Franco, huésped de honor en Burgos, \"Capital de la Cruzada\"

June 19, 2017 | Autor: Luis Castro Berrojo | Categoría: Franquismo, Historia Local
Share Embed


Descripción

FRANCO, HUÉSPED DE HONOR EN BURGOS, CAPITAL DE LA CRUZADA.

Luis Castro

(Este trabajo fue publicado en En plural, cuadernos burgaleses de cultura, nº 4, 2002. Aquí va una versión algo ampliada y actualizada)

1.- EN EL DESFILE DE LA VICTORIA

El 19 de mayo de 1939, pocas semanas después del final de la Guerra civil, tiene lugar en Madrid el apoteósico desfile de la Victoria. Es el homenaje del ejército “nacional” a su Caudillo, a quien ha logrado aupar hasta donde ahora le ve exultante, tras sublevarse contra el gobierno de la II República y provocar una guerra civil con cientos de miles de muertos. Están presentes el cuerpo diplomático, el gobierno en pleno y todos sus generales; más allá, una multitud de unas 500.000 personas, según el ABC. Franco recibe la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración del ejército español, y contempla desde la alta tribuna el desfile, con la participación de esas tropas “moras”, portuguesas, italianas y alemanas que han dado una ayuda decisiva al triunfo. Las distintas unidades marchan interminablemente –cinco horas– por la recién bautizada Avenida del Generalísimo. Y se oye la voz del Jefe Nacional del Movimiento:

Madrileños. Españoles: en este Madrid mártir, liberado ya de la tiranía de la horda, habéis visto hoy el Desfile de la Victoria: 120.000 guerreros, en formación perfecta, dotados del material más moderno y eficiente, como representantes del millón de hombres que han formado en las filas de nuestro Ejército Nacional...

Sigue hablando esa voz algo nasal y feble acerca de “la charca criminal del marxismo”,

del “yugo extranjero y bárbaro” y de la “Santa Cruzada” que han

debido emprender contra todas esas lacras que ya en el siglo XIX condenara Pío IX: el liberalismo masónico, el materialismo, la educación laica y todas esas ideas pretendidamente modernas que han envenenado la pura sangre de la auténtica España. Pero, añade, “no nos hagamos ilusiones”: la Bestia –como la llamara su fiel José Mª Pemán– aún alienta, y los españoles deberán seguir siempre alerta a su voz de mando. Nadie sospechaba entonces que eso iba a durar treinta y seis años más1. Tras la apoteosis militar y política, la consagración. Al día siguiente, Franco recibe el acatamiento solemne de la jerarquía eclesiástica, encabezada por el cardenal primado, Isidro Gomá, que le saluda a la entrada del templo de las Salesas y le hace entrar bajo palio en un ambiente de palomas sueltas, salvas de artillería y repique general de campanas. Es la acción de gracias por la victoria sobre el Mal y la Materia, tras una Cruzada argumentada por los teólogos de Salamanca y bendecida por la jerarquía con su pastoral colectiva (a petición, por cierto, del propio dictador). Gomá recibe la espada del Generalísimo como ofrenda ante el Altísimo y así será depositada en el tesoro de la catedral primada de Toledo. No en balde el recién estrenado papa Pío XII había enviado pocas semanas antes a Franco un telegrama de felicitación expresando su "inmenso gozo" por la "victoria de la católica España". Es el comienzo de un Nuevo Orden y una Nueva Seguimos en esta descripción principalmente a Sueiro, Daniel. y Díaz Nosty, Bernardo. Historia del

franquismo, Madrid, Sarpe, 1986, tomo I, pag. 14.

Era: el primer Año de la Victoria de un periodo que se imagina con no menor perennidad que el "Reich de 1.000 años" nacionalsocialista. Burgos, la cabeza de Castilla, seguía siendo en esa fecha la capital de la “España Nacional” y debía estar presente de modo destacado en esos actos solemnes, a cuyos antecedentes había contribuido, tanto, al menos, como cualquier otra provincia, aportando sus recursos materiales, sus hombres y sus esfuerzos de retaguardia principal a la "Cruzada". Por eso, cerca de la tribuna del Desfile de la Victoria habían ondeado, entre banderas y guiones militares, el llamado pendón de las Navas de Tolosa, guardado en las Huelgas Reales, junto al estandarte custodio del Cid Campeador, llegados expresamente desde Burgos para dar realce al desfile (Según Diario de Burgos, que da cuenta del acto, se trata de “banderas que recuerdan los grandes momentos gloriosos de la Historia de España”). Por eso también, el solemne Te Deum de las Salesas había sido ejecutado por el coro benedictino de Santo Domingo de Silos. Aunque Burgos sólo fue residencia de Franco durante unos dos años y de modo intermitente, se había establecido una relación especial entre él y la capital castellana y, a la hora de vincular al Caudillo de la emergente dictadura con el panteón de varones ilustres, una y otra vez aparecen los héroes de esta vieja Castilla, el Cid y Fernán González, antes que ningún otro: Parece Burgos destinada a ser cuna de resoluciones históricas debidas a Caudillos de magnitud extraordinaria. Fernán González, Rodrigo Díaz, el de Vivar, en este caso Francisco Franco... Pues en este palacio de la Isla se albergó y trabajó durante toda la Cruzada de Liberación el otro Fernán González; que si el primero fundó la nación española, Francisco Franco la salvó de la destrucción y la consolidó y afirmó por los siglos2 Oliveras Huart, A. Monasterio de las Huelgas, palacio de la Isla y monasterio de Santa Clara de

Tordesillas. Madrid, Ed. del Patrimonio Nacional, s.f., pag. 46.

Ya durante la guerra había habido cierta rivalidad entre Salamanca, Valladolid y Burgos respecto de los méritos de cada una a la hora de fijar la capitalidad del Nuevo Estado o, cuando esta volvió a la Villa y Corte, de ubicar la cuna y origen de sus instituciones y hechos básicos. (Sin olvidar que Pamplona fue la que "dio el tono" durante las primeras semanas, como escribe Iribarren). Pero, visto el asunto en perspectiva, parece fuera de duda que a la ciudad del Arlanzón le cupo el papel más relevante en los momentos en que hubieron de definirse los cuatro rasgos esenciales y característicos del franquismo: la concentración de poderes

en

el

"Caudillo",

la

síntesis

forzada

de

las

fuerzas

políticas

antirrepublicanas en el partido único –FET de las JONS o Movimiento Nacional–, los sistemas de control y represión de la disidencia y de la oposición y, en fin, los esquemas de encuadramiento corporativo e ideológico de la población (sindicatos verticales, escuela nacional-católica, medios de comunicación del Estado, Sección Femenina, etc.). Puede decirse que cuando Franco se despide de Burgos para trasladar su residencia oficial a El Pardo, en octubre de 1939, todos esos aspectos se hallaban ya bien atados y el Nuevo Estado configurado en sus rasgos principales, de modo que las reformas legales o institucionales posteriores (como la creación de las Cortes o el resto de leyes "fundamentales") pueden considerarse secundarias o mero desarrollo de esos principios originales. Pues bien: las medidas políticas que dan ese resultado tuvieron casi siempre a Burgos y a los burgaleses como escenario de fondo, desde luego no pasivo, como vamos a ver. Pretendemos dar unas pinceladas descriptivas de ese escenario, haciendo referencia a episodios políticos o bélicos solo en la medida en que sirvan para contextualizar esa descripción de los modos en que la ciudad y sus habitantes participaron en el drama.

2.- BURGOS, ¿ CAPITAL DE ESPAÑA ?

Al final de la guerra continuaban, más agravados si cabe, los viejos problemas de la ciudad: pobreza generalizada, sobre todo en los barrios al sur del Arlanzón, carencia y mal estado del parque de viviendas, necesidad de infraestructuras y equipamientos (canalización de los ríos, red de alcantarillado, pavimentación, escuelas), etc. Baste recordar como síntoma claro de esta situación de penuria que hasta entrados los años cincuenta se arrastró una mortalidad infantil descomunal, que llegó a superar el 20 % entre 1939 y 1941. Y ahora había que atender además a viudas y huérfanos de guerra y reintegrar a la vida civil a esos miles y miles de excombatientes en medio de una economía deprimida y autárquica. La posguerra se presentaba muy cruda. Si más no, ¿cómo reponer los más de 5.000 muertos, ya fuera en el frente, ya en la retaguardia –donde contabilizamos más de dos mil asesinados– y los miles de encarcelados o huidos o exiliados?3 Por esas fechas, las autoridades burgalesas esperaban en su fuero interno algún tipo de compensación por parte del Nuevo Estado tras los muchos sacrificios realizados por los burgaleses en pro de la "Nueva España", si bien de labios afuera no se cansaban de repetir que tal aportación había sido desinteresada, mero fruto de su sentido del deber patriótico. Lo cierto era que en abril de 1939 la hacienda municipal de Burgos estaba exhausta y muy endeudada como consecuencia de sus múltiples contribuciones al bando sublevado durante los tres años de guerra. De los 3,5 millones del presupuesto municipal de 1939, un tercio iba destinado a amortización de la deuda. Luego aún iría a más, pues durante ese año se contrató un préstamo de 1.100.000 pesetas para financiar la construcción de la Academia 3

Castro, Luis. Capital de la Cruzada.Burgos durante la Guerra civil. Barcelona, Crítica, 2006, capº 7: "el final de la guerra. Los años del hambre". Misma fuente para los datos que siguen.

de Ingenieros Militares y la adquisición del palacio de la Isla, mientras la partida para subvencionar "casas baratas" o "ultrabaratas" pasó de 10.000 a 15.000 pts. (La sangría de recursos municipales canalizada hacia estructuras castrenses continuaría durante el virreinato de Yagüe como capitán general (1943-1952). Además de la citada academia, se construyeron entonces la Ciudad Deportiva militar, la residencia de Oficiales, la segunda fase de la barriada militar, el Gobierno Militar, el cuartel "Juan Yagüe", etc. Pero la infraestructura militar alcanzaba también al alfoz, donde se hallaban los aeródromos de Gamonal y Villafría – operativos durante la guerra gracias a la colaboración de la Luftwaffe–, el cuartel de Intendencia, los polvorines y fábricas de municiones, el monasterio de Cardeña y las canteras de Hontoria como campos de prisioneros de guerra, etc. Cuando aún no había llegado el ten de la industrialización –que se relaciona con el desarrollismo de los años sesenta– algunos imaginaron el futuro de Burgos como gran plaza militar). En esta situación, durante un pleno municipal marzo de 1939, el edil burgalés Sr. Ávila propuso solicitar al Estado "una subvención al Ayuntamiento como capital de la Nación", en compensación por los muchos dispendios extraordinarios que le había acarreado esa condición. Era una propuesta que ya se había formulado el año anterior, pero el Sr. Martínez Lostau, entonces alcalde en funciones, le responde que "no considera oportuno que la Corporación municipal presente al Estado factura por el establecimiento de sus organismos, ya que le ha considerado como huésped de honor"4. Pero, aunque no se pidiera, ¿no cabía esperar algo especial después de todo? Las manifestaciones de algunas altas autoridades del nuevo régimen así lo hacían concebir. Acabada la guerra, Serrano Suñer, entonces ministro de Gobernación y número dos del régimen, en una de las últimas sesiones del Consejo de Ministros celebradas en el Palacio de la Isla, estuvo a punto que provocar una pequeña 4 Archivo municipal de Burgos, libro de actas del Pleno del Ayuntamiento. Marzo de 1939.

revuelta de palacio al sugerir al consejo que Madrid, recién tomada, no era digna de albergar el gobierno del Nuevo Estado. – "Madrid –dijo el Cuñadísimo– es la cuna de los errores y el caldo de las corrupciones". Si ya no Madrid, condenada por su numantina resistencia antifascista y republicana, ¿qué otra urbe iba a ser la cuna del Imperio hacia Dios a partir del I Año de la Victoria...? Serrano sugirió que Sevilla podría ser la nueva capital. "Está más cerca de nuestro futuro imperio africano y además es la vía de América". Pero podía ser alguna otra capital de la España interior, de esa España profunda que había respondido como ninguna a la llamada del alzamiento... ¿Quizá Burgos?, debió pensar alguien, teniendo en cuenta que aún se hallaban en la ciudad casi todas las dependencias oficiales y que la vieja Caput Castellae gozaba de cierto pedigrí capitalino5. Al menos durante la segunda parte de la guerra había ejercido como Caput Hispaniae. La propuesta de Serrano encontró la más glacial acogida por parte del resto de los miembros del gobierno, incluido el propio Franco. Todos ellos se imaginaban ya ocupando sus poltronas en los edificios ministeriales de Madrid y de hecho algunos estaban haciendo preparativos para trasladar a la ciudad del Manzanares los muebles, enseres y documentación de sus dependencias. Sin embargo, casi todos ellos verían frustradas esas expectativas, si las tenían: a primeros de agosto de 1936 Franco decide formar nuevo gobierno, el segundo de su mandato, en el cual todos los ministros son nuevos, salvo Serrano y Peña Boeuf. Este gobierno, llamado “de la Paz”, aún celebraría algunas sesiones en el palacio de la Isla. Pensando en Madrid, el dictador se veía alojado en el mismísimo palacio de Oriente, idea de la que le disuadió su cuñado Serrano, quien le recordó la vinculación del monumento con los presidentes de la República y los viejos monarcas. El palacio del Pardo, antiguo lugar de caza de los Asturias, resultaría mucho más idóneo. Así que la idea de Serrano de una nueva capitalidad no cuajó y Merino, Ignacio. Serrano Suñer. Historia de una conducta. Barcelona, Planeta, 1996, pag. 247.

a lo largo del verano las dependencias ministeriales y otros organismos anejos fueron trasladándose a Madrid. Pero aún en septiembre de 1939 tiene lugar en el monasterio de Las Huelgas, con fausto renovado, la convocatoria del II Consejo Nacional de la FET de las JONS (o Movimiento Nacional), esta vez con cien consejeros, el doble que en la sesión constitutiva, pero con resultados no menos inoperantes que la primera vez6. El poder omnímodo de Franco no iba a tener condicionante ideológico o político alguno, ni siquiera por parte del partido del que él mismo era Jefe nacional. Fue uno más de una larga serie de actos políticos espectaculares de escasa o nula repercusión como los que ya se habían celebrado en Burgos durante la guerra y los que se repetirían en la posguerra: el Día de la Raza, el Milenario de Castilla, el aniversario del 18 de julio, el Día del Caudillo, etc. De la escenografía de este tipo de actos se ocupaban con esmero Eugenio D'Ors y el equipo de propaganda de Dionisio Ridruejo, muy inspirados ambos en el modus operandi de fascistas y nazcis en sus concentraciones y fastos callejeros. Se trataba principalmente de exaltar la figura del Caudillo y de mantener vivo el recuerdo de la guerra, así como el culto a los caídos "por Dios y por España", como cimientos ideológicos del nuevo régimen. A la vez caía el espeso manto del olvido y de la damnatio memoriae sobre los vencidos y las víctimas, cuya memoria y reconocimiento aún hoy, muchas décadas después, seguimos reivindicando. Por fin el 18 de octubre de 1939 Franco se despide oficialmente de la ciudad de Burgos, no sin antes anunciar que "de momento sufriréis las consecuencias de la resaca producida por la marcha de los organismos oficiales que aquí se instauraron durante la guerra y en los primeros momentos de la paz, pero tenéis que prepararos para que Burgos prospere todo lo posible y tenga (...) vida industrial próspera". Lo cual será un vaticinio exacto... para treinta años más tarde, En diciembre del 37, tras el decreto de unificación (de abril de ese año), los cincuenta consejeros nacionales de FET de las JONS designados por Franco habían tomado posesión en la sala capitular del monasterio de las Huelgas, con una ampulosa fórmula de juramento redactada por Eugenio D'Ors. Así quedó constituido el Consejo Nacional, como recuerda una cartela en el compás de Huelgas.

cuando, como una especie de lotería, caiga sobre la ciudad la ubicación de un Polo de Desarrollo. Por medio estaban los duros años de la posguerra, esos años del hambre, del conflicto mundial, del aislamiento exterior... Como recuerdo para la ciudad, el Caudillo deja en el palacio de la Isla el plano de operaciones en la última fase de la guerra "donde se refleja cómo se encontraban España y los frentes cuando íbamos a iniciar la última ofensiva"7. Una vez más, las autoridades burgalesas vuelven a manifestar al Caudillo su vasallaje con ampulosa retórica. Así, el alcalde Manuel de la Cuesta llama mediante bando a todos los burgaleses para que despidan a Franco masiva y fervorosamente: ”... la ciudad, como al Caballero de Vivar, le dio como presente el corazón y hoy le dice: “Caudillo, aquí está Burgos, Gloria a Dios en las Alturas y alabanza a ti, Salvador de España”. Pero las fuerzas vivas burgalesas no se resignaban a perder todos los lazos que les unían con Franco. No era suficiente el haberle dado la medalla de oro de la Ciudad, nombrado alcalde honorario de la misma, dedicado una de sus mejores avenidas, felicitado y aclamado una y mil veces por sus victorias, el haberle puesto, en fin, "la ciudad a sus pies" (expresión de Juan C. Pérez Manrique). Aunque se había frustrado el proyecto de construir en Burgos el Monumento a los Caídos y el Museo de la Cruzada -ideas ambas pensadas antes que nadie por los concejales burgaleses-, el Ayuntamiento tiene un último gesto de generosidad e hidalguía con su heroico guerrero: le cede gratuitamente como residencia el palacio burgalés donde había vivido durante los últimos años de la contienda y desde donde había dirigido las operaciones militares hasta el “Primer Año de la Victoria”, que se esperaba fuera el comienzo de la Nueva Era Nacional-Sindicalista.

Gárate Córdoba, José Mª. El Cuartel General de Franco en Burgos, Revista del Ejército, nº 264, julio de 1960.

3.- LA SEGUNDA MITAD DE LA GUERRA. BURGOS, CAPITAL DE LA NUEVA ESPAÑA

La relación de Franco con Burgos había pasado por distintas fases a lo largo de la guerra. Durante los primeros meses solo visitó la ciudad

en contadas

ocasiones, pero siempre por motivos de importancia. La primera fue a raíz de su nombramiento como miembro de la Junta de Defensa, el 16 de agosto del 36, y ya entonces obtiene el fervor popular y la pleitesía de las fuerzas vivas burgalesas: "al frente de una larga romería de autos –escribe Iribarren– hizo su entrada en la Cabeza de Castilla el victorioso general del Sur. Burgos le recibió en fiesta de balcones engalanados y fervor clamoroso de muchedumbre". Luego dio audiencia a las autoridades locales y asistió a una misa celebrada por el arzobispo en la catedral8. Su discurso desde el balcón de Capitanía alaga al auditorio: "esta Castilla heroica –dice– es hoy también corazón de España, la que va al frente llevando el espíritu de una raza"9. Aún no es el "Caudillo" y "Generalísimo", pero parece clara ya la preeminencia de Franco sobre la figura de Mola, que había fracasado en su intento inicial de una tomo rápida de Madrid por el norte. Como el propio Mola reconoció entonces, el futuro de la guerra dependería del empuje del Ejército de África desde el sur. En esa ocasión, Franco se alojó en el hotel Norte-Londres, adonde solían acudir los generales y personajes importantes; un hotel de cierto lujo para aquel entonces, bien situado en las inmediaciones del palacio de Capitanía. (Durante la II República fue sede de la VI División Orgánica, pues las reformas militares de Azaña habían suprimido las capitanías). De nuevo Iribarren nos pinta el ambiente de animación, concurrencia y exaltación, un tanto impostada, de este lugar, no

Iribarren, José Mª. El general Mola, Madrid, Ed. Bullón, 1963 (3ª ed. La 1ª es de 1938), p. 218. Diario de Burgos, 16 de agosto de 1936.

distinto del de otros hoteles y pensiones de la ciudad, todos llenos a rebosar casi desde los primeros momentos: ¡Tertulia inolvidable del hotel! En los divanes, muchachas aristocráticas confeccionaban brazaletes y escarapelas. Allí pasaban sus permisos de horas los llegados del frente, barbudos, curtidos ya del aire de la sierra. Y los cascos de acero dialogaban en la mesa del 'hall' junto a las perfumadas bolsas de labor de las novias, de las hermanas, de las madres. Todos sufrían pensando en los parientes que dejaron en la zona marxista...10

Pocas semanas después, tras el nombramiento de Franco como Jefe de Estado y Generalísimo el 1 de octubre del 36 los fastos fueron aún más apoteósicos en Burgos. De nuevo desfiles y discursos en el traspaso de poderes – de Cabanellas, presidente de la Junta de Defensa, a Franco–, recepción de autoridades en el salón del Trono del Palacio de Capitanía, calles engalanadas, parada militar, muchedumbres... Pero no todos dejaban de percibir en estos fastos su punto de exageración y cursilería, así como el contraste entre la fanfarria y la escasa entidad física del dictador. Ruiz Vilaplana en esa ocasión ve "avanzar, entre sotanas y burgueses, la figura amorfa y gris de su menguado caudillo"11. Algo en lo que coinciden incluso los historiadores revisionistas: "... era bajito y poco impresionante, demasiado bajo (sic) y poco atractivo, algo regordete a su mediana edad, con una voz aflautada"12. La Diputación cedió entonces generosamente el Palacio Provincial como residencia para las ocasiones en que el Caudillo fuera a Burgos, pues, de momento, iba a permanecer en Salamanca algunos meses más. Ello exigió Iribarren, José Mª, Op.cit., p. 171. Ruiz Vilaplana, Antonio. Doy fe... Un año de actuación en la España nacionalista.Sevilla, Espuela de Plata, 2012, p.156. Más adelante señala que algunos repetían: "¡Qué pequeño! ¡Qué "bajito" es Franco!" Payne, Stanley. G. y Palacios, Jesús. Franco. Una biografía personal y política. Barcelona, Espasa, 2014, p. 213. Este tipo de autores sin embargo no son tan perspicaces para ver su escasa estatura intelectual y moral. (Cf. Ángel Viñas, La otra cara del Caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco. Barcelona, Crítica, 2015).

acondicionar y amueblar toda la planta primera de la Diputación, gastos que corrieron por cuenta del Ayuntamiento y de la corporación provincial, a partes iguales. El aparato burocrático de la Junta Técnica se ubicó como pudo en el palacio del Cordón, donde ya había estado la Junta de Defensa. La ciudad hubo de afrontar un problema grave y creciente: el alojamiento y abastecimiento de una multitud de funcionarios, militares y huidos de la otra zona. Durante la primera fase de la guerra, hasta el verano de 1937 y el inicio de la campaña del Norte, Franco fijó su residencia oficial primero en Cáceres y luego en Salamanca. En esa primera parte de la contienda, si bien Burgos había sido la sede administrativa del aparato político creado por los generales rebeldes -la Junta de Defensa primero, luego la Junta Técnica–, no es menos cierto que el centro de gravedad de la España "nacional" radicaba en Salamanca, desde el momento en que Franco tuvo allí su residencia oficial y su cuartel general, y allí fueron a parar también los jefes y jefecillos falangistas y los primeros representantes diplomáticos; allí empezó a emitir Radio Nacional, etc. Con ese telón de fondo, en Salamanca se había escenificado el segundo gran acto encaminado al caudillaje de Franco: la "unificación" de falangistas y tradicionalistas y su sometimiento pleno al dictador, a mediados de abril de 1937. Como tantas veces se ha dicho, en España no ocurriría como en la Alemania nazi, en la que es el partido único el que se impone al ejército y al aparato político; aquí ocurre al contrario: es el poder militar de los sublevados el que manda y controla a las fuerzas políticas. Ecos de esa contundente realidad, que tendrá vigencia en España durante décadas, oímos durante el 23-F de 1981, cuando la Guardia Civil anuncia a los diputados españoles retenidos que la autoridad en ciernes es "militar, por supuesto". En este sentido, Ramón Salas Larrazábal recuerda que por esas fechas en Burgos se empezó a llamar "franquista" al régimen incipiente que nacía de la síntesis forzada entre falangistas y tradicionalistas13 y algo así dirá después Dionisio Ridruejo con más finura conceptual. Uno y otro tenían buenos elementos Salas Larrazábal, Ramón. Historia de Burgos, Caja de Ahorros Municipal de Burgos. (4 vols. 1985-2007).

de juicio. Desde nuestro punto de vista, el franquismo no es ni más ni menos que la versión española del fascismo, un calificativo que usaban con normalidad los propios actores del régimen, al menos hasta 1945. Bien es cierto que luego hubo de adaptarse al ambiente de Guerra fría y mostrar sobre todo su pata anticomunista al amigo americano (pata negra, ciertamente) y su renovada pleitesía al Vaticano frente al enemigo de siempre. En esa primera parte de la guerra, ciudades como Valladolid o San Sebastián también contaban con organismos oficiales. (En Valladolid, por ejemplo, estaba el Gobierno General, que se ocupaba de la administración local y del control y represión de los territorios "liberados"; y el 20 de agosto del 36 allí trasladó Mola su cuartel general del Ejército del Norte, hasta ese momento ubicado en Burgos. En San Sebastián se hallaban la mayoría de los diplomáticos). En ese período, el general Queipo de Llano actuaba con autonomía como si fuera un virrey en Andalucía, de modo que el poder político y la administración de los insurrectos se hallaban un tanto dispersos en el territorio de la “España nacional”, por más que la dirección política y militar única se le hubiera dado a Franco el 1 de octubre del 36. Avanzada la guerra, y con la perspectiva de la desaparición del frente norte, la opción de Burgos se imponía frente a una Salamanca demasiado alejada de las líneas de combate en el hinterland nacionalista. Franco se había trasladado a esta ciudad unos meses antes; según Paul Preston, el Caudillo, con su familia, el Cuartel General y demás servicios anejos, debió mudarse de Salamanca a Burgos algunos días después de la toma de Bilbao, que ocurrió el 17 de junio de 1937 14. Desde luego estaba ya alojado en el palacio de la Isla el 15 de julio siguiente, cuando tiene lugar una de las muchas celebraciones destinadas a sostener el ardor guerrero en la retaguardia: el Día de Homenaje al Soldado y a la Madre del Preston, Paul. Franco, Barcelona, ed. Grijalbo-Mondadori, pag. 356. Pocos días antes había estado en Burgos asistiendo a las honras fúnebres de Mola, muerto en accidente de aviación el 3 de junio.

Combatiente, motivo por el cual se organiza, entre otras cosas, una manifestación popular que va a desembocar al Palacio de la Isla15. En lo sucesivo, las manifestaciones y actos públicos (desfiles, misas de campaña, etc.) tienen lugar o terminan en las inmediaciones de ese palacio, como ocurre, por ejemplo, a finales de agosto del 37, con la celebración de la toma de Santander. En esa ocasión, Franco, que se hallaba en la ciudad, dirigió unas palabras a los manifestantes. También fue memorable la celebración del "Día del Caudillo" el 28 de septiembre de 1937, que conmemoraba el primer aniversario de la elección de Franco por sus entonces pares. (En lo sucesivo, la efeméride dataría el 1º de octubre. La de 1938 incluiría entre los fastos su nombramiento como capitán general16, la clásica recepción de autoridades, un desfile de antorchas al estilo nazi por la noche y un discurso de Ridruejo –futuro liberal de toda la vida– en la puerta catedralicia del Sarmental). Una vez más, Burgos, como ya ocurriera en la Guerra de Independencia y en las guerras carlistas del siglo XIX, mostraba su importancia estratégica para quienes se aventurasen a cambiar el poder mediante el recurso a la fuerza militar. El cambio de ubicación de Salamanca a Burgos lo ponía en evidencia, al ser resultado de un conjunto de factores entre los que están la relativa cercanía de la ciudad del Arlanzón a los frentes de guerra (el norte cantábrico, el valle medio del Ebro y la sierra de Madrid), la disponibilidad de infraestructuras militares (cuarteles, aeródromos, hospitales, etc), el acceso a vías de comunicación importantes o el alto grado de adhesión social a los rebeldes. (Bien es cierto que esta adhesión no era menor en Valladolid o Salamanca. Por eso en algún momento Ricardo de la Cierva habla de un eje del fascismo español que comenzaría en Vitoria y Pamplona y acabaría en Salamanca, pasado por Burgos y Valladolid). La guarnición militar y la derecha sociológica de Burgos habían mostrado desde el principio el máximo fervor y apoyo a la sublevación, sólo comparable al Diario de Burgos, 16.7.1937 La II República había suprimido ese empleo militar, que fue restituido por los sublevados

que se dio en Pamplona

y esas otras ciudades de la Castilla interior.

La de

Burgos, por ejemplo, fue una de las primeras guarniciones de la Península –si no la primera– en que se proclamó el estado de guerra, a las dos de la madrugada del 19 de julio, siete horas antes de lo previsto en los planes de Mola, y esta provincia fue de las pioneras a la hora de reclutar y movilizar tropas para llevar al frente, en tener bajas en combate o en iniciar la represión en la retaguardia, también con un balance sangriento. Sin olvidar que hubiera estado en Burgos, al menos temporalmente, la capitalidad del Directorio Militar que habría presidido el general Sanjurjo si este hubiera aterrizado en el aeródromo de Gamonal el 19 de julio, tal como se esperaba. Una vez que Franco fija en Burgos su residencia, se requería un lugar más idóneo que el palacio de la Diputación Provincial, en el que pudieran ubicarse también los servicios más próximos que le rodeaban: el Estado Mayor, la Guardia personal, la secretaría particular, etc. La residencia, además, no sólo debía acoger a la familia de Franco, compuesta por su mujer y su hija Carmencita, sino también a las de su primo y secretario particular –Francisco Franco Salgado Araujo–, y a la de Serrano Suñer, una vez que este aparece en "zona nacional" en febrero de 1937. Las tres familias ya habían compartido alojamiento en Salamanca y en Burgos querían seguir igual. Vivir varias personas o familias así, en una misma residencia y compartiendo los gastos, era habitual entre militares temporalmente desplazados. Se denominaba "vivir en república". El lugar elegido resultó ser uno de los mejores edificios del Burgos de entonces: el palacio de la Isla, perteneciente a la familia de los condes de Muguiro17. A primeros de julio de 1937 se había promulgado una normativa según Oliveras Huart, Op. cit., pag. 47. Los condes de Muguiro eran una familia de origen navarro ennoblecida en los primeros años del reinado de Alfonso XII. Algunos de sus miembros pertenecieron a Renovación Española. El titular actual de la casa de los Muguiro es Carlos de Muguiro e Ibarra, casado con una hija de Ramón Serrano Suñer. Acumula también los títulos de barón de Bicorp, de Benedris y del Castillo de Chirel. Salvo excepciones, los diplomáticos, como los toreros y los ganaderos de reses bravas, fueron fervorosamente franquistas.

la cual, debido a la enorme avalancha de gente que inundaba la ciudad y a la escasez de residencias, quedaban sujetos a carga pública de alojamiento todos los vecinos de Burgos, sin excepción alguna, de modo que un inmueble de la categoría del palacio de la Isla difícilmente hubiera escapado a la obligación de albergar a algún alto miembro, civil o militar, del nuevo régimen. Por esas fechas, el palacio de los condes de Castilfalé, por ejemplo, albergaba diez pupilos, las oficinas de la CAMPSA y la familia propietaria. En todo caso, la titular de la casa Muguiro no puso resistencia alguna a la ocupación ni más tarde a la venta, ni regateó el precio que le ofrecieron, considerando quién era el beneficiario de la operación. Así pues, durante la segunda mitad de la Guerra Civil puede afirmarse que Burgos, la cabeza de Castilla, fue también la capital de la España insurgente, que iba creando un nuevo estado conforme destruía el de la II República. Durante los primeros tiempos de la guerra no estaba muy claro cuál sería el nuevo régimen que se alumbraría tras la victoria de los sublevados. (En agosto del 36 Mola había invitado a abandonar España al joven Juan de Borbón, posible heredero de Alfonso XIII, cuando aquél se presentó en Burgos dispuesto a luchar como voluntario al lado de los “nacionales”. En esa ocasión había dejado en Roma a su esposa Mª de las Mercedes, entonces gestante del futuro Juan Carlos I). Pero, muertos Sanjurjo, Calvo Sotelo, Mola y José Antonio y, por otra parte, al fracasar el levantamiento como golpe militar rápido, cambiaron radicalmente las previsiones políticas de los sublevados, inicialmente orientadas a un "golpe de timón" dentro de la república o a la formación de un régimen no muy distinto de la dictadura de Primo de Rivera. Como muy bien intuyeron desde el principio personas como el general Cabanellas o Pedro Sainz Rodríguez, el nuevo régimen derivaría hacia una dictadura personal y vitalicia bajo Franco, no a un sistema provisional que acabase en monarquía – fuera alfonsina o carlista– o algún tipo de república autoritaria y corporativa. El 30 de enero de 1938 fue creado el primer gobierno de Franco propiamente dicho, con sede en Burgos. Un poco antes, la víspera de Reyes, se había celebrado en la ciudad con asistencia de Franco el banquete tradicional del

cuerpo diplomático, al que acuden los embajadores de Italia, Alemania, Portugal, Japón, El Salvador, Guatemala y El Vaticano. Como decían los plumíferos al servicio del Movimiento, Burgos empezaba a adquirir humos de metrópolis internacional. De este modo, la vieja ciudad castellana se convierte en el escenario de la consolidación del poder dictatorial de Franco. La formación del llamado “gobierno de Burgos” es el resultado final de un proceso que había comenzado con la integración de Franco en la Junta de Defensa inicial –motivo de su primer viaje oficial a Burgos, como hemos visto– y que después tuvo hitos decisivos con la “exaltación” de Franco a la Jefatura del Estado y el decreto de unificación política. Se trataba de remediar la situación de "estado campamental" disperso y de fortalecer y unificar el aparato político bajo el mando único de Franco, que en ese momento acumulaba los cargos de Jefe del Estado, Jefe del Gobierno, Generalísimo de los tres ejércitos, capitán general y Jefe Nacional del Movimiento. Como dice Serrano Suñer en su ‘Discurso de Burgos’, “aquí [en Burgos] se inició el tránsito del Estado campamental al Estado en alguna medida sometido al orden jurídico”18. Más adelante, Gabriel Cardona diría con su sorna característica que Franco llegó a acumular "más poderes que la Santísima Trinidad". Si el emplazamiento de las juntas en Burgos había implicado la ocupación de numerosos edificios y locales en la ciudad, tanto públicos como particulares, el traslado del cuartel general y la creación del gobierno de Burgos supuso la implantación de numerosas dependencias, que se sumaron a las que ya había y, por otro lado, incrementó aún más el flujo y migratorio que toda urbe capitalina arrastra, máxime en momentos de guerra civil. Con la estrecha colaboración del Ayuntamiento de Burgos, la Diputación provincial y el arzobispado, el nuevo régimen fue emplazando aquí sus dependencias oficiales. La casa del Cordón, que había acogido hasta ese momento a las juntas (de Defensa y Técnica) pasa a ser sede de la vicepresidencia del gobierno y del ministerio de Asuntos Exteriores (pero no cambia el ilustre inquilino de la casa, pues el general Gómez Jordana, tras Serrano Suñer, Ramón. Discurso de Burgos, Burgos, 1971.

ocupar la presidencia de la Junta Técnica llega a ser el responsable de asuntos exteriores); la Casa Consistorial sirvió de sede al ministro de agricultura, Raimundo Fernández Cuesta, que era también secretario general de FET de las JONS. (Por ese motivo el alcalde, Manuel de la Cuesta, debió trasladar su despacho al Círculo de la Unión, donde tendrían lugar las reuniones municipales en lo sucesivo); y la Diputación alojó al ministro de interior, Serrano Suñer, así como la redacción de Radio Nacional (la emisora propiamente dicha estaba en el Teatro Principal). En las inmediaciones del palacio de la Isla todos los edificios importantes estaban sometidos al servicio de alojamiento oficial, en este caso a la cúpula político-militar del régimen: el Estado Mayor y el Cuartel General de Franco se hallaban en los cercanos conventos de las Salesas y "Francesas" o Damas Negras; los ministerios de Hacienda y Guerra, en el Palacio de Justicia (que también alojaba tropas en sus sótanos) y en un edificio cercano estaba el Banco de España; el hotel "Infanta Isabel" solía estar totalmente ocupado por los oficiales de la legión "Cóndor" (y por eso ondeaba la esvástica en su fachada); no muy lejos, la catedral servía de caja de resonancia al Servicio de Prensa y Propaganda con sus misas de acción de gracias por las "liberaciones" de ciudades o los funerales en los aniversarios de las muertes de Calvo Sotelo, Sanjurjo, Mola, José Antonio... Al otro lado del río había construcciones de no menor calidad: la iglesia y convento de la Merced (que albergaba el cuartel de Falange), la iglesia del Carmen, el antiguo colegio de San Nicolás (Instituto de Bachillerato), con la Comisión de Incautación de Bienes y la de Depuración del Magisterio19, el seminario menor (que daba espacios para un hospital de sangre y alojamiento de tropas) y la urbanización de "la Castellana", en vías de construcción. El epicentro de todo ese mundo se hallaba en el palacio de la Isla, que, al decir de Gárate Córdoba, "fue eje de la vida nacional durante la época más importante de los Allí se hizo un primer ensayo de comunicación "telefonovisual" con el edificio de la Audiencia en noviembre de 1938. Franco, desde este lugar, se puso en contacto con su ayudante el comandante Martínez Maza, que se hallaba en el instituto. (Cf. L. Castro, Op. cit., p. 134)

últimos tiempos. Hubo allí planes de campaña, consejos de ministros, recepción de embajadores y hasta vistosos relevos de guardia"20. Sin embargo, no todos los departamentos ministeriales se ubicaron en Burgos, principalmente por falta de espacio: en Vitoria se hallaba el de Educación21 y el de Justicia, en Bilbao el de Industria y comercio, en Santander el de Obras públicas y en Valladolid el de Orden Público, regentado por el siniestro general Martínez Anido. (Al morir este en diciembre de 1938 sus funciones se integraron en el de Interior, que pasó a denominarse Gobernación, con Serrano como titular). De todos modos, la jefatura política era única e indiscutible bajo Franco. Se había terminado la “poliarquía” política anterior y los ministros foráneos y embajadores debían venir frecuentemente a Burgos a despachar y a asistir a los consejos de ministros. La ciudad, duplicó, como mínimo, su censo de 45.000 habitantes en 1936 y, aunque es imposible de certificar, pues buena parte de la población era transeúnte, pudo superar ampliamente los 100.000 residentes en algún momento22. Y aunque la ciudad "se desinfló" de vecindario en la posguerra, resulta significativo, como señala Nazario González en la reedición de su citado libro (2010, p. 306) que se pasara de los 44.822 censados en 1936 a 60.425 de 1940. Un crecimiento del 35 %, luego consolidado, tanto más notable si tenemos en cuenta los varios miles de ejecutados, muertos en combate y huidos o exiliados. (Aunque también hay que recordar esos 5.235 reclusos repartidos entre la prisión Central y al Provincial, los cuales se hallaban integrados en ese censo).

Gárate Córdoba, José Mª. El Cuartel General de Franco en Burgos, Revista del Ejército, nº 264, julio de 1960. Pedro Sainz Rodríguez cambió la denominación anterior, que era "Ministerio de Instrucción Púlica" González, Nazario. Burgos, la ciudad marginal.de Castilla. Burgos, 1958, p. 209

4.- EL PALACIO DE LA ISLA

El palacio se hallaba emplazado en la zona entonces más elegante de la ciudad: la fachada urbanística que frente al paseo y parque de la Isla se extiende entre la renacentista puerta de Santa María y el barrio de San Pedro de la Fuente, punto de paso del Camino de Santiago hacia el hospital del Rey, atravesando el puente de Malatos. Era un ensanche recogido y lujoso que se había ido urbanizando en el siglo XIX tras ser demolidos los lienzos de muralla anejos al arco de Santa María por su lado oeste. En la zona se levantaron los imponentes edificios de la Audiencia y el hotel "Infanta Isabel" de los Liniers, contiguos al ambiente más tradicional del hospital de Barrantes, el palacio episcopal, el convento de las Salesas , el seminario mayor y el paseo de los Cubos. Eran ámbitos residenciales preferentes para la alta burguesía local: los de la Cuesta, Besson, Liniers, Plaza, Moliner, entre otros. El Palacio de los Muguiro estaba hecho al gusto de la época –una estética historicista emparentada con el modernismo de fin de siglo– y servía de segunda residencia a la familia, que residía habitualmente en Madrid. El palacete, en medio de un jardín acotado, hubo de ser amueblado y adaptado a la nueva situación: ser residencia oficial del Caudillo y ubicación de Términus, contraseña que designaba el alto mando de los sublevados23. El lugar ofrecía algunas ventajas: cierta amplitud, aislamiento favorecedor de la seguridad y proximidad al centro urbano y 'Terminus' era el nombre con que se designaba el vagón de ferrocarril o el vehículo rodado utilizado para transportarle. Tras las muertes de Mola y Sanjurjo en accidentes de aviación, el Caudillo dejó de usar el avión como medio de transporte. Tampoco usó Franco este medio en sus múltiples viajes después de la guerra, a pesar de que había uno dispuesto permanentemente a su servicio. (Debo esta información a un oficial retirado de la guarnición de Burgos, de cuyo nombre no me acuerdo).

a otras dependencias del nuevo estado: el palacio de la Audiencia, el Banco de España, etc. La cercanía del hotel "Infanta Isabel" permitía sin duda el alojamiento de personalidades visitantes, cosa que era imposible en el propio palacio. Por entonces los jardines de la Isla ya presentaban un aspecto muy semejante al actual, incluso con el parterre circular de la plaza de Castilla y su jarrón artístico, que datan de 1933. A pesar de su cercanía al centro, el edificio era un tanto periférico, pues no había otras construcciones más allá en esa zona, que antiguamente había sido de lavaderos de lana, hasta el barrio de San Pedro de la Fuente. El perímetro de la finca abarca 13.259 metros cuadrados y el edificio dispone de dos plantas principales, una buhardilla habitable, un semisótano y un amplio pabellón fronterizo al paseo de la Isla. Serrano Suñer recuerda las estrecheces en que vivían por esa época, a causa de los múltiples usos que se daba al edificio24. La planta baja del palacio de la Isla tenía una función “oficial” principalmente: en ella estaba el despacho de Franco y el de sus ayudantes, una sala de espera, un salón y algunos servicios. En el salón, que podía acoger a 40 o 50 personas en torno a una mesa, se celebraban los consejos de ministros. En la primera planta estaban las habitaciones particulares de las tres familias. Carmencita, la hija de Franco, Nenuca para los íntimos, tenía habitación propia, pero el matrimonio Serrano, con cinco hijos pequeños, solo disponía de un cuarto para toda la familia. En la buhardilla se alojaban algunas dependencias del Estado mayor y una oficina de prensa. En el sótano se hallaban la cocina, los lavaderos, la caldera de la calefacción y otros servicios semejantes. La parte posterior del edificio disponía de una capilla de planta reducida, pero con altura hasta la cubierta. La seguridad –que era supervisada por Franco Salgado Araujo– quedaba garantizada por la Guardia Mora, que disponía del pabellón de la entrada. El edificio fue reformado en prevención de posibles ataques aéreos; para ello se reforzó la cubierta y se habilitó un pasadizo entre el piso de la planta baja y el Serrano Suñer, Ramón. Discurso de Burgos..

sótano.

(Se ha llegado a rumorear que había un pasillo subterráneo que

comunicaba la casa con las Salesas, pero no parece cierto). Otras altas autoridades también se veían afectadas por la grave falta de “espacio vital”. (Por ejemplo, Dionisio Ridruejo, Jefe Nacional de Propaganda, vivía en un chalet de la Castellana y cuenta cómo lo tenía que compartir con otras dos o tres familias de la alta sociedad) . Cuando no se hallaba en los frentes dirigiendo las operaciones desde ‘Terminus’ Franco residía en Burgos, pero no solía hacer salidas por la ciudad, salvo a actos oficiales o a misa en la catedral, acompañado por su mujer. Dentro de ese tipo de actos destacan las celebraciones ciudadanas con motivo de la “liberación” de capitales de provincia o las efemérides del régimen. Un ejemplo de los primeros tuvo lugar con motivo de la toma de Teruel, a finales de febrero de 1938; en esa ocasión el ayuntamiento concede a Franco la medalla de oro de la ciudad con el bastón de mando como “alcalde honorario” de la misma. El 1º de octubre –aniversario de la “Exaltación” a la Jefatura del Estad–- o los primeros funerales por la muerte de José Antonio Primo de Rivera , el 20 de noviembre de 1938, son ejemplo de efemérides revestidas de gran boato25 (10).

Así, por

ejemplo, describe el Diario de Burgos “el día del Caudillo” de 1 de octubre de 1938 (recogemos sólo los titulares y entradillas del reportaje): “S.E. el Jefe del Estado recibió ayer un férvido homenaje de adhesión y de cariño en el segundo aniversario de su exaltación a tan elevado cargo. Asistieron al acto el gobierno, el cuerpo diplomático, consejo nacional, junta política, jerarquías de Falange Española Tradicionalista de las J.O.N.S. y Ese primer “20-N” oficializó el culto al “ausente” José Antonio, de cuya muerte no se había dado cuenta oficialmente. Con ese motivo se ordenó grabar en los muros de las iglesias y catedrales los nombres de los “Caídos por Dios y por España”, junto con el recuerdo a José Antonio, que se unió al de Calvo Sotelo, “protomártir”. La idea de las inscripciones fue de Dionisio Ridruejo, Jefe Nacional de Propaganda. Dichos grabados e inscripciones aún se pueden ver en muchos templos españoles, incluso, ya muy borrados, en el muro lateral derecho de la puerta del Sarmental.

representaciones de los ejércitos combatientes. Antes, el Caudillo recibió el homenaje de la Falange, que le hizo entrega del fajín y bastón de capitán general. El Generalísimo concedió audiencia al alcalde, de cuyas manos recibió el bastón de mando de Alcalde Honorario de Burgos y la medalla de oro de la ciudad. Ayer tarde se reunió el Consejo de la Falange. Una brillantísima manifestación, en la que hubo gran entusiasmo. Los vítores al Caudillo y a España y el fervor patriótico fueron marco brillantísimo de todos los actos”.

Por lo demás, el Caudillo y sus inmediatos colaboradores no debían disponer de muchos tiempos libres. “He pasado en este despacho los días más difíciles y decisivos de la Historia de España –dice en el momento de despedirse oficialmente de Burgos– (...) y aunque encerrado siempre en este palacio y absorbido por los apremios de la guerra, no he podido disfrutar de las delicias de esta ciudad”. Algo parecido dice Serrano: “aquí viví y trabajé con ilusión desesperada durante dos años. Aquí se produjeron momentos de gran tensión emocional y desde luego los de mayor responsabilidad de mi vida”26. También se queja Serrano de que no ha paseado por la vieja ciudad tanto como hubiera querido, pero podemos estar seguros de que no pasaba desapercibido cuando lo hacía, tan dado como era a los uniformes llamativos y a las poses estudiadas, como, por lo demás, lo eran todos los jerarcas fascistas de la época. El concepto del führerprinzip, esto es, del caudillaje de un individuo escogido por la providencia, el cual a su vez se sirve de una “minoría egregia” que destaca sobre la multitud de la masa, etc., avala ciertas conductas de los grupos de extrema derecha de la época, aún en sus aspectos más superficiales, como son las aficiones por la retórica hiperbólica, los ademanes enérgicos y los colores llamativos en la indumentaria. Algo que también sintoniza con el espíritu del señorito castizo español, majo, gracioso y "echao p'alante". Merino, I. Op. Cit., pag. 230.

El palacio de la Isla sirvió para dar recepciones diplomáticas y gubernativas, como, por ejemplo, la visita del Sultán Azul de Ifni o la del pretendiente carlista, Javier de Borbón y Parma, ambos para rendir acatamiento al Caudillo (Diario de

Burgos de 16 de septiembre y de 7 de diciembre de 1937). Actos de mayor envergadura protocolaria requerían lugares más amplios, como el salón del trono del palacio de capitanía; a éste se recurre, por ejemplo, con motivo de la entrega de credenciales de los embajadores de Perú y EE.UU., en junio de 1939 27. El 10 de mayo de 1937 había tenido lugar en Burgos, sin que sepamos en qué lugar, una entrevista entre Franco y el cardenal Gomá, la cual fue decisiva para consolidar el apoyo de la jerarquía católica al “bando nacional”. A petición de Franco, que estaba preocupado por la mala imagen internacional de su régimen tras el bombardeo de Guernica, Gomá redactó la famosa pastoral colectiva que en julio sería suscrita por casi todo el episcopado. La idea central del escrito –la concepción de la guerra como Cruzada y su justificación teológica– no era nueva, pues ya antes de 1936 la habían expuesto el canónigo Castro Albarrán y algunos jesuitas y dominicos, pero ahora adquiría mayor virtualidad como postura de la jerarquía española y, hasta cierto punto, del papa, en la medida en que el cardenal venía actuaando como representante del Vaticano. Cuando había horas de asueto en el palacio de la Isla, las sobremesas eran amenizadas con las visitas de autoridades, que paseaban por el jardín si el tiempo lo permitía. Eran habituales, entre otros, los generales Jordana, Saliquet, Dávila y Millán Astray, quien solía contar anécdotas y chistes cuartelarios y era de los pocos que se permitía familiaridades con Franco, del tipo de llamarle “hijoputa”, apelativo que, al parecer, resultaba cariñoso entre los legionarios. También Ernesto Giménez Caballero solía ir de vez en cuando, según cuenta en sus memorias, lo mismo que José Mª Carandell, que era entonces un niño e iba a jugar con los del palacio, no sin que antes sus padres le advirtieran de "no parlar catalá". Desde luego, las esposas e hijos de Franco y Serrano sí que eran vistos tanto en la ciudad como en otras localidades, al asistir, presidir o inaugurar todo tipo de actos públicos, Thomas, Hugh.. La Guerra Civil, tomo 2, pag. 341

especialmente de tipo benéfico y religioso. A ellos solían acudir con un séquito de “bellas señoritas y distinguidas damas” –por usar la cursi terminología de la época– : esposas de generales o mujeres de la alta sociedad burgalesa. Así mismo, “recibían” visitas frecuentes en el palacio de la Isla, donde la “Señora” disponía de un salón al efecto en la planta baja. Es sabido que el último parte de guerra fue firmado por Franco estando en el palacio de la Isla convaleciente de una gripe. La voz del régimen, el locutor Fernández de Córdoba, lo leyó solemnemente en Radio Nacional: “en el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo...”. Ese día acabaron los “años triunfales” en los anales del nuevo régimen y comenzaron los “años de la Victoria”28, lo cual era más un sarcasmo que otra cosa, considerando la situación en que se hallaba el país y que en Europa iba a empezar la II Guerra Mundial justamente cinco meses después.

Ese calendario sin duda refleja el cómputo fascista, que empezó a contar los años de su era con la marcha sobre Roma (1922).

5.- LA CESIÓN DEL PALACIO

En 1938 el ayuntamiento de la Coruña había donado a la familia Franco el castillo de Santa Cruz y el pazo de Meirás, que habían pertenecido a la familia de Emilia Pardo Bazán. El pazo fue adquirido al precio de cuatrocientas mil pesetas, obtenidas por suscripción popular más o menos voluntaria, con la colaboración del ayuntamiento de La Coruña, mientras que el castillo de Santa Cruz fue donación personal de la marquesa viuda del general Cavalcanti, hija de Doña Emilia. Más tarde, en 1940, el ayuntamiento de San Sebastián adquirió el palacio de Ayete para entregarlo a Franco, quien pasó allí muchos veranos, continuando así las costumbres borbónicas –iniciadas por Isabel II– de "veranear" en Guipúzcoa. Fueron algunas de las ofrendas y primicias que, en forma de donativo, ya fuera en especie o en dinero, recibió Franco durante la guerra y la inmediata posguerra, sin que pueda discernirse claramente, como señala Ángel Viñas, cuándo se trataba de donaciones dirigidas a él mismo y cuándo usufructuaba más o menos irregularmente el producto de cuestaciones y suscripciones oficiales en principio destinadas al Movimiento, al Ejército, a los huérfanos de guerra, etc.29 No sabemos si fue por influencia del donativo coruñés el que las autoridades burguesas decidieran tener aquí un gesto semejante con Franco. (Ya hemos insinuado la idea de que podía ser un medio para asegurar una vinculación permanente con el Caudillo triunfador). El caso es que, a principios de junio de 1939, dos meses después del final de la guerra, cuando faltaban pocos para el total traslado a Madrid del gobierno, el alcalde Manuel de la Cuesta decide adquirir el palacio de la Isla y ceder su propiedad "para que sirva de residencia al Jefe del Estado y Generalísimo de los ejércitos nacionales en sus estancias en Burgos, a fin Viñas, Ángel. Op. cit. El 5º y último capítulo de esta obra, muy documentado, lleva el título significativo de "Franco se hace millonario en la guerra y en la posguerra de la represión", pp. 281ss.

de que esta ciudad disponga siempre de alojamiento digno de tan egregio huésped". Las estancias, se dice, "habrán de ofrecer al Caudillo Salvador de España mansión, jardines y oratorio que sirvan de reposo, solaz y comunicación con el Altísimo". En el expediente que se inicia se añade que el edificio, cuando no se halle habitado por el jefe del estado, podrá servir de residencia a altas personalidades cuando se encuentren en tránsito por Burgos. Pero, además, se pretendía que el palacio tuviera cierto carácter de monumento o museo de la Cruzada. Para ello se conservarían los despachos y habitaciones tal como habían sido utilizados desde mediados de 1937, incluso con los mapas de operaciones militares y los documentos de las últimas órdenes de guerra, que Franco deja expresamente. El jardín se adornaría con placas, alegorías y leyendas de los principales hechos "durante el tiempo en que el Generalísimo llevó desde Burgos sus ejércitos por rutas de inmortalidad y de Victoria". Es posible que esta idea de un lugar recordatorio de la Guerra Civil tuviera que ver, en la mente de las autoridades burgalesas, con la del monumento a los Caídos o las del museo de la Cruzada. Ambas propuestas habían surgido al comienzo de la contienda del seno del ayuntamiento, pretendiendo que fuera Burgos sede de tales instituciones. Incluso se había iniciado una suscripción popular para financiar la realización de la primera, llegando a reunir más de 500.000 pts. Para sede del museo de la Cruzada se pensaba en el Palacio de Miranda. Sabido es que finalmente fue deseo personal de Franco ubicar el monumento a los caídos en la sierra de Guadarrama y que el rehabilitado Alcázar de Toledo fue algo semejante a un museo de la Cruzada. Por ello Burgos tuvo que conformarse con el monumento funerario a Mola, construido por los presos del penal de Burgos, que de ese modo redimían penas y con el de Sagardía, hecho al final de la guerra. A principios de marzo de 1940 se constituyó una comisión municipal con el fin de llevar adelante la propuesta del alcalde, una vez que los ediles apoyaron esta "por aclamación". El edificio fue adquirido a Doña Mª Francisca de Muguiro, viuda de Juan Muguiro, por 821.025,22 ptas., que fueron costeadas a partes

iguales por el ayuntamiento de Burgos y la diputación provincial. (Ambas instituciones, en lo sucesivo, harían frente del mismo modo a cuantos gastos originaran las reformas, amueblamiento y mantenimiento del edificio). Luego se formó una comisión mixta, formada por concejales y diputados provinciales, bajo la presidencia del edil José Ramón Echevarrieta, con el fin de garantizar el mantenimiento del palacio y hacer las reformas necesarias para que estuviera siempre disponible en las mejores condiciones. No había pasado un año y esta comisión había empleado ya más de 300.000 pesetas adicionales en la adquisición de muebles, vajilla, alfombras y otros enseres para el palacio. Dado que las arcas municipales habían salido de la guerra sin liquidez y endeudadas, como se ha apuntado, las corporaciones se ven en la tesitura de pedir un nuevo préstamo a la Caja de Ahorros Municipal por más de 600.000 pts., que se añade a los ya contratados anteriormente y que agravan aún más sus cargas financieras30. Además del amueblamiento, la comisión se preocupa por solicitar del alcázar de Toledo y de los ayuntamientos de Badajoz, Madrid, Teruel, Belchite, Oviedo, Andújar (Sª María de la Cabeza) y otros que envíen a Burgos “sillares, piedras o restos de columnas” que recuerden las gestas pasadas y que puedan adornar y servir de testimonio para la posteridad una vez situados en los jardines del palacio de la Isla. Así se pretendía, como se ha apuntado, dar al palacio cierta categoría museística relacionada con la guerra31. Mientras tanto, la comisión hizo gestiones para que la Dirección General de Bellas Artes asumiera la gestión del edificio, reconociéndolo como monumento histórico-artístico. Y aunque el director general, marqués de Lozoya, señala que “el edificio carece de cualquier valor artístico”, el informe de la Real Academia de la A.M.B. Expediente sección de alojamientos, nº 1732. Para hacerse una idea de estos gastos extraordinarios conviene recordar que el presupuesto ordinario del Ayuntamiento rondaba los tres millones y medio de pesetas en 1939. Según el citado expediente, tales recuerdos fueron enviados a Burgos en su mayor parte, y debieron de colocarse en el jardín del palacio, al menos por un tiempo, pero no hemos podido averiguar qué fue de ellos posteriormente.

Historia resalta su valor porque “durante la Cruzada Nacional sirvió de residencia al Generalísimo de los ejércitos y Caudillo de España, en la ciudad de Burgos, y en el cual se concibieron los más gloriosos hechos de armas”. A consecuencia de esto, el palacio pasa al patrimonio nacional (al parecer, Franco se negó a aceptarlo como donación personal), de modo que en lo sucesivo las reformas y gastos de mantenimiento, en teoría, irían a cargo de los presupuestos del Ministerio de Educación, del cual dependía dicha dirección general. Y decimos “en teoría” porque la comisión mixta siguió existiendo durante muchos años, hasta la década de los sesenta, por lo menos, y haciéndose cargo de algunos gastos, sin que conste ningún tipo de compensación por parte del Estado. La dirección general de Bellas Artes también hizo algunas aportaciones, como la adquisición de dos paisajes de Marceliano Santamaría, en 1944, por valor de 30.000 pesetas. Como recuerdos de esa época, en la actualidad solo existe una lápida incrustada en el muro lateral izquierdo del jardín, representando una virgen, que bien pudiera ser parte de una capilla u oratorio del palacio original. (Debemos esta información a la amabilidad de que fue conserje del palacio de la Isla en los años noventa). Por otro lado, en el porche del palacio se puede ver una cartela con la inscripción "Aquí permaneció vigilante hasta la total liberación de España su inmortal defensor y gran Caudillo Francisco Franco. 1936-1939". Y en el vestíbulo hay otra semejante con la leyenda en latín. En la posguerra Franco solía venir a Burgos -solo o acompañado por su familia- casi todos los veranos, pasando algún día en el palacio. A veces iba de paso hacia San Sebastián o bien venía expresamente para alguna inauguración o celebración protocolaria. Las visitas eran preparadas de antemano por la citada comisión y cada vez era necesario, por ejemplo, pedir al arzobispo el traslado de ciertos tapices de la iglesia de San Esteban para adornar algunas estancias del chalet (como, al parecer, ya se había hecho durante la guerra) y hacer

reparaciones y abastecimientos de urgencia. También se pedían a los cuarteles camas de campaña y otros enseres para la comitiva que acompañaba a Franco. Ocasiones destacadas que merecieron la presencia del dictador en Burgos fueron las celebraciones del milenario de Castilla, en 1943, el X aniversario de la Exaltación a la Jefatura del Estado, en 194632, la inauguración de la estatua del Cid, en 1955, y la efeméride de los XXV Años de Paz, en 1961. (Con ese motivo se celebró un consejo de ministros en el palacio de la Isla, recordando viejos tiempos, si bien los ministros más significativos eran ya los tecnócratas del Opus como Ullastres o Navarro Rubio, menos los falangistas). Franco también acudió a algunas inauguraciones importantes en Burgos: barriadas de viviendas sociales –en Reyes Católicos o la Inmaculada–, el colegio Padre Aramburu, ciertas fábricas del polígono industrial, como la Firestone, etc. Una vez y otra Franco recibía el servicio y homenaje de una ciudad que hacía gala de conductas casi vasalláticas para con el nuevo Cid contemporáneo. Pero, como dice el poema,: “Nos huebos habemos en todo de ganar algo/ bien lo sabemos que él algo ganó...”. Y así, en 1964, presidiendo un consejo de ministros con los citados tecnócratas, Franco decide emplazar en la Cabeza de Castilla un polo de promoción industrial que iba a cambiar el destino de la ciudad. Al parecer, las intenciones originales del gobierno eran ubicar el polígono en Aranda de Duero, pero las fuerzas vivas de Burgos se movilizaron poniendo en juego cuanta influencia podían ejercer sobre el jefe del estado, recordándole los viejos apoyos y servicios a su causa, y ello debió ser determinante en la decisión final, un tanto salomónica, como solían ser las de Franco: la Cabeza de Castilla se quedó con el polo de promoción industrial y a Aranda de Duero se la compensó con un centro de descongestión industrial de Madrid. Como diría años después el alcalde y segundo gestor del Polígono Industrial, José Mª Peña: “creo que Franco Momento en que Franco "toma posesión" como alcalde honorario, título que se le había concedido en plena guerra, como hemos visto.

no tuvo dudas. De algún modo tenía que pagar a Burgos, ya que desde el final de la guerra realmente a Burgos no se le dio nada”33. Ya en la transición, muerto Franco, el patrimonio nacional revertió la propiedad del palacio al ayuntamiento y a la diputación, en cuya propiedad se encuentra

actualmente.

Como

es

sabido,

estas

instituciones

cedieron

temporalmente el inmueble para que sirviera de sede a las instituciones autonómicas de Castilla y León, cuando estas comenzaban su andadura y, más tarde, a la policía nacional, a raíz de que un atentado de ETA destruyera sus oficinas en la actual avenida de Cantabria y al Instituto de la Lengua Castellana.

NOTAS

1.

Diario de Burgos, número especial para el XXV aniversario del Polo Industrial. 9 de febrero de 1989.

2. .

14.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.