Gaudí, entre el sueño y la razón

June 9, 2017 | Autor: Juan Santiago Palero | Categoría: Historia de la Arquitectura, Antonio gaudi, Modernismo catalán y español
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Descripción

Gaudí, entre el sueño y la razón (Aporte a la tesis de grado de Manuel Gonzalez, FAUD UNC 2013) A fines del siglo XIX todo era muy confuso. La edad de la razón permitió un notable aprovechamiento técnico de los materiales mientras que el dogmatismo de los enciclopedistas entraba en crisis con el fin del academicismo. Todavía no terminaban de recoger los frutos técnicos del Iluminismo que ya estaban los idealistas queriendo hachar el árbol de la Razón. En ese contexto, cuando el empirismo tensaba el acero y la intuición tensaba las artes, comienza a florecer la burguesía industrial de Barcelona. Como todo grupo en ascenso, los catalanes estaban sedientos de representación y van a buscar su propio Art Nouveau de la mano de un arquitecto difícil de encasillar: Gaudí, un creativo. Ya en sus primeras obras, el neo-gótico y el neo-mudéjar le quedaban chicos. En el Palacio episcopal de Astorga y en el Palacio Güell, Gaudí comienza a subvertir las leyes materiales estirando la piedra y dándole corporeidad al metal en portones y rejas fantasiosas. Leyendo a Violet Le Duc terminó de alejarse del academicismo, de ahí en más, sus formas responderán a la técnica y no a los cánones clásicos, rescatando los colores y las arcadas catenarias del pasado local. Su ferviente catolicismo lo llevó a tratar de imitar el estilo del creador. Más que un interés naturalista, existe en Gaudí una actitud mística. No pretendía enseñar cómo era la naturaleza sino tratar de tomar el criterio formal con el que Dios había dibujado el mundo. No me pregunten si está bien o mal, pero mediante un juego de lógica, Gaudí metió a Dios en sus formas logrando justificar sus propias fantasías. Los ingresos como fauces, las estructuras como costillares y las columnas como árboles se combinan en sus obras para generar formas totales, inaprensibles, un paisaje en el que se funden los colores del trencadis y el dramatismo de la mampostería. Los primero arquitectos modernos de Barcelona veían a Gaudí como un “pastelero”. Lo cual en realidad, no hace más que reflejar el nivel de dogmatismo de aquellos catalanes cuya rigidez les impedía reconocer que debajo de la ornamentación imaginativa se gestaba el concepto espacial de la modernidad. En obras como el Parque Güell y la Sagrada Familia, la fluidez espacial y el contraste entre elemento unitario escultórico y la totalidad reconocible mediante el recorrido se adelantan en décadas a los primeros espacios públicos modernos. La religión se le vuelve metáfora en las casas del Paseo de Gracia. Ya no es, solamente, tomar el criterio dinámico de las formas que hizo Dios sino generar paisajes con referencias bíblicas. En los tejados coloridos de la casa Batlló puede verse a San Jorge peleando contra el dragón mientras que los Reyes Magos se petrifican en los respiraderos de la casa Milà. Son escenografías de una fantasía y libertad difícil de encontrar en la arquitectura de los cristianos, superando cualquier objetivo evangelizador, para transformarse en una verdadera celebración de la vida. Sin embargo, su devoción no siempre lo llevó a buen puerto, de hecho no pudo ver terminada La Pedrera porque los dueños se negaron a colgar de la fachada una estatua gigante de la Virgen. A los elitistas arquitectos de hoy les aterra la idea de que murió pobre. ¡Qué horror, tan buen arquitecto que era! Es cierto, lo pisó un tranvía y lo dejó agonizando creyendo que era un linyera. Nadie se dio cuenta de que era un arquitecto, por ende salvable. Poco a poco su vida se había convirtió en una constante experimentación de formas que lo alejó de la vida formal (en el sentido de “careta”). Los esquemas estructurales de hilo, las maquetas de yeso y los dibujos de obras inconclusas lo envolvían como fantasmas. Si alguien se pregunta por qué quedan tan pocos registros gráficos de sus proyectos, deberá entender que durante las revueltas anticlericales los republicanos se confundieron de enemigo e incendiaron la Sagrada Familia. El fuego dañó parte de la iglesia pero también alcanzó el estudio construido in situ, donde Gaudí trabajaba y dormía. Es decir, donde, en definitiva, soñaba.

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