FUERA DE LA DICOTOMÍA CARTESIANA

May 29, 2017 | Autor: Marcelo Ceberio | Categoría: Psicología, Psicología clínica, Psicologia Cognitiva, Psicoterapia Sistemica, Psicoterapia
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Descripción

P á g i n a  |  1     Ceberio M.R. (2013) “Fuera de la dicotomía cartesiana” en Kerman, B y Ceberio M.R. “En busca de una ciencia de la mente”. Buenos Aires. UFLO

FUERA DE LA DICOTOMÍA CARTESIANA Marcelo R. Ceberio

Resumen El artículo plantea que a pesar que entendamos que la observación de los fenómenos humanos debe ceñirse a la totalidad, tendemos a fraccionar nuestro objeto de estudio descriminando mente por una parte y cuerpo por otra. A pesar que en espacios de reflexión comprendamos el todo indivisible, en la espontaneidad continuamos dicotomizado al objeto. Además plantea que el concepto de libertad, epistemológicamente visto, resulta imposible: claramente una falacia. Estamos presos de sistemas tanto contextuales, cognitivos como biológicos y, desde esta pespectiva, el cambio humano es dificultoso.

Palabras claves: cambio, psicoterapia, dicotomía, libertad epistemológica

La falacia de la libertad epistemológica Operamos a través de modelos y de modelos de modelos, así de manera infinita, nuestra mente procesa información. Siempre mediante modelos de conocimiento, algunos específicos, otros a nivel meta, como de hecho es la epistemología lineal, líder del positivismo y patrimonio paradigmático de la sociocultura.

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Las ciencias modernas y posmodernas, complejas, subjetivistas y como tales constructivistas, con un neto predominio de ejes epistemológicos circulares no han alcanzado el estatus de paradigma de la sociocultura que ha paradogmatizado la linealidad, que será un hueso duro y resistente de roer a la hora del cambio. Cuando hacemos referencia al modelo sistémico, hablamos del modelo de la ciencia a un supranivel, mientras que una de las aplicaciones de la progenie cibernética y sistémica, es la psicoterapia, como hemos visto en diferentes partes del texto. Existen numerosos mitos acerca de la forma de hacer psicoterapia, mitos que muestran la tendencia a repetir esquemas estereotipados sin fundamentos o con avales con poca monta teórica. Frases, explicaciones, práctica y formas de actuación en las sesiones, conforman un glosario de errores que se transmiten sin pensar o cuestionar lo que se está explicando. Y esto se traspasa de generación a generación de terapeutas. Tal cual el cuento del cómo cocinar el pavo. Cuando la mujer lo troza para cocinarlo, de cara a la pregunta de su amiga de ¿porque troza el pavo y no lo coloca entero en el horno?, no tiene respuesta. Solamente dice que lo aprendió de su madre: Porque mi mamá lo trozaba. Y haciéndole la misma pregunta a su propia madre, le contesta No sé, mi abuela lo trozaba. Es claro que esta abuela vivió en una época donde la puerta de los hornos de las cocinas era pequeña y el pavo entero no entraba, por eso hacía falta cortarlo. Cuantas veces tendemos a aplicar soluciones memorizadas y reiteramos el más de lo mismo, principalmente en la resolución de problemas. Mientras que continuamos aplicando fórmulas con esquemas repetitivos, patrocinados por ecuaciones lineales, pensamiento dicotómico, lógica binaria, etc. En muchas oportunidades cuando dicto clase de epistemología y explico la rigidez de los esquemas mentales, realizo el ejercicio de los nueve puntos. Este es un problema

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simple y dificultoso de aprender y que en algunos de los textos de P. Watzlawick se encuentra como ejemplo de soluciones intentadas fracasadas. Se colocan nueve puntos (tres, tres y tres en hilera) y la consigna es atravesarlos sin levantar el lápiz con cuatro líneas rectas.

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En principio, es imposible no ver el cuadrado (por la ley gestáltica de la proximidad: una sucesión de puntos observan una línea recta). Cuando uno suelta la consigna, la persona queda atrapada dentro de la cuadrícula ensayando las líneas de unión pero circunscriptas al perímetro del cuadrado. Para lograr resolver el problema se debe exceder la ilusión de ese perímetro. Las líneas que trazaremos para solución de la propuesta deben traspasar los límites del cuadrado imaginario y voila!!. El cuadrado que vemos no solo es concreto sino que es una metáfora de nuestra propia cuadratura conceptual, nuestros esquemas rígidos que no nos permiten salir de nuestro modelo de procesar información. Para exceder el perímetro de nuestro modelo, hace falta creatividad. Si realizamos una asociación con la teoría de los dos hemisferios, la cuadratura es nuestro hemisferio izquierdo, racional, de cálculo matemático; mientras que el derecho, (las líneas que exceden el perímetro) es más emocional y es el que nos indica el camino de la creatividad. Todos estos mitos son correctores de desvío, hacen a la construcción rígida y no permiten cuestionamiento, son per se, mejor dicho esa es la creencia que no nos permite atrevernos al cambio. Al final de cuentas, no solo somos presos de sistemas -puesto que

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integramos y vivimos en sistemas- sino que estamos atrapados en nuestros modelos mentales, pero aún más, estamos a la debacle de nuestra biología. En este sentido, la libertad es una falacia. En relación a los modelos terapéuticos, la evolución entre práctica clínica, mitos, contextos, patologías, entre otros, han dogmatizado en gran parte la teoría y la práctica, acomodando los hechos a las teorías, aunque también se comenzó a cuestionar y reformular ciertos planteos arrojando nuevas definiciones. Por ejemplo, los sistémicos comenzaron a rectificar ciertos términos que generaban confusión. En principio, dejaron de pelearse con los psicoanalistas y a desvalorizarlos defensivamente, o sea, comenzaron a construir una identidad propia. No necesitaron, como en los inicios ser en diferenciación con, a pesar de que debieron hacerse lugar a los empujones, de cara a una neta primacía del Psicoanálisis como el único modelo de psicoterapia válido y ético. A su vez, los psicoanalistas, descalificadores al inicio, se han vuelto más respetuosos de la práctica de otros modelos terapéuticos, aunque todavía se repite el sin sentido de diferenciar Psicoanálisis de Psicoterapia. Es decir, colocar en simetría lógica dos conceptos en el que uno se incluye en el otro: Psicoterapia se halla en un nivel lógico superior y el Psicoanálisis es uno de sus modelos. En los últimos 30 años, en afán de corrección de términos, la permutación del rótulo de Terapia familiar por Terapia sistémica es uno de los cambios que no se ha instaurado totalmente. Terapia familiar asociado al modelo sistémico muestra la raigambre histórica de la gestación del modelo, cuando se investigaba con familias con el objetivo de observar los dobles lazos comunicacionales y cuando el ingreso de más de un miembro en el consultorio fue considerado una de las primeras herejías, al decir de P. Watzlawick (1981). Este término siempre ha llevado a confusión, puesto que la terapia familiar no solo es ejercida por sistémicos, pero a la vez, la terapia sistémica no

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puede ser reducida al campo de la familia porque también trabaja con parejas, grupo, individuos y organizaciones. También se ha teorizado más sobre la teoría del modelo como, además, sobre la aplicación en diferentes trastornos. En las primeras publicaciones sistémicas, contrariamente a lo que sucedía en la bibliografía sobre los modelos tradicionales, en el 30% de un texto se concentraba la teoría y el 70% restante consistía en desgravación de casos clínicos. Esta actitud de mostrar pragmatismo era coherente con las acciones desenvueltas en el marco de las sesiones: prescripciones de acciones, uso de espejo unidireccional, vídeo y grabación de las consultas, intervenciones en la comunicación, hacían un todo práctico y de cambio en tiempo breve. A propósito, fue el término Breve uno de los grandes bastiones, casi un eslogan en las cimientes del modelo sistémico buscando su identidad por diferencia con los modelos clásicos de larga duración. Hoy sabemos que la brevedad dependerá de multiplicidad de variables, principalmente del contexto donde se aplique y, seamos realistas, el modelo sienta muy bien en servicios hospitalarios abarrotados de pacientes en lista de espera, en la consulta privada quien puede pagar no solamente busca la solución a su problema sino también un espacio de reflexión y coloquio. En este tiempo, la evolución del modelo ha destruido viejas disputas antinómicas, también con ánimo de desestructurar el pensamiento binario del que la lógica racionalista hizo gala. Por ejemplo, la polaridad epistemológica lineal/circular. El intento por trasladar ideas cibernéticas a circuitos humanos, antagonizaba las dos epistemologías colocándolas en el mismo nivel lógico. Se hablaba de la linealidad como la búsqueda del porqué, el pasado, mientras que la circularidad se homologaba con el para qué y el futuro. Hoy no podríamos decir lo mismo. Los circuitos sistémicos se hallan en un nivel lógico superior a los tramos de linealidad. En todo circuito circular,

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se encuentran tramos lineales como unidirecciones en la dialéctica de los feed-back. Se puede leer una situación linealmente, pero a consciencia que es solo un tramo o una secuencia parcial de un entramado de circularidades. No obstante, cada vez más los investigadores o, más precisamente, la ciencia misma ha adoptado la epistemología sistémica-cibernética como base de conocimiento (y esto no solo abarca la observación del fenómeno, sino también a las construcciones de hipótesis, lo que implica procesos más sofisticados de pensamiento que incluyen tipologías y categorizaciones). No así la sociedad. Socioculturalmente, la linealidad continúa sistematizada en la percepción de los seres humanos, razón por la que de manera automática se disparan elucubraciones, opiniones y observaciones, que tiene su cimiente lineal y se expresan bajo el patrón lingüístico del término porque. Todavía, la noción de circularidad no se ha instaurado como paradigma en la sociocultura y solo es patrimonio vigente de unos pocos. Nuestra epistemología, no solamente es el resultado de un complejo proceso inherente a la percepción, sino que también involucra la transmisión -exactamente: la enseñanza- de un proceso cognitivo que procesa la percepción. Más allá del acto primario de conocer como la contemplación del fenómeno, los procesos secundarios del procesamiento de información como categorizaciones, construcción de premisas, organización de las mismas en una hipótesis, son aprendidos en el modelaje familiar, escolar y de diversos grupos secundarios sociales. Y, por ahora, ese modelo es lineal. El observador común, entonces, no cuestiona sus premisas y no entiende a sus opiniones como autorreferenciales. Esto hace claro elogio a la objetividad, concepto sostenido por las ciencias clásicas, perimido para las ciencias modernas, y aún alentado por la sociocultura. Ser objetivo aún es sinónimo de excelsitud y la subjetividad es pecaminosa. La gente común reclama (utópicamente) objetividad en los medios de

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comunicación, en la mirada profesional, en las opiniones en boca de los que considera personas calificadas. Pero tampoco objetividad y subjetividad competen al mismo status lógico. Las premisas modernas y postmodernas señalan que todas las relaciones con las cosas (incluidas los seres humanos) son subjetivas y pueden establecerse diferentes niveles de objetividad relacional dentro de tal subjetividad. Hoy creo, que definir qué significa ser sistémico va más allá de un modelo de psicoterapia, remite más bien a una forma de vida. Hay que describir al modelo desde la epistemología, como un modelo de modelos que moldean la lupa perceptiva personal. Entonces, el ser un terapeuta que ejerce sistémicamente sugiere escuchar preguntando sobre una trama de complejidades y complejidades de complejidades. Implica articular multiplicidad de ópticas que devienen de campos teóricos como la antropología, medicina, filosofía, neurociencias, entre otros, que constituyen aportes para construir una hipótesis medianamente completa. Aquí se pone en juego la opinión del equipo terapéutico puesto que proporciona diferentes conceptualizaciones que deben descartarse o reafirmarse en la construcción de esa hipótesis única, una hipótesis abierta a nuevas propuestas. Aunque no solo es el equipo detrás del espejo con quien intercambia información, sino también siempre estará dispuesto a realizar interconsultas con otros profesionales o instituciones que puedan favorecer el proceso terapéutico. En este sentido, el terapeuta sistémico intenta ayudar a resolver el problema de su paciente y devendrá un maestro comunicacional que enseñará una nueva epistemología, una forma recursiva de ver la vida. En este tiempo, otros modelos terapéuticos lejos de la tradición psicoanalítica, han cobrado más y más vigencia. Han debido hacerse lugar a los codazos en un principio, pero hoy se hallan afirmados. El modelo cognitivo de profunda tradición terapéutica y

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larga data en las lides clínicas, por ejemplo, en sus nuevas versiones se desarrolla como punto de mirada en la atención clínica con su gran despliegue técnico y de investigación. Se enseña actualmente en la Universidad y las personas ya conocen de qué se trata. El modelo gestáltico como la Logoterapia y el Transaccional, se agrupan en asociaciones y también ocupan terreno en las materias universitarias y en cursos de posgrado.

Modelos

como

la

Psicología

positiva,

Constelaciones

familiares,

Neurociencias, Psicoinmunoneuroendocrinología, EMRD, Mainfullness, PNL, han comenzado a difundirse y a generar cursos de formación de posgrados, especializaciones y masters. El modelo sistémico, hoy forma parte del currículo universitario, se ha desarrollado especialmente en diferentes trastornos, ha tentado de realizar diagnósticos relacionales, ha trabajado la persona del terapeuta, etc. Todos los modelos terapéuticos han fornido al terapeuta de múltiples recursos técnicos y estratégicos, de intervenciones y prescripciones que abordan las diferentes entradas de información y cambio, tanto emocionales, cognitivas como pragmáticas.

Hipótesis que articulan polivariables En la actualidad, el timón epistemológico parece cada vez más dirigirse hacia el constructivismo sistémico, no como modelo terapéutico sino como modelo de la ciencia que se traslada a la forma de conocer del profesional. Pero este giro sugiere involucrar diferentes estamentos del ser humano y abordarlo desde esta

polivariabilidad de

factores. Hace falta entender que el individuo integra sistemas y el feed-back y la interacción desarrollada en ellos implica que la persona ES con otros, enmarcado en los diversos

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contextos donde evoluciona. En dirección a esta integración, las formas de procesar información y los contenidos de la información procedentes de la estructura cognitiva, sus esquemas de creencias y valores, son determinantes y consecuentes con la interacción (veo lo que construyo y construyo lo que veo). Por otra parte, en acople complementario, las emociones que surgen como consecuencia y motivación de las conductas interactivas y atribuciones cognitivas humanas, se constituyen en un factor puente entre ellas y toda una condición neurobiológica. Por último, el sistema endocrino, la regulación del eje hipotalámico hipofisario, el sistema inmunitario y nervioso con todas las secreciones de neurohormonas y neurotransmisores, impacta todos los sistemas en un feed-back poderoso. Para entender todo este proceso de gran complejidad se debe apelar a una visión circular sistémica, para lograr entrelazar las diferentes variables de manera recursiva. Es imposible comprenderlo a la luz de la linealidad. Es un reduccionismo. Además, ninguno de estos factores tiene preeminencia uno por sobre otro; la preeminencia y el impacto de uno por sobre el otro, dependerá de la situación. Por lo tanto, la estructuración de una hipótesis implica articular toda esta variabilidad de factores que, en sinergia, producen el resultado sintomático. Aunque cabe aclarar que siempre es una hipótesis abierta, un “estructurando” que se cuece a fuego lento en cada sesión, en pos del ingreso de nueva información. En relación a explorar los antecedentes de vida con respecto a su problemasíntoma, es importante observar la dominación del síntoma por sobre la persona. Esta “tiranía sintomática” hace que la persona se encuentre en una posición por debajo y a merced del síntoma, lacerando su propia autoestima y reproduciendo cognitivamente

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pensamientos automáticos negativos que lo sumergen en la más profunda impotencia y paralización. La segunda, remite a los intentos fallidos por resolver el síntoma. Todas las tentativas de romper con la dominación y hegemonía del síntoma, son fracasadas. La forma sistematizada de procesar la información, el contenido, o sea, lo que se intenta por resolverlo, siempre están enmarcados en el mismo repertorio de soluciones patrocinadas por el pensamiento lógico matemático y binario, causalista lineal, con lo cual perpetúa y refuerza la producción sintomática. Parte de esta exploración que el terapeuta realiza en las sesiones delimita también cuatro factores que accionan complementariamente: 1. Grado de intensidad de los síntomas 2. Frecuencia de aparición 3. Cantidad de síntomas que los conforman 4. Tiempo de aparición

Estas variables automatizan una serie de procesos a los que llamamos “inercias” que producen resistencias al cambio. Esto quiere decir que a la hora de focalizar un problema, no solamente debe analizarse el contenido del mismo sino los problemas sucedáneos que generan en el sistema al cual pertenece pero que a la vez el mismo problema funda. Más claramente: un problema nace en un sistema pero a la vez crea un sistema dentro del sistema que lo vio nacer; un sistema cuyas normas, características, funciones, giran en torno a su dirección. También constituyen problemas que coprotagonizan al problema central: las soluciones intentadas fracasadas (Watzlawick, Weakland y Fisch. 1974) que al ser inefectivas refuerzan el problema en cambio de solucionarlo. Por lo tanto, contenido problema, sistema problema, intentos de solución

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fallidos problema, hacen a una gran complejidad en el análisis de un caso. Las interacciones que se estructuran a raíz del despotismo sintomático (pero que al mismo tiempo este despotismo es producido por la disfuncionalidad del sistema) se encuentran totalmente sistematizadas y a la debacle de una inercia que parece irreversible. Esta inercia interactiva genera una reverberancia tal que indefectiblemente y en mayor o menor medida será una primera fuente de resistencia al cambio (y “primera” solo por imponer un orden didáctico, no en un sentido jerárquico lineal). No solo se intenta el más de lo mismo, sino que este comportamiento organiza sistemas de relación familiares y del sistema extrafamiliar, como consejos y acciones del entorno. Esto constituye un primer “entrampe” de corte relacional que genera resistencias al cambio y del que resulta dificultoso salir. Los síntomas–problema crean un sistema con sus propias reglas y nuevas funciones (R. Ceberio, 2013). También se automatizan procesos cognitivos. Esta segunda inercia remite, como señalamos anteriormente, a la sistematización de procesos cognitivos, o sea, una forma de pensar el problema y su solución, regido por la lógica convencional y la activación – en la medida que se fracasa en resolver- de pensamientos automáticos negativos, como pensamientos del “debería”, falacias de control, pensamiento dicotómico, predicciones negativas, descalificación de lo positivo (Riso, 2009). Nuestro cerebro procesa la información de manera sistematizada con una neta preeminencia del hemisferio izquierdo, racional, lógico y matemático. El método que aplicamos al proceso se halla estructurado de manera secuencial, paso a paso, y esto genera un efecto “cascada” o “dominó” donde una pieza hace caer a la siguiente. Además, es de observar que también existen contenidos de pensamientos que son los elementos que se elucubran, procesan y elaboran. Nuestra mente pone en juego multiplicidad de contenidos que se alojan en nuestro almacén cognitivo que tiene su

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sede física en el hipocampo que como centro de memoria y aprendizaje, colabora con el lóbulo frontal en el análisis y con nuestra percepción en el trazado de distinciones. Por último, las categorizaciones enmarcan semánticamente nuestros “captos” (R. Laing 1961), de acuerdo a la posibilidad atribucional que surge de los esquemas cognitivos, valores y creencias (Beck. 2000, Risso. 2009). Sin dejar de tomar en cuenta la posibilidad de emergencia de pensamientos automáticos que entorpecen la libre percepción-construcción de la realidad. Una tercera inercia se halla en el territorio de las emociones y quizá este es un tema que precise de un desarrollo mayor. Este es un área que durante años fue relegada por el mundo de la ciencia, y en la psicoterapia en particular, otorgándole preeminencia al pensar, o sea al territorio de la racional: pero hoy se ha recategorizado en positivo y con una significación de indispensabilidad en la adaptación y supervivencia en el contexto. Todos los humanos poseemos una forma de emocionar, un estilo de expresar las emociones y sentimientos. También son diferentes los contenidos que nos sirven como estímulos para nuestras reacciones emocionales. No solo es la emoción del otro la que me contagia la emoción, sino que también me proyecto en la emoción del otro, y además emociono por mis propios contenidos que me emocionan. Las emociones poseen un tono determinado y son predominantes en la personalidad de acuerdo a las situaciones. Esta predominancia hace que nos identifiquemos con ellas. En este sentido, las emociones son identitarias, es decir, su persistencia hace que nos sintamos que somos nosotros y hasta nos produce una disonancia cuando nos asaltan emociones que no pertenecen a nuestra categoría emocional.

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Las emociones ejercen funciones biológicas fundamentales que son el resultado de la evolución y de lo que se llama factores epigenéticos (los elementos del contexto que terminan modificando nuestra biología). Estas funciones permiten al organismo sobrevivir en entornos hostiles y peligrosos, razón por la que se han conservado prácticamente intactas a través de la historia evolutiva (Le Doux. 1999). Siempre se ha relacionado las emociones con el cerebro antiguo, lo que se llama arquicortex o el cerebro primitivo: el sistema límbico. Este sistema está formado por diversas estructuras cerebrales (tálamo, hipotálamo, amígdala, hipocampo, séptum, mesencéfalo y cuerpo calloso) que provocan respuestas orgánicas y fisiológicas ante la presencia de estímulos emocionales. El sistema límbico interacciona muy velozmente con el sistema endocrino y el sistema nervioso autónomo y en general no median estructuras cerebrales superiores de la neocorteza. Está relacionado con la memoria, atención, conducta, instintos sexuales, emociones. La Psicoinmunoneuroendocrinología (PINE), estudia los vínculos entre cuatro sistemas: existen entre el sistema mente, el sistema inmunológico, el sistema nervioso central y el endocrinológico. Según Robert Ader, hay una infinidad de modos en que el sistema nervioso central y sistema inmunológico se comunican: sendas biológicas que hacen que la mente, las emociones y el cuerpo no están separados sino íntimamente interrelacionados. Se está descubriendo que los mensajeros químicos que operan más ampliamente en el cerebro y en el sistema inmunológico son aquellos que son más densos en las zonas nerviosas que regulan la emoción. También se estudió la influencia de las hormonas del estrés (adrenalina, noradrenalina y cortisol) en relación a las emociones y el sistema inmunitario, mostrando como estas hormonas bloquean la función de las células inmunológicas, disminuyendo las defensas. Por tal razón nos enfermamos desde un simple resfrío hasta

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un cáncer, a posteriori de una situación de alto voltaje emocional. Basándose en este hecho las emociones negativas cómo se las considera a la ira, la ansiedad y la depresión, podían ser las causales de ciertas enfermedades. Las investigaciones no han arrojado datos clínicos suficientemente categóricos como para establecer una relación causal directa, pero sí se reconoce que las personas poseen un grado de vulnerabilidad mayor a posteriori de un hecho traumático. Hay investigaciones que han establecido la relación entre el enojo y la ira con los ataques cardíacos (Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford). Han observado que los pacientes que habían sufrido al menos un ataque cardíaco lo habían desarrollado después de cuando se sentían furiosos. Incluso si se conectaban con el recuerdo de estas imágenes se producía una disminución de la eficacia de bombeo de su corazón acompañado de ansiedad. (Goleman, 1996). Por ejemplo, la ansiedad influye principalmente en contagiarse enfermedades infecciosas tales como herpes, alergias, resfríos, gripes y herpes, entre otras. Si bien estamos expuestos permanentemente a esos virus, normalmente nuestro sistema inmunológico los combate, sin embargo, las defensas fallan. Cuantas más ansiedades existan, mayor será la incidencia de patologías infecciosas. Contrariamente a las emociones negativas, encontramos otro tipo de emociones: la risa y el buen humor. La capacidad de estar de buen humor permite observar los problemas desde una perspectiva positiva y con buen pronóstico. Una actitud optimista hace que se construyan situaciones positivas, puesto que al final de cuentas, más allá de la suerte, la realidad personal es una construcción personal. Una persona que posee esperanzas de que su futuro sea promisorio, tiene mayor resistencia frente a los obstáculos que puedan aparecerle en el trayecto hacia sus objetivos. Mientras que alguien piense negativamente y de manera pesimista, conlleva a

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generarle baja autoestima, abandono personal y estas formas minan casi indefectiblemente su sistema inmunológico Toda esta interconexión entre sistemas fue investigada en los años ochenta por la neurocientífica Candace Pert (2003) y su equipo del Instituto Nacional de Salud Mental de Maryland, en USA, que descubrieron que un grupo de moléculas, llamadas péptidos, son los mensajeros moleculares e intermediarios entre tres sistemas distintos que hasta ese momento se estudiaron de manera independiente: nervioso, inmunológico y endocrino. Estos factores neuroquímicos los llamamos la cuarta inercia. En la imagen tradicional estos tres sistemas están separados y tienen funciones diferentes. El sistema nervioso, constituido por el cerebro y una red de células nerviosas que abarca todo el cuerpo, es la sede de la memoria, el pensamiento y la emoción. El sistema endocrino, constituido por las glándulas y las hormonas, es el sistema regulador principal del cuerpo, el cual controla e integra varias funciones corporales. El sistema inmunológico, constituido por el bazo, la médula ósea, los nodos linfáticos y las células inmunológicas que circulan a través del cuerpo, es el sistema de defensa del cuerpo, responsable de la integridad de los tejidos y de controlar los mecanismos de curación de heridas y reparación de tejidos. Los péptidos, una familia de sesenta a setenta macromoléculas, fueron estudiados originalmente en otros contextos y recibieron nombres diferentes: hormonas, neurotransmisores, endorfinas, factores de crecimiento, etc. Al ligar a las células inmunológicas, las glándulas y las células del cerebro, los péptidos forman una red sicosomática que se extiende por todo el organismo. Juegan un papel crucial en las actividades coordinadoras del sistema inmunológico ya que ligan e integran las actividades mentales, emocionales y biológicas.

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La mayoría de las señales que vienen del cerebro se transmiten por medio de los péptidos producidos por las neuronas. Al fijarse en receptores alejados de las neuronas que los originaron, estos péptidos actúan no sólo a lo largo de todo el sistema nervioso, sino también en otras partes del cuerpo. Otro aspecto fascinante de la red sicosomática recientemente reconocida es el descubrimiento de que los péptidos son la manifestación bioquímica de las emociones. La mayoría de los péptidos, si no todos, alteran la conducta y los estados de ánimo, y los científicos suponen que cada péptido puede evocar un tono emocional único. El grupo entero de sesenta a setenta péptidos puede constituir un lenguaje bioquímico universal de las emociones. Tradicionalmente los neurocientíficos han asociado a las emociones con áreas específicas del cerebro, como señalamos anteriormente, con el sistema límbico. Esto es correcto. Resulta que el sistema límbico está muy enriquecido con péptidos. Sin embargo, no es la única parte del cuerpo donde se concentran los receptores de péptidos. Por ejemplo, todo el intestino está cubierto con receptores de péptidos y es por tal razón que muchas veces cuando estamos ansiosos o nerviosos, es el aparato digestivo el blanco de nuestras tensiones. Si es verdad que cada péptido interviene en un estado emocional particular, esto significaría que todas las percepciones sensoriales, todos los pensamientos y, de hecho, todas las funciones corporales están teñidas emocionalmente porque todas involucran a los péptidos. De hecho, los científicos han observado que los puntos nodales del sistema nervioso central, que conectan a los órganos sensorios con el cerebro, están enriquecidos de receptores de péptidos, los cuales filtran y priorizan las percepciones sensoriales.

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Estos aspectos investigados hacen que se revisen las concepciones de la emoción, y se la entienda como una vía intermedia y transversal que atraviesa numerosas situaciones de vida e involucra la sinergia de sistemas que lejos de estar separados actúa en total complementariedad. Por lo tanto, frente a la constitución de un problema o a una situación problemática, se construye una forma de intentar solucionarla que dada su ineficacia termina edificando un sistema. Una vez que se ha confeccionado el sistema da inicio a una serie de interacciones y formas de comunicación que sostienen funciones, reglas y todo un código que rige las relaciones y el funcionamiento general. Al mismo tiempo la forma en que se procesa la información se haya sistematizada ensayando el más de lo mismo en la forma de pensar el problema y en la forma de resolverlo, más allá de la ilación de pensamientos automáticos que se encadenan lacerando la autoestima en la medida que el problema no se resuelve y termina dominando la vida de la persona. El surgimiento de las emociones que merodean a la situación y que activan una serie de neuropéptidos, crean receptores de membrana que esperan el péptido específico en el espacio intercelular. Si en el decurso de las sesiones, se suprime la situaciónproblema, se bloquean la forma de procesar la información y las emociones subsecuentes, razón por la que se suprime la producción de los péptidos asociados a las emociones dejando a los receptores de membrana “sedientos” y a la espera de abastecimiento. Este efecto no es ni más ni menos que el llamado “síndrome de abstinencia”. Estas cuatro inercias o sistematizaciones constituyen lo que llamo “los cuatro jinetes de resistencia al cambio”. La debacle inercial impide resistiendo el cambio que, si se produce, venciendo a la resistencia, es factible que haya recaída: el sistema buscará reencontrarse con los parámetros conocidos: sistémico (el sistema con sus

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características le proporciona una identidad a los integrantes), cognitivo (reiterando esquemas, valores, formas de proceso de información), emocional (el tono, las emociones conocidas e identitarias) y por último, la inercia neuroquímica (el neuropéptido ligado a un receptor de membrana). En conclusión y uniendo las cuatro inercias: la situación genera una serie de pensamientos anticipatorios negativos y las emociones subsecuentes, y éstas producen neuropéptidos acordes. No obstante la secuencia no opera con tal linealidad. Los pensamientos negativos crean la situación / la situación genera emociones y las emociones pensamientos negativos / las emociones crean situaciones y las situaciones pensamientos negativos / los neuropétidos producen emociones y éstas crean situaciones, etc. En síntesis, un todo recursivo de interinfluenciabilidad. Es decir, un todo inercial del cual es muy dificultoso salir, más aún, desde las dos observaciones clínicas que operan como llave efectora y que favorecen el sostén de la inercia generando resistencias al cambio que son: la baja autoestima y las soluciones intentadas fracasadas. En síntesis, se trata una vez más de bregar por la desestructuración de la dicotomía cartesiana, en el intento de unificar soma y psique. Este es un tema que se habla, se piensa, se reflexiona y la mayoría de los profesionales coinciden que se debe estudiar al ser humano desde una perspectiva holística que aúne lo indiviso, pero que la observación del médico o el psicólogo dicotomiza. Lamentablemente, en el fragor y la espontaneidad de las interacciones, los mismos que critican la escisión mente-cuerpo, son los que terminan parcializando e interpretan los problemas humanos observando la mente y segregando al soma. Siempre recuerdo a Alberto, un profesional que acababa de jubilarse. Estaba angustiado, síntoma que le había sobrevenido a partir de su entrada en la jubilación.

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Razón por la cual, el equipo médico significaba linealmente angustia-jubilación. Sobre esta base, a la angustia se la llamó depresión y a la depresión se la llamó depresión del gerente. A esto se le anexaba una esposa hiperquinética y una gran inapetencia, ya que Alberto no quería comer. Todo se ajustaba a su trastorno. Sin embargo, no quise quedarme con esa versión, me conecté con un médico con mi misma orientación neurocientífica para realizar algunos análisis clínicos, resonancias magnéticas, tomografías, en fin, un análisis completo. Después de 10 días a la espera de los resultados, el médico me llamó porque detectaron “algo raro” en el aparato digestivo. Más tarde se confirmó: el pobre Alberto tenía cáncer, pero fue detectado a tiempo. Cabe la pregunta: qué hubiese sucedido si se continuaba trabajando con el paciente como si estuviese deprimido y su falta de apetito un síntoma acorde. Al final de cuentas, no importa el modelo con que trabaje el profesional, lo más importante es el vínculo empático que establece con su paciente y si lo desempeña con ética y responsabilidad, sapiencia, creatividad y comprendiendo al ser humano como un todo donde pueden analizarse multiplicidad de aristas interconectadas y que le otorgan significado a su momento de vida.

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