Género y Economía - 25 Años de Democracia en Argentina

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Descripción

Género y Economía Fabiana Andres Mendez

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DOS PILARES DE LA DEMOCRACIA.

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“Género y Economía” Dos pilares de la democracia.

Qué esperamos de la democracia en los próximos 25 años Yo también tengo un sueño. Un sueño de libertad, como aquel que inmortalizó a un grande, a Martin Luther King y llegó a todo el mudo como un himno a la libertad del hombre. Libertad que no puede constituirse sin equidad No cabe duda que la definición de inequidad, en contraposición con la de desigualdad, conlleva un juicio de cómo debe funcionar la sociedad y distribuir sus recursos. La inequidad por razones género es, sin dudas, una tremenda injusticia contra millones de mujeres de todo el mundo, aunque no sólo contra ellas. Los varones son también sus víctimas, pues se trata de un modelo de poder que se sustenta en la injusticia y la explotación del hombre por el hombre. En sus orígenes, el termino género refería a las diferencias biológicas entre varones y mujeres. En los años setenta y ochenta surge una revisión de ese concepto, que se consolida progresivamente en las Ciencias Sociales y en el discurso político ampliando esta definición. Con el correr de los años adquiere mayor complejidad, en la medida en que género se plantea como “una construcción social”, por lo cual variará de una sociedad a otra, y a través del tiempo, pues es susceptible de sufrir modificaciones y reinterpretaciones. Finalmente, si de construcción social se trata, hablamos de roles. Masculinidad y femineidad son entendidos como roles de género, ligados al acceso y control de los

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recursos, al poder y la toma de decisiones: involucran a varones en el avance de las mujeres, a mujeres en el avance de varones y a ambos, en el avance de las sociedades. En la actualidad se ha demostrado que la inequidad de género, es determinante en la promoción o el retraso del desarrollo mundial. Naciones Unidas presentó un documento el día Internacional de la Mujer en el año 2006, en el cual podían leerse reflexiones como: "Al aumentar de manera efectiva la influencia de la mujer en todos los niveles de la vida pública, se acrecientan las posibilidades de cambio hacia la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer, así como hacia una sociedad más justa y democrática."

La democracia, una voz autorizada para revertir la inequidad. Revisemos los últimos veinticinco años de democracia: reformas en la legislación de familia, igualdad de los hijos ante la ley, divorcio vincular, patria potestad compartida, pensión a las concubinas, ratificación del tratado sobre toda forma de discriminación sobre la Mujer (CEDAW), ley de prevención de la violencia doméstica, ley de salud sexual y reproductiva, ley de cupo femenino en las listas electivas de los partidos políticos, aprobación de la ligadura de trompas y la vasectomía. El papel femenino cobró carácter y peso: el Congreso de la Nación, uno de los más "femeninos" de la región, cuenta hoy con un 40% de diputadas y casi un 39% de senadoras. El Ejecutivo y el judicial no fueron menos. Representantes de mujeres, ministras, secretarias y referentes en toda la política pública, dos juezas en la corte suprema y una gobernadora en Tierra del Fuego. Y como si esto fuese poco, en el año 2007 una mujer elegida por el voto popular, ocupó por primera vez el sillón de Rivadavia

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La visibilidad de la mujer tomó protagonismo en roles de peso, sea en el ámbito público (político, empresarial, social) como en el privado, puertas adentro de muchísimo hogares. Fueron años de conquistas sociales, de derribar barreras culturales para concientizar que

la perspectiva de género es un factor a tomar en cuenta en los ámbitos

académicos, culturales y de gestión estatal y privada. La democracia fue la más noble aliada en ese sentido, pero aún mantiene una deuda que sólo en su ejercicio podrá saldarse. El paradigma patriarcal continúa ostentando un peso específico en la dinámica cultural y social. Basta preguntarnos por los motivos que dificultan la implementación de Ley de Educación Sexual en el país, y las pocas garantías para el ejercicio de los Derechos Sexuales y reproductivos. En estos veinticincos años decir que el balance es positivo o negativo, se relaciona con nuestra capacidad de ver el medio vaso lleno o vacío. Las mujeres somos el motor de cambio del nuevo milenio, gracias a la Democracia y por la Democracia, nuestro trabajo sigue constituyendo la lucha por una sociedad más justa e igualitaria: “En la Cumbre 2005, los dirigentes mundiales declararon que "el progreso de la mujer es el progreso de todos", una visión que define el lugar que, merecidamente, las políticas de género deben ocupar.

Enfoque de género, algo más que una ley de cupos. Antes de continuar, es necesario aclarar que un enfoque de género no se limita a un reclamo por la creación de programas innovadores que favorezcan la lucha contra la violencia o la defensa de la familia; o por la presencia de más mujeres en puestos de poder. De hecho hay muchas mujeres con poder y programas orientados a su desarrollo, funcionales a la cultura patriarcal. Lo que plantea este enfoque, es una nueva mirada en el diseño de políticas públicas que cuestionen esencialmente la distribución del poder, incorporando las necesidades de las mujeres y potenciando su autonomía.

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El objetivo es ante todo político: la equidad. Su finalidad es una mejor distribución de los recursos, la ampliación de las oportunidades de las personas, el ejercicio de la ciudadanía y la superación de la pobreza. Para su logro, se requiere la institucionalización de nuevas políticas públicas, capaces de superar la exclusión social.

Economía y Género, dos caras de la misma moneda. El comercio internacional y las políticas que lo determinan suelen verse como un proceso técnico, neutral desde el punto de vista de clase o género. Lejos de esto, las políticas económicas y comerciales tienen impactos diferenciados sobre los varones y las mujeres. Sin embargo los análisis y la elaboración de esas políticas, han ignorado sistemáticamente ese concepto. Si bien los economistas muestran cierta apertura en reconocer la desigualdad de género en la microeconomía –fundamentalmente en la distribución dentro de los hogares - esta perspectiva no está incorporada en el ámbito macroeconómico y en los acuerdos comerciales, pues se parte del supuesto que son espacios “neutrales” al género. Al revisar los fenómenos económicos de las últimas décadas – fundamentalmente de los años noventa, bajo el predominio de las políticas de ajuste estructural y las reformas del estado - comprobaremos que se produjeron cambios radicales sobre los modos de producción y los vínculos entre los países y la comunidad internacional, con repercusiones concretas sobre los roles tradicionales que desempeñan mujeres y varones,

así como los impactos de los estereotipos de género sobre sus

oportunidades económicas. La brecha entre los aportes que realizan las mujeres a las economías y los beneficios que reciben de ella, es uno de los puntos más álgidos en esta revisión: ni el crecimiento económico, ni el acceso de la mujer al mercado laboral garantizan por si mismos la superación de la misma. Lamentablemente en muchas regiones la han acentuado, generando diferencias estructurales muy difíciles de revertir.

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Es fundamental al analizar el impacto real de ciertas políticas, verificar si las reformas comerciales y los patrones emergentes del comercio mejoran, perpetúan, acentúan o erosionan las desigualdades de género. Un ejemplo a considerar es el crecimiento de la participación laboral femenina en América Latina, que surgió como consecuencia de programas de ajuste y tuvo un efecto directo en el deterioro de las condiciones de vida y el aumento de los niveles de pobreza, fundamentalmente para las mujeres. En un documento titulado relaciones de Género y Economía, la economista Alma Espino formuló una pregunta relevante respecto a la interacción entre economía y relaciones de género: si las desigualdades entre varones y mujeres tienen un rol en el comportamiento comercial; y si existe una causalidad de ida y vuelta entre las desigualdades de género y el comercio. También en los noventa, varios estudios demostraron con consistencia que los hogares con jefatura femenina tienden a invertir más y mejor en su calidad de vida y la de sus familias, en comparación con los hogares con jefatura masculina. Una hipótesis para explicar estos resultados es que por su rol tradicional las mujeres ponen al hogar y su familia en el centro de sus preocupaciones. Tomando como referencia estos datos, los gobiernos democráticos tienen una pista para generar un cambio con impacto directo en la economía productiva y en la distribución del ingreso. La clave será el ‘empoderamiento’ económico de las mujeres en términos de acceso, pues permitirá trabajar directamente en el control sobre la asignación de los recursos. Son las mujeres entonces, quienes con su aporte promueven la equidad. Sin embargo el sistema las castiga por esto.

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No cosecharas tu siembra. Cuando comparamos los logros obtenidos a partir de las inversiones en calidad de vida que hacen las mujeres, con las circunstancias en que generan sus ingresos, sea como individuos o como jefas de hogar, ellas resultan claramente desfavorecidas. La diferencia salarial, que aún existe entre varones y mujeres y el trabajo doméstico la principal actividad económica de las mujeres, que no es reconocida como “actividad económicamente productiva” y por consiguiente, nunca aparece en las cuentas del estado: las mujeres aportan a una economía que hace invisible su trabajo. Tengamos en cuenta que por principio sólo se consideran económicos aquéllos bienes y servicios que se destinan a la venta y, por tanto, tienen un precio de mercado. Para facilitar la formulación de políticas públicas es necesario desarrollar métodos que permitan cuantificar y valorar la contribución económica del trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar, la agricultura, la producción de alimentos, la reproducción y la labor comunitaria, y diseñar indicadores de género para dimensionar estos aportes en relación al Producto Bruto Interno (PBU) de los países. Todas estas actividades transformadoras, no retribuidas, quedan fuera del objeto de estudio de una economía miope, que supo aprovechar su condición: Tampoco se aborda la producción doméstica. “La división sexual del trabajo ha sido, y aún es, funcional para los sistemas económicos, puesto que garantiza la oferta de mano de obra subsidiada por el trabajo de las mujeres que se hacen cargo sin costo de la producción de bienes y servicios que de otro modo tendrían que ser provistos por el mercado o por el Estado. El acceso al mundo laboral por parte de las mujeres se ve condicionado por lo que la economista feminista Ingrid Palmer (1992) ha denominado “el impuesto reproductivo”, que se deriva del trabajo no remunerado que las mujeres realizan en los hogares, producto

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de un pacto no escrito por el que se consagró al varón como proveedor económico universal de las familias y a las mujeres como cuidadoras”. PAL, “El aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe”, agosto de 2007)

Cuando lo privado es también público Al contrastar las políticas públicas y las políticas de género, resulta que estas últimas deben entenderse a partir de la redefinición de fronteras entre lo público y lo privado, y de una estrategia de igualdad en el poder. Cuando la desigualdad se instaló y no se ha podido articular el concepto de lo público y lo privado, se hace imprescindible exigir que "los asuntos de género" vayan a la par que "los asuntos de la economía". En relación a esto vale destacar que los movimientos de mujeres nunca se mantuvieron al margen de la economía. Si repasamos su accionar durante los últimos tiempos, comprobamos que en ningún caso apelaron al mercado como principal generador de recursos, sino que demandaron la modernización del estado para eliminar políticas asistenciales y convertirlo en garante del ejercicio de derechos - públicos y privados para todos y todas. No casualmente quienes desacreditan el enfoque de equidad de género, confunden el concepto de políticas públicas o el de acciones positivas con el de intervención del estado. En el año 2004 la Comisión Económica para América Latina (Cepal) advirtió que, sin perspectiva de género en economía, es imposible cumplir objetivos del milenio. Si tomamos como ejemplo a aquellos países que además de la reforma económica han iniciado reformas político-institucionales y han promovido la descentralización, la

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participación ciudadana y la reforma de la justicia; comprobaremos un resultado que determinó oportunidades para todas y todos, y no para un selecto grupo. La economía creció y todos y todas crecieron con ella. La variable decisiva fue el grado de desarrollo de una cultura política democrática y de una cultura ciudadana que reconoció la equidad como un valor esencial y transformador de la realidad.

A modo de cierre Volviendo a nuestro país, es necesario que en forma inmediata, la política promueva nuevas estrategias comerciales, económicas y financieras capaces de contribuir al desarrollo con equidad social y de género. Durante los años de democracia hubo importantes avances en materia de género, sin embargo aún no se ha considerado esto como prioritario en la Agenda Nacional. La democracia hizo mucho y tiene mucho más por hacer. Sólo con más democracia se puede revertir la inequidad. En concreto, en los próximos años, los gobiernos deberán garantizarnos que las cuestiones de género no formen parte únicamente de las agencias de mujeres. La transversalización debe plantearse en todas las áreas y fases de los presupuestos, como así también en las políticas que los posibilitan. Sólo en este contexto mi sueño de libertad y equidad es posible. Ojalá los próximos veinticinco años de democracia lo hagan realidad

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Bibliografía: Conferencia de Doha 2008 sobre Financiación para desarrollo: Juana Bengoa, Coordinadora de ONG de Desarrollo - Plataforma Española de WIDE, Luisa Antolín, Secretariado de WIDE, Janice G. Foerde, de KULU, Plataforma danesa de WIDE. Foro de Alto Nivel sobre la Eficacia de la Ayuda: Setiembre 2008- Accra, Ghana Género y financiación para el desarrollo: Maria Floro, Nilufer Çaðatay, John Willoughby y Korkut Ertürk Hacia la integración de sexos en el desarrollo económico mediante la igualdad de derechos, recursos y participación: Informe del banco mundial sobre investigaciones relativas a las políticas de desarrollo El género en la economía: R Todaro, R Rodríguez - 2001 - Isis Internacional Discurso inaugural de la Conferencia Anual de la Asociación Internacional de Economistas Feministas: Junio de 2001 - IAFFE, Oslo. Globalización, Identidad y Estado en América Latina: Ministerio Secretaría General de la Presidencia y PNUD - 1999 Santiago. Relaciones de Género y Economía: Ec. Alma Espino - Bases presentadas por la para la discusión en el taller "América Latina: Un debate pendiente" 10º Foro Internacional de AWID - Octubre 2005 - Bangkok.

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