Friedrich Schiller. la cultura estética como medio para la transformación política

July 5, 2017 | Autor: Santiago J. Napoli | Categoría: Friedrich Schiller, Estética, Idealismo Alemán, Germanistik
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Descripción

Friedrich Schiller: la cultura estética

como medio para la transformación política[1]



Santiago J. Napoli
Universidad Nacional del Sur



Muchos de los debates actuales acerca de la teoría y la praxis
política giran indudablemente en torno a la cuestión del arte y sus
implicancias para la vida en comunidad. Esto no es nuevo; hace ya varias
décadas que el pensamiento contemporáneo intenta desentrañar los secretos
del ser social a la luz de la estética y la filosofía de lo bello.
Encontramos quizás en el siglo XVIII el antecedente más importante.
Friedrich Schiller explica en sus Cartas sobre la educación estética del
hombre (1795) cómo una auténtica revolución en la esfera de lo político
sólo puede darse a partir de una previa transformación estética del
individuo. Esta última sería puesta en marcha gracias al instrumento que el
autor denomina cultura estética. El objeto de nuestro trabajo será ver qué
implicancias tiene tal concepto, entendido a partir de su función como nexo
entre lo individual y lo público, en la filosofía del mencionado autor.


Ya desde el comienzo de las Cartas expone Schiller la necesidad de
anteponer el problema de la belleza al de la política. A pesar de
encontrarse inmerso en una sociedad cuyo problema por antonomasia es el del
Estado y la vida pública, el filósofo prefiere tomar otro camino en sus
investigaciones. Su planteamiento es claro: las dificultades que se
presentan en una época sumamente política no se resuelven con más política,
sino tomando la vía de lo estético. Schiller lo expresará afirmando que "a
la libertad se llega por la belleza."[2]
El pensador alemán se dispone a realizar un diagnóstico de las fuerzas
políticas tal como se estructuran en su época. Esto le permitirá más
adelante mostrar la necesidad de la cultura estética para la transformación
social. Así es como observa la existencia de dos tipos humanos actuales:
por un lado los hombres efectivos, que conforman Estados naturales; por
otro, los hombres problemáticos, cuyo producto es precisamente un Estado
ideal. La meta hacia la que el estadista se orienta en cada una de estas
formas estatales es la libertad individual y social de sus ciudadanos. Sin
embargo, sólo los Estados ideales parecen ejemplificarla de la manera más
acabada. Pero estos últimos no acontecen justamente en la realidad
efectiva, pues esta únicamente cuenta con Estados naturales, que responden
en mayor o menor medida al ideal político al que aspiran.
El desafío es por ello formar el Estado en la idea sin por ello poner
en peligro la existencia efectiva del hombre. Schiller utiliza la metáfora
reloj-Estado para mostrar el mayor problema de la política: componer dicho
reloj "sin interrumpir su movimiento de rotación".[3] El dramaturgo admite
la posibilidad histórica de concretar un régimen de la libertad (=arreglar
el reloj); su coste, sin embargo, sería demasiado alto: menoscabar la
libertad de los individuos (=detener las partes que componen el reloj). Por
ello el pensador alemán decide invertir la fórmula, al probar que solo a
través de una transformación individual puede la sociedad comenzar a formar
un nuevo Estado de la libertad.
Schiller percibe la imposibilidad de cualquier tipo de progreso
político al interior del propio Estado. Contrariamente, el poeta dirá que
el Estado debe arreglarse desde fuera, más precisamente desde la esfera del
arte, a través del instrumento de la cultura estética (ästhetische Kultur).
Este tipo de formación a través de lo bello se diferencia de la
cultura estética tal como es entendida por los pensadores contemporáneos a
Schiller. El concepto en cuestión, referiría a los períodos de gran
florecimiento y desarrollo de las artes en un pueblo. Para muchos
pensadores, de entre los que se destaca Rousseau, su despliegue tendría que
ver con el germen de la decadencia de una humanidad excesivamente refinada
y se presentaría en las épocas de mayor debilidad y depravación morales.[4]
Schiller observa que la libertad política y el refinamiento del gusto
nunca parecen ir de la mano en la historia. Su propio concepto de cultura
estética tiene por ello más que ver con la obtención de un temple de ánimo
liberador que con el mero fomento de las bellas artes. Se muestra así el
carácter profundamente antropológico de dicha herramienta, cuyo fin es
transformar primero al individuo partiendo de su naturaleza constituyente.
El poeta sostiene que la belleza es la primera materia en la que el
futuro ciudadano tendrá que formarse. Esta idea se ve reforzada por la
acuñación de la imagen del paso previo, elemento esencial para el
mejoramiento de la difícil situación política. Se trata, en definitiva, de
fomentar las infinitas fuerzas estéticas, "a fin de que el hombre pueda
empezar nuevamente mediante la belleza"[5], su "segunda creadora". Solo
entonces se fundará una humanidad capaz de hacer de sus ciudadanos hombres
libres y dispuestos a modificar el propio Estado.
Ahora bien, ¿por qué Schiller considera la formación en lo bello como
el factor decisivo para la transformación del hombre? Sin entrar en el
largo y complejo desarrollo antropológico de las Cartas, diremos que la
prerrogativa del arte tiene que ver con el lugar que ocupa entre dos
facultades humanas de carácter radicalmente opuesto. Se trata de la
sensibilidad y la razón.
Schiller observa que la naturaleza humana es dual. De un lado está
conformada por un "impulso sensible" (Stofftrieb), que empuja al hombre
hacia el mundo del tiempo y el espacio, produciendo en él sensaciones.
Inmerso en la realidad efectiva, el individuo obtiene a través de esta
determinación la "materia" de los fenómenos que percibe. Del otro lado,
existe un "impulso formal" (Formtrieb), que aspira a sintetizar todas las
percepciones sensibles en una serie de experiencias que son existencias
determinadas de un yo. Esta exigencia, en tanto "se distancia de las
sensaciones y propicia la reflexión sobre la sensibilidad"[6], responde en
su totalidad a la facultad racional.
Los impulsos formal y sensible constriñen al hombre. El primero lo
lleva a apetecer sensaciones de manera incesante; el segundo, a unificar lo
anteriormente percibido, formando ideas. En ambos casos hay coacción, pues
cada impulso ignora su contrario y hace del hombre un ente completamente
escindido. Cuando él siente, no hay más que percepciones sensibles,
diversos estados de un sujeto eternamente pasivo; cuando razona, no hay más
que leyes formadas por un yo que no recibe nuevas determinaciones,
permaneciendo siempre el mismo.
Existe, sin embargo, un tercer impulso capaz de completar la
naturaleza rota del hombre. Nos referimos al denominado "impulso de juego"
(Spieltrieb), que responde a la contemplación y elaboración de objetos cuya
pretensión no es ni la realidad ni tampoco la verdad. Dichos objetos, por
el contrario, reclaman únicamente su carácter de bellos, situándose en el
reino de lo estético, donde las ideas y las sensaciones no tienen ya ningún
poder coactivo.
Si la experiencia sensible permite al hombre desarrollarse en el
tiempo como "vida" y la facultad del pensar le proporciona la capacidad
para obtener una "figura" expresada en conceptos universales, la
experiencia estética logrará mediante el impulso de juego una "figura
viva". Ella revelará "lo que en su más amplio sentido se llama belleza"[7],
entendida como una exigencia del impulso de juego, que en todo momento
busca "la unidad de la realidad con la forma, de la contingencia con la
necesidad, de la pasividad con la libertad."[8]
La belleza que opera en el impulso de juego constituye el principal
elemento transformador del hombre, en tanto "junta y enlaza los estados
opuestos, sentir y pensar"[9]. La cultura estética será por ello la
encargada de formar al individuo en esta esencial asignatura para que éste
deje de encontrarse escindido y comience a armonizar consigo mismo. Solo
así tendrán orígen ciudadanos capaces de conducir una sociedad bella,
alejada por igual de las rígidas leyes de la razón y del cruel salvajismo
de la naturaleza sensible.


Ahora bien, la cultura estética reclama una figura educadora, pues no
puede acontecer en la sociedad ex nihilo. Surge entonces la figura del
"artista político" (politischer Künstler) quien, libre de todas las
limitaciones de la razón y la sensibilidad, busca el instrumento que el
Estado es todavía incapaz de brindar. Schiller ve en el artista político la
posibilidad de "abrir manantiales de cultura que se mantengan frescos y
puros en medio de la mayor podredumbre política"[10]. Él logra, a través de
la cultura estética, un nuevo tipo de humanidad que se manifiesta en una
sociedad gobernada por el gusto. Ella, a su vez, daría lugar a un nuevo
cuerpo político: el "Estado estético" (ästhetischer Staat), donde la
sociabilidad y la libertad individual no se contraponen sino que armonizan
completamente.
El artista político, capaz de refundar una humanidad a partir de lo
bello, tendrá la tarea de dar al hombre la oportunidad de experimentar un
auténtico estado de ánimo estético (ästhetischer Zustand). Schiller
considera esta una labor primordial, en tanto el temple alcanzado mediante
lo bello hace enteramente libre al individuo. En el juego del arte no hay
constricciones sensibles ni racionales. Sucede más bien al contrario: el
individuo se encuentra en un estado de totalidad, inmerso en un tipo de
carácter que posibilita el desarrollo de sus fuerzas completas y no
únicamente de algunas capacidades.
Schiller deja en claro que el temple de ánimo estético se aleja por
igual de las determinaciones propias de la razón y la naturaleza,
mostrándose como un "estado de determinabilidad real y activa"[11]. Esta
particular disposición del carácter logra además reunir todas las
posibilidades a través del juego estético; se trata por ello de una
infinitud plena de potencia.
La cultura estética, que somete todo a las leyes de la belleza, no
tendrá nada que hacer en lo que respecta a la producción de resultados
particulares o la realización de determinados fines. De hecho, lo bello se
muestra desajustado, indeterminado y poco adecuado para descubrirnos una
verdad u obligarnos a cumplir un deber. La cultura estética "deja en la más
completa indeterminación el valor personal de un hombre o su dignidad" y
sólo es capaz de colocarlo "en situación de hacer por sí mismo lo que
quiera."[12]


Únicamente mediante la poderosa herramienta de la cultura estética
puede el hombre llegar a ser plenamente lo que él es. Y solo al concretarse
el mencionado temple de ánimo estético se encuentra el individuo ante las
puertas de una nueva humanidad, capaz de transformar toda la realidad
circundante. Si esto llega a suceder es porque la belleza ya habrá
comenzado a reinar; entonces un nuevo Estado de la bella apariencia
reclamará su lugar en la historia.
La labor confiada a la cultura es, con todo, ardua. Schiller indicará
que pueden pasar siglos hasta que las bases del Estado estético sean
establecidas. Esta novedosa entidad política se encuentra, aunque en
potencia, solo en algunas personas elegidas; su verdadera realización
continúa siendo por demás problemática. Con todo, una cosa permanece cierta
para el poeta alemán: el camino de la belleza es el primero que la sociedad
debe tomar si aún desea orientarse hacia la auténtica libertad política.




Bibliografía citada


-ROMBERG, REGINE
(2014) "Die Praxis verbindlicher Freiheit: Schillers ästetischer
Staat", en Romberg, Regine (coord.), Friedrich Schiller zum 250.
Geburtstag, Würzburg, Königshausen & Neumann, pp. 43-61 (traducción
personal).
-ROUSSEAU, JEAN JACQUES
(2001) [1750] Discurso sobre el origen y los fundamentos de la
desigualdad entre los hombres y otros escritos, Madrid, Tecnos.
-SCHILLER, FRIEDRICH VON
(1991) Escritos sobre estética, Madrid, Tecnos.
(1991) Escritos sobre filosofía de la historia, Universidad de Murcia.
(1985) Sobre la gracia y la dignidad; sobre poesía ingenua y
sentimental, Barcelona, Icaria.
-ZOTTL, AGNES
(2011) Spielerische Ästhetik zwischen Denken und Empfinden. Eine
Untersuchung über die Funktion des schönen Spiels" in Friedrich Schillers
Briefen Über die ästhetische Erziehung des Menschen, Viena, Universität
Wien (traducción personal).
-----------------------
[1] Trabajo expuesto durante el "XVII Congreso nacional de filosofía
Asociación Filosófica Argentina", realizado entre el 4 y el 8 de Agosto de
2015 en la ciudad de Santa Fe.
[2] Schiller, Johann Christoph Friedrich, "Cartas sobre la educación
estética del hombre", en Escritos sobre estética, Madrid, Tecnos, 1991, p.
101.
[3] Cfr. Schiller, Johann Christoph Friedrich, "Cartas…", p 104.
[4] Cfr. Rousseau, Jean Jacques, (2001) [1750] Discurso sobre el origen y
los fundamentos de la desigualdad entre los hombres y otros escritos,
Madrid, Tecnos.
[5] Romberg, Regine, Die Praxis verbindlicher Freiheit: Schillers
ästetischer Staat", en Romberg, Regine (coord.), Friedrich Schiller zum
250. Geburtstag, Würzburg, Königshausen & Neumann, p. 52 (traducción
personal).
[6] Zottl, Agnes, Spielerische Ästhetik zwischen Denken und Empfinden. Eine
Untersuchung über die Funktion des schönen Spiels" in Friedrich Schillers
Briefen Über die ästhetische Erziehung des Menschen, Viena, Universität
Wien, 2011, p. 43 (traducción personal).
[7] Schiller, Johann Christoph Friedrich, "Cartas …" p. 151.
[8] Schiller, Johann Christoph Friedrich, "Cartas …" p. 152.
[9] Schiller, Johann Christoph Friedrich, "Cartas…", p. 163.
[10] Schiller, Johann Christoph Friedrich, "Cartas…", p. 125.
[11] Schiller, Johann Christoph Friedrich, "Cartas …" p. 175.
[12] Schiller, Johann Christoph Friedrich, "Cartas …" p. 176.
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