Género, sexualidad y miedo: la violencia sexual contra mujeres en el metro de la Ciudad de México en la actualidad

July 26, 2017 | Autor: Quetzalli López | Categoría: Gender Studies, Sexual Violence, Gender and Sexuality, Violence Against Women
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Descripción

ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA INAH

SEP

Género, sexualidad y miedo: la violencia sexual contra mujeres en el metro de la Ciudad de México en la actualidad

TESIS QUE PARA OPTAR POR EL TITULO DE LICENCIADA EN ETNOLOGÍA PRESENTA Itzel Quetzalli López Ramírez

DIRECTORA DE TESIS: Dra. Melissa Fernández Chagoya ASESORA: Mtra. Laura Vázquez Vega

MEXICO, D.F.

2015

A las mentes (¿ingenuas?) que creen en la antropología como instrumento crítico contra la dominación. A los espíritus (inocentes) que imaginan otras realidades. Otras más justas.

Agradecimientos esenciales para Eugenia y Alejandro, quienes me enseñaron a ser sensible y cuestionar. Agradecimientos amorosos para las pilares Ado y Obdulia, para mis hermanitos y Jesús, para las y los López Miranda y para las y los Ramírez Barradas, les quiero mucho. Para mis amigas y amigos, hermanas y hermanos, por estar ahí siempre, por compartir la música, por todas sus acciones de aliento, por los cariños que me permitieron sobrevivir a este trayecto, les quiero un montón. Agradecimientos enormes para Melissa: por creer en este proyecto desde el principio y por los incontables gestos de apoyo y motivación. Agradecimientos sustanciales a Laura por hacerme sentir identificada, por los ánimos, por el esfuerzo que invierte en la licenciatura de Etnología, por su compromiso con el enfoque de género y por asesorar esta tesis a pesar de la carga de trabajo. Agradecimientos cálidos para el equipo GENDES: gracias por recibirme y brindarme tantas oportunidades de aprendizaje. Muchas gracias a Mónica por sus conversaciones, por leerme e inyectarme estímulo para concluir. Agradecimientos sinceros a Susy Agustín, José Luis Caudillo y Oscar Coutiño por su apoyo dentro del Instituto de la Juventud del D.F. Un agradecimiento afectuoso al Mtro. Raúl Arriaga por su apertura y sus enseñanzas, por recibirme siempre con esa buenaondés que le caracteriza. Gracias al Centro de Estudios Antropológicos de Género (CEAGSE) “Marinella Miano” de la ENAH, apoyado por la Universidad de Vigo (UVIGO) y la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID), así como a la CNBES, por el soporte financiero otorgado para la realización este trabajo. Finalmente, muchas gracias a mi querido Julito y a todas las personas entrevistadas por dejarme entrar a sus palabras y a sus hogares.

CONTENIDO Contenido ............................................................................................................... 1 Introducción ............................................................................................................ 3 1.

De cómo la cotidianidad deviene trabajo de tesis ........................................... 7 1.1. Bosquejando las categorías ......................................................................... 9 1.2. Algunas justificaciones ................................................................................11 1.3. El contexto ..................................................................................................14 1.4. ¿Qué pretende este trabajo? ......................................................................15 1.4.1. ¿Por qué esta es una investigación feminista? .................................17 1.4.2. Género, sexo y binarismos ................................................................20 1.4.3. El sistema heteronormativo ...............................................................21

2.

Feminismos y teorías de género: nuestro marco de referencia .....................23 2.1. ¿Qué es eso del feminismo?: una cronología del movimiento ....................23 2.2. Debates sobre sexo y género .....................................................................28 2.2.1. Representar, hacer, performar y ¿destruir? el género .......................35 2.3. Políticas públicas que emanan de ciertos feminismos ................................39 2.3.1. El Programa Viajemos Seguras .........................................................40

3.

El metro y la urbe bajo la lente antropológica ................................................45 3.1. Antropología, etnografía y ciudad ...............................................................46 3.1.1. La ciudad y sus características ..........................................................48 3.1.2. La antropología urbana en México ....................................................51 3.2. El metro como unificador de territorios ........................................................52 3.2.1. Antes del metro..................................................................................56 3.2.2. El Sistema de Transporte Colectivo-Metro ........................................58

3.3. Cotidianidad en el metro: una descripción etnográfica de los trayectos por la línea B ................................................................................................................61 3.3.1. Contexto espacial ..............................................................................64 3.3.2. Trayectos tortuosos ...........................................................................64 3.3.3. En calma ............................................................................................72 4.

En voz de usuarias y usuarios .......................................................................75 4.1. Vivir en la periferia: “¿qué más te ofrece el Estado de México?” ................77 4.2. Analizando la violencia sexual ....................................................................84 4.2.1. Violencia y masculinidad: la necesidad de dominar...........................85 4.2.2. Las experiencias de violencia sexual.................................................86 4.2.3. Naturaleza o patología: el discurso subyacente ................................97 4.2.4. Miedo, fuerza y uso de los espacios públicos ....................................99 4.3. Cotidianidad y Programa Viajemos Seguras .............................................101 4.3.1. Territorios en pugna.........................................................................101 4.3.2. El Programa según sus usuarias y usuarios ....................................104 4.3.3. El Programa desde el Estado ..........................................................108

Conclusiones: contrastando hipótesis y evidencias. ...........................................111 Sobre las posibilidades teóricas .......................................................................114 Pensado en posibilidades prácticas .................................................................115 Lista de referencias .............................................................................................117 Anexo: pauta de entrevista ..................................................................................131

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INTRODUCCIÓN El presente texto integra una descripción y análisis de las experiencias de hombres y mujeres en torno a eventos de violencia sexual ocurridos en la línea B del metro de la Ciudad de México en la actualidad, entendiendo la violencia sexual como expresión de las relaciones de poder entre los sexos/géneros. Asimismo, dentro de este análisis me pregunto si la medida de separación por sexos llevada a cabo al interior del metro como parte del Programa Viajemos Seguras, sin haber implementado acciones profundas de información ni sensibilización dirigida a usuarias y usuarios, realmente ha sido favorable para la “erradicación” de la violencia sexual o más bien refuerza cierta ideología dicotómica que no conduce precisamente al trato simétrico entre las personas. Para resolver tal cuestionamiento me propuse interrogar a las usuarias y usuarios sobre su experiencia con el programa de separación; además sé que hay hombres y mujeres inconformes con las situaciones de violencia sexual, pues efectivamente las visiones sociales frente a este problema se han ido modificando; no obstante, el discurso dominante subyace aún a la “voluntad” de cambiar el estado de cosas. Por ello, la intención de este trabajo fue generar alguna idea sobre las condiciones que permiten que las agresiones sexuales en el metro sigan ocurriendo, a pesar de la puesta en marcha de medidas contra ello. Así, recabé y analicé las experiencias tanto de mujeres como de hombres que han vivido o han sido testigos de algún tipo de violencia sexual en dicho transporte público y que, al mismo tiempo, viajan diariamente bajo la dinámica que establece el Programa Viajemos Seguras. El primer capítulo, “De cómo la cotidianidad deviene trabajo de tesis”, funciona como presentación del proyecto de investigación abocado al estudio de las experiencias de violencia sexual que han vivido usuarias y usuarios de la línea B del metro de la Ciudad de México. Contiene las definiciones iniciales de las categorías principales, la exposición de las justificaciones que guiaron el inicio del trabajo y una descripción del contexto social y político del problema en el territorio 3

elegido. Asimismo señala los objetivos del trabajo, las hipótesis a comprobar y, finalmente, la metodología empleada. El capítulo 2 “Feminismos y teorías de género: nuestro marco de referencia” ofrece una descripción de las distintas corrientes feministas a lo largo de la historia. También presenta aportes de diferentes estudiosas y estudiosos en torno al género, el sexo y la sexualidad para conducir a la perspectiva teórica y las definiciones de género y sexo adoptadas en este trabajo. Por último, realiza un acercamiento a las políticas públicas derivadas de los movimientos feministas y su inclusión en la academia, así como una revisión específica de las políticas de este tipo que se implementan en el metro de la Ciudad de México. El tercer capítulo, “El metro y la urbe bajo la lente antropológica”, revisa la relación entre antropología, etnografía y ciudad, el desarrollo de la antropología urbana en México, así como algunos aportes clásicos al estudio de la urbe. Dicha información funciona como preámbulo tanto de una descripción histórica del transporte fundamental de la Ciudad de México y su Zona Metropolitana, el metro, como de una descripción etnográfica de los trayectos cotidianos por la línea B de este sistema de transporte. En el cuarto y último capítulo, “En voz de usuarias y usuarios” se exploran los resultados de las entrevistas realizadas a usuarias y usuarios de la línea B del metro. Debido a los hallazgos, se da cuenta de las implicaciones de habitar esta zona del Estado de México referidas por quienes dan sus testimonios. Posteriormente se revisan las experiencias de violencia sexual a la luz de varios aportes teóricos, y algunas dimensiones analíticas como los mandatos de la sexualidad masculina tradicional y su relación con el poder o los discursos de sexualidad arraigados en la “ciencia”. Finalmente se analizan las experiencias de las personas entrevistadas en torno a la medida de separación por sexos implementada por el Sistema de Transporte Colectivo Metro. En el apartado destinado a las conclusiones, a través de comparar hipótesis y evidencias, se exponen algunas evaluaciones con respecto a esta problemática, 4

dependiendo de los caminos que quisieran seguirse. Con base en estos esbozos quedaría pendiente (quizá para nosotras y nosotros, quizá para las generaciones que vienen) trabajar, más allá de la teoría, en dichas alternativas.

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1. DE CÓMO LA COTIDIANIDAD DEVIENE TRABAJO DE TESIS Al nacer, cada miembro de nuestra especie se inserta inexorablemente dentro de un amplio tejido de normas, saberes, clasificaciones y convenciones establecidas tiempo atrás y cuyo origen exacto no se conoce. Muchas han sido las formas en que las distintas sociedades han construido tales convenciones, sin embargo, aparentemente persiste una tendencia a organizar nuestra existencia y sus múltiples explicaciones a partir de esquemas dicotómicos. Se nos dice que a cada persona, siendo mujer u hombre, le corresponden reglas de conducta, actitudes, espacios y actividades fundados en sistemas de exigencias inherentes a la cultura de la sociedad a la que pertenecen.1 Se nos ha dicho también que las diferencias sociales entre ambos sexos se corresponden con las características biológicas de los individuos: se es hombre o se es mujer porque, cuando se nace, ciertas marcas corporales fueron interpretadas según las pautas culturales del grupo para clasificarlos en una u otra categoría. Si bien me interesa el análisis y el cuestionamiento de las relaciones entre mujeres y varones en nuestra sociedad, no planteo mis preguntas ni hago mis observaciones desde una postura neutral. Quien escribe este texto es una mujer, o más bien, fue moldeada bajo ese supuesto: desde siempre recibió las enseñanzas que se suponen inherentes a su sexo y ha vivido experiencias enmarcadas en dicha asignación. Continúo situándome, pues no hay tal cosa como una mujer universal y homogénea, yo soy una mujer de urbe latinoamericana, de clase media-baja, mi piel es morena, soy mestiza. Desde este lugar hablo y desde aquí he definido el propósito del presente trabajo.

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Desde la perspectiva de Gilberto Giménez (2005) cultura, aunque es un término polivalente en las ciencias sociales y la filosofía, tiene como fin la aprehensión de los procesos simbólicos de la sociedad. La concepción geertziana de la cultura entiende a lo simbólico como el mundo de las representaciones sociales materializadas en “formas simbólicas” tales como “expresiones, artefactos, acciones, acontecimientos y alguna cualidad o relación.” (Gimenez, 2005, p. 68).

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Con respecto a ello, Donna Haraway apunta: No buscamos la parcialidad porque sí, sino por las conexiones y aperturas inesperadas que los conocimientos situados hacen posibles. La única manera de encontrar una visión más amplia es estar en algún sitio en particular. La cuestión de la ciencia en el feminismo trata de la objetividad como racionalidad posicionada. (Haraway, 1995, p. 339) En este escrito se dará énfasis a las relaciones entre los sexos pues creo que, antes de otras distinciones, vivir en cuerpo de hombre o en cuerpo de mujer hace radicalmente distinta la experiencia de transitar por la extensa Ciudad de México. Para mí este tránsito no ha sido siempre agradable y algunas vivencias fueron lo suficientemente preocupantes como para decidir dedicarles un trabajo de tesis. El Distrito Federal en conjunto con la Zona Metropolitana que le circunda es una de las ciudades más extensas y más pobladas del mundo. Dentro del territorio de esta megalópolis confluyen personas de orígenes diversos cuyas formas de vivir la urbe son igualmente variadas. En este espacio categorías como etnia, clase social, estrato sociocultural y, por supuesto, sexo y género,2 se hacen visibles.3 Para desplazarse a través de ella, los millones de habitantes de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) se sirven del Sistema de Trasporte Colectivo Metro (STC). Las instalaciones de esta Red de transporte son escenario del vaivén diario de cada persona: del hogar al trabajo o la escuela, y de regreso a casa. A través de la observación y análisis de la interacción social en este espacio se puede dar cuenta de algunos elementos que caracterizan las relaciones entre varones y mujeres en la sociedad capitalina. En el presente

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En esta primera parte del texto utilizo los términos sexo y género de manera indistinta para referirme a las relaciones entre mujeres y hombres. Más adelante definiré y abordaré la discusión entre corrientes teóricas en torno al uso de ambas categorías. La idea de que categorías como raza, clase, sexo, sexualidad, generación, glocalidad (concepto que fue introducido al feminismo por Gloria Anzaldúa y que hace referencia a la articulación de las particularidades locales con las dinámicas del orden mundial) y religión se intersecan dando como resultado el tejido social, es el fundamento de la teoría de la interseccionalidad. Ver, por ejemplo, Fotopolou (2012). Aunque desde las disciplinas antropológicas el uso del término raza ha sido hondamente discutido y dado a la obsolescencia, lo entiendo aquí, igual que lo hacen desde varias corrientes del feminismo, como categoría política que explica la subordinación de unos grupos sobre otros en contextos históricos específicos (Curiel y Falquet, 2005).

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trabajo analizaré las experiencias de violencia sexual como expresiones de las relaciones de poder entre los géneros.

1.1. BOSQUEJANDO LAS CATEGORÍAS Durante su viaje cotidiano, muchas usuarias del metro son el blanco de ataques físicos como tocamientos o golpes, agresiones verbales e incluso miradas u otros actos que han sido difíciles de tipificar pero que socialmente tienen connotaciones sexuales, no son consensuados y son realizados desde una posición de mayor poder. Estos actos forman parte de los ejercicios o expresiones de la violencia sexual, que en su mayoría son cometidos por hombres y que, como ya mencioné, responden a la expresión de lo que a veces se conoce como sistema sexo/género.4 La Ley General para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia define la violencia sexual como “cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la Víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e integridad física. Es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto” (Instituto Nacional de las Mujeres, 2007b). Muchas autoras y autores como, por ejemplo, Pierre Bourdieu (2000), han señalado que las relaciones entre los géneros son relaciones de poder que favorecen a los varones. A través de la familia, las instituciones de Estado, que incluyen los organismos educativos, la iglesia y los medios de comunicación, nuestra sociedad nos inculca tácita o explícitamente que existen diferencias entre varones y mujeres, además de que existen normas, actitudes y actividades que el individuo realiza dependiendo de la categoría sexual a la que esté adscrito. Las relaciones asimétricas entre hombres y mujeres, entre dominadores y dominadas, se perpetúan por la aceptación de esta dinámica que beneficia a los primeros y

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En 1975 Gayle Rubin propuso el manejo del “sistema de sexo/género” como el “conjunto de disposiciones por el que una sociedad trasforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas” (2003, p. 37).

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subordina a las segundas.5 Se dice, con razón, que las relaciones entre varones y mujeres son relaciones de poder. Sin embargo, el poder no es unidireccional, es decir, no sólo pueden ejercerlo varones contra mujeres, sino que se ostenta dependiendo de la jerarquía, edad o posición, pudiendo modificarse a partir de la correlación de fuerzas (Foucault, 1992). La sexualidad también es atravesada por este discurso, es decir, la sexualidad masculina tradicional también se define en términos de ejercicio del poder. Dentro de este esquema de pensamiento el placer masculino se constituye a partir del uso de los cuerpos femeninos, con consenso o sin él. De modo que las mujeres son el objeto de deseo sexual masculino, objeto de deseo que se concentra en ciertas partes del cuerpo, reduciéndose éste a la función reproductiva o erótica (Seidler, 2000). Es precisamente esa ideología la que fomenta, legitima y promueve las agresiones sexuales contra mujeres. Bajo estos preceptos, es deber de las mujeres protegerse del incontrolable asedio masculino, que supuestamente es parte de la naturaleza del hombre (Córdova, 2003). Aunque más adelante ahondaré al respecto, entiendo que género es “un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y [...] es una forma primaria de relaciones significantes de poder [donde lo masculino subordina lo femenino]” (Scott, 1996, p. 289). Ahora bien, de acuerdo con Jeffrey Weeks, la sexualidad es una construcción histórica que concentra múltiples posibilidades biológicas y mentales: la identidad de género, diferencias corporales, capacidades reproductivas, necesidades, deseos y fantasías que “no necesariamente deben estar vinculadas y que en otras culturas no lo han estado” (Weeks, 1998, p. 20). Estas nociones, género y sexualidad, están relacionadas puesto que ambas se viven en los cuerpos de los individuos, siguiendo mandatos de lo que es o debe ser un hombre o una mujer.

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Esta dinámica de aceptación de la sumisión por parte de la parte oprimida es lo que Bourdieu (2000) denomina violencia simbólica.

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Otro concepto central para este trabajo será la categoría 6 de miedo pues considero que esta emoción condiciona las decisiones de las mujeres sobre utilizar ciertos espacios del metro en determinados momentos, mientras que para los varones no es un condicionante importante. Además, el miedo opera como instrumento de manipulación a quienes saben que pueden provocarlo, en este caso los hombres que violentan a mujeres dentro del metro. En este texto entenderé miedo como el sentimiento que surge del reconocimiento de un peligro, real o imaginario, de estímulos, objetos o representaciones mentales que el sujeto percibe como amenazas (Mannoni, 1984). Con este primer vistazo a las categorías que apoyarán la presente investigación, indico que la intención de este trabajo será describir y analizar las experiencias y percepciones en torno a la violencia sexual entre las usuarias y usuarios del metro de la Ciudad de México.

1.2. ALGUNAS JUSTIFICACIONES En el ámbito académico, el problema de la violencia contra las mujeres ha captado la atención de no pocos investigadores y muchas investigadoras interesadas en la teoría de género y la teoría feminista. No obstante, observé que muchos de los trabajos de este tipo se centran en la violencia doméstica, tomando como base algunas perspectivas circunscritas en ciertos elementos de teoría de género sin integrar otras críticas. Como referentes más cercanos a este trabajo de tesis, que tratan el problema de la violencia sexual en lugares públicos (incluyendo los medios de transporte público) de manera cuantitativa y cualitativa, se encuentran los estudios La discriminación y violencia contra las mujeres en el transporte público de la Ciudad de México (Zermeño Nuñez y Plácido Ríos, 2009) y Del piropo al desencanto. Un estudio sociológico (Gaytán Sánchez, 2009). El primero es un estudio de corte 6

Desde la teoría fundamentada se define a los conceptos como “basamentos fundamentales de la teoría”, mientras que las categorías son “conceptos que representan fenómenos” (Strauss & Corbin, 2002: 110).

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cuantitativo: se analiza la violencia sexual en el transporte público mediante encuestas aplicadas en los Centros de Transferencia Modal (CETRAM) de diferentes estaciones del metro, conocidos popularmente como paraderos, con el fin de evaluar el problema y contribuir a la construcción de una política pública (Zermeño Nuñez y Plácido Ríos, 2009, p. 4). El segundo trabajo analiza el acoso sexual desde su dimensión sociológica a partir de entrevistas cualitativas, esto con el fin de contribuir a su definición pues se le veía como una práctica relacionada con entornos como el laboral pero poco reconocida en espacios públicos ya por la fugacidad de los eventos o por su supuesta condición de “halagos” o “piropos” (Gaytán Sánchez, 2009). La presente tesis ha de compartir el uso de la teoría fundamentada con el trabajo de Gaytán Sánchez. Dicho de manera muy simple, lo que hace particular a esta investigación en torno a la violencia sexual es que se centra en las experiencias de violencia al interior de una zona definida del Sistema de Transporte Colectivo (STC), referidas por personas que la habitan y utilizan dicho transporte diariamente, a través de una metodología cualitativa específica y las técnicas etnográficas características de la antropología. Ahora bien, al igual que muchas mujeres que viajan solas en el transporte público, he experimentado miedo, enojo e impotencia al ser agredida sexualmente. Los relatos de situaciones similares que han llegado a mis oídos nunca fueron muy diferentes a mis vivencias, ni mis sensaciones han sido muy distintas a las de ellas. Ser hostigada, tocada, vista o insultada

por sujetos cobijados por el

anonimato y la vertiginosidad de la ciudad son experiencias que impactaron de manera negativa mi forma de vivir, ver y usar espacios públicos como el metro. A pesar de las vivencias negativas, también me sentí a salvo de posibles agresiones debido a la separación de vagones por sexos/géneros visibles que las autoridades gubernamentales han establecido en los últimos años en varias líneas del metro; esta actividad es parte de lo que se conoce como Programa Viajemos Seguras en el Transporte Público de la Ciudad de México. Sin embargo,

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quedaba en mí la sensación de que esta solución no era del todo benéfica para las usuarias y usuarios, por lo que decidí analizarla en este trabajo. A finales de 2012 establecí contacto con Lucero Ocampo Nájera, servidora pública del metro que formaba parte de la Red de Enlaces de Género del Gobierno de la Ciudad de México, representando al STC Metro. Esta Red deriva del Comité Interinstitucional de Género, organismo que busca la “incorporación de la perspectiva de género en la administración pública del Gobierno de la Ciudad de México” Instituto de las Mujeres del Distrito Federal (Inmujeres D.F., s.f., párr. 3) coordinando acciones como el Programa mencionado. Durante este encuentro, la funcionaria me compartió que “lo curioso es que dentro de nuestras estadísticas sí hemos tenido hombres que han sido abusados por mujeres pero ha sido un 2%, un 98% siempre el agresor es un hombre, un hombre hacia una mujer o un hombre hacia un hombre”. Posteriormente, a través de correo electrónico ella misma me proporcionó una base de datos no publicada que concentra detalles sobre las denuncias por “delitos sexuales” realizadas durante el 2012. En este documento el total de “afectados” [sic] fue de 302 personas, 274 de sexo femenino, 20 de sexo masculino, 3 P.A. (Policías Auxiliares) de sexo femenino y 5 más sin especificar. Cuando presenté mi propuesta de investigación se me cuestionó por qué incluir testimonios de hombres en torno a una problemática que viven en mayor grado las mujeres, en lugar de ceñirme a la recopilación de las experiencias de ellas. Por un lado, mi intención fue recuperar la “otra cara de la moneda” con respecto al uso de espacios y la ideología que sustenta esta distribución del poder. Por el otro, conocer experiencias de varones víctimas de violencia sexual por parte de otros hombres permitiría probar si es posible responderlas enmarcándolas dentro del orden de género: los agresores ven a estos hombres receptores de la violencia como cuerpos vulnerables, cuerpos penetrables (como ocurre con los cuerpos de la mujeres), es decir, cuerpos feminizados.7 También sería de vital

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Aunque este texto se refiere al concepto de trabajo, para entender este concepto vale acercarse a la explicación de Haraway: “El término ‘feminizado’ significa ser enormemente vulnerable, apto a ser

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importancia demostrar que, recordando que dichos casos representan una minoría muy breve, la violencia sexual contra hombres nunca será de la misma intensidad que la violencia contra mujeres; de igual modo, las entrevistas ayudarían a ilustrar este apunte. Finalmente, la motivación para realizar este trabajo surgió de una necesidad personal de explicar estas violencias cotidianas, esperando que los resultados aquí presentados inciten a la reflexión y a una evaluación de las formas y la eficacia de las medidas gubernamentales que combaten la violencia sexual en el trasporte público, dado que nunca habrá mucho que festejar mientras la ideología dominante siga prevaleciendo.

1.3. EL CONTEXTO Con sus 8,851,080 habitantes, la capital mexicana es la segunda entidad más poblada del país según el Censo de Población y Vivienda 2010 del INEGI. El Estado de México ocupa el primer puesto con 15,175,862 personas; sus municipios con mayor población son Ecatepec y Nezahualcóyotl con 1,656,107 y 1,110,565 habitantes respectivamente (INEGI, 2013). La concentración de fuentes de trabajo y educación en el Distrito Federal, o más bien la falta de éstas en la periferia metropolitana, ha hecho necesario el vaivén de millones de habitantes flotantes, mientras que sólo existen dos líneas del metro que atraviesan las fronteras de la capital del país: las Líneas A y B. Hasta hace poco, esta última era la única línea del metro que conectaba directamente a la población del Estado de México con áreas como el centro y sur del D.F. sin tener que pagar un viaje adicional como ocurría al acceder a la Línea A.8 Además, las tarifas de transporte

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desmontado, vuelto a montar, explotado como fuerza de trabajo de reserva, estar considerado más como servidor que como trabajador, sujeto a horarios intra y extrasalariales que son una burla de la jornada laboral limitada, llevar una existencia que está siempre en los límites de lo obsceno, fuera de lugar y reducible al sexo” (Haraway, 1995, p. 284). A partir de diciembre de 2013 se retiraron los torniquetes que conectaban la línea A con las líneas 1, 5 y 9 en la estación terminal Pantitlán.

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público en el territorio del Estado de México son más altas, por lo que el uso del metro se ha vuelto fundamental para la vida cotidiana de muchos mexiquenses. Por otro lado, además de registrarse como una de las entidades con mayor número de feminicidios y desapariciones de mujeres, 9 el Estado de México es conocido por sus deficiencias con respecto a la perspectiva de género y políticas dedicadas a erradicar la violencia contra las mujeres, situación un tanto distinta a la de los últimos gobiernos de la Ciudad de México. Debido a las disparidades entre una y otra entidad, elegí describir la Línea B que recorre desde la estación Ciudad Azteca, en Ecatepec, hasta la estación Buenavista situada en la delegación Cuauhtémoc en el D.F.,10 pensando en que, derivadas de este contexto, existen particularidades en la forma en que las y los habitantes del Estado de México, quienes diariamente cruzan dicha frontera, viven la ciudad.

1.4. ¿QUÉ PRETENDE ESTE TRABAJO? El objetivo general de esta investigación consiste en conocer, describir y analizar las experiencias y percepciones en torno a las agresiones sexuales físicas o verbales entre las usuarias y los usuarios del metro de la Ciudad de México, con el fin de obtener evidencias que sustenten las hipótesis. Como objetivos específicos me he propuesto los siguientes: 

Describir la actividad cotidiana en recorridos dentro de los vagones de la línea B del metro con el fin de obtener una etnografía del espacio en que ocurren los eventos de violencia sexual.

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En el apartado 4.1. ahondo al respecto. La Línea B atraviesa las delegaciones Cuauhtémoc, Venustiano Carranza y Gustavo A. Madero del D.F. y los municipios de Ecatepec y Nezahualcóyotl correspondientes al Estado de México.

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Según el “Informe de actividades Enero-Noviembre 2012” del Programa “Viajemos seguras” en el STC, es en los vagones donde el abuso sexual ocurre con mayor frecuencia (Sistema de Transporte Colectivo, 2012). 

Describir: -

Las experiencias de mujeres que han presenciado o han sido objeto de violencia sexual al interior de la línea B del metro.

-

Las experiencias de hombres que han presenciado o han sido objeto de violencia sexual al interior del metro para obtener evidencias.

-

Las experiencias de hombres y mujeres con respecto a la separación de vagones por sexos del programa “Viajemos seguras”.

Mi hipótesis principal es que la violencia sexual en el metro es expresión del discurso de sexualidad tradicional, según el cual, el placer masculino se constituye a partir del uso de los cuerpos femeninos. La violencia sexual y el miedo general de las mujeres a ser agredidas funcionan como mecanismos de control para el mantenimiento de un orden social en el que los hombres ostentan el poder sobre los cuerpos de las mujeres y el entorno. Además, considero que el sistema de opresión basado en el sexo/género no sólo está arraigado a los gobiernos del D.F. y del Estado de México, a sus instituciones policiacas y a sus instancias “pro-mujeres” sino que, a través del Programa “Viajemos seguras” subraya la diferencia sexogenérica entre las usuarias y usuarios. Ahora bien, la metodología implica teoría, método y técnicas. Con el fin de construir un cuerpo teórico operativo para analizar la violencia sexual en el metro he elaborado un esquema cuyas categorías o conjuntos conceptuales se contienen unos a otros: a nivel de lo macro, este trabajo se inscribe en el feminismo. Dentro de la multiplicidad de posiciones teóricas feministas existentes, yo elegí una perspectiva deconstructiva de las teorías de género. A su vez, este enfoque permite abordar el concepto de Heteronormatividad y sus características, de las cuales se desprende el modelo de sexualidad masculinizado. A partir de este modelo entonces es factible teorizar sobre la violencia sexual, cuyas expresiones en la realidad cotidiana son el foco de atención de este trabajo. 16

A continuación explicaré brevemente en qué consiste cada área conceptual, vistas aquí como niveles teóricos que, si bien sería posible jerarquizarlos de manera distinta, el orden que he expuesto es el que me hace mejor sentido para abordar el problema que aquí concierne.

1.4.1. ¿POR QUÉ ESTA ES UNA INVESTIGACIÓN FEMINISTA? Al comienzo expliqué que este trabajo se ampara en el feminismo pues se persigue un fin político: entender los mecanismos a través de los cuales funcionan las asimetrías de relaciones entre hombres y mujeres haciendo patente la necesidad de su modificación. Para lograr los objetivos y comprobar la hipótesis que presento pienso apoyarme en los planteamientos de lo que Sandra Harding (2004) llama “Nueva Investigación Feminista”, apelando a un método de investigación feminista de “abajo hacia arriba”: Por un lado, debe notarse que las preguntas que la ciencia social tradicional se formula están hechas a partir de las experiencias sociales de los hombres (blancos, occidentales y burgueses) y en favor de ellos. Por eso la investigación feminista define su problemática desde la perspectiva de las experiencias de las mujeres, tomando éstas últimas como importantes indicadores de la realidad contra las que se deberán comparar las hipótesis. Como he señalado arriba, el interés por la problemática de estudio en este trabajo ha surgido de vivencias personales y busco darle respuesta a partir de los testimonios que he recabado en las entrevistas a usuarios y usuarias. Asimismo, los proyectos feministas de investigación y las experiencias femeninas que los originaron tienen que ver con preguntas que un grupo oprimido necesita responder y así encontrar alternativas para modificar sus propias condiciones y no con las situaciones que las instituciones de bienestar, los medios de comunicación, la medicina o el sistema judicial consideran problemáticos para la sociedad

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Por último, el feminismo sugiere que quien investiga se coloque en el mismo plano crítico que su objeto de estudio: la clase, raza

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, creencias,

comportamientos y género deben hacerse explícitos. Con esta práctica, se subraya que el bagaje cultural de las investigadoras feministas condiciona los resultados de su análisis en la misma medida que el de los investigadores sexistas y androcéntricos (Harding, 2004). La elección del tema de este proyecto responde a inquietudes que, si bien no habría tomado en cuenta si no las hubiera vivido, comparto con un sector de la sociedad inconforme con la situación que estudiaré. Con este trabajo inicio una búsqueda personal de explicaciones a un problema que afecta principalmente a las mujeres, incorporando y basándome en las experiencias narradas. Las hipótesis que presento son resultado de experiencias propias y referencias teóricas en las que he visto reflejadas las primeras y busco generar aportes que permitan entender y terminar con la violencia sexual en el metro. Infiero que en este transporte, al implementar la separación por sexos sin ningún tipo de sensibilización, el Estado promueve la asimetría entre hombres y mujeres: esta separación afianza la jerarquización, es decir, las diferencias en el uso del poder, el uso de los cuerpos y el espacio. Para demostrar que el Programa Viajemos Seguras funciona como dispositivo de este sistema heteronormativo me apoyé en técnicas etnográficas como lo son la observación y la aplicación de entrevistas en profundidad a usuarios y usuarias de la línea B del metro, analizándolas

posteriormente

mediante

las

herramientas

de

la

teoría

fundamentada (Strauss y Corbin, 2002). Las palabras y acciones de las personas, incluso las experiencias del/la investigador/a, son la materia prima para analizar con las técnicas que proponen estos autores. Los resultados teóricos de cada estudio proceden del análisis de estos datos, de modo que estos últimos fundamenten los conceptos teóricos. De ahí la importancia de documentar la violencia sexual a través del trabajo de

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Utilizada aquí como categoría política.

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campo y de recolectar y analizar sistemáticamente los testimonios de quienes lo han visto y vivido. Puntualizando, para abordar esta problemática realicé las siguientes actividades: -

Observación participante en puntos elegidos al interior del metro.

Me propuse elaborar una descripción etnográfica de la línea B del metro para tener un panorama general de la actividad social en dicho espacio. A partir de la observación, registré distintos eventos durante los trayectos dentro de trenes y en andenes. -

Entrevistas semiestructuradas a hombres y mujeres usuarios del metro.

Realicé entrevistas semiestructuradas a usuarias y usuarios del metro para recabar sus testimonios en torno a situaciones de violencia sexual. Me propuse realizar un mínimo de 5 entrevistas a hombres y 5 entrevistas a mujeres, esto es tomando en cuenta la cantidad de información que generalmente se obtiene de realizar preguntas abiertas mediante entrevistas semiestructuradas. Finalmente realicé un total de 12 entrevistas, 7 a mujeres y 5 a varones. Amplié el número de entrevistas apelando a que en algunos casos no se presentó saturación de las categorías.12 Los criterios de muestra para las entrevistas fueron: personas mayores de edad, de condición económica media-baja,

13

varones y mujeres empleados y

estudiantes provenientes de las zonas habitacionales de Nezahualcóyotl y el sur de Ecatepec. Como he indicado, también entrevisté a una funcionaria del STC. -

Clasificación de los datos etnográficos y análisis mediante codificación axial.

Dentro de la teoría fundamentada se llama codificación al proceso de análisis por medio del cual se fragmentan, conceptualizan e integran los datos obtenidos para formar una teoría. La codificación axial es el proceso de relacionar las categorías a sus subcategorías. Se denomina así puesto que para codificar los 12

13

Se llama saturación a la condición en que ya no se obtiene información nueva durante la codificación de las categorías, es decir “cuando en los datos ya no hay nuevas propiedades, dimensiones, condiciones, acciones/interacciones o consecuencias” (Strauss y Corbin, 2002, p. 149). Así determinado puesto que la línea B del metro transporta, en su mayoría, a habitantes flotantes de la parte nororiental de la Zona Metropolitana.

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datos se elige una categoría como el eje que enlaza las otras categorías en cuanto a sus propiedades y dimensiones (Strauss & Corbin, 2002, p. 134). De dicho modo, el propósito de la teoría fundamentada es crear ésta mediante el apoyo de los datos extraídos de la realidad. La intención final de este proceso es teorizar, es decir, construir un esquema explicativo que integre varios conceptos por medio de oraciones que indiquen relaciones. Así, una teoría “da oportunidad a los usuarios de explicar y predecir acontecimientos, con lo cual se proporcionan guías para la acción” (Strauss & Corbin, 2002, p. 36). En este sentido, se ofrecerán elementos que respalden las teorías existentes y que, al mismo tiempo, inviten a reflexionar la manera en que se vive y practica la violencia sexual y la forma en que el Estado trata de resolverla.

1.4.2. GÉNERO, SEXO Y BINARISMOS Las teorías de género ofrecen explicaciones científicas acerca de las diferencias entre hombres y mujeres. En este apartado abordo la producción de algunas teóricas estadounidenses: si bien género puede entenderse como un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias entre los sexos y como una forma primaria de relaciones significantes de poder (Scott, 1996, p. 289), también existe el planteamiento postfeminista de que el género debe estar más allá del binario naturalizado si es que se quieren eliminar las asimetrías contenidas en las categorías hombre/mujer, masculino/femenino, hembra/macho, etcétera, puesto que Un discurso restrictivo de género que insista en el binario del hombre y la mujer como la forma exclusiva para entender el campo del género performa una operación reguladora de poder que naturaliza el caso hegemónico y reduce la posibilidad de pensar en su alteración. (Butler, 2006, p. 70-71) Esta crítica a la dicotomía también pasó por la revisión de las categorías sexo y sexualidad. En 1984 Gayle Rubin elaboró una de las “posiciones radicales en torno a la sexualidad” analizando cómo el sistema sexual dominante se ha elaborado desde las relaciones entre los géneros. El término radicalidad debe 20

leerse desde su sentido etimológico: del latín radix, se refiere a lo perteneciente o relativo a la raíz, los fundamentos y el origen de algo, en este caso, al origen de las regulaciones sociales en torno al ejercicio de la sexualidad, pues: El reino de la sexualidad posee también su propia política interna, sus propias desigualdades y sus formas de opresión específica. [Las formas institucionales concretas de la sexualidad] Están, por tanto, imbuidas de los conflictos de interés y la maniobra política, tanto los deliberados como los inconscientes. (Rubin, 1989, p. 2) Un año después, en Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza, Donna Haraway pondría en entredicho la objetividad y la legitimidad de los saberes científicos que han construido la “naturaleza”, pues han sido estas elaboraciones las que han sustentado sistemas funcionales de explotación (Haraway, 1995, p. 63). Así quedaría desmitificado cualquier argumento que sostuviera la categoría sexo en supuestas características biológicas inamovibles. En los apartados 2.2 y 2.2.1 continuaré la revisión de estas discusiones.

1.4.3. EL SISTEMA HETERONORMATIVO Comparto el planteamiento proveniente del feminismo lésbico, materialista, de que existe un discurso heteronormativo interiorizado, legitimado y reproducido por las instituciones. Desde esta corriente teórico-política, cuando se usa el término heterosexualidad no se hace referencia a prácticas, orientación o placeres sexuales sino, siguiendo a Monique Wittig (2006) a el Contrato social fundamental, el cual, en tanto que en la realidad no está establecido de forma asible salvo en sus efectos, aparece como exterior al orden social presuponiendo la existencia inapelable de dos grupos categóricos: hombres y mujeres (p. 67), categorías cuyos contenidos encierran una serie de valorizaciones que mantienen a las mujeres en un estado de opresión, o más bien, “es la opresión lo que crea al sexo y no al revés” (p. 22). Además, Wittig plantea que desde esta dimensión ideológica apoyada por una fuerte tradición filosófica y de las ciencias, “el paradigma al que pertenecen lo femenino, lo oscuro, lo malo y el conflicto se ha visto ampliado con el esclavo, el Otro, el diferente” (pp. 78-79), por lo que la 21

diferencia sexual funciona como mecanismo primigenio de la construcción de la otredad/opresión. Así, al tiempo que como seres sociales son invisibilizadas, las mujeres no pueden concebirse fuera de la categoría sexo: Sólo ellas son sexo, el sexo, y se las ha convertido en sexo en su espíritu, su cuerpo, sus actos, sus gestos; incluso los asesinatos de que son objeto y los golpes que reciben son sexuales. Sin duda la categoría de sexo apresa firmemente a las mujeres. (p. 28) En la misma línea, Collete Guillaumin agrega: Una mujer no es más que una mujer, un objeto intercambiable sin otra característica que la feminidad, cuyo carácter fundamental es el de pertenecer a la clase de las mujeres. (2005, p. 21) La heteronormatividad es, pues, el régimen político asumido en todos los ámbitos de la sociedad, incluyendo al Estado y las instituciones, en el cual los cuerpos de las mujeres son vistos, objetivados y valorizados como seres sexuales, con la obligación absoluta de reproducir la “especie” (fundamento de la economía heterosexual), o sea reproducir la sociedad heterosexual, y son vistas como siempre sexualmente disponibles para los hombres (Wittig, 2006, p. 27). Con ello, vale adelantar aquí que una de las particularidades de la sexualidad masculina tradicional o hegemónica es su estrecha relación con el ejercicio del poder (Harding, 2004).

22

2. FEMINISMOS Y TEORÍAS DE GÉNERO: NUESTRO MARCO DE REFERENCIA Hablar de feminismo no es hablar de un conocimiento unificado sino de un grupo de teorías sociales y prácticas políticas (Fernández, 2012) que, a partir de distintos ángulos, han cuestionado las formas de relación entre hombres y mujeres en diferentes contextos espaciales y temporales. El capítulo que empieza pretende funcionar como guía histórico-teórica del feminismo, con la intención de entender su origen y conocer distintas posturas teóricas puestas en diálogo; varios elementos derivados de este repaso sirven de lente para el análisis de los datos de campo que presento en los capítulos posteriores. Además esta revisión permitirá situar entre dichas corrientes a la medida de separación por sexos del Programa Viajemos Seguras que analiza este trabajo.

2.1. ¿QUÉ ES ESO DEL FEMINISMO?: UNA CRONOLOGÍA DEL MOVIMIENTO La estructura e información vertida en los próximos párrafos son una síntesis de los trabajos de De Barbieri (1986), Scott (2006), De Miguel (2007a, 2007b, 2007c y 2007d) y Fernández (2012). La historia del feminismo es tanto una compilación de las experiencias de las mujeres como un registro de las distintas intervenciones estratégicas usadas en la lucha por su emancipación (Scott, 2006), por eso se habla de la existencia de una multiplicidad de posiciones y corrientes identificadas como feminismos; tal como lo muestra la Figura 1. Así podríamos afirmar que las ideas feministas son tan viejas como la desigualdad entre hombres y mujeres, aunque la manifestación de éstas fue muchas veces acallada por la fuerza de los sistemas político-sociales imperantes. Por ello, y aunque existen evidencias antiguas a favor de la igualdad sexual, desde el sofismo griego o expresiones medievales y renacentistas de inconformidad con el “destino natural” de los sexos (De Miguel, 2007a), 23

habitualmente se sitúa el origen del feminismo moderno en la publicación de la obra Sobre la igualdad de los sexos escrita en 1673 por el filósofo cartesiano François Poullain de La Barre, ya que el texto instaba abiertamente a la igualdad entre hombres y mujeres. Es muy probable que en fechas anteriores a este texto existieran mujeres pensadoras con las mismas ideas y que se vieron impedidas a publicarlas por el hecho de no ser varones o que hayan sido guías o asesoras de Poullain. Las mujeres de la Revolución Francesa también son un referente común para pensar en el inicio del feminismo: al ser excluidas de los postulados del nuevo Estado Revolucionario, 14 se fortaleció su conciencia como colectivo oprimido. Aunque esta toma de conciencia quedó expresada en la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, de 1791, escrita por Olympe de Gouges,15 fue hasta principios del siglo XX que, tanto el Estado francés como la mayoría de las naciones, permitieron la participación política de las mujeres. Como señala Ana de Miguel (2007b), en el contexto de la industrialización capitalista, el siglo XIX presenció el surgimiento de distintas posturas políticas y movimientos, incluso de carácter internacional, sujetos a objetivos particulares distintos pero siempre buscando transformar la condición de las mujeres. Corrientes políticas emergentes como el socialismo, el marxismo y el anarquismo fueron apropiados e interpretados por las mujeres de aquella época que, a su vez, influenciaron a ulteriores generaciones de feministas. Aunque el discurso de búsqueda de igualdad de derechos permanece hasta nuestros días, el “gran” movimiento sufragista (dado en varios países europeos y Estados Unidos) llegó a su fin con la obtención del voto para las mujeres y otros

14

15

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano no confería derechos civiles a las mujeres ni permitía su participación en la política Olympe de Gouges murió en el patíbulo a causa de dicha publicación. Asimismo, en la Inglaterra de 1792, Mary Wollstonecraft publicó Vindicación de los derechos de la mujer, ensayo en el cual apeló abiertamente a la destrucción del derecho divino de los hombres sobre las mujeres y a la institución de los mismos derechos universales, incluyendo el acceso a la educación.

24

derechos ciudadanos.16 Para la primera mitad del siglo XX algunas mujeres de estos países hegemónicos, es decir burguesas blancas, creían que se debía vivir con supuesta satisfacción por haber conseguido igualdad legal, aunque otras más bien conservaban lo que después Betty Friedan llamaría el “malestar invisible” ante el “problema que no tiene nombre” (Friedan, 1963 como se citó en De Miguel, 2007c). Fue una obra clave de Simone de Beauvoir la que reavivó las discusiones: en El segundo sexo (1949/1999) la autora revela cómo la jerarquía de los sexos es más construcción social que condición biológica y cuáles son las implicaciones de serlo en un mundo hecho para los hombres, en el que la existencia femenina es netamente relacional. Según Teresita De Barbieri, en medio del malestar social de los países occidentales frente al capitalismo, en la década de 1960 la polémica sobre la opresión y desigualdad de las mujeres encontró espacio y cobró fuerza masiva junto con otros movimientos en ebullición (1986, pp. 8-11). A fines de la década de 1960 los grupos feministas se diversificaron y consolidaron en el ámbito de lo político identificándose tres corrientes marcadas: el feminismo liberal, el radical y el socialista, (p. 8) con postulados que, observo, se siguen empleando a la fecha. El feminismo liberal, definía la situación de las mujeres como un problema de desigualdad ante los hombres (no de explotación, como sostenía el feminismo marxista, por ejemplo) que debía ser cambiado a través de medidas como su inclusión en el espacio laboral y la ocupación de cargos públicos. Por ese tipo de objetivos, las liberales se ganaron los calificativos de burguesas-reformistas, aunque en términos históricos fue esta línea la primera que logró agrupar a las mujeres en función de reivindicaciones de género (pp. 8-9).

16

La historia de la obtención del sufragio femenino alrededor del mundo es heterogénea. Fue durante el siglo XIX cuando, en países como Reino Unido y Estados Unidos, iniciaron las luchas de las mujeres de la burguesía media por obtener el voto; los movimientos crecieron llegando a formar varias organizaciones de carácter internacional durante finales de aquel siglo y principios del XX. En México este derecho se alcanzó hasta 1947. Aún hoy en día las mujeres de Líbano viven restricciones al voto; en Arabia Saudita y en la ciudad-estado del Vaticano las mujeres no pueden votar.

25

Los postulados del feminismo liberal no resultan extraños al discurso que ofrecen las instituciones gubernamentales de nuestro país, incluyendo a los discursos de los institutos, secretarías o consejos “de la mujer”, ya que, como señala De Barbieri, desde esta postura no se ha desarrollado un trabajo teórico muy elaborado, más allá de la identificación de los principales problemas que afectan a las mujeres, entre ellos la violencia pública y privada, y poniendo énfasis en realizar modificaciones jurídicas, velando por su correcta aplicación, sin que se altere de manera sustancial la estructura social (p. 9). Por estas razones considero que los lineamientos del Programa Viajemos Seguras se adscriben a dicha corriente. En el apartado 2.3 exploro esta cuestión. A su vez, el feminismo radical surgió como una

escisión

del

activismo

político

de

izquierda debido al descontento general de las mujeres causado por los tratos que recibían por parte de los hombres dirigentes y militantes de aquellos grupos (p. 9). Esta corriente sostenía que la relación entre hombres y mujeres estaba basada en la opresión

y

el

verdadero

reto

era

el

derrocamiento del patriarcado; a las radicales se les recuerda por la formación de grupos de autoconciencia y por su sentido anti jerárquico,

Figura 1. Corrientes Feminismo en la historia.

del

mismos elementos que llevaron al desgaste del movimiento. Como el feminismo 26

radical, el feminismo socialista surgió a partir de la ruptura con la izquierda dominante, abrazando las teorías marxistas y las utopías del socialismo sin dejar de criticarlas (p. 10) e incorporando al discurso feminista la existencia de diferencias de clase, género y raza (De Miguel, 2007c). Para mediados de los 70‟s, el movimiento generado por estos distintos grupos feministas ya había llamado la atención de instancias como la ONU, marcando así el inicio de la implantación de planes y programas relacionados con las mujeres a nivel gubernamental: 1975 fue nombrado como el Año Internacional de la Mujer (AIM)17 y el periodo de 1975 a 1985 fue declarado como la Década de la Mujer, dando pie a la instauración de fondos especiales de instituciones públicas y privadas, con intereses y perspectivas distintas, destinados a la investigación y puesta en marcha de programas dirigidos a la población femenina (De Barbieri, 1986, p. 12). Este periodo consolidó la identidad de las mujeres como sujetos políticos. Bajo dicho contexto, como dato de interés para este trabajo, en 1979 la ONU estableció la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés). Fue ratificada por México en 1981 y hasta la actualidad ha sido adoptada por 187 países. (United Nations, 2013) Las últimas tendencias que alcanzaron esta época de movimientos sociales intensos se concentraron bajo lo que se denominó feminismo de la diferencia. Fueron discursos particulares surgidos principalmente en Estados Unidos, Francia e Italia pero que compartían la defensa de la diferencia sexual y la reivindicación de las ocupaciones, tareas, actitudes y valores asociados a la feminidad (De Barbieri, 1986, p. 11). Desde mi punto de vista, esta perspectiva también permea en las prácticas gubernamentales y el Programa Viajemos Seguras.

17

Dicho nombramiento fue en la Conferencia Mundial de la Mujer realizada en México en enero de 1975.

27

Siguiendo a Ana De Miguel (2007d), en Estados Unidos el feminismo de la diferencia fue sucesor del feminismo radical, conocida más como feminismo cultural y su propuesta, dicotómica, era la exaltación de la “cultura femenina” como forma de liberación, resaltando cualidades negativas de la masculinidad y desdeñando todo aquello que remitiera a lo masculino. Para el feminismo cultural, el igualitarismo está condenado al fracaso puesto que conduce a la supresión de valiosas cualidades femeninas cuya conservación permitiría a las mujeres conseguir la verdadera autonomía. En Francia, bajo elementos particulares de la filosofía y la cultura francesa, las feministas de la diferencia creen en la entidad de la mujer como lo absolutamente otro, sostienen que las mujeres poseen una identidad propia capaz de bastarse consigo misma. Para algunas, las décadas posteriores se vivieron con nostalgia por las expresiones masivas de los años sesenta y setenta: aparentemente los objetivos de igualdad e inclusión habían sido ya conseguidos; sin embargo, durante la década de los 80‟s se pluralizaron las voces del feminismo que hasta entonces parecía haber sido producido bajo la reducida realidad de la mujer blanca, burguesa y occidental, tomando en cuenta las críticas de las mujeres de color, las mujeres del tercer mundo y de las lesbianas (Scott, 2006). Así, en los últimos veinte años se ha ido gestando lo que se ha llamado postfeminismo, notándose líneas

como

el

postestructuralismo,

el

materialismo

francófono,

el

poscolonialismo, el descolonialismo y la teoría queer (Fernández, 2012). De este modo, y con la influencia del pensamiento postestructuralista y el ambiente posmoderno abonando a ello, se señalaron las relaciones del feminismo con el liberalismo clásico, el racismo, el colonialismo, el imperialismo y el heterosexismo, dando paso a un importante cambio en la conciencia feminista (De Lauretis, 1989).

2.2. DEBATES SOBRE SEXO Y GÉNERO En la década de los 60‟s, junto con la apertura de espacios antes restringidos para las mujeres, la discusión de las cuestiones feministas llegó al ámbito 28

académico. Ya fuera por el intento de hacer visible la presencia de las mujeres en la historia o analizar los mecanismos de la dominación, se encontró en el uso de género como categoría un instrumento de análisis que permitiría dar cuenta de que las asimetrías contenidas en las relaciones entre hombres y mujeres, más allá de lo que se consideraban las características biológicas (sexo biológico), son producto de construcciones sociales y culturales. Con la incorporación de estas categorías analíticas, los “estudios de género” se hicieron de un espacio dentro de las universidades. A continuación reviso algunos de los aportes más importantes en este sentido, generados desde distintas corrientes epistemológicas y teóricas con el fin de plantear un panorama sobre los debates existentes acerca de las categorías sexo y género. De manera general, las primeras definiciones estaban pensadas para explicar que la diferencia sexual no constituía por sí misma las diferencias sociales y culturales asignadas, sin embargo, para muchas autoras y autores el sexo sí constituiría la base sobre la que descansan las elaboraciones sociales del ser hombre y mujer. Para utilizarse bajo estos entendidos ha sido muy recurrida la –ya clásicadefinición de género de Joan Scott, que funciona bajo la “conexión integral” de los siguientes enunciados: El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y, el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder (Scott, 1996, p. 289). La primera proposición comprende, además, cuatro elementos interrelacionados: -

Los símbolos y mitos culturalmente disponibles.

-

Los conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos, expresados en doctrinas que afirman el significado de varón y mujer, masculino y femenino.

-

Las instituciones y organizaciones sociales como el sistema de parentesco, el mercado de trabajo, la educación y la política.

-

La identidad subjetiva.

29

Pierre Bourdieu en su texto de 1998, La dominación masculina, sostiene que la iglesia, la escuela, el estado y la familia son las instituciones que hacen duraderas y permanentes las normas de clasificación y los sistemas de exigencias tales como la belleza y disposición

sexual femeninas (que deben parecer

permanentes) o el pundonor masculino, inherentes al orden simbólico que, por estar fundamentadas en un ideal, siempre se muestran como inalcanzables. De este modo, el ejercicio de la violencia masculina así como la existencia de mujeres que se subordinan sistemáticamente son producto de la asimilación de las clasificaciones inculcadas por las instituciones. El modelo es evidentemente desfavorable para las mujeres pero, aunque frente a ellas los hombres ostentan muchos privilegios, también es desfavorable para los hombres, en tanto que es deber de ellos intentar alcanzar cierto modelo de masculinidad que les es impuesto. La producción intelectual basada en la sentencia de que existen diferencias genéricas asentadas en las diferencias biológicas entre los sexos ha sido copiosa. A partir de la crítica a estos trabajos se han diversificado los frentes del feminismo y también de ellas han derivado interpretaciones reflejadas en fenómenos académicos y políticos persistentes como los “estudios de mujeres” o las políticas públicas de “apoyo a la mujer”, pues se sabe de una diferencia entre los sexos/géneros, pero a nivel de hacerla evidente y paliar sus daños en el mejor de los casos e incluso, al mismo tiempo, hacer énfasis en tal diferencia, lo que también genera consecuencias negativas derivadas de la reiteración de la oposición. Lo anterior puede explicarse como producto de la “primera meta” del feminismo: Cristina Molina (2000) señala que, históricamente, el feminismo como práctica emancipadora se ha concentrado en dos objetivos: El primero, originado en la ilustración, ha sido que las mujeres consigan el estatuto de sujeto capaz de escindirse de la valorización que el otro (los hombres) le han impuesto, es decir, como sujeto capaz de construirse desde sí misma, ser mujer autodesignada. Sin embargo, al definir lo que es propio de la mujer, aunque sea ella misma quien lo 30

establezca, no deja de adscribirse al género femenino, y por ende, no escapa del modelo hegemónico de heterodesignación (relación hombre-mujer como única y natural, pues sólo ésta posibilita la reproducción). El segundo objetivo parte de esta enmienda, por lo que esta vez, antes de autodesignarse, se persigue la desidentificación de su género oprimido y la búsqueda de estrategias para eludir el sistema de opresión patriarcal (p. 276). En “El tráfico de mujeres: notas sobre la 'economía política' del sexo” (1975/2003) y en “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad” (1984/1989), ambos de Gayle Rubin, puede notarse esta transición. En el primero la autora presenta una crítica a la fórmula levistraussiana del intercambio de mujeres y el psicoanálisis de Freud, haciendo evidente que estas teorías son escritas dentro de la tradición hegemónica, donde las mujeres son por “naturaleza” oprimidas: los sistemas de parentesco se sujetan a la división sexual, la fase edípica divide los sexos dotando a los varones de “facultades” que las mujeres carecen. Para analizar estas desigualdades y marcar una ruptura con el pensamiento patriarcal, Rubin propone el manejo de la definición de sistema de sexo/género como el “conjunto de disposiciones por el que una sociedad trasforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas” (2003, p. 37). Una década después de la publicación de “Tráfico de Mujeres”, en “Reflexionando sobre el sexo” Rubin escribiría que si la sexualidad es el elemento de referencia de la opresión y ésta es construida totalmente en la cultura, entonces en su práctica misma pueden contenerse elementos para la emancipación. Una teoría radical del sexo consistiría en “identificar, describir, explicar y denunciar la injusticia erótica y la opresión sexual” (Rubin, 1989, p. 13). En el marco del posestructuralismo crecieron los debates en torno a la relación del género con la sexualidad: en algún punto, las herramientas de análisis se vuelven prisioneras de las mismas cercas que han desvelado, y la misión pasaría de explicar los mecanismos del género, pensándolo en relación con el sexo biológico, a tratar de rebasar el género subvirtiendo las categorías de sexo y 31

sexualidad (Viveros, s.f.), y textos como la Historia de la sexualidad (1976/2002) de Foucault resultaron oportunos. En esta obra el autor argumenta que la sexualidad no es tanto una cualidad íntima, oculta y misteriosa, tendiente a obedecerse sólo a sí misma y alejada del sistema social y de su historia. Al contrario, el sexo se descifra a partir de las relaciones de poder: de arriba hacia abajo, desde el Estado con sus legislaciones, pasando por las instituciones educativas, el aparato médico y la psicología, hasta la familia y los castigos cotidianos. La sexualidad, como dispositivo regulado y regularizador de saber y de poder, ha funcionado por lo menos desde el siglo XVII mediante cuatro conjuntos estratégicos: -

La histerización del cuerpo de la mujer, proceso en el que éste es calificado y descalificado, asignado al espacio familiar, sometido al control de la fecundidad por la responsabilidad biológica y moral de la maternidad que también se le prescribe.

-

La pedagogización del sexo del niño, en la que se le hace sujeto susceptible de tener actividad sexual que será vista a la vez como natural y como contra-natura y conlleva peligros físicos y morales.

-

La socialización de las conductas procreadoras, a través de la medicina se establecería el control de la fecundidad de las parejas y la natalidad con fines económicos según la situación del cuerpo social.

-

La psiquiatrización del placer perverso, a partir de la cual el impulso sexual se instituiría como instinto biológico y psíquico autónomo, toda expresión encontrada afuncional o fuera de la norma sería analizable clínicamente y considerada como una patología.

Sexualidad es, entonces, El nombre que se puede dar a un dispositivo histórico: no una realidad por debajo en la que se ejercerían difíciles apresamientos, sino una gran red superficial donde la estimulación de los cuerpos, la intensificación de los placeres, la incitación al discurso, la formación de conocimientos, el refuerzo de los controles y las resistencias se encadenan unos con otros según grandes estrategias de saber y de poder. (Foucault, 2002, p. 76)

32

Foucault también describió que la antiquísima existencia del dispositivo de alianza, es decir, el mecanismo matrimonial mediante el cual se continúan las relaciones de parentesco, se ha visto superpuesto y reforzado por el dispositivo de la sexualidad: ambos definen lo permitido y lo prohibido pero, mientras que el dispositivo de alianza se mantiene con reglas rígidas, el de la sexualidad funciona con mayor plasticidad puesto que engendra una “extensión permanente de los dominios y las formas de control (…) las sensaciones del cuerpo, la calidad de los placeres, la naturaleza de las impresiones, por tenues o imperceptibles que sean” (p. 76). Si bien significaron una fuerte influencia, estas aportaciones foucoltianas no fueron ciegamente acogidas por las feministas. Se criticó de sus tesis que en ellas Foucault pasaba por alto que los discursos de sexualidad son distintos para hombres y mujeres, y más bien funcionan como instrumentos de polarización genérica. El cambio en la conciencia feminista en torno a la ideología del género, del cual nos habla De Lauretis (1989), también puede leerse en cierta medida en autoras de la filosofía francesa. A tono con el primer objetivo del feminismo descrito anteriormente, y también con los planteamientos del feminismo francés de la diferencia, Luce Irigaray (1994) creyó, como Simone de Beauvoir (1999), que era necesario

formular

un

modelo

propio

de

identidad

femenina:

definirse

humanamente como mujeres a partir de sí mismas y ya no en relación al “hombre”, es decir, ya no como “el otro”, desembocaría en el derrocamiento de la femineidad opresiva. Sin embargo, también como ya señalé, admitir un modelo de identidad femenina, aunque fuera desde el “en-sí, para-sí” de las mujeres, es admitir también el modelo básico hombre-mujer, con la organización jerárquica que conocemos. Esa organización también parte del lenguaje. A través del lenguaje miramos el mundo: existe lo que nos interesa nombrar. En el Génesis 1:27 puede leerse: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Se es hombre, o se es (el otro) mujer; no parece haber alternativa, no se 33

puede ser sino dentro de alguna de estas dos “opciones”. Irigaray como otros y otras estudiosas,18 está de acuerdo en que la expresión lingüística es el principio organizativo de muchas normas culturales. Al respecto define la lengua como Técnica de apropiación de ella(s) en él (ellos) (..) en una afirmación de omnipotencia de la palabra, de su palabra, lo cual anula la diferencia de los sexos, de los géneros, y se traduce por la instalación de una trascendencia que corresponde a un código monosexo. (Irigaray, 1994, p. 104) Siguiendo a Beauvoir (1999), en este esquema relacional la mujer aparece como el sujeto incompleto, negativo, dependiente siempre de la existencia de la categoría “hombre” que representa lo neutro-positivo.19 A la mujer se le confina en su sexo, en la hostilidad y el misterio que el hombre le adjudica y que trata de justificar en la biología. La subjetividad del ser mujer se sustenta en sus características anatómicas-reproductivas que en el hombre parecen olvidarse. Desde el materialismo, Monique Wittig manifiesta que la existencia de “la mujer” únicamente tiene sentido bajo los sistemas de pensamiento heterosexual y en los sistemas económicos heterosexuales puesto que estos le imponen la obligación de reproducir “la especie” y otorgar lo que puede verse como un servicio sexual forzoso. De este modo, la categoría de sexo es la categoría política que “establece como 'natural' la relación que está en la base de la sociedad (heterosexual), y a través de ella la mitad de la población -las mujeres- es 'heterosexualizada' y sometida a una economía heterosexual” (2006, p. 26), lo que se llama heteronormatividad. Bajo esta perspectiva, las lesbianas no son mujeres, puesto que al asumirse como no heterosexuales dejan de conservar “función” alguna en la economía de la reproducción, liberándose parcialmente del esquema de opresión.

18

Por ejemplo, Lotz (1974) “Lengua y cultura”, en Paul L. Garvin y Yolanda Lastra de Suárez. Antología de estudios de etnolingüística y sociolingüística. México: UNAM, p.p. 15-18.

19

De Beauvoir había apuntado cómo en el francés (igual que en el español y otras lenguas) se dice “los hombres” para designar a los seres humanos, haciendo contener la acepción de la palabra “homo” en la acepción “vir”. Tanto para Beauvoir como para Irigaray la emancipación de este esquema de sumisión, en tanto que relacional, dependerá de que las mujeres se asuman como “uno” y no como el “otro” (Beauvoir, 1999).

34

Para Irigaray el sexo es una categoría lingüística que existe entre lo biológico y lo social. Para Wittig el sexo es la categoría que establece como natural la relación entre oprimidos y opresores: históricamente ha exigido a las mujeres la obligación de reproducir la especie, de estar siempre sexualmente disponibles para los hombres, de dirigir siempre a ellos sus deseos, afectos y servicios: La categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual que hace de la mitad de la población seres sexuales donde el sexo es una categoría de la cual las mujeres no pueden salir. Estén donde estén, hagan lo que hagan (incluyendo cuando trabajan en el sector público) ellas son vistas como (y convertidas en) sexualmente disponibles para los hombres y ellas, senos, nalgas, vestidos, deben ser visibles. (Wittig, 2006, p. 27) De este modo, la categoría de sexo es producto de nuestra sociedad heteronormativa y sólo es funcional a ella. Así, la existencia de las categorías “hombre” y “mujer”, sólo tiene sentido en el interés de mantener el sistema de dominación. Siguiendo sus planteamientos podemos inferir que, mediante la separación por sexos que establece el Programa Viajemos Seguras, en el metro de la Ciudad de México también se contribuye a sostener este sistema.

2.2.1. REPRESENTAR , HACER, PERFORMAR Y ¿DESTRUIR ? EL GÉNERO A finales de los años ochenta la ruptura del género con la explicación biologicista de la diferencia sexual apareció como una necesidad entre las teóricas feministas, especialmente bajo la influencia de la posmodernidad y lo que se conocería como postestructuralismo, poniendo en duda la objetividad científica, y volcándose hacia la crítica de la naturalización de oposiciones binarias que suponían componer

universales,

tales

como

las

dicotomías

naturaleza/cultura,

hombre/mujer y sexo/género. Las proposiciones de las siguientes autoras pueden enmarcarse en dicha corriente teórica. En este contexto, los planteamientos de Donna Haraway (1995), contribuyen a poner en duda lo que se considera como “sexualidad biológica”. Dando cuenta de que la ética y la política sientan las bases de lo que en las ciencias se considera 35

como objetivo, la categoría sexo quedaría representada como un agente y no como la materia del acto del género, un recurso entendido de la manera tradicional como “objeto del conocimiento biológico […] bajo la forma de determinismo biológico” (p. 340-342). Mediante este reconocimiento, la categoría de sexo se vuelve apta para descolocarse del carácter “natural” que le da sentido dentro del discurso tradicional. Teresa de Lauretis (1989) afirma que el género no es una característica individual sino la representación de una relación social; por consiguiente, el sistema sexo/género es, al mismo tiempo, una construcción sociocultural y un sistema de representación que asigna significados a los individuos en la sociedad. Además, los discursos teoréticos que miran el género desde la diferencia sexual funcionan como tecnologías del género 20 puesto que contienen y promueven ciertas representaciones de género. No obstante, señala, al margen de los discursos hegemónicos (espacio representado) han surgido elaboraciones de género alternativas (fuera de plano) al contrato social heterosexual en forma de prácticas micropolíticas,

con

efectos

a

nivel

local

en

la

subjetividad

y

en

la

autorepresentación. En un texto original de 1990, West y Zimmelman consideran que, más que un conjunto de características, una variable o un rol, el género es el producto de cierto tipo de prácticas sociales; el género es, a la vez, el “resultado y la razón fundamental de varios arreglos sociales y un medio de legitimar una de las

20

Foucault llama tecnologías a ciertos “juegos de verdad” relacionados con “técnicas específicas que los hombres utilizan para entenderse a sí mismos” agrupadas en cuatro tipos: las tecnologías de producción que permiten manipular, producir o transformar cosas; las tecnologías de sistemas de signos, que posibilitan el intercambio de signos, sentidos, símbolos o significaciones; las tecnologías de poder, que definen las conductas de los sujetos, los objetiva y los somete a ciertos esquemas de dominación; y las tecnologías del yo, que “permiten a los individuos efectuar, por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad” (1990, p. 48). De Lauretis critica la ceguera de Foucault con respecto a las relaciones de poder existentes entre hombres y mujeres señalando la existencia de distintos mecanismos que aseguran la reproducción de dicha asimetría, a los que denomina tecnologías de género. El cine, la ciencia e incluso ciertos feminismos son, en este sentido, tecnologías del género.

36

divisiones más fundamentales de la sociedad” (1999, p. 111). En su propuesta consideran necesario diferenciar los conceptos de sexo, categoría sexual y género: sexo se refiere a la determinación que, según criterios biológicos socialmente convenidos como los genitales de nacimiento o la configuración cromosómica del individuo (información que, por cierto, nunca se llega a conocer y si se logra, ésta no siempre coincide con las marcas corporales); la categoría sexual se coloca en un individuo a partir de los criterios del sexo pero ésta debe ser mantenida mediante la demostración de rasgos identificatorios instaurados por la sociedad para la pertenencia a la categoría de hombre o mujer. El género no es, entonces, una simple propiedad de los individuos, sino la actividad constante de mostrar conductas determinadas por las normas de actitudes y actividades apropiadas para la categoría sexual en la que se ha asignado. El género es “un poderoso recurso ideológico que produce, reproduce y legitima las elecciones y los límites que se afirman en la categoría sexual” (p. 143). Más adelante, Judith Butler consideraría que si bien el género es el aparato normativo mediante el cual se produce y naturaliza lo femenino y masculino, también es posible deconstruir y desnaturalizar tales concepciones a través de éste: Mantener el término “género” aparte de la masculinidad y de la feminidad es salvaguardar una perspectiva teórica en la cual se puedan rendir cuentas de cómo el binario masculino y femenino agota el campo semántico del género. (2006, p. 70) Empalmar de forma permanente el género con lo masculino/femenino, hombre/mujer, macho/hembra lleva a enfrascarse en la jerarquización que se busca eliminar, es decir, “garantizar la perpetuación de la norma misma como un ideal eterno e inalterable". Sin embargo, puesto que la norma se mantiene sólo con su representación en las prácticas corporales es, mediante estos “rituales sociales diarios de la vida corporal” que dicha norma puede ser alterada en el transcurso de su citación. En su publicación de 2002, la filósofa española Beatriz Preciado reorganiza, deconstruye e, incluso dicen, deforma la producción filosófica tradicional y las 37

propuestas de varias autoras que revisamos arriba. Precisamente, la contrasexualidad de Preciado es un análisis que se sitúa fuera de los binarios hombre/mujer, masculino/femenino, heterosexualidad/homosexualidad. Preciado está de acuerdo con Butler en que las diferencias de género y sexo han sido “inscritas en los cuerpos como verdades biológicas”, por lo que, en la contrasexualidad, los cuerpos dejan de insertarse dentro de las categorías hombre/mujer para reconocerse a sí mismos y a los otros como cuerpos parlantes. La autora también asume que, como el sexo y el género, la sexualidad es una tecnología socio-política compleja; a través de la contra-productividad (la producción de formas de placer-saberes alternativos) es posible establecer estrategias de resistencia a la producción disciplinaria de la primera, recordando que “el movimiento más sofisticado de la tecnología consiste en presentase a sí misma como „naturaleza‟”. Puesto que parto del cuestionamiento de un orden dominante entendido como configurador de las relaciones de opresión entre las y los individuos, y de las representaciones de sí mismos y de los otros, y que al mismo tiempo es reproducido y reeditado mediante estas prácticas de relación, la perspectiva teórica de este trabajo de tesis puede orientarse dentro del postestructuralismo. Con “orden dominante” me refiero al sistema de pensamiento y prácticas que puede ser interpretado conceptualmente desde la articulación del género y el sexo. Con base en los textos revisados, entiendo género como un conjunto de prescripciones y de prácticas que validan, reeditan y reproducen a las primeras, afianzado en el supuesto de la existencia de diferencias de sexo. Concibo la categoría de sexo como una determinación fundacional, dicotómica, clasificatoria y normativa establecida a partir de convenciones estratégicas de dominación (y para servir a las mismas) que han adquirido legitimidad presentándose como verdades de las ciencias naturales. Así pues, los marcos de referencia hasta ahora revisados permiten un acercamiento al ámbito de las posturas institucionales y las políticas públicas relacionadas con la perspectiva de género, si bien los discursos gubernamentales 38

implantan, reproducen y promueven ciertas representaciones de género, también controlan el campo de significación social (De Lauretis, 1989). De ese modo ocurre con el Programa Viajemos Seguras en el Transporte Público que se aplica en el metro de la Ciudad de México, y que abordo con mayor profundidad en los siguientes apartados.

2.3. POLÍTICAS PÚBLICAS QUE EMANAN DE CIERTOS FEMINISMOS En textos de administración pública se define a las políticas públicas como los patrones de acción gubernamental que tienen como fin “estimular la cooperación social o inhibir el conflicto”, o de manera más simple, lo que el gobierno opta por hacer o no hacer a partir de técnicas de control y medición fundadas en ciertas metodologías (Guerrero, 1993). Tales metodologías vieron su origen en Estados Unidos durante el segundo cuarto del siglo XX, siendo reproducidas en Iberoamérica. A partir de dicho enfoque y desde finales de los años ochenta, la presión de los grupos feministas mexicanos indujo la aplicación paulatina de las llamadas “políticas públicas con perspectiva de género” dentro de los gobiernos federales y estales del país. Dichas políticas se definen como el “conjunto de acciones, principios y mecanismos dirigidos a alcanzar el establecimiento de relaciones más equitativas entre hombres y mujeres” (Valladares de la Cruz, 2004, p. 142). Estos generalmente tienen el carácter de acciones afirmativas, es decir, un “conjunto de medidas de carácter temporal encaminadas a acelerar la igualdad de hecho entre mujeres y hombres” (Medina Espino y Márquez Benítez, 2010, p. 20). La separación por sexos que se impone en el metro desde el Programa Viajemos Seguras es, según la información que ofrece Inmujeres DF (2012), una acción afirmativa. Ahora bien, como en el caso del libro Género, inequidad y medición, los textos que justifican la perspectiva de género en las políticas públicas hacen referencia a las “características que definen a mujeres y hombres de manera específica”, la 39

“diversidad de los géneros” o las “condiciones y posiciones sociales diferenciadas de mujeres y hombres” (Zamudio Sánchez, 2011, pp. 24-25), frases que remiten al feminismo liberal y al feminismo de la diferencia ignorando las propuestas de mirar el género como una dinámica integral de los órdenes sociales más que como propiedad de los individuos (West y Zimmelman, 1999, p. 142). Por ello, quienes están involucrados en la política institucional dejan la impresión de conocer los trabajos de algunas investigadoras pero al mismo tiempo ignoran gran parte de la producción académica y las discusiones acerca de la teoría de género de, por lo menos, los últimos veinte años. En principio, habrá que dejar clara la advertencia de que un obstáculo grave para la resolución de problemas como la violencia sexual es la creencia extendida, incluso entre funcionarios y académicos que la conservan y reflejan en las políticas públicas, de que el género se basa en el sexo, entendido éste último como una cualidad biológica aislada de los discursos sociales dominantes de la medicina, la iglesia, la familia y las instituciones educativas: Un discurso restrictivo de género que insista en el binario del hombre y la mujer como la forma exclusiva para entender el campo del género performa una operación reguladora de poder que naturaliza el caso hegemónico y reduce la posibilidad de pensar en su alteración. (Butler, 2006, pp. 70-71) Si, como se infiere, las políticas públicas avocadas a las cuestiones de género se diseñan desde fundamentos teóricos cuestionados hace décadas, así cabe cuestionarse la voluntad de quienes ostentan el poder por modificar el estado de cosas.

2.3.1. EL PROGRAMA VIAJEMOS SEGURAS En los apartados anteriores ya había hecho alusión a esta acción afirmativa cuyo nombre completo es Programa Interinstitucional Viajemos Seguras en el Transporte Público de la Ciudad de México. Según información del Gobierno de la Ciudad de México, por ella transitan diariamente 15.7 millones de personas mediante los transportes públicos y concesionados; más de la mitad de estas 40

personas son mujeres. El Programa Viajemos Seguras se diseñó para “prevenir, atender y sancionar la violencia sexual” cometida contra ellas. (Inmujeres DF, 2012) Los antecedentes del Programa y en general, la perspectiva de género que se ha adoptado en la legislación y políticas públicas de los últimos gobiernos capitalinos, se sitúan en la década de 1970 que marcó el inicio de las políticas internacionales dirigidas a las mujeres (De Barbieri, 1986, p. 12). El Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) fue creado mediante una resolución de la Asamblea General de la ONU en 1976. Desde entonces UNIFEM asistía de manera financiera y técnica a los programas y a las estrategias de empoderamiento e igualdad de género de los Estados y de los organismos internacionales. Los lineamientos de trabajo de este órgano son la Plataforma de Acción de Beijing, resultante de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (1995), y la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) (ONU-Mujeres, 2011). En coordinación con la Red Mujer y Hábitat de América Latina y el Caribe, UNIFEM (desde 2010, ONU-Mujeres) implementó el Programa Regional Ciudades sin violencia hacia las mujeres, Ciudades Seguras para todas y todos, interviniendo en las políticas públicas de ciudades localizadas en Argentina, Chile, Colombia, Perú, El Salvador y Guatemala para fomentar el empoderamiento de las mujeres en las ciudades y fomentar su derecho al uso y disfrute de la urbe con seguridad (“Programa Regional”, s.f.). Aunque México no se incluyó dentro de este programa, al parecer, sus lineamientos influyeron particularmente en la ejecución del Programa Viajemos Seguras; paralelamente ONU-Mujeres ha emitido recomendaciones y modificando las acciones gubernamentales con respecto al Programa (Inmujeres DF, 2012).

41

Viajemos Seguras es de carácter interinstitucional: coordinado por el

Violencia Sexual

General de Justicia del DF, el

Es toda acción u omisión que amenaza, pone en riesgo o lesiona la libertad, seguridad, integridad y desarrollo psicosexual de la mujer, como miradas o palabras lascivas, hostigamiento, prácticas sexuales no voluntarias, acoso, violación, explotación sexual comercial, trata de personas para la explotación sexual o el uso denigrante de la imagen de la mujer. (Inmujeres DF, 2008)

Sistema de Transporte Colectivo,

Abuso Sexual

Instituto de las mujeres del Distrito Federal, involucra a la Secretaría de Seguridad Pública del DF, la Secretaria

de

Transportes

y

Vialidad del DF, la Procuraduría

Servicios Legales del DF y la

El abuso sexual es una de las modalidades de la violencia sexual contra las mujeres y las niñas, se define como la imposición de un acto sexual o erótico-sexual, sin el propósito de llegar a la cópula así como el forzar a una persona a observar o ejecutar un acto sexual. Abarca conductas como: cualquier tipo de penetración, la exposición a material sexualmente explícito, el tocamiento corporal, la masturbación forzada, el exhibicionismo, las insinuaciones sexuales, la exposición a actos sexuales no deseados, la prostitución y la pornografía infantil. (Instituto Nacional de las Mujeres, 2007)

Comisión de Derechos Humanos

Acoso Sexual

del Distrito Federal. En términos

Es un comportamiento cuyo objetivo es intimidar perseguir, apremiar e importunar a alguien con molestias o requerimientos. El acoso sexual es un comportamiento o acercamiento de índole sexual no deseado por la persona que lo recibe y que provoca efectos perjudiciales para ella. (Instituto Nacional de las Mujeres, 2007)

Metrobús,

el

Servicio

de

Transportes Eléctricos, la Red de Transportes LOCATEL, Juventud

de el

del

Pasajeros,

Instituto DF,

el

de

la

Consejo

Ciudadano de Seguridad Pública y Procuración de Justicia del Distrito Federal, la Consejería Jurídica de

jurídicos, el Programa se apoya en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para el DF, puesta en vigor el 8 de marzo de 2008, el Código Penal para el Distrito Federal, que sanciona los

Tabla 1. Violencia, abuso y acoso sexual: definiciones oficiales.

delitos de abuso sexual, acoso sexual y violación21 (ver Tabla 1), y la Ley de Igualdad Sustantiva entre Mujeres y Hombres en el DF.

21

En este Código se especifica que el delito de acoso sexual se castiga con 1 a 3 años de cárcel; la pena por abuso sexual se castiga con una pena de 1 a 6 años de prisión; el delito de violación se castiga

42

En el metro el Programa se ha traducido principalmente en la separación física por categorías sexuales (recordando la definición de West y Zimmelman) mediante la restricción del paso de los hombres a los primeros tres o cuatro vagones de cada tren en horarios de mayor afluencia y estaciones determinados que, por cierto, se han ido extendiendo a lo largo de los años. También se han colocado Módulos de Atención a Víctimas para casos de abuso sexual al interior de las estaciones Balderas (que corresponde a la línea 1 y 3), Pino Suárez (de las líneas 1 y 2), Pantitlán (terminal de las líneas 1, 5, 9 y A) y Guerrero (de las líneas 3 y B). Desde 2008 la separación se aplica en 102 estaciones de las líneas 1,2, 3, 7, 8, 9, A y B, es decir, en el 58% de la Red (Inmujeres DF, 2012, p. 550), en ese entonces solamente de lunes a viernes. En abril de 2011 los horarios se modificaron en las distintas líneas y se extendieron a los sábados: en las líneas 1,2,3,8 y B fue de lunes a viernes de 06:00 a 12:00 y de 14:00 a 22:30 horas; en las líneas 7, 9 y A, de lunes a viernes de 06:00 a 10:00 y de 14:00 a 22:30 horas; los sábados en las líneas 1, 2 y 3 de 06:00 a 12:00 y de 14:00 a 22:30 horas. Bajo estos criterios se asume que todos los días existe alta afluencia de usuarios, y que prácticamente la mayoría del tiempo puede calificarse como horas pico 22 , haciendo evidente lo insuficiente que se ha vuelto el servicio de transporte son respecto a la demanda. Por otro lado, ¿será realista esperar que la separación por sí sola, entendida como acción afirmativa y por tanto, supuestamente temporal, eliminará la violencia sexual en el metro? En el primer capítulo dije que la línea B sería el área escogida para este trabajo. En su recorrido ésta atraviesa las fronteras entre el Distrito Federal y el Estado de México y aunque la separación de vagones ha sido implementada por el gobierno del DF, en las estaciones localizadas ya en Nezahualcóyotl y Ecatepec es la

22

con prisión de 6 a 17 años. Se conocen como horas pico u horas punta a los periodos de tiempo en que las vías de transporte alcanzan mayor afluencia y se produce una sobredemanda.

43

policía del Estado de México quien custodia las instalaciones del metro y quien, en el horario correspondiente, se encarga de vigilar que las separaciones del Programa sean respetadas. Es sabido que, en materia de derechos de la mujer y políticas contra la violencia, la distancia entre una y otra entidad es grande; si las autoridades mexiquenses no parecen inquietarse por las altas cifras de feminicidios, violaciones y desapariciones en su entidad, incluyendo a los municipios como Ecatepec y Nezahualcóyotl, se vuelve lógico pensar que el tema de la violencia sexual en el transporte público no podría generarles mayor interés. Con estos referentes de base, en el siguiente capítulo continuaré con la reflexión sobre el metro como medio de transporte público fundamental de dicha zona y con una descripción de la interacción entre sus usuarias y usuarios.

44

3. EL

METRO Y ANTROPOLÓGICA

LA

URBE

BAJO

LA

LENTE

Este capítulo abarca varios aspectos del escenario escogido para la presente investigación. Con el objetivo de contextualizar la descripción etnográfica de la línea B del metro, en los siguientes párrafos elaboro un recuento teórico, cronológico y espacial sobre las particularidades de la Ciudad de México, su Zona Metropolitana y su Red del metro, de la mano de algunos aportes teóricos relacionados con el estudio de la ciudad, ya desde el urbanismo, la sociología y la antropología. El primer apartado contiene aspectos generales de la disciplina antropológica y su relación con la metrópoli, la antropología urbana en México, el origen de las etnografías de la cuidad y sus características según representantes de la Escuela de Chicago. El segundo apartado refiere la importancia de los asentamientos urbanos como espacios de concentración poblacional y de actividades; esto lleva a revisar el carácter centralista de nuestro país y su reflejo en la Ciudad de México, entendiendo por qué se ha extendido a lo que hoy se conoce como Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) y el papel fundamental que cumplen los medios de trasporte, creciendo a la par de la ZMVM, como ha ocurrido en el caso de la Red del metro. Especialistas en el estudio del metro afirman que la Ciudad de México es la “expresión territorializada de las contradicciones sociales que van apareciendo en esta formación económico-social capitalista periférica” y aunque a partir del estudio del desarrollo del metro se puede dar cuenta de los procesos sociopolíticos de la sociedad mexicana, también es posible

analizarlo de manera

autónoma puesto que el metro es un fenómeno social amplio y complejo en sí mismo (Navarro y González, 1989, p. 7). Ya que desde la observación etnográfica en el metro es posible dar cuenta de las acciones cotidianas que implican discursos y relaciones de poder, en el apartado final describiré dinámicas sociales en la Línea B del metro, un área bien delimitada de este sistema de transporte. 45

Después de ello, regresaré a las categorías que predominan en los capítulos anteriores y que guían este trabajo.

3.1. ANTROPOLOGÍA, ETNOGRAFÍA Y CIUDAD Aunque las posibilidades de estudio sean muy diversas, hoy como hace más de cien años, el pensamiento popular y miembros de otras disciplinas identifican al trabajo antropológico con la observación y registro científico de las sociedades no occidentales: las sociedades llamadas salvajes, primitivas, exóticas, tradicionales, etcétera, han sido el objeto de estudio de la antropología desde su surgimiento a finales del siglo XIX (Marcus y Fischer, 2000, p. 42; Leclercq, s.f., p. 13). Debemos tal imagen casi estereotípica al espíritu decimonónico evolucionista que proponía inaugurar una “ciencia general del Hombre”, es decir, una disciplina científica que formulara leyes sociales evolutivas que explicaran y condujeran hacia una mayor racionalidad.23 Si el estudio de las sociedades tradicionales ha sido tan importante para la antropología, ¿cómo sostener que este trabajo sobre las relaciones sociales dentro de un medio de trasporte citadino concierte a esta disciplina?, ¿cómo ocurrió la posibilidad de contrariar al estereotipo? Por un lado, siguiendo a Marcus y Fischer (2000), la disciplina modificó los intereses fijados en el siglo XIX al consolidarse como ciencia social a principios del siglo XX, instaurando la etnografía como su método característico. El método etnográfico es resultado de la fusión del trabajo de observación y recolección de información hecho originalmente por misioneros, regentes, comerciantes o viajeros (provenientes de países hegemónicos) que se encontraban en las comunidades “primitivas” con el análisis y teorización de gabinete que hacían los académicos en occidente. De este modo, la etnografía se instauró como el “proceso de investigación en el que el antropólogo observa de cerca la vida cotidiana de otra cultura, la registra y participa en ella –experiencia conocida 23

En este discurso, el mayor estadio evolutivo era indudablemente representado por la sociedad occidental, mientras que los materiales obtenidos de la observación de sociedades “primitivas” eran la fuente para construir analogías con las sociedades antiguas. (Marcus y Fisher, 2000, p. 41)

46

como método de trabajo de campo-, y escribe luego informes acerca de esa cultura, atendiendo al detalle descriptivo” (Marcus y Fischer, 2000, p. 43). A partir de esta profesionalización mediante el trabajo de campo, la antropología del siglo XX se ocupó de elaborar etnografías sobre una amplia diversidad de

temas,

incluyendo aspectos específicos de las sociedades occidentales. Así ocurrió con las etnografías urbanas, como revisaré más adelante. Por otro lado, conforme a los cambios geopolíticos del siglo XX, el etnocentrismo inherente a la disciplina no fue explicitado dentro de la academia sino hasta pasada la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, el texto Antropología y colonialismo de Gerard Leclerq se convirtió en un clásico al afirmar que la antropología contemporánea surgió en la segunda mitad del siglo XIX como herramienta del colonialismo imperialista y a la par de éste, sin embargo “la „situación colonial‟ de la antropología sólo ha aparecido con la descolonización del tercer mundo” (Leclercq, s.f., p. 14), refiriéndose a la independización de las colonias que se dio después de la SGM. A partir de estos cambios se generaron discusiones sobre una supuesta pérdida de campo investigativo, lo que se conoce como la crisis de objeto de la antropología. Debido a que el mundo se percibía cada vez más homogeneizado, se cuestionó si “las culturas exóticas están desapareciendo y, con ellas, la razón de ser de la antropología” (Marcus y Fischer, 2000, p. 43), de manera que se alude a la “repatriación de la antropología”: el regreso de sus investigadores a espacios de los que son originarios. También es interesante notar los planteamientos antropológicos sumergidos en el posmodernismo o críticos a su influjo. 24 Durante este periodo la caída del

24

Lo que se conoce como posmodernidad está relacionado con el reajuste político y económico que desembocó en el neoliberalismo, provocando una crisis cultural aguda. Con ello, el malestar frente al paradigma moderno-civilizatorio se hizo evidente desde la segunda mitad de la década de 1970 (Friedman, 2001) culminando con la caída del muro de Berlín en 1989 (Latour, 2007) (Echeverría, 1997), lo que provocó la recomposición de Europa como entidad dominante mientras se anunciaba el desmoronamiento del “socialismo real”. Así se llevó a cabo la recentralización de poderes, la reintegración de las fuerzas tecnológicas europeas, y la regeneración de la relación entre el capitalismo

47

paradigma de la modernidad fue el centro de las discusiones, cuestionando la conceptualización del mundo a través de la división arbitraria entre naturaleza y cultura puesto que los europeos occidentales se imaginaban como La culminación de una trayectoria civilizatoria desde un estado de naturaleza, [que] les llevó a también a pensarse como los modernos de la humanidad y de su historia, esto es, como lo nuevo y al mismo tiempo lo más avanzado de la especie. (Quijano, 2000, p. 127) No obstante, el reajuste también trajo consigo alternativas al pensamiento neoliberal, que siempre se ha anunciado a sí mismo como el modelo deseable y único posible, y al “descentramiento y escepticismo de la posmodernidad” (Lander, 2000, p. 3). Si bien la antropología tiene un origen eurocéntrico, colonialista y una visión androcéntrica que permanece, en la actualidad es posible voltear y analizar nuestra realidad más cercana, justamente, con una postura crítica frente a esta herencia.

3.1.1. LA CIUDAD Y SUS CARACTERÍSTICAS Haciendo un retroceso temporal, podemos ver la Escuela de Chicago como un referente en el origen de la antropología urbana: durante la primera mitad del siglo pasado, miembros del departamento de Sociología de la Universidad de Chicago fueron testigos del proceso de cambio de una sociedad rural a otra mayormente urbana y de recepción masiva de migrantes internacionales, principalmente de origen europeo, que se vivía en el noroeste de Estados Unidos, de manera que centraron sus investigaciones en fenómenos derivados de la marginación y la etnicidad en los barrios de Chicago (Rosemberg Seifer, 2000, p. 212).

periférico y el capitalismo central que implicó la reconcentración de capital en pocas manos a costa de la agudización de la miseria (Friedman, 2001) (Latour, 2007). El fracaso del socialismo y el capitalismo como paradigmas desencadenaron un sentimiento de vacío y descontento generalizado que se vieron reflejados en los debates sobre el propósito y los estilos de teoría de las ciencias sociales: el problema de la antropología era ahora cómo representar la cambiante realidad posmoderna siendo, además, sensibles a las consecuencias políticas, históricas y filosóficas de las descripciones etnográficas (Marcus y Fischer, 2000, pp. 9-10).

48

Esta ola de trabajos dio forma a la sociología urbana estadounidense como disciplina, incorporando la descripción etnográfica como una metodología corriente para el estudio de las ciudades (Martínez, 1999), por tanto, muchas de estas investigaciones fueron las primeras etnografías sobre la ciudad (Rosemberg Seifer, 2000, p. 212). En las décadas siguientes esta metodología fue traída a nuestro país por los mismos investigadores estadounidenses, tal fue el caso de Robert Redfield y, el ya mencionado, Oscar Lewis, quienes realizaron en México muchas de sus investigaciones relacionadas con la urbanización, por ejemplo (Redfield, 1940) y (Lewis, 1957). En las siguientes líneas sintetizaré la definición sociológica de la ciudad y otros elementos útiles para pensar la Ciudad de México que Louis Wirth expone en El urbanismo como modo de vida, su ensayo de 1938. Para el autor, si el inicio de la civilización occidental está caracterizado por el asentamiento de los grupos nómadas en la cuenca del Mediterráneo, entonces el inicio de lo “primitivamente moderno” está marcado por el surgimiento de las grandes ciudades. Además, las condiciones de la vida urbana representan la forma en que, en toda su historia, la humanidad ha estado más alejada de la “naturaleza orgánica”. La ciudad ha cobrado importancia en el mundo moderno puesto que (pensando en el contexto de las ciudades estadounidenses a las que refiere la Escuela de Chicago) la urbe, además de ser el lugar donde el hombre moderno conserva su taller y su morada, también es “el centro de iniciación y control de la vida económica, política y cultural que ha atraído a su órbita las partes más remotas del mundo, y formando un cosmos de diversas zonas, pueblos y actividades” (1938/1988, p. 162). El sociólogo advierte que es difícil calificar un lugar como ciudad solamente a través de criterios censuales. Por ello una característica de los asentamientos urbanos que alude a mi investigación es que, si se trata de analizar su tamaño, muchas veces estos traspasan los límites administrativos de los centros, generándose gran concentración poblacional en las áreas periféricas. Este señalamiento es importante para pensar la situación metropolitana del Distrito Federal. Dicha expansión poblacional lleva consigo el atravesamiento de los 49

límites geográficos arbitrarios establecidos por las administraciones de gobierno. Asimismo, la urbanización es motivada por el “poder de sus instituciones y personalidades, que actúan a través de los medios de comunicación y transporte” (p. 165, subrayado mío). Wirth refiere que “con fines sociológicos, una ciudad puede definirse como un asentamiento

relativamente

grande,

denso

y

permanente

de

individuos

socialmente heterogéneos” (p. 167). Esto es, en otras palabras, que el tamaño poblacional, la densidad y la heterogeneidad entre los habitantes son características interrelacionadas y distintivas de

la ciudad, siempre en fuerte

contraste con la ruralidad. Según el autor, entre “más densamente poblada y más heterogénea sea una comunidad, más acentuadas serán las características asociadas con el urbanismo” (p. 168). Históricamente las ciudades han sido crisoles culturales: entre mayor número de individuos, mayor es la heterogeneidad existente, y también el surgimiento de mecanismos de segregación entre éstos. Asimismo, la densidad habría de reforzar la cantidad diversificando la población y sus ocupaciones y aumentando la complejidad de la estructura social: la ciudad es espacio de contrastes, de riqueza y miseria, inteligencia e ignorancia, de orden y de caos (p. 173). Las siguientes líneas también me hacen pensar en la población a la que dirijo mi trabajo pues Wirth apunta que como consecuencia de la alta densidad poblacional existe mucha competencia por los espacios, así que a éstos se les destina el uso que genere mayores beneficios económicos y se disocia el lugar de trabajo con el de residencia. Los asentamientos citadinos tienen a segregarse según los modos de vida: quienes mantienen condiciones y necesidades homogéneas “van a dar a la misma zona, sea inconscientemente, sea porque así lo hayan decidido conscientemente o porque se vieran forzadas por las circunstancias” (p. 174). Por lo que a mi trabajo respecta, esta afirmación se comprueba mediante algunos aspectos de las prácticas de quienes utilizan la línea B del metro. Antes de entrar a detalle, veamos en los siguientes párrafos el proceso de formación de la

50

antropología urbana en México según María Ana Portal y Patricia Safa Barraza (2005) puesto que ellas son expertas en dicho campo de estudio.

3.1.2. LA ANTROPOLOGÍA URBANA EN MÉXICO Ante la diversidad cultural del país, la antropología mexicana nació oficialmente con el siglo XX y fue adoptada para instrumentar el proceso de unificación nacional a nivel ideológico: ligado a la noción de progreso, el proyecto indigenista y de homogeneización fue aplicado por el gobierno durante el primer lustro del siglo pasado. Puesto que la antropología mexicana se ha caracterizado por el estudio de las comunidades, la ciudad comenzó a analizarse desde la perspectiva de sus barrios, colonias y vecindades desde la década de 1950; los trabajos sobre la “cultura de la pobreza” de Oscar Lewis fueron pioneros de esta perspectiva y sirvieron de eje guía durante el periodo de migración campo-ciudad de entre 1950 y 1970 (Portal y Safa Barraza, 2005, p. 31-32). Además, durante dicho periodo se consolidó la llamada periferia con la fusión de los antiguos barrios y pueblos que antes circundaban lo que se conoce hoy como Centro, que estaban relativamente aislados de éste y no estaba incluidos en la traza urbana (p. 36). Ya a finales de los años 60, en plena efervescencia social, las críticas al indigenismo llevaron la atención hacia otros sujetos sociales y, con la dirección de Ángel Palerm, se promovieron nuevas investigaciones en torno a las relaciones sociales entre las comunidades obreras, campesinas y estudiantiles. Una de ellas fue Cómo sobreviven los marginados (1975) de Larissa Lomnitz. Durante los años ochenta, la antropología urbana se inclinó por el análisis de los movimientos urbanos populares resultantes del “deterioro de las condiciones de vida de los sectores populares, los procesos de masificación” y, muy particularmente, los desastres naturales durante aquella década (Portal y Safa Barraza, 2005, p. 38); estudiándolos aún bajo la unidad de pueblos, barrios y colonias. En la última década del siglo pasado y a principios de este, con el incremento de la participación de la sociedad civil en las decisiones sobre su entorno local, el 51

interés de la antropología por el estudio de los barrios y vecindarios también se modificó. Desde estas reflexiones, el territorio ya no puede entenderse como algo fijo y deshistorizado, sino como una Configuración espacial compleja donde se articulan los distintos niveles de la realidad y donde interactúan diferentes actores implicados en la delimitación y apropiación del territorio con intereses e intenciones no sólo distintos sino también, en algunos casos, contradictorios o en tensión. (p. 44) Es posible mirar el metro de la Ciudad de México en términos de esta definición pues en sus instalaciones se tejen relaciones que, tanto fugaces y perecederas como hilvanadoras de historias personales, están en constante conflicto, nunca alejadas de la realidad de la metrópoli contemporánea. Así se reflejará en el último apartado de éste capítulo y en los testimonios ofrecidos en el siguiente.

3.2. EL METRO COMO UNIFICADOR DE TERRITORIOS En obras ya clásicas de autores como Gordon Childe (1980) y Lewis Mumford (1979) que trataron el origen de las formaciones urbanas se describió la organización espacial de las ciudades, donde en el centro se agrupan las actividades de interacción, como el comercio, la religiosidad, la educación y los servicios; es al centro donde llegan los medios para el sostén y reproducción de los urbanitas, donde se encuentra el aparato de gobierno más fuerte y las instituciones que derivan de éste. Igualmente, desde la perspectiva sociológica, es posible volver a Wirth y constatar su planteamiento pensando en la capital mexicana: El predominio de la ciudad, especialmente de la gran ciudad, puede considerarse como consecuencia de la concentración en la ciudad de instalaciones y actividades industriales y comerciales, financieras y administrativas, líneas de transporte y comunicación y un acervo cultural y recreativo que incluye la prensa, las estaciones de radio, los teatros, las bibliotecas, los museos, las salas de concierto y ópera, los hospitales, las instituciones de educación superior, los centros de investigación y

52

publicación, las organizaciones profesionales y las instituciones religiosas y de beneficencia. (1988, pp. 164-165) De manera más específica, por la forma en que ha sido concebida la concentración del poder estatal en nuestro país, se hace comprensible la híper concentración de actividades e instituciones de toda índole dentro de la capital. José Antonio Rosique Cañas (1999) señala que la centralización del poder político de la República en las manos del gobierno federal y la figura del presidente, traducido en el “amplio margen de concentración de poder político-administrativo y de la influencia sobre las formas de gestión pública” (p. 94), ha propiciado la concentración urbana e industrial de la ZMVM, Guadalajara y Monterrey, en detrimento del desarrollo regional y local del resto de México Nuestro país guarda esta herencia centralista desde la época posrevolucionaria, periodo en que se instrumentó la institucionalización de la política y la economía. Esto incluyó una fuerte participación e intervención estatal en la economía dando como resultado lo que se conoce como el “milagro mexicano”. Para los años sesenta, el sector público estatal y paraestatal era tan amplio que se institucionalizaron programas de reforma administrativa y se pusieron en marcha planes y programas nacionales de “desarrollo urbano-industrial, de educación, de salud, de desarrollo rural y regional de desconcentración y descentralización y de impulso a polos de desarrollo” (Rosique Cañas, 1999, p. 94). Como se verá más adelante, fue en este contexto que inició la construcción y operación del metro de la capital del país. En términos legislativos, la Ciudad de México es el Distrito Federal, la sede de los Poderes de la Unión y Capital de los Estados Unidos Mexicanos (Art. 44 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos). Por tales estatutos, no se le considera como uno de los 31 estados mexicanos, aunque sí como una de las 32 entidades federativas (Artículo 43 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos): El Distrito Federal es una entidad federativa con personalidad jurídica y patrimonio propio, con plena capacidad para adquirir y poseer toda clase de bienes que le sean necesarios para la prestación de los servicios 53

públicos a su cargo, y en general, para el desarrollo de sus propias actividades y funciones. (H. Congreso de la Unión, 1994/2014) Así pues, aunque desde finales del siglo pasado el D.F. ostente un gobierno autónomo, también conserva privilegios como la capital de la federación.

Figura 2. Zona Metropolitana del Valle de México. En color claro se señalan las localidades urbanas. Adaptado de Delimitación de las Zonas Metropolitanas de México 2010 por SEDESOL, CONAPO, INEGI, 2012, p. 70.

El D.F. se encuentra en la parte central del país, tiene una extensión territorial de 1 495 kilómetros cuadrados, y aunque representa sólo el 0.1% del territorio mexicano, concentra, según el Censo de Población y Vivienda 2010, a 8,851,080 habitantes dentro de las 16 delegaciones políticas que lo conforman (INEGI, 2013). Sin embargo, se identifican otros 5 millones de personas como población flotante en la capital, quienes trabajan en el D.F. y utilizan sus servicios públicos pero viven en las entidades circundantes (Lozada, 2013). De interacciones sociales y económicas como la anterior, se desprende que la Ciudad de México

54

forme parte de lo que se conoce como Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM),25 como lo muestra la Figura 2. Siguiendo a Jaime Sobrino (2003b como se citó en SEDESOL, CONAPO, INEGI, 2012), lo metropolitano se caracteriza por cuatro elementos: a) El demográfico, por alto volumen de población y movimientos centro-periferia dentro de la metrópoli. b) El mercado de trabajo, con una ubicación sectorial y con un perfil económico y del empleo particulares. c) La conformación espacial, establecida por la expansión urbana. Y, por último, d) la delimitación político-administrativa, respecto a los gobiernos locales involucrados. En este sentido, una Zona Metropolitana puede definirse como el Conjunto de dos o más municipios donde se localiza una ciudad de 50 mil o más habitantes, cuya área urbana, funciones y actividades rebasan el límite del municipio que originalmente la contenía, incorporando como parte de sí misma o de su área de influencia directa a municipios vecinos, predominantemente urbanos, con los que mantiene un alto grado de integración socioeconómica. (SEDESOL, CONAPO, INEGI, 2012, p. 25) Con una población total de 20 116 842 habitantes (en 2010), la ZMVM está conformada por las 16 delegaciones del Distrito Federal, 59 municipios del Estado de México y el municipio de Tizayuca, correspondiente al estado de Hidalgo; 54 de ellos están clasificados como Municipios centrales por su conurbación física, y los restantes como Municipios exteriores, incorporados por criterios de integración funcional por lugar de trabajo o por criterios de planeación y política urbana26 (SEDESOL, CONAPO, INEGI, 2012).

25

26

En algunas publicaciones aparece como Área Metropolitana de la Ciudad de México (AMCM) (Navarro, 1993), Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) (Rosique Cañas, 1999) o Área Metropolitana del Valle de México (AMVM) (Navarro Benítez, 2005). El criterio de integración por lugar de trabajo, se establece cuando “al menos 15 por ciento de su población ocupada residente trabaja en los municipios centrales de la zona metropolitana, o bien, 10 por ciento o más de la población que trabaja en el municipio reside en los municipios centrales de esta última” (SEDESOL, CONAPO, INEGI, 2012, p. 26). Los municipios exteriores definidos con base en criterios de planeación y política urbana están sujetos a “una serie de instrumentos que regulan su desarrollo urbano y la ordenación de su territorio” además son de carácter predominantemente urbano y están en integración funcional con los municipios centrales (SEDESOL, CONAPO, INEGI, 2012, pp. 27-28).

55

Mediante una ojeada al siglo pasado podremos ver cómo se corresponden teoría y realidad en el caso particular del Valle de México y el desarrollo de sus sistemas de transporte, pues Los avances tecnológicos de transportes y comunicaciones que virtualmente han marcado una nueva época de la historia humana, han acentuado el papel de las ciudades como elementos dominantes de nuestra civilización y han extendido enormemente el modo de vida urbano más allá de los confines de la ciudad misma. (Wirth, 1988, pp. 164) El transporte urbano, metropolitano o megalopolitano27 juega este rol crucial ya que a través de él es posible la reproducción social de sus habitantes, es decir, permite a las y los urbanitas realizar actividades básicas como el trabajo, los estudios, compras, trámites, etcétera, y de éste también depende la capacidad de acceso que la población tiene a la “oferta de servicios, equipamientos e infraestructuras urbanas de su territorio” (Navarro, 1993 como se citó en Navarro, 2005, p. 174). Durante las décadas finales del siglo pasado, algunos estudiosos y estudiosas de otras disciplinas se han encargado de analizar el fenómeno del metro desde perspectivas sociales. Por ejemplo, Bernardo Navarro y colaboradores (Navarro y González, 1989), (Navarro, 1993) han hecho énfasis en la importancia del metro de la Ciudad de México como medio para la reproducción de la fuerza de trabajo, considerándolo incluso como un fenómeno social en sí mismo. Siguiendo dichos documentos, en las siguientes líneas referiré los antecedentes y características del metro más relevantes con respecto a éste trabajo.

3.2.1. ANTES DEL METRO Siguiendo a Navarro y González (1989), si durante el siglo XIX el transporte de personas y productos en la capital se realizaba mediante carros de alquiler, caballos, carretas, carrozas y carruajes particulares por tierra o sobre canoas y 27

Una megalópolis es el conjunto de varias zonas metropolitanas. La Megalópolis del centro del país concentraba el 33% de la población en 2005, en ella interactúan 12 zonas metropolitanas articuladas por la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) (López Pérez, s.f., p. 45).

56

lanchas por los canales, el XX inició sustituyendo aquellos por tranvías de tracción mediante mulas. Éstos últimos fueron el “embrión” del sistema de tranvías eléctricos, el “primer sistema formal de transporte público en la ciudad” (p. 7). En 1917 empezaron a circular los primeros camiones de pasajeros de la ciudad, mientras que los tranvías tenía ya 14 líneas sirviendo de transporte a los trabajadores de las nacientes zonas industriales periféricas, de modo que desde entonces el transporte público fue resolviendo la necesidad de llevar a la fuerza de trabajo de su domicilio al área de labores. Para 1945 los autobuses habían logrado desplazar a los tranvías pues, debido

su flexibilidad, los camiones

lograron adaptarse a la expansión de las zonas norte y oriente de la ciudad. El periodo de 1946 a 1981 estuvo marcado por el dominio de los autobuses organizados alrededor de la Alianza de Camioneros y por la primera intervención estatal directa en materia de transporte en el D.F.: la creación de la empresa descentralizada Servicios de Transportes Eléctricos (STE), lo cual sentó el precedente a la siguiente gran intervención que significaría la planeación y construcción del STC, también gestionado y controlado por el Estado. Asimismo, el número de automóviles también iba en aumento entre la pequeña burguesía y la clase media emergente, por lo que ya desde ese entonces se generaban dificultades de tránsito, en mayor medida para el transporte público (p. 13). Según los datos ofrecidos en Metro, metrópoli, México y Ciudad de México: el Metro y sus usuarios (Navarro y González, 1989), durante la década de 1960 se instalaron 1 922 800 habitantes en los municipios periféricos al Distrito Federal, consolidando así su carácter metropolitano. En ese entonces el Área Metropolitana concentraba el 48% de la producción bruta industrial mexicana, 47% del personal ocupado y el 29% de los establecimientos, de tal modo que En estas condiciones el Área Metropolitana de la Ciudad de México (AMCM) provocaba para 1967, ocho millones de viajes diarios, en condiciones de vialidad deficiente, de un centro congestionado de prácticamente imposible circulación en horas pico y un transporte colectivo fundamentado en líneas de autobuses no estructurados como “sistema” de transporte, con problemas de operación y rentabilidad. (Navarro, 1993; Navarro y González, 1989) 57

Con la urbanización ya consolidada, el problema del transporte comenzó a “traducirse en reivindicaciones populares levantadas tanto al interior de las organizaciones

gremiales

de

los

trabajadores

como

surgidas

de

las

organizaciones de base territorial” (Navarro y González, 1989, p. 17). Además, aunado a los intereses de la industria de la construcción, específicamente de la empresa ICA, el gobierno capitalino estaba interesado en “fortalecer la imagen de que el milagro mexicano continuaba vigente” (p. 17). Incluso aunque en las décadas de 1970 y 1980 se dieran las primeras señales del desajuste económico por venir, el Estado mantenía tal discurso, sustentándolo con la construcción de obras monumentales (p. 15) como las líneas del metro subsiguientes a la primera, iniciada justo en 1967 e inaugurada en 1969.

3.2.2. EL SISTEMA DE TRANSPORTE COLECTIVO-METRO El metro, término contractivo de “tren metropolitano”, es un medio de transporte masivo rápido (Montejano, 2006). Desde sus inicios, el Sistema de Transporte Colectivo (STC) se ha mantenido como el organismo público descentralizado encargado de la construcción, operación y explotación de los trenes que transportan a millones de personas diariamente28 (STC, s.f. a, s.f. b). La Red del STC se compone de un total de 195 estaciones localizadas en 12 líneas. Como ocurre en otros sistemas de transporte metropolitano alrededor del mundo, a cada línea se le ha asignado un número o letra y un color característico. Sin embargo, el metro de la Ciudad de México es particular puesto que, además, cada estación tiene un ícono representativo. Tal decisión se hizo pensando en los altos niveles de analfabetismo que existían a finales de los años sesenta, cuando las primeras líneas de la Red fueron inauguradas (Rivera, 2012).

28

En 2012 el total de pasajeros fue de mil 608 millones 865 mil 177 usuarios (Sistema de Transporte Colectivo, s.f. b).

58

En su sitio web (STC, s.f. c) el STC explica el proceso de construcción de la Red mediante seis periodos temporales denominados etapas. Describirlas a continuación permitirá ubicar la línea B temporal y espacialmente con respecto al paulatino crecimiento de la Red y la ZMVM, puesto que la construcción de una línea del metro modifica

la

relación

que

los

habitantes de cada zona establecen con el total de la urbe. La primera etapa está delimitada cronológicamente de 1967 al 1972. Durante este tiempo se construyeron tres líneas con 48 estaciones y una longitud total de 42.4 kilómetros. La

Figura 3. Estado de la Red del STC hacia 1972. Adaptado de Mapa de la Red, s.f. Recuperado de http://www.metro.df.gob.mx/red2/index. html

línea 1, de color rosa, iba en ese entonces de la estación Zaragoza en el oriente de la ciudad, a Chapultepec en el poniente. Planeada para recorrer la ciudad de noroeste a sur pasando por el centro de la ciudad, se construyó la línea 2, cuyo color distintivo es el azul, de la estación Tacuba hasta Taxqueña, ésta última hoy continúa siendo terminal. La línea 3, de color verde olivo,

comenzó a funcionar conectando la parte

“norponiente del centro” en las estaciones Tlatelolco a Hospital General. La segunda etapa va del 7 de septiembre de 1977 a finales de 1982. Está divida por dos fases. Durante la primera se realizaron las prolongaciones de la línea 3: hacia el norte de Tlatelolco a la Raza y de Hospital General, en el centro hacia el sur con la estación Zapata. En la segunda fase se presentó el primer Plan Maestro del Metro y se realizó la construcción de la línea 4, de color verde agua, que corre paralelamente a la línea 3 pero un poco más al oriente, y la línea 5, de color amarillo, que se acerca a los límites del norponiente del D.F. y el Estado de 59

México (la terminal Politécnico es cercana al municipio de Tlalnepantla) hasta la frontera centro oriental de dichas entidades mediante la terminal Pantitlán. Dicha estación colinda con el municipio de Nezahualcóyotl. Con estas modificaciones la red alcanzó 79.5 kilómetros y un total de 80 estaciones. La tercera etapa se delimitó entre 1983 y 1985. En este periodo se realizaron las que serían, a la fecha, las últimas ampliaciones a las primeras tres líneas: la línea 3 se extendió más al sur, de Zapata a Universidad, la 1 de Zaragoza a Pantitlán (una estación hacia el oriente), y a la 2 de Tacuba a la estación Cuatro Caminos, en zona limítrofe con Naucalpan, Estado de México. También en esta etapa se iniciaron la línea 6 (roja) y la 7 (naranja). La 6 conectó el norte de la ciudad de poniente a oriente: de la frontera noroeste del D.F. cercana al municipio de Tlalnepantla mediante la terminal El Rosario, hasta la estación Instituto del Petróleo en el D.F. La línea 7 conectaría el poniente de la ciudad de sur a norte en el tramo de Tacuba a Barranca del Muerto. La longitud de la red aumentó 35.2 kilómetros, alcanzando un total de 105 estaciones. La cuarta etapa se delimitó de 1985 a 1987. En este periodo comenzaron las ampliaciones a las líneas 6 y 7, que les darían su constitución actual: la línea 6 se amplió hacia el oriente de Instituto del Petróleo hasta Martin Carrera, mientras que la línea 7 se extendió al norte de Tacuba a El Rosario. Ambas se terminaron en 1988, agregando 10.4 Km y 8 estaciones más a la Red. La línea 9, de color marrón oscuro, fue inaugurada en 1987 de la terminal Pantitlán hacia el centro del D.F. con la estación Centro Médico. El siguiente año se

abrió al público su

extensión de Centro Médico hacia el poniente, con la terminal Tacubaya. La quinta etapa fue de 1988 a 1994. En este periodo se construyó la primera extensión metropolitana del D.F. al Estado de México mediante la línea A, de color púrpura, inaugurada en 1991, y que desde entonces recorre la zona suroriental limítrofe entre la delegación Iztapalapa y los municipio de Nezahualcóyotl y La Paz. En 1994 se puso en funcionamiento la línea 8, de color verde, con la ruta actual de Garibaldi, en el centro del D.F. a Constitución de

60

1917, en el suroriente del mismo. Para entonces, la Red del STC contaría con 178.1 kilómetros de longitud, 154 estaciones y diez líneas. La sexta etapa se delimitó de 1993 a 2000.

Durante

este

periodo

se

planificó y construyó la línea que interesa a este trabajo: la línea B, única línea bicolor: gris y verde. En 1994 inició

su construcción en el

tramo de la terminal Buenavista a Garibaldi, en la parte norte del centro de la Ciudad y fue hasta el año 2000 en que se abrió al público hasta la terminal Ciudad Azteca, en el Estado de México. Figura 4. Estado de la Red del STC en la actualidad. Adaptado de “Mapa de la Red”, s.f. Recuperado de http://www.metro.df.gob.mx/red2/index. html

Finalmente, aunque esta obra no haya sido

especificada

como

parte

la

“séptima etapa”, en 2008 inició la

construcción de la Línea 12 que recorre el sur del D.F. desde Tláhuac a la estación Mixcoac. Esta línea se inauguró en octubre de 2012, sin embargo, en marzo de 2014 fue cerrada en más de la mitad de su recorrido, de Atlalilco a Tláhuac, por deficiencias que ponían en riesgo la seguridad de la población usuaria (“Por „Deficiencias‟,” 2014).

3.3. COTIDIANIDAD

EN EL METRO: UNA DESCRIPCIÓN ETNOGRÁFICA DE LOS

TRAYECTOS POR LA LÍNEA B

El metro de la capital mexicana es ciertamente una amplia red de transporte que permite la reproducción de las clases sociales (Navarro Benítez y Guevara González, 2001) sin embargo, hablar de él es hablar de un universo sociocultural en sí mismo. Siendo un medio de transporte fundamental para sus usuarias y 61

usuarios cada vagón, cada andén y cada pasillo es también punto de encuentros y desencuentros,

fuente de trabajo formal e informal, escenario de

cotidianeidades y de historias memorables e, incluso, inspiración de expresiones musicales anidadas en la memoria popular. Para producir una etnografía del metro se requiere escoger un camino, pues las formas estilísticas, expositivas y temáticas son tan variadas como las rutas que podemos elegir para llegar a nuestro destino cuando usamos este transporte. El viajero subterráneo: un etnólogo en el metro (1987/2002) es referente clásico de la relación antropología/tren metropolitano. El etnólogo francés Marc Augé se propuso, mediante un lenguaje casi literario e imbuido en la posmodernidad, describir sus memorias y análisis en teoría antropológica después de años de trayectos en el metro de París. Siguiendo la terminología augeana, el metro es un “no-lugar” en tanto que no es poseedor ni otorgante de ninguna identidad, no es relacional ni tiene una historia que pueda seguírsele, el autor explica: La sobremodernidad es productora de no lugares, es decir, de espacios que no son en sí lugares antropológicos y que, contrariamente a la modernidad baudeleriana, no integran los lugares antiguos: éstos, catalogados, clasificados y promovidos a la categoría de “lugares de memoria", ocupan allí un lugar circunscripto y específico. (2000, p. 83) Cuando el espacio de tránsito del metro mexicano es acondicionado para salas de exposiciones, tiendas de abarrotes, locales de alimentos preparados, farmacias, sanitarios, centros de cómputo, tiendas de ropa, etcétera, el “no-lugar” se convierte en espacio de interrelación, quizá perecedera, pero efectiva. Vale aquí el señalamiento de que “el lugar y el no lugar son más bien polaridades falsas: el primero no queda nunca completamente borrado y el segundo no se cumple nunca totalmente” (p. 84). Sobre el metro de la Ciudad de México encontramos los trabajos de Olivia Domínguez, quien realizó una etnografía detallada sobre los espacios de la línea 3 del STC y las particularidades que el público usuario les dota (Domínguez Prieto, 2004). Su investigación culminó en la publicación de Trovadores 62

posmodernos: músicos en el Sistema de Transporte Colectivo metro (2010). En sus propias palabras, este texto es una propuesta inter o transdisciplinaria porque fue pensado desde el urbanismo, la geografía del transporte y la sociología, aunque el eje rector fue lo antropológico. La etnografía que viene a continuación procede de mi experiencia, centrando la atención en las condiciones que, en mi opinión, permiten la violencia sexual al interior de este transporte. Yo concuerdo con que “quien emprende una investigación feminista no mira la realidad de la misma manera que una persona insensible a la problemática de la relación entre los géneros” (Bartra, 2010, p. 71), de manera que este trabajo, siendo regido bajo una metodología feminista, recoge la herencia de otros que lo han precedido. Siguiendo a Eli Bartra, cierto Punto de vista feminista hace evidente que las formas expositivas tradicionales del discurso científico masculino no son las únicas posibles pues lo objetivo puede conjugarse con lo subjetivo y lo personal, además de que “la seriedad no implica que no se

Figura 5. La línea B atraviesa las delegaciones Cuauhtémoc, Venustiano Carranza y Gustavo A. Madero, parte de Nezahualcóyotl y el sur de Ecatepec. Adaptado de INEGI, Digital Globe, Google, 2014.

63

pueda escribir en un lenguaje metafórico” (p. 72). En este sentido, junto al cuerpo de la etnografía incluiré narraciones en primera persona: notas de campo colocadas en cuadros de texto que narran situaciones significativas, acciones de las personas usuarias y sensaciones experimentadas por mí durante dicha observación. El primer apartado contiene datos geográficos generales de la línea B; en el segundo describo la línea durante horas de congestionamiento; el último apartado refiere situaciones de mayor tranquilidad.

3.3.1. CONTEXTO ESPACIAL Las fuentes oficiales dicen que la línea B tiene una longitud total de 23 Kilómetros con 722 metros, de los cuales 20 Kilómetros 278 metros son usados para los recorridos y el resto para maniobras distribuidos en 21 estaciones (Sistema de Transporte Colectivo, s.f. d), como se muestra en la Figura 5. Las seis estaciones que atraviesan el centro de la Ciudad mediante el trazo del Eje 1 Norte son subterráneas.

Estas

son

la

terminal

Buenavista;

Guerrero,

que

tiene

correspondencia con la línea 3; Garibaldi, que conecta esta línea con la línea 8, Lagunilla, Tepito y Morelos, que tiene correspondencia con la línea 4. El tramo entre Morelos y San Lázaro transfiere la modalidad del recorrido de subterráneo a elevado. Las otras estaciones elevadas son Flores Magón, Romero Rubio y Oceanía, estación que permite transbordar hacia la línea 5. Desde la estación Deportivo Oceanía el recorrido y las estaciones son de tipo superficial, además de ésta última las únicas estaciones superficiales situadas en el territorio del Distrito Federal son Bosques de Aragón y Villa de Aragón, después el recorrido de la línea se hace a través del trazo la Avenida Central, ya en el Estado de México, desde la estación Nezahualcóyotl, ubicada en el municipio del mismo nombre, hasta la terminal Ciudad Azteca dentro del municipio de Ecatepec.

3.3.2. TRAYECTOS TORTUOSOS Hasta hace poco, acceder a una buena parte del núcleo de la metrópoli con un viaje de valor de tres pesos representaba una seria ventaja. En los últimos cuatro 64

años la tarifa del metro ha sido modificada en dos ocasiones. De 2002 a 2009 el costo de cada boleto era de $2.00. El 1º de enero de 2010 aumentó a $3.00. Nuevamente, el 13 de diciembre de 2013 el costo del boleto pasó de $3.00 a $5.00.29 Aunque en la actualidad el transporte ya no sea tan accesible como en los sexenios pasados, sigue representando una ventaja frente al transporte público del Estado de México cuya tarifa mínima actual es de $8.00. Por estos motivos es que desde su inauguración hasta la estación Ciudad Azteca en el año 2000, la línea B del metro es la principal fuente de transporte público para trasladarse de esta zona de la periferia mexiquense hacia el D.F., 30 de manera que

las corrientes masivas de usuarias y usuarios siguen una ruta

bastante definida: por las mañanas hay que viajar del hogar al D.F tomando el tren con dirección a Buenavista; en el transcurso de la tarde y la noche habrá que regresar a casa abordando el tren con rumbo a Ciudad Azteca. 29

30

El gobierno sustentó su decisión mediante los resultados de una breve encuesta realizada a finales de noviembre del mismo año, cuyos resultados supuestamente revelaban que la ciudadanía había apoyado el aumento (Romero, 2013). En realidad este “ajuste” tarifario generó el descontento del público, principalmente jóvenes estudiantes que manifestaron su desacuerdo a través de los sitios web Facebook y Twitter. Ello derivó en acciones de organización ciudadana, lo que se conoció en internet como #PosMeSalto: mediante dichos medios electrónicos se convocó al no pago de la tarifa de este sistema de transporte como forma de rechazo al alza. Además se convocó a la asistencia en grupos a las estaciones del metro para realizar “liberaciones de torniquetes” de manera que todos los usuarios que intentaran acceder al metro lo pudieran hacer de manera gratuita. Mediante esta acción los manifestantes tenían la intención de dar a conocer su postura y, con ello conseguir apoyo del resto de la ciudadanía. En la línea B estas acciones se dieron principalmente en las estaciones terminales Buenavista y Ciudad Azteca y otras como Río de los Remedios. Además de las liberaciones de torniquetes de diciembre a febrero de 2014 se realizaron algunas marchas que se caracterizaron por la excesiva presencia policial (Suárez y Quintero, 2013) y varias sesiones de la Asamblea Contra el Alza del Metro. Además se realizaron de “contraconsultas” independientes que demostraron que la mayoría de las y los encuestados no apoyaban la decisión gubernamental. También se realizaron colectas de firmas de documentos dirigidos al Jefe de Gobierno del D.F. y al gobernador del Estado de México solicitando dar marcha atrás al incremento tarifario. Aunque el aumento del 29% a la tarifa del metro abonó a la carestía y a la inflación anual de 2013 (Zúñiga M., 2014), el STC continúa argumentando que el metro capitalino es de lo más baratos del mundo (Sistema de Transporte Colectivo, 2014). Hay otros medios de transporte público como “combis” y microbuses que tienen un recorrido paralelo al de la línea B sobre la Avenida Central, la Avenida 608 y la Avenida Oceanía hasta la estación San Lázaro pero, además del costo elevado (alrededor de $8.50), el tránsito de vehículos particulares es muy intenso en estas vías, particularmente por las mañanas desde las 6:00 a.m., en dirección al D.F. Desde las 19:00 horas ocurre saturación de las mismas vialidades pero en dirección al Estado de México.

65

En un día de trabajo, la actividad comienza desde muy temprano. Si el metro abre sus puertas a las 5 a.m. los tumultos comienzan desde las 6:00, mientras que a las 7:30 los trenes con dirección a Buenavista ya están completamente congestionados. A estas horas y hasta alrededor de las 9:00, la gente se acumula en los andenes de las estaciones, desde Ciudad Azteca hasta Nezahualcóyotl. En Villa de Aragón, dentro del territorio del D.F., poca gente ingresa puesto que para cuando un tren llega a ésta y las estaciones siguientes cada vagón está completamente lleno y cada persona dentro no puede estar más compactada. Por ello los andenes de dichas estaciones se tornan casi desiertos, puesto que las personas deciden retroceder en A las 6:00 de la mañana sólo me mantiene despierta la iluminación intensa en el andén. Aún está oscuro pero el día ya ha empezado y las mujeres que aguardan a mis costados están ya bien listas, perfumadas, con el cabello brillante, casi goteando la ducha de madrugada. Arriba el tren y todas podemos irnos hacia el D.F.

su ruta varias estaciones para lograr ingresar a algún vagón. Así que para poder lograr que todo marche, al interior del tren nadie respira más de lo esencial, y cuerpos y pertenencias deben

contraerse en la dinámica del abrir y cerrar de puertas en cada estación, por lo menos hasta llegar a Oceanía, destino en el que empieza el descenso eventual de usuarias y usuarios y que es notorio en San Lázaro, Garibaldi y Guerrero. Quizá para algún neófito sería difícil de creer la cantidad de personas que lleva consigo un tren a esas horas. Cada tren tarda más en cerrar sus puertas en cada estación, la marcha de los convoyes se retrasa, el tiempo de traslado se incrementa y tardan más en llegar a cada estación, usuarias y usuarios se acumulan en el andén y el círculo continúa hasta que desciende el flujo de personas. En el argot del Sistema de Transporte Colectivo la retención de usuarias y usuarios en pasillos, mediante vallas movibles, para evitar congestionamientos en andenes se conoce como “dosificación”, mientras que la separación por sexos en andenes y vagones se conoce como simplemente como “separación de usuarios” (Sistema de Transporte Colectivo, 2012). En esta línea se reservan 3 vagones en 66

cada tren para usuarias mujeres, menores de 12 años y personas de la tercera edad; puede decirse que sólo tres vagones a veces resultan insuficientes, aunque en general, en horas pico la demanda siempre supera el servicio ofrecido en todos sentidos. Existen diferencias en las dinámicas entre cada lado de la separación en vagones y andenes. Para separar varones y mujeres en las estaciones superficiales utilizan vallas metálicas soldadas a las estructuras de la estación que, por su diseño, recuerdan a los corrales usados para la ganadería. A las 7:45 el servicio está a tope. Del lado donde, prácticamente, se les resguarda, se acumulan las mujeres preocupadas en llegar a tiempo a su destino; armadas con bolsas de mano, loncheras y portaviandas, mochilas y otros enseres, se precipitan las mujeres, como en una ola, cuando escuchan el pitido que estila el convoy cuando arriba al andén. Se abren las puertas, y las desafortunadas que necesitan abandonar el tren en esta estación (son muchas menos que las que suben, quizá una o dos, frente a diez que se agazapan de los extremos de la puertas) piden con desesperación que se les deje bajar. A veces, si son inexpertas, si las que están afuera son demasiadas, o si simplemente no son escuchados sus reclamos, son integradas a la muchedumbre e introducidas por la fuerza de la masa que entra, incuso hasta el otro extremo del vagón. El tumulto se disuelve al tiempo que el operador logra cerrar las puertas del tren y emprender el viaje, las usuarias logran acomodarse un poco entre resquicios de brazos, caderas o bolsos y, hasta la siguiente estación, reina la tranquilidad ante la discreta satisfacción de haber cabido en el tren que ahora las acerca a su destino. De entre la mayoría de mujeres que viajan de pie es común escuchar las pláticas acaloradas de quienes están acompañadas por alguna conocida y comparten los chismes de la oficina, de las que piden que alguien más baje su brazo o su bolso, o cambie de posición porque le está “enterrando su hueso”. Entre las afortunadas que lograron postrarse en un asiento están las que se maquillan con diligencia, las que se avocan a la lectura de Tv Notas o el best-

67

seller de moda, las que bostezan, las que cabecean entre sueños y las que fingen dormir con los auriculares del teléfono móvil puestos. Las mujeres, en general, muestran ciertas actitudes de sororidad. Para que algunas cuantas entren en un vagón muy lleno es regular que las que quedan fuera ayuden empujando y metiendo los bolsos de las que pudieron acomodar buena parte de su cuerpo al interior, de este modo el tren puede cerrar sus puertas y partir con menor demora y con ello se incrementan las posibilidades de que el convoy siguiente pueda aproximarse. Hay mujeres que, desde un asiento y con las manos libres, les ofrecen cargar sus pertenencias voluminosas a las que están de pie cerca de ellas. También es frecuente que se les ceda

el

asiento

a

madres

lactantes o con preescolares y mujeres de la tercera edad, aunque tampoco es común que esta población viaje durante las “horas pico” de la mañana. No obstante la gentileza de muchas, no se está exenta de presenciar algún altercado entre señoras

aguerridas

malhumoradas, empujones

que y

y entre

palabrerías

distienden el estrés generado al sentirse

impotentes

ante

la

Es noche de miércoles en la estación Oceanía y hace media hora comenzó a llover. El andén en dirección a Ciudad Azteca casi desborda en caos, se puede sentir la impaciencia de no andar camino a casa. Las vallas que sirven para implementar la separación están ahí, pero no hay vigilancia, así que la gente las ignora y hay varones y mujeres en esta área. Los trenes tardan en llegar y la multitud se acumula. Llega un tren y empiezan los empujones: quieren entrar, quieren salir y salen sólo por la fuerza. El siguiente reto será cerrar las puertas pero algunos se niegan a dejar ir el tren sin su persona a bordo. Hay quienes empuja con rabia enfrascada en una civilidad que cae en la simulación. Las puertas consiguen cerrarse pues la gente ha logrado comprimirse. Ahora el tren no se mueve, hace un ruido quejumbroso, es forzado por quien lo conduce pero, para desesperación de muchos, la máquina se niega.

inmovilidad de los cuerpos que se aglomeran, volviéndose una gran masa humeante, que se mueve como un conjunto, sometida al frenar, avanzar o virar del tren. A las mismas horas, esperando entrar en un vagón mixto, el ambiente es un tanto distinto: muchas ropas de colores sobrios, trajes y portafolios lustrosos, 68

chamarras y gorras en sus sitios; la higiene y el arreglo personal no resaltan, como entre las mujeres. También es norma que a estas horas nadie que haya podido encontrar un asiento libre pueda desperdiciar la oportunidad de dormir un poco. No puedo describir con tanto detalle el trayecto matutino pico de un vagón mixto, puesto que ciertamente en todo el tiempo que he sido usuaria de esta línea ni durante el periodo de campo ingresé a estos vagones en dicho horario.31 Desde fuera, durante los momentos de mayor tensión, se puede notar la cantidad de fuerza corporal que algunos varones aplican para tener la oportunidad de entrar a los vagones, algunos literalmente tiemblan al forcejear con la masa, de la mano de sus pertenencias. Además de la alta demanda matutina, hay otras condiciones que producen aglomeraciones, por ejemplo, el mal tiempo: durante una entrevista informal un policía auxiliar me explicó que en temporada de lluvias el servicio se entorpece debido a que los trenes pierden capacidad de frenado y derrapan con facilidad. Por precaución, se les indica avanzar a velocidades mínimas y cada convoy se atrasa paulatinamente. Como los recorridos son “circulares”, “si se atrasa uno, se atrasa el siguiente, y el siguiente, y se van acumulando [los retrasos]”. Él mismo me indicó que cuando no llueve y el metro avanza lentamente se debe a fallas que pueda presentar cierto tren y se decide sacarlo de circulación, por lo que se pide al público que lo desaloje, sin embargo, muchas personas se niegan a bajar y el tren permanece en el andén, situación que atrasa la circulación de toda la flota de trenes en servicio.32

31

32

Decidí esto por seguridad personal: no quise arriesgarme a algún evento de violencia, de los cuales, sí viví durante horarios vespertinos de dosificación. Más adelante profundizo al respecto. La falta de recursos para mantenimiento y refacciones es una cuestión divulgada en las instalaciones del metro mediante comunicados en hojas tamaño carta colocados en paredes de estaciones y al interior de los vagones, firmados por el Sindicato de Trabajadores del Metro. A este problema suele dársele un uso político; por ejemplo, fue difundido por medios de comunicación a través de Joel Ortega, director del STC, como justificación para el aumento de tarifa en diciembre de 2013 (Gómez Flores, 2013). En el mismo tenor, se señaló la posibilidad de privatizarlo si no se recibían mayores presupuestos. (González y Gómez, 2013)

69

Hasta antes de una desafortunada experiencia de violencia, durante el periodo de campo abordé vagones mixtos Eran casi las ocho de la noche, me quedé al lado de la puerta por una situación extraordinaria: iba acompañada de un amigo y nos quedamos ahí para que él pudiera bajar en San Lázaro. Lo hizo igual que algunos otros pasajeros, subieron algunos más. Adopto mi posición de resguardo: un sujeto queda a mi lado, opongo mi bolso a su cuerpo. Continúa el trayecto. Ya no suben más personas en Oceanía, esa puerta ya no abriría más sino hasta llegar a Ciudad Azteca y el hombre queda a mi lado. Mientras el tren recorre algunas estaciones, él guarda su mano en el bolsillo del pantalón. Avanzamos algunas estaciones más, y noto que el sujeto sigue con la mano en el bolsillo como si buscara algo dentro. Aunque no lo veo, ni el cuerpo del sujeto hace contacto conmigo, siento el movimiento de su mano que mi bolso también cubre. Me canso, quito mi bolso y ¡sorpresa!, pude advertir su pene erecto bajo el pantalón de mezclilla.

por las tardes y noches cuando el tumulto

no

parecía

tan

abrumador. A tales horas no suele verse la gran cantidad de personas que utilizan el metro por las

mañanas

pues

la

gente

regresa a sus hogares a lo largo del día. Observé que cuando yo u otra mujer intentábamos abordar un vagón mixto, los hombres cedían el paso si es que había espacio dentro del vagón, acción que no realizan cuando otro hombre intenta abordar el tren.

Ya dentro, los varones alrededor formaban una especie de cerco corporal, intentando mantener un espacio que impidiera el contacto físico. En el siguiente capítulo se verá que una explicación a este comportamiento, ofrecida por una mujer entrevistada, se refiere a un cambio en la conciencia de los hombres con respecto a las sanciones por violencia sexual, por lo cual existen usuarios más cuidadosos con respecto al contacto que establecen con las mujeres. Por otro lado, según mis experiencias, y confirmándolo a través de las entrevistas que se verán más adelante, apostarse en la puerta puede significar mayor riesgo de ser violentada. Además, a veces sucede que cuando a los agresores se les interpela después de un ataque, ellos reaccionan negando los hechos con insultos y descalificaciones o ignorando por completo a quien los acusa, escudados por la multitud que, en cualquiera de los dos casos, se queda en silencio, observando inmóvil o perdiendo la mirada en otros puntos, como tratando de integrarse al mobiliario del tren.

70

Otra observación constante, aunque no general, fue que muchos varones no utilizan reglas de civilidad ni el habla ligada a ellas. Por ejemplo, si algún viajero necesita moverse de su sitio para salir del tren, simplemente intenta hacerlo como si tratara de derribar obstáculos inanimados. Nadie dice nada. No hay acciones de cortesía porque no parece que haya más personas aparte de cada sujeto ensimismado. Como en cualquier buen no-lugar, cada quien se concentra en el sonido de sus audífonos o, si hay espacio, en su lectura que regularmente son los periódicos que se consiguen en los puestos al interior del metro, o cerca de los torniquetes. De hecho, casi puede decirse que hay

publicaciones

periódicas

intrínsecas al STC Metro: Basta! contiene principalmente notas del “medio

del

espectáculo”,

el

Récord es un diario deportivo, El Gráfico

y el

Metro

son

dos

periódicos sensacionalistas cuyas portadas

y

contraportadas

contienen, casi como norma, fotos de

accidentes

violentos

que

o

episodios

resultaron

en

muertes sangrientas, e imágenes de mujeres casi desnudas con cuerpos

que

responden

al

Figura 6. Portada del periódico El Gráfico. Adaptado de El Gráfico. 20 de abril de 2014. Recuperado de http://www.eluniversal.com.mx/n_portadas_ pdf/grafico.pdf

estereotipo erótico, acompañadas de leyendas elaboradas bajo códigos lingüísticos que aluden a la lógica del uso de sus cuerpos (Figura 6).33 En otras palabras, estos periódicos recuerdan cómo, bajo el sistema de pensamiento y la economía heterosexual, la existencia de la

33

Cada edición del Récord contiene el “regalo del día”, imágenes de alguna modelo con las mismas características.

71

“mujer” sólo es válida y sólo cobra sentido mientras funcione como un bien disponible y apropiable por los varones.

3.3.3. EN CALMA Las tardes sin dosificación pasan lentas y calurosas; lentas porque el servicio se entorpece y es común que los trenes se detengan por minutos casi en cada estación; calurosas porque los vapores de los cuerpos, ya gastados por el día, se concentran con ayuda del sistema de ventilación de los trenes que muchas veces permanece apagado. Casi es posible oler el cansancio y quienes tuvieron la fortuna de tomar algún asiento aprovechan el recorrido para hacer la siesta de la tarde. Eso sí, mientras encuentren espacio para abordar, vendedoras y vendedores ambulantes recorren los trenes a cualquier hora, aunque desde los primeros meses de 2014 han debido realizar su trabajo con cautela puesto que el STC ha intensificado la realización de operativos para evitar su presencia. Por otro lado, un paseo por la línea B durante un día o un horario de poca afluencia es una experiencia que contrasta con lo ya descrito, la cantidad de usuarias y usuarios es poca y los trayectos son rápidos y sin contratiempos. Por ejemplo, viajar desde Buenavista durante las primeras horas de la mañana, cualquier día, implica hacerse acompañar por el murmullo de los ventiladores y la alarma de cierre de puertas como única presencia sonora; es probable que un par de usuarios más también aborden en la terminal y paulatinamente lo hagan otras personas conforme se cumple el trayecto; pero el tren jamás se congestionara e inclusive casi nadie viajará de pie. Los fines de semana también son particulares porque muchas personas viajan en compañía: familias enteras y pequeños grupos de jóvenes viajan hacia el centro, el vagón se llena de conversaciones y desenfado. En vacaciones y, principalmente, los domingos también es posible ver niñas, niños y bebés en carreolas, rara vez presentes en el metro durante días escolares. Muchos, con sus padres y madres se dirigen al Bosque de Aragón con los colores de 72

bicicletas, 34 pelotas y otros juguetes.

Estos días no se respiran las prisas,

agobios y cansancios comunes al resto de la semana cuando niñas y niños están casi ausentes de este espacio. Augé describió los viajes en el metro de París como cotidianos y obligatorios, puesto que el fin de estar allí sólo consiste en llegar con prontitud al destino que cada quien se ha fijado. De este modo, el metro constituye un espacio de tránsito, de estancia breve y de entrecruzamiento obligado, es “la colectividad sin el festejo y la soledad sin el aislamiento” (Augé, 2002, p. 56). Sin embargo, la línea B del metro de la Ciudad de México no se vive tan sólo de esa manera. Sería fácil argumentar que “el vivir y trabajar en conjunto de individuos que no tienen vínculos sentimentales ni emocionales fomenta un espíritu de competencia” (Wirth, 1988, p. 174) pero debe tomarse en cuenta que estas actitudes de tensión, competencia y alerta constante son consecuencia de las condiciones en que este servicio es ofrecido. De igual modo, los eventos de violencia sexual son consecuencia de la conjugación de estas condiciones, que son producto del orden neoliberal en que vivimos, con el sistema de relaciones de género. El siguiente apartado da cuenta de ello, ahora en voz de usuarias y usuarios entrevistados.

34

El STC permite el ingreso con bicicletas todos los domingos y días festivos.

73

74

4. EN VOZ DE USUARIAS Y USUARIOS En los primeros dos capítulos expuse varias posturas dentro de la teoría de género y la teoría feminista para posteriormente posicionar los resultados del trabajo de campo, ya fuera refutando o comprobando las hipótesis. Como su nombre indica, la metodología de la teoría fundamentada

propone la

fundamentación a través de los datos de la postura teórica de la investigación. Para conseguir tales datos fue necesaria la codificación de las entrevistas, información que se conjuntó en una matriz de categorías, además del ejercicio de observación y escritura de la etnografía. Después de este proceso, cuando los datos emergidos de las entrevistas y los elementos resultantes de la observación estuvieron organizados por ejes claros, fue posible buscar respuestas analíticas que complementaran los elementos teóricos ofrecidos previamente. De este modo, es posible leer los contenidos teóricos revisados en los primeros capítulos, sin embargo en este capítulo retomo directamente los aportes de investigadores e investigadores hispanohablantes, “locales”, de contextos más cercanos al que me concentro en este trabajo. En este marco, el capítulo que viene a continuación expone el análisis y las evidencias resultantes de las entrevistas realizadas a 7 mujeres y 5 varones en el periodo de enero a septiembre de 2013, quienes en dicho momento residían en las zonas aledañas a la línea B de metro en el territorio del Estado de México dentro del municipio de Ecatepec, como se muestra en la Tabla 2. Contacté a estas personas a través de diferentes medios: vínculos con amigos, vecinos y antiguos compañeros de escuela, contactos a través de GENDES A.C. 35 y anuncios en un grupo virtual vecinal dentro de la página web Facebook.36

35

36

De abril a octubre de 2013 realicé servicio social en esta asociación civil. GENDES (Género y Desarrollo A.C.) es una organización de la sociedad civil dedicada al análisis de la violencia de género y a la promoción de relaciones igualitarias priorizando el trabajo con hombres. Disponible en https://www.gendes.org.mx/ El grupo tiene por nombre “Vecinos en lucha Aragón-Ecatepec. Disponible en https://www.facebook.com/groups/216326528490063/ ingresando mediante previo registro e inicio de sesión en dicha página.

75

7

12

UAM Azcapotzalco

Heterosexual

Río de Luz

Centro D.F.

22

Miranda

30

Ilustradora freelance

Heterosexual

Yaraví

39

Psicóloga

Heterosexual

Alicia

51

Secretaria

Heterosexual

Julieta

53

Archivista

Heterosexual

Adela

60

Blanco

25

Clio

28

Gerardo

32

Obrero

Heterosexual

Sergio

34

Policía del Gobierno del D.F.

Heterosexual

Mateo

69

Mensajero

Heterosexual

9

11

Nueva Aragón

Liz

8

10

Heterosexual

19

3

5 6

Destino(s)

Paola 2

4

Lugar de residencia

Edad

1

Actividad laboral

Orientación sexual

Pseudónimo

Estudiante de Administración de Empresas Secretaria, en situación de desempleo

Empleada de limpieza Biólogo, en situación de desempleo Estudiante de maestría en Estudios Latinoamericanos

Tabla 2. Tabla de entrevistas.

76

Heterosexual

Granjas Valle de Guadalupe Valle de Anáhuac Río de Luz Ciudad Azteca 2a. Sección Nueva Aragón

Centro D.F. San Ángel, Xola Bondojito Ciudad Universitaria Coyoacán

Gay

Río de Luz

Centro D.F.

Heterosexual

Valle de Anáhuac

Ciudad Universitaria

Nueva Aragón Nueva Aragón Nueva Aragón

Metro Normal Valle Gómez Chapultepec

Figura 7. Localización de las colonias en que residían las personas entrevistadas y su cercanía a las estaciones de la línea B. Adaptado de INEGI, Digital Globe, Google, 2014.

4.1. VIVIR EN MÉXICO?”

LA PERIFERIA:

“¿QUÉ

MÁS TE OFRECE EL

ESTADO

DE

En el capítulo anterior expliqué que la centralización del poder político del país favoreció a la concentración institucional, urbana e industrial en el D.F. (Rosique Cañas, 1999). Los sitios escolares y laborales de las personas entrevistadas se localizan fuera del territorio mexiquense que circunda sus hogares. La necesidad de desplazarse hacia el D.F. refiere a la ausencia de fuentes de empleo y centros educativos satisfactorios para quienes habitan esta zona del Estado de México. En estas circunstancias cobra mayor validez la afirmación de que en la ZMVM “los servicios públicos de transporte son elementos constitutivos cruciales de su conformación y funcionamiento” (Navarro Benítez B., 2005, p. 176). Al igual que miles de habitantes, las personas entrevistadas realizan diariamente traslados de varios kilómetros que duran por lo menos una hora, recordando que si son realizados durante las horas pico o en temporada de lluvias éstos se 77

vuelven aún más largos. Además, si bien se transportan principalmente a través del metro, las y los entrevistados generalmente completan su recorrido mediante el uso de microbuses, combis y taxis, complejizando sus trayectos: Hace como 4 años que iba a al Cetis hasta Cuautitlán sí era un súper tour, sí estaba bien lejos, es que yo antes vivía en Las Américas, entonces imagínate desde allá hasta acá, y era cuando todavía no hacían el Mexibus, y tenía que salirme, tomar el camión que iba a Jardines, y de ahí a aquí a Azteca y aquí ya el metro. [Tardaba] como 2 horas, cuando salía a las 9 de la escuela llegaba aquí a las 11, pero cuando salía a las 10 llegaba 12 o 12:30 (Liz, 22 años, secretaria en situación de desempleo). Trabajo en Coyoacán. Por eso te digo, es una excursión, pero por ejemplo si está bien el metro me hago una hora o una hora y cuarto o una hora y media, pues está bien, y si no, me aviento dos horas. (Adela, 60 años, empleada de limpieza doméstica). Como la gran mayoría de la gente que utiliza el transporte público, estas personas proceden de sectores de clase baja. Cabe recordar que, en términos marxianos, la clase social está definida por la forma en que este grupo se relaciona con los recursos que le permitirán la realización de un trabajo, es decir, los medios de producción, pero pertenecer a cierta clase también determina la forma en que cada individuo mira, se sitúa y actúa en el mundo (Brown, s.f., como se citó en hooks, 2004). Ciertamente, las personas entrevistadas no eligieron encontrarse en las condiciones descritas, sin embargo, ante el escenario adverso toman acciones o actitudes que les permitan sobrellevar la vida cotidiana. Por ejemplo, aunque la noción del tiempo es relativa a la experiencia individual, resalta el hecho de que algunos se consideren afortunados pues, aunque el transporte consume buena parte del tiempo diario, la duración de estos recorridos cotidianos podría ser aún mayor: Por el trabajo y todo, si no hubiera tráfico sería más rápido, pero realmente es rápido. Hay trabajadores que viajan hasta 3 horas al trabajo, yo viajo una hora y media por mucho. Yo actualmente trabajo por el metro Normal, afuerita, soy eventual ahí, está por salir un trabajo por Iztapalapa que me va a quedar un poco más retirado. A veces trabajo hasta Santa Fe, o hasta Interlomas, ahí sí me queda más retirado, por el tráfico es más tardado. (Gerardo, 32 años, obrero).

78

Del mismo modo, a primera vista podría parecer que el metro es el medio de transporte “preferido” por las y los usuarios: comúnmente el único servicio de transporte que utilizan dentro el Estado de México es el que permite trasladarlos a la estación del STC más cercana. Esta elección se debe no tanto al costo del servicio, como había planteado al inicio del trabajo, sino, en principio, a su rapidez con respecto a otros medios de transporte. Por ejemplo, los microbuses se distinguen por encontrarse en malas condiciones físicas y realizar sus recorridos a velocidades muy bajas. [¿Tienes otras opciones?] Sí, el microbús. Aunque ahorita como hay mucho tráfico sería más lento, sería de aquí a Indios Verdes y me haría una hora si bien me va. (Julieta, 58 años, archivista en Ciudad Universitaria). Pero existe otra razón de peso para decidir utilizar el metro: La combi o el micro, pero el metro es la más segura. Aparte de que es rápido, en la pesera te haces más tiempo, las combis las asaltan, es inseguro el transporte público. (Gerardo, 32 años, obrero). Sí, porque en camión me da miedo que me vayan a asaltar, bueno, una vez me asaltaron y yo creo que por eso es mi trauma y prefiero el metro, me siento entre comillas más segura. En la combi a lo que es el metro pues nada más te esperas a ver a qué hora se suben a asaltar porque sí se ha dado mucho que se suben a asaltar a las combis o en la noche. (Paola, 19 años, estudiante de administración de empresas). Según estos testimonios, en el metro es poco probable que ocurran asaltos o eventos de delincuencia más graves debido al sistema de vigilancia instalado en este espacio, como cámaras y elementos de policía. El mayor inconveniente que las entrevistadas y los entrevistados encuentran al uso del metro es que, como narré en el capítulo anterior, en horas pico el número de trenes que el STC ofrece es superado por la demanda, situación que vuelve el servicio lento y, por consiguiente, ineficiente. Además, debido a los tumultos la sensación de seguridad se modifica ya que pueden ocurrir otras situaciones: Más bien depende de la hora, porque si te vas muy temprano ya que te manosean, que te tortean, y pues también te sacan tus pertenencias. (Julieta, 58 años, archivista en Ciudad Universitaria).

79

Porque no sé, yo pienso que si me pasa algo pues ya corro y me encuentro a un policía y me auxilia, pero no te salvas de que te manoseen o de que bajita la mano te metan la mano en la bolsa y te quiten algo, pero bueno, no se siente tan feo como en el contacto de persona a persona. (Paola, 19 años, estudiante de administración de empresas). Aunque la experiencia de transportarse en metro da cuenta de un espectro de situaciones de violencia de distinta índole de las que nadie queda exento nunca y que impactan negativamente a distintos niveles, el metro aún aparece como la “menos peor” de las opciones. A partir de estos testimonios puede inferirse que las usuarias y usuarios realmente no cuentan con alternativas dignas para trasladarse. Siendo así, ¿qué es lo que impulsa a estas personas a viajar largas distancias y en condiciones no precisamente favorables? Varios jóvenes, con la experiencia que la formación universitaria les ha provisto, respondieron claramente: esta zona del Estado de México es vista como un lugar de carencias. La miseria, ignorancia, adicciones, violencia y corrupción están presentes todo el tiempo, por lo que prefieren realizar la mayor parte de sus actividades en el D.F. Así, en el imaginario de estas personas se construye una diferenciación muy puntual entre una y otra entidad en la que confluyen la falta de empleo y de ofertas educativas y culturales, dando pie a difíciles circunstancias: Uso el metro siempre que tengo que salir del Estado, que es siempre que salgo pues es ahí donde ando, nunca ando en el Estado sino siempre en el Distrito. Ahorita está como la guerra campal ahí, entre narcomenudistas, entonces sí está peligrosón. Aparte ya están como los asaltos más a la orden del día. A cualquier hora y antes pues en tu zona, bueno a mí en mi zona nunca me habían asaltado pero apenas hace como dos meses me asaltaron y con pistola y todo el asunto. (…) Sí está pesadito, y aparte pues sí… los niños todos ahí… no hay nada qué hacer, no hay un centro cultural, no sé, no hay un lugarcito donde se distraigan ni nada, te digo, que eso contribuye también. (Miranda, 30 años, ilustradora freelance). No, no es nada tranquilo, ni seguro, te matan, asaltan, está lleno de drogadictos, antes era una colonia muy bonita, pero últimamente se volvió así como, no sé, con mucha inseguridad, y más como hay un banco aquí en la esquina pues es ya, mucho peor. En estos últimos meses se han robado niños, gente, han violado personas, está pesado aquí. (Paola, 19 años, estudiante de administración de empresas) No hay a qué ir a otra parte del Estado más que a tu casa que es donde duermes o sea ¿qué más te ofrece el Estado de México?... Mas que 80

dolores de cabeza. (Clio, 28 años, estudiante de maestría en estudios latinoamericanos). El Estado de México adquiere relevancia por ser sitio del hogar parental, pero ir más allá de éste se convierte en un juego de azar frente a la delincuencia que lo mismo se identifica con los cuerpos policiacos que con los grupos asociados al narcotráfico. Sí me gusta vivir en Ecatepec pero hay demasiada inseguridad, y luego que el gobierno no hace mucho. Principalmente por la inseguridad que existe pues ya no puedes luego ni ir a ciertos lugares porque dices ¡chin, la zona!, y en lo que llego a mi destino de la zona pues está la calle medio fea y... (Blanco, 25 años, biólogo en situación de desempleo). De manera general es posible argüir que este incremento de la violencia es proporcional al aumento de la miseria y la explotación pues “la imposición del neoliberalismo nos ha llevado a un aumento vertiginoso de las desigualdades según las relaciones sociales de poder de sexo, „raza‟37 y clase” (Falquet, 2009). En este contexto es comprensible que las personas entrevistadas, principalmente mujeres, hayan mostrado mayor interés por narrar este tipo de anécdotas que cuando se les cuestionó sobre sus experiencias en el metro. Así, once de las doce personas dijeron vivir en una colonia insegura y algunas me compartieron historias en que ellas, sus familiares o vecinos fueron víctimas de asaltos, secuestros o violaciones, y en consecuencia viven con temor constante de ser agredidas. Es una zona de alta violencia, conflictividad. A mi hermana, hace poco ella sufrió un secuestro exprés. Ella trabaja en Tláhuac, o sea ¡Tláhuac! ¿no? y vivimos en Ecatepec, son como dos 2 horas y media de camino para ir a su trabajo y entra a las 7, entonces tienen que salirse a las 5 de la mañana, y está todavía muy oscuro, y pues tomó un taxi. Ese taxi cuadras adelante se paró, se subieron varios tipos, y pues la iban tocando, le robaron todo lo que traía y la fueron a botar acá por la Nueva, por donde está el Circuito Exterior Mexiquense y las colonias Sagitario y esas colonias feas, la fueron a botar allá… Entonces es una colonia muy difícil y la violencia de género pues ahí está, pero no hay ningún tipo de legislación, no sirve de nada ir a 37

Jules Falquet utiliza el concepto de “raza” para “designar el resultado de una relación social de poder que incluye dimensiones diversas como el ‘color’ pero también el estatuto migratorio o la nacionalidad, entre otras.” (Falquet, 2009: 2)

81

denunciar. (Clio, 28 latinoamericanos).

años,

estudiante

de

maestría

en

estudios

De este modo, se evidencia la poca o nula confianza que estas personas depositan en las autoridades del Estado de México así como el reconocimiento de que sus cuerpos policiacos actúan con corrupción, por lo que las instancias de impartición de justicia fueron percibidas como parte del problema. Elsa Muñiz (2011) explica que las figuras gubernamentales a todos los niveles juegan con un doble discurso en el que algunos se promocionan como defensores de la igualdad promulgando leyes y accionando políticas públicas las instituciones pero ante los delitos reaccionan con impunidad e indiferencia, ejerciendo formas sutiles de violencia, de modo que esta preocupación no es más que hipocresía (p. 91). Sin embargo, en el Estado de México no hay tal simulación, la postura de las autoridades ha quedado definida. Como ejemplo de ello, cuando Eruviel Ávila, gobernador del Estado de México y ex alcalde de Ecatepec, fue cuestionado sobre las acciones de su administración frente a la violencia contra las mujeres, él se limitó a declarar que en la entidad hay “cosas más graves que atender” (Zamora Márquez, 23 de mayo de 2014). Ante este panorama, el miedo expresado por las personas entrevistadas no es fortuito. Además de los asesinatos asociados al narcotráfico, las cifras de feminicidios conocidos son cada vez más alarmantes. A través de la Iniciativa de las Mujeres Premios Nobel se nos advierte que: Entre 2006 y 2012 los feminicidios en México aumentaron 40%. En estados como Chihuahua, el número de asesinatos contra mujeres es 15 veces más alto que el promedio mundial. En el país ocurren 6.4 asesinatos de mujeres por día, de los cuales, 95% quedan impunes (Sin Embargo, 2013). De acuerdo con información periodística, en el Estado de México fueron asesinadas más de mil 500 mujeres entre 2007 y 2013 (Zamora Márquez, 23 de mayo de 2014), también se reconoció esta entidad como la que presentó mayor número de violaciones en 2013, mientras que en 2012 Ecatepec fue el municipio en el que se contabilizó la mayor cantidad de estos delitos (Balderas, 2014). Debe tomarse en cuenta que las cifras reales de feminicidios en el país no se conocen a 82

cabalidad pues es posible que las estadísticas sean manipuladas por las instituciones (Goche, 2013), por lo que el número de feminicidios, así como de otros delitos, podría ser mucho mayor que el ofrecido por los funcionarios mexiquenses. Mientras, ellos no sólo no han generado estrategias para solucionar este problema sino que además entorpecen sistemáticamente la impartición de justicia 38 frente a estos y otros delitos como las desapariciones de niñas y mujeres, y de robos, extorsiones, secuestros y asesinatos perpetrados por los cárteles que se disputan el territorio de esta entidad.39 Así se hace patente que “la violencia sexual es coherente con el conjunto de un universo de violencia: endémica y cubierta con un manto de impunidad” (Muñiz, 2011, p. 99). Sayak Valencia explica que, bajo el orden neoliberal en que nos encontramos, la vida humana ha pasado por un proceso de transvalorización: en vez de tener valor en sí misma, se ha convertido en un objeto de intercambio monetario, de manera que lo valioso es el poder de decidir sobre dar muerte a los otros (2010, p. 21). De este modo, los actos de violencia exacerbada están relacionados con la “precarización económica, el crimen organizado, la construcción binaria del género y los usos predatorios de los cuerpos” (Valencia, 2013).40 En tanto que el capitalismo va reeditando las maneras en que los cuerpos de las mujeres son apropiados, recrudeciendo las formas de violencia en la medida que se recrudecen las desigualdades sociales, la significatividad de los eventos de violencia sexual en el metro parece diluirse pues fuera de sus instalaciones, en 38

39

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Un ejemplo de ello, entre muchos otros, puede conocerse mediante el reportaje “Edomex: La muerte de Diana, un crimen anunciado” (Zamora Márquez, 7 de agosto de 2014) La prensa ha hecho eco de las condiciones de violencia contra las mujeres y violencia relacionada con el narcotráfico en el Estado de México. El semanario Proceso del 16 de marzo de 2014 con el encabezado “Estado de México: disputa sangrienta”, en cuya portada se imprimió una fotografía del gobernador Ávila, fue motivo de revuelo mediático pues se dio a conocer que en el Estado de México se realizaron compras masivas de ejemplares de esta revista como un mal intento del gobierno priísta por evitar su circulación dentro de su territorio. Para Valencia (2013), las prácticas de violencia sangrienta se pueden explicar como actos de necroempoderamiento, entendidos como Procesos que transforman contextos y/o condiciones de vulnerabilidad y/o subalternidad en posibilidad de acción y autopoder pero que los reconfiguran mediante prácticas distópicas y autoafirmación perversa lograda por medio de prácticas violentas que son rentabilizadas bajo la lógica de la economía capitalista.

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territorio ecatepense, continuar con vida depende de un encuentro azaroso con la delincuencia. Bueno, si lo asaltan dices: “Gracias a dios no le paso nada más”. O si por ejemplo, le dan una nalgada en el metro, pues bueno, no pasó… das gracias a dios por que no pasó a mayores. (Julieta, 58 años, archivista en Ciudad Universitaria). Definitivamente las situaciones de violencia sexual no carecen de importancia, en realidad lo alarmante es que las condiciones de violencia general en Ecatepec sean tan estridentes y el impacto mediático sea tan grande que logren normarlizar e invisibilizar a las primeras, integrando a la cotidianidad la violencia en todas sus dimensiones. Mientras, el orden dominante, entendido como lo definí en el apartado 2.2.1, permanece: se rectifica y reproduce con cada agresión. Estudiar la lógica de la violencia sexual en el metro es, en buena medida, explorar el orden al cual también responde la violencia más destructiva, dando cuenta del contexto de profundas desigualdades sociales, mismo en que ambas se generan. En el siguiente apartado veremos cómo este orden que articula las prescripciones de género determinadas por la institucionalización de la diferencia sexual efectivamente responden a prácticas concretas que lo sustentan, en este caso, la violencia sexual en el metro.

4.2. ANALIZANDO LA VIOLENCIA SEXUAL En este apartado examino las vivencias de las y los entrevistados con respecto a la violencia sexual, anotando algunas regularidades en los testimonios de acuerdo con criterios de edad, generación y, por supuesto, sexo/género. Para fortalecer el análisis, me pareció importante hacer algunas precisiones teóricas previas a la presentación de los testimonios, las cuales expongo a continuación.

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4.2.1. VIOLENCIA Y MASCULINIDAD : LA NECESIDAD DE DOMINAR De acuerdo con las reflexiones que ofrece María Jesús Izquierdo (2011), el ejercicio de violencia, entendido como el uso de la fuerza para modificar el curso de las situaciones, no siempre persigue el objetivo de causar daño. Sin embargo, rechazar la violencia puede ser válido según “las motivaciones, los resultados que la originan, o las condiciones en las que tienen lugar los actos violentos” (p. 36). Para esta autora los términos violencia y agresión encierran significados distintos puesto que el último refiere a un acto sin carácter instrumental motivado únicamente por la compulsión a causar daño. Además, Izquierdo señala que la agresividad es una característica constitutiva de los seres humanos: “hombres y mujeres son agresivos, lo que les distingue es el modo de agredir, el objeto, la motivación y las circunstancias” (p. 34). En este sentido, vale la pena recordar una de las definiciones elaboradas institucionalmente para el tipo de violencia que concierne a este trabajo: la Ley General para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia define la violencia sexual como “cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la Víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e integridad física. Es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto” (Instituto Nacional de las Mujeres, 2007a). Ahora bien, un número de la gaceta de Inmujeres DF (“Realiza Inmujeres DF,” 2014) se publicó este texto: Tipos de violencia sexual: -

Tocamientos en glúteos, área púbica, senos y piernas Palabras obscenas e insinuaciones sobre tu cuerpo o apariencia Exhibición de genitales Miradas lascivas, permanentes e incómodas a tu cuerpo Expresiones corporales y verbales ofensivas hacia las mujeres y niñas Agresión o intimidación Persecución Cuando toman fotos a tu cuerpo sin tu consentimiento

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Las acciones enlistadas adquieren significación en el marco de las construcciones de género y sexualidad. Ramírez y Uribe (2008), en la misma línea que otras y otros autores, han señalado que “la violencia como práctica social es constitutiva del orden de género, un eje articulador de la dominación en nuestras sociedades” (p. 19). Puesto que funciona como una “prescripción vertebradora de la masculinidad”, la violencia es vehículo de las relaciones entre hombres y mujeres en tanto que “la masculinidad encuentra sus formas de dominio a merced de la violencia que se pueda ejercer” (Valencia, 2013). Bajo este entendido deben mirarse los actos de violencia sexual en el metro, por lo que en los siguientes apartados espero obtener aproximaciones para conocer cómo se relaciona ésta con las concepciones y el ejercicio de la sexualidad masculina tradicional. Guillermo Núñez Noriega (2000) explica que cuando se habla de masculinidad y de feminidad como representaciones hegemónicas se evocan los discursos y prácticas del ser hombres o mujeres, lo que está o no permitido para cada categoría: se impone que los hombres sean valientes, activos, decididos, fuertes, atrevidos, etcétera, mientras en oposición, las mujeres deben ser pasivas, delicadas, sensibles o dóciles, entre otras atribuciones. Veremos con los testimonios cómo las acciones de violencia sexual, así como las explicaciones que las personas les confieren y mediante las cuales reproducen dichos actos, son

la

encarnación

de

cierta

amalgama

entre

los

elementos

masculinidad/poder/violencia/sexualidad (Cruz Sierra, 2011, p. 166). Siguiendo a Cruz Sierra, podría adelantar entonces que, entre quienes ejercen de violencia sexual en el metro, el placer reside en el poder de poder provocar miedo, enojo y vulnerabilidad, en resumen, el poder de dominar a la otra persona y poder ponerla en una situación de indefensión.

4.2.2. LAS EXPERIENCIAS DE VIOLENCIA SEXUAL Con respecto a los relatos de las tres mujeres más jóvenes, de entre 19 y 30 años, sólo una identificó plenamente haber sido víctima de varios eventos de

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violencia puesto que se trataron de agresiones físicas dirigidas de manera muy clara: Venía de Buenavista hacia el metro Ecatepec, pero ya era noche, y se bajó un señor y ¡pah! que me suelta una nalgada y entonces yo así de “¡Ah!... ¿qué le pasa viejo?”, pero se bajó y entonces ya no pude decirle nada porque pues iba bajando. Se siente feo que se te queden todos viendo y así, además te quedas con tu coraje. (Paola, 19 años, estudiante de administración de empresas). La sensación incómoda de ser observada parece dar cuenta de un juego el que, puesto que es deber de las mujeres proteger su “honra”, el colectivo no tiene razones para participar del hecho, mientras la vergüenza se activa en ella como mecanismo autodisciplinario que conlleva a la no acción. En este discurso, es absoluta responsabilidad de las mujeres, o de los varones que “están a cargo de ellas” (asumen la propiedad de ellas), como padres, hermanos, pareja, e hijos mayores, protegerse de la violencia sexual. Un entrevistado del sexo masculino da una pista sobre las razones por las que el colectivo no se involucra: si ella, la mujer violentada calla ante una agresión, la violencia queda justificada puesto que se entiende de manera automática que ella otorga su consentimiento, ya que “no se da a respetar” o “seguro eso andaba buscando”. Refiriéndose a la violencia sexual perpetrada en los casos de feminicidio en Ciudad Juárez, Salvador Cruz señala que infligir este tipo de daños frente al colectivo representa una “exhibición abierta y retadora” del ejercicio de poder masculino, que reitera que “el espacio público sigue siendo de dominio masculino, además de que se emplean dichos actos como medio portador de mensajes a los contrarios, a las autoridades o a la sociedad en general” (2011, p. 165). Aunque a escala muy distinta, los actos de violencia sexual en el metro bien pueden leerse bajo los mismos parámetros. Dichas acciones se traducen en una pugna por el espacio puesta en marcha por los varones agresores que culminan en el repliegue o huida de quien es violentada, actitudes prescritas para las mujeres. Bajo estas mismas prescripciones, ella también espera que otras personas intercedan por ellas o actúen en su favor, principalmente los hombres, situación que no es frecuente pero también ocurre: 87

Y bueno otra fue cuándo estaba muy muy lleno el metro en la mañana y estaba un señor atrás de mí y decía “¡Ah, la gente!” y se balanceaba hacía mí, y pues ya, me tuve que quitar de ahí, bueno, un señor me dijo “mejor pásate para acá” y ya. (Paola, 19 años, estudiante de administración de empresas). La experiencia de las dos entrevistadas restantes es diferente puesto que ellas no consideraron haber sido víctimas de violencia, aunque una de ellas refirió haberla presenciado. En cuanto a ser víctima directa, dado que ella no fue agredida de manera física sino verbal, desde su punto de vista este acto no ameritaba considerarse violencia. Vemos cómo al tiempo que, como señala Fernández (2014), “la violencia física que hombres ejercen contra mujeres parece ser la forma más evidente de demostración de poder” (p. 11), otras formas de violencia tan

dañinas

como

la

primera

aparecen

diluidas

o

normalizadas.

El

desconocimiento sobre lo que significa ser violentada, así como las tipificaciones oficiales de la violencia puede deberse tanto a una falta de difusión en los medios sobre la legislación actual como, por supuesto, a la normalización de estas formas de relacionarse en la cotidianidad. La última joven entrevistada argumentó que si es que le han ocurrido nunca se ha percatado de ello, de igual manera, refirió no haber sido testigo de algún acto de este tipo: Pues es que yo no sé si estoy en la luna pero nunca me ha pasado eso, nunca he visto nada así, (…) yo me visto como quiero, o sea eso de ir de pantalón es porque a mí me gusta, pero si se me antoja ponerme short o falda me los pongo, no me lo dejo de poner por irme en el metro.(…) Pero no, no me desagrada tanto, bueno procuro que no se me acerquen mucho o traer la mochila, algo que me proteja, por prevención, porque uno nunca sabe con quién se va a encontrar, pero te digo, nuca me ha pasado nada malo, no. (Miranda, 30 años, ilustradora freelance). Miranda, en tanto que no se define como víctima, declara tener libertad y poder de decisión, aunque admite tomar medidas para resguardarse al igual que todas las entrevistadas. Podría argumentarse que “la ausencia de limitaciones extremas lleva a muchas mujeres a ignorar las esferas en las que son explotadas o sufren discriminación; puede incluso llevar a imaginar que las mujeres no están siendo oprimidas” (hooks, 2004, p. 38). Sin embargo, el hecho de que las mujeres no se asuman como víctimas o que consideren que no han sido violentadas puede ser 88

una forma de resistencia que deviene en agencia, es decir, puede corresponder a un mecanismo de des-identificación con el lugar en que el orden dominante las coloca Ahora bien, Izquierdo menciona que “las personas estructuradas con arreglo al tipo hombre desean a las mujeres y desean conseguirlas y poseerlas” mientras que quienes están “estructuradas con respecto al tipo de mujer desean ser deseadas” (p. 50, cursivas de la autora), recordando también el funcionamiento de la heteronormatividad. Por ello, un elemento primordial de la feminidad tiene que ver con una serie de valores de belleza física que además están asociados a la juventud. Ésta última está relacionada también con la inexperiencia y la debilidad, cuestiones que colocan a las mujeres en una posición de mayor vulnerabilidad puesto que actúan como “atractivos” desde la lógica de la sexualidad predadora masculina. Así, puedo aventurarme a decir que, en función de las vivencias de violencia sexual que muchas mujeres experimentan desde la adolescencia, el orden dominante trata de iniciar un proceso de amoldamiento coercitivo en el que se demuestra a las jóvenes que mientras se encuentren transitando por el espacio público ellas, al igual que el entorno, forman parte del capital del que los varones pueden disponer. Yo aprendí a usar el metro desde que tenía 14 o 15 años y viví muchas situaciones de abuso, incontables. Entonces yo aprendí a moverme en el metro, a no exponerme, a evitar ciertas zonas, a estar muy alerta en los espacios donde había hombres. Así aprendí a viajar. (Yaraví, 39 años, psicóloga). Para Foucault el disciplinamiento corporal se refiere a “ciertos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante y les imponen una relación de docilidad-utilidad” (Foucault, 1991, p. 141). De este modo, mediante las experiencias de violencia y las advertencias sobre el riesgo de sufrirla transmitidas por las mujeres mayores, las jóvenes aprehenden estrategias y maneras de mirar el espacio puesto que en cualquier momento pueden ser víctimas si no se mantienen atentas. A dicho estado de tensión y alerta permanente que lleva a las mujeres a concentrarse en 89

la posibilidad de ser violentadas por los hombres y les impide usar los espacios públicos con tranquilidad, le nombraré miedo disciplinario. Bajo estos valores de feminidad, en el discurso se descarta que las mujeres adultas puedan ser víctimas de violencia sexual pues ya no son consideradas como deseables. A este respecto un joven opina: Cuando un tipo va haciendo cosas indebidas se mueven las señoras o más las chavas, las que están así frondosas y vistosas, porque las señoras no tienen mucho de qué preocuparse. (Clio, 28 años, estudiante de maestría en estudios latinoamericanos). Esta visión que reduce a las mujeres a sus cuerpos ejemplifica lo que Guillaumin considera la naturaleza específica de la opresión de las mujeres: la apropiación (2005, p. 22). Para la autora esta se compone de dos caras: Una es una relación social [una relación de poder] en que ciertos actores son reducidos al estado de unidad material apropiada (y no de simples portadores de fuerza de trabajo). La otra, la cara ideológico-discursiva, es la construcción mental que hace de estos mismos actores elementos de la naturaleza: “cosas” en el pensamiento mismo. (…) El discurso de la naturaleza [es] la forma ideológica que toma esta relación es decir la afirmación de que las mujeres son “más naturales que los hombres” (p. 22-23). Las mujeres son constantemente evaluadas con respecto a su utilidad, asociada a la reproducción y a la satisfacción de las demandas sexuales masculinas, pero que “las señoras no tienen de qué preocuparse” es una ilusión pues no dejan de pertenecer a la clase social mujeres, y como bienes físicos apropiables, están sujetas a llevar las mismas prácticas permanentes de protección frente al asedio masculino. Así como que me haya tocado no. Sí he visto como los hombres a las jovencitas se les pegan mucho (…). Lo que pasa es que muchas veces queda tu espalda junto a la persona y realmente ya no sabes si la persona esta normal o no, o si luego pues tiene algunas mañas pues tampoco lo sabes, siempre vas así como media tensa, que a lo mejor que no se te acerquen mucho no. (Alicia, 51 años, secretaria). El hecho de que las experiencias de violencia no son tan frecuentes como a una edad más temprana puede deberse tanto a la cultura que las va depreciando 90

como objetos consumibles como a que, aunque el miedo disciplinario sigue presente, estas mujeres pueden relacionarse como agentes en lugar de adoptar roles pasivos defendiendo el espacio personal y las áreas reservadas para mujeres. De modo que las experiencias de violencia narradas por las tres mujeres de entre 51 y 60 años fueron de dos clases: por un lado, actos de acoso o tocamientos en hombros y manos realizados por otras mujeres que pueden explicarse como actos desagradables puesto que, en tanto heterosexuadas, durante las entrevistas dejaron en claro su lesbofobia; por el otro, actos de violencia física relacionados con la defensa del espacio, en ocasiones desencadenando expresiones de violencia reactiva por parte de las entrevistadas: Lo que a mí sí me tocó fue una vez que un señor se quiso meter a la fuerza y cuándo salió nos pasó a pegar y pues también lo empujamos y reaccionó muy violento. (…) Era un vagón de mujeres, él se metió porque iba con su novia, y pues nos pasó a pegar, porque de veras no había lugar. Y ya en la bajada igual, pero pues yo sí le pegué y ahí sí se molestó ¿no?, y empezó a reclamar y gritar, nada más porque se cerraron las puertas y él se quedó en la estación y ya pues uno se siguió. (Alicia, 51 años, secretaria). Sin embargo, con el testimonio de Yarabí, puente entre las perspectivas y experiencias del grupo de mujeres de entre 19 y 30 años y las de entre 51 y 60, podemos ver que las experiencias de violencia que tratan de funcionar en favor del orden dominante también pueden funcionar como catalizadoras en la búsqueda del fin de la opresión: a partir de vivencias como esta, Yarabí ha tenido acercamientos a la perspectiva de género como parte fundamental del ejercicio de su profesión y su vida diaria. Así, ella relata que durante la última experiencia de violencia de la que fue víctima, ella realizó todo el proceso de denuncia que ofrece el PVS. La última vez que fue hace cinco años, yo iba en un vagón del lado de las mujeres, no iba tan lleno pero sí iba parada y no iba tan alerta ¿sabes? entonces sentí un roce en las nalgas. Yo pensé que fue parte del movimiento y éramos casi puras mujeres, no hice caso. Y después conforme fue pasando el tiempo me di cuenta que no era el roce de una bolsa o algo así, si sentí unos dedos, sí me sorprendí, además porque cuando voltee la primera vez vi que era una ropa floreada, pensé que era una mujer, y por eso no me alerté hasta que ya sentí los dedos muy claramente en mis nalgas. Pero yo [estaba] trabajando ya los temas, yo 91

trabajaba en el instituto de las mujeres del D.F., entonces pues sabía que eso era un delito, que habían cambiado las leyes y sabía que el personal del metro estaba capacitado y que yo podía denunciar, y lo hice. Entonces en ese momento baje la palanca, y llegaron las personas de seguridad y les dije lo que había pasado. (Yaraví, 39 años, psicóloga). A pesar de la existencia de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia del Estado de México, esta entrevistada me confió que, al momento de realizar su denuncia, quienes la atendieron le aconsejaron declarar que fue violentada en un tramo dentro del D.F. ya que le advirtieron: si la agresión se había iniciado en territorio del Estado de México, la denuncia no procedería. Los actos de violencia sexual en el metro que las entrevistadas vivieron, ya como testigos o como víctimas, sucedieron dentro de los vagones, durante los recorridos con aglomeraciones o en momentos en que ellas se situaron al lado de las puertas, ocasiones en que los agresores aprovecharon la apertura de las mismas durante la llegada del tren a los andenes para escabullirse. Sin embargo, evitar estas zonas es sólo parte de una serie de medidas precautorias, pues la sensación de peligro se establece simplemente con relación a la presencia o ausencia de varones. Por ejemplo si me pongo cerca de la puerta y me tomo de alguno de los tubos, es muy fácil que quien vaya bajando o entrando pueda pegárseme mucho, hombre o mujer. En general yo me cuido de los hombres. (Yaraví, 39 años, psicóloga). En el metro todo se ve, por eso cuando voy con mis hijas yo les digo: “Hijas váyanse del lado de las mujeres porque los hombres son hombres, y mientras que uno está por acá, el otro te está manoseando”. (Adela, 60 años, empleada de limpieza). Guillaumin explica que este temor general es también parte de la relación de apropiación de la clase social mujeres dos vertientes simultáneas: la apropiación individual y la colectiva: La obligación sexual bajo la forma de la violación, de la provocación, delligue, del agotamiento, etc., es, primero que todo, uno de los medios de coerción empleado por la clase de los hombres para someter y atemorizara la clase de las mujeres, al mismo tiempo que la expresión de su derecho de propiedad sobre esta misma clase. Toda mujer no apropiada oficialmente a 92

través del contrato que reserva su uso a un solo hombre, es decir toda mujer no casada o haciendo algo sola (circulando, consumiendo, etc.) es objeto de un concurso que revela la naturaleza colectiva de la apropiación de las mujeres. (2006, p. 49) Asimismo puede notarse la dicotomía “actividad masculina/pasividad femenina” expresada a través de las formas de relación en torno a la violencia sexual. Cuando cuestioné a las entrevistadas sus acciones durante un posible evento de violencia ellas refirieron la opción de defenderse mediante la fuerza pero argumentan la imposibilidad de hacerlo apelando a su constitución física femenina, condición de debilidad por naturaleza que siempre las pondrá en desventaja frente a los agresores, por lo que se evita cualquier interacción con ellos. No sabría yo como reaccionar en una situación así. Yo te podría decir “no pues le doy una cachetada o le doy un codazo”, o cosas así, pero igual en el momento es tanto así como que mi estado de shock o mi paniquéz o no sé qué a lo mejor y no le hago nada al señor, y me quedo callada y me quedo quieta. (Liz, 22 años, desempleada). Dices pues un hombre como sea sí le da un madrazo a otro güey si se quiere pasar de lanza, pues a una chava yo siento que no, pero… yo siento que sí corres más riesgo pues porque eres un poco más débil o sea, como que no tienes la fuerza que ellos tienen. (Paola, 19 años, estudiante de administración de empresas). En psicología el “síndrome de indefensión aprendida” se refiere al mecanismo resultante de experiencias continuas de maltrato que llevan a construir una percepción de carencia de control e imposibilidad de injerir en el curso de dichas situaciones. Este aprendizaje lleva a que, en eventos futuros, la víctima se coloque en una posición de desventaja asumiendo la incapacidad de defenderse, puesto que ésta ha internalizado dicha atribución (Torres Hernández y Villareal Caballero, 2004). Siguiendo dicha línea, además del concepto de disciplinamiento corporal de Foucault y los argumentos de las entrevistadas, en este texto creo en la existencia de un mecanismo producido por el sistema de valores que impone el orden de género: este discurso resultante de la creencia en una incapacidad natural de las

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mujeres sustentada en la supuesta ausencia biológica de fuerza corporal puede llamarse discurso de indefensión femenina naturalizada. Mediante los elementos dados hasta ahora podríamos imaginar que la motivación erótica de quienes cometen violencia sexual se basa en la búsqueda de reconocimiento como sujeto dominador, en tanto que demuestra su “capacidad” para hacer uso del cuerpo de una mujer colocada y autocolocada en una posición de desventaja naturalizada. Ahora bien, al inicio de esta investigación se decidió incluir testimonios de varones con el propósito de observar si ellos son víctimas de eventos de violencia sexual ejercida por otros hombres. De los cinco entrevistados, sólo uno dijo haber vivido una situación de este tipo: Pues sí, una vez me paso que era hora pico y se me ocurrió irme hasta atrás porque luego es donde hay menos gente, pero curiosamente ese día pues no había poca gente, y pues me subí y quede pegado a la pared porque ya no alcancé lugar y se subieron en bola e igual otra vez, ya sabes el enfrenón del metro, y nada más sentí como me tocaron cerca de la ingle, dije "ah, pues no hay problema, o sea es un accidente" en mi inocente mente… (Blanco, 25 años, biólogo en situación de desempleo). En este fragmento observamos cómo, al igual que las mujeres, el entrevistado reaccionó con incredulidad y sin saber qué hacer ante la agresión. Al inicio de este trabajo mencioné que dichos actos pueden explicarse como formas de feminización de los cuerpos masculinos en tanto que sus cuerpos son vistos como apropiables puesto que, mediante el acto de violencia, son colocados en una posición de subordinación similar a la que ocupa la clase social mujeres. Esto se comprueba puesto que, al mismo tiempo, las reacciones de indefensión narradas por Blanco concuerdan con las que se observaron en las entrevistadas: Pero siguió y siguió y ya no era accidentado, ya era más intenso y obviamente no es por el metro, el enfrenón, y pues para esto era un hombre hacía mí, y termino tocándome y no supe que hacer, no supe cómo responder y, ya cuándo me baje en mi estación de parada ya hasta vi que tenía el cierre abajo. (…) Pues sí me sentí muy incómodo, te digo no sabía qué hacer, cómo responder, si meterle un golpe o decirle, bájale 10 rayitas a tu calentura, no supe que hacer, me quede como dicen, freeze, ya no 94

supe que hacer, nada más sentía la incomodidad. (Blanco, 25 años, biólogo en situación de desempleo). Sin embargo, a diferencia de lo que refieren las mujeres, él expresó que este suceso fue extraordinario por lo que no siente temor por volver a encontrarse en una situación similar. Por otra parte, si hubiera sido consensuado, el caso de Blanco podría localizarse dentro de un conjunto de prácticas específicas entre varones gays que ocurren por las noches en el último vagón de los trenes. Pero puesto que el acto se dio por la fuerza, tal como él comentó, vivió un evento de violencia sexual aunque de características distintas a la violencia que comúnmente viven las mujeres: Claramente lo que buscaba era pues obtener una respuesta positiva, o sea correspondiéndole sus manoseos, porque ni caricias eran (ríe), y tener un encuentro para una posterior… un encuentro más largo, digamos. (Blanco, 25 años, biólogo, en situación de desempleo). Con las experiencias descritas hasta ahora, es posible notar que en el acto de violencia sexual confluyen la idea de poseer al otro como objeto de deseo, heterosexual (o heterosexualizado, como he señalado), la fantasía de poder darle placer, así como el placer mismo de someter y controlar a este otro devaluado y objetificado, como mero acto de ejercicio de poder (Cruz Sierra, 2011, p. 176). Efectivamente en ciertos contextos los agresores ven a estos hombres como sujetos aptos para subsumir. En lo que he llamado el orden dominante, a las mujeres se les coloca en tal posición de manera permanente. Sin embargo, hay que recordar que el ejercicio de poder no es lineal sino relacional, depende de la posición en que los sujetos se colocan en determinadas circunstancias (Foucault, 1992). Así puede leerse el testimonio siguiente: además del evento compartido por Blanco, sólo otro varón, joven también, relató haber vivido situaciones de violencia en dos momentos: En alguna ocasión una gorda sí me gritó unas cosas “oye, ¿tú qué onda?”, que como me llamaba, que si no quería, y como no les haces caso luego te dicen “no, que eres maricón, que eres puto”, pero era un gorda y sí te asustas, supongo que son los menos de los casos. (Clio, 28 años, estudiante de maestría en estudios latinoamericanos). 95

El entrevistado dijo sentirse amenazado debido a su posición de desventaja corporal. Al mismo tiempo, las prescripciones de género se hacen evidentes: si los varones no demuestran una sexualidad siempre dispuesta son feminizados, es decir, descalificados. Siguiendo sus argumentos, si la mujer que Clio refiere en su relato hubiera sido adecuada a los parámetros hegemónicos de belleza y debilidad, vista como una mujer a la que se podría poner al “servicio” de la economía heterosexual, el entrevistado no hubiera percibido el evento como acoso puesto que entonces hubiera podido seguir el rol de género intentando continuar con el acercamiento. Núñez Noriega, como otras y otros estudiosos, explica que el modelo hegemónico de masculinidad impone a los sujetos la heterosexualidad, acompañada de la necesidad de rechazar lo femenino de manera reiterativa para probar la identidad masculina asumida y asignada, así como la “necesidad de dominar, abarcar, penetrar, controlar”, entre otras (2000, p. 56). En el segundo evento narrado por Clio podemos notar cómo, aparentemente, el ejercicio del poder puede modificarse mediante la correlación de fuerzas: Luego cuando van grupos de mujeres, cinco o más, y te ven a ti solo y medio les gustas y te empiezan a chiflar o te empiezan a decir cosas y sí te sientes extraño, ahora sabes lo que sienten las chavas cuando pasan enfrente de una construcción y los albañiles les empiezan a gritar. Pero siento que esto [que me ha pasado] es más inocente, hasta te cae de variedad. No lo ves como un riesgo pero sí te molesta. Simplemente por la constitución física de hombres y mujeres es difícil que te puedan hacer algo. (Clio, 28 años, estudiante de maestría en estudios latinoamericanos). Los varones no están exentos de recibir algún tipo de violencia sexual ejercida por otros hombres y mujeres, sin embargo, las posibilidades son mínimas si se comparan con las vivencias cotidianas de algunas mujeres. De igual modo, los actos de violencia sufridos por los varones tampoco son de la misma intensidad, puesto que nuevamente el discurso sobre la constitución biológica de los cuerpos masculinos les dota, a nivel de la práctica, de capacidad de agencia. La violencia sexual hacia las mujeres tiene un carácter sistemático y normativo que le confiere su particularidad. 96

4.2.3. NATURALEZA O PATOLOGÍA: EL DISCURSO SUBYACENTE Sobre las explicaciones que varones y mujeres entrevistadas dieron a la existencia de quienes ejercen este tipo de violencia, la mayoría se refirió a estas personas como “enfermas” o “locas”, trastornadas debido a la falta de satisfacción o encausamiento adecuado de sus “necesidades” sexuales: Están reprimidos yo creo. Yo creo que están reprimiditos. No les dejaron tocar los senos de sus mamás, no sé, algo así. Es que no sé de dónde venga eso pero yo creo que una conducta así es como de represión, ¿no? O sea no lo saben sacar, no lo saben expresar tal vez, ¿no? No sé, no sé a qué se deba. (Miranda, 30 años, ilustradora freelance). En principio emerge la idea de una sexualidad masculina constituida a partir de necesidades irrefrenables, dadas por la naturaleza y que pueden y deben ser cubiertas en el espacio privado, a través “su propia” mujer. Tomando el argumento de que “las agresiones violentas no son realizadas por un sujeto privilegiado, sino por alguien que ha perdido sus privilegios” (Izquierdo, 2011, p.39), tendría lógica la justificación de las personas entrevistadas al catalogar como sujetos anómalos a los agresores: se infiere que carecen de los privilegios sexuales prescritos para los varones, pues si estas supuestas necesidades sexuales no son cubiertas mediante las relaciones personales que el varón haya establecido para el cumplimiento de dicho servicio, entonces es de esperarse que dichos sujetos “reprimidos”, “contenidos”, busquen resolverlo en el espacio público a través del uso de los cuerpos de las usuarias, que son vistos sólo como objeto de deseo, es decir, cuya existencia se limita al cumplimiento de alguna “función” en la economía de la sexualidad masculina: Se escucha burdo pero un hombre, a menos que sea un pervertido, digamos, una persona normal, ¿por qué iría molestando a alguien? Pensándolo en términos fisiológicos ¿no? O sea, ¿por qué un hombre molesta a una mujer? Pues porque le gusta, ¿no? Debieron haber hecho un vagón para la gente in, pro, y otro para la que nada que ver. (Clio, 28 años, estudiante de maestría en estudios latinoamericanos). En este testimonio las acciones de los hombres se interpretan como la respuesta ineludible al “llamado de la naturaleza”, es decir, al impulso instintivo que los invita 97

a mantenerse alerta ante las posibilidades de reproducción con las mujeres adecuadas, es decir, siguiendo el mismo lenguaje, mujeres con los atributos valorados como deseables para continuar la especie; esas personas pro son las que deben ser aisladas de las que “nada que ver”. Al mismo tiempo, los varones no sólo aparecen como sujetos incapaces de controlar las acciones desencadenadas por su deseo sino como sujetos que no tienen ninguna razón para hacerlo, o más bien, en términos de lo que socialmente se espera de ellos, tienen todas las razones para no hacerlo: como ya había mencionado, la heterosexualidad es un supuesto del rol de género masculino, se espera que los individuos varones deseen sexualmente a las mujeres y deben demostrarlo constantemente, de modo que no quepan dudas sobre su hombría. Recordemos que la masculinidad hegemónica se fundamenta en un miedo a lo femenino. Así vemos cómo hombres y mujeres justifican su comportamiento retomando discursos de las ciencias biológicas, puesto que desde dichos esquemas de pensamiento la sexualidad es vista solamente como expresión de la naturaleza y cualquier acto fuera de la norma implicaría una patología o afuncionalidad diagnosticable y tratable clínicamente. Sin embargo, en capítulos anteriores ya he indicado a través de varias autoras y autores el carácter construido de la sexualidad humana. En palabras de Guillermo Núñez Noriega: El deseo erótico mismo es producto de un sistema social que ha organizado de tal o cual manera nuestra libido (…) [, es] el producto de la organización en el individuo por la cultura y sus agentes, de su natural y amorfa (pues es parte de su energía vital y de su capacidad anatómica y fisiológica innata como ser humano) energía libidinal. (2000, p. 37) A partir de las investigaciones de otras autoras y autores, Núñez Noriega explica que los discurso hegemónicos de sexualidad de nuestra época, conducidos bajo la legitimidad científica del saber médico, son herederos de la moral cristiana. Ésta última, que ha dictado desde hace varios siglos las reglamentaciones de lo corporal y el erotismo (en la forma de lo que llaman pecados), se encuentra vigentes en nuestros días camuflada como parte del sentido común (p. 43). En el 98

siguiente fragmento se entrelazan ambas vertientes discursivas: la científica y la religiosa. La idea de la mujer como germen del mal, incitadora del instinto carnal, se presenta como la justificación central de la existencia de la violencia sexual hacia las mujeres en el metro: Naturaleza ¿no?, instinto animal, perdición, no sé. Dicen que la mujer no tiene la culpa pero yo siento que sí, mira, se visten con sus pantalones apretaditos, muestran el torno de su cuerpo, entonces al mostrar eso un hombre pierde el sentido, porque se la empieza a imaginar diferente o no sé y con tanto de esto que promueve la pornografía, entonces las mentes se trastornan, tanto de hombres como de mujeres. (Gerardo, 32 años, obrero) Finalmente, en este sistema de relaciones, lo que está prohibido y lo que está catalogado o no como erótico se codifica individualmente y conduce a una fuerte regulación del accionar de la mujeres, mientras los varones no aparecen como sujetos de responsabilidad sobre sus actos. Coincido en que en muchos casos la violencia es el recurso al que acuden quienes, desde su posición dominante, pierden su capacidad de someter sin necesidad de agredir (Izquierdo, 2011, p. 55), sin embargo, la forma en que se presenta la violencia sexual en el metro habla de la necesidad de éstas personas de demostrar que este dominio aún existe y es posible.

4.2.4. MIEDO, FUERZA Y USO DE LOS ESPACIOS PÚBLICOS En el mismo tenor, los resultados muestran importantes diferencias en la forma en que hombres y mujeres perciben y usan el metro. Cuando se les cuestionó sobre el miedo a ser víctimas de violencia sexual en el metro, la mayoría de los hombres negaron sentirlo, caso contrario con las entrevistadas. Como vimos en el apartado 4.2.2., todas aseguraron tomar medidas y actitudes permanentes para prevenir estos actos, formas de usar el metro que aprenden de otras mujeres y socializan con las jóvenes o inexpertas. Ah, pues no permitir que se te acerquen, y estás consciente que va el vagón lleno pero a lo mejor alguien decide acercarse, puede ser que tú vas parada y otro va ahí tállese y tállese en ti, entonces ahí desde el primer contacto, pues (decirles) “cálmate, ¿no?”. O poner el codo o la bolsa o algo de por 99

medio pues, sin agredir y que haya algo más persistente pues, o te lo surtes o haces algo. (Julieta, 58 años, archivista en Ciudad Universitaria). En contraste, los varones no refieren sentir miedo ante la posibilidad de ser violentados sexualmente sino, en el mayor de los casos, de ser víctimas de la delincuencia. No, es que casi no tomo en cuenta eso, casi yo voy en mis cosas y los que van alrededor mío pues ahora sí que son ellos, realmente no, ahora sí que yo en mi mundo, ellos en su mundo y ya. (Sergio, 34 años, policía). No, es como te digo, te acostumbras a todo, si eres observador pues ni te acosa un hombre o una mujer, y si tú no quieres, no acosas a nadie. Simplemente es un transporte. (Gerardo, 32 años, obrero). Cuándo estás cerca de hombres, en mi caso si es de “hazte para allá ¿no?”, bueno, o sea, te digo, sean hombres o mujeres, pues es igual, y bueno en el caso de los hombres, pues sí me confieso medio prejuicioso físicamente, chacalones o así dices: “chin la cartera o el celular, tiéntatela”. Pero en general pues nada más es de que se arrimen tantito, hay que respetar espacios personales. (Blanco, 25 años, biólogo, en situación de desempleo). Puede verse entonces que los hombres perciben su uso del espacio sin mayores preocupaciones, incluso, a diferencia de las entrevistadas, algunos consideran que poseen la capacidad para “marcar límites” y evitar sufrir algún tipo de daño. Mientras esta preocupación, que en páginas anteriores llamé miedo disciplinario, fue referida por todas las mujeres entrevistadas, los varones y ellas mismas además consideran que las mujeres son más proclives a ser víctimas de algún acto delictivo: Yo creo que es más probable que quieran violar a una mujer que a un hombre y si me lo quisieran hacer a mí no le sería tan fácil aun cuando traiga un arma. Si eres alguien que tiene costumbre de abusar de la gente que ve en la calle sabes evaluar la fuerza y las posibilidades al elegir a tu víctima. Pensando en el reino animal, los leones no eligen a los machos, a los fuertes de las otras especies, eligen a los más débiles, a los cachorros de las manadas. (Clio, 28 años, estudiante de maestría en estudios latinoamericanos). Con respecto a estas formas de explicarse el comportamiento humano en base a conductas supuestamente naturales, Donna Haraway explica que esta visión proviene de la tradición analítica aristotélica y el patriarcado capitalista blanco, 100

donde el mundo ha sido y debe ser cosificado, por lo que en esta perspectiva en realidad: La naturaleza es sólo la materia prima de la cultura, apropiada, reservada, esclavizada o hecha flexible para su utilización por parte de la cultura en la lógica del colonialismo capitalista. De manera similar, el sexo es únicamente o la materia del acto del género. (Haraway, 1995, p. 341) De este modo, vemos que finalmente las diferencias que atribuimos de manera directa a hombres y a mujeres en realidad son elaboraciones sociales, “explicaciones” discursivas de la dominación de unos sobre otras.

4.3. COTIDIANIDAD Y PROGRAMA VIAJEMOS SEGURAS En el primer capítulo de este texto me preguntaba si la medida de separación por sexos implementada como parte del Programa Viajemos Seguras ha funcionado para terminar con la violencia sexual o reproduce la dicotomía hombre/mujer desde el contenido asimétrico que ésta representa. Para María Jesús Izquierdo (2011) es importante tomar en cuenta que quienes están a cargo de las instituciones, quienes producen la legislación e incluso quienes elaboran las posturas críticas en torno al género también son producto del sexismo anidado en nuestras sociedades. Nadie está libre de estos condicionamientos, por lo que las políticas de igualdad deben analizarse en busca de los rastros de sexismo que éstas puedan contener de manera inadvertida, con la intención de que las y los profesionales puedan superarlos (Izquierdo, 2011, p. 34). En este apartado reviso el discurso que el Programa transmite a sus usuarias y usuarios de la mano de las experiencias compartidas por estas personas durante las entrevistas.

4.3.1. TERRITORIOS EN PUGNA En el apartado 2.3.1. expliqué que el Programa Viajemos Seguras es una acción afirmativa que se diseñó para “prevenir, atender y sancionar la violencia sexual” cometida contra las mujeres en el transporte público (Inmujeres DF, 2012) haciendo exclusivo para mujeres, niños y personas de la tercera edad el uso de 101

los primeros vagones de cada tren. Seis de las siete entrevistadas manifestaron utilizar cotidianamente los vagones reservados para mujeres cuando no van en compañía de algún hombre pues viajar únicamente con otras mujeres les permite sentirse menos incómodas y con menores posibilidades de ser violentadas, recordando que recurrentemente el miedo a ser agredidas se establece con relación a la presencia o ausencia de hombres. De este modo, las mujeres sienten como propio el espacio reservado para ellas y algunas expresaron la importancia de defenderlo: cuando algunos varones ingresan a estos vagones ellas intentan que sean reprendidos por el personal de vigilancia y muestran su rechazo verbal o físico para hacerlos descender de esa área. Creo que en grupo, como si alguien le está diciendo y él contesta... "no, ¿por qué me voy a ir?" sí puedo alzar la voz y decir "este espacio es para mujeres solamente, y tienes que respetarlo", sí creo que es una forma de defenderte. (Yaraví, 39 años, psicóloga) Quedó asentado en los apartados anteriores que el llamado espacio público es tradicionalmente de dominio masculino y que, para las mujeres, experimentar o saberse en riesgo de vivir violencia sexual trae como resultado un estado de tensión y alerta permanente (miedo disciplinario) que disminuye cuando se encuentran rodeadas solamente de otras mujeres. Medina y Márquez explican que “las políticas de equidad se basan en el reconocimiento de la necesidad de adoptar medidas especiales de carácter temporal –acciones afirmativas–, a fin de acelerar la igualdad de facto entre mujeres y hombres” (2010, p. 20). En este sentido, entiendo que la medida de separación, como acción afirmativa, aboga por la recuperación por las mujeres de estos espacios en los que, por tradición, no se les ha permitido circular con tranquilidad. Desde ahí se comprende el sentimiento de defensa de dicho espacio, referido por las entrevistadas. Sin embargo esta elaboración es producto de reflexiones hechas por especialistas y evidentemente no se ha ofrecido al público por parte de las autoridades pues quizá ellas mismas tampoco la tengan clara, de modo que las personas construyen sus propias interpretaciones sobre los motivos del programa, lo que también deriva en descontento, sobre todo entre los usuarios hombres. Por 102

ejemplo, en algunas ocasiones los vagones reservados para mujeres se encuentran más vacíos que el resto del tren, por lo que algunos entrevistados comentaron que han decidido abordarlos: A mí las mujeres me miraban feo por entrar a los vagones de las mujeres y no están viendo que no es que les pertenecen a las mujeres sino que se tomó esa medida por la violencia de género. Piensan que se separó por el hecho del género. Yo por eso no me sentaba en los lugares. Para que no me estén fregando yo me siento en el piso y que no me molesten, yo iba con mis libros y demás. Pero sí llegaron a haber veces en que nos acusaban con los polis, y no se dan cuenta que el problema no es que seas hombre sino que se hizo por el acoso, si tú te vas portando bien ¿por qué te van a sacar? (Clio, 28 años, estudiante de maestría en estudios latinoamericanos). Por un lado, en las narraciones aparecieron las condiciones de insuficiencia del transporte. Por el otro, si ignoráramos los objetivos de la separación como acción afirmativa y observáramos desde la perspectiva de Clio, ciertamente pareciera que la separación se implementó en el entendido de que todos los hombres son potenciales agresores: Fue una medida segregatoria en la que eres hombre y eres malo, entonces te vas a los vagones de atrás. Y la mujer per se es buena, entonces tiene su vagón exclusivo. (Clio, 28 años, estudiante de maestría en estudios latinoamericanos). Es muy importante hacer notar que la violencia masculina que prevalece sobre las mujeres no implica que todo hombre represente un enemigo o violador en potencia pero sí presenta una subjetividad que se sabe con recursos de los que puede echar mano y que cuenta con privilegios como colectividad (Cruz Sierra, 2011, p. 178). Evidentemente, el privilegio masculino de circular libremente y sin temor se da por entendido: los entrevistados no han conocido de primera mano la posibilidad de vivir de otra manera. Como revisamos anteriormente, puesto que en ellas es constante el temor de vivir alguna agresión, los espacios públicos no “pertenecen” a las mujeres. La acción afirmativa intenta que las usuarias sí sientan como propio el espacio y tengan la capacidad de agencia que tradicionalmente sólo se fomenta entre los varones. No obstante, sin haber recibido esta información no debe 103

sorprender la actitud desafiante y de pugna por el espacio (característica de la masculinidad hegemónica, recordemos, sin que ello signifique que todos los hombres la ejerzan o que las mujeres no puedan hacerlo) que observamos en usuarios y usuarias, ante lo cual, debido a la imposición de vagones exclusivos, el entrevistado acertadamente señala como la pérdida de privilegios bien arraigados: Lo que se está haciendo es diferenciar los géneros dándoles privilegios a unas por ser mujeres y quitándoselos a los hombres por ser hombres, pareciera que ahora es un pecado ser hombre. (Clio, 28 años, estudiante de maestría en estudios latinoamericanos). Así, es posible observar que esta política, que además es ejecutada de manera parcial puesto que no se realiza sensibilización, causa reacciones como la victimización. En general, la fuerza que han tomado los movimientos feministas y las repercusiones que han tenido en la sociedad, incluyendo la incorporación de sus demandas a las agendas gubernamentales, genera resistencias masculinas (Cobo, 2011). Tanto así que han surgido grupos de varones que desde diferentes ángulos abogan por la reivindicación de los privilegios patriarcales y la lucha por los derechos de los hombres, lo que en ocasiones ha dado pie a nuevas, muy sutiles e incluso seductoras formas de opresión (Fernández, 2014). Sin embargo, no hay que dejar de insistir en que el enemigo no son los hombres sino el sexismo que anima en los sujetos una lógica de relación asimétrica (Izquierdo, 2007 como se citó en Fernández, 2014). Quizá sea precisamente ese mensaje el que olvidan las autoridades que implementan la separación.

4.3.2. EL PROGRAMA SEGÚN SUS USUARIAS Y USUARIOS Como ya he mencionado, derivado de la falta de direccionamiento mediático de los objetivos de la medida, el PVS es interpretado de manera personal por las usuarias y usuarios y en ocasiones pude distinguir opiniones antagónicas en torno a su existencia. En principio, varias personas afirmaron que la separación es una medida segregativa que remite incluso a “cuando a los negros los separaban de los blancos” (Miranda, 30 años, ilustradora freelance), de modo que resalta la

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importancia de que las autoridades den a conocer que el PVS es una acción afirmativa y en qué consiste como tal. En el mismo sentido, una idea presentada en por lo menos cuatro testimonios fue la falta de educación y respeto entre usuarias y usuarios como raíz del problema, por lo que consideraron la separación como una medida extrema que en realidad nunca debió establecerse, aunque una usuaria también mencionó que la separación tiene consecuencias positivas porque se generan lazos de solidaridad. Sin embargo, resulta significativo que un entrevistado opinara que los vagones reservados son el “lugar de las mujeres”, de modo que, si no desean ser agredidas, deben viajar exclusivamente en estos vagones: Está muy buena, sí. Normalmente los hombres somos los que más laboramos y hay más amas de casa que mujeres laborando. Por eso a las mujeres se les dan solo ciertos vagones, pero es muy buena la idea. (…) Digo, si no te agrada [ser tocada] pues te vas del lado de las mujeres y ya, no pasa nada, no tienes que estar sufriendo el acoso en el metro, por eso te digo, hay [espacios para] mujeres y hombres. (Gerardo, 32 años, obrero). Además de la atribución ya mencionada de los hombres como sujetos no responsabilizables de sus acciones debido a su naturaleza sexual irrefrenable, este testimonio remite a la clásica idea patriarcal de que las mujeres pertenecen al espacio privado. Para Hanna Arendt, durante toda la existencia de nuestra especie, lo relacionado con el cuerpo y su mantenimiento ha pertenecido al ámbito de lo privado. Antes de la Edad Moderna, quienes estaban dedicados a cubrir las necesidades de la vida (trabajadores, que se encargaban de la producción, y mujeres, encargadas de la reproducción) han sido relegados a la esfera privada porque eran propiedad de alguien y porque se dedicaban a solventar las funciones corporales (2005, p. 87). Asimismo, como señala Julia Kristeva (2003), el cuerpo es el agente del proceso vital bajo los dos aspectos de la fertilidad y el trabajo, nunca trasciende la naturaleza, particularmente el cuerpo de las mujeres. De este modo, el cuerpo femenino se ausenta del mundo para obrar solamente en la esfera de lo privado, y se convierte en el paradigma de la propiedad privada. 105

Así, puede notarse que, intencionalmente o no, el PVS no solamente carece de herramientas para modificar esta ideología sino que la refuerza y promueve mediante las ideas dicotómicas dominantes: Pues sí, se hace más alboroto pero pues es la medida que se ha tomado para que ya no se haga eso, ya sabes los hombres son más violentos, entran se empujan, las mujeres también pero ahora sí que cada sexo tiene lo suyo. (Gerardo, 32 años, obrero). No debe perderse de vista que, ante la violencia sexual como problemática seria que merma la experiencia de vida de muchas, el PVS es, hasta el momento, la única iniciativa gubernamental que permite a las mujeres un tránsito con menores riesgos. Sin embargo, en la manera en que está implementada actualmente, vemos que la separación por sexos genera no sólo confusiones y descontentos sino justificaciones de los actos de violencia. De manera que, insisto, en principio es necesario dirigir a la población mecanismos informativos sobre las intenciones del PSV. Al hablar de las “áreas para hombres” y “áreas para mujeres” las usuarias y usuarios continuamente generaron comparaciones entre el comportamiento de uno y otro sexo/género: se entiende, por ejemplo, que los hombres son fuertes y racionales mientras las mujeres son débiles y emocionales. Algunas personas entrevistadas fueron insistentes al señalar que las mujeres son más agresivas que los hombres. Es innegable que ante la sobredemanda del servicio ocurren altercados entre las usuarias, sin embargo, en estos casos también se entrevé un discurso misógino: la supuesta visceralidad y arrebato femenino como cualidades antagónicas al estoicismo masculino. De hecho a mí no me gusta irme del lado de las mujeres, las mujeres son más peleoneras y muy groseras, aunque sea entre las mismas mujeres luego te agreden, entonces procuro que si es temprano cuando tengo que salir, que sea en el vagón de los hombres. O sea ellos se quedan así como ciscados, aunque también hay de todo, hay gente buena y hay gente mala. Pero te tienes que defender. (Julieta, 58 años, archivista en Ciudad Universitaria). 106

Además en un par de conversaciones se hizo referencia a casos de extorsión mediante los instrumentos de denuncia del PVS: Hay veces que también las chavas acosan. Tengo una amiga que me platicaba que uno de sus amigos lo metieron a la cárcel por que la chava dijo que la estaba acosando y se quedó en la cárcel. Después la chava le pidió dinero para que ya le levantara la queja, y como no le dio nada se quedó. Y después en la televisión salió que hay muchos tipos de personas así en el metro. (Julieta, 58 años, archivista en Ciudad Universitaria). Las condiciones de corrupción y delincuencia tan presentes en nuestro país hacen posible que este mecanismo jurídico, el cual creo fue pensado para disuadir a posibles agresores, sea utilizado de dicha manera. Sin embargo, estas anécdotas, que aparecen casi como parte de la mitología urbana, guardan un tono despreciativo sobre los actos de violencia hacia las mujeres y las acciones implementadas contra esta. Ahora bien, en el apartado 3.3.2. referí una actitud de distanciamiento que pude observar de algunos usuarios hombres cuando viajan con mujeres. Yaraví la explica: Sí he visto que hay hombres que son más cuidadosos y se hacen más atrás y no se colocan tanto tan cerca de las mujeres, pero porque creo que ya están más enterados. Creo que son más cuidadosos. (Yaraví, 39 años, psicóloga). Entre los varones pervive el temor latente de ser acusados y consignados, recelo alimentado por la manera generalizadora en que está diseñada la medida, que envía el mensaje de que cualquier hombre es un potencial agresor, añadiendo el hecho de que en México carecemos de aparatos jurídicos eficientes y confiables. Por otro lado, aún ante un caso de abuso sexual en el entendido de que se consiga aplicar la ley de manera justa, me pregunto si la cárcel logrará resolver el problema o estamos ante un mecanismo disuasorio: en tanto que al “atacar” la violencia y aislar de la sociedad a quienes la ejercen, queda olvidado que la asimetría entre hombres y mujeres en realidad permanece.

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4.3.3. EL PROGRAMA DESDE EL ESTADO A finales de 2012 me entrevisté con la Licenciada Lucero Ocampo Nájera, quien en ese entonces era Coordinadora de Suministros del STC y, adicionalmente a las responsabilidades de su cargo en la institución, tenía el nombramiento de Enlace de género del STC, formando parte de la Red de Enlaces de Género del Gobierno de la Ciudad de México. Por las anécdotas que me fueron referidas, en el STC se vive un “ambiente difícil, de hombres”. Ocampo también mencionó que en cierta ocasión, ante algún hecho de abuso sexual que le fue comunicado, un alto funcionario del STC exclamo “y a ver, a esa muchacha... ¿no la violaron?, ¿pero por qué no la violaron?”. Advertida por estos contextos, María Jesús Izquierdo insiste en realizar un “metaanálisis de las políticas de igualdad pues los sujetos que los producen son también producto del sexismo que combaten, apuntando a la superación de estos condicionamientos que inadvertidamente marcan sus intervenciones.” (2011, p.34). Durante la conversación Ocampo recordó que por la instalación de los Módulos de Atención a Víctimas dentro del metro el proceso de denuncia se agiliza. Sin embargo, dijo que la violencia es un “problema de educación, y eso empieza desde la casa, desde ahí es un machismo y una forma de pensar”, de modo que “lo que estamos haciendo es punitivo, porque se castiga, y también está siendo preventivo, que es lo más importante”. Las autoridades, o por lo menos ella, claramente saben que las cifras de violencia se reducen porque así lo hace el tiempo que hombres y mujeres permanecen en contacto. Este mecanismo tiene un trasfondo perverso ya que “cuando se elimina el indicador de la desigualdad social de las mujeres en la violencia de género, si esta medida no va acompañada de cambios estructurales (…) la Ley, queriéndolo o no, es instrumental al patriarcado” (Izquierdo, 2011, p. 38). De modo conveniente para el orden dominante, las causas estructurales de la desigualdad permanecen aunque el acto de la violencia sea suprimido.

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Asimismo, Ocampo opinó que el Programa no está pensado para ser una medida temporal ya que “se ha hecho lo posible por dejarlo institucionalizado y programarlo para que se le dé continuidad”. Puede notarse entonces que el PVS no está funcionando como acción afirmativa, si éstas son definidas de la siguiente manera: Se trata de poner en marcha un conjunto de medidas de carácter temporal (…) las cuales tienen por objeto eliminar las desventajas estructurales de las mujeres para acelerar su participación equilibrada con los hombres en todas las esferas de la sociedad. (Medina Espino y Márquez Benítez, 2010, p. 20) Además, durante 2010 realicé algunas consultas en la página web de Inmujeres DF que hoy ya no se encuentran en la red. En ese entonces, basándome en la información contenida y buscando las referencias que ésta ofrecía, pude notar que el Programa Viajemos Seguras inició como eco del Programa Regional Ciudades sin violencia hacia las mujeres, Ciudades Seguras para todas y todos ejecutado por el UNIFEM. Como mencioné en el apartado 2.3.1., dicho Programa intervino en las políticas públicas de varias ciudades de Centro y Sudamérica implementado por la Red Mujer y Hábitat de América Latina con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (“Programa Regional”, s.f.). Así, el Programa Viajemos Seguras no parece ser resultado de la atención directa a las necesidades de la población usuaria; más bien se trata de una respuesta del Estado tratando de emular las demandas de las instituciones internacionales, configurada para acallar problemáticas cuyos resultados pudieran ser reflejados en cifras y no para modificar el orden dominante. Habrá quienes argumenten que ésta y otras políticas públicas no se hubieran materializado sin el largo proceso de lucha de muchas mujeres, y tienen razón. Sin embargo, este pragmatismo, primitivismo teórico y no cuestionamiento de la sociedad característicos del feminismo liberal surgido en los 60‟s (De Barbieri, 1986, p. 9), reflejados en el Programa tiene consecuencias que, bajo la bandera de la igualdad, alimentan y refuerzan la división sexual, o lo que es lo mismo, el fortalecimiento de la opresión: 109

Si la solución que se ofrece ante la violencia sexual, expresión más evidente de la dominación masculina, es confinar a las mujeres a espacios concretos en los que se les custodia de los varones, el Estado no hace sino ejercer su licencia de apropiación de las mujeres aislándolas, no del machismo, sino de la posibilidad de salir de las categorías de sexo/género con las prescripciones y valores tradicionales que a cada grupo le corresponden. Si el gobierno continúa sin establecer estrategias que signifiquen una modificación profunda en las actitudes seguirá asumiendo e inculcando, como buen Estado patriarcal, que las mujeres no tienen por qué ser capaces de protegerse por sí mismas, pues sus cuerpos no les pertenecen, que los hombres son libres de disponer de ellas hasta donde el Estado lo permita o le sea funcional y, como buen Estado heteronormativo, que no hay más allá de estas categorías en oposición, asegurando así el capital material mujer para continuar sirviendo a la reproducción de la sociedad, con los beneficios que ello signifique para el sistema económico imperante.

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CONCLUSIONES : EVIDENCIAS.

CONTRASTANDO

HIPÓTESIS

Y

“Si no avanzamos hacia ese lugar desconocido que es la revolución de los géneros, sabemos exactamente hacia donde regresamos. Un estado omnipotente que nos infantiliza, que interviene en todas nuestras decisiones, por nuestro propio bien, que –con la excusa de protegernos mejor- nos mantiene en la infancia, en la ignorancia y en el miedo al castigo y la exclusión.” Virginie Despentes, Teoría King Kong, 2009

Para finalizar este trabajo, vale recordar las hipótesis a comprobar durante la investigación para compararlas con los resultados obtenidos: -

La violencia sexual en el metro es expresión del discurso de sexualidad tradicional, según el cual, el placer masculino se constituye a partir del uso de los cuerpos femeninos.

La forma en que la mayoría de los varones y mujeres narraron sus experiencias y explicaciones en torno a la violencia sexual da cuenta de una concepción sentada en una supuesta objetividad científica en que el actuar sexual de las personas está regido por la “naturaleza”. De este modo, los actos relacionados con la sexualidad y el deseo son producto de la compulsión por perpetrar la especie, de manera que, al momento de desear, no hay posibilidad ni “buenas” razones para que los hombres tengan control sobre sí mismos. El placer masculino se constituye a partir del uso de los cuerpos femeninos en tanto que esto es lo que dictan las necesidades de la naturaleza. Los actos de violencia se explican argumentando que cuando el impulso biológico no es encausado correctamente éste puede transformarse en una patología o desviación mental. Así, mediante tales elaboraciones, en las que lo que conocemos como naturaleza es totalmente la materia prima de la cultura, quedan justificadas tanto las 111

conductas tradicionales prescritas (una sexualidad avasalladora y fundada en la erotización de la dominación) y reproducidas por los individuos, como los actos de violencia no sutiles. El uso ventajoso –la apropiación- de los cuerpos como objetos, tanto de mujeres como de hombres (cuerpos feminizados), se escuda en la etiqueta de lo instintivo. -

La violencia sexual y el miedo general de las mujeres a ser agredidas funcionan como mecanismos de control para el mantenimiento de un orden social en el que los hombres ostentan el poder sobre los cuerpos de las mujeres y el entorno.

Los datos obtenidos de esta investigación no permitieron ignorar los tiempos difíciles y de violencia desbordada que vivimos en este país, al que algunos ya han llamado Estado fallido. Para quienes me otorgaron entrevistas, los crímenes y la corrupción son cotidianos y así también el miedo a ser víctima de robos, secuestros, asesinatos, etcétera, extendido entre hombres y mujeres. Ante esta violencia general apabullante, la violencia sexual el metro aparece como un mal menor, cuando en realidad ambos son consecuencia del estrujamiento social por parte de un orden neoliberal que se reacomoda para beneficio de muy pocos. Así, las asimetrías entre hombres y mujeres también se recrudecen; en Ecatepec los asesinatos y desapariciones de jóvenes mujeres continúan. La violencia sexual en el metro es hermana menor de la violencia feminicida. Las mujeres que narraron sus vivencias en torno a la violencia sexual en el metro dieron cuenta de actitudes aprendidas como consecuencia de las experiencias de violencia y fomentadas por la información socializada con otras mujeres, generalmente mayores. Con los datos emergió, por un lado, un miedo disciplinario: un estado de tensión y alerta permanente que orilla a las mujeres a concentrarse en la posibilidad de ser violentadas por los hombres; este estado guía sus acciones y les impide usar los espacios con tranquilidad. Por el otro lado, también con evidencias surgió lo que llamé discurso de indefensión femenina: discurso basado en la creencia de una incapacidad natural de ponerse a salvo, sustentada en la supuestamente natural ausencia de fuerza corporal. 112

Sin embargo, como demostró una entrevistada, las experiencias de violencia también pueden funcionar como catalizadoras para la búsqueda de alternativas al orden dominante. Asimismo, algunas de las entrevistadas manifestaron no haber sido víctimas ni sentirse influidas por el riesgo de vivir algún tipo de violencia sexual en el metro. Ello puede interpretarse como un mecanismo de resistencia que deviene en agencia, una forma de re-apropiación de sí mismas y de reedición de las prescripciones que la convención de dominación sexo determina. Ninguno de los hombres manifestó estas actitudes ni admitió sentir miedo ante la probabilidad de ser violentado, ni siquiera quienes fueron víctimas esporádicas de violencia sexual. A los varones generalmente no se les violenta; se sienten con los recursos para transitar con libertad y, aunque sólo quienes ejercen violencia física lo llevan a cabo, se saben con la suficiente fuerza para someter y defenderse. La hipótesis resultó correcta. -

El sistema de opresión basado en el sexo/género está arraigado a los gobiernos del D.F. y del Estado de México, a sus instituciones policiacas y a sus instancias “pro-mujeres”. Además, a través del Programa “Viajemos seguras” subraya la diferencia sexogenérica entre las usuarias y usuarios.

Las notas periodísticas recolectadas que muestran la actitud de las autoridades, principalmente en el Estado de México donde el gobernador exhibe negligencia y desinterés por la grave situación de la violencia contra las mujeres en dicho territorio, así como las anécdotas compartidas por la funcionaria del STC, dan cuenta fácilmente del sexismo presente en las instituciones. Desde un análisis más profundo, la perspectiva adoptada por el Instituto de las Mujeres del D.F. parece responder a un discurso amparado en el feminismo liberal, promoviendo las reformas jurídicas, las soluciones pragmáticas y el análisis superficial de las problemáticas de las mujeres, así como en el feminismo de la diferencia que exalta las atribuciones tradicionales de lo femenino, conservándose intacta la relación entre hombres y mujeres.

113

El Programa Viajemos Seguras “visibiliza” a las mujeres como sujetos “merecedores” de un espacio seguro, en realidad, sujetando a las usuarias al confinamiento y defensa de un espacio limitado que les es asignado por el Estado y por tanto les “corresponde”, en cual se encuentran bajo la protección del pater Estado. De este modo se coloca a usuarias y usuarios dentro del marco de las representaciones convencionales del sexo/género, donde los varones tienen libertad de utilizar los cuerpos objetivados de las mujeres, esto con la justificación de que desean inevitablemente, de modo que son potenciales agresores por “naturaleza”, mientras las mujeres son indefensas y delicadas, por lo que el Estado debe salvaguardarlas en beneficio de la reproducción de la “especie”. Así, el Programa heteronorma el espacio público y, por consiguiente, legitima el uso de los cuerpos femeninos. En otras palabras, no está promoviendo algún cambio que permita modificar el orden dominante de manera estructural pero sí fomenta la economía heterosexual tratando de preservar los servicios que las mujeres están obligadas a otorgar. Además, mediante la promoción de una “cultura de la denuncia” el Programa centra la atención en mecanismos punitivos que tampoco reflejan cambios estructurales y se ven entorpecidos también por la ausencia de aparatos de justicia confiables. Con la implementación del Programa, el gobierno hace creer que pretende “desaparecer” la violencia disolviendo la atención en el hecho de que estos eventos tienen causas profundas que no tiene interés en atender. Sin embargo, no se busca realizar estas modificaciones sino aparentar resolverlas tratando de demostrar que se acatan señalamientos internacionales.

SOBRE LAS POSIBILIDADES TEÓRICAS El uso de las teorías enmarcadas en el postestructuralismo resultó funcional para este trabajo puesto que permitió pensar en el sexo y género no como entidades estáticas, sino como categorías plásticas, modificables, poniendo en cuestión el uso común de estos términos, uso incorporado a los discursos y prácticas 114

gubernamentales. No obstante, el encuentro con una realidad urbana relacionada con la no resolución de necesidades básicas me invitó a revisar textos relacionados con el feminismo materialista, por lo que queda pendiente para mí, o para quienes continúen con este tema, introducirme a los trabajos existentes sobre las condiciones socioeconómicas globales, su relación con el patriarcado y las expresiones de violencia derivadas de dicha relación. Asimismo, queda por explorar más sobre las concepciones de sexualidad masculina con base en lo natural, así como la construcción de formas de agencia de las mujeres víctimas de violencia sexual.

PENSADO EN POSIBILIDADES PRÁCTICAS Con este camino andado, es posible esbozar algunas vías para pensar en modificar la situación expuesta. La primera se enfocaría a fortalecer el Programa Viajemos Seguras: puede sugerirse una campaña de difusión que comunique los objetivos de la separación por sexos, además de otra que impugne los discursos que explican la violencia sexual como patología y cuestione los mandatos de la sexualidad masculina tradicional; asimismo sería importante subvertir la creencia, junto con sus consecuencias en la conducta, de que la seguridad de las mujeres depende de la protección masculina, y también resultaría valioso el fomento de empatía y solidaridad con quienes se comparte el espacio. La realidad de las personas entrevistadas no se antoja sencilla: la escasez de empleos y educación digna, el costo de los alimentos y servicios, la corrupción a todos los niveles, en fin, la carestía que impone, nos recuerda que el sistema económico en que vivimos y el aparato de gobierno que tenemos no es un que responda a los intereses de la mayoría, por lo que los “problemas de las mujeres” son asuntos de segundo, tercer o último orden. Si bien, en el metro, la forma en que las usuarias y los usuarios son orillados a viajar es una de esas violencias ejercidas desde el poder, no conviene perder de vista que la opresión primigenia es la que establece la diferencia sexual, el contrato social heterosexual, de manera que, aún repetimos: “la revolución será feminista o no será”. 115

Ahora bien, podemos ver a los actos de violencia sexual como expresiones de una estructura que se resquebraja, resoplidos de un gigante que se niega a morir sin dar batalla, redoblando sus esfuerzos, sin importar las formas: expresiones crudas que ya se viven en la capital, y son problemas graves en el Estado de México y el país entero y que nos orilla a ponerlo en cuestión. Esta plasticidad del orden de género y de la sexualidad es la que forja la reedición de las formas de violencia pero, puesto que es resultado de una serie de aprendizajes provistos por la cultura, también es la característica que permite a las personas descolocarse del sexo/género en tanto que generador de asimetrías. Trascender las entidades dicotómicas lleva consigo el compromiso continuo de luchar contra las formas de opresión del patriarcado, pero también nos deberá conducir a una purga de los antagonismos y las exaltaciones de la diferencia que las instituciones, pasando como progresistas y simulando interés por su clientela, fomentan logrando desconcentrar la atención de las condiciones de clase que compartimos. En comunidad, habremos entonces de mirar las condiciones que no nos han permitido un buen vivir, tejiendo formas de solidaridad para resolverlas y echando mano cualidades valiosas que también compartimos. Para que las instituciones respondan a estas necesidades deberán entonces ser partícipes de esta metamorfosis. Mientras eso sucede, queda pendiente para mí la búsqueda de metodologías para realizar intervenciones con base en el análisis aquí expuesto, y la construcción de planes de acción que puedan implementarse con o sin el apoyo institucional, a través de la conformación de redes de trabajo multidisciplinario en la zona y la investigación sobre grupos, comunidades o asociaciones con experiencias afines. Por ahora, como pequeña primer tarea, propongo la elaboración de “contrapublicidad” dirigida al cuestionamiento del consumo de los cuerpos en los periódicos que circulan al interior del metro.

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130

ANEXO: PAUTA DE ENTREVISTA 41

Criterios muestrales: -

Hombres y mujeres mayores de 15 años, que utilicen la línea B del metro cotidianamente.

-

Habitantes de la zona Ecatepec y Nezahualcóyotl preferentemente, o de áreas del Distrito Federal que colinden con estos municipios.

Se harán las mismas preguntas a hombres y mujeres, excepto en el apartado que refiere a la experiencia en dosificación de usuarios (separación de usuarios por sexos). Ocupación y nivel de estudios:

Pregunta de investigación ¿Cuáles son las experiencias y puntos de vista de usuarias y usuarios en torno a las acciones de violencia sexual en la línea B del

41

Objetivos específicos Describir la actividad cotidiana en recorridos dentro de los vagones y andenes de las estaciones Buenavista, Muzquiz y Ciudad Azteca con el fin de obtener un panorama general de la actividad en la línea B del metro.

Edad:

Categorías (operacionales) Uso de espacios

Orientación sexual:

Propiedades y dimensiones En torno al lugar de residencia

Usos del metro

Colonia:

Pauta de entrevista ¿Cómo describirías la zona en la que vives?(popular, tranquila, peligrosa) ¿Consideras que tu casa está cerca/alejada de tu lugar de actividades? ¿Con qué frecuencia utilizas el metro? ¿Hacia dónde te diriges generalmente cuando usas el metro? ¿En qué horarios sueles transportarte? ¿Cuánto tiempo dura tu recorrido diario? ¿Qué sueles hacer mientras te trasladas en metro? ¿Desde hace cuánto tiempo tienes este recorrido como parte de tu rutina?

Se eligieron estos criterios de manera que la muestra corresponda con las conductas de la mayoría de los usuarios de la línea B del metro que transporta, en su mayoría, a habitantes flotantes de la parte nororiental de la Zona Metropolitana: hombres y mujeres empleados y estudiantes provenientes de las zonas habitacionales de Nezahualcóyotl y Ecatepec.

131

metro de la Ciudad de México?

El metro como medio de transporte

Explicitar y analizar las experiencias y percepciones de mujeres y hombres que han presenciado o han sido objeto de violencia sexual al interior de la línea B.

Cuerpo

El cuerpo en relación al espacio

El cuerpo en relación a los cuerpos sexuados de los otros Violencia sexual

“Percepciones” de la violencia Experiencias: eventos de violencia sexual

Estrategias de resistencia

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¿Tienes otras opciones de transporte? Si sí, ¿por qué prefieres utilizar el metro en lugar de otro medio de transporte? Además del metro, ¿utilizas otro transporte para completar tu ruta diaria? En comparación a otras líneas, ¿has observado alguna particularidad de la línea B? ¿en su gente, el funcionamiento del metro? ¿Consideras que el metro es un lugar seguro? ¿Consideras que el metro es un lugar cómodo? Durante un viaje en horas pico ¿cómo te sientes al permanecer tan cerca de los otros usuarios? Durante un viaje en hora pico, ¿cómo te sientes cuando quedas muy próximo/a a (una) persona(s) del sexo opuesto?, ¿cómo actúas? Y si quedas cerca de personas de tu mismo sexo, ¿cómo te sientes?, ¿cómo reaccionas? Cuando escuchas los términos “violencia sexual, abuso o acoso sexual ¿qué tipo de acciones te llegan a la mente? Durante algún viaje, ¿has sido víctima o testigo de alguna situación de violencia sexual? ¿Identificaste a quien lo hizo? ¿cómo era el/los agresor(es)? ¿Qué hiciste? ¿Cómo te sentiste cuando pasó? ¿Qué crees que buscaba esa persona al haber(te) hecho eso? ¿Qué crees que lo haya motivado? ¿Crees que las circunstancias le favorecieron al agresor o a ti? ¿Por qué? ¿Crees que tu forma de vestir influya en la probabilidad de ser agredido/a? ¿por qué? ¿Qué precauciones tomas para que no te pase nada durante el viaje?,¿Acostumbras hacer algo para evitar que te agredan ¿Existen zonas dentro de un vagón que prefieras o evites?

Miedo

“Percepciones” del riesgo

“Percepciones” en relación al género

Explicitar y analizar las experiencias de hombres y mujeres con respecto a la separación de vagones por sexos del Programa Viajemos Seguras.

Separación de vagones por sexos

Experiencias y puntos de vista

¿Existen zonas de las estaciones que prefieras o evites? ¿Cómo aprendiste estas “estrategias”? ¿alguien te las enseñó?, ¿se las has enseñado a alguien?, ¿las enseñarías? ¿Pensar en la posibilidad de que te ocurra algo así te genera alguna preocupación? Si piensas en la probabilidad de ser violentado/a ¿qué es lo que te provoca mayor temor? ¿Crees que corres mayor riesgo por ser hombre/mujer? ¿Crees que si fueras del sexo opuesto sería diferente tu viaje? ¿Qué crees que harías si alguien intentara atacarte sexualmente? Para hombres: ¿Qué harías si supieras que a tu pareja/hija… le ocurriera una situación semejante? ¿Qué piensas de que exista la separación de vagones por sexos? ¿Qué haces cuando vas acompañado de alguien del sexo contrario y está la separación?, ¿cómo te sientes? Para mujeres: ¿Qué pasa cuando un hombre aborda un vagón para mujeres? Para hombres: ¿has viajado dentro de un vagón para mujeres?, ¿por qué? ¿Cómo te sentiste? ¿Cómo reaccionaron las mujeres que estaban ahí? En caso de que no hayas utilizado la zona de mujeres, ¿cómo crees que sería tu viaje dentro de un vagón para mujeres? ¿Crees que ayuda a que dejen de ocurrir actos de violencia sexual? ¿Crees que la separación es una medida igualitaria? ¿por qué?

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