Genocidio sobre el pueblo chino por el ejercito imperial japones.

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Descripción

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Genocidio sobre el pueblo chino por el ejército imperial japonés

Dos caras del mismo proceso: El escuadrón 731 y la Masacre de Nanjing.



Autor: Matías Iezzi

Año: 2015




ÍNDICE

Introducción ------------------------------------------------------------------------------------------------ 3

Marco Histórico ----------------------------------------------------------------------------------------------4

Adoctrinamiento en el ejército imperial japonés: Deshumanización y otredad negativa. -------------------------------------------------------------------------------------------------------5

La masacre de Nanjing -----------------------------------------------------------------------------------11

Escuadrón 731 ----------------------------------------------------------------------------------------------14
Deshumanización y diferencias con Nanjing ------------------------------------------------16
¿Dos procesos distintos o dos caras de una misma moneda? -------------------------18

¿Genocidio? ------------------------------------------------------------------------------------------------20

Tribunales de Justicia ------------------------------------------------------------------------------------26
Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente -----------------------------27
Tribunal de Crímenes de Guerra de Nanjing -----------------------------------------------31


Reflexiones finales: Negación de la identidad de las víctimas y realización simbólica. --------------------------------------------------------------------------------------------------- 32

Bibliografía consultada --------------------------------------------------------------------------------- 37

Filmografía consultada --------------------------------------------------------------------------------- 38




Introducción

En el presente trabajo me propongo estudiar las prácticas realizadas por el Ejercito Imperial Japonés sobre el pueblo chino, en el marco de la segunda guerra sino-japonesa transcurrida entre 1937 y 1945.
Buscare enmarcar dichos eventos en el concepto de práctica social genocida, intentando diferenciarlo de la denominación de "Crímenes de Guerra" que recibió en el momento. Para estudiar este proceso, tomo como eje dos procesos simultáneos realizados por las fuerzas armadas japonesas, marcando ciertas diferencias que considero pertinentes a la investigación.
Por un lado, el accionar del "Escuadrón 731", famoso por su accionar en los campos de concentración japoneses, donde se realizó el exterminio de una enorme cantidad de prisioneros chinos, luego de haber realizado sobre ellos experimentos biológicos. Se enmarca este primer aspecto dentro de una lógica altamente burocrática y racional, donde la búsqueda por el avance tecnológico llevo a cometer todo tipo de pruebas biológicas, de un sufrimiento atroz para sus víctimas. No podría darse este tipo de prácticas sin una fuerte deshumanización previa, determinada por la construcción de una otredad negativa hacia las milicias chinas, lo cual llevó al segundo eje de este trabajo: La masacre de Nanjing (también llamada Nankín o Nanking). Se estudiara esta salvaje matanza y violación masiva, como contraste con el accionar del Escuadrón 731, mostrando dos caras dentro de una misma práctica. Por un lado, el accionar sistematizado y burocrático, por otro, el sadismo presente en los tipos de tortura y humillaciones que sufrió el pueblo chino, altamente excesivas e "innecesarias" aun para los fines de reconstrucción de las relaciones sociales del pueblo chino propuesto por el Imperio Japonés, consecuencias de una deshumanización extrema del individuo chino, tanto combatiente como civil.
Se buscara adentrarse en la realización simbólica del genocidio, considerando la fuerte negación que reciben estos hechos por parte del pueblo japonés aun hoy en día, transcurridos más de 70 años, enmarcando a los muertos en la figura de "victimas culpables" al pertenecer a las milicias, y negando las miles de muertes de civiles, hombres, mujeres y niños. Finalmente se estudiara la sanción emitida por el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente, observando las distintas figuras jurídicas que existieron, las penas que recibieron los acusados y las críticas que recibió este tribunal.
Marco Histórico
Si bien no es el objetivo de este trabajo el realizar un relato histórico, sino sociológico, es pertinente el desarrollar brevemente el marco histórico en el que se dieron los sucesos que analizare en esta investigación.
Luego de la Restauración Meijí de 1868, el cual fue la culminación de la era de los Shogunatos y la modernización del país, Japón se estableció bajo un régimen imperial. Este Imperio del Japón duraría hasta poco tiempo después de la finalización de la segunda guerra mundial, con la pérdida del Imperio Nipón en la guerra y los lanzamientos de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Desde 1928 hasta el final de su época imperial Japón estaría gobernada por el emperador Hirohito, quien tras la caída del Imperio debe resignar de su condición divina.
En 1937, dos años antes del inicio de la segunda guerra mundial, el Imperio Japonés entra en un conflicto bélico con China por segunda vez en el siglo, en lo que sería conocido como la segunda guerra sino-japonesa. El ejército imperial japonés, que ya controlaba la ciudad china de Manchuria desde 1931, decide invadir el resto de la República de China, por conveniencias estrategias que el terreno le otorgaba, desatando el inicio de la guerra el 7 de julio de 1937 en el ataque al puente de Marco Polo.
El ultranacionalismo del Imperio Japonés lo lleva a rechazar las políticas liberales de Occidente mientras intenta emular su modernización, desarrollando un ejército notablemente más poderoso que el de la Republica China, gobernada en ese momento por el partido nacionalista Kuomintang. En el marco de este creciente proceso de nacionalismo, el Imperio comienza a ver como irremediable el expandirse hacia otros terrenos para abastecerse de recursos y zonas estratégicas, por lo cual la ocupación de Manchuria deja de ser suficiente para los propósitos imperiales nipones. China por su parte, con una sucesión histórica de alianzas y divisiones entre los nacionalistas y los comunistas, se encuentra internamente dividida y debilitada.
En agosto de 1937 el ejército imperial japonés invade la ciudad de Shanghai, donde se encuentra con una fuerte resistencia que sería vencida finalmente en noviembre de ese mismo año. Frente a esta derrota, las autoridades chinas deciden que no pueden darse el lujo de perder a sus tropas de elite en una defensa simbólica de Nanjing, y retiran gran parte de sus soldados, planificando a futuro usar la gran extensión de China para debilitar al ejército japonés. De este modo, las tropas imperiales continúan su camino a sangre y fuego hasta ingresar finalmente a la ciudad de Nanjing el 13 de diciembre.
Este breve marco histórico es suficiente para proceder a analizar dos hechos fundamentales de esta guerra. El primero, la masacre de Nanjing (la entonces capital de la República de China) iniciada el 13 de diciembre de 1937 al mando del general Matsui Iwane y sostenida durante un lapso aproximado de 6 semanas, la que se estima dejo un saldo de más 200.000 civiles chinos muertos y aproximadamente 20.000 mujeres violadas (los números varían según las investigaciones) por los soldados del ejército imperial japonés, los cuales no mostraron ninguna piedad ante la población civil china bajo la prenoción de que podían ser parte de la milicia rebelde. El segundo, el accionar del Escuadrón 731, y su accionar en los campos de concentración japoneses, donde realizaron una gran cantidad de experimentos biológicos sobre prisioneros vivos.
Presentado ya el trasfondo histórico y los hechos fundamentales, se puede comenzar a analizar las diferencias entre estas dos prácticas cometidas por el Imperio del Japón y las condiciones sociológicas y psicológicas que fueron necesarias para que estas pudieran ser llevadas a cabo.

Adoctrinamiento en el ejército imperial japonés: Deshumanización y otredad negativa.
"Del Emperador del Sol Naciente al Emperador del Sol Poniente"
Príncipe Shotoku, carta al Emperador de China. Siglo VII d.c

Para poder explicar los trágicos sucesos de Nanjing, es menester profundizar en los antecedentes históricos del ejército japonés para intentar comprender como miles de soldados pudieron cometer todo ese tipo de atrocidades (las cuales no se detallaran aquí sino más adelante) ante una población civil indefensa. No es un dato menor el hecho de que en la primera guerra mundial, los prisioneros políticos recibieron un trato totalmente diferente y sus derechos básicos fueron respetados (Rees: 2009).
¿Cómo explicar esta transformación en la mentalidad de los soldados japoneses sino a través del fuerte proceso de creación de una conciencia nacionalista a la que fueron sometidos? La convicción de los soldados imperiales de la superioridad racial de los japoneses es un factor clave, acompañado por el necesario proceso de estigmatización sobre el foráneo, la creación de la imagen del "enemigo externo", en este caso el pueblo chino (aunque no fue el único). Este proceso de estigmatización genera una otredad negativa, donde el otro, el distinto, el inferior, sufre un fuerte proceso de deshumanización, y es visto por el perpetrador como una amenaza a la cual eliminar bajo cualquier costo. Es imprescindible tomar estos conceptos y entender esta idea de deshumanización y construcción de una otredad negativa, para explicar hechos de otra forma inexplicables, o argumentables solo con banalizaciones o respuestas que satisfacen poco a un análisis de la profundidad necesaria que un caso así requiere. Solo desde esta perspectiva uno puede intentar comprender como un ejército compuesto por miles de soldados, pudo atacar una población civil indefensa, cuyo ejército ya había sido derrotado. La perspectiva cobra mucho más fuerza considerando las terribles violaciones, torturas y humillaciones que sufrieron tanto hombres como mujeres, niños y ancianos, todo bajo el pretexto y la convicción (realmente discutible) de que dentro de esa población civil se podían encontrar miembros de las milicias a las cuales se enfrentaban los soldados japoneses.
Al igual que en otros procesos genocidas, análisis simplificadores cayeron en una banalización de la maldad de los perpetuadores, planteando en este caso que el genocidio había sido posible debido a la naturaleza cruel, inescrupulosa y malvada de los japoneses. Se presentaba al japonés como miembro de una cultura milenaria en la cual habían sido entrenados para ser guerreros, continuando con el código de honor Bushido de los samuráis, lo que los había convertido en sanguinarios y sin piedad. De esta forma, se eliminan todas las causas y las razones que llevaron a que prácticas como estas pudieran tener lugar, y se construye una figura totalmente banal (sobre todo en occidente) del japonés como un sujeto cruel con natural predisposición a tener desenlaces como este.
Considero que un análisis sociológico serio no puede recaer en explicaciones de este tipo, y es necesario poder investigar con mayor profundidad. Tomando como ejemplo el caso del genocidio nazi, los análisis de Zygmunt Bauman y Hannah Arendt contribuyen a trazar un paralelismo con el caso japonés (a pesar de las grandes diferencias que se observan en ambos casos) en donde se entiende que un genocidio no puede recaer simplemente en la creencia de un grupo delimitado de personas con desviaciones psiquiátricas como responsables de la masacre. Si bien los métodos utilizados fueron distintos, el objetivo a descubrir es similar al que se planteaba Arendt, el descubrir como los genocidas lograron: "[…] vencer… la piedad animal que sienten todos los hombres normales en presencia del sufrimiento físico" (Arendt: 1998)
Uno de los que se encargó de desmitificar lo "inhumano" de los japoneses fue Laurence Rees, quien en su trabajo "Horror in the East: Japan and the Atrocities of World War II" profundizo sobre todo el accionar del Imperio durante la segunda guerra mundial. En su trabajo destaca que en la primera guerra mundial, a diferencia de la segunda, Japon estuvo enfrentado a Alemania. Y el tratamiento que recibieron los miles de prisioneros de guerra fue totalmente diferente al que recibieron los chinos. Los testimonios recogidos indican que el trato que recibieron los prisioneros fue digno, donde se respetaron sus derechos y en la gran mayoría de los casos no sufrieron ninguna ultranza. Lo mismo puede decirse de los rusos que cayeron prisioneros en la guerra ruso-japonesa de 1905. Esta información deja una conclusión y un interrogante. Primero, reforzar una vez más lo incorrecto de la noción del japonés como natural e inevitablemente malvado; y segundo, sembrar una pregunta fundamental: ¿Qué circunstancias generaron el profundo cambio en la mentalidad de los soldados japoneses y el trato a los prisioneros de guerra, en un lapso de tan solo 20-30 años?
Es pertinente tener en cuenta que a mediados del siglo XIX, como se explicó en el marco histórico, Japon comenzó a adoptar ciertos aspectos de la cultura occidental como propias, así como se marcó el fin del shogunato y una reforma en el papel del Emperador. Uno de estos cambios fue una orden imperial de 1880 que dictaba que los prisioneros de guerra debían ser tratados con respeto. Para la época en la que la masacre de Nanjing tuvo lugar, sin embargo, el entonces emperador Hirohito (nieto del antiguo Emperador Meiji) había dictaminado (en 1937) que los prisioneros chinos no estaban sometidos a los convenios internacionales sobre el trato que debían recibir los llamados POW (prisoners of war).
Rees plantea que esta absorción de costumbres occidentales que devinieron en una nueva organización política de Japon, tuvo también como consecuencia que el Imperio decidiera que para ser una nación fuerte era necesario comenzar un proceso de colonización, tomando como ejemplo las colonias de las potencias europeas. De esta forma Japon comenzó a expandir su control y para fines de la primera guerra mundial emergía como una de las mayores o la mayor potencia asiática. Esta política imperialista se vería reflejada posteriormente en la toma de Manchuria y el resto de las ciudades chinas en la década del 30'. La transformación del rol del Emperador tampoco debe tomarse a la ligera, ya que como producto de la restauración Meiji la elite japonesa se encargó de presentar a la mayor figura del Japon como una divinidad, quien debía ser venerado como un dios. Las generaciones de niños japoneses posteriores al Emperador Meiji fueron educados en las escuelas a adorar al Emperador como a un dios en el cuerpo de un humano. El Emperador, claro está, era el comandante en jefe de su poderoso ejército imperial. Al ser consultado por que no sentía culpa por haber violado mujeres chinas, un soldado imperial respondió: "Porque yo estaba luchando por el Emperador. Él era un Dios. En nombre del Emperador nosotros podíamos hacer lo que quisiéramos contra los chinos. Por eso no tenía sentimiento de culpa."
Pero las crisis económicas que sufrió Europa en la década del 20, así como el incremento de las ideas como el sufragio universal y la "infiltración" del comunismo, hicieron que sectores japoneses se replantearan los beneficios de la coexistencia con occidente y su utilización como modelo para algunos aspectos de su cultura. El problema del hacinamiento comenzó a incrementar su peso, Japon necesitaba aumentar su territorio debido a su gran densidad de población y la notable cantidad de territorios difíciles de habitar. Pero diversos tratados firmados impedían que sus objetivos de expandirse pudieran llevarse a cabo. Esto desencadeno que Japon realizara algo que la historia del siglo XX ha visto en distintas oportunidades, el inculpar a un grupo enemigo de una acción propia por intereses estratégicos. Es así que Japon realizo un atentado a un ferrocarril en Manchuria y culpo a China de haberlo realizado, para justificar la invasión a dicha ciudad que era rica en diversos recursos naturales escasos en el Imperio.
Como se mencionó anteriormente, es imprescindible focalizarse en el entrenamiento que los soldados recibieron y los antecedentes del ejército imperial, y en esto es necesario concentrarse ahora, para intentar comprender su accionar en la segunda guerra sino-japonesa. Ya he manifestado la intención del Imperio japonés de convertirse en una nación fuerte, y para realizar este proceso de extensión e imperialismo era necesario tener, por supuesto, un ejército numeroso y fuerte. El ejército imperial creció exponencialmente durante la primera parte del siglo XX, el servicio militar era obligatorio para hombres entre 17 y 40 años, e incluso los niños ya recibían algún tipo de instrucción militar en la semana (Forty: 2013). Junto a este aumento cuantitativo las autoridades decidieron endurecer la disciplina para mantener el orden interno. Severos castigos físicos eran aplicados a los soldados en entrenamiento, llegando incluso al punto de obligarlos a golpearse entre ellos una vez que sus superiores estaban agotados; y dichos castigos no eran necesariamente responsabilidad del propio soldado castigado, sino que ante el error de un soldado toda la unidad recibía el mismo castigo, para fomentar la idea de que no hay individualidades sino una gran unidad. La idea del ejército como no solo una unidad sino una gran familia también fue implantada en sus integrantes, aumentando la humillación de un fracaso e incentivando a los soldados a forjar la mentalidad que sus autoridades deseaban.
Pero el entrenamiento del ejército imperial consistía en mucho más que un exceso de violencia física y una estructura autoritaria. La futura invasión china era una posibilidad real y los soldados fueron entrenados particularmente para ello. A los soldados japoneses se les inculco la idea de que los chinos no eran humanos, que se encontraban por debajo de este nivel, al igual que los animales. Xavier Casals también pone énfasis en esto: "Los oficiales les golpean para inculcarles obediencia y les infunden una cosmovisión racial: los chinos son chancorro, lo inhumano (insectos y animales), y su vida carece de valor." Los japoneses habían existido por miles de años, los chinos no calificaban en ese mismo nivel, eran inferiores, subhumanos, eran en las propias palabras de los japoneses, "chancorro". Esta "cosmovisión racial" no fue inculcada tan solo mediante el discurso, y el castigo físico, los soldados japoneses debían comprobar que los chinos eran inferiores y conocer el acto de matarlos. Los propios testimonios de los soldados japoneses relatan cómo, ya una vez en china, fueron entrenados en el uso de la bayoneta mediante el asesinato de civiles chinos. Las víctimas eran atadas a un árbol, y los soldados imperiales en fila debían avanzar y atacarlas con su bayoneta, matándolas en el acto. El miedo a ser estigmatizado como cobarde al negarse a matarlos, sumado a la felicitación y el mérito que las autoridades les otorgaban a quienes lo hacían efectivamente, fueron forjando la conciencia de los soldados que perdían lo poco que les quedaba de culpa muerto tras muerto. Otros testimonios demuestran que la misma práctica se utilizaba para practicar el tiro con armas de fuego. Esta cita de un soldado imperial, recogida por Laurence Rees, es precisa para explicar la situación: "La primera vez aun tienes conciencia y te sientes mal. Pero si te etiquetan de corajudo, te honran y te dan merito, y si eres alabado por tener este coraje, eso será lo que te lleve a hacerlo la segunda vez. Si hubiera pensado en ellos como seres humanos no lo podría haber hecho, pero como pensaba en ellos como animales o seres infrahumanos, lo hicimos".
Michel Foucault plantea que en la modernidad el Estado asume el rol de hacer vivir y de dejar morir, y que ante el surgimiento del bio-poder y la bio-política, el Estado ya no puede ejercer su poder soberano matando si es responsable de asegurar y mejorar la vida de su población. Se pregunta como un Estado que debe hacer vivir, puede hacer morir. Encuentra esta respuesta en el racismo como instrumento del Estado, el cual le permite delimitar quienes deben morir, para que otros puedan vivir (Foucault: 1983). Es evidente que el Imperio japonés necesito del racismo para poder invadir China, y para eso necesito inculcar en sus soldados la idea de que el enemigo no era como ellos, sino que era distinto, y fundamentalmente, que era inferior. Este fuerte proceso de deshumanización no es hecho siquiera de una forma sutil, sino, como ya vimos, bastante burda y clara. Los chinos son sub-humanos y matarlos es como matar animales, esa fue la mentalidad que se forjo en cada soldado imperial, mentalidad forjada a sangre y golpes, sin la cual los planes imperialistas nipones no podrían haberse llevado a cabo. Como explicar sino que quienes habían dado a principios de siglo un trato digno a sus prisioneros, ahora los masacraban con una brutalidad sorprendente. El hecho de que el Emperador Hirohito hubiera impuesto que los chinos no estaban sujetos a los convenios internacionales no parece ser, no puede ser, suficiente para explicar un genocidio. La explicación debe caer en la construcción de la otredad negativa, un largo proceso al que fue sometido el ejército imperial, y que tuvo como desenlace no solo Nanjing y los crímenes de los Escuadrones en los campos de concentración, sino todas las crueles matanzas que ocurrieron en la guerra sino-japonesa, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Crímenes que fueron opacados por los cometidos en Europa durante aquella época, los cuales es difícil creer que tuvieran una repercusión tan mínima y tengan al día de hoy una presencia tan mínima en la memoria colectiva, producto de la clásica visión eurocéntrica de la historia. Pero estos temas los analizare en profundidad más adelante.



La Masacre de Nanjing
"Este es el día más corto en el año pero aun contiene 24 horas de este infierno en la Tierra"
Dr. Robert Wilson, 21 de diciembre de 1937.

Una vez explicado el adoctrinamiento y la intensa disciplina a la que fue sometido el ejército imperial, es tiempo de realizar un recuento de los hechos que ocurrieron en Nanjing a partir del 13 de diciembre de 1937.
Como ya se mencionó, no es el objetivo de este trabajo el hacer un simple recuento de los hechos de Nanjing, ni de realizar una innecesaria y morbosa descripción de cada una de las atrocidades que se cometieron en la entonces capital china. Sin embargo, considero que en este caso es importante dar una noción de la intensidad y la enorme cantidad de crímenes cometidos, por diversas razones. En primer lugar, ayuda a entender las dimensiones de la masacre ocurrida, su magnitud, y permite dar una idea de lo que esta generó en el pueblo chino. Segundo, la información es extraída principalmente de relatos de sobrevivientes, los cuales fueron utilizados luego en los juicios para ejercer las condenas correspondientes. Y finalmente, el nivel de violencia y el sorprendente carácter sanguinario de los acontecimientos permite diferenciar dicho caso no solo con otros genocidios de otras partes del mundo, sino con distintos procesos dentro del propio genocidio acaecido sobre el pueblo chino, interesante distinción que constituye uno de los pilares de este trabajo.
Nanjing (utilizo el nombre original de la ciudad, es común que se la llame también Nanking o Nankín) era la capital de China por aquella época, sin embargo, la defensa ante la invasión japonesa fue mínima. Esto se debe a que, como ya expuse brevemente, las tropas japonesas se habían encontrado con una fuerte resistencia meses antes en la ciudad de Shanghai. La ofensiva china en aquella ciudad fue mucho más fuerte de lo que los japoneses esperaban, por lo que la cantidad de muertos supero lo presupuesto y demoro los planes imperiales. Este obstáculo en los objetivos japoneses es frecuentemente considerado como una de las razones por las cuales el nivel de violencia en Nanjing fue tan grande, debido a la frustración y el cansancio que sufrían los soldados imperiales. Razón que, a mi parecer, fue influyente pero no es determinante ante explicaciones mucho más relevantes como el entrenamiento con civiles vivos.
Luego de la derrota de Shanghai, el gobierno chino (que en ese momento estaba en manos de los nacionalistas pero cuyo poder estaba muy debilitado por el enfrentamiento con los comunistas) decidió retirar la mayoría de sus tropas de Nanjing, creyendo que una resistencia como la de Shanghai no tendría sentido, ya que se perderían tropas de elite. China apostó, por el contrario, a utilizar la extensión territorial como una ventaja y a esperar que las tropas japonesas lleguen debilitadas al enfrentamiento.
La capital quedo así desprotegida e incapaz de resistir la invasión japonesa, y desprovista de todos los servicios gubernamentales, quedando a cargo como única institución el Comité Internacional para la Zona de Seguridad de Nanjing. Dicho Comité fue creado por una veintena de inmigrantes, su mayoría estadounidenses o europeos, que residían en Nanjing o se encontraban allí por cuestiones comerciales. Estos decidieron quedarse en vez de huir y crear una zona de seguridad, acordando con las autoridades japonesas que la misma no sería atacada por las tropas siempre y cuando se hallara totalmente desmilitarizada. Fue un factor clave para establecer esta región protegida que su líder sea el alemán John Rabe, miembro afiliado del partido nazi (aliado de Japón en la guerra) y presidente de la empresa telefónica Siemens en China. Muchos soldados que se encontraban en Nanjing para defenderla, ante el terror de la invasión japonesa, descartaron sus armas y sus ropas y se infiltraron en la población civil dentro de la zona de seguridad.
Si bien los ataques a civiles dentro de la zona de seguridad fueron muchos, así como la violación de mujeres y niñas y el robo de bienes personales, es cierto que el acuerdo fue respetado hasta cierto punto y la violencia en esta zona fue notablemente menor que en el resto de la ciudad. La promesa de las autoridades japonesas del respeto a la zona de seguridad y el hecho de que esta estuviera presidida por un afiliado Nazi, considerando el pacto Anti-Komintern en el que Alemania y Japón se encontraban envueltos, fue fundamental para salvar la vida de miles de habitantes de la ciudad. Para muchos, John Rabe es considerado el Oskar Schindler de China.
El comité internacional planeaba gobernar la ciudad, administrando los servicios y comida, hasta que las autoridades japonesas formaran un nuevo gobierno en la ciudad y restauraran el orden. Se observa en la correspondencia del Comité, principalmente hacia la embajada japonesa, intentos de establecer una coexistencia pacífica para poder reinstalar los servicios de electricidad, teléfono y agua que habían sido perjudicados por los bombardeos japoneses.
La correspondencia emitida por el propio John Rabe, así como por otros miembros del Comité Internacional, como el Dr. Robert Wilson, son una fuente fundamental para conocer los hechos que ocurrieron durante esas semanas en la ciudad. No solo son muy valiosas para hacer un recuento de los hechos, sino que como ya fue mencionado los propios tribunales que juzgaron a los japoneses ya finalizada la guerra se valieron de estos registros e incluso de los propios testimonios para poder indagar en los hechos acaecidos.
El Dr. Wilson escribió cartas a su familia casi todos los días desde que la masacre comenzó, probablemente sin saber la importancia que tendrían en el futuro, y en ellas se presenta de forma muy clara todas las atrocidades cometidas (considerando que era el único medico en la zona de seguridad) y como el relato se va volviendo más desesperanzado a medida que avanzan los días.
En las sucesivas cartas a su familia, Wilson relata la miseria que genera la invasión japonesa en Nanjing, el exceso de pacientes para un personal médico escaso, el problema de no poder dar el alta a pacientes que no tienen hacia dónde ir, la dificultad de realizar intervenciones quirúrgicas cuando el suministro de electricidad, agua y comida se ve afectado ante las incesantes explosiones. Algunas citas extraídas de las cartas del Dr. Wilson ayudan a complementar lo descrito:

"El día de hoy marca el sexto día de este Infierno de Dante moderno, escrito en letras enormes con sangre y violación. Homicidio al por mayor y violación por miles de casos. Parece no haber freno para la ferocidad, lujuria y atavismo de los brutos. Al principio intente ser amable con ellos para evitar aumentar su ira pero la sonrisa se ha ido gradualmente y mi mirada esta tan fríamente sospechosa como la de ellos".

"Toda la comida está siendo robada a la gente pobre y están en un estado de pánico histérico afligido por el terror".

En los distintos relatos de sobrevivientes o personas que lograron escribir lo que vieron durante su tiempo en Nanjing, se encuentran: miles de casos de violaciones de mujeres, niñas y ancianas, violaciones en grupos, robos, incendios, asesinatos a civiles (incluidos bebes y niños) sin razón aparente o por no inclinarse ante la presencia de un japonés, miles de heridos o muertos por ataques con bayonetas, el entierro de prisioneros chinos vivos e incluso registros de soldados japoneses abriendo el vientre de mujeres embarazadas y bayoneteando a los fetos. La violación de mujeres llego incluso a ser un acto de iniciación dentro del ejército, y una actividad de la cual los novatos no tomaban parte. En otros casos, los soldados obligaban a sus víctimas a violar mujeres pertenecientes a sus propias familias, incluso a monjes que se habían dedicado al celibato. El nefasto suceso de las "Mujeres de Confort" tuvo lugar en base a esto, donde las autoridades japonesas ordenaron secuestrar mujeres para obligarlas a prostituirse, con la intención de que eso bajara la cantidad de violaciones por parte de los soldados imperiales.
Miles de chinos, tanto soldados como civiles, eran llevados hasta la orilla del rio Yangtsé o de una trinchera y acribillados a la par por una ametralladora.
En el camino de las tropas imperiales hacia Nanjing incluso se registró una competencia entre dos soldados que tendría como ganador al primero que lograra matar a 100 personas usando una espada, "hazaña" que ambos lograron. Ambos soldados fueron ejecutados luego del fin de la guerra, y este hecho como tantos cometidos en el marco de la guerra es motivo de debate entre japoneses sobre su real existencia.

Las matanzas y violaciones se extendieron a lo largo de seis semanas dejando a su paso miles de muertos y heridos, así como un nivel de destrucción sorprendente. El saldo total de muertos y mujeres violadas fue y es tema de discusión entre los asiáticos, y será analizado con mayor profundidad hacia el final de este trabajo. Por supuesto Nanjing no fue un hecho aislado, sino el mayor exponente dentro de un marco de matanzas en el marco de la guerra sino-japonesa. Hecho que genero conmoción en occidente pero que tuvo una repercusión mínima comparado al de otros sucesos de igual o menor magnitud. Se ha planteado que este genocidio es un desenlace predecible conociendo el fuerte proceso de estigmatización y deshumanización de los chinos por parte del ejército imperial japonés, y cuyo exterminio no era el fin último sino un medio para lograr cumplir los objetivos de las autoridades japonesas. Antes de enmarcarse en un análisis preciso del carácter genocida de la ofensiva japonesa sobre China, se presentara el accionar del infame Escuadrón 731, el principal escuadrón de investigación biológica y desarrollo de armas químicas del ejército imperial. Este es parte indiscutible del proceso genocida en China, pero con características llamativamente diferentes a los hechos ocurridos en Nanjing, lo cual me permite comparar y contrastar ambos eventos, buscando el punto en común así como analizando las claras diferencias.

Escuadrón 731

Camuflado oficialmente como un laboratorio encargado de la prevención de epidemias y la purificación de agua, la unidad o escuadrón 731 liderada por Shiro Ishii, general del ejército Kwantung, permanece como uno de los aspectos más dramáticos y misteriosos tanto de la segunda guerra sino-japonesa como de la Segunda Guerra Mundial. Representa la principal, pero no la única, unidad encargada de realizar pruebas bacteriológicas y el desarrollo de armas químicas. Se encontraba en Harbin, en la zona que desde 1931 recibía el nombre de Manchukuo (anteriormente Manchuria) la cual había sido invadida por los japoneses, como ya he mencionado, por su riqueza de recursos y en la cual se instauro un gobierno títere que simulaba autonomía liderado por Pu Yi, quien fuera el último Emperador de China antes de que la misma se proclamara una Republica 20 años antes.
Financiada por el gobierno imperial, la unidad 731 realizo todo tipo de experimentos biológicos sobre miles de prisioneros que eran enviados a la base tanto por el ejército imperial como por su marina. Dichos prisioneros, quienes eran en su gran mayoría chinos, pero también rusos, habitantes del sudeste asiático y una minoría de Aliados; eran utilizados como conejillos de indias. Durante su estadía, los prisioneros eran sometidos a todo tipo de investigaciones biológicas y químicas, las cuales consistían principalmente en el contagio de diversas enfermedades para poder estudiar cómo estas funcionaban en el cuerpo. El método utilizado consistía en otorgarles inyecciones, las cuales podían contener una gran variedad de enfermedades, y esperar aproximadamente 24 horas o más para comenzar a ver si los prisioneros habían contraído la enfermedad y los resultados que estas generaban en los cuerpos. El suplicio de los prisioneros alcanzaba su máximo nivel, así como su final, cuando se practicaba sobre ellos una vivisección, muchas veces sin ningún tipo de anestesia, para poder estudiar los efectos de las enfermedades en los órganos del ser humano. Por miedo a que la muerte generara descomposición y condicionara los resultados del experimento, los órganos de las víctimas eran sustraídos quirúrgicamente mientras aún seguían vivos, en pos de aumentar el conocimiento que se tenía sobre estas plagas.
Los objetivos de Shiro Ishii y de toda su unidad no eran simplemente un mayor desarrollo del conocimiento médico que pudiera ser utilizado para proteger y asistir a las tropas imperiales, sino el testeo y la creación de diversas armas químicas que luego serían utilizadas para el ataque tanto de civiles como de militares. Los experimentos realizados, aparte de los ya mencionados, consistían en una gran variedad de atrocidades sumamente dolorosa para sus víctimas, las cuales no procederé a relatar detalladamente, pero que convierten a la unidad 731 en una de las prácticas más polémicas del siglo XX.
Muchos de los prisioneros que se encontraban en este laboratorio fueron traslados a campos abiertos donde fueron utilizados como blanco, recibiendo los ataques aéreos o terrestres cargados de enfermedades contagiosas. Una vez que se había estudiado el efecto de las enfermedades en los cuerpos de los prisioneros y que se habían realizado las pruebas en los campos abiertos para observar la efectividad de las armas, el ejército imperial procedió a utilizar su armamento biológico contra poblaciones civiles. Es difícil estimar un número de víctimas y los datos varían según las fuentes, pero cientos de miles de civiles chinos (tanto de zonas ocupadas ya por Japón como de zonas que aún se encontraban bajo el control de la resistencia China) murieron a causa de los ataques biológicos realizados por el ejército imperial. No fueron los chinos las únicas víctimas, por supuesto, ya que Japón continuo expandiéndose hacia el sudeste asiático mientras mantenía su lucha en la China ocupada; e incluso hay evidencia de que un ataque biológico a la población civil estadounidense estaba planeado pero no pudo concretarse ya que los nipones se rindieron unas semanas antes (Lamont-Brown: 2013). Estos ataques consistían principalmente en realizar descargas aéreas de ratas o pulgas infectadas con enfermedades o toxinas, que luego transmitirían las plagas a los civiles condenándolos en muchos casos a una muerte segura. Era tal el poder de estos ataques que incluso un grupo de aproximadamente 1600 soldados japoneses murieron cuando el ataque fue realizado en el lugar equivocado.
Deshumanización y diferencias con Nanjing

El accionar del escuadrón 731 y el tratamiento que recibieron muchos prisioneros políticos durante la guerra por parte de los japoneses quizás sea, junto con el ataque a Pearl Harbor y las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, uno de los aspectos más recordados de la Segunda Guerra Mundial involucrando al Imperio de Hirohito. Es también, por ende, uno de los responsables de la creación de la figura del japonés como naturalmente malvado, cruel y heredero de una cultura milenaria enfocada en el combate. Irónicamente, a pesar de su importancia quizá sea también uno de los aspectos de los que menos se sabe, así como también uno de los crímenes que menos castigo recibió. Esto se debe a que luego de los bombardeos atómicos por parte de Estados Unidos y de la invasión soviética de Manchukuo, anticipando el fin de la guerra, las autoridades del laboratorio liberaron gas toxico en las celdas de los prisioneros para matarlos, y luego quemaron sus cuerpos, junto con gran parte de la información documentada que habían recopilado en sus experimentos. Si bien la destrucción de la documentación no fue total y los testimonios de los perpetradores brindan más información, un gran porcentaje de los documentos realizados en la unidad 731 y en todas las instalaciones de pruebas biológicas fueron destruidas. Los avances médicos logrados y la gran cantidad de información recopilada le valieron una polémica amnistía otorgada por los Estados Unidos a sus perpetradores, a cambio del otorgue de todo lo que habían descubierto, en un controvertido acuerdo que recuerda a la infame Operación Paperclip.
Resulta interesante estudiar estos eventos ya que parecieran ser de una lógica distinta, en cuanto a su modus operandi, a los hechos ocurridos en Nanjing. La lógica de tomar prisioneros enviados por las fuerzas armadas, retenerlos secretamente mientras se experimenta sobre ellos, pareciera dar una imagen cualitativamente diferente a la de una ola de matanzas y violaciones desenfrenadas durante el transcurso de 6 semanas, de forma aparentemente no planeada y, por decirlo de alguna forma, a la vista de todos. La primera constituye un planificado y secuencial accionar, con mayor semejanza al accionar de una sociedad burocrática, mientras que la segunda es más desorganizada, burda y sin objetivos tan concretos como los que tenía la unidad de experimentación biológica. La tortura de prisioneros para la experimentación puede ser entendible (no justificable) desde el punto de vista de los objetivos imperiales, pero la matanza indiscriminada de civil y la violación de mujeres no pareciera responder necesariamente a objetivos oficiales, o no lo hace al menos, de la misma forma. Sin embargo, hay un antecedente en el cual ambas prácticas coinciden, un proceso que ya se ha mencionado y sin el cual no se puede explicar los eventos que ocurrieron: un fuerte proceso de deshumanización y de construcción de una otredad negativa.
Durante el entrenamiento militar, sabemos que a los soldados imperiales se les enseñaba que los chinos eran "chancorro", es decir, sub-humanos, animales inferiores. Esta lógica deshumanizadora no es ajena a la Unidad 731, donde los prisioneros solían ser referidos en el lenguaje de los oficiales como Maruta, término que si ha de traducirse debería recibir la denominación de "leño". Esta objetivación de seres humanos continúa la misma lógica deshumanizadora, donde los prisioneros recién llegados eran referidos por las autoridades oficiales como leños, como simples objetos con los cuales se iba a experimentar. Es así que ante la llegada de nuevos prisioneros a los miembros de menor jerarquía se les informara simplemente que se estaban transportando unos leños
En el documental francés "Kizu (les fantômes de l'unite 731)" el director Serge Viallet accedió a entrevistar a algunos veteranos japoneses que habían participado de los experimentos de la unidad 731. Uno de ellos confiesa que se unió a la unidad creyendo que podría retirarse cuando quisiera, solo para descubrir que los soldados que intentaran escapar eran castigados como desertores, e incluso los desafortunados que contrajeran algunas de las enfermedades con las que se estaba experimentando, podían pasar a ser ellos mismos objetos de investigación. Quienes se negaran a realizar las vivisecciones podían ser privados de su alimento hasta que aceptaran hacerlo. Los soldados habían sido convencidos que los prisioneros no eran humanos y que todos esos sacrificios eran necesarios para la guerra, sin embargo el relato de uno de los veteranos resulta interesante en este sentido. Declara que con el tiempo empezaba a conocerlos más y a evitar el contacto visual todo lo que pudiera. Si bien en estos casos torturador y prisionero se encontraban en el mismo espacio físico, experiencias como las de Milgram demuestran que evitar el contacto visual puede haberle facilitado la tarea de torturar a otro ser humano. Como declara el japonés, incluso a los que había visto eventualmente ya no podía reconocerlos, ya que habían perdido tanto peso y su piel se había oscurecido tanto por la enfermedad que le era imposible.
En un Imperio que destinaba tanta importancia a sus fuerzas armadas y el fuerte adoctrinamiento que estas practicaban, con una gran parte de la población integrándolas al menos por un par de años, es lógico que la construcción del pueblo chino como el "otro" al que hay que eliminar se haya expandido notablemente. Sin embargo, la deshumanización nunca afecta a la totalidad del grupo y se observa que gran parte se negó a realizar las torturas en primer lugar, o al menos le genero grandes controversias el hacerlo. Pero los métodos coercitivos de las autoridades militares japonesas empujaron a sus soldados a realizar estas prácticas, las cuales se iban volviendo cada vez más "normales", revalidando el proceso de deshumanización.
¿Dos procesos distintos o dos caras de una misma moneda?
¿Qué relación existe entre los hechos de Nanjing y los de la Unidad 731? ¿Cómo se articulan ambos sucesos dentro de un mismo proceso? Como ya he dicho, observo una diferencia clara entre ambos procesos. La siguiente cita de Weber, utilizada por Bauman para explicar la Shoah puede explicar en parte el accionar de la Unidad 731, pero no pareciera contribuir mucho al análisis de la Masacre de Nanjing: "En la administración estrictamente burocrática, los siguientes aspectos alcanzan el punto óptimo: precisión, rapidez, falta de ambigüedad, conocimiento de los expedientes, continuidad, discreción, unidad, estricta subordinación y reducción de las fricciones y de los costos materiales y de personal. La burocratización ofrece sobre todo una posibilidad óptima para poner en práctica el principio de creciente especialización de las funciones administrativas siguiendo consideraciones puramente objetivas… El cumplimiento "objetivo" de las tareas significa principalmente que estas tareas se llevan a cabo según unas normas calculables y "sin tener en cuenta a las personas" "(Bauman: 1997). El accionar preciso, rigurosamente documentado, fuertemente disciplinado y unitario de la Unidad 731 pareciera ser un logro de la administración burocrática, una posibilidad que solo podría existir como fruto de la modernidad. El deseo por el desarrollo de armas químicas y la capacitación médica de sus tropas responde a la lógica burocratizada propia de la modernidad, en la cual se cumplen los tres requisitos que Bauman tomaba de Herbert C. Kelman: la violencia está autorizada (las ordenes eran dadas por sus superiores), las acciones están enmarcadas dentro de una rutina (el aplicar enfermedades y realizar vivisecciones era una tarea diaria que se fue convirtiendo en algo natural) y las victimas están deshumanizadas (los prisioneros subhumanos a los que se los refería como Maruta). Pero esta lógica del trabajo conjunto, de las torturas solo con el fin de realizar avances científicos, no se identifica con las acciones de los japoneses en la antigua capital china. La frase de Bauman (utilizada nuevamente para el caso Nazi) refleja en este caso el contraste entre ambas experiencias "Una multitud de individuos vengativos y sanguinarios no encajaría con la efectividad de una burocracia pequeña pero disciplinada y rígidamente coordinada". (Bauman: 1998)
Considero que ambos eventos analizados en este trabajo probablemente sean dos caras de un mismo proceso. Distintas, sin duda, pero parte de una misma lógica imperial. La investigación biológica y el desarrollo de armas químicas requería de un accionar burocrático, donde los experimentos no podían ser alterados y el ambiente era, por decirlo de alguna forma, seguro para los japoneses. De hecho se podría decir que los soldados japoneses que realizaban los experimentos en la Unidad 731 tenían más razones para temer a sus propios superiores y los castigos que estos aplicaban que a los prisioneros, quienes no podían hacer mucho más que resistirse al comienzo a los experimentos, estando totalmente indefensos como se encontraban. (Forty: 2013). En la invasión de Nanjing, por otra parte, los soldados se encontraban en un contexto de varios meses de guerra y a punto de tomar el control de la ciudad más importante del país, donde si bien es cierto que las defensas de Nanjing eran prácticamente nulas, los japoneses sabían que muchos de los soldados que se habían quedado para defender Nanjing se habían despojado de sus uniformes e incorporado a los civiles. Esto desato la paranoia de los soldados, la cual quizás realmente haya sido potenciada por el hecho de haber encontrado una resistencia mucho más fuerte y una mayor cantidad de muertos de lo que esperaban en Shanghái, así como por la unión temporal entre los nacionalistas de Chiang Kai-Shek (Kuomintang) y los comunistas de Mao que la invasión japonesa había generado. La evidencia también parece indicar que el hecho de que el comandante en jefe Matsui Iwane, quien condeno la masacre, haya ingresado a la ciudad 4 días después para luego ser reemplazado por Asaka (miembro de la familia imperial) puede haber agravado la violencia de los soldados. Osaka podría haber utilizado su influencia imperial para enviar a Matsui de vuelta a Japón y quedar a cargo de la operación (Goma: 2010). Es una posibilidad también que la repercusión de los crímenes cometidos en Nanjing en el momento hayan influenciado al Imperio a esconder las prácticas de la Unidad 731, pero los evidentes bombardeos y ataques japoneses no parecen fortalecer la teoría de un intento de discreción por parte de los nipones, al menos durante el transcurso de la guerra.
Es claro que ambos procesos tienen una base en común el cual es la estigmatización y deshumanización que sufrieron los chinos en el ejército, así como los objetivos de expansión territorial que las autoridades japonesas se plantearon en sus objetivos imperialistas. Sin este pilar fundamental no se puede comenzar a analizar lo ocurrido durante la guerra. Por eso considero que ambas tragedias eran resultados potenciales para cualquier habitante del suelo nipón que haya sido víctima del fuerte adoctrinamiento al que eran sometidos, las cuales varían de forma tan marcada por los diferentes contextos en que tuvieron lugar y por los diferentes objetivos a los que respondían, constituyendo, como he intentado explicar, dos caras de una misma moneda.
¿Genocidio?

Conociendo ya los dos sucesos que se plantearon analizar en este trabajo, y considerando el proceso de deshumanización como la base de ambos, es tiempo de intentar enmarcar los hechos ocurridos durante la segunda guerra sino-japonesa dentro del concepto de genocidio. No me preocupare todavía de como definieron jurídicamente los crímenes cometidos los tribunales que enjuiciaron a los responsables en los años posteriores al fin de la guerra, eso se verá más adelante. Pero se intentara enmarcar lo acaecido en China dentro de las distintas definiciones de genocidio no solo preocupándose por su carácter jurídico, sino sociológico, con el objetivo de poder tener una mayor comprensión del proceso y de la selección de las víctimas y un mayor respaldo para evitar sucesos como estos en el futuro.
Tomando como punto de partida la definición de genocidio realizada por la Convención para la Sanción y Prevención del Delito de Genocidio de ONU en 1948: "se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo" se procede a intentar analizar los hechos bajo esta óptica. Es evidente la destrucción parcial de un grupo nacional como lo es el pueblo chino, encontrando con facilidad los crímenes nombrados en a), b) y c). Respecto al impedimento de nacimientos en el seno del grupo y el traslado por la fuerza de niños a otro grupo, se presentan mayores dificultades a la hora de definir su existencia. La matanza de mujeres embarazadas y los bombardeos químicos considero bien podrían ser leídos de esa manera, pero no hay evidencia de procesos de esterilización forzada o de segmentación por sexos para evitar nacimientos en los grupos. Tampoco se encuentran casos de niños extraídos de sus padres y luego entregados a otros sujetos, dato que no pareciera ser un atenuante del proceso considerando la enorme cantidad de niños que fueron asesinados junto a sus padres.
Retomando la definición, la intención del perpetrador siempre presenta problemas para ser probada, ya sea mediante documentos o mediante las acciones. La existencia de documentos como el de Matsui Iwane especificando el respeto que debían sufrir los chinos prisioneros así como la falta de documentación que pruebe que tal de nivel de violencia haya sido ordenada, pueden ser utilizados para relativizar la intención. Considero sin embargo que el hecho de excluir a los prisioneros chinos de la convención internacional por orden de Hirohito, educar a los soldados japoneses de que los chinos son "chancorro" y recluir a miles de personas en un laboratorio para experimentar con ellos son símbolos irrefutables de la intención de las autoridades japonesas, más allá de si la magnitud de los hechos estaba o no en los planes. La responsabilidad del propio Hirohito en los crímenes cometidos por el ejército imperial fue y sigue siendo un largo debate. El hecho de que las acciones sean realizadas en el marco de la guerra es siempre una dificultad a la hora del análisis, ya que se puede excusar (como veremos que se hizo) que los crímenes cometidos son simplemente acciones contra milicianos dentro del marco de una guerra, y no por fines ajenos a ella.
Es claro el carácter de grupo nacional de las víctimas, pero la definición de la convención genera otra polémica respecto al carácter de grupo como tal. ¿Fueron asesinados los chinos simplemente por su nacionalidad? ¿O hubo acciones que determinaron que se los incluya en ese grupo? Cierto es que China se encontraba dividida entre los nacionalistas y los comunistas, ambos grupos con intereses e ideologías que contrastaban con la política del Imperio japonés. La unión temporal de ambas facciones para enfrentar la invasión nipona y la infiltración de las milicias entre los civiles exacerbaron el ataque japonés, pero pareciera ser que más allá de la ideología del pueblo a dominar la figura negativa creada consistía en cualquier grupo que se interpusiera en los objetivos de expansión territorial. Es decir, considero que Japón utilizo la estigmatización del pueblo chino como medio para justificar su invasión y destrucción con el fin de cumplir sus objetivos imperialistas, frente a la escases de recursos y el aumento demográfico. La articulación de la identidad nacional china junto con el rol subversivo de la resistencia política frente a la invasión, crearon una imagen de todo miembro de la sociedad china como un sujeto a destruir, reflejado en las matanzas de mujeres, niños y ancianos. Pero teniendo en cuenta los flamantes deseos del Imperio de expandirse, así como la realización de auto-atentados para poder justificar sus invasiones, se podría estimar que más allá del accionar político del pueblo a invadir el Imperio generaba una imagen negativa del otro para convencer a sus soldados, siempre fieles a su emperador divino, de cometer cualquier crimen que beneficiara los intereses nacionales.

Otros autores se distanciaron de la polémica definición de la convención y realizaron sus propios aportes a intentar definir procesos como este. Tal es el caso de Daniel Feierstein, quien ofrece otro enfoque al asunto y cuyos conceptos utilizare para seguir analizando la viabilidad de enmarcar el caso chino dentro de la figura del genocidio. Comprendiendo que un genocidio comienza mucho antes del aniquilamiento de personas, en este caso, antes del inicio de la guerra; y que finaliza después del mismo, se debe abarcar un lapso de tiempo indefinido mayor que el de los 8 años de guerra para poder comprender realmente el carácter de estas prácticas (Feierstein: 2014). Feierstein deja por un lado el concepto de genocidio, el cual reserva a su definición jurídica, y desarrolla para un análisis sociológico el concepto de practica social genocida, propia de la modernidad, a la cual define como: "aquella tecnología de poder cuyo objetivo radica en la destrucción de las relaciones sociales de autonomía y cooperación y de la identidad de una sociedad, por medio del aniquilamiento de una fracción relevante (sea por su número o por los efectos de sus prácticas) de dicha sociedad, y del uso del terror producto del aniquilamiento para el establecimiento de nuevas relaciones sociales y modelos identitarios." El aniquilamiento físico de las victimas pasa a ser así un medio, y no un fin en sí mismo, para reorganizar las relaciones sociales. No se realiza simplemente una matanza, sino que se utiliza la misma como medio para destruir las relaciones sociales existentes así como la identidad de la víctima, reemplazándolas en su lugar con unas nuevas. A diferencia de la definición de la convención, el énfasis recae en la acción del perpetrador y no en el carácter de las victimas (nacional, étnico, etc.). A partir de esto, se propone un intento de periodización delimitando 6 etapas que un proceso genocida debe cumplir (aunque no necesariamente de forma secuencial) para poder reformular las relaciones sociales. Comprendiendo que la práctica social genocida se divide en dos sucesos, la realización material y la simbólica, las 6 etapas consisten en: la construcción de una otredad negativa y la estigmatización, el hostigamiento, el aislamiento, el debilitamiento sistemático, el aniquilamiento material y la realización simbólica. Mirar el caso en cuestión a través de esta óptica aporta al análisis del carácter genocida del mismo.
Creo que se ha desarrollado bastante el concepto de construcción de una otredad negativa a lo largo del trabajo, por lo que un análisis detallado seria redundante. Se demostró, mediante la presentación de hechos y testimonios históricos y siguiendo el pensamiento teórico de Foucault, como el imperio japonés creo una imagen negativa y sub-humana del integrante del pueblo chino, prejuicio sin el cual no podría haber justificado su lógica imperialista. La violencia en este punto es aun simbólica (respecto a las víctimas, al menos) y una nueva figura del "otro" como algo negativo y fuente de los problemas es insertada poco a poco en el inconsciente colectivo.
Para analizar el proceso desde el hostigamiento hasta el efectivo aniquilamiento, considero pertinentes ciertas reflexiones que ayudan a comprender mejor el caso particular que nos compete. A diferencia de otros procesos genocidas, el enemigo en este caso es totalmente externo, tratándose el mismo de la población, o al menos en un comienzo la población combatiente, de otro país (el hecho de que hubiera chinos viviendo en Japón no le da relevancia a la existencia de un enemigo interno pues no afecta los fines de expansión del imperio). Por otra parte, los hechos ocurridos entre ambas naciones asiáticas se dieron en el medio de una guerra entre ambos y posteriormente en el marco de la segunda guerra mundial. El hecho de un enfrentamiento bélico entre ambos permite comprender que las etapas y cualidades necesarias de una práctica social genocida pueden darse con mucha mayor rapidez, o incluso a la par, que en otras experiencias similares. Si bien la construcción de la otredad negativa fue un proceso planificado y se podría decir justificadamente que invadir China estaba en los objetivos imperiales desde hace largo tiempo, las situaciones de crisis o relevancia extrema intensifican la rapidez con que el proceso avanza.
El hostigamiento se caracteriza por elevar la violencia del plano simbólico al material y se caracteriza por la existencia de dos tipos de acciones simultáneas: una de violencia directa esporádica realizada por la vanguardia de la fuerza social dominante y otra estatal de sanción de medidas jurídicas que legitimen la discriminación. Como mencione previamente, el carácter externo del otro negativo generó que este tipo de acciones comiencen a verse claramente ya en el mismo año de la masacre y en el marco de la guerra. Asesinatos de campesinos chinos en el avance hacia la invasión del país o la utilización de los mismos como práctica de entrenamiento para los soldados, así como la sanción jurídica que expele a los chinos de los tratados convencionales sobre el trato a prisioneros de guerra son ejemplos de estas prácticas. En estos niveles el objetivo es aún más de exclusión que de exterminio, en el caso sino-japonés esto se refleja en el pedido al ejército chino de rendición, con el cual se podría especular que los sucesos posteriores podrían haber sido distintos si esto ocurría. El hostigamiento también cumple la función de testear el nivel de aceptación de la sociedad, lo cual quizás podría retrotraerse hasta la invasión de Manchuria de 1931, pero la creación de un Estado títere con el último emperador chino a su cargo y la ausencia de matanzas masivas pareciera poner a ese suceso en un marco anterior.
Frente al momento del aislamiento, se presenta una problemática en donde este no existe de una forma clara, y de hacerlo lo hace ya en pleno proceso bélico. La particularidad del caso es que considero que la fracción negativizada es, en un punto, la totalidad del conjunto social. Esto impide que una separación entre ambos y la ruptura de sus lazos pueda ocurrir. Si bien alguien podría argumentar que el enemigo eran los milicianos y no el pueblo chino, los hechos posteriores demuestran que la fracción negativizada abarca a la totalidad de la población, la cual al ser un enemigo externo no puede ser físicamente delimitada dentro del Imperio. Si bien el avance de las tropas japonesas iba haciendo retroceder y replegar a los chinos, así como muchos que intentaron escapar fueron asesinados, esto se da en el marco de una guerra y no de una forma que fuera propia de una práctica genocida. El respeto parcial de la zona de seguridad, creada por occidentales residentes en China y no por los propios japoneses, siempre y cuando la misma se encuentre desmilitarizada, sea quizás el aspecto más cercano al aislamiento en el sentido que se dio en otros procesos genocidas.
Las políticas de debilitamiento sistemático se dan prácticamente a la par del exterminio, el resquebrajamiento físico es evidente frente a las torturas y bombardeos previos a los que fue sometida Nanjing o los ataques bacteriológicos que los nipones lanzaron sobre miles de civiles chinos. El aspecto psíquico del resquebrajamiento es igual de notorio frente al asesinato de familiares enfrente de los mismos, la violación de mujeres enfrente de su propio entorno social o la cantidad de hombres a los que se los obligo a violar a otras mujeres, sean o no de su propia familia. Testimonios de soldados robando vestimentas de civiles para poder infiltrarse en la zona de seguridad también iluminan este aspecto de destrucción de las relaciones de solidaridad. En un comienzo hay un proceso de selección, al menos en el discurso, de los milicianos como el objetivo de los japoneses. El hecho de que ex soldados se entremezclen con los civiles pareciera ser más una excusa para poder masacrar a un sector más amplio de la sociedad, considerando que los ataques frente a mujeres ancianos y niños ya venían teniendo lugar con anterioridad.
El eventual aniquilamiento material también ha sido largamente desarrollado en este trabajo, destacando su particularidad de asesinatos extremadamente directos por gran cantidad de soldados, basándose en lo fundamental de la disciplina y el seguimiento de órdenes en el ejército japonesa así como la devoción a la figura divina del emperador.
Ambos procesos estudiados en este trabajo representan una parte fundamental en el proceso genocida, pero tan solo inician otro proceso, el final, el de la realización simbólica, sin la cual una práctica no puede ser definida como genocida. El proceso no puede estar completo si no se realiza también una reformulación en la forma en que se representa la experiencia y la identidad de quienes sufrieron la practica genocida. Es necesario "clausurar los tipos de relaciones sociales que estos encarnaban (o amenazaban encarnar) para generar otros modos de articulación social entre los hombres…" (Feierstein: 2014). La existencia de una efectiva realización simbólica será estudiada con mayor profundidad en la parte final del trabajo, considerando el negacionismo japonés, la acusación de un complot contra Japón y la justificación de los actos cometidos bajo una lógica de guerra.
Considero, como quedó reflejado previamente, que enmarcar los hechos en cuestión dentro de esa periodización presenta algunas complicaciones, y el caso presenta particularidades que hacen que sea difícil de enmarcar en la figura de práctica social genocida. Como ya mencione, el hecho de ser un enemigo totalmente externo y en el marco de una guerra acelera procesos y genera diferencias con otras prácticas genocidas. Sin embargo considero que la fuerte presencia de los procesos simbólicos, es decir la estigmatización y la realización simbólica (a mi juicio los más importantes junto al necesario aniquilamiento material), permiten enmarcar a las acciones japonesas sobre el pueblo chino en la figura de una práctica social genocida. Es clara la existencia de una tecnología de poder que destruye las relaciones de autonomía y de cooperación así como reconstruye la identidad de la víctima, mediante un uso del terror pocas veces visto en el siglo XX. La definición de genocidio establecida por la convención en 1948 también enmarca el accionar del Imperio del Sol naciente en el de una práctica genocida, pero, ¿Por qué es importante esto?
El definir a un proceso como genocida, ya sea jurídica o sociológicamente, va más allá de las sanciones que la misma implique para los perpetradores. De hecho, como veremos a continuación, si bien muchos japoneses tuvieron impunidad ante los hechos gran parte de ellos fue sancionado intensamente, llegando incluso a la pena capital.
La importancia de denominarlo genocidio radica en el hecho de devolverle a las victimas el sentido de sus prácticas, de no caer en banalizaciones y respetar la identidad, como esa articulación entre el ser y el hacer, de las víctimas. Respetando la figura de las víctimas como sujetos sociales con prácticas que denotan su identidad, se evita un asesinato simbólico de las mismas y se avanza en el camino hacia prevenir que hechos como estos vuelvan a ocurrir. Jurídicamente, se busca de la misma forma evitar reducir al sistema judicial a un simple aparato represivo/punitivo, sino utilizarlo como generador de conciencia y verdad. El papel de la realización simbólica del genocidio así como de la negación de las víctimas y la importancia de denominar al proceso como genocidio será profundizado en el final del trabajo, de forma posterior a un estudio de las sanciones que efectivamente emitieron los tribunales que juzgaron a las autoridades japonesas tras la derrota del Imperio en la guerra, las cuales se presentan a continuación.

TRIBUNALES DE JUSTICIA

Debilitado el Imperio por los bombardeos atómicos, el fracaso en la conquista de China y la dificultad de mantener su guerra en el resto de Asia ante los embargos económicos, el pueblo japonés debió escuchar a su Emperador Hirohito anunciar por la radio el fin de la participación japonesa en la segunda guerra mundial. Esto dio lugar a una invasión estadounidense con el objetivo de determinar cómo serían juzgados los criminales de guerra japoneses y cuál sería el futuro del país. Me centrare en dos procesos penales, el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente realizado por los países aliados en Tokio y el Tribunal de Crímenes de Guerra de Nanjing realizado por el gobierno nacionalista chino de Chiang Kai-Shek.

Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente

Este tribunal es uno de los de mayor importancia en el siglo XX respecto a crímenes cometidos en la guerra, así como uno de los más polémicos. Realizado por jueces de 11 naciones (China, Australia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Filipinas, URSS, Países Bajos, Nueva Zelanda e India) y tomando en parte como modelo a los juicios de Núremberg, se dispuso durante un lapso de más de dos años a recopilar evidencia y oír testimonios para determinar la culpabilidad de los perpetradores de algunas de las masacres cometidas por el Imperio nipón en la guerra. Enumeró un total de 55 delitos, divididos a su vez en tres categorías principales:
- Crímenes en contra de la paz (delitos 1-37)
- Homicidio (delitos 37-52)
- Crímenes de guerra convencionales y crímenes contra la humanidad (delitos 53-55)
La primera categoría abarcaba mayormente la planificación o conspiración para realizar una guerra no provocada contra China, Estados Unidos y varios países que habían enfrentado al país imperial y ahora lo estaban juzgando. La segunda categoría por su parte se centraba mayormente en los homicidios cometidos, el trato que recibieron los prisioneros de guerra y el incumplimiento de convenciones internacionales acerca de los derechos de los mismos. Dentro de esta categoría destaca el delito 45 el cual remite directa y únicamente a los hechos cometidos en la ciudad de Nanjing a partir del 12 de diciembre. Dentro de la tercera categoría destaca el polémico e innovador delito n°55, el cual fuera criticado por muchos sectores. El mismo incluye la figura de omisión, planteando como criminales a quienes "Deliberada y desinteresadamente desobedecieron su deber legal de tomar los pasos adecuados para asegurar la observancia y prevenir infracciones de la misma, violando entonces la ley de la guerra". Declarando la inacción para prevenir crímenes de guerra como un crimen contra la humanidad, el Tribunal de Tokio estableció un nuevo precedente para ley internacional, uno que no había sido tenido en cuenta en Núremberg. (Brook: 1999)
El Tribunal Internacional de Tokio fue duramente criticado por muchos sectores, si bien la mayoría de los japoneses acepto las condenas emitidas al finalizar los juicios y el país acepto la legitimidad del mismo oficialmente en 1951. Dentro de las críticas recibidas destaca el hecho de haber otorgado inmunidad no solo a Hirohito y el príncipe Asaka sino a toda la familia imperial. Esta decisión desato grandes controversias entre quienes responsabilizaban a Hirohito de lo ocurrido y quienes, independientemente de la responsabilidad del Emperador, no consideraban una buena decisión juzgar a la máxima autoridad japonesa. Esto aumento aún más el desprecio de algunos sectores al Tribunal por ser altamente funcional a los intereses estadounidenses. Al finalizar la guerra del pacifico los Estados Unidos habían invadido Japón y la realización de un tribunal para juzgar a los responsables había sido delegada al Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas, el estadounidense Douglas MacArthur. En el recaía la obligación de tomar una decisión respecto a Hirohito, considerando las consecuencias de enjuiciar a la máxima autoridad, una eminencia divina para su pueblo. Su "protegido", el militar Bonner Fellers realizo investigaciones desde el 22 de septiembre de 1945 hasta el 6 de marzo de 1946, interrogando a más de 40 líderes de guerra japoneses principalmente en la prisión de Sugamo. Creyendo que la destitución de Hirohito como Emperador podría generar revueltas populares en un Japón golpeada por la posguerra y la crisis alimenticia y dificultar la transición del país asiático a un orden democrático, las historias de los interrogados fueron coordinadas para lograr que la responsabilidad no caiga en el divino Emperador, sino en su primer ministro Tojo. Muchos países, incluida la Unión Soviética estalinista, querían culpar a Hirohito de las acciones pero pensaban hacerlo solo si Estados Unidos también lo hacía. Incluso la propia China nacionalista de Chiang Kai-Shek, la principal víctima del Imperio japonés pero sumida en una profunda guerra civil contra los comunistas de Mao Tse-Tung, no quería culpar a Hirohito ya que consideraba que su presencia podía ayudar a frenar el avance del comunismo. Considerando mantener el apoyo financiero que Estados Unidos otorgaba a los nacionalistas chinos en su guerra civil, Chiang Kai-Shek no entrego toda la información que había recopilado desde 1938 sobre el uso de gas veneno ni la política japonesa de "Matar todo, quemar todo, robar todo" (Sanko Sakusen); crímenes que de todas formas habían ocurrido mayoritariamente en las zonas comunistas del país por lo que no eran de tanta importancia para el líder del Kuomintang. Hirohito de esta forma no solo fue exonerado sino que no otorgo diarios o documentos ni dio testimonio ante el Tribunal de Tokio, e incluso cuando las autoridades japonesas hacían declaraciones que de forma no intencional podían complicar la situación del Emperador, eran corregidas en sus próximos testimonios. (Bix: 2007)
La crítica a la lógica de "Justicia del Vencedor" que recibió el Tribunal de Tokio, al igual que la había recibido Núremberg (siegerjustiz) toma mayor fuerza considerando la inmunidad que recibieron Shiro Ishii y todos los responsables del accionar de la Unidad 731 y otras unidades de experimentos biológicos. El uso de gas veneno y otras armas químicas así como la experimentación en personas utilizadas como conejillos de indias no recibieron ninguna sanción, y sus responsables fueron exonerados de sus crímenes a cambio de la información que habían recopilado. Esta información podía serle útil a Estados Unidos en su naciente guerra con la superpotencia soviética, por lo que sancionar legalmente su uso resultaría contraproducente para sus intereses. Los crímenes cometidos por los Aliados incluyendo las dos bombas atómicas y el incendio de Tokio, claro está, no fueron juzgados en este Tribunal perpetrado por naciones victoriosas.
Sumados a la nacionalidad de los jueces favoreciendo intereses Aliados y la introducción del delito por omisión, el Tribunal recibió críticas por vulnerar principios básicos de la legalidad como la irretroactividad, ante la falta de leyes internacionales previas a los delitos, y la tipicidad, ante la imprecisión de los conceptos contenidos en los delitos a juzgar. Sectores descontentos con el Tribunal también criticaron la posibilidad de sancionar a individuales por acciones estatales.
Uno de los principales críticos del Tribunal fue Radhabinod Pal, el juez de la Alta Corte de Calcuta y representante de India en el propio Tribunal Internacional de Tokio. En un escrito de 1235 hojas de largo, cuestiona la legitimidad del Tribunal y pretende exonerar a todos las autoridades japonesas de todos los cargos en su contra. Pal plantea que el uso de la propaganda política puede haber influenciado en los testigos y relativiza muchos testimonios, considerando que no se puede demostrar la veracidad de los mismos. De la misma forma deslegitima el delito n°55 creyendo que esta fuera de su jurisdicción al no estar integrada en los estatutos para el Tribunal de Tokio establecidos por Douglas MacArthur. Si bien Radhabinod no niega los hechos de Nanjing ante la masiva cantidad de evidencia, no cree que haya evidencia para demostrar que lo ocurrido fue resultado de una política de gobierno, por lo cual no cree que haya que sentenciar a las autoridades gubernamentales por ello. Plantea que las autoridades gubernamentales debieran ser juzgadas distinto a las autoridades militares, sin embargo no cree que haya responsabilidad en ninguno de ellos, resaltando el carácter de maquinaria de las fuerzas armadas y la dificultad de un individuo para controlar su funcionamiento. La conspiración para desatar una guerra agresiva, uno de los delitos en los estatutos del Tribunal, no era un delito en 1937 por lo que Pal exigía que los acusados no podían ser sentenciados por ese cargo.

Frente a la masacre de Nanjing de 1937, tan solo dos acusados fueron sancionados por las acciones cometidas. Matsui Iwane, Comandante en jefe del ejército del área central de China, y Hirota Koki, ministro de exterior del Imperio en el momento de la ocupación.
Matsui, quien había ingresado a Nanjing cuatro días después de iniciada la Masacre, fue acusado de 9 delitos pero encontrado culpable solo del delito n°55, por la omisión de su deber legal de frenar las matanzas, y solo por ese delito fue condenado a morir en la horca. La responsabilidad de Matsui fue largamente debatida, considerando sus testimonios muchas veces contradictorios y la documentación por él escrita. Si bien no se lo considero responsable de haber ordenado ni realizado ninguno de los crímenes, y a pesar de evidencias que parecieran demostrar su sincero arrepentimiento, el Tribunal considero que Iwane no cumplió la responsabilidad de su rol como Comandante en Jefe de frenar el accionar criminal de sus tropas.
Hirota Koki, por su parte, fue acusado de 8 delitos pero encontrado culpable de solo tres, incluyendo el 55, por lo cual fue considerado responsable tanto por acción y conspiración para iniciar una guerra contra China así como por omisión de su deber legal de frenar las masacres y finalmente condenado a la horca.
El Tribunal no solo juzgo los hechos ocurridos en la ocupación de China (de hecho fue criticado por no investigar lo suficiente las ocupaciones de China y Corea) sino que juzgo las acciones cometidas por el Ejercito Imperial en toda Asia, incluyendo otros infames crímenes como los de Manila, la Marcha de la Muerte en la ciudad filipina de Bataan y la construcción del Ferrocarril de Birmania, conocida popularmente por su representación en la célebre novela y película "El puente sobre el rio Kwai" (Bix: 2007). A diferencia de los juicios de Núremberg, en Tokio no hubo ninguna absolución, y todos los acusados fueron encontrados culpables al menos de uno de los cargos. La inmunidad otorgada a la familia imperial y a los responsables de las unidades de investigación biológica relativizan, por supuesto, tal mérito.
De los aproximadamente 6000 japoneses acusados en el Tribunal, 70 correspondían a la primera categoría de crímenes, de los cuales 28 representaban autoridades máximas japonesas. Las condenas que recibieron, sin embargo, fueron exoneradas por las autoridades japonesas en 1958 y los responsables puestos en libertad. Tanto Shiro Ishii como los miembros de la familia imperial incluyendo al propio Emperador continuaron con cargos de autoridad y totalmente impunes durante el resto de sus vidas, teniendo que resignar sin embargo Hirohito su condición de autoridad divina, como parte de los acuerdos establecidos con el Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas Douglas MacArthur, cuya reunión fue inmortalizada en una fotografía que quedo marcada en la historia de ambas naciones.
Tribunal de Crímenes de Guerra de Nanjing
De menor repercusión y magnitud fue el Tribunal de Crímenes de Guerra de Nanjing de 1946, uno de los 13 tribunales nacionales realizados por Chiang Kai-Shek para juzgar a los responsables de la masacre. En estos tribunales se juzgó a cientos de japoneses de los cuales muchos fueron condenados a la pena capital. En el Tribunal de Crímenes de Guerra de Nanjing, sin embargo, solo cuatro japoneses fueron juzgados por su responsabilidad en la masacre. El general Okamura, responsable de la masacre que no se encontraba dentro de los cuatro juzgados, fue protegido por Chiang Kai-Shek para ser utilizado como consejero militar para el Kuomintang. De los 4 acusados, solo uno, el teniente general Tani Hisao, era una autoridad militar al momento de la caída de Nanjing. El resto de los responsables estaban siendo juzgados por el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente o ya se encontraban muertos. Tani Hisao fue declarado culpable ante la gran cantidad de evidencia y fusilado por el gobierno chino.
El deseo de Chiang Kai-Shek de no confrontar con Japón y Estados Unidos finalizada la guerra y la presión constante ante la intensa guerra civil que azotaba su gobierno y generaría el ascenso de Mao Tse-Tung en 1949, tuvo como consecuencia que los tribunales ocurridos en China no tuvieran la magnitud ni el funcionamiento sistemático que tuvo el Tribunal Internacional de Tokio.
Tomando como base los testimonios de testigos de los eventos así como la información otorgada por las casas funerarias y las organizaciones caritativas que enterraron cadáveres, el Tribunal de Crímenes de Guerra de Nanjing declaro oficialmente 300.000 muertos como un estimado de las víctimas de la masacre. Dicho número, se encuentra aún grabado en la pared que homenajea a los caídos en la ciudad de Nanjing, y es frecuentemente utilizado por China como el número real de víctimas en manos del ejército imperial japonés.

Reflexiones Finales: Negación de la identidad de las víctimas y Realización Simbólica

Presentado ya el caso y su análisis, es interesante estudiar la repercusión que los hechos ocurridos tuvieron en el mundo y el papel que juegan incluso hoy en día no solo en las relaciones sino-japonesas, sino en la memoria colectiva de todo el mundo. Si bien es cierto que no puede decirse que los hechos de Nanjing y la unidad 731 no hayan tenido repercusión alguna considerando que incluso en occidente las noticias llegaron a oídos del pueblo, la magnitud de los hechos ocurridos junto con la importancia del Tribunal Internacional de Tokio en contraste con la poca cantidad de trabajos de investigación respecto al tema, así como representaciones en películas o libros, pareciera demostrar que los crímenes no mantuvieron hasta el día de hoy el nivel de repercusión que probablemente hubieran tenido si hubieran ocurrido en otra parte del mundo.
La falta de repercusión respecto a las atrocidades cometidas por el ejército imperial responde a varios factores, ejerciendo una clara influencia la fuerte cosmovisión occidental que se observa del mundo. Los crímenes cometidos por la Alemania Nazi, aliada de Japón en la guerra, tienen hoy en día una repercusión notablemente mayor, contando con una gran cantidad de producciones literarias y filmográficas sobre el tema y una fuerte presencia de la Shoah en el discurso y en la conciencia de la mayoría de los habitantes del mundo. A diferencia del caso asiático, el cual podría decirse vulgarmente que no tiene nada que envidiarle al caso nazi en muchos aspectos, el carácter europeo del accionar del nazismo y su confrontación con las grandes potencias del mundo le otorgan otro nivel en el patrimonio histórico mundial. Ya siguiendo a Traverso se puede observar como el racismo y muchas de sus prácticas se encontraban presentes en países del tercer mundo con anterioridad al nazismo y el fascismo, pero estuvieron muy lejos de generar una indignación mundial de esa magnitud (Traverso: 2002). De hecho, es claro que el aspecto que más presente se encuentra del Imperio japonés es su accionar en la guerra del pacifico con Estados Unidos, con el ataque a Pearl Harbor, los pilotos kamikaze y la caída de las dos bombas atómicas.
El hecho de que las víctimas no hayan sido en el corazón de Europa no alcanza, sin embargo, para entender el manto de sombra que envuelve a muchos de los hechos ocurridos en la segunda guerra sino-japonesa. No es el objetivo el demonizar a los japoneses como un pueblo victimario ni presentar a los chinos como las víctimas inocentes, sino el realizar un análisis acertado de responsabilidades que ayuden a entender la complejidad del proceso. El intenso adoctrinamiento de un servicio militar obligatorio así como la fuerte censura que había por parte del Imperio, presenta dificultades a la hora de analizar tanto las culpabilidades como el conocimiento real de lo que ocurría en el pueblo japonés. Pero no se puede ni debe desviar la vista de quienes, incluidas las propias autoridades chinas, desviaron la atención del conflicto por intereses propios estratégicos. La inmunidad otorgada a toda la familia imperial así como a Shiro Ishii, el hecho de que Hirohito haya continuado con su cargo aun así haya resignado a su condición divina, el sometimiento de muchos países a las decisiones de un Tribunal Internacional altamente funcional a intereses estadounidenses y el conveniente silencio de Chiang Kai-Shek y Mao Tse-Tung para no perjudicar sus intereses propios en una China azotada por la guerra civil; son todos factores que contribuyeron a que tanto Nanjing como el resto de los crímenes permanecieran prácticamente ocultas por décadas, y lo sigan estando aun hoy en día para un gran sector de la población. La existencia de los hechos ha sido una fuente de lucha en las relaciones sino-japonesas a través de los años, siendo uno de los exponentes del nacionalismo chino frente a los nacionalistas japoneses revisionistas que niegan o relativizan la veracidad de los hechos. Las filmaciones del misionero estadounidense John Magee sobre la masacre de Nanjing fueron incluso sacadas por contrabando del país y enviadas a Estados Unidos, John Rabe por su parte se dispuso a otorgarle las evidencias a Hitler con la expectativa de su intervención, pero fue presionado por la Gestapo para no difundir esa información.
En 1997 la escritora estadounidense Iris Chang, hija de padres asiáticos, publico su célebre novela "La violación de Nanking" la cual se volvió inmediatamente en un best-seller y reavivo el tema de la masacre en el discurso público. La obra literaria narraba los hechos ocurridos durante las seis semanas posteriores a la entrada del ejército imperial en la capital china y tuvo grandes méritos en volver a dar a luz a un hecho que parecía sumergido en las sombras. Su magnum opus sin embargo fue fuertemente criticado por muchos sectores, tanto revisionistas japoneses que niegan que los hechos hayan ocurrido como historiadores que denuncian a la obra por estar minada de errores históricos y descripciones erróneas de las fotografías utilizadas. A pesar de sus análisis quizás banales del porqué del accionar japonés, relacionándolo con la implantación por parte del Imperio japonés del bushido (código ético de los samurái) como baluartes morales para toda su población continuando una secuencia milenaria de una cultura guerrera, su obra contribuyo a reavivar el reclamo por justicia y reconocimiento de los caídos en Nanjing. Diversos documentales, películas y libros han sido publicados durante los últimos 20 años, de orígenes tanto occidental como oriental.
Como ya se ha mencionado, no basta con el aniquilamiento material para perpetrar una práctica social genocida, sino que es necesario completar el proceso en el ámbito simbólico e ideológico, re-narrando las experiencias y las representaciones de las víctimas, transformando sus identidades. Si bien durante años e incluso hoy en día algunos sectores ultra-nacionalistas siguen argumentando que esos hechos nunca ocurrieron y fueron fabricados como propaganda de guerra, muchos otros no niegan la totalidad de los hechos sino que minimizan su magnitud o tergiversan los objetivos imperiales y la forma en que fueron llevados a cabo. En su obra, Feierstein aclara que "no es el olvido absoluto la fórmula más efectiva para la realización simbólica. El olvido absoluto implicaría apenas un "salto hacia atrás" en la experiencia, la desaparición de una relación social, pero no necesariamente su clausura…" (Feierstein: 2014). El genocidio debe destruir las relaciones sociales que estos encarnaban (y que atentan contra el orden del perpetrador) para establecer nuevas relaciones sociales afines a los intereses de la nueva organización. El deseo imperialista de Japón de conseguir nuevos recursos lo urgía a apresurarse frente a la primera unificación de China bajo el gobierno nacionalista y luego ante la unión entre estos y los comunistas para enfrentar la invasión nipona.
En la representación que gran parte de Japón realizaba, incluyendo su ministerio de Educación, el Imperio Japonés había luchado en defensa propia y liberado a los países asiáticos de la influencia toxica de occidente en el continente, siendo luego el propio Imperio la victima por los sucesos de Hiroshima y Nagasaki. Todos los libros de texto escolares deben pasar por la supervisión del Ministerio de Educación, el cual hasta 1994 no informaba a sus estudiantes acerca de los aproximadamente 20 millones de muertos que el ejército de Hirohito dejo como saldo en la Segunda Guerra Mundial. La polémica frente a los libros escolares estuvo latente por años y sigue en menor medida hasta el día de hoy, donde por décadas la mayoría de los libros aprobados por el gobierno no contenía referencia a los hechos o eran brevemente explicadas, hecho que en 1982 genero una crisis diplomática en varios países asiáticos. Ienega Saburo, historiador japonés, se entablo en una batalle legal con el gobierno en la década del 60 por su deseo de incluir la masacre de Nanjing en los libros escolares, hecho que le valió críticas e incluso amenazas de muerte. Misma suerte corrieron Azuma Shiro, el primer veterano japonés en reconocer las atrocidades cometidas; y Motoshima Hitoshi, Mayor de Nagasaki a quien su crítica a Hirohito le valió un disparo en la espalda que no logro asesinarlo. Incluso la célebre película de 1987 "El último Emperador" sufrió en Japón un recorte de 30 segundos en una escena que mostraba los crímenes de Nanjing, hecho que genero el repudio de su director Bernardo Bertolucci. (Chang: 1998)
La realización simbólica encuentra uno de sus puntos máximos en la negación de la identidad de las víctimas, donde todas estas son agrupadas bajo la categoría de inocentes y despojadas así de la identidad y el accionar que las volvió victimas en primer lugar, atribuyendo su exterminio al simple hecho de pertener a un determinado grupo, legitimando así el discurso genocida. Si bien ya exprese mi opinión de que cualquier pueblo que se hubiera visto en el medio de los deseos de expansión imperialistas probablemente hubiera corrido la misma suerte, es cierto que el carácter político de una china enfrentada en una guerra civil pero unificada frente a la amenaza extranjera tenía un carácter subversivo para los intereses japoneses. Este proceso suele verse acompañado de una "transferencia de la culpa" (Feierstein: 2014) donde la responsabilidad recae en aquellos que se resistieron al exterminio, las victimas culpables, proceso que se observa en Japón en los sectores que plantean que los únicos muertos fueron los soldados que combatieron y los que se infiltraron en la población civil, siendo su muerte algo natural e inevitable de todo proceso bélico.
Si bien las voces mayoritarias, tanto oficiales como no oficiales, reconocen los crímenes cometidos por Japón durante la década del 30 y el 40, el discurso pos genocida aún se encuentra fuertemente arraigado en la sociedad, no solo en su expresión más burda de negar la totalidad de los hechos sino en la reformulación de la identidad de las víctimas y el porqué de su muerte, así como en un exceso de énfasis en el sadismo de las torturas ocurridas y no en avanzar hacia una mayor comprensión de las razones que llevaron a ese desenlace. Devolver a las victimas su carácter de sujeto social, de identidad por acción más que por pertenencia a un grupo, es la importancia de caracterizar a un proceso como genocida e intentar que las relaciones sociales que aquellas victimas representaban no sean destruidas en el discurso y reemplazadas por las del propio perpetrador del genocidio. No reconfortarse, si es que se puede usar el término, en la maldad absoluta y natural de los perpetradores para escapar del rol de potencial genocida que cualquier sociedad puede tener, si es víctima de todos los procesos psicológicos necesarios para poder efectuarlo. Mantener viva la memoria real de las víctimas y el accionar que las llevo a convertirse en ellas, es nuestro deber social para combatir el genocidio en su faceta simbólica y evitar que sucesos como los aquí presentados vuelvan a ocurrir.

"De modo que no tuve empacho en destruir algunas piedras talladas que habían hecho los esclavos. Por el contrario, me proporcionó cierta satisfacción el hacerlo. Destruimos completamente las imágenes y de ellas no quedaron más que polvo, de modo que no hay rastro alguno de ellas. Así también destruimos a Espartaco y a su ejército. Y así también, con el tiempo, destruiremos hasta su recuerdo y el recuerdo de lo que hizo y por qué lo hizo"
General Craso
Espartaco, Howard Fast, 1951.














BIBLIOGRAFIA CONSULTADA:

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FILMOGRAFIA CONSULTADA:

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Horror in the East, BBC, Reino Unido, 2001.
Kizu (les fantômes de l'unité 731), Marathon Productions, Francia, 2004.
Nanking, HBO Documentary Films, Purple Mountain Productions, Estados Unidos, 2007.




















FEIERSTEIN, Daniel: "El genocidio como practica social: Entre el nazismo y la experiencia argentina", Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2014.

La información completa de las publicaciones utilizadas se encuentra en el final del trabajo en "Bibliografía consultada".
Operativo estadounidense que otorgo inmunidad a científicos nazis a cambio de que contribuyan con la información recogida en la lucha contra la Unión Soviética.
Nueve de ellos habían participado en la firma del Acta de Rendición de Japón.

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