Fray Hilario Martínez - Siguiendo las huellas de su santería

July 21, 2017 | Autor: A. Trivero Rivera | Categoría: Santeria, Chiloe, Jesuitas, Franciscanos, Arte sagrada, Achao, Caguach, Fray Hilario, Achao, Caguach, Fray Hilario
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Descripción

Alberto Trivero Rivera

Fray Hilario Martínez Siguiendo las huellas de su santería

Achao, noviembre de 2011

SUMARIO

1. La evangelización jesuítica de Chiloé 2. La santería de fray Hilario Martínez 3. ¿Por qué la isla de Caguach y no otro lugar? 4. La santería chilota antes y después la expulsión de los jesuitas 5. El Santuario de Jesús Nazareno en Caguach

3 6 14 19 31

5.1. La Capilla y su historia 5.2. El Nazareno 5.3. La Santería

31 35 38

6. La Capilla de Alao

46

6.1. La Capilla de Alao y su historia 6.2. La Santería

46 50

7. La Capilla de Apiao

57

7.1. La Capilla de Apiao y su historia 7.2. La Santería

57 62

8. La Capilla antigua de Chaulinec

72

8.1. La Capilla de Nuestra Señora del Carmen 8.2. La Santería

72 75

9. La Capilla de Tac

83

9.1. La Capilla de Nuestra Señora de Gracia 9.2. La Santería

83 87

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1. La evangelización jesuítica de Chiloé La Orden jesuítica representa, tal vez, la cumbre más ata y moderna del pensamiento cristiano de la edad barroca. En una sociedad donde solamente las clases más pudientes se salían del analfabetismo, y donde también el clero muy a menudo carecía de una verdadera cultura de base y tan sólo se limitaba a una aplicación práctica de lo ritual, los jesuitas aparecían como los detectores de una visión filosófica y científica que iba mucho más allá de lo comprendido y de lo aceptado. De allí la envidia, luego la aversión y la calumnia, hasta alcanzar el enfrentamiento final que se concluyó primero con la expulsión de los jesuitas de Chile y de gran parte del mundo (1767) y, finalmente, con la supresión misma de la Orden dos décadas más tarde. ¿Y cómo no iba a asustar el pensamiento jesuítico cuando ya a fines del siglo XVIII formalizó los primeros elementos de aquello que 20 años después Charles Darwin codificó y dio a conocer con el término de “evolución de los seres vivientes”?1. La Orden jesuítica atraía a las mentes más excelsas y les ofrecía no solamente ingresar a una institución de extraordinario espíritu religioso, sino también donde el conocimiento tenía medios para desarrollarse y el deseo de conocimiento era apreciado. Los misioneros jesuitas fueron grandes evangelizadores, no caben dudas. Pero también fueron los más grandes exploradores entre los siglos XVI a XVIII, y a ellos se les deben muchos de los adelantos científicos que se produjeron durante casi tres centurias: también de esto no caben dudas. La “misión circular” corresponde al modo en que los jesuitas de los siglos XVII y XVIII enfrentaron, ¡y tan exitosamente!, el anhelo de evangelizar a la población del archipiélago chilote. Pero pensar únicamente en un propósito de proselitismo cristiano, sería ver de forma muy limitativa a la iniciativa jesuítica, que iba mucho más allá del mero aspecto religioso. A través del cumplimiento de la misión circular, dos misioneros jesuitas cada año recurrían con frágiles dalcas cada rincón del Archipiélago, llevando su preciada Santería – el Crucifijo, una Virgen de Gracia, San Ignacio, Santa Notburga, San Isidro y otros más2 – y con ella la doctrina, pero también el apoyo social, la medicina, 1

El jesuita chileno Juan Ignacio Molina fue el primero que explicitó el concepto de evolución de los seres vivientes en su cátedra en la Universidad de Bologna, lo cual le costó la no readmisión en la Orden cuando ésta fue reconstituida. 2 En 1766 el P. García comenta que "a mediados de septiembre iban los naturales de la capilla más inmediata hacia Castro, en busca de los PP. Misioneros; con quienes se embarcaban en dos o tres piraguas, llevando en ellas las imágenes de Nuestro Señor Jesucristo, de S. Isidro Labrador y de Santa Notburga". Al llegar al lugar los esperaba el pueblo acompañados de su fiscal y patrón y, una vez que el sacerdote bajaba a tierra formaban "una devota procesión" con las

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la educación, el cariño. Porque las misiones circulares no tenían solamente una finalidad evangelizadora. A esta, se asociaba la voluntad de socorrer a poblaciones humildes, acosadas por la alevosía de los encomenderos, por un lado, y por la pobreza y las enfermedades por el otro. Y también constituía elemento esencial de la misión circular la curiosidad de explorar lugares, conocer nuevas gentes y nuevos seres vivientes, y, no por ultimo, enfrentarse con una forma muy diferente de ver a la vida concreta y lo espiritual, convencidos como eran, los jesuitas, que solo al compararse ideas diferentes se pueden generar ideas originales, creativas y capaces de dar vida a un mundo renovado, capaz de entender sin compromisos al mensaje de Cristo. Nuestros misioneros chilotes, entonces, celebraban misas, confirmaban los sacramentos impartidos por los fiscales, enseñaban y predicaban; pero también observaban, estudiaban, aprendían, documentaban. Hasta bien entrado el siglo XVIII, las capillas misionales eran simples rucas pajizas, a menudo embellecidas por alguna imagen sagrada de madera, obra rústica pero fascinadora del algún misionero o de algún humilde isleño. Sí, porque los Jesuitas veían en la imaginería sagrada un instrumento de evangelización particularmente apreciado por la población indígena. De allí el esfuerzo de distribuir en todas las Capillas del archipiélago la Santería, lo cual lo hicieron, inicialmente trayendo unas pocas imágenes de Perú y de España, y sucesivamente labrando ellos mismos las imágenes y enseñándoles a los artesanos chilotes esta magnifica arte3. Así dieron comienzos a la escuela de santería chilota, de tal forma que, finalmente, casi cada Capilla misional tenía a la imagen de su santo patrono y también otras que lo acompañaran.

imágenes que "se colocaban respetuosamente en el altar o en sus credencias" (mesas contiguas). Otros mencionan a "San Isidro, a San Juan Evangelista, Santa Notburga, la Virgen y el Señor Crucificado, grande". Un informe misional de 1757 dice que los patrones de la misión son el Cristo, San Isidro y Santa Notburga. En Chiloé Santa Notburga era considerada también una patrona de las mujeres: "... en todas las procesiones/... / los niños cargan al Corazón de Jesús; los solteros a San Juan; los casados a San Isidro; las solteras a Nuestra Señora de los Dolores; las casadas a Santa Notburga y los caciques al Santo Cristo". (Renato Cárdenas en Iconos e Historia de la Santería chilota, El Llanquihue, 6 diciembre 2004). 3 Los inventarios jesuitas registran piezas en construcción, materiales y herramientas: "rostros de santos" (inventario Cailín); "seis rostros de santos con sus manos sin encarnar, y otra estatua, y un niño sin encarnar"; "dos apres de rostros y x manos pª Ntra. Sª y Sn. Jph. y para otros santos"; un rostro y manos de Sn. Ignacio"; una piedra de "mano para moler colores" (inventario Castro) y "once manos"; "dos rostros de imágenes"; "media petaca de yeso" (inventario Chonchi). Esta situación nos sugiere que en 1767 ya se estaban construyendo (o armando) imágenes aquí en Chiloé, posiblemente por los mismos Padres jesuitas. (Renato Cárdenas en Iconos e Historia de la Santería chilota, El Llanquihue, 6 diciembre 2004).

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“No debe extrañar el uso de santos patronos en las misiones por cuanto los propios misioneros tenían sus convicciones al respecto. Las devociones particulares de cada sacerdote estaban condicionadas por la procedencia de los sacerdotes y la educación que cada uno había recibido. A ello había que sumar la espiritualidad jesuítica que tenía cifrada en la intercesión de San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Francisco de Regis, San Francisco de Borja y de otros santos, para la protección y apoyo a las obras que la orden y sus miembros emprendían día a día. En las reducciones fundadas en el resto de América siempre hubo un pueblo que recibió el nombre del santo fundador y también fueron habituales otros como san Francisco Javier y San Miguel. En Chiloé esa ausencia llama la atención, tanto en las capillas como en las últimas misiones que se fundaron. Pero en Chiloé los patronos no eran santos jesuitas, ni tampoco los patronos de las capillas. Las advocaciones marianas eran mayoritarias y se alejaban bastante de la tradicional costumbre de la Compañía de bautizar los lugares con nombres que identificaran plenamente el trabajo, tal como ocurrió en las misiones de Paraguay, Chiquitos, Mojos, Maynas y California4”. Hay algunos testimonios coevos que describen la salida de los jesuitas para su misión circular, donde se anotan las imágenes que los padres llevaban consigo. Llama la atención que no hubiese ninguna imagen de la Virgen, lo cual se explica así: “la ausencia de una imagen de la virgen entre las patronas de la misión circular se debía precisamente a que gran parte de las capillas estaban dedicadas a la virgen y en el período en que data el testimonio muchas contaban con sus propias imágenes5”. Cuando en 1767 se produjo la expulsión de los jesuitas, su lugar fue ocupado por los frailes franciscanos. Inicialmente se trató de los frailes de San Ildefonso de Chillán, que llegaron transitoriamente a Chiloé ese mismo año. Luego, en 1771, el Colegio Propaganda Fides Santa Rosa de Ocopa, en Perú, envió un grupo de 12 sacerdotes que se harán cargo definitivamente de las actividades misionales de este archipiélago. Esta misión recibió instrucciones en el sentido de llevar a cabo una evangelización manteniendo los métodos jesuíticos, pues continuando con la implementación de las festividades patronales y desparramando imágenes sagradas por la geografía insular. Los “naturales” vivían diseminados por lo ancho y largo de la comarca, sin formar caserío alguno, pues los “pueblos de indios” identificaba a una Capilla 4

Rodrigo Moreno Jeria, El modelo pastoral jesuítico en Chiloé colonial, en VERITAS, vol. I, nº 14 (2006). 5 Rodrigo Moreno Jeria, El modelo pastoral jesuítico en Chiloé colonial, en VERITAS, vol. I, nº 14 (2006).

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alrededor de la cual se instalaban los feligreses únicamente en ocasión de la visita del misionero. A la fecha, habían unas 80 o 90 Capillas, que atendían a una población de unos 9000 mapuches y unos 200 chonos, estos últimos asentados en Alao, Apiao y (tal vez) Chaulinec. Los franciscanos de Ocopa establecieron “centros fijos desde donde opera el sacerdote. Hay, de esta forma, una atención más regular y sistemática, pero la confianza de los indios con los nuevos evangelizadores, no es la misma. La llegada de los franciscanos coincide con la dependencia de Chiloé que ahora es directamente con el virreinato, tanto en lo administrativo como de lo eclesiástico. En este periodo se acentúa, además, la enseñanza que venía practicándose rudimentariamente durante el siglo anterior. Las Escuelas del Rey se implementarán en Chacao, Ancud y Castro. En ellas se orienta férreamente una educación basada no sólo en los valores occidentales y cristianos sino que, además, no se permite "que ninguno hable en otro idioma más que en el castellano". Así y todo, a fines del siglo XVIII, solo "la décima parte está instruida en las primeras letras". De esta manera, iglesia y administración española, se conjugarán para conquistar territorio, lengua, religión y sociedad india6”.

2. La santería de Fray Hilario Martínez Entre los franciscanos que vinieron a sustituir a los jesuitas, en 1771 se sumó también el gallego Fray Hilario Martínez7, una figura muy particular que antes había misionado en Tahiti y que sucesivamente se había retirado de la orden para después regresar a la misma en aquel año. Fray Hilario se estableció en Calbuco, misionando entre los indios reyunos y reparando y decorando aquella iglesia parroquial. Figura polifacética y sumamente activa e inquieta, construyó cinco capillas en diferentes lugares del Archipiélago. Después de un corto retorno a Ocopa, en 1777 se instaló en Tenaún “con el noble propósito de grabar en los fieles la memoria de la Pasión y Muerte de Jesús Nazareno8”: traía consigo una colección de imágenes sagradas y también una niñita de cortos años, la cual era la luz de sus ojos: probablemente se trataba de una hija natural que el respeto hacia su memoria convertiría en una hija adoptiva. Allí había reemplazado a fray Norberto Fernández, quien se había radicado en Tenaún en 1771, edificando la iglesia de la villa. Pocos meses des6

http://chiloe.ucv.cl/Religion01.htm Nació en Rebordelo, cerca de Santiago de Compostela. 8 José Muñoz Contreras, Caguach 1778-1978, Puerto Montt (mimeografiado). 7

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pués de su llegada, su hijita le fue arrebatada y luego apareció muerta. Profundamente decepcionado en su confianza y herido en sus sentimientos, fray Hilario decidió abandonar Tenaún e dirigirse hacia otras comunidades indígenas en búsqueda de un nuevo asentamiento, llevando consigo su hermosa colección de imágenes sagradas; lo cual ocurriría a fines de 1777. En mayo de 1778, Fray Hilario se instalaba con toda su santería en la isla de Caguach, invitado por los “Cinco Pueblos” que daban origen a una Comunidad indígena particular dentro del Archipiélago: se trataba de los pueblos de Caguach, Apiao, Alao, Chaulinec y Tac, a quienes les vendió su colección de imágenes para que las repartieran entre las capillas de sus islas.

En 1783 Fray Hilario Martínez abandonó el archipiélago y se estableció en Valparaíso, pregonando una mayor atención para las necesidades de la sociedad chilota y para reducir el aislamiento de la comarca9. 9

Fray Hilario Martínez ofrecía sus oficios desde Valparaíso en enero de 1784, manifestando que “el camino, que repetidas veces se ha mandado abrir desde Valdivia a Chiloé, y nunca ha tenido efecto, es uno de los arbitrios necesarios, y útiles, que deben meditarse en este Reyno, y por otra parte juzgo esta empresa no tan costosa como se pondera...”. Seguidamente planteaba un singular plan que consistía básicamente en trasladar tropas de Valdivia a Chiloé por vía ma-

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En la Capilla de Caguach se conserva un documento redactado en el año 1898, copia fiel de una carta fechada 10 de mayo de 1778, escrita por el mismo fray Hilario a raíz de la entrega de sus colección de imágenes sagradas a los Cinco Pueblos y dirigidas a los “Señores Alcaldes i casiques de la cabecera de Caguachi don Pablo Huachin y don Manuel Unqueñ”. Les debemos a la preocupación de la Comunidad caguachana si ahora podemos conocer una parte tan importante y representativa de la historia chilota. La colección de Fray Hilario, constituida por ocho imágenes, no fue donada a las cinco Comunidades reunidas en Caguach: ellas la compraron, pagando para eso un precio muy elevado, que cancelaron en cuotas anuales desde 1778 hasta 1782. La suma total pagada es abrumadora: ¡en valores actuales, unos 125 millones de pesos!. Una cifra enorme, aun más si se tiene en cuenta cuanto eran pobres estas cinco Comunidades, que en su conjunto alcanzaban a sumar apenas unas 600 almas10. Para el año 1781, tenemos el inventario de los pagos efectuados por cada Comunidad isleña, mientras que para el período 1778-1780 tenemos solamente el elenco de las especies entregadas por el conjunto de los Cinco Pueblos. 1778-1780

chiguas de trigo chiguas de papas chiguas de cebada chiguas de habas chiguas de arvejas chiguas de linaza jamones botijas de manteca

1781

5 Pueblos

Caguach

520 2.206 140 115 100

70 240 10 10 12

184 21

20 2

Apiao Alao 50 250 15 10 4 30

120 25 20 8 6 2 20 2

Chaulinec Tac Total 32 200 18 10 5 6 2

50 10 6 10

792 2.971 213 149 143 6 260 27

Valor 11.880.000 35.652.000 2.556.000 894.000 858.000 90.000 2.600.000 540.000

rítima, para luego aunar esfuerzos con trabajadores chilotes reclutados para el efecto, los que en conjunto deberían resolver la reapertura del camino en breve tiempo a cambio de regalías y honores otorgadas por la Corona. Con este último aspecto, a juicio de fray Martínez, “se conseguirá la gente que se quiera, harán las cosa bien hecha, con buena voluntad, y en poco tiempo, pues no he visto en todo el Perú amor ni vasallaje al Soberano, como en los isleños de Chiloé”. (Molina Verdejo, Ricardo. El Camino Real Entre Valdivia y Chiloé: Su restablecimiento hacia fines del siglo XVIII. Revista Austral de Ciencias Sociales, Enero 2000, no.4, p.115-126. ISSN 0718-1795). 10 En 1767, Apiao, la más poblada de las cinco islas, tenía 235 habitantes, Caguach 210, Alao 50. No tenemos datos acerca de Chaulinec y de Tac, cuya población estaba constituida por unas cuantas decenas de personas.

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botijas de chicha chanchos ovinos caballos vacas novillos y terneros gallinas pavos carros de paños varas de paño camas de paño ponchos sabanillas manteles de lino bordillos tablas de alerce tablones de alerce tablas de laurel palos de luma Valor Total en $

139 22 554 5 40 26 750 74 12 227 9 22 118 180 36 4.000 2.000 1.000 1.000

20 5 67 2 3 7 70 15

10 67

3 47

3 44

3 25

2 5 70 6

2 5 25 6

3 3 45 9

3 20 10

50 3 6 14

15 5

4

169 36 804 7 50 49 980 120 12 277 9 25 124 209 45 4.000 2.000 1.000 1.000

1.690.000 1.800.000 20.100.000 1.400.000 12.500.000 7.350.000 2.940.000 1.200.000 1.200.000 554.000 225.000 750.000 1.240.000 2.090.000 450.000 4.000.000 8.000.000 1.500.000 2.000.000 126.059.000

Si el año 1781 fuera representativo para todo el período, entonces tendríamos también una imagen de la economía de las diferentes Comunidades que constituyen los Cinco Pueblos: Alao dedicada al cultivo del trigo y de la cebada, mientras en las demás islas se cultivan principalmente la papa; la producción textil aparece concentrada en Apiao; en Caguach y Apiao se cultivaba el lino, hoy desaparecido. En cuanto a las maderas, muy probablemente fueron traídas de la Cordillera. La repartición del costo total sería la siguiente: Caguach 37 millones (30%), Apiao 33 millones (26%), Chaulinec 24 millones (19%), Alao 22 millones (18%) y Tac 9 millones (7%). No sabemos para que fray Hilario pidió tantas especies a las comunidades isleñas para cederles las imágenes. Seguramente, buena parte de estas especies sirvieron para realizar el templo caguachano y para mantener quienes trabajaban en la obra. También es posible que muchas especies fueran vendidas para comprar los elementos complementarios del Santuario. Maravilla la extraordinaria prueba de fe y cariño que demostraron los Cinco Pueblos realizando un esfuerzo tan grande para poder dar vida a la Capilla más importante de todo Chiloé, gracias a la cual 16 templos chilotes vinieron a constituirse en patrimonio de la humanidad.

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Según nos dicen los inventarios del mismo Fray Hilario, a cambio de aquellas especies los Cinco Pueblos recibieron ocho imágenes sagradas: “una imagen de Jesús Nazareno de dos varas de alto, con tres potencias de plata, una corona de espinas y una cruz a cuesta en el hombro derecho”, en Caguach “una imagen de la Purísima con corona de plata”, en Caguach “una imagen del Rosario con corona de plata”, en Caguach “una imagen del seráfico San Francisco con un crucifijo en la mano”, en Caguach “un seráfico San Francisco”, en Alao “una imagen del Rosario patrona de la Capilla”, en Apiao “un Señor crucificado”, en Chaulinec “una imagen de Gracias, patrona de este pueblo”, en Tac En general, se da por supuesto que todas las imágenes de la colección de Fray Hilario fueron traídas de Ocopa y, en el caso del Nazareno, encargada en España. Esto es probable, pero no siempre está comprobado. Para buena parte de estas imágenes es evidente el origen foráneo: sin embargo, algunas parecerían ser obra de artesanos chilotes. En efectos, no existe un estudio acabado acerca de la imaginería presente en las Capillas de los Cinco Pueblos, así que es posible afirmar la procedencia foránea solamente para las imágenes más acabadas desde el aspecto artístico. Para otras, al parecer obra de artesanos chilotes, hay dudas si correspondan o menos a aquellas traídas por fray Hilario. Tampoco ayuda la avocación de las mismas, pues las avocaciones pueden haberse cambiado muchas veces a lo largo de casi dos siglo y medio. Además es posible que algunas imágenes durante este lapso de tiempo hayan sido sustituidas por otras, o por haberse destruido, o por haber sido intercambiadas. Sea como sea, es cierto que algunas de estas imágenes, seguramente las de mayor calidad artística, tuvieron un impacto muy destacado en la evolución de la santería chilota. En modo particular, esto se ha dado con la imagen del Nazareno, objeto de una veneración tan profunda que pasó allende los Andes, la cual, durante todo el siglo siguiente y hasta bien entrado el siglo XX, fue tan replicada, que actualmente es presente en gran parte de las Capillas chilotas. La relación entre el chilote y la santería, es muy diferente de lo que le corresponde a la ortodoxia católica. Llama la atención la situación de grande y constante reciprocidad: una relación de reciprocidad visceral y materna. Al Santo se le pide ayuda, pero también 10

se le da protección, casi como a un niño, y como a un niño se le viste. “No temas por el viaje, santita, que nada te va a pasa” le dice el devoto al santito cuando por alguna razón sale de viaje. Cuando las celebraciones al Santo acaban en juerga, se le da vuelta hacia atrás, y esto es para proteger al Santo de una visión impropia, así como se haría con un niño, y no por temor que el Santo vea el comportamiento de los presentes o su borrachera, un comportamiento que no es estimado impropio por parte del los presentes. Al Santito se le quiere y se le protege, no se le teme. La santería viene humanizada, hasta perder su ser una “imagen” y rol de símbolo: es el santito físico en sí mismo y por sí mismo, que se quiere y se venera, hasta casi olvidar lo que representa. Si se muda su aspecto, por ejemplo por ser repintado en forma exagerada, se le rechaza porque ya no es el mismo santito que se conocía: lo que representa no ha mudado, pero cambió la imagen, y esto es más importante que la constancia del símbolo. Esta relación visceral, tan poco ortodoxa y casi herética, puede parecer inoportuna al mundo sacerdotal. Pero su contestación puede llevar a la pérdida de la identidad de la misma comunidad, y con eso al progresivo abandono de la religiosidad, que es lo que ya está ocurriendo con las nuevas generaciones.

Nazareno (Caguach). Esta es la más conocida entre toda la imaginería traída por fray Hilario. Gracias al estudio realizado por la Fundación Amigos de las Iglesias de Chiloé, es posible confirmar la opinión de don Isidoro Vásquez de Acuña, según el cual “es de fabricación española y se parece mucho a aquéllas de Cristos Nazarenos que las cofradías o hermandades sevillanas portan procesionalmente en sus admirables pasos durante la Semana Santa11”. Tiene una altura de 1,70 m y las potencias que lleva sobre su cabeza representan a la Santísima Trinidad. El cabello es natural. La imagen consta únicamente de la cabeza y las manos: las restantes partes están constituidas por un armazón de maderas, similar a los utilizados en Chiloé, pero igualmente de origen foránea.

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Isidoro Vásquez de Acuña, Costumbres religiosas de Chiloé y su raigambre hispánica, p. 58, Santiago 1956.

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Virgen Purísima (Caguach). En la actualidad, hay una imagen de bulto, alta 57 cm. con esta misma avocación: sin embargo, no hay ninguna seguridad de que pueda tratarse de la misma imagen traída por fray Hilario. El cuerpo presenta características similares a la imaginería quiteña, mientras que la cabeza y las manos, poco proporcionadas al cuerpo, corresponden a los cánones propios de la santería chilota. Al parecer, estas podrían haber sido adaptadas al cuerpo de una imagen muy deteriorada, tal vez de un Niño Dios12. Virgen del Rosario (Caguach). Imagen de candelero de 8 listones, alta 122 cm., con cabello natural. La corona es de latón. Sostiene con su mano izquierda un Niñito Dios de bulto redondo alto 26 cm. Es de excelente factura y en el aspecto estilístico corresponde a los modelos de la escuela quiteña del siglo XVIII, aunque la coloración es aquella propia de la escuela chilota. Es razonable pensar que se trate de la imagen traída por fray Hilario y que haya sido retocada en cuanto se refiere a la capa pictórica.

San Francisco de Asís (Caguach). Imagen de bulto alta 115 cm., acabada en forma solamente parcial: desde la cintura a su base con buena factura, mientras el busto está solamente desbastado. En su mano lleva un cruz que podría haber sido reemplazada en tiempos más recientes. Es posible que se trate de la misma imagen traída por fray Hilario, aunque faltan mayores comprobaciones.

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Así lo estima Isidoro Vásquez de Acuña en Santería de Chiloé, p. 94, Ed. Antártica, Santiago 1994.

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San Francisco (Alao). Imagen policromada de bulto de 57 cm. de altura. Se trata de una obra de extraordinaria belleza, posiblemente de arte hispánica o cuzqueña del siglo XVIII. Lleva en su mano derecha una cruz de bronce al parecer coeva. En el catastro de don Isidoro Vásquez de Acuña viene anotada entre las imágenes de origen hispánico. No caben dudas de que se trate de la misma imagen traída por fray Hilario.

Virgen del Rosario (Apiao). Imagen policromada de candelero de seis listones, alta 65 cm., presumiblemente del siglo XVIII. El aspecto general de la imagen corresponde al de la escuela chilota: sin embargo presenta un basamento esculpido con figura angélicas, del cual no se conoce ningún otro ejemplo en el Archipiélago: desde luego, es posible que este basamento fuera de otra imagen. Podría tratarse de la imagen traída por fray Hilario, a no ser que en Apiao se conserva también una Virgen de los Dolores (ilustrada a lado), cuya avocación original era la de Nuestra Señora de la Asunción, como está grabado en la misma imagen: es una imagen policromada de candelero de seis listones, alta 66 cm., de extraordinaria calidad, seguramente de la escuela quiteña del siglo XVIII13. Por lo tanto se puede presumir que sea ésta y no la anterior la verdadera imagen traída por fray Hilario, y que el basamento de la Virgen del Rosario, originalmente correspondiera a esta imagen.

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Realizada en caoba, como es frecuente en la escuela quiteña del siglo XVIII.

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Crucifijo (Chaulinec). Imagen policromada de bulto redondo, de escuela hispánica o cuzqueña, al parecer del siglo XVII o comienzos del XVIII. Es alta 99 cm. y tiene 79 cm. de ancho (sin cruz). Es una obra de grande relieve artístico y dramatismo y corresponde a la imagen traída por fray Hilario Martínez.

Virgen de Gracia (Tac). Ninguna de las imágenes conservada en la Capilla de Tac corresponde con certeza a la Virgen de Gracia recibida por fray Hilario. La Virgen de Gracia sentada, objeto de particular devoción, es una imagen muy enigmática que podría corresponder a la escuela quiteña del siglo XVIII: la cara ha sido muy restaurada y ahora su aspecto tiene todas las características propias de la escuela chilota de la mitad del siglo XIX. Es posible que las otras Vírgenes de Gracias sentadas que se encuentran en las Capillas chilotas, como en la de Vilupulli, sean imitativas de la de Tac, lo cual haría pensar que esta Virgen sentada corresponda a la imagen traída por fray Hilario, a la cual se le reconstruyó la cabeza..

3. ¿Por qué la isla de Caguach y no otro lugar? Entender a Caguach significa entender al ánima mestiza de Chiloé. El mestizaje chilote es un punto de encuentro y sincretismo entre el mundo indígena y el pensamiento jesuítico: sincretismo sin sumisión, pues los jesuitas respetaban y valoraban el pensamiento indígena, siempre que no entrara en contraste con los elementos sustanciales de la doctrina cristiana. Fue así que las ideas y los valores cristianos entraron a participar del modo de vivir indígena sin una revolución traumática: más bien, lo hicieron como una evolución interior del propio ser indígena, que se convertía en cristiano manteniendo y reforzando su propia identidad étnica. La misa con su procesión es la evolución del kamarikún-ngillatún y 14

la devoción a la santería adquiere caracteres propios que la distinguen del resto del mundo cristiano: hay un cristianismo chilote, propio de la sociedad indígena. Este mestizaje cultural, más que biológico, es lo que mejor expresa a lo más profundo del ser chilote: una identidad, la chilota, cuya originalidad y peculiaridad se destacan mucho más en la sociedad de las islas del mar interior, que en las comunidades urbanas y en las mismas comunidades williche: estas últimas, en efectos, tienen un momento de dramática cisura con su propia historia y, por lo tanto, le falta esa continuidad dinámica y evolutiva que han tenido las comunidades de los cinco pueblos y de las demás islas del mar interior donde la componente indígena es largamente preponderante. Desde el comienzo de su obra misionaria, fray Hilario quería dar vida a un Santuario dedicado a la avocación del Nazareno y de la pasión y muerte de Jesús Crucificado. Es posible que cuando volvió a Ocopa por un corto plazo interrumpiendo su estadía en Chiloé, lo haya hecho con el preciso fin de conseguir la imaginería necesaria para en Santuario con el cual estaba soñando. Esta edificación era su proyecto fundamental cuando vuelve a Chiloé y se instala en Tenaún por algunos meses. Para una idea tan grandiosa – ¡edificar un Santuario en una isla al “fin de la cristiandad”, en los parajes más abandonados y remotos del imperio hispánico! – nada podía ser fruto de situaciones casuales o de eventos ocasionales. Sin negar la verdad histórica del asesinado de su hijita, hay que creer que su asentamiento en Tenaún tuviera desde el comienzo un carácter transitorio, en la espera de identificar al lugar “justo” para su Santuario. Según una tradición oral, cuando fray Hilario decidió abandonar Tenaún se encontró con don Basilio Peranchiguay de Teuquelín, un islote que es parte de la comunidad caguachana, quien le propuso al fraile de buscar un asentamiento definitivo para su proyecto dentro de las islas de los Cinco Pueblos. Fray Hilario le hizo caso a don Basilio, recorrió la comarca y finalmente eligió asentarse en Caguach, al centro de la agrupación de los Cinco Pueblos, “porque allí hay abundancia de agua de vertiente todo el año. […] El traslado de las imágenes desde Tenaún no fue fácil y prácticamente tuvieron que robarlas. Los cinco pueblos partieron en piraguas hacia Tenaún, pasando a buscar unas escopetas en Quenac, pues presentían lo que les esperaba. Los indígenas habían bajado a defender sus imágenes, pero a los primeros estampidos de los escopetazos se escondieron en el monte como alma que lleva el diablo; entonces embarcaron rápidamente las imágenes y se hicieron a la mar. […] Para disponer la custodia del Jesús nazareno, fray Hilario les propuso a los Cinco Pueblos participantes que hicieran una competencia de boga durante este trayecto, para definir el asun-

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to14”. Una tradición donde seguramente la fantasía se mezcla con elementos reales. No caben dudas de que la elección del lugar de asentamiento del Santuario fue ponderada con mucha atención por fray Hilario y que la Comunidad de Tenaún, y tal vez también otras, hubieran querido que su Capilla fuera aquella escogida por el fraile. El cual, sin embargo, eligió a la pequeña isla de Caguach, por atribuirle un importante valor simbólico, sincrético a la importancia de la obra que se proponía de edificar. Es decir, estimó que el hecho que el Nazareno se encontrara en Caguach, más que en otro lugarejo, habría acrecido en tiempos rápido la devoción hacia la imagen sagrada y la pasión de Cristo que representaba. ¿Por qué Caguach tenía tanta importancia moral, siendo tan pobre? Los documentos históricos callan al propósito, pero la celebración de la fiesta del Nazareno, así como desde entonces llegó hasta la actualidad, nos permite intuir cual pudiera ser la significación de Caguach a fines del siglo XVIII. Al parecer desde sus comienzos, la procesión se celebra el 30 de agosto, día de Santa Rosa, en cuanto los Franciscanos venían del Convento Santa Rosa de Ocopa en Perú. En el mismo período del año era costumbre mapuche celebrar un ngillatún de mucha importancia para festejar la llegada de la primavera, pedirle a la Divinidad abundancia de frutos y combinar matrimonios entre familias aliadas, pero de islas diferentes, para respetar la tradición exogámica propia de su cultura. Hasta la actualidad la procesión del Nazareno mantiene muchos de los elementos propios del ngillatún: y no se trata de elementos marginales, sino sustanciales. Y desde luego, estos aspectos no se agregaron con posterioridad a la celebración del Nazareno; sino, por el contrario, es la procesión del Nazareno que se insertó en la celebración del ngillatún, dándole un carácter cristiano que antes no tenía. Se trataba, evidentemente, de un ngillatún de grande importancia, que acomunaba a los Cinco Pueblos los cuales ya entonces le reconocían al rewe15 de Caguach una centralidad devocional común. Cabe destacar el rol muy significativo de la Princesa en la procesión del Nazareno de Caguach. El Cabildo, en la actualidad, es el organismo que tiene la tarea de organizar a las fiestas religiosas y es una institución propia de la Capilla: en el Cabildo aparecen diferentes roles, cada uno con su propia función en las celebraciones de las festividades. A fines del siglo XVIII, la función 14

Según versiones orales recogida por Renato Cárdenas y Carlos Trujillo, publicada en “Caguach, isla de la devoción”, edición LAR, Santiago 1986. 15 Rewe: explanada sagrada donde se celebra el ngillatún. En época colonial, casi todas las capillas chilotas fueron edificadas a un costado del rewe, para mantener y remarcar el carácter sagrado del lugar, convirtiéndolo a la cristiandad.

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del Cabildo era diferente de la actual, siendo un organismo de auto-gobierno de la Comunidad indígena, en el cual los roles fundamentales eran el de Alcalde mayor, o Supremo, y el de Princesa, o Coya16, rol cubierto por una niñita impúber. En tiempos ya republicanos, se formalizaron las instituciones administrativas locales y, por lo tanto, el Cabildo perdió su rol administrativo, manteniendo únicamente aquello relativo a la organización de las fiestas religiosa, como en la actualidad. Dentro de los roles del Cabildo, sin embargo, juega (o jugaba hasta hace algunas decenas de años) una función muy particular aquella niñita17 que interpreta el rol de Princesa: la de ser interlocutora entre la Comunidad indígena y la Pincoya. Una función que ejercitaba a escondidas de miradas ajenas a la Comunidad indígena, en cuanto inaceptable por la sociedad cristiana, y que se mantuvo vigente hasta que se emplearon los corrales de pesca, en cuanto par su éxito era indispensable el apoyo de la Pincoya y, por lo tanto, se requería la intermediación de la Princesa18.

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Al parecer, los primeros castellanos que llegaron a Chiloé en el siglo XVI encontraron que en la organización indígena aparecía la figura de la Coya, ausente en el mundo mapuche, y condicionados por la lengua quechua, o tal vez por algunos intérpretes peruanos, tradujeron erróneamente el termino “coya” con “princesa”. De hecho, no se conoce la etimología de esta palabra, que conlleva la raíz “koy” que se supone chono y que tiene relación con el agua (mapudungún “ko”). La misma raíz aparece en Koikoivilú y en Pinkoy y Pincoya. 17 Por lo general, de edad entre los 5 y los 10 años. 18 Pedro Rubén Azócar en su excelente estudio acerca de la Pincoya, en fase de publicación, narra: “Poco antes de los sismos de Mayo de 1960, el azar de una caminata nos llevó a encontrarnos con una curiosa procesión formada por pobladores de Pilque. Era encabezada por dos mujeres y una niña pequeña que marchaba entre ellas, mientras cuatro hombres armados, o solamente distinguidos de los demás, con sendos bastones de color claro, flanqueaban la marcha formada por personas de todas las edades. Los bastones aquellos lucían blanquecinos o plateados y en la semi oscuridad del anochecer me parecieron hechos de canelo recién cortado. Las mujeres, que precedían la procesión, extrañas al lugar, iban vestidas de fiesta y la pequeña, de unos cinco años de edad, iba vestida de color claro. Nada más observé, como ceremonial, excepto un silencioso rechazo a la salutación tradicional y obligatoria, pues solamente uno de los integrantes contestó a mi saludo, aun cuando reconocí entre ellos a más de alguno. Por algún tiempo, los participantes en tal procesión trataron de mantener en el misterio su significado o su objetivo, aun cuando tal misterio era un secreto a voces en todo el distrito. Cuando movía la conversación sobre el asunto, no obtenía otra respuesta que: ”Queríamos armar un corral de pesca, don…”. Era claro que se trataba de propiciar la multiplicación de los mariscos en los bancos de esa costa, bancos cada día más pobres, y que esta ceremonia tenía que ver con la Pincoya”.

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En la procesión de Caguach, a la Princesa corresponde un lugar muy destacado y parecido al de las imágenes objeto de devoción, colocada bajo un arco de flores, que los veliches llaman “trono”19.

Procesión de Caguach. La Princesa-Pincoya bajo un arco de flores.

De aquí que es razonable concluir que en la segunda mitad del siglo XVIII en Caguach, al comienzo de la primavera, se celebraba un ngillatún muy importante, al cual concurrían masivamente los Cinco Pueblos, y que la misma Caguach había adquirido prestigio en el mundo indígena de las islas del mar interior gracias a la celebración de aquel ngillatún. Por lo tanto, cuando fray Hilario se establece en Caguach e inserta en el ngillatún la celebración del Nazareno, logra dos objetivos a la vez: aprovechar de la importancia de Caguach en cuanto isla donde se celebraba el más importante de los ngillatún, para rápidamente asegurar a la devoción hacia el Nazareno una acogida generalizada entre los Cinco Pueblos, y probablemente en toda la comarca; cristianizar aquella que parecía ser la principal celebración pagana. Su propósito fue muy acertado: el ngillatún de la Pincoya se convirtió muy rápidamente en la principal celebración cristiana de todo el Chiloé indígena, y con el tiempo, no solamente de la Sociedad indígena.

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Según cuenta doña Domitila Cuyul, última sacerdotisa mapuche presente en Chiloé, en los años ’30 todavía se celebraban ngillatún, siempre bajo la forma de “rogativas a la Pincoya”, en rewe a orilla del mar, en los cuales el rol central de oficiante lo ejercía la Coya, colocada bajo un arco de flores o trono.

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4. La santería chilota antes y después la expulsión de los jesuitas Los Jesuitas habían observado el grande respeto y admiración que los mapuches les demostraban a las estatuas religiosas. Lo habían comprobado viendo que también en los momentos de sublevación, los indígenas no sólo se abstenían de dañar la santería, más se preocupaban de protegerla y resguardarla. Esto ocurrió en 1712 en Calbuco, cuando los reyunos rebeldes se llevaron la imagen de madera policromada de San Miguel Arcángel20 para protegerla, escondiéndola en las montañas. Lo mismo ocurrió con la Virgen de Loreto en Nahuel Huapi el mismo año. Desde sus albores, la actividad misional de los Jesuitas fue acompañada por la imaginería sagrada, conformemente a las conclusiones alcanzadas en el Concilio de Trento (1545-1562), entras las cuales se destacaba el rol positivo de la santería en cuanto estímulo a la devoción. Imágenes traídas desde España y, sobre todo, de la escuela quiteña, que acompañaron a los misioneros en su viaje desde Lima hasta las playas chilotas. Durante el siglo XVII, las Capillas eran simple rucas pajizas, que se ocupaban (y a veces volvían a levantarse) en ocasión de alguna celebración religiosa y de la visita del misionero. Edificios frágiles, temporarios, inadecuados para custodiar a las imágenes sagradas que acompañaban al misionero cuando, con su dalca, alcanzaba la playa. Entonces “salen los padres misioneros del Colegio [llevando consigo] un Santo Cristo que tendrá de alto cinco o seis palmos, i a los dos lados tiene a Nuestra Señora de los Dolores i a San Juan Evangelista [y también] va san Isidro Labrador y Santa Notburga21”. Otra imagen traída muy frecuentemente por los Jesuitas, era la de San Ignacio, el fundador de la Orden. Durante el siglo XVIII, las misiones ya se encontraban consolidadas y entonces se levantaron Capillas construidas de forma mucho más firmes, con muros de madera entablada, pisos de alerce o ciprés, y techo todavía de paja, pero a veces ya de tablas. En estos templos, ahora durables y en condición de cobijarlas adecuadamente, las imágenes encontraban digna acogida y, entonces, quedaron instaladas de forma estable, dejando su nomadismo. Al momento de su expulsión, habían en Chiloé alrededor de 80 Capillas jesuíticas, la mayoría de las cuales, si no todas, con su pequeño conjuntos de imágenes: cuanto menos, un crucifijo mayor de pared, uno menor encima del altar, una Virgen. Se20

Traída según la leyenda desde Quito en el siglo XVI. Diario del viaje i navegación hechos por el Padre José García de la Compañía de Jesús desde su misión de Caylín, en Chiloé, hacia el sur en los años 1766i 1767, Anales de la Universidad d4e Chile, 1871, p 351-379. 21

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guramente, en las Capillas más importantes también habrán habido imágenes de San José y San Ignacio, y tal vez más de una Virgen con diferentes avocaciones, además de la imagen patronal de la Capilla. Una necesidad de muchos centenares de imágenes que non podían ser traída desde afuera, ni habían los medios económicos para comprarlas. Sin embargo, ya que la disponibilidad de santería en el archipiélago era muy escasa: de allí que ya en la segunda mitad del siglo XVII tuvo que darse vida a una escuela chilota de santería con obras que al comienzo fueron ejecutadas por padres escultores jesuitas, pero a la cual se dedicarían muy pronto artesanos indígenas. “Probablemente, la santería de Chiloé, se origina en la actividad de talleres locales a cargo de un especialista jesuita y sus artesanos nativos. [...] La situación periférica de Chiloé respecto de los centros artesanales productores de imaginería y la pobreza, obliga al desarrollo de una industria local de imaginería, lo cual se manifiesta en el uso de maderas nativas como la luma, canelo, ciruelillo, ciprés y tepa en la construcción del soporte y, la utilización de pastas de arcilla o de cancahua en la elaboración de cabezas y mascarillas. En Chiloé, las imágenes son vistas como sujetos de una sociedad similar a la humana, dotados de vida, poderosos. Sin embargo, al igual que los humanos, son susceptibles a la enfermedad y la muerte. En vista de aquello, los chilotes las cuidan con cariño, como lo señala su manera cultural: las imágenes tienen su fiesta patronal, celebración en la cual una de ellas será la protagonista. Ocupará un lugar destacado delante del altar, arreglada con sus mejores atuendos presidirá la procesión, acompañada por las otras imágenes, sus parientes. Es más, la relación directa con la imagen será privilegio de los Patrones de Imagen. Ellos son los encargados de cuidarle, prenderle velas, cambiarle y lavarle las vestimentas. Así, la imaginería religiosa tiene un profundo significado en la existencia de las gentes22”. El modelo lo ofrecen las imágenes sagradas traídas de afuera, pero “las transformaciones que experimentaron los modelos españoles, quiteños o cuzqueños, bajo el aliento de la devoción originaria de los santeros chilotes, al impulso de sus manos ingenuas, expresan con propiedad el alma local, alma que aflora con especial intensidad en el hieratismo de las imágenes. Esos rostros de perfiles netos y planos elementales, animados por mirada intemporal y excéntrica sonrisa; esos cuerpos rígidos e inmóviles, ataviados con riquezas y profusión, revelan rasgos fundamentales de lo sagrado23”. En otros términos, 22

Ana Elisa Anselmo, Imaginería religiosa en madera policromada del Archipiélago de Chiloé, Centro Nacional de Conservación y Restauración, Museo Regional de Ancud, 1999. 23 Isidoro Vásquez de Acuña, Santería de Chiloé, op.c.

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el espíritu indígena transformó a la imagen sagrada para transformarla en una expresión de su propio sentir. La imagen, que debiera ser símbolo de devoción, se convierte ella misma en objeto de devoción y surge una religiosidad cristiana que incorpora elementos de la espiritualidad indígena y desemboca en una religiosidad chilota, factor central de identidad. No es San Antonio a quien se le pide el milagro, y n i siquiera a una imagen que lo representa: es el “santito” que se conserva en Caguach que es el verdadero objeto de la novena, es él a quien se le pide la gracia, quien se le agradece la gracia recibida o se le reprocha la gracia denegada. Una religiosidad que preocupó y sigue preocupando a la institución católica, que quisiera de alguna forma transformar hacia modales más canónicos: pero su transformación podría poner en jaque una patrimonialidad y una identidad que ya se encuentra amenazada por la “modernidad” y el consumismo, y que de venir a meno, podría comportar daños enormes al sentir ético y civil de las comunidades tradicionales chilotas. Esta preocupación hacia la interpretación indígena de la fe cristiana, venía manifestada ya a mediados del siglo XVIII, cuando se ponía en discusión si la imaginería chilota realizada por los santeros locales, con su iconografía tan particular y tan indígena, era aceptable. En 1741 el obispo Azúa así definía a la santería presente en la Iglesia de Chacao: “bultos pequeños del altar mayor, que se reducen a maderos toscos sin arte24”. Durante todo el siglo XVIII, los artesanos chilotes producen una notable cantidad de imágenes sagradas: Crucifijos, Vírgenes y Santos. Las hay de dos clases: de bulto entero, es decir con todo su cuerpo esculpido; y de candelero, es decir con un busto esquemático puesto encima de un armazón de listones de madera. Solamente la segunda clase de imágenes necesita ser vestida; sin embargo, la devoción popular se manifiesta a través de la vestimenta, que se transforma en manda: es así que todas las imágenes sagradas, con la sola excepción del crucifijo, vienen vestidas, y cada veste no reemplaza la precedente, sino se le agrega por encima, a veces hasta “ahogar” a la imagen misma que se pierde bajo una media docena de vestes, o más. Además de las imágenes realizadas por los santeros chilotes, durante la segunda mitad del siglo y, tal vez, hasta comienzos del XIX, ocasionalmente desde Quito se importaron cabezas y manos de Vírgenes: en Chiloé se fabricaba el busto y el armazón de listones, completándose así las imágenes, que las mandas populares vestían25. 24

Carlos Oviedo Cavada, La visita del obispo Azúa a Chiloé, Historia, pag. 239, vol. 19, 1984. Alexandra Kennedy, Circuitos artísticos interregionales: de Quito a Chile, siglos XVIII y XIX, Historia n. 31, Universidad Católica de Chile, Santiago 1998. “Alexandra Kennedy se refiere a los artistas locales, precisando que el “trabajo de los santeros locales era más bien 25

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Izquierda: San Ignacio: imagen de bulto del siglo XVIII (Achao). Derecha: Virgen del Rosario: imagen de candelero del siglo XIX, con una decena de vestes una encima de la otra (Chaulinec, Capilla Antigua).

También se realizaron imágenes sagradas en tela encolada: su conservación es difícil y los pocos ejemplos que nos quedan son de fines del siglo XIX, o posteriores; pero es posible que también se empleara esta técnica durante el siglo XVIII. Los franciscanos fueron los continuadores de la obra de los jesuitas, tanto por lo que se refiere a la construcción de nuevas iglesias, manteniendo el arquetipo propio de Chiloé, cuanto por lo que ataña a la producción de la santería, a la cual dieron mayor empuje y que, entonces, alcanzó su pleno desarrollo modesto y suplía a otros sectores de la sociedad chilena; la imaginería quiteña, en cambio, habría sido importada para satisfacer los requerimientos de los fieles con mayor cultura”. Su investigación aborda la relación artística entre Quito y Chile, afirmando que durante el siglo XVIII se importaban sólo la cabeza y las manos de la imagen, el resto era elaborado in situ. La posterior migración de artistas quiteños a Chile, particularmente durante la primera mitad del siglo XIX, se tradujo en la organización de talleres que produjeron imaginería religiosa hasta bien entrado el siglo. [….] El carácter periférico e insular de Chiloé explica la supervivencia de una mayor cantidad de santería popular que en el resto del país; pero no debe olvidarse que no existen datos certeros respecto de la cantidad de esculturas vernaculares que se conservan fuera del ámbito geográfico de la Isla de Chiloé”. (en J. M. Martínez y otros, en Estudio iconográfico de las colecciones de arte religioso de los museos de Dibam, www.dibam.cl/dinamicas/DocAdjunto_119.doc).

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y madurez artística, desarrollando aquel estilo tan peculiar que caracteriza a la escuela chilota. En estas tareas los franciscanos llegados Chiloé se encontraron aventajados por ser muchos de ellos buenos carpinteros y escultores. Así como fray Hilario, también muchos otros franciscanos se dedicaron a edificar nuevas Capillas y en apenas tres décadas, las 80 heredadas por los jesuitas se duplicaron. De allí que también surgió una demanda muy importante de santería, a la cual se le dio respuesta acelerando el proceso de producción, recurriendo a moldes para la realización del rostro, en cerámica, que después venía adaptado al cuerpo de madera y daba vida a Vírgenes y Santas. Sin embargo, no se puede excluir que también en época jesuítica se haya recurrido a esta misma técnica de construcción, aunque parezca menos probable.

Virgen de Gracia cuya cara, en cerámica, se realizó con molde. (Chaulinec, Capilla Antigua).

Hacia mediados del siglo XIX, la imaginería chilota arriesga de ser destruida. En 1851, se celebró en Ancud, hace pocos años erigida en diócesis (1845), el primer Sínodo Diocesano de Chile. Hacen ya seis años que el obispado estigmatiza algunos aspectos relacionados a las celebraciones religiosas de Chiloé. “Desde que se establece en 1845, el Obispado de Chiloé, cuestiona esta religiosidad derivada de las fiestas patronales. En una oportunidad es por los “…bailes de enmascarados” que se hacían en la noche; en otras “…se desahogan pasiones innobles recitando ro-

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mances y haciendo descripciones siempre satíricas e injuriosas…”. El párroco de Calbuco, Luis Téllez, pide al obispo de Ancud, en 1883, que suprima las fiestas de Caguach, Achao y Carelmapu, “pues yo suprimiré en San Ramón la de Candelaria”, reafirma el sacerdote. El obispo Molina, ese mismo año, era partidario de eliminar todas las fiestas de supremos y supremas porque tales celebraciones “eran bacanales con que los paganos adoraban y ofrecían sacrificios a sus ídolos y dios Baco … Son orgías abominables y focos de corrupción entre cristianos”. En 1886 el mismo obispo las prohibía bajo pena de excomunión para el cura que las permitiera o estuviera presente en ellas. En una circular a los párrocos dice que no son encuentros religiosos sino “…en sentido pagano” porque “…las reuniones con mezcla de los dos sexos de todas edades, día y noche, con excesos de comida y bebida dan por resultado … la embriaguez, la impureza…”. En 1889 el obispo insiste acerca del tema, en especial, lo relativo a la Fiesta de Caguach, donde la concurrencia era mayor y los deslices continuaban presentes.26” Pero en 1851 sobre la imaginería de Chiloé cae un verdadero ostracismo. La originalidad de la escuela chilota, y sobre todo los rasgos indígenas de sus Vírgenes y Santos, parecen ser contrarios a los dictámenes del Concilio de Trento, que por un lado ve en la imaginería un instrumento de promoción de la devoción, pero por otro pone en guardia hacia aquella santería “que pueda inducir a cualquier falsa doctrina o dar ocasión a las personas ordinarias a caer en error”; además establece que las imágenes expuestas en los lugares de culto tengan la aprobación del obispo. Sin embargo, más que el aspecto estético de la santería chilota, preocupa a la Iglesia católica la forma casi idolatra que caracteriza la devoción misma hacia algunas imágenes particulares, llamados “los poderosos”, a las cuales la fe popular atribuía poderes milagrosos: un poder propio de la imagen en cuanto tal, y no de la Virgen o del Santo representado por aquella imagen. De allí que el Sínodo decretó que había que alejar de las Capillas y destruir todas aquellas imágenes “indecentes y notablemente imperfectas y defectuosas, lejos de excitar la devoción y veneración de los fieles hacia los santos que representan obran efectos contrarios”. Muchas imágenes vinieron así destruidas, sobre todo en las Iglesias donde había presencia del sacerdote. Sin embargo, muchas se salvaron: a veces, en cuanto los fieles las sacaron de las Capillas y las llevaron a sus propias casas; y sobre todo, porque las Capillas eran propiedad comunitaria, con su contenido, y no de la Curia, en cuanto habían sido erigidas por las propias Comunidad, sin ninguna ayuda externa. En todo caso, “muchas iglesias de campo se quedaron 26

Renato Cárdenas, en Patrimonio Cultural, Año X, n. 34, Dibam, Santiago 2005.

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sin sus poderosos y con ello terminaron las celebraciones votivas [y solamente aquellas] comunidades que impidieron este atropello mantuvieron hasta hoy sus representaciones y sus fiestas patronales27”. Por fin pasó la furia iconoclasta, y durante casi un siglo la imaginería chilota que había superado esa etapa, volvió a ser objeto de devoción y profundo cariño. Sin embargo, en tiempos muy recientes, otra vez su supervivencia se vio amenazada. En la década los años 80 surge un interés novedoso hacia la santería chilota, que viene de estudiosos foráneo al mundo del archipiélago. Ellos ven en la santería isleña una manifestación artística original, y empiezan a hablar de “escuela chilota” o hispano-chilota. En aquellos años, don Isidoro Vásquez de Acuña recorre las Capillas de Chiloé, anotando y fotografiando a 456 imágenes, y da vida a su “catastro”, la primera obra maestra acerca de la santería chilota28. El interés de los estudiosos, a veces es acompañado por la pasión del coleccionista: esa así que se forman colecciones particulares29, comprándoles a las Comunidades isleñas algunas de sus imágenes, o simplemente pidiéndoselas como donación, como hicieron alguno sacerdotes. Otras imágenes, en fin, va a dar vida a colecciones públicas en diferentes museos: Castro, Ancud, Puerto Montt, Santiago. De 2009 es el proyecto de llevar a Santiago las obras más valiosas presente en cada Capilla con el fin de realizar una exposición, que podría también viajar a la sede de la Unesco, para destacar el conjunto de las iglesias chilotas y su pertenencia al “patrimonio de la humanidad”30. Un proyecto que parecería capaz de ennoblecer a la santería chilota, pero que arriesga de comprometer su sentido, convirtiéndola de objeto devocional a objeto museal. Esto tendría un impacto seguramente negativo en el sentimiento de “identidad chilota” de las comunidades isleñas: una identidad gravemente amenazada por la 27

Ibidem. Isidoro Vásquez de Acuña, Santería de Chiloé, op.c. Con anterioridad, tenemos solamente a un artículo: Arteaga Vargas, G. et. al. (1975). Estudio para la formulación de un inventario de la imaginería religiosa de Chiloé. Ancud: Universidad Austral de Chile, Seminario Escuela de Educación Básica. 29 La colección de don Isidoro Vásquez de Acuña parece amontar a más de 60 imágenes. 30 En 1951, el párroco de Achao logró que este templo fuera anotado como “monumento nacional”.Casi 50 años después, en 2000, esta y otras 15 iglesias fueron declaradas por la Unesco “patrimonio de la humanidad”. La Unesco no está interesada en crear un largo elenco de monumentos, por valiosos que sean, sino en identificar aquellos aspectos que lo hacen único e irremplazable. Esto es lo que llevó a considerar patrimonio de la humanidad al conjunto de las iglesias chilotas: no tanto los edificios en cuanto tales, sino en su contexto, con su santería, su devoción, y la forma original en que se manifiesta esta devoción, resultado del proceso de mestizaje cultural que allí ocurrió. 28

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“modernidad” y la sociedad de consumos, cuya pérdida se traduciría (y ya se traduce) en una escasa auto-valoración y en pérdida de la vivencia de los valores patriarcales, que llevan rápidamente al degrado ético y social de las comunidades.

Capilla Antigua (Chaulinec). La imagen del Nazareno, repintada y transformada en San Francisco Javier.

Los misioneros jesuitas asociaban a cada imagen con una advocación bien definida. Cuando fueron reemplazados por los franciscanos, las advocaciones propias de la orden jesuítica fueron desplazadas por otras propias de la orden franciscana: muchos San Ignacio se convirtieron en San Francisco, y las Santa Notburga en Vírgenes de Gracias o en otras santas. Un proceso – el del cambio de las advocaciones – que sigue en la actualidad por decisiones arbitrarias de algunos párrocos, que miran a introducir una devoción no representada en la Capilla o a darle un nombre a una Virgen sin una advocación definida. Es así que en Capilla Antigua (Chaulinec) un Nazareno se convirtió en un San Francisco. La misma suerte le tocó en Achao a un San Ignacio. Así como las advocaciones se demuestran cambiantes, también lo son las vestimentas de las imágenes, que no siempre se demuestran coherentes con lo que representan o con la tradición. Esto, en cuanto las vestes son casi siempre donaciones de la feligresía que hace mandas, y a menudo ignora cuales colores y 26

diseños correspondan a la advocación a la cual viene destinada la veste, o simplemente aprovecha de una tela ya disponible, cuyo color es casual.

Capilla Antigua (Chaulinec). Nuestra Señora del Rosario con su veste azul, de algunos años atrás y cuando su advocación era la de Virgen de la Candelaria, y con su actual veste blanca.

De un total de 453 obras de santería chilota descritas en la literatura o analizadas en primera persona 74 (16%) son Crucifijos, 213 (47%) son Vírgenes, 100 (22%) son Santos y solamente 11 (2,4%) son Santas. Las restantes imágenes, 55 (12%), corresponden a Nazarenos, otras representaciones de Cristo (Nazareno, Cristo Justiciero, Cristo a la columna y Niño Dios) y a arcángeles (San Miguel y San Rafael). Entre la Vírgenes, el 30% son de bulto e de talla esquemática y el 70% son de candelero. Hay tres clases principales de advocaciones marianas: 1. las Vírgenes de pie con el Niño Dios en sus brazos: Virgen de Gracia, Virgen del Carmen, Virgen del Perpetuo Socorro, Virgen de la Candelaria, Virgen del Pilar, etc.; 2. las Vírgenes de pie sin el Niño Dios: Virgen de los Dolores, Virgen Milagrosa, Virgen Purísima o de la Inmaculada Concepción, etc.; 27

3.

las Vírgenes entronizadas, generalmente cargando al Niño Dios: Virgen de Montserrat, etc..

Las advocaciones marianas más frecuentes en la santería de escuela chilota son: Virgen de Gracia (16%), Virgen de la Candelaria (12%), Virgen Purísima31 (10%) y Virgen del Carmen (10%)32. Por lo general, las imágenes no corresponden a la iconografía correspondiente: por ejemplo, llevan al Niño Dios solamente dos Vírgenes de Gracia sobre un total de 34 y 15 Vírgenes de Candelaria sobre 2533. Pero la razón fundamental de la no correspondencia entre la imagen y la iconografía correspondiente se debe a los cambios en la advocación. Entre los Santos, el 42% son de bulto o de talla esquemática y el 58% de candelero. Las advocaciones más frecuentes son: San Antonio de Padua (40%) y San Francisco de Asís (31%), ambos con el sayo franciscano bruno o negro, abrochado con un cordel con tres nudos. San Antonio, el único Santo lampiño, casi siempre viene representado con el Niño Dios o con un libro en su mano izquierda34: es interesante destacar que las imágenes de San Antonio con un libro en su mano izquierda, que son la mayoría y que en principio se puede suponer que sean las más antiguas, en el 60% de los caso son de bulto; al contrario, el 73% de las imágenes que lo representan con el Niño Dios, en su mayoría posteriores a la expulsión de los jesuitas, son de candelero. San Francisco generalmente aparece con una cruz en su mano derecha y una calavera en la izquierda. Solamente 5 imágenes corresponden a San Ignacio Loyola (tres son de bulto y dos de candelero), pero es probable que haya diversas imágenes de bulto San Francisco, que en origen fueran de San Ignacio, y casi seguramente la única imagen de San Antonio donde aparece barbudo, conservada en Puerto Montt y procedente de Añihué, en las isla Chauques, originariamente representaba a San Ignacio. Las representaciones de Santas son escasas (30% de bulto y 70% de candeleros), siendo Santa Rosa y Santa Filomena las advocaciones más frecuentes.

31

Esta advocación es llamada Virgen Purísima en las comunidades con mayor raigambre indígena y más antiguas, y Virgen Inmaculada en aquella de raigambre hispánico y más recientes. 32 El 22% de las imágenes corresponde a Vírgenes de advocación indeterminada. 33 En algunos casos, quedan trazas en la mano de haber tenido a un Niño Dios que se ha perdido. 34 San Antonio de Padua, nacido en Lisboa y discípulo de San Francisco, desde el XIX siglo por lo general viene representado teniendo en sus brazos al Niño Dios, en cuanto, según la tradición, le apareció poco antes de su muerte; anteriormente podía ser representado con un libro, símbolo de su docta predicación.

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San Antonio, imagen de bulto conservada en Puerto Montt, cuya advocación originaria probablemente corresponde a San Ignacio.

También hay 32 Nazarenos (sin considerar algunas decenas de imágenes que han sido realizadas en tiempos modernos, copiando a la de Caguach), de los cuales el 34% son de talla esquemática y el 66% de candelero. Los Nazarenos, imágenes de la pasión de Cristo, responden a dos iconografías fundamentales: en posición erecta (¡Ecce Homo!) y doblado bajo el peso de la cruz al hombro. La realización de Nazarenos doblados es más complejas en cuanto presenta mayor dificultad para garantizar el equilibrio de la figura: de allí que alrededor del 75% de los Nazarenos, presentan posición erecta. Estos, por lo general llevan una cruz apoyada al hombro izquierdo o derecho, pero sin que las manos sustenten a la cruz, lo cual hace pensar que esta haya sido añadida sucesivamente bajo la influencia de la imagen caguachana. En algunos casos, el Nazareno lleva una cruz pequeña en sus manos, o una flor, o tiene las manos vacías. A menudo, ambas tipologías llevan pelucas naturales, generalmente dono de algún feligrés en cumplimiento de una manda. A partir del siglo XX, se ha fabricado una remarcable cantidad de copias del Nazarenos de Caguach, algunas de las cuales son de calidad muy notable, como la de Chelín. En otros casos, se han asimilado al modelo caguachano Nazareno diferentes, a veces también de yeso, como ha ocurrido en 29

Achao donde se vistió con una veste morada a una imagen policromada de bulto entero.

Iconografía del Nazareno. De izquierda a derecha: Ecce Homo en su forma original; con una cruz puesta entre las manos; con una cruz apoyada al hombro; empuñando la cruz. Los primeros tres Nazarenos son en posición erecta, el cuarto en posición doblada.

Imagen policromada de yeso del Nazareno en la iglesia de Achao. La influencia de la imagen caguachana se refleja en la añadidura de una veste con el mismo color y el mismo diseño.

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5. El Santuario de Jesús Nazareno en Caguach 5.1. La Capilla y su historia En Caguach existía una pequeña capilla por lo menos desde comienzos del siglo XVIII: aparece anotada en un documento de 1734. Seguramente se trataba de una capilla pajiza, con la paredes de quincho o, en el mejor de los casos, de tablones rústicos. Desde luego, fray Hilario no podía conformarse con una pequeña capilla para su proyecto tan grandioso: necesitaba disponer de un santuario donde pudieran congregarse miles de fieles. Entonces buscó un lugar adecuado para edificarlo, y lo encontró en el lado septentrional de la isla, en una playa donde las vertientes eran caudalosas durante todo el año y donde era fácil el atraque de las embarcaciones. Es así que en 1778 se construyó “una iglesia de treinta varas de largo y por doce de ancho y tres de pared, trabajada por la unión de los pueblos de Cahuach, Tac, Apiao, Alao y Chaulinec”, con anexa una casa-ermita “de 14 varas de largo por 9 de ancho, con buena comodidad para el servicio de los sacerdotes o personas eclesiásticas35”. Sin embargo el emplazamiento no resultó tan bueno como lo esperado, pues tan solo cuatro años más tardes, en 1782, se realizaría una nueva construcción, esta vez en la parte meridional de la isla, en la posición actual. Participaron en la construcción las cinco comunidades de los Cinco Pueblos, representadas por sus máximas autoridades36. Este primer santuario no alcanzó a cumplir un siglo de vida, cuando se decidió de dar comienzos a una obra más grandiosa, cuya superficie será casi cuatro veces más grande que la anterior, en grado de cobijar al gran número de fieles que se congregaban para celebrar la novena del Nazareno. En 1880 se construyó la nueva capilla, siempre con el concurso de los cinco pueblos, que esta vez mide 56 varas de largo, por 22 de ancho y con una torre alta 32, enteramente forrada en alerce. En la torre de esta segunda capilla encontró su lugar la campana del peso de 5 quintales, comprada en 1871. Este segundo santuario tuvo vida corta, pues “fue reducido a cenizas por siniestro incendio en la fecha 2 de septiembre de 1919, empezando el incendio a las dos de la tarde. [Así que nuevamente] se reunieron los habitantes de las cin35

Del Inventario conservado en Caguach. Para Caguach: Pablo Huachín, alcalde mayor, y Manuel Unquéñ, cacique; para Apiao: Juan de Dios Necul y Miguel Coñuecar; para Alao: Florencio Cheuquepil, Jacinto Calbuyahue, Francisco Pevanchiguai, Andrés Tangol y Juan Calbucoi; para Chaulinec: Gaspar Millalonco, Agustín Mapa, Primero Callencai y Pascual Lic. No aparecen los nombres de los representantes de la comunidad de Tac. 36

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co islas, Cahuach, Apiao, Alao, Tac y Chaulinec en los terrenos del santuario […] y en comicio público acordaron reedificar el santuario y para dicha construcción se obligaron en dar cuotas de dinero, víveres, maderas, trabajos personalizados, hasta el término de la obra37.” Las maderas fueron traídas desde las Chauques, el ciprés de las Guaitecas, y la construcción demoró cinco años en realizarse, siendo terminada en 1925. La actual capilla de Jesús Nazareno de Caguach mide 32 m. de largo, 12,50 m. de ancho y su torre de dos tambores, uno cuadrado y otro piramidal, alcanza los 18,50 m. de alto. Frente al templo se encuentra una grande explanada destinada a las procesiones: el conjunto se dispone paralelamente a la playa, en lugar que perpendicularmente, como habitual en los templos jesuíticos. Su estilo corresponde al más tradicional de Chiloé, con la torre-fachada sin solución de continuidad, y con pórtico anterior. La estructura es en ciprés, canelo y laurel y se apoya sobre bases de piedra, con unos puntales laterales que la refuerzan. El cuerpo es particularmente elevado, consintiendo al interior del portal una fachada que simula dos pisos. El templo está enteramente forrado en tejuelas de alerce, con su frente pintado en rojo-anaranjado. La planta es a tres naves y los arcos que las delimitan son rectos.

El templo de Caguach con al frente la grande cancha procesional. 37

Del Inventario conservado en Caguach. Suscriben el documento Ventura Unquén por Caguach, Miguel Coñoecar por Apiao, Isaías Galindo por Alao, Leandro Paillacar por Chaulinec y José Asunción Millaneri por Tac.

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Una particularidad del templo caguachano es que en la bóveda el entablado se dispuso transversalmente en lugar que longitudinalmente: “las bóvedas de nuestras capillas presentan interiormente una armadura que permite al entablado - longitudinal, es decir, en el sentido del largo de la nave - describir la curvatura con geométrica regularidad. Pero no falta el caso inverso, Caguach, en que tal entablado se ha dispuesto en el sentido contrario, es decir, perpendicular al largo de la nave, logrando, en otros términos, el alarde de hacer de cada una de sus tablas, de las miles del vasto santuario, una curva tensada en sus extremos, regulada internamente por costaneras, en este caso paralelas al citado largo de la nave38”. Una solución cuya realización es más compleja en cuanto implica curvar cada tabla, pero que dona la impresión de una mayor altura de la efectiva.

Croquis de la Capilla de Caguach (dibujo original de Alfredo Burgos).

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Gabriel Guarda, Iglesias de Chiloé, Universidad Católica de Chile, Santiago 1984.

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El Santuario de Caguach. La fachada al interior del pórtico simula dos pisos. Al interior del santuario, los arcos que dividen las naves son rectos y el entablado de la bóveda es transversal, contrariamente a lo habitual en las iglesia chilotas, lo cual asegura una impresión de mayor altura.

5.2. El Nazareno No obstante la enorme cantidad de palabras vertidas acerca de esta imagen, nunca se ha hecho una seria análisis artística y anticuaria de la misma que, de hecho, sigue siendo muy poco conocida. Hay multíplices atribuciones sobre su origen, todas sin algún fundamento histórico: encargada a Roma, traída de España por el mismo fray Hilario, obra de Miguel Ángel… Las imágenes a las cuales se les atribuyen poderes milagrosos, reciben el apodo de “poderosos”: en todo Chiloé, el Nazareno es el poderoso por excelencia, su “poder” es superior al de cualquier otro poderoso, es el arquetipo mismo del poderoso. Innumerables son las gracias recibida de esta imagen, e igualmente innumerables son las mandas que se le ofrecieron: también por personas no creyentes, pues la fe en el poder del Nazareno de Caguach va más allá de la frontera de la fe católica. Así como en la procesión de caguachana se conservan tantos elementos del primitivo ngillatún a la Pincoya, en la devoción al Nazareno a los elementos propiamente católicos se sobreponen manifestaciones más bien idolatras. La fe en el Nazareno es una manifestación profundamente mes35

tiza y sincrética. Alrededor de este Poderoso, como bien dice don Isidoro Vásquez de Acuña, “paganismo y catolicismo, primitivismo y civilización, se estrechan las manos en la búsqueda de Dios y en la interpretación de sus angustias39”.

Imagen del Nazareno de Caguach.

Isidoro Vásquez de Acuña, aunque no tenga específicas competencias en el ámbito artístico, sin embargo fue el primer autor (y el único hasta el momento) que intentó dar una respuesta acerca del origen de esta imagen. En 1956 escribía que “a nuestro parecer, esta imagen es de fabricación española y se parece mucho a aquéllas de Cristos Nazarenos que la cofradías o hermandades sevillana portan procesionalmente en sus admirables pasos durante la Semana Santa. Sólo sus manos y cabezas son de madera policromada y el resto del cuerpo es de armazón como el de las imágenes chilotas. Tiene una peluca de cabello humano que rodea un rostro que infunde pavor por lo patético que hay en su mirada, a la vez severa y firme y por la tragedia que brota de su expre-

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Vásquez de Acuña, op.c., pag. 31.

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sión40”. Casi 40 años después reafirma que esta “imagen es sin lugar a dudas española. […] En todo es semejante a los nazarenos andaluces del barroco, acentuado por su larga peluca de cabellos naturales”. Y añade otra información: “según una versión llegó por 1650; según otra, en 1782 procedente del Perú y antes desde España o de Roma […] perfectamente puede ser anterior al año 165041”, aunque no indica la fuente que afirma una llegada a Chile en una fecha tan temprana. En realidad, la imagen tiene la cabeza con el pelo entallado en la misma. Sucesivamente su dramático realismo fue acentuado por una peluca que vino en pago de una manda y que, desde entonces, tal vez renovada en el tiempo, sigue encuadrando su rostro. En público, viene siempre expuesto con su peluca, así que el hecho que tenga su pelo esculpido es un aspecto casi desconocido. Por lo que se refiere al armazón, “como el de las imágenes chilotas”, en ocasión del restauro se pudo comprobar que no se trata de maderas chilenas, sino foráneas y coevas con el rostro y las manos.

El rostro del Nazareno desnudo y con su peluca.

El recurso a una peluca natural, acentúa el realismo de la imagen y su fuerza dramática. No se puede saber si la imagen recibió el pelo natural sin desde que fue entregada por fray Hilario, o en tiempos sucesivos, así como es difícil definir si los Nazarenos chilotes, que casi siempre tiene peluca natural, la tiene por influencia de la imagen caguachana, o por corresponder a una antigua tra40

Isidoro Vásquez de Acuña, Costumbres religiosas de Chiloé y su raigambre hispana, p. 58, Santiago 1956 41 Vásquez de Acuña, Santería de Chiloé, p. 42-43, Santiago 1994.

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dición chilota. En cuanto a la veste, que se renueva de año en año, es probable que tanto en forma como en color corresponda al manto original.

5.3. La Santería De acuerdo con el catastro de las obras traídas por Fray Hilario, en la isla de Caguach quedaron también “una imagen de la Purísima con corona de plata”, “una del Rosario con corona de plata”, y “una del seráfico San Francisco con un crucifijo en la mano”.

Altar tripartido en el ábside. A la derecha la Virgen del Rosario y a la izquierda N. S. de los Dolores.

De su parte, visita Caguach en la segunda mitad de los años ’70 don Isidoro Vásquez Acuña cuando anota la existencia de una Inmaculada Concepción (Virgen Purísima) alta 57 cm.42, una Nuestra Señora del Rosario alta 122 cm., un San Francisco de Asís alto 115 cm.; anota también un Crucifijo grande alto 158 cm.43, un Crucifijo mediano alto 97 cm., una Nuestra Señora de los Dolo42 43

Las alturas de Vírgenes y Santos se refieren a la pura imagen, sin considerar al pedestal. Las alturas que se indican incluyen la cruz.

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res alta 101 cm., una Santa Isabel alta 95 cm.; en fin señala que en el catastro de Graciela Arteaga Vargas44 aparecían otros dos San Francisco de Asís, uno alto 100 cm. y el otro45 80 cm., y un Crucifijo pequeño alto 40 cm., que a la fecha de su visita estaban desaparecidos. En el ábside se encuentra un grande altar tripartido con al centro un grande Crucifijo que con la cruz alcanza 1,60 m., a la derecha la Virgen del Rosario, y a la izquierda Nuestra Señora de los Dolores.

5.3.1. Virgen Purísima o Inmaculada Concepción La imagen con esta avocación es una obra que probablemente se deterioró en los años y que ha sido reparada pero también muy transformada. Por lo tanto es difícil decir si se trate o menos de la misma imagen traída por fray Hilario. Se trata de una imagen de bulto tal vez de escuela quiteña alta 57 cm., de la cual lo único que queda de la obra original es el busto mismo. Según don Isidoro Vásquez de Acuña, podría tratarse del busto de un Niño Dios, sucesivamente transformado en una Virgen, poniéndosele una cabeza y unas manos propios de la santería chilota y poco proporcionados a la dimensión del cuerpo mismo46.

La Virgen Purísima en la foto de Vásquez Acuña (a la izquierda) y en una foto actual: al estar sin su atuendo, se pone evidente la desproporción entre el tamaño de la cabeza y el busto. 44

Graciela Arteaga Vargas y otros, Estudio para la formulación de un inventario de la imaginería religiosa de Chiloé, en Cruz del Sur, p. 12, Ancud 22.1.1976. 45 Este ultimo, por su vestimenta probablemente se trataba de San Antonio. 46 Así lo estima Isidoro Vásquez de Acuña en Santería de Chiloé, p. 94, Ed. Antártica, Santiago 1994.

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5.3.2. Virgen del Rosario La Virgen del Rosario – imagen de candelero de ocho listones, alta 122 cm., con cabello natural castaño y corona es de latón – corresponde a los modelos de la escuela quiteña del siglo XVIII: su factura es excelente y es razonable pensar que se trate de la imagen traída por fray Hilario, aunque al aspecto actual sea seguramente muy diferente del aspecto original. Sostiene con su mano izquierda un Niñito Dios de bulto redondo y talla completa alto 26 cm. La cara está realizada por medio de una mascarilla policromada, los ojos son de vidrio y la hechura de las manos, de madera encarnada, es coherente con aquella de la cara. También el Niño Jesús parece ser de la escuela quiteña, aunque la mascarilla no parezca la original, siendo de escuela chilota. Cuando fue fotografiada por Vásquez de Acuña en la segunda mitad de los años ’70, vestía “una túnica de damasco rosado de mangas amplias ceñida con una cinta de seda amarilla; sobre los hombros una capa de terciopelo granate, con cuello vuelto y con todos los bordes galoneados de oro y en la cabeza una mantilla de encaje de bolillo”. Sucesivamente los colores del atuendo fueron modificados, sin mantenerse los originales que, tal vez, fueron el blanco para la túnica y el azul para la capa.

Dos diversos atuendos para la Virgen del Rosario. La foto a la izquierda es de agosto de 2000, la al centro de abril de 2002. A la derecha, detalle del rostro y del cabello (foto de Isidoro Vásquez de Acuña).

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5.3.3. San Francisco de Asís La imagen de San Francisco es una obra de bulto redondo y talla completa sin terminar: en efectos, desde la cintura hacia abajo, la imagen fue esculpida de forma bien acabada, con los pliegues de la cogulla y el cordón franciscano; de la cintura hacia arriba, el busto está tan solo esbozado. Los brazos son articulados, con rótula en los codos, y en la mano derecha tiene a un pequeño crucifijo moderno. La cabeza y las manos, que llevan estigmas, son de madera policromada. Viste una cogulla de lanilla color café47, con un cordón blanco de nudos a la cintura y una capa del mismo color en los hombros. Mide 115 cm. de altura y el estado general de conservación es muy bueno.

San Francisco de Asís: a la izquierda, en su nicho en el Templo de Caguach; a la derecha, imagen de Isidoro Vásquez de Acuña (fines de los años ’70), cuando todavía tenía sobrecuello de encaje.

Es difícil determinar si se trata de la imagen original traída por fray Hilario Si se la compara con la imagen presente en Alao, que según el catastro también 47

Cuando la vio Vásquez de Acuña, también llevaba un ancho sobrecuello blanco de encaje.

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fue traída por fray Hilario, la de la isla de Caguach aparenta ser menos antigua y artísticamente es más modesta, tanto en expresividad como en dinamismo, aun siendo de muy buena hechura.

5.3.4. Las demás Imágenes Nuestra Señora del los Dolores. La feligresía caguachana tiene mucha devoción para Nuestra Señora del los Dolores. Su imagen, que tiene asiento en el costado izquierdo del altar principal, es de candelero de seis listones y tiene una altura de 101 cm. La cabeza es de madera policromada con peluca de cabello natural castaño y una grande corona de latón plateado; las manos, algo desproporcionadas, son de madera encarnada y de ellas cuelgan unos pequeños ex voto: un tiempo sostenían un sudario de encaje de bolillo blanco.

Nuestra Señora de los Dolores.

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Santa Isabel. La imagen de Santa Isabel es de candelero de seis listones y tiene una altura de 95 cm. Tiene cabeza con cara de pasta policromada, peluca de cabello natural color castaño y corona de latón plateado; las manos son de madera policromada. Viste una túnica de raso celeste con sobrecuello y capa de encaje blanco. Cuando fue inventariada por don Isidoro Vásquez de Acuña, llevaba una túnica de color similar, en cuya parte baja estaba escrito “Promesa - María Nahuelquín-Melinca” con letras bordadas con hilo amarillo. Esta imagen corresponde a los cánones propios de la imaginería chilota del siglo XIX.

Santa Isabel.

Crucifijo del altar. Por encima del altar, en posición central, se encuentra un grande Crucifijo de madera policromada y encarnada de 113 cm. de altura (158 cm. con la cruz). Es una imagen de bulto redondo y talla completa, articulada en las axilas para consentir su bajada de la cruz, realizada con tablones de alerce. La capa pictóricas es bastante deteriorada y hay una grieta que corre a lo largo de la parte izquierda del pecho. La cabeza estaba ceñida por una corona de espinas de junquillo, ahora desaparecida. El Cristo está sujetado a la cruz por medio de unos grandes clavos de hierro. La hechura es propia de la escuela 43

chilota y es evidente la semejanza que guarda con el Crucifijo de Capilla Antigua de Chaulinec, al cual probablemente se inspira.

Crucifijo del altar. In alto, a la derecha, Crucifijo de Capilla Antigua de Chaulinec, al cual probablemente se inspira. Detalle del rostro y de la articulación del brazo.

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Crucifijo de procesión48. Imagen de bulto y talla completa de madera policromada y encarnada, alta 68 cm. (97 cm. con la cruz, da madera torneada, parcialmente pintada de azul y que apoya en un pedestal cónico). La capa pictórica necesita una intervención de restauro, mientras que la madera se encuentra en buen estado. El paño de pureza es realizado en tela encolada. Tal vez corresponda a la escuela chilota, posiblemente de la primera mitad del siglo XIX, y su realización demuestra la autoría de un santero de notables capacidades artísticas. El rostro es intensamente expresivo.

Crucifijo de procesión.

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Es la misma imagen que don Isidoro Vásquez de Acuña define “Crucifijo mediano”.

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6. La capilla de Alao 6.1. La Capilla y su historia La Capilla de Alao, avocada a San Francisco de Asís, se edificó a mediados del siglo XIX y es la más antigua entre las Capilla de los Cinco Pueblos, puesto que las demás han sido renovadas en tiempos sucesivos. Ella contiene algunas obras artísticas coloniales de grande belleza. Sin embargo, el estado de conservación del edificio es muy precario y en cualquier momento la Capilla podría derrumbarse, comprometiendo su valioso contenido y privando la Comunidad, muy humilde, de aquello que tal vez es su mayor punto de apego y socialización49.

Emplazamiento de la Capilla de Alao. 49

Permitir que la Capilla se venga abajo, por lo tanto, no es solamente un crimen artístico: también es un crimen social. La comunidad de la isla es una de las más pobres de Chiloé. Ya hicieron de su propia iniciativa y sin ayuda externa lo que pudieron para salvar su Capilla. Ahora es necesario que se les ayude con recursos económicos y profesionales urgentes. A su costado izquierdo se halla una enorme casa-ermita forrada en cinc que afea todo el ambiente; los edificios de la escuela insular cubren parcialmente su fachada y la que antaño fue la explanada del templo, ahora se ha convertido en una cancha de hormigón a disposición de la escuela para actividades gímnicas y lúdicas. Sería bueno, dentro de lo posible, remodelar al entorno de la Capilla.

46

La Capilla, de tres naves, corresponde al estilo chilote más antiguo, con torre-fachada sin línea de separación en la fachada misma. Está tinglada parte en tejuelas y parte en tablones de alerce. El techo es en tejuelas. La bóveda es del tipo “a bote vuelto”. El interior también es tinglado en alerce y el piso, cuyas vigas han cedido, parece ser en coigüe.

La capilla de Alao (dibujo original de A. Trivero)

Los tinglados, tanto interiores como exteriores, están en malas condiciones; sin embargo, es la estructura portante de las paredes la que se encuentra en el estado de mayor degrado y con riesgo de derrumbe a corto plazo. El factor más caracterizador sea, tal vez, el pórtico realizado en forma parcial: una solución que se ve también en otras capillas chilotas de fines del siglo XIX50.

50

Entre las cuales están las de Calen, Quetalco, Quiquel y San Juan.

47

La Capilla de Alao (febrero de 2008).

La Capilla en 1979, cuando todavía habían dos postes el en pórtico.

La Capilla en 2009, poco después de la colocación de los postes laterales para impedir su derrumbe.

48

El interior de la Capilla es simple y agradable. Las naves laterales son algo más estrecha que lo habitual, lo que dona a la nave central un espacio mayor y hace que toda la Capilla parezca más amplia de cuanto realmente sea. Está pintado en dos tonalidades de azul, con la parte más baja de las paredes y columnas rojiza, lo que da una sensación de anchura.

Interior de la Capilla.

Ábside.

49

La disposición del ábside y de los tres nichos que guardan la santería es armoniosa: los nichos, del siglo XIX, son bonitos y en buen estado. En la Capilla se conserva una bonita oleografía de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de la primera mitad del siglo XIX, con un marco coevo muy elaborado que hace de altar.

Oleografía de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

En la Sacristía se guardan algunas fajas chilotas antiguas, las cuales se emplean para amarrar a la Santería para llevarla a la fiesta del Nazareno a Caguach, o en ocasión de la celebración de procesiones.

6.2. La Santería En la Capilla San Francisco de Alao se conserva una colección de imágenes religiosas se grande hermosura y significación, como en pocas otras capillas chilotas. Toda la santería antigua se encuentra desposta en el ábside de la Capilla; hay una imagen moderna de yeso que ocupa el altar de la nave derecha. Del catastro de las imaginería traída por fray Hilario, aparece que a la isla de Alao 50

correspondió solamente un estupendo “seráfico san Francisco”, que se encuentra presente y al cual se avocó la Capilla. A esta imagen se unen numerosas otras de remarcable calidad artística: tal vez, algunas sean del siglo XVIII.

6.2.1. San Francisco de Asís. Imagen policromada de bulto de 57 cm. de altura: se trata de una obra de extraordinaria belleza, posiblemente de arte hispánica51 o cuzqueña del siglo XVII-XVIII, y no caben dudas que corresponda a la imagen traída por fray Hilario Martínez. Su estado general de conservación es bueno, aunque no falten algunos desperfectos de fácil restauración. Sustenta con su mano derecha una cruz de bronce, al parecer coeva y con la derecha una calavera. Lleva estigmas en las manos y en los pies. La extraordinaria belleza de la imagen la convirtió en modelo para los santeros chilotes que hasta la mitad del siglo XX realizaron numerosas réplicas que se encuentra repartidas en las capillas de diferentes islas.

San Francisco de Asís. 51

En el catastro de don Isidoro Vásquez de Acuña viene anotada entre las imágenes de origen hispánico.

51

San Francisco de Asís: particulares.

6.2.2. Las demás Imágenes y Santería Virgen del Perpetuo Socorro. Imagen de candelero de madera policromada de escuela chilota. Es de cuatro listones y tiene 84 cm. de altura. Se encuentra en buen estado de conservación. Los brazos son articulados. El estilo de la imagen es bastante particular, con el rostro alargado, la nariz poco recta y una disposición de los ojos asimétrica. Algunos detalles son repintados, pero en su conjunto el aspecto pictórico de la imagen corresponde al periodo inicial de la actividad de los santeros chilotes, lo que hace pensar que se trata de una obra del siglo XVIII. Viste una túnica de color violeta y una capa morada con un

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turbante del mismo color, de factura actual52. Poseía una corona de bronce plateado, ahora desaparecida53.

Virgen del Perpetuo Socorro.

Virgen de la Candelaria. Imagen de candelero de escuela chilota, repintada. Es de cuatro listones54 y tiene 49 cm. de altura. La cabeza está realizada con pasta policromada y las manos son de madera encarnizada. Un tiempo tenía una corona de bronce, hoy desaparecida. Su estado de conservación es bastante bueno. La imagen aparenta ser muy antigua, tal vez de comienzos del siglo XIX: sin embargo ha sido repintada de forma muy inapropiada, con colores muy inadecuados que no corresponden a aquellos originales y con el pelo pintado de rojo, lo cual le quita gran parte de su belleza: por lo tanto necesitaría un importante trabajo de restauro para restituirle los colores originales. Viste una túnica color rosado claro con una capa del mismo color y en la cabeza lleva una mantilla que alcanza hasta sus pies.

52

Cuando la describió don Isidoro Vásquez de Acuña vestía “una rica túnica y capa de brocato verde con decoración de oro. 53 En el texto de Isidoro Vásquez Acuña la imagen todavía aparece coronada. 54 Falta un listón y otro se encuentra en mal estado de conservación.

53

Virgen de la Candelaria.

Virgen de Gracia. Imagen policromada de bulto entero de ciprés55 y de talla muy esquemática de escuela chilota, tal vez de fines del siglo XVIII. Tiene 69 cm. de altura. El estado de conservación es bueno: sin embargo, algunas partes han sido repintadas malamente, como el pelo y las mejillas. Tal vez en origen tenía peluca. Actualmente viste una túnica de raso amarilla con una manta rosada con borde de encaje blanco56.

Virgen de Gracia. 55

Don Isidoro Vásquez de Acuña la anotó como “imagen de vestir de candelero de cuatro listones”. 56 A fines de los años ’70, túnica y capa, muy deterioradas, eran azules.

54

San Antonio de Padua. Imagen de bulto57 de talla muy esquemática: tiene 54 cm. de altura. La cara está realizada con pasta policromada y las manos son de madera encarnizada. Originariamente tenía un libro con la mano izquierda y un rosario con la derecha, ambos perdidos: ahora el estigma de la mano izquierda está cruzado por una larga espina. La cogulla azul original se conserva, pero cubierta con un sayo color café oscuro de tala gruesa. El estadio de conservación es bastante bueno, aunque tenga algunos desperfectos y, en particular la quebradura de los dedos. La cara ha sido repintada poco cuidadosamente: la barba es negruzca y el pelo castaño.

San Antonio de Padua.

Niño Dios sentado. Imagen policromada de bulto entero y talla entera de escuela chilota, tal vez del siglo XVIII. Es de exquisita factura y expresividad, pero tiene importantes deterioros reparables. Su altura es de 20 cm. y las proporciones de los diferentes elementos es correcta. La posición sentada de la imagen hace suponer que la misma fuera parte de alguna Virgen perdida: seguramente un obra de grande valor artístico. En 2009 se restauraron cuidadosamente algunas pérdidas de la capa pictórica y las manitos, que tenían casi todos los dedos quebrados. Representa una de las obras maestras de la santería chilota.

57

El bulto es pintado con puntos de colores variados.

55

Niño Dios sentado.

Crucifijo. Pequeña imagen policromada de bulto redondo y talla entera alta 18 cm. (33 incluyendo a la cruz). Pertenece a la escuela chilota, tal vez de fines del siglo XVIII. Es de muy buena factura: el rostro del Cristo es intensamente expresivo. El estado de conservación es modesto y tuvo algunas reparaciones muy inadecuadas que sin embargo no comprometieron la posibilidad de recuperarla satisfactoriamente.

Crucifijo.

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7. La capilla de Apiao 7.1. La capilla y su historia Apiao, que fue “pueblo de indios” encomendado a don Domingo Bahamondes, es una isla con una forma muy particular: su interior es surcado por un estrecho brazo de mar que en su extremo se abre en una amplia laguna, así que la parte más septentrional de la isla se convierte en una estrecha faja de arena, entre el mar y la laguna interior. En la parte más angosta de esta faja de arena, en el mismo lugar donde se encuentra la actual, ya en el año 1736 existía una capilla, la misma que en 1754 se describió como una “buena iglesia58” y que fue citada por el obispo Donoso en 185059.

La isla de Apiao y la ubicación de su Capilla.

La Capilla de Nuestra Señora del Rosario en Apiao se edificó a orillas del mar en el año 1898, como se documenta en un manuscrito conservado en la misma capilla. “Desde el 21 de febrero del año 1898, emprendimos a edificar un 58

GUELL Segismundo, 1770, Noticia breve y moderna del Archipiélago de Chiloé..., publicado en HANISCH E. Walter, 1982, La isla de Chiloé, capitana de las rutas australes, Academia de Ciencias Pedagógicas, Imp. Alfabeta, Santiago. 59 Archivo del obispado de Ancud.

57

nuevo templo en honor de la efijie del Rosario patrona de este pueblo por estar el anterior en un estado de podredumbre por los muchos años de su existencia, i que amenazaba desplomarse en un día menos esperado. […] Con este pensamiento vamos sin vacilar al trabajo de nuestro templo, para que algún día la posteridad tenga de norma nuestro ejemplo, habiéndose gastado todo nuestro pequeño haber por ser pobres, que el gasto asciende a dos mil trescientos treinta i dos pesos”.

Documento fundacional conservado en la Capilla de Apiao.

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Croquis.

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La Capilla de Apiao.

La Capilla se edificó conformemente al estilo más clásico de las iglesias misionales chilotas: con torre-fachada sin interrupción, con pórticos de seis columnas y con tres naves y se mantiene gracias al grande cariño y a los sacrificios y renuncias personales de la Comunidad apiaína, la cual no dispone de ninguna ayuda económica de terceros. Es así que en los últimos meses de 2007, la Comunidad isleña renovó la techumbre, colocando plancha de hierro en sustitución de las viejas tejuelas, para lo cual cada familia donó las planchas necesarias, renunciando a realizar trabajos de reposiciones de los techos de sus propias casas o bodegas 60. La fachada es particularmente armoniosa: forrada con un entablado de alerce, es de color azul en la parte interior del pórtico y de las columnas, amarillo 60

Desde luego hubiera sido preferible renovar el techo manteniendo el uso de las tejuelas. Sin embargo, los feligreses ha realizado aquella solución que estaba al alcance de sus medios económicos, pues las tejuelas son mucho más costosas de las planchas. Si bien hubo una renuncia en lo estético, la pronta intervención de los isleños ha salvaguardado la Capilla de daños mayores. Una vez más cabe destacar como non sólo la realización de las Capillas misionales, sino también su mantenimiento, son encomendados únicamente al esfuerzo casi heroico de pobladores muy humildes en lo económico, pero muy ricos en la vivencia de los valores patrimoniales. Hace excepción el restauro y el mantenimiento de aquellas Capillas declaradas “patrimonio de la humanidad”, aunque también en estos casos el aporte institucional a menudo es inadecuado para cubrir a las necesidades y tardío, llegando sólo en consecuencia de graves daños estructurales o derrumbes, faltando un plan de intervenciones preventivas sistemáticas.

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en las lunetas formadas por los arcos, y roja en la parte baja de las columnas y de las barandillas. Toda la fachada se encuentra muy deteriorada, con partes del forro ausentes y con grave deterioro también del tinglado interior. En el interior de la Capilla dominan y contrastan el blanco de las paredes y de las columnas, con el azul intenso de la bóveda estrellada y con las grecas rojo-azul-blancas que separan los arcos de la bóveda.

El hermoso interior de la Capilla.

Encima del altar principal tenemos a la imagen de Nuestra Señora del Rosario por debajo del Espíritu Santo al centro, de la Virgen de los Dolores a la izquierda, y de San José a la derecha. En el altar de la nave derecha, en un nicho coevo a los del altar central, se encuentra una hermosa Virgen de Gracia. En el altar de la nave izquierda, en fin, en un nicho más moderno se encuentra una Virgen de yeso, también moderna. Encima del altar hay un crucifijo de calidad soberbia. Hay muchas otras imágenes de escuela chilota que se encuentran desparramadas por la Capilla.

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7.2. La Santería La Capilla de Alao se anota entre las que conservan mayor número de Imágenes, habiéndolas de grande valor artístico. Hay algunas imágenes que fueron señaladas por Graciela Arteaga Vargas y que resultaban desaparecidas al tiempo de la visita de Vásquez Acuña; también hay un Niño Jesús en su cuna y un santo de bulto sin cabeza, tal vez San Ignacio, no reportados por dichos Autores. Sobreviven algunos fragmentos del Libro Historial de la Capilla y en inventario que se hizo en enero de 1932 aparecen ocho imágenes en lugar de las diez actuales: “del Rosario, de Ntra. S. de los Dolores, de San José, de la Inmaculada Concepción, de Ntra. Sra. de Gracias, 2 de San Francisco, un Crucifijo”. Se anota una Inmaculada que ahora no aparece y no se reporta la Santa Isabel: probablemente se trata de la misma imagen para la cual se cambió la advocación. En el inventario no aparecen la imagen de San Antonio de Padua y otra, descabezada, que podría corresponder a un San Ignacio jesuítico y que tal vez ya estaba arruinada y que por esta razón no se inventarió.

7.2.1. Nuestra Señora del Rosario Imagen policromada de candelero de seis listones, alta 65 cm., presumiblemente del siglo XVIII, en discreto estado de conservación. Según el catastro de fray Hilario Martínez, esta sería la imagen traída por el mismo y destinada a la Capilla de Apiao. El estilo es aquello propio de la segunda mitad del siglo XVIII, posiblemente de escuela peruana61. La cabeza tiene la coloración de la nariz y del pelo muy deteriorados. La cara es de madera policromada y encarnada, al igual de las manos. Los avambrazos articulados son desproporcionadamente cortos: la articulación no es propia de la escuela chilota. Su atuendo a fines de los años ’70 era constituido por una túnica amarilla con una capa azul y un velo de tocuyo blanco; ahora viste una túnica morada con una capa del mismo color con bordes de encaje blanco y una sobre-capa blanca.

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Según algunos Autores, el aspecto general de la imagen corresponde al de la escuela chilota. Hay que tener en cuenta que en ningún momento se declara expresamente que todas las imágenes traídas por fray Hilario y distribuidas entre las diferentes capillas hubiesen sido de origen peruana: por lo tanto la pertenencia a la escuela chilota no excluiría terminantemente que efectivamente sea esta la imagen a la cual se refiere el catastro caguachano.

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La imagen sostiene con la mano izquierda una muñequita de cerámica de aspecto femenino de unos 6 cm. de largo, con las piernas perdidas, utilizada como si fuera el Niño Dios: la cabecita posiblemente o sea la original. Curiosamente, esta imagen queda oculta bajo la veste, cuya capa envuelve ambos brazos. No obstante su avocación, la imagen ya no posee algún rosario62.

Nuestra Señora del Rosario. 62

Sin embargo tenía uno en los años ’70.

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Los listones de esta imagen son clavados en un basamento esculpido con figura angélicas, que fue cubierto por papel de tapicería del siglo XIX, del cual no se conoce ningún otro ejemplo en el Archipiélago63. Es posible que el basamento correspondiera a otra imagen – aquella traída por el fraile – que anduvo destruida, tal vez por algún incendio, reutilizándose aquello con la imagen actual.

Basamento de la imagen de N. Señora del Rosario. 63

Este basamento fue “descubierto” durante una limpieza de la Santería realizada en febrero de 2009 por un grupo de trabajo organizado por la Parroquia de Achao dentro de las actividades de reconocimiento pastoral y cultural bajo el nombre de “Jornadas Patrimoniales: tanto los patronos de la Capilla y de las Imágenes, como los fiscales y demás feligreses, quedaron muy asombrados cuando se decidió de remover el papel que tapizaba el basamento por ser en muy mal estado y receptáculo de termitas y otros insectos y así se descubrió su inesperada existencia.

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Los feligreses desconocían tanto la existencia del basamento figurado, como de la muñeca, aunque esta última estuviera ya señalada por Isidoro Vásquez de Acuña, quien precisaba que la muñeca hacía las veces de Niño Dios y estaba regida con la mano izquierda, así como también anotaba que los listones se encontraban “enclavados en una base cilíndrica de característica inusuales64”.

7.2.2. Virgen de los Dolores La Virgen de los Dolores es una imagen de candelero de seis listones, alta 66 cm. Es una obra maestra que pudiera asignarse a la escuela quiteña del siglo XVIII, de grande hermosura y expresividad. En general, el estado de conservación es bueno, aunque tenga algunos desperfectos fácilmente sanables y los labios hayan sido repintados de forma demasiado intensa. La coloración del pelo se encuentra casi enteramente desprendida. El rostro y las manos son de madera policromada. Actualmente es avocada como Virgen de los Dolores, pero cuya avocación original era la de Nuestra Señora de la Asunción, como está grabado en el cuerpo de la misma imagen.

Virgen de los Dolores. 64

Vásquez de Acuña no podía saber de las esculturas presentes en el basamento en cuanto hasta el año 2009 estuvieron tapadas por el papel de tapicería.

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Un tiempo entre sus brazos sostenía un sudario de encaje de bolillo blanco, ahora perdido. Su actual atuendo comprende una túnica azul morado, que sustituyó la anterior de color celeste; encima veste una amplia capa del mismo color en reemplazo de una mantilla blanca con encajes. Puede considerarse a buen derecho como una de las obras artísticas magistrales que se encuentran en el archipiélago chilote.

7.2.3. Las demás Imágenes y Santería San José. Imagen policromada de bulto entero y talla esquemática de la escuela chilota, posiblemente realizada entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Es alta 65 cm., está esculpida en alerce, acentuándose la verticalidad la figura y su conservación es discreta: tiene los pies esculpidos que se asoman por debajo de la cogulla; brazos y avambrazos están realizado en una sola pieza curvada a 90°: se perdieron ambas manos. Anteriormente sostenía un Niño Jesús de madera en su mano izquierda, que ahora se separó de la imagen para utilizarse separadamente como Niñito Dios. Viste una túnica azul intenso y una capa morada. La representaciones de San José son pocos comunes dentro de la santería chilota. El estilo de esta imagen, casi de gusto gótico, es muy particular y constituye algo único en la imaginería del archipiélago.

San José.

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Niño Dios. Imagen de madera policromada de bulto de escuela chilota (?), alojada en una cuna. Se trata del Niñito Dios que anteriormente sentaba en la mano izquierda de San José, come aparece en las fotografías de los años ’70-80. Sin embargo su estilo no es coherente con aquella de la imagen precedente: por lo tanto no se puede excluir que se trate de un Niño Jesús de alguna Virgen de Gracia, inicialmente unida a la imagen de San José y luego separada para su empleo en la noche de Navidad.

Niño Dios.

San Francisco de Borja. Imagen policromada de bulto y de talla esquemática de escuela chilota (?); su calidad está muy por encima de lo habitual y probablemente de mediados del siglo XVIII por tratarse de imagen jesuítica. Equivocadamente, esta imagen viene atribuida a San Francisco de Asís por los feligreses: un cambio de atribución que puede haber sido impuesto al final del siglo XVIII por los misioneros franciscanos, los cuales se empeñaron en cancelar la tradición jesuítica. Mide 55 cm. y se encuentra bastante deteriorada, no obstante lo cual mantiene una elevada expresividad. La cabeza es de madera policromada y las manos son encarnadas. La imagen tiene una cogulla azul pintada encima del cuerpo y viste una ancha túnica morada con bordes de encajes dorados en el cuello y en las mangas, y blancos en la base.

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San Francisco de Borja.

San Francisco de Asís. Imagen de candelero de cinco listones y uno central, de escuela chilota, alta 110 cm. La cabeza y las manos son de madera policromada y encarnada. Al igual de la imagen precedente, también para esta hay una notable acentuación de la verticalidad: sin embargo, la figura está mejor proporcionada. Hay cierto deterioro de la capa pictórica. Lleva una cruz en la derecha y sostiene una calavera con la izquierda. Las manos tienen estigmas.

San Francisco de Asís.

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Llama la atención esta acentuación de la verticalidad, que tal vez fue inspirada por la imagen de San José, la cual aparece también en la Virgen de Gracia de esta misma Capilla: cabe preguntarse si las dos imágenes tengan una misma autoría, tale vez algún santero de Apiao.

Virgen de Gracia. Imagen policromada de candelero de ocho listones, de escuela chilota, tal vez de la primera mitad del siglo XIX. Su altura es de 118 cm., con acentuación de la verticalidad de la imagen, como en el caso de la precedente imagen de San José. La calidad artística es elevada, la expresión muy hierática. Se encuentra en buen estado de conservación, a pesar de algunas faltas de color. La cabeza es coronada65, la cara está realizada en mascarilla policromada y las manos son de madera policromada y encarnada. Veste una túnica rosada antigua, encima de la cual lleva una túnica blanca con un borde de encaje dorado y una cintura de la cual cuelgan dos cintas rojas, y un capa amarilla con un borde de encaje del mismo color.

Virgen de Gracia.

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La corona, de latón plateado, perdió su cruz y se encuentra aplastada.

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San Antonio de Padua. Imagen policromada de candelero de cuatro listones, de escuela chilota del siglo XIX, con cabeza y manos encarnadas. Tiene 120 cm. de altura y un serio deterioro en el retro de la cabeza. La cara fue repintada blanca, tapando una precedente coloración oscura en correspondencia de las mejillas y los bigotes. Un tiempo llevó en su mano derecha un libro o bien un Niñito Dios. Viste una cogulla azul-morado, con una rica decoración de encaje en la pechera.

San Antonio de Padua.

Santa Isabel. Imagen policromada de candelero de cuatro listones, de escuela chilota. Es alta 67 cm. y se encuentra en buenas condiciones. La cara está realizada con un molde en pasta policromada y aplicada a la cabeza de madera solo esbozada: se parece a la de la Virgen de Gracia de Capilla Antigua de Chaulinec y tal vez es fruto del mismo molde.

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Santa Isabel.

San Ignacio? En la sacristía se encuentra una pequeña imagen descabezada de madera policromada y talla entera. Su estilo corresponde a las primeras décadas del siglo XVIII. Es alta unos 30 cm. y por el tipo de cogulla y capa es probable que corresponda a S. Ignacio.

Posible imagen de S. Ignacio.

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Crucifijo. Imagen policromada de bulto redondo y talla completa, tal vez del final del siglo XVIII, policromada y encarnada. Es alta 40 cm. y ancha 33 (sin cruz) y se encuentra en buen estado de conservación. Un tiempo vestía un faldellín por encima del paño de pureza. No tiene corona de espinas y se perdió la inscripción INRI.

Crucifijo.

Espíritu Santo en forma de paloma antropomorfa. Existe una decoración de madera muy curiosa y original, probablemente de los últimos años del siglo XIX y contemporánea a la construcción del altar que representa al Espíritu Santo bajo la forma de una paloma antropomorfa. Tiene 53 cm. de altura y 83 de ancho y está pintada de blanco, con las extremidades de las alas y el cuello azul. Única en su género, se asemeja a las representaciones mapuches del águila totémica y es de probable realización local.

Representación del Espíritu Santo.

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8. La Capilla Antigua de Chaulinec 8.1. La Capilla de Nuestra Señora del Carmen La actual Capilla se construyó entre 1954 y 195566, para reemplazar a la anterior, pajiza, que se encontraba en muy mal estado y era muy chica67,68. El lugar escogida para reconstruirla, fue el contrafrente de la misma explanada y reaprovecharon varios elementos de la capilla precedente: un hermoso portón de ciprés y alerce, las columnas de mañío (?), los tablones de mañío del piso.

La Capilla Antigua de Chaulinec (dibujo original de A. Trivero).

La Capilla se construyó conformemente al estilo chilote tradicional, con pórtico y torre-fachada sin solución de continuidad, así que parece ser más antigua de cuanto no lo sea en realidad. Su estado de conservación es solo relativamente satisfactorio. La techumbre ha sido renovada con zinc, aunque en el 66

Cuando se renovó la Capilla, era fiscal don Salvador Pincol Huichapi, mientras don Francisco Couto Couto era sota fiscal. En su construcción colaboraron Mateo Mascareña Cárcamo, Juan Bautista Paillahuala Llapas, Antonio Frías Agüero, Pedro Álvarez Díaz, Pascual Millán Nahualhuén. 67 Para la vieja Capilla, nos dieron una medida de tan solo 2x3,5 m, información que no fue posible corroborar por otros testigos, ni por documentos. 68 En 1659 en Chaulinec existe un Pueblo de Indio y por lo tanto tiene que haber habido también una Capilla. Durante el siglo XVIII la isla se despobló notablemente y entre fines del siglo XIX y comienzos del XX volvió a poblarse con la llegada de pobladores chilotes de otras partes del archipiélago, los cuales, para mantenerse separados de la población de apellido indígena, crearon su propia Capilla, la de los Santos Reyes, convertida en parroquia desde 1907.

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agua que mira hacia el norte, por debajo de las chapas se conserva el techo originario de tejuelas. Las maderas empleadas en la construcción vinieron de la misma isla de Chaulinec. El forro exterior de la Capilla es de tejuelas, con la torre-fachada pintada en amarillo y el pórtico en azul.

La Capilla Antigua de Chaulinec.

El interior de la Capilla presenta una bóveda trapezoidal. El cielo es azul, las paredes verdes con su parte inferior azul, las columnas blancas con su parte inferior también azul: el conjunto de colores resulta armónico.

Interior de la Capilla.

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8.2. La Santería Además de la cruz traída por fray Hilario, la Capilla conserva algunas imágenes interesantes, entre las cuales destaca el Cristo a la columna, la única en todo Chiloé con esta iconografía. Hace unos pocos años, la santería de la Capilla ha sido repintada de una forma muy inadecuada, cancelándose las características pictóricas chilotas, comprometiendo gravemente la estética de la imagen, así como su apego patrimonial: tanto, que la comunidad local condenó terminantemente aquel repinte y destituyó al responsable de su cargo de patrón de la Capilla69. Una imagen que originariamente representaba al Nazareno, fue “convertida” en un San Francisco Javier. Isidoro Vásquez de Acuña en su visita a la Capilla Vieja, observó una imagen que ahora aparece perdida: se trata de una Virgen policromada de candelero de seis listones de 98 cm. de altura.

8.2.1. Cristo Crucificado. Imagen de madera policromada de bulto redondo y talla completa, encarnizada: se trata de la imagen traída por fray Hilario Martínez. Su estilo corresponde al de las escuelas coloniales peruanas o ecuatorianas, y debiera haber sido realizado en el siglo XVII o a comienzos del XVIII. Obra de grande relieve artístico y dramatismo, es alta 99 cm. y tiene 79 cm. de ancho (sin cruz). Se encuentra colocada en el ábside de la Capilla70 y presenta algunos deterioros importantes, cuya reparación es urgente, además de algunas restauraciones de la capa pictórica poco adecuadas. Tiene una corona de espinas de junquillo a la 69

En esta nota se quiere estigmatizar al hecho y no al autor, que seguramente no pensaba actuar mal, aunque así lo hiciera. Este acontecimiento, que desgraciadamente no es aislado, demuestra que hay necesidad de informar a los patrones di capillas y de imágenes y a los fiscales, acerca del significado del arte chilota, de sus características iconográficas y pictóricas, de la importancia de su salvaguardia en su originalidad. Fiscales y patrones fueron piedras fundamentales en la edificación de la evangelización dentro del proyecto Jesuítico que fue tan exitoso. Cualquiera ocurrencia que, como en este caso, ponga en discusión la capacidad y la validez de la persona que ocupa tales cargos, y con eso se ponga en discusión el rol mismo, contribuye a comprometer el edificio entero de la evangelización y con aquello el conjunto de valores de Comunidades, ya amenazadas por ejemplos muy negativos de personas de empresa ajenas a la tradición chilota, y, más en general, por los medios de comunicación de masa actuales, primero entre ellos la televisión. 70 Seguramente resultaría más valorizada si la parte de la pared interesado por el mismo, fuera liberada de elementos decorativos (fotos, repisas, rosario, flores) que disminuyen el impacto escenográfico y su dramatismo.

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cual se le insertaron las espinas; lleva paño de pureza realizado en el mismo bulto. La cruz ha sido pintada muy inadecuadamente con el mismo azul del cielo de la Capilla, desbordándose las pinceladas en la misma imagen del Cristo. Los tarugos que afirman al Cristo a la cruz, no son los suficientemente firmes, por lo cual se encuentra amarrado con una cuerda por su cintura. La grande dimensión de e este Cristo Crucificado, que impone su colocación estable en una pared, hace suponer que cuando se repartieron las imágenes traídas por fray Hilario, en Chaulinec la Comunidad isleña dispusiera ya de una buena Capilla, idónea para acogerlo. Este grande Crucifijo tuvo seguramente un impacto emocional que anduvo más allá de la Comunidad de los Cinco Pueblos: lo demuestra los numerosos Cristos en tantas Capillas chilotas que parecen haberlo tomado como ejemplo.

Cristo en la cruz, obra traída por fray Hilario Martínez.

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Cristo en la cruz: detalles.

8.2.2. Cristo maniatado a la columna. Esta excepcional Imagen policromada de bulto redondo y talla completa, pertenece la escuela chilota y puede atribuirse al final del siglo XVII o al comienzo del XVIII71. Es alta 75 cm. y su realización es ingenua y de realización sencilla. Sin embargo, es el único ejemplo con este tema iconográfico existente en Chiloé, y tal vez en todo el cono sur americano: por esto merece una atención particular.

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Según Isidoro Vásquez de Acuña.

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Su estado de conservación es regular: han sido realizadas algunas reparaciones muy inadecuadas y la capa pictórica en muchas partes está a punto de desprenderse72.

Cristo maniatado a la columna.

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Es urgente proceder a un restauro profesional de esta obra única en su género.

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8.2.3. Las demás Imágenes y Santería San Francisco Javier. Imagen policromada de candelero de seis listones, de escuela chilota, tal vez del siglo XVIII. Se trata de una bella imagen que se echó a perder con un repinte horrible y modificándose sustancialmente la iconografía original, que correspondía a un Nazareno con la cruz al hombro. Cuando la Capilla fue visitada por Vásquez de Acuña, la imagen se presentaba así: “Viste una túnica de terciopelo granate […]; sobre la cabeza luce dos potencias de tres que tuvo originalmente - son de plata, con cardenillo, en forma de hoja de encina -, y una corona de espinas de junquillo. Sostiene una cruz de madera en la diestra...”. Tiene 103 cm. de altura y en su base están añadidos los pies, lo cual es raro en la santería de escuela chilota. Queda para aclarar cuales son las razones por las cuales se resolvió convertir a un Nazareno en un San Francisco Javier: una iniciativa que probablemente nació de algún sacerdote, puesto que es muy improbable que pueda haber surgido de la misma Comunidad isleña. Cabe otra posibilidad. Tratándose, como parece, de una imagen de época jesuítica, no se puede excluir que originariamente representara a San Francisco Javier y que durante la sucesiva misión franciscana fuera convertida en un Nazareno: tal vez algún Sacerdote atento a la iconografía se percató de que ocurriera esto y devolvió a la imagen su avocación original. Nada más que una hipótesis que puede averiguarse con la ayuda de la misma Comunidad.

Cuatro imágenes del Cristo Nazareno/San Francisco Javier de Capilla Antigua de Chaulinec. De izquierda a derecha: la de Vásquez Acuña de fines de los años ’70; una de febrero de 2000; una de marzo de 2008, poco después que la imagen fuera repintada tan malamente; detalle de la cara donde se nota cuanto la imagen se echó a perder con aquella intervención tan inoportuna.

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San José. Imagen de candelero de ocho listones, de escuela chilota. Es alta 87 cm. y se encuentra en condiciones regulares. Ha sido repintada de forma muy inoportuna, valiendo cuanto dicho para la imagen precedente. La cabeza es de madera y la cara de mascarilla policromada. Su atuendo cambió muchas veces en el tiempo.

San José. A la izquierda en 2002, al centro y a la derecha, en febrero de 2008.

Nuestra Señora del Rosario. Imagen de candelero de cuatro listones con cabeza y manos de madera policromada y encarnada, de escuela chilota: en el catastro de Vásquez Acuña aparece con la avocación de Nuestra Señora Candelaria. Es alta 94 cm., tiene algunos daños en las manos y sobre todo ha sido repintada de forma muy inadecuada, tal como ocurrió con el San José del punto precedente. Escondido por debajo de su veste, tiene a un niño Jesús de cerámica, con brazos y pies deteriorados. También esta imagen fue repintada de forma impropia, tal como ocurrió con las imágenes precedentes. En los años ’70-’80 ya se encontraba con su capa pictórica muy deteriorada. Un tiempo, una corona plateada, ahora desaparecida ceñía su cabeza.

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Nuestra Señora del Rosario. A la izquierda, hacia fines de los años ’70; al centro, febrero de 2002; a la derecha, marzo de 2009.

Niño Dios escondido bajo la veste.

Virgen de Gracia. Imagen policromada de candelero de 6 listones, de escuela chilota. Es alta 76 cm. y ha sido repintada de forma muy inadecuada, tal como ocurrió con la santería de los dos puntos precedentes. La cara es de mascarilla policromada y las manos de madera encarnizada.

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Virgen de Gracia.

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9. La Capilla de Tac 9.1. La Capilla de Nuestra Señora de Gracia La Capilla con su explanada en la playa, se encuentra al centro de la vida isleña, pero está muy lejos de constituir su centro. Según la tradición, la primera Capilla de la isla fue fundada por los evangelizadores jesuitas en 1648, presumiblemente en el mismo lugar donde se encuentra la actual. Su emplazamiento, en efectos, es típico del período de la evangelización, con su amplia explanada a la orilla del mar. La capilla actual ha sido edificada en las dos últimas décadas del siglo XIX, coherentemente con su estilo, estructura y materia, y como confirma el testimonio de doña Antonia Millaneri, cuyo abuelo don Asunción Millaneri Villegas trajo de las isla Chauques la madera para su construcción. Algunos isleños recuerdan de haber escuchado de sus mayores, que inicialmente la Capilla tenía pórtico, el que fue pronto tinglado a causa de la notable exposición de la misma al viento nortino73, dándole a la Iglesia el aspecto actual. También poseía una torre de tres pisos particularmente elevada que sufrió el empate del terremoto de 1960 y de las tempestades, sí que hacia 1970 se abatió, antes que se derrumbara, quedando una torre bajita y de un solo piso. En 1994 se pensó de abatir la Capilla y edificar otra más chica, forrada en chapa. Afortunadamente, la intervención del padre Ronchi convenció al Consejo de la Capilla que se restaurara la misma, manteniendo su estructura original y reponiendo forros y techumbre en tejuelas, y el mismo padre Ronchi consiguió importante fondos para que así se hiciera. En ocasión del restauro de 1994, se volvió a alzar la torre, colocándole un segundo piso, sin que volviera a alcanzar su altura inicial. Además se colocó un nuevo piso en tablones de tepa y se repuso el forro externo y el techo en tejuelas, mientras que se conservó el forro interno, en tablones de alerce. Desgraciadamente, el libro historial de la Capilla, que parece datar desde la fundación inicial de la misma, fue llevado a Dalcahue por el párroco de dicha Iglesia74, y no fue nunca devuelto a su lugar.

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Don Herminio Cárcamo, quien en 1994 trabajó en la reposición del piso, confirma la presencia de dos columnas centrales. 74 El cual, desde que no hay más párroco en Mechuque, atiende muy de vez en cuando a las necesidades de la gente de Tac.

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Evolución de la Capilla de Tac (dibujo original de A. Trivero).

Croquis de la Capilla (dibujo original de A. Trivero).

La Capilla mantiene el aspecto tradicional de las Capillas chilotas, así como lo impostaron jesuitas (3 naves) y franciscanos (torre-fachada), aunque ahora le falta el pórtico. Su estado de mantenimiento es regular y en su interior hubo 84

necesitad de colocar una viga para afirmar a la pared izquierda. Si bien necesitas intervenciones de reposición de tablas del forro interno y de refuerzo de su estructura, la Capilla no presenta riesgos de derrumbes y el buen estado del techo garantiza la preservación de las obras de arte sagrada que se conservan en ella. La Capilla se ve agradable, aunque su aspecto presenta alguna desproporción, a causa de la torre excesivamente maciza. Además hace falta el pórtico anterior. Dos aspectos que podrían resolverse en ocasión de un próximo restauro.

La Capilla desde sureste.

La iglesia de Tac en la mitad de los años ’80.

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El interior es pintado de un color blanco azulado y la única nota de color es dada por una línea roja en las columnas y en los arcos entre las mismas, que son arqueados. La sencillez del interior es muy agradable y oportuna, pues lleva a concentrar toda atención en el altar. La Capilla es avocada a la Virgen de Gracia, cuya imagen, muy particular, es colocada al centro del altar.

Interior de la Capilla.

El ábside de la Capilla.

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9.2. La Santería En la Capilla de Tac quedan algunas obras interesantes de arte colonial; muchas más hubieron en el pasado reciente que, desgraciadamente, han desaparecido. La imagen más interesantes se encuentran en la ábside: la Virgen de Gracia en Trono, al centro; San Francisco de Asís a su derecha y la Virgen del Socorro a su izquierda. En los altares laterales se encuentra un hermoso Niño Dios y un Nazareno, ambos de escuela chilota.

9.2.1. Virgen de Gracia en trono Esta es la imagen que, según se cree en las Cinco Islas, corresponde a la Virgen de Gracia traída por fray Hilario. Es una imagen de bulto policromada única en su tipología, pues se encuentra en posición sentada. Mide alrededor de 120 cm. sentada y 160 cm. en posición erguida. Tiene avambrazos y piernas articulados. Se encuentra en un buen estado de conservación y la devoción popular no solamente le renueva la veste, sino también los zapatos y recientemente también el trono. Su cabeza es coronada.

Virgen de Gracia en trono y detalle del viso.

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9.2.2. La demás Imágenes y Santería Virgen del Socorro. Imagen de candelero de escuela chilota de cuatro listones de madera policromada y encarnizada. Tiene 120 cm. de altura75 (incluyendo la corona) y se encuentra en buen estado de conservación. De realización particularmente hermosa, parece ser de fines del siglo XVIII o comienzos del XIX.

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En el catastro de Isidoro Vásquez de Acuña se dice que tiene 80 cm. de altura y que es de ocho listones.

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Virgen de Socorro.

San Francisco. Imagen de candelero de ocho listones de madera policromada y encarnizada en discreto estado de conservación. Sin su pedestal, mide 108 cm. A la base de la imagen se encuentra una calavera que se encontró debajo del piso antiguo de la iglesia y que se supone haber pertenecido a un cura o a un fiscal. Puede atribuirse a la segunda mitad del siglo XIX e imita al San Francisco traído por fray Hilario y conservado en Alao.

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Imagen de San Francisco.

Nazareno. Imagen policromada de escuela chilota imitativa del Nazareno de Caguach, tal vez de comienzos del siglo XX. La imagen tiene 90 cm. de altura (pedestal excluido) y es de candelero con 4 listones. Tiene peluca de pelo natural castaño. Su estado de conservación es muy bueno. No aparece en el catastro compilado por Vásquez de Acuña, tal vez por no considerarse antigua.

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Nazareno.

Niño Dios. Cabeza de escuela chilota con bulto a forma de cuerpo tendido en la cuna. La imagen se reduce a la sola cabeza que se encuentra apoyada a un bulto antiguo que simula el cuerpo fajado de un infante. El largo total es de 24 cm. y el rostro presenta una importante falta de coloración. En el catastro compilado por Isidoro Vásquez de Acuña tampoco aparece esta imagen.

Imagen del Niño Dios.

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9.2.3. Imágenes perdidas. Según el catastro de Vásquez de Acuña, que cita el trabajo de Graciela Arteaga Vargas sin poner fotografías, en la Capilla de Tac habían otras dos obras de escuela chilota que, sin embargo, ya no aparecen en la Capilla: una imagen de San Antonio y una de San Francisco de Asís, y un tiempo también existía una Virgen de la Candelaria76. San Antonio. Imagen policromada de bulto y talla completa, ahora ausente. En el año 1994, siendo patrón de la capilla don Jerónimo Millalonco, la imagen fue llevada a Dalcahue por el párroco de esta iglesia con el fin de restaurarla, y no fue nunca devuelta a la colectividad de Tac. Según Isidoro Vásquez de Acuña, que la cita, tiene 30 cm. de altura. Virgen de la Candelaria. Imagen de bulto de 100 cm. de altura, coronada y vestida de blanco con faja celeste. San Francisco. Imagen policromada de bulto de 45 cm. de altura realizada antiguamente en el mismo Tac por un santero de nombre Remigio Tureuna77.

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Los feligreses entrevistados no tienen memoria de que alguna vez estuvieran. Graciela Arteaga Vargas, Estudio para la formulación de un inventario de la imaginería religiosa de Chiloé, Cruz del Sur, Ancud 1976. Noticia no confirmada: tal vez se refiere a otra imagen de San Francisco de la cual no hay recuerdo. 77

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