Género y clase una mirada desde la historia social

November 1, 2017 | Autor: Débora D'Antonio | Categoría: Historia Social, Estudios de Género, Clase Trabajadora
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Descripción

Dossier I “Género y clase: una mirada desde la historia social”

Débora D´Antonio Pablo Ben Omar Acha Ivonne Barragán Florencia Rodríguez

Marcelo Barrera

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Presentación Dossier I: “Género y clase: una mirada desde la historia social” Presentation Dossier I: “Gender and Class: an approach from Social History”

Débora D’ Antonio*

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a historia social ha ocupado la atención de destacados historiadores e historiadoras durante buena parte del siglo XX al ofrecer respuestas novedosas a los interrogantes surgidos del estudio de las dinámicas de los cambios sociales.

Sus comienzos se sitúan en Francia en los años treinta del siglo XX de la mano de los enfoques transformadores de la primera camada de la Escuela de los Annales; en los cincuenta, la corriente historiográfica que concentró la mayor actividad fue la historia social británica donde jugó un rol decisivo una generación de historiadores e historiadoras que participaron en proyectos como los de Past and Present renovando el interés sobre las explicaciones que el “materialismo histórico” proporcionaba respecto de lo social. En el primer caso los investigadores experimentaron una forma distinta de indagar el pasado al colocar a los sujetos sociales en el centro del análisis y al bucear en el carácter relacional de la historia social por medio de sus enlaces con la antropología, la psicología, la economía o la sociología. En el segundo caso, la historiografía británica sumó a este bagaje, un refinamiento del conocimiento de las estructuras sociales por medio del estudio de la vida cotidiana de sectores de trabajadores y de campesinos, de sus oficios, sus hábitos y sus divertimentos. Para contar tales historias, unas y otros, tuvieron que dejar a un lado los relatos centrados en el Estado, las élites y las clases dominantes, y dar paso a una perspectiva en la que se tuvieran en cuenta procesos, experiencias y prácticas sociales de la mayoría de las mujeres y varones en su cotidianeidad.

* Débora D ́Antonio es Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires e investigadora del CONICET. Desde 1999 asienta sus investigaciones en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).

[email protected]

Si bien ni una ni otra tradición tuvo en la mira la cuestión de género, desde los años setenta del siglo pasado, el feminismo tanto político como académico, abrió la posibilidad de interrogar críticamente a la historia social desde una mirada que diera cuenta de las identidades de género y de sus relaciones jerárquicas. Este enlace entre la historia social y las diferentes teorías e interpretaciones en torno al género y a la sexualidad –que no estuvo exento de polémicas y cuyos ecos llegan hasta hoy– fue muy provechoso para las exploraciones sobre el pasado. Tanto porque interpeló a la historia social

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en términos conceptuales al cuestionar radicalmente las bases sexuales opresivas de las sociedades modernas como por el estímulo que ofreció a la aparición de nuevos objetos de estudio y marcos teóricos más refinados. La vida obrera comenzó a ser vista en escenarios ampliados como el de la familia o la comunidad, mientras se superaron los viejos dilemas nacidos de la desconexión entre, por un lado, un análisis de las relaciones sociales y las estrategias colectivas de resistencia y por otro, el de las identidades y las representaciones sexo-genéricas.

resulta infructuoso conocer fehacientemente ciertos procesos históricos fundamentales del pasado de nuestra región. Para ello contamos con autores que realizan un contrapunto entre las experiencias locales y globales de la prostitución femenina, centrando su preocupación en la dimensión internacional de este fenómeno histórico, y otros que se detienen, sin perder de vista una lectura materialista, en aquellas formas laborales consideradas subsidiarias del trabajo industrial como es el caso del empleo doméstico. Contamos, además, con autoras que examinan las formas de construcción de diferentes masculinidades en el espacio fabril y con quien indaga en la agencia política de aquellas mujeres que han perdido toda relación formal con el mercado de trabajo.

La articulación de estas perspectivas no fue meramente agregativa ya que apuntó a que surgieran otras formas de indagación de la constitución de las culturas obreras en términos de las experiencias sexuales y de las relaciones de poder que definen las identidades de género.

Hemos decidido organizar los textos priorizando una presentación cronológica que abarca desde fines de siglo XIX hasta fines de siglo XX. Si bien cada uno de ellos examina distintos objetos de estudio aspiramos a integrarlos en una lectura global. De este modo, Pablo Ben indaga la sexualidad de las clases populares por medio de un exhaustivo análisis del masivo fenómeno de la prostitución femenina en Buenos Aires entre 1880 y 1930 en un contexto de emergencia del capitalismo mundial y de fuertes transformaciones socioculturales globales urbanas. Su propuesta resulta de superar el marco nacional como unidad de análisis por medio de un abordaje global de la historia social de la prostitución. Sobre la base de una investigación realizada con fuentes escasamente conocidas, que justiprecian el fenómeno de la prostitución masiva, el autor se propone matizar la mirada que la historiografía argentina delineó en torno a este período y que calificó como “era del progreso”.

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Los estudios de género propusieron repensar la mutua constitución del ámbito público y el privado, cuestionando a la vez los esquemas de análisis en los que estos espacios aparecían escindidos y con lugares asignados rígidamente según los sexos. Transcender este marco interpretativo integró a las lecturas del pasado la subjetividad creadora de las mujeres por fuera del orden doméstico y propició examinar la formación de la clase trabajadora colocando el acento en la configuración de las distintas masculinidades y en las representaciones en disputa sobre la cuestión del honor que de ellas derivan. En nuestra historiografía, la intersección entre historia social, clase e interpretaciones de género no tuvo la fuerza que adquirió en otras latitudes. A pesar de los esfuerzos significativos realizados por historiadores e historiadoras que produjeron análisis reveladores -mucho de ellos incluso deudores de las contribuciones antes señaladas-, hasta el momento, esta conjunción analítica no ha impactado en las narrativas historiográficas hegemónicas. El estudio del género y la sexualidad se ha constituido en un campo aparte, en una suerte de subespecialidad que no influencia el corazón de la producción histórica en los terrenos fundamentales de la economía, la política, la cultura o la historia social. En los cursos de grado impartidos en las universidades nacionales, la bibliografía que aborda esta relación es prácticamente inexistente o en el mejor de los casos sólo forma parte marginal del currículum académico.

Por su lado el trabajo de Omar Acha consiste en una reconstrucción de la institucionalización sindical de las trabajadoras y trabajadores de casas particulares –principalmente sirvientas y mucamas– durante el primer peronismo. Al encarar en primer término el estudio de las condiciones laborales de este sector del mundo del trabajo, el autor no deja de lado el proceso de constitución de la organización gremial, inscribiéndolo en la configuración de un movimiento obrero peronizado. Omar Acha se ocupa de mostrarnos que las condiciones laborales heterogéneas y las modalidades laborales múltiples incidieron fuertemente en la constitución de la organización de este sector obrero. Este artículo desafía la idea de que el peronismo habría generado la integración legal del conjunto de la clase trabajadora al mostrar el carácter laboral informalizado que sobrellevan las empleadas domésticas.

Contra este estado de situación, los artículos que aquí publicamos incorporan la intersección entre género y clase como eje central del análisis pues advierten que sin considerar este estrecho vínculo

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Presentación Dossier I Ivonne Barragán y Florencia Rodríguez, en una investigación conjunta, analizan las articulaciones entre las relaciones de clase y las relaciones y representaciones de género surgidas en los años setenta entre los trabajadores de las empresas Propulsora Siderúrgica y Astilleros Río Santiago localizadas en Ensenada, provincia de Buenos Aires. Las autoras examinan las formas de construcción de la masculinidad a través del análisis de los conflictos laborales, arrojando luz además, sobre la dimensión generizada implícita en las disputas entre trabajadores y empresarios así como entre trabajadores pertenecientes a distintas tradiciones políticas. Este artículo resulta precursor del análisis de la relación entre género y clase en el campo de estudios de la Historia Reciente.

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la clase trabajadora femenina, y tal soslayamiento, no sería sino un modo de eliminar aspectos fundamentales de la comprensión de la relación entre género y clase y en consecuencia del proceso histórico social. Explorar el trabajo informalizado al que son relegadas las mujeres deja en claro, cuánto podría beneficiarse una historia del mundo del trabajo de corte sociológico o histórico al considerar la cuestión de género. Finalmente los estudios que examinan la racionalidad política femenina ponen de manifiesto la necesidad de interrogarse en clave de género y, desde alguna noción de masculinidad, la política construida o llevada adelante por grupos de varones. En este marco de ideas, la aspiración de este dossier ha sido doble. Por un lado, hemos tenido como objetivo principal recuperar críticamente el concepto de clase obrera, en medio de décadas en que éste ha aparecido disuelto entre otras denominaciones pos marxistas como la de sectores populares, clases populares o clases subalternas. Por otro lado, si bien los textos seleccionados deberían ser vistos como contribuciones a una tarea colectiva que tenga por finalidad repensar las categorías de análisis del conjunto de la historia social, hemos deseado impulsar aquellas propuestas que repasan ciertas dinámicas históricas del conjunto de la clase trabajadora argentina y que sugieren líneas de interpelación a otros relatos historiográficos.

El último trabajo que es el de Marcelo Barrera versa sobre la militancia de un grupo de mujeres piqueteras del Gran Buenos Aires. El objetivo es examinar la relación entre militancia popular y cotidianeidad por medio del estudio de un pormenorizado repertorio de estrategias que estas mujeres ponen en juego, de modo individual y colectivo, para compensar la tensión que les provocan sus tareas militantes extra hogareñas. El autor enlaza las diferentes inflexiones políticas de la organización piquetera con el alto grado de fragilidad de las construcciones colectivas y de las nuevas prácticas políticas. Barrera nos invita a pensar los límites por un lado, entre lo colectivo y lo individual, y por otro, la relación entre subjetividad, agencia humana y estructuras. Los artículos que componen este dossier se posicionan desde los márgenes de la historia social y es desde allí que disputan ciertos sentidos con las narrativas establecidas. La prostitución por ejemplo que fue asumida en muchos estudios como un fenómeno marginal, emerge aquí como un hecho central para comprender la transición del siglo XIX al XX en Buenos Aires. La historia de la prostitución fue construida desde largo tiempo atrás por medio del análisis de la legislación y de los prejuicios y preocupaciones que la elite expresaba sobre la misma. En este dossier esta perspectiva es cotejada con fuentes provenientes de la tradición oral con el propósito de conmensurar la influencia real que la prostitución tuvo en la vida cotidiana de los sectores populares y en la cultura popular misma. Los textos que revisan el modo en que tradicionalmente se utiliza la noción de trabajo, ligada a un mercado laboral formal y legal, reposicionan en el centro del relato a las empleadas domésticas y a las mujeres piqueteras. Una noción estricta sobre el tema propiciaría la invisibilización de estos sectores de

  Véase las distintas posiciones, que a modo de balance, distintos historiadores e historiadoras asientan en el dossier “¿Qué entendemos hoy por historia social?” en Historia Social, n°| 60, 2008, Valencia, España, pp. 129-253.

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Siendo conscientes del carácter construido que tienen los objetos de estudio y las fuentes históricas, del carácter situado de nuestra condición de investigadores e investigadoras en tanto portamos una raza, un género, un sexo, una ideología, una edad o una nacionalidad, y de lo provisorio de los alcances de nuestros debates,1 queremos no obstante señalar, nuestro convencimiento de que el largo derrotero de la historia social, su encuentro con la dimensión de género y sexual y su carácter fuertemente humanista, nos ha permitido decodificar en mejor grado las prácticas materiales y simbólicas de los protagonistas de nuestros hechos históricos, y construir en consecuencia, una imagen mucho más compleja sobre el pasado.

Historia global y prostitución porteña: El fenómeno de la prostitución moderna en Buenos Aires, 1880-1930 Global history and local prostitution: Modern prostitution in Buenos Aires (1880-1930)

Pablo Ben*

Resumen Este artículo explora la historia de la prostitución en Buenos Aires hacia finales del siglo diecinueve y principios del siglo veinte. A diferencia de otros estudios sobre el tema, aquí se argumenta que la prostitución adquirió una dimensión que nunca antes había tenido. La explosión demográfica de Buenos Aires ligada al desarrollo de un sistema moderno de transporte y a la migración masiva dio lugar a una desproporción de varones que al llegar a la ciudad demandaban sexo por dinero. El patrón de cambio socio-económico y cultural que en Buenos Aires generó una explosión del sexo comercial no fue particular de esta ciudad, sino que por lo contrario, se trató de un cambio global que entre 1850 y 1950 afectó a un gran número de ciudades. Palabras claves: prostitución - migración - urbanización

Abstract This article explores the history of prostitution in Buenos Aires in the turn from the nine-teenth to the twentieth century. Unlike other studies of the same topic, this paper states that prostitution became a widespread phenomenon in the city during this period to an extent that had no precedents. In late nineteenth century Buenos Aires demograpic explosion re-lated to the modern transport revolution and mass migration led to a gender imbalance pop-ulation. A large number of single men arrived to the city during this era and demanded sex in exchange for money. The cultural and socio-economic change described in this article for Buenos Aires was not particular to this city but, on the contrary, it constituted a global trend affecting a large number of cities between 1850 and 1950. *

San Diego State University. [email protected]

Key Words: prostitution - migration - urbanization

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de posibilidad para la continuidad misma de la economía local, y no producían objetos exportables sin los cuales otra región colapsaría.2 En contraste, la modernidad capitalista gradualmente generó un comercio internacional co-dependiente entre las regiones que ya no se limitaba a lo suntuario o accesorio y que no se circunscribía meramente a áreas circundantes, sino que por lo contrario, aumentaba el intercambio en escala y distancia recorrida hasta magnitudes históricas desconocidas.

Introducción

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El análisis que aquí presentamos sobre Buenos Aires entre 1880 y 1930 tiene por objetivo dar cuenta de la magnitud masiva que adquirió la prostitución femenina en la ciudad durante ese período. La caracterización de tal magnitud implica un abordaje metodológico desde el cual se leerán a las fuentes primarias como documentos producidos en una ciudad-nodo que experimenta transformaciones socioculturales globales. La expansión sin precedentes del mercado mundial en la era moderna repercutió con mayor intensidad en el Cono Sur durante la transición del siglo diecinueve al veinte. Fue entonces que la masividad de una migración en la que los varones prevalecieron estimuló la demanda de prostitutas mujeres al igual que ocurrió en otras ciudades globales que experimentaron una transformación comparable. Este artículo explorará este proceso articulando cambios socioeconómicos globales con biografías y vida cotidiana porteña. Si bien se establecerá una comparación con los nodos urbanos centrales de la economía mundial, tales como Nueva York o las capitales europeas, nos interesa ver a Buenos Aires desde el punto de vista de centros urbanos latinoamericanos, así como también de las metrópolis de Asia y África, tales como Shanghai o Nairobi.

En esta globalización de la economía las redes de transporte jugaron un papel central. Conectando extensas zonas a velocidades nunca antes alcanzadas y con capacidad de desplazar un gran número de personas y volumen de mercancías, las redes de transporte generaron nudos urbanos allí donde se enlazaban las terminales ferroviarias, y en especial en los sitios estratégicos donde el transporte terrestre empalmaba con un puerto. Por vía de estas ciudad-nodo, las mercancías eran transferidas al mercado mundial. En este contexto hubo una explosión demográfica urbana en estos nodos que dependía del incremento de la natalidad pero también de un desplazamiento migratorio desde zonas rurales y de una parte a otra del planeta.3 En gran medida este desplazamiento estuvo vinculado a la demanda de una obra masculina para trabajar en la construcción de los medios de transporte y para mantener en funcionamiento los puertos y la infraestructura. Dependiendo de la ciudad, se abrían también otras oportunidades laborales vinculadas a la creciente economía urbana. Varios millones de personas, muchos de ellos varones y con preponderancia de solteros o migrantes sin familias, migraron a Buenos Aires, Shanghái y Nairobi, para dar sólo algunos ejemplos.4 Un número elevado de migrantes pasó por Buenos Aires o se quedó en esa ciudad.

La forma más típica del fenómeno moderno que aquí pretendemos caracterizar involucra a una mujer prostituta que pone su cuerpo a disposición del deseo de un varón asalariado por una cantidad de tiempo limitada, concreta y definida como parte de la transacción. Tal tipo de vínculo sexual/económico se nos presenta en muchas investigaciones como un fenómeno cuyos elementos fundamentales no pueden desvincularse de ciertas etapas del desarrollo global de la modernidad capitalista. En este sentido, en las últimas décadas múltiples estudios de historia premoderna han señalado cuán problemático es identificar a la prostitución como “la profesión más antigua del mundo”.1 Por otro lado, una lectura comparativa de la historiografía global sobre la prostitución en la era moderna sugiere que ésta se desarrolla plenamente cuando las economías regionales pasan a requerir para su funcionamiento mismo la participación en una división internacional del trabajo mediada por el intercambio comercial a escala global. Si bien el intercambio comercial entre diferentes regiones del planeta no comienza con la modernidad, las comunidades premodernas carecían de la interdependencia comercial que hoy anuda incluso a las regiones más distantes. No necesitaban de recursos externos como condición

La demanda de mano de obra de las ciudades-nodo estuvo marcada por una división de género. La mayoría de los trabajos no sólo requerían mano de obra descalificada sino que además involucraban formas de trabajo pesado.5

  Robert Marks, The Origins of the Modern World: A Global and Ecological Narrativ, New York, Rowman & Littlefield Publishers, 2002. 3   José C. Moya, “A Continent of Immigrants: Postcolonial Shifts in the Western Hemisphere,” en Hispanic American Historical Review, 86:1, 2006, pp. 1-29. 4   Sobre casos de desproporción de la migración masculina en diferentes partes del mundo y sus efectos sobre la sexualidad, ver por ejemplo: Sueann Caulfield, “The Birth of Mangue: Race, Nation, and the Politics of Prostitution in Rio de Janeiro, 18501942” en Daniel Balderston y Donna Guy (editores), Sex and Sexuality in Latin America, New York, New York University Press, pp. 86-100; Robert Aldrich, Colonialism and Homosexuality, New York: Routledge, 2003; Luise White, The Comforts of Home: Prostitution in Colonial Nairobi, Chicago, The University of Chicago Press, 1990; Christian Henriot, Prostitution and Sexuality in Shanghai: A Social History, 1849-1949, Cambridge, Cambridge University Press, 2001; Thomas Miller Klubock, Class, Gender and Politics in Chile’s El Teniente Copper Mine, 1904-1951, Durham, Duke University Press, 1998). 5   Luis Alberto Romero, Hilda Sabato, Los trabajadores de Buenos Aires, Buenos Aires, Sudamericana, 1992. 2

  Ver por ejemplo: Stephanie Lynn Budin, The Myth of Sacred Prostitution in Antiquity, New York, Cambridge University Press, 2008; Ruth Mazo Karras, Common Women: Prostitution and Sexuality in Medieval England, New York, Oxford University Press, 1996; Christopher A. Faraone & Laura K McClure, Prostitutes & Courtesans in the Ancient World, Madison, The University of Wisconsin Press, 2006 y Guilhem Olivier, “Entre diosas y prostitutas: Las alegres del mundo mesoamericano,” en: Aída Martínez y Pablo Rodríguez, Placer, dinero y pecado: Historia de la prostitución en Colombia, Bogotá, Aguilar, 2002, pp. 17-38.

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ca era tan importante que aparece asociada con múltiples facetas de la vida citadina, tales como el crimen.12 Tanto en Buenos Aires como en Nueva York, Rio de Janeiro y São Paulo, los varones que se desplazaban a estas ciudades no respondían meramente a demandas económicas estructurales. Además de buscar oportunidades laborales que los nuevos horizontes abrían, no era extraño que estos migrantes también desearan experimentar nuevas aventuras sexuales posibilitadas por el acceso a dinero y la distancia respecto de otros miembros de la propia familia o comunidad.13

En los puertos, una de las actividades centrales fue la carga de bolsas al hombro, u otras tareas para las que los empleadores no contrataban mujeres. Así fue que la mayor parte de la mano de obra que se desplazaba a ciertas ciudades-nodo estaba formada por varones.6 En ningún otro momento de la historia global se generó un desplazamiento poblacional de la magnitud que tuvo lugar desde el siglo diecinueve con la expansión de la globalización capitalista y la demanda de mano de obra en las ciudadesnodo.7 La distancia geográfica con las familias fue un aspecto muy frecuente de la migración moderna masiva. Incluso cuando migraban con sus familias los varones solían desplazarse lejos de estas para trabajos temporarios en otra región. George Chauncey, por ejemplo, estudió el modo en que la migración de varones italianos solos impactó sobre Nueva York.8 James Green también habla de una desproporción de varones en Río de Janeiro y São Paulo a principios del siglo XX.9 En ambos casos el fenómeno es estudiado en relación a el surgimiento de la identidad homosexual moderna de un modo similar al que presenta la historiografía de la prostitución para otras urbes. En el caso de Buenos Aires, entre 1850 y 1930 la desproporción demográfica de varones fue bastante pronunciada. El índice de masculinidad era especialmente mayor entre la población migrante extranjera, la mayoría de la cual estaba formada por trabajadores/as asalariados/as.10 Una porción de la mano de obra masculina migraba temporalmente al campo para la cosecha.11 La movilidad geográfi-

Este patrón internacional de varones que migraban resulta clave para un análisis de las fuentes porteñas que refieren a la prostitución. Un abordaje que ignore estas tendencias globales y se centre en un análisis del discurso de fuentes de las elites puede perder de vista la magnitud de la prostitución en ciertos nodos urbanos. Cuando el estudio se limita a fuentes médicas, legales y criminales ligadas al ‘control social’, el eje de la interpretación son los ‘prejuicios’ y ‘preocupaciones’ de la elite, y se desdibuja el análisis de la vida cotidiana de las clases populares y el modo en que esa cotidianeidad se articulaba con transformaciones globales. Para ofrecer una mirada diferente, comenzaremos por analizar las historias ficcionales de folletines de bajo costo para un amplio público popular a principios del siglo veinte. Estas historias nos permiten comprender el surgimiento de la prostitución moderna en Buenos Aires desde un punto de vista diferente del de la ley o las corporaciones científicas y las instituciones estatales.14 and the Buenos Aires Working Class,” Journal of Interdisciplinary History, 23 (1992): 279-299. 12  El comisario Gregorio Rossi en 1903 sostenía para el caso de Buenos Aires que la criminalidad adquiría grandes proporciones debido a “…la heterogeneidad y el continuo movimiento de la población de la ciudad.”José Gregorio Rossi, “La criminalidad professional en Buenos Aires,” Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines (Buenos aires) 2 (1903): 172. Otros estudios como el de Salvatore, mencionado en la cita anterior, han estudiado este fenómeno de la movilidad. 13  Tal como exploré en mi tesis doctoral: Pablo Ben, Male Sexuality, The Popular Classes and the State, Buenos Aires, 1880-1955, University of Chicago, 2009. 14  Numerosas investigaciones en Argentina se limitan a establecer la imposibilidad de explorar la cantidad de prostitutas. Se argumenta que no es posible inferir la magnitud del fenómeno porque las estadísticas no son confiables. Si bien es cierto que la mayor parte de las prostitutas no se registraban y que no es posible discutir números con precision, un análisis que vaya más allá de las fuentes estadísticas y de control social, puede aproximarse de mejor forma a una caracterización de la importancia del fenómeno en determinada ciudad. Tal análisis requiere de fuentes alternativas y comparaciones internacionales. Sin embargo, la mayor parte de los estudios en Argentina se limitan a destacar que la prostitución era una “preocupación” para las elites que temían los efectos negativos de una modernización rápida, ver por ejemplo: Maria Luisa Mugica, Sexo bajo control: La prostitución reglamentada en Rosario ente 1900 y 1912, Rosario, UNR Editora, 2001. Algo similar ocurre con otros estudios regionales sobre la prostitución donde no se intenta discutir la magnitud del fenómeno o las transformaciones socio-económicas y demo-

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 En algunos casos, sin embargo, el florecimiento de la prostitución no obedece tanto a la desproporción de varones sino a la escasez del trabajo femenino y las condiciones precarias y bajos salarios de las mujeres, es el caso de Bogota, Colombia. Ver Miguel Ángel Urrego, “La prostitución en Bogotá: Una realidad eclipsada por la moral”, en: Aída Martínez y Pablo Rodríquez, Placer, dinero y pecado… op, cit., pp. 197-216. 7  Ver Samuel Baily y Eduardo José Míguez, Mass Migration to Modern Latin America, Wilmington, Delaware, A Scholarly Resources Inc, 2003. Un artículo que destaca la importancia del crecimiento comercial sin precedentes que tiene lugar en el siglo XIX es el de José C. Moya, “Modernization, Modernity, and the Trans/formation of the Atlantic World in the Nineteenth Century”, en Jorge Cañizares-Esguerra and Erik R. Seeman, editores, The Atlantic in Global History: 1500-2000, New Jersey, Pearson, 2007, pp. 179-97. 8  George Chauncey, Gay New York: Gender, Urban Culture, and the Making of the Gay Male World, 1890-1940, New York, Basic Books, 1994. 9  James N. Green, Beyond Carnival: Male Homosexuality in Twentieth-Century Brazil, Chicago, University of Chicago Press, 1999. 10  Ver Alfredo E. Lattes, Gretel E. Andrada y Pablo Caviezel, “Dinámica demográfica” en: Dinámica de una ciudad: Buenos Aires, 1810-2010, Buenos Aires: Dirección General de Estadísticas y Censos, 2010, pp. 143-7 y Marcela Nari, Políticas de Maternidad y Maternalismo Político, Buenos Aires 1890-1940 Buenos Aires, Biblos, 2004, p. 279. 11  Sobre la movilidad, la migración golondrina y el desplazamiento campo/ciudad en relación a su impacto sobre la sociedad porteña, ver Salvatore, Ricardo, “Criminology, Prison Reform, 6

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La prostitución en Buenos Aires a través del folletín popular

que viaja a Buenos Aires para divertirse y termina siendo víctima de un cuento del tío.17

La prostitución era uno de los temas más frecuentes en los folletines que en ese momento constituían quizá el medio masivo de comunicación más extendido entre las clases populares. La mayoría de los folletines analizados en este artículo fueron publicados antes de 1910 cuando no existían ni la radio, ni la televisión, y el cine apenas comenzaba a asomarse. Estos pequeños libritos estaban escritos en versos de rima fácil, cómica y pegadiza; presumiblemente para ser leídos a viva voz en los múltiples espacios de sociabilidad masculina de la ciudad.15 El tipo de audiencia a la que se dirigía dejó todo tipo de marcas en estos textos, que incluían tablas para calcular sueldos de obreros que trabajaban por día y contenían innumerables errores ortográficos y gramaticales además de imitar el castellano champurreado de migrantes extranjeros/as. Los tópicos explorados por los folletines en general derivaban directamente de la experiencia de los estratos urbanos más bajos, tal como sostuvo Adolfo Prieto en su excelente estudio sobre el tema.16 Dado el carácter popular de estos textos, analizar la representación de la prostitución en ellos, nos permite acceder a una mirada diferente a la que puede brindarnos la documentación producida por instituciones de control social.

Roselló visitaba Buenos Aires porque pensaba que allí “había para él que pesos tenía / el placer a discreción.” Había pasado “tantas privaciones” en la campaña que “ansiaba diversión.” Es así que “yéndose a la estación […] para la ciudad un pasaje / pide con mucha emoción.”18 A pesar de que en su trayectoria migratoria Roselló había pasado por Buenos Aires antes de ir a Pehuajó, en verdad no conocía la metrópoli. Tal como él mismo personaje lo explica: “cuando llegué cual jumento / me endosó la emigración / metido dentro un vagón / de peón a la campaña / y no pude darme maña / para ver la población.”19 Al llegar a la ciudad de visita un tiempo después “le parece un Babel”. De inmediato resulta víctima de un estafador que lo conmueve contándole la falsa historia de su hermana que “llegando a esta ciudad / en las casas de maldad / su cuerpo lo vendió.”20 La historia es relatada para distraerlo mientras otro individuo asociado al “cuentero” le roba el dinero del bolsillo. Que la prostitución sea parte del cuento del tío sugiere que el autor la supone lo suficientemente cotidiana como para que el engaño sea verosímil. Es probable que la audiencia compartiera esta idea porque en los folletines no había gran distancia social entre quienes escribían y quienes leían. Prieto argumenta que la demanda de este tipo de publicaciones había sido producto de una alfabetización masiva estimulada además por la expansión de la prensa periódica. El crecimiento del mercado de publicaciones populares había sido tan repentino y abrupto que los autores eran reclutados entre la misma audiencia recientemente alfabetizada que compraba folletines para divertirse.21 El mundo que imaginaban desde la pluma no era sino el de sus propios lectores, aun cuando las temáticas y personajes pudieran en ocasiones parecer lejanos.

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En el folletín, la prostitución se presenta en un marco ficcional pero que establece una relación activa con la cotidianeidad de la audiencia, por ejemplo mediante una moraleja. Uno de los autores, Benigno Argul, inventa una historia llamada “El cuento de la Hermana” para prevenir de estafas “que tantas víctimas causan en las clases trabajadoras” que por ese motivo pierden “sus ahorros”. La narrativa explícitamente declara someterse a un tema que preocupa a una mano de obra móvil representada en el personaje central: Juan Pedro Roselló. Se trata de un migrante español empleado como peón rural en Pehuajó

Este era el caso de las historias de gauchos que eran las más populares en los folletines. Personajes como Juan Moreira y Martín Fierro representaban un mundo que para 1880 estaba completamente extinto, y sin embargo, los personajes rurales no eran sino “superhombres inventados para cubrir las fantasías del lector urbano. Pero superhombres que necesitaban presentarse en el ropaje de gauchos.”22 De tal identificación saldría el famoso personaje “Cocoliche”, un italiano agauchizado cuya existencia misma da cuenta de la identificación de la audiencia con sus personajes. Que los gauchos del pasado en estos folletines mediatizaban la experiencia de las clases populares de fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte es evidente, por ejemplo, en las múltiples versiones de

gráficas que le dieron lugar, por ejemplo: Ana Infeld, Pobres y Prostitutas: Politicas sociales, control social y ciudadanía en Comodoro Rivadavia, Rosario, Prohistoria, 2009; Mario Rocabado, Dulces, Buenas y Putas: Sexo bajo control en Jujuy, 18901930, Jujuy: Purmamarca Ediciones, 2010; Karina Liliana Carreño, Noches alegres, muchachas tristes: La prostitución legal en Tandil, 1870-1910, Tandil: Municipio de Tandil, Dirección de Cultura, 2005; Alvaro Góngora Escobedo, La Prostitución en Santiago, 1813-1931: La visión de las elites, Santiago de Chile, Editorial Universitaria / Universidad Finis Terrae, 1994. En general estos trabajos no se abocan a un estudio de la historia social que de cuenta de la vida de las prostitutas, sino que más bien se limitan a comprender el “control social” ejercido sobre las mismas, así como también las percepciones y debates sobre el tema de quienes intentaron controlar la prostitución. 15  Para un muy buen análisis de la sociabilidad masculina popular durante este período, ver: Sandra Gayol, Sociabilidad en Buenos Aires. Hombres, honor y cafés, 1862-1910, Buenos Aires, Ediciones del Signo, 2000. 16  En su estudio sobre los folletines Adolfo Prieto compara a estos textos con la “novela popular” que tiene la función de “entretener, la de proponer un pasatiempo al contingente de lectores situados en la base de la pirámide social.” Adolfo Prieto, El discurso criollista en la formación de la Argentina modern, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, p. 97.

 Benigno Argul, Los grandes cuentos del tío y las grandes estafas del día, Buenos Aires, sin data, p. 2. 18  Idem, p. 4. 19  Idem, p. 7. 20  Idem, p. 9. 21  Adolfo Prieto, El discurso criollista… op. cit. 22  Idem, p. 97.

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Historia global y prostitución porteña... Juan Moreira. Si bien la historia de Moreira refería a un período en el que no había habido ferrocarriles, las vías del tren aparecían frecuentemente en los pueblos ficcionales. En palabras de Prieto la sociabilidad de estas historias “reúne los signos de un ruralismo primitivo, tributario de la todavía amenazante proximidad con la frontera, y los de un urbanismo moderno”.23 Es así que en los pueblos de Juan Moreira aparecen salones de billares, barberías y otros negocios en realidad propios del Buenos Aires de quienes leían las historias.

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En este caso la pregunta no es parte de una historia ficcional, sino que el editor contextualiza a un folletín sobre las prostitutas tratando de generar simpatía por las mismas. No se trataba de una referencia aislada, sino de una preocupación que otros autores vehiculizaban por la vía de la ficcionalización. En referencia a su “hija la malvada”, un gaucho llamado “Tiburcio” dice enojado: Que se la lleve el demonio / Con el tano Cocoliche / Y luego que en un boliche / Yo la tendré que ver / No le parece Lucero / Que esto siempre se vé.28

En este marco en el cual los pueblos gauchos del pasado tienen rasgos del Buenos Aires moderno, Prieto menciona al prostíbulo como uno de los ejemplos repetidos en esta gauchesca.24 Sin embargo, la presencia del sexo comercial excedía la gauchesca. Otros folletines que abarcaban géneros diferentes también presentaban a la prostitución como fenómeno integral a la cotidianeidad de las clases populares. Es el caso de una publicación dedicada a las “camareras”, término eufemístico que refería al sexo comercial. El autor anónimo escribe en este folletín un “Tango criollo” a “La Sirena”, que resulta ser una mujer que corrió por los “dos hemisferios”, como muchas de las judías polacas y otras europeas que llegaban a la Argentina a prostituirse. Ella conoce “los misterios del cielo y del mar”, y su “suerte” es “dar la muerte brindando el placer”, probablemente en referencia a la sífilis. Hacia el final del tango nos enteramos que esta mujer es “la sirena encantadora / que a la juventud enamora”.25 Es decir, el texto asume que la juventud entera está “enamorada” de las prostitutas. Tal asociación aparece también en otro folletín en el que las “afiladoras callejeras” van “por las calles incitando / y a la juventud entera / parados los van dejando”.26

Aquí aparecen superpuestos el “ruralismo primitivo” y el “urbanismo moderno” del que hablaba Prieto. Cocoliche no es otra cosa que la personificación de esa superposición, se trata del “superhombre” de las “fantasías urbanas” que aparece plasmado en “ropaje de gaucho.” Y es precisamente este personaje que Prieto diría que resume las fantasías urbanas que aparece llevándose a una mujer que se convierte en prostituta. Este personaje de Cocoliche que cautivó a los obreros inmigrantes que con afán se disfrazaban de tal durante los carnavales aparece en la narrativa llevando a cabo lo que probablemente fuera la fantasía de más de un varón pobre: seducir mujeres y si es posible vivir de arriba explotándolas. Estas referencias a la prostitución en los folletines deben ser cruzadas con las observaciones que realizaban en la época ciertos profesionales que describen la vida de quienes leían esta literatura popular. Por ejemplo, Francisco de Veyga, uno de los especialistas en medicina legal más famosos de Argentina hacia principios de siglo, refería a los obreros pobres que circulaban por el país y que él denominaba “lunfardos” aseverando que “la mujer representa para ellos una fuente de sostén y sobre todo de amparo.”29 Es de notar que otros escritores que provenían de ámbitos similares compartían la visión de este autor sobre la extensión de esta actividad.30 Las palabras

Otros folletines no refieren a “la juventud” pero asumen la frecuencia de la prostitución de un modo aún más estridente. En algunos casos la prostitución se presenta como algo que le puede ocurrir a cualquier mujer bajo las circunstancias en que vivían en el Buenos Aires de la época. El editor de un folletín sobre la “mujer pecadora” da cuenta de tal situación cuando prologa el texto con las siguientes palabras:

 Cientofante, Los amores de Cocoliche con una gallega, Buenos Aires, Biblioteca Criolla, 1901, p. 28. 29  Francisco de Veyga, Los ‘lunfardos’: Psicología de los delincuentes profesionales, Buenos Aires: Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, 1910, p. 15. 30  Adolfo Batiz, Buenos Aires, La Ribera y Los Prostibulos en 1880, Buenos Aires, Aga Taura, 1885; Antonio Dellepiane, El Idioma del Delito, Buenos Aires, Arnoldo Moen, 1894; Luis Drago, Los Hombres de Presa. Ensayo de Antropología Criminal, Buenos Aires, Lajouane, 1888; Eusebio Gomez, La Mala Vida, Buenos Aires, Juan Roldán, 1908; Looyer, Los Grandes Misterios de la Mala Vida en Buenos Aires Comparada con las grandes Capitales Europeas. Cuadros del vicio y del crimen. Obra psicopatológica, Buenos Aires, Talleres Gráficos de Rafael Palumbo, 1911; Severus, Fases del Vicio, Buenos Aires: Imprenta de Mendia y Martínez, 1891; Benjamin Solari, Degeneración y Crímen. Estudio Antropológico y Médico-legal, Buenos Aires, La Semana Médica, 1901; Carlos Lagos García, Las Deformidades de la Sexualidad Humana, Buenos Aires, El Ateneo, 1925; Luis Contreras Villamayor, El Lenguaje del Bajo Fondo, Buenos Aires, Schapire, 1969 [1915]); José Ramos Mejía, “La fauna de la miseria,” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Vol. III, (1904), pp. 397-8; Francisco de Veyga, “Los auxiliaries del vicio y el delito, en ”Archivos 28

 Idem, p. 91.  Idem, p. 91. 25  [Anónimo], Las camareras, Buenos Aires, Francisco Matera, 23 24

1910, pp. 29-30. 26  [Anónimo], Las afiladoras callejeras, Buenos Aires: sin editorial, 1906 (el poema se encuentra en la tapa del folletín). 27  Prologo de Manuel Pascadio en el folletín: A. Cachón Acosta, La mujer pecadora, Buenos Aires, Pascual Mediano Editor, 1910, p. 4.

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Padres, hermanos y amigos, todos los que tenemos en nuestra familia una hija o hermana ¿cómo podremos repudiar a la prostituta si dadas las innumerables causas que nos rodean no estamos exentos de que una de las nuestras caiga envuelta entre las redes de la prostitución?27

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de de Veyga han sido interpretadas como “exageración”, en especial porque translucen un fuerte prejuicio racial y de clase contra los “lunfardos”. Y sin embargo, más allá de que de Veyga reprodujera prejuicios que justificaba “científicamente” fundándose en el positivismo europeo, pareciera ser que su percepción de la magnitud de la prostitución es corroborada por los folletines. Por ejemplo, en un folletín sobre las “aves nocheras” plagado de referencias a prostitutas y varones que las explotan, encontramos un verso titulado “La Serenata Canfinflera” en el que el cafishio le dice a una mujer que “Si se pudiesen trenzar / nuestras almas una vez / verías el interés / de mi cariño infinito…” (énfasis en el original).31 Claro que se trata solamente de un verso en particular, pero la prostitución y el interés de los varones como clientes y explotadores tienen una presencia muy fuerte en este tipo de literatura popular.

damental las preocupaciones populares. Estos folletines no tenían siquiera avisos comerciales y no eran controlados por la censura estatal o algún otro tipo de limitación externa. Para triunfar un autor debía vender. Una ficción que no asumiera el punto de vista de la audiencia tenía pocas posibilidades de éxito comercial.34 En este sentido, si bien el folletín no siempre expresa la cultura popular de manera inmediata, es claro que una cantidad considerable de los mismos mostraban un patrón de referencia a la prostitución como práctica frecuente y extendida,35 y tal percepción no era del todo distante de lo que hubiera podido decir un trabajador no calificado típico del período que disfrutaba de estas ficciones. En algunos casos las situaciones ficcionales no son otra cosa que comentarios directos de eventos reales. Por ejemplo, tras una disposición policial que multaba a los varones que piropearan mujeres con cincuenta pesos, un tango popular proclama: “Cincuenta pesos / por un piropo, / no estamos locos, / para pagar, / antes nos comemos / diez días de tipa / y fumamos en pipa / sin vacilar!”36 Que el precio de la multa sea directamente comparado con el precio de la prostitución resulta todo un síntoma del modo en que razona el autor de la letra. De hecho, la comedia sexual popular que circulaba por transmisión oral presen-

Otro folletín de 1897, por ejemplo, presenta a una mujer que adivina el futuro y le vaticina a su cliente varón que será rico, pero inmediatamente lo previene: “más se tiene que guardar / de las mujeres mundanas.” Semejante advertencia da por sentada una tensión entre pagar por sexo y ahorrar dinero.32 Estas son palabras pronunciadas a un varón desconocido, dando por sentado que en su status mismo de varón está implícita la posibilidad de involucrarse en un frecuente intercambio de sexo por dinero que puede arruinarlo económicamente. Quien escribe estas líneas lleva por seudónimo el nombre “Jailaif”, que no es otra cosa que una distorsión del inglés “high-life”, palabra castellanizada usada en el lunfardo del período para describir el mundo de la diversión nocturna plebeya.33 Es decir, el autor mismo escoge para sí un pseudónimo que da cuenta de donde proviene la fuente de sus miradas e inspiraciones: el bajo mundo porteño, la “mala vida” hubieran dicho los criminólogos de la época.

 Prieto argumenta que el editor, “Editaba lo que se escribía y lo que se esperaba que se escribiera, y la chance comercial de sus decisiones no fue sino el aspecto administrativo de una empresa que necesitaba de todas maneras administrarse.” En opinión de este autor, era la audiencia la que imponía las expectativas y no el editor, ya que “si se comparan los textos publicados por los propios autores con los publicados por los editors regularmente establecidos, no se advierten diferencias sustantivas como para deducir que la presencia del editor fuera, además de extraña al proceso, significativa para la orientación del mismo.” Adolfo Prieto, El discurso criollista… op. cit., p. 73. 35  Para otros ejemplos de folletines no discutidos en este artículo que representan de manera más o menos indirecta a la prostitución en Buenos Aires entre 1880 y 1930 como si fuera una actividad cotidiana en la que participan una gran cantidad de varones, ver por ejemplo: Marcos Baneghi, Las niñas de Pato Morto, Buenos Aires, Librería ‘El Cosmos’, 1891; El Tuerto Quebrachón, Las milongas de Mandinga, Buenos Aires: Monteverde Hermanos, 1899; [Anónimo], Picardías y cuentos para hombres solos y señoras de poca aprensión escritas por un tunante, Buenos Aires, sin editorial, 1900; Manuel Cientofante, Los amores de Cocoliche con una gallega, Buenos Aires, Matera, 1901; Manuel Cientofante, El moderno canfinflero, Buenos Aires, Biblioteca Criolla, 1901; Pampeano, Los misterios de Palermo, Buenos Aires: sin editorial, 1902; Pampeano, De Palermo a la Avenida: Misterios de la Avenida de Mayo, Buenos Aires: sin editorial, 1902; [Anónimo], Catecismo de las casadas, Buenos Aires, sin editorial, 1902; [Anónimo], Los modernos afiladores, Buenos Aires, Biblioteca Popular, 1906; [Anónimo], Tangos Populares, Buenos Aires, Francisco Matera, 1909; Bartolomé Aprile, Decimas argentinas, Buenos Aires, sin editorial, 1914; Gabino [seudónimo de Alberto Arana], Vigilante y ladrón: Versos malevos, Buenos Aires: sin editorial, 1925; [Anónimo], Una mujer que hace matar al marido de 44 puñaladas con el tango La Coqueta, Rosario: Longo y Argento, sin fecha. 36  Manuel Cientofante, El tango de los ‘50’, Buenos Aires, Casa Editora de Andrés Perez, 1907, p. 31. 34

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Si bien como texto los folletines expresan la individualidad de cada autor, la ficción tiene como inspiración funde Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, V. 3 (1904), pp. 289-313; Carlos de Arenaza, Menores Delincuentes, su Psicopatología Sexual, Buenos Aires, Jesus Menendez, 1919. 31  Pampeano, Las aves nocheras, Canciones populares, o sean costumbres criollas, Buenos Aires: sin editorial, 1901, p. 23. 32  Un ensayo de principios del siglo veinte sobre la prostitución durante este período acusaba a los varones extranjeros en Buenos Aires porque carecían de “habitos de ahorro” y explicaba que la falta de otro tipo de diversions “incitaban a gastar el dinero” en prostitutas, ver Ernesto J. bott, “Las condiciones de la lucha contra la trata de blancas en Buenos Aires”, Buenos Aires, Oceana, 1916. 33  Jailaif, Buenos Aires por dentro... y por fuera, Buenos Aires, J. Lecea, 1897. El término “jailaif” era una referencia común en las canciones y la literatura popular del período, ver por ejemplo: Mercedes Alfonso, Sus mejores cuplés, Buenos Aires, Edición de la Tonadilla Popular, sin fecha, p. 7, “Chotis Jai-Laif”, letra de Jerónimo Gaid y Música de J. M. Codoñer. Si bien este texto con letras musicales no tiene fecha, se hallaba en una colección de fines del siglo XIX y principios del XX y tiene el mismo estilo, formato y apariencia general. Fue coleccionado por Lehmann-Nitsche, quien se fue de Argentina hacia 1930.

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Historia global y prostitución porteña... ta similitudes sorprendentes con el folletín.

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existen innumerables expresiones más cuya iteración fue lo suficientemente contundente como para formar parte de un lenguaje lunfardo que mereció diccionarios. Se habla también de “mujeres de la vida”, o que se hicieron “de la davi”. En los prostíbulos el varón que concurre para excitarse pero no paga tiene también un nombre específico, se trata del “franela”. Entre otros términos para las prostitutas pueden destacarse “lora”, “pesebrera”, “tambera”. Si la prostituta no tiene “querido” se la llama “vagón vacío”. Los clientes de prostíbulos eran los “quequeros”.39 Tal como planteaba Claude Lévi-Strauss, la proliferación de conceptos en torno a determinada cuestión implica familiaridad con la misma, el detalle en la clasificación lingüística de una actividad sugiere la importancia que esta tiene para quienes pretenden establecer toda clase de distinciones y precisiones.40

Por ejemplo, frente a la posible inminencia de un conflicto con Chile a finales del siglo XIX, un chiste popular titulado “El Batallón de Putas” sostenía que: Medio batallón de putas / Dicen que va a marchar / Bajo el mando de un alcahuete / Que a Chile las va a llevar.37

Dado que este era un chiste que se transmitió oralmente y que fue registrado a nivel escrito por el antropólogo alemán Robert Lehmann-Nitsche, resulta difícil pensar que detrás de estas palabras hubiera alguna agenda política o ideológica que fuera responsable por la exageración que presenta a Buenos Aires como una ciudad que puede proveer “medio batallón de putas”. El registro de la comedia oral sexual que llevó a cabo este antropólogo alemán da cuenta de un género entero de chistes dedicados a la vida de las prostitutas y los “canfinfleros”, nombre dado a los varones que las explotaban.38 Lehmann-Nitsche registra esta comedia literalmente, con comentarios que nunca van más allá de aclarar el sentido de ciertos términos en lunfardo. Se trata del trabajo de un naturalista obsesionado por la recolección de datos. Aunque seguramente el registro oral siguió algún recorte ligado a la perspectiva y subjetividad del antropólogo, se trata de comedia en rima copiada directamente de lo que el autor escuchó.

La literatura del período también destaca la amplia visibilidad de la prostitución que retratan a fines del siglo diecinueve ciertos autores de la elite inspirados en el naturalismo y social darwinismo europeo, pero que hacia los años veinte aparece en literaturas mucho más cercanas al sentimiento popular, tales como las obras de Roberto Arlt o Alberto Vacarezza, para citar sólo algunos ejemplos. En un giro cómico similar al que expresa el registro oral que coleccionó Lehmann-Nitsche, Arlt ficcionaliza a la explotación de mujeres como capaz de sostener los recursos que requeriría un proceso de cambio revolucionario.41 En la obra de este autor las prostitutas son una constante.

Un análisis de los términos lunfardos vinculados a la prostitución que aparecen en diccionarios de 1894 y 1915 nos da también la idea de un fenómeno sobre el cual proliferan las categorías. Por ejemplo, para designar al varón explotador, además de “canfinflero”, también se habla de “cafishio”, “shiofica”, “canfle”, “canfinfla”, “soutener”, “chulo” o “rufo”. También hay especializaciones, como el término “macró” ligado a varones franceses, o “caftén” vinculado a varones judíos. Las precisiones son aún más, si se trata de quien vive de una prostituta de cierta edad que ya no es tan atractiva para sus clientes y trabaja en las calles, mujer que era conocida como “amoférico”, nos encontramos con el verbo “amoferiar” que connota la acción cometida por este tipo de “cafishios”. Los porteros de prostíbulos que además hacen de mandaderos de las “pupilas” eran conocidos como “basureros”, pero también “pesebrero” en referencia a “pesebre” que es otro término para las “casas de tolerancia”. Las madamas también eran llamadas “botonas”. Las prostitutas viejas son llamadas “carretas”, y el término “carro” se aplica a todas en general. “Tirar el carro” significa recibir dinero de la prostituta, “cargar el carro” refiere a los golpes que puede administrar el cafishio, “no tener carro” es andar falto de mujer a la que explotar, “reducir el carro” es entregar la mujer a otro cafishio a cambio de un monto, “espiantar el carro” es seducir la prostituta de otro explotador y robársela. Así

En “Juancito de la Rivera” escrito en 1927 por Vacarezza, la esposa de uno de los personajes que atraviesa una crisis de pareja le dice a su marido: “¿Y para qué / sufrir más humillaciones? / ¡Si ya cayó hecha girones / el alma con que te amé, / si inútilmente esperé / y te he rogao de mil modos / sin resultado ninguno… / ya no seré mujer de uno / sino… la mujer de todos! / Y si aquella Magdalena / que por santa se señala, / se arrepintió de ser mala / yo, me cansé de ser buena.” Y cuando la mujer se retira y su pareja la llama preguntándole “¿Dónde Vas?”, ella responde contundentemente: “¡Adónde me mandás!... / Y en las calles de la Boca / donde ambula tanta loca, / ¡qué importa una loca más!”.42

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Antonio Dellepiane, El Idioma del Delito, Buenos Aires, Arnoldo Moen, 1894; Luis C. Villamayor, Enrique R. del Valle, El lenguaje del bajo fondo, Buenos Aires, Schapire, 1969 [1915]). 40  Claude Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1988. 41  Roberto Arlt, Los siete locos, Buenos Aires, Centro Editor de Cultura, 2005 [1929]. 42  Alberto Vacarezza, “Juancito de la Ribera: Romance del arrabal. En un acto y tres cuadros” [1927], en Alberto Vacarezza, Teatro. Tomo I, Buenos Aires, Corregidor, 1993, p. 186. 43  Para un análisis de los bares en la ciudad de Buenos Aires y su relación con la sociabilidad masculina, ver Sandra Gayol,

 Robert Lehmann-Nitsche, [publicado bajo el seudónimo: Victor Borde], Textos Eróticos del Río de la Plata, Buenos Aires, Librería Clásica, 1981 [1923]), p. 102, poema 254 (1). 38  Robert Lehmann-Nitsche, Textos Eróticos del Río de la Plata … op. cit., p. 13, 38, 39, 46, 52, 53, 56, 57, 60, 61, 63, 64, 65, etc. 37

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El barrio de la Boca mencionado en esta obra de teatro era uno de los lugares donde había mayor cantidad de bares casi exclusivamente concurridos por varones.43 Ade-

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La prostitución vista a través de fuentes extranjeras

más el barrio es identificado como zona de prostitución en las memorias de un comisario que publica en 1885,44 y en al menos dos folletines escritos en 1901 y 1906.45 En los años treinta la historia del tango escrita por los hermanos Bates también identifica al barrio del mismo modo,46 y en referencia a memorias orales que le fueron transmitidas Sebastián Tallón da también cuenta en una publicación de los años cincuenta de la magnitud de la prostitución en la misma zona.47 Resulta difícil imaginar que tal combinación disímil de memorias, referencias directas y escritos de procedencia tan dispar pudieran haber existido si no representaban un fenómeno que tuviera algún viso de realidad.

Estas ficciones literarias que destacan la magnitud de la prostitución, por otro lado, deben ser consideradas también en el contexto de ensayos dedicados a discutir el tema que destacan la magnitud del sexo comercial en Buenos Aires. En este sentido, el estudio de Ernesto Bott publicado en 1916 que discute “Las condiciones de la lucha contra la Trata de Blancas en Buenos Aires” sostiene que la prostitución estaba tan arraigada y tenía tal magnitud en la ciudad que es “aceptada como algo inevitable”.49 Para fundamentar tal posición, Bott explicaba que “las condiciones existentes en Buenos Aires” eran sin duda alguna “pésimas” para erradicar la prostitución. En primer lugar, aseguraba el autor, la ciudad estaba repleta de varones extranjeros “que teniendo o no teniendo familia en Europa, viven transitoriamente en el país, fuera de toda vida del hogar”.50 Otro factor que el autor creía que fomentaba el “vicio” era la escasez de actividades de esparcimiento por fuera de la prostitución. Era en este marco que el sexo comercial había llegado a constituir “la única o la principal actividad fuera de las ocupaciones que constituyen el medio de vida.”51

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En cuanto a su estatus como documentación histórica, no podemos perder de vista que las fuentes literarias son ficcionalizaciones que responden a convenciones literarias, que en muchas ocasiones copian estilos o se interesan por cuestiones que no necesariamente son fenómenos sociales de magnitud. No se puede equiparar una ficción literaria con la realidad social. Sin embargo, resulta fundamental notar que la lista de textos literarios entre 1880 y 1930 que refieren a la prostitución no tiene parangón con ningún otro período de la historia Argentina. Además se trata de obras de todo tipo de estilos literarios y escrita por gente de los más variados sectores sociales e ideologías políticas. Desde el positivismo de Antonio Argerich, al naturalismo de Francisco Sicardi, el catolicismo de Manuel Gálvez, y las tendencias más populares representadas por las escuelas de Boedo y Florida.48 Realizar un análisis del modo en que estas diferentes corrientes literarias y autores vincularon la ficción con la realidad sociocultural de Buenos Aires excede las posibilidades de este artículo. Sin embargo, nos interesa notar que la diversidad y profusión de obras, géneros y corrientes literarias que hablan de la prostitución sugiere que la preocupación por el tema va más allá de las convenciones estilísticas.

El ensayo de Bott no constituía una acusación aislada. Era común que en el movimiento contra la Trata de Blancas en Europa se identificara a Buenos Aires como una de las mecas internacionales de la prostitución. En su estudio sobre el tema en Francia, por ejemplo, el historiador Alain Corbin sostiene que “hasta 1914 el mercado internacional de trata de blancas más grande fue el de Buenos Aires y Montevideo.”52 En los años veinte la Liga de las Naciones realizó una investigación sobre la “trata de blancas” a lo largo de un sinnúmero de ciudades globales. En uno de los reportes sobre Argentina se seguía sosteniendo en 1924 que Buenos Aires era “uno de los mercados más importantes de prostitución en el mundo occidental”.53 Fueron estos datos los que empujaron al periodista Albert Londres a viajar a esta ciudad e investigar el tema. Luego de llegar a la ciudad, el periodista francés escribió un libro traducido a varios idiomas que cimentó la fama de urbe babilónica del sur plagada de prostitutas.54

Sociabilidad en Buenos Aires. Hombres, honor y cafés, 18621910, op. cit. 44  Adolfo Batiz, Buenos Aires, La Ribera y Los Prostibulos en 1880, Buenos Aires, Aga Taura, 1885. 45  Juan de la Calle, El Canflinflero, Las Páicas y El Malevo, Buenos Aires, Casa Editora de Andrés Pérez, 1906, p. 13 y Cientofante, El Moderno Camfinflero, op. cit, p. 3. 46  Hector Bates y Luis J. Bates, La historia del tango y sus autores, Buenos Aires: Talleres Gráficos de la Cía. General Fabril Financiera, 1936, entre otras menciones, véase, p. 23. 47  Sebastián Tallón, El tango en su etapa de música prohibida, Buenos Aires, Cuadernos del Instituto Amigos del Libro Argentino, 1959. 48  Juán Antonio Argerich, Inocentes o Culpables? Novela Naturalista, Buenos Aires, Imprenta del Courier del Plata, 1884; Eugenio Cambacérès, En la Sangre, Buenos Aires, Lajouane, 1887; Severus, Fases del Vicio, Buenos Aires, Imprenta de Mendia y Martínez, 1891; Julián Martel, La Bolsa, Buenos Aires, Bolsa de Comercio de Buenos Aires, n/d [1892]); Francisco Sicardi, Libro Extraño, Buenos Aires, Imprenta Europea, 1894; Manuel Galvez, La trata de blancas: Tesis para optar al grado de doctor en jurisprudencia, Buenos Aires, 1905; Manuel Galvez, Nacha Regules, Buenos Aires, Pax, 1919.

La verosimilitud de estas fuentes extranjeras, sin embargo, ha sido cuestionada. En su estudio de la prostitución legal en Buenos Aires, Donna Guy sostiene que la magnitud de la prostitución en Buenos Aires fue “exagerada” por estas fuentes. Según la autora, “Los temo49  Ernesto J Bott, Las condiciones de la lucha contra la trata de blancas en Buenos Aires, Buenos Aires, Oceana, 1916, p. 5. 50  Idem, p. 7. 51  Idem, p. 12. 52  Alain Corbin, Women for Hire: Prostitution and Sexuality in France after 1850, Cambridge, Harvard University Press, 1990, traducción mía. 53  League of Nations, Argentine, Summary of Events, 1924, p. 3, traducción mía del inglés. 54  Veéase Albert Londres, El camino a Buenos Aires: La trata de blanca, Buenos Aires, Aga-Taura, 1967 [1927]).

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Historia global y prostitución porteña... res de la trata de blancas en Buenos Aires se vinculaban directamente con la desaprobación europea de la migración femenina”.55 En un comentario crítico de la obra de Donna Guy, el historiador americano Timothy Gilfoy le cuestiona la mirada de esta autora preguntándose cómo puede aseverarse que la documentación exagera un fenómeno sin presentar evidencia alternativa. 56 En contraposición al análisis de Guy, otros estudios señalan además que la migración de mujeres que trabajaban en la prostitución era hacia los años veinte un fenómeno de escala internacional. El movimiento contra la “trata de blancas” surgió como respuesta a esa oleada migratoria. Las denuncias que este movimiento realizó no fueron el mero resultado de un pánico moral en torno a la prostitución o la sexualidad de las mujeres, y si bien las representaciones moralistas abundaban, retrataban un fenómeno real que emergió con la creciente globalización. A tal conclusión arribó Stephanie A. Limoncelli en un estudio reciente que analiza cuidadosamente la documentación del movimiento internacional contra la trata.57

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los folletines (mismo tamaño, formato y rango de precio) en estos dos textos aparecen publicadas extensas listas de prostíbulos con sus respectivas direcciones. Una de estas guías publicada en 1920 enumeraba alrededor de 120 sitios de prostitución además de 15 teatros y cabarets donde el intercambio de sexo por dinero era moneda corriente. La otra guía, de 1924, anunciaba aproximadamente 170 sitios.59 Es de notar que las áreas en las que proliferan estos burdeles de los años veinte coinciden en alguna medida con la concentración de actividades de prostitución referida en diversas fuentes para principios del 1900, lo cual nos da una idea de la continuidad del rubro.

Las investigaciones impulsadas por el movimiento contra la trata de blancas exploraron exhaustivamente diferentes partes del mundo recabando información legal, entrevistando a las autoridades locales e incluso introduciendo espías de civil en el mundo de la prostitución para obtener una descripción detallada de lo que ocurría. En el marco de estas investigaciones, se denunció que la migración de mujeres dedicadas a la prostitución que venían desde Europa al Cono Sur, constituía una de las oleadas migratorias más importantes del planeta, mayor aún que la circulación de prostitutas dentro de Europa.58 En los años veinte el movimiento internacional contra la trata cobró tal importancia que la Liga de las Naciones lanzó una investigación. Como parte de este trabajo en el que se recabó información sobre la magnitud de la prostitución en diferentes ciudades del mundo, la Liga de las Naciones recurrió a los servicios de un investigador secreto en Buenos Aires que se infiltró en el mundo del sexo comercial y desarrolló un informe exhaustivo. Allí se reportaban nombres de rufianes y referencias a innumerables charlas con los mismos, direcciones de burdeles, y entrevistas a todo tipo de personas, desde prostitutas a funcionarios de la policía y otros órganos del estado. El investigador adjuntó todo tipo de documentación, desde legislación local hasta una serie de libritos que hacían las veces de una especie de guía popular para varones interesados en el sexo comercial. Con un perfil muy parecido a

 Donna J. Guy, El sexo peligroso: La prostitución legal en Buenos Aires, 1875-1955, Buenos Aires, Sudamericana, 1994, p. 19. 56  Timothy Gilfoyle, “Prostitutes in History: From Parables of Pornography to Metaphors of Modernity,” The American Historical Review, Vol. 104, No. 1 (Feb., 1999): 124. 57  Stephanie A. Limoncelli, The Politics of Trafficking: The First International Movement to Combat the Sexual Exploitation of Wome, Stanford, Stanford University Press, 2010. 58  Stephanie A. Limoncelli, The Politics of Trafficking… op. cit, p. 30. 55

 Las direcciones que entran dentro del área céntrica de Buenos Aires aparecen en un mapa que mostramos más adelante en el texto. 60  Report on Traffic in Women in Buenos Aires, Social Section, Letter to the Secretary General of the League of Nations, Geneva, Switzerland, p. 30. Archivo de la Liga de las Naciones en Ginebra. Pude accede a este material gracias a la generosidad de Mir Yarfitz, quien está terminando su doctorado en la University of California, Los Angeles acerca de la prostitución judía en Buenos Aires. 59

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En su reporte sobre Buenos Aires, el investigador de la Liga de las Naciones se hace pasar por explotador recién llegado del extranjero que quiere aprender de sus “colegas” locales ya instalados en la ciudad acerca de las mejores estrategias para montar su propio negocio. En las conversaciones con los cafishios, éstos estiman que hacia 1924 había alrededor de 6.000 prostitutas explotadas por entre 2.000 y 3.000 varones.60 En los prostíbulos más caros donde las mujeres trabajaban con menor cantidad de clientes, cada una de ellas tenía como mínimo 15 relaciones sexuales diarias. Para poner en perspectiva el significado de estos números, necesitamos realizar una estimación de la cantidad de transacciones de sexo por dinero en la ciudad a la que estos datos apuntan. Si cada prostituta establecía sólo 15 transacciones diarias y eran 6.000 en total, esto significa que en Buenos Aires había por promedio alrededor de 90.000 transacciones cada día. No es posible determinar cuántos días al año trabajaban, pero una especulación conservadora que supusiera que trabajaban sólo uno de cada dos días, es decir durante 182 días al año, nos daría un total de más de 16 millones de transacciones de sexo por dinero en una ciudad con alrededor de un millón de varones. Es decir, a razón de 16 transacciones por varón al año. Es necesario enfatizar nuevamente que tal número se trata de una especulación, ya que no sabemos con precisión cuantas transacciones diarias llevaba a cabo cada prostituta, ni cuantos días trabajaban. Además seguramente habría varones que recurrirían más al sexo comercial que otros y que directamente no concurrían por su edad u otros motivos. Sin embargo, nuestra estimación parte de los números más conservadores que se pueden concluir del reporte presentado por esta fuente. Además este cálculo sólo considera a las 6.000 prostitutas bajo el control de cafishios. El investigador de la Liga de las Naciones también se encontró con prostitutas independientes en las calles, muchas de las cuales quizá vendieran su cuerpo de manera ocasional haciendo su tarea difícil de

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contabilizar. Aquí no son los números los que brindan una idea acabada sobre el tema, sino la rica descripción de la interacción en espacios públicos.

las miradas, las esperas en las esquinas y otros métodos indirectos pero efectivos. Es así que entrevista a varias de estas mujeres que corroboran su impresión de la ciudad.62

En una de sus excursiones este investigador concurre al Teatro Casino localizado en Maipú 341 donde se encuentra que en los balcones hay entre 100 y 150 prostitutas de entre veinte y cuarenta años que concurren allí cada noche. En sus caminatas por la ciudad, las prostitutas se atreven a encararlo directamente al menos el 50% de las veces en las calles donde el control policial es más débil (como Libertad, Lavalle, Perú, Corrientes y Leandro N. Alem). Donde el control policial era más estricto, sin embargo, la prostitución no desaparece sino que se torna más discreta. Allí las mujeres lo seguían con la mirada y lo esperaban en alguna esquina. En una de sus caminatas cuenta ocho mujeres de entre 25 y 35 años que le ofrecen sexo por entre 10 y 20 pesos en sólo unas pocas cuadras. En algunas de las calles más vigiladas (probablemente se refiriera a la Avenida de Mayo y otros centros afectados por la haussmanización de Buenos Aires)61 las mujeres no lo encaraban nunca, pero no abandonaban

Dada la profusión de fuentes que refieren a la prostitución en Buenos Aires entre 1880 y 1930, resulta imposible discutir toda esta documentación en detalle en este artículo y sopesar las condiciones bajo las cuales cada uno de los textos fue producidos. Es precisamente la variedad que da cuenta del mismo fenómeno de modos tan diversos lo que corrobora su legitimidad. No sólo existían profesionales de la medicina y la criminología que notaban la presencia del sexo comercial, sino también folletines populares, periodistas extranjeros, un agente de la Liga de las Naciones, la tradición oral de las clases populares, la documentación internacional del movimiento contra la trata de blancas, los diccionarios de lunfardo y autores literarios de los más variados estilos y orígenes sociales. El aspecto más contundente en toda esta documentación son las referencias directas a los sitios en los cuales el sexo comercial tenía lugar, tal como hemos presentamos en los dos mapas siguientes:

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Mapa 1: Áreas ligadas a la prostitución en Buenos Aires (1885-1910)

 El proceso de haussmanización incluyó la construcción de mataderos, cementerios, tendido de agua corriente, vías de electricidad, pavimentación de calles y la apertura de nuevas calles para ampliar la circulación urbana.

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 Idem, pp. 67-73.

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Referencias Mapa 1

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1/ Palermo: área de circulación de prostitutas, Severus, p. 65; Pampeano, De Palermo a la Avenida, Buenos Aires, 1902 [folletín popular]; Pampeano, Los misterios de Palermo, Buenos Aires, 1902 [folletín popular]. 2/ Referencia a dos prostitutas que circulan por Recoleta: Marcos Banoghi, Las niñas de Pato Morto, Buenos Aires, Librería “El Cosmos”, 1891, p. 28. 3/ Paseo de Julio hasta Palermo, hoy Leandro N. Alem y Libertador: área de circulación de prostitutas y “maricas”: Juan de la Calle, El Canfinflero, Buenos Aires, sin editorial, c. 1900, p. 13 [folletín popular]; mención de “casa amueblada” Romondini L. en Paseo de Julio 254, Guia Kraft, 1886, Buenos Aires, Imprenta, Encuadernación y Fábrica de Libros Comerciales de Guillermo Kraft, 1886; en un poema escrito por La Bella Otero, quien se trasvestía y prostituía en esta zona, se describía el lugar, extendiéndolo aún más allá de la Recoleta: “desde el Retiro a la Alameda”, ver Francisco de Veyga, “La inversión sexual adquirida: Tipo profesional, un invertido comerciante”, en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, V. 2, 1903, p. 495.. 4/ Retiro: área de circulación de prostitutas: Juan de la Calle, El Canfinflero, Buenos Aires, sin editorial, c. 1900, p. 13 [folletín popular]. 5/ Alrededores de Maipú y Paraguay: área de burdeles con mayoría de prostitutas criollas venidas de las provincias, se las podía ver sentadas en la calle fumando tabaco del Tucumán, Ver: Batiz, p. 29. 6/ Calle Junin: área de burdeles de acuerdo a versos cómicos populares transmitidos oralmente y registrados por Robert Lehmann-Nitsche, Textos Eróticos del Río de la Plata ver el verso sobre “Bartolo”, p. 24 y el “Testamento de Matilde”, p. 103. En un folletín popular se menciona: “soy canfinfle de la boca / de Juní y Libertad”, Cientofante, El Moderno Camfinflero, Buenos Aires, Biblioteca Criolla, 1901, p. 3. Ver también en el mismo folletín el poema “El camfinfle de Juni”, p. 20; Otra referencia en un folletín popular puede encontrarse en Pampeano, Las Aves Nocheras, Buenos Aires, 1901, p. 10. 7/ Referencia a locales donde se practicaba la prostitución en la calle Ayacucho, “Peringundines” o “Trinquetes”: según el estudio sobre el tango de los hermanos Bates, “Allí nació nuestro tanto. Tal fue la causa por qué tuvo tantas resistencias la danza argentina en el seno de la sociedad. Eran ‘casas de confianza’, diseminadas en toda la ciudad; pero por diversos motivos, se hicieron famosas las del Paseo de Julio – hoy Avenida Leandro N. Alem -, así como también las de las calles Libertad, Cerrito y Ayacucho.” Bates, p. 37-8. 8/ Plaza Lavalle y alrededores: área de prostitución callejera y prostíbulos. Según Batiz, p. 45, en un juicio de sodomía también aparece una referencia similar a un chico “de la vida” que se encontraba en esta plaza, ver Juzgado en lo Criminal de la Capital de la República, D. M acusado de sodomía en la persona del menor W G. S. el 18 de Diciembre de 1900, Juez en lo criminal Dr. D. Eduardo French, Archivo General de la Nación. 9/ Calle Libertad: área de prostitución callejera y prostíbulos, ver cita de los hermanos Bates en el punto 7 y al folletín popular de Cientofante en el punto 6. 10/ Calle Cerrito: área de “peringundines” o “trinquetes” según los Bates, p. 37, ver cita del punto 7. 11/ Alrededores de Suipacha y Viamonte: área de burdeles, ver Batiz, p. 41-2. Donna Guy habla de una redada policial en 1885 donde se llevan a 85 prostitutas y 24 madamas, Donna Guy, El sexo peligroso… op. cit., p. 74. 12/ Calle Florida: prostitución callejera, Severus, p. 65 y referencia a una prostituta que circula por “la calle de Florida”, Marcos Banoghi, Las niñas de Pato Morto, Buenos Aires, Librería “El Cosmos”, 1891, p. 27. 13/ Ver el verso “Pasa el Tranvía por Tucumán” en el folletín: Puro Campo, Buenos Aires: Biblioteca Criolla, sin fecha.Donna Guy, El sexo peligroso… op. cit., también menciona una concentración de prostitutas en Tucumán al 300. 14/ Batiz decía que a él no le gustaba esta parte de la ciudad porque el lugar estaba plagado de “pederastas pasivos,” especialmente la Plaza Mazini (hoy conocida como Plaza Roma, entre Lavalle y Tucuman). En aquella plaza, en cuyo centro había un monumento a Mazini, un héroe nacional italiano, se concentraban muchos de los varones que deseaban a otros varones.15/ Batiz, op. cit., p. 81. En una guía Kraft de 1886 se menciona una “casa amueblada” llamada Killion’s Miss en Lavalle 328. Ver Guia Kraft, 1886, op. cit.; en 1912 hay otra mención a una casa amueblada La Frascati en Lavalle 988, Anuario 1912, Gran Guía General de la República Argentina, Buenos Aires, Imprenta Kraft, 1912.16/ Avenida Corrientes: prostitución callejera, Batiz, p. 51, y referencia en Severus a la “calle de Florida por Corrientes hasta eso del Politeama”, p. 65. “Casa amueblada” de Celada A, en Reconquista y Corrientes, Ver Guia Kraft, 1886, Buenos Aires, Imprenta, Encuadernación y Fábrica de Libros Comerciales de Guillermo Kraft, 1886. 17/ “En aquellos tiempos heroicos eran muchos los lugares de libertinaje y perdición, así como también las casas de bailes, entre las que se destacaban por su concurrencia y amenidad, la ubicada en la plaza Lorea, hoy Congreso…” Hector y Luis Bates, op. Cit., p. 23. 18/ Sugerencia de prostitución con clientes de la elite, Pampeano, De Palermo a la Avenida: Misterios de la Avenida de Mayo, Buenos Aires, 1902; Pampeano, Las Aves Nocheras (Buenos Aires, 1901), p. 19. 19/ Referencia cómica a reclutamiento de “sirvientas” para trabajar de prostitutas, Cientofante, El Moderno Canfinflero, Buenos Aires, 1901, p. 7. 20/ “La alpargatería”, local considerado como uno de “los lugares de libertinaje y perdición” por los Bates, p. 23. 21/ “Churrasquería”: “El Cívico” concurría a este espacio en el que se encontraba el bajo mundo de la noche, Tallón, p. 4950. 22/ De acuerdo con Sebastián Tallón, el área comprendida entre Constitución y San Cristóbal también era un lugar de tango, criminalidad y burdeles. El autor describe a uno de los lunfardos más famosos, conocido como “El Cívico”, ver Tallón, El tango en su etapa de música prohibida, Buenos Aires, Cuadernos del Instituto Amigos del Libro Argentino, 1959, p. 49-50. 23/ Local donde se practicaba la prostitución “frente a la plaza concepción, en Pavón y Buen Orden…” Bates, p. 23. 24/ Batiz, Tallón, también: “En el paseo de (Julio, la Boca) / el Retiro y el murallón… / nuestra fama no es poca / para el hombre más matón!” Juan de la Calle, El Canflinflero, Las Páicas y El Malevo, Buenos Aires, Casa Editora de Andrés Pérez, 1906, p. 13. El título de este largo poema del cual se transcribieron estos pocos versos es “De buena fuente (canfinfleriana)” y si bien el poema hace referencia a la violencia entre varones, la relación con los canfinfles hace evidente que estas areas están relacionadas con la prostitución. Además, unos versos más abajo se menciona a una “madama” escrita con italica en el original. Ver también: “soy camfinfle de la boca / de Juní y libertad...” Cientofante, El Moderno Camfinflero Buenos Aires, Biblioteca Criolla, 1901, p. 3. 25/ Barrio de las Ranas: prostitución callejera, Carlos Arenaza, Menores Delincuentes… op. cit., p. 40.. 26/ Teatro Politeama: Batiz especulaba que alrededor de 2000 prostitutas se reunían allí cada carnaval, p. 81.

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Mapa 2: Prostíbulos y otros establecimientos vinculados a la prostitución en Buenos Aires, 1920-1924.

Nueva Guía Nocturna, Agosto 1920, precio 20 centavos. Teatros: Apolo: Corrientes 1386, Argentino: Bartolomé Mitre 1448, Avenida: Avenida de Mayo 1222, Buenos Aires: Cangallo 1953, Casino: Maipú 326, Coliseo: Charcas 1109, Colon: Libertad 605, Comedia: Carlos Pellegrini 242, Esmeralda: Esmeralda 443, Florida: Galería Güemesç Hippodrome Circo: Carlos Pellegrini 380, Liceo: Rivadavia 1491, Marconi: Rivadavia 2330, Mayo: Avenida de Mayo 1099, Nacional: Corrientes 960, Nacional Norte: Santa Fé 1860. Nuevo: Corrientes 1528, Odeon: Esmeralda 367, Olimpo: Pueyrredon 1463, Opera: Corrientes 860, Princesa: Suipacha 456, Politeama: Corrientes 1460, Porteño: Corrientes 846, Royal: Corrientes 829, San Martín: Esmeralda 256, Variedades: Plaza Constitución, Victoria: Victoria 1390.Avisos destacados: Casa Francesa, “Recomendada por su trato y amabilidad”, Salta 1292; “Casa Recomendada L. Alem antes Paseo de Julio 1540”; “Casa de Confianza y buen trato Paraguay 346”; “Fijese bien Ud. de esta su casa de confianza y elegancia, No olvidar nunca la calle Lavalle 2016 a una cuadra de Corrientes con tranvías a todas las direcciones,¡Es una papa!” Amuebladas: Misiones 147, Cordoba 742, Uriburu 736, Cerrito 34, Cangallo 3135, Ayacucho 540, Rauch 65, Paraguay 20202035, Ecuador 1481, Viamonte 2124, Humberto I 1187, Cochabamba 1345. Amuebladas con entradas para vehículos:B. Sur mer 933-32, Rioja 211, Victoria 2144, Billinghurst 2485, Rincon 449, Bartolomé Mitre 2694. Cabarets: Armenoville: Av. Alvear y Table, Casino Pigall: Maipú 340, Royal Pigall: Corrientes 829, Esmeralda: Esmeralda 531. Casas de confianza y buen trato: Uriburu 449, Uruguay 449, Maipú 835, Ombú 785, Córdoba 2512, Guatemala 2989, Libertad 171 y 861, Pueyrredon 1091, Colombres 790, Talcahuano 464 y 232, Azcuénaga 327, Tucuman 2016, Cerrito 359, Sadi Carnot 1065, Cangallo 1308, Del Carmen 739, Uriburu 742, La Paz 674, Lavalle 2016, Montevideo 981 y 464, Riobamba 165. Nuevas Direcciones (Por Orden alfabético): Alvarez 351, Anchorena 1253, Azopardo 914, Azcuenaga 327, Bartolomé Mitre 2717 y 3088, Bermejo 38, Buchardo 658, Cerrito 359, Cangallo 1308 / 1957 y 3307, Canning 227 y 1731, Colombres 790, Catamarca 770, Charcas 2743, Cochabamba 36 / 653 y 2869, Córdoba 2512, Corrientes 3377 y 2070, Dean Funes 2034, Del Carmen 739, Estados Unidos 325, Guatemala 4989, Garay 1417 y 2043, Gaboto 843, Gallo 476, Humberto I 1882, Independencia 2528, Jochal 2165, Uriburu 742 y 449, Junin 349 y 1339, La Paz 674, Lavalle 2016, Lima 1229, Liniers 441, Matheu 1040, Maipú 835, Méjico 2185, Libertad 861 (Francesa) y 171, Ministro Brin 1105, Montevideo 981 y 464, Montes de Oca 2256, O’Brien 1180, Ombú 785, Paseo Alem (de Julio 1540, Paso 370 y 460, Patagones 1010, P. Mendoza 1611, Pozos 253, Progreso 1349, Pueyrredon 1091, Rincon 43 / 245 y 631, Riobamba 165 / 61/ 434 / 575 / 725, Rodríguez Peña 58, S. Antonio 384, San Juan 3510, Salta 1292, Santiago del Estero 167, Sarmiento 3014, Senguel 81, Soler 3627, Sadi Carnot 1065, Talcahuano 232, Thames 1487, Tres Sargentos 359, Tucuman 2016 y 3227, Uruguay 872, 24 de Noviembre 1984, 25 de Mayo 437, V. Gomez 3143, Viamonte 1612, Paraguay 346. La Luna, Guía Nocturna, Director A Rimbau, Año 1924, 30 centavos, Buenos Aires, Guía Completa de las Calles de Buenos Aires, Tranvías, Autos y Omnibus, Casas Públicas y Casas Amuebladas (Las Autorizadas), Esta Guía aparece todos los meses con nuevas direcciones revisadas. Casas Públicas: Cangallo 1308 / 1717 y 1975, Cerrito 359 y 635, libertad 861, Uriarte 1050, Montevideo 41 y 981, Corrientes 1962 y 2070, Maipú 835, Valentín Gómez 2605, Charcas 864 y 2231, rincón 43 / 562 / 631 y 771, Lima 443 y 1220, Salta 680, Paso 184 / 251 / 370 y 788, Estados Unidos 372 / 613 / 938 / 235 / 1785 y 1867, Rodríguez Peña 167, Uriburu 228 / 449 / 572 y 742, Junín 174 / 260 / 349 / 519 / 616 / 731 y 1173, B. de Yrigoyen 859, Talcahuano 132, San José 157, Salta 588, Lima 1044, Rodríguez Peña 58, Guanacache 2430, Gualegay 1172, Gualeguay 1315, Gaboto 343, Gaboto 671, Garay 2031, Garay 1543, Humberto I 266 y 1882, Independencia 314 / 1724 y 2328, Jean Jaurés 67 / 368 y 823, Laprida 1061 y 1617, Montevideo 464, Leandro N. Alem 428 / 568 / 720 / 690 / 888 / 1250 y 1540, Lavalle 2964 / 3785 / 1421 / 2016 / 2177 / 2222 y 1984, Montes de Oca 2256, Nazca 242, Pasteur 63 / 142 y 735, Alberti 39, Alsina 1880m Ayacucho 59, Alberti 714, Azcuénaga 327 / 750 y 912, Anchorena 341 y 666, Balcarce 237 y 740, Buchardo 658, Bartolomé Mitre 2717, Belgrano 273, Balcarce 937, B. Pérez Galdós 306, B. Sur Mer 567 y 611, Corrientes 351, Carlos Calvo 227, Ceballos 762, Córdoba 305, Chile 356, Cochabamba 653, Carlos Calvo 663, Jean Jaur’s 1291 y 1779, Del Carmen 739, Ecuadro 339 / 222/ 522 / 765 / 1068 y 1630, Federico Lacroze 3940 y 3560, Falucho 1149, Praga 727, Gallo 320 / 476 y 2120, Paraná 910, Paraguay 2830 y 5068, Pasco 540 / 460 / 1127 / 1240 y 1487, Paseo colon 729 y 849, Pozos 370 y 253. Casas Amuebladas: Coronel Díaz 2601, Berruti 4682, Ugarteche 3135, Malabia 2458, Caning 2464, Bustamante 2786, Bartolomé Mitre 2692, B. Sur Mer 933, Carlos Calvo 3034, Viamonte 2227, Lavalle 2259, Rauch 1865, Humberto I 1149, Salta 1479, Tacuarí 1461 y 63, Paraguay 2033 y 2020, Andes 736, Jean Jaures 226, Lavalle 2259, Rioja 311, Rincón 449, Ecuador 1481. Hoteles con piezas amuebladas: Bartolomé Mitre 1692, Rauch 1865, Misiones 34, Victoria 2144.

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Conclusión: Buenos Aires vista desde otras ciudades-nodo

discutidos por Henriot.66

La magnitud que parece haber adquirido la prostitución en Buenos Aires de cambio de siglo, por otro lado, no se limitó a esta ciudad, sino que fue una característica de innumerables nodos urbanos comparables, especialmente en aquellos en los que existió migración desproporcionadamente masculina. Shanghai y Nairobi, por ejemplo, experimentan transiciones similares de acuerdo a los trabajos de Christian Henriot y Luise White. Entre la mitad del siglo XIX y la mitad del siglo XX, una significativa población marginal migró desde las zonas interiores de China a Shanghai. Esta población, explica Christian Henriot, incluía grupos de migrantes temporarios, fundamentalmente varones jóvenes y solteros que llegaban a trabajar en la pujante ciudad y demandaban sexo comercial con mujeres.63 De hecho, el desplazamiento poblacional era tan visible que un autor chino que estudiaba la prostitución, Wang Tao, creó el término youmin, que literalmente significaba “población flotante”.64 Cuando la ciudad fue abierta al comercio internacional tras la Guerra del Opio, migrantes de todas partes de China llegaron a suplir las demandas laborales de un puerto que se expandía, la “población flotante” incluía trabajadores del puerto, marineros, vagos, wulaizi (que literalmente significa gente sin raíces), vendedores ambulantes, y otros trabajadores. Las estimaciones numéricas de Henriot respecto del número de prostitutas en esta ciudad son sorprendentes. Para 1869 el autor habla de 1.612 prostitutas para el área controlada por los ingleses y 2.600 para el enclave francés en la ciudad. Para fines del siglo XIX la estimación de Herriot es que el número de prostitutas superaba las 6.000 en una ciudad de alrededor de un millón de personas. Hacia los años veinte Shanghai concentraba entre 15.000 y 20.000 prostitutas con una población de 2,6 millones en 1927, y la estimación para la mitad del siglo veinte cuando la ciudad tiene alrededor de 6 millones de habitantes llega a 50.000 prostitutas.65 Si bien se trata de estimaciones y no de estadísticas precisas, el autor considera una cantidad de fuentes alternativas para llegar a esta conclusión. Un estudio independiente y con una interpretación diferente de la historia de la prostitución en esta ciudad es el de Gail Hershatter. Sin embargo, más allá de disentir en otras cuestiones la autora “encuentra plausible” los números

Un proceso similar al de Shanghai ocurrió en Nairobi a principios del siglo XX cuando la administración colonial inglesa decidió expandir el sistema ferroviario, lo cual condujo a una demanda de obra de trabajo masculina y con ella la venta de sexo en escala por parte de mujeres que migraban a la ciudad.67 En la ciudad de Guatemala, las transformaciones sociales que la convirtieron en nodo de una economía agro-exportadora provocaron una situación parecida.68 Se trata de un ejemplo que puede encontrarse en muchas ciudades a lo largo del planeta, tales como Nueva York, El Paso, París, São Paulo, las ciudades portuarias de Gran Bretaña, entre otras.69 Tal como estos ejemplos demuestran, el desplazamiento de mano de obra hacia las ciudades creó un nuevo tipo de sociabilidad. Una masa de varones solos quedaba desvinculada del control operado por sus familias y comunidades. Lejos de sus hogares, en un contexto donde nadie los conocía y donde predominaba el anonimato, estos varones comenzaron a participar de actividades sexuales de todo tipo. Varios estudios históricos sobre diferentes regiones del planeta argumentaron que en este contexto comienzan a tomar forma tanto la homosexualidad moderna como la prostitución.70 Muchos varones migrantes tienen relaciones entre ellos, relaciones estimuladas por la ausencia de controles sociales, el anonimato y también la escasez de mujeres. Las ciudades-nodo se convirtieron en imanes que atraían

 Gail Hershatter, “ ‘From a Throne of Glory to a Seat of Ignominy’: Shanghai Prostitution Revisited, 1849-1949, A Response” en Modern China, Vol. 22, No. 2 (Abril 1996), p. 168. La autora investigó la historia de la prostitución en Shanghai en su obra: Gail Hershatter, Dangerous Pleasures: Prostitution and Modernity in Twentieth-Century Shanghai, Berkeley, University of California Press, 1999. 67  Luis White, op. cit., p. 37. 68  David McCreery, “‘This Life of Misery and Shame’: Female Prostitution in Guatemala City, 1880-1920,” Journal of Latin American Studies, Vol. 18, No. 2 (Nov. 1986), p. 333-4. 69   Véase Sueann Caulfield, “The Birth of Mangue…”, op. cit.; Alain Corbin, Women for Hire… op. cit.; Timothy J. Gilfoyle, New York City, Prostitution and the Commercialization of Sex, 1790-1920, New York: W.W. Norton & Company, 1992; Ann RGabbert, “Prostitution and Moral Reform in the Borderlands: El Paso, 1890-1920”, en Journal of the History of Sexuality, 12.4 (2003), pp. 575-604; un estudio clásico sobre el tema ha destacado que en Inglaterra la prostitución femenina adquirió mayor magnitud en las ciudades puerto y en los centros manufactureros donde había una desproporción demográfica de varones y las mujeres no tenían las mismas posibilidades de acceso al empleo. Ver Judith R. Walkowitz, Prostitution and Victorian Society: Women, Class and the Stat, New York, Cambridge University Press, 1980, pp. 21-2. 70  Para un análisis de a homosexualidad en este contexto ver por ejemplo: John D’Emilio, “Capitalism and Gay Identity”, op. cit.; Peniston, William, Pederasts and Others. Urban Culture and Sexual Identity in Nineteenth-Century Paris, New York, Harrington Park Press, 2004; Harry Oosterhuis, Stepchildren of Nature: Krafft-Ebing, Psychiatry, and the Making of Sexual Identity, Chicago, University of Chicago Press, 2000. 66

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 “Shanghai’s fringe populations did include recently established and sometimes temporary groups of young and unmarried men who were no doubt hard working, but also fond of drink and women and quick to brawl.” Christian Henriot, Prostitution and Sexuality in Shanghai: A Social History, 1849-1949, New York, Cambridge University Press, 2001, pp. 79-80. 64   Idem, p. 97. 65  Las estimaciones del número de prostitutas pueden encontrarse en: Christian Henriot, “‘From a Throne of Glory to a Seat of Ignominy’: Shanghai Prostitution Revisited (1849-1949)”, en Modern China, Vol. 22, No. 2 (Apr. 1996), pp. 151-2. En relación al crecimiento poblacional de Shanghai, ver: Bryna Goodman, Native Place, City, and Nation: Regional Networks and Identities in Shanghai, 1853-1937, Berkeley, University of California Press, 1995. 63

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Pero toda esta heterogeneidad no nos puede hacer perder de vista que se trata de un proceso interrelacionado. No es meramente una “similitud” entre sociedades diferentes, sino que surgen culturas sexuales mutuamente traducibles cuya esencia misma es transnacional. Las historias nacionales no pueden captar este proceso que se pierde de vista en las fuentes si no se toma la modernidad capitalista global como marco de referencia.

a mujeres que, si bien eran excluidas del mercado de trabajo en general, encontraban oportunidades en la venta de actos sexuales a la mano de obra urbana masculina. Es necesario notar que no se trata de un patrón uniforme, sino de un proceso global con fuertes tintes locales. Por ejemplo, la cronología varía de una ciudad a otra. Las áreas del planeta en las que la intensificación del comercio internacional es mayor y más temprana parecieran experimentar primero el proceso. En algunos lugares la prostitución moderna surge al calor del crecimiento del imperialismo europeo de fines del siglo XIX. Las prostitutas en estos casos trabajaban frecuentemente para las masas de soldados imperiales que se desplazaban de la metrópoli hacia las colonias.71 En ciudades como Bogotá y el Distrito Federal en México o también en Santiago de Chile fueron las mujeres quienes prevalecieron demográficamente en la transición del siglo XIX al XX y no los varones.72 Son ciudades con predominancia de lo administrativo donde la oferta laboral no era tanto de trabajos pesados para varones, sino que ofrecían otras posibilidades, tales como la venta callejera y el trabajo doméstico demandado por una clase media ligada a la administración pública. El trabajo femenino en estas ciudades, sin embargo, no gozaba de gran estabilidad y muchas mujeres que migran solas no dudaban en prostituirse si se encontraban bajo presión económica.73 Cuando comparamos estos casos con las ciudades donde había más varones notamos que durante este período las transformaciones socioeconómicas globales constituyeron un patrón sumamente complejo y variable, producto de una modernidad capitalista que articula un desarrollo desigual, arrítmico cronológicamente y con peculiaridades locales.

Las fuentes que destacan la prominencia que la prostitución adquirió en Buenos Aires en la transición del siglo XIX al XX son innumerables, y sin embargo, han sido ignoradas o consideradas por separado, fragmentándolas o argumentando que no representaban lo que ocurría sino los prejuicios de ciertos autores. La prostitución masiva no encaja muy bien con la caracterización historiográfica que piensa a este período como la “era del progreso” y que en las interpretaciones más matizadas, plantea que tal progreso era “periférico” o que se enfrentaba con ciertas dificultades y desafíos. La magnitud de la prostitución no parece meramente señalar una más de las “vicisitudes” de la “modernización” sino que nos plantea la necesidad de reformular el modo en que pensamos ese proceso. En un estudio reciente sobre la historia de la familia en Buenos Aires durante el período que aquí nos convoca, se afirma que “muy rápidamente se fue imponiendo un modelo de familia representado por las clases medias urbanas”. En este modelo habrían predominado “aspiraciones de mayor bienestar económico, educación y prestigio”.74 Esta representación apolínea de un ascenso social masivo que habría generado disciplina laboral y vida familiar no resulta para nada compatible con la profusión de fuentes que retratan una Buenos Aires dionisíaca donde predominaba la “farra”. Y si bien ciertos estudios de historia social y de género han comenzado a delinear a la ciudad de Buenos Aires como mucho más popular y caótica, donde el ascenso social sólo se produjo a largo plazo y el desorden urbano era la regla, en general la mirada que predomina es la otra. Ya desde los años cincuenta José Luis Romero y Gino Germani veían a Buenos Aires en la transición del siglo XIX al XX como lugar de ascenso social ligadas a una moral familiarizante. La continuidad de esta idea en un trabajo como el de Moreno publicado medio siglo después, nos señala la necesidad de repensar la “era del progreso”, ponerla en un marco internacional, y dar cuenta de las fuentes que retratan la prostitución masiva, el sexo en las calles, el alcoholismo extendido, la radicalización política, y otros fenómenos populares que frecuentemente pasan inadvertidos o que son fragmentados y desvinculados a pesar de su presencia documental.

 Véase por ejemplo, el trabajo de Philippa Levine, Prostitution, Race and Politics: Policing Venereal Disease in the British Empire, New York, Routledge, 2003. El trabajo de Limoncelli también discute la relación entre imperialismo y prostitución destacando la desproporción demográfica de varones, Stephanie A. Limoncelli, The Politics of Trafficking… op. cit. En otro trabajo la desproporción de varones soldados asociada a la ocupación militar imperial también es vinculada al incremento de las relaciones sexuales entre varones, ver: Rober Aldrich, Colonialism and Homosexuality, New York, Routledge, 2003. 72  Miguel Ángel Urrego, “La prostitución en Bogotá…” en Pablo Rodriquez y Aída Martinez, Placer, dinero y pecado… op. cit; Elizabeth Quay Hutchison, Labors Appropriate to Their Sex: Gender, Labor and Politics in Urban Chile, 1900-1930, Durham, Duke University Press, 2001; Pablo Piccato, City of Suspects: Crime in Mexico, 1900-1931, Durham, Duke University Press, 2001, p. 22; Katherine Elaine Bliss, Compromised Positions: Prostitution, Public Health, and Gender Politics in Revolutionary Mexico City, University Park, Pennsylvania State University Press, 2002. El trabajo de Limoncelli también discute la desproporción demográfica de varones soldados en territorios coloniales, Stephanie A. Limoncelli, The Politics of Trafficking… op. cit. 73  En cuanto a la diferencia entre tipos de ciudades y sus mercados de trabajo, ver: James R. Scobie, “The growth of Latin American cities, 1870-1930”, en Leslie Bethell (editor), The Cambridge History of Latin America, Volume IV, c. 1870 to 1930, New York, Cambridge University Press, 1986.

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Recibido: 24/06/2012 Aceptado: 18/09/2012

 José Luis Moreno, (ed.), Historia de la Familia en el Río de La Plata, Buenos Aires, Sudamericana, 2004, p. 192.

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La organización sindical de las trabajadoras domésticas durante el primer peronismo The unionization of female domestic workers in first peronism

Omar Acha*

Resumen Este artículo reconstruye la institucionalización sindical de las trabajadoras y trabajadores de casas particulares durante el primer peronismo. En primer término son estudiadas la par-ticipación en la fuerza laboral urbana y las condiciones de trabajo en el mediano plazo, enfa-tizando en las prevalecientes en el meridiano del siglo veinte. En segundo término se descri-be el proceso de organización gremial del sector, inscribiendo su peculiaridad en la configu-ración de un movimiento obrero peronizado. Las condiciones laborales heterogéneas, la fragmentación de los empleos, las múltiples modalidades de trabajo y los marcos culturales de la fracción de clase incidieron en la constitución de su organización sindical. Palabras claves: trabajadoras domésticas - mujeres - sindicatos - género -peronismo

Abstract

*

UBA/CONICET. Algunos argumentos del texto fueron refinados gracias a dos referatos anónimos facilitados por esta revista. Fueron también útiles las puntualizaciones de Pablo Ben y Débora D’Antonio. [email protected].

This article reconstructs the unionization of domestic workers during the first Peronism. Firstly, the quantitative participation in the urban workforce and the labor conditions in the middle run are studied focusing on the prevailing conditions in the middle of 20th century. Secondly, the building of the sector’s union is analyzed in the context of the configuration of Peronist workers movement. The heterogeneous labor conditions, the fragmentation of workplaces, the multiple forms of exploitation and the cultural backgrounds of the sector ruled the union organization. Key Words: domestic workers - women - unions - gender - peronism

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Introducción

Cuando modo de producción y forma de explotación son adoptados como equivalentes, el trabajo industrial se impone en la sociedad capitalista como el esencial, invisibilizando otros modos de explotación, no productores de plusvalor pero plenamente inscriptos en una lógica social regulada por la mediación del valor fundado en el trabajo abstracto.2 El trabajo doméstico no es una rémora precapitalista ni, a pesar de las apariencias, está regido por relaciones personales. Constituye una forma de trabajo específica, mutable, inscripta en las relaciones sociales dominantes. Veremos que solo es posible acceder a la cuestión excediendo la artificial divergencia entre estudio de la cultura y análisis de clase. En este sentido aplicaré el enfoque social que reclama situar la historia de las trabajadoras domésticas en el centro, y no en los márgenes, del devenir de las clases.3

El trabajo doméstico ha sido un objeto lateral en los estudios laborales de la Argentina en el siglo veinte. El tema fue abordado más por la sociología que por la historiografía. De allí que carezcamos de estudios pormenorizados sobre este sector crucial en la constitución de la clase obrera en la Argentina. Varias son las razones del relativo interés en la cuestión. En primer lugar, la preeminencia de las organizaciones gremiales masivas en la estructuración de la clase trabajadora dejó en la sombra un sector que nunca alcanzó una importante presencia institucional en el seno del sindicalismo. La carencia de vigor corporativo redundó en la ausencia de publicaciones con alguna perduración, cuestión crucial para la investigación histórica sustentada documentalmente. La misma consecuencia respecto de las fuentes estatales deriva de la informalidad prevaleciente en la toma de empleo. Ello plantea obstáculos difíciles de salvar para la reconstrucción de la experiencia de clase y de género, pues conduce a utilizar fuentes tales como los periódicos en que la voz mayoritariamente femenina de la fracción de clase suele estar acallada. En segundo lugar, la primacía alcanzada por el trabajo industrial y comercial en la definición de objetos relevantes de pesquisa en la historiografía social desestimuló la visibilidad en un sector considerado como arcaico y defectuosamente subsumido al régimen salarial.

Mi argumentación comienza por una síntesis de las cambiantes formas del empleo doméstico durante las décadas precedentes al peronismo. Refiero la participación en el empleo femenino global y a las modalidades de labor. Mi hipótesis sostiene que la historia de la agremiación estuvo vigorosamente determinada por las condiciones materiales de empleo: la heterogeneidad de especializaciones, la división espacial del lugar de trabajo en casas de familia, la informalidad y las fluctuaciones del ingreso a la fuerza laboral por parte de las mujeres.

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Ofreceré aquí un ingreso preliminar a la historia sindical de las trabajadoras domésticas a través de sus singulares peripecias ocurridas durante el primer peronismo. Su particular historia adquiere un perfil nítido por el contraste con el devenir de sectores de clase usualmente adoptados como representativos del movimiento obrero de la época, tales como las ramas industriales de producción. Pero antes que concebir al sindicato de domésticas como la desviación de una norma, es preciso reconstruir los desafíos actuantes en las condiciones sociales, materiales y simbólicas de acción.

La segunda parte aborda la construcción sindical del sector durante el primer peronismo. Allí explicaré el proceso de peronización del gremio, el aparente fortalecimiento institucional al calor de una vigorosa influencia del sindicalismo cegetista. Se verá cuáles fueron las reivindicaciones fundamentales del sector y cómo se inscribió en una agenda crecientemente identificada con el peronismo, así como también explicaré las dificultades para lograr el estatuto profesional y una regulación estatal. Transformaciones del empleo doméstico en la primera mitad del siglo veinte

Uno de los límites del presente estudio es la centralidad porteña de sus referencias dominantes, falencia matizada a veces por indicaciones sobre situaciones provinciales y locales. Una concepción más complicada de la clase trabajadora y del movimiento obrero, en el que se consideren adecuadamente las diferencias internas del proletariado, las incidencias de género y las formas difíciles que experimentó la sindicalización obrera posibilitará otorgar al trabajo doméstico un lugar adecuado en la historiografía social. En esa senda, la creencia de una tendencia “modernizante” en la estructuración de los modos de producción y explotación en la sociedad capitalista constituye un obstáculo conceptual de primera importancia. De acuerdo a esa mirada se aplica a las trabajadoras domésticas, en los mejores casos, lo que E. P. Thompson denominó la “enorme condescendencia de la posteridad”.1

Ensayo aquí una breve reconstrucción de las mutaciones del trabajo doméstico durante el siglo veinte, válido para las grandes ciudades litorales. La información censal es incierta dados los criterios de toma de información y su posterior clasificación.4Además, con el correr de las

 Sobre la distinción conceptual: Jairus Banaji, Theory as History. On Modes of Production and Exploitation, Chicago, Haymarket Books, 2010. 3  Carolyn Steedman, Master and Servant. Love and Labour in the English Industrial Age, Cambridge, Cambridge University Press, 2007; Selina Todd, “Domestic Service and Class Relations in Britain 1900-1950”, en Past and Present, vol. 203, nº 1, 2009. 4  Sobre estas cuestiones, Catalina H. Wainerman y Zulma Recchini de Lattes, El trabajo femenino en el banquillo de los acusados. La medición censal en América Latina, México, Terra Nova, 1981; sobre los primeros censos argentinos, Hernán Otero, Estadística y nación. Una historia conceptual del pensamiento censal de la Argentina moderna, 1869-1914, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2006. 2

 E. P. Thompson, The Making of the English Working Class, Londres, Penguin, 1980, p. 12; ver también las puntualizaciones críticas de Joan Scott, “Women in The Making of the English Working Class”, en Gender and the Politics of History, Nueva York, Columbia University Press, 1988.

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La organización sindical de las trabajadoras domésticas durante el primer peronismo décadas mutaron las propias especialidades de labor que lo componían dificultando las comparaciones. No es una restricción menor el que, por añadidura, la informalidad del empleo condujera a una subestimación de su relevancia.5

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El Cuarto Censo Nacional de 1947 dibujó un panorama diferente. La composición del trabajo doméstico había cambiado. Las ocupaciones de los varones –valets, mucamos, choferes, jardineros, peones y “pinches”– desaparecieron de las casas particulares para refugiarse, disminuidos, en el servicio de hoteles y pensiones. Entre las mujeres mermaron las amas de llave, las nodrizas y las cocineras.11 A mediados del siglo veinte, el abanico laboral que agrupaba a las empleadas domésticas contenía buena parte del empleo femenino, pero debe decirse que los empleos eran variables y se podía transitar del trabajo doméstico al industrial, sin descartar en algunas circunstancias el ejercicio esporádico de la prostitución. El tránsito entre el servicio doméstico y la prostitución, habitual en el Buenos Aires de 1900 como en otros países, comenzaba a declinar.12

Según datos del Segundo Censo Nacional de 1895 el trabajo doméstico, dependiente del rubro “servicios personales” en el que se incluyeron “domésticos, mucamos, sirvientes, cocineras y niñeras”, alcanzaba en la ciudad de Buenos Aires al 7,3% de la población empleada, de la cual alrededor del 60% era femenina. El análisis de los barrios más acomodados muestra una mayor toma de fuerza de trabajo; así, en Catedral Norte el trabajo doméstico afectaba al 11% del salariado, del cual un 7% vivía en la casa de empleo. Otras franjas del trabajo femenino habían sufrido recientes mutaciones y ya un 35% se ubicaba en el sector industrial y manufacturero.6De acuerdo a datos del Censo Municipal porteño de 1904 el “personal de servicio” (una categoría más amplia que el servicio doméstico) ocupaba casi el 40% del total de la fuerza laboral, del cual las mujeres constituían el 75%.7 Más útil es precisar que el Tercer Censo Nacional de 1914 revela un aumento del empleo doméstico porteño hasta alcanzar el 8% de la fuerza laboral, y alrededor de la mitad del trabajo femenino.8 El dato más significativo es que el porcentaje de extranjeros del total alcanzaba al 67%. Debido al acelerado crecimiento demográfico provocado por la inmigración trasatlántica, el estacionamiento relativo del incremento en el sector de clase aquí estudiado indica la lenta constancia que rigió la constitución de unos estratos medios que lo demandasen. Las domésticas españolas cubrieron un sector fundamental de esa fuerza laboral, al menos hasta la disminución abrupta del flujo migratorio extranjero hacia 1930.9 Debe notarse sin embargo que en este momento ya poseía alguna relevancia la composición de la oferta laboral con mano de obra llegada del interior del país, en la cual la parte femenina fue más amplia que en la migración trasatlántica. El mayor problema de las mediciones consiste en la indistinción de las modalidades de empleo: aquella donde el trabajo doméstico conllevaba la provisión patronal de una habitación para pernoctar, llamada con cama adentro o sin retiro; aquella en que lugar de trabajo y lugar de residencia divergían, denominada con retiro; y la modalidad por horas.10

El dato principal del periodo estuvo vinculado con la migración interna rastreable desde el siglo anterior pero en ascenso desde mediados de la década de 1930. Un observador curioso como el dibujante Alejandro Sirio notó cómo en las plazas y locales bailables de la zona de Palermo se había producido un reemplazo entre las “vestales del subsuelo”: las que antes eran “santiaguesas” españolas eran ahora suplantadas por las “santiagueñas” criollas.13 La figura cinematográfica de la doméstica gallega fue interpretada y edulcorada, cuando llegaba a su crepúsculo histórico, por la “Cándida” de la actriz Niní Marshall.14 La supremacía demográfica de las mujeres migrantes internas jóvenes se tradujo, siguiendo un patrón verificado en las ciudades latinoamericanas durante el siglo veinte, en un alto índice de participación del empleo doméstico.15A pesar de que usualmente quienes migraban

 Mirta Z. Lobato, Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960), Buenos Aires, Edhasa, 2007, cap. 1. 6  Marcela Nari, Políticas de maternidad y maternalismo político. Buenos Aires (1890-1940), Buenos Aires, Biblos, 2004, pp. 7880. 7  María del Carmen Feijoó, “Las trabajadoras porteñas a comienzos del siglo”, en Diego Armus, comp., Mundo urbano y cultura popular. Estudios de historia social argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1990, p. 292. 8  Susana Torrado, Historia de la familia en la argentina moderna (1870- 2000), Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2003, p. 211. 9  José C. Moya, Cousins and Strangers. Spanish Immigrants in Buenos Aires, 1850- 1930, Berkeley, University of California Press, 1998, p. 247. 10  Sobre el trabajo doméstico del periodo, Cecilia Allemandi, 5

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“Una aproximación a las transformaciones económicas y ocupacionales en la ciudad de Buenos Aires y a las precariedades del torbellino modernizador, 1869-1914”, 5º Jornadas de Jóvenes Investigadores, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires, noviembre de 2009. 11  Estela Pagani, “Aspectos estructurales, tipológicos, evolutivos, y reglamentarios del servicio doméstico en Buenos Aires, 18701940”, III Jornadas de Historia de Buenos Aires, “El trabajo en Buenos Aires”, Buenos Aires, Secretaria de Cultura de la Ciudad, 1988. 12  Sobre ese vínculo en otro contexto, Judith R. Walkowitz, Prostitution and Victorian Society. Women, Class, and the State, Cambridge, Cambridge University Press, 1980, pp. 15-16, 6363, 194-195. 13  Alejandro Sirio, De Palermo a Montparnasse, Buenos Aires, Kraft, 1948, p. 33. 14  N. Marshall (Marina Esther Traveso, 1903–1996) protagonizó el personaje especialmente Cándida (1939), Los celos de Cándida (1940), Cándida millonaria (1941). Sobre la actriz, ver Abel Posadas, Niní Marshall. Desde un ayer lejano, Buenos Aires, Colihue, 1993, y Marily Contreras, Niní Marshall. El humor como refugio, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2003. 15  Elizabeth Jelin, “Migración a las ciudades y participación en la fuerza de trabajo de las mujeres latinoamericanas: el caso del servicio doméstico”, en Estudios Sociales, nº 4, Buenos Aires,

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lo hacían con información y contactos previos, el umbral de incertidumbre en la nueva situación era elevado. El acceso al mercado laboral fue una de las vías de integración al nuevo contexto. Fue la vía de inserción rápida de las hijas de la clase trabajadora en el mercado laboral, reiterando un patrón observado con anterioridad en diversos procesos de urbanización.16Otra vía fue la formación de parejas y una familia, donde la endogamia con migrantes varones de las provincias o ciudades del Interior era disputada por partenaires locales. La llegada a través de cadenas migratorias no inhibió un elevado coeficiente de exogamia social, incluyendo tanto el enlace con porteños de al menos una generación en la ciudad y de posiciones sociales superiores a las predominantes entre los varones migrantes.17

bía un perfil de la demanda y oferta de empleo doméstico en Buenos Aires. No nos brinda una imagen del todo fiel pues buena parte de la circulación laboral utilizaba redes y contactos no registradas en el periódico. No obstante es un índice de sus elementos decisivos. Entre los Pedidos y Ofrecidos figuraban “Cocineras”, “Cocineros, mucamos, valets, porteros, etc.”, “Lavanderas”, “Mucamas”, “Muchachas”, “Lavanderas”, “Niñeras”, “Matrimonios” y “Sirvientas”. Las solicitudes de “Amas de llaves” eran escasas. Las zonas predominantes en los pedidos eran las del centro y el Barrio Norte. También había requerimientos de hoteles y pensiones distribuidos preferentemente en la zona sur de la ciudad. El tipo de tarea anunciado variaba: con o sin lavado, cocina y “todo trabajo”; a las mucamas se les podía seleccionar de acuerdo a si sabían zurcir o planchar. Aunque no era frecuente, todavía se encontraban pedidos u ofrecidos de empleadas “españolas”. El rango de edad era un criterio en las solicitudes, usualmente inclinadas por las edades menores. La comparación entre las características de con retiro y sin retiro de los empleos nos muestra una imagen adecuada de cómo mutaba la antigua importancia de la cama adentro.

Las estadísticas del período 1947-1960 revelan un notable estancamiento del trabajo doméstico en el plano nacional, hecho reflejado con algún matiz en Buenos Aires. El periodo confirma la consolidación definitiva de la primacía femenina en su composición.18 Mas la significación del estacionamiento cuantitativo de la ocupación no debería ser considerado irreversible. La década siguiente mostró una reanimación perceptible a través de un contraste con el Cuarto Censo. De las 400.000 personas empleadas en 1947, 364.000 eran mujeres (91%), mientras en 1970, de los 610.000 individuos registrados las mujeres eran casi 573.000 (93,7%). Del total del empleo, el servicio doméstico contenía en 1947 al 14,6%, mientras en 1970 su participación llegó al 13%.19 Entre 1947 y 1970 se invirtió la relación entre los empleos con y sin retiro. Mientras en 1947 el trabajo cama adentro alcanzaba al 62%, en 1970 se redujo al 29,3 %.20

Al comienzo de la década peronista las aspiraciones laborales de las trabajadoras domésticas se acercaban gradualmente a las de la demanda. Mientras en ésta la modalidad sin retiro no alcanzaba al 20% de las solicitudes, en los ofrecimientos era prácticamente inexistente, o en una pequeña cantidad empleaba la fórmula con o sin retiro. El análisis de la sección de empleos hacia 1955 confirma la tendencia. En cambio, los pedidos contemporáneos aparecidos en el diario mendocino Los Andes muestran en las provincias del “Interior” una mayor incidencia de la modalidad cama adentro.21

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En las muy consultadas primeras páginas de anuncios laborales del diario La Prensa de febrero de 1946 se exhi-

El proceso de industrialización multiplicó en las fábricas puestos de trabajo que abrieron nuevas posibilidades y disminuyeron la oferta de empleo doméstico. De parecida importancia fue la eventualidad de transitar entre distintas ocupaciones. Las patronas debían enfrentar la renuncia de las empleadas disconformes, quienes pasaban a trabajar en otras casas u ocupaciones. El cambio de modalidad laboral fue en general conveniente para las trabajadoras, y el régimen sin retiro se hizo cada vez más un privilegio de las clases más acomodadas que alcanzaba su cumbre en el uso de un hábito compuesto por delantal y cofia. Para las capas medias, el costo era oneroso y considerado demasiado benéfico para las sirvientas que no debían pagar el alimento ni el alojamiento. En verdad, estas tenían alguna capacidad de ahorro, incluso si el sueldo cobrado era modesto, pues era habitual que pudiesen sostener a sus familias en Buenos Aires o colaborar con sus parentelas de provincias. El anuncio en mayo de 1946 de un proyecto por el diputado radical Ernesto Sammartino de crear un Estatuto del Servicio Doméstico y fijar el sueldo en 100 pesos, un límite de ocho horas de labor, descanso de media hora diaria y jornada de franco suscitó notas en algunos periódicos, en lo que aparecieron posiciones que

Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), 1976; Catalina H. Wainerman, Del deber ser y el hacer de las mujeres. Dos estudios de caso en la Argentina, México, El Colegio de México/PISPAL, 1983. 16  Louise A. Tilly y Joan W. Scott, Women, Work, and Family, Nueva York y Londres, Routledge, 1987, pp. 108-110. 17  Omar Acha, “Migración interna y formación de parejas en Buenos Aires en los años del primer peronismo: una perspectiva de historia social sobre una zona popular”, en Anuario del IEHS, n° 23, Tandil, 2008. 18  Héctor Palomino, Cambios ocupacionales y sociales en Argentina. 1947-1985, Buenos Aires, Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración (CISEA), 1987, p. 185. 19  Héctor Szretter, “La terciarización del empleo en la Argentina. El sector del servicio doméstico”, en Estudios y Documentos de Trabajo sobre Empleo, Remuneraciones y Recursos Humanos, Buenos Aires, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social-Secretaría de Planificación, octubre de 1985. 20  Héctor Recalde, Mujer, condiciones de vida, de trabajo y salud, 1, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1988, p. 99. Cabe destacar la tendencia a sobre-representar la modalidad de cama adentro debido a la mayor estabilidad de la permanencia y posibilidad de registro en comparación con las alternativas de con retiro y por horas.

 Los Andes, 6-4-55.

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La organización sindical de las trabajadoras domésticas durante el primer peronismo calificaron de excesiva una erogación demasiado elevada para un patrón que ganaba 800 mientras el sueldo medio nacional oscilaba entre 300 y 400 pesos.22 La iniciativa no prosperó. Las reivindicaciones del sector avanzarían por otra vereda, atravesada por los dilemas de una construcción sindical en una zona peculiar de la clase trabajadora.

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tesis posteriores reiteraron el equívoco.25En realidad se trató de una huelga principalmente protagonizada por cocineros, mozos y cocheros empleados en hoteles y restaurantes, a quienes se había dispuesto exigir una libreta de conchabo.26 El antecedente del Sindicato de Trabajadores de Casas Particulares vigente durante el peronismo, la Liga Internacional de Domésticos, fue creado en 1901. La impronta ideológica de su dirigencia inicial fue socialista, vínculo que mantuvo hasta los pasos iniciales de la presidencia de Perón. Veintisiete años después de su fundación, la Liga continuaba bregando –reconociendo los obstáculos para la forja de una organización sólida– por la inclusión del sector en la legislación de inminente discusión en el Congreso Nacional: “En general y sistemáticamente”, sostuvo La Vanguardia de 1928, “se les ha excluido de los beneficios de la legislación del trabajo. No están comprendidos en las leyes sobre accidentes de trabajo y descanso semanal; y ahora se les pretende excluir de los alcances de las proyectadas leyes sobre jornada de trabajo y salario mínimo, aun cuando sus horas diarias de labor y sus sueldos dependen en absoluto del capricho patronal”.27La Liga poco podía hacer debido a su debilidad organizacional y la renuencia estatal a implementar regulaciones en el sector. Así las cosas, la formación de un sindicato de trabajadoras del sector en 1923 en Río Cuarto carecía de un entramado institucional protector y una tradición sindical en la que apoyarse.28Los quince años posteriores al citado artículo no conocieron modificaciones sustantivas en la situación laboral y sindical del gremio. Desde el catolicismo social se propuso una cohesión mutualista y luego sindical dentro del marco de la Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas sin alcanzar, empero, mayor significación. La Acción Católica quiso organizarlas en asociaciones de corte civil y adoctrinar moralmente a las trabajadoras domésticas, también sin resultados apreciables.29

Una indagación sociológica posterior basada en entrevistas reconstruyó las circunstancias de llegada de trabajadoras domésticas. Considerando los casos de arribo durante el primer peronismo, el estudio nos abre una ventana a las condiciones de ingreso al mercado laboral porteño.23Del estudio mencionado es posible inferir una radiografía de las trabajadoras del sector, todas las cuales habían arribado a la Capital Federal a través de un proceso migratorio, incluso desde países limítrofes. Las vías de llegada eran múltiples pero no arbitrarias. Los trayectos individuales de esas mujeres jóvenes coexistían con la migración junto a algunos familiares o conocidos. La declaración de traslado “sola”, sin embargo, no implica la ausencia de cadenas migratorias. La morada primera fue con frecuencia la del empleador, en menor medida en pensiones y en casas de la propia familia. No es sorprendente entonces que el régimen de cama adentro predominara en el primer empleo. La educación llegaba usualmente hasta la adquisición de las capacidades elementales de lectura, escritura y las operaciones básicas de la aritmética. La formación escolar de la niñez en la clase trabajadora hasta bien avanzada la década de 1940 alcanzaba escasamente al tercer grado de la escuela primaria. De allí se pasaba casi sin escalas al mercado laboral.24 Delineado este contexto de mediana duración, en la próxima sección ensayaré una reconstrucción de la sindicalización de las trabajadoras domésticas. Reconstruiré las peripecias de la edificación sindical en una fuerza laboral inestable, cambiante y plural, fuertemente condicionadas por las circunstancias hasta aquí mencionadas.

 Sebastián Marotta, El movimiento sindical argentino, su génesis y su desarrollo, Buenos Aires, Ediciones Lacio, 1961, vol. 1, pp. 46-48; Marysa Navarro, “Hidden, Silent and Anonymous: Women Workers in the Argentine Trade Union Movement”, en Norbert C. Soldon, ed., The World of Women’s Trade Unionism. Comparative Historical Essays, Westport, Greenwood Press, 1985; M. Z. Lobato, Historia de las trabajadoras en la Argentina, ob. cit.; Maxine Molyneux, Movimientos de mujeres en América Latina. Estudio teórico comparado, Madrid, Cátedra, 2003, p. 34. 26  Julio Godio identifica más adecuadamente el movimiento con “empleados de hotel y núcleos de trabajadores domésticos”. J. Godio, Historia del movimiento obrero argentino, Buenos Aires, Corregidor, 2000, vol. 1, p. 80. Coincide con la descripción de Lucas Poy, “Tu quoque trabajador? Agitación obrera en Buenos Aires (1888-1889)”, Documentos de Jóvenes Investigadores, nº 18, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2010, pp. 24-27. 27  “Trabajadores del servicio doméstico”, en La Vanguardia, 4-10-28. Debo esta referencia a la generosidad de Joaquín Calvagno. 28  “Sindicato Femenino de Servicios Domésticos”, en Nuestra Tribuna, Necochea, año 2, nº 22, 1º-7-23. 29  Gustavo J. Franceschi, Estatuto de la Asociación Protectora 25

El gremialismo del sector de empleadas domésticas durante el primer peronismo

 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, Imprenta del Congreso, 1946, t. 1, p. 99. Ver las discusiones en Nicolás Quiroga, La dimensión local del Partido Peronista. Las unidades básicas durante el primer peronismo, Mar del Plata (1945-1955), Tesis doctoral, Universidad Nacional de Mar del Plata, 2010, pp. 204-206. 23  Alicia M. Fileni, Estrategias familiares de vida de la empleada doméstica, Tesis de licenciatura en sociología, Universidad de Buenos Aires, 1987. 24  Estela Pagani y María Victoria Alcaraz, Mercado laboral del menor (1900-1940), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1991. 22

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Un equívoco inducido por la lectura de periódicos realizada en la pionera investigación de Sebastián Marotta hizo que se recordara en ciertos trabajos históricos a una temprana “huelga de domésticas” en enero de 1888 como expresión de la conflictividad de clase organizada. Sín-

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mantuvo oficialmente en una actitud antiperonista abierta. Todo hace pensar que se trató de una disputa por la dirección de la institución.

Como sucedió en todo el mundo de los trabajadores y las trabajadoras, el proyecto reformista de Perón planteó divisiones inexorables. Pero hasta la victoria electoral de febrero de 1946 su política no encontró mayor repercusión entre el gremialismo del servicio doméstico. A lo largo de la década que entonces comenzaba, si bien se produjeron novedades laborales, algunas ocupaciones conexas exigieron ser distinguidas del servicio doméstico para acceder a la legislación social. Pertenecer al trabajo doméstico suponía la exclusión de las recientes regulaciones estatales, tal como aconteció con los jardineros y los quinteros que reclamaron ser considerados en otro rubro.30

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El Sindicato de Trabajadores de Casas Particulares se mantuvo prescindente ante la alianza social en formación entre 1944 y 1945. El primer movimiento interno hacia el sindicalismo peronista tuvo lugar en mayo de 1946, cuando una fracción realizó una asamblea en la que resolvió adherir el organismo a la CGT y promover sanciones legislativas a favor del sector.31 La reunión había sido convocada por un sector pro cegetista y la central obrera tuvo desde entonces una fuerte injerencia en su política sindical. Esto explica que el secretario general de la central obrera y diputado nacional, Silverio Pontieri, pudiera convocar a una asamblea ordinaria para “intercambiar ideas y aunar opiniones” en vistas de la renovación de autoridades gremiales.32 Otro sector conservaba la legitimidad del sindicato, que era objeto de crítica por parte de la prensa peronista y, desde luego, por las opiniones cegetistas que veían en su dirección una usina de “cantos de sirena”. Szapoval denunció la injerencia de un sindicato paralelo propiciado por Gerónimo Schissi, dirigente del Sindicato de Portuarios.33 El diario La Época anticipó la intervención del gremio.34 Se constituyó en las filas del sindicato una Agrupación de Disidentes Peronistas que decidió expulsar a lo que el periódico recién citado nombró como “dirigentes sin dirigidos y empleados rentados”, esto es, los secretarios Francisco Gaona y Florencio Szapoval. Una nota de la Agrupación los acusó de malversación de fondos sindicales y convocó a una asamblea con el fin de desplazarlos.35Sin embargo, el sindicato no se

Dirigentes del Sindicato de Trabajadores de Casas Particulares. En el centro, F. Szapoval. Fuente: La Época, 9-4-47.

La institución fue intervenida por la CGT. Nombró como sus representantes a Nicolás Campos y Juan Celhay, e instaló una sede provisoria en Rivadavia 3354. La falta de repercusión condujo a la creación de una nueva entidad: el 5 de noviembre de 1946 nació el Sindicato de Personal de Casas Particulares. No obstante, las reivindicaciones presentadas por el nuevo organismo incluyeron las promovidas por la institución adversa aún existente, pues se hizo referencia al petitorio elevado el 16 de junio de aquel año a la Cámara de Diputados con una serie de pedidos de índole social. Celhay admitió que había dirigentes del sector –se refería indudablemente al Sindicato de Trabajadores– que pretendían subordinar el gremio a su provecho individual, mientras los interventores en el nuevo sindicato aspirarían a mantener el sector unido, junto a la CGT. “Lo que más nos interesa –concluyó Celhay– es que en nuestro sindicato no se haga política y que solamente se atienda a las cuestiones gremiales, que son las únicas que interesan vivamente al trabajador”.36Varias agrupaciones reclamaban la representatividad del gremio y concurrían a las redacciones de los periódicos para alegar sus razones.37

de la Joven Sirvienta, Buenos Aires, Alfa y Omega, 1914; Lilia Vázquez Lorda, “El otro ángel del hogar es mujer, trabajadora y asalariada. Las empleadas domésticas y el catolicismo en la Argentina de los años 1950”, en Norberto Álvarez, comp., Familia, género y después… Itinerarios entre lo público, lo privado y lo íntimo,Rosario, Prohistoria Ediciones, 2010. 30  “El jardinero no debe ser considerado como trabajador de servicio doméstico”, en La Época, 15-1-48; “Pretende considerarlos como personal doméstico”, en La Época, 25-5-48. 31  “El sindicato de domésticos ha resuelto afiliarse a la C. G. T.”, en El Laborista, 28-5-46. 32  “Asamblea ordinaria tienen hoy los trabajadores de casas particulares”, en El Laborista, 8-8-46. Pontieri presentó ese año un proyecto de ley para regular la actividad: Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, 1948, t. 1, p. 243. 33  “Sindicato de Trabajadores de Casas Particulares”, en El Líder, 12-8-46. 34  Sección “Por los sindicatos”, en El Laborista, 12-8-46. 35  “Piden expulsen a dirigentes del sindicato de domésticos”, en

El Sindicato –con nueva sede en Leandro Alem 1422– reconoció a principios de 1947 la vigencia de una disputa entre dos sectores. El control cegetista que comenzaba a imponerse no tenía ganada la batalla. Al dar a conocer una comunicación en enero señaló que se había tratado de contener la división, generadora de dos organizaciones, pero no se había logrado el objetivo. El resultado había sembrado “desconcierto y desmoralización”. El sector peronista pregonó su intención de reconstruir el sindicato y de promover las leyes necesarias para resolver las injusticias contra las trabajadoras del ramo. Las reivindicaciones por obtener eran, afirmó, numerosas y lograrlas era El Laborista, 25-8-46. 36  “Labor desarrollada por el sindicato del personal de casas particulares”, en El Laborista, 6-8-47. 37  “La lucha por la unidad del gremio”, en Democracia, 28-8-46.

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La organización sindical de las trabajadoras domésticas durante el primer peronismo posible a través de la unidad. Un ejemplo reciente había sido la sanción de la ley nacional 12.919 equiparando el pago del aguinaldo a las domésticas bajo el modelo de los trabajadores ferroviarios, cuya petición había provocado numerosos despidos.38

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La intervención cambió de cariz con la asunción del cargo por parte del dirigente principal del gremio hermano, el Sindicato de Encargados de Casas de Renta, más conocido como Sindicato de Casas de Renta, distinguido del que aquí analizamos, denominado usualmente Sindicato de Casas Particulares.42 En efecto, la acción de Jesús Santamaría permitió una relación más estrecha e importante con la cúpula de la CGT. Santamaría convocó a una asamblea del personal que alcanzó, según una fuente periodística, a 300 concurrentes. El interventor subrayó que el sindicato tradicional del ramo fundado en 1901 había caído en manos “que desvirtuaron los verdaderos principios sindicales”. El antiguo sindicato se había despreocupado de lograr mejoras para el sector y concentrado en organizar “bailes y festivales”. Por las afiliadas también se pronunciaron María Luisa Díaz, Clorinda Monjeau y un orador del Sindicato de Casas de Renta.43

Pocos días más tarde se constituyó en la Capital Federal la Federación Argentina de Sindicatos de Trabajadores de Casas Particulares y Afines, en cuyo programa gremial figuraron las demandas de una ley nacional de protección, el estatuto de la profesión y su correspondiente libreta, un franco semanal de 24 horas, vacaciones anuales pagas, régimen de preaviso, jubilación, fijación de sueldos por el Instituto Nacional de Remuneración, y otras. Además del sindicato porteño estuvieron presentes representantes de sus pares de General López (Santa Fe), Marcos Juárez (Córdoba), Clodomira (Santiago del Estero) y Rosario (Santa Fe).39La reunión constituyente votó por unanimidad apoyar el proyecto presentado en la Cámara de Diputados nacionales por los legisladores Reynés, Toro y Ferrando a favor del sindicato, convocar al primer congreso nacional del sector y llamar a la afiliación de quienes no hubieran adherido. Finalmente, se envió saludos a los dirigentes del peronismo.40

A mediados de 1948 la situación institucional no había registrado novedades sustantivas. El sindicato se dirigió desde su local de Moreno 2033 –una oficina cedida en el edificio de la CGT– a las afiliadas “con el fin de que no se dejen sorprender por quienes ostentando una falsa representación, tratan de llevar al gremio a situaciones que no se encuadran dentro de las normas sindicales”. Asimismo exhortó a los trabajadores “a concurrir a su sede, donde serán asesorados acerca de sus inquietudes y problemas”.44

El Sindicato de Trabajadores se vio nuevamente fracturado a raíz de enfrentamientos internos. Gaona y Szapoval tomaron direcciones diferentes. Este último no dudó en acudir a las oficinas de la ostensiblemente peronista La Época para denunciar a Gaona por razones parecidas a las que la disidencia peronista le había reprochado pocos meses antes. Mientras tanto, la intervención cegetista continuaba trabajando “intensamente” en la organización del personal doméstico. Para ello habilitó una oficina que atendía diariamente de 15 a 19 horas para cualquier tipo de consulta.41

Según el interventor de la CGT en el sindicato, las afiliaciones habían aumentado expresando “un loable espíritu y conciencia sindical”, lo que se traduciría en conquistas para una colectividad “un tanto relegada en sus justas aspiraciones”. Reiteró además el llamado a realizar consultas técnicas para de ese modo evitar “que por falta de ese conocimiento puedan serles escamoteados sus legítimos intereses”.45 A fines de agosto Santamaría elevó al secretario de Trabajo y Previsión Social, José María Freire, un petitorio con diversas demandas del sector que representaba como interventor.46 El diputado Ángel Miel Asquía se comprometió a insistir en el tratamiento legislativo del pedido.47

Es preciso aclarar aquí una confusión generada en la propia realidad gremial. El sindicato había sido dividido de hecho por la CGT, pero no había logrado que la disidencia peronista conquistase el gremio a través de reuniones paralelas que justificaran una intervención con apoyo masivo de las bases sindicales. La CGT nombró una intervención que al no hallar eco importante creó un nuevo sindicato. Pero este fue visto como el antiguo gremio intervenido. En los hechos había dos representaciones gremiales en competencia. La intervención constituyó un sindicato y continuó lidiando con el anterior, cuyas autoridades, profundamente disminuidas, no estaban completamente vencidas ni se consideraban hostiles hacia el peronismo.

La CGT dio a publicidad su sostén a las gestiones realizadas ante las autoridades laborales en favor del sector, “solicitando para el numeroso gremio que representa, el

 “Actividades divisionistas”, en La Época, 24-1-47. Un texto similar en La Época, 3-2-47. La ley 12.919 en Anales de Legislación Argentina, 1947, tomo 7, Buenos Aires, La Ley, p. 140. 39  “Quedó constituida la Federación de Trabajadores de Casas Particulares”, en El Líder, 14-2-47. 40  “Los trabajadores particulares se agrupan”, en La Época, 142-47. 41  “Trabaja la comisión de organización”, en La Época, 9-12-47. 38

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 El Sindicato Único de Encargados y Ayudantes de Casas de Renta fue fundado en octubre de 1942 con Jesús Santamaría como dirigente principal. Su denominación actual es Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Propiedad Horizontal (SUTERH), y su titular es Víctor Santamaría. 43  “Entusiasta asamblea efectuó el personal de casas particulares”, en La Época, 13-4-48. 44  “Dirige una exhortación al gremio el S. de Domésticos”, en El Líder, 21-7-48. 45  “Recibe adhesiones el sindicato personal de Casas Particulares”, en El Líder, 27-7-48. 46  “Piden día de descanso los servidores particulares”, en La Época, 4-8-48. 47  “Gestiones del gremio de casas particulares”, en La Época, 18-8-48. 42

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descanso semanal de 24 horas corridas y la fijación de una jornada de trabajo de 10 horas, como máximo, a cumplirse entre las 7 y las 22 horas, la C.G.T se solidariza con la petición formulada haciendo público su apoyo ante las autoridades nacionales para el logro de esas aspiraciones del gremio, que hasta el presente no ha conseguido la reglamentación del trabajo concorde con la era actual que viven los trabajadores argentinos por imperio de la justicia social impuesta por el general Perón”.48 En diciembre, ante la evidente ausencia de directivas concretas para resolver las solicitudes, Santamaría insistió sobre la demanda más factible: el descanso semanal de un día completo.49 Se anunció que el pedido se resolvería favorablemente y la novedad suscitó una destacada afluencia de trabajadoras a la secretaría sindical con el fin de afiliarse.50 Los esfuerzos organizativos parecían fructificar tanto para la construcción de un sindicato único como para enhebrar diferentes nucleamientos similares existentes en todo el país. Desde marzo de 1949 comenzó a anunciarse el postergado congreso que articulara un alcance nacional para el gremio.51 En abril se difundieron anuncios sobre un “gran acto” del personal de servicio doméstico convocado por el delegado cegetista. Es interesante que se dispusiera la circulación entre todas las representaciones sindicales una orden del día previsto para que expusieran “sus puntos de vista” sobre los problemas del sector convocado. El congreso tendría carácter consultivo. La prensa anunció que a pesar de que la fecha de realización no había sido anticipada, “la central obrera se ha dirigido a los delegados de las regionales del interior, a fin de que arbitren los medios para que en las deliberaciones estén representadas todas las organizaciones de este gremio”.52 Pero pronto se vio claramente que era imposible avanzar con semejante celeridad. Santamaría convocó a una asamblea general extraordinaria en la que participarían afiliadas y no afiliadas para el día 28, con el objetivo de constituir una “comisión auxiliar” de la intervención, instrumentar el futuro congreso nacional y elegir la “Reina del Trabajo” en el rubro.53

inviable, con la excepción de pequeñas representaciones organizadas por la Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas.54Un año antes había hecho acto de presencia en la Plaza de Mayo el cercano Sindicato de Mucamas, Valets y Auxiliares de Hoteles.

El Sindicato de Mucamas el 1º de mayo de 1948 en la Plaza de Mayo. (Origen: Archivo General de la Nación).

La actividad organizacional de la intervención perseveró. Fue lo que condujo a la fusión con la Asociación de Cocineros de Casa de Familia, hecho que permitió concebir la proximidad de una Federación.55 Y sin embargo, todavía era necesario desmentir la acción de una “comisión” que reclamaba representatividad gremial.56Con todo, la balanza estaba completamente inclinada a favor del sector peronista, y la creación de nuevas filiales sindicales siempre se hizo bajo el amparo de la central obrera.57Un momento decisivo llegó el 20 de julio de 1949 con la esperada sanción del descanso semanal de 24 horas, medida que comenzó a regir desde el primero de agosto del mismo año.58 En este marco se reunió el congreso nacional de sindicatos de personal de casas particulares. El encuentro inició sus sesiones el 24 de setiembre con la presencia de 150 delegaciones de todo el país. El acto fue inaugurado por el titular de la CGT, José Espejo y por el presidente del congreso, Santamaría.59 El día siguiente tomó la palabra María Luisa Díaz por las delegadas y Ricardo Presedo por la Federación del sindicato de Santamaría. Esta presencia fue importante por la conformación de una organización mayor, la Federación Argentina de Trabajadores de Casas

El anunciado acto de unificación naufragó. Eso no significa que el encuadramiento en el modelo sindical peronista hubiera fracasado por completo. Se logró concretar la formación de una columna sindical para asistir al acto del Primero de Mayo, algo que hasta entonces había sido

 “Reclaman mejoras los domésticos”, en El Líder, 1-9-48; “La Revolución debe llegar al servicio doméstico”, en Jujuy (Jujuy), 24-9-47. 49  “Gestionan el descanso semanal para doméstico”, en La Época, 10-12-48. 50   Sección “Actividades de la CGT”, en La Época, 19-1-49. 51  “Un congreso nacional de domésticos reuniráse”, en La Época, 16-3-49; también en las ediciones del 26-3-49, 7-4-49, 2-6-49, 20-7-49; “Se organiza el congreso de trabajadores de casas particulares”, en El Líder, 21-4-49. 52  “Organizan el gran acto del servicio doméstico”, en Democracia, 4-4-49. 53  “Realizará hoy importante asamblea el personal de casas particulares”, en El Líder, 28-4-49. 48

 Sección “Actividades de la CGT”, en La Época, 27-4-49.  “Por unanimidad resolvieron unificarse dos entidades”, en La

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Época, 21-6-49; otro diario dejó constancia del rol decisivo en la unificación jugado por la CGT: “Adhiéranse los cocineros”, en El Líder, 21-6-49. 56  “La unidad sindical entre los domésticos”, en La Época, 266-49. 57  Sección “Actividades de la CGT”, en La Época, 15-7-49. 58  “Se lograron las 24 horas de descanso”, en La Época, 21-7-49. 59  “Inicióse hoy el congreso de personal de c. particulares”, en La Época, 24-9-49.

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La organización sindical de las trabajadoras domésticas durante el primer peronismo

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de Renta y Particulares (FATERYP).60 Los temas principales fueron la cuestión salarial y el estatuto de la ocupación, a los que se añadieron reivindicaciones relativas a los accidentes de trabajo, cooperativas, colonias de vacaciones y periódico de la entidad. El acto de clausura realizado el día 26 contó con la presencia de Eva Perón. Cuando finalmente se decidió la composición del consejo central de FATERYP éste tuvo una mayoría masculina, por otra parte dominante en los cargos principales. Las mujeres ocuparon cargos como vocales, mientras la dirección continuó en manos de Santamaría.61 Este predominio masculino en las direcciones estaba también presente en el Sindicato de Casas Particulares. Los datos disponibles de la formación de seccionales locales, como la marplatense, parecen revelan que la prevalencia masculina fue un rasgo generalizado.62En una imagen de 1947 incluida más arriba se pudo observar a un dirigente ocupando el centro de la imagen, secundado por dos militantes sindicales.

Fuente: El Líder, 25-9-49.

Sin embargo, un análisis más detallado sugiere otra hipótesis relativa a las escalas de organización. En la localidad jujeña de San Pedro se había constituido durante la segunda mitad de 1946 un Sindicato de Obreros del Servicio Doméstico impulsado por las asociaciones obreras regionales. Sus dirigentes fueron todas mujeres. Una de las iniciativas del Sindicato consistió en organizar una bolsa de trabajo para evitar que las trabajadoras concurrieran a los “zaguanes” ofreciendo sus servicios, una bolsa “de donde debía salir la obrera bajo contrato de condiciones de trabajo”. La dirigente Felisa de Guanca enfatizó la necesidad de unirse en un sindicato para fortalecerse y obtener los recursos destinados al alimento de sus hijos.63 Pocos meses después la organización local decidió concurrir a la reunión convocada por la Federación Argentina de Sindicatos de Casa Particulares que se llevaría adelante el 30 de marzo, en la ciudad de Buenos Aires.64

Fuente: El Líder, 26-9-49.

Es posible entonces que las organizaciones locales contaran con dirigencias femeninas, pero que en el nivel federal o nacional estuvieran subordinadas a las representaciones masculinas. Las fotografías publicadas en los periódicos visitados por comisiones gremiales durante los primeros años del peronismo, o las audiencias con legisladores en la misma época, revelan la misma lógica de género: en el plano del activismo menos encumbrado la presencia femenina era visible, aunque siempre que estuviera presente un varón éste ocupaba el centro de la escena.

Hemos visto que esa convocatoria tuvo magros resultados. Pero en la realizada dos años y medio más tarde, las fotografías difundidas del evento realizado en la Capital Federal con la presencia de Eva Perón muestran que las delegaciones regionales incluyeron mujeres del ramo:

Fuente: Democracia, 28-8-46.

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 Mientras tanto, el sindicato originario de Santamaría se fortalecía, y el predominio peronista se hacía incuestionable. En abril se constituyó la nueva comisión directiva del sindicato de Casas de Renta, en el que la Lista Blanca encabezada por Santamaría había triunfado recientemente. La opción oficialista había obtenido 2.364 votos contra los 327 de la Lista Azul. El Líder, 16-4-49, p. 4. 61  “Ha quedado constituida la Federación de Trabajadores de Casas Particulares”, en El Líder, 26-9-49. 62  “En una entusiasta asamblea se constituyó el Sindicato de T. de Casas Particulares”, en La Mañana (Mar del Plata), 13-2-50; la renovación de su comisión directiva cuatro años más tarde no alteró el rasgo: ElAtlántico (Mar del Plata), 13-8-54. 63  “Sindicato de Obreros del Servicio Doméstico”, en Jujuy (Jujuy), 1º-1-47. 64  Jujuy (Jujuy), 28-3-47. 60

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ra.66 El gremio, que había trasladado su sede del local cegetista a México 1135, continuó su actividad de demanda al Estado a través de petitorios reivindicativos.67 Según recuerdos posteriores de Francisco Gaona, Eva Perón avaló por entonces la promoción de una ley que regulara la actividad doméstica, pero la iniciativa suscitó una enorme resistencia “oligárquica”. La Primera Dama le habría dicho: “Viejo, esto hay que pararlo”.68 La normalización llegó recién en 1950 con la asunción de Antonio Blosich en la secretaría general del Sindicato de Casas Particulares. La peronización sindical era ya indiscutible, si por esto entendemos el doble proceso de institucionalización jerárquica cegetista y la consolidación de una identidad política peronista. El 26 de julio de 1950 un grupo de personas identificadas como integrantes del sindicato marcharon en manifestación por la porteña Avenida de Mayo hasta llegar a la Plaza San Martín donde rindieron homenaje al General San Martín y se dispersaron. El texto informativo de una publicación vespertina dio la impresión de retratar una actividad hostil al gobierno de Perón.69 Desde el sindicato se rechazó la lectura del acto realizado por el diario opositor La Prensa, que según la denuncia había tergiversado la noticia al presentarla como contraria al gobierno. El gremio, en cambio, se declaró “plenamente identificado con la obra revolucionaria del general Perón”.70 Otro comunicado insistió sobre la aviesa intención de hacer aparecer al gremio como influido por “ideas foráneas”, por lo que la respuesta ofrecida “ha de demostrar que el gremio todo está identificado con el gobierno de Perón y sus postulados. Que es Peronista y que está con Eva Perón, porque ella interpreta como mujer alguna lo hizo en la historia de los pueblos el sentir de la masa trabajadora”.71 La relación con las autoridades peronistas era aún aceitada en el plano de la Federación, y el propio gobernador bonaerense Carlos Aloé participó en algún congreso de la FATERYP.72Operaba en toda su eficacia múltiple la red interconectada de la sociedad política peronista donde Estado, partido y asociacionismo componían una fuerza hegemonizante.73

Fuente: El Líder, 27-8-46.

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Fuente: Democracia, 4-10-46.

Sería un error considerar que la normalización institucional del Sindicato de Casas Particulares, una vez desarticulada toda oposición, prescindió del doble apoyo de la

 “Realizarán asamblea los trabajadores de casas particulares”, en La Época, 15-11-49. 67  “Para personal de casas particulares se presentó un proyecto de convenio”, en La Época. 6-4-50. 68  “Servicio doméstico: la imagen destruida”, en Confirmado, nº 45, 28-4-66. 69  “En la zona céntrica se realizó una manifestación”, en La Prensa, 26-7-50. 70  “Repudia un gremio la actitud de ‘La Prensa’”, en Democracia, 28-7-50. 71  “Desmiente a ‘La Prensa’ un sindicato de trabajadores”, en La Época, 28-7-50. 72  Crítica, 18-8-53, p. 2. 73  Omar Acha, “Sociedad civil y sociedad política en el primer peronismo”, en Desarrollo Económico, nº 174, 2004. 66

Fuente: El Líder, 12-4-47.

El interventor del sindicato anunció en octubre de 1949 que la situación gremial estaba normalizada y se convocaría a elecciones, por lo que la institución podría tener un desenvolvimiento “bajo la dirección de sus afiliadas”.65 No obstante, la situación interna del sindicato de Casas Particulares seguía sin normalizarse completamente. La convocatoria a una asamblea tenía todavía como punto privilegiado la elección de una comisión administrado-

 “Tendrá sus autoridades el servicio doméstico”, en Democracia, 27-10-49.

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La organización sindical de las trabajadoras domésticas durante el primer peronismo CGT y del gremio de Casas de Renta. Los ágiles contactos con la CGT se evidenciaron además por la asistencia del secretario administrativo de la central, Isaías Santín al local gremial de Sáenz Peña para disertar sobre “Orientación sindical”.74 Pero, sobre todo, la dependencia se reveló en la influencia del sindicato en manos de Santamaría, una organización que lograba reunir tres mil afiliados en una asamblea ordinaria.75 El Sindicato de Casas de Renta adquirió un local propio en la calle Juncal 1304, donde se instalaron además consultorios médicos, una escuela de capacitación, de “elevación cultural” y proveeduría, y esto es lo interesante para nuestros fines, donde realizaba sus reuniones el sindicato de Casas Particulares.76

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la organización del gremialismo en el trabajo doméstico, residió en la ausencia de una sindicalización católica significativa. El socialismo primero y el peronismo después contribuyeron a consolidar el sindicato en una tradición que solo tangencialmente fue afectado por las políticas católicas.80 Al ser neutralizada la deriva mutualista y de conciliación de clases predominante en la agremiación católica, el sindicalismo argentino en el sector actuó con el horizonte laborista. No obstante, siempre estuvo condicionado por sus circunstancias. La forma mercantilizada de servicio por horas no lograba configurar una experiencia de clase objetiva (como acontece en la fábrica) y, por lo tanto, una identidad subjetiva basada en soportes materiales. Enfrentó entonces el dilema de constituirse en un sindicato similar al de otras fracciones de la clase obrera cuando las condiciones materiales conspiraban contra ello. Al permanecer la actividad en la informalidad tampoco la mediación estatal peronista a través de la sociedad política fue capaz de organizar corporativamente el sector de manera consistente.

Esto no significa que se haya uniformizado completamente el Sindicato de Casas Particulares, pues hay indicios de intentos de que se presentaran varias listas para la conducción gremial.77 Pero la búsqueda de autonomía no fue un objetivo impulsado por sus integrantes, que parecían a resguardo en la Federación. Y la organización mayor no olvidaba reivindicaciones del personal doméstico. Podía contar en su haber retrospectivo la obtención del día franco y la lógica reformista prometía nuevos avances, económicos y simbólicos. El congreso ordinario de la FATERYP adoptó una resolución para la “dignificación” del personal afiliado. Luego de discutir los alcances de la denominación que cubría a más de 300 mil personas en el país decidió que se denominase al sector como “Personal Auxiliar de Casas Particulares”. En ese sentido se solicitó a las empresas periodísticas que suprimieran anteriores denominaciones, especialmente la de “sirvienta”, y utilizaran la nueva.78

Otra peculiaridad consistió en que el desarrollo federal de los sindicatos típico del periodo peronista fue muy endeble para el caso del trabajo doméstico. Un informe policial de octubre de 1951 sobre los esfuerzos por edificar el sindicato de trabajadoras domésticas en Las Rosas (Santa Fe) constató los problemas de organización y reconocimiento por la Secretaría de Trabajo y Previsión.81 De todas maneras, contrastado con el caso mexicano que en el periodo 1925-1950 vio la formación y decadencia de treinta organizaciones de domésticas, o que incluían trabajadoras del ramo, la unificación en la Argentina fue más pronunciada.82

Las condiciones sociales que dificultaban la formación de un sindicato fuerte, sin embargo, no podían ser contrapesadas por las iniciativas de la CGT ni las ambiguas voluntades inclusivas en la sociedad política. En esto el caso argentino se inscribe en los rasgos decisivos del sindicalismo doméstico en los últimos siglos en todo el planeta.79 La peculiaridad argentina, distinguible de los casos latinoamericanos en que el catolicismo social –centralmente la Juventud Obrera Católica– tuvo un rol importante en

La identidad peronista del sector estaba bien afirmada para el segundo gobierno de Perón. El primero de noviembre de 1953, con la asistencia del secretario general de la CGT y de autoridades de FATERYP, tuvo lugar una

 En Uruguay se constituyó bajo los auspicios iniciales de la JOC la Asociación Nacional de Empleadas de Casa Particular (1964); en Perú ocurrió algo similar, como en Chile con la Asociación Nacional de Empleadas de Casas Particulares, y en Río de Janeiro, Brasil, la Associaçao Profissional dos Empregados Doméstico (1961); en Colombia el Sindicato Nacional de Trabajadores del Servicio Doméstico fue creado en 1978, también con influencia católica. Para estos casos, ver los estudios incluidos en Elsa M. Chaney y Mary García Castro, eds., Muchachas No More. Household Workers in Latin America and the Caribbean, Filadelfia, Temple University Press, 1989. Un análisis más detallado del Brasil en Joaze Bernardino-Costa, Entre trabalhadores, mulheres brancas e homens negros. Política e saberes a partir e com o feminismo negro das trabalhadoras domésticas sindicalizadas, Observatory on Structures and Institutions of Inequality in Latin America, Working Paper Series, nº 7, Miami, 2008. 81  Archivo General de la Nación, Ministerio del Interior, colección de informes secretos, confidenciales y reservados, caja 105, carpeta 763. 82  Mary Goldsmith, “De sirvientas a trabajadoras. La cara cambiante del servicio doméstico en la ciudad de México”, en Debate Feminista, año 9, vol. 17, abril de 1998. 80

 Democracia, 3-8-50.  “Fue amplia reafirmación de fe peronista la asamblea del

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Sind. de Casas de Renta”, en El Laborista, 13-1-52.  El Laborista, 23-11-52. 77  El Laborista, 3-6-53. 78  “Denominación del personal de casas particulares”, en La Prensa, 10-9-53. 79  Elsa Guerrero et al., ¡Solo lava, cocina y limpia! La empleada doméstica en Nicaragua, Managua, Centro de Estudios y Análisis Socio-Laborales, 1993; Daniel H. Sutherland, Americans and Their Servants. Domestic Service in the United States from 1800 to 1920, Baton Rouge y Londres, Louisiana University Press, 1981, pp. 133-137; Pierrette Hondadneu-Sotelo, Doméstica. Immigrant Workers Cleaning and Caring in the Shadow of Affluence, Berkeley, University of California Press, 2001, pp. 219-229; Jacqueline Martin-Huan, La longue marche des domestiques en France du XIXe siècle à nous jours, Nantes, Editions Opera, 1997. 76

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Omar Acha

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La formación de tribunales del trabajo doméstico, contemplados en el proyecto de Parodi, recién se implementó en 1956. En ese año el presidente de facto Pedro E. Aramburu firmó el decreto 236, reglamentado por el 7.979, instituyendo el Régimen de Trabajo y Previsión del Personal que Presta Servicios en Casas de Familia.88

asamblea del sindicato que comenzó con la colocación de ofrendas florales ante el busto de Eva Perón ubicado en el vestíbulo del edificio y la entonación del himno nacional. Luego de las palabras de Eduardo Vuletich sobre las gestiones encaradas para obtener mejoras laborales para el sector, tomó la palabra el nuevo secretario general del gremio, Juan Rust. Luego se elevó la contribución de la cuota social a tres pesos desde enero del año entrante y fueron designados revisores de cuentas.83

Recién entonces se habilitó alguna instancia de negociación de las relaciones laborales con mediación estatal, fortaleciendo por ende al sindicato del sector. Pero eso advino en un momento en que la desperonización del mismo lo lanzaba a una intemperie que en el corto plazo lo debilitaría. Se constituyó el Consejo de Trabajo Doméstico en la órbita del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que instauró un Tribunal del Trabajo Doméstico habilitante del inicio de acciones reclamatorias por parte de las empleadas.89 La compulsa de causas emplazadas en el Tribunal hasta 1960 revela el grado de arbitrariedad de las condiciones de trabajo y retribución, la multitud de formas de sujeción, como las del “comodato” o alojamiento y servicio a cambio de una habitación, la circulación de una misma empleada entre distintas casas amigas, lo que inhibía considerarlas un “trabajo” pues no se registraba un lugar permanente de labor.90 Además, la tan común condición de tener una “persona a cargo” debido a la maternidad en soltería, autorizaba reducciones salariales de tipo discriminatorio.91 Marginadas de regulaciones de accidentes laborales, salario familiar, horas extras y protección a la maternidad, como las trabajadoras a domicilio, las domésticas continuaron siendo las trabajadoras menos protegidas en una época de regulación estatal.92 Esto no significa que el ramo permaneciera intacto. Se incrementó el flujo de migrantes de países limítrofes en la composición de las trabajadoras, el implemento de electrodomésticos alteró el modo de labor, y disminuyó la importancia de la fuerza laboral infantil.

Sin interesarse por contradicción alguna con el proclamado principio peronista de prescindencia política en el terreno gremial, el secretario general del sindicato de Casas de Renta, Emilio Freijeiro, anunció una charla junto a Santamaría en la sede gremial sobre “El trabajador de casas de renta y el actual momento político”.84 En el mismo sentido, el sindicato de Casas de Renta envió a principios de 1954 una nota de adhesión a la candidatura del Alberto Teisaire para la vicepresidencia.85

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En los momentos de mayor conflictividad ideológicopolítica que atravesó el año 1954, la dirigencia del sector se alineó en el enfrentamiento. Reaccionó al llamado de Perón a combatir las “infiltraciones” en las “organizaciones del pueblo”. La FATERYP dio a conocer un comunicado en el que expresó que “jamás la organización obrera tuvo verdadera libertad sindical antes del 4 de junio de 1943”, por lo que recién entonces los trabajadores comenzaron a ser los dueños de su destino. “Los dirigentes gremiales –continuaba la nota– no somos obsecuentes y sí hombres responsables que sabemos cuál es el camino del triunfo del trabajador, que hemos aprendido a recorrer del brazo de Perón, el hombre que posibilitó todas nuestras grandes conquistas. Ni los dirigentes de hoy, ni los de mañana, se dejarán embaucar por los eternos politiqueros y demagogos que siempre pretendieron desorientarlos”.86En 1955 la tónica fue la misma.

Conclusiones

Quizá fuera la participación decidida de los gremios de trabajadores domésticos (tanto de Renta como de casas de familia) lo que impulsara finalmente a las dirigencias políticas peronistas a concretar el anhelado estatuto del trabajo en casas particulares. La diputada nacional y presidenta del Partido Peronista Femenino, Delia Parodi, presentó un proyecto en el Congreso. La CGT dio a conocer su satisfacción por la iniciativa legislativa, que venía a coronar un ciclo de “previsión social” y felicidad de la “Nueva Argentina”.87 Aprobado por unanimidad en la cámara baja, no llegó a ser tratado en el Senado debido al levantamiento cívico-militar que derrocó al gobierno entre el 16 y el 20 de setiembre.

He comenzado el análisis estudiando las transformaciones estructurales del trabajo femenino en el rubro doméstico. El paso del siglo veinte siguió un camino sinuoso de incremento y contracción del empleo doméstico. La modificación más importante fue la feminización de 88 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, 1955, t.2, pp. 1173 y ss. 89  Hasta entonces y desde 1946, eventualmente los Tribunales del Trabajo podían decidir sobre diferendos que concernieran al empleo doméstico. Una referencia en Nicolás Quiroga, ob. cit., p. 200. 90  Véase Archivo General de la Nación, fondo Ministerio de Trabajo y Seguridad Social-Tribunal de Trabajo Doméstico, 1, 332/59; 1, 337/59; 1, 565/57; 2, 32/60. 91  Noemí Rial, “Regulación del trabajo de la mujer en la República Argentina: empleo, condiciones de trabajo y normas protectoras”, en Regulación del trabajo de la mujer en América Latina, Ginebra, Organización Internacional del Trabajo, 1993. 92  Héctor Recalde, Mujer, condiciones de vida, de trabajo y salud, ob. cit., p. 28; Mirta Z. Lobato, Historia de las trabajadoras en la Argentina, ob. cit., pp. 274-275.

 “Trató varios asuntos la asamblea de obreros de casas particulares”, en La Prensa, 2-11-53. 84  “Habrá una conferencia en el Sindicato de Casas de Renta”, en La Prensa, 31-3-54. 85  “Numerosos gremios apoyan la candidatura”, en La Prensa, 2-2-54. 86  “Trabajadores de casas de renta”, en La Prensa, 31-7-55. 87  “Expresa la central obrera su adhesión a una iniciativa”, en La Prensa, 21-8-55. 83

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La organización sindical de las trabajadoras domésticas durante el primer peronismo la fuerza laboral y el declive de la modalidad de cama adentro. Esa novedad contrarió las condiciones de la construcción de representaciones sindicales justamente en el periodo en que la formación económico-social argentina estimuló el proceso de sindicalización masivo.

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El primer peronismo constituyó indudablemente una fase decisiva en la constitución del gremio de trabajadoras domésticas. Como otras franjas del sindicalismo, la organización nacida en 1901 comenzó a girar alrededor de la CGT y adquirió un limitado pero perceptible alcance nacional. Con todo, todavía en 1955 ocurría en una ciudad como La Plata que el sindicato de Casas de Renta convocara a las domésticas de Casas Particulares para formar un sindicato local.93

Reconstruí luego las peripecias de la construcción sindical durante el primer peronismo. Expliqué sus dificultades por las condiciones materiales del empleo. El crecimiento institucional que tuvo lugar el seno de una sociedad política peronista, y especialmente a la sombra de una Confederación General del Trabajo que concibió las reivindicaciones de las trabajadoras domésticas como parte de la “justicia social”. Tras la caída del peronismo en 1955 la visibilidad del gremio perdió la presencia que había logrado concitar, aunque las novedades ocurridas durante la década anterior fructificaron en la primera regulación estatal para el sector.

Aunque la regulación del sector fue tardía, también comenzaron a alcanzarlo las reformas sociales peronistas. No obstante, las dificultades del trabajo doméstico concernían a su estructuración en el seno de la clase trabajadora pues las formas de explotación obstaculizaban la cohesión como clase para sí. Los dilemas del reconocimiento y labor de las empleadas continuaron vigentes debido a que obedecían a un plano de lo social apenas impactado por el reformismo peronista (sus hondas implicancias simbólicas no han sido analizadas aquí). Las trabajadoras domésticas persistieron así como uno de los núcleos más duros de la explotación de clase y del desprecio social.

Las condiciones de trabajo, cambiantes en el seno de la clase trabajadora, determinaron las peripecias de la formación del sindicato. La presencia de las mujeres en la organización de las representaciones locales, así como en el activismo presente en la escena pública, fue significativa. Sin embargo, la dominación masculina en el plano de las representaciones nacionales produjo una secundarización de su visibilidad.

Recibido: 24/06/2012 Aceptado: 18/09/2012

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 “Formará un sindicato el personal auxiliar de casas particulares”, en El Plata (La Plata), 3-3-55.

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Clase, género, politización y violencia. Los casos del Astillero Río Santiago y Propulsora Siderúrgica 1974-1975 Class, gender, politization and violence. The cases of the Rio Santiago Shipyard and Propulsora Siderúrgica 1974-1975

Ivonne Barragán* Florencia Rodríguez**

Resumen Las identidades de género conforman una dimensión constitutiva de las relaciones de clase y de las experiencias políticas y gremiales de los trabajadores. Estas dimensiones se encuentran presentes y, en diversos grados, intervienen sobre las dinámicas de las relaciones entre trabajadores y empresarios en la fábrica y la naturaleza del conflicto. En este trabajo dicha dinámica se aborda a partir del análisis de conflictos laborales durante el período 1973-1975 en un contexto situado, proponiendo una mirada comparativa sobre dos casos abordados en profundidad. Las empresas Propulsora Siderúrgica y Astillero Río Santiago en la región de Ensenada, Provincia de Buenos Aires. La mirada relacional sobre las dimensiones de clase y género fue el punto de partida para una reconstrucción de las trayectorias de organización y lucha de estos colectivos obreros donde se analizaron nociones de masculinidad. Nuestra hipótesis planteó que durante el auge de la conflictividad obrera de planta cobraron visibilidad diversas nociones en disputa sobre lo que implicaba ser varón, obrero, y/o militante en estas fábricas y expresaron aspectos identitarios individuales y colectivos, con manifestaciones diferentes en el plano del proceso productivo y de trabajo, y, en los procesos de organización sindical y política y conflictividad de base. Palabras claves: Clase - género - politización - violencia

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Lic. en Historia por la UNMdP, becaria doctoral UBA. [email protected]

** Prof. Historia FFyL-UBA, becaria doctoral CONICET, docente FFyL, [email protected]

Abstract Gender identities are a constitutive dimension of working class identity such as their political relations and trade-union activism experiences. These dimensions are present and play key roles -in varying degrees- in the relations between management and labor within the factory plant and define to different extents the nature of social struggles. This paper addresses gender relations and labor conflict among working class men employed in two dynamic industry firms - Propulsora Siderúrgica and Rio Santiago Shipyard (in Ensenada region, Province of Buenos Aires)- during a period of intensified labor struggle 1973-1975. The relational approach to class and gender and the specific notions implied in the concept of masculinity are put into the understanding and reconstruction of these workers’ strategies and experiences. Our hypothesis states that during the height of labor unrest in each plant, common notions and vulgar definitions of what being male worker and / or activist were subverted among these workers, affecting both individual and collective identity features thus altering their relations with the production and work process, and the process of political and union grassroots activism. Key Words: class - gender - politization - violence

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Ivonne Barragán y Florencia Rodríguez

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Introducción

El primer desafío de este trabajo consistió en reponer y visibilizar la dimensión generizada de estos documentos. En segundo lugar, recuperar una dimensión de masculinidad e ideas del ser varón y trabajador, subyacentes a los relatos sobre temáticas no directamente vinculadas –en apariencia- con una problemática de género. A partir de allí triangulamos la recomposición de elementos útiles para la comprensión de las luchas analizadas con eje en la subjetividad y la identidad obrera. Finalmente, producto de la inserción estructural similar de las empresas y del recorte temporal y regional propuesto entre estos casos, ahondamos en la modalidad particular en que se expresaron más visiblemente las relaciones de género y la masculinidad.

Las identidades de género conforman una dimensión constitutiva de las relaciones de clase y de las experiencias políticas y gremiales de los trabajadores, se encuentran presentes y configuran la lucha tanto entre trabajadores y empresarios como las disputas entre trabajadores de diferentes signos políticos. En este artículo abordamos dicha temática a partir del análisis de dos conflictos laborales que, en 1974 y 1975, protagonizaron los obreros de las empresas Propulsora Siderúrgica y Astillero Río Santiago en la región de Ensenada. Entre aquellos trabajadores, la existencia de nociones en disputa sobre lo que implicaba ser varón, obrero, y/o militante se expresaron en aspectos identitarios individuales y colectivos e incidieron en grados diversos y con impactos diferentes sobre la naturaleza y la dinámica de los conflictos.

Estas miradas se nutrieron de un trabajo de síntesis bibliográfica y un abordaje renovado de los estudios del trabajo y de género de manera de redefinir la naturaleza y la conflictividad obrera en estas fábricas desde una perspectiva generizada.2

Los casos en estudio se enmarcan en las experiencias de organización y acción colectiva de la clase obrera durante el ciclo de protestas iniciado en 1969. En línea con aquella experiencia, los trayectos muestran elementos de los procesos de politización y militancia donde se configuraron y enfrentaron estrategias revolucionarias, contestatarias, reformistas y contrarrevolucionarias, cuyo movimiento se interrumpió con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.1

Las fábricas y las disposiciones de género y clase Las empresas Propulsora Siderúrgica y el Astillero Río Santiago se ubicaban en el segmento más dinámico de la economía del modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI). Éstas replicaron el movimiento de las ramas naval y siderúrgica que, durante la segunda etapa de desarrollo del modelo, expresaron signos positivos de crecimiento producto de la maduración de inversiones productivas.

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En esta investigación nos detuvimos en la relación entre las ideas de género y las identidades laborales y políticas de los trabajadores tanto en el plano individual como en el colectivo. Para ello reconstruimos la relación a) con la patronal, b) entre los compañeros de trabajo, y c) con los dirigentes políticos y gremiales de base. Producto de la escala propuesta, entrevistamos a varios protagonistas, y a partir de allí comenzamos a indagar en torno a cómo eran recepcionados subjetivamente ciertos aspectos de estas relaciones en los momentos más ágidos de la lucha económica y política.

La empresa Propulsora Siderúrgica (PPS), perteneciente al grupo Techint (actualmente SIDERAR), producía laminados planos en frío que eran insumos para las llamadas in-

 Un revisión minuciosa del estado del arte de esta problemática en Florencia Rodríguez, “¿Masculinidad Clasista? Aportes a un debate abierto en el campo de la historia latinoamericana contemporánea”; Fazendo Genero 9- Diasporas, Diversidades, Deslocamentos; UFSC-Florianópolis; Brasil, 23-26 de agosto, pp. 8-9. 2010. Versión digital en www.fazendogenero9.ufsc. br. Resulta relevante señalar la influencia de algunos aportes recientes en el plano internacional sobre la problemática: Ava Baron, Work engendered. Toward a new history of American Labor, New York, Cornell University Press, 1991; Joan, Scott, “Gender: A useful Category for historical Analysis”, en The American Historical Review, Vol. 91, No. 5. USA: American Historical Association, 1986 pp. 1053-1075; Anne Kessler Harris; Gendering Labour History, Urbana and Chicago, University of Illinos Press, 2007 y Marcel van der Linden and Lex Heerma van Voss; Class and other identities: gender, religion and etnicity in the writing of European Labour History; Reino Unido, International Studies in social history, Berghahn Books, 2002. Finalmente, en el campo de los estudios sobre masculinidad: R. W. Connel y J. W. Messerschmit; “Hegemonic masculinity. Rethinking the concept” en Gender & Society, Vol. 19 No. Australia, 2005, pp. 829-859 y Mike Donaldson, “What Is Hegemonic Masculinity?” en Theory and Society, Special Issue: Masculinities. Australia: 1993, pp. 643-657. La referencia principal de un estudio generizado de trabajadores fue el trabajo de caso sobre los mineros de Chile de Thomas Klubock, que integra la compilación de Peter Winn (ed); Victims of the Chilean Miracle. Workers and Neoliberalism in the Pinochet Era, 19732002, Durham y Londres, Duke University press, 2004.

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Los documentos que constituyen nuestro corpus no provienen de archivos orgánicos sobre historia de trabajadores ya que los mismos no existen en nuestro país. Nos hemos manejado por lo tanto, con un material producido por los obreros durante los conflictos, que paradójicamente fue recopilado por miembros de los organismos de inteligencia del Estado en funciones de espionaje. También hemos examinamos recortes de prensa y periódicos de organizaciones políticas de la izquierda marxista. Completan la gama de fuentes históricas que hemos cotejado, las memorias, testimonios editos e inéditos escritos por protagonistas de estas luchas y entrevistas realizadas por nosotras mismas.

 Para un marco general de referencia de las investigaciones de cada una de las autoras ver: Barragán, Ivonne “Acción obrera durante la última dictadura militar, la represión en una empresa estatal. Astillero Río Santiago (1974-1984)” en Victoria Basualdo (Coord.), La clase trabajadora argentina en el Siglo XX: Experiencia de lucha y organización, Buenos Aires, Cara o Ceca, 2011 y Florencia Rodríguez, Artículo de investigación “Lucha de clases en Argentina durante la segunda ISI. Aportes a partir de un estudio de caso: Propulsora Siderúrgica 1963-1976” en Anuario PIMSA 2010, Buenos Aires, 2011.

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Clase, género, politización y violencia... dustrias blancas (heladeras, calefones, etc.) y fundamentalmente para las industrias automotrices. Propulsora era una empresa nacional cuyos capitales se habían acumulado en Italia durante el régimen fascista, cuando Agostino Rocca participó del proyecto siderúrgico musolineano. Instalada entre 1962-1967 en el corazón fabril de Ensenada, y ubicada al lado del complejo productivo del Astillero Río Santiago, la planta comenzó sus actividades definitivamente en 1969 y jugó un papel clave en la consolidación del frente fluvial La Plata-Rosario.3 Empleaba alrededor de mil quinientos trabajadores. En términos generales, los operarios percibían que sus condiciones laborales, producto del nivel del ingreso, la estabilidad y la movilidad laboral eran relativamente privilegiadas en comparación con las del conjunto de la clase trabajadora.4

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un lado, producían y reparaban unidades navales civiles y militares; por el otro, producían bienes de capital e insumos para industrias dinámicas.7 Hacia 1960 se empleaban aproximadamente cinco mil operarios de planta y tres mil empleados de empresas contratistas. Análogamente el ARS posibilitó a los trabajadores contar con ingresos comparativamente altos, posibilidades de movilidad, ascenso y promoción laboral, formación técnica, estabilidad laboral y otra serie de beneficios tales como guarderías para los hijos de los trabajadores y cláusulas de ajuste en el salario de bolsillo atadas al aumento de transporte. Los trabajadores del astillero, agremiados en la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), se organizaron en un amplio arco de agrupaciones políticas. La representación gremial seccional se encontró en manos del peronismo ortodoxo a lo largo de toda la historia de esta fábrica, hasta que hacia finales de la década del sesenta comenzaron a influenciar las corrientes vinculadas a la izquierda tanto de peronistas como de marxistas.

El colectivo obrero presentaba grados medios-altos de capacitación técnica, se trataba de una fuerza de trabajo juvenil en promedio menor a los 30 años. Las condiciones mencionadas junto con los espacios recreativos de la empresa, vacaciones, apoyo crediticio, etc. conformaron un “sentimiento de pertenencia en Propulsora”.5 Encuadrados sindicalmente en la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), la organización política en la planta, expresó un amplio arco que incluía desde la derecha peronista a la izquierda peronista, además de la militancia trotskista, comunista, guevarista y un vasto colectivo activista sin filiación partidaria definida. Mientras que la representación de base tendió cada vez más a estar en manos de agrupaciones de izquierda, la dirección regional del sindicato permaneció bajo la órbita del sindicalista peronista, Lorenzo Miguel.

Así los casos en el análisis se configuraron en tres niveles en el plano de lo comparable. Primero, producto de la fisonomía que les otorgaba la inserción socio-económica y las características productivas arriba descriptas. Segundo, a partir del hecho de que la demanda del capital en el mercado de trabajo se orientó en torno al segmento masculino y calificado que al mismo tiempo, ostentaba altos grados de fortaleza física. Tercero, que aquellas políticas de beneficios expresaban estrategias patronales con fuertes influencias del paradigma técnico económico fordista, que buscaban propiciar la integración de los intereses del trabajo con los del capital.8

El Astillero Río Santiago (ARS), ubicado al margen del Río Santiago, comenzó a funcionar en 1953. Junto con la Fábrica Naval de Explosivos de Azul (FANAZUL) integraron Astilleros y Fábricas Navales del Estado (AFNE). El ARS era estatal y su directorio se conformaba principalmente por militares, lo que jugó un rol determinante en la configuración del perfil patronal y en la disposición al uso de la violencia en disímiles estrategias de represión, coerción y consenso en el espacio fabril.6 En el Astillero, por

Un análisis respecto de las condiciones que debía cumplir la fuerza de trabajo, nos arrojó como conclusión inicial que no se trababa de una demanda neutral sino que, muy por el contrario, las pautas que la configuraban estaban imbuidas por ideales de género. Detrás de la preferencia por obreros varones estaba operando una concepción patriarcal biologicista que históricamente, y en estos casos en particular, propiciaba la idea de masculinización del espacio productivo y de trabajo. Esa concepción de fortaleza mas-

 Sobre este punto ver: Claudio Castro, Paradigma tecnológico, empresa y transformaciones cualitativas. Techint y el desarrollo energético en la Argentina de posguerra, 2007, pp. 21-22. En www.udesa.edu.ar/.../ctroestudioshistoriayddempresas/claudiocastro.pdf, 4  En otros trabajos hemos problematizado cómo las condiciones materiales y socio-políticas que emergen de la situación laboral condicionan la relación capital-trabajo en la planta y la construcción de las opciones de organización y lucha. Florencia Rodríguez, Lucha de clases, conciencia y política. El caso de Propulsora Siderúrgica 1973-1975, en XII Jornadas Interescuelas y departamentos de historia, Universidad Nacional de Catamarca, San Fernando del Valle de Catamarca, agosto 2011. 5  Véase Ma. Alejandra Esponda, La carpeta negra de mamá propulsora, tesis de licenciatura, UNaM, 2005. 6  Véase Ivonne Barragán, Tesis de Grado Licenciatura Historia, Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Mar del Plata, “Prácticas y formas de resistencia obrera de los trabajadores. Astillero Río Santiago 1974-1984”, 2009.

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El astillero produjo insumos para las siguientes ramas industriales: grandes motores eléctricos, tanques de envase; elementos y maquinarias para la actividad ferroviaria; compuertas para diques; equipos de bombeo para la industria petrolera; fundición de aceros, hierros y metales; maquinaria para las industria del azúcar y del papel y la construcción de turbinas hidráulicas para centrales hidroeléctricas. María Elena Caffaso, Astillero Río Santiago, Provincia de Buenos Aires, AFNE, 2004. 8  Para una aproximación a las influencias del fordismo sobre las estrategias patronales en general ver los debates: Harry Braverman, Trabajo y capital monopolista: la degradación del trabajo en el siglo XX, Nuestro Tiempo, México, 1987 y Vicky Smith, “El legado de Braverman. La tradición del proceso de trabajo veinte más tarde” en Sociología del trabajo, Nº 26, 1995-1996; y los aportes de Benjamin Coriat, El taller y el cronómetro. Ensayo sobre taylorismo, fordismo y producción en masa, España, Siglo XXI. 1982.

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“los varones buscan protegerse contra la feminización del trabajo producto de la competencia con trabajadoras que cobran menos que ellos y están en peores condiciones, además de que se identifica con debilidad y con pérdida de masculinidad y virilidad”.11

culina y viril tenía como contracara la idea de la debilidad femenina, ya que a las mujeres se las definía como desprovistas de fuerza física y con un organismo especializado y biológicamente formado para la maternidad: una tarea concebida como natural e inalienable en la reproducción de la sociedad.9

En segundo lugar, parecía que la retribución salarial en promedio superior respecto del resto de la clase trabajadora del período y la región, jugaba en la definición de los presupuestos generizados de una relación social familiar favorable a la consolidación del modelo ideal de varón jefe de familia. En ello estaba presente -más allá de las diferencias internas a cada colectivo obrero en términos de categorías y antigüedad- la idea de breadwinner como varón jefe único proveedor del hogar.

En ambas empresas la conformación varonil del espacio laboral, apareció enfatizada por una presencia ausente: las mujeres empleadas que se desempeñaban en tareas administrativas y estaban por fuera del discurso acerca de la fisonomía obrera de la planta –tanto del lado de la patronal como de los trabajadores. La negación por omisión a reconocer a las mujeres empleadas en la administración como trabajadoras, provocaba una escisión en la definición del colectivo obrero y simultáneamente configuraba a las relaciones de género como “naturalmente neutrales” y masculinas.10 Detrás de aquellas concepciones jugaban definiciones sobre el trabajo donde la labor de las mujeres se definía en el plano del empleo de cuello blanco en torno de un ideal de disposición cultural y biológica a la disciplina y ejecutividad, a la aplicación de conocimientos prácticos para el trabajo, y donde la pericia laboral estaba marcada por la lealtad al jefe como proyección de lo que ocurriría en el plano íntimo de la familia y de lealtad al pater familia. Aquellos ideales se establecían como tipologías de un deber ser de varones y mujeres que incidieron en la definición de las identidades de aquellos sujetos.

Finalmente, pudimos reconocer un impacto en términos de género de la configuración de la demanda dentro del mercado de trabajo que pareció favorecer inicialmente la preeminencia de un ideal de varón obrero. En estas fábricas se propició la idea de masculinidad como equivalente de fortaleza, abdicación frente a las condiciones adversas emergentes del proceso productivo –calor, gases tóxicos, etc.- y poderío económico en el marco familiar. Trabajamos entonces con la hipótesis de que aquellos ideales se forjaron al calor de los intereses patronales que retomaban elementos de las ideas de masculinidad hegemónica estimuladas por la sociedad patriarcal en su conjunto.12 En los casos aquí analizados las ideas de género que se desplegaron durante las luchas obreras dibujaban movimientos, que lejos de ser lineales y únicos, expresaban referencias contradictorias. En este sentido, la dimensión de masculinidad se componía de una y varias masculinidades que atravesaron un proceso de resignificación durante el ciclo de conflictividad gremial y política. En este proceso de lucha y organización obrera en estas fábricas fue donde ocurrió un desorden de lo prescriptivo y donde las paradojas identitarias se tensaron, provocaron grietas y alternativas que se nutrieron de y nutrieron al proceso de politización y militancia de aquella época.

En primer lugar, los varones aparecían como quienes estaban en condiciones biológicas de soportar el trabajo en una fábrica con las características de la siderurgia o la industria naval. Quienes “no pudieran hacerlo”, como contraparte, podían ser identificados como personificando condiciones identitarias de “mujer”. En ese sentido la historiadora Mirta Lobato planteó en sus indagaciones sobre el mundo del trabajo de principios del siglo XX que:

 Es relevante remarcar que se trata de una construcción histórica, dado que los estudios sobre la composición sociodemográfica de la producción industrial contradicen en los hechos el unicato masculino en el lugar de trabajo. Para el caso particular de la rama metalúrgica en la actualidad ver Laneyrie Frances and Mylett Terri Seeing gender and ethnicity at work, en AIRAANZ, Australia, 2005. El trabajo muestra cómo conviven en el proceso productivo varones y mujeres y cómo a pesar de realizar trabajos similares, los ideales de género constituyen un elemento de configuración de la relación entre compañeros y compañeras tomando formas rituales de expresión de poder y debilidad. 10  Rastrear la presencia y el rol de las mujeres en la historia de lucha y organización en estas fábricas aún es un desafío producto de la idea de externalidad. En PPS hemos comenzado a reponer su rol como esposas, novias, familiares y vecinas que se organizan en solidaridad en torno a los conflictos. En el ARS se recuperó su rol como empleadas administrativas particularmente cuando avanzaron en presencia y organización política y sindical en la planta, y donde se pudo comenzar a comprender qué producto de su condición de mujeres enfrentaron serias dificultades para ser reconocidas por la patronal como interlocutoras válidas y por sus propios compañeros varones como referentes y compañeras de lucha.

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 Véase Mirta Lobato, “Lenguaje laboral y de género en el trabajo industrial. Primera mitad del siglo XX”, en Historia de las mujeres en la Argentina, Siglo XX, Tomo II, Buenos Aires, Taurus, 2000, pp. 95-96.

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 “La masculinidad hegemónica es un término relativamente reciente en los estudios de género que alude a la construcción de un rol de hombre socialmente reconocido, formado por la tradición y el sistema político, social y cultural y aprendido en los principales entornos socializadores, como son la familia, el grupo de iguales, la escuela o los medios de comunicación. Se refiere por tanto al modelo de ”ser hombre” construido bajo el sistema patriarcal de sociedades jerárquicas como la nuestra, que subordina a otras masculinidades, a las que infantiliza, disminuye y/o feminiza, y cuyas características fundamentales serían las de ser proveedor, trabajador, responsable, racional, emocionalmente controlado, heterosexual activo, jefe del hogar, padre, fuerte y blanco, con dominio sobre otros hombres”, ver Cristian Sipión Villafana, “Patriarcado, masculinidad y violencia. Posibles relaciones conceptuales”, en Magenta, Revista sobre masculinidades y género, Nº 1, Nov. 2008, pp. 10-15, Lima.

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Clase, género, politización y violencia...

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Lucha de clases: redefiniciones generizadas de lo económico, gremial y político

rero en el plano económico y un saldo político-organizativo de grandes dimensiones.

En el contexto de intensificación de las luchas sociales entre 1973 y 1975 los trabajadores de PPS y ARS profundizaron sus procesos de organización y politización se generaron condiciones de posibilidad para que ciertos anclajes identitarios tradicionales fueran cuestionados. La mirada posicionada en el interior de las fábricas facilitó acceder al movimiento y la dinámica generizada de trabajo y lucha en el plano individual y el colectivo. Aquellas disputas se dieron en el contexto del Pacto Social y en el marco de una crisis económica que se profundizaba cuando, simultáneamente, tenía lugar una creciente confrontación entre facciones políticas del peronismo.

Lo que inicialmente fue una demanda por salario y horas extras se constituyó en un campo de disputa en una multiplicidad de sentidos. A lo largo de los 108 días, formas e instancias del conflicto en el plano económico, político y laboral, resignificaron dimensiones identitarias y las prácticas generizadas individuales y colectivas de sus protagonistas. Finalmente, el campo definido por los términos políticos novedosos que emergieron del proceso de lucha se configuró y modificó en un movimiento desigual de ida y vuelta con aquellos procesos. Abordaremos ordenadamente estos puntos para luego establecer un diálogo integral. El estallido del conflicto puso en tensión el ideal de breadwinner entre los operarios de la empresa –ya fuera porque el trabajador hombre jugaba el rol de sostén de hogar o bien porque él como hijo aportaba significativamente con su ingreso al hogar familiar-. Si bien los altos niveles salariales expresaban una posición de relativo poder en clave económica, en la percepción de la relación trabajosalario, jugaron otras prácticas también. Junto con las dimensiones económico-corporativas, actuaban elementos culturales vinculados a la idea de dignidad que se proyectaron de manera diferente en el plano subjetivo individual y colectivo. Por un lado, el salario alto aparecía equivalente a una idea de decencia y hombría, más bien restringido a una dignidad individual o familiar si se quiere. Por el otro, una dimensión de carácter más colectiva vinculaba ese concepto con una praxis de lucha.

La dirección de la CGT y la de la mayoría de los sindicatos que adscribían al autodenominado peronismo ortodoxo habían suscripto el Pacto en el marco del retorno del peronismo al gobierno y como expresión de su alianza con el poder político. Por ende, se encontraron condicionados a la hora de vehiculizar los reclamos de las bases obreras en demanda de distribución del ingreso y mejoras en las condiciones de trabajo. El aumento de las luchas se dio en disputa y tensión con la orientación oficial cegeteísta y se desarrolló a nivel nacional con especial énfasis en el corredor industrial que conectaba Rosario con Buenos Aires.13 Las luchas de PPS y del ARS, que se inscribieron en esa dinámica general, estuvieron a la vanguardia del proceso en la región. El caso de Propulsora Siderúrgica

En el plano económico, Daniel De Santis recordó comparativamente sus salarios como arenador metalúrgico en un taller y en Propulsora, siendo en este último caso el ingreso salarial, por lo menos el doble: “en la fábrica se ganaba bien. Yo me acuerdo que… para mí significó vivir mucho mejor que como estaba viviendo hasta ese momento… ahí nomás me fui y me compré una moto.”14 Tener una mejor vida, ascender socialmente se vinculaba al acceso a determinados bienes, los cuales otorgaban un status diferenciado. Por otro lado, Laura Palma reprodujo el testimonio de Pablo Miranda quien explicó que: “lo que yo ganaba acá por ahí mi viejo lo ganaba en seis meses’”.15 El impacto ordenador en la estructura familiar afectaba roles identitarios generizados y etarios. El hijo aparecía materialmente tensando el rol de proveedor jefe de familia de su padre. En términos identitarios en torno a la idea de dignidad aparecieron dos abordajes. Por un lado la ligazón en el plano colectivo entre lucha-salario-dignidad. En este sentido un trabajador de la región, empleado en otra rama, sostuvo que: “Propulsora era una fábrica muy respetada, tenía uno

 El pacto social fue firmado el  8 de junio  de  1973  por los miembros de la  CGT  y la CGE y congelaba los aumentos de precios y las discusiones salariales por el término de dos años, luego de los cuales se renegociarían. Se desarrolló en el marco de un contexto económico local, regional y mundial convulsionado y que mostraba signos de crisis de acumulación capitalista que luego se expresarían en la llamada crisis del petróleo. En torno a la cuestión del aumento de la conflictividad por condiciones de trabajo como estrategia tendiente a superar los límites impuestos por el pacto social, ver: Elizabeth Jelin, “Conflictos Laborales en la Argentina. 1973-1976”, en CEDES n° 9, 1977. 13

14

 Entrevista de Florencia Rodríguez a Daniel De Santis, realizada en el primer semestre de 2012. 15 Laura Palma, Tesis de Licenciatura inédita “Propulsora Siderúrgica. Un conflicto sindical en los años setenta” Departamento de Historia de la UNLP, 2008, p. 40.

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En PPS en mayo de 1974 comenzó el conflicto que se proyectó durante 108 días. El 23 de ese mes, los 1500 trabajadores de la planta iniciaron un paro total de actividades en demanda de un aumento salarial de 100.000 pesos. El conflicto tuvo diferentes etapas con distintas formas de lucha que incluyeron: toma del establecimiento, huelga total, huelga parcial, paro por secciones, trabajo a reglamento, no realización de horas extras, movilización frente al establecimiento, movilización política al Ministerio de Trabajo de la ciudad de La Plata y a la sede central del sindicato. La lucha estuvo cruzada por altos grados de acatamiento y la puesta en juego de intensos niveles de violencia material que fueron desde “aprietes y amenazas” a carneros, ataques a huelguistas por parte de grupos parapoliciales, hasta el secuestro de directivos de la empresa por parte de la organización Montoneros. Fue una lucha con mucha relevancia regional que concluyó el 8 de septiembre con el triunfo ob-

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de los sueldos más altos del movimiento obrero: yo era trabajador de la madera y ganaba una quinta parte de lo que ganaban ellos. Y encima vos veías que lo mantenían con la lucha. Todos queríamos ser de propulsora...”.16 Por otro lado, la dimensión individual de la dignidad estaba centralmente aferrada a un concepto de masculinidad hegemónica. Ángel Molinero lo explicaba así en sus memorias: “entonces ganábamos más del doble que cualquier fábrica y no nos tenían con la pija en el culo”.17 En este punto la idea de alto salario atada a dimensiones de masculinidad se desplegó más expresamente: ganar altos salarios ofrecía autonomía y otorgaba un poder relativo mensurable, que se expresaba en concreto, en la ostentación de un tipo de hombría, adulta y heterosexual.

nos generales, sobre las condiciones de trabajo, salubridad y seguridad del colectivo obrero en la planta. La condición de breadwinner y la toma de conciencia del esfuerzo físico del trabajo atravesaron un proceso de transformación entre algunos de los activistas que participaron del proceso de intensificación política. Los volantes recogidos por los agentes de inteligencia infiltrados en la fábrica durante el conflicto apuntaban a identificar entre los obreros movilizados: “…los compañeros de fábrica deben estar dispuestos a brindar su total apoyo cuando se les solicite y seguir firmes y unidos en esta lucha, acatando la decisión de la Asamblea, sea cual fuere su decisión”.20 La práctica militante se expresaba en términos de solidaridad y hombría en la defensa de “los suyos”, sus compañeros directos de trabajo y sus compañeros de clase: “ningún compañero debe ocupar el lugar de los que aún están afuera, NADA DE HORAS EXTRAS, NI RELEVOS”.21

La cuestión de las horas extras durante el conflicto fue central por el impacto sobre el salario de bolsillo, la repercusión productiva y la relación con la patronal. Esta modalidad del régimen productivo, en las industrias dinámicas en esta etapa, puso en evidencia distintos procesos de variación en la disposición de los trabajadores, entendiendo que la relación con el capital además de configurarse como explotación también comportó elementos de dependencia para la supervivencia, así como la tensión y resistencia al avasallamiento de subjetividades y conocimientos obreros en el ámbito de la producción.18

Por otra parte, desde una perspectiva donde primaba el elemento individual, la agencia obrera quedaba subsumida a la búsqueda de rédito material. Molinero abordó la relación salario-trabajo como excluyentemente subordinada al designio patronal: “Aunque se tuviese otro trabajo, el de la fábrica era el principal. De lo que ella pagase o exigiese dependía la calidez de nuestra vida individual, familiar y social. Hasta cogemos cuando Propulsora quiere”.22 En otro pasaje despliega aquella idea anclada en una dimensión individual donde la unión entre la identidad laboral, la dignidad y la masculinidad se cruzan por fuera de la potencia que contenía la acción política y colectiva: “estábamos en la jungla de acero de Propulsora y ésta envilecía a sus operarios enfrentándolos con dos conceptos de solidaridad por un descanso, del que dependía la resistencia para horas extras y rebusques imprescindibles para llevar a casa un poco más que la comida”.23

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Éstas configuraban tanto la tarea productiva, como el salario y la sociabilidad obrera, donde entraban en juego dos dimensiones: la decisión individual de prolongar el propio trabajo para obtener un mayor ingreso monetario y, por otra parte, la condición empresarial que propiciaba su realización como parte del ordenamiento del proceso de trabajo. Uno de los trabajadores entrevistados por el órgano de prensa de Montoneros, Evita Montonera, sostuvo a colación del conflicto “por primera vez, tuvimos tiempo de pensar y discutir entre nosotros. Las horas extras aunque eran nuestra única manera de subsistir prácticamente nos tenían embotados”.19 En aquellos altos salarios era fundamental el componente obtenido por la extensión de la jornada laboral. Aquella intensificación tenía implicancias individuales sobre la salud de los trabajadores y, en térmi-

La solidaridad como una dimensión de esa lucha se abordó entonces como instancia donde se expresaban relaciones e ideas de género presentes en esa fracción obrera, que antecedían al conflicto, y que a lo largo de éste fueron fortaleciéndose. Pudimos constatar un movimiento de apelación a masculinidades muchas veces contrapuestas. En el sostenimiento inicial del conflicto, la dimensión colectiva de la solidaridad se expresó en la toma de la fábrica y se estipuló que todos los trabajadores rotaran en su permanencia. Se desplegó una relación entre combatividad y masculinidad obrera en torno a garantizar el compromiso de todos los trabajadores.

 Ruth Werner y Aguirre, Facundo, Insurgencia obrera en la Argentina, 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, Buenos Aires, IPS, 2007, p. 233. Sobre el impacto de este triunfo en el plano regional, los autores remarcan que “la huelga en Propulsora siderúrgica irradió a los trabajadores de toda la región, influyendo en la percepción de los mismos sobre las posibilidades de revertir derrotas fuertísimas ocurridas hasta aquel entonces”, ídem, p. 205. 17 Ángel Molinero, Los oligurkas del acero, documento mecanografiado inédito, p. 26 18  Enrique de la Garza Toledo y Julio César Neffa, “Modelos económicos, modelos productivos y estrategia de ganancias: conceptos y problematización”, en Trabajo y modelos productivos en América Latina. Argentina, Brasil, México y Venezuela luego de la crisis del modelo neoliberal. Buenos Aires, Clacso, 2010. 19   Evita Montonera N°1, año 1 Diciembre, 1974. 16

Entre las corrientes de izquierda, particularmente entre las organizaciones no peronistas, en la dimensión colectiva se afianzaban ideas de masculinidades contrahegemónicas.

  Archivo DIPBA, Mesa B, Factor Ensenada, Carpeta 39, Legajo 33, foja 246. 21   “Volante firmado Comisión Interna Provisoria” en Archivo DIPBA, Mesa B, Factor Ensenada, Carpeta 39, Legajo 33, foja 204. 22   Ángel Molinero, Los oligurkas del acero, p. 58. 23   Ídem, p. 86-87. 20

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Clase, género, politización y violencia... Desde las páginas de Avanzada Socialista, la prensa del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), ser compañero se equiparaba con un ser varón solidario y luchador desde una perspectiva anclada en una identidad colectiva: “Los trabajadores están organizados por sector, de manera que todos los compañeros salen por dos o tres horas, van a sus casas, están un rato con la familia y vuelven, porque saben que están perjudicando a otro compañero. Y los compañeros lo cumplen hasta lo inimaginable. Como muestra el siguiente caso: un compañero insiste frente a los piquetes en su necesidad de salir urgentemente... averiguan el por qué, y el compañero responde: ‘viejo, me están esperando en el civil, me caso dentro de un rato, pero te aseguro que en dos horas estoy de vuelta’. A las dos horas estaba nuevamente en la fábrica”.24

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única. El contrapunto más fuerte que pudimos detectar -y que se identificó como constante en la conformación de los tipos de masculinidades- fueron los anclajes individuales y colectivos en el proceso de intensificación de la politización obrera. El ideal de izquierda y el guevarista jugaron en la definición de la militancia en las fábricas y proponían un movimiento de vinculación entre lo individual y lo colectivo de retroalimentación y proyección social. Lo individual se anclaba en la abnegación, heroísmo y ejemplo del individuo como parte de un colectivo. Estos planteos aparecían vinculados al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) y que se pueden reconstruir en ese conflicto por medio de la memoria de Ángel Molinero y el testimonio de Daniel De Santis. La identidad revolucionaria de nuevo tipo, sintetizaba una disconformidad con la izquierda tradicional. El ejemplo del Che era el del “guerrillero heroico” y, por añadidura, el del “obrero revolucionario” que corporizaba en la práctica al “hombre nuevo”.28

En este punto ideales de género se pusieron en tensión y se resignificaron al calor de la lucha. Por un lado, al comienzo del conflicto la idea del varón sostén del hogar había contribuido a dotar de legitimidad, tanto a los ojos de sus protagonistas como del resto de la sociedad, toda acción colectiva o individual que se encontrara en línea con la demanda salarial.25 En torno a la lucha: “llegó un momento en que la gente nos individualizaba por la campera verde, la campera de Propulsora. Y había casos, por ejemplo, cuando escuché en una cola para comprar querosén, que una mujer de edad dijera: ‘Acá tienen que venir las camperas verdes y va a ver cómo se acaba esto de tener que hacer dos horas de cola, acá para comprar el querosén’. Era un poco, el héroe de la película Propulsora en ese momento”.26

El hombre nuevo condensaba dimensiones de solidaridad y fortaleza ejemplificadora, entretejido en el lenguaje de la clase en torno a su militancia como ideal contrahegemónico de masculinidad patriarcal e individualista. Así, lo militantes más comprometidos trabajaban en las secciones más duras como las de decapado y tándem. Este es el caso de: Carlitos Scaffide, el Pampa Delaturi, Eduardo Priotti, Daniel de Santis, a quienes Molinero bautizó como “los caudillos de la resistencia”. Aquellos elementos subjetivos tensaron ideales de masculinidad que configuraron simultáneamente las identidades de la praxis laboral y política al interior de la fábrica. La sección más conflictiva eran tándem y decapado porque también implicaban el proceso de producción más pesado: “Por el decapado la chapa llegaba hasta 200 metros por minuto. Y en el tándem… pasaba hasta 800 metros por minuto... Era impresionante… el tándem era el corazón de la fábrica, siempre tenían una categoría un poquito más..., eran cuatro o cinco jaulas y se refrigeraban con agua, porque imagínate que esas chapas pasando a esa velocidad, se calentaban, entonces, salían chorros de vapor, entonces, era una cosa medio surrealista”.29

La reposición de las mujeres, aunque tangencial en el relato, nos llevó a repensar su rol. La reconstrucción del testimonio de “salir y volver en dos horas para casarse”, permitió también echar luz y ubicar a la relación familiar en esta historia. Las mujeres aparecían no sólo como acompañantes pasivas de las causas de sus maridos y compañeros, y eso nos ayudó a redefinir el sentido del ideal de breadwinner ya no desde una perspectiva de poderío relativo individual como hombre sostén de hogar, sino en términos de las necesidades del hogar proletario donde las mujeres tenían no sólo el derecho sino la obligación de involucrarse en la protesta. 27

 Avanzada Socialista, Nº. 105, año III, pág. 10.  Véase “Comisión solidaridad” en Avanzada Socialista,

24

 Véase Daniel De Santis, A vencer o morir, Tomo II, Eudeba, 2000, pp. 10 -14. 29  Entrevista de Florencia Rodríguez a Daniel De Santis realizada en el primer semestre de 2012. 30  Un abordaje de la inscripción identitaria de la clase trabajadora en concepciones diferenciadas de la relación entre capital y trabajo como formas de la conciencia diferenciada es el propuesto por Victoria Basualdo. Ver Daniel Azpiazu, Victoria Basualdo y Martín Schorr, La industria y el sindicalismo de base 28

25

Nº. 105, año III, pág. 10 y Archivo DIPBA, Mesa B, Factor Ensenada, Carpeta 39, Legajo 33, foja 40. 26  Véase testimonios en: Laura Palma, Tesis de Licenciatura “Propulsora Siderúrgica, 2008, p. 35. 27 Véase Silvana Palermo, “Género y ciudadanía política: algunos apuntes en la agenda de investigación”, en www. historiapolitica.com/datos/boletin/polhis7_palermo.pdf

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Con la profundización de la lucha y el despliegue de solidaridades diferentes aparecieron algunas dinámicas significativas. Una anclada en una mirada conciliadora de la lucha de clases que propiciaba la idea de la manipulación de los obreros individuales que no hacían política por individuos politizados, a los que se externalizaba y a quienes se les adjudicaba una agenda propia y ajena a los trabajadores y sus intereses.30 El trabajador identificado con elementos

En la praxis de lucha y militancia se desplegaron en competencia identidades masculinas tradicionales de fortaleza, trabajo y breadwinner y otras tales, como la del trabajador militante, comprometido, solidario y abnegado donde lo individual se nutría de la potencia de lo colectivo y le permitía oponerse al capital. Ese movimiento distaba de ser homogéneo y de consolidar una fisonomía duradera y

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al interior de la fracción de clase allí empleada y la relación entre el trabajador y sus herramientas estuvieron marcadas por aquella dinámica. Estas disposiciones a la violencia expresaban modelos de masculinidad personificados por la disputa entre varón obrero- varón militar y que, en esta etapa, su resolución se encontró cada vez más circunscripta al ámbito de la violencia física. Los cuerpos de los trabajadores fueron el ámbito donde confluyeron procesos contradictorios y el lugar de acción del riesgo: individual en el proceso de trabajo, y colectivo en un contexto nacional y regional de confrontación y violencia política cada vez mayor.

de hombría anclados en la no militancia partidaria, adscribiendo al peronismo como ideología general, y que se realizaba en la propia labor, profundizaba la idea de que ir a la huelga, politizarse y no trabajar operaban como elementos emasculadores. Aquella definición conllevaba un ideal de varón obrero incrédulo, pasible de ser cooptado por hábiles líderes. Otras ideas de género yacían detrás de estos postulados donde se jugaba una identificación con la representación de las mujeres como desvalidas. En aquella feminización de esos obreros jugó la idea de masculinidad patriarcal: en la fábrica como espacio masculino no hay lugar para mujeres, y por ende, tampoco hay lugar para varones que personifiquen ideales de mujeres. Los que llevaban adelante esta perspectiva plantearon en un volante por ejemplo que: “a los obreros de propulsora a) que tienen voluntad de seguir trabajando, que tienen la obligación de seguir a aquellos que nos llevaron a este juego, que no es otra cosa que una vil patraña para desintegrar las ideas del Gral. Perón b) para todos aquellos que están esclarecidos de los peligros que son las ideas extranjerizantes (sic) y no deseen apoyarlos… necesitamos la presencia de todos los compañeros, de una vez por todas no nos quedemos de brazos caídos mientras “ellos” se dan el lujo de manijiar y hablar siempre ellos o sus tontos útiles... Compañeros para no llorar mañana como mujeres lo que hoy no sabemos defender como hombres pedimos la presencia de todos ustedes en la asamblea del día miércoles a las 14 hs. ODP (Obreros de Propulsora)”.31

A partir de estos elementos identificamos dos grandes líneas de acción de estos trabajadores. Una acción colectiva fundada principalmente en el reclamo económico, ordenada política y sindicalmente, y otra, más desarticulada, espontánea y reactiva vinculada a las condiciones de trabajo. En ambas se entrelazaron comportamientos de deber ser del hombre-obrero en esta fábrica donde la tensión yacía no tanto entre concepciones de género e ideas de masculinidad contrapuestas en planos hegemónicos y contrahegemónicos, sino como una dimensión identitaria que se realizaba, ya fuera esta colectiva o individual, en una expresión de la solidaridad al compañero. La acción colectiva de los trabajadores del ARS durante el año 1975, en particular la fundamentada en reclamos salariales, sintetizó una trayectoria de organización que fue creciendo geométricamente desde 1973. A partir de este período el eje de la conflictividad se vinculó intensamente con las condiciones de trabajo. El lema “un barco un muerto” repetido entre los operarios fue una expresión de la relación entre trabajo, riesgo físico y violencia latente: “Las condiciones de trabajo eran infrahumanas, vos vas hablar con cualquier trabajador del astillero y no te habla, te grita. Porque antes los barcos eran remachados no ensorzados como hoy. Entonces los remaches, no había todo el tema de seguridad, que nosotros estábamos poniendo, era muy dura la pelea con todos los militares, no teníamos grifos, nosotros estábamos soldando los doble fondos y con las masas, los calafates, las remachadoras, era infernal. La cosa que por ahí nos querían hacer trabajar ocho horas cuando nos correspondía trabajar las seis por la inseguridad que había ahí”.32

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En esas disputas sobre qué hacer con la duración del conflicto se identificó una proyección colectiva de aquellos ideales que se circunscribían al ámbito individual. Sin embargo, no se planteaba como un tema social, pues no superaba la instancia de unir individualidades carentes del plus que en ese plano le da el todo, como mayor que la suma de las partes. De este modo, en las diferentes coyunturas del conflicto gremial y político, cobraron visibilidad construcciones hegemónicas y contrahegemónicas. Por un lado, se identificaron ideas con un fuerte anclaje individualizador que expresaban ejes ordenadores de la sociedad capitalista donde la ideología patriarcal configura elementos reguladores de las relaciones sociales. Por otra parte, los ideales con un anclaje colectivo se desplegaron más claramente durante la lucha. En el conflicto que encararon los obreros de la planta emergieron diferentes niveles de cuestionamiento a aspectos de la relación social y de las condiciones de trabajo donde se identificó un proceso contradictorio en términos identitarios y de concepciones de género.

A lo largo de 1975 los accidentes laborales se incrementaron. Sin embargo, las acciones de lucha organizadas se dieron con objetivos explícitos en el plano económico. El hecho de que cada barco “se estaba llevando más de un trabajador”, se canalizó en relación con una lucha de acción

El caso del Astillero Río Santiago

 Entrevista de Ivonne Barragán a Ismael “El Ñato” realizada en el primer trimestre de 2009. Es relevante señalar las similitudes que sobre esta cuestión aparecen en la investigación realizada por el historiador Federico Lorenz, quien también recupero esta terrible afirmación entre los trabajadores del Astillero Astarsa. Véase Federico Lorenz, Los zapatos de Carlito. Una historia de los trabajadores navales de Tigre en la década del setenta, Buenos Aires, Grupo Norma, 2007.

32

El Astillero, se definió como un espacio varonil y masculino, en relación con una cotidianeidad y permanencia en la disposición al uso de la violencia. La organización del trabajo, la relación con la patronal, las relaciones políticas en la Argentina, Buenos Aires, Cara o Ceca, 2010. 31  Archivo DIPBA, Mesa B, Factor Ensenada, Carpeta 39, Legajo 33, fojas 326-328.

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Clase, género, politización y violencia...

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y reacción singularizada, individualizada, que no respondía al accionar sindical general puesto en práctica para con las demandas salariales.

caso particular, que la orientación política y la disposición organizativa en torno a la conciencia de clase y la lucha también se procesó en el cuerpo del trabajador.

Fue en el ámbito del trabajo –del riesgo físico- donde se pusieron en juego ideales de género y masculinidad, anclados en dimensiones individuales de solidaridad y heroísmo que confluían esporádicamente con los enarbolados en torno a dimensiones colectivas de combatividad y organización político-gremial. El proceso de trabajo era riesgoso e implicaba altos grados de fortaleza física y pericia. Ejemplo de ello fue, durante el proceso de pintura de un buque, en 1975, donde dos trabajadores se ahogaron. Al fallar los frenos de la grúa flotante, cayeron al río, sin protección de seguridad ni chalecos salvavidas. Uno murió ahogado luego de quedar inconsciente producto del golpe. El otro fallecido fue parte del grupo de compañeros de trabajo que al ver el accidente se arrojaron al río en un intento por salvarles la vida.33

Paralelamente la lógica de violencia fue persistente en la forma que tomaron las relaciones de disputa y confrontación entre las distintas facciones políticas de los obreros del ARS. Muchos de los delegados por sección electos a partir del año 1973, que pertenecían a las líneas combativas, fueron agredidos por militantes de la agrupación oficialista Azul y Blanca y, posteriormente, suspendidos por las autoridades del directorio. Esa situación evidenciaba la comunión en la persecución de los nuevos representantes de la patronal militar y los sectores burocráticos del sindicalismo. La resolución a los golpes de las asambleas fueron tornándose cada vez más frecuentes, las amenazas a delegados de las corrientes combativas acusándolos de “comunistas” y la recurrencia al “apriete” por patotas marcaron crecientemente la dinámica de la acción gremial entre los operarios y militantes.

Ese mismo año, otro trabajador, un soldador, murió quemado en el interior de un buque. En el testimonio de un operario identificamos una modalidad de acción desarticulada, con primacía de ideas de heroísmo y justicia que enfrentaban a la patronal en términos de repudio de lo que eran percibidas como condiciones de trabajo y explotación indignas pero no se expresó en un reclamo sindical formal: “Nosotros sabíamos que la causa del accidente era por el mal estado de los equipos para soldar. Al otro día cuando llegamos al ARS, el compañero estaba totalmente carbonizado, pero aún vivía. Con un compañero que le decíamos Chirola, agarramos el primer equipo de soldar, lo arrastramos hasta la orilla del río y lo tiramos. Cuando nos damos vuelta vemos otros trabajadores que están haciendo lo mismo. Tiramos al agua por lo menos 15 equipos. La empresa no nos dijo nada. A la semana había equipos nuevos”.34

Por otra parte, la vigilancia militar en la producción permitió la visibilización de una violencia potencial por parte de las autoridades militares, donde la latencia constituía una de sus modalidades. En la madrugada del 22 de Agosto de 1975 estalló de una bomba en la fragata Santísima Trinidad, aparcada para su construcción en el astillero. Esta acción generó una compleja trama de acciones y reacciones en la fábrica, y profundizó el clima represivo, cada tres operarios trabajando se instaló un infante de Marina que los vigilaba. La instalación de infantes en el ámbito productivo y la militarización del astillero reconfiguró la dinámica de representación sindical de base.35 Dicha resolución en términos históricos es la problemática que intentaremos reconstruir en este apartado a partir de la mirada posicionada en el desarrollo de un conflicto.

Las formas que asumió la violencia perpetrada por la patronal–militar configuraron una modalidad de relación social de producción e intervinieron en la consolidación de aquellas identidades contrapuestas en los cuerpos de los trabajadores. Así, se pudo aproximar a la idea de, en este

El conflicto que comenzó durante los últimos días del mes de octubre de 1975 se inscribió en una compleja trayectoria de lucha reivindicativa dentro de la fábrica que se combinó con un ajetreado movimiento de acciones en relación a las condiciones de trabajo conducidas por representantes de base -delegados de sección- que cuestionaban a la dirigencia burocrática en el astillero y la región. El desarrollo de este conflicto, cuando los masivos estallidos del junio y julio que dieron origen al Rodrigazo habían sido superados relativamente, significó un enorme costo para los trabajadores del astillero. No solo por la dificultad de conseguir un aumento salarial en el marco de una crisis inflacionaria, sino, porque estos obreros debían llevar adelante una acción colectiva de grandes proporciones en un momento donde la dinámica de la violencia había comenzado a cambiar cuantitativamente, tanto en el astillero como en la sociedad en su conjunto.

 Presentación de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) ante la Cámara Federal de La Plata. Comisión por la Verdad, hacia la justicia. La Plata, 22 de marzo de 2000, p. 9. Este accidente no se encuentra datado con precisión en la fuente, ocurrió en diciembre de 1975. 34  Ídem, p. 10.

35  Sección “C” Nº 2111, Legajo 3760, “Atentado a la Fragata T-42 “Santísima Trinidad” amarrada en Astilleros Río Santiago 22 de Agosto de 1975”, Policía de la Provincia de Buenos Aires, SIPBA y Folio 11, Comunicado refrendado por Montoneros al subdirector del Diario Clarín.

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El accionar espontáneo e individual de los trabajadores que intervenían en estas modalidades de ajusticiamiento, no respondía a las dinámicas de organización que pusieron en juego para salir a pelear por aumentos salariales. En este punto pusimos de relevancia la simultaneidad de una dimensión colectiva, conferida por la pertenencia de clase y la dinámica de trabajo cooperativo, con una dimensión individual, que sopesó en la identidad de género de estos varones que se autoidentificaban y definían en sus acciones como trabajadores individuales, fuertes y solidarios con sus “compañeros”.

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tuó redefiniendo el lugar del enfrentamiento procediendo al cierre del establecimiento y a la represión de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. La clausura de lugar de trabajo puso en jaque su inscripción como trabajadores y, por ende, su condición identitaria en tanto tales.

La acción colectiva, en ese marco de agudización de la violencia sistemática contra los sectores de la clase obrera más movilizados, configuró un terreno donde prácticas identificadas en el plano individual, orientadas por ideales de solidaridad y hombría –fortaleza y abnegación-, contribuyeron en cimentar las instancias para la escalada del conflicto y la profundización en el enfrentamiento. Los trabajadores del astillero iniciaron la lucha reclamando un aumento salarial que llevara el sueldo básico del peón a 1.200.000 pesos viejos. En el transcurso de una primera instancia del conflicto salarial seis operarios de planta fueron secuestrados a través de una confusa táctica que tenía como objeto deslegitimar el conflicto. Los trabajadores se movilizaron masivamente en defensa de los operarios secuestrados.36

Esta política patronal constituyó una de las acciones de mayor violencia simbólica hacia la fuerza de trabajo y tuvo efectos sobre la identidad colectiva e individual de estos trabajadores al provocar un quiebre en la solidaridad. Por un lado, la pérdida real y potencial de la fuente de ingresos fue una puesta en cuestión de una noción de masculinidad, anclada en la base de sustentación material del breadwinner. Como consecuencia, la solidaridad con los secuestrados entró en colisión con ciertos aspectos de aquel ideal individual – breadwinner- con aquella identidad personificada en términos de solidaridad y hombría, que en un contexto de profundización de la violencia patronal llevó a la primacía del primero sobre la segunda. Si bien se trataba de proyecciones, ambas partían de atributos individuales, el peso de lo colectivo apareció quebrado por la primacía de una concepción ideológica que ataba trabajo con salario y familia, en una definición del ser varón obrero. El riesgo, esta vez impuesto sobre la fuente de trabajo y el ingreso salarial se proyectó de manera violenta sobre los distintos sujetos que protagonizaban la representación gremial y constituyó un recurso eficaz a la hora de profundizar los enfrentamientos entre las distintas agrupaciones obreras.

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En ese punto, ponemos en valor el peso de las dimensiones de la solidaridad obrera y el compañerismo frente a la violencia sistemática contra sus cuerpos, más allá de las disidencias ideológicas. La aparición con vida de los seis trabajadores coincidió con un extendido rumor de complicidad entre la patronal y la burocracia sindical en el secuestro, donde la dirección del astillero había por lo menos consentido el secuestro para condicionar el conflicto original.37 La sensación colectiva entre los trabajadores producto del triunfo de la estrategia patronal era identificada como “abuso” y “engaño”. Desde una perspectiva de género su conceptualización se ancló en una representación de poder donde los trabajadores manipulados eran infantilizados. La respuesta obrera resultó en la intensificación de las medidas de fuerza en función del reclamo original, de un millón doscientos mil pesos viejos para el peón.38

En términos de ideas de género en disputa hubo un riesgo latente durante la lucha, a partir del proceso de organización y confrontación más profunda, de feminización identitaria de quienes arriesgaran su condición de trabajador proveedor como definitoria de la identidad de varón obrero. Un volante firmado por Obreros Justicialistas del ARS sostenía: “Hoy como el viernes y el lunes los que hace años que trabajamos en este Astillero, vemos que esta situación se la debemos a la acción de los Troskos, Montos, Comunachos, a la Judía Matilde que se han pasado jodiendo con pedidos pelotudos…Mientras tanto nosotros los que llevamos años trabajando en la empresa miramos como unos pelotudos que nos llevan como ovejas siguiendo a los chantas. Esto no va más, luchemos para que se reabra la fuente de trabajo y que se limpie tanto de abajo como de arriba de “zurdos” y corrompidos nuestro querido astillero”.40

Durante esta segunda instancia del conflicto, en noviembre de 1975, fueron secuestrados tres delegados, esta vez de las líneas combativas, Ángel de Charras de la sección de montaje perteneciente a la agrupación Celeste, vinculada a la JTP, Silvio Marotte, de la sección maniobras, dirigente de la mencionada agrupación, y, Alcides Méndez Paz, técnico.39 En este marco la patronal del astillero modificó radicalmente el orden de cosas y dio un golpe certero a la acción colectiva de los trabajadores. Expulsó del ámbito de la fábrica con un lock out, la lucha a los trabajadores. Ac-

 El 29 de octubre fueron secuestrados seis trabajadores, todos militantes de la lista Azul y Blanca (ortodoxia peronista), Carlos Lapasta, Aníbal Matracio, Nilo Bergenhau, Jorge Gimenez, Juan Carlos Delleville y Néstor Toledo. Informe DIPBA: Mesa B, Carpeta 39, Legajo 43 Astillero Río Santiago de Ensenada, Tomo I, Diario Mayoría, 30 de octubre de 1975. 37  Los trabajadores fueron liberados el 30 de Octubre de 1975 en las inmediaciones de la sede sindical de Ensenada. Informe DIPBA: Mesa B, Carpeta 39, Legajo 43 “Astillero Río Santiago de Ensenada”, Tomo I, Folio 47. 38  Informe DIPBA: Mesa B, Carpeta 39, Legajo 43 “Astillero Río Santiago de Ensenada”, Tomo I, Folio 49. El Día, 31 de octubre de 1975: “Nuevo planteo salarial de los trabajadores de Astilleros Río Santiago”. 39  Los tres secuestrados fueron legalizados como detenidos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y liberados en el mes de febrero de 1976, tras cinco meses de detención, habiendo sido golpeados y torturados. 36

El agravio personificado en la “Judía Matilde” mostró el peso y el precio que debía pagar una mujer delegada-politizada en el rol de representación gremial en consonancia con la confrontación de las masculinidades que la aceptaban -compañeros militantes- y aquellos que la rechazaban.41 El

 Informe DIPBA: Mesa B, Carpeta 39, Legajo 43 “Astillero Río Santiago de Ensenada”, Tomo I, Folio 64. Algunos de los volantes que tienen este carácter amenazaban a los delegados combativos de ser “ajusticiados”. Ídem, Folio 66. El destacado es nuestro. 41  La evidencia analizada ubica a la delegada Matilde Itzigsohn como eje de los embates de los sectores burocráticos más violentos en el astillero en el período previo al golpe militar. El agravio particular y exacerbado se presenta con profundas 40

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Clase, género, politización y violencia... peso de las concepciones de género más vinculadas a los planteos patriarcales tradicionales de exclusión de la mujer del espacio fabril y de la política gremial en particular primaban dentro del grupo que hacia el final del conflicto, con el recrudecimiento de la violencia interna al establecimiento, hegemonizó la organización y la estrategia política en el ARS. La visibilización de estas dimensiones confluyen en la complejización del abordaje del resquebrajamiento de la acción colectiva de los trabajadores que posibilitó que ese espacio de fisura fuera aprovechado, principalmente, por los sectores más conservadores del sindicalismo que atacaron la organización generada por los delegados activos de la fábrica.

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dio salarial alto, las horas extras y la cohesión del colectivo obrero desde una perspectiva generizada para pensar la relación entre política y estructura atendiendo tanto al plano individual como colectivo de accionar de los trabajadores en lucha. Las configuraciones identitarias en torno a la solidaridad y sostenimiento del conflicto nos permitieron comprender las contradicciones de una relación de género que se tensó en torno a lo material y la militancia política. Contrariamente, la síntesis en términos de violencia, identificada en el astillero, fue la modalidad y la resolución de la identidad obrera disputada por acciones e intereses que se anclaban en disímiles nociones de que lo significaba ser varón-obrero-compañero en esta fábrica. La violencia física y simbólica inflingida por la patronal militar asistió la imposición de un modelo más reaccionario y tradicional sobre otro emergente y subversivo que posibilitó, incluso, un nuevo lugar a las mujeres en la fábrica y en la representación obrera. Por otra parte, el abordaje generizado de la dimensión corporal del trabajo y la relación de clases en el proceso productivo permitió pensar trayectorias y accionares aparentemente contradictorias entre lo individual y lo colectivo, reponiendo la existencia de lógicas relacionales simultáneas y en disputa con referencias identitarias diversas.

Algunas conclusiones y líneas de interpretación Las ideas de género y las concepciones de masculinidad que se identificaron, describieron y analizaron en este artículo se pensaron en relación con las continuidades y rupturas en las formas y las dinámicas de organización y lucha de los trabajadores de estas empresas. Esta labor inicial nos ha permitido comenzar a repensar trayectorias de lucha y organización a la luz de procesos subjetivos e identitarios que permitieron reponer la dinámica entre las dimensiones individual y colectiva que hacen a la práctica política en las fábricas. El abordaje generizado de dos conflictos protagonizados por la fracción obrera empleada en cada empresa puso de relevancia la relación entre procesos que ocurren simultáneamente en varios individuos y procesos marcados por el accionar colectivo, que si bien contempla las individualidades, las supera estableciendo lazos de interrelación con patrones culturales en disputa en la organización y la lucha económica y política. En este artículo se abordaron aquellas dimensiones relacionadas con la militancia política en el caso de PPS y el lugar de las violencias que se despliegan en el ámbito del trabajo en el ARS.

En términos de elementos comunes a los casos en el período que recortamos el proceso de politización y de organización que se despliegó en el espacio de la fábrica fue el escenario donde se posibilitó el cuestionamiento de los términos de las relaciones de clase y de los órdenes genéricos prescriptos para los trabajadores en sus lugares de trabajo. Paralelamente, aquella visibilización del orden de lo prescriptivo, en términos de algunos elementos de género, dio lugar a que emergieran un abanico de formas de concebir(se) como trabajadores y como varones. Esto permitió comenzar a pensar los términos identitarios y la dimensión subjetiva de las relaciones de género como elementos constitutivos del movimiento contradictorio que emerge de la lucha de clases. Finalmente, este estudio sobre varones y masculinidades se inserta en el marco de una perspectiva dentro de los estudios de género donde la dimensión se aborda en vinculación con las relaciones de clase. A la vez nos pone de manifiesto la necesidad de reponer una historia del trabajo generizada incluyendo a mujeres y varones orgánicamente, y no como meras referencias aisladas.

Recibido: 24/06/2012 Aceptado: 18/09/2012

En el caso de PPS se problematizaron las relaciones de género inscriptas en el proceso de politización intenso que se vivió en la fábrica. Asimismo, examinamos el promeconnotaciones de género y antisemitismo. Matilde Itzigsohn fue secuestrada en el mes de marzo de 1977 y continúa desaparecida. Informe CONADEP 2006 Nunca Más. Anexos, Buenos Aires, EUDEBA, Tomo I, p. 466.

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En los dos casos analizados la patronal –capital concentrado en el caso de PPS y estatal militar en el del ARS- propició ideales de género vinculados a modelos tradicionales patriarcales en su demanda de fuerza de trabajo que favoreció una modalidad de inscripción individual y competitiva de la misma en el ámbito de productivo. Entre los obreros fuertes, con destreza, capacitación para el manejo de las herramientas, relativamente jóvenes, y excluyentemente varones que demandó el capital, tuvieron peso diferentes ideas de género que estuvieron en tensión. Aunque ideales tipo breadwinner, propios de la sociedad capitalista y patriarcal, fueron asumidos por los trabajadores, la definición identitaria no fue lineal y el movimiento histórico que produjo la lucha y la organización entre estos trabajadores los tensó y redefinió.

Mujeres, militancia popular y subjetividad. El caso de la Federación de Trabajadores por la Tierra, la Vivienda y el Hábitat (FTV) Women, popular militancy and subjectivity. The case of the Federation of Land, Housing and Habitat (FTV)

Marcelo Barrera*

Resumen El trabajo tiene como objetivo principal indagar, desde una perspectiva de género, en la cotidianeidad de las mujeres que desempeñan diversos roles y acciones militantes en la organización sociopolítica argentina denominada Federación de Trabajadores por la Tierra, la Vivienda y el Hábitat (FTV). En tal sentido, el artículo centra su mirada tanto en lo que respecta a las tensiones y los obstáculos más relevantes que ellas identifican para poder llevar a cabo sus prácticas militantes, como también en lo que atañe a las estrategias que ponen en juego para superar los obstáculos señalados en procura de conciliar las responsabilidades que conlleva el rol de militante y los otros roles por ellas protagonizados en la vida cotidiana. Asimismo, a partir de la configuración de una tipología se indaga en la posible relación entre involucramiento militante y transformación de la subjetividad. Para dar cuenta del objetivo propuesto hemos realizado numerosas observaciones no participantes en las diversas estructuras organizativas de la organización y, paralelamente, efectuamos entrevistas a las y los militantes. Palabras claves: mujeres militantes - protesta social - femineidades

Abstract

*

Licenciado y profesor en Sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA), magister en Investigación en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). [email protected]

This paper’s main objective is to investigate, from a gender perspective in the everyday life of women who play various roles and militant actions in the sociopolitical organization called the Federation of Land, Housing and Habitat (FTV). In this regard, the article focuses its attention both in regard to tensions and the most important obstacles that they have identified and to carry out their militant practices, as well as in regard to the strategies that come into play for overcome the obstacles identified in attempts to reconcile the responsibilities of the role of militant and the other starring roles for them in everyday life. Also, from setting up a typology explores the possible relationship between militant involvement and transformation of subjectivity. To account for the proposed objective observations made numerous nonparticipants observations in the different organizational structures of the organization and we conducted interviews with the militants. Key Words: women militants - social protest - feminities

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Introducción

de resistencia contra las políticas neoliberales de los años noventa y comienzos del nuevo siglo.

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Este artículo1 analiza la experiencia de militancia de un conjunto de mujeres pertenecientes a las clases populares que participan, ocupando papeles y roles diversos, en la organización sociopolítica denominada Federación de trabajadores por la Tierra, la Vivienda y el Hábitat (en adelante, FTV). Haciendo un breve relato de su historia, lo primero que cabe señalar es que la FTV como tal surge formalmente hacia fines de los años noventa en el marco de la Central de Trabajadores Argentinos. Efectivamente, el 6 de septiembre de 1997, en el distrito bonaerense de La Matanza se desarrolló con la presencia de 400 delegados de la Central de los Trabajadores Argentinos de todo el país y dirigentes de organizaciones sociales vinculadas a la problemática de la tierra el primer Encuentro Nacional de trabajadores por la Tierra, la Vivienda y el Hábitat. Sin embargo, debió pasar casi un año para que la Federación de Trabajadores por la Tierra, la Vivienda y el Hábitat (FTV) se constituya formalmente (adquiriendo personería jurídica). En la Capital Federal, en el marco de la CTA, pero con la presencia de un conjunto destacado de delegados y representantes de organizaciones nacionales e internacionales, el 18 de julio de 1998, se efectúo el primer Congreso Nacional de Trabajadores por la Tierra, La Vivienda y el Hábitat, y es allí donde se constituye y “pone en marcha” la FTV como tal, a la vez que se nomina a Luis D’Elía como su principal dirigente.

Actualmente, a la par que la actividad territorial continúa siendo central en su estructuración interna como organización, tanto su presencia organizativa de alcance nacional, como su capacidad de movilización e instalación de demandas en el espacio público, así como también, el proceso de progresiva institucionalización en el que se encuentra, la han vuelto un actor relevante en la escena política argentina. Aquí cabe llamar la atención en el hecho de que nuestro trabajo se inscribe en un conjunto de estudios recientes que abordan, a partir de diversas perspectivas de género, numerosas experiencias de organización popular, protesta social y acción colectiva protagonizadas por partidos políticos, movimientos sociales y organizaciones de base4. En ese marco, nuestro trabajo coloca su mirada en la experiencia militante de las mujeres entrevistadas, específicamente centra su análisis en la cotidianeidad de las mujeres, tanto en lo que respecta a las tensiones y los obstáculos más relevantes que ellas identifican y padecen para poder llevar a cabo sus prácticas militantes, como también en lo que atañe a las estrategias que ponen en juego para superar los obstáculos señalados en procura de conciliar los tiempos y las responsabilidades que conlleva el rol de militante y los otros roles por ellas protagonizados en la vida cotidiana. Asimismo, a partir de la configuración de una tipología se indaga en la posible relación entre involucramiento militante y transformación de la subjetividad. Finalmente, se expondrán las conclusiones que se desprenden de la investigación.

Sin embargo, su constitución como movimiento social urbano que se asume “de origen territorial” y que reclama para sí una identidad fundada “al calor de las luchas reivindicativas en el territorio, focalizada en el acceso a la tierra, los servicios básicos, la vivienda digna y el hábitat”2; tiene sus orígenes en las tomas de tierras efectuadas en La Matanza en la década de 1980, las que posibilitaron el surgimiento de los primeros asentamientos en el Gran Buenos Aires3. Asentamientos que, a partir de un dinámico proceso de auto-organización de diversos grupos y con el accionar de la cooperativa de trabajo Unión, Solidaridad y Trabajo (U.S.O.) como centro político-organizativo, dieron lugar al nacimiento del barrio El tambo, pero también, a un proceso de construcción de redes barriales integradas por diversas organizaciones de base como cooperativas de trabajo, comedores populares, entre otras. Así, se constituyó un espacio social y político

Cotidianeidad y militancia popular: tensiones y conciliaciones Como lo hemos manifestado, el objetivo de este artículo es colocar centralmente el foco de nuestro análisis en la relación entre militancia popular y cotidianeidad. Nuestro interés por abordar tal “relación en tensión” surgió del propio trabajo de campo5, y más específicamente, de las afirmaciones manifestadas por las mismas militantes de

 Al respecto puede consultarse numerosa bibliografía, entre otra: Karina Bidaseca, Colonos insurgentes. Discursos heréticos y acción colectiva por el derecho a la tierra. Argentina, 1900-2000, tesis doctoral, Buenos Aires, 2006, mimeo; Adriana Causa y Ojam Julieta (comps.), Mujeres piqueteras. Trayectorias, Identidades, participación y redes, Buenos Aires, Ediciones Boabob, 2008; Andrea Andújar, “Crisis y alternativas en la historia argentina reciente: los movimientos piqueteros (19962001)”, en Nuestra América. Revista de estudios de la cultura Latinoamericana, Portugal, Ediciones Universidade Fernando Pessoa, nº 2, agosto-diciembre 2006, entre otros. 5  Entre los meses de octubre de 2008 y septiembre de 2009 hemos asistido a dos locales territoriales de la FTV, uno instalado en el distrito de Berazategui y, otro, ubicado en el distrito de La Matanza. En estos realizamos presenciamos numerosas asambleas, y observamos actividades de gestión de ayuda social (copa de leche, etc.). Asimismo, efectuamos 26 entrevistas en profundidad, 20 a mujeres y 6 a hombres, todas y todos militantes de la FTV. 4

 El mismo se deriva de la tesis de maestría en Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires titulada: Femineidades, militancia y roles de género: el caso de la Federación de trabajadores por la Tierra, la Vivienda y el Hábitat. Cabe destacar que el período de análisis del trabajo se extiende desde el año 2008 al 2010. 2  Documento: Presentación de la Federación de Tierra y Vivienda de la República Argentina, Buenos Aires, p. 1. 3  Para un análisis exhaustivo del proceso de tomas de tierras y configuración de asentamientos en La Matanza puede consultarse: Denis Merklen, La terquedad de lo nuestro, Buenos Aires, Catálogos editora, 1990. Las limitaciones de extensión que debe respetar el artículo no nos permiten realizar un mayor desarrollo de la historia, características y perspectivas de la organización. 1

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Mujeres, militancia popular y subjetividad... la organización estudiada. Eran fundamentalmente un grupo de ellas (las más activas y comprometidas con su militancia y la organización) quienes en sus comentarios no dejaban de subrayar las profundas dificultades que representaban las expectativas, responsabilidades y tareas domésticas a la hora de desarrollar su involucramiento y militancia en la organización. Antes de continuar quisiéramos destacar que, dado que asumimos una perspectiva teórico-metodológica cualitativa, partimos de entender a la militancia popular tal como la entienden predominantemente las propias militantes6. Es decir, como un tipo de militancia que es social a la vez que política7. De allí que posean una concepción “amplia” de la actividad militante, que abarca toda acción que se encuentre vinculada a la organización. Así, tanto participar en una marcha, como formar parte en un local territorial y/o asumir un cargo — al que se ha llegado vía la organización— en el marco del Estado son percibidas como actividades militantes.

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pañeros de militancia). Es frecuente que sus respectivos “compañeros” (esposos, novios o concubinos) aduciendo razones de seguridad se opongan a que ellas participen de las movilizaciones, o en las reuniones o talleres que se realizan en horarios considerados por ellos inconvenientes; en otros casos la oposición incluso es más radical, se oponen a que sean parte de la organización. En el caso de Gimena8, refiriéndose a su esposo, sostiene: “Es la traba que yo tengo para todo” (Gimena, 44 años). Es usual que los varones expresen, a veces de modo ambiguo e impreciso, sus desavenencias frente a las mujeres que protagonizan acciones “desacopladas” del horizonte de acción socialmente legitimado. Lo hacen a partir de expresiones verbales que aducen a un tipo de recriminación solapada (o no tanto) que no suele hacer foco en la crítica de la práctica de participación política sino en el “aparente” abandono o mal desempeño de sus tareas roles y tareas “naturales” que en tanto mujer le “corresponden” asumir. En tal sentido Mónica relata:

A partir de lo dicho es que, en lo que, sigue reflexionaremos, recuperando las voces de las protagonistas, en torno a las tensiones y obstáculos que dificultan y atraviesan, la compleja armonización entre el desarrollo de la militancia y las responsabilidades y tareas de la esfera privada. En ese marco, ilustraremos las numerosas estrategias o arreglos individuales y colectivos que ponen en juego estas mujeres para lograr conciliar sus papeles y potencialidades tanto en el espacio “público” como “privado”.

Incluso para los compañeros que han sido mi pareja, la sociedad los forma de una manera en que hasta un punto donde: “A ver, vos ¿a qué hora volviste? o el “andá a buscar a los chicos vos”. (…) Hay mucho doble discurso en los compañeros. Es decir, “está todo muy bien que hagan la Secretaría de Género pero vos no, vos dejá, ocúpate de los chicos” (Mónica, 58 años).

Mujeres y militancia: Obstáculos, tensiones y arreglos privado-individuales

Pero estas mujeres, no sólo escuchan reproches de sus compañeros, sino también las demandas que suelen realizar sus hijos, quienes en algunos casos las interrogan interpelando su rol tradicional como mujer-madre:

El principal obstáculo para el desarrollo y profundización de la militancia al que se enfrentan diariamente las mujeres de la FTV son los discursos obstaculizantes de su actividad militante que pronuncian los hombres (fundamentalmente sus parejas, pero también los otros com-

Tal vez mi nene porque cree que fue siempre lo que le sacó [se refiere a la participación en la organización] a la madre de su lado, a veces me dice “vos siempre por los demás, vos siempre por los demás”, esa cosa egoísta de los hijos. (Lucía, 34 años).

to básico la necesidad de comprender “las estructuras significativas del mundo de vida por medio de la participación en ellas a fin de recuperar la perspectiva de los participantes y comprender el sentido de la acción en un marco de relaciones intersubjetivas”, Irene Vasilachis de Gialdino, Métodos cualitativos I. Los problemas teórico- epistemológicos, Buenos Aires, CEAL, 1992, p. 48 (subrayado en el original). 7  Aquí cabe señalar que la FTV, a diferencia de otras organizaciones populares, ha podido sortear con relativo éxito (por ejemplo, a partir de su participación en el Consejo Consultivo de la Ejecución del Plan Jefes y Jefas de Hogar bajo el gobierno de Eduardo Duhalde y/o el nombramiento de Luis D’Elía, en el año 2006, al frente de la Subsecretaría de Tierras para el Hábitat Social) el desplazamiento de los sectores populares de “la política” hacia lo “social” que la división del trabajo político generó en las últimas dos décadas en el caso del Gran Buenos Aires. Con respecto al desplazamiento señalado puede leerse: Sabina Frederic, Buenos Vecinos, malos políticos. Moralidad y política en el Gran Buenos Aires, Buenos Aires, Prometeo, 2004 y de la misma autora, “El ocaso del ‘villero’ y la profesionalización de los ‘políticos’: sobre el problema moral de la política en el Gran Buenos Aires”, en Etnografías Contemporáneas, n° 1, 2005, Buenos Aires, pp. 98-125.

En lo que es la participación y el compromiso […] la

 Este como todos los nombres de los/as entrevistados/as se ficcionaron a fin de preservar la confidencialidad de éstos/as. 9  De aquí en adelante cuando hagamos referencia al concepto militancia nos estaremos refiriendo al tipo de militancia que hemos denominado como militancia popular. 8

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Desde el punto de vista del desarrollo de su participación en el movimiento, la maternidad opera en estas mujeres de modo ambiguo y paradojal, si bien puede generar un impulso movilizador para el acercamiento de las mujeres a la organización, también es dable señalar que, en tanto no se produzca una reorganización de la división sexual del trabajo tendiente a distribuir de una forma más equitativa las tareas domésticas entre los miembros del hogar, la maternidad puede devenir un obstáculo para que las mujeres asuman una mayor participación e involucramiento en las diversas actividades que hacen a la militancia popular9, dado que de no ocurrir tal reorganización, la mujer siempre se encuentra condicionada por el deber de retornar a su hogar para realizar trabajos reproductivos domésticos. Como lo ilustra nuevamente Mónica:

 Recordemos que el enfoque cualitativo posee como su supues-

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las mujeres.

mujer siempre está un poco más atrás desde lo cotidiano porque está acá trabajando pero sabe que hay que lavar el guardapolvo para mañana, el hombre que está trabajando acá no esta pensando en eso (Mónica, 58 años).

Para lograr cumplir con las responsabilidades públicas y privadas derivadas del cuádruple rol10 por ellas asumido y “sostener” su militancia, implementan estrategias y arreglos privado-individuales para ampliar sus márgenes de tiempo “para sí”11 y con el objetivo de lograr posibilitar una mayor dedicación a la militancia sin “descuidar” sus “obligaciones”. Extender el tiempo de la jornada en que se mantienen activas se revela como una constante en estas mujeres. Sus jornadas son extensas y agotadoras según nos refieren, la militancia es una actividad que “le quita horas al sueño”. Experimentan jornadas “interminables” en las que comprometen todas sus energías. Como relata Lucía: “Eran las dos de la mañana y estaba en la oficina, y a las ocho de la mañana del día siguiente estaba otra vez, de nuevo” (Lucía, 34 años, casada).

Esta ambivalencia política de la maternidad se explica cuando se comprende que las relaciones de cuidado, compromiso y reconocimiento que la definen socialmente como tal son portadoras de un componente afectivo capaz de adquirir las formas más variadas y contradictorias. La afectividad puede adoptar, en determinados casos, la forma conservadora de la protección excesiva y el miedo a la autonomización del hijo, como así también puede favorecer el encorsetamiento en el rol de madre de las potencialidades de la mujer; mientras que en otros casos, puede operar como una fuerza impulsora de la participación y la acción social y política en pos de un mejor presente y futuro para sus hijos. La maternidad se revela como motor pero también como impedimento. Esa ambigüedad emerge en el siguiente testimonio:

Pero extender la jornada puede tornarse una estrategia insuficiente sino se combina (potenciándose) con otro conjunto de mecanismos y disposiciones. En este sentido, organizarse, jerarquizar tareas y tener practicidad son estrategias imprescindibles que se ponen en juego cuando son múltiples las labores por hacer y los tiempos apremian:

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Si yo no peleo por el futuro de mis hijos no estoy dejando nada, aunque sea algo quiero dejar para ellos. Una mejor calidad de vida para ellos y para cualquier persona. Me gustaría que tuvieran la posibilidad de recibirse, de tener emprendimientos para ellos. No como yo, que no tengo secundaria terminada. Yo sí me propongo voy a terminar la secundaria, nada más que yo ahora tengo otras cosas en mi vida, otros proyectos, porque tengo una nena de cuatro años y tengo un nene de quince que están creciendo, y al de quince lo deje mucho tiempo solo por mis problemas personales, y hoy quiero luchar al lado de él (…). Salgo a militar porque quiero mejor calidad de vida para todos los chicos (Johana, 43 años).

E: Si tenés una actividad de la organización a la noche ¿cómo haces con las tareas de tu casa? C: Soy bastante organizada, o ya dejo a medio cocinar, que se terminen de cocinar ellos, o ya cocinado, trato ese día de hacer una comida que vaya al horno. Busco lo práctico para ese día. Además si veo que no llego con todo, hago lo importante nada más, no todo (Carmen, 45 años).

El presente y futuro de sus hijos y “de todos los chicos” son para Johana los elementos movilizadores de su “pelea”. Su “lucha” es por lograr que ellos tengan tanto hoy como mañana “una mejor calidad de vida” de la que ella tiene y ha sabido tener. Ahora bien, paralelamente, el ejercicio de su maternidad, desplaza algunas de sus propias potencialidades a un segundo plano, “estar al lado de él” es percibido como una práctica jerarquizada y excluyente frente a otros proyectos y prácticas “personales” que se consuman fuera del hogar. En este caso, finalizar la secundaria.

Otro de los arreglos y estrategias utilizadas por estas mujeres para lograr conciliar las tensiones derivadas de sus responsabilidades en la esfera privada y su militancia, es delegar determinadas tareas como el cuidado de sus hijos en otras mujeres, que pueden ser familiares o vecinas y amigas del barrio. E: Cuando tus hijos eran chicos y vos ibas a una marcha ¿cómo hacías con ellos?, ¿los llevabas? L: Y mi vieja y por ahí una compañera de años que hasta el día de hoy me cuida a mis hijos (…). Es una vecina, me ayudaba primero en el comedor cuando cocinábamos a leña, y después me decía “Yo te ayudo con los chicos, andá vos a esa reunión que depende de eso que tengamos algo para el postre, yo me quedo con los nenes”. Empecé a tenerle confianza, y cuando yo no estaba

Las responsabilidades y tareas devenidas de las prácticas de cuidado ejercidas por las madres limitan el tiempo que estas mujeres pueden destinar tanto a sus prácticas “personales” como a la participación en la organización. Ello se ve potenciado por el hecho de que estas mujeres adoptan otros múltiples y diversos roles en su cotidianeidad. Las tensiones, presiones y demandas que generan el trabajo productivo, el trabajo doméstico, la realización de las numerosas tareas que la participación comprometida en la organización demandan —tales como asistir a reuniones, participar en acciones colectivas de resistencia, y tantas otras— a lo que incluso en muchos casos debe sumarse la asunción de la responsabilidad del cuidado de los adultos (fundamentalmente los ancianos), no son de fácil armonización, resolución y superación por parte de

 El cuádruple rol remite fundamentalmente las responsabilidades asumidas por las mujeres en relación a cuatro “dimensiones”: al mundo del trabajo extradoméstico, a las tareas intradomésticas, al cuidado de los ancianos y a la crianza de los hijos. Al respecto ver: Cristina Carrasco, “La sostenibilidad de la vida humana, ¿un asunto de mujeres?”, en Revista “Mientras tanto”, n° 82, enero de 2004, pp. 54-68. 11  Entendemos como tiempo “para sí”, el tiempo que las mujeres logran autonomizar de las responsabilidades y roles tradicionales vinculados al trabajo doméstico, al cuidado de los otros, etc. 10

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lograr la igualdad pública-participativa. Así, en determinados casos el cuidado de un anciano enfermo perteneciente a la familia de una militante produjo la interrupción de su militancia por períodos de diversa extensión. Gimena relata que:

era como si yo estuviera (Lucía, 34 años).

Si bien estas estrategias y arreglos posibilitan el logro de mayores márgenes de autonomía, demuestran ser insuficientes para generar un verdadero marco que potencie su participación política dado que continúan operando las limitaciones a la militancia que impone la división sexual tradicional del trabajo. En tal sentido, cuando su permanente militancia no se ve acompañada de un proceso de democratización de las tareas propias del ámbito privado, suele tener riesgos y costos físicos, emocionales y morales. Continúa relatando Lucía:

Aunque tenía muchas ganas de venir [al local] tuve que faltar mucho tiempo a la organización (…). Estaba con el tema de mi papá, estuve quince días con mi papá cuando estuvo enfermo, por lo que ni aparecía por el local (Gimena, 44 años).

Se observa que las mujeres se ven confrontadas frente a obstáculos y dilemas de hierro que los hombres militantes de la organización no tienen que enfrentar dado que las tareas domésticas, el cuidado de los ancianos y la crianza de sus hijos no son parte de su agenda cotidiana16.

Cuando estábamos con todo el armado de los planes que nos habían dado como organización, me quedaba hasta las dos de la mañana cargando planes. [Después] llegaba a mi casa y me ponía a lavar ropa, o para planchar la ropa de los chicos me levantaba a las cuatro y media de la mañana (…). Ahora es como que me desligué de los planes. Dije: “Yo en esa área no quiero estar, no puedo más” (…). Descuidé mucho a mi familia, lo tuve que admitir (Lucía, 34 años).

El relato de Gimena da cuenta de las tensiones (en términos de tiempo y disponibilidad para la militancia) a las que están expuestas las mujeres militantes e ilustra el carácter cultural y co-constitutivo de lo público y lo privado. La dinámica intradoméstica y el mundo social y político extra-doméstico se interpenetran, por lo tanto el patrón de división del trabajo (que asigna responsabilidades y tareas) reinante en el marco de la primera, afectará la capacidad de participación y agencia de la mujer en la organización. De allí que la incorporación inesperada de una nueva tarea de cuidado (como la enfermedad de un hijo) impactará en la práctica militante, mientras que la reproducción de una organización de la división sexual trabajo de matriz tradicional en el hogar, seguramente pondrá un “techo” a la trayectoria de militancia.

Cuando la mujer percibe que no cumple con sus roles tradicionales en su familia, los mecanismos psicológicos que suelen activarse son los de la auto-incriminación y la culpa, los cuales pueden producir derivaciones directas en su militancia. Se abre un momento de balance y evaluación de las “pérdidas” y “logros”12 que su militancia produce, el que puede llevar tanto a una desvalorización de sus “logros” como militante, como a una revalorización de las “pérdidas” que la militancia produjo. Esto suele traducirse en el abandono de ciertas tareas y responsabilidades militantes específicas (como en el caso de Lucía) y/o en el comienzo de un proceso de descompromiso paulatino o drástico de su militancia.13

Estrategias de prevención de los discursos obstaculizantes y de potenciación de la participación militante

La sobrecarga de tareas, roles y actividades a la que se ven expuestas diariamente muchas mujeres militantes las constriñe a padecer “pobreza de tiempo”14 en relación con los hombres quienes se hallan muy a menudo “exentos”, a partir de la complementariedad que se produce entre su autoexclusión de la realización de trabajo doméstico y el sentido de responsabilidad que en torno a esas actividades “pesa” sobre las mujeres. Esa desigualdad en la disposición y el uso del tiempo15 opera como un obstáculo para

 “Pérdidas” y “logros” entendidos en un sentido amplio que se aleja notablemente de los marcos impuestos por las teorías de la elección racional. 13  No quisiéramos que de la lectura se desprenda como conclusión que las militantes asocian a la culpa como sentimiento predominante de cara a su militancia, ya que ello ocurre sólo en determinadas condiciones. Por el contrario, se desprende del trabajo de campo que los sentimientos dominantes en relación a la militancia son el deseo, la satisfacción y la alegría. 14  Nancy Fraser, Iustita Interrumpa: Reflexiones críticas sobre la posición postsocialista, Bogota, Siglo del Hombre Editores, 1997, p. 67. 15  Al respecto un estudio fundado en la economía del cuidado señala: “En Argentina, en el 78% de los hogares nucleares la cónyuge realiza más de la mitad de la jornada de trabajo doméstico. En las familias nucleares con niños menores de 14 12

años, el 90% de las cónyuges se hacen cargo de su cuidado y la socialización, frente a poco más del 50% de los hombres.” en Soledad Salvador, Estudio comparativo de la “economía del cuidado” en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Uruguay, Buenos Aires, Ediciones Red Internacional de Género y Comercio, 2007, p. 42. 16  Lo cual no niega que los hombres se enfrenten a otros obstáculos. Si bien no ha sido el objeto de la investigación abordar los mismos, observamos en nuestro trabajo de campo que el rol de proveedor económico puede operar como un obstáculo en la trayectoria militante de los hombres.

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Asimismo, las mujeres entrevistadas tampoco permanecen en la inacción frente a los efectos obstaculizantes a la participación que la “cultura machista” vigente intenta producir tanto en sus hogares como en la organización. Por el contrario, adoptan estrategias de prevención y neutralización para evitar tales efectos. En tal sentido, en muchos casos, realizar todas las tareas domésticas antes de ir a una actividad de la organización, tiene como objetivo impedir que su cónyuge funde sus críticas y reproches verbales en “argumentos” que reposen en la oposición: participación en el movimiento/tareas del hogar incumplidas. Cuando consultamos a Beatriz acerca de la opinión del esposo sobre su participación en la organización, ella

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sostuvo que:

Emilia, pero vos fíjate que las compañeras después se separan”… “no fulano quédate tranquilo” le digo yo, “lo que pasa es que, como todo, al principio uno se va de mambo y después…”. La estrategia le digo yo, [la estrategia] para dejarlo tranquilo (Emilia, 60 años).

(…) A veces me critica que estoy mucho en la organización y que entonces no hago las cosas de la casa, yo siempre intento hacer todo antes de salir o ir a una actividad. Si sé que al otro día tengo muchas cosas, el día anterior hago todo (Beatriz, 49 años).

La utilización de otra estrategia de neutralización deviene necesaria a partir de las sospechas que genera en los hombres (expresión del machismo al que refieren las mujeres del movimiento) la salida de sus “compañeras” del hogar. Ello las obliga a desplegar esfuerzos y recursos para convencer a sus maridos o “compañeros” que su militancia requiere que pasen largas horas fuera de sus hogares, y que, por lo tanto, en determinadas ocasiones retornen “tarde”. Como en el caso de Paula, quien en su relato deja entrever que sus esfuerzos no son menos cotidianos que infructuosos:

Ausentarse o retirarse previamente a la finalización de las reuniones o movilizaciones que se realizan en horarios que se superponen con sus labores y responsabilidades domésticas, es otra forma de prevención adoptada por estas mujeres para impedir la apelación por parte de sus “compañeros” a la oposición discursiva ya señalada. En referencia a esta problemática una dirigente de la organización nos ha manifestado: “Las compañeras están en una reunión a las diez de la noche y están así [mira su reloj] con el reloj, mientras que el hombre está lo más tranquilo”. Se observa que ellas frecuentemente deben tomar resoluciones en el marco de oposiciones excluyentes —de impronta cultural, pero de ese modo subjetivamente percibidas y sentidas— tales como: prácticas de participación sociopolítica/cumplimiento con las responsabilidades y tareas reproductivas.

De no salir a ningún lado y de repente salir, venir tarde, y conocer otra gente, eso le jodio. Creo que todavía no se acostumbra. Para él, que yo llegue tarde es como que bueno, en realidad nunca me cree que voy a militar. Cuando voy tarde nunca me cree que voy a militar y de verdad voy a militar. Tengo que dedicarle mucho tiempo y paciencia para explicarle y que me entienda (Paula, 43 años).

Otra estrategia de prevención a la que apelan es la de ocultar o dilatar la transmisión de determinadas informaciones y/o la realización de ciertas actividades para evitar otorgar recursos, fundamentalmente tiempo, a quien puede ejercer la “critica machista”.

Pero sus acciones no se limitan a evitar o neutralizar individualmente los obstáculos propiciados por la “cultura machista” que las “rodea”, sino que paralelamente asumen estrategias colectivas de enfrentamiento y superación de estos. Construir espacios propios autoorganizados donde se constituye una identidad colectiva que las contiene y se fortalece la autoestima de las mujeres, favoreciendo de ese modo su autonomía de acción, deviene una práctica nodal para impulsar su participación e involucramiento y subvertir su subalternidad en la organización:

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Fui ese día, me anoté, fue una alegría para mí haberme anotado en el profesorado. Y antes de irme [a inscribirse] le dije a mi marido: “Voy a empezar el magisterio en el nocturno”. Pero no le pregunte “¿Qué te parece?, ¿queres?”, por las dudas que me dijera que no, sino que le dije: “¡¡Voy a empezar!!” (Mercedes, 45 años).

Pero no sólo se apela a estrategias que tengan como objeto evitar la interpelación acusatoria o recriminatoria de los esposos o “compañeros” sino que ante la imposibilidad de impedir tales ataques retóricos, se asumen estrategias de neutralización. Menospreciar y/o ridiculizar las reprensiones verbales realizadas por los hombres es una de ellas. De tal modo que, frente a los reproches y “quejas” que estos últimos dirigen a una activa militante de la Secretaría de Equidad de Género e Igualdad de Oportunidades17 de la FTV (en adelante, SEGIO) por la influencia “herética” que la perspectiva de género genera en las mujeres del movimiento, ella sostiene:

Nosotras decimos siempre [que] esperamos que hablen los hombres, porque estamos acostumbradas a eso. [En el grupo] es como que le obligamos a la compañera a que también se exprese, o sea estamos nosotras solas (…). Hacemos que se exprese, [y le decimos]: “No importa, nadie se te va a reír, nadie va a hacer murmullo” (Paula, 43 años).

Estas mujeres no solamente ponen el cuerpo y exponen sus opiniones en espacios en los que participan sólo mujeres, instancias que operan como una suerte de “sala de ensayo” en donde ellas expresan sus angustias y empiezan a derribar barreras, sino que también elevan su voz en los espacios de deliberación en las asambleas de la organización protagonizados tanto por hombres como por mujeres. En ellos, la estrategia, a la vez individual y colectiva, que instituyen para romper su silencio y lograr “tomar la palabra” es la búsqueda de acompañamiento y contención afectiva de sus compañeras de militancia:

La perspectiva de género es muy revulsiva para los hombres, a mi me han llamado y me han dicho: “Ehh…

 La SEGIO de la FTV nace en el año 2005 como correlato organizativo de un extenso proceso de auto-organización de un sector de las mujeres de la organización. En tal sentido, nace como un espacio para luchar por la igualdad de género tanto en el interior como en el exterior de la propia FTV. Con ese objetivo es que la SEGIO suele realizar múltiples actividades (charlas, talleres, etc.) en los que aborda diversos tópicos: salud sexual y reproductiva, formación política, violencia doméstica, etc.

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Estamos en un momento en que otras compañeras empiezan a tomar la palabra, eso lo hemos logrado hasta participar en las asambleas mixtas de la FTV, ¡¡eso fue un logro!! Había una compañera que decía: “Yo hace siete años que vengo a esta asamblea y es la primera vez que hablo y lo puedo hacer porque se que estoy acompa-

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mensión de esa relación sobre la otra: la de la militancia sobre la subjetividad.

ñada por mis compañeras” (Emilia, 60 años).

Participar “articuladamente” con otras mujeres en las asambleas, alentar y respaldar mutuamente sus intervenciones es otro modo de romper el “cerco” propiciado por la “cultura machista”, así como impulsar y apuntalar intersubjetivamente el protagonismo de cada una de ellas:

Asimismo, cabe recalcar que no todas las mujeres de la organización atraviesan todos los tipos, como así tampoco su participación en los mismos es irreversible. Las trayectorias de militancia son disimiles, las mujeres pueden iniciarse en la militancia, pero pueden dejar esa práctica, de forma total o parcial, como también pueden hacer grandes esfuerzos por profundizarla.

Es más, a mi me costó mucho todo eso. Participé de algunos grupos con otros compañeros [y] ahí es como que también me empecé a soltar. Tus mismas compañeras te dan fuerza, te dicen: “Hablá, decí algo” (Paula, 43 años).

I. Femineidades tradicionales: la participación percibida como un trabajo (subjetividades femeninas inmodificadas)

Paralelamente a la implementación de las estrategias señaladas, estas mujeres se capacitan colectivamente mediante talleres y otras actividades en materia de género, política y otros tópicos, capacitaciones por medio de las cuales se abordan y colocan en el plano de lo consciente problemáticas que las interpelan, como el machismo, la violencia de género, etc. Ello les permite reflexionar en torno al lugar que ocupan en las relaciones de género cotidianas así como también comenzar a identificar y contrarrestar los obstáculos culturales que se configuran frente a su participación e involucramiento.

Las mujeres que incluimos en este tipo tienen en común el hecho de poseer un involucramiento militante frágil y pasivo, así como también, las caracteriza su escasa participación en la organización. Su acercamiento a la organización suele tener como objetivo ser incluida en un programa social (“un plan”) que les permite el acceso a determinados recursos monetarios necesarios para la reproducción de la unidad familiar de la que forman parte. Desde un comienzo estas mujeres tienen un vínculo lábil con la organización. Los tiempos y horarios en los que, en tanto “contraprestación” informal del subsidio social que poseen18, asumen un rol específico (cocinera, cuidando a los niños) en el marco de una actividad comunitaria de la organización (comedores, etc.), son extremadamente acotados y pautados. Luego de que trascienden el tiempo en el que “cumplen” con las tareas que involucran su rol, su cotidianeidad se desvincula radicalmente de la organización.

Militancia y transformación de la subjetividad: una tipología ¿Todas las militantes de la organización ponen en juego las estrategias señaladas? ¿Toda militancia es transformadora de la subjetividad? La tipología que sigue a continuación, precisamente, intenta dar una respuesta “provisoria” a las preguntas realizadas a partir de analizar la relación entre involucramiento militante y transformación de la subjetividad. Hemos podido construirla luego de establecer regularidades y diferencias entre las distintas participantes en lo que respecta, entre otros aspectos, a: los roles, grados y formas que adopta la participación en la organización, los sentidos que les otorgan a su militancia, el tiempo que ha transcurrido desde que son parte de la organización, así como también, la propia percepción de las participantes en torno a los efectos de la militancia sobre su subjetividad y cotidianeidad.

Yo vengo los martes y los jueves a la mañana (…) lo que ocurre después [en el local] no te lo puedo decir porque vengo a ese horario y luego yo me voy a mi casa y entonces ya no sé que es lo que pasa acá (Julia, 47 años).

Efectivamente, a lo largo del trabajo de campo hemos observado una diversidad de situaciones no asimilable a una categoría única de subjetividad femenina participante en la organización. En el proceso de búsqueda de factores que nos permitan comprender las diferencias y similitudes, vimos que en el interior de cada tipo se constituía una forma de involucramiento semejante, la cual, tal como lo dejaban entrever los discursos de las propias protagonistas, se expresaba en la ausencia o existencia de cambios similares en la subjetividad de las militantes, factibles de ubicar en el mismo tipo.

Perciben e identifican el papel y las prácticas que desarrollan en el local como un trabajo, no como parte de una actividad militante y política, de allí que asocien su participación con significaciones propias del mundo laboral:

Antes de continuar, cabe aclarar que la tipología no conlleva una mirada normativa -no establece jerarquías fundadas en un supuesto deber ser-, ni pretende sostener una correlación monocausal entre militancia y subjetividad desligando ambos polos de otras dimensiones de la vida social, sino que, retomando la propia perspectiva de las protagonistas, intenta dar cuenta del papel de una di-

 En la mayoría de los casos son beneficiarios del Programa de Emergencia Comunitaria (PEC), que la FTV en tanto Organismo Responsable administra en el momento de realizarse el trabajo de campo.

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Su involucramiento militante es débil, “periférico” y circunscripto territorialmente. Participan en el local de la organización anclado en su territorio, pero no lo hacen —o lo hacen de forma esporádica— en el marco de otro tipo de espacios y actividades políticas o sociales desarrollados por la organización tanto dentro como fuera de los marcos de su barrio. Si bien asisten a las reuniones organizadas por la referente de su núcleo territorial, tienen una escasa participación en las marchas (a las que en muchos casos prefieren no ir), concurren esporádicamente a los espacios de formación y discusión política, y muy ocasionalmente asumen responsabilidades que excedan las propias del papel que se les ha asignado.

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cipación en la organización.

Ingresé porque me enteré que estaban anotando. Yo no puedo tener ningún otro plan, tengo cinco chicos y bueno me anoté, y cuando empecé a cobrar vine a cumplir. Yo estoy cumpliendo en la cocina, cocino (Marcela, 24 años).

Los motivos que impulsaron a las mujeres que nucleamos en este tipo a participar e involucrarse en la FTV no son homogéneos, más bien, son diversos y heterogéneos. Si bien al igual que lo que ocurre con las motivaciones descriptas en el tipo previo, la obtención de recursos materiales es un argumento recurrente, en este “conjunto” también se registran otras motivaciones, tales como “superar una depresión” o “ver si me hacía sentir mejor”.

La endeble inserción y vinculación de estas mujeres con la organización, sumado a una situación personal de profunda inestabilidad y precarización laboral y, consiguientemente, de escasez de recursos, permiten comprender por qué en muchas ocasiones su participación en la organización asume un carácter transitorio. Ante la posibilidad de insertarse en “otro” trabajo la decisión es alejarse del local:

Estas mujeres han construido un vínculo cercano, extenso temporalmente y sólido con la organización. Las mujeres aquí incluidas, transcurridos un tiempo desde su vinculación con la FTV, devinieron protagonistas de un proceso de acrecentamiento de sus responsabilidades dentro de la organización. Han empezado a militar en la organización asumiendo un rol particular, abriendo el local o siendo las responsables de brindar apoyo escolar a los chicos del barrio: sin embargo, los grados y sentidos que invisten su participación y la vinculación entre ellas y la FTV se han ido reconfigurando al calor de su creciente intervención en los espacios y prácticas de formación y socialización militante como las asambleas barriales o las acciones colectivas de protesta, entre otros. En el marco de un progresivo proceso de involucramiento con la organización y su militancia, las mujeres que hemos incluido en este tipo ven ampliarse notablemente el abanico de roles militantes que asumen. En este sentido, una entrevistada sintetiza cómo es el proceso que atraviesan estas mujeres:

Estoy anotada e hice suplencias en un colegio al que me fui a anotar en el Consejo Escolar. Yo ya hice este año suplencias de portera, pero ahora no me salieron. Cuando me sale alguna voy, cumplo, viste, hasta el día que quede efectiva. Ese día ya le avisaré [a la referente del local] y ya no vendré más (Julia, 47 años).

En el caso de estas mujeres la impronta ya caracterizada que adquiere su participación en la FTV no las impulsó a entablar negociaciones y nuevos acuerdos intradomésticos con sus parejas o cónyuges, dado que la misma no produjo la necesidad de realizar cambios sustanciales en la dinámica interna de la organización doméstica. La distribución de las tareas y actividades concretas no se vio alterada en clave de género por su participación en la organización.

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Estas mujeres manifiestan que su militancia no ha generado cambios en lo que respecta a la división sexual de la autoridad y la toma de decisiones en sus hogares. Su participación en la organización no ha producido ningún cambio (como sí ocurre en los tipos que analizaremos luego) en las relaciones de poder en el interior de su vida familiar. Quien encarna la voz más legitimada del hogar y asume las decisiones de mayor relevancia que atañen a todos los miembros de la familia nuclear es el hombre en tanto padre y jefe de hogar. Manifiesta una militante:

El primer año me ocupé de abrir el local. De a poco fui metiéndome: empecé a participar más en las reuniones, en las actividades de salidas. Después el referente me convoca como coordinadora y hacen la presentación en mi barrio, como que yo quedaba de coordinadora. (…) Fui tomando roles que me los fueron otorgando y me los fui ganando, y hoy represento a mis compañeros en la asamblea distrital, entre otras muchas otras cosas más (Gimena, 44 años).

Comenzaron su militancia como una actividad que les relevaba escaso tiempo de su cotidianeidad, protagonizando un rol particular de poca responsabilidad, pero su paulatino involucramiento militante, observable, entre otros indicadores, en la adopción de múltiples roles militantes, ha hecho que la frontera entre su vida cotidiana y la militancia se vuelva difusa. Los tiempos de la militancia y de la cotidianeidad “no militante”, se confunden, se entrecruzan y se tensionan. Como describe Amelia:

Siempre es mi marido el que dice para qué usamos la poca plata que podemos tener de ahorros. Si para arreglar algo de la casa o para irnos unos días a la costa y esas cosas. Para mí mejor, me saco un problema de encima, además él es el que trae casi toda la plata. También él, como es su padre, decide qué castigo se le pone a los chicos cuando hacen algo muy malo (Julia, 47 años).

En ese marco, niegan que la participación en la organización haya producido cambios en torno a su propia autopercepción y, en este sentido, no identifican formas novedosas de “estar en el mundo” y de autopercibirse. II. Femineidades en transición: la militancia activa (subjetividades femeninas en proceso de cambio)

Vengo a la mañana, vengo a abrir el local. Esta es mi segunda casa. Creo que a veces te aferras acá (…). A mí me gusta lo que hago acá y si puedo dar más lo doy, el tema es que a veces no me da el tiempo. Pero yo vivo más acá que en otro lado (Amelia, 22 años).

Este tipo está conformado fundamentalmente por mujeres que, a diferencia de lo que ocurre en el tipo precedente, protagonizan un involucramiento militante activo y consolidado, adjetivos que también caracterizan su parti-

La asunción de una militancia más activa, que conlleva su mayor involucramiento, las ha llevado a adoptar nuevas estrategias y arreglos, maximizar los tiempos, etc., para dar cuenta de sus tareas y responsabilidades cotidia-

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Mujeres, militancia popular y subjetividad... nas, como también a entablar negociaciones puntuales con sus esposos o parejas, y con sus hijos/as con respecto a situaciones precisas o determinadas, aunque en lo fundamental en sus hogares continúa primando una matriz tradicional de división sexual del trabajo. Para estas mujeres la militancia no supuso abandonar o distribuir las tareas inscriptas en los papeles clásicos. En tal sentido, el caso de Alfonsina es significativo:

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mujeres que entrevistamos señalan algunos cambios en lo que respecta a su participación en las decisiones en el interior del hogar. En tal sentido, sostiene una militante: Antes todas las decisiones de la casa las tomaba mi marido, pero ahora pienso que no tiene que ser así, que nosotras también tenemos que participar y decidir. A veces charlamos y otras veces discutimos bastante, pero me siento más segura de mí misma desde que vemos estas cosas en los talleres de género [en la SEGIO], entonces puedo discutirle (…). (Alfonsina, 44 años).

A: Yo antes de venir a la FTV estaba todo el día en mi casa, pero desde que estoy acá, hago muchas cosas, voy a las charlas, etcétera. Entonces ya no es como antes que tenía tiempo para hacer todas las cosas de la casa. Ahora cuando voy a una marcha y sé que voy a llegar tarde le digo a mi marido que él haga la comida para los dos y para nuestros hijos.

Si bien se abren nuevos canales de negociación, la distribución desigual de capitales, no sólo económicos sino también simbólicos entre los sexos, sobre la que en definitiva se asientan estas negociaciones, dificulta enormemente que se generen decisiones compartidas que incorporen los deseos de las mujeres. Los esposos o parejas de estas mujeres parecen aceptar que se tomen decisiones de modo negociado con ellas sólo en torno a ciertos tópicos y no frente a otros.

E: ¿Qué pensó tu marido ese cambio? A: No le gustó nada, pero se fue adaptando y comprendiendo que para mí era importante ir a los talleres, las marchas (…). Tampoco es que él ahora tenga que hacer mucho en la casa, lo único que le pido es que me cubra cuando voy a las actividades (…). Es un tema que lo vemos bastante en los talleres de género, que el hombre también tiene que hacer cosas en la casa (Alfonsina, 44 años).

Quienes han sido incluidas en este tipo no perciben los roles que protagonizan como laborales, sino que, por el contrario, dado que se asumen a sí mismas como mujeres militantes entienden que sus múltiples papeles y actividades son parte de su militancia. En tal sentido, se manifestó Gimena:

Como se desprende de los últimos testimonios estas mujeres establecen una serie de negociaciones y acuerdos con los distintos miembros del hogar (esposo e hijos/as) con el objeto de que éstos se comprometan más con las tareas comunes del mismo. El tipo de acuerdo que suele establecerse puede ser excepcional —cuando el esposo cocina un día que hay una marcha por la noche, por ejemplo— o puede adquirir un carácter más estable y duradero. Alfonsina ilustra este último tipo:

La FTV es mi segunda casa, no me creo una gran militante porque para eso me falta, pero amo lo que hago, me encanta participar y hacer cosas para cambiar, y para ayudar a los demás. Yo cada vez que puedo participo de las actividades porque hay que estar (Gimena, 44 años).

En el marco de su militancia estas mujeres asisten a las charlas y talleres sobre tópicos tales como violencia sexual, aborto, desigualdades e inequidades de género, que la SEGIO organiza y dicta en los barrios populares. Estos encuentros han formado en las mujeres una nueva conciencia de género que se expresa en un lenguaje de derechos.

Mi hijo ya sabe que todos los martes voy a la asamblea y que él se tiene que quedar a cuidar a la hermana. Antes faltaba un poco más a las asambleas o iba con el nene. Pero ahora ya no (Alfonsina, 44 años).

Trabajamos mucho por los derechos de la mujer (…). Es por los derechos humanos, por los derechos de la mujer es que se camina, acá los sábados en varias ocasiones hay reuniones que las da Emilia, para hablarles a las mujeres que no tienen que dejarse golpear, que no tienen que dejarse avasallar, que no solamente un golpe es violencia (…). El tema de la violencia lo sufrimos día a día (Mercedes, 45 años).

En mi casa casi siempre hago las cosas yo, salvo cuando tengo una actividad de la organización. Ahí, a veces le pido a mi marido que haga la comida. Me gusta cuando hace cosas de la casa, y además, como siempre lo charlamos con las otras mujeres en las charlas de género, el hombre también tiene que colaborar, pero siento que estoy faltando a mis obligaciones si no hago las cosas de la casa (Carmen, 45 años).

Desnaturalizar el lugar de subordinación a las que son sometidas y conocer los derechos que las asisten, estimula y refuerza su militancia en dos sentidos: por un lado, las impulsa a participar en actividades tradicionalmente masculinas (como los debates políticos) sin vivirlas como una acción contraria a “lo que debe hacer una mujer”, y por el otro, introduce un nuevo eje de reivindicaciones en su militancia, la igualdad de género.

El desarrollo de nuevos procesos de negociación no se circunscribe a la distribución de las tareas y responsabilidades del hogar, sino que también alcanza los momentos en que se asumen decisiones de mediano y largo plazo en el seno del espacio doméstico. En sus testimonios, las

Las mujeres enmarcadas en este tipo, son militantes para las que la política ha abandonado la condición de

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Ahora bien, es dable remarcar que pese a que protagonizan acuerdos, así como también delegan ciertas tareas, las mujeres continúan percibiendo los roles domésticos como una responsabilidad esencialmente personal. Así lo sostiene Carmen:

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dominio lejano, incomprensible y masculino con el que se la asociaba antes de participar en la organización. Se ha modificada radicalmente esa imagen negativa, la política ha devenido una práctica cercana, inteligible y, sobre todo, “necesaria”:

asisten a los plenarios y a reuniones políticas con dirigentes de otras organizaciones, organizan marchas y manifestaciones, entre otras muchas actividades. La militancia permea toda su cotidianeidad, sus extensas rutinas diarias se estructuran en torno a las diversas tareas y responsabilidades militantes, las cuales, demandan, para ser bien resueltas, el compromiso y el esfuerzo de estas mujeres a lo largo de toda la jornada.

Yo antes pensaba que la política era sólo cosa de hombres, pero además que no servía para nada y que solamente era cosa de los políticos. Hoy veo que es cosa de hombres y mujeres, y que es necesaria para cambias las cosas, es la única forma que tenemos de cambiar cosas (Carmen, 45 años).

La necesidad de alta dedicación que requiere esta forma de militancia impide que las mujeres que la encarnan puedan continuar asumiendo regularmente los roles y las tareas que tradicionalmente efectúan las mujeres en el hogar, lo cual impacta de modo muy profundo en la organización cotidiana de sus hogares. Así lo deja entrever Paula:

Terreno privilegiado de las disputas políticas, el espacio público no es una esfera que estas mujeres prefieran no intervenir. Por el contrario, asocian la alegría e incluso cierta forma de liberación a sus experiencias de participación en las acciones colectivas de protesta.Manifiestan ansiedad cuando ha pasado el tiempo y “ya no ven la hora” de volver a las calles, plazas o rutas.

Ahora mi marido hace de todo en la casa. Aunque me costó mucho lo logré. Le enseñé a cocinar, lavar, limpiar. Ahora es muy ordenado. Y lo mismo pasa con mis hijos, que también tienen asignadas algunas tareas. Lo que pasa es que desde que estoy militando tanto yo ya no doy a basto, entonces de a poco fuimos charlando estas cosas (…). Un día me senté con mi marido y le pedí que se comprometa en serio con las tareas de la casa, y de a poco lo fue haciendo. Pobre, a él le costó mucho cambiar (…). Cuando yo me voy, él sabe que es el responsable de la casa y que tiene que hacer las tareas del hogar (Paula, 43 años).

A mí sí me gusta mucho salir…, a mí me encanta particip8ar de las marchas, y a mi hija también, yo no veo la hora que haya una marcha (…). A mí me gusta, me gusta porque digo, yo me llevo bien con todo el mundo. Muchísima gente me saluda, muchísima gente viene a hablar conmigo (Francisca, 51 años).

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Finalmente, quienes integran este tipo, identifican cambios en sus formas y maneras de auto percibirse y posicionarse frente a los otros. Los vinculan con un proceso de crecimiento personal que hna vivido en el marco de la organización. Mayor confianza en sí mismas, elevación de la autoestima y fortalecimiento de la imagen de sí son los pensamientos y sentimientos que las dominan.

A diferencia de lo que ocurre en el tipo precedente, estas mujeres no sólo establecen acuerdos puntuales con sus esposos o parejas (y/o hijos/as) para delegar ciertas tareas, sino que “van más allá”, celebran un pacto fundante de un nuevo orden intra-doméstico, un pacto que instituye una reconfiguración muy profunda de la división sexual del trabajo y la organización doméstica. Si previamente a éste las actividades en el interior del hogar recaían principalmente en ellas, luego de un proceso de demandas y negociaciones que tienen como correlato el establecimiento de un nuevo acuerdo, se producirá una novedosa colectivización de las tareas y responsabilidades. Todos los miembros del hogar asumen la responsabilidad de realizar determinadas actividades domésticas, los papeles tradicionales de género entran en crisis para dar lugar a una verdadera (re)distribución de los roles y tareas en la que estos últimos se desacralizan y flexibilizan. El relato de Emilia así lo expresa:

Yo hoy tengo otra mirada, tengo otras posibilidades, y no soy la misma de antes. Cuando vos te sentás a debatir y a decir lo que vos pensás o lo que creés es porque vos cambiaste, porque si no sería como años atrás que yo me podía sentar acá en esta mesa pero me ponía a escuchar a todo el mundo, porque no tenía opinión. Yo era una persona que no hablaba. Era una persona que no decía (…). Hoy si tengo que sentarme con vos, debatir, discutir algo lo voy a hacer, y hace años atrás no (Alfonsina, 44 años).

Sus discursos subrayan las discontinuidades positivas que el proceso que supone la participación activa en la organización produjo en sus personalidades. Cambios y mutaciones que les permiten ampliar tanto sus márgenes de acción, como su propio horizonte personal.

Mi marido me espera con la comida, tenemos una hija de quince años, la más chica, a la que lleva al médico. Como yo estoy militando todo el día, él hace muchísimas más cosas en la casa, incluso él va a las reuniones del colegio, se ha ocupado absolutamente de todos los roles que son comúnmente de mamá. Si por alguna razón él no puede cumplir con determinada tarea, alguna de mis tres hijas lo hace, además de las tareas que les tocan comúnmente (Emilia, 60 años).

III. Femineidades alternativas: No puedo vivir sin esto (subjetividades femeninas en lucha) Estas mujeres también han sido protagonistas de un proceso de acrecentamiento de roles y responsabilidades dentro de la FTV, aunque en este caso, su participación e involucramiento con la organización no es sólo activo y consolidado sino total. Destinan gran parte del día al cargo que desempeñan en el marco de alguna dependencia estatal, pasan algunas horas de la jornada en el local barrial, forman parte de distintas Secretarías de la FTV,

Este proceso de colectivización y descentralización de los roles, tareas y responsabilidades domésticas también abarca y se manifiesta en la toma de decisiones dentro del hogar. En efecto, las mujeres que nucleamos en este

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Mujeres, militancia popular y subjetividad... tipo son protagonistas de un proceso de paulatino cuestionamiento y transformación de la antigua situación de virtual monopolización masculina de las decisiones que reinaba en sus hogares. El relato de Lucía da cuenta de los cambios sustanciales que se han producido en su espacio doméstico:

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Yo jamás pensé que iba a hacer las cosas que hago desde hace un tiempo en la FTV (…). Suelo estar al frente en las marchas, tratando de ordenar la columna, viendo qué es lo que pasa y evaluando con otros dirigentes cómo va la cosa [se refiere a la marcha] y cómo sigue. Ahí no hay tiempo para distraerse, hay que estar muy atenta tratando de ver cómo va todo. Es mucha responsabilidad, hay que cuidar a los compañeros y compañeras (Paula, 43 años).

Antes como que no se discutían mucho las cosas, era mi marido el que tomaba las decisiones más importantes, pero ahora las cosas son distintas, eso también cambió bastante en los últimos tiempos. Ahora las decisiones las tomamos entre los dos (…) (Lucía, 34 años).

De tal modo, estas mujeres al mismo tiempo que valoran positivamente la visibilidad y capacidad de reclamo a la FTV que posibilitan las acciones colectivas de protesta desarrolladas en el marco del espacio público, asocian su participación en las mismas con sentimientos de responsabilidad y cuidado de los/as otros/as.

Como lo muestran los últimos testimonios la participación y el involucramiento militante genera múltiples cambios en la esfera doméstica de estas militantes. Ello ocurre no sólo por factores objetivos (mayor tiempo fuera del hogar, etc.) sino también por la formación en estas mujeres de una conciencia de género en el marco de la SEGIO. Conciencia que está en la base de esos cambios y transformaciones, así como también, en la profunda reformulación de sus representaciones de género. Paula relata:

Asimismo, cabe señalar que las mujeres que integran este tipo identifican y subrayan como positivo el proceso de profunda reconfiguración que ha sufrido su subjetividad en el marco de su militancia en la FTV. En ellas la política ha viabilizado una nueva subjetividad. Como en el caso de Paula, quien siente que “luego de que entraste, ya no podés volver a como era antes”, y que hoy es “una mujer nueva”:

Yo cambié en muchas cosas la forma de pensar. Antes no pensaba como ahora, por ejemplo, yo tenía incorporado el trabajo social desde chica, pero no el tema político. Siempre lo relacionaba más con los hombres, por eso a mí me costó mucho empezar a desarrollar lo que es la política. Ahora obviamente ya no lo veo así pero antes sí. O con el tema del liderazgo, también pensaba que era más bien una cuestión de hombres, pero ahora creo que no es así para nada, las mujeres podemos ser muy buenas líderes (Paula, 43 años).

Vas cambiando tu modo de pensar con la participación, en la lucha. (…). Te cambia totalmente la mentalidad. Luego de que entraste, ya no podes volver a como eras antes, no sólo cambiás en tu forma de ver las cosas sino también en tu forma de ser. Yo soy una mujer nueva. (Paula, 43 años).

Una mayor autoafirmación y seguridad en sí mismas son los elementos centrales que destacan estas mujeres en el momento de señalar los cambios que la militancia total que asumen, produjo en su autopercepción y personalidad. Cambios que se inscriben en el marco de una profunda transformación y reconfiguración de sus subjetividades, que las impulsa a autopercibirse como “mujeres nuevas”.

Estas mujeres han cambiado su percepción y valoración tanto de la política como de las acciones colectivas al calor de su participación de la organización. Su involucramiento militante las ha llevado a valorar positivamente la actividad política, pero no sólo la consideran como una tarea “necesaria” sino también “apasionante” y “cotidiana”. Nuevamente retomamos el testimonio de Lucía, quien afirma:

Conclusiones La experiencia militante que protagonizan las mujeres de la FTV que hemos entrevistado se encuentra atravesada por múltiples conflictos, tensiones y obstáculos específicos vinculados a los roles, responsabilidades y expectativas que son depositados en ellas en tanto que mujeres. La conciliación de la resolución de sus muchos roles, devenidos de la multiplicidad de inserciones sociales que poseen, demanda para gran parte de estas militantes no sólo la implementación de un conjunto de arreglos y estrategias sino también la realización de considerables esfuerzos personales de orden físico, afectivo, etc. En efecto, las mujeres más comprometidas con su militancia deben elaborar un conjunto de estrategias individuales para lograr armonizar las tensiones y demandas que generan su trabajo productivo, el trabajo doméstico y sus responsabilidades como militantes en el marco de la FTV. Extender la jornada de trabajo doméstico, organizarse y jerarquizar las tareas, delegar determinadas responsabili-

Son las mujeres de la FTV que organizan y dirigen las acciones colectivas de protesta. Cuando se realiza una marcha ellas se sitúan al frente, deciden junto con otras y otros dirigentes, cuándo avanzar y cuándo detenerse (por ejemplo, frente a un Ministerio), cuándo dar comienzo a la marcha y cuándo desmovilizar a las bases para finalizar con la acción de protesta. Como nos dice Paula:

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R e v ist a d e E studi os Mar ít imos y S o ci a le s

Hace algunos años pensaba que la política era mala. Yo venía desde la iglesia, “Odio la política”, decía, hasta que empecé a entender, que hay distintas formas de hacer política y que toda la política no es mala. Y hoy me apasiona, es algo que hago cotidianamente, todos los días cuando milito, y cada vez me gusta más (…). Y lo mismo me pasó con las marchas y esas cosas. Antes pensaba que lo único que hacían era molestar a la gente, y pensar que ahora soy una de las que las organizo. Las marchas y los piquetes son la forma que tenemos de que se se nos vea y de reclamar lo que nos corresponde. (Lucía, 34 años).

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Marcelo Barrera

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dades (generalmente en otras mujeres, tales como amigas, vecinas, etc.), son las estrategias y/o arreglos individuales más utilizados con los que intentan conciliar los roles privados y los roles militantes.

nas de ellas. Finalmente, quisiéramos destacar que, es sólo bajo determinadas condiciones que la experiencia de militancia que protagonizan estas mujeres genera cambios en sus respectivos espacios domésticos, como así también en su propia subjetividad. La tipología que elaboramos hacia el final del artículo pone a la luz en primer lugar, que no todo tipo y grado de militancia genera necesariamente cambios en ese sentido; y en segundo lugar, que los posibles efectos de la experiencia de militancia tanto sobre la subjetividad de las militantes cómo sobre la esfera doméstica en que habitan son heterogéneos, y que, esa heterogeneidad se encuentra estrechamente vinculada con el tipo y el grado de compromiso con la organización y la militancia que asume cada una de las militantes.

Esas tensiones se ven potenciadas por los distintos discursos obstaculizantes de su militancia, pronunciados tanto por sus esposos o parejas, como por los compañeros de la organización, a los que deben sobreponerse para poder continuar desarrollando su militancia. Frente a esos discursos, las mujeres que entrevistamos ponen en juego otro conjunto de estrategias individuales y colectivas que tienen por objeto prevenir, neutralizar y/o superar sus efectos inhibitorios. Realizar todas las tareas domésticas antes de ir a una actividad de la organización, así como menospreciar y/o ridiculizar las intervenciones y reprensiones verbales realizadas por los hombres, son sólo algu-

Recibido: 24/06/2012

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Aceptado: 18/09/2012

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