciones Arqueológicas de Guatemala en 2006: «El tamaño extraordinario y la complejidad de sitios como El Mirador, Nakbe, Wakna, Tintal y Xulnal durante los periodos Preclásico Medio y Preclásico Tardío, proveen un panorama de una de las historias más espectaculares en América, con el surgimiento de una complejidad social, involucrando una dinámica económica, política e ideológica que estableció los cimientos para la sofisticación de la sociedad Maya.»34. En la llamada fase del Protoclásico (150-250 d.C.), un período transicional del Posclásico al Clásico, se aprecia una enorme regresión demográfica en la zona de El Mirador, causada en parte por un cambio climático, como bien describe Fagan35. Así también lo explica David Drew, con testimonio directo de Hansen: «Después del 100 d.C., aproximadamente, el clima se volvió más seco a lo largo de esta zona de las tierras bajas, fenómeno cíclico que habría de durar unos cuatrocientos años. Este aumento en la

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Ibidem, pp. 47-51 HANSEN, R., 2006: pp. 57-59 33 HANSEN, R. (et al.), 2006: pp. 419-431 34 Ibídem, p. 420 35 FAGAN, B., 2009 32

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aridez probablemente haya sido intensificado en la escala local por el alcance de la desforestación. Y cuando caía la lluvia el agua arrastraba el suelo y los sedimentos desde el paisaje despojado de vegetación hacia los otrora fértiles pantanos.»36. Tanto Hansen como Drew37 atribuyen la causa del cambio climático a una práctica humana corrosiva sobre el terreno, sobre todo a la deforestación que se venía produciendo tanto para aumentar la tierra de cultivo como para quemar piedra caliza y generar cal que luego se destinaba a las grandes obras arquitectónicas. La historia de las dos grandes regiones que venimos describiendo, la de las Tierras Altas y Bajas, que no deben entenderse en ningún momento de manera aislada, se conecta en este momento crucial: las variaciones poblacionales derivadas del desalojo de El Mirador, el colapso de los grandes centros Preclásicos de las Tierras Altas como Kaminaljuyú y la sucesión de catástrofes naturales provocaron migraciones masivas que engrosaron la demografía de otras ciudades, así como variaciones en las rutas comerciales y desviación de recursos naturales y económicos que favorecieron a la postre el desarrollo de nuevas potencias y la redistribución de las supremacías políticas. Efectivamente, al sur de El Mirador, en la aún pequeña ciudad de Tikal, y en otras regiones al norte como Calakmul, se avecinaba un nuevo horizonte, un período de gran crecimiento y esplendor que se erigiría como la época de las grandes dinastías gobernantes. En otros lugares alejados a miles de kilómetros, como Copán en Honduras o Palenque en la cuenca del Usumacinta, también se estaban produciendo cambios importantes. No nos detendremos aquí en la descripción de la historia clásica de los mayas, a la que se han dedicado numerosos expertos y que ha generado millares de páginas, y que además ya se ha esbozado en la introducción de este trabajo. Sí que es remarcable, por otro lado, el papel relevante que la región de las Tierras Bajas meridionales ha tenido en el apogeo de la civilización maya. La escritura jeroglífica, el arte y la arquitectura, la religión, las formas de gobierno y de división social, la astronomía y el desarrollo del calendario, todas las características que se asocian en la actualidad con la cultura maya, alcanzaron niveles superlativos de complejidad en la multitud de centros urbanos que se establecieron en esta área geográfica. Dada la gran extensión de las Tierras Bajas, suelen dividirse el territorio en las grandes regiones culturales en las que se desarrollaron las grandes capitales dinásticas del Clásico y sus satélites (cf. Fig. 7, p. 17): - La región de la cuenca de El Mirador y del lago Petén Itzá, que tras el colapso de los grandes centros preclásicos asiste al desarrollo de otras grandes potencias, Calakmul, en el extremo norte, y Tikal, al sur. Es un área rodeada por una serie de colinas kársticas de baja altitud, dominada por bajos temporales que en un pasado remoto fueron lagunas y que en tiempos preclásicos y clásicos se utilizaron para la construcción de presas y diques que permitían recoger el agua de lluvia y almacenarlo para asegurar su disponibilidad durante la estación seca. En las regiones más cercanas al Usumacinta, la cercanía a los recursos hídricos dio lugar a la construcción de canales subterráneos para

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DREW, D., 2002: p. 161 Ibídem

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redirigir el agua los asentamientos. También se desarrollaron aquí otros enclaves urbanos de gran importancia como Naranjo, Caracol, Uaxactún, Nakum, Ixkún38… - La región oriental del Petén y el oeste de Honduras, se encuentra en una región montañosa más parecida a la de las Tierras Altas del norte, con temperaturas más propicias para la agricultura y una alta pluviosidad de unos 1.700 mm anuales. Además de la impresionante ciudad de Copán, destacan también su “colonia” Quiriguá, Río Amarillo y Los Higos. - La zona occidental de la cuenca del Usumacinta, está caracterizada por las temperaturas de tierra caliente y el fácil acceso a las fuentes hídricas que proporciona el gran río. Palenque se alza como la más esplendorosa del Clásico en esta región, acompañada de otras como Tortuguero, Piedras Negras, Yaxchilán y Bonampak, que se caracterizan por estar asentadas en las proximidades del Usumacinta o sus afluentes. Todas estas ciudades tuvieron una historia dinástica de relaciones, alianzas y enfrentamientos, pero también de intercambios culturales e influencias artísticas, que dieron lugar al desarrollo local de características singulares en la arquitectura, la cerámica, los modos de vida, etc., y que se interrumpieron drásticamente en torno al año 900 d.C. Para ese período, se registra en el área meridional de las Tierras Bajas una regresión demográfica y una interrupción en las construcciones y producciones epigráficas, que terminan con el abandono paulatino y heterogéneo de los grandes centros clásicos. El Colapso Fig. 8 Mapa del área maya con las fronteras de las Tierras Bajas meridionales (según Scarborough, en maya, que se entrevé ya en los últimos SCARBOROUGH, V.: 1988, p. 136) años del Clásico Tardío (600-900 a.C.) ha sido profusamente estudiado. El proceso parece haberse iniciado primero en el sudoeste, en las ciudades de Bonampak y Palenque, hacia el 792, para luego extenderse hacia el norte el 820 y llegar finalmente al área de Copán en el 822 y a las grandes del Petén central como Tikal en el 88939. Con el abandono de las ciudades clásicas durante el siglo IX, el eje político y la continuidad cultural de la civilización maya se traslada a las tierras del norte, donde el clima semi-árido y la selva espinosa dominan el paisaje

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SOUSTELLE, J., 2011: p. 41 DREW, D., 2002: p. 367

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circundante. Con todo, esta área, que podemos dividir en varias regiones, estaba poblada ya desde tiempos antiguos: - La región del Puuc, al noroeste de la Península de Yucatán, debe su nombre a un término maya que significa “colina montañosa”, pues es una zona geográfica dominada por sierras de relativamente baja altitud (sierra del Puuc, valle de Santa Elena y colinas kársticas de Bolochén), Las estaciones húmedas, como en otras regiones de las Tierras Bajas, se alternan con largas temporadas secas, y los momentos de lluvia son muy puntuales (una media de 1.100 mm al año), lo cual restringió en todo momento el acceso al agua. Los asentamientos semiurbanos más tempranos en la región, con arquitectura pétrea, datan del Preclásico Tardío (300 a.C.-250 d.C.) y hacia el año 600 d.C. muchos de ellos desarrollaron ya una arquitectura, de estilo propio que debe su nombre a la propia región (estilo Puuc). Sitios como Oxkintok, Uxmal, Nohpat, Sayil… tuvieron un desarrollo histórico similar al de las Tierras Bajas meridionales, con un apogeo en el Clásico y una caída y abandono de ciudades que se registra hacia el 1.100 d.C.40. - La región costera y occidental, donde el clima semiárido condicionaron los patrones de asentamiento, la agricultura y la extracción de agua. Aquí los cenotes, formaciones naturales subterráneas inundadas bajo la capa freática de roca cárstica, tuvieron una importancia relevante para el abastecimiento de agua. Ya que la capa de roca cárstica se va haciendo más fina a medida que se avanza al norte, en esta región apenas existían entre 30 y 5 m de tierra entre la superficie y el agua subterránea, por lo que el acceso a estas formaciones naturales que podían alcanzar los 100 metros de diámetro era relativamente sencillo y las poblaciones se asentaron en tono a ellas41. La agricultura pasó a un segundo plano y desde el 750 d.C. y en el Posclásico (900-1500 d.C.), tras la caída de las grandes ciudades del Petén, se alzaron como grandes potencias sitios como Chichén

Fig. 9 Mapa de la Península de Yucatán con principales yacimientos (mapas del área maya en FAMSI [en línea], disponible en http://research.famsi.org/spanish/maps/maps.php?map=mexico%20maya [ref. de 2 de junio de 2014])

40 41

DUNNING, N., 2006: pp. 323-337 SHARER, R. y GRISWOLD MORLEY, S., 1994: p. 42

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Itzá, Mayapán, Yaxuná, Cobá, Tulum, etc. que basaron su fuerza económica en el comercio marítimo42. 2. Transformaciones del espacio natural entre los antiguos mayas 2.1 Biodiversidad de un entorno complejo43 Toda esta variedad geográfica y paisajística alberga una biodiversidad de las más ricas de toda el área cultural de Mesoamérica, que difiere en cada uno de los distintos ecosistemas que se encuentran a lo largo de su vasta extensión. Los mayas, desde los tiempos más antiguos, tuvieron una relación de apego sagrado a esta geografía, e incorporaron los elementos de su entorno a su visión religiosa del mundo y a sus historias mitológicas. Los animales y las plantas fueron asociados a los dioses y representados en todo tipo de manifestaciones artísticas: pinturas cerámicas y murales, estucos arquitectónicos, códices, etc. La selva tropical que inunda las Tierras Bajas meridionales mayas fue el hábitat natural de una infinidad de especies. Disciplinas auxiliares, y muy recientes, como la ecoarqueología y la etnobotánica, nos ayudan a entender la variedad animal y vegetal que convivía con las poblaciones mayas precolombinas. En el piedemonte pacífico, una tierra muy propicia para el cultivo de especies como el cacao, el algodón y la caña de azúcar, la encontramos en la costa y en los lagos. A pesar de la reducción de la biodiversidad en esta zona a causa de la intervención humana en el ecosistema, encontramos toda una variedad de animales acuáticos: reptiles como la tortuga, el mocasín de agua (una especie de serpiente de la familia de los crótalos) o el caimán se pueden ver aún en las orillas de los lagos. También pitones, iguanas y gran variedad de pájaros, pequeños mamíferos e insectos de todo tipo44. La región volcánica de las Tierras Altas, al ser una zona propicia a las erupciones y las catástrofes naturales, donde la lava y las cenizas inundan los alrededores, y además al ser una de las zonas donde la actividad humana ha causado más deterioro a largo plazo, la biodiversidad está más limitada. Con ello, encontramos bosques de pino, que predominan en las áreas altas, y robles, laureles, liquidámbares y cornejos. La biodiversidad se enriquece en el área montañosa metamórfica de la fosa tectónica delimitada por el Grijalva y el Montagua, donde son abundantes los recursos pétreos y mineros. Una vegetación de tipo semitropical abunda en las grandes cadenas como la Sierra Madre, cubiertas de bosques de pino y roble. El quetzal, emblema nacional de Guatemala y pájaro sagrado de los mayas por excelencia por su largas e iridiscentes plumas, tan valiosas en el mercado internacional, vive en este entorno junto con otros animales tan singulares como el mono araña, los kinkajous o perros de monte, coatíes, mustelas y hurones, armadillos, murciélagos y otra tanta cantidad de aves como el búho, el buitre, el halcón o el loro45. Las plumas del quetzal, de colores vivos y llamativos, pasaron pronto a formar parte de la simbología de poder de los grandes soberanos,

42

MASSON, M., 2006: pp. 341-353 Cf. Anexos 3 y 4 44 J. SHARER, R. y GRISWOLD MORLEY, S., 1994: pp. 24-26 45 Ibidem, pp. 26-32 43

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decorándose con ellas los grandes tocados que hacían las veces de corona real, y representaban la protección del monarca por parte de los dioses46. En las Tierras Bajas y su selva tropical no es menor la biodiversidad. Los árboles que crecen en los bosques son en su mayoría de hoja perenne y forjan un frondoso dosel arbóreo con especies gigantes de árboles, que llegan a elevarse entre los 40 y 70 m sobre el suelo: las caobas y las ceibas; pero además otros más pequeños como el ramón, el amate, con cuyas fibras se fabricaban las láminas sobre las que luego se escribían y pintaban los códices47, la goma, o la sapotilla, de la que se extrae una sustancia similar al chicle. Árboles frutales como el aguacate también proliferan, y otras clases de plantas herbáceas, algunas con propiedades medicinales, y palmeras como la escoba. En cuanto a la fauna, además de las ya mencionadas para las Tierras Altas de las que también se encuentran en las Bajas, podemos destacar la gran variedad de felinos (el jaguar, el puma y otros más pequeños como el margay y el jaguarundí), aves (palomas, pájaros carpinteros, tucanes, pavos ocelados…), reptiles y anfibios (boas, culebras, serpientes de coral, de cascabel, y todo tipo de ranas y sapos) y animales acuáticos (manatíes en las costas de Belice, róbalos y otros peces comestibles como el tarpón en el lago Izabal, crustáceos y gambas de diversas clases)48. Uno de los animales más admirados por los mayas además del quetzal fue el jaguar, al que atribuyeron igualmente características sagradas. Su brillante piel era muy codiciada entre las elites mayas y desde tiempos tempranos llegó a formar parte de la iconografía real por la fuerza que representaba el animal y lo valiosa que resultaba su piel. Tal variedad de fauna y flora ha atraído constantemente la atención de los investigadores e interesados desde la llegada de los europeos al continente en el siglo XVI. Fray Diego de Landa y su Relación de las cosas del Yucatán es un perfecto ejemplo de la voluntad de algunos frailes misioneros por conocer la cultura y la naturaleza del nuevo territorio mesoamericano y sus habitantes indígenas: «La abundancia que tiene esta tierra de aves es maravilla grande, y tan diversas que es mucho alabar al que de ellas las hinchió de bendición […] Hay muchas diversidades de pájaros y muy lindos […]»49. «De muchos animales han carecido los indios; y especialmente han carecido de los que más necesarios son para el servicio del hombre […] Hay leoncillos y tigres, y mátalos los indios con el arco, encaramados en los árboles.[…] Hay cierta casta de cabrillas monteses, pequeñas y muy ligeras y hosquillas de color- Hay puercos, animales muy diferentes de los nuestros, que tienen el ombligo y hieden mucho. Hay muchos venados que es maravilla, y son pequeños y la carne de buen comer»50.

46

GRUBE, N., 2006d: pp. 96-97 GRUBE, N., 2006e: pp. 128-129 48 J. SHARER, R. y GRISWOLD MORLEY, S., 1994: pp. 34-35 49 DE LANDA, FRAY D. (Ed. Prager, C.), 1985: p. 116 50 Ibídem, p. 119 47

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PAISAJES Y GEOGRAFÍAS ENTRE LOS ANTIGUOS MAYAS

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Como vemos, en este último párrafo Diego de Landa hace referencia a la escasez de animales domesticados por los mayas, salvo el perro y el caballo, introducidos por los españoles. La especie de cerdo a la que hace referencia es el pécari, una especie de jabalí pequeño que tiene unas glándulas dorsales que producen una secreción muy olorosa, por lo que se hace muy fácil detectarlo. Como vemos, una geografía tan variada da lugar a una amplia gama de ecosistemas y, por tanto, a una rica biodiversidad en un entorno de características complejas. En el periodo Arcaico mesoamericano, las sociedades de cazadores y recolectores se sirvieron de esta fauna y flora para proveerse de alimentos. Hacia el 8000 a.C. comenzó el proceso de colonización de las Tierras altas de Guatemala y comienzan a sedentarizarse en las llanuras costeras y los altiplanos mexicanos, para luego extenderse el sedentarismo desde el 1.200 a.C. en adelante en las Tierras Bajas de Belice y Petén (sitio de Cuellos, el más antiguo de esta área), donde se desarrollarán la agricultura y la cerámica51. 2.2 La agricultura y los hábitos de consumo La manera que tuvieron los mayas antiguos de transformar y adaptar esa biodiversidad para su propia supervivencia explica en gran medida, como en todas las culturas prehistóricas y antiguas, el proceso de sedentarización y el desarrollo de los estados y sociedades complejas. La agricultura tradicional maya, incluso entre las poblaciones actuales, se basa en el sistema de la milpa, o de roza, tumba y quema, que consiste en la tala de la vegetación circundante sobre una extensión determinada de terreno, que quedaba directamente expuesto al sol y al agua de lluvia; la disposición de los restos vegetales sobre el mismo y su posterior quema, cuyas cenizas y carbones resultantes de la calcinación, mezcladas con el agua de lluvia, fertilizan de manera natural el suelo52. Las semillas de maíz, frijol y calabaza eran plantadas en estas nuevas extensiones de terreno, que al cabo de unos dos a cuatro años dependiendo de las características del entorno perdían sus nutrientes y requerían un barbecho de unos cinco, con la consecuente necesidad de practicar la roza y quema en diferentes lugares para ampliar la producción. La agricultura de la milpa requería de una constante preocupación por los fenómenos atmosféricos y un conocimiento especializado del tiempo y las condiciones climáticas, causa que expertos como Harrison atribuyen a la adopción del calendario y su sofisticación hasta niveles de precisión muy elevados. Efectivamente, para garantizar una cosecha adecuada, debía conocerse con exactitud el momento preciso para la práctica de la quema y roza, aprovechando al máximo las temporadas de lluvias que garantizaban la óptima penetración en el suelo de las cenizas y carbones vegetales indispensables para nutrir la tierra53. Las investigaciones parecen apuntar que el calendario agrícola maya tuvo un origen olmeca54, y que aunque sentaba sus bases en fundamentos religiosos, con divinidades espirituales asociadas a cada uno de los días, los conocimientos astronómicos les permitieron identificar diferentes ciclos, con temporadas

51

HAMMOND, N., 2006: pp. 35-46 HARRISON, P., 2006: pp. 71-79 53 Ibidem 54 VOβ, A., 2006: pp. 131-143; AYALA FALCÓN, M., 2001: pp. 111-125 52

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específicas idóneas para el cultivo, tanto por motivos religiosos como por las predicciones climáticas que se esperaban de ellas y que vaticinaban sus observaciones de los astros, la Luna y el Sol55. La agricultura de la milpa permitía una explotación extensiva de la tierra y garantizaba a los habitantes de las grandes ciudades un tiempo de dedicación no exclusiva al campo que podía emplearse para la realización de otras tareas de artesanía y comerciales o para la colaboración en los proyectos arquitectónicos. Los datos que se extraen de textos de la Conquista y del período colonial sugieren que el sistema de la milpa era el más extendido entre los mayas de las Tierras Bajas56, y desde tiempos prehistóricos se practicaba en las Tierras Altas, probablemente adquirido de los olmecas. Sin embargo, surgen varios interrogantes: ¿cómo pudo sostenerse una población tan alta como la de las grandes capitales clásicas, Tikal, Calakmul, Copán o Palenque, con cientos de miles de habitantes, de un sistema agrícola extensivo que requería de largos períodos de reposo de los suelos?, ¿qué ocurre con las evidencias arqueológicas, encontradas en las zonas de los “bajos” pantanosos del Petén, que sugieren la extensión de prácticas intensivas y de maximización de la producción con el objetivo de sostener tanto a la población activa en el campo como a las elites que no lo trabajaban?, ¿cuáles fueron las consecuencias de este sistema ciertamente corrosivo para el medioambiente dada la extensa deforestación que requiere? Desde la década de los 60 en adelante se han planteado y tratado de buscar respuestas. En 1962, el americanista William T. Sanders57 propuso la teoría de que, dado que la mayor parte de las Tierras Bajas están compuestas por un suelo pobre en componentes nutritivos y fertilizantes, la agricultura intensiva no pudo desarrollarse de un modo generalizado, reduciéndose su práctica tan sólo a algunas zonas de la Honduras Británica (Honduras occidental) donde se encontraron evidencias de explotación de la tierra en forma de terrazas, con imbricados sistemas de irrigación diseñados específicamente para su óptimo aprovechamiento, que el arqueólogo explicaba como una respuesta de las poblaciones a la constante corrosión del suelo. Sin embargo, a medida que la ciencia de la mayística fue avanzando y fueron realizándose nuevos descubrimientos, esta teoría se quedó obsoleta, pues se encontraron nuevos indicios de prácticas agrícolas intensivas, en forma de muy diversos sistemas, en la región de Río Bec, al norte de Calakmul, en zonas ribereñas y “bajos” temporalmente inundados en el sureste de Campeche y en la zona de Edzná, sur de Quintana Roo y norte de Belice. Incluso en las grandes urbes de Tikal y Copán se detectaron complejos sistemas domésticos de irrigación y algunas depresiones del Petén Central parecían dar signos de un uso antiguo para la agricultura intensiva58. De este modo, arqueólogos y etnólogos como B. L. Turner, Richard D. Harrison, Afred H. Siemens o Dennis E. Pulleston, entre otros, iban aportando nuevas pruebas que, además de sostener la idea de que la agricultura intensiva estaba bien extendida en muchas regiones de las Tierras Bajas septentrionales

55

Ibídem SANDERS, W., 1962: pp. 85-86 57 Ibidem, pp. 94-95 58 TURNER, B. L., 1981: pp. 286-288 56

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y meridionales, su práctica estaba estrechamente relacionada con los modos de canalización hidráulica y, en consecuencia, detentaron los modos de producción que darían lugar al desarrollo de los Estados complejos59. Aunque hablaremos en el siguiente punto de estas “tesis hidráulicas sobre el desarrollo del Estado”, cabe describir aquí los sistemas de agricultura intensiva que practicaron los mayas antiguos. Pese a que hasta hace muy poco se desconocía, el sistema de terrazas estaba ampliamente extendido, sobre todo en las Tierras Bajas centrales, y consistía en el aprovechamiento de los desniveles del terreno sobre los que se disponían paramentos de contención en la parte inferior de los terraplenes para asegurar la captación del agua, su buena distribución sobre los cultivos y la disminución de la erosión. En la zona del humedal de Polltrouser Swamp, al norte de Belice, también se han detectado otros sistemas que consistían en la creación de canales artificiales de irrigación que desviaban el agua en las orillas de los ríos hacia las grandes parcelas de cultivo, con diques e islas artificiales que optimizaban el aprovechamiento de la tierra y los recursos hídricos y permitían la práctica de otras formas de subsistencia como la piscicultura60. También existen ejemplos en la región del río Usumacinta (México y Guatemala): en el valle del río Chocolhá, a 20 km del importante yacimiento de Piedras Negras (Guatemala), se reportaron en abril de 1977 descubrimientos de terrazas construidas con muros sobre una sofisticada red de taludes o acumulaciones de piedra y una capa de estuco de unos 5 cm de grosor que impedía la irrupción de tierra y agua en la zona de los cultivos 61. Se hacía así cada vez más certera la posibilidad de una agricultura de carácter intensivo en numerosas zonas del área maya, que en contra de lo que pensaba Sanders, no se trataba de un fenómeno aislado. En la región del Puuc, los suelos, pese a no tener ríos en superficie, tenían un mayor nivel de fertilidad, por lo que los asentamientos surgieron aquí en épocas tempranas del Preclásico Tardío (300 a.C.-250 d.C.). La abundancia de terrenos excelentes para el cultivo hizo muy atractiva la región, sobre todo en valles como los de Santa Elena (en el área arqueológica de Uxmal), una de las zonas más fructíferas a nivel agrícola de las Tierras Bajas mayas. La explotación intensiva fue muy frecuente y alcanzó un gran desarrollo en el Puuc; tanto que los expertos hablan de verdaderas ciudades-jardín que dedicaban grandes espacios al cultivo de hortalizas, legumbres, e incluso plantas decorativas62. Con todo, la agricultura no fue la única forma de subsistencia, y el consumo no se redujo únicamente al maíz, por otro lado, alimento sagrado, pues se pensaba que el hombre estaba hecho de maíz, al igual que según las tradiciones judeo-cristianas los humanos están hechos de barro. Ya en 1977, en la revista Biotica publicaba GómezPompa63 y otros expertos en ecología étnica y ecoarqueología un estudio que apuntaba a que los mayas antiguos, tanto el pueblo como las élites, reservaron gran parte de su

59

Ibidem HARRISON, P., 2006: p. 76-79 61 LOBATO, R., 1988: pp. 23-34 62 DUNNING, N., 2006: p. 324-331 63 BARRERA, A.; GÓMEZ-POMPA, A. y VÁZQUEZ-YANES, C, 1977: pp. 47-61 60

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alimentación a productos hortícolas y silvícolas, de carácter doméstico, que se recolectaban en las cercanías de las viviendas y los edificios religiosos. Jacques Soustelle también lo recoge en su introducción a Los mayas: «Recientemente, atrajeron la atención de los investigadores las plantaciones de algunos árboles frutales que aún existen en torno a las ruinas, sobre todo en Tikal. Muy probablemente se trata de vestigios de lo que fue una arboricultura capaz de hacer una contribución importante a la alimentación de los antiguos mayas»64. Efectivamente, como describen Harrison o Soustelle, se practicó una silvicultura de árboles como el ramón o “árbol del pan”, cuyos frutos comestibles servían para hacer pastas que complementaban el valor nutritivo del maíz, los frijoles, las calabazas… También se utilizaban sus hojas para alimentar a los animales domesticados, el venado y el pécari. Del mismo modo se recolectaban los frutos del pochote, cuya fermentación originaba una bebida alcohólica que servía como sustancia piscotrópica para las celebraciones rituales. En las viviendas se reservaba un espacio para el cultivo de hortalizas y hierbas medicinales, y en algunas zonas concretas de las ciudades también se cultivaban productos con los que luego se elaboraban bebidas y alimentos rituales, como de los que se tienen constancia en el grupo E de Uaxactún y en las cercanías de Tikal65. Cabe pensar que la base alimenticia general en el área maya era el maíz; sin embargo, en algunas zonas su cultivo no estaba tan extendido y se consumían otro tipo de alimentos básicos vegetales (pimientos, calabazas, camotes, chiles, yucas, plátanos…) y, de vez en cuando, sobre todo durante las fiestas y celebraciones religiosas, carnes de caza, principalmente de venado o pécari. Pero el maíz siempre estuvo presente en la alimentación maya dadas las propiedades divinas que los mayas atribuyeron al producto, condición que aún pervive en las poblaciones mayas actuales como los Tzotziles de Chiapas66. La forma con la que actualmente se preparan las tortillas y tamales de maíz en las poblaciones mayas yucatecas es muy similar a la que realizaban sus antepasados precolombinos. Los duros granos de maíz se preparaban inicialmente en un mortero y se humedecían al fuego durante toda una noche mezclados con una solución de agua y sustancias alcalinas sobre un hogar, para potenciar sus nutrientes. Posteriormente, se trituraban y amasaban formando una pasta fina que luego servía para hacer tortillas y tamales. El tamal, noj waaj en maya, una especie de empanada de maíz rellena con otros productos salados o dulces (chile, frijoles, miel, carne…) se consumía, y aún se consume en la actualidad, vinculado a fines sagrados67. En la zona de la costa yucateca del Golfo de México, en los asentamientos próximos al mar como la archiconocida Chichén Itzá, al estar próximos al mar, la dieta era diferente. Estas ciudades de las Tierras Bajas del norte fueron ampliamente ocupadas después de que colapsaran los grandes centros clásicos del Petén, hacia el 900-1.100 d.C. Chichén Itzá se convertía ahora en superpotencia económica y militar y continuaba el legado cultural de los mayas. Las poblaciones del Golfo aprovecharon los recursos marítimos cercanos a los asentamientos y se especializaron en el arte de la pesca, y

64

SOUSTELLE, J., 2011: p. 12 HARRISON, P., 2006: p. 75 66 Cf. Anexo 5 67 GRUBE, M., 2006: pp. 80-84 65

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basaron su alimentación en los recursos que les ofrecía el mar: todo tipo de peces como el gatillo, que nadan en las costas yucatecas, y moluscos, de los que además también extraían sus conchas para hacer ornamentos y para comerciar con ellas 68. Vemos, por tanto, una gran diferencia con respecto a las poblaciones del Petén, que basaron su alimentación en la ingesta de productos vegetales, aunque el maíz seguía siendo el alimento por excelencia. Con todo, también en las Tierras Bajas septentrionales se practicaba una horticultura de tipo doméstico, como atestiguan algunas fuentes hispánicas, en concreto la obra de Landa, en el momento de la conquista, siendo muy probable que esta práctica se produjera también en tiempos prehispánicos: «Los pozos, donde no había pocos, estaban cerca de las casas de los señores y que tenían sus heredades plantadas de árboles de vino, y sembraban algodón, pimienta y maíz[…]»69 2.3 La gestión del agua Los sistemas de explotación agrícola y la gestión de los recursos hídricos están estrechamente ligadas. La aparición en ciertas zonas de sistemas intensivos de producción agrícola ha ido acompañada de descubrimientos de sofisticados dispositivos hidráulicos que garantizaban el acceso al agua de la población y el aumento de la producción. Al tratarse de un recurso natural escaso durante las largas estaciones secas, las fuentes hidráulicas se tornaron indispensables para asegurar unas cosechas fructíferas y una población alimentada. La toma de posesión por una elite de la administración de estos recursos, determinantes para la irrigación a gran escala, tuvo como consecuencia la diferenciación social y el desarrollo de la complejidad de la jerarquía y la formación de un pequeño grupo político dominante, según plantea la llamada “tesis hidráulica del desarrollo del Estado”: una relación causal entre la extensión de sistemas de agricultura intensiva y de obras de ingeniería que facilitasen el aprovechamiento de los recursos hídricos y el desarrollo sociopolítico de los Estados y sociedades. La teoría fue reformulada ampliamente, con propuestas inversas que defendían la imposibilidad de un sistema intensivo de producción y una alta sofisticación de la administración hidráulica sin la existencia de un aparato estatal que las coordinase, por lo que la gestión intensiva de los recursos hídricos se convertía así en consecuencia, y no causa del desarrollo del Estado, mientras que otros factores económicos como el comercio propiciaron su complejidad70. En cualquiera de los casos, las obras de ingeniería mayas para la administración de los recursos hídricos alcanzaron durante el Período Clásico un alto grado de sofisticación, y son una muestra más de la perfecta adaptación de sus sociedades al entorno de la selva tropical y a un clima no siempre favorable para la agricultura, aprovechando al máximo las variantes topográficas y climáticas y conociendo a la perfección los cambios naturales de su entorno. La sociedad maya siempre tuvo un gran conocimiento de su entorno natural, el clima y las características geográficas de su tierra. Todas ellas condicionaban todos los

68

MARQUEZ MORFÍN, L., 1991 DE LANDA, FRAY D. (Ed. Prager, C.), 1985: p. 33. 70 TURNER, B. L., 1981: pp. 296-301 69

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aspectos de la actividad humana: desde los patrones de asentamiento, hasta la cosmovisión, los tiempos de cosecha y las cuestiones religiosas, como respuesta a la adaptación al medio tropical que venimos describiendo. En el Período Clásico, cuando los más grandiosos reyes mayas estaban en su pleno apogeo, el agua fue un elemento del que debían preocuparse constantemente, pues garantizaba la supervivencia de poblaciones de cientos de miles de individuos. La política reservó por tanto una atención especial a la gestión de los recursos hidráulicos, sobre todo durante las estaciones secas en las que la carencia de agua se convierte en un problema de gran envergadura71. En el año 250 de nuestra era una gran potencia surgía de entre las entrañas del Petén central: Tikal, en el Petén guatemalteco, comenzaba su historia dinástica bajo el gobierno de Yax Eeb Xook, primer soberano de la lista real que muestran las estelas de Tikal, que reinó durante la segunda mitad del siglo I d.C72. La ciudad creció sobre un terreno de colinas elevadas, donde se establecieron las grandes acrópolis y donde se emplazaron las grandes construcciones piramidales, pero alejada de las fuentes permanentes de agua. Por ello, dependía exclusivamente de las precipitaciones anuales y su almacenamiento era crucial para la supervivencia de la ciudad durante las estaciones secas. Las plazas pavimentadas cumplían una función específica, además de como sustento de los grandes edificios y su simbología religiosa, relacionada con el almacenamiento del agua de lluvia. Las capas pulidas que cubrían las plazas servían también para evitar que el suelo poroso de caliza absorbiera rápidamente el agua de lluvia, y desviaba las escorrentías hacia depósitos o cuencas en las que se almacenaba el agua: Tikal se convertía en una verdadera “montaña de agua”73 que abastecía a un número aproximado de 65.000 personas74. Se han detectado hasta 6 de estas cuencas, que rodean la zona residencial y monumental de la ciudad, con una capacidad de hasta 900.000 m3 de almacenamiento, así como pequeños tanques para uso doméstico75. Se aprovechaban así mismo los “bajos” naturales, antiguamente inundados pero secos en aquella época, para el almacenamiento del agua, una práctica frecuente en las tierras pantanosas del Petén Central76. De características geográficas similares, en cuanto a la escasa proximidad a las fuentes de agua, fueron los entornos en los que se establecieron ciudades como Calakmul y Caracol, donde esa presencia de “bajos” facilitó las captaciones y acumulaciones de agua de lluvia y la construcción de presas, tanto de grandes dimensiones para abastecer a la población general como de uso doméstico para regar pequeños campos77. Durante los últimos 5 años se han llevado a cabo proyectos de investigación geoarqueológica y paleontoambiental que han arrojado interesantes datos sobre la gestión del agua de los mayas. En el complejo ceremonial de la ciudad de Tikal, conocido como Mundo Perdido, una intervención de 2010 organizada por el proyecto Silvicultura y Manejo de las Aguas 71

LUCERO, L., 2006: pp. 116-126 GRUBE, N. y MARTINS, S., 2006: p. 149 73 SCARBOROUGH, V., 198: pp. 139-144 74 DREW, D., 2002: p. 369 75 Ibidem 76 CULBERT, P., 1995: pp. 4-6 77 .LUCERO, L., 2006: pp. 116-126 72

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de los Antiguos Mayas de Tikal (PSMAT)78 analizó una serie de Reservorios que se encuentran en las proximidades del complejo para determinar su estructura y funciones. Uno de ellos, el Reservorio Perdido, servía para almacenar el agua de lluvia y canalizarla hasta el interior del complejo. Otros dos, los del Palacio y del Templo, al sur de la Acrópolis central, se construyeron en una depresión natural una serie de diques que suministraban agua hacia el este en dirección al centro de la ciudad de Tikal. No ocurrió de igual manera en otras grandes urbes alejadas a kilómetros del Petén Central como Copán y Palenque. Revisemos brevemente cómo se gestionó el agua en estas dos ciudades para comprender mejor las diferencias regionales. El valle del río Copán, ubicada en la región montañosa occidental de Honduras, en la frontera con Guatemala, proporcionó a la gran ciudad homónima los recursos hídricos necesarios para su abastecimiento, que además contaban con la ventaja de una alta pluviosidad mucho mayor que en las tierras cársticas del Petén o las semiáridas de las Tierras Bajas del norte. El valle está plagado de desviaciones artificiales del agua, en forma de canales que conectan el río, de agua potable durante la mayor parte del año, y los principales asentamientos urbanos. Estas obras de ingeniería hidráulica se construyeron y perfeccionaron desde el 450 al 600 d.C. En el centro ceremonial de Copán se han encontrado desde los primeros tiempos canales de drenaje de agua labrados en caliza y estuco, que abastecían a las construcciones principales y rodeaban la ciudad para hacer llegar el acceso a las zonas residenciales79. Algo similar ocurre en el caso de Palenque, situado como hemos visto en una región cercana a las fuentes permanentes de agua que ofrece el Usumacinta y su cuenca, donde también se construyeron presas y un imbricado sistema de cisternas, depósitos y conductos subterráneos, reforzados con las típicas bóvedas voladizas propias de la arquitectura maya80. En la región del Puuc, en las Tierras Bajas septentrionales, el acceso al agua fue mucho más limitado, dados los niveles de aridez y la escasa pluviosidad. La necesidad de captar el agua de lluvia y almacenarla se hizo en sitios como Oxkintok y Uxmal extremadamente necesario, por lo que utilizaron en abundancia las depresiones naturales, llamadas ak’alche en las que construían depósitos de agua. También se desarrolló aquí una forma singular de gestión hídrica llamada chultunes81: un sistema de cisternas subterráneas que captaban el agua a través de pozos con forma de embudo y las canalizaban hacia los diferentes complejos de viviendas mediante unos canales recubiertos de mampostería82. Con el colapso maya del Clásico Terminal y el desarrollo de las ciudades del norte de las Tierras Bajas, en la árida meseta de Yucatán y la selva espinosa, las condiciones climatológicas semiáridas obligaron a las poblaciones a buscar nuevas formas de abastecimiento de agua. La escasa tasa de pluviosidad (apenas llega a los 500 mm en

78

LENTZ, D. L. (et al.), 2010: pp. 125-130 FASH, B. y L. DAVIS-SALAZAR, K., 2006: pp. 131-140 80 FRENCH, K.; STUART, D. y MORALES, A., 2006: pp. 144-149 81 Cf. Anexo 6 82 DUNNING, N., 2006 79

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algunas regiones), obligó en estas tierras a los mayas a utilizar los cenotes83 y las aguas que discurrían bajo la fina capa kárstica para acceder a las fuentes hídricas. Diego de Landa debió de sorprenderse de la manera en que los indígenas explotaban, e incluso veneraban, estas bellas formaciones geológicas, como refleja en sus Relaciones: «[…]los ríos y las fuentes que en todo el mundo corren sobre la tierra, en ésta van y corren todos por sus meatos debajo de ella[…] y se puede de ellas, en muchas partes, coger agua[…] En la tierra proveyó Dios de unas quebradas que los indios llaman zanotes, que llegan de peña tajada hasta el agua, en algunos de los cuales hay muy furiosas corrientes[…] y hay algunos en que puede caber y andar una carabela y otros más o menos. Los que éstos alcanzaban bebían de ellos; los que no hacían pozos; y como les había faltado herramienta para labrarlos, eran muy ruines.»84 Vemos, pues, que en la época de la llegada de los españoles a la península, los mayas empleaban los cenotes para su abastecimiento de agua, siguiendo una tradición que provenía de tiempos ancestrales. 2.4 Otros recursos minerales: la obsidiana y el jade Las montañas kársticas proveyeron a los mayas de una gran cantidad de recursos pétreos preciosos con los que fabricaban e intercambiaban bellísimas obras de arte. Algunas piedras como el jade o la obsidiana eran consideradas de gran valor, tanto como el oro o la plata para los europeos. Los mayas del altiplano o Tierras Altas utilizaron la obsidiana para la elaboración de herramientas, que extraían principalmente de las reservas de El Chayal (al noroeste de la ciudad de Guatemala) e Ixtepeque (cerca de la actual frontera de El Salvador), donde se encontraban los materiales de mejor calidad 85. La necesidad de labrar y crear objetos con la obsidiana dio lugar a la formación de talleres artesanales en los que se elaboraban productos elaborados con la piedra, como los que se han encontrado en diferentes zonas de las Tierras Altas (Pachay, Choatalum, Nimachay, Perén), normalmente cerca de los yacimientos pétreos. Se han hallado aquí trazas de desechos de obsidiana que eran demasiado pequeños como para elaborar las navajas de diferentes tamaños que fabricaban en ellos86. Nikolai Grube87 califica a la obsidiana como “el metal de los mayas”. Los mayas nunca utilizaron el metal para elaborar sus herramientas, aunque es probable que lo conocieran; con todo, alcanzaron cotas de desarrollo muy elevadas como demuestra su refinadísima arquitectura y producciones artísticas gracias a esta roca vítrea volcánica y resistente. Tampoco utilizaron la rueda, por lo que los mayas de las Tierras Bajas transportaban los bloques extraídos de El Chayal y San Martín de Jilotepeque (al noroeste de ciudad de Guatemala) en canoas y por vía terrestre con la propia fuerza humana. El lucrativo comercio con este producto dio lugar a importantes luchas entre las ciudades clásicas por acaparar los yacimientos y

83

Cf. Anexo 7 DE LANDA, FRAY D. (Ed. Prager, C.), 1985: p. 102 85 BRASWELL, G. y J. ROBINSON, E., 1992: pp. 269-272 86 BRASWELL, G. y GRIGGS BRASWELL, J., 1992: pp. 398-401 87 GRUBE, N., 2006f: pp. 48-49 84

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monopolizar su extracción, que en el caso de El Chayal estuvo en un primer momento bajo el control de Teotihuacán, y de Tikal después de la conquista del siglo IV d.C. La obisidana era idónea para hacer herramientas de trabajo, pero también resultaba exótica y con ella se labraban joyas y otros objetos rituales en forma de cuchillas, antropomorfos y zoomorfos, muchos de los cuales se han encontrado enterradas como ofrenda en las más esplendorosas tumbas reales88. Otra piedra preciosa de gran valor era el jade. Si hay una obra representativa del arte maya clásico, esa es la gran máscara del rey K’inch Janaab’ Pakal el Grande de Palenque89, de un labrado minucioso y exquisito y de un verde resplandeciente. Los objetos realizados con esta dura y resistente piedra son una muestra de las más refinadas obras de arte mayas. Se encuentra en estado original en forma de jadeíta, formada por pequeños fragmentos que compactos, dan lugar a bloques toscos que es necesario labrar y pulir. Los principales yacimientos se encontraban en las cuencas del río Montagua y se extendían hasta regiones de Honduras. Los objetos de lujo que se elaboraban eran también una importante fuente de riqueza por su comercio: orejeras, colgantes, cadenas, brazaletes, cintas… pero también vasijas y máscaras funerarias, armaduras pectorales labradas con relieves, y pequeñas representaciones de deidades90. El comercio del jade, tanto en bloques para labrar como en forma de productos elaborados, también dio lugar a la creación de importantes rutas, talleres y canteras para su extracción, trabajo y distribución. Uno de los grandes centros de producción de jade fue Cancuen en las Tierras Bajas, hacia donde se llevaban bloques de hasta 30 kg que se trabajaban y daban formas cuadrangulares y circulares en un taller local, tanto para satisfacer las demandas de la élite local como para exportar, aunque en menor medida en este último caso91. Por supuesto, hubo otra gran cantidad de materiales y recursos de la naturaleza92 con los que los mayas realizaron sus más grandiosas obras de arte, comerciaron y distribuyeron por Mesoamérica93 y utilizaron en sus rituales sagrados: materiales de construcción, estucos, conchas marinas, plumas, sal… En muchas ocasiones la actividad comercial estaba controlada por el Estado y las ciudades llegaron a acumular grandes riquezas gracias a esta actividad económica. En Yucatán, por ejemplo, al tratarse de una zona costera, la sal, los textiles, la cera, las conchas y el pedernal (una piedra extraída de la región del Puuc con la que se fabricaban útiles domésticos y herramientas de construcción) eran importantes para mantener la prosperidad de las ciudade0 en el Posclásico: ciudades como Mayapán y Chiché Itzá establecieron puertos y rutas marítimas, y comerciaron con la sal a larga distancia, un producto muy valioso indispensable para la preparación de alimentos, e incluso para la medicina y algunas celebraciones rituales94.

88

Ibidem Cf. Anexo 10 90 WAGNER, E., 2006a: pp. 66-69 91 ANDRIEU, C. y FORNÉ, M., 2009: pp. 946-950 92 Cf. Anexo 8 93 Cf. Anexo 9 94 ATTOLINI LECÓN, A., 2009: pp. 54-59 89

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IV. LA SACRALIZACIÓN DE LA NATURALEZA Y LA REPRESENTACIÓN DE LOS PAISAJES SAGRADOS

En 2001, Miguel Rivera Dorado (Universidad Complutense de Madrid) realizaba la siguiente afirmación en su artículo Algunas consideraciones sobre el arte maya: «La geografía del área maya es tan particular y, a menudo, extrema, que no podemos dejar de considerar la posibilidad de la influencia del medio en la operación de concebir y realizar la obra de arte. El clima, la selva, los huracanes o las tormentas, son factores a nuestro modo de ver condicionantes de la mentalidad que se plasmó en las manifestaciones artísticas clásicas. […] Los mayas erigieron sus ciudades y las llenaron de obras de arte con el fin primordial de construir una realidad a la medida de su índole humana y social, de hacerse un hueco propio en el mundo natural, de alzar un refugio frente a lo incontrolable y azaroso.»95 La frase no puede ser más acertada para la tesis que venimos siguiendo en este trabajo: la influencia del entorno geográfico en todos y cada uno de los aspectos de la vida de los mayas antiguos. Toda obra de arte que producen puede tener diversos fines (simbolizar el poder de un rey, recordar un pasaje mitológico, venerar a un dios, recrear la vida cortesana…), pero en todos y cada uno de ellos el elemento naturaleza está presente. A la predisposición de una cultura a organizar sus asentamientos «en armonía dentro de la cosmovisión» algunos autores como Hartung y Brady lo llaman “geomancia”, que implica la presencia de los elementos geográficos (las cuevas, las montañas, el mar, el Sol, los ríos, la fauna y la flora…) dentro de los sistemas cosmográficos y de la magia religiosa96. Esta característica está presente en muchas otras culturas como la egipcia, según ha demostrado Rivera en su paralelismo entre las religiones maya y de los antiguos egipcios: «[…]en términos generales, la arquitectura maya, al igual que la arquitectura egipcia, refleja una ética y una estética, es decir, una visión del mundo expresada con formas ordenadas y solemnes.»97 Como vemos, la cosmografía, la manera en la que se entendía que estaba ordenado el cosmos, estaba presente en toda actividad humana; era el principio del orden espacial, y toda acción (la manera en establecer un asentamiento, una ciudad, un sepulcro, o incluso de organizarse socialmente o realizar ceremonias rituales) debía ajustarse a esos patrones cosmográficos para no romper la armonía del cosmos98. Brady y Villarejo definen la Geografía Sagrada como «una creencia ideológica impuesta en el mundo físico»99, por lo que podemos entender que la cosmovisión maya es un reflejo del espacio geográfico circundante explicado a través de relatos cosmogónicos y mitológicos. Por poner un ejemplo, una característica propia de la cultura religiosa maya es la asociación a las divinidades de lugares, espacios y geografías sagradas. Así ocurre con el dios de la lluvia, Chaahk, al que se le asocia además de con fenómenos atmosféricos, con elementos vegetales (maíz, calabaza, árboles), animales (pájaro, felinos, escorpión y

95

RIVERA DORADO, M., 2001a: p. 23 E. BRADY, J. y BONOR VILLAREJO, J. L., 1993: pp. 77-78 97 RIVERA, DORADO, M., 2008: pp. 10-11 98 WAGNER, E, 2006b: pp. 289-291 99 E. BRADY, J. y BONOR VILLAREJO, J. L., 1993: p. 78 96

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tortuga) y espacios naturales (cuevas y montañas)100. En el vaso K350101 encontramos una representación del dios de la lluvia en el interior de una cueva sagrada y en relación con los habitantes divinos del interior de la tierra. Partiendo de la consideración de que el paisaje domina todos los ámbitos de la cosmografía y la simbología maya del cosmos, trataremos aquí de ver de qué manera esos elementos ecológicos se plasman en la concepción maya del universo. En este sentido, revisaremos algunos de los pasajes cosmológicos más representativos y el constante papel que la naturaleza juega en ellos, la repercusión de esta en el ideario sagrado, para finalmente encontrar en la ciudad y en las pinturas cerámicas el mejor método para estudiar la manera en que los mayas sacralizaron su entorno natural. 1.

La concepción del universo maya y su ordenación

Las dos grandes fuentes para el estudio de la cosmología maya provienen de la mano directa de los propios descendientes de los mayas prehispánicos, como los k’iche’ o los yucatecos de Chumayel, que aprovechando la libertad que les ofrecían los caracteres latinos y teniendo un gran conocimiento de su propia historia mitológica y de su lengua, recopilaron de sus antepasados todos los mitos de la creación en algún momento de la Colonia. De entre toda esta literatura maya elaborada en lengua maya con grafía hispana, el Popol Vuh (“Libro del Consejo”) es el que mejor recoge la historia religiosa y mitológica de los mayas. Escrito por los mayas k’iche’ de Guatemala, en el siglo XVI o XVII y transcrito por el Padre Ximénez, dominico destinado a la parroquia de Chichicastenango, constituye una de las fuentes fundamentales para el estudio de la religión maya y uno de los más valiosos documentos para el estudio de las religiones mesoamericanas102, pues bebe de diferentes tradiciones y tiene un carácter poético e imaginativo sin precedentes. Según el Popol Vuh, el universo maya fue creado por una serie de dioses creadores que, ocultos en un mar primigenio y cubiertos de plumas verdes de quetzal, decidieron la creación de mutuo acuerdo: «— ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe [el espacio], que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron.»103 El cielo, la tierra y el agua forman, como vemos, los tres elementos esenciales de la cosmología maya. Después sobrevino la creación de la fauna, los animales domésticos y salvajes, para concluir con la gran obra divina, el hombre. Después de varios intentos fracasados, los dioses creadores decidieron hacer al hombre de maíz:

100

GARCÍA BARRIOS, A., 2008: pp. 136-350. Cf. Anexo 11 102 SOUSTELLE, J., 2011: p. 148 103 Popol Vuh, DE LA GARZA, M., PORTADILLA, M. y RECINOS, A. (eds.), 1992: p. 15 101

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« Estos son los nombres de los animales que trajeron la comida: Yac [el gato de monte], Utiú [el coyote], Quel [una cotorra vulgarmente llamada chocoyo] y Hoh [el cuervo]. Estos cuatro animales les dieron la noticia de las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, les dijeron que fueran a Paxil y les enseñaron el camino de Paxil. Y así encontraron la comida y ésta fue la que entró en la carne del hom-bre creado, del hombre formado; ésta fue su sangre, de ésta se hizo la sangre del hombre. Así entró el maíz [en la formación del hombre] por obra de los Progenitores.»104 El carácter sacro del alimento del que hablábamos en anteriores capítulos está justificado por esta idea mitológica de que el hombre, así como los “primeros padres” que engendraron a la humanidad tal y como la conocemos, estaban hechos de este alimento. Un hecho que, además, se rastrea a través de otras fuentes iconográficas y epigráficas, en las que se nos repite la misma manera de crear al hombre. Una de las principales divinidades ya no de los mayas, sino en toda Mesoamérica, fue el dios E o dios del maíz, que generalmente aparece representado brotando del caparazón de una tortuga, símbolo de la tierra, con atributos femeninos (delicadeza, finura y longitud de su mirada) pero con una mandíbula de tiburón en su cinto que evoca su virilidad, y con una modelación cefálica alargada que emula la forma de una mazorca105. El ciclo mitológico del dios del Maíz se divide en diversas fases de muerte y resurrección de entre las entrañas de una tierra representada como un caparazón de tortuga106. Según las fuentes documentales, epigráficas e iconográficas, el orden del cosmos estaba compuesto por cuatro niveles estructurados en torno a un eje central107. El nivel terrestre estaba representado por un cuadrilátero divido a su vez en varios sectores que se correspondían con las direcciones de los puntos cardinales y a los que se les asignaba un color específico: rojo para el este, blanco para el norte, negro para el oeste y sur para el amarillo. En el centro se alzaba un gran árbol cósmico (una ceiba o una planta del maíz), encima del cual se alza la gran ave celeste Itzamaaj. El árbol está flanqueado por cuatro montañas (una en el centro de cada sector) que señalan la entrada a una cueva. Esta conduce directamente al inframundo, el Xibalbá en el Popol Vuh, y al océano primigenio desde el que los dioses crearon la Tierra108, donde habitan los antepasados y otros seres sobrenaturales. El cielo, por su parte, estaba también dividido en varias partes, una oriental y otra occidental, demarcada por los puntos de los solsticios. Sobre ellas se eleva una bóveda celestial que está sostenida por cuatro dioses llamados bakab y que en el arte, está bóveda celeste suele representarse con una especie de cocodrilo bicéfalo. Por su parte, el mar primigenio es una gran masa de agua poblada de todo tipo de animales acuáticos, peces, moluscos, sobre la que flota la superficie terrestre109. Toda esta configuración cósmica

104

Ibídem, p. 62 GARCÍA BARRIOS A., 2011: p. 188. Cf. Anexo 12 106 Idem, 2010: pp. 75-78. Cf. Anexo 12 107 Cf. Anexo 13 108 WAGNER, E., 2011: p. 286 109 WAGNER, E., 2011: p. 286-287 105

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responde en su mayor medida a las posiciones de los astros, el Sol, la Luna y Venus y a sus movimientos a lo largo del año, y el eje central en torno al que se ordena el cosmos está asociado al Sol (el día, al este) y a la ausencia de él (la oscuridad y la noche, al oeste)110. En el mito de Hunahpú e Ixbalanqué, dos gemelos que tuvieron que enfrentarse a duras pruebas en el Xibalbá antes de que el hombre fuese plenamente creado de maíz, nos cuentan cómo estos acceden al inframundo teniendo conocimiento de la existencia de cuatro sectores y cuatro entradas a este espacio interior: «Marcharon entonces, llevando cada uno su cerbatana, y fueron bajando en dirección a Xibalbá. Bajaron rápidamente los escalones y pasaron entre varios ríos y barrancas. Pasaron entre unos pájaros y estos pájaros llamábanse Molay. Pasaron también por un río de podre y por un río de sangre, donde debían ser destruidos según pensaban los de Xibalbá; pero no los tocaron con sus pies, sino que los atravesaron sobre sus cerbatanas. Salieron de allí y llegaron a una encrucijada de cuatro caminos. Ellos sabían muy bien cuáles eran los caminos de Xibalbá: el camino negro, el camino blanco, el camino rojo y el camino verde.»111 2.

Geografías sagradas, arquitectura y urbanismo 2.1. La ciudad como espacio sagrado

La ciudad maya es la representación sagrada del cosmos. Es, por tanto, un espacio sagrado y, en consecuencia, un espacio integrado en la geografía y cuyos edificios tienen algún tipo de relación espiritual con la naturaleza circundante. «La ciudad maya, como las antiguas ciudades de la India, de Camboya, China o Irán, es un imago mundi, porque los templos piramidales son las montañas sagradas donde están los antepasados, y cada grupo o conjunto de edificios configura un espacio absoluto y real que es la forma del universo, cuadrangular, polarizada por un centro ocupado por la pirámide o el palacio.»112 Entonces, ¿por qué hablamos de paisajes urbanos? Considerando la ciudad como una fiel representación del orden cósmico, es lógico pensar que ese orden traslada al plano arquitectónico; la concepción sagrada que los mayas tenían de su entorno natural se simboliza en sus estructuras, como se extrae de la anterior cita de Rivera. De esta manera, la organización urbanística y las tipologías edilicias que desarrollaron constituyen un paisaje simbólico del universo y del paisaje natural sacralizado: «[…]la arquitectura maya puede verse como simbolización de esa imagen del mundo. […] En la actualidad, numerosos pueblos de Centroamérica relacionan el paisaje con ideas simbólicas y mitológicas que también se aplican a las construcciones, lo cual demuestra que la concepción tradicional de arquitectura y paisaje ha tenido continuidad hasta las épocas más recientes.»113. Gussynyer i Alfonso y García Targa también destacan como característica general de la arquitectura, ya no sólo maya, sino mesoamericana, la

110

Ibidem Popol Vuh, DE LA GARZA, M., PORTADILLA, M. y RECINOS, A. (eds.), 1992: p. 48 112 RIVERA DORADO, M., 2001b: p. 67 113 HOHMANN-VOGRIN, A., 2006: p. 200 111

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«vinculación simbiótica entre el hombre y el medio, tanto en el altiplano mexicano (tierras áridas y secas) como en el área maya (tierras húmedas y con alto índice de pluviosidad)»114, aunque debemos matizar este confuso paralelismo, pues como hemos visto no todas las tierras mayas son húmedas y lluviosas. Los mayas elaboraron un diseño urbano ajustado a parámetros de orden cosmológico, condicionado por la geometría sagrada, la topografía, la geografía y el cosmos religioso. Las observaciones astronómicas también influenciaron en el diseño urbano, de manera que se estructuraron siguiendo un eje este-oeste condicionado por los movimientos del Sol y teniendo en cuenta su trayectoria durante los equinoccios. La propia disposición de los elementos, de forma simple, en una organización de plataformas y edificios de gran altura erigidos sobre ellas, eran la representación del mar primigenio y la montaña sagrada (witz)115. Podemos decir por tanto, partiendo de estas premisas, que la mejor manera que tuvieron los mayas de representar su cosmos fue a través del urbanismo. Si nos remontamos a las épocas más remotas, en relación con las tipologías arquitectónicas, la relación cueva-templo teratomorfo y templo dinástico que expone Baudez116 en su Historia de la religión de los antiguos mayas resulta completamente lógica y se ajusta a la cosmografía que hemos descrito anteriormente. La cueva como elemento primigenio, oscuro y falto de iluminación y oxígeno, se convirtió en el lugar idóneo tanto para los enterramientos como para la celebración de ceremonias rituales117, y además señalaban la entrada al Xibalbá o inframundo, por lo que eran un punto de conexión con el mar primigenio donde habitaban los antepasados. Lo mismo ocurre con los cenotes inundados de las Tierras Bajas del norte, al que se rendía culto porque además de su carácter sagrado como cuevas, eran indispensables para el abastecimiento de la población y requerían de cultos sistemáticos. Los estudios sobre la caverna como Geografía Sagrada de los mayas realizados por Brady han concluido que los accidentes geográficos tenían una importancia vital para la elección de los asentamientos, y al responder al patrón cosmográfico debían estar situadas entre montañas y aguas, tener elevaciones para erigir altas pirámides y disponer de pozos y cuevas, que tenían una significación religiosa vital no sólo para los mayas sino en toda Mesoamérica118. La sacralización de la caverna dio eventualmente paso a la construcción de templos teramorfos o cuevas artificiales, cuya entrada estaba delimitada por dinteles y un gran mascarón en forma de monstruo con fauces abiertas que representaba la tierra misma119, ya que en América en general y en el caso que nos ocupa los mayas consideraban que todo tenia alma, por eso la mayaría de sus cerros y montañas tienen rostro y son antropomorfos120. En contraposición a la cueva, la montaña sagrada o witz

114

GUSSINYER I ALFONSO, J. y GARCÍA TARGA, J., 1993: p. 114 VEGA VILLALOBOS, Mª E., 2001: p. 339 116 BAUDEZ, C. F., 2004: pp. 63-68 117 Cf. Anexo 11 y Anexo 14 118 BRADY, J. E., 2006: pp. 297-300 119 BAUDEZ, C. F., 2004: pp. 63-68 120 GARCÍA BARRIOS, A., 2008: pp. 386-388 115

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“cerro”, era la representación de lo que sobresalía de las profundidades, pero los mayas consideraban la cueva como un elemento hueco en el que moraban los dioses121. En relación con esta concepción del cerro como morada de las deidades, son frecuentes las representaciones de dioses como Chaahk realizando danzas y rituales, como el ritual del Bebé Jaguar122. La pirámide-templo se elevaba por tanto sobre la superficie de la plataforma (el mar primigenio), y su acceso al interior, del que tenemos constancia desde hace relativamente poco tiempo, representaba la entrada a una cueva sagrada en la que moraba alguna deidad123, de ahí que sirvieran como enterramiento para los soberanos, como el caso de la tumba del gran Pakal en el interior de la Pirámide de las Inscripciones124. 2.2. Los grafitos mayas y la representación arquitectónica Los mayas no realizaron muchas representaciones de su arquitectura a través de otros medios artísticos como la pintura y, si lo hicieron, aún no nos han llegado. Las pinturas de las cerámicas evocan escenas aisladas, por lo general monocromas, y con los fondos vacíos, muy similares a las representaciones artísticas del Lejano Oriente (como las exquisitas piezas de alfarería de la Dinastía Tang del siglo VII). Es por ello que a la hora de hablar de paisajes urbanos y su reflejo en el arte maya no contemos con numerosos ejemplos explícitos, como sí ocurre en otras culturas de la Antigüedad. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, esto no quiere decir que no tuvieran consciencia de su propia realidad arquitectónica. Los avances en la investigación histórica y artística, y en concreto, la de los antiguos mayas, han otorgado en las últimas décadas gran importancia a otros medios de expresión artísticos más alejados de los grandes modelos y formas que podríamos definir como oficiales o propios de la cultura de las élites, más relacionados con la cultura “popular”, como los grafitos. Aquí sí que encontramos ejemplos, aislados pero cuanto menos curiosos, de representación arquitectónica bidimensional. En el área maya, las investigaciones en este medio de expresión artística son muy recientes, pero permiten llenar lagunas sobre todo en aquellos lugares en los que los registros oficiales conservados son escasos o incompletos. Hemos analizado en el anterior apartado el esplendor de las grandes ciudades del Período Clásico, que conocemos muy bien gracias a la sustanciosa cantidad de evidencias arqueológicas, vestigios artísticos y arquitectónicos e incluso fuentes epigráficas y documentales, pero las fuentes históricas escasean en otros muchos asentamientos, de menor relevancia política, pero de vital importancia para completar el ciclo histórico de la antigua civilización maya. Antes de sumergirnos en las escasas imágenes de la ciudad, una pequeña matización de la significación de grafito125 en el área maya y el reciente avance en su

121

BRADY, J. E., 2006: p. 298 Cf. Anexo 14 123 Ibidem 124 BAUDEZ, C. F, 2004: p. 85. Cf, Anexo 15 125 El término “grafito” deriva del italiano graffiare (“rascar” o “rayar”) y hace referencia a todo diseño u obra espontánea, propia de la cultura popular (distinto de las pinturas y grabados “oficiales”), que se ha 122

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estudio. En primer lugar, debemos remarcar el significado artístico del grafito y su valor como fuente documental, que como quieren ver muchos expertos de la mayística como Gaspar Muñoz Cosme o Cristina Vidal Lorenzo, «durante mucho tiempo[…] han sido considerados como unas manifestaciones espontáneas, aculturales y de baja calidad artística. […] A este hecho se le une la escasa atención que se está prestando a su estudio e investigación desde el ámbito científico[…]»126. Con todo, y a pesar de los escasos esfuerzos que se dedica a la conservación y difusión de estos grabados, esgrafiados y pintados “espontáneos” en las paredes, desde que exploradores como Eusebio Lara tomaran en consideración a mediados y finales del XIX su gran valor como fuente histórica, cada vez son más los arqueólogos interesados en reivindicarlo y utilizarlos para completar sus hipótesis en una cultura ciertamente tan enigmática como la maya. En segundo lugar, cabe destacar la variedad de tipologías iconográficas que ofrecen estas fuentes, de entre las que aquí nos centraremos en las representaciones de iconografía arquitectónica que se reflejan tanto en escenas aisladas, como en celebraciones de juegos de la pelota y de procesiones religiosas. Y en tercer lugar, en el caso de los grafitos arquitectónicos (aquellos que proliferan en los paramentos de los edificios), aunque su distribución geográfica es ciertamente limitada, pueden encontrarse en abundancia en numerosos sitios del Petén y México. Si nos centramos en los grafitos que representan motivos arquitectónicos y paisajes urbanos, el abanico está más restringido, pero con todo contamos con ejemplares en grandes ciudades como Tikal, Uaxactun, el área de Río Bec o Chichén Itzá en la Península de Yucatán. Este tipo iconográfico de arquitectura incluye representaciones de plataformas, pirámides y construcciones con techumbre de paja, ya sea de manera aislada127 o integradas en escenas completas de procesiones128. Por ejemplo, en la ciudad de Tikal129 se han registrado grafitos realizados con varias técnicas, mediante incisión y pintado en rojo y negro; y datan en su mayoría del Clásico Tardío130. Los elementos arquitectónicos se integran tanto en escenas desarrolladas que conmemoran algún hecho concreto (aunque no siempre se sabe cuál) como carentes de contextualización. Así, en la Estructura 5D-43 aparece una escena de juego de pelota en la que también se representa el campo, con los característicos templetes piramidales flanqueando la zona de juego; y en el Grupo G, un grafito nos muestra la puerta de un templo de Tikal con los detalles escultóricos de su dintel, en lo que parece ser un intento por mostrar las esculturas arquitectónicas de la

realizado con una herramienta punzante mediante incisiones sobre la superficie. Gran parte de ellos son arquitectónicos, es decir, que esas incisiones se han realizado sobre paramentos de un edificio o estructura, interior o exterior, pero también pueden aparecer sobre otros elementos como en los suelos, en las cubiertas, en dinteles, en cuevas, en ladrillos, etc. Así mismo, muchos autores reconocen como grafitos otras técnicas de representación espontánea como algunos dibujos y pinturas. HERBERT MAYER, K., 2009: pp. 14-15; KAMPEN, M., 1978: p. 155 126 MUÑOZ COSME, G. y VIDAL LORENZO, C., 2009b: pp. 8-12 127 HERBERT MAYER, K., 2009: pp. 23-24 128 Ibídem 129 Cf. Anexo 16 130 KAMPEN, M., 1978: p. 164-165

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crestería y la fachada superior del edificio131. ¿Se trata quizá de un diseño previo a la construcción, o una simple representación, con alguna clase de fin religioso, de lo que el autor veía en su entorno? Otros ejemplos en Tikal nos muestran representaciones aisladas de templos rematados con cubiertas de paja, el tipo de techumbre común entre las viviendas y edificios populares de las ciudades, así como pequeñas estructuras en forma de trono y litera transportable132. De este tipo encontramos numerosos ejemplos en Petén, y normalmente son representativos de la arquitectura local de cada sitio. Así, en Nakum se han registrado grafitos con templos escalonados y con mascarones en las esquinas de la techumbre, en los edificios G, L y S. Se trata de representaciones «con techos esquemáticos y plataformas escalonadas que sostienen en su parte superior edificios con techos inclinados[…]», así como «[…]edificios monumentales con basamentos escalonados en forma de pirámide truncada, sosteniendo templos en su parte superior»133. En la región de Río Bec, en el centro de la Península de Yucatán, en la frontera entre las Tierras Bajas meridionales y septentrionales, algunos de los grafitos elaborados durante el Posclásico con iconografía arquitectónica siguen en su mayor parte este modelo de estructura-templo asilada, de uno o dos pisos y rematada con techo de material perecedero, pero también se han encontrado secciones de edificios en los que pueden verse los ocupantes en su interior, y representaciones de escenas procesionales (que podrían haber conmemorado algún evento o celebración de un hecho histórico concreto) en las que también se integran templos escalonados de esa clase134. V. REFLEXIONES FINALES Los antiguos mayas tuvieron una relación espiritual y material muy estrecha con su entorno. El hecho de que una civilización se desarrollase hasta niveles de tal magnitud sin utilizar el metal, con una tecnología de la edad de piedra, ni la rueda ni el animal de tiro, y en un entorno natural tan hostil como la selva o bosque tropical, demuestra que los niveles de adaptación entre el hombre y la naturaleza llegaron hasta el culmen de la simbiosis. A lo largo de estas páginas hemos hecho un recorrido por la historia maya a través de las geografías, comenzando por unos pequeños asentamientos agrícolas que surgen en las fértiles y favorables Tierras Bajas y finalizando por un colapso que, debido quizá en parte a causas naturales, termina por retraer la cultura maya a las costas norte del Golfo de México y a las Tierras Altas de Guatemala. Con todo, esta simbiosis maya material y espiritual entre el hombre y la geografía no fue suficiente para evitar que prácticas derivadas de su actividad, como la corrosiva agricultura de roza y quema, tuvieran efectos catastróficos en el entorno que, añadidos a las catástrofes propias de la naturaleza viva, terminaron por ser una causa de peso en la desaparición y abandono de muchos centros que antaño vivieron esplendorosas épocas de gloria. Ciencias jóvenes como la

131

Ibidem, p. 171 WEBSTER, H., 1963: pp. 37-39 133 ZRALKA, J. y HERMES, B., 2009: pp. 143-144 134 PATROIS, J. y NONDÉDÉO, P., 2009: pp. 47-53 132

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ecoarqueología deben aportar sus propios datos para ayudar a completar una desenfocada historia de la ecología de los mayas antiguos. La naturaleza es la pauta que rige las actividades cotidianas de la vida de los hombres y, en la Antigüedad, dadas las limitaciones tecnológicas, explicar los fenómenos que ocurrían en la naturaleza requería de un esfuerzo creativo y un cúmulo de tradiciones que se plasmaban luego en relatos y mitos cosmológicos y cosmogónicos. Los mayas desarrollaron esa creatividad religiosa al igual que otras civilizaciones antiguas y configuraron un complicado, a la par que bien estructurado, cosmos cuya organización regía absolutamente todos los campos de la actividad humana. Su conocimiento preciso sobre el entorno natural, el cielo, la tierra, las plantas y los animales, y la consciencia que tuvieron de las características del lugar donde vivían, les permitieron aprovechas al máximo todos los recursos, no pocos, con los que contaban y llegar a alcanzar cotas de desarrollo muy elevadas sin necesidad de utilizar metales, ruedas ni animales de tiro. Su preocupación por los astros, las matemáticas, el conocimiento de la geografía y la orografía, del clima y su control absolutamente preciso sobre el tiempo, nos permiten ahora contemplar en mitad de una selva virgen ciudades como Tikal, Calakmul, Copán o Palenque, rodeadas de la maleza selvática pero no por ello carentes de belleza y singularidad. Con ello, espero que el trabajo cumpla sus expectativas en tanto que sirva de base bibliográfica para plantearse y desarrollar múltiples cuestiones: ¿cómo influyeron los factores ecológicos y las prácticas humanas sobre el entorno en los sucesivos cambios climáticos y la decadencia de las ciudades clásicas?, ¿qué informaciones podemos extraer, a partir del estudio de las actividades como la agricultura y el agua, o incluso los rituales religiosos, que nos ayuden a comprender mejor la historia de los mayas y su complicada cosmografía?, ¿cómo pudieron florecer esas grandes ciudades en un entorno selvático y qué datos nos aporta su organización urbanística para entender el pensamiento maya? Todos ellos son interrogantes que podrían dar lugar a una gran cantidad de estudios avanzados, que además deben completarse y matizarse con investigaciones locales que permitan ver las diferencias entre unas ciudades/yacimientos y otros, puesto que la historia maya es una historia de centros independientes que desarrollaron sus propios métodos de relacionarse con el entorno, bajo el singo de una identidad cultural común.

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DIRECTORA: ANA GARCÍA BARRIOS

PAISAJES Y GEOGRAFÍAS ENTRE LOS ANTIGUOS MAYAS

MANUEL ÁLVAREZ ESTEBAN

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“Selvas y volcanes: “Volcanes y selva: un variado espacio vital”, en Ibidem, pp. 21-31

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“Los distintivos de poder”, en Ibidem, pp. 96-97

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“La obsidiana: el metal de los mayas”, en Ibídem, pp. 48-49

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DIRECTORA: ANA GARCÍA BARRIOS MANUEL ÁLVAREZ ESTEBAN

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DIRECTORA: ANA GARCÍA BARRIOS

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MANUEL ÁLVAREZ ESTEBAN

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The ancient maya, Standford, Standford University Press

SHARER, Robert y GRISWOLD MORLEY, Sylvanus, 1994

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WAGNER, Elisabeth, 2006a

“El jade: el oro verde de los mayas” en GRUBE, N. (ed.), Los mayas: una civilización milenaria, h. f. ullman, Barcelona, pp. 66-69

2006b

“Mitos de la creación y cosmografía de los mayas”, en Ibidem, pp. 281-292

WEBSTER, Helen: 1963

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ZRALKA, Jaroslaw y HERMES, Bernard: 2009

“Los grafitos prehispánicos de los sitios de Nakum y Yaxhá (Petén, Guatemala). Su contexto arqueológico, iconográfico y cronológico”, en MUÑOZ COSME, G. y VIDAL LORENZO, C (eds.), Los grafitos mayas. Cuadernos de arquitectura y arqueología maya 2, Universitat Politèçnica de València, pp. 134-158

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VII. ANEXOS Anexo 1. Fotografías de paisajes mayas. Material gráfico facilitado por Ana García Barrios

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Anexo 2. Gráfico de las variaciones climáticas según los registros de titanio de los sedimentos de Cariaco (Venezuela), cuyo estudio ha permitido conocer los cambios climáticos y alteraciones de las tasas de pluviosidad a lo largo de la historia en las Tierras Bajas mayas. Como muestra el gráfico, los períodos del abandono de ciudades durante el Preclásico (ca. 200 d.C., durante el llamado Período Cálido Medieval) y del colapso del Clásico Terminal (ca. 800 d.C.) coinciden con fases de bajo nivel de titanio en la cuenca de Cariaco, lo cual denota condiciones de sequía y baja pluviosidad en la región. En y HAUG, G y PETERSON, L.: 2005, p. 327

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Anexo 3. Variedad de flora en el área maya. 1. Planta del cacao y fruto. 2. Pino y fruto. 3. Ramón y fruto. 5. Escoba (palma) 6. Planta del maíz y variedades de maíz. Catálogo digital en ZIDAR, Charles, “Ancient Maya Botanical Research” [en línea], FAMSI [ref. de 2 de junio de 2014]. Disponible en http://research.famsi.org/botany/

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Anexo 4. Variedad de fauna en el área maya. 1. Mono araña 2. Manatí 3. Boa 4. Quetzal 5. Jaguar 6. Venado de cola blanca. Catálogo digital en ZIDAR, Charles, “Ancient Maya Zoological Research” [en línea], FAMSI [ref. de 2 de junio de 1024]. Disponible en http://research.famsi.org/fauna/index.php

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Anexo 5. Mayas Tzotziles de Chiapas durante un ritual del maíz en la actualidad. Material gráfico proporcionado por Ana García Barrios.

Anexo 6. Imágenes de chultún de la Península de Yucatán, desde el exterior (exploración arqueológica) y el interior. En HIXSON, David, “Mesoamerican Photo Archives” [en línea], Pre-Columbian Art Research Institute. Disponible en http://www.mesoweb.com/mpa/chultun/chultun.html [ref. de 2 de junio de 2014]

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Anexo 7. Fotografías exteriores del cenote sagrado de Chichén Itzá. Catálogo digital en SCHELE, Linda, “The Linda Schele Photograph Collection”[en línea], FAMSI, [ref. de 2 de junio de 2014]. Disponible en http://research.famsi.org/schele_photos_list.php?rowstart=0&search=cenote&num_page s=2&title=Schele%20Photograph%20Collection&tab=schele_photos

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Anexo 8. Mapa con los principales productos de intercambio en el área maya. En ATTOLINI LECÓN, A., 2009: p. 58

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Anexo 9. Mapa con las principales rutas comerciales del área maya. En ATOLLINI LECÓN, A., 2009, p. 67

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Anexo 10. Máscara del rey Pakal de Palenque, jade, Museo Nacional de Antropología de México. Proporcionado por Ana García Barrios

Anexo 11. Vaso K530 policromada de 24 cm de alto y 16,7 cm de diámetro y dibujo detalle de Linda Schelle. Período Clásico Tardío (600-900). En catálogo digital de KERR, Justin, “Maya Vase Data Base” [en línea], FAMSI, [ref. de 2 de junio de 2014]. Disponible en http://research.mayavase.com/kerrmaya_hires.php?vase=530.; y en GARCÍA BARRIOS, A., 2009: p. 345

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Comentario iconográfico: El dios de la lluvia, Chaahk, preside con la mano extendida una conversación con los habitantes del interior de la tierra (cuatro dioses N o pauahtunes, divinidades ancianas que se creía sostenían sobre sus hombros cada una de las esquinas del cosmos, y tres advocaciones del propio Chaahk que portan y tocan instrumentos). El dios de la lluvia domina la escena hablando con los seres divinos intraterrestres desde el interior de una cueva, que como todo elemento geográfico sagrado para los mayas tiene alma y por tanto, es antropomorfo como se aprecia en el dibujo, de ahí que se represente como una gran boca con glifos tun (“piedra preciosa”). La interpretación iconográfica de la escena está vinculada con la celebración del rito de la lluvia a Chaahk, con el propio dios dirigiendo la ceremonia. La cueva sagrada ejemplifica a la perfección las formas de representación de las geografías sagradas en el arte cerámico maya del Período Clásico y denota la atribución divina que se da al dios de la lluvia al que se debe dedicar un ritual musical para conseguir una buena temporada de lluvias. Los cuatro dioses N portan instrumentos musicales, comida y caparazones de tortuga, que advocan la funcionalidad de la música en la ritualística maya de la lluvia, ya que en numerosas ocasiones Chaahk es representado golpeando un caparazón de tortuga, símbolo de la tierra, haciendo surgir de entre sus entrañas el maíz. (GARCÍA BARRIOS, A., 2008: pp. 229, 233-234, 365)

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Anexo 12. Plato K1892, “estilo códice”, procedente de Calakmul, Período Clásico Tardío. En catálogo digital de KERR, Justin, “Maya Vase Data Base” [en línea], FAMSI, [ref. de 2 de junio de 2014]. Disponible en http://research.mayavase.com/kerrmaya_hires.php?vase=1892

Comentario iconográfico: la resurrección del dios del Maíz de las entrañas de la tierra, representada como un caparazón de tortuga, es el episodio final del ciclo mitológico que narra el viaje del dios por el inframundo. La muerte y resurrección del Dios es recurrente en este ciclo mitológico: en primer lugar, mediante sacrificio; después de una primera resurrección debe luchar contra un tiburón marino al que vence y queda reflejado en su cinto mediante una mandíbula; un tercer episodio en el que adquiere su vestimenta y atributos distintivos; un cuarto que relata el viaje en canoa al inframundo; y el quinto y último, el que aparece en esta representación, su renacimiento del interior de la tierra. 63

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Podría interpretarse este ciclo mitológico como una evocación del cultivo del maíz, que emerge de la tierra y muere según las temporadas agrícolas. (GARCÍA BARRIOS, A., 2010, p. 73) Anexo 13. Cosmograma y axis mundi del universo maya. Proporcionado por Ana García Barrios. En el centro, una gran ceiba se alza sobre un eje este-oeste (salida y ocaso del Sol) que divide el universo en dos mitades, divididas a su vez en 7 niveles superiores y 5 inferiores, que representan respectivamente el cielo y la superficie y el inframundo.

Anexo 14. Vaso K521, “estilo códice”, Museo Metropolitano de Nueva York, Período Clásico Tardío. En catálogo digital de KERR, Justin, “Maya Vase Data Base” [en línea], FAMSI, [ref. de 2 de junio de 2014]. Disponible en http://research.mayavase.com/kerrmaya_hires.php?vase=521. Detalle del cerro, dibujo de Linda Schele proporcionado por Ana García Barrios.

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Comentario iconográfico: la escena representa el “ritual del Babé Jaguar”, en el que el cerro sagrado tiene una relevancia considerable. El Bebé Jaguar, un infante con atributos de este felino, es arrojado hacia el cerro por un esqueleto que representa la muerte. A la izquierda, Chaahk representado con atributos humanos, realiza una danza ritual y facilita a golpe de rayo la apertura del cerro para que se arroje al Bebé en su interior. Según las interpretaciones de Martin, el cerro representado en este tipo de narraciones, ocupando un lugar central en la escena, es un lugar de encuentro entre la vida y la muerte. El sacrificio del Bebé, por su parte, está relacionado con los sacrificios rituales para llamar

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a la lluvia, que se realizaron hasta el siglo XIX (GARCÍA BARRIOS, A., 2009, pp. 252267) Anexo 15. Templo de las Inscripciones en Palenque (Chiapas, México). La tumba del rey K’inich’ Janaab’ Pakal fue descubierta en el interior del edificio. Ya que los cerros sagrados o witz se corresponden arquitectónicamente con el templo-pirámide y se concebían como lugares en cuyo interior moraban los dioses y puntos de encuentro entre el hombre y la muerte, es lógico pensar que los reyes mayas fueran enterrados en un espacio interior de la pirámide para adaptar el enterramiento a esa concepción sagrada y funeraria de la montaña.

Anexo 16. Grafitos de Tikal. En la columna A aparecen representadas diferentes estructuras arquitectónicas de manera aislada que reflejan la arquitectura local, con tejados de paja y edificios escalonados (En WEBSTER, H., 1994: pp. 41 y 44). En la columna B aparecen elementos arquitectónicos integrados en escenas concretas, la primera en un juego de pelota, con el campo flanqueado por templos, una estela y un altar; y la segunda una escena de entronización en la que el monarca, ataviado con atributos divinos, está alzado sobre un basamento piramidal que bien podría representar la montaña-templo o montaña sagrada (En KAMPEN, M., 1978: pp. 174-175)

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