Fuerzas Armadas y cultura política: una aproximación a partir de un estudio de opinión en Venezuela

June 19, 2017 | Autor: R. Sucre Heredia | Categoría: Armed Forces, Fuerzas Armadas
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Fuerzas Armadas y cultura política: una aproximación a partir de un estudio de opinión en Venezuela1

Ricardo Sucre Heredia Universidad Simón Bolívar [email protected]

Ponencia preparada para el “I Coloquio de Historia y Sociedad: La cultura política del venezolano”, organizado por el Departamento de Ciencias Sociales de la USB y el Instituto de Investigaciones Históricas de la UCAB Sartenejas, 12-13 de julio de 2004 1 Esta ponencia es un producto del proyecto entregado al DID el 22-10-03 del tipo S1-A1, titulado “La construcción pública de la Fuerza Armada: un estudio a partir de una encuesta de opinión nacional”

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Resumen Si por cultura política se entienden las cogniciones y comportamientos hacia lo político que son compartidos ampliamente por los miembros de una sociedad ¿Podría hablarse de una cultura política relacionada con las Fuerzas Armadas? Tradicionalmente, los estudios hacia lo militar han enfocado su relación con el poder civil, pero desde la perspectiva de los poderes elegidos o de los uniformados, y se han centrado en los temas del control democrático de las Fuerzas Armadas y, más recientemente, acerca de la gobernanza democrática del sector de la seguridad y defensa. Sin embargo, son pocos los estudios que se han hecho desde la perspectiva de la opinión pública. El trabajo intentará responder a preguntas como ¿Ha variado la percepción sobre las FAN en el tiempo? ¿Qué roles principales se le atribuye? ¿Existe congruencia entre la propuesta normativa de la teoría sobre las relaciones civilesmilitares y las percepciones de los individuos? ¿Pueden establecerse relaciones entre variables sociodemográficas y opiniones hacia las FAN? A partir de los hallazgos ¿Podría inferirse una suerte de “teoría fundamentada” que describa un modelo de relaciones civiles-militares desde la gente? Los resultados sugieren que es posible construir una teoría propia sobre las relaciones civiles-militares para analizar el patrón en Venezuela.

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I.-INTRODUCCION Si por cultura política se entienden las cogniciones y comportamientos hacia lo político que son compartidos ampliamente por los miembros de una sociedad ¿Podría hablarse de una cultura política relacionada con las Fuerzas Armadas? ¿Cuáles serían los componentes de esa cultura? ¿Ha cambiado en el tiempo? ¿En cuáles áreas se manifiesta el cambio, la permanencia, o lo novedoso? Juan Carlos Rey (1976) afirma que, “La ‘cultura política’ comprende orientaciones efectivas hacia la acción pero que, en gran parte, sólo pueden hacerse explícitas a través de una interpretación, por parte del analista, de los comportamientos efectivos de los actores” ¿Qué comportamiento vamos a valorar, para el caso de esta ponencia? Uno que en la literatura sobre las relaciones civiles-militares es importante: “el pensamiento político militar” (Pion-Berlin, s.f). Es esta un área donde posiblemente hayan ocurrido cambios en la manera de analizarlo, tanto en la teoría como en la percepción de los individuos. Tradicionalmente, los estudios hacia lo militar han enfocado su relación con el poder civil, pero desde la perspectiva de los poderes elegidos o de los uniformados, y se han centrado en los temas del control democrático de las Fuerzas Armadas y, más recientemente, acerca de la gobernanza democrática del sector de la seguridad y defensa. Sin embargo, son pocos los estudios que se han hecho desde la perspectiva de las “dimensiones subjetivas de la política militar” (Pion-Berlin, s.f). Se conocen trabajos sobre percepciones y actitudes de grupos de élite hacia el sector militar (Feaver, 2003), pero pocos abordan la perspectiva del ciudadano común. Incluso, el pensamiento de los militares es poco conocido (Marcela, 90; Pion-Berlin, s/f). Se estudian como “variables dependientes”, que reaccionan a unas determinadas “variables independientes” (sistema político, naturaleza de las amenazas, distribución de la riqueza; entre otras). Al hacer una búsqueda en la base de datos EBSCO de la Biblioteca Central de la Universidad Simón Bolívar2, con la palabra clave “Public opinion and the military” , apenas se halló un comentario a un libro titulado Public Opinion and the Military 2 El autor quiere agradecer al personal de la hemeroteca de la Biblioteca Central de la USB (piso 3) y al personal de la Sala de Computadoras por su siempre –así lo corroboré en mis días de estudiantes de postgrado, cuando la pasé

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Establishment3. Al extender esta búsqueda a la palabra clave “Civil-Military relations”, el resultado fue 631 registros de textos en inglés, publicados en el lapso 1943-2004. El caso venezolano no parece ser la excepción. Los estudios de opinión que han sido publicados, parecen abordar lo militar como parte de un cuestionario más amplio, pero no como tema único, con algunas excepciones, en el campo de las tesis de grado (Noujaim, 1985. c.p. Irwin, 2004)4. Desde el estudio Venevote (1973) al estudio de Alfredo Keller y Asociados (2004), parecen compartir esta característica. En una recopilación hecha por Nelson Villasmil de Mercanálisis en el período 19891999, el tema militar también formó parte de un cuestionario más general (Villasmil, 2001). Tampoco en el recuento de la bibliografía anglo-sajona sobre las Fuerzas Armadas de Venezuela revisada por Castillo y Ledezma (2003), se mencionan trabajos que aborden la organización militar desde la perspectiva de la opinión pública. Dentro del mundo castrense se han hecho sondeos de opinión entre el personal profesional, pero sus resultados no han sido públicos5; algunos se conocen parcialmente a través de informaciones en la prensa. En agosto de 2002, se hizo el estudio “Percepción de la población acerca de la Fuerza Armada Nacional y los militares”, realizado por la asociación civil Comprensión de Venezuela y el Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD), con una muestra nacional de 1.200 personas, centrado exclusivamente en indagar cómo los civiles perciben a la institución militar6.

literalmente en la biblioteca- diligente, educada y oportuna ayuda en la localización de textos y en el préstamo de un computador 3 El libro de Charles Moskos (1971) Public Opinión and the Military Establishment. California: Sage Publications 4 La tesis en cuestión llevó como título La imagen del militar en la sociedad civil venezolana. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Escuela de Comunicación Social. También está la investigación realizada por Oswaldo Barreto sobre la representación social de las Fuerzas Armadas, en el caso de las mejoras a las fragatas de la Armada de Venezuela, en 1991. Barreto presentó este trabajo en los foros realizados por la Asociación Civil Comprensión de Venezuela, ONG que abordó durante el año 2002, el tema de las relaciones civiles-militares 5 Por ejemplo, opiniones sobre el 4 de febrero de 1992 entre los oficiales (comentario hecho al autor de la ponencia por el ex Comandante General de la Armada, Vicealmirante Carlos Ramos Flores). También hay estudios civiles. Por ejemplo, el realizado por Oly Ramírez (1983) Actitudes de los oficiales del Ejército hacia la jubilación. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Escuela de Psicología 6 El universo del estudio lo formaron todas las personas de 18 años y más, residentes en todo el país. Se realizaron 1.200 entrevistas, para un coeficiente de confianza del 90%, y los errores admisibles se ubicaron entre 1,03% y 2,37% para las variables cuyas distribuciones se encuentren entre el 5% y el 95%. El campo se realizó entre el 17 y el 26 de agosto de 2002. El estudio fue realizado por el Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD), que dirige el Doctor Félix Seijas, a solicitud de Comprensión de Venezuela

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La ponencia está estructurada en tres partes. En una primera parte, se hará una breve referencia conceptual a los modelos de relaciones civiles-militares que sugiere la teoría, y qué elementos –si los hay- pueden relacionarse con el área de la ponencia, las dimensiones subjetivas de la política militar, como comportamiento de cultura política a valorar. En la segunda parte, se hará un análisis exploratorio del discurso del Comandante General del Ejército, Raúl Baduell, pronunciado el 24 de junio de 2004, y de 1 pregunta7 de la encuesta Comprensión de Venezuela/IVAD8. La tercera parte, revisará las implicaciones para las relaciones civiles-militares que se derivan de los resultados, y las vías futuras para el análisis en este campo. El propósito de la ponencia es hacer un aporte al debate sobre las relaciones civiles-militares, en un tema específico de la dimensión subjetiva de la política militar, en el marco de la cultura política acerca de las Fuerzas Armadas. La investigación en el área civil-militar no es nueva y no ha sido ni es fácil para los estudiosos nacionales (Buttó, 2001) pero tampoco para los internacionales (Wiatr, s.f), por lo que una reflexión teórica en el tópico seleccionado, contribuye a aumentar la riqueza conceptual sobre las relaciones civiles-militares al generar teoría (Feaver, 1999) y, lo más importante, a seguir rompiendo el tabú que todavía existe en Venezuela acerca de lo castrense. Finalmente, para aumentar la producción venezolana sobre el tema militar. Para reputados estudiosos en el área (Müller Rojas, 2003), los investigadores foráneos escriben más sobre las FAN venezolanas, que los académicos venezolanos ¿Será esto un síntoma de la “mentalidad colonial” de la que habla el profesor Rafael Tomás Caldera?

7 El cuestionario tuvo un total de 45 preguntas 8 La pregunta es ¿Cuál considera usted es la función de los militares? Se analizaron con las variables de control: sexo, edad, nivel educativo, nivel socioeconómico, e identificación partidista. Al ser variables nominales, el análisis se orientó por los trabajos de H.T. Reynolds (1984) Analysis of Nominal Data. Second Ed. Newbury Park, California: Sage; David H. Folz (1996) Survey Research for Public Administration. Newbury Park: Sage; y Roberto Hernández Sampieri, Carlos Fernández Collado, y Pilar Baptista Lucio (1991) Metodología de la investigación. México: McGrawHill

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II.-DEL CONTROL OBJETIVO A MODELOS CONTINGENTES SOBRE LO CIVIL-MILITAR9 Al examinar una selección de la elaboración teórica que aborda las relaciones civiles-militares, parece que hay un fuerte consenso en torno al supuesto valorativo que soporta los diferentes modelos: el liberal, que se traduce en la plena subordinación de los militares al poder civil legalmente electo (Pérez, 2001; Burk, 2002). Esta premisa, por cierto, fue asumida por la Constitución de 1811, y se mantuvo en las diferentes constituciones de Venezuela con mayor o menor grado (Manrique, 1999; Rey, 1999), no así de forma explícita en la Constitución de 1999 (Sucre, 2003). Las preguntas que se busca responder en la reflexión teórica son sencillas: por qué los militares obedecen a los civiles y, consecutivamente, por qué no obedecen (Finer, 1969; Feaver, 1999, 2003; y Wiatr, s.f). Esta subordinación se operacionaliza al colocar la política de defensa en manos de los civiles, mediante –aunque no las únicas vías- la obediencia a quien ejerza la autoridad política de forma legal y legítima, el nombramiento de un civil como ministro de la Defensa, en la definición de una política de seguridad que establezca una clara misión al uso de la fuerza armada (Diamint, 2002) y, más recientemente, en el desarrollo de las estructuras para la gobernanza democrática de las fuerzas armadas (Cottey, Edmunds y Forster, 2002), sobre la base no de si los militares darán un golpe10, sino sobre la interacción “día a día” entre los civiles y los militares (Feaver, 2003). La “gestión de la defensa” es tarea de los civiles, mientras que la “gestión de la violencia” (Serra I Serra, 2001) está en manos de los militares. Esto supone que los civiles tengan conocimientos de los temas de defensa y sobre el mundo militar, para que puedan intercambiar apropiadamente con los uniformados (Marcela, 1990; Diamond y Plattner, 1996; Goodman, 1996). En la importancia del modelo liberal como base para fundamentar la relación civilmilitar, no parece existir discusión entre los estudiosos del tema (Feaver, 1996; Kohn, 9 Esta parte se deriva del artículo “Derechos civiles de los militares ¿Realidad o ficción?”, Mundo Nuevo, 92-93, 134160, 2004 (2002), y de la ponencia “Fuerzas Armadas y cultura política”, presentada en el Seminario Abierto “La democracia en Venezuela: de Rómulo Betancourt a Hugo Chávez”, Fundación Raúl Leoni, Caracas 23 de junio de 2004 10 Evidentemente, en el caso venezolano el tema del “golpe” o casos de desobediencia militar, son importantes

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1997; Irwin, 2001; Pérez, 2001; Serra I Serra, 2001; Diamint, 2002a). Las diferencias aparecen cuando se analiza cuál es la mejor manera para alcanzar la subordinación de las Fuerzas Armadas al poder civil. Es importante destacar que para los teóricos, las relaciones civiles-militares se mueven en un continuo de tensión, que depende de diversas variables que van desde la cultura civil-militar de una sociedad, hasta características de personalidad de los líderes civiles que conducen la política militar (Feaver, 1999; Langston, 2000; Hoffman, 2001; Burk, 2002). El control civil de los militares es un problema no resuelto para todos los países (Kohn, 1997), y estas relaciones son variables (Burk, 2002). No hay un alejamiento total de las Fuerzas Armadas de la política, sino gradaciones en los tipos de influencia sobre la política (Finer, 1969; Wiatr, s.f). El punto de partida es el trabajo pionero de Samuel Huntington (1957, c. p. Serra I Serra, 2001), quien acuña los términos de “control objetivo” y “control subjetivo”, para alcanzar la subordinación militar al poder civil. El primero, es la cultura del profesional de las armas por las que se auto-limita y se subordina al poder civil, a través del profesionalismo militar; el segundo, son las acciones de los civiles para lograr la subordinación militar fuera de la cultura profesional castrense (Huntington, 1996; Irwin, 2001). Para el caso venezolano, Yépez Daza (2002), argumenta que en nuestro país la clase política maximizó el “control subjetivo” –político- por encima del “control objetivo” –el respeto a la profesionalización del sector militar, mientras que Norden (1998) sugiere una mezcla de los dos tipos de control. A partir de este modelo, el debate teórico se ha enriquecido con nuevos aportes11. El principal cambio ha sido identificar variables que sugieren que la subordinación militar no es un hecho dado, que siempre va a ocurrir, sino que depende de una serie de variables (Wiatr, s.f; Feaver, 1999). Más que un hecho, las relaciones civilesmilitares son un proceso (Kohn, 1997). De aquí que pueda hablarse, en la actualidad, de “modelos contingentes sobre las relaciones civiles-militares”, más que de un modelo único para alcanzar la sujeción castrense al control civil.

11 El otro aporte relevante es el de Morris Janowitz (Burk, 1993; Feaver, 1996b), calificado como “modelo republicano de las relaciones civiles-militares”. No onbstante, Feaver (2003) sugiere que el trabajo seminal indiscutido hasta la fecha es el de Huntington, aunque –según Feaver- sus premisas no se cumplieron en la realidad

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Las variables que intervienen para determinar el grado de “fricción” (Feaver, 1996a) en las relaciones de los civiles con los uniformados, son diversas: desde las macro, como el desarrollo de la cultura política de un país (Finer, 1969), la formación del Estado y la simultánea aparición de los ejércitos (Rouquié, 1984; Caballero, 2002), y las contradicciones de clase para explicar los golpes de Estado (Carranza, 1978); hasta variables micro como el comportamiento de las fuerzas armadas como grupo de presión (Janowitz, 1990, c. p. Serra I Serra, 2001) o el examen de las relaciones civiles-militares en el marco del enfoque neo-institucional sobre la agencia, esbozado por Feaver (1996a; 2003). Para los propósitos de este trabajo, el modelo que sugiere Feaver (1996a; 2003) permite combinar los dos niveles (macro y micro), dentro de un contexto contingente y no fijo –una importante corriente en la ciencia política sugiere que en la política no sólo están presentes factores estructurales, sino que también cuenta lo que hacen los agentes (Cohen, 1994)- que es la crítica que se le hace al modelo de Huntington (Serra I Serra, 2001). La apreciación sugiere que el control civil sólo ocurre cuando los militares asumen la democracia y la necesidad de la supremacía civil ¿Qué sucede cuando estos supuestos no aparecen o son débiles? La realidad sugiere que la interacción civil-militar es fluida y no estática. Este es el valor del aporte de Feaver (2003). La corriente teórica contemporánea sobre las relaciones civiles-militares, asume la premisa que los uniformados acatan el poder civil; el “derecho a equivocarse” de los civiles (Feaver, 2003). Lo que ocurre, entonces, son tensiones, y no “golpes de Estado”. De aquí el interés del “día a día” de las civiles con los militares, porque en este contexto, es posible que surjan diferencias. El punto es, entonces, cuándo los militares “trabajan” de acuerdo a lo que indiquen las autoridades civiles, y cuándo los militares “evaden” las directrices civiles (Feaver, 2003). Feaver (1996a) argumenta que la esencia de las relaciones civiles-militares son las decisiones en tres áreas que se toman bajo situación de incertidumbre: la decisión de los civiles de delegar a los militares cierto grado de poder en la formación de políticas, especialmente en los asuntos relacionados con la “gestión de la violencia”; la decisión de los civiles sobre la mejor forma de hacer seguimiento a esta

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delegación; y, finalmente, la decisión de los militares para actuar estratégicamente y aumentar el grado de delegación y minimizar el seguimiento por parte de los civiles. Dentro del enfoque neo-institucional de Feaver (1996a), los militares son el agente y los civiles el principal. Son actores racionales. Dado que esta relación supone una jerarquía entre el principal (los civiles) y el agente (los militares), el punto es abordar qué variables afectan la relación principal-agente para que éste último cumpla sus tareas. La literatura ha identificado tres variables que pueden crear ruido en la relación principal-agente: la selección adversa, el riesgo moral, y las asimetrías de información (Feaver, 2003) La variable independiente del modelo de Feaver parece ser la delegación que los civiles hagan a los militares. En otras palabras, el grado de control y supervisión que hagan los civiles a su “agente”, los militares, que es lo que puede ser operacionalizado como “variable independiente”, mientras que la “variable dependiente” sería la dicotomía militares “trabajan”/militares “evaden”. En consecuencia, el punto central es si los militares “trabajan” o “evaden”, por lo que Feaver construye las condiciones en que esto puede ocurrir, a través de un árbol de decisiones y seis situaciones posibles en donde cada actor –son dos, civiles y militares, los que ordenan sus preferencias en orden de importancia- buscan maximizar sus beneficios: los civiles, lograr que los militares “trabajen” con la mínima supervisión (lo que Feaver designa con W); y los militares, adelantar sus proyectos con un mínimo de supervisión civil (simbolizado por s1). Aunque el modelo de Feaver (1996a) lo elabora para la realidad de los Estados Unidos, su desarrollo puede hacerse para cualquier contexto. En este supuesto más centrado en la sociedad, si se ve bajo el criterio de “variable independiente” y “variable dependiente”, la primera serían los valores y las actitudes del público hacia lo militar, la “cultura civil-militar” (Langston, 2000); y la segunda, el grado de delegación que los civiles otorgan a los militares. En otras palabras, los valores y actitudes que una sociedad tiene hacia lo militar, definen el grado de delegación que los civiles están dispuestos a otorgar a los profesionales de las armas. Los militares controlan la fuerza; y los uniformados son controlados por los valores de la sociedad

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(Romero, 1988). Es decir, llegamos al campo de la cultura política, tema objeto de esta ponencia. De manera que si en una sociedad hallamos valores “militaristas” –por ejemplo, la organización militar como modelo único para la sociedad- es plausible pensar que la delegación civil al mundo castrense será amplia. Caso contrario, si en una sociedad lo dominante es una cultura cívica, es razonable suponer que el control sobre lo castrense será mayor. Entre los dos extremos, hay gradaciones. Dentro de esta lógica y en una situación política, no militar, Bermeo (1997) sugiere que los países de Europa con un mayor grado de cultura cívica pudieron resistir la tentación autoritaria del fascismo y del nacionalsocialismo durante la década del 30 del Siglo XX. Este modelo es sugerente para ser aplicado al caso venezolano. El enfoque de Huntington ha sido utilizado para explicar los intentos de golpes de Estado en 1992 (Norden, 1998), pero podría emplearse para explicar el patrón general de las relaciones-civiles en Venezuela. Trinkunas (2002) sugiere, por ejemplo, que entre las “semillas del descontento” que originaron los fallidos golpes de Estado de 1992 estuvo que los actores políticos, una vez que el control civil se consolidó, desatendieron al sector militar, lo que reforzó la autonomía de las FAN y debilitó, en el largo plazo, los mecanismos de supervisión civiles sobre el sector castrense, al tiempo que se rompía el vínculo entre el liderazgo político y los sectores medios militares, educados dentro del Plan Andrés Bello, que les dio una visión diferente de la democracia, la política y las relaciones civiles-militares (Norden, 1998). En otras palabras, podría afirmarse que la delegación –en términos de Feaver- de los civiles hacia los militares disminuyó, por lo que el orden de preferencias de los uniformados se acercó a su valor más alto: no ser monitoreados, por lo que pudo desarrollarse de manera más propia un proyecto militar centrado en el nacionalismo, con mayor autonomía, que fueron las logias militares desarrolladas en los 70 y 80 como R-83, ARMA, el EBLN, y el EBR-200, los que tomaron elementos del pensamiento militar venezolano –centrados en la idea de Patria (Müller Rojas, 1992)y generaron un pensamiento propio, de corte político, que dio cuenta de la insurgencia castrense de 1992.

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Esta construcción de “variable independiente” y “variable dependiente” es sugerente e invita a un artículo sobre el modelo en sí. Sin embargo, para los propósitos de esta ponencia, lo que se busca expresar es que el grado de control y delegación civil, va a depender de la relación entre la cultura civil-militar de una sociedad. Para aproximar el grado de lo que se delega, la discusión hay que remitirla a las capacidades de los actores civiles y militares. Esto es la base de la cultura civilmilitar. En este punto, la contribución más relevante parece ser la de Finer (1969), quien relaciona la cultura política con lo militar (Irwin, 2004). Al igual que otros estudiosos del área, Finer se pregunta por qué los militares obedecen a los civiles, y describe las diferentes formas de intervención militar12 que pueden ocurrir dentro de una sociedad, al depender de la cultura política. Esta sería la “variable independiente”, mientras que la intervención sería la “variable dependiente”. Con base en esta idea, Finer habla de cuatro tipos de cultura13: madura, desarrollada, baja, y mínima. Los niveles de intervención van desde el más inofensivo –la influencia, en la cultura madura- hasta el más drástico: la suplantación de las autoridades civiles, que ocurre en la cultura mínima. Lo que el argumento de Finer sugiere es que las relaciones civiles-militares son dinámicas, no estáticas, por lo que se pueden generar tensiones entre las dos esferas. Los teóricos sugieren que las fricciones civiles-militares nacen de una paradoja: la sociedad crea un cuerpo armado para defenderse de las amenazas de otros pero, luego, esa sociedad tiene miedo a la institución armada que ha creado para su defensa (Feaver, 1996a). En el caso de los Estados Unidos, por ejemplo, esta tensión es histórica: Thomas Jefferson –uno de los “padres fundadores” de la federación norteamericana- estimaba que no era necesario un ejército regular y que los militares debían orientar sus esfuerzos a la construcción de vías de comunicación y a la exploración científica. De hecho, el primer superintendente de la academia militar de West Point fue un científico y no un profesional de las armas (Langston, 2000). Desde el punto de vista de su organización y valores, también hay diferencias: la

12 Por intervención militar, Finer (1969) entiende “el hecho de que las Fuerzas Armadas impongan sus propios principios y/o sus propias personas en lugar de las autoridades civiles reconocidas” 13 Los criterios para definir los diferentes tipos de cultura son: claridad en los procedimientos para transferir el poder, el reconocimiento general a la autoridad, y la existencia de grupos y asociaciones (Finer, 1969)

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cultura militar es jerárquica, mientras que la cultura civil acepta la diversidad (Kohn, 1997). En el caso venezolano, un tema que se ha planteado recientemente es la reducción o la eliminación de las Fuerzas Armadas, que evidencia tensiones no resueltas entre los civiles y los militares, y es una constante en la historia de Venezuela hablar del “militarismo”, al que se le opone el “civilismo”, así como del enfrentamiento secular dentro de la milicia entre los “pretorianos” y los “profesionales” (Irwin, 1996). El punto central que parece inclinar la balanza del grado de participación militar dentro de una sociedad, es qué capacidad tienen las organizaciones civiles para desarrollar políticas públicas y competir con la eficacia y disciplina de las Fuerzas Armadas (Sucre, 2003). En la medida en que los civiles puedan adelantar políticas públicas eficaces y homogéneas en su alcance territorial y funcional, la subordinación militar será mayor, y viceversa. Si se debilitan las organizaciones civiles, la participación militar será más amplia, y tendrá mayores posibilidades de ser aceptada por la sociedad (Barrios-Ferrer, 1996). Diamond y Plattner (1996) sugieren que las relaciones civiles-militares dependen principalmente de los civiles, y de su capacidad para promover el desarrollo socioeconómico. Cuando hay debilidad en las organizaciones civiles, los militares intervienen. Por ejemplo, en los Estados Unidos, Kohn (2002) constata que hay poco interés del liderazgo civil por los temas militares, y se observa una mayor partidización del cuerpo de oficiales norteamericano, el que expresa un creciente rechazo al liderazgo político de ese país. Esta realidad se evidencia en la opinión pública de los Estados Unidos. Denton y Woodward (1998), al examinar el grado de confianza que una muestra de encuestados tiene sobre diferentes organizaciones en el lapso 75-95, sólo los militares registraron un aumento de la confianza, al pasar de 58% en 1975 a 64% en 1995, mientras que las escuelas públicas –por citar un caso- disminuyeron su confianza ante el público: de 58% de confianza en 1973, pasaron a 40% en 1995. Para Venezuela, la media en el lapso 1999-2003 en la pregunta sobre la aprobación del trabajo de las Fuerzas Armadas es del 58% según Consultores 21, aunque Datanálisis sostiene que esta evaluación cayó en marzo de 2004 a un 44%, debido a la actuación de las FAN en el control del orden

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público durante los hechos ocurridos en Caracas a finales de febrero y comienzos de marzo de 2004. Si bien el nacimiento de Venezuela está vinculado estrechamente a la formación del Ejército Libertador y la función militar fue una vía para obtener la condición de ciudadano en el Siglo XIX (Hébrard, 2001), algunos estudiosos sostienen que en Venezuela no ha habido militarismo sino un intervencionismo militar o pretorianismo (Butto, 2001; Irwin, 2000; Irwin, 2001), pero que ha dejado un legado cultural: las dictaduras son eficientes, la democracia es bochinche. El militar interviene para salvar a la nación del caos que generan los civiles. Aunque en los 10 primeros años del modelo democrático (1958-1968) el uso de cemento fue un 20% mayor que en los 10 años de la década militar (1948-1958), la opinión cotidiana afirma que “la democracia no ha hecho nada, pero Pérez Jiménez sí”. Por esta razón –junto a otras también importantes- el liderazgo político, luego de la muerte de Juan Vicente Gómez y, después, con la década militar de Marcos Pérez Jiménez, tuvo que competir contra un proyecto militar de país cuya base era la “guerra total o integral” (De Corso, 2001). Puede, en consecuencia, hablarse de un proyecto militar, que Müller Rojas (1992) denomina “ideología militar”, caracterizada básicamente por la idea de Patria, entendida como liberación del suelo –una visión espacial, donde lo sagrado no es el grupo, sino el suelo- de los Libertadores, que los militares deben proteger para el usufructo de todos. De aquí su cercanía con los valores republicanos, igualitarios y, al ser un espacio lo que se heredó, de la transformación física, que se entiende como modernización; la “transformación del medio físico” de la que se hablaba en tiempos de Pérez Jiménez, que tiene una base positivista. Es un “nacionalismo político” (Müller Rojas, 2003). Lo que se defiende es el espacio, por lo que el proyecto también tiene una vocación interna, en la idea del desarrollo interno, que toma fuerza a partir de los 70 (Trinkunas, 1992). Como sugiere Agüero (1990, c.p. Norden, 1998) un ethos desarrollista. El liderazgo civil ofreció un proyecto modernizador que dio una misión a los militares a partir de 1958, aunque agotada ya para los 80 (Sucre, 2003). Hoy se plantea en Venezuela la tensión histórica entre la capacidad de los civiles y los militares. Esta tensión esconde el enfrentamiento entre dos enfoques de las relaciones

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civiles-militares: el liberal, ejemplificado por Samuel Hungtinton; y el republicano, defendido por Morris Janowitz. Para los propósitos de este trabajo, y dado que algunos estudiosos constatan que hoy se le hacen mayores demandas a los militares para que participen en lo interno de un país (Desch, 1996; Goodman, 1996), se propone introducir tres dimensiones para analizar la relación civil-militar en el nuevo contexto político venezolano: Extensión, Temporalidad, y Actividad ¿Qué tan amplia es la participación militar en las actividades públicas? (Extensión) ¿Durante cuánto tiempo y qué áreas tienen los programas

de

asistencia

pública

tipo,

por

ejemplo,

Plan

Bolívar-2000?

(Temporalidad) ¿Cómo se estructuran los roles, quien planifica y ejecuta en cuanto a organizaciones civiles y militares, esta participación en actividades públicas? (Actividad). No se trata de afirmar si Venezuela vive o no una dictadura, si va o no hacia un régimen de fuerza; sino qué grado de participación en actividades civiles deben tener –y, efectivamente, tienen- los militares y qué grado de control y autonomía tienen las instituciones civiles sobre el estamento militar para el control de estas ejecutorias (en otras palabras, el tema de la delegación y del monitoreo). Goodman (1996) sugiere, por su parte, tres criterios para evaluar la presencia militar en la esfera civil: si lo que se delega a los militares desplaza a las organizaciones civiles; si con las nuevas actividades los militares ganan privilegios; y si la participación en actividades civiles reduce su capacidad de combate. El punto es, para citar a Burk (2002), “El mejor indicador de la fortaleza del control civil es quién prevalece cuando las preferencias civiles y militares son divergentes”. Esta concepción contingente de las relaciones civiles-militares, permea la reflexión contemporánea. Los enfoques más recientes (Burk, 2002) tienden a ver una relación civil-militar en la que importa menos la subordinación militar al poder civil, y más la interdependencia entre los dos, lo que plantea que no puede esperarse que las relaciones civiles-militares del futuro sean que los uniformados regresen a sus cuarteles, sin más. Ciertamente, estos enfoques teóricos son desarrollados para países con tradición anglo-sajona o denominados naciones desarrolladas, en donde el

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pretorianismo militar no es problema14. En nuestro contexto el problema es diferente. Esta mayor participación de los militares ha sido también teorizada en el “nuevo profesionalismo militar” de Alfred Stephan (c. p. Buttó, 2003) o el “neomilitarismo latinoamericano” (Pérez, 2001). Este “nuevo profesionalismo militar” se verifica en temas específicos del discurso militar (Pion-Berlin, s.f): el interés nacional, la seguridad nacional, la dominación geopolítica, y el desarrollo. Esto puede observarse en la dimensión jurídica, analizada en otro artículo (Sucre, 2003). Sin embargo, sólo para ilustrar, se puede observar las diferencias que el proyecto de Lofan que hoy está en la Asamblea Nacional a la espera para su aprobación en segunda discusión atribuye a las Fuerzas Armadas, en comparación con la Lofan vigente. Esta define seis funciones para las FAN; mientras que el anteproyecto de ley, propone 19 funciones. Se le agregan a las FAN 13 nuevas funciones. El reto a futuro de las relaciones civiles-militares en Venezuela es cómo se establece y se mantiene un efectivo control civil de los militares, sin que éstos regresen del todo al cuartel, que en el pasado era compensado con un poder de veto de las Fuerzas Armadas en ciertos temas de la vida nacional, vinculados a su área de experticia (Arroyo Talavera, 1988). Las preguntas, entonces, pertinentes para el caso venezolano son ¿Dónde está el límite entre lo civil y lo militar? ¿Ha cambiado la cultura política hacia lo militar, por lo que se acepta que se mimeticen o superpongan las dos esferas? ¿En qué sentido se acepta esta superposición? O, sencillamente, “algo” que estuvo siempre allí, ahora se hace público y se legitima como discurso. En otras palabras, se acepta a los militares como parte de la gestión democrática -el llamado “profesionalismo democrático de los militares” (Fitch, s/f c.p. Marcela, 1990)- o se está, de forma abierta o velada, aceptando que las Fuerzas Armadas son la organización más competente para dirigir el desarrollo del país. Nótese que la dualidad tiene implicaciones. No se trata de decir que hay que lograr “la subordinación del poder militar al poder civil”. La pregunta va más allá de eso, porque puede existir subordinación militar al

14 De hecho, el modelo que se explica aquí (Feaver, 2003) parte de dos supuestos: el problema no es si los militares dan un golpe porque no se considera una amenaza en los EE.UU, y su objeto de estudio es la interacción día a día entre los civiles y militares, bajo la supremacía civil.

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poder civil en formas de gobierno no democráticas15. No es lo mismo control democrático de las fuerzas armadas que control civil del aparato militar. Lo que marca la diferencia entre uno y otro, puede ser lo que se delega y el grado de monitoreo, que a su vez tienen como base la cultura civil-militar. Esta relación –al inspirarnos en la matriz 2x2 que construye Feaver (2003) para explicar su modelo de la agencia- puede representarse en las siguientes matrices 2x216:

Control democrático Sí Control civil Amplio

No

Fricción

Institucional

Popular

Militar

Restringido

Delegación Mucha Control civil Amplio

Poca

FAN Popular

FAN Instituc.

Influencia FAN

Estado militar

Restringido

Los datos analizados en esta ponencia intentan responder a esta fluidez en las relaciones civiles-militares ¿Cuál tipo de relación civil-militar existe en Venezuela? ¿Puede ser ubicada en algún cuadrante de la matriz? ¿Cuándo participan los militares? ¿En cuáles áreas intervienen? ¿Hasta dónde llega su intervención? ¿Puede hablarse de componentes de una cultura civil-militar venezolana? ¿Qué grado de delegación y monitoreo puede inferirse de esta cultura civil-militar, si existe? Para responder a estas inquietudes abordaremos una pieza discursiva y unos datos de la encuesta Comprensión de Venezuela/IVAD. Ambos objetos de estudio se encuentran 15 Como ocurrió en Alemania durante Hitler y en la extinta URSS y sus países satélites 16 No pretendo ser ingenioso con estas matrices. Es una primera aproximación que debe ser perfeccionada, para evaluar la capacidad heurística de las matrices. Por otra parte, otros estudiosos han sugerido matrices con alto poder explicativo como Feaver (2003) y Wiatr (s.f)

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dentro de la dimensión subjetiva de la política militar: comunican opiniones, actitudes, ideas, en las dos esferas del mundo militar y del mundo civil17. Esta dimensión subjetiva se concreta en un discurso –un verbatum- que comunica valores y opiniones, y éstos serán analizados para inferir un patrón tentativo de las relaciones civiles-militares en Venezuela, a partir de describir elementos que componen la cultura civil-militar en Venezuela. Este procedimiento replica –no en su totalidad- la fundamentación seguida por Dauber (1998), al analizar el discurso de la defensa post Guerra de Irak 1991, para aproximar cuál posición –si la civil o la militar- era más fuerte en la esfera pública18, por lo cual se le otorgaba mayor legitimidad. De manera que, para los propósitos de este trabajo, la “variable independiente” son los valores de la cultura civil-militar que se infieren de las verbalizaciones examinadas, y la “variable dependiente”, el patrón de relaciones civiles-militares que de estos valores pueden inferirse para el caso de Venezuela. Lo que en los términos de Finer (1969) sería el grado de intervención militar y, como sugiere Dauber (1998), cómo se justifica ese nivel de influencia castrense en la esfera pública. El punto, entonces, no parece ser si los militares participan en lo interno, sino cómo y cuáles son los límites de esa participación. Como hipótesis de trabajo, se sugiere que tanto en la muestra consultada de la encuesta Comprensión de Venezuela/IVAD como en el discurso del general Baduell, se hallarán elementos que apoyan la idea de un proyecto militar autónomo, que plantea desafíos a la delegación y control civil del sector castrense. Esto nos lleva al segundo punto de la ponencia.

17 El análisis tiene limitaciones. La primera, es que se compara un sujeto individual –un discurso del Comandante General del Ejército- con datos agregados –de una muestra de 1.200 personas- en donde el primero forma parte de la élite y los segundos fueron escogidos al azar. La segunda limitación, es que el trabajo es más inductivo que deductivo, ya que no se deriva de estudios previos para replicarlos, sino que a partir de unos datos y análisis de los mismos persigue fundamentar unas explicaciones teóricas. Para Feaver (2003), la reflexión teórica en el campo civil-militar debe orientarse más a la deducción

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III.-¿CÓMO SE PERCIBE Y SE CONSTRUYE LA FUERZA ARMADA NACIONAL EN LAS ENCUESTAS Y EN EL DISCURSO MILITAR? ¿Cuál es la función que se le atribuye a las Fuerzas Armadas en la muestra consultada? Un 26,7% opina que es “la defensa del pueblo”, seguido de un 16,2% que opina “servir a la patria”. En tercer lugar, un 15,3% opina que “velar por la seguridad del país”. Los porcentajes más pequeños se obtuvieron en las categorías “defender la constitucionalidad” con 4,3%, “salvaguardar bienes de la nación” con 2,1%, y “defender la democracia”, con 1,2%. Llaman la atención dos cosas. En primer lugar, mayormente se observa una función a lo interno de las FAN. Si se construyen variables categóricas –función interna y función externa19- el porcentaje de quienes le atribuyen funciones internas a las FAN es mayor que quienes le confieren actividades hacia lo externo –defensaaunque la diferencia no es mucha entre las dos: 54,10% y 45,90% respectivamente. Lo segundo es que las categorías que obtienen más altos porcentajes son, pudieran llamarse, “categorías abstractas”, por ejemplo, “la defensa del pueblo”; y menos “categorías cercanas a lo concreto”, como “defender la constitucionalidad”. Es llamativo porque el discurso del modelo militar de Punto Fijo (1958-1998) enfatizó la defensa de la constitucionalidad, que quedó establecida en el artículo 132 de la Constitución de 1961. La defensa de la democracia o de la constitucionalidad no parecen ser funciones relevantes para las FAN en la muestra consultada. Algunas explicaciones pueden sugerirse. La primera es que esa orientación haya sido internalizada por los ciudadanos, de manera que su poco valor revela, al contrario, una fortaleza: como se asume que es una función de las FAN, se le menciona poco. Una segunda explicación –de tipo metodológico- es que algunas de las preguntas supongan estas funciones. Por ejemplo, cuando se habla de “defensa del pueblo”, tal vez el interrogado asume que en esta defensa está “defender la constitucionalidad”. Finalmente, a partir del discurso de la administración Chávez de la integración civil-militar, valores relacionados al 18 Dauber (1998) sostiene que se argumenta sobre valores para decidir políticas, bajo tres tipos de argumentos que compiten: privados, técnicos, y públicos 19 Las funciones internas serían las categorías: servir a la patria, la defensa del pueblo, defender la constitucionalidad, y defender la democracia. Las funciones externas serían: resguardar la seguridad del Estado, salvaguardar los bienes de la nación, resguardar la soberanía, y velar por la seguridad del país

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proyecto militar que habían sido sublimados por el proyecto modernizador de Punto Fijo, emergen porque las FAN están ahora abrochadas, en virtud de la Constitución de 1999, a un proyecto político (Sucre, 2003), por lo que estos valores se hacen salientes y construyen la agenda pública del tema relaciones civiles-militares, para ganar legitimidad en la sociedad. Esta última explicación tiene apoyo en otras preguntas de la encuesta, lo que sugiere buscar una explicación. Una tentativa es que la cultura política militar “normaliza” la participación castrense en los asuntos civiles, y no lo ve como una invasión de la esfera civil. De alguna manera, se reproduce la idea de lo militar asociado al desarrollo, propia del discurso político, tanto en las dictaduras (Müller Rojas, 2002) como en la democracia (Trinkunas, 1992). La cultura civil-militar venezolana acepta menos un gobierno militar, pero más que los militares participen en lo público, dentro de un gobierno civil, y no ven la separación civil-militar que muchos expertos sugieren. Para 1995, Mercanálisis halló que un 54% estaba de acuerdo con la presencia de militares en cargos civiles, y un 44% de los consultados expresó su desacuerdo. En el estudio Comprensión de Venezuela /IVAD de 2002, un 68,2% consideró a las FAN como un cuerpo integrado al país, mientras un 28,3% estimó que era un cuerpo separado. Un 55% opinó que los oficiales de las FAN están capacitados para desempeñar altos cargos en la administración pública, aunque un 45,3% estimó que estos puestos deben estar ocupados por civiles y militares, contra un 40,9% que dijo sólo por civiles y un 9,7% que expresó solamente por militares. Finalmente –y llama poderosamente la atenciónal preguntar si un gobierno militar puede ser o no democrático, un 50,8% consideró que un gobierno militar puede ser democrático y un 44,3% estimó que un gobierno castrense no puede ser democrático. Las opiniones están divididas, pero es resaltante que la mitad de los consultados no perciban una contradicción entre gobierno militardictadura, toda vez que la representación social en este campo es que un gobierno castrense no es democrático, sino “gorilista”. El próximo paso es profundizar en las asociación entre las variables. Al ser nominales, se aplicó el estadístico no paramétrico Chi cuadrado20 en las variables de control: sexo, edad, nivel socioeconómico, nivel educativo, y adhesión partidista. 20 Los datos fueron tratados con el programa Statview para MacIntosh de Apple

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Para el sexo, la asociación es estadísticamente significativa, aunque moderada (Chi2=73,909; gl=9; p=.0001; y V=0,248). En las respuestas que componen la pregunta, los valores más altos se observan en los hombres, salvo en dos, donde se observan valores más altos en las mujeres: la defensa del pueblo y velar por la seguridad del país, uno como función interna y el segundo, orientado a lo externo. Dentro de cada sexo, tanto hombres como mujeres privilegian como función central de las FAN la “defensa del pueblo”, pero luego se diferencian. Los hombres colocan en segundo y tercer lugar, el servir a la patria y el resguardo de la soberanía; mientras que para las mujeres es velar por la seguridad del país y servir a la patria, respectivamente. Podría afirmarse que existe un valor central –la defensa del pueblojunto a “servir a la patria”, mientras que las diferencias son en la función externa: el resguardo de la soberanía o velar por la seguridad del país. Los valores asociados a funciones internas parecen estar fijados de manera más sólida que los valores cercanos a las atribuciones externas de las FAN. Acerca de la edad21, la asociación es estadísticamente significativa (Chi2=40,723; gl=18; p=.001; V=0,109), aunque pequeña. En las respuestas hay diferencias de acuerdo a los grupos de edad, que pueden ser explicadas tentativamente por la socialización política. Acerca de la cómo se distribuyen los porcentajes entre las respuestas, “defender la constitución” alcanza el valor más alto en el grupo de edad 35-49 años y es más bajo en el grupo 18-24 años ¿Las FAN como sujeto “moral” para el grupo de “adultos contemporáneos” y como sujeto “instrumental” para los jóvenes? La “defensa del pueblo” es menor en el grupo de 50 o más años, mientras es homogéneo en el grupo 18-49 años ¿La experiencia con la dictadura de Pérez Jiménez o la evidencia de una gran desilusión hacia las FAN, como exponentes de la síntesis civil-militar, pero que ha defraudado a estas personas? Por grupo de edad, la “defensa del pueblo” es la respuesta más alta, aunque diferencialmente: es más elevada en el grupo 18-24 años y más pequeña en el grupo 50 o más años, siendo homogénea en el grupo 25-49 años. Le sigue “servir a la patria”. Los grupos de edad diferencian entre el “resguardo a la soberanía”, tercer 21 En esta variable, se eliminaron para el estadístico las respuestas: salvaguarda de los bienes nacionales, defensa de la democracia, y otros, por el bajo número de frecuencias que no cumple con la regla del valor esperado en las celdillas mayor a 5 en el 80% de los casos (Reynolds, 1984)

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valor en el grupo de 50 o más años, mientras que “velar por la seguridad del país” interesa más al grupo 18-49 años, pero diferencialmente: menos a los jóvenes, más a los “adultos contemporáneos”. Puede sugerirse un patrón de función de las FAN de acuerdo a la edad: para los más jóvenes, una función instrumental; para los “adultos contemporáneos”, una función normativa; y para el grupo de 50 o más años, posiblemente una indiferencia, cercana a una función interna (defender al pueblo y servir a la patria). En cuanto al nivel educativo22, hay una asociación estadísticamente significativa (Chi2=78.032; gl=21; p=.0001; V=0,149), también pequeña. Acerca de la distribución de las respuestas en los diferentes niveles educativos, se observan que éstas siguen un patrón similar en los niveles de primaria y secundaria, que es diferente al patrón seguido en los niveles técnicos y universitario. Los valores más altos en todas las respuestas se observan en el grupo de secundaria (completa e incompleta), con un patrón tentativo: para el nivel primario y secundario, las FAN tienen una función más interna; mientras que para el nivel técnico y universitario, una orientación más externa. Sin embargo, esta diferencia es sólo de grado. Todos comparten un valor principal –“defensa del pueblo”- lo que varía es la cercanía a este valor. Por ejemplo, a medida que aumenta el nivel educativo, el valor del porcentaje de la asociación con el valor “defender al pueblo”, es menor. Se mantiene un grupo de respuestas –halladas también en las otras variables- defensa del pueblo, servir a la patria, resguardo de la soberanía, velar por la seguridad del país, que sobresalen, pero dentro de cada variable tienen pesos diferentes. Para los niveles más formados, puede inferirse una orientación más normativa. Verbigracia, la respuesta “defender la democracia”, tuvo el valor más alto en el grupo universitario, aunque dentro de todas las respuestas es pequeño (5,52%); mientras que para los grupos con formación básica, las FAN son percibidas de forma instrumental y, si se quiere, afectiva: es un agente protector, que los defiende. En cuanto al nivel socioeconómico, la asociación es estadísticamente significativa (Chi2=76,624; gl=16; p=.0001; V=0,179), igualmente pequeña. Las diferencias sobre 22 En esta variable, se eliminaron para el estadístico las respuestas: defensa de la constitución y otros, por el bajo número de frecuencias que no cumple con la regla del valor esperado en las celdillas mayor a 5 en el 80% de los casos (Reynolds, 1984)

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cómo se construyen las funciones de las FAN son diferentes entre las clases sociales. Si se analiza por fila –es decir, cómo se distribuyen las respuestas entre las clases sociales- se encuentra un patrón parecido al indicado en el análisis por nivel educativo: para los sectores populares –estrato D, que son los que pueden tener una educación primaria y secundaria- las FAN se perciben de forma más afectiva. Esto podría explicarse porque las FAN han tenido un contacto duradero con los sectores desfavorecidos, desde los programas de acción cívica de los 60, desarrollados para contrarrestar la insurgencia armada de esos años. La respuesta “defender al pueblo” tiene el mayor porcentaje en el estrato D (55,14%), mientras es más bajo en el estrato AB (7,79%). Un hecho llamativo es que puede hablarse de una construcción tripolar de las FAN para los diferentes estratos: alto, medio y bajo. Para los sectores altos, su función parece ser más instrumental, “la salvaguarda de los bienes de la nación”, y no hay una clara tendencia a definir una orientación interna o externa. Resalta que las respuestas “defensa de la constitucionalidad” o “defensa de la democracia”, no alcanzaron valores altos en este sector, si se les compara con el sector C y D, que registran mayores porcentajes en estas respuestas ¿Unja mayor homogeneidad perceptual hacia las FAN en los sectores populares por un contacto más directo con ella, frente a una parcialidad percpetual hacia los militares en los sectores altos, por su contacto indirecto con las FAN? Los sectores medios tienen un patrón interesante. La distribución de las respuestas es más homogénea, y resalta la respuesta “defensa de la constitución”, con una orientación más a lo externo. Finalmente, el sector popular define a las FAN más orientada a lo interno, con una vinculación afectiva –defender al pueblo- como ha sido sugerido antes. Dentro de cada clase social, domina la respuesta “defender al pueblo”, pero con valores diferentes. A medida que se asciende en la escala social, el porcentaje disminuye. El sector AB se diferencia del C y D en que enfatiza más la defensa de la soberanía, y menos la defensa del pueblo o el servicio a la patria.

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Finalmente, acerca de la adhesión partidista23, la asociación es estadísticamente significativa (Chi2=60,057; gl=30; p=.0009; V=0,107), igualmente pequeña. Hay un patrón curioso en esta variable de control. Si se examina desde el punto de vista sobre cómo se distribuyen las respuestas entre los partidos e independientes, se encuentran tres patrones: uno para el MVR, otro para el resto de los partidos, y uno para los independientes. En estos últimos, los valores de todas las respuestas son altos. Para el MVR, también, aunque en menor proporción que los independientes. Para los otros partidos, los datos sugieren una percepción en función de la socialización partidista o el pasado, con valores muy pequeños, lo que indica la concentración de las respuestas en los independientes y en el MVR. En la respuesta “defensa del pueblo”, AD sigue al MVR, lo que no debe extrañar, por la construcción que estos dos partidos –en momentos diferentes- han hecho de las FAN y su relación con el pueblo. En la respuesta, “defender la Constitución”, Primero Justicia sigue al MVR, lo que parece congruente con su discurso de las instituciones y su nombre que resalta la justicia. Dentro de cada partido, la inferencia es que no hay mayores diferencias entre los partidos. Con respecto a cómo perciben a la FAN, las diferencias entre los partidos son pequeñas. Al igual que en las otras variables, domina la respuesta “defender al pueblo”, y todos coinciden en otras dos: “servir a la patria” y “velar por la seguridad del país”, aunque esta última no fue resaltada por los integrantes de Primero Justicia. El consenso no es total con los partidos de tendencia socialcristiana. Primero Justicia y proyecto Venezuela resaltan “resguardar la soberanía” y “salvaguardar la seguridad del Estado”, que puede indicar particularidades en estos partidos, que en su discurso enfatizan los aspectos de seguridad del Estado24. Para profundizar en este aspecto, se construyó una variable categórica partidistaindependiente25, para determinar la asociación entre estas dos categorías y las respuestas

que

se

analizan.

Aquélla

resultó estadísticamente

significativa

23 En esta variable, se eliminaron para el estadístico las respuestas: salvaguarda de los bienes nacionales, defensa de la democracia, y otros, por el bajo número de frecuencias que no cumple con la regla del valor esperado en las celdillas mayor a 5 en el 80% de los casos (Reynolds, 1984) 24 Esto es un dato curioso, porque si se trata de recordar a los funcionarios de seguridad del Estado importantes en Venezuela, se conocen más –y todavía hoy tienen presencia pública- los vinculados a gobiernos de Copei como Arpad Bangó, Remberto Uzcátegui, y Franklin Chaparro Rojas, y menos a los relacionados con los gobiernos de AD, como Erasto Fernández. Los socialcristianos parecen más dados a los temas de seguridad del Estado –la subversión- que los socialdemócratas

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(Chi2=14,608; gl=7; p=.04; V=0,122), aunque pequeña. Los resultados sugieren un patrón interesante. Los “partidistas” perciben las funciones de las FAN con una orientación más hacia lo interno, mientras que los “independientes”, la conciben más hacia lo externo. Los dos son semejantes en la respuesta central, “defender al pueblo”. Para validar esta última inferencia, se construyó una tabla 2x2 (orientación interna y externa, y partidista e independiente), y la asociación también fue significativa, aunque pequeña (Chi2=10,603; gl=1; p=.001; C=0,104). Los “partidistas” se orientan más a ver a las FAN en tareas internas, mientras que los “independientes”, la ubican en tareas externas. ¿Y qué dice el discurso militar? Se analizó de manera exploratoria el discurso pronunciado por el Comandante General del Ejército, Raúl Baduell, el día 24 de junio de 2004, en los actos del Día del Ejército. Al corpus se le aplicó un programa para el tratamiento de textos llamado MonoConc26. El programa encontró que el discurso tiene 34 párrafos. De entrada, el contenido parece apoyar lo sugerido en la parte teórica del trabajo: el proyecto militar como espacio, como dominio territorial que se condensa en la idea de Patria, analizado teóricamente por otros militares (Müller Rojas, 1992; 2003). El Estado-Nación es el legado principal de los Libertadores, y es lo que hay que cuidar. De aquí que Baduell, cuando habla de las cuatro amenazas para Venezuela, coloque en primer lugar las amenazas a la destrucción del Estado-Nación, dentro del contexto de las guerras asimétricas, posibles a partir de las nuevas tecnologías en el campo militar. La principal misión del Ejército es, entonces, la preservación del EstadoNación, el cual se contrapone a la globalización. Veamos qué sugiere el MonoConc en tres palabras claves, que sugiere la teoría esbozada antes: Ejército, Estado-Nación, y Estado nacional bolivariano. La palabra Ejército se menciona 23 veces en los 34 párrafos del texto. El diagrama de líneas de contenido es el siguiente:

25 En esta variable, se eliminaron para el estadístico las respuestas: otros y no sabe/no responde, para tener sólo respuestas con contenido 26 El MonoConc es un programa para el análisis del contenido, la sintaxis, y los patrones semánticos de cualquier texto. Se define una palabra clave, y el programa construye una matriz en donde se muestra esta palabra clave junto a las palabras de contexto con las que se relaciona, y construye las posibles relaciones de contenido

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El Ejército se construye como una instancia con vida propia. La mayoría de las menciones son auto-referencias, y la más importante es “glorioso”. Ciertamente, es una efemérides la que se celebraba, pero otras palabras sugieren que esta construcción va más allá de la fecha patria: forjador, selló, nacionalista, nuestro. Curiosamente, la palabra pueblo, en el diagrama de contenidos, se halla alejada de Ejército, lo que puede sugerir una relación cercana, pero diferencial. Algo parecido a lo que sugiere Briceño-Iragorry (1952), en su “Mensaje sin destino”: nuestra Independencia es una épica muy bonita, pero distante. Fue hecha por hombres cercanos a ser Dioses, y esto genera un distanciamiento entre el Ejército y el pueblo. Es una historia de héroes,

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pero en donde el común sólo se le menciona como bizarro, alfarero, valeroso, en forma indiferenciada y en función de unos héroes, quienes relatan la historia. Salvo el Negro Primero, el pueblo no tiene una entidad propia, sino como masa. Tal vez esto explique el distanciamiento entre las palabras Ejército y pueblo. El primero es “nuestro”, sí, pero en tanto son sus héroes lo que permite que sea de nosotros, por lo que el segundo cobra vida sí y solo sí tiene la mediación de algún héroe, como Paéz con el Negro Primero. El primero explica al segundo, y no al revés porque, herido de muerte, se alejaba, y Páez lo llama y le recrimina que se vaya, que si tiene miedo, y Pedro Camejo le responde la frase ya conocida. Pero es Paéz quien descubre el valor de Camejo. Si éste se va y muere solo, hubiese sido una baja más, y sería ese pueblo heroico, pero indiferenciado, hecho masa. La palabra Estado-Nación tuvo 2 menciones en el conjunto de 34 párrafos. El diagrama de contenidos revela que:

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El Estado-Nación tiene dos relaciones o, si se quiere, un antagonismo: se le quiere destruir, pero al mismo tiempo debe figurar. En otras palabras, a la amenaza de su destrucción, se afirma la entidad del Estado-Nación como espacio para la soberanía nacional. Finalmente, el Estado nacional bolivariano, el cual registró una mención en los 34 párrafos que componen el texto. El diagrama de contenidos indica que:

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Hay una oposición: el Estado nacional bolivariano es un concepto –de aquí que el general Baduell haga un llamado a que el Ejército defina una doctrina militar propia, para el caso venezolano- que se contrapone ¿A qué? A la globalización. A lo que amenaza el suelo nacional. Tenemos, pues, un Ejército auto-referido que tiene como misión preservar el Estado-Nación, al definir un concepto propio llamado Estado nacional bolivariano, que se opone a lo que amenaza el suelo nacional: la globalización.

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IV.-DISCUSION Y CONCLUSIONES ¿Qué conclusiones pueden sugerirse con base en el análisis previo? La primera es similar a la indicada por Feaver (1999): el estudio de las relaciones civiles-militares requiere de un enfoque multidisciplinario. Conocer el mundo militar requiere de algo más que los “chismes de calle” sobre lo que pasa en los cuarteles. Necesita de experticia tanto en el área militar como por parte de los civiles: desde la antropología hasta la psicología. De alguna manera, el llamado que hacen los resultados es a la reivindicación de una teoría propia –no “teórico-centrista”- a la hora de estudiar las relaciones civiles-militares en Venezuela. Un primer hallazgo es que las tensiones entre las relaciones civiles-militares en Venezuela se mantienen sin solución de continuidad. Lo que varía es el grado en que se expresa, dentro de la concepción general en que se inserta la presencia militar en Venezuela y, regionalmente, en el contexto de América Latina. Lo que Barrios Ferrer (1996) denomina el militarismo nacionalista el cual, en primera instancia, no necesariamente implica lo que se piensa convencionalmente: dictaduras, regímenes burocráticos-autoritarios, o totalitarismos. Lo que los resultados sugieren es que un efectivo control civil en Venezuela como percepción, no parece existir ni en los civiles ni en los militares. Lo que parece existir es una mixtura de mecanismos de control hacia las FAN, pero de tipo personal y partidista, más que institucional. En este sentido, salvo errores de interpretación, a las FAN se les construye mayormente como un sujeto político, un instrumento que puede ser usado si las circunstancias así lo requieren, lo que apoya lo encontrado por Irwin (2004). Lo que podría llamarse el núcleo figurativo de la representación social Fuerzas Armadas Nacionales, la defensa del pueblo, tiene diferentes significados para cada variable de control analizada en este estudio. No es una percepción homogénea sino diferencial. Por ejemplo, para los sectores más elevados en la escala social, las FAN tienen una función instrumental; para los sectores más bajos en la escala social, una función de tipo afectivo. Para los más educados, la función externa parece predominar; y para los menos educados, las tareas internas. De manera que no hay una Fuerza Armada sino muchas Fuerzas Armadas.

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Lo anterior nos lleva a sugerir, a partir de los resultados de esta investigación, tres tipos de Fuerzas Armadas en Venezuela, con base en sus funciones: a.-Fuerzas Armadas instrumentales: principalmente para proteger un orden económico y propiedades, con una vocación interna en términos de seguridad del Estado. Serían las Fuerzas Armadas de la oligarquía. b.-Fuerzas Armadas normativas: las más cercanas al control civil, y con una orientación externa. Serían las Fuerzas Armadas de los sectores medios educados, posiblemente socializados en los valores de la democracia representativa iniciada en 1958, los baby boomers del esplendor de la democracia venezolana en los 70 y 80. c.-Fuerzas Armadas afectivas: mayormente cumplen una función, si se quiere psicológica, de protección y dadoras. Son las Fuerzas Armadas de los estratos bajos y menos educados de la sociedad. Tanto en el primer tipo de FAN como en el último, predomina la vocación interna y la participación política. Estas sendas orientaciones son menores en las FAN normativas. Al emplear el método para agregar información cualitativa sugerido por Miles y Huberman (1984), se hizo el siguiente esquema para ilustrar estas ideas: POLITICOS

AFECTIVOS

INDEPENDIENTES

FAN CON FUNCION INTERNA

NORMATIVA

FAN CON FUNCION EXTERNA

INSTRUMENTAL

INTERNO SECTORES ALTOS

El segundo hallazgo es el modo en que ocurre la integración civil-militar. Los resultados, salvo errores de interpretación, también sugieren que los supuestos de este trabajo tienen apoyo. El contenido de un proyecto militar propio parece normalizarse en la percepción de la muestra estudiada y en el discurso militar. Más en éste último pero, como se indicó en el primer hallazgo, el tema central no es el control civil de los

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militares, sino que los militares no den un golpe, pero no importa que participen en la política o en las esferas de gobierno. Nada nuevo con respecto a lo que ha acumulado la teoría civil-militar en Venezuela. La novedad ahora es que la participación militar ya no es de tipo utilitaria –como fue el diseño de Punto Fijo, analizado por Arroyo Talavera (1988) y Norden (1998) para el caso de las FAN- sino ideológica y política. El principio de Punto Fijo de unas Fuerzas Armadas apolíticas, obedientes y no deliberantes definido en el artículo 132 de la Constitución de 1961, es sustituido por el principio de la administración Chávez, contenido en el artículo 328 de la Constitución de 1999: un cuerpo militar político, obediente y no deliberante (Sucre, 2003). Sencillamente, no es dictadura, ni militarismo, sino que las FAN tienen vida propia. Para emplear una expresión de Mao Tse Tung que es citada con mucha frecuencia por el Presidente Chávez al referirse a lo civil y lo militar, las FAN son al pueblo lo que el pez al agua. Una relación natural, simbiótica, y mimética. El profesional de las armas en este modelo es el militar-ciudadano, que puede tener dos tipos: el político (por ejemplo, el general Jorge García Carneiro) y el institucional (por ejemplo, el general Raúl Baduell), pero ambos unidos en torno a un proyecto, definido por el Comandante General del Ejército: el Estado nacional bolivariano, que da respuesta a una situación más global y que define su vocación latinoamericana: la crisis del Estado Nacional en América Latina (Barrios-Ferres, 1996), centrada en el agotamiento del modelo sustitutivo de importaciones (Del Búfalo, 2002), que todavía no ha podido ser reemplazado, a pesar de las diferentes estrategias económicas de nuestros países. Más que hablar, entonces, de subordinación militar al poder civil, parece que el esquema es una horizontalidad del poder militar y del poder civil apoyada, al usar la terminología de Hungtinton, en la maximización del control subjetivo sobre las FAN, al identificar a éstas con un proyecto político. Si algo puede decirse de la administración Chávez y su política militar, es que ha tenido éxito en el control subjetivo, al identificar los intereses del proyecto de la V República con los intereses de las FAN. Una convergencia ideológica. A partir de los resultados, se abren nuevos caminos para este proyecto de investigación. El primero, aproximar si este modelo es el adecuado en los términos

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del control civil de las Fuerzas Armadas, si es que esto último tiene alguna relevancia tanto para los civiles y militares en Venezuela. Lo segundo, identificar los patrones de interacción y las reglas de juego que se construyen hoy hacia lo militar. Los modelos de la agencia de Feaver y el de Huntington para generar una reflexión propia que contribuya a hacer teoría, parecen que pueden ayudar mucho a entender las relaciones civiles-militares de la Venezuela del Siglo XXI.

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