Gadhames, otra oportunidad perdida para resolver el conflicto libio

August 12, 2017 | Autor: José Luis Masegosa | Categoría: Middle East Studies, Middle East & North Africa, Middle Eastern Studies, Middle East Politics
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INSTITUTO INTERNACIONAL DE CIENCIAS POLÍTICAS INTERNATIONAL INSTITUTE OF POLITICAL SCIENCES

estudios de geopolítica nº 10 Madrid, 12.12.2014

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Gadhames, otra oportunidad perdida para solucionar el conflicto libio. Por José Luis Masegosa Carrillo / @joseluismase Politólogo. Consultor Científico del Instituto Internacional de Ciencias Políticas

El enviado especial de la ONU para Libia, el español Bernardino León tuvo que posponer el último momento una reunión que había convocado para el 9 de diciembre en Gadhames con todas las partes del conflicto libio. Libia, un país de seis millones de habitantes rico en petróleo y de una extensión tres veces España, se desliza rápidamente hacia la guerra civil mientras que EEUUs, Europa, y los países de la región solamente tienen ojos para el Estado Islámico de Irak y Levante. La transición a la democracia atraviesa el peor momento desde que en 2011 una rebelión armada derrotó a la dictadura de 42 años de Muamar Gadafi, con el apoyo de una operación de exclusión aérea de la OTAN, sancionada por la ONU. España se ha implicado resueltamente en la estabilización de Libia. Un español encabeza la Misión de la ONU y nuestro país pretende acoger una segunda conferencia sobre Libia. No en vano, se trata de una región estratégica para España. A la proximidad geográfica se añaden la cuestión de la seguridad energética, si bien las importaciones de crudo libio se han desplomado desde 2010, y la presencia de la multinacional española REPSOL en el país árabe con la explotación del campo de El Sharara en el sur. Libia representaba hace algún tiempo en torno al 12% de la producción de la petrolera. Desde hace meses la producción se encuentra interrumpida debido al caos y a la inseguridad. La cuestión migratoria y el desafío terrorista también se encuentran presentes en la preocupación española por el futuro de Libia. Las Naciones Unidas median en un conflicto agravado en los últimos meses por la competencia entre instituciones políticas paralelas y un enfrentamiento armado que se ha cobrado cientos de víctimas, especialmente en la región de Trípoli y en Bengasi, la segunda ciudad del país. Además, el terrorismo yihadista amenaza con echar raíces en el este del país. _________________________________________________________________________ Estudios de geopolítica nº 10. 12.12.2014. Página 1 de 4

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Dos facciones se disputan el poder en el campo de batalla y en el proceso de diálogo político que facilita el diplomático español. De un lado, la facción más liberal y secular incluye el Gobierno de Abdulá al-Thinni designado en julio por el Parlamento salido de las elecciones generales del pasado 25 de junio. Recientemente el Tribunal Supremo ha cuestionado la legalidad del gobierno de Al-Thinni por lo que el reconocimiento internacional de su gobierno se encuentra en entredicho. Al-Thinni ha recibido el apoyo del general retirado Jalifa Hafter que se rebeló contra el anterior gobierno en mayo y lanzó, con la ayuda de una parte del ejército y de las fuerzas especiales, la operación militar “Dignidad” contra las milicias islamistas, principalmente Ansar al Sharia, en Bengasi. Hafter lidera la maquinaria militar del gobierno de Al-Thinni. Cuenta para ello con armamento pesado y aviación, con el apoyo del movimiento separatista de la Cirenaica, de la poderosa milicia nacionalista de Zintan en el oeste del país, y de países como Egipto, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Según varios observadores esta alianza se está imponiendo militarmente en los últimos meses. De otro lado, la facción islamista que cuenta entre sus filas con la poderosa milicia de Misrata, un grupo armado carente de ideología. Los partidos islamistas no salieron bien parados de las elecciones del 25 de junio, boicotearon el nuevo parlamento y resucitaron el Parlamento saliente que nombró un Gobierno de Salvación Nacional presidido por Omar al-Hassi en Trípoli. A su vez las milicias islamistas moderadas vinculadas a los Hermanos Musulmanes y las vinculadas a Al-Qaeda, Ansar el Sharia, se aliaron con la milicia de Misrata para formar la entente “Amanecer Libio” que arrebató el control del aeropuerto de Trípoli a las milicias nacionalistas de Zintan. La alianza “Amanacer Libio” se ha convertido en el brazo armado del Gobierno de Omar al-Hassi. El periodista libio Mustafa Fetouri ha apuntado dos posibles salidas al bloqueo institucional: de un lado, el recurso a la Asamblea Constituyente elegida en febrero para preparar una Constitución para el país que podría asumir el papel del Parlamento de forma interina hasta que se convoquen nuevas elecciones y se apruebe una Constitución; de otro, un gobierno de unidad compuesto por representantes de los gobiernos paralelos que reclaman el poder. Esta segunda sería la opción en la que estaría trabajando el diplomático español Bernardino León. El problema de estas iniciativas es que se enviaría un mensaje controvertido a la sociedad libia puesto que se sacrificaría la voluntad popular expresada en las elecciones del pasado junio. El terrorismo yihadista aprovecha la situación de desgobierno, inseguridad y desconfianza popular en sus instituciones para avanzar en Libia, al igual que en Siria o _________________________________________________________________________ Estudios de geopolítica nº 10. 12.12.2014. Página 2 de 4

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Irak. El Observatorio Yihadista de GESI señala a Ansar al Sharia, una organización terrorista vinculada a Al-Qaeda que se ha hecho fuerte en Bengasi y que fue incluida en la lista de organizaciones terroristas de Naciones Unidas recientemente. Además, existen otras organizaciones yihadistas que han jurado lealtad al Estado Islámico de Irak y Levante, como por ejemplo, el Consejo de la Shura de los Jóvenes del Islam, que controla desde hace meses la ciudad de Derna en el este del país. El caos institucional y la inseguridad perjudican a la economía libia dependiente del petróleo que representa el 80% del producto nacional bruto y el 97% de sus exportaciones. Libia exportaba un millón y medio de barriles de petróleo diarios (bdp) en tiempos de Gadafi. La producción se recuperó en los años que siguieron a la revolución pero ahora no llega a la mitad de esos niveles y en noviembre se extrajeron 150.000 bdp menos que en octubre. A la hora de explicar las dificultades que enfrenta la transición libia debemos tener presente que los problemas no radican únicamente en la pésima gestión de la transición que están haciendo las fuerzas políticas actuales. Para el politólogo Juan Linz, las transiciones más complicadas son aquéllas en las que el régimen al que suceden es de tipo sultanístico, como es el caso del régimen de Gadafi, caracterizado por su arbitrariedad y discrecionalidad en el ejercicio del poder. En estos casos todo está por hacer y se tiene que crear prácticamente de la nada una sociedad civil, un estado de derecho, una burocracia profesional y competente, y unas instituciones políticas que respondan a la voluntad popular. Tres cuestiones nos parecen clave para entender la situación actual. En primer lugar, las milicias han pasado de ser héroes a villanos en un breve espacio de tiempo. Las milicias se formaron a nivel local al comienzo del conflicto para liberar las ciudades de las fuerzas leales a Gadafi. La derrota de éste proporcionó a las milicias legitimidad suficiente para asumir tareas de seguridad y orden en el vacío de poder que dejó el derrumbamiento del régimen anterior. Desde 2012 a mediados de 2014 el gobierno central intentó, sin mucho éxito, integrar a las milicias en las instituciones del Estado, ejército y policía. Esos esfuerzos de construcción nacional chocaron con los intereses de muchas de las milicias a las que se ha relacionado con la criminalidad organizada, el contrabando y el extremismo. De hecho, las milicias de Misrata atacaron este verano a las milicias de Zintan para privar a estas últimas del control del aeropuerto y con él de la exclusividad del negocio de contrabando.

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En segundo lugar, si no puedes con tu enemigo únete a él. Esta parece haber sido la estrategia de los dos gobiernos que compiten desde mediados de 2014 por el poder en Libia, con el apoyo de milicias diferentes. Un síntoma más de un Estado débil, fragmentado, incapaz de ejercer autoridad en todo el territorio nacional, en definitiva, un Estado fallido. Paradójicamente la existencia de estructuras múltiples de poder hunde sus raíces en el régimen anterior. Gadafi perdió muy rápido el apoyo de las fuerzas armadas, a principios de los años 1970, y reforzó las fuerzas especiales que dependían de él y los servicios secretos a costa del debilitamiento del ejército y de la policía. Por último, la transición pierde el apoyo del pueblo como evidencia el desplome de la participación en las elecciones legislativas de junio pasado. Un informe reciente del United States Institute of Peace recoge la frustración de la ciudadanía con el Estado y con las milicias. Los libios se muestran cada vez más impacientes con un Estado incapaz de controlar las milicias, y al mismo tiempo, están decepcionados (y temerosos) de unas milicias que, en nombre del interés nacional, defienden sus propios intereses a través de la consolidación del poder, la alianza con las élites dirigentes, o la connivencia con la criminalidad organizada o con el extremismo. Por último, el enfrentamiento civil en Libia debe contemplarse a la luz de la rivalidad regional en el campo moderado suní entre Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, por un lado, que defienden y prestan ayuda militar a la facción liberal y Catar, por otro, que apoya a los Hermanos Musulmanes y a las milicias moderadas de la coalición Amanecer Libio.8 de diciembre de 2014

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