GAMERO IGEA, G., \"Los lazos familiares en la articulación cortesana de Fernando el Católico\", en GARCÍA HERNÁNDEZ, M. (ed.), Familia, cultura material y formas de poder en la España Moderna, Madrid, FEHM, 2016, pp. 33-42

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Descripción

FAMILIA, CULTURA MATERIAL Y FORMAS DE PODER EN LA ESPAÑA MODERNA

III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna. Universidad de Valladolid 2 y 3 de julio del 2015

MÁXIMO GARCÍA FERNÁNDEZ (EDITOR)

III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna

FAMILIA, CULTURA MATERIAL Y FORMAS DE PODER EN LA ESPAÑA MODERNA Valladolid 2 y 3 de julio del 2015

MÁXIMO GARCÍA FERNÁNDEZ (EDITOR)

ISBN: 978-84-938044-6-6 © Los autores © De esta edición Fundación Española de Historia Moderna, Madrid, 2016. Editor: Máximo García Fernández. Colaboradores: Francisco Fernández Izquierdo, Mª José López-Cózar Pita, Fundación Española de Historia Moderna. [email protected] Fotografía de cubierta: Biblioteca Histórica Santa Cruz, Universidad de Valladolid. Entidades colaboradoras en la convocatoria y celebración del Encuentro:

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FAMILIA, CULTURA MATERIAL Y FORMAS DE PODER EN LA ESPAÑA MODERNA

Índice Máximo García Fernández Presentación ……………………………………………………………………………

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I. LAS FAMILIAS EN LA ESPAÑA MODERNA I.1. Linajes familiares y comunidades de intereses

Ángel Arcay Barral Debates alrededor de los archivos de familia: El fondo de la familia Malvar (1542-1870) ………………………………………………………………………………………. 21 Germán Gamero Igea Los lazos familiares en la articulación cortesana de Fernando el Católico ……………..

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Carlos González Reyes El origen de las acusaciones de trazas moras sobre dos linajes ibéricos modernos: los Cárdenas y los Braganza (ss. XV y XVI) …………………………………………………. 43 Iago Rodríguez Palmeiro A hombros de gigantes: la Casa de Bascuas (Arzúa) y su relación con la vieja nobleza medieval de Galicia (siglos XV-XVI) …………………………………………………………. 55 Francisco Javier García Domínguez Los Saavedra y el condado de Castellar: las bases de poder de un linaje nobiliario en la Castilla del siglo XVI ……………………………………………………………………... 65 Rocío Velasco Tejedor Sangre judía, finanzas y nobleza: la trayectoria familiar de los Pisa en Castilla (siglos XV-XVII) ………………………………………………………………………………….

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Carlos Antolín Rejón El complejo rol dinástico de un hijo segundón: el príncipe Emanuele Filiberto de Saboya (1588-1624). ¿Mediador, embajador familiar o agente doble? ……………… 87

Isabel Extravís Hernández La genealogía al servicio del ascenso social y económico. La familia del cronista Jerónimo Zurita ………………………………………………………………………………….. 98 Alberto Morán Corte El servicio doméstico en los hogares de la elite asturiana. El ejemplo del Oviedo ilustrado …………………………………………………………………………………. 109 Miguel Royano Cabrera La comunidad mercantil catalano-valenciana afincada en la Sevilla de la primera mitad del siglo XVI ………………………………………………………………………………. 121 Ignacio González Espinosa Pautas de movilidad de las familias portuguesas a Sevilla (1600-1615) ………………… 131 Josep Rizo Blasco La comunidad francesa en Barcelona a principios del siglo XVII ………………………... 141 Sara Jarana Vidal Comerciantes del delfinado en la Sevilla del siglo XVIII, organización familiar y entramado comercial ………………………………………………………………………….. 161 Raquel Tovar Pulido Las familias de comerciantes de la ciudad de Trujillo a finales de la época moderna …

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I.2. Población y familia: infancias, mujeres, matrimonios María Herranz Pinacho La infancia y su entorno familiar a través de la correspondencia privada en el siglo XVI ……………………………………………………………………………………. 187 Laura Malo Barranco Infancia y nobleza. Testimonios del mundo infantil en las familias Híjar y Aranda durante la Edad Moderna ………………………………………………………………………. 197 Pelayo Fernández García La familia Queipo de Llano. Crecimiento e infancia en torno a la época del I conde de Toreno ………………………………………………………………………………... 209

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Patricia Millán de Silva La posición social de la mujer guipuzcoana a través de sus actos jurídicos patrimoniales en la Edad Moderna …………………………………………………………… 219 Nere Jone Intxaustegi Jáuregui La figura de la indotada: la importancia del lazo familiar en la vida conventual vizcaína durante la Edad Moderna ……………………………………………………………. 229 José Abel Ajates Cónsul Familia, mujer y salud a través de la correspondencia: el caso del entorno del primer marqués de Villaverde 1670-1686 …………………………………………………………….. 241 Juan Francisco Henarejos López La evolución de la tratadística matrimonial en el siglo XVIII: Entre la doctrina y la prohibición ……………………………………………………………………………………….. 255 Francisco Javier Crespo Sánchez El discurso sobre la maternidad en la prensa española de finales del siglo XVIII ……... 267 Ana María Prieto García Matrimonio y mercado matrimonial: reflexiones sobre la endogamia …………………… 277 Daniel Baldellou Pleitos e infrajudicialidad en los matrimonios aragoneses en el siglo XVIII. Los procesos por esponsales y estupro ……………………………………………………….. 293 Héctor Fernando Sánchez Diego Padrinazgo eclesiástico y reproducción social en la Cantabria Moderna: siglos XVII- XVIII………………………………………………………………………………… 307 Sara Pérez Ortega La institución familiar en una comarca cántabra durante el siglo XVIII: el caso de los valles del Nansa ………………………………………………………………………………….. 319 Pamela Rubio Velasco El análisis de redes aplicado al estudio de los grupos domésticos de Bermellar (Salamanca) en el siglo XVIII ………………………………………………………………….. 335

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Pablo Ortega del Cerro Familias e instituciones: el proceso de ingreso en la Academia de Guardias Marinas en la segunda mitad del siglo XVIII …………………………………………………………… 347 Amós Farrujia Coello Estudio social de la isla de Tenerife en 1795 a través de fuentes militares: el paisanaje ……………………………………………………………………………………….. 361

II. CULTURA MATERIAL Y CIVILIZACIÓN EN LA ESPAÑA MODERNA

II.1. Cultura y Civilización en clave socio-religiosa

Juan Manuel Castillo Rubio Norma y uso del espacio religioso en la Castilla pretridentina …………………………… 381 Daniel Atienza Atienza Entintar el papel sin mancha de pecado: la controversia inmaculista y la esfera pública en la España del siglo XVII …………………………………………………………… 401 Laura Guinot Ferri La construcción de los santos y el poder carismático. El caso de la Beata Inés de Benigànim (Valencia) ………………………………………………………………….. 413 Fernando Muñoz Sánchez Reliquias y relicarios en los conventos de la provincia franciscana de Burgos. Una aproximación a partir de las crónicas de época barroca ……………………………. 425 Alberto Corada Alonso La Capilla musical de la Colegiata de Aguilar de Campoo: presencias y ausencias …..

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María José Rodríguez Trejo Atendiendo a la neçesidad y estrechesa con que la pasan los religiosos: monasterios y conventos de la Raya durante la Guerra de Restauración (1640-1668) …………………. 449 Rafael Duro Garrido Las capellanías de las parroquias de Sevilla (1600-1650) …………………………………

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Alfonso Gómez Díez La brujería: ser y tener fama. El caso de Juana de Olivares ante la Inquisición (siglo XVII) ……………………………………………………………………………………….. 471 Rocío Alamillos Álvarez Los usos de los atributos de la bruja como medio de resistencia a la justicia: el escandaloso caso de Baza de 1752 ……………………………………………………………. 483 Mª Alejandra Flores de la Flor Los monstruos como instrumento del poder político y religioso durante los siglos XVI y XVII ………………………………………………………………………………………… 493 Paula Hernández Rodríguez ¿Afrontar o rehuir la locura? El caso del Tribunal de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid en el siglo XVIII: propuesta metodológica para su estudio ………………. 503 Isabel María Melero Muñoz El conflicto por el legado de Gaspar de Castro: un pleito de Mayorazgo en la Sevilla del siglo XVIII ……………………………………………………………………………………. 515 María Aguilera Fernández Vida cotidiana de los jesuitas en las misiones de Filipinas (S. XVI-XIX) ………………... 525

II.2. Entre símbolos culturales materiales

Carlos Lozano Ruiz En remenbranza de la Pasión de Nuestro Señor… y …para alumbrar el Sanctíssimo Sacramento… Cultura material en torno a las procesiones barrocas en la ciudad de Palencia …………………………………………………………………………………………… 537 Gabriele Galli Estilos de vida y cultura material en el Siglo de Oro. Una aproximación al microcosmos del vestido entre el archivo Ruiz, Medina del Campo y Valladolid (1566-1600) ………………………………………………………………………………………. 549 Arianna Giorgi Las nuevas apariencias del duque del Infantado: cultura y poder de un grande de España …………………………………………………………………………………………….. 565

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Susana Catalán Garzarán Cultura material y prestigio social. El caso de una familia aragonesa del siglo XVII a través de la documentación ………………………………………………………………….. 573 Natalia González Heras Modelos extranjeros en las viviendas españolas durante el siglo XVIII ………………….

585

Diego Quijada Álamo La proclamación regia de los primeros Borbones en la ciudad de Palencia: poder, símbolo y ceremonial ……………………………………………………………………………. 593 Isaac García-Oses Los ceramistas de Barcelona en un contexto de crisis ……………………………………… 603 Francisco Cebreiro Ares El Registro de Hipotecas y sus posibilidades para la historia urbana: El caso de Santiago de Compostela 1768-1810 …………………………………………………………... 613 Nuria González Barrero El Colegio de la Paz y el Colegio de los Desamparados: dos instituciones educativas en el Madrid de mediados del siglo XVIII…………………………………………………….. 627 Santiago Prego González La evolución del comercio del libro en Galicia a través de sus librerías (siglos XVIII-XIX) ……………………………………………………………………………….. 639 Jordi Bages-Querol Blanco La cultura material en los recetarios y libros de cocina de la Cataluña Moderna ……..

651

Javier Esteban Ochoa de Eribe Una aproximación a la producción impresa en las tierras vascas al final del Antiguo Régimen …………………………………………………………………………………………… 667 III. FORMAS DE PODER EN LA ESPAÑA MODERNA III.1. Poderes económicos y financiación del poder Mª del Carmen Ávila Oliva El comercio de esclavos y los contratos de fletamento en el reinado de Carlos V como vía de financiación del poder de la Corona castellana (1516-1556) …………………. 681

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Germán Jiménez Montes Las redes comerciales del norte de Europa en el suministro de madera a Andalucía de 1581 a 1621 ………………………………………………………………………………………. 693 Francisco Gil Martínez Ventas de oficios y deuda pública: las escribanías de juros en el siglo XVII ……………

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Miguel Gabriel Garí Pallicer El control del mercado y del espacio urbano en la Edad Moderna: la labor del mostassaf de Palma de Mallorca (siglos XVI-XVII) ………………………………………… 713 Gabriel Ramon i Molins La clavaria mayor de la ciudad de Lleida entre 1652 y 1707. Una propuesta metodológica para el estudio de las finanzas municipales…………………………………. 725 Bruno Lopes Sustentar a Inquisição com rendimentos eclesiásticos: uma aproximação ao tema (séculos XVI-XVIII) ……………………………………………………………………………... 737 Alfonso Jesús Heredia López La visita de Juan de Góngora a la Casa de Contratación a mediados del siglo XVII ….

751

Cristian Vegas Calzado La Casa de la Contratación: Expedientes de ida de navío y el fraude comercial indiano. S.XVI-XVIII …………………………………………………………………………….. 761 Miriam Rodríguez Contreras Gasto y financiación de la casa real entre 1623-1633: las cuentas de Tomás de Cardona …………………………………………………………………………………………… 773 Álvaro Javier Romero Rodríguez Fraude y conflictividad en las Reales Fábricas de Tabaco de Sevilla (1740-1759)…….. 785

III.2. Teoría y práctica del poder

Andreu Seguí Beltrán Contra la diabòlica desmandada. La reducción militar de la Germanía mallorquina …

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Isidoro Jiménez Zamora La rivalidad entre Carlos V y Francisco I: el desencuentro permanente desde la corte de la emperatriz ………………………………………………………………………………….. 807 Diego Matías Canales Ramírez ¿Crisis o anarquía? La corte francesa en vísperas de las guerras de religión (15591562) vista por el embajador español ………………………………………………………… 821 José Antonio Rebullida Porto San Quintín y el éxito de Felipe II ……………………………………………………………..

831

Koldo Trápaga Monchet Las armadas en el reino de Portugal en los reinados de los Felipes (1580-1640) ……... 843 Alberto Mariano Rodríguez Martínez Tregua Doce Años, los particulares y los límites de la alta política ……………………..

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Beatriz Álvarez García Controlar la información: las relaciones de sucesos en torno a la batalla de Cádiz (1625) ……………………………………………………………………………………………… 865 Rocío Martínez López Maximiliano Manuel de Baviera en el ocaso del reinado de Carlos II: de padre del posible heredero de la Monarquía Hispánica a príncipe electoral atrapado entre dos fuegos ……………………………………………………………………………………………… 877 Mª Pilar Mesa Coronado El gobierno de Sicilia: las instrucciones de Carlos II al duque de Veragua (1696-1701) ………………………………………………………………………………………. 889 Álvaro Pajares González El régimen municipal en las villas de señorío palentinas en la Edad Moderna …………

899

Víctor Pajares Liberal Deconstruyendo el ministerio de Ripperdá. Un trickster entre la razón de Estado y el reformismo borbónico…………………………………………………………………………… 911 Laura Borragán Fernández Conflictos y resistencias ante el Catastro de Ensenada: el caso del Principado de Asturias …………………………………………………………………………………………….

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925 Alfonso Calderón Argelich La historiografía del “despotismo ilustrado”: el siglo XVIII visto por los historiadores del XIX …………………………………………………………………………………………….. 937 Francisco Precioso Izquierdo Balance provisional de una polémica historiográfica. Estudios sobre conciencia política común en la sociedad española moderna …………………………………………... 947 Rubén Gálvez Martín Cuando la naturaleza manda: percepciones de los desastres naturales en los espacios ultramarinos en la Corte de Madrid (1599-1614) a través de las Relaciones de Luis Cabrera de Córdoba …………………………………………………………………………….. 957 Laura María Grueso Molina El poder de la escritura y del documento real en Indias: la Real Audiencia y Chancillería de Charcas (siglo XVI) ………………………………………………………….. 969 Juan Jiménez Castillo La reconfiguración de la Monarquía Hispana en los territorios americanos: el conflicto entre el virrey del Perú y el arzobispo de Lima en la década de 1680 ………... 979 Antonio Castro Nunes Espaços e actores da comunicação política nos impérios ibéricos (1700-1750)………...

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III.3. Las estructuras del poder: poder y sociedad

Daniel Galván Desvaux Poder y familia: el duque de Uceda ante las gestiones patrimoniales de la casa de Lerma ……………………………………………………………………………………………… 1005 Paolo Periati Una mujer temida. Estrategia familiar y autoridad política de Catalina de Zúñiga, condesa de Lemos ……………………………………………………………………………….. 1015 Léa Bénichou Los cardenales protectores de Castilla en Roma bajo el reinado de Felipe III …………. 1025

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Jaime Elipe Soriano Ilegitimidad y poder real: el empleo de los hijos de Alonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza ………………………………………………………………………………………….. 1039 Francisco Martínez Gutiérrez Bajo el poder de la púrpura. La Compañía de Jesús y el cardenal Moscoso, obispo de Jaén (1619-1646) ………………………………………………………………………………… 1047 Miguel Dongil y Sánchez El poder y la influencia del clero regular en la Asturias de la Edad Moderna ………….

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Cristina García Oviedo El patronato femenino consciente de la compañía de Jesús: Magdalena de Ulloa y Antonia Dávila, fundadoras de Villagarcía de Campos y Segovia .................................. 1071 Mónica Ferrándiz Moreno El poder regio en la selección del clero beneficial español durante la primera mitad del reinado de Carlos III ……………………………………………………………………….. 1083 Adrián García Torres Luchas de poder entre las autoridades civiles y las eclesiásticas en el sur alicantino durante el siglo XVIII …………………………………………………………………………… 1093 Laura Rodicio Pereira Relaciones familiares y de poder en el cabildo de Ourense en el siglo XVIII …………… 1103 Míriam Devesa Benlloch Servicios a la Corona y ascensión social entre la nobleza valenciana del siglo XVII ….

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Laura Gómez Orts Familias en el poder. El poder de las familias: los Sisternes y los Valonga …………….. 1123 Antonio José Rodríguez Hernández Las nuevas funciones militares de la Chancillería de Valladolid durante el siglo XVII: el ejemplo de la superintendencia de la leva de 1676 ………………………………………. 1133 David Alberto Abián Cubillo La figura del oficial a través de la tratadística militar (1665-1788) ……………………

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Evaristo C. Martínez-Radío Garrido Los problemas del reclutamiento a través de las soluciones de un proyecto anónimo presentado a Floridablanca. El poder militar español en entredicho ……………………. 1159 Eduardo Bueno Vergara Médicos expertos al servicio de la ciudad de Alicante en el siglo XVIII …………………

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Beatriz Santiago Belmonte Los extranjeros en la corte: la red alemana en torno a la reina Mariana de Neoburgo (1690-1700) ………………………………………………………………………………………. 1181 Roberto García Puente Colaboración e intereses entre la Monarquía de Felipe IV y los hombres de negocios de la nación portuguesa Jorge de Paz Silveira y Pedro de Baeza …………………… 1191

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Familia, Cultura Material y Formas de Poder en la España Moderna Máximo García Fernández

Presentación El GIR de Historia Moderna de la Universidad de Valladolid, Grupo de estudios sobre familia, cultura material y formas de poder en la España Moderna, dirigido por el doctor Marcos Martín 1 , tiene el honor de dar a todos ustedes la bienvenida a Valladolid a este III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna. Líneas recientes de Investigación en Historia Moderna: Familia, cultura material y formas de poder, celebrado en la Facultad de Filosofía y Letras de esa institución académica, los días 2 y 3 de julio de 2015, y organizado por la Fundación Española de Historia Moderna en colaboración con la Universidad de Valladolid, el Instituto Universitario de Historia Simancas y el mencionado GIR. Así se iniciaba a las nueve de la mañana del primer día señalado el Congreso Internacional cuyos frutos granados constituyen el punto de partida nodal de la obra que ahora presentamos a la comunidad modernista en forma de libro electrónico on-line. Una publicación que alumbra el conjunto de las comunicaciones que han superado las sucesivas evaluaciones y los pertinentes informes a los que siempre nos comprometimos al objeto de editar en el más breve plazo de tiempo posible sus resultados científicos. Para su celebración contamos con la colaboración, económica y de intendencia e infraestructura, también afectiva y moral, de la Fundación Española de Historia Moderna, del Vicerrectorado de Relaciones Internacionales y Extensión Universitaria de la Universidad de Valladolid, de su Facultad de Filosofía y Letras, del Instituto Universitario de Historia Simancas y del excelentísimo Ayuntamiento de Valladolid, así como del Equipo-Proyecto de Investigación financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad dirigido por Máximo García Fernández: Civilización, juventud y cultura material e inmaterial. Familia e identidad social. Demandas y apariencias en la Castilla interior. 1500-1850 (HAR2013-48901-C6-3-R), Retos: 2014-17. Sin su participación no hubiese sido posible; tampoco este libro. Muy agradecidos a todos. Además de a Margarita Torremocha, Alberto Marcos, Mª de los Ángeles Sobaler, Javier Burrieza y Máximo García, es de agradecer también el enorme esfuerzo y dedicación mostrado por todos los ya muy preparados jóvenes que han formado parte con distinto protagonismo del Comité Organizador de nuestro Seminario. Sin la colaboración de todos ellos, desde un inicio y a lo largo de las dos jornadas de encuentro, ordenando las distintas mesas de sus diferentes sesiones y atendiendo a plena satisfacción todas las demandas requeridas, no se hubiesen cumplido las expectativas generadas ni la realización de este III Encuentro científico. Con nombres y apellidos: Comité Organizador de la UVa: Carlos Lozano, María Herranz, Alfonso Gómez, Alberto Corada, Daniel Galván, Diego Quijada, Álvaro Pajares y Germán Gamero. Presidentes de Mesas de las sesiones: Carlos Lozano, María Herranz, Alfonso Gómez, Arianna Giorgi, Francisco Javier Crespo, Juan Francisco Henarejos, Alberto 1

Integrado por Alberto Marcos Martín, Máximo García Fernández, Mª de los Ángeles Sobaler Seco y Javier Burrieza Sánchez. Más la inestimable colaboración de Margarita Torremocha Hernández.

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MÁXIMO GARCÍA FERNÁNDEZ

Corada, Daniel Galván, Diego Quijada, Álvaro Pajares, Germán Gamero, Natalia González, Francisco Precioso y Juan Postigo. La Fundación Española de Historia Moderna viene haciendo posible, por tercera vez consecutiva ya, la regularidad de estos Encuentros de debate sobre temas que a todos nos interesan. En particular, nuestro reconocimiento a Eliseo Serrano, su actual presidente, y a todo el Patronato de la Fundación; con mención especial para la persona que con su ánimo ha contribuido como nadie a impulsar desde sus inicios este tipo de encuentros y a dar forma real y definitiva a esta convocatoria: muchas gracias Mª Ángeles Pérez Samper. Tanto para la recepción de los originales como para la maquetación final de este libro no debe olvidarse tampoco el enorme trabajo realizado por Mª José López-Cózar Pita, ni el de Francisco Fernández Izquierdo. Sin la constante labor desarrollada por todos, este proyecto científico que culmina ahora con su publicación no hubiese visto la luz. * En un primer momento (allá por febrero de 2015) y atendiendo al calendario previsto por la organización, fueron admitidas ya 128 del total de las 131 solicitudes inicialmente recibidas, lo que informa y avala desde sus inicios la excelencia de los planteamientos y objetivos generales de cada comunicación. La gran acogida y aceptación de esta convocatoria por parte de los jóvenes modernistas condujo a que 109 de ellos apareciesen inscritos en el programa de Sesiones, presentándose finalmente y defendiendo sus respectivas investigaciones inéditas 105. Después de los pertinentes filtros de evaluación en sucesivas etapas mediante el sistema de doble pares ciegos, exactamente un centenar de aquellos trabajos son los publicados ahora definitivamente; la baja tasa porcentual de rechazo muestra la calidad global alcanzada. En resumen, se han distribuido de la siguiente manera, atendiendo a las tres grandes áreas inicialmente planteadas y subdividiendo las aportaciones en diferentes títulos de adscripción temática, para tratar de integrar lo máximo posible las muy variadas líneas de investigación y enfoques desarrollados: Sesión 1ª. Las familias en la España Moderna 29 Linajes familiares y comunidades de intereses 14 Población y familia: infancias, mujeres, matrimonios 15 Sesión 2ª. Cultura material y civilización en la España Moderna 25 Cultura y civilización en clave socio-religiosa 13 Entre símbolos culturales materiales 12 Sesión 3ª. Formas de poder en la España Moderna 46 Poderes económicos y financiación del poder 10 Teoría y práctica del poder 18 Las estructuras del poder 18 No se publican las ponencias marco solicitadas para arropar aquellas tres sesiones temáticas. La calidad de su magisterio, no obstante, merece el recuerdo ahora de sus títulos y contenidos. Se agradecen sobremanera sus palabras, ideas y hasta la propia presencia física de estos cinco maestros que desde el primer momento aceptaron las conferencias que en su día les propusimos; su maestría les avala para ilustrarnos; ¡cada día más jóvenes y siempre actualizados modernistas estos profesores eméritos y consagrados especialistas nuestros! ¿jubilados?: Conferencia Inaugural. Doctor Teófanes Egido López. Santa Teresa de Jesús: Historiografía

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PRESENTACIÓN

Conferencia Marco Sesión 1ª. Doctor Antonio Eiras Roel. Población y Familia en la España Moderna. Variantes y sistemas Conferencia Marco Sesión 2ª. Doctor Enrique Giménez López. Jesuitas e Ilustración. Reflexiones en torno a una relación compleja Conferencia Marco Sesión 3ª. Doctor Pere Molas Ribalta. Las formas de poder en mi trayectoria investigadora Conferencia de Clausura. Doctora Emilia Salvador Esteban. Reflexiones en torno a las relaciones poder central – poderes territoriales * Una reunión científica internacional y una publicación que, como siempre, ha contado con una excelente acogida, y que esperamos se siga repitiendo regularmente. Una participación creciente y cuya enorme calidad certifican los informes positivos recibidos sobre los trabajos presentados; al menos tres por artículo, emitidos por pares, ciegos. Superándonos, convocatoria tras convocatoria; también en visibilidad: con comunicantes provenientes de 32 universidades españolas además de la de Valladolid2 y de otras 12 Internacionales de ocho países (quince jóvenes procedentes de las universidades de Évora, Porto, Nova de Lisboa, Montpellier, Verona, Roma Tre, Argel, Budapest, Groningen, Leiden, México o Chile). Otra docena de jóvenes quisieron iniciar su formación investigadora asistiendo a todas las sesiones y participando activamente en un fructífero intercambio de reflexiones y en los interesantes debates de calado generados y también visibles a lo largo de estas páginas. Como venimos significando, aquellas jornadas de propuesta, análisis, encuentro, exposición y discusión para seguir avanzando en el conocimiento histórico desde enfoques a la vanguardia de los actuales planteamientos metodológicos modernistas se han repartido en tres sesiones de trabajo paralelas y en los correspondientes grandes capítulos de esta obra (como constan en el Índice adjunto), todos ellos ligados a líneas de investigación candentes que cuentan con un buen número de jóvenes y mayores interesados movidos por su enorme interés historiográfico, y donde tienen cabida tanto el desarrollo de los primeros avances de un prometedor futuro analítico documental y de archivo como ya algunos notables resultados concluyentes dignos de ponderarse. De entre esos tres argumentos y líneas maestras de enorme actualidad, los enfoques se han decantado mucho más por ‘los poderes’; de ahí que ocupen más páginas, las 520 últimas de este libro (46 comunicaciones, frente a 29 y 25 respectivamente). De cualquier forma, las relaciones entre las temáticas propuestas (de la trilogía: familias; culturas; formas de poder), como no podía ser de otra manera, resultan más que evidentes en no pocos trabajos. El balance final de resultados, dado el fluido intercambio de ideas generado, puede valorarse globalmente como de exitoso. Exponiendo resultados parciales o conclusivos; sobre elencos documentales o principios metodológicos; en torno a un caso concreto o abarcando tiempos, colectivos, espacios o temáticas más amplios. Incluyendo desde Galicia a Tenerife, y con proyecciones europeas y a uno y otro lado del Atlántico; desde el siglo XV hasta 1870. Atentos a la bibliografía existente y al documento archivado recién descubierto en fuentes muy diversas. Reflexionando sobre la Historia Moderna española y mundial; desde el mundo de la Familia (y la población); 2

Universidades de Alicante, Almería, Autónoma Madrid, Barcelona, Cádiz, Cantabria, Castilla la Mancha, Complutense, Córdoba, Extremadura, Francisco de Vitoria, Granada, Huelva, Illes Balears, La Laguna, Lleida, Málaga, Miguel Hernández, Murcia, Oviedo, Pablo de Olavide, País Vasco, Pompeu Fabra, Rey Juan Carlos, La Rioja, Salamanca, Santiago, Sevilla, UNED, Valencia, Vigo y Zaragoza.

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MÁXIMO GARCÍA FERNÁNDEZ

desde el de la Cultura (la material, en general la de aquellos modelos pretéritos conformadores de civilización); y en torno a la vivencia del omnipresente poder (efectivo, próximo, desde la teoría y su práctica efectiva, pasando por sus estructuras y el peso activo de aquellos privilegiados poderosos de entonces, hasta acercarnos a la vertiente de los poderes económicos y su constante impacto social). Las características básicas de esta trilogía se resumen en las siguientes. Rogamos disculpas por si alguien considera que ciertos trabajos deberían ocupar otro espacio en el índice final elaborado. Hemos tratado de ordenarlos siguiendo en primer lugar las adscripciones originales recibidas, a la vez que, después y dentro de ellas, se buscaba una lógica temática y cronológica mínima. En cualquier caso, la tarea no ha sido nada sencilla dada la multiplicidad de propuestas presentadas y publicadas. Las familias en la España Moderna reúne los enfoques directamente ligados al protagonismo familiar en las estructuras históricas del Antiguo Régimen. Un primer apartado de esta monografía subdividido en dos subsecciones suficientemente amplias pero definidas. Una parte del análisis puntual de la importancia de los linajes familiares y de distintas comunidades ‘de intereses’ en la organización social moderna; archivos, relaciones intrafamiliares y hacia fuera, trayectorias de distintas casas, sangres judías y trazas moras… junto a un amplio abanico de grupos mercantiles o nacionales tienen aquí cabida a la hora de analizar el desarrollo nuclear de aquellas entidades orgánicas sociales básicas. La segunda se centra en la trascendencia que la infancia, las mujeres y los matrimonios presentaban en la estructura poblacional y familiar; desde la atención infantil, al mundo femenino (en pleitos, conventos y como madres) o a las redes de padrinazgo y paisanaje, con sus semejanzas y grandes contrastes, se atisban otra serie de rasgos básicos de la evolución del entramado doméstico. Cultura material y civilización en la España Moderna da título al segundo gran apartado de esta obra, donde tiene cabida un variado elenco de cuestiones culturales fundamentales tanto para comprender la vigencia de la ‘civilización en clave socioreligiosa’ como el significado de numerosos ‘símbolos culturales materiales’. Músicas, controversias y espacios sacros, santos y reliquias, monasterios, mayorazgos y capellanías, brujas y monstruos, locuras y otras vidas cotidianas… certifican el peso no sólo inmaterial de las repercusiones del espacio sobrenatural en el conjunto de las actuaciones vitales populares. Mientras que, por su parte, innumerables signos materiales pueden-deben analizarse para comprender mejor aquellas mismas realidades comunitarias: desde la plasmación de distintos estilos de vida, presentes en las cofradías o en las apariencias, en las viviendas o en otras manifestaciones y comportamientos de prestigio, hasta el mundo del impacto del libro en la educación o en las prácticas culinarias; un conjunto de ceremoniales simbólicos de enorme contenido civilizatorio que mostraban públicamente gradaciones sociales, económicas, ideológicas… y de visualización del poder. Precisamente, la tercera y última sección se titula Formas de poder en la España Moderna. La más amplia también; donde tienen cabida muchas de sus variantes y aristas; agrupadas y divididas en tres subsecciones. Comenzando por la economía y sus estrechos vínculos con la ‘financiación del poder’: donde contratos, redes comerciales, deuda pública, control del mercado, impuestos municipales, rentas eclesiásticas, reales fábricas o la Casa de Contratación son analizadas desde una perspectiva que bucea en algunas de las claves dinerarias en las que se apoyaban no pocas iniciativas políticas estatales o locales. Por su parte, el apartado ‘teoría y práctica del poder’ engloba una variada amalgama de trabajos centrados en numerosos actores de la historia política

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PRESENTACIÓN

moderna: desde el protagonismo monárquico internacional hasta los conflictos internos por la conservación de la soberanía nacional, entre el siglo XVI (carolino o filipino), el XVII (crisis del régimen concejil) y el XVIII (en torno a la razón de estado, el reformismo borbónico o el despotismo ilustrado), ofreciendo estudios sobre guerras, embajadas, armadas, treguas, batallas, instrucciones y un largo etcétera, concluyendo con algunos interesantes dosieres sobre conciencia política y espacios ultramarinos e indianos. Finalmente, las ‘estructuras del poder’ también aglutina al conjunto más extenso de artículos; se compendian aquí los esfuerzos por alcanzar el poder de algunos apellidos castellanos fácilmente reconocibles junto con la fuerza de las altas esferas eclesiásticas en las relaciones entre las cortes europeas, pasando por la frecuencia de los conflictos y luchas por asentar o mantener los principales resortes de la influencia, la soberanía hegemónica o el gobierno en sus distintos escalones de autoridad y vigor jerárquico. Así, el servicio a la corona como fórmula de ascenso socio-familiar o la vía militar (y hasta la médica) se convierten en campos de estudio de gran interés… lo mismo que los propios intereses (y colaboraciones) buscados por extranjeros y hombres de negocios al adquirir un prestigio asimilable al de la clásica nobleza. En suma, esta monografía revaloriza esfuerzos y largas horas de archivo, investigaciones en curso y buenos proyectos, conclusiones iniciales y ya avanzadas; aunque todos estos trabajos tengan que haberse resumido ahora en unas pocas páginas por mor de la gran cantidad de propuestas presentadas y aprobadas. En todo caso, el posible éxito de esta publicación consiste en aportar nuevos materiales que promocionen un fluido intercambio de ideas. Era el objetivo del Encuentro; el mismo que el actual, a la hora de dar a conocer a la comunidad científica internacional unos textos definitivos que, debidamente pulidos, atentos a las indicaciones que se les han realizado o incorporando algunas ideas surgidas tras el debate generado para amejorar sus conclusiones, se editan ahora bajo el paraguas de la reconocida Fundación Española de Historia Moderna. Trabajando. Aprendiendo. Con esta publicación queda realmente clausurado este III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna. Máximo García Fernández Director y coordinación de esta edición

III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015

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I. LAS FAMILIAS EN LA ESPAÑA MODERNA

I.1. Linajes familiares y comunidades de intereses

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Debates alrededor de los archivos de familia: el fondo de la familia Malvar (1542 – 1870) Discussions about family archives: The documentary collection of the Malvar family (1542 – 1870) Ángel ARCAY BARRAL Universidade do Porto Resumen: Los archivos familiares son tan comunes como desconocidos en nuestras instituciones archivísticas, muchas veces acusados de ser fondos heterogéneos, desorganizados o complicados de comprender en su conjunto, por lo que son pocos los investigadores que se atreven a abordarlos, más allá de la consulta de genealogías y otros documentos destacados. Es por ello que con este trabajo tratamos de repasar las diferentes teorías existentes en España y Portugal para el tratamiento de archivos familiares en los últimos siglos y abordamos una posible solución para un conocimiento más efectivo de la información que estos documentos pueden aportar al investigador en Historia Moderna. Tras el repaso teórico y práctico de las diferentes propuestas con cierto peso en la archivística pasamos a realizar un estudio de caso sobre el archivo de la familia Malvar (Fondo Especial Número 8 del Archivo de la Diputación de Pontevedra), aplicando el modelo sistémico ideado por un grupo de investigadores portugueses empeñados en la recuperación de este tipo de archivos. Palabras clave: archivos de familia, modelo sistémico, Galicia. Abstract: Family archives are as common as unknown in our archival institutions, which are often accused of being heterogeneous, disorganized or complicated to understand on the whole. For this reason, few are the researchers who dare to approach them, beyond consulting genealogies and other key documents. That is why in this present work we shall review the various theories for the treatment of family archives existing in Spain and Portugal in recent centuries as well as addressing a possible solution to a more effective knowledge of the information that these documents can provide to the researcher of Modern History. After the theoretical and practical overview of the various proposals of a certain weight for archival science, we shall conduct a case study on the Malvar Family file (Special Fund File Number 8 – Documentation Centre of Diputación de Pontevedra ), applying the systemic model devised by a group of Portuguese researchers bent on recovering this kind of files Keywords: family archive, systemic model, Galicia.

Os dados que nos chegam do pasado forom informações e non “documentos” ou “fontes”1 1. Introducción: pensar el patrimonio documental Todo trabajo relacionado con la cuestión del patrimonio debería comenzar abordando una cuestión principal, con especial relevancia en el campo del patrimonio documental, y que no es otro que la importancia de su valoración. Pero si hablamos de patrimonio 1

Maria Lurdes Rosa, “Problemáticas históricas e arquivísticas actuais para o estudo dos arquivos de família portugueses (Épocas Medieval e Moderna)”, Revista de História da Sociedade e da Cultura. Nº9 (2009) p.12.

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documental hemos de referirnos obligatoriamente a la prioridad que supone su organización para conseguir una correcta valorización patrimonial. Conocer y valorar el patrimonio debería ser una cuestión intrínseca a nuestra sociedad, pero que en el caso de los documentos debe ir ligada a su organización por parte de profesionales, que permitan de este modo un acercamiento sin ningún tipo de interferencia. Es por esta cuestión por la que nace este trabajo, por tratar de renovar la apuesta por un patrimonio documental extenso y que por sus características muchas veces puede suponer un quebradero de cabezas, tanto para los profesionales de la información que los trabajen como para aquellos investigadores y usuarios que quieran consultarlos. El no poseer un sistema de organización y clasificación medianamente sistematizada hace que muchas veces, por temor o por desconocimiento, los investigadores rehúyan de este tipo de fondos. Por lo tanto, a lo largo de esta comunicación trataremos de presentar las claves que nos pueden llevar a la correcta organización de los archivos familiares y, en consecuencia, a obtener un mayor conocimiento de nuestro pasado. Para ello analizaremos las principales propuestas organizativas surgidas en el contexto ibérico, retrotrayéndonos al siglo XIX y avanzando en los postulados hasta la actualidad, con el acercamiento a la teoría sistémica surgida en torno al ámbito universitario portugués, donde varios profesionales han creado este nuevo método que será el que apliquemos al archivo de la familia Malvar. 2. Propuestas para organizar un archivo familiar. Se hace necesario concretizar el territorio que estudiamos, ya que como indica otro de los reconocidos profesionales de este campo: “La propia denominación – y percepción – de estos fondos cambiará según dónde operemos. En Castilla o Andalucia es habitual (a mí sigue sin parecerme acertada, además de anacrónica) la denominación de Archivos Nobiliarios para esta clase de fondos, cuando en el País Vasco, por ejemplo, este uso carece de tradición y resulta anacrónico. La estructura social de unos y otros territorios hace que se produzca una asimilación entre élites locales y nobleza (e, incluso, nobleza titulada) en unos, mientras que la propiedad más atomizada en las regiones del norte asocia el Archivo de Familia a una casona, un pazo, o un viejo palacio barroco, de un linaje hidalgo más o menos prestigioso”2.

Por lo tanto, estos territorios del norte peninsular serán el campo de estudio de este proyecto, ampliando también la frontera al territorio portugués con el que compartimos, en buena medida, las mismas características socioeconómicas. Para el estudio comparativo de las teorías tomaremos como referencia las propuestas de cuadros de clasificación por ser esta la forma más visual, simple y representativa de lo que encontraremos en un archivo familiar. 2.1. El siglo XIX: Froilán de Troche Por orden cronológica, comenzaremos nuestro particular viaje archivístico por el primer tercio del siglo XIX para recuperar un tratado que podemos considerar único en el panorama archivístico y que, ya en 1835, elabora un método fácil, sencillo y poco

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Francisco de Borja Aguinagalde, “Archivos de Familia y Archivos domésticos. Treinta años de experiencia”, Conferencia FLUP, 2013.

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costoso para el arreglo de los archivos particulares 3 organizado en torno a las coordenadas cronológico-topográficas. Para trazar una breve descripción de lo que ha sido la labor archivística en lo referente a los archivos familiares es necesario comenzar por la figura de Froilán de Troche y Zúñiga, apoderado de los Condes de Taboada4, y que ya a principios del siglo XIX había intentado crear un método cronológico-topográfico para la organización de archivos familiares, fruto de la observación de la problemática y sin ningún tipo de formación previa, propiciando uno de los primeros debates archivísticos en la España moderna junto con su contemporáneo Fernando Porras Huidobro quien entendía que el método alfabético que defendía era más efectivo que el de Froilán de Troche. La aparición de este archivero gallego tiene que ver con el contexto histórico en el que redacta su tratado: “Fondamente definido pola existencia de centos de casas nobiliares cunha vixencia social (…) que as tornaba en institucións estratéxicas para o desenvolvimento económico de Galicia. E así é como se entende que a temática arquivística xermolara de xeito tan agudo e sorprendente na Galicia da primeira metade do século XIX máis que en ningún lugar de España” 5.

Lo que le permite tener cabida en este trabajo es su afán por innovar y tratar de buscar un modelo que se pueda aplicar de forma sistémica, mejorando a los anteriores y con la excusa de estar en un momento donde los archivos empezaban a tener un tamaño considerable que ya requería de personas con ciertos conocimientos para poder organizarlos. Es por ello que primeramente aporta unas nociones básicas de todos los conocimientos que debe de tener un buen archivero, para luego plantear un método que considera efectivo porque hay que levantarse pocas veces de la silla para agrupar los documentos, lo que nos aporta una imagen metafórica de dos valores que de forma obligatoria tienen que ir parejos a nuestro trabajo: el de la intermediación con el usuario y el de la efectividad en las búsquedas. En lo relacionado con el trabajo de archivo, se comienza advirtiendo de que “debe seguirse el orden que más análogo sea a la naturaleza de la misma” por lo que se escoge el método cronológico-topográfico. Lo importante en estos casos es facilitar el acceso a las personas que necesiten encontrar un documento dentro del fondo, por lo que Froilán de Troche y Zúñiga es directo al sentenciar que “por el arreglo y método que yo publico se logra tener un archivo en el cual es fácil a cualquiera hallar lo que necesite buscar y que siempre lo tenga reunido”6, respondiendo de esta forma a una de las finalidades de la archivística. Su plan de arreglo nos aporta una serie de indicaciones a partir de las cuales podremos recrear el siguiente cuadro de clasificación, que nos permite visualizar el criterio organizativo que promulgaba el archivero brigantino:

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Froilán de Troche y Zúñiga, El archivo cronológico – topográfico, arte de archiveros, A Coruña, Imprenta de Iguereta, 1835. 4 Vitor Manuel Migués, Os arquivos privados e a nobreza: un apuntamento histórico – arquivístico. Santiago de Compostela: Xunta de Galicia, 2002. 5 Vitor Manuel Migués, Os arquivos privados... p.38. 6 Froilán de Troche, El archivo...p.18

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Tabla 1. Propuesta de froilán de troche

Archivos Generales Archivos de las Casas 1.- Sección: Documentos Generales · Genealogías ·Partidas de bautismo ·Capitulaciones ·Dispensas ·Certif. matrimoniales ·Testamentos ·Codicilos ·Fes ·Partidas de muerte 2.- Sección: Documentos de nobleza 3.- Sección: Documentación patrimonial y hacendística · Vinculaciones ·Mayorazgos ·Donaciones y mejoras ·Dotes ·Partijas 4.- Sección: Regalías. · Títulos · Expedientes de curatos · Beneficios Simples ·Capellanías 5.- Sección: Regalías abolidas7 6.- Sección: Documentación judicial 7.- Sección: Documentación contable 8.- Sección: Lanzas y medias – anatas.8 Posteriormente, la división de los particulares tendría que responder a criterios geográficos, comenzando por las provincias y descendiendo a los corregimientos, las jurisdicciones, etc. Y en el caso de la documentación eclesiástica, la recomendación del autor es la de seguir las divisiones de este tipo de estructuras. Con esto hecho, las operaciones siguientes estarán destinadas a hacer un listado de los territorios donde haya rentas y crearemos tarjetas rotuladas con las denominaciones de los diferentes documentos generales. Para cada apartado dispondremos de una silla y, acto seguido, otra para cada parroquia. Tras hacer una breve lectura podremos colocar cada documento en el asiento recomendable. Finalmente, la colocación cronológica de cada montón tendrá que ser hecho empezando por el personaje más remoto del linaje. Todo esto será acompañado de un resumen para saber lo que contiene cada documento, lo que Froilán de Troche y Zúñiga califica como el arte de estractar. Con esto conseguirá poner a disposición el archivo al completo y evitar que los usuarios se pierdan entre los montones de papeles desorganizados. Entendemos por lo tanto que el nacimiento de este tratado, a principios del siglo XIX, tiene como objeto la creación de un método que puedan seguir todas las personas que en ese tiempo se hicieron responsables del patrimonio documental albergado en pazos y casas; en un momento de expansión de la pequeña hidalguía, motor económico de Galicia y que procuraba una gestión eficaz de sus bienes. 2.2 El siglo XX: Olga Gallego Los años de diferencia entre las obras de Olga Gallego y Froilán de Troche y Zúñiga son la consecuencia directa de la desintegración progresiva de la pequeña hidalguía gallega padecida entre mediados del siglo XIX y principios del siglo XX. Con la pérdida gradual de estas instituciones poseedoras y productoras de un rico patrimonio documental es normal que disminuya el interés de los archiveros por la investigación de nuevos métodos de organización y que a día de hoy aún no se haya recuperado esta 7

Para el reconocimiento futuro del pasado familiar y también de uso común en pleitos. Para demostrar el pago de este tributo.

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cuestión, siendo los archivos familiares los grandes desconocidos de nuestros archivos públicos. La obra de Manual de archivos familiares9 nace de la necesidad de organizar un tipo de fondos que pese a ser habituales en los archivos de Galicia no siempre cuentan con la valoración y el trabajo necesarios. Ante este panorama surge la voz de otra gallega, Olga Gallego, pretendiendo unificar los conocimientos existentes sobre esta materia, partiendo de la definición de archivos familiares como los: “Generados por las actividades de una persona a lo largo de su vida o por las de los distintos componentes de una familia a través de generaciones, constituyendo generalmente la etapa final de la integración de otras familias y de desmembraciones de sus componentes que han dejado huella en sus fondos”10.

Para la autora ourensana, la valoración hace de este objeto documental responde a una visión utilitaria sobre todo relacionado con el campo económico donde la buena administración del archivo privado garantiza la correcta gestión del patrimonio, aunque les llega a reconocer también un valor cultural dependiendo de la información que estos puedan aportar. Divide en tres grupos los documentos que puede albergar este tipo de fondos y lo hace siguiendo su procedencia: los recibidos, los expedidos y los generados por el propio grupo. Dichos fondos tienen una característica casi generalizada, en su opinión, que hacen especialmente complicado su tratamiento. Esta particularidad es que desobedecen cualquier organigrama o cualquiera normativa, ya que en gran parte son fruto del azar, dependiendo siempre de cada individuo. Esta heterogeneidad es una de las principales características de este tipo de archivos, complicado por los cambios que padecen los linajes con las uniones familiares. Para su organización y a modo de advertencia, la autora afirma que: “de los siglos XVIII al XIX se organizaban y describían muchos de estos archivos, respetándose el principio de procedencia, por casas y estados, si se trataba de la nobleza (…). Dentro de ella, la clasificación suele ser muy variada y (…) con poco rigor archivístico (…) cuando no se organizaron cronologicamente sin clasificación alguna”11.

Propone Olga Gallego que no nos centremos en el principio de procedencia y de estructura, como si se tratase de una institución con sus divisiones internas, sino que la unidad radicará en el asunto. Asume que es posible una calificación funcional, considerando que esas colecciones orgánicas12 están comprendidas por varias series que responden al legado de las diferentes acciones que se desarrollan en una familia. La reorganización quedará sujeta a la posibilidad de rehacer la organización original o no. Para este segundo caso tendremos que hacer una clasificación que no sea orgánica, ya que “en los archivos de familia el carácter heterogéneo de su documentación no permite establecer “a priori” una clasificación del conjunto de documentos reunidos por una familia”13. Entonces, los criterios tendrán que ser otros como el volumen o la naturaleza de la documentación conservada. 9

Olga Gallego Domínguez, Manual de archivos familiares, Madrid, ANABAD, 1993. O. Gallego, Manual de archivos familiares...p.17 11 O. Gallego, Manual de archivos familiares...p.22 12 O. Gallego, Manual de archivos familiares...p.48 13 O. Gallego, Manual de archivos familiares...p.49 10

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Indica también la autora que si el fondo con el que trabajamos es de un tamaño relativamente pequeño y desfragmentado, podremos dejarlo como una serie única con ordenación cronológica; si cuenta con pocas series pero muy definidas, tendremos que ejecutar una clasificación lógica; y, por último, si se trata de un fondo voluminoso habrá que recrear series, agrupando por destinatarios, actividades y materias. En un siguiente paso la organización irá vinculada a la organización familiar, por lo que es primordial el conocimiento de las genealogías, de la biografía familiar y conseguir desenvolver una lista continuada de las generaciones familiares. Además de la genealogía no es perjudicial conocer también el patrimonio que rodea a cada individuo. Tras conocer estos aspectos lo que debemos hacer es establecer una clasificación genealógica por ramas (principales, secundarias y bastardas) y también por casas. Una vez realizada esta tarea comenzaremos a reunir los grupos documentales siguiendo el orden de las casas y de las familias. Cada familia o cada casa tendrá su correspondiente sección y, en caso de que exista una unión entre varias, la preeminencia será para la que tenga el mayorazgo. En un nivel inferior estructuraremos las subsecciones con la documentación relativa a la administración del hogar, a las escrituras genealógicas y heráldicas, a los pleitos y a otros que afecten a toda la estirpe, como pueden ser los documentos patrimoniales. En el caso de existir algún personaje destacado podremos conformar una subsección individual. En lo tocante a los casos de ordenación el proceso puede variar según el tipo documental y la agrupación correspondiente. Algunas veces el orden será cronológico, otras alfabético y otras geográfico, pudiendo ser también la unión de diferentes variables. Si lo que estamos tratando son documentos pequeños y sueltos, será suficiente con una correlación numérica. En las diferentes subsecciones que se nos presentaban para los archivos familiares más antiguos, la ordenación será cronológica en el caso de los linajes y de las casas, la documentación administrativa estará ordenada respondiendo a criterios alfabéticos por tipologías, en caso de la genealogía premiará el orden alfabéticoonomástico y en los pleitos el cronológico. Las contabilidades generales irán antes que las parciales y la documentación patrimonial será primeramente organizada de forma cronológica y después de forma alfabético-topográfica en relación a la ubicación de cada objeto. En el caso especial de los archivos individuales dentro del fondo familiar tendrán que responder a una clasificación previa por ramas para luego introducir los criterios cronológicos. Y en la ordenación de la correspondencia, las cartas recibidas y expedidas responderán a una serie con ordenación cronológica. La descripción del conjunto estará basada en el cuadro de clasificación, que responderá a criterios funcionales y, en algún caso, a división de materias:

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Tabla. 2 Propuesta de Olga Gallego

1.- Fondos funcionales. 1.1.- Documentos de organización de la cancillería, contenido e historia del archivo 1.2.- Documentos genealógicos, heráldicos y pleitos. 1.3.- Documentos patrimoniales. 1.3.1.- Documentos constitutivos de títulos de propiedad. 1.3.2.- Documentos de administración de la propiedad. 1.4.- Documentos señoriales. 1.4.1.- Documentación señorial y feudal. 1.4.2.- Documentos jurisdiccionales. 1.5.- Archivos individuales. 1.5.1.- Documentos personales. 1.5.2.- Documentos de función. - De función pública. - De función privada. · Actividades empresiariales, intelectuales, políticas, profesionales, sociales. 2.- Colecciones. 3.- Archivos ajenos a la familia. 2.3. El siglo XXI: Armando Malheiro Da Silva Nos acercaremos en este apartado a lo que podemos considerar un punto de inflexión, puesto que se modifican totalmente los métodos de trabajo con este tipo de fondos, así como todo el corpus teórico que lo complementa. ¿Si estamos hablando de familias por qué no se tiene en cuenta la organización familiar, al igual que tenemos en cuenta la organización de una administración cualquiera para establecer las divisiones de un archivo administrativo? Debemos iniciar el recorrido portugués de la mano de otra obra, la de Arquivos de Família: organização e descrição14 por ser, como los autores reconocen, la primera obra de síntesis en este campo para los archivos de familia, algo novedosos y en un campo poco trabajado. Estamos hablando por lo tanto del primer paso para conocer el trabajo sobre los archivos de familia en Portugal, que cuenta también con una primera toma de contacto anterior en la obra de Pedro Abreu Peixoto15 y su posterior revisión16. En esta última versión renovada encontramos un análisis en el que se aprecia la inexistencia de trabajos en los archivos familiares durante toda la década anterior, al tiempo que, como en todos los trabajos pioneros, se sientan las bases para legislar este campo tan específico. Al contrario de estas tesis presentadas hasta el momento, surge una nueva corriente con un mensaje científico más concreto que sirve para poner las bases a una nueva realidad. Esta nueva propuesta permite un movimiento de ideas que favorece a la investigación de esta materia. Nos lleva por lo tanto a un nuevo momento donde,

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Manuel Silva Gonçalves (et al), Arquivos de família: organização e descrição, Vila Real, Universidade de Trás-os-Montes e Alto Douro, 1996. 15 Pedro Abreu Peixoto, Arquivos de família: orientações para a organização e descrição dos fundos de arquivos de família, Lisboa, Instituto Portugués de Arquivos, 1991. 16 Pedro Abreu Peixoto, “Perspectivas para o futuro dos arquivos de família em Portugal”, Páginas a&b. Nº1 (2002) pp. 77 -90.

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conocidas las teorías, se busca ejemplificar con la promulgación de todo tipo de ejemplos y experiencias que respondan a estos modelos. Ya en la era post-custodial 17 las evoluciones han dejado su impronta en la archivística, que pasa a estar considerada como una ciencia en la que lo importante no es el tratamiento de la documentación, “senon as vicissitudes sofridas pelos dados que nos chegam do passado, o lugar que estes ocupavam no sistema de informação global em que foram produzidos e (…) a forma como são mediatizados pelos instrumentos de descrição documental”18. De manera progresiva, los profesionales que desarrollan esta evolución en el panorama portugués consiguen subrayar la importancia de dejar atrás el paradigma historicista y ponen de relevo algo que en España aún no se valora de forma plena: la información tiene que ser el objeto central de nuestra labor de estudio dentro de los sistemas de información social que son los archivos. El acercamiento al modelo sistémico parte de la propuesta iniciada ya en pleno siglo XXI alrededor del proyecto de Casa de Mateus, con Armando Malheiro como cabeza visible del programa en el que interactúa con otros profesionales. Su propuesta científica 19 parte de ingresar a la archivística en el cuadro epistemológico de las Ciencias de la Información 20 siendo objeto de estudio la descripción, ordenación, recuperación y el uso de los documentos. De estas justificaciones nacerá una de las primeras diferencias entre las corrientes presentadas, puesto que para los profesores portugueses, los archivos serán: “Um sistema (semi-)fechado de informação social, materializada em qualquer tipo de suporte, configurado por dois factores essenciais – a natureza orgánica (estrutura) e a natureza funcional (servicio/uso) – a que se associa um terceiro – a memória – imbricado nos anteriores”21.

En consecuencia, el archivo familiar estará definido como: “Um sistema de informação organizado ou operatório, cujo pólo estruturante e dinamizador é uma entidade – Família e Pessoa, cada qual com estrutura própria e acção fixada sempre por objectivos diversos, uns perenes e outros mutáveis”22.

Se modifica en esta propuesta portuguesa el paradigma y, por lo tanto, el cuadro teórico – metodológico, formado por la investigación en numerosos casos 23 . Es entonces cuando parte la investigación de la comprensión del documento como un ente ligado al binomio de información – comunicación 24 en contra de las teorías que defienden la única existencia del documento como objeto o como cosa.

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Fernanda Ribeiro, “Os arquivos na era pós-custodial: reflexões sobre a mudança que urge operar”, Boletim Cultural - Câmara Municipal de Vila Nova de Famalicão, 3.ª série. Nº1 (2005) pp.129-133 18 Maria Lurdes Rosa, “Problemáticas históricas e arquivísticas ..”.p.11 19 Armando Malheiro da Silva, “Arquivos familiares e pessoais: Bases científicas para a aplicação do modelo sistémico e interactivo”, Revista FLUP: Ciéncias e Técnicas do Património. I Serie, Vol. III (2004), pp.55 – 84. 20 Armando Malheiro da Silva (et al.) - Arquivística: teoria e prática de uma ciência da informação, Porto, Ed. Afrontamento, 1998. 21 Armando Malheiro da Silva y Fernanda Ribeiro, Das “ciéncias” documentais à ciência da informação: ensaio epistemológico para um novo modelo curricular, Porto, Ed. Afrontamento, 2002. 22 A. Malheiro da Silva, “Arquivos familiares e pessoais...” , p.60. 23 A. Malheiro da Silva, “Arquivos familiares e pessoais...” , p.64. 24 A. Malheiro da Silva, “Arquivos familiares e pessoais...” , p.66.

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Este modelo tiene una funcionalidad universal, pudiendo ser aplicado a todo tipo de agrupaciones documentales familiares, al ser estas consideradas como un sistema de información que conlleva para una estructura determinada, dependiendo de quién sea el creador de esta información y para una funcionalidad dinámica que puede ser tanto el uso originario de la documentación, como su reutilización posterior. Estas dos vías enlazarán con la memoria, aportando el fundamento de este modelo sistémico e interactivo25. La aplicación práctica de este modelo sistémico sobre un sistema de información tendrá que versar en primer lugar en el análisis de la estructura orgánica a la que nos remite. De esta situación podremos apreciar dos tipos de cuerpos, los unicelulares o los pluricelulares, dependiendo de si son estructuras individuales o colectivas con diferentes sectores funcionales. Esto a lo que conlleva es al llamado vetor estrutura, ya que el vector funcional llevará el análisis a las agrupaciones pluricelulares, otorgando autonomía a sus sectores orgánico – funcionales26. Dichos fundamentos de organicidad para un sistema de información estarán basados en la unión afectiva y física de individuos, con continuidad genética mediante la descendencia de generaciones y la acción de los miembros para garantizar la supervivencia colectiva y las estrategias del poder socioeconómico, político y simbólico. Y al igual que en casos anteriores, la mejor manera de comprender tanta literatura es con el reflejo gráfico de esta propuesta en su cuadro de clasificación, publicado de este modo por el autor: Tabla. 3 Propuesta de Armando Malheiro

1.- Sistema de información: Familia 1.1.- Subsistema: Casa 1.1.1.- Sección 1: Generación 1 1.1.1.- Subsección 1: Matrimonio. 1.1.2.- Subsección 2: Marido. 1.1.2.1.- Fase de la vida 1. 1.1.2.1.1.- Serie. 1.1.1.2.- Fase de la vida 2. 1.1.3.- Subsección 3: Esposa. 1.1.4.- Subsección 4: Hermanos.

25 26

A. Malheiro, Arquivística: teoria e prática... p.214 A. Malheiro da Silva, “Arquivos familiares e pessoais...” , p.69.

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3. El archivo de la familia Malvar La evolución, no tanto histórica sino en la historia 27 , con el trasiego de anexiones, divisiones y cambios de residencia, conforman lo que hoy podremos encontrar con la nomenclatura de Fondo Especial Número 8 28 en el Archivo de la Diputación de Pontevedra. Es por esto que el motivo de la creación de muchos de los fondos que hoy conocemos vienen dados por la conservación en su momento, debido al valor que estos tenían para probar derechos, poder conservar las propiedades, administrar los bienes y tener memoria del parentesco, algo útil en un momento en que la reclamación de mayorazgos era constante. Casi todas las familias conservan su patrimonio documental por estos motivos, y poco a poco lo van organizando mediante modelos reiterativos, consecuencia directa de las experiencias notariales de los propios escribientes que se encargan de esta documentación. Estamos hablando de un momento de auge, que durará hasta mediados del siglo XIX con la desamortización y los cambios jurídicos que provocan el desuso de estos archivos. La documentación de este archivo familiar tiene unas fechas extremas que van desde 1542 hasta 1870, dato curioso ya que los principales personajes del linaje 29 son el Arzobispo Sebastián Malvar, quién nace en 1730, y Julián Malvar, que nace a finales del siglo XVIII y muere a mediados del XIX. El hecho de que la documentación se remonte a los siglos anteriores tiene que ver con la trayectoria de estos documentos, que acompañan a sus dueños y que se van deslizando por diferentes árboles genealógicos, con matrimonios y descendencia. Esto quiere decir que buena parte de la documentación de la familia Malvar viene de linajes diferentes al suyo, procedente siempre de uniones matrimoniales entre diferentes Casas y familias, hasta el casamiento de Julián Malvar con Josefa García Taboada. Entre esta boda y otra posterior de uno de sus hijos, se incorporan a este sistema de información el patrimonio documental de nueve Casas diferentes, que junto al propio archivo que la familia tiene en el Palacete de Salcedo complementan el sistema de información que estudiamos. En esta trayectoria que hacen los documentos, podremos diferenciar cuatro momentos en los que son clasificados de diferentes maneras y que nos aportan información a posteriori. Esta historia archivística comienza en cada una de las casas que de forma independiente organizan sus documentos y cuyo modelo organizativo será transformado con las respectivas uniones con otros linajes. El tercer momento correspondería con la llegada de todo el complejo documental a la propia casa de los Malvar, donde es organizado por alguien de la familia, siguiendo un modelo que será el que se conserve durante todo el siglo XX hasta el traslado del conjunto documental a su actual ubicación, donde será transformado siguiendo los criterios del personal técnico pontevedrés. Es por ello que para evitar más injerencias en la organización documental decidimos desarrollar este proyecto de forma virtual, sin exponer a la documentación a ningún cambio que altere su estructura pseudo-originaria. En esta nueva concepción, 27

Francisco de Borja Aguinagalde, Guía para la reconstrucción de familias en Gipuzkoa (s.XV-XIX). Zarautz, Diputación Foral de Gipuzkoa, 1994. 28 No todo el patrimonio documental de la familia se encuentra en este archivo, ya que hay documentación relacionada en buena parte de los archivos gallegos y españoles. 29 Francisco José Santiago Crespo, “El linaje de los Malvar”, El Museo de Pontevedra. Nº10 (1956) pp. 159 – 162.

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con la aplicación del modelo sistémico, rompemos con la clasificación patrimonialista y para ello comenzamos organizando las estructuras genealógicas de la familia Malvar, sirviéndonos únicamente de la documentación de este tipo que encontramos en el fondo y mediante la cual ponemos en orden a todas aquellas casas y personas que aportan documentación al sistema de información desde el siglo XVI. Una vez organizadas las ramas de los árboles genealógicos pasamos a ver las generaciones que aportaban documentación al archivo familiar, para limitar el número de nombres y hacer más fácil su clasificación. Esto tiene como resultado la organización en 46 secciones diferentes, correspondientes a las diferentes generaciones que producen documentos. A modo de ejemplo presentamos el trabajo hecho sobre una de estas secciones, donde recogemos los datos de una de las generaciones del Subsistema de la Casa de Baiona, con los apellidos de los miembros que dan nombre a la sección, y la aparición individual de cada uno de estos miembros en las respectivas subsecciones. Podrían existir más subsecciones, correspondientes a los hermanos de los miembros del matrimonio, pero al no tener documentación asociada no los recogemos en el cuadro: Tabla. 4 Subsistema Casa de Baiona

Sección Cea Ulloa Subsección Cea Ulloa Subsección · Copia del testamento de Jerónimo de Cea otorgado el Jerónimo de Cea 5 de marzo de 1695

1699

Subsección Paula · Copia de la carta de dote otorgada el 3 de julio de María Ulloa 1658 a Paula María Ulloa para su casamiento con Soutomayor Jerónimo de Cea Mariño, formada por mil ochocientos ducados y otros bienes cedidos por sus padres Miguel Troncoso Sotomayor y María Coello de Cea y a su abuela Inés de Montes Sotomayor

1675

4. Conclusiones Llegados a este punto se hace necesario reivindicar tres aspectos recogidos a lo largo del trabajo. En primer lugar, la necesidad del debate científico como motor de las diferentes materias. En España la falta de debate alrededor de las propuestas de Olga Gallego nos han llevado a una situación de estancamiento y de aceptación sin ningún tipo de debate, lo que dentro del panorama científico no puede ser más que una limitación. En segundo lugar, las diferentes propuestas organizativas podrían suponer un acelerón al trabajo con archivos familiares, que al igual que el resto de documentación que custodiamos en nuestros centros documentales, suelen ser una buena base para la investigación historiográfica. Además, estos fondos se caracterizan por abarcar

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diferentes campos temáticos, lo que permitirán una gran cantidad de lecturas por parte de los investigadores. Por último, los avances tecnológicos nos abren un camino atractivo para este tipo de proyectos, ya que tanto el software libre (ICA-AtoM, utilizado para crear el archivo digital de la familia Malvar) o las diferentes posibilidades de la red, permiten comunicarnos, conocer y difundir buena parte de nuestro legado, haciendo desaparecer esa creencia de que los archivos son terreno vetado para todo el que no sea un profesional de la investigación.

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Los lazos familiares en la articulación cortesana de Fernando el Católico The role of family ties in Ferdinand the Catholic's Germán GAMERO IGEA Universidad de Valladolid Resumen: El Rey Católico encontró en la familia una de sus principales correas de transmisión y articulación de sus resortes de poder. En el presente trabajo trataremos de definir el papel de la misma en función de dos coordenadas: la voluntad regia (y el deseo del soberano de articular su séquito en función de sus intereses) y la intimidad surgida con el servicio cortesano. Palabras Clave: Corte, Fernando II de Aragón, familia, partido, servicio Abstract: The Catholic King employed the family ties to transmit and articulate his own power. In this paper I will try to define this situation in terms of two different coordinates: the royal wishes (and the sovereign will of articulate his entourage) and the intimacy developed with the royal service. KeyWords: Court, Ferdinand II of Aragon, family, party, service

1. Introducción La Corte ¿familia del rey? Uno de los grandes logros de la historiografía reciente reside en no hablar tanto de monarcas como de la Monarquía. Desde muy diferentes puntos de vista (estudios sobre las cortes, la reginalidad, las instituciones periféricas o acerca la nobleza, entre otros) se ha abierto la puerta a la relativización de la cabeza de lo que ha dado en llamarse “Estado” y, sobre todo, a la concepción colectiva del gobierno1. Sin embargo la familiar asistencia 2 de la persona regia se presenta todavía como una expresión de lo más acertada para englobar diferentes perspectivas de análisis que esta expresión puede conllevar. Por un lado, la asistencia de sus familiares, ya sean consortes o primos, en el gobierno de los territorios. Para comprobar el éxito de esta perspectiva no es necesario más que acercarse a los numerosos estudios que, 

Beneficiado del programa de Formación del Profesorado Universitario (FPU) financiado por el Ministerio de Educación del Gobierno de España. Este trabajo se enmarca dentro del proyecto de investigación HAR2012-32264 1 Desde la aparición del renovado interés por la Corte de los soberanos ibéricos numerosos trabajos han procurado aportar una definición que se antoja compleja y escurridiza. Entre los múltiples trabajos a este respecto nos remitimos a José Martínez Millán, “La sustitución del sistema cortesano por el paradigma de estadio nacional en las investigaciones históricas, Libros de la Corte, nº 1(2010), pp. 4- 16; Rita Costa Gomes, A Corte dos reis de Portugal no final da Idade Media, Lisboa, Difel, 1995 y Pietro Corrao, "Stati regionali e apparati burocratici nella Corona d'Aragona (secc. XIV e XV)", en Rafael Narbona Vizcaíno (coord.), XVIII Congrés Internacional d' Història de la Corona d'Aragó, València, Universitat de València & Fundació Jaume II el Just, 2005, Vol. I, pp .99-144 2 La expresión “en lo tocante a la custodia y familiar asistencia de nuestra persona” está tomada de las Ordinacions de Pedro IV, recogidas en Pascual Savall y Dronda y Santiago Penem y Debesa, Fueros, Observancias y actos de corte del reino de Aragón, Zaragoza, Francisco Castro y Bosque, 1866, Vol II, pp. 459- 550 (p. 460).

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centrándose en instituciones o prácticas de gobierno, han aumentado la producción bibliográfica en los últimos años. En segundo lugar, y más próximo al uso de la expresión dada por el Ceremonioso, la complicidad que concedía el trato cortesano ha sido también motivo de reflexión para varios historiadores, a la par que la Nueva Historia Política aportaba muy valiosas herramientas3. El término genérico de familiar del rey, usado con especial fuerza en la Corona de Aragón, supone un ejemplo más de los otros tantos analizados en relación al peso que las nociones de servicio y crianza (en definitiva, la creación de vínculos personales como base de las relaciones políticas de fidelidad y obediencia) tuvieron en la sociedad política de la época4. Bajo la inspiración de estas dos consolidadas vías de análisis, el objetivo de este trabajo es mostrar el papel de los vínculos familiares en la articulación de la Corte de Fernando el Católico, contextualizando su caso en la pléyade de séquitos cortesanos que se dieron cita a finales de la Edad Media e inicios de la Modernidad. No se trata, por tanto, de la enumeración y análisis de los efectivos más representativos por más que determinadas situaciones se ejemplifiquen en alguna ocasión. Un análisis de dichas características sería poco recomendable dadas las limitaciones de espacio. Sólo podemos, por tanto, remitirnos a otros trabajos en los que el análisis del factor humano se encuentra más presente y en el que la prosopografía se muestra mucho más desarrollada5. Así pues, en este caso nos centraremos en el análisis de la dimensión relacional dentro de la Corte, y en especial en la vinculación entre los lazos institucionales y los personales. La consideración de los lazos familiares, a medio camino entre una categoría y otra, nos permitirá además considerar el papel de las emociones en la política. Siendo una corriente historiográfica en plena expansión, resulta conveniente destacar que tan sólo nos detendremos en algunas emociones consideradas claves para el desarrollo de la historia política6. Por más que la riqueza de la documentación nos permita inmiscuirnos en los afectos regios no es el momento para el desarrollo de un estudio de este tipo. Se trata por tanto de avanzar en los presupuestos de la renovación prosopográfica que otros autores han desarrollado con mucha más profundidad 7 . El 3

Por cuestiones de espacio para una visión más en profundidad nos remitimos al estudio de Pablo Vázquez Gestal, El espacio del poder. La corte en la historiografía modernista española y europea, Valladolid, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Valladolid, 2005, un tanto desactualizado pero muy completo hasta la fecha de publicación. 4 Johannes Voncke , “Los familiares dela Corona aragonesa alrededor del año 1300”, Anuario de Estudios Medievales, nº1 (1964), 5 Germán Gamero Igea, “Al servicio del rey. Nobleza y colaboración política en el entorno de Fernando el Católico”, en Felix Labrador Arroyo (ed.) Actas del II encuentro de jóvenes investigadores en Historia Moderna, Madrid, Ediciones Cinca, 2015, pp. 9-27. e ID. “Ordenar la Corte y gobernar los territorios. Dinámicas y estructuras de poder en el entorno de Fernando el Católico”, en El príncipe la corte y sus reinos (en prensa). 6 Especialmente sugerentes resultan las contribuciones del volumen Bernard Andenmatten, Armand Jamme, Laurence Mouligner-Brogi y Marylin Nicoud (eds.) Passion e pulsions à la cour, Florencia, SISMEL, Edizioni del Galluzo, 2015. 7 Jean Pierre Dedieu, “Procesos y redes. La Historia de las Instituciones administrativas de la época moderna, hoy”, en Juan Luis Castellano, Jean Pierre Dedieu y Mª Victoria López Cordón, La mitra, la pluma y la espada. Estudios de Historia institucional en la Edad Moderna, Madrid, Marcial Pons, 2000; José María Imízcoz Beúnza, “Redes, grupos, clases. Una perspectiva desde el análisis relacional”, en Sebastián Molina Puche y Antonio Irigoyen López, Territorios distantes, comportamientos similares. Familias, redes y reproducción social en la Monarquía Hispánica (siglos XIV-XIX), Murcia, Servicio de publicaciones de la Universidad de Murcia, 2009, pp. 45-88.

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objetivo no es ahora caracterizar a las personas sino sus relaciones y cómo el vinculo entre la “sociedad política” y el rey no pueden analizarse en exclusiva bajo la óptica institucional ni en el encuadre sociopolítico de sus efectivos. Así, encontraremos en la dimensión personal del servicio una explicación más completa sobre la cuestión del ejercicio del poder (soberano, en este caso). Para ello nos basaremos en los resultados del análisis de los libros de la Escribanía de Ración, considerando aspectos como la evolución diacrónica (la permanencia en el servicio) o la situación particular en momentos especialmente representativos. La difícil tarea de la reconstrucción familiar requería, además, del uso de otras fuentes complementarias, especialmente para conocer las genealogías vínculos personales. De especial valor ha resultado la edición de las “Batallas y Quincuagenas” de Fernández de Oviedo, así como otros tratados genealógicos y biografías cortesanas. El objetivo con todo ello es profundizar en las dinámicas personales a la hora de configurar los entornos regios. La peculiar situación de Fernando el Católico, los retos internos y externos a los que debió someterse su reinado, son algunas consideraciones que incentivan esta aproximación. Lejos de ser un asunto marginal, el estudio de la Corte de Fernando, como príncipe y como rey, aporta a la historiografía un caso sumamente interesante. La dinámica de acercamiento y alejamiento del ideario político de su padre, que es común a múltiples herederos, se combina con la construcción de un sistema cortesano novedoso en muchos aspectos para su cronología. Su estancia en Castilla –antes de ser coronado rey en Aragón y tras 1479- la difícil posición de rey consorte - con las múltiples implicaciones que ello supuso a nivel institucional y en la dinámica de partidos - y la tendencia expansionista de su soberanía, generaron nuevos retos a los que Fernando trató de hacer frente desde un medido desarrollo de patrones tradicionales hacia formas más adaptables a las demandas políticas del reinado. 2. Contextualización biográfica de la Corte de Fernando II. La indisolubilidad de los dos cuerpos del rey, si es que debemos seguir hablando de ellos, recomienda iniciar nuestra argumentación con una visión que conecte la evolución de la Corte del Rey Católico con las coordenadas vitales y políticas que afectaron al soberano y que se trasladaron a su séquito. Gracias a los estudios precedentes debería estar fuera de duda que la realidad familiar del soberano condicionó desde los inicios su posición en el tablero político 8 . De la misma manera, también política y familia estuvieron entrelazadas en su séquito cortesano. Esta inferencia se puede analizar, al menos, desde tres puntos de vista. En primer lugar, puede estudiarse la influencia de la configuración de su séquito por parte de sus familiares 9. Por otro 8

Nos referimos a condicionantes tan conocidos como su situación como infante de Aragón (y el papel que su nacimiento tuvo para enturbiar aún más las relaciones entre Juan II y el Príncipe de Viana) príncipe de Castilla (y el apoyo de su tío, el Almirante de Castilla) o Rey de esa misma Corona (en la que la posición con su mujer será motivo central de la articulación de su poder en ella). Para una visión más en profundidad Véase Jose Ángel Sesma Muñoz, Fernando de Aragón: Hispanorum Rex, Zaragoza, Gobierno de Aragón – Departamento de Cultura y Educación, 1992, y Luis Suarez Fernández, Fernando el Católico, Barcelona, Ariel, 2004. 9 Sobre la influencia de todos estos familiares en la configuración del séquito cortesano son citas imprescindibles Jaime Vicens Vives, Historia Crítica de la vida y reinado de Fernando II de Aragon, Zaragoza: Institución Fernando el Católico , 2007. Sobre la evolución del séquito isabelino y su oposición al fernandino, véase José Martínez Millán (dir.), La Corte de Carlos V, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, Vol. 1. pp. 45 y ss. Igualmente son siempre de recomendable lectura las obras de Álvaro Fernández de Córdova Miralles, La corte de Isabel

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lado, entendiendo la Corte como familia del rey, debe tenerse en cuenta la formación de este núcleo familiar, e incluso, en una relación de retroalimentación, la influencia que esta familia política tuvo en la propia Corte (por medio de redes internas). Resulta muy ambicioso tratar todos estos aspectos en su conjunto pero procuraremos acercarnos a los aspectos más relevantes. Uno de ellos sería analizar el paso de una Corte “heredada” a un séquito “personal” pues en él se muestran los dos primeros puntos de vista que hemos mencionado y responde también a la cuestión sobre el traspaso de poder de un soberano a otro, consustancial al régimen monárquico como ya habíamos planteado en la introducción10. Para el caso de la Corte de Fernando II, el paso de una situación a otra puede concebirse como el cambio de un partido “aragonés” a uno “fernandino” en el que las connotaciones semánticas de ambos términos, sobre todo del primero, nos ayudan a caracterizar el proceso11. Tras analizar los registros seriados de las quitaciones del Rey Católico podemos concluir que no se trata de un cambio drástico, sino progresivo, en el que el punto de inflexión puede situarse en torno a la Guerra de Granada. Este proceso histórico habla de muy distintos aspectos de la Corte entre los que nos parece especialmente revelador el de la intimidad del soberano12. En primer lugar, en tanto que podemos caracterizar esta etapa como el momento de configuración de fidelidades muy a largo plazo. Tanto el carácter bélico del contexto político como las reducidas dimensiones del séquito debieron facilitar este aspecto. Además, de esta afirmación se infiere que, a pesar del cambio en la naturaleza del séquito regio, las grandes figuras cortesanas iniciaron su andadura en este momento. Es el caso de los De Espés (Mayordomos, Camareros y Caballerizos Mayores de Fernando), los Ram (conocidos sobre todo por su papel como Mestres Racionales en Valencia y embajadores en Nápoles), Enrique Enríquez y sus familiares (Mayordomos) Cabrero (Camareros), Ruiz, Sánchez y Santángel y Granada (administradores económicos13), o Coloma, Conchillos, González, Arinyo y Climent, que llegarán a ser secretarios del rey y que, como es sabido, gozaron de una relevancia esencial en la configuración de su programa político 14 . Frente a ellos aparece toda una pléyade de cortesanos muy I. Ritos y Ceremonias de una reina, Madrid, Dykinson, 2002, y María del Cristo González Marrero, La Casa de Isabel la Católica. Espacios domésticos y vida cotidiana, Ávila, Diputación provincial de Ávila – Institución Gran Duque de Alba, 2005. 10 Jeroen Duindam, Dynasties. A global History of Power 1300-1800, Cambridge, Cambridge University Press, 2015. 11 Aragonés, pues procede de la Corona de Aragón y serán naturales de esos reinos los más numerosos en un primer momento en su séquito. Pero también como procedente del “partido aragonés”, tan activo en los años centrales del siglo XV y vía de articulación para muchos castellanos que, en un primer momentos, se sumaron al entorno del joven príncipe. 12 Empleamos el término intimidad según la segunda acepción del DRAE: “Zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia”. [http://lema.rae.es/drae/?val=intimidad] Consultado el 08/05/2015. Nos parece más adecuado que el concepto de privacidad por la práctica imposibilidad de distinguir lo público de lo privado a inicios de la Modernidad. Igualmente el carácter espiritual y su conexión con la familiaridad se adecúan mejor a los objetivos del texto. 13 Juan Ruiz inicia su andadura nada menos que en 1459 ( ACA.RP.MR. Vol. 939, fol 64v); Luis Sánchez en 1465, por orden de Juan II ( Ibidem, fol. 43v); Luis de Santángel un año más tarde, en este caso con cédula fimada por el príncipe (Ibidem, fol. 53r), por último, Juan de Granada, en principio como Escribano del Registro, aparece en 1468 ( Ibidem, fol 52r) 14 Sobre Coloma es más que conocida su vinculación con Juan el Grande. El primer asiento conservado del secretario es de 1465 ( ACA.RP.MR. Vol. 939, fol. 47r). Climent y Arinyo aparecen como

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vinculada a Juan II (o a los Enríquez, en su primerísima etapa en Castilla) que, a pesar de la preeminencia otorgada en la más tierna infancia del rey e inmediatamente después de la muerte del monarca, se fue desdibujando progresivamente. Sobre sus límites es difícil pronunciarse. La voluntad del soberano - de cualquier soberano pero más en concreto cuando hablamos de Fernando II- de controlar su séquito dibuja una polarización entre la aceptación de asistencia y la limitación de la influencia que, a pesar de resultar diáfana en sus límites exteriores no lo es tanto en sus puntos de contacto. En cualquier caso parece importante resaltar cómo los aspectos más representativos en el pensamiento del monarca (política y gestión económica) se hacen presentes en la evolución de su Corte, tan sólo acompañados por figuras especialmente representativas como los de Espés, que habían participado de la crianza (como ayos) del rey. La guerra como eje en la vertebración de alianzas políticas y personales (o redes de confianza, siguiendo la terminología de Tilly15) es un aspecto que hemos reseñado pero sobre el que, por su fuerza en el caso del Rey Católico, merece la pena incidir. Como marco teórico nos gustaría destacar a este respecto las reflexiones de sociólogos que han estudiado épocas más recientes como Peter Bearman 16 . Intentar aplicar sus conclusiones sobre los soldados de la Guerra de Secesión a la Corte fernandina implica al menos ciertas precauciones. Sin embargo no deja de ser cierto que esta primera etapa, con la que hemos caracterizado la evolución del séquito real, se define por la increpante presión de las situaciones bélicas o prebélicas. En este sentido, la empresa granadina como elemento aglutinador ha sido ya destacada en numerosas ocasiones y no hacemos sino trasladar estas consideraciones referentes a los grandes nobles hacia situaciones menos vistosas pero muy semejantes en su esencia. Nos referimos a la formación de una complicidad con cortesanos como los Ferrer (que llegarán a ser Maestresalas), los Alcaraz (hombres de la confianza de rey en los más diversos asuntos desde su posición como continos pero también administradores del Real Patrimonio) los Borja (con los que se unirá matrimonialmente la familia del rey), los Rojas (Mayordomos de Fernando) o los Vega (mano derecha del soberano en el control de las Órdenes Militares y en la política castellana en su conjunto). Menos reconocida –por los investigadores castellanos- pero igual de efectiva es la posición en el séquito aragonés. La protección brindada por cortesanos como Pedro [Pere] Vaca, Guillém Sánchez, los Margarit, Castellvi, o de nuevo, los omnipresentes de Espés durante las guerras civiles (catalana y castellana) reportaron una relación con el rey estable y duradera. Sin embargo limitar estas reflexiones a la dimensión bélica del reinado no es, en nuestra opinión, lo más sugerente. Sí lo es la comparación entre la situación bélica vivida por los batallones americanos y la pugna política vivida en la Corte. Así, el peso de cuestiones como la lejanía y la necesidad de cooperación en un medio hostil (no sólo por la presión frente al partido isabelino, también entre las diferentes facciones del partido fernandino) debe ser tenido en cuenta entre grupos de hombres (principalmente) que se vieron en la necesidad de articularse en un partido supra-local. Bien es cierto que para cerciorar esta aseveración habría que valorar otros factores como el análisis de la promovedores del consejo en 1459 y 69 respectivamente, (Ibidem fols 13r y 47r); Coloma y Luis González en 1465 y 1470 (Ibidem fol. 51r), por último Miguel de Conchillos fue correo del rey en 1474 (Ibidem, fol. 163v) 15 Charles Tilly, Confianza y Gobierno, Buenos Aires, Amorrortu editores, 2010. 16 Peter S. Bearman, “Desertation as localism: Army unit solidarity and group norms in the U.S. Civil War”, Social Forces, nº 70, (1991), pp. 321-342.

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naturaleza de los cortesanos. Sin embargo las redes familiares, por su centralidad en el comportamiento social, resultan un buen observatorio a este respecto. La imagen que surge tras su análisis nos obliga a incidir en la reflexión sobre la familiaridad en el entorno del rey. Fernando II inició aquí también una política de separación entre la asistencia y la influencia contrarrestando un posible peso excesivo de sus redes cortesanas. Llegaremos en las siguientes páginas a la solución tomada entre la gracia y la autoridad. Baste por el momento reseñar las situaciones más significativas. Es cierto que el servicio cortesano llevó parejo matrimonios ventajosos. Es el caso de los Borja, pues ya hemos comentado que casarían con los Enríquez. También de los Vega, vinculados con los condes de Buendía, familia tradicionalmente aliada de los últimos Trastámaras desde el levantamiento del alzado como Alfonso XII. Los Rojas, marqueses de Denia, sabemos que se unieron con una de las hijas de Enrique Enríquez. La familia de Espés enlazó con los Cardona, de la alta nobleza catalana. Los Coloma fortalecieron su relación con los Díaz Daux caídos temporalmente en desgracia pero presentes en la gestión de los asuntos cancillerescos durante el reinado de Fernando. Conchillos enlazó con los duques del Infantado, con especial relación con Fernando. Podríamos continuar esta relación pero, más que acumulación, la situación requiere una aclaración. Al menos hasta donde muestran las fuentes las relaciones (familiares) internas en el seno de la Corte son escasas o inciden escasamente en la capacidad relacional de la nueva familia dentro de la Corte. Los motivos pueden analizarse en función de dos variantes complementarias. En primer lugar, el ya mencionado deseo del rey de neutralizar las relaciones intra-cortesanas de su entorno. Es de reseñar que aquella era una de las líneas rectoras las Ordinacions de Pedro IV, que por otra parte el Rey Católico siguió con bastante fidelidad. Con ello, y el efecto llamada - tras la Guerra de Granada- de nuevas familias en la Corte se abrió una nueva situación. En primer lugar permitió una sana competición entre los cortesanos. Pero sobre todo dio lugar a una posible participación de las fuerzas políticas de sus reinos en un momento en el que Fernando II comenzaba a desembarazarse de los “compromisos adquiridos”. Aunque sólo sea una mínima mención, deberíamos considerar el papel de los continos, un cuerpo cada vez más variado y numeroso conforme fue avanzando el reinado 17 . Por otro lado, deberíamos contemplar las aspiraciones de los propios cortesanos y no quedarnos en la esfera de la administración central. Es el caso, por ejemplo, de los hombres de negocio. Su posición en la Corte es sólo una ramificación más de sus intereses, y si bien no podemos pergeñar una intrincada red de relaciones familiares entre ellos, la conexión entre sus intereses económicos es ya muy conocida. Faltaría, para tener una visión de conjunto, conocer desarrollos alternativos de estas redes familiares así como la importancia que la creación de redes de confianza tuvo para el sistema de gobierno fernandino. En el último aparato nos detendremos en un caso específico que atañe a la historiografía sobre las cortes: la presencia de estas situaciones en las cortes de los familiares del rey. Con ello, además, caracterizaremos la importancia de esta dinámica de nuestro particular “partido fernandino” pues la

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Sobre una caracterización de los continos véase Javier Ezquera Revilla y José Martínez Millán , “La integración de las élites sociales en las monarquías dinásticas: los continos”, en Jesús Bravo (ed.). Espacios de poder: cortes, ciudades y villas (s. XVI-XVII), Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2002, pp. 339-380. Sobre una caracterización de este cuerpo en el reinado de los Reyes Católicos, véase Germán Gamero Igea, “Entre Castilla y Aragón. Los continos en el reinado de Fernando el Católico”, Poder, fisco y mercado en las ciudades de la Península Ibérica (s. XV-XVI) en prensa.

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cronología se encuadrará (aproximadamente) entre el fin de las grandes operaciones militares en Granada y la muerte de Rey Católico. 3. La fuerza de los lazos fuertes El artículo de Grannoveter sobre la fuerza de los lazos débiles supuso una ventana abierta a repensar la dimensión relacional en la Historia de las Cortes y en general de la política. Siguiendo su ya amplia estela, resulta muy enriquecedor combinar el papel de estos lazos con la dimensión más personalista que venimos analizando. Así pues, una de las dinámicas que hemos destacado en las páginas anteriores se refiere al control del séquito por parte de soberano, una cuestión de radiante actualidad en su día y que enfrentó directamente a Fernando con algunos de sus más preciados partidarios. Frente a ello, se alza la dinámica de las relaciones antidorales y la necesidad de combinar ambas. ¿Cómo dar salida a una situación en la que los lazos más estrechos puede suponer precisamente el problema? Conforme el “carisma” (léase propaganda) del rey y la situación política fue favoreciendo el liderazgo fernandino, la Corte comenzó a desarrollar nuevos canales de actuación. Ya hemos comentado que la inclusión de nuevos agentes políticos sería uno de los rasgos a tener en cuenta. La superposición de la familia política con la consanguínea sería otra de las dinámicas. A pesar de ser habitual en el desarrollo de las Cortes del Antiguo Régimen, esta última goza de algunas particularidades para el caso fernandino. La principal, o la que ha llamado la atención de los historiadores en mayor medida, es la coincidencia de este desarrollo con la ruptura de la línea dinástica “ideal” u originalmente planteada, es decir, la muerte del príncipe Juan. La influencia del partido fernandino en la Corte de su primogénito, aunque ha sido minusvalorada18, fue limitada. Tanto la cronología como el interés de su mujer en controlar la figura política del príncipe de Asturias y Gerona son argumentos más que consolidados en la historiografía para pensar en ello. Para el tema que nos ocupa, resulta muy interesante destacar una doble dinámica a la hora de observar esas relaciones de confianza y responsabilidad. En primer lugar, aquellos grandes cortesanos que se vieron inmersos en la competición por la gracia regia con la ampliación del séquito fernandino, recibieron los principales puestos de responsabilidad de un sistema cortesano que bien podemos considerar como una “galaxia de cortes”. Nos referimos a aquella de la reina Juana, la reina Germana, el infante Fernando, el arzobispo Alfonso o la virreinal de Nápoles. Así por ejemplo mientras que para el caso de la Corona de Aragón los De Espés y Gralla se posicionaron como cabeza del séquito de Germana19, los Enríquez transmitieron una mayordomía a los Marqueses de Denia y avanzaron hacia el control de la casa de la reina Juana. La familia Ferrer, con una amplia trayectoria a sus espaldas, destacó por sus puestos tanto en la Corte del príncipe Juan como, sobre todo, en la de la “reina y princesa” cumpliendo la delicada (para Fernando) labor de control del séquito de la reina, y

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Véase la relación nominal aportada en José Damián González de Arce, “Trabajar para el príncipe. Los salarios de los servidores en la casa del príncipe de Asturias y Gerona (Juan de Aragón y Castilla, 14781497)”, Anuario de Estudios Medievales, nº 39, 2, (2009), pp. 777-842, y Santiago Fabregat Barrios, [ed. lit.] Libro de la Cámara Real del Príncipe Don Juan, oficios de su casa y servicio ordinario, Valencia, Universitat de València, 2006. 19 ACA.RP.MR. Vol. 941, 4v y 21r.

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ampliando su presencia sobre este grupo20. Por otro lado, mucho más relevante parece la difusión de la influencia de aquellos oficiales tan queridos por Fernando: los secretarios y los gestores económicos. Tal es el caso de la familia Celdrán, hombres de confianza del Rey Católico (les encontramos presentes desde 1485-1486) y que diversificaron su presencia con la Escribanía de Ración de la Corte de los archiduques, príncipes herederos, y sobre todo en el séquito de la segunda consorte de nuestro monarca y el de Carlos V en sus primeros años de reinado21. También los miembros de la familia Alcaraz, descendientes del doctor de Toledo, físico de la reina Isabel, parecen tener un papel protagonista en esta dinámica. En cuanto a los secretarios su protagonismo es muy similar. Destaca por ejemplo la responsabilidad de Gaspar de Barrachina, hombre del rey y secretario de su hijo bastardo. Los Velázquez Climent, fueron secretarios del príncipe Juan y de Germana. Incluso un miembro de la familia de los Arinyo aparece en la documentación como secretario de esta última. Frente a esta situación, que podría ser ilustrada con más ejemplos de disponer de un mayor espacio, nos encontramos con otra en el seno de la Corte de Fernando II que ilustra un último ámbito de la intimidad fernandina sin el cual esta relación quedaría incompleta. Nos referimos a oficiales propios de sub-departamentos -valga la expresiónrelacionados con la Cámara que, o bien forman parte de la expansión de las familias dentro de la Corte, o bien monopolizan un determinado ámbito de la vida cortesana. En cuanto a los primeros, la referencia a algunos de ellos parece dentro de la lógica de las sociedades curiales. No causa sorpresa la elevada presencia de los linajes cortesanos en el grupo de los pajes (es más, podríamos apuntar incluso su discreta presencia, en términos relativos). También el grupo de los continos ofrece un amplio número de representantes, por causas muy similares. Sin embargo resulta un poco más sorprende la abultada presencia de familiares cortesanos entre los capellanes. Así, encontramos que la inmensa Capilla del Rey Católico se alimentaba en un porcentaje muy elevado de los parientes de los más diversos cortesanos. Baste señalar, por ejemplo, que el hijo de Menante de la Cabra, sastre, llegó a ingresar como mozo de Capilla del rey22. Esta abultada presencia plantea legítimas dudas acerca de la efectividad del cargo, pudiendo al menos proponer dos interpretaciones. En primer lugar, la consideración de algunas capellanías como una merced honorífica cuya presencia en la Corte debía ser cuanto menos esporádica. Se trataría más bien de un reconocimiento a su papel y al de su familia en el servicio regio que, una vez más, acercaba este oficio al de los continos. En otros casos, cuando podemos intuir la presencia continuada de estos capellanes, debe entenderse esta incidencia como una merced. Se trataría de oficializar una presencia anterior y una retribución por la misma. En cualquier caso siempre deberíamos considerarlo como un acceso a un ambiente que es personal del rey, y que procede de la cercanía (política o física) al soberano 23.

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Sobre la configuración de la Corte de la reina y princesa Juana véase Bethany Aram, “ La casa de la reina Juana”, en VVAA. Doña Juana, Reina de Castilla, Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 99-118. 21 Sobre su presencia en la Corte de Fernando II: ACA.RP.MR.Vol.838.Fol.288r; en la de Juana Bethany Aram, “ La casa de la reina Juana”, op.cit. ; en la de Germana de Foix (ACA.RP.MR.Vol.941.Fol.3r, así como los volúmenes , 911, 926 y 960); en la de Carlos I ACA. RP.MR, Vol. 912. 22 ACA.RP.MR.Vol.843.Fol.46v 23 Sobre la visión de la Capilla como un espacio “doméstico” del rey véase: María Narbona Cárceles, La corte de Carlos III el Noble, rey de Navarra: Espacio doméstico y escenario del poder, 1376-1415, Pamplona, Eunsa, 2006.

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Esta última cercanía más personal a la figura del rey y las relaciones antidorales y de empatía nos permiten adentrarnos en el último conjunto de oficiales que nos gustaría destacar. Así pues finalizamos estas páginas con un grupo que, a pesar de su estrecha cohesión interna no refutan, sino que incluso refuerzan, la dinámica cortesana que venimos comentando gracias al concepto de familiaridad que venimos comentando. Sorprende comprobar cómo, frente a esa dispersión de los grandes cortesanos, el entorno más personal del rey, aquel dedicado al ocio y a su custodia se fue haciendo cada vez más estrecho. Sin duda en cierta medida las peculiaridades de los cargos incidieron en esta dinámica. Los requisitos para ocupar el oficio de Montero de Espinosa, por ejemplo, hacían previsible una mayor conexión familiar entre sus integrantes. Otros, por el contrario, apuntan al trato continuado como una manera de promocionar y perpetuarse en los cargos. Es el caso de los monteros (familia Sendin) cazadores (los Chanz) y músicos (los Gaço) 24. No parece casualidad que sea el ocio regio en donde mejor podamos observar esta perpetuación y control en el oficio. Frente al peso político de los grandes nobles y secretarios, los oficiales encargados del asueto no tuvieron en la Corte de Fernando II un peso significativo en el discurrir político o incidencia en las facciones cortesanas25. La caracterización del oficio permitía por tanto una difusión mayor de las redes familiares. 4. A modo de conclusión Sentimientos de fidelidad y honor, de amor e ira, de justicia y deber, de dones y reciprocidad, regidos por ceremoniales más o menos desarrollados pero siempre convincentes. Esa es, en mi opinión, la sustancia misma de las relaciones establecidas por una pequeña pluralidad de universos aristocráticos que producían un orden estatal relativamente eficaz, a pesar de hallarse carente de algunas de las instituciones que solemos unir a la autoridad del Estado26.

La cita, del profesor Laliena Corbera, resume de manera magistral el objetivo que ha pretendido guiar estas páginas. Lo que más sorprende es la posibilidad de adaptar (casi a la perfección, tal vez con pequeños matices que aportar) una cita referida al siglo XI aragonés a la situación de la Península Ibérica en el tránsito del siglo XV al XVI. Sin duda la Corte es un espacio de gobierno. Pero es también un espacio de los reinos. En ella encuentran una vía de comunicación directa con el rey – más en el caso de Fernando II, al que se puede considerar como inicio de la tendencia absentista de los reyes de la Corona de Aragón-. Pero no dejaba de ser, igualmente, un espacio de sociabilidad, en donde la contraposición entre la dimensión personal del monarca y su faceta política no tiene cabida, sólo la respuesta ante unas situaciones que entendemos 24

Situaciones semejantes se viven en la Corte de la reina Isabel, por ejemplo, en donde John Edwards ya hablaba de “dinastías de cantores” al servicio de la reina John Edwards, Isabel y Fernando. Constructores de un régimen, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007. Y sobre la vinculación de Juana con los músicos flamencos que la acompañaban puede verse Miguel Ángel Zalama Vida cotidiana y arte en el palacio de la Reina Juana I en Tordesillas, Valladolid, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Valladolid, p. 366. 25 Téngase en cuenta que no hablamos de la Cámara en su conjunto, ni tan siquiera de los oficiales rectores de la misma. Por más poder que tuviese la familia Cabrero en ella (Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y Quinquagenas, Salamanca, Ediciones de la Diputación de Salamanca, 1989 [ Edición de Juan Bautista de Avalle-Arce] p. 282 y ss) la diversidad de los propios Mozos de Cámara y de personajes de la altura de Hernando de Vega fueron, cuanto mensos, un meditado contrapeso. 26 Carlos Laliena Corbera “La memoria real en San Juan de la Peña: poder, carisma y legitimidad en Aragón en el siglo XI”, Aragón en la Edad Media, nº19 (2006), pp. 309- 324.

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concéntricas, difícilmente liminares, y en buena medida trasversales. Incidir en la historia de las emociones dentro de la Corte tal vez nos permita conocer un poco mejor la visión de un gobierno no tan burocratizado como el contemporáneo, por más que lo consideremos moderno. En este breve trabajo tan sólo hemos tratado la dimensión más política de las emociones. Sin embargo queda todavía mucho por indagar para complementar el mosaico que, esperando en la documentación, emerge ante nuestros ojos.

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El origen de algunas de las acusaciones de trazas moras sobre dos linajes ibéricos modernos: los Cárdenas y los Braganza (ss. XV y XVI) The origin of some of the accusations of plans Moors on two modern Iberian lineages: the Cardenas and the Braganza (XV - XVI centuries) Carlos GONZÁLEZ REYES Universidad de Barcelona

Resumen: El Almirante y consejero de estado don Jorge de Cárdenas, V duque de Maqueda, nació en Elche en abril de 1584, fruto del matrimonio contraído entre don Bernardino de Cárdenas y Bragança, virrey de Cataluña y de Sicilia y doña Luisa Manrique de Lara, III y IV duques de Maqueda y de Nájera respectivamente. En 1593, con apenas 9 años fue abierto el proceso para concederle el hábito de la Orden de Santiago. A lo largo del mismo, los caballeros informantes recibieron varios datos que invalidarían por completo el proceso. Por lo visto, doña Joana de Bragança y doña Teresa Enríquez, abuela y bisabuela del almirante, tenían trazas moras y conversas. Tras las graves acusaciones uno de los caballeros encargados de las pesquisa, don Antonio de Pessoa, envió un informe final del Consejo de Ordenes a Felipe II para que decidiese si era posible conceder el hábito al joven Jorge. La intervención final del monarca fue la que hizo que se disipasen todas las dudas sobre el asunto. Con la aproximación al desarrollo del proceso, las dudas surgidas a lo largo del mismo, así como su realización pretendo abordar un caso concreto y complejo en la concesión de hábitos de las órdenes militares. El estudio del recorrido, el origen y relación de los testigos con las familias así como de los intereses que se encontraban detrás de las informaciones dadas nos advierten de las formas de descrédito utilizadas en la época como forma de romper alianzas o fortalecerlas en la esfera cortesana y política. Palabras clave: Hábito Santiago, expediente, Jorge de Cárdenas, limpieza de sangre, conversos Abstract: Admiral and State Councillor Jorge de Cárdenas, V Duke of Maqueda, was born in Elche in April 1584, of the marriage between Mr. Bernardino de Cárdenas and Braganza, Viceroy of Catalonia and Sicily, and Ms. Luisa Manrique de Lara, III and IV dukes of Maqueda and Nájera respectively. In 1593, when he was only 9years old, the process of investigation for the concession of the habit of the Order of Santiago began. During this process, the researchers discovered some information that invalidated the concession of the habit. Apparently, Joana of Braganza and Teresa Enríquez, grandmother and great-grandmother of the admiral, had Arab traces in their lineage. After these accusations, one of the knights responsible for the investigation, Antonio of Pessoa, sent a report to the Orders Council and to Philip II with his conclusions in order for the Monarch to decide if it would be possible to grant the habit to Jorge. With this approach to the development of the analysis of ‘purity’ of bloodlines and to the doubts of two of the most important lineages of the Iberian Peninsula, I want to focus on a specific case of an investigation process to grant a military habit. By studying the testimonies and the origins of those interviewed, their relationships with the two noble families, and their

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Carlos GONZÁLEZ REYES private interests, we can know the reasons for the accusations that were made. This serves to inform us about some of the different ways of discrediting in the Early Modern age, and their uses to strengthen or weaken alliances in the political and courtly spheres. Keywords: Habit of Santiago, expedient, Jorge of Cárdenas, ‘purity’ of bloodlines, converts

1. Introducción Entre 1576-1578 y a lo largo de 1593 la limpieza de sangre tanto de los duques de Braganza como de los duques de Maqueda, dos de las dinastías ibéricas más sobresalientes, se puso en cuestionamiento. La primera de la ocasiones fue cuando se intentó concertar el matrimonio de Isabel de Cárdenas y Braganza con Lorenzo Suárez de Figueroa, III duque de Feria. El segundo, cuando se inició el proceso de probanza de Jorge de Cárdenas Manrique de Lara, sobrino de la anterior, para la concesión del hábito de Santiago. Sin embargo, el hermano de éste último, Jaime de Cárdenas, VI duque de Maqueda, solicitó el hábito de Santiago en 1630 y en ningún momento de su expediente se hacía mención de las acusaciones que años atrás se habían vertido sobre sus orígenes familiares. El motivo por el que salieron a relucir a finales de la década de 1570 podía deberse a un juego de intereses orquestado por los Éboli para liquidar por un lado la influencia de la dinastía lusa en la corte en los momentos previos al conflicto por el trono portugués y para atacar a uno de los integrantes del bando cortesano contrario, los albistas. Para el caso de 1593, con la apertura del expediente, se puso de manifiesto que las acusaciones sobre trazas moras y el descrédito a un sujeto o su familia no solo podía tener peso viniendo de la corte, sino también desde los elementos más bajos de la sociedad. Analizando ambas situaciones de trazas moras y esclavas sobre algunos de los miembros de ambos linajes, la naturaleza de las informaciones que salieron a la luz y el determinado contexto familiar del momento intentaré demostrar que el descrédito y las acusaciones se estructuraban como una baza para promover o desmantelar alianzas políticas y clientelares. La obtención y uso de la información se utilizaba como instrumento político de primer orden. También, en la línea de los argumentos de Lambert-Gorge 1 , cómo los expedientes de probanza pasaron a convertirse en un instrumento de control social dentro del complejo entramado estamental y jerárquico de la Castilla de la segunda mitad del siglo XVI y la primera del siglo XVII. 2. La unión de las Casas de Bragança y de Maqueda Doña Joana de Bragança nació en Vila Viçosa en abril de 1521 siendo la primogénita del segundo matrimonio2 de don Jaime I de Bragança con doña Joana de Mendoça 3, dama de la Reina doña Leonor de Viseu. Durante su infancia y juventud permaneció en 1

Martine Lambert-Gorges, “Imágenes de la familia y la respetabilidad social a través de las encuestas de las órdenes militares (siglos XVI-XVII)”, en Hernández Franco J. (ed.), Familia y poder: sistemas de reproducción en España (siglos XVI-XVIII), Murcia, Universidad de Murcia, 1995, pp. 19-47. 2 Es sobradamente conocida por la historiografía portuguesa la controvertida muerte de la primera esposa de don Jaime I, doña Leonor de Guzmán, hija del III duque de Medina Sidonia. Las sospechas recayeron sobre el propio duque de Bragança, obligado a redimirse costeando la expedición de la Toma de Azamor, en 1513. 3 Era hija de don Diego de Mendoça, Alcalde Mayor de Moura y de doña Beatriz Soares de Albergaria.Recomendamos para saber más: Luciano Cordeiro de Sousa, A Segunda Duqueza, Lisboa, Livraria Ferin & Cª, 1892, pp. 229-262.

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la dicha villa, donde según Manuel de Brito, deán de la capilla del duque de Bragança, se la tenía por una joven “muy sabida y entendida4”. En 1550, casi con 29 años de edad y con una elevada dote de 65 mil cruzados fue prometida con don Bernardino de Cárdenas y Velasco, III marqués de Elche, hijo del virrey de Valencia, también de nombre Bernardino y II duque de Maqueda. Este matrimonio se inscribía en la política matrimonial seguida por la Casa ducal portuguesa durante la segunda mitad del siglo XV, estudiada por historiadoras como Mafalda Soares da Cunha, tendente a casar a sus representantes con miembros de la Casa Real de Avís o con grandes nobles tanto lusos como castellanos como estrategia de distinción5. Durante algunas temporadas, el recién estrenado matrimonio se estableció en Elche, uno de los estados más importantes de los Cárdenas. El padre del marqués, además, ocupaba en esos momentos el cargo de virrey de Valencia y él, en sus ausencias, el de virrey interino. Fue en el castillo de esa localidad donde el matrimonio vio nacer a sus tres hijos: Isabel (1551), Bernardino (1553) y Jaime (1555). Sin embargo, la desgracia sobrevino a la familia el 2 de agosto de 1557. Después de apenas siete años de matrimonio, falleció el marqués ahogándose en la Albufera que hay entre Elche y el mar Mediterráneo6. Tras esto, doña Joana decidió abandonar el Reino de Valencia e instalarse definitivamente en Torrijos. Tres años después, en 1560, falleció también su suegro. A partir de ese momento fu ella quien, en calidad de tutora del heredero menor de edad de la Casa de Maqueda, pasó a administrar la totalidad del patrimonio de los Cárdenas, uno de los más ricos y vastos de Castilla 7 . A pesar su enorme desgracia personal y su mala salud8, supo defender los intereses de su prole durante los siguientes años. 3. Las primeras sospechas de “trazas moras” sobre los Bragança Tras el fallecimiento de Gómez III Suárez de Figueroa, I duque de Feria, en 1571, su hijo don Lorenzo heredó todo el conjunto patrimonial de la Casa de Feria y parte de la de Priego. Nacido en 1559, fue educado bajo la estricta mirada de su madre, Lady Jane Dormer, antigua dama de la Reina María I de Inglaterra, y de su tío, del mismo nombre y posterior obispo de Sigüenza. A pesar de ello, dio muestras desde su juventud de ser galante y pendenciero hasta el punto de ser detenido en varias ocasiones por orden de

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Archivo Histórico Nacional [AHN], OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 1542, f. 38v. Mafalda Soares da Cunha, “Estratégias matrimoniais da Casa de Bragança e o casamento de do duque d. Joao IV” Hispania LXIV/1, 216 (2004), pp.42-43. De especial importancia para éste artículo: Mafalda Soares da Cunha, “From dukes to kings. Particular aspects of the development of the House of Braganza within the Iberian context (16th and 17thcenuries)”, en Gaetano Sabatini y Giuseppe De Luca (eds.), Growing in the shadow of an Empire. How Spanish Colonialism affected economic development in the Europe and in the world (XVIth-XVIIIthcenturies), Roma, Franco Angeli, 2012, pp. 299-318. 6 Onofre Ezquerdo, Nobiliario valenciano, Valencia, Biblioteca valenciana, 2001, pág. 99. 7 Juan Ramón Palencia en su artículo dedicado a los Mayorazgos de los Cárdenas del siglo XVI deja apuntado bastantes de las características económicas de los mismos. Juan Ramón Palencia Herrerón, “Estrategia patrimonial y jerarquía del linaje: los mayorazgos de la Casa Ducal de Maqueda en el siglo XVI”, HID 29 (2002), pp. 333-35. Además de ello, gracias a los documentos del Archivo de la Casa de Maqueda, sito en la Sección de Nobleza del AHN, se puede comprobar el considerable tamaño del conjunto de propiedades de la familia, que se extendía tanto por el Reino de Castilla como por los de Valencia y Granada. 8 Archivo General de Simancas [AGS], CCA, DIV, 15, 11, f.2v. 5

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Felipe II9. Sin embargo, ante la necesidad de un heredero que le sucediese, tenía que casarse. En 1575 fue acordado su matrimonio con doña Isabel de Cárdenas, contando con el beneplácito de doña Joana y Lady Jane 10. Sin embargo, tanto a don Lorenzo como a su tío les llegaron varios rumores a través de un caballero llamado don Rodrigo Manuel que acusaban a la futura suegra de don Lorenzo, doña Joana, de conversa. La denuncia, pasó a ser más grave cuando incluyó también a su difunto marido. Parecía ser que también el marqués había sido descendiente de una esclava mora. Según Manuel, las murmuraciones procedían de diversos nobles de la corte madrileña, de los que no quiso especificar el nombre11.Bajo mi punto de vista, se podría pensar que detrás de las acusaciones podrían estar los Éboli por su reticencia hacia los Braganza ¿Qué mejor forma que debilitar la unión haciendo difundir ese rumor? Con ello, podían conseguir que los Braganza no continuasen aumentando su peso en Castilla, en el marco de la posterior crisis sucesoria portuguesa. A partir de ese momento, los Feria empezaron a mostrarse reticentes a la unión matrimonial con los Cárdenas, especialmente el tío de don Lorenzo, por las sospechas que corrían por Castilla y por la propia Corte sobre la dudosa ascendencia de doña Isabel tanto por el costado de los Cárdenas como el de los Bragança. En el caso de la Casa castellana por la esposa del fundador del linaje, doña Teresa Enríquez (c.1450-1529), conocida por sus contemporáneos como la “La loca del Sacramento” por su devoción a la Eucaristía y las numerosas obras pías que promocionó12. Por la parte portuguesa, por doña Joana de Bargança, marquesa de Elche, ya que se decía que su abuela, doña Beatriz Soares de Albergaria (madre de Joana de Mendoça, duquesa de Bragança) era conversa [Fig.1]. Las habladurías alcanzaron tal dimensión que llegaron hasta el Real Monasterio de Guadalupe en la Navidad de 1576. En esas fechas Felipe II se encontraba allí reunido con su sobrino, el rey Sebastián I para tratar el asunto de la conquista de Fez. Ante la gravedad de las acusaciones, el Rey portugués encargó a don Juan de Ayala, caballero de Santiago, que investigase los orígenes de la duquesa de Bragança. Lo primero que hizo fue escribir a don Rodrigo de Mendoza, duque del Infantado y Gentilhombre de Cámara de Felipe II, que le remitió una relación de los ascendentes de doña Joana de Mendoça. En ella quedaba asegurada su limpieza. Sin embargo, para acabar de cerciorarse, el propio Ayala se desplazó hasta Madrid para reunirse con don Rodrigo e intentar averiguar los nombres de los nobles que habían extendido aquellas habladurías. Realizó el viaje en compañía del duque de Alba. Durante el camino, en una ocasión le preguntó cuál era su opinión sobre el asunto. Don Fernando Álvarez de Toledo le contestó de forma rotunda que estaba garantizada la limpieza de la sangre la familia ducal portuguesa. El motivo que aludió es que doña Isabel de Mendoça, hermana de la duquesa de Bragança, se había trasladado hacía años a la Corte madrileña sirviendo a la emperatriz Isabel. Cuando él la vio le pareció una dama bellísima, hasta el punto de querer casarse con ella 13 . Sin embargo, antes de 9

Juan Carlos Rubio Masa. El mecenazgo artístico de la Casa Ducal de Feria, Badajoz, Editorial regional de Extremadura, 2002, pp. 325-327. 10 Archivo Ducal de Medinaceli [ADM], Feria leg. 44, ramo 1, n. 1. 11 AHN, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 1542, f. 80r. 12 No me detendré a analizar la figura de doña Teresa. Recomiendo para saber más sobre ella: Manuel de Castro y Castro, Teresa Enríquez, la “Loca del Sacramento” y Gutierre de Cárdenas, Toledo, IPIET, 1992, pp. 14-22. En la misma obra aparece también explicitado largamente el motivo del motivo por el que fue designada con ese apodo, que le otorgó el Papa León X a causa de su extrema devoción al Sacramento de la Eucaristía (159-223). 13 AHN, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 1542, f. 79r.

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cortejarla, procedió a realizar “las diligencias necesarias para informarse de su limpieza, y halló ser limpia14”. No obstante, cabe pensar que los Cárdenas estaban vinculados a la facción de los Alba en la Corte. Felipe II tuvo que intervenir personalmente en el asunto garantizando, para la tranquilidad de los Feria, que ni en la familia Bragança ni en la de los Cárdenas había tacha alguna de judío o converso. Finalmente, el matrimonio entre doña Isabel y el duque de Feria se acabó celebrando dos años más tarde de lo pactado, en 157715. Este primer episodio Este hecho demuestra cómo las acusaciones, en esta primera ocasión, no venían del bando albista de la Corte, más bien al contrario, el propio duque había dado testimonio de la limpieza de los Braganza. ¿Se puede pensar que lo hacían desde sectores ebolistas? Bajo mi punto de vista me vuelvo a reafirmar. Otra razón que lo apoya es que en esas fechas, los príncipes de Éboli hicieron conocedor a Felipe II de los problemas que habían tenido con los Cárdenas por motivos del matrimonio de su hijo Diego con una Cárdenas y posiblemente hicieron también acusaciones al Rey de que don Bernardino III, cabeza de laCasa, apoyaría la causa de los Braganza, familiares suyos, especialmente Catalina de Bragança en las pretensiones al trono portugués16. La influencia aún palpable de los Éboli hasta la caída de Antonio Pérez y de la Princesa ya que consiguieron que el duque Bernardino III fuese desterrado de Castilla por traición. Ante este hecho, se retiró a Vila Viçosa durante unos meses. Sin embargo, regresaría a Castilla solicitando poder estar encarcelado en el castillo de Tordesillas para evitar que su destierro en la villa portuguesa diesen pie a habladurías que pudiesen reafirmar la traición de la que lo acusaban los Éboli y debilitase su fidelidad a Felipe II. En 1580, sofocado el asunto de la sucesión portuguesa y con la ascensión de los albistas, fue perdonado por el Rey. Para esas fechas don Bernardino III, de 27 años de edad, pesar de ser el único heredero, tan siquiera se ocupaba en esas fechas de la gestión de su patrimonio, que seguía estando bajo la administración de su madre. A pesar de esa actitud despreocupada, tuvo que casarse para garantizar la sucesión. La esposa escogida fue doña Luisa Manrique de Lara, hija del IV duque de Nájera, entonces virrey de Valencia17. En esta ocasión, ante la forma que fue zanjado el asunto del matrimonio de doña Isabel con don Lorenzo por parte de Felipe II, no hubo ningún tipo de objeción por parte de los Manrique. De esta unión nacieron 7 hijos. Doña Joana de Bragança únicamente conoció a Bernardino (1581), a Jorge (184) y a Jaime Manuel (1586). Alejada de la Corte y retirada definitivamente en sus estados de Torrijos, falleció en octubre de 1588, a los 67 años; dejando un patrimonio aún más acrecentado del que había tenido que hacerse cargo tras morir su esposo y su suegro. Fue sepultada en el Monasterio de las 14

Ídem, f. 79v. Gaspar Muro y Antonio Cánovas del Castillo, Vida de la princesa de Éboli, Madrid, Librería Mariano Murillo, 1877, pág. 183. 15 La unión duró apenas tres años por el fallecimiento de doña Isabel. Unos meses más tarde, también expiró la propia duquesa de Bragança y su hijo Jaime. De ese modo, doña Joana vio como en 1580 desaparecían dos de sus tres hijos y su madre, de la que se habían vuelto a poner en entredicho sus orígenes en los últimos años de su vida. Únicamente le quedaba su hijo don Bernardino. 16 Gaspar Muro y Antonio Cánovas del Castillo, Vida de la princesa de Éboli, Madrid, Librería Mariano Murillo, 1877, pág. 183. 17 Fue virrey entre 1578 y 1580, v. María de los Peligros Belchí. Felipe II y el virreinato valenciano (1567-1578) La apuesta por la eficacia gubernativa, Valencia, Biblioteca valenciana, 2006, p. 215. 14

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Concepcionistas de Torrijos18, hacia el que tan vinculada había estado y tanto había dotado. Al poco tiempo de fallecer, su hijo Bernardino III fue designado virrey de Cataluña (1592-1596) y, años más tarde, de Sicilia (1596-1601). Su nieto mayor, también de nombre Bernardino, falleció en Barcelona, en 1596, cuando su padre aún ejercía como Lugarteniente en el Principado. El segundo, don Jorge sería el que posteriormente heredaría el inmenso patrimonio de los Cárdenas tras la muerte de su padre en Palermo, en 1601. En 1593, cuando tan solo contaba con nueve años y aún vivía su hermano mayor, su padre pensó que para mejorar su destino de su segundo hijo, podría solicitar para él la concesión del hábito de la Orden Santiago19. Felipe II, por la estima que tenía a don Bernardino –lejos habían quedado los incidentes de años atrás con los Éboli- accedió a que se abriera la investigación pertinente para valorar si era posible o no concedérselo. Lo que ninguno de ellos sabía es lo que ese expediente iba a poner de nuevo en entredicho20, ahora con pruebas y testimonios, las sospechas sobre la no limpieza de buena parte de la casa Bragança y de los Cárdenas. 4. El proceso para la concesión del hábito de Santiago a don Jorge 4.1. La primera fase de la investigación. Castilla y Portugal Los interrogatorios empezaron en la villa de Valencia de Don Juan el 18 de julio de 1592 y posteriormente continuaron en la Villa de Peñafiel, donde todos los testimonios dieron fe de que el costado materno del aspirante, el de los duques Nájera y de los condes de Ureña eran tenidos “por limpios 21 ”, “sin ningún género de bastardía 22 ”.También restaba asegurada su consideración de “cristianos viejos 23 ” sin “mescla de judíos, moros, ni conversos, en ningún grado24”. A su vez, buena parte de ellos dejaron constancia que hasta el cuarto grado de parentesco, los Manrique no habían sido “acusados ni penitenciados por el Santo Oficio25”. Mientras tanto, en la villa de Madrid a primeros de julio de 1592, al también caballero profeso de la Orden, don Antonio Pessoa, se le encargaría de investigar el costado paterno de don Jorge, tanto a los Cárdenas como a los Bragança. Empezó por el linaje portugués, de ahí que se dirigiese a la frontera lusa y a 20 de agosto de 1592 ya se encontrase en Villaviciosa, estado patrimonial de los duques. Concretamente fueron 20 vecinos a los que tomó testimonio, entre ellos clérigos, caballeros, damas y personas corrientes. La investigación empezó con normalidad, con los testimonios de vecinos como Pedro de

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El actual monasterio fue erigido a mediados del siglo XX. El anterior fue prácticamente destruido, desapareciendo todas las tumbas de los miembros de la Casa Ducal. Únicamente se puede conocer como era el Panteón donde estaban sepultados, entre ellos doña Joana, gracias a una obra que realizó en 1787 del cartógrafo Tomás López. Algunos huesos recuperados fueron enterrados frente al altar de la Colegiata del Santísimo Sacramento.BNE, MR/2/036 “Adlas Portatil y Geographico de la Península de las Españas é Islas Adjacentes. Dispuesto por Dn. Tomás López en 1757”, ff. 4r-5v. 19 El proceso se alargó y complicó tanto que llegaron a gastarse más del dinero depositado para las pruebas, siendo un total el coste del expediente de más de 330 ducados de plata. 20 Raquel Sánchez Ibáñez, “los «hijos de un reconciliado»: el conflicto ennoblecimiento de los PrietoLisón de Murcia (1618), en J. Hernández Franco (ed.), Familia y poder… op.cit., pp.171-184. 21 AHN, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 1542, f. 14r. 22 Ídem, f. 15r. 23 Ídem, f. 16v. 24 Idem, f. 17 v. 25 Idem, f. 14v.

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Almeyda o Custodio Rodrígues 26 , que certificaron que la abuela de don Jorge, la marquesa de Elche había sido “muy ilustre por ser de sangre real por ser los duques de Bergança muy cercanos de los Reyes de Portugal 27 ”. También aludieron a la “muy noble sangre28” de doña Joana de Mendoça, madre de doña Joana, por ser los Mendoza de los linajes de más prominentes tanto de Castilla como de Portugal. Sin embargo, fue el tercero de los testimonios, el de la viuda Catalina Sarmiento, quién hizo levantar las primeras sospechas. Según parece: “Había oído decir en sus mocedades a algunas personas que ya son difuntas que la duquesa de Berganza que se llamó doña Joana tenía una raza de mora por parte de su madre que se llamaba doña Beatriz Suarez, que fue esposa de fulano de Mendoza que aunque se llamo Mendoza era 29 tenido por portugués ”.

Ante tales sospechas, don Antonio se dirigió ese mismo día a entrevistar al deán de los Bragança, que garantizó la limpieza de los Mendoça era completa 30 . Ante la poca información proporcionada y lo poco neutral testimonio, se encaminó a entrevistar al día siguiente, 23 de agosto, a don Juan de Tovar. A pesar que tenía dos encomiendas por parte de don Teodosio, se mostró menos cauto que Brito. Al ser preguntado sobre las posibles trazas moras de doña Joana de Mendoça comentó que había oído “a unos ruines y baladíes que lo decían con algún odio por ser Francisco de Mendoça, alcalde mayor de Mourão, sobrino de la duquesa de Braganza. De ahí que algunas personas le quieran calumniar 31 ”. Dicho esto, añadió que ya en vida el propio Francisco de Mendoça había sido conocedor de esos rumores que corrían acerca de su familia. Ese fue el motivo por el que fue en busca del caballero Antonio de Lima, alcalde mayor de Guimarães, que había escrito un libro sobre los principales linajes de Portugal32. Otro de los interrogados, Sebastián de Sousa, mencionó también la consulta del libro de linajes por parte de don Francisco de Mendoça. En este caso, dando más datos puesto que afirmó que después de entrevistase con Lima, don Francisco “vino muy satisfecho porque halló ser mentira lo que se decía por gente malintencionada 33 ”.Pessoa, confundido ante la poca unanimidad y claridad de los testimonios, fue a entrevistar a un caballero de la villa, don Antonio Mouro. Éste le aportó una de las pistas más reveladoras de toda la investigación: “Andando de amores el duque de Braganza con doña Joana cuando era dama en palacio, le cantaba una copla que decía: moura ela e mouro eu, e morra quem una lanzada me deu y se 34 entendía que el duque le hizo esta copla por venir ella de aquella raza ”.

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Este vecino era natural de Borba y afirmó en su testimonio que fue uno de los acompañantes del séquito de doña Joana desde Vila Viçosa hasta el Real monasterio de Guadalupe, donde maridó en 1551 con el marqués de Elche. AHN, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 1542, f. 34v. 27 Idem, f. 33r. 28 Idem, f. 35v. 29 Idem, f. 37v. 30

Idem, f. 38r.

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AHN, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 1542, f. 39v. 32 Existen tres ejemplares, de diferentes periodos, del libro Linhagens de Portugal de don António de Lima, entre ellos el manuscrito original en el Catálogo en la Biblioteca Nacional de Portugal (BNP), Ref. COD. 981. 33 AHN, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 1542, f. 43v. 34 Idem, f. 41r.

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4.2. Las pesquisas, de nuevo, en Castilla Ante la diversidad y lo controvertido de las informaciones de los testimonios interrogados, Pessoa decidió volver a Castilla. Tenía que ocuparse también de investigar los costados de los Cárdenas, duques de Maqueda. Una vez hecho esto, creyendo que sería tarea fácil, volvería a Portugal para seguir indagando sobre la segunda esposa del duque de Bragança. La primera parada la hizo en Medina del Campo. Ya en el primer testimonio, el de Francisco Vázquez de Cepeda, se vertieron acusaciones sobre trazas moras sobre la esposa del fundador de la Casa Ducal, la citada doña Teresa Enríquez. Por lo visto, a pesar de su vida ejemplar dotando iglesias y fundado monasterios, había sido “hija del almirante [de Castilla] y una mujer morisca35”.Cepeda también recordó al investigador un episodio que había tenido lugar en 1550 cuando se conoció públicamente el compromiso del marqués de Elche con doña Joana de Portugal. El párroco Bartolomé Fernández de Tapia alertó en aquella fecha al duque de Maqueda del agravio que cometía al casar a su hijo con una “conversa”; nieta del alcalde de Morón que “no tenía muy buen nombre” y al que “le alcançaban traças moras36”.Además de toda esta información, don Francisco relató a Pessoa un tercer episodio aún más revelador que los anteriores. En el tiempo que doña Joana estaba viva, se presentó ante ella un caballero portugués que le informó que debía probar su limpieza de sangre. Ante tal acusación, la marquesa reaccionó diciendo “no tengo que responder, que los Reyes de Portugal lo harán por mí37”. Varios testimonios más interrogados por Pessoa en Medina del Campo dijeron no saber nada sobre el asunto y otros tantos aseguraron que a los Bragança y a los Cárdenas se los tenía por limpios. Cuando fue interrogado el anciano don Diego de Torres Gamboa, caballero de Santiago, mencionó que asunto del matrimonio de doña Luisa de Cárdenas y los problemas que hubo en aquél entonces “el Rey nuestro señor se metió de por medio y declaró que en aquella parte había limpieza38”. A pesar de ello, aseguró que algunos principales caballeros de Toledo, de los que no daba el nombre, siguieron sin querer tratar a doña Joana porque “le alcançaba buena parte de mora o mulata”39.Incluso otro de los testimonios posteriores llegó a afirmar que la marquesa había sido objeto de burlas tanto en la Corte como en Toledo por sus dudosos orígenes. Recopilada la información en Medina del Campo, Pessoa se trasladó posteriormente a Torrijos, donde la mayor parte de los testimonios se mostraron prudentes a la hora de hablar de los orígenes de sus señores. Varios de ellos explicaron que las sospechas sobre Teresa Enríquez eran fundadas; que el dicho Almirante que se había encargado de extender aquél rumor para proteger el verdadero nombre de su amante –una gran dama noble-. Respecto a las acusaciones contra doña Joana, las negaron, asegurando era completamente limpia y no había mayor muestra de ello que la confirmación de Felipe II cuando se realizó el matrimonio de su hija con el duque de Feria. 4.3. Los últimos testimonios portugueses y la pistas del Inquisidor don Lope

35

AHN, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 1542, f. 51v. Idem, ff. 52v-53r. 37 Idem, f. 53v. 38 Idem, f. 56r. 39 Idem, f. 56v. 36

50

EL ORIGEN DE ALGUNAS DE LAS ACUSACIONES DE TRAZAS MORAS…

En noviembre de 1592, Pessoa se encontraba de nuevo en el Reino de Portugal, tras una serie de entrevistas con el Inquisidor del Reino y de hacerse con el propio libro de Linagens, siguió sus pesquisas finalmente encontró una escritura que resultaba clave. Se trataba de un pleito de 1527 entre los descendientes Fernando Soares de Albergaria, antepasado de doña de Braganza. En una parte del mismo se explicitaba: “Señor, Diego Diez, Caballerizo y hermano de leche de Diego López de Lima hago saber a v.m. como una María que es abuela de la fue la señora duquesa de Berganza que hoy es, fue hija de Gonzalo Fernández (...) Fue secuestrada por Fernando Soares de Albergaria que la hubo en su poder mucho tiempo y de la que hubo hijos e hijas, conviene a saber (...) doña Beatriz, 40 mujer de don Diego de Mendoza y madre de la duquesa de Berganza” .

Recopilada toda la información contradictoria tanto en Portugal como en Castilla, incluida una copia de la propia escritura, el incansable y perseverante don Antonio de Pessoa volvió a Madrid en enero de 1593. Una vez allí, remitió la documentación de la dilatada investigación en un memorial que envió al Consejo de la Orden de Santiago 41. Junto a él, fueron revisados también los que habían enviado don Alonso de Guzmán y el licenciado Esteban Nájera sobre el costado materno de Jorge. Tras ser estudiados, los encargados de emitir el informe sobre la veracidad de las informaciones hicieron saber a Felipe II de las contradicciones que habían existido entre los diferentes testimonios y las grandes dudas que existían sobre los orígenes de cristiandad del pretendiente, a pesar de disponer pruebas tan concluyentes como la propia copia de la escritura. De nuevo, el monarca veía como se había vuelto a poner en entredicho no solo la limpieza de los Bragança, sino también la de los propios duques de Maqueda. Finalmente, el Monarca, teniendo en cuenta que los Bragança eran unos de sus más estrechos aliados en la península, disipó todas las dudas considerando que no había traza alguna ni en ellos. También lo hizo respecto a los Cárdenas, considerando que las acusaciones sobre Teresa Enríquez no eran ciertas ya que así lo había probado su devoción cristiana. Finalmente, a pesar de las maledicencias y gracias a la intercesión del rey don Jorge recibió el hábito de Santiago. 5. Conclusiones Realizar una aproximación al estudio de los sucesos ocurridos entre 1576-1578 y al proceso de concesión del hábito a don Jorge de Cárdenas en 1593 me ha servido para reafirmar la idea que ya había señalado al principio: lo influyente de las acusaciones de conversión en la época moderna. En el primero de los casos, el del matrimonio de Isabel de Cárdenas con el duque de Feria, las acusaciones sobre ambos linajes procedían de la corte y trataban de debilitar una posición social. La relación de ebolistas y albistas fue un elemento determinante en la difusión de los rumores que actuaron como un arma de descrédito de primer orden a nivel cortesano. En el segundo de los casos, el del expediente de probanza de don Jorge de Cárdenas, he intentado demostrar cómo la apertura de un proceso de concesión de un hábito y la realización de las pesquisas que servían 40

AHN, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 1542, f. 108v. Para saber cuál era el proceso que se seguía en el Consejo de la Orden de Santiago después de haber recibido los memoriales de los investigadores recomendamos: María Jesús Álvarez-Coca González, “La concesión de hábitos de caballeros de las Ordenes Militares: procedimiento y reflejo documental”, Cuadernos de Historia Moderna, 14 (1993), pp. 286 y ss. 41

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teóricamente para obtener un prestigió, hacían que se diesen a conocer toda una serie de acusaciones públicamente. Estas alcanzaban no solo sobre el aspirante, sino también a su familia y a sus redes clientelares y podían ir desde el descrédito al honor como al cuestionamiento de la limpieza del linaje de pertenencia. En muchos casos, como el que aquí he tratado, los expedientes de órdenes permitían que las acusaciones de los cuadros medios y de los niveles más bajos pudiesen llegar a tener entidad suficiente para perjudicar a un gran personaje de la Corte. Ello evidencia, desde un enfoque micro histórico, no solo la posibilidad de obtener el descrédito de las altas esfera, sino también en un nivel más bajo, entre las redes clientelares más básicas (criados, servidores, etc.) que afectan al pretendiente. De ese modo, he intentado resaltar que mediante el conocimiento de las relaciones de la familia del aspirante con los entrevistados resulta posible acercarse a la estructuración de las redes clientelares y a la neutralidad o no de los testimonios. El análisis del caso de don Jorge demuestra cómo no es tan importante el individuo, un muchacho de 9 años a quién prácticamente ninguno de los entrevistados conoce y hasta entonces sin méritos, como los grupos dos familiares a los que pertenece de quien sí dicen “haber oído” o “haber conocido” a padres y abuelos y abuelas. Asimismo, también me gustaría concluir que durante el período en el que se realizan las pruebas, la segunda mitad del siglo XVI, en las órdenes militares empieza a ganar importancia la línea de transmisión materna, a diferencia de únicamente la paterna en los expedientes de la primera mitad del siglo XVI. De ahí que este tipo de documentación pueda ser considerada como un potente mecanismo de control por parte de la religión para vigilar las conductas y evitar la alteración del orden social ya que se amplía la base de familiares que se investiga (ascendencia materna). Ello me lleva a considerar que, hasta cierto punto, ha aumentado el papel de la mujer en la transmisión de valores. Tal y como se ha visto líneas atrás, el segundo matrimonio de Jaime I de Braganza no fue por cuestiones de estrategia política o militar, más por cuestiones de carácter personal. A pesar de ello, doña Joana de Mendoça se convirtió en un elemento clave también en cadena de descendencia, en una también portadora de la limpieza del linaje al que se ha unido. El matrimonio, por lo tanto, se constituye también como una unión a preservar que no altere el funcionamiento esencial del estamento de pertenencia. En consecuencia, ambos ejemplos me han servido para poner sobre la mesa como las dudas de limpieza actuaban como verdadero aspecto influyente en que las alianzas entre las diferentes facciones de la nobleza castellana y lusa. Dichas alianzas permeaban con facilidad en función de los intereses personales y en la Corte. De ahí que la acusación de trazas moras, en este caso para los Bragança y los Cárdenas (aunque extrapolable al resto de linajes tanto de la nobleza como la oligarquía, se convertía en un verdadero descrédito y en una arma clave para acabar con una posible unión no beneficiosa para algunas determinadas personas o sectores. Por último, no quería olvidarme de señalar que al recurrir al expediente de Jaime de Cárdenas Manrique de Lara, en 1630, hermano de don Jorge, tan solo tiene 14 folios. No hay mención alguna a trazas moras; era otro el contexto y la posición de ambas familias y, claro está, la pervivencia y fuerza del rumor, que acaba siempre desvaneciéndose.

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EL ORIGEN DE ALGUNAS DE LAS ACUSACIONES DE TRAZAS MORAS…

Fig. 1 Ascendencia de don Jorge de Cárdenas y Manrique de Lara, IV duque de Maqueda, gracias al libro de António de Lima, la escritura de 1521, las obras de Salazar y Castro. Todo ello corroborado también por A. Gaetano de Sousa y por la documentación del libro 36 de la Cancillería del Rey don João IV sita en Arquivo Nacional da Torre do Tombo. Elaboración del autor, 2015.

Gutierre de Cárdenas, consejero de los Reyes Católicos

Bernardino de Cárdenas, III marqués de Elche

Bernardino de Cárdenas, II duque de Maqueda (1490-1560)

Diego de Cárdenas, I duque de Maqueda (c.1580- 1542)

(1448-1503)

Alonso III Enríquez, II conde de Melgar y almirante de Castilla

Teresa Enríquez, "La Loca del Sacramento"

(c. 1432-1485)

(c. 1450-1529)

¿Esclava mora? En realidad: María de Alvarado y Villagrán

Mencía Pacheco, Señora de Riaza

(1521-1557) Isabel de Velasco Bernardino de Cárdenas, III duque de Maqueda

Alonso Hurtado Jaime I, IV duque de Bragança

(1553-1601) Jorge de Cárdenas, IV duque de Maqueda

Joana de Bragança

(1479-1532)

Diego de Mendoça, alcalde mayor de Mourão Beatriz de Villaragut

(1521-1588)

(1586-1629)

Joana de Mendoça Luisa Manrique de Lara, V duquesa de Nájera

Pedro Manrique de Lara, IV duque de Nájera

(1558-1627)

(1533-1600)

(c. 1502-1580)

Fernando Soares de Albergaria , señor de Prado Beatriz Soares de Albergaria

¿Esclava mora? En realidad: Maria Fernandes

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A hombros de gigantes: la Casa de Bascuas (Arzúa) y su relación con la vieja nobleza medieval de Galicia (siglos XV-XVI) Standing on the shoulders of giants: the House of Bascuas (Arzúa) and its relationship with the old medieval nobility of Galicia (XV-XVI centuries) Iago RODRÍGUEZ PALMEIRO Universidad de Santiago de Compostela Resumen: Como en otras muchas situaciones constatadas por la bibliografía, la nueva hornada de nobles gallegos conocida como fidalguía o hidalguía, se formó en numerosas ocasiones a la sombra de la vieja nobleza medieval, que había perdido pujanza en los primeros compases de la Edad Moderna, debilitada por la Revuelta Irmandiña. Andado el tiempo, el absentismo de los viejos linajes favoreció la irrupción de los nuevos, impulsados por su intervención en el mercado de la tierra, una exitosa reproducción social y el progresivo control del poder local. El ejemplo que presentamos, extraído de nuestras investigaciones con fondos privados de la baja nobleza del noroeste peninsular, viene a confirmar estas antiguas trabazones y pone de relieve el elevado grado de movilidad de la sociedad gallega del momento, del que la hidalguía fue claro paradigma. Palabras clave: Nobleza, familia, siglo XVI, genealogía, reproducción social. Abstract: As in many other situations confirmed by the bibliography, the new batch of Galician nobles, known as fidalguía or hidalguía, was formed on numerous occasions in the shadow of the old medieval nobility, who had lost strength in the early stages of the modern age, weakened by the Irmandiño Wars. Passed the time, the absenteeism of old lineages favoured the emergence of the new, driven by their intervention in the land market, a successful social reproduction and the progressive control of local power. The present example, drawn from our research with private sources of the lower nobility of northwest Spain, confirms these ancient assemblies and emphasises the high degree of mobility of the Galician society, of which the nobility was a clear paradigm. Keywords: Nobility, family, sixteenth century, genealogy, social reproduction.

1. Introducción y objetivos Pese a ser un grupo social bien conocido, la hidalguía gallega esconde ciertas sombras que no han sido dilucidadas todavía. Su conexión con la vieja nobleza medieval, forjada durante el siglo XV a caballo entre dos edades, ha resultado una suerte de tierra de nadie, demasiado tardía para los medievalistas y muy anticipada para los modernistas compostelanos. No obstante, en el discurrir de la centuria 1 operan cambios muy 

Este trabajo se inscribe en el marco del proyecto “El monte comunal en Galicia desde comienzos de la Edad Moderna a la actualidad: de soporte de un viejo complejo agrario a recurso medioambiental y patrimonio paisajístico, código: HAR2014-52667-R”, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. 1 Una etapa, no obstante, bien conocida en otros aspectos: José García Oro y María J. Portela Silva, “Galicia y el Bierzo en el siglo XV: de puentes a fronteras (las luchas de los condes de Lemos por el

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Iago RODRÍGUEZ PALMEIRO

importantes que condicionarán el futuro de la sociedad galaica. La tempestad que desataron las revueltas Irmandiñas tuvo un efecto demoledor en la vieja nobleza, amplificado por la política de los Reyes Católicos, dispuestos a acabar, sea como fuere, con las arbitrariedades y el bandidaje de los levantiscos caballeros del noroeste peninsular. Fue en este belicoso período cuando un número nada desdeñable de individuos dieron los primeros pasos para ocupar el lugar que los antiguos nobles dejarían atrás, alejados de su tierra por la voluntad real, enriquecidos en puestos imperiales. Andado el tiempo, en la centuria siguiente 2 , hombres de toda condición (escuderos, clérigos rurales, escribanos…) comenzarían una frenética actividad comercial, amparada las más de las veces por los grandes rentistas (monasterios, mitras…) que desembocaría en la vinculación de todos sus bienes y el establecimiento de linajes de nuevo cuño. En este ascenso tuvieron mucho que ver la caída de la vieja nobleza, la reorganización de los patrimonios eclesiásticos (arrasados y usurpados por los implacables caballeros durante el período anterior) y una favorable situación económica. Como bien apuntaba Martínez Barbeito3, todo historiador que aborde el estudio de la hidalguía gallega se topará frecuentemente con una barrera insalvable en torno al siglo XV. Las huellas de nuestros protagonistas se desvanecen progresivamente hasta perderse en el tiempo y los árboles genealógicos originales sugieren raíces muy dudosas que no resisten una pesquisa concienzuda. Esto es así porque el grupo como tal comienza a despuntar en el siglo XVI, mientras que en la centuria anterior todavía no ha comenzado a formar sus patrimonios ni a destacar socialmente. En la presente comunicación nos disponemos a exponer un caso que hemos investigado recientemente, como parte de nuestra tesis doctoral: la formación de la Casa de Bascuas, un notorio solar hidalgo ubicado en el ayuntamiento de Arzúa (provincia de A Coruña). Su origen se remonta a una gran familia de la Baja Edad Media galaica, los Seixas de Narla, que señoreaban diversos territorios del interior de la comunidad. A lo largo del texto mencionaremos, a modo de introducción, algunos documentos medievales que marcan la evolución del antiguo linaje y estableceremos el nexo de unión entre ambos colectivos. Con ello, pretendemos arrojar un poco más de luz sobre los inciertos inicios de este grupo social, tan relevante en la Galicia moderna.

dominio de El Bierzo)”, Grupo Filatélico y Numismático de Noia, [separata], Noia, 2011; Francisco Pérez Rodríguez, O Mosteiro de Melón no século XV, Ourense, Diputación Provincial, 2007; José García Oro, “Bispos e cabaleiros na Galicia do século XV”, Murguía, 9 (2006), pp. 33-38. Fernando Acuña Castroviejo y Sabela Pérez Concheiro (eds.), Os Capítulos da Irmandade: peregrinación e conflito social na Galicia do século XV : Catedral de Lugo, capela do Pilar, Sala municipal Uxío Novoneyra, Lugo, 4 agosto-28 outubro, 2006, Santiago, Xunta de Galicia, 2006; Gonzalo F. Fernández Suárez, La administración del Condado de Ribadavia en el siglo XV: organización político-judicial, hacienda, Santiago, Universidade de Santiago, 2004; Anselmo López Carreira, A Cidade de Ourense no século XV: sociedade urbana na Galicia baixomedieval, Ourense, Diputación Provincial, 1998; María del Carmen Sánchez Carrera, El Bajo Miño en el siglo XV, el espacio y sus hombres, A Coruña, Fundación Barrié de la Maza, 1997; Fernando Lojo Piñeiro, A violencia na Galicia do século XV, Santiago, Universidade de Santiago, 1991. 2 Ramón Villares Paz, La propiedad de la tierra en Galicia, Madrid, Siglo XXI, pp. 77-80. 3 Carlos Martínez-Barbeito y Morás, “Noticia genealógica de D. José Cornide”, Armería y Nobiliario de los Reinos Españoles, [separata], Madrid, 1959, pp. 3-23.

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A HOMBROS DE GIGANTES: LA CASA DE BASCUAS …

2. Fuentes y metodología El fondo empleado para la redacción de este trabajo está custodiado en el Arquivo Histórico Universitario de Santiago [AHUS], en su sección de Archivos Familiares4. Lleva por nombre “Seijas de Bascuas” y se divide en tres subsecciones correspondientes a líneas diferentes: Bascuas, Coruña y Paizás, de las cuales hemos analizado solamente la primera. La subsección de Bascuas consta de 18 mazos de documentación que cubren toda la historia de la Casa de Bascuas, desde el siglo XVI hasta el XVIII. No obstante, por el momento, sólo 7 de ellos están disponibles para la consulta, referidos esencialmente a los comportamientos sociales del grupo. En el siguiente cuadro podemos ver sus características: Tabla 1: Organización del Archivo de la Casa de Bascuas (7 cajas, siglos XVI-XVIII) Mazo/Caja

Piezas

Documentos

Descripción

1

22

65

Fundaciones, testamentos, dotes y partijas y mejoras

2

29

57

Ídem

3

6

10

Id.

4

8

13

Id.

5

3

3

Id.

6

4

6

Fundaciones, regalías, pleitos del beneficio de Rendal

7

7

9

Regalías, capillas en Rendal y Ourense, tarimas, sepulturas, misas, escribanías, patronato en varias parroquias, hidalguías.

Fuente: AHUS, Archivos Familiares, S.B., Bascuas, Cajas 1-7

Como muestra la Tabla 1, la mayor parte de las escrituras concentradas en estas cajas responden a los intereses familiares y sociales de los Seixas de Bascuas. Se trata, esencialmente, de testamentos, dotes, partijas, fundaciones y mejoras, que, con la ayuda de la bibliografía especializada, nos han permitido reconstruir el árbol genealógico en su totalidad y las estrategias de reproducción social llevadas a cabo para perpetuar la estirpe a lo largo del tiempo. El conjunto se estructura en tres niveles descriptivos: cajas, piezas y documentos. Existe una organización pretérita realizada, posiblemente, por algún archivero decimonónico, que da coherencia a la ingente cantidad de escritos albergados. La ordenación efectuada por el Arquivo Histórico Universitario de Santiago ha respetado el esquema original (con pequeñas alteraciones) y el resultado es en extremo 4

Para una reflexión sobre las características y utilidades de este tipo de archivos, vid. Iago Rodríguez Palmeiro, “Los archivos familiares y la historia rural. Revisión historiográfica y perspectivas de futuro” [en prensa].

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positivo para el investigador, que se encuentra con muchas facilidades al acercarse a la historia de esta familia a través de su rastro documental. 3. Los primeros pasos de los Seixas Los orígenes del linaje que moró un día estas estancias se remontan a la poderosa y esclarecida familia gallega de los Seyxas o Seixas (más tarde Seijas)5, quienes tenían sus raíces en las tierras de la Ulloa, más concretamente en el lugar de As Seixas6, (San Salvador de Merlán, municipio de Palas de Rei), desde donde se extendieron a otras partes de la geografía gallega, como Friol, Arzúa (el caso que nos incumbe), o Pontedeume7. En su solar original habían alzado la fortaleza del Castro das Seixas8 (hoy desaparecida) y el Hospital del mismo nombre. Con todo, el mayor exponente de esta pujanza se levanta todavía hoy en el lugar de Xiá9 (Santa María de Xiá, Friol) y lleva por nombre San Paio de Narla, se trata de una remozada fortaleza medieval que sigue señoreando las tierras del contorno, manteniendo vivas las antiquísimas leyendas que giran en torno a ella en la memoria de los vecinos que residen a la sombra de sus almenas. No es nuestra intención establecer la evolución de esta familia durante la Edad Media, porque excede con mucho las fuentes documentales empleadas, pero daremos a continuación una serie de referencias tomadas de la bibliografía que sintetizan el discurrir de los afamados Seixas. No pretendemos con ello hacer un recorrido exhaustivo, pero sí destacar algunos de los acontecimientos del colectivo. 5

A pesar de la importancia de esta familia en la Baja Edad Media en Galicia, no existen estudios históricos publicados (más allá de los estrictamente genealógicos) relativos a la línea de Narla. En primer lugar y como siempre en el caso de la provincia lucense, debemos remontarnos al análisis realizado por Manuel Vázquez Seijas. En él podemos encontrar no sólo la reconstrucción genealógica, sino una relación de documentos vinculados al linaje, además de una detallada descripción del baluarte y las leyendas populares que giran en torno a él, vid. Manuel Vázquez Seijas, Fortalezas de Lugo y su provincia, Lugo, Diputación Provincial, t. I, pp. 107-128. Vasco de Aponte los cita de forma transversal al referirse a sus conocidas rivalidades con la Casa de Ulloa, e indica más adelante que, el propio abuelo de Vasco das Seixas (Vasco das Seixas “el Viejo”), llegó a ser vasallo de Lope Sánchez de Ulloa, tras haberlo sido de Gómez Pérez das Mariñas, cfr. Vasco de Aponte, Recuento de las Casas Antiguas del reino de Galicia, Santiago, Consellería de Presidencia, 1986, pp. 163-165. Crespo Pozo aporta numerosas notas biográficas de varios señores de Narla y de aquellos descendientes que pasaron a América, vid. José Santiago Crespo Pozo, Blasones y Linajes de Galicia, A Coruña, Ediciones Boreal, 1997, vol. IV, pp. 325-330. Del mismo modo, resultan muy interesantes los detallados árboles de Jaime Bugallal y Vela, entre los que se incluyen dos de la familia Seixas, de los que hemos extraído numerosa información para completar nuestra genealogía, cfr. Jesús Ángel Sánchez García, Torres do Allo. Arquitectura e historia del primer pazo gallego, A Coruña, Diputación Provincial, tabla genealógica VI (p.1 y 2), 2001. 6 Se trata, por lo tanto, de un apellido toponímico, “El Castro das Seixas alude a un castrum [...] donde habría muchas saxa (‘seixas’), plural del neutro saxum ‘canto, piedra blanca muy dura’”, traducido de Nicandro Ares Vázquez, “Toponimia do concello de Palas de Rei”, Lucensia, 27 (2003), pp. 295-326. 7 Para la línea de los Seixas asentada en el área de Pontedeume, vid. Rafael Usero González, y Carlos Breixo Rodríguez, “Un exemplo da movilidade familiar nos séculos XV e XVI. Seixas, Lago, Timiraos, Montoxos, Piñeiros e Alfeiráns…Á sombra do poder da Casa de Andrade”, Cátedra, 12 (2005), pp. 185210. Esta rama (que entroncaría con la Casa de Cabanas) estuvo muy vinculada al poder municipal de la villa de Pontedeume, sucediéndose varios regidores con el apellido Seixas. 8 Antonio López Ferreiro la describió someramente en su novela histórica O Castelo de Pambre, enmarcada en el contexto de las luchas territoriales entre la familia Seixas y los Ulloa, cfr. Antonio López Ferreiro, O Castelo de Pambre, Vigo, Asociación Socio-Pedagóxica Galega, 1996, pp. 52-53. 9 “Xiá” deriva del antropónimo visigótico Egila-anis: “Xiá, aldea que dio nombre a la parroquia, era villa Sancte Marie que dicunt Egilani en el año 966 y villa Egilani cum ecclesia Sancte Marie, año 971”, vid. Nicandro Ares Vázquez, “Toponimia do concello de Friol”, Lucensia, 25 (2002), pp. 293-317.

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3.1 Los Seixas en los documentos medievales: un breve acercamiento Las huellas iniciales de actividad corresponden a la Baja Edad Media, concretamente, se sitúan a finales del siglo XIII10. El primer rastro del que se tiene constancia es una escritura de donación fechada en 1274, efectuada por Johan Iohanes das Seyxas 11, a favor del abad y monjes del Monasterio de Monfero (Monfero, A Coruña), en la cual el primero entrega todos sus bienes heredados y adquiridos en el coto del mismo nombre para que los monjes hagan con ellos su voluntad. En una escritura de foro sin fecha (seguramente de principios del siglo XIV), el prior de San Salvador de Donas (núcleo religioso muy cercano al lugar original de nuestros protagonistas) cede a Lope Núñez das Seixas y a sus hijos Alvar López y Constanza el casal de Pazos (Santiago de Vilouriz, Toques) a cambio de una renta de una octava de pan y un servicio de pan, vino, carne o pescado cuando el superior tuviese a bien visitarlo12. El siguiente miembro en aparecer es Gomecio Iohannis das Seyxas, el cual figura como testigo del nombramiento de un clérigo de la mitad de la iglesia de San Pedro de Carmoega (ayuntamiento de Agolada, Pontevedra) promovido por Lobo Afonso, canónigo de Santiago13, en favor de Fernando Eanes, en 1345. En 1384, Alfonso de Goá, hijo de Pedro Ferrandes das Seyxas 14, solicita ser enterrado en el convento de San Martín de Villaoriente, a tal fin manda que les den cincuenta maravedíes a los frailes y deja todos sus bienes en manos de la mencionada institución religiosa. En una reunión del cabildo de la Catedral de Santiago, celebrada en 1396, se trató una procuración para tomar posesión de los cotos de Árdea, de Moldes y de Ouviña, que habían adquirido los canónigos de doña Juana das Seixas, hija de Vasco Gomez das Seixas15. De hecho, tan sólo seis años después, en el testamento de Gonzalo Ozores, señor de la Ulloa y Monterroso, aparece citada de nuevo doña Juana, quien le había vendido la tierra de Repostería, situada en Palas de Rei16. Del mismo modo, emerge en 1444 un Juan Núñez das Seyxas, como testigo de la petición de una carta de testimonio de verdad por parte de Diego Alfonso, prior de Vilar de Donas, en la cual se pide la restitución de las propiedades usurpadas a la institución en años anteriores17. 10

Esta relación ha sido confeccionada con la ayuda del Corpus Xelmírez - Corpus lingüístico da Galicia medieval - http://sli.uvigo.es/xelmirez/. Entendemos que no todos los documentos se refieren a los Seixas de Narla, debido a que es un apellido relevante en las comarcas interiores de la Galicia medieval. Omitimos las transcripciones para ajustarnos a la extensión y porque pueden ser encontradas fácilmente en la bibliografía que aportamos. 11 Andrés Martínez Salazar, Documentos gallegos de los siglos XIII al XVI, A Coruña, Casa de la Misericordia, 1911, pp. 65-66. 12 José Luis Novo Cazón, El priorato santiaguista de Vilar de Donas en la Edad Media (1194-1500), A Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, 1986, pp. 274-275. 13 José Ignacio Fernández de Viana y Vieites, (ed.), Colección diplomática del monasterio de Santa María de Pantón, Lugo, Servicio de Publicaciones de la Diputación Provincial de Lugo, 1995, pp. 63-64. 14 María M. Graña Cid (ed.), Las órdenes mendicantes en el obispado de Mondoñedo. El convento de san Martín de Villaoriente (1374-1500), Salamanca, Separata de Estudios Mindonienses, 1990, p. 188. 15 Alexandra Cabana Outeiro (ed.), O Tombo H da catedral de Santiago. Documentos anteriores a 1397, Valga, Concello de Valga, 1990, p. 134. 16 Antón López Ferreiro, Galicia histórica. Colección Diplomática, Santiago, Tipografía Galaica, 1901, p. 174. 17 J. L. Novo Cazón, El priorato santiaguista…, p. 369.

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También figura dando testimonio en 1448 Diego das Seyxas, en un acuerdo entre Rodrigo Alamán da Queyxada y los regidores de la ciudad de Ourense, para que el primero dejase de pagar 150 maravedíes anuales18. En 1453, Nuno Eanes das Seyxas figura en un documento de Diego Afonso, prior del Monasterio de Vilar de Donas, a favor de Baasco de Picon e Ines Fernandes, en la cual el religioso les afora una serie de heredades en Santa María de Barazón (municipio de Santiso, Coruña) las cuales habían estado en manos de Nuno Eanes19. En el padrón de 1454 realizado en la encomienda de la ciudad de Ourense por Pero Alvares, se hallan tres personas con el apellido Seixas, a saber: Katalina, Diego y Fernán20. En este mismo año, un canónigo de la catedral de Mondoñedo llamado Vasco das Seixas forma parte del cabildo que toma posesión de un octavo de la parroquia de Santo Andrés de Masma (Mondoñedo, Lugo), por renuncia de Gonzalo Martínez Morrazo, cardenal de la Catedral de Santiago21. En 1464 a volvemos a tener noticias de este canónigo asistiendo a un reconocimiento de no jurisdicción llevado a cabo por Fernando Dourado, cura de la feligresía de Bares (Mañón, A Coruña)22. Durante los años 1455-1456 un escudero de Basco das Seyxas, llamado Basco de Mondin, figura como residente y testigo del priorato de Vilar de Donas en diversas actuaciones rubricadas por el prior Diego Afonso, (concretamente cuatro foros y una acusación 23 ). Otro escudero, de nombre Johan Nunes das Seyxas, realiza la misma función en un foro del monasterio en el año 1477 y en otro de 148924. Durante el último cuarto del siglo XV surge en la documentación un Vasco das Seyxas como regidor y vecino de la ciudad de Ourense. Así, en 1480 y junto al resto de regidores de las principales ciudades de Galicia, firma una carta de obligación para juntarse todos en Valladolid y consultar y deliberar ante los Reyes Católicos sobre el dinero que estos últimos habían demandado del Reino25. También aparece su nombre en cinco documentos comunes relacionados con su gestión en la ciudad y en los que no vamos a detenernos detalladamente26. Los últimos rastros vienen de la mano de Gonçalo das Seixas, canónigo en la catedral de Ourense, en calidad de vicario del deán don Pedro de Herrera, en una constitución sinodal fechada en el año de 1491 y en una apelación de 149727. Como podemos ver a través de estas aproximaciones, parece que en el siglo XV hay diversas ramas procedentes del tronco principal asentadas en distintos lugares de Galicia (Ourense, Mondoñedo) y que, además, existe una clara asociación del apellido con el priorato de San Salvador de Donas, institución radicada en las cercanías del solar original.

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Xesús Ferro Couselo, (ed.), A vida e a fala dos devanceiros. Escolma de documentos en galego dos séculos XIII ao XVI, 2 vols., Vigo, Galaxia, 1996, v. II, pp. 185. 19 J. L. Novo Cazón, El priorato santiaguista…., pp. 388-389. 20 X. Ferro Couselo, A vida e a fala…, v. II, pp. 58-64. 21 Enrique Cal Pardo, Colección diplomática medieval do arquivo da catedral de Mondoñedo. Transcrición íntegra dos documentos, Santiago, Consello da Cultura Galega, 1999, p. 312. 22 E. Cal Pardo, Colección diplomática medieval…, p. 350. 23 J. L. Novo Cazón, El priorato santiaguista…, p. 391, 393, 396 y 397. 24 Ibidem, pp. 437 y 444. 25 X. Ferro Couselo, A vida e a fala…, p. 474. 26 Ibidem., pp. 161, 234, 366, y 477. 27 Antonio García y García, (dir., ed.), Synodicon hispanum I. Galicia, Madrid, Editorial Católica (Biblioteca de Autores Cristianos), 1981, p. 136 y 140.

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La bibliografía nos dice que los Seixas de Narla28, estuvieron regidos durante buena parte del siglo XV por Vasco das Seixas “el Viejo” y su esposa doña Teresa de Ribadeneira, hija de Fernán Díaz de Ribadeneira y doña Mayor de Vaamonde, señores de Torés (municipio de As Nogais). Esta pareja tuvo por hijos a Vasco das Seixas “el Joven” (que falleció sin sucesión) y a Fernán Díaz das Seixas (que se casaría con doña Juana Núñez de Mexía y seguiría la línea), entre otros. Fernán Díaz das Seixas y doña Juana Núñez de Mexía tuvieron una numerosa descendencia, entre todos sus vástagos el que tiene una importancia capital para nuestra investigación es el primogénito, Vasco das Seixas, padre del fundador de la Casa de Bascuas, don Luis das Seixas, como veremos a continuación. 4. El origen de la Casa de Bascuas29 Vasco das Seixas y doña Teresa Catalina González Ribadeneira30, (señores de la Casa Solar y Castro das Seixas, Casa y Fortaleza de San Paio de Narla, de la Casa de Bustelo en San Martiño dos Condes, entre otros) tuvieron cuatro hijos varones: don Vasco das Seixas, don Fernán Pérez das Seixas (que seguiría la línea31), don Diego Fernández de Arxiz y don Luis das Seixas. Este último recibió en 1526 una donación de su padre para poder establecerse y merced a ella constituyó el vínculo de la Casa de Bascuas, ampliado por los sucesivos herederos 32 . Poco después, celebró sus esponsales con Leonor Gómez de Ventosa, hija del escudero Roi Fociños de Liñares y de su segunda

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Los árboles de San Paio de Narla varían constantemente entre unas publicaciones y otras. Si bien coinciden casi siempre en señalar los herederos principales, caen en numerosas contradicciones con respecto a los hermanos de los señores y sus destinos. Por ello, y a falta de una investigación más extensa, hemos decidido incluir solamente los datos que se mantienen constantes. 29 En lo que respecta a la genealogía de esta casa, Carlos Martínez-Barbeito efectuó en su momento una sintética aproximación (sólo la rama troncal) mediante documentos cedidos por los actuales herederos del pazo, en el marco de su amplio trabajo sobre los pazos y torres de la provincia de A Coruña. Esta reconstrucción no difiere en demasía de la que nosotros diseñamos con la ayuda de la documentación manejada, cfr. Carlos Martínez-Barbeito y Morás, Torres, pazos y linajes de la provincia de la Coruña, A Coruña, Diputación Provincial de A Coruña-Editorial Everest, 1986, pp. 110-112. 30 Vasco das Seixas y Sotomayor se desposó en dos ocasiones. La primera con doña María de Andrade y Ulloa, hija natural de Fernando de Andrade y das Mariñas, I Conde de Andrade y II Conde de Villalba, y doña Mayor de Ulloa (quien descendía de una rama bastarda de la Casa de Villamarín). En el testamento de don Fernando no se nombra directamente a doña María de Andrade y Ulloa, pero sí se indica que una de sus hijas se desposó con Vasco das Seixas, a quien se refiere como “mi hierno”, cfr. José García Oro, Testamento y codicilos de don Fernando de Andrade. Adenda a Don Fernando de Andrade, Conde de Villalba: (1477-1540): estudio histórico y colección documental, Santiago, Xunta de Galicia, 1994, p. 6. El segundo enlace se llevó a cabo con doña Teresa Catalina, que procedía del linaje Parga, como hija de don Pedro de Miranda Bolaño Ribadeneira y de doña Constanza de Saavedra (ésta última, nieta del mariscal Pedro Pardo), señores de Saavedra, Guitiriz y Vaamonde, Casa de Sober, casa de Oca, etc., vid. Manuel Vázquez Seijas, Fortalezas de Lugo…, t. I, p. 28. 31 Se casó con Brianda de Tovar, heredera del señorío de Canedo en tierras de Lorenzana, que quedaría unido al patrimonio de Narla. Sobre este entronque, vid. Carlos Andrés González Paz (ed.), El pazo de Tovar: espacios, perspectivas, tiempos, Santiago, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento-CSIC, 2012, pp. 81-121. 32 Esta donación consistió en los lugares que tenían en San Paio de Paradela y Santa Marina de Brañas en el Coto de San Antolín, todo ello en el municipio coruñés de Toques. AHUS, Archivos Familiares, S.B., Bascuas, Caja 2, nº 2.

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mujer, Elvira Díaz33, señores de la Casa de Montouto, radicada en San Martiño dos Varelas (ayto. de Melide). De esta unión nacieron Pedro Bolaño das Seixas, conocido con el sobrenombre de “el Mayor” y Catalina das Seixas y Ribadeneira. El primero contrajo nupcias con doña María Álvarez de Quiroga34, hija de Jorge Varela e Inés López Mariño y Goyanes, señores de la Casa y coto de Quindimil35 (feligresía del mismo nombre, ayto. de Palas de Rei). Doña Catalina das Seixas y Rivadeneira aparece escasamente mencionada en nuestra documentación36, algunas fuentes apuntan a que se casó con Marcos de Castro Niño y Feixóo y que ambos se convirtieron en señores de San Martiño dos Condes (Friol)37. Esta rama, siempre según estos autores, alumbraría con el paso del tiempo al afamado Francisco de Aguiar Vázquez das Seixas y Ulloa (1638-1698), Obispo de Michoacán y Arzobispo de Nueva España38 La descendencia de Pedro Bolaño y doña María Álvarez estuvo conformada por varios vástagos: Pedro Bolaño “el Nuevo”, Fernán Pérez das Seixas, Jorge Varela, Álvaro, Antonio y doña Juana Rivadeneira y Seixas. Pedro Bolaño “el Mayor” consolidó definitivamente la Casa de Bascuas al establecer en su testamento, fechado en 157539, una mejora de tercio y quinto con gravamen de vínculo regular destinada a su hijo Pedro Bolaño “el Nuevo” y su línea, y a falta de ésta a Fernán Pérez y su descendencia, y luego a sus otros hijos. Asimismo, establecía que su mujer doña María Álvarez de Quiroga debía agregar la parte que tuviese en los lugares vinculados, concretamente: Bascuas, Fonte Alvite, Santa Mariña y Acevo. Pedro Bolaño “el Nuevo” falleció sin sucesión, por lo que Fernán Pérez das Seixas se convirtió en el nuevo señor de Bascuas tras la muerte de su padre, recibiendo

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Según Taboada Roca, Leonor Gómez de Ventosa no era hija del mencionado escudero, sino nuera, al haber estado casada con su hijo Rui Sánchez Fociños. Así, sus padres serían el escudero Vasco do Carregal e Inés Yáñez de Ventosa, dueños de la Casa de Reboredo, cfr. VV.AA., Terra de Melide, Santiago, Seminario de Estudos Galegos, 1933, pp. 245-246. 34 Su hermana, Guiomar Méndez de Ambía, entabló matrimonio con Cristóbal das Seixas, hijo del regidor Fernán Pérez das Seixas y de María Fernández Piñeiro, y miembro, por lo tanto, de la rama de los Seixas de Pontedeume, vid., VV.AA., Terra de Melide…, pp. 179-180; Gabriel Pita da Veiga y Goyanes, “Fray José González de Villalobos, arzobispo de Santiago. Su familia en Pontedeume”, Cátedra, 17 (2010), p. 224, nota 37. 35 Según parece, este solar, unido indisolublemente a la familia Varela, ya existía en el siglo XV. El abuelo paterno de María Álvarez, Jorge Varela “el Viejo”, había sido merino del castillo de Pambre y en él redactó su testamento antes de partir a las guerras de Nápoles. Para más información del linaje Varela, vid. César Gómez Buxán, “Testamento de Teresa Sánchez Varela: xenealoxías da Casa de Quindimil no século XVI”, Boletín do Centro de Estudos Melidenses-Museo Terra de Melide, 21 (2008), pp. 85-96. 36 Figura solamente en dos documentos: una partija fechada en 1549, correspondiente a la fincabilidad de Leonor Gómez de Ventosa, realizada entre Pedro Bolaño y doña Catalina y los numerosos hijos del primer matrimonio de Leonor Gómez de Ventosa; y una partija incompleta (1551) con su hermano Pedro Bolaño. AHUS, Archivos Familiares, S.B., Casa de Bascuas, Caja 2, nº 21 y 21B, respectivamente. 37 Al respecto, cfr. J. Ángel Sánchez García, Torres do Allo. Arquitectura e historia…, tabla genealógica VI (p. 1), 2001; Gabriel Pita da Veiga y Goyanes, “Fray José González de Villalobos…”, p. 224, nota 37. 38 Sobre el perfil pastoral de esta destacada figura, vid., Rocío Silva Herrera, “Francisco de Aguiar y Seijas. Pastor del rebaño”, Cuadernos de Estudios Gallegos, 127 (2014), pp. 117-142. En el Archivo General de Indias [AGI] se conservan sus provisiones como obispo de Michoacán en 1677 y como arzobispo de México en 1682, Archivo General de Indias [AGI], PATRONATO, 6, N.15 y PATRONATO, 6, N.28, respectivamente. 39 AHUS, Archivos Familiares, S.B., Bascuas, Caja 1, nº 10.

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la consabida mejora de su madre en 158740, que incluía todo lo que le pertenecía en la Casa y lugar de Bascuas y en el de Doroña (Santa María de Castañeda), con carga de dos misas anuales en la ermita de Santa Mariña. Poco sabemos de Jorge Varela das Seixas41, según el testamento de doña Juana Rivadeneira, tuvo dos hijos llamados Fernando y Luis, aunque desconocemos el nombre de la madre. Estos dos niños fueron dotados por su tía para que pudiesen asistir siete años a la escuela, ropa y calzado incluidos. En las últimas voluntades de su hermano Fernán Pérez, Jorge Varela aparece como el último heredero posible de Bascuas tras los hijos de éste (contando los naturales). También figura en una Real Provisión de 1601 para la repartición de la fincabilidad de su madre doña María Álvarez entre él y sus hermanos42. Álvaro González tuvo tres hijos: Vasco, Luis e Inés, cuya madre fue María Taboada. Inés recibió 14 fanegas de centeno legadas por su tía doña Juana Rivadeneira, además de la mitad de una hacienda que adquiriera con su marido de Pedro Bolaño “el Nuevo” y 20 ducados para un vestido de novia. Luis y Vasco también se vieron beneficiados en este documento, ya que imponía a Fernán Pérez das Seixas la obligación de dotarlos para sus estudios, incluyendo manutención, alojamiento, libros, ropa y calzado de estudiante, durante doce y cuatro años, respectivamente. De una forma similar, la última hija de de Pedro Bolaño “el Mayor” y doña María Álvarez de Quiroga, Inés, figura en el testamento de doña Juana de forma testimonial, como fundadora de cuatro misas en Santa María de Rendal, dejando su cumplimiento a cargo de la testadora. Doña Juana Rivadeneira y Seixas encontró esposo en el capitán Francisco González do Vilar43, señor del Pazo de Sedor, ubicado en la feligresía de Santa María de Castañeda. En sus últimas voluntades (1621) efectuó algunas disposiciones a favor de sus hermanos y sobrinos (que pormenorizamos con anterioridad), y lo restante lo dejó agregado al vínculo original, creado por su progenitor Pedro Bolaño y personificado a la sazón en su hermano Fernán Pérez das Seixas. A su marido le dejó la parte que tenía en Sedor y en o Casal, no así el resto de bienes, hecho que apunta a un sólido concepto de responsabilidad con la familia de origen. También fue la primera en disponer que se dejase a su heredero (Fernán Pérez) toda la capilla mayor (y tumbas correspondientes) de la iglesia de Santa María de Rendal, que permanecería a lo largo del tiempo como lugar de enterramiento de los hidalgos de Bascuas44. Fernán Pérez das Seixas celebró sus esponsales con doña María Varela de Dubra, hija de Martín Varela do Piñeiro y de Elvira Castro 45. Frutos de este enlace fueron Vasco das Seixas, Álvaro, Martín, Jorge, Teresa y Juana. En sus últimas voluntades, redactadas en 1640, Fernán Pérez das Seixas agregó el tercio y quinto de sus bienes, llamando como sucesor a don Vasco. Impuso, asimismo, la carga de dos 40

AHUS, Archivos Familiares, S.B., Bascuas, Caja 1, nº 12. En el archivo se conservan muy pocos documentos relativos a Jorge Varela, Álvaro González, e Inés. La mayor parte de la información concerniente a ellos está extraída de los testamentos de Fernán Pérez das Seixas y doña Juana Rivadeneira, aunque son parcos al respecto. AHUS, Archivos Familiares, S.B., Bascuas, Caja 1, nº 7 y 11. 42 AHUS, Archivos Familiares, S.B., Bascuas, Caja 3, nº 1. 43 Así lo afirma también Taboada Roca, en sus notas sobre la Casa do Pazo de Melide, vid. VV.AA., Terra de Melide...., p. 179. 44 AHUS, Archivos Familiares, S.B., Bascuas, Caja 1, nº 7. 45 Esta familia estaba asentada en la feligresía de Santa María de Guimarei (ayto. de A Estrada), concretamente en el lugar de Covas. 41

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misas anuales, día de San Juan de junio o su octavario, y que todo sucesor agregase la quinta parte de sus bienes: que cuidasen de la capilla de San Miguel que adquirió en la iglesia de Rendal al lado del Evangelio, con dos sepulturas, y que se le dijese una misa perpetua día del santo o su octavario46. Doña María Varela de Dubra, en su testamento de 1643 agregó a la mejora vincular que hizo su marido todo lo que pertenecía en la Casa y lugar de Bascuas y en el de Doroña, con carga de dos misas anuales en la ermita de Santa Mariña, una cantada y otra rezada, día de San Antonio47. 5. Conclusiones La Casa de Bascuas perduraría más allá de los límites temporales que nos impusimos en esta comunicación. Ocho generaciones después de Fernán Pérez das Seixas, don José Nicolás de Seijas y doña Urbana Neira seguían señoreando las tierras de Bascuas, como antaño hicieran sus antepasados, llegados de una antigua fortaleza que, al igual que el Pazo de Bascuas, sobrevive en la actualidad, mudo testigo de las vidas que aquí hemos intentado reflejar. Consideramos que el caso es un claro ejemplo de las innegables relaciones entre la nueva hornada de nobles gallegos, conocidos como fidalgos, y la vieja aristocracia medieval. A comienzos del siglo XVI, el cuarto hijo del señor de Narla fue dotado con una serie de bienes que le permitieron establecer una nueva familia en un territorio alejado del solar original. Desde ese momento las dos líneas se separaron para no juntarse más. Se trata de un fiel reflejo de un hecho común en la Galicia moderna, el paso de las armas a las togas, del castillo al pazo, de la turbulencia al reposado disfrute de las rentas y el lento discurrir de la vida rural.

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AHUS, Archivos Familiares, S.B., Bascuas, Caja 1, nº 11. AHUS, Archivos Familiares, S.B., Bascuas, Caja 2, nº 12.

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Los Saavedra y el condado de Castellar: las bases de poder de un linaje nobiliario en la Castilla del siglo XVI Saavedra and castellar´s county: bases of power of a noble lineage in Castilla of 16th century Francisco Javier GARCÍA DOMÍNGUEZ Universidad de Sevilla Resumen: En este trabajo se analizan las bases económicas, sociales y jurisdiccionales que, en conjunción con alianzas políticas y prácticas matrimoniales, permitieron al linaje Saavedra consolidar su posición municipal en Sevilla e integrarse en la nobleza de Castilla en los albores de la Edad Moderna. En 1539 Carlos V concedía a Juan Arias de Saavedra y María de Guzmán el título de condes de Castellar, en recompensa a la trayectoria de servicio a la Corona que como alfaqueques mayores, señores de vasallos y caudillos militares en la frontera de Granada, el linaje Saavedra venía protagonizando desde la Baja Edad Media. Palabras clave: España Moderna, Sevilla, nobleza, condado de Castellar, linaje Saavedra, mayorazgo, matrimonio. Abstract: In this paper the economic, social and jurisdictional bases in conjunction with political alliances and marriage practices, which enabled the lineage Saavedra consolidate its position in Seville city and integrated into the nobility of Castile in the dawn of the Modern Age are analyzed. In 1539 Carlos V granted to Juan Arias de Saavedra and Maria de Guzman the title of counts of Castellar, in return to the path of service to the Crown like mayor alfaqueques, lords of vassals and military leader on the border of Granada, lineage Saavedra starring came from the late Middle Ages. Keywords: Early Modern Spain, Seville, nobility, Castellar´s county, Saavedra lineage, entail, marriage.

1. Los orígenes del linaje: los Saavedra y la frontera con Granada Al calor de la guerra de frontera con el reino nazarí, fueron muchos los linajes que alcanzaron honra y reputación. La actividad militar en la frontera será una de las vías de promoción social más importantes para una aristocracia guerrera y caballeresca que gozaba de extensas propiedades agrícolas y que mantenía bajo control la vida municipal1. Hasta tal punto llegó el grado de identificación de la reputación familiar con la empresa conquistadora que no ha habido un solo linaje con verdadero peso castrense en los reinos andaluces que se haya abstenido del enfrentamiento fronterizo2. Adquirida esta experiencia militar, las estirpes más destacadas conseguirán sobresalir entre el reducido número de familias que durante la Edad Moderna se hallaron plenamente

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Miguel Ángel Ladero Quesada, Los señores de Andalucía. Investigaciones sobre nobles y señoríos en los siglos XIII a XV, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1998; Carmen Vallejo Naranjo, La caballería en el arte de la baja Edad Media, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2013. 2 Rafael Sánchez Saus, “Aristocracia y frontera en la Andalucía medieval”, en Rafael Sánchez Saus, La nobleza andaluza en la Edad Media, Granada, Universidad de Granada, Universidad de Cádiz, 2005, p. 208.

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integradas en los escalafones de la media y alta nobleza del reino3. Los Saavedra son un claro ejemplo de todo ello. Provenientes de tierras gallegas, algunos miembros del linaje se trasladaron a la misma frontera con el reino nazarí para, convertidos en auténticos adalides militares al frente de un gran número de castillos y fortalezas, participar en las campañas de conquista, acumulando honra y fama, batalla tras batalla4. A consecuencia de tan dilatada trayectoria, los Saavedra adquirieron una dignidad, rango y preeminencia social que acabó por involucrarlos en la compleja cultura nobiliaria cuya dimensión y variadas manifestaciones viene siendo recientemente objeto de estudio5. Al margen de los inciertos y remotos orígenes del linaje en las tierras andaluzas al que hace referencia la tradición genealogista6, las referencias documentales sitúan al linaje en las campañas contra Granada de 1407 a 1410, en las que se distinguió un tal Fernán Arias de Saavedra, alcaide de Cañete, junto con su hermano Gonzalo Arias y su hijo Fernando de Saavedra7. Rafael Sánchez Saus, que se ha ocupado de analizar la actividad fronteriza del linaje, da cuenta, incluso, de su presencia en la Sevilla de principios del siglo XIV, si bien, “parece que el linaje no se desprendió por completo de sus raíces gallegas hasta bien entrado dicho siglo”. Este mismo autor, siguiendo a Pellicer de Tovar, afirma que dos fueron los factores determinantes para el establecimiento definitivo de los Saavedra en Sevilla: la pérdida de los bienes patrimoniales del linaje en la guerra civil a causa de su fidelidad petrista y la vinculación del linaje con la frontera8.

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Rafael Sánchez Saus, Caballería y linaje en la Sevilla medieval. Estudio genealógico y social, Sevilla, Diputación de Sevilla, Universidad de Cádiz, 1989, pp. 35-36. 4 Véase María Concepción Castrillo Llamas, “Monarquía y nobleza en torno a la tenencia de fortalezas en Castilla durante los siglos XIII-XIV”, En la España medieval, 17, (1994), pp. 95-112. 5 A este respecto, entre otros muchos trabajos, se podrían destacar: Adolfo Carrasco Martínez, “Herencia y virtud. Interpretaciones de lo Nobiliario en la segunda mitad del siglo XVI”, en Luis Antonio Ribot y Ernest Belenguer (coords.), Las sociedades ibéricas y el mar a finales del siglo XVI, Madrid, Sociedad Estatal Lisboa '98, 1998, IV, pp. 231-271; Adolfo Carrasco Martínez, Sangre, honor y privilegio. La nobleza española bajo los Austrias, Barcelona, Ariel, 2000; José Antonio Guillén Berrendero, La idea de nobleza en Castilla durante el reinado de Felipe II, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2007; José Antonio Guillén Berrendero, La Edad de la Nobleza. Identidad nobiliaria en Castilla y Portugal (15561621), Madrid, Polifemo, 2012; Juan Hernández Franco, José Antonio Guillén y Santiago Martínez (dirs.), Nobilitas: estudios sobre la nobleza y lo nobiliario en la Europa Moderna, Aranjuez, Doce Calles, 2015. 6 Gonzalo Argote de Molina, Nobleza del Andaluzia, Sevilla, por Fernando Díaz, 1588; Diego Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, Madrid, Imprenta Real, 1795, edición facsímil, 1988, [1677]; Diego Ortiz de Zúñiga, Discurso genealógico de los Ortices de Sevilla, Madrid, Imprenta de la Ciudad Lineal, 1929, [1670]; Alonso López de Haro, Nobiliario genealógico de los Reyes y Títulos de España, Ollobarren, Navarra Wilsen, 1996, [1622]; José Pellicer de Tovar, Memorial de la casa y servicios de don Joseph de Saavedra marqués de Ribas..., Madrid, 1647; José Pellicer de Tovar, Memorial de la calidad y servicios de don Juan de Saavedra Alvarado Remirez de Arellano..., Madrid, 1651: se encuentra en Archivo General de Andalucía [AGA], Familia Arias de Saavedra [FAS], leg 3754, doc. 36; Rodrigo Méndez Silva, Árbol genealógico y blasones de la Ilustre Casa de Saavedra..., Madrid, 1653: se encuentra en AGA, FAS, leg. 3775, doc. 39. 7 Miguel Ángel Ladero Quesada, Andalucía en el siglo XV. Estudios de historia política, Madrid, CSIC, 1973, p. 32. 8 Rafael Sánchez Saus, “Los Saavedra y la frontera con el reino de Granada en el siglo XV”, en José Enrique López de Coca Castañer (coord.), Estudios sobre Málaga y el Reino de Granada en el V Centenario de su conquista, Málaga, Diputación de Málaga, 1987, p. 164.

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LOS SAAVEDRA Y EL CONDADO DE CASTELLAR …

En efecto, tras el triunfo trastamarista, los Saavedra perderían parte de sus propiedades y sufrirían prisiones y destierros9. Sin embargo, no cayeron en desgracia y pasados unos años, consiguieron recuperar su posición sobre la base de: las oportunidades que ofrecía la lucha de frontera; su apoyo y respeto a la institución monárquica; el aprovechamiento de las incidencias políticas junto con el favor de los validos de turno; la ocupación de puestos clave en la administración territorial del reino y el acaparamiento del dominio de la vida concejil sevillana. Todo ello, en conjunción con sólidas bases señoriales y patrimoniales y una exitosa estrategia matrimonial, permitió que los Saavedra en los albores de la modernidad se constituyeran como uno de los más importantes linajes de la nobleza sevillana. 2. Juan Arias de Saavedra y María de Guzmán, condes de Castellar 2.1 Enlace matrimonial con la casa de Guzmán La participación de los Saavedra en la guerra de Granada y su conquista en 1492 coronaba con un broche de oro la tradición frontera del linaje y lo situó al comienzo de la Edad Moderna en una posición de destacada preeminencia. Tras participar en las agitaciones banderizas de la segunda mitad del siglo XV bajo la aureola de la casa de Arcos, el fin de las hostilidades nobiliarias y el apaciguamiento que los Reyes Católicos trajeron a Castilla permitió a los Saavedra conectar matrimonialmente con otra de las casas más importantes de la nobleza castellana, los Medina Sidonia10. Juan Arias de Saavedra, hijo de Fernán Arias de Saavedra y Constanza Ponce de León –hija a su vez, de Juan Ponce de León, conde de Arcos–, heredaría los señoríos de las villas de El Viso y Castellar que desde 1440 y 1445 respectivamente, venían adscribiéndose a su linaje11. Aunque no fue hasta 1539 cuando recibió de Carlos I el título de conde de su villa de Castellar, el primogénito de los Saavedra logró concertar en 1496 matrimonio con María de Guzmán, hija mayor de don Alvar Pérez de Guzmán y María Manuel y Figueroa. La pretendiente resultaba ser por línea paterna nieta del primer duque de Medina Sidonia y por parte de su madre, nieta del primer conde de Feria y de María Manuel de Villena. El matrimonio pasaría a habitar las casas principales de la collación de san Martín de Sevilla, vinculadas desde antiguo al linaje Saavedra, mientras que como dote, además de numerosas propiedades y valiosas alhajas, María aportó 270.000 maravedís12. 9

Aunque Pellicer de Tovar no indica la ubicación de esas propiedades, es posible que fuesen las gallegas, pues desde entonces desaparece cualquier nexo con aquellas tierras, hasta ese momento acreditable por ciertos matrimonios: Rafael Sánchez Saus, Linajes sevillanos medievales, Sevilla, Guadalquivir, 1991, I, p. 19 y p. 276. 10 Sobre las relaciones entre los Saavedra y las casas de Arcos y Medina Sidonia a finales de la Edad Media y época moderna, véase: Juan Luis Carriazo Rubio, La Casa de Arcos entre Sevilla y la frontera de Granada (1374-1474), Sevilla, Universidad de Sevilla, Fundación Focus-Abengoa, 2003, pp. 75-386; Miguel Ángel Ladero Quesada, Guzmán: la casa ducal de Medina Sidonia en Sevilla y su reino (12821521), Madrid, Dykinson, 2015, pp. 134-449; David García Hernán, Aristocracia y señorío en la España de Felipe II. La Casa de Arcos, Granada, Universidad de Granada, 1999; Luis Salas Almela, Medina Sidonia. El poder de la aristocracia, 1580-1670, Madrid, Marcial Pons, 2008. 11 Archivo Ducal de Medinaceli [ADM], El Viso [V], leg. 2, doc. 4, 5, 6, 7, 8; Castellar [C], leg. 1, doc. 1, 7, 23; [AGA], FAS, leg. 3753, doc. 4; leg. 3778, doc. 1. 12 AGA, FAS, leg. 3772, doc. 3. En el callejero actual de Sevilla, limítrofe a la Plaza de san Martín se encuentra la calle Saavedras y separada por Alberto Lista encontramos la calle Castellar; evidencia clara del lugar en el que este linaje tradicionalmente tenía su residencia: Antonio Collantes de Terán Sánchez

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En cuanto a su descendencia, hemos podido documentar la existencia de cinco hijos varones y cuatro hijas. El primogénito y heredero principal de la casa y condado fue Fernando Arias de Saavedra; el segundo de los hijos varones se llamó Rodrigo de Saavedra, en quien sus padres fundaron un nuevo mayorazgo; al igual que ocurrió con el hijo tercero, Juan de Saavedra, primer poseedor del mayorazgo de Loreto. Francisco y Luis de Saavedra, con dispares destinos, completan el elenco de hijos varones de los primeros condes de Castellar. En lo que a la descendencia femenina se refiere, nos encontramos con Mencía Manuel de Saavedra, Beatriz de Saavedra y dos monjas profesas del monasterio de Santa María de las Dueñas de Sevilla, Constanza Ponce de León y Francisca de Guzmán13. 2.2 Las bases patrimoniales del condado de Castellar La economía de la casa de Castellar se sustentaba básicamente en las rentas que generaba la posesión de importantes propiedades agrícolas distribuidas por el Aljarafe sevillano, la mayoría, vinculadas en mayorazgo. Esta comarca natural se sitúa en el margen derecho de la Vega del Guadalquivir a su paso por Sevilla y durante los siglos bajomedivales y época moderna, se convirtió en una zona predilecta para la expansión del régimen señorial, cuyas propiedades en alto porcentaje, se hallaron vinculadas en mayorazgos de familias aristocráticas y de notable peso municipal14. El régimen de mayorazgo, “garantía de estabilidad de las grandes familias”15, se convirtió en una pieza esencial para el sostenimiento y la reproducción de los linajes que aspiraban a tener poder e influencia16. Como sistema de protección de la riqueza y pieza clave de la prosperidad señorial, el mayorazgo acabó determinando “no sólo un tipo de riqueza, sino una actitud genérica hacia las actividades económicas que pasó a convertirse en seña de identidad de preeminencia social”17. Partícipes de esta lógica, los condes de Castellar poseían el mayorazgo de El Viso, que transmitirían a su hijo primogénito, Fernando, mientras que a sus hijos segundo y tercero, Rodrigo y Juan, los dotaron de sendos mayorazgos cuya fundación nos está indicando el grueso volumen patrimonial que lograron amasar los primeros titulares del condado. Todo ello permitió que, además de la rama primogénita, florecieran otras dos líneas familiares con las que quedaba garantizada la supervivencia biológica del linaje y las que pasados unos años, lograron alcanzar títulos nobiliarios –marquesado del Moscoso, entre otros– y posiciones de notable relieve político en la Monarquía Hispánica18.

(et al.), Diccionario histórico de las calles de Sevilla, Sevilla, Junta de Andalucía, 1993, I, p. 50 y p. 112; II, p. 281; Félix González de León, Noticia histórica del origen de los nombres de las calles de esta M.N.M.L. y M.H. ciudad de Sevilla…, Sevilla, Imprenta de D. José Morales, 1839, p. 189. 13 AGA, FAS, leg. 3775, doc. 8. 14 Sobre el Aljarafe, Antonio Herrera García, El Aljarafe durante el Antiguo Régimen, Sevilla, Diputación de Sevilla, 1981. 15 Bartolomé Yun Casalilla, “Carlos V y la aristocracia. Poder, crédito y economía en Castilla” en Bartolomé Yun Casalilla, La gestión del poder. Corona y economías aristocráticas en Castilla (siglos XVI-XVIII), Madrid, Akal, 2002, p. 111. 16 Enrique Soria Mesa, La nobleza en la España Moderna. Cambio y continuidad, Madrid, Marcial Pons, 2011, pp. 224-244. 17 A. Carrasco Martínez, Sangre, honor y privilegio..., p. 43. 18 En torno al devenir histórico que caracterizó a las ramas segundonas de los primeros condes de Castellar, recientemente hemos defendido en la Universidad de Sevilla nuestro Trabajo Fin de Máster, elaborado bajo la dirección de José Jaime García Bernal: Francisco Javier García Domínguez, Los

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El mayorazgo de El Viso, el principal de la casa de Castellar, había sido fundado con facultad real el 23 de marzo de 1456 por Juan Arias de Saavedra el Famoso y Juana de Avellaneda en su hijo Fernán Arias de Saavedra. Este vínculo originariamente estaba compuesto por el lugar de El Viso –situado a cuatro leguas de Sevilla y a dos de Carmona19–, con su casa, castillos, vasallos, tributos y heredades, así como las casas principales sitas en la collación de san Martín de Sevilla. No obstante, en reconocimiento de los servicios prestados en la última ofensiva contra Granada20, los Reyes Católicos concedieron en marzo de 1492 facultad a Fernán Arias de Saavedra para ampliar este mayorazgo con la agregación de otra villa de naturaleza fronteriza en poder del linaje, Castellar; hecho que quedó formalizado el 27 de enero de 149621. Los primeros condes de Castellar heredaron la posesión de este vínculo, pero desgajaron del mismo las casas de la collación de san Martín –que se vincularían al nuevo mayorazgo fundado en su hijo Rodrigo– que sustituirían por otras casas principales en la parroquia de san Marcos que compraron a Catalina Mariño de Ribera, hija del adelantado Per Afán de Ribera 22 . Desde este momento, la morada de los sucesivos condes de Castellar se encontrará en la collación de san Marcos, demostrando tal influencia y autoridad que la calle en la que se encontraba pasaría a llamarse “la calle del Conde”, en honor a tan dignos vecinos 23 . Las propiedades pertenecientes a este mayorazgo pasarán al primogénito, Fernando quien, sucederá al frente de la casa de Castellar, heredando junto con sus bienes amortizados, el título de conde. No obstante, las compras que llevaron a cabo Juan Arias de Saavedra y María de Guzmán, unidas a una exitosa política matrimonial, acrecentaron el patrimonio familiar, lo que les permitió, además de transmitir el mayorazgo principal a su primogénito, fundar dos mayorazgos en otros dos de sus hijos: Rodrigo y Juan. El 14 de enero de 1540, los condes de Castellar instituyeron en su hijo segundo, Rodrigo, un nuevo vínculo. Pocos son los datos que tenemos sobre este mayorazgo, salvo que a él quedaron vinculadas las casas de la collación de san Martín de Sevilla. Sin embargo, las cláusulas y condiciones que regían a este mayorazgo sí que fueron las mismas que las que se impusieron al mayorazgo fundado en su hermano Juan, vínculo

Saavedra y el marquesado del Moscoso: un linaje nobiliario en la España Moderna, Trabajo Fin de Máster inédito, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2014. 19 Rodrigo Méndez Silva, Población general de España..., Madrid, por Roque Rico de Miranda, 1675, [1645], f. 206. 20 Según Ortiz de Zúñiga, en 1491 Fernán Arias de Saavedra junto con otros caballeros, partió hacia Granada en compañía de los reyes al mando de una lucida tropa de jinetes a su costa: D. Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares..., III, p. 148 y p. 155. Además, en Miguel Ángel Ladero Quesada, Castilla y la Conquista del reino de Granada, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1967, pp. 248-249 se menciona a un Juan Arias que llevó treinta y dos jinetes y hombres de armas a la campaña de 1485 y once a la de 1487; deducimos que se trata del hijo y sucesor de Fernán. 21 AGA, FAS, leg. 3775, doc. 74; leg. 3777, doc. 13; ADM, V, leg. 1, doc. 10, 11, 12; C, leg. 3, doc. 18. Sobre la villa de Castellar: Ramón Corzo Sánchez (dir.), Historia de los pueblos de la provincia de Cádiz. Castellar de la Frontera, Cádiz, Diputación de Cádiz, 1983. 22 AGA, FAS, leg. 3775, doc. 23. 23 F. González de León, Noticia histórica del origen..., pp. 247-248. Sobre este hecho, también se hacen eco R. Méndez Silva, Árbol genealógico y blasones de la Ilustre Casa de Saavedra...; J. Pellicer de Tovar, Memorial de la casa y servicios de don Joseph de Saavedra..., f. 24; D. Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares..., III, pp. 299-300. En el callejero actual de Sevilla, próxima a la Plaza de San Marcos está la calle Castellar, evidencia clara del lugar en el que se encontraba la morada de los condes de Castellar: A. Collantes de Terán (et al.), Diccionario histórico..., I, p. 194.

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del que sí existe una información mucho más rica24. Este mayorazgo, denominado “de Loreto”, quedó constituido en cabeza del hijo tercero el 3 de mayo de 1540, con facultad real concedida por Carlos I el 28 de octubre de 1536, y se circunscribirá a esta línea familiar durante siglos. El vínculo de Loreto se componía de: unas casas principales en la collación de san Pedro de Sevilla, “en la almona del xabón”, que compraron los condes por 2.130 ducados de oro en 1540 25 ; un heredamiento en el Aljarafe denominado “de Loreto”26; 20.000 cepas de viñas en el término de Umbrete; 105.000 maravedís de tributo anuales situados sobre bienes de Ruy Díaz de Segura en Utrera27; y el donadío de “El Moscoso” que lindaba con tierras del mayorazgo de El Viso y que fue adquirido por los condes en 1529 por 357.000 maravedís28. Entre las condiciones que rigen la sucesión de los mayorazgos fundados en Rodrigo y Juan, aparte de las prohibiciones de venta y división de sus bienes, así como la obligación expresa de tenerlos bien labrados, reparados y acrecentarlos, se establece que su poseedor lo transmitiría sólo y exclusivamente a través de sus descendientes varones legítimos, teniendo preferencia siempre el hijo mayor sobre el menor. Se tratarían, por lo tanto, de mayorazgos de agnación rigurosa 29 . Con esta restrictiva condición se buscaba que el patrimonio no saliera nunca del linaje patrilineal, manteniendo la varonía y el apellido30. Sin embargo, este tipo de cláusulas dificulta la agregación de otras casas ya que, en caso de que el poseedor sólo tenga hijas, aunque éstas casaran con un rico heredero, las condiciones de su fundación establecen que el vínculo pasaría inmediatamente a manos del poseedor del patrimonio principal de Castellar, con la condición de pagar 8.000 ducados de oro a cada una de las hijas de Rodrigo y Juan, si las hubiere, y entonces, estos vínculos y el principal de la casa, el de El Viso, se agruparían en uno solo31. No obstante, el 28 de mayo de 1544, el mismo día en el que el conde de Castellar otorga su testamento, se van a realizar algunas modificaciones en las cláusulas que estipularon tales fundaciones. Una de las reformas se dirigió a revocar la cláusula por la que se prohibía a las hijas de Rodrigo y Juan acceder al mayorazgo en ausencia de hijos varones legítimos. Se permitiría su acceso siempre y cuando su poseedora casara con alguien que llevase el apellido y armas de Saavedra, en aras de conservar la

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AGA, FAS, leg. 3775, doc. 12. AGA, FAS, leg. 3751, doc. 10, 13; leg. 3775, doc. 62; leg. 5923, doc. 7. Se situaban en una de las principales zonas de la ciudad, en la “calle del Correo” y aún conservaban una de las torres que se construyeron durante las banderías del siglo XV, por lo que esta morada era conocida como “la de la Torre”: A. Collantes de Terán (et al.), Diccionario histórico..., I, p. 319; F. González de León, Noticia histórica del origen..., pp. 252-252. 26 La heredad recibía esta denominación porque en ella existía una antigua ermita y un torreón-atalaya del siglo XIII en el que rezaba la inscripción Turris Lauretana: AGA, FAS, leg. 5923, doc. 7; leg. 3775, doc. 23; A. Herrera García, El Aljarafe durante..., p. 133; D. Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares..., III, pp. 338-339. 27 AGA, FAS, leg. 3766, doc. 19. 28 El Moscoso se trataba de un donadío de tierras para pan sembrar de una extensión de dieciocho cahíces que se encontraba en el término de El Viso: AGA, FAS, leg. 3751, doc. 11, 12. 29 Bartolomé Clavero, Mayorazgo: propiedad feudal en Castilla, 1369-1836, Siglo XXI, 1989, pp. 215216. 30 E. Soria Mesa, La nobleza en la España Moderna..., pp. 226-227. 31 AGA, FAS, leg. 3775, doc. 12. 25

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tan preciada memoria del linaje32. Además, en el supuesto de que Rodrigo y Juan no tuviesen descendientes de ningún sexo, también se les va a permitir la transmisión del mayorazgo a cualquiera de sus sobrinos o sobrinas 33 . La modificación de estas cláusulas, según parece, no debió sentar demasiado bien en el ánimo del primogénito, Fernando, pues en mayo de 1550 dio lugar a la elaboración de unas informaciones por parte del notario apostólico Juan de Lucio en las que declaraba que “el conde de Castellar su padre, murió frenético, y que quando murió, aunque hizo testamento fue ordenado por los letrados, y por don Rodrigo y don Juan sus hijos en que revocaba las cláusulas de la fundación de los dos mayorazgos que hizo a fabor del dicho don Rodrigo y don Juan”34. 2.3 Trayectoria y participación política La actividad política de los condes de Castellar se desarrolló en una variedad de escenarios que comprenden desde la propia gestión de los asuntos familiares y señoriales, hasta la intervención en el ámbito municipal y general de la monarquía. Como primogénito y heredero del linaje, Juan Arias de Saavedra sucedió a su padre, fallecido durante los primeros años del siglo XVI, al frente de los dos señoríos tradicionalmente vinculados a la familia, El Viso y Castellar35. Sin embargo, no fue tarea fácil esta sucesión pues su padre pretendió la venta a la corona de Castellar por 4.769.544 maravedís. Por tratarse de una villa vinculada en mayorazgo, Castellar no podía ser enajenada y precisamente esto fue lo que reclamó Juan ante el Consejo Real, en compañía de Diego Ortiz de Guzmán que ejercía como tutor y curador de sus hermanas36. Finalmente, el 13 de octubre de 1505 Fernando el Católico exige a Fernán Arias de Saavedra la restitución de los maravedís que recibiera por la venta de Castellar “por cuanto no la pudo vender por tenerla vinculada”, y tras realizarse una escritura de concordia entre padre e hijo, el rey ordenó en agosto de 1506 al comendador Garcilaso de la Vega entregar la villa a Juan Arias de Saavedra37. El señor de El Viso y Castellar también recogió la originaria tradición fronteriza de su estirpe heredando el oficio de alfaqueque mayor de Castilla que desde 1439 venía recayendo en sus ascendientes 38 . La alfaquequería se trató de una institución típicamente fronteriza “cuya principal razón de ser se encuentra en el creciente interés de la corona por mediatizar y controlar la mayor parte de las actividades redentoras en

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En relación con las diversas formas y manifestaciones de la memoria familiar de las casas nobles, véase Juan Luis Carriazo Rubio, La memoria del linaje. Los Ponce de León y sus antepasados a fines de la Edad Media, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2002. 33 AGA, FAS, leg. 3775, doc. 12. 34 ADM, C, leg. 3, doc. 21. 35 ADM, V, leg. 2, doc. 4, 5, 6, 7, 8; C, leg. 1, doc. 1, 2, 7, 23; AGA, FAS, leg. 3753, doc. 4; leg. 3778, doc. 1. 36 AGA, FAS, leg. 5917, doc. 3; leg. 3753, doc. 4. 37 ADM, C, leg. 1, doc. 3, 4, 5, 6, 7, 24; leg. 3, doc. 19. Sometidas El Viso y Castellar a su jurisdicción, se entablaron largos pleitos por los límites municipales de Castellar, Gibraltar y Jimena, que acabaron elevándose a la Chancillería de Granada: ADM, C, leg. 1, doc. 38, 40, 41, 42; leg. 2, doc. 1, 2, 3, 4, 11; leg. 3, doc. 66; AGA, FAS, leg. 3777, doc. 3, 4. 38 El primer Saavedra que desempeñó el cargo fue Juan Arias de Saavedra el Famoso, por una merced de Juan II del 28 de julio de 1439: AGA, FAS, leg. 3753, doc. 2. Las sucesivas generaciones ocuparon el oficio a través de renunciaciones, confirmaciones y nombramientos reales: AGA, FAS, leg. 3753, doc. 2; leg. 3775, doc. 6; ADM, V, leg. 6, doc. 8.

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la frontera de Granada y norte de África”39. Desde el mismo reinado de Juan II y a causa de la reconocida lealtad del linaje a la corona, la alfaquequería mayor de Castilla, sus derechos y prerrogativas, se identificarán con los herederos de la casa de Castellar, que se convirtieron en “los hombres más idóneos para el ejercicio del cargo de alfaqueque mayor por su dilatada experiencia y prestigio en la frontera y en el gobierno regional al servicio de la monarquía”, hasta la definitiva anulación del oficio por Felipe III40. A nivel político, el ámbito municipal significó para los linajes de la nobleza mediana “un campo lleno de posibilidades”41. En este sentido, Juan Arias de Saavedra, ataviado con el hábito de la orden de Santiago que le atribuyen Pellicer de Tovar y Méndez Silva42, dio continuidad al destacado peso que su linaje venía ejerciendo en el municipio sevillano, ocupando entre otros cargos, el de alcalde mayor de la tierra de Sevilla “con vos e voto en el cabildo y ayuntamiento de la dicha çibdad”. Antes que él, ya su padre y su abuelo –Fernán Arias de Saavedra y Juan Arias de Saavedra, el Famoso, respectivamente– habían desempeñado tal oficio por mercedes de Enrique IV y los Reyes Católicos43. Juan detentó esta alcaldía mayor hasta julio de 1503, cuando la renunció en beneficio de Diego Ortiz de Guzmán, marido de una de sus hermanas, Juana de Avellaneda44. Por su “idoneidad e suficiencia e los buenos seruiçios”, Juan Arias de Saavedra también ocupó desde marzo de 1492 una veinticuatría en el concejo sevillano renunciada en él por el conde de Feria, Gómez Suárez de Figueroa45. Según las nóminas de las quitaciones de los oficiales del concejo, Juan percibía anualmente por el desempeño de esta veinticuatría 3.000 maravedís, y por su servicio además, también pudo aprovechar el viaje que los reyes realizaron a Castilla en 1506 para “yr a besar las manos al rey don Felipe y a la reyna doña Juana”, motivo que justificaba una partida de 67.500 maravedís en el capítulo de libranzas del concejo de 150646. Si seguimos los memoriales genealógicos de Pellicer de Tovar y Méndez Silva, Juan Arias de Saavedra ostentaría también el alguacilazgo mayor de la Inquisición de Sevilla, un hecho que, si bien, no estamos en condiciones de afirmar con toda seguridad47. Informaciones más fehacientes, en cambio, sitúan a su hijo tercero, Juan, como el primero de los Saavedra en detentar tal cargo y a cuya línea familiar se adscribirá durante varias generaciones48. Sobre la posesión por parte de Juan Arias de Saavedra del cargo de alguacil mayor de Sevilla sí que existen más fuentes que así lo 39

Manuel García Fernández, “La alfaquequería mayor de Castilla en Andalucía a fines de la Edad Media. Los alfaqueques reales”, en José Enrique López de Coca Castañer (coord.), Estudios sobre Málaga y el Reino de Granada en el V Centenario de su conquista, Málaga, Diputación de Málaga, 1987, p. 37; José Manuel Calderón y Francisco Javier Díaz (col.), Vae Victis: cautivos y prisioneros en la Edad Media Hispánica, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2012, pp. 239-263. 40 M. García Fernández, “La alfaquequería mayor...”, p. 39. 41 A. Carrasco Martínez, Sangre, honor y privilegio..., p. 53. 42 AGA, FAS, leg 3754, doc. 36; leg. 3775, doc. 39. 43 ADM, V, leg. 6, doc. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8. 44 Marcos Fernández Gómez y Pilar Ostos Salcedo, El Tumbo de los Reyes Católicos del Concejo de Sevilla, Madrid, Fundación Ramón Areces, 2003, XI, pp. 495-497. 45 Juan de Mata Carriazo (dir.), El Tumbo de los Reyes Católicos del Concejo de Sevilla, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, 1971, V, pp. 323-324. 46 Archivo Municipal de Sevilla AMS, Papeles del Mayordomazgo [M], rollos: 763 (ff. 468 y ss.), 765 (ff. 193 y ss.), 768, 769 (ff. 524 y ss.), 1680 (ff. 231 y ss.), 1686 (ff. 276 y ss.). 47 AGA, FAS, leg 3754, doc. 36; leg. 3775, doc. 39. 48 AGA, FAS, leg. 3775, doc. 65; D. Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares..., III, pp. 121-123.

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corroboran pues, tanto Pellicer de Tovar, como Méndez Silva y el analista Ortiz de Zúñiga dan clara cuenta de ello e incluso ubican a su hijo Rodrigo ejerciendo el alguacilazgo en nombre de su padre, en el socorro a la ciudad de Gibraltar con motivo del asalto turco de 154049. En cuanto a la tradicional vinculación de los Saavedra con la casa de Arcos, la entrada en el siglo XVI para nada la enfrió. En la escritura testamental que otorgó en 1530 don Rodrigo Ponce de León, primer duque de Arcos, nombró a Juan Arias de Saavedra como “gouernador y tutor” de su hijo don Luis Cristóbal, nacido en 1528 y llamado a ser el II duque de Arcos50. Como administrador de la casa ducal y tutor del joven duque, Juan recibiría 1.000 ducados anuales. No obstante, en 1542 será acusado de corrupción, codicia y mala gestión por don Pedro y don García Ponce de León, hermanos del duque don Rodrigo y quienes aspiraban a la tutoría del joven don Luis. Estas acusaciones dieron lugar a un interesante litigio que en el fondo, lo que expresa son las dificultades en las que se hallaba la hacienda ducal y que una minoría tan prolongada del titular era el caldo de cultivo idóneo para la contraposición de intereses personales51. El punto culmen de la trayectoria política de Juan Arias de Saavedra hay que situarlo en el año 1538, cuando sentado entre el conde de Aguilar y el de Olivares se halló “don Juan de Saabedra” en las Cortes que Carlos V celebró en el monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo52. Fruto de la intensa actividad desarrollada durante la reunión de Cortes y en reconocimiento a la amplia trayectoria de servicio a la monarquía que acumulaba el linaje, el 10 de noviembre de 1539 Carlos V concedía a Juan Arias de Saavedra el título de conde de la villa de Castellar 53 ; título que permanecerá ligado a la casa de Saavedra hasta su integración en los estados del duque de Santisteban del Puerto en el siglo XVIII y posteriormente, en el ducado de Medinaceli. 3. Conclusiones: la herencia de los condes de Castellar El 28 de mayo de 1544, el conde de Castellar otorgaba su escritura de testamento mediante la que, entre otras disposiciones, nombraba como sucesor del condado y de los señoríos adscritos a la casa a su primogénito Fernando54. La condesa, por su parte, no falleció hasta agosto de 1550, tras formalizar su testamento, dar cumplimiento a las mandas de su difunto marido y fundar una capellanía en la iglesia de san Martín de

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AGA, FAS, leg. 3754, 36; leg. 3775, doc. 39. Según Ortiz de Zúñiga, Juan Arias de Saavedra ejercía como tal ya en 1532, lo que nos lleva a suponer que quizás ostentase el alguacilazgo desde 1512, cuando murió su anterior poseedor, Esteban de Guzmán: D. Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares..., III, pp. 365-366 y pp. 381-382; IV, p. 4 y p. 149. 50 Archivo Histórico Nacional, Nobleza, Osuna, leg. 121, doc. 9 g: Juan Luis Carriazo Rubio, Los testamentos de la Casa de Arcos (1374-1530), Sevilla, Diputación de Sevilla, 2004, pp. 297-320; D. García Hernán, Aristocracia y señorío..., p. 16 y p. 126. 51 Federico Devís Márquez, Mayorazgo y cambio político: estudios sobre el mayorazgo de la Casa de Arcos al final de la Edad Media, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1999, pp. 78-90. 52 Real Academia de la Historia, Cortes de los antiguos Reinos de León y Castilla, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneira, 1861-1903, V. 53 Ampelio Alonso de Cadenas, Elenco de grandezas y títulos nobiliarios españoles, Madrid, Hidalguía, 2008, p. 295; J. Pellicer de Tovar, Memorial de la casa y servicios de don Joseph de Saavedra..., fols. 6465; AGA, FAS, leg. 3775, doc. 39 54 ADM, C, leg. 3, doc. 20.

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Sevilla; el lugar en el que tanto su marido como ella, mandaron sepultarse55. Además del título condal, el primogénito, casado con Teresa de Arellano –hija del segundo conde de Aguilar–, se convirtió en el poseedor del mayorazgo principal de la casa, el de El Viso, heredando también el oficio de alfaqueque mayor de Castilla, la veinticuatría de su padre, así como el alguacilazgo mayor de Sevilla que también sobre él le renunció el conde de Orgaz, Álvaro Pérez de Guzmán56. La concesión del título nobiliario por Carlos V en 1539 acabó por sancionar la calidad y grandeza de toda una estirpe. Desde sus orígenes fronteros, iniciaba el linaje de Saavedra su andadura en la época moderna plenamente integrado en los escalafones de la nobleza castellana, al tiempo que mantenía una sólida impronta en el municipio sevillano y se aseguraba la posesión de amplios patrimonios amayorazgados. Desde estos momentos, sus círculos de poder e influencia se extenderán desde la Baja Andalucía hasta la propia corte de los Austrias, hacia donde destacados miembros del linaje se trasladaron durante el siglo XVII para ejercer oficios palatinos; mientras que otros Saavedras en cambio, acabaron ligando sus destinos a las oportunidades que ofrecían los reinos de Indias. Imagen. 1 Genealogía del linaje Saavedra y condes de Castellar Juan Arias de Saavedra el Famoso Señor de El Viso Señor de Castellar

Juana de Avellaneda Delgadillo

Juan Fernán Arias de de Saavedra Señor Saavedra de El Viso Señor de Castellar

Juan Ponce de León II Conde de Arcos

-Leonor Francisca -Constanza de -Juana Saavedra -María

Juan Arias de Saavedra I Conde de Castellar

-María -Francisca -Leonor

Fernando Arias de Saavedra II Conde de Castellar

Catalina González de Oviedo

Enrique Constanza Ponce Ponce de León de León

Juana de Avellaneda

Teresa Rodrigo Inés Juan de de Tavera de de Arellano Saavedra Mendoza Saavedra

Fernando Arias de Saavedra

Catalina Enríquez de Ribera

Juan Ortíz de Guzmán

Catalina Ortíz de Guzmán

Leonor de Esquivel

Juan Alfonso de Guzmán I Duque de Medina Sidonia

Diego Ortíz de Guzmán

Isabel de Meneses

Francisca de Saavedra

María Manuel de Villena

María de Manuel y Figueroa

Alvar Pérez de Guzmán

María de Guzmán I Condesa de Castellar

Catalina -Catalina de -Leonor Esquivel -Constanza -Blanca -María -Gregoria

Francisco de Saavedra

Lorenzo Suárez de Figueroa I Conde de Feria

Luis de Saavedra y Guzmán

Marina Fernando de de los Estrada Ríos

Mencía Manuel de Saavedra

-Beatriz -Francisca -Constanza

Fuente. Elaboración propia a partir de las referencias consultadas.

55

AGA, FAS, leg. 3772, doc. 6; Archivo General del Arzobispado de Sevilla, Gobierno, Capellanías, leg. 2036. 56 ADM, C, leg. 5, doc. 2, 3; V, leg. 6, doc. 11, 12.

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Sangre judía, finanzas y nobleza: la trayectoria familiar de los Pisa en Castilla (siglos XV-XVII) Jewish blood, finances and nobility: the mobility strategies in the Pisa family Rocío VELASCO TEJEDOR Universidad de Córdoba Resumen: El presente artículo constituye el análisis social y familiar de un destacado linaje judeoconverso aún poco conocido, los Pisa, procedente de Almagro (Ciudad Real), que desde finales del s. XV comienza un vertiginoso ascenso social partiendo de negocios financieros y mercantiles. El estudio comparado de sus estrategias familiares en tres relevantes ciudades castellanas (Madrid-Almagro-Granada) saca a relucir de modo paradigmático los distintos caminos por los que se produjeron los procesos de movilidad que fueron inherentes a la España Moderna. Palabras clave: familia judeoconversa, ascenso social, Historia Comparada, estrategias familiares.

Abstract: In this paper the authoress analyses a paradigmatic case of social and familiar mobility exemplified by a judeoconverso lineage, named Pisa, beginning in finances and commercial business and raising to be part of the nobility. These mobility processes provide an argument of the role of judeoconversos in the social dynamics changes that were a quite typical phenomenon in Spanish Early Modern Age. Keywords: convert family, social promotion, Comparative History, familiar politics.

1. Introducción: ser converso en la Castilla de los Reyes Católicos El reinado de los Reyes Católicos ha aparecido siempre en la historiografía como una época de bisagra entre la Edad Media y la Edad Moderna y de grandes cambios para España. El mundo en general experimenta un cambio importante en su cultura social y política. Pero, sobre todo, este período aparece resumido muchas veces en el mítico año 1492, en tres principales hitos: descubrimiento de América, fin de la Reconquista, el decreto de expulsión de los judíos. De ellos, el único que puramente tuvo sus consecuencias en toda la sociedad, de forma repentina, fue el último mencionado. La salida del país de decenas de miles de familias– entre 120.000 y 150.000 personas, según Elliot 1 –tuvo consecuencias catastróficas en lo demográfico, lo económico, lo social; sí, e igualmente para aquellas que, evadiendo la expulsión, se convirtieron al cristianismo. Y así, con la desaparición oficial de los seguidores de Moisés, se consideró finiquitado el ‘problema judío’, lo que no es menos acertado que admitir que ése fue el inicio del llamado ‘problema converso’, mucho más profundo en su huella en niveles sociales y económicos para el devenir de España de lo que ha querido admitirse hasta hace escaso tiempo. 1

John H. Elliot, La España Imperial. 1469-1716, Barcelona, Vicens Vives, 2005, p. 113.

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En el estudio de la Historia Moderna de España, uno de los matices más importantes y llamativos de esta cuestión, actualmente en plena ebullición historiográfica, es el papel que tomaron estos judeoconversos en la configuración y devenir de la sociedad española durante toda esta etapa. La forzosa elección entre ser expulsados o convertidos dejó en España un poso muy extenso de linajes de origen judío con un enorme potencial económico y político, y desde luego también con un poder social enorme. Este fenómeno tuvo su aparición en una coyuntura de cambio de siglo a finales del XV, muy dinámica económica y socialmente, que ofrecía las claves para prosperar con rapidez y de favorecer el proceso de ennoblecimiento si se tenía la suficiente destreza: la riqueza de sus negocios vino acompañada por una progresivamente mejorada posición, primero económica y después social, basada en relaciones aunaban el interés y el parentesco. En este proceso, el cuidado de estos conversos les hizo protagonizar la mayor ocultación de la historia por mantener la simulación hasta el límite del absurdo, y supone la mayor la originalidad de este fenómeno. Las ambiciones de progresión social se resolvieron mediante la configuración del matrimonio nobiliario, las estrategias familiares, la falsificación sistemática de genealogías y documentos, o el absolutamente novedoso tema de sus orígenes sociales, donde los resultados han sido más sorprendentes2 y corroboran las teorías de la profunda porosidad de la sociedad, que permitió la integración en el seno de la nobleza de miles de familias adineradas, que en modo alguno contaban en origen con la más mínima sangre o pureza noble que tanto defendía este estamento3. Sólo así podría entenderse, por ejemplo, la colección de sambenitos que pasaron a “adornar” durante siglos las iglesias de cada pueblo de Castilla, recordando generación tras generación los pecados que había heredado de sus antepasados cada vecino. Como relataba un anónimo en 1486 y recoge Fita, “aunque eran muertos, su fama vivía diciendo que habían muerto commo cristianos, y convenía que así fuesen publicados por herejes”4. La razón real estaba lejos de tener tan altas motivaciones: para Calleja Puerta, la implantación de estatutos y limpiezas provenían de una “reacción a la ruptura de barreras sociales que estaban provocando el dinero y la riqueza” entre las capas más altas 5 , una forma desesperada por establecer filtros basados en las condiciones que no reunían muchos de los aspirantes: nobleza, honor y limpieza. Estos filtros podían impedirles el acceso a los cargos y honores a que aspiraban en virtud de su holgada posición socioeconómica. Partimos de la idea de que el individuo moderno necesita formar parte de un orden para poder sentir que tiene una identidad en el mundo. En ello, destacamos que la familia es la base sin la que es imposible que, en efecto, se produjera ninguna 2

Vid. Raúl Molina Recio en “La historiografía española en torno a las élites y la historia de la familia. Balance y perspectivas de futuro”, Las élites en la época moderna: la Monarquía Española, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2009, vol. 2; y Enrique Soria Mesa, El cambio inmóvil: transformaciones y permanencias en una élite de poder (Córdoba, ss. XVI-XIX), Córdoba, La Posada, 2000. 3 Enrique Soria Mesa, La nobleza en España moderna. Cambio y continuidad. Madrid, Marcial Pons Historia, 2007, p. 35. 4 Auto 12, del 15 de octubre de 1486. Fidel Fita, “La Inquisición toledana. Relación contemporánea de los autos y autillos que celebró desde el año 1485 hasta el de 1501”, Boletín de la Real Academia de la Historia, T. 11 (1887), p. 301 [Consultado en Cervantes Virtual, 29/02/2015]. 5 Miguel Calleja Puerta, “El factor genealógico. Posibilidades y límites de la documentación de archivo para la elaboración de historias familiares”, Emblemata, 16 (2010), p. 138.

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movilidad. Como defiende Raúl Molina, “el hecho familiar en el caso de la nobleza es un asunto vital para el grupo en tanto que es la base, sustento y estructura principal en la que se desenvuelve”6. Constituía el estadio intermedio entre uno mismo como individuo y la jungla de la sociedad. Sobre todo las familias pudientes, las más interesadas en conservar sus privilegios, lo decidirán todo, ya que formar parte de la familia era formar parte de la estrategia que los unía7. Nuestra finalidad por tanto es la exposición particular de las políticas o estrategias de ascenso social de la familia Pisa, a través de la cual podremos observar cómo una familia de judeoconversos encuentra las claves para hacerse con un hueco en la compleja red de relaciones de la oligarquía en distintos puntos de España. Esta familia pasó por los cauces habituales de poseer en primer lugar un extenso patrimonio proporcionado por los negocios mercantiles y financieros, que protagonizaban como parte de su tradición judía; conseguido eso, practicaron una política matrimonial claramente orientada a integrarse en los sectores que participaban socialmente del poder. Hemos fijado una Historia Comparada entre tres ramas de la familia que nos va a permitir observar cómo algunas estrategias se repiten con muy pocos cambios. De esta manera, hemos podido establecer una dinámica común con distintos modelos de comportamiento que buscaban el mismo único fin de ascenso social. 2. Los Pisa: la forja de un linaje Como una de sus principales novedades, éste es un estudio de Historia Social en el que la boyante Historia Comparada alcanza su mayor expresión, comparaciones que se harán en un plano, como ya hemos apuntado, social (judío, converso, cristiano viejo y todos ellos en el plano familiar) y económico (compañías comerciales, rutas de comercio, productos, volumen de beneficios, etc.). La familia de Pisa representa la unión de los conceptos que explican la movilidad social a principios de la Edad Moderna: la adquisición de propiedades, la política matrimonial que, con esas riquezas, propicia el ascenso y la política familiar que determina el control de los cargos municipales y, posteriormente, la obtención de hábitos8. La familia es, pues, la institución social a través de la cual se hacen realidad las posibilidades o no de movilidad de los distintos grupos sociales. Su objetivo es, por tanto, “transmitir generacionalmente aquellas cualidades, calidades y capitales en los que descansa y se basa la posición diferenciada de la familia”9, y que esa transmisión de generación en generación se convierta en eterna a lo largo del tiempo. Es decir, el linaje se crea como un agente de socialización a través de las generaciones en el que es necesario relacionar matrimonio, grupo social y propiedad, o lo que es lo mismo: clientelismo, riqueza y privilegio10. Con pocos matices, este es el camino seguido por la descendencia de Juan Rodríguez de Pisa, que encabeza a mediados del siglo XV nuestra reconstrucción

6

R. Molina Recio en “La historiografía española en torno a las élites…”, p. 13. Francisco Chacón Jiménez, Poder y movilidad social. Cortesanos, religiosos y oligarquías en la Península Ibérica (ss. XV- XIX), Madrid: CSIC, 2006, p. 52. 8 James Casey y Francisco Chacón, La familia en la España mediterránea (ss. XV- XIX), Barcelona, Crítica, 1987, p. 14. 9 Francisco Chacón Jiménez y Juan Hernández Franco, Espacios sociales, universos familiares. La familia en la historiografía española, Murcia, Universidad de Murcia, 2007, p. 14 y p. 227. 10 F. Chacón Jiménez, Poder y movilidad social…, p. 55. 7

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genealógica 11 . Muy poco sabemos acerca de él, pero lo que tenemos es harto significativo: Juan Rodríguez de Pisa, que había muerto en 1461, fue condenado y quemado post-mortem por la Inquisición, acusado de herejía, en 1485. Este hecho trastocaría para siempre la vida de sus más próximos descendientes, que trataron de ocultarlo por todos los medios hasta que cayó en el olvido. Así, algunos de estos descendientes que vivieron en el siglo XVII, como Gaspar Osorio Mejía, Antonio y Jerónimo Gutiérrez de Anaya o Antonio Zapata, se hicieron descender –a sabiendas o no –de un hermano de Juan Rodríguez alejado de toda duda de mancha, Miguel de Pisa, que murió en 148112. Principalmente conocemos con precisión la genealogía de uno de sus nueve hijos, García de Pisa, y a partir del cual desarrollaremos las estrategias de ascenso observadas en su descendencia. Su lugar de residencia, el Campo de Calatrava, ofrecía gracias a sus peculiaridades políticas y administrativas, grandes posibilidades en el terreno económico por su posición estratégica en la geografía española como lugar de paso obligado para el comercio castellano. En él su capital, Almagro, centralizaba el cobro y gestión de las rentas de la Mesa Maestral de la Orden del mismo nombre, así como el de los impuestos reales. El peso de esta riquísima zona recaía totalmente sobre los mercaderes, grupo en el que la presencia conversa, no nos extraña, era mayoritaria. En cualquier caso, los esfuerzos por integrarse de los judíos y conversos estuvieron en algunos casos muy unidos al fuerte dinamismo económico que experimentó la sociedad de la época, característica una economía de cambios como la que se estaba produciendo a caballo entre la Edad Media y Edad Moderna. En los números calculados por Ladero Quesada, los primeros podían tener bajo su control hasta el 25% de las rentas reales de Castilla en los años anteriores a la expulsión13; y muy posiblemente los conversos, menos atados y más aceptados, ocuparan de un porcentaje mayor. Ángeles Martín Romera ha estudiado el transvase que los arrendadores conversos de Almagro llevaron a cabo de beneficios financieros hacia la compra de bienes rústicos con los que conformar un rico y extenso patrimonio rural, primer paso para un futuro mayorazgo que mejorara la calidad de la descendencia y ampliara las relaciones familiares con otros linajes. Este nuevo uso de la riqueza será lo que esté detrás de todo14. En este sentido, son muy significativas las recientes reflexiones sobre el poder financiero del investigador Alonso García, quien determina que para los conversos la complejidad y riesgo que entrañaban estas operaciones conformaban un

11

“Tabla genealógica de la familia de Pisa”, Real Academia de la Historia [RAH], Salazar, D-35, núm. 28182; y “Apéndice 5: Familia Rodríguez de Pisa”, en Vincent Parelló, “Sociología conversa en los siglos XV y XVI. La dinámica de las familias manchegas”, Sefarad, 59/2 (1999), p. 412-414. 12 “Tabla genealógica de la familia de Pisa”, RAH, Salazar, D-34, núm. 27808; y vid. Martin Biersack, “Juan Rodríguez de Pisa, letrado y humanista granadino, traductor de Pico de la Mirandola”, Bulletin Hispanique, 111 (2009), pp. 7 -50. 13 Miguel Á. Ladero Quesada, “Coronel, 1492: de la aristocracia judía a la nobleza cristiana de los Reyes Católicos”, Cahiers du CRIAR, 21 (2002), p. 94. 14 Archivo General de Simancas [AGS], Escribanía Mayor de Rentas [EMR], Leg. 550. Ángeles Martín Romera en "La imposición de criterios económicos urbanos al entorno rural: el caso de los mercaderes de Almagro", La ciudad medieval y su influencia territorial, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2007, pp. 293.

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determinado mecanismo de sociabilidad y de poder que debía funcionar en distintos niveles al mismo tiempo15. García fue uno de estos principales financieros de Almagro, y el padre de los Pisa cuya trayectoria pasaremos a exponer. Como ha quedado mencionado, la formación de un gran patrimonio a expensas de su actividad como arrendador de rentas y comerciante de gran alcance le permitió acumular una de las mayores riquezas de la región: sólo sus tierras tenían un valor de 395.000 mrs., contaba una huerta valorada en 30.000 mrs. y tenía más de 3300 cabezas de ganado hacia 146716. Es más: en 1495 participó en la fundación de la compañía comercial que aunó las fuerzas de los principales agentes económicos de la región: además de García, estaba formada por Alonso Gutiérrez de Madrid (antes, de la Caballería), Fernando de Villarreal y Diego Sánchez de Arroyal, todos conversos–y quienes, junto con Marcos de Madrid y el comendador Rodrigo de Oviedo, acabarían siendo sus yernos 17 . Su capacidad de actuación hizo que los enfrentamientos con el grupo liderado por los conocidos Senehor/Coronel, que tenían en su haber los grandes monopolios y privilegios para el cobro de rentas de manos de los Reyes Católicos, fueran continuados durante varias décadas. La rentabilidad del negocio queda al descubierto: la confluencia de intereses económicos y sociales que se produce al conseguir ser un gran propietario o un arrendador de rentas reales y de tierras, resultaba muy atractiva en el seno de un grupo en plena ebullición hacia la sociedad moderna, una breve etapa que permitió rápidos cambios sociales.

15

David Alonso García, “Poder financiero y arrendadores de rentas reales en Castilla a principios de la Edad Moderna”, Cuadernos de Historia Moderna, 31 (2006), p. 119. 16 AGS, EMR, leg. 550 y AGS, Cámara de Castilla [CCA], 3-2, 41, 2. Ángeles Martín Romera en "La imposición de criterios económicos urbanos…”, pp. 209-210; y en “Documentos de la Orden de Calatrava”, Boletín de la Real Academia De La Historia, T. XXXV (1888) p. 156. [Consultado en Biblioteca Cervantes Virtual]. 17 Naturalmente, tener a los parientes involucrados en los negocios produjo desvíos hacia los intereses propios, e injerencias en la administración central para la que trabajaban. José Martínez Millán y Carlos de Carlos, “Conversos y élites de poder en Castilla durante la primera mitad del siglo XVI: las actividades de Alonso Gutiérrez de Madrid en la Corte de Carlos V”, Siglos Dorados. Homenaje a Agustín Redondo, Madrid, 2004, II, p. 154.

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Tabla 1. Descendencia de García de Pisa

Lo que sabemos de los matrimonios de estos y otros Pisa nos confirma el hecho de que en estos años distintos miembros de la familia Pisa habían seguido la endogamia socioreligiosa común a los conversos durante todo el siglo XV, pues sus mujeres pertenecían a familias de claro origen judío, investigadas por la Inquisición en un porcentaje muy significativo. Entre ellos encontramos apellidos conversos de lo más sonado: Caballería, Villarreal, de la Sierra, Bonilla, Franco/Núñez Franco…, todos ellos condenados y procesados en masa. En este tiempo la endogamia permitía en muchos casos que pudieran seguir manteniendo sus costumbres y ritos semitas en el ámbito familiar, aunque debe entenderse dentro del mencionado proceso de integración, partiendo de la endogamia socio-religiosa como forma de necesaria protección mutua en una sociedad que rechazaba sistemáticamente. Posteriormente, uno de los procedimientos más frecuentes para evadirse de la clase conversa fue cambiar de apellidos, además de cambiar de residencia. Esto lo hicieron muchos Pisa: casi todos los hijos de García emigraron a distintas ciudades del sur y del norte, otros quedaron en el ámbito más cercano, o no se movieron de Almagro. Las tres ramas que hemos escogido fueron hijas de García de Pisa: Andrés de Pisa en Almagro, Juan Rodríguez de Pisa a Granada y María Rodríguez de Pisa a Madrid. Los apellidos cambiaron rápidamente y pocos mantuvieron el Pisa más allá de la segunda generación a partir del siglo XVI, lo cual nos empuja a seguir a otras familias y ampliar las redes de parentesco. En nuestro seguimiento temporal hemos observado esa evolución que los conduce al acceso al poder. La Historia Comparada nos permitirá profundizar en similitudes y diferencias bastante sincrónicas entre las vías de acceso al poder de sus estrategias, que siguen un esquema bien conocido basado en la puesta en práctica de unos mecanismos fundamentalmente económicos, políticos y sociales, que ofrecieron a los miembros de la familia la posibilidad de llegar a la cúpula de poder en esas tres esferas. Por un lado, el contexto geográfico en el que se moverá cada una de estas ramas será decisorio para su éxito: Madrid y sobre todo Granada son, junto con Sevilla, las ciudades emergentes más dinámicas de la primera mitad del siglo XVI español y

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concentraron un importante número de familias conversas emigrantes, que buscaban crecer socialmente en nuevos. Tabla 2. Comparativa entre distintas ramas familiares Pisa. Lugar de residencia Apellidos relacionados

Almagro Osorio – Oviedo – Mejía – Zúñiga

Madrid Gutiérrez de Madrid

Granada Osorio – Fernández de Córdoba

Plataforma de ascenso

Concejo

Corte Concejo

Chancillería Concejo

Rama profesional del cabeza de familia

Arrendamiento de rentas

Tesorería

Jurisprudencia

Grupos de poder con los que se relacionan

Oligarquía local

Carlos V Familia Mendoza Protegido del Duque de Béjar

Protegido de los Mendozas Familia Fernández de Córdoba

Estrategia familiar

Endogamia

Emigración Cambio de apellidos Hipergamia femenina

Emigración Endogamia Hipergamia femenina

Títulos de nobleza

Marqués de Torremejía Marqués de Valenzuela Marqués de las Varillas

Marqués de Villamaina Vizconde de Valoria

Marqués de Valenzuela Marqués de la Fuente

Fundación religiosa (capellanía)

San Andrés (San Bartolomé)

Ntra. Sra. Encarnación (San Martín)

Convento Sta. Victoria18

Residencia

Palacios de Torremejía (Almagro y Granátula de Calatrava)

Palacio del Tesorero (actual convento de las Descalzas Reales)

Casa de los Pisa

Otros

Promoción del corral de comedias

Participación en la conquista de América

Publicaciones humanísticas

La endogamia matrimonial, por otro lado, también se produjo por motivos económicos. En cierto modo, era una pequeña parada en el ascenso social, pues la familia no extendía sus redes, pero cuando el patrimonio podía estar en riesgo era necesario el sacrificio de casar con un primo y esperar que los hijos de ambos continuaran con el proceso posteriormente. Esta opción se enmarca claramente en un comportamiento protonobiliario, que tiene el suficiente interés en no perder poder para recurrir a esta posibilidad no sólo porque pretende mantenerlo, también porque sabe que la próxima generación lo seguirá aumentando. De esta manera, la endogamia en las distintas formas que hemos visto –socio-religiosa, económica y familiar –se reveló, en palabras de Domínguez Ortiz, como el elemento “más decisivo para la individualización y persistencia de un grupo social”19. Así se dio en el caso granadino. El nieto primogénito de Juan Rodríguez de Pisa, Juan de Pisa y Osorio, caballero veinticuatro, no sólo concentró en su persona los dos mayorazgos fundados por su abuelo paterno en 1535 tras la muerte sin sucesión de su

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La advocación de la capilla es desconocida y el convento está actualmente desaparecido. Quedó muy dañado tras su uso como cuartel durante la invasión francesa y, tras la exclaustración definitiva de los frailes en 1835 con la desamortización de Mendizábal, se ordenó su demolición en 1842. 19 Antonio Domínguez Ortiz, La clase social de los conversos en Castilla en la Edad Moderna, Universidad de Granada, Granada, 1991, p. 151.

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tío Diego20, también los del materno, pues había casado con su prima hermana María de Osorio, hija de sus tíos Francisco de Osorio y Ana de Vozmediano, con el propósito de fortalecer esta fortuna21. Su descendencia, sin embargo, tendría bastante inestabilidad porque las herederas fueron sistemáticamente mujeres, con lo cual el patrimonio acabó en una rama natural procedente de don Antonio Fernández de Córdoba, deán de la catedral en esa ciudad. Mariana, la única hija de Juan y María, casó en 1590 con Luis Fernández de Córdoba y Bernuy, y significó el ascenso de esta rama Pisa a una nobleza muy reputada y poderosa. Fue un matrimonio hipergámico que se consolidó en las hijas del enlace mediante la clásica fórmula endogámica tío/sobrina. La mayor, doña Ana María de Córdoba y Pisa, necesitó dispensa en 1606 para casarse con el primo de su padre, don Antonio de Córdoba, Gentilhombre de Su Majestad y desde 1625 I marqués de Valenzuela. Ambos descendían de don Álvaro de Córdoba, segundo hijo del conde de Cabra. Uno de los puntos imprescindibles en el proceso de ascensión social de esta rama fue la fundación de capellanías, por su gran utilidad y simbolismo a nivel económico, religioso y social. Fruto directo de su boyante economía fue la fundada por García bajo la advocación de San Andrés en la iglesia de San Bartolomé, de la que dejaría encargado a Andrés y su descendencia. En la cláusula testamentaria se leía la siguiente petición: “e les encargo a mis hijos procuren aumentar esta memoria, y que no se pueda acabar si no fuere con el tiempo”22. La capilla fue cuidada y reconstruida por su primogénito, Alonso el Romano, que la amplió para ser enterrado en ella, junto con otra sepultura para su hijo Hipólito de Pisa. Este hijo natural fue reconocido y criado por Alonso, pero acumuló con cargo a su padre cuantiosas deudas que le acarrearon cárcel y le obligaron a huir de Almagro varias veces 23. Alonso, antes de su muerte el 7 de marzo de 1561, ya había podido disfrutar de algunas rentas eclesiásticas como beneficiado y fundó en la capilla familiar un patronato cuyas rentas fueron codiciadas por muchos descendientes suyos y de sus hermanos; y que administraron sus sobrinos Alonso Parragués, el licenciado Pisa de Oviedo y Andrés el mozo24. También estableció una beca de estudios universitarios para los hombres y dotes para casamiento o profesión para las mujeres, que recibieron por ejemplo Magdalena Osorio, heredera del mayorazgo del Protonotario que seguiría la línea sucesoria, y su hija y de Gaspar Mejía, María de Osorio. El hijo mayor de este matrimonio, don Gaspar

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Debió ser en fecha posterior a 1561, cuando el tío de Diego, Alonso el Romano, lo citaba en su testamento con intención de que su patronato proveyese a sus hijos si es que llegaba a tenerlos. En Andrés Vázquez Cano, “Los Pissas”, Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su reino, Granada, (1914), IV, p. 159. 21 Luis de Salazar y Castro, Árboles de costados de gran parte de las primeras casas de estos reynos, cuyos dueños vivían en el año de 1683, Madrid, 1795 [Consultado en Google Libros, 8/011/2014], p. 173. En otro de sus árboles, Salazar ocultaría este matrimonio endogámico casando a Juan con una hipotética pariente del famoso secretario de Carlos V, doña Juana de los Cobos, apellido que aportaba un prestigio mucho mayor. Vid. “Tabla genealógica de la familia de Pisa”. RAH, Salazar, D-34, fol. 193v, nº 27808. 22 Testamento de García de Pisa (Almagro, 3/04/1510), en “Información testifical de la calidad, nobleza y limpieza de sangre de Miguel de Pisa…”. RAH, Salazar. M-99, fol. 168v. La cursiva es propia. 23 “Hipólito de Pisa, vecino de Almagro, con Cristóbal de Oviedo y consortes, sobre la administración de los bienes del mayorazgo y patronato que fundó Alonso de Pisa” (1571). Archivo de la Real Chancillería de Granada [ARCG], Caja 2624, 001. 24 A. Vázquez Cano, “Los Pissas”, p. 158- 161.

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Mejía y Osorio, fundó otro patronato de enterramiento en Almagro, en esta ocasión en el convento de Santa Catalina, fundado por él en 1600. De esta manera, Alonso ayudó a dar solidez a la promoción social y económica de sus descendientes y parientes, y que así se pudieran seguir cumpliendo las expectativas y estrategias familiares mediante ciertas claves que simplificaban los ámbitos de poder que potencialmente garantizaban tal ascenso: el matrimonio femenino, la profesión de fe y la Universidad, además de mantener económicamente a algunos capellanes hasta que éstos pudieran encontrar otra colocación más ventajosa. Todas estas fundaciones, independientemente de sus fines piadosos, buscaban la perpetuación de la memoria del fundador y la de sus descendientes; y la palabra clave para comprender estas construcciones es intemporalidad. Contaban con que sus familias estaban destinadas a ser de las más destacadas en los distintos lugares donde vivían durante siglos: ya fuera en Almagro, Granada, Toledo, Madrid. Como en otros lugares, las intenciones son las mismas y demuestran una única ambición: “incorporar un signo social de rango nobiliario y también crear un escenario mucho más magnificente para su memoria funeral”25. Otra herramienta muy utilizada para completar un cuadro de nobleza y distinción fue la vinculación de bienes y posesiones raíces en forma de mayorazgo como estrategia socioeconómica. La posibilidad de fundar un vínculo por cláusula testamentaria a partir de 1505 permitió afianzar los linajes y de las posiciones sociales otorgadas, tanto para nobles en ascenso como para los nobles de nuevo cuño que quisieran hacerse pasar por tales. Nuestra María Rodríguez de Pisa fundó junto a su marido un mayorazgo para cada uno de sus dos hijos mayores, Diego y Gonzalo, y enviaron a este Diego y al tercero, Felipe, a la carrera de armas; al igual que el quinto y sexto hermano, Alonso y Francisco, recibieron respectivamente la orden regular franciscana y la sacerdotal; el séptimo hijo, el doctor Jerónimo –quien habría de heredarlo todo y seguiría la línea familiar26– quedó como regidor en el concejo de Madrid. En cuanto a las hijas, Marina era abadesa de las Dueñas de Sevilla en 1572; e Inés, monja en la Concepción de Madrid; mientras que las otras dos, María y Ana Gutiérrez Pisa o de Toledo27, casaron con dos importantes señores de vasallos, nietos del duque del Infantado, don Bernardino de Mendoza y Toledo, señor de Cubas y Griñón de la Sagra, regidor de Madrid; y don Luis Laso de Mendoza y Osorio, tercer señor de Yunquera, respectivamente. Los descendientes de ambas alcanzaron nobleza de título en el siglo XVII y XVIII. Andrés de Pisa, por su parte, se movió en terrenos similares, aunque obviamente a pequeña escala. Como conversos enriquecidos, pudieron entrar a formar parte de la oligarquía con la fortuna heredada de su padre, que permitió a Andrés obtener una de las regidurías que se pusieron a la venta en 1544 y permitió a su descendiente don Gaspar Osorio Mejía comprar su hidalguía a la Corona en 1625, fecha algo tardía, por el 25

Ángeles Toajas Roger, “El tesorero Alonso Gutiérrez y su capilla en San Martín. Notas y documentos sobre patronazgo artístico en el Madrid del Quinientos”, Anales de Historia del Arte, 15 (2005), p. 101 y p. 106. 26 Archivo de Protocolos de Madrid [APM], Prot. 269, f. 155-157, Madrid, 16/02/1570; y APM Prot. 270, f. 1143v-1150, Madrid, 17/12/1571. 27 En este caso, el matrimonio se sirvió de la anarquía patronímica para apellidar a sus hijos, para así evitar el prejuicio anticonverso del apellido Pisa, el rastreo genealógico y asimilarse con mayor facilidad a familias poderosas. Por esto, no es casualidad que eligieran usurpar el apellido Toledo, de reminiscencias más nobles.

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precio de 4000 ducados28. En 1629 existían todavía oficios de merced, según consta en un memorial enviado al Consejo por una serie de personas poderosas interesadas en la compra de oficios para introducirse en el estado de los hijosdalgo, a los que se acusó de ser del linaje de los Pisa. Según los denunciantes, los pretendientes compraban los oficios, entre otras cosas, "para mejor conseguir la exención de dicho privilegio..."29. De todos modos, estar casado con su prima doña Catalina, hermana del señor de Valenzuela, don Francisco Zúñiga y Osorio, quien había adquirido un oficio con este mismo sistema y, dio a don Gaspar la clave para entrar en la pequeña nobleza30. Como queda dicho, los Osorio se aseguraron a través de una estudiada endogamia de no perder el mayorazgo del Protonotario y sus sucesivos herederos continuaron apellidándose así, lo que nos puede dar idea de en qué rama estaba el prestigio familiar. Relacionados falsamente a través de este apellido con los marqueses de Astorga, esta poderosa alianza contó con un palacete construido en Almagro–que hoy pertenece a la Orden de los dominicos –con una enorme portada de piedra labrada que luce coronadas las armas de los Oviedo, Osorio, Mejía y Zúñiga. Curiosamente, en estos cuatro ilustres cuarteles no queda rastro de los Pisa que los emparentó. Tiempo después, el tataranieto de don Gaspar, llamado igual que él, recibiría a finales del siglo XVIII el título de marqués de Torremejía, que esconde en el nombre de la localidad pacense el hecho de ser un título de nueva creación, a raíz del apellido. La llegada del siglo XVII significó el inicio de la decadencia de los métodos de ascenso y de control anticonverso, pues con la lejanía temporal perdieron gran parte de su eficacia. No afectó en nada a los descendientes de los Pisas, que ya ostentaban desde hacía décadas algunos cargos y títulos que aseguraban su tranquilidad, en una centuria que por lo demás había olvidado en conjunto los odios religiosos y mantenía las pruebas genealógicas a modo de filtro económico, de prestigio y de vanidad. 3. Reflexión final: ¿un mundo moderno? Entre los temas que se han planteado en este artículo hay cuestiones tan importantes para comprender la Edad Moderna española como son el acceso a las instituciones del poder local, la gestión del patrimonio, la carrera de los honores, las estrategias familiares, la ocultación del pasado, el fraude en las pruebas de limpieza de sangre…, temas que precisan todavía de un análisis en profundidad. El análisis de los comportamientos familiares de los Pisa aquí expuestos nos sirve de modelo a la hora de investigar el fenómeno del colectivo judeoconverso que, por distintas vías, buscaba (y consiguió, en muchos casos) el fin de la integración social en el poder. De aquí el enorme interés que tiene el estudio sobre movilidad social. Sin que éste sea lugar para plantear hasta qué punto la Modernidad con mayúscula pudo haber pasado por las mentalidades de los castellanos, es evidente que el fraude sistemático nos refiere que el anquilosamiento teórico no se practicaba en la realidad. Realmente, nunca un problema histórico había presentado diferencias tan obvias, alarmantes, entre el marco teórico de los tres ordos perfectos por un lado, y la cultura social y política que 28

“En 4 de Diciembre del mismo año [1625] Su Majestad declaró hijodalgo a D. Gaspar Osorio Mexía, vecino de la villa de Almagro, y a sus hijos y descendientes, y sirvió con 4.000 ducados”. Revista de Historia y Genealogía, Biblioteca de la Real Academia de la Historia, 1912, I, p. 40. [Consulta web: http://www.archive.org] 29 Jerónimo López-Salazar, “Limpieza de sangre y división de estados. El municipio de Almagro durante el siglo XVI”, Studia historica. Historia Moderna, 12 (1994), p. 186. 30 Archivo Histórico Nacional [AHN], Órdenes Militares [OOMM], Archivo de Toledo, leg. 38.086.

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bullía en la época por otro lado; pero sobre todo, nunca un proceso de transición había sido tan complejo ni habían intervenido variables tan distintas en tanto ámbitos disciplinares: minorías marginales, económico, genealógico, patrimonial, comparado y prosopográfico, y especialmente en facetas tan complejas como la cultural. Esto pone de relieve, una vez más, la excepcionalidad de un grupo con un papel fundamental en la dinamización de la sociedad española, y sin la cual no se comprende el Antiguo Régimen como lo conocemos; mientras aún ignoramos muchísimos ascensos que se produjeron de forma clandestina para lo que imponía la teoría, gran parte de los cuales fueron llevados a cabo por judeoconversos, aunque en la práctica sencillamente no podía ser de otra manera. Por otro lado, la clandestinidad también asociada a todas las facetas del problema converso –porque, recordemos, este grupo apreciablemente no existía– nos exige un tratamiento crítico de las fuentes y una contrastación casi constante de las mismas; por lo que el trabajo e interpretaciones posibles sobre las presencias y ausencias documentales se presta a no tener fin. Los Pisa en esto no son nada especiales: son el estándar de las construcciones familiares que se creaba la élite, ya que todas intentaron tapar unos orígenes que pocas veces eran los que se esperaban de ellas. Con el tiempo ese concepto de limpieza fue trascendiendo sus orígenes en la sangre para revelar, del modo más descarado, que ese concepto nunca había sido el más importante, sino más bien cuestiones más prácticas de liquidez económica y poder político, que es lo que realmente querían observar en sus candidatos las sucesivas y diversas cúpulas de poder que engranaban el Estado Moderno. El concepto familiar, intemporal según este propósito, rebasa lo meramente sanguíneo para pasar construirse sobre distintos cuerpos constituidos por diferentes ramas, familias y casas, cuyos complejos caminos se trazan alrededor del parentesco estableciendo redes y conexiones que se plasman en el acceso a cargos, mercedes, honores y privilegios. Sería complicado avanzar generalidades acerca de la familia en la España moderna sin pasar primero por el estudio específico de esas familias que siguieron estos pasos y convirtieron su reproducción biológica en una reproducción social que articulaba toda su sociedad y en que se basaba en alcanzar y mantener el poder en un intento desesperado por la permanencia de unos valores de tradición medieval en los tres siglos que duró la Modernidad, una escandalosa pantomima de representación e imaginario que nadie se creía. Y es que, a fines de siglo, el asunto de la limpieza de sangre entró en una fase “de irracionalidad absoluta”. El conjunto de los judeoconversos era entendido entonces como un conjunto homogéneo, incluso a veces, erróneamente, como una clase social igualada por un único factor étnico-religioso. La justificación de la exclusión estaba basada en características de su linaje y en "pecados" heredados de sus antepasados, y realmente la teoría dictaminaba que el pretendiente tenía una clara predisposición, genética diríamos, para volver a cometerlos, para volver a atentar contra a fe y el rey mismo. Efectivamente, dejó de importar que la persona tuviera una firme convicción cristiana si era un pretendiente no deseable a un cargo, hábito o prebenda: podía ser rechazado por una cuestión ajena a él. Como otros grupos sociales, similares también a las clientelas, estas relaciones se crean por la puesta en común de intereses, en este caso de varias generaciones que persiguen los mismos objetivos a través del tiempo. Estas relaciones de parentesco, entonces,

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Rocío VELASCO TEJEDOR

trascienden la propia unidad familiar, y relacionan varias familias con intereses comunes entre sí, que se suelen sellar con un matrimonio. Al compartir una misma forma de relación dentro de la misma familia o entre varias se crea una importantísima identidad de experiencia común que las mantiene unidas. Las familias en la época moderna deben ser entendidas como entidades de integración, integración que es vertical y se realiza confirmando los vínculos entre miembros de distintos estratos y cuerpos, por la cual la reproducción biológica quedaba convertida en reproducción social que la convierte en un sujeto histórico de estudio; y ahí radica la importancia de realizar análisis metódicos y renovados que permitan conocer cómo estaba configurada la organización de la sociedad. Hablando de familias privilegiadas no podemos quitar razón, en sentido estricto, a las anquilosadas teorías sociales: podríamos decir que el estado social o estamento determina de por vida por el nacimiento, en tanto que el nacimiento proporciona al individuo, inexorablemente, una familia. Ésta es la que va a determinar el estado, mejor dicho la posición social, en realidad. Lo decidirá todo: proporcionaba la posición en la sociedad, todo un mundo de clientelas, fuentes de riqueza y sustento, colocación profesional, relaciones matrimoniales, cuestiones hereditarias… Y en general el destino programado se seguía sin reservas, porque formar parte de la familia era formar parte de la estrategia que los unía31. Lo curioso de estas nuevas familias nobiliarias es que a medida que se van acercando a conseguir la nobleza, comienzan a asumir su rol y empieza a imitar su comportamiento social, porque deben mostrar su poder en público. Quienes quieren llegar a confundirse con ellos también deben adoptar, de forma paulatina, este modo de vida. Junto a un comportamiento y valores propios del grupo en el que pretendían incluirse, componían lo que entendemos por una forma de vida protonobiliaria, nobiliaria a todos los efectos de puertas para afuera. Poco después, llegado el momento, esa calidad debía quedar reconocida por los mecanismos establecidos para filtrar a los candidatos que resultaran más convenientes a la élite ya consolidada. Ante tal despliegue de poder en sus diversas parcelas, los pretendientes a ejecutorias de hidalguía y limpiezas de sangre no tuvieron grandes problemas, pues parecía evidente que pertenecían, sin ningún género de duda, a una familia limpia y noble.

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Francisco Chacón Jiménez, Poder y movilidad social. Cortesanos, religiosos y oligarquías en la Península Ibérica (ss. XV- XIX), Madrid: CSIC, 2006, p. 52.

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El complejo rol dinástico de un hijo segundón: el príncipe Emanuele Filiberto de Saboya (1588-1624) ¿Mediador,embajador familiar o agente doble? The Complex Dynastic Role of a Third-born Son: The Prince Emanuele Filiberto of Savoy ¿Intermediary, Family Ambassador or Double Agent? Carlos ANTOLÍN REJÓN Universidad Autónoma de Madrid

Resumen: Este trabajo constituye el análisis preliminar del complejo rol dinástico de un varón no heredero, el príncipe Emanuele Filiberto de Saboya (1588-1624). Como tercer hijo del duque de Saboya Carlo Emanuele I y la infanta española Catalina Micaela, Filiberto se convirtió en un privilegiado agente en las relaciones diplomáticas entre el ducado de Saboya y la Monarquía Hispana. El análisis de la correspondencia de Filiberto con su padre revela con claridad este excepcional rol diplomático. En ese sentido, este estudio constituye una primera aproximación al papel político desempeñado por los varones no herederos en las estrategias de sus propios linajes, cuestión tradicionalmente poco atendida por la historiografía. Palabras clave: Emanuel Filiberto de Saboya (1588-1624), varón no heredero, rol, familia, diplomacia, ducado de Saboya, Monarquía Hispánica, siglo XVII. Abstract: This study is a preliminary glimpse of the complex dynastic role played by the third-born son, Prince Emanuele Filiberto of Savoy (1588-1624). As the son of the Duke of Savoy, Carlo Emanuele I, and the Spanish infanta, Catalina Micaela, Filiberto became a privileged agent in the diplomatic relations between the Duchy of Savoy and the Spanish Monarchy. By studying Filiberto’s correspondence with his father, his exceptional diplomatic role becomes evident. Therefore, this project represents a novel approach to examining the political role played by non-hereditary males within their own lineages’ strategies, which traditionally has not been well represented in the historiography. Keywords: Emanuel Filiberto of Savoy (1588-1624), non-hereditary male, role, family, diplomacy, Duchy of Savoy, Spanish Monarchy, XVII century.

El estudio de la familia y las relaciones de parentesco se ha consolidado como un elemento fundamental de la nueva historia política. Aun así, no todos los miembros de la familia han sido estudiados como sujetos políticos. La mujer constituye un excelente ejemplo: madres o hijas, esposas o célibes, su rol subordinado a los hombres las definió, tradicionalmente, como actores secundarios, pasivos e ingenuos. No obstante, desde el 

Este estudio recoge las primeras reflexiones de mi proyecto de tesis doctoral, una aproximación a la historia cultural de la diplomacia a través de los conflictos de lealtad y el rol familiar del príncipe Filiberto de Saboya, dirigido por María José del Río Barredo (UAM). Aprovecho para agradecerle, no sólo sus atentos comentarios y reflexiones durante este año, sino que me facilitara las reproducciones de una de las fuentes principales de este trabajo, la correspondencia del príncipe Filiberto con su padre, Carlo Emanuele I, custodiadas en el Archivio di Stato di Torino.

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pionero trabajo de Magdalena S. Sánchez, sabemos que las mujeres no sólo tenían un papel político al servicio de la jerarquía masculina, sino que podían aprovechar los recursos propios de su género y posición en la familia para ejercer poder e influencia 1. Sin embargo, este nuevo enfoque todavía no ha alcanzado a otros miembros subordinados de la jerarquía familiar, cuyo rol en la misma les vedaba el ejercicio de la autoridad en la casa. Me refiero a los varones segundones, privados del grueso de la herencia familiar en virtud de la estructura de linaje agnaticio dominante entre las élites de la Europa Moderna. Salvando las distancias de género, mientras no formaran un hogar propio (algo difícil dado su limitado acceso a la herencia) estos hijos menores se encontraban también subordinados al pater familias, autoridad que, andado el tiempo, detentaría el hermano mayor. Sin embargo, los segundones también podían desempeñar un activo papel político en la estrategia su casa, todavía poco estudiado, valiéndose de recursos y mecanismos indirectos similares a los empleados por las mujeres para ejercer su poder e influencia. En ese sentido, el príncipe Emanuele Filiberto de Saboya (1588-1624) constituye un caso paradigmático con el que abordar el estudio del rol de los varones no herederos y su actividad política al servicio de sus casas. Tercero de los cinco hijos y cuatro hijas del duque de Saboya Carlo Emanuele I y la infanta española Catalina Micaela, el príncipe Filiberto formaba parte de una numerosa familia de patrimonio no especialmente rico ni extenso. Sin embargo, gracias a la estratégica ubicación de sus estados y sus privilegiados lazos dinásticos, la Casa de Saboya contaba con un excepcional capital político que podía redundar en las expectativas de futuro de los hijos de Carlo Emanuele. Precisamente, Filiberto fue el primero de sus hermanos en beneficiarse de su condición de nieto de Felipe II, siendo nombrado Gran Prior de San Juan en Castilla y León con apenas diez años. Aquello fue el comienzo de unas fructíferas relaciones con la Monarquía Hispánica que le reportaron grandes honores, como los títulos de Capitán General del Mar (1611) y virrey de Sicilia (1621). En paralelo a esta brillante carrera hispana, Filiberto pasó gran parte de su vida entre las cortes de Madrid y Turín desempeñando una importante labor diplomática para su padre, Carlo Emanuele I. Esto lo convertía en activo protagonista de una de las estrategias dinásticas más complejas y dinámicas de principios del siglo XVII. En lugar de centrarnos en su carrera hispana, este trabajo propone unas reflexiones preliminares acerca de cómo evolucionó el rol diplomático del príncipe Filiberto en la casa de Saboya a través del análisis de su correspondencia personal. Los continuos periodos que el príncipe pasó fuera de Turín a lo largo de su vida nos han dejado un extenso epistolario entre padre e hijo, pero también con sus hermanos y hermanas, especialmente con Vittorio Amedeo, heredero de la Casa de Saboya desde 16052. Para este estudio, me centraré en las cartas de Filiberto a Carlo Emanuele que se encuentran recogidas, prácticamente en su totalidad, en el Archivio di Stato di Torino [ASTO]. En concreto, analizaré comparativamente la correspondencia producida 1

Magdalena S. Sanchez, The Empress, the Queen, and the Nun: Women and Power at the Court of Philip III of Spain, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1998. 2 Filiberto tenía dos hermanos mayores, Filippo Emanuele, el primogénito, y Vittorio Amedeo, el segundo, junto a los que realizó su primer viaje a la corte española en 1603. Las viruelas que los tres hermanos padecieron en Valladolid se cobraron la vida de Filippo en febrero de 1605, convirtiendo a Vittorio en el heredero al ducado.

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durante dos periodos: su primer viaje a la corte española junto a sus hermanos Filippo y Vittorio (1603-1606), y su regreso a Madrid (1610-1612)3. En ambos casos, las circunstancias, tanto políticas como personales de Filiberto, no podían ser más dispares. En 1603, el viaje a la corte española de los tres príncipes mayores de la Casa de Saboya representaba la última apuesta de Carlo Emanuele I por su alianza con la Monarquía Hispánica. Por el contrario, la llegada de Filiberto a Madrid en 1610 pretendía evitar la guerra que estaba a punto de desencadenarse entre el duque de Saboya y Felipe III. Las cartas ofrecen un profundo contraste que nos permite reflexionar acerca de la evolución o cambio de roles que Filiberto desempeñó en la casa de Saboya en una y otra etapa. Por ejemplo, entre junio de 1603 y agosto de 1606, el ASTO recoge 71 cartas escritas por Filiberto a su padre desde España. Sin embargo, durante los dos años que estuvo por segunda vez en la corte española (entre 1610 y 1612) escribió prácticamente el doble de cartas, un total de 140 conservadas en el ASTO. Filiberto no solo escribió más cartas en menos tiempo, sino que éstas son considerablemente más extensas y detalladas. El análisis del dispar contenido de unas y otras nos revelará cómo el papel de Filiberto y las expectativas depositadas por Carlo Emanuele en su hijo de quince años eran muy diferentes siete años después, cuando volvió a enviarle a España. ¿Se trataba sólo de una cuestión de madurez, redefinición de roles, o quizá ambas? 1. El primer viaje a España (1603-1606): juventud En el verano de 1603, los príncipes Filippo Emanuele, Vittorio Amedeo y Emanuele Filiberto partían desde Turín. Tras las presiones de la Monarquía Hispánica y largas negociaciones, Carlo Enmanuele I había accedido finalmente a enviar a sus tres hijos mayores a la corte de su cuñado Felipe III. Tradicionalmente se ha interpretado que el objetivo principal del duque de Saboya era presentar convenientemente a su primogénito y heredero ante la sociedad cortesana española, esperando que el trono pudiera recaer sobre él. La todavía incierta sucesión de Felipe III, que aún solo tenía a su hija Ana, era sin duda un argumento de peso. Los jóvenes príncipes de Saboya continuaban siendo los varones más próximos en la línea sucesoria y cabía la posibilidad de que Filippo reinara, al menos como consorte de la infanta Ana4. Sin embargo, situar a uno de sus hijos en el trono hispano tampoco era el único objetivo de Carlo Emanuele. Como apunta María José del Río, el viaje formaba parte de una extendida tradición de enviar a jóvenes príncipes a educarse durante un tiempo en la corte de algún importante monarca. La experiencia no sólo contribuiría a afianzar sus maneras cortesanas, sino que constituía una oportunidad única para que estos jóvenes príncipes se relacionaran y ganaran los afectos de quienes podían representar importantes aliados en el futuro5. La propia Casa de Saboya tenía cercanos y notables 3

ASTO, Lettere principi diversi, mazzo 2. El análisis iconográfico del retrato que, alrededor de 1604, Sánchez Coello pintó del príncipe mayor, Filippo Emanuele, refuerza la clásica hipótesis de que el ascenso al trono del heredero de Saboya era una posibilidad que se contemplaba tanto en Turín como en la corte española. Annemarie Jordan Gschwend y Almudena Pérez de Tudela Gabaldón, "El retrato del príncipe Felipe Manuel de Saboya. La imagen de un príncipe italiano en la corte española", Boletín del Museo de Bellas Artes de Bilbao, 3 (2008), pp. 17-73. 5 María José del Río Barredo, "El viaje de los príncipes de Saboya a la corte de Felipe III (1603-1606)", en P. Bianchi and L. C. Gentile, L'affermasi della corte sabauda. Dinastie, poteri, élites in Piemonte e Savoia fra tardo medioevo e prima età moderna, Turín, Silvio Zamorani, 2006, pp. 410-411. 4

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antecedentes. El abuelo de nuestro príncipe, el homónimo duque Emanuel Filiberto I, pasó su juventud en la corte imperial al servicio de Carlos V, lo que le sirvió para ganarse la amistad del entonces príncipe Felipe, futuro monarca hispano6. Esta dimensión del viaje podía ofrecer mayores expectativas a Filiberto que la sucesión al trono hispano, que, como tercer hijo, era aun más remota para él que para sus hermanos. De hecho, como Gran Prior de la orden de San Juan en Castilla y León, le resultaba conveniente conocer los usos y costumbres de una corte donde podría pasar buena parte de su vida. Quizá por eso mismo, Filiberto fue, entre sus hermanos, el que antes se adaptó al nuevo ambiente hispano7. Las cartas que Filiberto escribió a su padre desde España comparten una estructura y características muy homogéneas: cierta frecuencia, poca extensión (prácticamente nunca más de un folio), pero sobre todo por la escasez y simplicidad de su contenido. Generalmente, estas cartas no parecen tener mayor objeto que el de transmitir noticias sobre la salud y el bienestar propio y de sus hermanos. En ocasiones, y conforme se prolonga la estancia en España, expresiones como “ne manco altro che la presenza di V.A., delle hermane et le hermani” 8 manifiestan cierta añoranza por su familia. También podemos encontrar referencias lacónicas a algún hecho reseñable que hubiera sucedido, como la participación en algún baile o jornada, pero sin la menor descripción. La sola lectura de estas cartas podría darnos la impresión de que los tres años que los príncipes pasaron en la corte española no tuvieron gran significación. Sin embargo, por la correspondencia de su ayo, el marqués de Este, pero sobre todo por la de su preceptor, el célebre Giovanni Botero, sabemos que no fue así 9. Todo el detalle que Filiberto no recoge, como su participación presidiendo varias asambleas de la orden de San Juan, su destreza en el baile y los ejercicios ecuestres, su progresión en los estudios o su relación con algunos miembros de la corte española, son puntualmente informados en la correspondencia de sus tutores10. Además, estas cartas nos dan cuenta de detalles mucho más personales acerca de la vida de los príncipes, como por ejemplo algunas de las desavenencias entre los hermanos o las primeras preocupaciones de 6

Pierpaolo Merlin, Manuel Filiberto. Duque de Saboya y General de España, Madrid, Actas, 2008. Así lo sugiere Giovanni Botero, su preceptor, a Carlo Emanuele en una carta del 29 de septiembre de 1603. Gaudenzio Claretta, Il Principe Emanuele Filiberto Di Savoia Alla Corte Di Spagna: Studi Storici Sul Regno Di Carlo Emanuele I, Turín, G. Civelli, 1872, p. 24. 8 Así se lamentaba ante su padre al hablarle de la justa y el baile que recientemente habían protagonizado. Sin embargo, la afectividad de la fórmula contrastan con el poco interés que parecía tener por reseñar a su padre si quiera un detalle de su participación en la cabalgada o en los bailes, remitiendo en todo, con la brevedad habitual, a la relación que su ayo, el marqués de Este, había enviado días antes. El príncipe Filiberto a Carlo Emanuele I, Valladolid, 27 de julio de 1604. ASTO, Lettere principi diversi, mazzo 2, fol. 220. 9 De hecho, estas cartas constituyen una de las fuentes principales con las que Claretta reconstruyó esta primera estancia de Filiberto en la corte española, concediendo mucho menos importancia a sus propias cartas, por los pocos datos que contienen. Gaudenzio Claretta, Il Principe Emanuele… 10 El 29 de septiembre de 1603, Botero cuenta que Filiberto ha presidido ya con notable éxito tres asambleas de la orden de San Juan. Detalla incluso que, no obstante el buen hacer del príncipe, hubo de aconsejarle no abusar de ciertos cumplimientos, como el de descubrirse. Giovanni Botero a Carlo Emanuele I, Valladolid, 29 de septiembre de 1603, editada en Gaudenzio Claretta, Il Principe Emanuele…, pp. 254-255. Por su parte, el marqués de Este envió al duque de Saboya una detallada relación de la justa y baile que habían protagonizado los príncipes el 18 de julio de 1604, donde subraya la destreza que exhibieron y alabanzas que despertaron. El marqués de Este a Carlo Emanuele I, Valladolid, 24 de julio de 1604, editada en Gaudenzio Claretta, Il Principe Emanuele…, pp. 259-260. 7

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Filiberto por el cortejo de damas11. Por supuesto, todas estas cuestiones no aparecen, ni siquiera indirectamente, en la correspondencia de Filiberto con su padre. Las crónicas hispanas también nos dan cuenta con cierto detalle del protagonismo de los jóvenes príncipes en la vida ceremonial y festiva de la corte española12. De hecho, la elevada posición y tratamiento protocolario del que los tres hermanos disfrutaron desde su llegada desembocó en conflictos con algunos miembros de la aristocracia hispana13. Ciertamente, los príncipes estuvieron muy próximos a tu tío Felipe III, acompañándole a sus cacerías y jornadas14. En distintas ocasiones, también consiguieron del monarca la aprobación y financiación para organizar fiestas, en las que los tres hermanos constituyeron el centro de atención de toda la corte15. Sin duda, esto constituía uno de los objetivos fundamentales del viaje, así como parte de las expectativas que Carlo Emmanuele había depositado en sus hijos. Entonces, ¿por qué estos elementos no aparecen mejor reflejados en la correspondencia de Filiberto? Probablemente, no se esperaba de Filiberto que diera cuenta ni de estos detalles, ni de ningún otro. De hecho, las cartas responden, más bien, a la obligación que debían tener los príncipes de escribir regularmente a su padre para mantener el contacto. La recurrente fórmula “no quería dejar partir el correo sin alguna línea mía” sugiere que quizá las cartas no eran tan espontáneas o voluntarias como a primera vista pudiera

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Apenas tras dos meses en la corte, Botero ya había informado al duque de su preocupación porque pudieran provocar celos entre los hermanos los distintos rumores que corrían sobre los cargos y prebendas con que el rey favorecería a sus sobrinos. Giovanni Botero a Carlo Emanuele I, Valladolid, 4 de noviembre de 1603, editada en Gaudenzio Claretta, Il Principe Emanuele…, pp. 255-256. Sin embargo, quizá uno de los episodios de tensión más importante entre los hermanos se produjo tras la muerte de Filippo en febrero de 1605. Según relata Botero, Filiberto no encajó bien el nuevo y más elevado tratamiento que debería dispensar a Vittorio, que pasaba a ser el príncipe heredero. Giovanni Botero a Carlo Emanuele I, Valladolid, 7 de marzo de 1605, editada en Gaudenzio Claretta, Il Principe Emanuele…, pp. 264-265. Sobre el despertar en Filiberto del interés por el cortejo de damas, Botero traslada a Carlo Emanuele varios episodios en que el príncipe le transmite sus inquietudes, motivadas en parte por los comentarios y bromas que a su costa gastaban los gentilhombres de su cámara y algunos miembros de la corte española. Cartas de Giovanni Botero a Carlo Emanuele I de Valladolid, del 6 de mayo y 31 de julio de 1604, editadas en Gaudenzio Claretta, Il Principe Emanuele…, pp. 256-257 y 258. 12 No resulta difícil encontrar noticias acerca de los príncipes de Saboya entre 1603-1606, tanto en Gerónimo Gascón de Torquemada, Gaçetas y nuevas de la Corte de España, desde el año 1600 en adelante. Continuada por su hijo Don Gerónimo Gascón de Tiedra, ed. por A. De Ceballos-Escalera y Gila, Madrid, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, 1991, como, y muy especialmente, en Luis Cabrera de Córdoba, Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1599 hasta 1614, Madrid, Publicadas de Real Orden, 1857. 13 L. Cabrera de Córdoba, Relaciones de las… p. 187. 14 Incluso en la jornada a Valencia, en diciembre de 1603, en la que los príncipes compartieron el carruaje del rey, desplazando al duque de Lerma. Luis Cabrera de Córdoba, Relaciones de las… p. 200-201. 15 La más destacada fueron las justas, juegos y baile celebrados el 18 de julio de 1604, ya referidos, donde los príncipes, en especial Filippo, constituyeron los protagonistas indiscutidos. El marqués de Este, de inclinaciones filoespañolas, reseñaba la buena voluntad que tanto el monarca como el duque de Lerma habían puesto en satisfacer los deseos de los príncipes, no reparando en gastos. El marqués de Este a Carlo Emanuele I, Valladolid, 24 de julio de 1604, editada en Gaudenzio Claretta, Il Principe Emanuele…, pp. 259-260. El propio Cabrera de Córdoba reseñó la fiesta, de la que se produjo incluso una relación impresa. No fue la única celebración organizada ese año para Filippo, Vittorio y Filiberto, como la encamisada prevista para el día de San Juan, en la que iba a participar el propio Felipe III. Que fuera suspendida por no poder asistir los príncipes es buena muestra de su protagonismo. Luis Cabrera de Córdoba, Relaciones de las… p. 220.

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parecer16. Por ello, valorar la carga emocional de esta correspondencia es un ejercicio complejo que ha de contextualizarse convenientemente en un momento en el que una carta escrita de propia mano (como la práctica totalidad de las enviadas en estos años) constituía una muestra afectiva en sí misma. Aún así, escribir regularmente al padre probablemente constituía también una parte más de la formación de los jóvenes príncipes, como forma de ejercitar la escritura epistolar. La simplicidad y falta de detalle de las cartas de Filiberto en ese periodo también se explican por su condición de hijo menor, aunque no por menor madurez. En distintas ocasiones, Filiberto justifica su brevedad característica remitiendo a las cartas de Filippo que, como primogénito, sí debía tener la obligación de relatar más extensa y detalladamente ciertos acontecimientos17. En el fondo esto representa los distintos roles, y responsabilidades inherentes que tenía Filiberto como hijo segundón respecto a Filippo, como príncipe heredero. No obstante, ¿cuáles eran las expectativas depositadas sobre un príncipe no heredero de 15 años en una corte extranjera? Por supuesto, se esperaba que Filiberto progresara en sus estudios y en su formación en las maneras y usos cortesanos. Así mismo, él y sus hermanos debían representar a su casa en aquella corte con la dignidad y decoro propios de su condición principesca. Sin duda, el duque esperaba recibir buenas noticias y regulares informes al respecto, pero parece evidente qué no directamente de sus hijos, especialmente de los menores. Aquello era, en efecto, labor de su ayo y de su preceptor. De los príncipes sólo se pretendía que, al menos, escribieran a su padre regularmente. Ello en sí mismo constituía una muestra de afecto y disciplina, pese a la formalidad y poco contenido de las cartas. 2. El segundo viaje (1610-1612): nuevas responsabilidades El regreso a Turín de Vittorio y Filiberto en el verano de 1606 marcaba el inicio de una nueva etapa en las relaciones entre Carlo Emanuele I y Felipe III. Pese a las promesas de enviar a Filiberto de nuevo a Madrid en compañía de alguno de sus hermanos menores, éste no regresaría hasta cuatro años después, en octubre de 1610. La acogida que le dispensaron entonces fue muy distinta a la recibida por primera vez en 1603. Aunque el rey le recibió con muestras de cortesía como a su sobrino, para Filiberto quedó claro que en aquella ocasión se le trataba “un poco de forastero” 18. En la corte 16

En ese mismo sentido apuntan sus disculpas las pocas ocasiones que se pasaba por alto. Por ejemplo, en su carta de Valladolid del 27 de julio de 1604, Filiberto se lamenta ante su padre de no haberle podido escribir antes por la premura con la que partió el último correo. ASTO, Lettere principi diversi, mazzo 2, fol. 220. Por la carta del marqués de este del 24 de julio (Gaudenzio Claretta, Il Principe Emanuele…, pp. 259-260), sabemos había partido sólo tres días antes. 17 Así sucede, por ejemplo, cuando se trata de referir su llegada a Barcelona y el recibimiento de la ciudad, o a la hora de relatar la jornada a Valencia en compañía del rey. En ambos casos, las cartas de Filiberto presentan la poca extensión y profundidad habituales, remitiendo en todo a la relación más detallada de Filippo. Cartas del príncipe Filiberto a Carlo Emanuele I de Barcelona y Valladolid del 25 de junio de 1603 y el 27 de marzo de 1604. ASTO, Lettere principi diversi, mazzo 2, fols. 195 y 210. 18 Filiberto describe su entrada en Madrid el 22 de octubre de 1610 con todo detalle. El príncipe fue recibido por el rey junto a su familia (excepto el príncipe Felipe) y los principales miembros de la corte en el monasterio de las Descalzas Reales. Aunque se le hicieron las debidas cortesías y cumplimientos, preguntándosele acerca del viaje y dándole a tomar en brazos a los hijos del monarca, no se le permitió alojarse en el Alcázar, debido a las reformas que se estaban realizando. En su lugar, se le llevó a aposentar en la Casa del Tesoro, que comunicaba con los aposentos del rey gracias a un pasadizo. Sin embargo, como Filiberto señalaba con cierto malestar, “adesso sia chiuso, o per causa della fabrica o per

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española no faltaban motivos para plantearse recibir con rigor al hijo del duque de Saboya, aunque fuera sobrino del rey. De hecho, la forma en que habría de recibirle fue objeto de tensos debates en el Consejo de Estado entre los partidarios de mostrarse más o menos conciliadores con el duque de Saboya, representado por Filiberto19. La situación era muy delicada debido a la amenaza de guerra que se llevaba gestándo desde principios del año. En abril de 1610 Carlo Emanuele I había llegado en Bruzolo a un acuerdo con el rey de Francia Enrique IV por el cual, además del matrimonio entre el heredero de Saboya y la princesa Isabel de Borbón, se pactaba un ataque conjunto sobre la Monarquía Hispánica. El inesperado asesinato del monarca francés en mayo, sumado a la nueva política conciliadora de la regente María de Medici, dejó a Carlo Emanuele al borde de una guerra en solitario contra Felipe III. El viaje de Filiberto a Madrid tenía el objetivo de buscar una salida pacífica y lo más honrosa posible para el duque de Saboya20. Por supuesto, las expectativas depositadas sobre Filiberto en esta ocasión eran mayores que en su primer viaje a España. Ya no se trataba de un joven príncipe que debía completar su formación, madurar y establecer un primer contacto con el ambiente cortesano hispano. En aquella ocasión debía resolver una importante crisis diplomática. La correspondencia durante los meses que duraron las negociaciones revela este cambio drástico de expectativas. Filiberto no solo escribía a su padre mucho más a menudo, sino que sus cartas son considerablemente más extensas y con un detalle que no habían tenido hasta la fecha, a medio camino entre la carta cortesana y el despacho diplomático. En noviembre de 1610 la crisis había sido resuelta, en buena medida gracias a Filiberto, como también a la mediación pontificia. Se decidió entonces que Filiberto permaneciera en España, para lo cual se le instituyó una nueva casa española, despidiendo a la mayoría de sus servidores piamonteses, como había sucedido en 1603. Aunque la correspondencia de estos meses refiere también algunas cuestiones más personales, como la gestión del regreso de los servidores despedidos, los gastos y necesidades financieras de la nueva casa o el precario estado de las rentas de sus prioratos, el contenido a partir de entonces seguía siendo esencialmente diplomático. Por sus cartas sabemos que hasta noviembre 1612, cuando abandona nuevamente la corte para servir como General del Mar, Filiberto continuó siendo uno de los agentes clave de Carlo Emanuele en Madrid. Resuelta la crisis abierta por la frustrada alianza con Francia, y pese a la reciente y aún palpable tensión, el duque de Saboya no renunció a proponer nuevos y ambiciosos proyectos a la Monarquía

trattarme un poco da forastiero”. El príncipe Filiberto a Carlo Emanuele I, Madrid, 6 de noviembre de 1610. ASTO, Lettere principi diversi, mazzo 2, fol. 281. 19 Durante las primeras semanas de octubre de 1610 el Consejo de Estado se reunió para decidir qué medidas tomar ante la llegada de Filiberto al menos en seis ocasiones, alguna presidida por el propio rey como informa L. Cabrera de Córdoba, Relaciones de las… p. 419-420. La documentación emanada de las consultas se encuentra en el Archivo General de Simancas [AGS], Estado, Leg. 1939, fol. 46-48, 51-55. 20 Una síntesis del contexto, en Claudio Rosso, "España y Saboya: Felipe III y Carlos Manuel I", en J. Martínez Millán and M. A. Visceglia, La Monarquía de Felipe III. Los Reinos, Madrid, Polifemo, 2008, vol. IV, pp. 1092-1100.

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Hispánica a través de Filiberto. Algunos incluían una invasión conjunta de Ginebra21 o el matrimonio entre su heredero y la infanta española Ana22. La principal baza de Filiberto como representante de los intereses de su casa en la corte española eran sus lazos de parentesco con Felipe III, lo que le brindaba un privilegiado acceso al monarca. Por sus cartas sabemos que el príncipe no perdió ocasión de sacar partido político a su condición de sobrino del rey, acompañando asiduamente a Felipe III a los oficios en la capilla real y a las jornadas al Pardo y otros reales sitios. Gracias a esta proximidad, Filiberto disponía de oportunidades excepcionales para tratar directamente con el rey los proyectos de su padre23. Como miembro de la familia real, Filiberto no sólo disfrutaba de un privilegiado acceso al monarca, sino también a algunos de sus principales ministros, como el duque de Lerma, don Rodrigo Calderón o don Juan de Idiáquez, con los que también tuvo frecuentes e importantes contactos. Esta mediación se ejercía en paralelo a las entrevistas con el rey, de forma que se empleaban todos los medios posibles, incluyendo las diligencias de los embajadores ordinarios de Carlo Emanuele o las efectuadas a través de otros miembros de la corte española, como Juan de Mendoza y Velasco, marqués de la Hinojosa24. Todo esto demuestra que entre 1610 y 1612 Filiberto actuó como un verdadero embajador familiar de la Casa de Saboya en la corte española. “Embajador” no solo por sus actividades, sino porque sus cartas en estos años presentan algunas de las características propias de la escritura diplomática. Como ha estudiado Alain Hugon, aunque no se puede apreciar con claridad un modelo homogéneo, sí existen ciertos elementos idiosincráticos con los que poder realizar un paralelismo25. El primero y más evidente, es que muchas de las cartas de Filiberto durante este periodo están escritas total o parcialmente en cifra. La posesión de cifra es tan importante que, según Hugon, un verdadero diplomático no lo era sin una26. La segunda 21

Ginebra constituía una antigua reivindicación de la Casa de Saboya, y no era la primera vez que Carlo Emanuele I intentaba tomarla, como sucedió durante la frustrada “escalade” de diciembre de 1602. 22 En aquel preciso momento, y como parte de la política de Lerma de buscar el entendimiento con la monarquía francesa, se estaba pactando un doble matrimonio que incluía los enlaces, por un lado del Príncipe de Asturias, el futuro Felipe IV, con Isabel de Borbón, y por otro del Delfín, el futuro Luis XIII, con la infanta Ana. Patrick Williams, El gran Valido. El duque de Lerma, la corte y el gobierno de Felipe III, 1598-1621, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2010, pp. 223-227. Antonio Feros Carrasco, El duque de Lerma. Realeza y privanza en la España de Felipe III, Madrid, Marcial Pons, 2009, pp. 283284. Estos pactos dejaban sin efecto el enlace acordado en Bruzolo con Enrique IV entre el heredero de Saboya y la princesa francesa. Sin embargo, Carlo Emanuele no se resignó, negociando simultáneamente para mantener el matrimonio francés para Vittorio, o lograr uno igual de ventajoso en España. 23 Por ejemplo, a principios de febrero de 1611, mientras acompañaba al rey al Pardo, Filiberto tuvo la oportunidad de responderle a distintos detalles acerca de la operación militar para tomar Ginebra. Tan profunda parecía la curiosidad del monarca y sus preguntas, que Filiberto solicitó a su padre un mapa de la región para poder representarle mejor el proyecto si volvía a darse la ocasión. El príncipe Filiberto a Carlo Emanuele I, Madrid, 21 de febrero de 1611. ASTO, Lettere principi diversi, mazzo 2, fol. 296. 24 Para facilitar la buena acogida del proyecto de invasión conjunta de Ginebra, Carlo Emanuele renunció a liderar la operación. En su lugar, Filiberto sugirió proponer como comandante al marqués de la Hinojosa, que no tardó en ser ganado para la causa, realizando sus propios contactos y averiguaciones para impulsar la empresa. Cartas del príncipe Filiberto a Carlo Emanuele I, de Madrid el 22 de enero y el 1 de marzo de 1611. ASTO, Lettere principi diversi, mazzo 2, fol. 292 y 298. 25 Alain Hugon, "¿Existe una escritura diplomática en el Siglo de Oro?" en A. Castillo Gómez and V. d. Sierra Blas, Cartas - Lettres - Lettere. Discursos, prácticas y representaciones epistolares, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2014, pp. 43-57. 26 Ibidem, p. 53.

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EL COMPLEJO ROL DINÁSTICO DE UN HIJO SEGUNDÓN …

característica importante es la recurrente síntesis del contenido y el resultado principal de las negociaciones, cuando no a la cita literal de determinadas cláusulas o incluso frases de especial significación. De hecho, las cartas de Filiberto rezuman un importante componente de oralidad, donde podemos encontrar, aunque traducidos al italiano, algunos de los diálogos mantenido con don Juan de Idiáquez o el duque de Lerma. Además de las citas de sus interlocutores, que permitían informar del curso de las complejas negociaciones sin sacrificar insinuaciones y dobles significados, las cartas de Filiberto están cargadas de su propia intencionalidad. De forma recurrente y no desinteresada, Filiberto subraya sus enormes esfuerzos por cumplir las instrucciones de su padre, significando sus propias iniciativas y los enormes gastos y necesidades financieras que le ocasiona mantener su casa y sus actividades diplomáticas. Este juego velado entre las expectativas de padre e hijo, de señor y embajador, se insinúa no sólo cuando Filiberto pide más dinero, argumenta sus decisiones o señala sus diligentes esfuerzos, también con cada firma “humilissimo et obedientissimo figliolo et servitore”, o cuando se despide diciendo "ho voluto dar di tutto il pasato conto a V.A. perche sapia che mi son governato et ho fatto come faro sempre quella risolutione che mi son puotuto imaginare"27. Aunque este tipo de retórica es asimilable, en cierto modo, a la que puede encontrarse en la correspondencia diplomática 28 , introduce otros elementos propios del peculiar rol de Filiberto en la corte española, inseparables de la relación de parentesco que, en este caso, existe entre el embajador y su señor. En efecto, la correspondencia y actividad de Filiberto en Madrid entre 16101612 nos permiten considerarlo un verdadero agente diplomático. Sin embargo, quizá deberíamos considerarlo más bien un “embajador familiar” pues son sus privilegiados lazos de sangre los que lo convierten en un agente tan excepcional, capaz de mediar directamente con el monarca. Sin embargo, ser miembro de la familia real también entrañaba complicaciones a su labor diplomática. Encontrarse al servicio del Rey Católico podía implicar abandonar la corte, aunque fuera por asumir dignidades y honores mayores. Así sucedió en noviembre de 1612, cuando Filiberto debió partir hacia el Puerto de Santa María para cumplir con las obligaciones del Generalato del Mar, cargo que le había sido concedido hacía un año. Servir en la corte más importante del mundo también presentaba el riesgo de caer bajo la influencia de sus agasajos. No sería la primera vez que los ministros españoles recurrían a las atractivas dádivas que su monarca podía ofrecer para influir en las lealtades de los diplomáticos extranjeros29. ¿Fue el Generalato del Mar una forma de privar al duque de Saboya de la excepcional pieza diplomática que su hijo representaba en Madrid? ¿Una dádiva con que ganarse la lealtad de Filiberto? ¿O ambas cosas?

27

El príncipe Filiberto a Carlo Emanuele I, Madrid, 6 de noviembre de 1610. ASTO, Lettere principi diversi, mazzo 2, fol. 281. 28 A. Hugon, "¿Existe una escritura diplomática… “ pp. 54-57. 29 Paola Volpini, "Tensioni e lealtà multiple del Granduca di Toscana e de suoi emissari alla corte di Spagna (fine secolo XVI - inizio secolo XVII)", Revista Libros de la Corte.es, Monográfico 1, año 6 (2014), pp. 360-381.

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3. Conclusiones: “el príncipe niño” y el “príncipe diplomático” Responder a estas preguntas requeriría una investigación más profunda. Lo que está claro es que el estudio de las cartas de Filiberto a su padre nos muestra que el príncipe desempeñó dos roles, o dos etapas del mismo, muy diferentes. En primer lugar, un rol que podríamos llamar de “príncipe niño” (1603-1606) en el que los objetivos principales eran la formación, educación y maduración. Segundo, una etapa en la cual Filiberto cobra un papel protagonista en la estrategia dinástica de su casa (1610-1612), un rol de “príncipe diplomático” o “embajador familiar”. Sin embargo, me inclino a pensar que más que dos etapas de maduración diferentes, nos encontramos ante dos roles distintos y no necesariamente proyectados de forma lineal. Si de verdad Carlo Emanuel tenía planeado que su hijo terminara siendo un imprescindible agente diplomático, resulta llamativo que no esperara de él buenas descripciones en las cartas de sus primeros años en España. Quizá, en este primer momento de juventud, todavía no estaba definido su rol diplomático posterior. Quizá, con 15 años aún se consideraba al príncipe muy inmaduro para afrontar este tipo de responsabilidades. Sin embargo, resulta curioso que las cartas más sencillas y con menos información de la primera etapa resulten ser mucho más personales, en el fondo, que las más numerosas, extensas y descriptivas de sus años como agente diplomático. Éstas últimas guardan muchos más paralelismos con las cartas de cualquier embajador a su señor, como también comparten las mismas motivaciones: demostrar el eficaz y leal servicio. Por el contrario, las cartas del “príncipe niño”, por breves que fueran, tenían un objetivo muy diferente: mantener el contacto personal con su padre.

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La genealogía al servicio del ascenso social y económico. La familia del cronista Jerónimo Zurita The genealogy to the service of the social and economic ascent. Family cronista Jerónimo Zurita Isabel EXTRAVÍS HERNÁNDEZ Universidad de Zaragoza Resumen:

Jerónimo Zurita (1512-1580) y su esposa pertenecían a una élite social, con relaciones en las principales instituciones políticas y religiosas de España y Europa. Como un gran número de las familias nobles, o con aspiración a serlo de su época, utilizaron los estudios genealógicos para dejar constancia de su linaje. Además, aprovecharon esta información para obtener beneficios de tipo social, político o económico. Si en este aspecto Zurita fue semejante a muchos de sus coetáneos, lo que le hace diferente es la relación que tuvo con los principales autores de obras de genealogía de su época. Palabras clave: Zurita, cronista, genealogía. Abstract:

Jerónimo Zurita (1512-1580) and his wife belonged to a social elite, with relationships in major political and religious institutions of Spain and Europe. As a large number of noble families, or aspiration to be of his time, they used the genealogical studies to record his lineage. They also took advantadge of this information to benefit from social, political or economic. If this aspect Zurita was similar to many of his contemporaries, whath does makes him different is the relationship he had with the principal authors of genealogical studies of his time. Key words: Zurita, cronist, genealogy.

1. Introducción La historiografía genealógica en los siglos XVI y XVII fue notable, tanto por la cantidad como por la calidad de algunas obras editadas. Las razones de este interés por los orígenes familiares no se circunscribía a la nobleza. Los grupos dirigentes, en particular, y los españoles, en general, escribieron o encargaron estudios por muy diversas razones. Entre las más comunes estaban demostrar la limpieza de sangre; el grado de consanguineidad de los futuros cónyuges para evitar una dispensa pontificia; poder reclamar una herencia de un familiar lejano u otros beneficios, económicos o sociales.
 En el caso de la familia de Jerónimo Zurita (Zaragoza, 1512-1580), contamos con diversos documentos autógrafos del cronista y de su hijo menor, como muestra de esta inclinación por dejar constancia escrita de su linaje. Además, Zurita mantuvo correspondencia con tres de los más reconocidos especialistas en genealogía de su época: Gonzalo Argote de Molina, Francisco de Mendoza y Bobadilla y Pedro Jerónimo 

Este trabajo forma parte de los proyectos del Grupo de Investigación Consolidado Blancas de la Universidad de Zaragoza, financiado por el Gobierno de Aragón con fondos FEDER.

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LA GENEALOGÍA AL SERVICIO DEL ASCENSO SOCIAL …

de Aponte. Otro genealogista célebre está relacionado con Zurita, en este caso con su documentación: Luis de Salazar y Castro. Gracias a él disponemos de una parte importante de la correspondencia mantenida por Zurita y otros documentos vinculados con su familia1. Por último, para la redacción de su obra Anales del Reino de Aragón, Zurita necesitó recopilar y contrastar una gran cantidad de información referida a la genealogía de monarcas, nobles y principales familias dirigentes del Reino. Por lo que se refiere a los favores de diversa índole intercambiados entre los miembros de la familia de Zurita, y que hacía necesario conocerla bien, queda patente tanto en la correspondencia mantenida entre algunos de estos familiares, como en los cargos que ocuparon, algunos de los cuales heredaron. En una sociedad tan jerarquizada como la del siglo XVI, no puede entenderse la formación intelectual y la trayectoria profesional de una persona sin atender a sus orígenes sociales. Tanto Zurita como sus hermanos se formaron y consiguieron beneficios y cargos gracias a la labor como médico real de Miguel Zurita, su padre2 y posteriormente Zurita y sus hijos, también gracias a la influencia de su suegro, Juan García. En resumen, Jerónimo Zurita, su familia y su obra pueden ser un ejemplo de cómo la información genealógica y las relaciones familiares sirvieron en la Edad Moderna para lograr mejoras económicas y sociales. 2. La familia Zurita En la obra de Juan Francisco Andrés de Uztárroz y José Diego Dormer, Progresos de la Historia de Aragón y elogios de Gerónimo Zurita, su primer cronista3, encontramos un detallado estudio sobre los orígenes del apellido Zurita, quiénes fueron los abuelos paternos del cronista, sus padres y la familia de su esposa4. Una parte de la información la podemos contrastar con la documentación que actualmente se encuentra en la Real Academia de la Historia [RAH], Colección Salazar y Castro [CSC] 5 . Son unos 1

La colección del cronista D. Luis de Salazar y Castro (1658-1734) es uno de los tesoros de la erudición europea del siglo XVIII. Formada a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, ingresó en la Real Academia de la Historia en 1850. Está integrada por crónicas medievales y más de mil seiscientos volúmenes con setenta y ocho mil documentos de los siglos XVI y XVII. Originales y copias de una gran cantidad de escrituras tomadas en archivos públicos y privados, impresos de memoriales sobre procesos, correspondencia política de los monarcas españoles, y toda suerte de papeles eruditos y curiosos. 2 Isabel Extravís Hernández, Jerónimo Zurita (1512-1580). Un esbozo biográfico, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2014, p. 34. 3 Publicada en 1680 con el patrocinio de la Diputación del Reino de Aragón. Existe una segunda edición de la obra, Juan F. Andrés de Uztárroz; Diego J. Dormer, Progresos …, Zaragoza, Diputación Provincial (Imprenta del Hospicio), 1878, que es la que hemos utilizado para este trabajo. A partir de ahora [Progresos] o [Uztárroz] 4 J. F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos …, pp. 7-50; un resumen de estos datos en I. Extravís Hernández, Jerónimo Zurita …, pp. 32-42 y 69-73. 5 Hasta el momento la única biografía de Zurita es la obra de Uztárroz y Dormer Progresos. Es la base de la mayor parte de los estudios que se han hecho sobre Zurita hasta el momento, incluyendo la última obra sobre el cronista publicada hasta el momento: I. Extravís Hernández, Jerónimo Zurita … Además, podemos contar con investigaciones parciales de su correspondencia o su biblioteca. Arantxa Domingo Malvedí, Disponiendo anaqueles para libros. Nuevos datos sobre la biblioteca de Jerónimo Zurita, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2010; Juan Signes Codoñer, Biblioteca y epistolario de Hernán Núñez de Guzmán (El Pinciano). Una aproximación al humanismo español del siglo XVI, Madrid, Tecnos, 2001; Antonio Agustín, Epistolario, C. Flores (ed.), Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1980; Vicente Beltrán de Heredia, Cartulario de la Universidad de Salamanca (1218-1600), tomo III, Salamanca, Universidad, 1970; Celestino López Martínez, Algunos documentos para la biografía de Argote de Molina, Sevilla, Imprenta y librería de Eulogio de las Heras,

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manuscritos de Zurita y de su hijo Jerónimo Zurita de Oliván con la genealogía familiar, acompañados de dos árboles genealógicos. En uno de los manuscritos Zurita solo hace referencia al nacimiento de sus hijos, lugar, fecha, quienes fueron sus padrinos y donde les bautizó. La información es mas amplia en otro de los textos con los que podemos contar, así sabemos dónde cursó sus estudios de bachiller el padre del cronista, Miguel Zurita, o las fechas en las que Carlos V le concedió los cargos de baile y merino de la ciudad de Huesca y cuándo los cedió a sus hijos6. Si Zurita circunscribe la información genealógica a sus descendientes –salvo alguna referencia a su padre, como la relativa a sus estudios-, su hijo menor, Jerónimo Zurita de Oliván, amplia su árbol genealógico con las dos ramas familiares hasta sus bisabuelos (figura 1)7. Pero además de su interés por los orígenes familiares, Zurita de Oliván también escribió, seguramente por encargo, De la nobleza y origen de los Clymentes, por la que recibió el agradecimiento del protonotario Miguel Climente desde Madrid mediante una carta de 16 de febrero de 15828. Centrándonos en la figura del cronista, sabemos que sus primeros cargos al servicio de Carlos V fueron por el traspaso de los mismos por su padre, previa autorización del Emperador. Esta forma de cesión de cargos, como si fueran propiedad de los titulares - cosa que no era cierta – era propia de una administración del Estado en la que los oficiales no eran elegidos, o no únicamente, por su capacidad para desempeñarlos, sino por su pertenencia a un grupo dirigente9. Así, la bailía de Huesca, el merindazgo de Huesca, de Barbastro, de Sariñena y de Almudévar, fueron primero de Miguel Zurita y su hijo Jerónimo los aportó como parte de su dote en sus capitulaciones matrimoniales con Juana García de Oliván. La novia contribuía con el cargo de secretario de la Inquisición de su padre, mosén Juan García, para ejercerlo entre ambos10. Si Zurita dio sus primeros pasos al servicio de la Corte gracias a su padre y accedió al Santo Oficio por mediación de su suegro, éste, a su vez, debió de hacerlo por las relaciones de la familia de su mujer. Tres de los cuñados del secretario Juan García fueron Martín de Oliván, abad de san Juan de la Peña e inquisidor de Calahorra y Córdoba; Miguel, secretario de la Inquisición y Margarita, casada con el receptor de la Inquisición en Valencia. Además un tío político, Agustín de Oliván, fue teólogo del Santo Oficio11.

1921; Juan de Verzosa, Epístolas, Eduardo del Pino González (ed.), I, Teruel, Instituto de Estudios Humanísticos; Madrid, CSIC; Zaragoza, Universidad; Cáceres, Universidad; Teruel; Instituto de Estudios Turolenses, 2006. Además de los congresos dedicados al cronista: VV.AA., Jerónimo Zurita. Su época y su escuela. Congreso Nacional, Zaragoza, 1986; VV.AA., Jerónimo Zurita y los cronistas de Aragón, Revista Jerónimo Zurita, 88 (2013); VV.AA., Jerónimo Zurita (1512-1580). Crónica, memoria e historia, Zaragoza, Fundación Fernando el Católico (en prensa). 6 RAH, CSC, A-110, f. 7 y 330-334. 7 “Árbol de la sucesión de Garci Pérez de Cuende, que vivía en 1445, hasta su tercer nieto, Jerónimo Zurita y Oliván”. RAH, CSC, A-110, f. 428. Los folios 411 a 418 son de un manuscrito con la historia del apellido Oliván, Yziz y García. Los folios 419 a 426, también autógrafos de Jerónimo Zurita de Oliván, tratan sobre “Origen y descendencia del Secretario Juan García, mi abuelo por parte de madre”. 8 J. F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos, p. 48. 9 José Martínez Millán, “Introducción”, J. Martínez Millán (coord.), La corte de Felipe II, Madrid, Alianza, 1994, p. 17. 10 RAH, CSC, A-110, f. 80 y 81. 11 Ibídem, f. 411-8.

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LA GENEALOGÍA AL SERVICIO DEL ASCENSO SOCIAL …

La genealogía servía así como “una de las principales palancas del ascenso social”12, no solo para quienes pertenecían a la nobleza, sino para quienes aspiraban a lograr introducirse en los círculos del poder. Pero no era la única razón para trazar un árbol genealógico. La prohibición de la iglesia católica del matrimonio entre parientes hasta el cuarto grado –además del parentesco por afinidad y espiritual por padrinazgo- hacía necesaria una fidedigna información para evitar pagar una costosa dispensa papal. Requisito imprescindible en muchas ocasiones, dado que la endogamia era una práctica habitual en la sociedad de la época. Imagen 1: Árbol genealógico de la familia Zurita

De ahí que no resulta extraño encontrar entre la familia Zurita un caso que ilustra esta costumbre. Juana Zurita de Oliván, segunda hija de Jerónimo Zurita y Juana García de Oliván, se casó en primeras nupcias con Juan de Oliván, con quien compartía bisabuelo. Por otra parte, el conocimiento genealógico tenía otro beneficio a tener en cuenta: las posibles rentas y derechos heredados de familiares lejanos. Por esa razón es común 12

Enrique Soria Mesa, “Genealogía y poder. Invención de la memoria y ascenso social en la España Moderna”, Estudis 30 (2004), p. 22.

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encontrar en los árboles trazados a mano- como el de la figura 1- el nombre del notario y la fecha en la que se firmaron los testamentos 13. También podían obtener provecho de la genealogía los grupos medios y altos de la sociedad con la concesión de capellanías familiares, como la fundada por Miguel Zurita en su testamento, solicitada por Antón Lor, y obtenida tras demostrar su parentesco con el citado fundador14. Otra utilidad de la información genealógica estaba relacionada con los estatutos de limpieza de sangre que obligaban a “cualquier familia, noble o con pretensiones de serlo, a realizar innumerables probanzas genealógicas a lo largo de tres siglos” 15. De nuevo contamos con una muestra en la familia Zurita: el hijo menor del cronista precisó demostrar su limpieza de sangre. En un memorial dirigido a Felipe III con notas genealógicas escribió: “Señor, Jerónimo de Zurita dice que el Rey nuestro Señor, que esté en el cielo, fue servido de hacerle merced de un hábito...”16. Y es que, aunque la limpieza de sangre fue requerida para ocupar cualquier cargo público, para ser clérigo, pertenecer a algunas cofradías, ayuntamientos y colegios universitarios, las pruebas más complejas eran para ingresar en una Orden Militar ¿Sería por eso por lo que un hijo y nieto de secretarios del Consejo de la Inquisición tuviese que demostrar su limpieza? Hay que tener presente que estas pruebas solo se impusieron desde mediados del siglo XVI para desempeñar un cargo en el Santo Oficio, por lo que ni su padre ni su abuelo debieron estar obligados a pasarlas17. Conectados con los estudios de genealogía estaban los realizados por los reyes de armas, empleados del rey encargados de certificar la corrección y autenticidad de los blasones. También podían elaborar, previo pago, informes sobre los apellidos del cliente para dar fe de su escudo de armas. En Progresos podemos leer lo que bien pudiera haber sido uno de estos informes sobre el apellido Zurita: el capítulo primero del libro primero. Titulado “Nobleza del linaje de Zurita en los Reinos de Aragón y Castilla, según sus historias, v otros testimonios auténticos” 18 , incluye una descripción del escudo: “La divisa de los Zurita se forma de dos canes levantados de plata en campo verde, mordiéndose en los hombros, ensangrentadas las bocas, y el suelo jaquelado de azul y plata, como se ve en los sellos que usaba Jerónimo Zurita, y al principio de la segunda parte de los Anales, en la edición del año 1585”.

Aunque Uztárroz en Progresos hace referencia a la edición de 1585, la imagen aparece por primera vez en las de 1578 y 1579, cuyo impresor fue Portonaris (imágenes 2 y 3). Parece innegable el orgullo de Zurita por el blasón familiar ya que lo incluyó como ilustración en su obra. 13

Ibídem, p. 31. RAH, CSC, A-110, f. 43-54. 15 E. Soria Mesa, “Genealogía y poder…, p. 34. 16 RAH, CSC, A-110, f. 337. 17 Había dos clases de pruebas: las de oficial, para cargos de inquisidores y oficiales, y las de miembros de la organización de distrito. Las primeras las realizaban un secretario del secreto y un comisario y las segundas, un notario y un comisario. En ambos casos eran condición necesaria pasarlas para acceder al cargo, aunque los criterios para los oficiales de la organización de distrito eran menos rigurosos. Roberto López Vela, “Las estructuras sociales de la Inquisición”, en Joaquín Pérez Villanueva, Bartolomé Escandell Bonet (coords.) Historia de la Inquisición en España y América, II, Madrid, Centro de Estudios Inquisitoriales, 1993, p. 679. 18 F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos…, pp. 7-18. 14

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LA GENEALOGÍA AL SERVICIO DEL ASCENSO SOCIAL …

Imagen 2: Empresa de Zurita. Los cinco primeros libros de la Segunda parte de Anales, Imprenta de Domingo de Portonaris, Zaragoza, 1579 Imagen 3: Detalle escudo

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Y es que los escudos eran uno de los elementos al servicio de la imagen de poder de las clases dirigentes propia de la Edad Moderna. “Entendido aquí poder en su más amplio significado, incluyendo no sólo influencia y capacidad de maniobra política a nivel local o nacional, sino también el que otorga el prestigio inherente a la condición nobiliaria de un individuo o un linaje”19. Algunos de los recursos utilizados para demostrar el estatus superior o marcar diferencias sociales están presentes en la familia Zurita, como la posesión de libros o las capillas funerarias. Tenemos constancia de la amplia y variada biblioteca de Zurita20, y de cómo, tanto él como algunos de sus familiares más cercanos, eligieron para su enterramiento capillas privadas o templos conventuales: “Y así, Ana de Castro, la madre de Zurita y su hermana Isabel, estaban enterradas en el convento de san Francisco, en Burgos; Andrea Zurita de Castro, su otra hermana, en la iglesia de san Andrés en Madrid; Juana García de Olivan, su esposa, en la capilla mayor de la iglesia de Santiago, de Valladolid; Mosén Juan García, el suegro del cronista, en el convento de san Agustín de Zaragoza; Zurita y su hijo Jerónimo, en el monasterio de Santa Engracia de Zaragoza21.”

Por último, otro aspecto a tener en cuenta entre las familias que en la Edad Moderna aspiraban a un ascenso social y directamente relacionado con la genealogía, era demostrar la hidalguía o en el caso de Aragón, la infanzonía. En el caso de la familia Zurita cuyos miembros eran en su mayor parte aragoneses y entre los más próximos, 19

Enrique Soria Mesa, “La imagen del poder. Un acercamiento a las prácticas de visualización del poder en la España Moderna”, Historia y Genealogía (2001), p. 1. 20 F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos, pp. 292-322; A. Domingo Malvedí, Disponiendo anaqueles para libros…;I. Extravís Hernández, Jerónimo Zurita …, pp. 61-64. 21 I. Extravís Hernández, Jerónimo Zurita…, p. 42

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zaragozanos, hay un elemento diferenciador: los ciudadanos honrados. Éstos formaron una elite social, definida por Encarnación Jarque como clase política, y eran quienes podían ser elegidos jurados. Mientras en los municipios de la Corona de Castilla y muchos de la de Aragón el estamento noble ocupaba parte de los cargos municipales, en Zaragoza estaban, por ley, excluidos. De ahí que a diferencia de lo ocurrido en otras poblaciones -una acaparación por parte de la nobleza de los cargos y el intento de la elite gobernante de obtener títulos- en la capital aragonesa se diese en ocasiones el caso opuesto, infanzones que renunciaban a su título para poder ser ciudadanos honrados. Pero como ciudad realenga, Zaragoza dependía de la concesión real, y si en el siglo XVI los intereses de la ciudad y los del monarca fueron coincidentes, en el XVII, con una nobleza dispuesta a colaborar con el rey, la situación cambió y los ciudadanos honrados se encontraron con dificultades22. Este cambio de escenario político, junto con ciertas limitaciones, como la exención del pago de tributos o su permanencia en la jurisdicción criminal ordinaria, pudieron ser razones suficientes para que Jerónimo Zurita de Oliván solicitase el reconocimiento como infanzón. Progresos deja constancia de este interés: “Así se ve que en el año de 1594, a 4 de Febrero, se hizo información jurídica ante los jurados, y jueces ordinarios de la Villa de Mosqueruela a instancia de procurador de Gerónimo Zurita de Olivan. Gobernador de la Acequia Imperial, hijo de nuestro Coronista, de la calidad , y antigüedad de su Casa en dicha Villa, y se comprobó con cinco testigos, personas conocidas, y de larga edad, que son Hijosdalgo, y que en los libros antiguos de la Iglesia hay memoria de los Zuritas desde 1314 hasta 1490 y algunos se señalan con Don […] Con este reconocimiento de la notoriedad de su hidalguía, fue llamado el mismo Gerónimo Zurita de Olivan por el Rey Don Felipe II a las Cortes que celebró a los Aragoneses en Monzón el año de 1585 y en Tarazona el de 159223”.

Un ejemplo más de cómo la familia Zurita utilizó la información genealógica para lograr toda una serie de beneficios sociales y económicos y para adaptarse a los cambios políticos, tal y como hicieron muchos otros españoles de la Edad Moderna. No obstante, hay un aspecto que convierte a Zurita en un caso algo diferente: por la relación que mantuvo con reputados genealogistas de su época y por la amplia información de esta índole que está presente en su obra más conocida, los Anales del Reino de Aragón.

22

Encarnación Jarque Martínez, Zaragoza en la monarquía de los Austria. La política de los ciudadanos honrados (1540-1650), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2007, pp. 20-21. Sobre el cursus honorum y la movilidad social de los letrados aragoneses: Encarna Jarque Martínez y José Antonio Salas Auséns, “El “cursus honorum” de los letrados aragoneses en los siglos XVI y XVII”, Stvdia Historica. Historia Moderna, 4 (1986) pp. 411-422; Javier Gil Pujol, “La integración de Aragón en la Monarquía hispánica del siglo XVII a través de la administración pública”, Estudios (1978), pp. 239-265 (cita en p. 257); vid. también del mismo autor: “La proyección extraregional de la clase dirigente aragonesa en el siglo XVII”, Historia social de la administración española: estudios sobre los siglos XVII y XVIII, Barcelona, Institución Milá y Fontanals, pp. 21-64; José Ignacio Gómez Zorraquino, “La endogamia profesional en la Magistratura en Aragón (siglo XVII)”, en Enrique Soria Mesa, Juan Jesús Bravo Caro, José Miguel Delgado Barrado (coords.), Las élites en la época moderna: la monarquía española, , 2, 2009, pp. 217-232. 23 J. F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos…, pp. 644-5.

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LA GENEALOGÍA AL SERVICIO DEL ASCENSO SOCIAL …

3. Genealogistas y la genealogía en anales Entre los grandes autores que escribieron obras dedicadas a la genealogía en el siglo XVI podemos mencionar los nombres de: “Garibay, muy revalorizado en los últimos años; Pedro Jerónimo de Aponte, cuyos trabajos yacen en el olvido a pesar de su innegable calidad; el cardenal don Francisco de Mendoza y Bobadilla, cuya fama como excelente genealogista quedó oscurecida por su participación en la confección del Tizón de la Nobleza de España24; y sobre todo el archiconocido Gonzalo Argote de Molina, más citado que leído”25.

Ya en el siglo XVII “la cumbre de este tipo de estudios la representa Luis de Salazar y Castro”26. El reputado genealogista dijo de Zurita: “El insigne Jerónimo Zurita […] no dejó cosa particular genealógica, pero en sus Anales e Índices de Aragón se hallan repartidas todas las generaciones de las grandes casas de aquella Corona, y es sin duda el más cumplido y el más puntual historiador nuestro, con que sus noticias genealógicas son del mayor aprecio”27. Sobre la calidad y fiabilidad de estas noticias genealógicas ya dejaron constancia los expertos de su época. Así, su condiscípulo en la Universidad de Alcalá, don Francisco de Mendoza y Bobadilla, no dudó en apoyar la carrera profesional de Zurita recomendándole para el cargo de maestre racional de Zaragoza. La relación entre ambos se mantuvo hasta la muerte del cardenal de Burgos, y de ella dejó constancia Juan Pablo Martirizo: “El Cardenal
Don Francisco de Mendoza, gran protector de las letras, en cuya casa, y estudio asistieron siempre nuestros grandes historiadores Florián de Ocampo, Zurita, Garibay, Jerónimo de Aponte”28. De la correspondencia mantenida entre Zurita y Aponte contamos tan solo con una carta de 20 de marzo de 1565 en la que el genealogista trata sobre el origen y sucesión de los reyes de Navarra. En ella podemos leer: “Y no quiero mas tratar, porque me someto al juicio de v. m. en todo, y por todo”29. Ambos autores mantienen ciertas discrepancias sobre la casa real de Navarra, pero coinciden en la necesidad de realizar sus investigaciones en archivos y con documentos fiables. En la misma misiva Aponte le indica a Zurita:

24

Aunque la obra del cardenal Mendoza fue prohibida por Felipe II, muy pronto se difundió en copias manuscritas. Por ejemplo, en la Biblioteca Nacional de Nápoles hay dos ejemplares de 1566, uno en castellano (Ms. A-30) y otro en italiano (Ms. A-32, f. 1-130) junto con una tabla de las familias nobles que figuran en la misma (Ms. A-32, f.131-150). 25 E. Soria Mesa, “Genealogía y poder ….,” p. 24. 26 “Solo por el volumen y calidad de los materiales inéditos que legó a la posteridad y que hoy se conservan, muy bien catalogados, en la Real Academia de la Historia, Salazar y Castro hubiera destacado como gran genealogista”. Ibídem, p. 25. 27 Biblioteca Genealógica Española, Manuscrito, art. 24, Citado en Baltasar Cuartero y Huerta, Antonio de Vargas-Zúñiga y Montero de Espinosa, Índices de la colección de don Luis Salazar y Castro, tomo IX, pág. 10. 28 F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos…, p. 375. La carta de recomendación, dirigida al conde de Chinchón, está fechada el 25 de enero de 1563, RAH, CSC, A-111, f. 389, en parte transcrita en Progresos…, p. 107. 29 El original se encuentra en la RAH, CSC, A-112, f. 578-580. Existen, además, dos copias del siglo XVII en la misma colección: E-6, f. 35-37 y Z-6, f. 1-5. Parte de dicha carta está transcrita en J. F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos…, pp. 77, 109, 304 y 378.

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Isabel EXTRAVÍS HERNÁNDEZ “[…] si todo lo escrito por coronistas, se hundiese, y quemase, sin quedar rastro, y se mandase hacer de nuevo, se liaría por escrituras copiosa, verdadera, y gran recopilación de todos los Reyes que ha habido en estos Reinos, sus conquistas, sucesiones, y hechos, porque los archivos están llenos de privilegios, y otras muchas escrituras, y hay en todas ellas razón, y mucha declaración: bien creo está desto v. m. satisfecho”..

Además de este tipo de correspondencia referente a las genealogías reales, Fernando Bouza llama la atención sobre el intercambio de noticias genealógicas entre varios corresponsales, sabedores de la importancia de la difusión de este tipo de información para una casa noble, o que aspirase a serlo 30. Zurita fue plenamente consciente de estos asuntos cuando redactó su obra y en Progresos podemos encontrar cartas en las que advertimos las presiones que recibía para incluir o cambiar información genealógica en los Anales. Sirva como ejemplo la misiva que el fiscal del reino de Aragón y miembro del Consejo de Felipe II le envió a Zurita: “para que si acaso se hace otra edición [de Anales], añadiendo algo en lo estampado, si pareciere a v. m. ser cosa justa, […] con certificar a v. m. que es así verdad, que tenemos esta parte los Nueros en la descendencia de aquel [Guillén Dormir, que murió defendiendo la ciudad de Calatayud]”31. Otra muestra de cómo algunos nobles intentaron influir en la obra de Zurita en beneficio propio fueron las cartas de Diego de Castilla, referidas a la descendencia del rey Pedro I de Castilla. Tanto el deán de la catedral de Toledo, como su hermano Luis, aseguraban ser descendientes del monarca, en contra de la opinión del cronista aragonés que consideraba que la prueba aportada -un testamento del rey- era una falsificación32. Como resultado de sus investigaciones Zurita realizó algunas correcciones a estudios sobre el origen y descendencia de casas reales. Parte de las cuales se encuentran en su obra Enmiendas y advertencias a las crónicas de don Pedro, don Enrique el Segundo, don Juan el Primero y don Enrique el Tercero que escribió don Pedro López de Ayala. Fueron precisamente esas enmiendas las que criticaba Diego de Castilla por oponerse a sus intereses, pero cuya idoneidad fue reconocida por especialistas en el tema como Gonzalo Argote de Molina. De la relación entre Zurita y Argote nos queda parte de la correspondencia mantenida entre ambos33. Los temas que encontramos en sus cartas son variados: libros, venta de los Anales en Sevilla, acceso a archivos y el mutuo respeto por sus escritos: 30

Fernando Bouza, “La correspondencia del hombre práctico. Los usos epistolares de la nobleza española del Siglo de Oro a través de seis años de cartas del tercer conde de Fernán Núñez (1679-1684)”, Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, 4 (2005), pp. 140-141 31 La carta está fechada el 2 de febrero de 1576 y firmada por Juan Pérez de Nueros. El original se encuentra en la RAH, CSC, A-112, f. 32. Podemos encontrar su transcripción en J. F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos…, p. 586. 32 Son tres cartas, de julio y septiembre de 1570. Los originales están en la RAH, CSC, A-111, f. 334-335, 337 y 339. Podemos encontrar parte de las mismas transcritas en J. F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos…, pp. 249-250 y 256-258. En la obra de Verardo García Rey, El Deán don Diego de Castilla y la reconstrucción de Santo Domingo el Antiguo de Toledo, Toledo, Real Academia de Bellas Artes, 1923, se hace referencia a una cuarta carta de 20 julio de 1570 de Zurita al deán, en respuesta a la del día 2 de don Diego. 33 De la correspondencia entre Argote y Zurita disponemos de las ocho cartas que figuran en la obra de Celestino López Martínez, Algunos documentos ... , pp. 66 y ss. Tres de las cuales también están en J. F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos…, pp. 526, 598-600, junto con otras referencias del autor andaluz a la obra de Zurita en las pp. 31, 246 y 264. Algunos de los originales de las cartas están en la RAH, CSC, A-112, f. 584-585, 587, 605, A-113, f. 417-8.

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“Mil veces beso a v. m. las manos por la merced que me hace en mandarme que le avise de mi historia de Baeza; a mi me va muy bien con el favor de v. m. cuya orden me ha sido toda la autoridad de mi persona”. También en la obra del autor andaluz deja constancia de la admiración por el cronista aragonés y la validez de sus estudios sobre el linaje de las principales casas reales y nobiliarias que figuran en los Anales. Incluso podemos encontrar en la Nobleza de Andalucía una referencia al escudo de la familia Zurita y cómo lo hace más famoso el “Caballero Aragonés, del Consejo del Rey nuestro señor, y su secretario de la santa y general Inquisición de España, coronista de los reinos de Aragón”. El respeto y admiración por la obra genealógica de Argote queda plasmado en la censura que Zurita hace del libro Nobleza de Andalucía en 1579, por encargo del Consejo de Castilla, requisito previo para obtener el permiso de impresión: “Digo yo Gerónimo Zurita, Secretario de su Majestad, y de la santa, y general Inquisición, que he visto la historia de las hazañas, y sucesos de los caballeros del Obispado de Jaén, que Gonzalo Argote de Molina ha compuesto, y acrecentado de nuevo, y me parece obra de muy buena, y curiosa diligencia, y que animará a otros, que procuren de ilustrar, y honrar sus patrias, como él lo ha hecho con gran cuidado de reconocer diversos archivos del reino, y recoger a su mano muchos instrumentos, y libros originales antiguos, y lo mejor que se ha podido juntar en la Andalucía; y en ello no halle cosa, que pueda causar escándalo en el buen gobierno, sino mucha utilidad de publicarse, y mucha noticia, y honra de los linajes nobles de aquel Obispado, y de otros del reino34”.

Por lo que se refiere al cuarto de los reputados autores de obras dedicadas a la genealogía del siglo XVI, Garibay, también dejó constancia de la excelencia de Zurita como cronista, haciendo hincapié en el aspecto relacionado con el estudio de los linajes: “A todos estos (los escritores de las cosas de los Reyes Católicos)
se espera, que antecederá Gerónimo Zurita, aragonés, cuando acabe de publicar las historias de Aragón, que llama anales, donde las cosas destos bienaventurados Reyes se prefiere de escribir; porque de la inteligencia suya se
debe esperar fruto copioso […] A todos estos, y a los demás que en este epilogo quedan por nombrar, ha excedido manifiestamente Hieronymo Zurita, grande autor de la historia Aragonesa, de quien en diversas partes de esta nuestra coronica hemos hecho las citaciones, y apuntamientos en sus lugares referidos […] Seré yo muy breve en la historia de los Católicos Reyes de Aragón, tratando sus cosas con muy mayor compendio que las demás historias de los otros Reinos de España, pues hacer otra cosa, seria infructífera diligencia, teniendo los lectores estos anales, donde con largo, y diligente progreso se escriben las coronicas de estos poderosos Reyes”35

¿Qué mejor alabanza podemos encontrar para Zurita que el reconocimiento de sus iguales? Tanto, como para utilizar su obra como referencia para la escrita por otros cronistas, autores además de obras de genealogía. 4. Conclusiones Pretendíamos en este trabajo una aproximación a la figura de Jerónimo Zurita algo diferente a la más habitual de cronista, autor acreditado cuya obra más conocida, los Anales, es una fuente imprescindibles para quienes quieran conocer la historia de Aragón en época medieval. 34

El documento está fechado el Madrid el 6 de junio de 1579. Figuraba al inicio de la obra y podemos encontrar una transcripción del mismo en J. F. Andrés de Uztárroz; D. J. Dormer, Progresos…, p. 669. 35 Ibídem, p. 373.

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Hemos visto cómo la familia Zurita puede ser un modelo de la sociedad de su época en cuanto al interés por la genealogía, aunque podemos apreciar algunas diferencias con otros linajes de su mismo estrato social. Zurita fue autor de su propio estudio genealógico. Habituado a la investigación sobre origen y descendencia de las casas reales y principales familias nobles de los reinos de Aragón y Castilla, en su caso se limitó a dejar escrito fehacientemente el nombre, fecha y lugar de nacimiento de sus cinco hijos. Fue el menor de ellos el que mostró un interés mayor por conocer y dejar constancia manuscrita de sus ascendientes. Las razones que impulsaron a Jerónimo Zurita de Oliván a realizar esta investigación pudieron ser una combinación de circunstancias: los cambios producidos en la oligarquía de Zaragoza y el gobierno de la ciudad; las tensiones creadas en Aragón tras las Alteraciones de 1592; la necesidad de dejar memoria escrita de las relaciones familiares con la Corona desde su abuelo paterno, que estuvo al servicio de los Reyes Católicos y el Emperador. O su gusto por las obras de este tema, prueba de lo cual habría sido la que escribió para los Climentes. Si seguía, como suponemos, la moda de la época ¿quién mejor que él para investigar sobre su linaje y hacer su árbol genealógico? Parece demostrado que la de Zurita fue una familia que siguió la moda de las élites de la Edad Moderna en cuanto a ciertas prácticas sociales dirigidas a mostrar su poder mediante diferentes símbolos de estatus: los estudios genealógicos, los escudos de armas, el reconocimiento de la hidalguía o la posesión de amplias bibliotecas. De otros marcadores de pertenencia a una clase superior, habituales en este tipo de familias de la baja nobleza, no tenemos noticias en el caso de Zurita: el número de criados o la posesión de esclavos; grandes mansiones, bienes muebles como joyas o cuadros. Si los tuvo o no es una información que no disponemos, al menos hasta este momento. Finalmente, la diferencia quizás mas significativa de la familia Zurita y la genealogía con otras de su época y estatus, es la relación entre el cronista aragonés y los más destacados autores de obras genealógicas de su época. Por tanto contamos con otra imagen de Zurita y de su familia, pero sin alejarse de su papel como historiador y como autor de una obra que fue desde su publicación hasta nuestro días, como referencia para el estudio de la historia del reino de Aragón y de sus principales familias reales y nobiliarias.

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El servicio doméstico en los hogares de la élite asturiana. El ejemplo del Oviedo ilustrado The Domestic service in the asturian elite households. The example of Oviedo in the Enlightenment Alberto MORÁN CORTE Universidad de León / Universitat Autònoma de Barcelona

Resumen: Este trabajo se centra en el análisis de uno de los grupos que ha sufrido un mayor olvido por parte de la historiografía modernista española, el servicio doméstico. Para ello hemos seleccionado a aquellos vecinos de la ciudad de Oviedo que bien por su apellido, bien por sus ingresos, bien por sus funciones, podían ser considerados la élite municipal. Partiendo de ese grupo, nos centramos en el estudio de aquellas personas que se encontraban a su servicio, analizando las relaciones mantenidas entre empleadores y empleados. Palabras clave: servicio doméstico, élites urbanas, organización del trabajo, salarios, trabajo femenino. Abstract: The following report aims to analyse the domestic service in the historiography of the early modern age in Spain, one of the most neglected area in this country. For this purpose, we have selected Oviedo neighbours whose, because of their surnames, in terms of income or for their duties, could be considered the local elite. On this basis, we will study closely those people who were working as domestic servants in these families and, finally, we will analyse the existing relations between employees and employers. Keywords: domestic service, urban elite, work organization, wages, female labour.

La atención prestada desde la historiografía modernista española al papel jugado por el servicio doméstico ha sido relativamente escasa, más aún si nos fijamos en otros ejemplos cercanos, como el italiano, donde en las últimas décadas han sido numerosas las contribuciones al tema, desde números monográficos en revistas especializadas 1 hasta publicaciones específicas como la de R. Sarti2 o A. Arru3. Sin embargo en el caso español son escasas las monografías que se centran en el estudio de este mercado de trabajo que a mediados del siglo XVIII comenzaba a ocupar a la mayor parte de las mujeres urbanas que declaraban tener algún empleo. De hecho, hasta la fecha únicamente contamos con la de C. Sarasúa4, que precisamente toma como punto de partida ese momento en que el servicio doméstico empezó claramente a

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Sirva como ejemplo el número especial de Quaderni Storici del año 1988, dedicado a “I servi e le serve”, al cuidado de Angolina Arru. 2 Rafaella Sarti, Per una storia del personale domestico in Italia. Il caso di Bologna (secc. XVIII-XIX), Torino, Università di Torino, 1994. 3 Angolina Arru, Il servo: storia di una carriera nel Settecento, Bologna, Il Mulino, 1995. 4 Carmen Sarasúa García, Criados, nodrizas y amos. El servicio doméstico en la formación del mercado de trabajo madrileño, 1758-1868, Madrid, Siglo XXI, 1994.

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feminizarse 5 . Las monografías regionales sobre historia de las mujeres que en los últimos años han ido viendo la luz, siempre prestan atención en alguno de sus capítulos a esta actividad, pues, como ya hemos dicho, era fundamental para la economía femenina. En este sentido, son más abundantes los estudios sobre el noroeste peninsular: León6, Galicia7 o Asturias8; pero tampoco faltan para la antigua Corona de Aragón9. Junto a estas aportaciones hay otras investigaciones que, de una u otra forma, se acercan al estudio del servicio doméstico, bien desde postulados demográficos o desde ámbitos más cercanos a la historia social10. El objetivo de este trabajo será, tomando como referencia ese marco historiográfico, estudiar aquel grupo de trabajadores en la ciudad de Oviedo a mediados del siglo XVIII, momento en el que contaba con unos 2.300 vecinos para el total del concejo, de los cuales aproximadamente 1.500 habitaban en la ciudad o en sus arrabales más cercanos. Nos centraremos fundamentalmente en el número de criados que tenían las diferentes unidades domésticas seglares, en función de la ocupación del cabeza de familia, como en los salarios que percibían. La principal fuente que vamos a utilizar para este análisis será las respuestas Particulares del Catastro de Ensenada. Así pues el caso de Oviedo, que además de la capital era el centro urbano más importante tanto en el ámbito político como cultural, y también principal foco de consumo, se nos antoja como el “laboratorio” más adecuado para llevar a cabo este análisis. De este modo se podrá confrontar la realidad urbana asturiana con lo estudiado en otras latitudes peninsulares. 1. La ciudad de Oviedo: los señores, los criados. La gestación de Oviedo como “Corte del Principado” fue un proceso largo, y en el que sin duda influyeron diferentes motivos. Uno de ellos sería el que, ya desde los tiempos medievales, la Junta General del Principado, máximo órgano representativo de los concejos asturianos, se reunía en la capital. La aparición de la figura del corregidor, a finales del siglo XV, también sería importante, pues pese a ocuparse de los problemas de toda Asturias, fijaría su sede en Oviedo. Si a esto unimos el hecho de que era sede episcopal y que en los inicios del siglo XVII se fundaría una Universidad, la 5

Ofelia Rey Castelao, “Diferencias e intercambios culturales entre el campo y la ciudad respecto de las mujeres en la España del siglo XVIII”, Mundo Agrario, 27 (2013), pp. 5-9. 6 María J. Pérez Álvarez, La familia, la casa y el convento. Las mujeres leonesas durante la Edad Moderna, León, Universidad de León, 2012. 7 Ofelia Rey Castelao y Serrana Rial García, Historia de las mujeres en Galicia. Siglos XVI al XIX, Vigo, Nigratrea, 2009. 8 Alfonso Menéndez González, El barranco de las asturianas. Mujer y sociedad en el Antiguo Régimen, Oviedo, KRK, 2006. 9 Francisco Ramiro Moya, Mujeres y trabajo en la Zaragoza del siglo XVIII, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 2012. 10 En esta ocasión y para evitar lo molesto de una enumeración excesivamente amplia, únicamente remitiremos a algunas de las últimas aportaciones en el campo de la historia moderna, como por ejemplo las contribuciones a la XII Reunión Científica de la F.E.H.M., C. Rocío García Bourrellier, “Criados y familia en la España Moderna: Aproximación desde Navarra (ss. XVI-XVII)” y Francisco García González, “Criados y movilidad de la población rural en la Castilla interior del siglo XVII”, ambas en María J. Pérez Álvarez y Alfredo Martín García (eds.), Campo y campesinos en la España Moderna. Culturas Políticas en el mundo hispánico, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna, 2012. De igual manera, y pese a centrarse en el mundo rural, debemos citar el monográfico que Historia Agraria, revista de agricultura e historia rural, le dedicó en el año 2005 al tema “Criados y mozos en la organización histórica del trabajo agrario”, número que estuvo coordinado por Carmen Sarasúa.

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concentración de funciones administrativas, religiosas y educativas, hacía de la ciudad el destino perfecto para las oligarquías asturianas. Estas cuestiones forjaron que el consistorio ovetense se fuera constituyendo como el principal de entre todos los del Principado. Por ello, desde el año 1544 en que comienzan a enajenarse los cargos municipales, las familias más sobresalientes, no sólo de la capital, sino de toda Asturias, fueron comprando las regidurías, como una estrategia más en busca del ansiado ascenso social 11 . No olvidemos que desde el consistorio el contacto con los principales organismos políticos de la época sería un lugar de socialización importante para la promoción social. Este anhelo de las elites asturianas por asentarse en la capital, trajo consigo el lógico crecimiento urbanístico de Oviedo, que ya desde finales del siglo XVI comenzó a configurarse, y que se hará mucho más patente a medida que vaya transcurriendo el XVII 12 . Pese a que para mediados de esa centuria la mayor parte de las familias importantes del Principado tenían su palacio en la ciudad, no sería éste el único motivo que determinó el desarrollo urbanístico, pues durante esos años también existió un importante afán constructivo desde las instancias municipales para engrandecer la capital13. Con los albores del siglo XVIII, y tras las miserias sufridas en los años del invierno europeo, Oviedo experimentó un nuevo repunte en la actividad constructiva en la que con toda probabilidad influiría positivamente el establecimiento de la Real Audiencia en 1717- y que se alargó durante prácticamente todo el siglo. Así pues, ya en los primeros años de la década de los 20 comenzó la edificación de una de las grandes obras del siglo, el palacio del duque del Parque, quien mandó construirlo en una de las pocas zonas de posible expansión que quedaban en la ciudad, la plaza del Fontán. Por esa misma fecha otro de los prohombres del Principado, el Marqués de Camposagrado, remodeló totalmente su palacio, una obra que se prolongó hasta mediados de siglo. En la segunda mitad de la centuria la gran labor constructiva será la que lleve a cabo la familia Velarde14 en su antigua residencia de la calle de Santa Ana15.

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Respecto a la conformación de las oligarquías ovetenses, resultará de interés la consulta de las obras de: M. Ángeles Faya Díaz, “Regidores perpetuos de Oviedo y crisis del municipio en el siglo XVIII”, en M. Ángeles Faya Díaz (coord.), Historia urbana de Asturias en la Edad Moderna, Oviedo, KRK, 2013, pp. 15-74. En la misma obra colectiva, Juan Díaz Álvarez, “La organización municipal de Oviedo bajo los Austrias”, pp. 177-216. M. Ángeles Faya Díaz, “Patrimonio económico y valores nobiliarios de la oligarquía ovetense a finales del Antiguo Régimen”, en M. Ángeles Faya Díaz (coord.), Las ciudades españolas en la Edad Moderna, Oviedo, KRK, 2014, pp. 287-369. Y en el mismo volumen, Juan Díaz Álvarez, “Familia nobiliaria y mayorazgo en la Asturias de los Austrias”, pp. 261-285. 12 Un estudio reciente y completo sobre el crecimiento urbano del siglo XVII en: Yayoi Kawamura, Arquitectura y poderes civiles. Oviedo 1600-1680, Oviedo, R.I.D.E.A., 2006. 13 Yayoi Kawamura, “Intereses y actuaciones de los poderes civiles de Oviedo en la remodelación urbanística del siglo XVII”, en M. Ángeles Faya Díaz, (coord.) Las ciudades españolas…, pp.429-449. 14 Sobre el proceso de las obras puede resultar interesante la lectura de Vidal De La Madrid, La arquitectura de la Ilustración en Asturias. Manuel Reguera1731-1798, Oviedo, R.I.D.E.A. 1995. Y de más reciente publicación El Palacio de Velarde: la vanguardia ilustrada en Asturias, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 2012. 15 De un modo general, sobre las nuevas construcciones palaciegas urbanas en el Oviedo del XVIII, Alfonso Menéndez González, Ilustres y mandones: La aristocracia de Asturias en el siglo XVIII, Oviedo, R.I.D.E.A., 2004, pp. 210-225.

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Serán pues estos ilustres asturianos, pese a que algunos no fueran originarios de Oviedo, quienes por necesidades políticas16 o sociales17, se erigiesen, al menos en parte, como las elites más destacadas. Pero además de estos nobles hubo otro colectivo de asturianos que no les fueron a la zaga. No nos detendremos en el análisis de las familias que componían aquel grupo oligárquico, el proceso que los encumbró, sus estrategias de ascenso social, ni las bases de su fortuna o los modos de conseguirlas, pues para el caso asturiano, y especialmente para el ovetense, ya existen investigaciones que estudian estos asuntos18. No obstante, sí será necesario hacer algunas precisiones sobre las cuestiones que cimentarán nuestro trabajo, tales como señalar a quiénes consideramos nosotros las elites urbanas de la capital. En este sentido, y en primer lugar, como parece lógico, dentro de ese grupo privilegiado, estarían los cabezas de las grandes familias asturianas de la época, que además eran quienes copaban los órganos políticos tanto municipales como regionales. Sin embargo no partiremos de unas premisas únicamente financieras para valorar y calificar como elites a los individuos, sino que de una manera general atenderemos también a otro tipo de cuestiones, que quizás guarden más relación con el prestigio y reconocimiento social, que con aspectos meramente económicos. De este modo además de los regidores19, tendremos en cuenta los diferentes actores que tomaron parte en el devenir de la Real Audiencia: regente, oidores, abogados, etc. De igual manera a algunos profesionales liberales como médicos, cirujanos, abogados, etc. Pues además serán precisamente los letrados en quienes, con mucha frecuencia, recaían las renuncias de las regidurías en posesión de la nobleza absentista. También analizaremos los casos de los catedráticos universitarios, así como de algunos hombres, e incluso mujeres, de negocios cuyos beneficios les harían sin duda acreedores de formar parte de esa elite municipal. Aplicando esos criterios determinamos que un 13,4% de los habitantes, y un 13,5% de los hogares de mediados del siglo XVIII, podríamos considerarlos elites. De estos un 74,2% estarían gobernados por un hombre, y un 25,8% tendrían una mujer al frente, tratándose las más de las veces de una viuda. Respecto las ocupaciones del cabeza, las hemos dividido en 7 categorías diferentes, siendo claramente mayoría los funcionarios, aquellos que ocupaban algún cargo en la Real Audiencia, la Junta General, etc. quienes eran algo más del 40%. Les siguen en importancia numérica una serie de personas a las que no se les asigna ninguna ocupación, pero que vivirían de sus rentas. Hemos de señalar también que en muchas ocasiones esa ocupación principal se complementaba con alguna otra. Esto sucede a menudo entre los regidores que se encontraban ejerciendo el oficio sin que fuera suyo en posesión, pues no era raro que se tratara de abogados, administradores, o incluso catedráticos de la Universidad asturiana. 16

No olvidemos que la Junta General era la plataforma perfecta para para defender los intereses personales de las principales familias. 17 Pues era la ciudad de Oviedo el mejor escenario posible para el acuerdo de matrimonios que ampliaran las ya de por si tupidas redes de contactos. 18 Para evitar una cita demasiado dilatada remitiremos únicamente a las de más reciente publicación y ya referenciadas en un cita anterior de los autores M. Ángeles Faya Díaz y Juan Díaz Álvarez. 19 Englobamos a los regidores en este grupo no porque las ganancias por semejante ocupación resultaran especialmente lucrativas, sino porque, como ya hemos comentado, estos oficios estaban monopolizados por la nobleza asturiana, que a partir del ejercicio de los mismos, podía obtener otro tipo de beneficios. Juan Díaz Álvarez “Familia nobiliaria y mayorazgo…”, pp. 263-266.

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Esta duplicidad de ocupaciones también nos la encontramos entre los funcionarios, aunque en mucha menor medida. No así entre los profesores universitarios, pues todos eran además profesionales liberales. Puede resultar curioso el hecho de haber añadido en esta división un pequeño porcentaje de maestros, pero se corresponden ampliamente con los arquitectos a quienes las grandes familias solían acudir cuando querían construir sus nuevas residencias o hacer obras en los antiguos solares para adaptarse a los nuevos tiempos20. De igual manera la inclusión de algunos hombres, y mujeres, dedicados al sector servicios se justifica porque eran los grandes comerciantes ovetenses de la época, casi podríamos denominarlos como hombres y mujeres de finanzas. De hecho algunos años después dos de los hijos de estas familias, primos entre ellos, José Gabriel Fernández Cueto, y Joaquín Méndez Vigo, llegarían a ser tesoreros del Principado, y finalmente acabarían consiguiendo una regiduría en el consistorio ovetense, el primero se la compraría en 1772 al Marqués de Valdecarzana. Mientras que su primo haría lo propio en 178121. Tabla 1. Ocupación del cabeza de las elites. Ocupación Funcionariado Maestros Prof. Liberales Regidores Comerciantes Universidad Sin datos

% 40,3 1,6 4,8 10,8 5,9 2,2 34,4

Fuente: A.M.O. Libros personales del Catastro de Ensenada.

Si complicados pueden ser los criterios para dirimir quienes conformaban las elites municipales, todavía más complejo puede resultar definir con claridad quienes eran los sirvientes domésticos en los siglos modernos. Cuestiones tales cómo en qué consistía su trabajo, si era continuado, temporal o estacional, si convivían en los hogares de los amos, e incluso cuál era su remuneración, resultan sumamente difusas. En este sentido nos encontramos con dos grandes inconvenientes para aclarar esos problemas: por un lado la propia definición del concepto de trabajo doméstico en sí mismo y, por otro, las fuentes documentales que de manera común se vienen utilizando para afrontar su estudio. A estos inconvenientes ya le han dedicado sus esfuerzos algunos autores 22, por lo que no nos detendremos en ello. Teniendo presentes estas investigaciones que nos preceden, estudiaremos el servicio doméstico en Asturias, dando importancia a su peso cualitativo, pues no en vano, mediante estudios anteriores23, podemos estimar que la población heril asturiana a mediados del XVIII, estaba en torno al 3,6% del total, cifra cercana a la de 3,4% dada 20

Sería por ejemplo el caso de Pedro Menéndez, quien poco tiempo antes de la elaboración del catastro había concluido el nuevo palacio del Marqués de Camposagrado en la Plaza de la Fortaleza. 21 Una breve semblanza de estas familias se puede encontrar en M. Ángeles Faya Díaz, “Patrimonio económico y valores…”, pp. 331-346. 22 C. Sarasúa García, Criados, nodrizas y amos... Si bien a lo largo de todo el libro se analizan estos inconvenientes, son especialmente significativas a este respecto las páginas 4-7, 73-111, 197-213. De más reciente publicación, pero igualmente interesante, F. Ramiro Moya, Mujeres y trabajo…, pp. 254-257. 23 Florentino López Iglesias, “Los criados en la Asturias del Antiguo Régimen”, B.I.D.E.A., 150, (1997), pp. 151-172.

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para Galicia24, y en la línea de lo visto de forma general para el resto del territorio de la península ibérica 25 . Si analizamos este valor conjuntamente con las principales ocupaciones laborales de una zona como Asturias, donde el trabajo agro-ganadero tenía un peso importante, quienes se empleaban en el servicio doméstico representaban una población muy similar a la que conformaba el sector religioso, 3,3%, la administración, 3%, o las profesiones liberales, 2,2%26, por lo que creemos que su estudio está más que justificado. Más aún si tenemos en consideración que entre el 10,9% y el 12% de los hogares asturianos contaba con algún doméstico27, trabajadores que por norma general, se concentraban en los hogares de las familias oligarcas, especialmente en las zonas urbanas y semiurbanas28. 2. El servicio doméstico de las elites. Debemos señalar que aunque este trabajo forma parte de otro más ambicioso que aún se encuentra en fase de desarrollo, consideramos que de todas formas puede resultar interesante un primer análisis, para tratar de entender los comportamientos de las elites urbanas asturianas respecto de su servicio. La población heril de la capital se puede situar en torno al 12,5%, cifra que cuadruplicaría la media asturiana dada por F. López, pero que estaría muy cercana al 10% aportado por C. Sarasúa para la ciudad de Madrid en 175729, mismo porcentaje que el ofrecido por C. Fernández Cortizo30 para la de Pontevedra en 1751. Y más próxima aún a la de la ciudad castellana 30 años después, que era del 12% 31 . Además si centramos nuestro foco de atención únicamente en la población activa, el número de empleados en el hogar alcanza un porcentaje del 32,6%, el cual, nuevamente, se nos presenta muy semejante al que D. Ringrose contabilizó para la Villa y Corte, que era en 1757 del 31%32. Si parece, en cambio, bastante más elevado que los observados hasta el momento para el noroeste peninsular, pues en el total de Galicia representaba el

24

Isidro Dubert García, Historia de la familia en Galicia durante la época moderna, 1550-1830 (Estructura, Modelos hereditarios y Conflictividad), , A Coruña, Edicios do Castro, 1992, p.75 25 Una síntesis actualizada puede verse en, Francisco García González, “Las estructuras familiares y su relación con los recursos humanos y económicos”, en Francisco Chacón Jiménez y Joan Bestard (dirs.), Familias. Historia de la sociedad española (del final de la Edad Media a nuestros días). Cátedra, Madrid, 2011, en especial las páginas 198-203 26 Estos datos provienen de un trabajo que se presentó al XXXI Congreso de la APHES, celebrado en Coimbra en el año 2011, Alberto Morán Corte y Patricia Suárez Álvarez, “Actividades profesionales y desarrollo económico en el norte de la península ibérica: un acercamiento a la sociedad preindustrial asturiana”, inédito. 27 F. López Iglesias, “Los criados en la Asturias…”, p. 156. A. Menéndez González, El barranco de las asturianas…, p. 101. 28 Alberto Morán Corte y Patricia Suárez Álvarez, “Sirve por la comida y el vestido”: servicio doméstico, extradoméstico y salarios en la Asturies del siglo XVIII”, comunicación presentada a las XV Jornades d’Historia del Treball “Els tractes del treball: salaris i altres formes de remuneració (s. XVII-XX)”, celebradas en Barcelona en el año 2015, inédito. 29 Sarasúa García, Carmen, Criados, nodrizas y amos... p. 71. 30 Camilo Fernández Cortizo, “Estructura y composición del grupo doméstico en un medio urbano: Pontevedra a mediados del siglo XVIII”, Jubilatio. Homenaje a D. Manuel Lucas y a D. Ángel Rodríguez vol. I, Universidad de Santiago, Pontevedra, 1987, p. 305. 31 David R. Ringrose, Madrid y la economía española, 1560-1850, Madrid, Alianza Editorial, 1985, p. 77. 32 Citado en C. Sarasúa García, Criados, nodrizas y amos... p. 72.

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15,5%33, mientras que en la ciudad de León era el 14%34. No obstante debemos matizar estas cifras, pues como se ha venido poniendo de manifiesto en las diferentes investigaciones que abordan estos temas, existe una marcada diferencia de género, documentándose siempre una amplia mayoría femenina entre la mano de obra doméstica. En concreto, en Oviedo, mientras que el 56,2% de las mujeres activas se empleaban en el servicio doméstico, entre los hombres tan sólo eran el 16% los que buscaban acomodo en ese sector. Esta alta ocupación femenina no resultará tan llamativa si la comparamos con la que se daba en las principales ciudades de la vecina Galicia, donde por ejemplo en Lugo35 se llegaba a un 96,4%, situándose Ferrol en un cercano 93%, o incluso La Coruña con el 80,6%. Si bien posiblemente, tal y como algunos investigadores ya han señalado 36 , la invisibilización del trabajo femenino guarde una estrecha relación con estos porcentajes. Para una rápida visualización comparativa entre los centros urbanos gallegos y el ejemplo de la capital asturiana, remitimos al cuadro 2. Tabla 2. Porcentaje de mujeres activas en el servicio doméstico37. Ciudad Lugo Ferrol A Coruña Tui Ourense Santiago Vigo

% Criadas Ciudad % Criadas 96 Uviéu 56,2 93 Mondoñedo 53,6 80,6 Betanzos 43 80 Pontevedra 39,3 72,9 Noia 29 70 Baiona 26 60

De ese 12,5% que representaba la población heril, más de la mitad, el 58,7% se empleaba en los hogares de la elite, con una división sexual en la que predominaban las mujeres, pues componían el 66% del servicio doméstico de ese colectivo. Esta distribución resulta bastante similar a la observada por C. Fernández Cortizo para el caso pontevedrés, donde las mujeres sumaban el 70,5% frente al 29,5% de los varones38. Si bien ya hemos visto como el grupo del funcionariado era el que más representación tenía entre lo que venimos denominando como elite urbana, no será el que empleé a un mayor número de personas. Este privilegio recaerá, como parece lógico, en los regidores municipales, grupo formado mayoritariamente por los grandes de Asturias y que daba ocupación al 36,1% de los criados. Sí figura, a continuación, el 33

Hortensio Sobrado Correa e Isidro Dubert García, “La familia y las edades de la vida”, en Isidro Dubert García, (coord.) Historia de la Galicia Moderna, Santiago, Universidad de Santiago de Compostela, 2012, p. 117. 34 M. J. Pérez Álvarez, La familia, la casa… p. 174. 35 Hortensio Sobrado Correa, La ciudad de Lugo en el Antiguo Régimen. Siglos XVI-XIX, Lugo, Diputación Porvincial de Lugo, 2001, pp. 110-113. 36 H. Sobrado Correa, La ciudad de Lugo…, pág. 110. Serrana Rial García, “Las mujeres “solas” en la sociedad semi-urbana gallega del siglo XVIII”, Obradoiro de Historia Moderna, 8 (1999), pág. 187. 37 Los datos utilizados en esta tabla proceden de, O. Rey Castelao y S. Rial García, Historia de las mujeres en Galicia… pp. 133-134. 38 Camilo Fernández Cortizo, “Estructura y composición…”, p. 305.

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funcionariado, algo lógico, pues era el colectivo con más peso cuantitativo, y empleaba al 31,3% de la mano de obra. Sin embargo dentro de éstos existían notables diferencias, marcadas precisamente por el tipo de puesto ocupado. Por ejemplo, el por entonces regente de la Real Audiencia, Isidoro Gil de Jaz, contaba con un séquito de nueve personas, los oidores con cinco sirvientes, y el fiscal y el alguacil con cuatro cada uno. Sin embargo un gran número de empleados menores tenían únicamente uno o dos criados, e incluso había quienes prescindían de ellos. En tercer lugar, con el 17,8% de la mano de obra servil, estaba aquel grupo del que desconocemos la ocupación del cabeza de familia, si bien las Respuestas Particulares parecen indicarnos claramente que vivían de sus rentas. Seguidamente aunque con un porcentaje bastante menor, pues tan sólo empleaban al 7%, nos encontramos con los comerciantes, que representaban un caso similar al del funcionariado, puesto que los dos grandes hombres de negocios referidos anteriormente, José Gabriel Fernández Cueto y su socio Joaquín Méndez Vigo, tenían el 42,3% del total de los criados que servían a los hombres y mujeres de negocios. Tabla 3. Porcentajes de empleados por categoría ocupacional de los amos. Ocupación Funcionariado Maestros Prof. Liberales Regidores Comerciantes Universidad Sin datos

% de criados 31,3 1,1 4,9 36,1 7 1,9 17,8

Fuente: A.M.O. Libros personales del Catastro de Ensenada.

En un trabajo clásico, exponía A. Eiras Roel que una serie de sondeos le había llevado a considerar que tres servidores era el número mínimo para colocar a un individuo dentro de la elite. Quienes contaban con uno o dos serían las clases medias, mientras que la falta de servicio era lo que caracterizaba al artesanado y a lo que él denominó pueblo menudo39. Si seguimos esta cuantificación, deberíamos reducir nuestro porcentaje de familias de la elite al 3,3% del total de hogares. Y aunque seguirían siendo mayoría los mismos grupos -regidores, funcionariado, y quienes vivían de sus rentas-, lo cierto es que, por ejemplo, a un 25% de los primeros deberíamos de considerarlos clases medias, así como a un grupo de hombres y mujeres de negocios cuyos beneficios mercantiles podían llegar a los 16.000 reales anuales. Además únicamente el 50% de los catedráticos se encuadraría en la elite, sólo un 33,3% de los maestros, un 22,2% de los profesionales liberales, y apenas un 17,3% del funcionariado.

39

Antonio Eiras Roel, “Las élites urbanas de una ciudad tradicional: Santiago de Compostela a mediados del siglo XVIII”, en Antonio Eiras Roel, (coord.), La documentación notarial y la historia. Actas del II Coloquio de metodología histórica aplicada, vol. I, Santiago, Universidad de Santiago, 1984, pp. 117140.

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Tabla 4. Número de criados por categoría. Ocupación Funcionariado Maestros Prof. Liberales Regidores Comerciantes Universidad Sin datos

Criados por grupo, en % 0 1a3 >3 22,7 68 9,3 33,3 66,6 0,0 0,0 100 0,0 0,0 30,0 70,0 9,1 72,8 18,2 25,0 75,0 0,0 45,3 46,9 7,9

Fuente: A.M.O. Libros personales del Catastro de Ensenada.

En cambio si atendemos a la remuneración que obtenía la servidumbre, porcentualmente los mejor pagados serían los sirvientes de los maestros, pues todos ellos recibían algún tipo de recompensa económica. En cambio el 41,8% de los criados de los regidores, el 34,6% de los comerciantes y el 28,8% de quienes vivían de sus rentas, prestaban su fuerza de trabajo a cambio de la manutención, como se puede ver en el cuadro 5. Tabla 5. Franjas salariales percibidas por el servicio doméstico. Franjas salariales del servicio por grupo en %40 Manutención 50-200 201-1000 >1000 Funcionariado 21,6 71,5 4,3 2,6 Maestros 0,0 100 0,0 0,0 Prof. Liberales 5,6 94,5 0,0 0,0 Regidores 41,8 40 7,4 0,7 Comerciantes 34,6 61,6 0,0 3,8 Universidad 28,6 71,4 0,0 0,0 Sin datos 28,8 68,2 3,0 0,0 Ocupación

Fuente: A.M.O. Libros personales del Catastro de Ensenada.

Quizás resulte interesante apuntar algunas cuestiones que puedan explicar estas diferencias salariales. Para ello, nos fijaremos primero en el grado de especialización del servicio. Como ya hemos anotado, es cierto que existe una gran dificultad para conocer cuáles eran exactamente las tareas correspondientes a la servidumbre, sin embargo nuestras fuentes documentales, nos permiten intuir algunas distinciones laborales entre los criados y criadas. De este modo sabemos que el 35,3% de ellos tenían algún atributo especial -paje, asistenta, cochero, despensera, etc.-. De esta mano de obra especializada un 34% eran hombres y un 66% mujeres.

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Las cantidades monetarias están calculadas en reales.

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Tabla 6. Porcentajes de especialización por género y categoría del amo. %M espec. Funcionariado 10,3 Maestros 0,0 Prof. Liberales 0,0 Regidores 20,1 Comerciantes 0,0 Universidad 0,0 Sin datos 22,7 Ocupación

% H % M sin % H sin espec. espec. espec 13,8 67,2 8,6 0,0 50,0 50,0 5,6 77,8 16,7 31,3 31,3 17,2 30,8 61,5 7,7 14,3 71,4 14,3 13,6 51,5 12,1

Fuente: A.M.O. Libros personales del Catastro de Ensenada.

A la vista del cuadro 6 observamos que quienes contaban con un mayor número de servicio especializado eran los regidores, sin embargo en el cuadro 5 comprobábamos que los sueldos más altos entre el servicio los abonaban prácticamente en su totalidad los comerciantes y el funcionariado, con una pequeña excepción protagonizada por el Marqués de Camposagrado. Sí se aprecia una mayor variedad de pagadores, pero también un claro dominio del grupo de regidores, cuando ampliamos la horquilla a unos valores, que aunque sigan siendo altos para el servicio doméstico, ya no son tan elevados. Ahora bien, sólo el 5,9% de los sirvientes entraría en ese elenco que sobrepasaba los 200 reales anuales, y prácticamente a la totalidad se les distinguía con algún tipo de función específica, sobre todo cocheros, ayudas de cámara, asistentas, capellanes, pajes y lacayos. Como ejemplo de esto podemos fijarnos en el relativamente alto grado de especialización masculina que existía entre el servicio de los catedráticos y principalmente de los comerciantes, que estaba copado casi en su totalidad, un 77,7%, por amanuenses y pasantes de pluma, quienes sin duda serían muy necesarios para el buen funcionamiento del negocio del amo. Sin embargo ni esa especialización, ni el ser fundamentales para las diligencias, era sinónimo de estar bien remunerados, pues todos ellos trabajaban por la manutención. Volvamos pues al modo de retribución al servicio. Como vimos en el cuadro 5, una parte importante de los empleados recibían a cambio de su fuerza de trabajo únicamente comida y vestido. Además precisamente los grupos, a priori, más poderosos económicamente, eran quienes con mayor frecuencia recurrían a ese sistema de gratificación, pues los regidores lo hacían en un 41,8% de los casos, y los grandes comerciantes y financieros en un 34,6%. De hecho aunque entre el conjunto de serviles del que aquí nos ocupamos, se recibía mayoritariamente un salario en metálico, existían fuertes diferencias entre hombres y mujeres. Mientras que para los primeros era norma general trabajar por la manutención, casi todas ellas recibían alguna compensación monetaria. Tabla 7. Formas de remuneración. Remuneración Dinero Especie

% Total 69,8 30,2

% Hombres % Mujeres 18,1 81,9 70,5 29,5

Fuente: A.M.O. Libros personales del Catastro de Ensenada.

Así pues parece que existe cierta contradicción entre poseer una cualidad especial para el servicio -donde como vimos los hombres eran mayoría-, y obtener una recompensa pecuniaria -predominante entre las mujeres-. Es decir, en vista de esto, no se valoraría

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más, al menos en lo que a salario se refiere, a los sirvientes que se ocuparan de alguna tarea concreta. Para verlo de una forma más clara centrémonos en ese 30,2% del servicio al que se le pagaba en especie. De ellos a un 15,4% -en el que los hombres representaban el 97%- no se les consideraba simples criados, sino que aparecen documentados con alguna ocupación concreta. Junto a los amanuenses ya comentados, también nos encontramos con asistentas, pajes, ayudantes de cocina, criados mayores, etc., entre quienes trabajaban sólo por la manutención. Además destacaban entre los amos que empleaban a estos criados aquellas personalidades que sin duda eran la elite, económica y social, ya no solo de la ciudad, si no del Principado, como por ejemplo el Marqués de Camposagrado, el Conde de Peñalba, el Conde de Nava, el regente de la Real Audiencia Isidoro Gil de Jaz, etc. En cambio sí parece que había una suerte de ocupaciones por las que era inevitable realizar un desembolso económico, aunque resultara modesto para la economía de estas elites, como en el caso de los lacayos, las amas de llaves, o los cocheros. Al fin y al cabo eran estos los miembros del servicio que realmente denotaban un signo de distinción para el señor que contaba entre su séquito con alguno de ellos. 3. A modo de conclusiones. Así pues, a modo de conclusiones, y siendo conscientes que este es un tema que precisa de más investigaciones para poder establecer algunas pautas comunes, se pueden indicar algunos aspectos que nos parecen interesantes de este primer acercamiento al servicio doméstico ovetense de mediados del siglo XVIII. Uno de los resultados que con más claridad se ha podido constatar, es que la población servil de la capital asturiana era muy superior a la que se ha venido manejando, hasta el momento, de forma general para el total del Principado. En la misma línea, es posible indicar que el servicio doméstico constituyó un importante mercado laboral en el Oviedo ilustrado. Actividad ésta que por otra parte no estaba exenta de cierta distinción por género, pues para las mujeres representaba el 56,2% de las ocupaciones, mientras que para los varones únicamente el 16%. Como parece lógico, los estratos más elevados de la elite municipal, los verdaderos prohombres ya no sólo de la ciudad, sino de la región -Marqués de Camposagrado, Conde de Peñalba, Conde de Nava, el regente Gil de Jaz, etc.-, eran quienes más mano de obra servil empleaban en sus hogares. Sin embargo serían estas mismas personalidades las que con mayor frecuencia realizaban un pago que únicamente consistía en la manutención de sus sirvientes. Quizás la explicación se encuentre en la búsqueda, por parte del trabajador, de cierto ascenso social por el hecho de servir en una casa de prestigio. En cuanto a los salarios recibidos, a pesar de ser el servicio doméstico un grupo, por norma general, mal remunerado, pues únicamente el 6% recibía más de 200 reales anuales, sí se puede detectar nuevamente la existencia de una fuerte diferenciación sexual. Mientras que entre las mujeres lo común era recibir algún tipo de estipendio en metálico, la mayoría de los hombres trabajarían por la manutención. Para responder a estos asuntos con cierta seguridad, son necesarias más investigaciones que indaguen en diferentes aspectos que puedan explicarlos. Cuestiones como la posible existencia de una fuerte movilidad laboral en este mercado, la probabilidad de que la mayor parte del servicio doméstico estuviera formado por personas jóvenes y solteras, las diferencias salariales existentes, o la oferta laboral disponible en los diferentes

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momentos, serían algunas de las preguntas sobre las que cabría continuar investigando para tratar de dar respuesta al menos a algunas de las cuestiones sobre las que aquí hemos tratado de contribuir con el caso de la capital asturiana.

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La comunidad mercantil catalano-valenciana afincada en la Sevilla de la primera mitad del siglo XVI The Catalonian and Valencian commercial community based in the Seville of the first half of the 16th century Miguel ROYANO CABRERA Universidad de Sevilla

Resumen: Este trabajo analiza la organización socioeconómica de la comunidad comercial catalanovalenciana activa en Sevilla entre 1530 y 1550: su uso estratégico de la naturaleza, sus actitudes sociales y comportamientos internos, los principales agentes de la comunidad, y la transición generacional que tuvo lugar desde las décadas de 1540 y 1550. Palabras Claves: Sevilla, comunidad mercantil, Catalanes, Valencianos, primera mitad siglo XVI. Abstract: This paper analyses the socioeconomic organization of the Catalonian and Valencian commercial community active in Seville from 1530 to 1550: their strategic use of citizenship, their social attitudes and intern behaviors, the main agents of the community, and the generational transition that took place during the decades of 1540 and 1550. Keywords: Seville, commercial community, catalonians, valencians, Sixteenth century first part.

Durante el pasado siglo XX, la historiografía en torno a la comunidad mercantil catalano-valenciana asentada en Sevilla durante el siglo XVI se ha limitado a la existencia de unos cuantos artículos de revista1 y capítulos en obras colectivas2 o datos sueltos en distintos libros3, en los que no se hacía un estudio demasiado en profundidad 1

Juan Manuel Bello León, “La presencia catalana en Andalucía Occidental a finales de la Edad Media”, Anuario de Estudios Medievales, nº 40/1, enero-junio (2010), pp.93-127; Pablo Desportes Bielsa, “Aragón en el comercio con Flandes (Siglo XVI)”, Revista de Historia Jerónimo Zurita, nº74 (1999), pp.175-200; Máximo Diago Hernando, “Relaciones comerciales de la Corona de Aragón con la Andalucía Atlántica durante el siglo XIV y primera mitad del XV”, Historia, instituciones, documentos, nº 27, Universidad de Sevilla (2000), pp.19-54; José María Madurell Marimón, “Notas sobre el antiguo comercio de Barcelona con las Islas Canarias y de Santo Domingo”, Anuario De Estudios Atlánticos, Nº3, Cabildo Insular de Gran Canaria, Madrid; Las Palmas (1957), pp.563-592; Carlos Martínez Shaw, “Cataluña y el comercio con América. El fin de un debate”, Boletín Americanista, nº 30, (1980), pp.223236. 2 Enrique Otte, "Los comienzos del comercio catalán con América", en Joan Maluquer de Motes (ed.), Homenaje a Jaime Vicens Vives, vol.2, Barcelona, Universidad de Barcelona, Facultad de Filosofía y letras, 1967, pp.459-480; Vicente Vázquez de Prada, “La colonia mercantil valenciana en Amberes, en la época de Carlos V”, en Joan Maluquer de Motes, Homenaje a Jaume Vicens Vives, Barcelona, Universidad de Barcelona, Facultad de Filosofía y letras, 1967, pp. 733-754. 3 Iván Armenteros Martínez, Cataluña en la era de las navegaciones: la participación catalana en la primera economía atlántica (c.1470-1540), Vilassar de Mar, Barcelona, Fundació Ernest Lluch, Lleida, Milenio, 2012; Huguette et Pierre Chaunu, Séville et l´Atlantique (1504-1650), S.E.V.P.E.N., 12 vols., París, 1955-1960; Enrique Otte, Sevilla, siglo XVI: Materiales para su historia económica, Centro de

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de la comunidad en sí, más allá de sus actividades y protagonistas desde un punto de vista demasiado general, sin desarrollar ningún tipo de hipótesis acerca de su papel en los negocios americanos, atlánticos y mediterráneos en los que participaron teniendo como base de operaciones la urbe hispalense. Este hecho nos resulta algo sorprendente dado el papel que Sevilla tuvo como una de las principales capitales económicas europeas y los intereses que mantenían allí los mercaderes de la Corona de Aragón 4. En primer lugar hemos de aclarar el porqué del título de esta comunicación. Podríamos haber optado por denominar este trabajo aludiendo a la comunidad mercantil de la Corona de Aragón pero hemos considerado más acertado el actual título puesto que, el número de mercaderes de origen aragonés o mallorquín es insignificante en relación con el de los catalanes y valencianos5. Esta situación la hemos podido atestiguar también en otros grupos comerciales asentados en las ciudades de Amberes6 o de Roma7. Siguiendo la propuesta de Grafe 8 y a tenor de la documentación trabajada podemos afirmar que la “nación” mercantil catalano-valenciana afincada en Sevilla fue una “institución” de carácter informal, multinacional y flexible para dar respuesta a los “problemas fundamentales del intercambio”, como la intranquilidad que generaba la falta de credibilidad en el cumplimiento de los tratos entre mercaderes. Esta razón dio lugar al uso de familiares en las distintas compañías 9 , algo que sin embargo tenía contras como la limitación del tamaño de la red o la falta de profesionalidad de los familiares en la arte de la mercatura. Por esta razón las redes de la “nación” catalanovalenciana en Sevilla se basaron, sobre todo, en la procedencia del mismo territorio o corona, ya que ofrecía una mayor diversidad en términos de puntos de contacto. Esta articulación comunitaria daba muchas más garantías debido a que los distintos miembros del grupo comercial estaban en constante contacto por carta generando así un sistema mutuo de vigilancia e información para el cumplimiento de los distintos acuerdos10. Las malas prácticas mercantiles no sólo eran sancionadas por la traición al socio sino que el comerciante deshonesto sería congelado eficazmente por toda la red como el caso de los hermanos turolenses Sadornil11. A pesar de ello, estos métodos de control solo fueron complementarios a los que ofrecían las instituciones formales como Estudios Andaluces, Consejería de la Presidencia, Sevilla, 2008; Enrique Otte, Sevilla y sus mercaderes a fines de la Edad Media, Antonio Miguel Bernal, Antonio Collantes de Terán (eds.), Universidad de Sevilla, Vicerrectorado de Relaciones Institucionales y Extensión Cultural [etc.], Sevilla, 1996. 4 Estos intereses los apuntó P. Villar advirtiendo la participación catalana en el circuito comercial IndiasSevilla (o Lisboa)- Medina del Campo desde Barcelona y Perpiñán durante la 1ª mitad del siglo XVI. Pierre Villar, Oro y Moneda en la Historia (1450-1920), ed. Ariel, Esplugues de Llobregat, Barcelona, 1974, p.116. 5 E. Otte, Sevilla siglo, XVI…, pp.208-311. 6 V. Vázquez de Prada, “La colonia mercantil…”, pp.734-738. 7 Manuel Vaquero Piñeiro, “Mercaderes catalanes y valencianos en el consulado de Roma”, Revista d’Història Medieval, 9, (1998), pp.155-172. 8 Regina Grafe, “On the spatial nature of institutions and the institutional nature of personal networks in the Spanish Atlantic”, Culture & History Digital Journal, 3(1), Junio (2014), pp.1-5. 9 Eufemio Lorenzo Sanz, Comercio de España con América en la época de Felipe II. Tomo I: Los Mercaderes y el tráfico indiano, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1979, pp.130-151. 10 Se observan circuitos comerciales y postales entre Sevilla, Santo Domingo y Barcelona, en Archivo Histórico Provincial de Sevilla (en adelante AHPSe), Protocolos Notariales de Sevilla (en adelante PNS), leg.9.156, ff.132 r.-147 r.; también entre Sevilla y Cádiz, en AHPSe, Archivo Audiencia Territorial (en adelante AAT), leg.29.180, exp.2, f.28 r.; por último, entre Sevilla y Valencia, en AHPSe, AAT, leg.29.180, exp.2, f.23 r. 11 AHPSe, PNS, leg.9.156, f.10 v.

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el Consulado o los tribunales ordinarios para enfrentarse a los altos grados de incertidumbre del comercio a larga distancia. Junto a la confianza, debía confluir otro elemento como eje indispensable para la pertenencia a la comunidad mercantil, la maximización económica, ya que no debemos olvidar que el beneficio era el principal acicate en el razonamiento económico de estos hombres de negocios del siglo XVI12. También debemos de apuntar la existencia del mayor peso e influencia de algunos mercaderes en el seno de la comunidad debido al papel representativo que ejercieron de ésta frente al resto de “naciones” e instituciones formales. Uno de los principales fue el valenciano Perot Forcadell, el cual encarnaba perfectamente la confluencia entre confianza y maximización económica en aspectos como su antigüedad en el tráfico comercial, volumen de éste y longevidad de estancia en Sevilla. Este rol representativo se dio como diputado informal o cónsul “oficioso” de la comunidad mercantil13 puesto que no podemos hablar de “cónsul” como tal ya que ni valencianos ni catalanes lo poseían en Sevilla14. En un segundo escalón se situarían otros mercaderes como Galcerán Desclergue seguido de Toribio Manzano, Miguel Izquierdo, Rafael Codina, etc15. Por otra parte, la “nación” catalano-valenciana destacó entre el resto de comunidades mercantiles extranjeras asentadas en Sevilla, y así lo demuestran algunos documentos trascendentales para la historia económica hispalense, como el poder de la avería de 153816 o la cobranza de cuantiosas deudas de grandes mercaderes 17. Incluso se desprende el destacado rol como intermediario que jugó en el aparato económico euroamericano de los grandes hombres de negocios genoveses18. Otro de los aspectos fundamentales del grupo fue el de la multinacionalidad propia de una confederación como la aragonesa. Para ello habremos de considerar la utilización estratégica de la naturaleza por parte de los miembros de la “nación” mercantil sobre todo entre catalanes y valencianos (incluso algunos aragoneses) en los que su naturaleza se muestra confusa en numerosas ocasiones19. Varios estudios apoyan el interés que suscitaba en un individuo la pertenencia a una “nación” u organización en según qué momento, sobre todo, cuando los beneficios que implicaban esta pertenencia 12

Montserrat Cachero Vinuesa, “Redes mercantiles en los inicios del comercio atlántico. Sevilla entre Europa y América, 1520-1525” en Nikolaus Böttcher, Bernd Hausberger, Antonio Ibarra (coords.), Redes y negocios globales en el mundo ibérico, siglos XVI-XVIII, vol.137, Madrid, Biblioteca Iberoamericana; Frankfurt am Main, Iberoamericana Vervuert, 2011. pp.25-50. 13 AHPSe, PNS, leg.9.156, ff.516 r.-520 r. y ff.619 r.-624 v. Y Enrique Otte, ”Los mercaderes transatlánticos bajo Carlos V”, Anuario de Estudios Americanos, 47, (1990), pp.96-121. 14 Ricardo Franch Benavent, ”El comercio en el Mediterráneo español durante la Edad Moderna: Del estudio del tráfico a su vinculación con la realidad productiva y su contexto social”, Obradoiro Historia Moderna, 17, (2008), p.82. 15 E. Otte, “Los mercaderes transatlánticos…”, p.120. 16 Ibídem, p.121. 17 AHPSe, PNS, leg.9.156, ff.516 v.-520 v. y ff.619 r.-624 v. 18 Véanse los incesantes negocios con los Centurión, en AHPSe, PNS, leg.9.161, f.595 r.; los Espíndola, en AHPSe, PNS, leg.9.163, f.1.254 r.-1.255 v.; los Cataneo, en AHPSe, PNS, leg.9.156, ff.220 v.-221 r.; los Leardo, en AHPSe, PNS, leg.9.162, f.1147 r.; los Salvago, en AHPSe, PNS, leg.9.156, f.123 r.; y los Grimaldo, en AHPSe, PNS, leg.9.156, f.271 v. 19 Para valencianos (Francisco Remón de Llenes, Perot Forcadell y Jerónimo Mayor) y catalanes (Galcerán Desclergue, Jerónimo Pedrálvarez, Felipe de Ribas) en Archivo General de Indias (en adelante AGI), Justicia (en adelante J), leg.733, nº1, y en AHPSe, AAT, leg.29.180, exp.2. Y para aragoneses (Miguel Sadornil, Francisco Sadornil, Domingo Simón) en AHPSe, PNS, leg.85, f.1.265 v. V. Vázquez de Prada, “La colonia mercantil…”, pp.733-739 y P. Desportes Bielsa, “Aragón en el…”, pp.194-198.

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superasen a los costos, generando que los individuos se comportasen como un todo en defensa de dichos beneficios20. Siguiendo la propuesta de Herzog podemos teorizar que la vindicación de la naturaleza valenciana o catalana se hallaba relacionada con la pretensión de gozar de un régimen especial, normalmente privilegiado y exclusivista21. Dado que la condición de natural permitía el acceso a un sistema normativo particular, discusiones en torno a quién era valenciano o catalán y quién no, aparecerían solo cuando era necesario distinguir entre unos y otros con el fin de aplicarles este régimen normativo particular. Conjuntamente en este caso concreto, también operaba el hecho de que esta discriminación solo se aplicaba en ciertos terrenos. La pertenencia a una comunidad u otra no era una situación abstracta, sino una observación concreta que se hacía cuando era necesaria y sólo se manifestaba en momentos de crisis o competición por distintos intereses económicos o políticos. Muchos aspectos podían influir en una errónea conclusión sobre la procedencia de una persona determinada como los indicadores externos o las presunciones que asumían que quien obraba como perteneciente a un grupo y protegía sus intereses, era natural de dicha organización. La naturaleza y procedencia no eran un estatus fijo, sino una clasificación que reflejaba la situación que unas personas tenían en relación con el grupo social que les rodeaba, reflejo que no solo cambiaba continuamente sino que además era polivalente. Por todo ello, las identidades podían ser manipuladas permitiendo a los interesados escoger la condición que más les convenía adquiriendo estos mercaderes, una u otra siguiendo criterios estratégicos, aunque en otros casos se vio impuesta desde fuera, en función del razonamiento económico de un hombre de negocios del siglo XVI22. A esta confusión contribuyeron las migraciones catalanas hacia Valencia a raíz de la guerra de los Remensas de finales del siglo XV que generaron importantes lazos entre ambos territorios23. A esto deberemos de añadir también el simple desconocimiento por parte de los escribanos castellanos de la realidad y toponimia de la Corona de Aragón, provocando gran confusión en los registros notariales y oficiales. Esta reflexión nos lleva a pensar que estos mercaderes se moverían en una delgada línea en la que la conveniencia de ser valenciano o catalán simplemente varió en función de los distintos intereses económicos y que se basó más en ello que en otros aspectos como la propia confianza o lazos familiares o amistosos. Sin embargo, cuando ambas “naciones” realizaban negocios bajo una compañía o entre ellas, éstos se diferenciaban de sus vecinos territoriales, denominándose a sí mismos como valencianos o catalanes en según qué caso. Ello nos muestra que todos tuvieron muy claro cuál era su “nación” y que conformaban realidades sociales y políticas diferentes aunque muy similares, sobre todo a los ojos de castellanos y extranjeros. Por tanto, esta confusión, intencionada o no, fue beneficiosa en casi todas las ocasiones para ambas comunidades provocando una simbiosis, que se vio potenciada por un lengua común y la pertenencia a una misma corona. En el seno del grupo mercantil catalano-valenciano situado en Sevilla se desarrollaron gran diversidad de actitudes y comportamientos propios de los hombres de 20

M. Cachero Vinuesa, “Redes mercantiles en…”, pp.25-50. Tamar Herzog, “Naturales y Extranjeros: sobre la construcción de categorías en el mundo hispánico”, Cuadernos de Historia Moderna, X, 2011, pp.21-25. 22 Ibídem, pp.25-31. 23 Manuel J. Peláez, Catalunya després de la guerra civil del segle XV. Institucions, formes de govern i relacions socials i econòmiques (1472-1479), Barcelona, Curial, 1981. 21

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negocios del siglo XVI. En primer lugar debemos destacar las distintas posiciones respecto a la apetencia de escala social en Sevilla y América. Uno de los mercaderes que encaminó su actividad comercial de cara a un posible ascenso social fue el catalán Antón Joven (regidor de Tenerife desde 1520) 24 que tras desarrollar una prolija actividad comercial entre Puerto Rico y Sevilla (desde 1525) 25 , falleció en Santo Domingo sobre 1542, dejando concertado el matrimonio por poderes de su hija Oflina Jover con Juan de Ayala, hijo de Juan de Ayala que fue veinticuatro de Sevilla y que tuvieron que hacer efectivo Domenico Rizo, regidor de Tenerife, y, Alonso Montiel, vecino y amigo también tinerfeño26. Las condiciones para la celebración de dicho enlace fueron las de poseer un patrimonio de más de 2.000 doblas por parte del dicho Ayala27 y de 500 ducados de dote por parte de la novia para las determinadas cargas del matrimonio28. Otro episodio de ascenso social frustrado fue el del mercader catalán Juan Oto Soldevila29 que marchó a Santo Domingo entre 1517-1520 y de ahí a Cuba para recalar finalmente en México en 1525 donde poseyó algunos solares y el cargo de mayordomo del hospital de Santa María de México y de su cofradía. Fruto del nivel económico que alcanzó, llegó a casar con una de las doncellas de la marquesa del Valle, Catalina Materano, pero este matrimonio sólo duró ocho meses debido al asesinato de su propia esposa a causa de los celos. Fue sometido a juicio y tormento por la Audiencia aunque no se consiguió que declarase su culpabilidad y hubo de ser declarado inocente (1530). Pero tres años más tarde, el padre de la doncella, Juan Pérez Materano, reabrió el caso y se trasladó a Castilla donde obtuvo la ayuda de los Colón y sus amigos. Finalmente en 1535 consiguieron que los miembros del Consejo de Indias rectificasen la sentencia y condenaran a Soldevila a destierro perpetuo de México30. Se trasladó a Santo Domingo donde continuó con sus actividades comerciales con distintos mercaderes catalanes y aragoneses, etc31. En la capital dominicana le sobrevino la muerte a inicios de 154232 y reclamó su herencia la hija de su primer matrimonio con Leonor Sunier, Isabel Juana junto con su esposo, Juan de Molines, consistente en una póliza de seguro de 1800 ducados así como una serie de cantidades adeudadas33. Sin embargo, hemos observado que otros miembros de la comunidad no intentaron escalar en la sociedad sevillana o colonial, como es el caso de Galcerán Desclergue que regresó a Barcelona en 155134 o de Felipe de Ribas quien conservaba todavía su vivienda en la ciudad condal en la calle de las Ginas aunque no pudo regresar a ella puesto que le sorprendió la muerte antes 35 . En otros casos, simplemente no 24

Juan M. Bello León y María del C. González Marrero, ”Los otros extranjeros”: catalanes, flamencos, franceses e ingleses en la sociedad canaria de los siglos XV y XVI (primera parte)”, Revista de Historia Canaria, 180, (1998), p.31. 25 E. Otte, “Los comienzos del…”, pp.462-474. 26 AHPSe, PNS, leg.9.156, ff.40 r.-45 r. 27 Ibídem, ff.49 r.-v. 28 Ibídem, f.180 v. 29 Ibídem, f.140 r. Su nombre real era Juan Oto Soldevila. 30 E. Otte, “Los comienzos del…”, pp.470-472. 31 AHPSe, PNS, leg.9.156, f.486 r. Y E. Otte, “Los comienzos del…”, p.470. 32 Ibídem, ff.132 r.-147 r. 33 Ibídem, ff.248 r.-v. 34 Marcha a Barcelona, en AHPSe, PNS, leg.1.072, f.786 v.; avecindamiento en Barcelona, en AHPSe, PNS, leg.9.169, f.2072 r. 35 Falleció en Sevilla en 1548, en AHPSe, PNS, leg.9.162, f.973 r.

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tuvieron interés alguno por regresar a su tierra natal ni de ascender socialmente como Jaime Planes (amancebado y con dos hijas en Sevilla)36 o Nicolás Terreu casado con una sevillana aunque instalado en Nueva España por su actividad mercantil donde falleció37. La “nación” mercantil se hallaba muy cohesionada tanto a nivel profesional como personal como muestra la estrechez de lazos entre los miembros del grupo. Destacan los casos de auxilio a las hijas de Planes por Galcerán Desclergue y Jerónimo Pedrálvarez38 o los préstamos a Felipe Ribas por parte del grupo catalano-valenciano39 o en la estancia en las casas de sus compañeros y conocimiento de sus avatares personales40. Estas relaciones tan cercanas se muestran incluso en la muerte donde los miembros de la comunidad ejercen como albaceas de sus compañeros difuntos41. Los potentes lazos de la comunidad quedan patentes con el solar de origen y otros puntos a través del conocimiento personal de los familiares y conocidos de los mercaderes tanto en Valencia como en Barcelona 42 o de las íntimas relaciones con las instituciones religiosas de la Corona de Aragón43. Estas conexiones se potenciarían todavía más con los distintos poderes, negocios o intermediaciones que realizaban desde Sevilla en nombre de los mercaderes barceloneses o valencianos 44 . A continuación veremos algunos casos de los principales representantes de la “nación” catalano-valenciana en Sevilla. 1. Jaime Planes El catalán Jaime Planes nació en Sanahuja (Lérida) en 1498 en el seno de una familia de origen campesino aunque Jaime pronto se dedicó al comercio en Barcelona. Casó con Olalla en la ciudad condal desde al menos 1510 con la que tuvo a Perot Planes, el cual falleció al poco de ser enviado por su padre a América en 1530. Este hecho pudo distanciar a la pareja catalana, junto con las relaciones extramatrimoniales con María 36

E. Otte, “Los comienzos del…”, p.462, y en AGI, J, leg.733, nº1. AHPSe, PNS, leg.9.162, f.58 r., leg.9.164, f.663 r. 38 AGI, J, leg.733, nº1, ff.328 r.-360 r. 39 Para Dalmao Ros, Galcerán Desclergue y Francisco Remón de Llenes, en AHPSe, PNS ,leg.5.872. ff.235r.-v.; para Vicente Mercadal y Rafael Codina, Ibídem, ff. 236 r.-v. 40 En declaraciones de Galcerán Desclergue, Felipe de Ribas y Jerónimo Pedrálvarez sobre la vida de Jaime Planes, en AGI, J, leg.733, nº1, ff.54 r.-66 r.; en declaraciones de Galcerán Desclergue, Felipe de Ribas y Atanasio Navarro sobre la vida de Jerónimo Mayor, en AHPSe, AAT, exp.2, leg.29.180, ff.22 v.23. r., 24 r. 41 Galcerán Desclergue como albacea de Nicolás Terreu en AHPSe, PNS, leg.9.162, f. 58 r., leg.9.164, f.663 r.; Para Felipe de Ribas como albacea de Jaime Planes, en E. Otte, “Los comienzos del…”, pp.462463 y AGI, J, leg.733, nº1, ff.20 r.-48 v. 42 Los mercaderes Perot Forcadell, Jaime Codina, Galcerán Desclergue, Felipe de Ribas y Jerónimo Pedrálvarez conocían a las hijas y amante de Jaime Planes, en AGI, J, leg.733, nº1, ff.49 r.-70 r.; Perot Forcadell, Galcerán Desclergue y Bernal Minguella conocían a los familiares de Planes en Barcelona, en AGI, J, leg.733, nº1, ff.231 r.-330 r.; Francisco Remón de Llenes, Felipe de Ribas y Galcerán Desclergue a los familiares de Jerónimo Mayor en Valencia, en AHPSe, AAT, leg.29.180, exp.2, f.7 r.-23 r., 43 Relaciones de Jaime Planes con diferentes cofradías de Barcelona y el monasterio de Montserrat, en AGI, J, leg.733, nº1, ff.64-82; otras relaciones también de Jaime Planes con parroquias barcelonesas, en E. Otte “Los comienzos del…”, p.461; Perot Forcadell se encargó de recoger y enviar donativos desde Sevilla al monasterio de Monserrat en Barcelona, en AHPSe, PNS, leg.9.156, f.636 r. 44 Perot Forcadell desde Sevilla con Francisco Casademunt y su criado Baldivio Puga, en AHPSe, PNS, leg.9.156, f.24 v.; Galcerán Desclergue con la sociedad de Francisco Xifre y los Codina, en José Mª Madurell Marimón, “Notas sobre…”, pp.569-571. 37

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Gómez y Ana Díaz que le trajeron dos hijas ilegítimas afincadas en Sevilla, ambas llamadas Catalina45. Condujo desde Barcelona a Sevilla su propia nave que le llevó posteriormente a Santo Domingo, donde representó a la compañía de Miguel Jover durante su ausencia y formó sociedad con Felipe de Ribas y su criado Jerónimo Pedrálvarez, la cual les generó pingües beneficios entre 1526 y 1530, fecha en la que regresó a Sevilla. Además durante este tiempo, Planes participó en la defensa de Santo Domingo contra el pirata Diego Ingenios. En 1535 retornó a La Española como socio y factor del jurado de Sevilla Álvaro Briones y realizó negocios con los nuevos catalanes llegados a Sevilla. El 31 de mayo de 1537, falleció en Santo Domingo y fue enterrado al día siguiente en el convento dominico de la propia ciudad. Poco tiempo después sus cuentas fueron comisionadas para ser cobradas por sus socios, en 1538 liquidados sus negocios y en 1539 se produjo la llegada de los bienes y dineros de manos de su criado, Jerónimo Pedrálvarez. Nombró a su hermano Juan como heredero en su testamento al carecer de ellos y reservó la heredad paterna a su sobrina Catalina, hija de su otro hermano Pedro. Sin embargo, poco después falleció Juan instituyendo a Catalina como heredera universal. Esto generó un conflicto entre las herederas de Jaime (su sobrina Catalina y su esposa Olalla) y varios acreedores y los procuradores de las hijas ilegítimas de Jaime Planes. La sentencia final señaló como herederas a ambas aunque con la manda de 600 pesos de oro para las dos hijas ilegitimas y 30 ducados anuales hasta los doce años para su manutención46. 2. Perot Forcadell Tras Jaime Planes, el valenciano Perot Forcadell (1499-¿?) 47 , ejerció como “cónsul oficioso” del grupo mercantil en numerosas ocasiones debido a la inexistencia de consulado48. No tenemos datos sobre su vida antes de su llegada a Sevilla que tenemos atestiguada de forma segura en 1521. A partir de este instante Perot y su hermano Juan dirigieron una importantísima sociedad mercantil que tuvo radicadas sus bases en Sevilla, con el propio Perot, y en Valencia, con Juan. Dicha compañía familiar desarrolló un amplio espectro de negocios en los que trató con trigo procedente de la meseta castellana 49 , gran cantidad de paños de Valencia de distinta tipología 50 , préstamos51 y juros, producto de los secuestros reales52. Los hermanos Forcadell mantuvieron importantes actividades financieras entre las que destacaron el préstamo y el cambio como lo demuestra el intenso tráfico de letras en las que participaron procedentes de las ferias Medina del Campo y Villalón así como de las principales plazas económicas europeas como Roma, Valencia y Sevilla53. Respecto a la participación en el comercio americano desde Sevilla destacaron sus 45

E. Otte, “Los comienzos del…”, pp.460-470. Ídem. 47 AGI, J, leg.733, nº1, ff.215 r.-221 r. 48 AHPSe, PNS, leg.9.156, f.619 r.-624 v.; E. Otte, ”Los mercaderes transatlánticos…”, pp.96-121. 49 E. Otte, Sevilla, siglo XVI…, p.52. 50 Ibídem, p.208. 51 AHPSe, PNS, leg.9.156, f.356 v. y 483 r. 52 AGI, Contaduría (en adelante CD), leg.1.051, cuentas de Alonso de la Torre. También en E. Otte, “Los comienzos del…”, p.471. 53 Para cobrar en Sevilla desde Medina del Campo y Villalón, en AHPSe, PNS, leg.9.156, ff.516 v-.520 v.; para Valencia, en AHPSe, PNS, leg.9.156, f.123 r.; para Roma, en AHPSe, PNS, leg.9.156, ff.220 v.221 r. 46

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negocios con Santo Domingo desde 1521 y posteriormente Nombre de Dios, Cartagena de Indias y Veracruz en los que obtuvieron oro y plata. También formaron parte como armadores de la expedición de Sebastián Caboto a las Molucas en 1525 54 . Además tuvieron relación importante con el Principado participando en el cumplimiento de testamentos de vecinos sevillanos relacionados con el donativo al monasterio de Monserrat en Cataluña. Por último, los Forcadell fueron intermediarios de importantes mercaderes barceloneses como Francisco Casademunt55. 3. Galcerán Desclergue El sucesor de Jaime Planes fue Galcerán Desclergue. Nacido en 150756 de una familia con posible orientación mercantil como demuestran su hermano Pedro57 y Lluis58, un posible pariente de Desclergue afincado en Cádiz. Distintas evidencias nos indican que podría haber estado al servicio de Jaime Planes desde 1533-1534 hasta su muerte en 153759. Este período le pudo haber conseguido multitud de contactos así como le brindó la oportunidad de ocupar el puesto que Planes había tenido como principal mercader catalán. Esto parece indicar el exponencial crecimiento de sus negocios tanto a nivel individual como en distintas compañías: en primer lugar con Álvaro de Briones y el valenciano Francisco Remón de Llenes entre 1540 y 1544; en segundo lugar con Llenes en solitario entre 1542-1548; y en tercer lugar con el también valenciano Jerónimo Fenol entre 1548-155160. Sus numerosos tratos le llevaron a crear una amplia red que comprendía una gran parte de los territorios bajo la autoridad del emperador Carlos V, desde las Coronas de Aragón (Barcelona, Tarragona, Valencia, Alicante) 61 y Castilla (Sevilla, Málaga, Cádiz, Granada, Ayamonte, Fregenal de la Sierra, Marchena) 62 con sus extensiones indianas (Santo Domingo, Puerto Rico, La Habana, Nombre de Dios y Veracruz) 63 , hasta Flandes (Amberes)64. Y por último también nos constan contactos con Portugal (Lagos)65. De esta red participó comprando y vendiendo una gran multitud de productos (harina, aceite, vino, arroz, paños, calzado, equinos, metales preciosos, perlas, esclavos, cueros, azúcar, sardinas, batatas, cáñamo) 66 así como bienes inmuebles (casas y 54

Ibídem, p.467. AHPSe, PNS, leg.9.156, f.24 v.-25 r. 56 E. Otte, “Los comienzos del…”, p.469. 57 J. Mª. Madurell Marimón, “Notas sobre el…”, pp.569-572. 58 AHPSe, PNS, leg.9.823, f. 342 r. 59 Carlos Martinez Shaw, “Cataluña y el…”, p. 234. 60 1º compañía: AGI, Santo Domingo (SD en adelante), leg.868, lib.2, f.295 r.; 2º compañía: AHPSe, PNS, leg.9.162, f. 906 r., E. OTTE, Sevilla, siglo XVI…, p. 151; 3ºcompañia: AHPSe, PNS, leg.9.164, f. 978 v.- 979 r., etc. 61 Barcelona y Tarragona, en AHPSe, PNS, leg.9.163, f.262 r.; Valencia, en AHPSe, PNS leg.6.704, s.f., en 2 de junio; Alicante, en E. Otte, Sevilla, siglo XVI…, p.146. 62 Sevilla, en AHPSe, PNS, leg.9.162, f.1.135 r.; Málaga, en AHPSe, PNS leg.9.163, f.262 r.; Cádiz, en AHPSe, AAT, leg.29.180, exp.2.; Granada, en AHPSe, PNS, leg.1.547, f.88 r.; Ayamonte, en AHPSe, PNS, leg.9.162, f.1.147 r.; Fregenal, en AHPSe, PNS, leg.10.569, f.421 r.; Marchena, en E. Otte, Sevilla, siglo XVI…, p.132. 63 AGI, Indiferente General (en adelante IG), leg.1.801 y 1.802. 64 AHPSe, PNS, leg.9.157, f. 715 r. 65 AHPSe, AAT, leg.29.180, exp.2. 66 Harina, en AGI, Contratación (en adelante CT), leg.4.948 B; aceite, en E. Otte, Sevilla, siglo XVI…, p.146; vino, en AGI, IG, leg.1.802, y Enrique Otte, “Los comienzos del…”, p.477; arroz, en AHPSe, PNS, leg.10.573, f.1.357r.; paños, en AHPSe, PNS, leg.1.547, f.980 r., y E. Otte, Sevilla, siglo XVI…, 55

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tierras) 67 . En el mercado financiero realizó numerosos préstamos 68 , juros 69 , intermediaciones 70 , pólizas de seguro 71 e incluso poseyó participaciones en naos 72 . Tenemos la constancia de su vuelta a Barcelona y en 1551 perdemos todo rastro de su actividad mercantil y financiera en la ciudad de Sevilla73. 4. La sucesión generacional Estos importantes hombres de negocios catalanes y valencianos en la Sevilla de la primera mitad del siglo XVI fueron sucedidos, en el intervalo de finales de los cuarenta, por una serie de jóvenes mercaderes, que fueron ocupando la cuota comercial que iban dejando estos comerciantes, que debido a sus avanzadas edades iban falleciendo o simplemente decidían volver a la tierra que les vio nacer. A continuación veremos varios casos: Dalmao Ros: se hallaba en la ciudad ya entre 1544 y 154574. Parece ser que el joven mercader catalán se instaló en la capital hispalense en la collación de San Isidro. Se dedicaría al comercio activo de diferentes productos como cáñamo75, atún andaluz76 y luso 77 entre el Principado y Sevilla 78 . Su trato mercantil con Indias se centró fundamentalmente en la exportación de oro y plata a la metrópoli sevillana entre 1547 y 1552 79 . Actuaría tanto en solitario como en compañías 80 . Como todo comerciante también actuó como procurador y participó en el negocio del préstamo81 y del seguro82. Rafael Codina: conocemos su pertenencia a la amplia familia comercial de los Codina. Tenemos las primeras referencias de su actividad desde 1542-154383. Entre sus actividades comerciales destacan la intermediación para la venta de cera, que previamente adquiría de Cádiz y revendía en Sevilla a los candeleros 84 . También tenemos el caso en el que traficó con paños valencianos en 154685. Su comercio con

p.208; calzado, en AHPSe, PNS, leg.9.163, f.294 r.; equinos, en AHPSe, PNS, leg.9.165, ff.1.371 v.1.372 r.; metales preciosos (oro y plata), en AGI, IG, leg.1.801 y 1.802 y E. Otte, “Los comienzos del…”, pp.474-480; Perlas, en AHPSe, PNS, leg.9.157, f.311 r. y f.715 r. y E. Otte, “Los comienzos del…”, p.475; cueros, en AHPSe, PNS, leg.3.323, f. 1.082 r., leg.9.156, f.248 r.; esclavos, en AHPSe, PNS, leg.9.161, f.595 r.; azúcar, en AHPSe, PNS, leg.9.162, fol. 973 r.; sardinas, en AHPSe, PNS, leg.12.316, f.1.551 r.; batatas, en AHPSe, PNS, leg.9.824 en cuaderno de 23 de agosto; cáñamo, en AHPSe, PNS, leg.9.163, f.262 r. 67 Casas, en AHPSe, PNS, leg.9.822, f.974 r.; tierras, en E. Otte, Sevilla, siglo XVI…, p.153. 68 AHPSe, PNS, leg.9.162, f. 83 r. y f.906 r., leg.10.573, f.1.357 r., etc. 69 AGI, CD, leg.1.051, cuentas de Alonso de la Torre. Enrique Otte, “Los comienzos del…”, p.471. 70 AHPSe, PNS, leg.9.182, f. 222 v.-223 r., etc. 71 AHPSe, AAT leg.29.180, exp.2, f.42 v-45 r.; AHPSe, PNS, leg.9.156, f.486 r. 72 AHPSe, leg.9.169, f.2.072 v. 73 AHPSe, PNS, leg.1.072, f.786 v. y leg.9.169, f.2.072 r. 74 AHPSe, PNS, leg.9.163, f.350 r. 75 AHPSe, PNS, leg.9.163, f.262 r. 76 AHPSe, PNS, leg.9.163, f.349 r. 77 E. Otte, Sevilla, siglo XVI…, p.167. 78 Ídem. 79 E. Otte, “Los comienzos del…”, pp.478-480, y en AGI, IG, leg.1.802. 80 Ibídem, p. 470, y en AHPSe, PNS, leg.9.171, f.1.193 v. y f.1.239 v. 81 AHPSe, PNS, leg.5.872. f.235 r. 82 AHPSe, PNS, leg.9.171, f. 1.362 v. 83 E. Otte, Sevilla, siglo XVI…, p.311. 84 Ibídem, p.65. 85 Ibídem, p.208.

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Miguel ROYANO CABRERA

América se observa en la llegada de remesas de metales preciosos a su nombre desde 1544 en adelante (1549, 1552, 1553, etc)86. Vicente Mercadal: de este joven catalán tenemos noticias de la participación de compra de azúcar en Sevilla procedente de las Azores a mediados de los 5087. Además participó en la compra de colorante, la grana cochinilla mexicana, la cual se adquiría en compra anticipada y se pagaba en mercancías, normalmente, tejidos de alta calidad88. También formó parte en la compañía de 1553 con Dalmao Ros y otros mercaderes 89. Y finalmente, desarrolló un importante papel en la exportación de metales preciosos americanos a la urbe hispalense entre 1550 y 155690. 5. Conclusión En definitiva, este trabajo sobre el grupo mercantil catalano-valenciano afincado en la Sevilla de la primera mitad del siglo XVI debe ser un acicate para primero, reflexionar sobre la verdadera dimensión de su actividad económica con Indias y Europa; segundo, entender el rol que ejerció como intermediario en el sistema comercial de las grandes “naciones” mercantiles de la época como la genovesa; tercero, poner énfasis en la concepción de la comunidad mercantil catalano-valenciana como un ente informal, flexible, multinacional, heterogéneo aunque cohesionado como se desprende en la variedad de prácticas, actitudes y comportamientos expuestos a lo largo del trabajo. Estas conclusiones nos permiten poner sobre la mesa, la posible conexión entre los beneficios económicos procedentes del trato indiano desde Sevilla con la aparición de nuevos fenómenos como, por ejemplo, el eje económico Barcelona-Génova y la recuperación comercial del Mediterráneo occidental en la segunda mitad del XVI.

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E. Otte, “Los comienzos del…”, pp.476-479, y en AGI, IG, leg.1.801 y 1.802. E. Otte, Sevilla, siglo XVI…, p.183. 88 Ibídem, p.83. 89 E. Otte, “Los comienzos del…”, p.470. 90 Ibídem, p.480, y en AGI, IG, leg.1.802 desde 1550. 87

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Pautas de movilidad de las familias portuguesas a Sevilla (1600-1615) Mobility patterns of Portuguese families to Seville (1600-1615) Ignacio GONZÁLEZ ESPINOSA Universidad de Sevilla

Resumen: A pesar de la importancia de la emigración portuguesa hacia Castilla, aún nos queda mucho para poder conocer mejor el impacto que tuvo esta población en los distintos núcleos urbanos. Tomando como marco la Sevilla de inicios del siglo XVII daremos aquí algunos datos sobre las pautas de movilidad de estos inmigrantes, la edad que tenían cuando salieron de sus hogares, los lugares de origen y detalles sobre las rutas seguidas en estos procesos migratorios. Palabras clave: migración, Portugal, Castilla, Sevilla, movilidad, rutas, procedencia. Abstract: In spite of the importance of the portuguese emigration to Castilla, we don’t know yet the real effect that this population had in the differents urban centres. Taking as reference the city of Sevilla in the beggining of the 17th century, we give here some details about the patterns of mobility of this inmigrants, such as the age they had when he leaves their homes, the places they were born and some aspects about the routes they followed. Keywords: migrations, Portugal, Castilla, Sevilla, mobility, routes, origins.

1. La emigración y la población portuguesa en la España Moderna Entre los objetos de estudio tratados por la historiografía, la investigación en torno a los colectivos extranjeros ha gozado, y goza, de un gran interés. A ello contribuyó en gran medida la obra de Antonio Domínguez Ortiz, quien no dejó de legarnos nuevas perspectivas y enfoques a seguir por parte de las futuras generaciones de historiadores; en este sentido, la reedición de “Los extranjeros en la vida española durante el siglo XVII1” puso de nuevo sobre el tablero la importancia de las comunidades foráneas en España a lo largo de toda la época moderna. A la celebración de coloquios y conferencias que han abordado desde distintas ópticas el papel de las migraciones y de los extranjeros2, así como la publicación de interesantes artículos en revistas especializadas como Baética: estudios de arte, geografía e historia o Cuadernos de Historia Moderna 3 , habría que sumar las 1

Antonio Domínguez Ortiz, Los extranjeros en la vida española durante el siglo XVII y otros artículos, edición dirigida por León Carlos Álvarez Santaló, Sevilla: Diputación de Sevilla, Área de Cultura y Ecología, 1996. 2 María Begoña Villar García y Pilar Pezzi Cristóbal (dirs.), Los extranjeros en la España Moderna: Actas del I Coloquio Internacional, celebrado en Málaga del 28 al 30 de noviembre de 2002, Ministerio de Ciencia e Innovación, 2003. Antonio Erias Roel y Ofelia Rey Castelao (dirs.), I Conferencia Europea de la comisión Internacional de Demografía Histórica, Xunta de Galicia: Consellería de Educación e Ordenación Universitaria, 1994. 3 En 2010 esta revista dedicó un monográfico a “Los extranjeros y la Nación en España y la América española”. Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, nº 10 (2011).

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numerosas monografías que se han preocupado de los extranjeros: franceses, genoveses, irlandeses, etc4. Sin ánimo de ser exhaustivos, y teniendo en cuenta la multiplicidad de enfoques y trabajos existentes, solo pretendemos aquí señalar la importancia de la que ha gozado esta temática en los últimos años5. En esta comunicación nos centraremos en la emigración portuguesa hacia Castilla. Contamos con investigaciones que hacen referencia al papel comercial de estos portugueses, así como la implantación en las costas andaluzas de factorías que tenían como fin el abastecimiento de los presidios lusos de las costas norteafricanas 6 . Igualmente sabemos que tuvieron un relevante papel en el comercio indiano7, llegando a embarcarse hacia la América Española 8 a pesar de las prohibiciones existentes al respecto9. Por otro lado, tradicionalmente se ha identificado a estos portugueses con criptojudíos que llegaron a Castilla huyendo de la Inquisición lusa, ofreciendo la documentación inquisitorial buena fe de ello 10 . Algunos de ellos tendrán un papel destacado como banqueros en la corte de Felipe IV11. 4

Algunos ejemplos: Manuel González Jiménez, Genoveses en Sevilla (siglos XIII-XV), La Laguna: Universidad de la Laguna, 1988. Ana Crespo Solana, Entre Cádiz y los países bajos. Una comunidad mercantil en la ciudad de la Ilustración, Cádiz: Ayuntamiento de Cádiz, 2001. Igor Pérez Tostado y Enrique García Hernán (eds.), Irlanda y el Atlántico Ibérico. Movilidad, participación e intercambio cultural (1580-1823), Valencia: Albatros Ediciones, 2010. José Antonio Salas Ausens, En busca de El Dorado: inmigración francesa en la España de la Edad Moderna, Bilbao: Universidad del País Vasco, 2009. 5 Véase el artículo de María Begoña Villar García, donde lleva a cabo una síntesis de los más importantes hitos historiográficos en este sentido. María Begoña Villar García, “Los extranjeros en la España Moderna: un campo historiográfico en expansión”, Baética: estudios de arte, geografía e historia (2007), nº 29, pp. 425-441. La autora es también coordinadora de un libro sobre la inmigración irlandesa: María Begoña Villar García (coord.), La emigración irlandesa en el siglo XVIII, Universidad de Málaga, Málaga, 2000. 6 Tomás García Figueras, “Los factores portugueses en Andalucía en el siglo XVI”, Archivo Hispalense, tomo VIII, nº 23-24 (1947), pp. 151-191.Manuel Henrique Corte Real, A feitoria portuguesa na Andaluzia (1500-1532), Lisboa: Instituto de Alta Cultura, Centro de Estudios Históricos, 1967. Más reciente: Antonio Moreno Osorio, “Apuntes sobre la evolución de la factoría portuguesa en Málaga durante el reinado de Carlos V (1516-1556)”, Isla de Arriarán: revista cultural y científica, nº 29 (2007), pp. 66-80. 7 José Manuel Díaz Blanco, “La corona y los cargadores a Indias portugueses de Sevilla (1583-1645)” en Felipe Lorenzana de la Puente y Francisco J. Mateos Ascacíbar (coords.), Iberismo. Las relaciones entre España y Portugal. Historia y tiempo actual: y otros estudios sobre Extremadura, Llerena: Sociedad Extremeña de Historia, 2008, pp. 91-104. En lo que respecta a la trata negrera atlántica, Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García, “Sevilla y la trata negrera atlántica: envíos de esclavos desde cabo verde a la América Española, 1569-1579” en León Carlos Álvarez Santaló (coord.), Estudios de historia moderna en homenaje al profesor Antonio García-Baquero, Sevilla: Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 2009, pp. 597-622. 8 Maria da Graça A. Mateus Ventura, Portugueses no descobrimento e conquista da Hispano-América. Viagens e expediçoes (1492-1557), Lisboa: Edições Colibri, 2000. 9 Antonio García-Baquero González, “Los extranjeros en el tráfico con Indias: entre el rechazo legal y la tolerancia funcional”, en M. B. Villar García y P. Pezzi Cristóbal (dirs. congr.), Los extranjeros…, p. 82. 10 Simplemente mencionamos algunas obras de consulta. Michel Boeglin, L’Inquisition espagnole au lendemain du Concile de Trente: le tribunal du Saint-Office de Séville (1560-1570), Montpellier: Université Montepellier, 2003. Michael Alpert, Criptojudaísmo e Inquisición en los siglos XVII Y XVII, Barcelona: Ariel, 2001. Julio Sierra, Procesos en la Inquisición de Toledo. Manuscrito de Halle, Madrid, Trotta, 2005. 11 Antonio Domínguez Ortiz, Política y hacienda de Felipe IV, Madrid: Ediciones Pegaso, 1983. Más reciente, Carmen Sanz Ayán, Los banqueros y la crisis de la Monarquía Hispánica de 1640, Madrid: Marcial Pons Historia, 2013.

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Sin embargo, nos queda mucho por investigar, debido a la enorme heterogeneidad que caracterizó a estos migrantes, así como los distintos motivos que les llevaron a cruzar al otro lado de “la raya” 12. Además, estamos ante una emigración que responde a unas dinámicas sociales y demográficas que tiene unos orígenes que se pueden remontar, como mínimo, hasta la Edad Media13. 2. El marco espacial y temporal Andalucía fue una de las regiones que más atrajo a la población extranjera durante toda la Edad Moderna. A ello contribuía la enorme cantidad de zonas de cultivo, así como la existencia de grandes núcleos urbanos con un amplio y variado mercado artesanal. También influyó el comercio atlántico centrado en torno a la ciudad de Sevilla, único puerto que tenía permitido despachar barcos hacia el Nuevo Mundo. Actividades relacionadas directa o indirectamente con el comercio indiano llevaron a la ciudad a convertirse en una de las mayores urbes de la época. Desde muy pronto encontramos instalados en ella a un gran número de extranjeros, flamencos, genoveses y portugueses que irán desarrollando sus propias redes de solidaridad14. Los portugueses tendrán un notable papel en la economía y el comercio de la ciudad, diversificando sus negocios hacia una escala a nivel mundial y usando Sevilla como trampolín15. Por todo ello, Andalucía se convirtió en una zona de atracción para la población extranjera en general y portuguesa en particular, siendo la ciudad de Sevilla el lugar de referencia. El estudio de las migraciones extranjeras debe pasar, necesariamente, por la investigación en torno a este importante núcleo urbano. En cuanto al arco cronológico, el período comprendido entre finales del siglo XVI principios del siglo XVII muestra una serie de características claves para el estudio que venimos realiando. A partir de 1580, gracias a la Unión Ibérica, Portugal y Castilla estarán bajo la soberanía del mismo monarca, lo que aumentó y facilitó el trasvase de personas a un lado y otro de la frontera. Además, la fuerte persecución a la que se vieron sometidos los judeoconversos portugueses por parte de la Inquisición, les llevó a

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La necesidad de que no siempre se identifique a la población portuguesa con grandes hombres de negocio o judeoconversos ya fue señalada por Antonio Domínguez Ortiz, “La inmigración de corto y medio radio en la Andalucía Moderna: modalidades y comportamientos”, en A. Erias Roel y O. Rey Castelao (dir. congr.), I Conferencia…, p. 357-379. Por ejemplo, sabemos que en Jerez de la Frontera un gran número de portugueses acudían a las tareas de siembra y recogida de las mieses. Juan Diego Pérez Cebada, “La emigración portuguesa a Jerez, (siglos XVI-XVIII)”, en A. Erias Roel y O. Rey Castelao (dir. congr.), I Conferencia Europea… pp. 859-872. 13 José Luis Martín Martín, “Movilidad transfronteriza en la raya con Portugal después de Aljubarrota”, en Greogorio del Ser Quijano e Iñaki Martín Viso (eds.), Espacios de poder y formas sociales en la Edad Media, Salamanca: Universidad de Salamanca, 2007, pp. 155-170. El profesor López de Coca señala la importancia de los portugueses en la conquista del reino de Granada, José Enrique López de Coca Castañer, El Reino de Granada en la época de los Reyes Católicos: repoblación, comercio y frontera, vol. I, Granada: Universidad de Granada, 1989. 14 Jaime García Bernal y Mercedes Gamero Rojas, “Las corporaciones de nación en la Sevilla moderna. Fundaciones, redes asistenciales y formas de sociabilidad”, en Bernardo J. García García y Óscar Recio Morales, Las corporaciones de nación en la monarquía hispánica (1580-1750). Identidad, patronazgo y redes de sociabilidad, Madrid: Fundación Carlos de Amberes, editorial Doce Calles, 2014, pp. 347-387. 15 Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García, “La penetración económica portuguesa en la Sevilla del siglo XVI”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie IV, Historia moderna, tomo 25 (2012), pp. 199222.

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buscar refugio en España, de donde no en pocas ocasiones eran originarios 16 . Por último, la epidemia de peste que azotó a la fachada atlántica –y en especial a la corona portuguesa- llevó a que muchos individuos, cuyas familias habían quedado rotas, buscasen ahora una nueva oportunidad en otras zonas 17 . Así, estos años se perfilan como claves para estudiar un fenómeno que, aunque no dependía exclusivamente de factores coyunturales, debió de verse afectado por ellos. 3. La fuente histórica. Datos obtenidos Sin embargo, y a pesar de la importancia cuantitativa y cualitativa de esta población portuguesa, no siempre resulta fácil rastrear las huellas documentales que ha dejado su presencia. La gran mayoría de estudios que se han realizado en este sentido tienen como principal fuente la documentación inquisitorial. La documentación notarial resulta sumamente interesante para llevar a cabo estudios sobre los negocios y la penetración económica en la ciudad de determinados individuos, pero a través de ella no se pude conocer un fenómeno mucho más general y complejo como es el de las migraciones. Los padrones, por su parte, no son periódicos ni completos para esta época, ya que se llevaban a cabo con fines fiscales o militares. En cuanto a las fuentes parroquiales, además de dispersas, suelen ser bastante escuetas en los detalles que ofrecen sobre los individuos de origen extranjero, solo señalando su origen. Por todo ello, se hace necesario el uso de nuevas fuentes documentales para poder disponer de una visión más global de estos movimientos de población. En este sentido, los expedientes matrimoniales –documentación sobre la que venimos trabajando- resultan de gran importancia para realizar una investigación de estas características. Tras el Concilio de Trento, y con el fin principal de evitar los matrimonios clandestinos, se impuso la obligatoriedad de que los contrayentes fueron amonestados en sus respectivas parroquias antes de que la unión se llevase a cabo 18. Los futuros cónyuges debían presentar declaración en la que afirmen no tener ningún impedimento para contraer matrimonio, tales como haber profesado voto de castidad o religión, estar ya casados, etc. A ello debían sumar las declaraciones de testigos que lo corroborasen. Durante tres días seguidos de fiesta (o en su defecto celebraciones litúrgicas de asistencia obligatoria por parte de los fieles) eran anunciados los nombres de los contrayentes para que si alguien conociese algún motivo que impidiese que se llevase a cabo el matrimonio lo denunciase. Pasado este período los curas de las parroquias pasan a efectuar la unión entre ambos cónyuges. Todo esto nos ofrece una valiosísima información de cara a realizar nuestro estudio. Los expedientes matrimoniales recogen el nombre, la edad, residencia, oficio y 16

João Lúcio de Azevedo, Historia dos cristãos-novos portugueses, Lisboa: Livraria Classica Editora, 1921. Más reciente: Ana Isabel López-Salazar Codes, Inquisición y política: el gobierno del Santo Oficio en el Portugal de los Austrias (1578-1653), Lisboa: Universidad Católica Portuguesa, Centro de Estudios de História Religiosa, 2011. 17 Bernard Vincent, “La peste atlántica de 1596-1602”, Andalucía en la Edad Moderna: Economía y Sociedad. Granada: Diputación Provincial de Granada, 1985, pp. 51-80 18 Sobre ello se puede consultar: Ignasi Fernández Terricabras, Felipe II y el clero secular: la aplicación del Concilio de Trento, Madrid: Sociedad Estatal para la conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000. Primitivo Tineo, “La recepción de Trento en España (1565): disposiciones sobre la actividad episcopal”, Anuario de historia de la Iglesia, nº5 (1996), pp. 241-296. Para el caso concreto de Sevilla, Rafael M. Pérez García, “Los sínodos sevillanos de Cristóbal de Rojas y Sandoval”, Archivo Hispalense, nº250 (1999), pp. 11-26.

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padres de ambos contrayentes. Además, en el caso de ser extranjeros, deben especificar donde nacieron y cuánto tiempo llevan establecidos en la ciudad. Sumamos a esto, por si fuera poco, que los testigos aportan un gran número de detalles sobres las relaciones de estos individuos con el resto de habitantes de la ciudad. Por último, gracias al uso de esta fuente podemos determinar las pautas matrimoniales del grupo poblacional objeto de nuestro estudio, así como su establecimiento a medio-largo plazo. Para el marco espacial de estudio aquí propuesto contamos con una gran ventaja, ya que los expedientes matrimoniales relativos a toda la archidiócesis de Sevilla se hallan custodiados en el Archivo General del Arzobispado de Sevilla (AGAS)19. Ello nos permite manejar una gran cantidad de información referente a muchos y variados núcleos urbanos, tales como son el caso de Utrera, Écija, Jerez de la Frontera, Carmona y Osuna; además de obviamente todas las parroquias pertenecientes a la propia ciudad de Sevilla. El buen estado de conservación y la gran cantidad de expedientes matrimoniales nos permiten ofrecer una panorámica bastante amplia del tema que queremos tratar. Actualmente hemos centrado nuestros esfuerzos en la información relativa a la ciudad de Sevilla durante los primeros 15 años del siglo XVII. Contamos con más del 85% del total de documentación relativa a este período ya consultada, lo que corresponde a 4.250 expedientes matrimoniales, de los cuales 401 tienen al menos a un cónyuge de origen portugués. Cifra que no debe pasar inadvertida, ya que esto nos indica que un 9’43% de los matrimonios que se efectuaron en Sevilla en dicha época tienen como protagonista a los sujetos objeto de nuestro estudio. Con el fin de situar mejor estos datos es conveniente compararlos con los de otras investigaciones, aunque hemos de puntualizar que las cifras que vamos a ofrecer ahora han sido extraídas usando distintas fuentes y con unos marcos cronológicos que no son idénticos a los nuestros; no obstante, creemos que pueden serviernos como referencia. Para el profesor Antonio Luis López Martínez, la población de origen portugués afincada en Sevilla según el padrón de 1642 suponía un 12’20% del total de vecinos20. Gregorio García-Baquero, en su análisis de la parroquia –también sevillanade San Martín, observa que los contrayentes de origen portugués suponen un 12’3% de los registrados en los libros de matrimonios21. La cercana ciudad de Córdoba ofrece una cifra un tanto menor, el 7’3%22. En otros lugares de Andalucía como es el caso de Málaga la inmigración portuguesa supondría un 1’2% respecto a la proveniente de otros lugares entre los años 1561-1700, cifra que puede parecer pequeña pero que está tomada respecto al total de inmigrantes y en un período muy amplio 23. Por su parte, el Puerto de Santa María ofrece un porcentaje bastante alto, un 10’7%24. Por último, la ciudad de 19

Archivo General del Arzobispado de Sevilla [AGAS]. Sección Matrimonio Ordinarios [MO]. A partir de ahora citaremos los expedientes usando el nombre de ambos contrayentes y la fecha. 20 Antonio Luis López Martínez, Cruzar la Raya. Portugueses en la Baja Andalucía, Sevilla: Centro de Estudios Andaluces, 2011, p. 43. 21 Gregorio García-Baquero López, Estudio demográfico de la parroquia de San Martín de Sevilla (15591749), Sevilla: Diputación Provincial de Sevilla, 1982, p. 173. 22 Los años son bastante cercanos a los nuestros, 1590-1619, José Ignacio Fortea Pérez, Córdoba en el siglo XVI: las bases demográficas y económicas de una expansión urbana, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1979, p. 166. 23 Isabel Rodríguez Alemán, Inmigrantes de origen extranjero en Málaga (1564-1700), Málaga: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga, 2003, p. 79. 24 Juan José Iglesias Rodríguez, Una ciudad mercantil en el siglo XVIII: El Puerto de Santa María, Sevilla: Muñoz Moya y Montraveta, 1991, p. 153.

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Jerez para el siglo XVII nos ofrece una cifra de residentes de origen portugués que llega al 10% 25 . Saliendo de Andalucía, y tomando como referencia Extremadura, nos encontramos con que entre los años 1573-1653, y partiendo de las medias de tres localidades extremeñas, las cifras se situarían en torno al 6’9%26. 4. Pautas de movilidad de la población portuguesa afincada en Sevilla El objeto de esta comunicación es completar el análisis que ya ofrecimos sobre esta misma cuestión en el XIII Congreso de la FEHM, donde nos centramos en los oficios de los contrayentes de origen portugués afincados en Sevilla, así como su distribución por el entramado urbano de la ciudad27. En esta ocasión, y teniendo como base una muestra bastante más amplia, queremos aportar nuevas informaciones sobre los movimientos y las pautas migratorias de estos individuos. Al hablar de Portugal debemos tener en cuenta una serie de especificaciones. En el norte predominan los pequeños núcleos urbanos y el minifundio, frente a una zona meridional relativamente deshabitada tras el proceso de conquista durante la Edad Media. La gran densidad demográfica del norte, frente a un sur poco poblado, llevará a que las migraciones sean predominantemente norte-sur, ejerciendo las grandes ciudades una fuerte atracción28. Braga, Porto, Coimbra y sobre todo Lisboa irán creciendo cada vez más gracias a la población de los territorios circundantes. A estos movimientos habría que sumar otros de carácter temporal y con fines laborales. Dentro de Portugal, destacará el desplazamiento de canteros y pedreros hacia las ciudades del sur, que tendrán como principal objetivo la construcción de edificios de carácter religioso29. La movilidad estacional ligada a las tareas agrícolas también tendrá un importante papel en las migraciones. Además de los propios campos portugueses, la zona de Andalucía, falta de mano de obra durante la siembra y la siega, será un reclamo para los trabajadores del campo. La mejora de salarios era bastante significativa, pudiendo llegar a suponer durante la recogida de las mieses un aumento de hasta el 250% respecto a lo que se pagaba el resto del año30. En nuestro caso, al estudiar matrimonios debemos tener en cuenta que estamos ante individuos que, al menos a un medio-largo plazo, tenían el objetivo de instalarse en la ciudad, no respondiendo a las migraciones periódicas o estacionales que acabamos de mencionar. Aunque ello no es óbice para que, en un primer momento, algunos de ellos pudiesen llegar a la ciudad de manera provisional. Pero si analizamos algunas cifras, podemos observar que los individuos presentes en nuestra muestra, en general, no responderían a este perfil. Tanto para hombres como para mujeres, la media de edad con la que llegaron a Sevilla es 25

J. D. Pérez Cebada, “La emigración portuguesa…” p. 862. Esta es la media que hemos obtenido con las cifras de las parroquias de Torrejoncillo, El Casar y Aliseda, todas ellas en Cáceres. José Luis Pereira Iglesias, Miguel Rodríguez Cancho e Isabel Testón Nuñez, “Análisis demográfico de la Alta Extremadura (1536-1610), Studia historica. Historia Moderna, (1987) nº 5, p. 156 27 Ignacio González Espinosa, “Portugueses en Sevilla: sus oficios y profesiones durante el reinado de Felipe III”, XIII Reunión Científica de la FEHM, Sevilla: Universidad de Sevilla. En prensa. 28 Antonio de Olivera “Migrações internas e de média distância em Portugal de 1500 a 1900”, en Antonio Eiras Roel y Ofelia Rey Castelao (eds.), Migraciones internas y medium-distance en la Península Ibérica, 1500-1900, vol. II, Santiago de Compostela: Consellería de Educación e Ordenación Universitaria, 1994, p. 7. 2. 29 Ibid., p. 7. 30 A. L. López Martínez, Cruzar la Raya…, p. 27. 26

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prácticamente idéntica, situándose en torno a los 13 años; los varones no suelen especificar nada respecto al desplazamiento, mientras que las mujeres sí suelen señalar que vinieron con sus padres o familiares. Además de llegar jóvenes, también presentan un prolongado tiempo de estancia en la ciudad, que se situaría en torno a los 12 años. El matrimonio no viene sino a confirmar un deseo de continuar residiendo en el mismo lugar. En lo que respecta al origen de estos individuos, hemos tomado como referencia las divisiones administrativas eclesiásticas. También aparecen citadas en la fuente que estamos manejando las localidades, pero creemos que es mucho más ilustrativo tomar unos marcos espaciales un poco mayores. Los datos obtenidos se reflejan en la siguiente gráfica.

Procedencia de los inmigrantes portugueses 1600-1615 70 60 50 40 30 20 10 0

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2

6

6

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14

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23

23

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Fuente: AGAS. Legajos consultados31

Tal y como se puede observar, la cercanía geográfica no es un factor determinante a la hora de analizar el proceso migratorio luso hacia la Baja Andalucía. En nuestra muestra predominan de manera mayoritaria los individuos provenientes del arzobispado de Braga. En segundo lugar, numéricamente hablando, se encuentra la zona del Arzobispado de Lisboa, donde tiene un especial papel la propia capital portuguesa. El obispado de Faro, que linda directamente con Andalucía, se encuentra en tercera posición, y con unas cifras bastante inferiores a la de los lugares antes señalados. A las cifras de de Braga habría que sumar las de Miranda y Lamego, para tener una idea más aproximada de la importante cantidad de población emigrada desde la zona septentrional de Portugal, que llegaría a suponer más del 30% del total. Esto responde a las dinámicas internas de esta región, que llevarían a que muchos individuos emigrasen fuera de un núcleo familiar que no podía mantener a todos sus descendientes. Esta emigración es de un signo muy parecido a la que se produjo entre Galicia y 31

Todos los legajos corresponden al AGAS, Sección Matrimonios Ordinarios. Los legajos consultados son los siguientes: 05492A; 05492B; 0746; 07494; 07495; 05887; 05888; 07847; 07966; 08247; 07564; 05887; 05883; 07635; 06851; 06852; 06760; 06761; 05804; 06835; 07680; 08278; 06452; 05785; 08026; 07501; 05645; 05646; 05664; 07231; 07232; 08063; 06821; 07896; 06436; 05891; 07019; 8209; 08205;05450;06739;07729;06626;0876;07668;07277;07289;07358;07513;05601;05753;05754;08116

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Andalucía. Además, sabemos que existía un importante volumen de emigración portuguesa hacia la zona gallega32, lo que hace aún más significativo el alto número de individuos que se dirigieron hacia el Reino de Sevilla. Otros lugares fronterizos, como es el caso de Évora o la Guarda, también muestran unas importantes cifras de emigración, aunque siempre por debajo de las ya citadas. El caso de Porto, aún situándose en el norte, muestras unas pautas diferentes, con un escaso número de individuos provenientes de esta región; nos encontramos ante una zona mucho más dinámica económicamente hablando, debido a la importancia del puerto marítimo con el que contaba lo que llevará a otro tipo de modelos migratorios33. Tampoco podemos dejar de mencionar a aquellos individuos que, en nuestro análisis, hemos denominado como “extrapeninsulares”. Se trata de personas provenientes de los archipiélagos pertenecientes a la corona portuguesa, en concreto, la isla de Madeira y, sobre todo, el archipiélago de las Azores, donde destaca la isla Terceira. Resulta un hecho muy interesante que encontremos individuos originarios de esta zona y que se instalen en la ciudad de Sevilla; su ruta de llegada conecta directamente con las empleadas por el comercio atlántico, ya que estos archipiélagos eran una zona de paso y abastecimiento para las naos que se dirigían hacia América. A ello habría que sumar que los individuos presentes en nuestra muestra se dedicaban a diversos oficios, desde zapateros hasta trabajadores del campo, no teniendo relación directa con el comercio o la marinería. En cuanto a los movimientos migratorios protagonizados por las mujeres, de un total de 122 casos, 29 proceden del arzobispado de Lisboa, teniendo de nuevo un enorme protagonismo la propia ciudad. Le siguen en número las provenientes de la zona del obispado de Faro, suponiendo unos 20 casos de los registrados en nuestro estudio. Por último, nos encontramos con 16 mujeres que proceden del arzobispado de Braga. En este caso, por tanto, la enorme densidad poblacional de la capital portuguesa y la cercanía parecen ser unos factores más determinantes que en el caso de los hombres. 5. Rutas de llegada No queremos dejar de hacer alguna referencia a las rutas seguidas por estos inmigrantes. La fuente que venimos manejando nos permite hacer ciertas apreciaciones a este respecto, ya que en las declaraciones de los contrayentes se recogen los lugares donde han vivido con anterioridad y durante cuánto tiempo. En la gran mayoría de las ocasiones nos encontramos con que los contrayentes declaran haber venido “vía recta” a Sevilla. Sin embargo, contamos con algunos casos que, aunque no llegan a suponer más del 10%34 del total de nuestra muestra, nos ofrecen algunos detalles muy interesantes. Dentro de ellos, cabría destacar el desplazamiento

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María Norberta Amorim, “Reconstituição de paróquias e estudo das migrações internas: o caso de uma paróquia minhota no Antigo Regime”, Cadernos do noroeste (1992), volumen 3 nº 1-2, pp. 125-140. Ofelia Rey Castelao “Movimientos migratorios en Galicia, siglos XVI-XIX”, en A. Eiras Roel y O. Rey Castelao (dir. congr.), I Conferencia Europea…. pp. 85-130. 33 De este modo, Porto será en el siglo XVIII una válvula de escape hacia Brasil, aunque también de llegada de inmigrantes hacia territorio portugués. Jorge Fernandes Alves, “Aspectos da emigração no Noroeste Português- O distrito do Porto no século XIX”, Revista de Demografía Histórica, Vol. 13 (1995), pp. 75-90. 34 No creemos que estas cifras sean absolutas, debiendo existir un movimiento migratorio mucho más complejo que no siempre es especificado por los protagonistas.

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hacia grandes núcleos urbanos portugueses, sobre todo Lisboa y Braga, como lugares de paso y estancia antes de su posterior emigración hacia Castilla. Manuel de Silva, gorguero, es llevado por sus padres desde la zona de Braga hacia Lisboa, donde tras nueve años marchará a Sevilla35. Otro ejemplo es el de Antonio Pérez, que procedente de Porto será llevado por su tío hacia la capital lusitana cuando tenía 11 años de edad, ejerciendo allí la profesión de marinero36. Un camino parecido fue el seguido por Manuel de Castro37; también portuense, marchó a la edad de catorce años hacia Lisboa, tras un mes irá a Braganza donde residirá durante tres años, para de allí pasar a Burgos, Murcia y finalmente Sevilla. Su desempeño como perfumero debe estar sin duda muy relacionado con estos continuos cambios de residencia38. Melchor Viera, también nació en la zona de Porto, y marchará con 11 años a Setúbal, muy cerca de Lisboa; tras dos años partirá hacia Sevilla39. Por su parte, Elena Francisca, natural de algún lugar del obispado de Lamego, se mudó a la edad de 10 años a Torre de Moncorvo, en Braga; allí residió unos 20 años antes de marchar hacia Sevilla40. Otro de los caminos de paso de estos inmigrantes será Extremadura, y en concreto la zona de Badajoz. María López, natural de Moura, en compañía de su hermano se trasladó hasta Fregenal de la Sierra, donde estuvo residiendo siete años 41. Andrés Gutiérrez, nacido en Elvas, se marchará con 22 años hacia Badajoz, desde donde marchará a Sevilla 15 años después 42 . Por último, Manuel Ramos dejó su Estremoz natal, en el arzobispado de Évora, rumbo a la ciudad pacense; tras dos años trabajando como albañil, se dirigirá hacia su nuevo destino43. También nos encontramos con otras importantes ciudades castellanas, como es el caso de Madrid o Salamanca. María Rodríguez, natural de Braganza, fue llevada por sus padres a la capital castellana a la edad de 10 años; en ella residirá durante 6 años antes de llegar a Sevilla44. Francisco Ruíz entrará en Castilla por la zona de Salamanca; con 17 años salió de Miranda del Duero hacia la ciudad salmantina, de allí viajará a diversos lugares, como Madrid, Vélez Málaga, Murcia y Osuna, para finalmente recalar en Sevilla45. Podemos observar, por tanto, dos cuestiones bastante importantes. Primero la atracción que ejercían los grandes núcleos urbanos lusitanos como primer lugar de destino de algunos de estos individuos. Otra cuestión a destacar es la importancia de Extremadura como zona de paso, al tratarse de uno de los puertos secos entre Castilla y Portugal. La práctica inexistencia de personas que residan en poblaciones onubenses parece indicarnos que los habitantes de los lugares más meridionales de la geografía

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AGAS MO Leg. 05646. Manuel de Silva y Ana de Mena. Año 1610. El dicho su tío afirma que en Lisboa, donde él tenía una casa, era donde posaba cuando volvía de las Indias. AGAS MO Leg. 08077. Antonio Pérez y Catalina de Lasarte. 1602. 37 AGAS MO Leg. 05785. Manuel de Castro y María de Centeno. Año 1601. 38 Su testificación muestra algunas incongruencias en cuanto al tiempo de residencia en cada uno de los sitios, lo cual no concuerda ni con su edad ni con las declaraciones de los testigos que parecen incluir algunas variaciones al respecto. 39 AGAS MO. Leg. 06452. Melchor Biera y María Gómez. Año 1600. 40 AGAS MO. Leg. 07232. Martín López y Elena Francisca. Año 1613. 41 AGAS MO. Leg. 05887. Francisco López y María López. Año 1611. 42 AGAS MO. Leg. 05689. Andrés Gutiérrez y Francisca de la Cuna. Año 1609. 43 AGAS MO. Leg. 05664. Manuel Ramos y e Isabel González. Año 1611. 44 AGAS MO. Leg. 05888. Felipe Duarte y María Rodríguez. Año 1610. 45 AGAS MO. Leg. 05887. Francisco Ruíz e Isabel Ruíz. Año 1611. 36

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portuguesa realizaban una migración directa hacia Sevilla, que era sin duda la gran ciudad de referencia en la Baja Andalucía. 6. Conclusiones El análisis de los datos obtenidos en nuestra investigación nos pone de relieve varios aspectos. Por un lado la importancia de la emigración proveniente desde las regiones más septentrionales de Portugal, cuyos habitantes además de hacia Galicia también marcharán a Andalucía como consecuencia de la fuerte presión demográfica y las características socioeconómicas de esta zona. En segundo lugar, nos gustaría destacar la juventud de estos emigrantes, así como que hombres y mujeres presenten unas pautas un tanto distintas, siendo estas últimas acompañadas mayoritariamente por familiares. Estamos ante unos individuos que, en el momento de contraer matrimonio ya cuentan con una estancia prolongada en la ciudad, a la que llegaron siendo jóvenes y en la que habían desarrollado su vida laboral. Por último, también habría que hacer referencia a la gran movilidad existente dentro del propio territorio portugués, así como la emigración rural hacia los grandes núcleos urbanos. Por su parte, Extremadura se muestra como una de las zonas no solo de paso, sino también de estancia más comunes por parte de los inmigrantes que finalmente se instalarán en Sevilla. Todavía quedan muchos aspectos por determinar. Para empezar nos gustaría ampliar el arco cronológico de nuestra investigación y realizar el estudio de algunos otros núcleos urbanos andaluces con el fin de encontrar similitudes y diferencias respecto a los datos obtenidos hasta ahora. También es indispensable el empleo de fuentes pertenecientes a los archivos provinciales y notariales con el fin de analizar el papel de estos individuos en la economía y el gobierno local. Por último, y no menos importante, cruzar la información obtenida con la procedente de la documentación de archivos portugueses y en particular la relativa a las ciudades portuguesas desde las que provenían mayoritariamente estos migrantes, para conocer mejor los factores que motivaron estos movimientos y las consecuencias que tuvieron.

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La comunidad francesa en Barcelona a principio del siglo XVII French community in Barcelona at the beginning of the XVIIth century Josep RIZO BLASCO Universidad de Barcelona Resumen: A continuación he intentado esbozar las experiencias de aquellos inmigrados que abandonaron su tierra para buscar un futuro mejor. A partir de un estudio social de la gente de Barcelona de principios del siglo XVII hago referencia a la minoría francesa establecida en dicha ciudad. La comunidad francesa es un ejemplo de adaptación. Cronológicamente, podemos ver como de los primeros jornaleros y braceros venidos al Principado durante la primera mitad del siglo XVI pasamos a encontrar, cien años después, a franceses dentro de la oligarquía política y económica. ¿Cómo se produce la adaptación a la nueva comunidad y la posterior ascensión social? Palabras clave: Barcelona, siglos XVI y XVII, franceses, inmigración, adaptación social, vida corporativa, cofradía Abstract: Below I have tried to outline the experiences of those immigrants who left their homeland to seek a better future. From a social study of people in Barcelona from the early seventeenth century I refer to the French minority settled in the city. The French community is an example of adaptation. Chronologically, we can see how the first day workers and laborers who came to the Principality during the first half of the sixteenth century we find a hundred years later, a French in the political and economic oligarchy. How the new community and the subsequent social ascension adaptation will occur? Keywords: Barcelona, sixteenth and seventeenth centuries, French immigration, social adaptation, corporate life , brotherhood.

Estudiar la sociedad y concretamente las minorías es un sujeto de estudio que me motiva y ha despertado interés durante mis estudios. Me gusta acercar-me a la historia a través de los sectores sociales, que por alguna razón, son alternativos a los sistemas de poder establecidos. Ya sea por oposición directa al sistema, por marginación de la mayoría social, por exclusión de los gobernantes… Todo eso que no encaja dentro de la lógica imperante del momento, me atrae. El trabajo que aquí presento responde al intento de aproximarme a una minoría, la comunidad francesa en Barcelona durante la primera mitad del siglo XVII. Mucho antes de la existencia de identidades y fronteras, los habitantes de la Península Ibérica y los de la cara norte de los Pirineos han estado en contacto. Simplemente por la aproximación de las dos regiones, el flujo es constante, hemos de suponer que hubo momentos con más movimiento que otros, y en los siglos XVI-XVIII se produce un aumento del flujo migratorio francés, cuantificable a través de numerosas fuentes y causa de la recuperación demográfica del Principado de Cataluña durante los siglos XVI y XVII.1 Actualmente está casuística está muy cuestionada y parece ser que

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Jordi Nadal y Emili Giralt, Immigració i redreç demogràfic: els francesos a la Catalunya dels segles XVI i XVII, Vic, Eumo, 2000.

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los recién llegados no fueron un factor determinante.2 Los movimientos migratorios se han estudiado desde diferentes perspectivas, la más común es la historia económica y la geografía histórica, un estudio de cuantificación de las personas que vienen, de dónde vienen, el oficio que practicaron… en concreto la migración francesa hacía el Principado se puede consultar en las obras de los historiadores Jordi Nadal y Emili Giralt, Enric Moreu Rei y Valentí Gual. 3 Una visión muy actualizada y de toda la Península Ibérica se puede consultar en la obra de José Antonio Salas.4 Conociendo este movimiento migratorio de personas hacia Barcelona me pregunto cómo se integraron en la vida de la ciudad durante la época moderna. Quiero partir de la visión del inmigrante como ciudadano de Barcelona, cuando ya lleva unos años viviendo en la ciudad y participa en la vida diaria, incluso, cuando se es nacido en la ciudad pero con el padre de origen francés. A través de las obras antes citadas, sabemos que muchos franceses se casaron con mujeres autóctonas a los pocos años de llegar, los descendientes de la unión, des de mi punto de vista, como comenta Emili Giralt, deberían ser considerados como personas integradas en la cultura y en la vida del principado. 5 Llegados a este punto, hemos de considerar al francés como uno más dentro de la sociedad, como unas personas que se acoplaron a la sociedad catalana, como una minoría cultural partícipe en muchos aspectos de la vida corporativa de la ciudad. Para indagar sobre estas cuestiones, con una visión más social, he consultado las obras de James Amelang, Xavier Torres i Sans, Alexandre Capdevila y Emili Giralt. Si estudiamos una minoría social, he de indagar sobre las diferentes manifestaciones en la vida corporativa y diaria de la ciudad, los principios de organización, la articulación en clases y grupos y las múltiples conexiones de solidaridad y conflicto.6 Hemos de tener un marco teórico sobre la ciudad y sus gentes para luego rastrear los diferentes nexos de contacto que se establecieron entre inmigrados y autóctonos. A la vez, creo sumamente importante encontrar una metodología para contextualizar la inmigración francesa, para encontrar los puntos de unión. Las relaciones que se establecieron son variadas debido a la gran integración que consiguieron, desde una visión más socioeconómica haré mención a los matrimonios y a los oficios que practicaron. Otra vía fuera de la historia social en la que encontramos conexión es la justicia y la legislación, tanto eclesiástica como laica. La relación que existió entre los gavatxos y la Inquisición de Barcelona fue constante a finales del siglo XVI y durante el siglo XVII. La legislación de los diferentes monarcas hacia esta comunidad también es Pierre Vilar (cord.), Història de Catalunya, Barcelona, edicions 62, 1992, vol IV: Núria Sales, “Els segles de la decadència XVI-XVIII”, pp.103-126. 2 Alexandra Capdevila Muntadas, “Les xarxes de sociabilitat dels immigrants francesos establerts a Barcelona”, en Actas del XI Congrés d’Història de Barcelona – La ciutat en xarxa, Barcelona, 2009. P. Vilar (cord.), Història de Catalunya... pp. 103-126. 3 J. Nadal, immigració i redreç… Enric Moreu Rei, Els immigrants francesos a Barcelona (s. XVI-XVIII), Institut d’Estudis Catalans, Barcelona, 1959. Valentí Gual, Gabatxos Gascons i francesos. La immigració occitana a la Catalunya moderna (El cas de la Conca de Barberà), Rafael Dalmau, Episodis de la Història 286, Barcelona, 2005. 4 José Antonio Salas Auséns, En busca de El Dorado: inmigración francesa en la España de la Edad Moderna, Universidad del País Basco, Bilbao, 2009. 5 Emili Giralt y Reventós, “La colonia mercantil francesa de Barcelona a mediados del siglo XVII”, Estudios de historia moderna, núm. VI (1956), pp. 215-278. 6 James S. Amelang, Gent de Ribera i altres assaig sobre la Barcelona moderna, Eumo, Universitat de Vic, 2008.

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existente, hecho que nos constata, una vez más, la importancia social, política y económica que tuvieron estos inmigrados. Para éste ámbito he consultado las obras de William Monter, Agustí Alcoberro y José Antonio Salas.7 El texto que tenéis entre manos es resultado de la unión de diferentes trabajos dentro de los estudios de máster que estoy cursando en la Universidad de Barcelona 8 y de mi propia iniciativa para participar en el III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna, no nace de ningún trabajo final de máster, ya que lo realizaré el próximo curso. Tal vez, el trabajo final nace de éste artículo… Se me despertó el interés sobre este tema a través del primer contacto con un testamento, en la asignatura paleografía y fuentes documentales visité el Archivo Histórico de Protocolos de Barcelona (AHPB). Elegí trabajar un testamento de 1624 para transcribirlo y realizar un estudio formal.9 El testamentario era Joan Pons minor de dies traginer de Carretes, Ciutadà de Barcelona, fill de Bernat Pons pagès del lloc de Planyola del bisbat de Llombers del Regne de Fransa. Éste trabajo fue el inicio que me llevó a preguntarme sobre cómo había sido la vida de un inmigrante en la Barcelona moderna. En las siguientes visitas al AHPB quise indagar sobre Joan Pons, intenté encontrar más información sobre la vida del personaje buscando entre capítulos matrimoniales, inventarios post mortem, llibres d’inventaris i encants, manuales y testamentos. No tuve mucha suerte, pero la consulta de ésta documentación, me ayudó a constatar la gran cantidad de franceses que utilizaron a un notario para dar fe de los contratos, testamentos y otros actos extrajudiciales en los que participaban. A consecuencia, podemos corroborar la gran importancia que representaban para la sociedad barcelonesa de principios del siglo XVII. A parte de esta documentación más personal, he consultado la acta de fundación de la Fraternitat i Confraria de la Nació francesa establerta a Barcelona, de 1616, también consultable en el AHPB10. Otra fuente importante, aunque no la he consultado de primera mano, es la Relación de las casas de franceses que ay en la ciudad de Barcelona. El año 1637, con motivo de la guerra contra Francia, el rey confía la misión a la Junta de Represalias de hacer una relación de los franceses que viven en Catalunya. En Barcelona, el doctor Joan Pau Xammar, acompañado por el notario Antich Servat, recorren toda la ciudad anotando información que casi cuatrocientos años más tarde, nos ofrecen muchos datos a poder interpretar.11 1. La población de Barcelona El presente artículo lo he intentado enmarcar dentro del ámbito de la historia social, analizando el tejido de las relaciones sociales cuotidianas. Si iniciamos el análisis con la hipótesis de que los franceses en el siglo XVII participaban en el día a día de la ciudad, creo que se ha de abordar el conflicto conociendo la organización social de la ciudad a

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William Monter, Els immigrants francesos i la inquisició de Barcelona, 1550-1650, en: Avenç, 120 (1988). Agustí Alcoberro: Pirates, bandolers i bruixes, Barcanova, Barcelona, 2004. J. A. Salas Auséns, En busca de El Dorado… 8 Historia e identidades en el Mediterráneo Occidental (ss. XV-XIX) 9 AHPB, Rafael Barrot, plec de testaments, 1621-1624, vol. 32, s. f. 10 AHPB, G. S. Pedralbes, Manual, 1615-1619, 9 octubre de 1616 11 M. Rey, el immigrants francesos… p.18. Archivo de la Corona de Aragón [ACA], Consejo de Aragón [CA], legajo núm. 552.

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la que se desplazaron. El trabajo consiste en buscar la huella dejada por los franceses en la vida cuotidiana de la urbe y cómo se adaptaron a ella. En la época moderna, los sistemas de clasificación social eran derivados de la mentalidad medieval, en que el estatus estaba ligado a la profesión y a la familia. Es una sociedad jerarquizada y muy estática, donde cada ser tiene clara su condición dentro de la organización social. James Amelang analiza la sociedad barcelonesa a través de dos interpretaciones, la primera consiste en dividirla en estamentos, en total cuatro: en el escalafón más alto encontramos a una elite compuesta por nobles y ciudadanos honrados, en la segunda encontramos a mercaderes, seguidamente a artistas y, para acabar, un cuarto estamento donde encontramos a los menestrales. La segunda división la realiza a través del concepto moderno de clase: una elite heterogenia, una clase media muy diversa y una inferior compuesta por asalariados. Dentro de cada grupo encontramos una jerarquización interna, son clasificaciones arbitrarias y conceptos contemporáneos, des de mi punto de vista no podemos generalizar y analizar sin entender los conceptos de clase y estamento como principios superpuestos y complementarios para el estudio de la organización social.12 No solo existen estas clasificaciones. Si tomamos como punto de referencia el género, el grupo étnico, la diferencia religiosa, geográfica... se nos abre un análisis de la sociedad muy interesante y minuciosa. La realidad de Barcelona durante la época moderna se ha de enmarcar dentro de la organización corporativa. Vemos como los ciudadanos se agrupan en gremios y cofradías para poder sobrevivir a la sociedad feudal. A la vez, hemos de entender estas organizaciones como un elemento más del feudalismo del principado, ya que el gremio organiza y regula muchos aspectos de la vida diaria, va más allá de una organización económica y laboral. La ciudad de Barcelona corresponde a un caso diferenciado de la realidad peninsular, en ella observamos muchas más organizaciones de asistencia mutua, de base económica y religiosa. Vemos una fragmentación en la organización del trabajo muy marcada que en algunos momentos traerá conflictos sobre las competencias y regulaciones de cada oficio.13 A continuación haré mención a la clasificación estamental: clase dirigente, media y proletariado. El patriciado urbano, es el estamento superior, es un grupo con un estatus especial basado en la posesión de los recursos económicos y en el control sobre los órganos de gobierno municipal. Esta oligarquía no representa, ni ideológicamente ni numéricamente, al pueblo como conjunto y gobernaban para satisfacer los propios intereses.14 La clase media es el sector intermedio, compuesto por mercaderes y artesanos; como todos los grupos, existe una jerarquización interna. A medida que se va bajando dentro de la pirámide estamental, se observan los grupos más heterogéneos, con más especificidades internas, más complicados de analizar y estudiar. En la Barcelona de la época moderna vemos como los artistas y los menestrales conformaban un sector social muy fuerte, defendían el derecho a participar en la vida política local y tenían un interés hacia el prestigio social. En el contexto de los tiempos modernos vemos cómo es 12

J. S. Amelang, Gent de Ribera… pp. 23-24. J. S. Amelang, Gent de Ribera… p.25. 14 James S. Amelang, La formación de una clase dirigente: Barcelona 1490-1714, Ariel, Barcelona, 1986. 13

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posible una ascensión social, característica que en pocas ciudades europeas se ve. La organización corporativa y el papel de los oficios en la construcción de la identidad social, son hechos muy importantes para entender la Barcelona de los siglos XVI y 15 XVII. Para acabar, encontramos la clase más numerosa, los trabajadores. En muchos momentos, debido a la dificultad para estudiar los sectores más desfavorecidos de la sociedad, los historiadores engloban en el último estado a todo lo sobrante, las gentes que no se pueden incluir en los rangos establecidos. En la clase social que Amelang anota como trabajadora, encontramos al sector más bajo del régimen gremial: oficiales y aprendices. El segundo gran grupo corresponde a los braceros, todas las personas sin una formación cualificada que realizaban trabajos eventuales; aquellos asalariados libres, que podían entrar en el proceso productivo gremial pero no formaban parte como aprendices. ¿Y los marginados? ¿Quiénes son los que vivían al margen del quehacer de la mayoría? Los marginados son aquellos que no encajan en los estereotipos de forma de vida, trabajo y comportamiento que la comunidad considera como válidos. Los individuos marginados son los mendigos, los vagabundos, los pobres y las prostitutas. En el análisis sobre los marginados se puede abordar la moral del trabajo: en la Barcelona moderna, aquel que no trabaja, que no colabora con la comunidad, en sus mecanismos y tascas productivas no forma parte de ésta, por consiguiente, no merece ninguna ayuda ni consideración. El desocupado es inmediatamente considerado como un vagabundo y malhechor, dedicado a la vida ociosa. El ocio es un pecado, un vicio y un atentado contra la ley divina.16 El género es un concepto clave para intentar entender la sociedad en época moderna, la mujer no tiene identidad propia, esta supedita al hombre, está excluida de la toma de decisiones públicas y de la mayoría de los grupos corporativos. Está encajada en espacios sociales específicos como la casa, el mercado, la iglesia… Su rastro a nivel documental es muy escaso, ésta ausencia no responde a la importancia que tuvieron las mujeres en la Barcelona moderna. En una sociedad patriarcal la diferencia de género se palpa en todos los niveles, como por ejemplo en la diferencia de alfabetización, en las restricciones legales sobre posesión y transferencia de propiedad… toda la vida de las mujeres estaba limitada por esta dualidad biológica. Des de mi punto de vista, no podemos analizar la sociedad sin dejar de lado el cincuenta por ciento de la población, tendremos una visión limitada.17 Barcelona, como ciudad portuaria abierta al mediterráneo, obtendrá un flujo de personas con unas características propias con relación a las otras ciudades del Principado y la Península Ibérica. En la Barcelona moderna, pertenecer a una minoría suponía una diferencia de la mayoría. Encontramos a lo largo del período, que abarca del año 1540 al 1652, legislaciones específicas hacía éstas minorías étnicas y religiosas, dónde el gavatxo, tendrá un lugar destacado. Después de cerca cien años de flujo migratorio, en 1624, observamos en la documentación el origen francés de las personas. ¿Cómo se traducía esta diferenciación social en la vida diaria de la urbe? 15

J. S. Amelang, Gent de ribera… pp. 28-29. Marta Jové y Helena Kirchner, “Captaires, prostitutes i rodamons Barcelona 1600-1640”, Actes del primer congrés d’história moderna de Catalunya, Barcelona, 1984, Vol.I pp. 471-478. 17 J. S. Amelang, Gent de Ribera… pp. 38-39. Annie Molinié-Bertrand, "La mujer en la cultura mediterránea", El Mediterráneo, confluencia de culturas, Universidad Almería y Universidad ParísSorbonne, 2002. 16

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Después de esta pequeña introducción a la sociedad barcelonesa intentaremos averiguar la posición que ocuparon los franceses en la Barcelona de principios del siglo XVII. 2. Movimiento migratorio Este trabajo está impregnado de la visión que tengo de Barcelona y de sus ciudadanos; de cómo me fascina pasear por el centro de la ciudad, por unas calles llenas de historias y ver gente de todos los rincones del mundo. Gente que en el siglo XXI sigue haciendo lo mismo que los franceses en época moderna, buscar un lugar donde vivir mejor. A continuación encontrareis un estudio en marcha, un esbozo de los elementos que creo importantes para entender el devenir de una minoría demográfica. La acogida de franceses es una característica peninsular, en muchos de los rincones encontramos oriundos del Midi Francés y el Macizo Central. Según las zonas de la península encontramos franceses procedentes de diferentes territorios: las gentes del Llenguadoc hacía Cataluña, los Bearneses hacia Aragón, los Auvernios preferentemente hacia Castilla... Los motivos de éste desplazamiento se hayan en la salida y en la meta. Buscar las causas que llevaron a un francés a abandonar su casa es indagar en factores políticos, económicos, sociales, familiares, demográficos, históricos y culturales, lingüísticos… Una de las características del movimientos migratorio francés consiste en la coexistencia de modelos de inmigración diferentes: encontramos una corriente organizada y planeada, motivada por redes familiares y profesionales; inmigrantes de carácter temporal; una inmigración espontánea, gentes que se van de sus casas con lo puesto, sobre sus pasos van construyendo su futuro aceptando cualquier tipo de faena; y en última instancia, una emigración de calidad, franceses con un oficio y dedicados a actividades específicas.18 Volviendo a los motivos que llevaron a los franceses a abandonar su casa y siendo un poco más concretos, encontramos básicamente tres: las guerras de religión; un excedente de población y una organización familiar donde el primogénito tenía ventaja frente a los otros hermanos, los que no disfrutaban del mayorazgo habían de subsistir fuera de la unidad familiar. En la tierra de acogida, encontramos una despoblación durante la primera mitad del siglo XVI, una necesidad de mano de obra para trabajar el campo que estas personas supieron aprovechar. 19 A partir de Isabel y Fernando el Católico, la coyuntura económica ayuda a que desaparezcan los obstáculos que se oponían al desarrollo de la actividad económica. En el caso concreto de Barcelona la situación estratégica como puerta hacia el mediterráneo, ser una urbe dinámica económicamente y con un sector manufacturero muy importante podrína ser factores a sumar a la atracción. Con este panorama vemos como los gascones tuvieron más oportunidades para ocupar todos los terrenos de la economía.20 La cronología del ciclo migratorio hacia la ciudad condal y aceptada para el general de la península la establecen Nadal y Giralt a través del registro del Hospital de Santa Creu. Las llegadas abarcarían de Fernando el Católico a Felipe IV. Constatan a partir de 1500 un aumento del porcentaje de ingresados de origen franceses, que no para de crecer hasta 1640, momento en que se constatan cifras más bajas que al inicio. 18

J.A. Salas Auséns, En busca de El Dorado… pp. 15-26 y pp. 260-263. J.A. Salas Auséns, En busca de El Dorado... p. 19 y Xavier Torres i Sans, “Los sin papeles y otros. Inmigraciones francesas en Cataluña (siglos XVI-XVII)”, Mediterráneo económico: Procesos migratorios, economía y personas. 2002, núm.:1. P. 2 i 3. 20 J. Nadal, Immigració i redreç demogràfic... p. 184-186. 19

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Dividen el período en tres etapas: la primera consiste en una fase ascendente, de finales del siglo XV hasta 1540. La segunda corresponde a la plenitud migratoria, de 1540 a 1620. En la última fase, de 1620 a 1640, se produjo el declive migratorio.21 El inmigrante procedía del midi francés, por encima de las diferencias existentes entre la escritura del catalán y la propia de éste territorio, parece ser que hablaban una lengua parecida a la de los ciudadanos de Barcelona, si más no, el idioma no suponía una traba para la adaptación.22 Las fuentes documentales para el estudio de la inmigración son variadas, muchas aún para ser utilizadas y otras por descubrir. A través del libro de Salas Auséns nos podemos hacer una idea general, básicamente ésta proviene de cuatro marcos muy grandes: documentación institucional, religiosa, de protocolos y profesional. Las diferentes instituciones políticas promovieron: matrículas de extranjeros, licencias de avecinamiento, registro de aduanas, documentación de asuntos exteriores, procesos judiciales y matrículas comerciales. El segundo marco consiste en el ámbito religioso, básicamente derivada de los diferentes registros parroquiales: matrimonios, nacimientos, defunciones y licencias matrimoniales. El tercer gran ámbito consiste en los protocolos notariales: capitulaciones matrimoniales, testamentos, contratos de compraventa, de aprendizaje, préstamos… Para finalizar esta larga lista de fuentes a utilizar vemos las fuentes de oficio. Nos dan gran información para indagar sobre las relaciones de profesión, sectores económicos concretos, los integrantes franceses de los diferentes gremios…23 Como vemos las fuentes son múltiples, en mi caso, no he tenido tiempo para consultar tantísimas. Dentro de la línea que quiero seguir, encuentro muy interesante indagar en los protocolos notariales, muy abundantes y bien conservados en el caso del AHPB. Otras fuentes que creo que pueden ser de gran utilidad para indagar sobre aspectos de integración son las licencias matrimoniales: describen trayectorias vitales de los inmigrantes, desde el momento que abandonan su localidad hasta que se casan; a la vez, supone una historia de ambos, tanto del hombre como de la mujer.24 He mencionado los principales motivos, la cronología, las diferentes redes que se crearon para que la integración fuera más llevadera, así como, las fuentes documentales a utilizar para investigar sobre el tema… Ahora que tenemos una idea general de la inmigración francesa en toda la península entraremos a analizar el caso concreto del artículo, el proceso de adaptación en Barcelona a principios del siglo XVII. 3. La comunidad francesa en Barcelona durante el siglo XVII A principios del siglo XVII, ya creo que existen ciudadanos de Barcelona25 de origen o pasado francés, completamente integrados en la vida cuotidiana de la ciudad. El estudio de la minoría social francesa lo he intentado realizar partiendo de siete puntos: La familia; sociabilidad y redes familiares; información relativa a la matrícula de franceses de 1637; franceses en relación con las instituciones: procesos judiciales, brujería e

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J. Nadal, Immigració i redreç demogràfic... p. 123-129. Pierre Vilar (cord.), Història de Catalunya, vol. IV, p. 103. 23 J. A. Salas Auséns, En busca de El Dorado… pp. 29-34. 24 J. A. Salas Auséns, En busca de El Dorado… p. 31. 25 Para tener la condición jurídica de ciudadano de Barcelona era necesario haber vivido en la ciudad al menos un año y un día. E. Giralt, La colonia mercantil… p. 219. 22

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inquisición; la cofradía como un elemento de sociabilidad y Joan Pons, un caso particular de inmigración y adaptación. 4. Familia La familia consiste en un sujeto de estudio histórico muy rico y en el que se está trabajando y aún hay muchas cosas que decir. El primer ejemplo de sociabilidad e integración que me gustaría remarcar son los matrimonios. ¿Cómo se conforma la familia? El primer indicio es el matrimonio. Para la historiografía que trata sobre inmigración francesa, los matrimonios son claves para analizar dicho movimiento. Pero desde que llegan hasta que se casan han habido de pasar unos años de adaptación e integración. Siete de cada diez matrimonios de un francés en la ciudad condal, corresponden a la unión entre éste y una autóctona. Como hemos comentado anteriormente, la mayoría de los inmigrados son jóvenes solteros, la unión con barcelonesas puede ser una necesidad debido a la poca inmigración de mujeres francesas. Los matrimonios pues, son un ejemplo de integración de los franceses en Barcelona, un ejemplo de inmigración permanente y un mecanismo de ascensión social en época moderna. También es importante los hijos del matrimonio, la mayoría de los franceses casados tienen hijos i éstos residen en Barcelona o Cataluña.26 ¿A los hijos de francés, nacidos en Barcelona, se les recordaba su pasado de inmigrante? Para mi punto de vista es un elemento importante a tener en cuenta a la hora de cuantificar el grado de integración, o si más no, el grado de aceptación hacia la comunidad forana. La matrícula de 1637 nos da información del estado civil, por lo tanto los solteros también están representados y son el segundo grupo más numérico, dentro de éstos los más numerosos se dedican a oficios domésticos y, en menor número, son técnicos de alguna profesión manual como la de sombrerero.27

Me gustaría en épocas venideras ampliar el estudio de la familia, creo que nos puede dar mucha información debido a que consiste en el elemento básico de organización social 26 27

A. Capdevila, Les xarxes de sociabilitat… pp. 3 y 4. M. Rey, Els inmigrants… p.26. M. Rey, Els inmigrants… p. 26.

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en época moderna. Nos puede dar un punto de vista original al trabajo y la oportunidad de fijar-nos en un elemento clave para la sociabilidad entre inmigrantes. 5. Sociabilidad y redes migratorias Mi abuela vino a Barcelona cerca de 1940 proveniente de Sena, un pueblo de la comarca de los Monegros porque unas tías ya estaba en la ciudad, al igual que otros muchos de su pueblo. ¿Fue muy importante para ella que tías ya estuviera lejos de casa para decidirse finalmente a emigrar y, concretamente, a la ciudad condal? En éste segundo apartado quiero hablar sobre las redes de sociabilidad, los contactos previos que podían tener los franceses antes de marchar de sus casas y las relaciones que mantuvieron una vez llegados a la nueva ciudad. Como ya hemos comentado las redes de sociabilidad son un elemento característico de las migraciones y el caso francés no es una excepción. La emigración planeada no fue la única, por contrapartida existió lo que hemos citado como emigración espontanea, personas que se echaron a la aventura con lo puesto, con el objetivo de encontrar trabajo, pero no necesariamente en una actividad predeterminada, más bien en aquella que encontraban. Entrando en los lazos de sociabilidad, remarcar la existencia e importancia de la emigración en red, sea familiar, sea de vecindad o laboral y el efecto en cadena que suponía para personas de un mismo territorio. En numerosos casos vemos como los recién llegados se instalaban en casa de algún pariente, como un tío o un hermano; en otros casos en casa de algún compatriota amigo o vecino; todos ellos establecidos en la ciudad en tiempos anteriores, y hasta que el recién llegado no se casaba o tenía independencia económica no abandonaba la casa.28 Si entendemos casa como unidad familiar, es curioso contrarrestar las familias francesas de recién llegados con la de los autóctonos, el hecho descrito probablemente nos lleva a considerarlo una característica de la familia inmigrada. Alexandra Capdevila en el citado artículo nos ilumina con una característica básica del sistema organizativo de la vida al norte de los Pirineos. La asociación entre vecinos constituía un principio básico, los flujos migratorios no iniciaban ningún comportamiento nuevo ni independiente, se han de enmarcar dentro de una práctica colectiva forjada a lo largo de diversas generaciones. La constatación en un mismo territorio de oriundos de una misma localidad es un signo evidente de un flujo migratorio colectivo. Otro ejemplo es la integración de jóvenes recién llegados en casa de artesanos de origen francés, entran como aprendices y como en el anterior caso, hasta que no tienen autonomía para crear el propio taller o se casan no abandonan el primerizo hogar. En épocas posteriores surge la figura de pasadores, personas que a cambio de una retribución económica pasaban a gente por la frontera hasta su destino. 29 La existencia de una actividad económica que sacaba beneficio de éste flujo nos hace constatar la gran cantidad de personas que cruzaron las montañas. 6. Relación de los franceses que hay establecidos en Barcelona (1637) La matrícula de los franceses establecidos en Barcelona de 1637 se realiza en una fase del movimiento migratorio muy avanzada, cuando ya han vivido varias generaciones por las calles de Barcelona. El censo nos da los nombres, estado civil, profesión, 28 29

J. A. Salas, En busca de El Dorado… pp. 260-263. A. Capdevila, Les xarxes de sociabilitat… p. 5. A. Capdevila, Les xarxes de sociabilitat… p.5

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número de hijos y situación económica de 1.297 cabezas de familia para toda la ciudad de Barcelona y su territorio de extramuros. Multiplicando por cuatro –media que ha calculado Moreu Rey para la unidad familiar: la mujer y dos hijos- encontramos a 5.190 franceses, más del diez por ciento de la población total de Barcelona a principios del siglo XVII.30 A través del censo se puede sacar información para entender el movimiento migratorio, Rey juega con muchos datos numéricos y con la elaboración de tablas saca conclusiones básicamente relativas a matrimonios, edad y profesiones. Giralt denota una ocultación de muchos comerciantes en la matrícula que las fuentes notariales han probado que vivían en Barcelona en 1637. Sin duda, la colonia francesa era mucho más numerosa de los 1.297 franceses que entrevistan. Al efectuarse la matrícula, unos habían abandonado ya la ciudad temiendo hostilidades; otros, los más poderosos, consiguieron burlar la real pragmática debido al poder económico y social que representaban.31 I des de mi punto de vista, muchos descendientes de inmigrantes venidos años atrás, ya están más que integrados en la sociedad y probablemente su pasado francés ya no está presente en sus vidas. Primero de todo me gustaría hacer mención a los datos respectivo a las edades. Una cifra muy importante es el tiempo de residencia en la ciudad, si se relaciona con la edad que tienen en 1637, se puede saber con cuantos años llegaron a la ciudad, la edad de emigración.

Según Rey de estas cifras podemos constatar que la comunidad francesa en 1637 ya está consolidada, organizada en familias y proviene de una migración masiva durante el 30 31

M. Rey, Els immigrants francesos… p. 19. E. Giralt, La colonia mercantil… pp. 219.

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siglo XVI. Durante la encuesta se tendía a redondear las edades y los años en múltiples de diez, por lo tanto existe una variable de error.32 Debido a la poca madurez de los expatriados representó una mano de obra no cualificada, no formada, sin un oficio determinado al llegar a la ciudad. Consecuentemente, el grado de especialización lo han adoptado dentro de las necesidades socioeconómicas y del sistema de formación laboral de la urbe. 33 A través del gráfico vemos que el 74% de la población francesa en Barcelona lleva más de veinte años viviendo en la ciudad. Después de tanto tiempo es de suponer que el grado de integración ha de ser elevado. Esta cifra también nos da pistas de la disminución del flujo migratorio a partir del siglo XVII.34 Otro elemento en que se fija Rey es en los oficios y en qué calle vivían los franceses. Dentro de la organización corporativa de la ciudad es un elemento muy importante, tanto para poder enmarcar al inmigrante dentro del escalafón social derivado de la profesión, como para comprobar la concentración demográfica por zonas. Algunos oficios se encuentran aun exclusivamente en una calle o barrio especializado, la concentración por oficios es una característica que a principios del siglo XVII aún se observa.

A través del gráfico vemos como los inmigrantes llegaron a desarrollar una cantidad muy variada de oficios, tanto especializados como no; vemos una gran complexidad a la hora de analizar el proceso de adaptación y la integración en la vida corporativa de la ciudad. En el caso de las actividades agrícolas es característico, corresponde al sector económico que más personas se dedican, es un oficio no culificado y fuera del amparo de un gremio, como podría ser el artesanal. La siguiente infografía nos muestra como en algunas zonas situadas en el interior de murallas vivían payeses, están instalados en zonas periféricas de la ciudad poco pobladas, donde en esa época habían campos y 32

M. Rey, Els immigrants francesos… pp. 24-29 J. Nadal, Immigració i redreç demogràfic... p. 125 34 M. Rey, Els immigrants francesos... p. 28. 33

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zonas de cultivo. Si ponemos en relación los porcentajes más elevados de franceses dedicados a la agricultura, vemos que la mayoría de payeses no viven en las zonas con más concentración de franceses.

A modo de conclusión de éste tercer apartado constatar la gran dificultad y el gran número de interpretaciones que nos ofrece la matrícula de los franceses del año 1637. Es una fuente que nos da muchos números con los que poder jugar y mezclar con otras informaciones para así sacar conclusiones más sólidas. Me gustaría hacer una última infografía, poner sobre un mapa de Barcelona de principios del XVII, las casas de los franceses. Podremos ver las zonas más pobladas, relacionar el gran número de oficios que ocuparon, concentraciones demográficas... 7. Procesos judiciales, brujería e inquisición Los procesos judiciales dan noticia de las personas en situaciones de conflicto y permiten entrar en la vida del personaje, en estudios más personales.35 En este apartado quiero indagar sobre las hostilidades que se crearon des de instituciones de poder como son la monarquía, la iglesia, los señores feudales y el consejo municipal. Las diferentes legislaciones frente a esta minoría nos hacen ver la importancia de dicho sector social y nos informan sobre la coyuntura política entre las dos monarquías. Las medidas de carácter legal adoptadas por un gobierno son un condicionante para el flujo migratorio. Los conflictos casi permanentes mantenidos entre Austrias hispanos y Borbones a partir de 1635 hasta Carlos II son factores determinantes para el declive migratorio. Vemos como el poder de la corona va más allí de sus legislaciones e influía sobra la iglesia para que, con el pretexto de la lucha contra la herejía, controlara o dificultara la presencia de franceses. 1635 es un año clave para la inmigración francesa en materia legislativa; se 35

J. A. Salas Auséns, En busca de El Dorado… p. 31.

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creó en Madrid una Junta de Represalias de la que salió una orden de embargo y la tan citada Matrícula de franceses establecidos en el litoral.36 Toda y esta situación de hostilidad y xenofobia, hemos de entender que las leyes eran de difícil cumplimiento y control en la edad moderna. Vemos muchas leyes, des de principios del siglo XVI hasta el siglo XIX en las cortes de Cádiz, promovidas por el poder, pero nos hemos de preguntar sobre la capacidad de la administración para conseguir el cumplimiento de sus normas. No siempre se promueven políticas de exclusión, en ciertos momentos, como por ejemplo con Felipe IV, programó la captación selectiva de inmigrantes. Todo y las diferentes leyes antiinmigración, más numerosas que las de captación, el flujo continuó durante toda la época moderna.37 Los inmigrantes franceses despertaron hostilidades para la población autóctona de la Cataluña moderna, encontramos discriminación corporativa y competitividad laboral, entre artesanos autóctonos y recién llegados. Las autoridades identificaron a los expatriados con bandoleros, criminales y brujas, se les acusaba continuamente de delincuencia y violencia.38 Uno de los acontecimientos que nos ayudan a entender la realidad de la colonia francesa en Barcelona a principios del siglo XVII son los procesos inquisitoriales. El año 1552 las autoridades públicas manifiestan que ya no quedan en la ciudad moros y judíos, lo que proliferan eran gavatxos luteranos. Hasta bien entrado el siglo XVII los procedimientos inquisitoriales en la ciudad de Barcelona contra luteranos fueron, sobre todo, una cacera de franceses. Las penas que recibieron éstos franceses iban des del envío a galeras hasta la hoguera, son condenados principalmente por herejes y, en menor número, se encuentran procesados por bigamia y sodomía. Llama la atención el gran porcentaje de franceses en los autos de fe en relación con los autóctonos, el Santo Oficio no pudo o no quiso juzgar a catalanes de categoría por herejía. En conjunto, más de 275 hombres fueron condenados a galeras por la Inquisición de Barcelona entre 1550 y 1640, los totales más bajos de la Corona de Aragón exceptuando Mallorca. De los 275, 60% eran franceses, los catalanes no llegaron al 25%. En 1640 después de la gran rebelión y el pacto con Luís XIII las actuaciones de la inquisición varían, los inmigrantes ya no son los principales objetivos de la política inquisitorial. Vemos pues, que un viraje hacia Francia conlleva una política más tolerante del Santo Oficio.39 ¿Por qué la Inquisición procesa a más franceses que autóctonos? Creo que las razones vas más allá de la xenofobia, des de mi punto de vista hemos de tener en cuenta una posición de respeto y la intención de no juzgar a autóctonos des de una institución castellana. En época moderna la monarquía hispánica intenta mantener las tradiciones políticas de cada territorio, tal vez, la inquisición no querría levantar mucho odio entre los catalanes, entre las personas que tenían el poder, por miedo a una oposición frontal a sus decisiones. Cierto o no, partiremos de ésta hipótesis para siguientes investigaciones. El fenómeno de la caza de brujas, muy característico en Cataluña a principios del siglo XVII, nos da muchas pistas sobre inmigrantes franceses. Un gran número de las 36

J. A. Salas Auséns, En busca de El Dorado… pp. 77-83. J. A. Salas Auséns, En busca de El Dorado… pp. 84-86. 38 Xavier Torres Sans, “Los sin papeles y los otros. Inmigraciones francesas en Cataluña (s. XVI-XVII)”, Colección Mediterráneo Económico: Procesos migratorio, economía y personas, 1 (2002), pp. 347-361. 39 William Monter, “Els immigrants francesos i la inquisició de Barcelona, 1550-1650”, Avenç, 120 (1988), pp. 10-14. Elisabeth Balancy, “Les immigrés français devant le tribunal de l’Inquisition de Barcelone (1592-1692)”, Les Français en Espagne à l’époque moderne, Toulouse, éditions du Centre National, 1990, pp. 45-69. 37

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acusadas son mujeres francesas, debido a las características de la inmigración francesa: jóvenes varones, el género femenino no lo vemos muy representado en las fuentes y bibliografía consultada. El único hándicap es que la gran mayoría de procesos que se abrieron para juzgar a mujeres que practicaban la brujería se dan por autoridades señoriales y en zonas rurales, alejados de la ciudad de Barcelona. La inquisición de Barcelona no juzgo a éstas personas ya que adoptan una posición de incredibilidad delante de éste fenómeno, en general, promovieron sentencias más tolerantes que los tribunales civiles. Entre 1600 y 1635 el tribunal de Barcelona juzgó a 26 personas relacionadas con cuestiones de brujería, el recurso al tribunal inquisitorial fue a menudo una táctica, des de la defensa del acusado, para evitar las duras condenas de los tribunales locales.40 Las gentes de la península ibérica atacaban a los franceses con prejuicios, acusándoles de herejes y bandoleros. El bandolerismo es otro fenómeno muy característico de la Cataluña moderna y en ésa época muchos franceses eran acusados de pertenecer a los grupos armados y practicar la delincuencia. Estudios recientes demuestran que el bandolerismo no fue un fenómeno importado, ni mucho menos de inmigrantes. X. Torres nos informa que el 20% aproximado de los bandoleros eran de procedencia francesa.41 Las diferentes hostilidades contra la minoría inmigrante vienen dadas por generalizaciones que llevaban a ideas inexactas, prejuicios que manchan a la gran mayoría de los inmigrantes que vienen a ganar-se la vida pacíficamente. Las acusaciones de brujería y bandolerismo consisten en criminalizar a un sector social débil y en desventaja frente a la población autóctona.42 En éste contexto de hostilidad de la población mayoritaria, a través de la palabra y en base a prejuicios, vemos múltiples semejanzas con la actualidad. 8. La cofradía de la nación francesa Las comunidades extranjeras en la España moderna desarrollaron mecanismos políticosociales e institucionales de integración para sobrevivir en las diferentes urbes. Pertenecer a un grupo concreto aportaba privilegios, el soporte mutuo y la beneficencia suponía para los más desfavorecidos una vía de subsistencia. La beneficencia y las prácticas piadosas, dejan ver una clara sociabilidad y estrategia de grupo.43 Crespo en su artículo trabaja sobre una cofradía sevillana, comenta que el caso andaluz se puede extrapolar a otros fenómenos de sociabilidad, religioso o no, por parte de los extranjeros establecidos en centros urbanos españoles. Estas agrupaciones se beneficiaron de la unión y se convirtieron en auténticos fondos económicos para la supervivencia del grupo. La actividad de la cofradía se manifestaba a través de diferentes formas: la creación de hospitales, la ayuda espiritual, la canalización de dotes, ayudas económicas y como manifestación extrema de la piedad cristiana, la sepultura.44 En el caso de Barcelona, el 9 de octubre de 1616 se funda la fraternidad de la nación francesa y obtienen del convento de menorets de Nostra Dona de Jesús, al camí 40

Agustí Alcoberro, “La cacera de bruixes”, Pirates, bandolers i bruixes, Barcelona, Barcanova, 2004, pp. 158-228. 41 X. Torres, “Los sin papeles…”, pp. 355-359. 42 X. Torres, “Los sin papeles…”, pp. 360-361. 43 Ana Crespo Solana, “Nación extranjera y cofradía de mercaderes: el rosto piadoso de la integración social”, Coloquio internacional: Los extranjeros en la España Moderna, Málaga, 2003, vol.2, pp. 75-187. 44 A. Crespo Solana, “Nación extranjera…”, pp. 76-78.

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de Gràcia, el permiso para edificar una capilla. El acto cuenta con la presencia del cónsul, ciudadanos de Barcelona y otras personalidades.45 Nombran como patrón a San Luis, Rey de Francia. Existe mucha relación con la cofradía de la Flagel·lació, iban juntos a la procesión que la Congregació de la Puríssima Sang, que la parroquia del Pi organizaba el jueves santo.46 La cofradía sigue la misma lógica estamental de la sociedad, estaba organizada y jerarquizada internamente. El acceso a la asociación estaba reservado a franceses o hijos y nietos de éstos, por línea masculina, aunque españoles de nación. 47 Existen funciones dentro de la organización para regular la posición de cada individuo, la elite elegía anualmente a unos representantes y a todo el anagrama de la corporación. En el caso sevillano, Crespo, hace hincapié en la confección de una cofradía de base comercial. En el caso barcelonés, no es así hasta después de los años 40 del siglo XVII cuando la presencia de comerciantes franceses es importante. 48 La primera administración de la asociación la componían mayorales y oficiales. Encontramos a franceses con oficio: un panadero, un propietario, un pellaire, un pentiner, y un mercer.49 Al final del documento encontramos una relación de las personas que asistieron al acto y dan fe del acta notarial, aparece el nombre y el oficio. Estudiar estas personalidades sería una manera de empezar a saber quién formaba parte de esta organización..

De un total de sesenta y un hombres, encontramos veinte cinco oficios diferentes, a más de otros dos que no he podido reconocer. Los oficios más representados son los menestrales Si agrupamos la actividad económica en relación al producto que obtenían obtenemos un primer grupo, el más numeroso, dedicados a la construcción de objetos diversos. El segundo grupo consiste en el sector alimenticio y el tercer grupo que me 45

E. Giralt, La colonia mercantil… p. 223 M. Rey, Els immigrants… pp. 15-16 AHPB, G. S. Pedralbes, Manual 1615-1616, 9 octubre de 1616. 46 Rey, Els immigrants… pp. 15-16 47 Rey, Els immigrants… pp. 15-16 48 Emili Giralt, La colonia mercantil… p. 223. 49 M. Rey, Els inmigrants… pp. 17

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gustaría destacar son los que trabajan tejidos. Individualmente no suponen una gran participación, pero en grupo llegan a ser diez personas dedicadas al sector textil. Fuera del ámbito gremial encontramos otras ocupaciones, la más numerosa es el caso de 4 payeses, y el que me gustaría remarcar es el Cónsul de la nación francesa: Pere Ortiz. ¿Qué función tenía el cónsul dentro de la organización corporativa y en la ciudad en general? Investigar sobre el cargo y la persona que desarrolla la función sería interesante y una buena vía para saber más sobre la comunidad francesa. Otro de los personajes y oficios que me gustaría remarcar es la presencia en dicha fundación de Joan Pons menor carreter, parece ser que encontramos otra pista del personaje en cuestión. 9. Joan Pons Des de mi punto de vista, una manera de hacer historia es trabajar personas concretas, con nombre y apellido. Consiste en usar un microscopio y fijarnos en el elemento más simple de la sociedad, un ciudadano.50 La idea es ir del micro al macro constantemente, poner ejemplos concretos en relación a un marco general. ¿Joan Pons es un ejemplo representativo? El contexto específico nos puede ayudar para saber lo que es normal y lo que no lo es, podemos llegar a saber lo que es lógico en la sociedad moderna. A través de muchos casos particulares el objetivo es llegar al sistema, construir el macrocontexto a través de muchos micro-contextos. A través de Joan Pons y un primer estudio de su testamento, pude recibir numerosísima información que me ayudaron a realizar una pequeña bibliografía del personaje: Hombre, de oficio traginer (carretero), ciudadano de Barcelona, hijo de Bernat Pons (francés) y de Caterina Ponsa (catalana). Hermano de Joan Pons major de dies. En 1624, momento de redacción del testamento, no tiene hijos. Deja en heredad todos los muebles a su mujer, si ésta muere, a su hermano. No sabemos qué bienes muebles deja en herencia, éstos los tendríamos que encontrar en algún inventario post mortem. Des del inicio de la fundación de la cofradía, en 1616, vemos que participa en ella. Por ser uno de los participantes en el acto de fundación podemos decir que en ese momento era una persona importante dentro de la comunidad francesa. Los traginers de carretas en Barcelona representan un 3% de todos los inmigrantes masculinos reflejados en la matrícula, 37 individuos. Tal vez, en la 1637 ya no estaba vivo, ya que realiza el testamento porque está ab indispositio corporal de lo qual tem morir. Se tendría que comprobar si sale reflejado en el documento. Para reconstruir las relaciones sociales que mantenía Joan Pons me he fijado en los albaceas, los encargados de realizar las últimas voluntades del difunto. En éste caso los escogidos son tres: Caterina Ponsa; Pere Baró, prevere menor en la iglesia Sant Pere de les Puelles, oficio eclesiástico y Vidal Pas ciudadano de Barcelona. Éste último también es conocido como Pagès, habitante en la torre de Mosèn Galceràn Secur Pedralbes, notario que dio autenticidad a la creación de la cofradía.

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Un ejemplo a seguir a la hora de hablar de microhistoria e historia social es Natalie Zemon Davis y por citar alguno de sus libros: El retorno de Martin Guerra, Universidad de Valencia, 2005. León el africano: un ciudadano entre dos mundos, Universidad de Valencia, 2008. E. Giralt al final del artículo realiza la biografía de los miembros de la colonia mercantil francesa de Barcelona, pp. 264-278.

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Caterina Ponsa es la mujer y tiene éste apellido por la adopción del marido al casarse, aspecto de la sociedad patriarcal en época moderna. Caterina tenía una dote de 70 libras y Joan Pons pagó un escreix, la cantidad que ofrece el marido en el momento de casarse, aunque el testamento no especifica la cantidad. Joan Pons la hace hereda universal. Una buena manera de indagar sobre Caterina sería a través de los capítulos matrimoniales. Después de rastreas hasta ocho volúmenes de capítulos matrimoniales del notario Vicent Celleres, no he encontrado ningún protocolo a nombre de dichos protagonistas. Otra persona que sale en el testamento y quiero hacer mención es Miquel Adell. También es carretero y francés, según el testamento, vemos que mantenían relaciones económicas: Joan le deja a Miquel ochenta y tres libras a través de un acta de debitori, préstamo con el que las dos partes se ponen de acuerdo y firman bajo notario. A parte de la deuda por préstamo, vemos que le debe a Joan dieciocho libras de una mula que le vendió; en total le debe noventa y una libras. Miquel Adell adquiere mayor protagonismo en este estudio en el momento en que también vemos reflejado su nombre en el acta notarial de creación de la cofradía de franceses. A través de esta constatación y otras incorporadas en el testamento, vemos información que nos ayuda a reconstruir la vida social y económica de Joan y la de toda una ciudad en época moderna: me refiero a información relativa al precio de los productos, las medidas y los pesos para mesurar productos. Con las transacciones monetarias y las compra-ventas, introducidas en el testamento, vemos el precio de los productos. La transacción con Miquel es un claro ejemplo, documenta que entre carreteros hay intercambio de mulas al precio de dieciocho libras la mula. En el testamento vemos reflejados los portes que Joan realiza como carretero y lo que cobraba, encontramos información sobre el precio de los cereales, la madera, los muebles. Podemos afirmar que el dinero que cobraba por transportar variaba según la distancia del viaje y lo que transportaba. De la suma de todas las transacciones económicas que el documento nos proporciona, vemos que le deben a Joan 581 libras, 46 reales y 22 sueldos. Cantidad con la que podría comprar treinta y dos mulas como las que le vendió a Miquel, el cual no pudo pagar ni una. Sería interesante extrapolar toda la información económica que nos facilita el testamento para ponerla en relación con la capacidad económica de otros ciudadanos franceses establecidos en Barcelona, de esta manera veremos la solvencia de Joan y podremos situarlo en la pirámide social. Con respeto a la relación entre Pons y Adell sería clave intentar encontrar el acte de debitori, se podría encontrar dentro de los documentos firmados por el notario de Barcelona Pere Llunell, activo entre 1604 y 1648. Creo que también sería interesante indagar sobre las personas con las que realiza actividad económica, ver quiénes son, si son franceses y porqué confían en Joan para el porte de sus productos. Joan Pons realiza el testamento el 1624, cuando la cofradía ya está creada. En el testamento no encontramos ninguna mención a la cofradía ni al convento de Nuestra señora de Jesús. Si hemos de poner al protagonista en relación a la vida corporativa de la ciudad lo haremos a través de Sant Pere de les Puelles y la cofradía de Sant Magí. Prefiere ser enterrado en el carnero de dicho gremio antes que en cualquier otro, ¿Por qué? ¿Es la iglesia que tenía más cercana? ¿En la que asistía a diario? o ¿es la iglesia dónde el gremio de Sant Magí estaba establecido? ¿Joan Pons está integrado a la ciudad de Barcelona?

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10. Conclusiones Primero de todo constatar los enormes vacíos de contenido, es un primerizo estudio que poco a poco iré mejorando y haciendo más amplio. Todos los aspectos introducidos podrían ser muchos más extensos con la consultada de más bibliografía y documentación. Analizar la adaptación de un inmigrante en la Barcelona del siglo XVII no es tarea fácil. Para acércanos a la realidad de la colonia francesa tenemos diferentes vías, algunas de ellas denotan integración y otras confrontación entre las dos comunidades. Como hemos visto, he tenido en cuenta las redes de fraternidad que extendieron los recién llegados. Es muy importante para un recién llegado tener contactos que le ayuden a encontrar faena y tener un sitio donde dormir en los primeros meses de llegar a la nueva urbe. Los matrimonios nos ayudan a configurar el origen y consisten en uno de los nexos de unión con la sociedad autóctona, a más de constatar que el inmigrante ya tiene una solvencia económica para crear una familia. Otro aspecto que nos ayuda a entender la comunidad francesa es la cofradía, creo que puede ser una vía de investigación muy buena. Me puede aportar mucha información sobre las gentes y las diferentes actividades económicas y sociales que desarrollaban, encontrar el archivo que custodia toda esta información será uno de mis objetivos de ahora en adelante. La cofradía puede ser un elemento muy importante para enmarcar a todos los franceses como conjunto, dentro de un marco común en relación a la ciudad y a las diferentes cofradías. Hacer comparaciones con otras cofradías de la ciudad nos hará ver si la organización se convierte en un elemento clave para la integración y la recibida de nuevos inmigrantes. Otros elementos interesantes para abordar la realidad que tuvo que superar la comunidad francesa es la legislación y la justicia. El poder regula a la inmigración, hace leyes para controlarla, eliminarla, aceptarla… Algunos de los franceses tuvieron que superar un proceso inquisitorial por supuestos herejes o brujas. Este tipo de documentación denota una inmigración menos adaptada al devenir social de la mayoría, en todos éstos procesos, vemos como la procedencia étnica es recordada y está presente por el poder judicial. Des de mi punto de vista esta documentación no nos refleja la vida social que mantenía el individuo/a. Con respeto a Joan Pons me gustaría seguir trabajando el testamento. Creo que sería interesante sacar más información sobre aspectos de la vida de dicho personaje, como la actitud delante de la muerte, el cristianismo en su vida, el oficio de carretero, el pertenecer al gremio de Sant Magí, reconstruir las relaciones sociales… Me motiva poder dar vida a un personaje particular, pero siempre teniendo en cuenta la sociedad en la que vivió, poniéndolo en relación con el contexto y otros ciudadanos. Uno de los objetivos que me marco es abordar toda la posible documentación donde pueda encontrar a Joan Pons. El censo realizado por la Junta de Represalias el 1637 es una fuente importantísima para estudiar a los franceses en Barcelona. Es un documento muy detallado y nos da mucha información con la que trabajar. Quiero consultarla de primera mano para profundizar. Como hemos visto, partir de los oficios que practicaban nos llega a ver un ejemplo de integración, vemos franceses en muchas actividades económicas y esparcidos por la ciudad. Desde mi punto de vista el historiador investiga y divulga. Es en la divulgación donde creo que nos tenemos que modernizar. En el trabajo he incorporado infografías,

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visualizaciones de los datos históricos que ayudan a entender y a ver la información de una manera diferente. Las nuevas tecnologías nos proporcionan herramientas para trabajar y poder sintetizar la información, visualizarla y divulgarla de una manera más atractiva y comprensible. Tanto la matrícula de 1637 como el testamento de Joan Pons incorporan mucha información numérica que puede ser representada.

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Comerciantes del delfinado en la Sevilla del siglo XVIII, organización familiar y entramado comercial Dauphine traders in Sevilla eighteenth century, training and family commercial network Sara JARANA VIDAL Universidad de Sevilla Resumen: En el presente trabajo se analiza la trayectoria histórica de una familia de comerciantes franceses que durante la primera mitad del siglo XVIII se asentaron en Sevilla. Procedentes de los Altos Alpes, en la provincia del Delfinado, Roland Hermil y María Baylle serán las piezas centrales que definan el desarrollo de un entramado comercial cuyo eje principal pivotará entre las dos ciudades más importantes de la Baja Andalucía, Sevilla y Cádiz. Durante generaciones, la familia Hermil-Baylle se vinculará matrimonialmente con personajes naturales de esta provincia francesa, y al dedicarse todos sus componentes al comercio de mercerías, paños y libros, mantendrán habitualmente relaciones de negocios entre ellos. Asimismo, además de Sevilla y Cádiz, también encontraremos miembros de esta familia distribuidos en distintos puntos de la geografía española y europea, hecho que les ayudaría en el desempeño de su actividad. Palabras clave: Delfinado, Sevilla, familia, comercio Abstract: This paper analyses the historical trajectory carried out by a family of French traders during the first half of the eighteenth century who settled in Seville.From the High Alps in the province of Dauphine, Roland Hermil and Mary Baylle are the central characters who will define the development of a commercial network between the two major cities of the Andalusia, Seville and Cadiz.My objective is to analyse the link that exists between the commercial activity with the generations of the family Hermil-Baylle linked by marriage with the people from the French province of Dauphine. The continued trade of haberdashery, dry goods and books maintained both the business and personal relations of this family.Also, in addition to Seville and Cadiz, we find other members of this family distributed in different parts of Spanish and Europe, something that would help the family continue the commercial trade activity. Keywords: Dauphine, Seville, family, business

1. Introducción El presente trabajo es parte de otro de mayor envergadura, un Trabajo Fin de Grado que se centra en un estudio del que no teníamos información hasta el momento1. Hemos analizado las bases familiares de una colonia comercial oriunda del Delfinado que hasta la fecha sólo había sido estudiada por Álvarez Pantoja en su trabajo “Propiedades Sevillanas en Canarias en el siglo XIX”2. Estamos ante el caso concreto de una familia de comerciantes, todos provenientes de la provincia del Delfinado, en el reino de Francia, y que asientan su actividad mercantil en la ciudad de Sevilla. Aquí vamos a 1

Sara Jarana Vidal, Las compañías comerciales de la familia Chaix, un entramado comercial francés entre Sevilla, Cádiz y Canarias en los siglos XVIII y XIX, Trabajo fin de Grado inédito, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2014. 2 María José Álvarez Pantoja, “Propiedades Sevillanas en Canarias en el siglo XIX”, IV Coloquio de Historia Canario-Americana, Cabildo de Gran Canaria, Casa de Colón, 1980, p. 895.

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analizar el desarrollo familiar de los Hermil-Baylle, matrimonio que conforma el núcleo inicial del trabajo citado anteriormente. Vamos a desdoblar su entramado familiar y comercial, atendiendo a las peculiaridades de este caso en concreto, en el que todos los componentes del estudio proceden de pequeñas aldeas, muy cercanas unas a otras, de los Altos Alpes Franceses, y siendo conscientes de las limitaciones del estudio, ya que no contamos con suficiente bibliografía de apoyo sobre esta zona concreta. En cuando a la metodología, este trabajo se ha realizado a partir de la consulta de una variada documentación bibliográfica y archivística; Habiendo consultado el Fondo de Protocolos Notariales del Archivo Histórico Provincial de Sevilla, el Fondo de Protocolos Notariales del Archivo Histórico Provincial de Cádiz y los libros matrimoniales del Archivo General del Arzobispado de Sevilla. 2. Extranjeros en el comercio español El descubrimiento de América supuso para España y para toda Europa un aliciente económico. Fue tal el atractivo de las Indias que, procedentes de todas partes de Europa llegaban a Sevilla comerciantes interesados en vender sus productos y en comprar las mercancías que traían los galeones españoles. Dado que todos ellos querían participar en los beneficios americanos, desde un principio, los Reyes Católicos, amparados por las bulas papales y el Tratado de Tordesillas, adoptaron el derecho de exclusión de los extranjeros en el comercio americano3. Y gracias a esta medida, las ciudades españolas y, en mayor medida las andaluzas, vieron cómo se acrecentaba su población extranjera4. Sin embargo, frente a un comercio cada vez más pasivo, sustentado por los mercaderes y por los productos extranjeros, el monopolio comercial cada vez era más débil5. Como expresa Girard, la imposibilidad que tenía España de aprovisionar ella sola a toda América, unida al exclusivismo celoso de los españoles, atrajo al comercio extranjero6. Los extranjeros, algunos de manera temporal y otros echando raíces 7 , forman parte importante e indiscutible de la sociedad española de los siglos XVII y XVIII, y lo cierto es que múltiples estudios han tratado este tema. Los mercaderes extranjeros desarrollaron diferentes estrategias en cuanto a métodos de integración y naturalización, según sus intereses. En el marco jurídico existirían dos categorías, los extranjeros y los nacionales. En el caso de Francia, país de origen de los comerciantes que ocupan este estudio, y cuya emigración en España durante la Edad Moderna se encuentra discriminada en la historiografía de ambos países8, hemos de decir que su comercio es esencialmente marítimo, muy poco interesado en el norte de Europa, mientras que ocupaba un lugar primordial en el Mediterráneo. El comercio francés se aprovechó 3

Margarita García Mauriño-Mundi, La pugna entre el Consulado de Cádiz y los jenízaros por las exportaciones a Indias, Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1999, p. 29. 4 María Begoña Villar García, “La matrícula de extranjeros en Málaga de 1765”, Baetica, estudios de Arte, Geografía e Historia, 1, 1978, pp. 359-390. 5 Cristina García Bernal y Julián Ruiz Rivera, Cargadores a Indias, Madrid, Mapfre, 1992, pp. 87-92. 6 Albert Girard, El comercio francés en Sevilla y Cádiz en tiempo de los Habsburgo, Sevilla, Renacimiento, 2006, p. 66. 7 Antonio Domínguez Ortiz, Los extranjeros en la vida española durante el siglo XVII y otros artículos, Madrid, Diputación de Sevilla, Área de Cultura y Ecología, 1960, pp. 75-87. 8 Jean-Pierre Amalric, “Franceses en tierras de España: una presencia mediadora en el Antiguo Régimen”, Coloquio Internacional Extranjeros en la España Moderna, Málaga, Universidad de Málaga, 2003, Tomo I, pp. 23-37.

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durante el siglo XVIII de las mejoras de las vías de comunicación. El país galo consiguió constituir un mercado nacional que estaría dominado por determinados centros de transacción permanentes, como era el caso de Lyon, que además de traficar con seda, lo hacía con una gran cantidad de mercancías de todo tipo 9; o Marsella, que era un importante centro de intercambio monetario10. El comercio francés extranjero estaba dominado por el tráfico de mercancías y la reexportación, que va adquiriendo un mayor desarrollo a lo largo del siglo XVIII; de hecho, entre 1716 y la Revolución francesa se multiplicará por cuatro su volumen, lo que se debe fundamentalmente al tráfico masivo de productos coloniales. Además, en Francia a principios del siglo XVIII, los salarios eran inferiores a los de Inglaterra y España, y por tanto, el coste de las manufacturas francesas era menor que el de las españolas, otro factor que explica la penetración de mercancía gala en el territorio de la monarquía hispánica11. 3. Comerciantes extranjeros en Sevilla: los mercaderes franceses La ciudad de Sevilla se encuentra en una situación geográfica muy favorable al situarse en una región privilegiada de los vientos alisios, que, soplando hacia el suroeste favorecen la navegación hacia las Islas Canarias y el continente americano, hecho que sumado a las ventajas que le daba su puerto fluvial, hicieron de Sevilla la ciudad perfecta para comerciar con América. Sevilla se va a conformar como el punto más sensible de la Corona, que actuaría a modo de bisagra entre la España peninsular y el Nuevo Mundo12. Además, sus buenas comunicaciones con la Meseta interior, la riqueza de la tierra de Sevilla y su condición de puerto interior abrigado y seguro dieron lugar a que se convierta en el gran núcleo organizador, cabeza de la campiña, del comercio y núcleo redistribuir de productos agrarios; todo ello explica las razones que llevaron a instaurar en ella el monopolio del comercio indiano. Así pues, la ciudad hispalense llegará a convertirse en la gran capital económica de la monarquía durante los siglos XVI y XVII al calor de la Carrera de Indias 13. La prosperidad de Sevilla se reflejó inmediatamente en el incremento de su población durante el siglo XVI14, mientras que el siglo XVII, cuando comenzó a hacerse notable la decadencia de la ciudad, se produjo un descenso de la población, y aún así, Sevilla seguiría siendo una de las ciudades más pobladas de España e incluso de Europa15. Todo aquel que deseara ser vecino de la ciudad tenía que solicitar al concejo la petición. Incluso, hasta las primeras décadas del siglo XVIII, los nacidos en la propia ciudad tenían que presentar la partida de bautismo junto con una declaración jurada de que pretendían quedarse bajo la jurisdicción de la ciudad16. 9

Batolomé Bennassar, Historia Moderna, Madrid, Akal, 2010, pp.756-760. Marcel Courdurié y Ferréol Rebuffat, Marseille et le négoce monétaire internacional (1785-1790), Marsella, Robert, 1966. 11 Guillermo Pérez Sarrión, La Península comercial: mercado, redes sociales y estado en España en el siglo XVIII, Madrid, Marcial Pons Ediciones de Historia, 2012, p. 205. 12 Antonio Domínguez Ortiz, Historia de Sevilla. La Sevilla del siglo XVII, Sevilla, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2006, pp. 15-16. 13 Ramón M. Serrera, La América de los Habsburgo (1517-1700), Sevilla, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2011, pp. 165-166. 14 Antonio Domínguez Ortiz, Orto y Ocaso de Sevilla, Sevilla, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1991, p. 71. 15 A. Domínguez Ortiz, Orto y Ocaso…, pp. 72-73. 16 Tamar Herzog, Vecinos y extranjeros, hacerse español en la Edad Moderna, Madrid, Alianza Editorial, 2006, p. 51. 10

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En cuanto a la identidad de los comerciantes, es algo difícil de definir, ya que muchos de los mercaderes realizaban sus actividades al margen de las dos instituciones comerciales, la Casa de la Contratación y el Consulado de Cargadores a Indias. Una parte importante de la élite comercial afincada en Sevilla había aprovechado tradicionalmente los resquicios legales para consolidar sus intereses en el comercio americano 17 . Pero, ¿hasta qué punto las posibilidades ofrecidas eran superiores a la realidad?, aunque en los últimos años se ha avanzado bastante, aún queda mucho por conocer sobre los presupuestos básicos de la actividad económica y comercial sevillana, aunque es sabido que había familias y grupos andaluces que comenzaban a ganar protagonismo en el ámbito mercantil18. En 1717, la Casa de la Contratación se trasladó a Cádiz y Sevilla perdió el monopolio del comercio indiano, quedando así en un segundo plano con respecto a la ciudad gaditana. Pero este declive también se debe al interés solapado de muchos comerciantes, sobre todo extranjeros, que querían trasladar el puerto a un lugar más difícil de controlar19. La cuestión es saber hasta qué punto Sevilla perdió importancia en favor de Cádiz. La escasa competitividad de su industria sumada a la progresiva superioridad comercial y portuaria gaditana, menguaron las posibilidades de crecimiento de la ciudad20. Partiendo de estas ideas, podemos concluir que Sevilla siempre fue un centro comercial de suma importancia, que en el siglo XVIII ve menguado su desarrollo por lo que supuso para la ciudad el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz, por los problemas de infraestructuras urbanas que sufrió la ciudad hispalense a lo largo del siglo y por el deterioro que en general sufrió el comercio español durante dicho siglo con la disminución de la llegada de remesas de las colonias americanas; pero aún así consiguió mantener una posición privilegiada en el comercio internacional, cada vez más controlado por los mercaderes extranjeros. En este estudio no se va a tratar el comercio americano, más bien nos vamos a centrar en el desarrollado entre Sevilla, Cádiz y Europa, más concretamente, con Francia. Dicho comercio no ha sido estudiado en profundidad puesto que los historiadores han sentido tradicionalmente una atracción por el comercio americano, aunque no por ello era menos importante. El estudio de caso que analizamos en este trabajo, trata precisamente de un comerciante francés afincado en Sevilla y que mantiene relaciones comerciales con Francia, desde la que era su sede comercial, Sevilla.

17

Manuel Fernández Chaves y José Manuel Díaz Blanco, “Una élite en la sombra: los comerciantes extranjeros en la Sevilla de Felipe III”, Las élites en la Edad Moderna: la monarquía española, Sevilla, 2009, Vol. 3, pp. 35-50. 18 Antonio Miguel Bernal y Antonio García-Baquero, Tres siglos del comercio sevillano (1598-1868): cuestiones y problemas, Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, pp. 161-167. 19 A. Domínguez Ortiz, Orto y Ocaso…, pp. 139-174. 20 Manuel Bustos Rodríguez, Cádiz en el sistema atlántico: la ciudad, sus comerciantes y la actividad mercantil (1650-1830), Madrid, Sílex, 2005, p. 60.

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4. Roland hermil y María Baylle, los orígenes de un entramado comercial francés en Sevilla El núcleo de este estudio es el matrimonio formado por Roland Hermil y María Baylle, ambos naturales de Monnetier de Briançon, en la provincia del Delfinado21. Además, estudiaremos otro matrimonio, que seguía probablemente una estrategia más comercial que familiar: el conformado por Juan Baptista Hermil, hermano de Roland, y Juana Baylle, hermana de María22. Ambos matrimonios estarán vinculados de manera constante, tanto familiar, como económicamente, ya que la primera compañía comercial de la que tenemos constancia es la establecida por los hermanos Hermil, Roland y Juan Baptista, la “Hermil hermanos Cª.”23. Aunque no sabemos si la compañía se fundó en Francia o ya a su llegada a España, ni la fecha exacta de fundación, si que sabemos que para 1752 ya llevaban varios años como vecinos de Sevilla, donde nacieron los hijos mayores de Roland y María. También sabemos que precisamente, en 1752, la compañía de los Hermil se traslada a Cádiz, momento en el cual traspasan su tienda de libros en las gradas de la catedral, a la compañía establecida por Antonio y Diego Berard 24 , mercaderes franceses provenientes de la misma zona de los Altos Alpes, y con quien se verán vinculados familiarmente cuando en 1754 Roland case a su hija mayor (de 16 años), María Cathalina, con Antonio Berard25. Efectivamente, cuando en 1752 los Hermil-Baylle cambian su residencia a la ciudad gaditana, traspasan su tienda a los hermanos Berard, naturales de Chantemerle de Briançon26, y en 1754, ambas ramas establecerán vínculos familiares directos, lo que se repetirá cuando Margarita Apolonia, hermana de María Cathalina, casa con el hermano de Antonio Berard, Diego, también natural de Chantemerle27. De este modo, los mercaderes procedentes de los Altos Alpes, se ligan matrimonialmente con hijas de comerciantes de su misma procedencia, pero siendo ellas naturales de España, lo que les daría estatuto de jenízaras (al igual que lo serán el resto de sus hermanos, todos hijos de Roland Hermil y María Baylle, ya que Juan Baptista y Juana no tendrán hijos28). 5. Descendencia y entronque familiar Viviendo en la ciudad de Cádiz, el matrimonio formado por Roland Hermil y María Baylle casó a su hija mayor, como ya hemos comentado, María Cathalina Hermil, con un comerciante ya conocido por Roland, Antonio Berard, al que no solo le había traspasado su tienda años antes, sino que también era natural de la misma provincia francesa, el Delfinado. De esta manera, vemos como no se rompen los vínculos con la zona de origen, algo que también ocurrirá con los demás matrimonios de la familia, como podremos observar a continuación. 21

Archivo Histórico Provincial de Cádiz [AHPC], Protocolos notariales de Cádiz [PNC], leg. 5343, fol. 34. Archivo Histórico Provincial de Sevilla [AHPSe], Protocolos notariales de Sevilla [PNS], leg. 13187, fol. 11. 22 AHPSe, PNS, leg. 13189, fol. 1º del cuadernillo 2. 23 AHPSe, PNS, leg. 13131, fol. 305. 24 AHPSe, PNS, leg. 13131, fol. 305. 25 AHPC, PNC, leg. 5343, fol. 295. 26 AHPSe, PNS, leg. 13191, cuadernillo 24. 27 AHPSe, PNS, leg. 13190, fol. 3º del cuadernillo 33. 28 AHPSe, PNS, leg. 13189, fol. 1º del cuadernillo 2.

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El matrimonio mencionado anteriormente contrae nupcias en la ciudad de Sevilla, aunque ya no era el lugar de residencia de la novia (natural de Sevilla). La pareja establecerá su residencia esta ciudad, ya que es donde se hallaba el local comercial de Antonio junto a su hermano. Pasados unos años, pero anteriormente a 1767, nos encontramos nuevamente con el traslado de toda la familia. Ahora será a Sevilla donde vayan, para establecer nuevamente su residencia y su base comercial29. Aunque por desgracia, desconocemos los hechos que llevaron a la familia a retornar a Sevilla, lo más probable es que fuesen motivos comerciales. Nos referimos al año 1767 porque es el año en el que el cabeza de familia, Roland Hermil, fallece, teniendo constancia de dicho fallecimiento a través de la documentación de los protocolos notariales de Sevilla, donde también hemos podido ver que, anteriormente a esa fecha, Roland, junto con su hermano Juan Baptista, fundó una nueva compañía mercantil con Antonio Chaix, también natural del Delfinado, de Chantemerle de Briançon. La compañía a la que hacemos referencia se denominó “Hermil Chaix y Cª.”30, la cual no verá su fin con la muerte de Roland. En 1771, poco después de la muerte de Roland, María Baylle junto a sus 2 hijos y su cuñado, Juan Baptista Hermil, refunda la “Hermil Chaix y Cª”31, de la que serían socios Juan Baptista Hermil, María Baylle, sus hijos, Juan José y José Ventura Hermil, y Antonio Chaix. Anteriormente a 1768, desconocemos la relación familiar indirecta que les unía con Antonio Chaix, más allá de saber que eran vecinos en el reino de Francia, pero el 10 de enero de 1768, Antonio Chaix contraería nupcias con una de las hijas del matrimonio Hermil-Baylle, Theresa Elena Hermil, hija de su difunto socio32. Desconocemos si fue un matrimonio orquestado por Roland y no se llevó a cabo antes de su muerte, o bien, si fue una estrategia conformada por María Baylle y Juan Baptista Hermil, para dar continuidad a la compañía anterior. En todo caso, lo cierto es que desde ese momento, Antonio Chaix tendrá un papel fundamental en este estudio, debido a su destacada actuación en todos los asuntos familiares, y por sus negocios. Antonio Chaix y Theresa Elena Hermil contrajeron matrimonio en la parroquia del Salvador, collación de la que eran vecinos, ya que fijaron su residencia, como ya había pasado anteriormente con Roland y María, en la calle Francos, dónde también establecerían su local comercial33. Y además, hay que tener en cuenta que la mayoría de los miembros de la familia que residirán en Sevilla establecen su hogar en la misma calle Francos, o las de alrededor, ya que probablemente todos quisieran mantenerse cerca unos de otros dado su carácter de extranjeros, sus intereses comerciales y por el aspecto más puramente familiar. Por otro lado, tenemos a las hermanas de Theresa Elena Hermil: Margarita Apolonia, que casa con el hermano de su cuñado Antonio Berard, Diego Berard34; Juana María y Josefa Antonia, que casarán con otros dos hermanos, Diego y Juan Josef Gaillard respectivamente 35. Estos dos personajes también son comerciantes naturales del Delfinado.

29

AHPSe, PNS, leg. 13151, fol. 8. AHPSe, PNS, leg. 13151, fol. 8. 31 AHPSe, PNS, leg. 13154, fol. 1681. 32 Archivo General del Arzobispado de Sevilla [AGAS], Fondo de la Parroquia del Salvador, Sección: Administración de Sacramentos, Serie de libros matrimoniales, Libro 13 (años 1745-1772). 33 AHPSe, PNS, leg. 13151, fol. 8. 34 AHPSe, PNS, leg. 13190, fol. 3º del cuadernillo 33. 35 AHPSe, PNS, leg. 13194, fol. 16º cuadernillo 13. 30

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De esta manera, veremos cómo se repite la estrategia ya comentada al principio, la de casar a dos hermanos con dos hermanas, de modo que las relaciones familiares sean más fuertes. En primer lugar, son María y Juana Baylle las que casan con dos hermanos, Roland y Juan baptista Hermil respectivamente, después, María Baylle y Roland Hermil, casan a sus hijas, María Cathalina y Margarita Hermil con los hermanos Berard, Antonio y Diego, y posteriormente, a sus hijas Juana María y Josefa Antonia con los hermanos Gaillard. Siendo todos los yernos de Roland y María, naturales del reino de Francia, y sus hijas del de España. Una estrategia comercial y familiar que guarda también especial relación con la zona de origen de las familias con las que entroncan, puesto que, hasta el momento, ningún miembro de la familia tiene vínculos familiares fuera del núcleo que correspondería con los Altos Alpes franceses, lo que es un hecho muy interesante. Esto se mantendrá aún con el paso de las generaciones, ya que los propios Antonio Chaix y Theresa Elena Hermil casan a su hija María Cathalina con Santiago Forrat36, un mercader también proveniente de la misma zona, en este caso, de un pueblo más relevante, pero igualmente cercano a los ya mencionados con anterioridad, Briançon. Esta vinculación matrimonial con comerciantes naturales de la misma zona ha de responder a un tipo de estrategia tanto familiar como comercial, probablemente de este modo, refuercen sus vínculos familiares y ello dé más seguridad a sus intereses comerciales, formando una red comercial amplia, que aunque no lo veamos aquí, deja a miembros de todo este núcleo familiar esparcidos por el mapa europeo. Y aunque no contemos con información de años anteriores a la llegada de los Hermil a Sevilla, probablemente, este tipo de estrategias tengan su origen mucho tiempo atrás, en el reino de Francia, donde se iniciarían las relaciones entre todas las ramas familiares que hemos mencionado. Caso distinto es el de los hijos de estos matrimonios, que probablemente no casaran con francesas vecinas del Delfinado. En primer lugar veremos los matrimonios conformados por los hijos de Roland Hermil y María Baylle. El primer matrimonio que hemos estudiado, Juan Josef y Josef Ventura, casando el primero con María Arcayo y el segundo con Francisca Elvo37, que aunque desconocemos realmente su origen, creemos que no son oriundas de Francia, o al menos no de la misma zona que los demás. Y por otro lado tenemos a los hijos de Theresa Elena Hermil y Antonio Chaix, Josef María Chaix y Santiago, este último casará con una joven de origen irlandés, Isabel Shee 38 y Josef María con una de origen italiano, María San Martori 39. Estos casamientos apuntan a una posible apertura de las estrategias de reproducción social de la familia y a la inclusión de miembros procedentes de otras zonas, y lo más probable es que fuera por intereses comerciales en todos los casos. Lo mismo podría ocurrir en el caso de Rita Magdalena Chaix Hermil, nieta de Roland y María, y que casará con un joven comerciante riojano, Bruno García 40 , aunque al desconocer el origen de los padres, podemos pensar que fue hijo de extranjeros, siendo ya él jenízaro. El caso es que todos ellos, extranjeros, y en su mayor parte, naturales del Delfinado, asientan su familia y sus actividades comerciales en la ciudad hispalense, con vistas a distribuir sus mercancías hacia Canarias41 y también las Indias42, pero sin 36

AHPSe, PNS, leg. 13202, fol. 6º del cuadernillo 1. AHPSe, PNS, leg. 13187, fol. 11. 38 AHPSe, PNS, leg. 13224, fol. 1023. 39 AHPSe, PNS, leg. 18565, fol. 655. 40 AHPSe, PNS, leg.13218, fol. 72. 41 AHPSe, PNS, leg. 13223, fol. 248-266. 37

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olvidar por un momento su origen francés, lo que vemos por los enlaces matrimoniales, y también por la posesión de bienes materiales en el citado reino francés43.

Fuente: elaboración propia a partir de las referencias consultadas.

6. Las compañías comerciales En cuanto al ámbito comercial, haremos un recorrido cronológico siguiendo los datos con los que contamos. Como ya dijimos, la primera compañía de la que tenemos constancia es la “Hermil hermanos Cª.”, una compañía que comercializa con textiles, estampas 44 e incluso libros 45 . Hablamos de una compañía establecida en Sevilla y trasladada en 1752 a Cádiz, aunque desconocemos las causas de este hecho, así como las que llevaron de nuevo al posterior y definitivo traslado a Sevilla antes de 1767. Podemos deducir por tanto que su fundación fue anterior al año 1752, aunque desconocemos la fecha exacta y el lugar donde se llevaría a cabo la redacción de la carta de fundación: si fue en la ciudad de Sevilla, en Cádiz, o bien en el reino de Francia. La segunda es la formada por Antonio y Diego Berard46. Compañía igualmente constituida con anterioridad al año 1752 y que trabajaría con el mismo tipo de mercancía que la anterior. Y retomando el seguimiento de la primera, poco antes de 1767, se creó una nueva compañía de los hermanos Hermil, pero en este caso con un nuevo socio comercial, Antonio Chaix 47 , que pasará posteriormente a formar parte del núcleo familiar más directo de los Hermil, como ya hemos comentado con anterioridad. El caso es que algo debió ocurrir para que los hermanos Hermil dejaran de formar una compañía en solitario y buscaran un nuevo socio externo a su círculo familiar. O bien 42

AHPSe, PNS, leg. 13154, fol. 1681. AHPSe, PNS, leg. 13223, fol. 248-266. 44 AHPSe, PNS, leg. 13131, fol. 305. 45 AHPC, PNC, leg. 5343, fol. 295. 46 AHPSe, PNS, leg. 13131, fol. 305. 47 AHPSe, PNS, leg. 13151, fol. 8. 43

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COMERCIANTES DEL DELFINADO EN LA SEVILLA …

tuvieron problemas de financiación, lo cual es poco probable, ya que documentación posterior nos muestra que los Hermil tenían un capital abundante 48 , o vieron en Antonio Chaix una forma de mejorar su rentabilidad a través del capital relacional que este les pudiera aportar, aunque es algo que no podemos concluir a la ligera. El caso es que, para 1767, con la muerte de Roland Hermil, la compañía se mantuvo con María Baylle ocupando el lugar de su marido, hasta 1771, cuando se refunda la compañía “Hermil Chaix y Cª”, en la que obviamente ya no estaría Roland, pero sí su esposa María Baylle y sus dos hijos varones, además de Juan Baptista Hermil y Antonio Chaix, ya miembros en la compañía original. María Baylle por tanto, consideró mejor, o probablemente más conveniente, continuar una compañía comercial con su cuñado, hijos y su yerno, que emprender una en solitario, o con sus hijos una nueva, lo que no ocurre, ya que en ningún momento hemos tenido constancia de la existencia de una compañía “Viuda de Hermil e hijos” o “Baylle y Cª”. Posiblemente también tendría un papel importante la hermana de María, Juana, que no podemos olvidar que era la esposa de su cuñado, Juan Baptista Hermil. De este modo, los vínculos familiares tan directos permitirían a María tener una mayor seguridad al mantener una compañía comercial junto a su cuñado antes de comenzar otra en solitario. Igualmente, para esas mismas fechas, alrededor de 1770 ya comenzamos a ver documentación de la “Gaillard hermanos Cª”, formada por Diego y Juan Josef Gaillard, los otros dos yernos del matrimonio Hermil-Baylle, con quien mantendrá relaciones hacia el 1775 la “Hermil Chaix Cª”49. En los años finales de la decimoctava centuria veremos también la existencia de una nueva compañía formada por otros ya conocidos, los Berard, que en este caso establecerán vínculos comerciales con la familia Blanchard 50 , creando la “Berard, Blanchard y Cª”51, compañía que parece que estaba dedicada en exclusiva al comercio de libros52. Realmente, no es mucha la información que tenemos sobre todas estas compañías, y la documentación que hemos podido consultar da más datos sobre la estructura familiar, aunque los que nos ha dejado, han permitido reconstruir en cierto modo el entramado comercial que la familia había organizado. Aunque si bien para estas fechas la documentación comercial es más escasa, para fechas posteriores es algo más abundante, así pues, vemos como la “Chaix Forrat y Cª” 53, ha dejado una gran cantidad de información puramente mercantil, como letras de cambio que dejan rastro por un amplio marco geográfico54; no así la carta de fundación de la compañía, la cual desconocemos hasta el momento. Esta compañía se formaría a la muerte de Antonio Chaix, hacia 1801, cuando Theresa Elena Hermil forma una compañía con sus hijos, su yerno, Santiago Forrat y su cuñado, Ambrosio Chaix, exactamente de la misma manera que lo hizo su madre años antes. De esta compañía sabemos que tenía su sede comercial en la calle Francos, al igual que la “Hermil Chaix y Cª”, que comerciaba con artículos 48

AHPSe, PNS, leg. 13154, fol. 1681. AHPSe, PNS, leg. 8811, fol. 1014. 50 Procedentes también del Delfinado, mantienen vínculos familiares con los Hermil, con los Chaix y con las demás ramas familiares vistas hasta el momento, pero la escasa documentación nos impide definir con exactitud cuáles eran los vínculos entre ellos. 51 AHPSe, PNS, leg. 13198, fol. 462. 52 AHPSe, PNS, leg. 13199, fol. 359. 53 AHPSe, PNS, leg. 13223, fol. 248-266. 54 AHPSe, PNS, leg. 13226, fol. 555. 49

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de mercería y en general, de todo tipo y efectos, como hacen alusión en la documentación55. Sabemos también la fecha de su fin, en 1809, cuando Santiago Forrat muere56, dando lugar a la disgregación de la compañía: por un lado se crea la “Viuda de Forrat e hijos Cª”57 y por otro la “Ambrosio Chaix Cª”58. Desconocemos que pasó con los hijos de Antonio Chaix y Theresa Elena Hermil, no obstante, tenemos constancia de que uno de ellos murió años antes, por lo que podemos intuir que el otro continuaría su actividad comercial en solitario o bien se uniría a algún miembro de la familia. 7. Conclusiones A la hora de estudiar el caso concreto de la familia Hermil, vemos como la organización familiar se corresponde con la solidaridad entre miembros de su misma nación; todos vecinos de la misma región francesa, Briançon, del Delfinado. Estamos ante unas ramas familiares que entroncan desde mediados del siglo XVIII, e incluso antes, y que con su unión, forman vínculos familiares muy extensos con parientes distribuidos por diversos puntos de la geografía tanto española como francesa; de forma que el control de las sociedades comerciales queda bajo una órbita familiar. Por otro lado, nos encontramos con la aplicación general de la llamada “yernocracia”59, “el poder de los yernos”, que se repite constantemente a lo largo de las diferentes generaciones de esta familia: de Roland Hermil a Antonio Chaix, de Antonio Chaix a Santiago Forrat. Como hemos ido analizando, vemos que las compañías que se van creando van determinadas en algunos casos por la salida de los miembros de la familia y la integración en la creación de una nueva compañía. Por otro lado, observamos también una relación lateral entre hermanos a la hora de entender sus relaciones comerciales pues, vemos que se busca en el hermano o el cuñado al mejor socio comercial. Así mismo, cabe destacar la importancia de la mujer en estas estrategias familiares, que no tienen más que un trasfondo comercial. Y por supuesto, el propio papel que la mujer juega en las compañías, sobre todo a partir su viudez, cuando incluso, pasan a formar parte activa en la creación de nuevas compañías. Sin duda, la conclusión más importante que podemos sacar de este estudio es la clara vinculación existente entre las relaciones familiares y las compañías de comercio que forman; la unión familiar desemboca en una unión comercial, lo que a su vez provoca la búsqueda de nuevos lazos familiares de los que servirse para sus actividades comerciales.

55

AHPSe, PNS, leg. 13223, fol. 248-266. En este momento dejamos de ver documentación referente a la “Chaix Forrat y Cª” y comenzamos a ver documentación pertinente a la “Viuda de Forrat e hijos Cª” 57 AHPSe, PNS, leg. 13239, fol. 150. 58 AHPSe, PNS, leg. 13244, fol. 580. 59 Paloma Fernández Pérez, El rostro familiar de la metrópoli, redes de parentesco y lazos mercantiles en Cádiz, 1700-1812, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 1997. 56

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COMERCIANTES DEL DELFINADO EN LA SEVILLA … Juan Bautista Forrat

Santiago Forrat

Isabel Forrat (Hermil)

Roland Hermil

Juan Bautista Hermil

Rita Magdalena Chaix (Hermil)

Antonia Theresa Bufedo Elena Hermil (Baylle)

Bruno García

Guillermo Francisca Félix San Blanc García Martori

María Theresa Chaix (San Martori)

María Santiago Isabel Josef María María Cathalina María Chaix Shee Chaix San Chaix (Hermil) (Hermil) (Hermil) Martori

Francisca Antonio Águeda Chaix Mondet (Calier)

Antonio María Forrat (Hermil)

Juana Baylle

Columba Juan Mallen Pedro Mallen

Rosa Mallen

Josef Berard

Antonio Berard (Mathieu)

Magdalena Mathieu

Juan Gaillard

Margarita Juan Josef Apolonia Gaillard Hermil (Baylle) (Guibert)

Ramón Josef Berard Berard (Hermil) (Hermil)

María Diego Cathalina Berard Hermil (Baylle) (Mathieu)

Francisco de Juan Antonio Agustín Antonio Paula Berard Berard Bentura María Berard (Hermil) (Hermil) Berard (Hermil) (Hermil)

Jorge Gaillard

Josef Orcel

Mariana Gaillard

Josefa Antonia Hermil (Baylle)

Diego Gaillard (Guibert)

Cathalina Guibert

María Baylle

Juana María Juan José María Josef Bentura Francisca Hermil Hermil Arcayo Hermil Elvo (Baylle) (Baylle) (Baylle)

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Las familias de comerciantes de la ciudad de Trujillo a finales de la época moderna Families of traders in the city of Trujillo at the end of the Modern Age Raquel TOVAR PULIDO Universidad de Extremadura Resumen: A través de la consulta de diferentes fuentes de finales de la época moderna, hemos tratado de dar respuesta a los objetivos que nos hemos propuesto: recomponer la estructura de los hogares de las familias de los comerciantes residentes en la ciudad de Trujillo y conocer qué mecanismos establecieron para la formación de tales hogares. En segundo lugar, hemos tratado de vincular el comportamiento familiar de los individuos dedicados al comercio con las pautas existentes en las familias de comerciantes varias décadas atrás, todavía en el siglo XVIII. Y, por último, nos ha sido posible obtener información acerca de la estructura económica de los negocios que regentaban estas familias. Palabras clave: Estructura de la familia. Comerciantes. Economía urbana. Trujillo. Final de la época moderna. Abstract: The article analyses the results of the consultation of different sources of late modern times. Firstly, it rebuilds the structure of the homes of the families of the traders in the city of Trujillo and what mechanics were established for the formation of such households. Secondly, it obtains information on the economic structure of businesses which these families ran. Finally, it links the familiar behavior of individuals engaged in trade with existing guidelines on the merchant families in the eighteenth century. Keywords: Family structure. Traders. Urban economy. Trujillo. The end of the Modern Age.

1. Introducción: Es evidente la influencia de la actividad comercial en la conformación de la vida urbana, pero no siempre esta función es la predominante en una ciudad1. Extremadura desde la época medieval ha sido una región cuya economía se basaba en la agricultura y la ganadería, mientras que el comercio y la artesanía, poco desarrollados, estaban limitados a satisfacer las necesidades básicas de la población2. Debido a que el papel de la familia es de gran relevancia como intermediación entre el individuo y la comunidad3, presentamos en este trabajo una aproximación a la estructura familiar de uno de los grupos socio-profesionales situados entre las clases acomodadas del ámbito urbano español, el grupo de los comerciantes de la ciudad de Trujillo a finales del periodo plurisecular que engloba el Antiguo Régimen.

1

Isidoro Fernández Millán, La ciudad de Plasencia en el siglo XVIII: aspectos demográficos y sociales. Mérida, Asamblea de Extremadura, 1995, p. 192. 2 José Luis Martín Martín, Historia de Extremadura. Los tiempos medievales. Badajoz, 1985, p. 348. 3 Juan Manuel Bartolomé Bartolomé, “Comerciantes de origen castellano en León: las familias Pablos Salán-Rodríguez y Hernández de Medina-Fernández (1700-1850)”, p. 146. Brocar: Cuadernos de investigación histórica, Nº 28, 2004, pp. 145-166.

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Raquel TOVAR PULIDO

El método de recomposición de familias 4 nos ha permitido analizar los núcleos familiares encabezados por individuos que desempeñan actividades comerciales en los años veinte del siglo XIX. Las listas nominativas que ofrecen las fuentes 5 objeto de análisis permiten distinguir los hogares entre sí, así como las relaciones de parentesco entre los individuos que componen el hogar 6 , a partir de los cuales detectamos el número de familias que forman parte de cada hogar, pues pueden ser varias 7 . Las unidades de corresidentes en una misma vivienda establecen un vínculo entre los miembros que la constituyen, pero estos lazos de cohesión, como veremos, no han de ser necesariamente biológicos8. Las fuentes documentales manejadas nos han permitido advertir modelos de familia diferentes entre las familias objeto de estudio, cuyo tamaño se ve condicionado por el agregado doméstico que presentan, que puede estar integrado por hijos, parientes corresidentes y empleados domésticos. En primer lugar, analizamos el grado de representatividad de este grupo socioprofesional respecto al resto de los agregados domésticos, cuyos cabezas de familia desempeñan oficios vinculados a otros grupos socio-profesionales. Nos interesa conocer la composición interna de los núcleos familiares encabezados por individuos dedicados al comercio, con el objetivo de advertir posibles diferencias entre mercaderes, comerciantes, así como vendedores al por menor, es decir, analizar la organización doméstica de grandes mercaderes y pequeños comerciantes. Una vez que hayamos definido el perfil de los cabezas de familia responsables de un hogar que se dedican al comercio, podremos delimitar los lazos de parentesco que unen a los individuos integrantes de la familia con el individuo que ocupa la jefatura del hogar, el grado de consanguinidad que los une, si se trata de hijos, sobrinos y familiares de tipo ascendente o si, a diferencia de ello, los lazos no son de sangre sino de tipo laboral, nos referimos a la presencia de empleados domésticos en las viviendas de comerciantes. De este modo extraeremos el modelo de familia que caracteriza a este grupo socio-profesional, si se trata de familias simples, formadas por padres e hijos, o si las familias responden a un grado de complejidad derivado de la presencia de familiares e individuos de distinto parentesco o grado de consanguinidad. También establecemos una aproximación a las actividades económicas detentadas por algunas de estas familias. En definitiva, tratamos de definir los comportamientos familiares de un grupo socio-profesional eminentemente urbano en una ciudad del final de la época moderna, en un periodo de transición como es el final del Antiguo Régimen, con el objeto de advertir el grado de representatividad en la ciudad de Trujillo en este periodo de crisis, 4

Louis Henry, Manual de demografía histórica. Barcelona, Crítica, 1983, pp. 248-249. Archivo Municipal de Trujillo [AMT], Padrones de vecinos 1825-1829, Ciudad de Trujillo, legajo 1004. 6 Hemos utilizado el modelo de análisis que, a finales de la década de los sesenta y principios de los años setenta del siglo XX, fue diseñado por Laslett y el grupo constituido entorno a la Escuela de Cambridge , como método de aproximación a la estructura del hogar a partir de las unidades de corresidentes. Ver Francisco García González, “Las estructuras familiares y su relación con los recursos humanos y económicos”, p. 164; en Francisco Chacón y Joan Bestard (dirs.), Familias. Historia de la sociedad española (del final de la Edad Media a nuestros días), Madrid. Cátedra, 2011, pp. 159-254. Ver Peter Laslett, “La famille et le ménage: approches historiques”. Annales, ESC., 1972, pp. 847-872. Y Peter Laslett, “Introduction: the History of the Family”; en Peter Laslett y Richard Wall. (eds.), Household and Family in past time, Cambridge, 1974, pp. 1-90. 7 L. Henry, Manual de demografía…, pp. 30-38. 8 Felicísimo García Barriga, Familia y sociedad en la Extremadura rural de los tiempos modernos (siglos XVI-XIX). Cáceres, Universidad de Extremadura, 2009, p. 177. 5

174

LAS FAMILIAS DE COMERCIANTES DE LA CIUDAD DE TRUJILLO …

así como si su presencia responde a un modelo de reproducción social claramente definido a partir de una determinada organización doméstica o si, por el contrario, las pautas seguidas por los cabezas de familia responden a variables independientes, fruto de la coyuntura más que de estructuras familiares claramente delimitadas. 2. Comerciantes en la ciudad: La élite local de la ciudad está integrada por un grupo heterogéneo de familias en las que encontramos terratenientes, individuos dedicados a profesiones liberales, personas que desempeñan un cargo en la administración, así como a los grandes comerciantes de la ciudad. A excepción de los primeros, se trata de profesionales que no están directamente vinculados al desarrollo de actividades agrícolas y artesanales. No obstante, en muchas ocasiones poseían tierras y demás propiedades que administraban por sí mismos o a través de intermediarios, cuando para su explotación eran entregadas a cultivadores independientes9. Tal disponibilidad de propiedades tanto urbanas como patrimonio rústico la hemos podido observar también en algunas de las familias de comerciantes que hemos estudiado. La representatividad de los distintos grupos socio-profesionales de la ciudad de Trujillo es desigual en cuanto al número de individuos a los que afecta, y estas diferencias son visibles entre la élite local y el resto de grupos pero también entre los propios grupos acomodados, que incluyen, además de a los burgueses a los que nos hemos referido, a los grandes propietarios agrícolas. En conjunto, los grupos socioprofesionales que formarían parte de esta burguesía local, constituirían el 11,2% de la población, entre los cuales los comerciantes constituyen el 3,33% de las familias en la cronología estudiada10. Tabla 1. Familias de comerciantes en la ciudad de Trujillo.

Comerciantes

1825

V

Cajero

4

4

Comerciante

8

6

Estanquero

1

1

Mercader/a

9

8

Tendero

1

1

Recatonero/a

10

9

Tercenista

1

1

Total

34

30

M

2

1

1

4

1826

V

M

5

5

5

4

1

1

7

6

1

5

3

2

9

8

1

1

1

33

28

1

5

9

José Pablo Blanco Carrasco, Demografía, familia y sociedad en la Extremadura moderna, 1500-1860. Cáceres, Universidad de Extremadura, 1999, pp. 317-320. 10 En los años veinte del siglo XIX el número de habitantes de Trujillo giraba en torno a 2.800 sólo en la ciudad.

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Raquel TOVAR PULIDO

Comerciantes

1827

V

M

1828

V

M

1829

V

M

Negociante

1

1

Comerciante

12

11

1

15

12

3

12

10

2

Mercader/a

1

1

Tendero

4

2

2

4

1

3

1

1

Recatonero/a

10

8

2

10

8

2

10

9

1

1

Revendedor Tercenista

1

1

1

1

Estanquero

2

2

2

2

2

2

Cajero

3

3

3

3

2

2

1

1

30

27

Vendedor Total

33

28

5

35

27

8

Fuente: AMT. Padrones de 1825 a 1829. Leg. 1004. Elaboración propia.

3. El agregado doméstico de estas familias: El mantenimiento de la posición social, dentro de las colectividades de las que formaban parte los grupos acomodados de la ciudad de Trujillo, va a condicionar su reproducción biológica buscando la continuidad de su reproducción social 11. Los grupos socio-profesionales que componen la burguesía urbana desempeñan actividades tan dispares que resulta difícil “esclarecer un comportamiento familiar y demográfico específico” 12 . Precisamente las familias que cuentan con un agregado doméstico de mayor tamaño pertenecen al grupo socio-profesional constituido por comerciantes (4,34 miembros por familia). Al intentar establecer una comparativa con poblaciones cercanas de la centuria anterior y también de cronología similar, hemos observado que a mediados del siglo XVIII en la ciudad de Coria el grupo de los comerciantes contaba con 4,1 miembros por hogar, de acuerdo a los estudios de Hernández Bermejo 13 ; por su parte, la muestra extremeña analizada por García Barriga14 correspondiente al año 1829 proporciona un tamaño medio del hogar de las familias dedicadas al comercio de 4,2 individuos15. Los resultados son equiparables y proyectan, por tanto, un modelo de familia en este grupo socio-profesional que es similar en el siglo XVIII y en la primera mitad del siglo XIX en el ámbito rural y urbano extremeño (ver tabla 2). 11

F. García Barriga, Familia y sociedad…, p. 177. J. P. Blanco Carrasco, Demografía, familia y sociedad…, pp. 319-320. 13 María Ángeles Hernández Bermejo, “Estructuras familiares y sistemas de transmisión patrimonial en Extremadura. La ciudad de Coria en el siglo XVIII”, pp. 145-147, en Francisco García González (ed.): Tierra y familia en la España meridional. Siglos XIII-XIX. Murcia, Universidad de Murcia, 1998, pp. 133-153. 14 F. García Barriga, Familia y sociedad…, p. 143. 15 F. García Barriga (2009) realiza un estudio de Arroyo, Brozas, Casar, Malpartida y Navas. Se trata de un análisis de las estrategias familiares llevadas a cabo en poblaciones rurales, que nos permiten comparar el entorno rural extremeño con el urbano, en este caso con la ciudad de Trujillo. 12

176

1

3

LAS FAMILIAS DE COMERCIANTES DE LA CIUDAD DE TRUJILLO …

Tabla 2. Hijos, parientes y personal doméstico. El agregado doméstico de las familias de comerciantes de la ciudad de Trujillo

Número

Personal

Agregado

Familias de comerciantes

de hijos

doméstico

Parientes

doméstico

TOTAL

1,33

0,71

0,47

4,34

Fuente: La misma que en la tabla anterior. Elaboración propia.

4. Modelos de familia: El modelo de familia predominante en el Antiguo Régimen en la España meridional 16, así como en el conjunto de las familias de la ciudad de Trujillo es la familia nuclear simple 17 , formada generalmente por padres e hijos. Sin embargo, las familias de comerciantes generan mecanismos de organización familiar que difieren del modelo de hogar predominante en la ciudad. Tales mecanismos no se aplican de la misma manera en las familias de grandes y pequeños comerciantes: en las primeras hemos observado familias más numerosas, en las que la descendencia alcanza en algunos casos hasta seis hijos, mientras que en las familias de pequeños comerciantes los hogares estudiados presentan un máximo de cuatro descendientes, si bien el volumen de comerciantes en cuyas familias no aparecen hijos es significativa en ambos casos –51,85% y 47,69% respectivamente– (ver tabla 3). La presencia de criados parece una costumbre habitual en las familias de mercaderes y comerciantes, pues esta presencia es observada en alrededor de la mitad de las familias de este tipo. Sin embargo, los vendedores al por menor, como los recatoneros, cuentan con personal empleado en sus actividades económicas en el 21% de los hogares. Asimismo, los mecanismos de solidaridad familiar se aplican movidos por las circunstancias coyunturales de los individuos que son acogidos en el hogar, pero también de las posibilidades de supervivencia que pueda ofrecer la familia que acoge – las familias de grandes y pequeños comerciantes que no acogen familiares constituyen el 62,96% y 78,79% respectivamente–. Tal acogimiento, junto a la presencia de criados en la familia, se traduce en una complejidad en la estructura del hogar que se pone de 16

Estudios sobre estructura de la familia, con predominio de familia nuclear simple, para el siglo XVIII y XIX en Francisco García González, “Labradores, jornaleros y sirvientes en la sierra. Organización doméstica y ciclo de vida (Alcaraz, 1753-1787)”, p. 163, en Francisco García González (ed.), Tierra y familia en la España meridional. Siglos XIII-XIX. Murcia, Universidad de Murcia, 1998, pp. 155-192.; Francisco García González, La sierra de Alcaraz en el siglo XVIII: población, familia y estructura agraria, Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”, 1998, p. 208.; Estrella Garrido Arce, “Tener o no tener en 1791. Estructuras familiares y tenencia de la tierra en la Huerta de Valencia, siglo XVIII”, p. 207, en F. García González (ed.), Tierra y familia…, pp. 193-223.; Mª Á. Hernández Bermejo, “Estructuras familiares…”, p. 144, en F. García González (ed.), Tierra y familia…, pp. 133153.; José Manuel Pérez García, “Familias y hogares en Galicia y en la Cornisa Cantábrica durante el Antiguo Régimen”, pp. 60-61, en Francisco García González (coord.), Historia de la familia en la Península Ibérica: balance regional y perspectivas. Homenaje a Peter Laslett, Cuenca, Universidad de Castilla La Mancha, 2008, pp. 57-84.; Ramón Lanza García, Población y familia campesina en el Antiguo Régimen, Liébana, siglos XVI-XIX, Santander, Universidad de Cantabria, 1988, p. 139.; Francisco García González, “La historia de la familia en el interior castellano: estado de la cuestión y esbozo bibliográfico”, en F. García González (ed.), Historia de la familia…, pp. 277-330; J. P. Blanco Carrasco, Demografía, familia y sociedad…, p. 281. 17 La familia nuclear simple es aquella que está formada por una pareja conyugal y, en su caso, la descendencia de estos, así como por viudos y solteros con hijos.

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Raquel TOVAR PULIDO

manifiesto en modelos de familia que difieren del tradicional modelo de familia nuclear simple, como la familia nuclear compleja y la familia múltiple. Tabla 3. Estructura del hogar de grandes y pequeños comerciantes. Valores relativos.

Nº criados Ninguno 1 criado 2 criados 3 criados 4 criados 5 criados 6 criados Total Nº hijos Ninguno 1 hijo 2 hijos 3 hijos 4 hijos 5 hijos 6 hijos 7 hijos 8 hijos 9 hijos

Total

Grandes Comerciantes 50,91 32,73 5,45 7,27 1,82 0,00 1,82 100,00 Grandes Comerciantes 51,85 18,52 3,70 9,26 5,56 3,70 7,41 0,00 0,00 0,00

100,00

Pequeños Nº com. Parientes 78,79 Ninguno 16,67 1 p. 1,52 2 p. 1,52 3 p. 0,00 4 p. 1,52 5 p. 0,00 100,00 Total Pequeños com. Miembros 47,69 1 16,92 2 3,08 3 20,00 4 9,23 5 0,00 6 3,08 7 0,00 8 0,00 9 0,00 10 11 12 100,00 Total

Grandes Comerciantes 62,96 27,78 7,41 1,85 0,00 0,00

Pequeños com. 78,79 18,18 3,03 0,00 0,00 0,00

100,00 Grandes Comerciantes 0,00 19,23 34,62 9,62 11,54 7,69 3,85 1,92 3,85 5,77 0,00 1,92 100,00

100,00 Pequeños com. 2,99 29,85 17,91 11,94 16,42 13,43 1,49 2,99 1,49 1,49 0,00 0,00 100,00

Fuente: Las mismas que en la tabla anterior. Elaboración propia.

5. Nombres, apellidos y actividad mercantil: La disparidad en la estructura del hogar de las familias de comerciantes hace que resulte difícil establecer un modelo de hogar con el que poder definir a este grupo socioprofesional. La complejidad de la composición de algunas de estas familias nos llama especialmente la atención, así como la inestabilidad a la que se ven sometidas y que, al mismo tiempo, se ve reflejada en el agregado doméstico de algunos hogares que, por interesantes, nos ha parecido oportuno incluir a continuación: La familia del mercader Juan Barreno residía en una de las casas de la Plaza del Rey. Este mercader18 estaba casado con una mujer veinte años más joven que él, con la que tenía tres hijos. En la misma casa residían dos empleados, un cajero de 35 años19,

18 19

A partir de 1826 Juan Barreno figura como comerciante y ya no como mercader. Al indicar las edades tomamos como referencia el primer año objeto de estudio.

178

LAS FAMILIAS DE COMERCIANTES DE LA CIUDAD DE TRUJILLO …

soltero, y una criada de 18 años, también soltera20. Pero la estructura de este tipo de familias no se va a mantener estable y ello les va a diferenciar del resto de familias de la ciudad, en las que los cambios solían producirse en la mayor parte de las ocasiones bien por la muerte de algún miembro o bien por el nacimiento de un nuevo hijo21. En 1826 deja de trabajar para esta familia la criada22, sin embargo, se incorporan cuatro nuevos criados, tres mujeres y un hombre23. La familia se ve ampliada nuevamente a causa del nacimiento de un hijo en 1827, así como se produce la salida de una de las criadas, cuya ausencia es sustituida por la de otra joven. En 1829 se produce un nuevo nacimiento, así como la salida de otra de las criadas, que es sustituida por un joven de 15 años. Las características estructurales del hogar lo convierten en una familia nuclear compleja24. Juan Barreno

María

Rafaela Martín (esposa)

Lorenzo

------------Matías (cajero)

Juana

------------

Rafael (1827) José (1829) (hijos)

Ángela (criada, 1825) -------------------------

Manuel ---- Luisa ---- María ---- Paula (criados 1826) Ana (1827) Juan (1829)

Fuente: La misma. Elaboración propia.

Vemos cómo la actividad económica de la familia de Juan Barreno refleja signos de prosperidad al observar los componentes del hogar, cuyo volumen parece ser producto de una economía incipiente, en la que el volumen de trabajo, por una parte, requiere de la presencia de hasta cinco empleados en el hogar y, por otro lado, el volumen de ingresos posibilita su mantenimiento. Sus negocios tenían como actividad principal el comercio de tejidos, quincalla y hierros en una casa-tienda, a la que se le atribuye un capital de 30.000 reales25, de los cuales se estiman 3.450 líquidos, pues a los 5.000 ganados anualmente habría que restar los 300 que se destinan a pagar el alquiler de las piezas que ocupa, así como los 1.250 considerados capital anticipado. 20

La mayor parte de las criadas que trabajaban para las familias trujillanas que se encontraban en una posición acomodada eran muy jóvenes y solteras. Comenzar a trabajar para una familia como sirvientas suponía salir del núcleo familiar que las había visto nacer para pasar a formar parte de una nueva familia. 21 Se producen movimientos de familiares y criados en otras familias pero de menor envergadura que las del grupo socio-profesionales que estamos estudiando. 22 La movilidad de personal doméstico también era frecuente en otros grupos socio-profesionales vinculados a la élite local. 23 La edades de dos de las criadas y el criado oscila entre 14 y 20 años, en cambio, la tercera criada es una viuda de 67 años, la cual habría comenzado a ejercer este oficio a causa de la desprotección económica que supone el fallecimiento del esposo. Las mujeres que se emplean como criadas no suelen estar casadas, sino que el estado civil más habitual es el de viuda o soltera. 24 Definimos familia nuclear compleja o extensa a aquella en la que, dentro de la familia simple, además de la familia nuclear simple que formarían padres e hijos, se incorporan también bien familiares de distinto grado de consanguinidad o bien empleados que trabajan para el cabeza de familia. 25 AMT. Relación de bienes inmuebles. Leg. 1157, carpeta 1.

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Raquel TOVAR PULIDO

Residente en la calle Tiendas, el mercader de 57 años Don José Espina vive con su esposa, dos hijos y una criada. Sin embargo, tiempo después uno de los hijos deja de formar parte de este hogar y se produce un cambio en el personal doméstico, pues en 1827 se incorpora una criada soltera de 11 años, de la que prescindirán dos años más tarde y que sustituye a la anterior criada viuda de 67 años. Tras el fallecimiento del esposo, su viuda Rosa Muñoz, de 58 años, va a tomar el relevo en la dirección del negocio familiar, como comerciante. Así pues, vemos cómo la mujer únicamente dirige la actividad familiar de la familia a la muerte del esposo. Don José Espina †

Isabel

Rosa Muñoz (esposa)

José (hijos)

---------- Juana (criada) Eusebia (criada, 1826)

Fuente: La misma. Elaboración propia.

El patrimonio familiar de Don José Espina se asentaba en una tienda compuesta de varios géneros de tejidos del país y artículos de comestibles, para la cual se estima un capital de 3.500 reales, cuya producción en líquido es 1.300, pues una parte de las ganancias eran destinadas al alquiler de las piezas que ocupaba el negocio, así como se descontaba el capital anticipado. Sin embargo, el grueso de sus bienes no se limitaba al negocio con tienda abierta sino que también poseía una fábrica de licores, que con los utensilios de ella anejos se regulaba en 1.800 reales (líquido 1.400)26. Al mismo modelo de familia responde la del mercader de 46 años Don Iban Sánchez Lollano, residente en la calle Tiendas. Reside con él su esposa, dos jóvenes solteras de 22 y 24 años, que podrían ser familiares, y un familiar de nueve años; también un sobrino soltero de 33 años que ejerce como cajero; y dos criadas, una de las cuales es viuda y tiene 67 años y la otra es soltera de 21 años. Desglosamos a continuación los cambios que se producen en menos de una década: en 1826 se incorpora un cajero de 10 años y una criada de 18, pues se marchan las dos criadas anteriormente mencionadas, tampoco figuran como residentes en este hogar dos de los familiares señalados en líneas anteriores, una de las jóvenes y el niño; estos podrían ser sobrinos del matrimonio, que habrían sido acogidos en el hogar de manera temporal tras la posible pérdida de los progenitores. En 1827 se incorpora una nueva criada de 20 años, tras la salida de la anterior, pero un año después esta familia únicamente estará constituida por el matrimonio y el sobrino de 11 años, que como cajero trabaja para la familia y que, finalmente, acabará abandonando el hogar.

26

Ibidem.

180

LAS FAMILIAS DE COMERCIANTES DE LA CIUDAD DE TRUJILLO …

Don Ibán Sánchez Lollano

Joaquina

María

Dionisia (esposa)

Andrés (familiares) Emenegildo (cajero, sobrino)

------------Juana ---------------------------

Juana (criadas) -------------------------------

María (criada, 1826) ----------- Millán (cajero, 1826) Margarita (criada, 1827-1828) ---------- Joaquina y Andrés (1826) -------- María (familiar, 1828) ----- Emenegildo (1829)

Fuente: La misma. Elaboración propia.

Iban S. Lollano regentaba una casa tienda compuesta de tejidos de lana y algodón, quincalla, otras manufacturas y ultramarinos en las que gira con un capital de 48.000 reales, de los cuales resultan 3.600 en líquidos, pues como los anteriores comerciantes destina una parte al arrendamiento de las piezas en donde se haya situada. Los textiles eran las manufacturas más demandadas27. Los tejidos de lana se comercializaban según su calidad, los tejidos más bastos de la industria rural tenían un ámbito de comercialización reducido; y los de calidad mediana, pero con una mayor técnica y división del trabajo, eran dirigidos para la venta a todo el territorio de Castilla28. José Terrones, comerciante de 40 años, residía en la Plaza del Rey con su esposa y seis hijos, y su cuñado soltero y pobre de 45 años, imposibilitado. En 1828 se incorpora una criada soltera de 23 años, que será sustituida al año siguiente por un criado de 12 años. El grueso de los bienes de Don José Terrones incluía, además de actividades mercantiles como en las familias mencionadas, patrimonio rústico. Poseía una cerca de cabida de tres fanegas, en la que se disfruta de pasto y produce líquido 50 reales. También contaba con dos cercas de dos fanegas cada una y cuya producción se elevaba a cuatro fanegas de centeno29, si bien el grueso de su fortuna estaba constituido por más propiedades.

27

Agustín González Enciso, “El Comercio en la España interior durante la época moderna”, p. 27. Obradoiro de historia moderna, Nº 17, 2008, pp. 15-42. 28 Agustín González Enciso, “La protoindustrialización en España”, p. 28, Revista de Historia Económica, 1, 1984, pp. 26 y ss. 29 AMT. Registro de fincas rústicas y urbanas, con expresión de sus dueños, situación y rentas. Leg. 1153, carpeta 5.

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181

Raquel TOVAR PULIDO

Don José Terrones

María

Cirilo

María de la Cruz (esposa)

María Josefa

Mariana

Carmen

Agustina (hijos)

------------Jacinto (cuñado) ----------------------Francisca (criada, 1828) Miguel (criado, 1829) Fuente: La misma. Elaboración propia.

Después de la descripción de varias familias con estructura nuclear compleja, un ejemplo de familia múltiple30 es la de Doña Felipa Zorrilla, viuda de 56 años, figura como cabeza de una familia de la que forman parte una pareja conyugal y el hijo de estos, otra persona más y una criada soltera de 20 años. Desconocemos el grado de parentesco que existe entre la pareja conyugal y Doña Felipa, sin embargo, aunque desconocemos el segundo apellido de los miembros de la pareja, por las edades de estos, 35 y 31 años respectivamente, pudiera tratarse de uno de los hijos y su respectivo esposo o esposa, o bien de sobrinos. Asimismo, esto mismo creemos de Don Juan Villota, de 31 años, cuyo estado de viudedad nos invita a pensar que podría haber regresado a casa de esta familiar tras haber sufrido la pérdida de la esposa. En cualquier caso, ambos familiares varones también se dedican a la actividad comercial. Doña Felipa Zorrilla (viuda)

Bartolomé = Gumersinda (esposa)

Don Manuel (familiares)

Hijo -------------------------Juana (criada) ----------------Fuente: La misma. Elaboración propia.

La presencia de esta familia en la ciudad de Trujillo llega a su fin y en 1826 ya no figuran en el padrón así como en los años sucesivos. Quizá las actividades económicas desempeñadas fueron responsables de la emigración a otro lugar y, por tanto, de su salida de la residencia familiar situada en la calle Tiendas. Desafortunadamente las fuentes manejadas en este caso no recogen información al respecto.

30

Definimos como familia múltiple y familia extensa-compleja a aquella que está constituida por dos familias nucleares distintas, es decir, aquellas en las que existe una pareja conyugal que ha creado una familia al haber tenido descendencia y que reside en la casa de la familia de los padres de uno de los miembros de la pareja conyugal o de otro familiar.

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LAS FAMILIAS DE COMERCIANTES DE LA CIUDAD DE TRUJILLO …

6. Conclusiones: Así pues, hemos tratado de establecer a lo largo de estas páginas una aproximación a la estructura de las familias de los comerciantes que habitaban en la ciudad de Trujillo a finales de la época moderna. Hemos optado por analizar los años correspondientes al primer tercio del siglo XIX porque la composición familiar predominante en la época moderna no finaliza a finales del siglo XVIII, sino que, tal y como hemos podido comprobar por las comparaciones que hemos establecido, se extiende a la centuria siguiente, porque, en definitiva, las variables que condicionan los comportamientos familiares están condicionados por factores similares en unos años y otros. Si, como hemos señalado, se produce una continuidad del modelo de familia nuclear simple como modelo de familia predominante en la época moderna. Hemos observado entre las familias de comerciantes agregados domésticos más extensos de lo habitual, lo cual también se producía en la centuria previa en zonas del interior peninsular urbanas y rurales. La complejidad que caracteriza a estas familias estará condicionada por dos factores, por un lado, porque la actividad económica que ejercen requiere de la presencia de personal empleado que hace que el agregado doméstico se vea en aumento al residir en el hogar y, por otro lado, porque la prosperidad económica de la actividad mercantil desarrollada por estas familias hace posible el mantenimiento en el hogar de un agregado doméstico de tal envergadura. Las limitaciones de espacio impiden mostrar una relación exhaustiva de todas las familias, lo cual nos ha llevado a optar por seleccionar una muestra representativa de este grupo socio-profesional. No obstante, nos ha sido posible adentrarnos en la complejidad a la que hacemos referencia a través del análisis de las familias seleccionadas, así como la consulta de fuentes referentes a sus bienes nos ha permitido conocer cuál era el patrimonio que hacía posible el desarrollo de familias de estas dimensiones.

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I.2. Población y familia: infancias, mujeres, matrimonios

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La infancia y su entorno familiar a través de la correspondencia privada en el siglo XVI Childhood and its family environment through private correspondence in the 16th century María HERRANZ PINACHO Universidad de Valladolid Resumen: Las cartas privadas de emigrantes en Indias, editadas por Enrique Otte, dan noticia de las novedades, intereses e inquietudes de hombres y mujeres en territorio americano en el siglo XVI. A través de la lectura concienzuda de estas letras, se tratará de proponer algunas ideas que permitan comprender mejor la realidad familiar de estos individuos. El análisis se centrará en los niños, aquellos de los que se hablará en estos discursos cercanos, con un lenguaje de familiaridad en el que conviven las muestras de afecto y las preocupaciones del hombre del nuevo mundo. Palabras clave: familia, infancia, Antiguo Régimen, Indias, correspondencia Abstract: The private letters of emigrants to America, edited by Enrique Otte, give us an insight into the interests and concerns of the men and women who lived in sixteenth-century America. By carefully reading these letters, we can discover some ideas which allow us to better understand the family environment of Modern society. The present paper focuses on those children who are mentioned in these intimate stories. Written in a familiar language, such stories are both a show of deep affection and a mirror of the daily preoccupations of Spanish newcomers to the Indies. Keywords: Family, Childhood, Ancien Régime, America, Correspondence. “Criança es uno de los mayores bien fechos que un ome puede fazer a otro, porque todo ome se mueve a la fazer con gran amor que ha aquel que cria, quier sea fijo u otro ome extraño […], e esta criança […] que faze el padre al fijo, ca como quier que le ama naturalemente, porque l’engendró, mucho más le cresce el amor por razón de la criança que faze en él.” Ley I, título 1 XIX, IV Partida .

Este estudio tiene la pretensión de sugerir algunas ideas que contribuyan a las recientes líneas de investigación abiertas en torno a la historia de la familia, la infancia, las mentalidades y la historia de los sentimientos. Considero que ya está suficientemente aceptada la idea de la familia como “instrumento fundamental de la transmisión del patrimonio –material y simbólico–” 2 y, al mismo tiempo, “como espacio de afectividad”3. Compartimos el interés que expresa Mónica Bolufer cuando dice que “lo 

Contratada Predoctoral de FPU del MECD en la UVa (FPU13/00648). Citamos por la edición siguiente: Las Siete Partidas del sabio rey Don Alonso el nono. Partidas V-VIVII, nuevamente glosadas por el licenciado Gregorio López de Tovar, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1974. 2 María José de la Pascua Sánchez, “Las relaciones familiares. Historias de amor y conflicto”, en Isabel Morant (dir.), Historia de las mujeres en España y América Latina. El mundo moderno, Madrid, Cátedra, 2005, pp. 287-316, especialmente p. 289. 3 María José de la Pascua Sánchez, “Una aproximación a la historia de la familia como espacio de afectos y desafectos: el mundo hispánico del Setecientos”, Chronica Nova, 27 (2000), pp. 131-166, especialmente p. 132. 1

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que interesa es apreciar cuáles eran, antes de la irrupción del lenguaje sentimental en la literatura y las mentalidades a partir del siglo XVIII, los valores, los vínculos y las eventuales tensiones que impregnaban las relaciones familiares”4. Para ello seguiremos el camino trazado por Mª José de la Pascua Sánchez al hablar de historia de los sentimientos, ya que se refiere a esta tendencia como a “una historia de la representación cultural de los sentimientos, [...] emociones construidas culturalmente y como tales, anteojos a través de los que percibimos e interpretamos el mundo que nos rodea”5. Partiendo de estas líneas historiográficas, hemos centrado el punto de atención en la infancia. A pesar de la evolución que ha experimentado su estudio en las últimas décadas, creo que es posible seguir incorporando nuevos enfoques y nuevas fuentes que nos permitan acceder a todas las posibilidades que nos ofrece como historiadores. Aquí el interés se centrará en un conjunto documental muy concreto: la correspondencia privada de emigrantes en Indias en el siglo XVI. En estas cartas enviadas por hombres y mujeres asentados en suelo americano, podemos observar sus preocupaciones, muestras de afecto, la cotidianidad de la amplitud de la familia extensa antiguorregimental... Escuchamos un discurso cercano, con un lenguaje de familiaridad de aquellos que escriben como padres, madres, hijos o hermanos, lejos de formulismos oficiales. La utilización del género epistolar como fuente para los historiadores no es una novedad. La carta, definida como “el trasunto escrito de una conversación entre ausentes”6, que hace real “la posibilidad de hacerse presentes in absentia”7, ha sido abordada desde múltiples vertientes. Por un lado, la edición de las propias cartas, halladas entre los múltiples legajos de los más variados archivos, y por otro, el análisis del lenguaje epistolar y su significado, el papel de este testimonio escrito en la Edad Moderna. Tampoco hay que olvidar la aportación realizada por lingüistas y filólogos sobre el lenguaje oral y la evolución del castellano a ambos lados del Atlántico. Entre las numerosas ediciones de cartas publicadas, contamos con más de mil quinientos ejemplos, que son testimonio del interés de las personas ordinarias y su documentación para el análisis histórico8. Antonio Castillo Gómez ha estudiado todas las implicaciones que puede llegar a tener el universo escriturario, al manifestarse “la

4

Mónica Bolufer Peruga, “De madres a hijas, de padres a hijos: familia y transmisión moral (ss. XVIIXVIII)”, en Joan Bestard (coord.), Familia, valores y representaciones, Murcia, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia, 2010, pp. 217-237, especialmente p. 218. 5 María J. de la Pascua Sánchez, “Una aproximación...”, p. 133. 6 Antonio Castillo Gómez, “«Me alegraré que al recibo de esta...». Cuatrocientos años de prácticas epistolares (siglos XVI a XIX)”, Manuscrits, 29 (2011), pp. 19-50, especialmente p. 20. 7 Antonio Castillo Gómez, “Del tratado a la práctica. La escritura epistolar en los siglos XVI y XVII”, en Carlos Sáenz y Antonio Castillo Gómez (coords.), La correspondencia en la historia: modelos y prácticas de escritura epistolar. Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Cultura Escrita, Madrid, Calambur, 2002, pp. 79-108, especialmente p. 101. 8 Las principales monografías publicadas son: Enrique Otte, Cartas privadas de emigrantes a Indias, Jerez, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 1988; Isabelo Macías y Francisco Morales Padrón, Cartas desde América: 1700-1800, Sevilla, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura y Medio Ambiente, 1991; Rocío Sánchez Rubio e Isabel Testón Núñez, El hilo que une. Las relaciones epistolares en el viejo y el nuevo mundo (siglos XVII-XVIII), Cáceres, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Mérida, Junta de Extremadura, Editora Regional, 1999; María del Carmen Martínez Martínez, Desde la otra orilla. Cartas de Indias en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (siglos XVI-XVIII), León, Universidad de León, 2007.

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escritura y lo escrito como producto humano, social e histórico”9, y ha destacado su alcance al tener la capacidad de fijar lo inmaterial y de ese modo trascender al presente, legando su voz a futuras generaciones10. El volumen de la correspondencia experimentó un aumento notable a partir de época moderna, tanto la oficial como la privada. Esta tendencia suele explicarse por una conjunción de factores, como fueron el ascenso del alfabetismo y del número de escuelas, y el “mayor aprecio de la instrucción como forma de promoción social” 11, a lo que sumó la «ausencia prolongada» de población de sus lugares de origen, motivada sobre todo por causas militares o migratorias12. La carta se caracteriza por la estabilidad de su estructura y las que encontraremos en el siglo XVI no son una excepción, aunque a través de la retórica, el protocolo y las formas de cortesía adoptados se puede vislumbrar la categoría social del autor. 1. Las cartas de emigrantes a Indias. Como ya se ha señalado, este trabajo se basará en unas cartas procedentes de la América del siglo XVI, concretamente en las «cartas de llamada» incluidas en los expedientes de licencia para pasar a Indias13. Este tipo de documentación reúne unas características que deben ser tenidas en cuenta antes de proceder a su análisis. Nos referimos al contexto de su creación y al doble valor (personal y oficial) que adquirieron. Las cartas están escritas de un modo privado, puesto que sus autores generalmente no pensaban que esas letras fuesen a ser conocidas fuera del ámbito familiar, que es adonde van dirigidas. Los emigrantes, en su mayor parte varones, escriben a sus mujeres y otros parientes para dar noticia de su vida en los nuevos territorios de la monarquía y, en muchas ocasiones de manera explícita, animando o pidiendo que se unan a ellos al otro lado del Atlántico, para lo cual a veces incluso notifican el medio por el que les harán llegar el dinero para su viaje. Aquí nos hemos fijado en el conjunto de cartas publicado por Enrique Otte, que ha sido reeditado por Marta Fernández Alcaide atendiendo a sus intereses filológicos. Dentro de esta colección de 650 cartas, se han identificado 529 autores, que escribieron desde 108 lugares diferentes, casi todos urbanos, durante el último tercio del siglo XVI. Se ha constatado que se dirigían principalmente a sus esposas (en 105 cartas) y que su experiencia en América había sido lo suficientemente buena como para «llamar» a su encuentro a otros familiares14, lo que no resta para constituir “un grupo de individuos representativo de toda la sociedad indiana”15. Partiendo de este origen personal o privado, esta documentación experimentó un proceso de oficialización, al ser incluidas dentro de los expedientes de licencia para 9

Antonio Castillo Gómez, “Del signo negado al signo virtual. Cambios y permanencias en la historia social de la cultura escrita”, SIGNO. Revista de Historia de la Cultura Escrita, 6 (1999), pp. 113-143, especialmente p. 114. 10 A. Castillo Gómez, “Del signo negado...”, p. 134. 11 A. Castillo Gómez, “«Me alegraré...”, p. 22. 12 A. Castillo Gómez, “Del tratado...”, pp. 80-81. 13 Estos expedientes se encuentran dentro de la serie Indiferente General de la sección Gobierno del Archivo General de Indias. 14 E. Otte, Cartas privadas..., p. 11-14. 15 Marta Fernández Alcaide, Cartas de particulares en Indias del siglo XVI. Edición y estudio discursivo, Madrid, Iberoamericana, Frankfurt y Main, Vervuert, 2009, p. 309.

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pasar a Indias. Dentro de los requisitos y trámites necesarios para embarcarse en una flota, se requería una prueba de que ya vivía un familiar en América, y como tal era frecuente presentar una carta dirigida desde allí en la que se mencionaba el parentesco. Este es el motivo por el cual se han conservado formando parte de un expediente administrativo, aunque aquí dejaremos al margen esta faceta y nos centraremos en la de transmisor de noticias. Ambas deben ser tenidas en cuenta, pues nos aportan información sobre el emisor del mensaje y, sobre todo, sobre la finalidad que perseguía, que puede actuar como condicionante del tono y temas abordados en la misiva. Estas cartas tienen, además, un matiz particular, y es su elevado número en relación con el desembolso económico que suponían, lo cual se explica fácilmente, ya que era prácticamente el único medio de comunicación que existía para las personas que viajaban y vivían allí. Sin duda ese primer contacto que tuvieron nuestros antepasados con un mundo nuevo sigue maravillándonos, junto con la valentía que demostraron al aventurarse en lo desconocido. Entre los preciosos testimonios que nos hacen llegar estas cartas, hay referencias a cómo la nueva vida emprendida en América les había cambiado para siempre. Juan de Esquivel escribía en 1584 “ya no seré lo que antes era, porque iré tan otro que los que me conocieron digan que no soy yo” 16 . Al mismo tiempo, las preocupaciones humanas, el universo mental del hombre de época moderna, es el ámbito en el que las permanencias se observan con mayor claridad. De cara a nuestra interpretación, recordamos las palabras de Antonio Castillo sobre la particularidad de las cartas de mujeres que emigran a las Indias, en las cuales “se ha puesto de manifiesto que su estilo no solamente es distinto al que suelen emplear los hombres, sino que también adopta formas más coloquiales y cariñosas. Se trataría mucho más de una escritura de los sentimientos, apegada a la realidad más próxima, por ello que las cartas entre mujeres o de estas hacia los varones (padres, maridos, hijos o hermanos) abunden con 17 mayor atención en los detalles familiares y cotidianos” .

El ambiente de familiaridad y cercanía que hemos detectado en esta correspondencia se ve apoyado por la opinión fundamentada de otros autores, como Carmen Martínez que destaca cómo en las cartas “se reflejan aspectos domésticos, lazos de parentesco, transmisión de valores, la consideración que merecen los hijos, la preocupación por su formación o la pena por su ausencia” 18 ; o del propio Otte, que observa en ellas “manifestación de mimos, cariños, requerimientos amorosos, amenazas brutales, exageraciones pintorescas y alusiones maliciosas”19. 2. Niños y jóvenes a través del lenguaje epistolar. “Acá han escrito que a vuestro hermano chico le había salido un diente, paréceme mucho, para tener ya tres años, que hoy los cumple, que se bautizó, como se os acordará; y estoy en duda si son dos o tres y creo que debe estar lindo como decís. También estoy en duda cuánto cumple el

16

E. Otte, Cartas privadas..., carta 571, p. 508. A. Castillo Gómez, “Del tratado...”, p. 94. 18 Mª. C. Martínez Martínez, Desde la otra orilla..., p. 59. 19 José Luis Martínez, El mundo privado de los emigrantes a Indias, México, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 74. 17

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LA INFANCIA Y SU ENTORNO FAMILIAR … mayor en julio, aunque creo que son seis. Avisadme lo cierto de ello y Dios os guarde a 20 vosotras y a ellos como deseo” .

Estas palabras, sabiendo que fueron escritas en 1581, no pueden más que enternecer al lector, pues despiertan su empatía. El conocer a su autor, el monarca Felipe II, supone un choque con la tradicional idea sobre rigidez y ausencia de sentimientos en las altas esferas. Sin embargo, los sentimientos afectivos forman parte del ser humano, sea cual sea su origen social, y palabras tan cariñosas como las que dedica Felipe II a sus hijos también podemos encontrarlas en la mayor parte de las misivas enviadas desde América en esos mismos años. La manera de comunicar el mensaje es distinta a la actual, pues diferentes eran los usos culturales, de ahí el interés específico de esta breve recopilación de modos de representaciones de afectos, preocupaciones e intereses. Más aún por centrarse en aquellos de los que nunca podremos tener una muestra de su voz, pues los niños no tenían autoridad suficiente ni competencias lectoescritoras que les hayan permitido dejar huella documental. Por tanto, cualquier testimonio puesto en boca de un menor o referencia a su condición, trato o cualidad son útiles para los estudiosos de esta etapa de la vida humana en su trayectoria histórica. El entorno familiar y de convivencia es clave para el desarrollo de los individuos. La familia marca la categoría social desde el nacimiento y sus recursos estarán directamente relacionados con la condición socioeconómica que podrá alcanzar a lo largo de su vida. Sin juzgar los comportamientos, es vital describirlos, pues determinarán la importancia y papel otorgados a la infancia, las expectativas y dedicación hacia ellos y, de manera inalienable, las motivaciones sentimentales que impulsaron todos estos aspectos. Hasta el momento, al hablar de la nueva realidad que provocó la ampliación del entorno hasta los confines del Atlántico, se ha puesto el acento en las mujeres, aquellas denominadas mujeres solas, que quedaban en la Península a la espera de sus maridos, y en las redes de solidaridad que las protegían y se encargaban de ellas. Aquí ya se observa la dependencia familiar, “detectándose el mayor grado de compromiso entre los consanguíneos directos”21. José Luis Martínez llega a calificar de revelación “el amor de los maridos por sus mujeres lejanas”22 expresado en sus cartas. Sin embargo, aquí daremos un paso más, al reconocer la aportación de estas misivas, a través del desgrane de la información en ellas contenida, para conocer cuál era el entorno familiar en el que se desarrollaban las primeras etapas de la vida de un individuo y algunas expresiones de afecto hacia ellos. Los niños son nombrados en multitud de ocasiones en las cartas, casi todas por familiares directos o por aquellos que actúan como si lo fueran. En este caso nos hablan de que “os había criado, y os tenía en lugar de hijo”23, recuerdan “el amor con que me criaron como a hijo propio suyo”24, o dan noticia de no tener “hijo ni hija, sino una niña 20

Fernando Bouza Álvarez, Cartas de Felipe II a sus hijas, Madrid, Turner, 1988, p. 45. Isabel Testón Núñez y Rocío Sánchez Rubio, “«Para hacer la raya enviamos un sobrino». El papel de la familia y el parentesco en las relaciones de la América española (siglo XVI)”, en Gregorio Salinero (coord.), Mezclado y sospechoso: movilidad e identidades, España y América (siglos XVI-XVIII), Madrid, Casa de Velázquez, 2006, pp. 91-120, especialmente p. 96. 22 J. L. Martínez, El mundo privado..., pp. 74-75. 23 E. Otte, Cartas privadas..., carta 295, p. 263. 24 Ibídem, carta 477, p. 411. 21

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que hemos criado”25, lo cual es indicativo de la existencia de un comportamiento y un vínculo sociocultural establecido sobre el trato a la infancia. Una de las primeras dificultades es delimitar en qué momentos hacen referencia a un niño y, antes incluso, considerar cuáles son las edades que delimitan esta condición26. Pedro Mexía trata en su Libro llamado silva de varia leción, en el capítulo XLIV, «de las siete hedades y partes de la vida del hombre, según la doctrina de astrólogos». Haciendo caso de esta obra, que alcanzó gran difusión, “La primera etapa es la llamada «infancia» y va desde el nacimiento hasta los cuatro años, se caracteriza por ser un tiempo en el que el hombre no es capaz de hablar o no sabe hacerlo con propiedad. La «puericia» llega hasta los catorce años y es la etapa reservada a la enseñanza y a hacer al futuro hombre, tiempo de oficios y de escuelas: «leer, escribir, tañer y cantar». La tercera es la «adolescencia», entre los catorce y los veintidós años cumplidos, el hombre está ya «dispuesto para aver hijos, inclinado a amores y mugeres; dasse a cantares y juegos, vicios y 27 comidas y placeres y fiestas»” .

Hemos podido comprobar cómo el cariño por alguien a quien se ha visto crecer se manifiesta utilizando apelativos infantiles aún cuando el menor ya ha crecido. Por este motivo hablan de un muchacho o muchacha, de un moço o moça, como sinónimo de joven, edad que podríamos situar en torno a los 16 años, pero manteniendo el uso de diminutivos, que es uno de los signos más evidentes del tratamiento infantil. Hasta en cincuenta cartas aparecen diminutivos, tales como Grigorico, Andresillo, Antoñico, Clarita, Miguelito, Isabelica, Mariquita, Anica, Herrnandico, Baltasarico... Entre estos nombres se ha detectado que en casi el doble de ocasiones hacen referencia a varones. Algunas veces se puede dudar sobre la edad del pequeño, pudiendo no ser tal más que en la memoria del autor de la carta, pero en otras se insiste en consejos sobre su crianza28, se dice que es el menor29 o que “me dexo niño chiquito”30. Miguel Ángel Extremera comparte la visión de cómo la manera de referirse a los familiares y especialmente el empleo de diminutivos es una muestra de afecto indudable31. No son 25

Ibídem, carta 613, p. 548. Atendiendo a diferentes escritos de esta época, parece que la primera infancia llegaba hasta los 7 años de edad. Por otra parte, el marco legal limita en los 25 años la minoría de edad, habiendo dentro de ella dos etapas: hasta los 12 años las niñas y los 14 los niños eran proveídos de un tutor en caso de orfandad y a partir de esa edad de un curador, que solamente debía encargarse de sus necesidades administrativas en caso de ser necesario. Esta diferente consideración se situaba en la edad aproximada de incorporación al mundo del trabajo, lo que puede darnos una idea de hasta dónde llegaba de facto la niñez. 27 Anastasio Rojo Vega, “Los menores de edad en el Valladolid del Siglo de Oro”, Investigaciones históricas: Época moderna y contemporánea, 15 (1995), pp. 175-194, especialmente p. 175. Recoge las citas del Libro llamado silva de varia leción de Pedro Mexía, según la edición de la misma debida a Antonio Castro, Madrid, Cátedra, 1989. Frente a Pedro Mexía, Diego de Gurrea en su Arte de enseñar hijos de príncipes y señores, Lérida, vda. de Mauricio Anglada, 1627, prolonga la infancia hasta los siete años; la puericia, hasta los catorce; y la adolescencia, hasta los veinticinco; véase Nieves Baranda, “¿Una literatura para la infancia en el siglo XVII?”, en Agustín Redondo (dir.), La formation de l’enfant en Espagne aux XVIe et XVIIe siècles, París, Publications de la Sorbonne Nouvelle, 1996, pp. 126-139, especialmente p. 128. 28 “A mi Juanico [...] encárgote tengas cuidado de azotarle muy bien, porque aprenda a leer y escribir, que es lo que le importa”, en E. Otte, Cartas privadas..., carta 323, p. 285. 29 “A Luisico me regalen mucho, que tengo más cuenta con él por ser el menor”, en Ibídem, carta 33, p. 65. 30 M. Fernández Alcaide, Cartas de particulares..., carta 463, p. 668, nota 364. 31 Miguel Ángel Extremera, Gobernador y padre de familia. Correspondencia privada de un corregidor del duque de Alba (1764-1767), Rubí, Ediciones Rubeo, 2013, p. 26. 26

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muchas las ocasiones en las que se hace referencia explícita a la edad y el empleo de los calificativos a los que hemos hecho referencia no es estable, de ahí la dificultad de establecer un panorama fijo. Un ejemplo es el siguiente fragmento de esta carta de Juan de Camargo de 1573: “esta niña tiene edad de doce años, y su madre puede tener veinte y siete. [...] Asimismo me han entregado una tutela y curadoría de cuatro sobrinos de esta mi mujer, dos hombres y dos niñas. La una de ella se llama doña Francisca Vázquez, y es de edad de trece años, y es asimismo rica, la otra niña es de tres años, y los dos muchachos el uno es de diez y siete años, y el otro de doce”32.

Si el cuidado de los huérfanos solía quedar en el ámbito familiar, la transmisión patrimonial también. En este corpus documental se transmite la «confianza» que en los parientes tenían, contra los «extraños» que trabajaban para ellos33. Este es el motivo por el cual la mayor parte de estas «cartas de llamada» van dirigidas a hijos y sobrinos o, en cualquier caso, a un familiar directo. Se quiere evitar la situación que describe Hernán Sánchez de la Barrera, que pide ayuda a su sobrino, pues “hijos ajenos me consumen mi hacienda”34, aunque también a nivel personal Alonso Herojo señala a su mujer “si de estos dos [sus hijos] no os fiáis, de ¿quién os tenéis de fiar?”35. Se observa un claro instinto de protección y ternura a través de los diferentes mensajes de las cartas. Por ejemplo, al querer reunirse con familiares para que “no padezca en esa tierra tanta estrechez con sus criaturas”36; o con un sobrino, Dionisito, “porque quiero a ese niño en el alma”37. En otro caso son dos sobrinos huérfanos a los que manda enviar “pues son tan pequeños y harán tan poca costa hasta traerlos aquí” 38; Juana Farfán pide noticias de sus sobrinas “porque de día y de noche no es otro mi pío ni mi contento sino pensar en ellas”39. Alonso de Encinas argumenta este interés por los familiares “al fin, como dice el refrán: «La sangre sin fuego hierve»” 40. Entre las preocupaciones que se manifiestan en las cartas está la transmisión de las novedades que afectan al grupo de propincuos. Las mujeres suelen detenerse más en este tipo de noticias y es habitual solicitar datos o informar sobre los hijos que han nacido, sus nombres o su edad41. Juan de Brihuega le cuenta a su hermano

32

E. Otte, Cartas privadas..., carta 360, pp. 313-314. Ibídem, p. 27. 34 Ibídem, carta 565, p. 503. 35 Ibídem, carta 372, p. 327. 36 Ibídem, carta 486, p. 430. 37 Ibídem, carta 571, p. 508. 38 Ibídem, carta 94, p. 112. Motivos similares expone la carta 171. 39 Ibídem, carta 470, p. 406. 40 E. Otte, Cartas privadas..., carta 611, p. 546. “Refr. Que pondera la fuerza del parentesco, y los efectos que cáusa para el afecto y cariño”, Diccionario de autoridades, Tomo IV, RAE, 1734. Hervir la sangre. Recuperado de http://web.frl.es/DA.html [fecha de consulta: 25 de mayo de 2015]. 41 Ibídem, cartas 21, 72, 152, 204, 256, 267, 270, 279, 342, 360, 367, 379, 393, 394, 437, 500, 518, 619. 33

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María HERRANZ PINACHO “mi mujer ha estado muy mala de dolor de costado y ha estado muy peligrosa, porque estaba preñada en siete meses, y la sangraron seis veces, y a esta causa llegó a tanto peligro. Tenemos tres niñas y un niño, dos que nos han nacido acá, y a Juanico y a Marica que de allá trajimos, sin los que se nos han muerto y lo que mi mujer tiene en la barriga”42.

Llama la atención la gravedad con la que hablan del excesivo número de hijos, considerado una carga muy pesada 43 o una alegría cuando no es así44. La referencia recurrente a las enfermedades de los más pequeños indica el desvelo que constituía para ellos45 y la pérdida de algún hijo suele ir acompañada de palabras de dolor, como “era todo mi consuelo y mi descanso”46, “vuestra madre [...] está con mucha pena, que ha sido Dios servido en ocho meses de llevarnos dos hijas, y la una de diez años se decía Micaela, y otra de tres, y dos niños”47, o “después que nos faltaron no hay cosa en esta vida que nos dé ningún contento ni alegría”48. Es igualmente destacable el interés demostrado por la preparación de la descendencia, que queda patente en las cartas. Otte ya indicó que “los emigrantespobladores trataron de influir sobre la educación de sus hijos y sobrinos en la vieja patria, enviando dinero para ello”49. Por este motivo se informa de cómo los niños ya saben leer o se insiste en que vigilen que estudien, alegando el prometedor futuro que tendrían como hombres letrados en América. El saber leer y escribir no es solo un asunto de promoción social, sino que da la oportunidad de comunicarse directamente, como indica Alonso Hernández a su hermano “da gran contento a sus sobrinos en escribirlos en particularmente, porque ya son hombres que se les puede escribir”50, o Gabriel Ramírez de Arellano a su hijo “no pienses que por falta de amor no te he escrito cien cartas, [...] que como creía que eras todavía muchacho, escribiendo a tus tíos bastaba, y ahora que sé que estudias y te das buena maña, yo te escribiré” 51. Francisca Pérez, por ejemplo, manda una carta a su hermano escrita de mano de su hijo pequeño, “Manuelico, que ya es grandecillo”52. Como puede observarse, estos casos aportan una información muy rica. El licenciado Juan de Godoy encarga mucho a su madre a Juanico, “que lo quiere mucho”, para que procure que aprenda rápido latín y pueda mandarle a estudiar leyes a Salamanca, pues “quedando letrado queda muy rico”53. También es útil saber escribir y contar para heredar los negocios familiares, como proponen para Andresico54. Por último, es interesante resaltar las expresiones más familiares y cariñosas de los padres hacia sus hijos. Podemos oír recados como “es la lumbre de mis ojos”55, o “no tenéis en esta vida quien más os quiera que yo, [...] mayor [pena] es la mía, por no 42

Ibídem, carta 161, p. 154. Ibídem, cartas 242, 281, 321, 323, 411, 495, 503, 629. 44 Ibídem, carta 494. 45 Miguel Á. Extremera, Gobernador y padre..., p. 23. 46 E. Otte, Cartas privadas..., carta 36, p. 67. 47 Ibídem, carta 432, p. 380. 48 Ibídem, carta 160, p. 153. 49 Ibídem, pp. 25-26. 50 Ibídem, carta 437, p. 383. 51 Ibídem, carta 433, p. 381. 52 Ibídem, carta 77, p. 100. 53 Ibídem, carta 530, p. 474. 54 Ibídem, carta 307, p. 271. Noticias similares podemos leer en las cartas 33, 242, 323, 329, 465, 512, 571. 55 Ibídem, carta 347, p. 304. 43

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haber gozado de vosotros, ni os haber criado como a hijos”56. De manera inevitable, las palabras más amorosas van destinadas para presentar a los más pequeños de la casa, con calificativos como hermoso, lindo, bonito o destacando los parecidos familiares57. Andrea López le avisa a su madre de cómo transcurrió el parto de su primera hija, María, “tuve buen parto, bendito Nuestro Señor, que no estuve de parto más de tres horas y media, porque a las doce de la noche fueron los primeros dolores que me dieron”. Tres años después le cuenta, “ha sido Dios servido de darme otra hija, que tiene cuatro meses, y llámase Beatriz, y es muy linda y hermosa, y más hermosa que María”58. En otra larga carta encontramos detalles sobre “dos hijas, la una de año y medio, y la otra de seis meses, las más lindas, Dios se las guarde, que hay en toda Lima”59. Cristóbal de Montalvo cuenta que su hija, de catorce meses, “la más linda muchacha que hay en esta tierra, y más graciosa”, es “más viva que un fuego”. Narra una graciosa anécdota que permite escuchar, como en ningún otro momento, la voz de la pequeña: “entrando yo en casa un día, enojado, la hallé en el patio, y como me vio comenzó a decir «ta ta ta» tres veces, y como no la respondí, por venir, como dije, enojado se arrimó a la pared con las manos cruzadas, y moviéndome a compasión por como lo había sentido, la llamé diciendo 60 «Hija», y como quien estaba muy agraviada con ira me dijo: «A puta»” .

El descubrimiento de América tuvo múltiples repercusiones, pero una de ellas fue la ampliación de las distancias entre miembros de una misma familia. Embarcarse en una flota en el periodo que abarcan las cartas que hemos tratado a lo largo de estas líneas suponía fácilmente un camino sin retorno. El uso de la correspondencia privada como medio de comunicación se amplificó y constituye para los estudiosos de las mentalidades y la vida cotidiana una fuente de gran valor. También es paradigmático para los filólogos, para los que “esas cartas son un testimonio precioso de la historia del español: como en pocas ocasiones asoma en ellas el fluir vivo del idioma hablado por las distintas clases de la sociedad española, 61 siempre, eso sí, a través del tamiz del escribano, no siempre ducho en su arte” .

El emigrante “estaba verdaderamente convencido de la mejor calidad del Nuevo Mundo” 62 , lo cual constituye uno de los motivos que le llevan a pedir e incluso a suplicar a sus familiares que se reúnan con él. La soledad y la falta de afectos fueron, sin duda, otros de los factores determinantes. En esta nueva red de relaciones las generaciones más jóvenes tuvieron un papel fundamental, pues su viaje era el más demandado para tomar el relevo del legado familiar. Al mismo tiempo, “no debemos olvidar que los lazos familiares durante el periodo moderno también se entretejían a base de amor y de afecto”63, por lo que no pueden medirse los comportamientos según estrategias puramente patrimoniales. Mª 56

Ibídem, carta 542, p. 483. Expresiones similares aparecen en las cartas 376, 543, 554, 592. Ibídem, cartas 56, 78, 226, 292, 335, 342, 356, 500. 58 Ibídem, carta 47, p. 75 y carta 48, p. 76. 59 Ibídem, carta 487, p. 434. 60 Ibídem, carta 524, p. 465. 61 M. Fernández Alcaide, Cartas de particulares..., p. 18. 62 E. Otte, Cartas privadas..., p. 35. 63 I. Testón Núñez y R. Sánchez Rubio, “«Para hacer la raya...”, p. 108. 57

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María HERRANZ PINACHO

José de la Pascua ya ha advertido de que “la sociedad occidental acabó convirtiendo el amor en un motor de conductas y en la base de una institución como la familia”64. 3. Reflexiones finales. Sobre las cartas que aquí se han tratado, autores como José L. Martínez consideraron que en ellas no se suele hablar de sentimientos por pudor y orgullo 65, extremo que no comparto. Creo que se han podido mostrar multitud de ejemplos concretos de expresiones cariñosas y querencias, aspectos ligados a la esfera íntima de las familias del Antiguo Régimen. Cada uno de los autores de estas cartas poseía una personalidad propia y una manera de comunicar sus emociones que no podemos llegar a conocer. El observar testimonios aislados en ocasiones ofrece la posibilidad de extrapolar actitudes, pero aquí han aparecido facetas que suelen ser de muy difícil acceso. Las cartas de estos pobladores americanos tratan temas muy diversos, de los que no nos hemos ocupado. Sin embargo, es latente en las misivas el recuerdo y la memoria por los familiares ausentes. La carta es la prueba evidente de la cohesión familiar e incluso algunas de ellas dejan ver los diferentes roles otorgados a cada uno de los miembros del linaje. Esto se apoya en la diferente manera de comunicar y la prioridad de los mensajes emitidos. Las letras nacidas de mujeres son más cercanas, con preocupaciones más pegadas al día a día, más aún cuando ellas siempre forman parte de un ambiente familiar. En las cartas escritas por hombres también se observa un tono diferente al hablar de sentimientos y no hay vergüenza en admitir el amor por sus allegados y el desconsuelo por los ausentes. Los niños aparecen en las cartas porque estas son reflejo de la realidad social y familiar. Ellos son responsabilidad del grupo, conviven con ellos y son sus herederos. Está muy presente la conciencia de la desventaja que supone ser menor, entendido no como concepto legal, sino como el número de años de una persona. Los niños dependen de los adultos y estos no dudan en tratar de favorecerlos cuando los ven en una situación de inferioridad. No se espera de ellos un comportamiento maduro, sino infantil66. La dificultad de establecer cuál era el universo infantil es evidente y quedan aquí planteadas algunas ideas y propuestas de líneas de análisis. El afán objetivador que en ocasiones nos persigue como historiadores puede sumar prejuicios en este campo de investigación. El terreno de los sentimientos no es objetivo e influye notablemente en los comportamientos y la toma de decisiones de los individuos. Por tanto, comprender el entorno familiar de la infancia del Antiguo Régimen introducirá un nuevo factor condicionante de actitudes y de determinaciones en los miembros de una familia. Como consecuencia, nos permitirá obtener una visión más global de las sociedades pasadas.

64

María J. de la Pascua Sánchez, “Una aproximación...”, p. 133. J. L. Martínez, El mundo privado..., p. 74. 66 Pedro de Aguilera escribe a su mujer, hablando de su hijo, “aunque haya sido travieso con la niñez, se puede disimular”, en E. Otte, Cartas privadas..., carta 66, p. 93. 65

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Infancia y nobleza. Testimonios del mundo infantil en las familias Híjar y Aranda durante la Edad Moderna Childhood and nobility. Early Modern Spain testimonies of children’s world in Híjar and Aranda families Laura MALO BARRANCO Universidad de Zaragoza Resumen: Durante la Edad Moderna, los niños y niñas nobles fueron miembros de gran importancia para la continuidad familiar. Desde su nacimiento, se beneficiaron de la situación privilegiada de su linaje y fueron objeto de los mejores cuidados y el cariño de sus parientes. Entre bautismos y madres preocupadas, amas de cría, cunas y pañales, se desarrollaban los primeros años de los más pequeños de la casa. Este trabajo busca presentar aquellos datos y alusiones al mundo infantil relativos a dos importantes familias de la España moderna, los Híjar y los Aranda, y reconstruir a través de estos testimonios costumbres relativas a la crianza de los niños nobles, así como a los sentimientos y preocupaciones surgidas en torno a ellos. Palabras clave: infancia, nobleza, crianza, nodriza, formación. Abstract: In Early Modern period, noble children were very important members for familiar development. Since they were born, the benefited from their lineage privileged situation and they were object of the best cares and their relatives’ affection. Between baptisms and worried mothers, wet nurses, cradles and diapers, were spent little children first years. This article looks for introducing some facts and references about childish world linked to two prominent Early Modern Spain nobility lineages, Híjar and Aranda families, and rebuild through these testimonies some noble children’s raising habits, together with feelings and concerns directly tied to them. Keywords: childhood, nobility, upbringing, wet nurse, education.

1. Introducción. Los niños y niñas de la casa representaban el futuro de una familia noble. La llegada de numerosos descendientes ofrecía seguridad a los linajes que depositaban en ellos sus atenciones y cuidados en busca de la continuidad del apellido. Aquellas pequeñas criaturas poseían un universo propio e inmerso en los procesos cotidianos, adaptado a su menor edad y vinculado a la formación, desde sus primeras horas de vida, de dignos representantes de la Casa. Con ayuda de la historiografía reciente relativa a la infancia y vinculado a los estudios de elite, género y vida cotidiana, este texto plantea examinar las alusiones y documentación sobre la primera edad de los miembros de dos destacados linajes de la nobleza moderna, los duques de Híjar y los condes de Aranda. A través de partidas de nacimiento, bautismo y confirmación, de testimonios recogidos en últimas voluntades e inventarios, así como de las defunciones de los pequeños, las líneas siguientes 

Este trabajo se realiza en el marco de una beca predoctoral de Formación de Personal Universitario (FPU) vinculada al Proyecto de Investigación HAR2011-28732-C03-03 “Celebrar las glorias. Publicística sagrada y devociones en la Iglesia Hispánica de la Edad Moderna”, con Eliseo Serrano Martín como investigador principal, y al Grupo de Investigación Consolidad Blancas de la Universidad de Zaragoza.

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pretenden presentar la realidad referente a los años iniciales de la infancia en la nobleza. En ellas se seguirá con atención la riquísima fuente sobre las costumbres nobiliarias relativas a la infancia que es la obra Nobleza virtuosa (1637), de doña Luisa de Padilla, condesa de Aranda, quien fue miembro de uno de los linajes estudiados y por ello testigo excepcional de las atenciones a los niños nobles en la época moderna. Al mismo tiempo, este trabajo parte de una hipótesis que plantea la pertenencia a la elite social como principal causa del posible disfrute de los años infantiles, así como de la entrega a los pequeños de un cariño especial y de la constante preocupación por su temprana instrucción en base al futuro desarrollo familiar. 2. Nacimiento y bautismo. La primera documentación que identifica a los niños de una familia noble es aquella relativa a su llegada al mundo y su entrada en la comunidad cristiana. El nacimiento de un miembro del linaje marcaba el inicio de una nueva etapa en la vida familiar, un periodo de acogida al recién nacido e inclusión del mismo dentro de la comunidad civil y espiritual. Debido a la situación privilegiada de estas grandes Casas, es posible acceder a copias de los registros bautismales realizadas con el fin de conservar en los fondos privados del linaje pruebas de nacimiento y bautismo. La aparición de este tipo de documentos no es constante a lo largo de la modernidad. Conocer el año o localidad de nacimiento de cada individuo resulta complicado, debido a los escasos datos, así como a los frecuentes viajes y cambios de residencia de la nobleza, que no centraban los nacimientos en un único espacio patrimonial. Sin embargo, gracias a diversos legajos que fueron en su mayoría manuscritos a lo largo del siglo XVIII, es posible ordenar referencias a los recién nacidos en los linajes Híjar y Aranda y relacionarlos con las prácticas en torno al nacimiento y la niñez. Las partidas de bautismo trabajadas ofrecen datos cronológicos, además de mostrar la filiación, la parroquia dónde se realizó el bautismo, quiénes fueron los padrinos de los niños o el párroco que realizó el sacramento. Unidos a esta información aparecen también, aunque sólo en algunos casos, detalles referentes al alumbramiento. Estas valiosas menciones sobre el parto, aunque breves, indican la fecha y en ocasiones la hora exacta del mismo. Además, algunas de ellas detallan también dónde se produjo y facilitan la ubicación de los distintos domicilios familiares de un linaje que cambiaron habitualmente con el paso del tiempo.“En la villa de Ariza […] nació dicha señora el día doce de julio a las once del día”, “Nació en veintinueve del presente mes y año, a las siete de la noche, calle del Almirante, casas propias de los señores condes de Aguilar, distrito de la misma parroquia de san Martín”1 El recién nacido venía al mundo entre las manos de madrinas o comadronas, nodrizas y mujeres de la familia que atendían a la madre durante el parto y ofrecían los primeros cuidados al bebé. La palabras de la condesa de Aranda, doña Luisa de Padilla, afirmaban que a los hijos de los nobles, “son de opinión algunos médicos, que los deben en naciendo lavar con agua caliente salada, porque les enjuaga las muchas humedades

1

Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Casa Ducal de Híjar [AHPZ, CDH], P/1-128-7. Bautismos de: Rafaela Palafox, esposa del IX duque de Híjar, Pedro de Alcántara Silva Fernández de Híjar. San Pedro (Ariza), 16 de julio de 1744; y de su hija Micaela Silva Fernández de Híjar. San Martín (Madrid), 30 de septiembre de 1773.

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con que salen, y los hace de agudos ingenios y robustos”2. La comadrona “aseaba las partes más tiernas del niño y personalmente lo fajaba”3, costumbre muy arraigada que buscaba el crecimiento erguido del recién nacido. Ejemplo de las ropas que cubrían al bebé son: “cinco pañales de cotonia para envolver; un pañal de raso blanco bordado de oro; una faja y su sabanilla guarnecida; otro azul y plata con su sabanilla y su faja; u otro pañal de tafetán morado y su faja tejida”4 que poseía entre sus pertenencias doña Mariana Pignatelli (†1681), esposa del V duque de Híjar. Una vez aseado, el primer requisito en la vida del pequeño era la entrada en la comunidad religiosa por medio del bautismo que solía celebrarse con premura 5 . El miedo al posible fallecimiento de la delicada criatura sin recibir el primero de los sacramentos hacía apresurar la celebración que abría al niño las puertas del Cielo. Los bautizos de los niños y niñas nobles se celebraban, al igual que los de los pequeños menos privilegiados, el día del nacimiento o al día siguiente del mismo. La elección de uno u otro momento venía determinada por la hora del parto. Las fechas del nacimiento y bautismo coincidían para quienes nacían de madrugada o al inicio del día; la llegada al mundo por la tarde o noche requería de un bautismo con fecha posterior. Este hecho destaca por plantear una espera de la familia noble a la disponibilidad del párroco que debía celebrar el bautizo, marcada por los horarios y el curso natural del día. En un entorno nobiliario en el cual, gracias a las conexiones con la jerarquía eclesiástica, era común la celebración de sacramentos -confirmaciones o matrimoniosdentro de las casas familiares, es necesario subrayar la importancia de esta salida de la frágil criatura hasta la iglesia para recibir el bautismo en sus primeras horas de vida. Dicha costumbre, que deja a un lado el uso del privilegio de estos linajes, probablemente señala una búsqueda presentación del pequeño ante la comunidad cristiana en la parroquia, donde era bautizado sobre la pila común a todos fieles: “En la iglesia parroquial monasterial de san Martín de Madrid, yo el Maestro Fray Bernardo Gayoso, abad y cura propio de dicho Real Monasterio y parroquia, bauticé solemnemente al Señor Don Agustín, Pedro, González Telmo, Vicente Ferrer […] siendo su padrino su tío el señor don Fausto de Palafox, conde de santa Eufemia, hijo primogénito de los marqueses de Ariza […] en su nombre por hallarse enfermo lo tuvo en la pila su hijo primogénito el señor 6 don Vicente Palafox” .

El espacio religioso elegido para el bautismo variaba dependiendo del lugar de nacimiento, enmarcado por las viviendas permanentes o temporales y por los espacios patrimoniales de la Casa. De este modo, el V duque de Híjar, don Jaime, fue bautizado

2

Luisa María de Padilla, Nobleza virtuosa (dada a la imprenta por el padre F. Pedro Enrique Pastor), Zaragoza, Juan de Lanaja, 1637, p. 308. 3 María del Carmen García Herrero, Las mujeres en Zaragoza en el siglo XV, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1990, p. 53. 4 AHPZ, CDH, P/1510/15. Inventario de Mariana Pignatelli de Aragón, duquesa de Híjar, 1681. 5 “Los eclesiásticos medievales […] multiplicaron los lugares de culto con el fin de permitir a los sacerdotes acudir rápidamente a la cabecera de la parturienta. Se ejerció sobre las familias una presión, de los Mendicantes en particular, cada vez más fuerte para obligarlas a admitir el sacramento del bautismo lo antes posible después del nacimiento”, en Philippe Ariès, El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Madrid, Taurus, 1987, p. 20 6 AHPZ, CDH, P/1-128-7. Bautismo de Agustín Fadrique Silva Fernández de Híjar, X duque de Híjar. 14 de abril de 1773.

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en la parroquia de san Ginés y san Luis de Madrid en 1625 7; su hija Juana Petronila, VI duquesa, entró en la comunidad religiosa en la parroquia de santa María la Mayor de la villa que titulaba su linaje en 1669 8; y el nieto de ésta, don Pedro de Alcántara, IX duque, lo hizo en otra de las propiedades familiares destacadas en 1741, al ser bautizado en Villarrubia de los Ojos del Guadiana9. A estas ceremonias de bautismo hay que unir dos posibles variables. La primera de ellas viene marcada por la excepcionalidad del estamento nobiliario, pues “cuando se trataba de un niño de origen noble, si había que reunir a toda la familia y organizar suntuosas ceremonias”, el bautismo se retrasaba varios días10. La segunda, dependía de la urgencia de bautismo requerida a causa de problemas en el parto. Éste probablemente fue el caso de doña María del Pilar Silva Fernández de Híjar, futura esposa del X conde de Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea, que había nacido el 19 de noviembre de 1766 “en la calle Corredera Baja de san Pablo, casas de doña Antonia de Quincoces, (a quien en caso de necesidad echó el agua de bautismo don Juan Jaime Gabriel Alexandre presbítero boloniense en Francia)” 11 . Este testimonio muestra como la niña noble recibió el sacramento de un presbítero bien formado, probablemente huésped de sus padres o encargado del trabajo espiritual durante el parto. Dicha suerte no era la habitual, ya que la mayoría de estos bautismos eran realizados por las comadronas, quienes aprendían las fórmulas bautismales en lengua vulgar para, en caso de peligro, llevar a cabo el sacramento12. En el día del bautismo, “entre las familias que podían permitírselo, fue bastante habitual optar por la confección de trajecitos blancos para las criaturas”13. Junto a ellas eran también protagonistas los padrinos, elegidos por los progenitores para aceptar el parentesco espiritual y la responsabilidad de educar a sus ahijados en la doctrina cristiana14. El padrino y la madrina solían ser familiares cercanos, amigos de la familia o miembros del clero. Dentro de las partidas consultadas las madrinas solían ir acompañadas por un varón que completaba la pareja de padrinos. A diferencia de ello, los hombres ejercían en muchas ocasiones su papel en solitario siendo un tío, un primo 7

AHPZ, CDH, P/1-315-1. Bautismo de Jaime Francisco Víctor Silva Fernández de Híjar. San Ginés y san Luis (Madrid), 30 de enero de 1625. 8 AHPZ, CDH, P/4-282-1. Bautismo de Juana Petronila Silva Fernández de Híjar. Santa María la Mayor (Híjar), 29 de junio de 1669. 9 AHPZ, CDH, P/1-128-7. Bautismo de Pedro de Alcántara Silva Fernández de Híjar. Santa María de Villarrubia de los Ojos del Guadiana, 28 de noviembre de 1741. 10 Danièle Alexandres-Bidon y Monique Closson, La infancia a la sombra de las catedrales, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008, pág. 93 11 AHPZ – P/1-128-7. Bautismo de María del Pilar Silva Fernández de Híjar. San Martín (Madrid), 30 de noviembre de 1766. 12 “Muchas mujeres eran asistidas por comadronas que prestaban un juramento especial y obtenían una licencia del obispo local. […] La razón era clara: a veces era necesario bautizar urgentemente a un niño que se moría” en M.J. Tucker, “El niño como principio y fin: la infancia en la Inglaterra de los siglos XV y XVI”, en Lloyd DeMause, Historia de la infancia, Madrid, Alianza Universidad, 1982, p. 268. 13 Estas ropitas se elaboraban en dicho color para simbolizar la pureza y la inocencia de quienes las portaban. En María del Carmen García Herrero, Del nacer y del vivir. Fragmentos para una historia de la vida en la Baja Edad Media, Zaragoza, IFC, 2005, p. 74. 14 La madre del recién nacido, a causa del reposo tras el parto y de una posible futura ceremonia de purificación, no participaba en el bautismo de su hijo. Ver Claudia Pancino, “La purificazione della puerpera: la storia confusa di un rito ai confini fra biología e società” en Sonia García Galán (coord.), Nacimientos bajo control. El parto en las edades moderna y contemporánea, Gijón, Trea, 2014, pp. 4966.

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o un religioso15 el padrino único del recién nacido. Existía también la posibilidad de apadrinar sin estar presente en la ceremonia. Para ello, los padrinos se excusaban y enviaban procuradores o seres cercanos que sujetaran al niño sobre la pila bautismal. Parejas de abuelos, tías maternas junto a abuelos paternos, viudas, vecinos y otros nobles recibían con agrado dicha responsabilidad y de este modo entraban a formar parte de la vida del niño. 3. Al cuidado de los niños. Aquellas pequeñas criaturas llegaban a un mundo de adultos que no los comprendía completamente. Entre molestos llantos y graciosas ocurrencias fueron, poco a poco, conquistando las conciencias de sus mayores quienes a partir del siglo XVI dieron a los niños un nuevo sentido. La individualización de los cuerpos hizo que los padres empezaran a concebir “un niño al que querer por sí mismo y que era su alegría de cada día”16, observándolo no sólo como pieza imprescindible del linaje, sino como un ser al que querer y mimar17. La vida recién estrenada de los pequeños nobles transcurría en un entorno femenino, donde interactuaban grandes señoras, sirvientas y amas de cría, que ofrecían a los niños los cuidados necesarios y los primeros rudimentos de una educación posterior. La madre era la primera responsable de sus descendientes. La preocupación por la importancia del vínculo materno-filial fue reiteradamente expresada con la intención de que no descuidaran su tarea y la ofrecieran a otras mujeres que suplantaran su papel y las libraran de la carga de los cuidados. Sin embargo, entre las familias privilegiadas fue muy habitual y un signo de status la contratación de nodrizas y amas que quedaban vinculadas a la crianza de los recién nacidos; tanto en el periodo de amamantamiento, como en su supervisión durante la infancia. Dicha actividad podía verse justificada por la ayuda que requerían las madres nobles a la hora de alimentar a sus pequeños, pues la imperiosa necesidad de una abundante descendencia y los sucesivos embarazos restringían la lactancia de los niños, por sus conocidos efectos anticonceptivos, y hacían necesario un apoyo externo que proveyera de leche materna a los pequeños18. Aquellas amas de cría que trabajaban para la nobleza trasladaban su residencia habitual a las casas del linaje. Este hecho quedó reflejado, por ejemplo, en 1532, cuando doña Aldonza Floch de Cardona, indicaba en sus últimas voluntades: “suplico a don Hernando, mi hijo, ruego y encargo que tenga por encomendada a Cathalina Digues y le pague muy bien sus trabajos, atendido que ha dexado su casa por criar a su hija”19. Es probable incluso que algunas de las nodrizas se incorporaran a la vida familiar previamente a la llegada del bebé: “Traed las amas a casa cuatro o cinco meses 15

Los miembros de órdenes religiosas que deseaban ser padrinos debían, con anterioridad, pedir licencia al Nuncio Papal en España y a su superior correspondiente. 16 Jaques Gélis, “La individualización del niño” en Philippe Ariès y George Duby (dirs.), Historia de la vida privada. T. 3, Madrid, Altea, 1989, p. 317. 17 “Durante el siglo XVI y XVII, surgió un sentimiento nuevo de la infancia […] que se podría llamar el «mimoseo».[…] Este pequeño juego de los niños debió siempre cautivar a madre, nodrizas y nanas, pero respondía al amplio territorio de los sentimientos que no se expresan” en P. Ariès, El niño …, pp. 180181. 18 Margaret L. King, Women of the Renaissance, Chicago, University of Chicago Press, 1991, p. 14. 19 AHPZ, CDH, P/4-113-6. Testamento de Aldonza Floch de Cardona, condesa de Aranda. Épila, 1 de junio de 1532.

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antes de parir, porque coman los mantenimientos buenos, y con eso gasten los humores de los malos, para que los niños no hallen novedad en el nutrimiento, ni diferencias del que los sustentó en el preñado”20. La preocupación de los padres de la nobleza por asegurar la convivencia cotidiana dentro del hogar con el ama de cría favorecía a los recién nacidos y evitaba el peligro de una crianza externa, en la casa de la nodriza, que dificultaba la supervisión de los progenitores. La cuidadosa elección del ama buscaba en ellas las mejores cualidades físicas y morales. Doña Luisa de Padilla, aconsejaba en su obra que fuesen “cristianas viejas (a lo menos) y de mejor sangre si fuere posible, honestas, bien acondicionadas, mujeres de entendimiento, no rústicas, ni de mal lenguaje, pero mozas robustas, y poco acostumbradas a regalo” 21 . Era importante, a la vez, que tuvieran una buena complexión, siendo enemigas de todos los vicios – sobre todo del vino – y de las malas palabras. Resultaba fundamental, como señalaba el padre Gaspar de Astete “[…] que las amas entiendan que no han de ser solamente madres de leche de los niños, sino que con la leche les han de dar la doctrina y buenas costumbres. Mucha cuenta tienen los padres con que el ama sea limpia en el cuerpo, y que la leche sea sana, sustanciosa, y de 22 buenos humores, como los médicos lo mandan, y se hace de ello experiencia” .

Aquella leche que debía ser blanca, de buen olor, dulce y uniforme era el primer alimento de los niños, que mamaban si era posible hasta los dos años de edad. El trabajo de las nodrizas resultaba fundamental para la crianza y era reconocido por los familiares y los propios pequeños ya en su edad adulta, que las mencionaban entre palabras de agradecimiento, compensaciones y regalos. “Águeda Riaza, mi ama, por los buenos servicios que me ha hecho y el mucho amor que le tengo”23; “Ángela Ruíz, ama del señor don Joaquín Judas”24 o “cada una de las cuatro amas que dieron leche a mi amado nieto don Francisco Ramón”25 son sólo algunas de las alusiones a estas mujeres que tanta importancia tuvieron en el desarrollo infantil de la nobleza. Junto a ellas o de forma independiente, destaca la aparición en los testimonios de los “hermanos de leche”, los hijos e hijas de las amas de cría que compartían con los pequeños la leche de sus madres. “A Thomasa, hija de un ama que me dio leche”26 dejaba doña Catalina de Alagón y Urrea, en 1653, 50 ducados, probablemente a causa del vínculo que las unía; no sabemos si por haber compartido también los espacios de la casa o en compensación por haberle de algún modo “robado” aquellos primeros años cerca de su madre. Estas menciones plantean cómo por medio de las palabras de los nobles podemos acceder

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L. de Padilla, Nobleza virtuosa…, p. 308. Citada en María Cruz de Carlos Varona, “Giving birth at the Habsburg Court: visual and material culture” en Anne J. Cruz y María Galli Stampino (eds.), Early Modern Habsburg Women. Traditional contexts, cultural conflicts, dinastic continuities, Aldershot, Ashgate, 2013, p.168. 21 Ibidem, p. 307. 22 Gaspar de Astete, Institución y guía de la juventud christiana. Primera parte, Burgos, Casa de Felipe de Iunta, 1592, ff. 23v.-24r. 23 AHPZ, CDH, P/5-95/1. Testamento de Ana de la Cerda y Mendoza, II condesa de Galve y duquesa de Híjar. Zaragoza, a 28 de septiembre de 1579. 24 AHPZ, CDH, P/1-2-89. Salarios de los empleados de los Duques de Híjar (1721-1725). 25 Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Zaragoza [AHPNZ], prot. 5.372, ff. 452r.-455v., Testamento de Juana Rocafull y Rocabertí, condesa de Aranda. Zaragoza, 9 de septiembre de 1726. 26 AHPZ, CDH, P/2-92-54. Testamento de Catalina de Alagón y Urrea, condesa de Sástago. Madrid, 10 de enero de 1653.

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también a detalles relativos a una realidad menos privilegiada, pero igualmente importante, para el conocimiento de la infancia moderna. Tanto los niños, como las niñas nobles pasaban sus primeros años dentro de los espacios femeninos de la casa. En ellos continuaban su crecimiento las pequeñas, aunque en el caso masculino, se aconsejaba a la madre que al cumplir “los niños siete años, los haréis poner cuarto fuera; porque de estar más con las mujeres podrían seguirse inconvenientes”27. Dentro de aquellas cámaras existían elementos materiales específicos relacionados con la niñez que aparecen mencionados en los inventarios de las damas, siempre con mayor frecuencia entre las pertenencias de mujeres que fallecieron jóvenes, con hijos todavía pequeños o a la espera de concebir. Ellas conservaban cunas fabricadas en madera, con adornos, cielos y cubiertas, que tenían colchones especiales, así como “colchicas chiquitas de la cuna”, dedicadas especialmente al cuidado del bebé. En ocasiones, es posible conocer el precio de algunas de ellas, como “una cuna con su paramento” vendida por 15 libras jaquesas en enero de 160028. Otras, la descripción muestra los materiales y la forma de la misma: “una cama cuna de nogal de dos cabeceras y la cuna es de pino”29. Y, en las mejores ocasiones, los detalles indican la riqueza y ostentación nobiliaria mostrada también en relación a los niños: “Una cama de cuna de damasco azul que se compone de cielo con sus goteras y quatro cortinas y doselillo guarnecida con un galoncillo de seda dorada. Su telliza de damasco azul escarolado con su franjilla de plata. Otra colgadurita de cuna de damasco carmesí que se compone de cielo y seis cortinas guarnecidas con un galoncillo de seda verde […]. Una colcha de tafetán de dos 30 colores encarnada y pajiza con que se cubre esta ropa” .

Además, ciertos diminutivos o menciones del pequeño tamaño de algunas posesiones permiten deducir la adaptación de bienes muebles y ropa de casa para los niños. Sirven de ejemplo las “tres sillicas chicas de las señoritas”, doña Juana Petronila, VI duquesa de Híjar (1669-1710) y doña Isabel, su hermana, mencionadas en el inventario de su madre doña Mariana Pignatelli; o bien, las “once mantas nuevas y usadas, grandes y chicas, que sirven en las camas de sus Excelencias y de los señoritos” pertenecientes, ya como madre, a la citada duquesa doña Juana y a sus hijos. Los niños aprendían el lenguaje con la ayuda de amas y ayas. Éstas, recomendaba doña Luisa de Padilla, debían ser instadas a enseñar a los pequeños “que las primeras palabras que pronunciasen sean Jesús y María”, en vez de “hacerles nombrar a sus Padres lo primero”31. La educación religiosa protagonizaba la formación de los más pequeños y era principal responsabilidad de los padres. Ellos se encargaban

27

L. de Padilla, Nobleza virtuosa…, p. 322. “Una cuna sin braços, 2 libras jaquesas” en AHPZ, CDH, J/140/1. Libro de la ejecución de los bienes y hacienda de Juana Enríquez de Cabrera, condesa de Aranda. Almoneda, a 10 de enero de 1600. 29 AHPZ, CDH, P/4-283-5. Inventario de Juana Petronila Silva Fernández de Híjar, VI duquesa de Híjar, 1710. 30 AHPZ, CDH, P/1510/15. Inventario de Mariana Pignatelli de Aragón, duquesa de Híjar, 1681. 31 L. de Padilla, Nobleza virtuosa…, p. 312. “Quando las amas no quieren que el niño coma alguna cosa que le ha de hazer mal, le dizen que es CACA, y les hacen un gesto de enfado, como cosa suzia y hedionda”. Ver François Géal, “Sebastian de Covarrubias ou la cause des enfants” en Agustín Redondo (dir.), Figures de l’enfance, Paris, Pubications de la Sorbonne, 1997, pp. 124. 28

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de llevar a los niños a la iglesia – a veces convenciéndoles con golosinas– 32 , de enseñarles a ayunar y de que recibieran uno tras otro los diversos sacramentos: "En la ciudad de Cuenca en treinta días del mes de septiembre del año de mil setecientos y setenta, el Ilmo. Sr. D. Isidro Carbajal y Lancaster Obispo de esta ciudad y su obispado, estando en las casas de la habitación y morada del Sr. D. Antonio Palafox […] procedió a la administración del santo sacramento de la confirmación y lo confirió a cuatro niños, que lo fueron los señores don Policarpo Francisco de Paula, don Espíritu Bonifacio, doña María 33 Magdalena y doña María del Pilar Isabel” .

Resultaba esencial que desde niños aprendieran a venerar las reliquias y las cruces, así como a reverenciar las imágenes religiosas que debían estar presentes en sus habitaciones: “En el cuarto donde vuestros hijos se criaren, sería muy importante tener colgados algunos cuadros hechos de propósito donde los vicios estén pintados horribles, las virtudes hermosas: porque así desde luego las amen y a ellos aborrezcan […] Para lo cual hará mucho el caso irles 34 declarando lo que verán en la pintura, con que los entretendrán enseñándoles” .

La rectitud en el comportamiento y la puesta en práctica de los principios contrarreformistas influían también en las actividades cotidianas de los niños que quedaban marcadas por un carácter religioso. “En la niñez, si os inclináis a muñecas, reducid ese gusto a hacer altares, monumentos y Belenes, vestir imágenes de Nuestra Señora y niños Jesuses” 35 . Con el trasfondo de la educación mediante el juego, las figuras del Niño Jesús o de los santos que vestían y cuidaban las pequeñas debieron ser para ellas juguetes con los que llenar su tiempo de ocio; al igual que las “dos fuentecillas de jugar niños”36 o bien “el cochecillo de plata, coral y bronce con sus dos caballos” que estaba guardado en una cajita de pino para el señorito37. La condesa de Aranda añadía también que los niños debían ser entretenidos con cuentos que les mostrasen alguna virtud y evitar el enseñarles palabras torpes o cosas que les causaran miedo. Esta primera instrucción, obtenida desde el nacimiento por vía femenina y dentro del hogar, se completaba conforme crecían los niños y niñas del linaje. Su formación intelectual estaba dirigida por maestros contratados para su enseñanza; un estudio diferenciado para ambos sexos, pero que en ocasiones permitía a hermanos y hermanas compartir espacios y lecciones 38 . La enseñanza doméstica quedaba unida, sobre todo en el caso femenino, a la supervisión y los cuidados, en los que las 32

“No les enseñen a ser golosos, dándoles dulces cada momento: que hasta en las Iglesias no suelen cesar de esto las que los crían mal y tengo por mejor no llevarlos a ellas en ocasiones que se puede excusar, que enseñarlos a estar allí con irreverencia” en L. de Padilla, Nobleza virtuosa…, p. 311. 33 AHPZ, CDH, P/1-128-8/2. Confirmación de cuatro hijos de los IX duques de Híjar, Pedro de Alcántara Silva Fernández de Híjar y Rafaela Palafox. Los niños tenían, 2, 1, 5 y 4 años respectivamente. 34 L. de Padilla, Nobleza virtuosa…, pp. 313-314. 35 Ibidem, p. 260. 36 AHPZ, CDH, P/1-385-1. Inventario de Ana de Aragón, vizcondesa de Evol, 1595. 37 AHPZ, CDH, P/1510/15. Inventario de Mariana Pignatelli de Aragón, duquesa de Híjar, 1681. 38 “Doña María Engracia y doña María Francisca Abarca de Bolea, nacidas en 1721 y 1722 respectivamente, pudieron quizás beneficiarse del ‘maestro de escribir y contar a Señoritos y Pajes’ que su padre contrató para educar a sus hermanos”. Ver Laura Malo Barranco “Educación femenina y nobleza aragonesa” en Gregorio Colás Latorre (coord.), Estudios sobre la sociedad aragonesa en la Edad Moderna, Zaragoza, Mira Editores, 2014, p. 162.

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mencionadas amas de cría dieron paso con la llegada del siglo XVIII y la influencia ilustrada a institutrices que educaban y acompañaban a las niñas. Desde temprana edad, los pequeños nobles “se encontraban rodeados por grandes cantidades de sirvientes designados para atender sus necesidades, muestra visible de la riqueza y el poder familiar”39. Esta compañía imitaba en ocasiones los cargos de servicio femenino que rodeaban a reinas y grandes señoras, dando también a las niñas la posibilidad de disponer de un servicio propio. Así, según el testimonio de doña Mariana de Urrea, sus hijas, Catalina, de seis años, y Gabriela, de cinco, tenían a su servicio como camareras a María Galanya y a María Ruiz40. La necesidad de atención que requerían estas criaturas aumentaba en caso de fallecimiento de uno o ambos progenitores. En dicho momento, los niños quedaban desprotegidos a falta de sus padres y para favorecer su desarrollo se instauraba una tutoría, figura legal de gran importancia cuyo estudio excede las posibilidades de este trabajo. Sin embargo, puede plantearse brevemente como dicha tutoría de los menores nobles solía ser encargada al progenitor superviviente, en solitario o bien con ayuda de familiares y amigos cercanos al linaje, miembros respetados de la sociedad y del clero. En algunos casos, el cuidado del bebé era confiado a una persona distinta a los tutores pero especialmente elegida por el progenitor premoriente. De este modo, doña María Antonia Ximénez de Urrea, enferma tras el parto de su hijo, encargó a su prima y amiga, la marquesa de Villaverde “que luego que yo faltare se lleve al dicho mi hijo a su casa y compañía, para que cuide de él, como espero se lo pedirán la dicha mi madre y señora y el conde mi tío, esposo y señor”41. La preocupación por el bienestar de los niños y el cariño dirigido a los mismos se hacía presente también en los testimonios de los abuelos, que mencionaban a sus “queridas nietas”, “amados nietos” y “muy queridos y amados viznietos”42. Un cariño especial y un cuidado minucioso que recaía en aquellos que tenían en sus personas el futuro del linaje. 4. Los otros pequeños de la casa. Compañeros de juegos de los herederos del linaje pudieron ser, además de los citados hermanos de leche, los hijos del personal de servicio, niños que formaban parte de la familia extensa y muy probablemente crecían dentro de las viviendas nobles. Junto a ellos, eran en ocasiones criados en los hogares privilegiadas niños huérfanos acogidos bajo la tutela de las damas de la casa, algunos de ellos quizás dejados ante las puertas de la nobleza por unos padres desesperados que buscaban en la piedad de los grandes señores un futuro para sus hijos. La muy citada condesa doña Luisa de Padilla, otorgaba un año antes de su muerte, “a Jusepico (niño que va ahora en habito de capuchino y yo le crié) 800 libras Jaquesas […] haciéndole nombrar tutor que por justicia tenga en su casa dicho niño y con la renta de dicho censo cuide de su criança y educación y de que 39

Grace E. Coolidge, “Investing in the lineage: children in the Early Modern Spanish Nobility, 13501750”, en Grace E. Coolidge (ed.), The formation of the child in Early Modern Spain, Aldershot, Ashgate, 2014, p. 225. 40 AHPNZ, prot. 2.956, f. 1567r. Testamento de doña Mariana de Urrea y Enríquez, condesa de Sástago. Zaragoza, 14 de julio de 1609. 41 AHPNZ, prot. 4.853, ff. 247r.251v. Testamento de María Antonia Ximénez de Urrea. Zaragoza, 6 de mayo de 1716. 42 AHPZ, CDH, P73-13-29. Testamento de Teresa Sarmiento de Silva e Híjar, duquesa de Béjar. Madrid, 13 de febrero de 1712.

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estudie”43. Doña Rosa de Silva Fernández de Híjar, mencionaba a “Baltasar Tadeo, niño expósito que echaron en mi casa el año pasado de 1737”, a quien dejaba 100 libras valencianas; y doña Rafaela Palafox, se había encargado de la educación y crianza “de doña Teresa Escoín, que dicha Excelentísima Señora tenía en su cuarto para que directamente sirviese a su persona”44. Dentro del mundo doméstico, sólo un testimonio entre los trabajados alude a la presencia esclava, que incluía además la existencia de una niña. Este dato es recogido por el encargo en el testamento de doña María de los Cobos y de Luna de la liberación de sus esclavas, María Gil y Luisa de Mendoza. Quizás hija de una de ellas era Lumica, a quien su corta edad privó todavía de libertad durante un tiempo45, ya que “por ser muy niña la dejo a la Ilustrísima señora doña Francisca Luisa de Luna, mi señora madre, a quien suplico la crie y cuando fuere grande la haga libre”46. 5. Tempranas despedidas. Mortalidad infantil en las familias nobles. La vida en el mundo infantil, aún en el más privilegiado, no carecía de riesgos. La debilidad de la primera edad hacía de los niños criaturas muy susceptibles a problemas de salud y enfermedades. La ayuda de los médicos, a quienes los progenitores privilegiados acudían en busca de soluciones a las dolencias de los niños, no evitaba en muchos casos una muerte anticipada. Conocer la identidad de los pequeños que fallecieron a muy temprana edad, tiene una mayor dificultad cuanto más atrás se retrocede en el tiempo. Sin embargo, gracias a los apuntes, aunque poco concretos, recogidos por los encargados de historiar a los linajes, es posible encontrar testimonios relativos a estos niños desde finales del siglo XVI. Dichos pequeños, ausentes en los árboles genealógicos, aparecen en las historias familiares que apuntan por ejemplo como don Juan Ximénez de Urrea, III conde de Aranda (†1586) y doña Isabel de Aragón (†1562) “tuvieron muchos hijos los cuales murieron en tierna edad y solo quedó don Luis”; este último, IV conde (†1593), tuvo a su vez con doña Blanca Manrique (†1619) “tres hijos varones que murieron niños antes que su padre y una hija, que se llamó doña Isabel, y murió también niña”47. En ocasiones, las únicas referencias a los pequeños aparecen en los recuerdos de padres y abuelos, y son los tiempos transcurridos entre la redacción de los mismos los que marcan los datos sobre la vida de los niños. Así, la VI duquesa de Híjar, doña Juana Petronila quitaba, en su codicilo de 1710, la ración al ama de su hijo José, quien había fallecido en edad pupilar y que sólo un año antes, al cierre del testamento de su madre, recibía los cuidados de dicha mujer. 43

AHPZ, CDH, P/1-370-30. Testamento de Luisa María de Padilla, condesa de Aranda. Épila, 18 de febrero de 1645. 44 AHPZ, CDH, P/1-259-1. Testamento de Rafaela Palafox y Croy d’Havre, duquesa de Híjar. Madrid, 21 de agosto de 1777. 45 Aunque se pueda ver en la demora al momento de acceso a la libertad como una actitud egoísta del propietario, […] también se puede interpretar como que corresponde a los deseos de su amo de asegurar que el esclavo no le falte un medio de subsistencia, especialmente cuando se trata de esclavos se corta edad y cuya situación sería muy difícil, al menos hasta que alcanzasen la edad adulta. En Rocío Perianez Gómez, “La esclavitud infantil en la España Moderna”, en Francisco Núñez Roldán, La infancia en España y Portugal. Siglos XVI-XIX, Madrid, Sílex, 2010, pp. 201-202. 46 AHPZ, CDH, P/1-30-80. Testamento de María de los Cobos y Luna, condesa de Fuentes. 6 de diciembre de 1580. 47 Juan Lorenzo Merenzi y Aldaya, Historia manuscrita de la Ilustre Casa y Familia de Ximénez de Urrea, AHPZ, CDH, P/4-38-1.1625.

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La muerte de un niño, heredero del linaje, era todavía más complicada de asumir por las consecuencias que traía la extinción de una rama familiar a causa de un fallecimiento temprano. El 17 de mayo de 1721 se enterró en el convento de santa Inés de Zaragoza al VIII conde de Aranda. El pequeño Francisco tenía sólo cinco años 48. Las luchas de poder que seguían a la muerte de un heredero menor de edad no dejaban de lado la pena por la pérdida. Las costumbres funerarias usadas para los adultos, eran copiadas en el caso de la muerte de un niño o niña noble. Sus cuerpos se exponían en casa o en la iglesia y se velaban con dolor: “Puesta dicha excelentísima señora difunta en medio de la iglesia sobre un túmulo de tres cuerpos de elevación que había formado para dicho fin, empezaron a tañer y clamorear las campanas, […] los dichos capitulares formando sus coros a los dos lados del cuerpo, cantaron los himnos y cánticos acostumbrados acompañados del órgano […] y después de ellos se cantó con la misma solemnidad, en el altar mayor, la Misa de las Vírgenes correspondiente según las 49 rúbricas de la iglesia a la menor edad de dicha excelentísima señora difunta” .

La corta edad del fallecido hacía que los materiales utilizados en su entierro fuesen característicos y los colores o los trajes que portaban eran elegidos a conciencia para remarcar su infancia. “El señor don Espíritu Bonifacio, duque de Aliaga, que estaba presente, adornado con una túnica de tafetán blanco, guarnecida de flores, en una caxa de madera, cubierta de tafetán color 50 de rosa, guarnecida de galón de seda blanca, tachuela, herrajes y cerradura dorada” .

Numerosos niños eran llamados a acompañar a los pequeños fallecidos en sus últimos momentos, guantes blancos los portaban hasta el lugar de descanso eterno; ceremonias en las cuales, en ningún caso de los trabajados, se menciona la asistencia de los padres, aunque sí la presencia de algún familiar cercano encargado de su correcto desarrollo. La tristeza por la pérdida e incluso el reposo necesario de la madre que debía despedirse de un hijo de pocos días de vida, justificaban quizás su ausencia. El recuerdo de un hijo, quedaba fijado en la mente de los padres, cada vez más con el avance del siglo ilustrado. Y así, la memoria del niño perdido, de “estatura proporcionada ni grueso ni extenuado, blanco de carnes, y rubio de pelo, suave en sus acciones y afable en su trato”51 era recogida en pequeñas reliquias, en una “caxa de cristal ovalada guarnecida de oro y en ella un tejido del cabello de el señorito Francisco de Paula su hijo primogénito, que falleció de edad de cuatro años y medio poco mas” 52 . Pequeños detalles que hacían mantener viva la memoria y el dolor por los más pequeños de la casa.

48

AHPZ, CDH, P/3-30-31. Entierro de Francisco Ramón Ximénez de Urrea. Zaragoza, 17 de mayo de 1721. 49 AHPZ, CDH, P/3-30-41. Entierro de Ventura María del Pilar Abarca de Bolea. Épila, 16 de noviembre de 1750. 50 AHPZ, CDH, P/1-128-10. Entierro de Espíritu Bonifacio Silva Fernández de Híjar. Madrid, 16 de junio de 1773, con 4 años de edad. 51 AHPZ, CDH, P/1-128-10, 3. Memoria de los progresos de la enfermedad de Francisco de Paula Silva Fernández de Híjar. Año 1772. 52 AHPZ, CDH, P/1-259-1. Testamento de Rafaela Palafox Croy d’Havre, duquesa de Híjar. Madrid, 21 de agosto de 1777.

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6. Conclusiones. Durante la Edad Moderna se desarrolló un nuevo sentimiento hacia la infancia. A pesar de que la todavía altísima mortalidad infantil podía haber conservado una cierta indiferencia hacia los niños como protección de los adultos en su pérdida, los pequeños pasaron cada vez más a ser individuos reconocidos y queridos como tales. Dentro de las familias nobles este sentimiento y nueva atención dirigida a los niños del hogar estuvo favorecido por las posibilidades sociales, pero por encima de todo económicas, que permitían a los grupos privilegiados prestar mayor atención a los miembros más jóvenes del linaje. La vida del niño noble se parecía poco a la de aquellos que pertenecían a estratos sociales inferiores. Éste, privilegiado desde su nacimiento, recibía unos cuidados específicos y se beneficiaba de los bienes materiales de la familia, algunos confeccionados y comprados especialmente para ellos y adaptados a su menor tamaño. A la vez, su llegada a la familia coincidía con la inclusión entre el personal de servicio de puestos reservados únicamente a la alimentación y formación de los niños y niñas del hogar, ocupados por seleccionadas amas de cría que vivían junto al bebé y eran protagonistas de sus primeras palabras y pasos. La importancia del recién nacido en la evolución del linaje, le hacía ser objeto de la atenta supervisión de sus padres, los cuales eran responsables de la continuidad familiar volcada en la figura de estos niños. Los progenitores hacían de ellos pequeños hombres y mujeres de fe y encargaban su instrucción en busca de hacer de aquellas criaturas dignos representantes de la Casa. Dicha posición relevante en el linaje, unida a las ventajas sociales y económicas, que permitían un mayor disfrute de los tiempos de ocio y sociabilidad, convirtió a los pequeños en receptores del cariño, amor y celosa atención de sus parientes. De este modo, los descendientes de la nobleza disfrutaron de una infancia de llantos y risas, juegos y cuentos, riñas y aprendizajes; de un periodo infantil privilegiado como ellos, que les permitió disfrutar del simple hecho de ser niños.

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La familia Queipo de Llano: Crecimiento e infancia en torno a la época del I conde de Toreno Queipo de Llano’s family: Childhood and development around the time of the Ist count of Toreno Pelayo FERNÁNDEZ GARCÍA Universidad de Oviedo Resumen: Durante los siglos XVI y XVII la familia Queipo de Llano extendió gradualmente sus redes de influencia locales en Asturias para alcanzar diferentes cargos políticos y religiosos relevantes más allá del Principado. La concesión del condado de Toreno a D. Álvaro Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós en 1659 por el rey Felipe IV (previa obtención del vizcondado de Matarrosa dos años antes) supuso un paso destacado de este proceso de ascenso social al que ya había contribuido una parte importante de su familia. El prolongado cursus honorum de D. Álvaro ha dejado tras de sí una abundante correspondencia, especialmente intensa por parte de esta, lo que permite reconstruir no sólo una red social familiar con sus propios lazos de “economía moral”, sino también el poder encontrar todo tipo de sentimientos en el seno de la familia Queipo de Llano. Entre todas estas comunicaciones familiares se dejan entrever distintos sentimientos relacionados con la descendencia de don Álvaro por parte de parientes de mayor o menor cercanía (algunos de los cuales les tuvieron a su cargo) o incluso propios a estos hijos, con sus propias palabras. El presente estudio intenta agrupar todas las trazas de información de entre esta correspondencia referidas a los más jóvenes de entre los Queipo de Llano para poder realizar así un análisis de la perspectiva adulta sobre la infancia durante mediados del siglo XVII, y la educación y desarrollo de sus componentes, a veces complementada por las opiniones en primera persona de los citados infantes. Palabras clave: I conde de Toreno, educación, infancia, siglo XVII Abstract: During the XVIth and XVIIth centuries, the Queipo de Llano’s family extend gradually its local influence network in Asturias to obtain different political and religious roles beyond the Principality. The concession of the county of Toreno to D. Álvaro Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós in 1659 by Philip IV was a key success in this process of social rising of the family. The prolonged cursus honorum of D. Álvaro left behind a great number or letters, especially with his family, helping to reconstruct his relationship with members of it, and to reconstruct the links and feelings related with their children. This study tries to group all traces of information related to childhood and education, to analyze the adult perspective of the young ones between the Queipo de Llano, and therefore of the concept of childhood in the Spain of the middle XVIIth century. Keywords: Ist count of Toreno, education, childhood, XVII century

1. Breves antecedentes historiográficos, metodología y base documental. Norbert Elias ya había anticipado un interés sobre el tema de la concepción de la infancia y su Historia en su obra El proceso de civilización, pero fue Philipe Ariès quien abriría verdaderamente el debate sobre una posible Historia de la infancia con su El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen en 1960, un interés que crecería ampliamente durante esa década y la siguiente. La validez de las ideas de Ariès, que preconizaba una infancia prácticamente inexistente en las sociedades tradicionales y un

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constructo de la misma desarrollado a través del proceso gradual de escolarización y los cambios en la vida privada a partir del XVIII, fue puesta en duda no sólo por colegas medievalistas, sino también por modernistas como Linda Pollock (Muchachos olvidados. Las relaciones entre padres e hijos entre 1500-1900), que defendían una mayor continuidad, con distintos matices, en las relaciones entre adultos y niños en las sociedades del Antiguo Régimen.1 El presente estudio intenta, aunque sin el correspondiente afán de entrar de lleno en estos debates historiográficos, estudiar la realidad de la infancia en el siglo XVII en el seno de un linaje asturiano concreto. La familia Queipo de Llano, a la que pertenece don Álvaro Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós, sí ha sido estudiada no obstante a través del tiempo desde distintos puntos de vista: genealógico (un buen ejemplo es el Blasón de España de Augusto de Burgos, de 1860), de patrimonio material (en Nobleza y poder en la Asturias del Antiguo Régimen, 2007) o de servicio a la corona (en Nobleza y ejército en la Asturias de la Edad Moderna, 2007). Nosotros mismos hemos profundizado en el estudio de los sentimientos en el seno de esta familia (La familia Queipo de Llano. Sentimientos y vínculos familiares en torno al I conde de Toreno, Sevilla, 2014), en donde se trató por vez primera de analizar sus relaciones familiares de forma generalista, sin limitarlas a la infancia. El presente estudio trata de complementar, en cierta medida, estos análisis previos, centrándose únicamente en las nociones de infancia, y a través de un corpus documental muy concreto como es la correspondencia del I conde de Toreno, actualmente en el seno del Archivo Histórico de la Universidad de Oviedo. La presente investigación fue hecha sobre correspondencia recibida y emitida por el que se convertiría en I conde de Toreno: un total a 612 cartas procedentes de 195 corresponsales. Sin embargo, tras conservar sólo aquellas relacionadas con la infancia, este estudio se centra únicamente en 77 cartas de la mano de 26 distintos corresponsales, localizadas cronológicamente entre los años 1636 y 1650. 2. Concepción, embarazo y parto. La maternidad no dejaba de ser un tema importante en el siglo XVII, no sólo como destino predilecto para la mujer (pasando por el sacramento del matrimonio), sino también desde el punto de la familia, cuya permanencia en el tiempo dependía directamente de la reproducción biológica, que hacía lo propio con el linaje. Los hijos no sólo eran tenidos en cuenta como tales, sino también como símbolos de la continuidad de una casa y de la permanencia en el tiempo de un linaje. En una época en la que los índices de mortalidad siempre eran más altos, y muy especialmente en lo que se refería a los recién nacidos y sus madres durante el embarazo y parto, todo lo cual explica las demostraciones de interés y buenos deseos en torno a los embarazos dentro de la correspondencia. Y aunque la tratadística pedagógica del siglo anterior (como La educación de los hijos de Nebrija) no deja al margen consejos para la salud de las embarazadas y el buen desarrollo del bebé 2, esto no exime de las distintas rogativas religiosas para que todo salga bien, como puede verse:

1

Fe Bajo y José Luis Beltrán, Breve historia de la infancia, Madrid, Temas de Hoy, 1998, pp. 12-13. Delfín Ortega Sánchez, “Infancia, familia y educación en la Edad Moderna española: un recorrido a través de las fuentes pedagógicas (siglos XVI-XVIII)”, Tejuelo, nº 11 (2011), p. 89. 2

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LA FAMILIA QUEIPO DE LLANO … “…he tenido muy gustossas pasquas por traerme tan buenas nuebas de su salud de vuestra merced, y de mi señora doña Ana […]. Y no menos me güelgo con las que vuestra merced me da del preñado de su merced, que rogare a nuestro Señor le saque a luz con tan buen sucesso qual todos deseamos”. 3

Y en acercándose el momento del parto, familiares y contactos con estos se interesan por saber cuánto antes del feliz suceso (“…no tiene el arçobispo más que scribir a vuestra merced, a quien me manda decir que por oras está esperando las nuebas de haber alumbrado Dios con bien a mi señora doña Ana, sea como todos desseamos”4) de forma que puede verse cómo encontramos representadas en las cartas distintas fases del proceso, desde la anunciación del embarazo hasta las noticias del parto como podemos ver en los dos ejemplos siguientes: “Sea el hijo muy enorabuena, que quedo contentísima de dársela y de ver su cassa con fiador, que es la cossa que más gusto me pudiera causar, […] y de que mi prima aia quedado con salud no es la menor parte de mi contento, dele vuestra merced mis besamanos y muchos para bienes de su buen alumbramiento”.5 “El señor arçobispo presidente de Castilla, Dios lo guarde, me ha escrito es felice sucesso y parto de mi señora doña Ana habiéndole alumbrado Dios con un hijo, y con tanto gusto y contento que de entranbas cossas doy a vuestra merced muchas norabuenas, com pronostico que ha de tener otros muchos”.6

Lo cierto es que todas estas menciones hacen referencia a la concepción y nacimiento de Fernando Queipo de Llano y Lugo, primogénito del futuro conde y su primera esposa, doña Ana de Lugo. Nos consta que de este matrimonio también nació otro hijo, Francisco, del que no hayamos constancia documental en la correspondencia; doña Ana moriría el 2 de abril de 16387, puede que durante el parto de Francisco. Sin embargo, esto no significa que cesen las referencias a nueva descendencia, puesto que unos años después las encontramos con respecto al segundo matrimonio de D. Álvaro, con doña Inés de Zúñiga: “Séale muy para bien a vuestra merced la hija que Dios le ha dado, que bueno es començar aunque sea con hija, que luego vendrán los hijos; que bien moços son vuestras mercedes y arto tiempo les resta para tener muchos, que es lo que más deseo a vuestra merced, porque eso es lo que más honrra un linaje y lo estiende por muchas partes. Que su prima aya quedado buena es lo que más nos importa”.8

El anterior extracto de carta nos permite ver claramente tres realidades. En primer lugar, la importancia, que ya habíamos señalado, del ideario que liga la reproducción biológica a la reproducción social de un linaje. En segundo lugar, la visión cualitativa de los hijos varones frente a las féminas (aunque no dejan de ser apreciadas, quizás en este caso por existir ya dos hijos del primer matrimonio). Y por último, el poder apreciar cómo no 3

Archivo Histórico de la Universidad de Oviedo [AHUO], Archivo Condal de Toreno [ACT], Antonio Valdés Herrera a Álvaro Queipo de Llano, 7 de octubre de 1636, Madrid. 4 AHUO, ACT, Juan Bautista López Solorzano a Álvaro Queipo de Llano, 6 de enero de 1637, Madrid. 5 AHUO, ACT, Francisca de Valdés Osorio y Acevedo a Álvaro Queipo de Llano, 20 de enero de 1637, Madrid. 6 AHUO, ACT, Baltasar Navarro Arroytia a Álvaro Queipo de Llano, 20 de febrero de 1637, Tarazona. 7 Francisco Enríquez de Jorquera, Anales de Granada, v.2, Granada, Universidad de Granada, pp. 801. 8 AHUO, ACT, Juan Queipo de Llano Flores a Álvaro Queipo de Llano, 9 de abril de 1643, Pamplona.

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deja de existir una preocupación sincera por la salud de la madre y los recién nacidos, más allá de todas estas consideraciones más estructurales. La primera hija del segundo matrimonio de D. Álvaro fue bautizada como Isabel, pero no sería la única (“Agora me acaba de decir el señor juez mayor de Vizcaya como tiene vuestra señoría otra hija más, de que doi a vuestra señoría mill parabienes, Dios se la dexe gozar a vuestra señoría en vida de su madre y hermana”)9, aunque su destino nos remite directamente a la alta mortalidad infantil que citábamos antes (“Me pesa de la muerte de aquel su ángel de vuestra señoría, pero espero que su madre le dará otros, a quien beso las manos”)10. A pesar de todo esto, no sería la última hija de doña Inés, aunque la falta de referencias en la genealogía apunta que tendría el mismo destino que su predecesora (“Primo y señor, muy doblados me da vuestra merced los gozos con la suya, pues me avisa de su salud y de la de mi señora doña Ynés, y me da sus buenas nuevas de la recién nacida”)11. No obstante, no sólo se habla de ello en la familia más cercana a D. Álvaro, sino que también se dan noticias de embarazos por otras partes de la familia Queipo de Llano (“Señor, los días pasados reciví una de nuestro primo don Diego para vuestra señoría, en que le debía de dar qüenta de una ija que le a nacido”) 12 , en ocasiones remarcando cómo su descendencia estará al servicio de la casa y el futuro conde (“Aunque es nueva de poca ynportancia se la doy a vuestra señoría de como doña Ysabel se a echo preñada y lo está de seis meses, con que espero a de que dar en esta casa quien sirba, a vuestra señoría y la suya”13,

informará de su nacimiento de este infante el 8 de febrero de 164614), o aprovechando para desear un mayor número de hijos para D. Álvaro, a los que su propia descendencia pudiese hacer servicio en un futuro: “…con abiso de su salud y de mi señora doña Inés me alegro mucho y mucho dilata su señoría el acerse preñada que quisiera berle muchos yjos para que los míos tubieran más dueños a quien serbir, yo espero tener dos dentro de un año porque doña Ysabel no tardo un mes en acerse preñada, con que tendré cada año un par dellas”.15

3. Desarrollo y educación: el niño como activo en la familia. Los hijos varones de D. Álvaro, de quienes más se habla en la correspondencia, no siempre estuvieron junto a sus padres, algo que nos permite obtener información de primera mano de otros familiares que informan de su crecimiento y desarrollo. Con la importancia que hemos visto se daba a la descendencia, no es de extrañar que subyazca dentro de la correspondencia un importante esfuerzo de cara a conseguirles títulos o beneficios para su vida adulta. En primer lugar, encontramos referencias a cómo D. Álvaro intenta conseguir un hábito de caballería para su primogénito a pocos meses del nacimiento de este: “En quanto al hábito de el señor don Fernando, ya se a embiado a Roma por la dispenssación de la menor edad, y las pruebas se dispondrán ia cometiéndolas a don Luys de Baeza, o a otro 9

AHUO, ACT, Francisco de Lugo y Quiroga a Álvaro Queipo de Llano, 18 de febrero de 1645, Valladolid. 10 AHUO, ACT, Juan de Lugo y Quiroga a Álvaro Queipo de Llano, 16 de septiembre de 1645, Roma. 11 AHUO, ACT, Fernando de Malleza a Álvaro Queipo de Llano, 25 de abril de 1648, Oviedo. 12 AHUO, ACT, Fernando Queipo de Llano a Álvaro Queipo de Llano, 31 de marzo de 1646, Oviedo. 13 AHUO, ACT, Rodrigo Queipo de Llano a Álvaro Queipo de Llano, 26 de octubre de 1645, Oviedo. 14 Ibid., 8 de febrero de 1646, Oviedo. 15 Ibid., 11 de agosto de 1646, Ardaliz.

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LA FAMILIA QUEIPO DE LLANO … caballero que allá anda muy de el señor don Juan de Saves, que a mostrado gusto en que esto corra por su mano”.16

La dispensación que se menciona se debe a la escasa edad de Fernando, nacido a principios de 1637, y podemos observar la evolución del proceso (“Las pruebas de el señor don Fernando van remitidas a don Luys de Baeza con este ordinario, dele vuestra merced esa carta de el arçobispo mi señor, que las de Asturias se embiarán a don Juan de Granada, 17 corregidor de León, y ya estarán allá”) , durante varios meses (“…a comenzado con muy buen pie las pruebas del señor don Fernando, que juzgo estarán ya acabadas también las de Asturias, y que vendrán poco más a menos unas con otras, porque el corregidor de León lo hará muy bien”)18, culminando con la obtención del hábito del orden de Santiago a los apenas

4 meses de edad. 19 Obtenido un hábito de caballería para Fernando, D. Álvaro se dispone entonces a hacer lo propio con su hijo Francisco; en esta carta de su suegro podemos observar como el proceso de selección para estas órdenes precisaban de genealogías muy concretas: “En este ordinario inbío a mi dueño dos testimonios de la Inquisición con sus jenelogías de la familiatura de vuestra merced y de mi ermano, y una fe de como yo soy ermano de padre y madre de mi ermano y otra fe de como Francisco es ermano de Fernando, de modo que todo ba muy ajustado, vuestra merced me parece muy bien le escriba a nuestro dueño, que no queriendo pedir el ábito de Santiago que vuestra merced lo pedirá ya abisé a vuestra merced el pasado, que con hacerme yo familiar no necesitaba mi nieto de pruebas ningunas por tener tres actos positibos de las dos familiaturas y del ábito de su ermano, ni tanpoco para ser yo familiar. Por mi parte no necesitaba de pruebas por los dichos tres actos, y de parte de doña Pretonila ay dos actos positibos, solo falta de probar de parte de mi mujer la parte de su ajuelo y ajuela, y es muy buena todo escribe a vuestra merced el pasado, y a mi dueño para que eligiese el camino que le pareciese seguir para el despacho del dicho ábito, porque tan solamente se le harán las pruebas de parte de su madre por faltarle un acto positibo”.20

Al margen de estas pruebas, también intenta conseguir a través del cardenal de Lugo (tío abuelo de sus hijos y asentado en Roma) una dispensa para beneficios simples para Francisco. El proceso se alarga durante varios años, sin que nos conste en la correspondencia el éxito o el fracaso de las negociaciones. Quizás las dos últimas menciones al tema en sus cartas sean las que mejor expliquen la situación del proceso, durante el cual el cardenal no deja de intentar arrimar el ascua a su sardina, si se nos permite la expresión. “Créame vuestra señoría que el modo de proveer bien a Francisco mi sobrino es que o su Santidad o el Rey, como me ha prometido, me den un titulo bueno o de residencia o sin ella, porque criándose él tan bien como vuestra señoría le cría, no puedo yo hallar persona más a propósito para transferirlo, o dárselo a coadjutoria y siendo el tan mozo, y yo tan viejo ese es el

16

AHUO, ACT, Juan Bautista López Solórzano a Álvaro Queipo de Llano, 24 de marzo de 1637, Madrid. Ibid., 31 de marzo de 1637, Madrid. 18 Ibid., 11 de abril de 1637, Madrid. 19 María José de la Pascua Sánchez, “Los Queipo de Llano, condes de Toreno: servicios a la monarquía”, en Faya Díaz, María Ángeles y Martínez Radío, Evaristo (eds.), Nobleza y Ejército en la Asturias de la Edad Moderna, Oviedo, KRK, 2012, pp. 222. 20 AHUO, ACT, Francisco de Lugo y Puebla a Álvaro Queipo de Llano, 2 de noviembre de 1638, Sevilla. 17

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Pelayo FERNÁNDEZ GARCÍA camino más seguro: porque sacar del Papa provisión para absentes, bien se vee que es imposible, no habiéndola alcanzado para mí que estoy presente”. 21 “…y si bien yo sabía quan resuelto estaba su Santidad a no dar oratorio en casa a quien es actualmente título, me arriesgué a pedirle en persona a título de sobrino mío, con que sumaría a hazer la grazia por cinco años, los quales pasados a vuestra señoría no termine cossidad, por hallarse en casa de su padre, a quien se concederá siempre que le pidiera, o será fácil el andarle prorrogando por de cada cinco años”. 22

Al margen de estos intentos dirigidos a que su descendencia medrase, y aún con el escaso número de cartas escritas por el propio D. Álvaro, encontramos en las cartas una información muy rica no sólo desde el punto del desarrollo físico (“De mi Fernando me alegro lo pase mejor, jusgo que asta que tenga toda su dentadura a de andar algo rezan dello, 23 tanvién Francisco lo andubo cuando empeçaron a salir sus dientes”) sino también del

entorno emocional que les ligaba con sus parientes en su primera infancia, ya sean abuelos, (“Ya no quiero contar las gracias de Francisco porque no las malogra vuestra merced 24 con las de Fernando, él queda muy lindo”) u otros parientes (“Mi señor, alégrome mucho goçe de muy buena salud y que el lindo de don Fernando la tenga, que acá esta Francisco hecho un ángel dando muchos porrazos y bofetadas a quantos le abraçan, y mesando las barbas que es 25 mill contentos berle”) .

La correspondencia de su abuelo es especialmente rica a la hora de saber del temprano desarrollo de Francisco, aunque también deja entrever información de Fernando, que en esta etapa permanece con su padre “…quedo muy gocoso sabiendo vuestra merced y mi querido Fernando gozan de buena salud, y que haga muchas gracias. 26 Francisco esta bellísimo y hace ya sus paseos” . Sin embargo, en ocasiones la información llega a través de terceros que podrían habérsela transmitido ya al conde “…señor don Gregorio de Contreras abrá dicho lo bien que se cría y sus gracias, y aora le están saliendo las muelas, y con toda tiene muchas gracias”27 o directamente a través de amigos de la familia “Mi aixado está lindo, y el señor don Francisco, ya reparado del achaque, de suerte que nos a sacado de cuidado y yo le tenia de despachar correo a vuestra merced si apretasse la enfermedad, pero Dios sea servido de hazernos merced no sea necesario” 28 . Se hace

necesario, no obstante, comprender también como fruto del amor de abuelo algunas afirmaciones sobre sus dos nietos, como las siguientes: “De Fernando, muchas personas que vienen desa ciuda me dicen lo lindo que está, y el mucho juicio que tiene. Francisco tanbién es muy hermosso, estase con muy buena salud, come muy bien, y todo los gasta porque en todo el día no para. Tiene bellísimas melenas, y de lindo color”.29

Pero los niños no estarían separados todo este tiempo. Pronto, Francisco abandonaría Sevilla y a su abuelo, y ambos de reunirían brevemente con su tío en Valladolid, de donde encontramos nociones de la personalidad de ambos y su relación fraternal 21

AHUO, ACT, Juan de Lugo y Quiroga a Álvaro Queipo de Llano, 21 de diciembre de 1647, Roma. Ibid., 22 de junio de 1650, Roma. 23 AHUO, ACT, Francisco de Lugo y Puebla a Álvaro Queipo de Llano, 25 de enero de 1639, Sevilla. 24 Ibid., 2 de noviembre de 1638, Sevilla. 25 AHUO, ACT, Juan Llano y Valdés a Álvaro Queipo de Llano, 9 de noviembre de 1638, Madrid. 26 AHUO, ACT, Francisco de Lugo y Puebla a Álvaro Queipo de Llano, 9 de noviembre de 1638, Sevilla. 27 Ibid., 10 de mayo de 1639, Sevilla. 28 AHUO, ACT, Juan de la Calle a Álvaro Queipo de Llano, 10 de mayo de 1639, Madrid. 29 AHUO, ACT, Francisco de Lugo y Puebla a Álvaro Queipo de Llano, 1 de abril de 1642, Sevilla. 22

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LA FAMILIA QUEIPO DE LLANO …

“Francisco es grandísimo vellaco, pero Fernando como maiorazsgo obra como poderoso, queda con ostentación, y quiero dejarlo aquí, que será nunca acabar decir lo que oi an echo estos niños y lo que se llevan las voluntades y coraçones de todos”30, antes de trasladarse a Asturias, por

razones que su padre especifica a su tío abuelo (el ya citado cardenal de Lugo), tanto propias a su casa como a la educación de sus hijos: “Dándole qüenta como a persuassión de mi hermano el padre Juan de Llano y de otros muchos deudos me a sido fuerça […] ynviar a mis dos hijos a Asturias a que cobrasen amor aquella cassa tan antigua […] y por juzgar que mi hermano el padre Juan de Llano que mis ocupaciones no me avían de dar lugar a volver en mucho tiempo quiso llevarse a sus dos sobrinos para que la cassa fuese en aumento y no en disminuiçión, y para que anparasen los criados antiguos della y que los deudos conociesen no dejaba de tener dueño, […] y que se acave la fábrica de las obras pías que a dejado mi tío en la villa de Cangas y se sitúe las capellanías, necesito que vuestra eminencia me saque liçencia del Padre General para que mi hermano el padre Juan de Llano sea morador en el colegio de Obiedo, y se le dé liçençia para yr a la villa de Cangas ques donde se hace la iglesia, a hacavar aquella fabrica […] y tanbién yportará mucho su asistencia para la criança de aquellos dos ángeles, a quien vuestra eminencia debe onrar mucho no por hijos míos, sino por serlo de una madre santísima en tan tiernos años, y a quien yo quise tanto esta merced de entre las demás”.31

La visión de la infancia sufrió un proceso de cambio en torno al siglo XVII, algo que puede observarse en la iconografía de la época.32 Dentro de las familias privilegiadas, el niño parecía haber ganado un nuevo estatus dentro del hogar familiar, con más preocupación por educarle. 33 Tanto Lebrun como Nebrija (el último basándose en Aristóteles) opinan que es a partir de los 7 años cuando el niño abandona la primera infancia y puede comenzarse su formación, cuando comienza a estar más capacitado para el aprendizaje más formal, tanto laico como religioso. Es cuando se considera que ha terminado la parte de educación correspondiente a la primera etapa, más ligada a la madre o la nodriza, y comienza una siguiente fase en el que el niño aprende de la mano de su padre o, en caso de haberlo, su preceptor, siempre bajo las indicaciones de la figura paterna. 34 Precisamente es en torno a esta época, cuando el primogénito de D. Álvaro rondaba los 7 años, cuando encontramos las primeras menciones a su educación de su puño y letra (“Aviso a vuestra merced como tratamos de leer mui aprisa y de danzar”)35, si bien esto da a entender que la enseñanza de la escritura y la lectura había debido comenzar antes. Teniendo en cuenta que uno de sus tíos, el padre Juan de Llano, era jesuita, no es de extrañar que recibiesen una educación temprana y adaptada a las necesidades de las clases más altas, incluyendo éstas lecciones de baile, como se mencionó antes.36 No obstante, no tenemos muchos datos acerca del desarrollo concreto de esta enseñanza, sino es por las siguientes declaraciones de Fernando: “En este año que 30

AHUO, ACT, Fernando Queipo de Llano y Valdés a Álvaro Queipo de Llano, 22 de mayo de 1644, Valladolid. 31 AHUO, ACT, Álvaro Queipo de Llano a Juan de Lugo y Quiroga, 14 de junio de 1644, Madrid. 32 Philippe Ariès, L’enfant et la vie familiale sous l’Ancien Régime, París, Seuil, 1973, p. 70. 33 P. Ariès, L’enfant…, pp. 306-307. 34 Delfín Ortega Sánchez, “Infancia, familia y educación en la Edad Moderna española: un recorrido a través de las fuentes pedagógicas (siglos XVI-XVIII)”, Tejuelo, nº 11 (2011), pp. 96-97. 35 AHUO, ACT, Fernando y Francisco Queipo de Llano a Álvaro Queipo de Llano, 25 de julio de 1644, Valladolid. 36 Renata Ago, “Jóvenes nobles en la época del absolutismo: Autoritarismo paterno y libertad”, Historia de los jóvenes, Taurus, Madrid, 1996., vol. 1, p. 383.

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Pelayo FERNÁNDEZ GARCÍA biene acabamos de escrivir, leer y contar mi hermano y yo, y sabremos los nominativos, que ya sabemos algunos; esta va de mi letra que mi hermano no escribe por no cansar a vuestra señoría”.

A lo largo de distintas cartas vamos sabiendo del interés de estos por aprender a escribir correctamente (“Padre y señor mío, mi hermano Francisco y yo nos damos arta prisa para saber escribir por poder azerlo de nuestra mano”)37, de su propia capacidad (“El padre Juan de Llano me da muy buenas nuevas de los niños, y de […] quan buena capacidad y habilidad van mostrando”)38 y, en general, de la alegría en el seno de la familia por el avance de su educación (“Señor, la estafeta pasada tube carta de nuestro ermano, en que me asigura ser la letra de mis sobrinos; doi a vuestra señoría la norabuena, que çierto que me a causado grande gozo, porque no sé que un maestro de escuela de mucha fama pueda hacer )39 ventaja” .

Por supuesto, tanto Fernando como su hermano (en cuyo nombre también escribe) gozan de los privilegios sociales acordes a su familia, más acentuados si cabe en Asturias, pero resulta muy interesante ver el testimonio de su estancia ovetense de primera mano. Más aún por la mención del joven, de apenas 8 años (con un hermano ligeramente más pequeño), hablando de socializaciones e incluso pendencias en la ciudad (y peticiones a su padre para integrarse en ellas), que recuerdan a las prácticas juveniles de socialización propugnadas por Natalie Zenon Davis, que suponían parte integral del proceso de maduración grupal hacia la fase adulta, tanto en el ámbito rural como en el urbano:40 “Todos los desta çiudad nos honrran mucho, solo el marqués y el adelantado no nos ablan. El día de la Candilaria andubimos en la procesión de la iglesia mayor, el señor obispo nos dio belas; regalamos con ellas a nuestras devotas, que ya somos honbres que las tenemos, y muchas pendençias sobre los cuernos porque son unas bellacas. Nuestra tía doña Melchora de Heredía nos presentó una acá muy linda, señor padre le escriba agradeciéndoselo. En esta ciudad no alla señor tío medías que nos vengan, y así mande señor padre que se nos ynbíen aunque no sean de seda, unas de color dorado, otras berdes, las plumás esperamos y la guitarra, y yo una espada para defender a mi devota porque me la quiere quitar un flayle”. 41

Como podemos ver, Fernando mantenía un interés continuado en cuidar su apariencia para mantener a su devota (“A mi señora madre agradeçerá vuestra señoría el regalo de la gassa para las valonas y las medías, yo neçesito de unos ábitos para unos vestidos y de unas golillas”)42, pero no eran los únicos intereses de los jóvenes herederos de D. Álvaro, también abiertos a divertimentos como la caza y la pesca (“…después que llegamos aquí matamos un jabalid, que ay infinitos, si las truchas llegaran buenas cada día tuviera vuestra señoría que zenar, porque coxemos tan tantas que no sabemos qué azerlas; mi tío, hermano y yo deseáramos arto que vuestra señoría nos aconpañara”43, “Estos días estuvimos en La Muriella y junto al monte de Muniellos y en el pueblo y en 37

AHUO, ACT, Fernando y Francisco Queipo de Llano a Álvaro Queipo de Llano, 4 de febrero de 1645, Oviedo. 38 AHUO, ACT, Francisco de Lugo y Quiroga a Álvaro Queipo de Llano, 18 de febrero de 1645, Valladolid. 39 AHUO, ACT, Fernando Queipo de Llano y Valdés a Álvaro Queipo de Llano, 18 de abril de 1646, Valladolid. 40 Norbert Schindler, “Los guardianes del desorden. Rituales de la cultura juvenil en los albores de la era moderna”, Historia de los jóvenes, Taurus, Madrid, 1996, vol. 1, p. 309. 41 AHUO, ACT, Fernando y Francisco Queipo de Llano y Lugo a Álvaro Queipo de Llano, 4 de febrero de 1645, Oviedo. 42 Ibid., 6 de septiembre de 1645, La Moriella. 43 Ibid.

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LA FAMILIA QUEIPO DE LLANO …

Jedres y comimos los yantares, hicimos muchas en secas y matamos truchas y perdigones”44) cuando se alejaban de la capital del Principado, adaptándose igualmente a la perfección en el entorno rural, como nos hacen ver: “…doy qüenta a vuestra señoría de la salud de los señores don Fernando y don Francisco que la tienen muy cunplida y quedan en esta su casa dando fin a los priscos y melgotones, que conocen muy bien quales son los árbores que los dan mejores, dentro de quince días bendrá el padre Llano y serán todos para Obiedo”45

Hemos visto anteriormente la integración de Fernando en la socialización urbana de la capital, con travesuras, transgresiones, juegos y disputas (de algunas ya hemos visto noción) que algunos consideran como un preludio de aprendizaje de cara a la vida adulta. 46 La adaptación no sólo a esto, sino también a las festividades populares (previamente veíamos la Candelaria) continuó su camino (“Fernando está tan gran vellaco que se lía estas carnestolendas con petral de cascabeles a tirar güebos”)47, y en general ambos están ya tan crecidos que uno de sus parientes escribe a su padre diciéndoles lo siguiente: “…de la salud destos caballeros sus mercedes la gozan y están ya muy onbres y el señor don Fernando muy para galantear a qualquiera señora y ansí no tiene vuestra señoría más que buscarle un grande casamiento, que por si lo merece y basta ser yjo de vuestra señoría para que se le ofrecan los más aventajados, no ay perder ocasión”.48

4. Conclusiones. Pese a las afirmaciones de algunos historiadores como el Philipe Ariès que introducía nuestro estudio, que no sólo negaba el concepto de infancia como tal, sino también de ligazón emocional entre padres e hijos por el continuado recordatorio de mortalidad que suponían las condiciones de vida de la época, lo cierto es que incluso con los escasos ejemplos que hemos podido desplegar aquí, es difícil mantener una afirmación de ese calibre. Pero en realidad, Ariès ha quedado relegado tiempo ha, en este sentido, como un precursor del estudio de la infancia en la Historia, y como bien decía Linda Pollock, nos encontramos ya en un momento en el que no se trata de refutar sus ideas, sino de replantearnos nuestras preguntas con respecto a la infancia. 49 Este estudio supone únicamente un pequeño ventanuco por el que observar los sentimientos con respecto a la infancia. Está relegado a unas circunstancias muy concretas: el seno de una familia nobiliaria, mediados del siglos XVII, y una distribución geográfica un poco más amplia (en relación con la Península Ibérica) de la que se podría esperar. Pero no obstante, la intimidad de esta correspondencia, la naturalidad de su expresión, nos permite suponer que quizás esta pequeña realidad concreta podría ser extrapolable a otras a su alrededor; que otras familias nobiliarias 44

AHUO, ACT, Fernando y Francisco Queipo de Llano y Lugo a Álvaro Queipo de Llano, 13 de septiembre de 1646, Oviedo. 45 AHUO, ACT, Rodrigo Queipo de Llano a Álvaro Queipo de Llano, 26 de octubre de 1645, Ardaliz. 46 Fe Bajo y José Luis Beltrán, Breve historia de la infancia, Madrid, Temas de Hoy, 1998, p. 107. 47 AHUO, ACT, Fernando Queipo de Llano y Valdés a Álvaro Queipo de Llano, 21 de febrero de 1646, Oviedo. 48 AHUO, ACT, Rodrigo Queipo de Llano a Álvaro Queipo de Llano, 11 de agosto de 1646, Ardaliz. 49 Linda A. Pollock, “Las relaciones paternofiliales”, Historia de la infancia, Barcelona, Paidós Ibérica, 2002, pp. 328-329.

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Pelayo FERNÁNDEZ GARCÍA

podrían tener niños a su cargo desarrollando sentimientos similares, y moldeando una educación parecida. La correspondencia privada es un punto de vista privilegiado, y como tal debe ser tenido en cuenta. Es una fuente muy rica y en ocasiones la información que se presenta es a veces esquiva y se presenta en cuentagotas, pero esto no es óbice para ignorarla. Este estudio es únicamente un ejemplo puntual de sentimientos, de relaciones y apenas un pequeño esbozo de análisis de ellas, dado el espacio a tratar, pero, si algún día surgen otros testimonios similares, podrían ser tenidos en cuenta para dar forma a una visión global de la infancia en el siglo XVII, y el análisis de la realidad social alrededor de sus distintas facetas.

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La posición social de la mujer guipuzcoana a través de sus actos jurídicos patrimoniales en la Edad Moderna Patrimonial legal acts as a way of study of Guipuzcoan women’s social status in Modern Age Patricia MILLÁN DE SILVA Universidad del País Vasco UPV/EHU Resumen: Este artículo se centra en el estudio de la posición social que gozan las mujeres guipuzcoanas de clase media en el siglo XVI a través del estudio de sus actuaciones patrimoniales. Desde la Corriente Feminista se ha afirmado que la mejor vía de acceso a este objetivo se produce con el estudio de la documentación económica ya que ésta carece de influencias patriarcales y de intereses masculinos que puedan distorsionar la realidad. No obstante, también es importante partir del marco social y legal que determina a la sociedad para comprender el objetivo marcado. Sin embargo, la divergencia entre la legislación y la realidad social existente hace necesario revisar el método de estudio. De esta manera, se pretende desde un marco teórico –el estudio de la ley- y una visión pragmática –el análisis de la realidad social- aproximarnos al conocimiento de la posición social de las mujeres guipuzcoanas desde una perspectiva patrimonial. Palabras clave: Mujeres -Status Social – Guipuzcoa- Actividad Patrimonial- LegislaciónSiglo XVIAbstract: This article studies the guipuzcoan women social status in the XVI century throw their heritage acts. From the Feminist Tendency the best way to approach to this object is studying economic documentation due to its objectivity in the research not influenced by men or men’s interests. Also the law is a very good theoretical source. However it is known the contrast between that and the reality social facts. For that reasons, a review of the methods and sources have to be done in order to study then the women’s status throw their heritage acts. Keywords: Women- Social Status- Guipuzcoa- Heritage Acts- Law- XVI Century-

1. Una revisión historiográfica al respecto de las actividades económicas y patrimoniales de las mujeres. Desde que se iniciaran los estudios de mujeres en España en la década de los 70, éstas han ido progresivamente saliendo de las cavernas en que se había fosilizado su presencia histórica1. Sacar a la luz cómo las mujeres habían tomado parte y habían sido 

Este trabajo está inscrito en Proyecto de Investigación I+D «Entre el fervor y la violencia: la sociedad vasca y la Iglesia en la Edad Moderna» [HAR2011-28427] financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, del Grupo de Investigación del Sistema Universitario Vasco «Sociedad, poder y cultura en el País Vasco, siglos XIV-XVI» [IT600-13] y de la Unidad de Formación e Investigación de la Universidad del País Vasco «Historia, pensamiento y cultura material. Europa y el mundo atlántico» [UFI 11/02]. Así mismo la doctoranda goza de una beca FPU 2012 del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. 1 Muchas historiadoras de la corriente feminista reclaman la curiosa “invisibilidad” de las mujeres en la historia. Véase: Mª Isabel del Val Valdivieso, Magdalena, Tomás Pérez, (et al.) (coords.), Historia de las mujeres: una revisión historiográfica, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2004, pp. 57-73; Cristina

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Patricia MILLÁN DE SILVA

pieza importantísima en el acontecer histórico constituía, de hecho, el primer objetivo del movimiento feminista que, por otra parte, culpaba a la sociedad de tipo patriarcal de este oscurantismo 2 . Sin embargo, un correcto análisis de la situación femenina ha requerido, además de clarificar el objeto, establecer una metodología científica innovadora que unas veces ha tomado un cariz contributivo, otras veces diferencial o igualitario o, como se aprecia actualmente, una perspectiva de género. En este proceso, las fuentes de estudio también han tenido que ser purgadas precisamente por haber sido “producidas por hombres que son los que controlaban el poder...”3. Cristina Segura establece que son tres las fuentes de acceso principales para el conocimiento del objeto antes dicho: las fuentes con pretensiones educadoras o directivas de pautas de comportamiento, tal y como pueden ser los ordenamientos, doctrinas eclesiásticas, etc.; los escritos de carácter cronístico como son los anales, las crónicas, las historias, memorias, etc.; y, por último, un grupo de fuentes mucho más objetivo y, por tanto de mayor interés, como es la documentación de carácter económico. Los dos primeros grupos, al ser emitidos por las autoridades públicas (hombres) resultan inadecuados o parciales debido a la subjetividad de su origen a la hora de reflejar una imagen real de la condición femenina. El último, por su desinteresada emisión, puede servir con mayor exactitud al estudio del papel desempeñado por las mujeres. Atendiendo a estos grupos establecidos por Segura, he querido aproximarme a esta consideración de las mujeres a través del estudio comparativo de las fuentes de carácter legal y económico por la objetividad que presentan tal y como ella apunta revisando las primeras y yuxtaponiéndolas con las segundas. Desde que se iniciaran los estudios de mujeres en España, se insistió en la necesidad de estudiar el ámbito legislativo que las amparaba. Y así se hizo, en efecto, en el seno del Seminario de Estudios de la Mujer de la Universidad Autónoma de Madrid después de menos de cuatro años del inicio de sus labores con la celebración de las II Jornadas de Investigación Interdisciplinarias bajo el título de “Las mujeres medievales y su ámbito jurídico”4. Entonces se extrajeron dos conclusiones claves concernientes a dicha temática en el territorio de España. Por un lado, la constatación de que la diversidad de ordenamientos definía unas características diferentes para las mujeres según el reino hispánico en donde se hallaban. Por otro lado, y de mayor profundidad científica, se lanzaba un interrogante importantísimo para éstas y futuras investigaciones: se cuestionaba la validez de las fuentes legislativas como referente de la realidad social. Desde entonces, muchos estudios toman las fuentes legales como Segura Graiño, La voz del silencio I, Fuentes directas para la historia de las mujeres (siglos VIII-XVIII), Madrid, Asociación Cultural Al-Mudayna, 1992. 2 “El sistema patriarcal divide a la sociedad en dos grupos atendiendo a su sexo, hombres y mujeres, y consagra unas desigualdades entre ambos, que han dado lugar a unas relaciones de subordinación entre el grupo privilegiado, los hombres y el sometido, las mujeres”. En: Cristina Segura Graiño, “Recepción y evolución de la historia de las mujeres. Introducción y desarrollo en relación con la Historia de España”, Revista Vasconia, Cuadernos de Historia-Geografía, “Discursos y prácticas de género. Mujeres y hombres en la historia de Euskal Herria”, Bilbao, ed. Eusko Ikaskuntza, 2006, p.21. 3 Asegura Segura Graiño, que la “historia de las mujeres la estábamos haciendo utilizando informaciones que nos ofrecía el género masculino”, ya que “en último extremo la mentalidad dominante era la que presidía a la hora de la elaboración de estos documentos”. En: Cristina Segura, “La voz del silencio”, en Cristina Segura, La voz del silencio I, Fuentes..., pp.7-8. 4 Las mujeres medievales y su ámbito jurídico, Actas de las II Jornadas de Investigación Interdisciplinaria, Seminario de Estudios de la Mujer, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1983.

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base de sus investigaciones, sin embargo, requieren de otra documentación auxiliar con que contrastar y evaluar la temperatura de la sociedad coetánea5. En dichas investigaciones se echa en falta una conciencia del valor real de la ley, es decir, su aplicación o inaplicación. También se echa de menos el situar las leyes en un contexto y en una dimensión que le es propia al derecho si lo entendemos como “sujeto con historia propia”. No se debe olvidar que en la Edad Moderna, los cuerpos legislativos están aún en proceso de maduración y la regulación está bastante condicionada por el Derecho Romano y derechos visigóticos. De esta forma, no se hallan tipificados la totalidad de casos, problemáticas y actividades que surgían en la vida ordinaria, sino que se vienen acogiendo las fórmulas de los antecesores con pequeñas variaciones y/o ampliaciones. En este sentido se ha tomado muchas veces de modo positivista la ley, y se ha encuadrado a la mujer siguiendo estrictamente lo que en aquella se exponía. Así, por ejemplo, el hecho de que las leyes medievales acogieran en sus textos como labores de la “mujer” únicamente el menudeo u otras de escasa remuneración (pescadería, panadería...)6 ha llevado a algunas corrientes historiográficas a considerar que éstas habían quedado sentenciadas a un lugar de escasa relevancia social. Así lo ponen de manifiesto muchas historiadoras de la corriente feminista aludiendo a que la exigua aparición de las mujeres en la historia se debe a que se ha dedicado al ámbito privado y a tareas domésticas que no merecían atención. Tal y como expresan: “las mujeres debían permanecer recluidas en los espacios domésticos que, sin duda, eran, infravalorados y despreciados por la sociedad”7. Por lo tanto, la mujer había asumido un papel secundario en la sociedad asignado, por otro lado, por el sexo masculino. En definitiva se afirmaba el sometimiento al hombre de la mujer8. Domínguez Ortiz, sin embargo, juzgó esta hipótesis en el seno de la sesión de clausura de aquellas II Jornadas de Investigación Interdisciplinarias exponiendo con firmeza: “He oído en este coloquio que, en realidad, la mujer medieval apenas tenía más que dos actividades remuneradas: la prostitución y el servicio doméstico. Esta conclusión me parece exagerada, y en parte, producto de una visión literaria en la que sólo aparecen unos cuantos tipos: la gran señora, la monja, la prostituta...olvidando a la mujer común, que formaba el 90 %

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Cristina Segura Graiño (ed.), Las mujeres en las ciudades medievales. Actas de las Terceras jornadas de Investigación Interdisciplinaria organizadas por el Seminario de Estudios de la Mujer, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1990. 6 Asegura Segura Graiño que las Ordenanzas Andaluzas para la Edad Media establecen los siguientes trabajos diferenciando según el sexo: los realizados únicamente por mujeres: “berceras, cabriteras, candeleras, fruteras, habateras, hortelanas, pescaderas, queseras, semilleras, trenzeneras y triperas; son 11 oficios”. Expone que el más nombrado es el de pescadera. Además, otros trabajos que son indiferentes al sexo masculino o femenino y que desempeñan ambos son: “alfondigueras, carniceras, horneras, mesoneras, panaderas, recateras, taberneras y tenderas, son 8 oficios”. Cristina Segura, “Las mujeres andaluzas en la Baja Edad Media. (Ordenamientos y Ordenanzas municipales)”, en Cristina Segura Graiño (ed.), Las mujeres en las ciudades medievales..., pp.143-170. 7 C. Segura, “Recepción y evolución de la historia..., p. 21. 8 Este sometimiento se debía -en el aspecto laboral- a que era incapaz de realizar las mismas tareas que aquél. Otros, siguiendo a Christine Delphy aluden a que “al realizarse en la casa se consideran como una proyección de lo doméstico y, por ello, no reciben consideración social, ni tampoco remuneración”. En: Cristina Segura Graiño, “Mujeres, trabajo y familia en las sociedades...”, en Mª Isabel del Val Valdivieso (et. al.) (coords.), Historia de las mujeres: una revisión... p.230.

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Patricia MILLÁN DE SILVA del total, y que en su mayoría desarrollaba actividades económicamente útiles, incluso 9 imprescindibles” .

Aportó una variedad de casos de mujeres estantes en actividades de gran peso económico, avanzando en compañías comerciales y entablando actividades mercantiles insospechadas en la Edad Media. Todo apunta a que siguiéndose en aquellas Jornadas una visión positivista de la literatura y de la ley (donde sólo lo regulado y tipificado era objeto de análisis) el método estaba viciado y como consecuencia la mujer sólo actuaba en actividades laborales menores como eran los oficios de regatonas, pescaderas, panaderas, etc. Sin embargo, como afirma Domínguez Ortiz, un 90 % de la sociedad femenina no se dedicaba a las actividades anteriormente dichas y se desconoce cuáles eran las tareas que pudieran desempeñar de fijarse estrictamente en la letra de las leyes. Por muchos motivos las leyes podían no regular todas las prácticas sociales. Es más, el silencio legislativo no implica la ausencia de ciertas realidades. Existen casos donde la ley es contrariada por las costumbres locales. En este sentido, resulta interesante -por tratarse de un tema vasco y por la complejidad del uso de la ley como fuente histórica- la problemática que se suscitó en Guipúzcoa al hacerse públicas las leyes castellanas que impedían la sucesión de las mujeres en la casa. La Provincia se enfrentó a las leyes castellanas que imposibilitan esta sucesión diciendo que, “la ley de Madrid que prohiue las mejoras en hijas, no (h)a sido ni es resçiuida, vsada ni guardada en la Prouinçia de Guipúzcoa porque después de esta ley se a continuado la dicha costumbre sin interrumpirse, con la misma seguridad y buena fe que antes de la promulgaçion 10 de ella (...)” .

Guipuzcoa tenía como aval su costumbre, la práctica sucesoria que se forjaba como derecho a pesar de no estar plasmada en un papel11. Sin embargo, esta pugna entre la Provincia y las Cortes no pareció solucionarse para uno ni para otro litigante siquiera llegado el siglo XIX lo cual demuestra cómo aunque el orden de prelación de fuentes legislativas estaba bien claro, se podía discutir con base en unas prácticas sociales o “costumbres”. Tendrán sentido entonces las políticas de consolidación y unificación de ordenamientos legislativos que desempeñarán las monarquías absolutistas12. Partiendo de estas premisas se debe acudir con cierta cautela a las fuentes jurídicas teniendo en cuenta la complejidad existente al respecto. El hecho de que la 9

Antonio Domínguez Ortíz, “La mujer en el tránsito de la Edad Media a la Moderna”, en Cristina Segura Graiño (ed.), Las mujeres en las ciudades medievales....p. 173. 10 Archivo General de Guipuzcoa [AGG-GAO JD IM] 3/10/ 5. María Rosa Ayerbe Iribar, “Los intentos de regulación del Derecho Civil (troncalidad, retorno de dotes y mejora de hijas) en la Guipuzcoa del siglo XVII. La aplicación de la costumbre contra legem”, en Santos M. Coronas (coord.), Cuestiones varias sobre la costumbre jurídica en el Norte peninsular, Oviedo, Universidad de Oviedo, 2010, p.115. 11 Álvaro Navajas Laporte, La ordenación consuetudinaria del caserío en Guipúzcoa, San Sebastián, ed. Sociedad Guipuzcoana de ediciones y publicaciones S.A., 1975; Ana Suyapa Fernández-Sancho, “La regulación sucesoria de la propiedad del caserío en el territorio histórico de Guipúzcoa”, Iura Vasconiae, 6 (2009), pp. 849-891; María Rosa Ayerbe Iribar, “Los intentos de regulación del Derecho Civil...”, pp. 95-145; Lola Valverde Lamsfus, “La transmisión de la herencia en Gipuzkoa durante la Edad Moderna: problemas, estrategias y consecuencias”, Iura Vasconiae, 10 (2013), pp. 597-634, etc. 12 Sobre estos intentos unificadores y de absorción de poderes centrales véanse: María Rosa Ayerbe Iribar, “El intento de incorporación al patrimonio real de los derechos reales existentes en el Señorío de Vizcaya. El Memorial de 1714”, Iura Vasconiae, 8 , (2011), pp. 683-727; y María Rosa Ayerbe Iribar, “El gobierno de Gipuzkoa: entre la tradición y el cambio (1808-18014)”, Iura Vasconiae, 8 (2011), pp. 385-460.

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costumbre pudiera ir contra legem e incluso que se pudieran dar hechos no tipificados en las leyes y, por tanto, libres de penalización u ordenación son elementos importantes cuando se dirige la mirada hacia estas fuentes como definidoras de la sociedad13. Otro de los elementos que hay que considerar con mayor profundidad es cómo la población observa estos mandatos y si su cumplimiento es efectivo o no. En cualquier caso, como punto de partida tomaré los ordenamientos de carácter privado vigentes en la Monarquía Hispánica en el siglo XVI en referencia a las actividades patrimoniales de las mujeres guipuzcoanas antes de exponer la situación real a fin de comprobar si, como expresa Bullen, (...) as a social movement, feminism is the battleground where theory and practice meet14. 2. Las mujeres guipuzcoanas en la actividad patrimonial según los ordenamientos jurídicos a ellas aplicables en el siglo XVI. Dice el Tesoro de la Lengua de Sebastián Covarrubias sobre la voz patrimonio: “lo que el hijo hereda del padre. Patrimonial, lo que pertenece al patrimonio”. Sin embargo, no cabe duda de que el patrimonio muchas veces tuvo como emisor no sólo al padre sino a la madre. Y, por otra parte, también fue sujeto receptor, no sólo el hijo sino la hija. En este sentido, ¿qué capacidad tuvieron las mujeres de actuar sobre el patrimonio? ¿Tuvieron patrimonio propio? ¿Pudieron dedicarse a él o se les estuvo vedado por el ordenamiento? ¿Qué pueden aportarnos estos aspectos sobre la condición social de las mujeres? Como se ha dicho anteriormente, las mujeres desempeñaron tareas económicas que han sido tildadas por algunas corrientes historiográficas de discriminatorias. Esta infravaloración de las tareas femeninas se debe, principalmente, a dos factores según afirma la corriente feminista: por un lado, a una remuneración escasa o nula percibida por las mismas; por otro, a que las tareas realizadas por ellas eran siempre de pequeño valor e importancia social. No obstante, existe un perfil de mujer fuera de tal ámbito, de una clase social superior y de rentas económicas más elevadas, que en el País Vasco – así como en otros lugares de España- asume un papel fundamental a través de sus actividades patrimoniales y mercantiles15. Actividades que, por otra parte, son de gran potencial remuneratorio y de “tradicional vocación masculina”. Como es bien sabido, la sociedad de la Edad Moderna es una sociedad de escasas igualdades, por tanto no todas las mujeres gozan de esta situación privilegiada, tan solo un sector que generalmente se halla vinculado a través de su entorno (maridos, padres, tíos...) o su estatus económico, al mundo comercial y empresarial. Es curioso el hecho de que ni en los Fueros de Guipúzcoa ni en las Leyes de Toro, que también rigen la Provincia en materia civil, se 13

Lo mismo pudiera decirse de otras fuentes como son las literarias, filosóficas y morales de debido contraste con la realidad social para su correcto uso. 14 Margaret Bullen, Basque Gender Studies, Reno, ed. Center for Basque Studies, University of Nevada, 2003, p.13. 15 José Antonio Aspiazu Elorza, Mujeres vascas. Sumisión y poder. La condición femenina en la Alta Edad Moderna, San Sebastián, ed. Haranburu, 1995; Selma Huxley, “Apuntes sobre el papel comercial de la mujer vasca en el siglo XVI”, Cuadernos de Sección de la Sociedad de Estudios Vascos. Antropología-Etnografía, 1 (1982); Mª Ángeles Martín Romera, “Mujeres de Mercaderes y mujeres mercaderes. Testimonios de iniciativas femeninas en el ámbito comercial de fin del siglo XV”, En la España Medieval, 32 (2009); Máximo García Fernández, “Resortes de poder de la mujer en el Antiguo Régimen: Atribuciones económicas y familiares”, Studia Historica, Historia Moderna, XII, (1994); y, Serrana M. Rial, “Las mujeres, el trabajo y la familia en la Galicia Moderna”, Obradoiro de Historia Moderna, 12, (2003) pp. 189-221.

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trate a la mujer bajo el apelativo de “empresaria”. Las referencias aportadas por el Fuero de Guipúzcoa a las cuestiones civiles son escasas 16 por lo que debemos acudir a las Leyes de Toro, recordando que en algunas cuestiones la costumbre de la Provincia se impone sobre aquéllas. También se acudirá con las pertinentes cautelas anteriormente citadas a estas fuentes. Pero veamos cómo se trata a las mujeres con respecto a su actuar patrimonial. 2.1. Las mujeres y su papel en la actividad patrimonial en las Leyes de Toro. Entre las 83 Leyes de Toro encontramos un conjunto de 28 leyes referidas directa o indirectamente al patrimonio de la mujer (hija o esposa), lo cual asciende al 23,24% de las ordenaciones contempladas 17 . En esencia, las materias que se abordan a nivel patrimonial y en relación con la mujer son cuestiones de tipo sucesorio, o del patrimonio de las mujeres en la institución del matrimonio. Un último aspecto patrimonial es el referente a las pérdidas de patrimonio de las mujeres en razón de sus deudas o delitos. La mayor libertad que se concede a las mujeres con independencia de su estado civil se produce en la emisión de su testamento. Existe una plena libertad para testar. No hay impedimentos ni limitaciones legales ya sea por parte del pater familias o del marido a la hora de dictar testamento, al igual que a la hora de recibir herencias tal y como exponen las leyes V18 y LIV de Toro19. Las hijas pueden y tienen derecho a percibir cierto patrimonio tanto de su padre como de su madre. Ambos progenitores son tratados en numerosas leyes en una condición de igualdad con respecto a las imposiciones o facultades habidas respecto al patrimonio familiar. Así, el padre y la madre respecto a sus hijos e hijas ilegítimos tenían similares restricciones a la hora de otorgar herencias cuando mediaban hijos legítimos como se ve en las leyes IX y X20. En cuanto a la mujer casada, ésta tenía las mismas condiciones que el hombre de preservar el patrimonio de los herederos del primer matrimonio al contraer nuevas nupcias, así como mantener las mejoras de

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Así se pone de manifiesto al revisar la Recopilación de Leyes y Ordenanzas de Guipuzcoa entre cuyas leyes no se hallan referencias a las actividades de las mujeres. Por ejemplo, al tratar de los mercaderes habla de modo genérico sin señalar si la actividad es masculina o femenina. Véase: Lcdo. Cristóbal López de Zandategui y Luis Cruzat, Recopilación de Leyes y Ordenanzas de la M.N. y M.L. Provincia de Guipuzcoa, San Sebastián, 1983. También acusan esta falta de normativa civil los siguientes autores: Lola Valverde Lamsfus, “La transmisión de la herencia en Gipuzkoa durante la Edad moderna: problemas, estrategias y consecuencias”, Iura Vasconiae, 10, (2013), pp. 597-634; José Ramón Díaz de Durana, “Ordenamientos jurídicos locales en el País Vasco y Cantabria”, Revista Zurita, 78-79, p.356. 17 Hay muchas otras de diversa tipología referentes a la mujer que no incluyo aquí. 18 “El hijo o hija que está en poder de su padre seyendo de edad legítima para hacer testamento como si estuviese fuera de su poder”. en Pedro Nolasco de Llano, Compendio de los comentarios extendidos por el Maestro Antonio Gómez a las 83 Leyes de Toro, Madrid, Imp. D. Joseph Doblado, 1785, p.39. 19 “La muger durante el matrimonio no pueda sin licencia de su marido repudiar ninguna herencia (...) pero permitimos que pueda aceptar sin la dicha licencia qualquier herencia ex testamento et ab intestato con beneficio de inventario, y no de otra manera”. P. Nolasco de Llano, Compendio de los comentarios..., p. 309. 20 “Mandamos que en caso que el padre o la madre sea obligado a dar alimento a alguno de sus hijos ilegítimos en su vida o al tiempo de su muerte, que por virtud de la tal obligación no se pueda mandar mas de la quinta parte de sus bienes (...)”. P. Nolasco de Llano, Compendio de los comentarios,...pp.5354.

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formulaciones por donación propter nuptias o contratos...21. Estos temas son referidos bajo el genérico de “mujer”. La mujer se considera de modo general ya fuera hija, esposa o viuda. Sin embargo, al especificar más adelante las acciones de la esposa en el seno del matrimonio quedaba disminuida su capacidad de obrar por la llamada “licencia marital”22. La licencia limitaba de modo vital la capacidad de obrar de ésta, que sólo recuperaba con la disolución del mismo o con la emisión de una licencia general por parte del marido. Sin embargo, la capacidad jurídica de la mujer sobre su patrimonio sigue viva, tal y como se refleja en este ordenamiento. Existía una casuística variada tendente a favorecer el patrimonio propio de ésta frente a las posibles injerencias de aquél en los pagos de dotes 23 o en casos donde la mujer salía fiadora del marido 24 . ¿Pero, podía darse el caso de que la mujer asumiese la principal deuda y que el marido acudiera como fiador? Este es un tema aún por investigar y de gran relevancia y significación social. Con estas breves notas pretendo apuntar que, siendo hija o esposa, las mujeres tenían legalmente amparados unos derechos patrimoniales y unas condiciones al respecto del uso de sus bienes muy similares a las que tenía el hombre a pesar de la situación irregular que se producía cuando éstas tomaban estado de casada. Es entonces cuando quedaba restringida la acción de la esposa. Sin embargo, la ley, al aplicar la “licencia marital” citada no interceptaba todas las posibilidades de la esposa en cuanto a lo que a su actividad patrimonial se refería. Quedaba abierta la vía judicial para el caso en que, con causa legítima y necesaria, las mujeres que hubieran compelido licencia sin éxito al marido la pudieran obtener. E incluso también se contemplaba que para aquellos casos en que el esposo estaba ausente y se argüían ciertas circunstancias de provecho para los intereses patrimoniales de las mujeres, éstas pudieran acceder a la licencia marital citada a través del dictamen del juez25. Este último dato resulta esencial al estudiar la posición social de las mujeres vascas que por esencia son “viudas de vivos”26 por efecto de la emigración masculina.

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Ley XVII. “Quando el padre o la madre mejorare a alguno de sus hijos o descendientes legitimos en el tercio de sus bienes en el testamento, o en otra postrimera voluntad, o por algun contrato entre vivos, (...) pueda revocar quando quisiere: salvo su hecha la dicha mejoria, (...) que en estos casos, mandamos que el dicho tercio no se pueda revocar sin reservarse el que lo hizo en el mismo contrato el poder para lo reuocar o por algunas causas (...)”. También: Ley XXII. “Si el padre o la madre, o alguno de los ascendientes prometió por contrato entre vivos de no mejorar a alguno de sus hijos descendientes y pasó sobre ello escritura pública, en tal caso no pueda hacer la dicha mejoría de tercio y quinto y si la hiciera que no vale: y asimismo (...)”. 22 Ley LV. “La muger durante el matrimonio sin licencia de su marido como no pueda hacer contrato alguno asi mismo no se pueda apartar ni se desisitir de ningún contrato que a ella toque, ni dar por quito a nadie dél, ni pueda hacer quasi contrato, ni estar en juicio haciendo, ni defendiendo sin la dicha licencia de su marido: o estuuiere por si, o por su procurador, mandamos que no vala lo que hiciere”. 23

Ley LIII.

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“De aquí adelante la muger no se pueda obligar por fiador de su marido, aunque se diga y llegue que se convertio la tal deuda en provecho de la muger, Y asi mismo mandamos, que quando se obligare a mancomun marido, y muger en un contrato o diversos, que la muger no sea obligada a cosa alguna: saluo si se prouare que se convertió la tal deuda en prouecho della (...)”. 25

También incluso se permite a la mujer actuar aún sin la dicha licencia aunque el efecto de los actos sólo se produce con la ratificación del marido. (Ley LVIII). 26

Así las denominan Serrana Rial y Ofelia Rey en: “Las viudas de Galicia a fines del Antiguo Régimen”, Chronica Nova, 34, 2008.

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3. Algunos casos de gestión patrimonial de las mujeres guipuzcoanas. La gestión patrimonial que desempeñan las mujeres vascas está explicitada desde tiempos pasados por los propios naturales y hombres del País. Lope de Isasti daba noticia de ello al hablar, por ejemplo, de Magdalena de Urdaide, mujer de Francisco de Elorriaga vecino de Zumaya y Orio, quien era dueña de naos y se dedicaba en vida de su marido a armar y “afletar” su galeón27. Así también le ocurría a Domenja de Lili. Domenja procedía de una familia de renombre en el ámbito de las actividades siderúrgicas de la villa de Cestona. La situación de viudez en que le afrenta la vida no frenó su vocación empresarial, que por otro lado ya realizaba junto con su marido: “porque la Casa hera e habia seydo antigua e onrrada e yo e my marido obimos trauajado por la mejorar e acreçentar e la obimos anpliado de algunos Bienes Rayçes conque Es e podia ser mas (...)28. Domenja afirmaba que ambos habían luchado por acrecentar su casa tanto en dineros como en bienes inmuebles. Al conocer los datos de sus testamentos y compararlos nos damos verdadera cuenta de la importancia capital que tuvo aquella en este crecimiento económico y ascenso familiar. Mientras el marido había otorgado 1.000 ducados para cada uno de sus descendientes en razón de sus legítimas -acto, que por otro lado, le confió ejecutar a su esposa- ésta superó tal cantidad y hasta el momento de su fallecimiento en 1533 administró la hacienda familiar por encima de las posibles delegaciones en sus hijos y de su incapacidad para “escribir” tal y como exponía en su testamento: “yten digo e declaro que dexo en la caxa un libro de marca de pliego entero de papel comun cubierto de pergamino que se yntitula de my Doña domenja de lili (...) estan todas las quentas e razon de todos los dares e tomares asi de los recibos e bienes que dexo my señor marido en fin de sus dias como de lo que yo he negociado despues por my misma e por los que yo he dado 29 cargo” .

Domenja otorgó alrededor de 1.500 ducados entre dotes, legítimas, desembolsos por viajes de un hijo a Indias, etc 30 . Aunque este caso es el de una viuda, se pone de manifiesto cómo aún dentro del matrimonio tenía unas capacidades de gestión que debieron reportarle suficiente experiencia a la hora de enviudar, tal y como la posesión de su libro de cuentas y las actividades anteriormente expresadas demuestran. Otro caso similar por el estado civil primero de casada y luego de viuda lo representó Ana Vélez de Olózaga. Ana, procedía de un solar de fama asímismo sito en Cestona. Entabla matrimonio con el soporte económico familiar de sus padres 31 y de los dineros enviados por su tío Fray Juan de Alzolaras, obispo de Canaria 32, con el mercader Domingo Sáez de Goyaz, vecino de Azpeitia. Goyaz, junto con otros nombres 27

Lope de Isasti, Compendio historial de la M.N. y M.L. Provincia de Guipúzcoa, San Sebastián, 1850, pp. 501-502. 28 Fundación Archivo de la Casa Zavala Fundazioa, [FACZF], carp.17, exp. 30, fol. 7 r- 7v. 29 FACZF, carp.17, exp. 30, fol. 12 r-12v. 30 Según afirma Huxley, el hecho de que las mujeres no escribieran no significaba que legalmente ellas no tuvieran tanto derecho como el hombre a comprar, vender, prestar dinero y pleitear Selma Huxley, “Unos apuntes sobre el papel comercial de la mujer vasca en el siglo XVI”....p. 165. 31 Recibe de sus padres 2000 ducados de oro además de la mitad del ajuar y objetos de sus casas. Archivo Histórico Provincial de Guipuzcoa [AHPG-GPAH], 2-0089, A, fols. 88r-92v. 32 Recibió de Fray Juan de Alzolarás, obispo de Canaria 1000 doblas de Canaria a 365 maravedíes la dobla, lo que sumaba un total de 365.000 maravedíes.

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como los Altuna, Arriola o Ygarza, componían una saga de importantes inversores en compañías comerciales guipuzcoanas. Éste, y los otros hombres citados, introdujeron desde muy pronto a sus mujeres en las labores de las compañías. A medida que los hombres fueron falleciendo ellas fueron asumiendo mayores responsabilidades, al representar en cierta manera sus intereses como si del marido se tratase. Es aquí donde mejor se aprecia la capacidad y gestión de Ana Vélez de Olózaga, así como su estima por parte de los miembros masculinos y femeninos de la compañía. En 1589, Ana propuso que los beneficios de la compañía se empleasen en “comprar un buen juro o renta”, de forma que establecidos en una renta fija se pudiera mantener la seguridad de unas rentas ante las incertidumbres de la marcha de los negocios en las últimas décadas del siglo XVI33. Su perfil de mujer empresaria bien puede comprenderse a la luz de sus propias palabras: “después que el dicho mi marido fallesció abrá diez y ocho años poco más o menos, he travajado lo mejor que he podido”34. Al igual que Domenja, encabezó todo un conjunto de operaciones económicas sobre su entorno familiar adelantando a uno de sus hijos, en cuenta de su legítima, 2.500 ducados; a otro le financió sus estudios; a su hija María López de Goyaz le dotó con 3.000 ducados; etc. Su actividad, no obstante, no queda reducida al círculo de la compañía mercantil citada, sino que emprendió toda una estrategia de recuperación y adquisición del solar familiar que había sido enajenado por su hermano mayor y primogénito, el contador Olózaga, en la casa de Loyola debido a sus fuertes deudas 35. En su testamento, redactado en 1602, se pueden valorar estas numerosas negociaciones y su aumento patrimonial36. Estos son algunos de los casos que permiten afirmar, tal y como expresan M.L. King37 y Aspiazu38 que, aunque la ley prohibía a las mujeres comprar, vender o prestar muchas veces no se hacía caso de lo ordenado. “Parece ser que tanto las viudas como las solteras maduras gozaban prácticamente de los mismos derechos que los hombres”39 y que la afirmación de que estaban recluidas en casa y sujetas a actividades de pequeña importancia debe ser revisada a la luz de estos y otros hechos. 4. Conlusiones. La aproximación al conocimiento de la posición social de las mujeres guipuzcoanas en la Edad Moderna requiere de una metodología y de fuentes objetivas. Según algunas corrientes feministas, la documentación de tipo económico-patrimonial parece ser la fuente menos susceptible de influencias “patriarcales” y de “dominación” por evidenciar antes hechos económicos que sexistas. También la legislación vigente es una buena vía de acercamiento al problema planteado tal y como se expresó en las primeras Jornadas de Investigación Interdisciplinar sobre estudios de mujeres. Sin embargo, esta 33

Archivo Histórico de Protocolos de Oñate [AHPO], Azpeitia, L.160, fol. 95 v. AHPO, Azpeitia, L., 222, fols. 51-53v. En: J. A. Aspiazu, Mujeres vascas. Sumisión y poder..., p.58. 35 Está en proceso de publicación mi artículo titulado “Ellos, como parientes e deudos...”Una familia al borde del abismo, los Alzolaras Yuso de Cestona (Guipúzcoa) en el siglo XVI” en donde recojo estos y otros datos de la actividad patrimonial de Ana Vélez de Olózaga en la lucha por la reincorporación de su casa al tronco familiar. 36 AHPO, Azpeitia, L. 222, fols. 51-53v. 37 M.L. King, Mujeres renacentistas. La búsqueda de un espacio. Madrid, 1991. 38 J. A. Aspiazu, Mujeres vascas. Sumisión y poder.... 39 M. Wade Labarge, La mujer en la Edad Media, Madrid, 1989, p.56 En: J. A. Aspiazu, Mujeres vascas. Sumisión y poder.... p.53. 34

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fuente adolece de ciertas deficiencias que imposibilitan extraer una visión objetiva sobre el status femenino. De hecho, su uso (sin tener en cuenta ciertas características propias del derecho como es su aplicación) ha producido una literatura un tanto parcial al respecto de la temática femenina al no considerar aspectos como las prácticas sociales no plasmadas en las leyes, la influencia de la costumbre sobre la ley en determinados espacios, la no regulación extensiva, etc... La ordenación de carácter privado de Guipuzcoa se rige principalmente por las Leyes de Toro. En estas leyes se aprecia cómo las mujeres tienen una consideración especial en cuanto a lo que la actividad patrimonial se refiere que las sitúa muchas veces en las mismas condiciones y limitaciones que el hombre. El hecho de que se considere continuamente su actuar y gestión patrimonial así como el amparo de sus bienes frente a las actuaciones del pater familias o el marido, evidencia que la mujer no sólo asume labores menores de menudeo y regatonas como se ha venido sosteniendo por la corriente feminista. De hecho, la ausencia de ciertas palabras como “mujeres mercaderes” o “empresarias” en las leyes no es prueba suficiente de que no existieran tales realidades. Se constata que existen numerosos casos de mujeres guipuzcoanas al frente de negocios de gran envergadura. Unas veces junto con sus maridos, otras veces en condición de viudas están al frente de compañías comerciales, negociando o aportando opiniones y estrategias de tipo económico para el logro de una mayor prosperidad económico-familiar en el seno de grupos mixtos de hombres y mujeres. En este sentido, son mujeres cuya capacidad es apreciada en la Provincia por ambos sexos y, de hecho, son ellas quienes asumen las tutorías y curadurías de sus hijos menores con éxitos económicos insospechados. En definitiva, muchas de estas mujeres de clase media guipuzcoana sostienen una situación de fuerte responsabilidad patrimonial precisamente por vivir en continuas ausencias de sus maridos estantes en la Corte o viajes. En este sentido, las mujeres guipuzcoanas trabajan y actúan en negocios familiares junto con hombres y a su mismo nivel, aunque, a veces, con mayores rendimientos que aquéllos como demuestran algunos de sus testamentos en que dejan a la posteridad un patrimonio muy superior al de su cónyuge.

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La figura de la indotada: la importancia del lazo familiar en la vida conventual vizcaína durante la Edad Moderna Women without a dowry: importance of family’s ties in conventual life Nere Jone INTXAUSTEGI JAUREGI Universidad del País Vasco Resumen: El objetivo es poner de relieve la importancia que supuso el lazo familiar en la sociedad de la Edad Moderna a través del estudio sobre la relación familiar existente en el mundo conventual entre las religiosas indotadas y el fundador. Los casos que se van a analizar nos ofrecen un amplio panorama de situaciones diversas que se dieron en el Señorío durante la Edad Moderna, especialmente en el siglo XVII, en las que no siempre el desenlace final fue feliz, llegando incluso a pleitos que se dirimieron en las salas de la Chancillería de Valladolid. Palabras claves: Edad Moderna, dote, conventos, religiosas, indotadas, mujer, familia Abstract: This article highlights the importance of the family in the Early Modern Period analyzing the existing connection between the founder of the convent and the nuns who did not pay any dowry. In order to do that, some cases and examples occurred in the Basque Country will be examined. Keywords: Early Modern Period, dowry, convents, nuns, women, family

1. Indotadas: familia y dote1 La familia en la Edad Moderna tenía una significación más profunda y abarcaba mayores significaciones que en la actualidad; era vista como una continuidad simbólica y red de relaciones sociales que se perpetuaba a través de la transmisión de unas señas de identidad colectiva2. El individuo formaba parte, alrededor del linaje, del nombre y de una serie de símbolos y elementos de identificación, de una estructura familiar desde la que se proyectaban intereses para el conjunto de quienes integraban y pertenecían a ese linaje3. Las vías utilizadas para afirmar la grandeza del linaje fueron varias, siendo la fundación de un convento, y demás aspectos relacionados con esta fundación, un instrumento al que se recurrió con asiduidad. Uno de los mayores fenómenos sociales en la España de la Edad Moderna fue la expansión y la ampliación de la presencia del clero regular y, en consecuencia, la 1

A través de esta comunicación se busca paliar un vacío historiográfico existente en relación con la figura de la indotada. La dote conventual ha sido ampliamente estudiada por la historiografía, tanto nacional como internacional, a través de escritos de Soledad Gómez Navarro, Ángela Atienza López, Bert Roest, o Fiona Griffiths. Apreciamos que este tema ofrece unas amplísimas posibilidades en relación directa con la sociedad y con el poder que, no obstante, todavía no han sido realizadas. Ciertamente, esta comunicación se centra en una zona geográfica muy concreta, pero las prácticas aquí seguidas fueron comunes en los conventos Europeos. 2 Francisco Chacón, “Hacia una nueva definición de la estructura social en la España del antiguo régimen a través de la familia y las relaciones de parentesco”, Historia Social, Nº21, (1995), p. 76 3 F. Chacón “Hacia una nueva definición…”, p.82

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multiplicación de conventos; estamos ante una auténtica oleada fundacional que se intensificó durante la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII 4. Desde la perspectiva de muchos fundadores y patronos, un convento fue mucho más que un lugar de oración, era un instrumento de poder y herramienta al servicio de sus intereses5. Hay que tener en cuenta que el celibato eclesiástico era considerado el estado más perfecto, tanto para la mujer como para el hombre; por esa razón, tener en la familia miembros consagrados a Dios suponía un prestigio social considerable, a la vez que garantizaban su propia salvación y contribuían con sus oraciones a la de los otros miembros de su linaje. Legitimar y perpetuar el estatus privilegiado y de poder, vinculándolo a esta dimensión sacra, fueron elementos que estuvieron en última instancia detrás de las resoluciones que muchas familias fueron articulando en sus relaciones con las órdenes religiosas a partir de los conventos que fundaron, promovieron y patrocinaron6. Los conventos ayudaron a moldear y exhibir una determinada imagen de generosidad y paternalismos, permitiendo prerrogativas y exclusivas7. En realidad, la fundación de un convento significaba un estatus de calidad para la familia ya que se trataba de un modo natural de prolongar y asegurar el estatus previo8. Un gran tema de negociación y regulación en las fundaciones conventuales fue el de la reserva de plazas de religiosas y el establecimiento de derechos de presentación de candidatas. Una de las cláusulas más generalizadas en las escrituras de fundación de conventos femeninos fue siempre la retención de plazas para las mujeres del linaje y de la familia de sus fundadores. Este derecho de reserva de plaza constituyó todo un capital en manos de las familias que lo disfrutaron ya que les permitía resolver el problema de la necesidad de dar una salida honrosa y bien reputada a las mujeres de la familia que no fueran a contraer matrimonio9. Como la documentación manejada refleja10, los vínculos de sangre siempre fueron los criterios que presidieron el contenido de los capítulos que las cartas fundacionales de los conventos de religiosas dedicaron a la admisión de las monjas, quienes entrarían en el claustro sin necesidad de pagar dote. Pero, ¿qué papel jugó la dote en la configuración de las relaciones de parentesco? Estamos en una época en la que la posición social y económica de una mujer dependía de la cuantía de su dote, ésta debía ser asegurada por todos los medios puesto que de ello dependía no sólo el futuro de la muchacha sino también el prestigio de su linaje11. La dote estaba considerada el núcleo central tanto de las negociaciones 4

Ángela Atienza López, “Nobleza, poder señorial y conventos en la España moderna. La dimensión política de las fundaciones nobiliarias”, Estudios sobre señorío y feudalismo: homenaje a Julio Valdeón, Institución Fernando el Católico, (2010), p.235 5 Angela Atienza López, Tiempo de conventos: una historia social de las fundaciones en la España moderna, Madrid, Marcial Pons, 2008, p. 16 6 Mariló Vigil, “Conformismo y rebeldía en los conventos femeninos de los siglos XVI y XVII”, Religiosidad femenina: expectativas y realidades (ss. VIII-XVIII), Asociación Cultural Al-Mudayna, (1991) p.191 7 A. Atienza López: Tiempo de conventos…, p. 17 8 Jesús González Fisac: “Espacio, mujer y espacio monacal: mecanismos y recursos (heterotópicos) contra la dominación patriarcal”, Asparkia: Investigació feminista, Nº21, (2012), p. 154 9 A. Atienza López: Tiempos de conventos…, pp. 308-309 10 Se ha utilizado documentación existente en el Archivo General de Simancas, Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Archivo Histórico Eclesiástico de Bizkaia, Archivo Histórico Provincial de Vizcaya, Archivo Histórico Provincial de Álava, Archivo del Convento de Santa Cruz, Archivo de Santa Clara de Balmaseda, y Archivo de Santa Isabel de Gordejuela. Archivo Diocesano, Chancillería, Simancas, Notarial y conventos 11 Elena Catalán, “El precio del purgatorio”, Obradoiro Historia Moderna, N.º 8, (1999), p.39

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matrimoniales como de las realizadas con el convento: sin ella, ni había matrimonio ni profesión. La cuantía de la dote reflejaba el poder y la situación económica de la familia, su red de relaciones, y la extensión de su ámbito de influencia12, sin olvidar que la dote suponía un menoscabo del patrimonio familiar de la mujer, lo que hizo que en ocasiones se llegara a tomar dinero censado e hipotecarse. Las mismas directrices seguidas en relación con la dote matrimonial eran seguidas también en relación con la dote conventual ya que las monjas eran consideradas las esposas de Cristo 13 . En el Concilio de Trento se estableció la obligatoriedad dotal, que era una garantía para el sustento monjil ya que en los siglos anteriores a la desamortización del siglo XIX, las monjas constituían un colectivo improductivo14, haciendo que la dote constituyese uno de los ingresos básicos de las comunidades religiosas femeninas del Antiguo Régimen15, por lo que la cuestión dotal no era un asunto baladí. El importe de la dote, al igual que su forma de pago, varió mucho de unas zonas a otras, de unos períodos a otros, y de unos conventos a otros. Los motivos de esta variación son varios, como el estatus social que exhibía cada convento en relación con el rango social de las monjas que acogía, la coyuntura económica, o la demanda de plazas que recibía el convento16. La dote matrimonial solía ser bastante más elevada que la conventual 17, razón que motivó a las familias pudientes a mandar a miembros femeninos de sus familias a los conventos ya que en éstos vieron una oportunidad para no ver mermar su riqueza18. Los conventos permitían mantener y gestionar a las mujeres de un modo satisfactorio para las familias y, además, gozaban de un reconocimiento social19, lo que hizo que existiese una gran demanda de plazas conventuales. Dentro de un mismo convento, existía una diferenciación clara entre las religiosas y era, precisamente, el factor económico de la dote el que determinaba que unas religiosas fuesen monjas profesas de coro o velo negro y otras hermanas legas o de velo blanco 20, nombres recibidos por su vestimenta21. Las mujeres que pagaban una dote considerable pertenecían a familias pudientes, y eran quienes se encargaban de los cargos de gobierno del convento 22 , mientras que el pago de una dote más pequeña 12

María Isabel Gascón Uceda, “Entre el deseo y la realidad. Mujer y matrimonio en la Edad Moderna”, en Pilar Pezzi Cristóbal, Historia de las mujeres en homenaje a Maria Teresa Beltrán, (2013), Volumen II, p. 158 13 Isabel Cristina Giraldo Quijano, “Santa Sexualidad. Concepciones de dos monjas sobre feminidad y sexualidad”, Revista CS en Ciencias Sociales, Cali, Nº4, p.258 14 Ofelia Rey Castelao, “Las instituciones monásticas femeninas, ¿centros de producción?”, Manuscrits: Revista d’històire moderna, Universitat Autònoma de Barcelona, Nº27, (2009), p. 60 15 María Soledad Gómez Navarro, “A punto de profesar: Las dotes de monjas en la España moderna. Una propuesta metodológica”, en Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla, La clausura femenina en España: actas del simposium: 1/4-IX-2004, Volumen I, (2004), p. 87 16 Ángela Atienza López, “La vida económica de los conventos femeninos en España durante la Edad Moderna. De una visión general a planteamientos más novedosos”, Ariadna, Nº21, (2010), p.231. 17 Anne Winston-Allen, Convent Chronicles. Women writing about women and reform in the Late Middle Ages, Pennsylvania, Pennsylvania State University Press, 2005, p. 29 18 Silvia Evangelisti: Nuns. A history of convent life,1450-1700,Oxford,Oxford University Press,2007,p. 5 19 J. González Fisac: “Espacio, mujer…”, p. 154 20 Maximiliano Barrio Gozalo, El clero en la España moderna, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2010, p. 423 21 S. Evangelisti: Nuns. A history…, p.45 22 Bert Roest, Order and disorder. The Poor Clares between Foundation and Reform, Nijgemen, Radboud University Nijmegen, 2013, p.244

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conllevaba consigo el no poder acceder a cargos superiores y encargarse solamente de las tareas domésticas del convento23. El pago de la dote era obligatorio para acceder a un convento, dándose sólo dos excepciones: la prestación de servicios musicales y el parentesco con los fundadores, y en ambos, las mujeres que entraban a los conventos gracias a esas dos eximentes lo hacían como monjas de velo negro. En muchas ocasiones, las familias, conscientes de su precaria situación económica, orientaron la educación de sus hijas hacia la música, para que así, pudieran profesar como prestadoras de servicios musicales y no tener que abonar la dote. Por ejemplo, Isabel Gil Isla, entró en el convento de Santa Clara de Abando el 30 de abril de 1743, como monja de velo negro y maestra de música a cambio de enseñar canto llano y órgano a las religiosas que fuesen hábiles en ello; mientras el Convento se comprometía a darle hábitos, una celda, y el lugar para los instrumentos y el estudio, además de una renta anual de 10 ducados de vellón24. Las religiosas que entraban sin realizar el pago de la dote por motivos familiares eran llamadas indotadas. Éstas no realizaban ninguna actividad específica que justificase el no abono de la dote, simplemente se trataba de familiares del fundador del convento 25 , quién, a su vez, había dejado por escrito una cláusula en la cual se contemplaba la profesión de familiares dotándolas de una plaza. 2. Las indotadas vascas: En las fundaciones conventuales vascas fue habitual incluir cláusulas en las que se realizaba una reserva de plazas para familiares del fundador. En el convento de Santa Cruz de Vitoria, el licenciado Fortún Ibáñez de Aguirre, miembro del Consejo Real de Carlos V, legó la suma anual de 10.000 maravedís para la construcción y mantenimiento del Convento, además de crear ocho plazas de indotadas26. En el vizcaíno convento de Santa Margarita de Hungría en Ermua27, la fundadora María Ruiz de Lobiana, miembro de una saga de comerciantes, estableció que el patrón tendría el derecho a elegir cuatro religiosas sin dote, siendo siempre miembros de la familia28, mientras que Juan López de Lazarraga, secretario del rey Fernando el Católico, y contador mayor de la reina Isabel, fundó el convento de Bidaurreta en Oñati. Juan López de Lazarra expresó que debía de haber trece indotadas, para quienes señaló una manutención, hecho por el cual el convento se vio envuelto en un pleito: en 1731, el patrón del convento, quiso obligar a que fueran trece las indotadas que realmente estuvieran en el convento ya que la cantidad que recibían era para esa cifra y no para la única que tenía el convento29. Es posible encontrar ejemplos de estas clausulas de indotadas en diversos conventos. No obstante, como en esta comunicación no es posible tratar todos los casos de indotadas que se dieron, nos vamos a centrar en tres casos concretos: los conventos 23

O. Rey Castelao: “Las instituciones monásticas…”, p. 68 Archivo Histórico Provincial de Álava, [AHPA], ESC,25895 25 No todas las familiares del fundador entraron como indotadas, si no había plaza, debían pagar la dote. 26 Pedro Luis Echeverría Goñi, “Gótico, Renacimiento y Bárroco en la iglesia de dominicas de Santa Cruz de Vitoria” en Francisca Vives Casas y Juan José Gallego Salvadores (eds.), Historia, arte y espiritualidad: el Convento de Santa Cruz de Vitoria-Gasteiz en el VII Centenario de las dominicas contemplativas, Vitoria-Gasteiz, Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, 2007, p.106. 27 En 1700, la comunidad se trasladó a Elorrio cambiando su denominación al de Santa Ana 28 Eugenio Rodríguez Condado: Santa Ana de Elorrio, Bilbao, Librería Astarloa, 1998, p. 13 29 María Ángeles Molero y María José Lanzagorta, “La fundación del Convento de Bidaurreta por Juan López de Lazarraga” Revista Sancho el Sabio, Nº 12, 2000, p.56-57 24

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vizcaínos de las clarisas de Santa Cruz de Bilbao, Santa Clara de Balmaseda y Santa Isabel de Gordejuela y en los fundadores Domingo de Gorgolla y Gatafurda, Juan de la Piedra y Verástegui, y Miguel de Oxirando y Sanz de Isusquiza, respectivamente30. Nos encontramos ante tres fundadores varones que compartieron un origen encartado. Domingo de Gorgolla, natural de Bilbao, e hijo de Diego de Gorgolla, de la casa de Mollinedo en el valle de Villaverde y de Juana de Gatafurda, fue Mayordomo Mayor del Arzobispado de Toledo. Falleció en 1604 en Alcalá de Henares, donde residía, y donde en 1602 otorgó su testamento legando todos sus bienes para Obras Pías de la villa de Bilbao, dando lugar a las fundaciones del Colegio de la Compañía de Jesús y la del Convento de Santa Cruz31. Juan de la Piedra, balmasedano de nacimiento, era un cargador y mercader de plata, vecino de Sevilla y residente en Panamá, donde falleció en 1644. En 1643 redactó su testamento por el cual legaba a su villa natal, todos sus bienes para que con ellos se fundase un Convento de religiosas clarisas32. Por su parte, Miguel de Oxirando, hijo de San Juan de Oxirando y Maria Sanz de Isusquiza, Caballero de la Orden de Santiago y Alguacil Mayor Perpetuo del Real Consejo de Órdenes, natural de Gordejuela y vecino de Madrid, ordenó en su testamento, otorgado en Madrid en 1645, la donación de bienes para la construcción de la iglesia del Convento de Santa Isabel de Gordejuela y la fundación de varias capellanías33. La motivación existente para estas fundaciones son diversas, pero siempre en relación con la familia. Gracias al legado de Domingo de Gorgolla el Beaterio Santa Cruz, donde se encontraba su hermana, Ana de San Miguel Gorgolla, pudo abrazar la clausura en 161434, mientras que para Juan de la Piedra existió una doble motivación en la fundación: tener una hija novicia en el Convento de San Martín de Don, en Frías (Burgos), y el amor hacia su tierra natal35. Finalmente, Miguel de Oxirando ayudó a la comunidad de religiosas en la construcción de la iglesia del convento y en la finalización del mismo36, además de otorgar 2000 ducados para su sobrina Maria de Oxirando, una niña de 8 años que vivía en el convento a la espera de decidir si profesaba o contraía matrimonio37. Las clausulas en relación con las indotadas ocuparon un lugar importante dentro de los testamento. Domingo de Gorgolla reservó ocho plazas para familiares: cuatro para indotadas, tanto para doncellas como para viudas, y otras cuatro para familiares que podrían hacer uso de ellas hasta que profesasen, es decir, ocupasen una de las cuatro plazas de las indotadas, o contrajesen matrimonio38, por lo que saldrían del convento sin

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La diferencias existentes en relación con la documentación que ha perdurado entre los tres conventos, especialmente, la conservada dentro de las propias comunidades, va a ser el motivo del mayor o menos peso de una comunidad en esta comunicación. 31 Eugenio Rodríguez Condado, Convento de Santa Cruz: Bilbao, Begoña, Lujua, Bilbao, Gráficas Alustiza, 1994, p.21 32 Ángel Uribe, La provincia franciscana de Cantabria. Su constitución y desarrollo, Oñate, Editorial Franciscana de Aránzazu, 1988, p. 391 33 Eduardo Escárzaga, Descripción histórica del valle de Gordejuela, Bilbao, Diputación de Bizkaia, 1919, p. 115 34 Archivo del Convento de Santa Cruz, [ACSC], Caja 0 35 Julia Gómez Prieto, “Vida y economía del Monasterio de Santa Clara de Balmaseda: 1666-1984” Estudios de Geografía e Historia, Bilbao, Universidad de Deusto, 1988, p.482. 36 Archivo Histórico Eclesiástico de Bizkaia [AHEB], Testamento de Miguel de Oxirando 37 Archivo General de Simancas, [AGS], CME, 1356, 18 38 ACSC, Caja 0

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haber llegado a profesar ni a realizar el noviciado39.Juan de la Piedra creó un Fondo para Indotadas para el pago de la dote a las jóvenes que, deseando profesar como clarisas, no dispusieran de caudales. Éstas serían ocho mujeres de su entorno familiar, tanto por vía paterna como materna, y, en su defecto, otras doncellas de la villa y de las cercanías40. Por su parte, en el convento de Santa Isabel estaba concretado un pago para el ajuar y rentas de por vida para dos familiares que quisieran profesar41. En los tres testamentos se recogía la exigencia de mantener siempre esas cifras, tanto en el número de indotadas como en la cantidad dotada para cada una de ellas. Así, cuando una indotada fallecía, su plaza era ocupada por otra familiar. El flujo de mujeres dispuestas a ocupar esas plazas tan codiciadas fue constante. En Bilbao, el regimiento ostentaba el patronato del convento, por lo que anualmente se llevaban a cabo visitas para tener noticias de cómo se desarrollaba la comunidad. Uno de los aspectos analizados en esas visitas fue, precisamente, las plazas de las indotadas, hecho que refleja la importancia que se les daba. Si bien las clausulas recogidas en el testamento de Domingo de Gorgolla fueron aceptadas en 1604, se tuvo que esperar hasta 1614 para la clausura del convento y aun unos años más para el funcionamiento de la comunidad como tal. En la visita del año 1618 consta que entraron las primeras religiosas a ocupar las plazas reservadas, Catalina de la Cruz y Plaza, y Ana María de Gorgolla, a las que se unieron en 1619 Mauricia y Eugenia de Antequera y Arteaga. Para el año 1623 ya se tienen las ocho plazas, cuatro de indotadas y otras cuatro de plazas para familiares ocupadas. Por ejemplo, en 1630 Mauricia de Antequera, Ana María de Gorgolla, Catalina y Lucía de Ugaz ocupaban las cuatro plazas de indotadas, mientras que Cecilia de la Serna, María de la Quintana, Ana de Polanco y Antonia de Basauri ocupaban las cuatro otras plazas. En 1634, tras el fallecimiento de una indotada, Antonia de Basauri ocupó esa plaza, mientras que en 1637 María de la Quintana salió del convento para contraer matrimonio42. No vamos a proceder a realizar un listado exhaustivo de todas las mujeres que ocuparon esas plazas, pero la documentación al respecto saca a relucir aspectos importantes: en primer lugar, en ningún momento nos encontramos con alguna plaza vacía, en todas las visitas recogidas aparece que esas plazas estaban sistemáticamente ocupadas; en segundo lugar, no sólo vemos que se trata de familiares del fundador, sino que se trata de mujeres que eran familiares entre sí; además, los apellidos de estas mujeres reflejan que se trataba de miembros de familias conocidas e influyentes de la villa, especialmente comerciantes; y, finalmente, las indotadas no sólo entraban como monjas de velo negro sino que también solían alcanzar cargos de gobierno dentro del convento, como el de abadesa43. En el convento de Santa Clara de Balmaseda, el 3 de noviembre de 1666, el arzobispo de Burgos, Enrique de Peralta44, presidió la ceremonia de inauguración del convento, en la que tomaron el hábito las ocho indotadas parientas del fundador y dos 39

Gracias a su testamento, sabemos Domingo de Gorgolla tomó esta idea de las plazas para doncellas que esperarían en ellas hasta profesar o contraer matrimonio del Monasterio de San Juan de la Penitencia en Alcalá de Henares. No obstante, el mejor ejemplo de esa práctica se dio en los conventos venecianos como Silvia Evangelisti recoge en Nuns. A history of convent life, 1450-1700. 40 Archivo Convento Clarisas de Balmaseda, [ACCB], Testamento de Don Juan de la Piedra. Año 1643 41 AHEB, Testamento de Miguel de Oxirando 42 ACSC, Caja 0 43 ACSC, Caja 6 44 Bizkaia, durante la Edad Moderna, perteneció a dos diócesis distintas: la mayor parte del territorio formaba parte de la diócesis de Calahorra-Santo Domingo de la Calzada, mientras que la parte occidental de la provincia, las Encartaciones, pertenecían a la diócesis de Burgos.

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con dote45: Catalina de la Piedra, Francisca de Vita, María de Arroyos, Bernarda de Orrantia, Ángela de Verástegui, María de Verástegui, Antonia del Solar, María de Entreambasaguas, y Ana de Urrutia y María de Çumalabi, quienes aportaron 800 y 700 ducados 46 de dote respectivamente 47 . Con excepción de estas ocho religiosas, en la documentación existente no se recoge la identidad de más indotadas, aunque en el testamento se especificó que siempre debía de haber ocho indotadas, y que cuando faltase una, entrase otra que cumpliera con el requisito familiar, y que si no hubiese parientas, fuese alguna vecina de la villa, las más virtuosas que a los Patronos y a las Abadesa y monjas les pareciese48. Mientras, en el convento de isabelinas de Gordejuela la identidad de las indotadas tampoco ha perdurado. Se tiene constancia, gracias a los listados de religiosas, que en el convento hubo familiares del fundador, pero no se especifica quiénes eran las indotadas. La única excepción la encontramos con María de San Francisco y Oxirando, quién ocupó una plaza de indotada a mediados del siglo XVII, pero en los restantes casos esa certeza es menor. Este silencio documental, unido a la existencia de problemas y pleitos entre el convento con los patronos y el cabildo, puede sugerirnos que, simplemente, esas plazas no fueron ocupadas por no tener la comunidad religiosa los suficientes recursos para ello. En el caso balmasedano, el convento, tras mantener un pleito donde defendía la existencia de las indotadas y el pago de su pensión anual, se llegó a una concordia fijando que el número de indotadas se rebajaría a cuatro y se mantendría así durante, al menos, doce años ya que el convento estaba teniendo muchísimos problemas a la hora de cobrar las rentas que se les había asignado 49 . Las religiosas isabelinas también tuvieron una serie de problemas con los patronos a la hora de cobrar las rentas50, por lo que no es de extrañar que se hubiera optado por la supresión de las indotadas. Incluso el convento de la Santa Cruz, del que tenemos constancia que mantuvo a sus indotadas, tuvo problemas para mantenerlas, llegando incluso a pleitos por ello51. En cambio, se tiene una mayor evidencia del costo que supuso tener a estas indotadas en el convento ya que al entrar sin dote alguna estaba estipulado que recibirían una pensión anual para su subsistencia de manos de la comunidad. En el caso bilbaíno, el convento otorgaba una pensión anual de 10 ducados a cada indotada, la misma cantidad que recibían las religiosas que entraban al convento sin pagar dote alguna debido a sus habilidades musicales52. En el convento de Santa Clara, las ocho indotadas recibían 200 ducados anuales53, mientras que en Gordejuela se otorgaba a las dos indotadas una pensión vitalicia de 500 ducados para el ajuar y rentas54. Como puede verse, en todos los casos se trata sólo del pago de la dote, algo a tener en cuenta ya que cabe señalar que una cosa era la dote, y otra el costo real de una 45

Cayetano Sánchez Fuertes, Reseña histórica de los monasterios de clarisas de España y Portugal, Ávila, Hermanas Clarisas de España, Volumen II, 1996, p.407 46 El Testamento recoge que las demás religiosas debían de entrar con la dote marcada por la abadesa y las religiosas, teniendo mayor equidad con las mujeres de la villa, por lo que no extraña que en una misma ceremonia la dote aportada por dos religiosas fuera distinta. 47 AHEB, Legajo 3324/002-01 48 ACCB, Testamento de Juan de la Piedra 49 ACCB, Alegato sobre las religiosas indotadas 50 AHEB, Legajo 4035/002 51 AHPV, Antonio de la Llana, 5197, año 1661 52 ACSC, Caja 7 53 AHEB, Santa Clara 54 AHEB, Libro de Obras Pías de Oxirando

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plaza de monja, y que éste no repercutía de forma total en el convento, sino en la familia. El desembolso para las familias no terminaba con el pago de la dote ni con los gastos del tiempo de noviciado, y así, los gastos podían continuar también con las cantidades necesarias para los hábitos y el velo, para preparar y acomodar la celda y disponer del ajuar, además de con los pagos correspondientes a la celebración de las ceremonias de toma de hábito y de profesión. Estos eran variables, pero solían incluir propinas para los sacristanes, para los mayordomos, incluso a veces para las monjas, y también era habitual la entrega de determinadas cantidades de cera55. Así, por ejemplo, el 29 de mayo de 1686, la novicia Ana de San Joseph Allende, hija de Diego de Allende Salazar y de la difunta Ana de Vear Velasco, tras seis años de noviciado, profesó en el convento de Santa Cruz a la edad de dieciséis años. La difunta madre, Ana de Vear Velasco, era familiar de Domingo de Gorgolla, por lo que tras el fallecimiento de la monja indotada Catalina de Sinaguaz, una de las cuatro plazas de indotadas quedó libre y, automáticamente, Ana de Allende pudo profesar como monja indotada, una vez que la familia abonó los gastos concernientes a la alimentación durante el noviciado que ascendían a 300 ducados a razón de 50 ducados anuales durante seis años, y otros gastos como las propinas y limosnas o las prendas blancas y el arreo56. Teniendo en cuenta que ese mismo año, por la profesión de la novicia de Ángela de la Vega e Isasi, se pagó una dote de 1000 ducados, además de los gastos derivados de la alimentación durante el noviciado, propinas, etc.57, se entiende que esas plazas de indotadas fuesen apreciadas. Efectivamente, el ser familiar del fundador era un privilegio sobre las que no lo eran ya que les abría las puertas a las tan rentables plazas de indotadas. Sin embargo, esa prebenda podía llegar a convertirse en una desventaja ya que, si bien el número de familiares de los fundadores podía no ser muy elevado, sí solía ser mayor que el de las plazas disponibles, dando lugar a pleitos que, en ocasiones, acabaron en la Sala de Vizcaya en la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid58. Es importante no olvidar que las plazas en los conventos femeninos eran limitadas, incluso para las que podían asumir el coste de la dote: la demanda superaba a la oferta59. Los problemas y pleitos al respecto fueron numerosos, como a continuación veremos, aunque sea brevemente. En 1617, el licenciado Tomás de Dóndiz, padre de María Sánchez de Dóndiz, había solicitado la entrada de su hija en el convento como indotada alegando lazos de unión con el fundador, pero se le negó. En la Visita realizada por los patrones en 1619 se recoge que existía un pleito entre María Sánchez de Dóndiz y Catalina de Plaza sobre quién de las dos tenía mayor derecho sobre la plaza de indotada, y al final, se decidió que Catalina de Plaza entrase como indotada mientras que María Sánchez de Dondiz, al tener habilidades musicales, entró como profesora de canto 60 , que, como ya se ha señalado, tampoco pagaban dote alguna.

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A. Atienza López, “La vida económica de los conventos…”, p.234 AHPV, Antonio de la Llana, 5221, año 1686 57 AHPV, Pedro Francisco de Garaitaondo, 5255, año 1686 58 La Sala de Vizcaya fue un órgano jurídico castellano dependiente de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid, mediante el cual se resolvían todos los pleitos que llegaban a dicho tribunal relacionados con vizcaínos de origen. 59 Ángela Atienza López, “El mundo de las monjas y de los claustros femeninos en la Edad Moderna. Perspectivas recientes y algunos retos” en Eliseo Serrano Martín, De la tierra al cielo: líneas recientes de investigación en Historia Moderna, Zaragoza, Institución Fernando el Católico (2012), p. 97 60 ACSC, Caja 0 56

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Por otra parte, tenemos el interesante pleito que se dio en la Chancillería de Valladolid en 167761 entre el ya mencionado Diego de Allende Salazar y Domingo de Ormaeche, ambos vecinos de Bilbao. Pedro Álvarez de Velasco, en nombre de Diego de Allende Salazar, realizó una apelación en grado de nulidad al Juez de Vizcaya sobre las sentencias otorgadas por el alcalde y juez ordinario de la villa de Bilbao y del corregidor del Señorío. Diego de Allende Salazar, padre y administrador de María Ignacia de Allende Salazar, y defendió los derechos de su hija y de las demás hijas y herederas de Pedro de Viar Velasco y de su mujer Ana de Polanco, de quienes Ana de Viar Velasco, esposa difunta de Diego de Allende Salazar, era hija. Por su parte, Domingo de Ormaeche defendía que su hija, Cecilia de Ormaeche y del Barco tenía un derecho mayor ya que descendía por una línea legítima. Efectivamente, Ana de Polanco, abuela materna de María Ignacia de Allende Salazar, era hija natural del licenciado Blas de Polanco y Gorgolla y de Ana de Uribe, y éste, a su vez, era hijo legítimo de Alonso de Polanco y Catalina de Gorgolla, hermana de Domingo de Gorgolla, el fundador. Por lo tanto, María Ignacia era tercera nieta de Catalina de Gorgolla, es decir, era más cercana, aunque fuese por línea natural, mientras que Cecilia de Ormaechea era la pariente más cercana por línea legítima ya que su cuarto abuelo era Diego de Gorgolla, hermano del fundador. Así, tanto el alcalde y juez ordinario de Bilbao como el corregidor dieron la razón a Domingo de Ormaechea, justificándose en la legitimidad. Por otro lado, cabe mencionar que entró en acción un tercer litigante, Miguel de Calera, padre de Marina de Calera, justificando su candidatura en que Cecilia era una niña que no alcanzaba los 10 años de edad, mientras que Ana de Polanco no era hija legítima. No obstante, su posición no perduró. El 27 julio 1678, el Juez Mayor de Vizcaya, Andrés de Medrano y Allendeyagua, confirmó la sentencia del corregidor del 25 de mayo de 1677 en la que declaraba que Ana de Polanco era hija natural, pero, además, la reconoció como hija de Blas de Polanco. Asimismo, revocó la sentencia del corregidor del 9 de junio de 1677 y declaró que María Ignacia, aunque fuese por línea natural, era más cercana al fundador. Esta sentencia fue confirmada el 14 octubre 1678 por el Presidente y los Oídores, y no sólo hizo posible que María Ignacia entrase en el convento como indotada sino que legitimó a posibles futuras candidatas, como fue el caso de la otra hija de Diego de Allende Salazar que entró en el convento en 1686. Por otro lado, aunque la documentación superviviente no nos dé pista alguna al respecto, sería interesante saber qué actitud tenían las indotadas dentro del convento. Se sabe que entraban como monjas de velo negro, es decir, como religiosas de primer nivel pudiendo acceder a los cargos de gobierno del convento, coyuntura que compartían con quiénes pagaban la dote completa. Pero hay que tener en cuenta que la figura del fundador era omnipresente en el convento: los escudos del linaje estaban en la fachada del convento, se rezaban oraciones por su alma, se realizaban misas en su honor, etc., por lo que cabe preguntarse si las indotadas hicieron alarde de esa conexión familiar, conocer si mantuvieron una actitud de superioridad ante las que no lo eran, además, de poder existir hipotéticas redes entre ellas. Aunque, en teoría, que no era posible la existencia de más de dos hermanas en un mismo convento, era posible encontrarse con miembros de una misma familia 62 , por lo que, en el caso de las indotadas, esa posibilidad de estar rodeadas de familiares aumentaba.

61 62

Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, [ARCV], Legajo 1448.4 B. Roest: Order and disorder…, p.249

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Así, en el convento de Santa Cruz se dio el siguiente coyuntura: por un lado, las hermanas Antonia, Ana y Josefa de Basauri, hijas de Juan de Basauri y Joana de Polanco y Gorgolla, y por el otro lado las también hermanas Francisca Eugenia y María Concepción de Viar Velasco y Polanco, hijas de Pedro de Viar Velasco y Ana de Polanco y Gorgolla. Las madres Joana y Ana eran hermanas, por lo que las cinco fueron tanto primas como religiosas del convento, aunque no todas ellas ocuparon la plaza de indotadas. En el caso de las hermanas Basauri, por Antonia se pagó una dote de 800 ducados mientras que las otras dos hermanas sí que ocuparon una plaza de indotadas63, mientras que por Francisca Eugenia también se pagó una dote de 800 ducados entrando María de la Concepción como indotada. El objetivo del padre Pedro de Viar Velasco era que las dos hijas entrasen como indotadas; así, el 5 de noviembre de 1653, en una escritura de convenio con el convento, se decidió que las hermanas entrasen como doncellas y que el padre pagaría 80 ducados anuales por alimentos del noviciado por las dos hijas hasta que fuesen admitidas como religiosas indotadas. Otra clausula del convenio rezaba que en caso de que sólo quedase vacante una plaza y con el objetivo de no realizar un noviciado demasiado largo, se pagaría la dote. Al final, al no quedar más que una plaza de indotada libre, María de la Concepción entró como indotada mientras que por Francisca Eugenia sí se pagó una dote64. Como colofón a este “incesto-familiarreligioso” cabe decir que el 19 junio de 1662 profesaron juntas las hermanas Francisca Eugenia y María Concepción de Vivar y Velasco, y Josepha de Basauri65. 3. A modo de epílogo: El título de fundador de un convento aportaba un prestigio y honor, categorías muy valoradas y buscadas en la sociedad del Antiguo Régimen 66 . En este caso, la comunicación se ha centrado no tanto en la propia fundación del convento sino en un aspecto muy específico de esa fundación: la dotación de plazas de religiosas. Esta dotación incrementaba la imagen de benefactor del fundador, pero además, beneficiaba a su propia familia ya que la dotación estaba dirigida a mujeres de su propio linaje, es decir, estamos ante unos lazos de unión y ayuda, que, simultáneamente, perpetuaban el nombre del linaje 67 . Asimismo, no hay que olvidar que el honor de la familia se representaba, en buena medida, a través de la mujer68, por lo tanto, estamos ante una promoción doble del linaje por vías distintas: sangre y mujer. Que la figura de las indotadas era algo beneficioso para los familiares es algo innegable ya que el ahorro de la cuantía de la dote era más que evidente para los primogenitores. No obstante, como ya se ha señalado, el costo de una religiosa iba más allá del pago de la dote, por lo que la plaza de indotada no ha de ser vista como algo gratuito. Además, en muchas ocasiones, las familias solían asignarles dotaciones de por vida69, las que se añadían a la que recibían del propio convento. De igual modo, las 63

AHPV, Antonio de la Llana, 5197, año 1661 AHPV, Antonio de la Llana, 5197, año 1661 65 AHPV, Antonio de la Llana, 5199, año 1662 66 A. Atienza López, Tiempos de conventos…, p. 74 67 Esta idea de perpetuación del nombre del linaje no se puede tomar literalmente ya que en muchísimos casos, las indotadas lo eran por vía materna por lo que, obviamente, el apellido del fundador fue perdiéndose, pero no así el sentimiento de pertenencia a su linaje 68 Isabel Morant Deusa y Mónica Bolufer Peruga, Amor, matrimonio y familia. La construcción histórica de la familia moderna, Madrid, Síntesis, 1998, p. 50 69 O. Rey Castelao, “Las instituciones monásticas…”, p.65 64

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LA FIGURA DE LA INDOTADA …

plazas de indotadas eran gravosas para el convento ya que la propia comunidad debía de pagar las pensiones anualmente, un gasto al que no siempre pudieron hacer frente. Asimismo, como se ha podido ver en la sentencia adjuntada sobre el pleito entre Diego de Allende Salazar y Domingo de Ormaeche, no era sólo una cuestión económica, sino de honor familiar al basar la argumentación en la cercanía de grado familiar y no en el concepto de legitimidad. La ilegitimidad en el Antiguo Régimen era un fenómeno que distaba mucho de ser “anormal”, y el hijo natural y los familiares vivieron en una atmósfera de mayor naturalidad que la que a menudo se ha pensado70. Por lo tanto, la fundación conventual fue un ejemplo perfecto del prestigio social de determinado linaje, que no sólo reflejaba su poderío a través de la edificación de un monumento religioso sino que perpetuaba su nombre con el requisito de la figura de la indotada ya que solamente la mujer que perteneciese a esa familia, al núcleo del fundador con quién compartía lazos de sangre, podía acceder a la esa plaza reservada.

70

Manuel José de Lara Ródenas, “Ilegitimidad y familia durante el Antiguo Régimen: actitudes sociales y domésticas” en Ángel Rodríguez Sánchez y Antonio Peñafiel Ramón, Familia y mentalidades. Congreso Internacional Historia de la Familia: nuevas perspectivas sobre la sociedad europea, Murcia, 1997 p.113

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Familia, mujer y salud a través de la correspondencia: el caso del entorno del primer marqués de Villaverde 1670-1686 Family, women and health through the correspondence: one example around the first marqués de Villaverde 1670-1686 José Abel AJATES CÓNSUL IES Sierra Palomera de Cella. Teruel

Resumen: Este trabajo estudiará cómo el grupo familiar, las mujeres, como parte específica del mismo, y la salud del conjunto, queda reflejado en la correspondencia privada. En concreto en la del cabeza del mismo, pues es la persona de la que se conserva una importante colección de misivas. Pretendo comprender mejor a los individuos, tanto dentro de su familia, como sus formas y condiciones de vida y las opiniones vertidas sobre las mismas. Palabras Clave: correspondencia, mujer, salud. Abstract: In this paper I study family, women and health of the people around Francisco Sanz de Cortes. For this study I use the letters recived by him and actually preserved. This kind of analysis serves to know aristocratic people, their relationships and general life conditions. Keywords: health, letters, women.

En el presente texto pretendo trabajar la familia a través de los datos ofrecidos por la correspondencia. Se trata de unas muestras dentro de la colección de cartas recibidas por D. Francisco Sanz de Cortes desde que fue nombrado marqués por la reina regente, hasta su muerte. En definitiva, el periodo que abarca de 1670 a 1686. En las misivas, que son cartas de otros, se observan las características de la familia, las relaciones dentro de ésta, las formas de vida, y los diversos motivos por los que han sido redactadas y emitidas lo que nos amplía la información sobre el funcionamiento de una red social. Por otra parte, observamos aquí cuestiones relativas al género. Entre ellas la ausencia de las mujeres, o su escasez, como agentes activos. Así, las cartas escritas por mujeres son menos numerosas, suelen ser del grupo familiar y, salvo una excepción, los temas tratados resultan muy alejados de los masculinos. Aunque, eso sí, la presencia indirecta de las mujeres es más cuantiosa y se manifiesta a través de preguntas, recuerdos, buenos deseos de terceros, por lo general varones. Así se adivina el papel de las mismas, su posición social y familiar, la forma en que son tratadas y, en cierta manera, concebidas a través de sus roles fundamentales que suelen ser los de esposa, madre o pariente. Aunque, evidentemente, no será esta la única forma en las que se hacen visibles. Y, además, quedaría muy lejos de la realidad plantear su falta de intervención total en asuntos de negocios, compras, ventas o legados. 

Profesor enseñanza secundaria IES Sierra Palomera de Cella (Teruel).

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José Abel AJATES CÓNSUL

Además, también se encuentra en la correspondencia, y en ocasiones muy vinculado a la mujer, o a los comentarios sobre éstas, el tema de la salud. Sabemos de la de la familia del primer marqués, y la de éste mismo, pues suele incluso haber, por las características de la literatura epistolar, un resumen inicial o una referencia clara a lo dicho en la carta a la que se contesta. En ellas se puede atender a la complicada vida de estas personas por sus enfermedades. En la mayoría de los casos la salud se convierte en un tema recurrente, así como las felicitaciones y congratulaciones por las mejoras o empeoramientos. También es posible reconstruir la duración de las enfermedades, aproximarnos a ciertos tratamientos médicos y, en ocasiones, hacer referencias a medicinas, etc. Esta cuantificación, no sólo en la familia de Sanz de Cortes, pues podemos reconstruir tramos de la salud de los remitentes más comunes, permite observar una condición de vida con mala salud que parece un estado generalizado en estas sociedades de antiguo régimen y que nos facilita observarlas de una forma más completa y enriquecedora para el investigador. 1. La familia del primer marqués de Villaverde. Francisco Sanz de Cortes era hijo de D. Domingo Sanz de Cortes y de Dª Ana Mª Borau y había nacido en 1623, siendo bautizado el 21 de julio de dicho año1. Su padre era natural de Tauste aunque ciudadano de Zaragoza, población de la que era natural su madre. Se casó en primeras nupcias con Dª Isabel Juana Coscón, natural de Huesca e hija de D. Martín Coscón, ciudadano y natural de esa ciudad y de Dª Isabel Juana Aranda, natural también de la misma2. Tras fallecer su mujer, se volvería a casar con Dª Ana María de Heredia Latrás y Mendoza, con quien tuvo varios hijos aunque, su heredero, D. Joseph Sanz de Cortes y Coscón, quien casaría con Dª Ana Mª Fernández de Heredia y Mendoza, era fruto de su primer matrimonio. Su segunda esposa era hija de D. Alfonso de Heredia, Eril y Espes y de Dª Isabel Juana Sanz de Latras, condes de Contamina3. Por otra parte, Dª Manuela Sanz de Cortes Fernández de Heredia, hija de su segundo matrimonio, casó con D. Marcos de Lanuza Mendoza y Arellano, marqués de Clavijo4. En su testamento, D. Francisco menciona al hijo tenido con su segunda mujer, D. Alonso Sanz de Cortes, así como a sus nietos: los hijos de Dª Manuela (Dª Francisca Xavier Lanuza y Arellano) y de D. José (Dª Antonia Laura y Dª Gerónima Sanz de Cortes Linan Fernández de Heredia)5. En un punto del mismo documento, el primer marqués de Villaverde da a entender que varios de sus hijos (así como hermanos) ya se hallan enterrados (el testamento es de 1686) en su capilla, por lo que habría que contar otros descendientes fallecidos6. Así mismo habla de una hermana monja en el convento

1

José I. Gómez Zorraquino, Zaragoza y el capital comercial. La burguesía mercantil en el Aragón de la segunda mitad del siglo XVII, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1987, p. 67. 2 Archivo Histórico Provincial de Zaragoza [AHPZ] Morata P 2326/4 Armamiento de caballero y testimonio de haber tomado el habito de Santiago de D. Joseph Sanz de Cortes y Coscón, año 1668. 3 AHPZ Morata P 2369/9 Capitulaciones matrimoniales de D. Francisco Sanz de Cortes y de Dª Ana Mª de Heredia Latras y Mendoza, f. 1. 4 AHPZ Morata P 2360/11 Árbol genealógico. Pedro C. Rojo Alique, “Notas sobre Don Marcos de Lanuza y Mendoza y Arellano, conde de Clavijo”, CRITICÓN, 103-104 (2008), pp. 171-206, en este texto señala que llegará a conde 5 AHPZ Morata P 2333/06 Testamento de D. Francisco Sanz de Cortes, Ff 8v/9r. 6 Ibidem, f. 6r

242

FAMILIA, MUJER Y SALUD …

de Santa Clara, sor Josefa Sanz y una sobrina, sor Victoria Sanz7. La presencia de estas religiosas es menor en sus cartas pero no la de otra familiar, también religiosa: Dª Orosia Sanz de Latras y Camargo. El círculo familiar más inmediato del marqués lo conforman su esposa, su hijo primogénito y sus otros hijos tenidos con su segunda mujer. Son ellos los que suelen aparecer en las cartas dentro de las referencias propias y de terceros. Destacan por otra parte las menciones en la documentación epistolar y en el testamento del marqués, a su padre, Domingo Sanz de Cortes, ya fallecido. Aunque bien es cierto que, en este caso, la memoria del progenitor es muy justificada. Por otra parte, y con el paso del tiempo, el primogénito del marqués mostrará un papel más activo mientras que las mujeres del círculo familiar serán presentadas de una forma más pasiva. De este círculo familiar, y como se ve en la tabla 1, destaca en ciertas fases la correspondencia del cuñado de Don Francisco, el marqués de Bárboles y conde de Contamina. Puede ser señalada, además, la correspondencia de Don Francisco Coscón, natural de Huesca y familiar de Sanz de Cortes por línea materna. Este individuo forma parte estos años de la junta para el servicio voluntario y el comercio8 creada en la primeras cortes aragonesas de Carlos II y del concejo oscense, por lo que las preocupaciones políticas aparecerán en alguna de sus misivas al de Villaverde. Señalo estas vinculaciones pues, como es natural, y siendo la familia una de las formas más efectivas de organización social y política, las personas unidas por ciertos lazos cooperarán en la gestión de intereses que se reflejan en la correspondencia. Más allá de una relación de amistad y aprecio, los motivos que avivan el lazo familiar, son los del apoyo mutuo, el intercambio de información 9 y la colaboración cuando es posible, por supuesto en temas crematísticos. Así también, por la relación habida entre familiares, un tercero puede pedir mediación para conseguir algo. Véase lo que pide Francisco Corbera desde Gerona a Sanz de Cortes, en relación a Huesca y a una solicitud a D. Francisco Coscón: “Al Sr D Fco Coscon Vsª mandara que se le havisse si Huesca lebanta la comppª no se tiene q empenar con nayde sino el q yo servire a la Ciudad de Huesca, q agora q no tenemos mas ocupacion q el seguir el exº tengo de cansar a Vs con pretensiones asta que a llegue a cumplir 10 mis desseos... ”

Así, la familia como organización e institución económica, se refuerza constantemente si atendemos a algunos de los temas de la correspondencia. Así, por ejemplo, el de Contamina trata el tema de unos censales que vienen cargados desde fines del siglo XVI11. O, en cuanto a gestión de un espacio, y consecución de beneficios para otros, siguiendo el ejemplo reflejado arriba, cuando el mismo aristócrata, pregunta por la 7

Ibidem, f. 10r. 8 Pascual Savall i Dondra y Santiago Penen i Debesa, Fueros, observancias y actos de corte del Reino de Aragón. Vol. II, Zaragoza, El Justicia de Aragón/Ibercaja, 1991: “… se nombren ocho personas de los mismos Braços, dos de cada uno de ellos, las quales dichas ocho personas con los Diputados extractos del Reyno, que son, o por tiempo serán…”, p. 402. 9 En AHPZ Morata P2601 carta de 15 de noviembre de 1676 de D. Francisco Coscon y Cortes, desde Huesca, a D. Francisco Sanz de Cortes (salvo indicación contraria, se entenderá en las siguientes citas, que el receptor de las cartas es el Sr marqués), el emisor informa al marqués de las intenciones del obispo de Huesca y de las posibilidades de la ciudad de dar 800 libras al eclesiástico para bulas. 10 AHPZ Morata P2599 carta de 13 de diciembre de 1675 de Francisco Corbera, desde Girona. 11 AHPZ Morata P2598 carta de 28 de mayo de 1674 de Francisco Corbera, desde Cetina.

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José Abel AJATES CÓNSUL

vicaría de Chodes para otra persona12. No obstante, no son estas las únicas temáticas que aparecen en la correspondencia y, esta realidad, nos lleva a plantear la existencia de los otros apartados que, como premisas de trabajo, me gustaría mostrar en este texto. Así, la familia pregunta por la mujer, cuya aparición más activa trataremos en los siguientes epígrafes, y también nos delata (como otras misivas) la evolución de la salud de estas personas que se mueven en los círculos del marqués de Villaverde. 2. La mujer en las cartas de Don Francisco Sanz de Cortes. En la correspondencia del primer marqués de Villaverde la mujer aparece de una forma secundaria por lo general, si bien, por una serie de hechos y referencias, no podemos decir que no exista. Es más, hay ciertas mujeres que aparecen de forma muy destacada en las misivas. Entre ellas destaca la condesa de Ossorio y Morata quien, por ejemplo, escribió en 1675 (año que voy a tomar de cata junto con 1674) cuarenta y siete de las seiscientas sesenta y tres que recibió D. Francisco. Supone esta cifra el 7,08% del total. La importancia de esta mujer estriba en ser la vendedora del condado de Morata, posesión y título que Don Francisco disfrutaría de forma plena a la muerte de la nombrada emisora. Ese mismo año de 1675 destaca la presencia en la correspondencia de Theresa Albizu, navarra, habitante en Pamplona y que, también en la línea de los negocios, trata con el marqués asuntos muy distintos pues le suministraría materiales, como hierros y similares13. Las cartas de Theresa de ese año 1675 suponen el 3,77% del total, veinticinco de seiscientas sesenta y tres. Al contabilizar el número de emisoras, nos encontramos con que sí presenta variedad, aunque no en el mismo grado que el de los varones. Se conservan cartas de trece mujeres distintas, las referidas en la tabla abajo inserta. Muchas de ellas con título de nobleza asociado (siete de las trece), aunque otras tres tienen un alto tratamiento, el de Dª. No obstante, esta cantidad queda desdibujada si la oponemos al número de varones que aparecen como firmantes. Se trata de algo más de 110 nombres seguros para un total de 528 cartas masculinas. Datos los anteriores que nos delata la desigual participación habida entre los emisarios varones.

12 13

AHPZ Morata P2598 carta de 12 de diciembre de 1674 de Francisco Corbera, desde Cetina AHPZ Morata P2599 carta de 10 de octubre de 1675 de Theresa de Albizu, desde Pamplona.

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FAMILIA, MUJER Y SALUD …

Gráfico 1. Representación visual de las misivas de hombres y mujeres año 1675

Condesa Morata Theresa Albizu Conde de Contamina Condesa de Atares Joseph Vallabriga Luis Exea y Talayero Resto hombres Resto mujeres

.

A pesar de la baja presencia de mujeres emisoras en 1675, si se compara con el número de hombres, debemos ver que en el año 167414 la presencia femenina era menor. Esto, como señalaré en la conclusión, puede deberse a que la selección de misivas ha llevado la conservación de un número reducido de cartas muy centradas, además, en ciertos caballeros y temas. Así, en 1674, la criba es grande pues, con solo 117 conservadas, ya solo las de Don Clemente Merino Romero, con 54 cartas escritas, suponen el 46,15% del total, seguidas por las del conde de Contamina y marqués de Bárboles, con 51 cartas, porcentaje del 43,59%. De hecho, sólo habría una mujer, la duquesa de Lerma, con una carta al marqués fechada a 21 de julio de 167415. Por eso tiene más valor si cabe el dato de 1675 pues, en éste, por la selección para conservación, la mano femenina destaca más y se encuentra mucho más representada. Tabla 1. Cartas de todas las mujeres del año 1675 y de algunos hombres y porcentajes. Emisor

Nº de cartas

Porcentaje sobre Porcentaje sobre total sexo total

Condesa de Atarés

52

38,51%

7,84%

Condesa de Morata

47

34,81%

7,08%

Tía monja en Sigena

1

0,74%

0,15%

Theressa Albizu

25

18,51%

3,77%

Mujeres

14

AHPZ Morata P 2598 cartas al marqués de Villaverde de 1674, aunque hay de 1676, 1677 y 1678 AHPZ Morata P 2598 carta de 21 de julio de 1674 de la duquesa de Lerma, de procedencia desconocida 15

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245

José Abel AJATES CÓNSUL

Dª Isabel de Mendoza

2

1,48%

0,30%

Dª Mª Ana de Toledo y Portugal

1

0,74%

0,15%

Condesa de Robres

1

0,74%

0,15%

Condesa de Faura

1

0,74%

0,15%

Magdalena Garcés y Asinde

1

0,74%

0,15%

16

Marquesa de Villaverde

1

0,74%

0,15%

Condesa de Villaumbrosa

1

0,74%

0,15%

Doña Genara Guinart y Vila

1

0,74%

0,15%

Marquesa de Villalva

1

0,74%

0,15%

Total mujeres

135

20,36%

Hombres Conde de Contamina

46

8,71%

6,93%

Joseph Vallabriga y Descartín

32

6,81%

5,42%

Luis Exea y Talayero

7

1,32%

1,05%

Resto hombres

443

83,90%

66,81%

Total Hombres

528

Total

663

79,63%

La participación de la mujer no llega a un cuarto de la participación de los varones y, eso, a pesar de contar con la presencia de la condesa de Morata que tan importante venta y pacto había realizado con D. Francisco. También debe tenerse en cuenta que algunas de las cartas femeninas se intercambian entre damas implicando ya no solo a una mujer como emisora, sino también a otra como receptora. De entre estas es interesante la que la marquesa de Villalva envía a la de Villaverde a 7 de septiembre de 1675 donde, entre otras cosas, se queja de que la mujer de Sanz de Cortes, Dª Ana María de Heredia Latras y Mendoza, no le ha contestado a más de cuatro o cinco cartas de las más o menos cincuenta enviadas17. Las quejas por la falta de contestación aparecen también en las mujeres cuando el receptor, el marqués de Villaverde, no contesta. Aquí podemos pensar que se debe a una falta de interés o que, tal vez, ante otras obligaciones y otros asuntos más urgentes, las respuestas debidas a ciertas señoras sean tomadas por menores y no atendidas, intuyéndose así una gradación en los asuntos del personaje en los que esas señoras ocupaban puestos menores. Este es el caso de Dª Orosia Sanz de Latras y Camargo que, 16

AHPZ Morata P2599 carta (copia de carta) de septiembre de 1675 de la marquesa de Villaverde, desde Zaragoza, a otra mujer. 17 AHPZ Morata P2599 carta de 7 de septiembre de 1675 de la marquesa de Villalva, desde Madrid, a la de Villaverde. Tal vez la copia conservada de una carta de septiembre de 1675 de la de Villaverde a otra mujer, sea contestación de ésta. En relación a lo defendido en este apartado, la importancia menor de la mujer visible en la no contestación, y la desaparición de sus misivas, puede ser interesante lo dicho, en relación a los escritos de mujeres por Elizabeth T. Howe, Education and Women in the Early Modern Hispanic World, Hampshire, Ashgate, 2008, p. 129: “Even then, as the example of Beatriz Galíndez demonstrates, the written texts sometimes disappeared...”

246

FAMILIA, MUJER Y SALUD …

en carta de 23 de agosto de 1676, deja claro que ha escrito tres cartas sin recibir respuesta por parte de D. Francisco18. Por contra se conserva un intercambio de misivas entre señoras al conservarse respuesta dada por la condesa de Faura a la de Villaverde. Se trata de una contestación a la enhorabuena por una nueva maternidad de la aristócrata valenciana: “Mi Sª y mi amiga 14 dias ha he reçibido una carta tuya en que beo por ella me das lanorabuena del buen suçeso que Nro Sr asido servido de darme en mi parto, de que estoy con mucha estimacion de la md que me haçes y el no haverte respondido antes asido por no haver estado buena...19”

Poseemos en el caso de la condesa de Faura las pocas de su marido al marqués. En ellas, salvo una alusión al conde de Lemos no aparece nada significativo. No obstante, sí contaríamos así con la comunicación de la pareja a la familia de Sanz de Cortes lo que podría mostrar una relación de correspondencia sexuada. La relación entre núcleos familiares, en este caso de aristócratas, muestra cómo se establece un vínculo entre mujeres de un lado y hombres de otro. Otro aspecto de cierto interés en las misivas de mujeres es que la misma letra nos permite aventurar hipótesis sobre la formación de estas damas. Y, en este caso, todas las impresiones que podemos tener sobre ellas presentan un marco poco halagüeño para estas damas. Así contamos con varios ejemplos en que la caligrafía es mala, insegura y, salvo la explicación de la enfermedad, la hipótesis más acertada se puede asociar a una educación deficiente de la persona en cuestión no disponiendo, además, de quien escriba por ellas. Hecho éste que parece afectar en especial a las mujeres. Un ejemplo muy claro se da en la condesa de Atares, máxime cuando la letra de la carta es buena, pero se ve, por la firma, que la del texto no es la suya. O en la correspondencia de Dª Orosia Sanz de Latras y Camargas, la tía monja en Sigena de D. Francisco Sanz de Cortes, que escribirá durante estos años y con cierta regularidad al aristócrata zaragozano. Imagen. 1. Despedida y firma de la condesa de Morata con su letra, distinta a la de la carta20

18

AHPZ Morata P 2601, carta de 23 de agosto de 1676 de Dª Orosia Sanz de Latras y Camargo, desde Madrid. 19 AHPZ Morata P2599 carta de 11 de marzo de 1675 de la marquesa de Faura, desde Valencia, a la de Villaverde 20 AHPZ Morata P 2599, carta de 15 de junio de 1675 de la condesa de Morata, desde Madrid.

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José Abel AJATES CÓNSUL

Imagen 2. Carta de Dª Orosia Sanz de Latras y Camargas21

.

Por ello, otro de los aspectos clave que se intuye a través de estas misivas es la diferencia de formación según sexos. No es el momento de entrar en disquisiciones pero, en lo fundamental, se puede afirmar que el varón es primado cuando hay posibles en este aspecto, pero no la mujer o no necesariamente ésta. Volvemos a insistir en el carácter secundario que por lo general se asocia al rol, y conservación del material documental (salvo testamentos, capitulaciones matrimoniales) producido por la mayoría de las damas del momento22. 3. La salud a través de las cartas del señor marqués. Otro de los datos que se pueden trabajar a través de la correspondencia es la evolución de la salud: del destinatario de las mismas, de su familia y de los emisores de las cartas. Mediante el estudio de esas informaciones puedo conocer su estado, a la par que obtener datos sobre la visión y padecimiento de la enfermedad, los tratamientos, la esperanza o el hastío, el miedo por un tercero, etc. Por lo general, como se ha indicado, esta información suele aparecer en las primeras líneas del texto, como por ejemplo:“Señor mio. Con mucho consuelo me deja la carta de VS de los 18 deste pues con ella es servido dezirme allarse. Con algun alivio de su achaque y que el haver padecido lo que me escrivio...23” Con datos de este tipo es posible realizar reconstrucciones como la de abajo. En ella atendemos a los periodos en los que el marqués se encuentra en estados de buena o mala salud. Nos resulta posible intuir fases, entre fechas marcadas como de enfermedad, en las que es presumible que el estado sea de mala salud. Aquí realizamos una muestra, pues no es factible abarcar en estas líneas la totalidad de años para los que se conservan cartas de D. Francisco como marqués, aunque sería deseable realizar un estudio de estas características en el futuro. Dentro de los muchos elementos de análisis que pueden preocuparnos provenientes del mundo de la salud y la demografía, en relación a los datos aportados por las cartas del de Villaverde, se encuentra el de los años vividos con buena salud24.

21

AHPZ Morata P 2601, carta de 23 de agosto de 1676 de la condesa de Morata, desde Madrid Salvo en ciertos casos de bienes o negocios. Un estudio sobre la mujer y su relación con la propiedad en Francisco Ramiro Moya y José A. Salas Auséns, “Mujer y transmisión de la propiedad en el Aragón moderno” en José A. Salas Auséns (coord.), Logros en femenino. Mujer y cambio social en el valle del Ebro, siglos XVI-XVIII, Zaragoza, Prensas Universidad de Zaragoza, 2013, pp. 15-74. 23 AHPZ Morata P2600 carta de 22 de febrero de 1676 de Don Jaime Cortada, desde Barcelona 24http://ine.es/ss/Satellitec=INESeccion_C¶m3=1259924822888&p=1254735110672&pagename=P roductosYServicios/PYSLayout&cid=1259926378861&L=0 delInstituto Nacional de Estadística [INE]. También trata este asunto Maximo Livi Bacci, Historia mínima de la población mundial, Barcelona, Ariel, 2002, pp. 196 sgs. 22

248

FAMILIA, MUJER Y SALUD …

Gráfico 2. Cronograma evolución salud de D. Fco. Sanz de Cortes, 1675. ENERO L

FEBRERO

M

X

J

V

S

D

L

M

X

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

4

5

6

14

15

16

17

18

19

20

11

12

21

22

23

24

25

26

27

18

28

29

30

31

25

J

MARZO

V

S

D

1

2

3

7

8

9

10

4

5

6

13

14

15

16

17

11

12

19

20

21

22

23

24

18

26

27

28

25

ABRIL

L

M

X

V

S

D

1

2

3

7

8

9

10

13

14

15

16

17

19

20

21

22

23

24

26

27

28

29

30

31

S

D

1

2

MAYO

L

M

X

J

V

S

D

L

1

2

3

4

5

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Leyenda: Enfermedad clara en fuentes. Buena salud clara en fuentes. Sospecha mala salud. Sospecha buena salud o mejoría. Indicación mejora salud clara en fuentes.

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Cronogramas como el de abajo nos ilustran sobre esa buena o mala salud, y pueden ayudarnos a comprender esa evolución en un año o, si se coteja todo el periodo, en un marco de tiempo más amplio. Aquí el cuadro es un ejemplo, pero nos ofrece una aproximación bastante grande a un marco cronológico suficientemente representativo como para extraer de su análisis conclusiones de enjundia. Con datos como el de abajo, incluso podría llegar a apuntarse, cotejando varios de estos conjuntos, épocas estaciones más coincidentes para la enfermedad, virulencia de las enfermedades, regularidad de las mismas, fases de salud, empeoramiento con el envejecimiento del personaje estudiado, etc. Aquí, como parece percibirse en la gráfica, encontramos varios meses señalados como delicados y de los que se manifiestan quejas. Es cierto que tenemos menos días con una noticia cierta de mala salud que los supuestos, pero también sería difícil imaginar mejorías rápidas, máxime cuando los giros expresivos muestran continuidad del malestar. En 1675, como se ve, fue sobre todo un mal fin de primavera e inicio de verano, con un principio de otoño problemático, lo que afectó al marqués. Ese mismo año, la documentación nos muestra también cómo su hijo D. José sufrió un mal fin de invierno e inicio de primavera que lleva a que, unos veinte días después de las fiebres documentadas de marzo, se comience a hablar de mejoría, pero que se haga referencia a la recuperación efectiva en el mes de mayo 25. No obstante, aclarar que, aunque la carta que nos da la noticia es de 4 de mayo, la misiva enviada desde la casa de Sanz de Cortes sería algo anterior, por lo que se debería dar como unos días anterior la fecha real en que se efectúa la información allí referida (unos dos o tres días). En cuanto a los datos extraídos de las cartas, se encuentra el desconocimiento en el campo sanitario, tanto por la diagnosis como por la farmacología a emplear y que dan lugar a las duras condiciones de vida generales 26 . Se hallan las intoxicaciones alimentarias, los partos y todo lo allegado al mundo de la reproducción, amén de guerras y una violencia más generalizada27, que forzaban a convivir con la mala salud más allá de la edad joven, o durante ésta, de los afectados, así como con una muerte temprana y generalizada. Sirva de ejemplo el siguiente fragmento: “Señor y mi Hermo (hermano), Recibo su carta de Vs de este correo y aunque me dexa, con mucho Alborozo, la noticia que Vs se sirbe darme de su salud, de la del Sr Don Joseph, y mis hermosos sobos (sobrinos), me dexa con sentimiento, que no se explicar, el que mi herma (na), padezca siempre aquel achaque, contal rebeldia, que no basten ha venzerle, tantos remedios, como se han aplicado, Dios quiera se encuentre, con alguno, que desarraigue este penoso 28 accidente... ”

25 AHPZ Morata P2599 carta de 4 de mayo de 1675 de D Joseph de Vallabriga y Descartín, desde Madrid. 26 AHPZ Morata P2601 carta de 2 de julio de 1676 de Jayme Theodoro Luzan, desde Monzón. En ella relata las fiebres que sufrió tras el viaje de vuelta a desde Zaragoza hasta su localidad de residencia. 27 En el fondo de Morata, entre un conjunto de cartas destinadas al primer marqués de Villaverde, se encuentran unas misivas de Gaspar Vicente de Montesa al Sr. D. Antonio Camargo y otras de D. Francisco Camara al primero, AHPZ Morata P2598, cartas de 1670 a 1687. Una de ellas, de Gaspar Vicente a D. Antonio Camargo, fechada a 22 de marzo de 1680 y enviada desde Tudela, nos cuenta cómo el primero no ha podido contestar a una misiva de 1 de marzo pues se hallaba en la cama convaleciente de dos heridas de arma blanca recibidas en el camino de Tudela en un asalto sufrido. 28 AHPZ Morata P2599 carta de 13 de mayo de 1675 del conde de Contamina, marqués de Bárboles, desde Cetina.

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En esta carta, en concreto, se ve la preocupación por los familiares del conde de Contamina. La persona enferma, y sabemos que llevaba un tiempo en ese estado, es la mujer de Don Francisco, Dª Ana. La preocupación por las mujeres de las familias, incluso preguntar por ellas de manera cortés, suele ser la causa principal de su aparición en este tipo de documentación y, en la mayoría de los casos, las referencias (en parte cortesía) versan sobre su bienestar y su estado físico. Así podemos también reconstruir fases de la enfermedad de éstas, o conocer algunas, como por ejemplo la que se dice sufre la mujer de D. Francisco, y que afecta a sus ojos, en 167929. Estas enfermedades tenían sus procedimientos de atención y cuidado. Y, de esos tratamientos, si hay uno que se repite hasta el susto para el lector moderno es el de la sangría. Es sintomático el de la anciana condesa de Morata que, en una carta en el último verano de su vida (el de 1675), confiesa hallarse agobiada por el calor y las sangrías30. Otro ejemplo: a 27 de mayo de 1675, Contamina dicta carta para el marqués pues se halla en cama y no se sentía con fuerzas o ganas de escribirla él mismo. En la carta comenta que, en caso de no presentar mejoría su enfermedad, será sangrado31. No obstante, hay otros más amables, sin duda, y que facilitan datos sobre el uso de emplazamientos por parte de las élites para sus necesidades de recreo, descanso y salud. Uno de éstos son los baños de Alhama, a los que acude el marqués en varias ocasiones para cuidar su maltratada salud. Así, estuvo en ellos a 20 de julio de 1675, pero ya se mencionan en carta de 29 de junio de ese mismo año 32. De hecho, parece que se hallaría allí ya pues, en carta que le escribe desde Pamplona a 27 de junio de 1675 otro personaje vinculado a sus negocios, se dice que espera noticias desde los baños33. A 17 de junio de 1675, el conde de Contamina explorará, a su vez, otra posible solución a los achaques. En esa carta, la problemática de la salud es insistente pues se habla de las sangrías y purgas, así como los problemas de “hijada” del marqués de Villaverde. Por ello expone esa otra vía donde describe el Algar, un lugarcillo a tres o cuatro leguas de la villa de Cetina, con unos 25 o 30 vecinos, en dirección al paraje de Sisamón, donde hay un cura joven de unos 30 años que dice puede curar, no con medicinas, sino con las palabras34. Pero además de ver la mala salud, y los tratamientos de los afectados, se puede ver la preocupación, y el sufrimiento de los allegados, ante lo sucedido con las personas cercanas. Así ocurre con D. Jaime Cortada, catalán afincado en Barcelona que tiene trato con D. Francisco, y que pediría a un sobrino a principio de año, el Dr. Luis Roger, que responda las cartas de su tío, pues se halla preocupado por la mala salud de su hija, María de Anglasell y Cortada, y por la reciente muerte de su hijo mayor35. También escribirá en esas fechas su yerno, explicando lo mismo que el Dr. Luis en referencia a la mala salud de la hija de Cortada, su mujer36. Mas los achaques y los problemas debieron 29 AHPZ Morata P2605 carta de 1679 de Dª Orosia Sanz de Latras y Camargo, desde Sigena. 30 AHPZ Morata P2599 carta de 15 de junio de 1675 de la condesa de Morata, desde Madrid. 31 AHPZ Morata P2599 carta de 29 de junio de 1675 de D Pedro Domingo Sánchez, desde Madrid, y P2599 carta de 20 de julio de 1675 de Don Miguel de Çalba y de Vallgumera, desde Madrid. 32 AHPZ Morata P2599 carta de 27 de mayo de 1675 del conde de Contamina, marqués de Bárboles, desde Cetina. 33 AHPZ Morata P2599 carta de 27 de junio de 1675 de Francisco de Olondriz, desde Pamplona. 34 AHPZ Morata P2599 carta de 17 de junio de 1675 del conde de Contamina y marqués de Barboles, desde Cetina. 35 AHPZ Morata P2599 carta de 12 de enero de 1675 del Dr. Luis Roger, desde Barcelona. 36 AHPZ Morata P2599 carta de 19 de enero de 1675 de D. Narcis Anglasell y de Roca, desde Barcelona.

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seguir afectando a Cortada, pues D. Narcis Anglasell y de Roca escribe a fines de 1675 excusando a su suegro por su mala salud37. Otro caso sobre cómo la enfermedad y, en este caso, el fallecimiento, son motivo de dilación en el acercamiento a una persona para tratar un asunto importante, se encuentra en el caso de Don Luis de Exea, cuyo yerno había muerto en Lisboa, cuando D. Joseph de Vallabriga y Descartín advierte que tal vez no se puede hablar con Exea por la pesadumbre indicada 38 . Y, la muerte, en esta ocasión de los hijos, también aparece con Sanz de Cortes y, a nosotros, nos llega el dato en forma del intento de consuelo. En este caso de D. Francisco Coscón y Cortes quien escribirá: “Señor mio que Vsª este con la pena de la perdida y muerte de esse Angel es lo cierto aunque Vsª habra toda resignación pero el amor de padre es el que no da lugar a quedar sino con dolor 39 y pena, la seguridad de tenerla en el cielo es el mayor alivio... ”

Y es que, en última instancia, la única explicación y consuelo a todo, incluso al mundo de la enfermedad, de su padecimiento y fatal desenlace, era la religión. 4. Conclusión En el presente texto estudio la información proporcionada por una documentación muy específica, la correspondencia. Creo que, como se ha visto y expuesto en el marco del presente congreso40, se completa así el conocimiento aportado por los ponentes sobre grupos familiares, en especial los aristocráticos. Incido además en la importancia de la mujer, las formas de vida y las prácticas y vivencias de las élites, completando desde estas líneas aspectos trabajados en las otras comunicaciones y que han ayudado a enriquecer los conocimientos habidos así como a ampliar las propuestas metodológicas. En la sesión en la que se defendieron estas líneas destacaron las nuevas visiones sobre la familia desde aspectos que rebasan y completan la demografía histórica para adentrarse en lo social y comportamental. En mi trabajo he pretendido aumentar el conocimiento sobre las élites, desde las fuentes del marqués de Villaverde aquí trabajadas, para comprender su bienestar diario y la situación de las mujeres en ellas reflejadas. Me gustaría señalar, siguiendo con el análisis de lo expuesto, cómo el principal problema de esta documentación estriba en que, muy posiblemente, ha sido seleccionada para su conservación. Es decir, ciertas misivas, aquellas que no eran tenidas por su contenido como importantes y, tal vez entre ellas, las enviadas entre mujeres, no fueran guardadas. He encontrado una situación que tal vez responda a esta hipótesis al tratar el caso de la unidad catalográfica AHPZ Morata P 2598 del año 1674. Esto explicaría la escasa presencia directa, y la mayoritaria indirecta, de las mujeres que nos da, eso sí, parte de la información sobre familia y salud aquí trabajada. La mujer, 37 AHPZ Morata P2599 carta de 7 de diciembre de 1675 de D. Narcis Anglasell y de Roca, desde Barcelona. 38 AHPZ Morata P2599 carta de 4 de mayo de 1675 de D. Joseph de Vallabriga y Descartín, desde Madrid. 39 AHPZ Morata P2601 carta de 15 de noviembre de 1676 de D. Francisco Coscon y Cortes, desde Huesca. 40 III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna. Líneas recientes de Investigación en Historia Moderna: Familia, civilización material y formas de poder. Universidad de Valladolid, Valladolid, 2 y 3 de julio de 2015, organizado por la FEHM y la UVA y con la coordinación de Maximo García Fernández y María A. Samper Pérez. La presente comunicación fue defendida en la Sesión 1ª Población y familia en la España Moderna. Variantes y Sistemas.

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cuando no presenta un negocio o un asunto importante para D. Francisco, no suele aparecer salvo en boca de la cortesía o preocupación de terceros. Siendo así que, en la mayoría de los casos, la presencia de la mujer responde al sesgo de un hombre. Uno de los asuntos como se ha dicho sobre los que hay información, aunque sea indirecta, es el de la salud. La documentación nos muestra un panorama de malestar y dolencias que se alivia con métodos demasiado expeditivos, en ocasiones, y siempre vinculados con las prácticas médicas del momento. En la salud, como se ha indicado, por cortesía y a causa de su maternidad, la mujer era reflejada pero, insisto, siempre de forma indirecta. Todos los datos aquí analizados pueden ser rastreados por más de diecisiete años, pues no solo se conservan misivas del periodo del primer marquesado, por lo que el panorama podría enriquecerse ostensiblemente.

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La evolución de la tratadística matrimonial durante el siglo XVIII: Entre la doctrina y la prohibición The evolution of marriage discussed during the eighteenth century: between the doctrine and the prohibition Juan Francisco HENAREJOS LÓPEZ Universidad de Murcia Resumen: A través de este trabajo pretendemos estudiar la institución familiar y su evolución durante el Antiguo Régimen. El siglo XVIII se caracteriza por una evolución paulatina de la legislación en torno a la doctrina matrimonial, siendo su culminación con la Real Pragmática de 1776. El final de siglo es mucho más conflictivo con la aparición de nuevas instituciones y mecanismos encargados de dirigir la política matrimonial: Agencia de Preces o la política regalista de algunos Ministros. A través de la tratadística obtenemos una visión de conjunto, siendo capaces de conocer la remodelación que el Matrimonio sufre a finales del Antiguo Régimen. Mientras que unos tratados, siguen haciendo un mayor hincapié en las doctrinas más clasicas de Tomás Sánchez o Pyrro Corrado en torno al dogma del matrimonio, por otro lado proliferan obras en donde la visión del matrimonio comienza a configurarse. Al tiempo, los impedimentos matrimoniales se convierten en una problemática durante todo el XVIII. La evolución de las dispensas matrimoniales y toda su articulación será otra de las piezas claves para analizar los cambios legislativos que ocurrirán durante el siglo XIX. Palabras clave: Matrimonio, siglo XVIII, tratados matrimoniales, impedimentos. Abstract: Through this paper, we analyze the family institution and its evolution during the Old Regime. The eighteenth century is characterized by a gradual evolution of the legislation about marriage doctrine, and its culmination with the Royal Pragmatic of 1776. The end of the century is much more confrontational with the emergence of new institutions and mechanisms to direct policy matrimonial: Agency Preces or royalist policy of some Ministers. Through tratadística we get an overview, being able to know the remodeling that suffers Marriage late Old Regime. While some treaties, continue to place greater emphasis on the doctrines most classic of Tomas Sanchez or Pyrro Corrado around the dogma of marriage, on the other hand works proliferate where the view of marriage begins to take shape. At the time, the impediments to marriage become a problem throughout the eighteenth. The evolution of marriage dispensations and all its articulation will be another key parts to analyze the legislative changes that will occur during the nineteenth century. Keywords: Marriage, eighteenth century, treaties marriage, impediments.

1. Introducción El Concilio de Trento establece las bases del matrimonio canónico Adquiere su predominio absoluto, del que es expresión jurídica la Real Cédula de 12 de julio de 1564, en la que Felipe II acepta y recibe los decretos del Concilio de Trento. En su virtud, la Corona reconoce la competencia de la Iglesia Católica en todo lo relativo a la disciplina sustantiva y procesal del matrimonio, reservando los efectos meramente



Este trabajo se inscribe dentro del Proyecto de Investigación: HAR2013-48901-C6-1-R “Familias e Individuos: Patrones de modernidad y cambio social (siglos XVI-XXI)”, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, cuyo investigador principal es Francisco Chacón Jiménez.

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civiles y algunas prohibiciones para contraerlo1. Las sociedades del Antiguo Régimen procuran controlar y regular la evolución del matrimonio. Se sirven de doctrinas con fuerte carga ideológica a través de los tratadistas, cuya función es acercar el Derecho canónico a cada parroquia. La Iglesia utiliza matrimonio como una fórmula de control social. Se establece a su alrededor una complicada trama de obligaciones, deberes y actitudes. Tomás Sánchez es uno de los autores más representativos en materia matrimonial A través de su obra de sancto matrimonii sacramento, muestra los principales elementos y esencias en torno al matrimonio tridentino. Su obra sirvió de referencia a muchos autores castellanos. Al tiempo la Monarquía se posicionó en hacer cumplir la doctrina Tridentina con diversa correspondencia, como la Cédula del Rey don Felipe IV, de 10 de abril de 1634, remitida al mismo señor cardenal de Borja, embajador en Roma: “Don Felipe, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Portugal, de Navarra y de las Indias, &c. Muy R. en Cristo cardenal Borja, Arzobispo de Sevilla, de mi Consejo de Estado, mi muy caro y amado amigo. Ha llegado a mi noticia que en esa corte se tiene muy particular cuidado en procurar que los que imprimen libros escriban a favor de la jurisdicción eclesiástica en todos los puntos en que hay controversias y competencias con lo secular; y que en todo lo que toca a las inmunidades privilegios y exenciones de los clérigos (…)”2.

Una de esas cuestiones era el matrimonio, monopolio de la jurisdicción eclesiástica. Durante el siglo XVII y principios del siglo XVIII surge toda una proliferación de tratadística referente al matrimonio, pues pese a la progresiva clericalización de la sociedad, la aplicación óptima de la doctrina de Trento aún se encontraba muy lejana. Un aspecto no menor de ella fue el tratamiento de los impedimentos matrimoniales. Hablamos del derecho canónico en el sentido más estricto. Un autor que destacó fue el padre Anacletus Reiffenstuel3, quien pertenecía a la orden de los frailes menores de San Francisco. De procedencia bávara, alcanzó el rectorado de Studium Canónicum y sus dos principales obras son la Theología Moralis (1692) y el Ius canonicum Universum (1700). Reiffenstuel establece en su obra todo un decálogo sobre cómo actuar cuando existía la posibilidad de algún impedimento matrimonial. Parte incluso de la nulidad del matrimonio, aunque sea un lazo sagrado, si este se ha realizado al margen de la doctrina tridentina. La aplicación estricta del método escolástico en las diversas cuestiones referidas en esta obra es una de sus características. Al igual que describe un acertado casuismo en relación a los impedimentos matrimoniales:

1

Javier Ferrer Ortiz, “Del matrimonio canónico como modelo al matrimonio civil reconstruido: la evolución de la legislación española”. Revista Ius et Praxis, Año 17, Nº 2, Universidad de Talca, 2011, p. 398 2 Juan Antonio Llorente, Colección Diplomática de varios papeles antiguos y modernos sobre dispensas matrimoniales y otros puntos de disciplina eclesiástica. Madrid, Imprenta de Ibarra, 1808, p.23. 3 Roberto I. Peña Peñazola, “Los autores, fuentes del Derecho Canónico Indiano, Anacleto Reiffenstuel y el Ius Canonicum Universum”. Revista Chilena de Historia del Derecho, Nº 14, 1991, p. 79.

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LA EVOLUCIÓN DE LA TRATADÍSTICA MATRIMONIAL … “Hinc, quand legitimum matrimonium judicialiter dissolutum fuit, eo qua v. g. fuisset allegatum impedimentum dirimens, quod postea constat revera non adfuisse, reclatur prior sentacia, alque redintegratur matrimonium (utpote jure divino indissulibile) postquan apparet, 4 ecclesiam esse deceptan” .

Durante esta época se establecen las bases del Derecho canónico moderno a través de diferentes tratados de obligada consulta. Como bien sintetiza Javier Antón Pelayo, la obra de Pirro Corrado exponía su experiencia sobre las dispensas apostólicas; la de Francesco Monacelli sobre el procedimiento de las curias episcopales; la de Pietro Ridolfini sobre el orden de precedencia en la curia romana; la de Jerónimo González sobre la regla octava de la cancillería romana; la de Giovanni Battista Ventriglia sobre las cosas más habituales que pasan en los tribunales eclesiásticos 5 . Todos ellos establecen un denominador común en lo referido a una estricta aplicación de la doctrina de Trento y una especial atención a cualquier impedimento que pueda existir al contraer matrimonio. Corrado centra una parte de su obra en la Servata forma Concilii Tridentini, relativa al matrimonio 6 . Era necesario preservar de forma ecuánime los principios establecidos sobre el matrimonio. Esta rigidez llega a fragmentarse rápidamente y tuvo una difícil aplicación en las distintas diócesis españolas y americanas. La correcta aplicación será una difícil tarea, no solo por parte de las diócesis, sino también en cada parroquia, por lo que la reforma tridentina se centró en introducir los decretos en las instituciones y en uniformar la praxis7. A través de este trabajo se pretende estudiar la evolución de los impedimentos matrimoniales a través de la tratadística matrimonial durante el siglo XVIII. La regulación de los impedimentos matrimoniales durante toda la centuria nos servirá de indicador de los distintos cambios que se producen en España. 2. Los impedimentos matrimoniales y su fundamentación. El término impedimentum había sido utilizado a veces por los juristas romanos para designar un obstáculo al matrimonio. Pero no era nada frecuente. Además, el derecho romano no siempre había sancionado con la nulidad de la unión la trasgresión de las prohibiciones. Solía reprimirlas en la mayor parte de los casos, con otras sanciones, en especial con inhabilitaciones sucesorias o, sobre todo bajo el Imperio, en medidas coercitivas8. La normativa matrimonial se fija en las Decretales, reconociendo la importancia del matrimonio cristiano y estableciendo las normas del rito matrimonial; se validó una vez más el carácter sacramental e indisoluble, así como los aspectos fundamentales que debían considerarse a la hora de contraer matrimonio, como por ejemplo, la presentación de las amonestaciones, la aclaración de los impedimentos, y todos aquellos que podrían invocarse a la hora de solicitar el divorcio o la nulidad conyugal, en casos

4

Anacleto Reiffenstuel, Ius canonicum Universum, Roma, 1700, p.284. Javier Antón Pelayo, “La cultura del Barroco: Biblioteca Francesc Veray (1787)”. Revista Tiempos Modernos, Nº 23, 2012, p.22. 6 Pyrro Corrado, Praxis dispensationum apostolicarum, Roma, 1697, p. 269. 7 Adriano Prosperi, El Concilio de Trento. Una introducción histórica, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, 2008, pp. 93-94 8 Jean Gaudemet, El matrimonio en occidente. Madrid: Ed. Taurus, 1994, p. 288. 5

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de violencia sexual9. En 1573, comenzó el debate propiamente dicho, en torno a los siguientes puntos: el sacramento, la indisolubilidad, la solemnidad del intercambio en el consentimiento, la publicidad, el papel de los padres y los impedimentos matrimoniales. El decreto Tametsi rigió a la Europa católica hasta fines del antiguo régimen y estableció los procedimientos formales de la ceremonia religiosa: “el matrimonio debía contraerse en una ceremonia pública, ante un sacerdote y al menos dos testigos, precedido de la publicación de las amonestaciones en tres festividades anteriores, pero en el tema clave del consentimiento paterno, se limitó a expresar su “repulsa y sanción” de los matrimonios incontrolados al tiempo que mantenía su validez.”10.

La idea fundamental de un impedimento para el matrimonio está contenida implícitamente en las conocidas prohibiciones del Levítico y de algunos textos canónicos antiguos; fundamentalmente del Derecho Israelítico y el Romano. Pero estos textos no establecen una base teórica sobre impedimentos matrimoniales, como se demuestra en las diferentes sesiones llevadas a cabo en Trento. Si nos remontamos al Levítico, este texto bíblico alude a ciertas prácticas de naturaleza prohibida: “Ninguno de vosotros se acercará a mujer de su propia familia, para tener relaciones sexuales con ella”11; pero en sí, no establece ningún tipo de legislación en torno al parentesco ni al matrimonio. De ahí las diversas interpretaciones que los protestantes hicieron del mismo: Lutero consideraba legítimo el matrimonio entre tío y sobrina al no estar prohibido en el Levítico. No obstante, existen más alusiones al tema del parentesco en tiempos bíblicos, como por ejemplo son la existencia del levirato, en el que una mujer que queda viuda y sin hijos, es obligada a casar con el hermano del marido; o bien el sororato, un matrimonio en el que el hombre es invitado a buscar a más de una mujer dentro de las hermanas de la esposa. Las primeras referencias a los impedimentos matrimoniales datan de finales del siglo XII, cuando encontramos un catálogo de los mismos. En sus Decretales, Graciano ni habla definitivamente, ni da una lista satisfactoria; tampoco Pedro Lombardo en sus Sentencias. Hacia 1190 Bernardo de Pavia usa libremente la expresión, que llega a ser clásica, “impedit contrahendum et dirimit contractus”, y además enumera los impedimentos: “sunt autem quae matrimonium impediunt XV”, pero su lista no es definitiva; los nombres técnicos de cada impedimento permanecen por largo tiempo inestables. La distinción entre impedimentos dirimentes y prohibitorios es agudamente señalada, y con más o menos éxito lo que intenta hacer es una clasificación de los impedimentos dirimentes. Su número no es aún determinado, porque la doctrina es incierta, pero varios de ellos son incluidos bajo el mismo título. Algunos canonistas intentan limitarlos al casi sagrado número catorce, otros calculan doce, dieciséis o incluso más. Las glosas de las Decretales dicen que hay dieciséis impedimentos matrimoniales, catorce de ellos dirimentes, y los enumera sin orden. A pesar de su inserción en los comentarios, esta enumeración no fue adoptada permanentemente, sin duda porque no fueron separados los impedimentos prohibitorios de los dirimentes, y porque la anterior clasificación era incompleta. La lista que fue 9

Así nos sintetiza Daniela Lombardi la regulación del matrimonio cristiano y los principales cambios que se regulan en Trento, diferenciando el matrimonio católico a partir de ese momento. En Daniela Lombardi, Storia del Matrimonio. Del Medioevo a oggi. Bolonia: Il Mulino, 2008, pp. 21-76. 10 James Casey, Historia de la Familia. Madrid: Espasa Calpe, 1990, p.143. 11 Levítico 18,6

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recibida casi universalmente y que, con unos pocos cambios, aún figura en la mayor parte de los tratados canónicos sobre el matrimonio y es seguida paso a paso por muchos autores, incluido San Alfonso María de Ligorio (Theol. Mor., I, VI, n. 1008), fue compuesta por Tancredo (1210-1214). Contiene cuatro impedimentos prohibitorios separados de trece dirimentes. Sin embargo, después del Concilio de Trento, que creó los impedimentos de abducción y clandestinidad, estos trece fueron incrementados a quince; el último hemistiquio, “si forte coire nequibis”, fue reemplazado por «si clandestinus et impos”; y para la abducción fue añadido el hexámetro “Raptave sit mulier, loco nec reddita tuto”. Aunque este método de enumeración es tan común, no es satisfactorio, siendo en cierto modo confuso. La lista oficial de impedimentos no ha sido nunca promulgada y realmente sería muy difícil compilarla, dado que hay varias vías de recuento de impedimentos así llamados impropiamente, los cuales pueden ser incluidos bajo un defecto de consentimiento. Asimismo es posible enumerar diferentes tipos de impedimentos prohibitorios, entre los cuales ha de ser incluido el de religión mixta. Pese a la controversia que existía en torno al matrimonio, la Iglesia introdujo nuevas reglas matrimoniales que transformaron las existentes. Así, como describe Jack Goody12, se comenzó a prohibir el matrimonio entre parientes próximos, no sólo entre consanguíneos, sino también entre afines y más tarde entre los espirituales, derivados del padrinazgo, un sistema que inventó la Iglesia para crear un equivalente eclesiástico de los lazos familiares. La referencia más cercana al parentesco o grados prohibidos por la Iglesia es el levirato, como ya mencionamos anteriormente, el cual la Iglesia acaba prohibiendo en el Concilio de Neocesarea (314), posteriormente a fines del siglo IV, también se prohíbe el Sororato. No obstante, la regularización en torno al parentesco resulta cada vez más compleja. Si, en teoría, se fundamenta en el Levítico, solo tenemos alusiones a prohibición de relaciones sexuales entre parientes cercanos; por consiguiente, el matrimonio entre hermanos, hermanastras, tíos y sobrinas, cuñados, yerno y nuera, ascendentes y descendentes directos en primera generación y primos hermanos quedan en un vacío a legislar. Es del modo que Lutero reafirma esta cuestión en su obra De cativitare Babilonica 13 , por la que se deben observar los grados del Levítico sin que se pueda demostrar ninguna otra cosa. En torno al matrimonio, el teólogo agustino Seripando14 fue el pionero en establecer 15 extractos en torno a este, destacando el sexto extracto en torno a la consanguinidad, basado exclusivamente en las prohibiciones establecidas por el Levítico: “Gradus consanguinitatis el eaffinaris descriptos Levit. 18 praecise servandos esse nec plure nec prauciores; et ecclesiam in aliis noque interdicere posse, ne matrimonium contrahatur, neque rescindere contractum”.

En lo que se viene a referir que la Iglesia no puede impedir ni prohibir el matrimonio en otros grados, ni rescindir el contrato matrimonial. Pese a los inicios, el debate quedaba abierto y la normativa en torno al matrimonio por aprobar. Pronto se hicieron notar las primeras críticas en torno a lo establecido por Seripando, como el testimonio de Ricardo Cenomano, el cual, tacho estas afirmaciones de heterodoxas, ya que el impedimento ha sufrido cambios, adaptándose a las necesidades y circunstancias. 12

Jack Goody, La familia Europea, Ed. Crítica, Barcelona,2000, p.39 En esta obra, Lutero interpreta de forma textual el texto Levítico, permitiendo matrimonios no descritos en el mismo como la parentela en segundas nupcias o afinidad entre otros. 14 Los Agustinos presentes en el Concilio de Trento en torno a su superior general, Jerónimo Seripando, contribuyeron enormemente en la elaboración de la doctrina. Su interpretación de la Biblia marcó un punto de inflexión, estableciendo notables diferencias con los reformistas protestantes de la época. En B. Sesboüe, Histoire des dogmas, Vol. 2. París: Ed. Desclée, 1995, p. 251. 13

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Massareli, secretario del Concilio fue el primero en derogar esta propuesta, en la que solo se tomaban los grados prohibidos por el Levítico, apoyándose además en el Derecho Graciano y los concilios Lateranense IV y Viena, sin olvidar la correspondencia del Papa Celestino III. Por ello, la Iglesia por circunstancias históricas tenía el libre derecho de prohibir la consanguinidad15. Otra de las partes reguladas en el Concilio de Trento trataba sobre los diferentes impedimentos matrimoniales. Para los reformadores se trataba de coger las bases del cuarto Concilio de Letrán, celebrado en 1215, por lo que a través del principio de “Sola Scriptura”, se fundamentan las prohibiciones matrimoniales. El derecho canónico distinguió entre los impedimentos que entrañaban la nulidad del matrimonio (impedimentos dirimentes) y aquellos que sancionaban como simples faltas, sin poner en tela de juicio el vínculo matrimonial (impedimentos prohibitivos). En su forma precisa, esa clasificación era tardía. Pero tenía precedentes lejanos en esa práctica que sancionaba la realización irregular de un matrimonio, que unas veces imponía solamente una penitencia a los esposos y otras obligaba a separarse. La lista de impedimentos dirimentes y prohibitivos se fue constituyendo progresivamente con ciertas vacilaciones y pasando impedimentos de una lista a otra16. 3. La tratadística matrimonial en España: principales obras sobre la regulación de los impedimentos matrimoniales. El matrimonio a través de la visión de los tratadistas en los primeros años del siglo XVIII, se centraba en su mayoría en cuestiones de tipo moral. La regulación del parentesco y los impedimentos era una cuestión secundaria en los principales tratados. Obras de tipo general sobre el matrimonio encontramos la de Juan Marín, Tractatus de Matrimonio, publicada en 1713. Su obra no deja de ser una reiteración de la obra de Tomás Sánchez. En ella podemos encontrar unas 100 referencias a este autor. Los principales puntos que abordan estas obras se refieren a la unión conyugal de los contrayentes, el rito de la ceremonia, los esponsales, el consentimiento paterno y derechos sobre los contrayentes entre otros. Los impedimentos matrimoniales quedan como una cuestión secundaria en este tipo de obras. Pese a ello, Tomás Sánchez dedica su Libro III a esta cuestión. Más que los impedimentos y las prohibiciones, ya regulada la ceremonia y la sacramentalidad del matrimonio, lo que predominaba era, como se ha señalado, el tratamiento de los aspectos morales. La labor de los moralistas en los tratados durante el siglo XVIII es notable. En la gran parte de sus obras dedican varios capítulos al matrimonio. El padre Francisco Lárraga, en su obra Teología Moral (1726), aborda la correcta aplicación de todos los sacramentos legislados en Trento. En cuanto a los impedimentos matrimoniales, Lárraga nos habla de errores en relación con los impedimentos matrimoniales:

15

Juan Damián Gandía Barber, El impedimento de consanguinidad. Historia y fundamentación, Murcia, Editorial Laborum, 2007, p. 381 16 Jean Gaudemet, El matrimonio…. p. 229.

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Tabla 1 Errores respecto ala matrimonio y que pueden suponer un impedimento. Fuente: Francisco Lárrga, Prontuario de Teología Moral, 1723 Tipo de práctica Error persona

Definición Contraer matrimonio con una persona equivocada. El contrayente es “engañado” y casado con otra persona.

Error qualitatis qua refunditum in substancion persona

Matrimonio en que se acuerda una dote y esta no se cumple.

Error priori conditionis servilisig Morata Error pura qualitatis

Matrimonio entre una persona libre y un esclavo. Matrimonio en el que el contrayente casa con falsos pretextos.

Ejemplo “Si queriendo casarse con María, y juzgando que se casa con ella, le ponen delante a Antonia, y celebra el contrato con Antonia, creyendo que es María, será nulo el matrimonio por derecho natural”. Pedro le dice a Juan que quiere casarse con su hija María, le dará mil ducados de dote; y Juan le responde que con esta condición se casará, y si no se los da, no es su intención casarse con ella. Casase y se halla, que no tiene ni le dan, los mil ducados, es nulo el matrimonio”. “Pedro se casa con María, juzgada que es libre, y se halla que es esclava, es nulo el matrimonio”. “Pedro se casa con María, pensando que es rica, y después se halla que es pobre, es válido el matrimonio, por que el Derecho desprecia estos errores”.

Este tipo de cuestiones recogidas por Lárraga son de gran interés. Por una parte son ejemplos que argumentan ciertos tipos de impedimentos matrimoniales propios de la época y que posteriormente van desapareciendo en el siglo XVIII. En relación a los impedimentos de consanguinidad o afinidad, su lectura es más lineal. Se puede ver poca profundización en estos términos. Por otro lado, el Padre Calatayud es de los canonistas con mayor difusión en el siglo XVIII. Su obra17 aborda la cuestión de los impedimentos matrimoniales de una forma diferente en comparación con los tratados anteriores. Los impedimentos en este caso son 15, sin hacer una distinción de un tipo u otro. De esta forma establece: Error sustancial. 1) Condición servil o esclavitud. 2) Voto solemne de castidad. 3) Parentesco de consanguinidad hasta en 4º grado. 4) Crimen o delito. 5) Diversidad de secta o religión. 6) Violencia o miedo. 7) Orden sagrado. 8) Vínculo de matrimonio actual. 9) Pública honestidad. 10) Delito de edad. 11) Parentesco de afinidad. 12) Matrimonio clandestino. 13) Impotencia para la generación de los hijos. 14) Rapto.

17

“Doctrina V. De la naturaleza, efectos e impedimentos de matrimonio” en Pedro Calatayud, Doctrinas prácticas del Padre Pedro Calatayud, Tomo II, Valladolid, 1745, pp. 77 y ss.

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En este sentido, los errores anteriormente citados por Lárraga como “excepciones”, Calatayud los establece dentro de los impedimentos matrimoniales. El principal problema de esta visión sobre las prohibiciones del matrimonio era la dificultad en aplicar de forma correcta los cánones tridentinos respecto a los impedimentos matrimoniales. La cuestión de los impedimentos y el matrimonio en España tiene un fuerte trasfondo político. Por una parte, la potestad respecto a España o Roma de legislar esta cuestión. Por otra, el dinero y las tasas que los fieles con algún tipo de impedimento tenían que abonar para la obtención de la dispensa y poder validar el matrimonio. A partir del Concordato de 1753, comienzan a derogarse las reservas pontificias en España. Se centraron sobre todo en las benefíciales, dónde existía el Derecho de Patronato, pero de dejó de lado la cuestión de las dispensas e impedimentos matrimoniales. Algunas obras recogen la flexibilidad ejercida por la Iglesia, en cuanto a la regulación de los impedimentos matrimoniales. “Es conveniente establecer impedimentos, que en unos tiempos se hacen más precisos que en otros; por que aunque el matrimonio por la parte de Sacramento, no puede variarse, pero puede, por la parte que es, contrato humano, y como tal admite, que en algún tiempo, se le pongan algunos impedimentos, para lo lícito o para lo válido, o que en otro tiempo no hubo, 18 como se ve en el matrimonio clandestino, que en algún tiempo ni fue impedimento”

Por otra parte, una Real Pragmática de Carlos III de 16 de junio de 1768, mandaba un mayor control sobre las dispensas matrimoniales, ya que se estaba alterando la disciplina establecida en Trento y en esos caso era necesario dar cuenta de ello al Consejo a través del fiscal. Las obras sobre el matrimonio y sus impedimentos en el último tercio del siglo XVIII son mas precisas en cuanto a la praxis y los impedimentos. El cambio es realmente sustancial, ya que no se incide tan directamente en la naturaleza y la tipología de los impedimentos, sino en su modo de proceder. La tratadística es mucho más diversa: desde manuales de párrocos y confesores a tratados propios sobre dispensas matrimoniales. El análisis de estas obras muestra otra realidad. La práctica en cuanto a los impedimentos sigue siendo confusa. No se conoce bien la potestad para sobre la misma para validar os matrimonios en que exista algún impedimento. Pese a que la práctica se encuentra totalmente regulada, encontramos ejemplos muy representativos. “Formas de dispensar en los impedimentos de matrimonio. Después de la absolución sacramental de las censuras y pecados en el Sacramento de la Penitencia, si el sacerdote ha de dispensar en algún impedimento, para que pueda contraer matrimonio dirá: Et insuper 19 auctoritate Apostolica nihi specialiter delegata, dispenso tecum super impedimento…” .

Pese a todo, las referencias a Tomás Sánchez en materia canónica perduran en algunos casos. La disciplina canónica en este sentido, es bastante flexible por parte de algunos canonistas. Si bien Trento establecía una regulación del matrimonio y sus impedimentos mediante la articulación de dispensas, en ningún caso se contemplaba la nulidad de un 18

Francisco Lárraga y José Díaz de Benjumea, Aplicaciones a la Teoría Moral y Prontuario, Madrid, Imprenta de Ibarra, 1758, pp. 119-120. 19 Recogido en Felipe de Zuñiga y Ontiveros, Manual de párrocos para la administración del Sacramento del Matrimonio, y de las exequias, enteramente conforme al ritual romano, México, 1789, pp. 113-114.

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matrimonio o la separación de este por no haber realizado el expediente matrimonial de forma rigurosa, permitiendo celebrar matrimonios con impedimentos: “Supongo que si el matrimonio es nulo, por haberse celebrado con impedimento dirimente, y después se quita el impedimento, para revalidar el matrimonio se deben poner de nuevo consentimientos por parte de ambos (…) cita Tomás Sánchez, libro 2, disp. 37, n. II”20.

La potestad en la regulación y dispensación de los impedimentos matrimoniales es propia de la Curia Romana y el Papado. Con facultades ordinarias concedidas a obispos y agentes diocesanos, pero solo en casos excepcionales, a los párrocos. ¿Realmente podía un párroco dispensar un impedimento matrimonial o es una atribución que proviene de una mala praxis? Algunos ejemplos en los que el párroco puede dispensar, se deben a la necesidad urgente, por existir algún impedimento oculto o bien previo a la celebración del matrimonio. La capacidad de los moralistas para tratar estas cuestiones deriva en situaciones bastante peculiares: “Restamos averiguar si el párroco en algún caso urgente podrá dispensar en algún impedimento de los dichos dirimentes (…) Llega una mujer casada por un impedimento dirimente de afinidad por cópula ilícita, aconsejándole el cura que aparte cama, para que no pague e débito a su marido, fingiéndose mala, mientras se solicita dispensación a los 21 Obispos…”

Con la promulgación de la Real Pragmática de 1776, se intenta poner fin a la mala praxis llevada a cabo tiempo atrás. Lo más representativo de la Pragmática se refiere en cuanto al consentimiento paterno como uno de sus principales ejes, co objeto de evitar las consecuencias, que para las familias, se derivaban de la elección de libre cónyuge22. El ideal de matrimonio ilustrado es un concepto que comienza a surgir durante el último tercio del siglo XVIII, muy significativo que en algunas obras muy representativas, se omitan las restricciones y los impedimentos sobre el matrimonio, dando lugar a conceptos muy lejanos antaño como el amor 23 . Algunas lecturas de este momento, referentes a la evolución de los impedimentos matrimoniales y su regulación, muestran un fuerte carácter político: “El Concilio de Tridentino solo anatematiza a los que niegan que la Iglesia tiene potestad de establecer los impedimentos que considere oportunos; y no habla ni una sola palabra contra los soberanos. Juan Gervais, celebre por su piedad y sabiduría, escribió en francés una obra en quarto, que intitulo: Pouvoir de l´Eglise e des Princes sur le empechemens du mariage. En ella,

20

Bernardo Pacheco, Suma Moral, Madrid, Imprenta de la viuda de Eliseo Sánchez, 1767, p. 399. José Ortiz Cantero, Directorio Parroquial, práctica de concursos y de curas, Madrid, Imprenta Antonio Pérez de Soto, 1769, Tomo II, p. 205. 22 Francisco Chacón Jiménez y Josefina Méndez Vázquez, “Miradas sobre el matrimonio en el último tercio del siglo XVIII”, Cuadernos de Historia Moderna, 32 (2006), p. 65. 23 Muy significativa la obra del Padre Albiol, en la que no menciona ninguna referencia a las conductas matrimoniales frente a los impedimentos. Véase Antonio Arbiol, La Familia Regulada, Barcelona, Imprenta de María Ángela Martí, 1769. Para ampliar sobre el ideal de Matrimonio Ilustrado: Isabel Morant Deusa y Mónica Bolufer Peruga, Amor, matrimonio y familia. La construcción histórica de la familia moderna, Madrid, Síntesis, 1998. 21

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Juan Francisco HENAREJOS LÓPEZ pues, refruta valientemente las razones de uno y otro, y prueba convincente, que no solo la Iglesia, sino los reyes tienen potestad de establecer impedimentos de matrimonio” 24.

Los diversos cambios legislativos en España comienzan a incidir directamente en las cuestiones de los impedimentos matrimoniales y la articulación de las dispensas. La Real Cedula expedida en 28 de junio de 1780, referida a dispensas matrimoniales. Un año después a través de una nueva Real Cédula de 11 de marzo de 1781 se establecen las premisas necesarias para hacer cumplir los Sagrados Cánones establecidos en Trento. Es necesario indagar en las genealogías propias de los cónyuges para conocer el grado de parentesco por el que se encuentran impedidos. A su vez los grados más próximos es necesario solicitar directamente la dispensa matrimonial a Roma, a excepción de casos que por enfermedad o pobreza, sea expedido a través de la Dataría Apostólica. La potestad sobre los impedimentos por parte de la Monarquía es una de las consecuencias de la política regalista, como manifiesta Azara, embajador en Roma en 1777, en que afirma que la potestad de las dispensas matrimoniales debe de ser cuestión exclusiva de la Monarquía, para evitar los agravios sufridos desde Roma25. En este contexto aparece una de las obras más representativas de este período sea la de Herce y Portillo (1782)26. Podemos considerarlo como uno de los tratados más completos en materia canónica referente a impedimentos matrimoniales y dispensas. Una de las cuestiones, que anteriormente se abordaba de forma superficial, es la de la consanguinidad. Herce establece todas las claves, así como diversas dudas para conocer el grado de parentesco, en referencia a este impedimento matrimonial. El impedimento de consanguinidad toma una mayor trascendencia en toda la tratadística de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Tenemos una nueva vuelta a los cánones tradicionales, establecidos por autores como Reiffenstuel o Corrado. Comienzan a justificar las prohibiciones por parte de la Iglesia, cuestión que hasta el momento vagamente se había tratado: “Los quales impedimentos pone la Iglesia por justas causas, esencialmente por quatro: La primera es el pecado o la indignidad del contrayente: La segunda el perjuicio del otro: La tercera circunstancia que repugna el matrimonio: y la quarta, la que se opone al bien público”27.

El discurso es mucho más rígido por parte de los canonistas, o como este caso, como vemos en la obra de Manuel de Arceniega, revisor general de libros del Santo Tribual de la Inquisición de España. Por tanto, comprobamos que a finales del siglo XVIII, la coyuntura política es determinante en la variación de los cánones tridentinos sobre el matrimonio.

24

Joaquín Amorós, Discurso en que se manifiesta la necesidad y utilidad del consentimiento paterno para el matrimonio de los hijos y otros deudos. Conforme a lo dispuesto en la Real Pragmática de 23 de marzo de 1776, Madrid, Librería Luis María, 1777, p. 150. 25 Citado en Rafael Olaechea, Las Relaciones Hispano- Romanas en la segunda mitad del siglo XVIII. La Agencia de Preces, Zaragoza, Instituto Fernando el Católico, Vol. II 1965, pp.405-411. 26 Manuel de Herce y Portillo, Tratado práctico de dispensas, así matrimoniales, irregularidades y simonías, utilísimo a confesores y Agentes Diocesanos, Valencia, Librerías de cabrerizo, 1782. 27 Manuel de Arceniega, Método práctico de hacer fructuosamente confesión general de muchos años, útil para confesores y penitentes por quanto se proponen, y resuelven los casos más frecuentes que llegan al confesionario, Madrid, Imprenta Ramón Ruiz, 1794 3ª edición, p. 193.

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4. A modo de conclusión. A través de un breve recorrido por la tratadística matrimonial comprobamos la diferente interpretación que se establece sobre la doctrina de Trento respecto al matrimonio y los impedimentos. El estudio de las obras que se ocupan de los impedimentos matrimoniales durante el siglo XVIII nos aporta una perspectiva desde tres ámbitos: el religioso, el político y el social. Aspectos que en algunos momentos de la centuria convergen, mientras que en otros priman los unos sobre los otros. Los cambios políticos en cuanto a la regulación de los impedimentos, así como la política regalista de la Monarquía, determinarán la variación en materia matrimonial, así como en la regulación de los impedimentos matrimoniales. La praxis en España fue bastante irregular, provocando una notable diferencia en gran parte de las obras analizadas en este trabajo. Las bases establecidas por autores como Corrado o Tomás Sánchez en el siglo XVII serán el modelo a seguir para muchos canonistas, y en otros momentos a olvidar. La consanguinidad comienza a tener una mayor trascendencia como impedimento matrimonial a finales del siglo XVIII, haciendo un mayor hincapié en la correcta regulación de este impedimento.

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El discurso sobre la maternidad en la prensa española de finales del siglo XVIII The discourse about motherhood in the Spanish press of the late eighteenth century Francisco Javier CRESPO SÁNCHEZ Universidad de Murcia Resumen: El objetivo de este trabajo es analizar los mensajes que desde la prensa española de finales del siglo XVIII proponían nuevos roles y funciones dentro de las labores que debían ejercer las madres, sin olvidar aquellos alegatos que seguían insistiendo en los principios más tradicionales. Teniendo en cuenta el destacado papel que ocuparon los periódicos en la difusión de las ideas ilustradas, lo que interesa no es el estudio de la fuente en sí misma, sino de los discursos y los modelos que ésta contenía. Por ello, hay que analizar qué se decía sobre las mujeres: cómo debían realizar su papel de madre, cuáles eran sus funciones dentro del hogar y cómo debían afrontar los retos que la maternidad traía consigo. Palabras clave: maternidad, prensa, mujer, hogar, Ilustración. Abstract: The aim of this paper is analyze the messages that appear in the Spanish press of the late eighteenth century about motherhood. Check if these discourses proposed new roles and functions for mothers and detect which still retained traditional principles. Enlightenment ideas were widely disseminated by the press, what interests us is not the study of the source itself. What interests us is the study of discourses and models that appeared in the press. Therefore, we must analyze what was said about women: how they should perform their role as mothers, what their functions were inside the home and how they should deal with the challenges that motherhood brought with it. Keywords: maternity, press, woman, home, Enlightenment.

1. Introducción Durante el siglo XVIII, los discursos sobre la mujer, sobre todo en su dimensión como madre y esposa, comenzaron a cambiar y a mostrar novedosas facetas hasta el momento poco destacadas. Sin lugar a dudas, en todo este lento proceso discursivo, como bien ha mostrado Bolufer Peruga, las ideas ilustradas influyeron de forma notable, ayudando así a configurar los nuevos principios normativos que se promocionaban para la mujer y la familia1. De otro lado, no todo fueron transformaciones, sino que también se dieron permanencias y adaptaciones, pues muchas de las ideas que se venían divulgando, como la necesaria subordinación del sexo femenino al masculino, se perpetuaron y apenas si experimentaron cambios con el paso de los años. Esto puede tener una explicación en el hecho de que, junto al pensamiento ilustrado, los planteamientos de inspiración religiosa seguían teniendo un peso preponderante, haciendo valer sus principios de forma 

Este trabajo se inscribe dentro del Proyecto de Investigación: HAR2013-48901-C6-1-R “Familias e Individuos: Patrones de modernidad y cambio social (siglos XVI-XXI)”, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad 1 Tema tratado en: Mónica Bolufer Peruga, Mujeres e Ilustración. La construcción de la feminidad en la España del siglo XVIII, Valencia, Institució Alfons el Magnanim, 1998.

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continuada. Se produjo así una dicotomía discursiva que, con momentos de mayor lejanía y cercanía entre sus ideas, fue definiendo el rol de la maternidad progresivamente. Como resultado de todo el proceso anteriormente descrito, aspectos como el cuidado físico de los hijos, la importancia de la lactancia materna, la necesidad de las relaciones afectivas o la atención de la educación, se fueron introduciendo cada vez de forma más notoria en los discursos que se hacían llegar a la sociedad desde la prensa. En todo caso, parece que la maternidad apareció muchas veces en estos escritos investida de una menor importancia con respecto a los valores otorgados a la paternidad, como si en el siglo XVIII hubiera estado asociada a funciones menores 2. Por ello, se ha llegado a decir que la educación femenina fue uno de los temas que quedaron pendientes por parte de la Ilustración española, pues se seguía dando más importancia a la preparación para el matrimonio o para el cuidado del hogar, olvidando los aspectos concernientes a la instrucción general de estas féminas. Sin lugar a dudas, muchas de las posturas que asumieron estos escritores pretendían que la mujer, en su papel de madre, y desde el ámbito de la familia y de lo doméstico, fuera la transmisora de los valores y principios a las generaciones futuras, especialmente en el caso de las hijas3. Por tanto, desde finales del siglo XVIII, la influencia de estos pensadores, unida a las pretensiones eclesiásticas, fueron generando un discurso laico que encajonó a la mujer dentro de la casa, siendo éste su destino familiar y social por antonomasia. Conforme avanzó el tiempo, otras corrientes ideológicas, algunas defensoras de preceptos diferentes a los de la Iglesia católica, desarrollaron un programa normativo similar sobre el papel que debía protagonizar la mujer. De hecho, en el devenir del siglo XIX, todos estos entramados conceptuales terminaron por confluir y cristalizar para dar forma y contenido al modelo familiar burgués y de mujer que se fue imponiendo paulatinamente4. Partiendo de la precisiones anteriores, el objetivo de este trabajo es analizar los mensajes que desde la prensa española de finales del siglo XVIII proponían nuevos roles y funciones dentro de las labores que debían ejercer las madres, sin olvidar aquellos alegatos que seguían insistiendo en los principios más tradicionales. Teniendo en cuenta el destacado papel que ocuparon los periódicos en la difusión de las ideas ilustradas 5 , lo que interesa no es el estudio de la fuente en sí misma, sino de los discursos y los modelos que ésta contenía. Por ello, hay que analizar qué se decía sobre las mujeres: cómo debían realizar su papel de madre, cuáles eran sus funciones dentro del hogar y cómo debían afrontar los retos que la maternidad traía consigo.

2

Mónica Bolufer Peruga, “De madres a hijas, de padres a hijos: familia y transmisión oral (ss. XVIIXVIII)”, en Joan Bestard (ed.), Familia, valores y representaciones, Murcia, Universidad de Murcia, 2010, pp. 217-237. 3 Josefina Méndez Vázquez, “La educación de la mujer para el matrimonio según los tratadistas del siglo XVIII”, en María Victoria López Cordón y Montserrat Carbonell (eds.), Historia de la mujer e historia del matrimonio, Murcia, Universidad de Murcia, 1997, pp. 219-232. Se puede ampliar en Pilar Ballarín, La educación de las mujeres en la España contemporánea (siglos XIX-XX), Madrid, Síntesis, 2001. 4 Antonio Irigoyen, “Familias e Iglesia. Normativas y transgresiones en Europa”, en Francisco Chacón, Juan Hernández Franco y Francisco García (eds.), Familia y organización social en Europa y América Latina, siglos XV-XX, Murcia, Universidad de Murcia, 2007, pp. 131-150. 5 Richard Herr, España y la revolución del siglo XVIII, Madrid, Aguilar, 1988, p. 129.

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2. La continuidad discursiva sobre la maternidad en el siglo XVIII y su proyección en el siglo XIX El primer síntoma de los cambios relacionados con el papel que la mujer debía jugar en el mundo sería, como se viene comentando, el pensamiento de algunos ilustrados que esgrimieron la bandera de la educación femenina6. Una instrucción que ya no solo debía quedarse en la formación para las tareas domésticas, sino que debía complementarse con los conocimientos que aseguraran el bienestar de su familia y la educación de sus hijos. Era un discurso que, a pesar de seguir otorgando mucha importancia al matrimonio y a la maternidad (factores estos que parecían innegociables), y sin olvidar las cuestiones relacionadas con la moralidad y la modestia (que eran de gran importancia para la mujer), comenzaba a valorar la posibilidad de que el sexo femenino tuviera un papel más destacado y activo en el tejido de la sociedad. Se puede decir, por tanto, que esta vertiente del pensamiento ilustrado presentaría un conjunto de novedades que hasta el momento se detectaban de forma más tenue en el mundo discursivo de la época. Como ejemplo de esa continuidad discursiva, aunque con nuevos matices y valores, los ilustrados siguieron ensalzando la maternidad como un elemento fundamental para el bienestar de la sociedad y su correcto desarrollo. Dicho concepto hay que ponerlo también en relación con las corrientes higienistas y las nuevas propuestas que trajeron consigo, pues ya no solo importaba que la madre demostrara preocupación por la salud moral de sus hijos, sino que debía prestar gran importancia a la salud física, es decir, a la supervivencia de los hijos. Una dualidad, cuerpo y alma, que debía resultar ineludible e inseparable. Por todo ello, y aún con más fuerza durante el posterior siglo XIX, se combinarán toda una serie de textos, tanto literarios como periodísticos, especializados en la crianza de los hijos y en sus cuidados más íntimos7. Uno de los elementos que más pone de manifiesto la presencia del higienismo en todos estos espacios de debate fue la campaña de crítica orquestada desde diversos periódicos hacia las amas de cría, que eran catalogadas de auténticas mercenarias. Con este alegato que las demonizaba y las condenaba de forma contundente, lo que se pretendía era aleccionar a las mujeres de la gran importancia que tenía la lactancia materna, siendo éste uno de los factores que las definía en su esencia como madres8. Estos planteamientos, que presentan segmentos un tanto novedosos, arrancaban ya en los mediados del siglo XVIII, cuando el modelo higienista ya se relacionaba estrechamente con la preocupación por la elevada tasa de mortalidad infantil, culpando en muchas de las ocasiones a parteras y comadronas de esto, pues su mala praxis y proceder provocaba muchas pérdidas de niños. El despliegue de esta teoría, que seguirá desarrollándose durante el siglo XIX, ayudaba a redefinir el papel de la madre y su misión de configurar un nuevo modelo familiar que se adecuara a los intereses de la naciente sociedad moderna burguesa 9 . Un elemento importante fue esa nueva concepción que señalaba la maternidad como la esencia de la feminidad. Así, la 6

Carmen Martín Gaite, Usos amorosos del dieciocho en España, Barcelona, Anagrama, 1987, p. 250. María de la Macarena Iribarne González, “Discursos sobre la maternidad científica. Una perspectiva crítica”, Estudios feministas, 1 (2010), pp. 193-212. 8 Aspecto analizado en Claudia Rosas Lauro, “Educando al bello sexo: la mujer en el discurso ilustrado”, en Scarlett O´phelan Godoy (comp.), El Perú del siglo XVIII. La era borbónica, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú-Instituto Riva-Agüero, 1999, pp. 349-413. 9 Claudia Rosas Lauro, “Madre sólo hay una. Ilustración, maternidad y medicina en el Perú del siglo XVIII”, Anuario de Estudios Americanos, 1 (2004), pp. 103-138. 7

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maternidad no era un deber, sino un ser: la mujer había nacido para ser madre10. Para ello, desde la segunda mitad del siglo XVIII y a lo largo del XIX, fueron desapareciendo los juicios negativos que las publicaciones hacían sobre las mujeres en favor de esa nueva idea de maternidad y domesticidad que se trataba de promocionar hacia la opinión pública. De esta forma, médicos e higienistas, junto a moralistas y escritores, se convirtieron en verdaderos adalides de una cruzada que pretendía dotar de nuevos significados a la vertiente maternal de las féminas. Dicho modelo continuó gestándose hasta los inicios del siglo XX, como bien ha demostrado Morata Marco mediante el análisis iconográfico comparativo que realizó sobre las diversas diferencias y oposiciones entre las propuestas higienistas en el tránsito del siglo XIX al XX11. No obstante, no se debe olvidar que pese a los discursos, posiblemente las maneras en que las mujeres vivían la maternidad debían ser más diversas y llenas de matices de lo que los modelos normativos destinados a formar las conductas pretendían transmitir12. A pesar de todo lo anterior, el matrimonio era un tema que tampoco quedaba olvidado, pues se consideraba que un buen enlace podía determinar el futuro bienestar de la mujer y de su familia. De ahí que se le otorgara tanta importancia y se convirtiera en un elemento de capital tratamiento en la sociedad española de la época13. En este sentido, se ha considerado también que el matrimonio para la mujer en el siglo XVIII podía suponer una liberación de diversas trabas sociales y una puerta abierta hacia una vida regulada14. En cierta medida, se consideraba que esta institución podía otorgar a la mujer nuevas consideraciones que la podía hacer escapar, aunque fuera de forma somera, de las restricciones marcadas por un mundo dirigido por el sexo masculino. Es por ello, que el matrimonio y la educación para el mismo adquirieron gran importancia en el discurso ilustrado -pero también en el religioso-, influyendo en las posteriores formas matrimoniales que se fueron generando en el siglo siguiente. De esta forma, se puede decir que la mujer y la maternidad fueron temas que interesaron activamente a los pensadores y escritores de finales del siglo XVIII. Estos asuntos no solo ocuparon espacio en tratados, sermones o discursos, sino que la prensa, con la pujanza que comenzaba a cobrar en esta época, también se hizo eco de las inquietudes que circundaban la vida cotidiana de estas féminas. Quizás aquí se encuentre una de las novedades más interesantes que presentan estas publicaciones pertenecientes a las postrimerías de la centuria. No es que antes no se hubieran tratado estas temáticas o se hubieran obviado, pero fue en este momento cuando comenzaron a aparecer de una forma más intensa en la prensa.

10

Idea bien expresada en Lucía Provencio Garrigós, “La Trampa discursiva del elogio a la maternidad cubana del siglo XIX”, Americanía, 1 (2011), pp. 42-73. 11 Eva María Morata Marco, “La imagen de la maternidad en la España de finales del siglo XIX y principios del XX”, Arenal: Revista de historia de mujeres, 2 (2003), pp. 163-190. 12 Mónica Bolufer Peruga, “Madres, maternidad: nuevas miradas desde la historiografía”, en Gloria Franco Rubio (ed.), Debates sobre la maternidad desde una perspectiva histórica, Barcelona, Icaria, 2010, pp. 75-76. 13 Francisco J. Crespo, “Reflejos del pensamiento católico sobre el matrimonio en la prensa hispana de la Ilustración”, Palobra, 14 (2014), pp. 138-157. 14 J. Méndez Vázquez, “La educación de la mujer para el matrimonio…”, p. 220.

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3. Mujer y maternidad en la prensa: la búsqueda del modelo ideal Desde muchos de estos periódicos, tanto los ilustrados como los cercanos al pensamiento religioso, lo que se pretendía era presentar a la madre como la valedora universal de la educación. La Iglesia católica consideraba que la mujer podía resultar un buen agente a la hora de transmitir las concepciones religiosas a las generaciones venideras, que en definitiva, debían convertirse en los nuevos fieles que nutrieran su causa. Por tanto, desde la prensa se volcaron muchos esfuerzos para categorizar cómo debía ser la buena madre y qué funciones debía efectuar. Una muestra de esto se encontraba en este periódico, que aludía a las características básicas que tenía que cumplir una mujer dentro del grupo familiar. Se decía que era la madre la que debía encargarse de los hijos, al menos hasta que estos cumplieran una edad en la que el padre pudiera empezar a interesarse por ellos. Pero, ¿por qué la madre tenía que atenderlos en estas edades tempranas? ¿Dónde radicaba la importancia que se le daba a este hecho? La respuesta era sencilla, se entendía que ésta era la persona ideal para inculcar los valores religiosos, políticos y civiles desde su más tierna infancia. Como se puede ver, todos estos discursos diseñaban para la mujer un rol que irremediablemente la relacionaba con lo doméstico. Enseñar el respeto a la religión y la responsabilidad que debían tener ante sus deberes, fueron máximas muy presentes en el ideario periodístico de la época: “Es innegable que las madres son las que tienen que lidiar con los hijos, hasta la edad lo menos de doce años (cuenta que no hablo de aquellos sujetos pudientes que a los seis los envían a un Colegio, o los ponen ayos)… Esto es constante; pues ahora bien, sacamos de esta verdad otra no menos interesante, y es que nadie puede inspirar a los niños su índole, genio, modales, religión, política, ni tal cual instrucción, mejor que sus mismas madres. Y que conducto más proporcionado, más sensible ni más conducente que el de una madre que al paso de manifestar a sus hijos el amor más tierno les inspira los principios de la religión, el temor de Dios, sus respectivos deberes, y cuanto quiere”15.

En la esencia y razón de ser de estos mensajes, solo la madre representaba la feminidad considerada como válida, pues cumplía de forma satisfactoria con su designado papel reproductor y formativo16. Al tiempo, este ideal fue asumido progresivamente por los pensadores ilustrados, que coincidieron en proclamar que la familia era la clave para la organización social, por lo que fortalecieron el pilar básico de la misma al maquillar el discurso que sobre la mujer ofrecían a la sociedad. En todo caso, estos discursos llevaban parejo un trasfondo que seguía insistiendo en la necesaria subordinación del sexo femenino al masculino, por lo que la enseñanza de esa dependencia que debían adquirir las féminas con respecto de los hombres planeó siempre como una constante que estaba implícita en este tipo de artículos. Este hecho tampoco era sorprendente o ajeno a la realidad familiar que caracterizó la idiosincrasia de la sociedad europea del momento, pues como ha venido señalando la historiografía más clásica, debía primar la reproducción de esas actitudes obedientes con respecto a los varones, aspecto que se presentaba capital para beneficiar la estabilidad de la familia patriarcal17.

15

Diario de Madrid, nº 77, 18 de marzo de 1797, Madrid. Joan W. Scott, “El eco de la fantasía: la historia y la construcción de la identidad”, Ayer, 62 (2006), pp. 111-138. 17 Michael Mitterauer y Reinhard Sieder, The European Family, Chicago, The University of Chicago Press, 1988, p. 104. 16

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La prensa ilustrada, por tanto, señalaba que en la vida familiar de la mujer, además de atender al esposo, debía centrarse en el cuidado de los hijos. De ahí el tema recurrente de la importancia de la lactancia materna. Fruto del interés por promocionar esa práctica, desde los diferentes periódicos se desarrolló toda una campaña para favorecer dicha actividad, señalando siempre de forma muy contundente la necesidad de que fueran las madres, y solo éstas, las encargadas de llevarla a cabo. Además, para dar fuerza a esta propuesta, en el discurso ilustrado europeo, la mujer solo podía ser considerada como una verdadera madre si amamantaba a su bebé y lo criaba, por lo que se dio lugar a todo un alegato en contra de la costumbre de emplear amas de leche para tal efecto. Así se expresaba el diario El Censor, que criticaba a las amas de cría y elogiaba a aquellas mujeres que daban el pecho a sus hijos: “Que no es buena madre la que pudiendo criar fía al cuidado de una ama, cuyos humores no conoce, el dar el pecho a su hijo; que la experiencia acredita que la mayor parte de los niños que se crían por amas se desgracian, y otros disparates semejantes” 18.

Se trataba de advertir de ese componente negativo que ostentaban estas mujeres, pues al no ser de fiar, no se podía saber cómo de perjudiciales resultarían sus cuidados para los bebés. Se llegaba incluso a señalar que éstas practicaban una “lactancia mercenaria”19, que era muy diferente al verdadero significado que debía tener para las mujeres. En todo caso, ante la imposibilidad de prohibir sus prácticas, lo importante era que al menos reunieran unas buenas características físicas y morales, pues se podría así minimizar en la medida de lo posible las malas influencias que causaban en los infantes. No solo se exponía el hecho de que no era bueno que amamantaran a los hijos de otras, sino que además, se decía que no los trataban como era debido, pues no ponían la suficiente atención para que estos se desarrollaran de forma adecuada. Al no tratarse de sus propios hijos, al ser seres ajenos a su sangre, no los cuidarían de igual forma que las propias madres. Así lo expresaba el siguiente periódico, que denunciaba la forma en que éstas cogían y envolvían a los bebés, siendo una de las principales causas de sus llantos. Solo la madre podía atender de forma correcta a sus hijos, solo ella podía darle las asistencias necesarias para asegurar su bienestar. La madre se hacía indigna de su noble papel cuando se dejaba destronar por nodrizas, niñeras o criadas20. “El embarazo, y engorro que hayan las amas en hacer, y deshacer las fajas, y envolturas, es la causa motriz de su negligencia. Los niños, sin embargo de su tolerancia, sufren dolores, que a pesar de la notable diferencia que hay de nuestra constitución a la suya, serían para nosotros poco soportables. Muchas veces sus gritos, y lágrimas amargas anuncian lo que padecen; y si por desgracia están entre los brazos de una ama dura de corazón (como hay muchas) los esfuerzos violentos que hacen, les causan roturas, y relajaciones de las partes más peligrosas”21.

18

El Censor, nº 95, 2 de marzo de 1786, Madrid. Beatriz Espinilla Sanz, “La elección de las nodrizas en las clases altas, del siglo XVII al siglo XIX”, Matronas profesión, 3-4 (2013), pp. 68-73. 20 Tema que siguió presente durante el siglo XIX: Jean-René Aymes, “La familia en el Semanario pintoresco español (1836-1857) y en otros textos costumbristas contemporáneos”, en Roberto Fernández y Jacques Soubeyroux (eds.), Historia social y literatura. Familia y clases populares en España (siglos XVIII-XIX), Saint –Étienne, Milenio, 2001, pp. 193-208. 21 Diario noticioso, curioso, erudito, y comercial público y económico, nº 91, 25 de abril de 1759, Madrid. 19

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No solo se denunciaban los peligros que amenazaban a estos infantes, sino que se advertía sobre las perniciosas consecuencias que podía tener para las mujeres no dar el pecho a sus hijos, pues podía llegar incluso a causarles la muerte. Destacaba la descripción que ofrecía este periódico sobre las diversas enfermedades que podía acarrear no practicar esta tarea. Se suponía, para estos escritores de la época, que la retención en el cuerpo de la leche que estaba destinada para amamantar era un grave peligro para la integridad física de la mujer. Ya no solo se trataba de una cuestión que afectase a los hijos, sino que las propias madres podían ver peligrar sus vidas si no se percataban de la importancia que tenía para su salud la lactancia materna. Al margen de los buenos resultados morales que esto ocasionaba, si llevaban a cabo esta labor, podrían sentirse como verdaderas mujeres que se dejaban guiar por los principios naturales que daban sentido a su vida. Todo ello, quedaba unido a la tranquilidad que les otorgaba el saber que así no lastimaban gravemente su cuerpo ni el de sus seres más queridos. “Los depósitos lactosos, las calenturas miliares y pútridas, las flores blancas abundantes, los escirros, las úlceras, los cánceres en la matriz, son otras tantas consecuencias de esta peligrosa práctica ¡O si las mujeres mirando mejor por sus intereses, criasen a sus hijos! A la dulce satisfacción de ser verdaderamente madres unirían la ventaja no menos preciosa de evitar los peligros que la rodean, y que parecen ser un justo castigo de la violencia que hacen a la naturaleza”22.

Resulta curioso como desde la misma prensa se promocionaban aquellas obras literarias que resaltaban la importancia de estas cuestiones, como ocurría con la reseña que se ofrecía de la obra titulada Perjuicios que acarrean al género humano y al Estado las madres que rehusan criar a sus hijos, y medios para contener el abuso de ponerlos en ama, escrita por el Dr. Jaime Bonells 23 . La inclusión de estos resúmenes puede entenderse como un símbolo más de la enconada campaña que desde el periódico se orquestó para defender estas posiciones y dotarlas de contenido teórico. Para completar todas estas propuestas que fueron dirimiendo progresivamente los aspectos que debían formar parte en la conceptualización de la figura de la maternidad -pero que sobre todo lo que pretendían era dotar de nuevos cometidos y significados a la relación de la madre para con la familia (especialmente con sus hijos)-, todas estas argumentaciones también especificaron el conjunto de cuidados y atenciones que las mujeres debían respetar fielmente durante el periodo de gestación. Para asegurar su propia salud, pero también la de sus futuros hijos, resultaba muy importante tener en cuenta todas estas premisas. Con una mezcla temática diversa en los consejos que se aducían, que pivotaban indistintamente en muchos casos desde lo ético a lo sanitario, se introdujeron diferentes ideas que supuestamente debían hacer más saludable la etapa del embarazo. Si la mujer no cumplía bien estas indicaciones -que en todo caso se vinculaban más con los valores religiosos de la castidad, el recato y la pureza-, estaría poniendo en peligro al ser neonato que llevaba en su interior. Por tanto, solo el giro hacia esos nuevos valores que debían presentar como madres podía otorgarles los argumentos necesarios para ejercer de la mejor forma posible la tarea que se les había encomendado:

22 23

Correo de Madrid o de los Ciegos, nº 363, 22 de mayo de 1790, Madrid. Diario curioso, erudito, económico y comercial, nº 132, 9 de noviembre de 1786, Madrid.

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Francisco Javier CRESPO SÁNCHEZ “Vosotras mujeres del mundo, que abrasado vuestro corazón en la insaciable sed de las diversiones licenciosas, os hacéis insensibles a los más deliciosos, y tiernos sentimientos, reconoced, alguna vez, el honor, y obligación que os habéis constituido como madres, si no queréis violar todos los derechos de la naturaleza; respetad la existencia del tierno fruto que encerráis en vuestro seno, y no os abandonéis entre la impiedad, y el escándalo, a ser sus más atroces verdugos”24.

En todo caso, al redefinir la relación madre-hijo, al dotarla de nuevas variables y dimensiones, el discurso sobre la lactancia materna y las implicaciones que éste tenía para la madre, ayudó, sin lugar a dudas, en la construcción progresiva de ese nuevo tipo de familia: una unidad en la que los afectos comenzaban a tener mayor peso y presencia. Un grupo en el que la madre adquiría, al menos de forma teórica, mayor visibilidad y presencia con respecto a los paradigmas que habían imperado durante el Antiguo Régimen. De ahí que muchos de estos artículos se crearan con la intención de elogiar la maternidad en todas sus formas y sentidos. Se trataba de que la mujer entendiera que nunca podía dejar de ser madre, pues era una parte más de su naturaleza que debía asumir con todas sus consecuencias. Desde ese rol, dentro de esa dimensión, sería grande y estaría ayudando a la buena marcha de la familia. Por eso la insistencia en la mayor atención a los hijos, en la necesaria presencia en el hogar o en la delimitación de sus funciones al espacio de lo doméstico. Toda esta argumentación estaba promocionando de forma constante el papel de la mujer como educadora y cuidadora de sus hijos. Dentro de esa nueva variante que desde la prensa se dejaba ver, la madre era la encargada de organizar la vida cotidiana de estos. Atenciones físicas y morales formaban una dicotomía que daba sentido a la labor de ésta para con su prole25. Ya no solo era cuestión de que estas actividades fueran llevadas a cabo por ella y no por otras mujeres ajenas al hogar, sino que se pretendía hacer entender a estas féminas que debían realizar estas ocupaciones de la mejor forma posible, sabiendo que formaban parte natural de la idiosincrasia que definía su naturaleza. La madre debía sentirse feliz y dichosa de poder atender a sus vástagos, esa era la razón por la que Dios había instituido la maternidad y la había dotado de tan sagrados elementos, como se puede comprobar, por ejemplo, en la prensa cercana al pensamiento religioso. De otra parte, para los ilustrados la mujer fue un ser diferente a lo que el discurso misógino más tradicional había manifestado, generando así un modelo que se basaba más en la complementariedad entre los sexos y en la importancia de la maternidad26. Los reformadores posteriores, así como durante el siglo XIX, siguieron haciendo hincapié en el propósito de ensalzar a las mujeres por las cualidades que la naturaleza les había otorgado. Todo ello, no solo acrecentó la visión jerarquizada que se tenía de la división entre los sexos, sino que siguió reservando para la mujer un papel muy específico que la limitaba a las funciones maternales por encima del resto27. Por 24

Correo de Murcia, nº 162, 18 de marzo de 1794, Murcia. Labor moral que debía comenzar con el bautismo: Guido Alfani, Philippe Castagnetti y Vincent Gourdon (dirs.), Baptiser. Pratique sacramentelle, pratique sociale (XVI-XIX siècles), Saint-Étienne, Publications de l’Université de Saint-Étienne, 2009. 26 Tema tratado en Alicia Puleo, La Ilustración olvidada. La polémica de los sexos en el siglo XVIII, Madrid, Anthropos, 1993. 27 Irene Castells, Irene Espigado Tocino y María Cruz Romeo Mateo, “Heroínas para la patria, madres para la nación: mujeres en pie de guerra”, en Irene Castells, Irene Espigado Tocino y María Cruz Romeo Mateo (coords.), Heroínas y patriotas. Mujeres de 1808, Madrid, Cátedra, 2009, pp. 30-31. 25

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tanto, la mujer debía ser doméstica, sensible y maternal, virtudes que la definían de forma ideal y que la ayudaban a construir un espacio íntimo ordenado, a colmar las necesidades afectivas del nuevo hombre sensible y a volcarse en el cuidado de los hijos28. La madre debía ser la organizadora del hogar y el punto de apoyo que debía sostener a la familia, pues solo en el ambiente doméstico podía encontrar verdadero sentido a su vida y acceder a la verdadera felicidad para la que estaba destinada. “Cuando Dios creó a la mujer la creó para que hiciese compañía al hombre; lo cual no hemos de entender de modo que solo le sirviese de estar siempre a su lado, sino para que le ayudase y le acompañase en el trabajo, que debía repartirse a proporción. Así vemos que entre todas las gentes a las mujeres se ha dejado el gobierno económico o interior de la casa, por lo cual siempre han cuidado de la dirección de la familia, aunque con dependencia de sus maridos. También es indispensable cargo suyo dar buen ejemplo: cosa que todas saben y pocas observan”29.

Otra de las dimensiones que se exploró a la luz de todos estos discursos, más allá de los cuidados a los hijos, de su educación o de los roles que la madre debía promocionar como nuevo baluarte del modelo de familia conyugal que se iba superponiendo, fue el giro hacia la afectividad y el sentimentalismo. La madre tenía que entender a sus hijos, comprenderlos y ayudarlos en todo momento para que estos lograsen ser felices. Desde el debido respeto que estos le debían, y teniendo en cuenta la obediencia que tenían que profesar a sus progenitoras, se quiso fomentar la imagen de la mujer que no pegaba o sancionaba cruelmente a sus hijos, sino que más bien los trataba con cariño y sensibilidad. Ante los castigos físicos y verbales que habían imperado en las relaciones paternofiliales anteriores, se pretendía fomentar la idea de que se podía conseguir mucho más a través de las buenas palabras y los ejemplos edificantes. Se trataba, pues, de que la madre adquiriera todo un conjunto de valores que la debían convertir en un ser que sabía tratar con delicadeza a las personas que la rodeaban. En estos artículos, poco a poco iba apareciendo esa nueva madre que se quería implantar, una mujer que trataba a sus hijos con delicadeza y paciencia, sabiendo buscar en sus encantos personales las claves necesarias para educarlos y conseguir de ellos un comportamiento adecuado. La madre cariñosa y amante de su prole, que les daba apoyo y los criaba desde el amor, era la figura que aparecía en estos discursos, era el modelo a seguir por las demás: “¿Cuál es la cosa más apreciable y digna de atención en una familia? Precisamente siguiendo las leyes divina y humana, es necesario confesar que son los hijos, porque estos valen más que todos los mayorazgos, honores, rentas, haberes, y que cuanto el hombre posee, pues yo no creo que haya padre racional que no lo perdiese todo por salvar a su hijo; pues si es así, cómo sería posible, si se parase la consideración, que ni las madres lo hiciesen, ni los padres lo consintiesen, desechar de sí con tanta facilidad a la cosa más apreciable de su casa”30.

Desde un punto de vista más religioso, también se potenció esa visión de la maternidad, pero siempre vinculándola con la misión que desde esta ideología se esperaba conseguir del sexo femenino. Se decía que, después del amor de Dios, no podría encontrarse nada más puro y más sincero que el amor de una madre. Se entendía que las lecciones y enseñanzas de la madre, si estaban bien aprendidas, acompañarían al hombre durante 28

Isabel Morant Deusa y Mónica Bolufer Peruga, Amor, matrimonio y familia. La construcción histórica de la familia moderna, Madrid, Síntesis, 1998, p. 276. 29 Correo de Madrid o de los Ciegos, nº 359, 8 de mayo de 1790, Madrid. 30 Diario de Madrid, nº 126, 6 de mayo de 1797, Madrid.

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toda su vida, ayudándole y dándole las fuerzas necesarias para hacer frente a los problemas que fuera encontrándose durante su existencia. De hecho, una madre cristiana, amorosa y afectuosa, no dudaría nunca en sacrificarse por sus hijos, pues ésta era la misión para la que estaban destinadas. 4. A modo de conclusión A lo largo de este tiempo que recorrió las postrimerías del siglo XVIII, se fue construyendo un nuevo paradigma de feminidad que indudablemente alteró las formas y los roles que la mujer ocupaba dentro de la familia y redefinió la manera de entender la maternidad. Las propuestas ilustradas, los principios del dogma católico o las corrientes higienistas, supieron darse cuenta de la importancia que tenía el contar con la mujer a la hora de llevar a cabo sus planes de reforma, ya fueran sociales, moralizadores o religiosos. Sin lugar a dudas, el diseño de la “nueva madre” fue un tema muy presente en la prensa que apareció en todo este periodo, por lo que se procedió paulatinamente a la caracterización de las categorías que debían darle forma y contenido, al menos en su propuesta teórica. En definitiva, se pensaba en una mujer que se dedicaba al cuidado físico y a la atención moral de los hijos, que ayudaba a educarlos y que los trataba con amor y afecto. Una madre, que en ese nuevo papel, complementaba la figura del padre y se ensamblaba perfectamente para formar la pareja que debía ser el tronco desde el que se proyectara ese modelo de familia que fue poco a poco asentándose y que terminaría por consolidarse en el discurrir del siglo XIX. La familia conyugal, o su primer embrión, encontraba así las bases que debían asegurar su reproducción y perpetuación en la sociedad, pero también, porque no, su aceptación y asunción por parte de la opinión pública.

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Matrimonio y mercado matrimonial: reflexiones sobre la endogamia Marriage and marriage market: reflections on inbreeding Ana Mª PRIETO GARCÍA Universidad de Extremadura

Resumen: El presente trabajo aborda el estudio de la endogamia y exogamia matrimonial de una localidad rural cacereña a lo largo del período de tiempo comprendido entre 1750-1850, con el fin de describir, analizar y establecer hasta qué punto podemos considerar como exogámicos aquellos matrimonios que se producen entre personas de municipios próximos. Palabras clave: Comunidades extensas, endogamia, exogamia, Sierra de Gata, Extremadura. Abstract: This paper is about the study of matrimonial inbreeding and outbreeding of a rural village of Caceres throughout the period between 1750-1850, in order to describe, analyze and determine to what extent we can consider those exogamous marriages occur between people of nearby municipalities. Keywords: Large Communities, inbreeding, outbreeding, Sierra de Gata, Extremadura.

1. Introducción La nupcialidad se caracterizaba por una fuerte tendencia a la práctica endogámica de todos los sectores de la población. La decisión de contraer matrimonio y la elección del cónyuge estaba determinada por una serie de factores, tales como el contexto social, el patrimonio a heredar, la amplitud del mercado matrimonial, el estatus social, etc. Si bien es cierto que la mayoría de los estudios realizados hasta ahora han prestado una gran atención tanto a la endogamia familiar como social 1 , donde éstas constituían una 

Trabajo realizado gracias a la concesión de la Beca de la Fundación Fernando Valhondo Calaff de Cáceres. Asimismo, este trabajo se inserta dentro del Proyecto de Investigación «Familia y comunidad rural: Mecanismos de protección comunitaria en el interior Peninsular (ss.XVIII-1900)», referencia HAR2013-48901-C6-5-R, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y cuyo Investigador Principal es José Pablo Blanco Carrasco. 1 José Manuel Pérez García, “Elites campesinas y estrategias de reproducción social en las Rías Bajas gallegas (1650-1850)”, Revista de Demografía Histórica, XXII, I, 2004, segunda época, pp.15-41; Estrella Garrido Arce, “Familia, parentesco y alianza en la Huerta de Valencia, siglo XVIII: La estrategia familiar de la consanguinidad”, Estudis: Revista de historia moderna, nº 18, 1992, pp. 217-240; Camilo Fernández Cortizo, “Espacios matrimoniales y reproducción social en la Galicia occidental en el siglo XVIII”, Revista de Demografía Histórica, XXII, I, 2004, segunda época, pp.77-119; José Pablo Blanco Carrasco, “Consanguinidad, exogamia y estrategias colectivas en la sociedad moderna. Reflexiones en torno a un ejemplo rural (1700-1820)”, Revista de Demografía Histórica, XXX, II, 2012, segunda época, pp.25-54; Francisco Chacón Jiménez y Juan Hernández Franco (eds.), Poder, familia y consanguinidad en la España del Antiguo Régimen, Barcelona, Anthropos: Editorial del Hombre, 1992; Mercedes Santillana Pérez y María de los Ángeles Hernández Bermejo, “Parentesco y consanguinidad en la Extremadura rural a finales del Antiguo Régimen”, Actas de la X Reunión de la ADEH, Albacete, 2013; María José Pérez Álvarez, “Familia y estrategias familiares en el marco de unas estructuras socioeconómicas tradicionales: el modelo de la montaña noroccidental leonesa en la edad moderna”,

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Ana Mª PRIETO GARCÍA

estrategia que las familias ponían en marcha para conseguir los objetivos deseados, ya fuese para perpetuar y reproducir su estatus, o para preservar sus bienes y adaptarse a las circunstancias y cambios del entorno, nosotros vamos a centrarnos exclusivamente en la endogamia geográfica, con el objetivo de determinar qué podemos considerar como endogamia y qué como exogamia. El interés de esta investigación procede de las numerosas menciones que distintos autores han hecho respecto a la exogamia matrimonial, constituida principalmente por personas procedentes de las localidades más próximas a la de la parroquia en la que contraen matrimonio 2. En este sentido, José Pablo Blanco Carrasco ya hacía mención a las comunidades extensas refiriéndose a los pueblos geográficamente vecinos que aportaban la mayor parte de los efectivos necesarios para colmatar las deficiencias del mercado matrimonial3. Hemos elegido como objeto de estudio el municipio de Hoyos, sujeto a la jurisdicción de la ciudad de Coria y señorío del Duque de Alba en época Moderna. Se encuentra situado en el extremo noroeste de la provincia de Cáceres, en la Sierra de Gata, a 400 metros de altitud. En este pueblo, ubicado en la falda del Monte Moncalvo (1.055 m), residían, a finales del siglo XVIII, 1.127 habitantes4. La reducida extensión de la superficie cultivada como consecuencia de su ubicación geográfica, determinaron su dedicación económica basada en la agricultura intensiva y la ganadería, actividades en las que la producción de aceite, miel y vino, la explotación de frutas en sus pequeños huertos y la cría de ganado cabrío, cerril, lanar y vacuno constituían sus tareas principales 5 . La escasez de cereales 6 obligó a establecer relaciones comerciales con Castilla, su primordial proveedora de trigo, además la variedad de sus productos permitió abastecer y comerciar con ésta, el resto de pueblos extremeños y Portugal 7. Revista de Demografía Histórica, XXII, I, 2004, segunda época, pp.121-147; Cosme Jesús Gómez Carrasco, “Matrimonio, alianza y reproducción social en la burguesía comercial y en la élite local (Albacete, 1750-1830)”, Cuadernos de Historia Moderna, nº 35, 2010, pp.69-95; Rafael M. Girón Pascual, “Exogamia, endogamia e ilegitimidad: estrategias familiares de los mercaderes genoveses de Granada durante la Edad Moderna (ss. XVI-XVIII)”, Historia y genealogía, nº3 (2013), pp.83-98; María del Mar Simón García, “La viudedad en la sociedad rural manchega. Matrimonio y estrategias de reproducción social a finales del Antiguo Régimen”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Nº XI, Vol. 2, 2007, pp. 71-103; Francisco García González, Las estrategias de la diferencia: familia y reproducción social en la Sierra: (Alcaraz, s. XVIII), Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Secretaría General técnica, Centro de Publicaciones, 2000; Alfonso Gil Soto, Deudos, parciales y consortes. Estrategias políticas y sociales de la oligarquía rural extremeña (siglos XVII y XVIII), Cáceres, Servicio de Publicaciones de la UEX, 2003. 2 María Ángeles Hernández y Mercedes Santillana señalan que en Torre de Don Miguel y Valverde del Fresno, pueblos de la Sierra de Gata, los contrayentes procedían de lugares que se localizaban en un ámbito próximo a dichas villas (M. Santillana Pérez y Mª A. Hernández Bermejo, “Parentesco y consanguinidad…”, p.7; algo similar sucede en Meliana una localidad de la Huerta de Valencia (E. Garrido Arce, “Familia, parentesco y …” p.228; en Tierra de Montes (C. Fernández Cortizo, “Espacios matrimoniales y…”, p.91); en la Comarca de Alcaraz (Francisco García González, La Sierra de Alcaraz en el siglo XVIII: población, familia y estructura agraria, Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”, 1998, p.151. 3 J. P. Blanco Carrasco, “Consanguinidad, exogamia y…, p.46. 4 Censo de 1787 “Floridablanca”, 16, Cáceres, Madrid: Instituto Nacional de Estadística, 1987. 5 Gonzalo Barrientos Alfageme y Miguel Rodríguez Cancho (eds.), Interrogatorio de la Real Audiencia: Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Coria, Mérida, 1994, pp.274 y 283. 6 En la Crónica General de España se indica que “la producción de cereales era escasa, el trigo no se daba bien y el centeno granaba poco” (Crónica General de España, o sea Historia ilustrada y descriptiva de sus provincias, sus poblaciones más importantes de la península y ultramar, Cáceres, 1870, Vol.9, p.40). 7 Pascual Madoz, Diccionario geográfico, estadístico e histórico de España y sus posesiones de ultramar, Valladolid, 1847, Tomo IX, p.248.

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MATRIMONIO Y MERCADO MATRIMONIAL …

Estas actividades comerciales y las infraestructuras de caminos y vías de comunicación fueron los principales condicionantes de la movilidad, limitando las relaciones sociales y el mercado matrimonial con las personas más próximas del entorno geográfico. Mapa 1. Sierra de Gata

Fuente: Elaboración propia

2. Fuentes y metodología Para poder realizar este trabajo, basado esencialmente en el estudio de la endogamia y la exogamia del mercado matrimonial, hemos utilizado los libros parroquiales, principalmente los registros matrimoniales comprendidos entre 1750-1850 de Hoyos. Gracias a la información que recogen las partidas matrimoniales sobre el lugar de origen y la vecindad de los cónyuges hemos podido analizar las prácticas endogámicas y exogámicas. Para ello, se ha tenido en cuenta el total de bodas que se celebraron en dicha villa, siendo 1.067 enlaces los que se produjeron durante los años señalados. Cabe indicar que este estudio consta de dos partes diferenciadas no sólo respecto a los resultados que nos puedan mostrar los datos empleados sino también las técnicas y metodología utilizada. En la primera parte mostramos un análisis de la endogamia y exogamia atendiendo exclusivamente al origen del cónyuge, mientras que en la segunda, en lugar de tener en cuenta el origen, consideramos la vecindad. Así pues, mientras que la primera es meramente cuantitativa y solo empleamos los registros matrimoniales, en la segunda es necesario contar con los registros bautismales, matrimoniales y finados para poder salvaguardar la incompleta, confusa o inexistentes anotaciones sacramentales referidas a la vecindad. En este sentido, nos sirve de ejemplo el caso de Mateo Prieto natural de San Martín de Trevejo, una localidad próxima a Hoyos, y viudo de Rosalía Gómez, que decide casarse de nuevo en 1822 con una soyana llamada Ildefonsa Vidal. En la partida matrimonial, el párroco soyano no indica cuál es

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la vecindad de Mateo Prieto, sino solo su origen. No obstante, si rastreamos en las partidas de bautismo de sus hijos con su primera mujer podemos comprobar cómo ambos decidieron establecerse en Hoyos para vivir. Sin embargo, para garantizar que residieron allí y así evitar posibles errores a la hora de realizar los cómputos, buscamos la partida de defunción de su primera esposa donde nos señala que el 26 de agosto de 1820 murió y se la enterró en Hoyos. 3. Endogamia y exogamia matrimonial Los matrimonios, en condiciones normales, solían establecerse entre miembros de grupos con el mismo contexto social y cultural, conectando patrimonios y consolidando de esta forma estrategias familiares más o menos conscientes. El marco legal amparaba la vigilancia de los progenitores en este paso decisivo para la familia y justificaba la intervención del padre u otros familiares8 a la hora de elegir con quién debían casarse sus hijos 9 . Con frecuencia, además, dicha decisión estaba determinada por una tendencia a la práctica endogámica, ya sea socio-profesional, familiar o geográfica. En este sentido, lo que sabemos hasta ahora es que la mayoría de los enlaces que se celebraban, se caracterizaron por presentar una fuerte tendencia a la endogamia geográfica. Esta circunstancia obedecía a una serie de factores sociológicos, económicos y culturales. Así pues, por ejemplo, la dificultad de acceso o ausencia de caminos provocaba el aislamiento en mayor o menor medida de muchas poblaciones, el cierre en torno a costumbres y tradiciones en las que la aspiración ideal era desposarse con un contrayente del mismo pueblo con el que, al fin y al cabo, compartía el mismo espacio vital. A pesar de ello, el mercado matrimonial se vio enriquecido por la llegada de inmigrantes, sobre todo, procedentes de poblaciones cercanas, con las que comparten espacios comunes. Los diversos estudios sobre Extremadura en época Moderna demuestran que se caracteriza por presentar a escala local una gran diversidad de niveles de endogamia matrimonial. Dentro de esta variedad se encuentra el pueblo de Hoyos, en el que el total de matrimonios que se celebraron, como indicamos más arriba, fueron 1.067 de los cuales 38 corresponden a personas que se casaron en Hoyos pero son naturales y vecinos de otros lugares. De esas uniones, 759 se producen entre mujeres y hombres soyanos, obteniendo una tasa de endogamia relativa de 71,13 % y 270 matrimonios entre una persona de dicho pueblo y un foráneo, de esta forma se ha calculado una tasa de exogamia de 28,87 %10. 8

Véase: Novísima recopilación de las leyes de España, Tomo V, Libro X, Título II, Ley IX: «Consentimiento paterno para la contracción de esponsales y matrimonios por los hijos de familia», Madrid, 1805; Ley XVIII «Nuevas reglas para la celebración de matrimonios; y formalidades de los esponsales para su validación », Aranjuez, 1803, p.18; Antonio Irigoyen López, “Estado, Iglesia y familia: la complejidad de los cambios legislativos y socioculturales” en Francisco Chacón y Koan Bestard (dirs.), Familias: Historia de la sociedad española (del final de la Edad Media a nuestros días), Madrid, Cátedra, 2011, pp.515-600. 9 Eran demasiados los intereses que se ponían en juego por lo que no se podía dejar en manos de jóvenes inmaduros que se guiaban por los sentimientos y no por la razón (Mª. A. Hernández Bermejo, La familia extremeña en los Tiempos Modernos, Badajoz, Diputación Provincial de Badajoz, 1990, p.116). 10 Valores similares se han obtenido en pueblos cacereños en el siglo XVII, como es el caso de Torre de Don Miguel, Aliseda, Portaje y Arroyomolinos de Montánchez donde el valor de la endogamia está comprendido entre 76,8% y 70,1%, mientras que el de la exogamia se encuentra entre 29,8% y 23,10% (Isabel Testón Núñez, Amor, sexo y matrimonio en Extremadura, Badajoz, Universitas Editorial, D.L., 1985, p.108). No obstante, en otras poblaciones de Extremadura se han computado tanto valores

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MATRIMONIO Y MERCADO MATRIMONIAL …

Como podemos comprobar en el siguiente cuadro, los consortes que llegan a la villa suponen un total de 345 siendo varones el 73,33% y mujeres el 26,67%. Por otro lado, el mayor aportador de inmigrantes es la propia región que constituye el 78,55%, por orden de importancia, le sigue Castilla y León con un 11,3% y Portugal con el 7,54%. El resto de las regiones y países aportan valores insignificantes, sobre todo si se tiene en cuenta el número absoluto, no llegando a superar el 0,6% o dos individuos. Tabla 1. Procedencia geográfica de los cónyuges 1750-1850 (origen)

LUGARES Castilla y León Castilla La Mancha Extremadura Galicia Italia Madrid Portugal Valencia Vascongadas Total

VARONES 33 189 1 2 2 24 1 1 253

MUJERES 6 1 82 1 2 92

TOTALES 39 1 271 2 2 2 26 1 1 345

% 11,3 0,29 78,55 0,58 0,58 0,58 7,54 0,29 0,29 100

Fuente: Archivo Diocesano Coria-Cáceres (ADCC en adelante), Libros de casados y velados Hoyos. Elaboración propia.

Somos conscientes de que dependiendo del matiz que tengamos en cuenta a la hora de analizar el comportamiento de la nupcialidad, éste podría variar. No obstante, veamos hasta qué punto puede inferir en los resultados si en lugar de partir del origen lo hacemos de la vecindad. Como podemos comprobar en el siguiente cuadro, a diferencia de lo que ocurría si teníamos en cuenta la naturaleza, se produce una reducción del número de inmigrantes de 345 a 278 y, por lo tanto, de matrimonios exogámicos. Así pues, los 308 enlaces exogámicos se reducen a 264, es decir, un 14,29%, lo que implica, obviamente, un aumento de la endogamia, pasando de 71,13% a 75,26%. Apreciamos que aunque se produce una disminución del aporte de mujeres al mercado matrimonial de Hoyos, la vecindad, sin embargo, no varía en grandes proporciones la distribución por región o país. En este sentido, sigue siendo Extremadura el origen de la mayoría de los consortes, 83,09%, seguido de Castilla y León (9,35%) y Portugal (5,76%). En cualquier caso existe una mayor tendencia a la exogamia por parte del sexo masculino sobre el femenino, circunstancia que viene explicada por la mayor libertad de movimiento con la que goza el hombre así como por la necesidad de desplazarse por superiores como inferiores, Miguel Rodríguez Cancho obtuvo una tasa de endogamia de la villa de Cáceres en el siglo XVIII de 81,94% muy superior a la que hemos obtenido nosotros casi para el mismo período (Miguel Rodríguez Cancho, La villa de Cáceres en el siglo XVIII. Demografía y sociedad, Cáceres, Universidad de Extremadura, Servicio de Publicaciones, 1981, p.207). En el siglo XVII se da una tasas del 87,5 % en Almendralejo (Francisco Zarandieta Arenas, Almendralejo en los siglos XVI y XVII, Badajoz, 1994, p.243), el 89,4 % en Badajoz y el 9,25% en Trujillo (J. P. Blanco Carrasco y Mercedes Santillana Pérez, “Mercado matrimonial, migraciones y movilidad social en Extremadura, ss. XVI-XVIII”, Actas del Congreso de la ADEH, Granada, 2003, en prensa, pp.7-8); en el siglo XVIII Brozas, Arroyo, Malpartida, Navas del Madroño y el Casar de Cáceres registran una tasa entre el 82,2% y el 95,38%, mientras que en la primera mitad del siglo XIX los valores aumentan hasta situarse entre el 90,5% y 96,09% (Felicísimo García Barriga, Familia y sociedad en la Extremadura rural de los Tiempos Modernos (siglos XVI-XIX, p.209).

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motivos laborales, al mismo tiempo, otra de las causas que determina este comportamiento es la existencia de la costumbre, aún mantenida, de casarse en el lugar del cual procede la novia. Tabla 2. Procedencia de los cónyuges 1750-1850 (vecindad)

LUGARES Castilla y León Castilla La Mancha Extremadura Galicia Madrid Portugal Valencia Vascongadas Total

VARONES 24 175 1 1 15 1 1 218

MUJERES 2 1 56 1 60

TOTALES 26 1 230 1 1 16 1 1 278

% 9,35 0,36 83,09 0,36 0,36 5,76 0,36 0,36 100

Fuente: ADCC, Libros de casados y velados Hoyos. Elaboración propia.

Ahora bien, ¿por qué creemos que es más adecuado medir la endogamia y exogamia por la vecindad? Principalmente, como dijo Isabel Testón, porque les es más fácil enamorarse y casarse con aquellas personas con las que comporten un modo de vida y cultura11. Obviamente, aquellas personas oriundas de otro lugar pero vecinas de Hoyos, forman parte de la comunidad, están integradas en ella y, por lo tanto, ya no las ven como seres ajenos y distantes, sino como un miembro más. La prueba la tenemos en que todos ellos viven en Hoyos, o bien porque sus padres por diversos motivos deciden instalarse allí o bien porque al enviudar de un matrimonio exogámico con residencia en Hoyos, deciden casarse de nuevo con un soyano, por ejemplo el caso de José Luis Tellez de Villamiel, herrador, viudo de Isabel Pérez Barrosa de Zarza de Alcántara y vecino de Hoyos que decide casarse con la soyana María Perales Rodríguez. Otro hecho, no menos importante y constatado, es que los matrimonios exogámicos suelen están conformados por personas procedentes de las poblaciones más cercanas. Así pues, si nos atenemos a la vecindad, comprobamos como los enlaces que se producían con consortes de lugares distantes se reducen y entran a formar parte de lo que se consideraría “poblaciones próximas” con las que los soyanos tienen contacto, ya sean comerciales, laborales o sociales, circunstancia que pone en evidencia que es necesario que exista algún tipo de lazo entre ambos lugares para que se pueda producir el matrimonio, siendo casi improbable que éste tuviera lugar, a no ser que se dieran por situaciones puntuales, como veremos un poco más adelante. Por otro lado, los datos referentes a la “exogamia” según la vecindad nos van a permitir explicar el título Comunidades extensas de esta comunicación. De los 264 matrimonios exogámicos que suponen una exogamia del 24,74%, el 4,54% representa los enlaces que hemos denominado como “exogámicos puros” porque están constituidos por los consortes cuya vecindad es distinta a la parroquia en la que se casan. El 84,84% por aquéllos en los que solo uno de los cónyuges tiene una vecindad distinta y el 10,6%, al igual que en el anterior, solo uno es ajeno a dicha localidad pero, o bien el soyano o bien el foráneo, su padre o madre son oriundos del municipio residencia de alguno de los dos. Además cabe indicar que un 4,54% son consanguíneos. 11

I. Testón Núñez, Amor, sexo y…, p.109.

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MATRIMONIO Y MERCADO MATRIMONIAL …

En este sentido podemos decir que, en cierta medida, vemos como el parentesco ejerce un claro papel sobre la migración y el mercado matrimonial. Gracias a estas redes de parentesco las comunidades se extienden más allá del lugar de origen al que habían estado confinadas. A través de ellas, se establecen los flujos de comunicación e intercambio de bienes y vínculos sociales. De tal forma que las relaciones comunitarias que unen a los emigrantes con quienes viven en el pueblo de origen se reproducen y ratifican a través del intercambio matrimonial, con lo cual, el vínculo parental se reconstituye y, con ello, la vida comunitaria más allá de los límites físicos de la localidad de origen. 4. Comunidades extensas De acuerdo con todo lo expuesto nos lleva a preguntarnos qué podemos considerar como endogamia y qué por exogamia. El principal error que solemos cometer a la hora de determinar la exogamia es establecer el pueblo e incluso, a veces, la parroquia como el límite. Si bien es cierto que hay que establecer un límite, esto no quiere decir que los individuos lo concibiesen como tal12. Así pues, lo que hemos intentado es fijar el área extra-poblacional que delimita el espacio más allá del cual los intercambios matrimoniales pueden estimarse como exogámicos. De este modo, si observamos el cuadro IV y los mapas de las procedencias de los cónyuges podemos determinar que dicho límite se situaría en torno a los 10 kilómetros en línea recta, de donde proceden la mayoría de los consortes, el 65,45% 13 . Una vez sobrepasada dicha distancia vemos cómo se va atenuando el gris y reduciendo el número de cónyuges, es decir, a partir de esa distancia los matrimonios serían exogámicos. ¿Qué nos lleva a considerar que esto sea verdad o posible? en primer lugar, como señalamos antes un 10,6% de los enlaces “exógamos de vecindad” estaban formados por personas cuyos padres procedían de Hoyos e incluso el 4,54% eran consanguíneos, es decir, existe una serie de redes sociales entre los habitantes de los pueblos más próximos no solo surgidas a partir del parentesco sino también por razones económicas y culturales, que se tejían con los contratos de venta de propiedades, en las ferias y fiestas de los pueblos circundantes, en el campo de labor donde se cruzarían diariamente, no solo debido a que las tierras lindaban con las de los otros municipios, sino porque se poseían este tipo de propiedades en distintos pueblos y también por las diversas concesiones o arriendos de los terrenos comuneros. En segundo lugar, porque la movilidad del hombre de los tiempos modernos era relativamente escasa y solo se producía por extrema necesidad, motivos laborales o comerciales, hecho que influye en los matrimonios exogámicos, es decir, los que sobrepasan los 10 kilómetros. En este sentido, los matrimonios con los consortes que proceden de lugares que se encuentran entre los 20 y 100 kilómetros se deben a razones económicas o estrategias matrimoniales concretas. Se tiene constancia de la venta en 12

E. Garrido Arce, “Familia, parentesco y…” p.228. Camilo Fernández Cortizo estableció que en Tierra de Montes el área extra-poblacional en la elección de los cónyuges se restringía al radio de los 10 kilómetros (C. Fernández Cortizo, “Espacios matrimoniales y…”, p.91); José Pablo Blanco Carrasco también ha observado que en la ciudad de Badajoz durante el período de tiempo comprendido entre 1600-1849, determina que son las poblaciones más cercanas, sobre todo las que se encuentran dentro del mismo partido, las implicadas en los movimientos migratorios (J. P. Blanco Carrasco, “Notas para un estudio sobre las migraciones y la movilidad geográfica en el entorno urbano extremeño”, Revista de Demografía histórica, XXI, I, 2003, segunda época, p.100). 13

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Hoyos de paños pardos, zapatos de Garrovillas y otros productos en el mercado de los martes14, también que los vecinos de Navas del Madroño cuando no se labraban las tierras se dedicaban a vender madera a los pueblos comarcanos15 y que los arrieros de la provincia de Salamanca iban a trabajar a Hoyos en las labores de recolección de frutas de espino 16 . Estas relaciones comerciales existentes entre los soyanos con los castellanos, portugueses y resto de pueblos extremeños permitían a su vez el intercambio de gente. No obstante, si nos fijamos bien, los enlaces que se producen con personas que recorren una distancia superior a 100 kilómetros, son realmente los que salen de lo común. Éstos tienen lugar en momentos concretos, normalmente, durante o tras los conflictos bélicos, debido a la presencia de compañías militares próximas a la villa. Por otro lado, hay que tener en cuenta que las características geográficas y económicas de Hoyos no constituía un foco de atracción para los migrantes, no solo debido a su emplazamiento en plena Sierra de Gata sino también a la falta de caminos, que constituye uno de los principales condicionantes de la movilidad, restringiendo de esta manera las relaciones sociales y el mercado matrimonial con las personas más próximas del entorno geográfico. Las noticias que encontramos en las fuentes documentales recogen, aparte del pésimo estado de las vías, la existencia solamente de caminos entre los pueblos, siendo el de Acebo y el de Perales los más utilizados e importantes porque conducían a Castilla17. En referencia a ello Pascual Madoz indica: “Caminos. No hay mas que los de pueblo á pueblo […] Son malos generalmente, solo por algunos pueden pasar carros; pero siempre con dificultad, ó aligerando de peso; casi todos los pueblos que están á la falda de la sierra N. tienen su puerto particular para subir á Castilla; son los mejores los de Perales, San Martin y Gata, habiéndose este reparado considerablemente en los últimos años: sin embargo, la disposición del terreno unido á lo fuerte y contínuo de las aguas, hacen grandes daños en estos puertos, en los demas caminos y aun en las haciendas, por cuya razon hay que trabajar de continuo, so pena de verlo todo arruinado en breve”.18

14

G. Barrientos Alfageme y M. Rodríguez Cancho (eds.), Interrogatorio de…, p.278. G. Barrientos Alfageme y M. Rodríguez Cancho (eds.), Interrogatorio de la Real Audiencia: Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Alcántara, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1993, p.432-433. 16 P. Madoz, Diccionario geográfico, estadístico..., p.246 17 En el Interrogatorio de la Real Audiencia describe el estado de los caminos como malos y costosos; Pascual Madoz los califica de la misma forma, además indica que son pocos y que solo por algunos pueden circular carros. 18 P. Madoz, Diccionario geográfico, estadístico..., pp.246-248. 15

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MATRIMONIO Y MERCADO MATRIMONIAL …

Tabla 4. Distancia recorrida por los contrayentes (vecindad)19

Distancia de los contrayentes < 10 Kms 10-20 Kms 20-30 Kms 30-50 Kms 50-100 Kms >100 Kms

Totales 180 51 14 17 43 21

% 65,45 5,09 4,73 1,45 15,64 7,64

Fuente: ADCC, Libros de casados y velados Hoyos. Elaboración propia.

5. Conclusión A través de este estudio hemos podido comprobar como los enlaces matrimoniales soyanos se caracterizaban por una fuerte tendencia a la endogamia geográfica, motivada por una serie de factores tales como el arraigo a sus costumbres y tradiciones en las que la aspiración ideal era desposarse con un contrayente del mismo pueblo con el que compartía los mismos modos de vida. El principal problema se nos plantea a la hora de determinar qué es exogamia y cuál es el parámetro más adecuado para medirla. Así pues, partiendo de la hipótesis de que las uniones matrimoniales la mayoría de las veces se establecen con personas entre las que existe algún nexo de unión, hemos considerado como matrimonios endogámicos todos aquellos que se producen dentro de lo que consideramos como Comunidades extensas, es decir, todas las poblaciones que se hallan en un radio de 10 kilómetros. No obstante, con este trabajo lo que hemos pretendido ha sido esclarecer e indagar un poco en este tema tan complejo y poco investigado.

19

Solo se han computado las distancias cuando la fuente especifica el lugar concreto de residencia.

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Mapa 2. Procedencia geográfica de los cónyuges de Hoyos (según el origen)

Fuente: ADCC, Libros de casados y velados de Hoyos. Elaboración propia.

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Mapa 3 Procedencia geográfica de las mujeres de Hoyos (según el origen)

Fuente: ADCC, Libros de casados y velados de Hoyos. Elaboración propia.

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Ana Mª PRIETO GARCÍA

Mapa 4. Procedencia geográfica de los hombres de Hoyos (según el origen)

Fuente: ADCC, Libros de casados y velados de Hoyos. Elaboración propia.

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MATRIMONIO Y MERCADO MATRIMONIAL …

Mapa 5. Procedencia geográfica de los cónyuges de Hoyos (según la vecindad)

Fuente: ADCC, Libros de casados y velados de Hoyos. Elaboración propia

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Ana Mª PRIETO GARCÍA .

Mapa 6. Procedencia geográfica de las mujeres (según la vecindad)

Fuente: ADCC, Libros de casados y velados de Hoyos. Elaboración propia.

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MATRIMONIO Y MERCADO MATRIMONIAL …

Mapa 7. Procedencia geográfica de los hombres (según vecindad)

Fuente: ADCC, Libros de casados y velados de Hoyos. Elabora

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Pleitos e infrajudicialidad en los matrimonios aragoneses en el siglo XVIII. Los procesos por esponsales y estupro Lawsuits and outlaw pacts in XVIII Century Aragonese marriages. The processes of betrothal and stupor Daniel BALDELLOU MONCLÚS Universidad de Zaragoza Resumen: El ritual de esponsales constituía un proceso ritual mediante el que las parejas confirmaban un compromiso de futuro para contraer matrimonio. Dicho acuerdo era rescindible, pero era considerado como una base segura sobre la que establecer planes familiares a largo plazo, por lo que su ruptura constituía una crisis familiar. En la presente comunicación realizo un análisis sobre los conflictos que provocaban estas rupturas, tanto en forma de demandas judiciales como de presión social para alcanzar un acuerdo que garantizase la estabilidad social. Palabras clave: familia, conflicto social, esponsales, tribunal diocesano, estupro Abstract: The betrothals were as ritual process used by couples and their families to confirm publically a compromise for a future marriage. It was possible to rescind this agreement, but it was considered as a base for establishing long term family plans. The annulment of the betrothal could provoke a family crisis. In this paper I analyse these conflicts both as legal lawsuits and as social pressure to arrive to an arrangement. Society was based in marriages, so it was important to ensure that these family crisis ended up in an arrangement that could guarantee social stability. Keywords: family, social conflict, betrothals, church courts, stupro

1. Introducción: El valor de los esponsales Entre las representaciones teatrales y relatos populares presentes en la España Moderna, la historia de Don Juan Tenorio estuvo presente como paradigma del riesgo que la seducción suponía para la mujer. Aun antes de la teatralización atribuida a Tirso de Molina, la historia del burlador sevillano ha sido rastreada desde el siglo anterior a su estreno1. La literatura da fe de la presencia de esta amenaza en el imaginario colectivo. La burla o estupro era también una amenaza a juzgar por la intensa actividad legal que suscitó en los tribunales reales y eclesiásticos. El estupro se trataba de un delito consistente en dar palabra de matrimonio a una mujer y confirmarla mediante relaciones sexuales para después abandonarla. El delito perseguido no era una violación, pues se entendía que la mujer había consentido. El proceso judicial dependía de si constaba la existencia de un compromiso formal entre la pareja, conocido en el código legal como “verba de futuro”. El Corpus Iuris Canonici2 especificaba la validez de la promesa por 1

Francisco Márquez Villanueva, Orígenes y evolución de “El Burlador de Sevilla”, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1996, pp. 58-62. 2 Corpus Iuris Canonici, X. IV 4 1, Contrahens successive per verba de praesenti cum duabus, tenetur adhaerere primae. Si autem primo contraxit per verba de futuro, secundo per verba de praesenti, adhaerebit secundae.

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Daniel BALDELLOU MONCLÚS

esponsales, aunque también la posibilidad de que se rompiera siempre y cuando no hubiera llegado a consumarse. Si tras la promesa de matrimonio se realizaba una cópula, esta se convertía inmediatamente en matrimonium consummatum, lo que daba pie a que el tribunal eclesiástico decretase la ratificación de todas aquellas promesas de matrimonio seguidas por cópula, es decir de los estupros3. A lo largo de la presente comunicación abordo un análisis crítico de los pleitos por esponsales y estupro presentados ante los tribunales diocesanos aragoneses con el objetivo de determinar su funcionamiento y proponer una lectura divergente a la visión oficial de los acontecimientos. El procedimiento judicial daba por sentado una serie de circunstancias y roles atribuidos al hombre y a la mujer enfrentados. Entre ellos destaca la asimilación de la mujer como un elemento pasivo en la relación cuyo papel consistía en aceptar la palabra del varón por dudosa que esta fuese. Un estudio más detallado de los procesos judiciales y de sus antecedentes sugiere no obstante que existía un proceso social paralelo que tomaba los pleitos como una herramienta más entre otro tipo de pactos para alcanzar un acuerdo entre las partes. A fin de cuentas, los pleitos por incumplimiento de esponsales solo eran el resultado de un compromiso fracasado. En consecuencia, los roles entre hombres y mujeres establecidos en los pleitos eran una adaptación a los recursos legales disponibles, no un reflejo de las relaciones reales en los que las mujeres iban mucho más allá de la aceptación del cortejo y el compromiso. El cortejo no se trataba simplemente del ritual de chichisbeo que los petimetres dieciochescos desarrollaban hacia mujeres casadas 4 . Pérez Teijón señaló que el chichisbeo propio de las costumbres ilustradas pretendía ser un desquite de la mujer que no contaba con libertad para contraer matrimonio. En este sentido, se trataría de una moda aristocrática, pues la imposición del marido sin posibilidad de negocio era más frecuente en la aristocracia nobiliar o económica5. El cortejo se trataba en realidad de un mecanismo cultural que permitía la reproducción del modelo social basado en las unidades familiares. El matrimonio constituía una crisis de poder cotidiana, tan delicada como habitual en las sociedades del Antiguo Régimen. El cortejo establecía una serie de pasos predeterminados que permitían la aproximación del individuo ajeno a la familia, el varón generalmente, al grupo familiar de la mujer. El cortejo debía ser una acción conocida por la comunidad, supervisada por las familias y desarrollada en espacios públicos hasta alcanzar un cierto nivel de intimidad. De esta forma, las parejas y los vecinos tenían ocasión de comprobar su compatibilidad y las familias de negociar los términos económicos y legales del acuerdo. El cortejo se trataba indudablemente de un ritual, pero no quiere decir que estuviera vacío de significado. Era un procedimiento de aproximación controlada que permitía evitar los riesgos que suponía para la economía familiar y la reputación un compromiso fallido o un núcleo familiar inoperante. El cortejo era también el periodo de tiempo en el que las parejas y sus familias debían poner las cartas sobre la mesa y discutir las posibles aportaciones con las que cada uno contribuiría al matrimonio. Las negociaciones incluían todos los ámbitos: dotes, 3

Jean Gaudemet, El matrimonio en Occidente, Madrid, Taurus, 1993, pp. 190-196. María del Carmen Martín Gaite, Usos amorosos del XVIII en España, Barcelona, Anagrama, 1988, pp. 8-12. 5 Josefina Pérez Teijón, “El cortejo en los sainetes y tonadillas del siglo XVIII como transgresión de la moral al uso”, en Francisco Romero Ferrer (coord.), VI Encuentro de la Ilustración al Romanticismo. Juego, Fiesta y Transgresión, 1750-1850, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1995, pp. 137-150. 4

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PLEITOS E INFRAJUDICIALIDAD EN LOS MATRIMONIOS …

herencias, disposición del nuevo núcleo familiar o incluso previsiones ante la muerte; todo era objetivo de negociación y aunque el cortejo tuviera una buen dosis de romanticismo y atracción personal, las cuestiones prácticas sobre la organización y la jerarquía que ostentaría la pareja una vez casada eran igual de importantes. Sirva como ejemplo el contenido de una carta enviada por un pretendiente de Miranda del Ebro a la doncella de Pina de Ebro (cerca de Zaragoza) Francisca del Cazo en 1770. La carta incluye evidentes muestras de afecto, pero para haber sido presentada en el tribunal como una “carta amatoria”, parece que el amor se subordinaba en gran medida a la viabilidad económica de la pareja: “Señora Francisca, usted sea con la más prefecta salud y Dios la guarde en compañía de su señora madre y demás personas (…).Te participo con todo mi corazón en cuanto a lo que tenemos tratado. He conseguido de mi padre que haga de mi voluntad lo que me parezca; así mismo, estoy en casa trabajando hasta que me case y mi padre me dará como padre lo que pueda también. (…) A mí, quien de corazón te adora, y siempre se detuvo en servirte, con todo afecto es Jacinto Bordonaba”.6

La mayor parte de las cartas que mediaban entre parejas o familiares, así como las circunstancias descritas en los pleitos, sugieren que el cortejo se trataba de un procedimiento en el que convivían los deseos personales de los contrayentes con los márgenes impuestos por las familias y circunstancias económicas. Se trataba de un proceso complejo en el que no siempre se obtenía lo que se deseaba, por lo que el riesgo de que uno de los supuestos contrayentes abandonase el proceso era alto. En principio, no había compromiso irrompible hasta la consumación del matrimonio. Sin embargo, la inversión en tiempo, dinero y reputación que suponía dar pasos públicos hacia un compromiso era considerable. La sociedad española del siglo XVIII mantuvo la percepción consuetudinaria de que no podía abandonarse un compromiso de esponsales sin una justificación legítima y que, de hacerlo, era preciso compensar a la parte abandonada o ratificar que no se debía a una razón potencialmente vergonzante. Esto último era importante y se trataba de una cuestión muy cuidada por los tribunales, ya que la rumorología podía fácilmente tachar a una joven soltera abandonada de deshonrosa o mala de cuerpo y dificultar enormemente sus posibilidades de matrimonio7. El compromiso matrimonial era un proceso gradual y muy dependiente de las concepciones culturales de cada comunidad. No obstante, en todos los espacios analizados se mantienen dos fronteras tras las cuales era muy difícil echarse atrás: la promesa de esponsales y el sexo de compromiso que unían a la pareja bajo palabra de futuro o de presente respectivamente. Los procesos eclesiásticos por incumplimiento de esponsales con cópula carnal fueron una constante a lo largo de la Edad Moderna en diversos tribunales de la península. Jesús María Usunáriz constató que a la altura del siglo XVIII los procesos por estupro e incumplimiento de esponsales se incrementaron en los tribunales

6

Carta enviada con fecha del 20 de febrero de 1770 por Jacinto Bordonaba a Francisca del Cazo y luego incluída como prueba en el pleito de incumplimiento de esponsales mantenido entre ambos: ADZ, Jactancias, 1773, J-L Lig 6 (caja II). 7 Martine Charageat, La Délinquance Matrimonialle, Couples en conflit et justice en Aragon, Paris, Publications de las Sorbonne, 2011, pp. 171-177.

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diocesanos de varios puntos del reino de España 8 . Los procesos aragoneses desarrollados en sus tribunales diocesanos sugieren un incremento de la conflictividad de pareja dirimida ante terceros que fue en aumento hasta las décadas de los 60 y 70 para comenzar un leve descenso a fin de siglo. Figura 1: Evolución de la conflictividad en los tribunales aragoneses en el siglo XVIII9

Los tribunales eclesiásticos no hacían distinción entre incumplimiento de esponsales y estupro. Todos los casos aparecen agrupados en la calificación Super jactantia o Super foedere matrimonii dependiendo del tribunal de referencia. Sin embargo, el criterio con el que se juzgaban podía variar mucho en relación a la gravedad del caso. El análisis de los pleitos indica un amplio abanico de situaciones legales. Los pleitos prematrimoniales dependían intensamente del grado de compromiso alcanzado. Unos esponsales podían cancelarse, aunque no gratuitamente, si se demostraba ante el tribunal que había habido un compromiso en firme. El estupro por su parte era teóricamente vinculante, el hecho de que en muchas ocasiones se permitiese pagar una compensación económica sugiere que incluso los jueces tenían una visión subjetiva de las acciones que realmente habían ocurrido entre los litigantes.

8

Francisco Javier Lorenzo Pinar, “Los criados salmantinos durante el siglo XVII (1601-1650)” Studia histórica, Historia moderna, 31, (2009), pp. 275-304, Marie Costa, “La problemática de las promesas de matrimonio en Barcelona 1776-1833”, Pedralbes, 28, 2008, pp. 553-584, Jesús María Usunáriz Garayoa, “Los tribunales diocesanos y el matrimonio en la Edad Moderna”, en María Antonia Bel Bravo, y José Fernández García, (coords.), Homenaje de la Universidad a Don José Melgares Raya, Jaén, Universidad de Jaén, 2008, pp. 349-376. Tomás Antonio Mantecón Movellán, “Hogares infernales: una visión retrospectiva sobre la violencia doméstica en el mundo moderno”, en Francisco Javier Lorenzo Pinar, (ed.), La familia en la Historia, Ediciones Universidad de Salamanca, 2008, pp. 187-230. María Luisa Candau Chacón, “Entre lo permitido y lo ilícito: la vida afectiva en los Tiempos Modernos”, Tiempos Modernos, Monográfico: El matrimonio en el corazón de la sociedad, 18, 2009/1. Publicación online:

< http://www.tiemposmodernos.org/tm3/index.php/tm/article/view/157/211>. 9

El gráfico ha sido elaborado mediante los 829 procesos judiciales utilizados en la muestra. Esto no representa más que un porcentaje de los procesos totales, pero sí es representativo de su evolución temporal..

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Figura 2: situaciones definidas en los pleitos por esponsales10

2. Las múltiples versiones de qué era un compromiso de esponsales Tomando como partida el derecho romano, el concepto de esponsales evolucionó hacia un valor de compromiso sin peso legal en los tribunales reales pero todavía bien considerado por los tribunales eclesiásticos y más aún para las familias. Desde un punto de vista social, los esponsales eran una herramienta eficaz para fijar un acuerdo de matrimonio para cuando familias y comprometidos reuniesen los requisitos. Los capítulos matrimoniales indican la dificultad que tenían las parejas para reunir el capital necesario para contraer matrimonio y que por lo tanto el compromiso de esponsales constituía un punto de seguridad. Una vez realizado el compromiso, existía una cierta estabilidad a partir de la cual se podía orientar la vida económica y social de las familias hacia la obtención de los recursos que permitiesen establecer la nueva unión conyugal. La frontera entre un pleito por esponsales incumplidos y uno sobre estupro estaba muy bien definida en los tribunales. Mucho más difícil era determinar la validez de la promesa dada o siquiera su existencia, pues la defensa más frecuente de los demandados era asegurar no haberse comprometido en modo alguno. Lo cierto es que la información al respecto resulta contradictoria, pues aunque es cierto que los sínodos diocesanos se esforzaban por determinar con exactitud en qué consistían unos esponsales, un importante número de pleitos se sustentaban en compromisos cuanto menos poco ortodoxos, pero defendidos a capa y espada como legítimos por numerosos testigos. La base de los esponsales era el mutuo consentimiento y precisamente por ello la clave estaba en una doble promesa que tenían que darse los contrayentes. En primer lugar, el varón debía pronunciar las palabras: Ego, talis, promitto uel iuro tibi, tali, quod te recipiam in uxorem. A lo que la doncella debía responder: Et ego, talis, promitto tibi uel iuro tibi quod te recipiam in maritum.11 Si los testigos certificaban el cumplimiento de todos estos requisitos, era realmente complicado que los tribunales declarasen libre de cargos al acusado de romper el compromiso, ya fuese hombre o mujer. La mayor parte de los pleitos por esponsales que podían presentar este tipo de testimonios terminaban sentenciando la 10

El total de procesos extraídos fue dirimido en los tribunales diocesanos de Barbastro (123 casos), Huesca, (104 casos), Zaragoza (289 casos) y Teruel (31 casos). 11 Federico Rafael Aznar Gil, Concilios provinciales y sínodos de Zaragoza, de 1215 a 1563, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1982, p. 133-135.

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existencia de un vínculo y por lo tanto la posibilidad de compensar de alguna forma a la persona afectada. Figura 3: sentencias de los casos con cortejo y esponsales públicos

Como puede observarse en la figura 3, ser declarado culpable de haber abandonado un compromiso no implicaba contraer matrimonio de manera forzosa. Las sentencias también sugieren un elevado nivel de pactos infrajudiciales entre los litigantes. Además de los casos en los que el notario hace constar la disolución del proceso tras una cuerdo. La mayor parte de los casos en los que el pleito se interrumpe sin explicación podrían también tratarse de acuerdos privados alcanzados entre las partes, principalmente la aceptación del plan matrimonial original o el pago de una compensación económica a cambio de dar por cancelado el acuerdo12. De lo que no hay duda es que el ritual de esponsales era valorado como un compromiso vinculante. Tanto por el tribunal diocesano como por los vecinos y familias implicadas. La importancia del compromiso de esponsales está vinculada a la necesidad de que los cortejos fuesen un proceso seguro sobre el que se pudiesen hacer planificaciones económicas. Por otra parte, la seguridad de un compromiso verbal por encima de los acuerdos familiares o aun del consentimiento paterno facilitaba que una pareja pudiese contraer matrimonio por su propia iniciativa. Como resultado, los compromisos de esponsales analizados en los tribunales distaban en ocasiones de seguir las reglas establecidas de manera estricta. Casi la mitad de los pleitos por incumplimiento de esponsales estaban basados en un compromiso alejado de las estructuras determinadas por la iglesia. El único elemento que se mantiene inalterados para considerar el compromiso válido era la formulación de la promesa mutua entre la pareja por su propia voluntad. Frente a la estricta regulación legal, los pleitos por esponsales describen varias situaciones ajenas a 12

Martin Dinges sugirió que la importante cantidad de pleitos judiciales inacabados indicaba a menudo el uso de los tribunales como una herramienta de presión para forzar un acuerdo a la parte contraria: Martin Dinges, “El uso de la justicia como forma de control social en la Edad Moderna”, en José Ignacio Fortea, Juan E. Gelabert y Tomás A. Mantecón, (ed.), Furor et rabies, violencia, conflicto y marginación en la Edad Moderna, Santander, Universidad de Cantabria, 2002, pp. 47-68

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la norma establecida pero al parecer muy frecuentes y tenidas en consideración por los jueces. Uno de los casos más frecuentes era la presentación de un compromiso de esponsales precipitado y sin ausencia de testigos. Si no se seguía el ritual especificado, la validez del compromiso quedaba al libre juicio de los contrayentes. Si además no había testigos del compromiso, el pleito dependía de los testimonios que cada parte pudiera aportar para demostrar su versión13. Dejando a un lado los casos de estupro, en los que en muchas ocasiones el varón no tenía realmente objetivo de casarse, la principal razón para incumplir una promesa de esponsales era haber encontrado una opción matrimonial mejor que la acordada. En algunos casos, una de las partes asumía que sus recursos eran insuficientes para el matrimonio proyectado, se veían forzados a trasladarse por cuestiones laborales, sus familiares les presionaban para aceptar una oferta mejor o, en los más rocambolescos, se descubría que la parte contraria había ocultado cuantiosas deudas o incluso alguna discapacidad física del contrayente. Hubiese o no un sentimiento amoroso por parte de las parejas, el peso económico del matrimonio es indiscutible. Los rituales de esponsales se llevaban a cabo principalmente para evitar que la aparición de una alternativa mejor echase por tierra el compromiso. La mayoría de los pleitos por esponsales incumplidos se referían a estos casos. Si el ritual no se había llevado a cabo según las normas o sin testigos, era muy difícil demostrar la existencia de un vínculo real entre la pareja. En la mayor parte de las ocasiones, la falta de rigor en los esponsales sugiere un compromiso tambaleante, en el que uno de los miembros prefería evitar un ritual vinculante. Este fenómeno era muy frecuente en rituales sin cortejo previo, en los que la unión había sido promovida por las familias sin el consentimiento de al menos uno de los contrayentes. Los testimonios de los pleitos son abundantes en evidencias sobre la existencia de un cortejo. Pero si no había testigos que relatasen un ritual de esponsales formales, era frecuente que no se considerase el cortejo un compromiso vinculante. En la mayoría de los casos, los esponsales sin cortejo previo eran fácilmente descubiertos al interrogar a los vecinos y determinar que la pareja no había mantenido un cortejo a la vista de la comunidad, lo que automáticamente levantaba sospechas sobre la libertad en la que se habían dado los esponsales. La presión familiar era una buena razón para aceptar pasar por un cortejo, pero el ritual público de esponsales era el punto a partir del cual era difícil dar marcha atrás. Tampoco bastaba cualquier ritual, los tribunales eran flexibles en cuanto al número de testigos, presencia de un sacerdote o las palabras exactas que había que pronunciar. No obstante, cualquier esponsal realizado a la fuerza o con algún tipo de coacción era considerado automáticamente inválido. La presión familiar para contraer matrimonio era frecuente, es difícil evaluar en qué casos seguir los planes paternos era una simple cuestión de respeto o un ejercicio de violencia, aunque no hubiese agresiones físicas de por medio14. 13

Sobre la importancia de los testimonios para demostrar la existencia del cortejo formal véase: Margarita Torremocha Hernández, “El matrimonio y la relación de los cónyuges en la Castilla postridentina (en la literatura de la época)”, en Joan Bestard Ed. y Manuel Pérez Comp.: Familia, valores y representaciones, Universidad de Murcia, 2010, pp. 155-178. 14 El concepto de violencia, especialmente en el campo de la familia, pueden ir mucho más allá de la agresión física. El ejercicio de la intimidación contra las mujeres fue una constante a lo largo de la historia de las familias occidentales: Carmen Magallón Portoles, “sostener la vida, producir la muerte:

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Desde el punto de vista de los tribunales, se daba por hecho que las familias podían y debían ejercer su autoridad para orientar a sus descendientes en la dirección que consideraban adecuada 15. La transgresión llegaba cuando se forzaba el ritual de esponsales. Los pleitos dibujan varios casos en los que la presión familiar rebasó la difusa línea que dividía la autoridad paterna del matrimonio forzado. Aunque el tribunal diocesano era notablemente flexible sobre la formulación de los esponsales, se mostraban mucho más estrictos cuando había indicios de que una familia intentaba llevar a su hijo o hija a rastras al altar. En el proceso de esponsales, una vez oídas las declaraciones iniciales de cada parte, el tribunal podía ordenar un interrogatorio privado a cada uno de los implicados. Según las constituciones sinodales de varias diócesis, los interrogatorios servían precisamente para asegurarse de que nadie declaraba contra su voluntad 16 . La privacidad, similar a la que se podía obtener en un confesionario, era la mejor herramienta para evitar la coerción de los demandantes, pues mentir a los jueces eclesiásticos equivalía a mentir al confesor17. En estas circunstancias, era frecuente que una muchacha fuese forzada a reclamar matrimonio a un hombre por sus padres pero que en cuanto se quedaba sola con los jueces confesase que los esponsales eran forzosos. El análisis de los pleitos por esponsales indican que en un 14% de los casos analizados el tribunal detectó algún tipo de coerción por parte de los padres para forzar un matrimonio. Como ejemplo característico se puede hacer referencia al caso de María Antonia Portet, cuya declaración ante el tribunal anuló unos esponsales firmados ante notario. Según el protocolo notarial, Don Claudio Traggia, capitán de los Dragones de Sicilia reclamaba matrimonio a María Antonia Portet con el apoyo de los padres de ella 18 . En un principio, el Capitán denunció el incumplimiento del compromiso acordado mediante un documento sellado en el que se recogía la realización de un ritual de esponsales por escrito y con la firma de los dos contrayentes. El documento estaba en regla, pero el tribunal había recibido noticia de que el padre de María Antonia, desde que había contraído esponsales, “la dicha doncella se hallaba retenida en las casas de su padre sin poder hablar con su propio causídico”19. El tribunal ordenó la extracción de la doncella de su casa y que se la sometiese a interrogatorio. Su declaración arrojó otro punto de vista sobre su compromiso firmado: “Respondió a todo la dicha doña Maria estereotipos de género y violencia”, en Vicenç Fisas, El sexo de la violencia, Barcelona, Icaria, 1998, pp. 93-116. Jesús María Usunáriz Garayoa, “La violencia doméstica en la España de los siglos XVI y XVII: el ejemplo del reino de Navarra”, en J.M. Escudero y V. Roncero, La violencia en el mundo hispánico en el Siglo de Oro, Madrid, Visor Libros, 2010, pp. 375-394. 15 Antonio María Arbiol, La familia regulada con doctrina de la Sagrada Escritura y Santos Padres de la Iglesia Católica, Madrid, Gerónimo Ortega e hijos de Ibarra, 1789, pp. 41-47. 16 Las advertencias más específicas sobre la importancia de intimar a los declarantes para asegurar su autonomía pueden encontrarse en las Constituciones Sinodales de Huesca, iniciadas el 6 de junio de 1716, Libro II, De Iudiccis, pp. 70-110: “Que el vicario oficial y notarios vean si son partes legítimas, los que a juicio viene a pedir, examinándo los poderes y recaudos y si son legítimos”, Ref: ADH: Constituciones Sinodales, 1716, 1.4/6/1. 17 Foucault indicó que la confesión era un ritual de discurso en el cual el sujeto que habla coincide con el sujeto del enunciado, se despliega una relación de poder pues no se confiesa sin la presencia al menos virtual de otro, que no es simplemente el interlocutor sino que representa una autoridad superior a la que no puede engañarse. El ambiente recreado en los interrogatorios buscaba emular este efecto de confesión. Michel Foucault, Historia de la sexualidad, tomo 1: La voluntad de saber, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, p.65. 18 ADZ, Jactancias, 1738, Esponsales A-B-C lig. 1, 14. 19 Ibídem.

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Antonia Portet que deniega los esponsales que pueda tener contraído, afirma que el hermano Antonio de los Dolores la hizo hacer una firma en blanco bajo la presión de su padre (…) con lo que justificaba los esponsales por escrito”20. Los esponsales puestos por escrito y ante notario eran una opción poco habitual. En este caso, el documento se trataba de una falsificación realizada bajo presión. Su padre había acordado el matrimonio con el Capitán y mientras este estaba fuera de la ciudad había realizado los preparativos. El único problema era que su hija no se mostraba dispuesta a casarse con este varón, de manera que buscó la forma de obligar a su hija a firmar el documento de esponsales utilizando todo tipo de presiones: “Valiéndose para este fin de todo género de violencias. Ya negándole el reconocimiento de hija como también en darle caudal alguno en razón de dote de matrimonio y asimismo teniéndola oprimida y retirada de toda comunicación”21. El resultado de los pleitos en los que se sospecha la existencia de un matrimonio forzado eran casi siempre la disolución del falso compromiso y el permiso para que la persona interesada “casase con quien considerase conveniente dentro de las normas de la iglesia”. Este resultado puede dar a entender que ante las presiones familiares, era relativamente fácil obtener apelar al tribunal eclesiástico para asegurar la propia libertad de matrimonio. Es cierto que los jueces eclesiásticos se mostraban muy severos en los casos de matrimonio forzado. Pero por otra parte, la sentencia emitida en este caso y en otros muchos no obligaba al padre de María Antonia Portet a dotar a su hija, pudiendo ser, de acuerdo a las leyes aragonesas, virtualmente desheredada22. En algunos pleitos se hacía constar en la sentencia o por parte de algunos testigos que se intentaría buscar un “arreglo” a la situación para que se dotase a las hijas “a poder de la casa”. La amenaza del desheredamiento era muy real en Aragón, lo cual siempre jugaba en favor de los padres. No obstante, también existía una fuerte noción de la necesidad de dotar a los nuevos matrimonios para evitar la ruina de una unidad familiar que terminaría por afectar al resto de la comunidad. Muy posiblemente, María Antonia Portet no contrajo matrimonio con el Capitán de los Dragones de Sicilia, pero es también muy probable que no se casara de espaldas a su padre para obtener algún tipo de apoyo por su parte. La mayor parte de los pactos infrajudiciales en los pleitos entre padres e hijos iban encaminados hacia este tipo de soluciones de consenso. 3. Deshacer el mal realizado: los pleitos por estupro Los rituales de esponsales eran desde el punto de vista consuetudinario un acuerdo verbal vinculante. Sin embargo, esa propia moral no escrita entendía que era posible anularlos o incluso legítimo si el compromiso iba a traer más problemas que beneficios. El estupro era un problema más grave: el compromiso ratificado mediante relaciones sexuales era ya un matrimonio de facto, pues de no serlo hablaríamos de un acto de fornicación o una violación. Las penas a los violadores solían ser mucho más altas, pero también constituían un grave daño a la reputación de la mujer desvirgada, ya fuese con su consentimiento o a la fuerza. Insistir en que la mujer solo aceptó el acto tras 20

Ibídem. Ibídem. 22 José Antonio Salas Auséns, “Preparando la vejez. Mujer y capitulaciones matrimoniales en el mundo rural altoaragonés en la Edad Moderna”, en María José Pérez Álvarez y Alfredo Martín García, Campo y campesinos en la España Moderna; culturas políticas en el mundo hispano, Vol. 2, León, Fundación Española de Historia Moderna, 2012, pp. 1259-1269. 21

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comprometerse era una forma de salvar la imagen pública de la agredida por lo que, en muchas ocasiones, los pleitos por estupro requieren de una lectura ajena a lo estrictamente explicado en el protocolo notarial. Los estupros han sido analizados en numerosas investigaciones en diversos puntos de la geografía española y en las dos posibles versiones del proceso: real o eclesiástico. 23 Solo si había habido relaciones carnales, los tribunales reales interpretaban que existía delito. En los casos de estupro, demostrar la existencia del coito no bastaba para reclamar una promesa de matrimonio, lo esencial era dar constancia de la existencia de tal compromiso expresando que las relaciones sexuales habían sido una forma de certificarlo tal y como se puede observar en la mayoría de los argumentos presentados: “Maria Antonia Pascual declara ante el juez (…) que Juan Antonio Sobrino empezó a galantearla hacía mucho y torpemente, pero que ella se resistió bastante tiempo llevada por su honestidad y recato, pero fueron tantos los de los que se valió dicho Sobrino proponiéndole siempre que habría de casarse y dándole expresa y formal palabra de matrimonio que logró su torpe deseo y la conoció carnalmente...”24.

La mayor parte de los estupros las promesas matrimoniales habían sido realizadas en privado. Este comportamiento chocaba frontalmente con lo que se consideraba que debía ser un compromiso. En algunos casos, un compromiso secreto era la forma de evitar la oposición de la familia, no obstante en los pleitos por estupro lo más frecuente era que el compromiso matrimonial se diese de forma precipitada, con el objetivo de obtener favores sexuales de la demandante y con pocas o ninguna intención de cumplir el compromiso acordado. Ante estas circunstancias cabría preguntarse por qué las mujeres aceptaban a los varones que muy probablemente no iban a cumplir su promesa matrimonial. La respuesta oficial de los abogados era que su “natural debilidad” les hacía imposible resistirse y dejar de creer a estos hombres. El análisis de las circunstancias en las que se aceptaban este tipo de promesas exponen cómo muchas de ellas fueron dadas en un contexto de coacción. En la figura 3 se puede observar como un número considerable de estupros corresponden a parejas de las que no se conocía relación de cortejo alguna. Es cierto que algunos son el resultado de un romance prohibido extremadamente bien llevado, pero no era habitual que la relación pasase totalmente desapercibida a los agudos ojos de la comunidad25. La mayor parte de los casos de estupro sin que constase un cortejo previo tendían a encubrir un acto de agresión, físico o psicológico, en el que la mujer demandante había sido violada o coaccionada para tener relaciones sexuales y se 23

Son especialmente destacables las investigaciones realizadas por Francisco Javier Lorenzo Pinar, “Conflictividad social en torno a la formación del matrimonio (Zamora y Toro en el siglo XVI)”, Studia histórica, Historia moderna, vol. 13, (1995), pp. 131-154, Raquel Iglesias Estepa, “El recurso a la justicia como vía de resolución de la conflictividad criminal gallega a fines del Antiguo Régimen. El ejemplo de Santiago de Compostela”, Studia histórica, Historia Moderna, 26, (2004), pp. 349-374. María Luisa Candau Chacón, “Entre lo permitido y lo ilícito: la vida afectiva en los Tiempos Modernos”, Tiempos Modernos, Monográfico: El matrimonio en el corazón de la sociedad, 18, (2009), publicación online:

< http://www.tiemposmodernos.org/tm3/index.php/tm/article/view/157/211> 24

Archivo Diocesano de Zaragoza, Jactancias, 1783, J-L Lig. 6 (caja II). José María Imízcoz Beunza, “Familia y redes sociales en la España Moderna”, en Francisco Javier Lorenzo Pinar, (ed.), La familia en la Historia, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2008, pp. 135-186. 25

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aferraba a la supuesta promesa de matrimonio recibida como una forma de restaurar su honor y obtener compensación. Para ilustrar estas situaciones, vamos a utilizar un caso en el que quedó reflejado con más detalle el contexto en el que el varón acusado convenció a la mujer para transigir a sus deseos. Se trata del caso de Mateo Guillén y María Calvo, la cual tras enviudar se vio solicitada por varios pretendientes entre los que destacaba Guillén según el abogado de la viuda: “Doy fe de que Dicho Mateo (…) se entró hasta el cuarto donde aquella dormía y luego empezó a darle muchas quejas porque tenía entendido que quería casarse con otro, a lo que respondió la dicha que aunque era cierto que se había hablado a esta intento por otro mozo pero que también lo era que la susodicha lo había desengañado diciéndole que tenía contraído empeño ya con el dicho”.26

Ante esta decisión, Mateo Guillén podía dar por perdido su objetivo de contraer matrimonio con la viuda. No obstante y dado que estaban solos en mitad de la noche, Guillén optó por una solución más drástica: “Mateo expresó que por ningún modo dejaría de cumplirle la palabra que le tenía dada y valiéndose de la ocasión y soledad en la que estaba la dicha Ana María la persuadió con mucha eficacia para que se dejara conocer carnalmente de él. Y dice que aunque se resistió por gran rato sin embargo en el seguro de que había de ser su marido la conoció carnalmente y le quitó su honor de cuyo caso acuso haber quedado preñada”27.

La declaración de la viuda sugiere que fue forzada a aceptar el compromiso matrimonial, pues la alternativa era lisa y llanamente una violación. Del total de estupros analizados, 32 casos hablan claramente de una agresión física y prácticamente todos los casos de estupro sin relación de cortejo dibujan un escenario de invasión de la intimidad o coacción para forzar la aceptación de la mujer. Resulta llamativo como en algunos de los 32 casos en los que se hace constar el uso de violencia física, la víctima constate que se trató de una violación y aun así presentase un pleito por estupro. La razón de este comportamiento hay que buscarla en las sentencias. De los 32 estupros en los que consta un acto de violación, la mayoría terminaron en el pago de una compensación económica a la mujer agraviada, como dote o incluso como manutención del hijo ilegítimo.

26 27

ADZ, Jactancias, 1730, Lig. 8, Jactancia, l m n p z, núm. 1. Ibídem.

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Figura 4, sentencias en los casos de estupro analizados

Matrimonio Compensación económica Fuga del acusado Pacto infrajudicial Libertad Sin resolución 0 10 20 Estrupros con violencia física

30 40 Estupros totales

50

60

En comparación con lo que ocurría en el resto de casos, son pocos los pleitos por estupro y violencia explícita los que quedaban sin resolución. Tal y como señalaba Dinges, es probable que la mayor parte de los casos irresolutos, principalmente casos tan graves, ocultasen pactos extrajudiciales para evitar gastos y resoluciones ajenas al interés de las partes. Los acuerdos entre las partes tenían que terminar necesariamente en la confirmación de una sola versión de los hechos. El reconocimiento de un contrato vinculante de esponsales se convertía en estos casos en una cuestión de pragmatismo ¿Convenía contraer matrimonio con alguien que había mostrado tanto rechazo al enlace? Por regla general, el pacto dependía de las consecuencias del conflicto que había conducido al pleito. De este modo, la mayor parte de los arreglos infrajudiciales sobre simples esponsales incumplidos terminaban en el pago de una compensación económica por las molestias y la humillación causadas. Esto implicaba el reconocimiento de culpa por parte del pagador, con lo que el agraviado quedaba compensado tanto económica como socialmente. Por otra parte, aquellas reclamaciones por esponsales que revelaban la existencia de un matrimonio forzoso tendían a terminar con un acuerdo para que las parejas contrajesen matrimonio a su gusto siempre y cuando hubiese garantías de que los padres iban a dotarlas de alguna manera. En algunos casos minoritarios, la estricta negativa de las familias a financiar el matrimonio llevaba a que las parejas decidieran finalmente romper su acuerdo. Romper un acuerdo verbal suponía un deshonor y un contratiempo económico, pero casi siempre resoluble sin mayores complicaciones. El estupro acarreaba numerosos problemas añadidos al incumplimiento de un compromiso: mujeres desvirgadas, acusaciones de prostitución, embarazos o incluso hijos ilegítimos que dificultaban la negación del compromiso. Los pleitos por estupro provocados por una violación solían terminar en separación, incluso con hijos ilegítimos de por medio. En el resto de casos, el acuerdo en caso de estupro conducía a la aceptación de los hechos consumados y la celebración de un matrimonio que salvase la situación. 4. Conclusiones La mayor parte de las sentencias seguían una línea de evolución similar a los acuerdos extrajudiciales. La resolución del conflicto, independientemente del canal, atendía a cuestiones prácticas sobre la organización familiar de la sociedad. Los jueces tenían la

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potestad de decidir si era posible arreglar el conflicto sin forzar un matrimonio indeseado. Sus criterios dependían de la gravedad social del caso y de hasta qué punto sería más transgresor mantener unida a la pareja que separarla. El análisis de la multiplicidad de interpretaciones de los casos de incumplimiento de esponsales indica la necesidad de analizar estos conflictos desde una óptica mayor que la historia criminal. Los tribunales eclesiásticos debían atenerse a las normas dictadas por el derecho canónico para resolver los casos de estupro y jactancia. No obstante, las sentencias sugieren una importante flexibilidad en la aplicación de la ley dependiendo de la gravedad y las circunstancias de cada caso. Si la separación o la unión de una pareja iban a constituir una fuente de inestabilidad social, el tribunal tendía a intervenir en favor de la solución menos problemática. El camino al matrimonio era una competición entre distintas autoridades, desde la libertad individual a la autoridad de las instituciones, pasando por la patria potestad y la necesidad de buscar una solución aceptable para los vecinos. Partiendo de que alguien iba a salir perdiendo en las negociaciones, las partes implicadas buscaban la solución que más les beneficiase y que a su vez resultase aceptable para los que tenían que financiar la unión y darla por válida. El resultado era una red de pactos y negociaciones semiprivadas de las cuales los pleitos solo son la parte que ha quedado registrada.

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Padrinazgo eclesiástico y reproducción social en la Cantabria Moderna: siglos XVII-XVIII Ecclesiastical Godparenthood and social reproduction in Early Modern Cantabria: XVIIth-XVIII centuries Héctor Fernando SÁNCHEZ DIEGO Universidad de Cantabria Resumen: A lo largo de la Edad Moderna, y especialmente tras el Concilio de Trento, sucesivos tratados morales y constituciones sinodales desaconsejaban –o directamente prohibían- la elección de sacerdotes y otros miembros del clero como padrinos, con la idea de evitar la desvirtuación de la labor del clérigo en favor de determinados individuos, familias o colectivos de su entorno. Sin embargo, en la práctica, esta directriz se quedaba normalmente en una declaración de intenciones, dadas la configuración y dinámicas sociales de las comunidades del Antiguo Régimen. Si la Iglesia quería participar de la sociedad que la rodeaba de manera efectiva, debía integrarse en esa mélange de lealtades y fidelidades superpuestas en forma de redes interdependientes que abarcaban a todas las personas. En el caso que nos ocupa, el del Valle de Iguña, situado en la actual Cantabria, nos acercamos a la realidad de este fenómeno a partir del estudio de aquellos casos en los que seglares y eclesiásticos entablaron relaciones de compadrazgo a través del bautismo. Una de las opciones más naturales para escoger a un padrino pasaba por los diferentes miembros de las élites locales, lo que en este espacio rural del norte peninsular se reducía, por un lado, al pequeño número de familias de hidalgos infanzones que concentraban la propiedad de buena parte de la tierra. Realmente, estos clérigos eran ellos mismos parte de estas mencionadas élites, habiendo sido elegidos como capellanes, dentro de las estrategias de reproducción social tradicionales. A través del padrinazgo y el compadrazgo se establecían relaciones que interrelacionaban a los diferentes estamentos y grupos sociales, fomentando, por un lado, la cohesión social, y por otro, la creación de relaciones clientelares.A través del análisis de un importante número de partidas sacramentales, junto a otra documentación complementaria, como protocolos notariales y el Catastro de Ensenada, trataremos de abordar esta vertiente del padrinazgo, con sus diferentes particularidades y patrones a lo largo de los siglos XVII y XVIII en este espacio de la España cantábrica. Palabras clave: Padrinazgo eclesiástico, élites locales, Iglesia.

. Abstract: During the Early Modern period, and especially after the Council of Trent, several moral treaties and synodal constitutions advised against –or directly forbade- the election of priests and other members of the Church as godparents, as it was thought to distract the clerks from their original spiritual goals in favour of certain individuals, families or collectives from their surroundings. In real life, this prohibition was taken in many places more as a recommendation than an actual norm to follow, given the social dynamics of Early Modern communities. If the Church wanted to join the society that surrounded her in a practical way, it had to immerse itself in that mélange of loyalties and fidelities superposed which had the form of interconnected networks that included every member of the community. In the case that we are 

El autor es miembro del Grupo de Investigación de Historia Moderna [GIHMO] de la Universidad de Cantabria, y este trabajo forma parte del proyecto financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad “Ciudades, gentes e intercambios: Elites, gobierno y policía urbana” (HAR 2012-39034C03-01).

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Héctor Fernando SÁNCHEZ DIEGO going to present here, that of the Iguña Valley, located in the nowadays region of Cantabria, we will come closer to this phenomenon reality by analyzing those cases where clerks and laymen established relationships of coparenthood throughout baptism. In many occasions, these clerks were themselves part of those families that formed the local elites, having been named chaplains within the traditional social reproduction strategies. Thanks to godparenthood and coparenthood, relationships that linked different social classes were created, promoting on the one hand, social cohesion, and on the other, the development of patron-client links. Through the analysis of an important number of parish records, along with other documents such as notarial records and Ensenada’s Registry of properties, we will try to approach this specific aspect of spiritual kinship with its different patterns throughout the XVIIth and XVIIIth centuries in this area of Early Modern Cantabria. Keywords: Ecclesiastical Godparenthood, local elites, Church.

1. Introducción En la presente comunicación se abordará la problemática del padrinazgo eclesiástico en un espacio rural del norte peninsular: el Valle de Iguña, situado en el núcleo de lo que hoy en día se conoce como Cantabria, perteneciente al territorio de la archidiócesis de Burgos. Se trataba éste de un vínculo sociorreligioso, que remite al parentesco denominado espiritual, que se establece entre los padrinos de los sacramentos de bautismo, confirmación o matrimonio, y sus ahijados, derivándose asimismo de dicho parentesco otros lazos, de los que el compadrazgo resulta ser uno de los más relevantes1. La extensión de los vínculos fruto de estos sacramentos fue durante siglos harto imprecisa, en tanto que cada región desarrolló a lo largo de la Edad Media sus propias particularidades al respecto, dando lugar a importantes diferencias en torno a, por ejemplo, el número de padrinos admisibles en cada bautismo. Sucesivas constituciones sinodales 2 y manuales eclesiásticos tratarán de uniformizar y reducir estas disparidades, si bien no será hasta la publicación y posterior aplicación de los cánones tridentinos que estos esfuerzos no llegarán a buen puerto 3. Por otro lado, y si hablamos de una región como Cantabria, donde convivía la jurisdicción de hasta cinco diócesis, donde las características del terreno dificultaban la comunicación con la Meseta, y cuyos templos adolecían de unas fábricas y condiciones materiales bastante magras, la introducción de las novedades canónicas había de ser necesariamente más compleja4. Los motivos fundamentales para la reforma del padrinazgo y el parentesco espiritual se encuentran relacionados con el intento de la Iglesia de reducir el componente profano asociado a, en este caso, el bautismo, en tanto que resultaba habitual que la elección de los padrinos respondiera a razones de tipo económico o social, en lugar de las cualidades espirituales de los individuos en cuestión. Así, en lugar 1

Uno de los trabajos más relevantes es el de Guido Alfani, Fathers and Godfathers: Spiritual Kinship in Early-Modern Italy, Ashgate, 2009. 2 En la compilación de las Constituciones sinodales de Burgos del obispo Don Íñigo López, publicada en 1534, se recoge cómo ya en el segundo tercio del siglo XV se apostaba por el modelo binario de padrino y madrina que será finalmente escogido como canónico por los padres conciliares en Trento. Biblioteca Municipal Menéndez Pelayo de Santander [BMPS], Compilación de las Constituciones sinodales antiguas y nuevas del Obispado de Burgos, Alcalá de Henares, 1534. 3 Las Constituciones Sinodales de Burgos de 1575 detallan con detenimiento este nuevo y uniformizado paradigma quedando la cognación espiritual reducida a la establecida entre padrinos y ahijados (padrinazgo), padres y padrinos (compadrazgo) y padres, padrinos y sacerdote oficiante. [BMPS], Constituciones del Arzobispado de Burgos, Burgos, Imprenta de Felipe de Junta, 1577 (1ª ed. 1575). 4 Josué Fonseca Montes, El clero en Cantabria en la Edad Moderna, Santander, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria, pp. 31-67.

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de la obtención de un referente espiritual para el bautizado, lo que se primaba era, en términos generales, la reafirmación de lazos preexistentes entre dos familias, o bien el establecimiento de nuevas relaciones con otro individuo o grupo, con las posibilidades del capital relacional como elemento determinante. A menudo suponía el establecimiento de lazos de tipo vertical que favorecían la creación o confirmación de un vínculo patrón-cliente entre personas de diferentes clases sociales5. 2. Padrinazgo eclesiástico: cifras, familias e individuos. Dentro de este afán de separación entre las esferas religiosa y profana fue un lugar común la repetida prohibición de que los miembros del estamento clerical se desempeñaran como padrinos, en tanto que se entendía que dicha elección favorecía la vinculación del sacerdote con lo terrenal y por consiguiente la desviación de su labor sagrada que era, por otro lado, la prioritaria6. En 1764, el Obispo de la recientemente erigida diócesis de Santander Francisco Laso Santos de San Pedro ordenaba lo siguiente en uno de los mandatos generales de su visita por las Montañas Bajas de Burgos (actual Cantabria): “Para atajar los inconvenientes que pueden seguirse de que los clerigos exercieren el oficio de padrinos prohive (sic) Su Ilustrisima el que ningún clérigo ya sea de menores o de orden sacro, asista a los baptizos haciendo de padrino en ellos y para su observancia manda a los curas, el que por ningún motivo lo permitan ni consientan aunque los padres del baptizando y otros interesados lo soliciten.”7

Pese a esta prohibición, se ha podido observar cómo, tanto en el periodo precedente y posterior a dicha prohibición, existen un importante número de clérigos padrinos, reflejados de manera explícita en los registros parroquiales, generalmente con su posición concreta dentro de la jerarquía y el lugar donde ejercía la cura de almas. Para el análisis de la problemática se ha tomado como fuente documental básica las partidas de bautismo entre 1619 y 1811 de las parroquias de San Esteban de Arenas y San Jorge de Fraguas 8 , que formaban conjuntamente el Priorato de San Román de Moroso, dependiente del Monasterio de Santo Domingo de Silos, enclavado como ya comentamos, en un espacio rural de la Cantabria Moderna. En total, en términos estadísticos, se contabilizan 95 casos de entre los 2418 bautizos que se celebran en ese periodo de tiempo, un 3’93 por ciento del conjunto; por otro lado, si tenemos en cuenta solamente el espacio de tiempo entre la primera y la última partida en la que aparece un clérigo como padrino de un bautizado, es decir, entre 1619 y 1791, el porcentaje se eleva ligeramente entre esos años al 4’52 por ciento, (95 ocasiones de un total de 2098 registros). No es un porcentaje excesivamente alto, pero se trata de una circunstancia que presenta una moderada recurrencia a lo largo de todo el periodo, y se encuentra además en consonancia con las cifras proporcionadas por otros investigadores como Antonio Irigoyen, que para la ciudad de Murcia deja cifras de entre el 2 y el 14 por ciento en diferentes periodos de los siglos XVII y XVIII9, sin embargo en un contexto 5

Agnès Fine, Parrains, marraines. La parenté spirituelle en Europe, París, Fayard, 1994, pp. 131-134. Antonio Irigoyen López, “Ecclesiastical godparenthood in Early Modern Murcia”, en Guido Alfani y Vincent Gourdon (eds.), Spiritual kinship in Europe, 1500-1900, Palgrave Macmillan, 2012, p. 82. 7 Archivo Catedralicio de Santander [ACS], Libro de Fábrica Arenas de Iguña, sig.4492, fol. 59r. 8 ACS, Sigs. 4477, 4478, 4479, 4480. 9 A. Irigoyen, “Ecclesiastical godparenthood…”, pp. 83-93. 6

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rural como el del Valle de Iguña, el número de clérigos sería mucho menor al de un núcleo urbano, con lo que se podría haber esperado que las cifras que aquí se destacan hubiesen sido más reducidas. En el siguiente cuadro se ha reflejado cómo evoluciona este fenómeno desglosado por décadas, lo que permite comprobar los diferentes ritmos e intensidades que presenta el mismo en estos doscientos años, aproximadamente. Tabla 1. Evolución del porcentaje de padrinos clérigos por decenios Años

1619-28

1629-38

1639-48

1649-58

1659-68

1669-78

1679-88

1689-98

1699-08

%

1’87

7’69

5’30

0’00

1’32

3’45

1’82

2’48

5’34

Años

1709-18

1719-28

1729-38

1739-48

1749-58

1759-68

1769-78

1779-88

1789-98

%

5’13

2’73

2’75

7’64

10’6

6’32

2’84

2’84

1’2

Como se puede apreciar, los porcentajes nunca llegan a ser especialmente altos, situándose por encima del cinco por ciento tan solo en tres momentos; en el segundo cuarto del siglo XVII, las dos primeras décadas del XVIII, y especialmente, durante el segundo tercio de dicha centuria. Es llamativo cómo este porcentaje se reduce hasta su mínima expresión en las últimas décadas del análisis, de hecho, y como ya hemos comentado, desde 1791, y al menos durante los veinte años siguientes no se contabilizaría ni un solo caso más. Desconocemos si esta última tendencia se debe a la propia fuerza del mandato de 1764, o quizá a un cambio en la percepción de las ventajas que podía ofrecer a una familia contar con un miembro del clero como padrino o compadre. De todas formas, me centraré, por razones evidentes, en todo el periodo anterior, para tratar de entender qué llevaba a una familia a escoger a un clérigo como padrino de sus hijos. 2.1. Clérigos rurales y élites locales: Una relación simbiótica Sin duda una de las opciones más comunes era la elección de un miembro de las élites locales al que se pudiera recurrir en situaciones vitales de desamparo o incluso obtener algún favor para un miembro de la propia parentela. En el contexto del Valle de Iguña, donde las élites eran, dentro de una sociedad formada mayoritariamente por hidalgos, un grupo reducido de linajes de infanzones 10 que concentraban buena parte de la propiedad de la tierra, resultaba bastante lógico que se escogiera como padrino o madrina al pariente mayor de un mayorazgo, así como a sus consortes, herederos u otros familiares próximos a los mismos, teniendo en cuenta lo reducido del mercado de la tierra de este espacio del norte peninsular11. Es por ello que un contacto cercano con personas pertenecientes a estas élites podía facilitar el acceso a dicho mercado, especialmente en términos de arrendamiento de tierras de cultivo y prados para el ganado, lo que en última instancia, facilitaría la supervivencia del campesino. Si se contempla la situación de esta manera la existencia de padrinos clérigos no resulta 10

Tomás Antonio Mantecón Movellán, “Población y sociedad en la Cantabria Moderna”, en Manuel Ramón González Morales y Jesús Ángel Solórzano Telechea (eds.), II Encuentro de Historia de Cantabria. Tomo I, Santander, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria, 2005, pp. 454460. 11 Ramón Lanza, La Población y el crecimiento económico de Cantabria en el Antiguo Régimen, Madrid, [UAM-UC], 1991, pp. 368-372.-

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extraña, en tanto que ellos mismos pertenecen a un estamento privilegiado, lo que aporta ciertas ventajas, aunque los recursos económicos de sacerdotes rurales no sean los mismos que los de aquellos eclesiásticos que gozaban los privilegios de prebendas y canonjías. Por otro lado, se da la circunstancia de que buena parte de estos clérigos pertenecen a los mismas familias que regían la vida cotidiana de las gentes de este valle; se trata de una cadencia de apellidos repetidos que se correspondían con clérigos de órdenes menores, beneficiados y presbíteros que gozaban de las rentas de diferentes capellanías creadas por miembros de sucesivas generaciones de este reducido número de familias. De hecho, dichas capellanías se traducían en “una verdadera inversión económica, que se utiliza bien para el mantenimiento de los hijos no destinados al matrimonio bien para remunerar a clientes y servidores”12. Gracias a la homonimia, se puede establecer de manera aproximada, cuántos de estos padrinos pertenecientes al clero eran a su vez parientes sanguíneos de todos los bautizados de que se compone este análisis. Junto a este acercamiento, resulta útil comparar las cifras resultantes con los niveles de homonimia generales existentes entre ahijados y padrinos (clérigos y laicos) para todo el periodo, y observar si hay una mayor o menor frecuencia, todo lo cual trata de ser reflejado en el siguiente cuadro. Por supuesto, tenemos en cuenta y conocemos los posibles problemas derivados de utilizar la homonimia como herramienta, pero su uso resulta esclarecedor para profundizar en circunstancias como esta. Tabla 2. Comparativa del porcentaje de homonimia de Padrinos Clérigos y del Total de padrinos (Elaboración propia)

Homonimia 1619-48 Clérigos 52’94 Clérigos + 26’33 Laicos

1649-78 20 33’33

1679-08 58’33 32’33

1709-38 9’10 26’33

1739-68 33’33 26’33

1769-98 10 22’67

A la luz de las cifras resultantes, resulta evidente que no hay una especial regularidad en la evolución de este indicador si tenemos en cuenta tan solo a los padrinos clérigos, un reflejo quizá, por un lado, de un nivel variable en la calidad del registro, y por otro, del hecho de que, al fin y al cabo, y pese a ser un fenómeno que tiene lugar a lo largo de estos dos siglos, se trata de una opción minoritaria. Sin embargo, si contrastamos los resultados de este cuadro con los del anterior, es llamativo cómo justo en los periodos donde más habitual resulta la elección de un clérigo, y donde por tanto, la muestra es mayor y se puede confiar más en los datos, coincide justamente con los momentos en que el índice de homonimia entre estos clérigos padrinos y sus nuevos compadres es mayor. En dichos años, este índice de homonimia oscilaría entre uno y dos tercios (aproximadamente) de las partidas, lo que nos remite, como hemos indicado previamente, a que el componente familiar es bastante más importante cuando el elegido es un miembro del clero que cuando lo es alguien que no ha tomado las órdenes. Pese a todo, tan sólo en una partida de 1747 se indica de manera explícita una relación familiar, se trata en este caso del Licenciado Don Blas de Bustamante Manrique y Collantes, tío de Doña Luisa Jerónima de Bustamante Manrique, madre de Rosa Gertrudis, la bautizada en cuestión. Doña Luisa era la propietaria del vínculo de los 12

Maximiliano Barrio Gozalo, El clero en la España Moderna, Córdoba, Cajasur. Obra Social y Cultural, 2010, p. 87.

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Collantes, uno de los mayorazgos más importantes de la zona, unido al de los Mioño, señores de San Martín de Hoyos, gracias al matrimonio de ésta con Don Jose Antonio de Mioño Bravo de Hoyos, pariente mayor de dicho vínculo, regidor perpetuo de la villa de Reinosa y Merino Mayor de Trasmiera13. Don Blas aparece mencionado como beneficiado de la parroquia de San Vicente de León y los Llares, un beneficio que era otorgado por los Collantes quienes, a la sazón, eran señores del concejo homónimo a dicha parroquia. Este clérigo es registrado además en el Catastro de Ensenada como “Presbítero Capellán de las Capellanías que fundó el Comisario don Diego Fernandez de Quevedo, cura que fue en el lugar de Silio, y vezino de dicho lugar de Arenas…”, a lo que se sumaban determinados bienes raíces y una casa que “me tiene zedidos para ayuda de mis alimentos Don Joseph Antonio de Mioño, como poseedor que se halla de la Casa de Collantes…”14. Es un hecho constatado que en repetidas veces las capellanías no llegan a alcanzar una congrua suficiente como para sustentar al clérigo y su casa, en la que por otro lado, era habitual que junto a uno o dos criados, tuviera a su cargo a algún pariente, especialmente un sobrino que estuviera realizando sus estudios 15 . Si esto ocurría, el clérigo se encontraba en una situación de desventaja a nivel familiar, en tanto que precisaba de la ayuda de los parientes mayores y resto de miembros de su linaje para garantizar una vida decorosa acorde a su status. Es por ello, que estos capellanes y beneficiados constituirían una pieza clave dentro de las estrategias de reproducción social familiar a lo largo de toda su vida, siguiendo unas directrices marcadas por otros miembros de su linaje. Con todo, “una constelación de fundaciones menores alrededor del mayorazgo aseguraban la solidaridad del linaje”16. Volviendo al matrimonio Collantes-Mioño, entre 1745 y 1759 fueron bautizados cinco de los hijos del matrimonio en Arenas17, los dos mayores, Josefa Rosa y José Luis, serán los únicos que tendrán un padrino laico, si bien serán miembros de su familia, en concreto, un hermano (Don Julián de Bustamante) y un abuelo de su madre (el Capitán don Francisco de Terán), respectivamente. Respecto a los tres vástagos menores del matrimonio, Rosa Gertrudis, Luisa Lucía y Blas Juan, sus tres padrinos varones serán miembros del clero regional. Aparte de Don Blas, los otros dos restantes fueron, respectivamente Don Juan Antonio Hurtado Bustamante (clerigo subdiácono, vecino de Atienza, en el Obispado de Sigüenza) y el Licenciado Don Francisco Fernández García (Cura beneficiado de Salces, Reinosa). En este caso ambos procedían de puntos geográficos más alejados, pero dada la homonimia del primero para con Doña Luisa, es probable que mantuvieran algún tipo de parentesco; por su parte, Don Francisco como cura de una parroquia situada en la jurisdicción de Reinosa mantendría algún tipo de relación con Don José Antonio de Mioño, padre del bautizado, dada la vinculación de este con dicha villa. Todas estas relaciones son muestra del variado abanico de posibilidades a las que un miembro de la élite podía recurrir solamente recurriendo a su parentela y miembros de su clientela.

13

Archivo Histórico Provincial de Cantabria [AHPC], Catastro de Ensenada, leg. 53, fol. 403r. AHPCC, leg. 53, Memorial de Eclesiásticos, fol. 3v. 15 Arturo Morgado García, Ser clérigo en la España del Antiguo Régimen, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2000, p. 58. 16 Íbid., pp. 90-92. 17 El orden de estas partidas es: Josefa Rosa (31/05/1745), José Luis (05/10/1746), Rosa Gertrudis (06/11/1747), Luisa Lucía (27/04/1749), y Blas Juan Gregorio Antonio (15/02/1759). 14

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Fig. 1. Mapa actual del Valle de Iguña18

2.2. El Priorato de San Juan de Raicedo: El triunfo del parentesco. La repetida frecuencia con que ciertos clérigos ejercieran de padrinos da lugar a que sean tan solo cuarenta y cinco clérigos los que se desempeñen como tal en las noventa y cinco ocasiones en las que alguien de su estamento es elegido para esa posición en las parroquias analizadas, de lo que resulta una media de unos dos ahijados por cada clérigo. Sin embargo, en la mayor parte de los casos estos clérigos tendrán tan solo un ahijado, o como mucho dos, y serán tan solo ocho en todo el periodo los que contarán con cuatro o más, siendo más habituales estas concurrencias en el siglo XVIII. Para comprender mejor esta circunstancia es necesario acercarse a los sujetos que respondieron más pródigamente a la llamada de las diferentes familias de las parroquias de Arenas y Las Fraguas, algo que llevaremos a cabo en las siguientes líneas. En primer lugar, hemos de referirnos a los Priores de San Juan de Raicedo, que controlaban la cura de almas de un espacio formado por la parroquia homónima, así como las de Santa Águeda, Santa María de Helecha, situada en la población de la Serna, junto a una serie de ermitas anejas, todo ello dentro del propio Valle. Este priorato dependía de la Bailía de Población, perteneciente a la Orden de San Juan de Jerusalén desde la Alta Edad Media 19 , y los elegidos para ostentar dicha posición mantendrán una complicada relación con los Priores de San Román de Moroso, dado que la cura de almas de una parte de la población de Arenas de Iguña recaía en manos del Prior de San Juan, lo que daba lugar a inevitables tensiones, en tanto que muchos feligreses lo eran “de a medias”, es decir, podían acudir a cualquiera de las dos parroquias, tanto a la de San Juan de Raicedo, como a la de San Esteban de Arenas. Todo ello se traducía en conflictos respecto a quién debía imponer los sacramentos o enterrar a determinados feligreses, lo que suponía a su vez ganancia económica para un párroco y pérdida para el otro. Aclarado este punto, debemos de señalar que si bien existía esta pugna en torno a la atracción de feligreses y sus ingresos, éstos, por su parte, no dudaron en decantarse por la figura de los Priores de San Juan como padrinos de sus hijos. Tan sólo se ha detectado un caso de los más de noventa señalados donde el padrino podría ser el prior de San Román, y no queda lo suficientemente claro como para afirmarlo de manera 18

Detalle de mapa. Vicente Herbosa, El Románico en Cantabria, Lancia Ediciones, 2002, p. 23. Manuel Revuelta González, “La Bailía de Población de la Orden de San Juan de Jerusalén”, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 32 (1971), pp. 203-237. 19

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definitiva. Frente a ello, los priores de San Juan y tenientes de cura de la iglesia madre de San Juan de Raicedo fueron llamados a la pila bautismal como padrinos unas treinta ocasiones, un número que puede variar ligeramente en tanto que hay ciertos personajes de los que no disponemos suficiente información como para incluirlos en este grupo. Asimismo hemos incluido al Licenciado Don Francisco de Ceballos, un miembro de la Orden de San Juan que también aparece como padrino de cinco infantes en total (dos en 1695, otro en 1699, un cuarto en 1708 y el último en 1711), en este caso se trataría del Prior de Arbejal, que practicaba la cura de almas en un territorio situado al norte de la actual provincia de Palencia, y acabaría siendo prior de la demarcación de la orden en el Valle de Iguña. ¿A qué se debe esta predilección por parte de la población local por los sanjuanistas de Raicedo en detrimento de los dominicos de San Román? Si algo destaca en el análisis de estos últimos es la práctica ausencia de vínculos familiares con las familias y linajes locales, lo que les situaba en una situación poco deseable, en tanto que probablemente eran percibidos por su feligresía como elementos extraños con los que no resultaba ventajoso establecer una relación de parentesco espiritual. La vida diaria del campesinado local, parte mayoritaria de la población de la zona, se encontraría marcada por la explotación de tierras, propias o ajenas a renta, así como las comunales, todo ello entremezclado con situaciones de interdependencia renovadas generación tras generación, tanto en dirección vertical como horizontal, un juego en el que los priores dominicos no podrían participar en igualdad de condiciones, dado que su presencia era, por definición, temporal. Se trataba de una institución mucho más personalista, que pensaba más en términos de la Orden y el Monasterio matriz que en tejer lazos en la zona, dado que tarde o temprano, el prior era trasladado o moría, y no había una trama secundaria de personas que mantuvieran la relación de lealtades y dependencias al mismo nivel que sí podían, por ejemplo, los priores sanjuanistas. Por otra parte, esto no quiere decir que los dominicos no contaran en el valle con importantes posesiones en tierras, ni que no las dejaran en arriendo a los locales, sino que las posibilidades sociales de futuro que podía otorgarles no eran comparables a las que proporcionaban los priores de Raicedo, que, por lo que parece, consiguieron desarrollar un concepto mucho más clientelar. Para dotar a la comparación de datos más concretos, utilizaremos el Catastro de Ensenada y datos procedentes de otros estudios para valorar la importancia de las posesiones de unos y otros en este espacio. Según el Memorial de Eclesiásticos del Catastro de Ensenada de Arenas de Iguña20, el Monasterio de Santo Domingo de Silos era propietario de una importante cantidad de bienes –tanto en dicho concejo como en otros del Valle consignados en tal volumen por error-, que sumaban un total de más de 400 carros de tierra y praderías (418 carros y 8’5 peonadas), que convertido a unidades de medida actuales contabilizan alrededor de 7’4 hectáreas de terreno 21 , aunque probablemente sería un número más elevado, dado que aún no hemos consultado todos los volúmenes de este espacio geográfico. Frente a él, la Orden de San Juan, según los datos que aportara Manuel Revuelta22, poseía a finales del siglo XVIII 611 carros de 20

AHPC, Catastro de Ensenada, leg. 53, ff. Memorial de Eclesiásticos, 38r-54r. El carro es una medida de superficie tradicional propia de la región de Cantabria, cuya equivalencia variaba según la comarca. Para hacer el cálculo utilizado el coeficiente que Ramón Lanza establece para los valles interiores de 1 carro=1’78 áreas. R. Lanza, La población…, p. 180. 22 M. Revuelta, “La Bailía de Población…”, p. 229. 21

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tierras de labor y 162 de prados distribuidos por todo el Valle de Iguña, lo que trasladado al sistema métrico decimal se traducía en un total de 13’66 hectáreas. En ambos casos se tratan de cifras en absoluto desdeñables, en tanto que las explotaciones con una superficie mayor de dos ha constituían la minoría en buena parte del territorio de la Cantabria del Antiguo Régimen23. Todo ello convertía a estos priores y tenientes de cura en candidatos deseables para muchas familias de la zona, y sin embargo, de los encargados de estos dos prioratos se apostó como padrinos casi en exclusiva por los de la religión de San Juan, algo que en mi opinión se debe a lo que ya indicábamos anteriormente de la relación estrecha con las familias del entorno. Estos presbíteros y priores podían facilitar el acceso a la tierra como sus renteros, o hacer incluso de intermediarios entre ellos y otros miembros de las élites, en el caso de que los padres del bautizado fueran de un nivel social inferior. Si los futuros compadres del sacerdote eran parte precisamente de las élites infanzonas la elección de un clérigo como padrino encajaba perfectamente dentro de las estrategias del linaje quizá como antesala a la obtención de una capellanía o beneficio por parte de dicho ahijado años más tarde. Entre los clérigos sanjuanistas que más veces ocuparon la posición de padrino encontramos al Licenciado Juan Gutiérrez de Liaño, cura de San Juan de Raicedo (en 6 ocasiones, entre 1629 y 1644), Don Manuel de Obregón Castañeda, prior (en 4 ocasiones, entre 1634 y 1645), a finales del siglo XVII y principios del XVIII el ya mencionado Licenciado Don Francisco de Ceballos y, al final de dicha centuria, Don Francisco Díaz Borrego, teniente de cura de San Juan de Raicedo (6 ocasiones, entre 1767 y 1779). Se trataba de personajes muy activos en la vida de la comunidad local, y esto es algo que se percibe de manera gráfica en los Protocolos Notariales del Valle. Estos clérigos adquirían y vendían tierras con relativa frecuencia, obtenían censos a su favor y compraban, al igual que sus convecinos, productos que no eran habituales en la zona, como era el vino de la Nava (procedente de Valladolid). En 1656, Juan Díaz de Quevedo, vecino de Arenas, se obligaba a devolver a Don Alonso de Obregón Castañeda, pariente mayor de los Obregón, noventa y siete reales “por fin y alcance de quentas attrasadas que tuve con Don Manuel de Obregón Castañeda prior que fue de San Juan hermano del sussodicho”24, un claro ejemplo de que la interconexión entre los miembros de los linajes infanzones y los clérigos de su familia nunca se perdía y se hacía, aún más fuerte, si cabe. Mantenían pues, una mentalidad eminentemente patrimonial y proclive al engrandecimiento de sus familias de cuyos intereses de reproducción y ascenso social, nunca se habían alejado realmente. 2.3. Capellanías, beneficios y clientelas Más allá de los sacerdotes de dicha orden nos encontramos con otro conjunto de beneficiados y capellanes a los que conviene hacer mención. Respecto a este último punto el mejor ejemplo es sin duda el protagonizado por Don Pablo Núñez de Quevedo, capellán perteneciente a un importante linaje local que es llamado a la pila bautismal de Arenas y Las Fraguas en no menos de quince ocasiones entre 1754 y 178025, siendo el 23

R. Lanza, La población…, pp. 371-372. AHPC, Protocolos Notariales, leg. 2679-3, ff. 92v-93. 25 Estos quince bautizados son: Manuela Antonia (29/07/1754), Nicolás Pablo (15/09/1754), Juana Paula (16/04/1755), Joaquín Andrés (27/12/1755), Francisco Pablo (26/12/1756), Clara Micaela (17/05/1757), Flora Micaela (26/06/1757), María Antonia (15/10/1757), Miguel Antonio (28/10/1757), Teresa Paula 24

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personaje con un mayor número de ahijados de la presente muestra. En 1752, Don Pablo era un clérigo de menores de treinta y dos años que vivía en Arenas de Iguña 26, y para entonces ya contaba con las rentas de una capellanía cuyo patronato ostentaba su familia desde que fuera fundada en 1648 por Don Pedro Núñez de Quevedo, familiar de la Santa Inquisición y pariente mayor de los Núñez del Valle de Iguña 27. Don Pablo era, a su vez, administrador “de los bienes y efectos que dicha sagrada religión (de San Juan) tiene en el partido de montaña”28, y poseedor de importantes bienes patrimoniales, que le permitían vivir dignamente y mantener a dos criados consigo 29 , pues era propietario en Arenas de Iguña de 56 Carros de tierra, alrededor de 1 ha en la actualidad, además de once prados de unas 15 peonadas en total, junto a muchas otras posesiones en varios concejos más del valle. A través de la observación de esta serie de quince partidas es palpable el continuo ascenso dentro de la organización eclesiástica del valle por parte de este capellán; en los cinco primeros bautismos (1754-56) aparece como clérigo de menores, en 1757 es ya mencionado como clérigo de órdenes mayores y presbítero, llegando a lo que podría considerarse el culmen de la carrera de un clérigo rural en 1780, cuando es inscrito en una partida como arcipreste de Cillaperril, una de las subdivisiones del ya entonces obispado de Santander, en 1780, una fecha en la que ya debía de frisar los sesenta años. De entre los ahijados de Don Pablo, tan solo dos son fruto de un matrimonio entre miembros de esa nobleza infanzona que utiliza el “don” como tratamiento distintivo de su status, y en ambos casos, hay presencia de homonimia para con uno de los dos progenitores, si bien no podemos saber con seguridad si estaban relacionados o no por vínculos de sangre. Esto supone tan solo un 13 por ciento de todos sus ahijados, dato muy alejado del 33 por ciento de ocasiones en que dicha circunstancia tiene lugar si tomamos como referencia los noventa y cinco casos de clérigos padrinos 30 . Con respecto al resto de sus ahijados, uno de ellos era hijo de Fernando Pernía, un rentero de los bienes de la orden de San Juan que Don Pablo administraba, por lo que la elección de éste como compadre podía resultar útil en momentos de escasez o epidemias en los que resultara más complicado mantener el pago de la renta al día, por ejemplo. Este sacerdote fue padrino, también, de Pablo Julián de Carballo, hijo natural de la relación – posteriormente solemnizada en matrimonio- entre Juan de Dios Carballo, entonces esclavo de Don José de Mioño, a quien nos referimos previamente, y de Rosa Ruiz de Quijano, moza soltera hija de un matrimonio local. No es extraño que estos padres recurrieran en una situación de tal irregularidad a Don Pablo, en tanto que posiblemente creyeran que éste podía interceder tanto por ellos como por su hijo en los años venideros; no en vano, una de las funciones que se suele atribuir a un padrino es la de sustituto de los padres si estos fallecieran. Por señalar un último caso en el que podía resultar útil establecer una relación de parentesco espiritual que podríamos tildar de (19/02/1758), Clara Manuela (20/01/1760), Pablo Julián (20/01/1760), Ambrosia (10/04/1764), Antonia Gertrudis (14/04/1764) y Manuel Ramón Pablo Julián José (19/08/1780). 26 AHPC, Catastro de Ensenada, leg. 53, Memorial de Eclesiásticos, fol. 55r. 27 Carlos Argüeso Seco, “Los Núñez de Quevedo en Arenas de Iguña”, ASCAGEN, 8 (Otoño 2012), pp. 77-92. 28 AHPC, Catastro de Ensenada, leg. 53, ff. 31r-37r. 29 AHPC, Catastro de Ensenada, leg. 53, ff. 55r-59r. 30 Otros datos muy interesantes, pero en un contexto urbano en: Ofelia Rey Castelao, “De la casa a la pila. Hábitos y costumbres del Bautismo y Padrinazgo en Santiago de Compostela, siglos XVII-XVIII”, en Inmaculada Arias de Saavedra y Miguel-Luis López Guadalupe (eds.), Vida cotidiana en la Monarquía Hispánica. Tiempos y Espacios, p. 206.

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PADRINAZGO ECLESIÁSTICO Y REPRODUCCIÓN SOCIAL …

clientelar, con un profundo sentido vertical, nos referiremos a Lucas de Olibarri y Micaela de Bárcena, padres en 1757 de una niña llamada Clara Micaela Cruz. Este matrimonio procedía de los Valles de Mena y Ruesga, y por tanto eran entonces forasteros en Iguña, por lo que elegir como padrino de su hija a Don Pablo, podría verse como una manera de facilitar a sus padres la integración en la trama de interrelaciones sociales que dirigían la vida diaria de la comunidad local. De todos modos, lo que parece apreciarse en los casos precedentes es que la relación preexistente entre Don Pablo y sus futuros compadres era de marcado carácter asimétrico, de arriba abajo, y además en mucho mayor grado que en el caso del resto de sus compañeros de estamento, consiguiendo así ejercer una importante influencia por sí mismo gracias a sus rentas y posición privilegiada dentro del clero rural del Valle. En cierto modo, constituyó, durante la mayor parte de su actividad en la cura de almas, una alternativa y un auténtico reemplazo a lo que la figura del Prior de San Juan había supuesto hasta la fecha, que prácticamente desaparece como padrino durante estos años. Tanto Don Pablo Núñez de Quevedo como la casi exclusiva totalidad de todos los clérigos presentes en la muestra objeto de la presente comunicación procedían de un marco geográfico muy reducido, que se extendía al Valle de Iguña y al contiguo de Cieza. Esta es una característica muy habitual del bajo clero rural hispano tal y como comenta Arturo Morgado, que insiste en esta la pronunciada “endogamia geográfica” de este colectivo, en tanto que los beneficios curados de este tipo de espacios no representaban un revulsivo suficiente como para atraer a personas procedentes de áreas más alejadas. Por otro lado, estos beneficios y capellanías contaban con una barrera más en tanto que privilegiaban casi en exclusiva a miembros de linajes concretos que ejercían de patronos de los mismos31. Serán tan solo cuatro clérigos los procedentes de un entorno espacial más distante, por un lado Don Juan Antonio Hurtado Bustamante y el Licenciado Francisco Fernández, a los que ya hicimos referencia, y por otro, el Licenciado Don Pedro Perez de Bustamante, procedente de Reocín, vicario en el partido de Santillana, al que ya hicimos referencia, y Don Juan Díaz de Teran, presbítero de media ración en Reinosa, y aún en estos casos, su presencia parece deberse a un parentesco sanguíneo con uno de los progenitores del bautizado, especialmente la madre. A continuación, esbozaremos unas breves conclusiones acerca de lo que hemos venido tratando en las páginas previas acerca de este aspecto específico del parentesco espiritual. 3. Conclusiones A la luz de los datos analizados, parte de un estudio más amplio en lo espacial y lo cronológico, hemos podido constatar, una vez más, cómo el estamento clerical formaba parte intrínseca de las alianzas y estrategias de reproducción social características del Antiguo Régimen, incluidas las relaciones y tramas de orden clientelar. Si bien la mayor parte de estos curatos y beneficios permitirán a los miembros del clero obtener un sustento más estable que el que un hogar medio de labradores podía conseguir, en multitud de ocasiones será necesaria la ayuda y protección económica como jurídica por parte de los miembros de sus familias y linajes para complementar y renovar su posición privilegiada, dentro de una mentalidad endogámica de tipo asistencial. El estudio del padrinazgo eclesiástico en un espacio reducido como el Valle de Iguña, permite observar de manera más cercana y directa los mecanismos cotidianos que 31

Arturo Morgado García, Ser clérigo…, p. 60.

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regulaban la vida sociorreligiosa en los entornos rurales de la Edad Moderna, teniendo siempre en cuenta la necesidad de mantener en el horizonte metodológico un enfoque de tipo comparativo. A este respecto, podemos señalar que los diferentes grados de riqueza y poder dentro de la Iglesia como grupo social, se reflejaban a su vez en una mayor presencia como padrinos de unos clérigos frente a otros. Sin embargo, como hemos podido comprobar, para elegir a un miembro del clero como padrino y compadre, primaban aún más las posibilidades sociales que se podían obtener a nivel local del vínculo espiritual que se iba a establecer que la propia riqueza del capellán o sacerdote en concreto. Es decir, importaba más el desarrollo de la interconexión, de la cohesión social dentro de la comunidad de origen que el número de propiedades del futuro padrino, siempre que hubiese varias opciones igualmente interesantes a ese respecto, como se ha comprobado que ocurría en este caso entre los sacerdotes del Priorato de San Juan de Raicedo y los de San Román de Moroso. En un futuro próximo sería interesante refinar las posibles imperfecciones del registro para redondear las cifras proporcionadas, así como incrementar la base documental para conocer el día a día de un grupo social como el clero, del que aún desconocemos multitud de aspectos, dado los problemas de rastreo biográfico de muchos de estos individuos.

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La institución familiar en una comarca cántabra durante el siglo XVIII: el caso de los valles del Nansa The family institution in a Cantabrian region during the eighteenth century: The case of the Nansa´s valleys Sara PÉREZ ORTEGA Universidad de Cantabria

Resumen: El objetivo de este artículo será el de dejar definida la familia típica de la zona del Nansa durante el siglo XVIII. Para ello haremos un repaso por los condicionantes físicos del territorio, al ser éste un determinante en la forma de vida de sus vecinos, así como por las fuentes con las que contamos para explicar cuáles son los principales problemas que conlleva su manejo. A partir de ahí podremos sacar conclusiones sobre el tamaño que presentó esta institución en esta zona y época, sus posibles tipologías y cómo influyeron en ella los factores que la teoría señala como determinantes en la configuración familiar: edad en el primer matrimonio, importancia del celibato definitivo, ciclo familiar y sistemas de transmisión de propiedad imperantes. Palabras clave: vecino, tipologías de Laslett, ciclo familiar, celibato definitivo, edad en primer matrimonio y herencia. Abstract: This article aims to describe the typical family from the Nansa´s shire of the eighteenth century. To do this we will review the physical environment, because it is one of the main things that determinates the way of living on it and, at the same time, we will see which are the historic sources we have, explaining what are the issues involved with them. From there we will be able to have conclusions about the size this institution presented, possible typologies and how the factors that the theory point like determinants influenced family settings: age at first marriage, the importance of permanent celibacy, family cycle and inheritance systems. Keywords: neighbor, Laslett´s typologies, family cycle, celibacy, age at first marriage and inheritance.

1. Introducción Desde la defensa del Trabajo Fin de Master1 son muchos los cambios que hemos tenido que hacer en este capítulo 2 , de ahí que consideremos este congreso de Jóvenes Investigadores tanto un buen momento como un buen lugar para compartir cuáles fueron los principales problemas a la hora de llevar a cabo el estudio de la institución 1

Sara Pérez Ortega, Familia y comunidad rural en una comarca montañesa: Los valles del Nansa en el siglo XVIII. Santander. 2012. 2 En primer lugar hemos mejorado la distribución del recuento de las familias, que en ocasiones inducía al error, en especial en lo relativo a la presencia de criados en los hogares. En segundo lugar hemos incorporado un mejor estudio, cuantificado en este caso, de los documentos relacionados con la sucesión (testamentos, donaciones, dotes…) para conocer así bien la representatividad de las diferentes opciones existentes. En tercer lugar hemos profundizado en el estudio de temas como el del servicio doméstico, la edad en el matrimonio, el ciclo familiar y el celibato definitivo, que han sido mejor estudiados para este caso concreto.

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familiar con fuentes del siglo XVIII en una comarca del norte de España, la de los valles interiores del río Nansa. Este tipo de estudios tienen una importancia destacable por todos los aspectos que giran en torno a esta institución. La familia es el elemento que pone en relación al individuo con la sociedad, el que le proporciona cobijo y sustento mientras es dependiente o vulnerable y el lugar donde adquirirá la educación y el conocimiento de los valores que le envuelven, así como las prácticas requeridas tanto en lo que se refiere al ámbito social como al económico3. Es por todo ello por lo que a menudo se repite que la institución familiar es el principal organismo en lo que afecta a la provisión de servicios, así como el primer y más importante agente de sociabilización, de ahí la mencionada importancia de su investigación. 2. Las fuentes disponibles Las fuentes a las que hemos recurrido para el estudio de la institución familiar de la zona son: los catastros y censos del siglo XVIII4, los registros parroquiales -tales como las actas de bautismo o matrimonio, que confrontados nos servirán para calcular la edad de los contrayentes de matrimonio-, y los testamentos, donaciones y dotes de los Protocolos Notariales del Archivo Histórico Provincial de Cantabria (AHPC), que nos servirán para ver cuál era la tendencia a la hora de legar bienes, ayuda fundamental a la hora de comenzar una nueva familia. Como ocurre en cualquier estudio histórico hemos de estar al tanto de los peligros y ocultaciones que conllevan los documentos. Así en el caso de los censos y catastros, como fuentes fiscales que son, pueden darse en ellas ocultaciones y disimulos, a lo que hay que sumar la misoginia que destilan, al no considerarse en ellos el papel de la mujer tan importante como el del hombre en prácticamente ninguno de los aspectos controlados en estos documentos. En las fuentes parroquiales hemos de temer los posibles olvidos de los párrocos a la hora de llevar el registro de los sacramentos pero, sobre todo, los efectos del movimiento de la población: el que el matrimonio se realizara en diferente parroquia del bautismo supone un problema a la hora de localizar ambas partidas, siendo ésta la técnica empleada aquí para calcular la edad en el primer matrimonio de los vecinos5. Los testamentos y demás documentación notarial no suele conllevar problemas de este tipo ya que, ante la perspectiva de una muerte cercana, la gente solía sincerarse más de lo habitual al querer dejarlo todo bien dispuesto, sin embargo, nunca estaremos seguros de si ese fue el documento definitivo o hubo enmiendas o reclamaciones judiciales que pudieran quedar registrados en otro notario u otro lugar.

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Ramón Lanza García, Camargo en el siglo XVIII. La economía rural de un valle de Cantabria en el Antiguo Régimen. Santander. Asamblea Regional de Cantabria. Ayuntamiento de Camargo. 1992. p. 141. 4 En concreto nos referimos al Catastro de Ensenada, fuente compuesta por diversos corpus documentales en los que se describen quiénes componían las familias, cuáles eran sus funciones, así como con qué medios contaban para sobrevivir, y al Censo de Floridablanca, muy útil a la hora de intentar comprobar el grado de celibato definitivo presente en la zona y una manera alternativa de aproximarnos al cálculo de la edad de los contrayentes en el primer matrimonio. 5 Técnica que puede emplearse en sociedades endogámicas como es ésta.

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LA INSTITUCIÓN FAMILIAR EN UNA COMARCA CÁNTABRA …

3. El medio físico: determinante en las formas de vida El territorio que se articula en torno al río Nansa es una comarca muy montañosa, de suelos pobres y con gran cantidad de zonas boscosas así como de pasto, donde queda muy poco espacio apto para el cultivo de cereal6, de ahí que la mera explotación de los recursos que se tenían en propiedad no fuera suficiente para alcanzar la subsistencia. Por ello los habitantes de la zona hubieron de valerse de otros recursos para sobrevivir. Entre los recursos más valiosos que aportaba el medio a la economía tradicional de los vecinos de la época se encuentra la madera, empleada tanto para la artesanía como en el día a día7. En segundo lugar hemos de valorar la importancia de los pastos comunales, sin los cuales la economía de tipo silvo-pastoril que se daba en la zona hubiera sido imposible de sustentar teniendo sólo como base los escasos prados que se tenían en régimen de propiedad privada. Por último también hemos de señalar la importancia de la grana de los árboles, la cual servía tanto para alimentar al ganado como a los propios vecinos, cuya dieta no era ni demasiado rica ni demasiado variada. Sin embargo, la condición para acceder a todos ellos era tener la condición de vecino, es decir, ser reconocido como parte de la comunidad, para lo que era necesario cumplir ciertos requisitos8. Mapa 1. Posición de la comarca del nansa en relacion a cantabria

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De hecho las escasas tierras de labor se pueden encontrar en torno a las vegas de los ríos que vertebran el paisaje de esta comarca, por ser las zonas más llanas y más fértiles. No demasiado lejos se hallan los pueblos con sus huertas y, más arriba, en las laderas, será donde encontremos los bosques, de los que tantos recursos se valieron los vecinos de la época, así como los pastos. 7 En el catastro de Ensenada encontramos referencia sobre su uso en la artesanía (además de para hacer aperos de labranza en general, en Polaciones era usada para construir carros y ruedas que vendían tanto en la comarca como en Castilla o para enviar a las reales fábricas de bajeles en bruto) pero también sabemos por este catastro que era usada tanto para la construcción como para alimentar los hogares, habiendo distinción entre especies para un uso y el otro. 8 El sentimiento de comunidad es algo propio de las sociedades tradicionales. Del mismo modo que lo encontramos muy presente en esta zona hemos visto referencias al mismo entre los campesinos de Leicestershire, Inglaterra, aún cuando habían perdido ya los derechos comunales. A pesar de ello seguirían administrando sus asuntos cooperativamente, siendo todos ellos libres. Peter Laslett, El mundo que hemos perdido, explorado de nuevo. Madrid, Alianza Editorial, 1987.

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Como se puede apreciar en este caso, al igual que en el resto de las monografías encargadas por la Fundación Botín9 de cara al estudio de este ámbito, se deja de lado el valle costero de este río por presentar características físicas diferentes y verse influido por la cercana villa de San Vicente de la Barquera, sita en la costa cántabra muy cerca de la desembocadura de este río. Salvo por la presencia de esta villa que es ajena al ámbito que queremos describir, se puede establecer que ésta era una zona completamente rural, en la que no se puede hallar nada parecido a una ciudad o villa. Sus localidades son todos pequeños lugares articulados en torno a la institución del valle, el cual suele poseer un conjunto de ordenanzas concejiles y acuerdos que les hacían sentirse como miembros de una misma comunidad. 4. Factores que influyen en la configuración familiar: edad en el primer matrimonio, índice de celibato definitivo, ciclo familiar y sistemas de transmisión de bienes La teoría demográfica nos dice que el tamaño que presenta cada familia viene determinado por una serie de factores como son: la edad de los contrayentes del matrimonio que la funde10, la frecuencia del celibato en la sociedad concreta a la que pertenezca -y más concretamente en su área de influencia- así como en qué punto del ciclo anual, vital y económico se encuentre 11 . A su vez hemos de tener en cuenta aspectos como el ciclo doméstico y el sistema de transmisión de bienes, aspectos que influyen mucho en la disponibilidad de mano de obra y bienes con las que contaba la familia. Por ello pasaremos a comentar brevemente todos y cada uno de estos factores para el caso de la comarca del Nansa. 4.1. Edad en el primer matrimonio e índice de celibato definitivo Comenzaremos por aproximarnos al cálculo de la edad de los contrayentes en el primer matrimonio. En el caso del Nansa parece que los matrimonios menores de 30 años eran realmente minoritarios a mediados del siglo XVIII. Éstos representaban únicamente al 14% de los casos. De hecho en toda la zona sólo hemos encontrado un matrimonio en el que los contrayentes eran menores de 20 años. En la tabla número 1 podremos observar el resultado de dicho cálculo para lo que a esta zona se refiere, los cuales se corresponden con la de otros entornos cercanos a este ámbito, pudiendo decirse que la tendencia aquí reflejada es la de la mayoría del norte peninsular12. Las divergencias que se observan internamente en parte deben ser

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Fundación Botín. Programa de Iniciativas “Patrimonio y Territorio” que se interesó por el valle del Nansa y Peñarrubia. 10 Según Pegerto Saavedra, La provincia de Mondoñedo en el Antiguo Régimen. Población, sociedad y economía. Santiago de Compostela. Facultad de Geografía e Historia. 1982. 11 No era extraño encontrar la presencia de criados de sembradura en las familias. Dependiendo de la edad y las capacidades de los miembros de ésta la ayuda de éstos sería necesaria a lo largo del año o en momentos determinados como pudieran ser la siega, mientras que cuando la familia contaba con hijos en edad de trabajar se podía prescindir de éstos, de ahí que en el Catastro de Ensenada el jornal atribuido a los criados y a los llamados “hijos mayores de familia” se equipare. 12 En el Cantábrico la edad media de acceso al matrimonio de las mujeres rondaba, y aún superaba, los 25 años. Sin embargo las zonas con mayor porcentaje de celibato femenino son tanto aquellas con matrimonio tardío como con matrimonio precoz. Ramón Lanza García, La población y el crecimiento

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atribuidas a la disparidad en la calidad de las fuentes sacramentales de unos lugares y otros, pero también a la diferente influencia de factores como la emigración13. Tabla 1. Las edades en el primer matrimonio

periodo varones mujeres media nº casos

Herrerías 1674-1752 29,3 28,0 28,6 55

Lamasón 1766-1851 27,3 26,9 27,1 50

Cosío 1651-1713 33,1 28,5 30,8 50

Tudanca 1734-1772 24,0 23,4 23,7 67

Polaciones 1746-1781 23,3 25,7 24,5 12

Nansa 1651-1851 27 26 26,9 234

Fuente: Registros Sacramentales de los lugares de Cades, Cires, Cosío, Tudanca y Uznayo

La técnica empleada en este caso para calcular las edades en el primer matrimonio ha sido la comparación de las actas sacramentales de los matrimonios con las de los bautismos, para obtener la edad de los contrayentes en el momento de casarse respecto al año en el que fueron inscritos como bautizados14. El problema de este método es que no todas las actas de bautismos de los casados son localizadas puesto que, sobre todo en el caso de los hombres, podía ocurrir que éstos se casaran en distinto lugar de donde nacieron. No ocurre tanto en lo que concierne a las mujeres a causa de que éstas respetan la tradición de casarse en su parroquia en la gran mayoría de las ocasiones. Lo hacían incluso cuando más tarde debían mudarse a la localidad de su marido. Sin embargo, y a pesar de esta realidad general, la cantidad de datos relativos a uno y otro sexo no ha sido finalmente tan dispar, puesto que también fueron muchos los hombres que se casaron en los lugares de donde eran naturales, lo que puede indicar un alto grado de endogamia en la zona, a lo que hemos de sumar que las edades resultantes se ajustan bastante a las vistas en estudios de otras comarcas cántabras como son, por ejemplo, la de Guriezo15 o Camargo16. Otra forma en la que se puede llevar a cabo el cálculo de la edad en la que las parejas accedían a su primer matrimonio es la de comparar las cifras de casados de distintos censos civiles a partir de las cuales elaboró una serie de fichas familiares. Ésta

económico de Cantabria en el Antiguo Régimen. Madrid. Universidad Autónoma de Madrid. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria, 1991, p. 312. 13 R. Lanza García, La población y el crecimiento económico… p. 319 14 Esta misma metodología fue la empleada para una comarca de Navarra, Estella. Alfredo Floristán Imízcoz, La Merindad de Estella en la Edad Moderna: Los hombres y la tierra. Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1982. p. 102. Sin embargo la riqueza de su estudio permite diferenciar tendencias discordantes entre etapas de expansión y estancamiento, reduciéndose curiosamente la edad media del primer matrimonio en las segundas. Si tenemos en cuenta que el periodo que coincide con las fechas vistas en el Nansa se puede encuadrar en su mayor parte dentro del ciclo de estancamiento, podremos establecer comparación con periodos de similar coyuntura analizados por Floristán. Así podemos señalar que las edades medias del primer matrimonio del estudio de este especialista son bastante más bajas que las del Nansa, al rondar los casi 26 años para los varones y los 22 para las mujeres. 15 Carmen Ceballos Cuerno, Estructura demográfica y movimientos migratorios. El valle de Guriezo en el Antiguo Régimen. Tesis Universidad Cantabria. 2001. pp.186-190. 16 Ramón Lanza García, Camargo en el siglo XVIII... p. 150.

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es la técnica de Hajnal17. Los resultados para el caso del Nansa se pueden observar en la tabla 2. Tabla 2. Edad en primer matrimonio según método hajnal, porcentaje de solteros en el nansa y cálculo celibato definitivo

Edad media de acceso al matrimonio (SMAN) Celibato definitivo Edades 15-19 20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54

NANSA V M 26,4 27,0 8,5 23,5

% solteros 85 85 24 24 24 11 11 4 Fuente: censo de Floridablanca

CANTABRIA V M 24,9 25,2 9,9 11,2 % solteras 90 90 31 31 31 18 18 12

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A partir de estos datos se obtiene una edad en el momento del matrimonio para los hombres de 26,43 años, mientras que para las mujeres sería de 27,00. El resultado es ligeramente inferior a lo calculado a través de los datos de los registros sacramentales para el caso de los hombres y un año superior en el de las mujeres, pero como vemos, la diferencia no es demasiado significativa, siendo más considerable la distancia respecto a la media cántabra que también incluimos. No obstante hemos de tener presente que la emigración no afectó de igual manera a todas las zonas dentro de la región, con lo que el desequilibrio del mercado matrimonial o las dificultades para acceder a él no fueron las mismas en todo el territorio cántabro. También podemos obtener las tasas de celibato definitivo a partir de los datos de este censo. Información que también se encuentra disponible en la tabla 3. Para su cálculo se ha establecido que las oportunidades de casarse por primera vez decrecen a medida que aumenta la edad, siendo muy escasas a partir de cierto punto, el cual normalmente se asocia a los 50 años, de ahí que sea éste el punto en el que se emplaza el momento en el que se entiende que el celibato ya será ya definitivo19. Así, según se puede observar en mencionada tabla, la tasa para los hombres sería de 8,51% y para las mujeres del 23,54%, con lo que podemos afirmar que la soltería definitiva es bastante más común para ellas que para ellos, especialmente en lo que al Nansa se refiere, algo menos a nivel general de la provincia, realidad en la que interviene sin duda del mismo modo, al igual que ocurría al estimar la edad de acceso al primer matrimonio, la emigración, un fenómeno fundamentalmente masculino que decantaba el mercado matrimonial a una desproporción en el que las mujeres eran las 17

Hay otros autores como Ángel García que han recurrido a otra técnica para calcular la edad en el matrimonio. Ángel García Sanz Marcotegui, Demografía y sociedad de la Barranca de Navarra. 17601860. Pamplona. Fundación Príncipe Viana, 1985. pp. 233-243. 18 He de agradecer esta información al profesor Ramón Lanza. 19 Louis Henry, Manual de demografía histórica, Barcelona, Crítica, 1983.

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claras perjudicadas, determinando tanto que accedieran al matrimonio bastante tarde, como veíamos, lo que es perjudicial en términos de fecundidad, como que el número de mujeres que permanecían célibes de por vida fuera considerablemente muy elevado, realidad que comparten otras comarcas cántabras estudiadas en este sentido20. Para corroborar estas cifras contamos con la posibilidad de compararlas con un estudio que afecta a la región de Galicia, zona de características muy similares a Cantabria en muchos aspectos. Allí se puede observar como el celibato de los varones era incluso menor al de la media española, siendo superior en el caso de las mujeres, características típica, como decimos, de las regiones afectadas por una fuerte emigración masculina21. 4.2. El ciclo familiar A continuación pasaremos a fijarnos en el ciclo familiar, estudio que nos servirá para confirmar cómo la familia es una institución flexible cuya composición se adaptará a sus necesidades y posibilidades. Tabla 3. El ciclo familiar Rangos -19 20-29 30-39 40-49 50-59 60-69 70 Desconocida Total Rangos -19 20-29 30-39 40-49 50-59 60-69 70 Desconocida Total

Familias nucleares 2 48 172 206 196 150 42 20 836 Familias nucleares % 33,33 47,52 71,67 72,03 73,41 60,73 41,58 35,71 64,11

Familias extensas 0 22 48 50 45 40 34 3 242 Familias extensas % 0 21,78 20,00 17,48 16,85 16,19 33,66 5,36 18,56

Familias sin estructura 4 31 20 30 26 57 25 33 226 Familias sin estructura % 66,67 30,69 8,33 10,49 9,74 23,08 24,75 58,93 17,33

Nansa 6 101 240 286 267 247 101 56 1.304 Nº total casos Nansa 6 101 240 286 267 247 101 56 1.304

Fuente: Ibid. 20

En Guriezo se constata una elevada edad en el matrimonio y de hecho ésta se fue retrasando a medida que vamos avanzando por la época En Camargo la edad en el matrimonio rondaba también los 25 años pero era frecuente que aún casada la nueva pareja permaneciera en casa de los padres. Carmen Ceballos Cuerno, Estructura demográfica y movimientos migratorios... pp.186-190 y R. Lanza, Camargo en el siglo XVIII… p. 150 21 Antonio Eiras Roel, La población de Galicia. 1700-1860. Crecimiento, distribución espacial y estructura de la población de Galicia en los siglos XVIII y XIX. Santiago de Compostela, Fundación Caixagalicia, 1996.

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Si nos fijamos en la información de la tabla número 3 llegaremos a la conclusión de que en el Nansa son muy pocas las familias encabezadas por menores de 20 años. Cuando encontramos hogares de este tipo vemos que en la mayor parte de los casos tienen que ver con familias “sin estructura”. Ejemplo de ello son aquellas mozas o mozos que llegaron al valle buscando un salario con el que mantenerse, ya sea trabajando como sirvienta, pastor, mozo, etc 22 . Este tipo de familia, “sin estructura”, seguirá siendo importante, aunque ya no mayoritariamente, en el siguiente grupo de edad, el de las familias más jóvenes. Tiene mucho sentido teniendo en cuenta lo tardío del matrimonio de la zona. Así muchos huérfanos ya formarían una familia pero aún no existiría en ella un núcleo conyugal, por lo que seguirían considerándoseles “solitarios”. Este tipo de familia seguirá teniendo cierta importancia, como decíamos, en los últimos años de vida, aunque no es la tipología mayoritaria. En este caso encontramos mayoritariamente a ancianos, ya viudos, que se hubieran quedado solos –es decir, sin sus hijos- a una edad tan avanzada como la de más de los 70. En estos casos lo habitual era contar con la ayuda de algún criado o pariente lejano para que les asistiera, pero ningún tipo de relación familiar directa23. En el resto de los grupos de edad abundan más las familias nucleares por ser mayoritarias en la comarca24, pero hemos de tener presente que cuando más importantes son las familias extensas es a partir de los 70 años, momento en el que es muy común el heredar responsabilidades en forma de personas dependientes, ya sean padres de edad avanzada o hermanos, sobrinos, cuñados… que no pudieran valerse por sí mismos25. Antes de pasar la siguiente condicionante de los tipos de familia creo que conviene aunque sea sólo comentar de pasada que la presencia de los criados en las familias del Nansa se debió a tres posibles causas: en primer lugar nos encontramos con la necesidad de mano de obra para llevar a cabo la explotación de los recursos económicos; en segundo lugar tenemos a aquellos casos que se acogían por necesidad del acogido, normalmente un familiar desamparado por el reparto de la herencia o la mala fortuna; y, en tercer lugar, contamos con los criados que servían para conservar el prestigio propio de la clase noble, aquellos contratados para que la explotación económica y la casa no tuvieran que ser llevada por los propietarios directamente. Esta 22

Quizás deberíamos equipararlas más con hogares que con familias, al carecer de núcleo conyugal, pero no es un tema sencillo. Francisco Chacón resume las principales ideas en este sentido en “Familia, casa y hogar. Una aproximación a la definición y realidad de la organización social española (siglos XIII-XX) en Francisco Chacón Jiménez y Juan Hernández Franco, Espacios sociales, universos familiares. La familia en la historiografía española. Murcia, Editum, 2007, pp 51-66. 23 La realidad de colocar a algún hijo como criado también ha sido vista como algo muy común en Galicia. Así lo comenta Pegerto Saavedra, La vida cotidiana en la Galicia del Antiguo Régimen. Barcelona. Crítica, 1994 o Isidro Dubert en “Domestic service and social modernization in urban Galicia, 1752-1920” en Continuity and Change, 14-2, (1999), pp. 207-226. 24 Esta realidad puede aplicarse prácticamente a cualquier sociedad, de ahí que el sistema de Laslett sea criticado por ello. Por eso es importante estudiar particularidades que definen a las familias tales como la endogamia, fenómeno muy extendido en España, o la presencia de criados, con los cuales el número de familias nucleares se reduce al ser estos en muchas ocasiones familiares acogidos. Francisco Chacón Jiménez, “La familia española: una historia por hacer” en Francisco Chacón Jiménez (ed.) Historia social de la familia en España, Alicante, Instituto de Cultura “Juan Gil-Albert – Diputación de Alicante, 1990, pp. 13-30. p. 21. 25 Esta forma de familia más “complicada” que la nuclear y las razones que llevan a su existencia son comentadas por Tamara Hareven, “Historia de la familia y la complejidad del cambio social”, Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, nº XIII-1 (1995) pp. 99-149. Siguiendo este sistema podrán distinguirse ampliaciones ascendentes, descendentes y horizontales.

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LA INSTITUCIÓN FAMILIAR EN UNA COMARCA CÁNTABRA …

última causa de presencia de criados en casa no tendría nada que ver con el ciclo doméstico. En regiones como Liébana26 encontraremos referencia a estos diversos tipos de ayuda doméstica. En este caso serán los hidalgos acomodados los que acaparen este tipo de criados de tipo mas suntuario, de la misma forma que ocurre en el Nansa. 4.3. Sistemas de transmisión de propiedades El sistema de transmisión de bienes, último de los elementos que influían en el tamaño y tipología de las familias de los que analizaremos en este artículo, es un instrumento que tiene la familia para intentar ordenar la reproducción social. Hemos de tener en cuenta que las familias aparecen a partir de un nuevo matrimonio que se independiza, momento en el que se les reconocerá la condición de vecinos, para lo cual era necesario una ayuda de la familia, ya fuera en forma de dote, donación o herencia27. En el sistema castellano la mayoría de las herencias se transmitían mortis causa, y así lo hemos comprobado en el caso del Nansa, sin embargo también hemos de contar con otros sistemas de transmisión legal de patrimonio inter vivos: las mencionadas dotes28 o aportación al matrimonio y donaciones29. Al encontrarnos en este momento desarrollando este estudio sólo podemos dar un primer adelanto. Así podemos ir señalando que de los documentos vistos hasta este momento los testamentos representan un 82% del total, las donaciones un 16% y las dotes un 1%. También he de hacer referencia a otro tipo de documentos como son los repartos de bienes post-mortem, documentos inmediatamente posteriores a las declaraciones de herederos conjuntas que se hacen, por ejemplo, en el catastro de Ensenada30. Para ilustrar el otro tipo de transmisión de bienes inter vivos, la donación, incorporo un ejemplo más de la zona.

26

R. Lanza, Población y familia campesina en el Antiguo Régimen: Liébana, siglos XVI-XIX. Santander, Universidad de Cantabria, Servicio de Publicaciones-Librería Studio, 1998. p. 141. 27 Francisco Chacón también apunta en este sentido al manifestar que la transmisión de la propiedad es el mecanismo que posibilita en mayor medida la creación de nuevos hogares. Francisco Chacón Jiménez, “Continuidad de costumbres y transmisión de la propiedad en el sistema familiar castellano. Siglos XVIXVIII” en Francisco Chacón Jiménez (ed.) Historia social de la familia en España, Alicante, Instituto de Cultura “Juan Gil-Albert – Diputación de Alicante, 1990, pp.47-60. 28 La dote, en cambio, era un imperativo para los padres. De hecho estaban obligados por ley a proporcionar a sus hijas un patrimonio que representara la mitad de su parte de la legítima. Las familias acaudaladas procuraron eludir esta obligación para no dilapidar las “fortunas” familiares en los matrimonios de las hijas. Así para resarcirlas solían proporcionarlas una dote compuesta por unos cuantos objetos de necesidad inmediata para la formación del nuevo hogar. Después, durante toda la vida de casada de la mujer, su marido tenía derecho a administrar estos bienes, fueran del tipo que fueran. Este privilegio se mantenía intacto hasta la muerte de cualquiera de los cónyuges, momento en el que la dote tenía que pasar al cónyuge vivo o a los herederos legales de la mujer. 29 También existen otros documentos, los inventarios de bienes, que pueden servir para analizar las herencias y particiones, sin embargo no son demasiado numerosos en el caso del Nansa quizá por la pobreza material de los vecinos de la época. Un especialista que sí ha recurrido a ellos es Máximo García Fernández, Herencia y patrimonio familiar en la Castilla del Antiguo Régimen. 1650-1834. Efectos socioeconómicos de la muerte y la partición de bienes. Valladolid, Secretariado de Publicaciones Universidad de Valladolid, 1995. 30 Hasta el momento hemos analizado un total de 107 documentos. Teniendo en cuenta la ingente documentación notarial sólo representa una parte muy pequeña del total.

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Sara PÉREZ ORTEGA “sépase por esta escritura de donación como yo Miguel de Cires residente en el lugar de San Mamés de este valle de Polaciones digo que por cuanto yo debo muchas obligaciones, servicios y atenciones a Tomás y Toribio Viaña, mis sobrinos, vecino y natural que son de este dicho lugar por estar como estoy en obligación de agradecimiento de mi propia voluntad sin premio ni fuerza alguna en la forma que mejor puedo… otorgo y conozco que hago gracia y donación pura perfecta que el derecho llama entre vivos irrevocable entre los dichos […] mis sobrinos de todos mis bienes que tengo y pudiere tener […] todos los dichos bienes son libres 31 de ningún tributo, memorias, hipoteca ni otro señorío ni obligación…

Es ejemplo de que también podían transmitirse los bienes aún en vida siendo la causa de esta realidad, como se manifiesta en el texto, el agradecimiento de unos servicios prestados. Según indica el otorgante los bienes de éste son cedidos a sus sobrinos por todas las atenciones que le estaban ofreciendo. Quizás podría haber redactado un testamento que recogiese que a su muerte todo fuera a parar a los mismos, pero si él, por los motivos que fuera, ya no estaba usándolos, tiene sentido transmitirlos en ese mismo momento para poder cerciorarse de que todo se hacía según su voluntad. A pesar de la importancia de la dote en el momento del matrimonio y en general la de las donaciones, la herencia es el principal factor a tener en cuenta a la hora de observar el modelo matrimonial, ya que la edad de acceso a éste variaba según el tipo de sistema de partición reinante, aparte de que como vimos, también influía la mayor o menor capacidad para tener una amplia prole. En la Península había por ello modelos muy diversos 32 al igual que ocurre dentro del propio área del Nansa a pesar de la cortedad de su extensión. En lo que se refiere a esta comarca montañesa el sistema de herencia mayoritariamente elegido fue el del reparto igualitario entre los hijos. Las razones que hicieron que fuera la forma de reparto más habitual tienen que ver con la tipología mayoritaria de familia de la zona, la nuclear, así como con el escaso tamaño de la propiedad de estos hogares. Otra prueba de ello es la importante presencia de las ya mencionadas declaraciones que se hacen bajo el nombre de “Herederos de…” en el Catastro de Ensenada. La razón de esta denominación está en la existencia de muchos casos en los que a fecha del Catastro aún no se había efectuado el reparto correspondiente. Este escenario también queda corroborado con los testamentos localizados en el fondo de los Protocolos Notariales que responden a esta práctica como ya señalamos. Para ilustrar el caso de las declaraciones del Catastro citaremos como ejemplo a la familia de Felipe Montes de Lamadrid, vecino de Polaciones33. Éste vivía junto con su esposa y una cuñada. En este caso explican que aún no habían repartido la herencia de estas hermanas, por lo que ambas eran dueñas de las tierras y propiedades que 31

AHPC Protocolos Notariales, leg. 2041/4, ante Bartolomé de Caviedes 1676, San Vicente de la Barquera, Polaciones. 32 La especialista Ana Rivas ha sido capaz de distinguir tres formas de herencia diferentes en lo que afecta al caso cántabro a nivel general. El primer tipo consiste en dar una pequeña mejora a la hija menor por quedarse en casa cuidando de sus padres aun estando casada. Es el modelo que, según esta especialista, más predomina en las zonas costeras. El segundo tipo de herencia se basa en el mismo principio, siendo en este caso el hijo mayor el que se queda al cuidado de los padres ancianos. Es el típico de la zona suroeste. El tercer y último tipo es el que es el más frecuente también en el Nansa: el reparto entre todos los hijos sin mejora alguna. Ana Rivas Rivas, “Los marcos territoriales y sociales de identificación regional en el mundo rural cantábrico”, Los espacios rurales cantábricos y su evolución. Santander, Universidad de Cantabria-Asamblea Regional, 1990. pp. 213-230. 33 Podemos encontrarlo en las Respuestas Particulares del Catastro de la Ensenada de San Mamés.

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LA INSTITUCIÓN FAMILIAR EN UNA COMARCA CÁNTABRA …

declara Felipe. Había además una tercera hermana que también era dueña de estos bienes, sin embargo en este caso no vivía junto al resto de las propietarias al estar casada con un hombre que podía permanecer independiente ya que también tenía propiedades. Su nombre es María Gutiérrez y es la mujer de Antolín Gutiérrez. Las tres hermanas son hijas del difunto Domingo Gutiérrez. En este caso pasa a disfrutar los bienes plenamente una de las hijas que se encuentra casada sin que su marido tenga bienes propios, mientras que las otras dos hijas perciben algo: una, por estar soltera, lo hace directamente viviendo en casa de su hermana y la otra recibe cierta compensación al vivir con su marido en la propiedad de éste. La mayoría, tras dejar mandadas las misas oportunas y demás mandas34, lo cual ocupa la mayor parte del documento en términos generales, y saldadas las deudas y apuntes necesarios, continúan nombrando a los herederos que suelen coincidir con la totalidad de los hijos, denominados herederos universales, y en su caso, al futuro viudo o viuda35. Sin embargo también encontramos casos en los que se transmiten todas las propiedades, o su mayor parte, a un único heredero tratando de colocar al resto de los hijos en otras familias, ya fuera mediante un matrimonio que constituyera una alianza matrimonial o como criados, cuando la herencia no era lo suficientemente grande como para que el heredero siguiera al cuidado de toda la estirpe. Este hecho se aprecia en la alta presencia de familias extensas y sin estructura, entre las que destacan las de aquellos que a pesar de no estar constituías por un núcleo familiar sí tenían parientes dependientes a cargo de los cabezas de familia. Podemos concluir así señalando que será esta elección generalizada del reparto igualitario entre los hijos la razón por la cual el tamaño de las explotaciones era pequeño. De hecho cada vez lo sería más, de ahí que se tratara de frenar artificialmente la fecundidad de las familias, destacando principalmente el método de apostar por el matrimonio tardío, fórmula que se debía tanto a este deseo como a la realidad de ser imposible formar familias a una edad temprana ante las dificultades existentes a la hora de acceder a la propiedad y la condición de vecino. 5. Dimensiones familiares en el caso del Nansa Una vez repasados todos los condicionantes que intervienen en la familia pasaremos a examinar las dimensiones que esta institución presentó en el Nansa a fines del Antiguo Régimen. Como decíamos el tamaño de las familia siempre hubo de adaptarse a la coyuntura vital en la que se viera inmersa, puesto que, como unidad productiva que era, debía estar formada por el número justo de miembros que pudieran mantenerse con los recursos familiares, un número de miembros que, por otra parte pero al mismo tiempo, 34

Marion Reder es una de las especialistas que más partido ha sacado de los testamentos como fuente en el caso español. Gracias a ellos es capaz de analizar la devoción del testador, aunque a lo largo de su estudio hace un repaso por muchos aspectos clasificando estos documentos según muy distintos criterios que le ayudan a descubrir muchas realidades de la época. Marion Reder Gadow, Morir en Málaga. Testamentos malagueños del siglo XVIII. Málaga, Universidad de Málaga-Excelentísima Diputación Provincial de Málaga, 1986. 35 Este caso se corresponde de nuevo con la imagen que nos da Francisco Chacón de aquellas zonas donde se opta por el derecho igualitario, donde se tiende a expulsar a los hijos del hogar una vez van accediendo al matrimonio sin demasiada ayuda económica puesto que las dotes de estas zonas rurales no van más allá de algo de mobiliario escaso y ropa de mala calidad. F. Chacón Jiménez, “Continuidad de costumbres…” p. 56.

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eran los mismos que los necesarios a la hora de ejercer la explotación de las propiedades familiares y las actividades auxiliares con las que las complementaban. De ahí que, cuando analicemos cuál era el tamaño medio de la familia del Nansa, tengamos que tener presente la realidad económica que adelantamos para lo que a esta área se refiere, aunque habrá otros agentes que influirán en el tamaño y forma de ésta al ser también base de la organización social y de socialización, aspectos que en la medida de lo posible hemos ido repasando a lo largo del artículo. Así es necesario, como hemos hecho, relacionar el modelo matrimonial, las pautas de nupcialidad, el sistema de transmisión de bienes, la estructura familiar y las reglas de formación de unidades domésticas, en lo que a su vez influyen la endogamia, la consaguinidad, las tasas de masculinidad, el celibato definitivo y la edad en las primeras nupcias36. Una vez enmarcada la comarca y repasados los aspectos que pueden determinar ciertas características que presentaría esta institución parece oportuno aclarar las tipologías familiares que vamos a manejar a continuación. Como decíamos hemos recurrido a una clasificación basada en la elaborada por Peter Laslett 37 por su gran predicamento 38 , el cual permite comparar sociedades de diferentes ámbitos por los aspectos comunes que aborda39. Esta clasificación, la de Laslett, toma como eje central el núcleo conyugal dando lugar así a dos categorías: hogares con y sin núcleo, aludiendo así a la presencia o ausencia en el hogar de una pareja constituida de hecho. A partir de ahí podremos encontrar otras variantes. Según esta distribución distinguimos entre familias nucleares, extensas y sin estructura 40 . Para ello haremos un repaso por las conclusiones que hemos obtenido tras estudiar las 1.304 familias que se describen en el Catastro de Ensenada (1752). Como se puede apreciar fácilmente el tipo de familia que más predomina es la nuclear, como suele ser regla general, sin embargo y, aún cumpliendo esta tendencia, hay un caso que se diferencia dentro del conjunto del Nansa: el valle de Polaciones. Como decíamos, a pesar de que la presencia de este tipo de familia es también el mayoritario, no puede considerarse tan ejemplar como en el resto de la comarca. A diferencia de en el resto de los valles en Polaciones la presencia de familias de tipo extenso es también muy importante ya que ronda el tercio del total quedándose en torno a un 19% en lo que afecta al conjunto, afectando especialmente a la presencia de las familias nucleares, puesto que las denominadas sin estructura rondan el mismo porcentaje que en el resto de la comarca. El caso contrario a Polaciones será Tudanca, donde las familias extensas tendrán una representación mucho menor a la media, no 36

F. Chacón, “La familia española…” pp. 13-30. Peter Laslett, Family, life and illicit love in earlier generations. Essays in historical sociology. Cambridge University Press. 1977. 38 A pesar del mismo es cierto que a día de hoy hay especialistas como Francisco Chacón que a pesar de confirmar su utilidad, ya que demuestra la existencia y predominio de la familia nuclear en las sociedades preindustriales, ya lo encuentran superado. F. Chacón, “La familia española…” p. 20. En este mismo sentido se manifiestan Kertzer y Barbagli cuando afirman que la imagen de familia tradicional, muy difundida en el imaginario colectivo, y que entre otros ayudó a propagar Laslett, que sería la compuesta por un padre de familia, su mujer subyugada y muchos hijos, es completamente falsa. David I. Kertzer y Mario Barbagli, Historia de la familia europea, Volumen I. La vida familiar a principios de la era moderna. 1500-1789. Barcelona, Paidós, 2002. 39 Para estudios de parentescos, como los que se encuentran en las familias extensas de Laslett, conviene señalar que es preferible sistemas como el que explica T. Hareven , “Historia de la familia…” pp. 99-149. 40 Richard Wall (et al.) Family forms in Historic Europe. Cambridge. Cambridge University Press, 1983, pp. 513-560. 37

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LA INSTITUCIÓN FAMILIAR EN UNA COMARCA CÁNTABRA …

llegando ni al 10% del total. Sin embargo en este caso serán las familias sin estructura las directamente beneficiadas antes que las nucleares. Tabla 4. Distribución de los tipos de familias presentes en el nansa a mediados del siglo XVIII Valle Herrerías Lamasón Rionansa Tudanca Polaciones NANSA

nucleares Extensas sin estructura nº total familias nº % nº % nº % 131 83 63,36 25 19,08 23 17,56 208 139 66,83 40 19,23 29 13,94 451 303 67,18 71 15,74 77 17,07 254 178 70,08 21 8,27 55 21,65 260 133 51,15 85 32,69 42 16,15 1.304 836 64,11 242 18,56 226 17,33 Fuente: Libro de Personas Mayores Catastro de Ensenada

A continuación pasaremos a tratar el tema de las dimensiones de las familias de la zona, análisis que nos ayudará al mismo tiempo a dar explicación a la mayor o menor presencia de un tipo u otro según la clasificación de Laslett que venimos usando. Será gracias a las siguientes tablas que figuran un poco más adelante con lo que podremos comprobar el tamaño de las familias y la representatividad de cada uno de los casos. Como se puede apreciar en la tabla 5, que contiene los datos absolutos, como en la 7, donde se encuentran calculados de forma relativa, lo que más predominan son las familias de entre 1 y 5 miembros, representando el conjunto de estos casos a algo más del 80% de las familias de la comarca. Según la descripción que incluye el catastro de Ensenada en los Libros de Personal en la mayor parte de los hogares encontramos conviviendo a padres e hijos y, cuando estos últimos no eran lo bastante maduros para colaborar en la explotación de los bienes agropecuarios de la familia, también encontraremos algún “criado de segadura” al que mantenían y daban un pequeño jornal -normalmente41- a cambio de su ayuda en las tareas agrícolas y ganaderas típicas de la zona. La presencia de este personal de servicio era muy importante en los hogares sin hijos en edad de trabajar y es que, aunque la superficie a explotar o el número de animales -que se cuidaban conjuntamente gracias al sistema de las “vecerías” 42- no era demasiado elevado, el tener a alguien que colaborara en estas actividades permitía que los varones pudieran dedicarse a otras actividades auxiliares tales como la artesanía, la sierra, la carretería, etc43. 41

Hemos podido comprobar a través de los testimonios de los cabezas de familia en las Respuestas Particulares del catastro de Ensenada cómo estos sueldos variaron mucho aunque en parte estuvieron influidos por el sexo y la edad del empleado. Sin embargo también hay un número considerable de criados que no cobraban un jornal por su trabajo. Normalmente es el caso de los familiares acogidos que deben colaborar en la explotación a cambio de su manutención sin más derechos. 42 Acuerdo de explotación ganadero que aparece frecuentemente en las Ordenanzas de los distintos lugares de la zona por el cual se establece un calendario entre los vecinos en el que se van marcando los turnos por los que cada familia se hace responsable del conjunto del ganado del lugar para llevarlo, cuidarlo y traerlo de vuelta de los pastos que aprovechan conjuntamente. 43 Esta misma circunstancia se daba en ámbitos cercanos a éste pero también en otros completamente diferentes, con lo que no podemos decir que sea una particularidad de la zona. Es el caso de los campesinos ingleses de Leicestershire que ya hemos comentado anteriormente. Allí también les era necesario vender su tiempo de trabajo para sostener las explotaciones privadas cerradas al ya no poder contar con los derechos comunales que fueron abolidos en este caso en el siglo XVIII. Peter Laslett, El mundo que hemos perdido… p. 84.

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Por último, en lo que a los datos de estas tablas se refiere, podemos afirmar que las familias de 4 personas son las más representativas en la comarca. Así se desprende de la información de las tablas 6 y 8. En ella se observa cómo en todos los valles de la comarca el máximo número de personas se encuentra en el grupo de hogares formados por 4 individuos. Del mismo modo vemos en la tabla número 9 que son éstas las familias más representativas en todos los casos, salvo en Polaciones –donde son las de 5 miembros-, salvedad que de nuevo ha de tener que ver con la mayor importancia de las familias extensas en este valle y por el mayor índice de criados en estos hogares. Tabla 5: número de familias según el número de sus miembros Nº personas por familia

Herrerías

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 Total familias Total habitantes Media por familia

23 19 23 23 12 12 8 9

Lamasón 24 36 41 45 20 21 11 6 3

2 1

Rionansa

Tudanca

Polaciones

Número casos 49 48 71 50 92 52 89 51 58 34 44 7 24 9 12 1 7 1 4 1 1

TOTAL NANSA

28 29 44 48 50 24 19 10 4 1

172 205 252 256 174 108 71 38 15 8 2

1

1

1 1

1 1

131

208

451

254

260

1.304

502

788

1.755

810

1.107

4.962

3,8

3,8

3,9

3,2

4,3

3,8

Tabla 6: número de personas distribuidos por el tamaño de sus familias Nº personas por familia

Herrerías

Lamasón

1 2 3 4 5 6 7 8 9

23 38 69 92 60 72 56 72

24 72 123 180 100 126 77 48 27

332

Rionansa

Tudanca

Nº total de personas 49 48 142 100 276 156 356 204 290 170 264 42 168 63 96 8 63 9

Polaciones

TOTAL NANSA

28 58 132 192 250 144 133 80 36

172 410 756 1.024 870 648 497 304 135

LA INSTITUCIÓN FAMILIAR EN UNA COMARCA CÁNTABRA …

10 11 12 13 14 15 Total habitantes

20 11

502

788

40 11

1.755

10

810

10

80 22

13

13

15

15

1.107

4.962

Tabla 7. Representatividad de los distintos tamaños de familia respecto al número total de éstas Nº personas por familia 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 total casos

TOTAL NANSA % número de casos de cada tipo de familia frente al total de éstas 17,6 11,5 10,9 18,9 10,8 13,2 14,5 17,3 15,7 19,7 11,2 15,7 17,6 19,7 20,4 20,5 16,9 19,3 17,6 21,6 19,7 20,1 18,5 19,6 9,2 9,6 12,9 13,4 19,2 13,3 9,2 10,1 9,8 2,8 9,2 8,3 6,1 5,3 5,3 3,5 7,3 5,4 6,9 2,9 2,7 0,4 3,8 2,9 1,4 1,6 0,4 1,5 1,2 1,5 0,9 0,4 0,4 0,6 0,5 0,2 0,2

Herrerías

100

Lamasón

100

Rionansa

100

Tudanca

100

Polaciones

0,4

0,1

0,4 0,4 100

0,1 0,1 100

Tabla 8: representatividad del tamaño de las familias respecto a la población total Nº individuos por familia 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14

Herrerías 4,6 7,6 13,7 18,3 12 14,3 11,2 14,3 4

Lamasón

Rionansa

Tudanca

Polaciones

TOTAL NANSA

% de cada caso respecto al total de la población 3 2,8 5,9 2,5 9,1 8,1 12,3 5,2 15,6 15,7 19,3 11,9 22,8 20,3 25,2 17,3 12,7 16,5 21 22,6 16 15 5,2 13 9,8 9,6 7,8 12 6,1 5,5 1 7,2 3,46 3,6 1,1 3,3 2,3 1,2 0,9 1,4 0,6 1,2

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3,5 8,3 15,2 20,6 17,5 13,1 10 6,1 2,7 1,6 0,4 0,3

333

Sara PÉREZ ORTEGA

15 16 Total

100

100

100

100

1,4 1,4 100

0,3 0,3 100

Fuente: Catastro de Ensenada. Libros de Memoriales y de las Personas Mayores

6. Conclusiones Una vez vistas las características típicas de la familia en el Nansa podemos llegar a la conclusión de que se corresponde con el modelo que se da en el resto del norte peninsular al ser los determinantes que influyen en su formación muy similares en todo el norte peninsular tal y como se puede apreciar al comparar la información recogida en las fuentes que afectan al Nansa con los estudios de otros especialistas de la zona. Así tanto el medio físico, que determinaba una economía y unas formas de vida muy características, como la emigración, a la que recurrió gran parte de la población masculina joven, influyeron en una edad de acceso al matrimonio muy tardía y un celibato femenino definitivo bastante elevado. He de señalar que el sistema predominante de sucesión familiar tampoco ayudó a la formación de nuevas familias. Al ser éstas tan pobres es por lo que sus futuros integrantes deberían recurrir a la emigración para procurarse unos posibles con los que iniciar su andadura en solitario. Realidad difícil al estar la propiedad agraria tan dividida y ser tan pobre. En cuanto al modelo de familia típica recordaremos que responde al formato nuclear que habrá de ir adaptándose a las necesidades familiares a lo largo de la vida, convirtiéndose en familia extensa en aquellos casos más acomodados y en la tipología sin estructura cuando la coyuntura familiar se complicara, de ahí que se les conozca como solitarios a los cabezas de familia de estos hogares.

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El análisis de redes aplicado al estudio de los grupos domésticos de Bermellar (Salamanca) en el siglo XVIII Network analysis applied to the study of domestic groups of Bermellar (Salamanca) in the 18th century Pamela RUBIO VELASCO Universidad de Salamanca Resumen: Toda persona está inmersa en un amplio abanico de redes, desde las familiares hasta las formadas por la amistad, o los vínculos espirituales generados por el padrinazgo. El análisis de dichas redes nos permitirá conocer las relaciones sociales existentes en el seno de una comunidad y definir las diferentes prácticas llevadas a cabo por los grupos de parentesco y por las familias. En definitiva, nuestro objetivo es explorar las redes de relaciones que se tejen en un contexto determinado, percibir la creación y el intercambio de vínculos y captar las estrategias elaboradas y seguidas por los propios actores que operaban en la villa salmantina de Bermellar en el siglo XVIII. Palabras clave: Historia de la familia, grupo doméstico, análisis de redes, estrategias familiares, siglo XVIII. Abstract: Everyone is involved in a wide range of networks, from the familiar to those formed by friendship, or spiritual ties generated by parenthood. The analysis of these networks will allow us to find existing social relations within a community and to define the different practices carried out by kinship groups and families. In short, our goal is to explore the relationship networks that are woven in a given context, to see the creation and sharing of links and to grasp the strategies developed and followed by the actors operating in Bermellar, a village of Salamanca, in the 18th century. Keywords: History of the family, domestic group, network analysis, family strategies, 18th century.

La contraposición entre un análisis estático del agregado familiar (procedente del norte de Europa, del ámbito anglosajón sobre todo) y unas técnicas que permiten trazar la evolución temporal de las familias desde su formación hasta su disolución (técnicas nacidas en Francia y extendidas al resto de países mediterráneos, como Portugal, España o Italia) ha sido poco practicada en las investigaciones sobre la familia realizadas en los últimos años. En España, los estudios sobre el tamaño, la estructura y la composición de los hogares en el pasado no comienzan a abordarse hasta principios de los años 80, imponiéndose la metodología y los planteamientos del Grupo de Cambridge sobre el método francés. Inicialmente, en esta historia de la familia realizada en España se hacía hincapié en los lazos biológicos, y unos años después primará el factor residencial, si bien la transmisión de la propiedad y de la herencia constituyen cuestiones que se dejan un poco de lado. La familia entendida a través del hogar marcaría la nueva historiografía, mientras que el interés por el parentesco sería postergado hasta fechas recientes 1 . Los grupos 1

Solamente citaremos algunos de los trabajos que, a nuestro parecer, supusieron un gran corte con la tradición anterior: Marie-Catherine Barbazza, La société paysanne en Nouvelle-Castille: famille, mariage

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domésticos se pueden medir al figurar en censos, padrones y otros registros como unidades identificables, mientras que las agrupaciones de parentesco debían ser deducidas, en su mayor parte, a partir de técnicas de microanálisis. Primero hay que fijar las bases, los hogares, para descender del nivel cuantitativo de las estructuras de los agregados domésticos al de los lazos interpersonales, el de los individuos. De tal modo, la familia se ha convertido en una importante vía para la comprensión de los sistemas de reproducción social, especialmente a partir de conceptos clave como los de estrategia, red, trayectoria, movilidad y diferenciación social, sin olvidar el apoyo obtenido de las reconstrucciones genealógicas2. La comparación entre los libros del Catastro del Marqués de la Ensenada y los registros parroquiales nos ha permitido no solamente apreciar la evolución de los hogares, sino también conectar entidades que en el Catastro aparecen como unidades aisladas. Por tanto, si queremos acercarnos de una forma más precisa a las dinámicas sociales de una comunidad, hemos de superar las limitaciones de esta fuente y emplear otras complementarias. En este punto, hay que proceder al cruce nominativo de dichas fuentes, si bien este método no está exento de problemas. El principal escollo que hemos de superar deriva de la falta de homogeneidad de los nombres y los apellidos de las personas, lo que hace que haya que tener en cuenta las posibles variables de un nombre completo y, a la hora de crear los registros de la base de datos, uniformizar la información a introducir. Gracias a esta metodología, hemos podido ver que, de una u otra manera, toda persona está inmersa en un amplio abanico de redes, desde las familiares hasta las formadas por la amistad, pasando por los vínculos espirituales generados por el padrinazgo. El análisis de dichas redes nos permite conocer las relaciones sociales existentes en el seno de una comunidad y definir las diferentes prácticas llevadas a cabo por los grupos de parentesco y por las familias. Las redes vecinales, por su parte, nos permitirán descubrir otro tipo de vínculos en la organización social de la población3. Aunque el parentesco no equivale siempre a solidaridad, quizá haya que entender la red de parentesco como una “reserva de interacciones potenciales”, privilegiadas a la hora de crear vínculos y lazos afectivos o de otro tipo. De este modo, incluso entre los grupos menos privilegiados y en coyunturas específicas (viudedad, orfandad, enfermedad, emigración, necesidad temporal de mano de obra, etc.) se reactivaban o utilizaban vínculos que, a veces, parecían estar en desuso. Los lazos de ayuda, solidaridad y trabajo se seguían manteniendo a pesar de la regla neolocal del matrimonio, que hacía que los nuevos cónyuges se establecieran en un hogar diferente al de sus progenitores. Los miembros de los distintos agregados domésticos se relacionan cotidianamente, por ejemplo, trabajando tierras cercanas, como hemos podido advertir en cinco casos en que los cabezas de familia tenían et transmission des biens à Pozuelo de Aravaca (1580-1640), Madrid, Casa de Velázquez, 2000. DavidSven Reher, Familia, población y sociedad en la provincia de Cuenca, 1700-1970, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1988. Francisco García González, Las estrategias de la diferencia: familia y reproducción social en la sierra (Alcaraz, s. XVIII), Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Secretaría General Técnica, 2000. 2 Francisco García González, “Las estructuras familiares y su relación con los recursos humanos y económicos”, en Francisco Chacón y Joan Bestard (dir.), Familias: historia de la sociedad española (del final de la Edad Media a nuestros días), Madrid, Cátedra, 2011, pp. 159-160. 3 Carmen Hernández López, La casa en La Mancha oriental. Arquitectura, familia y sociedad rural (1650-1850), Madrid, Sílex, 2013, p. 265.

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propiedades agrícolas colindantes con las de sus suegros. La explotación agrarioganadera familiar era muy importante como forma de producción en la que, a pesar de tener que procurar retener a una parte de la familia como mano de obra, esto no siempre se traducía en una mayor complejidad del hogar. Ello se explica por el hecho de que los lazos familiares trascienden el hogar, al igual que algunos vínculos económicos4. Por eso, los hijos podían seguir trabajando las tierras del padre a pesar de haberse establecido con su familia fuera del hogar. Estas estrategias adaptativas, sobre todo entre los medianos propietarios, ponen de manifiesto las ventajas de la proximidad residencial y la fluidez de las relaciones entre padres e hijos casados u otros parientes. La ayuda mutua también podía proceder de sobrinos y otros parientes que corresidían temporalmente en el mismo agregado doméstico y eran empleados como mozos de labor5. Según la actualización de las Respuestas Generales de 1761, la salmantina villa de Bermellar seguía teniendo 83 vecinos, los mismos que en 1752, a excepción de dos de ellos que se habían casado y “viven en las mismas casas con sus padres” 6. Ello se puede interpretar como que ambos núcleos comparten el mismo espacio físico que sus padres, si bien a efectos fiscales conformarían unidades distintas. Parentesco, vecindad, solidaridad y amistad no solamente superaban los imprecisos límites del hogar rompiendo con la tradicional imagen de su aislamiento, sino también de los dispersos núcleos de poblamiento que estructuraban el espacio, especialmente en el territorio aldeano 7 . Así, no resulta extraño encontrar, entre los moradores de estos pequeños núcleos, frecuentes lazos endogámicos y de parentesco que cuestionan la validez del elevado porcentaje de hogares nucleares que, desde el punto de vista formal, caracteriza a estos lugares8. De hecho, es en el seno de estas pequeñas comunidades donde mejor se pone de manifiesto cómo las redes de parentesco reproducen y perpetúan los intereses de la familia9. A las redes de colaboración vecinal también nos podemos acercar a través de los albaceas testamentarios. Si partimos de la importancia que para los otorgantes tenía el 4

F. García González, “Las estructuras familiares…”, p. 235. Francisco García González, “Más allá del padrón: el espejismo de la familia nuclear”, en Francisco Chacón Jiménez y Llorenç Ferrer i Alòs (ed.), Familia, casa y trabajo: actas del Congreso Internacional “Historia de la Familia. Nuevas perspectivas sobre la sociedad europea”. Murcia, 14, 15 y 16 de diciembre de 1994, Murcia, Universidad de Murcia, Seminario Familia y élite de poder en el Reino de Murcia. Siglos XV-XIX, 1997, pp. 338-339. 6 Respuesta 21. Archivo General de Simancas [AGS], Dirección General de Rentas [DGR], 1ª Remesa, leg. 1605-11. Para los datos ofrecidos por el Catastro, sería preciso consultar las Respuestas Generales y las Relaciones del Estado Seglar: Archivo Histórico Provincial de Salamanca [AHPSA], Catastro del Marqués de la Ensenada [CME], lib. 99/359; y AHPSA, CME, lib. 101/361. 7 Para más información sobre los distintos tipos de redes que una persona puede establecer a lo largo de su vida, sería recomendable consultar: José María Imízcoz Beunza, “Familia y redes sociales en la España Moderna”, en Francisco Javier Lorenzo Pinar (coord.), La familia en la Historia, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2009, pp. 135-186. 8 En cuanto a la frecuencia de la endogamia dentro de nuestra villa, cabe mencionar que a través de las 222 partidas de matrimonio analizadas hemos podido encontrar 23 casos en los que la pareja necesitó de una dispensa papal para poder casarse. Lo más frecuente era la consanguinidad en tercero y/o cuarto grado (primos terceros o segundos), si bien también hay algunos casos de afinidad en los mismos grados. También se debe señalar que el número de matrimonios dispensados aumenta conforme avanza el siglo XVIII, pues de 1715 a 1750 solamente se registran tres casos, mientras que los otros veinte se producen entre la mitad de siglo y 1775. Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo [ADCR], Bermellar, 3.1. Libro de matrimonios 1672-1775. 9 F. García González, Las estrategias…, p. 261. 5

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cumplimiento de sus últimas voluntades, es fácil deducir que los interesados buscasen el respaldo necesario en personas de su entera confianza dentro del entorno de sus relaciones sociales 10 . Las personas elegidas no solamente gestionan los intereses patrimoniales del difunto a la hora de la sucesión, sino que en ellos recae la misión de restablecer el orden en caso de problemas o conflictos entre los herederos. Este nivel de confianza es el reflejo de unas relaciones muy estrechas, tejidas a veces a lo largo de toda una vida11. A esta cuestión hemos intentado aproximarnos a través de las actas de defunción, donde en ocasiones se recoge quién es el encargado de velar por el cumplimiento de lo dispuesto por el difunto antes de morir. Si no hemos recurrido a los protocolos notariales ha sido porque en la villa estudiada no había un notario que nos pudiera legar los testamentos de los vecinos, si bien este tipo de fuente nos podría aclarar algunas de las dudas que han surgido a la hora de elaborar la siguiente tabla: Tabla 1: Naturaleza de los albaceas en los testamentos de Bermellar entre 1715 y 1775

Relación Padres Cónyuges Hijos Hermanos Tíos Otros parientes Total parientes Clérigos Escribano Sin relación conocida Total

Cifra absoluta 6 49 36 17 5 21 134 27 2 109 272

Porcentaje 2,21 18,01 13,23 6,25 1,84 7,72 49,26 9,93 0,74 40,07 100

.Elaboración propia a partir de las actas de defunción analizadas. Nota: En el total figura el número de testamentarios, no el número de testadores, que para el período estudiado son 149 personas.

Como se aprecia en la tabla 1, los parientes tenían un gran peso, especialmente los más cercanos (cónyuges e hijos), en los testamentos de sus familiares. Esta cercanía sería la que les otorgara un alto grado de confianza a la hora de velar por el cumplimiento de las últimas voluntades del difunto, lo que se puede apreciar también en el caso de los clérigos. Los eclesiásticos serían los más indicados para procurar la salvación del alma del fallecido, a la vez que su honestidad haría que los testadores se sintieran seguros encomendándose a ellos. Otro aspecto que habría que resaltar de la tabla es la gran cantidad de personas que no podemos vincular con el difunto. Lo más probable es que entre ellas se encontraran algunos familiares no identificados como tales o vecinos y amigos cuyos lazos trascienden las fuentes consultadas. Lo que sí podemos asegurar es que entre el testamentario y el fallecido existiría una estrecha relación, como ya hemos señalado con anterioridad.

10

José M. Pérez García, “Estructuras familiares, prácticas hereditarias y reproducción social en la Vega Baja del Esla (1700-1850)”, Studia Historia. Historia Moderna, 16 (1997), pp. 286-289. 11 Cosme Jesús Gómez Carrasco y Francisco García González, “Parents, amis et parrains. Parenté spirituelle et clientèles sociales à Albacete (Castille-La Manche), 1750-1830”, en Guido Alfani, Philippe Castagnetti y Vincent Gourdon (eds.), Baptiser. Pratique sacramentelle, pratique sociale (XVIe-XXe siècles), Saint-Étienne Cedex, Publications de l’Université de Saint-Étienne, 2009, p. 409.

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Además de los vínculos familiares o vecinales, es necesario referirse a otro tipo de relación que tenía gran importancia para estas personas: el parentesco espiritual, establecido a partir del bautismo. Stéphane Minvielle sostiene que estos vínculos no ocupaban un lugar central dentro de las dinámicas familiares, sino que su carácter era puramente religioso, pues no estaría destinado a suplir la falta de los padres tras la muerte12. Frecuentemente, el padrino era elegido dentro de la familia para reforzar las solidaridades fundamentadas en la sangre o la alianza. Para Guido Alfani, la causa de la progresiva familiarización del padrinazgo se encuentra en la evolución de la vida comunitaria, que influye en la percepción de las relaciones sociales y, por ende, en las elecciones y los gestos rituales en los que esta percepción se incardina13. Por ello, el padrinazgo y el compadrazgo se pueden considerar como una prolongación de las relaciones familiares, pues nos permiten explorar otras relaciones que arrojan nueva luz sobre la organización social de la población. Por lo general, los lazos del padrinazgo y los establecidos con los testigos de los matrimonios se consideran más débiles en comparación con las relaciones establecidas por el parentesco o las alianzas matrimoniales. Sin embargo, la debilidad no es sinónimo de ineficacia, pues aquellos muchas veces abren más posibilidades que los lazos más cercanos o fuertes, permitiendo una mayor flexibilidad y adaptación14. El lazo entre los padrinos y los ahijados es bastante débil por la alta mortalidad infantil, mientras que la relación entre los compadres era más estable y se podía volver operativa de forma inmediata. A veces, los padrinos eran seleccionados antes de que naciera el niño o niña, lo que limitaba las posibilidades de negociación con otras personas. Esos lazos tenían un carácter ritual, sagrado y público derivado de su establecimiento in facie communitatis, es decir, frente a la comunidad social y religiosa que presenciaba el bautizo. Todo esto confería a tales lazos un valor más fuerte que el de otros “contratos” sociales, pues los individuos y las familias quedaban atados públicamente por un conjunto de reglas sociales tales como formas de solidaridad, cooperación y amistad, dificultando la existencia de un comportamiento hostil entre las partes15. Según el Concilio de Trento, el padrinazgo y el compadrazgo debían sostenerse sobre relaciones “horizontales” en la que los padrinos, de rango social similar al de los padres, asumieran la educación espiritual de sus ahijados. Sin embargo, al limitar a uno el número de padrinos, se buscaba que éste tuviera un gran prestigio y el padrinazgo se tornó en una forma de establecer y reforzar clientelismos sociales16. Ello se puede ver 12

Stéphane Minvielle, “La place du parrain et de la marraine dans la vie de leur filleul(e). L’exemple des élites bordelaises du XVIIIe siècle”, en Guido Alfani, Philippe Castagnetti y Vincent Gourdon (eds.), Baptiser. Pratique sacramentelle, pratique sociale (XVIe-XXe siècles), Saint-Étienne Cedex, Publications de l’Université de Saint-Étienne, 2009, p. 260. 13 Guido Alfani, “Parrains, partecipanti et parenté. Tendances de longue durée dans la sélection des parents spirituels au sein d’une communauté exceptionnelle: Nonantola, XVI e-XVIIIe siècles”, en Guido Alfani, Philippe Castagnetti y Vincent Gourdon (eds.), Baptiser. Pratique sacramentelle, pratique sociale (XVIe-XXe siècles), Saint-Étienne Cedex, Publications de l’Université de Saint-Étienne, 2009, p. 314. 14 Guido Alfani, “Inmigrants and formalisation of social ties in Early Modern Italy: Ivrea in the sixteenth and seventeenth centuries”, en Guido Alfani y Vincent Gourdon (eds.), Spiritual kinship in Europe, 15001900, Houndmills, Palgrave Macmillan, 2012, p. 47. 15 Guido Alfani y Vincent Gourdon, “Spiritual kinship and godparenthood: an introduction”, en Guido Alfani y Vincent Gourdon (eds.), Spiritual kinship in Europe, 1500-1900, Houndmills, Palgrave Macmillan, 2012, pp. 20-21. 16 G. Alfani y V. Gourdon, “Spiritual kinship…”, p. 14.

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en el hecho de que Martín Villaranda, uno de los personajes más importantes de la villa en lo que a nivel económico e influencias se refiere y que llegaría a alcanzar la condición de hidalgo, apadrinara a trece niños entre 1737 y 1762. La Iglesia estableció que podía tratarse de una pareja la que asumiera esta función (hombre y mujer), si bien en algunas regiones, como en la Península Ibérica, se generalizó el padrino único, como podemos apreciar en Bermellar17. En ocasiones se observa la reciprocidad en el padrinazgo de los niños, lo que reforzaría los vínculos existentes entre dos personas. Veamos algunos ejemplos en nuestra villa. Juan Barreña apadrinó a María, hija de Ignacio Sánchez, en 1718. Nueve años más tarde, Ignacio apadrinó a una niña del mismo nombre, hija de su compadre. En 1731, Manuel Pablos ejerció como padrino de Juan, hijo de Juan Barreña, quien reforzó su relación en 1747 con el primero a través del padrinazgo de su hijo Manuel. En uno de los ejemplos de redes que hemos reconstruido (Gráfico 1) vemos un fenómeno similar, si bien en ese caso pasaron solamente dos años entre el apadrinamiento de Juan Bernardo, hijo de Fernando Gorjón, por parte de Juan Blas Corral, y el momento en que Fernando se convierte en el padrino de María, hija de Juan. Conocer los nombres de todos estos personajes conlleva un gran esfuerzo. No solo hablamos de un simple cruce nominativo de fuentes como el Catastro de Ensenada y los libros parroquiales. El objetivo que nos hemos marcado es explorar las redes de relaciones que se tejen en un contexto determinado, percibir la creación y el intercambio de vínculos y captar las estrategias elaboradas y seguidas por los propios actores 18. Eso sí, hay que tener muy presente que los diferentes actores no están presentes ni operando al mismo tiempo y, según su distinta naturaleza, muchas redes se generarían y otras se romperían, lo que dificulta su comparación y análisis 19 . Aún así, hemos querido aproximarnos a este análisis a través de dos ejemplos en los que analizamos las redes de sendos vecinos de la villa y, aunque entre ellos no hay, en principio, ninguna relación aparente, es muy probable que un trabajo más intenso pueda mostrar algunas tangencias. En primer lugar vamos a analizar la red de Fernando Gorjón, labrador, casado con María Pablos el 25 de junio de 1749. Como podemos observar en el gráfico 1, el núcleo central de la red lo constituye el matrimonio, núcleo que se extiende a sus nueve hijos20. Un poco más lejos estarían los padres de Fernando, Pedro Gorjón y Ana García, así como los padres de María, Sebastián Pablos y Ana López, y Lino Corral, quien se convierte en el marido de su hija María el 28 de abril de 1773. Todos ellos, por tanto, estarían ligados por lazos de parentesco, consanguíneos en el caso de padres e hijos y 17

G. Alfani y V. Gourdon, “Spiritual kinship…”, p. 14. Francisco García González, “La edad y el curso de la vida: el estudio de las trayectorias vitales y familiares como espejo social del pasado”, en Francisco Chacón Jiménez, Juan Hernández Franco y Francisco García González (eds.), Familia y organización social en Europa y América, siglos XV-XX, Murcia, Universidad de Murcia, 2007, pp. 96-97. 19 Guido Alfani y Cristina Munno, “Godparenthood and social networks in an Italian rural community: Nonantola in the sixteenth and seventeenth centuries”, en Guido Alfani y Vincent Gourdon (eds.), Spiritual kinship in Europe, 1500-1900, Houndmills, Palgrave Macmillan, 2012, p. 101. 20 Los hijos del matrimonio son Juan Bernardo (20/08/1750-30/11/1750), Julián (04/02/175203/03/1752), María (30/01/1753-¿?), Fernando (30/03/1755-10/11/1761), Isabel (04/11/1757-¿?), Ana (23/03/1760-¿?), Antonia (12/09/1762-¿?), Agustín (12/09/1766-¿?) y Victoria (12/09/1769-¿?). Algunas fechas de defunción aparecen con interrogantes porque en las actas consultadas no hemos encontrado referencia al fallecimiento de esos hijos. 18

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entre hermanos, y de afinidad entre los propios cónyuges y también respecto a la familia del esposo o de la esposa. Hay que señalar que entre estos actores también existían vínculos espirituales, pues vemos que Sebastián Pablos, sastre de profesión, apadrina a su nieta María, reforzando de este modo el nexo existente con su yerno. El origen de la relación entre ambos hombres puede estar ligado al hecho de poseer cortinas agrícolas colindantes. Quizá, aunque no es del todo seguro, éste fuera el motivo por el que Fernando se desposó con María, hipótesis que se vería en cierto modo corroborada por el hecho de que en las Comprobaciones del Catastro figura que Sebastián le había vendido dicha propiedad al marido de su hija. Que Fernando adquiriera esta propiedad, la única parcela que poseía su suegro, podría indicar el interés que aquél tenía por el control de una tierra situada en una hoja agrícola concreta. Fuera del círculo familiar se escoge a los padrinos de los demás hijos, con los que se crean nuevos lazos, reforzados en algunas ocasiones. Esto ocurre con Juan Blas Corral, a quien ya hemos hecho referencia, pues éste actúa como padrino del primogénito de Fernando Gorjón, quien apadrinará a su hija María dos años después. También se refuerza la relación con Francisco Blanco, padrino de Isabel y Agustín, nacidos con nueve años de diferencia. Sin embargo, no existe reciprocidad entre Francisco y Fernando, ya que éste no llega a apadrinar a la hija del primero. Quizá la clave esté en la voluntad de Francisco por expandir sus redes, pues ya había establecido un vínculo con Fernando y acaso deseaba fortalecer las relaciones con otros individuos. La red de Fernando Gorjón se extiende más allá de lo hasta aquí mencionado a través de la relación de compadrazgo que establece con seis vecinos de la villa, a uno de los cuales ya nos hemos referido. Así, Fernando se vincula con diversos personajes importantes en la localidad, como es el caso de Custodio Alejo, el barbero y sangrador de la villa, quien también llegó a actuar como fiel de fechos. A esta red habría que añadir los lazos establecidos con las siete personas de cuyo enlace es testigo Gorjón, si bien no las hemos añadido porque no hemos sido capaces de diferenciar en cuáles actuaba en calidad de alcalde ordinario, lo que distorsionaría la idea que nos hemos marcado de establecer las redes tejidas por cada individuo como respuesta a necesidades concretas o a la voluntad de hacerlo para poder recurrir a tales personas en el futuro. La segunda red que vamos a analizar es la de Martín Villaranda, procedente de Ortigosa de Cameros, obispado de Calahorra. La primera noticia que tenemos de la presencia de este sujeto en Bermellar data del 22 de abril de 1737, cuando figura como padrino del hijo de Sebastián Ramos. En la red reconstruida se pueden observar varios núcleos fuertes, todos ellos construidos a través de vínculos familiares. Uno de estos núcleos lo forma con su primera esposa, María Bogajo, natural de Bermellar, con la que se casa el 16 de noviembre de 1740 y con quien tuvo nada menos que once hijos21. El padrino de cinco de los hijos que llegaron a ser bautizados es Pedro Bogajo, su abuelo materno. Ello nos puede llevar a pensar que Martín deseaba reforzar los vínculos con su 21

Los ocho hijos que nacieron del primer matrimonio y que llegaron a ser bautizados son Isabel (14/09/1742-13/10/1742), Pedro (18/06/1744-¿?), Águeda (21/08/1745-12/12/1749), Santiago (08/07/1748-10/11/1751), María (28/10/1749-21/02/1750), Jerónimo (30/09/1751-12/11/1751), Isidora Joaquina Brígida (08/10/1757-02/04/1761) y Martín Hilario (21/10/1761-09/10/1763). Esta pareja tuvo otros tres hijos, dos de los cuales aparecen en las actas de defunción mencionados como párvulos y muertos, respectivamente, el 23/12/1750 y el 25/11/1752, además de una niña, María Francisca, fallecida el 28/04/1756. Estos tres últimos no han sido incluidos en la red reconstruida porque no generan más vínculos que con sus familiares. En el caso de Pedro, la fecha de defunción no aparece porque este hijo vive más allá de la fecha de la última partida de defunción recogida.

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suegro haciéndole padrino de sus hijos, quizá como forma de asegurar su posición dentro de la comunidad local. Esta relación, no obstante, tenía una base bastante sólida derivada del hecho de que Martín y Pedro poseían dos tierras colindantes según el Catastro de Ensenada aunque quizá hubiera una más, pero en ese caso solamente se indica que la tierra del primero lindaba por una de sus partes con una parcela de “Pedro Bogajo”, sin especificar si se trataba del suegro (el “Mayor”) o del cuñado (el “Menor”), con lo que no podemos asignar su propiedad a ninguno de los dos. Sea como fuere, sí hemos podido constatar cómo esta relación se fue volviendo cada vez más cercana, como se infiere de la partida de defunción de Pedro y del posterior reparto de sus posesiones. Los bienes del padre de María, fallecido el 23 de diciembre de 1759, se dividen tras su muerte entre sus dos vástagos, Pedro y Juan, y su yerno. Es necesario señalar, además, que Pedro Bogajo, “Mayor” da poder a Martín, no a sus hijos, para que hiciera testamento en su nombre y para que fuera él quien respondiera de lo dispuesto en este documento. Si atendemos al reparto de los bienes que figura en las Comprobaciones del Catastro de Ensenada vemos que Martín recibió dieciséis tierras. Por su parte, el primogénito, Pedro, hereda la casa en la que vivía su padre, así como diez parcelas y la mitad de otras dos, mientras que Juan no recibe nada más que una cortina agraria. Todo esto nos hace pensar que la relación entre Martín y su suegro acabó siendo muy estrecha, tanto como para que éste decidiera encomendarle a su yerno la ejecución de sus últimas voluntades, además de concederle la mayor parte de sus tierras. No obstante, no hay que olvidar que su hijo mayor también recibe una buena parte de sus bienes, destacando la casa familiar, aunque el benjamín es el que menores beneficios percibe, lo que podría indicar que la relación entre Pedro Bogajo “Mayor” y Juan no era tan buena como la que mantenía con Martín y con su otro hijo y que la tierra que obtiene corresponde a la legítima que le pertenece según las disposiciones jurídicas. Pero volvamos a los padrinos de los hijos del primer matrimonio de Martín. Entre éstos cabe destacar a Pedro García, que apadrina a María. La relación que se establece entre este sujeto y Martín es bastante estrecha, pues a la hora de disponer sus últimas voluntades, Pedro también confía en su compadre para que actúe como su albacea testamentario. Otro núcleo fuerte de relaciones al que debemos referirnos es al formado entre Martín y Rosenda Sánchez Pastor, natural de la villa de Lumbrales, que se convierte en su segunda esposa el 11 de febrero de 1767, tres años después de enviudar, y con quien tuvo otros cinco hijos22. El mayor de ellos, Eugenio, fue apadrinado por su hermanastro Pedro, algo que se puede explicar si se tiene en cuenta que entre ambos hay 23 años de diferencia y que es probable que Martín quisiera que su único hijo superviviente apadrinara al neófito como forma de estrechar los lazos entre sus vástagos. El último de los núcleos fuertes detectados, si bien no tan cercano como el anterior, es el formado por los familiares directos de Martín, es decir, sus padres, Isabel García y Santiago Villaranda, su hermana María (casada con Martín Mediano, quien había sido apadrinado por su cuñado), y su sobrino Santiago Mediano (marido de María López). Junto a los dos núcleos anteriores, se sitúan los parientes de cada una de las 22

Del segundo matrimonio nacieron Eugenio (11/11/1767-¿?), José Martín (31/05/1770-¿?), Bernabé (06/19/1772-¿?), Blas Cristóbal Juan de Mata (03/02/1774-¿?) y Rita Vicenta (06/04/1776-¿?). En ninguno de estos casos contamos con la fecha de defunción de las criaturas, por lo que es probable que ésta se produjera después del intervalo de tiempo trabajado.

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esposas. De María, sus padres Pedro Bogajo y Ángela Vicenta, así como sus hermanos Pedro y Juan. Con este último, Martín también llega a tener una relación bastante estrecha, o al menos eso podemos suponer del hecho de que en las Comprobaciones del Catastro se indique que este vecino le vende una vivienda a su cuñado, a cambio de la cual recibe una cortina en la que edifica dos casas y que aún le permite cultivar una fanega de cereal. Este es un ejemplo más que nos permite apreciar cómo los lazos establecidos por Martín con los familiares de su primera mujer son más fuertes que los que llega a tejer con Juan Sánchez Pastor y María Borrego, los progenitores de Rosenda y vecinos de Lumbrales. A estas redes familiares, que podríamos denominar centrales, hay que añadir otras, como las establecidas a través del compadrazgo. De este modo, Martín Villaranda, padrino de trece niños entre 1737 y 1762, amplía su relación con los vecinos de la villa. En el gráfico 2 no hemos incluido todos los casos, sino que únicamente se han consignado los dos que nos pueden dar más juego a la hora de explicar las redes de nuestro sujeto. En 1737, Martín apadrina a José Martín, hijo de Sebastián Ramos e Inés López. Esta familia debía ser importante para nuestro individuo, pues refuerza los lazos con ella en 1759 al convertirse en padrino de Isabel María, hija de José. El hecho de que los vínculos espirituales se vean fortalecidos en dos generaciones sucesivas puede hacernos pensar en la existencia de unos determinados intereses que a Martín le convenía preservar y reforzar. Sin más datos, no podemos llegar más lejos. A diferencia de la red de Fernando Gorjón antes analizada, Martín Villaranda cuenta con tres criados en su hogar, según el Catastro de Ensenada, con quienes mantendría una relación que se podría calificar como “dependencia doméstica”23. Otra cuestión que hemos podido averiguar es que actúa como testigo del matrimonio formado por Francisco Ramos y María Manuel, así como de otros cuatro vecinos más con los que imaginamos que Martín mantendría una estrecha relación. Por último, sería necesario indicar que nuestro personaje, que consiguió la hidalguía en un momento aún por precisar entre 1752 y 1761, fue testigo en 34 matrimonios, actuando en cinco de ellos como alcalde ordinario (lo fue en 1762). Con el análisis de redes hemos pretendido acercarnos a las relaciones que unen a los vecinos de la villa, así como ver qué tipo de vínculos se establecen, con qué actores y en qué circunstancias. Esto ha sido posible gracias al cruce nominativo de fuentes, cuyos problemas ya hemos señalado, y al empleo de programas informáticos diseñados para tal fin. A partir de la confección de las redes en las que se ven inmersos dos de los principales vecinos de Bermellar, se ha podido comprobar cómo el abanico de relaciones que las personas mantienen con otras de su entorno es muy amplio y complejo, a la par que ha sido posible extraer algunas conclusiones en las que esperamos profundizar en futuros trabajos. En líneas generales, con las fuentes utilizadas ha sido posible reconstruir vínculos familiares y espirituales (padrinazgo y compadrazgo), así como las relaciones con los criados y con otras personas para las que actuaban como albaceas testamentarios o testigos en su matrimonio. No obstante, sería preciso profundizar en este tipo de análisis para poder descubrir tangencias entre redes que solo exteriormente parecen inconexas para conocer mejor las dinámicas sociales que a buen seguro tenían lugar en el seno de esta clase de comunidades rurales.

23

J. M. Imízcoz Beunza, “Familia y redes…”, p. 142.

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Elaboración propia a partir de los datos del Catastro de Ensenada y los registros parroquiales.

GRÁFICO 1: RED DE FERNANDO GORJÓN

Pamela RUBIO VELASCO

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Elaboración propia a partir de los datos del Catastro de Ensenada y los registros parroquiales.

GRÁFICO 2: RED DE MARTÍN VILLARANDA

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Familias e instituciones: el proceso de ingreso en la Academia de Guardias Marinas en la segunda mitad del siglo XVIII Families and Institutions: The Process of Entering at the Spanish Academy of Midshipmen in the Second Half of the 18th Century Pablo ORTEGA DEL CERRO Universidad de Murcia Resumen: Entre 1714 y 1717 se crea la denominada Real Armada y, a lo largo de toda la centuria, esta institución irá consolidándose y perfeccionando el control sobre su personal. Un ejemplo evidente de ello es la Real Academia de Guardiamarinas. En este trabajo exponemos todos los pasos que una familia debía superar para que uno de sus vástagos llegara a ser cadete naval. Queremos subrayar cómo el éxito de una estrategia familiar, en la segunda mitad del siglo XVIII, requería de una compleja maquinaría que dependía del poder y posición familiar, sus vínculos y relaciones sociales, el patronazgo y el clientelismo, pero también de las prácticas de una administración propia, que progresivamente se va desarrollando, y del deseo de la Monarquía por aplicar unos criterios, más o menos estandarizados, que aseguraran la buena marcha de uno de los centros formativos más prestigiosos. Palabras clave: familias, nobleza, Real Armada, guardiamarinas, élites Abstract: Between 1714 and 1717 the so-called Spanish Royal Navy was created. During the century this institution was consolidated and its control over its staff was improved. A clear example was the Royal Academy of Midshipmen. In this work I expose all the steps that a family had to follow if one of its offspring wanted to become a naval cadet. I highlight how the success of a family strategy needed the family power and position, the social linkages and networks, the patronage, and the clientelism, but also it depended on the bureaucratic procedure, which it was perfecting, and on the Monarchy’s wish for putting on rules, more or less standardized, for assuring the good progress of one of the more prestigious training institutions. Keyword: families, nobility, Spanish Navy, midshipmen, elites.

1. Introducción La renovación de las élites de la Monarquía española durante el siglo XVIII ha sido uno de los temas que mayor atención ha recibido en los últimos años en la historiografía. Uno de los factores más importantes de esa regeneración fue el proceso de reformas que los Borbones pusieron en marcha desde que llegaron al trono transformando las instituciones existentes o creando nuevas1. Dejando a un lado el aspecto político, nos interesan las consecuencias sociales de todo ello, especialmente las experimentadas por los estratos más altos de la sociedad. José María Imízcoz, estudiando precisamente esta cuestión, habla de la “construcción social” del Estado Moderno, la cual necesitaba de actores que fueran fieles a la nueva dinastía pero también competentes en su función: “administradores de carrera especializados y con notables competencias técnicas,

1

La obra clásica al respecto Antonio Morales Moya, Poder político, economía e ideología en el siglo XVIII español: la posición de la nobleza, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1981, 2 vols.

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además de un perfil político acorde con el absolutismo reformista”2. En el desarrollo de este nuevo perfil del servidor tuvieron un papel fundamental diversas instituciones educativas y formativas, creadas por y para la Monarquía, destacando los seminarios de nobles3 −repartidos por toda la geografía española− y muy especialmente las academias militares4. El objetivo de este trabajo es conocer con mayor precisión cuáles eran los pasos requeridos para ingresar en estas nuevas instituciones. Ello resulta interesante por dos cuestiones: por un lado nos permitirá discernir los cambios y las permanencias con los precedentes inmediatos de estos centros formativos, fundamentalmente los Colegios Mayores 5 , los cuales viven en el setecientos un lento pero inexorable proceso de decadencia; por otro lado puede ser muy sugestivo para complementar el enfoque ya iniciado por diversos investigadores que se han interesado fundamentalmente por la perspectiva familiar y relacional de este fenómeno 6 , es decir, cómo determinadas familias activaron diversas estrategias para acceder a estas instituciones. Desde hace décadas la historiografía ha ido demostrando la complejidad de la sociedad del Antiguo Régimen, superando ciertos simplismos que se limitaban a ratificar la reproducción de una jerarquía social. En lo referente a los centros educativos y formativos pareció dominar durante muchos años la visión por la cual diversas familias, apoyándose únicamente en su rango social, conseguían mantenerse por generaciones en los estratos más altos de la sociedad. Este hecho, aunque en la mayoría de los casos es cierto, no estuvo exento de grandes dificultades, desavenencias intrafamiliares, o de costos económicos, sociales y políticos. Precisamente este trabajo pretende clarificar el marco institucional de las estrategias familiares que propiciaban las entradas de sus vástagos en estos centros educativos, subrayando el a veces laberíntico proceso. Ello, sin duda, revertirá en un mejor conocimiento de las familias, pues podremos conocer algunos límites y obstáculos que antes podrían haber sido menospreciados. Escogemos la Real Armada, concretamente la Real Academia de Guardias Marinas7, por diversos motivos: es el centro formativo militar que pone en marcha la Corona que tiene una vida más larga (1717-1825); el modelo institucional y educativo que se propuso fue diferente de los centros ya existentes, lo cual nos permite hablar de 2

José María Imízcoz Beunza, “Élites administrativas, redes cortesanas y captación de recursos en la construcción social del Estado Moderno”, Trocadero, 19 (2007), p. 12. 3 Francisco Aguilar Piñal, “Los reales seminarios de nobles en la política ilustrada española”, Cuadernos Hispanoamericanos, 356 (1980), pp. 329-349. 4 María Dolores Herrero Fernández-Quesada, “La formación de los militares en el siglo XVIII. El Colegio de Artilleros de Segovia o la creación de un modelo”, en José María Imízcoz y Álvaro Chaparro (eds.), Educación, redes y producción de élites en el siglo XVIII, Madrid, Sílex Universidad, 2013, pp. 317-337. 5 Baltasar Cuart Moner, “«Familias colegiales» y familias de colegiales: fuentes y metodología para el estudio de una élite de poder”, en Juan Hernández Franco (coord.), Familia y poder: sistemas de reproducción social en España (siglos XVI-XVIII), Murcia, Universidad de Murcia, 1995, pp. 49-79. 6 Por mencionar dos de los más interesantes: José María Imízcoz Beunza, “El capital relacional. Relaciones privilegiadas y redes de influencia en el Estado español del siglo XVIII”, en José María Imízcoz Beunza y Oihane Oliveri Korta (eds.), Economía doméstica y redes sociales en el Antiguo Régimen, Madrid, Sílex ediciones, 2010, pp. 227-281; Álvaro Chaparro Sainz, Educarse para servir al rey: el Real Seminario Patriótico de Vergara (1776-1804), Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, 2011. 7 Su sede original se encontraba en Cádiz, hasta que en 1769 es trasladada a la Isla de León. En 1776 se fundan las Academias de Cartagena y Ferrol, pero la gaditana siempre actuó como cabecera de las tres.

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un nuevo modelo8; y porque fue una academia fuertemente centralizada y controlada directamente desde la Corona a través de la Secretaría de Marina. La cronología escogida responde a ser el periodo en el cual ese modelo se haya perfeccionado y consolidado y, además, adquiere progresivamente un carácter burocrático 9 . Esto fue resultado de un largo y complejo proceso que es necesario resumir brevemente. Se suele considerar el setecientos como un periodo de profundas reformas para la marina de guerra de la monarquía española 10 . Apenas concluida la Guerra de Sucesión, Felipe V promovió una serie de medidas −que serán continuadas por sus hijos Fernando VI y Carlos III− cuyo objetivo primordial fue la reconstrucción y reorganización del sistema naval a través de una institución única y centralizada que, a partir de ahora, pasará a denominarse Real Armada. Sin embargo la culminación y consolidación de estas reformas no comenzará hasta la segunda mitad del siglo XVIII, y como punto de partida podemos considerar el año de 1748, cuando se publican las Ordenanzas de Su Majestad para el buen gobierno militar, político y económico de su Armada Naval. La Real Armada del setecientos emerge como un camino interesantísimo para comprender algunos aspectos capitales de esta centuria, aunque todavía queda mucho por hacer. En una Monarquía de vocación atlántica, pacífica y mediterránea –y por tanto eminentemente marítima− la institución naval estaba revestida de un poder nada desdeñable, y sus principales encarnaciones –los oficiales de guerra− alcanzaron una consideración muy significativa. Todo ello queda patente en la creación y consolidación del Cuerpo General de la Armada, es decir, la construcción de un nuevo cursus honorum en cuyo peldaño inferior estaba el guardiamarina. Para la educación y formación de estos cadetes navales se puso en marcha la Real Academia de Guardias Marinas, creada entre 1717 y 1718, aunque no fue hasta la segunda mitad del siglo cuando se puede hablar de un verdadero afianzamiento. Fueron en las citadas Ordenanzas de 1748 donde quedó fijado un patrón más o menos estable de acceso a la Academia, aunque también es cierto que no todos los procedimientos se recogieron en este texto. La estructura de este trabajo sigue los pasos que una familia debía seguir tanto para conseguir la gracia de guardiamarina como para tomar asiento de ella. Lo más importante es que cada uno de los procedimientos generaba una fuente diferente cada una de naturaleza distinta, las cuales nos permiten aproximarnos a un mismo 8

Antonio Lafuente Torralba y Manuel Sellés García, “El proceso de institucionalización de la Academia de Guardiamarinas de Cádiz (1717-1748)”, en Javier Echevarría Ezponda y Marisol de Mora Charles (coord.), Actas del III Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias, vol. 2, Editorial Guipuzcoana, 1986, pp. 153-176; Marta García Garralón, “De la ballestilla al sexante: análisis de dos centros de formación náutica en la España del siglo XVIII”, Drassana: revista del museo marítimo, 17 (2009), pp. 13-38. 9 Aunque el término burocrático puede ser algo equívoco, hacemos referencia a la propuesta de Christopher Dandeker, “From Patronage to Bureaucratic Control: The Case of Naval Officer in English Society, 1780-1850”, The British Journal of Sociology, 29-3 (1978), pp. 300-320. Para el caso español este tema ha sido tratado por Pablo Ortega-del-Cerro, “Activar, movilizar y potencial el capital social en las instituciones formativas del siglo XVIII: la petición de plaza de guardiamarina”, comunicación presentada al VIII Congreso de Historia Social. Sociabilidades en la Historia, Asociación de Historia Social, Universidad Rovira i Virgili, Tarragona, 16-18 abril 2015. 10 Las obras de referencia al respecto son Rolf Mühlmann, Die Reorganisation der spanischen Kriegsmarine im 18. Jahrhundert, Köln-Wien, Verlag, 1975; José P. Merino, La Armada española en el siglo XVIII, Madrid, Fundación Universitaria española, 1981.

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fenómeno desde variadas miradas. Algunas de estas fuentes son conocidas, como las pruebas de nobleza, que más allá de su valor genealógico han demostrado tener amplias posibilidades para estudiar la socialización de las élites11. Otras son inéditas, como los informes reservados, y por tanto requieren un cuidadoso análisis. En cualquier caso esta presentación crítica de las fuentes tiene como objetivo fundamental mostrar los elementos potenciales que tienen para analizar a las familias, tanto sus estrategias familiares y sus círculos de sociabilidad como sus recursos simbólicos y discursivos. 2. La familia se presenta: los memoriales de petición de plaza Si alguna familia deseaba que algunos de sus vástagos ingresara en la Real Armada como guardiamarina, lo primero de debía hacer era mandar una instancia a la Secretaría de Marina: “A fin de que los despachos para plazas de Guardias Marinas se expidan con conocimiento de sujetos, deberán los que las pretendan expressar en las súplicas, que para este fin hicieren, los nombres y méritos de sus padres, y distinción de sus familias; pero sin instrumentos que lo justifiquen, respecto de reservarse su reconocimiento al examen que ha de preceder à su admisión en la Compañía”12.

Desde su creación, y durante todo el siglo XVIII, la Academia de Guardias Marinas se constituyó como una institución nobiliaria, y éste fue el principal requisito para ingresar. Por esa razón en el memorial de petición de plaza se requería que se expresasen “nombres y méritos de sus padres, y distinción de sus familias”. También había un artículo en estas Ordenanzas donde se explicita la preferencia de los hijos de oficiales de la Marina y del Ejército, aunque “no se les formará asiento, ni admitirá, si no presentaren las justificaciones de Nobleza de sus padres”13. El memorial de plaza de guardiamarina no era otra cosa que una carta de presentación de la familia, y por ello las diversas parentelas cuidaron mucho el fondo y la forma de ésta. Aunque cada petición era única y particular, generalmente era firmada por el padre del pretendiente y expresaba tanto el nombre del joven como el de los padres y de los cuatro abuelos. Que el lugar de origen quedase claro, así como las distinciones de la familia, era fundamental. Conscientes de que cuanto más ilustre fuera la casa de origen mayores posibilidades tenían al menos esa era la idea más extendida, las familias intentarán subrayar cualquier elemento de diferenciación que tuvieran. Por un lado encontramos casos donde el capital que se potencia es el parentesco ascendente, de tal modo que podemos ver los méritos contraídos por las familias por varias generaciones anteriores. Un ejemplo paradigmático lo proporciona la petición de José Tiburcio Bligni Tamayo Albornoz, natural de la villa de la Puebla de Almenara, quien en 1784 pide plaza para su hijo Manuel Isidro. En esta petición se 11

Álvaro Chaparro Sainz y Andoni Artola Renedo, “El entorno de los alumnos del Real Seminario de Nobles de Madrid (1727-1808). Elementos para una prosopografía relacional”, en José María Imízcoz Beunza y Álvaro Chaparro Sainz (eds.), Educación, redes y producción de élites en el siglo XVIII, Madrid, Sílex Universidad, 2013, pp. 177-200. 12 Ordenanzas de Su Majestad para el Gobierno militar, político y económico de su Armada Naval. Segunda Parte. Que contiene los asuntos pertenecientes a los Cuerpos Militares de la Armada, Tratado Séptimo. De la Compañía de Guardias Marinas; Título Segundo. De las circunstancias que han de concurrir en los que se admitan por Cadetes en la Compañía de Guardias Marinas, artículo III, Madrid, Imprenta de Juan de Zúñiga, 1748, p. 15. 13 Ibídem, p. 16.

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aprecia que el lustre de la casa no viene representado por el padre, pues de él solo se dice que pertenece al estado noble, sino de los abuelos y bisabuelos, que habían servido a Su Majestad como militares o a través de cargos concejiles14. Por otro lado vemos casos donde es el parentesco colateral el que adquiere todo el protagonismo. Gran importancia adquieren tíos, primos o hermanos, especialmente si éstos eran miembros de la Armada, tal y como hizo Nicolás Arniaud Rojas en 1777: “D. Nicolás de Arniaud y Rojas, natural de Cartagena de Levante, hijo legítimo de D. Juan Carlos Arniaud, teniente de navío y difunto, y de Dña. Feliciana de Rojas, primo hermano por línea paterna del capitán de navío D. Juan Bonet y Arniaud, sobrino carnal por línea materna del capitán de navío D. José de Rojas, del hábito de Santiago que actualmente sirven a la Armada…”15.

Sin embargo estas menciones, que constituían un capital social 16 pasivo de la familia, se encontraba en clara desventaja con las familias que movilizaron un capital social activo, fundamentalmente a través de recomendaciones. Aquí se abre una amplia gama de mecanismos que las familias utilizaban para asegurar que su petición llegaba a la Secretaría de Marina con más posibilidades que cualquier otra. El mejor de los casos podía ser que algún familiar tuviera importantes conexiones con la Corte y con la Secretaría, por lo que solo era necesario una carta directa al Secretario. Así es, por ejemplo, como consiguieron la plaza Bernabé y Luis Chaves Liaño, a través de su tío: “Mi estimado amigo: dos sobrinitos míos de linda figura y de vellas esperanzas quieren servir en la Marina como han hecho muchos de los suyos, y conservándole yo a este cuerpo grande inclinación por haber tenido en él mis rudimentos militares y la fortuna de ser amigo de VE me valgo de su favor para enviarle ese memorial suplicándole lo reciba, y digiera, como cosa propia a fin de que a la presentación de los chicos en la Isla se les forme el asiento de Guardias Marinas”17.

También a través de un tío, que en este caso era obispo de Salamanca, fue cómo Pedro Arredondo consiguió la plaza de 175918. Este hecho viene a confirmar las ideas de Pere Molas quien, precisamente estudiando a los Arredondo, subrayó la capacidad de movilización y colocación de esta parentela en las carreras eclesiástica, judicial, política y militar19. Esta petición también nos sirve para remarcar que aunque los eclesiásticos tuvieron un importante rol en la concesión de plaza durante la primera mitad del siglo, pasado el ecuador de la centuria su papel parece declinar en favor de otras personalidades, especialmente los miembros de la Real Armada, ya fueran del Cuerpo General o del Cuerpo del Ministerio. Cualquier vínculo con algún oficial de guerra o un intendente de Marina era aprovechado por las familias que querían asegurar la plaza de guardiamarina. Como ejemplo podríamos citar a don Antonio Caballero, sargento mayor de la isla de Ibiza, que pidió plaza para su hijo por medio del intendente de 14

Archivo General de la Marina ‘Álvaro de Bazán’ [AGMAB], Real Compañía de Guardias Marinas, [RCGM], leg. 798. 15 Archivo General de Simancas [AGS], Secretaría de Marina [SMA], leg. 84. 16 Sobre el concepto “capital social” seguimos algunas ideas de Nan Lin, “Building a Network Theory of Social Capital”, Connections, 22-1 (1999), pp. 28-51. 17 AGS, SMA, leg. 91. 18 AGS, SMA, leg. 85. 19 Pere Molas Ribalta, “El factor familiar en la Audiencia borbónica de Valencia”, Obradoiro de Historia Moderna, 2 (1993), pp. 110-111.

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Marina de Cartagena Luis Domingo Medina 20 . A la postre Antonio Caballero nos permite ir destacando esa cadena de favores y dependencias, de vínculos y amistades, que son los elementos esenciales que los historiadores tenemos para esbozar la estructuración socio-política que se desplegaban desde la Corte hasta cualquier rincón de la Monarquía21. Aunque las familias, cada a una a su forma, intentan potenciar su capital social, no siempre se tiene el éxito esperado. Expresar la antigüedad y servicios del linaje, o contar con una poderosa recomendación, eran elementos suficientes para conseguir una plaza de guardiamarina en la primera mitad del siglo XVIII. Sin embargo, pasado el ecuador del setecientos, la Secretaría de Marina decidió imponer un control más exhaustivo sobre los requisitos de los aspirantes así como de la comprobación de los mismos. Podemos presentar una petición ilustrativa que se produjo en 1753. En este año Pedro Mateos de los Buenos Hixuelos, que era castellano de las Torres de Arenas Gordas, pide una plaza de cadete para su hijo Bernardo. En su memorial hace constar que ha servido en el Ejército durante más de treinta años –aunque sin especificar ningún grado, ni regimiento, ni campaña−, y que por esta razón recibió “siete balazos”. A ello se suma una instancia firmada por la ciudad de Sanlúcar de Barrameda, de donde era vecino, apoyando esta petición, así como de algunos instrumentos que certificaban su hidalguía22. En principio este joven tenía amplias posibilidades de conseguir la gracia pues era noble, su padre había servido en el Ejército, y el concejo abaló su petición; sin embargo la petición fue negada, y lo más interesante es saber el porqué. En el margen izquierdo del memorial aparece una nota que dice lo siguiente: “el expresado D. Pedro sirvió mucho y bien a VM pero no teniendo más rentas que su sueldo u otros algunos cortos emolumentos, le parece pequeño el fondo para mantener decentemente a un hijo guardiamarina a menos que un hermano de su mujer, regidor de Sanlúcar y cónsul de este comercio, de familia decente, se hiciese cargo de asistirle…” 23.

Esa pequeña pero determinante apreciación fue la causante de la negativa de la Secretaría de Marina. Esto es lo que se conoce como informe reservado, práctica que comenzó en la década de 1740 y que progresivamente se fue imponiendo como un paso más en la petición de la plaza. En lo que se refiere a los memoriales de las familias, es importante señalar que desde ahora su valor es relativo; estará casi siempre condicionado al dictamen que dé el informe reservado sobre la familia. 3. La familia a examen: los informes reservados Una vez enviado el memorial, éste llegaba a la Secretaría de Marina donde recibía un cuidadoso examen. Durante la primera mitad del siglo el examen se basó, fundamentalmente, en el reconocimiento de la calidad y distinción de la familia, y por eso cualquier tipo de recomendación fue determinante para conseguir la plaza. Sin embargo, en la segunda mitad de la centuria, cuando el memorial llegaba a los oficiales de la Secretaría se inicia un proceso largo y complejo: el informe reservado. Vista la patria del joven y los datos fundamentales de la familia, se piden noticias de las 20

AGS, SMA, leg. 86. Zacarias Moutoukias, “Des liens sociaux à l’ordre politique: réflexions pour une approche relationnelle des institutions”, Caravelle, 101 (2013), pp. 111-132. 22 AGS, SMA, leg. 84. 23 Ibidem. 21

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calidades y requisitos del aspirante a la persona que la Secretaría considera más oportuna, siempre de forma muy discreta. Una cuestión singular, pero importante, es que este mecanismo que acabó por imponerse a partir de 1770, nunca quedó reflejado en la normativa de la Real Armada −Ordenanzas− ni de la Academia puesto que era ejecutado por y para la Secretaría de Estado y del Despacho. Uno de los primeros ejemplos de informe reservado que hemos encontrado pertenece al aspirante José Alderete Medina. En 1748 la familia de este joven se puso en contacto con los gobernadores de Cádiz y Málaga para que le hiciesen llegar la petición a José Marín, en ese momento teniente de la Compañía de Guardias Marinas, quien debería asegurarse que el memorial llega a la Secretaría enfatizando las recomendaciones. En la petición se menciona que pertenece a una de las principales familias nobles de Toro, pero la Secretaría de Marina –capitaneada en esos momentos por el marqués de la Ensenada− decide comprobar por su cuenta este hecho y para ello manda una carta al marqués de Peñaserrada, corregidor de Toro, para que lo verificase. En el margen del memorial se anota: “Peñaserrada informa que este pretendiente es hijo de un primo hermano de un regidor perpetuo y de los primeros caballeros de aquella ciudad, y sobrino carnal de un capitán de caballos por su madre, quien tuvo una hermana casada con D. Pedro Conchido, sargento mayor que fue del Regimiento de Alcántara”24. Además tenemos acceso al informe que envió el corregidor de Toro, que se expresa en los siguientes términos: “Señor. En cumplimiento de la carta de VE de dos del corriente con la que da orden de SM me manda informe reservadamente de la calidad y circunstancias que concurren en la familia y persona de D. José de Alderete y Medina digo: que esta familia es oriunda de Fuente el Sauco, de donde era su padre D. Agustín de Alderete Ulloa, primo hermano de D. Luis de Ulloa Pereira, regidor perpetuo de esta ciudad y uno de los primeros caballeros de ella, D. José Alderete y Medina no ha estado aquí si no es por corto tiempo cuando era niño de dos o tres años. Dña. Antonia de Medina, madre del dicho D. José es hija de D. Lorenzo Medina que fue capitán de caballos, la cual tuvo una prima hermanada casada con D. Pedro Conchido del regimiento de Alcántara. Que es todo cuanto en este a su tiempo he podido inquirir para informar a SM con la integridad que debo… Toro, 9 de octubre de 1748, el marqués de Peñaserrada [firmado], al Sr. Marqués de la Ensenada” 25.

Esta práctica, que comenzó como algo extraordinario en los casos que despertaban dudas, fue poco a poco generalizándose y llegó a ser obligatorio en todas las ocasiones. De hecho, en 1777, cuando la Academia abre también sus puertas en Cartagena y Ferrol, se da orden para que cualquier petición debía ser examinada por medio de este sistema26. También es importante señalar que aunque nace fundamentalmente con la intención de comprobar la nobleza de la familia, conforme pasen los años también se irán incluyendo preguntas de otra naturaleza, como por ejemplo la conducta, talento y educación del aspirante, o si la familia tenía recursos económicos suficiente para mantener al guardiamarina con la decencia que le corresponde a un Cuerpo de ese lustre.

24

AGS, SMA, leg. 82-B. Ibidem. 26 AGS, SMA, leg. 97. 25

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El informe reservado trataba –y aquí su principal interés− de recoger la opinión y fama de la familia en el lugar de origen27. Los informadores, que variaban según el aspirante, únicamente hacían un resumen de esta reputación y lo enviaban al Secretario de Marina, que era el agente que realmente tomaba la decisión. Por ejemplo, en 1785, el joven José Antonio Hurtado de Mendoza, natural de Utrera, pidió plaza de guardiamarina. Seguidamente se pide informe a Miguel Gastón, quien informa en los siguientes términos: “Señor. Este pretendiente por parte de su padre tiene las circunstancias que prescriben las ordenanzas pero cortos medios. Por parte de la madre, el abuelo fue administrador de rentas en Conil, donde estaba por hijodalgo; su abuela, que aún vive en dicha villa, carece enteramente de las circunstancias pero parece tiene algunos medios. V.M. resolverá lo que fuese de su agrado. Isla de León, 1º de marzo de 1786, Miguel José de Gastón [firmado]” 28.

En efecto, la falta de recursos económicos del padre y la falta de nobleza de la abuela materna hacen que esta petición sea negada. En cualquier caso, y volviendo a los objetivos de este trabajo, cabe preguntarse qué valor tienen los informes reservados para el estudio de las estrategias familiares y de sus ambientes sociales. Al ser un documento que no era generado –ni manipulado− por la familia, puede darnos una información muy relevante de la verdadera posición social de la familia. Por ejemplo, uno de los ítems que se va generalizando en los informes reservados es que estas familias debían tener “roce y trato con las principales familias de la ciudad”29, es decir, relacionarse y ser parte de la élite social del lugar. Véanse, por ejemplo, las instrucciones que la propia Secretaría de Marina da ante la necesidad de un informe reservado: “Reservado. D. Bernardino de Eguia Saenz de Buruaga, natural de la villa de Durango en el señorio de Vizcaya (…) solicita plaza de Guardia Marina; y se necesita saber su calidad, y sus circunstancias de edad y educación. Como en el Real Cuerpo de Marina hay mucha delicadeza en la admisión de los que han de servir para Oficiales, se previene: que debe advertirse, no solo la hidalguía por los cuatro costados, sino también la notoriedad y posesión publica de ella, pues se excluye a los que no gozan los efectos de ella en los enlazes, roze y comunicación de los principales”30. “Encargando el mayor sigilo y verdad, se desea saber la calidad de familia y distinción de D. Joaquín Ibáñez de Corbera (…), que gozes de nobleza tienen, y si han servido los oficios honorificos de su lugar y valle; si en él están reputados por de la primera distinción, si tratan con la gente principal rozándose con ella y que enlaces o parientes tienen; repitiendo el secreto y toda verdad en el asunto”31.

Con esta fuente tenemos un acceso privilegiado a los ambientes sociales así como la distinción que goza cada familia. Si atendemos bien a la naturaleza de esta fuente, junto a la nobleza, los recursos económicos o los empleos de la familia, la variable que se está examinando son sus relaciones sociales, sus círculos de sociabilidad, su posición dentro de los entornos sociales de distinción. Estamos, por tanto, ante un criterio de 27

Algunas ideas interesantes al respecto en Francisco M. Lozano Pérez, El concepto del honor en el siglo XVIII español, tesis doctoral dirigida por Jacinto Choza Armenta, Universidad de Sevilla, 1998, pp. 215 y ss. 28 AGMAB, RCGM, leg. 817. 29 AGMAB, RCGM, leg. 816. 30 AGMAB, RCGM, leg. 721. 31 Ibídem.

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jerarquización social fundamental, pero que no está amparado en principios objetivos, como podían ser la posesión de una ejecutoria de hidalguía, un mayorazgo o una regiduría, sino en variables volátiles, como es la fama pública y los vínculos conocidos con otras familias distinguidas. Llámese “relacionarse”, “codearse”, “moverse bien”, “tener roce y comunicación”, “estar tenidas por familias de primer distinción”; todos son sinónimos de estar y ser reconocidos como parte de ese alto estrato social que no tiene fronteras estables ni inmóviles. Al respecto es revelador el caso de la petición de Ignacio Duarte Zenea, natural de La Habana, quien en 1794 fue puesto a examen en un informe reservado que expresaba lo siguiente: “D. Ignacio María Duarte y Zenea tiene por parte del apellido Duarte las circunstancias necesarias, pues su padre D. Ignacio es hermano de la condesa de Lagunillas y de la condesa viuda de Tamarón, la cual ha tenido un hijo Guardia Marina; pero persona fidedigna e interesada en el lustre del Cuerpo [de Guardias Marinas] me asegura con bastante conocimiento de la Havana que la familia de Zenea no ha sido de las tenidas de distinción, ni ha estado en roce ni comunicación con las primera familias. Por lo que en mi dictamen no es acreedor a que se le acuerde la gracia que solicita. Isla de León, 20 de mayo de 1794” 32.

Dicho en otras palabras, aunque por parte paterna la familia estaba emparentada con dos de las más importante familias cubanas de finales del siglo XVIII33, el hecho de que la familia materna no fuera considerada como distinguida y esto es no estar en los círculos privilegiados de la isla fue razón suficiente para negar la plaza. En definitiva, los informes reservados, al ser una fuente documental que no es generada por la familia, muestran los numerosos obstáculos –consecuencias imprevistas” que llaman los sociólogos− en el largo camino al éxito de las estrategias familiares, que sobrepasan las interpretaciones históricas más clásicas sobre movilidad social. 4. La familia llega a la Academia: las pruebas de nobleza Una vez dado el visto bueno por parte de la Secretaría –con un informe reservado positivo− y entregada la Carta-Orden a la familia que era la acreditación oficial de haber obtenido plaza, el joven aspirante podía marchar a la Academia para tomar asiento en el término de cuatro meses. Sin embargo todavía le quedaba un paso más para llegar a ser guardiamarina: presentar sus pruebas de nobleza y limpieza de sangre. Según las Ordenanzas de 1748, “El interesado presentará la Cartaorden al Capitán de la Compañía, à quien pertenecerá examinar, si concurren en él las circunstancias precisas para ser admitido, suponiéndose que procederá en esta materia con el zelo correspondiente a no disimular ni consentir el menor fraude que pueda perjudicar el lustre y explendor con que es mi voluntad se mantenga este Cuerpo”34.

Las circunstancias a las que hace referencia este artículo son, fundamentalmente, las pruebas de nobleza, las cuales deberán estar compuestas por: “exhibirá la justificación de su Nobleza en información hecha por orden, y ante la justicia de la Ciudad, Villa o Lugar en que esté su familia establecida, con deposición de sujetos fidedignos, 32

Archivo Museo Naval [AMN], Colección Guillén, ms. 1717, f. 64. Dominique Goncalvès, Le planteur et le Roi. L’aristocratie havanaise et la couronne d’Espagne (17631838), Madrid, Casa de Velázquez, 2008. 34 Ordenanzas de Su Majestad… op. cit., Tratado Séptimo, Título Segundo, artículo V, p. 15. 33

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Pablo ORTEGA DEL CERRO de haber conocidos a sus Padres, y Abuelos en estado Noble, sin oficio, ni exercicio que no fuesse correspondiente, à que se agregará copia authentica de instrumentos fehacientes de la distinción, méritos y dignidades de la Casa”35.

Vistas en contexto –dentro del largo proceso de petición de plaza de guardiamarina− estas pruebas adquieren una nueva dimensión. Serían pruebas de nobleza, sí, pero realmente como una segunda comprobación después de los informes reservados. De hecho existen casos, aunque escasísimos en número, en los que el capitán de la Compañía paraliza el acceso por tener dudas sobre la nobleza del aspirante. El ejemplo más llamativo es el del aspirante Joaquín Conti, quien en febrero de 1761 se había presentado en Cádiz para tomar posesión de su plaza pero el comandante, al tener reparo porque en sus pruebas no se especificaban los nombres de los abuelos, mandó una instancia rápidamente a la Secretaría de Marina. Ésta respondió que “si no hay otro motivo que el de esta materialidad se le admita, estando suficientemente probada su hidalguía” gracias a los informes reservados ya realizados36. Cabe ahora preguntarnos por qué la Armada y la Secretaría de Marina, siendo conscientes de la poquísima fiabilidad que podían tener unas pruebas que eran realizadas a pedimento de la propia familia y por el concejo donde vivían, las seguían exigiendo y, sobre todo, hace interrogarnos cuál era su función. Hay que añadir que es significativo que no fue hasta 1792 –coincidiendo en los años en los que se produce un número mayor de ingresos en las Academias− cuando apareció una circular donde se especificaba cuantas partes debían tener esas pruebas y cómo se debían examinar37: “Tiene dos partes. Una testimonial, otra instrumental o documental: ambas indispensables, porque una cualquiera de ellas sin la otra de nada sirve. La nobleza ha de ser de los cuatro troncos: dos paternos y dos maternos; y faltando de ello no puede sentarse plaza…” 38.

Podríamos plantear, siguiendo algunas ideas ya esbozadas por diversos autores39, que estas pruebas tenían una función de distinción, de demostración del capital sociosimbólico de la familia, y por este concepto debemos entender en el siglo XVIII un complejo conjunto de elementos que incluye: la antigüedad de la nobleza y limpieza de la familia, la posición-poder de la parentela en el presente, la capacidad económica, y hacer visible su dominio social a través de sus ambientes y entornos sociales. Es indudable que estas pruebas se encuentran revestidas de tradición, e incluso podríamos decir de inercia cultural 40 , pero también es evidente que incorporan innovaciones que explicarían su vigencia hasta el primer tercio del siglo XIX –y no sin oposición a su supresión−. Uno de los rasgos más “arcaicos” de estas pruebas de 35

Ibídem, artículo VI, p. 16. AGS, SMA, leg. 86. 37 AMN, RCGM, caj. 762, ms. 2425, ff. 102-112. 38 Ibídem. 39 Aunque esto merecería un análisis exhaustivo y detallado, podemos mencionar A. Chaparro Sainz y A. Artola Renedo, “El entorno de los alumnos…”; Jean-Pierre Dedieu, “Limpieza, poder y riqueza. Requisitos para ser ministro de la Inquisición. Tribunal de Toledo, siglos XVI-XVII”, Cuadernos de Historia Moderna, 14 (1993), pp. 29-44; María del Mar Felices de la Fuente, La nueva nobleza titulada de España y América en el siglo XVIII (1701-1746): entre el mérito y la venalidad, Almería, Universidad de Almería, 2012; Jorge Pérez León, “Reflejo de la identidad nobiliaria en Indias en los procesos de hidalguía: el caso peruano”, Estudios Humanísticos. Historia, 11 (2012), pp. 265-288. 40 Juan Hernández Franco y Raimundo A. Rodríguez Pérez, “La limpieza de sangre en las ciudades hispánicas durante la Edad Moderna”, Revista de historiografía, 16 (2012), pp. 71-81. 36

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nobleza en la Armada puede apreciarse en las familias que desean impregnar en dicho requerimiento la antiquísima nobleza y limpieza de la parentela, y para ello se esfuerza en mostrar hasta cuatro, cinco, e incluso seis generaciones. Para comprobarlo se puede observar el catálogo de las pruebas de nobleza que Dalmiro de la Válgoma realizó entre 1943 y 195641, pero también es necesario advertir que esta tendencia es reducida, pues la mayoría de estas pruebas se limitan a expresar el conocimiento de padres, abuelos y, a lo sumo, bisabuelos. Además habría que añadir que este procedimiento como pasaba en los siglos XVI y XVII en algunos casos, al ser pedido y costeado por la familia, era una forma de dejar patente la disponibilidad y capacidad económica. Sin embargo nos queremos centrar en los elementos que pudieran ser renovadores de las pruebas –y los planteamos como hipótesis, no como conclusión−. Demostrar la nobleza, claro está, es la función de este procedimiento. Sin embargo bajo esta obviedad cabe replantearse qué es nobleza más allá de un estatuto jurídico privilegiado. Como hemos indicado anteriormente, en la petición a plaza de guardiamarina había que incluir, según dictan las Ordenanzas, los méritos, servicios y distinciones de la familia; tres conceptos que no tienen nada de nuevos, pero sí adquieren una nueva dimensión en la segunda mitad del siglo XVIII 42 . Podríamos avanzar en esta cuestión a través de un ejemplo. El guardiamarina Francisco Ruiz de las Escalera y Porras, natural de Badames, cuando ingresa en la Academia de Ferrol en 1781, presenta una prueba especialmente voluminosa. Su caso es interesante por la combinación de “tipos” de méritos, servicios y distinciones. Por un lado, y en primer lugar, hace gala de elementos que podríamos llamar tradicionales, sobre todo para la nobleza asturiana43: “cavalleros nobles hijosdalgo notorios de distinguida calidad, descendientes legítimos por línea recta de varón de las nobles Ynfanzonas y antiquísimas casas de Ruiz de la Escalera, de Porras, de Ysla, de Mascarua, de Romerante, de González de Cisniega, y de la Puente (…) la Casa Ruiz de la Escalera posee el patronato de la capilla de N(uestra) Señora de la Concepción de la Iglesia Parroquial de Sta. Magdalena de dicha villa [También tiene sepultura propia y asiento en la Iglesia de Ornedo]. La de Porras posee y pertenece el señorío (…) de los lugares Pontedre, Brizuela y Quintanabaldo (…) ocupran en las procesiones el lugar de las justicias ordinarias quando asisiten”44.

A continuación hace una relación particular y extensísima de otro “tipo” de servicios, méritos y distinciones, sobre todo a través de funciones concretas y cargos específicos en las instituciones de la Monarquía: “Dichas casas se han empleado y existen en servicios a SM y en varios puestos de distinción y las conexiones y parentesco que con ellos tiene el que ha presentado y referido su hijo y entre los más de quienes el testigo pueden hacer particular mención son: D. Mauricio López de Porras, Alférez de Fragata; D. Juan Francisco de Porras, Teniente Capitán del Regimiento de 41

Dalmiro de la Válgoma y barón de Finestrar, Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de caballeros aspirantes. Madrid, Instituto Histórico de la Marina, 1943-1956, 7 vol. 42 Algunas ideas esenciales al respecto en Jay M. Smith, The Culture of Merit. Nobility, Royal Service, and the Making of Absolute Monarchy in France, 1600-1789, Michigan, University Press, 1996. 43 Pegerto Saavedra Fernández, “Las élites rurales en la España cantábrica y noratlántica”, en Enrique Soria Mesa, Juan Jesús Bravo Caro y José Miguel Delgado Barrado (eds.), Las Élites en la época moderna: La Monarquía Española, vol. 1, Nuevas Perspectivas, Universidad de Córdoba, 2009, pp. 199224. 44 AMN, RCGM, caj. 1016, exp. 2636.

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Pablo ORTEGA DEL CERRO España; D. Santiago Muñoz Velasco, Capitán de Navío de la Real Armada de SM; D. Juan de Pezuela, Alférez de Navío; D. Fernando de Heras, Alférez de Navío; D. Francisco de Collantes, Capitán de Fragata; D. Juan de Salmas, Capitán de Fragata; D. Ignacio Torrera, Alférez de Fragata; D. Antonio de Fouar Arredaido, Alférez de Navío; D. José Antonio de Orcasitas, Cavallero del Avito de Calatrava, Comisario Ordenador de los Reales Ejércitos de SM y ministro de Hacienda en las Reales Fábricas de Artillería de Liérganes y Cabada; D. José Ramón de Porras, Teniente del Cuerpo de Artillería; D. Juan Fernández de Ysla, Comisario ordenador de Marina; D. Fernando de Velasco Ysla, Consejero de SM en los Supremos de Castilla y la Inquisición; D. Luis de los Ríos, Oidor en la Real Audiencia de la Coruña; El Ilmo. Sr. D. Luis de Velasco, Obispo de Paraguay; D. Felipe Muñoz Velasco Ysla, difunto Inquisidor de la Suprema; D. Luis Vicente de Velasco, Capitán de Navío y que murió en la defensa del Castillo de Morra; D. Juan de Ysla, Capitán de Cavallos en el Regimiento de Dragones de la Reina; D Bartolomé de la Ysla, Colegial Mayor en el viejo de San Bartolomé de Salamanca”45.

Lo que el joven Francisco muestra es que, en el ocaso del Antiguo Régimen, un criterio fundamental para considerarse verdadera nobleza, pasaba por el servicio a la Monarquía a través de puestos progresivamente más profesionalizados. Junto a esto, que es el contenido de la parte testimonial de la prueba, habría que añadir un aspecto formal: quiénes y cómo actuaban como testigos. En esta cuestión, que ha sido esbozada por algunos autores46, podemos señalar que la finalidad de los citados testigos no es averiguar la nobleza de los aspirantes, pues son propuestos por propios familiares, sino demostrarla; dicho en otras palabras, los testigos no son herramientas indagatorias, son auténticos avales de la distinción y posición social de las familias. Esto significa que los nombres que escogían para que aparecieran en las pruebas no son, ni mucho menos, escogidos al azar; habría tras ello un proceso de selección dentro del entorno de sociabilidad más cercano cuyo objetivo sería hacer ver eso que aparecía constantemente en los informes reservados, que la familia perteneciera y estuviera relacionada con las más selectas de la ciudad o lugar de origen. Por esta razón las pruebas de nobleza de guardiamarinas, o de cualquier otra institución que las exigiera en las mismas condiciones, son un excelente camino para poder reconocer y esbozar círculos de sociabilidad 47 . Estos ambientes sociales familiares quedan corroborados cuando comprobamos la alta reciprocidad que existen entre ellos y el grado de cohesión queda patente en las fórmulas que utilizan y el número de veces que aparecen como testigos. 5. Notas finales Hemos querido abordar una temática familiar y otra institucional de una manera relacional mostrando cómo algunas familias pretendieron ingresar en la Marina a través de la Academia de Guardias Marinas, pero sobre todo hemos querido destacar cómo sus estrategias familiares estuvieron condicionadas y mediadas por una serie de factores institucionales que son de gran importancia.

45

Ibídem. Naiara Gorraiz Gonzalo “Una prosopografía general de los Caballeros de la Orden de Carlos III”, en Máximo García Fernández y Francisco Chacón Jiménez (dir.), Ciudadanos y familias. Individuo e identidad sociocultural hispana (siglos XVII-XIX), Valladolid, Ediciones Universidad de Valladolid, 2014, pp. 149-162. 47 Michel Bertrand, “De la familia a la red de sociabilidad”, Revista Mexicana de Sociología, 61-2 (1999), pp. 107-135. 46

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Pedir la plaza de guardiamarina durante la segunda mitad del siglo XVIII requería poner en marcha una compleja “maquinaria” familiar y relacional. En los memoriales de petición de plaza es interesante observar cómo las familias se presentan a sí mismas, así como los recursos que despliegan para tener éxito –recomendaciones, posiciones en las instituciones, conexiones con la Corte o círculos de poder, etc.−. Sin embargo, pasado el ecuador del setecientos, no podemos negar que la petición estaba determinada en la mayoría de los casos por el informe reservado. Esta práctica acaba por convertirse en la llave para el éxito o fracaso de la estrategia familiar. Aunque merece un análisis pormenorizado, sí podemos señalar que uno de los criterios que domina en los informes, más allá de la nobleza, es que la familia estuviera considerada como una de las primeras de distinción en el lugar de origen. Eso incluiría diversas variables, desde la económica –tener amplia capacidad para mantener al joven− a la jurídica –demostrar con instrumentos la nobleza y legitimidad−, pasando por la política –cargos en el concejo e instituciones de la Monarquía− y social –fama, opinión, comunicación y trato−. Precisamente enlazando con ese concepto multidimensional de distinción debemos interpretar las pruebas de nobleza. Podemos afirmar que estas pruebas durante el periodo que analizamos no actuarían como un medio para averiguar la nobleza, sino para demostrarla simplemente; una manifestación de la posición familiar y de su poder social en el ámbito local. Por esa razón, para estudiar las estrategias familiares, estas fuentes nos dan una perspectiva muy interesante: ver cómo la familia se representa a sí misma y como quería que fuese vista.

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Estudio social de la isla de Tenerife en 1795 a través de fuentes militares: el paisanaje Social study about the Tenerife´s island at 1795 throught military sources: the peasantry Amós FARRUJÍA COELLO Universidad de Sevilla Resumen: Esta comunicación plantea la posibilidad de profundizar en la comprensión social de la sociedad tinerfeña a fines del siglo XVIII a través de las fuentes militares por medio del análisis de las listas de paisanaje. Estas listas, que también fueron realizadas en otros territorios españoles, se confeccionaron para un fin militar muy concreto, la defensa de la isla de Tenerife, y recogen una información muy amplia de carácter social sobre el paisano como individuo, es decir, sobre el que no era militar. Palabras Clave: Paisanaje, paisano, milicias, sociedad, población. Abstract: In this work I will analize the society of Tenerife at the last decade of 18 century throught military sources like the peasantry´s lists. These lists were made for the better knowledge of useful people for the defense of Tenerife, and they are useful for explain different information, social, about the peasantry. Keywords: Peasantry, civilian, militias, society, population.

1. Fuentes militares para el estudio de la población en el siglo XVIII. Para el análisis de la población en Canarias en el siglo XVIII los historiadores siempre han acudido a las mismas fuentes: el censo de Aranda de 1769, el censo de la Real Sociedad Económica de los Amigos del País de la isla de Tenerife de 1779, el de Floridablanca de 1787, y el de Escobar y Serrano de 1802, además de una serie de padrones municipales muy de finales del siglo XVIII o ya pertenecientes al siglo XIX. Muy poca atención se le ha prestado hasta ahora a la documentación histórica de naturaleza militar1. Los listados de población o padrones con una finalidad militar deben encuadrarse dentro de una tipología específica. Primero, no hay que olvidar su finalidad, que era la del recuento de individuos para la defensa de una determinada zona geográfica o población. Estas sujetos suelen ser en su mayor parte varones por lo que no se encontrarán a niños o mujeres normalmente como sí ocurre con los censos de Floridablanca o de Escolar y Serrano. Otra diferencia es que a los militares no les interesaba particularmente la situación económica en que se encontraban esos individuos, por lo que no lo anotaban. Por último, tampoco estaban especialmente 1

Por ejemplo, el padrón militar de 1770 de la isla de Tenerife. Archivo Municipal de La Laguna.[AMLL] Leg. I-VI-31. Padrón mandado hacer por Don Nicolás Macía Dávalos, Inspector General de estas islas. 13 noviembre 1770. La Laguna, Tenerife. También se cuenta con las listas de paisanaje para la isla de Tenerife de 1793 y 1795. Es importante señalar que no se han realizado estudios previos sobre el paisanaje en Tenerife, por lo que no es posible aportar bibliografía al respecto.

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Amós FARRUJÍA COELLO

preocupados por describir cómo vivía ese sujeto, cuál era su familia, de cuántos miembros se componía, o cuántos animales poseía. Normalmente estas listas de población de naturaleza militar registraban elementos que eran útiles para la defensa como las armas que poseían esas personas, o los animales útiles con que contaban para la guerra como los caballos. No obstante sí que existió un elemento que unía a los padrones civiles a los militares, y era su forma de realización. Los agentes militares, como los civiles, necesitaron de la ayuda y colaboración de los poderes locales de los diferentes pueblos y villas, por lo que acudieron a los alcaldes reales y a los párrocos. Estos últimos conocían muy bien a su feligresía y eran una garantía para cumplimentar con éxito y eficacia el padrón militar o la lista de paisanaje. Dado que la información que recogían los censos civiles era diferente de los militares la combinación de los mismos puede deparar sorprendentes resultados. Los listados de población militares analizados en este trabajo tenían como finalidad el recuento de individuos para la defensa de la isla de Tenerife en 1793 y 1795, aunque hubo otras listas en otras regiones de España como Cataluña, Navarra, o Mallorca por ejemplo, a raíz de la guerra contra la Convención francesa (1793-1795). Antes de entrar en materia es preciso describir un ejemplo de cómo se realizó el alistamiento del paisanaje, para ello se analiza un individuo al azar de la villa de La Orotava, una de las localidades de la isla de Tenerife registrados en la lista.

Caballerías

Fusiles

Escopetas

Rozadera

Barras

Yuntas

Mayores

Menores

Compañía regimiento

Domicilio 2º

Armas

0

0

0

0

0

0

0

Domingo

Soltero

Jornalero

1

Calle de Santo

Mujeres

Estado

Oficio

Salud

Edad 18

Buena

José Hernández

Nombre

Tabla 1. Ejemplo de individuo de la lista de paisanaje de 1795.

Fuente: Elaboración propia.

2. Paisano y paisanaje en el siglo XVIII. Por la importancia que tiene para este trabajo es importante definir qué se entendía por paisano a finales del siglo XVIII. Según el Diccionario de la Real Academia Española de 1791, paisano hacía referencia a los que “llaman los soldados a qualquiera que no es

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ESTUDIO SOCIAL DE LA ISLA DE TENERIFE EN 1795…

militar en los parages por donde transitan, o en donde se aquartelan”2. Y paisanaje a la “gente del país, a distinción de los militares”3. Así que queda claro que el paisano no era militar.

Se podría definir las listas de paisanaje en Tenerife como listas de civiles reclutados y armados por poderes locales (cabildo de la isla apoyado por los alcaldes reales y párrocos de los distintos pueblos de la isla) pero organizados por el poder militar (capitán general). Según Carmen Corona Marzol el paisanaje en España formaba parte de las milicias urbanas. La autora explica que: “El término [paisanaje] era usado habitualmente por la administración borbónica y por los representantes territoriales del poder militar para definir a los cuerpos de defensa ciudadana de carácter local o municipal, que conservaban las peculiaridades propias de cada región o 4 territorio .”

El reclutamiento de estas milicias urbanas era voluntario y su cometido era la defensa de la plaza o localidad en momentos de peligro, el mantenimiento del orden público, o la sustitución de las milicias provinciales cuando éstas eran movilizadas fuera de su territorio5. Por esto una de las características de estas milicias era que se situaban en las zonas de frontera, costeras o no, como las costas valenciana, andaluza, gallega, balear, o la frontera terrestre de Extremadura con Portugal6. Estas milicias fueron reorganizadas bajo el reinado de Carlos III, y se las dotó de uniformes, distintivos, y de forma restrictiva el disfrute del fuero militar7. De esta manera queda claro que en la península el paisanaje formaba parte de las milicias urbanas que a su vez se distinguían de las milicias provinciales. Durante la guerra de la Convención francesa (1793-1795) los paisanos fueron movilizados a causa de la invasión francesa del territorio español en Cataluña8 y Navarra, y organizados en las islas Baleares y en las Canarias. 3. El paisanaje en Tenerife, 1793-1795. El sistema de organización del paisanaje en forma de milicias urbanas que se ha explicado anteriormente no tiene nada que ver con la organización del paisanaje en Canarias y en concreto con la de Tenerife. En Canarias nunca existieron milicias urbanas en el siglo XVIII. Debido al espacio disponible para este trabajo no es posible extenderse explicando los orígenes y transformaciones de las milicias en Canarias en la Edad Moderna. A partir de 1771 con la llegada del inspector de milicias y segundo 2

Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española. Por la viuda de don Joaquín Ibarra. Madrid, 1791. 3º edición. p. 614. Voz: "Paisano". 3 Ibid. p. 614. Voz: "Paisanage". 4 Carmen Corona Marzol. "Las milicias urbanas en el siglo XVIII: compañías de reserva y paisanaje", en José Javier Ruiz Ibañez (coord.). Las milicias del rey de España. Sociedad, política e identidad en las Monarquías Ibéricas, ed. Efe. Madrid. 2009. p. 447. 5

Ibid. p. 452.

6

C. Corona Marzol. "Las milicias urbanas en el siglo XVIII ......pp. 442 y 443. 7 C. Corona Marzol. "Ciudad y guerra: la movilización del paisanaje (1760-1788)", en Enrique Martínez Ruíz, Magdalena de Pazzis Pi Corrales, Juan Torrejón Chaves (coord.). Los ejércitos y las armadas de España y Suecia en una época de cambios (1750-1870). Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz. Fundación Berndt Wistedt. Ayuntamiento de San Fernando, 2001. p. 381. 8 Archivo Histórico Nacional [AHN] Estado, leg. 4.805. Nº19, s/f. En los doce departamentos de Tremp se movilizaron los paisanos solteros, casados y viudos de entre 18 y 60 años reuniéndose 3.637 paisanos con 785 armas, faltando 2.852.

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comandante general Nicolás de Macía Dávalos a Canarias, procedió a reformar las milicias de la región, equiparándolas a las del resto de la península según el reglamento de milicias de 1766, es decir, que las milicias canarias a partir de 1771 pasaron a denominarse provinciales 9 . Todo el sistema defensivo en Canarias, en su elemento humano, recayó en este tipo de milicias. Respecto al paisanaje, éste fue formado a raíz de la guerra de la Convención francesa debido al temor a una invasión enemiga. El paisanaje fue integrado dentro de las milicias provinciales10, para complementarlas y apoyarlas en caso de defensa como sucedió los días 24 y 25 de julio de 1797 en el ataque del contraalmirante británico Horacio Nelson al puerto y plaza de Santa Cruz de Tenerife 11 . Además, otra diferencia muy importante respecto al paisanaje peninsular integrado en las milicias urbanas era que las milicias provinciales canarias sí disfrutaban del fuero militar -extendido a los soldados milicianos en 1775 12 - mientras que el paisanaje nunca obtuvo tal privilegio. En 1793 el comandante general Antonio Gutiérrez de Otero ordenó formar lista de paisanaje en la isla de Tenerife de todos los varones de 16 a 56 años de edad aptos para tomar las armas. Una vez finalizado el reclutamiento el número total de paisanos movilizados fue de 6.642 divididos en dos bandas o partidos, por la un lado de La Orotava con 3.030 paisanos, y el resto de la isla con 3.61213. La lista del paisanaje de 1793 que aquí se analiza es incompleta pues sólo se ha hallado una parte de la misma, la que hacía referencia al sur de la isla. Fueron reseñados seis pueblos y/o demarcaciones: Guía, Adeje, Granadilla, Abona, Guímar, y Vilaflor de Chasna, con un total de 807 paisanos con la descripción de sus nombres, edad, residencia, y en algunos casos su estado civil y animales que poseía. Debido al espacio disponible se ha considerado oportuno no centrarse en este listado para hacerlo en el de 1795, mucho más completo y homogéneo. Antes de pasar a analizar en profundidad este listado es necesario preguntarnos el porqué en 1795 se decidió realizar un nuevo alistamiento del paisanaje en Tenerife cuando ya se había formado uno apenas dos años antes. Una de las explicaciones puede deberse a la falta de homogeneidad de la lista de paisanaje de 1793 a la luz de los resultados vistos anteriormente pero una posibilidad más interesante y plausible es la preocupación militar por las defensas de la isla de Tenerife, en concreto por la creciente escasez de sus recursos humanos en la segunda mitad del siglo XVIII. Tras la reestructuración de las milicias que hizo Macías Dávalos en 1771 en Canarias, Tenerife formó cinco regimientos provinciales de milicias, cada uno de ellos dotados idealmente

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Dacio Victoriano Darias Padrón. Sumaria historia orgánica de las milicias canarias. El Museo Canario. Las Palmas de Gran Canaria, 1955 Parte III, pp. 156-166. Antonio Rumeu de Armas. Piratería y ataques navales a las Islas Canarias. CSIC.. Instituto Jerónimo Zurita. Madrid, 1947. Tomo III. Parte II. pp. 739754. 10 RSEAPT Fondo Rodríguez Moure [R.M] 178. Estadillo cuatrimestral del regimiento de milicias provinciales de La Orotava. 1ºseptiembre-31 diciembre 1780. s/f. RSEAPT Fondo R.N. 111. Estadillo cuatrimestral del regimiento de milicias provinciales de La Orotava. 1º enero-30 abril 1799. fº37. 11 Tenerife Espacio y Artes [TEA] Fondo Antiguo. Caja 53.3. Gobierno y defensa III. Correspondencia del capitán general Antonio Gutiérrez de Otero y Santallana (1791-1799). Lista de paisanaje de la jurisdicción de la villa de La Orotava capaz de armas tomar.... f1r-16r. 12 A. Rumeu de Armas. Piraterías y ataques navales.....pp.706 y 731. 13 Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife [AHPSCT] Fondo Zárate-Cólogan [ZC] Caja 1120. s/f. "Órdenes del Comandante General Don Antonio Gutiérrez 1793. Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife [RSEAPT] Fondo Rodríguez Moure [RM] 117. f21.

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con 830 efectivos14. La crisis del cultivo de la vid, principal producto agro-exportador canario en el siglo XVIII, causó una profunda transformación socio-económica en las islas 15 . Los grupos sociales más desfavorecidos y en especial los varones jóvenes, emigraron hacia América. No es posible entrar aquí en detalles sobre el origen de esta emigración y su evolución posterior, pero para la segunda mitad del siglo XVIII ésta preocupaba ya profundamente a las elites de la isla. El personero general de la isla de Tenerife, Antonio Miguel de los Santos escribió ya en 1777 al cabildo de la isla sus temores: ¿No repara este Ayuntamiento en el desfalco de nuestros vecindarios? ¿No advierte la decadencia de nuestras poblaciones? ¿No es completa la escasez de jornaleros, y artesanos? V.S. advertirá que cada uno de estos que fallece, o se expatria no deja sucesor ni sustituto. Las 16 Canarias han poblado las Américas, y se han hecho yermas así mismas .

Morales Padrón afirmó que: Característica notable de esta emigración es que, de cada treinta hombres, veintinueve son milicianos. Es decir, que son individuos en condiciones de empuñar un fusil los que marchan a Indias, dejando desguarnecido al Archipiélago, cuyos regimientos ven mermar filas con excesiva velocidad. Y esto, la indefensión, es una de las consecuencias más graves que está 17 proporcionando la emigración .

Como puede verse por los ejemplos anteriores, Canarias atravesaba una etapa de crisis económica que llegó a afectar a las mismas defensas isleñas. En los primeros años de la década de 1790 las milicias provinciales de Tenerife estaban afectadas profundamente por la emigración. Por ejemplo, el regimiento de milicias provinciales de La Laguna contaba con una dotación de 617 milicianos en el cuatrimestre de abril-agosto de 1790 frente a los más de 800 reglamentarios18. Por todo se juzga que la principal razón de la realización de un nuevo alistamiento del paisanaje en 1795 fue la necesidad de defensores. Hay que puntualizar que la lista de paisanos de 1793 contaba a los paisanos varones de edades comprendidas entre los 16 y 56 años, mientras que la de 1795 reunía a los de 15-60 años.

14

Por poner algunos ejemplos donde se recogía la dotación de estos regimientos canarios: RSEAPT Fondo Rodríguez Moure 111. Garachico. 28 septiembre-28 diciembre 1792. fº64rº; 30 septiembre 1799-31 diciembre 1805. fº142rº. Güímar. 15 agosto-28 diciembre 1792. fº63rº. La Laguna. 22 junio-28 diciembre 1792. fº61rº. 30 abril-31 agosto 1790. fº52rº. 31 agosto-31 diciembre 1794. fº56rº. 31 agosto-31 diciembre 1793. fº51rº. 31 diciembre 1789-30 abril 1790. fº49rº. 31 diciembre 1792-30 abril 1793. fº48rº. 31 agosto-31 diciembre 1790. fº50rº. La Orotava. 1ºenero-30 abril 1799. fº37rº. 1ºseptiembre-31 diciembre 1777. fº38rº. 26 agosto-28 diciembre 1792. fº65rº. 1ºjulio-1ºoctubre 1771. fº39rº. Abona, 1ºjulio-30 octubre 1777. fº43rº. 1ºseptiembre-31 diciembre 1787. s/f. 1ºseptiembre-31 diciembre 1789. fº84rº. 1ºmayo-31 agosto 1790. fº85rº. 1ºmarzo-30 junio 1777. fº40rº. 1ºseptiembre-31 diciembre 1796. fº45rº. [AHPSCT] Fondo Zárate-Cólogan. Caja 1.119. Orotava, 4 marzo-2 julio 1775. s/f. Abona. 1ºenero-30 abril 1773. s/f. 1ºenero-30 abril 1774. s/f. 1ºenero-30 abril 1788. s/f. 1ºenero-30 abril 1790. s/f. 1ºenero-30 abril 1792. s/f. 1ºenero-30 abril 1793. s/f. 1ºmayo-31 agosto 1774. s/f. 1ºmayo-31 agosto 1787. s/f. 1ºmayo-31 agosto 1790. s/f. 1ºmayo-31 agosto 1792. s/f. 15 Manuel Hernández González. La emigración canaria a América (1765-1824). Centro de la Cultura Popular Canaria. Tenerife, 1996. pp. 47, 154-158, 171, 178-179, y 183. 16 [AMLL]. S-VIII,5 s/f. 17 Francisco Morales Padrón, "Las Canarias y la política emigratoria a Indias", I Coloquio de Historia canario-americano. Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria, 1977. p.231. 18 RSEAPT. Fondo R.M. 111. fº52.

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Este último alistamiento se realizó por órdenes directas del comandante general de Canarias Antonio Gutiérrez, máximo mando militar en el archipiélago quien delegó la tarea en el VI marqués de Villanueva del Prado. Su tarea consistía en preparar al paisanaje como fuerza defensiva. Por ello contó con la ayuda de los alcaldes y justicias de cada localidad de la isla de Tenerife. A cada uno se le envió un documento en el que se explicitaba la manera de proceder para elaborar la lista. Se trata del mismo modelo, de imprenta, repartido a todas las justicias 19 . En la lista debían incluirse todos los varones capaces de armas tomar con las circunstancias que más conviene saber20, y que eran: nombre y apellidos de cada uno de los paisanos, su edad, su salud clasificada en tres clases: robusta, buena y achacosa, su oficio, su estado civil -soltero, casado o viudo, mujeres de ánimo varonil con que contaba el paisano en su familia, el domicilio del paisano, la compañía del regimiento de milicias provinciales al que pertenecía, los tipos de armas de que disponía -fusil, escopeta, rozadera o barra-, y las caballerías de transporte que poseía -yeguas, caballerías mayores y menores-, y que eran caballos, borricos, o mulos. Si para la lista de paisanaje de 1793 solo se podía ofrecer el análisis de seis pueblos y 807 paisanos, en la lista de 1795 puedo analizar dieciséis localidades y 2.462 paisanos 21 . Estos pueblos comprenden toda la costa norte de Tenerife, la fachada occidental de la isla, y algunas zonas del sur. Faltan las dos mayores ciudades de la isla, La Laguna, capital de la isla, y el puerto de Santa Cruz de Tenerife, más algunas localidades cercanas y algunas zonas del sur de la isla. A continuación se explica cada una de las clasificaciones de la lista de paisanaje de 1795 con ejemplos que combinan todos los pueblos registrados en la lista22, pues no es posible entrar en detalles pueblo a pueblo debido a razones de espacio. Aquí solo se pretende presentar los datos generales pues en los próximos meses se publicará la investigación completa y detallada. Es preciso puntualizar que los datos presentados a continuación siguen el orden expuesto por la lista en la manera de lo posible. 3.1. El número de paisanos varones. La siguiente tabla detalla el número y el porcentaje de paisanos varones de la lista de 1795 que comprendía cada uno de los pueblos. Tabla 2. Paisanaje de diferentes pueblos de la isla de Tenerife, 1795.

Número de paisanos varones de 15-60 años por pueblos en Tenerife 1795

19

Villa de La Orotava

691

28%

Realejo de Abajo

290

11´7%

Guía

174

7%

RSEAPT Fondo RM 117. 47(20/36). fº70r-72vº. Ibid. fº70rº. 21 Todos los datos que analizaré a partir de ahora provienen del mismo archivo y signatura: RSEAPT. Fondo RM. 117, salvo que se indique lo contrario. 22 Estos pueblos eran: Adeje, Candelaria, Valle de Guerra, La Guancha, Realejo de Abajo, La Orotava, Los Silos, Buenavista, Guía, Tegueste, El Sauzal, San Juan de la Rambla, Garachico, El Tanque, y Tejina, además de otro que he calificado sin especificar porque no fue citado, aunque se puede situar en las inmediaciones de San Juan de la Rambla gracias a que sí se anotó el lugar de residencia de cada paisano. 20

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Candelaria

161

6´5%

San Juan de la Rambla

145

5´8%

Buenavista

138

5´6%

Garachico

134

5´4%

El Tanque

121

4´9%

Tegueste

111

4´5%

Valle de Guerra

106

4´3%

Adeje

82

3´3%

Los Silos

79

3´2%

La Guancha

78

3´1%

El Sauzal

70

2´8%

Sin especificar

62

2´5%

Tejina

53

2´1%

Total

2.462

100%

Fuente: RSEAPT Fondo RM 117. Lista de paisanaje de Tenerife de 1795.

La villa de La Orotava, la única ciudad que aparece en la lista de 1795, era la localidad con más paisanos capaces de armas tomar. Éstos representaban el 28 por ciento del total de la lista, seguida por el Realejo de Abajo con el 11´7 por ciento, Guía con un 7 por ciento, y Candelaria con un 6´5. El resto de los pueblos aportan un porcentaje de paisanos similar, entre el 2´1 y el 5´8. Estos paisanos varones de la tabla no eran todos los habitantes varones de esas localidades. Por el momento no es posible saber qué factores inclinaban la balanza para que un individuo fuera escogido como paisano frente a otro que no lo fuera, salvo el ya comentado título varones capaces de armas tomar. La decisión de saber quién era capaz de tomar las armas y quien no la juzgaban el alcalde mayor y su ayudante, o el párroco del lugar, lo cual no era ninguna garantía de efectividad porque, como veremos posteriormente fueron seleccionados cojos, mancos, y hasta dementes. Por otro lado, la lista no es exclusivamente masculina. En Güímar, y en La Orotava los alcaldes mayores también recogieron información sobre varias mujeres, cuatro en el primer pueblo, y cuarenta y tres en el segundo, con sus nombres, apellidos, edades, estado civil, oficios, residencia, y demás datos como si fueran paisanos varones. No es posible explicar el porqué de esta particularidad, quizás eran mujeres de ánimo varonil, o cabezas de familia sin un varón al frente, pero no podemos asegurarlo. 3.2. La edad y el estado civil. Como quedó dicho, la lista de paisanaje de 1795 comprendía en teoría la edad de los varones de entre 15 y 60 años. Esta premisa se cumple en todos los pueblos menos en dos, la villa de La Orotava, y Guía. En el primero el recuento abarcó a los varones de entre 14 a 76 años, y en el segundo, de 15 a 80. De nuevo no es posible saber las razones de esta particularidad. El siguiente gráfico sólo va a tener en cuenta a los

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paisanos de entre 15-60 años para lograr así una homogeneización en el análisis de todos los pueblos. Gráfico 1. Edad de los paisanos varones en Tenerife, 1795. 700 600 500 400 300 200 100 0 15-19 años

20-29 años

30-39 años

40-49 años

50-60 años

Fuente: RSEAPT Fondo RM. 117. Elaboración propia.

La gráfica es sorprendente porque no sigue la típica pirámide de población del Antiguo Régimen que se compone de una base ancha (población joven) con un cuerpo que se va estrechando progresivamente conforme se elevaba la edad de la población hasta terminar en punta donde estaban situados los individuos de mayor edad. En este caso, no se forma una pirámide. El centro se contrae, siendo más elevado el número de paisanos de 50-60 años que los de 30-39, y 40-49 años. Además, los paisanos de 20-29 años superan en número a los de 15-19. La razón de esta atípica representación se debe a la emigración como factor desequilibrante. Es cierto que hubo un período de mortalidad catastrófica en unos años determinados a causa de enfermedades contagiosas venidas del exterior de las islas, como la peste de 1769, el vómito negro de 1771 que afectó especialmente a Tenerife, y las epidemias de viruelas de 1780 y 178723, pero el principal factor fue la emigración. La combinación de ambas realidades explican que fueron los individuos que en 1795 tenía entre 30 y 49 años los menos numerosos por entonces. La media de edad de todos los pueblos analizados es de 31 años. Por poner dos ejemplos, la localidad con la media de edad más joven es La Guancha, con 24 años, mientras que el pueblo con la media de edad más elevada es Guía con casi 42 años. Respecto al estado civil de los paisanos, se clasificó en tres clases: casados, solteros, y viudos.

23

José Manuel Santana Pérez. "Enfermedad y marginalidad en Canarias durante el siglo XVIII y primer tercio del siglo XIX”. Boletín Millares Carlo. Las Palmas de Gran Canaria. 2009. Nº28.pp. 201, 205 y 206.

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Gráfico 2. Estado civil de los paisanos varones, Tenerife. 1600 1400 1200 1000 800 600 400 200 0 Casados

Solteros

Viudos

Fuente: RSEAPT Fondo RM 117. Elaboración propia.

El número de casados es ligeramente superior al de los solteros, un 53´5 por ciento frente al 44 por ciento de los solteros. Los viudos representan un escaso 2´5 por ciento. El acceso al matrimonio de los paisanos fue relativamente tardía, entre los 30-39 años. Los solteros predominan entre los 15-29 años. 3.3. La salud. Una de las clasificaciones más reveladoras por su rareza es sin duda la salud de los paisanos. Ninguno de los grandes censos, ni aún los padrones de los pueblos recogieron esta información. A los militares les interesaba conocer la salud de los paisanos para saber si podían afrontar operaciones de combate en condiciones y por lo menos que no cayeran enfermos fácilmente. Conociendo la salud de los paisanos era más fácil poder organizar en la defensa en cuerpo de paisanos y encargarles situaciones más o menos difíciles (como la escalada de las montañas que dominaban las alturas de la plaza de Santa Cruz de Tenerife durante el ataque británico del 24 de julio de 1797). La salud se clasificaba según las instrucciones en tres clases: achacosa, buena, y robusta. Los achacosos comprendían a aquellos individuos permanentemente enfermos o con un delicado estado de salud, aunque muchas veces los alcaldes mayores señalaron a personas con un estado de salud “muy enfermo, o enfermo”. Según el diccionario de la real academia española de la lengua de 1791, achacoso era “el que padece algún achaque o enfermedad habitual”24. Los mandos militares encargados de explicar cómo se debía realizar el alistamiento del paisanaje dejaron muy claro que no se debía contar como “achacoso” a aquellos individuos que estaban enfermos por un período corto de tiempo. La diferencia entre salud “buena”25 y “robusta”26 es muy difícil de distinguir. También aparece el calificativo de salud “mediana”, que debe de situarse en un grado inferior a salud buena. La lista también recogió distintos grados de discapacidades como “mudo, manco, cojo, alejado o demente”. Tras analizar todos estos datos el resultado de la salud de los paisanos de la lista es la siguiente:

24

Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española. Por la viuda de don Joaquín Ibarra. Madrid, 1791. 3ª edición. Voz: "Achacoso". p. 14. 25 Ibid. p. 160. Voz: "Buena": "Los mismo que sano". 26 Ibid. p. 735. Voz "Robusto": "Fuerte, vigoroso, y que resiste a la violencia o eficacia contraria. Se aplica también al que tiene el cuerpo grueso, y de fuertes miembros".

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Tabla 3. Número de paisanos varones según su salud en Tenerife en 1795.

Robusta

Buena

Saludable

Achacoso

Viejo

Enfermo

Cojo

Mediana

973

962

293

120

25

24

10

8

Fuente: Elaboración propia.

En un gráfico el resultado queda distribuido de la siguiente manera: Gráfico 3. Número de los paisanos clasificados por su salud, Tenerife 1795. 1200 1000 800 600 400 200 0

Fuente: R.S.E.A.P.T. Fondo R.M. 117. Elaboración propia.

Más de 2.200 paisanos gozaban de salud buena, saludable, o robusta. Lo que hoy llamaríamos discapacitados y que aquí figuran como quebrados, mudos, sordos, lisiados, cojos, alejados, y dementes son dieciocho individuos, siendo diez de ellos cojos. Los enfermos y muy enfermos alcanzan las veinticinco personas, mientras que los de calificativo viejo otras veinticinco, y comprendían estos últimos edades de los 4580 años, con una media situada en los 60 años. El diccionario de la real academia española de 1791 es poco claro respecto a este término27.

27

Diccionario de la lengua castellana...Ob.cit. p. 845. Voz: Viejo:"La persona de mucha edad".

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Los paisanos achacosos, unas 120 personas, están distribuidos por edades de la siguiente manera: Gráfico 4. Porcentaje de los paisanos achacosos, Tenerife 1795. 15-39 años

40-60 años

44%

56%

Fuente: R.S.E.A.P.T. Fondo R.M. 117. Elaboración propia.

Como puede apreciarse, achacoso no tenía porque equivaler a una persona de elevada edad, pues casi de las personas con ese tipo de salud eran jóvenes, entre los 15 y 39 años. De estos ciento veinte individuos los viñateros representaban el 15´8 por ciento, los labradores el 20, y los jornaleros el 32´5. Es decir, que el duro trabajo en el campo pudo ser un factor decisivo para que estos paisanos fueran etiquetados como de salud achacosa, pues alcanzan el 68´3 por ciento de todos los achacosos. Respecto a los paisanos enfermos y muy enfermos sucede algo similar: Gráfico 5. Porcentaje de los paisanos enfermos por edades 15-39 años

40-60 años

No figura edad

4%

44% 52%

Fuente: R.S.E.A.P.T. Fondo R.M. 117. Elaboración propia.

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Casi la mitad de los enfermos eran individuos jóvenes, lo cual también es sorprendente, si bien, de los 2.462 paisanos solo 220 aparecen reflejados con algún problema de salud, lo que representa un 9 por ciento del total. 3.4. El oficio. El listado de paisanaje de 1795 contabiliza más de ochenta oficios, muchos de ellos de la misma rama. Los más numerosos eran los de jornalero, labrador, y los relacionados con el cultivo de la vid. Es preciso puntualizar aquí que las instrucciones de la lista no entendían que “jornalero” fuera el individuo que cobraba un salario por su trabajo sino que se usaría “[...] la voz Jornalero en caso de que aquel individuo no tenga otro modo de ganar la vida” 28 . Así que jornalero era el individuo que desempeñaba multitud de pequeños oficios para intentar ganarse la vida. Gráfico 6. Oficios más representativos del paisanaje.

1400 1200 1000 800 600 400 200 0

Fuente: RSEAPT Fondo RM 117. Elaboración propia.

Que la mayor parte de los paisanos estuviera clasificada como jornalera nos indica la pobreza de gran parte de la población tinerfeña de finales del siglo XVIII. Por ello se comprende que el sueño de estos individuos fuera emigrar a América en busca de un futuro mejor. A gran distancia les siguen los labradores, pequeños campesinos, aunque no es posible saber si eran arrendatarios o medianeros. En la siguiente gráfica se puede apreciar mejor la pertenencia de los paisanos a los distintos oficios:

28

RSEAPT. Fondo RM. 117, fº78r-81r.

372

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Gráfico 7. Paisanos y oficios más destacados 1795. 1.400 1.200 1.000 800 600 400 200 0

Jornaleros Oficios de Oficios agricultura artesanos

Oficios de Oficios del ganadería mar

Criados

Fuente: RSEAPT Fondo RM 117. Elaboración propia.

En primer lugar estaban situados los jornaleros, seguidos por los oficios dedicados a la agricultura (viñatero, viñadero, viñador, labrador, del campo, etc.). Los oficios artesanos tienen menor presencia debido al carácter rural de la sociedad tinerfeña y a que en la lista de paisanos sólo aparece una única villa, La Orotava. Estos oficios eran variados, arrieros, zapateros, carpinteros, pedreros, herreros, fragüeros, etc. Es significativo que pese a que estos oficios no son preponderantes numéricamente todavía son más numerosos que los dedicados a la ganadería. Llama la atención también el poco peso de las actividades pesqueras sobre todo para el caso de una isla. Parece como si la sociedad tinerfeña viviera de espaldas al mar, dedicada sobre todo al cultivo de la vid, principal sustento económico de la isla mediante su comercialización. Y en último lugar, el grupo de los criados, sin que pueda saber si eran estos agrarios o domésticos, y tampoco es posible precisar si eran sirvientes, gañanes o pastores. 3.5. Mujeres de ánimo varonil. Según la lista del paisanaje se tomó nota de las mujeres de la familia del paisano capaz de emplearse: en la conducción de víveres y municiones de guerra, lo que deberá graduarse por su robustez y disposición corporal, por su ánimo varonil, y por los trabajos del campo u otros recios que acostumbre ejercitarse [...] si [ellas] son delicadas, y solo se ocupan de las tareas domésticas 29 propias de su sexo, deberá ponerse un cero en la casilla .

El número de estas mujeres era de 884 frente a 2.462 paisanos varones. La mayor parte de los casos, 486 era de una única mujer de ánimo varonil por familia, 117 donde hubo dos mujeres por familia, y 42 con tres mujeres por familia. Las familias con 4-6 mujeres de ánimo varonil solo suman siete casos. Los trabajos de estas mujeres estarían relacionados con el campo, trabajando de jornaleras y labradoras. 29

RSEAPT. Fondo RM 117, fº78r-81r.

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3.6. Paisanaje distribuido en las compañías de los regimientos de milicias provinciales. El paisanaje en Tenerife no formó parte de milicias urbanas sino de las provinciales. Los paisanos pasaban a formar parte de unas compañías determinadas de unos regimientos concretos siguiendo una demarcación militar. Por ejemplo, los paisanos que vivían en Tegueste formaron parte de la 5ª compañía de milicias del regimiento de La Laguna debido a que los milicianos que vivían en ese pueblo pertenecían a dicha compañía. En la tabla siguiente puede verse el paisanaje descrito en las listas de paisanaje clasificados según las distintas compañías y regimientos. Tabla 4. Comparación entre regimientos de milicias, poblaciones, y número de las compañías de milicias en las que estaban encuadrados los paisanos.

Regimiento de Milicias

Poblaciones

Provinciales

Nº de las compañías del regimiento

La Laguna

Tegueste, Tejina



Güímar

El Sauzal, Candelaria

3ª,4ª,5ª

La Orotava

La Orotava, Realejo de

1ª,2ª,3ª,4ª,5ª,7ª y 8ª

Abajo Garachico

San Juan de la Rambla, La

1ª,5ª,6ª,7ª, y 8ª

Guancha, Sin Especificar, Los Silos, Buenavista, El Tanque Abona

Adeje, Guía

3ª,6ª y 7ª

Fuente: Elaboración propia.

3.7. Armas y animales de los paisanos. La lista señala cuatro tipos de armas: fusiles, escopetas, rozaderas, y barras. La mayor parte de los paisanos no poseía arma alguna. Casi 2.000 paisanos no poseían armas, y los armados alcanzaban las 500 personas, es decir, solo el 20´2 por ciento de los paisanos estaba armado. De estos quinientos, más de 350 estaban armados con armas blancas, 100 con armas de fuego, y menos de cincuenta con ambos tipos de armas.

374

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Gráfico 8. Número de paisanos con armas y sin ellas. 2500 2000 1500 1000 500 0 Paisanos sin armas

Paisanos con armas

Fuente: RSEAPT Fondo RM 117. Elaboración propia.

Gráfico 9. Paisanos y tipos de armas. 400 350 300 250 200 150 100 50 0 Paisanos con armas blancas

Paisanos con armas de fuego

Paisanos con ambos tipos de armas

Fuente: RSEAPT Fondo RM 117. Elaboración propia.

Contaban tres tipos de animales para los militares: yuntas, caballerías mayores, y caballerías menores como se puede apreciar en el siguiente gráfico.

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Gráfico 10. Paisanos y posesión de animales. 2.000 1.800 1.600 1.400 1.200 1.000

800 600 400 200 0 Paisanos sin animales

Paisanos con animales

Fuente: RSEAPT Fondo RM 117. Elaboración propia.

Como con el caso de las armas la mayor parte de los paisanos tampoco poseían animales como los descritos anteriormente. De 2.462 paisanos poco más de 600 poseían estos animales. 4. Cruzando fuentes: Padrón de Tegueste de 1779 y lista de paisanaje de 1795. Se presenta aquí el caso del pueblo de Tegueste para ilustrar las posibilidades y resultados de cruzar dos fuentes diferentes como son el padrón del pueblo de Tegueste de 1779 con la lista de paisanaje de 1795 referida al mismo pueblo. Se ha tratado solo una familia, la de Juan Ramallo. Según el censo de 1779 vivía en Tegueste el Viejo, en la casa nº 8. Su oficio era el de viñatero, poseía una casa y tierras propias, pero su situación económica era pobre. Lorenza, su mujer, de 46 años cuidaba de la casa y educaba a sus hijos, además sabía hilar. Ambos tenían cuatro hijos, Nicolasa de 16 años que sabía hilar, María de 14 que también hilaba, Marcos de cuatro años, y Valentín de dos. Según el listado de paisanaje de 1795 Juan Ramallo poseía salud buena, era viñatero, casado, con una mujer de ánimo varonil. Vivía en Tegueste el Nuevo y pertenecía a la 5ª compañía del regimiento de milicias provinciales de La Laguna. Además poseía como armas una barra y una rozadera, una yunta, y un animal de caballerías mayores. Solo uno de sus hijos, Valentín Ramallo, aparece como paisano con 20 años. Su salud era buena, viñatero como su padre, soltero, no tenía mujeres de ánimo varonil, vivía en Tegueste el Viejo y formaba parte de la misma compañía que su padre. Poseía un fusil y no tenía animales. La contrastación de más familias completaría la información ofrecida por el padrón de 1779. 5. Conclusiones. En este trabajo se presenta someramente la lista de paisanaje de 1795, una fuente militar con una información muy útil para conocer mejor cómo era la sociedad tinerfeña a finales del siglo XVIII, sobre todo si la combinamos con fuentes civiles.

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ESTUDIO SOCIAL DE LA ISLA DE TENERIFE EN 1795…

En el proceso del alistamiento del paisanaje se halla el deseo del Estado por conocer mejor la población con que contaba para la defensa militar de la isla frente a agresiones enemigas. En un futuro próximo y siguiendo esta misma línea de trabajo se espera poder aportar mayor luz sobre lo que actualmente conocemos de la sociedad canaria en las postrimerías del Antiguo Régimen. En definitiva, el análisis de estas listas de paisanaje, teniendo en cuenta sus limitaciones, aportaría un conocimiento sobre la sociedad isleña de fines del siglo XVIII muy interesante y completo, sobre todo si se combina con otras fuentes parecidas como padrones y censos como se ha tratado de demostrar someramente a lo largo de este trabajo.

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II. CULTURA MATERIAL Y CIVILIZACIÓN EN LA ESPAÑA MODERNA II.1. Cultura y Civilización en clave socio-religiosa

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Norma y uso del espacio religioso en la Castilla pretridentina Rule and practice of religious space in Pre-Tridentine Castile Juan Manuel CASTILLO RUBIO Universidad de Sevilla Resumen: El presente estudio se aproxima a los usos del espacio religioso a través del análisis de las disposiciones normativas que sobre los mismos se hallan en las constituciones sinodales entre el IV Concilio de Letrán y el Concilio de Trento. Una fuente de naturaleza legal y eclesiástica que coloca al clero, colectivo designado desde el origen del cristianismo como administrador del espacio sagrado, en el papel de observador del fenómeno estudiado. Pero en la que también se refleja la tensión entre los ‘usos normativos’ que dicho administrador propone y ciertos ‘usos reales’ que los fieles desarrollan como representantes de grupos laicos (nobleza, gremios, etc.), los cuales trasladarán a los templos su pugna por el estatus social y por el prestigio y las ventajas que en este mundo reporta la apropiación del hecho religioso. Palabras clave: espacio religioso, sínodo, constitución sinodal, diócesis. Abstract: This paper seeks to study how religious spaces were used through the analysis of the regulations found in synodal constitutions between the 4th Lateran Council and the Council of Trent. The clergy has been pointed, since the origin of Christianity, as the administrator of the sacred places. The nature, both legal and ecclesiastical, of the mentioned sources put the clergy as the observer of the phenomenon studied in this work. At the same time, they allow us to observe the tension between the “normative uses” proposed by that particular administrator, and some “real uses” developed by the faithful. Different lay groups (nobility, guilds, etc.) transferred to the temples their disputes about social status and prestige, and the advantages that the appropriation of religious forms yielded to this world. Keywords: religious space, synod, synodal constitution, diocese.

1. Introducción Nuestro análisis se enmarca dentro de la tradición historiográfica de la Historia de la Mentalidades, por su enfoque estructural y por la lectura del fenómeno en la longue durée. Si bien se admite una deuda con la Historia Cultural, especialmente en la hora de aprehender el objeto de estudio, incorporando conceptos como representación, apropiación y práctica a la interpretación de los comportamientos socioculturales1. No partimos de hipótesis a la hora de enfrentarnos a las fuentes. Lo que pretendemos es, sencillamente, extraer, sintetizar y contextualizar, de entre la copiosa documentación que conforman las constituciones sinodales2, aquellas disposiciones que nos permitan entender cuáles son los usos reales que se esconden detrás de los usos legales de los espacios sagrados. En este sentido, el presente no es sino un estudio1

Nociones desarrolladas en Roger Chartier, El orden de los libros. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIV y XVIII, Barcelona, Gedisa, 1994. 2 Las normas dictadas en los sínodos para el gobierno de las diócesis, editadas en Antonio García y García (dir.), Synodicon Hispanum, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, vol. I: Galicia (1981), vol. III: Astorga, León y Oviedo (1984), vol. V: Extremadura (1990), vol. VII: Burgos y Palencia (1997), vol. IX: Alcalá la Real (abadía), Guadix y Jaén (2010), y vol. X: Cuenca y Toledo (2011); y en el caso de Sevilla en José Sánchez Herrero y otros, Constituciones conciliares y sinodales del Arzobispado de Sevilla. Años 590 al 1604, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2007.

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marco, una base sobre la que construir futuros análisis, en conjunto con otras fuentes, aplicados a problemáticas más concretas y a la vez complejas de la sociedad altomoderna que centra nuestros esfuerzos investigadores. 2. Arco temporal Hemos optado por establecer una serie de fechas clave, que no sólo fijen un comienzo y un final para el estudio, sino que establezcan hitos en torno a los que organizar e interpretar el material extraído. Hitos que compartan la cualidad de generar o inducir cambios cualitativos o cuantitativos en la celebración de sínodos diocesanos. Además, se ha atendido a la homogeneidad histórico-eclesiástica y sociocultural de las etapas resultantes. Las fechas elegidas son las siguientes: 1) Concilio ecuménico 3 de Letrán IV (1215-1216). Punto de inflexión en el reformismo institucional eclesiástico, determina la celebración anual de sínodos en las diócesis, aumentando su “incidencia en la vida de la sociedad y de la Iglesia”4. 2) Concilio nacional legatino de Valladolid (1322). Consecuencia del Concilio ecuménico de Vienne (1311-1312), motivado por el traslado a Aviñón del Papado en 1308. Influye sobre, y es muy citado en, los sínodos de los siglos XIV y XV. 3) Concilio de Constanza (1414-1418). Pone fin al Cisma de Occidente y supone el triunfo momentáneo del conciliarismo5 sobre el papa. 4) Asamblea General del Clero (Sevilla, 1478). Culmina la puesta bajo control del clero castellano por parte de los Reyes Católicos. Visto como el pistoletazo de salida de la prerreforma6 de la Iglesia castellana. 5) Concilio ecuménico de Letrán V (1512-1515). Primer intento de abordar una reforma desde arriba de la Iglesia renacentista ante el Cisma de Pisa, liderado por el rey de Francia, quien retoma las doctrinas conciliaristas en apoyo de sus intereses políticos7. Momento de cambio dinástico en la Monarquía Hispánica. 6) Concilio ecuménico de Trento (1545-1563). Dicta los principios de la Contrarreforma católica frente a la Reforma y la fundación de las iglesias protestantes.

3

Entradas “Concilios ecuménicos” y “Concilios nacionales y provinciales” en Quintín Aldea Vaquero, Tomás Marín Martínez y Josep Vives Gatell (dir.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, CSIC, 1972, vol. I, pp. 475-576. 4 Antonio García y García (dir.), Synodicon Hispanum, vol. I, p. XIII. En adelante, SH. 5 Ver entrada ‘conciliarismo en España, El’ en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dir.), Diccionario de Historia Eclesiástica…, vol. I, p.169. 6 Sobre la prerreforma: Tarsicio de Azcona, La elección y reforma del episcopado español en tiempos de los Reyes Católicos, Madrid, CSIC, 1960; Tarsicio de Azcona y José L. González Novalín, “La Iglesia en la España de los siglos XV y XVI”, en Ricardo GarcíaVilloslada (dir.), Historia de la Iglesia en España, Madrid, Editorial Católica, vol. 1, 1982; José García Oro, La reforma de los Religiosos españoles en tiempos de los Reyes Católicos, Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1969. 7 Sobre este tema: José Mª Doussinague, Fernando el Católico y el cisma de Pisa, Madrid, Espasa Calpe, 1946.

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3. Marco espacial Pretendemos realizar aquí una panorámica de las provincias y diócesis castellanas. Pero hay que contar con que la geografía política de Castilla no siempre coincidió con la religiosa. Hasta finales del siglo XIV, varias diócesis gallego-leonesas pertenecían a la provincia portuguesa de Braga, del mismo modo que Santiago o Sevilla tenían como sufragáneas diócesis lusitanas. Aún en el XVI, las diócesis vascas se integraban en la provincia aragonesa de Zaragoza y la murciana en la de Valencia. Será en el XVII cuando la confirmación del poder real y su escalada de regalías motiven al papa a reconciliar la Castilla política y la eclesiástica8. Para obtener una representatividad suficiente, hemos optado por trabajar con 18 diócesis y una abadía repartidas por toda la Corona de Castilla (Mapas 1-4 9 ). Un elevado número que responde a la voluntad de recoger la diversidad territorial y social de la Castilla renacentista; tanto la religiosa, representada por las diócesis (gobernadas por obispos) y el territorio de abadengo, como la civil, la de los diferentes reinos castellanos. Así, se han escogido: la archidiócesis de Santiago y las diócesis de Lugo, Mondoñedo, Orense, Tuy, Astorga 10 , Plasencia, Coria y Badajoz (provincia de Santiago); las diócesis exentas de Oviedo, León y Burgos11; la archidiócesis de Toledo, las diócesis de Palencia, Cuenca y Jaén y la abadía de Alcalá la Real (provincia de Toledo); la diócesis de Guadix (provincia de Granada); y la archidiócesis de Sevilla (provincia de Sevilla).

8

Demetrio Mansilla Reoyo, Geografía eclesiástica de España. Estudio histórico-geográfico de las diócesis, Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1994, pp. 180, 238, 275 y 307. 9 Fuentes: D. Mansilla Reoyo, Geografía eclesiástica de España…, pp. 180, 238, 275, 307; Maximiliano Barrio Gozalo, El clero en la España Moderna, Córdoba, CSIC, 2010, p. 43. 10 Lugo, Mondoñedo, Orense, Tuy y Astorga son sufragáneas de Braga hasta 1394. Ver el apartado ‘Reajuste definitivo de las provincias de Braga y Compostela’ en D. Mansilla Reoyo, Geografía eclesiástica de España…, p. 162. 11 Porque, para evitar disputas de precedencia entre los principales prelados, se decidió no encuadrarlas en ninguna provincia y vincularlas directamente al Papado; entrada “Geografía eclesiástica” en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dir.), Diccionario de Historia Eclesiástica…, vol. II, pp. 996-1.000.

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4. Caracterización de la fuente La naturaleza jurídica de las constituciones sinodales no las convierte en una fuente objetiva. Pero sí podemos afirmar que “no tienen interés alguno en fantasear o hacer literatura” 12 , lo que las presenta como una documentación ‘realista’ 13 , emanada del contacto directo con las prácticas que registra y sobre las que legisla. Pero también es, debido a ese espíritu intervencionista, una fuente interesada y en ocasiones deformadora de aquellas prácticas que anhela poner bajo control. Como corpus jurídico, son textos de enorme afán recopilatorio, que organizan su contenido por temas y basan sus disposiciones en constituciones anteriores, como fruto de un modo de pensar y trabajar deudor de los conceptos de autoridad y tradición14. Aunque se produzcan en los sínodos15, las constituciones no son fruto de una iniciativa colectiva, pues lo cierto es que el acto de legislar recae exclusivamente sobre el prelado16 (“el pastor, el padre espiritual, el conservador y defensor de las almas de sus súbditos, a quien Dios pedirá cuenta de ellas”17), quien imprime en las constituciones sinodales su carácter (forjado por su ascendencia, habitualmente noble18, su formación, su red relacional y sus ambiciones personales y corporativas) y su postura ante los debates ideológicos de su época19. Así, mientras los obispos continuistas acogen con literalidad los estatutos de sus antecesores, tan sólo actualizando penas y resolviendo casos particulares, los más reformistas critican y amplían los textos heredados, tratando de influir abiertamente en las prácticas religiosas del laicado. La aparición y consolidación de tendencias reformadoras desde principios del siglo XV genera un fenómeno de referencias cruzadas entre obispos que crece conforme avanza la centuria, sin duda al calor de la difusión de la imprenta. Por eso, si hasta el siglo XV las fuentes de estos textos se encuentran principalmente en sus predecesores 12

Mário Martins, Estudos de literatura medieval, Braga, Livraria Cruz, 1956, p. 494. Traducido del portugués original: “encontramos uma fonte de informes tanto mais substanciais quanto é certo não terem os seus autores interesse algum em fantasiar ou fazer literatura”. 13 Trexler explica su realismo de la siguiente manera: aunque “la constitución sinodal estaba destinada a dar soporte a la ley canónica, (…) la constitución resultante se comprende mejor como resultado de la tradición legal y las presiones locales, no como resultado de los decretos”; Richard C. Trexler, Synodal law in Florence and Fiesole, 1306-1518, Città del Vaticano, Biblioteca Apostolica Vaticana, 1971, pp. 12 y 14. Traducido del inglés original: “The sinodal constitution was intended to support the canon law (…). The resultant constitution is best comprehended as a result of legal tradition and local pressures, not as a result of the decreta”. 14 Sobre la incidencia de la tradición y la autoridad en este tipo de obras: José A. Cárdenas Bunsen, Escritura y derecho canónico en la obra de Fray Bartolomé de las Casas, Madrid, Iberoamericana, 2011. 15 Del latín synodus: ‘asamblea’; Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dir.), Diccionario de Historia Eclesiástica…, vol. IV, p. 2.487. Se trata de una reunión en la que se representan todos los niveles de la jerarquía administrativo-religiosa diocesana, incluido el parroquial (al menos de manera teórica, aunque las penas a los no asistentes indican un alto nivel de absentismo), con ánimo de que lleguen hasta el obispo las noticias del estado y funcionamiento de toda su diócesis para luego legislar sobre ellos desde los principios acordados para toda la Iglesia; Miguel Á. Núñez Beltrán y Antonio Herrera García, “La tradición conciliar y sinodal en Sevilla”, en J. Sánchez Herrero y otros, Constituciones conciliares…, p. 41. Los objetivos pormenorizados del sínodo en J. Sánchez Herrero, Las diócesis del Reino…, p. 68. 16 J. Sánchez Herrero, Las diócesis del Reino…, p. 32. 17 ‘Constituciones de la Cofradía para la Obra de la Catedral de Salamanca’, en J. Sánchez Herrero, Las diócesis del Reino…, p. 53. 18 Como muestra T. de Azcona, La elección y reforma… y T. de Azcona y J. L. González Novalín, “La Iglesia en la España…”. 19 Sobre este asunto y su relación con la doctrina episcopalista: T. de Azcona, La elección y reforma…

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diocesanos, desde entonces y hasta Trento éstas provendrán también de los de otras diócesis20. Esto a su vez incide en el progresivo abandono del cariz local y particular de estos textos, en pos de una progresiva generalización de casos de estudio que se convierte asimismo en idealización, al centrarse las disposiciones menos en prohibir lo que no puede ser y más en dictar lo que debe ser. 5. Los usos del espacio religioso en las constituciones sinodales En la Tabla 1 mostramos el número de sínodos de las sedes elegidas de cuya celebración ha quedado constancia documental, que asciende a 250. De ellos, hasta 183 (el 73,2%) conservan el texto parcial o total de sus constituciones, de los cuales 81 (el 44,3%) contienen disposiciones que regulan el uso del espacio religioso, una cifra nada despreciable que denota el interés por el tema, subrayado por el hecho de que de los 81 sínodos seleccionados han salido un total de 655 constituciones (unas 8 por sínodo). En la tabla puede verse asimismo el peso relativo de cada sede en la muestra, destacando el caso de Burgos (120 constituciones seleccionadas, algo más del 18% del total). El alto número de sínodos de una sede puede explicarse por su antigüedad o su temprana incorporación a Castilla, aunque el bajo peso de las gallegas (entre las cinco suman 81 constituciones, 12% del total) nos remite a la incidencia de factores coyunturales de producción/conservación de los textos que habría que estudiar en cada caso.

En la Tabla 2 se recoge el número de disposiciones (unidad normativa básica; cada constitución puede tener una o más disposiciones) de cada diócesis, atendiendo a las etapas en las que hemos fraccionado nuestro estudio. La Etapa 2 ha sido a su vez dividida en dos partes para procurar la homogeneidad de los intervalos, si bien el 20

Como muestra, por ejemplo, la literalidad existente entre dos constituciones que regulan los asientos de los fieles en las iglesias: una del sínodo de Cuenca de 1531 (SH, vol. X, p. 492) y otra del de Coria de 1537 (SH, vol. V, pp. 259-260).

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resultado no es en absoluto ahistórico: la Etapa 2a coincide con los años de mayor intensidad de la ‘crisis del siglo XIV’, mientras que durante la Etapa 2b se inicia la recuperación de las estructuras demográficas, económicas, políticas y sociales de Castilla tras la guerra civil, que entrona a los Trastámara. Llama la atención que el número de disposiciones de las Etapas 1 y 2a sea notablemente inferior al de las Etapas 2b, 3, 4 y 5. ¿Problemas de conservación de las fuentes? ¿Desidia normativa? Sabemos que desde el Concilio de Letrán IV la Iglesia exhorta a sus diócesis a la celebración anual de sínodos, y aunque es de sobra conocido que esto nunca se cumplió a rajatabla, no se ha conseguido establecer la frecuencia real de celebración. Por lo tanto, no podemos saber si los textos sinodales conservados con anterioridad a 1370 representan una proporción alta o baja de los realmente producidos. Asimismo, algunos autores, obviando los aludidos problemas de conservación que afectan a los documentos en directa proporcionalidad a su edad, aceptan el hecho de que la celebración de sínodos aumenta en torno al año 1500, algo que de hecho parece corroborar nuestra tabla; y que se achaca al “movimiento pre y postconciliar de Trento”21. Lo que sí podemos afirmar con la documentación en la mano es que los textos sinodales se vuelven más extensos conforme avanza el tiempo, probablemente debido a la progresiva normalización de los textos jurídicos religiosos (en lo que a su vez influye la aparición de la imprenta, que incide en una mayor circulación de los textos sinodales entre las diócesis). Aunque está por discernir el papel del cada vez más extendido afán reformista de algunas corrientes y personajes, que sin duda motiva a prestar mayor atención y desarrollar la herramienta sinodal, especialmente desde el reinado de los Reyes Católicos.

21

Miguel Á. Núñez Beltrán y Antonio Herrera García, “La tradición conciliar y sinodal en Sevilla”, en J. Sánchez Herrero y otros, Constituciones conciliares…, p. 41.

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Entrando en el análisis del contenido de las disposiciones, hemos detectado que su temática se puede clasificar en 8 categorías: Custodia y limpieza de los espacios y los elementos mueble de las iglesias: pila bautismal, sagrario, ornamentos. A. Usos profanos, normalmente prohibidos por la jerarquía, del espacio religioso. B. Sacramentos. Apartado en el que nos interesamos, no por los usos sacramentales en sí, sino por los lugares de la administración sacramental. C. Cierre y horas de uso de los espacios religiosos. D. Asiento, orden y actitud durante las celebraciones de los fieles, algunas de ellas perseguidas y otras fomentadas desde las altas esferas para la educación religiosa del pueblo en su relación espacial con lo sagrado. E. Edificación, reparación y ornato de los templos y sus estancias. F. Enterramientos y otras prácticas funerarias. G. Iluminación y uso de las luces de los espacios templarios. La ‘Categoría A: custodia y limpieza’ (Tabla 3, Gráfico 1), se refiere al mantenimiento del aspecto externo y a la accesibilidad del espacio eclesiástico y los elementos que, incorporados al mismo, lo definen y completan, lo dotan de carácter y determinan su tipo o modo de uso. No es lo mismo un altar desnudo que otro presidido por un retablo; una pila bautismal encerrada tras una verja que otra presidiendo un espacio diáfano; un espacio “limpio y decente” que otro descuidado, sobre todo si tenemos en cuenta las connotaciones que en esta época van adquiriendo tales términos. Vemos una tendencia ‘natural’ de crecimiento de este tipo de disposiciones conforme se aproxima Trento. Algo generalmente compartido con el resto de conjuntos, como la casi inexistencia de disposiciones para en la Etapa 2a, sin duda relacionada con la crisis institucional del siglo XIV. Algo más característico de esta categoría es el brusco descenso de la Etapa 3 respecto de la 2b (superior al 50%), que provoca que el crecimiento posterior hacia Trento resulte mucho más acusado que en otros grupos de usos. El crecimiento entre la Etapa 3 y la 4 se concentra en torno a los usos referidos a la custodia y limpieza del sacramento, el óleo, la crisma y los objetos con los que éstos se administran. Si acudimos al contenido de las constituciones, parece que desde mediados del siglo XV se está incrementando la atención hacia la normalización del ceremonial que acompaña a los sacramentos y la protección y veneración de sus materias sacras. Todo este interés acaba recabando en la incorporación del sagrario al altar, con la doble misión de proteger y dignificar el sacramento: “mandamos que en todas las yglesias de nuestro obispado, donde no estuviere fecho, se haga un sagrario en el lugar publico, donde pueda estar el Sacramento con su clausura de rexa de hierro e fuerte, de manera que pueda estar y este seguro de cualquier mano sacrilega” 22 . Las referencias a éste no aparecen por primera vez hasta el Sínodo de Cuenca de 1446, y no se generalizan hasta después de 1478, por lo que parece que la incorporación definitiva del sagrario a la iglesia se sella en tiempos de los Reyes Católicos. El salto entre la Etapa 4 y la 5 se sustenta en cambio sobre la limpieza y cierre de los espacios más que en los elementos sagrados. Como veremos más adelante en 22

Sínodo de Palencia de 1499, SH, vol. V, p. 346.

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referencia a otros usos, el incremento de este tipo de disposiciones parece relacionarse con un creciente interés por la apariencia, una relación cada vez más directa entre la experiencia religiosa y la percepción visual de los espacios que la deben acoger. La iglesia no sólo es el lugar ordenado, sino también el cualificado para relacionarse con lo sagrado. Lo que sin duda persigue extirpar la práctica de celebrar y encontrarse con la divinidad en espacios privados o en lugares públicos extraeclesiásticos. Cuando las visitas pastorales se conviertan, ya en el XVI, en un instrumento habitual de control episcopal, una de las premisas para los visitadores será “comprobar la limpieza de los ornamentos y de las yglesias”23, tarea enumerada siempre entre las primeras. Tabla 3: disposiciones y usos sobre “custodia y limpieza” Disposiciones Categoría A: Custodia y limpieza A1: Limpieza y decencia del santísimo sacramento A2: Custodia del santísimo sacramento A3: Cierre y limpieza de la pila bautismal A4: Limpieza de los ornamentos A5: Limpieza del cuerpo de la iglesia A6: Custodia y limpieza del óleo y la crisma Total

Etapa 1: Etapa 2a: Etapa 2b: Etapa 3: Etapa 4: Etapa 5: 1216 - 1322 1323 - 1369 1370 - 1418 1419 - 1478 1479 - 1515 1516 - 1563

Total

1

-

5

2

11

15

34

4 1 2 4

1 -

7 2 5 6 6

4 1 3 2 2

20 3 12 4 11

21 13 30 21 22

57 20 52 33 45

12

1

31

14

61

122

241

Fuentes: SH, vols. I, III, V, VII, IX y X. SÁNCHEZ HERRERO, J. y otros: Constituciones conciliares...

La distribución del total de disposiciones de la ‘Categoría B: usos profanos’ (Tabla 4, Gráfico 2) resulta más cercana a la lectura que hicimos de la progresión de las etapas mediante la Tabla 2. No en vano, es ésta una categoría que aúna usos muy diversos, sólo enlazados por el tratamiento que en las propias constituciones se les da como “usos profanos” que deben ser prohibidos por entorpecer los usos sagrados de los templos: “juegan tablas e naipes en las dichas yglesias e cimenterios dellas, (…) y otros ponen 23

Sínodo de Tuy de 1528, SH, vol. I, pp. 510-511.

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sus bienes temporales en las yglesias, y hazen comidas e combites en ellas” e incluso “audiencias seculares de pleytos en ellas”24. Estos datos nos ilustran convenientemente acerca de cómo, desde 1370, la institución eclesiástica pone especial interés en eliminar de la mentalidad de la sociedad la idea de que las iglesias conforman salones comunales para la población. Esto venía siendo así especialmente en momentos festivos (convites, celebraciones, vigilias y romerías), durante los que no existía una separación nítida entre la festividad sagrada y la profana, cometiéndose en los templos “muchos maleficios, especialmente fornicaciones y adulterios, e demás desto que fazen muchos comeres e beberes superfluos, e se dicen muchos cantares seglares e se fazen danças e otras cosas inhonestas, donde se siguen muchos escándalos y pecados”25. Tabla 4: disposiciones y usos sobre “usos profanos” Disposiciones Categoría B: Usos profanos

Etapa 1: Etapa 2a: Etapa 2b: Etapa 3: Etapa 4: Etapa 5: 1216 - 1322 1323 - 1369 1370 - 1418 1419 - 1478 1479 - 1515 1516 - 1563

Total

B1: Almacenamiento de bienes privados laicos

-

-

4

1

4

9

18

B2: Negocios privados y concejos B3: Comida y bebida B4: Encastillamiento B5: Representaciones B6: Mercadeo B7: 'Actos profanos' (bailes, cánticos, juegos, etc.) B8: Convites y celebraciones festivas de bodas, bautizos, misas nuevas, aniversarios B9: Romerías, vigilias y sermones nocturnos B10: Introducción de armas

1 -

-

3 3 4 2

4 5 5 1 2

8 10 9 4 4

14 16 13 12 4

29 34 32 17 12

-

-

-

2

16

21

39

-

-

3

3

10

7

23

-

-

3 -

2 -

15 2

17 4

37 6

Total

1

-

22

25

82

117

247

Fuentes: SH, vols. I, III, V, VII, IX y X. SÁNCHEZ HERRERO, J. y otros: Constituciones conciliares…

También se sanciona especialmente y desde antiguo el encastillamiento de las iglesias: su toma y fortificación por las armas, “por grand neçessidad” en tiempos de 24 25

Sínodo de Alcalá la Real de 1542, SH, vol. IX, p. 102. Sínodo de Sevilla de 1490, J. Sánchez Herrero y otros: Constituciones conciliares… pp. 86-87.

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guerra (según constituciones más antiguas 26 ) o para tomar posesión de beneficios vacantes (en constituciones más nuevas 27 ). Actitud violenta con la que los nobles intentaban imponer mediante hechos consumados su derecho, y que irá perdiendo sentido conforme la violencia sea monopolizada por el rey y el acceso a los beneficios se regule mediante acreditaciones por escrito regladas (por eso este tipo de disposiciones no crece proporcionalmente con el número de sínodos en el siglo XVI). La ‘Categoría C: sacramentos’ (Tabla 5, Gráfico 3) básicamente afecta a la exclusividad que desde la Iglesia se quiere dar a los templos parroquiales en la administración de los sacramentos. Desde antiguo se usan fórmulas muy reiterativas para prohibir que se celebre bautismo o se oficie misa en espacios privados o exteriores. Pero conforme nos acercamos a Trento, se tiende a asociar la inconveniencia de tales usos extraeclesiásticos a la falta de decencia y ornato de esos lugares: de nuevo percibimos cómo en el XVI se está imponiendo la relación mental entre lo sacro y lo aparente: “que ningun presbitero diga missa en casa privada, sin tener para ello sufficiente licencia, y, aviendola, sea en lugar decente donde aya capilla, o lugar comodo donde no aya cama, si no fuere de enfermo que no se pueda levantar de ella, y el sacerdote mire mucho que el tal lugar este compuesto y adornado como conviene”28. Tabla 5: disposiciones y usos sobre “sacramentos” Disposiciones Categoría C: Sacramentos C1: Lugar y administración del bautismo

Etapa 1: Etapa 2a: Etapa 2b: Etapa 3: Etapa 4: Etapa 5: 1216 - 1322 1323 - 1369 1370 - 1418 1419 - 1478 1479 - 1515 1516 - 1563 1 3 6 17

C2: Lugar y administración de la Eucaristía

-

-

1

-

3

12

C3: Celebración de misas paralelas

-

-

-

-

5

6

1

-

4

-

14

35

Total

Total 27 16

54

Fuentes: SH, vols. I, III, V, VII, IX y X. SÁNCHEZ HERRERO, J. y otros: Constituciones conciliares…

26

Como la del sínodo de Cuenca de 1399, SH, vol. X, pp. 90-91. Como la de los sínodos de Orense de 1543-44, SH, vol. I, pp. 200-202. 28 Sínodo de Astorga de 1553, SH, vol. III; pp. 141-142. 27

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Lo más destacable de la ‘Categoría D: cierre y horas de uso’ (Tabla 6, Gráfico 4) es el hecho de que éste sea un tema que, de ser casi anecdótico, pase a un primer plano a partir del reinado de los Reyes Católicos 29. De nuevo intuimos que en la Asamblea General del Clero de Sevilla de 1478 se debieron dar consignas para que se evitara el uso de los templos en horario nocturno y se cerraran las iglesias y ermitas. Éstas parecen sufrir especialmente (en romerías y vigilias) la ‘invasión’ popular en determinados momentos del año. Queda claro que este tipo de práctica no gusta en los ambientes prerreformistas. Tabla 6: disposiciones y usos sobre “cierre y horas de uso” Disposiciones Categoría D: Cierre y horas de uso D1: Cierre de los templos

Etapa 1: Etapa 2a: Etapa 2b: Etapa 3: Etapa 4: Etapa 5: 1216 - 1322 1323 - 1369 1370 - 1418 1419 - 1478 1479 - 1515 1516 - 1563 3 7 15

Total 25

D2: Uso nocturno

-

-

2

1

10

4

17

Total

-

-

5

1

17

19

42

Fuentes: SH, vols. I, III, V, VII, IX y X. SÁNCHEZ HERRERO, J. y otros: Constituciones conciliares…

Algo similar ocurre con la ‘Categoría E: asiento, orden y actitud durante las celebraciones’ (Tabla 7, Gráfico 5): hasta 1479, sólo existen 14 disposiciones al respecto; desde esa fecha y hasta Trento aparecen nada menos que 120 referencias. La especialización funcional del espacio religioso parece apoyarse en dos iniciativas legislativas muy potenciadas desde 1479: la ejemplaridad del clérigo (su actitud ejemplar durante la misa, su orden de colocación, etc.) y la participación del fiel en la ceremonia (qué debe hacer, qué no, y dónde debe colocarse desde que entra hasta que sale de la iglesia). En los años inmediatamente anteriores al Concilio de Trento, podemos ver que se da una vuelta de tuerca a este estrechamiento utilitario del espacio 29

Las constituciones que se refieren al cierre de las ermitas e iglesias rurales durante la Etapa 2b suelen justificar el mismo por el uso que se hace de estos espacios para la guarda del ganado. Este tipo de textos, que dejan de aparecer tras dicha etapa, explica el pico que vemos en el Gráfico 4 para dicho periodo.

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393

Juan Manuel CASTILLO RUBIO

sagrado, creciendo enormemente en la Etapa 5 la regulación de temas como la separación entre hombres y mujeres o la instalación de bancos, y regulándose asuntos como la mendicidad durante las celebraciones litúrgicas o la actitud de los ‘acogidos’ a sagrado (huidos de la justicia civil), que ya no van a ser admitidos de cualquier manera. Tabla 7: disposiciones y usos sobre “asiento, orden y actitud durante las celebraciones” Categoría E: Asiento, orden y actitud durante las celebraciones

Disposiciones Etapa 1: Etapa 2a: Etapa 2b: Etapa 3: Etapa 4: Etapa 5: 1216 - 1322 1323 - 1369 1370 - 1418 1419 - 1478 1479 - 1515 1516 - 1563

Total

E1: Reserva de asiento y uso de sillas y estrados propios

-

-

-

1

1

4

6

E2: Actitud de los clérigos durante la misa

1

-

1

-

12

13

27

E3: Instalación de bancos para los fieles

-

-

-

-

-

3

3

E4: Separación de hombres y mujeres

-

-

-

1

2

7

10

E5: Actos a realizar al entrar en la iglesia

-

-

-

-

4

4

8

-

-

2

1

8

11

22

-

-

1

1

13

13

28

E8: Mendicidad durante los oficios

-

-

-

-

1

3

4

E9: Presencia de infieles durante la misa

-

2

2

3

1

-

8

E10: Actitud de los acogidos

-

-

1

-

4

11

16

E11: Uso de sombreros y rebozos

-

-

-

-

-

7

7

Total

1

2

7

7

46

76

139

E6: Estipulación del lugar y el orden de colocación de clérigos y laicos E7: Actitud de los fieles durante la misa

Fuentes: SH, vols. I, III, V, VII, IX y X. SÁNCHEZ HERRERO, J.: Constituciones conciliares…

La ‘Categoría F: edificación, reparación y ornato’ (Tabla 8, Gráfico 6) muestra la evolución del interés por regular la gestión de las obras en los templos, ya sean de edificación ex novo, de mantenimiento y reparación o de ornamentación. El incremento en los años previos a Trento es de nuevo abrumador. Destaca el hecho de que se empiecen a imponer el uso de contratos y la planificación previa de las obras: se quieren

394

NORMA Y USO DEL ESPACIO RELIGIOSO EN LA CASTILLA …

trabajadores cualificados que garanticen un presupuesto (que ya no controlará el mayordomo, laico, sino el cura y el visitador). Se cuida que las parroquias no se endeuden y que tengan las rentas suficientes como para mantenerse decentemente dispuestas para su función sagrada (una vez más, vemos cómo el continente de la celebración adquiere tanta importancia como el objeto de la misma). Tabla 8: disposiciones y usos sobre “edificación, reparación y ornato” Disposiciones Categoría F: Edificación, reparación y ornato

Etapa 1: Etapa 2a: Etapa 2b: Etapa 3: Etapa 4: Etapa 5: 1216 - 1322 1323 - 1369 1370 - 1418 1419 - 1478 1479 - 1515 1516 - 1563

Total

F1: Previsión, contrato y revisión de las obras

-

-

-

1

2

14

17

F2: Instalación de púlpitos, predicatorios y confesionarios

-

-

-

-

-

3

3

F3: Reparación de capillas, ermitas e iglesias

-

-

4

3

8

18

33

F4: Colocación de escudos de armas y laudes

-

-

-

-

2

4

6

F5: Edificación de obras de nueva planta

1

2

2

-

1

12

18

F6: Concesión de licencias de obra

-

-

-

2

6

8

16

F7: Provisión de ornamentos e imágenes

1

-

3

1

2

5

12

Total

2

2

9

7

21

64

105

Fuentes: SH, vols. I, III, V, VII, IX y X. SÁNCHEZ HERRERO, J.: Constituciones conciliares…

Un aspecto de la Categoría F, el referido a la colocación de escudos de armas y laudes en los paramentos de las iglesias (que como vemos empieza a ser una preocupación episcopal en las dos últimas etapas) se vincula con los usos nobiliarios de los espacios religiosos del mismo modo que lo hacen los usos de la ‘Categoría G: enterramientos’ (Tabla 9, Gráfico 7). En ésta se encuentran clasificadas las disposiciones que regulan dónde y cómo pueden enterrarse los fieles. El gráfico muestra que se trata de un tema ‘clásico’ en las constituciones: sobre el enterramiento en el cuerpo de las iglesias, la incidencia espacial de las tumbas y la actitud de los fieles durante los sepelios y aniversarios se legisla con regularidad durante todo el arco temporal. Se aprecia una clara falta de efectividad en las prohibiciones, que no dejan de insistir en que las tumbas

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395

Juan Manuel CASTILLO RUBIO

y las plañideras (que se colocaban sobre éstas) no deben tener protagonismo espacial en los templos. Pero parece un comportamiento muy arraigado en la sociedad el de privatizar el espacio en el que la parentela descansa en paz: quienes pueden, graban sus escudos y hasta levantan estrados sobre las tumbas; quienes no, simplemente recuerdan públicamente a sus antecesores colocándose sobre sus lechos y llamando la atención de la comunidad mediante lloros y cánticos, desmedidos para la práctica de lo sagrado, pero que responden a otros fines sociales que a los clérigos se les escapan. Resulta llamativa la didáctica utilizada a partir del último tercio del siglo XV para hacer entender a la población que el lloro, el luto y la tristeza, aunque se toleren en cierto grado, no suponen la actitud correcta ante la muerte, porque “aquellos que lo fazen paresçe que niegan la futura resurreçion”30. Se acabará por pedir a los curas que no ornamenten las iglesias para las misas de difuntos, que no permitan velaciones sobre las tumbas más allá de unos días después de la defunción, que no admitan el luto ni lo lleven ellos mismos y que, si alguien persiste en los lloros, se pare la celebración en curso. Tabla 9: disposiciones y usos sobre “enterramientos” Disposiciones Categoría G: Enterramientos G1: Herencia del derecho y lugar de la sepultura G2: Enterramiento en coros y altares

Etapa 1: Etapa 2a: Etapa 2b: Etapa 3: Etapa 4: Etapa 5: 1216 - 1322 1323 - 1369 1370 - 1418 1419 - 1478 1479 - 1515 1516 - 1563

Total

-

-

1

-

1

4

6

-

-

-

-

1

3

4

G3: Altura de las tumbas

-

2

3

2

3

11

21

G4: Llantos por los difuntos

-

2

3

3

4

6

18

G5: Enterramiento en el cuerpo de la iglesia

2

1

6

3

5

8

25

G6: Enterramiento según rito infiel

-

-

-

-

1

2

3

Total

2

5

13

8

15

34

77

Fuentes: SH, vols. I, III, V, VII, IX y X. SÁNCHEZ HERRERO, 2007

30

Sínodo de Jaén de 1478, SH, vol. IX, p. 537.

396

NORMA Y USO DEL ESPACIO RELIGIOSO EN LA CASTILLA …

A estos comportamientos, durante la etapa prerreformista se unen otras inquietudes: la delimitación de los lugares de enterramiento (cómo evitar que se entierren fieles en los lugares más sacros del templo), qué hacer con los infieles y cristianos nuevos y sus ritos (algo que caracteriza a algunas sedes, como Guadix o Cuenca), o cómo gestionar la reclamación que los linajes nobiliarios hacen de la gestión de sus sepulturas (se les invita a instalarlas en las capillas propias de sus patronazgos). Este incremento del control espacial que también hemos percibido en otras categorías, y es más acusado conforme más nos acercamos a Trento, acabará tras el concilio tridentino por impregnar, modificar y caracterizar a las expresiones eclesiásticas de toda naturaleza, desde lo litúrgico a lo arquitectónico. Tabla 10: disposiciones y usos sobre “iluminación” Disposiciones Categoría H: Iluminación H1: Iluminación durante la celebración

Etapa 1: Etapa 2a: Etapa 2b: Etapa 3: Etapa 4: Etapa 5: 1216 - 1322 1323 - 1369 1370 - 1418 1419 - 1478 1479 - 1515 1516 - 1563 1 4 2 2

Total 9

H2: Iluminación del santísimo sacramento

-

2

-

2

11

10

25

H3: Uso supersticioso de la iluminación

-

-

-

-

3

4

7

Total

-

3

4

2

16

16

41

Fuentes: SH, vols. I, III, V, VII, IX y X. SÁNCHEZ HERRERO, J.: Constituciones conciliares…

Por último, la ‘Categoría H: iluminación’ (Tabla 10, Gráfico 8) subraya la conclusión anterior. Y es que los aspectos de la iluminación, hasta el reinado de los Reyes Católicos, sólo parecen importar por un motivo: que no se celebre “sin lumbre ni candela de çera” 31 , petición que aparece siempre formulada de manera idéntica y relacionada con el correcto uso del canon y la escritura. En cambio, desde finales del XV y en el XVI se ejerce una gran presión para que empiecen a utilizarse las velas en determinados lugares de la iglesia. La especialización de los espacios y funciones templarias encuentra un vehículo en la aplicación de una iluminación diferencial. La creación de distintos ambientes (destacando siempre el lugar donde se custodia el 31

Sínodo de Cuenca de 1399, SH, vol. X, p. 74.

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Juan Manuel CASTILLO RUBIO

cuerpo de Cristo, el sagrario) se va a unir estrechamente a la interpretación de la religiosidad a partir de este momento, lo que de nuevo nos remite a la deriva que toma la concepción de los espacios religiosos en el siglo XVI. Por supuesto, todo uso de dichas ‘candelas’ que no se ajuste al plan establecido pasa a ser sospechoso de superstición, por eso de la mano de la especialización luminaria crecen las prohibiciones de aquellos usos ahora vistos como heterodoxos. 6. Conclusiones La lectura del análisis de las disposiciones sinodales dedicadas a los usos del espacio religioso tiene dos niveles de interpretación. Uno estructural, en el que vemos desfilar ante nosotros, a través de los cambios en los usos normativos (motivados por iniciativas más o menos reformistas desde instancias religiosas), pero también en los usos reales que se adaptan a los mismos, los grandes procesos históricos que atraviesan la Baja Edad Media y la Altomodernidad. Se pueden detectar los efectos de la crisis del siglo XIV, la regeneración normativa que supone el cambio de dinastía en la Corona de Castilla, el impulso reformista de los conciliaristas y episcopalistas desde el primer tercio del siglo XV, el salto cualitativo y cuantitativo que supone el reinado de los Reyes Católicos, el papel de la Monarquía en el encauzamiento de la prerreforma castellana hacia la generación de una Iglesia nacional en el cambio de siglo y, a partir de ahí, la progresiva adopción de las maneras y los rasgos que, a través de una progresiva especialización de la función religiosa de los templos, van a llevar al mundo católico directamente hacia las tesis del Concilio de Trento. Todo ello convierte a las fuentes sinodales en privilegiadas para detectar los tiempos, las zonas y los niveles de incidencia en el discurso normativo eclesiástico de dichos procesos, así como su nivel de aplicación real y, por lo tanto, de éxito. Además de suponer un campo de comprobación de la interrelación existente entre todas esas tendencias, lo que puede llevar a discernir nuevos vínculos entre ellas. Pero existe un segundo nivel de lectura que desciende al terreno de lo concreto, que desvela, ante todo, la riqueza de los usos espaciales. Riqueza que nos demuestra que la norma, por más restrictiva que sea, deja siempre espacios de libertad a los usuarios que éstos van a desarrollar. Y que los espacios sagrados, por más normalizados que estén, son y siempre han sido lugar de encuentro y de manifestación de las necesidades sociales del laicado. Más aún, el recorrido normativo demuestra, no sólo que desde las instancias eclesiásticas no se pueden controlar las representaciones que ciertos grupos sociales (nobleza, gremios, etc.) realizan de su condición en los templos, sino que éstas incluso crecen conforme la sociedad se vuelve más compleja en sus manifestaciones sociales. Aunque la apariencia (a la que se da cada vez más importancia) sea de una mayor rigidez espacial y comportamental conforme nos acercamos a Trento, nunca se consigue que los fieles laicos participen de los espacios sagrados sólo como tales: en las iglesias no deja de producirse el cruce de intereses, manifestaciones, coerciones y apropiaciones que la convierten en lugar de encuentro entre colectivos y corporaciones en términos que van mucho más allá de lo cultual o religioso. Las personas se sienten representantes de estos grupos, e incluso durante los actos litúrgicos tratan de imponer su presencia en el espacio, de apropiárselo en su nombre. Por ello estos encuentros, lejos de diluir a las comunidades de apropiación en el laicado, las refuerzan e incluso, al facilitar su

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NORMA Y USO DEL ESPACIO RELIGIOSO EN LA CASTILLA …

comunicación, generan nuevos intereses entre ellas que facilitan su reformulación constante y la aparición de nuevos colectivos. Lo más interesante de estas dos lecturas del uso del espacio religioso, desde lo general y desde lo concreto, quizá sea comprobar cómo los grandes procesos históricos e ideológicos alcanzan a través de las constituciones sinodales el nivel parroquial. Lo que nos abre la posibilidad de, como hemos empezado a hacer aquí de algún modo, estudiar la configuración de las mentalidades desde abajo.

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Entintar el papel sin mancha de pecado: la controversia inmaculista y la esfera pública en la España del siglo XVII Writing paper without sin: The controversy of Immaculate Conception and the public sphere in the Spain of the 17th century Daniel ATIENZA ATIENZA Universidad Complutense de Madrid Resumen: Las páginas que contienen este breve trabajo pretenden participar y contribuir al debate historiográfico en torno a la creación de una esfera de opinión mediante el instrumento de la propaganda, que se gesta, al menos, desde la segunda mitad del siglo XVII. Para ello, analizamos el universo impreso generado por la controversia de la Inmaculada Concepción de la Virgen entre 1650 y 1670 y estudiamos los diferentes contextos donde se da a publicidad la opinión pía, es decir, la opinión favorable a la Concepción Inmaculada de la Virgen. Palabras clave: Inmaculada Concepción, Publicística, Propaganda, Esfera pública, s.XVII. Abstract: The pages of this work try to contribute to the historiographical discussion concerning the creation of a sphere of opinion by means of the instrument of the propaganda, which grows, at least, from the second half of the 17th century. For it, we analyze the printed universe generated by the controversy of the Immaculate Conception of the Virgin between 1650 and 1670 and study the different contexts where gives herself to publicity the pious opinion, that is to say, the favorable opinion to the Immaculate Conception of the Virgin. Keywords: Immaculate Conception, publicity, propaganda, sphere of opinion, 17 th century.

1. Introducción Como es bien conocido, el vocablo propaganda se remonta al contexto de la contrarreforma postridentina y a la necesidad de la Iglesia de propagar la fe (propaganda fide) para lograr la unidad católica. Por tanto, la aplicación original de dicho vocablo se sitúa en una dinámica histórica de conflicto, siendo sus prácticas especialmente afines a estas situaciones1. Sin embargo, el término de opinión pública, a menudo, estrechamente ligado con el de propaganda política, plantea grandes problemas conceptuales 2 . Aceptado para la centuria del Setecientos, desde que Habermas inaugurara en 1961 la línea de investigación, cuyo planteamiento está ligado al ascenso dieciochesco de la burguesía y a los cambios culturales de la Ilustración 3 , la 1

José Manuel Nieto Soria, “La propaganda política de la teocracia pontificia a la Monarquías soberanas”, en José Manuel Nieto Soria (comp.), Propaganda y Opinión pública en la Historia, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2007, p. 13. 2 Luis Miguel Enciso Recio, “Los mensajes de la opinión pública y la propaganda en la España Moderna”, en José Manuel Nieto Soria (comp.), Propaganda y Opinión pública en la Historia, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2007, p. 51. Un interesante trabajo sobre las discusiones en torno a la formación de la opinión pública temprana es el que ha realizado el profesor Michele Olivari, Avisos, pasquines y rumores. Los comienzos de la opinión pública en la España del siglo XVII, Madrid, Cátedra, 2014. 3 Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública: la transformación estructural de la vida pública, Barcelona, Gustavo Gili, 2004.

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Daniel ATIENZA ATIENZA

historiografía española no ha dejado de trabajar en esta dirección. Se han revisado las etapas trabajadas por Habermas y se ha tratando de verificar hasta qué punto puede aplicarse la noción de opinión pública a tiempos y espacios preilustrados4. En este sentido, la historiografía ha centrado su atención fundamentalmente en tres contextos: la fiesta y el teatro, cuya capacidad de convocatoria es por todos conocido5; el intercambio de comercio y noticias, capaz de traspasar fronteras6; y la circulación de pasquines y opúsculos, de los cuales ha sido ampliamente estudiados los de contenido político, aparecidos generalmente como medio de reacción o protesta 7. Todos ellos con un elemento aglutinador: el espacio urbano. En las líneas que siguen estudiaremos el universo impreso de la controversia inmaculista y los diferentes contextos en los que fueron creados, conscientes, no obstante, de que están en marcha de forma paralela otros medios de comunicación dentro de la cultura escrita, como pueden ser los manuscritos, las inscripciones y graffitis en muros o paredes8. Junto a ellos, no debemos olvidar la comunicación oral y visual. Ver y oír eran los principales medios de comunicación en los que participaban tanto los hombres letrados como los iletrados. Por tanto, la irrupción del impreso con la imprenta no sustituye la formas de comunicación tradicionales si no que las complementa9. Para cumplir con nuestros objetivos partimos del análisis de un catálogo de 314 impresos correspondientes a las décadas de 1650-1670, recogidos de tres bases de datos: el catálogo de la Biblioteca Nacional de España [BNE], Catálogo Cisne de la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla [BH] y del Catálogo Colectivo de Patrimonio Bibliográfico Español [CCPB]. Como cabe suponer, entre todos ellos, han aparecido una gran variedad de géneros literarios que hemos dispuesto clasificar en ocho grupos, conscientes de no lograr una exacta homogeneidad. En cualquier caso, hemos decidido disponerlos en: 86 impresos teológicos, desde voluminosos tratados hasta breves opúsculos; 28 memoriales; 14 impresos que tratan sobre el breve de Alejandro VII; 85 sermones; 42 votos y juramentos; 19 referentes a la fiesta y culto de la Inmaculada; 36 composiciones poéticas (pliegos sueltos); 4 que presentan una relación de milagros. No obstante, antes de entrar a analizar el universo impreso de la controversia resulta pertinente hacer unas breves aclaraciones sobre la misma que expliquen ciertas peculiaridades del misterio para nuestro siglo XVII. 4

Antonio Castillo Gómez y James S. Amelang (dirs.), Opinión pública y espacio urbano en la Edad Moderna, Gijón, Trea, 2010, p. 9. 5 José Mª. Díez Borque, Los espectáculos del teatro y fiesta en el siglo de Oro español, Madrid, Ediciones Laberinto, 2002. José Jaime García Bernal, El fasto público en la España de los Austrias, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2006. 6 Roger Chartier y Carmen Espejo (eds.), La apariencia del periodismo en Europa: comunicación y propaganda en el Barroco, Madrid, Marcial Pons, 2012. 7 La bibliografía en este sentido es muy abundante citamos algunos títulos: Fernando Bouza, Papeles y opinión. Políticas de publicación en el Siglo de Oro, Madrid, CSIC, 2008. Héloïse Hermant, Guerres de plumes. Publicité et cultures politiques dans l´Espagne du XVII e siècle, Madrid, Casa Velázquez, 2012. 8 Fernando Bouza, “Leer para creer. Religión y cultura del libro en la Edad Moderna”, en Antonio Luis Cortés Peña (coord.), Historia del cristianismo, Granada, Trotta, 2006, vol. III, p. 638. Antonio Castillo Gómez, “La letra en la pares. Usos y funciones de la escritura expuesta en el Siglo de Oro”, en Manuel Fernández, Carlos-Alberto González y Natalia Maillard Álvarez (comp.), Testigo del tiempo, memoria del universo. Cultura escrita y sociedad en el mundo ibérico /siglos XV-XVIII), Barcelona, Ediciones Rubeo, 2009, pp. 581-602. 9 Fernando Bouza, Comunicación, conocimiento y memoria en la España de los siglos XVI y XVII, Salamanca, Seminario de estudios medievales y renacentistas, 2000.

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ENTINTAR EL PAPEL SIN MANCHA DE PECADO …

2. La Inmaculada Concepción en el siglo XVII La controversia de la Inmaculada Concepción no es una cuestión que afecte única y exclusivamente a nuestro Siglo de Oro. Ésta se inicia en los albores del siglo XII y se extiende hasta su definición dogmática en 1854. En su largo recorrido histórico, se discute si la Virgen fue concebida con la mancha del pecado original o no. En torno a esta cuestión se van a conformar, desde el siglo XIII, dos escuelas de pensamiento. Por un lado, afirmando que la Virgen no estaba exenta de la mancha del pecado, se encontraba Santo Tomás y sus correligionarios, los dominicos. De la opinión contraria, más conocida por “opinión pía”, era partidario Duns Escoto y sus seguidores los franciscanos, a los que, siglos después, habrán de sumarse los jesuitas. Hasta llegar al siglo XVII, la controversia queda reducida a una discusión dogmática promovida en diferentes concilios, como fueron los de Basilea (1431-1449) y Trento (1545), donde las diferentes escuelas teológicas intercambiaban sus pareceres logrando escasos avances en la materia 10 . Sin embargo, entrado el siglo XVII, la controversia va a reactivarse, dotándola de ciertas particularidades y alcanzando sus cotas más altas de fervor. Entre estas particularidades, cabe destacar, por un lado, el hecho de que a diferencia de otras controversias religiosas que se producen en estos momentos, como la de auxiliis11, la controversia inmaculista no va a quedar reducida a una discusión entre los círculos teológicos sino que van a tomar parte de ella todos los estamentos de la sociedad arrastrados por una explosión devocional. Para estudiar la controversia inmaculista en el siglo XVII podemos diferenciar tres etapas: La primera de ellas ha sido la más estudiada por los historiadores, tradicionalmente vinculados al mundo religioso como es el caso del franciscano Juan Meseguer 12 . Sin embargo, en las últimas décadas han sido varios los historiadores seculares que se han acercado a estudiar la controversia desde un punto de vista político, como así lo han hecho Broggio13, Prosperi14, Martínez Millán15 o Visceglia16. Esta etapa corresponde con la reactivación de la controversia. No resulta fácil afirmar en que momento y lugar se produce esta reactivación. Unas fuentes hablan de

10

Bernardino Llorca, “la autoridad eclesiástica y el dogma de la Inmaculada Concepción”, Estudios eclesiásticos, 110-111 (1954), vol. 28, pp. 299-322. 11 Una aproximación a la controversia sobre la Gracia puede leerse en: Isaac Vázquez, “Las controversias doctrinales postridentinas” en Ricardo García Villoslada, Historia de la Iglesia en España, Madrid, Biblioteca de autores cristianos, 1979, t. IV, pp. 419-476. Paolo Broggio, La teología e la política: controversia docttrinal, Curia romana e monarchia spagnola tra Cinque e Seicento, Firenze, L. S. Olschki, 2009. 12 Juan Meseguer, “La Real Junta de la Inmaculada Concepción”, Archivo Iberoamericano, 59-60 (1955), pp. 621-866. 13 P. Broggio, La teología… 14 Adriano Prosperi, “L´Immacolata a Siviglia e la fondazione sacra della monarchia spagnola”, Studi storici: rivista trimestrale dell´Itituto Gramsci, 2 (2006), vol. 47, pp. 481-510. 15 José Martínez Millán “las controversias sobre la Inmaculada Concepción. Surgimiento de la polémica (1613)” en José Martínez Millán y Mª Antonietta Visceglia (dirs.), La monarquía de Felipe III. La casa del rey, Madrid, Fundación Mapfre, 2008, pp. 220-226. 16 Mª Antonietta Visceglia, Roma papale e Spagna. Diplomatici, nobili e religiosi tra due Corti, Roma, Bulzoni, 2010.

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Daniel ATIENZA ATIENZA

que fue en Córdoba hacia 161417, mientras otras aseguran que fue en Sevilla en 161318. En ambos casos, el conflicto surge tras la predicación de un dominico contra la Inmaculada Concepción quebrantando así algunas disposiciones reales y pontificias en favor del misterio. Sea donde fuere, lo que no cabe duda es que la reactivación se produce en una Andalucía que se encuentra en plena agitación social, política y religiosa a consecuencia de la expulsión de los moriscos en 1609 y el descubrimiento de los libros plúmbeos de Granada19. Además de ello, no debemos olvidar que nos encontramos en pleno proceso de adaptación devocional de los nuevos dictados contrarreformistas, que da lugar a una multiplicación de manifestaciones devotas y a un clima emotivo que desarrolla una intensa actividad propagandística a través de las imágenes, los escritos y las representaciones propios de la fiesta barroca20. Es durante este periodo cuando la Monarquía se posiciona en favor del misterio, creando la Real Junta de la Inmaculada Concepción, institución que se encarga de supervisar los asuntos de la controversia y de promover una embajada ante la Santa Sede para obtener del pontificado la proclamación de la Inmaculada Concepción como dogma de fe, objetivo que, a pesar de su larga existencia, nunca vera cumplido21. Una segunda etapa se inicia en 1644 cuando se le niega una licencia de publicación a un jesuita en cuyo texto aparecía el término Inmaculada Concepción. La denegación de la licencia estaba justificada por la existencia de un decreto promulgado en 1627 por el Santo Oficio en Cesena, aunque su cumplimiento no fue muy riguroso teniendo que ser emitido en varias ocasiones en 1628 y 1644, siendo este último, aprobado durante el pontificado de un Urbano VIII poco afecto al misterio, el que mayor trascendencia tuvo. En dicho decreto se prohibía el uso del epíteto Inmaculada precediendo al de Concepción. Las reacciones no tardarían en llegar, tanto en el campo doctrinal como en el diplomático. En la primera, una comisión formada por tres teólogos franciscanos armaban la defensa de la Inmaculada Concepción y la presentaban al rey Armamentarium seraphicum, que posteriormente, mediante una embajada ante la Santa Sede, sería presentada ante el pontífice22. La tercera etapa es la menos estudiada por los historiadores y es donde nosotros centraremos, a partir de ahora, todas nuestras atenciones. Ya hemos señalado que la Junta nunca logrará la definición dogmática, sin embargo, sí verá satisfechas algunas de sus demandas, como la promulgación en 1661 del breve de Alejandro VII (1655-1667), Sollicitudo Omnium Eclesiarum, el cual anulaba el antiguo decreto de 1644 y afirmaba, además, que “jamas la sentencia, fiesta y culto de la Concepción se traiga a disputa” condenando todos los libros, sermones, tratados o papeles públicos que así lo hicieran desde los decretos de Paulo V y Gregorio XV23. 17

Paolo Broggio, “Teologia, ordini religiosi e rapporti politici: la questione dell´immacolata concezione di Maria tra Roma e Madrid (1614-1663)”, Hispania Sacra, 65 (2013), p. 258. 18 J. Meseguer, “La Real Junta…”, p. 627. 19 Mercedes García-Arenal y Fernando Rodríguez Mediano, El oriente español: los moriscos y el Sacromonte en tiempos de Contrarreforma, Madrid, Marcial Pons, 2010. 20 P. Broggio, “Teologi…”, p. 258. Para la fiesta devota barroca en la Edad Moderna J. J. García Bernal, El fasto… 21 La Junta queda disuelta definitivamente en 1820. Puede verse las distintas etapas y las diferentes embajadas ante la Santa Sede en J. Meseguer, “La Real…”, p. 621-866. 22 Ibidem, p.622-664. 23 Fernando Ramírez de Luque, Historia de los hechos y escritos del clero secular en defensa y honor de la Concepción Inmaculada de María Santisima, Madrid: en la imprenta de Manuel Martín, 1776, p. 67.

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3. El universo impreso y su circulación en la controversia inmaculista (1650-1670) Con los 314 impresos que hemos recogido, la primera afirmación que podemos hacer en torno al universo impreso de la controversia inmaculista es que, en su totalidad, es una producción literaria en favor del misterio, ya nos acerquemos a la lectura de un sermón, de un tratado o una composición poética. Por otro lado, la autoría de los textos, en su mayoría, proviene de la mano de religiosos destacando los regulares frente a los seculares. Toda controversia que se precie lleva implícita un intercambio de pareceres y opiniones enfrentadas. Tal afirmación nos lleva a preguntarnos por la ausencia de impresos maculistas. La respuesta podemos encontrarla en el control que ejercían las autoridades, tanto laicas como eclesiásticas, sobre lo que se daba a impresión. Para poder imprimir cualquier texto en el Siglo de Oro se precisaba de la obtención de privilegios y licencias reales de impresión, que concedía el Consejo de Castilla si el texto no contenía proposiciones contrarias a la fe católica, a la majestad o a las buenas costumbres 24 . Sabemos que la Junta ejercía algún control sobre lo que circulaba o lo que podía circular de forma impresa, pues el año de su constitución, el rey mandó al Consejo de Estado que pasara a la Junta libros tocantes al misterio para que ésta los examinase. El duque de Terranova recogía en una carta que “se an detenido algunos [escritos] y recogido otros, atendiendo siempre no se excedan los limites que ponen los decretos apostolicos en tanto grado, que hauiendo puesto en manos de su Magestad el maestro Oviedo, cathedratico de prima de theologia de la Universidad de Salamanca dos memoriales el año de 1653, en que intentaba prouar que la Concepcion Inmaculada de la Virgen Santissima estaba ya beatificada, no quiso pasar la Junta por aquella doctrina, antes sí las repelió, como consta de una consulta que está al numero 50 de dicho año”25.

Aparentemente, la circulación manuscrita está menos controlada en cuanto a los mecanismos de censura se refiere. Sin embargo, sabemos que la Junta también ejercía cierto control sobre la circulación manuscrita cuya existencia conocemos pero que aquí no cabe analizar26. Hemos recogido varios impresos que aluden a papeles que atentan contra la opinión piadosa. Son varios los ejemplos, pero, quizás el más significativo sea el que escribe el jesuita Juan Everardo Nithard, miembro de la Junta, Respuesta a un memorial dado a nuestro catholico rey don Phelipe Qvarto… en el que daba respuesta al escrito que el dominico Martinez de Prado enviaba a Felipe IV excusando a los religiosos de su orden de proferir las obligadas alabanzas a la Inmaculada Concepción al inicio de los sermones27.

24

Manuel Peña Díaz, “Libros permitidos, lecturas prohibidas”, Cuadernos de Historia Moderna, Anejos 1 (2002), pp. 85-101. Fernando Bouza, Dásele licencia y privilegio. Don Quijote y la aprobación de libros en el Siglo de Oro, Madrid, Akal, 2012. 25 J. Meseguer, “La Real Junta…”, p. 714. 26 Sobre los usos del manuscrito puede verse Fernando Bouza, Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo de Oro, Madrid, Marcial Pons, 2001. 27 Juan Everardo Nithard (S.I), Respuesta a un memorial dado a nuestro catholico rey don Phelipe Qvarto por el padre maestro Fray Ivan Martinez de Prado… en Madrid: en casa Ioseph Fernandez de Buendia, 1663. BNE R/19810(1). Cabe mencionar que las tensiones políticas que subyacen en la controversia entre dominicos y jesuitas irán en aumento con la ascendencia a privado del jesuita y confesor de la reina Mariana de Austria durante la minoría de edad de Carlos II; si bien, por razones espaciales no podemos detenernos en ellas.

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Bien es cierto, por otro lado, que muchos de los textos menores o menudencias circularon sin la rígida exigencia de los trámites que imponía la censura. En muchos de ellos, tan solo se hace una vaga mención Con licencia, bien al pie de la portada o en el colofón. En otros impresos, no consta ningún tipo de licencia, por lo que aparentemente debieron circular sin ella, como fue Copia de lo que cierto prebendado en la corte escrivio a un religioso de santo domingo 28 , y Copia de lo que un doctor de cierta universidad de españa escrivio a un prebendado de la corte 29. Posiblemente, fueron confeccionados en alguna prensa clandestina, sobre todo este último que animaba a los dominicos en la defensa de sus tesis, de forma que en 1653 aparece un decreto regio ordenando que se iniciasen investigaciones para averiguar el autor de dicho opúsculo30. Una cuestión fundamental para estudiar la circulación y recepción de los impresos inmaculistas, es analizar su materialidad. Si nos referimos al libro, hay un predominio del pequeño formato en cuarto o en octavo frente al tamaño infolio. También hay un predominio del pequeño volumen, es decir, de libros que apenas llegaban a la centena de páginas frente a los tomos gruesos que superaban el medio millar. A esto hay que añadir la circulación ingente de papeles sueltos, textos de escasos folios que circulaban en forma de opúsculos, y cuya presencia en nuestro catálogo es de absoluto predominio. Si hacemos un balance, de los 314 impresos recogidos, solo 32 de ellos superan el centenar de páginas. Esta característica de los impresos inmaculista no es ni mucho menos aleatoria, sino que responde a una premeditada política de publicación. El predominio del libro en pequeño formato mucho tiene que ver con su facilidad para ser transportado. Esta mayor manejabilidad implica pasar de un lugar a otro, de unas manos a otras sin grandes dificultades dotándole de una mayor capacidad de difusión y como tal, de una mayor recepción. Si a esto le añadimos el predominio del castellano frente al latín, nos lleva a pensar que los textos inmaculistas fueron creados para llegar al mayor número de público posible, bien fuesen leído o escuchado31. También gozaban de una enorme difusión los papeles sueltos. Éstos eran baratos de producir, ello permitía realizar un mayor número de copias y en consecuencia llegar a un mayor número de gente. Además, no solamente eran distribuidos por las librerías sino que gozaban de una venta ambulante por hombres de toda condición. A esto hay que sumar que la relativa brevedad de muchos de estos textos y la sencillez de sus composiciones (como solía suceder con las composiciones poéticas) permitían ser aprendidas y memorizadas para, posteriormente, ser recitadas o cantadas32. La difusión masiva de los textos en favor de la Concepción Inmaculada de la Virgen impregna, por tanto, la vida cotidiana de hombres y mujeres de la España del siglo XVII, contribuyendo inevitablemente a gestar y configurar un determinado estado de opinión que se hace manifiesto por medio de múltiples mensajes de fervor.

28

BNE, VE/186/27. BNE, VE/186/26. 30 Antonio Domínguez Ortiz y Antonio L. Cortés Peña, “La Iglesia y las luchas doctrinales en el siglo XVII”, en Antonio L. Cortés Peña (coord.), Historia del cristianismo, Granada, Trotta, 2006, vol. III, pp. 570-571. 31 Elisa Ruiz García, “El artificio librario: de cómo las formas tienen sentido”, en Antonio Castillo Gómez (comp.), Escribir y leer en el siglo de Cervantes, Barcelona, Gedisa, 1999, p.293. 32 F. Bouza, “Leer para…”, p. 638. 29

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4. Dar a publicidad la opinión piadosa La abundancia de textos inmaculistas, ya fueran sermones, fiestas, composiciones poéticas o imágenes, contribuyeron a reforzar en la sociedad una opinión, casi inducida, en favor de la Concepción Inmaculada de la Virgen. Veamos aquí algunos de los contextos en los que dichos textos se producen, circulan y se consumen. El primero de los contextos que podemos señalar es consecuencia de la promulgación del breve de Alejandro VII. Tuvo un fuerte impacto en las manifestaciones fervorosas de los defensores de la opinión piadosa, quedando fielmente constatado en los impresos de la época ya que a él se alude en numerosos sermones, relaciones de fiestas, memoriales, etc. La Iglesia no dudó en dar a conocer la promulgación y el contenido del breve traduciéndolo al castellano en varias copias salidas de las prensas de Roma, Zaragoza y Granada, para después ser “fixada en las puertas de San Ivan de Letran, y de San Pablo, y de la Chacilleria apostólica, y a la vista del Campo de Flora como es costumbre” 33. Tampoco dudaron las instituciones eclesiásticas en dar a publicidad la existencia del breve mediante una serie de impresos que daban noticia de la promulgación del texto pontificio y garantizar así que su contenido llegase a conocimiento de todos. De manera que el arzobispo de Sevilla34, de Zaragoza35 o la propia diócesis de Orihuela36 hicieron públicos unos impresos que fueron probablemente leídos en comunidad y clavados en las puertas de las Iglesias, para el conocimiento de todos los feligreses 37. La fórmula seguida es prácticamente la misma para los tres casos, valga aquí el ejemplo de Valencia: “Nos Don Martin Lopez de Hontiveros [...] Arçobispo de Valencia, hacemos saber como [...] Alexandro Papa VII [...] Ha innovado y ampliado las Constituciones, Bulas y Decretos de sus predecesores en favor de la sentencia que afirma que la anima de la [...] Virgen Maria, en el primer instante de su creación [...] fue preservada immune, y libre de la mancha del pecado 38 original... ”

La tarea de las distintas instituciones en dar a publicidad el contenido del breve de Alejandro VII, va a verse reforzada por el papel que desde el púlpito van a desempeñar múltiples predicadores. Se produce una proliferación de sermones impresos en favor de la Inmaculada entre 1661-1665. De los 85 sermones que hemos localizado, 52 de ellos son posteriores a la fecha de la bula del pontífice, además, hay que añadir que 24 de esos sermones son predicados expresamente por motivo del breve. Es el caso de José Bravo Oración evangelica a la publicación del breue de… Alexandro VII favoreciendo el culto, fiesta… de la Inmaculada… (Salamanca, Ioseph Gomez de los Cubos, 1662). 33

Innouacion de las Constituciones y decretos que han salido en fauor de la sentencia que afirma ser la alma de la... Virg¯e Maria... preservada del pecado original... / hecha por... Alexandro... Papa VII, En Granada: en la Imprenta Real, por Francisco Sanchez..., 1662, sp. CCPB000581762-5. 34 Nos don Antonio Payno… Arzobispo de Sevilla… Hazemos saber a los curas…, [S.l.: s.n., s.a.] 35 Nos don fray Iuan Cebrian... Arçobispo de Çaragoça... A todos los fieles christianos... [S.l.: s.n., s.a.] 36 Nos dou fray Acacio March de Velasco... obispo de Orihuela... Hazemos saber que... Alexandro... Papa VII… [S.l.: s.n., s.a.] 37 Antonio Castillo Gómez, “La letra en la pared. Usos y funciones de la escritura expuesta en el Siglo de Oro”, en Manuel Fernández, Carlos A. González-Sánchez y Natalia Maillard Álvarez (coords.) Testigo del tiempo, memoria del universo. cultura escrita y sociedad en el mundo ibérico (siglos XV-XVIII), Barcelona, Ediciones Rubeo, 2009, p. 582. 38 Nos Don Martin Lopez de Hontiveros [...] Arçobispo de Valencia… [S.l.: s.n., s.a.] [RAH] 9/3779(24).

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Resulta complicado imaginar que hubiera parroquia, convento, iglesia o monasterio cuyos predicadores no celebraran ante sus feligreses el avance en favor del misterio de la Concepción Inmaculada de la Virgen que supuso el breve de Alejandro VII. El segundo contexto que podemos destacar es el que se produce en torno a la fiesta. Si acaso no era suficiente dar a conocer públicamente el contenido del breve para provocar la explosión de júbilo entre los fieles, Felipe IV, en carta al General de los franciscanos, el padre Salizanes, ordena que “se celebre tan buen suceso con octavarios que se ará con la mayor devoción y demostración que sea posible, dejando establecido se continue perpetuamente el hacimiento de las gracias de haber llegado ente sancto misterio al estado en que le vemos” 39.

El pueblo, el clero, las órdenes religiosas, las ciudades y villas, respondieron organizando octavarios y certámenes poéticos, destacándose los de Granada 40 que se prolongaron durante tres días. Se sumaron a las celebraciones festivas ciudades y villas como Barcelona41 o Valencia42 por citar algunas. La costumbre de difundir mediante relaciones los acontecimientos festivos extraordinarios va cobrando auge paulatinamente desde el siglo XVI, hasta convertirse en el siglo XVII, cuando la fiesta adquiere una dimensión teatral sin precedentes, en un instrumento propagandístico por parte de los organizadores, ya sean laicos o eclesiásticos43. La fiesta no sólo genera espectáculos efímeros y circunstanciales para un consumo inmediato, a través fundamentalmente de la comunicación visual poniendo en marcha todo un aparato iconográfico que impacte y perviva en la memoria; además, genera toda una literatura que, a pesar de su interés también circunstancial, pervive gracias a la difusión impresa. La arquitectura efímera, los arcos triunfales, altares y tablados con que se adorna la ciudad se cubren de composiciones poéticas, jeroglíficos y emblemas. Son frecuentes también los certámenes poéticos aparejados a festejos como en el caso de Granada, ya citado44. Recordemos que la población era mayoritariamente iletrada y por tanto, no podía acceder de forma directa a la comunicación escrita, pero no quiere decir que no entrase en contacto con ella. El mensaje y la opinión son reforzadas con prácticas que la población puede aprender con relativa facilidad, como pueden ser oraciones, coplillas y 39

Alejandro Recio, “La Inmaculada en la predicación franciscano-española”, Archivo iberoamericano, 57-58 (1955), pp. 134. 40 Certamen poetico que celebro la Hermandad de los escrivanos reales de la ciudad de Granada a la Purissima Concepcion de N. Señora en el convento de S. Antonio Abad de religiosos del Tercero Orden de... san Francisco..., en Granada: en la Imprenta Real de Francisco Sanchez ..., 1663. 41 José Antonio de Urrea (O.S.A.), Sermon de la Immaculada [sic] Concepcion de Nuestra Señora: en las fiestas que... hizo la... ciudad de Barcelona a 27 de março... En Barcelona: en casa de Antonio Lacavallería, 1662. 42 Juan Bautista de Valda, Solenes fiestas que celebro Valencia a la Inmaculada Concepcion de la Virgen Maria: por el supremo decreto de N.S.S. Pontifice Alejandro VII..., En Valencia: por Geronimo Vilagresa..., 1663. 43 Teresa Ferrer Vals, “El espectáculo de la fe: manifestaciones religiosas de la fiesta pública en el siglo XVI”, Criticón, 94-95 (2005), p. 121. José J. García Berna, “Perpetuo milagro: La memoria prestigiosa y perdurable de la fiesta religiosa Barroca (1590-1630)”, Chronica Nova, 39 (2013), pp. 75-114. 44 José Jaime García Bernal, “Imagen y palabra: el misterio de la Inmaculada y las solemnidades festivas en Andalucía (siglo XVII)”, en Raúl Molina Recio y Manuel Peña Díaz, Poder y cultura festiva en la Andalucía Moderna, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2006, pp. 79-114.

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villancicos. Por ello, en el entorno de la fiesta van a proliferar toda una serie de menudencias para ser recitadas o cantadas como las Poesías para la fiesta, qué el Colegio de la Compañia de Iesus de Granada dedica à la celebridad de la Concepción de N. Señora… [Granada, por Baltasar de Bolibar, 1662], Las Dezimas y demas versos que se hizieron en alabanza de la limpia Concepcion de Maria Santissima… [Valencia, por Geronimo Vilagrasa, 1662], Iusta poetica consagrada a las festiuas glorias de Maria en su Immaculada Concepcion… [Barcelona, por Narcis Casas, 1656] Retorico (aunque mudo Romance) a la Inmacula Concepcion de N. Señora... [Madrid, por María de Quiñones, 1662] Todas estas composiciones apenas sobrepasan las 4 páginas, a excepción de Iusta poética que es un volumen más amplio, con 196, donde no solo se recogen las composiciones poéticas, también describe la relación de las fiestas que la ciudad de Barcelona dedicó a la Inmaculada Concepción. La vigencia de estas pequeñas composiciones va a perdurar, tanto en la memoria colectiva como en los impresos, sobreviviendo al momento de la fiesta. De hecho, las más famosas serán frecuentemente reinterpretadas a lo largo de sucesivas fiestas. Así nos lo hace ver las diversas reimpresiones de algunas composiciones poéticas, como por ejemplo, la que compuso Alonso Bonilla Glosas a la Inmaculada Concepcion de la siempre Virgen Maria… [Sevilla: por Alonso Rodriguez Gamarra, 1615], impresas por primera vez en 1615 y reimpresas en 1650 en Granada, en 1695 e incluso entrado el siglo XVIII, ambas en Sevilla. Otro de los contextos en los que se producen y circulan los textos inmaculistas que podemos destacar es el de la publicación de votos y juramentos que diferentes instituciones hacen públicas. Destacan las universidades que de forma temprana, en 1530 para el caso español45, manifiestan su devoción hacia el misterio, llegando incluso a instaurar el llamado voto sanguinario, por el cual, están obligados a defender la Concepción Inmaculada con su propia sangre46. Entre otras agrupaciones o instituciones que van a manifestar su devoción a la Virgen Inmaculada, encontramos diferentes congregaciones (Forma de el voto que hizo la Congregacion de El Saluador de el mundo, de la villa de Madrid, por la Inmaculada Concepcion de la Virgen Nuestra Señora… [Madrid, por Julian de Paredes, 1653]), órdenes militares (Forma del iuramento y voto que la nobilissima Orden Militar de la Caualleria de Alcantara ha hecho públicamente… [Madrid, por Domingo García y Morras, [s.a]), y otras tantas, como el Consejo de la Mesta (Votos i juramentos del Honrado Concejo de la Mesta i cabaña real en reverencia y defensa de la pura y limpia concepción de la Virgen María… [Madrid, Diego Díaz de la Carrera, [s.a. 1654?]). No tratamos de poner en cuestión la sincera devoción que todas estas instituciones pudieron procesar a la Inmaculada Concepción. Sin embargo, el análisis de los datos recogidos nos obliga a pensar en otras motivaciones y llegar a otras conclusiones.

45

La participación directa de las universidades comienza en el siglo XIV, siendo la Sorbona de París la primera de ellas, siguiéndola Colonia y Maguncia. En el caso español, la primera en Valencia en 1530, siguiéndola otras como Alcalá, Sevilla, Granada, Valladolid, Zaragoza o Salamanca. B. Llorca, “La autoridad…”, pp. 311-312. 46 Para un análisis entorno a la polémica que suscita el voto de sangre en el siglo XVIII, es interesante acudir a Aurora Miguel Alonso, “Maculistas e inmaculistas en las bibliotecas jesuitas de Madrid: Colegio Imperial, Casa Profesa y Noviciado”, Advocaciones Marianas de Gloria, San Lorenzo del Escorial, 2012, pp. 747-768.

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Generalmente son textos breves, de apenas cuatro hojas, en tamaño folio y de un contenido bastante homogéneo. Cada una de las instituciones correspondientes hace saber que jura defender el misterio de la Inmaculada Concepción, se imprime y se hace público. Esta homogeneidad, en absoluto, es aleatoria. Se llegaría a establecer una serie de directrices para dar a los distintos textos una uniformidad, como nos hace saber el arzobispo de Toledo, Moscoso y Sandoval en un papel en el que “se an impresso, y publicado las formas, y tenores de los dichos votos, y iuramentos, que quieren hazer, y an hecho, en que proponen, y explican algunas razones deste sancto Misterio [...] de los quales escritos, vnos emos aprouado [...] otros corregido [...] y enmendados emos 47 dado nuestra licencia [...]”

Si profundizamos en el análisis, podemos apreciar que la inmensa mayoría de los votos y juramentos que hemos recogidos están impresos en 1653. Desconocemos si detrás hay algún decreto por parte de Felipe IV que animara a las diferentes instituciones y ciudades a realizar su juramento en defensa del misterio. Nos inclinamos a pensar que sí, por varios motivos. El primero de ellos tiene que ver con aquella idea unificadora en torno a la cuestión inmaculista. Toda esta promulgación de votos es una adscripción y apoyo al sentir de la Corona y una forma de identificarse con ella. Como ejemplo nos sirve el memorial enviado, ya en 1655, por Alonso de Maluenda al señor don Juan de Austria en el que le advierte de la conveniencia de hacer voto y juramento a la Inmaculada Concepción y “desquitarse así la religión cristiana de los desacatos herejes que corren en estos tiempos, y particularmente en el principado de Cataluña” 48, lugar donde se encontraba el príncipe tratando de imponer la paz. Además de pretender una “ayuda” divina para la empresa militar, también, trata de establecer un vínculo entre el bastardo y la Monarquía, por un lado, y, por otro, entre la desafecta Cataluña y la Monarquía. Ese vínculo no es otro que la Inmaculada Concepción. Al mismo tiempo, hay que señalar que entre 1653 y 1655 la cuestión inmaculista estaba en punto muerto. La suspensión de la embajada ante Inocencio X, que se mostró poco afecto al misterio, impidió cualquier avance en favor de la opinión piadosa. Esta parálisis en las relaciones con Roma no tuvo por qué suponer la misma quietud en el seno de la Monarquía, sino que pudo intensificarse. Cabe preguntarse si Felipe IV, consciente de la autoridad que supone la opinión de los fieles por cuanta presión puedan ejercer, se decide a emprender una acción propagandística haciendo jurar a ciudades e instituciones la defensa del misterio. Al margen de conjeturas e hipótesis, lo que es un hecho es que la imprenta va a permitir la difusión y publicación de todos estos votos y juramentos, que en sí mismos son irrelevantes, pero que en su conjunto, nos hablan de una movilización en favor del misterio, muy posiblemente, proyectada y dirigida desde la Corona. Una campaña de propaganda que canalizaría y unificaría a la sociedad bajo el patrocinio de la Monarquía. 47

Don Baltasar de Moscoso y Sandoval... Arçobispo de Toledo... Por quanto el pueblo christiano, mouido de impulsso, y deuoci¯o superior, c¯o grande edificaci¯o y particular c¯osuelo nuestro, se à feruorizado estos dias..., [S.l. : s.n., s.a.]. RAH 9/3600(2). 48 Diego Alonso Maluenda, Memorial al serenísimo señor don Juan de Austria […] en razón de la grande conveniencia del voto por la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora […], Madrid, Pablo del Val, 1655. BH FLL 8080.

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El último de los contextos que merece la pena destacar es el que genera la oratoria sagrada. Es de sobra conocida la capacidad comunicativa del sermón para nuestro Siglo de Oro, único momento de la liturgia donde no sólo se platica en lengua vernácula, sino que además, es el único momento donde se identifica al interlocutor, ya que el resto del oficio se predicaba de espaldas al auditorio49. Por ello, el sermón va a constituir uno de los principales medios de propaganda y adoctrinamiento en favor del santo misterio. No obstante, debemos advertir que ni todos los sermones ni todos los predicadores van a lograr causar el mismo efecto. El denominador común de los sermones marianos es la devoción. El predicador sencillo discurre por la grandeza de María excitando el fervor y el culto a la Virgen, mientras que el predicador culto luce ciencia e ingenio. En cualquier caso, la indefinición teológica oficial lleva al orador a no enmarañarse en el púlpito con disquisiciones doctrinales, evitando en todo momento la polémica y dedicando el panegírico a la alabanza de María50. Por si fuera poco el impacto que el sermón produce en los oídos de los feligreses, los predicadores sienten la necesidad de hacer imprimir sus sermones para asegurar una correcta transmisión y un seguro entendimiento de los que expiden las autoridades, reforzando así la devoción inmaculista y contrarrestando también los efectos de la predicación maculista. Pues no debemos olvidar que, aunque no la encontremos de forma impresa, existe una predicación contraria a la causa inmaculista inducida generalmente por los dominicos. No obstante, debemos hacer una distinción entre el sermón predicado y el sermón impreso, que en la mayoría de las ocasiones no es el mismo. Así nos lo cuenta en la dedicatoria de uno de sus sermones el dominico Juan Ribas: “me obligan estampar, aun sin pulimiento por otras ocupaciones… 51 ” Era muy frecuente que el sermón que se mandaba a las prensas tipográficas sufriese adiciones y cambios estructurales. Además de ello, el sermón impreso perdía su capacidad enfática y los predicadores así lo manifestaron: “si es en nuestra mano de enviaros lo que decimos, no podemos enviaros la gracia con que lo predicamos52”. El mensaje que el predicador transmite durante su sermón está ampliamente reforzado por toda una comunicación visual que no se reduce a la gestualidad del interlocutor, sino que ésta normalmente iba acompañada de imágenes alusivas a la Inmaculada Concepción mediante esculturas, pinturas, estampas o grabados que impregnaba ya no solo la liturgia, si no la vida cotidiana de las gentes del Barroco53. 49

Fernando Negredo del Cerro, “Levantar la doctrina hasta los cielos. El sermón como instrumento de adoctrinamiento social”, en Enrique Martínez Ruíz y Vicente J. Suárez Grimón. Iglesia y sociedad en el Antiguo Régimen, Gran Canaria, Universidad de las Palmas de Gran Canaria, 1994, vol. I, p. 57. 50 Félix Herrero Salgado, La oratoria sagrada en los siglos XVI y XVII, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1996, p. 322. 51 Juan Ribas Carrasquilla (O.P), Sermón de la Inmaculada Concepción de la Virgen María...: la metáfora, muerte, entierro y exequias del pecado original..., En Granada: en la imprenta real de Francisco Sánchez, 1665. RAH 9/5750(4). 52 F. Herrero, “La oratoria…”, p. 125. 53 El impacto de la controversia inmaculista en el arte puede verse en Ricardo Fernández Gracia, La Inmaculada Concepción en Navarra: arte y devoción durante los siglos del Barroco: mentores, artistas e iconografía, Pamplona, EUNSA, 2004. Suzanne L. Stratton, La Inmaculada Concepción en el arte español, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1989. Para el uso de imágenes en la predicación Barroca puede verse Federico Palomo del Barrio, “Malos panes para buenas hambres. Comunicación e identidad religiosa de los misioneros de interior en la península Ibérica (siglos XVI-XVIII), Penélope, 28 (2003), pp. 7-30.

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Para acabar, queda hacer una diferenciación entre el sermón suelto y el sermonario. Éstos últimos, son una compilación de sermones en un solo volumen. Casi siempre suelen tener la misma estructura: preliminares (aprobaciones, censuras, dedicatorias), texto de los sermones, y gran parte de ellos, suelen incorporar un índice de autores o materias. La edición de estos sermonarios podía ser costeada por los propios predicadores, por las órdenes religiosas, por libreros e incluso por algún mecenas54. Aunque encontramos sermonarios, como el que publicara el jesuita Manuel de Nájera, Discurso de la Purisima Concepcion predicados después del breve de Alejandro VII [Madrid] en la Imprenta Real, 1663]; lo cierto es que hay un predominio del sermón suelto, muchos de ellos predicados en ocasiones especiales, como el del franciscano Lizana, Discurso panegírico en la octava [...] consagro al primer instante del ser en gracia de la Inmaculada reyna Maria, según la nueva constitución de N. M. S. P. Alexandro VII… [Madrid, Ioseph Fernandez, 1662] El sermón explica la Concepción Inmaculada de María a través de la publicación del breve del papa Alejandro VII en favor del misterio, donde se fija el día 8 de diciembre como el día de la Inmaculada Concepción y se reafirma diciendo que jamás la fiesta se traiga a disputa. 5. Conclusiones. Mediante la polémica en torno a la cuestión inmaculista hemos podido comprobar cómo la Monarquía ingiere en cuestiones doctrinales pretendiendo, a través del patrocinio de la Inmaculada Concepción, constituirse en adalid del catolicismo. Así una cuestión teológica se transforma en un asunto de Estado creando sucesivas embajadas ante la Santa Sede con el objetivo de obtener la proclamación dogmática. Además, se elabora todo un discurso político en favor del misterio capaz de crear un estado de opinión que genere el consenso entre todos los súbditos de la Monarquía, que refuerce las identidades y afiance el catolicismo hispano. Por lo tanto, la controversia sobre la Concepción Inmaculada de la Virgen se convierte en un instrumento vehicular, tanto para la Monarquía como para las altas instituciones eclesiásticas, para conformar, desde múltiples contextos y a través de múltiples mecanismos de persuasión, una determinada esfera de opinión. Sin duda, estas instituciones no obviaron las posibilidades que la cultura escrita ofrecía a tales fines, de forma que la circulación de textos, tanto impresos como manuscritos, constituía uno de los mecanismos fundamentales para generar un estado de opinión. Entre sus cualidades, la posibilidad de una difusión masiva, en lo que al impreso se refiere, y la posibilidad de ejercer mecanismos de persuasión mediante sistemas de control como la censura, hicieron del papel un instrumento fundamental en las aspiraciones de alcanzar un consenso determinado, en nuestro caso, el de la concepción sin mancha de pecado de la Virgen.

54

F. Herrero, “La oratoria…”, p. 124. Fernando Bouza, “Costeadores de impresiones y mercado de ediciones religiosas en la alta Edad Moderna ibérica”, Cuadernos de Historia Moderna, Anejo XIII (2014), pp. 11-26.

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La construcción de los santos y el poder carismático. El caso de la Beata Inés de Benigànim (Valencia) Saint making and charismatic power. The case of Blessed Inés of Benigànim (Valencia) Laura GUINOT FERRI Universitat de València

Resumen: La construcción de los santos ha evolucionado a lo largo de la historia de la cristiandad. Frente a la veneración de mártires, monarcas u obispos en la antigüedad y la Edad Media, lo que nos encontramos en el marco de la Contrarreforma es un auge de personajes santos coetáneos provenientes especialmente de nuevas órdenes religiosas u órdenes reformadas. La Beata Inés de Benigànim fue una de estas nuevas figuras, y además, la única mujer valenciana de la Edad Moderna que ha sido beatificada. Como veremos, fue una mujer que, ya en vida, adquirió una cierta fama de santidad, popularidad que se intensificó tras su muerte y posibilitó el inicio de una causa de beatificación. Este fenómeno dio lugar a una determinada representación de la religiosa: un personaje santo dotado de gran poder carismático, un ámbito más accesible para las mujeres que otras esferas de poder. Su carisma y su capacidad de realizar milagros, por lo tanto, serían los fundamentos de la devoción y la creencia, elementos determinantes para la adquisición de poder carismático. Palabras clave: Poder carismático Santos Beata Inés de Benigànim Contrarreforma Abstract: The process to make saints has evolved throughout the history of Christianity. Instead of worshiping martyrs, monarchs or bishops (during Antiquity and the Middle Ages), we can find, within the frame of the Counterreformation, a rise of contemporary saint characters coming specially from new orders or renewed orders. Blessed Inés of Benigànim was one of these new figures, and, besides, the only valencian woman from the Early Modern Age who has been beatified. As we will see, she was a woman who, already during her life, acquired certain fame of sainthood, a popularity that intensified after her death and that made it possible to start a beatification process. This phenomenon created a determinate representation of this religious woman: a saint character gifted with great charismatic power, a kind of power more accessible to women than other spheres of power. Her charisma and her ability to work miracles, therefore, would be the basis of devotion and beliefs, main elements to acquire charismatic power. Keywords: Charismatic power Saints Blessed Inés of Benigànim Counterreformation



Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación «Construcciones del yo: narraciones y representaciones del sujeto moderno entre lo personal y lo colectivo, siglos XVII-XIX» (HAR201453802-P) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.

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1. La elaboración de los santos El recurso a los santos ha sido una práctica muy frecuente a lo largo de la historia de la cristiandad. Su carácter de protectores frente a catástrofes meteorológicas, epidemias, enfermedades o problemas cotidianos aportaba a la gente una red de seguridad a la que aferrarse en un contexto de gran vulnerabilidad. Pero en este momento cabe preguntarse ¿cuál es el origen de estos personajes? ¿Qué elementos determinan la canonización de un santo? El perfil buscado por la Iglesia ha evolucionado a lo largo de los siglos 1. Con las primeras generaciones de cristianos se prefería a los mártires. Más adelante, se perfilaron nuevos modelos que se añadieron al anterior, como es el caso de los ermitaños o anacoretas. Y progresivamente nuevas figuras fueron visualizadas como óptimos candidatos a santidad: misioneros, obispos, monarcas cristianos, apologetas o fundadores y miembros de órdenes religiosas (ya en la Edad Media). La Edad Moderna supuso una etapa de cambio importante para la historia de la Iglesia. Tras la reforma protestante, el Concilio de Trento y la Contrarreforma permitieron una reformulación del catolicismo que introdujo novedades en algunos ámbitos y mantuvo ciertos dogmas en otros 2 . Entre estas novedades podemos incluir la reforma de numerosas órdenes religiosas y el nacimiento de nuevos movimientos religiosos. Después de Trento el culto a los santos y a las reliquias se mantuvo, pero ahora se abogaría por beatificar y canonizar especialmente a figuras surgidas de estas nuevas órdenes religiosas. La tradición, por lo tanto, se combinaría con el deseo de reforma puesto que estos nuevos personajes reflejarían con mucha claridad un modelo de santidad y de conducta tridentinos3. Este fenómeno se puede apreciar especialmente en las hagiografías 4 . En las vidas de santos se busca crear un personaje modélico que refleje las virtudes que la Iglesia católica, o alguna orden religiosa, pretende transmitir, y las hagiografías barrocas buscarían especialmente a aquellos que mejor representaran los valores de la reforma. Entre los siglos XVI y XVIII se siguen escribiendo algunas obras de los santos clásicos, pero hay un gran auge de las obras sobre las vidas de personajes coetáneos con fama de santidad. A diferencia de las hagiografías anteriores, estos textos son escritos en muchas ocasiones anteriormente a la beatificación o canonización oficial del personaje descrito, lo que refleja un importante fenómeno de santos en vida5, es decir, 1

Para el estudio de la evolución de los santos y de la construcción de la santidad se puede consultar: Kenneth L. Woodward, La fabricación de los santos, Barcelona, Ediciones B, 1991, pp. 60-64; André Vauchez, La sainteté en occident aux derniers siècles du Moyen Age d’après les procès de canonisation et les documents hagiographiques, Roma, École française de Rome, 1981; Donald Weinstein y Rudolph M. Bell, Saints and Society. The two worlds of Western Christendom, 1000-1700, Chicago, The University of Chicago Press, 1982. 2 Teófanes Egido, Las claves de la Reforma y la Contrarreforma. 1517-1648, Barcelona, Planeta, 1991; José Luis Bouza Álvarez, Religiosidad contrarreformista y cultura simbólica del Barroco, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990; Luis E. Rodríguez-San Pedro y José Luis Sánchez Lora, Los siglos XVI-XVII. Cultura y vida cotidiana, Madrid, Ed. Síntesis, 2000. 3 Peter Burke, “How to be a Counter-Reformation Saint”, Historical Anthropology of Early Modern Italy. Essays on perception and communication”, New York, Cambridge University Press, 1987, pp. 48-62; José Luis Sánchez Lora, Mujeres, conventos y formas de la religiosidad barroca, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1988, p. 378. 4 Ibidem, pp. 372-401; Teófanes Egido, “Hagiografía y estereotipos de santidad contrarreformista (La manipulación de San Juan de la Cruz)”, Cuadernos de Historia Moderna, 25 (2000), pp. 61-85. 5 Julio Caro Baroja, Las formas complejas de la vida religiosa. Religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII, Madrid, Akal, 1978, pp. 82-86.

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personas que ya durante su vida adquieren una importante fama de santidad. No obstante, era la Iglesia católica la que debía canonizar oficialmente a los personajes 6, y por ello debía controlarlos y vigilar muy de cerca la devoción que hubieran generado para evitar irregularidades, supersticiones o incluso herejías. La reforma fundamental vendría con Urbano VIII en 1625 y 1634. Éste decretaría que deberían pasar 50 años desde la muerte del candidato para iniciar el proceso puesto que se debía probar que la devoción generada era verdadera y estaba fundamentada, aunque no se podría llevar a cabo una veneración pública, debía ser un culto privado. Asimismo, en las hagiografías que describieran las vidas de estos personajes no canonizados oficialmente se debería incluir una cláusula que indicara que la utilización en el texto de la palabra santo o santa se haría debido a las virtudes de la persona, pero no porque oficialmente hubiera sido designado como tal por la Iglesia. La necesidad de intervenir para controlar mejor a estos personajes demuestra la tensión que podía generar la devoción popular. Estas personas podían mover verdaderas pasiones entre la gente, lo que les hacía ganarse el calificativo de santos. La veneración estaba dominada por los sentimientos, y por ello podía ser difícil de controlar si se desbordaba. Los decretos de Urbano VIII y la redacción de hagiografías estereotipadas que presentaran modelos de vida a imitar eran, por lo tanto, métodos de control. Centrándonos en el caso de Valencia en época moderna podemos destacar a importantes personajes santos, como San Luis Beltrán o San Pascual Bailón7. También puede resultar de gran interés el caso del intento de beatificación del padre Francisco Jerónimo Simó como ejemplo de tensión entre devoción popular y autoridades eclesiásticas, descrito espléndidamente por el historiador Emilio Callado Estela8. Pero me centraré a continuación en un personaje femenino poco estudiado desde el ámbito historiográfico: la Beata Inés de Benigànim. Esta religiosa es la única mujer valenciana de época moderna que ha sido beatificada y el análisis de su caso puede resultar de gran utilidad para comprender cómo se lleva a cabo la construcción de una figura santa, el poder carismático que estos personajes adquirían y cómo las mujeres podían encontrar en este tipo de vida una vía para adquirir una notoriedad que les estaba vetada en otros ámbitos9. 6

Esto no siempre fue así puesto que en los primeros tiempos de la cristiandad la designación de una persona como santo se hacía por aclamación popular. Más adelante, serían los obispos los que deberían aprobar esta canonización. La intervención del Papa y su deseo de controlar este proceso, de hecho, generarían tensiones inicialmente. Finalmente, sería Gregorio IX en 1234 quien afirmaría que la canonización sería jurisdicción exclusiva de la Santa Sede. Para un estudio de los procesos de beatificación y canonización resulta de gran utilidad la siguiente obra: Romualdo Rodrigo: Manuale per instruiré i processi di canonizzazione, Roma, Institutum Historicum Augustinianorum Recollectorum, 1991. 7 Para el estudio de la religiosidad valenciana moderna puede resultar de interés el siguiente texto: Emilio Callado Estela, “Sínodos, fiestas y religiosidad popular en la Valencia del siglo XVII”, en Francisco Núñez Roldán (coord.), Ocio y vida cotidiana en el mundo hispánico moderno, Sevilla, Universidad de Sevilla. Secretariado de Publicaciones, 2007, pp. 245-258. 8 Emilio Callado Estela, Devoción popular y convulsión social en la Valencia del Seiscientos, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2000. 9 Para el estudio de la santidad y religiosidad femeninas se pueden consultar las siguientes obras: la ya citada de José Luis Sánchez Lora (1988); Isabelle Poutrin, Le voile et la plume. Autobiographie et sainteté féminine dans l’Espagne modern, Madrid, Bibliothèque Casa de Velázquez, 1995; Rosa María Alabrús y Ricardo García Cárcel, Teresa de Jesús. La construcción de la santidad femenina, Madrid, Cátedra, 2015; Beatriz Ferrús Antón, Discursos cautivos: convento, vida, escritura, Anexo LIII de Cuadernos de Filología, Valencia, Universidad de Valencia, 2004. O para el caso valenciano: Francisco

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2. Breve biografía de la Beata Inés La Beata Inés de Benigànim, en el siglo Josefa Teresa Albiñana Gomar, fue una religiosa valenciana del s XVII. Nació en 1625 en una familia de labradores, y en 1643 entró en el convento de agustinas descalzas de la localidad de Benigànim 10 , donde profesó en 1645 adquiriendo el nombre de Sor Josefa de Santa Inés. Moriría en 1696, tras haber permanecido toda su vida en este convento de clausura (el mantenimiento de la clausura sería muy importante para estos nuevos movimientos religiosos, femeninos especialmente). Parece ser que durante esos años comenzó a hacer gala de importantes virtudes y capacidades especiales, lo que le hizo ganarse ya en vida una cierta fama de santidad. Por este motivo se consideró adecuado redactar una hagiografía 11 , tarea encomendada al padre Tomás Vicente Tosca, matemático y religioso del Oratorio de San Felipe Neri en Valencia. Este texto saldría a la luz en 1715. Su fama de santidad permitió iniciar una causa de beatificación, que sería aprobada en 1760 tras el proceso informativo (parte de la causa consistente en recopilar información sobre el candidato a santidad). A partir de ese año se iniciaría el proceso apostólico (interrogatorio mucho más exhaustivo para corroborar la fama de santidad y los supuestos milagros). Esta parte de la causa finalizó en 1798, pero hasta 1886 no se aprobaría el decreto de beatificación. Explicaremos este proceso en profundidad más adelante12. 3. La consolidación de la veneración de la Beata Inés: la construcción de una santa Como hemos mencionado más arriba, y según su hagiografía, la Madre Inés, nombre por el que era designada por sus compañeras, desarrolló importantes virtudes teologales y cardinales. Para la Iglesia católica es el ejercicio de estas virtudes lo que aporta el carácter santo a la persona en cuestión, y gracias a este carácter puede ser recompensada con lo que son considerados dones divinos, como los éxtasis, las visiones, las profecías o la asistencia a enfermos y necesitados. Estos dones son mucho más llamativos para la población, y por ello consideran que una persona es santa cuando es capaz de realizar estos prodigios. La visión de la Iglesia y la visión popular sobre la santidad pueden ser diferentes, pero se combinan para dotar de sentido a la definición de lo que debe ser un santo: un personaje de vida moral ejemplar capaz de actuar de intermediario con la divinidad para llevar a cabo prodigios. Ante esas manifestaciones prodigiosas muchas fueron las autoridades que se trasladaron a conocer a la monja para determinar si lo que habían oído de ella era cierto13. Además, también acudieron a conocer a la Madre Inés importantes religiosos Pons Fuster, “Monjas y beatas. Mujeres en la espiritualidad valenciana de los siglos XVI y XVII”, en Emilio Callado Estela (coord.): Valencianos en la Historia de la Iglesia II, Valencia, Facultad de Teología San Vicente Ferrer, 2008. 10 La reforma agustina descalza femenina sería iniciada por Juan de Ribera a finales del s. XVI, y de ella surgirían un total de 9 conventos en el Reino de Valencia. 11 Tomás Vicente Tosca, Vida y virtudes de la Venerable Madre Sor Josepha María de Santa Inés (en el siglo Josepha Albiñana). Religiosa Descalça del exemplaríssimo Convento de la Puríssima Concepción de Nuestra Señora, de la Villa de Benigánim, Valencia, Imprenta de Antonio Bordázar, 1715. 12 El proceso de beatificación se describe con detalle en una nueva biografía de la religiosa publicada en 1882, y que incluye, junto a los añadidos de Juan Bautista Martínez, el texto biográfico de la monja que escribió su confesor Felipe Benavent por recomendación del inquisidor Juan González de Texada: Felipe Benavent y Juan Bautista Martínez y Tormo: Vida, virtudes y milagros de la Beata Sor Josefa de Santa Inés, Valencia, Comunidad de Religiosas Agustinas Descalzas de Benigánim, Edición de 1913. 13 T.V. Tosca, Vida y virtudes…, pp. 64-74.

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de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de Valencia. El padre Tomás Vicente Tosca también formaba parte de este Oratorio, y de este modo debió tener noticia de la religiosa. El objetivo de estas visitas era el análisis riguroso del comportamiento de Sor Josefa y de la naturaleza de sus éxtasis o visiones, una tarea que se planteaba como fundamental para la Iglesia debido al estricto control sobre los fieles y a la posibilidad de engaño demoniaco o fingimiento; esa desconfianza, además, incluía rasgos de misoginia, pues la Iglesia entendía que las mujeres, por naturaleza débiles, crédulas y menos capaces de control, estaban más expuestas a las acechanzas del Maligno. La opinión favorable de todos estos personajes ayudaría a fomentar su fama tanto en Benigànim como en Valencia, y atraería a numerosas personas necesitadas de algún tipo de consuelo. Muchos serían beneficiados por los favores de la Madre Inés, y relatarían a amigos y familiares la generosidad y las maravillas de Sor Josefa. Aunque hubiera una aprobación por parte de la Iglesia lo realmente importante era esa devoción popular. El santo debía serlo antes entre el pueblo que para la Iglesia 14, lo cual era fundamental puesto que sin fieles fervientemente creyentes la figura santa pierde gran parte de su poder. Este poder carismático ayudaba a construir al personaje, que adquiría más virtudes y cualidades a medida que se incrementaba su fama. La Iglesia, una vez convencida de la autenticidad de los prodigios y de las cualidades del religioso o la religiosa, simplemente debía vigilar que esa devoción siguiera por una vía ortodoxa, y no se desviara hacia comportamientos inadecuados. De este modo se iba construyendo un modelo que reflejaba, en tensión inestable, tanto los deseos y necesidades de la población como los valores religiosos y morales que la Iglesia católica pretendía inculcar. Las primeras beneficiadas de los dones de la Madre Inés, especialmente de su capacidad de asistencia en la enfermedad, serían las religiosas de su propio convento. Estas acudían a ella para que les ayudara en ciertos trances, especialmente en cuestiones de su vida diaria, como atragantamientos, dolores o inflamaciones. Asimismo, era muy importante la obediencia a la priora puesto que en muchas ocasiones era ésta la que pedía a Sor Josefa que ayudara a alguna compañera religiosa que necesitara ayuda. Progresivamente el círculo de personas beneficiadas por la Madre Inés se fue ampliando, incluyendo a algunos de los expertos mencionados (que ayudaron a expandir su fama por conventos y parroquias de la ciudad de Valencia), a familiares de las religiosas y a gente del pueblo de Benigànim. Parece ser que era especialmente importante su ayuda a niños y a mujeres, muchas de ellas embarazadas. De hecho, incluso llegó a circular un objeto específico para la asistencia en el embarazo o en el parto: un cinturón del hábito de la Madre Inés, que según los testigos del proceso de beatificación 15 permanecía en circulación entre las familias de Benigànim incluso después del fallecimiento de la religiosa. La fama generada durante su vida quedaría plasmada de forma muy clara en el momento de su muerte. La Madre Inés falleció el 21 de enero de 1696, y un gran número de fieles asistió a la localidad movidos por su devoción a la religiosa. Como era 14

Jean-Michel Sallmann, “Image et fonction du Saint dans la région de Naples à la fin du XVIIe et au début du XVIIIe siècle”, Mélanges de l'Ecole française de Rome. Moyen-Age, Temps modernes 91/2 (1979), pp. 827-874; p. 830. 15 Convento de la Purísima Concepción y Beata Inés, Benigànim. Proceso de Beatificación de Sor Josefa de Santa Inés de Benigànim (parte del proceso apostólico).

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habitual en las hagiografías barrocas 16 su muerte es descrita por Tosca de forma hermosa y serena. Asimismo, su cuerpo manifestó pronto señales de santidad puesto que mantuvo la flexibilidad, emitía un suave olor e incluso comenzó a expeler aceite 17. Fue expuesto durante cuatro días en el convento de Benigànim, y esto fue lo que motivó la llegada de numerosas personas. Muchos de los testigos del proceso de beatificación eran interrogados sobre este momento, y a pesar de haber pasado ya años algunos recuerdan la gran afluencia de fieles. Las personas que acudieron querían tocar el cuerpo de la religiosa e incluso intentaban coger trozos de su ropa o del camastro en el que estaba colocada. La fama de santidad que precedía a la Madre Inés y lo extraordinario de su muerte dotaban a su cuerpo de un carácter especial puesto que sería considerado una prueba tangible de santidad. Todo aquello que entrara en contacto con él o que hubiera pertenecido a la religiosa, por lo tanto, sería susceptible de adquirir los mismos dones divinos de los que hizo gala la religiosa por un mecanismo que podríamos considerar de simpatía. José Miguel Marinas describe muy bien este fenómeno: “El fetiche es el valor que una mercancía adquiere en cuanto entra en el mercado y vale no por su utilidad sino por su equivalencia […]. Esa es la metonimia que es la esencia del fetiche: tengo la parte y me apropio simbólicamente del todo […]. Venero una reliquia de Santa Lucía y mi visión no sufrirá.”18

Las reliquias, por lo tanto, se convierten en el caso de la Beata Inés, y de los santos en general, en objetos de vital importancia por el carácter sagrado que la gente les atribuye. Las religiosas del convento de Benigànim eran conscientes de este hecho, y por ello, más adelante, cederían o entregarían algunos de estos objetos a todos aquellos que solicitaran la intermediación de la Madre Inés en caso de enfermedad, accidente o cualquier tipo de necesidad. Debemos tener en cuenta que la Madre Inés fue enterrada en el interior del convento, que al ser de clausura no podía ser visitado generalmente por laicos, a excepción de algunos trabajadores, médicos, cirujanos o notarios. La muerte de la Madre Inés fue acompañada, además, de la lectura de honras fúnebres en Benigànim y en Valencia, y estos textos, algunos impresos posteriormente 19 , ayudarían enormemente a expandir la fama de la religiosa. Su transmisión, primero oral y después escrita, permitiría la circulación de noticias entre un público muy amplio, y su carácter laudatorio contribuiría enormemente a exaltar la figura de la religiosa como una mujer santa y de vida ejemplar. El siguiente hito en el camino hacia la santidad de la Madre Inés tendría lugar en 1714, cuando se produjo el traslado de su cuerpo a una sepultura mejor. El lugar en el que había sido enterrada era muy húmedo, así que las monjas solicitaron al arzobispado un traslado. Cuatro expertos, entre ellos el padre Tosca, fueron nombrados para trasladarse al convento de Benigànim20, estudiar el caso y autorizar otra sepultura más 16

J.L. Sánchez Lora, Mujeres, conventos…, p. 433. T.V. Tosca, Vida y virtudes…, pp. 374-377. 18 José Miguel Marinas, El poder de los santos. Valor político de las imágenes religiosas, Madrid, Catarata, 2014, p. 54. 19 A día de hoy sabemos de la existencia de oraciones fúnebres escritas por José Fernández de Marmanillo (en nombre del clero de San Salvador de Valencia), Pascual Tudela (en representación del clero de Benigánim) y Gerónimo Tudela (en representación de la villa de Benigànim). Es posible que existieran otros textos, pero lo desconocemos. 20 T.V. Tosca, Vida y virtudes…, pp. 417-421. 17

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decente. Al exhumar el cuerpo pudieron observar que en su mayor parte estaba incorrupto y sin desprender mal olor, lo que fue considerado como algo maravilloso. Las religiosas fueron las que extrajeron a la Madre Inés para limpiarla, cambiarla y colocarla en la sepultura elegida, realizando todo esto sin que el cuerpo se descompusiera. La incorruptibilidad sería progresivamente comprobada a lo largo de los siglos XVIII y XIX mediante cuatro reconocimientos más. Este episodio pudo ser vivido en primera persona por el padre Tosca, quien lo reflejó en la obra que, desde el Oratorio, le fue encomendada: la redacción de la vida de Sor Josefa. Esta hagiografía publicada en 1715 se convertiría en el instrumento fundamental de difusión de la fama de santidad de la religiosa, aunque Tosca tomó las precauciones necesarias incluyendo la cláusula mencionada más arriba y según la cual el calificativo de santa se le atribuye a la religiosa por sus virtudes y su vida ejemplar. La obra debió tener un cierto éxito puesto que se publicaron dos ediciones más en 1737 y 1775, con algunos datos más añadidos por el pavorde Vicente Albiñana. En estas dos nuevas versiones se incluyen más prodigios y noticias relativas al transcurso de la causa de beatificación, lo que queda plasmado en el cambio que se realiza en el título: Vida y virtudes de la Venerable Madre Sor Josefa de Santa Inés se convierte en Vida, virtudes y milagros de la Venerable Madre Sor Josefa de Santa Inés. Las noticias sobre el poder taumatúrgico de la monja se fueron expandiendo especialmente desde su muerte, y esta fama es la que motivó a las religiosas del convento a mover los hilos necesarios para iniciar una causa de beatificación. Tras algunos retrasos, finalmente el arzobispo Larreátegui visitó Benigànim en 1726, ocasión que aprovecharon las monjas para suplicarle que iniciara el proceso informativo de la vida, muerte y milagros de la Madre Inés. El prelado aceptó, pero en 1727 debió partir a Madrid, así que no pudo comenzar las gestiones. Las religiosas del convento decidieron otorgar poder a Don Manuel de Meermans, vecino de Madrid, para que en su nombre solicitara al arzobispo que designara a una persona que iniciara el proceso, y así lo hizo, concediendo la comisión a Don Pedro Antonio de Arenaza y Garate, oficial y juez ordinario de obras pías y causas matrimoniales, y gobernador y vicario general del arzobispado de Valencia. Arenaza visitó Benigànim en 1729 con el objetivo de reconocer el sepulcro y el cuerpo de la Venerable Madre Inés en el que sería el segundo reconocimiento del cadáver, tarea en la que le acompañaron numerosas personas tanto eclesiásticas como laicas, incluidos tres médicos 21 . Encontraron su cuerpo prácticamente entero de la cabeza a las rodillas, con algunos desperfectos pero con la carne y la piel blandas al tacto. Este hecho fue tenido por algo admirable y sobrenatural, incluso por parte de los médicos, cuya opinión era fundamental en estos casos. Una vez reconocido el cadáver se volvió a depositar en su sepulcro. Tras este episodio Arenaza continuó con el proceso informativo citando a numerosos testigos, tarea que tenía por objetivo comprobar que no se rindiera culto público a la memoria de la religiosa o a sus reliquias. Una vez concluido fue enviado a la Sagrada Congregación de Ritos en 1749 por parte del arzobispo de Valencia, Don Andrés Mayoral. Esta tarea fue encomendada al padre Fray Pedro Juan de Molina, procurador general de los franciscanos descalzos en la corte romana, quien se trasladó a Roma en barco. Este viaje lo describe en una carta que envía al prelado valentino, y en la cual reconoce que ha librado de grandes riesgos su vida tras una enorme tormenta

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F. Benavent y J.B. Martínez y Tormo Vida, virtudes…; p. 352.

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gracias a la intercesión de la Venerable Madre Inés 22 . Este testimonio resulta significativo puesto que la ayuda que aporta la religiosa en esta situación impide que la documentación recogida en el proceso ordinario se pierda, lo que de algún modo pudo ser interpretado como una señal divina para que la causa siguiera su curso. La Congregación pudo recibir el proceso, y tras examinar la causa ésta fue aprobada el 17 de mayo de 176023. Se expidieron Letras Apostólicas Remisoriales, enviadas al arzobispo de Valencia para que se eligiera a los jueces que se encargarían de la nueva recopilación de información en el marco de la segunda parte del proceso, el apostólico, que comenzó en 1762 y para el que fueron llamados numerosos testigos. El proceso se alargó durante estos años debido a diversos problemas burocráticos, pero debemos destacar que uno de los hitos más importantes fue el nuevo reconocimiento del cadáver de la Venerable 179824. En esta ocasión fue mayor el número de gentes que acudió a Benigànim, lo que mostraría un creciente aumento de la devoción popular. Fue necesaria de nuevo la presencia de varios médicos, que corroboraron que el estado de conservación del cuerpo seguía siendo sobrenatural. Finalmente, en 1799, y tras nuevos interrogatorios25, se concluyó el proceso, que fue enviado a Roma. La contestación no llegaría hasta 1838, fecha en la que Gregorio XVI envió el decreto en el que aprobaba en grado heroico las virtudes teologales y cardinales de la religiosa 26. En 1851 tuvo lugar un nuevo reconocimiento del cadáver, que discurrió de la misma manera que los anteriores27. En los años siguientes la causa estuvo paralizada, principalmente por el fallecimiento de algunos de los religiosos implicados en la misma 28, aunque el aumento de los controles en la comprobación de los milagros y el avance de una mentalidad más racionalista seguramente también debieron influir. Ante la falta de personas que mantuvieran activo el proceso éste no avanzaba, lo que provocaba también un alejamiento cronológico cada vez mayor de los hechos milagrosos recogidos en el proceso apostólico. El verdadero impulso tendría lugar en 1880 gracias a la actuación de dos canónigos29, que animaron a las religiosas de nuevo a que activaran la causa, y éstas propusieron el nombramiento de nuevos postuladores30 en Roma. En 1881 comenzaron a buscar los procesos en Roma, abandonados durante años, y poco después tuvo lugar un nuevo milagro de la Madre Inés, el del niño del pozo31, para lo que era necesario llevar a cabo nuevos interrogatorios, desarrollados en 1882. Una vez finalizada la 22

Ibidem: pp. 356-360; y Copia de la carta escrita al Arzobispo de Valencia por Pedro Juan de Molina […] en la cual expresa haber librado de evidentes riesgos su vida y la de sus compañeros, en la navegación a Roma, por la intercesión que invocó, de la Venerable Madre Inés de Benigánim […]. 1749. Biblioteca Universidad de Valencia, BH Var. F-11/17. En línea en Biblioteca Universidad de Valencia, http://trobes.uv.es/tmp/_webpac2_1674872.17771 [consultada el 28 de mayo de 2015]. 23 Ibidem: p. 360. 24 Ibidem: p. 362-366. 25 Entre ellos a los dos protagonistas del primer milagro reconocido de la religiosa: dos niños atropellados por un carro que no sufrieron ninguna lesión. Sería necesario un milagro más para declararla beata. 26 Ibidem: pp. 375-380. 27 Ibidem: pp. 380-385. 28 Ibidem: p. 397. 29 Ibidem: p.397. 30 El postulador era la persona encargada de defender al candidato a santidad, mientras que el promotor era el encargado de plantear dudas y contraargumentos. 31 Miguel Martínez Guarner cayó a un pozo y no se hizo nada gracias a la mediación de la Venerable Madre Inés. Este sería el segundo milagro aprobado necesario para la beatificación.

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investigación fue enviada la documentación a Roma, y en 1883 León XIII aprobó la validez del Proceso. En 1886 se aprobó el Decreto de Beatificación32, y finalmente en 1888 se celebró la solemne ceremonia de proclamación en el Vaticano 33, lo que fue festejado por todo Benigànim y otras poblaciones valencianas. Las limosnas 34 y la contribución de algunos nobles, como los marqueses de Ráfol, permitieron mantener el proceso abierto, e incluso la erección de una capilla en 189635. El cuerpo de la religiosa quedó allí depositado para veneración de los fieles hasta la Guerra Civil, cuando desapareció sin dejar rastro. El culto, sin embargo, se ha mantenido hasta la actualidad. 4. Conclusiones: el poder carismático de la Beata Inés A lo largo de casi tres siglos hemos podido ver la transformación de una sencilla hija de campesinos en una beata venerada en un gran número de localidades valencianas. El carácter mayormente local de esta devoción 36 , no obstante, no resta importancia al fenómeno, cuyo análisis resulta de gran interés. ¿Qué elementos podemos destacar a lo largo de esta evolución? En primer lugar, es fundamental el cambio en la designación de la religiosa, que muestra la progresiva desaparición de la persona para convertirse en un personaje. En el convento, la adquisición del nombre de Sor Josefa de Santa Inés supone para ella un cambio de estatus, en el que pasa a formar parte de una comunidad distinta: la de las agustinas descalzas, lo que implicará toda una serie de normas y comportamientos concretos. Sus compañeras y la población de la localidad acabarían designándola Madre Inés (o Mare Inés), y en el proceso apostólico se utilizaría ya el calificativo de Venerable. A lo largo de este recorrido, por lo tanto, Josefa se habría desdibujado, adquiriendo mayor importancia Inés de Benigànim, lo que quizás influyó en la forma en que ella se veía a sí misma. Sin embargo, no conocemos realmente cómo sería la persona puesto que lo que ha llegado a nuestros días a través de la documentación y la transmisión oral es el personaje, que sería el resultado de una mezcla: lo que la Iglesia transmitía de ella a través de honras fúnebres y hagiografías, la concepción santa que la gente tenía y lo que ella era realmente. El deseo eclesiástico de crear un modelo de virtud a imitar y la visión fantástica que la población tenía dan como resultado una exageración en la elaboración del personaje y un aumento en la espectacularidad de los supuestos milagros. Los prodigios se hacen más llamativos cuanto más extendida está la fama de la religiosa puesto que cuanta más gente crea en ella más probable será que busquen su intercesión, y ante situaciones cada vez más peliagudas. Su supuesta eficacia con ciertas personas haría que otras también confiaran en ella, viéndola como una protectora frente a los accidentes o la enfermedad. Los prodigios más espectaculares generarían aún más devoción, lo que también haría que la gente estuviera más predispuesta a creer en la opción del milagro cuando necesitara ayuda, y la creencia en el milagro es fundamental para que este se produzca. Podríamos

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Colección de Documentos Eclesiásticos, Tomo V, Número 8, Imprenta de N. Parga, 1886: pp. 57-59. F. Benavent y J.B. Martínez y Tormo Vida, virtudes…, p. 402. 34 Archivo del Reino de Valencia. Sección Clero. Libros 1760 y 1793. 35 J.V. Benavent y Alabort, Reseña histórica de la villa de Benigànim, Valencia, Imprenta de José María Alpuente, 1901, pp. 33 y 34. 36 Debemos tener en cuenta que la veneración de los beatos es de carácter local, mientras que la veneración de los santos canonizados es de carácter global para toda la Iglesia católica. 33

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incluso decir que son la creencia y la devoción los que generan el milagro, y este milagro contribuirá a una veneración aún mayor. Por otro lado, es cierto que una veneración apasionada puede generar problemas, pero es fundamental que exista una cierta devoción para que se inicie una causa de beatificación o de canonización. Pese a que pueda haber una canonización oficial posteriormente, los santos realmente no pueden serlo sin fieles que crean en ellos. Y en parte en eso se basa el poder carismático. En el caso de los personajes que adquieren su fama de santidad aún en vida, como la Beata Inés, es este poder carismático el que posibilita que más adelante se pueda iniciar un proceso para beatificarlos y/o canonizarlos. Es un tipo de poder que no se busca, sino que se adquiere en tanto en cuanto se tienen unas cualidades especiales que reflejan por un lado los intereses de la Iglesia, y por otro los temores y deseos de la población. Los santos son poderosos porque la gente cree que pueden protegerles y actuar de intermediarios con Dios para salvarles, curarles u obtener favores. Esa creencia es el fundamento principal de todo poder carismático. Asimismo, este poder no distingue de géneros, lo que permite a las mujeres adquirir una notoriedad e influencia que les está vetada normalmente en otros ámbitos. Las santas pueden ser tan importantes como los santos, e incluso hay autores que consideran que su santidad sería más admirable. José Luis Sánchez Lora, refiriéndose a la santidad contrareformista, afirma que aunque se considera que el varón es más dado a ella, dada la superioridad atribuida a su sexo, la santidad femenina se supone más heroica, precisamente por ser “contra natura”37. Ello significa que, en la mentalidad misógina de la época, el mérito de la mujer convertida en santa sería mayor ya que habría tenido que superar más dificultades. En el caso de la Beata Inés, además, debemos añadir un elemento fundamental: su analfabetismo y simplicidad. De hecho, sería conocida popularmente y por las otras religiosas como la Nina (la niña), un término que aludiría a la simplicidad de su intelecto. Tosca y otros autores la definen como una persona muy sencilla e incluso de baja capacidad intelectual, lo que convertiría su ascenso a beata en algo aún más memorable. Lo que podemos apreciar es que la condición femenina y el analfabetismo no parecen haber sido un obstáculo en el camino hacia la santidad de la Venerable Madre Inés, lo que demostraría que habría otros elementos importantes que contribuirían a la construcción de un santo. Es posible que en este caso, así como en muchos otros, hubiera un interés detrás de ciertos colectivos. La orden de las agustinas descalzas había sido creada pocas décadas antes de la entrada de Josefa en el convento, y este elemento podría justificar un interés por parte de todos los conventos de la orden de buscar a una figura representativa que les aportara prestigio. Además, también es posible que el Oratorio de San Felipe Neri intentara relacionarse con las agustinas descalzas para mantener una mejor posición en la ciudad de Valencia 38 . Bajo mi punto de vista, puede que todas estas instituciones engrandecieran a la Madre Inés para construir una figura cuya fama se extendiera por toda Valencia, lo que conllevaría importantes ventajas y beneficios. Sin embargo, pese a que se la pudiera recubrir de un halo de santidad, Sor Josefa debió tener seguramente 37

J.L. Sánchez Lora, Mujeres, conventos…, p. 400. F. Pons Fuster, “Monjas y beatas…, pp. 241-242: El Oratorio había sido fundado en 1648 tras superar la oposición de algunos sectores eclesiásticos, como los dominicos, entre ellos el arzobispo Aliaga. Por este motivo habrían tenido que buscar apoyos y legitimidad, y la vinculación con algunas órdenes religiosas, como las agustinas descalzas, podía ser la solución. Según Pons Fuster, puede que la relación con la Beata Inés se encuentre aquí. 38

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LA CONSTRUCCIÓN DE LOS SANTOS Y EL PODER CARISMÁTICO …

algo especial que favoreció que las gentes de Benigànim comenzaran a alabarla durante su vida. Por mucho que la Iglesia pueda intervenir para construir un personaje éste debe calar en la población. Como hemos dicho más arriba, lo más importante era que el santo lo fuera para el pueblo ya que sin creyentes esta figura perdería todo su valor.

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Reliquias y relicarios en los conventos de la provincia franciscana de Burgos. Una aproximación a partir de las crónicas de época barroca Relics and reliquaries in the convents of the Franciscan province of Burgos. An approach through the chronicles of Baroque period Fernando MUÑOZ SÁNCHEZ Universidad de La Rioja

Resumen: El culto a las reliquias fue reactivado en el Concilio de Trento, dando lugar a que estos fragmentos de alto valor simbólico y devoto se encontrasen estrechamente asociados al imaginario colectivo de la sociedad de la España moderna. Dadas las extraordinarias propiedades que se les atribuían, no resulta extraño comprobar cómo los conventos, parte indispensable del entramado eclesiástico barroco, se convirtieron en orgullosas cajas de caudales de estas piezas. En base a los principios contrarreformistas, la custodia de reliquias proporcionaría a las comunidades regulares diversos beneficios, reafirmando el prestigio y la legitimidad de los edificios que las albergaban, o incrementando los recursos a través de los donativos de los fieles. El valor que cobraron las reliquias durante esta época también motivaría que se transformaran en argumentos para que los cronistas de aquellas órdenes religiosas engrosaran el número de maravillas que poseían los conventos de su institución. En un afán por destacar las piezas que consideraban dignas de reverencia, vertieron información que puede servirnos como apoyo a la hora de profundizar en las características de este fenómeno barroco. Como ejemplo de estas hipótesis, en esta comunicación nos centraremos particularmente en la presencia y descripción de las reliquias en las crónicas y relaciones sobre la provincia franciscana de Burgos. Palabras clave: Reliquias, religiosidad barroca, crónicas de las órdenes religiosas, provincia franciscana de Burgos. Abstract: The cult of relics was reactivated in the Council of Trent, motivating that these fragments with a symbolic and devotional value were closely associated to the religious thinking of the Modern Spain society. Due to the extraordinary qualities that were attributed to them, it's not surprising verifying that the convents, as an indispensable part of the ecclesiastical framework in the Baroque period, became proud strongboxes for these pieces. Based on the principles of the Catholic Reformation, the custody of relics would provide various benefits to the regular communities, reaffirming the prestige and the legitimacy of the buildings where they were housed, or increasing the resources through the contributions given by the devout ones. The value that relics acquired during this time would also lead to its transformation into arguments for helping the chroniclers of those religious orders to increase the number of wonders owned by the convents of their institutions. Due to their interest in emphasizing the pieces they considered worthy of great reverence, they added a lot of information which could serve as a support when deepening into the main features of this Baroque phenomenon. As an 

Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación de referencia HAR2011-28732C03-02, cuya IP es la Dra. Ángela Atienza, que se desarrolla gracias a la financiación del Ministerio de Economía y Competitividad

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Fernando MUÑOZ SÁNCHEZ example for this hypothesis, in this work we will particularly focus on the presence and description of relics in the chronicles and reports about the Franciscan province of Burgos. Keywords: Relics, Baroque religiosity, chronicles of religious orders, Franciscan province of Burgos.

Las reliquias, contenidas en arcones y lujosos relicarios, se encontraron estrechamente vinculadas al imaginario colectivo de la sociedad de la España barroca. Concederían al devoto un acceso directo a los vestigios de la santidad, aportándole una realidad tangible que le pondría en comunicación con las fuerzas supraterrenales que se hallaban en la base de sus creencias religiosas. Su relación con el consabido olor de santidad les dotaba de un alto valor simbólico y devoto, pero frecuentemente también se les asociaba un poder taumatúrgico. Frente a los ataques que este culto había recibido por parte de los protestantes, el Concilio de Trento revalidó la devoción medieval a los cuerpos santos, cobrando desde entonces un nuevo impulso en el área católica 1 . A pesar de ello, la Iglesia tomaría medidas para evitar la descontrolada proliferación de reliquias, estableciendo medios para acreditar su procedencia como la expedición de auténticas, documentos que acompañaban a estas piezas a modo de garantía. En este clima de piedad exagerada crecería el interés por el coleccionismo, constituyéndose importantes lipsanotecas, al tiempo que el afán de lograr reliquias se extendía al estado llano2. Conocida la difusión de tales devociones, no sería extraño comprobar cómo los numerosos conventos de la España moderna, parte significativa del entramado eclesiástico de la época, sirvieron como cajas de caudales de muchas de aquellas reliquias. En base a los principios contrarreformistas, la custodia de estas reliquias proporcionaría a las comunidades religiosas una serie de beneficios, mayores cuanto más importantes fuesen los restos conservados. Por una parte, reforzarían la legitimidad y grandeza de los edificios que las albergaban, aumentando el número de devotos y el prestigio vinculado al centro religioso. Por otro lado, contribuirían a la medra económica de estas comunidades a través de los donativos aportados por los fieles, agradecidos por los favores logrados a través de esta mediación3. Consecuencia de este renovado valor que cobraron las reliquias sería también el hecho de que éstas se transformasen en potentes argumentos para los autores de las crónicas e historias sobre las diversas órdenes religiosas. Este particular género historiográfico, firmado por miembros del clero regular, tuvo su apogeo en época barroca, recogiendo un discurso que tendía hacia la legitimación y justificación de la institución protagonista, narrando gloriosos orígenes legendarios y aludiendo a 1

Una síntesis sobre la evolución del culto a las reliquias hasta el Concilio de Trento en: José Luis Bouza Álvarez, Religiosidad contrarreformista y cultura simbólica del barroco, Madrid, CSIC, 1990, pp. 2346. Acerca de la cuestión en época barroca encontramos numerosos trabajos: Domingo Luis González Lopo, “El papel de las reliquias en las prácticas religiosas de los siglos XVII y XVIII” en León Carlos Álvarez Santaló y Carmen Mª Cremades Griñán (eds.), Mentalidad e ideología en el Antiguo Régimen. Actas de la II Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna, Moratalla, 1992, vol. II, Universidad de Murcia, 1993, pp. 247-260; Pablo Sánchez Ferro, “La ciudad en procesión: estudio sobre traslación de reliquias (centrado en ejemplo de San Fructos, patrón de Segovia)”, Espacio, Tiempo, Forma, Serie IV, Hª Moderna, 12 (1999), pp. 47-65; Isabel Cofino Fernández, “La devoción a los santos y sus reliquias en la iglesia postridentina: el traslado de la reliquia de San Julián a Burgos”, Studia histórica. Historia moderna, 25 (2003), pp. 351-378. 2 J, L. Bouza Álvarez, Religiosidad contrarreformista..., p. 32. 3 I. Cofino Fernández, “La devoción a los santos...”, pp. 377-378.

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cuestiones memorables y prestigiosas 4 . Considerando las reliquias dentro de este conjunto de motivos notables, como uno de los principales tesoros de los conventos, los cronistas vertieron una información que bien puede servir como apoyo a la hora de profundizar en las características de este fenómeno de carácter plenamente barroco. A lo largo de esta comunicación haremos girar el análisis en torno al ejemplo representado por la literatura de carácter historográfico que se produjo en el marco de la provincia franciscana de Burgos5. Esta demarcación de la orden mendicante nació en 1514, como resultado de las reformas observantes renacentistas, y comprendió en los siglos modernos un amplio número de conventos en localidades de las actuales regiones de Burgos, La Rioja, Navarra y Soria. Desde finales del siglo XVI se redactaron diversas descripciones e informes sobre la provincia, en un principio con el fin de nutrir las grandes crónicas y anales de la orden6. A finales del siglo XVII comenzarían los intentos por contar específicamente con una crónica provincial, como muestra el borrador manuscrito por fray Juan Bautista de Galarreta hacia 16867. El objetivo se cumpliría en las primeras décadas del siglo XVIII con las ediciones firmadas por fray Domingo Hernáez de la Torre, fray José Sáenz de Arquíñigo 8 y fray Manuel Garay 9 . Este último autor redactó además un manuscrito conservado en el archivo provincial bajo el nombre de Chronología epitomae10, que cuenta con un apéndice sobre “cosas notables” de la provincia que ha resultado interesante en cuanto a la cuestión que aquí se trata. Esta compilación proporciona un inventario bastante completo de las reliquias de cada convento, y especialmente de las recibidas a lo largo del siglo XVII, momento de máximo apogeo de este tráfico. Independientemente de su autenticidad o falsedad, cada reliquia contaba con una historia propia acerca de su depósito en el convento. La información comprendida en los textos de los regulares aporta algo de luz a la cuestión del proceso a través del cual estos restos habían llegado a un cenobio, o bien habían sido producidos dentro del 4

Acerca de las características de este género remitimos al siguiente trabajo: Ángela Atienza López, “Las crónicas de las órdenes religiosas en la España Moderna. Construcciones culturales y militantes de época barroca”, en Ángela Atienza López (ed.), Iglesia memorable, crónicas, historias escritos… a mayor gloria. Siglos XVI-XVIII, Madrid, Sílex, 2012, pp. 25-50. 5 Estas reflexiones parten de una investigación en torno a la literatura historiográfica producida dentro en esta demarcación franciscana, que ha dado lugar a la redacción y defensa de una tesis: Fernando Muñoz Sánchez, “La provincia franciscana de Burgos en la Edad Moderna: Historia y representación”, memoria de investigación presentada en la Universidad de La Rioja para la obtención del grado de doctor en 2015. 6 Citaremos más adelante el manuscrito que redactó fray Sebastián de Marcilla para proveer los Annales Minorum del historiador franciscano Luke Wadding: Sebastián de Marcilla, Memorial, ms. c. 1620, Archivo Franciscano de Nájera, carp. 2, num. 1. 7 Juan Bautista de Galarreta, Breve y verdadera descripción de la santa Provincia de la regular Observancia de N. P. S. Francisco, ms. fechado en 1686 y guardado en el Archivo de la Curia general [OFM] de Roma, aunque existe una copia en el Archivo Franciscano Ibero-Oriental [AFIO]. 8 Domingo Hernáez de la Torre y José Sáenz Arquíñigo, Primera Parte de la Chrónica de la Provincia de Burgos de la Regular Observancia de Nuestro Padre San Francisco, reproducción facsimilar de la edición de 1722, introducción e índices de A. Abad Pérez, Madrid, Editorial Cisneros, 1990. Sáenz de Arquíñigo continuó la obra con una segunda parte que quedó manuscrita: José Sáenz de Arquíñigo, Segunda Parte de la Chronica de la Provincia de Burgos de N. P. S. Francisco, ms., Archivo Franciscano de Nájera, carp. 3. 9 Manuel Garay, Compendio chronológico con nuevas adiciones a la Primera parte de la Crónica de la Santa Provincia de Burgos, Pamplona, 1742. 10 Manuel Garay, Chronología epitomae historiae Provinciae Burgensis Observantiae S. P. N. Francisci, ms. c. 1741, Archivo Franciscano de Nájera, carp. 1, num. 4.

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mismo. En las siguientes páginas trataremos brevemente algunas de las principales reflexiones que nos han sugerido las descripciones de reliquias que aparecen en la producción escrita de la citada provincia franciscana. 1. Las donaciones de reliquias a la luz de las crónicas. Al igual que ocurriría con otros indicadores de estatus y representación social, el valor de las reliquias se hallaría relacionado proporcionalmente con la categoría ostentada por el individuo que las conseguía. Si bien todos los sectores participarían de la búsqueda y consecución de estos fragmentos, el acceso a reliquias de importancia y en número considerable quedaría reservado a las personas de mayor rango dentro de esta sociedad 11 . En ese nivel superior se encontrarían los monarcas, la familia real y el entorno cortesano, como permiten observar algunos ejemplos de piezas que acabaron albergando ciertas comunidades de la provincia burgalesa. Una de aquellas reliquias relacionadas con la realeza era el hueso del apóstol san Felipe que se guardaba en el convento de Santo Domingo de la Calzada. Si bien la donación efectiva correspondió al confesor real fray Bernardo de Fresneda, patrono de la capilla mayor del cenobio, el religioso la habría obtenido de manos de Felipe II. Bien conocida es la obsesión particular que el soberano mostró con respecto a tal coleccionismo, que encontraría su reflejo en los amplios contenidos de la lipsanoteca escurialense, un conjunto que resultó altamente inspirador en cuanto a aquella tendencia barroca de adquirir restos santos12. El propio Rey Prudente tendría ocasión de demostrar este afán durante su visita al convento de San Francisco de Burgos, solicitando para su colección un pedazo de una suela de sandalia que se veneraba en aquel centro como reliquia del mismísimo san Francisco de Asís13. Otro ejemplo lo hallamos en el coro del convento de Santa Elena de Nájera, donde se acreditaba la presencia de un relicario que contenía un dedo de Santiago el Menor. Con el único argumento de la tradición, se indicaba que la reliquia había sido una dádiva personal que Felipe IV había hecho a la religiosa sor Juana Hernáez previamente a su profesión, cuando ésta se encontraba asistiendo en el palacio real14. Hemos de añadir a estas muestras el caso de una cabeza de las once mil vírgenes, que se hallaría en el trasagrario del altar mayor de la iglesia de San Francisco de Burgos. Un testimonio de 1619 indicaría que la donante era sor Margarita de la Cruz, clarisa en las Descalzas Reales de Madrid e hija de los emperadores Maximiliano II y María de Austria, emparentada por tanto con el monarca hispano15. Además de los monarcas, poseedores de grandes conjuntos de reliquias merced a sus recursos financieros y diplomáticos, serían los eclesiásticos quienes contarían con mayores facilidades a tal respecto. Muchos miembros del alto clero habían pasado por Roma - entre ellos los prelados franciscanos - o se habían procurado contactos para proveerse de reliquias, gozando de una posición privilegiada que les permitiría acceder

11

D. Luis González Lopo, “El papel de las reliquias...”, p. 249. J. L. Bouza Álvarez, Religiosidad contrarreformista..., pp. 34-38. 13 D. Hernáez de la Torre y J. Sáenz de Arquíñigo, José, Primera parte.., p. 43 14 M. Garay, Chronología epitomae..., f. 2. 15 Ibid., f. 17. Acerca de la religiosa a la que se atribuía esta piadosa donación: Ana Sanz de Bremond y Karen María Vilacoba Ramos, “Siguiendo el espíritu de Santa Clara: Sor Margarita de la Cruz, la monjainfanta”, X Curso El Franciscanismo en Andalucía. Clarisas Concepcionistas y Terciarias Regulares, Cordoba, 2006, pp. 788-804 12

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a los restos de los mártires procedentes de las catacumbas 16 . Esta tendencia queda manifestada a través de varios donantes que legaron reliquias a conventos del área provincial. A finales del siglo XVII se dejaba constancia de las donaciones de reliquias que Juan Crisóstomo Redondo, canónigo de la catedral de Calahorra, efectuaba en favor de distintos conventos. Hacia 1699 quedaba acreditado su legado al cenobio de Logroño de una caja de madera con un hueso de la pierna de la mártir santa Clara, mientras que a la casa de Briviesca entregaría un lote de reliquias, con huesos de los mártires san Félix y santa Carina17. Hallamos otro ejemplo de tal práctica en Francisco de Bargas, beneficiado de la iglesia parroquial de San Andrés en Fresno de río Tirón y canónigo de la catedral de Segovia. Cerca de Fresno se encontraba el convento de San Vítores, para el cual procuró en Roma una buena cantidad de piezas con olor de santidad hacia 1709, entre ellas un brazo de la mártir santa Victoria y un relicario de plata que guardaría una parte notable del Lignum Crucis18. Por su parte, el licenciado Francisco Fernández de San Juan, beneficiado de Villoslada de Cameros, realizaría un destacable donativo de reliquias de mártires al convento de San Antonio de Nalda. Entre los restos figuraban algunos pertenecientes al franciscano san Pedro Bautista y a otros compañeros mártires del Japón. Un repertorio que se entregaría a la comunidad en 1630, tres años después de la beatificación de estos religiosos19. Las relaciones que hemos establecido entre la categoría social del donante y la posesión de más y mejores reliquias nos permiten arrojar en estas líneas una hipótesis, conectada con la cuestión de los procesos de fundación conventual y el acceso a los correspondientes patronatos 20 . La entrega de ostentosos relicarios a una comunidad podía formar parte de tales iniciativas, ayudando a consolidar el vínculo y las capitulaciones que se habían establecido entre el fundador o aspirante al patronato, y la comunidad religiosa que recibía los sagrados presentes. Las reliquias podían aparecer inscritas entre el conjunto de donaciones y legados que los benefactores destinaban para ornamentar y favorecer con remarcada pompa el convento o la capilla cuya construcción o reedificación hubieran sufragado. Esta exposición de los restos en sus suntuosos recipientes era susceptible de ofrecer al espectador una idea del poderío y la piedad de quien ostentaba el patronato. Un interés por la representación social que parece maximizarse en aquellos centros donde el bienhechor tenía intención de levantar un panteón personal o familiar. Un perfecto ejemplo de tales prácticas podemos hallarlo en las donaciones efectuadas por fray Bernardo de Fresneda, confesor real de Felipe II, cuando asumió el patronato de la capilla mayor del convento de Santo Domingo de la Calzada. La sacristía del centro se convertiría en el depósito de relicarios destinados por el religioso a enriquecer el patrimonio de aquella comunidad. Cabe mencionar la caracterización 16

D. L. González Lopo, “El papel de las reliquias...”, p. 250. M. Garay, Chronología epitomae..., f. 9, 11. 18 Ibid., ff. 9-10. 19 Ibid., ff. 25-26. 20 Una cuestión acerca de la cual remitimos a una monografía de referencia: Ángela Atienza López, Tiempos de conventos. Una historia social de las fundaciones en la España moderna, Madrid, Marcial Pons, 2008. 17

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como ejemplar prelado tridentino que ofrecían las crónicas al recoger la semblanza de Fresneda, papel en el cual se incluiría su faceta como animador pastoral del culto a las reliquias21. Sin duda, la estrella de aquella colección sería una cajita de marfil que contenía el citado hueso de san Felipe, una joya ósea procedente de Roma que el confesor había conseguido del mismísimo monarca 22 . Resulta inevitable tratar de establecer una relación entre los nombres del santo y del rey, dejándose intuir que en el significado de aquella reliquia también podría encontrarse la aspiración del prelado por reforzar con aquella donación el vínculo que le había unido al soberano. Por su parte, las dos tallas de medio cuerpo de san Acislo y de santa Victoria que se encontrarían colocados a los lados del altar de la sacristía, se pueden identificar con el período en el cual fray Bernardo ostentó la mitra cordobesa (1571-1577). En un óvalo de cristal sobre el pecho de las figuras se contemplarían huesos pertenecientes a estos mártires, patronos de la ciudad andaluza23. Fray Bernardo los habría hecho traer desde aquella sede episcopal, donde se hallaría la mayor parte de dichos restos, cuyo hallazgo se había producido precisamente durante su episcopado24. En el caso del convento de San Antonio de Nalda podemos observar con nitidez un nexo entre la fundación y la donación de reliquias por parte de su promotor. El VII conde de Aguilar, Felipe Ramírez de Arellano, había impulsado esta casa de recoletos en la nueva capital de sus estados señoriales a comienzos del siglo XVII, convirtiéndola además en panteón familiar. Acompañando al grueso número de ornamentos y tallas entregadas a la comunidad para reafirmar el patronato adquirido, se encontraba un rico conjunto de reliquias. El altar mayor se consideraría el lugar apropiado para depositar esta colección de vestigios, entre los que se daba fe de dos cabezas de las once mil vírgenes y un variado número de huesos relacionados con san Laurencio, santa Bárbara, san Esteban y santa Águeda. Fray Sebastián de Marcilla, contemporáneo de la fundación, explicaba a través de testimonios y auténticas que las reliquias habían sido entregadas al conde de Aguilar “en recompensa, y agradecimiento de los beneficios, que recibieron de su Persona, en particular en un Convento de Religiosas Bernardas en Cisendorff, andando en las Guerras de Flandes”25.

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De entre la abundante bibliografía existente acerca de este prelado, citamos el sintético repaso biográfico que hace el siguiente trabajo: Henar Pizarro Llorente, “El control de la conciencia regia: El confesor real Fray Bernardo de Fresneda”, en José Martínez Millán (dir.), La corte de Felipe II, Madrid, Alianza, 1994, pp. 149-188. 22 M. Garay, Chronologia epitomae.., f. 3. 23 Ibid., f. 4. 24 Este proceso aparece detallado en: Juan Aranda Doncel, “Culto y devoción a los mártires en la Córdoba de los siglos XVI y XVII: la figura de San Eulogio” en Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla (coord.), El culto a los santos: cofradías, devoción, fiestas y arte: actas del Simposium 2/5-IX-2008, San Lorenzo de El Escorial, Ediciones Escurialenses, 2008, pp. 109-132. 25 Manuel Garay, Chronologia epitomae.., f. 25; Sebastián de Marcilla, Memorial..., ff. 35-36; Domingo Hernáez de la Torre y José Sáenz de Arquíñigo, Primera parte..., p. 400. Previamente a recibir el título condal, Felipe Ramírez de Arellano se había forjado una carrera militar, sirviendo diez años como capitán de lanceros y consejero de guerra en las campañas de Flandes. Miguel A. Moreno Ramírez de Arellano, Señorío de Cameros y condado de Aguilar, cuatro siglos de régimen señorial en La Rioja (1366-1733), Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1992, pp. 108-109.

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2. La adquisición y producción de reliquias en los conventos. Más allá de las aportaciones externas, la propia orden se encargaría de participar activamente del intenso tráfico de reliquias de la época, preocupándose por proveer a sus conventos de valiosas piezas, que redundasen en mayores atractivos devotos. A través de un gesto como el que representaba la obtención de relicarios con restos de mártires, se puede apreciar un atisbo del círculo de provechosas relaciones establecidas por los miembros de la institución en la corte romana. Pueden ser paradigmáticos los numerosos restos de mártires colocados en dos urnas de madera sobredorada en la capilla de Nª Sª de Oriente de San Francisco de Logroño26. Habían llegado a esta casa de la mano de fray José Ximénez de Samaniego, ministro general franciscano, siendo probable que el prelado los adquiriese en Roma durante su generalato. Los depositaría tras el final de este gobierno, hacia 1682, un momento en el cual sabemos que se retiró breve tiempo a este convento27. En fechas cercanas se colocaban en el trasagrario de la iglesia de San Francisco de Burgos las cabezas de los mártires san Hilario y san Honorato, entregadas al ministro provincial de Burgos, fray Diego Bozo (1677-1680), por el cardenal vicario de Roma28. Por su parte, el predicador fray Martín Poza conseguiría del mismo vicario dos cajas de madera con las reliquias de los mártires san Benigno y santa Modestina, que donaría al convento de Belorado29. En el mismo centro se hallaría otra caja de madera con la mayor parte del cuerpo de la mártir santa Alexandra, junto a un vaso de su sangre. En la donación actuaría como intermediario Andrés Sagredo, camarero de la iglesia romana de Santiago y San Ildefonso de los Españoles, que entregaría los restos a un religioso con quien se le podía sospechar alguna parentela, el predicador fray José Sagredo30. Pero los religiosos del distrito burgalés también se preocuparon por dar lustre a sus templos gracias a reliquias pertenecientes a franciscanos cuya santidad había sido reconocida con la canonización. En 1632, el ministro provincial fray Sebastián de Marcilla indicaba que fray Francisco Andrés de la Torre había obtenido en el convento de Alcalá de Henares un relicario con un dedo de san Diego, que sería colocado en la sacristía del convento de San Francisco de Nájera. La reliquia se convertiría en uno de los grandes reclamos piadosos del convento para los naturales de la localidad riojana31. Como hemos ido comprobando a través de la casuística particular del caso burgalés, los conventos se convirtieron en grandes receptores de estos sacralizados vestigios durante época barroca. Pero estos mismos centros también actuaron, en no pocas ocasiones, como productores y custodios de unas reliquias cuya veneración comenzaba entre las propias paredes del edificio. En las numerosas biografías edificantes que contienen estas crónicas resulta fácilmente apreciable la frecuencia con la cual la incorrupción del cuerpo de un religioso se consideraba una de las pruebas más manifiestas de su virtud y santidad. Sus restos, así como cualquiera de los enseres que hubiera tocado, eran susceptibles de 26

Ibid., ff. 19-20. Victor Añibarro, “El P. José Ximénez Samaniego, Ministro General O. F. M. y Obispo de Plasencia”, en Archivo Ibero-Americano, 13 (1944), p. 108. El ministro general había recibido el hábito franciscano en el convento de San Francisco de Logroño. 28 Manuel Garay, Chronología epitomae..., ff. 16-17 29 Ibid., f. 5. 30 Ibid., ff. 5-7. Fray José Sagredo ejercería como ministro provincial de Burgos entre 1710 y 1713 31 Manuel Garay, Chronología epitomae..., f. 1 27

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tornarse en reliquias dispuestas a servir a la demanda popular. Por otra parte, encontramos casos en los cuales los restos venerados podían preceder a la propia construcción de un convento, levantado precisamente en un santuario que albergaba ciertas reliquias de santos o mártires. En la comunidad de San Francisco de Tudela, por ejemplo, existía verdadera devoción por los restos de uno de sus antiguos moradores, fray Gerardino. Tan sólo se conocía sobre él que había fallecido hacia 1433 y que había sido sepultado en la capilla mayor, hallándose el cadáver incorrupto unos setenta años más tarde. La celebridad de estas reliquias crecería exponencialmente, encontrando en el siglo XVII un clima perfecto para convertirse en importante reclamo del convento navarro. Hacia 1612, el guardián fray Mateo Montoya tomaría la decisión de trasladar el cuerpo a un espacio más visible y prestigioso, depositándolo en una caja dorada y colocándolo en un nicho junto al altar mayor32. A consecuencia de la celebridad que ganarían las reliquias de fray Gerardino, en las crónicas del siglo XVIII se añadían algunos detalles sobre su biografía, a pesar del erial de información existente. Hernáez de la Torre achacaba la escasez de noticias a la pérdida de documentos, pero subrayaba la sabiduría y virtud del antiguo fraile33. Garay agudizó más la imaginación y dedicó un capítulo entero a la memoria del religioso, calificándolo de abnegado celador de la regla, docto en ciencia, o comparable en virtudes a pilares de la Observancia como san Bernardino de Siena o san Juan Capistrano34. En este sucinto repaso a cuerpos de religiosos venerables no podemos olvidarnos del célebre caso de sor María de Ágreda, como tampoco dejaron de hacerlo los autores de la provincia. Ya en vida había gozado de una enorme fama milagrera, en base a lo cual el mero contacto con ella se consideraba capaz de convertir en reliquias objetos como cuentas, cruces, rosarios, etc 35 . Con estos antecedentes, no extrañarían las precauciones tomadas tras su muerte, durante la celebración de las exequias. Ante el caudal de gente que trataría de tocar a la difunta, el ministro general fray Alonso de Salizanes, presente en tal acontecimiento, ordenaría poner el cuerpo en el coro bajo, siendo visible sólo a través de la ventanilla de la comunión. Sin embargo, aquéllos que conseguían acercarse a las religiosas veían clara la oportunidad, pidiendo que “les tocassen Rosarios, y medallas al cuerpo de la que aclamaban por Santa, y solicitando todos alcançar alguna cosa de su ropa” 36 . Al hablar sobre esta religiosa, Galarreta afirmaba que “qualquiera en estos Reynos se tiene por muy dichosso, si llega a conseguir la más mínima cossa suya...”37. El “hambre” popular de reliquias se nutriría principalmente a partir de estos religiosos de conocida santidad, suponiendo la exposición del cadáver y los oficios funerales la ocasión idónea para satisfacer aquella devota ansia. En aquellas 32

Juan Bautista de Galarreta, Breve y verdadera descripción..., f. 47. Domingo Hernáez de la Torre y José Saénz de Arquíñigo, Primera parte..., p. 68. 34 Manuel Garay, Compendio chronológico..., pp. 255-256. 35 Acerca de esta célebre escritora mística, conocida por su correspondencia con Felipe IV o sus episodios de bilocación: Ana Morte Acín, Misticismo y conspiración: Sor María de Ágreda en el reinado de Felipe IV, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2010, p. 139. 36 José Ximénez Samaniego, Prólogo galeato. Relación de la vida de la V. Madre Sor María de Jesús, abadesa, que fue, del convento de la Inmaculada Concepción, de la villa de Ágreda, de la provincia de Burgos. Y notas a las tres partes de la Mystica Ciudad de Dios, Madrid, 1720, p. 239. Las crónicas de la provincia se basaban en esta biografía cuando habían de hablar sobre sor María de Ágreda 37 Juan Bautista de Galarreta, Breve y verdadera descripción..., f. 228 33

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circunstancias, las multitudes se aproximarían al cuerpo, tratando de conseguir alguna porción del hábito para el culto personal, y algunos llegarían incluso a realizar mutilaciones de índole macabra. En la biografía dedicada a fray Diego López, guardián de San Francisco de Burgos, podemos encontrar una significativa muestra de lo que podía llegar a realizarse para lograr la reliquia. El fallecimiento del religioso convocaría tan numeroso público, que el día anterior al entierro se haría necesaria la custodia del cadáver por parte de los religiosos y de algunos hombres del corregidor, evitando el despiece del hábito. A pesar de ello, durante la conducción del cuerpo para el funeral “le quitaron tan grande parte del hávito que quedó desnudo hasta las rodillas”38. Los cronistas calificaban tales expolios como “robos piadosos” o “devociones indiscretas”, y mostraban con repetidos ejemplos que se trataría de prácticas altamente difundidas en la época. En ciertos casos observamos que los repartos podían ser inmediatos al fallecimiento del religioso, y se entregaban a los interesados antes de que el cuerpo se enfriase. Numerosos seglares, “que eran muchos de los más principales”, rodearían a fray Juan del Oyo cuando expiraba en San Francisco de Burgos, tras lo cual “se hizo distribución de aquellas pobres alhajuelas, que podía tener”39. A pesar de que estas costumbres se calificasen negativamente, por las connotaciones de profanación y de sacrilegio que llevaban aparejadas, los religiosos mostrarían en las crónicas una actitud más bien indulgente. Aunque exhibiesen un inicial gesto de desaprobación, terminaban por disculpar de algún modo esta actitud, amparándola en una intensidad devocional desmesurada e indiscreta. Lo que se trataba de subrayar no era tanto la consecuencia como la causa del expolio, es decir, que si existía interés por acceder a la reliquia era porque el carácter virtuoso del religioso provocaba este deseo. Dicho de otro modo, la rapiña en torno al cadáver del venerable era símbolo de la santidad que se aspiraba a concederle en la biografía edificante que se redactaba, siendo tal demanda otro motivo más para el orgullo de la comunidad religiosa y de la propia orden. En ciertos cenobios, el repertorio de reliquias podía encontrarse presidido por restos sagrados que precedían a su fundación y que, de hecho, podían haber dado motivos a la misma. Así sucedía, por poner un solo ejemplo, en el caso del convento de San Julian de Ágreda. A esta localidad soriana llegaron los franciscanos para responsabilizarse de un antiguo santuario, a partir del interés mostrado a finales del siglo XVI por las autoridades de la villa. Junto a la iglesia de San Juan de la Arena, sobre la cual se levantó el convento, se encontraría la ermita de Nª Sª de los Mártires, en un espacio conocido como Cinto o Campo de los Mártires. Este lugar, en las faldas del Moncayo, se identificaba con la tradición del martirio y sepultura de seis millares de cristianos de origen cesaraugustano, perseguidos y ejecutados por orden del gobernador Daciano, en época de los emperadores Diocleciano y Maximiano40. A los lados del altar de la ermita se daba cuenta de la existencia de dos arcas repletas de reliquias de aquellos mártires, que irían completándose con sucesivos 38

Archivo Franciscano de Nájera, carp. 2, nº 1, f. 63. Ibid., p. 94 40 Marcilla respaldaría la tradición de los mártires con la cita a historias eclesiásticas compuestas por autores recientes como fray Juan de Marieta o Francisco de Padilla. Sebastián de Marcilla, Memorial..., f. 33; Juan de Marieta, Tratado de las fundaciones de las Ciudades y Villas principales de España, donde se resume todo lo contenido en las quatro partes con otras cosas muy curiosas, Cuenca, 1596, p. 8; Francisco de Padilla, Historia ecclesiástica de España. Primera parte, Málaga, 1605, ff. 158-159. 39

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hallazgos. Los cronistas se esmeraron en aportar información sobre los continuos descubrimientos de cuerpos bajo aquel terreno. A través de estos testimonios podemos barajar la hipótesis de que en el siglo XVII el recinto se convertiría en un suministro notable de reliquias, y todavía a comienzos de la siguiente centuria continuaban hallándose restos41. Todos los huesos hallados se atribuían a mártires perecidos en la emboscada de Daciano y, por tanto, se les hacía acreedores de una rendida devoción. Lógicamente fueron los franciscanos quienes tuvieron un mayor acceso a estas reliquias, siendo conocidos algunos de los religiosos que las consiguieron. Uno de ellos fue fray Francisco Andrés de la Torre, confesor de sor María de Ágreda, que hacia 1627 recibiría un par de saetas de hierro extraídas de los cuerpos de unos mártires. Dichos proyectiles se convertirían en instrumento fortalecedor de las relaciones diplomáticas dentro del seno de la orden, siendo entregadas al comisario visitador fray Pedro Tobar42. Otro renombrado receptor de estos huesos santos sería el cronista general fray Antonio Daza, al respecto de lo cual se hacía memoria de un episodio de revelación divina que implicaba a otro de los iconos de la religiosidad milagrera de la época, la monja de Carrión43. En un encuentro entre la religiosa y el franciscano, sor Luisa de la Ascensión habría tenido conocimiento de que Daza portaba las susodichas reliquias sin que éste lo hubiera comentado. Completando la revelación, la monja personificaría los restos, señalando que habrían pertenecido a unos mártires llamados Felipe y Marta44. En definitiva, a la hora de recopilar las grandezas de esta fundación conventual, los cronistas encontraron una de las mejores bazas en la riqueza de reliquias asociadas a la antiquísima tradición de los mártires. Todos estos indicios dotaban al terreno del convento de un aura sagrada, “dando a entender ser un Relicario el sitio todo, y que está regado con sangre de Mártires todo el de este convento”45. Las reliquias constituirían una parte importante del patrimonio del convento y uno de sus más destacados focos de atención. Transmitiendo tradiciones y noticias acerca de éstas y sus propiedades milagrosas, los cronistas no sólo evidenciaban la proliferación y el frecuente empleo de las mismas en busca del prodigio, sino que además justificaban y animaban el recurso a estos sacralizados restos y la devoción de los fieles hacia ellos. Entre el enorme caudal de información proporcionado por las crónicas que elaboró el clero regular podemos hallar testimonios del papel relevante que las reliquias adquirieron a lo largo de este período, merced a los postulados tridentinos. En una época de intensificación en el tráfico de estos valiosos objetos de devoción, las comunidades conventuales aparecían como un perfecto engranaje en la demanda y distribución de los mismos. La conexión de estos restos con una religiosidad que prestaba especial crédito a lo milagroso los convertían en instrumentos para conseguir el favor divino y en remedios para superar las adversidades y los males cotidianos. 41

Hacia 1703, mientras se abrían los cimientos para levantar unas cercas, se acreditaba el hallazgo del cuerpo de un niño atravesado por flechas. Domingo Hernáez de la Torre y José Sáenz de Arquíñigo, Primera parte..., p. 394. 42 Ibid., p. 394. 43 Acerca de esta religiosa: Teófanes Egido López, “Religiosidad popular y taumaturgia del barroco (Los milagros de la monja de Carrión)” en Actas del II Congreso de Historia de Palencia, Tomo III, vol I: Edad Moderna, Palencia, 1990, pp. 11-40. 44 Domingo Hernáez de la Torre y José Sáenz de Arquíñigo, José, Primera parte..., p. 395. 45 Juan Bautista de Galarreta, Breve y verdadera descripción..., f. 117.

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Los cronistas de la provincia franciscana de Burgos, como exponentes de este género historiográfico, fueron conscientes del valor que podía añadir a su discurso la mención a las reliquias expuestas en los conventos del distrito. Los testimonios no sólo nos ponen en conexión con la tipología de los restos contenidos en los relicarios, sino que también pueden aportar información sobre su procedencia, la categoría social del donante o las circunstancias y relaciones que se encontraron detrás de su llegada al convento. Igualmente, los textos citados nos hacen partícipes de la producción y distribución de reliquias por parte de los propios conventos, a través de restos asociados a sus religiosos venerables, y, en definitiva, de la demanda popular que existió durante aquellos siglos.

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La Capilla musical de la Colegiata de Aguilar de Campoo: presencias y ausencias The Musical Chapel of the Collegiate Church in Aguilar de Campoo: Present and Absent Components Alberto CORADA ALONSO Universidad de Valladolid Resumen: El presente estudio pretende poner en valor la importancia que la música tuvo en el desarrollo del culto divino, como medio por el que se dignificaban los oficios y se glorificaba a Dios. El análisis se centra en la capilla musical de la Colegiata de San Miguel de Aguilar de Campoo, en los miembros que la compusieron y en las obligaciones y funciones que tuvieron que desempeñar. Además, una comparativa con otros Cabildos colegiales castellanos permitirá establecer las similitudes o las peculiaridades que pudiera tener la capilla aguilarense. Palabras clave: Capilla musical; colegiata; Aguilar de Campoo (Palencia); Edad Moderna Abstract: The present paper is intended to underscore the significance of music in worship as a way to dignify liturgy and glorify God. Our paper focuses on the Musical Chapel of St Michael’s Collegiate Church in Aguilar de Campoo, paying special attention to its members and their duties and fuctions. Moreover, by comparing it to other Castilian collegiate chapters, the paper shows both the similarities and differences among them. Keywords: Musical Chapel; Collegiate Church; Aguilar de Campoo (Palencia); Modern Age

1. Introducción La música ha sido y es un elemento fundamental en todas las sociedades, culturas y momentos históricos, una demostración de la capacidad de abstracción y de creación de la mente y un instrumento de belleza y comunicación. Tal es así que la Iglesia española durante la Edad Moderna entendió la misma, ya fuera instrumental, coral o una mezcla de ambas, como una vía mediante la cual se glorificaba a Dios y se dignificaba el culto divino en los templos más insignes y prestigiosos. Precisamente la música fue uno de los rasgos más importantes por el que se llegaron a diferenciar unos templos de otros. Catedrales y colegiatas juzgaron, en muchas ocasiones, que su prestigio y pompa estaban indisolublemente unidos a tales manifestaciones musicales, unas manifestaciones que incidían continuamente en la ostentación del poder de un clero y de una Iglesia sabedores de su posición dominante dentro de la sociedad de Antiguo Régimen. En este contexto nacieron y se desarrollaron las capillas de música, unas instituciones que fueron evolucionando y perfeccionándose desde la Edad Media y durante toda la Modernidad hasta convertirse, en ciertos momentos, en grandes centros de composición y actividad musical.



Beneficiario del Programa de Formación del Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. FPU13/00594.

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En estos lugares la música lo condicionaba prácticamente todo, estaba presente en todos los ámbitos de la vida eclesiástica, en los entierros, procesiones, en la toma de posesión de dignidades, canónigos y racioneros, en su sistema de precedencias internas y, como no podía ser de otra manera, en la celebración del culto divino ordinario. De este modo, el oficio quedaba solemnizado, y los beneficios espirituales, pero también los temporales, se veían incrementados notablemente. La música, por lo tanto, actuó como generadora y aglutinante de flujos económicos y, por supuesto, como elemento de atracción para una espiritualidad que necesitaba de estas manifestaciones ritualizadas para continuar con su función salvífica y redentora. De este modo, el acto más solemne e importante de la liturgia católica, la misa, siempre se celebró con una mayor dignidad. Según López-Calo, la Misa Capitular “se celebra en las catedrales e iglesias principales siempre cantadas, los días ordinarios en canto llano, los domingos y fiestas en polifonía o canto de órgano” 1 dando, de este modo, debido cumplimiento a una de las principales funciones de cualquier cabildo eclesiástico. Así pues, el personal eclesiástico de estas iglesias mayores acudía al coro a rezar, pero también a cantar, dentro de una idea mayor que entendía, y esto se agudizó hasta el paroxismo durante el barroco, que la religión debía penetrar por los cinco sentidos. 2. Composición de las capillas musicales Como ya se ha dicho, las capillas musicales comenzaron a formarse durante la Edad Media, asociadas a las escuelas de canto que se crearon en ciertos monasterios y catedrales. Su paulatina evolución dio como resultado una plena estructuración de las mismas a comienzos de la modernidad. Las colegiatas, haciendo honor a la definición que de ellas dieron Ofelia Rey y Baudilio Barreiro cuando las denominaron “catedrales de segundo orden” 2 , tomaron como ejemplo y modelo a seguir a los cabildos catedralicios, tanto a la hora de su organización, estructura interna y composición, como en sus objetivos, entre los que destacó siempre la solemnidad litúrgica. Imitaron a estos cabildos en casi todos los aspectos y, como no podía ser de otra manera, se dotaron de capillas musicales, en algunos casos incluso más potentes que las de algunas sedes episcopales. Los cargos más importantes de una capilla solían ser el maestro de capilla, el sochantre y el organista, aunque es difícil establecer un único modelo o un número estable de estos que podrían denominarse como oficiales, junto con otros componentes tales como cantores, instrumentistas o mozos de coro. En origen la figura principal de las capillas musicales fue el chantre o capiscol, encargado del gobierno del Coro y de comenzar los responsos, himnos o cualquier otro canto que hubiere de cantarse3. Sin embargo, con el paso del tiempo esta dignidad fue quedándose como un cargo más honorífico que realmente efectivo, y fue sustituido por la figura del sochantre 4 , que no era sino el cantor que en las iglesias catedrales y colegiales pasó a dirigir el coro en todo lo referente al canto llano5. 1

José López-Calo, Historia de la música española, 3. Siglo XVII, Madrid, Alianza Música, 1983, p. 96. Baudilio Barreiro Mallón, Ofelia Rey Castelao, ““Catedrales de segundo orden”. Las Colegiatas de Galicia en la Edad Moderna”, Semata: Ciencias sociais e humanidades, nº 15, 2004, pp. 281-316. 3 Definición de Chantre en el Diccionario de Autoridades, 1729. 4 Definición de Capiscol en el Diccionario de Autoridades, 1729. 5 Definición de Sochantre en el Diccionario de Autoridades, 1739. 2

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Sin embargo, la verdadera autoridad de una capilla era su maestro, que acumulaba en su persona varias funciones: una primera destinada a cantar y hacer cantar en las festividades solemnes; otra de enseñanza impartida entre los mozos de coro y el resto de componentes de la capilla si les hubiera; y una última, aunque no menos importante, de composición de nuevas piezas musicales. De este modo, no fue nada atípico que las capillas musicales de las colegiatas se convirtieran en plataformas de promoción para estos músicos profesionales, aunque no todas las plazas fueron igualmente codiciadas para este fin. Sin embargo, lugares como la colegiata de Antequera6, Medinaceli7, Borja8, Berlanga de Duero9 u Osuna10 fueron lugares de paso hacia otros puestos musicales más prestigiosos y mucho mejor remunerados. Otros componentes habituales de las capillas musicales españolas fueron los distintos cantores o voces, que podían ser tiples, tenores, bajos, etc., llegando a contar entre sus filas incluso con los deseados castrati, como sucedió en la Colegiata de Santa María de Calatayud 11 ; los mozos de coro que, dependiendo del lugar podían denominarse también como seises, acólitos o niños de coro, aunque sin que variasen sustancialmente sus funciones y cometidos. Por último, fue común también la presencia de ministriles, que eran los distintos instrumentistas que podían utilizarse en las ceremonias, exceptuando el organista. No obstante, no existe un patrón cerrado y estable para la composición de estas capillas musicales. Por ejemplo, la colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud tenía, a la altura de 1595, un maestro de capilla, contralto, tenor, contrabajo, tiple y dos infantes, además del organista12. En la colegiata de San Pedro de Lerma hubo cuatro cantores, cuatro músicos y ocho mozos de coro13. O en la colegiata de Osuna, donde hasta 1761 se mantuvieron el maestro de capilla, organista, tres voces (tiple, tenor y bajo), tres ministriles (dos violines y un contrabajo) y diez mozos de coro, es decir, más que algunas de las catedrales españolas14. Sin embargo, las diferencias aún podían ser más acusadas pues, como expone Mercedes Castillo, no todas las colegiatas contaron con un maestro de capilla o con ministriles, “algunas de ellas sólo gozaron de la presencia de un sochantre, un organista y capellanes de coro, como en el Sacromonte de Granada, en San Hipólito de Córdoba y

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Víctor Heredia Flores, “Las iglesias Colegiales españolas y la Real Colegiata de Antequera”, La Real Colegiata de Antequera: cinco siglos de arte e historia (1503-2003), Ayto. de Antequera, Archivo Histórico Municipal, 2004, p. 96. 7 José Ignacio Palacios Sanz, “Noticias acerca de la Capilla de Música de la Colegiata de Medinaceli (Soria)”, Celtiberia, 89, 1995, p. 53. 8 Emilio Jiménez Aznar, Actas del Cabildo de la Colegial y del Capítulo Parroquial de Santa María la Mayor de Borja (Zaragoza), 1546-1954, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1994, p. 15. 9 José Ignacio Palacios Sanz, La música en las Colegiatas de la provincia de Soria, Soria, Diputación provincial de Soria, 1997, p.17. 10 Manuel Rodríguez-Buzón Calle, La Colegiata de Osuna, Sevilla, Diputación Provincial, 1982. 11 Antonio Ezquerdo; Josep Pavía, Música de atril en la Colegiata de Santa María de Calatayud [Música impresa], Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2002, pp. 13-14. 12 Antonio Ezquerdo Esteban; María Cinta Guerrero, “La música en la Real Colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud”, Revista de Musicología, vol. 22, nº 2, 1999, p. 33. 13 Alfonso de Vicente; Joaquín Lois; Justino Diez, El órgano de la Colegiata de Lerma: historia y restauración, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1996, p. 22. 14 M. Rodríguez-Buzón Calle, La Colegiata..., p. 94.

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Santa Fe de Granada”15. Unas carencias que, además, no tenían por qué deberse siempre a motivos económicos, sino que podían responder también a la intención que el patrón tuviera de dotar de singularidad a una institución en concreto. Así, el fundador de la colegiata de Sacromonte, el arzobispo de Granada Pedro de Castro, imbuido del espíritu de Trento prescindió de capilla musical entendiendo que el servicio coral únicamente debía hacerse en canto llano, pues los instrumentos no se correspondían “con la veneración de este templo”16. Este hecho, no obstante, no solo sucedió en las colegiatas, ya que poderosos cabildos catedralicios, como el de Santiago, nunca contaron con la presencia de ministriles, sino que todos los integrantes de la capilla fueron “cantores peritos en música”17. Sin embargo, algo que en principio podría parecer tan útil y necesario para el desarrollo del culto en los templos más insignes de la Monarquía, supuso en realidad un verdadero problema financiero para muchos cabildos. En algunos casos hubo de reducirse el número de componentes de la capilla, aunque en otros, y por mantener la máxima solemnidad en el culto, se optó por suprimir canonjías que dotasen económicamente las plazas musicales necesarias18. 3. La capilla de Aguilar: canto y órgano Cuando en 1541 el III marqués de Aguilar de Campoo, don Juan Fernández Manrique de Lara, consiguió la bula de erección de la Colegiata de San Miguel de manos del papa Paulo III, la vida eclesiástica de la villa de Aguilar cambió por completo. Con esta medida pretendió, además de dar lustre a la capital de sus estados señoriales, solemnizar el culto en una villa principal mediante la dotación de un cabildo adecuado y, por supuesto, a través del cuidado en la celebración de los oficios. A diferencia de lo que sucedió en las colegiatas de tradición medieval, donde las capillas se fueron conformando con el paso del tiempo y adaptándose a los cambios que se fueron produciendo en la celebración de la liturgia, en Aguilar la utilización de la música y el canto quedó establecida desde el mismo momento de la fundación de la colegiata. Tanto la Bula pontificia de erección como las Reglas posteriores con que se dotó al cabildo, que tenían un apartado específico denominado De cantore et pueris choralibus, recogieron en su articulado la presencia de varias figuras como el cantor, los mozos de coro o el organista, que ayudarían al correcto funcionamiento y a la pompa debida dentro de San Miguel de Aguilar. Una escasa composición, aunque no es posible discernir si la ausencia de figuras como los ministriles y diferentes voces se debió más a una preferencia personal del patrón o a carencias económicas. Estas últimos parecen, en principio, menos probables, pues para la dotación del cabildo aguilarense se decretó la supresión y consiguiente unión de las mesas capitulares de las colegiatas de San Martín de Elines, Santa Cruz de Castañeda y San Martín de Escalada, con la mesa del antiguo y potente arciprestazgo de Aguilar. Fueran las causas que fueran, el caso es que esta organización primigenia de la capilla se mantuvo hasta la supresión de la institución a mediados del siglo XIX. 15

Mercedes Castillo Ferreira, “La Colegiata [o iglesia colegial] como entidad musical en Andalucía y su proyección en América...”, en Antonio García-Abásolo, La música en las catedrales andaluces y su proyección en América, Universidad de Córdoba, 2010, p. 289. 16 Ibídem, p. 289. 17 Arturo Iglesias Ortega, La Catedral de Santiago de Compostela y sus capitulares: Funcionamiento y Sociología de un Cabildo en el siglo XVI, A Coruña, Diputación, 2012, p. 118. 18 Ibídem, p. 117.

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Así pues, entre las muchas obligaciones litúrgicas que tuvieron los miembros del cabildo aguilarense estuvo el cumplimiento de los Oficios Divinos a sus horas, cantándose a punto en los días de primera clase y semitonado en los demás. Diariamente se tenía que celebrar con ministros y canto de órgano dos misas, por lo menos, la de prima y la conventual, además del resto de memorias fundadas en San Miguel por particulares y devotos 19 . Trato especial debían tener también las consideradas como fiestas principales en la colegiata, que fueron la Concepción, San Miguel de septiembre, San Juan Bautista, San Agustín, San Blas, San Antonio de Padua, Santa Rosalía, las Once Mil Vírgenes y las Santas Céntula y Elena20, además de los días de los Apóstoles y los Evangelistas y los días de San Pedro y San Pablo, patrones del Cabildo21. Lo que estaba claro es que la solemnidad del día influía directamente en la complejidad de la música que lo acompañaba22. 3. 1. El cantor Dentro de la estructura musical de la colegiata de Aguilar la figura principal era el cantor. Según las reglas de la institución, este personaje era nombrado por el Abad y Cabildo, sin especificar en qué consistiría la más que probable prueba de acceso al puesto. En otros cabildos colegiales, en cambio, las constituciones sí que fueron más explícitas. Así, en la colegiata de Antequera el maestro de Capilla accedía por oposición 23 , del mismo modo que sucedía en Osuna, donde la normativa fue muy rigurosa. En este caso, para las vacantes de maestro y sochantre, las oposiciones solían ser públicas y presididas por el maestro saliente, quien actuaba acompañado del organista. Las pruebas consistían en “ser examinados de canto llano y de órgano, y canto de un villancico” y “componer una letra en veinticuatro horas”24. En Aguilar, además, se daba la situación, más común de lo que pudiera parecer, de que el elegido como cantor iba a acumular en su persona una serie de cargos, obligaciones y funciones, que en cabildos con una capilla más desarrollada y numerosa estarían perfectamente diferenciados. Los propios Estatutos en su regla número 17, cuando se están regulando las funciones y obligaciones del cantor, se dice que este “sirua de sochanttre a la dicha yglesia”25. Además, y quizás por ser la única autoridad musical del coro y la capilla exceptuando al chantre, dignidad del cabildo, o porque realmente ejercía funciones de maestría, lo cierto es que en la documentación generada por la institución colegial en muchas ocasiones se le denomina como maestro de capilla. Así sucedió, por ejemplo, con Andrés de Salceda. Este cantor compuso a principios del siglo XVII unas coplas, romances y seguidillas criticando que los hermanos premostratenses de Santa María la Real de Aguilar de Campoo hubieran permitido que las autoridades de su orden se llevasen su más preciada reliquia, el Santísimo Cristo de la Abadía, para dar lustre a una nueva fundación en Madrid. La 19

Enrique Flórez, España Sagrada. Tomo XXVII. Contiene las iglesias colegiales, monasterios y santos de la diócesis de Burgos, conventos, parroquias y hospitales de la ciudad, con varias noticias y documentos antes no publicados, Burgos, Ayto. de Burgos, 1983, p. 6. 20 Ibídem, p. 7. 21 Archivo Parroquial de San Miguel de Aguilar de Campoo [APSMAC], Reglas y Estatutos de la Colegiata de San Miguel [RE], Regla 84, f. 72v. 22 J. I. Palacios Sanz, La música en las Colegiatas..., p. 22. 23 V. Heredia Flores, “Las iglesias Colegiales españolas...”, p. 80. 24 M. Rodríguez-Buzón Calle, La Colegiata..., p. 96. 25 APSMAC, RE, Regla 17, f. 31r.

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letra no debió de gustar a los canónigos premostratenses ya que decidieron denunciar tal acción ante la autoridad competente. Así, todos los testigos que pasaron ante el juez denominaron al presunto autor, Andrés de Salceda, indistintamente como cantor, maestro de capilla o ambas denominaciones unidas de forma copulativa26. Esta realidad, evidentemente, no sucedió únicamente en Aguilar. En la colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud se utilizó para varios maestros sin distinción el término de cantor27. En Santa María la Mayor de Borja existía una unión en la misma persona del maestro y el cantor28 o en Berlanga de Duero, donde el maestro era denominado canónigo cantor29. Sin embargo, a efectos de este trabajo, se utilizará preferentemente la denominación de cantor, término más empleado y más correcto legislativamente hablando para la colegiata de Aguilar, pues es el que se dio tanto en la Bula como en la Regla. Este cantor no tenía por qué ser miembro del estamento eclesiástico, al contrario, ya que lo común en este tipo de profesionales era que fueran seglares, no existiendo ningún requisito al respecto. Por ejemplo, el mencionado Andrés de Salceda estaba casado, aunque vestía hábito y llevaba tonsura eclesiástica por estar ordenado de menores. Sin embargo, quedaba bajo la jurisdicción directa del abad de la colegiata en primera instancia, no por su condición de clérigo como ya se ha visto, sino por ser un miembro de pleno derecho de la institución. Esta prerrogativa queda clara al analizar cómo el abad ordenaba la inhibición de otras autoridades en causas en las que estuviera inmiscuido algún miembro de la capilla. Así sucedió, por ejemplo, en 1604 cuando el corregidor de la villa de Aguilar ordenó al alguacil prender al cantor Juan Fernández. En ese momento el dicho Juan Fernández enarboló los privilegios que disfrutaba, siguiendo sus palabras, igual a “la juridiçión que tienen y goçan los prebendados de la dicha yglesia” de San Miguel30. Una idea refrendada por el abad, ante cuya intervención el corregidor se inhibió dejando la causa en manos del prelado eclesiástico. El cargo de cantor en la colegiata de Aguilar no parece que fuera muy codiciado, pues no se aprecia el paso de los grandes compositores de música de capilla de la Castilla moderna ni se ve un interés específico de promoción hacia mejores puestos. De muy pocos se puede dar una cronología exacta de su estancia como cantores, pero todas las referencias son largas en el tiempo. Así, por ejemplo, durante el juicio a Andrés de Salceda se dijo que llevaba más de 12 años en el puesto, aunque el caso más paradigmático fue el de Juan Saiz del Abad, que aparece como cantor durante más de 50 años31. La dotación económica que se daba al cantor para su sustento y el mantenimiento de los mozos de coro que estaban a su cargo era de media prebenda o media ración, igual que la que gozaban los racioneros de la colegial. Además, se le daba una ración entera de pan y cada uno que dijere misa debía de darle un maravedí debido a que los mozos de coro ayudaban en la misa. También quedaba establecido que se le 26

APSMAC, Pleitos I, doc. 13. A. Ezquerdo Esteban; María Cinta Guerrero, “La música en la Real Colegiata...”, p. 33. 28 E. Jiménez Aznar, Actas del Cabildo..., p.10. 29 J. I. Palacios Sanz, La música en las Colegiatas..., p. 32. 30 APSMAC, Pleitos II, doc. 47, f. 1r. 31 La primera referencia que se tiene de él es en un pleito en el que actúa como testigo en 1701. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid [ARChV], Pl. Civiles, Alonso Rodríguez (F), Caja 3132, 3, f. 1r. La última se produce en el Catastro del Marqués de la Ensenada en 1752. Archivo Histórico Provincial de Palencia [AHPP], Catastro del Marqués de la Ensenada, Relaciones de Seglares, sig.8012, L. 1, R. 615, ff. 8r-11r. En ambas es denominado como sochantre. 27

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diera cuatro capellanías de coro, una por cada mozo, ya que estos asistían a los enterramientos honras, cabos de años, y otros obsequios y memorias de difuntos. Solo en el caso de que el abad considerase que esta dotación, por motivos puntuales, fuera insuficiente para el digno desarrollo de las funciones de la capilla podría señalar un aumento de salario32. El cantor estaba obligado, como ya se ha señalado, a tener a su cargo y a mantener a los cuatro mozos de coro, con los que ejercía de maestro en una dimensión formativa y moral. Debía enseñarles buenas costumbres y castigarles cuando fuera necesario, además de a cantar en canto llano y canto de órgano, dándoles lección todos los días del año. También tenía que enseñarles todas las cosas necesarias para el buen servicio de la iglesia, haciéndoles ir siempre bien vestidos, limpios y con las coronas bien abiertas. Su función educativa, no obstante, no terminaba aquí, puesto que debía enseñar a cantar una hora cada día que se lo ordenase el abad a los prebendados que lo deseasen de la colegiata, desde Cuaresma hasta principios de noviembre, excepto domingos y fiestas de guardar. Además, debía hacerlo gratuitamente ya que estaba obligado como asalariado del cabildo33. El cantor debía asistir a todas las horas del culto junto con, al menos, otros 7 beneficiados y los cuatro mozos de coro34, poner, quitar y registrar los libros en el coro y en las procesiones, junto con la lista de distribución de oficios, encargarse de proveer de vino para la misa35 y registrar lo que se tenía que cantar36. Por último, entre sus funciones estaba la de organizar cualquier oficio en el que interviniese la música o el canto. Así, en las vigilias de difuntos, lamentaciones, profecías, maitines y demás oficios era este cantor, o el mayordomo en su defecto, el que debía organizar el orden, del prebendado más moderno al más antiguo, salvo que decidiera encomendar las lamentaciones a aquellos que tuvieran mejor voz 37. Aunque el cantor era la voz principal del coro, en realidad todos los prebendados tenían que cantar en algunas ocasiones. En principio los obligados a levantarse al atril a cantar el punto los días festivos eran los racioneros y, obviamente, el cantor y los mozos de coro, aunque si fuese necesario también lo harían las dignidades y canónigos, todos ellos distribuidos en las alas del coro por su antigüedad38. Por último, todos los nuevos prebendados de la colegial, durante los dos primeros años de su obispado debían cantar con el cantor cada día una hora desde Pascua de Flores hasta San Miguel de septiembre39. Solo aquellos que no mostrasen una suficiencia bastante frente al Abad y Cabildo no estarían obligados a cantar de ahí en adelante. De esta manera, todos los miembros del cabildo y de la colegiata, a excepción del campanero, quedaban, de una forma u otra, relacionados con la música y el canto en los oficios divinos.

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APSMAC, RE, Regla 19, f. 32v. Ibídem, Regla 17 y Regla 7 añadida. 34 Ibídem, Regla 84, f. 73r. 35 Ibídem, Regla 19, f. 32v. 36 Ibídem, Regla 107, f. 85r. 37 Ibídem, Regla 32, f. 38r. 38 Ibídem, Regla 107, f. 85r. 39 Ibídem, Regla 111, f. 86v. 33

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3. 2. Los mozos de coro En Aguilar, como en muchas otras colegiatas y catedrales, la ausencia de voces adultas se suplió con voces infantiles. De este modo, se estableció que fueran cuatro los mozos de coro con que contase la institución colegial. De igual forma que el cantor, los mozos de coro serían elegidos por el Abad y Cabildo, aunque ahora sí que se especifica que se tendría en cuenta para su acceso a la capilla de música la calidad de la voz de los mismos y el servicio que pudieran prestar a dicha iglesia40. Una vez seleccionados por la autoridad capitular se debía llevar a cabo la escrituración de una fianza por la que el representante de los mozos se comprometía a afrontar cualquier deuda que las acciones o comportamientos de los mismos afectasen a la colegiata de San Miguel41. Para su acceso debían cumplir, además, unos requisitos de edad. No podían, bajo ningún concepto, ser menores de 9 años y en principio, y salvo que al abad le pareciere oportuna su incorporación a otras tareas o su mantenimiento en la capilla, no podían sobrepasar los 1842, momento en el que su voz, además, ya había mudado de tonalidad. Los mozos elegidos, generalmente niños de corta edad, dejaban el hogar familiar y pasaban a vivir en la casa del cantor de la colegiata, quien debería asegurarse de su sustento y educación. La procedencia de los niños podía ser muy variada, desde hijos o sobrinos de miembros de la capilla o el cabildo, a personas completamente ajenas a la institución. En Aguilar predominó esta última categoría, con mozos procedentes de familias tan humildes43 que difícilmente podrían cubrir sus necesidades más básicas44. Como ya se ha dicho anteriormente, el cantor tenía sobre los mozos unas competencias morales y educativas. Les enseñaba buenas costumbres y todo lo referente al buen servicio de la iglesia, obligándoles a ir siempre limpios y con las coronas en perfecto estado. La faceta educativa, por su parte, se centraba principalmente en las lecciones diarias de canto llano y canto acompañado por el órgano45. Para su manutención se utilizó la dotación económica del cantor, principalmente la media prebenda y las propinas y capellanías asociadas a la labor de los propios mozos dentro de iglesia y en los entierros, cabos de años, honras y otras memorias. Además, se estableció una dotación específica para ellos, que fue el dinero recaudado en las ofrendas de los días solemnes, excepto los de Semana Santa. Estos ingresos, como todo lo demás que atañía a los mozos, fueron administrados por el cantor46. En el momento de su acceso, de los bienes de la fábrica de la iglesia se proveía de las vestimentas adecuadas a estos recién incorporados, unos atuendos que consistían en dos pares de zapatos solados y un sobrepelliz de lienzo casero cada año, además de unos ropajes de color rojo cada dos años, con los que se ponía la nota de color en las 40

APSMAC, RE, Regla 18, f. 32r. Ibídem, Carpeta nº 20, Varios, doc. 10, f. 2r. Es la fianza que Domingo de Alvarado dio el 9 de octubre de 1573 para respaldar la elección de Juan Gutiérrez, vecino del lugar cántabro de Villapaderne, como mozo de coro de la colegiata de Aguilar. 42 Ibídem, RE, Regla 18, f. 32r. 43 Un ejemplo es el de Josefa Fernández, madre de un mozo de coro y vecina de Aguilar, cuyo trabajo era el de barrer todos los sábados la colegiata. ARChV, Pl. Criminales, caja 1481, 1, f. 35v. 44 María Teresa Díaz Mohedo, “Música y músicos en la Colegiata de Antequera”, La Real Colegiata de Antequera: cinco siglos de arte e historia (1503-2003), Ayto. de Antequera, Archivo Histórico Municipal, 2004, p. 269. 45 APSMAC, RE, Regla 17, f. 31r. 46 Ibídem, Regla 102, f. 83v. 41

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celebraciones litúrgicas de la colegiata 47 . Por su parte, esta entrega fue una de las razones principales por la que se les ordenó establecer las fianzas sobredichas, en las que los mozos se comprometían a servir en la iglesia al menos durante dos años, de modo que cada vez que se les entregaba la nueva ropa debían formular un nuevo documento de fianza48. Ahora bien, aunque su nombre, su custodia y su principal formación tuvieran que ver con el funcionamiento de la capilla de música, lo cierto es que estos mozos de coro desempeñaron una doble función, una que se entendería como propiamente musical y otra más relacionada con las tareas de acólitos o ayudantes, lo que hoy en día se entendería como monaguillos. Esta situación fue, en realidad, un fenómeno muy extendido dentro de las colegiatas castellanas49. Dentro de sus obligaciones corales estaba, obviamente, la de acudir diariamente a las clases que impartía el cantor y asistir junto a él a todos los oficios divinos, acompañados, como ya se dijo, de al menos siete de los prebendados del cabildo 50. Estos mozos, junto con los racioneros y el cantor debían levantarse al atril a cantar el punto, aunque los días festivos y cuando surgiese la necesidad también lo deberían hacer los canónigos y dignidades. Mientras se decían los salmos debían acercarse al atril dos racioneros, el semanero y el subsemanero, cantando cada uno con un coro y estando acompañados por dos mozos de coro51. Mucho más detalladas que las obligaciones anteriores estuvieron las funciones de acólito de estos mozos de coro. Así pues, su ayuda se distribuía por todos los escalafones de la institución colegial. Cuando el Sacristán acudía por la mañana a la iglesia para preparar los oficios diarios solía ir acompañado por un mozo. De este modo, los dos, o uno de ellos, estaría obligado a poner en el altar mayor y los altares de Nuestra Señora, San Julián, Vera Cruz y en el de San Sebastián los corporales y un hostiario con, al menos, seis hostias cercenadas en cada uno52. Hubo momentos en los que para la preparación de los oficios de vísperas y maitines el mozo de coro que actuase en ese momento como semanero debía de ir a casa del sacristán a por las llaves de la iglesia y la sacristía, realizar los preparativos necesarios para dichos oficios y devolver las llaves a su depositario53. Tenían que dividirse de dos en dos para por meses guardar el pan, dar las raciones y servir las misas, tiempo durante el cual quedarían relevados de las horas. Asimismo, debían decir en el coro los versos, dar la paz y el incienso todos los días que no estuviera dicha función a cargo de los racioneros54. Siempre que un capitular tuviera la obligación de incensar el altar mayor, el de Nuestra Señora y el de San Julián debería ir acompañado por dos mozos de coro, quienes tenían que llevar sus hachas encendidas. Solo en el caso de que fuese el abad quien incensase estarían relevados de tal tarea, pues el prelado iría acompañado por dos caperos, que llevarían hachas y cetros55. A este respecto, con la reforma de las Reglas 47

El valor de esas vestimentas de ningún modo se les podría entregar en forma de dinero. APSMAC, RE, Regla 19, ff. 32v-33r. 49 J. I. Palacios Sanz, La música en las Colegiatas..., p. 71. 50 APSMAC, RE, Regla 84, f. 73r. 51 Ibídem, Regla 107, f. 85r. 52 Ibídem, Regla 10, f. 25v. 53 ARChV, Pl. Criminales, caja 1481, 1, ff. 22v-23r. 54 APSMAC, RE, Regla 18, f. 32r. 55 Ibídem, Regla 94, f. 80r-v. 48

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que se hizo después de Trento para adaptarlas a las nuevas disposiciones emanadas del concilio, se estableció que los mozos deberían portar también las hachas o velas cuando se dijere el Evangelio, descargando de tal tarea a los racioneros que hasta ese momento habían estado obligados56. Durante las misas de prima y mayor dos mozos de coro abrirían el trayecto desde la sacristía hasta el altar mayor, precediendo al diácono y subdiácono, y a su vez estos al preste. Los mozos debían ir con su hábito y llevar los cirios con sus candeleros hasta ponerlos en el altar. Idéntica función realizarían, pero portando la cruz, los días que hubiere procesión57. Por último, hay que decir que se utilizó a estos jóvenes para llevar y traer recados por parte de capitulares y oficiales del cabildo, especialmente por el abad58. Así pues, se puede apreciar cómo unos personajes cuya función iba aparejada a la capilla musical tuvieron una enorme serie de obligaciones diarias que nada tenían que ver con el canto aunque sí con el correcto funcionamiento de los oficios y de la propia institución. 3. 3. El organista El órgano fue, con diferencia, el instrumento preferido para la liturgia, como ya dictaminó el Concilio de Trento59, y el organista uno de los pilares fundamentales para la música dentro de los diferentes templos. Dependiendo del lugar en el que ejerciese, componía, enseñaba y organizaba las diferentes partes del culto. En Aguilar, sin embargo, la figura del organista queda desde sus inicios sumida en las sombras. Si difícil ha sido rastrear el funcionamiento de la Capilla en su conjunto, analizar y comprender la presencia del organista se muestra, por el momento, como una quimera60. La Bula recoge su presencia, pero sin especificar en ningún momento sus funciones y cometidos y, por su parte, las Reglas apenas le dedican unas escasas líneas. Así pues, los pocos datos que de él se han obtenido provienen de fuentes diversas y dispersas. Se sabe, sin embargo, que el cabildo debería recibir un organista, señalándole un salario que saldría de la fábrica de la colegial hasta que se solucionase la fusión de las distintas mesas capitulares que permitieron la erección de San Miguel 61. El caso es que aún antes de poder establecer una estructura perfectamente organizada ya se entendía como necesaria la presencia de este músico. En cuanto a su remuneración, lo único que se sabe es una vaga referencia al hecho de que si un canónigo era a la vez “organero”, se le debía de dar, además de su ración como prebendado, el salario de organista, aunque no se especifica una cantidad concreta62. Pese a esta referencia, el organista no tenía por qué pertenecer al estamento eclesiástico aunque quedaba, como el cantor, bajo la jurisdicción directa del abad. No

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Ibídem, Regla 19 añadida, f. 125r. Ibídem, Regla 98, f. 81r-v. 58 ARChV, Pl. Criminales, caja 1481, 1, f. 14r. 59 J. I. Palacios Sanz, La música en las Colegiatas..., p. 51. 60 Por su parte, los datos existentes de los diferentes órganos que hubo en la Colegiata se reducen a dispersas referencias a compras de piezas o pagos de arreglos en los libros de cuentas de la Fábrica de San Miguel o a su localización dentro del templo, que desde 1613 fue en la parte superior del Coro en la nave central de la colegial. 61 APSMAC, RE, Regla 53, f. 51r. 62 APSMAC, Pleitos III, doc. 62. 57

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parece tampoco en este caso que la plaza de organista de Aguilar sirviera de promoción para otras colegiatas o catedrales, al menos, como norma. En algunas colegiatas como las de Soria, a sus tareas propias de acompañar con el órgano el canto y los oficios, ya fueran memorias, honras, enterramientos, etc. estaba la de enseñar a los mozos de coro, aunque en Aguilar esta función siempre estuvo reservada al cantor63. Aún así, fue un personaje sujeto a la autoridad del cantor en lo referente a las cuestiones musicales, al que parece que ayudaba en la composición de ciertas piezas u obras, quizás en los momentos en que ambas figuras tuvieron una relación personal y una complicidad que excedía la meramente profesional, como sucedió con el cantor Andrés de Salceda y el organista Pedro de Arce a principios del siglo XVII64. 4. Conclusiones Una vez analizada la composición y funcionamiento de la capilla musical de la colegiata de Aguilar de Campoo hay que decir que se caracterizó por su reducido número, por centrar la pompa de su liturgia en el canto llano y el canto de órgano y porque a la larga participaron en ella todos los prebendados de la institución. Aún así, y pese a todas esas ausencias, la capilla de música fue de vital importancia para el desarrollo de los oficios en Aguilar. Los fieles invertían su dinero, tanto en la vida como en la muerte, en honras, memorias o enterramientos a medio coro, coro entero, con canto de órgano, etc., en busca de la salvación propia y ajena. Por lo tanto, la colegiata se convirtió en un centro de atracción de fundaciones, ofrendas y misas post mortem de personas que anhelaban estos servicios, y que provenían tanto de la propia villa y jurisdicción de Aguilar, como de fuera de su área directa de influencia. Esta fue una realidad que supuso, además, una indudable e importantísima fuente de ingresos económicos 65 para la colegiata de San Miguel, que a su vez permitió el mantenimiento de la capilla musical, con todas sus luces y sus sombras, con sus ausencias y sus presencias, hasta la supresión de la colegial en 1852.

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J. I. Palacios Sanz, La música en las Colegiatas..., p. 51. APSMAC, Pleitos I, doc. 13. 65 La importancia económica que la capilla tuvo para la institución colegial no puede desarrollarse en este estudio, ya que excedería con mucho los límites y objetivos del trabajo en cuestión. Sin embargo, es preciso apuntar que este impacto se puede apreciar no solo en los libros de cuentas, sino también en testamentos, partidas de defunción, libros de obras pías, capellanías, etc. 64

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Atendiendo a la neçesidad y estrechesa con que la pasan los religiosos: monasterios y conventos de la Raya durante la guerra de restauración (1640-1668) Atendiendo a la neçesidad y estrechesa con que la pasan los religiosos: monasteries and convents in la Raya during the restoration war (1640-1668) Mª José RODRÍGUEZ TREJO Universidad de Extremadura

Resumen: La Guerra de Restauración, el conflicto bélico que enfrentó a Castilla y Portugal en los años centrales del siglo XVII (1640-1668), tuvo como principal protagonista a la frontera que separaba ambos reinos. Todos los elementos que en ella se hallaban resultaron afectados de uno u otro modo por las derivaciones de esta conflagración: las poblaciones fronteras, sus habitantes, el aspecto físico de la linde y hasta la concepción mental de la misma. Las instituciones religiosas (monasterios y conventos, principalmente) situadas en las localidades fronterizas también sufrirán sus consecuencias: desde la devastación derivada del tipo de guerra basada en continuas y destructivas razias, que solían ir acompañadas del consabido pillaje y que acarreaba en muchas ocasiones la más absoluta ruina económica y física de estos centros, hasta la severa mengua de sus rentas derivadas de la imposibilidad de cultivar las tierras de su propiedad que eran continuamente asoladas por las tropas enemigas (y también por las propias), así como el descenso de los hombres que llevaban a cabo esta tarea y la disminución en las aportaciones en forma de limosnas que percibían debido al empobrecimiento general y la considerable pérdida de población de las localidades en la que estaban situadas, como consecuencia, también en esta ocasión, del conflicto abierto en la frontera. Palabras Clave: Monarquía Hispánica; Guerra de Restauración; Siglo XVII; Frontera; Conventos y Monasterios. Abstract: The Restoration War, the conflict that involved Castile and Portugal in the seventeenth century (1640-1668), had as its main stage the border that separated them. All frontier factors were affected by this conflict: locations, inhabitants and even the meaning of border in this time. Religious institutions (monasteries and convents, mainly) in border locations suffered the consequences too, such as the devastation by the military tactics carried out there, based on continuous and destructive raids, when the usual plunders triggered the ruin of populations and inhabitants; or the decrease of their income derived from the inability to manage their properties, which were usually ravaged by enemy armies (if not by the defending army); as well as the decrease of inhabitants that were carrying out this work and the decline of profits



Este trabajo forma parte de los estudios que estamos llevando a cabo para la realización de la Tesis Doctoral, que se encuadra dentro del proyecto de investigación titulado Las fronteras del Imperio Español (1659-1812). Procesos de definición, formas de ocupación del espacio y sistemas de control del territorio (HAR2010-17797), financiado por el MICINN y desarrollado en la UEX bajo la dirección de D. Miguel Ángel Melón Jiménez.

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Mª José RODRÍGUEZ TREJO that were being received because of the general impoverishment and the large lack of population, again, on this open conflict in the border. Keywords: Hispanic Monarchy; Restoration War; Seventeenth century; Border; Convents and Monasteries.

1. Introducción El estudio de la Guerra de Restauración portuguesa 1 y de la frontera están indisolublemente unidos. Por ello, analizar, desde todos los puntos de vista, las consecuencias que para la frontera tuvo el conflicto que nos ocupa resulta fundamental. El presente texto pretende acercarse al estudio sobre uno de esos aspectos. Concretamente, al análisis de la situación en la que se vieron inmersos los monasterios y los conventos ubicados en la raya fronteriza entre Castilla y Portugal durante el conflicto bélico que los enfrentó a mediados del siglo XVII. Durante la investigación que estamos realizando para nuestra Tesis Doctoral nos hemos encontrado multitud de documentación que hace referencia a dicho tema. En los manuscritos resulta muy frecuente encontrar referencias a estas instituciones religiosas y a las penurias a las que se vieron sometidas durante la guerra, además de a las continuas peticiones de auxilio realizadas por parte de sus máximos responsables a los altos mandos militares. Por tanto, basándonos en documentación proveniente de la sección de Estado y de los Libros de Registro de la sección de Guerra y Marina del Archivo General de Simancas pretendemos, con la presente comunicación, acercarnos al estudio de estas instituciones religiosas ubicadas en la frontera durante el conflicto bélico ibérico2. A 1

Puesto que el presente trabajo ofrece reflexiones acerca de algunas cuestiones trasversales sobre la guerra, las referencias a otras informaciones es muy limitada. Por ello, a continuación ofrecemos una breve lista bibliográfica sobre la misma, como mera aportación por si fuera de interés para su consulta. La bibliografía acerca de la Guerra de Restauración es muy extensa. Destacan a autores como Fernando Cortés Cortés, El Real Ejército de Extremadura en la Guerra de Restauración de Portugal (1640-1668), Cáceres, Servicio de Publicaciones de la UEX, 1985 y Guerra e pressâo militar nas terras de fronteira, 1640-1668, Lisboa, Livros Horizonte, 1990; Rafael Valladares, La rebelión de Portugal: guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica: 1640-1668, Madrid, Arco Libros, 2000; o Antonio J. Rodríguez Hernández, Los tambores de Marte: el reclutamiento en Castilla durante la segunda mitad del siglo XVII, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2001, entre otros. 2 Las referencias bibliográficas serán bastante limitadas puesto que durante la consulta para realizar el presente estudio nos hemos encontrado con una grave falta de la misma sobre el tema a tratar. Resulta extraño que en la mayoría de la bibliografía consultada no haya referencias claras y concisas acerca de las consecuencias directas del conflicto sobre las instituciones religiosas conventuales y monásticas, ni siquiera en los capítulos dedicados a la economía y la vida cotidiana de las mismas. Sin embargo, sí que podemos encontrar bibliografía general acerca de las instituciones religiosas durante la Época Moderna, que pueden servirnos como base para nuestro estudio. Entre ellas, cabe destacar las aportaciones de Concha Torres Sánchez, La Clausura femenina en la Salamanca del siglo XVII. Dominicas y carmelitas descalzas, Salamanca, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Salamanca, 1991 y “El contexto histórico del Carmelo femenino en los siglos XVI y XVII: el convento de Salamanca” en María Jesús Mancho Duque, La espiritualidad española en el siglo XVI, Salamanca, Servicio de Publicaciones, 1997; Francisco Javier Lorenzo Pinar, Fiesta religiosa y ocio en Salamanca en el siglo XVII (1600-1650), Salamanca, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Salamanca, 2010 y Conventos femeninos y vida religiosa en la ciudad de Zamora (1600-1650), Zamora, Semuret, 2004; Juliana Beldad Corral, Monjas y conventos en Castilla La Nueva: un modelo de vida religiosa rural en los siglos XV-XVII, Ciudad Real, Biblioteca Añil, 2010; Ángela Muñoz y Mª del Mar Graña (eds.), Religiosidad femenina: expectativas y realidades (ss. VIII-XVIII),Madrid, Asociación Cultural AL-MUDAYNA, 1991; Francisco Cillán Cillán, La religiosidad de una villa extremeña durante el Antiguo Régimen, Puerto de Santa Cruz, Ayuntamiento del Puerto de Santa Cruz, 1997; Julio Caro Baroja, Las formas complejas de la vida religiosa: religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII, Madrid, Akal, 1978;

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través de esta documentación, procuraremos profundizar en el análisis de una situación que se tornó, en muchos casos, insostenible, aportando multitud de testimonios de todo tipo de instituciones religiosas que apelaban a su condición con la finalidad de conseguir algún tipo de limosna por parte del Estado que sustituyera las que no percibían o las que perdían como consecuencia directa del conflicto. Las peticiones se sucedían de forma alarmante y aumentaban de forma exponencial con la prolongación de la guerra. Estos expedientes pueden, por tanto, aportarnos una renovada visión del escenario vivido y sufrido por estas instituciones religiosas, así como de las penurias a las que tuvieron que enfrentarse. Por ello, procuraremos acercarnos al análisis de estas instituciones teniendo en consideración que su situación fronteriza durante este conflicto lastró de forma indefectible el desarrollo de su vida cotidiana, evitando además el normal desarrollo, incluso, de sus actividades religiosas. 2. Los monasterios y conventos de la raya durante la guerra de restauración El sustento y los ingresos de las haciendas monásticas y conventuales durante el siglo XVII, al igual que durante todo el periodo moderno, podían dividirse en dos categorías fundamentales: los pecuniarios y los materiales. Entre los primeros encontramos las dotes aportadas por las monjas que ingresaban en el convento (cuando éstas eran monetarias), las limosnas, las rentas procedentes de los alquileres de inmuebles propiedad del convento o monasterios y las rentas derivadas de los censos y juros. Dentro de la segunda categoría, es decir, de los ingresos materiales de estas instituciones religiosas encontramos las tierras propiedad de las mismas, así como las rentas que éstas producían y las donaciones de todo tipo, como alimentos, mobiliario, objetos de culto, vestido, etc. Dado que en muchos casos las dotes y las limosnas podían otorgarse en forma de bienes inmuebles (tierras, viviendas, etc.) también podrían incluirse dentro de este segundo tipo3. Sin embargo, la tierra, los bienes inmuebles y sus rentas no eran la única propiedad del patrimonio de este tipo de instituciones religiosas. Durante la Edad Moderna, y concretamente durante el siglo XVII, los conventos y monasterios se convirtieron en una de las fuentes principales de crédito en Castilla, lo que otorgaba otro tipo de retribuciones y ganancias que producían una mayor capacidad de maniobra e independencia dentro del propio sistema eclesiástico moderno. La diversificación de las actividades económicas de las entidades religiosas conventuales y monacales se convirtió durante el siglo XVII en fundamental. Se pretendía con ello solventar los momentos de verdadera crisis en los que peligrara la supervivencia del propio organismo. Es en estas situaciones de inestabilidad donde la falta o escasez de sus principales sustentos, como las donaciones y las rentas, podían conllevar un serio riesgo para su conservación4 Es en uno de estos momentos de crisis donde centramos el presente estudio. Concretamente, en los años centrales del siglo XVII, en los que el conflicto bélico restaurador tendrá un gran impacto en toda la zona fronteriza, incluyendo, por supuesto,

Eladio Méndez Venegas, Prioratos, conventos, cofradías: siglos XV-XVII, según libros de visitas, Badajoz, Eladio Méndez, 1998. 3 C. Torres Sánchez, La Clausura... pp. 128 y ss. Cfr. F. J. Lorenzo Pinar, Fiesta religiosa... p. 13-19. 4 J. Beldad Corral, Monjas y conventos... pp. 65-66. Cfr. Á. Muñoz y Mª del Mar Graña (eds.), Religiosidad femenina... p. 165-187.

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a las instituciones religiosas allí ubicadas5. Como resulta evidente, la frontera derivó en verdadera protagonista del conflicto bélico, y por extensión, lo fueron todas las personas, poblaciones y entidades que en ella radicaban. A continuación, pretendemos, por tanto, demostrar que estos organismos, de tipo religioso en este caso, sufrieron también, y además de forma significativa, las consecuencias más negativas del conflicto restaurador, apoyándonos, sobre todo, en la documentación generada por los propios conventos y monasterios en la que se describe de forma clara y meridiana la situación a la que se vieron abocados, fundamentalmente, en los años 50 y 60 del Seiscientos. En estos manuscritos se representan sobre todo las necesidades y las penurias por las que atravesaban los monasterios y conventos ubicados en las localidades fronterizas debido a su contacto directo con la guerra que se libraba a sus puertas. Además, en ellos, las instituciones piden una ayuda a las autoridades civiles y militares (sobre todo a estas últimas) que pueda suplir a las limosnas que han dejado de percibir como consecuencia del conflicto y que, por tanto, deben ser asumidas por el propio Estado, ya que “con ocasion de las continuas ostilidades que el rebelde ha echo por esa frontera los naturales que acudían con sus limosnas para el sustento del combento an çesado en ellas por estar sumamente pobres”6. Podemos encontrar en la documentación multitud de ejemplos que ilustran este escenario tan complejo. Es el caso del Convento de Nuestra Señora de Gracia en Jerez de los Cabal “por parte de la Abadesa , monjas y combento de Nuestra Señora de Gracia de Jerez, çerca de Badajoz, se a repuntado la necesidad que padeçen por faltarles el sustento después que han perdido sus rentas con la guerra, suplicando les haga limosna de un pan de muniçión al día a cada religiosa y porque he tenido por bien que por una vez se dé a este combento veynte fanegas de trigo de limosna en la Proveeduría General os mando deis orden para el cumplimiento y para que se tome razón deste despacho en la Veeduría y Contaduría del Exército. Dada en Madrid a 22 de junio de 1654”7.

La disminución de las rentas percibidas por parte de los conventos y monasterios de las localidades fronterizas como consecuencia de la ruina de esas poblaciones, bien por las continuas levas, el aumento de la presión fiscal o los incesantes ataques de rapiña por parte tanto del ejército portugués como del castellano, así como por la falta de labor de las tierras propiedad de esas mismas instituciones debido a la escasez de mano de obra, que en su mayor parte había sido levada, llevaban en muchas ocasiones a los responsables de las mismas a lanzar gritos desesperados de ayuda a las autoridades correspondientes. Así lo demuestra la carta remitida al Consejo de Guerra por parte del Duque de San Germán, como intermediario del Convento de la Consolación de la localidad de Jerez de los Caballeros (Badajoz), que se expresa en el tenor siguiente: “por parte del combento de las monjas de la Consolaçión de la ciudad de Jerez, cerca de Badajoz, se a reportado que por haver perdido con la guerra la renta que tenía y cesándoles las limosnas que se les hacía, padeçen mucha neçesidad las religiosas, supplicando se les haga merçed de pan de muniçión para sustentarse y atendiendo a lo referido he tenido por bien se dé a este combento veynte fanegas de trigo de limosna por una vez labradas en la Proveeduría

5

F. Cillán Cillán, La religiosidad... pp. 27 y ss. Cfr. J. Caro Baroja, Las formas complejas... pp. 11-27. Archivo General de Simancas [en adelante, AGS], Guerra y Marina [en adelante, GYM], Libro de Registro de la Secretaría de Tierra. Extremadura 293, f. 71 y 72. 7 AGS, GYM, Libro de Registro de Decretos del Consejo 247, f. 72. 6

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ATENDIENDO A LA NEÇESIDAD Y ESTRECHESA CON QUE LA … General de esse exército, daréis orden para el cumplimiento y para que deste despacho tomen raçón los mis Veedor y Contador dél. Dada en Madrid a 27 de jullio de 1654”8.

De este mismo modo y casi al mismo tiempo se expresan otros tantos lugares de carácter religioso de otras tantas localidades fronteras que están sufriendo las mismas vicisitudes. Entre ellas se encuentran el convento de Nuestra Señora de la Piedad9 y el convento del Monte de Piedad en Mérida10; el convento de religiosas de Nuestra Señora de la Luz en Jerez de los Caballeros11; el convento de Madre de Dios en Valverde del Fresno; y los convento de San Francisco, de los Remedios, de las Franciscas Descalzas, de Santa Lucía, de Santa Ana, de Santa Catalina, de las Monjas Carmelitas, de San Gabriel, de San Onofre y de la Santísima Trinidad en Badajoz12. Sin embargo, no serán los únicos; hay toda una interminable lista de conventos y monasterios que piden auxilio desesperadamente. A continuación, presentamos una tabla de contenidos con los nombres de las instituciones, así como la limosna que les es concedida por el Estado tras una petición previa, así como el año en el que la ayuda les es asignada: Convento/Monasterio

Renta/Limosna concedida y año

1.Convento de Nuestra Señora de Gracia (Badajoz)

20 fanegas de trigo (1655)

2.Convento de la Consolación (Jerez de los Caballeros)

20 fanegas de trigo (1655)

3.Convento de Nuestra Señora de la Piedad (Mérida)

Limosna concedida: cantidad sin especificar (1655)

4.Convento de San Onofre (Badajoz)

5.Convento del Monte de Piedad (Mérida)

Limosna concedida: cantidad sin especificar (1654) 20 fanegas de trigo (1655) Limosna concedida: cantidad sin especificar (1655) 20 fanegas de trigo (1657) Idem (1658)

6.Convento de la Santísima Trinidad (Badajoz)

Limosna concedida: cantidad sin especificar (1655) 20 fanegas de trigo (1659)

7.Convento de Religiosas de Nuestra Señora de la Luz (Jerez de los Caballeros)

Limosna concedida: cantidad sin especificar (1655)

8.Convento de Madre de Dios (Valverde del Fresno)

20 fanegas de trigo (1655)

8

AGS, GYM, Libro de Registro de Decretos del Consejo 247, f. 273. Idem, f. 81. 10 Idem, f. 160. 11 Idem, f. 308. 12 Idem, f. 88. 9

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9.Convento de San Francisco (Badajoz)

20 fanegas de trigo (1655)

10.Convento de los Remedios (Badajoz)

20 fanegas de trigo (1655)

11.Convento de las Franciscas Descalzas (Badajoz)

20 fanegas de trigo (1655) Idem (1657)

12.Convento de Santa Lucía (Badajoz)

20 fanegas de trigo (1655) Idem (1657)

13.Convento de Santa Ana (Badajoz)

20 fanegas de trigo (1655) Idem (1657)

14.Convento de Santa Catalina (Badajoz)

20 fanegas de trigo (1655) Idem (1657)

15.Convento de las Carmelitas (Badajoz)

20 fanegas de trigo (1655)

16.Convento de San Gabriel (Badajoz)

10 fanegas de trigo (1655) 20 fanegas de trigo (1657) Idem (1658)

17.Convento de Monjas de la Orden Tercera o Carmelitas (Alburquerque)

20 fanegas de trigo (1657)

18.Convento de San Francisco (Alburquerque)

20 fanegas de trigo (1657)

19.Convento de Carmelitas Descalzas (Talavera la Real)

20 fanegas de trigo (1657)

20.Convento de Madre de Dios (Badajoz)

20 fanegas de trigo (1657) Idem (1658)

21.Convento de Santa Margarita (Jerez de los Caballeros)

20 fanegas de trigo (1657) Idem (1658)

22.Convento de Nuestra Señora de Gracia (Jerez de los Caballeros)

20 fanegas de trigo (1657)

23.Convento de Aguasantas (Jerez de los Caballeros)

20 fanegas de trigo (1657) Idem (1658)

24.Convento de San Felipe (Jerez de los Caballeros)

20 fanegas de trigo (1657)

25.Convento de Nuestra Señora de los Remedios Trinitarios (Badajoz)

20 fanegas de trigo (1657)

26.Convento de San Francisco (Olivenza)

12 raciones de carne y pan/día (1658)

27.Convento de San Bartolomé (Valencia de Alcántara)

20 fanegas de trigo (1658) Idem (1668)

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ATENDIENDO A LA NEÇESIDAD Y ESTRECHESA CON QUE LA …

28.Convento de Nuestra Señora de Rocamador (Valencia de Alcántara)

20 fanegas de trigo (1658)

29.Convento de Madre de Dios (Alburquerque)

20 fanegas de trigo (1660)

30.Convento de Religiosas de San Felices (Burgos)

50 fanegas de trigo (1663)

31.Monjas Recoletas Agustinas (Ciudad Rodrigo)

200 ducados (1663)

32.Religiosas de Ciudad Rodrigo

15 fanegas de trigo (1666)

33.Convento de San Francisco (Ciudad Rodrigo)

20 fanegas de trigo (1666)

34.Religiosas de la Pasión (Salamanca)

30 fanegas de trigo (1666)

35.Convento de San Antonio (Ceclavín)

20 fanegas de trigo (1666)

36.Convento de la Santa Cruz (Ciudad Rodrigo)

50 fanegas de trigo (1661) Idem (1667) 30 fanegas de trigo (1669)

37.Convento de la Purificación (Redondela)

Limosna concedida; cantidad sin especificar (1667)

38.Convento de la Concepción Franciscana (Almendralejo)

30 fanegas de trigo (1667)

39.Convento de Santa Clara (Ayamonte)

50 fanegas de trigo (1662) 20 fanegas de trigo (1668)

40.Convento del Sancti Spiritus (Ciudad Rodrigo)

30 fanegas de trigo (1668) Idem (1669)

41.Convento de las Monjas Franciscanas (Salamanca)

30 fanegas de trigo (1668)

42.Convento de Nuestra Señora de Finibusterre (Almendral)

18 raciones de pan de munición/día (1669)

43.Convento de San Francisco (Ciudad Rodrigo)

20 fanegas de trigo (1661) 30 fanegas de trigo (1669)

44.Convento de Santa Clara (Valencia de Alcántara)

300 escudos (1661)

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45.Dos conventos de religiosas en Monçâo13

Limosna concedida: cantidad sin especificar (1663)

Fuente: Elaboración propia14.

Como puede comprobarse por los datos aportados anteriormente, en la mayoría de los casos, los pagos se hacían en forma de fanegas de trigo, oscilando entre las 10 y las 50, dependiendo de la capacidad, la envergadura y el número de religiosos que habitaran los conventos y monasterios en cuestión. Estas cantidades provenían normalmente de la Proveeduría General del Ejército del territorio en el que estuviesen ubicados, sustrayéndolas de las ya reducidas provisiones de las estos disponían, sobre todo con el avance y la dilatación el conflicto. No obstante, encontramos en la documentación algunas excepciones. Una de ellas es la del Convento de las monjas Recoletas Agustinas de Ciudad Rodrigo, al que se le conceden 200 ducados como limosna: “con atención a la necesidad que tienen las monjas recoletas agustinas de Ciudad Rodrigo y a lo que ynformastéis en esta parte, he rresuelto haçerles merçed de duescientos ducados por una vez pagados en las messadas que está rresuelto se embíen a Castilla. Daréis la orden necessaria para que esto se execute y de ella y deste despacho se tomará raçón en los oficios del sueldo de esas fronteras. Dada en San Lorenzo a 23 de octubre de 1663”15.

Y también la del Convento de Santa Clara en la localidad cacereña de Valencia de Alcántara, al que se le conceden en forma de limosna 300 escudos para que puedan reedificar una parte del convento que se ha derrumbado como consecuencia de la falta de cuidado y de medios: “por parte del combento de monjas de Santa Clara, extramuros de esa ciudad, se ha representado la suma necesidad y povreça que padeçen por tener sus campos y deessas en la frontera del revelde, donde no pueden cultivarse y que ha más de 4 meses que se les caió un quarto, el más principal de la casa, supplicándome que para poder hedificarle le diesse alguna limosna y atendiendo a la justificación de la causa y ser tan piadosa, he resuelto hornedaros que del quinto que me toca de las presas que se hizieron por essas fronteras deis a este combento trescientos escudos para que puedan poner el combento con la deçençia que es justo. Dada en Madrid a 31 de septiembre de 1661”16.

Este mismo convento, unos años después, concretamente en 1669, una vez finalizada la guerra, y teniendo en cuenta la situación en la que se encuentran las construcciones que forman parte del mismo, pide por escrito a las autoridades correspondientes que se le permita quedarse con la cal y las tejas que se hallan en el castillo de la localidad y que forman parte de las casas que fueron derruidas por los portugueses durante el conflicto y así poder usarlas para la reconstrucción de esas zonas que ya se encuentran en un estado absolutamente deplorable. Su petición es concedida en la forma siguiente:

13

Hace referencia a la localidad portuguesa de Monçao, fronteriza con Galicia y que a pesar de localizarse en territorio portugués, pertenecen a la jurisdicción eclesiástica del Obispado de Santiago de Compostela. 14 La información para la elaboración de la tabla ha sido extraída de AGS, GYM, Libros de Registro de Decretos del Consejo: 247, 256, 257, 262, 270, 274, 275, 283, 285, 289, 293, 297, 299, 301, 302, 306 y 314 y Libros Generales. Guardas de Castilla, Artillería y Fronteras: 201. 15 AGS, GYM, Libro de Registro de la Secretaría de Tierra: Extremadura 285. 16 AGS, GYM, Libro de Registro de la Secretaría de Tierra. Extremadura 275.

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ATENDIENDO A LA NEÇESIDAD Y ESTRECHESA CON QUE LA … “Hase visto vuestra carta de 4 del presente en que respondiendo al despacho que se os embió para que ynformásedes lo que se os ofrezía sobre la pretensión que tienen las monxas de Santa Clara de Valencia de Alcántara de que se les den 200 arrovas de cal y dos mil texas de las que ay en el Castillo de aquella villa para reparar su combento, dezís que, haviéndolo hecho reconocer, se halla estar muy derrotado y que en el castillo ay 20 texas y 150 arrovas de cal, que dexaron los portugueses y las texas de las casas que demolieron de la villa y la cal de mala calidad; y atendiendo a la nezesidad que tienen estas religiosas de reparar su convento os mando deis orden para que se las entreguen las 20 texas de las que ay en el Castillo y la cal que huviere como no exceda de las 200 arrovas que piden, y de haverlo executado me daréis quenta. Dada en Madrid a 25 de henero de 1669”17.

Otra excepción es la que supone el Convento de San Francisco de Olivenza, al que se le conceden, en lugar de las fanegas de trigo habituales, doce raciones de carne y pan al día, al igual, asemejándolo a la cantidad que se ofrece a los soldados que prestan servicio en el presidio de esta población. Cuando se recupera la localidad de Olivenza por parte de Castilla, el convento se encuentra completamente destruido y sin ningún religioso. Por ello, la Corona castellana decide enviar a doce religiosos para que cubran esos puestos. Sin embargo, su necesidad es tan apremiante que se les concede esta limosna como forma de sustentarse, explicándolo así: “El Probinçial de San Miguel de la Orden de San Francisco en essa provinçia representó que por no haber quedado ningún relixioso en el combento de Olibença luego que se rindió aquella plaza a mi obediençia embió a él doce relixiosos que padeçen grande neçesidad, supplicando que para poder sustentarse tenga por bien haçerles alguna limosna; y en atençión a lo referido a lo que acerca desto informasteis en carta de siete deste, diziendo havíays dispuesto se les socorriese por quatro meses con doce raçiones de pan y carne al día en la forma que a los soldados de aquel presidio, vengo en que se les continúe la misma porción por otros quatro meses más a los dichos doçe religiosos y estaréis con cuydado de si avisando quando fuere espirando este plazo para que mande tomar la resoluzión que combiniere en la comodidad y deste despacho tomarán raçón los mis Veedor General y Contador del Exército. Dada en Madrid a 5 de jullio de 1658”18.

La merma en las rentas con las que se sustentaban los conventos y los monasterios, en este caso fronterizos con Portugal, no se debía únicamente a la falta de labor de esas tierras o al descenso de las limosnas. En algunos casos, como el que presentamos a continuación, también podía deberse a la pérdida por parte de Castilla de algunas localidades o villas donde estas instituciones poseyeran tierras en propiedad y que en algún momento del conflicto pasaban a manos del enemigo. Un ejemplo muy claro es el del convento de Santa Clara en la localidad onubense de Ayamonte. Desde este organismo se hace llegar a las autoridades una petición de ayuda, ya que el paso de las localidades de Paimogo y Sanlúcar de Guadiana a manos portuguesas ha ocasionado graves consecuencias para la hacienda conventual, llegando a suponer la pérdida de “la mayor parte de renta que tenían para su sustento”19. Como es bien sabido, la zona fronteriza con Portugal que vivió de una forma más directa el conflicto restaurador fue el área extremeña. Por eso, no resulta extraño ver como en el caso que nos ocupa, esto es, el de las instituciones religiosas en la frontera, las que se encontraban ubicadas en territorio extremeño también son las más perjudicadas. Los conventos y monasterios en Extremadura, al menos al tenor de lo que 17 AGS, GYM, Libro de Registro de la Secretaría de Tierra. Extremadura 302, f. 201. 18 AGS, GYM, Libro de Registro de la Secretaría de Tierra. Extremadura 262, f. 58. 19 AGS, GYM, Libro de Registro de la Secretaría de Tierra. Extremadura 301, f. 9.

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se presenta en la documentación consultada, fueron los más afectados por las vicisitudes de una guerra que se libraba a sus puertas. Los expedientes referentes a las consecuencias de la contienda en estas instituciones no dejan lugar a dudas: el número de ellas que piden ayuda a las autoridades militares crece exponencialmente en el caso extremeño. Del número total de 45 conventos y monasterios de los que da noticia la documentación consultada, 33 corresponden a la provincia extremeña. El resto se reparten entre la zona castellana, gallega y onubense de la raya. De esos 33, correspondientes a Extremadura, un total de 13 20 estaban ubicados en la ciudad de Badajoz, localidad tremendamente castigada por el conflicto, debido a su posición estratégica en la lucha fronteriza entre los dos reinos ibéricos. Es lógico, por tanto, entender las continuas peticiones, incluso de las propias órdenes religiosas en nombre de todas sus congregaciones, para que las autoridades se hagan cargo de hacer llegar a estas instituciones las limosnas correspondientes para su sustento, haciendo especial hincapié en aquellas que se encontraban en la frontera de Portugal. Ejemplo de ello es el siguiente documento, donde la Orden Franciscana en Extremadura pide que se atiendan las necesidades de todos sus conventos en la forma siguiente: “el Provincial de San Gabriel de Descalços de la Orden de San Francisco de Extremadura me representó la miseria que padeçen los religiosos de aquella provinçia y lo que procuraron mereçes en servicio de Dios y mío, supplicándome que en esta consideración hiçiese limosna a los combentos que están a la Raya de Portugal que son el de Nuestra Señora de Rocamador [Valencia de Alcántara], de la Madre de Dios de Alburquerque, Santa Margarita de Gérez, Aguassantas de aquella ciudad, San Bartolomé de Valencia de Alcántara y San Gabriel de Badajoz; y atendiendo a las raçones de piedad a que obliga la representación de este religioso y a la aprobación que vos haçéis della, he resuelto que al combento de Nuestra Señora de Rocamador que se entiende se ha dar pan de munizión a los religiosos dél constando por certificación de los officios (ser cierto) se les continue y para hacerles el libramiento al tiempo que le hubieren de recivir la ha de dar jurada el Guardián del dicho combento del número de religiosos que tubiere y esto en atención a estar situado entre los lugares derrotados y a los otros çinco combentos se dará a veinte fanegas de trigo por una vez de limosna; daréis para el cumplimiento de los referido la orden que fuera necesaria y deste despacho y de ella se tomará raçón en la Veeduría General y Contaduría desse exército. Dada en Madrid a 14 de jullio de 1658”21

Sin embargo, esta situación no fue exclusiva de la región extremeña. Podemos encontrar casos muy parecidos en localidades castellanas, andaluzas y gallegas. Ejemplos claros de ello son las notificaciones enviadas por una serie de conventos y monasterios de estas provincias a las autoridades correspondientes para que solventen una situación cada vez más apremiante. Entre ellos se encuentran los casos del convento de las Religiosas de San Felices en Burgos; los conventos de las Recoletas Agustinas, de San Francisco, de la Santa Cruz y del Sancti Spiritus en la localidad de Ciudad Rodrigo; los conventos de la Pasión y de las Monjas Franciscanas en la ciudad de Salamanca; el convento de la Purificación en la villa pontevedresa de Redondela y el convento de Santa Clara en Ayamonte. La situación de precariedad se extendía por toda la frontera.

20

Se trata de los conventos de Nuestra Señora de Gracia, de San Onofre, de la Santísima Trinidad, de San Francisco, de los Remedios, de las Franciscas Descalzas, de Santa Lucía, de Santa Ana, de Santa Catalina, de las Carmelitas, de San Gabriel, de la Madre de Dios y de Nuestra Señora de los Remedios Trinitarios. AGS, GYM, Libros de Registro de Decretos del Consejo y de la Secretaría de Tierra. 21 AGS, GYM, Libro de Registro de la Secretaría de Tierra. Extremadura 262, f. 65.

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ATENDIENDO A LA NEÇESIDAD Y ESTRECHESA CON QUE LA …

La noticia sobre estas limosnas, concedidas, como ya hemos indicado, en su mayor parte en forma de fanegas de trigo en mayor o menor cuantía, animaba a otras instituciones religiosas a realizar la misma petición, entendiendo que poseían los mismos derechos a la ayuda estatal. Así sucede con el Convento de los Frailes Franciscanos de la Madre de Dios de la localidad pacense de Alburquerque, que en su petición de limosna suplican “se les haga merced de la limosna de trigo que se hiço a otros conbentos el año pasado de seiscientos y cinquenta y nueve y con este se a hecho en los antecedentes” 22 . Por ello, las autoridades correspondientes, atendiendo a su suplica, deciden que: “se le den veinte fanegas de trigo por una vez libradas en la Proveeduría General de ese Exército, por lo que toca a la limosna del dicho año de seiscientos y cinquenta y nueve, daréis la orden necessaria para el cumplimiento y deste despacho tomarán raçón los mis Veedor General y Contador del Exército. Dada en Villarreal a 10 de junio de 1660”23.

La dilatación en el tiempo del conflicto entre Castilla y Portugal provocará que muchos de estos conventos y monasterios se vean abocados a repetir hasta en varias ocasiones sus súplicas de auxilio para poder garantizar una mínima subsistencia. Este será el caso del convento del Monte de Piedad de la ciudad de Mérida (1655, 1657 y 1658); de los conventos de San Onofre (1654 y 1655), de la Santísima Trinidad (1655 y 1659), de las Franciscas Descalzas (1655 y 1657), de San Gabriel (1655, 1657 y 1658), y de la Madre de Dios (1657 y 1658) en la ciudad de Badajoz; del convento de Santa Margarita (1657 y 1658) y el de Aguasantas (1657 y 1658) en la localidad de Jerez de los Caballeros (1657 y 1658); del convento de San Bartolomé en la población de Valencia de Alcántara (1658 y 1668); del convento de la Santa Cruz (1661, 1667 y 1669), del Sancti Spiritus (1668 y 1669) y de San Francisco (1661 y 1669) en Ciudad Rodrigo y del convento de Santa Clara en la localidad onubense de Ayamonte (1662 y 1668). En todos ellos, la documentación recoge el mismo ruego desesperado, ejemplificado en este texto remitido por las religiosas de Ciudad Rodrigo: “han rrepresentado que el Rei, Mi Señor, que santa gloria haia, les mandó dar veinte fanegas de trigo el año de 661, suplicando se les continúe por este año la misma limosna; y haviéndose visto en el Consexo con lo que vos informasteis y consultádome en ello, he rresuelto que por este se les dé a estas religiosas quince fanegas de trigo de limosna”24.

Las incomodidades creadas por la guerra y sus más que evidentes consecuencias llegan a intervenir de forma negativa, incluso, en las actividades cotidianas de los conventos y los monasterios. En varios documentos podemos encontrar quejas de los superiores de las instituciones religiosas fronterizas sobre la falta de medios para afrontar las tareas espirituales. Por ello, requieren que las autoridades se hagan cargo de las limosnas que debían percibir, pero que no ingresan como consecuencia directa del conflicto, para poder con ello hacer frente a todas y cada una de sus obligaciones; incluyendo, por supuesto, las litúrgicas. Este es el caso del convento de San Antonio de la villa cacereña de Ceclavín:

22

AGS, GYM, Libro de Registro de la Secretaría de Tierra. Extremadura 270, f. 25. Idem. 24 AGS, GYM, Libro de Registro de la Secretaría de Tierra. Extremadura 293, f. 61. 23

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Mª José RODRÍGUEZ TREJO “atendiendo a la neçesidad que padeçen las religiosas del combento de San Antonio de la Villa de Zeclavín por causa de haverles faltado, con la continuación e yncomodidades de la guerra, las limosnas y lo que en otros tiempos tenían para su sustento y gastos del culto divino, he resuelto se les asista por la Proveeduría General de ese Exército con 20 fanegas de trigo que de mi orden se da cada año a otros combentos de la frontera en la misma forma que a ellos. Daréys para el cumplimiento la orden que combenga, que assí es mi voluntad y deste despacho se tomará la raçón en la Veeduría General y Contaduría del dicho exército. Dada en Madrid a 15 de noviembre de 1666”25.

En fin, la escenario al que tuvieron que enfrentarse las instituciones religiosas emplazadas en la línea fronteriza entre Castilla y Portugal fue tan desastroso que, incluso después de que ambas coronas firmaran el Tratado de Lisboa en 1668 por el que se reconocía la independencia del reino luso de la Monarquía Hispánica, algunos conventos y monasterios siguieron pidiendo ayuda al Estado para poder subsistir con un mínimo de garantías. Dentro de la documentación consultada hemos encontrado hasta cuatro casos en los que esto sucede. Se trata de los conventos de la Santa Cruz, del Sancti Spiritus y de San Francisco de Ciudad Rodrigo y el convento de Nuestra Señora de Finibusterre de la localidad pacense del Almendral. El expediente referido a este último es el que mejor expresa las precarias circunstancias que rodean a estas peticiones: “de parte de la Priora y monjas del Convento de Nuestra Señora de Finibusterre de la villa del Almendral se ha rrepresentado que el Rey, Mi Señor, que santa gloria aya, les hiço merced de diez y ocho raçiones de pan de muniçión al día por vía de limosna, las quales ha cobrado hasta el mes de mayo del año passado que con ocasión del ajuste de las pazes le han cessado, suplicándome tenga por bien de mandar se les continúe esta limosna, he benido en conçedersela hasta fin del año passado , en cuya conformidad os encargo y mando deis la orden que combenga para que se les asista con las 18 raciones que estaba resuelto hasta fin de diciembre del dicho año de mill y seiscientos y sesenta y ocho; que tal es mi voluntad y que de la presente tomen razón los oficiales del sueldo de esas fronteras. Dada en Madrid a 6 de febrero de 1669”26.

El contexto que la Guerra de Restauración portuguesa generó en la frontera produjo severos daños en todos los ámbitos de la misma. Desde las poblaciones fronterizas, hasta sus habitantes y, por supuesto, también en las instituciones religiosas emplazadas en ella, como los conventos y los monasterios. El conflicto supuso para ellos una merma importante en las rentas y las limosnas aportadas por el Estado se convirtieron en su única fuente de ingresos en muchos casos, lo que les permitió sobrevivir, aunque de una forma bastante precaria, a las vicisitudes que se les presentaron como consecuencia directa de la conflagración. No obstante, y como ha podido comprobarse por la documentación aportada, la vida en estas entidades religiosas cambió radicalmente con el comienzo, el desarrollo y la dilatación de la misma. Sus costumbres, su forma de vida y hasta lo más básico, sus actividades litúrgicas, quedaron relegadas a un segundo plano cuando la pura supervivencia estaba en juego.

25 26

AGS, GYM, Libro de Registro de la Secretaría de Tierra. Extremadura 297, f. 72. AGS, GYM, Libro de Registro de la Secretaría de Tierra. Extremadura 314, f. 8.

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Las capellanías de las parroquias de Sevilla (1600-1650) Chaplaincies of the parishes of Seville (1600-1650) Rafael DURO GARRIDO Universidad de Sevilla Resumen: Las capellanías, junto con las fundaciones pías en general, han sido elementos de suma importancia para la historia económica, cultural y social de la España Moderna, pero paradójicamente han recibido menos atención de la que merecen. La documentación sobre capellanías permite reconstruir una gran cantidad de aspectos de importancia, contando además con la ventaja de que éstas se dieron por toda la Península, por lo que no es difícil encontrar grandes cantidades de información sobre dichas fundaciones. En este trabajo pretendemos contribuir al conocimiento de tan importantes instituciones, así como realizar un análisis de las mismas desde el ámbito económico y cultural de la primera mitad del siglo XVII. Palabras clave: Capellanías, fundadores, patronos, capellanes, purgatorio. Abstract: Chaplaincies along with the pious foundations have been of the utmost importance for the economic, cultural and social history of Early Modern Spain, but paradoxically they have received less attention than they deserve. Chaplaincies documentation allows us to reconstruct a large amount of respects, also having the advantage that these occurred throughout the peninsula, so it's not difficult to find large amounts of information about those institutions. In this paper we are going to contribute to the knowledge of these institutions and we will make an analysis of them from the economic and cultural perspective of the first half of the seventeenth century. Keywords: Chaplaincies, founders, patrons, chaplains, purgatory.

1. Las capellanías en la España Moderna: concepto y clasificación Dentro del importante entramado de instituciones religiosas que se dieron en la España Moderna, las capellanías han sido, con diferencia, las más olvidadas en relación a su gran relevancia, y así lo han denunciado gran cantidad de autores 1. La razón de esta escasa atención a tan relevante aspecto no está del todo clara, si bien podría perfectamente deberse al mero desconocimiento de la utilidad y trascendencia de estas 1

Enrique Soria Mesa, “Las capellanías en la Castilla Moderna: familia y ascenso social”, en Antonio Irigoyen López y, Antonio L. Pérez Ortiz (eds.), Familia, transmisión y perpetuación (siglos XVI-XIX), Murcia, Universidad de Murcia, 2002, pp. 135-148. Enrique Soria denuncia el hecho de que la gran importancia de la propiedad vinculada en el Antiguo Régimen –gran parte de la cual concentrada en la fundación de capellanías- no se haya visto del todo correspondida por una equivalente atención historiográfica; Arturo Morgado García, Ser clérigo en la España del Antiguo Régimen, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2000, p. 58. Arturo Morgado, por su parte, califica de “profundo” el desconocimiento que existe sobre las capellanías; Antonio, García-Abasolo González “Inversiones indianas en Córdoba. Capellanías y patronatos como entidades financieras”, en Bibiano Torres Ramírez y José J. Hernández Palomo (coords.), Andalucía y América en el siglo XVI: actas de las II Jornadas de Andalucía y América, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1983, vol. I., pp. 427-454. Ya a nivel metodológico, Antonio García-Abasolo señaló el escaso interés de los historiadores del momento por las capellanías y las fundaciones pías como elementos útiles para el estudio de la historia, lo cual se tradujo, a su juicio, en una gran escasez de trabajos sobre estos temas.

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instituciones para la historia de la religiosidad en la España de los siglos modernos. Sin embargo, recientemente han aparecido diversos estudios sobre esta temática que pueden hacernos pensar en una cierta recuperación del interés por la misma, si bien se trata sobre todo de trabajos centrados en el ámbito local o americano 2 . En España no poseemos un estudio amplio sobre las capellanías que supere el ámbito local, como sí ocurre en cambio para el área novohispana 3 . Si a la importancia de las capellanías añadimos la gran relevancia de las fundaciones pías, que también precisan de una mayor atención, podemos afirmar que aún queda mucho trabajo por hacer en este ámbito de la historia moderna de España. Refiriéndonos ya al tema que nos ocupa, debemos aclarar el concepto mismo de “capellanía”, ya que vamos a operar con él durante todo el presente trabajo. Las capellanías eran fundaciones realizadas por particulares y dotadas por lo general con las rentas que generaban diversos bienes vinculados a las mismas, en las que ciertas personas -los capellanes- quedaban encargadas de decir misas por el alma del fundador a cambio del disfrute de una parte de dichas rentas. También en las capellanías tenían una función muy relevante los patronos, encargados de todo lo relacionado con la gestión de los bienes vinculados; los fundadores, por su parte, eran las personas que instituían las capellanías, solían nombrar a patronos y capellanes, decidían qué bienes se vinculaban a las fundaciones y estipulaban el número de misas a celebrar, entre otros aspectos. En lo que respecta a la tipología de las capellanías hay que mencionar que ésta fue muy variada, y que por razones evidentes no podemos detenernos en este aspecto. Sin embargo, es posible dividir los tipos de fundaciones en dos grandes grupos: colativas y laicales. En el caso de las primeras, los bienes a ellas vinculados quedaban bajo tutela de la Iglesia, que además intervenía en su fundación, por lo que ésta tenía un papel preponderante en este tipo de capellanías; por el contrario, en las capellanías laicales no intervenía la autoridad eclesiástica, si bien tenía el derecho y el deber de velar por el cumplimiento de las cargas espirituales impuestas por el fundador, quedando así los bienes a ellas vinculados en posesión de los legos4. Aunque existen infinidad de matices dentro de cada tipología, esta es la división con la que operaremos. 2. Las condiciones materiales de las fundaciones En el presente trabajo hemos analizado un total de trece capellanías fundadas en las parroquias de San Salvador, Santa Ana, San Juan de la Palma, Santa Marina, Omnium 2

Julio Luis Arroyo Vozmediano “Iglesia, poder municipal y fundación de capellanías en Calahorra (1600-1710)”, Revista de Historia Moderna: Anales de la Universidad de Alicante, 26 (2008), pp.189220; Candelaria Castro Pérez, Mercedes Calvo Ruiz, Sonia Granado Suárez, “Las capellanías en los siglos XVII-XVIII a través del estudio de su escritura de fundación”, Anuario de Historia de la Iglesia, 16 (2007), pp. 335-348; Gonzalo J. Herreros Moya, “Así en la Tierra como en el cielo. Aproximación al estudio de las capellanías en la Edad Moderna. Entre la trascendencia y la política familiar. El caso de Córdoba”, Historia y Genealogía, 2 (2012), pp. 111-144; Juan Mesquida Oliver, “La población de Manila y las capellanías de misas de los españoles: libro de registros, 1642-1672,”, Revista de Indias, vol. 70, 249 (2010), pp. 469-500; Pilar Ostos-Salcedo, “Documentos para el “ánima salvar y los herederos apaciguar” en la Sevilla Medieval. Testamentos y donaciones de capellanías”, Archiv Für Diplomatik, 57 (2011), pp. 275-314. 3 Gisela Von Wobeser, Vida eterna y preocupaciones terrenales: las capellanías de misas en la Nueva España, 1600-1821, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005. 4 Maximiliano Barrio Gonzalo, El sistema beneficial de la iglesia española en el Antiguo Régimen (14751834), Alicante, Universidad de Alicante, 2010, p. 62.

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Sanctorum, San Marcos y San Vicente. De todas ellas, ocho son colativas y las cinco restantes laicales, por lo que hay una cierta paridad entre un tipo de fundaciones y otro. Sin embargo, más que al número de fundaciones o su tipología, en este trabajo atenderemos a sus características. Así pues, el primer aspecto que debemos plantear es el de las condiciones materiales en las que se instituyeron dichas fundaciones. Las capellanías se sustentaban en una serie de bienes o bien en un dinero aportado por el fundador. En nuestro caso, de las trece capellanías analizadas hemos podido constatar que hasta en nueve ocasiones los instituyentes vincularon bienes para dotar las fundaciones, mientras que sólo en cuatro ofrecieron sumas de dinero líquido. Además, vemos que de las ocho capellanías colativas que estudiamos, siete de ellas fueron dotadas con bienes. Si tenemos en cuenta que en las capellanías colativas la Iglesia tenía la posesión de dichos bienes, podremos llegar a una primera conclusión: los fundadores deseaban garantizar la integridad de su patrimonio. Cuando los bienes de los instituyentes quedaban vinculados a una capellanía colativa, la Iglesia se hacía cargo de su propiedad a través de la llamada espiritualización de dichos bienes. Cuando este patrimonio pasaba a la tutela de la Iglesia quedaba amortizado, por lo que no se podía comprar ni vender, y además escapaba al fisco real, lo cual garantizaba su conservación. Por esta razón no es extraño que los fundadores vincularan bienes a capellanías colativas sobre todo, ya que así conseguían mantenerlos. Ocurrió incluso que personas cuya titularidad legal sobre ciertos bienes era dudosa optaron por vincularlos para asegurar la posesión de los mismos5. Aparte de la necesidad de contar con bienes, el buen funcionamiento de las capellanías requería del compromiso de varios individuos. Los tres grandes agentes sociales que intervinieron en la fundación de capellanías fueron los fundadores, los capellanes y los patronos. Comenzaremos ahora a hablar de los primeros. Como hemos dicho, los fundadores eran aquellas personas encargadas de instituir las capellanías. Normalmente nombraban a los capellanes y patronos, pero también podían delegar estos nombramientos en terceras personas. En lo que respecta a la distribución socioprofesional de los instituyentes, ésta es muy variada, pero no cabe duda de que en la inmensa mayoría de los casos se trata de personas acaudaladas, que poseen un cierto patrimonio que vincular a las fundaciones. En nuestro caso hemos encontrado que hasta en cinco ocasiones se menciona la ocupación de los fundadores, entre los cuales contabilizamos un artesano, un sacerdote, dos funcionarios reales y un capitán. En los restantes ocho casos se omiten las profesiones de los fundadores. Sin embargo, es de suponer que aquellos que instituían capellanías debían contar con un “excedente patrimonial” para invertir en ellas. En nuestro caso, el valor de los bienes vinculados en las trece capellanías estudiadas es muy variado según la capacidad económica de los instituyentes6. En lo que respecta al sexo de los fundadores, hemos encontrado que en cinco ocasiones éstos son hombres y en ocho mujeres. Es digno de mención el hecho de que, en el conjunto que hemos estudiado, las fundaciones no son instituidas nunca por un 5

J. Pro Ruiz “Las capellanías: familia y propiedad en el Antiguo Régimen”, Hispania Sacra, vol. 41, 84 (1989), pp. 585-602. 6 Archivo General del Arzobispado de Sevilla [AGAS], Sección Gobierno [G], Serie Capellanías [C], parroquia de Santa Ana, leg. C. 1777(8) / nueva signatura: 03182, f. 57v. Francisco de Naea destinó más de 57.000 reales entre dinero líquido y renta para la fundación de su capellanía; AGAS, G., C., parroquia de San Juan de la Palma, leg. C. 1953 / nueva signatura: 03358. En el otro extremo, Juana de la Cueva dotó su capellanía con poco más de 2.100 reales entre dinero y rentas.

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matrimonio o por varias personas al mismo tiempo, sino que en todo caso se fundan capellanías de manera individual. Además, las fuentes suelen hablarnos del estado civil de las fundadoras, no ocurriendo lo mismo en el caso de los instituyentes masculinos. El mayor número de mujeres que de hombres entre los instituyentes se debe a varias circunstancias, pero quizás la más importante sea el mayor vínculo de la mujer a las fiestas religiosas y a toda suerte de manifestaciones piadosas 7 . Sin embargo, no debemos obviar el factor familiar, puesto que en muchas ocasiones los capellanes no eran sino hijos de los fundadores, por lo que no es extraño que las madres de los mismos fueran las primeras interesadas en ofrecerles un medio de vida, y de ahí la importante actividad fundadora de las mujeres. Así pues, la actividad femenina en este aspecto fue muy importante en todo el ámbito peninsular, si bien ello no quiere decir que ésta fuera mayoritaria siempre8. En el aspecto económico, no sólo los fundadores obtenían beneficios de la institución de capellanías. Los capellanes, por su parte, recibían el dinero de las rentas que producían los bienes vinculados a las fundaciones, y que servían para financiar sus estudios religiosos, garantizándoles de este modo una carrera eclesiástica. Así, el goce de una capellanía generosamente dotada otorgaba a su capellán todo un tren de vida y una vía para sobrevivir en la difícil sociedad del Antiguo Régimen 9 . Dada esta circunstancia, no es de extrañar que en muchas ocasiones los capellanes fueran familiares de los fundadores, puesto que los segundos no sólo buscaban amortizar sus bienes, sino también asegurar el futuro de sus descendientes. El siguiente cuadro representa la relación existente entre los fundadores y los capellanes que hemos encontrado en las capellanías estudiadas:

7

Blanca Morell Peguero, Pilar Sanchiz Ochoa, “Instituciones españolas y su implantación en América: fundación de capellanías y donación de arras en Sevilla y Guatemala (siglos XVI-XVII)”, en Bibiano Torres Ramírez, José J. Hernández Palomo (coords.), Andalucía y América en el siglo XVII: Actas de las III Jornadas de Andalucía y América, vol. I, La Rábida, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1985, pp. 187-204. Morell y Sanchiz advierten del importante número de mujeres que instituyen capellanías en el caso español. 8 Esteban Mira Caballos, “Capellanías, cofradías, fundaciones y obras pías en Montijo a principios del siglo XIX”, Art et sapientia, 22 (2007), pp. 151-169. Aunque el de Mira es un estudio alejado de nuestro marco temporal, el autor constata en este caso que la mayoría de los fundadores son hombres, por lo que no siempre prevaleció un sexo sobre otro dentro del colectivo de los fundadores, sino que dependiendo del lugar y del momento podemos encontrar mayoría de mujeres o de hombres entre los instituyentes de capellanías. 9 Joaquín del Moral Ruiz, La Agricultura Española a mediados del siglo XIX (1850-1870), Madrid, Ministerio de Agricultura, 1984, p. 22. Joaquín Moral ha incidido en la importancia económica que para los capellanes poseían las fundaciones, siendo éstas auténticos mayorazgos encubiertos.

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Gráfico 1. Relación de los capellanes con los fundadores .

Relación desconocida 3 (24%)

No familiares 5 (38%)

Familiares 5 (38%)

Fuente: Elaboración propia a partir de la documentación del AGAS.

Como vemos, en nuestro caso el número de fundadores que se decantaron por nombrar capellanes a sus familiares no fue muy elevado. Sin embargo, hay que decir que algunos de los instituyentes no nombraron capellanes a sus herederos simplemente porque no poseían descendencia10. Circunstancias puntuales aparte, el disfrute de una capellanía tuvo mucho que ver con el parentesco entre capellanes e instituyentes. Tanto es así, que cuando existía un conflicto entre dos candidatos a ostentar una capellanía, prevalecían los intereses de aquel que demostrase su vinculación de sangre con los fundadores 11. No es de extrañar, por tanto, que las capellanías fueran fundadas con profusión por todos aquellos que pudieran permitírselo, puesto que no sólo contribuían a mantener intactas las propiedades, sino que ofrecían una manutención y un modo de vida a los familiares que las disfrutaban. En lo que respecta a los patronos, éstos solían también guardar una estrecha relación con los fundadores, si bien no siempre eran familiares de los mismos. De las trece capellanías estudiadas, hemos encontrado un total que quince patronos, pues dos de ellas tuvieron dos por expreso deseo de los instituyentes. La relación de los patronos con los fundadores aparece representada en el siguiente gráfico:

10

AGAS, G., C., parroquia de San Juan de la Palma, leg. C. 1953 (10) / nueva signatura: 03358, ff. 7r.10v. En este caso, el fundador murió sin descendencia ni familiares cercanos, por lo que el capellán no era familiar del instituyente; AGAS, G., C., parroquia de Santa Ana, leg. C. 1777(8) / nueva signatura: 03182., ff. 51v.-61v. En esta ocasión la condición de sacerdote del fundador hizo que no tuviera descendientes a quienes nombrar capellanes, por lo que optó por el nombramiento de personas ajenas a su línea de sangre. 11 En el Archivo General del Arzobispado de Sevilla podemos encontrar cientos de legajos sobre autos de oposición, nombre que recibían los documentos que registraban los conflictos entre dos o más candidatos a ocupar una capellanía.

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Gráfico 2. Relación entre patronos y fundadores

Los fundadores nombran patrona a la parroquia 2 (14%)

Los patronos son familiares de los fundadores 4 (29%)

Los patronos son los fundadores mismos 1 (7%)

Relación desconocida 7 (50%)

Fuente: Elaboración propia a partir de la documentación del AGAS.

3. Más allá de los bienes materiales: la función religiosa y cultural de las capellanías La institución de capellanías en la España Moderna –y en general en todo el ámbito hispánico- guarda relación con una creencia medieval: el purgatorio 12. La consideración de que el alma sólo podía salvarse o condenarse fue sustituida en el siglo XII por la idea de que existía un lugar intermedio entre el cielo y el infierno en el que las almas permanecerían un tiempo hasta llegar finalmente a la salvación eterna. Existía ya por tanto una posibilidad de, si no ir al cielo directamente –lo cual estaba al alcance de muy pocos-, al menos esperar un tiempo en el purgatorio hasta que el alma se reuniera con Cristo. Aunque se ha defendido que la aparición del purgatorio supuso un alivio para miles de fieles que vieron en él la posibilidad de evitar la condena eterna, lo cierto es que la creencia en este lugar del más allá aumentó la capacidad de control de la Iglesia sobre los creyentes, puesto que permitió mantener hasta el último momento de la vida la esperanza de la salvación siempre que se llevara una vida acorde con los preceptos del cristianismo13. Así pues, el económico no fue, en absoluto, el único motivo por el que se instituyeron capellanías. La creencia en el purgatorio estuvo muy extendida durante toda la Edad Moderna, y junto con ella, la idea de que era posible reducir el tiempo que el alma pasaría en este misterioso lugar a través de las misas y las oraciones por los difuntos, aspecto del que nos ocuparemos más adelante. El paso por el purgatorio, además, era un hecho que había que aceptar, pero muy temido por los fieles, habida cuenta de las descripciones que los teólogos hacían de este lugar, y que abundaron 12

Para profundizar en este aspecto remitimos al lector a la clásica obra de Jacques le Goff, El nacimiento del purgatorio, en la que el autor realiza un interesante recorrido por la historia de esta creencia. 13 Gisela Von Wobeser, Cielo, infierno y purgatorio durante el virreinato de la Nueva España, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2011, p. 178.

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durante la Edad Media y Moderna. Si bien en el momento del nacimiento del purgatorio, que Le Goff ubicó en el siglo XII, éste era únicamente un lugar intermedio entre el cielo y el infierno, conforme fue pasando el tiempo se empezó a creer que su naturaleza era mucho más cercana al segundo que al primero, por lo que la estancia allí era aterradora para las almas, que sufrían todo tipo de penalidades comparables incluso a las que existían en la morada de Satanás 14 . Buena prueba de este proceso de infernalización del purgatorio es que ya en el siglo XV Santa Catalina de Génova describía los suplicios que sufrían las almas en este lugar como “unas penas tan extremas, que no hay lengua capaz de expresarlas, ni entendimiento alguno las puede comprender mínimamente, a no ser que Dios lo mostrase por una gracia especial”15. En España no faltaron autores que hablaran de las condiciones en las que vivían las almas que moraban en el purgatorio. Entre ellos destacamos a José Boneta y Laplana (1638-1714), y su obra Gritos del purgatorio (1689), en la que nos habla de las durísimas condiciones que habían de soportar estas almas16: “Otros dicen que el mismo infierno padecen las almas del purgatorio, cuya opinión refiere San Gregorio lib. 4., dial., cap. 42. Otros, que en figuras de animales feos y venenosos, en fee de haberse aparecido a Santa Gertrudis unas almas, que tenían su purgatorio dentro unos sapos que estaban incesantemente arrojando de sí llamas. Otra alma se le apareció en forma de una bestia horrible, asida a un tronco sobre la boca del mismo infierno, donde padecía intolerables penas y tormentos”17.

Atendiendo a estos testimonios, no es de extrañar que el miedo al purgatorio estuviese extendido entre la feligresía, y que por tanto este fuera un lugar que todo el mundo estaba dispuesto a evitar a toda costa. Además de la creencia en los suplicios del alma en el purgatorio, existía la idea de que estas almas sufrientes se presentaban a los vivos y les advertían sobre la suerte que podían correr si llevaban una vida de pecado alejada de la piedad cristiana. José Boneta, en su famosa obra ya mencionada, expone el caso de una aparición: “A una monja cisterciense se apareció otra amiga difunta a su lado en el coro, con un semblante muy pálido y afligido. Asustóse y, recobrada, preguntando a la difunta qué hacía allí, la respondió: Ha me señalado Dios este puesto por purgatorio, por lo que contigo hablaba en él, mientras duraba el coro. Avísote que te enmiendes, porque si no lo haces, correrás la misma desgracia que yo. Continuó la difunta en dexarse ver allí de su amiga mucho tiempo, hasta que a fuerza de misas y sufragios que por ella se hicieron pasó del coro al cielo” 18.

14

A este respecto, véanse las obras de Jacques Le Goff, El nacimiento del purgatorio, Madrid, Taurus, 1985, pp. 237-239, y de María Tausiet Carlés, “Felices muertos, muertos desdichados: la infernalización del purgatorio en la España Moderna”, Estudis, 38 (2012), pp. 9-32. Tausiet explica que el purgatorio fue representado como un lugar alegre en la Commedia de Dante para, con el devenir de los siglos, ser comparado con el mismo infierno por los teólogos modernos, que hicieron hincapié tanto en la intensidad de los suplicios sufridos por las almas como en su extensa duración. 15 Catalina de Génova, Tratado del purgatorio, Pamplona, Fundación Gratis Date, 2005, p. 5. 16 Para más información sobre la obra de Boneta, véase Antonio González Polvillo, “¡Gritad, malditos, gritad!: el libro Gritos del purgatorio de José Boneta (1689) como ejemplo de coerción simbólica de la consciencia y método de disciplinamiento social”, en Núñez Roldán, Francisco (coord.), Ocio y vida cotidiana en el Mundo Hispánico en la Edad Moderna, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2007, pp. 27-70. 17 José Boneta y Laplana, Gritos del purgatorio, Cuacos de Yuste, Monasterio de Yuste, 1699, p. 53. 18 Ibidem, pp. 52-53.

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Relatos de apariciones como la anterior pueblan los escritos de muchos de los teólogos del momento, contribuyendo así a arraigar la creencia en la aparición de las almas en pena a los que todavía se encontraban en este mundo. Así pues, los vivos tenían mucho que decir sobre la suerte que corrían las almas de los difuntos, y por eso mismo fue cada vez tomando mayor relevancia la idea de que era necesario interceder por estas almas a través de las misas y las oraciones. A este respecto, los teólogos no cejaron en su empeño de promover las fundaciones no ya como medida piadosa, sino como una obligación que todo buen cristiano debía llevar a cabo para el necesario socorro de las almas del purgatorio, pues se creía que las misas podían salvarlas, o al menos mitigar su sufrimiento. Por esta razón fueron no pocas las figuras de la teología hispánica que defendieron la importancia de las misas para la salvación de las almas y la necesidad de instituirlas. Santa Teresa de Jesús cuenta a este respecto una experiencia vivida con una persona cercana: “Desde a dos meses, poco más o menos, le dio un mal tan acelerado que le quitó el habla, y no se pudo bien confesar, aunque tuvo muchas señales de pedir al Señor perdón. Murió muy en breve, harto lejos de donde yo estaba. Díjome el Señor que había estado su salvación en harta aventura, y que había habido misericordia de él por aquel servicio que había hecho a su madre en aquella casa que había dado para hacer monasterio de su orden, y que no saldría de purgatorio hasta la primera misa que allí se dijese, que entonces saldría” 19.

Como vemos, todo aquel que pudiera permitirse fundar capellanías o instituir misas de algún modo estaba moralmente obligado a hacerlo, pues las almas en pena reclamaban su atención y precisaban de la ayuda de los que todavía no habían abandonado este mundo, pero a los que esperaba un destino similar al de dichas almas. Tanta importancia tuvo esta creencia que José Boneta llegó a recriminar la actitud de los que no prestaran su auxilio a las ánimas con duras palabras: “Es el manifiesto de parte de todos los theólogos, de que peca mortalmente el heredero que no sólo no hace celebrar los sufragios o no paga las deudas del difunto, sino el que lo dilata sin causa justa. Y que si no lo hace el heredero, deben los executores obligarle a que lo haga, aunque sea por justicia. Y si no, pecan también porque esta dilación es contra la caridad debida a las pobres almas, y contra la confianza y el oficio” 20.

Aunque con muchos matices y una casuística muy variada, parte de estas creencias se aprecian en la documentación que ha llegado hasta nuestros días. Así, es muy común encontrar en los documentos el deseo expreso de los fundadores de que se digan misas por sus almas y por la de sus familiares, a los que no solían olvidar. Por ejemplo, el clérigo Francisco de Naea, que fundó una capellanía en 1605, pidió por su alma y la de sus padres, así como por la de sus difuntos, estableciendo demás que se dijesen veinte misas en la parroquia de Santa Ana cada mes, más cuatro fiestas cantadas21. Catalina Muñoz fundó una capellanía en 1634 para que desde el día de su muerte se dijesen misas por su alma, la de su difunto marido y la de sus padres 22. María Gil, por su parte, instituyó en 1649 una capellanía en la que no sólo pedía por su alma y la de sus padres y

19

Santa Teresa de Jesús, Libro de las Fundaciones, edición de Víctor García de la Concha, Madrid, Espasa-Calpe, 1998, pp. 109-110. 20 J. Boneta y Laplana, Gritos…, p. 79. 21 AGAS, G., C., parroquia de Santa Ana, leg. 1777(8) / signatura nueva: 03182, ff. 52r.-52v. 22 AGAS, G., C., parroquia de Omnium Sanctorum, leg. C. 2108 (5) / signatura nueva: 03513, ff. 3r.-3v.

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abuelos, sino también por la de los difuntos del purgatorio en general23. A la vista de estos ejemplos, apreciamos que la creencia en las almas del purgatorio no sólo existía en la mente de los teólogos, sino que estaba muy extendida entre la población y sobre todo entre los fundadores de capellanías. Las fundaciones no sólo tuvieron un carácter económico o religioso, sino también social y cultural. De este modo, la institución de capellanías se hizo extensiva a todos los miembros de la sociedad que pudieran permitirse el gasto en bienes o dinero que ello conllevaba. Buena prueba de esto es que las actitudes ante la muerte en lo que se refiere a fundaciones trascendieron los órdenes sociales para extenderse por toda la sociedad del momento. Así pues, la fundación de capellanías no sólo fue práctica común entre los laicos adinerados, sino también entre los miembros del clero24. Todo ello llevó a que a finales del siglo XVII, según se calcula, se hubieran fundado unas 200.000 capellanías en toda España25. Sin embargo, no todo el mundo podía vincular la misma cantidad de bienes, y por tanto encargar el mismo número de misas, pues cada una tenía un coste, que en Sevilla eran cuatro reales como mínimo26. Así pues, a mayor riqueza, mayor número de misas se podían instituir, y por tanto mayor probabilidad había de salir cuanto antes del purgatorio. Ello hizo que la salvación del alma fuese algo que se podía comprar con dinero, dando lugar a lo que se ha llamado la economía espiritual27. A consecuencia de esto, aquellos que no podían permitirse la fundación de capellanías para interceder por sus almas recurrieron a otros medios, como fueron las cofradías28. 4. Conclusiones La fundación de capellanías, tanto en Sevilla como en el resto de la Península, fue una práctica común. Las causas del éxito de estas fundaciones se debieron a varios factores. En primer lugar, la capacidad para generar ingresos a los capellanes, y con ellos un modo de vida. Seguidamente, los patronos obtuvieron de las fundaciones la administración de bienes en muchas ocasiones de gran valor, y los propios fundadores la amortización de su patrimonio, con las ventajas fiscales que todo ello acarreaba. Sin embargo, existieron otras motivaciones para instituir capellanías que explican su profusión, y que no son de índole exclusivamente económica. Nos referimos a toda una gran variedad de creencias que se basaban en la permanencia de las almas de los difuntos en el purgatorio, almas que precisaban de la ayuda de los vivos para aligerar sus culpas y salir de este misterioso lugar. Esas creencias, defendidas y

23

AGAS G., C., parroquia de San Marcos, leg. C. 2020 (6) / signatura nueva: 03425, ff. 15r.-15v. A este respecto, véase el trabajo de Ramón Sánchez González, “Religiosidad barroca y sentimientos ante la muerte en el Cabildo catedralicio de Toledo”, Studia Historica. Historia Moderna, 18 (1998), pp. 299-320. 25 Elena Catalán Martínez, El precio del purgatorio. Los ingresos del clero vasco en la Edad Moderna, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2000, p. 164. Tal y como afirma la autora, esta estimación hay que tomarla con precaución, pues en ella se incluyen los beneficios simples no curados. 26 AGAS, G., C., parroquia de San Marcos, leg. C. 2015 (1). / signatura nueva: 03420, f. 17v. En esta carta de fundación se explica que cuatro reales es la cantidad mínima a pagar por cada misa en el Arzobispado de Sevilla. 27 Empleamos aquí el término acuñado en Juan Sebastián Marulanda Restrepo “La economía espiritual en Antioquía. Las funciones de las capellanías entre los siglos XVII-XVIII”, Historelo, vol. 5, 9 (2013) pp. 12-41. 28 Elena Catalán Martínez, El precio del purgatorio…, p. 162. 24

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promovidas por los teólogos, calaron en la población y se vieron perfectamente reflejadas en la voluntad de los fundadores. En base a todo ello, el estudio de las capellanías permite al historiador conocer gran diversidad de aspectos económicos –como son el valor de los bienes vinculados y la riqueza patrimonial de los fundadores-, sociales –destacando sobre todo la extracción social, condición y procedencia de fundadores, patronos y capellanes-, y culturales y religiosos –como son las creencias personales sobre el destino del alma que pasan al plano colectivo, convirtiendo la institución de misas en un aspecto cultural-. Por todo ello, el estudio de las capellanías y de todos los aspectos a ellas vinculados cuenta con un gran potencial para el análisis de la religiosidad, la cultura y las pautas sociales de la España Moderna.

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La brujería: ser y tener fama. El caso de Juana de Olivares ante la Inquisición (siglo XVII) Witchcraft: being and having fame. The case of Joan of Olivares before the Inquisition (XVII century) Alfonso GÓMEZ DÍEZ Universidad de Valladolid Resumen: El objetivo de este trabajo es realizar una aproximación al fenómeno de la brujería femenina en Castilla en el siglo XVII, en su relación con el Tribunal de la Inquisición a través de la figura de Juana de Olivares. Es un estudio planteado desde la perspectiva de la microhistoria, historia social, cultural, de las mentalidades y la historia de las mujeres. Palabras clave: Brujería- Hechicería- Mujeres- Castilla- Edad Moderna-Microhistoria Abstract: This project’s objective is perform an approximation of female witchcraft’s phenomenon in Castile during the XVIIth century, in his relationship with The Tribunal of the Inquisition through the figure of Joan of Olivares. It is a project stated from the perspective of microhistory, social history, cultural, history of the mentalities and women history. Keywords: Witchcraft- Sorcery- Women- Castile- Modern Age- Microhistory

Durante siglos las acusaciones de brujería fueron un fenómeno social y religioso muy común en la Península Ibérica. En los últimos años tales prácticas se han convertido en un tema de estudio muy atractivo para la sociología, la antropología y la historia, como demuestran las publicaciones que desde 1980 se han sucedido sobre esta cuestión. La gran mayoría de los estudios sobre la brujería, especialmente al norte de los Pirineos, se han centrado –como también haremos nosotros- en la relación de ésta con la Inquisición, dejando de lado la influencia que la justicia real ordinaria en materia criminal (en el caso de Castilla) tuvo en este tipo de delitos. Y es que, en la Edad Moderna las brujas no fueron únicamente perseguidas por la Inquisición sino también por la justicia ordinaria, que en muchos casos mantuvo una postura mucho más dura con ellas. De la misma manera que en la Península Ibérica (a diferencia del norte de Europa, donde se vivió una brutal caza de brujas), la mayoría de los procesos seguidos en ambas jurisdicciones se suspendieron sin concluir o estas mujeres recibieron condenas menores, siendo tan sólo unas pocas desdichadas condenadas al fuego eterno. Partiendo de esta idea, la intención de este trabajo es realizar un acercamiento al fenómeno de la brujería femenina en Castilla en el siglo XVII, midiendo la presencia que puede tener en el vivir cotidiano de sus gentes. Para ello hacemos un análisis de microhistoria, tomando como referencia hechos cotidianos y supuestamente de escasa trascendencia que quedan recogidos en los procesos judiciales, intentaremos captar la pluralidad y contradicciones sociales de épocas pasadas, tal y como la percibían sus contemporáneos.

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En este caso vamos a partir de la historia de una mujer llamada Juana de Olivares, que vivió en la primera mitad del siglo XVII y contra quien el Tribunal de la Inquisición de Toledo inició dos procesos. Su ejemplo nos permitirá analizar los rasgos más comunes de la brujería y hechicería en Castilla durante la Edad Moderna. Es por lo tanto, un trabajo basado fundamentalmente en el estudio de dos procesos localizados en el Archivo Histórico Nacional y apoyado en el estudio de la bibliografía existente. En definitiva, este trabajo toma como base la Microhistoria para moverse entre la historia social, cultural, de mentalidades y de religiosidad. Pero, es también, un trabajo de lo que la historiografía denomina historia de género, pues voluntariamente lo hemos centrado en el ámbito femenino, ya que son mujeres en su mayor parte las condenadas por brujería en estos siglos, si bien esto no quiere decir que sólo existiera brujería femenina. 1 ¿A qué nos referimos cuando hablamos de brujas? Durante décadas los historiadores que se han interesado por el fenómeno de la brujería han tratado de definir dicho concepto. Han sido múltiples las definiciones que se han establecido sobre este término y es difícil señalar una que agrupe la opinión mayoritaria de los estudios centrados en el tema, sobre todo si se ha de ajustar a distintos espacios y tiempos. En el siglo XVI, Sebastián de Covarrubias, que fue lexicógrafo y capellán de Felipe II lo definía de la siguiente forma: “BRUXA, bruxo, cierto género de gente perdida y endiablada, que perdido el temor a Dios, ofrecen sus cuerpos y sus almas al demonio a trueco de una libertad viciosa y libidinosa, y unas vezes causando en ellos un profundísimo sueño les representa en la imaginación: ir a partes ciertas y hazer cosas particulares, que después de despiertos no se pueden persuadir, sino que realmente se hallaron en aquellos lugares, y hizieron lo que el demonio pudo hazer sin tomarlos a ellos por instrumento. Otras vezes realmente y con efeto las lleva aparte donde hacen sus juntas, y el demonio se les aparece en diversas figuras, a quien dan la obediencia, renegando de la Santa Fe que recibieron en el Bautismo, y haciendo (…) con cosas 1 abominables y sacrílegas…” .

Si tomamos en cuenta la definición posterior que el Diccionario de Autoridades nos presentaba sobre el concepto de brujería podemos observar que ésta es mucho más escueta: “los que pretenden detentar secretos o poderes especiales y fuera del común, los que pueden intervenir en la vida de los hombres y animales”2. Sin duda, es difícil elegir una de las múltiples explicaciones que, a lo largo de la historia, se han utilizado para determinar este concepto. Una de las definiciones más aceptadas es la que enunció el antropólogo inglés Sir E. Evans- Pritchdcard, y en la que se apoyó Juan Francisco Blanco García, que –de forma general y atemporal-, la interpretó así: 1

Sebastián de Covarrubias, Ignacio Arellano y Rafael Zafra, Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2006. 2 Real Academia Española y Javier de Juan y Peñalosa, Diccionario de Autoridades, 1726-1739, Ed facs. con motivo del III Centenario ed. Madrid, 2013. 3 Juan F. Blanco, Brujería y otros oficios populares de la magia, Valladolid, Ámbito, 1992, p. 41.

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“LA BRUJERÍA: SER Y TENER FAMA … “La brujería es, básicamente, una actividad psíquica, de carácter mágico y complejo que está dentro de la mentalidad popular y supone la injerencia negativa sobre personas, cosas, actividades o animales. Es desarrollada por mujeres que realizan reuniones nocturnas 3 con el demonio y que tienen capacidad de metamorfosis” .

2. El caso de Juana de Olivares Pero el patrón de las brujas reales marca otras muchas definiciones o coordenadas en las que encuadrar este fenómeno. El caso de Juana de Olivares, que conocemos por dos procesos de fe del siglo XVII, seguidos por el Tribunal de la Inquisición de Toledo a inicios de esa centuria, es significativo a la hora de comprender cómo una mujer pasa a ser considerada bruja. El primer proceso tuvo lugar en 1602 4 , siendo un pleito sustanciado contra varias supuestas hechiceras (La Naranja Vieja, Ana Pérez, La Guimana, Catalina de Guzmán, La Molina, Juana de Olivares y Ana Fea). El segundo proceso es posterior; y en él sólo está acusada Juana de Olivares, que resulta de nuevo inculpada de hechicería y brujería5. Este último nos otorga mayor cantidad de información concreta para definir el fenómeno a individual6. En él se recogen testificaciones muy claras y concretas contra la acusada. Las declaraciones de estos testigos nos permiten precisar a qué se referían cuando la calificaban de bruja. “Eugenio de Bustamente (35 años), cura de la parroquia de San Miguel, recibió la información que le permitió calificar de bruja a Juana de Olivares, a través de dos personas, Juan de Orduna y María Escudero, vecinos de esta localidad. Y aunque habla de lo que le han contado, se le recibe testimonio, con la autoridad que tiene un miembro del clero secular”. “María Escudero (31 años): riñó con Juana de Olivares por un perro. A la semana siguiente su hijo (aún “entetado”) enfermó, por lo que se lo llevó a Juana de Olivares quien, tras muchas reticencias lo curó. Es decir, primero pudo causar con sus poderes la enfermedad del niño tras la discusión con su madre y después se le busca para que corrija su mal. También declaró que Francisco Monje (abridor de cuellos) le contó que Catalina de Oñate había tenido una niña muy enferma y ésta fue curada por Juana de Olivares”. “Ynés de los Reyes (50 y pocos años), habló sin tener una implicación directa y declaró conocer la riña entre Juana de Olivares y María Escudero y la enfermedad del hijo de ésta provocada por la bruja. “Catalina de Oñate (27 años) aporta nuevos datos, que se refieren a una etapa anterior y dijo saber que cinco años atrás Francisco Monje (abridor de cuellos) tuvo una niña mala a la que Juana curó untando el estómago con unos aceites. Ello indica que su fama y actividad eran conocidas desde hacía tiempo, sin que recelasen los vecinos, sino que por el contrario se habían acostumbrado a acudir a ella”.

4

Archivo Histórico Nacional [AHN]. Secc. Inquisición, 92, exp.12, 1602. AHN, Secc. Inquisición, 92, exp.19, 1616/1618. 6 Aunque, curiosamente no deja ninguna referencia a la situación espacial del proceso. De tal manera, que al citarse una calle en numerosos testimonios, por su nombre –Cava de San Miguel- entendemos que puede tratarse de Madrid, pero sin que tengamos otro dato para contrastarlo. 5

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Alfonso GÓMEZ DÍEZ “Dominga Morana (34 años) presenta en su testimonio noticias inéditas y de primera mano. Sospechaba que Juana de Olivares era bruja, ya que tras reñir con ella por sus hijos y los nietos de Juana, ésta se la juró diciendo que “abía de hacer que su marido la diese de palos”. Dos días después la declarante se despertó apaleada y fue santiguada por Juan de Orduna, quien logró curarla”. “Juan de Orduna (54 años). Así pues, varón mayor, con oficio de sastre y que ejercía como curador de unos huérfanos en la localidad. Es el instigador de la denuncia, y el que aludía siempre a la fama pública de Juana como bruja y destacaba los conflictos que ésta tuvo con María Escudero y Dominga Morana”.

A través de estos testimonios podemos conocer cómo eran los testigos. Muchos de ellos, una proporción que puede ser casi la mitad, no conocía los hechos de primera mano, sino que tenían conciencia de estas informaciones por la fama pública de Juana, las narraciones y opiniones de los demás. Por esta razón, en sus declaraciones estaban inducidos por la persona (en este caso el denunciante Juan de Orduna) que difundía esta versión dentro de una sociedad abierta socialmente, sin tener desarrollado el concepto de intimidad. Llama la atención que todos los testigos, salvo el denunciante y el cura, son mayoritariamente mujeres que desempeñaban un papel fundamental en el espacio doméstico, siendo centro de la mayoría de conflictos entre vecinos, mientras que los varones dedicados a tareas fuera de la casa perciben menos estas cuestiones, salvo cuando les tocan de manera directa, como puede ser el caso de Juan de Orduna. 2.1. ¿Por qué Juana es bruja? 2.1.1. Estereotipo físico La historiografía sobre la brujería revela que en la mayoría de estos procesos las acusadas eran mujeres de avanzada edad que vivían solas (muchas de ellas viudas). Son muchos los historiadores que han querido justificar el porqué de este rasgo. Así, según el historiador Francisco Blanco esto se debía a que las mujeres, que durante siglos habían sido las poseedoras y transmisoras de la cultura popular tradicional, difundían los saberes populares que conocían desde la antigüedad por vía matrilineal, de manera que las ancianas eran las mayores conocedoras de estas formas populares de la cultura tradicional7. Por su parte, el historiador francés Robert Muchembled, interpreta el que se persiguiera como brujas a mujeres viejas y pobres por ser éstas un blanco fácil, pues eran más débiles en tanto que carecían de relaciones familiares y sociales. Así, atacando a este tipo de mujeres desprotegidas se rehuían conflictos en el seno de la comunidad8. Obviamente, el concepto de vejez predominante durante la Edad Moderna nada tiene que ver con el actual. En el siglo XVII la esperanza de vida era mucho menor, por lo que una persona que contaba con más de cuarenta años era considerada vieja. En el caso de Juana de Olivares, todos los testimonios señalan que es vieja, cuando sabemos que la edad de la encausada rondaba los cincuenta y dos años.

7

J. F. Blanco, Brujería y otros oficios….., p. 64

Robert Muchembled, Culture populaire et culture des élites dans la France Moderne: (XVe-XVIIIe siècles), París, Flammarion, 1987, p. 334. 8

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Así, Juan de Orduna definía a la encausada como: “Vieja, la dicha muger es baja, de cuerpo morena, descolorida y flaca de rostro y anda con unos cuerpos de color de seda verde hasta cinquenta y dos años poco más o menos”. De la misma forma Ynés de los Reyes se refería a ella en los siguientes términos: “La dicha Juana de Olivares tiene tan mala cara que no se espante dello que es una muger vieja, baja de cuerpo, el color del rostro pálido y maçilento y tartamuda”. Ambas descripciones concuerdan con el testimonio de María Escudero: “Era una muger vieja, pequeña de cuerpo y el color del rostro maril(l)ento”. Igualmente, tal y como señala María Tausiet, hay que tener en cuenta que en el Antiguo Régimen convertirse en anciana conllevaba, en muchos casos, una marginación absoluta 9 , puesto que la mujer había perdido su principal función social (tener descendencia)10. Otro aspecto común a la mayoría de brujas y hechiceras peninsulares es su fealdad. Si tomamos como referencia las declaraciones contra Juana de Olivares, ésta no parece ser muy agraciada: en repetidas ocasiones se dice que es baja de estatura, de tez flaca y descolorida. De este modo se refería a ella Catalina de Oñate: “Es una muger baja de cuerpo, moreno el color y un poco maçilento”. Igualmente Ynés de los Reyes hace referencia a su tartamudez, un defecto físico que sin duda contribuyó a que ésta fuera marginada y se ganase la enemistad de sus vecinos. La historiadora Margarita Torremocha recoge el prototipo de belleza de la época a través de la descripción que Calixto hacía de Melibea en La Celestina de Fernando de Rojas: “Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas, las cejas delgadas e alzadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos e blancos; los labios colorados e grosezuelos; el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondez e forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar? ¡Qué despereza el hombre cuando las mira! La tez 11 lisa, lustrosa; el cuero suyo oscurece la nieve; la color mezclada….” .

Queda claro que, para la mentalidad de la época Juana de Olivares no era una mujer agraciada, lo cual es lógico si se tiene en cuenta además el consecuente deterioro de la edad: probablemente no tuviera dientes, en su rostro habría muestras de enfermedades pasadas (como la viruela) y de las inclemencias de una vida pasada al aire libre. Es probable que tuviera el pelo blanco o careciera de él y estaría posiblemente mal alimentada. Por lo tanto, Juana de Olivares recoge dos de las características a las que con mayor frecuencia se alude para hablar de brujas en la Edad Moderna, la vejez y la fealdad. Si nos fijamos en las representaciones que en los grabados se realizan de éstas observamos cómo se ajusta la descripción física de Juana a estas imágenes (ver Imagen 1 y 2)12. 9

María Tausiet, Ponzoña en los ojos: brujería y superstición en Aragón en el siglo XVI, Zaragoza, Institución "Fernando el Católico", 2000, pp. 448-464. 10 Margarita Ortega López, “Sospechosas, feas o brujas: las ancianas de la sociedad popular española del Antiguo Régimen” Las edades de las mujeres, Madrid, Instituto Universitario de Estudios de la Mujer, 2002, pp. 387-404. 11 Margarita Torremocha Hernández, La mujer imaginada. Visión literaria de la mujer castellana del Barroco, Sevilla, Abecedario, 2010, p. 41. 12 Massimo Centini, Las brujas en el mundo, Barcelona, De Vecchi, 2002. Jesús Callejo, Breve historia de la brujería, Madrid, Nowtilus, 2008. J. F. Blanco, Brujería y otros oficios…

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Imagen 1

Imagen 2

Las brujas tuvieron pues un estereotipo físico que debe ser tenido en cuenta, aunque en buena medida podemos plantear también si las supuestas brujas eran así de verdad o la gente las describía de esa manera para reafirmar su condición de brujas haciéndolas coincidir con su patrón estético. A la vista de las declaraciones observadas en el caso de Juana de Olivares y de otros procesos estudiados, parece claro que al ser mujeres viejas, aunque no fueran feas carecían de hermosura y eso en la comunidad jugaba en su contra. 2.1.2. Fama pública Las sociedades del Antiguo Régimen eran fundamentalmente públicas13. En este tipo de sociedades era esencial seguir unos patrones aprobados socialmente y conservar una reputación: existían unas identidades asignadas, especialmente en el caso de las mujeres en general y de las viudas en particular, pues carecían del control directo de un esposo, un hombre, en definitiva (no debían ir solas, no era recomendable que dieran paseos nocturnos, etc.). Por ello las mujeres aisladas que no disponían de la protección de un varón, si además eran groseras y toscas eran más susceptibles de ser acusadas de brujería. No obstante, en ellas se daban unos caracteres que les permitían vivir sin el respaldo de una estructura social clásica. Desarrollaron medios para hacerse respetar. En el caso de Juana de Olivares, se hace patente en las declaraciones de los testigos el recelo de sus vecinos hacia ella: “sabiendo esto el dicho Juan de Orduna fue 13

Mª. Tausiet, Ponzoña en los…, pp. 369-465.

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al marido de la dicha mujer y le dixo que si quería que su mujer estuviese buena que procurase hacer las amistades con la dicha Juana de Olivares”. Esto podía deberse a su mal carácter, del que quieren dejar constancia los conocidos en las diferentes declaraciones. Se observa que es una mujer temida por su fama de bruja. En una sociedad esencialmente pública, el hecho de que varias personas señalaran a otra como bruja, ya le confería a ésta ese carácter ante sus vecinos: De este modo, Juan de Orduna hacía referencia a su condición de bruja: “Siempre a oydo decir en todas las partes que a possado que la dicha Juana de Olivares es bruja y porque este que declara, tiene por cierto lo es la susodicha es”. Igualmente, María Escudero también aludía a la fama pública de Juana: “En la dicha calle se murmura que la dicha Juana de Olivares es bruja”. El cura de la parroquia de San Miguel, Eugenio de Bustamante enunció lo siguiente: “Es una mujer vieja llamada Juana de Olivares, de la que algunos parroquianos dicen que es bruja”; especialmente interesante resulta la declaración de Ynés de los Reyes, que llegó a testificar que Juana “estaba en opinión de bruja” y que vio cómo “tras una riña la muger de Pedro el recio tundidor la llamó bruja a la cara”. Tener fama de bruja significaba perder la fama, o dicho de otro modo, la infamia social, que en estas ocasiones llegaba a ser infamia legal. La importancia de la fama en las sociedades modernas es fundamental14, especialmente en lo que a brujería se refiere. Si se extendía la idea de que una mujer era bruja, era frecuente que ésta comenzara a recibir amenazas e incluso agresiones físicas15. Sin embargo, en estos asuntos no fueron pocas las mujeres que aprovechando ser temidas por hechiceras y brujas lograron cuantiosos beneficios económicos. Destaca el caso de Catalina Gutiérrez “La Genara”, recogido por Rocío Alamillos16. Esta mujer, vecina de Cabra (Córdoba) fue procesada por la Inquisición el 16 de agosto de 1730 y tras declarar sus prácticas brujeriles y encuentros con el diablo se retractó de sus declaraciones, pues según ella misma, su testimonio inicial tenía como objetivo continuar haciéndose pasar por hechicera para ganar fama y dinero. 2.1.3. Poderes y actividades de las brujas Durante siglos se ha intentado recoger cuáles eran los principales poderes mágicos empleados por las brujas. Ya en 1570 Antonio de Torquemada hablaba de las brujas de la siguiente forma: “Ese es un linaje de gentes que se conciertan expresamente con el demonio y le toman y obedecen por señor, y se dejan señalar de él como esclavos suyos, porque les ponen una señal, la cual dice el vulgo que traen siempre en uno de los ojos, figurada a manera de una mano de topo, y por ella se conocen los unos a los otros” 17.

Entre las capacidades más asumidas de las brujas se encontraban el vuelo, la metamorfosis, la sanación, los filtros de amor, el mal de ojo. 14

Isabel Ramos Vázquez, “La represión de los delitos atroces en el Derecho Castellano de la Edad Moderna”, Revista de estudios histórico-jurídicos, 26 (2004), pp. 255-299. 15 María Tausiet, “Emociones individuales, conmociones colectivas. Brujería y revolución en la España del siglo XIX”, Historia Social, 81 (2015), pp. 131-149. 16 Rocío Alamillos Álvarez, “Hechicería y superstición en la Córdoba del siglo XVIII. Una aproximación a la superstición en el mundo rural cordobés”, Ab Initio: Revista digital para estudiantes de Historia, 7(2013), pp. 87-124. 17 Antonio de Torquemada, Jardín de flores curiosas, Madrid, Castalia, 1983, p. 310.

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La primera, la posibilidad para poder volar a los aquelarres generó una gran controversia entre los tratadistas de la época, ya que unos pensaban que los vuelos eran imaginados por estas mujeres, mientras que otros sostenían que éstos tenían lugar físicamente. La segunda –metamorfosis- se daba fundamentalmente con la transformación en animales, pero también en plantas y cosas. Ambas capacidades no se mencionan en esta ocasión en la denuncia contra Juana, que derivó su faceta en otras acciones. De carácter general se puede considerar el interés por conocer el futuro y curar enfermedades que, según A. Rojo Vega, era muy común en las supuestas brujas que en realidad fueran curanderas. Éstas ejercían la medicina como otros médicos romancistas y actuaban -por supuesto sin permiso del Real Protomedicato-, basándose en su experiencia. Muchas de estas curanderas solían ser mujeres viudas o solas que en la mayoría de los casos utilizaban sus casas como lugar donde sanar cuando no eran locales que se convertían en tabernas, prostíbulos o casas para ejercer la alcahuetería18. La condición de estas mujeres como terapeutas se basaba en gran parte en su conocimiento de las hierbas. Con la contrarreforma la postura de las autoridades con respecto a la medicina popular se endureció y comenzó la persecución de estas curanderas, que pasaron con más facilidad a recibir la acusación y consideración de brujas. Además, a su capacidad alegada para sanar se une el que, tal y como recoge Rocío Alamillos, la mayoría de las brujas y hechiceras eran de una extracción social baja 19 . De tal modo que estas mujeres desempeñaban estas prácticas para poder sobrevivir, por lo que de sus curas exitosas dependía en gran medida su sustento económico. No es de extrañar, por tanto, que recurrieran a múltiples argucias para lograr aliviar temporalmente los dolores y se refirieran a falsas curaciones realizadas en ocasiones previas. En consecuencia esto explica el origen de las numerosas denuncias contra este tipo de mujeres, puesto que en no pocos casos, las personas que habían recurrido a sus servicios no se curaban, por lo que terminaban creyendo que las brujas les habían aojado de nuevo y se sentían engañados. Y es que, si estas mujeres no recibían encargos, los buscaban haciendo creer a la familia del enfermo que sufría un mal mágico y dándose a conocer en el entorno. Dado que si no era la salud, sus convecinos podían tener problemas de amores, ellas se hicieron expertas en magia amorosa, lo que lleva a una estrecha vinculación entre la alcahueta y la hechicera. De hecho, es una de las actividades más demandadas y empleadas por las supuestas brujas. En este tipo de prácticas intervenían la conjuradora, el cliente y la víctima, pudiendo buscar tres objetivos: ligar (someter al hombre elegido sin que él pudiera siquiera sospecharlo); desligar o provocar la pasión 20. En el primer proceso contra Juana de Olivares se hace referencia a que en la localidad de Almagro había gran escándalo por la actuación de unas mujeres que hacían oficio de hechiceras mediante la invocación de los demonios (oraciones a Satanás y Barrabás), profanaciones del nombre de los apóstoles y consecución de amores.

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Anastasio Rojo Vega, “Más curanderas que brujas”, Espejo de brujas: mujeres transgresoras a través de la historia, Madrid, Abada, 2012, p. 323. Margarita Torremocha Hernández, “De la Celestina al alcahuete: del modelo literario a la realidad procesal”, Tiempos Modernos Revista Electrónica de Historia Moderna, 30 (2015). 19 R. Alamillos Álvarez, “Hechicería y superstición…..”, pp. 99-104. 20 Mª. Tausiet, Ponzoña en los…, pp. 519-525.

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Por otra parte, J. Blanco se detiene a analizar también “la influencia negativa (sobrenatural o mágica) que ejercen algunas personas, en especial las brujas, sobre otras personas, animales, cosas y actividades, sobre todo a través de la mirada”, o dicho de otro modo el mal de ojo. Las causas de este mal podían ser múltiples, desde odio o envidia hasta celos y lo frecuente era que se echaran a los niños, mujeres embarazadas y animales. Varios de los testigos que declararon contra Juana de Olivares se refirieron a cómo hizo maleficio a varios de sus vecinos tras reñir con ellos. De este modo, tras el altercado con Dominga Morana esta última apareció descoyuntada y su hijo murió tres semanas después. Igualmente, después de la discusión entre Juana de Olivares y María Escudero, un hijo suyo enfermó y sólo fue curado cuando la citada María pidió disculpas y solicitó los servicios de Juana. De este modo, la relación entre el mal –lesiones físicas- y la bruja es aparentemente indirecta. En cualquier caso por el temor que se la tenía se la relacionaba con los daños sufridos, en ocasiones como una vía para encubrir otras situaciones. Y de hecho, es probable que el maltrato del marido de Dominga Morana se intentara encubrir con el mal que le deseó la bruja o el maltrato infantil con los repentinos cardenales con que despertó el hijo de María Escudero. En todas las declaraciones observadas en este proceso queda patente un dato importante: en ningún momento se prueban las maldades de la bruja, los testigos no pueden vincularlo fehacientemente sino como consecuencia de su fama. Mala fama que contribuye a creer en cualquier acusación como las dirigidas por el denunciante Juan de Orduna, con intenciones no exclusivamente religiosas y espirituales, aprovechándose de su fama previa. En su caso, el hecho de haber pasado por un proceso anterior reafirmaba su condición, y le ponía en tela de juicio. 3. ¿Por qué la acusación de brujería? Pero, ¿por qué unos hombres y mujeres, que creen en los poderes de una mujer a la que consideran bruja, que acuden a ella buscando sus servicios, le acusan ante la Inquisición? Todos los testigos que declararon contra Juana de Olivares en el proceso de 1616-1618 manifestaron haber recibido información sobre esta mujer a través de una persona: Juan de Orduna. Éste fue el segundo declarante, contaba en 1618 con cincuenta y cuatro años aproximadamente y ejercía la profesión de sastre. Además, en su testimonio se recoge que este hombre posaba en la Cava de San Miguel21 en casas de un platero, administradas por él en nombre de unos menores. De esta información se extrae que era el curador de unos huérfanos, en ese sentido un hombre respetado por la comunidad, todo lo contrario que la marginada Juana de Olivares, aunque su edad fuese similar. En la declaración de Ynés de los Reyes esta mujer nos otorga un dato de gran interés para la interpretación de las actuaciones de este sastre, probablemente con poca clientela en el ámbito rural. Así, al referirse a Juan de Orduna enuncia lo siguiente: “Como lo hiço y se remite a la dicha comadre y que estando ablando esta que declara y la dicha comadre passó por allá Orduna, sastre que dicen tiene graçia para santiguar”

21

Una calle con este nombre existe en la villa y corte de Madrid.

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Del mismo modo, en el último testimonio Dominga Morana expone: “Y luego de allí a dos días amaneçió ésta que declara muy malo el cuerpo como aporeado y un lado muy dolorosso que no se podía menear y como estava tan mala no reparó en si el cuerpo tenía algunos cardenales o no y que viéndose así llamó a Juan de Orduna, sastre que tiene gracia de santiguar para que la santiguase, como lo hiço y sanó dentro de ocho días”.

Ambas declaraciones reflejan que Juan de Orduna actuaba, además de como sastre, también como santiguador. Esta figura ha sido estudiada por Aneta de la Mar Ikonómova, en la obra en que esta autora analiza las prácticas curanderas recogidas por Alvar Núñez Cabeza de Vaca en su libro Naufragios22. Ahora bien, ¿qué era santiguar? A lo largo del siglo XVI era difícil llegar a ser médico titulado, los requisitos para alcanzar tal condición eran los siguientes: ser bachiller en medicina y cirugía, haber practicado dos años al lado de cirujanos y médicos de renombre y reconocido prestigio, haber sido presentado y examinado por el protomédico y los examinadores, superándolo con éxito23. El interés de la Corona por proteger la salud determinó que estos estudios universitarios –los menos reconocidos socialmente en esta época de todos los que se podían realizar en los Estudios Generalesestuvieran muy regulados. No obstante, en las ciudades, pero sobre todo en pueblos y lugares rurales, en los que el municipio no podía garantizar la presencia de un médico graduado y aprobado, se establecían sangradores, comadronas, y los llamados médicos romancistas. Con este apelativo se designaban a aquéllos que ejercían como médicos y sin embargo no estaban graduados en ninguna universidad, dado que de haber pasado por ellas no serían romancistas sino latinistas, puesto que el latín era en la Edad Moderna la lengua académica24. De tal manera, que la sanidad más que en manos de unos médicos -formados en cualquier caso en la teoría de las obras de Galeno e Hipócrates- estaba en manos de personas que tenían conocimiento del cuerpo humano y de sus curas a través de un aprendizaje oral y práctico transmitido en muchos casos en el ámbito familiar. Uno de los procedimientos más utilizados por la medicina tradicional y popular era el de santiguador, ensalmador y curandero de oración y reliquia. Éste consistía en recitar versos del Psalterio para curar (en castellano y latín). El propio Cabeza de Vaca recoge cómo se realizaban estas prácticas25: “La manera en que nosotros curamos era santiguándonos y soplarlos, y rezar un Pater Noster y un Ave María y rogar lo mejor que podíamos a Dios nuestro Señor y su misericordia que todos aquellos por quien suplicamos, luego que los santiguamos, decían a los otros que estaban sanos y buenos”.

Con estos procedimientos se buscaba: interceder por el enfermo ante la divinidad, aliviar los dolores, incrementar el ánimo y lograr su curación.

22

Aneta de la Mar Ikonómova, “Curanderismo y cristianismo en Naufragios, de Álvar Núñez Cabeza de Vaca”, Religare, 6 (2009), pp. 89-100. 23 Novísima Recopilación, Tomo Cuarto, Libro VIII, 1805, pp. 73-89. 24 Margarita Torremocha Hernández, Ser estudiante en el siglo XVIII. La Universidad vallisoletana de la Ilustración, Valladolid, Junta de Castilla y León. Colección Historia, 1991. 25 Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, Madrid, Cátedra, 1989, p. 130.

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Según una Real Cédula de 1477 el oficio de ensalmador/santiguador era lícito y se había igualado al de los físicos y cirujanos26. Sin embargo en 1523 fue abolido el permiso legal y treinta años después (1553), en las Constituciones Sinodales del Arzobispado de Valladolid 27 , fueron condenadas diversas prácticas sospechosas de hechicería como el mal agüero, santiguar el mal de ojo, los ensalmos…. Pese a ello estas prácticas no desaparecieron pues la Iglesia no podía prohibir que se rezara por la curación de los enfermos. De este modo, Juan de Orduna, que había sido también el denunciante de Juana ante el párroco Eugenio de Bustamante (quien finalmente había transmitido esta acusación al Santo Oficio) disfrutaba de poderes también reconocidos por la comunidad, pero a los que le daba un carácter religioso dentro de la ortodoxia. El clero regular - tanto en las zonas rurales como en las urbanas- desempeñaba en estos casos un importante papel, como vemos a través de la figura de Eugenio de Bustamante. Estos religiosos eran los primeros en recibir las denuncias, en algunos casos ellos mismos no creían en la veracidad de las acusaciones, pero se veían obligados a transmitirlas al Santo Oficio. Probablemente si comparásemos las prácticas realizadas por Juana de Olivares en relación a las de Juan de Orduna no encontraríamos grandes diferencias. Sin embargo, Juan era un hombre; varón respetado por su comunidad y que gozaba de buena fama, mientras que Juana era una mujer; hembra anciana marginada y tenida por bruja y hechicera entre sus vecinos. Estas diferencias de género son comunes en las sociedades del Antiguo Régimen, y especialmente en el campo de la curandería y medicina. Como muestra de ello es destacable el ejemplo de las mujeres que curaban la impotencia de los hombres, éstas eran rechazadas y perseguidas como hechiceras, aun realizando las mismas prácticas recogidas en los mejores tratados de medicina de la época28. 4. Conclusiones generales Sin lugar a dudas, lo que subyace a la denuncia contra Juana es un conflicto personal, con fundamento socioeconómico. A todo ello ayudó considerablemente la fama de Juana como bruja y hechicera que era notable entre sus vecinos, por lo que éstos a menudo recurrían a ella. Resulta curioso que en ningún momento se haga referencia a que ella cobrara por sus servicios, pero, en todo caso, el éxito de sus prácticas era una gran amenaza para Juan de Orduna y su fama de santiguador. No es de extrañar por tanto, que éste promoviera la denuncia y contribuyera a alimentar la fama negativa de esta mujer entre sus convecinos, que en ningún momento pudieron probar fehacientemente su condición, apoyando tan solo su acusación en la fama pública de Juana. Quizá el propio Tribunal Inquisitorial toledano llegó a esta misma conclusión, puesto que en agosto de 1618 decidió suspender la causa contra Juana de Olivares. Parece claro que Juan de Orduna trató de aprovechar la coyuntura negativa que se cernía sobre Juana –que contaba ya con una denuncia colectiva anterior- para obtener 26

Diana Luz Ceballos Gómez, Quyen tal haze que tal pague: sociedad y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Ministerio de Cultura, 2001, p.135. 27 Ibídem, pp. 135-136. 28 Paloma Moral de Calatrava, “Frígidos y maleficiados. Las mujeres y los remedios contra la impotencia en la Edad Media”, Asclepio, Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, vol. XIV, 2 (2012), pp. 353-372.

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un beneficio. Es probable que Juana fuera una mujer poco agraciada, dedicada a la curandería y magia amorosa, que podría haber incrementado su fama de bruja y hechicera de manera voluntaria, para lograr una clientela mucho mayor, y un respeto, aunque a él se llegara por el miedo. Todo ello, acompañado de algunos rasgos propios de la vejez (mal carácter, amenazas, irritabilidad) la podrían haber convertido en una mujer temida, a la par que marginada entre sus vecinos. En este contexto debemos situar la acción delatora de Juan de Orduna, encaminada a obtener un beneficio social y económico a costa de una mujer aislada que, como muchas otras a lo largo de la Edad Moderna, carecía de la protección de unos vínculos familiares sólidos y fuertes.

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Los usos de los atributos de la bruja como medio de resistencia a la justicia: el escandaloso caso de Baza de 1752 Uses of the witch´s attributes as a means of resistance to justice: the scandalous case of baza of 1752 Rocío ALAMILLOS ÁLVAREZ Universidad de Córdoba Resumen: Tras la normativa aprobada por el Santo Oficio en 1614 que protegía al acusado de brujería de una posible muerte en la hoguera a falta de pruebas fehacientes e irrefutables de vuelos, trato con el demonio e incluso cópula con el mismo, el delito de brujería, que ya era tratado previamente con gran escepticismo por la Inquisición, encontró en la legalidad una legitimación mayor. Algunos miembros de la población andaluza del siglo XVIII supieron utilizar en su favor el calificativo de “bruja” así como algunos de sus atributos con finalidades muy diversas, entre ellas, beneficiarse del indulgente trato inquisitorial frente al civil, mucho más severo. Así ocurrió con las mujeres implicadas en el caso del robo y cruel asesinato de un niño en Baza en 1752. Josefa Romero, Bernarda Vizcaíno, María Antonia Moreno, Antonia Guillén, Manuelilla la gitana y María Josefa Tudela se atribuyeron algunos de los signos y prácticas propias de la brujería (vuelos, reuniones, unciones de ungüentos etc.) durante los interrogatorios a los que fueron sometidas, como táctica de resistencia a las iniciales acusaciones de asesinato de una justicia civil. Esta manera de redirigir sus causas entre una u otra justicia, este modo de aplicar el imaginario brujeril a los relatos de los sucesos juzgados, este rol activo de las hechiceras a través de sus discursos frente al quehacer institucional ¿supuso un medio de resistencia eficaz de una minoría débil a través del uso de lo mágico? Palabras Clave: hechicería, brujería, justicia, superstición, resistencia. Abstract: Following the rules approved by the Holy Office in 1614 that protected the accused of witchcraft from a possible death at the bonfire in the absence of reliable and irrefutable evidences of flights, relationship with the devil and even copulation with him, the crime of witchcraft, which was previously treated with great scepticism by the Inquisition, found on the legality a greater legitimacy. Some members of the Andalusian population of the eighteenth century knew how to use in their favor the name of "witch" and some of its attributes with very different purposes, including benefit from forgiving inquisitorial treatment, in contrast with the civil, more severe. So it did with the women involved in the case of theft and cruel murder of a child in Baza in 1752. Josefa Romero, Bernarda Vizcaíno, María Antonia Moreno, Antonia Guillén, Manuelilla la gitana y María Josefa Tudela attributed themselves some of the signs and practices of the witchcraft (flights, meetings, unctions unguents, etc.) during the interrogations to which they were subjected, as a tactic of resistance to the initial charges of murder of the civil justice. This way of redirecting their causes between one or another justice, this way of applying the witch´s imaginary to the narration of the judged events, the active role of sorcerers through their speeches facing the institutional activities, was a way of effective resistance of a weak minority through the use of magic? Keywords: sorcery, witchcraft, justice, superstition, resistance.

Tanto la brujería como las distintas formas de superstición fueron objeto de la atenta mirada de la institución eclesiástica, así como de la justicia civil, que defendían simbólicamente con estas persecuciones la legitimación divina de su poder. Tres fueron,

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por tanto, los organismos que llegaron a detentar competencia para juzgar las acusaciones mágicas: justicia inquisitorial, eclesiástica y civil. A pesar de existir durante los siglos modernos ciertos enfrentamientos entre las distintas instituciones mencionadas, en el siglo XVIII el Consejo de la Suprema y General Inquisición disfrutaba en Andalucía de la total disposición para enjuiciar aquéllas acusaciones de probada o sospechosa oposición a la fe por actuaciones mágicas.1 Dichos actos torpes podían ser los propios de una bruja, o bien cualquiera de las cotidianas prácticas supersticiosas, muchas de ellas recogidas en las obras teológicas y tratados y promptuarios morales del siglo XVIII.2 1. Punto de partida Precisamente a través de todas estas obras teóricas de temática mágica, de carácter recopilatorio o/y definitorio, entre las que debemos incluir también las aportaciones de los intelectuales religiosos de los siglos XVI y XVII,3 se fue consolidando durante el 1Jerónimo Castillo de Bovadilla, Política para corregidores y señores vasallos en tiempo de paz y guerra y para jueces eclesiásticos. Castillo de Bovadilla, del Consejo del rey don Felipe III, nuestro Señor y su fiscal en la Real Chancillería de Valladolid, Amberes, Juan Verdussen, 1704 (1597), lib. II, cap. XVII, p.154. 2 Algunas obras significativas que trataron el pecado de superstición y sus tipos en el siglo XVIII fueron: Juan Bautista Galbis, Suma moral, para examen de curas, confesores y predicadores, en que a la luz del sol de las escuelas de Santo Tomás se desvanecen los perniciosos extremos de laxedad y rigor, y se manifiesta el apresable medio y camino real de la verdad, Alicante, Nicolás Joseph Villargordo y Alcaraz, 1750; Pedro de Calatayud, Método práctico y doctrinal dispuesto en forma de catecismo, por preguntas y respuestas, para la instrucción de las religiosas en las obligaciones de su estado, y en el camino de la perfección, y para que sus confesores puedan con más expedición, práctica y alivio entender y gobernar sus conciencias, Valladolid, Imprenta de la Congregación de la Buena Muerte, 1749; Isidro Charro de Lorenzana y Pedrosa, Arte de instruir y mover las almas en el tribunal de la penitencia, Madrid, Blas Román, impresor de la Real Academia de Derecho Español y Público, 1779; Daniel Concina, Teología cristiana dogmático moral, Madrid, Antonio Fernández, 1780(1749), 2 vols, vol.1; José Faustino Cliquet, Epítome florido o compendio de la flor de la teología moral, Madrid, José García Lanza, 1759 (1740); Vicente Ferrer, Suma moral para examen de curas y confesores: en que, a la luz del sol de las escuelas santo Tomas, se desvanecen los perniciosos extremos de laxedad y rigor, y se manifiesta el apreciable medio y camino real de la verdad, Valencia, Joseph Thomas Lucas, 1736; Diego González Mateo, Suma moral en que se da instrucción sólida y clara en los principios: doctrinas morales a los principiantes, a los confesores advertencias importantes para la práctica, y a todos doctrinas seguras para la resolución de muchos, y más que los frecuentes casos, Pamplona, Imprenta de los herederos de Martínez, 2 vols., vol. 1, 1765 (1747); Francisco Lárraga, Promptuario de la Teología moral, muy útil para todos los que se han de exponer de confesores, y para la debida administración del santo sacramento de la Penitencia, Madrid, Imprenta de los herederos de la viuda de Juan García Infanzón, 1797 (1706). 3 Martín de Castañega, Tratado muy sutil y bien fundado de las supersticiones y hechicerías y vanos conjuros y abusiones y otras cosas al caso tocantes, y de la posibilidad y remedio de ellas, Logroño, Miguel de Eguia, 1529; Pedro Ciruelo, Reprobación de las supersticiones y hechicerías. Libro muy útil y necesario a todos los buenos cristianos, Medina del Campo, Guillermo de Millis, 1551 (1538); Hernando Castrillo, Magia natural o ciencia de la filosofía oculta, Trigueros, Diego Pérez Estupiñán, 1649; Martín A. del Río, , La magia demoníaca, 3 vols., (II libro de las disquisiciones mágicas, vol. 1), Hiperión, Madrid, 1991, (1599-1600); Jacinto de la Serna, Tratado de supersticiones, idolatrías, hechicerías y otras costumbres de las razas aborígenes de México, México, Fuente Cultural de la Librería Navarro, 1953 (1656); Gaspar Navarro, Tribunal de superstición ladina, explorador del saber, astucia y poder del Demonio: en que se condena lo que suele correr por bueno en hechizos, agüeros, ensalmos, vanos saludadores, maleficios, conjuros, arte notoria, cabalista y paulina y semejantes acciones vulgares, Huesca, Pedro Blusón, 1631; Antonio de Torquemada, Jardín de las flores curiosas, Amberes, Juan Cordeiro, 1575; Francisco de Vitoria, De magia, Salamanca, San Esteban, 2006 (1540).

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periodo moderno un imaginario acerca de la figura de la “bruja” y de la “hechicera”. Estas aportaciones literarias, bien de carácter teológico, moral o penitencial, fueron construyendo unos estereotipos basados fundamentalmente en determinados atributos, que proferían a los sujetos la naturaleza de “brujas” o “hechiceras”. Esta construcción simbólica fue matizándose, completándose y consolidándose a los largo de los siglos modernos, hasta llegar al siglo XVIII con un arquetipo de bruja muy pormenorizado. A dicho ideal, acompañado de toda una mitología del aquelarre, contribuyeron las aportaciones de inquisidores o religiosos españoles y europeos, 4 así como la promulgación de determinadas bulas papales y otros documentos eclesiásticos, 5 las crudas persecuciones en Europa u obras de importante calado como el Malleus Maleficarum.6 Las densas y profundas disertaciones teóricas dieron a conocer muchos de los rasgos, en ocasiones comunes entre la “bruja” y “hechicera”. Uno de ellos fue el carácter no instruido de sus recursos sobrenaturales. La magia culta, que se identificaba con la literatura o tratados mágicos, se vinculó con el sexo masculino que era el que tenía acceso a conocimientos complejos y elaborados: el “mago”. Las habilidades sobrenaturales adquiridas por las mujeres solían ser transmitidas de forma oral, en un contexto cotidiano e incluso íntimo.7 Para el caso específico de la hechicería, en muchas ocasiones se las iniciaba en el arte como medio para ganarse la vida, algo relativamente habitual teniendo en cuenta el grado de pobreza o de escasos medios con que subsistían algunas de ellas.8 Por otra parte, el limitado desarrollo de la medicina y la ausencia de buenas comunicaciones entre las distintas localidades, hacían inevitable que la sociedad no pudiese prescindir de estas hechiceras que actuaban las más veces como curanderas. Otro punto en común para ambas fue que tanto las brujas como las hechiceras conocían

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Nicolau Eymeric, Manual de inquisidores para uso de las Inquisiciones de España y Portugal, Barcelona, Fontamara, 1974, (1376); Bernardo Basín, Tractatus exquisitissimus de magicis artibus et Magorum maleficiis, Parisius, Anthonium Caillaut, 1483. 5 El papa Alejandro IV en el siglo XIII promulgó la bula Quod Super Nonnullis con la que se admitió el seguimiento de causas por brujería, siempre y cuando la herejía quedase plenamente manifiesta; con la bula del papa Nicolás III del año 1280, se expuso que cualquier individuo que conociese brujas que celebrasen reuniones secretas debía confesarlo si no quería ser excomulgado; Juan XXII promulgó en 1326 la Super Illius Specula. Con dicha bula papal se estableció oficialmente la represión de la brujería y la hechicería, vinculada directamente con la herejía. En una bula promulgada por Nicolás V (1397-1455) en 1451, se estableció que los inquisidores debían ocuparse de aquellos casos de brujería que saliesen a la luz, aunque su relación con la herejía fuese dudosa. Eugenio IV (1397-1455) dejó igualmente constancia de su preocupación por la proliferación de los casos de brujería. En 1457, Calixto III (137-1458) dispuso nuevas y endurecidas medidas en los territorios de Brescia y Bérgamo. Movido por la creciente legislación eclesiástica, hacia 1458 Nicolás Jacquier insistió públicamente en el carácter novedoso de los sucesos que estaban aconteciendo recientemente, y por tanto, la inutilidad de referirse el Canon Episcopi como una fuente para juzgar y enfrentarse a los hechos supersticiosos. 6 Heinrich Kramer, y Jacobus Sprenger, Malleus Maleficarum. El martillo de los brujos, el libro infame de la Inquisición, Barcelona, Círculo Latino, 2005 (1487). 7 Rocío Alamillos Álvarez, “Las hechiceras de Montilla: saber marginal y transmisión oral del conocimiento en el siglo XVI” Investigaciones Históricas, 34, (2014), pp. 13-26, del mismo, Hechicería y brujería en Andalucía en la Edad Moderna. Discursos y prácticas en torno a la superstición, Córdoba, Universidad de Córdoba, tesis doctoral, 2015, apartado: “La posesión de un conocimiento y su transmisión oral”, pp. 407-422. 8 R. Alamillos Álvarez, Hechicería y brujería en Andalucía… pp. 392-407. Véase como ejemplo AHN, I, leg. 2685, exp. 104, fol. 3r.: la hechicera Manuelilla conocida como ‘la gitana’ “la dijo en presencia de dicha su madre, Mariquita, ¿quieres que te enseñe un oficio que te tendrá cuenta saberlo?”.

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bien las propiedades naturales de las hierbas y animales y utilizaban tales elementos como ingredientes en sus ceremonias y rituales supersticiosos.9 Las diferencias que, sin embargo, albergan ambas mágicas fueron más numerosas, e incluso significativas, que sus puntos de convergencia. En primer lugar, tanto la hechicera como la bruja debían sellar un pacto con el diablo. 10 La bruja lo realizaba mediante todo un ritual iniciático, el carácter del pacto era expreso y en el momento en que se sellaba, el demonio le dejaba una marca corporal reconocible. Sin embargo, el de la hechicera solía ser implícito, siendo ésta incluso inconsciente de que lo había sellado en ocasiones. Además, no presentaba ningún tipo de marca corporal demoníaca, puesto que la firma de su pacto no contaba con ese fuerte carácter ritual.11 Continuando con el ritual iniciático, fue propio de la bruja acudir al aquelarre o 12 sabbat , reuniones que se solían realizar de noche, a las que se acudía volando tras aplicarse ciertas unturas y ungüentos y que eran presididas por el demonio, que orquestaba la celebración de una misa conocida como “misa negra”. 13 Generalmente se finalizaba copulando con el demonio y/o con otros brujos. Ninguna de estas acciones estuvo vinculada con las prácticas hechiceriles, ya que a éstas, aunque apoyadas en un respaldo diabólico, no se les exigían ni la adoración al demonio, ni reuniones nocturnas en comunidad. Tampoco era habitual que las hechiceras se untaran ungüentos para desplazarse, aunque sí que los podían elaborar con otras intenciones, a menudo paliativas. La bruja en su ritual de iniciación debía también apostatar de la fe en Jesucristo, la Virgen y los santos. La hechicera, en cambio, nunca renegaba del Cristianismo. Digamos pues, que la hechicera utilizaba a su servicio al demonio, mientras que la bruja subordinaba su alma para toda la eternidad.14 Otra de las sugerentes diferencias fue la manera de llevar a cabo la práctica. Mientras que la bruja solía actuar bajo el amparo de un grupo colectivo, el proceder de toda hechicera era generalmente individual.15 Aquellos testimonios que poseemos en la documentación de rituales llevados a cabo entre varias supersticiosas manifiestan que la intención fundamental era potenciar el lance para obtener así un remedio más eficaz,

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María del M. Rey Bueno, Historia de las hierbas mágicas y medicinales; plantas alucinógenas, hongos psicoactivos, lianas visionarias, hierbas fúnebres, todos los secretos sobre las propiedades y virtudes ocultas del ancestral mundo vegetal, Madrid, Nowtilus, 2008, p. 115 y ss. 10 Tengamos en cuenta que para la Iglesia, un hecho sobrenatural sólo podía tener dos posibles explicaciones, que fuese obra de un milagro o que fuese obra del demonio. De manera que si no había rastro de milagro alguno, se debía haber sellado pacto con el demonio de manera explícita o implícita. 11 Sobre la naturaleza de los pactos, las ceremonias, la relación con el demonio, la renuncia del cristianismo etc., véase la detallada descripción de: M. A. del Río, La magia demoníaca… pp. 184-203. 12 El término hebraico Sabbat fue utilizado por primera vez en el año 1330 en Carcassone y Toulouse. Se eligió para designar las actividades propias del aquelarre porque las creencias rituales de los judíos eran consideradas como una depravación. Al aplicar este término a una acción ritualista concreta como dichas reuniones, se las estaba condenando al rechazo. Si acudimos a la etimología de la palabra “aquelarre”, nos indica Caro Baroja que está formada por aquel, que significa “cabrón” y larre que significa “prado”; el prado del cabrón, o lo que es lo mismo, el lugar donde las brujas celebraban sus reuniones con el diablo. Véase: Julio Caro Baroja, Las brujas y su mundo, Madrid, Alianza, 2006 (1966), p. 127-128. 13 María Tausiet Carlés, “La imagen del Sabbat en la España de los siglos XVI y XVII a través de los tratados sobre brujería y superstición”, Historia Social, 17, (1993), pp. 3-20¸del mismo, “Brujería y eucaristía: el aquelarre como antivisión”, Revista Internacional de Estudios Vascos, núm. extra 9, (2012), pp. 66-89. 14 María Palacios Alcalde, “Hechicería e Inquisición en Andalucía”, Códice, 2, (1987), pp. 43-66. 15 María Tausiet Carlés, Abracadabra Omnipotens, Madrid, Siglo XXI, 2007, p. 195.

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sobre todo, si habían fracasado lances previos. 16 Más allá de las intenciones aquí reseñadas, no existieron colectivos hechiceriles entendidos a la manera de los brujeriles. Finalmente, también existieron diferencias en la naturaleza de sus prácticas. Mientras que la bruja actuaba sólo afanada en el daño y el perjuicio, tanto material como personal, la hechicera poseía una doble capacidad. Era apta para efectuar una maldición, un aojamiento, provocar una muerte o una fuerte angustia, pero también podía realizar acciones curativas, ligaduras de amor, desvelar intrigas o cualquier otro fin no perjudicial.17 Estos fueron algunos de los identificadores mágicos que quedaron expuestos a través de las obras teológicas y morales y otro tipo de textos oficiales, que guiaron a sacerdotes y párrocos a detectar comportamientos afines al estado preternatural de la realidad conocida. Además de instruirlos para asignar una correcta penitencia a confesantes, estos conocimientos, tan específicos como relevantes, fueron expuestos de un modo directo o indirecto a la comunidad de feligreses. Sin embargo, en ocasiones el simbolismo depositado a través del discurso en el imaginario brujesco pudo ser utilizado por algún(os) miembro(s) de la colectividad para manipular una realidad vivida, como ocurrió con uno de los casos más estremecedores del que tenemos constancia, el acontecido en Baza. 2. Trama procesal Según lo recogido en la causa contra María Tudela, el 9 de noviembre de 1752, María Antonia Moreno, que se encontraba en la cárcel de dicha localidad, afirmó que don Álvaro de Mendoza había realizado un encargo a su madre, Antonia Guillén. Una noche, esperando que se llevase a cabo dicho “encargo”, entró en su casa Josefa Romero y Bernarda Vizcaíno y le trajeron un niño que Antonia Guillén puso boca abajo en sus rodillas. A partir de ese momento comenzó a realizar una serie de acciones más propias de la brujería que de la hechicería. Según reflejó el inquisidor fiscal de Granada: “la reo con una alpargata o espartera fue refregando al niño la boca y cara y dijo a una de las otras pusiese una cazuela para recoger las babas y lágrimas, lo que así practicaron. Que después, porque lloraba el niño pusieron otra cazuela y sacando esta reo un cuchillo, lo degolló, separándole la cabeza del cuerpo, y la sangre que recogieron se echó en una 18 redoma”.

Una vez que terminaron de extraerle dicha sangre, puso al niño apoyado en un escalón de la casa y le dio dos golpes con el cuchillo en la muñeca hasta cortársela. A continuación “lo colgó con la soga por los pies desde el techo, le abrió, le sacó el mondongo, asadura, corazón y todo despojo con la mano [y] lo echó en una espuerta”.19 Seguidamente le introdujo una caña en el cuerpo abierto, lo taparon con una estera y lo dejaron colgado unos tres días (no lo recordaba bien la declarante). Los restos extraídos, a excepción de las lágrimas, babas y sangre, fueron llevados a la puerta del maestro de capilla don Ventura Torrién. Al día siguiente regresó Álvaro Mendoza a la casa de 16

Véanse a modo de ejemplo los casos: Archivo Histórico Nacional [AHN], Inquisición [I], leg. 3723, exp. 4, fol. 1r., aunque a lo largo del expediente se dan otras situaciones de actuación conjunta; AHN, I, leg. 3725, exp. 18. 17 Sobre la naturaleza de la hechicera véase: J. Caro Baroja, Las brujas y su mundo… pp. 142-144. 18 AHN, I, leg. 2691, exp. 81, fol. 1r. 19 Ibidem.

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Antonia Guillén y se llevó la sangre del niño. La justicia civil comenzó a buscar a los culpables del delito tras encontrar varios días después el cadáver del niño y acabaron encarcelando a las hechiceras que actuaron aquella noche, a la declarante y al maestro de capilla. Una vez juntas en la cárcel, las supersticiosas acordaron una misma versión de los hechos para cubrir a Álvaro de Mendoza y culpar al religioso. El asesinato de este niño también fue corroborado por otros testigos como Francisco Muñoz Molinero, Nicolasa Fernández y la reo. Ésta última, sufrió amenazas de tortura y acabó confesando algunas partes de la acusación. Los hechos que se juzgaron en la causa abierta no fueron los propios de una sortílega al uso. La crueldad con la que trataron al niño, el modo en que extrajeron su sangre y el hecho de dejarlo colgado, con todo el cuerpo abierto y sin entrañas, fue un horror que la Inquisición calificó tan solo como sortilegio supersticioso de vana observancia, pacto implícito con vehemente sospecha de explícito, e invocación al demonio y aún de apostasía a fide. El 30 de agosto de 1753 se votó a la acusada a que “en la sala del tribunal a puerta cerrada, presentes los ministros del secreto, con sambenito de media aspa abjurase de vehementi”20 y también a destierro de Granada, Baza y Madrid ocho leguas a la redonda por un periodo de ocho años, pasando los dos primeros bajo la supervisión de una persona docta, y que se la devolviese a la cárcel real de la que fue traída. Esta alegación fiscal se encuentra en relación directa con las causas que se le abrieron al resto de implicados en la trama: Álvaro de Mendoza 21 , Josefa Romero, Manuela, conocida como Manuelilla “la gitana”, María Antonia Moreno, Joseph Fernández Cachero y Bernarda Vizcaíno.22 Progresivamente, con el interrogatorio del resto de acusados, fueron extrayéndose nuevos datos y más concretos. A Joseph Fernández, un hombre de 67 años, se le suspendió su causa por aclarar que él sólo concurrió a cavar en la cueva de la alcazaba, sin recogerse muchos más datos al respecto. Seis testigos confirmaron que no tuvo nada que ver en la muerte del niño, por lo que quedó libre y sin volverse a ver envuelto en la polémica. Por su parte, en la causa que se le abrió a Manuela, alias “Manolilla la gitana”, María Antonia Moreno (hija de Antonia Guillén) declaró que su madre tenía amistad con esta reo, y que en cierta ocasión le ofreció a ella misma enseñarle dicho oficio. María Antonia se negaba, asustada de lo que le decía debía hacer: “porque era menester ver al diablo (…) y respondió la reo, ‘no tienes nada que temer porque vendrá en figura de hombre y en besándole tres veces el trasero no es menester más para que haga todo lo que quisiéramos’”.23 A esta testigo, a pesar de que su madre practicase la hechicería, le asustaban este tipo de tratos con el demonio y se negó a realizarlos. También declaró en esta causa Bernarda Vizcaíno, añadiendo nuevos datos. En sus aportaciones describió ampliamente lo que se asemejaba mucho a los vuelos hacia un aquelarre: “dijo que en casa de la Guillén se juntaban la declarante, la Tudela, Josefa Romero, María Antonia Moreno y dicha Guillén, se untaban y después de las doce de la noche volaban, iba a ver tierras”.24 También afirmó que habían pasado por Granada, 20

Ibidem, fol. 3r. AHN, I, leg. 3736, exp. 105. Natural de Granada, vivía en Orce. Con 19 años fue procesado por mahometano y resuelta su causa. 22 La información de las causas de todos estos acusados está en la alegación fiscal: AHN, I, leg. 2685, exp. 104, a excepción de Bernarda Vizcaíno, que se encuentra en: AHN, I, leg. 2685, exp. 186. 23 AHN, I, leg. 2691, exp. 81, fol. 3v. 24 AHN, I, leg. 2685, exp. 104, fol. 3v. 21

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Alicante y otra ciudad que no especificó. Previamente se habían untado un brebaje que sacó Antonia Guillén de un pequeño puchero y que se pusieron en las comisuras de los labios y en las axilas. Según describió, la sensación mientras volaban era como si las llevasen cogidas en peso por debajo de los brazos. La Guillen iba delante, liderando el grupo y veían las ciudades tan claro como si fuese de día hasta llegar el amanecer. 25 Esta misma declaración la volvió a realizar con ocasión de pedirle la Inquisición declarar en la causa contra María Antonia Moreno.26 En la causa contra Josefa Romero, María Antonia Moreno declaró ante el juez ordinario que la reo actuó en conjunción con Bernarda Vizcaíno y María Josefa Tudela en el hurto y degüello del niño, con la finalidad de usar su sangre para derramarla en la tierra y así descubrir un tesoro. Fray Antonio García, el presbítero franciscano que acudía a dar misa a la cárcel, dijo que hablando con la reo e incitándola a que confesase la verdad sobre la inocencia del maestro de capilla, ella tan sólo dijo que no sabía nada y que “¿qué sosiego hemos de tener padre, si esta perra de la tía Antonia Guillén no quiere vomitar los doblones que ha tomado?”. Con esta declaración se puede entrever que probablemente habrían obligado al perro a tragárselos. Estos datos conectan perfectamente con la mención de Joseph Fernández de que también hubo un perro al que hirieron, además del niño al que mataron. Por su parte, tomada declaración a Bernarda Vizcaíno en esta misma causa, ésta acabó confesando: “que todo era falso porque la reo no había concurrido a volar ni lo habían ejecutado las que expresó, 27 pues solo por habérselo influido la Guillén y Tudela lo declaró. Que del mismo modo es falso lo que expresó contra la reo y lo dijo en las referidas declaraciones por las amenazas que se hicieron a la declarante de castigarla y ponerla a tormento”. 28

También añadió que la habían persuadido ofreciéndole salir a salvo de la cárcel, muy posiblemente gracias a la influencia de don Álvaro de Mendoza o de quién estuviese protegiendo a éste último. Finalmente, reconoció no haber asistido a la muerte del niño, como pudiera parecer, por encontrarse en ese momento en la villa de Guadix. 29 Su declaración sobre la falsedad de los testimonios anteriores arroja luz sobre muchas partes de la historia, como que algunas de estas hechiceras trataron de evitar inculpar a don Álvaro de Mendoza, presionando a las implicadas más débiles para que no revelasen la verdadera versión de los hechos. También quedó manifiesto que muchos de los datos ofrecidos como los vuelos fueron pura fantasía.30 La última causa que estuvo relacionada con este asesinato, antes de que el propio Álvaro de Mendoza fuese investigado, fue la que se abrió contra Bernarda Vizcaíno, que a su vez declaró en las causas de sus compañeras. En la suya propia se volvieron a recoger los hechos tal como había reflejado en las versiones anteriores. Mendoza había realizado un encargo de sangre de niño para realizar un ritual mágico. Una vez habían sido apresadas, Bernarda hacía días que estaba deseosa de contar la verdad pero la persuadieron para que dijese que “el hurto del niño [y] su sangre habían sido para que el maestro de capilla sacase el tesoro (…), si quería que la sacasen a salvo y no 25

Ibidem. Ibidem, fol. 4v. 27 Esta declarante dio varias versiones de los mismos hechos con anterioridad a ésta. 28 AHN, I, leg. 2685, exp. 104, fol. 1v. 29 AHN, I, leg. 2691, exp. 81, ff. 2r. y v. 30 La muerte del niño sí parece que fue real, puesto que en la documentación se especifica que la justicia real encontró el cuerpo tirado y previamente se había hecho notar su desaparición. 26

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perderse”, 31 como habían declarado el resto de implicadas. El comportamiento que llevaron a cabo estas mujeres no fue el propio de los rituales generales para sacar tesoros. Las aspiraciones y ambiciones de Mendoza parecían muy elevadas y la influencia que éste tenía también, puesto que Antonia Guillén, más que ninguna otra, trató de no inmiscuirlo en este trágico asunto, culpando y haciendo culpar en su lugar a un ministro de Dios. El objetivo real no era evitar la acusación de Mendoza, sino encubrir a alguien mucho más influyente, como después se descubrió: “según resulta de estos autos, don Andrés de Segura, sujeto de poca salud pero de mucho manejo de caudales y negocios, es administrador general de los estados del Conde de Aguilar”. 32 Don Andrés, administrador del Conde, se valía de Álvaro de Mendoza para las ventas de grano, arriendos y otro tipo de gestiones. Teniendo gran influencia el administrador sobre las tierras de Orce, de donde procedían las acusadas, las hechiceras tuvieron miedo de involucrar a Mendoza y a don Andrés Segura, por las represalias que posteriormente pudiesen recibir. Por su parte, don Juan Antonio Guillén (familiar de Antonia Guillén) era el asesor del corregidor de Baza, nombrado por el conde de Aguilar, por lo que también buscó siempre el beneficio de don Andrés y trató de evitar que se le pudiese implicar en el asesinato. Para ello, cada vez que alguna de las acusadas encarceladas hacía alguna referencia a Álvaro de Mendoza o a Andrés de Segura se enfurecía, las golpeaba y amenazaba para conseguir su silencio. Ésta fue la razón principal por la que las supersticiosas inicialmente ocultaron la verdad y culparon de común acuerdo a don Ventura Torrién, maestro de capilla. La declaración de otro testigo, Francisco de Sena, sacó a la luz unos motivos más que razonables para comprender por qué se había orquestado toda esta situación. Según afirmó, se conocía en Baza y sus alrededores que Andrés de Segura utilizó los despojos del niño para curar ciertos accidentes que tenía: “porque es público que a costa de su mucho caudal y como cacique de Orce, ha facilitado con algunos sujetos de mal vivir a quiénes protege judicialmente, que éstos violentamente castren a algunos hombres para medicinarse él mismo”. Que además había recibido noticias de que ya se había castrado a un hombre de nacionalidad francesa y otro que se dedicaba a vender cosas, y que Álvaro de Mendoza era su único confidente y quién manipulaba y organizaba todos los sacrificios33. 3. Conclusión Las razones por las que estas hechiceras aceptaron realizar este “encargo” fue, quizá, por sentirse presionadas por el demandante, aunque también a cambio de una recompensa o pago económico previo acuerdo. En varias ocasiones los testimonios declaran que Mendoza pagó a Guillén por obtener la sangre del niño, sin embargo, la invención de los vuelos, los ungüentos y la relación con el demonio se realizó una vez que todas las implicadas estuvieron dentro de la cárcel. Conociendo los sucesos al completo, el interés de relatar esos hechos tan vinculados con el imaginario brujeril es más que significativo. Con el relato de aquéllos detalles trataron de disuadir a la justicia civil de la acusación de asesinato, convirtiendo la trama en un problema de fe debiendo así ser juzgadas por la jurisdicción inquisitorial. Probablemente recibirían una condena 31

AHN, I, leg. 2685, exp. 186, fol. 1r. AHN, I, leg. 3736, exp. 105, fol. 3v. 33 Ibidem, fol. 4v. 32

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LOS USOS DE LOS ATRIBUTOS DE LA BRUJA COMO MEDIO DE …

mucho menos dura y evitarían involucrar a Mendoza y al administrador del conde. Amedrentadas por el poder de este último, utilizaron conscientemente los conocimientos que pudieron tener sobre el imaginario brujeril, con unas intenciones que beneficiasen a todas las partes de uno u otro modo. Probablemente, estas supersticiosas eran conscientes de que la actitud inquisitorial ante las actuaciones afines a la brujería era bastante escéptica. Aunque siempre se había mantenido un posicionamiento dubitativo en cuanto a la realidad de sus actos en España34, tras la publicación por parte del Santo Oficio de la instrucción del 29 de agosto de 1614 respecto a la brujería, la sentencia que se podía obtener ante una acusación de hechos de dicha naturaleza era bastante más ventajosa que la que podrían sufrir por asesinato. Efectivamente no se produjo una práctica de brujería en sí, pero sí existió un condicionado y parcial35 uso de los atributos otorgados por el discurso al concepto de “bruja”. Según lo que parecen apuntar los indicios hallados en estas causas, los feligreses utilizaron algunos elementos aislados de la mitología del aquelarre (trato con el demonio, besos en sus partes pudendas, reuniones, vuelos, ungüentos etc.) con una finalidad acordada. Dichos intereses estuvieron enfocados a obtener un control de la justicia, redirigiéndola intencionadamente y actuando como medio de burlar las encorsetadas normativas civiles y las duras penas correspondientes, que en muchas ocasiones ponían en juego sus propias vidas. El pueblo, en sus distintas manifestaciones (colectividad, grupos minoritarios, individuos), tuvo la capacidad de aprovechar las brechas del discurso religioso sobre la brujería y hechicería, consolidado a lo largo de los siglos XVI al XVIII, para llevar a cabo una apropiación de los conceptos reflejada en las prácticas cotidianas en su propio beneficio. Las protagonistas de este caso, pues, llevaron a cabo un uso propio y espontáneo de los elementos identificativos de la categoría de “bruja”, construyendo así una nueva identidad, la suya propia, fruto de la recepción de los símbolos con los que estaban en contacto. Éste es un ejemplo, entre otros posibles, de que en el siglo XVIII no existió una recepción pasiva del discurso anti supersticioso que autoridades e instituciones trataron de hacer llegar al sustrato popular. Por el contrario, distintos colectivos sociales e incluso los propios individuos pudieron “hacer suyos” conceptos como “bruja” o sus atributos, utilizándolos como una verdadera táctica de control social. Dicha táctica debe entenderse como una reacción a los patrones culturales dominantes, como un medio de supervivencia en una realidad profundamente sacralizada y completamente normativizada. Éste, como otros modos de resistencia ejercidos por las supersticiosas, 36 se presentó como una respuesta personal a las condiciones políticas, religiosas, sociales y culturales que no eran compartidas. Este modo de apropiarse de la simbología fue utilizado como el arma que el grupo de débiles, las hechiceras, utilizó en su vida 34

No se ponía en duda la realidad demoníaca ni la capacidad del diablo de persuadir a los individuos o de ayudarlos a cometer actos nocivos, pero sí se tuvo el firme pensamiento de que en España los casos dados eran producto de la imaginación, de la confusión o del miedo. 35 “Parcial” en el sentido de que juzga o procede con parcialidad, parcialmente. 36 R. Alamillos Álvarez, Hechicería y brujería en Andalucía… pp. 387-456. Sobre tolerancias y resistencias véase también: Manuel Peña Díaz, “Tolerar la costumbre: ferias y romerías en el siglo XVIII”, Hispania: Revista Española de Historia, vol.74, 248, (2014) (Ejemplar dedicado a: De reacciones, de tolerancias, de resistencias y de polémicas. Las "grietas" de la Contrarreforma y los límites de disciplinamiento social), pp. 777-806.

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cotidiana para sobreponerse a los mandatos culturales. Este medio ilícito de satisfacer necesidades personales, intransferibles y sin cobijo social, respondía a una lectura plural del sistema cultural dominante.

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Los monstruos como instrumento del poder político y religioso durante los siglos XVI y XVII Monsters as instruments for the political and religious power during the XVI and XVII centuries Mª Alejandra FLORES DE LA FLOR Universidad de Cádiz Resumen: Durante la Edad Moderna española, el ser monstruoso fue percibido de diferente forma en función de los sentimientos que evocaban en los hombres y mujeres. Relacionado con el horror estaba el hecho de considerar al monstruo como señal de Dios para anunciar futuras calamidades: plagas, hambrunas, guerras, etc. En un contexto de convulsiones políticas y religiosas, como lo fueron los siglos XVI y XVII, esta manera de interpretar la monstruosidad fue usada como instrumento para la propaganda o ataque político, así como para la crítica religiosa. Palabras clave: Monstruo, teratoscopia, prodigio, política, religión. Abstract: During the Early Modern Age Spain, monsters were perceived in different ways depending on the feelings they evoked in men and women. Related to horror was the idea of considering the monster as a sign from God to announce future calamities: plagues, famines, wars, etc. In a context of political and religious convulsions as were the sixteenth and seventeenth centuries, monstrous beings were used as an instrument for propaganda or political attack as well as religious criticism. Keywords: Monster, teratoscopia, wonder, politics, religion.

1. El nacimiento de la teratoscopia. Explican Katharine Park y Lorraine Daston en su obra clásica Wonders and the Order of Nature (1993) que durante la Edad Moderna el monstruo, entendido como "todo aquel compuesto animado, en cuya producción no espontanea falta mas o menos enormemente à su acostumbrado orden la Naturaleza"1, fue representado de diferentes formas. Se trataba de representaciones que respondían a las diversas emociones que aquellos seres despertaban en los seres humanos, muy especialmente tres: horror, placer y repugnancia, las cuales coexistieron en el tiempo. En relación al "horror" estaba la consideración de ver al monstruo como algo que iba más allá del simple error de la naturaleza, pero sí vinculado con la idea de este como una señal de un futuro castigo procedente de Dios. Una interpretación que se impuso a finales del siglo XV y principios del siglo XVI a raíz de una serie de hechos políticos y religiosos, que convirtieron al ente monstruoso en una señal divina de acontecimientos que estaban por suceder o que ya habían sucedido2. 1

José de Rivilla Bonet y Pueyo, Desvíos de la naturaleza o tratado del origen de los monstruos, Lima, por Joseph de Contreras, y Alvarado Impressor del Santo Oficio, 1695. cap. 2, p. 11r. 2 Katharine Park y Lorraine Daston, Wonders and the Order of Nature, Nueva York, Zone Books, 1998. p. 173 y ss.

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Lejos de ser una novedad, la creencia de que los seres monstruosos eran señales enviadas por la divinidad se remonta a la Antigüedad. Encontramos algunos ejemplos en la Biblia, especialmente en el libro del Apocalipsis, en el que la caída de Babilonia es anunciada por la llegada de un monstruo de siete cabezas3; y también en la civilización mesopotámica en la que era muy común la interpretación de los augurios teratológicos 4. Aunque fueron los griegos y los romanos los que más desarrollaron esta práctica, pues tanto unos como otros creían que muchos de los fenómenos naturales eran señales de las intenciones de los dioses hacia los hombres. Así, y en el caso concreto de los nacimientos, la buena disposición de aquellos permitía que la criatura fuera viable, pero si esta nacía deforme se relacionaba con la mala voluntad y la ira de las deidades. El principal representante de esta línea de pensamiento fue el filósofo romano Marco Tulio Cicerón, cuya obra De Divinatione se convirtió en referencia para los tratadistas del periodo moderno al tratar esta cuestión. En la Edad Media se continuó con la tradición de interpretar a los monstruos como señal, eliminando, eso sí, el halo de paganismo previo. Fue en este momento cuando la idea agustiniana de que los monstruos procedían de Dios cobró más fuerza y, por tanto, consolidó la concepción de que estos eran señales enviadas por la divinidad que precedían a los acontecimientos 5 . Y, en esta misma línea, se manifestaba San Isidoro de Sevilla, para quien los portentos vivían poco tiempo pues, una vez cumplida su función, no tenía sentido que siguieran existiendo 6 . No obstante, fue a partir del Renacimiento cuando la concepción del monstruo como señal alcanzó su mayor esplendor debido, muy probablemente, al contexto histórico de ese momento. Lo esencial de esta no cambió con respecto a la idea heredada de la Antigüedad o la Edad Media, pero sí que en este periodo el componente político y religioso fue fundamental, en el sentido de que los nacimientos monstruosos empezaron a ser interpretados como vaticinios bien de eventos que estaban por suceder, bien de aquellos que ya habían sucedido. De hecho se creó una relación muy estrecha entre la existencia de seres monstruosos y determinados acontecimientos históricos y políticos de cada estado, por lo que aquellos fueron usados, al menos en un alto nivel social y cultural, para formular un análisis político específico o para organizar una línea de propaganda religiosa concreta. No se trató de un fenómeno aislado de cada nación, sino que alcanzó unas dimensiones pan-europeas, al menos en un área que abarcaba Francia, Alemania, España y norte-centro de Italia7. El uso del monstruo en un sentido profético dio lugar, especialmente en Alemania e Italia, a un verdadero género literario, el de los llamados "libros de prodigios", que lo conformaban obras densas, pero también breves y efímeras, así como una serie de panfletos baratos que se escribían en lengua vernácula con el fin de que fueran accesibles a un gran número de lectores8. Entre ellas cabe destacar la obra de 3

Apocalipsis, capítulo 17, versículo 3. Alberto Salamanca Ballesteros, Monstruos, ostentos y hermafroditas, SSPP Universidad de Granada, 2007. p. 173. 5 San Agustín de Hipona, La ciudad de Dios, Lib. XXI, cap. VIII. Versión digital en http://www.augustinus.it/spagnolo/cdd/index2.htm [Consultado, 27 de febrero de 2015]. 6 Isidoro de Sevilla, Etimologías, Madrid, Biblioteca de autores cristianos, 2004. Lib. XI. Cap. 3. p. 879. 7 Ottavia Niccoli, Prophecy and people in Renaissance Italy, Princeton, N.J. Princeton University Press, 1990. p. 19. 8 Cfr. María José Vega Ramos, Los libros de prodigios en el Renacimiento, Publicaciones del Seminario de Literatura Medieval y Humanística, Barcelona, 2002. 4

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Casparus Peucerus (1525-1602), Commentarius de praecipuis divinationum generibus (1560), en la que se utiliza por primera vez el término "teratoscopia" para hacer referencia a la interpretación de profecías a través de las monstruosidades. Las estrategias que se aprecian en estas obras para descifrar los nacimientos monstruosos son dos. Por un lado estaba aquella que entendía a los monstruos, o algunas de sus partes más sobresalientes, como vastas alegorías o tropos vivientes referidos a una situación concreta. En este sentido, el monstruo se convertía en un jeroglífico divino que había que descifrar y que, por tanto, ofrecía una profecía para un acontecimiento específico. Esta fue, sin duda alguna, la técnica más utilizada por los libros de prodigios y las artes teratoscópicas en el Occidente europeo. Por otro lado estaba la que consideraba que todo prodigio o monstruosidad podía ser interpretado como un indicio de la proximidad del fin del mundo. Así, por tanto, cada monstruo no era únicamente un signo o una praesencio, sino que todos ellos en su conjunto, o más exactamente, su acumulación y frecuencia, eran indicio cierto de un único hecho ulterior9. En España no existieron los libros de prodigios como tales, al menos no del estilo de Conrad Lychostenes, pero sí es cierto que numerosos autores que escribieron sobre cuestiones teratológicas, así como las relaciones de sucesos, se vieron tentados por la idea de considerar al monstruo como una señal. Muchos de ellos hacían referencia a la capacidad pronosticadora de este en sus obras, así, por ejemplo, Antonio de Torquemada afirmaba que las monstruosidades procedían de Dios por algunas razones "encubiertas", si bien muchas "se manifiestan por conieturas y señales, que no concluyen para la demostracion de la verdadera causa, a lo menos no dexan de tener alguna apariencia para que podamos creerla"10. Y más claro se manifestaba el jesuita Juan Eusebio Nieremberg al decir que "suele ser muchas vezes la causa sobrenatural por pecados de los padres, o para significacion de algun sucesso, hablandonos Dios por estas señas"11; o José de Rivilla quien afirmaba: "Otras monstruosidades acaecen en prediccion y aviso de futura venganza y males graves, como han precedido en varias ocasiones a sangrientas guerras feisimas y heregias"12. Además, en las relaciones de sucesos se explicaba, en ocasiones, que los monstruos eran presagios que, desde la Antigüedad, se interpretaban "en una misma significacion, siendo los semejantes sucessos ordinariamente avisos de alteraciones, novedades, y mutaciones entre los mortales"13. 2. El monstruo como instrumento para la manipulación social y política. Parece haber cierta unanimidad en considerar al siglo XVI como el periodo en que el uso del monstruo como herramienta para la manipulación social y política alcanzó su mayor esplendor. Las razones para ello pueden ser varias, aunque destacan especialmente dos: la primera es el contexto histórico general europeo, marcado por conflictos constantes, que favoreció el hecho de que la gente estuviera predispuesta a ver a los monstruos como presagios de acontecimientos que ya habían sucedido o que 9

Ibídem, p. 20. Antonio de Torquemada, Jardín de Flores curiosas, Madrid, imprenta de Iván Corderio, 1575. Libro primero. p. 24 11 Juan Eusebio Nieremberg, Curiosa y oculta filosofía, Madrid, imprenta de María Fernández, 1649. Lib. III, cap. X. p. 70. 12 J. de Rivilla Bonet y Pueyo, Desvíos de la naturaleza ... Cap. V. p. 36v. 13 Anónimo, Verdadera, y notable relacion, en la qual se contienen los mas notables, y espantosos sucessos... Alcalá, en casa de Juan García, 1624. 10

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estaban por suceder y que, por tanto, los convertía en elementos fácilmente manipulables por las altas esferas institucionales para que siguieran una línea de pensamiento u orientación política concreta. Además, hay que tener en cuenta que fue precisamente en este periodo cuando el miedo escatológico alcanzó su mayores cuotas, e incluso las teorías milenaristas fueron más temidas en este momento que durante el siglo X. Este miedo floreció a raíz de los conflictos políticos y religiosos que tuvieron lugar en el siglo XVI, que alimentaban el sufrimiento de la gente. La interpretación de monstruos como señal no era sino una manifestación más de ese miedo.14 Y la segunda razón, es el hecho de que aún estuviera muy viva la idea agustiniana de que Dios lo había creado todo, incluso los seres monstruosos, y que por ello debían ser algún tipo de señal. Esta idea no desapareció del todo en los siglos posteriores, pero sí que se fue atenuando con el paso de los años debido, quizás, a la evolución de la mentalidad colectiva general y al avance científico particular, algo de lo que hacen referencia Park y Daston cuando explican la entrada del monstruo en la llamada filosofía natural15. Que el siglo XVI fue el más propicio para interpretar a los monstruos como señal de acontecimientos futuros lo demuestra la obra de Pierre Boaistuau, Histoires prodigieuses (1560), donde encontramos multitud de casos de nacimientos monstruosos relacionados con determinados acontecimientos históricos, especialmente bélicos, como el del monstruo nacido en Cracovia en 1543 que parecía haber pronosticado la derrota de la Liga de Esmalcalda en la batalla de Mülhberg en 154716; el del ser deforme de gran tamaño y dos cabezas, nacido en 1540, que parecía estar vinculado con la llamada Guerra de la Sal que tuvo lugar en ese mismo año y que enfrentó a la ciudad de Perugia contra los Estados Papales 17 ; o el llamado monstruo de Rávena cuya popularidad alcanzó un nivel continental, pues autores de todos los lugares de Europa hicieron referencia a esta criatura monstruosa, que parecía tener relación con el conflicto de Roma con la corona francesa18. En España, si bien esta criatura se hizo popular gracias a la obra de Boaistuau, cuya primera traducción data de 158619, ya se conocía gracias a una carta escrita por Pedro Mártir de Anglería en la que informaba del nacimiento, en Rávena, de una criatura monstruosa alada en 1512. Poco después se hará referencia a ella en la Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel del historiador Andrés Bernáldez, y en el Guzmán de Alfarache (1599) de Mateo Alemán. En esta última, la interpretación que se daba del nacimiento de dicho monstruo era la misma que recogían otros autores, como Conrad Lychostenes o Pierre Boaistuau, esto es, la de que Dios había decidido castigar Italia, lugar donde abundaba el vicio, con un azote de guerras y disecciones20. No obstante, esta idea fue poco a poco difuminándose a favor de una lectura más política, tal y como demuestra la obra de José de Rivilla, en la que se 14

Jean Delumeau, El miedo en Occidente, Madrid, ed. Taurus, 2012. p 166, 251 y ss. K. Park y L. Daston, Wonders and... p. 216 y ss. 16 Pierre Boaistuau, Historias prodigiosas y maravillosas, Madrid, 1603. Traducido al castellano por Andrea Pescioni. Primera parte, p. 18r. 17 Ibídem, Primera parte.p. 117r. 18 Cfr. Ottavia Niccoli, "Il mostro di Ravenna: teratologia e propaganda nei flogi volanti del primo Cinquecento" Ravenna in età veneziana, Ravenna, Ed. Longo, 1986. pp. 245-277. 19 Folke Gernert, "Relaciones de sucesos monstruosos y las Histories prodigieuses de Pierre de Boaistuau" en Cátedra, Pedro M. (Dir.); Díaz Tena, Mª Eugenia (ed.), Géneros editoriales y relaciones de sucesos en la Edad Moderna, Salamanca: Sociedad Internacional para el Estudios de las Relaciones de Sucesos & Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas (SEMYR), 2013. p. 198. 20 Matheo Alemán, Primera y segunda parte de la vida y hechos del pícaro Guzman de Alfarache, Madrid, Imprenta de Lorenzo Francisco Mojados, 1750. Lib. I. Cap. I. pp. 11-12. 15

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hace referencia al "Monstruo celebre de Rávena nacido en el año de 1512" que precedió "la terrible batalla de Ravena"21. Sin embargo, en España, la interpretación política de los monstruos no alcanzó su cenit hasta el siglo XVII, muy especialmente a finales del mismo, debido a una profunda crisis que vivió por entonces la Monarquía Hispánica. Una crisis causada por múltiples factores interrelacionados en los que caben destacar las cuestiones bélicas, por cuanto habían dejado las arcas españolas totalmente vacías. Este hecho afectó profundamente a una economía ya mermada, y colateralmente a una población que veía como se incrementaban los impuestos a la misma vez que se devaluaban las monedas. Las consecuencias de los constantes conflictos parecían ilustrar que casi los cien años de hegemonía española llegaban a su fin, una concepción aún mayor a finales de siglo, durante el reinado de Carlos II, ya que la falta de un heredero invitaba a presagiar el final de la Dinastía Habsburgo en España. Sin embargo, reducir esta llamada "Crisis del Barroco" a cuestiones meramente militares, económicas y políticas sería simplificar un problema cuyo alcance fue mayor, pues lo que diferenció a esta crisis de las anteriores fue la propia toma de conciencia de un pueblo que empezaba a comprender que las cosas, de la economía principalmente, y también de otros ramos de la vida colectiva, no andaban bien y, lo que es más importante, empezó a pensar que podían ir mejor22. Posiblemente sea por eso, por esa "toma de conciencia", por la que la población empezó ver a los monstruos como una prueba más de la crisis que estaban viviendo y no solamente como un simple error de la naturaleza. La consideración de los seres monstruosos como reflejo de la situación agónica del estado hispánico era una señal del malestar y la inquietud de la población, sentimientos que se acentuaban en aquellos momentos en los que se manifestaban trastornos graves en el funcionamiento social. Y no es extraño, por tanto, que encontremos alguna que otra crítica al gobierno en las relaciones de sucesos de monstruos, aunque sea de manera implícita. De hecho su impresión pareció incrementar en este periodo y en algunas de ellas parecía augurarse el ineludible final de la hegemonía hispánica23. En este contexto, uno de los temas más populares fue el de las victorias y derrotas de las tropas españolas, si bien es cierto que predominaron el de las victorias, habiendo pocas o ninguna que hicieran referencia a las grandes derrotas españolas. En muchas de ellas sí que jugó un papel importante la labor realizada por la Monarquía Hispánica en defensa de la religión católica, muy concretamente de su lucha contra el Imperio Turco que había constituido una amenaza constante debido a su impresionante fuerza naval y terrestre. La relaciones de sucesos centradas en este tema siempre fueron muy numerosas, pero parecieron incrementarse a partir de 1570 y durante todo el Seiscientos24. Entre ellas encontramos la Verdadera, y notable relacion, en la qual se contienen los mas notables, y espantosos sucessos q hasta oy se han visto, sucedidos en Turquia, y todos amenazan la perdida, y ruyna de aquel imperio... traducida de un pliego italiano, en la que se da cuenta del nacimiento, en abril de 1624, de un infante monstruoso en Ostraviza –actualmente Ostrava en la República Checa– que tenía las piernas al revés, tres cuernos en la frente, un solo orificio nasal, las orejas de asno, tres 21

J. de Rivilla Bonet y Pueyo, Desvíos de la naturaleza ... cap. V. p. 37r. José Antonio Maravall, La cultura del Barroco, Madrid, Ed. Ariel, 1975. p. 57. 23 Cfr. Ana Mancera Rueda y Jaime Galbarro García, Las relaciones de sucesos sobre seres monstruosos durante los reinados de Felipe III y Felipe IV (1598-166), Berna, ed. Peter Lang AG, 2015. 24 Agustín Redondo, "Las relaciones de sucesos en prosa (siglos XVI y XVII)", Anthropos, 166-167 (1995), pp. 54-55. 22

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ojos y el dedo índice en actitud doctrinal. La intención propagandística de este pliego queda clara ya en el título, al hacer énfasis en el hecho de que se iba a informar al lector de una serie de sucesos que profetizaban "la perdida y ruyna de aquel Imperio..." Un tono que continúa en el cuerpo narrativo, donde encontramos una interpretación alegórica del monstruo en la que los tres cuernos hacían referencia al poder del turco sobre los continentes asiático, africano y europeo, los tres ojos la extrema vigilancia que este debía tener sobre su dominio, etc., pero especialmente destacaba la particularidad de que tuviera las piernas al revés, que venían a simbolizar el hecho de que el Imperio Turco iba a empezar a perder terreno. Esa circunstancia pareció alarmar al sultán Murat IV, quien ordenó que se extremara la vigilancia en Ostraviza y que se mantuviera viva a la criatura monstruosa, ya que la profecía establecía que la pervivencia del imperio dependía de que esta siguiera con vida25. El monstruo de Ostraviza debió causa cierto impacto porque en 1660, casi cuarenta años después de la publicación de la anterior relación, aparecía otra en la que se informaba del nacimiento de una criatura idéntica en marzo de 1659. Esta criatura también tenía en la cabeza "tres puntas, debaxo de la frente en hilera tres ojos lucientes como Estrellas, la nariz, con sola una ventana para la respiración, las orejas de jumento, los pies, y piernas, bueltos al rebes". Incluso el grabado que acompañaba la notica parecía copiado del que ilustraba la relación de 1624. Asimismo la interpretación alegórica de ese "nuevo" ser monstruoso variaba poco de la anterior, a saber, la de que el Imperio Turco estaba próximo a su fin26. El objetivo de ambas relaciones era claro: difundir que el esfuerzo (económico y social) puesto en las campañas extranjeras estaba dando los resultados deseados, y que las posiciones enemigas estaban prontas a caer gracias al buen gobierno político de Felipe IV y al poder espiritual del Papa Urbano VIII. Y así parecían desearlo los autores de ambas, quienes manifestaban el mismo ruego: "Permita Dios Nuestro Señor que los Príncipes Christianos logren los desseos desta conquista, y consigan la vixtoria, y palma, que tantos prodigios, y señales, aseguran..." 27 No deja de ser interesante este mensaje mesiánico, respecto al Imperio Turco, pues lleva inevitablemente a pensar que la Monarquía Hispánica, y en especial sus gobernantes, veía en la victoria sobre los turcos una forma de volver a los días de glorias pasados, en la que el imperio español aún era considerado como el lugar elegido por Dios para establecer su reino. Y esta visión, quizás algo extrapolada, era la que se quería difundir a una población sumida en la miseria y la desesperación, con el fin de que creyeran que aún era posible recuperar la confianza de un Dios que parecía haber abandonado su pueblo28. Otro pliego vinculado con la cuestión turca es Relación, y copia de carta, escrita a un principal cavallero de esta corte... que fue publicado sin autor ni fecha. Los pocos detalles que encontramos en él ayudan a situarlo en un periodo de tiempo que va de 1684 a 1686. En este se da la noticia de la captura de "un horrible y espantoso monstruo que se hallo en Exercito del Socorro", que las tropas consideraron ser un espía del gran 25

Anónimo, Verdadera, y notable relacion, en la qual se contienen los mas notables, y espantosos sucessos q hasta oy se han visto, sucedidos en Turquia... Alcalá, en casa de Juan García, 1624. Biblioteca Nacional de España. 26 Anónimo, Relación de un monstruoso portento que nacio en Ostraviza, tierra del Turco... Madrid, por Julián Paredes, 1660. Biblioteca Real Academia de la Historia. 27 Ibídem. 28 John H. Elliot, "Self-Perception and Decline in Early Seventeenth-Century Spain", Past & Present, 74 (1977), pp. 46-47.

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visir turco. Tras haber sido examinado por el Duque de Lorena, se envió a Leopoldo I ante quien el monstruo confesó que el Dios de los cristianos era superior al Dios de los turcos. Esta rendición del ser monstruoso ante el gran Emperador para admitir la superioridad del Dios verdadero, debió verse en la corona española como susceptible de ser propaganda para reforzar la idea de que el Imperio Turco llegaba a su fin29. Estas tres relaciones muestran, además, algo que a simple vista puede resultar muy evidente: el miedo real que existía en la corona española hacia la amenaza turca que no pareció cesar durante todo el Seiscientos. Un miedo plenamente justificado si tenemos en cuenta que aún durante el siglo XVI y parte del XVII vivían moriscos en la península Ibérica, quienes tenían contacto con los berberiscos que atacaban de manera constante las costas españolas. Las relaciones intentaban aplacar ese miedo mediante predicciones que parecían indicar que el final del imperio estaba cerca 30. Asimismo, tanto el miedo como el interés por los asuntos turcos tuvieron su reflejo en la literatura del Siglo de Oro, como lo demuestran la "comedias de Hungría" de Lope de Vega 31. Destaca, especialmente, la de El animal de Hungría, en la que cuenta las vicisitudes de Teodosia, esposa del rey de Hungría, que debido a los celos de su hermana es expulsada del reino, lo que le lleva a transformarse en un ser monstruoso. El interés de Lope de Vega por los asuntos húngaros demuestra hasta qué punto lo ocurrido con los turcos, ya fuera en Hungría o en las costas de la Península, calaba en la sociedad moderna. Otra temática recurrente en la interpretación de seres monstruosos durante el Seiscientos es la de la falta de herederos del monarca, que dio lugar a una profunda crisis sucesoria que se agravó a finales del mismo cuando pareció confirmarse que el monarca no iba a tener descendencia. En los pliegos se hicieron eco de este problema a través de parejas castigadas, a causa de sus incansables peticiones al cielo para conseguir una anhelada descendencia. Un ejemplo de ello es la Relación verdadera y caso prodigioso y raro que ha sucedido en esta corte el día 14 de mayo de este año 1688, en la que se cuenta la historia de Miguel Díaz y Antonia Isidra, una pareja de casados que vivían en la calle de Alcalá (en la corte madrileña), quienes después de varios años de matrimonio por fin iban a tener un hijo. No obstante, tras un parto muy laborioso, Antonia daba a luz el 13 de mayo de 1680 a una criatura totalmente monstruosa. Lo más interesante de esta relación, sin embargo, es la advertencia moral que hace al autor al final de la misma ya que de manera implícita parece hacer referencia a los rumores que, desde la década de 1680, se habían empezado a difundir sobre los "malos usos" que se llevaban a cabo en la corte para que el monarca pudiera tener descendencia32. Y otro ejemplo es la Relación del nacimiento del mas portentoso Gigante que se ha visto en el Mundo, ni los Anales quentan, que naciò en la Ciudad de Jaen el dia 13 de Diziembre del año passado de 1679, en la que también se cuenta la historia de un matrimonio, Julián de Paredes y Dionisia de la Zarza, quienes después de 17 años de casados aún no habían logrado tener un hijo. Cuando Dionisia por fin logró 29

Anónimo, Relacion, y copia da carta, escrita a un principal cavallero de esta corte... Biblioteca Nacional de España. 30 Cfr. Agustín Redondo, "Impérialisme espagnol et prophéties sur l'empire turc à travers quelques relaciones de sucesos à l'époque de Philippe IV", en Redondo, Agustín (ed.): La prophétie comme arme de guerre des pouvoirs (XV-XVII siècles), Presses Sorbonne Nouvelle, 2001. pp. 123-138. 31 Cfr. Joseph Peter Bocsi, "Hungría en el teatro de Lope de Vega", Revista de Literatura, vol. 31-61 (1967), pp. 96-97. 32 Anónimo, Relación verdadera y caso prodigioso y raro que ha sucedido en esta corte el día 14 de mayo de este año 1688... Biblioteca Nacional de España.

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quedarse embarazada, dio a luz el 13 de Diciembre de 1679 "un Portento, un Prodigio, un Gigante" cuyo cuerpo estaba lleno de señales33. Todas estas tenían una interpretación alegórica que Agustín Redondo vincula con la ideología post-tridentina, pero que también parece ser una advertencia dirigida al monarca –quien intentaba valerse de medios ilícitos para procrear a toda costa– de que Dios estaba preparando para España un castigo mayor que el de quedarse sin heredero34. En este sentido podemos decir que la profecía no estaba muy desencaminada, pues Carlos II moriría sin herederos en 1700 y un año después estallaría la Guerra de Sucesión española (1701-1713), que supuso la pérdida de varias de sus posesiones en Europa. También los Avisos de Jerónimo de Barrionuevo, que daban noticia sobre monstruos que rebasaban el carácter de lo anecdotario y alcanzaban el fin de la crítica política, prestaron atención a la crisis sucesoria. Para poner de manifiesto la seriedad de la situación, acudió a varios casos de partos múltiples, uno ocurrido en la Calle de la Paz, en el que una mujer de un "plebeyo" había dado a luz cuatro criaturas35; y otro sobre una mujer había dado a luz cuatro varones, calificándolo de "cosa rara"36. Ambos le sirvieron para dar constancia de que una mujer de fertilidad monstruosa era deseable como sustituta de una reina. En este sentido, como bien señala Elena del Río, el autor revierte los tópicos sobre la monstruosidad para poner de manifiesto que situaciones aparentemente normales podían ser analizadas como portentosas37. 3. El monstruo como instrumento para la crítica religiosa. El siglo XVI también pareció ser el más propicio para el uso del monstruo como crítica religiosa. Las razones son bastantes conocidas, desde que Martin Lutero "clavara" sus 95 tesis en las puertas del Palacio de Wittenberg en 1517, en Europa se produjo una división religiosa que generó, en primer lugar, un proceso de Reforma protestante que tuvo como respuesta, en segundo lugar, una Contrarreforma Católica. Así, por tanto, Europa se hallaba en el Quinientos totalmente dividida por cuestiones religiosas, por un lado estaban los luteranos, calvinistas, anglicanos, unitaristas, etc. y, por otro, los católicos. Todo ello generó una sensación de pesimismo global y una debilidad extrema entre la población que, tanto reformadores como católicos, aprovecharon para la manipulación mediante el uso de prodigios con el fin de criticar la ideología religiosa contraria e inculcar una línea de pensamiento que consideraban "verdadera". En este sentido, el monstruo pasó a convertirse en ilustración del pecado, no tanto de la población, sino de determinados movimientos religiosos en general. Fue el bando protestante el que más predispuesto se mostró a hacer uso de los monstruos para criticar endurecidamente al bando católico. Prueba de ello son las interpretaciones que realizaron de los monstruos conocidos como "ternero-monje" (o 33

Anónimo, Relación del nacimiento del mas portentoso Gigante que se ha visto en el Mundo, ni los Anales quentan, que naciò en la Ciudad de Jaen el dia 13 de Diziembre del año passado de 1679... Biblioteca Nacional. 34 Agustín Redondo, "Los prodigios en las relaciones de sucesos de los siglos XVI y XVII", en Herny Ettinghausen; Víctor Infantes de Miguel; et al. (Coord.), Las relaciones de sucesos en España (15001750): actas del primer coloquio internacional, Universidad de Alcalá de Henares, 1996. pp. 296-297. 35 Jerónimo Barrionuevo, Avisos de don Jerónimo de Barrionuevo, Madrid, Ediciones Atlas, colección Biblioteca de Autores españoles, 1968. Tomos 221-222. p 195. 36 Ibídem, p. 204. 37 Elena del Río Parra, Una era de monstruos: representaciones de lo deforme en el Siglo de Oro español, Madrid, Iberoamericana, 2003. p. 135.

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"monstruo de Sajonia") y "asno-papa", en las que tanto Felipe Melanchthon como Martin Lutero señalaban la corrupción de los monjes y el papado y el fin de la tiranía católica. Interpretaciones muy acordes con la ideología luterana que estaba totalmente convencida de que la Iglesia romana no sobreviviría tras el juicio final 38 , y que convirtieron a Lutero en un mediador de la cultura popular y la cultura de élite, así como en un modelo a seguir para un grupo de escritores que siguieron haciendo uso de los monstruos para argumentar una determinada posición dentro del debate reformista39. Pese a que los reformistas fueron los más dados a esta práctica, los católicos tampoco se quedaron atrás, pues hicieron uso de la misma estrategia para hacer frente al protestantismo utilizándose, en ocasiones, los mismos seres monstruosos. Es necesario advertir, siguiendo la explicación de Ronnie Po-Chia, que hay una diferencia clara entra las interpretaciones protestantes y católicas. Mientras las primeras eran la consecuencia del miedo hacia la llegada del apocalipsis y el Juicio Final, las segundas estuvieron impulsadas más por la repugnancia hacia la herejía, esto es, los monstruos fueron vistos como una advertencia de Dios de que los herejes –especialmente protestantes– eran cada vez más numerosos. Asimismo, dentro del catolicismo se mostró más prudencia a la hora de identificar a un ser monstruoso como señal de la voluntad de Dios, y muy especialmente tras el Concilio de Trento (1547-1562), debido al miedo a que estas interpretaciones pudieran conducir hacia algún falso profeta40. En este sentido encontramos algunos tratados escritos por autores que criticaban el avance del protestantismo mediante la interpretación prodigiosa de los seres monstruosos. Un buen ejemplo es la obra francesa Histories prodigieuses que, en lo que concierne a la religión, los diferentes autores que colaboraron en su elaboración41 dieron constancia de sus posicionamientos religiosos, participando de esta manera en el conflicto entre protestantes y católicos, sobre todo durante las guerras de religión en Francia. El que más agresivo se mostró fue el religioso francés Arnaud Sorbin (15321606) en su Tractatus de monstris (1570), que posteriormente pasaría a convertirse en el libro quinto de Histories, en el que explicaba que los nacimientos monstruosos debían ser entendidos en términos morales, más específicamente como mensajes de Dios de que Francia debía violentamente rechazar el protestantismo42. En los tratados españoles esta crítica es casi inexistente, aunque encontramos alguna que otra referencia indicando que la llegada de Lutero, e incluso otros herejes como Mahoma, habían sido profetizadas por nacimientos de seres monstruosos. Estas formaron parte de una serie de profecías difundidas durante el siglo XVI en torno a la figura de Lutero, que sostenían que el advenimiento del reformador y la suerte del movimiento reformista habían sido ya profetizados, anunciados o presignificados, bien en las Escrituras, bien en los vaticinios tardo-medievales, o bien en revelaciones 38

Cfr. Julio García Arranz, "La imagen del monstruo como instrumento político religioso en el siglo XVI" en Mario Pedro Díaz Barrado (Coord.), Las edades de la mirada, Universidad de Extremadura, Instituto Ciencias de la Educación, 1996. pp. 133-135. Sobre el papel jugado por Lutero en la ideología escatológica: Jean Delumeau, El miedo... p. 269 y ss. 39 Cfr. Jennifer Spinks, Monstrous births and visual culture in sixteenth-century Germany, Londres, Pickering & Chatto, 2009. 40 Ronnie Po-Chia Hsia, "A time for monster", en Laura Lunger Knopper; Joan B. Landes, Monstrous Bodies/Political monstrosities, Cornell University Press, 2004. p. 71, 84. 41 Esta obra tuvo varias ediciones a las que se les fueron añadiendo las obras de varios autores como François Belleforest, Claude Tesserant, etc. 42 Cfr. Jennifer Spinks, "Print and polemic in sixteenth-century France: the Histoires prodigieuses, confessional identity, and the Wars of Religion" en Renaissance Studies, 27-I, (2013), pp. 73-96.

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recientes mediante signos prodigiosos43. Así, por ejemplo, Nieremberg manifestaba que la llegada de Mahoma, "hombre embustero y doblado", había sido "prefigurada" por una criatura que nació en Constantinopla con dos cabezas y cuatro pies. Igualmente a "Lutero anuncio otro niño con cuatro pies de buey, quatro ojos, nariz y boca de bezerro, del colodrillo le colgava una capilla como de religioso y con su corona semejante en la cabeça, los muslos, y braços rasgados con algunas cuchilladas, como vestido acuchillado de soldado" 44 . De igual manera, Rivilla confirmaba que la llegada del reformador había sido anunciada por diversos "monstruos nacidos en varias partes de Europa" 45 . Estos ejemplos, sin embargo, pueden parecer escasos con respecto a la multitud de ellos que encontramos en el contexto europeo. Las razones por las que los seres monstruosos fueron usados en menor medida por los autores españoles para "criticar" el protestantismo se debe, quizás, a que a nivel peninsular la lucha entre católicos y protestantes era casi inexistente o, al menos, de menor intensidad que en los estados germánicos que se hallaban totalmente divididos. Había, por tanto, una menor necesidad de manipular los sentimientos religiosos de la sociedad española, al menos en cuanto a protestantismo se refiere. Para la Iglesia en general, y la Inquisición en particular, las preocupaciones fueron siempre otras, como por ejemplo el judaísmo. 4. Conclusión. El monstruo, lejos de ser entendido como un ser meramente biológico sino también como un producto cultural (creado por el hombre), estuvo cargado de fuertes significaciones a lo largo de la Edad Moderna. Significaciones que le llevaron a ser representado de varias maneras en función de los sentimientos que despertaban en los seres humanos. La interpretación del monstruo como señal divina –ligada al sentimiento de horror– floreció principalmente en momentos de gran convulsión, ya fueran políticos o religiosos, que provocaron que la población experimentara una gran sensibilidad – incrementada, a su vez, por el miedo escatológico– y viera en los monstruos una señal de sucesos que estaban por suceder o que ya habían sucedido. Una manera de entender la monstruosidad que desde el poder se utilizó para ejercer una manipulación política y social. En la Monarquía Hispánica esta manera de interpretar al monstruo fue empleada de dos maneras, por un lado, la corona quería dar a entender a la población de que se podía volver a los días de glorias a través de la victoria sobre el gran enemigo, el Imperio Turco, que había sido profetizada por una serie de seres monstruosos; por el otro, la gran cantidad de nacimientos de seres deformes dejaba claramente en evidencia de que la posición del imperio español en el mundo no era tan fuerte como antaño, y que la dinastía Habsburgo estaba pronta a desaparecer de la Península Ibérica. Desde el punto de vista religioso, sin embargo, se percibe un interés menor con respecto a la interpretación profética del ser monstruoso, al contrario de lo que ocurre a nivel europeo. Esto se explica por el hecho de que la difusión del protestantismo dentro de lo que es la Península Ibérica fue considerablemente menor que otros países europeos, como por ejemplo Francia, donde los hugonotes se habían extendido considerablemente. En este sentido, el protestantismo no fue la mayor de las preocupaciones para los autores que trataban el tema teratológico en España, aunque no por ello dejaran de hacer alguna que otra crítica a la herejía. 43

María José Vega Ramos, Los libros de... p. 61 J. Eusebio Nieremberg, Curiosa y... Lib. III, cap. X. p. 70. 45 J. de Rivilla Bonet y Pueyo, Desvíos de la naturaleza... cap. V. p. 36v. 44

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¿Afrontar o rehuir la locura? El caso del tribunal de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid en el siglo XVIII: propuesta metodológica para su estudio To face or to avoid madness? The case of the Royal Audiencia and Chancery of Valladolid during the Eighteenth century: a methodological proposal Paula HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ Universidad de Salamanca Resumen: Los procesos judiciales, forma y legado de la potestad judicial en la Edad moderna, son fuentes históricas cuya utilización puede ir más allá del uso tradicional que de ellos se ha venido realizando. Esta investigación plantea una propuesta metodológica a propósito de cuán profundamente las decisiones emanadas del poder judicial podían influir en el devenir de los individuos afectados por la locura y de cómo, en ocasiones, su bienestar personal quedaba supeditado a la defensa de la seguridad, orden y control de la esfera pública. Con este planteamiento, se procura asimismo contribuir a rescatar del olvido la identidad y voz de los “locos”, y junto a ellos, los comportamientos, actitudes y realidades mentales y materiales asociados tanto a la locura como a sus múltiples efectos. Palabras clave: justicia, siglo XVIII, locura, demencia, Real Audiencia y Chancillería, Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Abstract : Judicial proceedings, evidence and legacy of judicial power in the Modern Age, are historical sources whose use can go beyond the traditional purpose which they have been historically used for. This research poses a methodological proposal about how deeply could decisions emanated from the judicial power influence the destiny of individuals affected by madness, and how, in certain occasions, their personal wellbeing was conditioned upon the defense of the security, order and control of public life. With this approach, we also seek to contribute to the rescue of “mad people's” identity and voice from oblivion and, with them, those behaviours, attitudes and mental and material realities which are associated with madness and it's multiple effects. Keywords: Justice, 18th Century, Madness, Insanity, Real Audiencia y Chancillería, Archives of the Royal Chancery of Valladolid.

1. Introducción Aunque la presencia de locos y dementes a lo largo del tiempo ha sido atestiguada por los especialistas de muy diversas áreas, este estudio postula que la enfermedad y el tratamiento prescrito a quienes la padecían fue evolucionando desde la aplicación de medidas punitivas y segregadoras hacia propósitos de tratamiento y estrategias de integración y asimilación de la locura en la vida pública. Entre las posibilidades abiertas por esta hipótesis de trabajo, aquí se prestará atención al estudio de la enfermedad en su contexto jurídico, punto de encuentro entre las pretensiones del Estado con las necesidades y demandas populares.

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Frente a la movilidad vertical protagonizada por algunos individuos en razón a su valía, méritos y trabajo, existía un grupo social prácticamente inmóvil, de personas analfabetas con dificultades de acceso a la cultura y recursos de todo tipo muy limitados, cuyas posibilidades de ascender socialmente eran ínfimas –de ahí sus esfuerzos enfocados a la supervivencia–. Los pobres y marginados continuaron como categoría-cajón de sastre donde podían encontrarse desde los afectados por las crisis y las carestías –indigentes, mendigos–, hasta los que no tenían hogar o éste estaba desestructurado –viudas, huérfanos, expósitos–, los delincuentes y criminales, tullidos, vagos, ociosos y un largo etcétera entre los que se encontraban igualmente aquellos a quienes se acusaba de entablar relaciones con el diablo –brujas y locos–. Entiéndase, ésos no eran los únicos integrantes, pues en realidad la composición de este grupo tan dispar estuvo definida por un criterio de exclusión: todos aquellos al margen de los estamentos privilegiados eran bienvenidos en este tótum revolútum. El interés de estudiar el siglo XVIII radica en considerarlo como época de transición hacia la sociedad liberal decimonónica aún cargada de rasgos “tradicionales” y donde convendrá ver cuánto de ello cambia o permanece, lo cual, junto con lo que aquí se expondrá, forma parte de un trabajo más amplio y profuso, aún sin publicar. El objetivo de esta investigación es, entonces, rescatar del olvido la identidad y voz de los locos, y junto a ellos, los comportamientos, actitudes y realidades mentales y materiales asociados tanto a la locura como a la demencia, uno de sus múltiples efectos. Es evidente que la inclusión de los enfermos mentales en agrupaciones sociales tan heterogéneas como “pobres y marginados” condujo al desvanecimiento de sus rasgos distintivos. Por eso, investigaciones con intenciones similares a ésta se convierten en retos y desafíos enriquecedores y sugerentes al mismo tiempo, que completan los conocimientos históricos generales: sirven, en palabras de Bertolt Brecht, para preguntarse por las historias detrás de la “gran” historia. Rastrear el tratamiento científico-historiográfico de la locura es una empresa que desborda los objetivos de esta investigación. Sin embargo, es oportuno realizar un esbozo de todo ello centrándonos, principalmente, en la producción escrita relativa a dicha condición como elemento desestabilizador del orden público1. La locura en tanto peligro ha sido uno de los temas más atractivos para los especialistas. Desde este enfoque es posible conocer –aunque no equilibradamente– las dos versiones de los hechos: la extra-oficial, de las personas afectadas –locos, dementes–, de la que por desgracia, para la Edad moderna, no han llegado demasiadas referencias hasta nuestros días; y la oficial, donde figuran las actuaciones y reacciones desde los poderes públicos. En relación a la disponibilidad de fuentes, esta última visión es la que más ha trascendido en la historia, imponiéndose a la visibilidad/legibilidad del testimonio de la otra parte, sobre todo porque lleva asociado el fenómeno de la institucionalización. Y es que el internamiento de los enfermos ha ido variando en función de la disponibilidad de recursos y del contexto: desde el internamiento sanitario, al caritativo, familiar y judicial.

1

En el trabajo aun sin publicar que ya hemos reseñado, se encuentra un repaso exhaustivo desde otras perspectivas: desde las primeras apariciones escritas de esta condición, hasta las investigaciones que consideran la locura como una patología, todos ellos, temas de gran interés que revelan gran interés para los especialistas.

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Dejando al margen las dos primeras que, sin duda, han acarreado numerosos y brillantes trabajos, trataremos, a continuación, las dos que más competen a esta investigación2. En primer lugar, la institucionalización familiar, un formalismo para designar los cuidados proporcionados por la familia, donde además desempeñarían un rol primordial los sentimientos y los propósitos de seguridad y bienestar para los miembros más vulnerables del grupo doméstico. En comparación con la vertiente sanitaria, caritativa e incluso judicial, esta línea de estudio no ha dado demasiados resultados para los siglos modernos –y es lógico, pues existen limitaciones insalvables de accesibilidad a la información3: censos, padrones o catastros no tenían el cometido expreso de averiguar el estado mental de la población–. Y por último, en cuanto a la institucionalización de tipo judicial, marco más ajustado a mi contribución, en la Edad moderna, estuvo vinculada mayoritariamente a causas con una sentencia carcelaria asociada –sobre todo las causas criminales– o al ejercicio de un tribunal concreto –como el de la Inquisición4–. Para este primer caso, he de reseñar que la conocida como “patologización” del crimen o instrumentalización de la locura, que, aunque presente en la documentación moderna, no suele estar especificada en obras clásicas de referencia como las de Alonso Romero, Tomás y Valiente, o compendios sobre la práctica archivística5, pero sí en trabajos donde abordar la criminalidad ha superado los números y ésta ha sido tratada «como vía de conocimiento de los instrumentos de control y mentalidad de las autoridades de la época» 6 . Pero además, la historiografía considera el interés por el crimen para adentrarse en el funcionamiento de la justicia penal por la «necesidad de conocer con detalle las instituciones encargadas del mantenimiento del orden»7 –y no sólo éstas, sino también los mecanismos infrajudiciales 8 –, es decir, la represión, la pacificación, el disciplinamiento, la prevención, etcétera9. Nuevamente, uno de los trabajos donde mejor se reflexiona sobre la intervención de los poderes públicos y oficiales en el devenir de enfermos mentales en la institución 2

Principalmente, trabajos enfocados al estudio de hospicios y hospitales destinados al tratamiento y cuidado de enfermos mentales, así como a los centrados en los manicomios. 3 Vid. Francisco José Sanz de la Higuera, “Aproximación a la locura en el Setecientos burgalés. Cerebros, humores y economías en desequilibrio”, Investigaciones históricas. Época moderna y contemporánea, 29 (2009), pp. 41-68. 4 Hélène Tropé, “La Inquisición frente a la locura en la España de los siglos XVI y XVII (I): manifestaciones, tratamientos y hospitales”, Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. Asociación Española de Neuropsiquiatría, 106 (2010), pp. 291-310; y Hélène Tropé, “La Inquisición frente a la locura en la España de los siglos XVI y XVII (II): la eliminación de los herejes”, Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. Asociación Española de Neuropsiquiatría, 107 (2010), pp. 465-486. 5 María Paz Alonso Romero, El proceso penal en Castilla (siglos XIII-XVIII). Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca-Ediciones de la Diputación Provincial de Salamanca, 1982; Francisco Tomás y Valiente, El derecho penal de la Monarquía absoluta (siglos XVI-XVII-XVIII), Madrid, Editorial Tecnos, 1992; VV.AA., La administración de justicia en la historia de España: actas de las III Jornadas de Castilla-La Mancha sobre Investigación en Archivos, Guadalajara, 11-14 de noviembre, Guadalajara, Junta de Comunidades Castilla-La Mancha - Anabad Castilla-La Mancha, 1999, 2 vols. 6 Raquel Iglesias Estepa, “El crimen como objeto de investigación histórica”, Obradoiro de Historia Moderna. Universidad de Santiago de Compostela, 14 (2005), p. 299. 7 Ibidem, p. 303. 8 Vid. Tomás Antonio Mantecón Movellán, “El peso de la infrajudicialidad en el control del crimen durante la Edad Moderna”, Estudis, 28 (2002), 43-76. 9 R. Iglesias Estepa, “El crimen…”, p. 303.

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carcelaria es en Vigilar y Castigar, de Michel Foucault10. Después de haber escrito su Historia de la locura en época clásica y Enfermedad mental y psicología, se detendrá en el crimen, o mejor, en palabras de Dumézil, «en las zonas del ser viviente donde las distinciones tradicionales del cuerpo y del espíritu, del instinto y de la idea, parecen absurdas: la locura, la sexualidad, el crimen»11. La heterogeneidad de las causas que originan procesos judiciales del orden civil o contencioso-administrativo unido a la falta de un objetivo específico por parte de los estudiosos, condicionan la escasez de referencias y la casi ausencia en los corpus archivísticos de documentación centrada en el fenómeno de la locura y la demencia12. El presente trabajo partirá, en primer lugar, del funcionamiento del Tribunal de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid durante el Setecientos. Proseguiremos con el análisis del concepto de locura basándonos en la información recogida en diccionarios y corpus lingüísticos contemporáneos, lo cual proporcionará el significado oficial y contextualizado del término. Por último, trataremos de ver la plasmación de todo ello a través de un sugerente estudio de caso que nos presenta a una mujer demente y pobre cuyos desvaríos la condujeron a matar a su propio hijo, y, en consecuencia, ser denunciada por su familia ante la justicia. 2. La segunda instancia de apelación en Castilla: el Tribunal de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid La tarea de impartir justicia, además de formar parte del amplio espectro de obligaciones reales y ser una garantía de gobierno 13, en el siglo XVIII adquiere por influencia previa del humanismo castellano14 y sobre todo, por el auge del pensamiento ilustrado, el rango de necesidad, en la cual residía la clave del bienestar político y social. A causa de algunos desajustes producidos por excesos15, autores notorios como Floridablanca o Campomanes, aunque no solo ellos16, apuntalaron una reforma de la administración de justicia sin avalar modificaciones estructurales severas: creían firmemente era en esta esfera donde residía el motor de cambio y renovación de la sociedad.

10

Michel Foucault, Surveiller et punir. Naissance de la prison, París, Gallimard, 1975. Adolfo Vásquez Rocca, “Foucault: ‘Los Anormales’, una genealogía de lo monstruoso. Apuntes para una historiografía de la locura”, Nómadas, 34 (2012), p. 404. 12 Una de las propuestas que mejor se adentra en el estudio de delitos y penas no sólo criminales, sino también civiles, es la elaborada por: José-Miguel Palop Ramos, “Delitos y penas en la España del siglo XVIII”, Estudis, 22 (1996), pp. 65-104. Sin embargo, no existe una referencia explícita a sujetos enfermos, aunque quizá su conducta se encuentre difuminada en delitos como la vagancia, entre otros. 13 María José Gandasegui Aparicio, “Los pleitos civiles en Castilla, 1700-1835: estudio del funcionamiento de la administración de justicia castellana en el marco de los pleitos privados” [tesis doctoral], Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2003, p. 135. 14 Francisco Tomás y Valiente, El derecho penal de la Monarquía absoluta (siglos XVI-XVII-XVIII), Madrid, Editorial Tecnos, 1992, pp. 120-138. 15 “Los males”, como decían los autores ilustrados, serían: «un sistema recargado de oficiales, poco control sobre la actividad judicial, lo que daba lugar a abusos, acumulación de asuntos en los órganos superiores». Vid.: Mª J. Gandasegui Aparicio, “Los pleitos civiles…”, pp. 26-27. 16 La visión crítica de la justicia fue extensiva a otros pensadores de la época que habían recogido el testigo de las ideas apuntadas por los más destacados representantes del movimiento ilustrado europeo, como Montesquieu y Beccaria. Vid. María Paz Alonso Romero, El proceso penal en Castilla (siglos XIIIXVIII), Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca-Ediciones Diputación Provincial de Salamanca, 1992, pp. 317-332. 11

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Según el Diccionario de Autoridades, ‘justicia’ es la «virtud que consiste en dar a cada uno lo que le pertenece»17. Con lo cual, añadido a su valor como promotora e impulsora del bienestar social, desde la Edad Media –y sobre todo desde Las Partidas de Alfonso X– fue instalándose esta incipiente y virtuosa cualidad, siempre operante de acuerdo a la legislación vigente18. A colación de todo lo anterior, podría sintetizarse que las aspiraciones del quehacer de la justicia y los juristas en el siglo XVIII no podrían diferir demasiado de por una parte, ofrecer y garantizar la protección de los derechos de los ciudadanos; y por otra, laurear virtudes y sancionar delitos, vicios y malas conductas. Renovación que poco a poco irá irradiando del ámbito privado-personal, al espacio público y social en general: la responsabilidad sobre individuos “problemáticos” no pesaría únicamente en la intimidad del hogar, sino en el conjunto de la sociedad. Gandasegui Aparicio reitera, como ya anunciaron, entre otros, Alonso Romero y el profesor De las Heras Santos19 que aunque entre los autores del siglo XVIII la alusión al término “administración de justicia” fuera frecuente, en realidad, la situación a finales del Antiguo Régimen era más cercana a una aglomeración de órganos e instituciones con funciones y competencias solapadas y poco definidas20. El entramado institucional de la Edad moderna no fue una creación ex novo, pues la mayoría de sus componentes evolucionaron lenta pero incuestionablemente durante siglos, con pocas innovaciones, «pero sí con momentos de fijación y de cristalización llevados a cabo con el instrumento de la legislación real y con la práctica y usos de los tribunales»21. Si dirigimos la mirada hacia el Tribunal de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid, durante los primeros años, su jurisdicción abarcaba la totalidad del Reino, pero a partir del año 1494, cuando se creó una segunda Chancillería en Ciudad Real – después en 1505 trasladada a Granada– solo quedaron bajo su influencia los territorios situados al norte del Tajo. Con la sede fijada, durante el reinado de los Reyes Católicos ya puede hablarse, a raíz de ordenanzas emitidas al efecto, de una separación clara del rey y la Audiencia y la unión de ésta con la Chancillería22. En el siglo XVI, por tanto, «perdieron las Chancillerías gran parte de su primitivo carácter cortesano para situarse más bien en el plano de la administración territorial de justicia»23. El tribunal, para hacer frente al volumen total de los pleitos, estuvo compuesto por oficios de actuación colegiada. Sin embargo, a pesar de la progresiva imbricación de la Chancillería con la Audiencia, durante mucho tiempo, permaneció entre ellas una 17

‘Justicia’. Diccionario de Autoridades. Real Academia Española, 2015 [consulta: 20-05-2015]. Disponible en: http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle. 18 Esta idea de buen hacer está reiterada en la acusación del promotor fiscal del estudio de caso. Vid.: José Luis de las Heras Santos,. La justicia penal de los Austrias en la Corona de Castilla, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1991, pp. 30-31; y Francisco Tomás y Valiente, “Castillo de Bobadilla (c. 1547-1605). Semblanza personal y profesional de un juez del Antiguo Régimen”, Anuario de historia del derecho español, 45 (1975), pp. 159-232. 19 Cf. Mª P. Alonso Romero, El proceso penal…, pp. 105-158; y José Luis de las Heras Santos, “Justicia real ordinaria en la Corona de Castilla en la Edad Moderna”, Estudis, 22 (1996), p. 109. 20 Mª. J. Gandasegui Aparicio, “Los pleitos civiles...”, pp. 131-132. A pesar de lo enrevesado del asunto, explicitarlo en esta investigación responde a la necesidad de deslindar el sistema institucional y orgánico oficial, de donde emanaban las estructuras procesales, del cometido de hacer justicia en sí, tanto en ámbitos públicos como en privados. 21 Ibidem, p. 132. 22 Ibidem, pp. 232-233. 23 J. L. de las Heras Santos, “Justicia real…”, p. 114.

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sólida diferenciación de competencias, pues los alcaldes de corte y Chancillería tenían atribuciones esencialmente criminales y penales –serán los posteriores alcaldes del crimen que más adelante compondrán una sala de la Audiencia, la Sala del Crimen–, mientras que era obligación de los oidores de la Audiencia el atender asuntos de carácter civil24. La composición de la Chancillería vallisoletana permaneció casi intacta, con reestructuraciones muy leves, durante toda la Edad Moderna hasta el siglo XIX 25. Su funcionamiento estaba organizado en salas con distintas atribuciones: las Salas de lo Civil, Salas de lo Criminal, Sala de Hijosdalgo y Sala de Vizcaya. Nos centraremos únicamente en las dos primeras, por ser las de mayor incumbencia para este estudio: - Salas de lo Civil. Servidas por dieciséis oidores26, estas cuatro salas son las responsables del conjunto documental más importante que a día de hoy se conserva en el Archivo, los pleitos civiles, pues los casos de Corte solo podían introducirse en ellas en primera instancia, «considerándose como tales los pertenecientes a viudas, huérfanos, etc.»27. Su temática escapa cualquier intento de sistematización, ya que se encuentran representados distintos estamentos e incluso instituciones o litigantes a causa de cualesquier asuntos regulados por el derecho civil. - Salas de lo Criminal. Desde las Cortes de Toledo de 1480 estuvieron integradas por tres alcaldes, pero durante el siglo XVI se amplió el número de vacantes a cuatro 28. Al contrario que la anterior, aquí se trataban procesos vinculados al derecho penal, en concreto, delitos contra la propiedad, contra la vida y la integridad de las personas, contra la libertad sexual, la fama y el honor, contra la moral y el orden público –entre otros–. Además del número de pleitos criminales tramitados desde este órgano –que no es todo el que se conserva hoy, a causa del expurgo– también se conserva la serie de causas secretas. Pareciera que hasta aquí la locura no se contempla. Sin embargo, como veremos en páginas siguientes, su protagonismo en ocasiones caló la temática de los litigios librados en esta instancia superior de justicia. Por ello, para entender íntegramente el significado e importancia que esta enfermedad podría tener en los dictámenes judiciales, nos detendremos en explicar el significado vigente de ‘locura’ para el Setecientos.

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Ibidem, p. 117. J. L. de las Heras Santos, “Justicia real…”, p. 115. 26 Vid. Cilia Domínguez Rodríguez, Los oidores de las salas de lo civil de la Chancillería de Valladolid, Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Científico, Universidad de Valladolid, 1997. 27 J. L. de las Heras Santos, “Justicia real…”, p. 115. 28 Vid. Cilia Domínguez Rodríguez, Los alcaldes de lo criminal en la Chancillería Castellana, Valladolid, Diputación Provincial de Valladolid, 1993. 25

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3. Locura: valoración de las alteraciones semánticas de un concepto mudable Es a partir de la Plena Edad Media cuando el uso lingüístico del término ‘locura’ evoluciona hacia lo que posteriormente sería y se mantendría siendo su significado más común 29 , si bien, en siglos posteriores, prevalece en temas literarios, filosóficos y morales, en tanto vicio, como una de las doce dualidades entre las que se reparte la soberanía del alma humana 30 . No puede pasarse por alto el lapso de tiempo hasta conseguir una utilización depurada, es decir, hasta que loco designase únicamente sujetos –enfermos o no– con facultades mentales limitadas, abandonando, entonces, su acepción latina. Es en el siglo XVII cuando el concepto evolucionará significativamente, ya que se promueve su dominio, según Foucault 31 , o dicho de otro modo, su codificación formal como enfermedad; además, dejará de ser simple alegoría para personificarse en sujetos definidos y reales. Una de las obras lingüísticas de referencia más importantes del Seiscientos, el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias, reitera la acepción de loco como «hombre que ha perdido su juyzio»32, pero además, refleja una clara influencia de averiguaciones en la línea del Examen de Ingenios de Juan Huarte de San Juan (1603), donde la locura, como patología, está relacionada con la «sequedad del celebro», el don –excesivo– de palabra y la excentricidad de los sujetos. Y no solo esto: por vez primera encontramos una distinción expresa entre los términos ‘loco’, ‘bobo’ o ‘tonto’, causados, en palabras de Covarrubias, por enfermedades distintas, «[…] la una de cólera adusta, y la otra de la abundancia de flema»; e incluso distingue varias categorías de locura, como la «atreguada» o «perenal» –referidas a la frecuencia de los intervalos–, y algunos proverbios populares. En concreto, uno de ellos, «el loco por la pena es cuerdo», remite a todos aquellos acusados, o castigados, vueltos a la cordura tan pronto se ven en las fauces del castigo –¿qué suerte correrían aquellos que no disponían de la posibilidad de retrotraerse de su enfermedad?–. De otra parte, la definición –breve– de ‘locura’ en el Tesoro la retrata como «insania, demencia et loquear, hazer locuras o burlarse y holgarse descompuestamente»33 , pero añade un nuevo aspecto: «casa de locos es el hospital donde los curan». Sin duda esta consideración remarca la importancia durante este siglo concedida a las instituciones que se hacían cargo del “silencio” de los locos – el comienzo del «gran encierro» 34 –, y asimismo el inicio de una nueva sensibilidad hacia ella, de tipo social, acercándose a las transgresiones, actitudes descorteses o, directamente, al escándalo.

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Según el Corpus Diacrónico del Español (CORDE), las primeras referencias constan en el Fuero de Madrid (c. 1141-1235) y el Fuero de Soria (c. 1196). Por ejemplo, en éste último, el fragmento demuestra la importancia del estado mental de las partes inmersas en un proceso judicial: «si algún loco desmemorjado fiziere pleyto mientre durare la locura en él, non uala» (Galo Sánchez, Fueros castellanos de Soria y Alcalá de Henares, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1919, p. 62). 30 Michel Foucault, Historia de la locura en época clásica, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 241-242. 31 Ibidem, p. 20. 32 ‘Loco’. Vid. Sebastián de Covarrubias Orozco, Tesoro de la lengua castellana o española (1611), Real Academia Española de la Lengua [RAE], 2015 [consulta: 20-05-2015], disponible en: http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle. 33 ‘Locura’. Vid. S. de Covarrubias Orozco, Tesoro... . 34 M. Foucault, Historia de la locura…, p. 75 y ss.

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A partir de mediados del siglo XVII y durante el siglo XVIII, la locura estará integrada en la realidad de la pobreza, donde fue penada ética y legislativamente por convertir a los individuos en inútiles y ociosos, desagradables, incapaces de integrarse en la dinámica de progreso de una sociedad sustentada por la comunidad del trabajo35. La locura, pues, comienza a ser asimilada en tanto problema –tratable y en algunos casos curable– público, y así se demuestra en algunas de las leyes promulgadas en la época, referidas, por ejemplo, «al destierro de la mendicidad voluntaria y socorro de la verdadera» o a la «creación de unas casas de Misericordia para pobres y vagos»36. En el Diccionario de Autoridades (1734), los rasgos semánticos esenciales siguen manteniéndose, pero en este caso la locura está definida expresamente como «enfermedad que priva del juicio y embaraza el uso de la razón»37, remitiéndose además a sus sinónimos latinos furor, insania y dementia, e incluso en la entrada el significado del término se equipara al de ‘manía’. Para ‘loco’, encontramos adjetivaciones de lo dicho en el anterior concepto, así como refranes relacionados con él, tanto reinterpretaciones de los ya existentes, como otros: «ni moza fea, ni vieja hermosa, y la vieja a estirar, y el diablo a arrugar, la mujer loca, por la lista compra la toca», achacando a aquéllos que antes de contemplar las circunstancias, miran por su propio beneficio. Había apuntado anteriormente que en el tránsito del Seiscientos al Setecientos la locura forma parte de la sensibilidad social, es considerada un problema de orden público, y como tal, todas sus formas, por más ingenuas y remotas, fueron juzgadas y si convenía, institucionalizadas. La relación entre enfermedad, crimen y delito estaba a la orden del día y cada vez más anudada, e incluso eran muchos y preocupantes los casos de premeditada y fingida relación para soslayar el castigo y lograr la “humanización de la pena”. Así, uno de tantos ejemplos de alcance jurídico es la obra Discursos Forenses, escrita en 1797 –y publicada en el Trienio Liberal– por Juan Meléndez Valdés. En la “Acusación fiscal contra don Santiago y doña María Vicenta, reos del parricidio alevoso de don Francisco Castillo, marido de doña María […]”, el ilustrado se lamenta de las defensas de reos aun sabiendo «transgreden la santidad de las leyes y alientan los depravables ejemplos de maldad y relajación», y sin reconocer su «descaro, límites y desenfreno», fingen estar locos para sortear su correspondiente castigo 38 . Y es que, téngase presente, las consecuencias retribuidas por la locura real no distaban demasiado de las emanadas por el fingimiento de ésta: ambas merecen el mismo tratamiento quizá porque comparten un origen poco nítido, vinculado en uno de los casos al poder individual de los hombres, la voluntad. 35

A raíz del centralismo del Estado moderno, las acciones caritativas percibidas por el enfermo mental pronto empezarán a equipararse a las del enfermo somático o el delincuente. Vid.: Martha Gabriela Vite López y Víctor Ramón Miranda Lara, “Historia de la salud mental en España”, Revista científica electrónica de psicología, 4 (2010), pp. 111-112. 36 El primero de los fragmentos corresponde a las “Ordenanzas para la administración de Justicia en el Principado de Asturias” de 1781; el segundo es un fragmento de la Gaceta de Madrid del año 1783: “Sobre la creación de unas casas de Misericordia para pobres y vagos y la ayuda económica que prestará la Iglesia a la Corona”. El acceso a ambos textos ha sido realizado a través de la búsqueda en: Legislación Histórica de España (LHE). Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2015 [consulta: 21-05-2015]. Disponible en: http://www.mcu.es/archivos/lhe/, utilizando el descriptor “pobres” del Tesauro. 37 ‘Locura’. Vid. Diccionario de la lengua castellana o Diccionario de Autoridades (1736-1739), RAE, 2015 [consulta: 21-05-2015], disponible en: http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle. La definición permanecerá idéntica en los diccionarios académicos posteriores, de los años 1780, 1783 y 1791. 38 Juan Meléndez Valdés, Discursos Forenses, Madrid, Imprenta Nacional, 1821, p. 1 y 44-45.

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Al tiempo que van definiéndose mecanismos o procedimientos capacitados para distinguir al loco entre los “individuos de razón”, desde el siglo XVIII hasta los inicios del XIX –o incluso hasta mediados, cuando irradian los conocimientos de la psiquiatría– la diferencia entre unos y otros era perceptible a partir de la discordancia entre acciones, discursos alterados y conducta o por el innegable distanciamiento del límite marcado por la razón, norma indiscutible y dogma de los sujetos con conocimiento. A modo de interpretación global, hemos de entender que la presencia de la locura en textos judiciales –o en cualquier otro tipo de discursos–, así como en obras más imparciales y de alta consideración como diccionarios, implica la creación de la misma: la locura no existe sino a ojos de un tercero; la enfermedad es reconocida por sus síntomas y sus propias manifestaciones; los locos no perciben si ciertamente lo están39. 4. Entre la enfermedad y la ¿pena?: un estudio de caso La búsqueda en los fondos documentales del ARCHV reporta un número nada desdeñable de registros, sobre todo de pleitos, relacionados con la locura40. De entre todos los registros, un documento ha resultado especialmente significativo: el Pleito de Roque Delgado y Sanz, alcalde ordinario de la villa de Villacastín (Segovia) contra Antonia López, mujer de Frutos Llorente, jornalero de campo, vecinos de dicha villa, y, en nombre de Antonia, su curador, sobre acusarla de haber decapitado, al anochecer del 22-12-1798, al hijo de ambos, Pedro Llorente, de 2 meses de edad41. A través de él no me propongo presentar aquí un análisis sociológico de las partes implicadas ni demostrar la escrupulosidad con que se sustanciaban las causas criminales a presencia del acusado en el siglo XVIII, sino reflexionar sobre la reacción de la justicia ante una conducta problemática y las secuelas que el desarrollo del proceso pudiese dejar en la principal acusada y su entorno más cercano. Antonia López, de 20 o 21 años –la fuente no lo detalla con exactitud–, natural de la villa segoviana de Villacastín, vivía junto a su marido, Frutos Llorente, de 25 años, también oriundo de la villa, y su hijo de dos meses de edad, Pedro, en la casa de Josefa Prieto, la madre de aquélla 42 . Para 1798, la familia debió soportar el azote de la enfermedad de dos de sus miembros –Antonia y Frutos–, diagnosticados de «vicio sifilítico»43. Sin embargo, la enfermedad de Antonia discurrió por cauces diferentes. Las descomposturas y desvaríos sufridos a resultas del parto fueron síntomas de un «delirio maniático» 44 causado por la suspensión de los loquios 45 . Sus ataques de locura se repitieron en más de una ocasión según relataron los testigos del pleito – 39

Vid. Tomi Gomory, David Cohen y Stuart A. Kirk, “Madness or Mental Illness? Revisiting Historians of Psychiatry”, Current Psycology, 32 (2013), p. 121. 40 La relación completa de registros aún se encuentra sin publicar, pero, contando pleitos civiles, criminales y causas secretas, el ARCHV conserva un total de 27 unidades documentales vinculadas a nuestro tema de estudio. 41 ARCHV, Salas del Crimen (en adelante, SC), 44.4, II. 42 Ibidem, f. 9r. 43 ARCHV, SC, 44.4, II, fols. 41v-42r. 44 Ibidem, f. 2v. 45 Según Esteban de Terrero y Pando, Diccionario Castellano (1786-1793), ‘loquios’ son, «en las paridas, lo mismo que purgación»; a día de hoy la Real Academia los define como «líquido que sale por los órganos genitales de la mujer durante el puerperio». La consulta de ambas obras ha sido realizada desde: NTLLE, Real Academia Española, 2015 [consulta: 22-05-2015], disponible en: http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle.

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fundamentalmente vecinos y familiares–, y sin embargo, a pesar de ser tratada en repetidas ocasiones por el médico y cirujano de la villa, todo remedio resultó ineficaz: la noche del 22 de diciembre de 1798, Antonia decapitó a su hijo Pedro. Ante tal situación su marido, Frutos, denunció la acción de su mujer ante la justicia ordinaria de la villa. En el pleito consta el seguimiento de la causa como de costumbre: en primer lugar, se procedió al reconocimiento del cadáver y a la toma de declaración de los testigos. Como medida preventiva, se recluyó a Antonia en la pública Real Cárcel de Villacastín, y desde ahí, en varias ocasiones, hubo de testificar ante las autoridades correspondientes. En su caso, recoger la confesión tenía complicaciones añadidas, pues debía buscarse el momento óptimo del día en el que la mujer se hallase en un «[…] juicioso interbalo»46. Aun así, sus respuestas fueron incongruentes y en su mayoría, incomprensibles. En enero del año siguiente, la primera instancia de justicia, consciente de la envergadura del caso, solicitó a la Chancillería vallisoletana fuera ella quien subsiguiera la causa y, una vez emitida sentencia, la comunicase a la mayor brevedad a Villacastín. Como la resolución se demoraba, las autoridades insistieron en volver a tomar declaración a todos los testigos. También se repitieron los interrogatorios a la acusada y su marido; a razón de las palabras transcritas por el amanuense, el empeoramiento de su estado era inminente, cuestión que sería posteriormente ratificada por los especialistas. Reunida toda la información y testimonios de los declarantes, la fase plenaria del proceso comienza con la compilación de pruebas para fundamentar la acusación de Antonia. El promotor fiscal del caso acusó formalmente a ella y a su marido: él era sencillamente culpable por no haber dejado a su mujer «[…] con la custodia y compañía combeniente para evitar la desgracia que da motivo a estos autos»47. Pero en cambio, el núcleo de la acusación y el motivo por el que pedía el ajusticiamiento de Antonia, era básicamente una medida preventiva ante el posible hecho de que «[…] los aparatos y esplicaciones de instancia que representa sean artificiosos y efecto de la más refinada meditación […]»48 para lograr eludir el castigo y salir impune. Para el fiscal, Antonia era sospechosa por el contraste entre el acierto y exactitud de su testimonio la noche de autos y el desatino y opacidad de las declaraciones posteriores. Cuando la justicia aceptó la publicación de las probanzas y su unión al resto de autos, el fiscal, forzado al dictamen, reiteró la necesidad de condenar la presunta demencia fingida de Antonia restando importancia y credibilidad al diagnóstico de «perpetua demente»49 emitido por los facultativos, «[…] pues apenas hay ninguno que no padezca en las potencias de su alma los extravíos de la razón y los efectos del furor»50. El objetivo del promotor no era sino evitar la instrumentalización de la locura, es decir, la recurrencia premeditada de los reos a su padecimiento, como eximente del delito. Sus últimas palabras transcritas, el cénit de su acusación, insistieron de nuevo en la única vía de solución posible: “[…] para que sea con la muerte separada y cortada de la sociedad la Antonia López como un miembro podrido que conspiró el infanticidio a la perturvación de la república […]. Y que no satisfecha al parecer su cólera y ravia, aún finge la demencia para que libre por este medio se le

46

ARCHV, SC, 44.4, II, f. 33r. Los dos últimos fragmentos pertenecen a: Ibidem, f. 50v. 48 Idem. 49 Ibidem, f. 107v. 50 Ibidem, fols. 106v-107r. 47

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¿AFRONTAR O REHUIR LA LOCURA? EL CASO DEL TRIBUNAL … conserve una vida por cuyo fin clama y clamará por siempre la derramada innocente sangre del tiernecito infante de dos meses51”.

La recogida de los últimos alegatos a favor de la inocencia de Antonia continuó siendo complicada. Su hermano y curador ad litem, Juan, cimentó la defensa de su hermana en el siguiente razonamiento: «no se contempla, fuera de la manía y pérdida de juicio, semejante crueldad»52. Todas estas diligencias se unieron a los autos para dejarlos conclusos y acordar frente a ellos la providencia definitiva. Notificados los curadores y el fiscal, la justicia, a la luz de la confesión de testigos y la aportación de probanzas, consideró a Antonia como verdadera demente antes y después del suceso, e incapaz de premeditar el asesinato: “[…] declarando no haber procedido su comisión [subrayado] de un dolo abrigado por libre deliberación y sí de la demencia radicada en la Antonia antes y después del suceso según resulta de la causa, debo de absolverla y la absuelvo de las penas que contra ella se repiten, encargando a su marido, o en su defecto a sus parientes, el cuidado de su personal asistencia. Luego que sean puestos en libertad o su colocación, si siguiere demente, en casa o sitio seguro a que por el tiempo de la pribación de su juicio no pueda cometer otro hecho tan funesto como el que ha motivado este proceso53.”

Entre otros muchos factores, los silencios de la documentación me impiden ofrecer aquí respuestas a todas las incógnitas que tras su lectura se pudieran plantear. Verdaderamente, más allá del contenido del pleito cabría hilvanar una reflexión rematada con puntadas de grandes interrogantes: ¿consiguió Antonia superar –o estabilizar– definitivamente su enfermedad?, ¿marido y familiares creyeron en su inocencia y se compadecieron de ella o, por el contrario, amparándose en la objetividad de los hechos y el dolor por la pérdida de Pedro siempre vieron en Antonia una criminal infanticida? En este mismo orden de cosas: ¿aseguraba la justicia la tranquilidad y el orden público simplemente encomendado la justicia de una mujer enferma y demente a una familia pobre y sin apenas recursos? Y por último, ¿el trato que Antonia recibió después de fenecida la causa fue correcto o el diagnóstico emitido por los facultativos ya en abril de 1798 sentó los cimientos de una barrera infranqueable y diferenciadora que promovió sentimientos de rechazo, miedo e incomprensión hacia ella? 5. Recapitulación y conclusiones A lo largo de la historia han sido muchos y muy variados los sujetos considerados diferentes. Esta investigación partió de que las personas afectadas por la demencia y la locura fueron receptoras de tal discriminación, y su propósito ha sido el de observar cómo su calificación y tratamiento han ido variando a lo largo del tiempo, en concreto, en el transcurso del siglo XVIII. Recapitulando las ideas principales tratadas en el trabajo, en primer lugar, centramos la atención en el valor e importancia concedidos a la justicia, y, en concreto, enfatizamos las capacidades y grandes líneas de actuación del Tribunal de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid. Presentados estos antecedentes, tratamos a continuación las variaciones del término ‘locura’ para, tras ello, observar por medio del 51

Ibidem, f. 108v. Ibidem, f. 111v. 53 Ibidem, fols. 116r-117v. 52

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caso de Antonia López cómo la justicia, a través de la sentencia –espejo de miedos, inquietudes y desconfianza–, influía en la privacidad de los individuos y condicionaba, simultáneamente, la vida pública. Con todo, cabría preguntarnos: tomando como referencia el veredicto final de la Chancillería al caso tratado, ¿podríamos hablar de un incipiente cambio de actitud hacia los que padecían locura?, ¿serían éstas las bases del cambio de la punición, segregación y desigualdad hacia la comprensión o compasión, integración y el equilibrio de la enfermedad respecto a los miembros “sanos” de la sociedad? Sin duda, afirmarlo con rotundidad sería, cuanto menos, pretencioso, pues para ello se requeriría de la confrontación pormenorizada con otras fuentes de información, por ejemplo, otros pleitos relativos al ARCHV e incluso, a otros tribunales de justicia. Y también ésta sería una investigación que bien podría cruzarse con las indagaciones relativas a nuevas corrientes historiográficas, como la historia de las emociones y los sentimientos. Aun existiendo criterios dispares, el estudio de la locura y todo lo circundante a ella no desequilibra el rigor y la seriedad en la investigación: ciertamente, el mundo de la sinrazón está comparativamente menos iluminado en cuanto a fuentes que otros, pero existe el volumen suficiente como para, con el método adecuado, abrir vías de interpretación a nuevas búsquedas. Lo resumió Domínguez Ortiz: «el tema de los enfermos mentales es muy interesante, ya que la población psíquicamente anormal siempre ha sido muy elevada»54.

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Antonio Domínguez Ortiz, “Prólogo”, en Carmen López Alonso, Locura y sociedad en Sevilla: historia del Hospital de los Inocentes (1436?-1840), Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1988, pp. 17-19.

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El conflicto por el legado de Gaspar de Castro: un pleito de Mayorazgo en la Sevilla del siglo XVIII The conflict for Gaspar de Castro’s legacy: a Mayorazgo lawsuit in the eighteenth century in Seville Isabel Mª MELERO MUÑOZ Universidad de Sevilla

Resumen: El estudio de la conflictividad en los siglos modernos supone una novedosa corriente historiográfica. Una de sus vertientes son las disputas de las élites nobiliarias por la sucesión del mayorazgo. Los conflictos por el disfrute de los bienes vinculados han generado pleitos judiciales que se han conservado documentalmente. En este trabajo se ha analizado un caso concreto: la disputa por el mayorazgo fundado por Gaspar de Castro en la Sevilla dieciochesca. En este pleito se pone de manifiesto los intereses personales y los diferentes puntos de fracturas familiares por la sucesión del vínculo. Los protagonistas del conflicto utilizaron diversos recursos legales, entre los que destacamos un interesante debate con respecto a la libertad de contraer matrimonio por amor frente al previo consentimiento paterno, ya que fue una cláusula matrimonial la que originó este pleito. Palabras claves: Mayorazgo, Sevilla, nobleza, parentesco, matrimonio, pleito, conflictividad, patrimonio, familia. Abstract: The study of unrest in the modern centuries involves a novel historiographical current. One of its facets are the disputes of the aristocratic elite for the succession of the Mayorazgo. The conflicts for the enjoyment of the linked assets have generated lawsuits that have been preserved by means of documentary proof. In this work, a particular case has been analyzed; the dispute for the mayorazgo founded by Gaspar de Castro in the eighteenth century in Seville. In this suit, the personal interests and the different points of fractures family for the succession of the mayorazgo are shown. The protagonists in this conflict used various legal resources, among which we emphasize an interesting debate with regard to the freedom to marry for love compared to the prior parental consent, since it was a marriage clause which caused this lawsuit. Keywords: Mayorazgo Entail System, Seville, nobility, relationship, marriage, lawsuit, disputes, Property, family.



Para la reconstrucción del pleito contamos con un memorial ajustado; Biblioteca Universidad de Sevilla, Fondo Antiguo [BUS FA], A 111/085 (04). Por otro lado una adición jurídica de María Nicolasa de Cabrera y Castro, BUS FA A 111/085 (02). Así mismo la defensa jurídica de Eusebio Ladrón de Guevara como marido de Nicolasa, BUS FA A 109/105 (09) y, por último, la alegación jurídica de María Laura de Castro, BUS FA A 109/105 (09). Para el presente trabajo nos centraremos en el análisis de éstas dos últimas fuentes documentales, ya que nos permiten contrastar las alegaciones de ambas partes y los recursos utilizados.

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El análisis del complejo mundo de la conflictividad social, en sus diversas manifestaciones y niveles constituye una de las tendencias de mayor actualidad dentro de la historiografía modernista1. Particular importancia tienen los conflictos familiares en el seno de las élites sociales. Las disputas por las dotes o por el disfrute de vínculos, rentas y mayorazgos estuvieron muy presentes dentro de los grupos nobiliarios y generaron unos importantes niveles de litigiosidad ante los tribunales de justicia. El tema reviste una gran relevancia desde el momento en que los mecanismos de sustitución y de transmisión de la herencia jugaron un papel de primera magnitud en la conservación y el acrecentamiento de los patrimonios nobiliarios, claves para entender el papel dominante de la nobleza en la sociedad moderna2. De los muchos conflictos que se conservan en el fondo antiguo de la Universidad de Sevilla, usaremos uno de los pleitos familiares del cual se han conservado las defensas de ambas partes, así como el memorial ajustado del litigio: el conflicto por la sucesión del vínculo creado por Gaspar de Castro antes de morir. Dicho pleito gira en torno a la sucesión de un mayorazgo3 fundado en Sevilla 4 por Gaspar García de Castro, junto a su mujer, María Laura de Castro. En la fundación del vínculo acordaron que tras la muerte de uno de los cónyuges todos sus bienes quedaban vinculados en mayorazgo5. Por tanto, el 25 de julio de 1764, con el fallecimiento de Gaspar Castro, los bienes quedaron vinculados, desatándose así una guerra legal por el disfrute del vínculo. Los litigantes son la propia María Laura de Castro6, viuda del fundador, contra Eusebio Ladrón de Guevara7, representante de Nicolasa de Cabrera y Castro, sobrina de Gaspar y María Laura de Castro. Por una parte, Nicolasa defiende su derecho al mayorazgo, ya que la criaron sus tíos por el fallecimiento de sus progenitores. Pero ésta 1

Véase Juan Luis Castellano, Juan Lozano, Violencia y conflictividad en el universo barroco, Granada, Comares, 2010; Juan E. Gelarbert, José Ignacio Fortea y Tomás Antonio Mantecón, Furor et rabies. Violencia conflicto y marginación en la Edad Moderna, Santander, Universidad de Cantabria, 2002; María José Sánchez de la Pascua, “Violencia y familia en la España del Antiguo Régimen”, Revista de historia moderna, nº28, (2002); Tomás Antonio Mantecón Movellán, Conflictividad y disciplinamiento social en la Cantabria rural del Antiguo Régimen, Santander, Universidad de Cantabria, 1997; Juan José Iglesias Rodríguez, “Tensiones y rupturas: conflictividad, violencia y criminalidad en la Edad Moderna”, La violencia en la Historia: análisis del pasado y perspectiva sobre el mundo actual, Huelva, 2012 pp.41-91. 2 Véase: León Carlos Álvarez Santaló y Antonio García-Baquero González, “La nobleza titulada en Sevilla, 1700-1834: (aportación al estudio de sus niveles de vida y fortuna)”, Historia. Instituciones. Documentos, nº7 (1980), pp. 125-168; Juan Jesús Bravo Caro y Enrique Soria Mesa, Las élites en la época moderna: la monarquía española, Córdoba, Servicio de Publicaciones, 2009; Antonio Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas en el Antiguo Régimen, Madrid, Istmo, 1989. 3 “Rigurosamente significa el derecho de suceder el primogénito en los bienes, que se dexan con la calidad de que se hayan de conservar perpetuamente en alguna familia: y por extensión se llama Mayorazgo qualquier derecho de suceder en bienes vinculados, por vía de fideicomiso u otra disposición, conforme a las reglas prescritas por el Fundador. (…) El hijo primogénito de alguna persona ilustre, ó el que goza y posee mayorazgo”, Nuevo Tesoro lexicográfico de la Lengua Española, Real Academia Española, 1734, p. 519, 1. 4 Sobre la nobleza sevillana existen diversas monografías, véase: Juan Cartaya Baños, Para ejercitar la maestría de los caballos: la nobleza sevillana y la fundación de la Real Maestranza de Caballería en 1670. Sevilla, Diputación de Sevilla, 2012; Rafael Sánchez Saus, Linajes sevillanos medievales. Sevilla, Guadalquivir, 1991, 2 vols; León C. Álvarez Santaló, “La nobleza titulada… 5 La fundación de mayorazgos por vía testamentaria se define como instrumentum mortis; Bartolomé Clavero, Mayorazgo. Propiedad feudal en Castilla, 1369-1836, Madrid, Siglo XXI, 1989. p. 235. 6 BUS, FA, A, 109/105 (07). 7 BUS, FA, A, 109/105 (09).

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no fue llamada a la posesión del mayorazgo regular8, por el supuesto incumplimiento de una cláusula matrimonial estipulada en la fundación del vínculo. En la otra parte, María Laura de Castro, a favor de la exclusión de su sobrina Nicolasa. La viuda se casó al poco tiempo de la muerte de Gaspar, en terceras nupcias, con Jerónimo de Aguilar, tejiendo nuevos enlaces familiares con Diego de Castro, hermano del testador, casado en segundas nupcias con María Antonia Aguilar (que a la vez era hermana del tercer marido de María Laura de Castro). Fueron los hijos de este matrimonio los llamados a la sucesión del mayorazgo. El disfrute del vínculo no era tema baladí, por lo que ambas partes disputan por ser los sucesores del mismo. Por tanto, analizaremos los puntos más destacados de las defensas de cada parte. Veremos cómo esta literatura jurídica fueron escritos elaborados por juristas, en los que se defienden un mismo aspecto con diferentes argumentos jurídicos, que contradicen lo que presenta la parte contraria9.Para situarnos mejor en el caso que estudiamos, podemos observar en el siguiente árbol genealógico quiénes fueron los fundadores del vínculo, los pleiteantes y los posibles candidatos.

1. La Defensa Jurídica de Eusebio Ladrón de Guevara y Nicolasa de Cabrera y Castro. Debemos empezar por la defensa jurídica que hace Eusebio Ladrón de Guevara, como marido de María Nicolasa de Cabrera y Castro, ya que el pleito se originó ante la 8

Sobre la tipología de mayorazgos véase Enrique Soria Mesa, La nobleza en la España Moderna. Cambio y Continuidad. Madrid, Marcial Pons Historia, 2007, pp. 223-226; B. Clavero, Mayorazgo… pp. 215-220. 9 Eduardo Cebreiros Álvarez, “Aspectos generales de los porcones sobre vínculos y mayorazgos custodiados en la Biblioteca Nacional de Madrid”, Ivs Fvgit, nº17 (2011-2014), p. 154.

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disconformidad de éstos por la exclusión de Nicolasa de Cabrera10. Por tanto, en este alegato se hace uso de diferentes recursos legales que defienden la legitimidad de Nicolasa como heredera del vínculo. Contemplando también la posibilidad de que su descendencia, en concreto, su hijo Juan Ladrón de Guevara, tenga derecho a la sucesión. El principal punto en el que gira el alegato es la exclusión11, es decir, la cláusula matrimonial que se incumplió, mediante la cual Nicolasa debía casarse con la previa autorización de su tutor. Esta disposición eran una condición fundacional impuesta por el fundador al sucesor y tenía varias acepciones12. Una de ellas la disposición de que el sucesor del mayorazgo solo podría contraer matrimonio con el previo consentimiento del padre o tutor legal, como sucede en este caso. También fueron frecuentes las prohibiciones de contraer enlace matrimonial con persona de “mala raza”, es decir, la privación del matrimonio con un individuo de dudosa procedencia13. En la defensa se extrapolan diferentes puntos de fractura y disconformidad, tanto en las cláusulas fundacionales 14 del difunto Gaspar de Castro, como en los recursos utilizados por la viuda (ahora nuevamente casada) Laura de Castro. El amor entre padre e hija es uno de los grandes aspectos sobre el que reflexionan ambas partes. Nicolasa de Cabrera y Castro fue criada por los fundadores del mayorazgo, sus tíos; Gaspar de Castro y María Laura de Castro, por lo que este trato era una clara muestra del amor y cariño. “Era Doña María Nicolasa el objeto de los cariños de Don Gaspar, ya se ve, hija de su hermana Doña Manuela de Castro, que haviendo quedado huérfana la recogió en su casa el dicho Don Gaspar, niña de menos de dos años, a quien crio y mantuvo en su casa más de 25, no tenía hijos Don Gaspar, correspondía el amor al tratamiento, pues este era como de Padre a hija, nunca quería darle disgusto, y assí aunque su sobrina se le propusieron varios casamientos, de que gustaba Don Gaspar, y Doña María Nicolasa no los admitió, no por esso se disgustó con 15 ella D. Gaspar” .

Se cuestiona que la intención del testador fuese la exclusión de Nicolasa, pues ¿no era el fin de Gaspar de Castro asegurar la manutención de su sobrina con la fundación del vínculo? ¿Cómo podía quedar excluida de la sucesión del mayorazgo? 16 Pues ni el rechazo de pretendientes provocó la ruptura de los lazos entre Gaspar de Castro y Nicolasa. Por otro lado, se cuestiona la autenticidad del testimonio de María Laura de Castro, que además según Eusebio Ladrón usaba trampas legales, como el prolongado tiempo en el que se presentó el testamento de Gaspar de Castro, siendo un año después 10

BUS, FA, A, 109/105 (09) f. 1r. Para las cláusulas de exclusión véase: B. Clavero, Mayorazgo…, pp. 244-247. 12 B. Clavero, Mayorazgo…, p. 256. 13 La actitud de la nobleza castellana de conservar la memoria del linaje e impedir la extinción del mismo; donde el apellido y escudo de la familia sobreviviese a generaciones de hombres fue imprescindible en la Edad Moderna. Así el mayorazgo fue una herramienta que permitía la vinculación de los títulos nobiliarios, y la concentración del honor y prestigio del linaje. Asimismo, la riqueza patrimonial acumulada quedaba vinculada a esta institución, por lo que se impedía la enajenación y mengua de estos bienes. Por tanto, es perfectamente comprensible la importancia de la cláusula matrimonial y la procedencia del individuo que acabaría heredando los frutos del linaje nobiliario, A. Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas…pp. 63-67. 14 Sobre las condiciones generales de la fundación de mayorazgos y las cláusulas fundacionales véase Ibídem, pp.220-245 15 BUS, FA, A, 109/105 (09) f. 6v. 16 BUS, FA, A, 109/105 (09) f. 6v. 11

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de la muerte del mismo 17 . Para entonces, Nicolasa y Eusebio ya habrían contraído matrimonio, por lo que ésta no fue llamada a la sucesión del vínculo. En cambio, según esta defensa el mayorazgo quedaba fundado con la muerte de Gaspar de Castro, y para entonces no había tenido lugar el enlace matrimonial. Llegados a este punto, nos hacemos una pregunta: si Nicolasa no sucedía ¿quiénes serían los llamados a la sucesión del vínculo? Esto se ve así reflejado: “Con justa razón se puede recelar que Doña María Laura quiera estar desfrutando de los bienes del vínculo, y después dexar insubsistente la fundación por su parte en el caso de obtener Doña María Nicolasa, porque según informan los autos, se ve toda entregada a Don Diego de Castro, casado en segundas nupcias con Doña María Antonia de Aguilar, con cuyo hermano, hombre 18 mozo, casaron después a la Doña María Laura en tercera” .

Al parecer, de acuerdo con los intereses de Diego de Castro y María Laura se produjo la exclusión de Nicolasa de Cabrera19. Así se beneficiaban los hijos de Diego de Castro, que además con el reciente enlace de Laura de Castro eran sus nuevos sobrinos. No en vano, la historiadora María José Sánchez de la Pascua afirma que “la familia ha sido también a lo largo de la historia una unidad económica en la que sus miembros tenían intereses distintos y un espacio de poder” 20 . Por tanto, se ponen de manifiesto los intereses

personales de María Laura de Castro para con Diego de Castro, debido a la contracción del nuevo enlace matrimonial, que estrechaba sus lazos de parentesco. Así, Antonio Domínguez Ortiz afirma que “aunque las pasiones particulares no pocas veces influyeran en el sentido de excluir a quiénes tenían derecho, no cabe duda que, con más frecuencia influyeran en el de incluir a los que no lo tenían”21. El argumento de la libertad de contraer matrimonio también será recurrido en esta defensa. Bien es sabido los intereses económicos y políticos que subyacían en el trasfondo de los enlaces matrimoniales; la endogamia de los grupos con el fin de aumentar y acumular el patrimonio e impedir la desintegración del linaje22. Así pues, se ha de subrayar la defensa de la libre voluntad matrimonial que se realiza en este alegato, con el fin de oprobiar la exclusión de Nicolasa al derecho de posesión del vínculo: “(…) y así nos quedamos en los términos de la cláusula como la extendió en el testamento, que es nula e insubsistente, no puede ni debe observarse porque es cosa mui violenta mandar que una haya de casar contra su voluntad por gusto de otro, preparando assí desde luego la

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María Laura de Castro como albacea de su difunto marido tenía el poder para otorgar el testamento, y aunque el fallecimiento de Gaspar de Castro tuvo lugar en 1764, no se extendió hasta pasado un año, el 14 de julio de 1765. En la defensa jurídica de Eusebio Ladrón de Guevara se expresa así: “Doña María Laura estuvo deteniendo la extensión del testamento de su marido un año, con la advertencia de Don Diego de Castro, dispositor de todos los instrumentos como declara la misma Doña María Laura, y quién llevó la minuta a Pedro Leal, escribano público, para el que extendió con nombre de adicción, como él mismo certifica, preparando assí dexar excluida a Doña María Nicolasa, y llamar al goce del vínculo a sus hijos, como lo consiguió, persuadido seguramente a que mientras no se extendía el testamento de Don Gaspar no havía vínculo”; BUS, FA, A, 109/105 (09) f. 4v. 18 BUS, FA, A, 109/105 (09) f. 9r. 19 BUS, FA, A, 109/105 (09) f. 4v. 20 María J. Sánchez de la Pascua, “Violencia y familia en..., p. 77. 21 A. Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas en el…, p. 33. 22 Para el matrimonio como estrategia de poder véase: Antonio Gil Ambrona, Historia de la violencia contra las mujeres. Misoginia y conflicto matrimonial en España, Madrid, Cátedra, 2008, pp. 62-66.

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Isabel Mª MELERO MUÑOZ desunión del matrimonio, y assí no está obligado el sucessor a seguir ni a cumplir tal 23 condición” .

Al hilo de estos apuntes, debemos hacer referencia a la mención, en la fuente documental, a Manuel de Castro, fruto del matrimonio de Diego de Castro en primeras nupcias con su esposa Francisca Enríquez. Con los nuevos enlaces matrimoniales, Manuel de Castro quedaba desligado de la línea de sucesión. Pero para asegurarle el nivel de vida, se mandó fundar una capellanía con el fin de que Manuel quedara a su cuidado24. La entrada de Manuel de Castro en el mundo eclesiástico es un aspecto que conviene destacar, pues podría ser una conducta extrapolable a todo el estamento nobiliario. Las élites vinculaban su patrimonio y títulos a través de esta institución, que frecuentemente sucedía el hijo legítimo primogénito varón. Entonces, los segundogénitos solían hacer la carrera eclesiástica25. Estos serían algunos de los principales argumentos expuestos en el alegato jurídico movido por Eusebio Ladrón de Guevara, que concluye con una solución de obstantes26, donde se resumen los tres objetivos. El primero de ellos, la demostración de que el vínculo quedó fundado tras la muerte de Gaspar de Castro y no con la posterior extensión del testamento. En segundo lugar, se responde a la exclusión sobrevenida por la cláusula matrimonial, por la que María Nicolasa no debía casar con Eusebio Ladrón de Guevara. Y por último, rebate que la exclusión debiera de extenderse a todos los descendientes de Nicolasa, pues su hijo Juan Ladrón de Guevara, era un candidato hábil para ser llamado a la sucesión del mayorazgo. 2. Alegación Jurídica de María Laura de Castro. La alegación jurídica de María Laura de Castro, con fecha estimada en el año 1770 27, pretendía la confirmación del auto de vista de sala que había firmado el propio alcalde, por el cual se inhabilitaba el propósito de Eusebio Ladrón de Guevara. Quedando así excluida Nicolasa de Cabrera y Castro de la sucesión al vínculo fundado por sus tíos. De este modo, se responde a las diferentes acusaciones realizadas por la otra parte. En esta línea, se hace referencia al amor entre padre e hija que se profesaban Gaspar de Castro y Nicolasa de Castro, pero alegando que tal cariño se quebró por el deseo de la misma de casarse con Eusebio Ladrón de Guevara28. “El amor o cariño del padre respecto del hijo, es sobre todo los cariños (…) y sin embargo de esto, y de serle debida la legí[ti]ma, puede enfriar o destruir aquel amor alguna injuria grave de las que propone la ley, que el hijo cometa contra el Padre, y llegan a privarlo de la legítima por el medio de la exheredación. Pues como assí, ¿y todo aquel cariño en qué paró? En qué paró: 29 La injuria y el agravio resfriaron la voluntad y extinguieron todo lo pactado” .

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BUS, FA, A, 109/105 (09) f. 5v. BUS, FA, A, 109/105 (09) f. 9v. 25 En este caso particular podemos relacionar este aspecto con el elevadísimo número de clérigos en la Sevilla dieciochesca véase: Francisco Aguilar Piñal, Historia de Sevilla. Siglo XVIII Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1989, pp. 128-130. 26 Así queda reflejada esta cláusula jurídica en el documento: BUS, FA, A, 109/105 (09) f. 10v. 27 BUS, FA, A, 109/105 (07). 28 BUS, FA, A, 109/105 (07) f. 7v. 29 BUS, FA, A, 109/105 (07) f. 7v. 24

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Se expone aquí que Nicolasa de Cabrera y Castro era conocedora de las condiciones que debía cumplir para tener derecho a la sucesión del vínculo. La susodicha era consciente de que si se casaba con Eusebio Ladrón de Guevara, no obtendría nada de la herencia disputada. Por esta razón, Nicolasa consultó su caso con el tribunal eclesiástico, que dictaminó que debían seguir con su enlace matrimonial30. Por tanto, ésta manifestó su deseo de casarse con Eusebio Ladrón de Guevara, conociendo los riesgos de la exclusión del vínculo31. En cuanto al aplazamiento de la presentación del testamento durante el período de un año, se justifica por la necesidad de actualizar y liquidar las cuentas de los negocios de Gaspar de Castro, y así concretar el patrimonio vinculado32. Y como Diego de Castro era señalado como artífice de esta estratagema legal, en esta defensa se le otorga un papel de salvaguarda de las aspiraciones de Nicolasa de Cabrera y Castro, ya que Diego de Castro aconsejó que no se celebrara el matrimonio: “(…) esta especie de hacer autor de todo a Don Diego de Castro, no consiste mas, que en discutirlo assí, por ser los llamados sus hijos; pero desvanece este concepto la misma alegación de Don Eusebio, copiada al núm. 54. de forma que según ella, Don Diego de Castro fue el que dispuso que su sobrina siguiera o comenzara a seguir el pleyto negándose a contraer el matrimonio, y alegando el perjuicio que se le seguía de no ser llamada al Vínculo. Luego el Don Diego más quería el bien de la susodicha, que aun el de sus hijos, pues si quisiera que no los prefiriesse la Doña María, no solo no la ayudara en la defensa de aquel pleito, ni abrigaría su resistencia al casamiento, sino que la animaría a lo contrario, para que se quedasse sin 33 vínculo y entrassen desde luego sus hijos” .

Para terminar la defensa legal de María Laura de Castro, es interesante resaltar otro aspecto: si se considera excluida a Doña María Nicolasa, ¿lo estaría también toda su descendencia? La respuesta es afirmativa, pues habiendo sido apartada de la sucesión la madre, también había de ser excluida su descendencia, ya que era fruto de un matrimonio no deseado por el fundador del vínculo34. “(…) si los hijos han de entrar por la persona excluida por la contravención, entonces no solo ésta, sino todos sus hijos se entienden también excluidos. Pero si entran por su propio derecho, entonces entran, aunque no huviesse entrado el padre o la madre, es assí que aquí el hijo de Doña María Nicolasa no tenía llamamiento alguno para poder entrar por su misma persona, ó 35 como descendiente de su madre, luego excluida esta, también lo ha de estar el hijo” .

Si antes aludimos a la libre contracción matrimonial, en esta defensa se contrapone el argumento. La potestad del testador ha de tenerse en cuenta, y, como se viene tratando, la voluntad de los fundadores del mayorazgo era la de impedir el matrimonio de Nicolasa con Eusebio Ladrón de Guevara. Al haberse incumplido esta cláusula, Nicolasa no sería llamada a la sucesión. “ya se ha dicho que puesta la condición negativa o prohibitiva para [casarse] con una persona, queda la libertad para con otras. Pero obligando a casar con tal determinada persona, se corta la

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BUS, FA, A, 109/105 (07) f. 8v. BUS, FA, A, 109/105 (07) f. 10v. 32 BUS, FA, A, 109/105 (07) f. 11v. 33 BUS, FA, A, 109/105 (07) f. 11r. 34 BUS, FA, A, 109/105 (07) f. 15r. 35 BUS, FA, A, 109/105 (07) f. 15r. 31

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Isabel Mª MELERO MUÑOZ libertad para con otras, pero sin embargo, confiessan unánimes los authores que tal condición 36 es lícita y honesta, y que no observándola se pierde el legado o Mayorazgo” .

Antes de concluir, habría que destacar un aspecto que no pasa desapercibido: la fundación de mayorazgos con el objetivo de conservar el apellido y escudo de armas del linaje, y no por exclusivo interés económico37. Hablamos del mantenimiento del status social del linaje y en consecuencia, la conservación del apellido y escudo de armas familiar fue objetivo de los fundadores del vínculo, como se previene en más de una ocasión como requisito para la sucesión. Incluso de no ser expresada explícitamente, como afirma Bartolomé Clavero: “La conversión de la memoria alegada en la exposición de motivos de las fundaciones como función propia del mayorazgo es identificada con la conservación de las armas y los apellidos; la cláusula que los impone a los sucesores es general en todas las fundaciones, y la doctrina, de 38 no estar expresa, la entiende todo mayorazgo” .

3. Conclusiones Resaltar la importancia de los pleitos judiciales como fuentes documentales es unas de las primeras deducciones que se extraen de este trabajo. Pues son las que nos permiten acercarnos a la realidad de la conflictividad en las que se vieron envueltas las familias nobiliarias en el Antiguo Régimen. Para nuestro estudio contamos con una nutrida documentación que además pone de manifiesto la asiduidad con la que se desarrollaba este tipo de litigios. Las abundantes defensas jurídicas 39 que se conservan en los archivos históricos son muestra de la frecuencia con la que se generaban estos conflictos40. El estudio de este caso concreto pone de manifiesto los intereses políticos, económicos y personales que superaban el umbral de las uniones familiares, pues vemos las divisiones que se producían dentro del núcleo familiar. En este caso, María Laura de Castro había criado a Nicolasa de Cabrera y Castro como si de su propia hija se tratase, junto al difunto Gaspar de Castro. En abundantes ocasiones los litigantes son miembros de la familia nuclear, que a través de estos enfrentamientos legales, acababan rompiendo los lazos de parentesco que les unía con el objetivo de satisfacer sus 36

BUS, FA, A, 109/105 (07) f. 13v. BUS, FA, A, 109/105 (07) f. 16r. 38 B. Clavero, Mayorazgo…., p. 256. 39 Las defensas jurídicas aparecen en la documentación con una diversa terminología: informes de derecho, papeles en derecho, alegaciones jurídicas, memorial, informe jurídico, demostración legal, convencimiento de hecho y de derecho. En Castilla recibieron el nombre de porcones (haciendo referencias a las partes enfrentadas “por” y “con”); E. Cebreiros Álvarez, “Aspectos generales de los…, pp. 154. 40 Estudios recientes hacen referencia a la abundancia de alegatos jurídicos de esta tipología referente a la conflictividad por la sucesión de los mayorazgos y la necesidad de su estudio desde el enfoque histórico. Véase: Corina Luchía, “Reflexiones metodológicas sobre la propiedad privilegiada en la Baja Edad Media: el mayorazgo castellano”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, 27, (2014), pp. 305-326; E. Cebreiros Álvarez, “Aspectos generales de los…, pp. 153-182; Santos M. Coronas González, “Alegaciones e informaciones en Derecho (porcones) en la Castilla del Antiguo Régimen, Anuario de Historia del Derecho Español, LXXIII, (2003), pp. 165-192. La obra de Luis García Cubero sobre el fondo de porcones de la Biblioteca Nacional pone de relieve el gran número de documentos que tratan sobre pleitos relativos a mayorazgos y vínculos; Luis García Cubero, Las alegaciones en derecho (porcones) de la Biblioteca Nacional. Tocantes a mayorazgos, vínculos, hidalguías, genealogías y títulos nobiliarios, Madrid, Biblioteca Nacional, 2004. 37

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ambiciones e intereses personales. También es frecuente que estos lazos de parentesco sean sustituido por otros a través de nuevos enlaces matrimoniales, que resultaban ventajosos para el individuo en cuestión, así los intereses económicos y políticos se vieron marcados por el ritmo de las pasiones individuales. Hay otro aspecto del pleito que resulta de gran interés. Se trata de la realidad del matrimonio como consecuencia del matrimonio con libre voluntad o como estrategia social regida por el interés. El caso plantea un curioso dilema entre el matrimonio como opción libre de los cónyuges o como realidad condicionada por los intereses familiares y sujeta a la autorización de los padres o tutores. La fecha del pleito no es indiferente al respecto, pues no situamos ya en un momento de transición en la mentalidad de los usos sociales relativos al matrimonio. Del estudio de los alegatos jurídicos como imagen de la conflictividad emergente de los grupos sociales elevados se extraen características de la sociedad moderna en el Antiguo Régimen. Se pone de manifiesto, mediante la omnipresencia de la religión en todos los impresos, el relevante papel de ésta41. Asimismo, la creación del vínculo también tenía su asimilación con el mundo espiritual. Algunos juristas defendieron que Dios fue el creador del mayorazgo primigenio. Por lo que el vínculo adquiere el rango de institución divina, idea muy desarrollada por el mayorazguista Hermenegildo Rojas en su Tratado sobre la Incompatibilidad de 1669: “Rojas expondrá cómo el mayorazgo existió aun en el estado de gracia de la humanidad, cómo el pecado original fue el incumplimiento de una condición fundacional con cláusula penal de pérdida del mayorazgo, cómo Dios fundó el vínculo para que su memoria se conserve perpetuamente, cómo todo fundador de mayorazgo dispone para la eternidad como el Dios 42 bíblico, etc.” .

Hay que tener en cuenta que el mayorazgo, como institución jurídica, resultó ser la salvaguarda de la riqueza que acumuló la nobleza castellana 43 . La institución del 41

En el Antiguo Régimen la religión, para la gran mayoría de la población, fue la salvaguarda para obtener el perdón de los pecados y la salvación de las almas. De esta forma también tenemos que tener en cuenta que la cultura religiosa supuso un modelo de encuadramiento social. Así, Aguilar Piñal afirmó que “la religión para la sociedad sacralizada del Antiguo Régimen era la medida de todas las cosas” en F. Aguilar Piñal, Historia de Sevilla…, p.21. Una muestra en el panorama urbano de la importancia de la religión, la podemos entrever en la construcción de grandes números de conventos levantados en el entramado de la ciudad, véase el estudio de Manuel Martín Riego, “Los párrocos de la ciudad de Sevilla a través de los libros de visitas pastorales”, La Sevilla de las Luces. Con las repuestas y estados generales del catastro de Ensenada, Sevilla, Comisaría de la Ciudad de Sevilla para 1992, 1991, pp. 103-119. A este respecto Antonio Domínguez Ortiz señaló que “el otro rasgo típico de aquella sociedad, la sacralización de la vida pública, tenía su expresión en la multitud de edificios religiosos y en los símbolos que la piedad popular colocaban en arcos y paredes” en Antonio Domínguez Ortiz, “La ciudad y el Concejo”, La Sevilla de las Luces. Con las repuestas y estados generales del catastro de Ensenada, Sevilla, Comisaría de la Ciudad de Sevilla para 1992, 1991, p. 17. 42 B. Clavero, Mayorazgo…, pp. 144-145 43 Otro de los grandes problemas abordados por la historiografía trata sobre la aparición de los mayorazgos. Bartolomé Clavero, ha defendido una temprana fecha para la aparición del primer mayorazgo, fruto de una concesión real en el siglo XIII, en Ibídem, p. 25-46. Y aunque La fundación de mayorazgos era una realidad ya existente en los siglos bajomedievales en la corona castellana; pero cuando adquirió realmente carta de naturaleza en 1505 con las Leyes de Toro, que regularon dicha institución. La muerte de la reina Isabel la Católica en 1504 despertó las aspiraciones y ambiciones de la aristocracia castellana. Como señala Juan Ignacio Carmona: “Desde la muerte de Isabel hasta los primeros años del reinado de Carlos, la situación política y las relaciones sociales imperantes en Castilla habían pasado por una etapa de inestabilidad marcada por una serie de factores, a saber, por las rencillas

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mayorazgo fue un mecanismo de conservación de la riqueza y prestigio de las familias nobiliarias para la sociedad del Antiguo Régimen; la perpetuación del linaje, el apellido y escudo de armas de la familia, así como la conservación y aumento del patrimonio material que se realizaron a través del establecimiento de mayorazgos, haciendo gala del status social del estamento y suponiendo un elemento imprescindible de ordenamiento estructural en la vida cotidiana de la sociedad moderna. Por supuesto, el mayorazgo es una de las instituciones claves para entender la historia del Antiguo Régimen, debido a que fue un instrumento básico para el desarrollo de los linajes, pues como el historiador Enrique Soria Mesa señala, el mayorazgo pretendía “repetir en el futuro las condiciones socioeconómicas del presente, manteniendo y quizás aumentando el poder e influencia del linaje” 44 . Por tanto, podríamos entender el mayorazgo 45 como un motor generador de conflictividad en el Antiguo Régimen, en tanto que las familias nobiliarias litigaron por el derecho a la sucesión del vínculo.

de los clanes nobiliarios, tanto entre sí como en sus relaciones con la Monarquía; por los enfrentamientos del patriciado urbano y de las familias acomodadas para hacerse con el control de los principales núcleos urbanos”, en Juan José Iglesias Rodríguez; Juan Ignacio Carmona; Mercedes Gamero Rojas y Francisco Núñez Roldán (coords.), Manual de Historia Universal. Siglos XVI y XVII, Madrid, Historia 16, 1995. , p. 208. Ante la inestabilidad política se procuraría poner bajo obediencia a la aristocracia castellana, en este sentido tuvo lugar la institucionalización del mayorazgo Tras las regulaciones de Toro se desató una tormenta legal en aras de regular la institución. Se promulgaron leyes que fueron perfilando la creación de mayorazgos. Un ejemplo, fue la pragmática de 1534 que trató sobre la doctrina de incompatibilidad de los mayorazgos, otra la de 1543 que abordó el tema de los pleitos de tenuta en B. Clavero, Mayorazgo…, pp. 123-150. Para las Leyes de Toro de 1505 véase: Benjamín González Alonso (coord.), Las Cortes y las Leyes de Toro de 1505, Actas del Congreso conmemorativo del V Centenario de la celebración de las Cortes y de la publicación de la Leyes de Toro de 1505, Salamanca, Cortes de Castilla y León, 2006. 44 E. Soria Mesa, La nobleza en la…, p. 225. 45 Para profundizar en el mayorazgo desde el punto de vista institucional véase: José María Mariluz Urquijo “Los Mayorazgos”, Investigaciones y ensayos, nº42, (1969), pp. 55-77; B. Clavero, Mayorazgo…; José Luis Bermejo Cabrero, “Sobre nobleza, señoríos y mayorazgos”, Anuario de Historia del Derecho Español, LV, (1985), pp. 253-305.

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Vida cotidiana de los jesuitas en las misiones de Filipinas (S. XVI-XIX) Daily life of Jesuits in Philippine Missions (S. XVI-XIX) María AGUILERA FERNÁNDEZ Universidad Autónoma de Barcelona

Resumen: La Compañía de Jesús laboró en Filipinas durante toda la etapa hispánica de las islas (S. XVIXIX), con una interrupción de casi un siglo fruto de la expulsión de los jesuitas de todos los territorios de la monarquía hispánica. Poseemos crónicas y, sobre todo, profusos fondos epistolares que escribieron jesuitas que residieron en el archipiélago que nos descubren aspectos menos difundidos pero más personales, humanos y cotidianos de aquellos misioneros. Mediante esta documentación, este artículo pretende trazar un retrato de la vida cotidiana de los jesuitas en esa frontera geográfica y cultural que era la Filipinas colonial. Se incidirá en las dificultades climáticas y geográficas, la escasez de comunicaciones y la desalentadora diversidad étnica, cultural, lingüística y religiosa de los nativos filipinos, pero también en la faceta más íntima y emocional de los religiosos, esto es, su soledad, sus miedos y la frustración de sus expectativas evangélicas. Palabras clave: Vida cotidiana, Jesuitas, Filipinas, Mindanao, Historia de la Iglesia, cartas. Abstract: The Society of Jesus worked in the Philippines during the whole Spanish phase on the islands (from the 16th to the 19th century), with almost one century interruption as a result of the expulsion of the Jesuits from all the territories of the Spanish monarchy. We have chronicles and especially profuse epistolary funds wrote by Jesuits who lived in the archipelago that reveal under-reported but more personal, human and everyday aspects of those missionaries. With this documentation, this article aims to draw a portrait of the daily lives of the Jesuits in that geographical and cultural frontier which was the colonial Philippines. It will focus on the climate and the geographical constraints, the lack of communications and the discouraging ethnic, cultural, linguistic and religious diversity of Philippine natives, but also in the most intimate and emotional religious aspects, that is, their loneliness, their fears and the frustration of their evangelical expectations. Keywords: Daily life, Jesuits, Philippines, Mindanao, Church History, letters.

La Compañía de Jesús contribuyó desde sus inicios a la labor evangélica en las colonias hispánicas de Ultramar. En el caso de Filipinas las tareas misionales no fueron particularmente peligrosas, pues en general sus nativos resultaron ser pacíficos. Sin embargo, tres singularidades convirtieron al archipiélago en un destino especialmente difícil y fatigoso para los religiosos. En primer lugar, Filipinas, por su fragmentación territorial y su situación geográfica, era un lugar propicio para la diversidad étnica, cultural y lingüística, y también para la dispersión poblacional. Esto dificultó enormemente la labor de las órdenes religiosas, cuyo objetivo era no sólo evangelizar a los indígenas sino también

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adoctrinarles a nivel político y social para difundir así los fundamentos del nuevo régimen hispánico. La escasa población española se concentraría en Manila y alrededores, de modo que en el resto del territorio no hubo casi contacto entre cristianos españoles y filipinos paganos, hecho que fue una de las formas de cristianización en América. El proceso en Filipinas quedó, pues, limitado a la actuación misional, donde el religioso ejercía de representante de la Corona1. En segundo lugar, las más de siete mil islas que componen el archipiélago se hallan en una zona enteramente tropical y su superficie es sumamente accidentada. Esto, unido a la mencionada dispersión del hábitat que obligaba a los misioneros a realizar largas y duras excursiones, perjudicó enormemente la vida cotidiana y la salud de los religiosos. Por último, durante toda la etapa hispánica existió una zona en gran medida resistente al cristianismo y a la hispanización: la isla de Mindanao y su pequeño archipiélago adyacente, Joló. Ese tercio sur del archipiélago, además de poseer una superficie todavía más agreste y una mayor variedad étnica y lingüística, era el único territorio de todo el imperio ultramarino hispánico donde estaba presente la religión musulmana. A diferencia de la mayoría de indígenas paganos, los musulmanes se mostraron abiertamente hostiles a la acción misionera. Además, practicaban la piratería contra los nativos paganos de la isla y en ocasiones también del resto del archipiélago, impidiendo la estabilidad de los pueblos que los misioneros iban fundando y aumentando todavía más la dispersión poblacional. Mindanao era, pues, un territorio conflictivo, inseguro y lejano a la capital, lo que progresivamente motivó su aislamiento y terminó convirtiendo la isla en una región de frontera dentro del archipiélago2. Pese a las diversas campañas militares emprendidas, la Corona hispánica nunca logró hacerse con su dominio total. Sin embargo, los jesuitas fueron capaces de establecer nuevas misiones allí donde las expediciones militares fracasaron total o parcialmente, demostrando, una vez más, su capacidad de adaptación a los territorios inhóspitos. En Mindanao su actividad fue más misional que en el resto del archipiélago y, por tanto, sus experiencias más extremas. Poseemos numerosas crónicas de jesuitas que laboraron en Filipinas3, así como una profusa correspondencia de la orden conservada en los archivos de la Compañía en Roma (Archivum Romanum Societatis Iesu [ARSI]) y Cataluña (Archivum Historicum Societatis Iesu Cataloniae [AHSIC]). Son estas crónicas y, sobre todo, estos fondos epistolares los que nos permiten descubrir aspectos menos difundidos pero más personales, humanos, plurales y, en definitiva, realistas de la experiencia vital de aquellos misioneros. Aunque el género epistolar ha sido largo tiempo infravalorado, crecientes estudios están aplicando este tipo de análisis tanto en historia moderna como contemporánea. Las cartas son una especie de testimonio oral de su época que nos 1

Pedro Borges Morán, “Paralelismos entre la evangelización americana y la filipina”, Boletín de historia y antigüedades, vol. XCII, 828 (2005), pp. 144-145. 2 Sobre el Islam en Filipinas, consultar: José Montero y Vidal, Historia de la piratería malayomahometana en Mindanao, Joló y Borneo, Madrid, Manuel Tello, 1888; Isaac Donoso Jiménez, El Islam en Filipinas (siglos X-XIX), Universidad de Alicante, 2011. 3 Pedro Chirino, S.I., Relación de las islas Filipinas y de lo que en ellas han trabajado los PP. de la Compañía de Jesús, (Roma, 1604) 2ª ed. Manila, D. Esteban Balbás, 1890; Francisco Combés, S.I., Historia de Mindanao y Joló, (1667) Madrid, ed. de W.E. Retana y Pablo Pastells, Minuesa de los Ríos, 1897; Francisco Colín, S.I., Labor evangélica de los obreros de la Compañía de Jesús en las islas Filipina, (1663) 3 vol. Madrid, ed. de Pablo Pastells, Henrich y Compañía, 1900-1902; Pedro Murillo Velarde, S.I., Historia de la Provincia de Filipinas de la Compañía de Jesús, Manila, 1749.

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transmiten sentimientos, costumbres, ideas y valores de un individuo o colectivo4. Se ha señalado que este género tiene limitaciones, porque existe la posibilidad de que el autor escriba condicionado por el destinatario de su carta, por el objetivo que persigue o bien por su pertenencia a un ámbito público que limita su libertad de expresión5. Pero, en realidad, estas limitaciones atañen a la mayoría de documentos. En definitiva, las cartas nos permiten ir más allá del frío dato objetivo para hallar una realidad llena de matices generada por el pensamiento y la sensibilidad de cada autor. La pretensión informadora de los jesuitas hace que aporten datos y relaten sucesos con toda suerte de detalles, con la emotividad añadida por la narración en primera persona. Mediante esta documentación, pues, pretendemos trazar un retrato de la vida cotidiana de los jesuitas en el peculiar marco colonial filipino. 1. Etapas jesuitas en las islas: 1581 – 1768 y 1859 - 1898 El primer grupo jesuita llegó a las islas en 1581 y tan sólo seis años después quedó establecida definitivamente la Misión jesuita filipina, con sede permanente en Manila. A partir de 1590 la Compañía inició su expansión más allá de la capital y también de la isla norte, Luzón, llegando a las islas centrales del archipiélago, las Bisayas, donde estableció misiones en Samar, Leyte y Bohol. Poco antes de alcanzar el siglo XVII se le asignó también la evangelización de Mindanao, a donde llegaron en 1596 con la fallida expedición militar de Esteban Rodríguez de Figueroa contra los musulmanes de Río Grande. En el grupo viajaban el padre Juan del Campo y el hermano coadjutor Gaspar Gómez. El mismo año llegaron al río Butuán los padres jesuitas Valerio de Ledesma y Manuel Martínez con un hermano, pero lo abandonaron poco después. En 1628-1629 se les dieron las misiones de la isla de Negros y de Dapitan. Pero la instalación firme de los jesuitas en Mindanao data de 1635, cuando a instancias de la Compañía se levantó una fortificación militar en Zamboanga para frenar los estragos de los musulmanes. El padre jesuita Melchor de Vera se encargó de proyectar y dirigir la construcción. Desde ese punto de protección y apoyo los jesuitas se extendieron por territorio musulmán: al archipiélago de Joló y a lo largo de la costa suroeste de la isla. Alrededor de 1656 la cifra de jesuitas en Filipinas era ya de 108, que evangelizaban y educaban en 83 pueblos6. Sin embargo, en 1767 Carlos III decretó la expulsión de los jesuitas de todos los territorios de la monarquía hispánica. La orden no llegó a Manila hasta mayo de 1768 y, por problemas logísticos, no se hizo completamente efectiva hasta julio de 17697. En el 4

Algunos ejemplos son: Enrique Otte, Cartas privadas de emigrantes a Indias. 1540-1616, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano Americanos de Sevilla, 1988; José Luis Martínez, El mundo privado de los emigrantes en Indias, México, Fondo de Cultura Económica, 1992; Mª Dolores Pérez Murillo, Cartas de emigrantes escritas desde Cuba. Estudio de las mentalidades y valores en el siglo XIX, Sevilla, Aconcagua Libros, 1999. 5 Werner Stangl, “Consideraciones metodológicas acerca de las cartas privadas de emigrantes españoles desde América, 1492-1824. El caso de las ‘cartas llamada’”, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, 47 (2010), pp. 11-36. 6 Miguel Saderra Masó, S.I., Misiones jesuíticas de Filipinas, 1581-1768 y 1859-1924, Manila, Universidad de Santo Tomás, 1924, pp. 11-16; Begoña Cava Mesa, “Misión de los padres jesuitas en el siglo XIX filipino. Memoria histórica del regreso a Mindanao y acción socio-misional”, en Mª Dolores Elizalde, Josep Mª Fradera y Luis Alonso (eds.), Imperios y naciones en el Pacífico. Vol. I. La formación de una colonia: Filipinas, Madrid, CSIC, 2001, pp. 621. 7 Sobre la expulsión de los jesuitas de Filipinas, consultar: Marta Mª Manchado López, Tiempos de turbación y mudanza: la Iglesia en Filipinas tras la expulsión de los jesuitas, Universidad de Córdoba,

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momento de la expulsión, los jesuitas administraban parroquias en las provincias de Tondo y Cavite (Luzón) y en las islas de Mindoro, Cebú, Samar, Leyte, Bohol, Panay, Negros y, sobre todo, Mindanao 8 . Según el jesuita Pablo Pastells la ausencia de la Compañía en Mindanao entre 1769 y 1859 explica la enorme dificultad de reducción de los naturales durante el siglo XIX 9 . En todo caso, para evitar dañar el bienestar espiritual de los filipinos, las vacantes fueron reasignadas a los franciscanos, los recoletos y otras órdenes religiosas, a excepción de las parroquias de Manila y alrededores, que se cedieron a los seculares 10. Esto se tradujo en una sobrecarga de trabajo para el resto de religiosos, que en ocasiones renunciaron a algunas misiones o vieron alteradas su actividad y sus prioridades misionales11. En 1852 Isabel II autorizó el regreso de los jesuitas a Filipinas y les encargó el cuidado de las misiones de Mindanao y Joló12. Se les entregó Dapitan, Misamis oriental, Surigao, Bislig, Zamboanga, Basilán, Joló, Cotabato y Dávao. Además, se les designó como colegio de Ultramar para las Misiones en Filipinas. La primera expedición partió a Manila en 1859. Desde finales del siglo XVIII se había dado una considerable disminución de religiosos motivada tanto por la Europa revolucionaria como por la tensión entre el clero regular y secular en las islas. En consecuencia, el nivel de cristianización en Filipinas había disminuido. A ello también había contribuido el clima liberal, anticatólico y anticlerical de la España decimonónica. Además, a mitad de siglo la población filipina había crecido considerablemente, desbordando todavía más a los misioneros. En Mindanao existía población nativa que jamás había sido evangelizada13. 2. Vida misional de los jesuitas en Filipinas Sin duda, el gran problema que tuvieron que afrontar los misioneros en Filipinas fue la gran dispersión poblacional, hecho que fue una constante durante toda la etapa hispana. De ahí su interés por concentrar a los habitantes en nuevas poblaciones grandes y consolidadas, cosa que nunca se logró del todo, como ocurrió en muchas zonas de América. La agreste geografía filipina, las escasas comunicaciones, el reducido número de religiosos y la reticencia de los indígenas a vivir de forma sedentaria hicieron fracasar el proyecto. Por ello, a la práctica los misioneros tenían a su cargo tanto a los

Muñoz Moya, 2002; Santiago Lorenzo García, La expulsión de los jesuitas de Filipinas, Publicaciones de la Universidad de Alicante, 1999. 8 M. Mª Manchado López, Tiempos de turbación y mudanza…, p. 41. 9 Pablo Pastells, S.I., “Informe sobre la isla de Mindanao presentado al Excmo. Sr. Gobernador General de las Islas Filipinas D. Valeriano Wyler por el Superior de la Misión de la Compañía de Jesús P. Pablo Pastells” (1888) en Ídem, Misión de la Compañía de Jesús de Filipinas en el siglo XIX, Barcelona, ed. Barcelonesa, 1917, vol. 3, p. 481. 10 Lucio Gutiérrez, Historia de la Iglesia en Filipinas, 1565-1900, Madrid, Mapfre, 1992, p. 56. 11 M. Mª Manchado López, Tiempos de turbación y mudanza…, p. 48. 12 Sobre las diversas supresiones y restauraciones efímeras de la Compañía de Jesús durante el siglo XIX, ver: Teófanes Egido (coord.), Javier Burrieza y Manuel Revuelta, Los jesuitas en España y en el mundo hispánico, Madrid, Marcial Pons, 2004. Acerca del regreso de los jesuitas a Mindanao y el estado de sus misiones, consultar: Pascual Barrado, S.I., “Relación histórica y estado de las Misiones de la Compañía de Jesús en Filipinas”, AHSIC, FILHIS 0010; José Fernández Cuevas, S.I., “Relación de un viaje de exploración a Mindanao (1860)”, en Cartas de los PP. de la Compañía de Jesús de la Misión de Filipinas, Manila, Chofré y Comp., 1889, vol. 8, pp. 5-61. 13 Pablo Pastells, S.I.,“Estado de la población cristiana en Mindanao e islas adyacentes” y “Resumen” (1892), en Cartas de los PP..., Manila, M. Pérez hijo, 1891, vol. 9, pp. 667-679; Lucio Gutiérrez, Historia de la Iglesia.., p. 275.

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habitantes de un pueblo como a todos aquellos que vivían en los alrededores14. En una época tan tardía como 1895, el padre Esteban Yepes todavía decía: “Yo… uno solo, y ellos… muchos”15. Ya desde sus inicios, el despliegue de la Compañía de Jesús por todo el archipiélago en pos de los diseminados nativos no satisfizo a todos los jesuitas. Muchos criticaron que se hubieran aceptado demasiadas misiones y que, en consecuencia, los misioneros estuvieran demasiado dispersos, solos y aislados. En 1599 el padre Pedro Chirino consideraba que la práctica misional que se estaba implantando era contraria al instituto de la Compañía y que provocaba graves dificultades a los misioneros 16. A raíz de este tipo de apreciaciones el padre visitador Diego García redistribuyó a los misioneros de la Compañía, disponiendo que existieran unas pocas poblaciones centrales con al menos seis individuos en cada una y que equipos de dos jesuitas partieran de esos núcleos para evangelizar las poblaciones circundantes, donde estarían varios días, para luego regresar a las poblaciones centrales, de donde partiría entonces otra pareja de religiosos. Cuatro veces al año los misioneros de cada zona debían reunirse en la cabecera para realizar el retiro anual y la renovación de votos y también para intercambiar impresiones sobre el estado de la misión y la efectividad de su metodología 17 . De este modo se pretendía, por un lado, mejorar la calidad de la evangelización y aumentar el número de nativos cristianizados, y por otro lado, potenciar la vida comunitaria de los misioneros, pese a su reducido número. Según el propio padre visitador, así se evitaría que los jesuitas vivieran: “con mucho desconsuelo, sin poderse confesar el padre en mucho tiempo ni comunicar sus dudas; no podía haber orden ni observancia de religión en penitencias, ejercicios, humildes pláticas, etc. Por ser tantos puestos era fuerza el poner por superiores a los que no tienen [capacidad] para esto. Estaban expuestos a peligros y riesgos de alma y buen nombre de la Compañía, y forzados a ir a veces por los pueblos sin compañero, como se hacía, que es de no 18 pequeño inconveniente, particularmente en estas tierras” .

Sin embargo, pronto se advirtió que los cambios establecidos no solucionaban el problema. Ya en 1601 el padre Melchor Cano señaló que el sistema implantado sólo lograba que los misioneros se juntaran unos pocos días cada vez, por lo que resultaba imposible llevar a cabo una vida comunitaria y espiritual como tal. Asimismo, se observó que las visitas a los pueblos cercanos eran cortas, demasiado espaciadas y, en definitiva, insuficientes para lograr un correcto adoctrinamiento de los indígenas que residían en las localidades circundantes 19 . Finalmente, hubo voces que alertaron del daño espiritual y corporal que sufrían los jesuitas debido sobre todo a la vida casi nómada que debían llevar. En 1612 el padre Pedro Martínez escribía: “(…) este modo de doctrinar andando en perpetuo movimiento, estando ocho día en un pueblo y luego 14

Luis Ángel Sánchez Gómez, “Estructura de los pueblos de indios en Filipinas durante la etapa española”, en Florentino Rodao García (ed.), España y el Pacífico, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional, 1890, p. 84. 15 P. Esteban Yepes, “Carta al PS. Juan Ricart”, Taganaán, 2 septiembre 1895, AHSIC, CF 5/4/42. 16 P. Pedro Chirino, “Carta a Claudio Acquaviva”, 5 junio 1599, ARSI, Phillip. 09, ff. 354-355. 17 Eduardo Descalzo Yuste, “Vida cotidiana en las misiones de la Compañía de Jesús de Filipinas en la época moderna”, comunicación presentada en el Seminario Internacional Formas de (in)tolerancias. Inquisición y vida cotidiana en el Mundo Hispánico, Universidad de Córdoba, 18-19 noviembre 2013. 18 P. Diego García, “Carta a Claudio Acquaviva”, 8 junio 1600, ARSI, Phillip. 10, ff. 5-14. En relación a esto, ver: Francisco Colín, S.I., Labor evangélica de los obreros…, vol. II, pp. 211 y 302-303. 19 E. Descalzo Yuste, “Vida cotidiana en las misiones…”.

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embarcarse y navegar a otro, o caminar por tierra, ha de acabar la salud y vida de los padres” 20. A la vida nómada se añadían las dificultades geográficas. Múltiples percances podían sobrevenirle al misionero en su tránsito por aquellas tierras accidentadas y con caminos a menudo impracticables 21 . Además, eran frecuentes las fiebres, las insolaciones y los resfriados producto de las inclemencias del clima tropical. La temporada de lluvias duraba seis meses al año y, además de limitar la navegación, ya de por sí tumultuosa, y de sitiar a los misioneros en sus poblaciones, en ocasiones desbordaba los ríos, que inundaban los pueblos durante días o incluso los destruían. Los desastres naturales también eran habituales. Los baguios (huracanes) podían ser devastadores. En 1895 el padre Manuel Vallés contaba, temeroso: “(…) estoy alegre, pero la imaginación se me alborota cuando el mar se alborota algo y hace ruido. Empecé a sentir este miedo cuando oí referir el vaguio (sic) que hace 23 años hizo destrozos en este pueblo y sobre todo en los edificios contiguos al mar”22. Además, eran frecuentes los terremotos. El padre Victoriano Bitrián narraba uno en 1897: “Estábamos en recreo sentados, y como tenía la convicción de que no había temblores grandes me quedé sentado en la silla cuando los demás huyeron, pero pronto salí de mi engaño, pues vi saltar en un momento todos los cuadros del corredor y venírseme casi encima los tabiques que se abrían por todos lados. Cogí la puerta inmediata y, asido a los dos lados del marco, pude sostenerme en pie, presenciando la destrucción del Convento. A las primeras sacudidas se fue a la calle enterita toda la fachada del Convento. Bajé a la huerta para juntarme con los demás, que no sé cómo pudieron llegar con tan violentas sacudidas. Una nube de polvo se levantaba a 23 nuestro alrededor, sin poder apreciar al momento lo que había pasado” .

Episodios como este sumían a los jesuitas en un estado de perpetua inquietud. El padre Bitrián contaba: “Si por miedo a los temblores hubiese V.R. de cambiar personal de aquí, habría que hacerlo casi con la mitad de la Residencia”, pues “tenemos aquí al P. Ribas, a quien produce cada temblor dolores de cabeza y de estómago; en Ayala al P. Carreras, quien no se atreve a dormir en su aposento y pasa desvelado la noche en que percibe temblor; en Tetuán al H. Montañá, a quien el temblor llena de azoramiento” 24. Sin embargo, pese al daño psicológico y material que podían causar los temblores, muchos jesuitas sabían tomarse a bien el suceso. El padre Bitrián contaba cómo el miedo a los terremotos facilitaba su tarea evangelizadora: “(…) el Señor nos ha ofrecido abundancia de sufrimientos que pueden dar materia de edificación. Me refiero principalmente a los virulentos terremotos con que Dios Nuestro Señor, con paternal Providencia, nos ha visitado durante algunos meses (…)”. “(…) no tuvimos que

llorar la pérdida del paraíso, sino saborear las dulzuras que nos proporcionaba su pérdida. Porque dulzuras eran para nosotros los Misioneros, a pesar de los destrozos causados en nuestras Iglesias y casas, presenciar las públicas muestras de piedad y temor santo que daban estas gentes. Cuando la tierra se estremecía con frecuentes sacudidas, cuando los vaivenes producidos en las aguas formaban olas que amenazaban invadir las poblaciones, mezclando con los alaridos, se dejaba oír en las 20

P. Pedro Martínez, “Carta a Claudio Acquaviva”, Tinagón, 21 mayo 1612, ARSI, Phillip. 11, ff. 23-24. P. Raimundo Peruga, “Carta al PS. Pío Pi”, Tagoloan, 19 febrero 1898, AHSIC, CF 2/2/8. 22 P. Manuel Vallés, “Carta al PS. Juan Ricart”, Lianga, 7 febrero 1895, AHSIC, CF 5/3/29. 23 P. Victoriano Bitrián, “Carta al P. Rector Miguel Saderra Mata”, Zamboanga, 28 septiembre 1897, AHSIC, CF 1/15/21. 24 P. Victoriano Bitrián, “Carta al PS. Pío Pi”, Zamboanga, 7 marzo 1898, AHSIC, CF 2/5/5. 21

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casas en alta voz el Santo Dios, Santo Fuerte, etc. Huían muchas familias, alejándose de las playas, rezando todos en alta voz y pidiendo la protección de la Virgen Santísima. En casi todos los pueblos se vieron casos notables de edificación” 25.

Las catástrofes naturales eran todavía más graves dados los materiales con los que se solían construir las viviendas. Los pueblos de indios eran planificados por los mismos religiosos, que los construían con la ayuda de sus habitantes, siguiendo el modelo americano. Habitualmente las construcciones eran pequeñas y formadas por materiales ligeros: ramas y hojas de palmera, juncos y una pequeña porción de madera, lo que en conjunto solía llamarse “caña y nipa”. La mayoría de pueblos tenían, desde el siglo XVIII y sobre todo en el XIX, conventos construidos con materiales fuertes. Asimismo, desde el siglo XVII la mayoría de iglesias se construían con piedra, excepto en los pueblos pobres o en proceso de formación26. Sin embargo, en Mindanao no sólo gran parte de los conventos e iglesias fueron siempre, incluso en el siglo XIX, de materiales endebles y no duraderos que no aislaban correctamente del exterior y que se derrumbaban pronto ante los desastres naturales, sino que a menudo se hallaban inconclusos. La razón fue la constante fundación y desaparición de poblados, así como la falta de recursos económicos27. La humilde y desalentadora vida cotidiana misional se podría resumir con este lamento del padre Juan Diego dirigido a su padre superior en 1896: “(…) no se olvide de mí, pues tengo infieles arriba, abajo, a izquierda y a derecha, y no sé por dónde comenzar; de este misionero que vive en un convento de caña y que cuando llueve ha de llevar el paraguas abierto por dentro de casa para no mojarse; de este misionero que, desde el mes de Mayo, no puede proveerse de alimentos, pues todo está detenido en Surigao, sin que hasta el presente haya vapor ninguno ni pequeño ni grande para llevar a Butuán tanto cargamento, con la particularidad que cuando llegue a Veruela, llegará ya todo medio podrido; ahora comemos la última galleta y harina tengo un poco y mala llena de gargajo para hacer ostias; de este misionero, que si Dios no lo remedia, el río Agusán le obligará a recoger los trastos y marcharse a otra parte, pues el río va inundando la tierra sobre la cual está el pueblo (…), de manera que este pueblo se verá obligado a cambiar de lugar y será el quinto cambio” 28 .

No todo el mundo estaba capacitado para ser un misionero, y menos de frontera. Este tipo de misionero debía ser fuerte físicamente para resistir las duras condiciones de vida, debía tener aptitudes para aprender varias lenguas indígenas y, sobre todo, debía poseer una fortaleza de espíritu que le permitiera enfrentarse al enemigo principal, la soledad, y mantenerse íntegro sin prácticamente más ayuda que él mismo y la oración29. Las muestras de afecto del pueblo, la correspondencia que los misioneros mantenían entre ellos y con su superior en Manila y las reuniones periódicas que llevaban a cabo para realizar los santos ejercicios (en Navidad, Semana Santa, etc), eran fundamentales, pero el elemento indispensable para combatir la soledad y soportar todos sus 25

P. Victoriano Bitrián, “Carta al P. Provincial de Aragón Luis Adroer”, Zamboanga, 31 octubre 1898, AHSIC, CF 2/5/15. 26 Luis Ángel Sánchez Gómez, “Estructura de los pueblos de indios…”, pp. 87-95. 27 P. Bernardino Llobera, “Carta al PS. Juan Ricart”, Játiva, 10 mayo 1896, AHSIC, CF 9/8/2. 28 P. Juan Diego, “Carta al PS. Pío Pi”, Veruela, 27 octubre 1896, AHSIC, CF 9/5/4. 29 Belén Navajas Josa, Aculturación y rebeliones en las fronteras americanas: las misiones jesuitas en la Pimería y el Paraguay, Madrid, Universidad Francisco de Vitoria, Cuadernos Americanos Francisco de Vitoria, vol. 13, 2011, p. 49.

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sufrimientos era sin duda la fe. Momentos como el de una enfermedad sufrida en soledad, sin socorro o consuelo humano, requerían la ayuda divina30. Es destacable, pese a las adversidades, el brío inquebrantable de la mayoría de misioneros. Muchos expresaron en un momento u otro frases como esta del padre Miguel Alaix en 1895: “¿Quién no tendrá celo y agonizará muchas veces noche y día por la salud eterna de estos desgraciados indios (…)?” 31 . Y demostraron con su actividad incansable su firme creencia en la trascendencia de su proyecto misional, que les inducía incluso a barajar el sacrificio de sus vidas. Ciertamente Filipinas no fue un lugar donde la integridad de los misioneros corriera demasiado peligro, pero sí hubo casos de martirio, como el del padre Alejandro López, muy influyente entre los musulmanes de Mindanao y Joló y embajador de paz en numerosas ocasiones, que fue asesinado durante su visita al sultán Balatamay en 165532. Una de las épocas en las que los jesuitas percibieron con fuerza la posibilidad de morir en Mindanao fue durante la Revolución Filipina (1896-1898). Cuando las autoridades españolas empezaron a abandonar la isla, una vez perdida la colonia, los jesuitas se negaron a embarcarse, fieles a su misión. Sobre ello, el padre Francisco Nebot decía: “Nosotros quedamos ocupando cada uno nuestro puesto: ¿qué será de nosotros? Dios nuestro Señor que vela sobre nosotros lo sabe muy bien. Si al sublevarse llevan los insurrectos intento de matarnos, no podemos, humanamente hablando, evitar la muerte si no es por breves horas o pocos días, porque tanto por río como por los bosques corren los indios más que nosotros, ni (sic) somos nosotros quienes podamos vivir mucho tiempo alimentándonos de raíces o plantas cuyas virtudes no conocemos. Estamos, pues, colgando, como de un hilo, de las disposiciones de la divina Providencia, y en ella confiamos en la seguridad de que como omnipotente e infinitamente amorosa lo dispondrá todo para nuestro mayor provecho espiritual si nosotros no 33 ponemos para ello inconveniente” .

La mayoría de misioneros expresaron con prontitud su disposición a resistir en Mindanao e incluso morir en el servicio de Dios. El padre Gaspar Colomer expresaba en 1898: “No sería estraño que esta Plaza fuera atacada, pero a la verdad no temo. Lo más que me puede suceder es morir cumpliendo con mi deber, y estando en gracia de Dios, no temo la muerte”34. Poco después añadía: “(…) si algunos han de sufrir de alguna manera, quisiera ser de ellos”35. Lo mismo opinaba el padre Fernando Diego: “Este su indigno hijo está dispuesto a cualquier clase de sacrificio, aunque sea el martirio, con tal que se conserven las Misiones del Agusán”36. Estas muestras de adhesión sin límites al proyecto misional no evitaban, sin embargo, que los religiosos sufrieran un choque cultural con los filipinos. Pocos misioneros tenían la habilidad de comprender al indígena. Los jesuitas, como el resto de europeos, creían firmemente en la oposición de los conceptos civilización y barbarie, así que la gran mayoría mostraban invariablemente un tono paternalista y condescendiente al referirse a los nativos, incluso en vísperas del siglo XX, y se exasperaban con la 30

Francisco Ignacio Alcina, “Carta al P. Juan Marín”, 24 junio 1660, ARSI, Phillip. 12, ff. 1-12. P. Miguel Alaix, “Carta al PS. Juan Ricart”, Talacogon, 31 mayo 1895, AHSIC, CF 5/1/26. 32 Lucio Gutiérrez, Historia de la Iglesia…, p. 196. 33 P. Francisco Nebot, “Carta al P. Provincial de Aragón Luis Adroer”, Butuán, 26 octubre 1898, AHSIC, CF 3/1/21. 34 P. Gaspar Colomer, “Carta al P. Provincial de Aragón Luis Adroer”, Joló, 5 mayo 1898, AHSIC, CF 3/17/21. 35 P. Gaspar Colomer, “Carta al PS. Pío Pi”, Joló, 1 febrero 1899, AHSIC, CF 7/12/48. 36 P. Fernando Diego, “Carta al PS. Pío Pi”, Butuán, 27 abril 1899, AHSIC, CF 3/6/8. 31

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VIDA COTIDIANA DE LOS JESUITAS EN LAS MISIONES …

reticencia de éstos a adquirir los hábitos europeos de estructura familiar y poblacional, el modo de vestir, la cultura material, el tipo de alimentación, los conceptos religiosos y el nuevo gobierno local, sin olvidar el desarrollo de la agricultura. En este sentido, el padre Francisco Foradada lamentaba en 1897: “¡Qué ceguedad y miseria, la de estos manobos! Podrían tener casa, comida, vestido, medicinas, si quisieran trabajar, y podrían vivir en el pueblo y educar a sus hijos. Pero no quieren trabajar, y van desnudos, y huyen de la sociedad como de una cadena” 37 . El padre Miguel Alaix resumía en 1895 la desesperación del misionero: “Mucho padecieron los primeros misioneros que bautizaron a los manobos, y todos tendrán su recompensa. Pero los que hemos venido después padecemos mucho más. Porque mucho más fácil es bautizar que no plantar la fe entera en los corazones de los bautizados, que pide abnegación completa de todos los sentidos y afectos malos del corazón. (…) Esto de dar sin cesar contra la roca dura de costumbres paganas convertidas en naturaleza, al parecer; esto de dar golpes contra la corteza de vicios seculares que se resisten; esto de arar tierras secas y de brozas que rechazan todo arado; esto de sembrar semillas delicadas en corazones llenos de todas las concupiscencias que no se compadecen con aquellas y las otorgan apenas recibidas; el hacer todo esto y sin cesar y con poco resultado y en medio las mil dificultades de toda clase e insuperables; es cosa para pudrir la cangro de todos los misioneros; es cosa que ha causado a muchos la muerte antes de tiempo; es cosa que ha hecho volver atrás a muchos soldados valientes; es cosa que hace tal vez temblar a quien puede ser enviado a este combate. Después de un trabajo duro, casi insoportable y continuo, (…) ¿cuál es el fruto? Microscópico al parecer 38 (…)” .

Los jesuitas enfatizan la importancia crucial que la cultura material tuvo en el avance del proceso evangelizador: las iglesias, la ropa, las imágenes santas y otros elementos católicos, adornados con procesiones vistosas, comidas comunes, bailes, música e incluso pirotecnia jugaron un papel decisivo en el impacto sobre el indígena, que se fijaban mucho en todo lo material. El padre Miguel Alaix destacaba: “A la predicación de la palabra resisten muchos muchísimos; a la de los dones y regalos, ninguno”39. La relevancia de lo material se agudizaba en Filipinas dada la enorme pluralidad de lenguas nativas y la dificultad que significaba para cada misionero aprender, a menudo partiendo de cero, los idiomas de la zona a la que era destinado. Según el padre Gaspar Colomer las lenguas filipinas “no tienen una estructura muy difícil, pero son tan exóticas para nosotros sus repeticiones, prefijos, infijos y sufijos que solo con la práctica podemos vencer las dificultades que nos ofrecen”. Al padre Pablo Cavalleria le costó “12 años entender la conjugación de los verbos comprar y vender en joloano”40 y él mismo dedicaba sólo al estudio del moro joloano entre 4 y 6 horas al día, memorizando además capítulos de la Biblia en dicho idioma41.Todos los jesuitas sabían que conocer las lenguas indígenas era vital para poder catequizar e instruir a los filipinos, y que éstos se mostraban más alegres y amistosos cuando el padre les hablaba en su idioma 42 , pero algunos, por más que estudiaron, no lograron conocer suficientemente las lenguas requeridas, por lo que su comunicación con los nativos y,

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P. Francisco Foradada, “Carta al PS. Pío Pi”, Cabarbarán, 1 septiembre 1897, AHSIC, CF 1/2/1. P. Miguel Alaix, “Carta al PS. Juan Ricart”, Talacogon, 31 mayo 1895, AHSIC, CF 5/1/26. 39 P. Miguel Alaix, “Carta al PS. Juan Ricart”, Talacogon, 29 mayo 1896, AHSIC, CF 9/2/2. 40 P. Gaspar Colomer, “Carta al PS. Pío Pi”, Joló 10 junio 1897, AHSIC, CF 1/6/20. 41 P. Gaspar Colomer, “Carta al PS. Pío Pi”, Joló, 31 octubre 1897, AHSIC, CF 1/6/33. 42 H. Miguel Pujol, “Carta al PS. Pío Pi”, Joló 21 septiembre 1897, AHSIC, CF 1/6/29. 38

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por lo tanto, su labor misionera quedó enormemente limitada, como le ocurrió al padre Ramón Bretxa: “En los 14 meses que han transcurrido desde mi llegada a Mindanao me he ido persuadiendo que la lengua visaya no se hizo para mí, pues por ahora no los entiendo ni en la conversación ni en el confesionario, ni ellos me entienden cuando quiero hablarles en visaya sino es en alguna cosa muy fácil y ordinaria, o que se entienda con gestos. La estudié con verdadera afición los 9 o 10 primeros hasta que me persuadí que me esforzaba en vano, pues desde entonces me da fastidio el leerlo y el escucharlo. La dificultad proviene de la escasa memoria y todavía más de la ligera sordera que tengo, pues esta gente tiene el oído fino. Si V.R. prefiere que yo siga (no obstante) entre bisayas o la necesidad y escasez de sugetos (sic) disponibles obliga a ello, no lo 43 censo, pero me parece que mis ministerios se limitarán a decir misa y bautizar párvulos (…)” .

La conjugación de todos los aspectos vistos se tradujo en un retraso en la evangelización e hispanización de Mindanao. Los jesuitas tuvieron que reducir progresivamente sus exigencias y bautizar a nativos con escasos conocimientos catequéticos y poca adaptación a la sociedad cristiana 44 . No obstante, algunos se atrevieron a criticar esa metodología oficial, como el padre Salvador Giralt: “Sólo diré que (a mi pobre juicio) se les bautizó sin la debida preparación y sin contar con los medios necesarios para consolidar lo que se hacía bautizándoles. (…) y de ahí que ahora nos encontremos sin pueblos formados y sin gente” 45 , y otros incluso actuaron contrariamente por su cuenta, como el padre Miguel Alaix: “si dejan las costumbres paganas y viven vida cristiana y aprenden lo necesario para salvarse y a rezar a lo menos el Padre Nuestro, los bautizaré. Si no, no”46. Así se generó una polémica interna en la orden que se sumó a la larga lista de problemas existentes. La evangelización lograda en Mindanao a finales del siglo XIX fue, pues, pese al mayúsculo esfuerzo misionero y como resultado de todas las dificultades expuestas, mayoritariamente superficial y poco consolidada. En definitiva, tanto las crónicas como, sobre todo, la documentación epistolar generada por los misioneros de la Compañía de Jesús aportan una visión de su vida en Filipinas poco bucólica y de éxito significativo pero matizable. Lejos de la imagen compacta, homogénea, heroica, entusiasta y de triunfo absoluto proyectada oficialmente por la orden, nos encontramos con unos jesuitas más imperfectos y plurales, más humanos y, por lo tanto, más afectados por las dificultades geográfico-climáticas y por la complejidad sociocultural de un territorio fronterizo como era Filipinas. Pese a la firme creencia en su misión, la mayoría de misioneros sufrieron soledad y desmoralización e incluso hubo disputas internas fruto de los múltiples obstáculos que frenaban el proceso evangelizador y educativo.

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P. Ramón Bretxa, “Carta al PS Pío Pi”, Balingasag 29 noviembre 1898, AHSIC, CF 2/1/5. P. Manuel Vallés, “Carta al PS. Pío Pi”, Caraga, 4 septiembre 1897, AHSIC, CF 1/3/32. 45 P. Salvador Giralt, “Carta al PS. Pío Pi”, Dávao, 12 noviembre 1896, AHSIC, CF 9/6/21. 46 P. Miguel Alaix, “Carta al PS. Juan Ricart”, Talacogon, 31 mayo 1895, AHSIC, CF 5/1/26. 44

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II.2. Entre símbolos culturales materiales

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En remenbranza de la Pasión de Nuestro Señor… y… para alumbrar el Sanctíssimo Sacramento…. Cultura material en torno a las procesiones barrocas en la ciudad de Palencia En remenbranza de la Pasión de Nuestro Señor… y … para alumbrar el Sanctíssimo Sacramento…. Material culture around baroque processions in the city of Palencia Carlos LOZANO RUIZ Universidad de Valladolid Resumen: Muchas fueron las procesiones que, por distintos motivos, recorrieron las calles de las ciudades y pueblos de Castilla durante el Barroco. Entre ellas destacaron, sin duda, aquellas que, mediante toda una simbología y una puesta en escena, buscaban rememorar la pasión de Cristo, así como aquellas otras que buscaban estimular la adoración eucarística entre los fieles. En esta comunicación se analizará la presencia de toda una serie de elementos de cultura material (estandartes, varas, cera, instrumentos musicales, etc.) que estuvieron presentes en las procesiones que, con motivo de la Semana Santa y la octava del Corpus, fueron organizadas por las cofradías penitenciales y sacramentales en la ciudad de Palencia. Aun tratándose de cortejos procesionales de distinta naturaleza, la búsqueda del efectismo, la dramatización y la teatralidad permiten detectar toda una serie de elementos comunes a unas y otras, al igual que otros que permitieron dotar a cada una de ellas de una idiosincrasia propia. Por otra parte, el instituto para el que fueron creadas las hermandades que se encontraban detrás de esos desfiles, así como los deseos de ostentación y boato, permiten explicar el desempeño económico que supusieron para dichas asociaciones. Palabras clave: Cultura material, procesiones, Semana Santa, funciones sacramentales, Barroco. Abstract: Many were the processions that, by various reasons, went through the streets of the cities and towns of Castile during the Baroque period. These certainly include the ones that by means of symbols and staging wanted to remember the Passion of Christ, as well as those others that aimed at encouraging the Eucharistic adoration among the worshippers. This communication will address the presence of a wide set of elements of material culture (banners, rods, wax, musical instruments, ...) that were present in the processions that because of Easter and the eighth day of Corpus, were organized by the penitential and sacramental brotherhoods of the city of Palencia. Even when the processions were of different nature, the search of sensationalism, dramatization and theatricality allow detecting elements in common in each other, but at the same time, other elements gave each one of them their own idiosyncrasy. Furthermore, the institute for which the brotherhoods participating in those processions were created, as well as the wishes for showing off, explain the economic performance that meant for those associations. Keywords: Material culture, processions, Easter, sacramental functions, Baroque.



Beneficiario del Programa de Formación del Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Referencia 2010/0154. Miembro del Proyecto HAR2012-31909, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. Proyectos de Investigación Fundamental. VI Programa Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica, 2008-2011.

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1. Introducción La cultura barroca, una cultura “eminentemente urbana, en la que se prima lo gestual, lo simbólico, y en la que la puesta en escena, la manifestación pública, marca especialmente la vida del hombre de la época”1, favoreció el desarrollo de toda una serie de funciones y procesiones religiosas en numerosas localidades. Mientras que una plétora de estas tuvieron un carácter ordinario, en tanto en cuanto su celebración se encontraba convenientemente fijada dentro del calendario festivo de aquellos momentos, otras tuvieron un carácter extraordinario, ya que su realización dependía de acontecimientos no previstos inicialmente (desastres naturales, nacimiento de príncipes, surgimiento de conflictos bélicos, etc.). En todo caso, tanto en unas como en otras, ambas manifestaciones de la religiosidad popular, “la exteriorización de las creencias religiosas alcanzaba su cénit, contribuyendo sobremanera a acentuar, siquiera momentáneamente, el citado proceso de sacralización del espacio urbano”2. En un buen número de ellas, las cofradías y hermandades, cuya proliferación durante el Barroco fue espectacular, jugaron un papel sobresaliente. Estas asociaciones, en muchas de las cuales confluían individuos de los diferentes estamentos sociales, tuvieron entre sus principales objetivos, además de poner en práctica una labor benéfico-asistencial, favorecer el culto público. Es por ello por lo que las cofradías durante el Barroco, así como también durante toda la Edad Moderna, “invaden las calles con sus actos de culto público bajo fórmulas procesionales muy aquilatadas y a la vez sorprendentes, llamadas en todo caso a conmover” 3 . Esos cortejos procesionales, elementos constitutivos de la denominada fiesta religiosa barroca, se encontraban perfectamente estructurados y organizados, de modo que, como analizaremos a continuación, gracias a toda una serie de componentes de la cultura material, y también de la inmaterial, cada uno de estos desfiles procesionales tuvieron un lenguaje propio y una significación singular4. Y es que, si la fiesta religiosa era “la lexis del fenómeno religioso, su expresión ordenada y construida según reglas retóricas que no son solo 1

Federico Fernández Basurte, “Las capillas callejeras y la sacralización del espacio urbano. Un aspecto de la mentalidad religiosa de la Málaga Moderna”, en Jesús Pradells Nadal y José Ramón Hinojosa Montalvo (coords.), 1490: en el umbral de la modernidad: el Mediterráneo europeo y las ciudades en el tránsito de los siglos XV-XVI, Valencia, Generalitat Valenciana, 1994, vol. 2, p. 336. Sobre la dimensión urbana, vid. José Antonio Maravall, La cultura del Barroco: análisis de una estructura histórica, Barcelona, Ariel, 2012. 2 Miguel L. López Muñoz, Las cofradías de la parroquia de Santa María Magdalena de Granada en los siglos XVII y XVIII, Granada, Universidad de Granada, 1992, p. 192. 3 Inmaculada Arias de Saavedra Alías y Miguel L. López-Guadalupe Muñoz, “Fiesta y sociabilidad en Andalucía en el siglo XVIII”, en Máximo García Fernández (dir.), Cultura material y vida cotidiana moderna: escenarios, Madrid, Sílex, 2013, p. 217. 4 Son numerosos los estudios que han centrado su interés en analizar el significado e importancia de dichos elementos de la cultura material en las procesiones, así como sus implicaciones en distintos niveles: vid. Vicente Montojo Montojo, “Formación de la procesión barroca murciana de Nuestro Padre Jesús: adscripción gremial y reorganización escénica en las cofradías de Murcia, Cartagena y Mazarrón (ss. XVII-XVIII)”, Murgetana, 92 (1996), pp. 45-59; María Ángeles Novoa Gómez, “Una procesión barroca en la tarde de Viernes Santo. La Cofradía del Rosario de Santiago”, Archivo Dominicano, 21 (2000), pp. 259-297; Juan J. López-Guadalupe Muñoz, “Fiesta y litigio en la Granada barroca. A propósito de un dibujo de la procesión del Corpus en 1695”, Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, 39 (2008), pp. 49-64, etc. Tampoco faltan aquellos estudios que, mediante la transcripción de inventarios, nos permiten conocer la cultura material de dichos cortejos, vid. José Seguí Cantos, “El barroco valenciano a través de sus fiestas: el inventario de la procesión del Corpus de 1589”, Anals de la Real Acadèmia de Cultura Valenciana, 69 (1991), pp. 153-165.

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reglas de presentación sino también argumentales y expresivas”5, algo idéntico sucedió con las procesiones, que pretendieron traer a la memoria de aquellos hombres y mujeres los episodios de la Pasión de Cristo, así como estimular la adoración eucarística en la ciudad de Palencia6. 2. Análisis de la cultura material en los cortejos procesionales Cada primavera, los hermanos de las cofradías que manifestaron una clara dimensión penitencial, y así lo recogieron en sus reglas, como fueron los casos de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, la Cofradía de San Francisco, o la Cofradía de Jesús Nazareno, salían a recorrer las calles de la ciudad dando muestras de penitencia pública a todos los fieles que acudían como espectadores. El objetivo era, en todo caso, conmemorar la Pasión de Cristo, recorriendo para ello un duro camino en que no faltaba la propia disciplina u otras formas de penitencia, siendo la idea principal el realizar la procesión “a ymitación suya según nuestra fragilidad pues aquesta noche pasó tantos tormentos y anduuo tantos pasos penosos por nuestra salud y redención”. Aunque con un tono totalmente distinto, las procesiones que las sacramentales organizaron con motivo de la octava se caracterizaron, al igual que las propias de la Semana Santa, por la dramatización, el efectismo y la teatralidad. Esto se debió, en buena medida, a la concurrencia, tanto en unas como en otras, de diversos objetos materiales con un calado significativo en dichos cortejos. 3. Estandartes, pendones y varas Así podemos señalar, tanto en un caso como en otro, la existencia, por ejemplo, de los estandartes, pendones, óvalos y banderas, sobre los que existía un auténtico protocolo acerca de quién debía llevarlos en las distintas procesiones. Mientras que en algunos casos debía ser el cofrade más antiguo el que los portase, en otros eran los alcaldes, los nombrados, o, incluso, trascendiendo más allá del ámbito de la cofradía, el corregidor. Pero si, por ejemplo, llevar un estandarte era importante, también lo era el portar sus puntas. En dichos estandartes, muchos de ellos hechos a base de tafetán, y otros tantos de chamelote, quedaba representada la Cofradía, no solamente en las procesiones penitenciales o sacramentales sino también en las procesiones generales o, incluso, en los actos sin una dimensión estrictamente religiosa. El valor señalado de estos elementos materiales permite entender cómo lo habitual era que las cofradías convidadas por la organizadora asistiesen a la misma, al menos, con su estandarte. En todo caso, no había lugar para la improvisación respecto a quiénes debían llevarlos (oficiales, cofrades…), de qué modo debían portarlos (arrastrándolos, levantados…), de 5

León C. Álvarez y Santaló, “La fiesta religiosa barroca y la ciudad mental”, en Valeriano Sánchez Ramos y José Ruiz Fernández (coords.), Actas de las primeras jornadas de religiosidad popular, Almería, 1996, p. 16. 6 De entre todas las funciones destinadas a la adoración eucarística, aquí solo se analizarán las que las cuatro cofradías sacramentales principales de la ciudad organizaban, con gran boato, en la octava del Corpus, siendo importante señalar que, según la concordia alcanzada por todas ellas en 1640, su organización corrió cada año a cargo de una. No obstante, estas cofradías, tanto en el ámbito urbano como rural, contaron con numerosos cultos destinados a dicho fin, como se puede comprobar en Valeriano Sánchez Ramos, “La diversidad de funciones de las cofradías sacramentales de la diócesis de Almería durante el Antiguo Régimen: más allá del Corpus Christi”, en Fermín Labarga García (ed.), Festivas demostraciones. Estudios sobre las cofradías del Santísimo y la fiesta del Corpus Christi, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2010, pp. 291-320.

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qué colores debían ser (especial predilección por el negro y morado en los desfiles de la Semana Santa) y en qué lugar exacto debían ir. Otro elemento de significativa presencia, tanto en unos cortejos como en otros, fueron las varas. Su uso estuvo relacionado, sobre todo, con el ejercicio de la autoridad en los desfiles procesionales, aunque también era habitual que estas se empleasen en el momento en que los cofrades solicitaban por las calles limosnas o demandas para la cofradía. Distintos fueron los materiales que se emplearon en su elaboración, pudiéndose identificar, en este período, varas de madera, plata y latón. En cuanto a su talla, se han detectado dos tipos distintos: la vara lisa y la vara entorchada. Unas varas que, por otro lado, solían rematarse, generalmente, mediante las denominadas tarjetas o bien mediante otras fórmulas menos documentadas, como era el caso de aquellas “que tienen cruçes de yherro plateadas” 7 o “cruçes... de bronçe para las baras de los nombrados de limosna”8. Si bien ambos elementos, estandartes y varas, adquirieron una significativa importancia en las procesiones barrocas, para las cofradías tuvieron como contrapartida los gastos de adquisición y mantenimiento de los mismos. Y es que el uso de dichos objetos, las inclemencias meteorológicas, así como el paso del tiempo, repercutían, como no podía ser de otra manera, en todos ellos, de modo que, tanto en unas cofradías como en otras, lo habitual era que los receptores, anualmente, tuviesen que desembolsar alguna cantidad destinada a dicho fin. La reparación de las astas de los estandartes, el aderezo general de los mismos, así como platear, dorar o pintar las varas, eran acciones prácticamente cotidianas en estas asociaciones. Se hacía así necesario que las cofradías tuviesen que recurrir a sastres, plateros, pintores e incluso escultores, con el fin de que todos esos objetos de cultura material lucieran en las procesiones lo mejor posible. Se trataba de elementos en los que, tal y como han reflejado algunos investigadores, subyacía un cierto significado autócrata y una mezcla de aspectos civiles, militares y religiosos9. 4. La cera Otro de los protagonistas de las procesiones barrocas en Palencia fue la cera. A pesar de su importancia en los múltiples cultos de estas asociaciones, las referencias documentales de cara a su uso en las procesiones aquí analizadas, aun siendo abundantes, no ahondan en grandes detalles. Las fuentes permiten comprobar, eso sí, cómo habitualmente los distintos receptores acudían a los cereros de la ciudad para solicitarles la cera que necesitaban para sus distintos cultos. Así frente a gastos de “cera menuda” y bujías (sobre todo destinadas al Monumento de Semana Santa) encontramos otros más cuantiosos, relativos a cirios y hachas que sirvieron para iluminar a disciplinantes, estandartes, imágenes y, cómo no, también al Santísimo Sacramento, en su recorrido por las calles de la urbe. El uso de faroles como tal no se ha documentando, en principio, para el Barroco, si bien durante el siglo XVIII existen varias referencias al respecto.

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Archivo de la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Palencia [ACSVCP], caja 1, Libro de Cuentas (16541708), f. 86v. 8 Ibidem, f. 73r. 9 Vid. Francisco J. Abarquero Moras, El Carnaval de Vertabillo y las Cofradías de Ánimas en el Cerrato Palentino, Palencia, Institución Tello Téllez de Meneses, 2009.

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La cera obtenida por las cofradías, sin embargo, no solo provino del dinero pagado a los cereros, sino que también debemos contemplar la importancia que adquirió el pago de toda una serie de multas de las que debían hacerse cargo los cofrades, que estaban estipuladas en cera (libras, cuarterones…) y no en dinero. También sobre este punto las cofradías buscaron una regulación, y así convinieron, por ejemplo, el color de las hachas o quiénes debían portarlas, siendo habitual que fuesen personas con “hábito decente”10. El almacenamiento de dicha cera originó, además, que las cofradías tuviesen que adquirir otros elementos de cultura material complementarios, como arcas o cestas. 5. Instrumentos musicales No menos relevante fue el acompañamiento musical en estas procesiones. Y es que la música fue un elemento festivo “significativo y valorado, y al mismo tiempo, un ingrediente primordial en el auge y boato de la liturgia, dentro y fuera del templo”11. Entre los instrumentos utilizados encontramos, en primer lugar, las trompetas. Estas fueron utilizadas tanto en los cortejos penitenciales de la Semana Santa como en las fiestas de la octava. En el primer caso, hay constancia sobre cómo los encargados de tocar dichas trompetas recibían un dinero en compensación por la labor realizada durante la procesión. Pero ese no fue el único gasto derivado de las trompetas pues, cada cierto tiempo, también era necesario adquirir una nueva o, sobre todo, aderezar las existentes, siendo protagonistas en ello los latoneros12. También existen testimonios, en este caso muy puntuales, sobre el alquiler de trompetas cuando la cofradía lo consideraba necesario13. Asimismo, en la procesión del Domingo de Ramos, sabemos que, al menos en determinados años del periodo aquí estudiado, se contó con el clarín de la ciudad, que asistía a la misma recibiendo una compensación económica por ello por parte de la Cofradía de San Francisco. La percusión también estuvo presente en las procesiones aquí analizadas, ya bien fuese en las funciones de octava, con los atables, o en procesiones como la del Entierro de Cristo, el Viernes Santo, mediante tambores. Precisamente estos originaron otros gastos complementarios, como por ejemplo los relacionados con la adquisición de 10

En una fecha tan temprana como 1538, encontramos ya cómo la Sacramental de San Miguel, de cara a las procesiones que se celebraban en honor del Santísimo Sacramento, estipuló, entre otras cuestiones, que se hiciesen “doze achas de zera blanca para que en las procesiones las den los alcaldes o manden dar a las personas más principales que a la sazón se hallaren y que los cofrades no tomen acha alguna llevando solo los cirios para que así sean conocidos”. Archivo Diocesano de Palencia [ADP], Palencia, Parroquia de San Miguel, Cofradías, 4918-2130, f. 11r. 11 Miguel Ventura García, Las cofradías cordobesas del Santísimo Sacramento: el caso de Espejo en la Edad Moderna, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2010, p. 135. 12 En las cuentas tomadas del ejercicio económico 1679-1680 a Francisco Rodríguez, receptor de la Cofradía de San Francisco, figura entre las partidas de gastos “yten se le bajan diez reales que pagó a Matheo Sancta Clara, latonero, por adereçar la trompeta de la cofradía”, Archivo de la Cofradía del Santo Sepulcro de Palencia [ACSSP], caja 5, libro nº 6, s.f., cuentas ejercicio 1679-1680. Curiosamente, algunos años después, en 1703, entre los gastos figura cómo a Bartolomé Moreno se le bajaban “quarentta reales que por otra libranza pagó a Roque Sanctta Clara, latonero, por el prezio de una trompetta que se compró para la prozession de estta Cofradía quedándose con la vieja conforme un ajuste y libranza”. ACSSP, caja 6, libro nº 7, f. 88r. 13 Eusebio Álvarez, receptor de la Cofradía de la Vera Cruz durante el ejercicio 1660-1661, indicó que “bajanse doçe reales que pagó a Christóbal Álbarez de alquiler de una tronpeta que faltó para la quadrilla de San Miguel”. ACSVCP, caja 1, Libro de Cuentas (1654-1708), f. 73v.

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baquetas14, además de los esperados gastos de mantenimiento15. Los mayordomos eran los responsables de buscar aquellas personas más idóneas para que fuesen tocando el tambor, de modo que si optaban por personas no aptas para ello, y se originaban así desperfectos, podían llegar, incluso, a ser multados y correr con parte de los gastos de reparación16. Entre los instrumentos más peculiares presentes en estos cortejos cabe mencionar el organillo que la Cofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de San Miguel adquirió “porque fuese con la mayor solemnidad celebrada la función de la Octava del Corpus, y que en su procesión nada faltase que contribuyese al culto divino” 17 . Según parece, la Cofradía se hizo con él a comienzos del siglo XVII, trayéndolo de la localidad de Herrera de Pisuerga (Palencia), y su adquisición no les sorprendió a los cofrades de dicha sacramental a finales de la siguiente centuria pues “no es increíble ver el celo, y actividad con que en todos tiempos ha mirado y aumentado los obsequios al Santíssimo Sacramento”18. La puesta a punto del mismo, así como el llevarle en las procesiones de octava, implicó el pago de determinadas cantidades de reales a varias personas19. En lo musical, todo este panorama se completaba con la presencia, en las procesiones de octava, de ministriles, danzantes, cantores, etc. y en las procesiones de Semana Santa, especial mención requiere el acompañamiento vocal por parte de algunas comunidades de frailes, destacando la presencia el Viernes Santo por la mañana, detrás de la última insignia, del “conuento de rreligiosos de San Pablo cantando el Miserere mei Deus”20. Un tono distinto tuvo siempre la procesión de la mañana de Pascua, en la que los danzantes tuvieron un protagonismo significativo. 6. La vestimenta Conviene, una vez analizados todos estos elementos de la cultura material, intentar acercarnos a la vestimenta que los cofrades usaron en dichas procesiones. Pocas son las noticias que han llegado a nosotros respecto a la vestimenta que utilizaban los hermanos de las sacramentales en las funciones aquí analizadas. La mayoría de ellas vinieron a incidir, simplemente y de un modo general, en la necesidad de que asistiesen, tanto a ellas como al resto de cultos, memorias y cabildos, con hábito 14

“Más se le bajan diez y ocho rreales que pagó a Juan de Ciança Tornero por quatro baquetas que hiço de nogal para los tambores…”. ACSSP, caja 5, libro nº 6, s.f., cuentas del ejercicio 1677-1678. 15 Así, a Miguel Salvador, receptor de la Cofradía de San Francisco durante el ejercicio 1696-1697, se le pasaron en cuenta “nuebe reales de vna vara de bayeta negro que de horden de los alcaldes se sacó para forro de vna caxa del tanbor para la prozesion por estar muy biejo el que tenía”, ACSSP, caja 6, libro nº 7, f. 47r. Poco tiempo después, el receptor Pedro Lozano (1698-1699), tuvo que hacer frente al pago de 14 reales al cedadero Alonso Hermosa, debido a cuatro parches y aros destinados a los tambores de la Cofradía. Ibidem, f. 60r. 16 Aunque en una fecha algo tardía, en 1717, se puso de manifiesto cómo se habían hecho pedazos los tambores a causa de que los mayordomos los dieron “a mozos de poco reparo y deuoción”, ACSSP, caja 2, libro nº 3, f. 187r. Además de la multa económica que la cofradía impuso a los mayordomos, se acordó que estos “lleuen personas decentes y que no agan daño ninguno pena de que serán por su quentta lo que causaren”. Ibidem, f. 187v. 17 ADP, Palencia, Parroquia de San Miguel, Cofradías, 4918-2130, f. 140r. 18 Ibidem, ff. 140r-v. 19 Se registraron partidas de gastos “al que entonaba los fuelles del órgano” y no faltaron aquellas que hacían referencia a los reales que pagaron “a los quatro hombres que llevaron el órgano por las calles en la procesión”. Ibidem, f. 142r. 20 Archivo de la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia [ACJNP], Regla, f. 12v.

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decente. Así se señaló, por citar un ejemplo, por parte de los cofrades de la Sacramental de la parroquia de San Lázaro en el cabildo celebrado el 17 de julio de 1695, acordándose asistiesen, “con su bestido negro con golilla y no de otra manera… salbo en los días de trauajo se les premite (sic) vaian y asistan como asta aquí por ser gente que asiste a su trauajo y no poder andarse mudando” 21 . Entre las sanciones que se contemplaban en caso de incumplimiento, se encontraba el privar al cofrade de la correspondiente vela, algo que, de otro modo, estaba en vigor años antes, en 1667, cuando en la misma cofradía, se acordó que la cera en la procesión de octava se diese “a personas de buen abito y que no sea de color”22. Mucha más información y detalles ofrece la documentación de las cofradías penitenciales a este respecto. El primer aspecto que debe valorarse a la hora de tratar esta cuestión es la existencia de una tipología respecto a los hermanos que las componían, pudiéndose hablar así de: hermanos de penitencia o disciplina, los más valorados durante el Barroco, pues dicha disciplina pública era “lo que más se pretende en esta sancta hermandad en sacrificio de nuestras culpas y en Remenbranza de la sangre que Nuestro Señor derramó por todos”23; hermanos de luz, cuyo fin fue iluminar a los disciplinantes, así como a las insignias; y hermanos apóstoles, cuyo fin era cargar las imágenes durante dichos cortejos. En función de dicha tipología, además de tener que pagar un determinado importe por la entrada y adquirir así unas determinadas obligaciones, la vestimenta fue distinta en cada caso. En el caso de los hermanos de disciplina, en la Cofradía de la Santa Vera Cruz las túnicas empleadas fueron de color blanco y, mientras que en la Regla de 1524 se señala que todas serían “de brite o angeo por curar”, en la de 1572 se indica que todas deberían ser de lienzo 24 . En el caso de la Cofradía de Jesús Nazareno, estas y los capirotes deberían ser, según el capítulo XXIII de su Regla, de bocací o lienzo negro, aunque a los pocos años después de su redacción se planteó cambiar su color por el morado. En cuanto a los capirotes, por decisión acordada en el cabildo de 6 de febrero de 1605, y tras la oportuna votación, fueron bajos25. En todo caso, las túnicas deberían ir ceñidas con una soga de esparto y se daba la posibilidad de que se pudiese ir descalzo o con soga al cuello. Todo se completaba con la obligatoriedad de que los cofrades, durante la procesión de penitencia del Viernes Santo, “llebaran todos rrosarios en las manos”26. Esta cofradía veló especialmente, desde su fundación, por acomodar todo su vestuario a la austeridad que, en principio, requerían todas las procesiones penitenciales. Y es que, además de insistir continuamente en la necesidad de guardar en dichos actos silencio, en varias ocasiones se hizo un llamamiento a que los cofrades no portasen elementos relacionados con la vanidad27. Tanto en el caso de los hermanos disciplinantes como en el de los hermanos de luz, estos, además de pagar una determinada cantidad de dinero de cara a su admisión 21

ADP, Palencia, Parroquia de San Lázaro, Cofradías, 4803-2128, f. 324r. Ibidem, f. 156r. 23 ACSVCP, Regla 1572, ff. 8r-v. 24 ACSVCP, Regla 1572, f. 30r. 25 No fue esta la única decisión que se tomó en los días inmediatos a la aprobación de la Regla pues, el 20 de marzo de 1605, se acordó que las túnicas no irían abiertas, permitiéndose como mucho que lo fueran hasta la cintura, pudiendo poner los hermanos botones de seda en la abertura. 26 ACJNP, Regla, f. 11r. 27 Ya en la Regla se estipulaba, en el capítulo XXVII, que “no lleuen chinelas almoadilla ni medias de color ni curiosidad exterior que se parezca ni tenga olor de vanidad en vestido ni calçado”, Ibidem, f. 11v. 22

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en la cofradía, estaban obligados a costearse su túnica, así como su vela o hacha. Mientras que los hermanos de disciplina de las cofradías de la Vera Cruz y San Francisco debían costearse una vela de cera, verde en el caso de la primera penitencial, y amarilla en el segundo caso, los de luz debían costearse, tanto en una cofradía como en otra, un hacha de tres o cuatro pábilos. Una vestimenta distinta era, al parecer, la que portaban los denominados como apóstoles, cuya misión era cargar y acompañar las imágenes de las cofradías28. En este caso, cada una de las tres penitenciales estipuló aquello que debían costearse, junto con su entrada, estos hermanos. Así, en el caso de la Vera Cruz, además de pagar tres ducados, debía correr de su cuenta la adquisición de alba, diadema, cabelleras y demás enseres necesarios para su función. Algo similar se contemplaba para los apóstoles de la Cofradía de San Francisco que quisiesen entrar para cargar el paso de Cristo y la Quinta Angustia, mientras que los que debían llevar la imagen de San Francisco deberían ir con túnica y capirote pardo. El caso de Jesús Nazareno difería algo respecto al resto, pues los apóstoles de dicha hermandad irían con túnica negra y capirote. Especial mención refiere, por su detallismo en relación con el vestuario de los apóstoles, la Cofradía de San Francisco, la cual, a finales del siglo XVII, adquirió todo el material necesario para poder vestir 12 cofrades de apóstoles y otros 4 de evangelistas, con el fin de que llevasen el paso del Señor en la procesión del Domingo de Ramos. Una vestimenta que junto con túnicas y bandas, cuyos colores dependían del apóstol representado (ver Tabla I), se completaba con diademas, de hojalata, y cabelleras, de cáñamo y otros materiales. Tabla 1. Asignación de vestimenta de apóstoles en la Cofradía de San Francisco (1693)

Nombre del apóstol

Color de túnica

Color de banda

San Matías San Felipe San Pedro Santiago San Bartolomé

Carmesí Azul Morado Verde Dorado

Dorada Carmesí Encarnada Azul Morada

San Mateo

Encarnado

Verde

San Simón San Judas Tadeo

Azul Morado

Carmesí Azul

San Andrés

Carmesí

Dorada

Santo Tomás San Juan

Verde Encarnado

Encarnada Verde

Judas Iscariote

Pajizo

Morado

Nombre y apellido del hermano al que le fue asignado Phelipe Escudero Thomas Doncel Juan Conde Blas Miguel Thomas Martínez Juan Martín Montero Antonio Salvador Manuel Corral Francisco Tenorio Menor. Manuel de Çea Gaspar Ruiz Francisco Rodríguez

Fuente: ACSSP, caja 2, libro nº 3, f.57v.

Más allá de cada caso concreto, es necesario señalar la importancia que, en general, llegaron a adquirir las túnicas en el día a día de estas cofradías durante el Barroco. Las 28

La existencia de estos también se encuentra documentada en otras localidades como Medina de Rioseco, vid. José L. Alonso Ponga et al. La Semana Santa en la Tierra de Campos vallisoletana, Valladolid, Grupo Página, 2003, p. 260.

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hermandades contaron con un determinado número de túnicas con el fin de poder prestarlas o alquilarlas a sus hermanos en caso de que fuese necesario. Así sucedió, por ejemplo, en la Cofradía de Jesús Nazareno en 1615, cuando, en el cabildo celebrado el Domingo de Lázaro, se acordó que, debido a la gran necesidad que había aquel año de apóstoles, se les diese de balde las túnicas. Más habitual fue, a lo largo del período estudiado, encontrar cómo algunos hermanos justificaban su ausencia en la procesión de disciplina argumentando que carecían de túnica. En todo caso, como se puede comprobar en los libros de cabildos, las túnicas jugaron un papel protagonista e implicaron la existencia de personas encargadas no solo de repartirlas sino también de conservarlas lo más decentemente posible, y de recuperarlas una vez pasada la procesión. Era entonces el momento de guardarlas para la siguiente ocasión en el lugar correspondiente, habitualmente arcas de gran tamaño. 7. Otros elementos. De la sangre al regocijo Conviene hacer alusión, en este repaso a los elementos de cultura material presentes en las procesiones, a otros elementos que dotaron de una idiosincrasia propia a estos desfiles. La flagelación pública fue, sin duda, un rasgo fundamental a la hora de abordar los rasgos definitorios de los desfiles procesionales de la Semana Santa del Barroco. Una práctica que, en la lógica cristiana de aquellos momentos, “aparecía como un medio para lograr el equilibrio en las relaciones entre el feligrés y Dios, así como entre la comunidad de pecadores y la divinidad, un equilibrio que había sido roto por el pecado” 29 . Las cofradías penitenciales, en su afán por llevar a cabo dicha práctica, fundamental en su propia razón de ser, pues “este acto y obra de disciplina es la que principalmente profesamos en esta sancta cofradía” 30 , adquirieron toda una serie de aparejos destinados a dicho fin. En primer lugar podemos señalar las disciplinas, empleadas por los disciplinantes, sobre las que no conocemos muchos datos salvo por la Regla de la Vera Cruz, en la que se indica cómo don Luis Cabeza de Vaca, obispo de Palencia entre 1537 y 1550, incitó a los cofrades de dicha penitencial a que “dexasemos las diciplinas de vidrio e otras que sacan sangre e tomásemos las de cuerdas” 31. Esos elementos de cultura material vinculados con la penitencia pública los encontramos también, explícita o implícitamente, en otros momentos, como el de la limpieza de las disciplinas, señalándose así que cuatro personas nombradas por el alcalde “den abasto para labar las dichas diziplinas en sus gaxas o ollas con su bino” 32, o como el momento final, cuando se efectuaba la limpieza de las heridas con vino y, en ocasiones, también con romero. Situación algo diferente fue la existente en la Cofradía de Jesús Nazareno, donde el ejercicio de la penitencia pública se practicó cargando en la procesión del Viernes Santo una cruz. Esta, según se estipuló desde su fundación, debería hacerse a costa del hermano y, además de ser de pino bien labrada, sería “de dos varas y media de largo y vna ochaba de ancho y media de grueso, y el que quisiere la podrá hacer de tabla hueca con que no exceda de lo dicho y que estén teñidas de negro con su Jesús en el 29

Tomás A. Mantecón Movellán, “Las Cofradías de la Vera Cruz y la proscripción de la flagelación pública en la España Moderna”, en José Andrés Casquero Fernández, Actas del IV Congreso Internacional de Hermandades y Cofradías de la Santa Vera Cruz, Zamora, 2009, p. 558. 30 ACSVCP, Regla 1572, f. 30v. 31 Ibidem, f. 39r. Esto mismo aparece ya señalado en la Regla de 1524 de dicha cofradía, si bien como un añadido posterior. 32 ACSSP, Regla, f. 26r.

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título” 33 . Estos desfiles procesionales penitenciales contaron, además, con otros elementos singulares, como los famosos conjuntos escultóricos que, portados a andas, para las que continuamente eran necesarias las denominadas orquillas, acompañaban el devenir de los flagelantes por las calles o como los denominados instrumentos de la Pasión. Pero, mientras todos esos elementos protagonizaban los desfiles de la Semana Santa, la alegría y el regocijo marcaban la pauta en las procesiones de la octava del Corpus, organizadas por las sacramentales. Estas cofradías, no lo olvidemos, impulsadas de un modo especial a raíz de Trento, y que debido a su fin cultual, para el que habían sido creadas, se ubicaban en un “estrato privilegiado en el conjunto de las cofradías que todos aceptaban”34, no se quedaron atrás, como hemos venido viendo, a la hora de escenificar en las calles palentinas sus fiestas, ya bien fuese mediante actos religiosos o profanos, destacando entre estos últimos, las corridas de toros y novillos que organizaban con motivo de las mismas. Esto explica que en estas procesiones encontremos algunos elementos de cultura material difíciles de hallar en otros cortejos procesionales. Sin duda, en este caso el centro de la fiesta religiosa radicaba en el Santísimo Sacramento, que portado en la custodia recorría las calles bajo palio “con aquella obstentación acompañamiento que es debido a tan Soberano Dueño”35, siendo habitual en algunas sacramentales, según parece, que, al igual que sucedía de cara a su salida con motivo del viático, en las procesiones de octava “las varas del Palio las lleven sacerdotes vestidos con sobrepelliz y que se les de la limosna acostumbrada” 36. Junto a todo ello no faltaron otros elementos que, con seguridad, también alcanzaron un protagonismo destacado. Entre ellos destacan los gigantes y la tarasca. Tal y como se puede comprobar en los libros de acuerdos de la Sacramental de San Lázaro, y como si de la propia procesión del Corpus se tratara, en ocasiones esta solicitaba, de cara a la celebración de la procesión de octava, cuando le correspondía, “que se conuide a la çiudad y se la pida jigantes y tarasca para que baya en la proçession” 37. Finalmente, habría que tener en cuenta el protagonismo de otra serie de elementos, como las colgaduras de ricos materiales, que también buscarían realzar el boato de aquellas fiestas en los espacios neurálgicos de la celebración38. 8. Epílogo El análisis de la cultura material en torno a las procesiones organizadas por las cofradías en Semana Santa y la octava del Corpus ha permitido constatar distintas realidades. En primer lugar, se han identificado toda una serie de objetos, coincidentes en unas y en otras, que estuvieron dotados de determinados significados de cara a aquellos hombres y mujeres que formaban parte de una sociedad de por sí sacralizada. Significados que, en buena medida, se encontraban implícitos y arraigados en la mentalidad del hombre 33

ACJNP, Regla, f. 5r. M. Ventura Gracia, Las cofradías cordobesas… p. 46. 35 ADP, Palencia, Parroquia de San Miguel, Cofradías, 4918-2130, f. 66v. 36 Ibidem, f. 28v. 37 ADP, Palencia, Parroquia de San Lázaro, Cofradías, 4803-2128, f. 180v. 38 Esto explica las numerosas peticiones que las distintas sacramentales presentaron ante el cabildo catedralicio solicitándole “les haga merced de mandar que para la festiuidad de su octauario se les preste la colgadura de damascos, plata, ornamentos, paño de púlpito, frontales del carro y lo demás necessario para el adorno de la fiesta”. Archivo de la Catedral de Palencia, Actas Capitulares, 1656-1659, f. 31v. 34

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barroco. Algunos de esos elementos fueron utilizados tanto en unas como en otras procesiones mientras que otros, como los aparejos de la disciplina o las colgaduras, los gigantes o la tarasca, solo formaban parte de uno de los dos tipos de cortejos. Especial interés han suscitado aquellos artefactos de cultura material que, aun siendo comunes en ambos desfiles procesionales, revistieron distintas apariencias con distintos significados; es el caso, por ejemplo, de los estandartes que, como hemos visto, en el caso de las penitenciales tendieron a ser principalmente negros o morados, recordando así a los que los visualizaban el carácter penitencial de las procesiones en que salían; o el de los instrumentos musicales, que eran elegidos en función, también, de la naturaleza de la procesión. Estos elementos de cultura material, como también se ha visto, exigían, sin duda, un compromiso y un desembolso por parte de las cofradías propietarias de los mismos pues, distintos factores, llevaban a que fuese necesaria la adquisición de algunos nuevos o su reparo. Las cofradías tuvieron así que contar con el trabajo de distintos artesanos, como sastres, cereros, plateros, pintores, etc. para conseguir que pudiesen salir “a sus funziones con el luzimiento que requiere”. Y es que estos objetos, que bien podrían considerarse como elementos propios de la vida cotidiana de dichas asociaciones, y que tuvieron un protagonismo esencial en la religiosidad popular barroca, debían siempre lucirse del mejor modo posible en remenbranza de la Pasión de Nuestro Señor y para alumbrar el Sanctísssimo Sacramento, instituto fundamental de esas cofradías.

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Estilos de vida y cultura material en el Siglo de Oro. Una aproximación al microcosmos del vestido entre el archivo Ruiz, Medina del Campo y Valladolid (1566-1600) Life-styles and material culture in Spanish Golden Century. An approach to the dress as microcosm, in the Ruiz archive, Medina del Campo and Valladolid (1566-1600) Gabriele GALLI Università di Verona y Universidad de Valladolid Resumen: Mi interés por el tema del vestido y de la apariencia se enmarca en una más amplia investigación doctoral que quiere proyectar una nueva mirada sobre los estilos de vida del Siglo de Oro castellano a partir del célebre archivo del hombre de negocios Simón Ruiz de Medina del Campo y de una muestra de inventarios post-mortem de varias familias enriquecidas o adineradas de la misma villa y de Valladolid en la segunda mitad del siglo XVI. En este artículo, después de una introducción sobre la “apariencia” en el Antiguo Régimen y algunas anotaciones sobre los Ruiz (mercaderes de tejidos en las ferias de Medina) y el contexto histórico general, se describe la fuente-inventario y sus posibilidades y límites para un análisis del vestido, se toca el tema de la moda en la Castilla del segundo Quinientos, y, con la ayuda de algunos cuadros, se reseñan los datos analizados en referencia a las personas y los vestidos, con un apéndice sobre los tejidos y los colores. Palabras clave: estilos de vida, vestido, personas adineradas, familia Ruiz, Siglo de Oro Abstract: My interest in the theme of dress and appearance belongs to a broader Ph.D. research aiming to a new look on the life-styles in the Spanish Golden Century. It draws on the famous archive of the merchant Simon Ruiz and on a sample of post mortem inventories of wealthy families of Medina del Campo and Valladolid in the second half of the 16th century. The article, starting with an introduction on the “appearance” in the Ancient Regime, and with some information on the Ruiz (textile merchants in the fairs of Medina) and the general historical context, describes the inventory source, its possibilities and its limitations for an analysis of dress. The article continues with the theme of fashion in late 16th century Castile, summarises the analysed data (also through some tables), and links particular cases of people and dress; it concludes with an appendix on textiles and colours. Keywords: life-styles, dress, wealthy people, the Ruiz family, Spanish Golden Century

Estilos de vida y cultura material en el Siglo de Oro. Una aproximación al microcosmos del vestido entre el archivo Ruiz, Medina del Campo y Valladolid (1566-1600) “Nuestra España de cada día usa nuevos trajes, no bastando premáticas y provisiones para remediar tan inumerables gastos, sacando cada uno nueva traza, nuevo modo de vestir [...], no habiendo camaleón que ansí mude de colores como [el español] de trajes y diversas hechuras” Jerónimo de Alcalá, El donado hablador



Este trabajo se desarrolla dentro del marco de mi investigación doctoral “I Ruiz di Medina del Campo. Stili di vita e consumi di una famiglia di mercanti castigliani del Siglo de Oro” (Università di Verona y Universidad de Valladolid). Quisiera agradecer el profesor Alberto Marcos Martín, codirector de la investigación, por su valiosa ayuda en la revisión lingüística de este ensayo.

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Gabriele GALLI

1. Introducción La cita de Jerónimo de Alcalá –elegida entre miles de posibles referencias literarias al vestido en el Siglo de Oro– toca algunas cuestiones relevantes: la continua novedad (de trajes, trazas y modos de vestir) y la consiguiente variedad (de formas, hechuras y posibles decoraciones), el malogrado intento legislador (las llamadas leyes suntuarias) y los “innumerables gastos” necesarios para estar a la moda (entre constantes búsquedas de homologación y de distinción). Finalmente, la alusión del autor al camaleón es sugerente por remarcar la variedad y los rápidos cambios –amén de conectarse elocuentemente con el “microcosmos” del título de este artículo. En una cultura fuertemente visual y simbólica como la del Antiguo Régimen, el vestido era uno de los recursos decisivos del mundo de la apariencia: cotidiano, inmediato, poderoso, y, en algunos casos, muy costoso 1. La imagen exterior se fundaba en una combinación de varios estratos de vestido (con una multiplicidad de tejidos y precios, modelos dictados por la moda, decoraciones y ornamentos), complementos, accesorios y objetos (funcionales o simbólicos –joyas, armas, cruces...–), que podían ser abiertamente visibles, voluntariamente enseñados, o más ocultos. La apariencia reflejaba (y contribuía a construir), además del género y el poder (económico y cultural), la clase social y profesional, así como la identidad nacional y religiosa2. Por otro lado, esta “legibilidad socio-económica” tenía márgenes de flexibilidad (que las leyes suntuarias intentaban limitar), porque cuando las “gentes comunes” tenían suficientes recursos intentaban “imitar en el modo de vestir a las principales”3. Los “no nobles” enriquecidos buscaban conseguir con la apariencia (y con los estilos de vida en general) una legitimación material que pudiera convertirse en legitimación simbólica (a través de limpiezas de sangre, ejecutorias de hidalguía y fantasiosas genealogías): “no se compraba ropa, se adquiría estatus”4. 2. Los Ruiz, Medina del Campo y Valladolid en la segunda mitad del siglo XVI Castilla era, en el siglo XVI, el corazón del imperio intercontinental de Carlos V y Felipe II de Austria y conoció durante dicha centuria el cénit de una larga etapa de crecimiento económico y de desarrollo cultural: el largo Siglo de Oro5. Medina del Campo era la más celebre sede de las ferias del reino, las cuales, gracias al interés de los reyes, alcanzaron importancia internacional y conectaron,

1

Carlo Marco Belfanti y Fabio Giusberti, “La moda”, Storia d’Italia. Annali, vol. 19, Torino, Einaudi, 2003; Ulinka Rublack, Dressing up : cultural identity in Renaissance Europe, Oxford, University Press, 2010; Fernando Bouza, “Vivir en hábito de. La cultura de la indumentaria en el Siglo de Oro”, La moda española en el Siglo de Oro (catálogo de la exposición, Museo de Santa Cruz, Toledo, 25/3-14/6/2015), Toledo, Junta de Castilla-La Mancha y Consejería de Educación, Cultura y Deporte, 2015, pp. 21-33. 2 Antonio Pérez Martín, “El derecho y el vestido en el antiguo régimen”, Anales de derecho, 16 (1998), pp. 261-292. 3 De “socio-economic readability” escribe Darcy Donahue, “Dressing up and dressing down: clothing and class identity in the Novelas ejemplares”, Cervantes: Bulletin of the Cervantes society of America, 24, 1 (2004), pp. 105-118; en p. 106 cita a Carmen Bernis, El traje y los tipos sociales en el Quijote, Madrid, El Viso, 2001, p. 359. 4 Soria Mesa, Enrique, “La imagen del poder. Un acercamiento a las practicas de visualización del poder en la España Moderna”, Historia y genealogía, 1 (2011), pp. 5-10, p. 9. 5 Bartolomé Yun Casalilla, Marte contra Minerva: el precio del imperio español, c. 1450-1600, Barcelona, Crítica, 2004.

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ESTILOS DE VIDA Y CULTURA MATERIAL EN EL SIGLO DE ORO …

gracias a una red europea de comercio y letras de cambio –y a la plata americana–, mercaderes y mercaderías ibéricas, europeas y de ultramar6. Valladolid, centro geográfico, político y jurídico del corazón de la “Castilla la Vieja”, fue, en el Quinientos, sede de uno de los dos Tribunales de la Chancillería del Reino, de la Universidad, y de la Catedral (a partir de 1596), y fue, algunas veces, también capital del Imperio (con el castillo-archivo de Simancas que dista unos pocos kilómetros)7. Burgos, la caput castellae tardo-medieval, era la capital de la lana y allí residía el importante Consulado de Comercio (o Universidad de Mercaderes), poderosa institución económico-jurídica. Los tres hermanos Ruiz (Vítores, Andrés, Simón) y sus primos De la Presa debutaron en el mundo de los negocios a mediados del siglo XVI con pequeños comercios de telas y tejidos al por mayor entre Medina, Burgos (donde residía un primo) y Nantes (donde se mudaron Andrés y otro primo)8. Gracias a una afortunada y excepcional trayectoria consiguieron aumentar y diversificar los tratos, llegando a los grandes centros de Europa (Lisboa, Sevilla, Lyon, Florencia, Amberes) y a las Américas, comerciaron con dinero y demás efectos mercantiles y bancarios, conocieron a los reyes, y contrataron algunos asientos con Felipe II; entre 1581 y 1593 Simón se mudó a Valladolid (más cosmopolita y, sobre todo, sede del Tribunal), regresando a Medina en tiempos de ferias. Todos se casaron con mujeres ricas y nobles, fundaron vínculos y capillas, compraron oficios urbanos (dos regidores de Medina, uno de cónsul en Burgos, uno de maire de Nantes), pleitearon por la limpieza de sangre y obtuvieron el escudo de armas. La riqueza de Simón ascendía a más de 350.000 ducados, tres veces aproximadamente la de Francisco, cinco la de Andrés y siete la de Vítores: una cantidad solo comparable con la de algunas pocas docenas de casas de hombres de negocios en la Castilla del Quinientos9. Los Ruiz eran a la vez mercaderes y consumidores (y sucesivamente grandes mercaderes y “grandes consumidores”), conocían a los mercaderes, las mercaderías y las modas (y en particular el mundo de las telas y de los vestidos), y eran espectadores y protagonistas de diferentes estilos de vida en un medio urbano, cosmopolita y acaudalado. En su trayectoria ascendente pudieron –y tuvieron que– aumentar y diferenciar su consumo y su estilo de vida, entrando en contacto con prácticas y mentalidades como 6

Eufemio Lorenzo Sanz (coord.), Historia de Medina del Campo y su tierra (vol. 2). Auge de las Ferias. Decadencia de Medina, Valladolid, Ayuntamiento de Medina del Campo y Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, 1986. 7 Bartolomé Bennassar, Valladolid en el Siglo de Oro: una ciudad de Castilla y su entorno agrario en el siglo XVI, Valladolid, Ámbito, 1989 (I ed. en francés, 1967). Sobre la fecunda intersección entre social meanings, court fashion y marketplace: Evelyn Welch, “Art on the edge: hair, hats and hands in Renaissance Italy”, Renaissance Studies, 23-3 (2009), pp. 241-268. 8 El clásico es Henri Lapeyre, Une famille de marchands: les Ruiz. Contribution à l'étude du commerce entre la France et l'Espagne au temps de Philippe II, París, Librerie Armand Colin, 1953; la bibliografía sobre los Ruiz, mucho más abundante, está en , página web del Museo de las Ferias de Medina del Campo. Sobre las dos familias: Gabriele Galli, “Los Ruiz de Medina del Campo. Redes familiares y comerciales en el Siglo de Oro”, en Actas de la XIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2014. 9 Manuel Basas Fernández, “La hacienda de Simón Ruiz”, Boletín de la Institución Fernán González, Burgos, 160 (1963), pp. 481-504.

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el vivir noblemente, la llaneza viejo-castellana (las costumbres sobrias y “tradicionales”) y el lujo (entre las leyes suntuarias, los nuevos productos y las modas)10. Simón no tuvo hijos de ninguno de sus dos matrimonios, así que los dos mayorazgos que instituyó fueron uno para el grandioso Hospital General de Medina, del que fue mecenas, y otro, con la empresa, para los sobrinos hijos de Vítores. Los varones de la segunda generación condujeron los negocios a lo largo de algunas décadas, pero no supieron replicar las gestas de los padres –algunos incluso expresaron abierta aversión. De los tres hijos de Vítores, Pero –que había firmado un asiento con el rey– murió joven en un duelo, y Vítores II no consiguió continuar la carrera eclesiástica en Roma, acabando ricamente casado y bibliófilo; Cosme obtuvo las riendas del negocio, y condujo a la empresa primero detrás de la corte (de Valladolid a Madrid), y después a la bancarrota y a interminables pleitos. La rama francesa tuvo problemas parecidos –soportando además las Guerras de Religión–, y lo mismo le sucedió al burgalés Juan de la Presa, hijo de Francisco, que, al quebrar, fue citado en juicio por sus hermanas y que acabó comiendo en “escudillas de barro”. 3. Los inventarios y el vestido Los inventarios considerados para esta parte de investigación, todos compilados en presencia de un notario o autenticados por una figura con relevancia jurídica, fueron redactados mayoritariamente poco después de la muerte del sujeto (inventarios post mortem), si bien algunos fueron originados por otras causas (la muerte del cónyuge, una quiebra comercial, la aplicación de una ley suntuaria)11. Han sido considerados unos 30 inventarios, confeccionados en su mayor parte entre 1580 y 1599 en la villa de Medina del Campo y la ciudad de Valladolid; secundariamente han sido considerados algunos inventarios de años anteriores (ya que el hermano mayor y la primera mujer de Simón murieron en 1567 y 1573) o posteriores (Vítores II murió en 1603, Cosme cumplió con la pragmática suntuaria de 1611), o de lugares diferentes (el primo de Burgos, la temporada de Cosme en Madrid)12. 10

Un ejemplo en Cesar Alejandro Manrique Figueroa, “Las cartas de Amberes de Simón Ruiz y su agrado por las tapicerías flamencas”, en Congreso Internacional Imagen Apariencia, Murcia, Universidad de Murcia, 2009. 11 Anton Schuurman y Lorena Walsh “Introduction”, en Anton Schuurman y Lorena Walsh (eds.), Material culture consumption, life-style, standard of living, 1500-1900. Proceedings eleventh international Economic History Congress B4, Schuurman e Walsh (coord.), Milán, Università Bocconi, 1994; Hortensio Sobrado Correa, “Los inventarios post-mortem como fuente privilegiada para el estudio de la historia de la cultura material en la Edad Moderna”, Hispania: revista española de historia, 215 (2003), pp. 825-862. 12 Para los Ruiz: Archivo Histórico Provincial de Valladolid [AHPV], sección Protocolos Notariales [P], leg. 7914, f. 162r; leg. 7057, f. 766v; leg. 7705, f. 630r; AHPV, Archivo Simón Ruiz [ASR], leg. H32, L.7 F. 1158 N. 36, I; leg. H32, L.7 F. 1158 N. 36, II; leg. H32, L.7 F. 1006 N. 2; leg. 211, f. 303; leg. 211, f. 404; leg. 241, f. 6r; leg. 244, f. 204; para los Presa: Archivo de la Real Chancillería de Valladolid [ARCV], secc. Varela, caja 1085-1, leg. III, f. 17r. Algunas referencias (no para los Ruiz) en Jesús Urrea, Arquitectura y nobleza: casas y palacios de Valladolid, Valladolid, IV Centenario Ciudad de Valladolid, 1996. Una muestra inmensa de inventarios y otras fuentes en la página web de Anastasio Rojo Vega (profesor de Historia de la Ciencia de la Universidad de Valladolid), , consultado el 30/5/2015, sección “Artículos” – “Siglo de Oro”, inventarios de Alonso Vázquez, Asensio de Larrieta, Juan Bautista Vallejo, Francisco Enciso Zarate, don Cristóbal de Santisteban Manuel, licenciado Terrazas, Alonso Grande de la Barrera, licenciado Blas de Lerma, Juan de Treceno, fray Diego Ruiz de Montalvo, Isabel Manrique, María de Villafañe, María Becarini, Cristóbal Boninseni de Nava,

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Entre los sujetos elegidos (ciudadanos enriquecidos, adinerados o acaudalados), además de los Ruiz y de tres hombres pertenecientes a la red familiar (el primo, el padre de la mujer de éste, que era también socio comercial, y un empleado), se encuentran nobles señores y dones (y un caballero de Santiago y uno de Alcántara), cargos municipales o estatales (algunos regidores, un teniente de corregidor, un alcaide, un capitán), licenciados (un catedrático universitario, un abogado y un médico del rey), mercaderes, hombres de negocios y artesanos altamente especializados (un fabricante de instrumentos de astronomía y otro de lentes), el abad de Medina y tres mujeres (dos nobles y la viuda de un solicitador). En los inventarios analizados han sido encontradas más de 3.000 voces referentes al mundo del vestir13; las voces han sido extractadas en poco más de 2.000 items, ya que en algunos casos un punto del documento equivale a dos o más indumentarias (en los casos de voces inventariadas juntas, éstas han sido a veces separadas por facilitar el análisis y ofrecer un panorama más profundo). La descripción que los inventarios ofrecen del vestido es generalmente sintética pero clara (y solo muy de vez en cuando, hermética, críptica o enigmática); aunque no siempre sea exhaustiva, se presenta de manera suficientemente elocuente como para permitir algunos análisis, comparaciones y razonamientos –o para complicarlos. Algunos ejemplos pueden explicar los extremos entre los que hay que moverse: “dos camisas de Simon Ruiz”,“un cabezon de gorguera labrado”,“un envoltorillo de fluecos de seda verde y amarilla”,“un faldellin frances de damasco amarillo y blanco con tres fajas de raso encarnado bordadas”,“una basquina de raso negro y su rropilla, corpino y jubon de lo mismo, todo bordado con trenzas de seda negra y quatro fajitas”14.

Como dice la bibliografía citada (apoyada en fuentes pictóricas, documentales y, aunque más raras, materiales) en algunos casos es complicado entender no solo la hechura, largueza, anchura o características de las prendas, sino también si la prenda es de cuerpo entero, de encima o de sobretodo –por ejemplo la palabra ropa hace referencia por lo menos a tres prendas distintas con dos posibles variantes. También el “género de los vestidos” resulta problemático (por ejemplo el jubón deja de ser exclusivamente masculino desde 1550), y además los hombres tenían en su casa prendas de su mujer o hijas (o al revés), reflejando los inventarios esta situación. Las dudas son algunas veces resueltas por la bibliografía o por las mismas fuentes (por la descripción –“de hombre”, “de doña María” o “del difunto”– o por explícitos apartados –“ropa de hombre”, “vestidos de don Juan”–). Quitando estos y algunos otros casos más de dudosa interpretación, se puede ver como hay, en los inventarios “masculinos” considerados (26 de 30), una mayoría de términos biunívocos (unos 700) seguidos muy de cerca por prendas de hombre (más de 600), mientras que las prendas femeninas son poco más de 300 (sugiriendo un guardarropa en parte compartido y abierto al “consumo vicario” – paralelamente las mujeres tenían sus propias prendas). En los tres inventarios femeninos, al que añadí el “inventario suntuario” de Cosme y su mujer (cuyos vestidos son casi solo femeninos y “dobles”), se encuentran números parecidos de prendas don Pedro de Velasco Rojas, don Francisco de Dueñas Hormaza, don Suero de Quiñones, doctor Pedro Enríquez, Andres de Arellano, don Diego López de Zúñiga y Sotomayor, Miguel de Zamora y Marcos de Mosquera. 13 Más detalles en los cuadros del apéndice. 14 AHPV, P, leg. 7914, f. 162r y sucesivos.

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femeninas y biunívocas (unos 50 cada uno), mientras que solo cinco son las seguramente masculinas. 4. La moda de la segunda mitad del siglo XVI15 En la moda española de la segunda mitad del Quinientos se verifica una doble tendencia en los cortes y modelos del vestido: por un lado crece la uniformidad (opuesta al inédito individualismo de la primera mitad de siglo) y, por otro, se intensifica la exaltación de las formas del cuerpo, ya que de las ropas holgadas y con gran variedad de formas se pasa a prendas más cortas y más ajustadas. Esta segunda tendencia llega hasta el extremo, empezado hacia los años treinta del siglo XVI, a “aprisionar” y encerrar el cuerpo, ralentizando los movimientos e imponiendo la cabeza erecta, en perfecta consonancia con la fama de los españoles de personajes “graves, sosegados y altivos” – Bernis sugiere incluso un paralelismo entre el encorsetamiento contra-reformista del cuerpo y el de la mente16. Los hombres llevaban, por encima de la camisa, el jubón, una prenda ceñida, con mangas y forrada (y primera responsable del empaque y de la rigidez de la figura) y, en las piernas, calzas y medias o zaragüelles (calzones abombados) o gregüescos (de menor vuelo, más difundidos en la segunda mitad del siglo), o, como alternativa, valones o muslos17. En el estrato superior, alternativamente, el sayo (que podía llegar hasta a los tobillos y tener una faldeta), el coleto o cuera (parecido a un chaleco, a veces de piel), o la ropilla (vestidura corta y ajustada), o también una ropeta, chaqueta o saltaembarca. Como prendas más exteriores, las principales son las “ropas” (amplias y escotadas), las capas (con muchísima variedad, y que van acortándose), y los herreruelos (mantos de cuello alzado). Pero hay también zamarros, tudescos y bohemios. Las mujeres llevaban, por encima de la camisa, una o más prendas interiores y ocultas, como el cuerpo, el corpiño, el “cuerpecico”, y la almilla; y, de cintura para abajo, una falda interior (o un manteo interior o un faldellín), y/o un verdugado (con aros de tejido o mimbre que sostenían la falda superior), o también zaragüelles interiores (que no superan la rodilla) juntos con medias calzas. En el estrato más arriba había dos opciones: la saya (prenda larga y de una pieza o compuesta por un sayuelo y una falda separada), o, alternativamente, arriba el jubón (a partir de la segunda mitad del siglo XVI) o el gonete, y abajo la basquiña (falda con poco vuelo) o el manteo (más amplio). Entre la ropa de encima están la “ropa” (larga hasta los pies, estrecha en hombros y cintura y más holgada por abajo), la galera o galerilla, el monjil o 15

Para la primera Edad Moderna castellana: Carmen Bernis, Indumentaria española en tiempos de Carlos V, Madrid, IDV-CSIC, 1962; Ead., “La moda en la España de Felipe II a través del retrato de corte” en Catálogo de la exposición: Alonso Sánchez Coello y el retrato en la corte de Felipe II, Madrid, Museo del Prado, 1990, pp. 66-111; Ead., El traje y los tipos...; B. Bennassar, Valladolid, p. 425-7; Miguel Herrero García, “Estudios de indumentaria española de la época de los Austrias”, Hispania, 51 (1953), pp. 185-214. Una amplia muestra de vestidos, tocados, calzados, objetos y precios en Anastasio Rojo Vega, El Siglo de Oro. Inventario de una época, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1996. Para España de la prehistoria al siglo XX, Francisco de Sousa Congosto, Introducción a la historia de la indumentaria en España, Madrid, Istmo, 2007. En inglés: (proyecto coordenado por Evelyn Welch, King’s College, Londres). 16 C. Bernis, “La moda en España...”, p. 66 y 87. 17 El cuadro 2 indica los vestidos masculinos y femeninos más comunes.

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“monjilón”, el zamarro, y, como sobretodos, el manto (con grandísima variedad de cortes y ornamentaciones) o el bohemio. Completaban el vestido elementos decorativos y funcionales (fajas, bandas, cintas, guarniciones y aforros), los adornos de cuello (gorgueras, cuellos, arandelas...), los puños y las mangas; éstas últimas en particular podían ser piezas sueltas, inventariarse como tales, adaptarse fácilmente a varios trajes y sustituirse a voluntad, convirtiéndose en mutables y sensitivos “barómetros” de las modas 18 . Se señalan también otros microcosmos como el tocado (gorras, tocas, bonetes, cofias, sombreros...), el calzado (destacando los chapines femeninos con altísima suela de corcho), varios objetos complementarios (guantes, bolsas, regalillos, abanicos, pretinas...) y la joyería (que escapa de este análisis)19. 5. Las personas y los vestidos Bennassar se refiere a Valladolid destacando la presencia del lujo en todos los momentos de la cotidianidad y en todos los capítulos de gasto, y su difusión entre todos los grupos sociales (como protagonistas, comprimarios o espectadores); y presenta el vestido (y su difusión y la moda) como un poderoso medio de afirmación del poder económico y social20. Medina del Campo, distante unos 50 kilómetros, era más pequeña y menos cosmopolita, pero allí acudían y se quedaban, algunas veces al año y por algunos meses, muchos hombres de negocios y mercaderes (con su dinero y mercaderías) de distinta procedencia. En los inventarios que he analizado relativos a Medina y Valladolid –con alguna excepción y con la simbólica figura de Simón que vivió en las dos– se advierte, a través de una rápida comparación, que no existen, por lo menos entre sus ciudadanos acomodados, grandes diferencias en cuanto al vestido y sus complementos (emblemático resulta, por ejemplo, el caso de las gorgueras, que se equiparan en número). Valladolid sobresale, circunstancia que no puede sorprender, por la novedad de algunas prendas (no hay bohemios, verdugados, zamarros y “gargos” en Medina) y por la mayor cantidad de otras (gregüescos –más a la moda que los zaragüelles–, sayas, ropillas, capas cortas y, particularmente simbólicas, manteos y cuellos). Al revés, en Medina se encuentra un mayor número tanto de ciertas prendas clásicas (capa, cuera, calzas y “calzetas”) como de prendas “menos nuevas” (el capote, el sayo y la única chaqueta), o, simplemente, de algunas prendas que están ausentes en Valladolid (cañones, capirotes, gabanes, “monjilones”). El cuadro 1 indica cuáles son, en los documentos consultados, los personajes para los que se inventariaron más prendas y que, posiblemente, tuvieron los guardarropas más abastecidos. Sobresale notablemente el segundo inventario de Simón Ruiz, escrito pocos días después de su muerte, que permite entender el reflejo material de su gran fortuna (más de 140 millones de maravedís21). El recuento de la indumentaria de su casa, una vez analizada en profundidad, indica que sin ser el hombre que tiene más prendas de un tipo específico, sí posee muchas o muchísimas prendas de todo tipo 18

C. Bernis, Indumentaria española..., p. 38. Ver los cuadros 3, 4, 5 y 6. 20 B. Bennassar, Valladolid, p. 425. 21 AHPV, P, leg. 7914, f. 162v, y AHPV, ASR, leg. H32, L.7 F. 1158 N. 36, II. M. Basas, “La hacienda...”, p. 483. 19

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(únicamente le faltan, entre las más difundidas, la cuera –aunque tiene la alternativa, el coleto– y el manteo –aunque no se inventariaron todas las prendas femeninas de su casa). Destaca, en este sentido, por afirmarse en cuatro voces pertenecientes a dos grupos de prendas particularmente simbólicas: las del “primer estrado” (camisas –47, y sólo otras dos personas superan las 40– y corpiños –8, como don Pedro de Velasco–) y los “adornos de cuello” (gorgueras –20, más 9 cabezones y un pecho y una varilla– y arandelas –16); además es el que tiene más medias –9 pares, más de 3 calzas-medias– y “ropas” –17, como Francisco de la Presa22. El primer inventario de Simón fue redactado 24 años antes del primero, con ocasión de la muerte de su primera mujer23: en casi un cuarto de siglo la fortuna del mercader creció considerablemente (casi se multiplicó por seis, pasando de 25 a 140 millones de maravedís), mientras que su guardarropa aumentó tanto desde el punto de vista cuantitativo (más del doble) como cualitativo (por la variedad de prendas –de 25 a 37 tipos diferentes– y por sus complementos). Comparando los dos documentos, se puede ver que los vestidos aumentaron en conjunto en un 30 % (pero los jubones pasaron de 10 a 23, y las ropas de 9 a 17), las “prendas ocultas” se doblaron (en primer lugar las camisas, de 22 a 47), y los complementos se multiplicaron casi por seis (en paralelo al intento, finalmente logrado, de ascenso social, se multiplican los adornos de cuello, las mangas y los puños). El sayo (prenda larga y con falda), en coincidencia con la moda del Quinientos, es reemplazado por la ropilla, más corta y sin falda (el primero pasa de 13 a 1, la segunda de 1 a 11); además dos prendas concretas disminuyen: la basquiña (de 18 a 15) y la capa (de 8 a 6), y aparecen, entre otras, valones, “garnachones” y herreruelos. Le sigue su primo, Francisco de la Presa, el único que consigue superar, ligeramente, las 200 voces, mientras que sólo en otros cinco casos hay más de un centenar de voces –aunque en dos de estos se alcanza la cifra por muy poco. Francisco, además de poseer todas las prendas más difundidas (y de destacar en camisas, ropas, basquiñas y mantos), tiene más puños y gorgueras que nadie (él también había pleiteado con éxito su hidalguía) y también varias piezas muy raras en los inventarios consultados (afollados, fieltro, monjil y zamarro, además de, y es el único encontrado, tudesco e “ynperiales”)24. El tercero en este listado es don Pedro de Velasco Rojas (comendador de Portezuelo, de la Orden de Alcántara y señor de Villerías), que tiene 178: el número es, en términos absolutos, notable, pero es igualmente notable que haya una diferencia de poco más de 100 voces entre éste y Simón (un 23%). Don Pedro, de nobles ascendientes, tenía una encomienda (de 1.400.000 maravedís), juros en favor (más de 1,7 millones), unas lujosas casas principales (frente al Colegio de San Gregorio de Valladolid) y, entre otros bienes muebles, siete caballos y un coche (todavía por acabar). En el testamento dice que tenía algunos censos y deudas en contra (más de 2 millones), pero de ninguna manera era un noble en declive (el hijo fue mayordomo de Felipe IV, caballero como el padre, comendador de los Diezmos, gentilhombre de boca de Su Majestad, y casó la condesa de Cifuentes). Su guardarropa sobresale entre los demás por el número de jubones, ropillas, capas y cueras, y por algunas prendas

22

Referencias archivísticas generales en la nota 12. AHPV, ASR, leg. H32, L.7 F. 1158 N. 36, I. 24 ARCV, secc. Varela, caja 1085-1, leg. III, f. 17r. 23

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femeninas (corpiños, faldellines, sayas y basquiñas); tiene sólo una gorguera, pero suma 11 “gargos” (y 13 pares de mangas), y es el único en poseer el bohemio (tenía 13)25. El primer inventario de Simón tiene cinco prendas más que el inventario post mortem del ilustre doctor Pedro Enríquez (como médico atendía a clientes adinerados y nobles, y en su testamento escribe que “don Pedro de Toledo marques de Villafranca duque de Fernandina me prometio unas albriçias por la salud de la illustrisima duquesa de Alba” – parece que además ejerció para Felipe II). Pedro, que era también “catredatico de prima de filosofia en el Estudio y Universidad” de Valladolid, instituyó el mayorazgo en su primogénito Juan (que al morir el padre trabajaba en Santiago con el Arzobispo) y le convirtió en patrón de la capilla “que he hecho y edeficado y dotado de nuevo” en el monasterio de San Pablo de los Dominicos de Valladolid. Destaca por las “prendas ocultas”, como camisas, corpiños, cuerpos y corpecillos (un total de 50), y tiene todas las prendas más comunes (excepto sayo y cuera) en mediana o pequeña cantidad, sobresaliendo por sus 14 jubones26. Para los demás personajes estudiados, algunas pinceladas más rápidas todavía27. Cristóbal Boninseni, regidor y señor de vasallos, y Juan de Treceño, mercader enriquecido y volcado a la nobleza, tienen ambos muchas prendas y mucha variedad, sobresaliendo las 14 ropillas del primero. Pero Ruiz, que en términos absolutos les sigue, es el que más capas, calzas y gregüescos tiene (10, 9 y 6), mientras que su hermano menor, Cosme, parece contar con menos prendas en términos cuantitativos, pero todas son de calidad: jubones y ropas (11 y 13), basquiñas, mantos y faldellines (13, 4, 7) –la razón es que este inventario se escribió “por cumplir con las prematicas de su magestad” y registrar solo las prendas más ricas. Don Francisco de Dueñas Hormaza, señor y regidor de Medina del Campo, sobresale en comparación con los demás por sus cueras (7), capotillos y saltaembarcas (4 y 4), y alcanza a los que tienen más ropillas, capas y herreruelos (12, 7 y 6); de estas tres prendas tenía varias también Vitores II (8, 7 y 8 –más herreruelos que nadie–). Fray Diego Ruiz de Montalvo es, conforme a su profesión, el único que tiene un completo de loba y muceta; frente a un vestuario que aparece más variado que rico (unas 30 prendas), tiene un elevadísimo número de 38 complementos (14 pares de mangas y 9 cabezones –más que nadie– y 9 gorgueras). Ciertas prendas conectadas con el mundo de la fe y de la religión aparecen en otros inventarios: un balandrán, siete escapularios (en tres documentos), algunas casullas, cenefas, albas, dalmáticas y un terno (muchas para el oratorio privado de Simón Ruiz y la iglesia de su Hospital). Está una muceta “para llevar el santísimo sacramento” y otra –del mismo fraile– “de luto”; otras dos mucetas idénticas (“de cordobán guarnecida de terciopelo”) aparecen entre las propiedades de Pero y, 22 años después, de su hermano Vítores (de no ser la misma, la segunda era posiblemente su “muceta de licenciado”).

25

Referencias en J. Urrea, Arquitectura y nobleza, p. 161-163; parte del testamento en “Don Pedro de Velasco Rojas” en . 26 “Doctor Pedro Enríquez” en . 27 Referencias archivísticas en AHPV, ASR, leg. H32, L.7 F. 1006 N. 2; leg. 211, f. 303, leg. 211, f. 404 y leg. 244, f. 204; AHPV, P, leg. 7057, f. 766v; los demás en .

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6. Tejidos y colores En cuanto a los tejidos, Bennassar constata que los más apreciados, costosos y difundidos, entre los estratos urbanos más acaudalados, eran el terciopelo, el tafetán, el raso, el damasco, el bocací y el paño de Holanda y Segovia, seguidos por la bayeta, el camelote y las telas de Ruan28. Por mi parte, y confirmando el orden establecido por Bennassar, el tejido más difundido en los 30 inventarios consultados es el terciopelo, que se afirma en gran cantidad en los guardarropas de los cinco que más prendas tienen, y que se utiliza tanto para hacer prendas como de forro o guarnición, y también para la fabricación de zapatos. El tafetán (más simple y común) y el raso son igualmente abundantes entre los acomodados, apareciendo los dos en número similar (casi 300 menciones cada uno, un 10 por ciento inferiores al terciopelo), mientras que la seda y el damasco son mucho más raros (unas 80 y 50 apariciones). El lujoso brocado aparece solo como “brocatel” en dos mantos y en la variante “abrocaladas” en unas valonas de Simón. Se ha encontrado también gran cantidad de holandas y rajas (más de 100 ocurrencias), seguidas por bayetas, chamelotes y ruanes; entre las pieles, además de la abundancia de cordobán (40, el doble que el cuero), se encuentra una gran variedad: badana, vaqueta, cabrilla, camuza y conejo, y martas (29), armiños, topo, nutria, ardilla y almizclera29. En los inventarios se anotan también otras características de las prendas, con sorprendente puntualidad y vertiginosa riqueza de adjetivos: los vestidos pueden ser labrados, forrados, guarnecidos, bordados, picados, pespunteados, acuchillados, frisados, fileteados, “emprensados”, lacerados, entorchados, gandujados, y acairelados, y también estar decorados con pasamanos, trencillas, gurbiones, ribetes, alamares, flecos, listas, pestañas... Se indica raramente la procedencia de la indumentaria; no obstante, destacan algunos reinos (Italia, Francia, Portugal, Inglaterra, Flandes) y ciertas ciudades españolas (Segovia, Toledo, Zaragoza, Granada, Sevilla, Valencia, Barcelona) y extranjeras (Florencia, Génova, Milán, Londres). Una nota conclusiva sobre los colores: la moda, y particularmente la masculina, pasa de los colores vivos y variados de Carlos V al célebre “negro a la española” del reinado de Felipe II, un rasgo distintivo más de los “graves y altivos” castellanos, que permite resaltar tanto la propia factura de la prenda como los tejidos, o los preciosos hilos de oro y plata, o las joyas llevadas encima (otras tintas oscuras comunes son el pardo y el morado). En los inventarios se refleja perfectamente el dato: más de 450 referencias al negro, un centenar al pardo y medio centenar al morado, y unas 300 al oro y 80 a la plata (como tela de la prenda, de algunas partes –pasamanos, guarniciones, cordones, trencillas– o del hilo). Siguen unas 180 referencias al blanco, un centenar al “color” (de color, colorado, de dos colores, o tres), y entre las 50 y las 30, en este orden, al amarillo, al verde, al azul y al carmesí.

28

B. Bennassar, Valladolid…, p. 425. Rosa María Dávila Corona, Montserrat Duran Pujol y Máximo García Fernández, Diccionario histórico de telas y tejidos: castellano-catalán, Salamanca, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, 2004. 29

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7. Nota conclusiva Es difícil resumir en unas pocas líneas unas conclusiones que se pretende que sean, a un tiempo, exhaustivas, amplias y firmes sobre el microcosmos aquí presentado, y aunque desde el principio hemos restringido el campo de observación a un pequeño número de familias urbanas y acomodadas, cronológica y geográficamente cercanas (así como social y económicamente próximas), el microcosmos se reduce de dimensiones pero no de complejidad. Las complejidades podrían disiparse aumentando, por ejemplo, el número de inventarios consultados, pero al aumentar el número de referencias e informaciones se corre el riesgo, como hemos notado ya en el análisis de esta muestra, de que el microcosmos aumente más en anchura que en profundidad –o sea que haya un creciente número de voces que aparecen pocas veces, lo cual requeriría un trabajo adicional (y a veces subjetivo) en el intento de sistematización y resumen de estos datos. Por otro lado, algunas líneas emergen con claridad, y la primera es precisamente la confirmación del citado microcosmos, encarnado en nombres, formas, cortes, combinaciones, accesorios, tejidos y colores. El acto de vestir se sitúa entre la búsqueda de homologación y de distinción, entre tipologías y rasgos recurrentes y, paralelamente, variedades y diferencias; al aumentar la riqueza (y la voluntad de ascenso o de demostración socio-cultural) aumentan también, como hemos visto en los ejemplos de los más acomodados y en el “doble ejemplo” de Simón Ruiz, la cantidad y calidad de las prendas. Finalmente, y volviendo al “camaleón español” de la cita inicial, éste podía elegir en su guardarropa entre multitud de prendas a la hora de querer distinguirse, de la misma manera que podía imitar a otro “camaleón” o a otro entorno; pero cuando buscaba homologación, podía lucir jubón, ropa y capa de color negro, guantes y calzado, y tocados y mangas, y a veces puños y gorgueras de encaje. Es decir, podía parecerse al retrato de Felipe II pintado por Pantoja de la Cruz, o al cuadro, hecho al cabo por el círculo del citado pintor, del mismo Simón Ruiz30.

30

Ver imágenes 1 y 2.

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Imagen 1 Juan Pantoja de la Cruz, ca.1598, óleo sobre lienzo, Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

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Imagen 2 Taller de Juan Pantoja de la Cruz, ca.1595, óleo sobre lienzo, Museo de las Ferias de Medina del Campo

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8. Apéndice Cuadro 1. Los inventarios con el mayor número de vestidos nombre y apellido don Simón Ruiz Envito (II inv.) Francisco de la Presa don Pedro de Velasco Rojas Simón Ruiz (I inv.) doctor Pedro Enriquez don Cristobal Boninseni de Nava Juan de Treceño Pero Ruiz Envito don Francisco de Duenas Hormaza Vítores II Ruiz Envito (el hijo) fray Diego Ruiz de Montalvo don Suero de Quiñones Juan Bautista Vallejo Cosme Ruiz Envito

ves. com. toc. cal. tot. profesión 286

63

120 12

ciudad año Medina, Valladolid 1597

206

19

36

Burgos

178 135

17 14

57 35

130

21

35

103

7

19

103 94

11 18

20 10

88

13

38

76

3

6

68

6

11

65

5

15

60 58

4 6 n.d. n.d.

481 hombre de negocios mercader (socio Ruiz) y 14 275 editor comendador de Portezuelo y 10 262 señor de Villerías 5 189 mercader catedrático de Valladolid y medico de Felipe II; orden de 1 187 Alcántara regidor de Valladolid y señor 0 129 de Villarmentero de Esgueva mercader enriquecido con 1 135 pleito de hidalguía en curso 9 131 hombre de negocios regidor, señor de Hornillos y la Nava y fabricante de 20 159 instrumentos de astronomía rico heredero y hombre de 5 90 negocios abad de Medina (homónimo 1 86 de un familiar de Simón Ruiz) caballero de Santiago, señor 9 94 de Villanueva y Gordaliza alcaide del Duque de Nájera y 6 76 fabricante de lentes n.d. 58 hombre de negocios

1580

Valladolid 1589 Medina 1573

Valladolid 1584 Valladolid 1591 Valladolid 1595 Medina 1581

Medina

1584

Medina

1603

Medina

1592

Valladolid 1590 Valladolid 1593 Valladolid 1611

Al número de vestidos (ves.) siguen el número de complementos, tocados y calzado, la suma de todos estos, la profesión, la ciudad y el año del documento. Fuentes: v. nota 12.

Cuadro 2 – Los vestidos más comunes

voz camisa jubón ropa basquiña ropilla capas capa capa corta capa larga calzas

562

tot. 375 179 157 138 116 88 79 5 4 57

% 21,4% 10,2% 8,9% 7,8% 6,6% 5,0% 4,5% 0,3% 0,2% 3,2%

n. inv. 24 27 26 19 21 21 21 2 4 19

ESTILOS DE VIDA Y CULTURA MATERIAL EN EL SIGLO DE ORO …

herreruelo sayo calzas y medias saya manto cuera suma parcial

55 51 41 37 34 32 1148

3,1% 2,9% 2,3% 2,1% 1,9% 1,8% 82,2%

20 17 13 13 17 13

Voz, cantidad (total 1.752), porcentaje, número de inventarios en los que aparece (sobre 30). Fuentes: v. nota 12.

Cuadro 3 – Los complementos al vestido más comunes.

voz

tot.

%

mangas puños gorguera cuello faja arandela suma parcial

105 81 80 57 21 20 364

21,2% 16,4% 16,2% 11,5% 4,2% 4,0% 73,5%

n. inv. 23 10 10 10 5 2

Voz, cantidad (total 493), porcentaje, número de inventarios en los que aparece (sobre 30). Se pueden añadir a parte los botones, muy a menudo joyas pero estrechamente vinculados con el vestido: se encuentran en 15 inventarios y son 1.229 (media 81), más 31 botoncillos, más 3 prendas “con botones” y 2 “sin”.Fuentes: v. nota 12.

Cuadro 4 – Los objetos de complemento al vestir más comunes

voz guantes bolsa regalillo pretina manguito collar (textil) liga cinta abano,-ico,-illo suma parcial

tot. 64 34 26 13 12 8 7 7 6 177

% 34,5% 18,3% 14,0% 7,0% 6,4% 4,3% 3,7% 3,7% 3,2% 95,1%

n. inv. 16 12 5 5 7 1 4 4 4

Voz, cantidad (total 185), porcentaje, número de inventarios en los que aparecen (sobre 30). Las joyas han sido excluidas.Fuentes: v. nota 12.

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563

Gabriele GALLI

Cuadro 5 – Tocados más comunes

voz toca sombrero cofia gorra escofieta, -illa caperuza montera bonete rodete suma parcial

tot. 168 67 51 39 26 18 17 11 10 407

% 35,3% 14,1% 10,7% 8,2% 5,5% 3,8% 3,6% 2,3% 2,1% 85,6%

n. inv. 9 24 8 17 11 6 8 5 2

Voz, cantidad (total 476), porcentaje, número de inventarios en los que aparecen (sobre 30). Fuentes: v. nota 12.

Cuadro 6 – Calzados más comunes

voz zapatos botas escarpines borceguis pantuflos chapines chinelas suma parcial

tot. 42 27 26 22 10 6 5 138

% tot 28,9% 18,6% 17,9% 15,1% 6,8% 4,1% 3,4% 94,8%

n. inv. 7 12 4 10 6 2 4

Voz, cantidad (total 145), porcentaje, número de inventarios en los que aparecen (sobre 30). Fuentes: v. nota 12.

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Las nuevas apariencias del duque del Infantado: cultura y poder de un grande de España The new appearance of the Duke of Infantado: culture and power for Grandee of Spain Arianna GIORGI Universidad de Murcia Resumen: La implantación de la dinastía borbónica en el trono de España daba lugar a nuevas manifestaciones y hábitos culturales como también vestimentarios. El vestido a la francesa con el cual los Borbones reforman las apariencias, se estableció como la imagen de poder durante el siglo XVIII. Así, en este trabajo se pretende comprobar cómo estos cambios influyeron en la imagen y en la cultura, no sólo de la corte en general sino sobre todo del duque del Infantado. Palabras Claves: Vestimenta, cultura material, Duque de Infantado, S.XVIII, España Abstract: The establishment of the Bourbon dynasty on the throne of Spain gave rise to new manifestations and cultural habits, as also the appaerences. The habit à la française that reform the male images, defined the new appearence of power during the 18th century. So, this work pretends to check how these changes that influenced in the image and in the culture, not only for the Court in general but especially of the Duke of Infantado. Keywords: Dress, Duke of Infantado, material culture, 18th century, Spain

La sociedad moderna se ha servido de las apariencias como portador de la autoridad y poder. No existe otra expresión que haya manifestado mejor sus valores y significados. Sobre todo la corte como enclave del poder moderno, explotó esta manifestación para afianzar y enfatizar su grandeza y prestigio. Tal vez, por eso, sea imposible desentrañar esta cultura sin comprender todas estas exteriorizaciones que la componían1. De hecho en el ámbito de esta institución se fraguó el culto a la imagen dentro del más amplio marco de la cultura de las apariencias2. Núcleo de este sistema, era el monarca quien otorgaba poder y prestigio a sus favoritos. Amparados por la figura del soberano, estos cortesanos gozaban de esta distinción y dignidad que les enaltecía, determinando su comportamiento. La corte se constituía no solo por la persona del rey sino también por su sequito palatino3. Este último se componía tanto de servidores como de la aristocracia que acompañaba al

1

Juan Antonio Maravall, La cultura del Barroco, Barcelona, Ariel, 1986. Daniel Roche, La culture des apparences: un histoire du vetêment XVIIe-XVIIIe siècle, París, Fayard, 1990. 3 En opinión de Gómez-Centurión, la “identificación de la corte con 'el rey y su casa'” era restrictiva: Carlos Gómez-Centurión y Juan Antonio Sánchez Belén, La herencia de Borgoña: la hacienda de las reales Casas durante el reinado de Felipe V, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998. 2

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Arianna GIORGI

monarca cuya función era glorificar la monarquía absoluta4. Por eso, los cortesanos se definían por ser expresión y “ethos del consumo de prestigio”5. De este modo, este trabajo se propone analizar las nuevas apariencias de la corte madrileña en la España de la primera mitad del siglo XVIII. En concreto, se pretende estudiar su dispositivo a partir de la entronización de Felipe V. Mediante las referencias del Archivo Histórico de Protocolos y de la Hacienda Real, nos proponemos estudiar la reforma de la imagen cortesana. Con la llegada del primer Borbón al trono español se implantó un nuevo protocolo que, más propio de un príncipe francés, se convirtió rápidamente en el nuevo código estético. A partir de la implantación de la dinastía borbónica en el trono de España se consolidaron nuevas manifestaciones y hábitos culturales, sobre todo vestimentarios. Entre estos, el vestido a la francesa con el cual los Borbones reformaban este dispositivo de las apariencias cortesanas y que se establecía como la imagen de poder durante el siglo XVIII 6 . La morfología de esta imagen remarcaba la distinción indumentaria de los nobles como reflejo de los nobles cortesanos. El habit à la français representaba la etiqueta palatina que determinaba provocar admiración en los espectadores, brindando una imagen maravillosa y magnífica de la majestad real”7. Se propone estudiar la recepción de este nuevo comportamiento vestimentario que definía este grupo de poder. Así, en este trabajo se pretende comprobar cómo estos cambios influyeron en la imagen y en la cultura, no sólo de la corte en general sino sobre todo del duque del Infantado. 1. Numerosos libros se han dedicado a estudiar el valor de la corte como fenómeno Historiográfico 8 . Se trata de una expresión cultural compleja que solo se puede abordar con la observación de sus características manifestaciones. Por eso, representa un “magnet for ambition and talent, the central arena where people struggled for power and prestige”9. Ya en 1675, también Núñez de Castro subrayaba este postulado cultural que se explicaba por ser no solo la sede cortesana sino por ser el conjunto de las personas que acompañaban al monarca. Sobre estas peculiaridades se definía el tratado político Solo Madrid es Corte y el Cortesano en Madrid10. Como se deduce del mismo título, este texto subrayaba esta condición de la Villa donde se forjaba la política del monarca y el poder de sus allegados. La capital española, de hecho, se caracterizaba por albergar la residencia palatina en su casco urbano y por ser escenario de la distinción aristocrática. 4

Jesús Cruz, “Del ‘Cortesano’ al ‘Hombre Fino’”, Bulletin of Spanish Studies, 86/2 (2009) pp. 145-174. Alejandro Néstor García Martínez, El proceso de civilización en la Sociología de Norbert Elías, Pamplona, EUNSA, 2006, p. 45. 6 La temática del poder simbólico y de las relaciones de igualdad entre miembros del mismo grupo dominante ha sido tratada con esmero por Franco Rubio. Véase: Gloria Franco Rubio, “El ejercicio del poder en la España del siglo XVIII. Entre las prácticas culturales y las prácticas políticas”, Mélanges de la Casa de Velázquez, 35 - 1(2005), pp. 51-78. 7 Amalia Descalzo Lorenzo y Carlos Gómez-Centurión, “El Real guardarropa y la introducción de la moda francesa en la Corte de Felipe V”, en Carlos Gómez-Centurión y Juan Antonio Sánchez Belén (eds.), La herencia de Borgoña: la hacienda de las reales Casas durante el reinado de Felipe V, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998, p. 177. 8 Para un excelente repaso acerca de este debate se puede encontrar en: Pablo Vázquez Gestal, El espacio del poder. La Corte en la Historiografía modernista española y europea, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2005. 9 Robert Smuts, “Cultural diversity and cultural change at the court of James I”, en Louis Peck (ed.), The Mental World of the Jacobean Court, Cambridge, Cambridge U. P., 1991. 10 Alfonso Núñez de Castro, Solo Madrid es Corte y el Cortesano en Madrid, Madrid, 1675. 5

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LAS NUEVAS APARIENCIAS DEL DUQUE DEL INFANTADO …

Tal y como recuerda Jesús Cruz se caracterizaba por ser no solo el “espacio urbano específico donde residía el rey o el príncipe soberano y como el conjunto de instituciones que integraban la monarquía, constituye el marco de referencia general” 11. Esta morfología definía la Corte moderna que se enfatizó sobre todo con la implantación de las monarquías absolutas que se configuraban alrededor de la figura nuclear del soberano quien otorgaba y vetaba los privilegios a través de un estricto protocolo estético. En razón de esto, el ethos cortesano se postulaba como una conducta de vida propia de este séquito que se manifestaba por medio de enaltecimiento de la monarquía absoluta. De este modo, los nobles palatinos expresaban su identidad a través de estas prerrogativas que determinaban el honor: “El deber que de él [del honor] se deriva es la coacción para conservar la existencia de su portador, como una existencia distanciada socialmente. El honor es independiente, transfigura la existencia de sus portadores y no necesita ni puede recibir una fundamentación ulterior a 12 través de algo que esté fuera de él” .

2. El absolutismo definió la monarquía de Luis XIV, quien ya se había impuesto durante el último cuarto del siglo XVII. Su supremacía imponía su distinción a través de la etiqueta y del ceremonial cortesano. Dentro de este protocolo, este código determinaba la distinción y encarnaba las prerrogativas palatinas a través de los hábitos y del comportamiento indumentario. En efecto, la vestimenta ocupaba un lugar privilegiado en el ceremonial de Versalles, llegando a constituir la representación más directa del rango de su portador. Así, el traje no solo atestiguaba la calidad sino que favorecía y determinaba el ascenso social. El vestido, de hecho, ya dominaba la escena cortesana y manifestaba su más alta expresión por medio de la ostentación que reflejaba “la elegancia en el porte y el buen gusto en el sentido de su madura tradición social, como condiciones para estar incluidos y promoverle en su sociedad, a través de las convenciones sociales y la competencia por el prestigio”13. Esta distinción cortesana se representaba a través del habit à la francesa que, procediendo del uniforme militar, se componía de casaca –justacorps–, chupa – veste– y calzón –coulotte–. Así, como este vestido había uniformado las apariencias militares también determinaba la imagen de los cortesanos de Versalles. Sin embargo, este vestido se extendió también en España. A finales del siglo XVII ya se había extendido la costumbre de vestir la casaca militar en el ámbito cortesano. A imitación del protocolo francés, este atavío llegó a difundirse con “el poder contagioso de un bostezo”14. Famosa era la afición de Carlos II quien rechazaba el uso del traje español. Desde su infancia, el último Austria había mostrado sus preferencias respecto a los hábitos indumentarios, tal y como se muestra en Carlos II niño15. En este lienzo de Herrera Barnuevo, se muestra al joven rey que prefería el atuendo francés a la 11

Jesús Cruz, “Del ‘Cortesano’ al ‘Hombre Fino’”, Bulletin of Spanish Studies, 86/2 (2009) pp. 145-174. Norbert Elías, La sociedad cortesana, 1982, México, Fundación de Cultura Económica, p. 140. 13 Ibidem, p. 155. 14 Amalia Descalzo Lorenzo y Carlos Gómez-Centurión, “El Real guardarropa y la introducción de la moda francesa en la Corte de Felipe V”, en Carlos Gómez-Centurión y Juan Antonio Sánchez Belén (eds.), La herencia de Borgoña: la hacienda de las reales Casas durante el reinado de Felipe V, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998, pp. 197-204. 15 Este cuadro fechado entre 1667-1671 se encuentra en el Museo Lázaro Galdiano: http://database.flg.es/ficha.asp?ID=8473. 12

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Arianna GIORGI

tradicional golilla española. En concreto, Rodríguez de Ceballos identifica esta casaca con la que se conoce como chamberga16: o sea chaqueta con mangas y amplias vueltas que tomaba su nombre del Mariscal Fréderic Armand Schomberg 17 . Esta prenda se generalizó como el uniforme característico de la Coronelía de la Guardia de Su Majestad, una tropa de la Guardia Real que pasó a conocerse popularmente como guardia chamberga18. De este modo, también en el Alcázar madrileño se vestía este vestido con accesorios que enaltecían sus orígenes militares como: la peluca, la corbata, el espadín, las medias blancas y los zapatos con hebilla y tacón. Y con estos complementos se difundió con el nombre de vestido a la francesa o a la moda, debido a su larga aceptación. 3. Antes de finales del siglo XVII ya se había verificado un primer ensayo de moda Francesa en la corte española19. Por eso, no se puede decir que la subida al trono del Duque d’Anjou comportó transformaciones radicales. Desde su llegada a Madrid, Felipe V se centró en frenar el “lujo desordenado de los reyes de la Casa de Austria”20 con el fin, no solo de contener los gastos económicos sino, de aportar la distinción francesa al Alcázar. También por eso, el nuevo monarca exigió ser tratado como un príncipe de Francia: en todo momento, impidió a los aristócratas españoles acercarse a su persona. Solo los servidores traídos de Versalles y en los cuales ponía su absoluta confianza podían atenderle, llegando a conformar la llamada “familia francesa”. Esta conducta provocó la suspicacia de algunos nobles palatinos que defendían los valores y tradiciones de los Austrias. El más famoso de este grupo de detractores que se oponían a esta moda francesa era el hijo del Duque de Medina Sidonia. Heredero, Manuel Alonso de Pérez de Gúzman y Pimentel, del ducado de Medina Sidonia, no pudo heredar el título de grande de España, pues siempre había profesado una fuerte simpatía por la golilla; negarse a vestir el traje a la francesa para acudir a Corte, le costó los privilegios reales. Así, el Duque de Saint- Simón relataba esta ofensa al monarca francés: “El Duque de Medina Sidonia no pudo conseguirlo de su hijo, que se abstuvo completamente de acudir a Palacio y en quien no pudo nada el ejemplo general. Ocurría esto en plena guerra, y el hijo del Duque siguió constantemente en ella al Rey, acampando a distancia, no encontrándose con él nunca, sirviendo como voluntario y acudiendo y distinguiéndose en todas partes. Muerto su padre y heredero él del Ducado de Medina-Sidonia, se trató de la cobertura. No había ni que pensar en presentarse en tal acto con golilla, y como no quiso hacerlo a la francesa, ha vivido doce o quince años así y ha muerto, poco antes de llegar yo a España, de

16

Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, “Retrato de Estado y Cuestión Política: Carlos II (en el centenario de su muerte)”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, 12 (2000), pp. 93-110. 17 Véase: Elena Varela Merino, Los galicismos en el español de los siglos XVI y XVII, Madrid, CSIC, 2008, p. 838. 18 Virgilio Pinto Crespo y Valentina Fernández Vargas, El Madrid militar, Ministerio de Defensa, Madrid, 2004-2006. 19 Juana Natividad de Diego y González y África Salmerón, Compendio de indumentaria española con un preliminar de la historia del traje y el mobiliario en los principales pueblos de la Antigüedad, Valladolid, Maxtor, 1915, p. 165 20 Luis Colomer, “Paz politica y rivalidad suntuaria. Francia y España en la isla de los Faisanes”, Arte y Diplomacia de la Monarquía Hispánica en el siglo XVII, Madrid, 2003, pp. 61-88.

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LAS NUEVAS APARIENCIAS DEL DUQUE DEL INFANTADO … cerca de cincuenta años, sin haber gozado nunca de ninguna prerrogativa de la Grandeza, que en la Corte y fuera de ella están igualmente vedadas a quien no se ha cubierto” 21.

En 1721 falleció sin poder disfrutar de la condición de Grande legada por su padre y pese a haberse casado con Luisa María de Silva Mendoza de Haro, hija del duque de Pastrana. En la primera década del siglo XVIII, el vestido de casaca se había convertido en la imagen de representación del privilegio soberano y un símbolo de deferencia de los nobles palatinos. Por eso, también se constituyó un grupo de condescendientes quienes aceptaban este atuendo, puesto que otorgaba y vetaba prerrogativas. Entre estos se hallaba el Marqués de Villafranca, famoso por ser “español hasta los dientes, apegado hasta el máximo al traje, las costumbres y la etiqueta de España hasta el último detalle; intrépido, alto y fiero, severo, inflado de honor, de valor, de probidad, de virtud; un personaje a la antigua”22. Aun así, para asegurar su posición, cedía ante esta nueva etiqueta tal y como relata la princesa de los Ursinos: “El Marqués de Villafranca que mandaba las galeras de España a Candia con la golilla puesta, la quitará esta vez; pero le cuesta dos o tres horas por día estudiar el nuevo personaje que va a hacer y toda su familia (hombres y mujeres) está ocupada en enseñarle a mover los brazos, ponerse la corbata y llevar el sombrero, en el que su propia hija ha cosido con pluma” 23.

Por último, destacaba la figura del Marqués de Villena entre los partidarios de este vestido, quien se vanagloriaba de no haber vestido nunca el vestido español con la golilla. Siempre el Duque de Saint-Simon contaba que Juan Manuel Fernández Pacheco de Zúñiga, había ostentado este atavío con anterioridad a la llegada de los Borbones y en concreto en 1688 cuando “la circunspección, respeto, literatura, y grabedad de los Ministros (que) consistia en ponerse un zapato corto, y estrecho, una media mui tirada, calzon, y ropilla mui ajustada, y una golilla de cartón que abrazando todo el cuello les hiciesse mui tiesa la cabeza”24. Así reforzó esta conducta en 1701 cuando era Virrey de Navarra y se presentó vestido a la francesa ante la Cámara de Castilla: “aunque savia entonces ser Aleman, como aora franzes, consideraba que la golilla no era circunstancia ni para ser buen vasallo, i ministro”25. 4. Hasta ahora se ha comprobado como el vestido a la moda francesa se había impuesto como etiqueta del Alcázar de Madrid. El traje que se componía de casaca chupa y calzón se había consolidado como vestido cortesano. Los nobles palatinos comenzaron a vestirlo como cortesía al nuevo monarca, esperando consolidar la posición alcanzada a finales del siglo XVII. El advenimiento de Felipe V, de hecho, había hecho tambalear los cimientos del protocolo cortesano ya que determinó también la llegada de servidores franceses que habían desplazado a los españoles. Por eso, este vestido se había convertido en paradigma de las prerrogativas reales ya que encarnaba el prestigio borbónico y de la corte versallesca. 21

Louis Rouvroy, Duc de Saint Simon, Mémoires de Saint-Simon, Paris, Édition Cheruel, 1856, pp. 136140. 22 Alfred Morel Fatio, “El traje de golilla y el traje militar”, La España Moderna. Revista de España, LXIX (1894), pp. 871-872. 23 Duque de la Tremoille, L., Mémoires des Ursins et la succesion d’Espagne. Fragments de sa correspondences, Nantes-París, 1902-1907, p. 3. 24 Ministerio de Asuntos Exteriores [MAE], CP, E, 168, f. 96. 25 MAE, CP, E, 168, f. 96.

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Servidores y nobles adoptaron este atuendo que otorgaba y vetaba prerrogativas de grandeza de las cuales también se sirvió Juan de Dios de Silva de Haro y Mendoza, VI Duque de Pastrana, VII Duque de Lerma y X Duque del Infantado. Sucedió a su padre Gregorio a la hora de encabezar el linaje dinástico de su familia y casó con María Teresa de los Ríos Zapata y Guzmán que, hija del conde de Fernán Núñez, había desempeñado el cargo de dama de honor de la primera esposa de Felipe V. A pesar de haber nacido bajo el reinado de los Austrias, su vinculación a la nueva dinastía francesa y su monarca se ratificó en numerosas ocasiones. En 1700, el nuevo soberano se alojó en su palacio de Guadalajara cuando entró en España y volvió a hospedarse en su morada en numerosas ocasiones durante la Guerra de Sucesión. No obstante el duque mantuvo una actitud dubitativa ante los posibles vencedores: el nieto de Luis XIV o el Archiduque Carlos. Así ni siguió a las tropas francesas ni se unió a las habsbúrgicas, retirándose en el Convento de San Francisco de Mondéjar. Este desprecio le valió el arresto en la Alhambra de Granada en 1707. En efecto, Juan de Dios de Silva de Haro no pudo jactarse del trato cercano que había distinguido su padre como Gentilhombre de cámara y primer ministro de Felipe IV. Aún así, como noble palatino y descendiente de la casa nobiliaria creada por los Reyes Católicos en 1475, este aristócrata vistió el vestido a la moda francés de casaca, chupa y calzón. Esto se refleja en el inventario de sus bienes donde resaltaba la única presencia de tres prendas españolas26. Se trataba de tres de abrigo, en concreto, capas: “una de grana, otra de paño color musco y forrada en sargueta, y la última, de droguete verdoso con botón de lo mismo”. Esto porque, como se puede apreciar en el gráfico nº 1, su guardarropa se componía de prendas, vestidos y accesorios franceses, entre los cuales predominaban las medias negras de seda27. Gráfico 1.Inventario de bienes del Duque del Infantado (1737)

Fuente: AHPM, Prot. 14916

Con ocho incidencias, las medias representaban el bien indumentario que más peso tenía en su armario, casi alcanzado sólo por siete calzones: “tres pares de calzones de 26

Archivo Histórico de Protocolos de Madrid [AHPM], Prot. 14916, fol. 67 Acerca de las telas y tejidos, véase: Rosa Davila Corona, Duran Pujol, Máximo García Fernández, Diccionario Histórico de Telas y Tejidos. Castellano-Catalán, Salamanca, Junta de Castilla y León/ Caja Duero, 2004. 27

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LAS NUEVAS APARIENCIAS DEL DUQUE DEL INFANTADO …

terciopelo negro y otros tres de damasco y otro de paño negro”. Las pelucas “de todo género” y las casacas, en cambio, llegaban a las seis referencias. A pesar de estar exento de tasación económica, se puede deducir cuál es la calidad de estas prendas superiores y en especial modo de “una casaca de carro de oro musco forrado en segri del mismo color” como también de la “de paño como aplomado forrado en raso liso”. Las otras, en cambio, tenían una apariencia más común o de luto28. No parecían menos importantes los vestidos que con cuatro piezas superaban la nueva prenda abrigo, el redingot. De este, el duque del Infantado poseía tres ejemplares, todos de paño y de color oscuro, siendo el más pretencioso el “de paño pardomonte de Segovia forrado en Satina”. Los vestidos aparecían más numerosos pero no ofrecían una gran ostentación estética puesto que dos estaban confeccionados de paño negro. Los dos restantes, en cambio, se caracterizaban por estar formados de chupeta, casaquilla y calzones y se completaban de botines iguales. De hecho, ambos atuendos eran de color de perla. Así, con “una chupa y un calzón de lanilla”, se cerraba el inventario de los bienes indumentarios hallados en la casa de Arganza (Madrid) a la muerte del duque. La descripción poco detallada de estas prendas y vestidos no resta importancia a las apariencias que Juan de Dios de Silva ostentaba en su vida diaria. El esmero y el prestigio que el duque reservaba a su imagen se desprendía de la presencia de los tres redingots, abrigos que acababan de adoptarse en Francia y que definía su apariencia notable29. Si comparamos este inventario con el general de la casa del Infantado que se realizó en 1743, se puede apreciar que ningún cambio sustancial alteró la composición de este armario. Sólo se añadieron 3 bandoleras y dos batas, “una v de gregoriana acolchada y otra de lienzo pintado”. De este modo se puede observar como las apariencias francesas dominaban la imagen del Duque del Infantado. Sería erróneo considerar esta influencia con que el duque pudiera adquirir importancia y asegurar su futuro, ya que se había apartado de la corte voluntariamente, decidiendo no tomar partido a los conflictos de la Guerra de Sucesión. En efecto, cuando se realizó el último inventario y relación relativa a su casa, Juan de Dios llevaba más de dos décadas apartado de la vida cortesana. Aun así, había elegido que las apariencias francesas debían definir su imagen tal y como se puede observar en el gráfico nº 2.

28

Máximo García Fernández, “Tejidos con ‘denominación extranjera’ en el vestido castellano, 15001800”, Cuaderno Dieciochista, 5 (2004), pp. 97-121. 29 Máximo García Fernández, Cultura material y vida cotidiana moderna: escenarios, Madrid, Silex, 2013.

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Arianna GIORGI

Gráfico 2. Comparación de las prendas francesas y españolas en el inventario del Duque del Infantado (1737)

Prendas francesas

Prendas españolas

Casacas

6

19%

Vestidos

4

13%

Capas -

Redingotes

3

9%

-

-

-

Calzones

4

13%

-

-

-

Pelucas

6

19%

-

-

-

Medias Chupa y calzón

8

26%

-

-

-

-

-

1

1% Fuente: AHPM, Prot. 14916

3 -

100% -

Conclusión Durante el Antiguo Régimen se utilizaron las apariencias como símbolo de majestuosidad del monarca. Imagen y representación de esta grandeza era su Corte que manifestaba el privilegio por medio de estas apariencias. A imitación de la Corte francesa, también el Alcázar madrileño ostentaba el vestido de casaca, chupa y calzón como muestra de distinción. Este traje reflejaba la condición y los privilegios cortesanos, tal y como han revelado las referencias notariales que subrayan el honor desprendido por esta etiqueta palatina. Así, se han estudiado las nuevas apariencias francesas como seña de identidad del monarca. Se ha analizado sobre todo esta imagen vestimentaria en los nobles palatinos y en concreto en el Duque del Infantado y Pastrana, quien se definía por un guardarropa en el que abundaban estas nuevas prendas galas. Esta distinción le garantizaba valor social y le vinculaba directamente con la figura de Felipe V. Inspirado en la corte de Versalles, el armario de este noble se caracterizaba por numerosos vestidos de casacas militares completos en sus accesorios característicos. Aun así, se define sobre todo su cultura material, aquí representaba por el más novedoso redingot que será la prenda exterior por excelencia a finales de siglo XVIII.

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Cultura material y prestigio social. El caso de una familia aragonesa del siglo XVII a través de la documentación Material culture and social status. A case study: an Aragonese family in the 17th century through documental evidence Susana CATALÁN GARZARÁN Profesora EOI Resumen: El presente trabajo va a analizar la utilización de la cultura material en el proceso de ascenso social de una familia aragonesa a lo más alto de la aristocracia. Debemos entender que, como signos de prestigio y elementos de poder, las familias construían y poseían bienes con objeto de mostrar y magnificar su poder privado en público. En este caso, analizaremos la familia de los Sanz de Cortes, que pasa de la posición de infanzones (baja nobleza) a poseer los títulos de marqués y conde. Palabras clave: aristocracia, cultura material, familia Sanz de Cortes. Abstract: This paper tells about the use of material culture in the promotion to high nobility of an Aragonese family. This kind of objects and/or buildings, were use and made by these families to show their private power to the people. In this case, we shall study the family called Sanz de Cortes, they were infanzones but they attained the rank of marquis and count. Keywords: aristocracy, material culture, Sanz de Cortes family.

En esta comunicación abordaremos el estudio de la cultura material como reflejo del ascenso social de una familia aragonesa, desde su posición de hidalgos hasta la de marqueses y condes. Se trata de la familia de los Sanz de Cortes, y en concreto, nos centraremos en el momento del ennoblecimiento de Francisco Sanz de Cortes, el que será primer marqués de Villaverde. No obstante, analizaremos así mismo los cambios en la cultura material en sus herederos, observando los cambios de patrón a lo largo del tiempo. De sobras es conocida la importancia que reviste la simbología de la cultura material en todas las épocas de la historia. La cultura material se utiliza como medio para transmitir mensajes muy diversos, en primer lugar hacia la propia familia, pero sobre todo, hacia su entorno y la sociedad en general. Es muy significativa, además, en los casos de ascenso, pues deben marcar un cambio a mayor nivel haciéndolo visible. A través del estudio de diferentes tipos de documentación escrita (testamentos, capitulaciones matrimoniales, inventarios de bienes, cartas, etc.), analizaremos las diferentes clases de cultura material propiedad de esta familia, así como el reflejo de la mentalidad de la época1. Se comprobará cómo, en momentos clave antes del ascenso 

En la actualidad, profesora de Escuela Oficial de Idiomas, DGA Ejemplos de uso de los testamentos como fuentes en Máximo García Fernández, Herencia y patrimonio familiar en la Castilla del Antiguo Régimen (1650-1834), Valladolid, Universidad de Valladolid, 1995 y Máximo García Fernández, Los castellanos y la muerte, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1996. Otros ejemplos de personajes ennoblecidos en José I. Gómez Zorraquino, Zaragoza y el capital comercial, 1

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social, se realiza la adquisición de determinados bienes, y cómo son valoradas y puestas en relieve determinadas muestras de prestigio. Hay que entender que, en el caso concreto de Francisco Sanz de Cortes, su ascenso proviene de sus servicios a la monarquía, y que debe incorporar manifestaciones de estatus y de comportamientos propios del nuevo rango alcanzado. En definitiva se trata de un infanzón que consigue, gracias a su trabajo (tal y como él mismo resalta en su testamento), ascender socialmente. Aunque también por la continuación del de su padre, el ya asentista Domingo Sanz de Cortes. Obtiene en primer lugar, el rango de marqués, concedido por la monarquía, en compensación por sus servicios. Pero su ambición no acaba aquí: además de conseguir ser nombrado marqués de Villaverde, continúa con las gestiones para consolidar uno de los títulos de más relevancia en el reino de Aragón: el de conde de Morata, que comprará a su titular, Dª Ana Polonia Martínez de Luna. Este procedimiento de compra de títulos nobiliarios no resultaba excesivamente ortodoxo, pero se justifica en un momento del siglo XVII en el que la necesidad de liquidez por parte de algunos nobles e incluso de la monarquía favorece este tipo de transmisiones. Así pues, D. Francisco despliega un completo plan para legitimar y justificar su posición al frente de un condado, adquirido por compra, en un proceso que es tildado de irregular y que cuenta con la oposición (mediante juicios) de otros miembros de la nobleza. Por estas razones, debe reconstituir su imagen exterior, para lo cual utiliza diversos métodos, entre los que, por supuesto y como veremos en esta comunicación, se cuenta la cultura material. Tal vez por eso, por unos orígenes estamentales menores, dentro del rango de los infanzones, y por su posición de ambicioso asentista de la monarquía, D. Francisco (en cierta forma continuando a su progenitor) se ve impelido a desarrollar todo un programa iconográfico y monumental, edilicio, para reforzar su imagen pública. En cuanto asume la posesión del condado de Morata organiza y lleva a cabo un completo programa de reorganización, modernización, racionalización y puesta en explotación de su territorio. Y esto desde el mismo momento de formalizar el contrato con la titular del condado, antes de ser efectivamente conde, para de esa manera evitar posibles reclamaciones por parte de otros pretendientes a la sucesión. Aspecto fundamental de la vida cotidiana, D. Francisco Sanz de Cortes comprende rápidamente la necesidad de crear sus propios espacios públicos y privados. Esto se materializa en sus dos palacios, en Zaragoza y en Morata, capital del condado. Villaverde queda de lado, posesión simbólica de donde viene el nombre de su marquesado, el título que la monarquía le concede. 1. Ejemplos de inmuebles: las casas de Don Francisco Sanz de Cortes D. Francisco Sanz de Cortes, bien por su ambición social, bien por sus negocios, precisó pronto de una vivienda renovada en la ciudad de Zaragoza. No resulta nada extraño en definitiva que, quien posee una posición y una reputación, además de una cierta y creciente importancia, heredada de los esfuerzos de su padre 2 , precise un espacio Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1987. Y sobre la casa y su simbología en Beatriz Blasco Esquivias (dir.), La casa: evolución del espacio doméstico en España, Madrid, El Viso, 2006, vol. I. 2 Archivo Histórico Provincial de Zaragoza [AHPZ] Morata P2599 Relación de los granos que ha comprado el Sr Gobernador de Aragón, 1643. Uno de los ejemplos, en la documentación de Morata, de la época de D. Francisco como conde, de las referencias a los asientos de su progenitor.

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singular. Así, tal vez la obra más conocida en la actualidad, por encontrarse en el centro de Zaragoza y ser un espacio visitable, ha sido el palacio conocido como de los condes de Argillo, sus propietarios del siglo XIX, si bien se trata de una construcción que comenzaría en 1659 el futuro marqués, D. Francisco3. La obra será iniciada por Juan de Mondragón en el mencionado año y la continuará desde el siguiente Felipe de Busiñac y Borbón, de quien se conoce por registro notarial su condición de infanzón, maestro albañil y vecino de Zaragoza, al menos en 1670 4. Este personaje también habría de trabajar para los Híjar, en su palacio de la calle del Coso5. Tras fallecer su primera mujer, D. Francisco se volvería a casar con Dª Ana María de Heredia Latrás y Mendoza, hija de los condes de Contamina 6. Este hecho refuerza la necesidad del acondicionamiento de un nuevo edificio, si cabe aún más noble, para la nueva pareja. Resalta en la capitulación matrimonial la indicación de ser testigos de la misma, en su palacio, los señores duques de Villahermosa y otras personas ilustres. Pero todo esto es anterior a su ascenso a la nobleza, ascenso que él mismo trabaja y que llega en 1670 de manos de una concesión de la regente. Para ello, D. Francisco adquiere una propiedad, curiosamente alejada de su radio de acción, pero no de la frontera de una de las fuentes de sus negocios, la bélica Cataluña del siglo XVII. D. Francisco compra una pardina en Binéfar, la llamada de Fobet o Villaverde. Se encuentra este monte confrontando con los términos de Alcort, Binéfar y Valcarca. Dentro de él hay una torre habitable, con una buena balsa, terreno de olivar y monte blanco aunque, parece, el grueso se deja inculto y sólo sirve para coscoja y arbustos siendo arrendado para hierbas de invierno a los ganaderos 7 . D. Francisco, todavía llamado caballero noble del reino de Aragón, compra estas tierras, que habían sido vendidas en 1656 por el justicia de Aragón, a un matrimonio domiciliado en Monzón, D. Vicente Esteban Carbonell, infanzón, y Dª María Costran. Las compra por un montante total de 1.100 libras de moneda jaquesa. El documento lo lleva un familiar de Dª María en Zaragoza ante D. Francisco, Don Joseph Costran, infanzón y ciudadano8. D. Francisco toma posesión de la titularidad y señorío de la pardina, desde la ciudad del Ebro, a 17 de marzo de 1670, y goza del mero y mixto imperio sobre los vasallos que en ella, o fuera de ella pero asociados a ésta, hubiere, y esos derechos los obtiene para sí y sus descendientes. De hecho, dicha posesión estará en manos de los descendientes del marqués de Villaverde hasta, por lo menos, inicios del siglo XX, y su descripción volverá a realizarse en diferentes momentos, como queda reflejado en la documentación. Aunque, para mayor exactitud, contamos con un trazado y medición del siglo XIX en el mismo documento en el que se halla la imagen abajo inserta 9. Nos detenemos aquí en la referencia a esta pardina porque no estamos hablando de cualquier espacio: se trata por un lado del lugar físico en el que se asentará el primer título de 3

Guillermo Fatás (dir.), Guía histórico artística de Zaragoza, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 2008, p. 237 ss. 4 Archivo Histórico de Protocolos de Zaragoza [AHProtZ] Diego Miguel Andrés, 27 de mayo de 1670, f. 653v ss. 5 Ibidem. Para más información sobre este arquitecto, ver Jesús Martínez Verón, Arquitectos en Aragón. Diccionario histórico, Zaragoza, IFC, 2000, pp. 94-95. 6 AHPZ Morata P2369/9 Capitulaciones matrimoniales de D. Francisco Sanz de Cortes y de Dª Ana Mª de Heredia Latras y Mendoza, f.1. 7 AHPZ Argillo P2330/Leg. 114. nº 2, f. 4r. 8 AHPZ Argillo P2330/Leg. 114. nº 4, f. 7r ss. 9 AHPZ Argillo P2330/Leg. 114. nº 2, f. 14r.

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rango noble de Sanz de Cortes, y por otro, del espacio sobre el que tendrá, supuestamente, vasallos que gobernar y tierras que mandar, junto con un edificio que haga de su casa, para poder ser llamado marqués. Sobre esta pequeña finca y casa de la actual Litera, descansa el nombre de los Villaverde, que hoy todavía continúa. Imagen. 1 a mano alzada de la pardina, a fines del XIX; en él se aprecian la torre y la balsa ya citadas en el XVII

. Su tercera gran obra, de enorme simbología, es el palacio de Morata, junto con otros edificios encargado a Juan de Marca en las posesiones que ha comprado a la titular, sin descendencia, de dichas tierras del condado de Morata. Se trata de una obra única, erigida en poco tiempo y concluida mucho antes de que la muerte de Dª Ana de Luna diese el título de conde al de Villaverde. De hecho, una de las primeras cosas que hizo D. Francisco al poco de comprar el condado a Dª Ana, fue mejorar el palacio (también conocido como castillo) de Illueca, donde se hallaba con los Luna la sede física en sus estados de Morata, pues su gran palacio ya había sido erigido en Zaragoza. Despliega así mismo una gran política de renovación y modernización del condado. En cuanto a la obra de Morata, se firmaron las capitulaciones de su construcción con el citado arquitecto en febrero de 1671 y el ya marqués pretendió estuviese terminada en la primavera de 167510. Destaca gran fachada con un maravilloso alero con figuras en yeso, y forma el ala izquierda del conjunto la iglesia principal de la localidad, a la que está pegado el palacio, y el ala derecha, una construcción que hará las veces de lonja con un arco por el que pasa y continúa la comunicación de la plaza de la fachada, y que permite el paso a los exteriores de la localidad. 10

Marisancho Menjón Ruiz, Morata de Jalón. Un paseo por su historia, Zaragoza, Ayuntamiento de Morata de Jalón, 2011. En cuanto a la capitulación para la construcción del palacio, AHPZ Morata P2375/1.

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En este palacio, siguiendo un modelo italiano, se halla el salón dorado, donde entre pinturas y yeserías, resalta la repetitiva presencia de los escudos de armas de lo que sería la nueva familia de condes, los Sanz de Cortes. Esta presencia del escudo de armas, en la que sería la gran sala de representación del palacio, refuerza la legitimidad de la familia como titulares del condado. La adopción deliberada de modelos italianos, ¿responde a algún programa preconcebido o es una simple cuestión de gusto personal? Para la iglesia de San Felipe, en Zaragoza, los planos son traídos de Roma, con modelos relacionados con los jesuitas. No tenemos constancia de que realice viajes a Italia, pero sí de que acuerda negocios con este país. Juan de Marca11 es bearnés, y sin embargo introduce el modelo italiano de palacio en Aragón. Las casas de D. Francisco en Zaragoza siguen un modelo más tradicional: el influjo renacentista se percibe en el diseño del palacio, en la utilización de elementos decorativos, en la disposición de la fachada, a pesar de la presencia de algunos elementos innovadores. Las casas siguen la estructura típica del palacio aragonés, adaptado e intentando conseguir la mayor magnificencia posible a pesar de las constricciones propias de un espacio predeterminado por los límites del solar12. En Zaragoza, como hemos indicado, su palacio, de nueva edificación, se construye como ampliación de las casas de su padre, Domingo; es decir, enraíza con la tradición de su familia; con la elección del lugar, está realizando una declaración de intenciones. Como hombre adinerado, podría haber elegido un solar más amplio. Sin embargo, prefiere mantener la tradición con su familia, en un enclave privilegiado: al lado de la Torre Nueva y de diferentes palacios de la época y de la que denomina “la más antigua parroquia de Zaragoza”, la iglesia de San Felipe, de la que se declara ferviente devoto y parroquiano desde siempre (nacido y bautizado allí, tradición que mantendrá con sus hijos). En el palacio de Morata, sin embargo, intenta hacer valer todo su poder como conde (o como futuro conde) de Morata: despliega allí toda la magnificencia posible, siguiendo modelos italianos. Se trata de un gran proyecto, impresionante, situado en la localidad que constituye la cabeza del condado. En el palacio realiza grandes gastos, para construir una residencia digna del cargo que compra. En ambos casos debemos resaltar la estrecha relación de los palacios con las iglesias al lado de las cuales se sitúan (y que reforman, tanto en Morata como en Zaragoza). En Zaragoza, D. José conseguirá permiso para abrir una tribuna en la iglesia de San Felipe, de la misma manera que años antes D. Francisco abriría una tribuna para conectar directamente la iglesia de Santa Ana con su palacio en Morata. Y además, intenta vincularlas con otros elementos relevantes en la vida cotidiana de la población: la lonja en el caso del palacio de Morata, la Torre Nueva en Zaragoza. Otro de los edificios significativos de una familia aristocrática es su panteón. Se halla éste situado en la Metropolitana Iglesia de Santa María la Mayor y del Pilar. Es allí, en su capilla de San José, obra de su padre13, donde solicita sea depositado su 11

Jesús Martínez Verón, Arquitectos en Aragón..., pp. 282-283. Sobre los palacios, ver G.. Fatás (dir.), Guía histórico... y M. Menjón, Morata de Jalón..., Gonzalo Borrás Gualis (coord.), Los palacios aragoneses, Zaragoza, CAI, 1991 y Gonzalo Borrás Gualis, “Recepción aragonesa de la tipología del palacio barroco”, Artigrama, 1 (1984), pp. 199-225. 13 En AHPZ Morata P2470/12 Inventario de los bienes del marqués de Villaverde a su muerte en 1686, se hallan dos libretos, el primero con el inventario de Domingo Sanz de Cortes, y el segundo con el inventario que da nombre a la unidad catalográfica. En el del primero se dice, en el folio 7 v., que se ha gastado algo más de 8000 libras en la dicha capilla. 12

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cuerpo pues es allí: “[...] donde están enterrados mis aguelos, Padres, hijos y hermanos y que allí se haga mi difunsión, nobena y cabo de año en la forma acostumbrada [...]”14 En esta capilla también podemos vislumbrar la política de consolidación de la posición familiar: la construye Domingo, con gran dispendio, y a partir de ese momento, se convierte en el panteón de toda la familia. Incluso Francisco lamenta en su testamento no poder enterrarse en el convento de la Consolación de Gotor, tal y como lo desearía por su devoción (y donde se sitúa el panteón de la casa de Luna). Desgraciadamente, las reformas realizadas en la Basílica a lo largo del siglo XVIII nos impiden contemplar la obra original. Aquí tenemos pues esbozados varios elementos fundamentales de la construcción de la imagen de un aristócrata: la finca sobre la que asentará su primer título de noble, sus palacios, en especial el palacio para su ascenso a conde aunque también aquellas casas mejoradas en las que vive, para mostrar una posición de mayor prestigio y, en definitiva, el privilegiado lugar de su entierro que destaca en un espacio religioso en crecimiento, El Pilar. 2. Los herederos: diferencias padre e hijos en bienes, inventarios y objetos de prestigio Una de las mejores pruebas del ascenso social de la familia, además del paso de un abuelo (Domingo Sanz de Cortes) hidalgo y asentista, a un nieto (José Sanz de Cortes) marqués y conde, se ve en las capitulaciones matrimoniales y testamentos. Aunque hay otros signos tangibles como el armamento que se consigue a Don José como caballero del hábito de Santiago en 166815. Armamento que permite llevar signos externos del rango, como la cruz. La política matrimonial de la familia también responde a un intento de asentarse como nobles: D. Francisco se casa en segundas nupcias con la hija de los condes de Contamina (familia importante, y además, emparentada con la antigua casa de Morata), y con la misma familia casará su hijo D. José. Su testamento también intenta dejar clara la sucesión del condado de Morata, al igual que las capitulaciones matrimoniales de su hijo José. Incluso su febril política de construcción y mejoras en el condado de Morata puede responder a la necesidad de legitimar la posesión del condado. No sabremos si todas esas mejoras fueron motivadas también por un afán de mejorar la vida de sus vasallos, por una mentalidad innovadora, que veía en la administración racional y en la puesta en explotación de la tierra y las riquezas de ellas derivadas una fuente importante de patrimonio, o si se trató simple y llanamente de una estrategia encaminada a dejar sin argumentos a sus competidores por el título. En las capitulaciones matrimoniales de D. José con Dª Mª Antonia de Liñán Fernández de Heredia (sobrina de la segunda mujer de D. Francisco), realizadas cuando su padre ya era marqués de Villaverde y conde de Morata y Atarés 16 se observa la necesaria aparición de todos los bienes que puede heredar como primogénito el novio. Bienes que huelga decir ni se intuían en las capitulaciones paternas, ni siquiera en su segundo matrimonio, y que sin embargo sí tendrán referencia en su testamento: 14

AHPZ Morata P2333/6, Testamento de D. Fco. Sanz de Cortes, fe de muerte y aperción (apertura) de él. Duplicado. 15 AHPZ Morata P2326/4 Armamiento de caballero y testimonio de haber tomado el habito de Santiago de D. Joseph Sanz de Cortes y Coscón, año 1668. 16 AHPZ Morata P2369/8.

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La boda del primogénito se celebra en Zaragoza, el 12 de agosto de 1680. Sin embargo, en 1682, la boda de la hija mayor del segundo matrimonio, Manuela, se celebrará en Morata (con Marcos de Lanuza, señor de Clavijo, que también irá adquiriendo otros títulos nobiliarios). En el caso de esta pareja, podemos ir rastreando cómo van cambiando su residencia a medida que ascienden en el escalafón social: en 1693 residen en Gelsa, y posteriormente, en Madrid, probablemente buscando en la cercanía de la corte facilidades para continuar medrando18. Aquí se indican los bienes que D. José aporta al matrimonio: todos los bienes de la familia, como sucesor: en primer lugar, la Pardina de Villaverde, a la que va asociada el título otorgado por el rey; y, a continuación, las propiedades asociadas al título de conde de Morata: el castillo, palacio, villa y términos de Morata; el castillo y villa de Illueca con sus términos y territorios; el lugar de Gotor con su patronato y términos; el castillo, lugar y términos de Chodes; el castillo, villa y términos de Arándiga; el castillo, lugar y términos de Villanueva. En Zaragoza, hereda, además del palacio, otras casas contiguas a él; unas casas en Huesca; una torre en Cogullada; huertas, tierras y otras propiedades en diversos puntos de la geografía aragonesa; diversos patronatos y dignidades, marcando su jurisdicción sobre estos territorios y sus vasallos. Destaca la cuidadosa descripción de los bienes que se incluyen en la capilla de San José, en el Pilar : “la Capilla retablo y altar con su sacristia y entierro y quartos del Señor San Joseph Con todos sus ornamentos y Jocalias y adornos de dho altar y Capilla juntamente con al patronato de dha Capilla y drechos unibersos â el pertenecientes; la Ymagen y efigie del Señor Patriarcha San Josseph con el niño Jessus de la mano con su Pedestal todo de plata azendrada y su peana de valor de mas de quatromil libras Jaq(uesas)”.

La familia sigue manteniendo la misma política de refuerzo de la posición del linaje familiar. Por ejemplo, en la iglesia de San Felipe, en Zaragoza, con la que la familia mantendrá una estrecha relación. Las obras las inicia Francisco y las continúa José. En una de las capillas, junto a la apertura que se les autoriza a realizar para tener acceso directo al templo desde su vivienda, encontramos una pintura en la que se representa a los hijos del marqués.

17 18

AHPZ Morata P2333/06, f. 8v. AHPZ J/773/8 y AHPZ J/780/5.

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Imagen. 2 Pintura en la iglesia de San Felipe

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En la familia Sanz de Cortes encontramos varios inventarios de bienes, entre ellos destacan los del primer marqués y los de su padre, que ponen en evidencia el número de posesiones de estas personas aunque dejan la duda de un cierto ocultamiento de los mismos19. El inventario de los bienes de D. Domingo es más detallado (e indica el valor de un buen número de los objetos habidos en sus dependencias y el recuerdo de los censales y otros gastos que suponen el grueso económico valorado), mientras que el de D. Francisco es un inventario parcial, evitando indicar todos sus bienes. Así, de las más de 60.000 libras valoradas en el inventario del padre del primer marqués, sólo poco más de 8.000 son claramente de objetos muebles. El resto, entre ellos los citados estipendios de la construcción de la capilla de San José, tienen otro tipo de origen. Por contra, los bienes relativos a D. Francisco, un listado más humilde que el de su padre y firmado por su mujer, la señora marquesa, no tiene ninguna indicación de valor económico de las piezas. Veamos como ejemplo el inicio de cada uno de los inventarios:

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AHPZ Morata P2470/12.

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Tabla 1. Fragmento de los inventarios de Domingo y Francisco Sanz de Cortes20.

Inventario de Domingo Sanz de Cortes

Inventario de Francisco Sanz de Cortes

En el estudio nuevo. 1 escritorio grande de ébano y marfil...220 lbs. 1 escritorio pequeño de lo mismo...........30 lbs. 8 sillas moscobia a 7 libras.....................56 lbs. 3 bufetes de nogal a 12 libras.................12 lbs. Otro bufete de nogal a 5 libras.................5 lbs. 16 piezas de jaspe...................................10 lbs. 15 países grandes con aros en (valor).....50 lbs. 5 cuadros medianos a 5 lbs.....................25 lbs. 24 cuadritos fruteros a 1 lb.....................24 lbs. 1 cuadro San Pablo.................................15 lbs. 2 cuadros flamencos...............................10 lbs. 2 pevices en 30 Rls...................................3 lbs. 3 banquillos de pino 12 reales..............1 lb 4 sds. En el estudio viejo. 1 tablero grande pino..............................20 lbs. 1 tarima de pino en 10 reales....................1 lb. 1 armario con escritorio .........................12 lbs. 2 bancos de nogal...................................12 lbs. 1 arquimesa............................................40 lbs. 5 cuadros flamencos.............................. 15 lbs. 3 cuadros pequeños..................................7 lbs.

Una tapicería de la historia de Diana de 8 paños. Otra de la historia de Jacob, 7 paños. Otra cinco paños que se pone en la pieza del estrado. Otra llamada de los jardines, figuras pequeñas, son 6 y 2 cinefas del mismo género. 27 paños viejos de diferentes estofas que se ponen en las alcobas de dormir y de fuego rotulados. 8 reposteros, escritorio Sr. marqués. 4 reposteros bajos que se ponen donde dicen los títulos. 11 cinefas diferentes géneros que se ponen diferentes puertas. 1 colgadera cama de cordellate colorado con galones falsos de oro. Más 4 arcas de pino para poner los aderezos de los coches y en una de ellas está la colgadura y en otra unas libreas de los lacayos y un pedazo paño misma.

Según el inventario de bienes realizado a su muerte, Domingo poseía una buena cantidad de cuadros 21 . No se especifica el autor de los mismos, y simplemente los clasifica por temas de manera muy general. Corresponde, eso sí, al gusto de la época: en el estudio se identifican 32 cuadros: se nos indica su valor total, 74 libras, individualizando uno, en el que aparece San Pablo (con un valor de 15 libras). En el estudio viejo hay ocho cuadros en total: 5 flamencos y 3 cuadros pequeños (que representan entre todos ellos un valor total de 22 libras). Además, en la sala baja hay un cuadro con aro valorado en 20 libras, y 12 fruteros (12 libras). En el inventario de D. Francisco no se reflejan los cuadros que decoraban sus estancias, aunque sabemos que existían, y que además, debían tener buena calidad. En los últimos años han aparecido cuatro bodegones, probablemente sobrepuertas, que se han identificado como pertenecientes al primer marqués de Villaverde, quizás para decorar el comedor de su casa en Zaragoza, y atribuidos al pintor Juan de Espinosa. Tenemos constancia de las relaciones entre el marqués y el pintor, puesto que D. Francisco es uno de los ejecutores del testamento de Juan de Espinosa, fallecido en Zaragoza en 167122.

20

AHPZ Morata P2470/12 Inventario de los bienes... f. 1r, ambos libretos de los inventarios. AHPZ Morata P2470/12. 22 AHProZ, 6639, 1600 v.- 1604 r.. Sobre los cuadros, Juan C. Lozano López, Vicente Berdusán (16321697). El artista artesano, Zaragoza, DPZ, 2006, especialmente p. 36. 21

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El testamento de su hermana Teresa Sanz de Cortes23 nos proporciona algunos datos interesantes en relación con el entorno cultural: Teresa realiza un legado al Doctor D. Antonio Segovia, canónigo de la Seo de Zaragoza 24 y al padre jesuita Baltasar Gracián, el escritor, de 1.300 libras jaquesas “y una sortija de las mias para los fines y efectos que les tengo comunicados”25; ambos son también ejecutores de su testamento, de la misma manera que D. Francisco. Deja a Isabel Coscón un brasero y a José una cadena de oro. Siguiendo con los inventarios de bienes, tenemos constancia de la presencia de abundantes tapices en la casa de D. Francisco. Como se ve en el cuadro superior, además, en este caso el inventario de las tapicerías se han individualizado, muestra de la importancia que se les otorgaba. Los tapices son un signo de posición social en la época; además de sus funciones prácticas, para volver más confortables las estancias y embellecerlas, tienen un fuerte componente ideológico y marcan la posición económica y social de sus propietarios. Los tapices, aunque concebidos para uso prioritario en el interior de las viviendas, se utilizan para diversas ceremonias y para engalanar las fachadas de los edificios en ocasiones señaladas. En el inventario de bienes de Domingo, tenemos constancia de la existencia de cuatro paños de raz de verduras (valorados en 80 libras), seis “paños de Raz del Aguelo en 60L”, dos alfombras, dos reposteros, una antipuerta rica y un arca de tapicería. Francisco aumentará la colección de tapicerías, como se puede comprobar en el cuadro supra. Entre los tapices, destaca la presencia de reposteros, que generalmente se adornaban con motivos heráldicos: podemos ver aquí de nuevo la importancia que se concedería al escudo de la familia en la decoración de las estancias de la casa (y, por ejemplo, destacando su presencia en el escritorio del marqués, configurando un lugar que probablemente buscaría impresionar a los visitantes y reforzar la imagen de la familia). En el inventario de D. Francisco, además, podemos comprobar que se habla de las libreas de los lacayos, más 16 vestidos, calzón y ropa de raso nácar y blanco hechas para los lacayos, y se enumeran cuidadosamente los bienes destinados a los criados26. En su testamento también se ocupa de que su mujer cuente con los bienes materiales (y el dinero) suficientes para su cuidado y el de sus criados, en lo que podemos percibir el cuidado que pone en que su viuda mantenga un nivel de vida adecuado a su posición social; además de diversos bienes, le deja “dos joias de diamantes y una tapizeria como p. ella pareze” y 250 libras jaquesas para la manutención de su hijo, D. Alonso. La indicación de las libreas de los lacayos y los aderezos de los carros es una marca también del estatus logrado: en el caso de su padre sólo se indican los elementos (sábanas, toallas,...) destinados a los criados. Además, en el caso de D. Francisco encontramos una mayor riqueza y variedad en las telas y tejidos que componen el ajuar de la casa. En el inventario de D. Domingo podemos observar la presencia de diversos objetos de plata, plata dorada y oro. La plata se dedica a servicio de mesa; el oro, a joyas. En el de D. Francisco las joyas no aparecen (sí que se enumeran objetos de plata de menaje, entre los que destaca una salvilla grande sobredorada, con las armas de la 23

AHPZ Morata P2333/13, 1656. Podría ser el mismo citado por Juan F. Andrés de Uztarroz, Aganipe de los cisnes aragoneses celebrados en el clarín de la fama, 1781. 25 AHPZ Morata P2333/13, 3v. 26 Sobre la importancia de las vestiduras de los criados para resaltar la posición social de la familia, véase Fernando Bouza, Palabra e imagen en la corte, Madrid, Abada Editores, 2003, pp. 74-76. 24

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familia, y tres vasos de plata para cuando se va de viaje). Sin embargo, sabemos que debía poseer joyas, y de más valor que las de su padre (lo tasado con un valor más elevado es un juego de botones, en 154 libras), puesto que en su testamento, D. Francisco lega a su nuera, Mª Antonia, y a su hija, Manuela, sendas joyas de diamantes de valor de 500 libras jaquesas cada una (además de lo acordado para cada una de ellas en las correspondientes capitulaciones matrimoniales). En el testamento de Dª Ana María27, la viuda del primer marqués, aparecen una serie de joyas que la marquesa deja a sus familiares: a su sobrina y nuera, María Antonia, una “Joya, de filigrana de oro, esmaltada de Verde y blanco con las Ymagenes de Jesus Maria y Joseph”; a su hija Manuela una “Cruz de oro esmaltada, en blanco”, adornada con reliquias por un lado y por el otro con las imágenes de la Pasión; a su nieta Francisca, dos joyas de oro, “Vn perrillo esmaltado en blanco con algunas esmeraldas y otras piedras” y una “hechura, de un hombre y Caballo, con su tridente esmaltado que tiene Vna esmeralda muy grande”; a su sobrina Doña Martina de Castejón, Condesa de Contamina, un “relicario de ambares guarnecido, en oro”, con dos piezas que se pueden unir y abrir, y decorada con diversos motivos religiosos (Jesús y la Virgen). Ya en el siglo XVIII, en las capitulaciones matrimoniales de Dª Isabel Sanz de Cortes con D. Vicente de Sessé en 173328, su madre, Mª Antonia, como procuradora de su hijo, manda a Isabel 16.000 escudos en moneda jaquesa, de la siguiente manera: 8.000 escudos en dinero, 1.600 libras en diversas alhajas; y 6.400 libras en cuatro pagas, una por año. Además, aporta diversos legados fundados y los bienes que le corresponderán por herencia. El mismo legajo contiene dos listas con la tasación de las joyas que se le entregan, aunque la lista de joyas es ligeramente diferente en uno y otro caso: una joya redonda de oro con 205 diamantes; unos pendientes de oro y diamantes; un clavo de oro con 21 diamantes y espiga de plata dorada; una maceta de oro y 25 diamantes; un par de brazaletes; dos sortijas uniformes de diamantes con plata, y oro, y una sortija con 3 diamantes rosas montados en plata, con el brazo en oro; una joya de oro con un ágata; un relicario de oro esmaltado de negro ochavado con la devoción de San Francisco de Asís; un par de pendientes de oro con 8 esmeraldas; un par de aguacates con broquelillos de oro; un collar de perlas de dos hilos con 121 perlas; a lo que se añade un reloj de oro. 3. Conclusiones El ascenso social de la familia Sanz de Cortes puede percibirse a través de diversos elementos que están relacionados con la cultura material. La realización de nuevas e impresionantes edificaciones, con la introducción de nuevos modelos arquitectónicos y decorativos, las obras destinadas a la modernización de los territorios, con numerosas mejoras; la presencia de los blasones y escudos heráldicos, en lugares estratégicos, sin ser excesivamente ostentosos pero marcando la propiedad de los bienes, son algunos de los mecanismos empleados por la familia, y sobre todo, por el primer marqués de Villaverde. Así, en todo momento, se proclama la pertenencia al grupo, aunque pretendiendo mantener una cierta continuidad con lo anterior.

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APHZ Morata P2369/33. AHPZ Morata P2334/15.

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Por otra parte, la relación con la iglesia también es fundamental en este proceso de legitimación, máxime cuando el primer marqués, y su hijo heredero, son tesoreros de la bula de la Santa Cruzada. Además, el lugar ocupado por dos de sus palacios da lugar a una relación entre sus inmuebles y edificios eclesiásticos. Y, cómo no, existe una relación con las artes, a pesar de que se han conservado pocos vestigios. En cuanto a los bienes muebles, se sigue la tónica del momento, intentando asimilarse a las familias nobles y, muy probablemente, siguiendo e incluso introduciendo modas novedosas. Por lo tanto, en este proceso vemos la convivencia entre la tradición y la modernidad, en un intento de conjugar la visión del mundo propia de una mentalidad proveniente de unos asentistas con el reconocimiento como parte de la nobleza.

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Modelos extranjeros en las viviendas españolas durante el siglo XVIII Foreign models in the Spanish houses during the Eighteenth-century Natalia GONZÁLEZ HERAS Universidad Complutense de Madrid Resumen: Esta comunicación pretende presentar una línea de análisis que se centra en el conocimiento de las transferencias, así de carácter material como de aquellas relativas a las prácticas, concernientes a la vivienda en la Europa del siglo XVIII. En esta ocasión se llevará a cabo una aproximación a la casa en España durante la segunda mitad del siglo XVIII, siendo estudiada como espacio receptor de modelos extranjeros. Nos centraremos, fundamentalmente, en las transferencias que se llevaron a cabo desde Francia a España. Enfocaremos el análisis de las mismas teniendo en cuenta, por un lado, el papel fundamental ejercido por los individuos particulares como agentes transmisores de los modelos de los que se habían apropiado durante sus estancias en el país vecino. Por otro, atendiendo a la introducción de elementos franceses a través del comercio; que tuvo como consecuencia el asentamiento de artesanos y comerciantes franceses en algunas de las principales ciudades españolas en un medio-largo plazo, con la finalidad de abastecer in situ la demanda generada de productos galos. Palabras clave: Vivienda, cultura material, transferencias, España, Francia Abstract: This paper tries to show a research line that focuses on the knowledge of transfers, those of material character as well as those which concerns practices, in the framework of the house in Europe during the eighteenth-century. We will carry out an approach to the house in Spain in the second half of eighteenth century. It will be analysed as a recipient space of European models. We will focus on the transfers from France to Spain, taking into account, on one hand, the fundamental role played by particular individuals as transmitting agents of models that appropriated during their stays in the neighbour country. On the other hand, we will pay attention to the introduction of French products through trade. Its consequence was the settlement of craftspeople and shopkeepers in the main Spanish towns in a medium-long term, with the objective of providing in situ French products. Keywords: House, material culture, transfers, Spain, France

1. Introducción Esta comunicación pretende una aproximación a la casa en España durante la segunda mitad del siglo XVIII, la cual se analizará como espacio receptor de modelos extranjeros, fundamentalmente de origen francés. Las relaciones políticas entre España y Francia, vinculadas estrechamente como consecuencia del advenimiento de la dinastía Borbón a la corona española, en la figura del rey Felipe V, y reafirmadas mediante los Pactos de Familia, contribuyeron en la fluidez de los intercambios entre ambas Monarquías. No obstante, la influencia italiana en la arquitectura de carácter palaciego, así como sobre las formas relativas a la composición material de los espacios de la vivienda y su ocupación, se tornó también presente en la capital madrileña a raíz del matrimonio de Felipe V con Isabel de

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Farnesio 1 . A lo que vendrían a sumarse las aportaciones que introdujo el monarca Carlos III con su asentamiento en Madrid, tras su etapa de reinado napolitano. En este texto, dadas las limitaciones de extensión marcadas, nos centraremos en esbozar una serie de ideas relativas a las transferencias que se llevaron a cabo desde Francia a España, que sirven de base a una investigación de carácter más amplio que me propongo desarrollar como proyecto post-doctoral2. Dichas transferencias pueden ser categorizadas en dos tipologías. En primer lugar, aquellas en las que el individuo particular ejerció un papel fundamental como transmisor de los modelos de los que se había apropiado durante sus estancias en el país vecino. En segundo lugar, las de carácter comercial, que permitieron la introducción de productos franceses y que en un medio-largo plazo derivaron en el asentamiento en algunas de las principales ciudades españolas de artesanos y comerciantes procedentes de Francia, con la finalidad de abastecer la demanda generada de productos galos in situ. La producción de estos productos en España, siguiendo modelos franceses – objetos que suelen aparecer mencionados en las fuentes con el adjetivo a la francesa -, dio lugar al abaratamiento de sus costes, con respecto a los importados, y permitió el acceso a ellos a un conjunto social más amplio. La presencia de elementos extranjeros entre los bienes poseídos por parte de los individuos ha sido ya analizada en la historiografía modernista española para el ámbito de las bibliotecas privadas. Inmaculada Arias de Saavedra estudiaba la presencia de libros extranjeros en las colecciones bibliográficas particulares en España durante el siglo XVIII3. Dentro de los conjuntos de libros poseídos por miembros de la nobleza, del clero, de altos cargos de la administración del Estado, así como de burgueses, se encontraban justo por detrás de los españoles y aventajando a los relacionados con otros contextos culturales europeos, los escritos en lengua francesa, los autores franceses y las ediciones realizadas en Francia. De esta forma, se hace perceptible una fuerte influencia del país vecino en el campo de la cultura y de las letras, nutriéndose algunas de las precitadas bibliotecas, obsérvese el caso de la que poseía el joven catedrático de la Universidad de Salamanca Meléndez Valdés, directamente a través de pedidos a librerías francesas4. Por su parte, Máximo García Fernández ha constatado dentro del terreno de la cultura material el progresivo incremento de elementos textiles fabricados en otros países, formando parte de los ajuares castellanos, durante el siglo XVIII, con un especial aumento entre 1780 y 1805. En Madrid, durante el siglo XVIII, el 14% de los

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Sobre la influencia academicista italiana en España, Claude Bedat: La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1744-1808, Madrid, FUE, 1989; Luis Sazatornil Ruiz y Frédéric Jiméno, El arte español entre Roma y París (siglos XVIII y XIX). Intercambios artísticos y circulación de modelos, Madrid, Casa de Velázquez, 2014, p. 5 2 Hasta el presente el tema viene siendo tratado fundamentalmente por parte de la Historia del Arte. Desde nuestro proyecto se propone realizar un estudio basado en la interdisciplinariedad, que aporte un enfoque histórico de carácter socio-cultural sobre el tema. 3 Inmaculada Arias de Saavedra Alías, “Libros extranjeros en bibliotecas privadas españolas del siglo XVIII”, en Agustín Guimerá y Víctor Peralta (coords.), El equilibrio de los Imperios: de Utrech a Trafalgar, Madrid, FEHM, 2005, pp. 395-416 4 Georges Demerson: Don Juan Meléndez Valdés y su tiempo (1754-1817). Vol. 1, Madrid, Taurus, 1971

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productos que eran comercializados por los Cinco Gremios Mayores, procedían de Francia5. 2. El individuo como agente transmisor: El caso de Pablo de Olavide El individuo ha ejercido un papel fundamental como agente transmisor de elementos materiales, así como de pautas culturales entre los distintos territorios a lo largo de la Historia. La condesa D´Aulnoy aportaba en su cuestionado relato de su viaje a España un testimonio en extremo ilustrativo para el tema que nos hallamos analizando. Según la controvertida viajera del siglo XVII, cuya estancia en la península, afirman los especialistas, nunca tuvo lugar: “Los virreyes de Nápoles y los gobernadores de Milán han traído de Italia muy excelentes cuadros: los gobernadores de los Países Bajos han aportado tapices admirables; los virreyes de Sicilia y de Cerdeña, bordados y estatuas; los de las Indias, pedrerías y vajillas de oro y plata. De este modo, regresando de tiempo en tiempo cargado cada uno con las riquezas de un reino, 6 no pueden dejar de haber enriquecido a cada ciudad con multitud de cosas preciosas” .

Tal y como se desprende de este texto, los representantes de la Monarquía en otros territorios constituyeron figuras claves en los procesos de apropiación y transmisión cultural. Para la Francia de la segunda mitad del siglo XVIII, actualmente nos hallamos inmersos en el análisis de quienes a partir de su cargo como embajadores de España ejercieron de agentes culturales, de modo general, y en lo concerniente a la cultura que se enmarcaba dentro de la vivienda, de forma particular: el marqués de Grimaldi (17611763), el conde de Fuentes (1764-1773), el conde de Aranda (1773-1787), el duque del Infantado (embajador extraordinario, 1777), el conde de Fernán Núñez (1787-1791), el marqués de Campo (1795-1798), José Nicolás de Azara (1798-1799/1800-1803) e Ignacio Múzquiz (1799-1801)7. También se han planteado algunas incursiones en la introducción de los nuevos modelos por parte de los embajadores franceses destinados en Madrid, a partir del análisis de los inventarios de bienes que portaban en su desplazamiento desde París a la capital de España8. No obstante, esta faceta se extiende también a individuos de diferente condición que, movidos por diferentes motivos –profesionales, estudios, ocio-, visitaron el Estado vecino. Se ha observado que, como agentes transmisores de cultura material y pautas de comportamiento, desarrollaron una dinámica que definimos en tres fases. En primer 5

Máximo García Fernández, “Cultura material y religiosidad popular en el seno familiar castellano del siglo XVIII”, Cuadernos dieciochistas, 5 (2004), pp. 97-121; “La presencia de productos textiles con denominación de origen francés e inglés en Castilla. Evolución de los intercambios comerciales entre la Paz de Utrecht y Trafalgar” en Agustín Guimerá y Víctor Peralta (coords.), El equilibrio de los Imperios: de Utrech a Trafalgar, Madrid, FEHM, 2005, pp. 277-294; Jesús Cruz y Juan Carlos Sola Corbacho: “El mercado madrileño y la industrialización en España durante los siglos XVIII-XIX”, en Jaume Torras y Bartolomé Yun (dir.), Consumo, condiciones de vida y comercialización. Cataluña y Castilla, siglos XVII-XIX, Ávila, Junta de Castilla y León, 1999, pp. 335-354. 6 Condesa d´Aulnoy, Relación del viaje de España, Madrid, Akal, 1986. Citado por Alicia Cámara Muñoz, “La dimensión social de la casa”, en Beatriz Blasco Esquivias (coord.), La casa. Evolución del espacio doméstico en España. Vol. 1, Madrid, Ediciones El Viso, 2006, p. 144 7 Ver Didier Ozanam, Les diplomates espagnols du XVIIIe siècle. Introduction et répertoire bibliographique, Madrid/Bordeaux, Casa de Velázquez/ Maison des Pays Ibériques, 1998. 8 Ver Antonio Urquízar Herrera y José Antonio Vigara Zafra, “La nobleza española y Francia en el cambio de sistema artístico, 1700-1850”, en L. Sazatornil Ruiz y F. Jiméno, El arte español entre Roma y París…, pp. 257-274

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lugar, una etapa de conocimiento o aprendizaje de lo nuevo. En segundo lugar, su apropiación o la interiorización de las formas de uso y finalmente, su introducción dentro de su contexto habitacional de origen. Nos servirá para ejemplificar este proceso el caso de don Pablo de Olavide9. Éste nació en Lima el 25 de enero de 1725. Después de su etapa de formación peruana, desempeñó varios puestos en el país al servicio de la Monarquía, fue abogado (1741) y oidor de la Audiencia de Lima (1744-1750). El hecho de verse envuelto en un escándalo financiero que tuvo lugar tras el terremoto de 1746, le llevó a trasladarse a España para defenderse de las acusaciones que se levantaron contra él. Una vez en el continente europeo, realizó varias estancias de mayor o menor duración, según el caso, en París destinadas a la ejecución de operaciones de carácter comercial. Allí alquiló una casa en la calle Nueva de San Eustaquio, la cual expresaba Marcelin Defourneaux, en su ya convertida en clásica biografía Pablo de Olavide: El afrancesado, que acomodó para recibir a personalidades de los mundos de la política y la cultura. Fue durante aquellos períodos cuando el ilustrado se inició en todos los aspectos de la vida francesa10. José Antonio de Lavalle nos presentaba a don Pablo en Apuntes sobre su vida y sus obras como asiduo asistente de los principales salones filosóficos de la capital francesa y el testimonio de Dufourt mostraba a Olavide ocupado en recoger una amplia documentación de tipo a la vez artístico, científico y técnico: “Embebido en ideas justas, grandes y útiles, dice Dufort a propósito de su tercer viaje, volvía a Francia costeándose sus gastos con el objeto de hacer compras de todo género; se le había metido en la cabeza hacer dar un gran paso a España y sacarla del letargo en que se hallaba dormida… Comenzó por reunir una biblioteca inmensa que mandó en cajones a Madrid. Siempre ocupado en sus proyectos utilitarios, hizo un viaje a Lyon, donde encargó unas telas de seda tejidas en oro y plata, aún cuando esto estuviera prohibido por las leyes de tiempos de 11 Colbert…” .

Se cuantificó que gastó un millón de reales en seis meses para formarse una gran biblioteca -dos series de grandes compras formaron la base de su librería, fueron las que efectuó durante sus estancias en París de 1757 a 1764 12 - y para conocer las manufacturas francesas –encargó muebles y telas de seda bordada en oro destinadas a su casa de Madrid13-, así como para pagar a artesanos y mandarlos a la capital de España. Durante aquellos años de viajes a París, Olavide había ido imprimiendo lo que aprehendía en Francia en su vivienda madrileña –ya fuere de corte material o relativo a las prácticas de actuación y comportamiento-. El retrato de Voltaire que formaba parte de su colección pictórica representaba un símbolo de la admiración que le despertaba el ilustrado francés, con quien había compartido varias jornadas en la residencia de recreo “Las Delicias”, propiedad de este último. Defourneaux anotaba en la biografía de don Pablo de Olavide que “mandó construir en su palacio, como Voltaire lo hizo en su morada, su propio teatro en donde él y sus amigos representaban las tragedias y comedias que componía o traducía”14. 9

Marcelin Defourneaux, Pablo de Olavide: El afrancesado, Sevilla, Padilla Libros, 1990; Luis Perdices de Blas, Pablo de Olavide (1725-1803): el ilustrado, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1993 10 M. Defourneaux, Pablo de Olavide..., pp. 36-37 11 Ibidem. 12 Ibidem., p. 45 13 Ibidem., pp. 40, 385-386 14 Ibidem, p. 51

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Así mismo, su casa se convirtió en centro de sociabilidad en la capital 15, a cuyo desarrollo contribuyó su hermanastra doña Estefanía Engracia de Olavide Albizu. La tradicional tertulia formada por participantes de sexo masculino, se constituía en salón, siguiendo el modelo francés, donde la presidencia de una mujer era la tónica habitual 16. Contamos con datos para el año 1765 que presentan a la que fuera conocida como Gracia de Olavide, como figura fundamental de aquel salón frecuentado, entre otros, por los ilustres José Clavijo y Fajardo, Bernardo de Iriarte o Campomanes 17. El traslado de la residencia de Pablo de Olavide desde la capital a los Reales Alcázares de Sevilla, convirtió a estos en uno de los principales centros de sociabilidad fuera de Madrid, donde la esposa del nuevo intendente de Sevilla, doña María Isabel de los Ríos, y la precitada Gracia, continuaron desarrollando un importante papel. Fue en este espacio en el que reconocidos ilustrados como don Gaspar Melchor de Jovellanos comenzaron a instruirse en un modelo de sociabilidad de formas afrancesadas que, a su vez, el asturiano contribuyó a desarrollar en las décadas siguientes, tanto dentro de sus diferentes residencias en la capital madrileña, como durante sus estancias en la casa familiar de Gijón18. 3. Transferencias de carácter comercial En este epígrafe llevaremos a cabo una aproximación al canal transmisor que constituyó el comercio. Ya para la segunda mitad del siglo XVII se contaba con testimonios que, pese a sus estimaciones, a todas luces exageradas, dejaban constancia de la presencia de artesanos y comerciantes franceses asentados en Madrid, lo que hubo de influir directamente en la adquisición de los modelos que aquellos hacían llegar procedentes del territorio vecino. En el año 1665, aseguraba el francés Antoine de Brunel, quien redactó su Diario del viaje de España, a raíz de su viaje a la Península como mentor de dos jóvenes holandeses, que se decía que en la villa de Madrid había más de 40.000 franceses. Consideraba que sobre ellos recaía buena parte del florecimiento del comercio y la manufactura en la capital 19 . Mientras, Jean Herauld expresaba en sus Memorias que por el año 1669 había 200.000 franceses repartidos por España, de los cuales 20.000 se encontraban en Madrid20. Avanzado el texto, relacionaba de nuevo a los originarios de la vecina Francia con la introducción de modas a través de la práctica 15

Concepción de Castro, Campomanes. Estado y reformismo ilustrado, Madrid, Alianza, 1996 Roger Chartier, “Prácticas de sociabilidad. Salones y espacio público en el siglo XVIII”, Studia Historica. Historia Moderna, 19 (1998), pp. 67-83; Gloria Franco Rubio, “El salón parcialmente iluminado. Prejuicios, contradicciones y tópicos sobre las mujeres en los espacios de sociabilidad de la España ilustrada”, en María Inés Carzolio, Rosa Isabel Fernández y Cecilia Lagunas (comp.): El Antiguo Régimen. Una mirada a dos mundos: España y América, Buenos Aires, Prometeo, 2010, pp. 151-174 17 C. de Castro, Campomanes..., p. 172 18 Javier González Santos, La casa natal de Gaspar Melchor de Jovellanos en Gijón. Apuntes históricoartísticos, Gijón, Trea, 2006; Elena de Lorenzo Álvarez, “Jovellanos: el gabinete de un ilustrado”, La luz de Jovellanos. Catálogo de la exposición conmemorativa del bicentenario de la muerte de Gaspar Melchor de Jovellanos (1811-2011), Gijón, Ayuntamiento de Gijón, 2011, pp. 113-149; Natalia González Heras, “Las casas madrileñas de Jovellanos. Reflejo de una época”, en Ignacio Fernández, Elena de Lorenzo, Joaquín Ocampo, Álvaro Ruiz de la Peña (eds.), Jovellanos, el valor de la razón (1811-2011), Gijón, Trea, 2012, pp. 231-242 19 José García Mercadal, Viajes de extranjeros por España y Portugal. Desde los tiempos más remotos hasta comienzos del siglo XX. Vol. III, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1999, p. 277 20 J. García Mercadal, Viajes de extranjeros por España y Portugal… Tomo II, Madrid, Aguilar, 1959, p. 738 16

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del comercio. Se refería a que había en Madrid una comercianta francesa que tenía mucho talento; vendía toda clase de mercancías procedentes de París, lo que era muy del gusto de las damas españolas21. A finales del siglo XVIII, productos demandados, así para el arreglo personal como para la composición de los interiores de las viviendas de las elites de la población, seguían siendo introducidos en Madrid por comerciantes franceses. Sin embargo, en el caso de que se contara con un contacto en el país vecino, se le realizaba a aquél el encargo directamente. De ello tenemos numerosos testimonios, fundamentalmente procedentes de la correspondencia epistolar. De este modo, Pascual Vallejo, destinado como Secretario de la embajada de España en Francia con el marqués de Campo22, se ofrecía a Godoy como “agente” en París en 1797: “La circunstancia de tener que vivir en esta gran ciudad me proporciona el poder servir a V. E. de algo durante mi misión en ella, si quisiera emplearme en cosas de su agrado. En París se encuentran excelentes vestidos, bordados, alhajas, reloxes, muebles, porcelanas, libros, quadros, estampas, y en una palabra todo quanto pueda tentar la curiosidad de un hombre de 23 gusto” .

El marqués de San Leonardo, don Pedro Fitz James Stuart, encargaba a su hermano, el duque de Berwick, instalado en París, los zapatos para su esposa, debido al prestigio que los fabricados en el país vecino tenían en España24. Así mismo, se tiene constancia de encargos de objetos de carácter fundamentalmente decorativo, porcelanas y miniaturas, que en ocasiones aparecían componiendo cajitas destinadas a contener en su interior tabaco o a servir como elementos de decoración colocadas sobre mesas, dentro de muebles expositores, etc. El marqués de San Leonardo ejercía una vez más de “mediador” solicitando la compra de “una caja de porcelana de Sèvres exquisita, de buena hechura, de hombre, montada en oro y pintada” para el duque de Arcos25. Eugenio Larruga se refería en el tomo tercero de sus Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España26, que trataba de las fábricas de curtidos, sombreros, papel, abanicos, tintes, coloridos, jabón, loza, abalorios, imprentas, librerías y fundiciones de la provincia de Madrid, a que la única fábrica de alguna consideración que existía en Madrid de plumajes, era la que hacía 12 años había sido establecida por don Antonio Viant, que era natural de la ciudad de “León” de Francia. Expresaba que dicho fabricante hacía todo género de plumajes finos y entrefinos, penachos y otras varias manufacturas de aquella clase y consideraba la gran utilidad de la precitada industria, puesto que antes se hacía venir todo de países extranjeros. Continuaba explicando cómo don Antonio Viant había solicitado en 1771 la Real protección, el título de “fabricante plumagero de S.M.” y un privilegio exclusivo 21

Ibidem., p. 741 Fichoz 005286 23 Isadora Rose-de Viejo, Manuel Godoy, patrón de las artes y coleccionista, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1983; citado por A. Urquízar Herrera y J. A. Vigara Zafra, “La nobleza española y Francia…”, p. 261 24 Gloria A. Franco Rubio, La vida cotidiana en tiempos de Carlos III, Madrid, Ediciones Libertarias, 2001, p. 151. 25 Ibidem., p. 122, quien remite a José Cepeda Adán, Sociedad, vida y política en la época de Carlos III, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1967. 26 Eugenio Larruga, Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España, tomo III, Madrid, Antonio Espinosa, 1788, fols. 88-90 22

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por 10 años para “enseñar su arte a los naturales de estos reinos”. Sin embargo, todo se le negó, aún cuando era conocida la habilidad de Viant para la composición “en plumajes y penachos de las plumas de todos géneros y colores”. La razón que se dio para no admitir la proposición de este fabricante fue la de los altos precios de sus obras, en comparación con las que se vendían procedentes del extranjero, así como el poco consumo de ellas en España. El primer motivo se muestra opuesto a la tónica general seguida por el mercado, donde los precios de los productos tendían a reducirse al ahorrarse los costes de su transporte, procedentes de otros territorios. No obstante, no disponemos de listas de precios de productos de este tipo importados que nos permitan realizar una comparación con los precios señalados por don Antonio Viant 27 . Sin embargo, aunque lo expuesto desde el poder hubiera sido cierto, Eugenio Larruga criticaba la falta de previsión: “si se hubiera previsto que hay cierta clase de manufacturas que de un día para otro adapta la moda y que lo que hoy se permite introducir al extranjero, mañana suele impedirse, sin duda se hubiera admitido la proposición de Viant. En el día se hallan verificadas ambas circunstancias; y por no tener fabricantes proporcionados, esta manufactura tiene mayor precio que el que 28 Viant le señaló” .

La localización, entre la documentación conservada en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, del inventario de bienes realizado con motivo del fallecimiento de la esposa de don Antonio Viant, doña Magdalena Bruyzet, en Madrid en 1795, dejaba constancia en el apartado de deudas a favor del matrimonio de quiénes formaban parte de la clientela consumidora de los productos que el comerciante francés distribuía desde su casa-tienda, situada en el número 1 de la madrileña calle de la Montera29. Aparecen entradas a nombre de varones como el marqués de Monte León; el duque de Alba; el embajador de Malta; el marqués de Cogollado; el marqués de Ariza; el conde de Güemes; el marqués de Ovieco; el conde de Espilles; el marqués de Rivas; el mayordomo del conde de Revillagigedo; el director de la ópera, don Domingo Rossi; o de franceses como el parisino monsieur d´Enever o el lionés monsieur Guichard. Pero también créditos a nombre de mujeres, indicativos de la autonomía de aquéllas a la hora de adquirir bienes: La condesa de Gálvez; la marquesa de Teba; la dama de honor de la reina; la duquesa de Alba –en una entrada aparte de la correspondiente a su esposo-; la duquesa viuda de Osuna; la condesa de Benavente; la cómica conocida como “la Prado”; la condesa de Aliaga; la condesa de Ballencourt, la marquesa de Villadarias o la condesa del Xaruco30. En el caso de ambos sexos estos datos se tornan representativos del gusto por productos propiamente franceses, respondiendo a las modas que irradiaban desde el territorio vecino. Los testimonios relativos al fenómeno se sucedían. Se considera ilustrativa al respecto la visión aportada por el diplomático francés el barón de Bourgoing – primero, Secretario de la embajada de Francia en España (desde 1777) y después, embajador 27

Ibidem. fol. 90 Ibidem. fol. 89 29 Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, protocolo 20985, fols. 312 r. – 313 r. 30 Doña Teresa Montalvo O´Farrill, condesa del Xaruco, realizó un viaje por Europa antes de establecerse en España, procedente de su Cuba natal, pasando una temporada en París. Ver Gloria A. Franco Rubio: “Teresa Montalvo O´Farrill: una salonière criolla en la sociedad española finisecular”, en José Martínez Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (coords.): La Corte de los Borbones: Crisis del modelo cortesano, Vol. II, Madrid, Ediciones Polifemo, 2013, pp. 1259-1280 28

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(1791-1793) - que venía a corroborar la presencia de la moda francesa en la Península, particularmente en el ámbito de la vivienda: “Los fabricantes españoles se ingenian para servir el gusto más extendido y seguir las rápidas variaciones de la moda sin tener que recurrir a nuestras manufacturas, pero aún están lejos de conseguirlo. Las principales ciudades y la misma Corte lo reconocen tácitamente al recurrir a París y Lyon como a los verdaderos centros de donde emana la moda. En esto, como en muchas otras cosas, los españoles que afectan “buen tono” hacen justicia a la superioridad de algunas naciones extranjeras y toman de ellas lecciones de elegancia en más de un aspecto. En sus casas se sirve la mesa a la francesa; tienen cocineros y ayudas de cámara franceses; nuestras modistas se ocupan de vestir a sus mujeres, creando una escuela de buen gusto para las jóvenes españolas, que esperan poder reemplazar pronto a sus maestras. Los carruajes macizos y de líneas anticuadas desaparecen poco a poco y dejan paso a los coches a la inglesa y a la francesa, que desde hace algunos años se fabrican en Madrid y en otras grandes ciudades. El lujo de los tiros de caballos ha hecho también en poco tiempo rápidos progresos entre los españoles, quienes nada descuidan con tal de atraer a España a nuestros artesanos, fabricantes y artistas.Estos homenajes no se limitan a los objetos frívolos, sino que se extienden a casi todos los aspectos de la literatura francesa e inglesa. Los españoles traducen la mayor parte de los libros de estas dos naciones; obras de moral, de arte, de historia, novelas inclusive, y sobre 31 todo, muchos libros piadosos; en una palabra, todo aquello que la ortodoxia no repruebe” .

4. Epílogo Este texto propone, a través del planteamiento de una serie de ideas de carácter general, apoyadas en algunos estudios de casos concretos, un tema de investigación sobre el que se considera necesario continuar profundizando, si se desea acceder al conocimiento de la cultura material y las prácticas de vida desarrolladas en el marco de las viviendas por la sociedad española a finales de la época Moderna, y que servirán para sentar las bases de las formas que se consolidaron a lo largo del siglo XIX. Se trata de un período en el que la introducción de elementos foráneos jugó un papel relevante en la composición de las casas y los modos de vida llevados a cabo por parte de sus habitantes, en los que si no se repara, no habrá de ser posible comprender la vivienda como construcción sociocultural. De ahí nuestro interés por avanzar en el conocimiento de quiénes y cuáles fueron los canales transmisores que conectaron España y Francia, punto de partida fundamental para aproximarnos, en un estadio más avanzado de la investigación, a la propagación de los nuevos modelos dentro del conjunto de la sociedad.

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J. García Mercadal, Viajes de extranjeros por España y Portugal… Tomo III, Madrid, Aguilar, 1959, p. 997

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La proclamación regia de los primeros Borbones en la ciudad de Palencia: poder, símbolo y ceremonial The royal proclamation of the first Bourbons in the city of Palencia: power, symbols and ceremonials Diego QUIJADA ÁLAMO Universidad de Valladolid Resumen: La finalidad de este trabajo se centra en el análisis de las ceremonias de proclamación real que tuvieron lugar a lo largo del siglo XVIII en Palencia con motivo de la exaltación de los monarcas Borbones. El solemne ritual impuesto por la Corona trataba de asegurar la permanencia de su poder absolutista y la continuidad dinástica durante el Antiguo Régimen. La organización de estas celebraciones recaía principalmente en el Cabildo Municipal, aunque contaba con la participación de las diferentes instituciones y personajes de la ciudad. Palabras clave: proclamación, monarquía, Palencia, siglo XVIII, Borbones, fiesta pública.

Abstract: The aim of this article is to analyse the royal proclamation ceremonies which took place in Palencia during the 18th century in order to exalt Bourbon kings. The solemn ritual imposed by the Crown was an attempt to ensure not only the prevalence of its absolutist power but also a dynastic continuity during the Old Regime. The town council was mainly in charge of these celebrations, even though a number of local personalities and institutions were also involved. Keywords: proclamation, monarchy, Palencia, 18th century, Bourbons, public festivities.

1. Introducción Es sabido que a lo largo del siglo XVIII la monarquía borbónica acaparó gran poder en detrimento de otras formas políticas, cuyas características más apreciables se manifestaron, por un lado, en la centralización del Estado y, por otro, en la existencia de una figura regia con un marcado carácter absolutista. La pervivencia de este sistema estaba asegurada en caso del fallecimiento del rey a través de un complejo mecanismo que preveía el ascenso del legítimo heredero al trono reafirmando su autoridad. Estos acontecimientos, marcados por el devenir histórico político, distaban muy poco en el tiempo, pues la Corona debía resolver con el mayor apremio posible la sensación de inestabilidad que podía provocar la ausencia de su protector y señor natural en la mentalidad colectiva de los súbditos. Precisamente la ceremonia de proclamación del sucesor trataba de impedir la creación de un vacío de poder sirviendo de contrapeso para garantizar la secular continuidad y salvaguardar el orden en la propia línea sucesoria. En todo caso la defunción regia, solemnizada a través de la celebración de exequias, solía ser siempre una coyuntura especialmente difícil de solventar, más aun, tras el relevo dinástico producido en nuestra geografía en los albores de la centuria ilustrada. Por ello no es de extrañar que ante este hecho se pusiera en marcha el gran aparato burocrático para que en todos los rincones y confines del Reino se tuviera conocimiento de la luctuosa noticia y se celebrasen actos solemnes de proclamación del

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nuevo monarca, cuyos símbolos visibles eran un fiel reflejo de la manifestación del poder palatino. El aparato festivo de toda proclamación, acompañado de mensajes propagandísticos, constituyó un instrumento político fundamental que ratificaba la renovación del voto de fidelidad a la Corona1 y sentaba sus bases en la legitimación y exaltación de esta institución como manifestación indiscutible del poder absolutista establecido en el Antiguo Régimen. De igual modo la influencia paternalista en la relación rey-súbdito y una percepción icónica marcada por los sentimientos de solidaridad hacia el sucesor fueron dos de los componentes fundamentales en el acercamiento de la imagen real a los habitantes de una ciudad que aclamaba al nuevo soberano con expresiones de entusiasmo y consuelo2. Por otra parte, la política de los Borbones fortaleció el poder local acaparado por las élites urbanas a través de la venalidad de los oficios municipales3, práctica que ya habían generalizado los Habsburgo 4 , transformando estas festividades en la ocasión perfecta, hábilmente aprovechada por estas oligarquías (corregidor, Concejo, obispo y Cabildo catedralicio), para demostrar no solo su lealtad al monarca sino también para desplegar y exhibir su autoridad ante el pueblo. Sin embargo las relaciones de poder entre las principales instituciones pusieron de manifiesto el juego de tensiones existente y la expresión de la lucha por la supremacía en Palencia, urbe que en la práctica apenas se diferenciaba de otras ciudades de realengo a pesar de que mantuvo el señorío eclesiástico hasta el final de la Edad Moderna5. 2. La proclamación real: los episodios del ceremonial El ámbito que circunscribe la festividad pública suele distinguir dos categorías de festejos: las religiosas, que se rigen en función del calendario litúrgico, y las civiles. Bajo el epígrafe de estas últimas se hallan las celebraciones regias cuya finalidad reside en conmemorar ocasiones especiales como victorias militares, proclamaciones, entradas reales y principescas, nacimientos de infantes, matrimonios y exequias. De estas solemnidades, que eran muy numerosas, da cuenta el historiador Roberto J. López al ofrecer un valioso dato en el que expone que el setenta por ciento de las ceremonias contabilizadas entre 1700 y 1833 en Santiago de Compostela se realizaron para mayor gloria de la Corona, de la familia real y de sus actuaciones bélicas y políticas6.

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Mª Soledad Santos Arrebola, “Fiestas regias en Málaga: Proclamación de los Borbones durante el siglo XVIII”, en María José Pérez Álvarez, Alfredo Martín García (coords.), Campo y campesinos en la España Moderna; culturas políticas en el mundo hispano, León, Fundación Española de Historia Moderna, 2012, vol. 2, p. 1980. 2 Arturo Polanco Pérez, Miscelánea de la ciudad de Palencia en el siglo XVIII. Percepciones de una sociedad en cambio, Palencia, Diputación de Palencia, 2011, p. 89. 3 Jean-Pierre Amalric y Lucienne Domergue, La España de la Ilustración (1700-1833), Barcelona, Crítica, 2001, p. 64. 4 Alberto Marcos Martín, “Poder real, poderes locales y oligarquías urbanas en Castilla durante los siglos XVI y XVII”, en Marco Cattini, Marzio A. Romani y José M. de Bernardo Ares (a cura di), Per una Storia sociale del Politico. Ceti dirigenti urbani italiani e spagnoli nei secoli XVI-XVIII, Roma, Bulzoni, 2005, pp. 23-46. 5 Antonio Cabeza Rodríguez, “La diócesis de Palencia en la Época Moderna”, en Teófanes Egido López (coord.), La Historia de las diócesis españolas, Madrid, BAC, 2004, vol. 19, p. 61. 6 Roberto J. López López, Ceremonia y poder a finales del Antiguo Régimen. Galicia 1700-1833, Santiago, Servicio de publicaciones de la Universidad de Santiago de Compostela, 1995, pp. 35-36.

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Las proclamaciones regias, al igual que los funerales por la muerte de un rey7, seguían un guión cuidadosamente estudiado que partía de los precedentes e imitaba aquellos modelos históricos que habían antecedido en el tiempo, configurándose todo un género ceremonial con el que, indudablemente, se buscaba amplificar los efectos de todas las celebraciones públicas. Cada ocasión contaba con una función propia en la que lo importante no era tanto una descripción puntillista de lo que en un determinado momento se hizo para festejar un evento, sino cómo se ordenaba y ejecutaba por parte de las diferentes instituciones que ostentaban el poder en la ciudad. El análisis de estas ceremonias, como sugiere Francisco José Aranda, sirve también para medir las relaciones entre los poderes urbanos y el poder real en orden a conocer el mayor o menor protagonismo político de los unos y del otro8. Antes de analizar las características y episodios de toda proclamación es necesario diferenciar dos términos que aparecen indisolublemente unidos a este tipo de manifestaciones políticas. Por un lado, está la ceremonia o acto oficial y solemne protagonizado por las oligarquías de la ciudad donde el pueblo interviene meramente como espectador. Y por otro lado, los festejos, destinados fundamentalmente al estamento popular, cuyo concepto más amplio se extiende a toda la población al hacerla partícipe en los entretenimientos más lúdicos y divertidos. Así pues, los actos se ponían en marcha tras conocerse la noticia mediante la cédula real que enviaba la Corte a las ciudades y villas. En algunos casos, como sucedió en la exaltación de Carlos III, era la reina gobernadora quien ordenaba “executar la Real Proclamacion con la obstentacion y seriedad devida”9. Leída la carta, el Regimiento nombraba una comisión encargada de organizar los preparativos que, por otra parte, suponían un desembolso importante para el Cabildo Municipal cuya principal fuente de financiación radicaba en los bienes de propios. En ocasiones los gastos generados tras los festejos acarrearon graves consecuencias económicas que se dejaron sentir en el erario público de la ciudad como sucedió especialmente con la proclamación de Carlos IV en Palencia. Uno de los actos de mayor tradición en el boato de este ceremonial y sin duda el elemento central de toda proclamación estaba constituido por el levantamiento o tremolación del pendón real, que constituía un reconocimiento público y colectivo de la autoridad del nuevo monarca10. Por ello, en este “acto tan grave y solemne no podia faltar circunstancia alguna de condecoracion que desdixese al amor, lealtad y fidelidad con que la Ciudad”11 se adhería a la Corona. Su desempeño solía estar vinculado a las casas nobiliarias pero correspondía a la corporación municipal la tarea de elegir la persona que debía enarbolar el estandarte. A través de una votación secreta mediante el sistema de habas se buscaba el candidato más idóneo. El regidor que llevaba aparejado 7

Para el tema de las exequias regias en la ciudad de Palencia puede verse: Diego Quijada Álamo, “La muerte del rey. Honras fúnebres reales en la ciudad de Palencia en el siglo XVIII”, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses. Academia Palentina de Historia, Letras y Bellas Artes, 84 (2013), pp. 137-163. También de este mismo autor: “El Cabildo de la Iglesia catedral de Palencia: canónigos y predicadores del sermón fúnebre regio durante el Setecientos”, Estudios Humanísticos. Historia, 13 (2014), pp. 97-121. 8 Francisco José Aranda Pérez, “Mecanismos y fuentes de la representación del poder de las oligarquías urbanas”, en Francisco J. Aranda Pérez (coord.), Poderes intermedios, poderes interpuestos. Sociedad y oligarquías en la España Moderna, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 1999, p. 160. 9 Archivo Municipal de Palencia [AMP], actas municipales, 19 de septiembre de 1759, f. 158. 10 Mª Soledad Santos Arrebola, “Fiestas regias en Málaga…”, p. 1981. 11 AMP, actas municipales, 3 de enero de 1789, f. 6.

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el oficio de alférez mayor era quien normalmente ejercitaba este honroso –y siempre deseado– cometido, con la cautelosa advertencia de que “el pendon Real (…) se le entregava con el debido rrespeto y acatamiento para efecto de que por esta ziudad le arbolase en las partes mas publicas de ella en nombre del Rey”12. El siguiente paso a seguir tenía como objetivo la confección del propio pendón que, por lo común, no solía ser utilizado de una vez para otra. Durante el siglo XVIII se empleó seda o damasco carmesí de unas tres varas y media de ancho y largo con los escudos de armas de Castilla y de León en ambos lados, así como el Toisón 13 . Asimismo se encargaba a un pintor la ejecución de los retratos del monarca y su esposa que debían presidir el balcón del Ayuntamiento, la torre de la catedral y la plaza Mayor. Para la construcción de los palenques y tablados era habitual que se eligieran los edificios y lugares más representativos del poder civil y religioso, pues ante todo la Ciudad debía “procurar ser la primera como lo es en su lealtad y nobleza” 14. Por esta razón la plaza Mayor, la Catedral y el Concejo palentino, cuya sede estaba radicada en el llamado Peso de los Cuatro Cantones –núcleo principal de la ciudad que contaba también con la casa de Corregimiento, la sede del Real Adelantamiento de Campos y la Cárcel Real y vivienda del alcaide–15, adquirían mayor simbolismo en los actos públicos de homenaje tributados al nuevo monarca. Todas estas prácticas se encuadraban en una procesión que recibía el nombre de cortejo de proclamación. Esta comitiva, que partía y finalizaba en las Casas del Ayuntamiento, estaba integrada por el corregidor, los regidores del Municipio, el procurador síndico general, el alférez mayor, el secretario de acuerdos, los escribanos, los porteros, los maceros, los alguaciles, los clarineros, los timbaleros y los reyes de armas, quienes portaban las coronas y los cetros dorados, símbolos por excelencia del poder regio. Finalizada la procesión, el pendón volvía al consistorio para ser exhibido durante varios días en los balcones del edificio municipal desde donde se arrojaban monedas de plata al pueblo. A la festividad civil se sumaba además una solemne función litúrgica, cuya misa solía presidir el obispo de la diócesis en la seo que Palencia dedica a su patrono san Antolín. En las jornadas posteriores a la tremolación del pendón se organizaban actividades para el divertimento en las que participaba toda la población a fin de que estos olvidaran momentáneamente su cotidianidad fascinados por el “espectáculo maravilloso del Barroco, del artificio y de la simulación” 16 : desfiles de máscaras y mojigangas de disfraces grotescos, carrozas, comedias, comparsas, bailes, corridas de toros, música, escenificaciones ecuestres, luminarias y fuegos artificiales y un sinfín de entretenimientos variados. Vecinos y moradores inundaban las calles de una urbe engalanada, inmersos en un ambiente sugestivo, lleno de vibraciones y de emoción. A continuación mostramos las diversas ceremonias de proclamación de los reyes de España que tuvieron lugar en la ciudad de Palencia en el siglo XVIII.

12

Ibidem, 2 de diciembre de 1700, f. 161. Margarita Torremocha Hernández, “Diversiones y fiestas en Valladolid durante el Antiguo Régimen”, Valladolid, historia de una ciudad (la ciudad moderna), Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, 1999, vol. II, pp. 503-504. 14 AMP, actas municipales, 1 de diciembre de 1700, f. 157. 15 José Luis Sánchez García, Las calles de Palencia, Palencia, Cálamo, 1997, pp. 59-62. 16 Eliseo Serrano Martín, “La lealtad triunfante: fiesta, política y sociedad en España en la primera mitad del siglo XVIII” en Margarita Torrione (ed.), España festejante: el siglo XVIII, Málaga, Diputación de Málaga, 2000, p. 30. 13

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2.1. El inicio de una nueva dinastía: Felipe V y el efímero reinado de Luis I Al igual que acaeció en otros acontecimientos regios similares, los regidores acudieron a las actas municipales para ver cuál fue el modo de proceder en ocasiones anteriores. Para la proclamación del soberano que inauguraba la nueva dinastía en 1700 examinaron el libro de acuerdo de 1598 en el que se aclamaba a Felipe III tras la muerte de su augusto padre. No obstante surgieron discrepancias en la forma de realizar dicha procesión motivada por la postura de algunos regidores que vacilaban si hacerla a pie o a caballo. Pronto esclarecieron sus dudas al ver que en “la villa de Madrid y ciudades de Toledo y Valladolid se [había] ejecutado a cavallo”17. El cortejo de proclamación dio salida del edificio del Cabildo Municipal en dirección a la plaza Mayor donde iba a tener lugar el primero y más importante de los actos. Allí, próximo a los balcones, se hallaba dispuesto el tablado, decorado con rico dosel, al cual debían subir los cuatro reyes de armas situándose en cada una de las esquinas. El resto de ilustres hombres se colocaba siguiendo un riguroso orden debajo del dosel. A la derecha del alférez se situaba el corregidor y a su lado izquierdo el caballero regidor de mayor antigüedad. Estando en esta forma dispuestos y habiendo concurrido gran cantidad de vecinos, uno de los reyes de armas exclamaba en altas voces: “silencio, silencio, silencio”. Después otro proseguía: “oíd, oíd, oíd”, y acto seguido el alférez mayor tremolaba el pendón a la vez que pronunciaba decididamente las palabras: “Castilla, Castilla, Castilla por el Católico Rey Don Felipe V, nuestro Señor”. La alegre y unísona respuesta del pueblo con las mayores expresiones de júbilo no se hacía esperar: “viva, viva, viva”. Idénticas ceremonias se repetían en los Cuatro Cantones y en la plaza de la catedral 18 . La votación municipal llevada a cabo con motivo de esta aclamación había encumbrado a don Gaspar de Venegas al desempeño de hacer ondear el pendón. Al finalizar la procesión la comitiva regresaba a las Casas del Ayuntamiento donde el alférez devolvía el real estandarte al corregidor en un acto cargado de simbolismo que dejaba patente la obediencia al poder regio depositado por el monarca en la persona de este magistrado. Finalizadas las celebraciones y festejos populares, de cuya existencia nada mencionan las actas en esta ocasión –ausencia, quizá, motivada por el luto marcado por las exequias que se llevaron a cabo por Carlos II el día siguiente a la exaltación de Felipe V–, la ciudad volvía a la normalidad. Pero esta vez no habían transcurrido varios días cuando el deán del Cabildo Catedral dio cuenta de la noticia de la inminente llegada del monarca francés a los reinos peninsulares a su paso por la provincia palentina en dirección a la Corte: “corrian voces ciertas de que el segundo Nieto del Rey de Francia avia salido para Madrid y que su viaxe se dirigia por la ciudad de Burgos y llegaria a passar por Torquemada y otros lugares del Obispado”19. Ante este inesperado suceso las autoridades civiles y eclesiásticas deliberaron sobre el modo de recibirle, pues no era habitual que la presencia física de un monarca coincidiera –aunque no por pocos días– casualmente con las festividades de su entronización. La siguiente exaltación al trono llegó cuando Felipe V, cansado de las tareas de gobierno y aquejado, quizá, de una profunda melancolía, firmó en 1724 un decreto por el que abdicaba a favor de su primogénito, Luis I, quien apenas reinó siete meses debido 17

AMP, actas municipales, 1 de diciembre de 1700, f. 157v. El proceso de proclamación de Felipe V en Palencia se puede constatar en: AMP, actas municipales, 2 de diciembre de 1700, f. 161 y ss. y Esteban Ortega Gato, “Palencia en la Guerra de Sucesión”, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 10 (1953), p. 18. 19 Archivo de la Catedral de Palencia, asiento capitular de 15 de diciembre de 1700, f. 216. 18

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a su prematura muerte. Por este motivo los regidores palentinos, en consonancia con las disposiciones reales y el modelo de ceremonial establecido, revisaron las cartas escritas enviadas desde los Cabildos municipales de Burgos, Valladolid y Toro “en punto de ver como se hace la proclamacion en dichas ziudades”20. El 25 de marzo dio comienzo la solemne ceremonia de proclamación del joven Luis I. El tañido incesante de las campanas de todas las iglesias y conventos de la ciudad servía como reclamo para una población que debía estar preparada para un acontecimiento de estas características. A tenor de lo que expresan las actas municipales, el cortejo de proclamación, mucho más nutrido en esta ocasión, estaba integrado, además de los ya citados personajes, por los escribanos que iban en “sus caballos formados en dos filas por sus antiguedades con casacas negras a lo militar de paño mui fino, sombreros de pluma, broches y lazos de diamantes y otras piedras (…) y ricas joias”21, seguidos por cien hombres “escojidos del primer grado de los del vatallon de Ynbalidos que rresiden en esta ciudad vestidos con gran dezencia y amunizionados (…) para apartar y sosegar el bullicio”22 que se había formado en los alrededores. Este batallón y el resto del cuerpo –nada menos que mil cuatrocientos hombres– conformaban la retaguardia de la comitiva e “yban a pie por no aver avido forma de cavallos para todos”23. El acto de tremolación del pendón, a cargo de don Andrés Sánchez Girón, se repitió de forma idéntica en los tres lugares ya señalados con la correspondiente salva disparada por los fusiles de la Compañía de Granaderos. Llegada la noche, las principales calles y plazas se iluminaban con hachas de cera colocadas en los balcones y ventanas, y una multitud de hogueras, cuyos rescoldos ardían vigorosamente hasta el amanecer, irradiaban calor y luz a cuantos moradores allí se congregaban. 2.2. Tensiones y conflictos en la exaltación de Fernando VI: la otra cara de la fiesta La proclamación que se hizo en la capital del Carrión por Fernando VI en septiembre de 1746 tenía lugar justo un mes después de celebrar las honras fúnebres de su progenitor. Estas festividades, que constituían una “verdadera explosión de barroquismo” 24 , arrancaron el día 24 con el inicio de tan deseada función musical, repique general de campanas y diversidad de fuegos artificiales. Fueron muchas las actividades que se sucedieron en las jornadas consecutivas en las que a menudo participaban los gremios de la ciudad. Una de las propuestas elaborada en sesión municipal recogía la celebración de una comedia destinada al estamento popular, “la que a de rrepresentar la Compañia de Comicos que rreside en esta Ciudad”, así como una “mogiganga que tiene prevenida el gremio de estameneros (…) y el festejo del victor por el Gremio de fabricantes de baietas y cobertores”25. Sin embargo no todo fueron alegrías y regocijos con motivo de esta proclamación, pues en su seno se originó uno de los mayores desencuentros habido en mucho tiempo entre dos instituciones. Tal y como explica R. J. López, las causas desencadenantes de estos problemas pueden resumirse en dos, las derivadas de la organización y desarrollo de las ceremonias y las cuestiones relativas al 20

AMP, actas municipales, 12 de febrero de 1724, f. 18v. AMP, actas municipales, 27 de marzo de 1724, f. 61. Forma y horden en que se ejecuto en esta Ziudad la proclamacion de Su Magestad (que Dios guarde) el Sr. Don Luis 1º. 22 Idem. 23 Ibidem, f. 61v. 24 Andrés Sarriá Muñoz, “Los aspectos económicos de las celebraciones públicas en Málaga durante el siglo XVIII”, Isla de Arriarán, 6 (1995), p. 301. 25 AMP, actas municipales, 9 de septiembre de 1746, f. 176 y 177. 21

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protocolo26. Se trataba de evidenciar los derechos y preeminencias de una corporación sobre otra. En esta ocasión las partes litigantes estaban conformadas por el obispo y el Concejo. Detrás de todo estaba en juego no solo la defensa de la etiqueta, sino también el mantenimiento de las cotas de participación de cada institución en su papel de exaltación de la monarquía. No era la primera vez que sucedía un incidente en el transcurso del pontificado de don José Ignacio Rodríguez Cornejo (1745-1750) al frente de los designios espirituales de Palencia. Durante este breve periodo la corporación concejil expresó de forma continuada su descontento y malestar hacia las formas de proceder y la actitud que mantuvo el prelado en los diversos actos de adhesión a la monarquía efectuados en 1746. El memorial presentado por los regidores manifestaba la contrariedad del Municipio y dejaba constancia de las diferentes ofensas acaecidas en el intervalo de las jornadas festivas. Fijada la fecha de la exaltación, la comitiva municipal tuvo a bien informar al prelado, en aras de una temprana reconciliación, del itinerario del cortejo cuyo recorrido iba a discurrir por delante de su palacio, motivo que debió agradarle sumamente. Al mismo tiempo gestó la idea de colocar un dosel en el balcón de su residencia, sobre las puertas principales. No en vano los regidores desaconsejaron tal ocurrencia subrayando que no era “dezente a la authoridad del Real estandarte poner Dosel no teniendo retrato de la persona Real”27. El monarca era, pues, la imagen que todo lo personificaba y su retrato se convirtió en el sustituto perfecto de la representación simbólica cuyo eje principal giraba en torno al ceremonial de exaltación al trono28. Finalmente el obispo se las ingenió para proseguir en su empeño haciendo caso omiso de la advertencia. Cuando el cortejo de proclamación llegó a la altura del palacio episcopal pudieron contemplar con estupor el dosel colgante sin el retrato de los monarcas, y hallaron, lo que fue aun más insultante, al mitrado sentado, flanqueado por dos señores dignidades, arcedianos de Palencia y Campos respectivamente, con sus sombreros puestos cuando lo lógico hubiera sido mantenerse en pie con las cabezas descubiertas ante el paso de la insignia monárquica. Los regidores protestaron enérgicamente e insinuaron que los tres eclesiásticos no tuvieron la menor intención de levantarse de sus asientos hasta ver pasar a los últimos caballeros capitulares de la comitiva con el estandarte alzado cuando, forzosamente, no les quedaba más remedio, poniendo a la Ciudad en la “contingencia de algun alboroto segun el crezido concurso que havia concurrido de toda la Probincia, que precisamente ubiera suzedido si el respeto del Real estandarte que llebabamos no ubiera contenido nuestros animos”29 . Ánimos que se caldearían aun más tras el acto de proclamación que se efectuó en la plaza Mayor donde el caballero regidor decano don Manuel de Solórzano tremoló el pendón en presencia de los retratos de Fernando VI y Bárbara de Braganza30 cuando, hallándose la comunidad municipal con todo el pueblo regocijando tan majestuosa función, irrumpió el obispo en la plaza por delante de los retratos y estandarte con su carruaje. Aunque los regidores pudieron “suplir tanto desaire aogandole en sus

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R. J. López López, Ceremonia y poder…, p. 48. AMP, actas municipales, 1 de octubre de 1746, f. 197. 28 Rosario Camacho Martínez, “Fiestas por la proclamación de Carlos IV en algunas ciudades andaluzas” en M. Torrione (ed.), España festejante…, p. 497. 29 AMP, actas municipales, 1 de octubre de 1746, f. 197v. 30 Para la ceremonia de proclamación de Fernando VI en Palencia, véase también A. Polanco Pérez, Miscelánea…, pp. 89-92. 27

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pechos”31, la irritación alcanzó su punto más álgido. Estaba claro que el prelado había incurrido en una desleal y grave ofensa a la corporación municipal, y lo que es peor, a la Corona. Finalmente la intervención del corregidor resultó decisiva para apaciguar la situación de conflicto. 2.3. Las últimas proclamaciones de la centuria: Carlos III y Carlos IV Idénticas ceremonias se vivieron en Palencia en octubre de 1759 con la aclamación de Carlos III, aunque relatadas con menor número de detalles que las de sus predecesores. Una serie de contratiempos provocaron el retraso de la proclamación hasta el 15 de octubre, día que salió el cortejo por las calles de la ciudad con las autoridades locales a lomos de caballos y con la asistencia de la tropa de Milicias, siguiendo el mismo modelo que pusieron en práctica los capitulares en 1746 con motivo de la entronización de Fernando VI. El tipo de vestido y prendas que habían de lucir los regidores en esta ceremonia, rigurosamente estipulado a través de las disposiciones promulgadas por los monarcas, contemplaba el uso de casaca y calzón con chupas de color, medias blancas y sombrero de plumaje blanco o en su defecto, sombrero llano con joya. Las actas revelan que la designación de la persona encargada de enarbolar el pendón fue algo contradictoria. En un primer momento la corporación municipal acordó nemine discrepante –por unanimidad– que dicha misión fuese encomendada a don Pedro Antonio Vélez Ladrón de Guevara, conde de Canillas, regidor decano del Concejo palentino y residente en Valladolid. Sin embargo sabemos que ese mismo año el cargo de alférez mayor era ejercido por el regidor don Clemente Agustín quien no tardó en manifestar su descontento que, dicho sea de paso, de poco sirvió. Por otra parte, destaca la actuación del nuevo prelado, don Andrés de Bustamante (1750-1764), de talante más conciliador, que no caería en el mismo error que su predecesor en la diócesis, cuidándose celosamente de colocar los retratos de los reyes en el dosel del balcón de su palacio haciendo “por esta vez lo mismo que la Ciudad previene (…) y guardando consequencia con mis deseos de paz [para] que la funcion de proclamación se haga en lo que a mi toca con todo sosiego”32. En estas fiestas participaron activamente varios gremios de la ciudad, entre los que citamos el de sastres, maestros de obra prima, estameñeros y fabricantes de bayetas y cobertores, este último también llamado “gremio de la lana” porque hacía mención a la relevancia del sector textil en Palencia, como recoge Eugenio Larruga33. También esta ocasión contó con multitud de diversiones dirigidas al entretenimiento del pueblo: se construyeron carrozas ricamente decoradas para los desfiles, se organizaron bailes y comedias, etc. Entre las propuestas municipales, los caballeros regidores acordaron iluminar la plaza Mayor la noche de la jornada de proclamación, quemar un “castillo de fuego sumptuoso”34 y lanzar cohetes de mano y otros “artificios de pólvora” para mayor júbilo del pueblo. Pero quizá los espectáculos más frecuentes y demandados eran los regocijos taurinos, una afición que atraía a un amplio sector de la población que abarcaba desde la nobleza a las clases populares. Con motivo tan especial no podía 31

AMP, actas municipales, 1 de octubre de 1746, f. 198. Carta del obispo Andrés de Bustamante al Cabildo Municipal. Ibidem, 15 de octubre de 1759, f. 177r y 177v. 33 Eugenio Larruga Boneta, Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España… Manufacturas de la provincia de Palencia, (Madrid, 1794), Palencia, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1987, p. 286. 34 AMP, actas municipales, 19 de septiembre de 1759, f. 158. 32

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faltar actividad tan recreativa, pues “parecia muy propio de la authoridad de la Ciudad [que] añadiese dos corridas de toros de a diez cada una”35. Tras la muerte de Carlos III acaecida el 13 de diciembre de 1788, su hijo Carlos IV fue aclamado nuevo rey y por unas horas Palencia volvió a revestirse de alegría y colorido. De este modo el espacio de la urbe sufría una importante transformación, pues sus calles eran limpiadas, sus fuentes reparadas y sus edificios maquillados y adornados para dar comienzo a una de las ceremonias de mayor trascendencia de la realeza36. En enero de 1789 los regidores eligieron al marqués de los Trujillos para tremolar el estandarte regio en la ceremonia de exaltación que tendría lugar el 19 de abril. Sin embargo, el agraciado tuvo que declinar la propuesta por una enfermedad que él mismo se encargó de probar mediante una carta enviada desde su residencia en Granada en la que exponía la gran penalidad padecida a causa de la gota que le había dejado postrado en la cama durante todo el invierno. Tras su renuncia el Municipio procedió a celebrar una nueva elección en favor de Cristóbal Ramírez y Cotes, capitular de voz y voto en las reales Cortes. La Cuaresma fue otro de los obstáculos que dilató la fecha de la proclamación, cuya preocupación manifestaron los regidores, conscientes de que Palencia era “una de las ultimas [ciudades] de Castilla la Viexa”37 donde aun no se había conmemorado este magnífico acto. A diferencia de anteriores proclamaciones, la de Carlos IV apenas revistió suntuosidad38 pues sabido era que el erario municipal no atravesaba uno de sus mejores momentos, atendiendo “a la moderada pompa que permite la decadencia de los fondos publicos de esta Ciudad y la falta de sobrante (…) en el Arca de Propios y Arvitrios”39. Sin embargo, disponemos de la minuciosa descripción de los espectáculos que, pese a la precariedad mencionada, se pusieron en práctica durante los tres días siguientes a la proclamación, la mayoría organizados por los gremios más destacados de la ciudad, sobresaliendo los siguientes: funciones de parejas con juegos de sortija, cintas, cabezas y estafermos; bailes y comparsas con tarjetas talladas y doradas con el busto del monarca; una representación cuyo tema exponía la conquista del castillo de Mahón – arrebatada a los ingleses siete años antes por una escuadra hispano-francesa–, y otra que mostraba dos fragatas con sus botes “que se vatieron con destreza quedando triunfante la española”40; jeroglíficos que mostraban las gloriosas conquistas nacionales; diversas escenificaciones donde varias personas esgrimían sus espadas vitoreando incesantemente al soberano, etc. Y como broche que ponía fin a los alborozos, se celebró un “brillante” baile que organizó el comandante y la oficialidad del Regimiento

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AMP, actas municipales, 10 de septiembre de 1759, f. 155v. Inmaculada Rodríguez Moya, “La ciudad como espacio de celebración nupcial en la España de los siglos XVI y XVII”, en Felipe Serrano Estrella (coord.), Docta Minerva. Homenaje a la profesora Luz de Ulierte Vázquez, Jaén, Universidad de Jaén, 2011, p. 312. 37 AMP, actas municipales, 7 de marzo de 1789, f. 75. 38 El desembolso total de este acontecimiento según la minuta fue de dos mil quinientos ocho reales y veintitrés maravedíes. AMP, Hacienda, Tesorería, cuentas de propios y arbitrios, 27 de julio de 1789, caja 541, leg. 18, s. f. En el extremo opuesto nos encontramos la ciudad de Málaga donde las fiestas por la proclamación de Carlos IV revistieron de gran brillantez y esplendor alcanzando la desorbitada cifra de 127.895 reales. José Miguel Morales Folguera, La Málaga de los Borbones, Málaga, Imprenta Montes, 1986, pp. 147-149. 39 AMP, actas municipales, 6 de febrero de 1789, f. 45. 40 AMP, actas municipales, 4 de mayo de 1789, f. 120. 36

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de América, quedando patente la imagen de un pueblo “que da las mas vivas pruebas de su amor, jubilo y regocijo por su Rey”41. 3. Conclusiones La proclamación de los reyes fue una ceremonia de participación obligada. Esta imposición venía marcada por la cédula real, cuya finalidad era salvaguardar la permanencia del poder político y social a través del tiempo para garantizar el orden establecido. Al enarbolar el pendón real, el acto más importante que formaba parte del aparato protocolario, los súbditos tributaban un homenaje de lealtad y obediencia a la autoridad regia. La anteposición de la fecha de proclamación a los funerales del monarca predecesor responde a la necesidad de la Corona de eliminar el sentimiento de orfandad que generaba en la población para asegurar la continuidad dinástica. Este fue el caso de las exaltaciones regias de Felipe V y Carlos III en Palencia, pues la del primer Borbón fue practicada el 2 de diciembre de 1700, el día previo a las honras por el último monarca Habsburgo, y la de Carlos III tuvo lugar en octubre de 1759, es decir, casi mes y medio antes de que se solemnizaran los funerales de Fernando VI. No hay duda de que la pronta entronización del primero radica en la idea de legitimación y consolidación de una nueva dinastía en España que peligraba ante la inminente guerra civil y los recelos de la Casa de Austria. El caso inverso viene representado de la mano de Fernando VI y Carlos IV, cuyas proclamaciones fueron realizadas con posterioridad a las ceremonias fúnebres. Un mes transcurrió entre la celebración de las exequias de Felipe V y el acceso al trono de Fernando VI, el 26 de septiembre de 1746, y tres meses exactamente mediaron entre las luctuosas ceremonias de Carlos III, en enero de 1789, y la aclamación de su hijo Carlos IV, en el mes de abril. Solo el caso de Luis I escapa a esta tendencia ya que su coronación se produce en vida de su padre, antecesor directo en el trono. Los fuertes arraigos y permanencias de la mentalidad colectiva condicionaron frecuentemente las pautas de un ceremonial basado en la repetición e imitación del modelo, la meticulosidad del protocolo y su ejecución por parte del Concejo y en la homogeneidad de las características celebrativas. Asimismo estas actividades rituales, sazonadas con palabras propias del lenguaje barroco de la época, encerraban gran contenido simbólico y representativo, cuyos recursos escenográficos constituían la coyuntura perfecta de controlar al pueblo y denotaban la magnificencia y poderío de la institución que los ponía en práctica.

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Ibidem, f. 119v.

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Los ceramistas de Barcelona en un contexto de crisis Barcelona potters in crisis Isaac GARCÍA-OSES Universitat de Barcelona

Resumen: La cerámica participaba de manera activa en los intercambios comerciales que se producían en Barcelona, centro comercial de Cataluña en Época Moderna por antonomasia. La Ciudad Condal era un lugar de intercambio de productos, de productores y de materias primas. Los artefactos que se han localizado en Barcelona provienen de regiones septentrionales de Italia, del sur de Francia, del Rin, de Holanda, de Inglaterra e incluso de China. Una situación que pone de manifiesto la internacionalización del Mediterráneo en el siglo XVII. La llegada de estas producciones despertó el ingenio del gremio de alfareros, aprovechando para imitar el estilo decorativo y la técnica, con más tino en unos casos que en otros. De manera que, aunque la cerámica barcelonesa no pudiese competir a nivel técnico ni artístico con las importadas, sí podía competir con el precio de estos productos en el mercado local. En definitiva, la importación y la exportación de productos tan cotidianos como los utensilios cerámicos pueden permitir aproximarnos a la difusión de la cultura y también de la técnica. Palabras clave. Barcelona, mercado de la cerámica, alfareros, imitaciones, cultura, técnica Abstract: Pottery played an active role in commercial activities in the city of Barcelona, the Catalan trade centre par excellence during Modern history. In the Ciudad Condal were concentrated all sorts of exchanges, not only of artefacts and primary resources, but also of producers. The artefacts found in Barcelona arrived from northern Italy, southern France, the Rhine area, the Netherlands, England and even as far as China. The heterogeneous nature of these products proves the interconnectivity of the Mediterranean in the 17th century. The arrival of these products facilitated some sort of decorative and technical experimentation among the craftsmen, trying to imitate, with different degrees of success, those other artefacts coming from abroad. Notwithstanding the poor quality of the pottery produced in Barcelona, which could not compete with the imported models in artistic and technical grounds, these imitations did compete at a price level in the local market. To conclude, both the importation and exportation of everyday objects such as ceramic vessels may give us some information on the diffusion of techniques and also of cultural practices. Keywords: Barcelona, pottery market, pottery craftsmen, imitations, cultural practices, diffusion of technic



El presente trabajo forma parte del proyecto de tesis doctoral financiado con un contrato predoctoral de Formación del Profesorado Universitario (FPU13/02080), del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que se inserta en el marco del proyecto «La red urbana catalana y las relaciones transpirenaicas en los siglos XVII y XVIII» (HAR2010-32655), financiado por el Ministerio de Econmía y Competitividad. Además, se ha desarrollado dentro del grupo de investigación consolidado «Grup d’Estudis d’Història del Mediterrani Occidental. Societat, poder i cultura a l’època moderna (GEHMO)» (2014SGR173), financiado por la Generalitat de Catalunya.

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1. Introducción Barcelona es el centro comercial de Cataluña en época moderna por antonomasia. Al ser un punto neurálgico de la actividad comercial del Mediterráneo occidental, se han localizado en Barcelona grandes cantidades de fragmentos de producciones cerámicas autóctonas y también foráneas, evidentemente fruto de la importación. Cronológicamente, el estudio que presento abarca el siglo XVII, aunque serán necesarias las incursiones en los últimos años del Quinientos y en los primeros del Setecientos. Una centuria marcada por el apogeo del crecimiento económico en Cataluña, pero también para la recesión y la crisis generalizada entre 1630 y principios del último tercio del siglo1. Es precisamente en esos momentos de expansión económica cuando se observan los flujos de importación de cerámica italiana con más fuerza en Barcelona. Pero antes de llegar al siglo XVII se hace necesario exponer someramente los precedentes de la producción cerámica en Barcelona, su fama y su devenir desde el siglo XIII. La presencia de cerámicas de diferentes puntos de Europa e incluso del Extremo Oriente sirve como punto de partida para analizar la situación de Barcelona como centro del mercado cerámico del Mediterráneo occidental durante el periodo de crisis del siglo XVII. Evidentemente, sin restos cerámicos no podría hacerse una idea previa del movimiento de mercancías en el puerto de Barcelona. Estos artefactos, localizados en yacimientos de la ciudad debidamente datados y contextualizados, han permitido establecer la horquilla cronológica. Pero al tratarse de un estudio histórico, que no arqueológico, ha sido necesaria la consulta de documentación de los siglos XVI y XVII, que ha permitido esbozar los gustos cerámicos de los barceloneses y también la preocupación de los artesanos por la intromisión de producciones foráneas en el mercado local. Como apunte, cabe decir que este estudio debe enmarcarse en un proyecto de mayor envergadura que el de esta presentación. Este estudio es un primer esbozo del apartado dedicado a las relaciones económicas y culturales de la tesis doctoral que estoy realizando sobre los gremios cerámicos de Barcelona en época moderna, dirigida por los Dres. Jaume Dantí y Jaume Buxeda, historiador y arqueólogo respectivamente. 2. La cerámica barcelonesa Los ceramistas de Barcelona experimentaron una génesis tardía para el mundo de los gremios hispanos y europeos. Aunque la producción cerámica es de las prácticas más antiguas –en tanto que necesarios sus utensilios para cocinar, almacenar, transportar, construir y decorar–, no es hasta el siglo XIII que podríamos tener las primeras noticias de artesanos ceramistas en el gobierno municipal. Tradicionalmente se ha considerado que los ceramistas estaban presentes con dos escaños en el consistorio municipal cuando éste se fundó, allá por el 1257, en tiempos del rey Jaime I 2 . Digo tradicionalmente, porque recientemente algunos estudiosos han considerado que los dos olleros que formaban parte del Común no eran tales del todo. El oficio podría haberse utilizado como un distintivo de los alfareros en general de la ciudad, 1

Jaume Dantí i Riu, “El govern de la ciutat de Barcelona a l’època moderna: estabilitat institucional, dificultats financeres i relació amb el poder reial”, Barcelona Quaderns d’Història, 5 (2001), pp. 128. 2 Antoni de Capmany, Memorias históricas sobre la marina, comercio y artes de la Antigua Ciudad de Barcelona, Madrid, Imp. Antonio de Sancha, 1779, vol. I, 3ª parte, p. 70.

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independientemente que su oficio real fuese el de hacer ollas3. Y dado que no hay más documentación municipal al respecto con la que poder contrastar, debemos tomarlo como una afirmación sujeta a posibles matices durante el devenir de la investigación. A nivel arqueológico es precisamente durante el siglo XIII y principios del siglo XIV cuando se experimenta una diversificación de la producción. Si recordamos el contexto general, la Corona de Aragón está en plena expansión por el Mediterráneo. Las incorporaciones de Valencia y de Mallorca a la corona contribuyeron al desarrollo de la producción y la expansión comercial, garantizando así un contexto económico favorable. Unos momentos que se han denominado como de “revolución comercial” y que caracterizaron la economía del Mediterráneo occidental, como también de los países del norte de Europa4. Podemos establecer, pues, que el desarrollo del comercio fomentó la especialización de la producción y que la organización del trabajo se fue estructurando, siendo el modelo de la jerarquía y del desarrollo de los oficios para épocas posteriores. La primera mitad del siglo XIV fue el momento de máxima expansión comercial para Barcelona y de la especialización de los diferentes grupos artesanales, entre ellos los ceramistas, que todavía no estaban organizados en gremio o cofradía. Es durante el siglo XIV cuando la producción legislativa por parte del consistorio barcelonés es más fecunda con relación a la calidad de los productos cerámicos, estableciéndose, por ejemplo, que cada maestro debía marcar con su sello personal las piezas que producía, asegurando así que estaban hechas con buena arcilla y que la calidad de la pieza garantizaba la protección del contenido5. No fue hasta el 1 de diciembre de 1402 cuando los ceramistas de Barcelona obtuvieron del rey Martín I el Humano el privilegio de constituir cofradía bajo el patronazgo de san Hipólito, celebrándose la primera reunión el 8 de junio de 14046. Es precisamente a raíz de la organización de los ceramistas de Barcelona en una cofradía o gremio que la alfarería barcelonesa empieza a adquirir cierto prestigio internacional. Según explica el humanista catalán Jeroni Pau a su amigo el humanista italiano Paulo Pompilio, en una carta del 1491 que recoge gentilmente Antoni de Capmany, «entre los artefactos que celebraba de esta Ciudad y que en aquel tiempo eran muy estimados en la misma Corte Romana, encarecía la vaxilla de loza, antiguamente muy apreciada»7. Tanto o más apreciada en Italia que la cerámica florentina o pisana. El renombre de la alfarería barcelonesa es tal que produce un proceso de especialización en el propio gremio de ceramistas: si unos años atrás la “revolución comercial” había beneficiado a un grupo de artesanos, que se especializaron en la fabricación de artefactos de almacenamiento y transporte, desde mediados del siglo XV y especialmente a partir de los primeros años siglo XVI las producciones con engobe estannífero, a imitación de la producida en Manises o en Paterna –a la manera valenciana, nos dicen las fuentes–, serán las que marcarán el proceso de especialización y de diversificación del gremio. Según alegaron los propios escudilleros al virrey 3

Josep Maria Vila i Carabasa, “La participació de l’estament artesanal en el Consell de la ciutat (segles XIII-XVI): l’exemple dels terrissers”, Barcelona Quaderns d’Història, 4 (2001), pp. 183-184. 4 Carme Batlle i Gallart, L’expansió baixmedieval (segles XIII-XV) en Pierre Vilar (coord.). Història de Catalunya. Barcelona, Edicions 62, 1993, vol. III, p. 119. 5 Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona [AHCB], 1G.40, Rúbrica d’ordinacions, f. 195. 6 Biblioteca del Museu de la Ceràmica de Barcelona [BMCB], MCB-75, Llibre de les ordinacions de la cofraria de ollers, gerrérs y rejolers renovat lo any 1739, f. 1-3v. 7 A. de Capmany, Memorias histórica…, p. 23.

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Fadrique de Portugal el 9 de agosto de 1531, el número de ellos era tan elevado en Barcelona que podían constituir una cofradía o gremio independiente de la de los olleros, jarreros y ladrilleros. Años más tarde, después de regresar de los acuerdos que propiciaron la Tregua de Niza con los franceses, Carlos I confirmó los privilegios otorgados a los escudilleros. A parte de la especificidad numérica, que me parece significativa, cabe destacar el hecho que durante el reinado de Felipe III, concretamente en 1599, se alegan criterios estrictamente técnicos para justificar la separación de ambos gremios, dado que el uno es diferente de los otros «por razón del barro, barniz e instrumentos, como el trabajo»8. Una materia prima diferente que se trata de manera diferente; unos productos que tienen un proceso de elaboración distinto. Recientes estudios arqueométricos están demostrando efectivamente que los escudilleros utilizaban unas determinadas arcillas para la elaboración de sus piezas cerámicas. Considerando que las piezas debían ser barnizadas con plomo o estaño, dándoles el característico aspecto blanco sobre el cual después realizar las decoraciones, a mayor claridad en la tonalidad de la pasta, menor cantidad de barniz debía utilizarse y más económico era el coste de producción. Estas arcillas más claras se conseguían añadiendo calcita en determinadas proporciones en su preparación o bien utilizando arcillas que, de manera natural, tenían los niveles necesarios, como por ejemplo los afloramientos del Plioceno, situados en diferentes puntos geológicos del Llano de Barcelona9. El cambio en la materia prima modificó y caracterizó el proceso de elaboración de determinados productos. Se ha podido contrastar que para el siglo XVI la especialización de los escudilleros coincide con la explotación de determinados puntos del Llano de Barcelona en los que afloran arcillas pliocenas10. Coincidiendo con la situación de crecimiento económico de la segunda mitad del siglo XVI, la fama de la cerámica de Barcelona traspasó fronteras y llegó hasta la península itálica, pasando por la costa meridional de Francia. En Perpiñán se ha conservado la creación de una compañía mercantil entre un marinero y dos escudilleros de Barcelona mediante el cual el marino implantaba un taller en Perpiñán durante tres años y se establecía que, para poder hacer cerámica a la manera de Barcelona, la arcilla se debía importar desde Montjuïc, como también se debían traer de la capital del Principado el barniz y las pinturas, los utensilios y la infraestructura necesaria. El objetivo de esta empresa residía en poder establecer en Perpiñán un negocio que no tenía competencia. Se vendían piezas barcelonesas, pero a un precio que no era asequible para todos los grupos sociales, ya que la producción de la ciudad se caracterizaba por ser obra ollera y jarrera, pero no decorada. La importación de la

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Archivo de la Corona de Aragón [ACA], Cancillería, registros, 4879, f. 149r; BMCB, MCB-2639, Ordinacions del gremi de terrissers, 18 de octubre de 1798; A. de Capmany, Memorias histórica…, p. 72. 9 Los estudios arqueométricos utilizan el término “terciario” para referirse a las argilas del Plioceno. Este término ha sido suprimido por la Comisión Internacional de Estratigrafía (ICS), dividiendo la antigua era terciaria en los periodos Neógeno (ca. 65,5-55,8 millones de años) y Paleógeno (ca. 55,8-2,5 millones de años). Para más información sobre la formación geológica del Llano de Barcelona véase Oriol Riba y Ferran Colombo, Barcelona: la Ciutat Vella i el Poblenou. Assaig de geología urbana, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 2009. 10 Jaume Buxeda i Garrigós, Javier G. Iñáñez, Marisol Madrid i Fernández y Julia Beltrán de Heredia Bercero, “La ceràmica de Barcelona. Organització i producció entre els segles XIII i XVIII a través de la seva caracterització arqueomètrica”, QUARHIS, 7 (2011), p. 202.

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técnica, de las materias primas y del capital humano permitiría tener un lugar asegurado en el mercado local y regional hasta la implantación de nuevos talleres11. 3. La cerámica del siglo XVII en Barcelona El esplendor y la fama de la producción cerámica barcelonesa finaron pronto. El siglo XVII, considerado de recesión económica a partir del 1620 y hasta pasada la mitad de la centuria, se caracterizó en Barcelona por una llegada masiva de producciones cerámicas del arco mediterráneo occidental, tal y como lo atestiguan las excavaciones arqueológicas de los últimos años. Recogiendo los comentarios de Albert García Espuche, la descentralización en la elaboración de algunos productos y la especialización por parte de la marina en la navegación por cabotaje contribuyeron a hacer de Barcelona un centro de redistribución productiva. Barcelona adquiría un nuevo rol director y dinámico en el sistema urbano catalán gracias a la presencia de mercaderes de diferentes naciones. Además, las relaciones de poder de estos agentes sociales con la nobleza ciudadana erigieron a la capital del Principado como centro de negocios del país, garantizando la presencia de productos de procedencia diversa12. Las producciones de cerámica barcelonesas del siglo XVI y también del XVII, como también las llegadas procedentes de la península itálica, se redistribuían hacia América a través del puerto de Sevilla. Algunas intervenciones arqueológicas en México, Guatemala, Panamá e incluso en algunas regiones andinas han documentado la presencia de cerámica hispánica no sólo sevillana, sino también valenciana y barcelonesa13. A finales del siglo XVII la marina catalana se dirigió a Lisboa. El puerto luso se convirtió en el puerto que abría las puertas a los circuitos comerciales holandeses para los mercaderes barceloneses, dejando la ruta gaditana para el comercio directo con América. Los contextos arqueológicos de finales del siglo XVI y de principios del siglo XVII han evidenciado la presencia de cerámicas de la Toscana y de la Liguria en Barcelona. Unas producciones que convivieron con las locales, las tipologías de las cuales se heredó del siglo anterior en gran parte. Me refiero a las producciones de mayólicas con reflejos metálicos. Se documenta, no obstante, una incipiente imitación de las producciones toscanas y ligures. Durante el primer cuarto del siglo XVII se documenta un mayor número de cerámicas importadas. Se puede decir que se constata el auge de la cerámica ligur y se producen las primeras apariciones las producciones del sur de Francia y también de los talleres del Rin y de Portugal. Desde la segunda mitad de la centuria la presencia de cerámicas pisanas y ligures en Barcelona se hace más evidente, desplazando a las producciones locales e incluso peninsulares a un segundo o tercer plano. Se puede afirmar que la producción italiana, en sus diferentes formas, manifiesta su supremacía en el comercio por el Mediterráneo. Los talleres valencianos, que habían dominado los intercambios comerciales durante el siglo XV fueron traspasados por las producciones de los talleres de la península itálica a partir de la segunda mitad del XVI, 11

Patrice Alessandri, “Une tentative de délocalisations artisanel: le contrat proposé à deux potiers au XVIè s.”, Études roussillonnaises, 16 (1998), pp. 63-70. 12 Albert García Espuche, “Del territorio a la casa. Sobre la decisiva transformación de Cataluña en los siglos XVI y XVII”, Historia Social, 58 (2007), pp. 74-76. 13 Alfonso Pleguezuelo Hernández y José María Sánchez Sánchez, “La exportación a América de cerámicas europeas (1492-1650)”, XV Jornades d’Estudis Històrics Locals, Palma, Institut d’Estudis Baleàrics, 1997, p. 344.

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especialmente en su vertiente polícroma. Unas producciones que relegaron a las famosas vajillas doradas a las que hacía referencia el humanista Jeroni Pau como vajilla de lujo. La presencia de estas cerámicas se ha documentado en diferentes puntos del Mediterráneo occidental, pero también en el norte de Europa y en el Caribe, a donde llegaron, muy probablemente vía Sevilla14. La cerámica italiana, al desplazar a la valenciana y a la barcelonesa de reflejo metálico, se convertiría en una protagonista en las mesas y en las casas de las familias privilegiadas de la Barcelona del siglo XVII. La vajilla se importaba desde Italia para decorar y transmitir valores, demostrando que la cerámica «fue un soporte en el que los productores y consumidores construyeron y reconstruyeron de forma funcional y simbólica su mundo»15. Es lo que desde la teoría arqueológica se ha considerado que los diferentes tipos en la producción cerámica «contribuyen a crear y a reforzar las diferencias y las desigualdades en la mesa»16. Si las clases privilegiadas y sus gustos por lo barroco lograron abundar en el mercado barcelonés hasta la primera mitad del siglo XVII, a partir de la segunda mitad las producciones barcelonesas se influenciaron más de las cerámicas alla franceses, más sencillas que las italianas. ¿Dejaría paso la influencia francesa a la italiana a partir del siglo XVIII? Los breves estudios sobre producción francesa del Setecientos empiezan a aportar algunas nociones sobre la presencia de cerámica francesa como las denominadas à taches noires, que abundarían en el mercado de Barcelona desde momentos previos a la Guerra de Sucesión en forma de imitaciones locales. 4. Los gremios cerámicos de Barcelona en el siglo XVII Ante tal llegada de producciones foráneas, era de esperar una reacción de los gremios cerámicos de Barcelona. Es evidente que las modas y los gustos decorativos en lo tocante a la cerámica cambiaron significativamente durante el siglo XVII. Si la centuria anterior se había caracterizado por un gusto de los motivos arabizantes con reflejos metálicos, las mejoras económicas parecieron cambiar los gustos por algo más difícil de conseguir: una cerámica barnizada primeramente en blanco y decorada posteriormente con dibujos antropomórficos y geométricos en azul17. ¿Qué posicionamiento mantuvo el artesanado alfarero ante una situación similar? Para poder encontrar un cierto paralelismo debo retroceder algunos siglos. Cuando la fama de la cerámica valenciana llegó a Barcelona a finales del siglo XIV, los alfareros optaron por aplicarse en la imitación de la producción, con el fin de abaratar el coste final de la pieza y poder así abastecer un sector del mercado local que demandaba estas producciones18. Pues bien, parece que en siglo XVII los alfareros de Barcelona, 14

Josep Antoni Cerdà Mellado y Albert Telese Compte, “Cerámica de procedencia italiana aparecida en Cataluña”, Laetania Estudis d’Història i d’Arqueologia del Maresme, 9 (1994), p. 193. 15 Sergio Escribano Ruiz, Genealogía del registro cerámico alavés de época preindustrial (siglos XIV al XVII). Tesis doctoral (inédita) dirigida por el Dr. Agustín Azkárate, Vitoria-Gasteiz, Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, 2014, p. 476; Marcia-Anne Dobres, Technology and social agency. Outlining a practive frameworks for archaeology, Oxford, Blackwell, 2000, p. 127. 16 Mark Leone, Critical historical Archaeology, Welnut Creek, Left Coast Press, p. 88; Christopher Gerrard, “Mirada al Norte: los estudios de cerámica medieval desde una perspectiva británica”, Atti del IX Congresso Internazionalle sulla Ceramica Medievale nel Mediterraneo, Génova, 2012, p. 419. 17 Julia Beltrán de Heredia Bercero y Núria Miró i Alaix, “El comerç de ceràmica a Barcelona als segles XVI-XVII: Itàlia, França, Portugal, els tallers del Rin i Xina”, QUARHIS, 6 (2010), p. 15. 18 Francisco de Paula Bofill, “Cerámica barcelonesa de reflejo metálico”, Anales y Boletín de los museos de Arte de Barcelona, 1 (1941), pp. 53-78; Joan Ainaud de Lasarte, “Loza dorada y alfarería barcelonesa.

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organizados ya como gremio, intentaron utilizar el mismo mecanismo, pero ni las fuerzas ni las coyunturas eran las mismas. En 1614 el Consell de Cent legisló a iniciativa de los escudilleros algunas ordenanzas prohibiendo la entrada de obra pisana en Barcelona, con el fin de poder proteger la producción local. El bando no permitía entrar en la ciudad la obra de Pisa, pero permite que se pueda vender en el exterior, tal y como era costumbre hacer con producciones cerámicas de otras zonas de Catalunya, como por ejemplo las ollas de La Selva del Camp o de Malgrat de Mar19. A tenor de los yacimientos documentados con contextos del siglo XVII y de los estudios arqueológicos, parece evidente que la prohibición no hizo más que servir de parche a una situación que era mucho más complicada de resolver. El gremio de escudilleros, que producía básicamente para la venda en el mercado local, no podía competir con unas producciones mejores, por lo que se inició el proceso de adaptación al mercado mediante el fenómeno de las imitaciones20. A diferencia del siglo XV, en que el contexto generalizado contribuyó para poder imitar la manera de producir la mayólica valenciana, aun a sabiendas que no podría competir a nivel técnico ni artístico pero sí en el mercado, en el siglo XVII la situación económica no permitió solventar el problema21. Es por esta razón que se puede hablar de producciones à la façon de la Liguria22. Estas producciones locales a imitación de las italianas son las que se han denominado “Barcelona, azul sobre azul”, o lo que es igual, una versión al gusto italiano de lo que la ceramología catalana ha denominado “de la butifarra” –mayólica catalana en blanco decorada en azul23. Paralelamente a esta imitación de la cerámica ligur, los talleres de Barcelona producían cerámicas siguiendo los patrones de moda que triunfaban en el resto de Europa, como por ejemplo las famosas cerámicas delft holandesas, que a su vez eran un intento de imitación de la porcelana china de la dinastía Ming24. Pero la influencia francesa también se dejó notar. Como se ha documentado para otros gremios, la solicitud del aumento de la cuota para el acceso a la maestría podría identificarse como un elemento sintomático de crisis en el seno del oficio. En 1622 y 1623 los síndicos de las cofradías de olleros, jarreros/tinajeros y ladrilleros/azulejeros por un lado y de escudilleros por el otro, suplicaron al Consejo local que permitiese el aumento de las tasas con el fin de poder Siglos XV-XVI”, Anales y Boletín de los Museos de Arte de Barcelona, 2 (1942), pp. 89-104; Santiago Albertí, “Dades inédites sobre ceramistes valencians immigrats a Barcelona durant el segle XV”, Butlletí Informatiu de Ceràmica, 32 (1986-1987), pp. 32-37. 19 AHCB, 1B.II-123, Registre de deliberacions, ff. 41 y 46. 20 Es especialmente conocido este fenómeno para las producciones de terra sigillata romana. Véase Francisco José García Fernández y Enrique García Vargas (eds.), Comer a la moda: imitaciones de vajilla de mesa en Turditania y la Bética occidental durante la antigüedad (s. VI a.C. – VI d.C.), Barcelona, Publicacions de la Universitat de Barcelona, 2014 (Instrumenta ; 46). 21 J. Ainaud de Lasarte, “Loza dorada…”, p. 89. 22 Julia Beltrán de Heredia Bercero y Núria Miró i Alaix, “El comerç als segles XVI-XVII a través dels materials apareguts a Barcelona”, IX Congrés d’Història de Barcelona, Barcelona, 2009 (consulta en línea: febrero 2015), , p. 8. 23 Maria Dolors Giral Quintana, “La cerámica catalana” en Trinidad Sánchez-Pacheco (coord.), Cerámica española, Madrid, Espasa, 1997 (Summa artis, historia general del arte ; 42), p. 208; Julia Beltrán de Heredia Bercero y Núria Miró i Alaix, “Importacions orientals i imitacions locals a ‘la façon’ de Liguria: noves troballes ceràmiques a la ciutat de Barcelona”, Arqueologia Medieval, 4 (2009), p. 100. 24 J. Beltrán de Heredia Bercero y N. Miró i Alaix, “El comerç de ceràmica…”, pp. 82-84.

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paliar los difíciles momentos por los que pasaba. Se pedía, en ambos casos, que los hijos de maestro pagasen 4 libras para acceder a la maestría. Por su parte, los oficiales naturales del Principado tenían que pagar 8 libras y los oficiales extranjeros, de fuera del Principado, entre 12 y 15 libras. Esta situación destaca con el hecho que casi un siglo antes, en 1532, el gremio de los escudilleros fijaba la tasa de maestría en 11 sueldos, sin hacer diferencias de las relaciones de filiación o del origen de los oficiales. Los gremios cerámicos de Barcelona, a diferencia de otros momentos históricos, se estaban cerrando sobre sí mismo con el fin de proteger los intereses de los propios maestros25. El periodo de crisis e inestabilidad sacudió al gremio de escudilleros. En una súplica presentada al Consejo local en 1666 se recuerda que antes de 1640 el número de cofrades se situaba entre 80 y 90, que pagaban como cuota anual 13 libras los maestros y 8 sueldos los oficiales. No obstante, la Guerra de los Segadores habría reducido al 50% el número de cofrades escudilleros y por lo tanto se pide poder aumentar la cuota, de manera que los maestros con obrador debían pagar 4 libras más (17 libras), los maestros sin obrador, 2 libras más (15 libras) y los oficiales, 1 libra 16 sueldos más (9 libras 16 sueldos)26. A pesar de que los momentos más duros de crisis generalizada ya habían pasado y el contexto propiciaba el inicio del crecimiento, los gremios cerámicos de Barcelona, experimentaron nuevamente una cerrazón en sus élites. En 1675, el mismo gremio de escudilleros alegaba que su número había descendido hasta la mínima expresión (eran sólo 25 cofrades) y que por lo tanto no podían hacer frente a las obligaciones impuestas por las ordenanzas gremiales. Y es por ello que piden que el Consell de Cent autorice el aumento de las cuotas de examen. Los cambios que se piden son relevantes: los casados con hijas de maestros no tendrían que pagar ninguna cuota, los oficiales naturales, 40 libras, los extranjeros, 50. El aumento implica un incremento del 400% en la tasa que deberían pagar los oficiales naturales del Principado, mientras que los extranjeros veían como el aumento suponía un 270% más de lo que se pagaba en 1622. La cerrazón de los gremios cerámicos entorno a sus élites artesanales durante un periodo de inestabilidad económica parece evidente27. A la cerrazón de las élites del gremio de escudilleros, por ejemplo, se debe añadir la situación económica precaria de la corporación a finales del siglo XVII. En 1691 el gremio de escudilleros de Barcelona realiza una auditoria de los censos establecidos con diferentes instituciones y las deudas adquiridas con los acreedores. La relación pone de manifiesto una deuda de 589 libras 10 sueldos para los años 1690 y 1691 28 . La concordia entre las dos partes duró poco, dado que en 1694, la deuda asciende a 1511 libras 25 sueldos para los años 1690 a 1693. Los acreedores demandaban el cobro de las deudas y con el fin de poder sufragarlas, la corporación de escudilleros calculó el número total de hornos existentes en la ciudad de Barcelona y

25

AHCB, 1B.II-131, Registre de deliberacions, f. 140; 1B.II-132, Registre de deliberacions, f. 43. AHCB, 1B.II-175, Registre de deliberacions, f. 112-113. 27 Para casos similares, véase Ricardo Franch Benavent, “Los maestros del colegio del arte mayor de la seda de Valencia en una fase de crecimiento manufacturero (1686-1755)”, Hispania, 246 (2014), p. 4168; Fernando Díez Rodríguez, Viles y mecánicos: trabajo y sociedad en la Valencia preindustrial, València, Edicions Alfons el Magnànim, 1990. 28 Arxiu Històric de Protocols de Barcelona [AHPB], not. Jacint Sescases, 798/37, Concòrdies, companyies, nolietjaments y requestas, liber 2, f. 82-87. 26

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LOS CERAMISTAS DE BARCELONA …

sus dimensiones. Todo ello para establecer qué producción podría realizarse y así poder establecer una tasa por cada hornada29. A tenor de este contexto histórico, sería convincente afirmar que tras el declive en las exportaciones y en la reducción de las importaciones, la cerámica italiana tendría dificultades para poder llegar a Barcelona. Un aspecto que se debe tener en cuenta, también, es el relativo al abastecimiento de las materias primas. Parece adecuado pensar que la falta de alguna de las materias primas en el proceso de elaboración ocasionaría la necesidad de incorporar al mercado local aquellas producciones de menor coste y complejidad productiva. En lo tocante al abastecimiento de materias primas, Roberto Blanes ha detectado una importante caída en el total de llegadas al puerto de Valencia, por ejemplo, de estaño, cobre y plomo. Durante el segundo cuarto del siglo XVII en la ciudad de Valencia el número de quintares de plomo pasó de 30.386 a 934, los quintales de estaño, de 7.323 a 210 y los de cobre, de 12.274 a 3230. El descenso tan brusco en este tipo de material vendría marcada por «la prohibición de salida de los centros exportadores cuando el horizonte político se nublaba»31. Es decir, que además de la inestabilidad económica, al periodo de crisis cabría añadir la perspectiva política. Tras la unión del Principado con la monarquía francesa, por ejemplo, el mercado catalán se vio afectado. Aunque el periodo de unión de Cataluña a Francia fue relativamente corto, durante los doce años de soberanía francesa el comercio catalán perdió las relaciones comerciales con el sur de Italia32. Si el descenso en lo referido a llegada de minerales fue tan acusado en El Grao, parece razonable que Barcelona, al estar pasando por momentos de conflicto durante los años centrales del siglo XVII, experimentara una recesión del mismo carácter. ¿A qué se debería el cambio por las preferencias en los gustos cerámicos? En el proceso de producción de las cerámicas à la façon de Liguria se hacía indispensable un engobe de estaño, por lo que la imposibilidad de poder adquirir estos minerales podría haber decantado a los ceramistas hacia las formas francesas. Arqueológicamente, durante la segunda mitad del siglo se documentan algunas muestras de producciones locales imitando a las italianas, pero su número empieza a descender. En cambio, la implantación de cerámicas siguiendo estilos franceses parece que inicia su presencia en los contextos arqueológicos barceloneses. Las producciones ligures alla francese se van posicionando durante el último tercio del Seiscientos. En un principio continúan con el engobe de estaño y las decoraciones en azul trazando cenefas en forma de orlas y espigas, pero pronto dejarán paso a nuevas modas cerámicas. La simplicidad ligur de finales del siglo XVII se puede observar en las producciones à tâches noires, que se expandieron por el Mediterráneo occidental durante la primera década del siglo XVIII. Para estas últimas producciones no es necesario el engobe estannífero y la decoración

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AHPB, not. Jacint Sescases, 798/37, Concòrdies, companyies, nolietjaments y requestas, liber 2, f. 101-105. Según la relación estipulada por los vehedores y calculando la media, un horno grande podría cocer 56 gruesas, mientras que un horno pequeño, 30. 30 Roberto Blanes Andrés, El puerto de Valencia: encrucijada de rutas, productos y mercaderes (16261650), Valencia, Generalitat Valenciana, 2003, p. 198. 31 Álvaro Castillo, Tráfico marítimo y comercio de importación en Valencia a comienzos del siglo XVII, Madrid, Seminario de Historia Social y Económica, 1967, p. 148, citado por R. Blanes, El puerto de Valencia…, p. 198. 32 Alberto Marcos Martín, España en los siglos XVI, XVII y XVIII: economía y sociedad, Madrid, Crítica, 2000, p. 536.

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presenta trazas de color negro y algunas en amarillo33. El coste, por lo tanto, de estas piezas era más económico que el de las mayólicas. 5. Conclusiones La importación y la exportación de productos tan cotidianos como los utensilios cerámicos nos pueden permitir aproximarnos a la difusión de los estilos decorativos y de las técnicas productivas. Un movimiento en los flujos comerciales que desplazaba a su vez producto y productores, como también en algún caso, incluso materias primas. Barcelona contó desde el siglo XIII de una importante actividad cerámica. En las redes comerciales de época bajomedieval Barcelona realizó un importante papel aglutinando a productores e intermediarios entre sus muros. La especialización había llegado a tal extremo en los procesos de producción cerámica que el propio gremio se separó, dedicándose desde 1531 una rama al opus fictile basto o común y la recientemente escindida, al opus fictile de mesa. Pero la fama y la hegemonía de las producciones cerámicas barcelonesas entraron en crisis juntamente con el siglo XVII. Los nuevos gustos en las decoraciones ocasionaron una paulatina adaptación de los gremios, pero a diferencia de lo que había sucedido siglos atrás, el contexto no era propicio en los procesos de imitación. Las élites gremiales de producción cerámica echaron el cerrojo a las nuevas incorporaciones de oficiales extranjeros. Una polarización social en el seno del gremio que comportaría una reducción sistemática del número de cofrades y, por lo tanto, de productores. Con una situación económica como la de mediados del siglo XVII y la diferenciación social cada vez más acusada, sin fuerzas para iniciar el proceso de imitación, los gremios cerámicos barceloneses se ven obligados a cerrarse cada vez más. ¿La reducción del número de trabajadores en el sector de la cerámica estaría estrechamente ligada al empobrecimiento de algunos cofrades, que se verían imposibilitados para pagar sus cuotas? Parece una argumentación plausible, pero tendría el mismo valor pensar que la producción cerámica experimentó un proceso de deslocalización de Barcelona, buscando una reducción de los costes de producción y, además, huyendo del marco restrictivo del sistema gremial. Esta nueva situación implicaría la necesidad de artesanos-empresarios que asumiesen una parte de los costes de producción. La elaboración sería posteriormente redirigida a Barcelona, que actuaría esta vez como centro de redistribución y no de producción.

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J. Beltrán de Heredia Bercero y N. Miró i Alaix, “El comerç de ceràmica…, pp. 68-69.

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El Registro de Hipotecas y sus posibilidades para la historia urbana: El caso de Santiago de Compostela 1768-1810 The Mortgage Registry and its possibilities towards Urban History: Santiago de Compostela's study case 1768-1810 Francisco CEBREIRO ARES Universidade de Santiago de Compostela Resumen: Con esta comunicación queremos exponer las características y posibilidades del Registro de Hipotecas para el estudio de la historia urbana de la Monarquía Hispánica. Situado en un periodo clave del final del Antiguo Régimen, y predecesor del Registro de la Propiedad, el Registro de Hipotecas presenta una estructura que lo convierte en una herramienta privilegiada para el análisis de las continuidades y transformaciones del mundo urbano finisecular. Establecido por la Real Pragmática de 31 de enero de 1768, continúa operativo con una significativa coherencia hasta los cambios introducidos en el segundo tercio del siglo XIX. En el caso compostelano el Registro se establece en agosto de 1768 y se han manifestado las posibilidades de la fuente al menos en los siguientes niveles: a nivel agrario para calcular las proporciones, regímenes, explotación y valoración de la propiedad agraria; a nivel del estudio del urbanismo y propiedad inmobiliaria, análisis de caso y agregado de los comportamientos económicos; crédito y circulación monetaria, etc. Se muestra útil, asimismo para el estudio de crisis coyunturales, construcción de infraestructuras como el Camino Real a la Coruña, los diversos procesos desamortizadores, etc. Una cuestión fundamental es la posibilidad de realizar estos estudios desde una perspectiva comparada, pues estos registros habían de establecerse en las principales ciudades y cabezas de partido a cargo de los escribanos municipales. Palabras clave: Historia Urbana, Registro de Hipotecas, Propiedad, Mercado, Antiguo Régimen Abstract: The aim of this paper is to present the characteristics of the Mortgage Registry for the study of the Spanish Monarchy’s urban history. The Mortgage Registry, which is located in a key period at the end of the Ancien Régime and is a predecessor of the Land Registry, is an extraordinary tool to analyse the continuities and transformations of the urban world at the turn of the century. It was founded by the Real Pragmática of 31 January 1768, and it kept a consistent performance until the changes in the second third of the 19 th century. In the case of Santiago de Compostela, the Mortgage Registry was set up in August 1768. It is possible to study it in at least the following levels: at an agricultural level, from which we can estimate the proportions, systems, use and evaluation of agricultural lands, and at the level of the study of urban planning and real estate, from which we can examine the case of economic performance, credit, monetary circulation, and so forth. Furthermore, it is also useful for the study of current crises, the construction of infrastructures such as the Royal Road to A Coruña, several disentailment processes, etc. It is a fundamental issue to be able to carry out these studies from a comparative viewpoint, since these registries were set in the main cities and administrative centres in charge of town notaries. Keywords: Urban History, Mortgage Registry, Property, Market, Ancien Régime. 

Este trabajo forma parte de nuestra tesis doctoral: «Producción y circulación monetaria en Galicia al final del Antiguo Régimen», (FPU), y del proyecto de investigación «Ciudades, gentes e intercambios en la Monarquía hispánica durante la Edad Moderna» (HAR2012-39034-C03-03).

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1. Introducción Esta comunicación presenta el Registro de Hipotecas como una fuente destacada para el análisis de la historia socioeconómica de las transformaciones del último tercio del siglo XVIII y primer tercio del XIX. Se establece en 1768 para toda la Monarquía, -incluidas las colonias1-, excepto para el reino de Navarra, que lo hizo en 18172, y permanece hasta 1862 donde entronca con el Registro de la Propiedad3. Si bien, como podremos mostrar a lo largo de estas líneas, es una fuente especialmente útil para los primeros pasos de la investigación, necesita ser contrastada y ampliada por otras fuentes, tanto por cuestiones cualitativas -muestra muy determinada- como cuantitativas -el número de escrituras registradas son, especialmente al principio del período, escasas frente al total de escrituras notariales-. Como señaló R. Congost: "no és una font documental autònoma"4. El Registro de Hipotecas no es una fuente desconocida, pues ha sido utilizada previamente si bien, salvo en el caso de la historia rural, no ha llamado demasiado la atención de los investigadores 5 . El empleo de los libros de contadurías a nivel de historia urbana es esporádico salvo en el campo específico del estudio de las desamortizaciones, e incluso en este, es esporádico 6 . Esta realidad historiográfica

1

Bernardo Pérez Fernández del Castillo, Historia de la escribanía en la Nuevas España y el notariado en México. Apéndice II, al capítulo I. p.72. En el caso de México parece ser que fue a través de las Instrucciones dictadas por la Audiencia el 27 de septiembre de 1784, las cuales presentan algunas diferencias con el caso peninsular, pues se señala que en las ciudades principales: Veracruz, Oaxaca, Tehuacán de las Granadas, etc. los oficios de escribanos anotadores de hipotecas serán diferentes a los del ayuntamiento en calidad de vendibles y renunciables. Si bien el Auto Acodado de 1713 había anulado el carácter venal de los oficios de hipotecas. Sebastià Villalón Barragán, "Els problemes de la informació en una societat d'Antic Régim. Els notaris catalans davant la creació del registre d'hipoteques" en Rosa Congost (ed.) Del Capbreus al registre de la Propietat. Drets, títols i usos socials de la informació a Catalunya (segles XIV-XX) Universidad de Girona, 2008, pp. 253-254. 2 Carlos Idoate Ezquieta, "Los libros de las antiguas contadurías de hipotecas de Navarra" Príncipe de Viana, año 49, n.184 (mayo-ag. 1988) pp.235-245. 3 Margarita Serna Vallejo La publicidad inmobiliaria en el derecho hipotecario histórico español, Civitas, Madrid, 1996. 4 Rosa Congost i Colomer "Una font poc utilitzada: el registre d'hipoteques" Estudis d'història agrària (1990), Núm 8, pp. 201-234.También ha sido señalada la imposibilidad de reconstruir a través de esta fuente el marco general de la propiedad inmobiliaria por Marina López "Una nueva fuente para la historia de Barcelona: el Registro de hipotecas", Estudios históricos y documentos de los Archivos de Protocolos, IV, Barcelona, 1974, p.347. 5 Rosa Congost i Colomer Els propietaris i els altres. La regió de Girona 1768-1862, Eumo Editorial, Vic, 1990; en Galicia, han sido empleadas por Pegerto Saavedra como fuente auxiliar: Pegerto Saavedra Fernández Economía Política y sociedad en Galicia. la provincia de Mondoñedo: 1480-1830, Santiago, Xunta de Galicia Conselleria de Presidencia, 1985. En el caso valenciano, Mariano Peset Reig "Del censo consignativo a la hipoteca a finales del Antiguo Régimen", en Salustiano de Dios et alli. (coords.) Historia de la Propiedad Crédito y Garantía, Servicio de Estudios del Colegio de Registradores, Madrid , 2007, pp. 211-236; para Mallorca, Jaume Suau Puig "Estudio sobre la renta de la tierra. Mallorca, 17501860" en Pegerto Saavedra y Ramón Villares, (eds.) Señores y campesinos en la península ibérica. siglos XVIII-XX, vol. I, 117-137. 6 Véase Juan García Pérez "Nuevas aportaciones y tratamiento metodológico de las bases documentales para el estudio del proceso desamortizador" Norba. Revista de arte, geografía e historia, Nº3 (1982) pp. 243-252.; Miguel Ángel Naranjo Sanguino y Manuel Roso Díaz, "Fuentes y metodología para el estudio de la desamortización de Godoy (1798-1808). Aproximación al caso extremeño", Revista de Estudios extremeños, (2009) Tomo LXV, Número II, pp. 989-1010; Joaquín Azagra La desamortización de Godoy en Valencia (1799-1807) Intitució Alfons el Magnànim, 1986, València.

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contrasta con la suerte de su homóloga francesa, el registro del Centième Denier 7 , máxime teniendo en cuenta la intensidad de la relación entre ambas historiografías 8. Si bien tanto el período cubierto, -el Centième Denier se establece en los primeros años del siglo XVIII- como la intensidad de los datos recogidos, hace pensar que la aplicación de la norma fue más intensa en Francia. Utilizaremos algunos de estos trabajos franceses, para establecer paralelismos en la aplicabilidad de estos itinerarios de investigación para el caso español, en la medida que consideremos válido a través de la experiencia compostelana. 2. Formación de la fuente Partiendo de nuestro conocimiento de la fuente para el caso de Santiago de Compostela y su provincia9 consideramos que, tomada en su conjunto, resulta ilustrativa de toda una panoplia de relaciones socioeconómicas. Sus límites materiales se circunscriben a una amplia tipología de escrituras notariales sobre la gestión de la propiedad 10 . En este trabajo atenderemos a la forma y vicisitudes que la fuente presenta en su primera etapa, anterior a la reforma tributaria de 1829-30 y sobre todo de la de 1845, que deparó unas condiciones jurídicas y morfológicas diferentes11. Como es evidente, en primer lugar hay que atender a las condiciones de la formación de la fuente y cómo esta se aplicó en la diversa geografía peninsular -en nuestro caso la gallega-, así como en las interacciones con las particularidades del derecho y la propiedad a las que se asiste en la Monarquía Hispánica. Es posible que tanto el caso catalán como el gallego no sean directamente extrapolables a otros territorios. Sin embargo, no pensamos que este condicionante presuponga la irrelevancia de la fuente en los territorios de derecho castellano12. En el caso gallego no encontramos por el momento nada similar a la orden de 1774 para Cataluña, pero quizás la naturaleza de la propiedad en Galicia haya deparado por sí mismo un mayor número de actos registrados que en otras latitudes. Antes de avanzar en este punto consideramos que la 7

Propugnada por P. de Saint Jacob "La propriété au XVIIIe siécle. Une source méconnue: le controle des Actes et centième denier" Annales E.S.C. 1e année, nº 2 (1946) pp.162-166 y la labor de Gabriela VilarBerrogain Guide des recherches dans les fonds d'enregistrement sous l'Ancient Régimen, París, Imprimerie Nationale (1958). Véase R. Congost "Una font poc utilitzada..." pp.201-203. 8 Véase como ejemplos Jean Sentou, La fortune immobilière des toulousains et la Révolution Française, Paris Bibliothèque nationale, 1970 y Josette Garnier Bourgeoisie et propiété immobilière en Forez aux XVIIe et XVIIIe siècles, Centre d'Etudes Foréziennes, Saint-Etienne, 1982. 9 Los libros de los oficios de hipotecas de Santiago de Compostela y su provincia se conservan en el Archivo Histórico Universitario de Santiago de Compostela [AHUS], Fondo Contaduría de Hipotecas [FCH], libros 206-222, que cubren los años 1768 a 1846. A partir de las reformas de 1845, se transforma morfológicamente y los libros de la ciudad de Santiago se organizan en otra serie de 36 libros, que no hemos estudiado, desde el año 1849 a 1862. También se conservan los libros de esta segunda fase de diversos ayuntamientos próximos. 10 Para el caso gallego, Antonio Eiras Roel "Tipología documental de los protocolos gallegos", en A. Eiras Roel et alli, Historia Social de Galicia... p. 21-116. 11 Por decreto de 31 de diciembre de 1829 se establece un nuevo impuesto de hipotecas sobre las escrituras registradas, que fue complementado por la Instrucción de 29 de junio de 1830. La reforma establecida por Real Decreto de 15 de junio de 1845 tuvo por resultado una tipología totalmente nueva de la estructura de los libros, sobre todo con la creación de los libros de translaciones de dominio, junto con los de: herencias y legados, actos judiciales, arrendamientos, etc. María Rivas Palá "Los libros del registro de las antiguas contadurías de hipotecas" Boletín de ANABAD, año XXVIII, núm. 1. pp-57-83. 12 Al contrario, según los datos de Rivas Palá, la antigua corona de Castilla la Vieja aparece con los fondos más voluminosos en número de libros de la Contaduría.

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fuente tiene un interés en sí mismo para la compresión de la idea de propiedad y la relación de esta -y su garantía- con el poder establecido en esta transición del Antiguo Régimen13. Sería interesante un trabajo que ampliando lo señalado por Serna Vallejo, -y en la línea del estudio de Villalón Barragán para Cataluña14-, estableciese, por un lado, los motivos últimos e intereses implicados en retomar los proyectos de las cortes del dieciséis y diecisiete así como la pragmática de Felipe V de 1713, más allá de la razón explicitada de combatir el delito de estelionato15 y por otro, las vicisitudes, pareceres e intereses de las instituciones locales y los administrados en la aplicación de la misma. Si atendemos al desarrollo de la Real Pragmática de 31 de enero 1768, para el caso galaico, nos encontramos con importantes diferencias geográficas a la hora de establecer el número de oficinas en las siete provincias: Coruña (1), Tuy (1), Betanzos (3), Mondoñedo (3), Santiago (4), Lugo (5) y Ourense (11)16. Esta distribución, además del criterio evidente de la diferente extensión de las provincias, lo cual explica que tanto A Coruña como Tuy sean únicas, está condicionado por la diferente red viaria y la orografía. Además del caso mexicano y catalán conocemos una lista similar para el caso de Guipúzcoa17. Por lo que señala Peset, en el caso valenciano se habrían perdido la mayoría de los libros salvo los de algunos pueblos de la Ribera18. Podemos observar ya desde el inicio discrepancias significativas a la hora de estudiar la fuente entre la disposición y la práctica de los escribanos encargados de la Contaduría en el caso de A Coruña y Santiago de Compostela. Por ejemplo, si la Real Orden disponía una sola oficina para A Coruña -entiéndase ciudad, realengo y jurisdicción- en la práctica se registró y conservó en tres cuerpos diferentes: burgo, realengo y jurisdicción. Además de esto, la toma de razón también era diferente pues si en el caso santiagués no se hizo ninguna diferencia entre espacios dentro de la ciudad ni incluso entre dentro de murallas y fuera de murallas- la ciudad herculina toma razón de las hipotecas en virtud de las diferentes parroquias o barrios donde radican los inmuebles de manera sucesiva hasta alcanzar una determinada fecha, obligando al historiador a reconstruir la fuente en virtud del criterio cronológico. Sin embargo, esta circunstancia presenta una ventaja comparativa para realizar estudios por parroquias. En este sentido también debemos poner atención a las transformaciones administrativas de los espacios de Antiguo Régimen, pues dada la continuidad de esta fuente con el Registro de la Propiedad, se ha visto transformada por las disposiciones subsecuentes con lo que, para el caso compostelano, nos encontramos con que una parte 13

Rosa Congost i Colomer, Tierras, leyes, historia. Estudios sobre "la gran obra de la propiedad" Barcelona, Crítica, 2007 14 S. Villalón Barragán, "Els problemes de la informació..." 15 Pedro Andrés Porras Arboredas, "La documentación del derecho de propiedad y el delito de estelionato (Castilla, siglos XV-XVIII)", Cuadernos de Historia del Derecho, (2004), vol. extraordinario, pp. 249278. Trabajo que además señala la escasez de trabajos sobre la referida Contaduría de Hipotecas p.263. 16 Archivo del Reino de Galicia, Contaduría de Hipotecas, 35105. Primer libro de la ciudad de A Coruña. Real Acuerdo de jueves 16 de junio de 1768, s/f. en capital y provincia de Coruña un solo oficio; en Santiago cuatro, uno en la capital, otro en Padrón, otro en Pontevedra, y otro en Noya; en la de Betanzos tres, una en la capital, otro en Pontedeume y otro en santa marta de Ortigueira; en Lugo cinco, uno en la capital, otro en Navia de Suarna, otro en Sarria, otro en Monforte, y otro en Deza; en Orense once, uno en la capital, otro en allariz, otro en Reiriz de Veiga, otro en Verín, otro en Soto de Vermud, otro en Milmanda, otro en Lobera, otro en Rivadavia, otro en Caldelas, otro en Valdeorras y otro en Viana del Bollo, y en Tuy uno solo. 17 Celia Mª Aparicio Pérez e Inmaculada González Gómez, "Las Contadurías de Hipotecas en Guipúzcoa" Eusko Ikaskuntzaren X. Kongresua: Iruñea 1987. Donostia-San Sebastián 1988. p.369, nota 6. 18 Mariano Peset Reig "Del censo consignativo a la hipoteca..." p.222.

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de los libros -originalmente pertenecientes a la provincia de Santiago- fueron extractados y conducidos a las oficinas de A Coruña, probablemente en los años sesenta del XIX, como es el caso de Arzúa, Padrón y Negreira. Cuestión nada desdeñable pues todo indica una fuerte relación económica del eje Arzúa-Santiago-Padrón, que terminaba en Carril. Hay que destacar también la ausencia del libro del Giro de la Rocha, principal jurisdicción de la provincia de Santiago, para los años 1784, 1790, 1791, 1794 y 1798. Una vez conocidos los determinantes iniciales de la fuente es necesario atender a su representatividad cuantitativa y a la nómina y características de relaciones sociales protocolizadas que atiende. 3. Muestra del tempo socioeconómico Como señalábamos al principio, la representatividad cuantitativa es quizá el mayor problema de la fuente (figura 1). Los investigadores familiarizados con el uso de protocolos notariales saben que tanto el número medio de escrituras registradas anualmente (47 entre 1770-1800 y 98 entre 1801-1825), como el número total registrado hasta 1810 (2,432) es escaso frente al total de escrituras notariales protocolizadas en la ciudad si tenemos en cuenta que a finales del siglo XVIII se situaba en torno a 17.000 habitantes19. Por ello entendemos los libros de los oficios de hipotecas como una fuente inicial del proceso de investigación, no como una fuente final. Sin embargo, los investigadores que se acerquen al Registro de Hipotecas encontrarán muy útil poder realizar de manera ágil una nómina de escribanos que ejecutan habitualmente determinado tipo de escrituras así como un primer gráfico de los ritmos y tipologías habituales en su espacio y tiempo de estudio frente a las dificultades que supone encarar directamente un estudio de protocolos. Como señalaba R. Congost, encontramos actos protocolizados en otras áreas que afectaban a bienes radicados en el espacio que atendía el oficio, con lo que estudios sobre la integración de los mercados se ven así facilitados. También podemos encontrar registradas escrituras actualmente desaparecidas en los archivos de protocolos, bien por la ausencia completa de los protocolos de un determinado escribano, bien por la ausencia de un año protocolizado. En definitiva, un estudio que pretenda obtener conclusiones sólidas necesita confrontar lo que señala el Registro de Hipotecas con muestras de protocolos. Teniendo en cuenta lo dicho hasta el momento, este gráfico (figura 1) tiene la virtud de indicarnos ya una primera hipótesis de trabajo: existieron dos ciclos en la vida del Oficio de Hipotecas compostelano durante el periodo estudiado, uno entre 1769 y 1796; otro de 1800 en adelante. El primero, con un pico en 1768-1769, con casi ochocientos registros entre agosto 1768 y diciembre 1769 para la ciudad y casi dos mil sólo para la jurisdicción del Giro de la Rocha que retrata la crisis agraria de este período -y que no hemos representado gráficamente porque desvirtuaría el resto del gráfico- y otro ciclo que se inicia en 1800. En el inicio de este segundo período pudieron coadyuvarse toda una serie de factores: unos coyunturales como la desamortización de Godoy y la renovación de foros y subforos por la concatenación de reinados, frente a otros estructurales como el cambio de ciclo desde una sociedad que registra mayor número de actividad crediticia y comercial, actividad que de forma ordinaria no registra hipoteca, -en contra de lo que pudiésemos pensar-, hacia una economía rentista, de 19

Enrique Martínez Rodríguez La población de Santiago de Compostela (1630-1860). Estructuras, coyunturas y comportamientos demográficos, Universidad de Santiago de Compostela, 2014. p.111.

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foros, subforos y ventas de rentas, que de manera más frecuente recurre al registro hipotecario. El siguiente paso fue recoger todas las escrituras de los años terminados en 0 y 5 entre 1770 y 1810, para poder observar mejor la composición de la muestra (figura 2). Podemos señalar que las actas notariales recogidas en el Registro de Hipotecas compostelano se organizan en torno a 9 tipologías documentales principales, que a su vez por razón material pueden agruparse en tres grandes categorías de la siguiente forma: compraventas, foros y subforos de tierras; compraventas, foros y subforos de casas; obligaciones, ventas de censo y ventas de renta, sobre el crédito20. Aunque sea de manera provisional, a partir de este segundo gráfico (figura 2) podemos establecer una segunda hipótesis de un proceso de transformación económica entre 1770 y 1795 donde el crédito fue ocupando un lugar destacado en la economía compostelana pasando de protagonizar el 10% de las escrituras en la primera fecha, hasta alcanzar el 50% en la segunda, y donde el factor tierra disminuye su peso desde el 60% al 12%. Si bien esta dicotomía entre crédito=modernización / renta=atraso, es incorrecta y contemporánea, dada la conexión en último término entre el crédito y las rentas de la tierra en una ciudad como Santiago de Compostela. Sin embargo esta cuestión necesita un desarrollo que no es el objetivo de este trabajo. Si en el primer período se observan mayor número de relaciones comerciales y proto-industriales que tienen como resultado el establecimiento de redes de endeudamiento "productivo", a partir de 1800 el número de foros y subforos de tierras es abrumador, el préstamo "productivo" se concentra en los pequeños-grandes industriales compostelanos y toman peso antiguas figuras nobiliares como acreedores, cuando antes del cambio de siglo, eran casi siempre deudores. 4. Posibilidades de estudios particulares Del análisis detallado de las escrituras se obtiene información de procesos sociales que invitan a realizar estudios pormenorizados, complementados por otras fuentes. Este elemento es el segundo eje principal de la comunicación. Nuestro interés es ofrecer al lector estas posibilidades para ser contrastadas con otros espacios, así como otras problemáticas locales y regionales que puedan surgir en el estudio de otras ciudades y sus entornos. El primer fenómeno abrumador es la crisis agraria de 1768-1769, con unos ochocientos registros para la ciudad y casi dos mil para la jurisdicción del término del Giro de la Rocha, donde aquí sí, tenemos una sólida base muestral, si bien con un acusado sesgo, para encarar un estudio que normalmente se ve muy limitado a la hora de poder gestionar muestras. El sesgo viene determinado por el hecho de que si bien la presentación de las escrituras en el correspondiente oficio tenía carácter obligatorio en los términos que señala la Pragmática y Reales Órdenes sucesivas, los datos nos llevan a pensar que, salvo en casuísticas particulares, su aplicación fue parcial o muy parcial. Aun teniendo en cuenta estos condicionantes, es posible comparar las muestras de estas compraventas en diferentes oficios de hipotecas de tal manera que, manteniéndonos dentro de las determinaciones y reservas aludidas, podríamos establecer un análisis 20

Sobre las escrituras de crédito en Galicia y en especial, sobre las ventas de renta véase: J. Ferreiro Porto "Fuentes para el estudio de las formas del crédito popular en el Antiguo Régimen: obligaciones-préstamo, ventas de renta y ventas de censos", Actas de las I Jornadas de Metodología Histórica Aplicada de las Ciencias Históricas, vol. VI, Santiago de Compostela, 1975.

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comparativo de la crisis. Este tipo de análisis, sin recurrir a los libros del oficio de hipotecas y tomando directamente muestras de las escrituras de los protocolos notariales, ha sido realizado en la comparativa Santiago-Lugo por Pegerto Saavedra21. Dentro de estos primeros años de vida del oficio, los conflictos en torno a la construcción del Camino Real de La Coruña tienen algunos reflejos en la contaduría como el caso de Luis Seoane, vecino de Mallou, parroquia de San Miguel de afuera, que se ve afectado en un volumen de extensión extraordinario de doscientos ferrados que por virtud de foro del Real Monasterio de Santa Clara, "avía mas de quinientos años siempre lo poseieran"22. La historia social de la familia, en su vertiente de la gestión del patrimonio y la herencia tiene en esta fuente un importante espacio de estudio, pues aparecen partijas principalmente aquellas que involucraban mayorazgos, como la de Andrés de la Torre y María Antonia Gil, señores difuntos de la casa de Vista Alegre en Puente Ulla 23-; y donaciones entre vivos -como la realizada por doña María Joaquina Seares, al Real Hospital, a quien lega la herencia de sus padres y su hermano difunto -a la corta edad de catorce años- a cambio de cuarto y asistencia en el dicho hospital además de los costes de su entierro "según su estado" y una misa cantada perpetua en "el día del dulce nombre de Jesús"24-. También nos permite seguir los derroteros de complejas herencias de ilustres personajes compostelanos como el artista don Felipe de Castro, a través de Benita Gabriela de Castro sobrina -y una de tres herederas de don Felipe- entre los que cuentan 28.740 reales a fondo perdido al 9% de réditos anuales; 27.766 reales y 22 mrs. y medio de deuda "contra el serenísimo Infante don Luis"; más 25.500 reales de principal de 17 acciones a razón de 1.500 reales cada una sobre el Gremio de Libreros de Madrid; más 7.500 reales de dos acciones de a 250 pesos cada uno de a 15 reales en la Compañía de San Fernando de Sevilla, etc.25. En la misma línea de trabajo, la reconstrucción de patrimonios y su evolución a través de los memoriales manifestados en los bienes hipotecados para oficios públicos y gestión de rentas es otro elemento privilegiado en nuestra fuente. Los casos que se suceden de manera más reiterada son los derechos sobre el vino26. Se puede establecer así una nómina de los titulares de bodegas y su geografía, así como la relación de estos bodegueros con los magnates del vino, ramo destacado de la economía de la ciudad a través de las obligaciones. Este mismo estudio es también posible sobre los estanquillos de la Renta del Tabaco. Más esporádicas son aquellas que competen a las salinas, como la fianza otorgada en 1790 por don Ángel Suárez para renovar su puesto de administrador de las salinas de Noya, sus fiadores fueron los hermanos don José y el doctor don Francisco Núñez de Andrade27. En otro rango aparecen las hipotecas para ejercer los cargos de tesoreros públicos y de las haciendas nobiliarias, como el caso de don Valentín Sisay de Andrade, escribano público, pero también administrador de las rentas en Galicia del conde de Grajal, que en 1810 afianza este cargo junto a su mujer y

21

Pegerto Saavedra Fernández, "Un aspecto de las crisis de subsistencia en la Galicia del Antiguo Régimen: las ventas de tierra" en A. Eiras Roel et alli. La Historia Social de Galicia... pp.161-180. 22 AHUS., FCH. 207, 1770, f. 117v. , escritura del 3-11-1770 ante Juan Antonio Vázquez. 23 AHUS, FCH. 207, 1770, f. 71, escritura del 4-5-1770 ante Andrés Manuel Nieves. 24 AHUS., FCH. 209, 1775, f. 11v., escritura del 16-7-1775 ante Josep Prego de Parga. 25 AHUS., FCH 210, 1780, f. 311 y s., escritura del 18-2-1780 ante Jacobo Ferro. 26 Véase por ejemplo el año 1775, AHUS FCH 209, 1775 folios 21 a 26. 27 AHUS., FCH. 212, 1790 f. 6v., escritura del 2-3-1790 ante Josep Antonio Mallo.

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el impresor don Ignacio Aguayo y la suya 28 . Aunque podamos suponer que no se hipotecaba la totalidad del patrimonio, se conservan listas verdaderamente amplias y de gran detalle en la valoración monetaria. Esta cuestión introduce otro fenómeno de estudio como es la intermediación que realizaban algunos individuos acaudalados como grandes burgueses y nobles, viudas de estos sobre todo, garantizando con sus bienes los oficios de estos profesionales. Un estudio minucioso puede establecer un grado de detalle espacial de los patrimonios similar al logrado por el trabajo de Michel Nassiet 29. Más complejo es reconstruir el comportamiento económico de grupos populares como artesanos, labradores, viticultores, etc. pues estas referencias profesionales resultan infrecuentes sobretodo en el último tercio del XVIII 30 . Sin embargo, este particular no es responsabilidad del escribano del oficio de hipotecas sino que observamos en general una dejación de este punto en las escrituras de protocolos, aspecto del que quizás se deban extraer conclusiones sobre la valoración social de los oficios. Solamente se identifica de manera sistemática a los comerciantes, en el sentido social del término, es decir los reconocidos como tales, el grupo medio y alto "del Comercio". El estudio de los derechos, propiedad, renta y la explotación económica de los inmuebles de las ciudades que conforman la Monarquía es el área natural de aplicación de los libros del Registro de Hipotecas junto con el estudio agrario y de las articulaciones socioeconómicas campo-ciudad. En resumidas cuentas, se trataría de adaptar el modelo de estudio que propone R. Congost para el mundo rural al entorno de la propiedad inmobiliaria urbana, cuestión que en el caso compostelano es especialmente sencilla por las similitudes en la estructura de foro, subforo y arriendos entre la propiedad de la tierra y de las casas. Es además una cronología muy especial a la hora de estudiar cómo se creaba, o no, un mercado inmobiliario, -antes y después de la desamortización- y para poder observar cómo los burgueses compostelanos invertían los beneficios del comercio en tierras, rentas y en la adquisición -y nueva gestión- de patrimonio. En Santiago se dieron las condiciones necesarias para la articulación de este mercado, dado que por un lado estos burgueses se habían situado en la gestión de las rentas de las instituciones eclesiásticas, bien de manera profesional de los grandes dominios: Catedral y Monasterios, bien de manera más "piadosa" en las cofradías a las que pertenecían31, así como de manera pecuniaria a través del arriendo de sus rentas, sinecuras, remates de granos, y la gestión de los propios inmuebles logrando subforos y arriendos de sus titulares. Caso paradigmático es el de la mayordomía de la mesa capitular ejercida por don Manuel de la Riba Moreno que afianza hasta la cantidad de ochocientos mil reales de vellón32. De este modo, cuando se crean las Cajas de Amortización son estos mismos individuos los que las regentan. Se habían coaligado el conocimiento, el control parcial

28

AHUS., FCH. 215, 1810 f.45, escritura del 27-12-1810 ante Pedro Nicolás de Astray y Caneda. Michel Nassiet: Une méthode de reconstitution des patrimoines au XVIIIe siècle d'après le contrôle des actes. Annales de Bretagne et des pays de l'Ouest. Tome 94, Nº 2, 1987. pp.139-141. 30 Como el estudio del comportamiento económico de un grupo de 90 viticultores realizado por Gerard Béaur: "Investissement foncier, épargne et cycle de vie dans le pays chartain au XVIIIe siècle" Histoire & Mesure, VI-3/4, pp.275-288. 31 Ofelia Rey Castelao, “La interacción Iglesia-burguesía en la Galicia del período moderno”, La burguesía española en la edad moderna, I, Valladolid, 1996, pp.317-341. 32 AHUS, FCH. 214, 1805 f 26v., escritura del 6-8-1805, Josef Benito Sánchez. 29

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EL REGISTRO DE HIPOTECAS Y SUS POSIBILIDADES …

del mercado y las buenas condiciones de liquidez de estos burgueses, con las necesidades financieras de la monarquía. Para este estudio estructural de la propiedad y el mercado inmobiliario tenemos numerosos ejemplos a través de aquellos realizados por la historiografía francesa sobre el Centième Denier. Así, pueden establecerse las frecuencias de los valores contratados, una evolución de los precios medios e incluso, conociendo las proporciones totales de los bienes inmuebles, una índice de rotación33. Resultará interesante, en aquellos casos con un volumen de escrituras mayor, realizar al igual que para las crisis agrarias, el estudio de un año en la totalidad de las escrituras- que incluso pueden ser complementadas a través de los propios protocolos- como ilustra el trabajo de Larguier para la Narbona de 1789, observando a través del análisis social de compradores y vendedores quienes eran los favorecidos por la crisis 34 . Pongamos por ejemplo un arriendo de casas de comercio, como el que realiza en 1770 don Vicente Antonio de Neira, canónigo dignidad en la Catedral y arcediano de Luou, a don Jaime Casalins, comerciante de origen catalán, de dos tiendas con sus trastiendas y "uso de asientos y pared", de la casa en la que vive el eclesiástico, nada más y nada menos que con su fachada a plaza de la Quintana de Muertos. El arriendo fue por seis años renovando uno preexistente de 1764-1771, con el mismo precio que tenían vigente por el anterior, 1.235 reales anuales, que paga Casalins por adelantado hasta el final del arriendo 1777, total 7.410 reales. Sin embargo, el comerciante ya le tenía adelantado "en géneros de su comercio y dinero" hasta la fecha la cantidad de 5.200 reales por lo que para completar el total solo tiene que "aprontar" ahora 2.210 en dinero35. A través de este mecanismo, y por efecto del sobreendeudamiento de los poseedores del dominio de los inmuebles, veremos acceder a la propiedad a los grandes burgueses compostelanos, pero este es también, otro tema de estudio. Tras el caso de la crisis de 1768-1769, el segundo punto cuantitativamente destacado fue desencadenado por el Real Resolución del 26 de febrero de 1774, que es trasladado desde la Audiencia de A Coruña por el Real Auto del 12 de abril de 1774, publicado en Santiago a día 28 del mismo mes. Esta Real Resolución nos ilustra claramente de sus motivaciones a través del caso que llevo a su origen36. La descripción de la pretensión del impago del censo desató en la ciudad compostelana un aluvión de escrituras sobre el Registro, por parte de las grandes instituciones censualistas: el Real Hospital, Universidad, monasterios, catedral, fundaciones y obras pías de toda la provincia, mostrando ante el escribano de hipotecas censos desde el siglo XV. Gracias a esta disposición y las ampliaciones de tiempo que se dieron para su ejecución en 1775 y, de manera más general de todas las escrituras antiguas en 1782, obtenemos una extraordinaria muestra de cerca de mil doscientos censos vigentes en estas fechas 37. El tiempo necesario para recomponer una muestra de estas características por sus 33

Laurent Herbreteau, "Le marché immobilier à Angers au XVIIIe siècle", Annales de Bretagne et des pays de l'Ouest. Tome 105, Nº 3, 1998. pp. 63-73. 34 Gilbert Larguier, "Le marché immobilier et foncier narbonnais en 1789: atonie d'une ville, difficultés de la noblesse", Annales du midi: revue archéologique, historique el philologique de la France méridionale, Tome 101, Nº 188, 1989, structures foncières el hiérarchies sociales. pp. 375-407. 35 AHUS FCH 207, 1770, f 86 v., escritura del 27-6-1770 ante Manuel García. 36 La disputa de un censo antiguo, no registrado en la contaduría, entre los patronos de la obra Pía y Fundación de Escuela de la Villa de Villabeliao y los censatarios. AHUS, FCH 208, 1774, f. 64 y ss. 37 La ampliación se dio en 1775 por un año más, Orden del Consejo del 1-jul-1774 AHUS, FCH 209, 1775, f. 60 y ss.; y Real Decreto del Consejo de Castilla 11-1-1782, trasladado en Santiago al 15-jul1782, AHUS, FCH 211, 1782, f.1.

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respectivas fuentes notariales y eclesiásticas supera sin duda lo razonable con los criterios temporales en los que trabaja actualmente la investigación. Desconocemos la efectividad de dicha disposición en otras latitudes pero de nuevo se presentan, al menos en potencia, destacas posibilidades a nivel comparativo38. En este sentido la fuente transmite muy bien toda la problemática financiera de la hacienda borbónica finisecular, historia que si bien ha sido atendida en su vertiente institucional y legislativa, contamos con menos trabajos que desciendan a los efectos concretos sobre los patrimonios y relaciones de los individuos a excepción del clero, a través de las desamortizaciones. A este aspecto que ya había sido señalado por la investigación, debemos añadir otro ejemplo de la conjunción entre la problemática hacendística, la propiedad al final del Antiguo Régimen: la Real Cédula del 24 de agosto de 1795 y la de 17 de diciembre de 1798 que impone un tributo del 15% sobre los bienes escriturados "por manos muertas" entre ambas fechas y que tiene por resultado en el caso compostelano el resumen de 42 escrituras impuestas por mayorazgos y congregaciones 39 . Este punto también es susceptible de análisis comparativo en la geografía peninsular. Cómo último elemento queremos mostrar que las posibilidades de la fuente no se circunscriben a los trabajos de corte estructural, ni tan siquiera de una manera más general a aquellos de orden socioeconómico, sino que además de las posibilidades para la reconstrucción de comportamientos económicos individuales y familiares que ya han sido señalados por R. Congost 40 , estos pueden servir a los múltiples intereses del investigador, tanto políticos como incluso militares. Un buen ejemplo de la interrelación de estas cuestiones es la posibilidad de conocer las asignaciones de alimentos a los hijos de la burguesía y nobleza en la guerra de Independencia (figura 3). Podemos observar cómo los hijos de esta burguesía provinciana formada por eclesiásticos, nobles, algunos comerciantes destacados y funcionarios se encaminan al ejército español decimonónico bajo el sustento de las rentas de sus progenitores. 5. Conclusión Para recapitular, hemos intentado mostrar como el Registro de Hipotecas es una fuente que presenta múltiples posibilidades y que puede ser empleada para un amplio abanico de estudios socioeconómicos que va desde la formación y relación de conceptos sobre la propiedad y la administración pública en el cambio de la modernidad a la contemporaneidad hasta las transformaciones en la vida cotidiana del campesinado y los habitantes de las ciudades en conjunción con las dificultades financieras de la monarquía y las actuaciones de las élites locales.

38

Dada la breve referencia que aparece en el trabajo sobre Guipúzcoa, parece ser que en este caso tendría un notable impacto y sería posible algún tipo de comparación. Celia Mª Aparicio Pérez e Inmaculada González Gómez, "Las Contadurías de Hipotecas en Guipúzcoa"... p.370. 39 "Real Cedula de 24 de Agosto de 1795 se ha dignado SM mandar exigir un quince por ciento sobre los bienes raíces que adquiriesen las manos muertas, y los que se destinasen a la fundación de Mayorazgos, y demás que en ella se expresa; y por otra Real Cédula de 17 de Diciembre de 1798 se previene, que dentro de un mes remitan los Escribanos de Hipotecas a las Intendencias Testimonio, que acredite las fundaciones de que tuviese tomado razón desde la fecha primera Real Cédula..."AHUS FCH, 213, f.388 y siguientes. 40 R. Congost i Colomer "Una font poc utilitzada..." pp.206 y ss.

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EL REGISTRO DE HIPOTECAS Y SUS POSIBILIDADES …

En esta perspectiva de análisis también es posible, con las reservas señaladas, establecer hipótesis de trabajo estructurales de la situación socioeconómica de las ciudades, así como facilitar algunos de los caminos de la investigación, no sólo de las transformaciones sobre la propiedad y la gestión de la tierra al final del Antiguo Régimen, sino también sobre la estructura urbana, mercado inmobiliario, sistema financiero y de la sociedad en general. Además, esta fuente muestra cómo es necesario atender al fenómeno económico de la conjunción de ciudad y campo de una manera evidente al menos, en nuestro espacio de estudio. Teniendo en cuenta la actual dinámica de la investigación, con la dificultad de gestionar volúmenes ingentes de información de manera manual como demandan los protocolos notariales, el Registro de Hipotecas viene a facilitar una herramienta útil de análisis que hasta la fecha no ha recibido la atención que merece dentro de los estudios de historia urbana y esperamos que pueda ser útil a otros investigadores en trabajos futuros. Figura.1. Número de escrituras registradas anualmente en la O.H. del espacio urbano de Compostela 1770-1810 140 120 100

80 60 40 20 0

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Figura 2: Ponderación por número de actos según elemento transaccionado en las escrituras. 1770-1810 (años 0 y 5) 100% 90% 80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0%

1770

1775

1780

1785

1790

1795

1800

1805

1810

Crédito

17

9

7

13

15

11

11

46

19

Casas

32

8

7

16

11

8

11

14

9

Tierra

82

7

10

9

11

3

20

20

36

Figura 3: Asignaciones de alimentos para cadetes en Santiago de Compostela (1810) asignante

profesión

r/d

cadete

cuerpo

Diego Álvarez

-

8

a su hijo José María

regimiento de la Unión u otro de Infantería de Línea

Domingo Pérez de Andrés

del Comercio

10

a su hijo Diego

Caballería de su Majestad

Francisco Antonio Vilomara

del Comercio

10

a su hijo mayor Manuel Vilomara y Sotomayor

-

del Comercio Administrador de Rentas Reales de A Estrada

10

a su hermano Pedro

-

10

a su hijo don Mariano

cadete de caballería

-

10

Tiburcio Vallés José Paseiro Manuel de Pazos Juan Pérez Viqueira Melchor Somoza Esteban Cepeda Lucas Antonio Montero

624

escribano de esta ciudad vecino de san Cristóbal do Eixo

10

su hijo soltero Juan José a su hijo Basilio Pérez

-

10

a su hijo Benito

-

10

a su hijo Domingo

-

a su hijo Manuel que tuvo en estado de secular

-

Canónigo Doctoral de 10 la Catedral de Ourense

EL REGISTRO DE HIPOTECAS Y SUS POSIBILIDADES … Dueño y señor de la casa y pazo de Albarde Dependiente de las Pedro Barajas Rentas Reales en la villa de Padrón Fuente: A.H.U.S., F.C.H. 215, 1810

Ignacio Mariño de Lobera

9

a su hijo Juan Mariño de Lobera

Regimiento Provincial de Compostela u otro

10

a sus hijos don Manuel y don Ramón Barajas

-

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El colegio de la paz y el colegio de los desamparados: dos instituciones educativas en el Madrid de mediados del siglo XVIII The school of la paz and the school of los desamparados: two schools in madrid in mid-eighteenth century Nuria GONZÁLEZ BARRERO Universidad Rey Juan Carlos Resumen: El objetivo del presente trabajo, que se inserta en una investigación más amplia, es ofrecer una primera aproximación, teniendo en consideración la bibliografía que existe hasta la fecha y utilizando fuentes primarias, sobre la situación educativa en el Madrid de la segunda mitad del siglo XVIII a través de dos instituciones de enseñanza: el Colegio de la Paz y el Colegio de los Desamparados. Aunque ambos establecimientos dependían directamente de la Inclusa de Madrid, formando un importante trinomio indivisible en la recogida, cuidado y formación de expósitos; sus características y objetivos eran bien distintos. La Inclusa se dedicaba al cuidado de los menores mientras que el Colegio de la Paz y el Colegio de los Desamparados a la enseñanza y educación de los expósitos; en el primero de las niñas y en el segundo de los varones. Por ello, aunque aparentemente estas instituciones tenían características y dependencias muy similares, la articulación de ambas resultaba muy diferente. Palabras clave: Colegio de la Paz, Colegio de los Desamparados, educación, niñas, niños, oficios. Abstract: The aim of this paper is to offer an approximation to the educational situation in Madrid in the second half of the 18th century, through two schools: the School of La Paz and the School of Los Desamparados. This paper is within broader research and always takes into consideration the existing bibliography up to now and the primary sources. Both schools depended on La Inclusa de Madrid, and together with it, they formed like one institution which was in charge of the pickup, care and education of children. However, the features and objectives of both schools were different. La Inclusa addressed the care of little children, while the School of La Paz and the School of Los Desamparados addressed the education of foundlings, the former of girls and the latter of boys. For this reason, although apparently these schools used to have very similar characteristics, the way they functioned were very different from each other. Keywords: School of La Paz, School of Los Desamparados, education, girls, boys, jobs.

La irrupción del pensamiento ilustrado en España en la segunda mitad del siglo XVIII1 conllevó la introducción de grandes cambios en numerosos ámbitos de la sociedad entre los que figuraban la educación y la cultura. Aspectos ambos, que fueron considerados elementos esenciales para que la sociedad progresase, intentando dejar atrás las grandes desigualdades sociales que existían. De hecho, la felicidad (progreso) dependía de las

1

María del Carmen Iglesias Cano. “Educación y pensamiento ilustrado”, Actas del Congreso Internacional “Carlos III y la Ilustración”. Madrid, Ministerio de Cultura, III (1989), pp. 1-30.

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luces y ésta se alcanzaba por medio de la educación: “las leyes de la educación son las primeras que recibimos y nos prepararan para ser ciudadanos” 2. La educación se convertía, por lo tanto, en uno de los motores del progreso, pues se concebía como la vía más factible para el desarrollo del país. Fue en este contexto donde surgió la idea de la instrucción pública, es decir la socialización de la educación haciéndola accesible a todos los estamentos de la sociedad. Gran parte de los proyectos y reformas se destinaron, fundamentalmente, a la educación de los varones. No obstante, también se realizaron intentos por extenderla a las niñas, como quedó de manifiesto con la formulación de supuestos teóricos y la puesta en ejecución de varios proyectos. Éstos, centrados principalmente en dos focos, por un lado, el papel cada vez más importante desempeñado por las mujeres dentro de la sociedad estamental jerarquizada del Antiguo Régimen y, por otro lado, las transformaciones que se estaban produciendo a finales del siglo XVIII con la entrada de algunos de los ideales en materia educativa del pensamiento ilustrado3. En las últimas décadas del siglo XX y primeras de esta centuria, la historiografía, ya sea desde un punto de vista de la historia social de la educación, de la historia cultural o de la historia de la educación, ha prestado especial atención a la situación de la educación en España a lo largo del siglo XVIII, destacando, entre otros, los estudios de Aymes (1983), Llopis y Carrasco (1983), Labrador Herraiz (1983, 1988), Demerson (1986), Ruiz Berrio (1986), Ávila Fernández (1986), Negrín Fajardo (1987, 2006), Hernández Fraile (1988), Nieto Bedoya (1988), Bartolomé Martínez (1993), Viñao Frago (1995), García Fraile (1995), Imparato-Prieur (2000), Gutiérrez Gutiérrez (2001) y Capitán Díaz (2002)4. 2

Charles de Secondat Montesquieu. Del espíritu de las leyes. Madrid, imprenta de Villalpando, 1820, p. 118. 3 Mª Victoria López-Cordón Cortezo. Condición femenina y razón ilustrada. Josefa Amar y Borbón. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2005. 4 Jean René Aymes. “Les ilustrados espagnols de la seconde moitié du XVIIIème siècle et l’enseignement élémentaire. Etude comparative”, Ecole et societé en Espagne et en Amérique Latine, Tours, CIREMIA (1983), pp. 9-48; Jesús Llopis y María Victoria Carrasco, Ilustración y educación en la España del siglo XVIII. Valencia, Publicaciones de la Escuela Universitaria del Profesorado de EGB, 1983; María del Carmen Labrador Herraiz, “Los maestros de primeras letras en el Catastro de Ensenada”, II Simposio sobre el padre Feijoo y su siglo, II (1983), pp. 159-181; María del Carmen Labrador Herraiz. La Escuela en el Catastro de Ensenada, Madrid, MEC, 1988; Paula Demerson. “Tres instrumentos pedagógicos del siglo XVIII: la Cartilla, el arte de escribir y el catón”, L’enseignement primaire en Espagne et en Amérique Latine du XVIIIème siècle à nos jours. Politiques éducatives et pratiques scolaires, Tours, CIREMIA (1986), pp. 31-40; Julio Ruiz Berrio “Reformas de la enseñanza primaria en la España del Despotismo Ilustrado”, L’enseignement primaire en Espagne et en Amérique Latine du XVIIIème siècle à nos jours. Politiques éducatives et pratiques scolaires, Tours, CIREMIA (1986), pp. 3-17; Alejandro Ávila Fernández, “La formación de maestros de primeras letras en España y en Sevilla durante los siglos XVII y XVIII”, Cuestiones pedagógicas. Revista de Ciencias de la Educación, 3 (1986), pp. 23-40; Olegario Negrín Fajardo. Educación popular en la España de la segunda mitad del siglo XVIII, Madrid, UNED, 1987; Olegario Negrín Fajardo. Historia de la educación española. Madrid, UNED, 2006; Paloma Hernández Fraile. Catálogo bibliográfico de obras de pedagogía de la Ilustración. Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1988; Margarita Nieto Bedoya. La escuela en el medio rural. Provincia de Palencia a mediados del siglo XVIII. Madrid, Universidad Complutense, 1988; Bernabé Bartolomé Martínez. “La educación institucional: las escuelas de primeras letras”, Historia de la educación en España y América: la educación en la España Moderna (siglos XVI-XVIII), 2 (1993), pp. 498-504; Antonio Viñao Frago. “Historia de la educación e historia cultural: posibilidades, problemas, cuestiones”, Revista de Educación, 306 (1995), pp. 245-269; Juan Antonio García Fraile. “Historia de la educación en España y América”, Revista de Educación, 306 (1995), pp. 487-495; Sylvie ImparatoPrieur. “La enseñanza de las primeras letras en España en la segunda mitad del siglo XVIII: contenidos y

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La mayoría de los trabajos arriba mencionados prestan su foco de atención a la educación de los varones, si bien, algunos otros, como Reder Gadow (1988), Ortega López (1988), Antón Solé (1991), Bravo Lozano (1996), Franco Rubio (2000, 2006), Villar García (2003), Álvarez Faedo (2004), López-Cordón (2005) y Capel Martínez (2007) 5 , desde un acercamiento desde la historia cultural, analizaban la instrucción femenina. Con todo, el presente trabajo, enmarcado en los procesos de reforma e interés por la educación como motor del cambio social de los ilustrados españoles, sin distinción de condición, estrato social o sexo, pretende realizar una primera aproximación a la realidad educativa como elemento necesario de evolución social a través de dos instituciones: el Colegio de la Paz y el Colegio de los Desamparados en los años centrales del siglo XVIII6. Ambas instituciones no pueden tratarse de forma independiente, sino que forman una unidad junto con la Inclusa de Madrid. La Real Inclusa de Madrid, construida en la segunda mitad del siglo XVI, recogía a niños expósitos, bien abandonados en las calles, bien en los hospitales de las proximidades o bien aquellos que eran depositados directamente en el torno de la propia Inclusa. Su construcción tiene origen dudoso, pues existen diversas afirmaciones sobre la fecha de su construcción; de cualquier forma, el punto de total acuerdo es situarla en la segunda mitad del siglo XVI 7 . Estos niños podían permanecer aquí hasta la edad de siete años; una vez cumplida la misma, las métodos a través de algunos tratados de enseñanza”, Contextos Educativos, 3 (2000), pp. 235-252; Clotilde Gutiérrez Gutiérrez. Enseñanza de primeras letras y latinidad en Cantabria (1700-1860). Santander, Universidad de Cantabria, 2001; y, Alfonso Capitán Díaz. Breve historia de la educación en España. Madrid, Alianza Editorial, 2002. 5 Marion Reder Gadow. “Datos acerca de la enseñanza femenina en la Málaga ilustrada”, Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia, 11 (1988), pp. 435-452; Margarita Ortega López. “La educación de la mujer en la ilustración española”, Simposium internacional sobre Educación e Ilustración. Dos siglos de Reformas en la Enseñanza, 24 (1988), pp. 193-223; Pablo Antón Solé. “Datos sobre la educación de niñas y jóvenes en la diócesis de Cádiz durante la segunda mitad del siglo XVIII”, Tavira: Revista de ciencias de la educación, 8 (1991), pp. 83-92; Jesús Bravo Lozano. “Fuentes para el estudio del trabajo femenino en la Edad Moderna: el caso de Madrid a fines del siglo XVII”, Actas de las VI Jornadas de Investigación Interdisciplinaria de la mujer: el trabajo de la mujer, siglos XVI-XX”, (1996), 143-162; Gloria Ángeles Franco Rubio. “Reformismo y previsión social en la España ilustrada: la situación de las mujeres entre la utopía y la realidad”, Actas del Congreso Internacional “El Conde de Aranda y su tiempo”, 1 (2000), pp. 790-804; Gloria Ángeles Franco Rubio. “Las mujeres en la España del Siglo de Oro, entre la realidad y la ficción”, Ecos silenciados: la mujer en la literatura española: siglos XII al XVIII, (2006), pp. 139-164; María Begoña Villar García. “Las oportunidades de educación y empleo laboral de las mujeres malagueñas en la Edad Moderna”, Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia, 25 (2003), pp. 649-670; María José Álvarez Faedo. “Josefa Jovellanos y la educación de la mujer en el siglo XVIII”, Boletín Jovellanista, 5 (2004), pp. 15-35; Mª.V.López-Cordón Cortezo. Condición femenina…; y, Rosa María Capel Martínez. “Mujer y educación en el Antiguo Régimen”, Historia de la educación: revista interuniversitaria, 26 (2007), pp. 85-110. 6 Véase sobre estos centros los estudios previos de María del Carmen Simón Palmer, “El Colegio de Niños Desamparados de Madrid”, Anales de Estudios Madrileños, XV (1978), pp. 73-84; Florentina Vidal Galache y Benicia Vidal Galache, “El Colegio de Nuestra Señora de la Paz para niñas “expuestas” de Madrid, a mediados del siglo XVIII”, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 30 (1991), pp. 191210 y “El Colegio de Niños Desamparados, a mediados del siglo XVIII”, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 30 (1991), pp. 129-158. 7 Según José Ignacio Arana Amurrio se creó la Real Inclusa en 1563 en Madrid (José Ignacio Arana Amurrio, “Historia de la Inclusa de Madrid”, Cuadernos de Historia de la Pediatría Española, 4 (2012), pp. 20-30) mientras que Pedro Espina Pérez indica que se creó en 1543 en Madrid (Pedro Espina Pérez, Historia de la Inclusa de Madrid. Madrid, Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, 2005, p. 39).

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niñas pasaban al Colegio de la Paz, dónde aprendían un oficio relacionado con sus labores; y los niños pasaban al Hospital/Colegio de los Desamparados donde “se enseñaban oficios manuales hasta los catorce años8 y luego la propia institución buscaba acomodo laboral para esos adolescentes9”. El Colegio de Nuestra Señora de la Paz para niñas expósitas 10 fue mandado construir en 1679 por manda testamentaria de doña Ana Fernández de Córdoba y Figueroa (1608-1679), Duquesa de Feria. Sin embargo, no se fundó hasta 169111. El Colegio, puesto bajo la advocación de la Virgen de la Paz, se instituyó según los designios de Dios, pues la duquesa de Feria convino agradecer a su Divina Magestad las infinitas misericordias que le había hecho y los bienes temporales que le había proveído; según lo cual decidió hacerlo mirando por aquellos que tenían menos asistencia, y según la duquesa, de entre ellos, el colectivo más desamparado eran las niñas huérfanas pobres12. De hecho, la duquesa consideraba a estas niñas las más débiles “pues no conocen a sus padres, y, quando ellos las conozcan á ellas, por pobres no las pueden socorrer 13 ”. [Así], “deseando obviar con todas mis fuerzas, y reparar tan notable daño, y socorrer a estas pobres desamparadas, es mi voluntad instituir, como instituyo, y dexo por mi heredero en la propiedad de mis bienes, derechos y acciones, á un colegio, que doto y fundo, con el título y vocación de Nuestra Señora de la Paz, en esta villa de Madrid 14”.

Para salvaguardar su fundación y mantenerla en el tiempo, la duquesa de Feria dictó que se impusieran en renta sus bienes para el sustento de las niñas y conservación del colegio15. Éste se localizó, en sus inicios, en la calle Embajadores de Madrid, aunque más tarde cambió su ubicación a la actual calle O’Donell. 8

Como se podrá advertir más adelante las edades concretas de entrada y permanencia en los centros, especialmente en el Colegio de los Desamparados, cambia según los años. 9 J. I. Arana Amurrio “Historia…”, p. 30. 10 Un gran número de Escuelas de Niñas de este tipo (de niñas huérfanas) fueron construidas en su mayoría entre finales del siglo XVI y principios del XVII; valga como ejemplo: el Colegio de Nuestra Señora de Loreto mandado construir en 1581, el Colegio de Santa Isabel en 1592, el colegio de Nuestra Señora de la Presentación en 1603 o el colegio de niñas del Refugio en 1651. También se construyeron algunos a principios del siglo XVIII como el Colegio de Nuestra Señora del Patrocinio mandado construir en 1710, el colegio de niñas de Monterrey en 1711 o el Colegio de Nuestra Señora del Amparo en 1729. Archivo Histórico Nacional [AHN], Consejos, libro 1351, fols. 588-589. 11 Existe desacuerdo sobre la fecha de construcción del Colegio de Nuestra Señora de la Paz; si bien dicha fundación fue erigida en la segunda mitad del siglo XVII, hay diversos autores que asientan la fundación en 1633 (Ramón de Mesonero Romanos y Ángel Fernández de los Ríos. Seminario pintoresco español: lectura de las familias. Enciclopedia popular. Madrid, Imprenta y establecimiento de grabado de D. Baltasar González, 1846, p. 195; y Fausto Martínez de la Torre y José Asensio. Plano de la Villa y Corte de Madrid. Madrid, Imprenta de Don Joseph Doblado, 1800, p. 214). Por otro lado, otros autores apuntan la fundación del Colegio en 1679 (Florentina Vidal Galache y Benicia Vidal Galache, “El Colegio… p. 192; y Pedro Montoliú Camps. Madrid, Villa y Corte: calles y plazas. Madrid, Silex Ediciones, 2002, p. 168). Sin embargo, y de acuerdo con la manda testamentaria de la duquesa de Feria: “en este colegio se recogen, admiten y educan las niñas que se crian en la Real Casa de la Inclusa, y se erigió y fundó el año de 1691. en virtud del testamento cerrado que otorgó la Ex. ma Sra. D.ª Ana Fernandez de Cordoba, duquesa de Feria, en 25. de Agosto de 1679. baxo cuya disposición fallecio en 29. de Septiembre del mismo año”. Cit. Pedro Escolano de Arrieta, Práctica del Consejo Real en el despacho de los negocios consultivos, instructivos y contenciosos. Madrid, Imprenta de la viuda é hijo de Marín, 1796, p. 630. 12 P. Escolano de Arrieta, Práctica del Consejo Real…, p. 631. 13 Ídem. 14 Ídem. 15 Ibídem, p. 632.

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Por su parte, el Hospital-Colegio de los Desamparados para niños expósitos, se cree que fue fundado en 1596 por la Congregación del Amor de Dios, que fue una compañía religioso-benéfica preocupada por dar albergue a niños huérfanos, aunque no abrió sus puertas hasta 1600. Sin embargo, “no se sabe a punto fixo de su fundacion por no haver documentos que lo demuestren, si solo por noticias y papeles16”, en los que se demostraba que en el año 1592 el rey Felipe II (1527-1598) acogió bajo su protección a los niños perdidos y desamparados de las calles de Madrid, albergándolos en el Real Colegio de Santa Isabel para cuidarlos y protegerlos 17 . El objetivo inicial de la fundación del hospital era dar cobijo a niños huérfanos que vagaban por las calles y tenían la desgracia de no conocer a sus progenitores. En 1610 se construyó un edificio propio en la calle Atocha donde se ubicó el Hospital de los Desamparados, pasando a denominarse Colegio de los Desamparados, pues aumentaron sus ambiciones como institución y perseguía ofrecer también formación a estos niños. Valga mencionar que el Colegio de los Desamparados no fue la única institución, tal y como ocurría con el Colegio de la Paz, promovida como tal. Felipe II mandó construir en 1581 y 1592, respectivamente, el Colegio de Nuestra Señora de Loreto y el Colegio de Santa Isabel. Tanto el Colegio de la Paz como el de los Desamparados rápidamente pasaron a estar bajo el patronato regio, cuyos encargados en nombre de la protección real fueron los Jueces Protectores. (En la segunda mitad del siglo XVIII, el Juez Protector del Colegio de la Paz fue José Bermúdez 18 y en de los Desamparados fueron el Cardenal Don Gaspar de Molina19 y Don Blas de Hinojosa20, que ayudaban en la dirección y administración de los colegios y velaban por su buen funcionamiento). Mientras que el Colegio de la Paz pasó rápidamente al patronato regio al seguir la voluntad de la Duquesa “ande [el colegio] debaxo del amparo y proteccion del Rey nuestro Señor, que Dios guarde y prospere, y de los Srs. Reyes sus sucesores” 21 ; el Colegio de los Desamparados pasó alrededor de unos veinte años a cargo de la Congregación del Amor de Dios, desde sus inicios hasta aproximadamente 1618, cuando la Congregación se extinguió22. Tanto el Colegio de la Paz como el Colegio de los Desamparados, en teoría amparaban solamente a niños/niñas expósitos que procedían de la Real Casa de la Inclusa, aunque la práctica distaba mucho de la realidad; no tanto en el Colegio de la Paz, pero sí en el de los Desamparados. Por lo que respecta al primero, se respetó bastante fielmente la voluntad de la Duquesa de Feria: “ordeno y mando que no se pueda recibir en él ninguna que no sea de la Inclusa por ningún caso, ni admitir en él deposito de mujeres de ninguna calidad ni estado que sean23”; pero sí podría resaltarse la condición de “porcionistas” de la que gozaban algunas niñas que eran instaladas en el colegio en las mismas condiciones y bajo las mismas normas que las demás, pero alguien desde fuera debía hacerse cargo del pago de su manutención, lo que suponía “4 16

Archivo Regional de la Comunidad de Madrid [ARCM], Diputación, Colegio de los Desamparados, legajo [leg.] 5125, carpeta [cp] 20. 17 Ídem. 18 África Martínez Medina. “Casa palacio de la duquesa de Arcos en Madrid”. Anales del Instituto de Estudios Madrileños, XXX (1991), p. 159. 19 Obispo de Málaga del Consejo de su gobernador del Real Consejo de Castilla y Comisario de la Santa Cruzada. ARCM, Diputación, Colegio de los Desamparados, leg. 5299, cp. 6. 20 Ministro del Consejo de Castilla. AHN, Consejos, leg. 31362, exp. 14. 21 Pedro Escolano de Arrieta. Práctica del Consejo Real… p. 630. 22 ARCM, Diputación, Colegio de los Desamparados, leg. 5122, cp. 3. 23 P. Escolano de Arrieta, Práctica del Consejo Real…, p. 631.

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reales diarios (en otros casos eran 5) que debe pagar por los alimentos y además lo que fuere costumbre y necesitare por su decencia y gastos extraordinarios 24 ”. Podría considerarse esta condición de “porcionistas” como ilícita puesto que a pesar de que las peticiones se dirigían al colegio siendo concedidas por el Rey, la respuesta por parte del Colegio era: “(…) de la Real Provisión de S. M. debo hacer presente a V. E, que en aquel Colegio no hai Plazas de numero en el que pueda entrar jamás dicha, porque la Duquesa de Feria lo fundó y dotó única y precisamente para Niñas expositas de la Inclusa prohibiendo la entrada de otras qualesquiera25”.

Por lo que respecta al Colegio de los Desamparados, éste debía dar cabida a niños expósitos mayores de siete años procedentes de la Inclusa, pero también acogía a niños huérfanos de ambos progenitores y pobres de la provincia de Madrid26, mujeres pobres impedidas (conocidas como “carracas”), parturientas y a pobres que no tuvieran lugar para pernoctar. La única condición impuesta era que los niños que no procedían de la Inclusa debían estar en plenas facultades físicas, al contrario que los procedentes de la misma, que se acogían tuvieran o no defectos físicos y gozaran o no de buena salud27. Igualmente, se acogían a “todas [las niñas] las que se remiten de la Ynclusa y no caben en el Colegio de la Paz28”. Es posible, que ocurriera esto debido al gran número de niñas que había para entrar en el Colegio de la Paz, quizás también desencadenado por niñas porcionistas que hubo en el colegio y no debiera. Esta práctica se consideró bastante frecuente ya a finales de siglo, a partir de 1788 que es cuando se localiza, por primera vez, la condición de “porcionistas” por parte de las niñas en el Colegio de la Paz. Sin embargo, se advierte un dato aislado en 1708 que por Auto Acordado se mandaron trasladar ocho muchachas expósitas de la Inclusa a los Desamparados por no caber en el Colegio de la Paz29. De cualquier forma, resulta más significativo resaltar que había en 1800 en el Colegio de los Desamparados 67 niñas que no cabían en el Colegio de la Paz, llegando a 100 en 180230. Existió, sin embargo, cierta divergencia en cuanto a la forma de entrar a dichos colegios; los niños de ambos sexos eran recibidos en la Inclusa, pero mientras que a las niñas se les buscaba un ama que le alimentara o unos padres que la prohijaran hasta que cumpliera la edad requerida para ser devuelta y entrar al Colegio de la Paz previa carta escrita por los padres para pedir la admisión de la niña en el centro, los niños se criaban en la Inclusa hasta la edad de siete años 31 , que pasaban entonces al Colegio de los Desamparados, sin previa carta o petición.

24

ARCM, Diputación, Colegio de la Paz, leg. 8456, cp. 11. Ibídem. 26 Sin embargo, esta circunstancia no siempre era tal. Valga como ejemplo un poder de Don Blas de Hinojosa en 1781, en el que se decía que “el niño Josef Bazquez Belinchon, niño de dicho Colegio de los Desamparados por ser hijo legítimo y de legítimo matrimonio de Josef Bazquez y de Thomasa Belinchon (…)”. Era un poder para una persona que quería hacerse responsable de dicho niño, pero se desestima su petición, entre otras razones por ser hijo legítimo de padres. AHN, Consejos, leg. 31362, exp. 14. 27 Reglamento del Colegio de los Desamparados (s. f.). ARCM, Diputación, Inclusa, leg. 767, cp. 10. 28 ARCM, Diputación, Colegio de la Paz, leg. 8456, cp. 11. 29 Ibídem, Colegio de los Desamparados, leg. 5303, cp. 2. 30 Ibídem. 31 En los fondos consultados, se localizan continuas referencias a que la edad de entrada de los niños al Colegio de los Desamparados era de siete años, sin embargo, en uno de los reglamentos se recoge a la 25

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Por lo que respecta al perfil de los expósitos, los niños podían clasificarse bien en huérfanos bien en pobres, no hallándose ningún niño que no lo fuera durante el siglo XVIII. Las niñas que pedían entrar al Colegio de la Paz también lo eran, aunque se conocieron casos en que no. Valga como ejemplo algunas colegialas que fueron hijas de empleadas de condes o marqueses; por ejemplo la condesa de Baños, quién en 1791 y al quedarse huérfanas las hijas de sus criados pidió que se las admitiera en el Colegio de la Paz en condición de porcionistas. De igual forma, el marqués de Montealegre32 tenía a su cargo en condición de porcionistas en el Colegio a dos niñas cuyo padre servía su casa y cuya madre se hallaba en los últimos años de vida por enfermedad. Solamente se halló en el Colegio de los Desamparados un siglo antes, en 1670, 10 colegiales que eran hijos de empleados a los que se les daba un trato especial33. Respecto a las fuentes de ingresos de ambos colegios en el siglo XVIII, no distaban mucho unas de otras. A grandes rasgos podría decirse que había dos vías fundamentalmente: lo que les reportaban a los colegiales sus labores y las recaudaciones de los Corrales de comedias. Por un lado, los ingresos en el Colegio de la Paz eran por las labores de costura desarrolladas por las colegialas cuyas prendas luego ponían en venta y las propiedades que poseía el Colegio, de entre las que cabe destacar las vistas, balcones y viviendas en los Corrales de comedias del Príncipe y la Cruz. Por otro lado, los ingresos del Colegio de los Desamparados eran por las labores de los niños que cantaban en festividades de tipo religiosa y funerales y el precio de la entrada a los Corrales de comedias, que inicialmente eran dos reales, y más tarde aumentó a cuatro34. Sin embargo, no es menos cierto que ambas instituciones recibían donaciones procedentes de testamentos como bienes raíces, ropas y enseres, entre otros, caso por ejemplo, de Francisco Enamorado que en 1724 mandó se gastasen 400 ducados en hacer camisas para los niños del Colegio de los Desamparados35. Ambos colegios, a pesar de que comenzaron a funcionar con anterioridad al siglo XVIII, fueron propulsados y se dotaron de gran importancia especialmente en la segunda mitad de dicho siglo, pues ambos concordaban con las bases fundamentales de las reformas ilustradas. Tanto fue así que en 1799, la Condesa de Trullas y Torrepalma, Francisca María Dávila y Carrillo, presidenta de la Junta de Damas, tomó la dirección de la Real Casa de la Inclusa. Dos años más tarde y por voluntad del rey Carlos IV (1778-1808), se puso al frente del Colegio de la Paz, donde trabajó intensamente en la reorganización del colegio con el objetivo de ampliar los espacios y dar cabida a más colegialas. De hecho, el periodo que la Condesa estuvo al frente de ambas instituciones coincidió con la unión de la Junta de Damas con la Sociedad Económica Matritense, que por mandato de la Condesa, prestaron especial atención a las escuelas dedicadas a la enseñanza femenina y se ocuparon de destinar fondos para diversos fines benéficos. Tal fue la atención que prestó la Condesa a este tipo de instituciones que intentó hacerse con la dirección del Colegio de los Desamparados en 1802, aunque sin éxito, con el fin de controlar el trinomio de establecimientos benéfico-asistenciales de niños huérfanos (Real Inclusa, Colegio de la Paz y Colegio de los Desamparados). edad de cinco años. Reglamento del Colegio de los Desamparados (s. f.). ARCM, Diputación, Inclusa, leg. 767, cp. 10. 32 También, entre otros cabe destacar el Marqués de Aranda y la marquesa de Guadalcazar y Mejorada. ARCM, Diputación, Colegio de la Paz, leg. 8441, cp. 4 y leg. 10263, cp. 1. 33 ARCM, Diputación, Colegio de los Desamparados, leg. 5125, cp. 2. 34 Ibídem, leg. 5122, cp. 3. 35 Ibídem, cp. 17.

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El Colegio de la Paz ofrecía “educación completa para que [las niñas] pudieran ser buenas madres de familias y excelentes esposas 36 ”, instrucción y formación que siempre se basaba en lo relacionado a las labores propias de su sexo. Y, por su parte, el Colegio de los Desamparados se ocupaba de formar a los niños en nociones básicas de escritura, lectura, cuentas y doctrina cristiana, pero especialmente en enseñarles un oficio y buscarles una salida laboral con el fin de ganarse la vida y que no incurrieran en el error de volver a vagar por las calles. En relación a la educación que los colegiales recibían, ésta distaba mucho una de la otra, dependiendo de su sexo, aunque la base de la misma se fundamentaba en la enseñanza del catecismo religioso y era común para ambos. El adoctrinamiento religioso de las mujeres era especialmente importante, puesto que era a través de ella donde se les infundían buenos modales, obediencia y respeto. A parte de ello, se les enseñaban también labores propias de su sexo y se les instruía en el cuidado y decoro de la casa, así como de su familia, labores relacionadas con la costura, bordados, confección de ropa, etc.: el cosido, recosido y la compostura de la ropa. Especialmente, las niñas se dedicaban en su mayoría a las labores de ropa blanca, a hacer piezas de listón, a tejer piezas de colonia, piezas de a cien púas, a devanar y a hacer canilla las piezas37. Por su parte, la educación de los niños era más completa pues se centraba en dos ejes fundamentales, que podríamos relacionar con dos conceptos “escuela” y “taller”. En este sentido, la escuela se dedicaba a la enseñanza de nociones básicas de lectura, escritura, aritmética, dibujo y doctrina cristiana. También, eran muy importantes las clases de música. El segundo eje, la enseñanza en el “taller” se dedicaba a la formación de los niños en oficios. En la escuela, los niños estaban agrupados por niveles y por disciplinas. En la enseñanza de la lectura, los niveles iban desde los niños que conocían las letras y las leían por sílabas, hasta aquellos que sabían leer manuscritos. La enseñanza de la lectura se hacía siempre sobre textos religiosos. La enseñanza de la escritura era parecida, pues los niveles de los niños iban desde los que se “principiaban a escribir” hasta los que escribían “sin líneas transversales” 38 . En las clases de aritmética los niveles se distribuían de la siguiente forma: el primer nivel correspondía a la enseñanza de las sumas, la segunda a la de las restas, el tercero a las multiplicaciones y el último a la de las divisiones. Así, los niños que no sabían realizar bien los cálculos en un nivel, no podían pasar al siguiente. Por último, la enseñanza del dibujo se dividía en tres cursos, en el primero aprendían geometría práctica, en el segundo se aprendía a “formar miembros sueltos” y en el tercero se aprendían a dibujar figuras enteras 39. Igualmente, los niños asistían a clases de música, cuya importancia podría equipararse con la de las demás clases a las que asistían, pues los niños debían formarse en canto debido a que asistían a cantar en festividades de tipo religiosa y funerales que fue una de las principales fuentes de ingresos del colegio40. Cabe destacar igualmente, aunque no constituyó un hecho generalizado, la enseñanza de lenguas francesa e italiana, para lo cual fue nombrado maestro don Vicente Sion y Casamayor en 1787. También en ese mismo año, “el Rey ha determinado (…) que se enseñen las ciencias a 36

Reglamento del Colegio de la Paz (s. f.). ARCM, Diputación, Inclusa, leg. 767, cp. 9. Ibídem, Colegio de la Paz, leg. 10263, cp. 1. 38 Ibídem, Colegio de los Desamparados, leg. 5125, cp. 20. 39 Ibídem. 40 ARCM, Diputación, Colegio de los Desamparados, leg. 5122, cp. 3. 37

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diez y seis Jovenes Individuos precisamente de la misma casa (…) [y nombra] para la catedra de Matematicas a don Francisco Vendejo”41. Una vez que los niños cumplían los doce años, dejaban la escuela y pasaban al taller, donde se les intentaban ofrecer aquellos oficios que tuvieran más salidas profesionales como: carpinteros, zapateros, sastres… Eran enseñados por un maestro especialista en la materia, y luego podían ser sacados del colegio por artesanos que los empleaban en el oficio como aprendices. Durante este periodo, los artesanos y los niños firmaban un contrato de compromiso, en el que los artesanos se comprometían a mantener a los niños y enseñarles la doctrina cristiana y el oficio. Además, debían asistir al colegio cada tres meses o bien remitir un informe que indicara la armonía existente en la relación de ambos y que todo marchaba según lo previsto42. Una vez los niños finalizaban su periodo formativo como aprendices, podían pasar a trabajar como oficiales, “y algunas veces se han destinado por orden superior à la marina y Reales fabricas43”. Un caso especialmente llamativo fueron los oficios de hilandero y de tejedor, que existieron en el Colegio de los Desamparados. A finales del siglo XVII, fueron oficios cuyos maestros fueron despedidos por no ser rentables ni en trabajo ni en enseñanza y por suponer un gasto elevado44. Sin embargo, un siglo después volvieron a contratarse maestros de estos perfiles puesto que las retribuciones que suponían la hechura de piezas y tejidos de ropa eran bien altos. En 1779, fue contratado de nuevo un maestro tejedor con el fin de que formara a los niños para que tejieran piezas que luego serían vendidas al Montepío de Hilazas45, construido por la Real Sociedad Económica Matritense, para que después lo pusiera directamente de venta al público 46. Esta fuente de ingreso duró poco, pues a principios del siglo XIX, el que por entonces fuera juez protector del colegio, Francisco Marín, miembro del Consejo y Cámara de Castilla, exponía que “las labores de calceta y faja no tienen relación ninguna con las artes y oficios a los que se destinan a los niños contribuyendo por otra parte a afeminarlos por estar esta ocupación reputada como mugeril”47. Por otro lado, la ocupación de las niñas acogidas en el Colegio de los Desamparados, por no caber en el de la Paz, era ligeramente diferente a la de las otras niñas. Estas asistían a una escuela separada de la de los niños cuya profesora era “doña Ignacia Martínez de la Bastida, con la obligación de instruirlas en la doctrina christiana, educación a las buenas costumbres y enseñarlas todas las labores que es uso y costumbre en las mujeres48”. Sin embargo, en vez de enseñarles a confeccionar ropa como hacían principalmente en el Colegio de la Paz, a estas niñas se les instruía en el aseo de la casa, y son ellas las que se ocupaban de la limpieza y servicio del Colegio de los Desamparados49. Como se ha mencionado en el párrafo anterior, la labor de cosido era una labor más, igual que la de carpintero o zapatero, entre otras, a las que los niños 41

Archivo General de Simancas [AGS], Dirección General del Tesoro [DGT], Inventario [INV] 25, legajo, 7. 42 ARCM, Diputación, Colegio de los Desamparados, leg. 5125, cp. 20. 43 P. Escolano de Arrieta, Práctica del Consejo Real…, p. 626. 44 ARCM, Diputación, Colegio de los Desamparados, leg. 5122, cp. 4. 45 Véase: Dolores Palma García, “Las escuelas creadas por la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País en el siglo XVIII”, Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, 5 (1984), pp. 37-55. 46 Ibídem. 47 ARCM, Diputación, Colegio de los Desamparados, leg. 5125, cp. 20. 48 ARCM, Diputación, Colegio de los Desamparados, leg. 5299, cp. 6. 49 Mª. C. Simón Palmer, “El Colegio… p. 81.

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podían dedicarse. Ésta fue desempeñada por los niños por los altos ingresos que reportaba al colegio. De ahí, que a las niñas que estaban internas en el Colegio de los Desamparados se les educase únicamente en el aseo del hogar, pues durante unos años, la labor de cosido estuvo bien vista para el desempeño de los varones. Solamente, se halla en el Colegio de la Paz una niña a la que se le retribuyeron 400 reales “por ser una de las que sirven la casa”; no se especificaba nada más, pero es posible que se dedicara al aseo y mantenimiento de zonas comunes, pasillos, lavabos, o algo semejante, pues a principios del siglo XIX, se tiene constancia de que cada semana se nombraba a cuatro niñas que se encargaban de la limpieza durante esa semana que eran nombradas (también se nombraba a otras cuatro para el comedor, otras cuatro para la limpieza de las salas de labor, etc.). Como se ha mencionado con anterioridad, la doctrina cristiana era la base fundamental tanto en la educación masculina como femenina. El contacto que los colegiales tenían con ella era bastante parecido, ocupándoles gran parte de su tiempo. Las niñas debían asistir a la misa que celebraba el capellán u otro sacerdote (misa que se celebraba a las siete en verano y a las ocho invierno50) todos los días, así como rezar el Rosario (además de rezarlo también mientras realizaban sus labores) cuando sonaba la campana al tiempo que suplicaban a la Señora de la Paz para que intercediese con su santísimo hijo para que las dirigiera en el camino a su santo servicio 51 . Los niños recitaban una oración nada más levantarse, y antes y después de toda comida. Al igual que las niñas, debían acudir a misa todos los días (a las cinco y media de la mañana en verano y a las seis y media en invierno52) y rezar el Rosario todas las noches a una hora preestablecida. Esto lo hacían en compañía de su maestro de primeras letras, quien se aseguraba de que los niños cumplieran con sus obligaciones53. Respecto a las maestras de niñas y a los maestros bien de la escuela, bien del taller, no existe información que arroje datos significativos, excepto unos cuantos aislados. En el Colegio de la Paz puede destacarse una providencia encontrada en el Libro de Contaduría del propio Colegio con fecha primero de enero de 1756, según la cual la maestra y el capellán estaban en la obligación de enseñar a las niñas la doctrina christiana y todas las labores para las que deben valer54. Igualmente, existe una petición por parte de la colegiala Ana María Romanillos con fecha 8 de junio de 1753, que habiendo sido expósita en el Colegio, pide la cantidad que respecta a sus labores y dice “estar empleada en enseñar a algunas de las Niñas que están a su cargo 55 ”; sin embargo, no se puede deducir si era o no maestra en el colegio ni qué se dedicaba a enseñar exactamente. Por su parte, de los maestros de escuela y/o taller del Colegio de los Desamparados, nada se dice a excepción de algunas referencias que se hacen a sus nombres y retribuciones. Sin embargo, cabe destacar, aunque no constituyó un hecho generalizado, la enseñanza de lenguas francesa e italiana, como hemos indicado con anterioridad. Al contrario que los maestros de primeras letras, ambos percibían un 50

Providencia del Libro de la Contaduría del Colegio de Nuestra Señora de la Paz para niñas expósitas de primero de enero de 1756. ARCM, Diputación, Colegio de la Paz, leg. 8442, cp. 2. 51 Ibídem. 52 Ibídem, Colegio de los Desamparados, leg. 5299, cp. 6. 53 Ibídem. 54 Providencia del Libro de la Contaduría del Colegio de Nuestra Señora de la Paz para niñas expósitas de primero de enero de 1756. Ibídem, Colegio de la Paz, leg. 8442, cp. 2. 55 Ibídem, leg. 10263, cp. 1.

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EL COLEGIO DE LA PAZ Y EL COLEGIO …

sueldo bastante alto, 300 y 400 ducados de vellón en animales56, respectivamente. Solo se halla un maestro de primeras letras que cobraba “1800 reales y una libra de carne diaria57” en 1779, cuando diez años antes percibía el maestro por el mismo oficio “22 reales de vellón anuales, una libra de carne diaria y las cualesquiera propina que debiera recibir58”. Sin embargo, una figura muy importante en la educación de los niños, resultó ser el Padre Espiritual, quién debía seguirlos muy de cerca en el desempeño de sus labores a lo largo del día. Tenía la obligación de velar porque los niños supieran la “doctrina cristiana y demás misterios de la Santa Fe Católica 59 ”, vigilar que los maestros de escuela60 cumplieran con sus obligaciones de enseñar a los colegiales y amonestarles en caso de que no lo hicieran; también, se ocupaba de corregir la compostura de los niños, bien si eran palabras, bien actos, si ésta era indecente y no se correspondía con la práctica que se llevaba a cabo en el colegio. Igualmente, debía asistir junto con el maestro de primeras letras al refectorio durante el almuerzo, la comida y la cena; el maestro se ocupaba de que los niños estuvieran “con quietud y que las comidas se les repartiesen con equidad y buena forma y que se les diera a cada uno la porción que le tocase 61 ”. En cambio, el Padre Espiritual se ocupaba de que durante la comida estuvieran “con la compostura y modestia debida (…) y den las gracias a Dios por el bien que les hace en darles el mantenimiento espiritual y corporal 62”. Por último, se encargaba también de asistir a los dormitorios de los colegiales una vez estuvieran acostados para comprobar que se hallaran “con quietud y recogimiento sin permitir que riñesen ni hablaran malas palabras los unos con los otros, amonestándoles y reprendiéndoles en caso de contravención oy no obediencia y de que no haver enmienda se tomará sebera providencia o castigo”. Conclusión No podemos dejar de resaltar la importancia que tuvo la educación en el siglo XVIII como elemento de cambio para progresar como sociedad en ámbitos políticos, económicos y culturales, entre otros. Ya con anterioridad, la educación era un elemento que impedía el cambio y el progreso debido a altas tasas de analfabetismo63 y una gran brecha cultural entre los distintos estratos sociales. Por ello, la educación se convirtió en el blanco perfecto de ilustrados que la tomaron como elemento principal de reforma y que quería hacer llegar a toda la sociedad. Prueba de ello fueron los colegios que

56

Ibídem. Ibídem, Colegio de los Desamparados, leg. 5299, cp. 6. 58 Ibídem. 59 Ibídem. 60 El Padre Espiritual no solo tenía como obligación la de vigilar que los maestros de escuela cumpliesen con sus obligaciones, sino que también lo hiciera cualquier otro maestro, ayudantes, organistas y bajonistas. Ibídem. 61 Ibídem. 62 Ibídem. 63 Sobre la alfabetización en dicho siglo, véase, entre otros: Jacques Soubeyroux. “Niveles de alfabetización en la España del siglo XVIII. Primeros resultados de una encuesta en curso”. Revista de Historia Moderna, 5 (1985), pp. 159-172; Jean-Paul Le Flem. “Instruction, lecture et écriture en VieilleCastille et Extremadure aux XVIe-XVIIe siècles”. De l'alphabétisation aux circuits du livre en Espagne. París, Éditions du CNRS, (1987), pp. 29-44; y, Antonio Viñao Frago. “Alfabetización e ilustración diez años después (de las evidencias directas a indirectas)”, Bulletin Hispanique, 100-2 (1988), pp. 257-267. 57

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comenzaron a erigirse en pleno siglo, o los que creados con anterioridad, tomaron gran impulso y pusieron en marcha prácticas para llevar a cabo los planes ilustrados. En este sentido, el Colegio de Niñas de Nuestra Señora de la Paz y el Colegio de los Desamparados fueron dos instituciones muy en consonancia con los ideales ilustrados, pues aunque sus prácticas eran muy diferentes una de la otra, no dejaban de ser fundaciones cuyas pretensiones estaban íntimamente relacionadas con los planes de reforma ilustrados. A grandes rasgos, podría decirse que ambos colegios se ocupaban de la recogida de niños expósitos, les ofrecían una educación básica e intentaba en la medida de lo posible asegurarles un futuro para que no volvieran a encontrarse desamparados nunca más. Una de las piezas fundamentales en la educación de los colegiales, bien fueran niños bien niñas, era el catecismo religioso, presente gran parte de su tiempo y que a todos se les inculcaba por igual, mediante el rezo y la asistencia a misa. Sin embargo, en lo referido a la enseñanza que ambos colectivos recibían, ya distaban mucho una de la otra: mientras que los niños aprendían nociones básicas de lectura, escritura, aritmética, dibujo y música, principalmente y se formaban en un oficio; las niñas aprendían las labores propias de su sexo, y no fue hasta principios del siglo XIX cuando se advirtió por primera vez la enseñanza de lectura, escritura y las cuatro reglas aritméticas básicas en el Colegio de la Paz64. Por último y como cabía esperar, muchos de los planes de reforma por parte de los ilustrados para favorecer la educación se quedaron en meros intentos, pues no contaron con el apoyo suficiente por parte del gobierno para poder llevar a la práctica sus pretensiones iniciales.

64

ARCM, Diputación, Inclusa, leg. 767, cp. 9.

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La evolución del comercio del libro en Galicia a través de sus librerías (siglos XVIII-XIX) The evolution of the book trade in Galicia through its bookstores (XVIII-XIXth centuries) Santiago PREGO GONZÁLEZ Universidad de Santiago de Compostela Resumen: Esta comunicación analiza y compara los fondos de dos librerías gallegas (una coruñesa de finales del siglo XVIII y otra compostelana de mediados del XIX). El objetivo ha sido reconstruir la evolución que experimentó el mercado libros en Galicia en este período, marcado por fuertes cambios políticos, económicos y sociales; y señalar cómo a pesar de la notable expansión que tuvo la actividad lectora, la sociedad gallega mantuvo buena parte de los estigmas culturales del Antiguo Régimen (altos índices de analfabetismo, predominio de la cultura oral o pobreza intelectual), prolongando su tradicional aislamiento de los principales centros de conocimiento. El trabajo analiza tanto estudios precedentes como nuevas aportaciones a partir de catálogos de venta, fuentes a los que se hace una referencia especial, en la medida en que son instrumentos imprescindibles para conocer la circulación de libros, las prácticas comerciales o los gustos literarios de la sociedad. Palabras clave: librerías, catálogos de venta, antiguo régimen librero, prácticas de lectura. Abstract: This paper analyzes and compares the collection of two Galician libraries (one from A Coruña, dating from the late eighteenth century, and the other one from Santiago de Compostela, dating to the mid-nineteenth). The aim has been reconstructing the evolution experienced by the Galician market of books during this period, which was influenced by strong political, economical and social changes; and taking notice of how, despite the remarkable expansion of reading activity, Galician society remained largely cultural stigmas of the Ancien Régime (high illiteracy, predominance of oral culture or intellectual poverty), extending its traditional isolation of the main knowledge centers. This work analyzes previous studies as well as new contributions from catalogs, sources that receive a particular reference, to the extent they are essential instruments to meet the circulation of books, business practices or literary tastes of society. Key words: book shops, book catalogs, Ancien Régime, reading practices

1. Introducción El estudio del mundo del libro y de las prácticas de lectura es una de las ramas de mayor proyección dentro de la historia cultural. Un dinamismo que ha impulsado el uso de nuevas fuentes que aumenten nuestro conocimiento sobre todo lo relacionado con la imprenta. En este sentido, los catálogos de venta, documentos muy utilizados ya en el 

Este trabajo forma parte de la tesis doctoral titulada: “Prácticas de lectura y acceso a la cultura en el Noroeste Peninsular, siglos XVIII y XIX”, dirigida por Ofelia Rey, financiada gracias a una beca del Plan I2C de la Xunta de Galicia, y se enmarca en el proyecto de investigación Ciudades, gentes e intercambios en la Monarquía hispánica durante la Edad Moderna, HAR2012-39034-C03-03 Subprograma de Historia, 2013-2015

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ámbito bibliográfico y de la historia de la literatura, se han convertido en objetos apreciados por los historiadores en la medida en que permiten identificar los gustos literarios de la sociedad, analizar el proceso de comercialización de los libros y calibrar la dimensión cultural de un espacio determinado. Este trabajo ofrece los resultados de una investigación sobre la historia del libro en Galicia en el tránsito de la Edad Moderna a la Contemporánea. Un período marcado por los cambios políticos, económicos y sociales que trajo el nuevo Estado liberal y que tuvo su máxima expresión en la formación de las bibliotecas públicas provinciales y la difusión de la imprenta. El aumento del público lector en las ciudades gracias a la reducción del analfabetismo, permitió a las pequeñas librerías locales incrementar sus colecciones y adaptarlas a las nuevas posibilidades de negocio. Una renovación que, sin embargo, no fue tan rápida como se creía, pues a través del análisis de las fuentes sabemos que hasta bien entrado el siglo XIX en Galicia se prolongó lo que JeanFrançois Botrel denominó «antiguo régimen librero» 1 , un modelo de producción conservador, anticuado y adicto a la demanda local, que fue sostenido por negocios de pequeño tamaño, familiares y poco especializados. Nuestro objetivo ha sido identificar los puntos clave de la actividad lectora en la sociedad gallega comparando los fondos de dos librerías, ambas separadas en el tiempo (una de finales del XVIII y otra de mediados del XIX) y procedentes de dos ciudades representativas de los principales acontecimientos que tuvieron lugar en Galicia durante este período (una en auge, burguesa y comercial como A Coruña; y otra estancada, conservadora y universitaria como Santiago de Compostela); y así valorar así los avances y retrocesos que se produjeron y demostrar cómo algunos aspectos culturales del Antiguo Régimen tardaron en desaparecer. De este modo, comenzaremos definiendo nuestro objeto de estudio y la metodología empleada, subrayando la importancia de los catálogos de venta como fuentes históricas para el conocimiento del fenómeno del libro en la sociedad. Analizaremos los fondos de ambas librerías, elaborando hipótesis explicativas que ayuden a entender la evolución de las prácticas de lectura en Galicia a lo largo de este tiempo. Y finalmente ofreceremos un balance general de los resultados y plantearemos algunas cuestiones que puedan quedar abiertas para investigaciones futuras. 2. Metodología y objeto de estudio La metodología utilizada para esta investigación ha sido cuantitativa, a partir de estudios ya publicados y el análisis de fuentes inéditas. El propósito inicial ha sido reconstruir la evolución que experimentó el comercio de libros en Galicia entre finales del período moderno y comienzos del contemporáneo, y para ello se han tomado como referencia dos muestras: una librería de A Coruña de 1795 y otra de Santiago de Compostela de 1865. Con las cifras que manejamos de una y de otra, y atendiendo a sus respectivas particularidades, evaluaremos los avances y retrocesos, pero sobre todo las permanencias entre ambos períodos. El punto de partida lo tenemos en la librería de Don Vicente Gutiérrez, ubicada en A Coruña y que conocemos gracias al estudio realizado por Eva Sampayo Seoane 2. 1

Jean-François Botrel, “La difusión del libro”, en Jean-François Botrel (coord.), Historia de la edición y de la lectura en España 1472-1914, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2003, p. 609. 2 Eva Sampayo Seoane, “La cultura escrita en La Coruña de finales del Antiguo Régimen. Una visión diferente: la librería de Don Vicente Gutiérrez”, Obradoiro de Historia Moderna, 8 (1999), pp. 199-227.

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LA EVOLUCIÓN DEL COMERCIO DEL LIBRO EN GALICIA …

Su propietario era de origen madrileño y falleció en la ciudad herculina en 1795. El recuento que se hizo de sus bienes nos permite saber que su establecimiento contaba con unos 1440 títulos, un volumen importante si se tiene en cuenta el nivel cultural que había en Galicia a finales del período moderno, un territorio rural y agrícola, con una red urbana casi inexistente, y donde más del 90% de la población era campesina e iletrada. Aunque la presencia de algunas instituciones (Real Audiencia, Departamento de Marina) o centros académicos (Universidad) pudo dar lugar a cierto dinamismo cultural, la realidad es que la difusión de la imprenta y el libro siempre fue muy débil, lo que explica que las librerías fuesen establecimientos más bien escasos. La mayor parte de ellas, como la del señor Vicente Gutiérrez, se conocen gracias a protocolos notariales, inventarios post-mortem o recuentos de bienes derivados de alguna circunstancia concreta (como una compra-venta)3. La segunda librería que analizamos fue la regentada por Don Bernardo Escribano, vecino de Santiago de Compostela, y que ha llegado a nuestros días gracias a un catálogo de venta de su negocio en 1865. Este se encuentra en el archivo del Convento de San Francisco de Santiago, y ha sido digitalizado por la Xunta de Galicia, junto con otras obras, en un ambicioso proyecto catalogación que tiene por objetivo difundir y preservar el patrimonio documental y bibliográfico gallego 4 . Aunque el volumen de impresos es inferior al anterior (alrededor de 450 títulos), su colección es muy representativa de la demanda editorial que existía en Compostela durante esta época, y es uno de los pocos ejemplos que nos han llegado de este tipo de fuentes. Las principales dificultades que se han presentado en la investigación han sido dos: 1. Las fuentes: en el caso de la librería coruñesa los datos proceden un inventario postmortem, y la compostelana de un catálogo de venta. Mientras que el primero es un documento mucho más sistemático con la información que maneja, el segundo es más selectivo. Un inventario, aún con todas los inconvenientes que presenta, es más riguroso que un catálogo, pues este nace con el propósito de ser escaparate de los bienes que están a la venta para captar nuevos clientes, omitiendo datos que no interesarían al público, como el idioma de las obras, el lugar de impresión o el número de volúmenes5. 3

Son pocos los documentos que nos han llegado sobre este tipo de comercios en la Galicia del período moderno. y tan solo tenemos datos certeros de seis librerías entre 1550 y 1800 (Ofelia Rey Castelao, “El comercio de libros en la Galicia del Antiguo Régimen”, Obradoiro de Historia Moderna, 17 (2008), pp. 277-302), siendo los más importantes los inventarios de una librería de Santiago en 1627 (Manuel de Castro, “Inventario de una librería en Santiago a comienzos del siglo XVII”, Cuadernos de estudios gallegos, 23 (1968), pp. 313-335) y la coruñesa de 1795 que analizamos aquí. Asimismo, gracias a los datos que facilita el Catastro de Ensenada, sabemos que por lo menos a mediados del siglo XVIII todos los libreros de Galicia se encontraban en Santiago de Compostela (que no por casualidad era la única que tenía imprenta). Es posible que hacia finales de ese siglo tanto en A Coruña y Ferrol existiesen algunos establecimientos, sostenidos por su dinamismo económico, pero en ningún caso debieron ser muy numerosos (E. Sampayo Seoane, “La cultura escrita en…”, p.202). 4 Galicia dispone de una bibliografía retrospectiva muy interesante y que ha recibido un fuerte impulso institucional en los últimos años. El portal Galiciana (www.galiciana.bibliotecadegalicia.xunta.es) es una biblioteca digital donde se encuentran un número considerable de obras y ejemplares emblemáticos de la cultura impresa gallega. 5 Las dificultades que entraña el estudio de este tipo de fuentes en el ámbito de la historia del libro han sido tratados en los estudios de Baudilio Barreiro Mallón, “La lectura y sus problemas en el norte de la Península: estado de la cuestión”, Bulletin Hispanique, 1 (1997), pp. 75-98; y de forma más amplia por

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Sin embargo, también son más interesantes a la hora de evaluar las modas literarias, los circuitos de difusión editorial o el mismo funcionamiento de los negocios. Los catálogos de venta han sido fuentes poco utilizadas por los historiadores hasta hace relativamente poco tiempo debido a su rareza y la dificultad a la hora de encontrarlos. Pero son fundamentales ya que ayudan a comprender el uso cotidiano del libro en la sociedad y las prácticas comerciales del mundo editorial6. En nuestro país cada vez son más los historiadores del mundo del libro que trabajan sobre este tipo de fuentes, destacando los estudios del profesor Carlos-Alberto González-Sánchez, quien ha realizado importantes trabajos sobre la cultura escrita en el mundo hispánico moderno; y Pedro Rueda Ramírez, quien ha analizado el impacto de los catálogos de venta desde el punto de vista de las redes comerciales del libro7. 2. La clasificación temática de las obras: en su trabajo sobre la librería coruñesa, Sampayo Seoane reconoce la dificultad que entraña agrupar los fondos bibliográficos del inventario. Aunque estos parecían estar ya ordenados mediante un criterio de afinidad temática, para mayor provecho y utilidad de la investigación decidió clasificarlos en seis grupos (teología, derecho, ciencias y artes, bellas letras, historia y miscelánea), con sus respectivos subgrupos. Una estructura que se corresponde con el sistema bibliográfico propuesto por Jean-Charles Brunet en su Manuel du libraire et de l’amateur des livres8, y que fue adoptado en Francia a lo largo del siglo XIX. A su vez este bebía del elaborado por Gabriel Martín a comienzos del siglo XVIII y que por su sencillez y claridad (cinco grupos temáticos: teología, jurisprudencia, ciencias y artes, bellas letras, historia eclesiástica y profana) terminó siendo el favorito de los libreros parisinos, y hegemónico en las bibliotecas francesas y europeas de finales del período moderno. Este método de clasificación tiene ventajas e inconvenientes, la primera es que permite agrupar las obras en categorías amplias que agilizan la labor de análisis, y la segunda es que al dejar poco espacio para matices literarios puede ser poco concreto en algunos puntos. En todo caso, este ha sido el utilizado por nosotros para organizar la librería de Bernardo Escribano, con el objetivo de facilitar la comparación entre ambas colecciones. Ofelia Rey Castelao, Libros y lectura en Galicia, siglos XVI-XIX, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 2003. 6 Los primeros grandes estudios que se realizaron sobre este tipo de fuentes proceden del norte de Europa (Holanda, Francia e Inglaterra), principales centros impresores del período moderno y en los que el libro alcanzó una gran difusión. Sus ciudades albergaron librerías de fama y prestigio internacional, algunas amparadas por poderosos, y que ofertaban libros de todo tipo e idioma no solo para satisfacer la demanda local, sino también la del extranjero. Uno de los trabajos pioneros en este sentido fue el iniciado por el profesor Bert van Selm, Book sales catalogues of the Dutch Republic, 1599-1800 (1990), y que permitió auditar en una sola obra todos los catálogos existentes de las Provincias Unidas entre el siglo XVI y XIX. El estudio de los catálogos de venta se fue abriendo paso entre las investigaciones sobre historia del libro, y el amplio número de trabajos permitió que hacia el año 2000 se pudiese llevar a cabo un balance de la cuestión, que abordase las principales aspectos metodológicos y recopilase las algunos resultados, tal y como se produjo en la obra de Annie Charon y Élisabeth Parinet, Les ventes de livres et leurs catalogues, XVIIe-XXe siècle. 7 Pedro Rueda Ramírez, “El "Catálogo" de venta de libros de Manuel Espinosa de los Monteros (Cádiz, 1760)”, Hispania: Revista española de historia, 246 (2014), pp. 95-122; Id., “Libros venales: los catálogos de venta de los libreros e impresores andaluces (siglos XVII-XVIII)”, Estudios Humanísticos. Historia, 11 (2012), pp. 195-222; Id., “Los primeros catálogos en venta de libros: estrategias para la comercialización de volúmenes en las Indias”, Andalucía en la historia, 30 (2010), pp. 90-93. 8 Jean-Charles Brunet, Manuel du libraire et de l'amateur de livres, París, Brunet, 1830 (3 vol.).

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LA EVOLUCIÓN DEL COMERCIO DEL LIBRO EN GALICIA …

Los catálogos de venta de libros son textos que se vuelven más frecuentes a medida que aumenta la alfabetización, y los nuevos lectores demandan mayor material impreso. En Galicia conservamos algunos ejemplares del siglo XIX. Uno de los más representativos es el de la librería de José A. Antúnez, impresor y librero de la ciudad de Pontevedra, que ejerció su actividad entre 1840 y 1870. Aunque las características de esta localidad presenta diferencias con las de Santiago y A Coruña, los datos que se desprenden de sus catálogos nos servirán para reforzar los de la librería de Bernardo Escribano, pues fueron establecimientos coetáneos y su oferta editorial era muy similar. Concretamente utilizaremos el Catálogo de las obras que se hallan de venta en el Establecimiento Tipográfico-Literario de los Sres. Antúnez y Pazos, de 1857, que hemos cuantificado en 653 títulos9. Así el apoyo en otro catálogo permitirá cubrir el desnivel existente entre el número de obras entre la librería coruñesa (de 1440 títulos) y compostelana (de 434), lo que no es un inconveniente a la hora de establecer paralelismos, pues lo importante en nuestro caso es que las cifras porcentuales sean claras y los grupos temáticos respondan de forma coherente a la realidad libresca de su tiempo, y en este sentido podemos decir que la colección de Bernardo Escribano se está bien proporcionada. De todas maneras, es necesario precisar que no todos los libros que había se encontraban en el catálogo: en la parte final del mismo aparece una pequeña nota que sugiere que había más, pero que quizás por su bajo precio o escasa importancia, no se incluyeron. Por tanto, es posible que el número total fuese mayor, pero tampoco algo que reste valor a los resultados10. Finalmente, en cuánto al método empleado a la hora de analizar los datos obtenidos en ambas colecciones se ha llevado a cabo una doble estrategia: por un lado, la codificación del material a través de series estadísticas con el propósito de crear categorías y así poder desarrollar hipótesis explicativas; y por otro, reconstruir las características del mundo libresco de la época. Todo esto ayudándonos de bibliografía específica sobre la historia de Galicia en el tránsito de época moderna y contemporánea. 3. Evolución del comercio de libros en Galicia entre el período moderno y contemporáneo Lo primero que debemos destacar es que, a pesar del importante desarrollo que experimentó el panorama editorial gallego desde comienzos del siglo XIX (y que se materializó con el fin del monopolio de Santiago de Compostela como centro impresor y una progresiva diversificación del mercado libresco desde el punto de vista de los contenidos temáticos), el comercio del libro mantuvo buena parte de sus estructuras intactas. El análisis de ambas colecciones permite observar la evolución en la oferta

9

Según los datos que encontramos en Ignacio Cabano Vázquez, A imprenta en Galicia. Século XIX, I-II Vol., Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 2002 (p.661) en la actualidad se conservan en las bibliotecas y archivos gallegos solo siete catálogos de librerías del siglo XIX, de los cuales cinco son del negocio de José A. Antúnez y sus descendientes, con fechas muy dispares (1857, 1867, 1871, 1884 y 1887), lo que la convierte uno de los comercios de libros mejor documentados del pasado gallego. 10 En la parte final del catálogo se incluye la nota «comedias a zarzuelas á 4, 6 y 8 rs.», desconocemos la cantidad exacta de estos impresos, pero por otros catálogos de librerías que conocemos estas podían llegar a ser muy numerosas (en algunos casos miles). La razón por la que no se incluyó debió ser a la poca calidad de esta literatura (libros económicos, de impresión mediocre, posiblemente de segunda mano) pero no se puede descartar la voluntad deliberada del librero en no dar promoción a estos libros. Al fin y al cabo, los catálogos eran instrumentos de publicidad.

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temática de los libreros a finales del período moderno y comienzos del contemporáneo11: Tabla.1 Distribución numérica y porcentual de las obras en sus respectivos grupos temáticos Librería de Don Vicente Gutiérrez (1795)

Librería de Don Bernardo Escribano (1865)

Nº de títulos

%

Nº de títulos

%

Teología

462

32,1

80

18,4

Derecho

131

9,1

27

6,2

Ciencias y Artes

341

23,7

173

39,8

Bellas Letras

198

13,7

96

22,1

Historia

222

15,4

35

8,2

Miscelánea

86

6

23

5,3

1440

100

434

100

TOTAL

Se percibe un cambio en los gustos literarios entre finales del siglo XVIII y mediados del XIX, con el fin del predominio de la literatura eclesiástica (que llegó a ocupar más de un tercio de los títulos de la librería coruñesa), por otra de tipo laico, y que en el caso de Bernardo Escribano se traduce en que más de un 60% de los libros eran de ciencias y artes o bellas letras. Esto es interesante por dos razones: 1) el peso de los libros religiosos en una ciudad como A Coruña, donde no existía un poder eclesiástico importante y la vida social estaba encabezada por una burguesía en ascenso, enriquecida por el comercio con América (abierto desde 1764-1767) e imbuida en las nuevas ideas políticas, permite comprobar el fuerte peso que tenía la Iglesia en la sociedad gallega de finales del Antiguo Régimen 12 ; 2) porque este predominio parece menguar considerablemente en cincuenta años, al pasar a un tercer puesto del número total de obras en la librería de Santiago (18,4% de los libros), lo que llama más la atención si se tiene en cuenta la autoridad que mantuvo el poder religioso en esta ciudad. En las primeras décadas del siglo XIX, tanto Coruña como Santiago de Compostela se convirtieron las sedes de dos concepciones políticas contrapuestas (la primera de liberales y la segunda de los absolutistas). Por lo general, los nuevos talleres, nacidos gracias a la libertad de imprenta, publicaron a favor de la causa liberal y durante mucho tiempo su supervivencia fue difícil. Por su parte, las imprentas absolutistas contaban con el apoyo económico de los privilegiados, circunstancia que repercutió en su acomodamiento y el escaso interés por la innovación, que con el tiempo supondría su obsolescencia y cierre. Esto tendría su proyección en los contenidos que se ofrecían en las librerías.

11

Los datos que aparecen en la Tabla 1 (y sucesivas), referidas a la librería de Don Vicente Gutiérrez han sido elaborados a partir de E. Sampayo Seoane, “La cultura escrita en…”, p. 203. Los de la librería de Bernardo Escribano son de elaboración propia. 12 El impacto económico y social de las reformas borbónicas en A Coruña ha sido estudiado por Luís Alonso Álvarez, Comercio colonial y crisis del Antiguo Régimen en Galicia, 1778-1818, A Coruña, Xunta de Galicia, 1986.

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LA EVOLUCIÓN DEL COMERCIO DEL LIBRO EN GALICIA …

Si nos acercamos a los distintos subgrupos que conforman los libros religiosos (Tabla 2) observamos que si hacia 1795 había un importante porcentaje de biblias, evangelios, concilios, sínodos o hagiografías, literatura vinculada al dogma y viejas formas de devoción, en 1865 son los de perfil más teológico, moralizante y oratorio los que ganan más peso. Este desplazamiento se explica por la revitalización espiritual que impulsó el clero en el siglo XIX como respuesta a las reformas del Estado liberal. A comienzos de la década de 1830 la Iglesia perdió definitivamente su tradicional poder político (abolición del régimen feudal), económico (Desamortización) e ideológico (supresión de la Inquisición). Ante esta situación las autoridades eclesiásticas trataron de mantener su presencia en la sociedad mediante la adquisición y financiación de imprentas y publicaciones afines 13 . Esto provocó que las calles se llenaron de sermones, cartas pastorales, catecismos y libros de mística y moralidad: obras pensadas y orientadas al control de las conciencias y costumbres, en un momento en el que la legislación ya no permitía un mayor margen de poder. Este cambio es muy perceptible entre las dos librerías, donde las obras de oratoria sagrada y teología aumentan considerablemente hacia 1865 mientras menguan los textos evangélicos y conciliares. Tabla 2: Distribución porcentual de las obras en sus respectivos subgrupos TEOLOGÍA

Librería de Don Vicente Gutiérrez, 1795

Librería de Don Bernardo Escribano, 1865

Sagradas escrituras

12,5

5

Concilios y sínodos

9,3

1,3

Santos Padres

12,7

1,3

Teología dogmática

35,5

51,2

Teología mística

25,5

25

Oratoria sagrada

4,5

16,2

100

100

TOTAL

En el apartado de las obras de ciencias y artes (Tabla 3), los cambios entre una y otra librería obedecen más a las características culturales de cada ciudad y no tanto a los cambios políticos y sociales que se produjeron en el primer tercio del XIX. Si bien es cierto que los libros de moralidad y filosofía eran más abundantes en Coruña que en Santiago (casi un 20% del total), pues su puerto era más permeable a las corrientes de pensamiento que se difundían en el resto de Europa, gracias a una burguesía ávida de las nuevas ideas políticas y que como ya afirmamos convirtieron a la ciudad en uno de los principales centros liberales de España. La literatura militar también era mucho mayor en Coruña que en Santiago, quizás por la proximidad del Departamento de Marina (Ferrol) y el clima bélico que se respiraba en plenas guerras revolucionarias14. 13

La trayectoria y características del patrocinio eclesiástico a imprentas y publicaciones en Galicia durante las primeras décadas del siglo XIX aparece de forma detallada en la monografía de Antonio Odriozola Pietas y Xosé Ramón Barreiro Fernández, Historia de la imprenta en Galicia, A Coruña, La Voz de Galicia, 1991. 14 Sobre la efervescencia ideológica que experimentó la ciudad herculina a finales del período moderno, su predisposición hacia las ideas liberales, y el desarrollo de una burguesía innovadora, nos dirigimos por L. Alonso Álvarez, Comercio colonial y crisis…; y Pegerto Saavedra Fernández, “La renovación de los grupos burgueses en Galicia en la segunda mitad del siglo XVIII”, Cuadernos de Estudios Gallegos, 106

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Santiago PREGO GONZÁLEZ

Uno de los aspectos que más destaca en la colección de Bernardo Escribano es que 2 de cada 10 libros que vendía eran de de medicina, una proporción muy elevada y cuyas razones las encontramos tanto por las mejoras que se produjeron a nivel de higiene y curación de las enfermedades, como por el peso que tuvieron este tipo de estudios en la Universidad de Santiago en el siglo XIX15. Tabla 3 Distribución porcentual de las obras en sus respectivos subgrupos CIENCIAS Y ARTES

Librería de Don Vicente Gutiérrez (1795)

Librería de Don Bernardo Escribano (1865)

Educación

15,5

16,2

Moralidad / Filosofía

18,2

11,2

-

2,8

Economía

7,3

5,2

Matemáticas

12,3

4,6

Física

-

1,7

Química

-

3,4

7,3

0,6

-

4,1

Medicina

16,4

48,1

Bellas artes

5,2

0,5

Arte militar y marina

12,3

0,5

Artes mecánicas

5,5

1,1

100

100

Política

Historia natural Agricultura y zootecnia

TOTAL

Sin embargo, la abundancia de este tipo de obras no se corresponde con la calidad de sus contenidos. A pesar de los importantes esfuerzos que se llevaron a cabo desde el ámbito académico, la literatura médica que se vendía en la librería de Bernardo Escribano no se diferenciaba mucho de la ofrecida por Vicente Gutiérrez más de cincuenta años antes. En ambas nos encontramos principalmente con descripciones anatómicas, tratados farmacológicos y sobre todo escritos relacionados con el tratamiento y curación de enfermedades. Esto es reflejo de una concepción galénica y popular de la medicina, escéptica con la figura del médico, al que intenta sustituir en la medida de lo posible a través del uso personal de manuales fácilmente entendibles16. Se trata de una pervivencia clara de la mentalidad del Antiguo Régimen, dominada por una lógica arcaica, desconfiada de los avances de ciencia y las nuevas corrientes (1993), pp. 195-220. También debemos hacer referencia a las monografías sobre los cambios experimentados en Ferrol a lo largo del siglo XVIII, especialmente en el ámbito social gracias a su condición de Departamento de la Marina, por Alfredo Martín García, “El Ferrol y su tierra durante el Antiguo Régimen. Un estudio sobre población y sociedad”, Obradoiro de Historia Moderna, 10 (2001), pp. 197-223. 15 La Facultad de Medicina en la Universidad de Santiago durante el siglo XIX cuenta con una extensa monografía en la obra de Delfín García Guerra, La Facultad de Medicina de Santiago en el siglo XIX, Santiago de Compostela, Universidad, 2001. 16 E. Sampayo Seoane, “La cultura escrita en…”, p. 217.

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LA EVOLUCIÓN DEL COMERCIO DEL LIBRO EN GALICIA …

experimentales. Los pocos tratados con que cuenta la librería, que seguramente serían exigidos por el profesorado en las aulas y por tanto estarían pensados a satisfacer la demanda universitaria, son casi todos traducciones de médicos extranjeros. Por tanto podemos decir que existe un elevado número de obras de uso divulgativo y uno más reducido de nivel profesional, con un alto grado de especialización. El volumen del resto de los grupos temáticos (Tabla 4) es menos abultado y presenta niveles porcentuales más o menos similares, aunque con algunas diferencias que nos dan nuevas pistas sobre los gustos literarios que existían entre ambas ciudades. Tabla.4 Distribución porcentual de las obras en sus respectivos subgrupos HISTORIA

Librería de Don Vicente Gutiérrez (1795)

Librería de Don Bernardo Escribano (1865)

18,1

20,1

-

17,1

81,9

62,8

100

100

BELLAS LETRAS

Librería de Don Vicente Gutiérrez (1795)

Librería de Don Bernardo Escribano (1865)

Lingüística

38,9

32,3

Literatura preceptiva

-

4,2

Crítica

-

11,4

Poesía

9,1

13,5

-

2,2

Novelas y fábulas

37,4

36,4

Clásicos

14,6

-

100

100

Geografía Historia eclesiástica Historia civil TOTAL

Mitología

TOTAL

En la librería coruñesa de 1795 los títulos de historia civil son los que más lugar ocupan tras los religiosos, y estos se podrían organizar en cuatro grandes bloques: los de historia de España (que por lo general eran muy tradicionales), historia extranjera (entre los que sobresalen los de historia de Francia), historia de los conflictos bélicos e historias del mundo extraeuropeo (Oriente, América, etc.). La poca relevancia de los libros de geografía, donde tan solo aparecen algunas relaciones de viajes, atlas o manuales, es algo extraño, especialmente en una ciudad tan vinculada al contacto con el mar. La ausencia de libros de historia eclesiástica también es un punto llama la atención, aunque no se descarta que estos existiesen pero fuesen inventariados de forma aparte sin que conozcamos los detalles. En la librería de Santiago, que sí cuenta con títulos de historia de la Iglesia, los de historia civil y de geografía presentan valores muy similares. En los contenidos si que hay una cierta renovación, vinculada a las demandas académicas del nuevo instituto de enseñanza media y la universidad (manuales de

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Santiago PREGO GONZÁLEZ

historia, programas de enseñanza y libros de ayuda para el aprendizaje del saber histórico y geográfico, cartografías, etc.)17. Parece bastante probable que el surgimiento de un nuevo público lector esté detrás del peso que tuvieron los libros de literatura en la librería compostelana. Sacando los títulos de lingüística (gramática, diccionarios o arte de la escritura), las novelas y poesías son las más numerosas. El impacto que tuvieron los nuevos planes de educación a partir del primer tercio del siglo XIX se tradujo en un descenso de las tasas de analfabetismo y ampliación del número potencial de lectores. Asimismo, la proliferación de nuevas corrientes artísticas facilitó la difusión de la literatura de ocio y de recreo. Los clásicos grecolatinos (que en la librería de Vicente Gutiérrez todavía tienen una presencia considerable) desaparecen del catálogo, y estos solo volverán a ser mencionados dentro de los manuales de literatura preceptiva para uso escolar o el estudio de la cultura clásica. En cuanto a los libros de Leyes, los porcentajes de ambas librerías son muy bajos: un 9% en A Coruña y poco más de un 6% en Santiago. En la primera, los títulos (preferentemente de derecho civil) parece que están vinculados a la actividad de la Real Audiencia y el oficio de juristas en la ciudad. Apenas hay obras de derecho canónico, algo que no debe sorprender en una ciudad con poca presencia eclesiástica. En Santiago, los libros de derecho de Bernardo Escribano son sobre todo diccionarios y manuales de leyes, pensados para el estudio y asistencia de los abogados en su trabajo. El derecho canónico, en decadencia tras la instauración de la legislación liberal, pierde peso frente al civil. A grandes rasgos, podemos ver como los contenidos sufrieron algunas transformaciones pero estos estaban vinculados a las características específicas de la demanda en cada ciudad. El catálogo de Bernardo Escribano ni era muy arriesgado ni iba muy lejos en sus aspiraciones editoriales, sino que respondía a las necesidades de una librería de pequeño tamaño, conservadora en sus gustos, y con escasa iniciativa modernizadora. Un rasgo que se corresponde con el de la mayor parte de las librerías gallegas de la época, y se refuerza si nos atenemos a los porcentajes del catálogo de José A. Antúnez en 1857 (Tabla 5): Tabla.5 Distribución numérica y porcentual de las obras en sus respectivos grupos temáticos Librería de José A. Antúnez (1857)

Librería de Don Bernardo Escribano (1865)

Nº de títulos

%

Nº de títulos

%

Teología

91

13,9

80

18,4

Derecho

36

5,5

27

6,2

Ciencias y Artes

184

28,2

173

39,8

Bellas Letras

237

36,3

96

22,1

17

A partir de 1849 se produce una renovación en el panorama académico compostelano con la apertura de su primera Escuela Normal, y la reforma de los planes de estudio de la Universidad. Ambos hechos son analizados con detalle en Aurora Marco López y Anxo Serafín Porto Ucha, A Escola Normal de Santiago de Compostela. De Escola Normal Superior a Escola Universitaria (1849-1996), Santiago de Compostela, Universidad, 2000; y Xosé Ramón Barreiro Fernández (coord.), Historia de la Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, Universidad, 2003

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LA EVOLUCIÓN DEL COMERCIO DEL LIBRO EN GALICIA … Historia

77

11,8

35

8,2

Miscelánea

28

4,3

23

5,3

TOTAL

653

100

434

100

Vemos como en líneas generales las similitudes entre ambas librerías son claras, solo matizadas en algunos puntos por las características internas de una ciudad como Pontevedra, que floreció gracias a su condición de capital de provincia y un patriciado urbano culturalmente muy activo. La presencia de libros en sus estanterías está a niveles parecidos a los de Santiago de Compostela. En cuanto a su faceta empresarial, el catálogo da algunos indicios sobre cómo debió ser el funcionamiento de la librería. Todo parece indicar que el establecimiento de Bernardo Escribano no solo vendía libros, sino todo tipo de materiales relacionados con el arte de la escritura y la lectura. El pequeño número de ejemplares que tenía y lo claramente orientados que estaban para satisfacer la demanda local, sugiere que debió ser un local de pequeño tamaño. Es posible que contase con algún tipo de taller o máquina tipográfica, pues hemos encontrado dos ejemplares impresos con el pie «Librería de don Bernardo Escribano». Asimismo, y gracias a libro de licencias municipales sabemos que el establecimiento pasó a formar parte de la viuda Josefa Escribano, y aunque desconocemos su grado de parentesco (¿hermanos?), está fuera de toda duda que fueron familia. Todos estos datos (la dualidad imprenta-librería, sus pequeñas dimensiones, la escasa masa crítica de su oferta editorial y su carácter familiar) son rasgos típicos del modelo de negocio tipográfico en época moderna18. 4. Conclusiones La expansión de la imprenta en Galicia en el primer tercio del siglo XIX, impulsada por el nuevo panorama político y económico, así como el descenso de las tasas de analfabetismo, condujeron hacia una progresiva diversificación de los contenidos temáticos y un agotamiento de las preferencias literarias del Antiguo Régimen. Sin embargo, se constata como en Galicia ese cambio en las prácticas de lectura fue más lento de lo que se pensaba, y todavía perviven ciertos resquicios hasta bien avanzado el ochocientos. La supervivencia de un modelo de negocio librero poco innovador, precario y excesivamente dependiente de la demanda local, imposibilitó una renovación cultural, y siguió manteniendo a Galicia en su tradicional periferia de los centros de conocimiento. Con todo, es indudable que hay un cambio de tendencia en los gustos literarios de la sociedad y que tienen su mejor exponente en la decadencia de la literatura religiosa y el ascenso de textos de tipo laico (científicos y recreativos), géneros que se afianzan a medida que se asienta un nuevo público lector, mejor formado gracias a los planes de enseñanza (especialmente en las ciudades, no tanto en el ámbito rural) y con inquietudes culturales renovadas.

18

La información que hemos recopilado de Bernardo Escribano procede del libro de I. Cabano sobre la imprenta en Galicia y el análisis de los libros de licencias del ayuntamiento de Santiago en la segunda mitad del XIX, concretamente en el Archivo Histórico Universitario (Santiago de Compostela): sig. AM 1761.

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La cultura material en los recetarios y libros de cocina de la Cataluña Moderna The Material Culture of the Recipe Books in Early Modern Catalonia Jordi BAGES-QUEROL BLANCO Universidad de Barcelona Resumen: La alimentación ha requerido del uso de una cultura material específica para satisfacer el hambre, pero esta cultura material podía variar en función de razones económicas, sociales y culturales. La historia de la alimentación, disciplina consolidada y de reciente trayectoria en España, todavía no ha centrado su estudio en la cultura material, que ha sido analizada, directa o indirectamente, desde otros campos de estudio. El presente artículo propone un primer acercamiento a la reconstrucción de los materiales culinarios existentes en la Cataluña de la Edad Moderna, mediante el análisis de dos recetarios catalanes, que ocupan los siglos XVI y XVII. Palabras clave: Historia, alimentación, Edad moderna, España, Cataluña, cultura material, recetarios, cocina conventual, cocina cortesana. Abstract: Alimentation has required the use of a specific material culture to satisfy hunger, but this material culture could vary depending on economical, social and cultural reasons. The history of food, a consolidated discipline with a recent trajectory in Spain, hasn’t still focused its study in the material culture, which has been analysed, directly or indirectly, from other fields of study. The current article proposes an approach to the reconstruction of culinary materials existing in the Early Modern Age in Catalonia, through the analysis of two Catalan recipe books from the 16th and 17th Centuries. Keywords: History, food, Early Modern Age, Spain, Catalonia, material culture, recipe books, convent’s recipe books, court’s recipe books.

La historia de la alimentación ha evolucionado y se encuentra en una situación consolidada y con personalidad propia. Superada la visión de la Escuela de los Annales, en que era considerada la “pequeña historia de lo pintoresco y de lo trágico”, hoy la historia de la alimentación constituye un punto de partida desde el que abordar los sistemas de vida y de valores de las distintas sociedades, englobando todas las facetas de la acción y del pensamiento humano. Pero si la historia social puede ser vista desde la historia de la alimentación, también, al contrario, la alimentación puede ser observada “a la luz de la historia de la sociedad”1. Por el hecho de ser una necesidad básica del ser humano, la alimentación requiere de un conjunto de factores para su análisis, que van “de lo estrictamente material a lo puramente cultural” 2 . Así, el estudio de los elementos estrictamente materiales, de los factores culinarios, de los datos económicos, de los aspectos culturales o de la propia sanidad, por poner unos ejemplos, son algunos de estos factores 1

María de los Ángeles Pérez Samper, “La historia de la historia de la alimentación”, Chronica Nova, 35, 2009. En este artículo, la autora realiza un análisis de la evolución y trayectoria de la historia de la alimentación, desde sus orígenes, con la Escuela de los Annales, hasta las nuevas perspectivas que se abren con el nuevo siglo XXI. 2 Ibíd. p. 105.

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Jordi BAGES-QUEROL BLANCO

que la historia de la alimentación debe tener en cuenta para reconstruir el pasado y la historia social. Para el estudio de la historia de la alimentación, encontramos fuentes diversas que aportan información relevante para la reconstrucción del ámbito culinario, siendo los recetarios y libros de cocina unas de las principales. A pesar de ello, es cierto que la historia de la alimentación parece que no ha fijado suficiente atención en el análisis de otras fuentes, como los inventarios post mortem3. No obstante, hace tiempo que se ha recogido el guante lanzado por Jean-Louis Flandrin 4 y se trabaja en ampliar las perspectivas de estudio, pero tal tarea no es fácil debido a los múltiples caminos que se abren y a la gran cantidad de datos implícitos5. Esta “amplitud de miras”, como decía Jean-Louis Flandrin, presenta una complejidad al historiador, la de tener en cuenta las distintas variables y factores para llegar a reconstruir la historia social. Una de estas variables o caminos que se presentan como posibles para el estudio de la alimentación es el estudio de la cultura material. Cuando nos referimos a la cultura material de la alimentación, englobamos los distintos materiales relacionados con diversos aspectos de esta actividad humana, como los instrumentos usados para la producción y recolección de los alimentos, los objetos y espacios de guarda de estos productos, los utensilios relativos a los procedimientos culinarios y los relacionados con la mesa, ya sea para su servicio como para su decoración. Si bien es cierto que la cultura material culinaria ha sido objeto de investigación por parte de campos diversos -como la arqueología, la historia del arte, los inventarios post mortem, los recetarios de cocina o los libros de cuenta, entre otros-, es necesario subrayar la necesidad de poner en conjunto las conclusiones de las investigaciones de estos campos. 1. Los recetarios y libros de cocina Como se ha dicho con anterioridad, los recetarios y libros de cocina constituyen una de las fuentes principales para el estudio de la historia de la alimentación. Los recetarios recogían el modelo gastronómico de cada periodo y sociedad, conteniendo desde las

3

Xavier Lencina i Pérez, “Els inventaris post mortem com a font per a l’estudi de l’alimentació. Inventaris barcelonins del període 1597-1604”, Estudis d’història agrària, 12 (1998), pp. 207-221. El autor presenta la importancia que los inventarios post mortem tienen para la historia de la alimentación y señala que “la utilización que se ha hecho hasta ahora de estos documentos ha sido relativamente escasa”, p. 207. 4 Jean-Louis Flandrin, “Historia de la alimentación: por una ampliación de las perspectivas”, Manuscrits, 6 (1987), pp. 7-30. El autor realiza un análisis de la trayectoria de los estudios sobre alimentación durante el siglo XX. Critica enfoques limitados que han predominado, como el nutricional, en los años sesenta y setenta, y propone abordar la historia de la alimentación desde una perspectiva más amplia, sobretodo cultural. 5 Actualmente, la historia de la alimentación aborda, principalmente, una perspectiva cultural –estudio de productos y elaboraciones, religión y alimentación, la etiqueta, el protocolo y el ceremonial-, aunque también económica –producción agraria, comercio, abastecimiento de las ciudades y poblaciones, consumo-. Autores españoles de referencia en el estudio de la historia de la alimentación son la Dra. María de los Ángeles Pérez Samper y el Dr. Antoni Riera Melis, de la Universidad de Barcelona, y el Dr. Fernando Serrano Larráyoz, de la Universidad Pública de Navarra, entre otros. El estudio de los inventarios post mortem puede aportar nueva información, desde una nueva perspectiva, que ayude a ampliar los resultados.

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LA CULTURA MATERIAL EN LOS RECETARIOS …

propias tradiciones hasta las novedades a las que se quería aspirar6. Las fuentes en las que se basa este estudio forman parte de dos tipos de recetarios, que son los cortesanos y los conventuales7. La característica de los primeros consistía en que se trataban de recetarios que eran, además de su utilidad, un objeto preciado de los grupos sociales privilegiados, que encontraban en la alimentación un modo de reflejar su prestigio social. En cambio, los segundos tenían una función más práctica, la de recopilar las costumbres alimentarias de una comunidad, generalmente religiosa, durante todo el año. Estos, además del propio recetario, contenían información relacionada con el calendario litúrgico y los platos servidos durante las festividades religiosas, entre otra información. Las recetas, que son la información principal que hallamos en los recetarios, aportan información sobre los productos utilizados para elaborar un plato, así como el modo de elaborarlo, el método de cocción utilizado y los utensilios requeridos. El análisis se torna complejo ya que, normalmente, los autores de estos recetarios, generalmente cocineros, escribían para otros miembros de su profesión y, por este motivo, daban por conocidas las cantidades, los productos, las técnicas y los objetos concretos a utilizar. A pesar de estas dificultades, es posible reconstruir la cultura material necesaria para las elaboraciones culinarias después del análisis deductivo aportado por la información sobre el método de cocción. Así por ejemplo, sabemos que cuando se hervían los alimentos se usaba, para ello, la olla o la cazuela. Si bien es cierto que en los recetarios encontramos utensilios y el método de cocción, también es cierto que la muestra obtenida es poco diversa. En este sentido, el resultado del análisis puede ser cuantitativo pero, a nivel cualitativo, es insuficiente. El presente estudio se basa en el análisis de dos recetarios catalanes de la Edad Moderna pertenecientes a los siglos XVI y XVII. Se ha seguido un criterio de representatividad, buscando un recetario de principios de cada siglo para obtener muestras a una misma distancia temporal. Se ha querido elegir recetarios del mismo grupo social, pero no ha podido ser debido a que, solamente, se conoce un recetario cortesano que, además, es el único testimonio para el siglo XVI catalán. Los demás recetarios conocidos son carácter religioso. El primer recetario lleva por título Libre de doctrina pera ben servir, de tallar, y del Art del Coch, ço es de qualsevol manera de potatges y salses. Compost per lo diligent mestre Robert, coch del Serenissimo senyor don Ferrando Rey de Napols, más conocido como Libre del coch8. Está escrito en lengua catalana por el cocinero del rey Fernando I de Nápoles, llamado Mestre Robert, y publicado por primera vez en el año 1520, en Barcelona, en la imprenta de Carles Amorós. Se trata de un recetario cortesano de gran riqueza, cuya primera traducción y publicación al castellano se realizó con privilegio imperial en el año 1525, en Toledo, en la imprenta de Ramón de Petras y es conocido con el nombre genérico de Libro de cocina. Muestra de su importancia es que, el recetario, tuvo más de quince ediciones impresas, tanto en catalán como en castellano, durante todo el siglo XVI.

6

María de los Ángeles Pérez Samper, “Recetarios manuscritos de la España Moderna”, Cincinnati Romance Review 33 (Winter 2012). La autora, establece la tipología de recetarios que encontramos (cortesanos, conventuales, femeninos y de confitería) y repasa los principales testimonios y características de cada uno de ellos. 7 Ibíd., pp. 27-28. 8 La edición moderna: Mestre Robert, Llibre del coch. Tractat de cuina medieval, ed. a cargo de Veronika Leimgruber, Barcelona, Curial, 1996.

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La procedencia del segundo recetario es algo más compleja. Dentro de un libro impreso de las costumbres de la Orden de la Cartuja, fechado en el año 1600, se encontró un manuscrito que contenía las obligaciones de los frailes legos de la Cartuja de Santa María de Escaladei, el cual contenía un apartado dedicado a la cocina del monasterio, libro que conocemos como Llibre de cuina de Scala Dei9. Así, el libro de cocina sería cronológicamente posterior, aunque la letra manuscrita es, efectivamente, del siglo XVII, sin poderse precisar mejor10. El libro de cocina se estructura en tres apartados. El primero, es un calendario litúrgico que contiene las festividades principales y los platos que en ellas se servían; la segunda, es una relación de las cantidades de productos que recibía cada mes el cocinero; y, la tercera, es un recetario de los principales platos elaborados en esta Cartuja. El análisis que se presenta forma parte de un trabajo más extenso11, tanto por la cantidad de recetarios como por el campo de estudio. El presente artículo debe entenderse como una parte del total y, por lo tanto, podremos obtener una primera aproximación a la presencia y a la evolución de la cultura material en base a los recetarios elegidos. Sin embargo, debido a que el análisis se basa en una muestra, se debe guardar la debida distancia que separa las particularidades intrínsecas de cada recetario, así como se debe ser precavido con las conclusiones al respecto de la evolución de la cultura material en los recetarios. 2. La cultura material en el Libre del coch La primera edición impresa del Libre del coch que se conoce, realizada en Barcelona en 1520 y en la imprenta de Carles Amorós, contiene un total de 229 entradas, de las cuales 202 son recetas, 13 son técnicas de corte de la carne, 7 son instrucciones de cada oficio del servicio de la casa, 4 son consejos para la cocina y el servicio de la mesa y 3 corresponden a títulos de capítulos, acompañados de una breve introducción. Las entradas del libro nos aportan una información clara de los métodos de preparación de los alimentos y, en el caso de las recetas, también se indica el método de cocción. También encontramos información de diversos utensilios utilizados en el ejercicio de algún servicio de la casa, de la mesa, en la práctica del corte de piezas de carne o, en último caso, como información introductoria a algún nuevo capítulo. En total, se han contabilizado 655 menciones a utensilios en 216 entradas, que representan el 94,32% del conjunto. Por estos motivos, la cuantificación de los utensilios se ha realizado tomando como parámetro las 216 entradas contenidas en el recetario. Finalmente, hemos considerado separar los utensilios de uso culinario de otros, como la vajilla, los cubiertos y los tejidos. En muchas recetas encontramos la omisión de algunos utensilios de cocina y la referencia a ellos mediante el procedimiento culinario a realizar. Las omisiones más comunes son las relacionadas con la picada de especias, en la que se utilizaba el mortero y la mano de mortero; el cuchillo, cuando se ordenaba cortar o despiezar algún alimento; la olla o la cazuela, utensilios usados cuando se llevaba un producto a 9

Citamos la publicación realizada recientemente y que contiene la transcripción del recetario: Josep Iglésies, El llibre de cuina de Scala Dei, facsímil, ed. a cargo de Mariona Quadrada, Tarragona, Ediciones El Mèdol, 1996. 10 Ibíd., p.6. 11 “Alimentació a la Catalunya Moderna: productes i elaboracions”, tesis doctoral en curso de realización, bajo la dirección de la Doctora María de los Ángeles Pérez Samper, en la Universidad de Barcelona.

654

LA CULTURA MATERIAL EN LOS RECETARIOS …

ebullición; el rallador, cuando un ingrediente se tenía que rallar; la parrilla, cuando se ponía algún producto en las brasas; y la tapa, cuando se tenía que tapar una olla o cazuela. Esta dificultad para la identificación de algunos objetos relacionados puede conllevar, a la vez, una dificultad para la cuantificación de los mismos, pero nos confirma la presencia generalizada y el uso cotidiano de estos utensilios. Hemos cuantificado en su totalidad, a pesar de lo expuesto, los casos del mortero, el rallador, la parrilla, la tapa y el cuchillo, tanto las menciones directas como indirectas, ya que los procedimientos culinarios que se refieren a ellos no permiten dudar sobre su uso. No se ha podido realizar lo mismo en el caso del procedimiento de la ebullición, ya que su ambigüedad podría hacer referencia tanto la olla como a la cazuela. Podemos establecer tres categorías de utensilios de cocina en función de su representación en el recetario y, por lo tanto, en función de su uso. En primer lugar, los utensilios de uso habitual engloban aquellos que encontramos en más de un 20% de las entradas. Forman parte del grupo el mortero y la olla, destacando sobre cualquier otro objeto, ya que los encontramos sobrepasando el 50% de las entradas12. El tercer utensilio de este grupo es el cedazo de estameña, que también lo encontramos referido con otras denominaciones, como “cedazo”, “cedazo molino” y “molino”, además del propiamente dicho. Tabla 1. Objetos presentes en más del 20% de las entradas

Mortero Olla

Cedazo de estameña

Respecto a los materiales de estos utensilios, encontramos muy pocas especificaciones e interpretamos que cuando el autor del recetario las realizó fue para resaltar la diferencia respecto al material común y habitual13. Consta un mortero de piedra, una olla de cobre o de estaño y el cedazo, que era de estameña. En seis recetas, se usa un cedazo de tela “delgada”, fina, para separar especias y harina pudiendo ser, de este modo, de un tejido diferente a la estameña, como pudiera ser el lino. Según sus funciones, el mortero se usaba para picar frutos secos, especias y hierbas aromáticas, que servirían de aliño al guisado o potaje, normalmente hervido en la olla. El cedazo servía para “separar las partes sutiles de las gruesas” 14 de algunos alimentos y, según parece, con la aparición de un “cedazo molino” y un “molino”, podría llevar incorporado algún elemento que permitiera triturar los alimentos o que hiciera rodar el cedazo. La segunda categoría comprende los utensilios de uso puntual, presentes entre un 5 y un 20% de las entradas. En este grupo encontramos la cazuela, el horno, el 12

El mortero y la olla son utensilios que debido a su excepcional presencia, podríamos considerar de uso generalizado. 13 Xavier Lencina i Pérez, “Els inventaris post mortem...”, p. 216. Según las observaciones realizadas por el autor en numerosos inventarios post mortem, los utensilios, a menudo, “aparecen especificados cuando son hechos de un material más duradero, como ahora el cobre o el latón”. Así, la mayor parte de los objetos serían de terriza y, debido a lo común que eran, o a “su vulgaridad y bajo precio”, no se detallarían. Esto se daría también en el caso de los individuos más ricos, ya que estos objetos “a menudo representaban la vajilla diaria” y, se entiende, las de metales serían para ocasiones especiales. La poca información que se aporta sobre los materiales de los utensilios de cocina parece apoyar la tesis del autor. 14 Diccionario de la Real Academia Española, . Entrada “cedazo”.

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mezclador, el cuchillo, el cedazo 15 , el tajadero, el rallador, el asador y la parrilla. Aunque el horno no es estrictamente un utensilio de cocina, hemos considerado interesante añadirlo juntamente con otros utensilios dedicados a la cocción de los alimentos, como la olla, la cazuela, el asador, la parrilla o la sartén. Así, podemos observar una preferencia en el uso del horno respecto al asador, a la parrilla y a la sartén, que aparece en el grupo de menor representación. La cazuela es el utensilio que encabeza este grupo y que se encuentra a más distancia del resto, casi doblándolos en representación. Se encuentra en la frontera con el grupo de utensilios de uso habitual. No obstante, podemos observar la preferencia por la olla respecto la cazuela, a la que supera en presencia en una cifra porcentual superior al doble. Tabla 2. Objetos presentes en el 5-20% de las entradas

Asador Cazuela Cedazo

Cuchillo Horno Mezclador

Rallador Tajadero Parrilla

Respecto a los materiales, encontramos dos cazuelas de cobre y estañadas, una de terriza y otra de hierro. Los mezcladores eran de madera, así como algo más de la mitad de los tajadores. Por último, no hay constancia del material del rallador, el asador y la parrilla, aunque con seguridad eran de hierro16. El mezclador se usaba para remover los alimentos de la olla o la cazuela y podría tratarse de un nombre genérico, referido a la cuchara 17 . El tajadero, era una superficie llana, o una tabla, destinada a cortar los alimentos, aunque también se usaba para prensar algunos productos, utilizando uno o dos tajaderos, o para escurrir algún alimento en su superficie. La tercera categoría refiere a los utensilios de cocina de uso insólito, que engloba a los objetos con menos del 5% de representación en las recetas. La sartén y la tapa, o “cuberta” o “cubertora”, ocupan el lugar más destacado y doblan la presencia del cañamazo y la mano de mortero. Con menos representación encontramos la paleta, la pluma, la aguzadera, la cesta, la caldera, las pinzas, el embudo de cañamazo, el molino, la bacina, la “panadera”18, la albornía, el salero, el alambique, la tabla lisa, el banco, la horca19, la caña, el cedazo molino y la espumadera. La poca presencia de la tapa parece indicar que la ebullición se realizaba con la olla y la cazuela descubiertas20.

15

Aunque se trata del mismo utensilio que el “cedazo de estameña”, mantenemos el análisis separadamente para valorar la presencia de una u otra denominación. 16 Xavier Lencina i Pérez, “Els inventaris post mortem...”, pp. 217-218. 17 La cuchara, que tenía la misma utilidad que el mezclador, es menos presente en el recetario. 18 La “panadera” era un tipo de cazuela. Mantenemos en este estudio la diferenciación entre panadera y cazuela siguiendo el criterio del autor de la edición catalana, que hace esta distinción. 19 La horca era usada como alternativa a las pinzas. 20 En efecto, el autor del recetario indica los motivos del uso de la tapa y que son muy específicos y concretos. En primer lugar, la tapa se podía usar para tapar la olla y hundirla en las brasas hasta la mitad y llevar, así, los ingredientes a una cocción fuerte y rápida. En segundo lugar, la tapa también se podía usar para tapar una sartén o una cazuela y ponerlas en el horno.

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LA CULTURA MATERIAL EN LOS RECETARIOS …

Tabla 3. Objetos presentes en menos de un 5% de las entradas

Aguzadera Alambique Albornía Bacina Banco

Caldera Caña Cañamazo Cedazo molino Cesta

Embudo de cañamazo Espumadera Horca Mano de mortero Molino

Paleta “Panadera” Pinzas Pluma Salero

Sartén Tabla lisa Tapa

Los materiales que encontramos en este grupo de utensilios son diversos. Se hace referencia a una sartén de hierro; a tres tapas o “cubertoras” de hierro, coincidiendo con el uso de la cazuela o la sartén en el horno, y una con agujeros pequeños en la superficie; el cañamazo y el embudo de cañamazo, como el nombre indica, parecen ser de tela del cáñamo y, en tres ocasiones, sabemos que debían ser ásperos, siendo de estopa de cáñamo. La mano de mortero era de madera de boj; la aguzadera estaba hecha de madera de álamo blanco o de sauce y bien provista de tierra de afilar, al menos en una de las dos menciones que se hace de ella; se menciona, también, una paleta de madera; de este material era, además, la caña, que era un rodillo. Las plumas debían de ser de gallina y servían para pintar la carne con algún jugo antes de cocer. El alambique se especifica que debía ser de cobre o de plomo21. Por último, la “panadera” era de terriza. En el recetario también encontramos otro tipo de utensilios y objetos que no son, estrictamente, de uso culinario y, por este motivo, los presentamos separadamente. Estos utensilios guardan relación, en realidad, con la preparación de la mesa, aunque algunos de ellos, como veremos, pueden ser utilizados, puntualmente, en la cocina para la elaboración de los platos. Incluimos, en este apartado, los objetos de vajilla, los cubiertos y los tejidos. La presencia de estos objetos es considerablemente menor que a la de los utensilios de cocina, pero consideramos necesaria su inclusión en el análisis. Clasificando los utensilios que forman la vajilla según las tres categorías de uso, encontramos la escudilla en primer lugar y con una elevada representación, siendo de uso habitual. El siguiente objeto es el plato, de uso puntual. Estos objetos, se podían usar como recipientes donde servir la comida o donde realizar algún paso de las recetas. En el grupo de utensilios de uso insólito encontramos la taza, la copa y el vaso, usados para medir líquidos durante la elaboración de una receta, para beber o, en el caso de los dos primeros objetos, si eran llanos, podían contener un vaso de cristal22. Encontramos que una de las copas tenía tapa y que un vaso era de vidrio de “selicorn”, medidas tomadas para evitar envenenamientos del señor23. 21

En la edición castellana de 1529, se especifica que el alambique debía ser “de barro vidriado o de vidrio”. Seguramente, los materiales de este tipo de utensilios podían variar según el lugar de fabricación de la Monarquía Hispánica. 22 A los grandes señores se les servía un vaso de cristal presentado dentro de una taza o copa llanas acompañado de un protocolo elaborado y complejo. 23 Sin duda, se trata de la salicornia, planta que se usaba para la fabricación de un vidrio fino y transparente. Estas cualidades ya las conocía el autor catalán ya que, tal como advierte, “[...] crech que qualsevol senyor deu mas amar beure ab vidre que no ab argent, perquè lo vidre, majorment aquell que és de selicorn, no se·n porie e·nenguna manera emmetginar, perquè no pot tenir a ninguna condició de metgines”. El autor de la edición castellana de 1529 aclara que no se podía envenenar bebiendo de este vaso: “[...] porq(ue) eñeste tal vidro no se puede dar en ningú(n)a manera a bever po(n)çoña por qua(n)to no es possible q(ue) la suffra el bue(n) vidro sin q(ue)brarse.”.

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Con menor representación, encontramos otros objetos como el “vaixell”, nombre genérico que se refería a un recipiente para beber; el bol, usado para dejar en remojo los alimentos; la botella 24 , para cocinar alimentos al baño maría; y un “pitxer” o jarro, usado para verter el agua durante el lava manos. Tabla. 4 Vajilla

Bol Botella Copa

Escudilla Jarro o “pitxer” Plato

Taza “Vaixell” Vaso

A parte de los utensilios de cocina y de la vajilla, también encontramos la presencia de cubiertos, aunque es anecdótica y, por lo tanto, entran en el grupo de utensilios de uso insólito. La cuchara es usada para remover la comida de la olla o cazuela, por lo que podemos interpretar que eran de madera, igual que los mezcladores. Por último, encontramos que se hace una referencia a un cuchillo como cubierto de mesa y no como cuchillo de cocina, pero no sabemos si eran diferentes. Tabla. 5. Cubiertos

Cuchara

Cuchillo

Los últimos objetos que quedan por analizar son los tejidos, de los que se mencionan tres diferentes y que podemos clasificar dentro del grupo de utensilios de uso insólito, salvo en el caso del trapo, que se incluye en los de uso puntual. La versatilidad de los trapos se refleja en el recetario. Se usaban para manipular los recipientes que estaban en contacto con el fuego sin quemarse; para envolver algunos ingredientes que se introducían en un recipiente con agua y se llevaban a ebullición; para picar ingredientes cubiertos en su interior; siendo un trapo de lino, para quitar el sabor a humo y a salado de la comida de la olla, introduciéndolo dentro durante la cocción; y, por último y siendo, también, de lino, para colar los granos de granada chafados. La toalla, usada en el lava manos, y el “torcaboques” o servilleta, tienen una presencia anecdótica. Esta última, se debía cambiar después de cada plato de la comida, por lo que podemos imaginar que la cantidad de servilletas era considerable. Tabla. 6. Tejidos

Servilleta o “torcaboques”

Toalla

Trapo

Tabla. 7 Utensilios

Objetos Aguzadera Alambique Albornía Asador 24

Materiales Madera de álamo blanco/Madera de sauce con tierra de afilar Cobre/Plomo

El autor de la edición de 1529 lo traduce del catalán como “redoma”, tipo de botella específica.

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LA CULTURA MATERIAL EN LOS RECETARIOS …

Bacina Banco Bol Botella Caldera Caña Cañamazo Cazuela Cedazo Cedazo de estameña Cedazo de molino Cesta Copa Cuchara Cuchillo Embudo de cañamazo Escudilla Espumadera Horca Horno Jarro o “pitxer” Mano de mortero Mezclador Molino Mortero Olla Paleta “Panadera” Parrilla Pinzas Plato Pluma Rallador Salero Sartén Servilleta o “torcaboques” Tabla lisa Tajadero Tapa o “cubierta” Taza Toalla Trapo “Vaixell” Vaso

Madera Estopa de cáñamo Cobre/Estaño/Hierro/Terriza Estameña

Madera Estopa de cáñamo

Madera de boj Madera Piedra Cobre/Estaño Madera Terriza

Pluma de gallina

Hierro Tejido Madera Hierro Tejido Lino/ Vidrio de salicornia

Como hemos podido observar, se desconoce el material de muchos de los utensilios que el recetario contiene, aunque sería posible deducir muchos de ellos. Sin querernos

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aventurar, pondremos en relación la información que Xavier Lencina i Pérez recopiló después de analizar 81 inventarios post mortem de la ciudad de Barcelona, correspondientes al período 1597-1604 25 . En todos los inventarios, el asadero, el rallador y la parrilla eran de hierro; la bacina y la espumadera, de cobre o latón; la caldera, la cazuela y la tapa, de cobre; la botella y la taza, de vidrio; la escudilla, el plato y el jarro, de terriza; el mortero, de piedra, de terriza o de cobre; la olla, de hierro, de terriza o de cobre; el salero, de madera, aunque no estamos seguros que fuera el mismo objeto que anota Xavier Lencina; la sartén, de cobre, además de hierro; y la cesta, de caña. Otros objetos, no constan en los inventarios post mortem, estos son la albornía, el banco, el bol, el cedazo, la copa, la horca, el horno, el molino, las pinzas, la tabla lisa y el “vaixell”. Este último, sin embargo, puede tratarse de una denominación genérica de los objetos de vidrio. Algunos de estos objetos, como la albornía o el bol, podrían ser de terriza. Otros, como el banco, la horca y la tabla lisa, de madera. Los demás objetos, son poco específicos. Por último, Xavier Lencina también anota los cuchillos como objetos presentes en los inventarios post mortem, pero sin especificar el material del que estaban fabricados. 3. La cultura material en el Llibre de cuina de Scala Dei El Llibre de cuina de Scala Dei es un reflejo de un modelo alimentario estricto y austero. La prohibición de comer productos cárnicos, precepto de la Orden de la Cartuja, así como el ayuno y la abstinencia de otros productos practicados de manera habitual, eran características principales de este sistema alimentario particular. Lejos estaban otras órdenes monásticas y religiosas, cuyos modelos alimentarios eran más frugales y variados, más preocupados “por garantizar a sus miembros el nivel de vida adecuado a su estatus eclesiástico y social, insistiendo en la cantidad y en la calidad de la alimentación”26. La tipología de recetario es muy diferente a la del Libre del coch, en el cual encontramos una gran variedad de recetas. En cambio, en el recetario cartujo el número de recetas es menor y, la mayoría, consisten en platos elaborados a base de pescado, cereales, legumbres y, en algún caso, de hortalizas como la calabaza. La riqueza de un recetario cartujo como el que se presenta se halla, más bien, en la información relativa a las festividades litúrgicas, pudiendo reconstruir, prácticamente, el día a día de un monje. En este sentido, las indicaciones que hayamos de la cultura material culinaria son muy escasas. Fundamentalmente, las indicaciones de los utensilios se hallan en la relación de recetas y, de este modo, el lector podrá observar que el volumen de objetos también es muy inferior al Libre del coch. En total, se han contabilizado 82 entradas que corresponden a las diferentes festividades y a las prácticas realizadas, 47 notas aclaratorias 27 y 33 entradas correspondientes al apartado del recetario, incluyendo la nota introductoria a este 25

Xavier Lencina i Pérez, “Els inventaris post mortem...”, pp. 217-218. María de los Ángeles Pérez Samper, “La alimentación catalana en el paso de la Edad Media a la Edad Moderna: la mesa capitular de Santa Ana de Barcelona”, Revista Pedralbes, 17, 1997. 27 Se entiende por notas aclaratorias los párrafos que siguen y son la continuación de otros que llevan por título una festividad, una práctica religiosa o una receta. El lector, puede interpretar que se trata de un cambio de párrafo de la misma información, pero en realidad, generalmente, se trata de información nueva que no guarda relación con la información del texto del que depende. 26

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LA CULTURA MATERIAL EN LOS RECETARIOS …

capítulo. Hemos computado el volumen de notas aclaratorias como información separada de las festividades y las prácticas, porque a menudo contienen información diferente a la entrada que siguen. Por último, la suma del volumen total de entradas del recetario asciende a 162. Del volumen total de entradas del libro de cocina debemos separar, en primer lugar, aquellas que contienen información relacionada con la cultura material. El resultado es el que sigue: 1 entrada que es el título del capítulo de las recetas y la información que contiene; 32 entradas de recetas; 4 entradas diferentes de 2 mismas recetas que proceden de las notas aclaratorias del calendario litúrgico y que el autor no incluyó en el propio recetario; 2 entradas relacionadas con prácticas de la comunidad, estas son el lavatorio de pies y la colada; y, finalmente, 4 entradas correspondientes al servicio de la mesa de algunas festividades del año. En total, suman 43 entradas con información sobre cultura material, que representan el 26,54% del conjunto, de las que hemos obtenido 142 menciones a objetos. En segundo lugar, separaremos las entradas correspondientes al lavatorio de pies y a la colada del resto, para poder efectuar un análisis centrado en la cultura material culinaria. En total, por lo tanto, son 41 entradas las que analizaremos. De las 41 entradas, encontramos que el mortero ocupa el primer lugar del grupo de utensilios de uso habitual, situado levemente por encima del 50% de representación y seguido por el molino, la olla, el medidor y la cazuela. Tabla. 8. Objetos presentes en más del 20% de las entradas

Cazuela Medidor

Molino Mortero

Olla

La descripción de los materiales es, prácticamente, nula. Se menciona, solamente, un mortero de cobre; seis ollas de terriza y, posiblemente, dos de cobre28; y, por último, dos cazuelas de terriza. Como utensilios de nueva aparición encontramos, en primer lugar, el medidor29, recipiente para calcular las cantidades de los ingredientes. Por otra parte, el molino se usaba una vez se habían picado diversos ingredientes, principalmente frutos secos, aunque también una mezcla de productos30. En este último caso, el molino se usaba después de haber cocido los productos en la olla y de haberlos pasado por el hierro31 previamente, paso que conseguía que los alimentos quedaran triturados obteniendo, así, una masa con una textura fina uniforme y líquida o semilíquida. Cabe la posibilidad que el molino fuera un objeto diferente del “cedazo” del Libre del coch, también llamado

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El autor, especificando los procedimientos de las recetas, describía que en uno de los pasos que tenían que pasar los ingredientes principales a “la olla de coure”. Esta palabra, en catalán, puede significar tanto el material del cobre, como el verbo cocer. Según se expresa el autor, parece que se refería a la “olla de cocer”, ya que posteriormente habla de este proceso culinario, pero mantenemos la posibilidad del material debido a la duda que genera. 29 Usamos este nombre genérico para referirnos, de modo actual, al nombre que el autor usaba: “salciró” o “salsiró”. 30 En la receta llamada “Carabaces llargues” (calabazas largas), el molino se usa para pasar una mezcla de ingredientes picados y mezclados. La mezcla consistía en frutos secos, calabazas, especias y huevos batidos. 31 Ver la explicación sobre el “hierro” que se realiza en el apartado del grupo de objetos de uso puntual.

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“cedazo molino” o “molino” en ese recetario. Pero esta consideración la analizaremos más adelante. Como utensilios de uso puntual encontramos el colador, en una cantidad que duplica los siguientes, que son el cedazo y el hierro. Tabla. 9 Objetos presentes en el 5-20% de las entradas

Cedazo

Colador

Hierro

Del conjunto de los objetos de este grupo, no se indica el material de ninguno de ellos, aunque podemos obtener conclusiones que apelan al sentido común. Así, el hierro sería de este propio material, que le hubiera dado nombre al objeto. El hierro consistía en un objeto de mano que se usaba para majar alimentos bastos introducidos, previamente, en el mortero o para mezclarlos mediante el movimiento de muñeca, antes de pasarlos por el molino, que los requería más finos y molidos. En este sentido, podría ser que la denominación “hierro” se refiriese a una mano de mortero de este material. Sabemos que el cedazo y el molino eran objetos diferentes porque en la receta del “Amidó” (“Almidón”) el autor los diferencia. Este, indica que, en primer lugar, se deben pasar los frutos secos picados por el molino. Seguidamente, el almidón por un cedazo “porque no se pase alguna broza”32 para, finalmente, pasar ambos ingredientes por el molino otra vez. Parece claro que el molino era un utensilio utilizado para obtener un producto más refinado. Podría tratarse de un cedazo con un mecanismo para ayudar a pasar las partículas más finas de los ingredientes, a diferencia del cedazo, que no tendría este mecanismo y del que se obtendrían partículas más gruesas. Los utensilios de uso insólito son la bacina, la espátula, la tabla lisa, el perol, la mano de mortero, el horno, el lebrillo, la tapa y la sartén. Tabla. 10 Objetos presentes en menos de un 5% de las entradas

Bacina Espátula

Horno Lebrillo

Mano de mortero Perol

Sartén Tabla lisa

Tapa

Como en el caso anterior, el autor del libro de cocina no especificó el material de ninguno de estos objetos, aunque podemos deducir que la mano de mortero y la tabla lisa eran de madera y que la sartén era de algún tipo de metal. Respecto a los utensilios propios de la vajilla encontramos, en primer lugar, la escudilla y el plato, que consideramos de uso habitual. Por último, la botella y la taza entran en el grupo de utensilios de uso insólito, aunque la primera se acerca al de uso puntual. Tabla. 11 Vajilla

Botella

Escudilla

Plato

Taza

Gracias a la especificación que hizo el autor del libro, sabemos que dos escudillas y dos platos, usados durante las elaboraciones culinarias, eran de estaño. Sin embargo, 32

Josep Iglésies, El llibre de cuina de…, p. 39. Hemos traducido el texto del original para facilitar la comprensión.

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LA CULTURA MATERIAL EN LOS RECETARIOS …

desconocemos si la mayor parte del resto de estos utensilios, usados durante las comidas de la comunidad, eran del mismo material. Respecto a los tejidos, encontramos alguna mención, sin conocer el tipo de material del que estaban fabricados. La presencia de manteles destaca por encima de la de la servilleta siendo, los primeros, de uso puntual y, la última, de uso insólito. Tabla. 12 Tejidos

Mantel

Servilleta

Finalmente, conviene señalar que en todo el libro de cocina se menciona, solamente en una ocasión, el uso del cuchillo y, en este caso, es una mención indirecta en la que el redactor mandaba a cortar las calabazas de una receta. Tabla. 13 Cubiertos

Cuchillo

Una vez analizada la cultura material relacionada con la cocina y con la mesa en el libro de Escaladei, analizaremos los objetos que se encuentran en dos entradas que habíamos dejado a parte en este análisis. Estas dos entradas hacen referencia a dos prácticas que eran muy comunes en la Cartuja de Santa María de Escaladei. En primer lugar, el lavatorio de pies se realizaba después de la comida del Jueves Santo, a las tres de la tarde. El cocinero debía preparar bacinas, acetres y cuencos, para hacer el lavatorio y, seguidamente, preparar el agua en un perol de grandes dimensiones. Esta agua, elaborada con panes de rosas, laurel y espliego, se introducía en dos botijos de latón para que los dos frailes más jóvenes la repartieran en cada celda. Sabemos, además, que se usaban tablas lisas para el pescado, desconociendo su uso en esta práctica. El autor del libro, indica que, cuando se acaba el lavatorio, el cocinero tenía que limpiar “todo el latón”, por lo que podemos suponer que, además del botijo, algunos de los objetos deberían ser de este material. Cada uno de los objetos descritos se menciona una vez en el libro. Si valoramos los utensilios en conjunto, los de uso culinario y los del lavatorio, obtenemos que, algunos, aumentan de representación, como la bacina, el perol y la tabla lisa. El resto, en cambio, aparecen por primera vez y serían clasificados como utensilios de uso insólito. Tabla. 14 Objetos relacionados con el lavatorio de pies

Acetre Bacina

Botijo Cuenco

Perol grande Tabla lisa

Finalmente, encontramos dos objetos relacionados con la colada a los que, el autor, les da el mismo uso. Después de tener la colada limpia, se introducía en una cesta o en una “panera” para transportarla, repartirla y guardarla en cada armario del claustro. La representación de estos objetos es anecdótica.

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Tabla. 15 Objetos relacionados con la colada

Cesta

Panera

Tabla. 16 Utensilios

Objetos Acetre Bacina Botijo Botella Cazuela Cedazo Cesta Colador Cuchillo Cuenco Escudilla Espátula Hierro Horno Latón Lebrillo Mano de mortero Mantel Medidor Molino Mortero Olla Panera Perol Plato Sartén Servilleta Tabla lisa Tapa Taza

Materiales ¿Latón? ¿Latón? Latón Terriza

¿Latón? Estaño ¿Madera? ¿Madera? Hierro Latón ¿Madera? Tejido

Cobre Terriza/¿Cobre?/-

Estaño ¿Metal? ¿Madera?

4. Conclusiones Comparando la representación porcentual de los utensilios en relación a sus recetarios, podemos obtener un análisis de la evolución de los diferentes objetos para el período de tiempo expuesto. En primer lugar, encontramos que el uso del mortero disminuye cuatro puntos porcentuales, aunque sigue siendo, en ambos recetarios, el objeto más representativo. Por lo que a métodos de cocción respecta, observamos la preponderancia de la olla, aunque sufre un retroceso de catorce puntos en favor del aumento del uso de la cazuela, que aumenta casi cinco. Asimismo, se observa un retroceso del uso del horno considerable, de un poco más de seis puntos, y también un aumento leve de la sartén.

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LA CULTURA MATERIAL EN LOS RECETARIOS …

Finalmente, desaparece el uso del asador y de la parrilla, aunque es posible que esta última se usara para tostar pan u otros productos. Respecto a otros utensilios, observamos una disminución del uso del cedazo muy significativa, de 26 puntos, en favor del uso de otras variantes como el molino. Asimismo, se produce una leve disminución de la presencia de la tapa y un leve aumento de la de la mano de mortero. Respecto a utensilios de la vajilla, observamos una disminución de la presencia de la escudilla que se puede deber a la desaparición, en el recetario cartujo, de un recurso lingüístico presente en el Libre del coch consistente en finalizar las recetas mandando servir la comida en uno de estos recipientes. Por otra parte, sin embargo, el utensilio usado para medir las cantidades en el recetario cartujo es diferente a la escudilla, que es el usado en el primer recetario. Además, en el recetario cartujo aumenta la costumbre de indicar las cantidades de los ingredientes y, por este motivo, encontramos una elevada presencia del medidor. Respecto a otros utensilios, se produce un aumento de la presencia del plato y de la botella y una disminución de la taza. Observamos que hay omisiones de algunos objetos del Libre del coch que desaparecen en el libro de cocina cartujo, como la aguzadera, el alambique, la albornía, el asador, el banco, la caldera, la caña, la cesta (que sí aparece en la colada), la copa, la cuchara, el cuchillo, la espumadera, la horca, la “panadera”, la parrilla, las pinzas, la pluma, el rallador, el salero, el tajadero, el trapo, el “vaixell” y el vaso. Estas omisiones, sin embargo, no confirman su ausencia real en la cocina de Escaladei y es muy probable que algunos de estos utensilios fueran usados por los monjes cartujos, como los trapos, los tajaderos o las cucharas, por poner, solamente, unos ejemplos. Otros, en cambio, es posible que no fueran contemplados en la cocina cartuja, pero este no es lugar para especulaciones. Si encontramos, por un lado, omisiones de utensilios del primer recetario en el segundo, también encontramos apariciones nuevas en este segundo recetario y que no constan en el primero. Este es el caso del colador, la espátula, el hierro, el lebrillo, el mantel, el medidor y el perol, por lo que respecta a objetos de uso culinario y de mesa. Incluyendo los del lavatorio de pies y de la colada, debemos añadir el acetre, el botijo, el cuenco, el perol grande y de la panera. Estas nuevas apariciones no deben preocuparnos, ya que algunas, con probabilidad, se refieren a un objeto del primer recetario que es especificado de modo diferente. En este sentido, el “colador” del libro de cocina cartujo podría hacer referencia al “cañamazo” y al “embudo de cañamazo” del Libre del coch. Del mismo modo y manteniendo el orden a los respectivos recetarios, la “espátula” podría corresponder al “mezclador” o a la “paleta” y el “perol” al “bol”.

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Una aproximación a la producción impresa en las tierras vascas al final del Antiguo Régimen An approach to the printing press production in the basque lands at the end of the Old Regime Javier ESTEBAN OCHOA DE ERIBE Universidad del País Vasco Resumen: Diferentes estudios se han centrado en los impresos de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra. Tomándolos como base y superando limitaciones geográficas y cronológicas convencionales, queremos acercarnos a la producción impresa en estos territorios desde 1700 hasta 1839. ¿Cuánto se imprime en cada territorio? ¿Qué temas se tratan? ¿En qué idiomas? Responder a estas preguntas pueden darnos a entender mejor esa parte de la cultura material formada por la producción impresa, que no deja de ser característica de la proyección que una sociedad hace de sí misma. Palabras clave: Historia de la imprenta, historia del País Vasco y de Navarra, historia cultural, historia social del lenguaje Abstract: Several studies have been carried out on Printing Press production in Biscay, Guipuzcoa, Alava and Navarre; however our aim is to exceed conventional geographical and chronological limitations by focusing on Print Production in these regions between 1700 and 1839. How many were printed in each region, what are they about, and what languages are they written in, are just some of the questions that could help us to better understand the society of the time. Keywords: Printing history, history of the Basque Country and Navarre, cultural history, social history of the language.

1. Introducción. La historia del libro, de la imprenta o de la producción impresa no son ajenas a la historiografía española. Desde los años 80 del siglo pasado se han realizado análisis de ciudades, regiones o incluso valiosos estudios de conjunto que nos han ayudado a comprender mejor estas realidades. Sin embargo, no son pocos los autores que afirman que las tierras vascas han quedado desatendidas en este aspecto. En el caso del norte de España tenemos los estudios de Baudilio Barreiro y Roberto López para Asturias o Jean-Marc Buigues sobre León; siguiendo la estela de éstos y de Juan E. Gelabert y Ofelia Rey, se están realizando avances sobre el libro y la producción impresa en



Becario predoctoral por el gobierno vasco. Agradezco la inestimable ayuda de Julio-César Santoyo, Javier Itúrbide, Alba de la Cruz Redondo, Juan Madariaga, Isabel Ostolaza, Javier Ruiz, Blanca Urgell y Alberto Gamarra. Lo que sigue es, en buena medida, resultado de sus consejos en los seminarios de investigación Imprenta, poder y sociedad en la España del Antiguo Régimen, organizado en Vitoria por la EHU/UPV el 22/04/2015 y Redes intelectuales y educativas en la transición del antiguo régimen a la contemporaneidad, organizado en Pamplona por la UPNA el 12/05/2015. Los seminarios, así como el presente artículo, se enmarcan dentro del proyecto de investigación del Ministerio de economía y competitividad del Gobierno de España HAR2103-48901-C6-4-R “El proceso de la modernidad. Actores, discursos y cambios, de la sociedad tradicional a la revolución liberal, s.XVI-1850”, años 2014-2017. III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015

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Roberto GARCÍA PUENTE

Galicia1. En su conjunto, se ha realizado algún acercamiento con valiosas reflexiones metodológicas sobre el estudio del libro y la lectura en el norte peninsular2, aunque se atiende más bien poco al País Vasco y Navarra3. En el presente trabajo daremos una visión de conjunto sobre la producción impresa en Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra entre 1700 y 1839. Relacionaremos la producción impresa en estos territorios y cronología con su entorno geográfico para obtener un contexto donde situarla y analizaremos qué documentos forman la producción, cuál es su evolución a lo largo del tiempo y en qué idiomas se imprime. Con todo, lo que sigue es una primera aproximación, una introducción a estos territorios para que otros profundicen sobre una materia tan atrayente, complicada y poliédrica como la de la producción impresa. 2. Un buen punto de partida La primera constatación es que no se parte de cero. De hecho, podríamos afirmar que cuando se publica este artículo contamos con toda una serie de trabajos que forman las bases suficientes para acometer una introducción a la producción impresa de las tres provincias y Navarra que hubiera sido impensable hace unos años. Los pioneros son los de aquellos que ven en las recopilaciones bibliográficas piezas clave dentro del ensalzamiento de la raza euskara, que recientemente había perdido sus fueros. De cita obligada es el laureado trabajo de Ángel Allende-Salazar (1887)4, obra admirada por seguidores como Julien Vinson (1898), Juan Allende-Salazar (1919) o Fernando De la Quadra (1920)5. Estos nostálgicos acercamientos fueron seguidos por otros a mediados del siglo XX6 a su vez tomados como base para los trabajos más recientes que, desde los años 80, han intentado enmendar antiguos errores y ofrecer una visión más completa de los impresores y lo impreso 7 . Fruto de esta última fase serán la mayoría de las 1

Santiago Prego, La producción impresa en Galicia en el tránsito de la edad moderna a la contemporánea, memoria de licenciatura inédita, universidad de Santiago de Compostela, 2014. También se están acometiendo acercamientos sobre las prensas burgalesas. Alberto Gamarra Gonzalo, “Realidad económica y problemática de las imprentas institucionales en el Burgos del Setecientos: los talleres de la Compañía de Jesús y de la Catedral (1745-1766)”, Titivillus, 1 (2015), pp. 413-427 2 Baudilio Barreiro Mallón, “La lectura y sus problemas en el norte de la península: estado de la cuestión”, Bulletin Hispanique, 99 (1997), pp. 75-97. 3 Con todo, tenemos algún ejemplo sobre bibliotecas navarras: Mª Isabel Ostolaza Elizondo, “La biblioteca del monasterio de Fitero a fines del renacimiento e inicios del Barroco”, Hispania Sacra, LXV, enero-junio, (2013), pp. 189-228. 4 Ángel Allende-Salazar, Biblioteca del bascófilo, Lejona, Gerardo Uña, 1987, [1887]. 5 Julien Vinson, Essai d’une Bibliographie de la Langue Basque, (II tomos), Bilbao, Caja de Ahorros de Vizcaya, 1983 [1898-1891]; Juan Allende-Salazar, “Notas para la Historia de la imprenta en el País Vasco-Navarro”, en VV.AA., Primer Congreso de estudios vascos, Bilbao, Bilbaína de artes gráficas, 1919, pp. 644-671; Fernando de la Quadra Salcedo, Libros raros y curiosos de la imprenta en Bilbao. 1800-1830, Bilbao, Ambos mundos, 1920. 6 Serapio Múgica, “La imprenta en Guipuzcoa, examinada a través de los Libros Registros de Juntas de la Provincia”, RIEV, 25 (1934), pp. 453-476; Juan Ruiz de Larrinaga, “Curiosidad bibliográfica. Impresos en Vizcaya Guipúzcoa y Álava hasta el año 1901: al margen de nuestras bibliografías clásicas”, en VV.AA., Homenaje a D. Julio de Urquijo e Ybarra: estudios relativos al País Vasco: número extrardinario del Boletín de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País, Tomo II, San Sebastián, Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, 1949, pp. 49-119; José Ramón Castro, Autores e impresos tudelanos. Siglos XV-XX, Pamplona, Príncipe de Viana, 1963. 7 Iñigo Sanz de Ormazabal, “La imprenta en el País Vasco: Sus comienzos”, Bilduma, 2 (1988), p. 217222; Jose Antonio Arana Martija, “Euskal Herriko inprentaren historia”, Uztaro, 12 (1994); Joseba Aurkenerena, “Inprimategiaren urratsak Euskal Herrian”, Elhuyar, Zientzia eta teknika, 1995, pp. 37-53; Iban Zaluda, Pilar Mur y Xabier Madariaga, Artes gráficas. Una introducción a la Historia de la Imprenta en el País Vasco, Bilbao, Diputación Foral de Bizkaia, 1995; Julio-César Santoyo Mediavilla, “La imprenta en el País Vasco: breve panorama histórico”, en VV.AA., I Seminario sobre patrimonio

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recopilaciones de impresos a nivel provincial que han hecho posible el presente trabajo; sin la laboriosa dedicación de estos autores nos hubiera sido imposible realizar una base de datos que esbozara lo que se imprimía en los territorios escogidos. Es en el antiguo reino donde se hizo el primer intento de recopilación de su producción impresa. Para ello debemos aludir a un pionero y pormenorizado trabajo en diferentes volúmenes: el clásico Ensayo de bibliografía navarra de Antonio Pérez Goyena (1949-1961)8. Recientemente, su visión se ha enriquecido gracias al trabajo de Javier Itúrbide (2007), sumando una dimensión cultural, social, económica e institucional a la historia del libro navarro 9 . Gracias a estas fuentes nos ha sido relativamente sencillo formar un corpus de 4369 impresos navarros. La primera provincia vasca en tener su bibliografía fue Álava gracias al trabajo en dos tomos de Julio-César Santoyo (1995-1997) 10 , que no se queda en una recopilación bibliográfica y nos muestra las biografías de los diferentes impresores que se asentaron en Vitoria. Aunque lo que realiza es una selección de impresos, la creemos suficientemente amplia y variada para ser representativa de las prensas vitorianas: hemos formado una muestra de 1247 impresos. El hueco de la provincia de Guipúzcoa ha sido cubierto en su tesis doctoral por María Dolores Fernández de Casadevante, (2015) 11 , quien, tras una pormenorizada búsqueda, ha dado con diferentes impresos guipuzcoanos que hemos completado por nuestra parte hasta alcanzar los 499. El número puede parecer escueto, pero según la propia autora, la imprenta no era tan pujante en Guipúzcoa como en las otras provincias. Solamente Vizcaya queda sin una monografía dedicada a estudiar sus impresos en la época que nos interesa. Una tipobibliografía intensiva y moderna está, sin embargo, de camino por parte de Jon Zabala-Vázquez 12 . No pudiendo esperar al resultado de esta interesantísima investigación, hemos querido realizar un primer acercamiento a la materia por nuestra cuenta. Para ello, hemos realizado una cata en los fondos de la Biblioteca Foral y el Archivo Foral de Vizcaya. Hemos registrado todo documento que en sus bases de datos constara o diera indicios de estar impreso entre 1700 y 1839 en el señorío. Somos conscientes de que mucha información de la que aquí damos debe ser, y será, modificada en un futuro que auguramos cercano. Sin embargo, la muestra extraída es considerable para ser comparada con las prensas de su entorno, ya que hemos conseguido un corpus de 1554 documentos. En diferentes trabajos se ha solido dejar a un lado la prensa periódica por tener una lógica diferente a la de los demás impresos, sin embargo hemos creído preferible incluirla para obtener una visión más completa. Por suerte, desde hace tiempo contamos con estudios muy avanzados sobre prensa vasca de la época, hemos recurrido a los datos bibliográfico vasco, Vitoria-Gasteiz, Sancho el Sabio, 2003, pp. 109-123; María Dolores Fernández de Casadevante Romaní, “Tipología de los impresos guipuzcoanos”, Revista de lenguas y literaturas catalana, gallega y vasca, 18 (2013), pp. 283-303; Jon Zabala-Vázquez, “La imprenta en Bilbao: estado de la cuestión”, RIEV, 58, 1, (2013), pp. 132-172. 8 Antonio Pérez Goyena, Ensayo de bibliografía navarra. Desde la creación de la imprenta en Pamplona hasta el año 1910. Tomos II-VII, Burgos, Diputación Foral de Navarra, 1949-1961. 9 Javier Itúrbide Díaz, Escribir e imprimir. El libro en el Reino de Navarra en el siglo XVIII, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2007. 10 Julio-César Santoyo Mediavilla, La imprenta en Álava. Historia, obras, documentos, Vol I (El siglo XVIII), Vitoria-Gasteiz, Fundación Sancho El Sabio, 1995; Julio-César Santoyo Mediavilla, La imprenta en Álava. Historia, obras, documentos, Vol II (El siglo XIX 1801-1850), Vitoria-Gasteiz, Caja de Ahorros de Vitoria y Álava, 1997. 11 María Dolores Fernández de Casadevante Romaní, La imprenta en Guipúzcoa (1585-1850), Madrid, ADI, 2015. 12 Jon Zabala-Vázquez, “Typographia bilboensis: 1578-1850”, De res bilbiográphica, 7-8, abril-junio, (2012), pp. 3-32. III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015

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que podemos encontrar en los trabajos de Javier Fernández Sebastián13, Adolfo Ruiz de Gauna14 y el más reciente de Javier Díaz Noci15. Es evidente que los datos manejados provienen de diferentes autores que han utilizado sus propios criterios y eso podría distorsionar nuestras muestras. Además, las recopilaciones en las que nos basamos no están exentas de erratas, los propios autores reconocen que sus índices deben ser completados por investigadores que profundicen en un futuro sobre el mismo tema. Como no podría ser de otra manera, nosotros no estamos excluidos de ese tipo de errores que hemos intentado minimizar. La información que hemos encontrado en estas fuentes ha sido complementada, cuando procedía, por la aportada en algunas referencias bibliográficas o documentación archivística consultada de primera mano. 3. Limitaciones y criterios de vaciado Probablemente ningún estudio sobre imprenta será jamás definitivo. Como todos los que han abordado este tipo de temática, debemos reconocer determinadas limitaciones. Para empezar, hay que tener en cuenta la difícil conservación algunos documentos; es evidente que lo que una vez se imprimió no ha llegado hasta hoy en su totalidad. La producción impresa, sustentada sobre todo en pequeños papeles de precaria calidad, se ha ido perdiendo y los datos sobre ésta son más inciertos cuanto más retrocedemos en el tiempo. Además, en no pocas ocasiones es dificultoso determinar si un papel fue impreso en una u otra ciudad; todo documento sin pie de imprenta es susceptible de duda y, para complicar las cosas, no es infrecuente encontrar pies de imprenta falsos. Aún en el hipotético caso de que tuviéramos noticia del 100% de lo impreso en las tres provincias y Navarra entre 1700 y 1839, encontraríamos otro tipo de problemática que debemos considerar aquí: la imprenta no es un todo. Los documentos impresos son un tipo muy específico de indicador, un indicador más que nos ayuda a comprender la sociedad de la época, pero que no la explica por sí mismo. No todo lo que se escribe se imprime16 y no todo lo que se piensa o se vive pasa por la pluma o las prensas. Otro factor evidente, pero que no podemos pasar por alto, es que en las tierras vascas, como en el resto del mundo, no solo se lee ni se produce lo que se imprime en ellas. Así como los autores vascos publican en prensas foráneas, también leen libros o documentos de otras latitudes. Es más, a la luz de recientes investigaciones, en las bibliotecas guipuzcoanas de la Edad Moderna los libros editados en la provincia o en Pamplona serían minoritarios ante libros impresos en el exterior17. Siendo conscientes de las dificultades y limitaciones que tienen nuestras fuentes y materia de estudio, hemos procedido a introducir una entrada por cada documento impreso en nuestra base de datos. Nuestros criterios de vaciado deben ser explicados para poder interpretar correctamente los resultados obtenidos. Lo primero a tener en cuenta es la siempre difícil definición de impreso. No hemos realizado ningún tipo de discriminación por número hojas ya que hemos querido 13

Javier Fernández Sebastián, La génesis del fuerismo. Prensa e ideas políticas en la crisis del Antiguo Régimen (País Vasco, 1750-1840), Madrid, Siglo Veintiuno de España, 1991. 14 Adolfo Ruiz de Gauna, Catálogo de publicaciones periódicas vascas de los siglos XIX y XX, Donostia, Eusko Ikaskuntza, 1991. 15 Javier Díaz Noci, “Historia del periodismo vasco (1600-2010)”, Mediatika. Cuadernos de medios de comunicación, 13 (2012), pp. 11-259. 16 Fernando Bouza, Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo de Oro, Madrid, Marcial Pons, 2001. 17 Juan Madariaga, “El utillaje intelectual en la Gipuzkoa de 1675 a 1850. Las bibliotecas privadas”, ponencia defendida en: Seminario de investigación: redes intelectuales y educativas en la transición del Antiguo Régimen a la contemporaneidad, UPNA, Pamplona, 12/05/2015.

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recoger todo tipo de documento: desde el bando de un folio hasta un libro de quinientas páginas. Existe así el riesgo de distorsionar las estadísticas, aunque a su vez este método nos aporta una visión de conjunto sobre la imprenta y sobre los documentos mayoritarios y minoritarios que se difundían en las provincias. Advertimos que lo que tenemos en cuenta es aquel documento impreso que contenga texto, ya que hemos decidido excluir de nuestro estudio objetos como naipes o papel de empapelar que, en el sentido más estricto de la palabra eran también impresos. Cada impreso seleccionado ha sido introducido en una base de datos con los campos de fecha, título de la obra abreviado, autor, impresor, idioma y temática. Solamente hemos incluido en nuestras estadísticas aquellos impresos con fecha concreta, que son los que hemos dado a conocer más arriba. Como es evidente, hemos registrado otros impresos sin fecha concreta que hemos preferido no tener en cuenta para nuestras estadísticas: 44 en Vizcaya, 12 en Guipúzcoa, 8 en Álava, y 404 en Navarra. Puede que el campo que más explicación merezca sea el de “tema”, y es que clasificar un documento dentro de un tag y no de otro es una labor de simplificación peligrosa. El situar el texto en un lugar lo excluye de los otros automáticamente de manera artificial y sin aludir a la pluralidad de un mismo documento. Nosotros, como actores en nuestro contexto social, podemos interpretar erróneamente estos documentos y clasificarlos de una manera que no es competente, distorsionando los verdaderos parámetros de recepción del momento. Teniendo todo ello en cuenta, debemos entender estos tag como orientativos, como herramientas para esbozar un marco general de la producción impresa que nos ayuden más que estorbarnos. Clasificaciones como la de François Furet han tenido bastante éxito en la historia del libro 18 ; nosotros hemos optado por una de creación propia que se adecuara más a las características de nuestro estudio. Hemos dividido la temática de nuestros textos en: administración, religión, fomento, textos políticos, prensa periódica y otros. En administración agrupamos todos aquellos impresos emanados de una institución laica cuyo objetivo sea cumplir determinada orden o dar noticia de determinado evento futuro: registros de juntas generales, ordenanzas de un ayuntamiento, pleitos… Dentro de religión se agrupan tanto textos doctrinales (Reglas para la Alama, Pamplona, 1763) como prácticos o administativo-eclesiáticos, como los estatutos de una orden (Estatutos de los franciscanos, San Sebastián 1719) o edictos episcopales. Fomento engloba textos cuyo objetivo sea la idea de desarrollo social ilustrada: incentivar la economía, educación y asistencia, de manera tanto teórica como práctica. Aunamos así textos emanados por instituciones económicas como las Ordenanzas de la Casa de Contratación de Bilbao (Bilbao, 1760), las referidas a prácticas de determinados oficios como Manual para gobernar relojes (San Sebastián, 1833), las centradas en educación: Proyecto de una escuela patriótica (Vitoria, 1775) o los proyectos centrados en asistencia como las Constituciones de la casa de misericordia de Baztán (Pamplona, 1786). Los llamados textos políticos son aquellos con intención conmemorativa o justificativa: obras como Historia de la Universidad de Irún (Pamplona, 1738), de alabanza o conmemoración: Relación de la venida del rey (San Sebastián, 1828) o textos ideológicos: Clamores de la constitución contra la impunidad (Vitoria, 1820). En cuanto a la prensa, hemos seguido el criterio de trabajos anteriormente citados donde se dan a conocer las publicaciones periódicas en tierras vascas de manera pormenorizada. Para no distorsionar nuestras estadísticas con las diferentes tiradas, hemos contabilizado un 18

François Furet, “La “librairie” du royaume de France au 18 e siècle”, en François Furet (dir.), Livre et société dans la France du XVIIIe siècle I, Paris-La Haya, Mouton & co., 1965, pp. 14-16. III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015

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registro por periódico con nombre diferente en años diferentes. Para todo lo que no cuadrara en las anteriores clasificaciones, siendo de carácter muy minoritario, se ha agrupado bajo otros aquí se pueden encontrar: literatura, filosofía, música… 4. La producción impresa Siendo conscientes de la metodología de nuestro trabajo y sus limitaciones, pasamos a analizar los datos extraídos. Ordenándolos por décadas el resultado de la producción impresa en Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra sería el siguiente: Tabla 1. Producción impresa en tierras vascas por territorio y década 1700-1839. 800 700 600 500 400 300 200 100 0

Vizcaya

Guipúzcoa

Álava

Navarra

Lo primero que advertimos es que nos encontramos ante dos tipos de producción impresa: las dinámicas son diferentes en las provincias vascas y en Navarra. En las fechas que nos ocupa, Navarra supera a las provincias en número de habitantes, impresores y producción impresa. Pamplona, donde se sitúan la enorme mayoría de imprentas, no solo destaca en el ámbito regional, también es un núcleo notable en la mitad norte peninsular, ya que las prensas más cercanas que le superan son Zaragoza y Salamanca19. Según los datos recogidos por Aguilar Piñal, durante la segunda mitad del XVIII, Pamplona ocupa un nada desdeñable puesto noveno en la producción de impresos a nivel español, muy por encima de las otras ciudades vascas. Más asombrosamente todavía, despunta con un segundo puesto en la media de páginas impresas por obra entre 1750 y 180820. Para explicar esta situación, debemos recordar que como capital del Reino de Navarra debería imprimirse documentación burocrática destinada a hacer funcionar el sistema administrativo propio. Sin embargo, la característica más interesante de este entramado particular tocante a imprenta sería la existencia en suelo navarro del único 19

Jean-Marc Buigues, “Evolución global de la producción”, en Víctor Infantes, François López y JeanFrançois Botrel (dirs.), Historia de la edición y de la lectura en España 1472-1914, Madrid, Fundación Germán Sánchez Rupérez, 2003, p. 306. 20 Alba de la Cruz Redondo, Las prensas del rey: Imprenta y política en la segunda mitad del siglo XVIII (1759-1808), tesis doctoral inédita, 2014, p. 161; 169; 172.

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consejo, a parte del de Castilla, que podía conceder permisos de impresión: El Consejo Real de Navarra. Esta situación hace comprensible un mayor número de publicaciones en la ciudad, entre las que encontramos aquellas promovidas por personajes vinculados a la administración del reino, interesados en publicar libros voluminosos de carácter legislativo e histórico. Además, la ciudad era sede del obispado, lo que explicaría una mayor concentración de eclesiásticos en ella, siendo éstos los autores de tres cuartas partes de libros en Navarra21. A pesar de la clara supremacía navarra entre las tierras que nos ocupan, las provincias fueron tenidas en cuenta como centros tipográficos de cierta importancia. Es revelador constatar que mientras que en Aguilar Piñal ciudades como San Sebastián, Vitoria y Bilbao ocupan un lugar bastante marginal por su producción impresa, el resultado es diferente atendiendo a una lista mandada realizar por Juan Curiel, juez de imprentas, en 1752. Curiel mandó a sus subdelegados realizar una lista de centros urbanos con imprenta y éstos anotaron 27 ciudades. Entre ellas aparece Pamplona, algo lógico atendiendo a lo expuesto anteriormente, pero muy sorprendentemente se suman a ella centros como San Sebastián, Bilbao y Vitoria. Podría aludirse a una mayor actividad en la primera centuria del siglo, algo improbable a la luz de nuestro estudio, lo que nos hace buscar la explicación en una mayor consideración por parte del poder hacia estas prensas que cuantitativamente parecen marginales 22. ¿En qué se basa esa importancia? Como en el caso navarro, nos encontramos ante territorios con instituciones y propias que en determinados aspectos eludían el cada vez más ansiado espíritu centralista de la corona. Una materia ampliamente interesante es la de la huella de las relaciones entre instituciones forales y monarquía en la producción impresa. Buen ejemplo de ello sería la polémica publicación del Escudo de la constante Fe y Lealtad, impreso por Antonio Egusquiza en Bilbao, que llegó a motivar en 1767 la petición del juez Curiel al corregidor de Vizcaya para que la obra fuera embargada, pidiendo también decomiso de ejemplares en mano de mercaderes y particulares y castigo contra el impresor. Según Xabier Madariaga, las instituciones instrumentalizaron la imprenta vasca en defensa del sistema foral tal y como lo entendían, algo que podemos suscribir también a Navarra 23 , donde no es casual que se imprimieran los extensos libros legislativos e históricos antes citados. Desde esta perspectiva, tendría lógica que Curiel tuviera muy presentes estas prensas forales; un estudio pormenorizado de los promotores, patrones, escritores, impresores… de textos como los anteriormente citados podría ser muy esclarecedor. En cuanto a la evolución de la producción, hay una característica común a todas las tierras analizadas durante el siglo XVIII. Vemos cómo el número de impresos aumenta notablemente de la primera a la segunda mitad de siglo, siguiendo así la tendencia general europea. Este aumento es especialmente significativo en Vizcaya y Álava, acercándose a la tendencia general española de triplicación entre las primeras y las últimas décadas de siglo. De hecho, la provincia y el señorío siguen una evolución bastante similar a lo largo de las décadas seleccionadas. Comparándolas con Guipúzcoa no deja de sorprender que si bien las tres comienzan con una escueta producción, 21

J. Itúrbide, Escribir e imprimir… p. 353. A. de la Cruz Redondo, Las prensas del rey… pp. 170-171. 23 Xavier Madariaga Ateka, “Las artes gráficas en Bizkaia”, en Iban Zaldua, Pilar Mur y Xabier Madariaga, Artes gráficas. Una introducción a la Historia de la Imprenta en el País Vasco, Bilbao, Diputación Foral de Bizkaia, 1995, p. 46; Javier Itúrbide Díaz, Escribir e imprimir… pp. 93-101. La cercanía de la frontera francesa también puede ser un motivo para el control de estas prensas, sobre todo a partir de finales del XVIII. 22

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Vizcaya y Álava se desmarcarán de la tercera a mediados del XVIII, para volver a encontrarse en la década de 1830 por la subida de la primera y el desplome de las últimas. La etapa de 1800 a 1839 gana en complejidad respecto a las anteriores, ya que la tendencia de aumento se quiebra en diferentes territorios a diferentes ritmos. Una vez más, el caso navarro es muy diferente. No solo se mantiene muy por encima de todas sus vecinas sino que en la década de 1820, más concretamente durante el trienio liberal, alcanza un pico histórico sin precedentes, tras el cual la producción impresa se desploma para dar paso a un periodo relativamente próspero a comienzos de los 1830. A partir de 1833, en un ambiente de guerra civil que no permitiría un desarrollo tan continuado, se advierte una producción decreciente. Nuestra cronología termina con la guerra carlista, por lo que desconocemos los efectos del largo periodo de paz que la sucede en las prensas vascas. A la hora de explicar estos altibajos debemos tener en cuenta que la tendencia de auge cambiará con el siglo en toda España; según Françoise López, la producción española comienza a bajar en la década de 1800 a causa de las invasiones francesas24. Sin embargo, esta bajada no parece coyuntural, ya que se atisba una tendencia similar a lo largo del siglo, y en algunos puntos de España no se recuperará la producción impresa de finales del XVIII hasta bien entrado el XIX, fuera de la cronología que nos fijamos en este estudio. 5. ¿Qué se imprime? Un estudio de la temática de los impresos nos puede esclarecer algunos de los altibajos de su producción en términos cuantitativos y hacer valorar de manera más cualitativa las prensas forales. La primera constatación es clara: los textos de carácter administrativo predominan en los cuatro territorios. Los casos más evidentes son el de Vizcaya (84%) y Álava (79%) mientras que Navarra (58%) y Guipúzcoa (53%) están más diversificadas temáticamente a pesar de que los textos administrativos siguen formando la indiscutible mayoría. Debemos tener presente que estos textos forman, en buena parte, los trabajos llamados de “Remendería”: pliegos sueltos, carteles, cédulas, papeletas, formularios, folletos…25. La lucha por conseguir el monopolio sobre este tipo de documentos era intensa entre los impresores que querían conseguir títulos como impresor de la provincia, del señorío, del reino o de determinada ciudad. El éxito en la obtención de uno o varios de ellos significaría un flujo asegurado de trabajo que les garantizaría la estabilidad de su taller. Los vínculos de los impresores con los miembros de las instituciones forales y la temática más o menos comprometida con una causa política concreta se antoja un tema sugerente de análisis26. El aumento de la producción impresa durante la segunda mitad del siglo XVIII, parece ligado a un creciente número de documentación administrativa de carácter regio. A medida que la Edad Moderna avanza, se advierte un mayor volumen de documentación vinculada a la corona: resoluciones, reales decretos, reales cédulas o provisiones, reales órdenes u oficios…27. Con el objetivo de transmitir la orden a todos 24

François López, “La edición y la lectura”, en Víctor Infantes, François López y Jean-François Botrel (dirs.), Historia de la edición y de la lectura en España 1472-1914, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruiperez, 2003, pp. 265-269. 25 J. Itúrbide Díaz, Escribir e imprimir… pp. 247-249. 26 En este sentido, Alba de la Cruz ha realizado un estimulante estudio sobre las conexiones de los principales impresores españoles con la corona. Alba de la Cruz Redondo, Las prensas del rey… 27 Margarita Gómez Gómez, “La documentación real en la época moderna. Metodología para su estudio”, HID, 29 (2002), pp. 147-148.

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los rincones de la monarquía se dará la multiplicación de un mismo impreso legislativo en diferentes centros tipográficos en diferentes territorios, generando así diferentes “clonaciones” del texto que procedía de Madrid cambiando solamente el pie de imprenta 28 . Los reinados de Carlos III y Carlos IV son especialmente prolijos en documentación real tanto en las provincias con en Navarra 29 . En este contexto de explosión legislativa se pueden entender publicaciones como la del Guipuzcoano Instruido donde Domingo Ignacio de Egaña se dispuso a recopilar las cédulas, despachos y órdenes que cumplía la provincia de Guipúzcoa para su gobierno 30. Sin embargo, la producción de textos administrativos no era solamente regia. Egaña también tenía presentes en su publicación las leyes emanadas de la provincia de Guipúzcoa y de las diferentes villas que la formaban. Vemos así que durante este periodo la documentación administrativa aumentó su producción a escala monarquía, región y municipios. Teniendo todas ellas en cuenta, es interesante constatar cómo en los cuatro territorios se da un momento de máximos de producción administrativa que coincide con el máximo total. Un dato curioso es que se da en los diferentes territorios en diferentes décadas: el más adelantado será el de Álava en la década de 1790, Vizcaya en la de 1800, Guipúzcoa en la de 1810 y Navarra en la de 1820. Es probable que la irregular conservación de este tipo de documentos nos haya dejado este variado abanico de auges administrativos; sería más lógico que esta explosión se concentrara en una década en los diferentes territorios, al menos en las provincias. Con todo, hay algunos datos innegables: el ascenso de textos administrativos es evidente y se da de manera muy similar en Vizcaya, Álava y Navarra entre 1760 y 1799. Obviando las pequeñas diferencias cronológicas, todo apunta a que entre finales del XVIII y comienzos del XIX hubo una explosión de documentación administrativa en estos territorios. Tan espectacular como la subida es el descenso de este tipo de documento. Puede que tras esas caídas se encuentren los intentos del gobierno central para sustituir el costoso y rudimentario sistema de veredas por los Boletines Oficiales31. Se buscaba mayor pragmatismo: en vez de reimprimir cada documento administrativo por separado se juntarían en un boletín que los recogiera todos, más fácil también para su posterior distribución. Estos boletines han sido considerados prensa periódica, y es significativo ver cómo a partir de 1834 ésta tendrá una continuidad nunca antes registrada coincidiendo con la bajada de los textos administrativos. A pesar de su evidente supremacía, no todo lo impreso era administración. En este análisis temático encontramos dos territorios en dos momentos concretos que trasgreden ese predominio, serán precisamente los territorios con mayor y menos producción. En el caso navarro los textos religiosos se disputan el primer puesto con los administrativos laicos hasta la década de 1770. Debemos tener en cuenta que la Iglesia era una prolija editora en Navarra; si limitáramos nuestro estudio a la producción de libros, el predominio sería claramente religioso durante todo el XVIII32. Sin embargo no todo lo impreso eran libros; respecto a los impresos religiosos no debemos ignorar los pequeños textos de devoción que se producirían en grandes cantidades. En el Madrid dieciochesco, por 12 reales de vellón, el propietario de una casa podía suscribirse a 28

Francisco Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, (X tomos), Madrid, CSIC, 1981-2001, Vol X. Advertencia preliminar. 29 El Consejo Real de Navarra se hizo cargo del coste de circulares, provisiones, pragmáticas y reales cédulas que fueron cada vez más numerosas a partir de la década de 1780. Javier Itúrbide Díaz, Escribir e imprimir… pp. 119-126. 30 Domingo Ignacio de Egaña, El Guipuzcoano instruido, San Sebastián, Lorenzo Riesgo Montero, 1780. 31 J. Fernández Sebastián, La génesis del fuerismo… pp. 455-459. 32 J. Itúrbide Díaz, Escribir e imprimir… pp. 126-131; 356-358. III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015

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recibir diariamente una oda o elogio al santo del día33. La práctica de tener estampas de vírgenes o santos patrones, que por su bajo coste no podía ser de buena calidad, estaba muy extendida en la época, es muy probable que, de haberse conservado, nuestros datos fueran de un cariz muy diferente. En el caso guipuzcoano, la preponderancia administrativa se interrumpe a partir de la década de 1820 con el aumento de textos religiosos y políticos, tendencia que parece constante de ahí en adelante al menos hasta 1850. Lo cierto es que en todos los territorios se da un descenso de los impresos administrativos a la vez que aumentan los de carácter religioso y político, aunque solamente en Guipúzcoa consiguen superar a los primeros. Los textos políticos surgirán al calor de los avatares de comienzos de siglo, apoyando o rechazando diferentes posicionamientos e ideologías. En un plano más secundario, los textos de fomento ganarán importancia a partir del último tercio del XVIII en diferentes territorios. Instituciones como el Consulado de Comercio de Bilbao, la Sociedad Tudelana de los Deseosos del Bien Público34 o la Sociedad Bascongada de Amigos del País35, además de instituciones educativas en las diferentes capitales, fueron sus principales promotores. Teniendo presente la cada vez mayor diversidad temática que se aprecia en los diferentes territorios, cabe preguntarse si las prensas guipuzcoanas se adelantan a sus vecinas en una tendencia que puede resultar general. Solo investigaciones futuras podrán esclarecerlo. 6. Idiomas en las prensas36 Con el objetivo de realizar una pequeña aportación a una historia social de las lenguas en España37, es interesante constatar en qué idiomas imprimen las prensas del reino de Navarra y de las provincias vascas. La primera conclusión es clara: sin atisbo de duda, la lengua en la que más se imprime será el castellano, que ronda el 90% de la producción en todos los territorios. Cualquier documento bilingüe incluirá el castellano subrayando la predominancia de este idioma al menos entre los alfabetizados. Si bien en las provincias el latín es casi anecdótico, en Navarra tendrá su importancia en escritos religiosos y, en menor medida, educativos hasta convertirse en el segundo idioma en número de impresos. Navarra sigue el patrón español de unas publicaciones en latín que irán en aumento hasta 1775, decreciendo de ahí en adelante38. La importancia del euskera en números totales es bastante inferior a la del latín, aunque en las provincias tiene más peso. A pesar de tratarse de la segunda lengua en Guipúzcoa y Vizcaya, la diferencia con el castellano sigue siendo abrumadora39. Con todo, debemos resaltar dos momentos donde las publicaciones en vascuence aumentan de manera considerable. El primero se da en la década de 1760 en Pamplona, donde los jesuitas Agustín Cardaberaz y Sebastián Mendiburu publicaron textos de carácter 33

María Luisa López-Vidriero, “La imprenta en el siglo XVIII”, en Hipólito Escolar Sobrino (dir.), Historia ilustrada del libro español. De los incunables al siglo XVIII, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1994, p. 218. 34 José Ramón Castro, Autores e impresos tudelanos. Siglos XV-XX, Pamplona, Príncipe de Viana, 1963, pp. 13-15. 35 Julio-César Santoyo Mediavilla, La imprenta en Álava… pp. 251. 36 No hablamos sobre otros idiomas muy minoritarios: el francés llega a publicarse sobre todo en bandos de la invasión napoleónica, encontramos algunos documentos muy aislados en italiano o portugués. 37 Javier Esteban, “La lengua del rey y las lenguas de sus reinos: por una historia social de las lenguas en la Monarquía Hispánica”, en Juan José Iglesias Rodríguez, Rafael M. Pérez García y Manuel Fernández Chaves (eds.), Comercio y cultura en la Edad Moderna, Sevilla, Universidad de Sevilla (en prensa). 38 J.-M. Buigues, “Evolución global de la producción… p. 310. 39 Para un estudio sobre la relación entre sociedad y lenguas en tierras vascas consultar: Juan Madariaga, Orbea Sociedad y lengua vasca en los siglos XVII y XVIII, Bilbao, Euskaltzaindia, 2014.

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COLABORACIÓN E INTERESES ENTRE LA MONARQUÍA DE FELIPE IV …

religioso llegando a abarcar un impresionante 12% de la producción impresa navarra de la década. El segundo se dará en la década de 1820 en San Sebastián y, sobre todo, en Tolosa, alcanzando un 26% de la producción impresa en la provincia. En esta significativa década encontramos que, además de la todavía mayoría de textos religiosos, se llegan a publicar una Cartilla Civil del ciudadano constitucional español o el Guipuzcoaco Dantza gogoangarrien condaira de Juan Ignacio Iztueta40. 7. Conclusiones Si cualquier trabajo sobre producción impresa es incompleto, más lo es, necesariamente, uno de esta extensión. No hemos tenido espacio para desarrollar temas tan sugerentes como una historia social de los impresores vascos, ni hemos podido ver pormenorizadamente lo que se esconde tras los altibajos de la imprenta, sus diferentes temáticas e idiomas. Sin embargo, queda claro que la historiografía vasca puede apoyarse ya en trabajos sólidos que nos permiten tener una visión de conjunto. Esta visión de conjunto regional es mejor entendida desde su contexto más amplio, poniéndola en relación con la producción de la Monarquía Hispánica. Pamplona es una ciudad de importancia a nivel español y no es de extrañar que supere con creces la producción de las provincias. Si bien Álava y Vizcaya siguen un patrón muy similar, Guipúzcoa se desmarca con una producción aparentemente muy inferior. Paradójicamente, las prensas guipuzcoanas tienen puntos en común con las navarras en cuanto a mayor diversidad temática y una producción ascendente en el siglo XIX. En cuanto a la producción en vascuence la provincia y el reino de nuevo aparecen relacionados; si en el siglo XVIII Pamplona despunta como productora de impresos en euskera el relevo durante el XIX lo tomará Guipúzcoa. Muchas interrogantes sobre las prensas forales siguen quedan abiertas. Entre ellas no podemos dejar de preguntarnos qué evolución siguieron estas prensas a partir de 1840. Solo trabajos posteriores podrán arrojar alguna luz al respecto.

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Más sobre lo escrito en euskera en esta época en: Blanca Urgell, “Lehen euskara modernoa (17451875)”, en Joaquín Gorrochategui, Iván Igartua y Joseba Andoni Lakarra (eds.), Euskararen historia, Eusko Jaurlaritza, (en prensa). III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015

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