Género y emociones en el Romanticismo: El teatro de Bretón de los Herreros.

July 27, 2017 | Autor: María Sierra | Categoría: History Of Emotions, Gender, Biography
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Institución «Fernando el Católico» (CSIC) Excma. Diputación de Zaragoza Zaragoza 2013

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PRIMERA EDICIÓN, 2013 Publicación número 3211 de la Institución «Fernando el Católico», Organismo autónomo de la Excma. Diputación de Zaragoza, plaza de España, 2, 50071 Zaragoza (España) tels. [34] 976 288 878 / 976 288 879 fax [34] 976 288 869 [email protected] http://ifc.dpz.es DISEÑO GRÁFICO Y ARTE FINAL Víctor Lahuerta IMPRESIÓN Litocian, SL ENCUADERNACIÓN Xxxx, SA ISBN 978-84-9911-218-3 D.L. Z 00-2013 © del estudio y notas, María Sierra. Sevilla, 2013 © del diseño gráfico, Víctor Lahuerta. Zaragoza, 2013 © de la presente edición, Institución «Fernando el Católico». Zaragoza, 2013 Impreso en España – Unión Europea / Printed in Spain – European Union

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Para Nerea Aresti y Darina Martikánová, porque discuten con generosidad e inteligencia

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DON MARCELO: Entre una bella y un hombre solo hay combates de amor. CAMILA: No se entiende eso conmigo. (Ella es él, 1838)

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asualidades y bucles en la Historia, o una historia

¿Existe la casualidad? Aparentemente fue eso lo que me condujo a Manuel Bretón de los Herreros (1796-1873), un escritor con gran éxito de público en el tiempo de eclosión del romanticismo español, pero de quien ignoraba prácticamente todo hasta hace poco más de un año1. La noticia de la edición electrónica, enviada a través de una lista de distribución, de la obra Proclama de un solterón a las que aspiren a su mano me llamó la atención fugazmente antes de borrar el correo de la bandeja de entrada. Estimé en un primer momento que este poema satírico de José de Vargas Ponce, troquelado por una misoginia antigua, sólo tocaba los márgenes exteriores de lo que por aquel entonces podía conside-

1

Este trabajo se inscribe en el proyecto HAR2012-32637 y en la Red Historia de las Culturas Políticas y de las Identidades Contemporáneas (HAR2010-12369-E). Agradezco los comentarios de las compañeras y los compañeros que participaron en el Congreso Latinoamericano de Historia de las Mujeres, San Juan, Argentina (septiembre de 2012), donde presenté una primera versión.

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rar mis más estimulantes intereses investigadores2. Aunque estaba estudiando la construcción de la masculinidad hegemónica en el siglo XIX, pensé que esta sátira no hacía sino recoger juicios críticos contra la mujer de los que ya tenía amplio registro por otras fuentes y que, en todo caso, se inscribía en una tradición distinta a la invención burguesa de la figura del buen marido que más me interesaba. Que me equivocaba en este primer juicio es tan cierto como que las identidades –las tradicionales y las (re)inventadas– no se distinguen entre sí con la manía clasificatoria que consuela a los investigadores y que conviene dejar atrás al adentrarse en el atractivo pantano de la historia cultural. Quizá los bucles sean aún más importantes que las casualidades en el destino de algunas aventuras vitales. Al poco de relajar la tenue alarma provocada por esta Proclama, volví a recibir el correo con la misma noticia editorial, reenviado ahora por un amigo que estaba al tanto de mi trabajo y ocupado a su vez en el estudio de la identidad femenina en el contexto cultural del romanticismo a través de la obra de una escritora hispanocubana. No soy tan torpe, de momento, como para dejar pasar tanto aviso del cielo electrónico, y, a la segunda, decidí leer en condiciones la difundida sátira compuesta en 1808 por este José de Vargas que fuera afrancesado y luego patriota liberal, reeditada con éxito en 1827 y 1830. El largo poema está construido sobre una voz masculina, modulada por un soltero refractario a perder su libertad a manos de ninguna clase de esposa, que critica ácidamente variados estereotipos femeninos escasamente originales. Con el tiempo, sus estrofas encadenadas serían parcialmente memorizadas por lectoras que las recitaban haciendo suyos los modelos contrapuestos de mujer virtuosa y «marimacho» retratados3.

2

José de VARGAS PONCE: Proclama de un solterón a las que aspiren a su mano, 18081830, colección digital «Una galería de lecturas pendientes» (Biblioteca Virtual de Andalucía), Junta de Andalucía-Consejería de Cultura, 2011, edición al cuidado de Francisco Durán López, http://www.juntadeandalucia.es/cultura/bivian/media/flashbooks/lecturas_pendientes/016-proclama_solteron/index.html. La lista de información citada, de la Asociación de Historia Contemporánea ([email protected]), debe a Anaclet Pons su eficaz funcionamiento.

3

En particular, el soltero dice no soportar «sabijonda [sic]: ¡Dios me guarde! / Asco de la mujer sobre un in folio /», ni traductoras, ni publicistas, ni periodistas..., pues, «¿no

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Junto a las noticias de su popularidad, Francisco Durán López, editor de la obra, ofrece también algunos indicios de reacciones y conexiones literarias; gracias a ello tomé nota, por ejemplo, de la existencia de un poema satírico de Manuel Bretón de los Herreros que, en cierta manera, invertía los papeles de víctima y culpable en el relato de la lucha de sexos y su encarnación matrimonial, acogiéndose en su esfuerzo a la autoridad de un Lope de Vega, pues «es honrar a las mujeres / deuda a que obligados nacen / todos los hombres de bien»4. Y también me dirigí a la reivindicativa réplica femenina que bastantes años más tarde hizo Micaela de Silva, reclamando, en una muy cumplida expresión literaria de la interiorización de la feminidad moderna, la figura del buen marido frente a la masculina tradición misógina de crítica al matrimonio como cárcel y castigo5. Poeta, periodista, traductora..., la fecunda escritora que firmó bajo el anagrama Camila Avilés le dio aquí una nueva vuelta en clave femenina a la vieja querella de sexos, y lo hizo apoyándose, precisamente, en el título de una pieza teatral de Bretón de los Herreros que había tenido amplio eco. El recurso al seudónimo testimonia bien los límites de la tensión que las escritoras románticas pudieron ejercer sobre el marco socio-cultural de su tiempo: a pesar de las declaradas intenciones reivindicativas, el poema asumió de forma naturalizada muchos de los estereotipos burgueses de género, que resultan más inciertos en la versión bretoniana6. Estos últimos hilos me condujeron por derroteros tan inesperados como apasionantes, según fui descubriendo que Bretón de los Herreros no sólo había sido autor del aquel poema satírico contra los hombres en defensa de las mujeres, inscrito al fin y al cabo en una tradición literaria galante de largo recorrido, sino que fue pro-

podrá discurrir? Nunca de veras. / ¿No es virtud el valor? En ellas vicio», pp. 24 y 25. La expresión «marimacho» se reitera (pp. 25 y 70). 4

Manuel BRETÓN DE LOS HERREROS: Sátira contra los hombres en defensa de las mujeres, Imprenta de Eusebio Aguado, 1829.

5

Micaela de SILVA (Camila Avilés): Un novio a pedir de boca, sátira, Madrid, Imprenta de M. Canto-Redondo, 1863.

6

Sobre la ocultación de la firma en la escritura femenina, véase Carmen de la GUARDIA HERRERO: «La violencia del nombre. Mujeres, seudónimos y silencios», en Pilar PÉREZ CANTÓ (ed.): El origen histórico de la violencia contra las mujeres, Madrid, Dilema, 2009, pp. 201-239.

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bablemente el escritor teatral que más insistentemente y con mayor éxito de público fijó su atención creativa en la relación entre hombres y mujeres –y su concreta definición como pareja dentro de la «jaula matrimonial»– durante las décadas centrales del siglo XIX. Enormemente prolífico, como solo puede serlo un escritor de orígenes humildes en el momento de invención del moderno mercado literario y, aún más específicamente, teatral durante el triunfo del romanticismo en España, firmó obras que exploran las identidades sexuales de su tiempo y examinan la correspondiente atribución de roles sociales –también sentimentales– diferenciados a hombres y mujeres. Entre tales piezas y por motivos que más adelante comentaré, me parecen especialmente destacables las dos que se editan a continuación de este estudio, que se ocupa de ellas aunque no de forma Una boda en 1830 (ca. 1830, óleo atribuido a José Gutiérrez de la Vega y Bocanegra, fragmento). exclusiva. A partir de la representación que Bretón de los Herreros hizo en su teatro de las «naturalezas» femenina y masculina, las relaciones entre hombres y mujeres, las implicaciones privadas de la convivencia en pareja y el significado social del matrimonio, se abría sin duda una entrada directa a la pesquisa que me ocupaba: investigar históricamente los procesos que hacen aparecer como naturales artefactos que son el resultado de un complejo y denso conjunto de operaciones de construcción cultural. Y, de forma más exacta, atender a las construcciones que gobiernan el corazón íntimo de los individuos, aquellas que naturalizamos con más facilidad por su misma apariencia de privadas y personales. Recurriendo al entrecruzamiento de enfoques historiográficos de muy diverso origen, lo que aquí se propone es un estudio, a través de la obra literaria, de las identidades sexuales y del régimen emocio-

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nal dentro del cual estas adquieren forma social en un determinado tiempo histórico7. En el marco espacial de esta historia, que sitúa a España en un contexto occidental tan europeo como americano, este tiempo es el del afianzamiento del liberalismo como proyecto posrevolucionario: un «momento» de décadas en el que se asienta y reorganiza el orden institucional, social y cultural de la modernidad alumbrada por la Ilustración y rectificada por la experiencia de la revolución. El romanticismo encuadra, como régimen emocional que establece normas y permite navegaciones, este proceso complejo; y la forma intrincada en la que la construcción de los sentimientos se entrecruza con la definición de las identidades sexuales, entendiendo justamente los primeros como «caja negra» de las segundas, constituye el principal objetivo de la investigación más amplia en la que se inscribe este texto. Como es sabido, en todo el mundo atlántico, la instauración a lo largo del siglo XIX de los modelos políticos nacidos con la crisis del Antiguo Régimen entrañó un complejo conjunto de operaciones fundacionales que tuvo en el género una de sus claves sustentantes, de tal modo que la resignificación de estas relaciones desde nuevas concepciones de poder exigió de los actores sociales de aquel tiempo un esfuerzo de imaginación y una implicación en la definición de las identidades sexuales. No son afortunadamente escasos los estudios que, desde el feminismo y las sensibilidades historiográficas vecinas, vienen hace tiempo explorando este fenómeno y mostrando las distintas facetas de una construcción jerárquica interrelacionada en la política y el género/sexo que hoy día sigue marcando profundamente la vida social8.

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Los conceptos de régimen y navegación emocional, al que se alude más abajo, en William M. REDDY: The Navigation of Feeling: A Framework for the History of Emotions, Cambridge, Cambridge University Press, 2011.

8

A partir de la propuesta de Joan W. Scott, el género como categoría para el análisis histórico ha resultado indudablemente fecunda puesta en relación con la definición de la ciudadanía contemporánea, según muestra entre otros estudios el trabajo pionero de Joan B. LANDES: Women and the Public Sphere in the Era of the French Revolution, Ithaca, Nueva York, Cornell University Press, 1988. El texto clásico de Joan W. SCOTT: «Gender: A Useful Category of Historical Analysis», American Historical Review, 91 (1986), pp. 1053-1075 [traducción al castellano en «El género: una categoría para el análisis histórico», en James AMELANG / Mary NASH (eds.): Historia y género: las mujeres en la Edad Moderna y Contemporánea, Valencia, Alfons el Magnànim, 1990, pp.

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La capacidad explicativa del análisis de procesos largos no debería, sin embargo, reforzar con interpretaciones acabadas una mirada teleológica –tan habitualmente adherida a las lupas de cualquier disciplina dedicada al estudio del ser humano en sociedad–, algo que paradójicamente contribuiría a desdibujar los aspectos más conflictivos de los fenómenos críticamente advertidos. Observar aspectos no cerrados en el proceso de construcción de las narrativas y los sentidos dominantes, apuntar la existencia histórica de discursos alternativos, apreciar su capacidad subversiva, no implica poner en duda la opresión sino, por el contrario, colaborar a su desmontaje. Indagar en propuestas sobre identidades sexuales como la que Bretón de los Herreros hizo en su tiempo a través del teatro puede abordarse precisamente como un ejercicio de prevención contra lecturas históricas teleológicas enrocadas en la exégesis de los estereotipos políticos/de género dominantes y en la narrativa de su triunfo. Hubo otros modelos, tuvieron oportunidad de existir otras maneras de imaginar las relaciones e identidades sexuales, y, en algunos casos concretos como el que aquí se analiza, se dio también ocasión para su difusión social. Abordar el proceso de construcción político-cultural de las identidades sexuales en las décadas centrales del siglo XIX a través de la voz de un escritor cuya obra teatral, de gran popularidad a uno y otro lado del Atlántico, se ocupó insistentemente en mostrar al público cómo la nueva sociedad –la existente y la apetecida– tenía en la relaciones entre hombres y mujeres uno de sus principales ejes de articulación y enunciación, adquiere así gran capacidad exploratoria. El análisis se reviste de especial fuerza si se tiene en cuenta que este concreto intento de propiciar una reflexión sobre la feminidad y la masculinidad nace del conflicto que engendró la construcción liberal del orden familiar y sexual –a través de leyes, de narrativas y de prácticas sociales–, y está enraizado precisamente en la duda sobre la definición deseable de las identidades de género. Por un lado, saber de la existencia de propuestas de género relativamente abiertas que estuvieron bien articuladas y difundidas culturalmente, como esta de Bretón de los Herreros, tiene interés historiográfico si las estimamos como al-

23-56]. Para el propósito de este trabajo, resulta especialmente adecuada la propuesta contenida en Joan W. SCOTT: «El eco de la fantasía: la historia y la construcción de la identidad», Ayer, 62 (2006), pp. 111-138.

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ternativas fracasadas frente a los modelos que hegemonizaron el escenario social de su tiempo, puesto que hacen más significativos los triunfos de los imaginarios y relatos dominantes, cuyo éxito no podemos dar por sentado sino que hay que explicar desde el conflicto. Por otro lado, estos esfuerzos por concebir un ideal sexual flexible y su correspondiente encarnación matrimonial-social tienen significado en sí mismos. Representan líneas de fuga con una carga emancipadora que sobrepasa su concreto momento histórico, son pasos perdidos sobre los que se puede volver en otros tiempos. Porque es el reconocimiento de una autonomía en la elección de sus preferencias y en la dirección consecuente de sus actos tanto al hombre como a la mujer –ciertamente concebidos como seres con una naturaleza sexuada–, frente a las imposiciones sociales antiguas o en formación, el nervio que articula unas piezas escritas hace más de 150 años y que vivifica con su potencial liberador lecturas actuales. Antes de entrar en el análisis de la obra y de su contexto, conviene recordar que la importancia del teatro como medio cultural en las sociedades occidentales de aquel tiempo difícilmente puede ser exagerada. Espacio de controversia estética e ideológica, mecanismo activo en la extensión social de la cultura, vehículo de propaganda, soporte para la profesionalización e independencia económica de los escritores –y, a su pesar, de algunas escritoras–..., no es extraño que el teatro fuera un lugar donde, no sólo en la virtual literalidad de los argumentos sino también en su más amplia dimensión simbólica Escena clásica (1790, dibujo de Johann Heinrich Füssli, fragmento).

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como arena pública, se entrecruzaran conflictivamente cultura y política a lo largo del siglo XIX. Para el caso español, han sido ya bien estudiados los procesos de conexión entre la escritura y la política en el arranque de la modernidad así como la ulterior profesionalización del medio literario en los que contextualizar la concreta escritura dramática9. Por otro lado, también han sido ya analizadas parcialmente algunas de las estrechas conexiones que existieron entre el teatro y la política en las décadas de 1830-1840 –decisivas para la construcción del régimen liberal en España– en las que se centran esas páginas10. Mercado literario y mercado político com-

El público en el patio de butacas antes de la representación (s. XIX).

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Joaquín ÁLVAREZ BARRIENTOS (ed.): Se hicieron literatos para ser políticos: cultura y política en la España de Carlos IV y Fernando VII, Cádiz, Universidad, 2004; Jesús A. MARTÍNEZ MARTÍN: Vivir de la pluma. La profesionalización del escritor, 1836-1936, Madrid, Marcial Pons, 2009. Una reciente revisión sobre las relaciones entre la escritura y la cultura política del liberalismo español decimonónico, en María Antonia PEÑA GUERRERO: «Escritura y política en la España del siglo XIX», en María Cruz ROMEO / María SIERRA (coords.): Las culturas políticas de la España liberal, 1833-1874, t. 2, Las culturas políticas contemporáneas en España y Latinoamérica, Madrid, Marcial Pons / Prensas Universitarias de Zaragoza, 2013 (en prensa).

10 David T. GIES: Theatre and politics in nineteeth-century Spain: Juan de Grimaldi as empresario agent, Cambridge, C.U.P., 1988. La conexión entre el teatro y las políticas nacionalistas para un periodo algo posterior, en Marie SALGUES: Teatro patriótico y nacionalismo en España: 1859-1900, Zaragoza, Prensas Universitarias, 2010.

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partieron más de un espacio de intersección en la carrera capitalista de crecimiento a la que se adaptó, con todas las rémoras que puedan señalarse, la vida española en el siglo XIX. Bretón de los Herreros vivió este «siglo del progreso» que tanta empresa cultural auspició, y tuvo que jugar con las reglas de sus gestores y clientes. En el teatro, en proporción con la resonancia de público y crítica que tendría su obra, le correspondió protagonizar algunos de esos dramas reales en los que este espacio simbólico emplea como peculiares actores a sus más entregados cortejadores: si ya en 1828 fue pitado e insultado por someter a sátira la moda operística de la sociedad madrileña, retratándola como superficial barniz cultural (Contra el furor filarmónico), en 1840 tuvo que salir escondido del teatro por atreverse a bromear en La Ponchada sobre los modos de recluta y funcionamiento de la Milicia Nacional, la guardia de la revolución liberal, justo en la función ideada para recibir y celebrar al líder progresista Espartero, recién ascendido al poder por obra y gracia de los milicianos entre otros sectores beligerantes del liberalismo avanzado español11. Pero antes de ser, para bien y para mal, un autor famoso, este arriesgado escritor había recorrido un trayecto complicado.

Un versificador en busca de personalidad teatral Bretón debió de aprender a versificar poco después que a hablar, si nos atenemos a las abundantes noticias de su incontenible afición y extraordinaria facilidad para improvisar rimas. Chaval capaz de ofrecer ripios a demanda de la audiencia familiar o vecinal en su pequeño pueblo natal (Quel, Logroño), joven soldado reclamado por las risas de sus compañeros de campamento gracias a su paralela habilidad para hacer chistes y componerlos en letrillas o romances, maduro aspirante a escritor público que encontraba en las tertulias literarias

11 Manuel BRETÓN DE LOS HERREROS: Contra el furor filarmónico, o más bien contra los que desprecian el teatro español, Madrid, Imprenta Burgos, 1828, y La Ponchada, Madrid, Imprenta de Yenes, 1840; sobre la primera, David T. GIES: «Entre drama y ópera: la lucha por el público teatral en la época de Fernando VII», Bulletin Hispanique, vol. 91, núm. 1 (1989), pp. 37-60; del escándalo de la segunda, que marcó con un peculiar «miedo escénico» al escritor, se hacen eco todas sus biografías.

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del Madrid aún absolutista de los años veinte escenario para impresionar por su verso fácil, juguetón, chispeante... Con este escaso y casi genético bagaje, cuando se despidió de la profesión militar y se le cerró el camino de la función pública en aquellos agitados años de represión política, Bretón se empeñó en completar su corta formación académica y convertirse en un autor dramático suficientemente reconocido como para vivir de su propia obra. Instalado en Madrid, donde empezó a escribir borrando el primer apellido de su firma para evitar represalias políticas tras haber pertenecido a la administración del gobierno liberal derribado, acometió lo que él mismo calificó su «desbrozamiento» cultural12. Le sirvió como estribo en su carrera el encuentro con un filibustero del negocio del teatro, Juan Grimaldi, un francés que había llegado con aquellos Cien Mil Hijos de San Luis restauradores del trono absoluto de Fernando VII y que se instaló en los entonces empobrecidos medios de la escena española para convertirse en su principal organizador y usufructuador. En sus recuerdos de aquella época, el escritor Ramón Mesonero Romanos describiría al empresario teatral como «dotado de un talento superior y de una perspicacia suma»: «había encarnado de tal modo en nuestro idioma, nuestra sociedad y nuestras costumbres, que muy luego [...] no sólo vino a convertirse en oráculo de poetas y comediantes, no sólo se alzó en el dominio y dirección material de la escena, sino que, lanzándose él mismo a la lucha, hizo versiones de dramas franceses con una originalidad verdaderamente pasmosa»13. Contratado por Grimaldi, Bretón tradujo infinidad de obras dramáticas extranjeras, fundamentalmente francesas, y adaptó otras piezas clásicas españolas,

12 Entre la abundante y desigual bibliografía que ha merecido la biografía de Bretón de los Herreros, los datos más completos se encuentran en el extenso relato que por encargo de la Real Academia Española hizo Mariano ROCA DE TOGORES (Marqués de Molins): Bretón de los Herreros. Recuerdos de su vida y de sus obras, Madrid, Imprenta y Fundición M. Tello, 1883, así como en la «Introducción» que su sobrino, Cándido BRETÓN OROZCO añadió a la edición de las Obras Completas del escritor (Madrid, Imprenta M. Ginesta, 1883). 13 Ramón MESONERO ROMANOS: Memorias de un sesentón, Madrid, Renacimiento, 1926, p. 74. Pueden consultarse otros interesantes datos sobre un Grimaldi que más tarde estuvo exiliado en Francia y actuó como agente político del general Narváez, en David T. GIES: «Grimaldi, Vega y el teatro español (1849)», AIH (Actas), 1989, pp. 1277-1283.

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La Puerta del Sol de Madrid (1864, dibujo de Ruiz, fragmento).

en una laboriosa y entregada tarea que le permitió no sólo conocer bien a su admirado Moratín y a otros autores canónicos, sino también y de forma más general familiarizarse ampliamente con el lenguaje y las formas del género. Con todo ello, el desconocido y pobre militar licenciado que había llegado en 1823 a Madrid en busca de un oficio con el que mantenerse, se fue formando a sí mismo durante los oscuros años de represión de la «Década ominosa», hasta acabar presentando al público –o mejor dicho, al empresario–, llegado el momento, sus primeras obras propias. Entre 1824 y 1831 tradujo y refundió un total de 43 obras ajenas y compuso siete de las 103 obras originales que escribiría a lo largo de su vida14. Con una de sus primeras producciones, Marcela o ¿a cuál de los tres? consiguió en 1831 un éxito rotundo, convirtiendo el sencillo argumento de una joven compelida a elegir pretendiente entre tres opciones poco prometedoras en bien aprovechada ocasión para presentar en escena su innovadora propuesta sobre la libertad necesaria en la escritura –versificación– dramática. Este aunar la herencia clásica moratiniana con una libertad formal romántica, al servicio preferentemente de comedias sencillas, ágiles y divertidas, ha sido considerado por la posterior crítica literaria su mayor apor-

14 Información procedente de Mariano Roca de Togores y Cándido Bretón Orozco.

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Una lectura de Ventura de la Vega [a los actores en el teatro del Príncipe] (1845, óleo de Antonio María Esquivel).

tación a la modernización del teatro español15. La enorme fortuna de la obra aupó –aunque también de alguna forma asfixió– al repentinamente famoso Bretón. Décadas después de su estreno, se podía afirmar que «no hay pueblo en España, grande o chico, como tenga un teatro público o casero, en donde no conozcan a Marcela, a D. Timoteo, a D. Agapito, etc.; y sus redondillas son más sabidas y populares que las décimas de La vida es sueño [...]», en un reconocimiento de la popularidad del autor que alcanzaba igualmente a otras obras suyas posteriores, como El pelo de la dehesa, que aún se representaba a la altura de 188316. La obra bretoniana tuvo además, a partir de este exitoso pórtico, resonancia en América, como muestran la reinterpretación del mexicano Fernando Calderón (A ninguna de las tres), la edición de varios volúmenes de su teatro igualmente en México o, en otro orden de re-

15 Patrizia GARELLI: Bretón de los Herreros e la sua ‘formula comica’, Imola, Galeati, 1983, y «A modo de Prólogo: Marcela o ¿a cuál de los tres?, comedia de M. Bretón de los Herreros», Anales de Literatura Española, 18 (2005), pp. 201-213; Gerard FLYNN: Manuel Bretón de los Herreros, Boston, Twayne, 1978. 16 ROCA DE TOGORES, p. 89.

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conocimientos, la visita que el emperador de Brasil hizo al autor, ya enfermo y anciano, en su propia casa17. Bretón, que no dejó nunca de buscar ansiosamente el favor del público, atreviéndose para ello a recorrer caminos menos acordes con sus mejores dotes literarias –practicó así el drama puramente romántico, la escena histórica, la obra moral-filosófica...–, se refugió de los fracasos posteriores en el esquema exitoso de su Marcela, que repitió prácticamente íntegro, con algunos cambios en los personajes y finales, hasta en seis ocasiones. Una de estas revisiones, Un novio a pedir de boca (1843), será, junto a otra de sus más aclamadas obras, Ella es él (1838), eje central del análisis sobre las propuestas y dudas en la definición de las identidades sexuales que aquí se aborda, de-

Representación teatral (s. XIX).

17 Las noticias sobre las ediciones de la obra de Bretón se sistematizan en Gerard FLYNN: «Una bibliografía anotada sobre Manuel Bretón de los Herreros», Berceo, 91 (1976), pp. 167-194. El éxito de la obra bretoniana en América alcanzó a Estados Unidos, donde en 1905 se publicó, con introducción en inglés y vocabulario traducido, la comedia ¿Quién es ella?, en una edición destinada a la enseñanza del español que destacaba su uso del lenguaje, «clean, simple and free from the many puzzling idioms and intricacies wich make so much of Spanish literature unintelligible to foreigners»; Samuel GARNER: ¿Quién es ella?, Nueva York, American Book Company, 1905, p. 3. Agradezco esta última referencia a Carlos Forcadell.

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bido a la sugerente apertura en las concepciones de feminidad y, aún más, de masculinidad que incorporan. Por esto último, para entrar en el análisis de las obras, resulta relevante evocar el espacio de las tertulias privadas en las que se gestaron y maduraron novedades literarias como la materializada en la Marcela de Bretón y otras piezas teatrales alumbradas en el intenso «momento romántico» español de los años treinta. Estos peculiares dominios de sociabilidad masculina fueron tanto lugares de formación literaria y sentimental como arenas de recreación de hombría entre pares18. M. Animador él mismo de una de estas tertulias, Bretón de los Herreros. el marqués de Molins recuerda cómo en la casa paterna, tras leer el drama (El duque de Alba) que acababa de escribir al pequeño grupo de amigos que se reunía con frecuencia en el refugio de su propio cuarto, en «la discusión templada y provechosa que siguió en la mesa», Bretón expresó justamente la decisión de dejar atrás los pesados romances octosílabos y recurrir a una métrica más libre y ágil en la que sería su próxima obra; de igual manera, relata cómo convocó una reunión especial para limar asperezas entre Larra y Bretón, enfrentados por unos artículos de crítica M.J. literaria, en la que se precia consiguió el abrazo de Larra.

18 Una reflexión sobre las arenas de expresión y alimentación de hombría aplicable a este caso puede encontrarse en John TOSH: Manliness and Masculinities in Nineteenth-Century Britain. Essays on Gender, Familiy and Empire, Harlow, Pearson, 2005.

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Una lectura de Zorrilla en el estudio del pintor (1846, óleo de Antonio María Esquivel).

amistoso entre ambos escritores, cuya generosa reacción provocó «lágrimas de ternura» en algunos asistentes. Estas más reducidas y exclusivas reuniones literarias eran bien distintas a aquellas otras de mayor contenido y ritual social que, en el tradicional y a la vez renovado formato del salón, abrirían a mujeres y más ocasionales visitantes las mejores estancias de las viviendas de sus anfitriones, como la del mismo marqués de Molins una vez casado e independizado o la de un celebradísimo Duque de Rivas convertido más tarde en tótem cultural madrileño19. Si en estas últimas se combinaban el entretenimiento de juegos de ingenio y de mesa, la conversación, el disfrute de la música e, incluso, el galanteo, aquellas otras pequeñas reuniones literarias entre pares fueron espacios para un intercambio estrecho de ideas sobre la tarea de la escritura y su divulgación, muy valorados por los participantes: así, por ejemplo, en uno de estos encuentros

19 Se traza un recorrido de largo radio temporal por estos espacios en Carlos FERRERA: «Los lugares de sociabilidad burguesa: salones, cafés y sociedades», en Miguel Ángel CABRERA / Juan PRO: La creación de las culturas políticas modernas, 1808-1833, t. 1, Las culturas políticas contemporáneas en España y Latinoamérica, Madrid, Marcial Pons / Prensas Universitarias de Zaragoza, 2013 (en prensa).

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mantenido en casa del político y escritor Patricio de la Escosura, Bretón sometió a una primera lectura pública su obra Mi dinero y yo, que nunca llegó a publicar siguiendo precisamente el consejo allí recibido de los participantes. Y no fueron sólo espacios de aprendizaje literario, sino que resultaron también, como muestra entre otros episodios la reconciliación ya citada de Larra y Bretón, pequeños territorios sentimentales donde los hombres se permitían expresar afectos efusivamente –incluso de forma tierna– protegidos por la salvaguarda de una varonil amistad literaria. Bien expresivo es el recuerdo de Juan Eugenio Hartzensbusch, que las reconstruía como «treguas dulces de afanosas tareas y acalorados debates políticos, y aún de pesadumbres domésticas», en una significativa oposición de tales refugios emocionales – en expresión acuñada por William Reddy– con las esferas pública y privada oficiales20. La adaptación a la virilidad hegemónica del Nuevo Régimen liberal pudo así tener en estos espacios un lugar que, a la par que colaboraba a su recreación, toleraba cierta flexibilidad sentimental. La fórmula de la «hermandad literaria», exclusivamente masculina, habilitó alguna salida de emergencia dentro del régimen emocional del romanticismo, permitiendo a sus beneficiarios superar puntualmente la contradicción entre una norma cultural que valoraba altamente el sentimiento como herramienta creativa (e incluso cognitiva) y unos estereotipos burgueses de género que, atribuyendo a las mujeres su posesión natural, vedaba de su disfrute en gran medida a los hombres. Muchos de los oyentes, Bretón entre ellos, reconocerían probablemente como propios los sentimientos expresados por Escosura cuando, en un discurso público ante la Real Academia Española que tenía mucho de autobiográfico, llamó «íntimos amigos» y «verdaderos y tiernísimos hermanos» a los poetas Felipe Pardo, Ventura de la Vega y José Espronceda, recordando reiteradamente el paralelismo de sus aprendizajes y experiencias vitales, a caballo entre el mundo de la literatura y el de la política21.

20 Las referencias a las reuniones citadas y la descripción de Hartzensbusch, en ROCA DE TOGORES, pp. 85, 112 y 453. La noción de refugio emocional, en el contexto de su propuesta para la Historia de las Emociones en William M. REDDY: The Navigation of Feeling... 21 Patricio de la ESCOSURA: Tres poetas contemporáneos. Discurso del Excmo. Sr. Patricio de la Escosura, individuo de número de la Academia Española, leído ante esta corporación en la sesión pública inaugural de 1870, Madrid, M. Rivadeneyra, 1870.

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Amparados en estos espacios de sociabilidad masculina, los sentimientos de afecto y admiración entre pares pudieron desarrollarse y expresarse con cierta libertad, protegidos por la fórmula de la fraternidad liteEscena teatral (El Fénix, 47, 23 de agosto de 1846). raria. La puntual e incompleta admisión de alguna mujer en estos refugios sentimentales habría de pasar, para no poner en peligro la exclusión de género sobre la que se fundamentaban, por la masculinización de la escritora en cuestión, una operación que no sólo tuvo evidentes intenciones denigratorias en mucha de la crítica literaria de la época, sino que también buscaba la –excepcional– universalización sexual de un modelo de escritura pensado en masculino22. A pesar de su «voluptuosa encarnación mujeril», Gertrudis Gómez de Avellaneda mereció que José Zorrilla evocara la «virilidad» de su pensamiento y recordara que la trató como «un compañero de redacción, un colega y un hermano de Apolo», sin dirigirle por tanto «las atenciones que la dama merece del hombre en la moderna sociedad». Fue seguramente esta famosa escritora cubana la mujer que más elogios (y desprecios) enunciados en masculino recibió de sus pares literarios españoles en aquel tiempo, tan confundidos como admirados por la potencia y ambición de su palabra. Precisamente a Bretón se le atribuye el más rotundo de todos ellos: «¡Es mucho hombre esta mujer!»23.

22 Sobre los masculinos universales y su plasticidad histórica debe verse el estudio de Nerea ARESTI: «The Gendered Identities of the ‘Lieutenant Nun’: Rethinking the Story of a Female Warrior In Early Modern Spain», Gender and History, vol. 19, núm. 3 (2007), pp. 401-418. 23 José ZORRILLA: Recuerdos del tiempo viejo, citado en Elena CATENA: «Introducción», en Gertrudis GÓMEZ DE AVELLANEDA: Poesía y epistolario de amor y amistad (edición a cargo de Elena Catena), Madrid, Castalia, 1989, pp. 7-38, cita en pp. 20-21. La editora de Gómez de Avellaneda incorpora también, sin citar fuente, el dicho atribuido a Bretón, que aparece igualmente recogido en otros estudios pero del que no he podido encontrar referencia directa en ninguna biografía o documento.

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Dudas razonables, respuestas abiertas Buena parte de la crítica literaria que se ha ocupado del teatro de Bretón –y resulta realmente notable la atención que su obra ha concitado tanto en estudiosos posteriores como en biógrafos y ensayistas de su propio tiempo24– suele considerar que los estereotipos de género de sus comedias, y especialmente sus personajes femeninos, responden a los modelos oficiales de la sociedad burguesa de su tiempo, que, en su vis liberal-conservadora dominante, contribuirían a forjar de alguna manera. Es cierto que muchos de los personajes, los diálogos y las moralejas demasiado explícitas de sus obras presentan la forma de sátira hacia la figura de la mujer moderna en cuanto que romántica, que pretende emanciparse de la esclavitud doméstica y el orden patriarcal tradicional. Así, es frecuente en su escritura la ridiculización de la mujer estereotipadamente romántica, que disloca con ensoñaciones sentimentaloides la vida cotidiana de su entorno social y familiar, como esa Casilda que en El hombre pacífico habla siguiendo un perfecto manual imaginario de uso risible del más superficial romanticismo, lo que causa reacciones de incomprensión en el prosaico proEspañoles. La dicha les adormece, el placer les despierta. tagonista mascu-

24 El interés de la crítica empezó tan pronto como 1841, cuando fue retratado por Antonio GIL DE ZÁRATE («Don Manuel Bretón de los Herreros», en Nicomedes PASTOR DÍAZ / Francisco de CÁRDENAS: Galería de españoles célebres contemporáneos, vol. 1, Madrid, Imprenta Sánchiz, 1841, pp. 2-53); continuó con los biógrafos cercanos ya mencionados, y se prolongó a comienzos del siglo XX con admiradores como Georges LE GENTIL (Le poète Manuel Bretón de los Herreros et la société espagnole de 1830 à 1860, París, Hachette, 1909) o detractoras como Carmen de BURGOS (Figaro, Madrid, Imprenta Alrededor del Mundo, 1919), para enlazar sin solución de continuidad con los estudios actuales de su obra.

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Teatro del Príncipe, escenario en el que Bretón de los Herreros estrena Ella es él en 1838 y Un novio a pedir de boca en 1843.

lino receptor de su discurso25. O también, la aún más cruel sátira de un contratipo de mujer realista, interesada, manipuladora, metida en años, que –como la Ramona de la misma obra– se convierte en la copa de una misoginia cuyos tópicos, reconocibles en el teatro español del Siglo de Oro, tendrían muy antiguo arrastre. Pero la intención y los presupuestos de la escritura de Bretón, por lo que se refiere a las identidades sexuales, son mucho más abiertos y complejos de lo que podría deducirse de una lectura fácil de las abundantes obras que centró en las relaciones entre hombres y mujeres. Sus expectativas de normalidad en la definición de tales relaciones fueron amplias e, incluso, atrevidas, como muestran por

25 Manuel BRETÓN DE LOS HERREROS: El hombre pacífico: comedia en un acto, Madrid, Imprenta de Repullés, 1842 (la obra fue escrita en 1838). También en sus retratos y cuadros de costumbres periodísticos la mujer frívola es, entre otras cosas, una mujer romántica, que aplica «a la vida conyugal las novísimas doctrinas literarias», La Abeja (21 de agosto de 1835).

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otro lado sus seres excepcionales; y revelan la complejidad de los fundamentos culturales más profundos sobre los que se construyen de forma intrincada identidades tan históricas e inestables como las de género. Mi interpretación en este caso concreto coincidiría con recientes revisiones sobre el discurso más general de la domesticidad acometido por el liberalismo político español durante el siglo XIX, que aprecian la existencia de proyectos diversos en litigio en el contexto de la creciente pero nunca incontestada hegemonía de una normativa conservadoramente liberal, cuyo dominio resulta así cuando menos problemático y su escalonada imposición debe cargarse de significados políticos26. Con este fin, avanzaré en el comentario de algunas obras de Bretón que permiten hablar de lo que me parecen dudas razonables y respuestas no cerradas sobre las relaciones de género deseables, según las representó en su teatro, para luego procurar explicarlas desde claves interpretativas procedentes del entrecruzamiento de diversas perspectivas historiográficas. Junto a los enfoques de género, biografía, cultura política e historia de las emociones, es evidente que este trabajo confía en las conexiones epistemológicas entre literatura e historia. En este punto, es importante explicar que entiendo esta última relación desde esa permanente tensión entre el uso, la tentación y la necesidad que ha señalado Corbin; así como también resulta obligado precisar que lo que aquí se aborda es algo bien distinto a una edición crítica de algunas concretas piezas teatrales27. El empleo de fuentes literarias tiene en estas páginas un propósito más heterodoxo, cargado de intenciones historiográficas mestizas que, de ser preciso jerarquizar, emplazan este análisis en el marco central de referencias que proporcionaría una historia de las emociones entendida no tanto como un campo especializado de investigación sino como una propuesta para la integración de esta categoría en la historia social, cultural y política –de manera análoga a cómo habría sucedido con el género

26 Un recorrido actualizado en María Cruz ROMEO MATEO: «Domesticidad y política. Las relaciones de género en la sociedad postrevolucionaria», en María Cruz ROMEO / María SIERRA (coords.): Las culturas políticas de la España liberal, 1833-1874, t. 2, Las culturas políticas contemporáneas en España y Latinoamérica, Madrid, Marcial Pons / Prensas Universitarias de Zaragoza, 2013 (en prensa). 27 Alain CORBIN: «Les historiens et la fiction. Usages, tentation, nécessité...», Le Debát, 165 (2011), pp. 57-61.

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tras su éxito como herramienta transversal en la indagación histórica–28. En este contexto y de forma concreta para lo que aquí se procura, el recurso a literatura implica partir del supuesto básico de que las obras analizadas no sirven tanto para saber cómo eran los hombres y mujeres de aquel tiempo sino para entender que había deseos y miedos sobre cómo eran o debían ser –y conocer la sustancia y efectos de estas dudas–. No debían ser pocos los recelos de Bretón cuando, acuciado por necesidades económicas y Portada del libreto de Un novio a pedir de autoestima literaria tras el de boca (Galería Dramática, 1845). desastre de La Ponchada y el subsiguiente episodio de ostracismo público que se le vino encima, desempolvó una vez más en 1843 el socorrido esquema de su popular Marcela para reescribirlo bajo el nombre de Un novio a pedir de boca 29. Era la cuarta vez que lo hacía, con lo cual, sumaba ya cinco perfiles esa protagonista femenina –ahora Luisa– que duda entre tres pretendientes de discutible mérito, unos tipos masculinos que a su vez se multiplican así en un abanico mucho más amplio de galanes de dispar encarnadura, amén de hacer aparecer distintos secundarios, imaginar nuevos triunfadores y proyectar diversos finales.

28 Hay una reflexión interesante sobre la historia de las emociones en este sentido en la entrevista mantenida por Jan Pampler con tres figuras clave en el desarrollo de este campo de investigación; Jan PLAMPER: «The History of Emotions: An Interview with William Reddy, Barbara Rosenwein, and Peter Stearns», History and Theory, 49 (mayo de 2010), pp. 237-265. Para el primero de los entrevistados: «The history of emotions is a way of doing political, social and cultural history, not something to be added to existing fields», p. 249. 29 La reformulación del título, por otra parte, insertaba la historia en una tradición previa de rechazo del matrimonio por parte de solteros recalcitrantes (en la que figuraba la citada Proclama escrita por José de Vargas Ponce), cuya misoginia, como ya se comentó, invertía así en parte.

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Pero, por varios motivos, creo que Un novio... no es una más de las secuelas de Marcela, sino la culminación de las representaciones de género que ésta contiene, resultado de la experiencia del autor y de la maduración de sus modelos. Junto a los más resueltamente expuestos en Ella es él, obra de aún mayor calado en este sentido, se presentan aquí argumentos, caracteres y soluciones que modulan Pareja representando una obra (El Féun discurso que, al reconocer a nix, 49, 6 de septiembre de 1846). un determinado tipo de mujer – la mujer fuerte, inteligente, buena– la capacidad de gobernar su propia vida y tomar ciertas decisiones fundamentales, concediéndole así alguna clase de autonomía como sujeto, lleva implícita una revisión importante de las relaciones de género como relaciones de poder y sumisión30. En Un novio... Luisa, una rica y linda viuda, tiene tres pretendientes, uno guapo, otro rico y un tercero de palabra galante. Aunque se ve socialmente compelida a casarse de nuevo, no quiere perder su autonomía después de la primera y muy dura experiencia de matrimonio, por lo que se libra inteligentemente de un pretendiente tras otro en espera de un hombre sumiso e inferior a ella en dotes, única salida que se le ocurre en su deseo de libertad. Tras los rechazos, escenificados divertida y ágilmente, aparece un cuarto candidato que aparentemente reúne las anti-cualidades buscadas por Luisa y obtiene fácilmente por ello su mano. Ciertamente, el final de la obra asegura una moraleja que cierra en falso el horizonte abierto a favor de las mujeres que se pretenden independientes: los tres varones rechazados se sienten ofendidos por la poquedad del triunfador y, a su vez, le ofenden abiertamente; éste mantiene en un primer momento la actitud sumisa demandada por Luisa, desatendiendo el

30 Las ediciones aquí empleadas de Manuel BRETÓN DE LOS HERREROS son Un novio a pedir de boca, comedia en tres actos, Madrid, Imprenta de D. José Repullés, 1845, y Ella es él, comedia en un acto, Madrid, Imprenta de D. Cipriano López, 1857.

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reto, y llegando incluso al desmayo –un gesto asignado a la emotividad femenina, como expresión codificada de la más intensa pasión, que así puede representarse (y no me refiero sólo al teatro) socialmente–31. Mas pronto, la indignación resuelta de la cortejada por que él sea un «mandria», un «memo», un cobarde «envilecido», le hace manifestar su verdadero carácter y condición: no sólo es un hombre rico, inteligente y galante como el que más, sino también un hombre fuerte capaz de imponerse con valor y arrojo a sus contrincantes; por supuesto, Luisa se rinde ante su superioridad y reconoce la conveniencia de la misma. El final cortocircuita de esta forma las posibilidades abiertas de concebir a la mujer como depósito de alguna autoridad en el juego de equilibrios interno y externo de la sociedad matrimonial, contentándose con reducir su poder al núcleo más privado de la misma, aquél reino secreto en el quedaban confinados los sentimientos. «Para el mundo tu señor; [Abrazándola] humilde siervo en tus brazos», se declara el hombre elegido cuando ella le entrega formalmente el mando de la pareja, perfilando una figura de hombría que se ajustaría así cumplidamente al modelo moderno de virilidad, caracterizado por la pretensión de disociar una esfera pública privilegiadamente masculina de otra doméstica donde la autoridad patriarcal fuera compatible con un estilo emocional amparador de los sentimientos Autorretrato con sus hijos Carlos y Vicente (1843, tiernos en el buen padre óleo de Antonio María Esquivel).

31 La criada de Un novio... se pregunta en consecuencia por la naturaleza del pretendiente retado que cae desmayado: «¿Es hombre o mujer?», p. 56.

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y marido32. Este cierre bien puede entenderse como expresión de las dudas experimentadas y los límites imaginables en aquellos tiempos de construcción de una nueva sociedad que, junto a su edificación institucional y legislativa, conllevaban una reconfiguración de las relaciones y las identidades sexuales. Pero también deberíamos ser capaces de apreciar cuánto de apertura de nuevas líneas de fuga pueden tener algunos pasos aparentemente perdidos. En el desarrollo de la trama, Bretón pone en boca de su protagonista femenina reclamos de libertad, de quien dice haber sufrido «tirano» y se rebela contra «potros» de tormento, que no eran inocentes ni podían ser indiferentes en plena revolución liberal, tras la experiencia de la cruenta represión absolutista; en un ejercicio de bromea que algo queda, asemeja la limitación de la autoridad del marido en la esfera doméstica a la fórmula política de «el rey reina pero no gobierna»; y, sobre todo, construye una voz femenina que demuestra inteligencia, agudeza, conocimientos y voluntad de dominio en el trato con sus contendientes masculinos. En paralelo a la potencia del discurso de una mujer que se declara capaz de enamorarse del pretendiente hermoso «si no hablase» («¡pero está / tan pagado de sí mismo!»), es muy interesante observar cómo la historia manifiesta –y crea– en la definición de una virilidad normativa mayor inquietud que en la de una feminidad canónica, al cuestionar los varios modelos de masculinidad, tanto antiguos como nuevos, con los que se confronta la más resuelta virtud femenina. Esta última duda de género quedó mucho más abiertamente planteada y atrevidamente contestada en Ella es él, como luego se verá. En Un novio... Bretón hace entrar en escena a unos tipos masculinos cuya apariencia viril es presentada como falsa o incompleta hombría, coronando un juego más amplio de medios-hombres que venía desgranando desde Marcela. Los tres pretendientes que aquí quedarán descartados enfrentan ridículamente sus supuestas ventajas:

32 Sobre la construcción de la figura moderna del padre y marido en los diversos pero conectados mundos políticos de la Francia revolucionaria y la Inglaterra victoriana, pueden verse las obras de Anne VERJUS: Le bon mari. Une histoire politique des hommes et des femmes à l’époque révolutionnaire, París, Fayard, 2010; y John TOSH: A Man s Place: Masculinity and the Midlde-Class Home in Victorian England, New Haven, Connecticut; Londres, Yale University Press, 1999.

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así, el satisfecho nuevo rico se asegura a sí mismo, ante los avances cortejadores del que está pagado del don de su palabra, que más podrá «el fuego de mis talegas que el humo de sus piropos». La mayor crítica cae no obstante del lado del pretendiente fiado de su hermosura, una especie de Don Juan apoyado por la criada de Luisa, vieja intrigante a la que el guapo le recuerda a su fenecido marido, que «las enamoraba a todas, pero a ninguna era fiel» y que acabó convertido en un «corderillo» bajo su mando33. El perdel libreto de Ella es él (Galería sonaje de la criada encarna de Portada Dramática, 1857). esta manera la defensa de una masculinidad antigua, basada en la sexualidad depredadora, resistente a la introducción de valores burgueses modernos –como la autocontención o el cuidado de las apariencias–34. Este varón no domesticado, sin embargo, es decididamente presentado como más manipulable y manipulado por las mujeres con armas arteras de dominio que el hombre moderno que acata algún tipo de pacto sexual. En cualquier caso, apostura, riqueza y don de la palabra sólo cobran finalmente valor cuando en el cuarto candidato se combinan con modestia, inteligencia, generosidad y consideración hacia la mujer, las virtudes que compondrían la figura del hombre completo. Pocos años antes de tener que revisar en Un novio... la idea de Marcela, buscando reflotar su imagen pública tras La Ponchada, Bretón había ideado Ella es él, una comedia de singular argumento

33 Un novio..., pp. 15 y 4 respectivamente. 34 El ideal donjuanesco, aún vigente a comienzos del siglo XX, y su transformación y crisis como modelo de masculinidad, en Nerea ARESTI: Médicos, donjuanes y mujeres modernas. Los ideales de feminidad y masculinidad en el primer tercio del siglo XX, Bilbao, Universidad País Vasco, 2001.

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y desenlace, escrita con la libertad propia de quien se siente en pleno apogeo de creatividad y popularidad. En 1837 había estrenado Muérete y verás, que significó la culminación de su carrera como autor teatral de éxito: los aplausos insistentes le llamaron a escena un año después de que Antonio García Gutiérrez, con El Trovador, hubiera merecido de los espectadores este tratamiento por vez primera en España. Acunado por el favor del público, escribió al año siguiente esta nueva comedia centrada también de forma directa en la relación hombre-mujer, su formulación matrimonial y su inserción social. En Ella es él presenta a una pareja feliz en la que la esposa, una mujer inteligente, capaz y trabajadora, se encarga de todos los negocios y las decisiones, y el marido, un hombre bondadoso pero incapaz de gestionar los intereses materiales de la sociedad familiar, lo deja Escena teatral de lucha (El Fénix, 62, 6 de diciembre de todo de buena 1846). gana en manos de su mujer35. Ella lleva el mando (por eso «es él», según critica un criado), pero también «es ella», en cuanto que no abandona las otras labores propias de su sexo: «ya he dejado la pluma / ahora la aguja», es la simbólica entrada de Camila en escena. El amor cierto y satisfecho que ambos se profesan es puesto en peligro por una prima intrigante, que envidia su felicidad y se rebela contra la libertad en la que vive y actúa Camila. Además de descalificar a su cuñado –un «sandío», «mazapán» o «mandria», por su «simpleza,

35 Ella es incluso quien valora el derecho de voto, el «más precioso de los derechos», y le recuerda a su más indiferente marido el compromiso cívico que lleva implícito: «es tu deber / procurar en cuanto alcances / que caigan en buenas manos / los cargos municipales» (p. 13).

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desidia y poquedad»–, introduce a un antiguo pretendiente de su prima en la casa para provocar el deseo de ésta o la ira de aquél. Cuando la situación se inclina trágicamente hacia el duelo, Camila se interpone entre el pretendiente y el esposo, mostrándose como una mujer fuerte también en esta arena tan propiamente masculina. Se las arregla para enfrentarse al duelista en sustitución de su marido, al que sabe incompetente en el empleo de las armas; y lo hace defendiendo su derecho a gobernar su vida –y su muerM. Bretón te–: «mas yo tengo honra también, y yo de los Herreros también tengo una vida, / y doyla al hierro homicida / por salvar la de mi bien, / qué mucho él me hace dichosa / y yo le quiero constante»36. Si Camila gana la partida, consiguiendo la retirada de un solicitante que se comporta con caballerosidad al reconocer la superioridad de los argumentos de la protagonista (quien no ha dejado de utilizar, en combinación con su arrojo y valentía, armas más reconocidamente femeninas: su belleza, las lágrimas por sus hijos...), ya antes su marido se ha enfrentado a la posibilidad de un duelo desde consideraciones sobre el honor y el valor tan poco deudoras de los conceptos propios de la masculinidad dominante antigua como de los de la moderna37. Su alegato contra el duelo (y la fuerza de las armas), en una sociedad muy acostumbrada a esta práctica –el mismo Bretón había sufrido una cuchillada que le cerró de por vida el ojo izquierdo en un lance de este tipo– se sustenta sobre una afirmación

36 Ella es él..., p. 32. 37 Sobre la construcción de la masculinidad normativa moderna véase, George L. MOSSE: La imagen del hombre. La creación de la moderna masculinidad, Madrid, Talasa, 2000; estudios sobre la virilidad dominante en el siglo XIX para los casos de Gran Bretaña y Francia, en John TOSH: Manliness and Masculinities..., y Anne-Marie SOHN: ‘Sois un homme!’ La construction de la masculinité au XIXe siècle, París, Seuil, 2009, respectivamente.

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de resonancia tan posmoderna como la de que, enfrentado a esa prueba, no sería la falta de valor –que sí se reconocía a sí mismo aunque no lo hicieran los demás– sino de destreza en el uso de las armas lo que le llevaría a la muerte; esa sería la única ridícula verdad que demostraría un duelo. A la par, el concepto del honor esgrimido –y triunfante– se aleja igualmente del que en aquel tiempo se estaba gestando sobre la base de antiguas visiones nobiliarias recriadas en nuevos odres burgueses: preguntado D. Alejo si mataría a su mujer en el caso de verse deshonrado por ella con otro hombre, contesta que no, que no la mataría, pero sí que se moriría él, al no poder vivir sin honor38. En este caso, además, no hay un final que invierta el argumento central, sino que justamente lo valida: el triunfo de los esposos se produce tanto gracias a la valentía de Camila –su atrevimiento para actuar con una autonomía convencionalmente masculina– como a la capacidad de su marido para no dejarse arrastrar por imposiciones sobre la honra que le resultan irracionales ni por el demonio interior de los celos. La prima intrigante, que, a la vez que atiza la desconfianza en el espacio privado, representa los usos sociales más hipócritas de esta clase de honor, es expulsada de la casa de la feliz pareja por un marido que, sólo para eso –«Te ruego no obstante / por mi amor sumiso y tierno / que las riendas del gobierno / me fíes por un instante»–, asume momentáneamente el mando39.

La experiencia: el amor como confianza y la política como libre opinión «No hay amor sin confianza», afirma el marido de Camila enfrentado al dilema del honor como mantenimiento de la apariencia y recono-

38 La reinvención burguesa del honor antiguo-regimental en Robert A. NYE: Masculinity and Male Codes of Honor in Modern France, Cary, NC, USA, Oxford University Press, 1993; la pervivencia del duelo en la sociedad moderna también en Ute FREVERT: «Condición burguesa y honor: en torno a la historia del duelo en Inglaterra y Alemania», en Josep María FRADERA / Jesús MILLÁN (coords.): Las burguesías europeas del siglo XIX: sociedad civil, política y cultura, Valencia, Biblioteca Nueva - Universidad de Valencia, 2000, pp. 361-398. La inserción del honor en la política parlamentaria liberal puede verse en María SIERRA / María Antonia PEÑA / Rafael ZURITA: Elegidos y elegibles. La representación parlamentaria en la cultura del liberalismo, Madrid, Marcial Pons, 2010, pp. 487 y ss. 39 Ella es él..., p. 35.

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cimiento social de la honra. La información biográfica existente sobre Bretón permite introducir como hipótesis poco aventurada la idea de que su propia experiencia matrimonial tuvo bastante que ver con la apertura de los modelos de género que proponen algunas de sus obras. Y, llevando algo más lejos esta premisa interpretativa, creo que se puede también afirmar que el concreto encuentro con una «envidiable compañera», en un momento crucial de su vida, influyó de forma decisiva en la maduración de su educación sentimental y le habilitó para sustentar la conversión de determinados sentimientos en valores morales. Tanto los datos indirectos como sus propias palabras perfilan a Bretón en sus años jóvenes como un hombre proclive al cortejo erótico y resistente al compromiso marital. La herida del ojo mientras estaba en el ejército no se debió precisamente a un lance marcial sino al ataque de un marido celoso, en un episodio de su vida que más tarde se permitiría utilizar como inspiración para componer una sátira contra la mujer coqueta. Instalado ya en Madrid y aprendiz de escritor, merodeó en torno a las musas del momento en tertulias literarias como la que reunía a «la parte joven del Parnasillo» en la casa de doctor Rives –cuyas tres hijas inspirarían, además de algunos de sus poemas, los de Ventura de la Vega y otros escritores del mismo grupo–. Por aquel entonces, también enviaba cartas a esos amigos, que muestran, a la par, los cariños intensos que los varones se permitían entre ellos en estos espacios homoafectuosos de hermandad literaria y las más instrumentales inclinaciones sentidas hacia las mujeres: entre otras, la carta a uno de sus «hermanos en Apolo», al que informa del ritmo de la capital mientras éste se encontraba afincado en Elche, acaba con un «Mil afectos de los amigos. Ya sabes que te quiero. La Juana tan bellota. El día de San Tertulia en el café El Parnasillo, Madrid (1836).

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Antonio bailé con ella un rigodón. Diviértete, come muchos dátiles y manda a tu apasionado, M. Bretón»40. Frisando ya los cuarenta años y en pleno apogeo de fama, actividad y reconocimiento, abandonó en 1837 una soltería que parecía firme para casarse con Tomasa Andrés, hija de un profesor de Medicina en Madrid. En éste que podemos considerar su año denso, además del matrimonio, corrió otras aventuras animado por sus amigos políticos y literarios: se presentó como candidato para Diputado a Cortes, ingresó en la Academia y se encargó de la modernización del Liceo, foro predilecto de la sociedad artística del momento. Si a todo ello le sumamos el éxito clamoroso de Muérete y verás, antes mencionado, no cabe duda de que Tomasa se casaba con un hombre ya bien situado, superados los muchos afanes del proceso de formación como escritor público de quien no había partido de una situación precisamente acomodada. Apenas tres años después, sin embargo, el escándalo de La Ponchada no sólo le dejó, repentinamente, sin el favor del público sino que le costó también el puesto en la Biblioteca Nacional que le proporcionaba la parte más estable de sus ingresos. La animadversión de los portavoces del liberalismo avanzado, que se habían sentido insultados por la desafortunada representación bretoniana de Teatro Apolo en la calle Alcalá de Madrid (s. XIX, fragla Milicia Nacional, mento).

40 Carta a Juan de Pezuela, de 17 de junio de 1830, reproducida en ROCA DE TOGORES, p. 341, que incluye igualmente otras con desinhibidas expresiones afectuosas entre pares –como la que se despide con «mil afectos de tus hermanos en Apolo, y del más apasionado tuyo entre todos ellos» (p. 344)–. El retrato de la tertulia en casa de Rives, en el mismo, pp. 41 y ss.

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Vista del puerto de San Sebastián (1837, grabado de G. Echaniz).

le llevó incluso a pensar en la posibilidad de abandonar el país, sumándose a la ya amplia tradición patria de emigraciones políticas. En ese momento, su mujer debió tomar las riendas de la situación y, frenando el proyecto del exilio, decidió poner tierra por medio y sacar a su marido del agitado Madrid esparterista. Durante algún tiempo se instalaron en San Sebastián y, en el retiro de las playas del Cantábrico, Bretón volvería a escribir como a quien le va la vida en ello. En los tres años que estuvo de cesante, dio a la escena 19 obras de teatro, amén de traducir una más y dedicarse a otros tipos de escritura (usando incluso seudónimo: Beltrán Muneo). Con el final del gobierno de Espartero, en 1843 volvió a Madrid y recuperó un puesto en la administración pública, aunque su ánimo quedaría ya siempre «contristado» a partir de este episodio41. Tomasa aguantó bien la prueba de casarse con un hombre de éxito y levantarse poco después convertida en la compañera de un escritor fracasado. Son varios los registros dejados por su marido del agradecimiento nacido en tiempos difíciles. En una carta privada, escrita a un amigo cuando en 1843 sufrió a la vez la muerte de su

41 La expresión en ROCA DE TOGORES, p. 298.

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madre y la fuga del país del financiero a quien había confiado todos sus ahorros, le cuenta que el doble golpe habría acabado con él «sin el ángel amoroso y consolador que la Providencia me ha deparado en mi Tomasa, cuya ternura crece a medida de mis pesares; dulce y único lazo que me apega ya a este mundo [...]». A la par que espacios más propicios para la declaración de su afecto, como algunas poesías, incluso el texto de su testamento, reformado en 1854 para simplificar los trámites de herencia a favor de su mujer al no haber tenido hijos, incluye, junto a las manifestaciones de aprecio reglamentarias difícilmente interpretables más allá del obligado formulismo documental y social, frecuentes expresiones innecesarias de cariño por parte de un hombre que argumenta como justificaciones de su iniciativa legal «el tierno amor y la cumplida confianza» sentidos hacia su mujer o el estar convencido de que «cada día he tenido y tengo nuevos motivos para bendecir a Dios por haberme dado tan envidiable compañera [...], que con sus altas prendas y ejemplares virtudes ha labrado en mi vida mi felicidad [...]»42. Constancia, ternura, confianza, cuidado, pacien-

Caricatura Universal: La Mujer como hay pocas, o el Modelo de las Esposas (s. XIX, fragmento).

42 El documento del testamento figura reproducido en Gracia GÓMEZ URDÁÑEZ: «La dimensión política de Bretón de los Herreros durante la primera mitad del siglo XIX», Brócar, 21 (1998), pp. 321-357 (citas en pp. 352-354). La carta privada en ROCA DE TOGORES, p. 361.

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cia, calificaban para Bretón el tipo de cariño recibido por parte de su mujer, con quien pareció descubrir y comprobar que la configuración emocional de todas las mujeres no respondía necesariamente a la frivolidad y superficialidad sentimental de coquetas y románticas (reales y literarias). Al igual que lo harían cada vez más a partir de entonces las protagonistas femeninas de sus obras, su mujer le mostraba y demostraba la capacidad femenina para los sentimientos profundos y sinceros, más allá de la marrullería de un romanticismo impostado o de un realismo manipulador. Como la Camila de Ella es él, la mujer podía tener la calidad sentimental del mejor de los hombres, podía encarnar sentimientos superiores –como los hombres, aunque de distinta forma–, y podía, con beneficio social, ajustar su actuación a la guía de tales sentimientos. Este tipo mujer ya no buena sino excelente, que aúna sentimientos generosos, inteligencia y capacidad de acción, seguiría después apareciendo en otras obras de Bretón que organizan precisamente en torno a esta clase de figura la tensión argumental y su resolución. Así en La escuela del matrimonio (1852), una sus últimas composiciones, se narra la historia de tres parejas en conflicto que encuentran su salvación en la actuación mediadora de la protagonista, Luisa, quien representa de forma combinada el talento, el sentido común y la virtud43. Es importante observar que la excelencia de sus tipos femeninos queda avalada no sólo por la altura de los sentimientos que los inspiran sino también por su voluntad de acción, mecanismo de unos actos cuya bondad quedaría recíprocamente acreditada por la generosidad de los impulsos que los motivan. Las heroínas de Bretón hacen las cosas que sienten. Y en este punto son antitéticas de las románticas sólo en la superficialidad que el escritor atribuye a este último tipo, pero no en el tándem moderno sentimiento-acción, que, implícitamente, es uno de los supuestos fuertes de su discurso social y de género. La relación que el escritor establece entre emoción y actuación le aproxima a otros –y otras– que escribieron y vivieron desde sensibilidades vecinas. Con ellos, la fuerza del sentimiento como referencia de autoridad y soporte de individualidad logró superar

43 En Los sentidos corporales (1867), la última de sus obras, la trama se centra en la relación entre una mujer modélica y un hombre bueno pero que piensa mal del conjunto de las mujeres por haber sido engañado en el pasado.

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los marcos del régimen emocional del romanticismo oficial que lo permitía y activaba: como muestra, entre otros registros, la correspondencia coetánea en el tiempo de George Sand y Alfred Musset, la superioridad otorgada a los sentimientos y a los seres sintientes no sólo supuso una vía para el reconocimiento por parte de algunos hombres de las capacidades literarias y, secundariamente, intelectuales de las mujeres, sino que impulsó directamente a algunas mujeres a reconocerse ellas mismas como seres potentes, cargados de capacidad de acción44. Albergado y vivido en la elemental comunidad emocional de un individuo, si se me permite extremar la productiva noción concebida por Barbara Rosenwein para introducir sujetos menores y diversos en el sistema más homogéneo del régimen emocional acuñado por William Reddy, el modelo sentimental del romanticismo liberal quedaría polarizado y superado a través de incontenibles líneas de fractura, que sólo la biografía revela45. En el reconocimiento de (cierta) autonomía al sujeto femenino bajo esta clave para el caso de Bretón, su experiencia no estuvo sólo atravesada por el encuentro con una compañera capaz de actuar e incluso de dirigir su actuación cuando él se sintió paralizado: según cuenta su amigo y padrino de bodas, Roca de Togores, fue «por consejo» de Tomasa por lo que se trasladaron fuera de Madrid, pero no fuera de España, para capear el temporal de La Ponchada. También su condición social, sobre la que ahora volveré como componente de su cultura política, intervino en la reelaboración de sus modelos de género. Más cerca del pueblo que de las clases aco-

44 En casos tan poderosos como el de Sand, le autorizaría no sólo a vivir retando las conveniencias sociales de su tiempo como mujer sino también, incluso, a reclamar a su amante que ajustase su comportamiento a la norma superior de quienes sienten con intensidad: «No estás destinado a arrastrarte por el fango de la realidad. Estás hecho para crear tú mismo tu realidad en un mundo más elevado [...]. Todos los imbéciles tienen el orgullo de decir ¡Yo no me arriesgo!– Les preocupa su tranquilidad, como si fueran inútiles para la vida. Un hombre como tú sólo está completo cuando se ha entregado». George SAND / Alfred MUSSET: Los amantes de Venecia, correspondencia 1833-1840, seguida del Diario íntimo de Georges Sand (presentación, traducción y notas de Fernando García Burillo), Madrid, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2004, cita en pp.150-151. 45 La propuesta de Barbara H. ROSENWEIN: «Worrying about Emotions in History», American Historical Review, vol. 107, núm. 3 (2002), pp. 821-845. Fue más tarde desarrollada en Barbára H. ROSENWEIN: Emotional Communities in the Early Middle Ages, Ithaca, Nueva York, Cornell University Press, 2006.

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modadas, a pesar del origen hidalgo, por su propia trayectoria vital Bretón valoró la laboriosidad como una virtud central del orden social liberal figurado; al igual que sus mejores tipos masculinos tienen mucho de hombres hechos a sí mismos, sus heroínas no languidecen en chaise longue ni se desmayan en situaciones extremas –un lujo gestual que parece así colocar sólo al alcance de las elites (o de las caricaturas)–, sino que se mueven hacendosas de una tarea a otra sin darse tregua. Mujer dibujando (s. XIX). En la comedia Me voy de Madrid, que contrapone a Manuela, una romántica estereotipada, con Tomasa, una mujer sensata (en la que varios de sus biógrafos han querido ver el retrato más literal de la mujer del autor), es la laboriosidad de la segunda frente a la ociosidad de la primera uno de los elementos claves de diferenciación46. Desde esta mirada, la esfera doméstica y la pública no podían quedar tan «naturalmente» disociadas como en las proyecciones de otros escritores de aquel tiempo que igualmente procuraron construir desde sus obras las identidades sexuales propias del liberalismo. A diferencia de algunos de ellos, que militaron explícitamente en las filas del moderantismo, el progresismo o el republicanismo (Gonzalo Morón, Corradi, Ayguals de Izco, como respectivos ejemplos), cuesta clasificar políticamente a Bretón, a quien su más cercano bió-

46 Tomasa, una mujer hacendosa e incapaz de parar quieta en la casa aunque su status acomodado se lo permitiría, declara que le «daría vergüenza / de estarme reclinada en un sofá, / y oyendo lisonjas / de almibarados galanes...», Manuel BRETÓN DE LOS HERREROS: Me voy de Madrid, Madrid, Imprenta de Repullés, 1836.

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grafo describió como «el menos político de nuestros escritores»47. En semejante calificación pesaba, sin duda, la incomodidad que la errática marcha del biografiado en el campo acuartelado del liberalismo español despertaría en quien dedicaba un volumen de 560 páginas a contar su vida dándole sentido, según las pautas clásicas del género (más aún si el biógrafo era, como en este caso, un militante conservador que procuró ocluir los episodios de colaboración del escritor con el progresismo). En cualquier caso, una primera aproximación a los datos básicos de sus actos políticos llevaría a considerar la posibilidad de calificar más bien de oportunista un alineamiento que seguiría la lógica de la necesidad económica. Ciertamente, sus difíciles comienzos enseñaron a Bretón a ser consciente de que el camino de la escritura no era igual para todos y que suponía mayores esfuerzos para quienes, como él, no podían apoyar con un patrimonio propio la publicación de sus obras ni se manejaban por derecho en los espacios de sociabilidad literaria de las elites. No es extraño que, como otros muchos españoles, agradeciera profundamente los pequeños y luego medianos cargos en la administración pública que fue recibiendo de sus amigos y protectores, especialmente de los cercanos a los gobiernos moderados, ni que se rebelara contra los ejecutivos progresistas que le privaron de los mismos. Pero, por otra parte y hasta la crisis de 1840, la relación de Bretón con el progresismo había sido más cercana que la que le había unido con el liberalismo conservador, por mucho que su principal biógrafo insista en presentarlo retrospectivamente como un hombre simpatizante con el moderantismo. En 1835–1837, años en los que Mendizábal y otros destacados progresistas pasaron por el poder, Bretón participó activamente desde el teatro en la recaudación de fondos para apoyar su gobierno frente a la amenaza de la contrarrevolución carlista, y su aventura electoral como candidato a Cortes en 1837 se produjo de la mano de otro notable progresista, Salustiano de Olózaga48.

47 El menos político de los escritores en ROCA DE TOGORES, p. VII; la carencia de carácter político en su obra también en Antonio GIL DE ZÁRATE: «Don Manuel Bretón de los Herreros»..., p.25. 48 Los datos básicos sobre las posiciones políticas de Bretón, en ROCA DE TOGORES y Gracia GÓMEZ URDÁÑEZ: «La dimensión política de Bretón de los Herreros...».

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Sin embargo, calificar de oportunista la actitud de Bretón es tan insuficiente como optar por situarlo en el campo del liberalismo conservador o del avanzado; en todas estas definiciones subyace, de distinta manera, la misma concepción estrecha de la política que en su momento hizo al marqués de Molins presentarlo como un escritor que vivió a sus espaldas. Por el contrario, la obra y la disposición como escritor de Bretón son plenamente políticas, si por tal entendemos un espacio mucho más amplio que el circunscrito a la acción de los partidos, la organización de las instituciones, la competencia electoral, la conspiración, la represión de la revolución y otras epidermis de la acción política –donde, por otra parte, tan resueltamente se movió su biógrafo–49. Los discursos que procuró construir Bretón desde sus escritos se incardinan en el corazón de ese otro espacio más extenso de la política –lo político, si se prefiere– entendido como el conjunto de percepciones, valores y símbolos sobre los cuales se procura ordenar la convivencia social, un universo cultural en el que las relaciones sexo-genéricas se descubren como construcciones expresamente políticas. Desde este enfoque, la herramienta analítica que mejor puede contribuir a descifrar las claves de la actuación –entendiendo por tal, el discurso– de Bretón es la de la cultura política en la que participó50. Escritos periodísticos y palabras privadas nos permiten profundizar en su forma de sentir e interpretar el universo de la política, una percepción inicialmente configurada en la experiencia de la primera revolución liberal y la paralela represión absolutista, y cristalizada más

49 Mariano ROCA DE TOGORES, Marqués de Molins (1812-1889), aristócrata escritor y protector de las letras (introductor de la Ley de la propiedad intelectual y mantenedor de notables veladas literarias, además de miembro de varias Academias), fue miembro del Partido Moderado y, como tal, ministro con Narváez en un gobierno que se encargó de sofocar las jornadas revolucionarias de 1848. La concesión del marquesado data precisamente de este año. Más tarde fue un activo alfonsino ocupado en la restauración de la monarquía durante el Sexenio Democrático. 50 Por cultura política aquí se entiende el conjunto de mapas culturales que, dibujados por herramientas tan diversas como los lenguajes, los símbolos, los sentimientos o las prácticas, conforman la percepción de lo político y el horizonte de la acción política de un individuo o un grupo social (la opción puede verse más detenidamente desarrollada en María SIERRA: «La cultura política en el estudio del liberalismo y sus conceptos de representación», en Culturas políticas: teoría e historia, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2010, pp. 233-261).

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tarde durante la decisiva etapa de la guerra carlista. Bretón se había alineado con el liberalismo durante el Trienio de 1820-1823 y luego había conseguido esquivar la represión fernandina mimetizándose con discreción en los escuálidos ambientes culturales madrileños del último periodo absolutista. Pero con la muerte de Fernando VII y la apertura de la posibilidad liberal en 1833, se colocó del lado de quienes procuraron el establecimiento en España de un régimen representativo que redujera la autoridad monárquica y reconociera determinadas libertades ciudadanas. Fue entonces cuando se fraguó en él una consideración de la política como limitación del poder despótico que encontró en la lucha contra el proyecto antiliberal del carlismo uno de sus principales ejes de definición. Practicó en aquellos batidos años de 1835-1839 el periodismo político en formato de letrillas jocosas, publicando en diversos medios canciones que fueron muy celebradas por el público dada su versificación popular y su beligerancia anticarlista. Dotado no sólo de un sentido del humor agudo sino también de una ágil expresividad en este registro, Bretón encajó bien en un tipo de escritura que, ya fuera en el formato periodístico ya fuera en el de la comedia, experimentó una importante expansión en estas décadas inmediatamente posteriores al levantamiento de la censura fernandina51. La risa, aún más a través del teatro –capaz de poner al alcance del público menos letrado mensajes elaborados culturalmente–, fue sin duda un eficaz medio de pedagogía política en los albores del liberalismo. Esta función tuvo la «Letrilla Joco-Fúnebre» que editó en La Abeja, y en la que, procurando asegurar buen entierro a todas las fórmulas antiguas que deseaba definitivamente muertas, resumía su concepción del liberalismo como un espacio de libertades básicas. El cortejo fúnebre velaba los cadáveres de «Don Despotismo ilustrado», «los Consejos / que aconsejaban tan mal», «el voto de Santiago, / sabroso a idiotas perversos», «la horrenda Inquisición», «la capucha monacal / langosta un día de España» y «la regañona Censura»52.

51 Comedia, sátira y otros recursos humorísticos en el contexto del romanticismo hispano resultan abordados en Romanticismo: Actas del V Congreso (Nápoles, 1 al 3 de abril de 1993): La sonrisa romántica (sobre lo lúdico del Romanticismo Hispano), Roma, Bulzoni Editore, 1995. 52 La Abeja (1 de noviembre de 1839).

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La muerte de esta última «regañona» es, de hecho, la clave sustentante del resto de su edificio político, y el reflejo más nítido de la concepción subyacente del liberalismo como marco racional de libertades en beneficio de los individuos asociados antes que como una determinada ingeniería institucional. Reclamar libertades como la de expresión no era, por otra parte, instalarse en un liberalismo rebajado o de débil intensidad, ocupado sólo de derechos individuales, porque la demanda llevaba aparejado el rechazo de la censura eclesiástica y todo el aparato católico de control cultural, que tan bien conocían los escritores de aquella época. En el perfil biográfico que dedicó a Bretón otro liberal igualmente afectado por la censura eclesiástica, Gil de Zárate, la recordaba «entregada a los frailes, gente estraña (sic) y aún adversa a las comedias»: Fama ha dejado en este punto el padre Carrillo, del convento de la Victoria, que por muchos años fue azote de los dramáticos. Fraile de excesiva obesidad, de entendimiento boto, mugriento, sucio, todo empolvado de tabaco rapé, cuya mayor delicia consistía en asistir a los reos en capilla y acompañarlos al cadalso [...]. No sabemos por qué capricho o escrúpulo de conciencia, borró al señor Bretón, en una de sus comedias, la palabra pobre en todas las partes donde se encontraba53.

Los carlistas a la vista de Madrid en 1837 (1845, fragmento).

53 «Ni la espresión [sic] ángel mío ni la de yo te adoro obtenían jamás cuartel...», Antonio GIL DE ZÁRATE: «Don Manuel Bretón de los Herreros...», p. 15.

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Revista de las tropas y Milicia Nacional por la Reina Gobernadora [María Cristina de Borbón], en 1834 (1889, dibujo de J. Alaminas).

Claro que no era sólo la comedia el objeto de la irracionalidad censora: cuando Bretón y su amigo Ventura de la Vega tradujeron la obra de Pierre Lebrun sobre la tragedia de María Estuardo, se vieron obligados a cambiar el final porque la reina ¡no podía acabar decapitada! Enraizada en estas experiencias, la crítica a quienes echaban «sermones / contra libres opiniones» –según puede leerse en otra de sus letrillas anticarlistas– marcó su visión del liberalismo con esencias si no anticlericales sí de ambición secularizadora, una posibilidad real en los años treinta que luego quedaría cerrada bajo la hegemonía política del moderantismo54. «El sochantreo de Roca de Togores», como calificó expresivamente el autor a su amigo y más tarde biógrafo, estuvo entre los que se ocuparon de ello cuando el liberalismo conservador se enrocó en el gobierno y devolvió poder y presencia pública a la Iglesia55.

54 La letrilla en La Abeja (22 de febrero de 1835). 55 El mismo Roca da cuenta y comenta el calificativo de so-chantre (director del coro en los divinos oficios) que Bretón le propina en carta privada a otro amigo, afirmando –a la altura de 1883 y después de haber sido uno de los artífices de la restauración alfonsina tras la experiencia del Sexenio Democrático– que el mote le estaría bien puesto si por ello se refería a su defensa de «ciertos principios religiosos que yo a despecho de muchos creía compatibles con las instituciones parlamentarias [...]», ROCA DE TOGORES, p. 343.

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El liberalismo, según Bretón lo concebía, tenía en el campo de la escritura un elemento central de definición, y él actuó en consecuencia: igual que mantuvo alta la guardia contra la invasión clerical de lo público en el recién estrenado régimen representativo, creyó poder usar de la libertad de opinión también para señalar los excesos de sus protagonistas. En buena medida, la crítica que le mereció el ostracismo por presentar ante Espartero una caricatura de la Milicia Nacional estaba contenida en otra obra anterior, la ya citada comedia El hombre pacífico, en la que su protagonista, D. Benigno, se enfrenta al enrolamiento forzoso y desatinado en la guardia liberal (a la vez que se ridiculiza al alcalde que, vestido con tal uniforme, defiende a una vecina que se ha peleado con otra por cantar, «en el ejercicio de sus civiles derechos», cuando hace la colada)56. La escasa conveniencia de la libertad del escritor retrata a un hombre poco oportunista políticamente hablando. De hecho, su concepción del liberalismo como una esfera armónica de libertades, ejercidas por ciudadanos que, independientemente de su adscripción partidista, se resisten al poder despótico, resulta casi ingenuamente practicada. «Ni voceo, ni conspiro; / pero no adulo al poder; / por la causa nacional, / cualquier sacrificio haré», responde el hombre pacífico cuando se enfrenta al alcalde que viene a reclamarle cuentas. A Roca de Togores le parecía que ésta, como otras comedias de Bretón, Marqués no eran en absoluto políticas, y que ello de Molins respondía a lo que él llamaba la «naturaleza» del autor, «instintivamente refractaria al movimiento político»: «el honrado elector D. Benigno, el candidato D. Joaquín, el periodista D. Agustín, el diputado Almeida, el ministro Marqués... poco o

56 El hombre pacífico, p. 28.

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nada demuestran» [en toma de posición política]57. Lo que un hombre de partido como el marqués de Molins explicaba como «naturaleza» de Bretón resulta, desde el punto de vista de la cultura política, un cumplido paradigma de una cosmovisión liberal básica que, no por carecer de concreción en forma de identidad partidista, dejaba de proporcionar a su portador una cartografía que le permitiría encontrar sentido a lo que ocurría en la arena política, ofrecerle referencias sobre las cuales construir sus imaginarios sociales y disponerle para la acción –en su caso, la escritura, actividad política donde las haya y más en tiempos de cambio, aunque no esté puesta al servicio de un concreto grupo o programa de partido–. Forjada en un proceso de socialización que discurrió desde el paso por el ejército en una época donde en los cuarteles podía «aprenderse» liberalismo la posterior educación literaria en buena medida autodidacta, la experiencia directa de la represión fernandina y de la inicial apertura de la esfera pública a partir de los años treinta, para acabar finalmente madurando con la amenaza cierta de la contrarrevolución carlista, la cultura política de Bretón le llevaba a entender el orden deseable como un marco de libertades individuales y colectivas que surgiría espontáneamente de la superación de la arbitrariedad del monarca y sus ministros, del fin de los privilegios y prestigios sociales basados en la sangre, y de la desaparición de la represión cultural de la Iglesia. Conseguida la liquidación de estos obstáculos tradicionales, mérito y laboriosidad serían andamios suficientes para la construcción de la sociedad liberal para quien, sin recursos previos, se había ganado una relativamente cómoda medianía trabajando afanosamente como escritor58. Algunos estudios biográficos sobre Bretón han indicado la hidalguía de parte de su familia –su madre– como prueba de que, en

57 ROCA DE TOGORES, pp. 223 y 226. 58 Expresivo de su concepción anti-aristocrática de la paralela república de las letras es el relato, en carta privada a su amigo Roca, de lo que le estaba costando remover de la antigua dirección del Liceo a unos «caballeros» que estaban «por el statu quo y el despotismo ilustrado, sin considerar que más de doscientos artistas y literatos o pseudotales, gente de suyo bulliciosa e independiente, no podían resignarse por mucho tiempo a ser, digámoslo así, los histriones», Ibidem, p. 256.

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El memorialista (s. XIX).

su tierra natal, no carecieron de algunas propiedades59. Sin que ello deje de ser verdad, aún más cierto es que el escaso patrimonio familiar debió de volatizarse con el traslado a Madrid y la muerte temprana del padre, pues Bretón, como otros de sus hermanos, ingresó en el ejército buscando un medio de mantenimiento, después de haber vivido algún tiempo (mal)acogido en casa de unos parientes. Tras diez años en el ejército, poco tiempo le duró la pequeña ventura de un puesto en la administración civil del estado, de cuyas dependencias de Hacienda le expulsó la vuelta del absolutismo de mano de los Cien Mil Hijos de San Luis. Sin recursos previos, la formación en el oficio de escritor, antes de que llegaran los momentos de éxito, fue dura para quien señalaba en carta privada el mal que le hacía la enfermedad de Fernando VII, porque «los teatros continúan cerrados, no sin angustia de mi pobre bolsillo». El ritmo de su producción en los años de vacas flacas –privilegiando traducciones, mejor y más seguramente pagadas que las obras propias; repartiendo artículos entre decenas de periódicos; reaprovechando argumentos y fragmentos para acortar el proceso de creación– refleja la tensión constante del imperativo de la escritura como medio de vida, desconocida para otros escritores de elite60. La ingénita volubilidad de la fama, por otra parte, le demos-

59 Felipe ABAD LEÓN: «Notas genealógicas y posición económica familiar de Bretón de los Herreros», Berceo, 92 (1977), pp. 73-95; Gracia GÓMEZ URDÁÑEZ: «La dimensión política de Bretón de los Herreros...». 60 Las 103 obras de teatro originales, 64 traducciones y 10 refundiciones, las 387 poesías, los más de 300 artículos de crítica literaria y muchos más de otros asuntos, se concen-

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tró que hacía bien en verse como un «pecador, que no he nacido hijo de un Duque»61. Noble de nacimiento, el titulado marqués de Molins estaba lejos de comprender el politicismo de la obra de su, por otra parte, cercano amigo. No sólo su decidida adscripción al Partido Conservador le dificultaba entender como político el discurso de quien no demostraba similar grado de identificación partidista, sino que su elitismo le impedía ver cuánto o qué tipo de liberalismo era éste que venía desde abajo y no se instauraba desde arriba a golpe de decreto, Parlamento, Gobierno o sable. Es bien expresivo en este sentido que considerase a esos tipos del teatro de Bretón –»el honrado elector D. Benigno, el candidato D. Joaquín, el periodista D. Agustín, [...]»– carentes de significado político, incapaz de apreciar cómo, desde su «normalidad», retrataban la política liberal infiltrada en la sociedad.

Sentimientos, orden sexual y medianía liberal Como significativo es que, aun alabando la naturalidad de los tipos de Bretón, el marqués de Molins –refiriéndose a la galería de personajes de Marcela y las varias secuelas– sitúe en su medianía social («mesocracia», «clase media», textualmente) el acierto de la lógica cómica de estas obras. De la «docena justa de galanes» («ninguno por cierto tan enamorado como Romeo, tan celoso como Otelo, tan libertino como Don Juan o tan santo como San Crisanto»), sería precisamente su condición social mediana, expresada en costumbres y forma de hablar, lo que constituiría, según la visión de este comentarista, el afortunado mecanismo cómico de la sátira social, que los presenta como hombres incompletos e incluso presuntuosos: aquel nuevo rico que cree que el dinero le da superioridad, aquel oficial de la Guardia Real con don de la palabra, aquel

tran especialmente en periodos de necesidad económica. El listado más completo y los datos, en BRETÓN OROZCO. La actividad de una cuerentena de periódicos se reseña en Patrizia GARELLI: «Introducción» a Manuel BRETÓN DE LOS HERREROS: Artículos de costumbres (edición, introducción y notas de P. Garelli), Madrid, Rubiños-1860, 2000. 61 El comentario sobre los teatros cerrados y la expresión «hijo de un Duque», en ROCA DE TOGORES, pp. 347 y 341 respectivamente.

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otro poeta amartelado...62. Pero el aristócrata biógrafo de Bretón lee condición social donde el autor retrata sentimientos: es la soberbia, la inmodestia, el egoísmo, la impostura, la intención manipuladora lo que convierte a estos conquistadores en anti-tipos, de risible galanura al lado de lo que debe ser un hombre completo. Son sus (des)valores e inclinaciones morales los que dibujan con más fuerza sus caracteres, secundariamente contextualizados en la más cambiante definición socioprofesional. Y, frente a ellos, los héroes resultan perfilados por obra del cincel de los buenos sentimientos –y de las decisiones/acciones a las que éstos conducen–. La generosa y valiente Camila da prueba de su virtud dejándose gobernar por un amor tan cierto y entregado que la mueve a sustituir a su marido en el campo del duelo. Pero también el bondadoso D. Alejo colabora al buen final de la historia guiándose por una confianza en su mujer –a pesar de las engañosas pruebas en contra– que nace del amor fiado y satisfecho. La derrota de la envidia personificada en la prima intrigante, que representa las exigencias formales de la sociedad, da entrada a la verdadera moraleja de la obra, una alabanza del «amor contante y fiel» como fórmula de felicidad por encima de las convenciones colectivas. Sin entenderse como romántico en la acepción más filosóficamente estética del término, Bretón se encontró cómodo explorando las posibilidades que el sentimiento abría como guía moral. Y es la calidad de algunos sentimientos –sinceros, generosos, constantes– lo que diseña el código ético de sus mejores personajes, aquellos que precisamente le permiten imaginar un orden sexual más flexible, autorizador de un reparto relativamente abierto de roles y funciones. El sentimiento le proporcionaría de esta manera una plataforma moral sobre la cual edificar el orden sexual y social en tiempos de mayor libertad. Mediante la escritura, las emociones se convierten ya no sólo en herramientas cognitivas, capaces de auxiliar con su verdad la valoración de otras potencias intelectuales, sino que aportan incluso el eje axial de referencias para la mejor organización moral (social)63.

62 Ibidem, pp. 96-98. 63 Sobre el estudio de las emociones como instrumentos lógicos antes que reacciones irracionales, pueden verse, además de las obras citadas de Rosenwein y Reddy, el trabajo de Joanna BOURKE: «Fear and Anxiety: Writing about Emotion in Modern History»,

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No se trata, por otra parte, de la propuesta de un estilo emocional desbordado y autoreferencial. El entorno, en forma de afanes materiales, necesidades de convivencia, requerimientos sociales, inclinaciones y preferencias personales, ancla este universo de sentimientos al suelo compacto de la realidad cotidiana. Por ello también, los sentimientos de estos héroes de clase media no son exactamente elevados, en el sentido más grandilocuente de la palabra; su generosidad, no impostada, aparece más bien asumida y manifestada con modestia por parte de sus portadores. Así como el marido de Ella es él reflexionaba en voz alta sobre la estupidez que sería reclamar en la sociedad doméstica un mando que no sabe ni disfruta ejercer, la voz del autor sugiere soluciones realistas, acompasadas a las necesidades efectivas y concretas de las personas en la vida matrimonial y social, desde una visión pragmática de la convivencia sexual como un encaje acertado de los caracteres e inclinaciones de los dos esposos. Pensando la vida en comunidad desde aquellos tipos de clase media, que constituían su imaginario social y a quienes se dirigía su pedagogía, le pareció posible convertir los sentimientos –siempre que fueran sinceros– en el pilar moral del orden sexual y familiar, y, por ende, social deseable. Sobre estas bases y en los tiempos relativamente abiertos de los años treinta y primeros cuarenta, el escritor que era Bretón parece más preocupado por las falsas seguridades que proporcionaban las normas sociales heredadas y su trasvase a las que estaban en formación que por las posibles líneas de fuga que cabía imaginar. Sus obras no ofrecían paradigmas definitivamente elaborados en cuanto a las relaciones de género y su concreción matrimonial/familiar; precisamente por ello, sus identidades sexuales presentan apuntes subversivos respecto a las definiciones normativas de feminidad y masculinidad en formación. No es extraño que tipos femeninos tan potentes como aquellos a los que el autor concedía la autonomía de sujetos pensantes y actuantes fueran vistos con recelo por parte de la crítica literaria oficial (masculina), que prefirió

History Workshop Journal, 55 (2003), pp. 111-133, y la reflexión historiográfica de María TAUSIET / James S. AMELANG: «Introducción. Las emociones en la historia», en María TAUSIET / James S. AMELANG (eds.): Accidentes del alma. Las emociones en la Edad Moderna, Madrid, Abada, 2009, pp. 7-31.

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frivolizarlos64. Pero también cabe pensar que sus dudas sobre una masculinidad alternativa serían motivo de más incierta desazón para otros observadores, crecientemente preocupados desde muy distintas perspectivas por el debilitamiento del varón (y su encarnación como cuerpo social y nacional). Desde la perspectiva política de un Narváez, en momentos de conflicto que exigían las más aguerridas cualidades de una hombría concebida en términos marciales, los «poetas» como Bretón podían ser comparados –despectivamente– con teatral (El Museo Literario, 7, 17 de los ruiseñores, aves de bello Escena febrero de 1866). canto pero huidizas y poco atrevidas. Así lo recuerda en su biografía el marqués de Molins al relatar los episodios revolucionarios de 1848, aprobando incluso, con su puntual desacuerdo, la confrontación entre las figuras varoniles del soldado y el escritor. El gobierno Narváez, del que Molins formaba parte, vigilaba estrechamente las calles de Madrid ante el anuncio de revueltas, y tanto el jefe del ejecutivo como su ministro de Marina las recorrían personalmente a caballo. En un momento de aparente tranquilidad justo antes del estallido de la contienda, la buena sociedad, que se había mostrado timorata en

64 Según Gil de Zárate, los tipos femeninos de Bretón eran «errados» porque propendían a la frivolidad; así la Marcela representaría una concepción de la mujer «fina, amable, virtuosa, pero poco sensible, con escaso corazón y algo coqueta; que se posee y se recela de los hombres...», Antonio GIL DE ZÁRATE: «Don Manuel Bretón de los Herreros...», pp. 38-39. Según avanzara el siglo, la crítica a las mujeres fuertes –literarias y literatas– aumentaría de agresividad y desarrollaría plurales formas, en María SIERRA: «Frente a politicómanas, sibilas y otras mujeres-hombres: el club masculino de la política liberal» (en prensa).

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los días previos, se animó a salir de paseo en sus calesas y Narváez celebró como síntoma de tranquilidad la presencia de Bretón en una de ellas, porque «los ruiseñores no salen del nido cuando truena». En la conversación entre ambos que reconstruye, Molins saltaría en defensa del honor del amigo poeta, recordando a su jefe que, antes de ser un conocido literato, Bretón había sido un soldado valiente. También se complace en evocar, cuando finalmente se produjo el encuentro armado con los revolucionarios, el abrazo estrecho que mereció de Narváez tras luchar codo con codo contra los insurrectos, aún a caballo ambos, y las palabras con las que le devolvió entonces la metáfora aviaria: «no todos los ruiseñores (yo no me tengo por tal) se meten en el nido cuando truena»65. A partir de los años cincuenta, a la par que se fueron cerrando algunos caminos de exploración literarios –nunca completamente clausurados–, aumentó la producción de una escritura normativa sobre las identidades y las relaciones de género que, aunque tuvo distintos orígenes e intenciones, reforzó conjuntamente la carga prescriptiva de este tipo de discursos. Si desde las diversas familias políticas, ya fueran conservadores, progresistas, republicanos o neocatólicos, con dispares e incluso opuestos argumentos y matices, se insistió en una segregación de espacios que pretendió una imposible separación completa de lo público y lo privado, adjudicando naturalezas y encomendando tareas esencialmente propias a varones y mujeres, también desde otras agencias de opinión, como la Iglesia o los científicos, se diseñó con recursos plurales un modelo de mujer-madre que condicionaba por distintas vías el destino y el sentido del género femenino. La «naturaleza» de la mujer, construida con múltiples materiales culturales, iba teniendo contornos cada vez más precisos, severos y represores66. La apoteosis de la ideología de la domesticidad

65 ROCA DE TOGORES, pp. 401 y 413, respectivamente. 66 Según ha sido estudiado para España, entre otras, por Guadalupe GÓMEZ-FERRER: «Las limitaciones del liberalismo en España: El Ángel del Hogar», en Antiguo Régimen y liberalismo. Homenaje a Miguel Artola, III, Madrid, Alianza / Universidad Autónoma de Madrid, 1995, pp. 515-532; Mary NASH: «Identidad cultural de género, discurso de la domesticidad y la definición del trabajo de las mujeres en la España del siglo XIX», en Geneviève FRAISSE / Michelle PERROT (dirs.): Historia de las mujeres. El siglo XIX, Madrid, Taurus, 1993, pp. 585-597; Nerea ARESTI: «El ángel del hogar y sus demonios. Ciencia, religión y género en la España del siglo XIX», Historia Contemporánea,

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durante la segunda mitad del siglo XIX no implicaba la unicidad de discursos, pero sí dificultó la generación de posibilidades menos reglamentadas como las ideadas en momentos más abiertos. Así, tres décadas después del estreno de Ella es él, Ventura Ruiz Aguilera escribió para la obra colectiva Las españolas pintadas por los españoles un artículo con el mismo tíEscena caricaturesca de un hombre disfrazado de tulo pero con muy opuesto mujer para una representación (El Fénix, 35, sentido: la inversión de los 29 de mayo de 1846). roles domésticos derivaba aquí en la degeneración de las naturalezas femenina y masculina, en la pérdida de las identidades sexuales y, consecuentemente, en el desorden y la anarquía social67. Sin embargo, la hegemonía de determinados modelos normativos de feminidad y masculinidad no debe ocultar que existieron otros recorridos: se trazaron otras rutas que, no sólo fueron enunciadas, sino que también pudieron tener algún alcance social. En una de estas esquinas ciegas (crueldades del lenguaje) Bretón de los Hereros, un autor involucrado por inclinación política y éxito de público en la sociedad que se estaba construyendo, imaginó posible casar liberalismo político, entendido como un marco flexible de libertad de expresión y ausencia de despotismo, con un pacto sexual menos

21 (2000), pp. 363-394; María Cruz ROMEO MATEO: «Destinos de mujer. Esfera pública y políticos liberales», en Isabel MORANT (dir.): Historia de las mujeres en España y América Latina. III: Del siglo XIX a los umbrales del XX, Madrid, Cátedra, 2006, pp. 61-83; Mónica BURGUERA: «Las fronteras políticas de la mujer de ‘clase media’ en la cultura política del liberalismo respetable (Madrid, 1837-1843)», Ayer, 78 (2010), pp. 117-141; Gloria ESPIGADO: «El discurso republicano sobre la mujer en el Sexenio Democrático, 1868-1874: los límites de la modernidad», Ayer, 78 (2010), pp. 143168; Florencia PEYROU: «Familia y política. Masculinidad y feminidad en el discurso democrático isabelino», Historia y Política, 25 (2011), pp. 149-174. 67 La idea y la cita, en María Cruz ROMEO MATEO: «Domesticidad y política...».

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discriminatorio para la mujer y menos rígido para el hombre que aquel otro de matriz roussoniana y plural colmatación cultural de más extenso imperio. Una cultura política genéricamente liberal, una identidad social que le llevó a sentirse «pueblo» aún desde un oficio tan elitista como el de escritor, y el aprendizaje sentimental adquirido en foros generacionalmente compartidos pero también en experiencias singularmente privadas, le permitieron explorar unos modelos de género más abiertos y proponerlos al amplio público de sus comedias. En este orden sexual y en su encarnación matrimonial, los individuos quedaron autorizados para moverse a través de unos patrones de feminidad y masculinidad que no eran unívocos: si una mujer podía ser una auténtica (y buena) mujer siendo poderosa, un hombre podía también ser un verdadero (y buen) hombre siendo sumiso. En la segunda mitad del siglo XIX, el régimen liberal español se iría cerrando sobre sí mismo a la par que el discurso en torno a las identidades sexuales se hacía más imperiosamente normativo. En un ejercicio de canibalismo biográfico, la labor de Bretón quedó contada, alabada y fagocitada por la escritura del marqués de Molins, cuya propia biografía, a su vez, es en sí misma un relato detallado de los fundamentos y modos de ese giro conservador del liberalismo español. Según este y otros testimonios, cuando Bretón de los Herreros murió a los 78 años llevaba ya varios convertido en un misántropo de consideración: triste final para alguien que había apreciado tanto la condición humana como para bromear seEntierro de Manuel Bretón de los Herreros, en noriamente con ella. viembre de 1873, en Madrid.

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Libretos de Bretón de los Herreros

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Nota editorial Los textos de las dos obras de Manuel Bretón de los Herreros que aquí se reproducen, Un novio a pedir de boca (edición de M.D., Madrid, imprenta de J. Repullés, 1845) y Ella es él (edición de M.P. Delgado, Madrid, imprenta de C. López, 1849), se han tomado de los libretos publicados en la Galería Dramática. Colección de las mejores obras del teatro antiguo y moderno español y del extranjero. Ambas ediciones se realizaron con un gran cuidado tipográfico. Se ha actualizado el uso de la ‘g’ y la ‘j’, de la ‘s’ y la ‘x’, así como la acentuación para facilitar la comprensión del texto. La puntuación se ha mantenido casi en su integridad, incluido el aparente abuso del punto y coma, a fin de respetar el ritmo de la obra: se ha considerado que el autor diferenció las pausas más breves, con comas, de unas pausas también breves, pero algo más marcadas, que indicó con punto y coma. Las pocas erratas advertidas se han subsanado; pero se han mantenido, obviamente, los vulgarismos con los que caracteriza el autor a algunos personajes o la redacción peculiar de algunas palabras que no parecen error tipográfico sino giros intencionadamente utilizados.

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Un novio a pedir de boca Comedia en tres actos por

don Manuel Bretón de los Herreros [Estrenada en el teatro del Príncipe el 23 de abril de 1843]

Editor M.D. Madrid Imprenta de D. José Repullés Diciembre de 1845

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PERSONAS

ACTORES

LUISA ...............................................Doña Matilde Díez MARCELINA ......................................Doña Gerónima Llorente DON CELESTINO ...............................Don Julián Romea DON DIEGO .....................................Don Florencio Romea DON MIGUEL ...................................Don Pedro Niceto Sobrado DON JORGE ......................................Don Antonio de Guzmán ANTONIO..........................................Don Mariano Fernández La acción pasa en Madrid. Sala en piso bajo. Puerta en el foro y cerca de ella un biombo; otra lateral a la izquierda del actor, y otra y una reja a la derecha.

Esta Comedia, que pertenece a la Galería Dramática, es propiedad del Editor de los teatros moderno, antiguo español y extranjero; quien perseguirá ante la ley al que sin su permiso la reimprima o represente en algún teatro del reino o en alguna Sociedad de las formadas por acciones, suscripciones o cualquiera otra contribución pecuniaria, sea cual fuere su denominación, con arreglo a lo prevenido en las Reales órdenes de 5 de mayo de 1837, 8 de abril de 1839 y 4 de marzo de 1844, relativas a la propiedad de las obras dramáticas.

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Acto primero  ESCENA PRIMERA  MARCELINA, DON DIEGO

D. DIEGO

Con que, ¿salió tu señora?

MARCELINA

Sí, señor.

D. DIEGO

¿Adónde fue?

MARCELINA

A misa. No tardará, que está cerca San Ginés.

D. DIEGO

Pues arrellanado en esta butaca la esperaré. (Se sienta.)

MARCELINA

¿Qué tal? ¿Hizo usted progresos en el concierto de ayer?

D. DIEGO

Sin vanidad, me parece, que Luisa me quiere bien; y aunque tengo dos rivales...

MARCELINA

Sí; don Jorge y don Miguel.

D. DIEGO

Espero que la guirnalda de amor corone mi sien si se pronuncia esa bella por alguno de los tres. A fe de Diego Santurce, bien puedo, sin pretender del otro lindo don Diego representar el papel, bien puedo yo competir con los dos...

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MARCELINA

¡Toma! y con diez; que ese garbo y ese talle y esa boquita de miel...

D. DIEGO

¡Bah! Lisonja...

MARCELINA

No es lisonja. De el Barquillo a el Avapiés no hay en Madrid un galán con más gracia y más aquel.

D. DIEGO

¡Oiga! ¿Seré tan dichoso que haya conquistado...

MARCELINA

¿A quién? ¿A una pobre ama de llaves con más años que Noé? ¡Brava conquista sería para el gallardo doncel acostumbrado a trofeos más ilustres y más...

D. DIEGO

¡Pché!... Yo no lo atribuyo todo a mi mérito. —Tal vez mi buena estrella... Ello es cierto que tengo yo un no sé qué... y que ignoro todavía lo que es llorar un desdén.

MARCELINA

Tal era cuando Dios quiso mi difunto Bernabé. ¡Y qué majo! Fue barbero, mas parecía un marqués. Usted le da un aire...

D. DIEGO

¿Cómo!...

MARCELINA

Sí, señor...

D. DIEGO

No puede ser. (¡Parecerme yo a un barbero!)

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El no tenía la tez tan fina, ni esa elegancia, pero las faiciones... ¡Eh!...

D. DIEGO MARCELINA

Y hasta el caraiter del genio...

D. DIEGO

Bien; sí. —Dejemos...

MARCELINA

También las enamoraba a todas, pero a ninguna era fiel.

D. DIEGO

Esa fue siempre mi máxima, que aunque soy hombre, y de prez, tomo para mí el consejo del poeta cordobés: «Guarda corderos. Zagala; Zagala no guardes fe.»

MARCELINA

¿Sí? Eso hacia mi zagal que descanse en paz, amén pero ¿quién puede decir de esta agua no beberé? El que a tantas cautivó cayó por fin en mi red, y paró todo su orgullo apenas pasado un mes...

D. DIEGO

¿En qué?

MARCELINA

En que fue mi marido, porque yo fui...

D. DIEGO

Su mujer.

MARCELINA

Y se morían de envidia las...

D. DIEGO

Norabuena. —¿Y después? Ya no guardaba corderos, que el corderillo era él.

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Mas ¡ay, qué poco duró mi buena dicha! D. DIEGO

¿Por qué? ¿Probó mal a Marcelina el nuevo estado?

MARCELINA

Al revés. En cuatro días me puse rolliza como un tonel, que siempre he tenido yo buen temperamento y buen... Pero mi hombre murió tísico en el año dieciséis.

D. DIEGO

¡Ya ha llovido desde entonces!

MARCELINA

¡Tantos años de viudez!

D. DIEGO

Mas todo lo cura el tiempo...

MARCELINA

No, que tuve mucha ley al difunto.

D. DIEGO

Quizá más de la que era menester.— Y volviendo a mi negocio, que ya me parece que es mucha razón, a tu influjo me recomiendo otra vez.

MARCELINA

Crea usted, señor don Diego, que haré lodo lo que esté de mi parte; pero mi ama se acuerda de su primer marido, con quien pasó una vida muy cruel, y tiembla la pobrecita si la hablan de contraer segundas nupcias. ¡Es que era el tal don Cosme un Luzbel

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encarnado! Por fortuna salió pronto con los pies por delante al cimenterio, porque de la mesma hiel de su alma en salvo la parte se le formó una pared, y subiendo los vapores del estómago a la nuez, y de la nuez al celebro, y del celebro... D. DIEGO

Ya sé. Murió.

MARCELINA

La pobre muchacha quedó entonces como el pez en el agua; y como dice el adagio...

D. DIEGO

Ya; sí. El buey...

MARCELINA D. DIEGO

Sí.

MARCELINA

El buey suelto bien se lame, y el gato escaldado...

D. DIEGO

Pues.

MARCELINA

Y tiene, amén de la escama, muchísima de la altivez, no conviene por ahora apretar mucho el cordel.

D. DIEGO

¿Pero qué dice de mí? ¿Me mira con interés?

MARCELINA

Creo que sí; mas con todo y no estante... Como usted no la ha hablado todavía de casaca..., ya se ve...

Un novio a pedir de boca

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D. DIEGO

A eso vengo justamente.— Dirán que hago una sandez, más tres mil duros de renta... (Suena dentro una campanilla.)

MARCELINA

Digo! No son de perder. (Levantándose.) Alguien entra... ¿Será Luisa?

MARCELINA

No es ella, que es don Miguel.

 ESCENA II  DON DIEGO, MARCELINA, DON MIGUEL

D. MIGUEL

¡Oh Diego! ¡Tú por aquí! (A Marcelina.) ¿Mi señora doña Luisa...

MARCELINA

Ha salido.

D. MIGUEL MARCELINA D. MIGUEL

D. DIEGO

¿Adónde? A misa. Ya. (A don Diego.) Tú la esperabas... Sí.

D. MIGUEL

Si traes negocio..., no trato de estorbarte...

D. DIEGO

No, a fe mía. Por hacer tiempo venía...

D. MIGUEL

Y yo por pasar el rato.

D. DIEGO

Vamos; yo sé que la viuda no te disgusta.

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D. MIGUEL

No tal; ni a ti te parece mal.

D. DIEGO

No; pero...

D. MIGUEL

Es claro... No hay duda.

D. DIEGO D. MIGUEL

Tú no me hablas como amigo.

D. DIEGO

Tú no me hablas con franqueza.

D. MIGUEL

Te cautiva su belleza.

D. DIEGO

Tú la amas.

D. MIGUEL

Digo...

D. DIEGO

Te digo... La trato con amistad; es discreta, amable, bella...; ¡pero renunciar por ella a mi dulce libertad...

D. MIGUEL

Yo no la miro con tedio, pero nunca pretendí... Ya se ve; como creí que estabas tú de por medio...

D. DIEGO

¿Soy tan temible enemigo?

D. MIGUEL

¡Jesús! Dios nos libre, amén...

D. DIEGO

No te eches por tierra... ¿Quién

D. MIGUEL competiría contigo? D. DIEGO

¡Bah! no es tanto lo que valgo. Favor que tú me concedes...

MARCELINA

Voy... Mis haciendas... Ustedes llamarán, sí quieren algo. (Vase por la puerta de la izquierda.)

Un novio a pedir de boca

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 ESCENA III  DON DIEGO, DON MIGUEL

D. MIGUEL

Larga es la misa.

D. DIEGO D. MIGUEL D. DIEGO

En efecto. Mucho tarda. Mucho reza.

D. MIGUEL

(¡Ya te entiendo, buena pieza!)

D. DIEGO

(Ya he calado tu proyecto.)

D. MIGUEL

Al salir de la parroquia habrá ido a ver a su tía.

D. DIEGO

Y no vuelve en todo el día si la coge doña Eustoquia.

D. MIGUEL

Y estarnos aquí en el ocio es bobada, a lo que entiendo.

D. DIEGO

Sobre todo, no teniendo que tratar ningún negocio.

D. MIGUEL

Cierto; ningún interés a esperarla nos sujeta.— Dejemos una tarjeta y volveremos después. (Saca una y la pone sobre la mesa.)

D. DIEGO

(Sacando otra y haciendo lo mismo.) Dices bien.

D. MIGUEL

(Cayó en el lazo. Diez minutos... y ya he vuelto.)

D. DIEGO

(¡Perfectamente! Le suelto al volver el esquinazo... y aunque el menguado se forje necia ilusión...) (Suena la campanilla.)

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D. MIGUEL D. DIEGO

Vamos, pues. Llaman... Abren...

D. MIGUEL

¡Ella es!

D. DIEGO D. MIGUEL

¡Ella!

D. JORGE

(A la puerta.) ¡Oiga!

D. DIEGO

¡Calle! ¡Don Jorge!

D. MIGUEL

 ESCENA IV  DON DIEGO, DON MIGUEL, DON JORGE

D. JORGE

El mismo que viste y calza. ¿Es acaso algún asombro que visite yo a una viuda?

D. DIEGO

No, señor, porque nosotros...

D. MIGUEL

Ya se marchaba mi amigo...

D. DIEGO

(Sentándose en la butaca.) Ya he mudado de propósito. Él se retiraba...

D. MIGUEL

(Reclinándose en un sofá.) Cierto; mas no es razón dejar solo a don Jorge.

D. JORGE

Muchas gracias.. y un ladito.

D. MIGUEL

(Haciéndole lado en el sofá.) No me opongo.

D. DIEGO

(Aquí me he de estar perenne hasta que se vayan todos.)

Un novio a pedir de boca

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D. MIGUEL

(Aquí me clavo y veremos cuál de los tres es más plomo.)

D. JORGE

(¡Venir a ver a una hermosa, y encararme con dos tontos!)

D. DIEGO

Es cómoda esta butaca.

D. MIGUEL

Pues ¿y el sofá? Delicioso.

D. JORGE

Señores, yo soy muy franco y no gasto circunloquios. Me parece, caballeros, que tres en la sala somos, y a cada cual de los tres hay dos que le hacen estorbo.

D. DIEGO

¿Por qué?

D. MIGUEL

¿Cómo!...

D. JORGE

Porque yo presumo, y no me equivoco, que ambos a tres, como dijo un quidam que yo conozco, venimos a ventilar el mismísimo negocio.

D. MIGUEL

Comprendo; mas me parece que yerra usted el pronóstico por lo que hace a aquel amigo, porque me ha dicho hace poco que no visita a la viuda con pretensiones de novio.

D. JORGE

Celebro...

D. DIEGO

Y mi amigo caro don Miguel, insigne zorro...

D. MIGUEL

Servidor...

D. JORGE D. DIEGO

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Muy señor mío. Me ha asegurado lo propio.

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D. JORGE

Sea en buen hora mil veces; pues, aunque yo no me ahogo en poca agua, no me pesa en navegar sin escollos. Señores. la linda viuda me ha flechado con sus ojos, y vengo aquí decidido a pedirla en matrimonio, y pues ustedes aspiran sin duda a mayor tesoro, o déjenme libre el campo o den a mi amor apoyo.

D. DIEGO

(Levantándose. Don Miguel y don Jorge hacen lomismo.) ¡Eso no, viven los cielos!

D. MIGUEL

¡Eso no, con mil demonios!

D. JORGE

¡Esta es otra! Pues ¿por qué? si...

D. MIGUEL

¡Yo la amo!

D. DIEGO

¡Yo la adoro! Y... ni al lucero del alba...

D. MIGUEL

Y mi rival no es mi prójimo.

D. JORGE

¿Pues no dijo usted...

D. MIGUEL

Entonces quería hablar con rebozo. Ahora digo lo que siento.

D. JORGE

¿Y usted...

D. DIEGO

Lo mismo respondo.

D. JORGE

¿Pero viene usted con ánimo de ofrecer mano de esposo a la viuda, como yo?

D. DIEGO

Sí.

Un novio a pedir de boca

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D. MIGUEL D. JORGE

Y como yo. Pues con todos no se ha de casar. Es claro.

D. DIEGO D. MIGUEL D. JORGE D. DIEGO D. MIGUEL

Es evidente. Es notorio. Y yo no cedo a ninguno su mano. Pues yo tampoco.

D. JORGE

Yo no sufro ancas de nadie; y así, resuelvan el plomo u el acero esta cuestión, y el que quede victorioso de los tres, ese se lleve la alhaja.

D. DIEGO

Bien; estoy pronto.

D. MIGUEL

Alto, señores, que estamos procediendo como locos. Ella es quien debe fallar; no tú, ni yo, ni este socio. ¿Qué sirve que de los tres vayamos un par al hoyo si el que venza y sobreviva no se ha de comer el bollo? Aquí estamos disputando ese vellocino de oro sin haberle todavía conquistado; pues supongo que ninguno está seguro de desbancar a los otros.

D. DIEGO

No, que ella me ha dado pruebas en más de un dulce coloquio...

[ 76 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. JORGE

Ella me distingue mucho, y cuando se trate a fondo...

D. MIGUEL

Sí; castillos en el aire haremos a nuestro antojo los tres; pero ¿quién da crédito a su rival? Algún bobo. El mejor medio será hacer lo que yo propongo para que nadie se llame engañado.

D. DIEGO

¿A ver? Di...

D. JORGE

¿Cómo...

D. MIGUEL

Que cada cual por su turno se ofrezca al grato consorcio y los otros dos escuchen ocultos tras del biombo lo que responda la viuda, y aunque les lleve el demonio los que sufran calabazas dejen en paz al dichoso.

D. DIEGO

(Me preferirá; ¡preciso!, porque soy el mejor mozo.)

D. JORGE

(Mi victoria es infalible. ¿Quiénes son esos piojosos para entrar en parangón con mi pingüe patrimonio?)

D. MIGUEL

(En mi mágica elocuencia fundo mi lauro y su oprobio.) Ea, ¿qué dicen ustedes?

D. JORGE

Que apruebo.

D. DIEGO D. JORGE

Un novio a pedir de boca

Que me conformo ¿Y quién ha de hablar primero?

[ 77 ]

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D. DIEGO

La preferencia me apropio, que yo vine antes que ustedes.

D. JORGE

¿Y qué? Yo no reconozco privilegios exclusivos.

D. DIEGO

Pero si yo...

D. JORGE

Todos somos iguales ante... la viuda.

D. MIGUEL

Pues hablar los tres en coro, no puede ser. Pues la suerte

D. DIEGO lo decida.

Bien.

D. JORGE D. MIGUEL

Apoyo.

D. DIEGO

Al año de la moneda. (Sacando una y escondiéndola en el puño.) Quede el último del corro el primero que no acierte.

D. MIGUEL

Corriente; y, del mismo modo, los dos restantes serán primero y segundo tomo.

D. DIEGO

(A don Jorge.) Pida usted. ¿Pares, o nones?

D. JORGE

Yo no.— Pida usted, pimpollo.

D. MIGUEL

¿Qué más da...

D. DIEGO

¿Pares, o...

D. MIGUEL

Pares.

D. DIEGO

(Mostrando la moneda y leyendo.) ¡Mil ochocientos diez y ocho!

D. MIGUEL

Perdiste.

D. JORGE

Del mal, el menos. Dicen que el último mono es el que se ahoga.

[ 78 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. MIGUEL

D. JORGE

(Con otra moneda en el puño.) ¿Pares, o nones? ¿Qué diré...! ¡Pronto!

D. MIGUEL D. JORGE

Pues... ¡nones!

D. MIGUEL

(Leyendo.) ¡Mil setecientos noventa.

D. JORGE D. MIGUEL

(Mirando la moneda.) ¿Y? Punto redondo.

D. JORGE

Es verdad. (Soy el segundo; mas no temo a ese baboso. Él la dirá mil lisonjas pero el dinero es lo sólido.)

D. MIGUEL

No sé si aplauda mi suerte o la mire de reojo, señores, pues el primero a los desaires me expongo de Luisa , y si me desahucia será mayor mi sonrojo.

D. DIEGO

Aunque postrero en el número mi esperanza no abandono. Nunca llega tarde un hombre como yo.

D. JORGE

(¡Necio de a folio...!)

D. DIEGO

Todo será uno; pedirla su mano, y decir: otorgo.

D. MIGUEL

¡Buen provecho al vencedor!

D. JORGE

(Si no soy yo, como al tordo los perdigones.) ¡Amén!

Un novio a pedir de boca

[ 79 ]

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D. DIEGO

Ya se ha dicho, y es ocioso repetirlo.

D. MIGUEL

Ahora conviene que prevengamos a Antonio y a Marcelina...

D. DIEGO

Entendido. Para asegurar el logro de la empresa es menester que ignore Luisa...

D. MIGUEL

Yo corro a advertírselo al criado. (Vase por la derecha del foro y vuelve pocos momen tos después.)

D. DIEGO

Yo a la vieja. (Vase por la puerta de la izquierda y tarda pocos instantes en volver.)

D. JORGE

Vamos; rompo mis libros si la viudita no me prefiere. Fenómeno sería, desconocido en los anales del globo, si en la lid que se prepara fuera menos poderoso el fuego de mis talegas que el humo de sus piropos.

D. DIEGO

No dirá esta boca es mía.

D. MIGUEL

Será ciego, mudo y sordo.— Con que, en viniendo la viuda.. (Suena la campanilla.)

D. JORGE

Llaman...

D. DIEGO D. MIGUEL

[ 80 ]

¡Es ella!... ¡Al biombo!

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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(Don Diego y don Jorge se esconden en el biombo, que estará colocado de modo que puedan ser vistos del público y no de Luisa.)

 ESCENA V  LUISA, DON MIGUEL, DON DIEGO, DON JORGE

D. MIGUEL

(¡Ánimo! Llegó la hora de la prueba. Seme fiel, elocuencia seductora...)

LUISA

(Entrando.) ¡Aquí el señor don Miguel!

D. MIGUEL

Beso a usted los pies, señora.

LUISA

¿Ha mucho que usted me espera?

D. MIGUEL

Mucho para quien padece cuando espera... y desespera; poco si amor considera lo mucho que usted merece.

LUISA

Ya empieza la adulación.

D. MIGUEL

Si lo toma usted a agravio la pido humilde perdón; mas ¿no ha de decir el labio lo que siente el corazón?

LUISA

Galán que tanto me alaba más me alegra que me irrita, y antes viniera a la cita a saber que me esperaba tan agradable visita.

D. DIEGO

(Asomando por el biombo con don Jorge.) (¡Mal!)

D. JORGE LUISA

Un novio a pedir de boca

(¡Muy mal!) (Sentándose.)

[ 81 ]

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¿Tenía usté que decirme algo... D. MIGUEL

Sí tal, que no sin causa esperé...

LUISA

Pero ¿qué hace usted de pie? Tome asiento.

(Se sienta don Miguel.) D. JORGE

(¡Mal!) (¡Muy mal!)

D. DIEGO LUISA

Si es secreto. no hay aquí persona que nos estorbe.

D. MIGUEL

Eso es lo de menos.

LUISA

¿Sí?

D. MIGUEL

Gloria fuera para mí que me oyese todo el orbe.

LUISA

Pero si el asunto es serio...

D. MIGUEL

Para quien goza el imperio de tan divina beldad es ventura la humildad, es orgullo el cautiverio. Solo temo tus enojos; no del mundo los sonrojos; porque ¿qué labio blasfemo me culpará si me quemo en la lumbre de tus ojos? Para mirarte con calma y no ver en tu sonrisa de amor el trono y la palma, es fuerza ser ciego, Luisa, o tener de estuco el alma.

LUISA

Y es preciso ser de palo para mostrar ceño adusto

[ 82 ]

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cuando el oído regalo con llores de tanto gusto. D. MIGUEL D. DIEGO

¡Oh Luisa...! (¡Malo!)

D. JORGE

(¡Muy malo!)

D. MIGUEL

Días ha que el alma lidia con el fuego en que me inflamas.

D. JORGE

(¡Hum... me enfada!)

D. DIEGO

(¡Hum... me fastidia!)

LUISA

Si lo oyesen otras damas se morirían de envidia.

D. MIGUEL

¿Envidia las damas? No. Ni lo espero, ni las nombres. No soy digno...

LUISA

Sí tal.

D. MIGUEL

¡Oh! más dichoso fuera yo con la envidia de los hombres.

LUISA

Pero, señor don Miguel, diga usted, por vida mía: esas palabras de miel ¿las dicta cariño fiel o cortés galantería?

D. MIGUEL

Amor, bien lo sabe Dios; mas si mi amor temerario ofende a usted; si los dos...

LUISA

¿A mi ofenderme? Al contrario.

D. DIEGO

(¡Voto a sanes!...)

D. JORGE D. MIGUEL

Un novio a pedir de boca

(¡Voto a bríos!...) ¡Oh palabra que me inunda en un lago de delicias!

[ 83 ]

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Mañana dulce coyunda de mil placeres fecunda... ¡Albricias, amor, albricias! LUISA

¿Coyunda! ¿Habla usted formal? Que usted me quiera..., tal cual; ya he dicho que no me pesa; pero mi mano... Ya es esa harina de otro costal.

D. DIEGO

(¡Bien!)

D. JORGE

(¡Bien!)

D. DIEGO

(¡Respiro!)

D. JORGE

(¡Respiro!)

D. MIGUEL

Con que ¿soñaba el Edén, y a inesperado desdén... ya condenado me miro...

LUISA

Yo siento...

D. JORGE

(¡Muy bien!)

D. DIEGO LUISA

D. MIGUEL

(¡Muy bien!) Ame usted, que no es esclavo, a quien valga más que yo. Un clavo saca otro clavo, y si yo digo que no, otra... ¡Luisa!...

D. DIEGO

(¡Bravo!)

D. JORGE

(¡Bravo!)

D. MIGUEL

¡Usted mi mano desprecia!

LUISA

No señor; de ningún modo, que sería yo muy necia...

D. MIGUEL

¡Usted me echa por el lodo!

D. DIEGO

(¡Qué golpe!)

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GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. JORGE LUISA

(¡Qué peripecia!) Quéjese usted si después por otro hombre me intereso. No es esto desprecio; esto es... querer ser viuda.

(Don Miguel se levanta.) D. DIEGO

D. JORGE D. DIEGO

(Aparte con don Jorge.) Dice eso por decir algo. ¡Pues! ¡Pues!

D. MIGUEL

¡Viuda, y con tal perfección digna de corona y solio! No, que esa resolución, si en otras resignación, fuera en usted... monopolio. ¿Quién el mundo desampara sin cumplir los veintidós? No sea usted tan avara... Para algo ha criado Dios los hechizos de esa cara.

LUISA

Bien puede ser que algún día cansada de mi manía me case segunda vez. Por ahora, todavía no me cansa la viudez. Como estaba poco ducho, mi primer amor fue loco; mas ya a la prudencia escucho, y si ayer lo pensé poco hoy quiero pensarlo mucho; y pues —¡con harto pesar lo digo! —no es don Miguel

Un novio a pedir de boca

[ 85 ]

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quien me llevará al altar, ni he de ser dama de aquel con quien no me he de casar...— Ruego a usted que me permita no sacar la consecuencia; y si me hace otra visita, que no haya reincidencia... D. DIEGO

(¡Bendita seas!) (¡Bendita!)

D. JORGE D. MIGUEL

Yo... (El despecho me devora.)

LUISA

Por eso...

D. MIGUEL LUISA D. MIGUEL

(¡Perdí el albur!) No me prive usted ahora de su amistad. No, señora... A los pies de usted.

LUISA

Abur.

(Vase don Miguel por la puerta del foro, Luisa se levanta.) Amoscado va. Sin duda no esperaba errar el golpe, pero... D. JORGE

(Saliendo del biombo y ocultándose don Diego.) A mí me toca ahora.

LUISA

¿Qué es esto, señor don Jorge?

(Don Miguel vuelve de puntillas y entra en el biombo sin que Luisa le vea.) D. JORGE

[ 86 ]

Esto es, señora, que yo..., ruego a usted que me perdone, como hoy es día de audiencia, venía... Pero aquel joven se adelantó, y recordando

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lo de el onceno, no estorbes, no he querido interrumpirle, y detrás de ese armatoste con la paciencia de un santo le he dejado que desfogue. LUISA

Esta casa es muy de usted, mas no tanto que se tome la libertad de ocultarse para oír conversaciones que no le atañen.

D. DIEGO

(Asomando la cabeza.) (¡Bien!)

D. MIGUEL

(Haciendo lo mismo.) (¡Bien!)

D. JORGE

Señora, si usted me oye con indulgencia, verá que no me faltan razones... En primer lugar, el otro y yo estábamos acordes...

LUISA

Con que ¿esto ha sido una especie de conspiración? Tan doble proceder...

D. JORGE

Él lo propuso. Quedamos los dos conformes... Bien; basta.

D. JORGE

Yo, que me precio de proceder como noble hasta con mis enemigos, juré por los doce apóstoles retirarme resignado sin decir oste ni moste si los que él llora desdenes hubieran sido favores.

Un novio a pedir de boca

[ 87 ]

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Si aun así la agravia a usted quien por modestia se esconde, sírvanme de penitencia las angustias, los sudores que pasé mientras temí la victoria de aquel drope. LUISA

¿De veras? Mucho agradezco la inquietud... (¡Diantre!)

D. DIEGO

(¡Demontre!)

D. MIGUEL D. JORGE

Gracias.— ¡Oh! créalo usted; temblaba como el azogue; que si bien no es muy temible adversario tan mediocre...

D. MIGUEL

(Entre dientes.) ¡Necio...

D. DIEGO

(Al oído.) ¡Calla!

D. JORGE

El ser usted, que todos lo reconocen, graciosa como unas mialmas, y linda como unas flores, y el tener una docena de galanes que la ronden, no impedía, —pues las damas nunca aciertan cuando escogen—, que se decidiera usted por el peor de los doce.

D. MIGUEL

¡Hum... ¡Chist!...

D. DIEGO

¡Qué gracia! ¡Qué chispa!

LUISA D. DIEGO

[ 88 ]

¡Hum...

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. MIGUEL

¡Chist...

LUISA

¡Es usted el hombre más divertido...!

D. JORGE

¿Qué mucho si me inspiran esos soles...

LUISA

No mas lisonjas, por Dios, que me salen los colores.

D. MIGUEL

(¡Em... malo!...) ¡Ah divina...

D. JORGE D. DIEGO

(¡Em... malo!)

D. JORGE

Por dicha , al cabo y al postre, le dio usted su merecido.— Recémosle un Pater noster.

D. MIGUEL

(¡Brr!...)

LUISA

Su merecido, no; que don Miguel tiene dotes apreciables... (¡Ah!...)

D. MIGUEL D. JORGE

Sí; usted, que es dulce como el arrope, disimula, satisfecha con dejarle a buenas noches, sus defectos; mas yo digo que tiene muchos y enormes.

LUISA

¿Cuáles?

D. JORGE

En primer lugar, no tiene un real, ni de dónde le venga.

D. MIGUEL D. JORGE

Un novio a pedir de boca

(¡Aleve!...) En segundo... Pero con decir que es pobre

[ 89 ]

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lo he dicho todo.— Ahora bien, yo no sé hilvanar primores retóricos, pero esquilmo en mis viñas y en mis trojes vino para toda Europa, trigo para todo el orbe. Mi padre fue proveedor del ejército del norte y luego empleado en eso de amortización... ¿Eh? Con que... ¡Digo, ¿si tendrá el riñón bien cubierto! Y no hay más prole que yo, que si no presumo de ser bello como Adonis, por donde otros se pasean... a pie, me paseo... ¡en coche! Ea pues; ¿se hace negocio? ¿Quiere usted ser mi consorte? LUISA

Señor don Jorge, confieso que a tales proposiciones es difícil resistir, que hay en los tiempos que corren pocas Dafnes para Apolo, muchas Dánaes para Jove.

D. DIEGO

(¡Él triunfa!) (¡Él triunfa!)

D. MIGUEL

(¡Yo triunfo!)

D. JORGE LUISA D. MIGUEL LUISA

[ 90 ]

Pero... (¡Hay pero!) El mismo molde no nos ha vaciado a todas. Si otras, menguando su nombre, como fincas nacionales

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convidan licitadores, yo, sin pretender por eso tener el alma de bronce, soy demasiado orgullosa para sufrir que me compren. D. DIEGO

(¡Bien! Ya no tengo rivales.)

D. MIGUEL

(Esto alivia mis dolores.)

D. JORGE

Me he quedado. vive Dios, como quien mira visiones. ¡Despreciar a un millonario, A un... ¡Como quien dice a un Róschild... Mírelo usted bien, señora. Mire usted que no se coge tan fácilmente una ganga como esta. Sea usted dócil...

LUISA

¡Qué porfía! ¿Dará usted lugar a que me incomode...

D. JORGE

No, señora... Y yo tampoco. (¡Me colgaría de un roble!) De gustos no hay nada escrito Si usted me dice que nones, allá se las haya. Usted pierde más que yo.

(Luisa se ríe.) D. DIEGO D. MIGUEL D. JORGE

(¡Alcornoque!) (¡Bárbaro!) ¿Ríe usted? ¡Bueno!

LUISA

Pues ¿qué quiere usted? ¿Que llore, oyendo tantas lindezas?

D. JORGE

Entiendo. Soy yo muy torpe para enamorar a damas tan... ¡Abur! ¡Que usted la goce... Pero si usted me desdeña,

Un novio a pedir de boca

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otras mil habrá en la corte que se darán con un canto... (¡Estoy echando los bofes!) Y escogeré entre ellas como entre peras o melones... Y si aquí no encuentro novia mandaré por una a Londres. (Yéndose.) (Si ahora prefiere a don Diego va a haber camorra y desorden) LUISA

(Don Jorge es un animal algo parecido al hombre.)

D. DIEGO

(Saliendo del biombo.) ¡Luisa!...

LUISA

¿Qué veo!

D. DIEGO

¡Alma mía!... ¡Luisita!...

LUISA

¡Otra misa sale!

(Don Jorge vuelve de puntillas y entra de nuevo en el biombo.) D. DIEGO

No hay placer que al mío iguale...

LUISA

¿También usted se escondía?

D. DIEGO

Sí, hermosa.

LUISA

¡Tanta tramoya... Ese biombo..., diga usté, ¿es el arca de Noé? ¿Es el caballo de troya? ¡Es mucha ridiculez... ¿A ver? Salgan de su centro todos los que se hallen dentro y acabemos de una vez. (Abre el biombo y vuelven a la escena don Miguel y don Jorge.)

[ 92 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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¡Don Miguel... ¡Don Jorge... D. MIGUEL

¡Luisa!...

LUISA

¿ Qué impertinente y grosero desacato es este? — Pero mejor es lomarlo a risa.

D. MIGUEL

Fue convenio de los tres para averiguar así quién era el dichoso... Sí.

D. DIEGO D. MIGUEL

Si alguno ha de serlo.

D. JORGE

Pues. Yo espero el tercer naufragio, no obstante mis arrechuchos; porque, al cabo, mal de muchos... Ya sabe usted el adagio.

LUISA

Mas —¡por la Virgen, señores!— ¿es mi mano bancarrota, que contra mí se alborota tal concurso de acreedores?

D. DIEGO

Suyo, no mío, es el yerro si mis rivales ahora no saben hacer, señora, el silogismo del perro.— El perro, animal tan fino en cuanto a vista y nariz. y de instinto tan feliz, pierde a su amo en un camino. Prosigue con interés por dicho camino el viaje hasta que llega a un paraje donde se divide en tres. Huele con suma eficacia su inteligencia perruna

Un novio a pedir de boca

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de las tres sendas la una; la de en medio, verbi gracia. No rastrea allí la pista a corto ni a largo trecho, y hacia el camino derecho vuelve el olfato y la vista; y como en esta vereda tampoco la huella asoma, sin más diligencia toma el camino que le queda. Y es que hace este raciocinio, con criterio nada escaso, que no observaron acaso ni Aristóteles ni Plinio: «Ya mi oler no es oportuno. De tres caminos que encuentro, izquierda, derecha y centro, tiró el amo por alguno. No es posible que me pierda. Si por este y el de en medio no fue, tomó sin remedio el camino de la izquierda.» Ahora apliquemos el cuento. Los tres que estamos presentes somos aquí pretendientes de ese divino portento. No creo que a eterno ayuno se resigue, y fuerza es que, adorándola los tres, se decida al fin por uno. Dos ha desechado; luego, si no han logrado cuartel don Jorge ni don Miguel, claro está que ama a don Diego. LUISA

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Nego consequentiam.

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. DIEGO

¿Pues?

LUISA

Porque si a todos segrego ni amo a Jorge, ni amo a Diego, ni a ninguno de los tres.

D. JORGE

(¡Bravo!)

D. MIGUEL

(¡Divino!)

D. DIEGO

En efecto; pero yo... en este capítulo creí tener más de un título para ser el predilecto. Lo que valgo... ya se sabe, y por eso no lo invoco, porque, valga mucho o poco, no está bien que uno se alabe. Quizá porque es mi destino agradar a tanta dama, me perjudica la fama de voltario y libertino; mas tanto mejor si ves, bella Luisa, que prescindo de mis lauros y los rindo por trofeos de tus pies.

LUISA

No, que temo sus arrojos siendo tantas y tan bellas, que si compito con ellas me van a sacar los ojos.

D. MIGUEL

¡Bien!

D. JORGE

También sufre este peje la suerte de sus rivales.

LUISA

A todos los dejo iguales para que nadie se queje;— pero temo, lo confieso,

Un novio a pedir de boca

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que, indispuestos ya conmigo, ninguno sea mi amigo... D. JORGE D. DIEGO

¡Bah!... Señora... Nada de eso.

D. MIGUEL LUISA

D. DIEGO D. MIGUEL

[ 96 ]

¿Sí? Cesa la pena mía, que a fe de honrada mujer sintiera mucho perder tres amigos en un día. No habléis de lazo importuno (que menos que halaga oprime. Dejad que a los tres estime sin preferir a ninguno.— No se olvide usted de mí, don Miguel, y verso o prosa, escríbame alguna cosa en el álbum que le di.— Don Jorge tiene un vergel de que no en vano se engríe.— Suplico a usted que me envíe otro ramo como aquel.— Mañana habrá reunión casa del marqués de Priego. Cuento con usted, don Diego, para el primer rigodón.— Y a fuer de amiga sencilla ahora, señores, me voy sin ceremonia, que estoy todavía de mantilla.— (Viendo que los tres toman los sombreros.) ¿A qué toman los sombreros? Yo... Es tarde... Las doce dan...

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LUISA

¡Ah! bien; si ustedes se van... Hasta más ver, caballeros. (Entra en el cuarto de la izquierda.)

 ESCENA VI  DON DIEGO, DON MIGUEL, DON JORGE

D. JORGE

(A don Diego tomándole la mano.) ¡Esa mano, camarada! Nada tenemos ahora que envidiarnos. ¡Cómo dora

D. MIGUEL la píldora! D. DIEGO

Es muy taimada.

D. JORGE

Al fin, menos malo es esto.

D. DIEGO

Sí; tratarnos como amigos... (Yo la hablaré sin testigos.)

D. MIGUEL

(Yo mudaré de bisiesto.)

D. JORGE

(Aún no pierdo la esperanza.)

D. MIGUEL

(En mi ingenio tengo fe.)

D. DIEGO

(Con celos la rendiré.)

D. JORGE

(El oro todo lo alcanza.)

D. DIEGO

(No ha de fallarme ocasión...)

D. MIGUEL

(La escribiré mil primores.)

D. JORGE

(Con achaque de las flores...)

D. MIGUEL

(El álbum...)

D. DIEGO D. JORGE

Un novio a pedir de boca

(El rigodón...) (A don Diego.) ¿Se cavila?

[ 97 ]

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D. DIEGO

Yo... no. Cuando...

D. JORGE

Pesarosos del revés parece que todos tres estamos soliloquiando.

D. MIGUEL

Lo que es yo, no es porque intento importunar a una necia semejante que no aprecia como debe mi talento.

D. DIEGO

Compasión me inspira, sí, que el encono fuera injusto, mujer que tiene el mal gusto de no prendarse de mí.

D. JORGE

Ni a mí me importa un confite su capricho estrafalario. ¡Ya ve usted si un millonario hallará pronto desquite!

D. DIEGO

Si no la han de merecer belleza, ingenio, caudal..., ¿qué se promete esa mal aconsejada mujer? ¿Será acaso su deseo...

D. MIGUEL

¿Que sea yo un animal...

D. JORGE

¿Que yo vaya al hospital...

D. DIEGO

¿O que yo me vuelva feo?

D. MIGUEL

No la inquietará mi arrullo.

D. DIEGO

Su desdén no me hace mella.

D. JORGE

Mas si reñimos con ella lisonjeamos su orgullo.

D. DIEGO

Ni reñir, ni hacer el tonto. sino un cierto ten con ten...

D. JORGE

Y por tanto, será bien irnos ahora...

[ 98 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. DIEGO

Sí; pronto.

D. MIGUEL

Vamos, señores. Me aparto de aquí sin gloria ni pena.

D. DIEGO

Vamos. Si a los tres condena por favorecer a un cuarto...

D. JORGE

Tomará por consecuencia marido pobre... Menguado...

D. MIGUEL D. DIEGO D. JORGE

Feo... ¡Pues! Y en el pecado...

D. MIGUEL LOS TRES

Llevará la penitencia.

(Al retirarse los tres por el foro asoma Marcelina por la puerta de la izquierda.)

 ESCENA VII  LUISA, MARCELINA

MARCELINA

Ya se van.

LUISA

(Saliendo.) ¡Gracias a Dios que me dejan con sosiego!

MARCELINA

Yo lo siento por don Diego, que lo que es los otros dos...

LUISA

¡Hola! ¿Le proteges tú?

MARCELINA

¡No tal; pero... ¡si es un mozo tan gallardo que da gozo! ¡Si aquello vale un Perú!

LUISA

Si; ¡bello busto!

MARCELINA

Un novio a pedir de boca

¡Hermosísimo!

[ 99 ]

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LUISA

Yo le amaría quizá si no hablase; ¡pero está tan pagado de sí mismo!

MARCELINA

¡Bah! Dejémonos de frases. Usted..., —ya no tengo duda,— no quiere salir de viuda en jamás de los jamases.

LUISA

¡Ah! no; que mujer honrada, joven, no fea y sin madre, cuadre a su gusto o no cuadre, no está bien sino casada. Solo haré callar al mundo dando a otro esposo la mano;— mas ya he sufrido un tirano. ¡Líbreme Dios del segundo! Si a uno de los tres me rindo, me hará vivir en un potro este porque es rico, el otro por discreto, aquel por lindo; y no quiero esposo, no, para que sea en mi agravio ni más rico, ni más sabio ni más hermoso que yo; declaro en fin, si es preciso, que ya a mi orgullo altanero no basta un fiel compañero, sino un vasallo sumiso.

(Óyese otra vez la campanilla.) MARCELINA

[ 100 ]

¡Hum... Todos tascan el freno y todos son de la piel del diablo.— Sumiso y fiel... ¿Dónde está ese fenómeno?

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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 ESCENA VIII  LUISA, MARCELINA, ANTONIO

ANTONIO

(Con una carta que entrega a Luisa.) Señora...

MARCELINA

(Mientras Luisa mira el sobrescrito y abre la carta.) (¡La niña esta!... Como no entregue su dote a un tonto de capirote...)

LUISA

(¿Quién será...)

ANTONIO

Esperan respuesta.

 ESCENA IX  LUISA, MARCELINA

LUISA

(Después de haber ojeado la carta.) ¡Otro amante! Soy feliz.

MARCELINA

¿Es posible!...

LUISA

Así lo infiero.— Veré la firma primero. (Lee.) «Pedro Celestino Ruiz.»

MARCELINA

Cero y van cuatro. ¡Qué sarta!

LUISA

¿Le conoces tú?

MARCELINA

Yo no. ¿De dónde...

LUISA

Un novio a pedir de boca

Tampoco yo.— Pero leamos la carta. (Lee.) «Mi señora doña Luisa

[ 101 ]

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Bazán, Laso de la Vega, aunque tiemblo y no me llega a las carnes la camisa si con el bello portento de que me llamo cautivo comparo cuando os escribo mi pobre merecimiento, a mostraros me decido la pasión con que batallo, que si más tiempo la callo voy a dar un estallido. Con corta renta me auxilia mi limitada fortuna; no blasono de alta cuna aunque honrada es mi familia; pero apacible y tranquilo os ofrezco, dueño hermoso, con el amor de un esposo la sumisión de un pupilo, que esta es la senda mas llana para ser digno de vos y para vivir los dos en una paz octaviana. Si esta carta no os irrita, permitid que lo que os digo de palabra y sin testigo a vuestras plantas repita, y humillando la cerviz en la actitud más modesta aguarda vuestra respuesta Pedro Celestino Ruiz.»— ¡Ah! no es justo que le prive mi crueldad de ese placer. Un ángel debe de ser quien de esta manera escribe.

[ 102 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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MARCELINA

¡Sí; patudo!

LUISA

No hay razón para dudar...

MARCELINA

Algún pillo.

LUISA

No. Este lenguaje sencillo procede del corazón.

MARCELINA

Cierto será, pero a mí... ¡Bah!... Reniego de su nombre. ¿Qué puede valer un hombre que se echa en el surco así? Será cuitado, enfermizo, enclenque... ¡Quite usté allá!...

LUISA

¿Qué sabemos...

MARCELINA

No valdrá lo que costó su bautizo. ¡Que se vaya el pisaverde muy noramala! ¡Oh! no es justo...

LUISA Le veremos... MARCELINA

¡Qué mal gusto!

LUISA

¿Pero en eso qué se pierde?

MARCELINA

El tiempo y la...

LUISA

En fin, tal es mi voluntad. Anda...

MARCELINA

Pero...

LUISA

Ya basta.— Di que le espero...

MARCELINA

(¡Hum!...) Bien. ¿A qué hora?

LUISA

Un novio a pedir de boca

A las tres.

[ 103 ]

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 ESCENA X  LUISA

LUISA

¡Qué humildad y qué ternura! Si en lo que dice no miente y no es por desgracia un ente de despreciable figura, yo voy a volverme loca de gozo. ¡Yo seré el ama, y él... Vamos; esto se llama un novio a pedir de boca. (Entra en el cuarto de la izquierda.)

Fin del acto primero

[ 104 ]

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Acto segundo  ESCENA PRIMERA  DON CELESTINO, MARCELINA, LUISA

MARCELINA

Ya sé, ya sé... Dona Luisa mi señora saldrá pronto.

D. CELESTINO Bien. MARCELINA

(¡Em... que facha de tonto!) Ahora... Bien. No tengo prisa.

D. CELESTINO MARCELINA

(Vamos; será un desatino...)

D. CELESTINO ¿Puedo sentarme? MARCELINA

Sí.

(Se sienta don Celestino.) (¡Qué hombre tan insulso! Bien que, el nombre lo dice: ¡don Celestino!) ¡Oiga usted! D. CELESTINO (En ademán de levantarse.) ¿Eh? MARCELINA

Estése quedo.— Con que, ¿usted ama a la viuda?

D. CELESTINO ¡Ah!... MARCELINA D. CELESTINO MARCELINA

Un novio a pedir de boca

Y trata... Si Dios me ayuda... (A ver si le meto miedo.) Cualquier galán se arregosta

[ 105 ]

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al ver su rostro divino; mas sepa don Celestino... D. CELESTINO ¿Qué? MARCELINA

Que hay moros en la costa.

D. CELESTINO ¡Pues ya! Con tales encantos no extraño... Pero esa dama no sentirá, pues me llama, que yo sea uno de tantos. MARCELINA

Pero de eso a ser marido, hay mil leguas.

D. CELESTINO MARCELINA D. CELESTINO

Si no agrado... Una cosa es ser llamado y otra... ¿Qué?

MARCELINA

Ser escogido.

D. CELESTINO ¿Luego usted me anuncia... MARCELINA

Un no.

D. CELESTINO Si falla así mi proceso, ¡paciencia ! mas no por eso dejaré de amarla yo. MARCELINA

Es que, amén de ese percance, podrá haber otros peores.

D. CELESTINO ¿Como!... MARCELINA

Hay tres competidores y con cada cual un lance...

D. CELESTINO ¿Cómo... un lance? MARCELINA

¡Un desafío!

D. CELESTINO ¿Yo desafío? ¡Jamás! El quinto, no matarás. ¡Yo desafío. Dios mío! MARCELINA

[ 106 ]

¿Enamorado, y con miedo?

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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¡Qué horror! Será usted la risa de Madrid. D. CELESTINO

Si me ama Luisa, lo demás me importa un bledo.

MARCELINA

¿Amarle a usted? ¡Buenas trazas tiene ella de eso! Yo sé de muy buena tinta...

D. CELESTINO MARCELINA

¿Qué? Cuente usted con calabazas.

D. CELESTINO ¡Ah! Me hará un flaco servicio. Pero esa sentencia dura ¿es que... usted se la figura, o me la dice... de oficio? MARCELINA

No, señor; pero mi roce con el ama... Y cuando miro y oservo... Vamos, ¡si a tiro de ballesta se conoce...

D. CELESTINO Pero... MARCELINA

Son otras conquistas las que ella...

D. CELESTINO MARCELINA

Aquel papelito... Ver a un hombre por escrito no es lo mismo que a ojos vistas.

D. CELESTINO ¿Tan feo soy que los ojos de las mujeres se asustan... MARCELINA

Feo no, mas no la gustan los hombres así..., tan flojos.

D. CELESTINO ¡Ay de mí!... MARCELINA

Un novio a pedir de boca

Dirá al momento: vale ese hombre lo que pesa para servir (¡Chúpate esa!) de donado en un convento.

[ 107 ]

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D. CELESTINO Pero, aunque sea tan loca mi pasión como funesta la suspirada respuesta, quiero oirla de su boca. MARCELINA

Pero ¡señor! Siendo usted de corazón tan pequeño, ¿qué senifica ese empeño de poner pies en pared?

D. CELESTINO (Levantándose.) Es que la amo con delirio y, sin ser batallador, tengo yo acá mi valor... MARCELINA

¿Qué valor?

D. CELESTINO MARCELINA

El del martirio. Si usted mismo hace su elogio, no será milagro...

D. CELESTINO MARCELINA

¿Qué? Que en casándose entre usté...

D. CELESTINO ¿Dónde? MARCELINA

En el martirulogio.

D. CELESTINO (Mirando hacia la puerta de la izquierda.) ¡Ay, ella sale! MARCELINA

(¡Hum! ¡Mal haya...)

D. CELESTINO (Saludando.) Señora... Yo... LUISA

(Saliendo.) Caballero... (Hace una seña a Marcelina para que se retire.)

MARCELINA

[ 108 ]

(Simples los he visto, pero este pasa de la raya.)

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 ESCENA II  LUISA, DON CELESTINO

LUISA

Usted será sin duda don Celestino Ruiz...

D. CELESTINO El mismo; sí, señora, muy servidor y muy... LUISA

Gracias. (¡Por vida mía que es mozo muy gentil!) (Sentándose.) Siéntese usted.

D. CELESTINO

Señora, tanto favor... (Toma una silla y se sienta lejos de Luisa.)

LUISA

¿Allí? ¿Por qué tan lejos...

D. CELESTINO (Levantándose.) Temo... LUISA

¡Qué miedo tan pueril!

D. CELESTINO (Sentándose junto a Luisa.) Yo... Si... Bien. LUISA

Por ventura, ¿soy yo algún jabalí?

D. CELESTINO No. ¡Ay Jesús! Al contrario: una... LUISA D. CELESTINO LUISA

¿Qué? Un serafín. Mire usted que no gusto yo de lisonjas, ni...

D. CELESTINO ¿Qué... ¿Cómo... ¿Usted se ofende... ¡Válgame San Dionís...

Un novio a pedir de boca

[ 109 ]

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No volveré a decirlo aunque lo sienta así. LUISA

Si usted lo siente, vamos... Ese ya es otro quid. Yo no prohíbo a nadie que diga su sentir.

D. CELESTINO ¡Ah! pues si yo dijera (con la mano en el pecho.) todo lo que hay aquí..., pero... ya me habré puesto rojo como el carmín. LUISA

Es cierto, y tembloroso cual tímida perdiz cuando de cerca mira las garras del neblí.— Si es ataque de nervios traerán un elixir...

D. CELESTINO Gracias; no... Por ahora... LUISA

Se aplica a la nariz...

D. CELESTINO No; ¡si todo es vergüenza... No puedo reprimir... Como es usted tan linda y yo, al cabo y al fin, soy... y estamos tan cerca..., tengo el alma en un tris. LUISA

¡Ah!... me pondré más lejos. No quiero que por mí...

D. CELESTINO No; ya estoy más tranquilo, más sereno... Es decir, tranquilo, no; que temo no ser ¡ay infeliz! el dueño de esa mano que vale un Potosí.

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GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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LUISA

Veremos... Por ahora, bástele a usted oír que aquel billete... ¿El mío?

D. CELESTINO LUISA

Con gusto lo leí.

D. CELESTINO ¡Ay Dios!... LUISA

En él no hay pruebas de ingenio muy sutil, pero es tan respetuoso aquel estilo...

D. CELESTINO

¡Oh, sí! De docto no presumo. Un poco de latín que me enseñó mi tío don Sebastián Ortiz, presbítero...

LUISA

Eso basta. No puedo yo exigir que tenga todo el mundo la ciencia de Merlín.

D. CELESTINO Mas ¿respetuoso... Siempre con las damas lo fui; y el que no las respeta es un chisgarabís; y más siendo tan monas de frente y de perfil y teniendo esa gracia que no sé definir. LUISA

(¡Qué interesante joven!) Si mal no comprendí, me ama usted...

D. CELESTINO

Sí. señora; como al olmo la vid, como la...

Un novio a pedir de boca

[ 111 ]

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LUISA

¿Desde cuándo?

D. CELESTINO ¡Ay! desde el mes de abril. LUISA

¿Y cómo tanto tiempo callárselo y sufrir...

D. CELESTINO ¡Mi cortedad, señora... Me pareció... Creí... LUISA

Para hablar a una dama, que no es emperatriz, y decirla: «alma mía, muero de amor por ti«, ¿se necesita acaso el corazón de un Cid?

D. CELESTINO Sí cuando ella es divina y el hombre baladí; si cuando ella es discreta y él no tiene un barniz siquiera de ese... tono que no hay en mi país, y él viste en ropería y ella por figurín. LUISA

¡Eh! Yo... (¡Pues no le sienta tan mal ese Dantzick!)

D. CELESTINO Por eso yo no osaba sino mirar, gemir, y hasta sentía un cierto remordimiento... LUISA

¿Sí?

D. CELESTINO De aspirar a una dicha que yo, gusano vil, no debo... LUISA

(¡Pobrecillo!) ¿Por qué no?... (Es aprendiz.)

D. CELESTINO En tanto, no comía apenas, y el esplín

[ 112 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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ya me iba aniquilando en mi edad juvenil. LUISA

¿De veras? (¡Todavía... Me hará llorar...)

D. CELESTINO

Al fin fue tal esta mañana mi ardiente frenesí, que dije: no hay remedio; yo la voy a escribir, y puse aquella carta que no vale un tarín..., pero aun valían menos las siete que rompí.

LUISA

No, no es aquella carta de ningún zarramplín. Usted es muy modesto... (¡Así te quiero, así!)

D. CELESTINO Si no hay en ella flores, ni perlas, ni rubís, el alma la ha dictado, que yo no sé fingir. LUISA

Y la verdad sencilla me gusta más a mí que música celeste con frases de París; ni deslumbran mis ojos carrozas de marfil, ni rancia ejecutoria con forro carmesí; que de hombre generoso suele nacer el ruin.

D. CELESTINO ¡Qué oigo! ¿Usted me perdona la osadía..., el desliz...

Un novio a pedir de boca

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LUISA

¿Desliz? Si así le llamo seré injusta, incivil..., y en vano, que mis ojos me habrán de desmentir.

D. CELESTINO ¡Cielos!... ¡Oh! mi alegría no cabe en el confín del pecho... LUISA

¡Eh! poco a poco. No he dicho...

D. CELESTINO

¡Ah!... Yo entendí, pensé...

LUISA

Usted, por lo visto, no es hijo de Madrid.

D. CELESTINO No, señora; serrano. Mi pueblo... Yo nací; en una pobre aldea cerca de Albarracín, Habrá unos siete meses que vine... a consumir mi tiempo pretendiendo siquiera un alfolí, fiado en las promesas de cierto zascandil que me chupó los cuartos y se marchó a Guadix. LUISA

Pues ¿cómo... ¿Usted no tiene fincas de qué vivir?

D. CELESTINO Sí, señora; una tierra que siembro de maíz, y dos o tres majuelos, y casa con jardín..., chiquito, pero... LUISA

[ 114 ]

¿Y cuánto podría producir...

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. CELESTINO Poco. Un año con otro, mi renta es de dos mil y setecientos reales con diez maravedís. LUISA

Ya hay para no morirse... de sed.

D. CELESTINO

Vea usté ahí la causa de mi miedo, pues sin fortuna y sin... Mas lo poco que valgo he querido advertir antes que hacerme reo de vergonzoso ardid.

LUISA

(¡Si digo que es un ángel!) Jamás avara fui, y aunque usted no cogiera un solo celemín de trigo ni tuviese cama donde dormir, diérale con mi hacienda, que no es grano de anís, la mano que he negado a más de un paladín.

D. CELESTINO ¡Oh dicha inesperada!... ¡Cómo siento latir mi corazón... LUISA

Pero antes quiero saber...

D. CELESTINO

¡Sí, sí; usted puede informarse...

LUISA

¡Oh! no soy alguacil...

D. CELESTINO El patrón..., los vecinos... vivo cerca de aquí:

Un novio a pedir de boca

[ 115 ]

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calle de la Montera, enfrente de San Luis, número treinta y ocho, en un chiribitil... LUISA

No es menester... ¡Ni es eso lo que iba a prevenir.

D. CELESTINO ¿ Pues qué? LUISA

Si nos casamos.

D. CELESTINO ¡Oh gloria! ¡Oh regoci... LUISA

¡Oiga usted, aturdido!

D. CELESTINO No vuelvo a interrumpir. LUISA

¿Promete usted ser dócil. como escrito lo vi, y obedecerme en todo sin chistar, sin gruñir

D. CELESTINO ¡Oh! sí; como si fuera la autoridad civil a mi querida esposa doblaré la cerviz. LUISA

¿Lo hará usted de buen grado?

D. CELESTINO ¿Pues no he de hacerlo así, mi bien, si no merezco besar ese escarpín? ¿Y cómo resistirse a entrar por el carril que quiera señalarle? tan bello querubín quien solo ha visto el mundo pintado en un tapiz? Y luego, mi carácter pacífico, infantil... Jamás en las cuestiones políticas metí

[ 116 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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mi cuezo; mas si un día me fuerzan a inscribir mi nombre en un partido, cáteme usted servil. LUISA

(Levantándose. Don Celestino se levanta también.) Bien; quedo satisfecha.— Ahora voy a salir.— Vuelva usted y hablaremos...

D. CELESTINO Sí; me voy... Pero... ¡Chist!...

LUISA

D. CELESTINO (En ademan de arrodillarse.) Callo y me postro... LUISA

(Con gravedad.) ¡Arriba!... No puedo permitir...

D. CELESTINO (Enderezándose con prontitud.) Bien está. LUISA

(Mirándole con ternura.) ¡A Dios!

D. CELESTINO (¡Qué hermosa!) ¡A Dios!... (¡Ah, soy feliz!)

 ESCENA III  LUISA

LUISA

Un novio a pedir de boca

¡Excelente marido! Ni de encargo me le harían mejor. No tiene precio; ¡y habrá quien diga al verle, sin embargo, que es un pedazo de alcornoque, un necio! No, que si bien le turba la vergüenza, como al fin joven cándido y modesto, nada muestra en su hablar, nada en su gesto

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que de sandio y de bobo le convenza. Él dice con lisura lo que siente, si no en estilo ameno y elocuente. con recto juicio y singular gracejo que señas son de natural despejo. Podrá faltarle el cortesano adobo, y nada importa aunque jamás le adquiera, mas nunca el yerto corazón de un bobo con tan activa llama se encendiera. Su índole apacible por un lado; por otro la pobreza de su estado unida a la pasión con que me adora, todo prueba que fiel subordinado bendecirá la ley de su señora. No será la de un déspota verdugo, que amor ya a mi bondad le recomienda y mientras siga la trazada senda ligero a su cerviz será mi yugo. ¡Y es bello mozo a fe! Sin vano afeite, cautiva el corazón su talle esbelto. ¡Cuántas le mirarían con deleite a ser menos bisoño y más resuelto! Pues sí, hermoso en el cuerpo y en el alma y de carácter plácido y tranquilo, se entrega a discreción, ¿por qué vacilo y a tan humilde amor no doy la palma? Sí; pese a Diego y a Miguel y al hijo del proveedor, que me enterraba en oro, a Celestino, a mi serrano elijo. a mi serrano, a Celestino adoro.— Pero será prudente... Sí; no quiero, fiada de su solo testimonio, darle... No procedamos de ligero. (Tirando del cordón de la campanilla.) Bueno será indagar...

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GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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 ESCENA IV  LUISA, MARCELINA, ANTONIO

LUISA ANTONIO

Escucha, Antonio. Mándeme usted, señora. Señorita...

MARCELINA ¿Iba usted a salir? LUISA

Sí; a una visita.— Antonio, tú eres fiel a toda prueba; fiel y sagaz.

ANTONIO

Señora, aunque no deba cantarme letanías a mí mismo, mi honradez es notoria. (¡Hum! ¡Lagotero!...)

MARCELINA LUISA

Lo sé.

ANTONIO

Y la quiero a usted con fanatismo, porque la vi nacer...

LUISA

Bien está. Espero que sabrás ser discreto y diligente...

ANTONIO

¡Oh!...

MARCELINA

(¿Qué será...)

LUISA

Pues me interesa mucho saber lo que deseo exactamente.

ANTONIO

No me importa el por qué. Vamos; ya escucho.

LUISA

Quiero, mi buen Antonio, que averigües cuanto puedas de un joven que se llama don Celestino Ruiz...

ANTONIO MARCELINA LUISA

Un novio a pedir de boca

Bien está , mi ama. ¡Oiga! ¿Es aquel que... Sí; no te santigües.

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MARCELINA

¿Se casa usted con él? ¡San Cayetano!...

LUISA

Si; ¿y qué tenemos...

MARCELINA

¡Ah!...

LUISA

¿Será preciso para que yo disponga de mi mano que me dé Marcelina su permiso?

MARCELINA

No, señora; yo no, mas...

ANTONIO

¡Punto en boca! Cuando mandan las amas o los amos, a nosotros...

MARCELINA

Y a usted ¿quién le...

LUISA ANTONIO

¡Chist...! ¡Vamos... Solo callar y obedecer nos toca.— Con que, abriguar... ¿Y cuándo?

LUISA

Ahora mismo.

ANTONIO

Pues fíe usté de mí, señora mía. Sabré desde la pila de bautismo la historia de ese Ruiz día por día. Pues apuradamente soy yo el propio para agente fisgón de policía. ¡Digo! Veo yo más que un taliscopio y a manera de espíritu o de bruja me meto por el ojo de una abuja. ¡Vaya !... No habrá rincón, no habrá guarida Veré al jefe político, al alcalde de barrio, al del cuartel... Y ¡por mi vida... (Yéndose.) Don Celestino Ruiz; no se me olvida.

LUISA

¡Oye. hombre! ¡Si aun no sabes...

MARCELINA ANTONIO LUISA

[ 120 ]

¡Está chocho! Ah! Vive, ¿calle de... De la Montera.

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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ANTONIO

¿Número de la casa?

LUISA

Treinta y ocho. Enfrente de San Luis.

ANTONIO

Basta. En la acera de la derecha... Basta. Ya no quiero saber...

LUISA ANTONIO

Casa de huéspedes... Lo infiero. No más. Yo sabré el cómo, el por qué, el cuándo... Vóime corriendo y volveré volando.

 ESCENA V  LUISA, MARCELINA

LUISA

Cuida tú de la casa.

MARCELINA

Bien, señora.— ¿Vuelve usted pronto? Dentro de una hora.

LUISA MARCELINA

¿No come usted en casa de su tía, a lo que veo?

LUISA

Hoy, no: cómo en la mía. Hasta luego.— ¡ Ah! si el joven que antes vino, vuelve...

MARCELINA

¿Don Diego?

LUISA

No!; don Celestino; recíbele con mucha cortesía...

MARCELINA

¡Pues ya! Basta que usted... (¡Estoy... que bramo!)

LUISA

Porque probablemente... será tu amo.

Un novio a pedir de boca

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 ESCENA VI  MARCELINA

MARCELINA

Vamos, como dijo el otro, la entró por el ojo derecho. Pero, señor, ¡si es un alma del Limbo, un santo de yeso, y un cuitado que no tiene sobre qué caerse muerto! Él a decir la verdad no tiene nada de feo, pero su aire de novicio y su aquel de lugareño... ¿No es un cargo de concencia dejar por aquel madero a un mozo tan currutaco, tan guapo como don Diego, tan... Vamos, la vera friges de mi difunto barbero? Ella..., ya se ve, su cárculo... Cada uno tiene su genio y se entiende y baila solo, y cuando el marido es cero se pone una los calzones y campa por su respeto. Por ese lado... tal cual; pero con todo y con eso...—

(Suena dentro la campanilla.) Mas parece que han llamado. Vamos a ver... Ya han abierto.

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GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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 ESCENA VII  MARCELINA, DON MIGUEL

D. MIGUEL

(Con un álbum.) ¡Hola, Marcelina! ¿Está visible Luisita? ¿Puedo...

MARCELINA

¿Pues no la ha encontrado usted? Ha salido hace un momento.

D. MIGUEL

No; no la he visto. Sin duda irá por camino opuesto...

(Óyese otra vez la campanilla.) MARCELINA

Otra vez llaman. Parece esta casa una...

 ESCENA VIII  MARCELINA, DON MIGUEL, DON JORGE

D. JORGE

(Con un hermoso ramo de flores.) Laus Deo.

D. MIGUEL

¡Oh, señor don Jorge!

D. JORGE

Tanto andamos como corremos.

D. MIGUEL

Ciertamente. Yo he venido...

D. JORGE

Ya le he visto a usted de lejos,

D. MIGUEL

Siguiendo el plan concertado...

D. JORGE

¡Pues! Yo también, con arreglo,

D. MIGUEL

Porque ella no se figure que estoy desolado, vengo...

D. JORGE

Y yo porque no se diga que rabio y me desespero...

Un novio a pedir de boca

[ 123 ]

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D. MIGUEL

¡Hola! ¡Magnifico ramo!

D. JORGE

Es de mi jardín.

D. MIGUEL

¡Soberbio!

D. JORGE

Como ella me le pidió, sería yo muy grosero si...

D. MIGUEL

Es claro,

D. JORGE

Por lo demás , crea usted que no pretendo...

D. MIGUEL

¡Bah! Yo tampoco...

D. JORGE

¿Y qué viene a ser ese... mamotreto?

D. MIGUEL

El álbum... Como me dijo Luisita...

D. JORGE D. MIGUEL

D. JORGE

Sí; ya recuerdo. Aquí he puesto... cualquier cosa. Media docena de versos... indiferentes. Veamos...

D. MIGUEL

Sería perder el tiempo.

D. JORGE

(Para el tonto que te crea.)

D. MIGUEL

¡Cómo pesa!... Aquí le dejo. (Deja el álbum sobre una silla.)

MARCELINA

Según se explican ustedes, parece que en esos pechos no queda ya ni una chispa de aquel amoroso fuego.

D. JORGE

En el mío... ni pavesas.

D. MIGUEL

Aquí... nada.

MARCELINA

Lo celebro, porque han de saber ustedes...

[ 124 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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(Vuelven a llamar.) D. MIGUEL

¡Ah! ¿qué ocurre...

D. JORGE

¿Qué hay de nuevo?

MARCELINA

¿Otra vez la campanilla? Vaya que hoy...

D. MIGUEL

Dinos...

D. JORGE

Di presto,..

 ESCENA IX  MARCELINA, DON MIGUEL, DON JORGE, DON DIEGO

D. DIEGO D. MIGUEL D. JORGE

(Ya están aquí. ¡Fuerte cosa...) Señores... ¡Diego! ¡Don Diego!

MARCELINA

¿Viene usted también curado de su pasión...

D. DIEGO

Por supuesto. Venía a decir a Luisa que la marquesa de Priego no da mañana soirée, y como soy que me alegro...

D. MIGUEL

Ya; por aquel rigodón...

D. DIEGO

Amé a Luisa; lo confieso. ¡Caprichos!...

D. JORGE

¡Pues!

D. DIEGO

Pero ya ni para bailar la quiero.

MARCELINA

Pues una vez que los tres no traen ustedes ojepto

Un novio a pedir de boca

[ 125 ]

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de amores ni de casorios con mi ama, les aconsejo que hacen bien en olvidarla, porque ella ya tiene dueño. D. DIEGO

¿Cómo! ¿Ella...

D. MIGUEL

¿Es posible!... ¿Quién?

D. JORGE MARCELINA

Un pobre diablo, un don Pedro Celestino Ruiz...

D. MIGUEL

Jamás...

D. DIEGO

No conozco...

MARCELINA

Es forastero. Un serrano de la sierra de Albarracín, con el pelo de la desa; un desdichado que apenas tenía aliento para hablar; un maricón que se le antojan los dedos huéspedes, y se le pone la cara como un pimiento a la menor..., y no tiene con qué hacer rezar a un ciego.

D. MIGUEL

¡Y a semejante avechucho prefiere...

MARCELINA

Y esto es tan cierto como que habla ya de bodas y anda en diligencias...

D. DIEGO

Pero ¿cómo ha podido ganar su corazón?

D. JORGE

¿Qué secreto...

MARCELINA

[ 126 ]

Que quiere para ella sola la encumbencia del manejo

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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de la casa, y que el marido sea un nadie, un estafermo, así .... a manera de mueble... ¿Están ustedes? Aquello de el rey reina y no gobierna que dicen que dijo el Eco. Y él a todo dice amén, porque es..., vamos, un borrego que ni siente ni padece... Aquí tiene usté el misterio. D. MIGUEL D. JORGE MARCELINA

D. DIEGO

¿Qué oigo! ¡Medrados estamos! Por el siglo de mi abuelo, que si fuera permitido tener malos pensamientos diría yo que hay su intríngulis tal vez en esa... (Tal creo.)

MARCELINA

Pero, yo... ¡Dios me defienda! Nada he dicho: me arrepiento.

D. MIGUEL

¿Con que es tan caco y tan nulo ese hombre...

D. JORGE

Pues le prometo...

D. MIGUEL

Usted sin duda exagera...

MARCELINA

¿Exagerar? Aún me quedo muy corta. Crea usted...

D. DIEGO

(Yo mudaré de plan, si es cierto.)

MARCELINA

Pero en igual de sentirlo ustedes, en mi conceuto, deben alegrarse.

D. MIGUEL

Em... Sí.

Un novio a pedir de boca

[ 127 ]

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MARCELINA

Porque es castigo del cielo...

D. JORGE

Castigo para nosotros, que nos mira con desprecio y luego entrega su mano a semejante muñeco. ¡Y yo no lo he de sufrir, vive Dios! que la aborrezco de muerte; pero tener a un hombre como yo en menos que a un pelagatos... ¡Por vida... Me oirán los sordos...

(Suena la campanilla.) MARCELINA

¡Silencio, que han llamado! Él será... ¡Él es! Ahí está. Abur, caballeros.

 ESCENA X  MARCELINA, DON MIGUEL, DON JORGE, DON DIEGO, DON CELESTINO

D. CELESTINO Mi señora... (No está aquí.) ¡Ah! Señores míos, soy... D. DIEGO

¡Bien venido... ¿Cómo! ¿Usted

D. JORGE le saluda... D. DIEGO

Señor don...

D. CELESTINO Pedro Celestino Ruiz para lo que usted... D. DIEGO

Me doy la enhorabuena de haber conocido a usted...

D. JORGE

Yo, no.

[ 128 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. CELESTINO ¿Usted no! Lo siento mucho. Yo... D. MIGUEL D. JORGE

(¡Desesperado estoy!) Dígame usted, seo pelele...

D. CELESTINO ¡Vaya una... interpelación... ¡Pelele! Tráteme usted con más... ¿Le he faltado yo en algo... D. JORGE D. CELESTINO D. JORGE D. CELESTINO D. DIEGO

¿Faltarme a mí!... Al contrario. Si hasta hoy... Me sobra usted. No comprendo... ¡Don Jorge..., moderación!

D. CELESTINO ¡Sobrar yo... a usted! Pues... ¿acaso... D. JORGE

¡No levante usted la voz!

D. CELESTINO Usted es quien la levanta, señor... No tengo el honor... ¿Cómo es la gracia de usted? D. JORGE

¿Gracia? ¿Eh? ¿Gracia?... ¡Voto a bríos!... ¡Para gracias está el niño!

D. CELESTINO Pero... (A don Diego en voz baja.) ¡Vaya un hombre atroz! (Sigue hablando aparte con don Diego.) D. JORGE

(Paseándose furioso.) (¡La pérfida...!)

D. MIGUEL

(¡Postergarme a semejante ababol!... ¡Y yo en el álbum maldito vuelvo a jurarla mi amor!...

Un novio a pedir de boca

[ 129 ]

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Por fortuna todavía no le ha visto.) D. CELESTINO (En voz baja a don Diego.) ¿Sí? ¿Los dos la querían?... D. JORGE

(Pero acaso Marcelina se engañó.) (A don Celestino.) ¿La ama usted? ¿A quién?

D. CELESTINO

A Luisa.

D. JORGE D. CELESTINO Con todo mi corazón. ¡Muy bien! D. CELESTINO

¿Pues no la he de amar si es linda como una flor?

D. JORGE

¡Muy bien! ¡Muy bien! Y metiendo como quien dice, la hoz en mies ajena, ¿es verdad que ha tenido usted valor para aspirar a su mano?

D. CELESTINO Aunque indigno... D. MIGUEL

(Yo me voy, que es mucha afrenta...)

D. JORGE

¿Y es cierto que Luisa condescendió...

D. CELESTINO No sé... Creo... Me parece... D. JORGE

¿Sí, o no? Pues... sí, señor.

D. CELESTINO D. JORGE

Pues hizo una necedad.

D. CELESTINO ¿Cómo?

[ 130 ]

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D. JORGE

Yo hablo en español. Una necedad de a folio.

D. CELESTINO ¿Sí? D. DIEGO

(A don Jorge.) Está usted en un error. Yo creo que no pudiera hacer mejor elección.

D. JORGE

¿Eh?...

D. CELESTINO

Gracias. (Recojo el álbum.)

D. MIGUEL (Le toma.) D. DIEGO

Sí, por cierto. (Sigue hablando en voz baja con don Jorge.)

D. MIGUEL

(¡Y por el sol que me alumbra...) Caballeros...

D. DIEGO

¿Te vas?

D. MIGUEL

Sí; ya da rubor estar aquí. (A don Celestino.) ¡Mire usted lo que hace, santo varón!

D. CELESTINO ¡Otro! Pues... D. MIGUEL

Si usted se casa hágale muy buena pro, mas, si no mienten los síntomas, le amanecerá precoz allá por el Capitolio alguna constelación...

D. CELESTINO No entiendo... Explíqueme usted esa... D. MIGUEL

Un novio a pedir de boca

Es inútil. A Dios.

[ 131 ]

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 ESCENA XI  DON CELESTINO, DON DIEGO, DON JORGE

D. CELESTINO Pero qué quiere decir... D. JORGE

D. CELESTINO D. JORGE

Que cada quisque nació con su signo y el de usted no es el signo de León; que sin duda la viudita le prepara algún complot... Mas no tema usted que ahora se cumpla la predicción. ¿Por qué? Porque usted...,— lo juro a fe de Jorge Muñoz, no se casará con ella,

D. CELESTINO ¿Quién ha de estorbarlo? D. JORGE

(Amenazándole.) Yo.

D. CELESTINO ¡Cielos! D. DIEGO

(Interponiéndose.) ¡Vamos!...

D. JORGE

¿Qué? ¿No hay más que entrarse de hoz y de coz donde tiene su querencia (Con la mano en el pecho.) un hombre de este tenor? Pues como usted no desista de su loca pretensión, ha de morir a mis manos...

D. CELESTINO ¡Válgame el Dios de Jacob... ¡Socorro!... D. DIEGO

[ 132 ]

No tema usted, que no será tan feroz.

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D. JORGE

¿Que no? Tenga usted el ramo.... (Le toma don Diego.) verá si soy o no soy... (Abre la reja.)

D. CELESTINO ¡Caribe... D. JORGE

Es reja. Si en vez de reja fuera balcón... (Suena la campanilla.) Mas tengo puños y dientes y uñas... (A don Diego que le ase de un brazo.) ¡Quite usted!

D. CELESTINO

¡Favor...

D. DIEGO

Este no es lugar...

LUISA

(Entrando.) ¿Qué es esto?

D. CELESTINO ¡Este hombre... ¡Jesús!... ¡Ay!... ¡Oh! (Se desmaya en los brazos de Luisa.)

 ESCENA XII  LUISA, DON CELESTINO, DON DIEGO, DON JORGE

LUISA D. DIEGO

¡En mi casa... Ha sido un pronto...

LUISA

¡Marcelina!... ¡Inés! ¡Volando!

D. JORGE

¡El mandria, el...

D. DIEGO

(Pero, aunque tonto, bien supo caer en blando.)

Un novio a pedir de boca

[ 133 ]

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 ESCENA XIII  LUISA, DON CELESTINO, DON DIEGO, DON JORGE, MARCELINA, UNA CRIADA, UN CRIADO

LUISA

¡Agua! ¡Esencias!... No respira...

(Vanse los criados y vuelven luego, ella con un pomito y él con agua.) ¡Don Jorge!... (¿Es hombre, o mujer?)

MARCELINA LUISA

¡Usted...

D. JORGE

Me cegó la ira: no me pude contener. Si no entra usted, le deslomo.

LUISA

¡Traidor! Malvado! Cruel... (Ayudada de los criados colocan a don Celestino en un sillón y todos procuran hacerle volver en sí.) Ayudadme. Aquí... Ese pomo...

D. JORGE

¡Recréese usted en él!

LUISA

¡Oh!... ¡Váyase usted!

D. JORGE

Sí tal; pero por vida de Poncio Pílalo... ¡Bravo rival!

D. DIEGO

¡Don Jorge!...

D. JORGE

¡Lindo soponcio! Ya me voy; pero protesto que se ha de acordar de mí.

LUISA

(Sin oír a don Jorge.) No vuelve... ¡Ay triste!

D. JORGE

Sí; que esto no se ha de quedar así.

[ 134 ]

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 ESCENA XIV  LUISA, DON CELESTINO, DON DIEGO, MARCELINA, CRIADOS

LUISA

¡Armar aquí un somatén ese bárbaro, grosero... Y usted, don Diego, también...

D. DIEGO

Por la fe de caballero...

LUISA

¡Eh!...

MARCELINA

(Tieso está como un bolo.)

D. DIEGO

Yo no he pensado ni pienso...

LUISA

¡Dos hombres contra uno solo; contra un ángel indefenso! Y ¿por qué? Porque no fue víctima de mi desvío; porque yo le amo... ¡Sí! ¡Qué!, ¿no mando yo en mi albedrío? Irá diciendo aquel bruto, ¡triunfé! ¡quedó por cobarde!... ¿Pero cuál va a ser el fruto de su belicoso alarde? Que cuanto más perseguido le tendré amor más profundo y que él será mi marido ¡pese a usted y a todo el mundo!

D. DIEGO

Yo...

LUISA

Ni cobardía es esa, sino que el pobre se ofusca... ¿Quién no cede a la sorpresa de acometida tan brusca? No temerá al gerifalte mañana, si hoy le temió; que, cuando valor le falte,

Un novio a pedir de boca

[ 135 ]

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sabré inspirárselo yo; y aunque de miedo cerval proceda en fin, su desmayo, yo le quiero y... Cada cual hace de su capa un sayo. D. DIEGO

Perdone usted si la advierto...

LUISA

(Volviendo a cuidar de don Celestino.) ¡Mi bien!

D. DIEGO

Que tales enojos...

LUISA

¡Celestino! ¿Si habrá muerto? ¡Pobrecito de mis ojos!

D. DIEGO

Yo, créame usted, muy lejos de atropellar al paciente, trataba con mis consejos de aplacar al insurgente.

LUISA

¿Cierto? Eso ya es otra cosa.

D. DIEGO

Conozco que no soy digno de tan adorable esposa... y a mi suerte me resigno. No con la fuerza ni el dolo vine a turbar sus amores, sino a saludarla solo... (Presentando el ramo.) con este ramo de flores.

MARCELINA

(¡El del otro! ¡Qué embustero!)

LUISA

Gracias. ¡Y el otro villano que ofreció...

D. DIEGO

Por mi dinero me le ha dado el valenciano.

LUISA

Agradezco la fineza.

D. DIEGO

¡Eh, señora... Marcelina,

LUISA ponle...

[ 136 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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MARCELINA

Ya sé; en la otra pieza... Voy...

LUISA

En el jarrón de china.

 ESCENA XV  LUISA, DON CELESTINO, DON DIEGO, CRIADOS

D. DIEGO

Y ahora... perdido el sosiego... a Dios para siempre digo...

LUISA

¿Para siempre? No, don Diego, que aún puede usted ser mi amigo.

D. DIEGO

¡Ah! Mi ventura bendigo. ¿Posible es que tal escucho!... («Aun puede usted ser mi amigo...» Esto significa mucho.)

LUISA

¿Por qué no?... Amistad sencilla...

D. DIEGO

(¿No digo?) Sí; entre los dos... ¡ay! ya... (Será su costilla, pero...) ¡A Dios, señora, a Dios!

 ESCENA XVI  LUISA, DON CELESTINO, CRIADOS

LUISA

Un novio a pedir de boca

Mal reprime su amargura.— No creí que amase tanto... (Contemplando a don Celestino.) Pero aquí está mi ventura; aquí está todo mi encanto.— Y ¡no vuelve! ¿Qué haré yo...

[ 137 ]

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 ESCENA XVII  LUISA, DON CELESTINO, ANTONIO, CRIADOS

ANTONIO

(Llega apresurado.) ¡Albricias, señora mía!... ¿Qué es esto? ¿Se desmayó? ¡Válgame Santa María!

LUISA

Sí, Antonio; un bárbaro insulto de don Jorge... ¿Aquel abanto!

ANTONIO LUISA

¡Sí!...

ANTONIO

Pues no merece indulto quien ha ofendido a ese santo.

LUISA

¿Qué hay?

ANTONIO

Es bueno entre los buenos. Virtud tiene... ¡por azumbres!— Muy pobre...

LUISA

Eso es lo de menos.

ANTONIO

Pero ¡qué vida y costumbres! Honesto como una monja, manso..., nada de fanfarria... Es un ángel, sin lisonja, si hay ángeles en la Alcarria.

LUISA

Así lo esperaba. A mí no me engaña el corazón.

ANTONIO

Y lo aseguran así los vecinos, el patrón...

LUISA

Basta.

ANTONIO

Y el memorialista del portal... ¡Oh! aquel no es lerdo, que a todos sigue la pista...

[ 138 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. CELESTINO ¡Ah... LUISA

Calla. Vuelve en su acuerdo.

D. CELESTINO ¿Dónde estoy!... ¡Ruiz!

LUISA D. CELESTINO

El esófago... Tengo una angustia... Una sed...

LUISA

¡Agua! (Toma un vaso y se le da.)

D. CELESTINO (Después de beber.) ¿Y aquel antropófago? LUISA

Se marchó. No tema usted.

D. CELESTINO ¡Bribón! ¿En qué le ofendí? Yo... traté de defenderme, pero... ¡eran tres contra mí!, y como yo estaba inerme... LUISA

No hablemos ya de esa historia. ¿Qué tal se halla usted?

D. CELESTINO (Levantándose.) Me encuentro mejor. Con usté ¡en la gloria! LUISA

Idos vosotros adentro.

 ESCENA XVIII  LUISA, DON CELESTINO

LUISA D. CELESTINO LUISA D. CELESTINO

Un novio a pedir de boca

¿Quiere usted, don Celestino, tomar... Gracias. No me atrevo... Una copita de vino generoso... !No le pruebo.

[ 139 ]

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LUISA

(¡No bebe vino! ¡Qué alhaja!) Los tengo en casa soberbios.

D. CELESTINO ¿Vino? ¡Jamás! Desencaja el sistema de los nervios. LUISA

Ahora bien, señor de Ruiz; si cree usted que la mano de Luisa le hará feliz , aquí está.

D. CELESTINO (Tomándola con entusiasmo.) ¡Dios soberano! ¡Dios de... ¿La puedo besar? LUISA

Sí tal.

D. CELESTINO (Besándola con ansia.) ¡Hum... Mi dicha empieza... LUISA

¡Basta!

D. CELESTINO (Soltando respetuosamente la mano.) Bien. LUISA

(Solo por dar a don Jorge en la cabeza...)

D. CELESTINO ¿Y cuándo tendré el placer... LUISA

Por mí, cuanto antes... Mañana.

D. CELESTINO Mas para eso es menester... LUISA

D. CELESTINO LUISA

El oro todo lo allana. ¿Tiene usted fe de bautismo y demás papeles... Tengo. Pues vaya usted ahora mismo...

D. CELESTINO Voy de un salto y de otro vengo. LUISA

[ 140 ]

Yo voy en tanto a buscar los míos. Hasta después.

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D. CELESTINO ¡A Dios, mi ángel tutelar! LUISA

¡A Dios! (Que rabien los tres.)

 ESCENA XIX  DON CELESTINO, ANTONIO

D. CELESTINO Volaré, no haga el demonio que se vuelva... (Cerca del foro le sale Antonio al encuentro.) ANTONIO

¿Qué hay de nuevo...

D. CELESTINO ¡Más bajo... (A media voz.) ¡Ay Antonio, Antonio! Más que la vida te debo. ANTONIO

Con que, ¿es cosa hecha...

D. CELESTINO

Sí.— Más si nos ve tu señora... Vete. Hablaremos...

(Vase Antonio por la izquierda del foro.) ¡Vencí! (Con alegría y entereza.) ¡Vengan rivales ahora! (Vase por la derecha del foro.)

Fin del acto segundo Un novio a pedir de boca

[ 141 ]

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Acto tercero  ESCENA PRIMERA  LUISA

LUISA

[ 142 ]

(Leyendo una carta.) «Adorada Luisa niña, por más que lo disimules, no se ocultan a mis ojos las amarguras que sufres. No amor, que en mí te brindaba con otro nudo más dulce, si no un despique insensato, o bien un capricho fútil, te han arrastrado a casarte con ese... alma de acebuche. Aunque bien pudiera hacerlo. no temas que yo te culpe. ¡Ya te has casado!... y hablar de lo pasado es inútil. Pero si son de himeneo los lazos indisolubles, hay almas que no han nacido para las leyes comunes. El mundo que te escarnece porque a tal ente sucumbes, antes tolera deslices que da crédito a virtudes. Sea que en martes te pese de lo que pensaste en lunes, o que en ese matrimonio

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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segunda intención ocultes, ello es que grata sonríes cuando te miro, y la lumbre de tus luceros me anuncia que a tu amor me restituyes. Mas siempre a tu lado ese hombre, por no decir ese yunque, condenándome al silencio me mortifica y me aburre. Emancípate una hora del necio que te consume, y merezca yo, bien mío, que sin testigos me escuches. Entonces... Mas si deseas que el martirio te haga ilustre, y de locas esperanzas el alma mía se nutre, ruégote, adorada Luisa, que compadezcas y excuses a tu desgraciado y fiel amante.— Diego Santurce.»— ¿Hay hombre más imprudente? ¿Cuándo le he dado lugar para atreverse a enviar esta carta impertinente? ¡Suponer en mí arrumacos que anuncian viles antojos! Si tal le han dicho mis ojos mienten como unos bellacos. Creí en su falsa humildad, velo de infame proyecto, y le prometí en efecto casta y sencilla amistad; mas veo en este papel que para el tal señor mío

Un novio a pedir de boca

[ 143 ]

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todo lo que no es desvío es estar muerta por él. ¡Y hablar con ese desprecio de quien es mí dulce encanto! No hay pasión que ciegue tanto como el orgullo de un necio. Otro menos temerario, viéndome en brazos ajenos, esperaría a lo menos que pasase el novenario; pero es tal su petulancia y tanta su presunción, que aún si le doy un sofión le convertirá en sustancia. Mejor es no responder al que, siendo yo quien soy, piensa que me pesa hoy de haberme casado ayer. ¡Pesarme! Si registrara todo el mundo conocido, ¿dónde hallarla un marido como el que Dios me depara? ¡Tan humilde, tan bendito... Quizá más de lo que debe, que ni a respirar se atreve si yo no se lo permito.

 ESCENA II  LUISA, DON CELESTINO

D. CELESTINO (Saliendo de la habitación de la derecha.) ¿Aquí estás! ¡Oh maravilla de la España y de la Europa!—

[ 144 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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¿Qué tal me sienta la ropa que me ha improvisado Utrilla? LUISA

A ti todo te está bien.

D. CELESTINO Los ojos con que me miras... Pero ¿qué es esto? ¡Suspiras! ¿Por qué, mi vida..., o por quién? LUISA

Tu imagen nunca se aparta de mi corazón.

D. CELESTINO

¡Pichona!... ¿Pues qué te aflige?— Perdona mi indiscreción.

LUISA

Esta carta. (Le da la de don Diego.)

D. CELESTINO Si tal confianza, oh perla, dispensas a tu marido, dime tú su contenido y me excuso de leerla. LUISA

No; léela... para ti.

D. CELESTINO Basta que tú me estimules... (Leyendo entre dientes.) «Em...» ¿Cómo!... «Em... Um... disimules... Em...» ¿Qué dice este hombre aquí! «Em...» ¡Calle! «Em...Um... Em...» ¡Qué audacia! «Em... Um... Acebuche...» ¡Toma! «Em...» Esto será una broma... «Em... Tal ente...» ¡Vaya en gracia! «Em... Um...» Segunda intención... «Oiga!... Um...» ¡Digo a usted que es flojo... «Em...» ¡No es nada lo del ojo!... «Emancípate...» ¡Bribón! «Em... Sin testigos...» ¡Alabo!... «Em... Em...» ¿Está en su camisa

Un novio a pedir de boca

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el tal...— «Adorada Luisa...» «Um... Diego Santurce.» —¡Bravo! LUISA

Lo que me pasa te digo, aunque tú no me lo exijas.

D. CELESTINO ¡Malvado! LUISA

Mas no te aflijas. Le aborrezco.

D. CELESTINO LUISA

¡Falso amigo! Yo te juro por mi nombre que nunca le he dado pie...

D. CELESTINO No lo jures; ya lo sé. LUISA

Pero es un necio...

D. CELESTINO

¡Un mal hombre! Yo no soy ningún estuche..., mas de buenas a primeras. llamarme... Luisa, de veras, ¿tengo yo alma de acebuche? Mas no me diera inquietud la censura de ese... sabio, si no te hiciera el agravio de dudar de tu virtud. Esto solo me fastidia.— ¡Mire usted que es mucho afán... Y es que él y el otro galán se están muriendo de envidia.

LUISA

¿El otro!...

D. CELESTINO

¿Quién lo creyera!— ¡También me escriben a mí!— (Dando a Luisa su carta y sacando otra.) Esta es de don Jorge.

LUISA

[ 146 ]

¿Sí?

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. CELESTINO Y dice de esta manera: (Lee.) «Postrado en cama con fiebre y tos desde el momento de maldición en que una ingrata me desahució, Dios no ha querido— ¡vaya por Dios!— que fuese víctima de mi furor, antes de darle la bendición, mi aborrecido competidor. Ya felizmente curado estoy, que mi coraje prevaleció contra los récipes de mi doctor; y no hay justicia bajo del sol para que humille, su pabellón un ciudadano tal como yo a un hombrecillo tal como vos. Así, es forzoso nos demos hoy la consiguiente satisfacción; a cuyo efecto hasta las dos

Un novio a pedir de boca

[ 147 ]

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espero en casa contestación, fijos los ojos en mi reloj; bien entendido que ¡voto a bríos! no ha de valeros decir que no, pues donde quiera que os halle, ¡pof! os extermina de un bofetón vuestro enemigo— Jorge Muñoz.» LUISA

¡Dios mío, ese hombre es un oso! ¿Cuándo se ha visto...

D. CELESTINO LUISA

Es tremendo. A un rival..., ya lo comprendo; pero ¡retar a un esposo!

D. CELESTINO De pensarlo me contristo, Luisa mía, pero yo... ¿Cómo ha de ser! Mas pasó por nosotros Jesucristo. LUISA

Sí; pero tanta insolencia...

D. CELESTINO Es natural que te asombre; pero a bien que yo soy hombre de muchísima paciencia. LUISA

Por eso abusan así...

(Suena la campanilla.) D. CELESTINO ¿Qué quieres! En esta vida... Y eso y mucho más, querida, sufriría yo por ti. LUISA

[ 148 ]

Ya; pero es cosa cruel...

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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 ESCENA III  LUISA, DON CELESTINO, ANTONIO

ANTONIO LUISA

(Con el álbum.) Señora... ¿Qué hay?

ANTONIO

Un criado ha traído este recado de parte de don Miguel.

LUISA

(Tomando el álbum.) Sí; se le mandé a pedir... Este será más hidalgo, que el talento...

ANTONIO LUISA

¿Se ofrece algo? Ahora, no: te puedes ir.

 ESCENA IV  LUISA, DON CELESTINO

D. CELESTINO También sentirá el expolio... LUISA

Sí; pero su cortesía... (Registrando el álbum.) Alguna galantería...

D. CELESTINO (Como la de... el capitolio.) LUISA

Sus modales son diversos...

D. CELESTINO ¿No encuentras... LUISA

Un novio a pedir de boca

Aquí detrás tal vez... Sí. Escucha y verás... Hace muy bonitos versos. (Lee.) «¿Qué será? ¿Qué no será? ¡Ya, ya!...

[ 149 ]

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Dios lo sabe; Dios dirá. Luisa se casa con Ruiz y Ruiz se casa con Luisa... Ella rica, él sin camisa; ella hermosa, él... Pero diz... Son chismes; pero quizá... Como él es... un infeliz... ¿Qué será? ¿Qué no será? ¡Ya, ya!... Lo que fuere sonará.» (Tirando el álbum con despecho sobre una mesa.) ¿Se ha visto acción más grosera? ¡El infame... ¡Ah Celestino!... D. CELESTINO ¡Válgame Dios uno y trino! ¿Quién pensara... ¿Quién dijera... LUISA

¿Cuál ¡oh cielo! es mi pecado, que me das este castigo?

D. CELESTINO Que te has casado conmigo ¡y yo soy muy desdichado! LUISA

¿Y hemos de sufrirlo? ¡Ah! no, que esto pasa de la raya. ¿Qué me aconsejas?

D. CELESTINO

¿Yo? ¡Vaya!.. ¿Qué he de aconsejarte yo? Tú eres mujer que lo bordas para... Yo ¡pobre de mí! no sé... Y como soy así... Y nunca las vi tan gordas...

LUISA

¿Eh? ¡Pues alabo la calma!

D. CELESTINO Pero, hija... LUISA

Pero ¿no ves que nos insultan los tres?

D. CELESTINO Sí; y ¡yo lo siento en el alma!

[ 150 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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LUISA

Pero no basta sentirlo.

D. CELESTINO Pues ¿qué!, ¿quieres que me bata con tres hombres? Bien, ingrata, ¡me van a rajar de un chirlo! LUISA

¡Ay Dios!...

D. CELESTINO LUISA

Me traerán en andas. No es esa mi pretensión.

D. CELESTINO Pues, alma mía, dispón... Tú eres aquí la que mandas. Lo exigiste... LUISA

Lo exigí; pero ¡hombre de Belcebú!...

D. CELESTINO ¡Luisa!... LUISA D. CELESTINO

Si mandaras tú, ¿qué harías? ¿Qué haría?...

LUISA

Di.

D. CELESTINO Por lo que hace al epigrama que justamente te enoja, arrancaría la hoja y la echaría en la llama. LUISA

D. CELESTINO LUISA D. CELESTINO

¡Bravo! ¿Y dejas sin castigo a la mano fementida que le escribió? No, mi vida. ¿Pues qué haces? ¿Qué?... ¡La maldigo!

LUISA

(¡Medrados estamos!)

D. CELESTINO

¡Pues!— Por lo que hace al... jesuita que te ha pedido una cita..., dásela..., o no se la des.

Un novio a pedir de boca

[ 151 ]

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LUISA

¡Jesús, qué hombre! Merecías que se la diese y...

D. CELESTINO

¿Por qué, Luisa mía?

LUISA

Yo lo sé.

D. CELESTINO ¡No te enfades!... (Luisa se sonríe con sarcasmo.) ¡No te rías! LUISA

Mas yo, si tú nada vales, basto a mirar por mi honor. No volverá aquel traidor a pisar estos umbrales.

D. CELESTINO Ya sé yo que estás resuelta a guardar tu honor sin manchas; por eso estoy a mis anchas y duermo... LUISA

¿Si?

D. CELESTINO

A pierna suelta.— En cuanto al otro adalid, o denuncio su arrogancia a un juez de primera instancia..., o me escapo de Madrid.

LUISA

¡Eh, calla!

D. CELESTINO

Estaré en Sigüenza mientras pasa el aguacero...

LUISA

¿Eso dice un caballero! ¿No te mueres de vergüenza!

D. CELESTINO El expediente es grotesco; ¿verdad? Mas, ya que te quejas, ¿por qué de mí te aconsejas si no sé lo que me pesco? LUISA

[ 152 ]

A la verdad, no creía que fueses tan...

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. CELESTINO

¿Qué? Tan memo.

LUISA D. CELESTINO Ya; pero... LUISA

Y que a tal extremo llegase tu cobardía.

D. CELESTINO Yo siento que te arrepientas... LUISA

No digo tal.

D. CELESTINO

Bien se ve; pero, hija mía, ¿por qué no echaste mejor tus cuentas? ¿Es culpa mía tu oprobio? ¿Acaso yo te he mentido? La persona del marido ¿no es la persona del novio? ¿No te dije por escrito, y de palabra después, lo que sabes, lo que ves; esto es, que soy un bendito? ¿No fue bastante el ensayo de mi valor cuando viste que en tu seno ¡ay de mí triste! caí con aquel desmayo?

LUISA

¡Tienes razón! (¡Ay... ya es tarde!...)

D. CELESTINO Pues entonces, hazte cargo... LUISA

¡Ah! sí.

D. CELESTINO

Y... mira; sin embargo de ser yo así... tan cobarde, aun soy capaz..., no te asombres, si me ampara la fortuna, de hacer..., ¿qué sabemos..., una... hombrada con esos hombres; que es tu amor un aguijón para mí de fino acero;

Un novio a pedir de boca

[ 153 ]

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porque... ¡eso sí!... yo te quiero con todo mi corazón.— Pero temo un alboroto si obro por mí y ante mí; porque, ya ves, como aquí no tengo yo voz ni voto... LUISA

Para volver ¡cielo santo! por tu honor ¿pides permiso? ¡Oh! yo te quiero sumiso pero ¡no tanto, no tanto!

D. CELESTINO Pues déjame obrar, en nombre de Dios; que, si me emancipas, veremos... Yo haré de tripas corazón; ¡yo seré un hombre! LUISA

Bien; pero exponer tu vida...

D. CELESTINO No hay cuidado: no la arriesgo. Yo sabré tomar un sesgo... LUISA

(¿Qué hará?...)

D. CELESTINO

Hasta después, querida. ¡Ya verás qué matrimonio tan feliz...

LUISA

¿Adónde vas?

D. CELESTINO Voy allí..., a escribir... Verás... Envíame luego a Antonio. (Entra en la habitación de la derecha.)

 ESCENA V  LUISA

LUISA

[ 154 ]

¿Qué ¡idea será la suya... si en él cabe alguna idea? Pero mejor es dejarle;

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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a ver por dónde resuella, que se volverá más tonto si abuso de la tutela. Mucho temo que me salga a la cara mi sistema y por huir de un escollo dar en un banco de arena.— Pero si bien lo medito, no es extraño que él no sepa, lo que le pasa. Yo misma al ver la obstinada guerra de que soy víctima pierdo el ánimo y la cabeza. (Tira del cordón de la campanilla.) Yo confío, sin embargo... Acaso mi reprimenda no sea inútil...

 ESCENA VI  LUISA, ANTONIO

ANTONIO LUISA

Señora... Entra allí. El amo te espera.

(Entra Antonio en el gabinete de la derecha.)

 ESCENA VII  LUISA, MARCELINA

LUISA

Yo no te llamaba a ti.

MARCELINA

Perdone usted. Cuando suena la campanilla, no dice:

Un novio a pedir de boca

[ 155 ]

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llamo a Juan ni llamo a Tecla, y por no errar... LUISA

¡Ea, calla, que hoy estás muy bachillera!

MARCELINA

¡Válgame Dios, señorita! Nunca con tal asperencia me ha hablado usted.— Pero yo no lo extraño. Cuando hay penas...

LUISA

¿Cómo penas? ¿Quién te ha dicho...

MARCELINA

¡Si eso se conoce a legua! Vea usted lo que es casarse una con quien no congenia con una...

LUISA

¡Esto nos faltaba para coronar la fiesta!

MARCELINA

Si usted me hubiera creído...

LUISA

Sí; ¡excelente consejera!

MARCELINA

¡Y mucho que sí! —Otro gallo nos cantaría...

LUISA

¡Oh... qué necia!

MARCELINA

(Sí, que el que ahora tenemos más bien parece una llueca.)

LUISA

¿Eh? ¿Qué dices?

MARCELINA

Que... Don Diego...

LUISA

¿Qué escucho! ¿Aún me recomiendas al que ha tenido la audacia de escribirme cien blasfemias en esta carta indecente? (Rompiéndola y tirando los pedazos.) Mira lo que hago con ella.

MARCELINA

(¿Qué habrá escrito aquel demonio?)

[ 156 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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LUISA

Otra vez no te suceda tomar cartas ni recados de ese hombre...

MARCELINA

No creí que era... ¿Quién diantres...

LUISA

Y si se atreve a presentarse a mi puerta, dile, por la ventanilla, que se vaya y nunca vuelva.

MARCELINA

Bien.

LUISA

Si no lo haces así, te despido.

MARCELINA

¡Si; la cuerda siempre ha de romperse...

LUISA

¡Eh! basta.

MARCELINA

Por lo...

LUISA

Calle y obedezca. (Entra en la habitación de la izquierda.)

 ESCENA VIII  MARCELINA

MARCELINA

¡Vaya, que tiene un humor del diantre! ¿Qué mala yerba ha pisado?

 ESCENA IX  MARCELINA, ANTONIO

ANTONIO

Un novio a pedir de boca

(Saliendo.) En seis minutos haré lo que usted me ordena.

[ 157 ]

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(A Marcelina.) ¡Hola! ¿Qué hace usted de bueno por aquí? MARCELINA

A usted, so babieca, no le importa nada.

ANTONIO MARCELINA

¡Bruja ¡Calle, avestruz!...

ANTONIO

¡Mala pécora!

 ESCENA X  MARCELINA

MARCELINA

Recojamos los pedazos de la desgraciada esquela. (Lo hace.)

 ESCENA XI  DON CELESTINO, MARCELINA

D. CELESTINO ¿Qué estás rebuscando ahí? MARCELINA D. CELESTINO

Estos papeles que empuercan el suelo... ¿Quién los ha roto?

MARCELINA

La señora.

D. CELESTINO

Ella es muy dueña de romper cuanto quisiere. (Tomando un pedazo y examinándole.) (¡Hola! Es la carta discreta de don Diego.)

MARCELINA

[ 158 ]

(¡Hum !... ¡Qué curioso!)

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D. CELESTINO (Sea muy enhorabuena.) Toma ese. Cuenta sería de modista o lavandera... MARCELINA

(¡Cabalito!) Yo no sé...

D. CELESTINO Dirás a mi esposa bella, si te pregunta por mí, que salgo a unas diligencias, y que si tardo no esté con cuidado.— Hasta la vuelta.

 ESCENA XII  MARCELINA

MARCELINA

Un novio a pedir de boca

¡Miren el bobo de Coria! Se las traga como ruedas de molino. ¡Figurarse que dice naguas y medias donde habrá aquello de hechizo y encanto de mis potencias y sentidos, dueño amado, me alegraré que estés buena: Esta solo se dirige a renegar de mi estrella por la partida serrana y así.... de mula gallega que me has jugado casándote por delante de la iglesia con quien besar no merece el polvo de tus chinelas. Mas de los arrepentidos, como decía mi suegra, es el reino de los cielos; y así yo espero... Y aquí entran

[ 159 ]

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otra vez los perifollos de sol y lucero y perla... y así, poco más o menos; que aunque yo no sé de letras sé notar cartas de amante como un maestro de escuela. (Suena la campanilla.) Han llamado.— ¡Ay, santo Dios! ¿Si será... ¡Pues él es! ¡Ea! Pues ya la hemos...

 ESCENA XIII  DON DIEGO, MARCELINA

D. DIEGO MARCELINA

D. DIEGO MARCELINA D. DIEGO

¡Marcelina! (En voz baja.) Váyase usted. ¡Ay! me tiemblan las carnes y... ¿Que me vaya? ¡Por Dios, más bajo! No temas. Don Celestino salió. Desde un portal de la acera de enfrente lo he observado.

MARCELINA

Salió; lo sé; pero es fuerza que usted se vaya.

D. DIEGO

¿Por qué? El marido no sospecha...

MARCELINA

El marido es lo de menos.

D. DIEGO

Pues ¿quién prohíbe...

MARCELINA

[ 160 ]

¿Quién? ¡Ella!

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. DIEGO

¿Es posible!... Está furiosa.

MARCELINA D. DIEGO

¿Contra mí?

MARCELINA

¡Pues! A la cuenta, ha removido su bilis la carta...

D. DIEGO

¡Bah! no lo creas.

MARCELINA

Cuando digo...

D. DIEGO

Las mujeres suelen usar de esas tretas para darse más valor.

MARCELINA

¿Qué, señor! ¡Si en mi presencia ha roto la carta... ¡Bravo!

D. DIEGO MARCELINA

Véala usted hecha piezas.

D. DIEGO

¡Soberbio!

MARCELINA

Esto es que sin duda la remuerde la conciencia...

D. DIEGO

Eres una pobre tonta, Marcelina. Esa tormenta pasará. Tú la has de ver tan blanda como la cera así que yo la haya hablado... ¡al alma!

MARCELINA

¡Pues poco seria dijo que si usted volvía le diese con...

D. DIEGO

¡Bagatela!

MARCELINA

¡Con la puerta en los hocicos!

D. DIEGO

Pues bien; venga lo que venga. ya estoy aquí, y he de hablarla.

Un novio a pedir de boca

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MARCELINA

¡Pues! Y luego habrá quimera. y me plantará en la calle.

D. DIEGO

Tú no me abriste la puerta.

MARCELINA

Ya, pero...

D. DIEGO

Y si te despide, casas hay mejores que esta. Yo te buscaré acomodo...

MARCELINA

Gracias; pero... no quisiera...

D. DIEGO

¿No quieres comprometerte? Pues bien; eso se remedia fácilmente.

MARCELINA

¿Sí?

D. DIEGO

Figúrate que he entrado yo de sorpresa, y me regañas, y gritas, y yo porfió, y le emperras, y a las voces sale tu ama...

MARCELINA

Ya, ya entiendo...

D. DIEGO

Pues empieza.

MARCELINA

(Voceando.) ¡Váyase con viento fresco!

D. DIEGO

(Lo mismo.) ¡No me voy, maldita vieja!

MARCELINA

(Picada y bajando la voz.) ¿Vieja maldita?

D. DIEGO

¡Anda! Lo hago por dar color a la gresca.

MARCELINA

(Gritando.) ¡Que se vaya usted le digo!

D. DIEGO

¡Qué insulto! A mí no se me echa a la calle.

[ 162 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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MARCELINA

Sí, señor, que me han dado orden expresa...

D. DIEGO

¡Bah! No es posible...

 ESCENA XIV  LUISA, MARCELINA, DON DIEGO

LUISA

¿Qué es esto?

MARCELINA

(Aparentando no ver a Luisa.) ¡Y yo no soy alca... rreña!

D. DIEGO

Pero ¡si digo... (A Luisa.) ¡Ah, señora!

MARCELINA

¡Largo de aquí, largo!...

LUISA

(Acercándose.) ¡Bestia!... ¡Tanto gritar!...

MARCELINA

(Como sorprendida.) ¡Ay... el ama! Verá usted cómo ahora pega conmigo...— Aquí se ha colado de sopetón... ¡Calla! ¡Cesa!

LUISA D. DIEGO

Yo no podía dar crédito...

MARCELINA

Pues bien claro... ¡Oh qué molestia!

LUISA ¿No callarás? MARCELINA LUISA

Un novio a pedir de boca

Es que yo... Quítate de mi presencia.

[ 163 ]

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 ESCENA XV  LUISA, DON DIEGO

D. DIEGO

Con que, ¿ya se me prohíbe...

LUISA

Ningún criado en mi casa a suponer se propasa órdenes que no recibe.

D. DIEGO

Yo creí que estaba loca, o que era solo un capricho.... y mientras lo que ella ha dicho no me repita esa boca...

LUISA

Pues bien; si en mi casa mando, no vuelva yo a ver en ella a quien atrevido huella mi decoro.

D. DIEGO

Yo... Si... Cuando... Mi delito..., si es delito...

LUISA

Nada de excusas, don Diego, que si las escucho, luego creerá usted que las admito.

D. DIEGO

¿Es virtud, o es vanidad el desdén que así me hiere?

LUISA

Crea usted lo que quisiere, pero esta es mi voluntad.

D. DIEGO

¡Ver despreciado mi ruego por hombre tan baladí!

LUISA

Cuando yo le preferí ya conocía a don Diego.

D. DIEGO

¿Valgo yo menos, cruel...

LUISA

De gustos no hay nada escrito; pero yo me felicito de estar casada con él.

D. DIEGO

¿Eso responde a mi queja...

[ 164 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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LUISA D. DIEGO

¡Ah! Él es... ¿Cómo...

LUISA

Vamos; ¡listo... Váyase usted, que le he visto...

D. DIEGO

¿Por dónde?

LUISA

Por esa reja.

D. DIEGO

Pero ¡si él no sabe...

LUISA

¡Sí! Todo se lo he revelado.

D. DIEGO

¿Es posible...

LUISA

Y le he jurado no admitir a usted aquí. Creerá que culpada soy... ¡y no lo seré jamás!

D. DIEGO

Me habrá visto por detrás, o no me habrá visto. Voy... Salgo al pasillo, y después... (Suena la campanilla.)

LUISA

¡No! Ya llama... ¡Suerte fiera!

D. DIEGO

Van a abrir...

LUISA

¡Ah!... ¿Dentro, o fuera?

D. DIEGO LUISA

¡En el biombo!...

D. DIEGO

(Entrando en el biombo.) Entro, pues.

 ESCENA XVI  LUISA, DON CELESTINO, DON DIEGO

D. CELESTINO ¡Oh Luisa! Estabas ya alerta... Noticias interesantes le traigo...

Un novio a pedir de boca

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LUISA

¿Cómo...

D. CELESTINO

Pero antes cerraremos esta puerta. (Echa la llave a la puerta del foro y la guarda.)

LUISA

(¡Cielos!...) ¿Para qué encerrados?

D. CELESTINO No temas; yo estoy sereno, mas por precaución... No es bueno que nos oigan los criados. D. DIEGO

(Asomando la cabeza por el biombo con cautela.) (Ha cerrado y no me deja arbitrio para escapar.)

LUISA

Ya me habrás visto al pasar...

D. CELESTINO No; no he mirado a la reja. LUISA

(¡Respiro!) ¿De dónde vienes?

D. CELESTINO De ver a don Jorge. LUISA

¡Ah!

D. CELESTINO

Nada... Se decidió con la espada la cuestión... y aquí me tienes.

D. DIEGO

(¿Qué oigo!)

LUISA

¿Te has batido al fin!

D. CELESTINO Era forzoso... ¡Es tan bruto! Ha sido obra de un minuto. Allá en su propio jardín... LUISA

¿Le has herido?

D. CELESTINO D. DIEGO LUISA D. CELESTINO

[ 166 ]

Si; un pinchazo... (¡Él!...) ¡Tú!... No es mortal la herida; pero hasta pascua florida no podrá mover el brazo.

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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LUISA

¿Y aquel miedo...

D. CELESTINO

Buena dosis tenía de él; mas tu amor, Luisa, me inspira valor.

D. DIEGO

(¡Extraña metamorfosis!)

D. CELESTINO Mi hombre vomitaba pestes contra mí; mas ya, testigos tengo, somos tan amigos como Pilades y Orestes. D. DIEGO

(¿Será cierto?...)

D. CELESTINO

No te asombre. querida, mi intrepidez. Todo es perder de una vez el miedo. ¡Ya soy otro hombre!

LUISA

Sí, sí... Ya veo... (¡Hola, hola!...)

D. DIEGO

D. CELESTINO Llevaba en la faltriquera dos cachorrillos, por si era el desafío a pistola. LUISA

¿Cachorrillos?

D. CELESTINO (Sacando uno.) Mira. (¡Zape!)

D. DIEGO LUISA

¿Está cargado? ¡Con bala!

D. CELESTINO LUISA

¡Ay Dios!.., Pero en esta sala...

D. CELESTINO No temas que el tiro escape.— Pero si otra lid entablo... LUISA

¡Ah! no...

D. CELESTINO

Tengo tan buen ojo... ¿Sabes que me da..., así..., antojo de tirar al blanco...

Un novio a pedir de boca

[ 167 ]

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D. DIEGO LUISA

(¡Diablo!) ¡Por Dios!...

D. DIEGO

(¿Y será el zambombo capaz...)

D. CELESTINO

Voy a ver si atino a la frente de aquel chino...

D. DIEGO

(¡Cuerno !...)

D. CELESTINO (Amartillando la pistola.) Aunque rompa el biombo. LUISA

¡Quita!... ¡Dios mío, que escándalo!...

D. CELESTINO Déjame con mi manía. Ya está hecha la puntería... D. DIEGO

(Saliendo del biombo.) Eh, que estoy yo aquí! (¡Es un vándalo!)

D. CELESTINO ¿Qué veo! ¡Infame!... LUISA

¡Ah! ¡Detente...

D. CELESTINO ¡Y tú, traidora... Mi furia... D. DIEGO

No merece tal injuria. Yo juro que está inocente.

D. CELESTINO ¿Pues cómo así se atropella mi casa? D. DIEGO

(Turbado estoy. No sé qué decir...) No soy... Yo no venía por ella.

D. CELESTINO Pues ¿por quién? D. DIEGO

Ya se adivina... ¿No hay aquí criadas...

D. CELESTINO

¡Ya! Por Marcelina quizá...

D. DIEGO

[ 168 ]

Cierto... Sí; por Marcelina. (Salgamos ahora del susto...)

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. CELESTINO Eso me vuelve el sosiego.— Pero ¿sabe usted, don Diego, que tiene usted muy mal gusto? LUISA

(¡Yo no sé lo que me pasa!)

D. DIEGO

¿Qué quiere usted!... Un capricho...

D. CELESTINO ¡Y faltar por ese bicho al respeto de mi casa! D. DIEGO

Conozco... (Finge creerme... Es de alabar su prudencia.) Yo no debía.., en conciencia... Pero... el diablo, que no duerme...

D. CELESTINO Ahora bien; usted verá, aunque me ha dejado absorto ese amor, cómo me porto... (Abriendo la puerta del foro y llamando.) ¡Marcelina!... Ven acá. D. DIEGO

(¿Qué va a hacer?) (Vamos; no vuelvo

LUISA de mi sorpresa...)

 ESCENA XVII  LUISA, DON CELESTINO, DON DIEGO, MARCELINA

MARCELINA

Señor

D. CELESTINO Ya sé tu liviano error... MARCELINA

¿Cómo!...

D. CELESTINO

Pero yo te absuelvo. Mira tu amante: ahí le tienes. Él le sacará de penas.

Un novio a pedir de boca

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MARCELINA

¡Don Diego!...

D. CELESTINO

Y si te condenas

MARCELINA

Pero...

D. DIEGO

(En voz baja.) ¡Chist!...

D. CELESTINO MARCELINA

Que te condenes. ¿Será tan feliz mi estrella...—

D. CELESTINO ¡Basta! MARCELINA

(Aparte a don Diego.) Con que, ¿yo reemplazo...

D. CELESTINO (A don Diego.) ¡Ea, déla usted el brazo, y largo de aquí con ella! D. DIEGO

(¡Yo del brazo a esta tarasca!)

D. CELESTINO Si resiste usted... D. DIEGO

(¡Qué tedio!... Mas...) (Don Celestino le apunta con la pistola.) ¡Quieto! (No hay otro medio de conjurar la borrasca.) (A Marcelina.) Venga el brazo.

MARCELINA

(Tomándole.) Hoy pierdo el juicio. ¿Yo de bracero— ¡qué gozo!— con un arrogante mozo?...

D. DIEGO

Vamos... Abur... (¡Qué suplicio!— Pero en el portal...)

D. CELESTINO

Mio caro, yo he de ver desde la reja

[ 170 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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la interesante pareja. Si la suelta usted, ¡disparo! MARCELINA

No... (¡Oh rabia!...)

D. CELESTINO (A Marcelina.) Y tú, prenda mía, no vuelvas más por aquí, ¡o te acordarás de mí! MARCELINA D. CELESTINO MARCELINA

Pero... ¡Largo! ¡Ave María!...

 ESCENA XVIII  LUISA, DON CELESTINO

D. CELESTINO ¡Ah ja... ¿No has visto qué graves iban los dos? ¡Qué placer! ¡En lugar de mi mujer se lleva al ama de llaves! (Mirando por la reja.) Ya salen. ¡Justo castigo de un necio! Ella es una lapa. No le suelta; no se escapa... (Gritando.) ¡Bravo! ¡Bien! ¡Abur, amigo! LUISA

¿Quieres explicarme ahora qué extraña mudanza es esta?

D. CELESTINO Poco trabajo me cuesta complacer a mi señora.— No hay mudanza alguna en mí. Siempre he sido lo que soy. LUISA

Un novio a pedir de boca

¿Luego has fingido hasta hoy...

[ 171 ]

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D. CELESTINO Fuerza es confesarlo; sí. Mi confidente..., ese Antonio... LUISA

¡Ah tuno!...

D. CELESTINO

¡Para que veas!... Me informó de tus ideas acerca del matrimonio. Querías novio inocente que, cual figura de friso, no respirara, sumiso a tu trono omnipotente. Mi astucia, aunque no me toca decirlo, fue tan feliz que hallaste en el pobre Ruiz un novio a pedir de boca; así logré de tus labios el dulce anhelado sí, y hoy vuelvo a ser lo que fui para vengar mis agravios.

LUISA

Así, y no mandria, te quiero; mas me queda un escozor...

D. CELESTINO ¿Cuál? LUISA

Tan entrañable amor ¿era a mí, o a mi dinero?

D. CELESTINO Justo es también que deshaga ese error. Bien sabe Antonio, si es rico tu patrimonio, que el mío no le va en zaga. LUISA

¡Ah! me confundes.

D. CELESTINO

Y en prueba de que ahora no miento, ven a mi cuarto, dulce bien, verás una cosa nueva.

LUISA

¿Qué?

D. CELESTINO Un aderezo de moda.

[ 172 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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LUISA

¿De brillantes?

D. CELESTINO

Sí, alma mía. No te he dado todavía mi regalito de boda. Mientras viene don Miguel...

LUISA

¿Le esperas?

D. CELESTINO

Sí, le prevengo... También, ya lo sabes, tengo que ajustar cuentas con él.

LUISA

¡No, por Dios!... ¿Vas a arriesgar tu vida...

(Suena la campanilla.) ¡Ay! llaman... Él es... D. CELESTINO Le hablaré de paz. Ya ves..., le he convidado a almorzar.

 ESCENA XIX  LUISA, DON CELESTINO, ANTONIO

ANTONIO

Don Miguel pide licencia...

D. CELESTINO Que se espere y tome asiento. ANTONIO

Bien.

D. CELESTINO

Salimos al momento. (Entra con Luisa en el cuarto de la derecha.)

 ESCENA XX  ANTONIO, DON MIGUEL

ANTONIO

Un novio a pedir de boca

¿Tendremos otra pendencia? (A la puerta.) Que pase usted adelante.

[ 173 ]

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D. MIGUEL

(Entrando.) No está aquí...

ANTONIO

Siéntese usté, si no quiere estar de pie; el amo saldrá al instante.

 ESCENA XXI  DON MIGUEL

D. MIGUEL

[ 174 ]

¡Es mucho hombre! Le fulmino un rehilete mortal, ¡y en vez de desafiarme me ha convidado a almorzar! Y aquí no hay doble intención, porque él es moro de paz y la carta es un modelo de seráfica humildad. (Saca una carta y lee.) «Amigo mío y señor: no puedo a usted ponderar el disgusto que he tenido leyendo aquel madrigal. Ya se ve; usted pretendía a mi adorada mitad, ¿pero qué le hemos de hacer si nos han casado ya? No soy, debo confesarlo, hombre así... de armas tomar, ni pretendo con mis quejas acudir a un tribunal; mas si usted da en perseguirme con su sátira mordaz, soy hombre al agua; de fijo me cuesta una enfermedad.

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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No es acción de caballero ni de cristiano turbar la quietud de un hombre honrado que no le quiere a usted mal. Por tanto, suplico a usted me conceda su amistad, y venga a almorzar conmigo, y pelillos a la mar.»— ¿Hay marido más alhaja? ¡Escribirme un memorial para... ¡Pobrecillo!... Casi me dan ganas de llorar.— Lo que yo extraño es que Luisa... Pero ella es mujer sagaz, y como tiene un marido que no la puede vengar, para desarmar mi cólera se habrá propuesto ese plan. Y quién sabe si mañana... Fácil me será inventar disculpas... Diré que ha sido un arrebato... Aquí están.

 ESCENA XXII  DON MIGUEL, DON CELESTINO

D. CELESTINO ¡Don Miguel! D. MIGUEL D. CELESTINO D. MIGUEL

Un novio a pedir de boca

¡Señor de Ruiz!— ¿Y... la señora? Vendrá. Como usted me ha convidado con tanta... cordialidad, no he podido prescindir...

[ 175 ]

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D. CELESTINO ¿Hay apetito? Tal cual.

D. MIGUEL

D. CELESTINO Disimule usted que me haya tomado la libertad... D. MIGUEL

¡Eh, señor...

D. CELESTINO

El desayuno preparado es tan frugal... (Hojea el álbum sobre la mesa donde está.)

D. MIGUEL

Yo no soy de cumplimiento.

D. CELESTINO Se reduce... ¡Pues ya! A un par

D. MIGUEL de platos.

D. CELESTINO (Rasgando la hoja en que escribió don Miguel.) A este papel... D. MIGUEL

¡Calle! Mis versos...

D. CELESTINO

Sí tal. Este es el almuerzo. Ahora se los va usted a tragar.

D. MIGUEL

¿Qué es esto? ¿Se burla usted...

D. CELESTINO No, señor; que hablo formal. D. MIGUEL

¡Pero, hombre... (No es este el hombre a quien yo vine a buscar.)

D. CELESTINO Ea, prepárese usted a comérselos... sin pan. D. MIGUEL

¿Quién es capaz de obligarme a colación tan bestial?

D. CELESTINO Yo. Trague usted el papel..., (Sacando la pistola, poniéndola en el disparador y apuntándole.) o a mis manos morirá.

[ 176 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

02-intLibGenero&Emocion-SVO_SVO 17/02/13 20:46 Página 177

D. MIGUEL

(¡Demonio!) Pero esta es una traición...

D. CELESTINO

¿Y ha sido leal la conducta de usted...

D. MIGUEL

No; pero otros caminos hay entre caballeros...

D. CELESTINO

Bien; eso después se verá. Ahora ¡tragar o morir!

D. MIGUEL

Pero... ¡qué diablo... ¡Un manjar tan indigesto... Mi estómago... (Era abanto el animal pero se ha crecido al palo.)

D. CELESTINO ¡Eh! vamos... Donde las dan las toman. D. MIGUEL

Pero... ¿no habría medio de... capitular...

D. CELESTINO Sí señor; puede haber uno... D. MIGUEL

Veamos... Usted dirá... (Ya se ve; ¡estoy embrocado...)

D. CELESTINO Pues tenga usted la bondad de leer ese papel. (Le da uno.) D. MIGUEL D. CELESTINO

¿El mío?... No; es otro.

D. MIGUEL

Ya. (Lee para sí.)

D. CELESTINO (¡El de la constelación!... Ahora me las va a pagar todas juntas.) ¿Qué tal?...

Un novio a pedir de boca

[ 177 ]

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D. MIGUEL

¡Cáspita! Una diatriba infernal contra mi propio individuo: que soy necio, lenguaraz. villano, mal caballero, ruin, envidioso... Cabal.

D. CELESTINO D. MIGUEL

Pero esto está exagerado...

D. CELESTINO No. que es la pura verdad, D. MIGUEL

¡Oh! perdone usted... Y ahora...

D. CELESTINO D. MIGUEL

¿Qué? Lo va usted a firmar.

D. CELESTINO D. MIGUEL

¡Yo!

D. CELESTINO

Sí señor; ¡al instante!... (Vuelve a apuntarle.)

D. MIGUEL

¡Pero hombre de Barrabás...

D. CELESTINO (Poniendo el papel en la mesa, donde habrá escribanía.) O firma usted, o disparo. D. MIGUEL

¡Quieto! (No puedo tomar el olivo...) ¡Firmaremos! (Lo hace.)

D. CELESTINO Norabuena. D. MIGUEL

(¡Voto a San!...)

D. CELESTINO (Echando polvos en la firma y tomando el papel.) Ahora, señor don Miguel, aunque hombre que fue capaz de calumniar a la dama a quien no supo agradar, no merece la indulgencia

[ 178 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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de su ofendido rival, juro a usted que no pretendo de su papel abusar. D. MIGUEL

¡Oh!

D. CELESTINO

Si usted me da palabra, y no la rompe falaz, de respetar como debe mi ventura conyugal y el nombre de la que nadie osará impune ultrajar, esta firma vergonzosa no verá la luz jamás.

D. MIGUEL

Yo juro...

D. CELESTINO

De lo contrario, la palinodia fatal saldrá en todos los periódicos,

D. MIGUEL

No, no habrá necesidad. ¡Si digo...

D. CELESTINO

Y por esas calles los ciegos la venderán.

D. MIGUEL

Enterado. A Dios. (¡Qué tío! Con este no hay que jugar.)

D. CELESTINO Abur. D. MIGUEL

A los pies de...

D. CELESTINO

Gracias.— Memorias a aquel galán...

D. MIGUEL

¿A don Diego?

D. CELESTINO D. MIGUEL

Un novio a pedir de boca

Sí. Le haré presente la urbanidad de usted; le diré que aquí se da muy bien de almorzar.

[ 179 ]

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 ESCENA ÚLTIMA  DON CELESTINO, LUISA

LUISA

(Saliendo alborozada.) ¡Ah mi bien! !Ah Celestino!

D. CELESTINO ¿Oíste? LUISA

Todo lo oí.

D. CELESTINO ¿Y estás contenta de mí? LUISA

Sí. ¡Bien haya mi destino!

D. CELESTINO Pues ya cumplí tu venganza, volveré a tu yugo blando y haré dimisión del mando y el voto de confianza. LUISA

[ 180 ]

No, que a ti te pertenece. y aunque tu amor lo permite, no es razón que se le quite a quien tanto lo merece. No le quiero envilecido. La experiencia me hizo ver que no ensalza a la mujer el oprobio del marido. A la que orgullosa y necia hace escarnio de un esposo, si la adula el licencioso el honrado la desprecia. Y es inútil que ella esté de su virtud satisfecha, si autoriza la sospecha lo dudoso de su fe. Dios manda que entre los dos el flaco ceda al robusto; y pues lo manda, no es justo enmendar la plana a Dios;

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que mi mano de manteca no se hizo para el fusil, ni la tuya varonil para la aguja y la rueca; ni esta es la ley del embudo como algunas han creído que si nos manda el marido también nos sirve de escudo; y pues tan buena lección he recibido de ti, mando... que mandes en mí. D. CELESTINO Yo seré, preso en los lazos de tu suspirado amor, para el mundo tu señor; (Abrazándola.) humilde siervo en tus brazos.

Fin de la comedia

Un novio a pedir de boca

[ 181 ]

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Ella es él Comedia en un acto por

don Manuel Bretón de los Herreros [Estrenada en el teatro del Príncipe el 15 de febrero de 1838]

Esta comedia ha sido aprobada para su representación por la Junta de censura de los teatros del Reino, en 4 de junio de 1849

Editor M.P. Delgado Madrid Imprenta de don Cipriano López Cava-baja, 19, bajo Junio 1857

Ella es él

[ 183 ]

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PERSONAS CAMILA DON ALEJO RITA DON MARCELO BRUNO La escena pasa en Valencia, en casa de don Alejo. Sala decentemente amueblada con puerta a la derecha del actor, otra en el foro y otra a la izquierda.

Esta comedia pertenece a la Galería Dramática, que comprende los teatros moderno, antiguo español y extranjero, y es propiedad en el todo de su editor don Manuel Pedro Delgado, quien perseguirá ante la ley, para que se le apliquen las penas que marca la misma, al que sin su permiso la reimprima o represente en algún teatro del Reino, o en los Liceos y demás Sociedades sostenidas por suscripción de los Socios, con arreglo a la ley de 10 de junio de 1847, y Decreto Orgánico de teatros de 28 de julio de 1852.

[ 184 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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 ESCENA PRIMERA  CAMILA, RITA

(Rita aparece ocupada en alguna labor de su sexo. Llega Camila, se sienta y toma también algo de costura.) CAMILA

¡Eh! Ya he dejado la pluma. Ahora la aguja.

RITA

Qué afán! Vida llevas de azacán. No sé cómo no te abruma.

CAMILA

¿Qué quieres? Mi pobre Alejo es un bendito de Dios. Yo trabajo por los dos... y gozar de Dios le dejo.

RITA

Qué corazón de calandria! Qué pobre hombre! Vale más no casarse una jamás que casarse con tal mandria.

CAMILA

Tú que eres de mi marido, Rita, tan severo juez..., hablemos claros; tal vez no le hubieras escupido; mas de tu fallo importuno no me admiro. Es natural que de todos hable mal la que no tiene ninguno.

RITA

Ya te picas?... Qué bobada! Yo te hablo de esa manera, Camila, porque quisiera verte mejor empleada.

CAMILA

Crees tú en hombres perfectos? No lo es mi consorte; no, pero tiene prendas...

Ella es él

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RITA

Yo solo he visto sus defectos.

CAMILA

Con tales ojos le ves! Tu juicio es aventurado, que al cabo no le has tratado mas que dos días o tres.

RITA

Ese tiempo hace que habito en tu amable compañía, mas ya la fama decía que tu esposo es... un bendito. Qué simpleza! Qué desidia! Qué poquedad!... claman todas. Pobre moza! Tristes bodas!

CAMILA

Y eso... es caridad... o envidia?

RITA

Camila!...

CAMILA

Error puede haber en juzgar por la apariencia.

RITA

Pues, hija, toda Valencia...

CAMILA

Valencia no es su mujer. Falta de mundo y de trato tal vez le han hecho indolente; tal vez por ser complaciente le acusan de mentecato. Tiene sobrado caudal y poquísima ambición; descuidó su educación ciego afecto paternal, y así, Rita, a dulces ocios más que a brillar inclinado, y algo flojo y desmañado, no se cuida de negocios. Su dulzura, no lo niego, tal vez raya en timidez;

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GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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mármol parece tal vez, y es su corazón de fuego. No carece de valor, mas le falta atrevimiento; no le falta entendimiento, pero le sobra candor. Digna es en fin de la mía su alma amorosa y sin hiel, y si algo malo hay en él, es ser bueno en demasía. RITA

Confiésame que si pones en el cielo a tu pariente es solo porque consiente que lleves tú los calzones.

CAMILA

Lo que otras envidiarán yo como carga lo tomo por ahorrar un mayordomo que a mis hijos robe el pan; y administradora fiel cual tierna consorte soy, que un solo paso no doy sin consultarlo con él.

RITA

No tiene mala prebenda! Tú trabajas, y el muy zote...

CAMILA

Ya que me casé sin dote conservar debo su hacienda.

RITA

Si es tan débil criatura, cambiad de una vez los frenos, y que él se encargue a lo menos del planchado y la costura.

CAMILA

Rita, la lengua detén. El que a mi esposo deprima...

RITA

Esto es una chanza, prima, y lo digo por tu bien.

Ella es él

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Te llama cara mitad! y miente; que tú eres él, y eres tú. Ese hombre de miel qué hace? CAMILA

Mi felicidad.

RITA

Y eso... Quién te lo asegura? Y si esa condescendencia naciese de indiferencia, Camila, y no de ternura? Se despoja así un marido de la autoridad suprema? Quizá sea estratagema lo que parece descuido.

CAMILA

No!

RITA

Tal vez, mientras el opio de esa blandura estudiada te adormece confiada y fascina tu amor propio...

CAMILA

Qué ruin cavilosidad!

RITA

Te teme más que te ama y sacrifica su fama a la dulce libertad.

CAMILA

Qué lengüecita de perla! Calla! Me haces padecer...

RITA

Quien descuida a su mujer... no está lejos de venderla.

CAMILA

Oh!

RITA

Quizá cuando sin pena su cetro a tus manos pasa cuidados no tiene en casa porque los tiene en la ajena.

CAMILA

Oh cielo! Pagar así mi tierna solicitud!...

[ 188 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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Ah! No. Tanta ingratitud no cabe, bien mío, en ti. RITA

Ah, que amor constante y fiel ogaño ya no se estila! No quisiste tú, Camila, a otro amante antes que a él?

CAMILA

Otro amante? Sí... Marcelo. Le hablé dos días ó tres; se fue a la guerra, y después no le he vuelto a ver el pelo. Entonces era tan tierna mi edad, tan sujeta a engaños... Qué mujer a los quince años siente una pasión eterna? Una niña ya sabrás que suele poner su amor en el que baila mejor o en el que la adula más. Amor del primer abril, muchos autores lo han dicho, mas que amor es un capricho, es un antojo pueril. Buscando a ciegas el bien el corazón nos exhorta a querer; y poco importa cómo, hasta cuándo, y a quién. Cuando se fue a Calahorra don Marcelo, quién dirías que a los tres o cuatro días me consoló? Una cotorra.

RITA

Morir juraste y jamás ser de otro dueño; y cruel te has casado! Y no con él!

CAMILA

Y no me he muerto! Ahí verás.

Ella es él

[ 189 ]

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Él no me escribió... RITA

Ya ves; la guerra...Y un año entero en Estella prisionero... Pero te escribió después.

CAMILA

Ya era tarde. Como un sueño se había ya su memoria desvanecido, y mi gloria se cifraba en otro dueño.

RITA

Plantar a tan fino amante! Qué inconstancia! Qué desliz! Él te hiciera más feliz que ese hombre insignificante.

CAMILA

Más feliz que soy ahora? Imposible! Y qué sé yo si el otro se acuerda o no...

RITA

Prima, yo sé que te adora.

CAMILA

Quién te ha dicho?... Está en Valencia.

RITA CAMILA

De veras?

RITA

Haciendo alarde de su constancia, ayer tarde llegó con la diligencia.

CAMILA

Tú le has visto?

RITA

A fe de Rita, cuando de misa salí. Me ha hablado tanto de ti!... Vendrá a hacerte una visita.

CAMILA

A mí una visita! Y cuándo?...

RITA

Hoy mismo —Chica, ya tiene dos charreteras y viene

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GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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con la cruz de San Fernando! En la fonda nueva se halla.— Recíbele, que harta pena... CAMILA RITA

Como amigo, enhorabuena; pero... Tu marido! Calla.

(Se levantan.)

 ESCENA II  CAMILA, RITA, DON ALEJO

(Llega don Alejo con caña y demás avíos de pesca y al entrar los entrega á Bruno, que se retira con ellos) D. ALEJO

(Llamando.) Bruno!— Camila adorada!— Lleva todo ese atalaje allá dentro! y ten cuidado con los gatos, no se traguen un anzuelo.— Prenda mía! Perdona si vengo tarde y dame un abrazo. (Abraza a Camila.) Hermosa!

CAMILA

Excusado es preguntarte qué has pescado, porque siempre vacío el cenacho traes.

RITA

O cuando más una rana...

D. ALEJO

Decís bien. No me da el naipe para la pesca; ni creo que la fortuna me llame a prosperar por el agua; bien que... por ninguna parte!

Ella es él

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Es fatalidad. No emprendo cosa que no se desgracie. Para mí es arco de iglesia lo que para otros muy fácil, y el día en que no cometo diez torpezas garrafales no quepo en mí; me figuro que he puesto una pica en Flandes. Solo en la elección de esposa fui feliz; que eres un ángel, Camila..., y aun eso fue porque te eligió mi padre. Yo estaba muerto por ti, mas no osaba declararme, y si él no pide tu mano hago, de fe, un disparate. Hola! Y gracias que soy rico, que si hubiera de ganarme el sustento con mi industria... Ya sabe Dios lo que se hace. CAMILA

Entonces te hubieran dado otra educación...

D. ALEJO

Qué diantre!... Si no sirvo para nada!...

RITA

Bueno es que tú lo declares.

D. Alejo

Es que por ser lego en todo no sé ni aun mentir. No obstante, si ahora me quejo es de vicio, porque hoy he echado un buen lance.

CAMILA

De veras?

D. ALEJO CAMILA D. ALEJO

[ 192 ]

Sí. Qué has pescado? Una anguila como un cable.

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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CAMILA

Una anguila! Y no lo anuncias con trompetas y timbales? Qué alegría! Justamente no hay pez que tanto me agrade. Voy á que Juana la guise con la salsa que ella sabe.

D. ALEJO

No vayas. El caso es que... Perdona...

CAMILA D. ALEJO

CAMILA

Qué? No te enfades. El caso es que... no la traigo. Llegó un pobre vergonzante a pedirme una limosna, y para aplacar su hambre se la di. Válgame Dios!

D. ALEJO

Qué quieres! Por no arriesgarme a malgastar el dinero y porque no me lo estafen mis amigos, hace días que no llevo ni dos reales en el bolsillo.

CAMILA

Haces mal. Una vez que eres tan frágil, lleva poco, mas no vuelvo a consentir que te marches sin nada; que hay ocasiones en que no se excusa nadie de tirar un peso duro, y yo no quiero que pases por mezquino.

RITA

Con decir: mi mujer tiene la llave...

Ella es él

[ 193 ]

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CAMILA

Por qué no diste las señas de casa a aquel miserable? Le hubiéramos socorrido, que nadie de mis umbrales se aparta desconsolado; pero eso de regalarle la anguila sin más ni más... No es una lástima?

D. ALEJO

Y grande! Si supieras qué trabajo me costó el sacarla al aire! Tira de este lado, aprieta del otro, y dale que dale... Sudando estoy tododavía... (Buscando el pañuelo en los bolsillos.) Y el pañuelo? Voto al Draque... Le perdí! Me le han birlado! Vamos; soy un badulaque. Quién habrá sido?...

CAMILA

Tal vez el mismo a quien regalaste la anguila.

D. ALEJO

Fatalidad! Y nuevecito! Flamante!

CAMILA

Dos van en esta semana.

D. ALEJO

Con efecto; y es hoy martes!

CAMILA

Vaya; sacaremos otro.

RITA

Bueno será que se lo ates al ojal de la levita.

D. ALEJO

No. Yo tendré en adelante más cuidado. Hay tanto pillo! Infeliz del que yo atrape!

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GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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Del primer palo... CAMILA

D. ALEJO CAMILA

Ella es él

Cuidado no te suceda el percance del otro. Cómo?... Oye un cuento que refería mi madre. Érase un pobre demonio que un día..., también fue martes, salió a comprar en la plaza no sé si pescado o carne. Como siempre en el mercado hay bulla y sobran truhanes, sacáronle del bolsillo del pantalón, o del fraque, el dinero que llevaba, que eran diez o doce reales. Volvióse sin el recado, contó a su mujer el lance, pidióla otra vez dinero, y sacando del estante el sable de su cuñado, sargento de provinciales, la dijo: a la plaza vuelvo. Veremos si otro tunante me viene a robar ahora. Diez minutos no cabales tardó en volver. La consorte le pregunta: vaya; traes la compra?— No he de traerla? responde mi hombre muy jaque. Figúrate... Aquí es preciso imitar sus ademanes. Figúrate que el dinero,

[ 195 ]

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que me abultaba bastante..., era un cartucho de cuartos, lo llevaba casi casi fuera del bolso derecho del pantalón, y a esta parte entre el brazo y la tetilla mi serrucho formidable. Iba así... de media anqueta, como quien mira a levante, mas con el rabo del ojo observaba la otra margen. Llego pues; compro mi avío, y con el mismo talante vuelvo a casa, deseando, así san Pedro me salve, que al bolsillo tentador se atreviese algún pillastre, porque entonces ¡no hay recurso! le abro en canal... (Figurando tirar del sable.) Voto a sanes! No me han quitado el dinero... pero me han quitado el sable!

 ESCENA III  CAMILA, RITA, DON ALEJO, BRUNO

BRUNO

Ahí está el procurador don Bonifacio Peláez, que viene a tratar del pleito...

D. ALEJO

(A Camila.) Sí; será aquel que entablaste sobre el melonar de Alcira...

[ 196 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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(A Bruno.) A mí no tienes que darme tales recados: entiendes? Mas ya veo que no sabes, como ha poco que nos sirves, que esos negocios atañen a mi esposa. BRUNO

Yo creía, salvo superior dictamen, que el hombre y no la mujer era aquí y en todas partes el jefe, el rey de su casa.

D. ALEJO

Sí; pero yo días hace que abdiqué. Tenlo entendido.

CAMILA

Di al procurador que pase al despacho y que me espere un poco. Voy al instante.

 ESCENA IV  CAMILA, RITA, DON ALEJO

CAMILA

Vas tú a salir?

D. ALEJO

Sí, querida; a no ser que tú me mandes otra cosa.

CAMILa

Adonde piensas ir?

D. ALEJO

Ella es él

Al café: ya se sabe. Allí me estoy como un santo jugando a las damas gratis o leyendo la Gaceta hasta las tres de la tarde.

[ 197 ]

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CAMILA

Hoy es el último día para elegir concejales. Ya olvidabas...

ALEJO

Como yo no pretendo ser alcalde...

CAMILA

Y qué importa? Es tu deber procurar en cuanto alcances que caigan en buenas manos los cargos municipales. Qué! Serás indiferente, como tantos holgazanes, al más precioso derecho?...

ALEJO

Bien: yo votaré. Sí; antes de ir al café...

CAMILA

Cuidadito! No hay que alterar en un ápice la lista de candidatos que te dio don Pedro Sánchez.

D. ALEJO

Bien: yo estaré sobre aviso para que otro no me engañe; mas si por una de tantas funestas casualidades lo echase a perder... Yo siento que no puedas tú encargarte de esa comisión.

CAMILA

Calla, hombre! No sé cómo no te caes muerto de vergüenza... Vamos; anda a vestirte; no tardes.

 ESCENA V  RITA, DON ALEJO

RITA

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Oye una palabra, Alejo.

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. ALEJO

Vamos; qué quieres?

RITA

Hablando con franqueza, eres muy blando y quiero darte un consejo. Lo que dentro de aquí pasa tiene eco fuera de aquí. Todos se burlan de ti porque eres cero en tu casa.

D. ALEJO

La respuesta que yo doy al zumbar de tanto tábano es que a nadie importa un rábano si soy cero o no lo soy.

RITA

Malos principios son esos; dígolo porque te estimo. No seas tan calvo, primo, que se te vean los sesos. Bien que el popular murmullo culpa menos en verdad del marido la bondad que de la esposa el orgullo, malo es que una y otra lengua formen juicios temerarios y hagan de ti calendarios que al fin ceden en tu mengua; tanto que al ver tu aparejo de pescar dicen por vicio: hace bien, que ese es oficio de... Ya me entiendes, Alejo!

D. ALEJO

Pero señor, si es honrada, si es discreta mi mujer, por qué quitarme el placer de quererla y no hacer nada? Qué logro yo si reclamo un mando que me molesta?

Ella es él

[ 199 ]

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Ningún trabajo me cuesta obedecer a quien amo. El mandar me toca; sí; pero, si yo no me amaño, he de llamar a un extraño para que mande por mí? Dios me hizo así no sé cómo, y pues quiso darme en ella a un tiempo consorte bella y excelente mayordomo, quiero que mande sin tasa y de sátiras me río; que hago su gusto y el mío..., y todo se queda en casa. RITA

Pero verte esclavizado como un ilota a sus pies...

D. ALEJO

No tal. Su gobierno es... un despotismo ilustrado.

RITA

Ese dulce despotismo pudiera serte fatal, que tal vez bajo un rosal se oculta, Alejo, un abismo. A nosotras..., es verdad que puedes, primo, creer, pues lo dice una mujer, nos daña la libertad. Y la que hoy se muestra ufana de gozarla tan entera, ¡pobre Alejo! bien pudiera abusar de ella mañana. El amor propio es muy necio. Creerá, si se juzga bella y no tienes celos de ella, que la miras con desprecio. Camila es muy buena esposa,

[ 200 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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mas como de esas se han visto... En fin, el diablo anda listo y la venganza es sabrosa. D. ALEJO

Calla, calla. Eso es demencia. Ella hacer tal felonía!

RITA

Guarda, no seas un día la fábula de Valencia!

D. ALEJO

Ah! no lo sería, no. Si hiciera tal desvarío...

RITA

La mataras?

D. ALEJO

No. Bien mío!... Pero moriría yo. No hay amor sin confianza, mas no hay vida sin honor. Mataríame el dolor antes que a ella la venganza.

RITA

Bueno es prevenir el mal antes que se venga encima. Si ella no fuese mi prima diría...

D. ALEJO RITA

Mientes. No hay tal. Hombre, mientras no me explico... No falta ya quien la ronde, y aunque ella no corresponde todavía...

D. ALEJO

Cierra el pico!

RITA

Cómo! No te causa susto que otro hombre a amarla se atreva?

D. ALEJO

Antes me alegro. Eso prueba que yo he tenido buen gusto.

RITA

Mas si ella por un capricho...

Ella es él

[ 201 ]

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D. ALEJO

Basta. No seas mordaz. Tengamos la fiesta en paz.

RITA

Pero...

D. ALEJO

Que calles he dicho. Tú también aquí pretendes regentar? Marido tierno, cedo a Camila el gobierno; pero a ella sola! Lo entiendes?

RITA

No te irrites. Sabe Dios...

D. ALEJO

Anda, que eres mala prima!

RITA

El bien de los dos me anima...

D. ALEJO

Muchas gracias por los dos.

RITA

No me oyes? Pues te sentencio...

D. ALEJO

Lo que tú no has de comer déjalo, Rita, cocer.

RITA

Yo...

D. ALEJO

(Alzando la voz.) Dale!... Dale!... Silencio! Vive Dios que ya me canso... Sepa la prima atrevida que yo no consiento brida aunque parezco tan manso. Y pues con tanto despejo me aconsejó, nada bien, a la tal prima también quiero yo dar un consejo. Cuando en casa ajena se halle, sepa agradecer el pan y el albergue que la dan, y oiga, y vea, y coma, y calle.

[ 202 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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 ESCENA VI  RITA

RITA

Necio, de oírme te enojas cuando te quiero salvar! Eso se llama tomar el rábano por las hojas. Mas ya que eres tan jumento que no entiendes la razón, yo he de darte una lección que te sirva de escarmiento. Y esa prima del demonio, esa fatua, presumida... qué ufana está, qué engreída con su feliz matrimonio! Diecisiete años tenía cuando hizo tan buen negocio; y yo llegué al equinoccio sin pisar la vicaría!

 ESCENA VII  RITA, BRUNO, DON MARCELO

BRUNO

(Anunciando.) Don Marcelo...

RITA BRUNO

Ah! Que entre, que entre. Entre el señor militar.

(Entra don Marcelo.) RITA

Pasa el recado a mi prima.

(Se va Bruno.) D. MARCELO Acaso es temeridad el entrar yo en esta casa,

Ella es él

[ 203 ]

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que para siempre jamás debiera huir de esa pérfida... Mas una mano fatal me arrastra... Sí; verla quiero y maldecir... RITA

Satanás! Que está el marido...

D. MARCELO

Que esté. No le vengo a disputar su conquista. Mas la ingrata mis justas quejas oirá.

RITA

Prudencia! Quién sabe?... Acaso...

D. MARCELO Qué escucho! Podré esperar?... RITA

Tal vez... El primer amor no suele borrarse tan... Nada de quejas. El tiempo...

D. MARCELO Pero ese feliz rival, ese marido... RITA

Es un sandio; marido de mazapán.

D. MARCELO Cómo?... Aquí ejerce mi prima RITA la suprema autoridad. D. MARCELO Cierto? RITA

Que viene! Hable usted como amigo y nada más.

 ESCENA VIII  CAMILA, RITA, DON MARCELO

CAMILA

[ 204 ]

Bien venido, don Marcelo.

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D. MARCELO Señora... (Qué hermosa está!) Doy a usted la enhorabuena por su ascenso. D. MARCELO

Esa bondad agradezco mucho; pero...

CAMILA

No se quiere usted sentar?

D. MARCELO Gracias... RITA CAMILA

Hasta luego. Aguarda. (En voz baja.) Yo me voy si tú te vas. (A don Marcelo.) Y viene usted a Valencia, de asiento?

D. MARCELO

(Que frialdad!) Creo que sí. Yo también debo a usted felicitar por su casamiento.

CAMILA

Estimo la atención. Es natural que tan buen amigo tome parte en mi felicidad.

D. MARCELO (Y me insulta!) Tan dichosa es usted? CAMILA

Hasta no más.

D. MARCELO Ya se ve; cuando se lleva contenta el alma al altar y no perturba ningún remordimiento su paz... RITA CAMILA

Ella es él

(A don Marcelo en voz baja.) Por Dios... No comprendo a usted.

[ 205 ]

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D. MARCELO Esa es ya mucha crueldad. Olvida usted?... CAMILA

Don Marcelo, no me quiera usté obligar a un desaire. Cualesquiera que fuesen cuatro años ha nuestras relaciones, lazos que debe usted respetar me impiden oír sus quejas, que son inútiles ya.

D. MARCELO Si usted perdió la memoria cambiando la voluntad, la mía es fiel por desgracia como mi pasión fatal. Pero usted por su alma juzga el alma de los demás, y falsa... CAMILA

Ni juzgo a nadie, ni nadie me ha de juzgar sino mi marido. Beso a usted la mano.

 ESCENA IX  RITA, DON MARCELO

D. MARCELO

Qué tal! Se trata a un negro peor? Y no poderme vengar! Y ella... Estoy desesperado.

RITA

No ha sido usted tan sagaz como debía. De buenas a primeras, allá va!

[ 206 ]

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D. MARCELO Cómo reprimir el labio cuando el pecho es un volcán? RITA

No pierda usted la esperanza. El león se amansará.

D. MARCELO Antes moriré de celos. RITA

No dejarme a mí marchar, evitar explicaciones, huir en fin...

D. MARCELO RITA

Desleal! Ella se teme a sí misma, y si usted muda de plan...

D. MARCELO Qué plan?... Me ciega la cólera, y ahora me siento incapaz de oír consejos... RITA

(Mirando adentro.) Se acerca el marido. Por piedad...

D. MARCELO No tema usted. Él no tiene la culpa...

 ESCENA X  RITA, DON MARCELO, DON ALEJO

D. MARCELO

Hola! Es muy galán!

D. MARCELO (Bien! Mano a mano mi prima con un bizarro oficial! Si la sacase de penas... y de mi casa!) RITA

Ella es él

(Ya están frente a frente. Habrá tal vez camorra... Esto marchará.)

[ 207 ]

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 ESCENA XI  DON ALEJO, DON MARCELO

D. ALEJO D. MARCELO D. ALEJO

Caballero... Señor mío... Si usted no lo toma a mal quisiera saber a quién tengo la honra de hablar.

D. MARCELO Mi nombre es Marcelo Estrada; soy... Ya veo: capitán D. ALEJO de infantería. D. MARCELO

Conozco desde su más tierna edad a su señora de usted...

D. ALEJO

Ah! Bien. Usted me tendrá por su servidor y amigo...

D. MARCELO La he venido a visitar y a darla mi parabién por su coyunda nupcial. D. ALEJO

Yo soy el favorecido...

D. MARCELO Sino fuera necedad dar crédito a las hablillas del público lenguaraz, dijera yo como todos que el buen don Alejo Prats ha sido entre los amantes de tan perfecta beldad el que merecía menos y el que ha conseguido más. D. ALEJO

[ 208 ]

Dios se lo pague a Camila que gracia tan especial me dispensó. Sin embargo, puesto que dice el refrán:

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de gustos no hay nada escrito, y que yo ningún puñal la puse al pecho, pudiera responder sin vanidad que valía más que todos los candidatos quizá, pues sentenció en mi favor competente tribunal. D. MARCELO Usted sabe con quién habla? D. ALEJO

No me lo ha dicho usted ya?

D. MARCELO Y que tengo malas pulgas y no me dejo sobar de nadie? D. ALEJO

Y eso a qué viene? Yo hablaba aquí en sana paz...

D. MARCELO No hay paz. Yo amaba a Camila. Sépalo usted... D. ALEJO

(Sonriéndose.) Voto a san... Usted la amaba? Lo siento, pero usted ve, que ya no hay remedio... Ya está casada... Yo me figuré al entrar que era su dama de usted la prima; y si le es igual...

D. MARCELO Qué insulto! A mí! Vive Dios!.. Pero no es este el lugar conveniente... Nos veremos.

 ESCENA XII  DON ALEJO

DON ALEJO

Ella es él

Está dado a Barrabás ese hombre? Según las trazas

[ 209 ]

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me quiere desafiar. Es delito el ser marido? Buena está la sociedad! No basta el amor; no basta la bendición del altar, ni constar como casado en el padrón vecinal. No señor, no; que amén de eso tiene uno que conquistar a estocadas la pacífica posesión de su mitad.

 ESCENA XIII  DON ALEJO, CAMILA

CAMILA

No has salido? Has vuelto ya?

D. ALEJO

(No la diré lo que pasa.) Camila...

CAMILA

Fuera de casa te hacía dos horas ha. (Maldito procurador!... Se habrán visto...)

D. ALEJO

Aún no he salido.

CAMILA

Como te vi ya vestido salir por el corredor...

D. ALEJO

La hija de mis entrañas me vino a pedir un beso, y el paternal embeleso me entretuvo. Qué! Lo extrañas?

CAMILA

Ah! No.

D. ALEJO

Al marcharme después oigo hablar; entro... Era Rita que estaba aquí con visita...

[ 210 ]

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CAMILA

Sí. Vas a saber quién es... Habéis hablado los dos?

D. ALEJO

Muy poco. Yo no averiguo... Dijo que era amigo antiguo... Qué sé yo?... Vaya con Dios.

CAMILA

La verdad clara y sencilla de mi boca has de saber: lo exige así mi deber. Cuando era yo una chiquilla...

D. ALEJO

Vas a decir que te quiso, y tú también le quisiste, y se fue, y laus tibi Criste... Bien! Dios le dé el paraíso.

CAMILA

Fue capricho fugitivo...

D. ALEJO

Si al cabo yo he sido el rey, qué me importa? En buena ley no hay efecto retroactivo.

CAMILA

Bobadas de mi niñez osó recordarme necio; mi respuesta fue el desprecio, y no volverá otra vez.

D. ALEJO

Bien hará si es importuno; mas te juro por los cielos que yo de él no tengo celos, Camila, ni de ninguno.

CAMILA

Yo te juro...

D. ALEJO

Cierra el labio. Sé que eres fiel y sincera. Si tus disculpas oyera creería hacerte un agravio.

CAMILA

Jamás...

D. ALEJO

Basta! Siempre vos habéis de mandar, señora?

Ella es él

[ 211 ]

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Silencio! Yo mando ahora. Venga un abrazo... y adiós!

 ESCENA XIV  CAMILA

CAMILA

Qué índole tan hermosa! Si el más leve pensamiento contra su honor y su dicha osara abrigar mi pecho. la más infame mujer sería del universo. Cuán diversos caracteres el suyo y el de Marcelo! Venir ahora ese loco a acibarar mi contento... Niñadas sin consecuencia no le dan ningún derecho para atreverse... Qué traes?

 ESCENA XV  CAMILA, BRUNO

BRUNO

[ 212 ]

(Con una esquela en la mano.) Traigo esta esquelita; pero no sé qué he de hacer con ella. Dice el sobre: «A don Alejo», y que se la dé en su mano me ha encargado el mensajero. Él no está en casa, y usted es el alma de su cuerpo. El sobre por una parte;

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usted por otra... Me veo confuso y comprometido como burro entre dos piensos. CAMILA

Pelmazo, dame esa esquela.

BRUNO

En obedecer no yerro. Tome usted.

CAMILA

(Tomándola.) Quién la ha traído?

BRUNO

Un militar.

CAMILA

(Ah! Sospecho...) Bien está. Vete.

 ESCENA XVI  CAMILA

CAMILA

Ella es él

(Abriendo la esquela.) Veamos... Don Marcelo firma... Tiemblo... (Lee para sí.) Bien mi corazón temía... Hombre temerario!... Un duelo! Y no ha empuñado jamás una arma mi pobre Alejo! Dicha ha sido que en mis manos caiga este papel funesto y no en las suyas, que al fin me adora y es caballero, y por su amor y su honra matar se dejara. Oh cielo!... Mas ocultarle esta carta de qué servirá si luego... Desventurada! Qué haré?...

[ 213 ]

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 ESCENA XVII  CAMILA, RITA

RITA

Aquí solita? Qué es eso? Cómo estás tan agitada?

CAMILA

(Dios mío, inspiradme!)

RITA

Puedo saber?...

CAMILA

No es nada...

RITA

Es acaso ese papel el objeto de tu inquietud?

CAMILA

No... (Qué idea!) Te aseguro... (Toca la campanilla.)

RITA

(Aquí hay misterio.)

 ESCENA XVIII  CAMILA, RITA, BRUNO

CAMILA

RITA

(A Bruno aparte saliéndose al encuentro.) Sabes dónde está la fonda nueva? (No digo? Secretos...)

BRUNO

Dos pasos de aquí.

CAMILA

Pues corre. Pregunta por don Marcelo Estrada...

RITA CAMILA

[ 214 ]

(Qué será?) Y dile que se llegue aquí al momento; que tu amo se lo suplica.

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BRUNO

El amo es usted: entiendo.

CAMILA

No, torpe! Tú has de decirle que le llama don Alejo Prats. No me nombres a mí para nada.

BRUNO

Ya.

CAMILA

Y silencio! Nadie ha de saber en casa...

BRUNO

Ni el amo?

CAMILA

Tampoco.

BRUNO

Bueno.

 ESCENA XIX  CAMILA, RITA

RITA

CAMILA

De cuándo acá esas reservas conmigo que me intereso tanto por ti? No lo dudo.

RITA

Has perdido acaso el pleito? O qué accidente imprevisto?...

CAMILA

No es ningún negocio serio...

RITA

Sino te fías de mí...

CAMILA

Ya lo sabrás con el tiempo.

 ESCENA XX  RITA

RITA

Ella es él

Sí, sí; aquí hay gato encerrado, mas me devano los sesos

[ 215 ]

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y en un ciego laberinto de conjeturas me pierdo. Si será del capitán la carta? Qué! No lo creo... Qué le habrá dicho mi prima al criado, que corriendo salió?... Sí; sonó la puerta... Adonde?... me desespero!... Adonde irá?... Yo daría una oreja por saberlo. Estaré alerta, y si el hilo llego a coger de este enredo...

 ESCENA XXI  RITA, BRUNO

BRUNO

(Llega acelerado y se dirige á Rita, que está de espaldas.) Antes de veinte minutos vendrá el señor don Marcelo.

RITA

(Volviendo la cabeza.) Hola! Qué escucho!

BRUNO

No es ella! Mal haya mi aturdimiento. Por Dios, que no diga usted a su prima... Está allá dentro?

RITA

Sí.

BRUNO

Voy a darla el recado. Señorita, por san Pedro!...

RITA

No temas.

BRUNO

Ser yo chismoso sin comerlo ni beberlo!

[ 216 ]

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 ESCENA XXII  RITA

RITA

Una cita misteriosa... Lindamente! Esas tenemos? Miren la mosquita muerta! En público tanto ceño para maquinar después semejante gatuperio!

 ESCENA XXIII  CAMILA, RITA

CAMILA

RITA

(Cómo la echaré de aquí?) Aún no hemos visto al enfermo de arriba... Si de mi parte quisieras subir... (Comprendo.)

CAMILA

Doña Paulita está sola, y es regular ofrecernos.

RITA

Bien; yo la haré compañía si quieres. (Disimulemos.)

CAMILA

Es amiga. Aunque te subas la calceta...

RITA

Estoy en eso. (Primita! Primita! Quieres quitar estorbos de en medio? Yo te serviré.)— Ya subo.— (Se colmaron mis deseos.)

Ella es él

[ 217 ]

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 ESCENA XXIV  CAMILA

CAMILA

Anda en mal hora, fisgona insufrible! Mis proyectos ignora, y para cumplirlos conviene tenerla lejos.— (Mirando adentro.) Bien. Ya sale. El capitán no puede tardar. Alejo no volverá hasta la hora de comer. A cualquier precio (Toca la campanilla.) es necesario impedir que se verifique el duelo.

 ESCENA XXV  CAMILA, BRUNO

CAMILA

BRUNO

Cuando venga el capitán le dirás que tome asiento y espere aquí. Bien, señora.

CAMILA

Y entra a avisarme ligero.

BRUNO

Pero él vendrá preguntando por el señor don...

CAMILA

Mastuerzo, calla y haz lo que te he dicho.

BRUNO

Lo haré así; ni más, ni menos.

[ 218 ]

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 ESCENA XXVI  BRUNO

BRUNO

Esto ya pica en historia; esto me huele a cortejo; pero qué se me da a mí si otro ha de llevar los?... Siento abrir la puerta... (Acercándose a la de la derecha.) Aquí está. Adelante, caballero.

 ESCENA XXVII  BRUNO, DON MARCELO

D. MARCELO Don Alejo?... Ruego a usted BRUNO que espere... Voy en un vuelo... Siéntese usted... D. MARCELO No está tu amo? Sí tal.— (Ella es él. No miento.) BRUNO

 ESCENA XXVIII  DON MARCELO

D. MARCELO Llamarme ese hombre a su casa cuando yo fuera le reto! Vamos; querrá transigir. Él no es hombre a lo que veo de armas tomar. Será inútil, porque estoy hecho un veneno. O riñe y muere a mis manos,

Ella es él

[ 219 ]

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o en el teatro, en paseo..., donde le vea, le escupo y le... Camila! Qué es esto?

 ESCENA XXIX  CAMILA, DON MARCELO

D. MARCELO Sepa usted, señora mía, por si me quiere culpar, que aquí vengo a mi pesar. Cierto asunto me traía... Don Alejo... CAMILA

Con él, no; conmigo; y ahora, al punto, se ha de zanjar ese asunto La cita la he dado yo.

D. MARCELO Cómo! Usted?... CAMILA

Yo recibí la esquela de desafío. El honor de Alejo es mío. Aquí me tiene usté a mí.

D. MARCELO Es posible?... CAMILA

Sí señor.

D. MARCELO Usted lidiar!... CAMILA

Sí; en su nombre.

D. MARCELO Entre una bella y un hombre solo hay combates de amor. CAMILA

No se entiende eso conmigo.

D. MARCELO Venturoso yo si lucho con la deidad... CAMILA

[ 220 ]

Eh! No escucho lisonjas de mi enemigo.

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D. MARCELO Qué extraño acceso de bilis la ha dado a usted? Pero veo que es chanza... CAMILA

No me chanceo.

D. MARCELO Vamos, ya entiendo el busilis! Don Alejo se acoquina, huye al riesgo las espaldas. y al sagrado de las faldas apela como un gallina. CAMILA

Ella es él

Alejo no sabe nada: lo juro. Si así no fuera, antes mil veces muriera que ver su honra mancillada. Mas yo tengo honra también, yo también tengo una vida, y dóila al hierro homicida por salvar la de mi bien. Qué mucho? El me hace dichosa, y yo le quiero constante con el delirio de amante, con la ternura de esposa. No lo tome usted a agravio recordando que tal vez oí grata en mi niñez alabanzas de ese labio; que las mujeres honradas quieren amar de solteras, mas quizá no aman de veras hasta después de casadas. Ceda esa saña cruel, o yo la reclamo toda; que si hubo culpa en mi boda, yo la cometí; no él. Funda oficial veterano en las armas su blasón:

[ 221 ]

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él, de blanda condición, jamás las tomó en la mano. Si porque usted no le afrente combate con tal maestro, morirá por menos diestro y no por menos valiente; y usted después muy ufano dirá: vencí en la pendencia, robé un padre a la inocencia y a la patria un ciudadano! Si con tales regocijos esa alma cruel se exalta, muera yo, que menos falta haré yo a mis pobres hijos! D. MARCELO Oh Camila! Oh dicha inmensa... CAMILA

Ea pues, luzca ese acero, y si es usted caballero...

D. MARCELO Contra una dama indefensa! CAMILA

Armas tengo.

D. MARCELO

Yo no advierto cuáles...

CAMILA

Mi propia flaqueza, mi fe... quizá mi belleza... y estas lágrimas que vierto.

D. MARCELO Basta. El alma más proterva no osara... CAMILA

Si aún no he triunfado, triunfaré. Tengo emboscado mi ejército de reserva.

D. MARCELO Cuál?... CAMILA

[ 222 ]

Mis hijos, mi consuelo! Mi Alejito, mi Isabel! Un niño como un clavel, y una niña como un cielo!

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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D. MARCELO (Cayendo a los pies de Camila.) Ah! No más! CAMILA

Gracias a Dios! Así quiero yo: a mis pies!— Ahora... diga usted: quién es más valiente de los dos?

D. MARCELO Señora, loca pasión me cegó. Siempre amaré a Camila..., pero sé cual es ya mi obligación. Hoy parto para Murviedro...

 ESCENA XXX  CAMILA, DON MARCELO, RITA, DON ALEJO

(Entran apresurados.) D. ALEJO

Qué veo! Infamia!...

RITA

Aquí está!

CAMILA

(Riéndose.) El rico-hombre de Alcalá a los pies del rey don Pedro!

D. ALEJO

Así respetas los lazos...

CAMILA

Qué más quieres si le ves arrepentido a mis pies?...

D. ALEJO

Pero...

CAMILA

(Abrazándole. Don Marcelo se levanta.) Y él me ve en tus brazos?

D. ALEJO

Mujer... yo... mi confusión... Mas si mereces mi gracia, no el señor; y de su audacia me dará satisfacción...

Ella es él

[ 223 ]

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D. MARCELO Pasó mi loco arrebato. Tanta virtud lo aniquila. Ángel celeste es Camila y yo he sido un insensato. Mientras injusto y celoso su esposo la perseguía, ella su sangre ofrecía por la sangre de su esposo. D. ALEJO

Camila!

CAMILA

(Dándole la esquela. Don Alejo la lee para sí rápidamente.) Toma, lee y calla.

RITA

(Qué es esto!)

D. MARCELO

Una dama vio temblar a quien no tembló en los campos de batalla. Yo parto, y al que en mi furia reté desmedido y ciego que me perdone le ruego la no merecida injuria. Ámela usted satisfecho pues juro que es inocente..., y ni es cobarde ni miente quien lleva esta cruz al pecho.

 ESCENA XXXI  CAMILA, RITA, DON ALEJO

D. ALEJO

Ah! Yo también a tus pies...

CAMILA

(Deteniéndole.) Tonto! Ese no es tu lugar.

D. ALEJO

Cómo has podido triunfar?...

[ 224 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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CAMILA

Yo te lo diré después.

D. ALEJO

Sentí en el honor cosquillas, y a poco la acción más zafia... (A Rita.) Tu maldita chismografía me sacó de mis casillas.

CAMILA

Pues yo su soplo bendigo porque redunda en mi gloria, y de mi noble victoria te ha llamado a ser testigo.

D. ALEJO

Oh, sí!— Te ruego no obstante por mi amor sumiso y tierno que las riendas del gobierno me fíes por un instante.

CAMILA

Eh! Calla. Acaso un marido necesita que le den?...

D. ALEJO

Si tú no dices amén, nada haré.

CAMILA

Pues concedido.

D. ALEJO

Gracias. Ahora bien, usando de mis facultades... Toma la puerta, Rita. No es broma. Yo lo exijo; yo lo mando.

RITA

Muy bien. (La ira me abrasa.) Con muchísimo placer...

D. ALEJO

Es que ahora mismo ha de ser. No más chismes en mi casa.

RITA

Sí, sí; aunque pida por Dios limosna, me quiero ir... porque no os puedo sufrir a ninguno de los dos.

Ella es él

[ 225 ]

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 ESCENA ÚLTIMA  CAMILA, DON ALEJO

CAMILA

Lo creo; se irá sin pena, pues vana fue su perfidia, y es dogal para la envidia presenciar la dicha ajena.

Fin de la comedia

[ 226 ]

GÉNERO Y EMOCIONES EN EL ROMANTICISMO

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Índice general

Género y emociones en el Romanticismo

9

Libretos de Bretón de los Herreros

59

Un novio a pedir de boca

63

Ella es él

Índice general

183

[ 227 ]

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Este libro titulado Género y emoción en el Romanticismo se acabó de imprimir el día 15 de febrero de 2013, 175 aniversario del estreno de la obra de teatro de Bretón de los Herreros, Ella es él, en teatro del Príncipe de Madrid

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