Fundación del Ateneo Español de México

July 31, 2017 | Autor: F. Elvira Guinda | Categoría: Exilio español y México
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Descripción

Francisco Javier Elvira Guinda

El presente escrito fue presentado originalmente como trabajo final de la
materia Proyecto de Investigación, en la Maestría en Estudios Humanísticos
de la Universidad Virtual del ITESM, en abril de 2012, siendo su revisora
la Dra. Cecilia Sheridan Prieto



Fundación del Ateneo Español de México.

1 Antecedentes

Diez años después de finalizada la Guerra Civil Española y de iniciada la
llegada masiva de exiliados republicanos, fue fundado el Ateneo Español de
México. Podemos remontar sus antecedentes a ciertas instituciones
originadas en España durante los siglos XVIII y XIX, por influencia
ilustrada y liberal proveniente de Francia (Palencia, 1949: 2). Uno de los
primeros frutos en este sentido fue la Real Sociedad Bascongada de Amigos
del País, surgida en el año de 1764 en la población vasca de Vergara, por
iniciativa de Xavier María de Munibe e Idiáquez, conocido como Conde de
Peñaflorida, con el propósito explícito de coadyuvar a la difusión del
conocimiento y al mejoramiento intelectual dentro del llamado País Vasco,
especialmente entre la juventud de la época, sin dejar de tomar en cuenta
la educación de la mujer, algo no común en aquél momento histórico (Real
Sociedad..., 2008: p. 1-3).

Esta institución inspiró fundaciones semejantes en el resto de España, con
similares propósitos de difundir el conocimiento y así luchar contra las
ideas consideradas entonces como oscurantistas, con lo que en diversas
ocasiones debieron constituirse como sociedades secretas dedicadas a
actividades conspirativas (Palencia, 1949: 3), siendo la más trascendente
de tales organizaciones la del Ateneo de Madrid que, en palabras de Joaquín
D`Harcourt, constituyó el ejemplo y el modelo para la creación del Ateneo
mexicano (D'Harcourt, 1949: 2).

El Dr. D'Harcourt fue el primer presidente del Ateneo Español de México,
por lo que su testimonio resulta importante, así como el del primer
vicepresidente, Ceferino Palencia, quien en su discurso inaugural realizó
un bosquejo histórico sobre el ateneo madrileño, a fin de justificar la
continuidad histórica entre ambas instituciones.

Relata Palencia que el Ateneo de Madrid surgió en el seno de la revolución
liberal de 1820, con influencia de organizaciones masónicas[1] pero, al
igual que el resto de las medidas liberales aplicadas a partir de entonces,
sufrió el contrataque absolutista de Fernando VII, lo cual motivó su
supresión en 1823 (Palencia, 1949: 3 y 4). De esta manera, hubo que esperar
hasta 1835 para que un clima político más favorable, durante la regencia de
María Cristina de Borbón, inspirara al escritor Ramón de Mesonero Romanos a
promover la refundación del Ateneo a partir de pequeñas asociaciones
culturales ya existentes en ese año (Palencia, 1949: 4 y 5).

Desde este momento se inició una trayectoria que se prolongó hasta la
Guerra Civil, tiempo durante el cual se concretaron determinadas funciones
de la institución, como el establecimiento de "una biblioteca, una sala de
lectura, y otra de catedras (sic.) y conferencias" (Palencia, 1949: 6),
todo lo cual sería en su momento parte esencial del perfil con que cuenta
el Ateneo mexicano. Nos refiere Palencia que el Ateneo de Madrid se
convirtió en el lugar de reunión e intercambio de ideas y experiencias para
grandes personalidades de la cultura española en el siglo XIX y principios
del XX, como Menéndez y Pelayo, Clarín, Pérez Galdós, Machado o Unamuno,
entre otros (1949: 7 y 8). Cabe considerar que varios de los autores
ateneístas pertenecen a la muy prestigiada Generación del 98 (Miaja, 1982:
119).

Alfonso Reyes, vinculado a España en su propio exilio y luego como primer
Presidente de la Casa de España en México, antecesora de El Colegio de
México, pronunció también un discurso en la fundación del Ateneo mexicano
en donde comparó al de Madrid con el ideal de la Paideia Griega (López
Sánchez, 2009: 45), en el sentido de "esa educación que completa el
ciudadano fuera de la escuela, en el ágora y en los baños, en la
frecuentación de la gente, en la charla que suele sustituir al libro.."
(Reyes, 1949: 5). Por lo tanto, si el Ateneo mexicano era heredero del
madrileño, debía heredar también esta característica de permitir el libre
intercambio de ideas y opiniones como un medio indispensable de
culturización, dado que el perfil ateneísta no consistía únicamente en
tener contacto con los mayores avances del conocimiento, sino además en
someterlos a crítica. De esta manera, la labor ateneísta no pretendía
llegar a una uniformidad, sino que por el contrario promovía el pensamiento
libre (Reyes, 1949: 2 y 3).

Según lo explica el político exiliado y antiguo presidente del Ateneo de
Barcelona Luis Nicolau D'Olwer: "Un Ateneo renegaría de lo que es su
esencia si no fuera un templo de la libertad de espíritu, una escuela de
respeto al pensamiento ajeno" (1949: 1). Además, "un Ateneo no es una
iglesia, ni un regimiento, ni un partido político: es un centro de
convivencia espiritual, es un cantón de la República de las Letras"
(Nicolau, 1949: 2). Como se explicará más adelante, este carácter abierto
propició que fuera difícil identificar al Ateneo de México con una
tendencia política específica dentro del abanico de tendencias que formaba
el exilio republicano español.



2 Influencias directas

Un aspecto importante a considerar consiste en que antes del Ateneo Español
existió en México el Ateneo Ramón y Cajal, fundado en 1942 siguiendo una
propuesta original de Lázaro Cárdenas en el sentido de reunir a los médicos
españoles exiliados, a fin de que éstos contaran con las condiciones
mínimas para comenzar a desarrollar sus actividades profesionales y
científicas en México. Aclara José María López Sánchez que el conglomerado
de médicos era el más numeroso entre los científicos del exilio, debido a
que esta área había tenido un gran impulso en los tiempos recientes en
España, donde el máximo representante fue el premio Nobel de Medicina
Santiago Ramón y Cajal (2009: 42). Entre los fundadores de esta institución
se encontraba el médico cirujano Joaquín D'Harcourt Got, quien, como se
mencionó anteriormente, con el tiempo se convirtió en el primer presidente
del Ateneo Español de México (López Sánchez, 2009: 43).

Comentan Teresa Miaja de Liscy y Alfonso Maya Nava que en la fundación del
Ateneo Español de México confluyeron fundamentalmente dos tendencias entre
los exiliados: una de ellas era precisamente la formada por quienes habían
participado en el Ateneo de Madrid y, podemos agregar, algunos de ellos en
el Ateneo Ramón y Cajal ya en México. La otra tendencia se aglutinaba en
torno a una asociación conocida como Los amigos de Las Españas (Miaja,
1982: 119 y 120), formada por intelectuales interesados en "contribuir a la
cultura española desde el Exilio y ayudar a los proyectos de liberación del
país" (Fagen, 1975: 91). Para cumplir con estos objetivos, en 1946 se fundó
por los editores José Ramón Arana y Manuel Andújar una revista que llevaba
por nombre Las Españas; de aquí que quienes participaban en ella se
reunieran en la asociación antes mencionada. Debemos señalar que la mayoría
de los fundadores pertenecían a la Federación Universitaria Escolar,
organización integrada por estudiantes liberales que existía en España
desde la II República (Fagen, 1975: 91 y 92).

Anselmo Carretero y Jiménez, colaborador de la revista, refiere que en
realidad ésta se concibió no tanto para ser distribuida entre el exilio
mexicano, sino en la propia España de Franco, puesto que se consideraba que
existía una disidencia interna a la que había que proporcionar el
conocimiento de la cultura española exiliada, especialmente a los jóvenes
de la Península, como una forma de coadyuvar a una futura y deseable
transición política hacia la democracia, para lo que era necesario mantener
un vínculo entre Las Españas de ambas orillas atlánticas. Más aún, se les
dio cabida a personajes originalmente pertenecientes al bando Nacional
(franquista) en la Guerra Civil, pero que hubieran tomado distancia
respecto a la dictadura. Sin embargo, todo esto chocaba con la concepción
prevaleciente entre varios sectores del exilio en el sentido de que la
España franquista era fundamentalmente conservadora y, por tanto, cualquier
trato con ella constituía una traición a los ideales republicanos
(Hernández de León-Portilla, 2003: 162 y 163).

Encontramos otros dos aspectos relevantes en relación con Las Españas: por
una parte, la ausencia de vinculación con cualquier partido político
integrado por exiliados españoles (Hernández de León Portilla, 2003: 162),
lo cual garantizó su libertad editorial. Por otra parte, la convicción de
que resultaba imposible derrocar al régimen de Franco por medios violentos
y, justamente debido a eso, de que lo más viable era estrechar lazos con la
España peninsular, incluyendo si era necesario a sectores de las clases
"dirigentes" con tal de favorecer una transformación pacífica, que por
fuerza sería paulatina y que, incluso, podría dar lugar a un sistema
político democrático, pero posiblemente no republicano[2] (Fagen, 1975: 92
y 93). Tales rasgos, aunados al interés por difundir la cultura, pueden ser
vistos en el Ateneo Español de México, excepto el que se refiere a la
renuncia al proyecto de restauración republicana.



3 Surgimiento del Ateneo

Además de los aspectos arriba relatados, debemos considerar que en 1949 la
inmigración republicana en México cumplía diez años de su inicio masivo,
sin contar casos particulares previos como el de los Niños de Morelia. Es
decir, se había producido un cierto desgaste de las iniciales
organizaciones como el Centro Republicano Español, muy vinculadas a una
activa participación política (Fagen, 1975: 94), además de perseguir fines
más inmediatos como otorgar ayuda a los recién llegados y proporcionarles
oportunidades laborales (Presas y Pérez Rey, 2005: 1672).

Tampoco participaban ya algunos de los exiliados con mucho entusiasmo en
ciertas asociaciones previamente existentes en México pero que habían
apoyado a la República Española, como el Centro Vasco y el Orfeo Catalá,
además de que en éstas existía como una cierta limitación su carácter
regional (Fagen, 1975: 88 y 89).

El paso del tiempo acentuó, además, las diferencias políticas entre los
exiliados (De Hoyos, 2008: 20), puesto que a pesar de su común
republicanismo se hallaban divididos en liberales, socialistas, comunistas
y anarquistas, fundamentalmente (Fagen, 1975: 97). A este divisionismo debe
sumarse el hecho de que la diferencia fundamental entre españoles exiliados
y la tradicional colonia española, en su mayoría favorable al franquismo,
si bien nunca desapareció se fue atenuando conforme los individuos
pertenecientes a ambos colectivos españoles fueron estableciendo relaciones
de convivencia tanto en el plano personal como en el laboral, algo difícil
de aceptar para los republicanos más recalcitrantes (De Hoyos, 2008: 15).

También debe recordarse que para el exilio español representó un fuerte
golpe moral el hecho de que la dictadura franquista lograra sobrevivir a la
Segunda Guerra Mundial a pesar de sus iniciales simpatías por el fascismo y
el nazismo, lo que hizo comprender que el regreso de los republicanos a una
España democrática no tendría lugar en un futuro cercano (Monedero, 2011:
7). De manera natural, pues, se fueron produciendo sentimientos de
frustración y nostalgia, que en algunos casos llevaron al deseo por el
retorno a la patria de origen aun cuando no se hubiera producido una
restauración democrática (Fagen, 1975: 90).

Así pues, fue un ámbito fundamentalmente intelectual el que dio origen al
Ateneo Español de México a partir de reuniones previas celebradas desde
diciembre de 1948 y que tuvieron lugar de manera significativa en las
instalaciones de la Editorial Séneca, creada por exiliados y especializada
en temas científicos, filosóficos y literarios (Fresco, 2003: 64), como
sería el perfil del Ateneo. Debido a su interés, transcribimos los nombres
de algunos personajes que participaron en esas reuniones y fundaron la
institución que nos ocupa:

Ceferino Palencia, Arturo Souto, Joaquín D'Harcourt, José Puche, José
Moreno Villa, Adolfo Salazar, Antonio Rodríguez Luna y José María Jiménez
Botey; Luis Santullano, Arturo Calzada, Eduardo Robles, Mariano Granados,
José Remón Arana, Francisco Pina, Manuel Andújar... (Miaja, 1982: 120).

Como puede apreciarse, varios de estos nombres cuentan hasta la actualidad
con prestigio profesional no únicamente en el ámbito del exilio.

En ese lugar fueron aprobados los Estatutos del Ateneo Español de México el
día 4 de enero de 1949 (Miaja, 1982: 120). Al ser difundido tal documento,
se comentó en una circular que la nueva institución pretendía diferenciarse
a todas las ya existentes, para consagrarse en aceptar a todos aquellos
liberales españoles que estuvieran de acuerdo con llevar a cabo una extensa
labor cultural (FHAEM. Caja 63. Exp. 557. Caja 1; en López Sánchez, 2009:
46).

El Artículo Segundo de los Estatutos especifica los siguientes objetivos
del Ateneo:

a) Defender la tradición de la cultura española, divulgándola y poniendo
de manifiesto su verdadera significación.

b) Fomentar y estimular la continuación de dicha cultura, facilitando
todos sus medios de expresión y alentando todas las nuevas
manifestaciones de ellas.

c) Estrechar los vínculos de solidaridad entre los españoles en el
destierro, como vehículo para la difusión de la cultura española en
sus manifestaciones pasadas y actuales, y como medio de propiciar el
alumbramiento de sus nuevas manifestaciones.

d) Coadyuvar, a través de las actividades que implican las finalidades
anteriores, con independencia de toda política partidista específica,
a la regeneración del pueblo español y al establecimiento de un
régimen republicano en su territorio, basado en la libertad y la
democracia.

e) Contribuir, por todos los medios posibles, al logro de los objetivos
antes señalados, pero siempre por iniciativa propia y sin sumarse como
entidad, sea suscribiendo documentos o participando en actos, a
iniciativas emanadas de otras organizaciones, cualquiera que sea su
tendencia o significación. (Estatutos... 1949: 3 y 4)

Queda claro el perfil de una institución abocada a la producción y difusión
de la cultura española. Cultura no exclusivamente republicana pero sí
presentada a través de un tamiz republicano. Se advierte cierta
coincidencia con los objetivos de Las Españas en cuanto a fijar la vista no
sólo en el ámbito de los exiliados en México, dado que se alude al pueblo
español en general, cuando se pretende su "regeneración" como paso
indispensable a la restauración democrática en sentido republicano. Otro
punto de contacto consiste en el énfasis puesto en la naturaleza
apartidista de la nueva asociación.

Así mismo, observamos cierta tendencia a presentarse no como una
organización más, sino como un tipo de síntesis de los esfuerzos
republicanos realizados hasta ese momento en México. De ahí su afán
incluyente más allá de tendencias políticas, con la exclusiva condición de
sustentar la ideología republicana en su fundamental visión de liberalismo
y progreso (D'Harcourt, 1949: 2). Incluso D'Harcourt, en su calidad de
presidente, mencionó que sería bienvenida cualquier contribución que
llegara desde fuera del ámbito del exilio, con tal de que respondiera al
perfil del Ateneo (1949: 3).

El deseo de constituir una síntesis lo encontramos también en todo los
referente a la cultura española, pues al hablar de "tradición" y
"continuidad" se refieren evidentemente a no hacer tabla rasa del pasado,
sino a integrarse con pleno derecho en el proceso histórico español, aunque
desde su propia perspectiva, pretendiendo constituir lo que López Sánchez
denomina la "verdadera tradición cultural española", que según la visión
liberal consiste en recuperar el espíritu de libertad en la educación y en
la producción de conocimiento, superando el carácter católico conservador
que ha permeado la concepción de una España rancia (2009: 46).

El Artículo Tercero menciona que para llevar a cabo tales fines, la
institución debía contar con una sede permanente, la cual contendría una
biblioteca, una sala de exposiciones y un auditorio para conferencias
(Estatutos... 1949: 4). Todo ello forma parte hasta la actualidad de la
infraestructura que permite desarrollar las actividades fundamentales de la
asociación y vemos que se corresponde con el perfil del antiguo Ateneo de
Madrid.

Dicha asociación se integró con base en cinco secciones que denotan el
amplio concepto de cultura sustentado por los fundadores:

Sección Primera: Artes Plásticas.

Sección Segunda: Ciencias, matemáticas, físico-químicas y naturales.

Sección Tercera: Filosofía, Economía e Historia.

Sección Cuarta: Literatura.

Sección Quinta: Música, teatro, cine y radio (Estatutos... 1949: 9).

Aquí resulta claro que las funciones de la institución abarcan más allá de
lo estrictamente político, dado que la mayoría de las secciones se enfocan
a ámbitos específicamente culturales, pudiendo esperar una presencia de lo
político sobre todo en la Tercera sección. Sin embargo, aun aceptando que
era verídico el distanciamiento respecto a la política partidista, vemos
que el carácter republicano liberal antifranquista, que debía permear cada
una de las actividades, representaba en sí mismo una toma de postura
política.

El Ateneo Español de México dio inicio oficial a sus actividades el día 16
de marzo de 1949. Su primer presidente, elegido en asamblea, fue como hemos
visto el doctor Joaquín D'Harcourt, quien se mantuvo en el cargo hasta
1963. D'Harcourt, en su discurso inaugural, hizo referencia al modelo
ateneísta español, particularmente el madrileño, del que los fundadores de
la nueva asociación se consideraban herederos y continuadores, para
realizar a continuación un llamado tendiente a que los exiliados en México
dejaran atrás sus divisiones internas en aras de un objetivo más amplio y
trascendente: colaborar a que España se liberara de la dictadura franquista
(López Sánchez, 2009: 49 y 50; D'Harcourt, 1949: 2).

López Sánchez explica cómo esto último se tornó prácticamente imposible de
cumplir debido a la situación política internacional, ya que para entonces
la comunidad internacional no únicamente seguía tolerando al régimen de
Franco, sino que se comenzaba a perfilar una alianza entre éste y las
potencias occidentales en el marco de la Guerra Fría. De poco sirvió que el
propio D'Harcourt dirigiera una petición en 1950 a las Naciones Unidas para
mantener el aislamiento del régimen español. De esta manera, el elemento
político que decididamente sí estaba presente en las labores del Ateneo
tuvo en realidad un alcance muy limitado (2009: 50 y 51).

La falta de resultados políticos quedó aún más evidenciada en 1952, cuando
el Ateneo convocó a una reunión general de todas las tendencias
republicanas a fin de analizar la situación interna de España y las
posibles acciones que se pudieran llevar a cabo desde México. La reunión ni
siquiera pudo realizarse debido a las desconfianzas recíprocas entre los
diferentes grupos políticos, especialmente entre socialistas y comunistas
(Fagen, 1975: 97). Además, podía producirse una invasión de atribuciones
con el Gobierno Republicano en el Exilio, que a nivel del derecho
internacional era considerado como el legítimo representante de la España
derrotada por Franco (López Sánchez, 2009: 52).

Visto lo anterior, el aspecto de favorecer la libertad de pensamiento y de
opinión, heredada del Ateneo de Madrid, constituyó a la vez una fortaleza y
una debilidad, al impedir una mayor cohesión ideológica y, por tanto,
inhibir la capacidad para actuar de una manera más firme. Sin embargo, esta
libertad fue lo que permitió que las funciones de preservación, creación y
difusión cultural hayan adquirido prestigio y se realicen hasta el momento
presente.

En estas condiciones, considerado en retrospectiva, el éxito del Ateneo
residió preponderantemente en su labor cultural, al mantener con vida la
identidad republicana española (López Sánchez, 2009: 52 y 53). En este
sentido, el propio D'Harcourt definió que esta asociación era "una entidad
creada por la emigración de la España Republicana, con el primordial objeto
de mantener y vigorizar la tradición de la cultura española en el
destierro" (1950: 1). Su permanencia hasta nuestros días, a pesar de los
cambios generacionales que terminaron por desaparecer al Centro Republicano
Español, demuestra que fortalecer la mencionada identidad era realmente tan
importante como la actuación política, o quizá aun más, al referirse a un
ámbito esencial de la vida humana, menos sujeto a coyunturas o, en términos
braudelianos, perteneciente no a momentos específicos sino a la larga
duración histórica.



Fuentes citadas

Fuentes primarias:

D'Harcourt, Joaquín (1950). A los miembros de la Honorable Asamblea de las
Naciones Unidas en su reunión de Septiembre 1950. México, D. F., Agosto
1950. Fondo Histórico del Ateneo Español de México FHAEM. Caja: 53. Exp:
516. Sección: Ateneo Español de México. Serie: Actos y Circulares.

D'Harcourt, Joaquín (1949). Discurso pronunciado por el Dr. Joaquín
D'Harcourt el 16 de marzo de 1949. Fondo Histórico del Ateneo Español de
México FHAEM. Caja: 53. Exp: 516. Sección: Ateneo Español de México. Serie:
Actos y Circulares.

Estatutos del Ateneo Español de México (1949). México, Fondo Histórico del
Ateneo Español de México FHAEM. Caja: 52. Exp: 510.

Nicolau D'Olwer, Luis (1949). Discurso pronunciado por Don Luis Nicolau
D'Olwer el día 16 de marzo de 1949. Fondo Histórico del Ateneo Español de
México FHAEM. Caja: 53. Exp: 516. Sección: Ateneo Español de México. Serie:
Actos y Circulares.

Palencia, Ceferino (1949). Discurso pronunciado por Don Ceferino Palencia
el día 16 de marzo de 1949. Fondo Histórico del Ateneo Español de México
FHAEM. Caja: 53. Exp: 516. Sección: Ateneo Español de México. Serie: Actos
y Circulares.

Reyes, Alfonso (1949). Discurso pronunciado por el Lic. Alfonso Reyes el
día 16 de marzo de 1949. Fondo Histórico del Ateneo Español de México
FHAEM. Caja: 53. Exp: 516. Sección: Ateneo Español de México. Serie: Actos
y Circulares.



Fuentes secundarias:

De Hoyos Puente, Jorge (2008). "La construcción del imaginario colectivo
del exilio republicano en México: los mitos fundacionales", en Nicolás,
Encarna y Carmen González (Eds.). Ayeres en discusión. Temas claves de
Historia contemporánea hoy (CD). España, Universidad de Murcia. (Obtenido
de
http://www.ahistcon.org/docs/murcia/contenido/pdf/05/jorge_de_hoyos_puente_t
aller05.pdf el 29 de febrero de 2012).

Fagen, Patricia W. (1975). Transterrados y ciudadanos. Los republicanos
españoles en México. Tr. de Ana Zagury. México, FCE.

Fresco, Mauricio (2003). La emigración republicana española: una victoria
de México. (Obtenido en http://www.biblioteca.org.ar/libros/89815.pdf el 27
de febrero de 2012).

Hernández de León-Portilla, Ascensión (ed.) (2003). España desde México.
Vida y testimonio de transterrados. Madrid, Edaf.

López Sánchez, José María (2009). El Ateneo Español de México y el Exilio
intelectual republicano. (Obtenido en
http://arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/view/264/265 el 8 de
febrero de 2012)

Miaja de Liscy, Teresa (Investigación), Alfonso Maya Nava (Redacción)
(1982). "Creación de organismos, mutualidades, centros de reunión,
instituciones académicas", en El exilio español de México. 1939-1982.
México, FCE/Salvat.

Monedero López, Enrique (2011). Los colegios del exilio. (Obtenido en
http://exiliorepublicano.net/mexicans-a-catalunya/pdf/3-monedero.pdf el 27
de octubre de 2011).

Presas Beneyto, María y Nancy Pérez Rey (2005). "México y Estados Unidos,
dos países receptores del exilio republicano español de 1936", en Gutiérrez
Escudero, Antonio y María Luisa Laviana Cuetos, Coords. Estudios sobre
América: Siglos XVI-XX. Sevilla, AEA. (Obtenido en
www.americanistas.es/biblo/textos/10/10-85.pdf el 27 de febrero de 2012).

Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País / Adiskideen Elkartea
(2008). "El siglo XVIII, el nacimiento". (Obtenido en
http://www.bascongada.org/?p=19#more-19 el 21 de abril de 2012).



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[1] El estudio histórico de la masonería presenta dificultades,
principalmente debido a la reducida cantidad de información, pero
constituye un interesante campo que merece ser más abordado tanto en España
como en México. Teresa Miaja de Liscy realiza un esbozo de la influencia
masónica española en el exilio (Vid. Miaja1982: 109).

[2] De alguna manera, en este punto los colaboradores de Las Españas se
anticiparon a lo que finalmente sucedió durante la época de la Transición.
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