Fragmentos amorosos en el pensamiento de Georg Simmel

June 1, 2017 | Autor: Olga Sabido Ramos | Categoría: Georg Simmel, Sociología, Sociologia De Las Emociones, Sentimientos, Sensibilidad Y Afectividad.
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Descripción

Una actitud del espíritu. Interpretaciones en torno a Georg Simmel C O L E CC I Ó N   G E N E R A L

biblioteca abier ta

Gilberto Díaz Aldana editor

DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

biblioteca abier ta colección general sociología

Georg Simmel (1858-1918)

Una actitud del espíritu. Interpretaciones en torno a Georg Simmel

Una actitud del espíritu. Interpretaciones en torno a Georg Simmel

Gilberto Díaz Aldana

editor

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

2015

catalogación en la publicación universidad nacional de colombia Una actitud del espíritu : interpretaciones en torno a Georg Simmel / editor, Gilberto Díaz Aldana. – 1a. ed. – Bogotá : Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas : Universidad de Antioquia, 2015. 256 p. – (Biblioteca abierta. Sociología)

Incluye datos biográficos de los autores, índice de materias e índice de nombres. ISBN: 978-958-775-323-3



1. Simmel, Georg, 1858-1918 - Crítica e interpretación 2. Sociología - Ensayos, conferencias, etc. 3. Filosofía alemana - Ensayos, conferencias, etc. I. Díaz Uribe, Alfonso, 1955-, ed. II. Serie



CDD: 301 ed. 20 CO-BoBN– a975076

Una actitud del espíritu. Interpretaciones en torno a Georg Simmel Biblioteca Abierta Colección General, serie Sociología © Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Sociología, 2015 © Dirección de Investigación y Extensión sede Bogotá © Editorial Universidad Nacional de Colombia © Universidad de Antioquia, 2015 Primera edición, 2015 ISBN: 978-958-775-323-3 © Editor, 2015 Gilberto Díaz Aldana Este libro fue financiado por la Estrategia de Sostenibilidad 2013-2014 del GELCIL, otorgada por la Vicerrectoria de Investigación de la Universidad de Antioquia. Facultad de Ciencias Humanas Comité editorial Ricardo Sánchez Ángel, decano Melba Libia Cárdenas Beltrán, vicedecana académica Marta Zambrano, vicedecana de investigación Jorge Aurelio Díaz, profesor especial Doris Santos, profesora asociada Carlo Tognato, profesor asociado

Diseño original de la Colección Biblioteca Abierta Camilo Umaña Preparación editorial Centro Editorial de la Facultad de Ciencias Humanas Camilo Baquero Castellanos, director y coordinador editorial Juan Carlos Villamil, coordinador gráfico [email protected] www.humanas.unal.edu.co Impreso en Colombia

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio, sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales

1Fragmentos amorosos en el pensamiento de Georg Simmel*

Olga Sabido Ramos Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco (México)

El amor es un tema que apasionó a Georg Simmel a lo largo de su vida, particularmente al final, tal y como se manifiesta en los aforismos que escribió y legó a su comprometida amiga Gertrud Kantorowicz2. Igualmente, diversos autores han señalado cómo Este escrito es producto del proyecto de investigación «Cuerpo y afectividad en la sociedad contemporánea. Una aproximación desde la sociología» (Conacyt n.° 106627). Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Azcapotzalco Consejo Divisional (CSH) n.° 961. Responsables: Dra. Adriana García Andrade y Dra. Olga Sabido Ramos. 2 Richard Swedberg y Wendelin Reich, «Georg Simmel’s Aphorisms», en Theory, Culture, and Society 27 (1) (2010): 32. Los autores señalan cómo desde 1897 Simmel escribió alrededor de 300 aforismos que fueron publicados en diversos medios principalmente en revistas y diarios, así como una serie de escritos póstumos. Basándose en un análisis de contenido, los autores identifican varias temáticas y entre estas destaca el amor y otros aledaños como erotismo, sexo, matrimonio, amor libre. Igualmente, hacen alusión a la relación con Kantorowicz, quien fue una poeta destacada en la época de Simmel y quien sería amiga de la pareja Simmel y madre soltera de Angela, hija de Georg Simmel. Respecto a esta figura femenina, Angela Rammstedt señala que también fue una de las primeras historiadoras de arte certificadas y quien tuviera un papel relevante en la participación activa de las mujeres en la cultura. Ver Angela Rammstedt, «Tres mujeres en diálogo con Simmel», en Una actitud del *

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Simmel establece toda una incipiente sociología de las emociones y sentimientos donde entre otros destaca el amor3. Como otros tópicos, este no formó parte de las preocupaciones iniciales en la sociología, solo recientemente las ciencias sociales en general, y en la sociología en particular, han dado un viraje hacia este ámbito de estudio4. En el marco de dichos intereses, el propósito principal de este escrito es mostrar la herencia viva de este autor y las potencialidades de resignificación de su obra para hacer del amor un objeto de estudio sociológico, a partir del ofrecimiento de dimensiones analíticas y categorías con alta potencialidad heurística para la investigación. Introducción

Simmel trazó diversas pinceladas en torno al amor y las relaciones íntimas en varios escritos, destacan: «El papel del dinero en las relaciones de género» (1894)5; «Sobre la sociología de la familia» (1895)6; «Fragmentos de una filosofía del amor» (1907)7, «Para una

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espíritu. Interpretaciones en torno a Georg Simmel, ed. Gilberto Díaz Aldana (Bogotá / Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2015), 181-203. David Frisby, «Introduction to Georg Simmel’s “On the Sociology of the Family”», Theory, Culture, and Society 15 (3-4) (1988): 280; Arlie Hochschild, La mercantilización de la vida íntima. Apuntes de la casa y el trabajo (Buenos Aires: Katz, 2008), 177. Sara Corona y Zeyda Rodríguez, «El amor como vínculo social, discurso e historia: aproximaciones bibliográficas», Espiral 6 (17) (2000): 49-70; Adriana García y Priscila Cedillo, «Tras los pasos del amor: un recuento desde las ciencias sociales», Estudios Sociológicos 29 (86) (2011): 551-602. Simmel, «El papel del dinero en las relaciones de género», en Cultura líquida y dinero. Fragmentos simmelianos de la modernidad, trad. Celso Sánchez Capdequí (Barcelona / México: Anthropos / Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Cuajimalpa, 2010), 62-78. Simmel, «On the Sociology of the Family», Theory, Culture, and Society 15 (3-4) (1988): 283-293. Simmel, «Fragmentos de una filosofía del amor», en Imágenes momentáneas. Sub specie aeternitatis, trad. Ricardo Ibarlucía y Olvir Strunk (Barcelona: Gedisa, 2007), 116-119.

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filosofía de los sexos» (1911)8; «Amor» (1913)9; «De la vida a la idea» (1917);10«Apéndice sobre ilustración sexual» (1921)11; «Fragmento sobre el amor» (1921)12; «Erótica platónica y erótica moderna» (19211922)13. Así como en algunas digresiones contenidas al interior de los capítulos de la Sociología. Estudios sobre las formas de socialización (1908), tales como «La cantidad en los grupos sociales», «La lucha», «El secreto y la sociedad secreta», «El cruce de círculos sociales», «Espacio y sociedad» y «Digresión sobre la fidelidad y la gratitud», entre otros14. No obstante, más allá de establecer una ruta cronológica e inclusive biográfica de los escritos en los que el autor plasma este interés, mi estrategia metodológica ha consistido en realizar una lectura que distingue dos niveles analíticos en el pensamiento simmeliano, a saber, el amor visto desde la perspectiva de las «formas culturales» y el abordaje del amor en el marco de las «formas de socialización». Aun cuando no existe una distinción rígida entre ambas posibilidades analíticas —tal y como plantea Donald Levine—, sí es posible identificar cómo Simmel reserva el análisis de las «formas culturales» para su filosofía y el de las «formas de socialización» para la sociología15. Como he señalado, esta distinción es una 8

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Simmel, «Para una filosofía de los sexos», en Sobre la aventura. Ensayos filosóficos, trad. Gustavo Muñoz y Salvador Mas (Barcelona: Península, 1988), 56-108. Simmel, «Amor», en Goethe, trad. José Rovira Armengol (Buenos Aires: Editorial Nova, 1949), 193-208. Simmel, «De la vida a la idea», en Intuición de la vida. Cuatro capítulos de metafísica, trad. José Rovira Armengol (Buenos Aires: Altamira, 2002), 33-77. Simmel, «Apéndice sobre ilustración sexual», en Pedagogía escolar, trad. Cecilia Abdo Ferez (Barcelona: Gedisa, 2008), 181-190. Simmel, «Fragmento sobre el amor», en El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura, trad. Salvador Mas (Barcelona: Península, 1986), 43-54. Simmel, «Erótica platónica y erótica moderna», en Sobre la individualidad y las formas, trad. Esteban Vernik (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2002), 301-315. Simmel, Sociología. Estudios sobre las formas de socialización, Trad. José Pérez Bances (Madrid: Alianza, 1976). Donald Levine, «Introducción», a Sobre la individualidad y las formas, de Georg Simmel, trad. Esteban Vernik (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2002), 31. 207

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estrategia metodológica que ha posibilitado un ordenamiento mínimo de los diversos razonamientos alrededor del tópico, dispersos en la obra de Simmel. Como toda estrategia, resulta arbitraria pero ha permitido visibilizar los alcances y rendimientos que tiene la propuesta simmeliana en torno al amor, específicamente el amor de pareja. Para dar cuenta de lo anterior he dividido el escrito en tres apartados: El primero recupera y agrupa los aportes simmelianos en torno al amor desde sus reflexiones filosóficas, y particularmente su filosofía de la cultura. El segundo retoma razonamientos distribuidos a lo largo de sus reflexiones sociológicas. Finalmente, el último, a modo de conclusión, destaca la vigencia y los retos del legado simmeliano ante algunas líneas de investigación recientes en torno al amor y sus paradojas contemporáneas. La perspectiva filosófica: el amor como forma cultural

A lo largo de su obra, Simmel estableció un andamiaje conceptual que le permitió distinguir entre las formas y los contenidos del ser 16. Con esta distinción, Simmel da cuenta de cómo la experiencia de los seres humanos se significa de distinta manera, según la forma desde la que se le dé sentido; por ello, para este autor existe una posibilidad infinita de significar el mundo. En el marco de su filosofía de la vida, las formas culturales pueden entenderse como una especie de «principios sintetizadores» que moldean la experiencia17. Es decir, las formas culturales (por ejemplo, la religión, la ciencia, la moral, el arte) permiten que demos un Sentido particular a nuestra manera de experimentar el mundo. En este orden de razonamientos, Simmel traza un ángulo analítico específico respecto al amor. Este es un sentimiento18 que actúa como «forma cultural», en tanto permite constituir la experiencia de Para un seguimiento pormenorizado de las categorías forma/contenido, forma/vida, ver Francisco Gil Villegas, Los profetas y el Mesías. Lukács y Ortega como precursores de Heidegger en el Zeitgeist de la modernidad (19001929) (México: Fondo de Cultura Económica, 1996). 17 Levine, 27. 18 Simmel, «Fragmento sobre el amor», 46. 16

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una determinada manera: «[…] el amor pertenece a las grandes categorías configuradoras de lo existente» (43). Es decir, el amor, en tanto sentimiento que experimenta un sujeto constituyente sintiente, construye un tipo particular de realidad amorosa. Bajo este supuesto, Simmel establece una interesante relación entre el amor y el Sentido, así como los cambios epocales que lo constituyen. Amor y Sentido

El amor es un sentimiento que configura la realidad en una dirección particular y que puede experimentarse hacia los seres humanos, las cosas, las ideas o la divinidad. En este sentido, el amor puede realizarse en distintas formas, como el amor a la pareja, el amor a los hijos, el amor a la patria, el amor a Dios o el amor filial, entre otros (47). Simmel señala que una de las características peculiares del amor es la fuerza constitutiva que este sentimiento tiene respecto a la realidad. En el caso del amor que se siente hacia otra persona, este se comporta igual que la forma del arte, el artista no imita la realidad sino que le da una significación creativa, mutatis mutandi, en el caso del amante, quien constituye a la persona amada por una atribución de Sentido que hace al amado un ser único y distinto. Por otro lado, el amor se erige como un mundo de Sentido que está más allá de la vida instintiva y sexual19. El amor se convierte en un mundo en sí mismo, que no se orienta por otros fines ajenos a este como la genitalidad aislada o el interés en la procreación. Según David Frisby, desde esta dimensión el amor es una especie de «tercera entidad», y en ese sentido el amor es «más-que-vida»20. Lo anterior significa que el amor no es solo una pulsión vital, sino que se le asigna un significado que se desprende de la vida y las necesidades meramente fisiológicas para convertirse en un fin en sí mismo. La atracción sexual sería una pre-forma, más no una forma amorosa, siguiendo la jerga simmeliana. El amor es, pues, Ello no significa que para Simmel la sexualidad esté disociada del amor, pero señala que «[l]o que en realidad se excluye es el amor y la sensorialidad aislada» (50). 20 Frisby, 280. 19

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un mundo de Sentido con su propia lógica, autodesarrollo y con un lenguaje especial. En ese sentido, reza el siguiente aforismo: «In erotic nature, love is its own end —it cares neither about reproduction nor about satisfaction»21. Otro de los supuestos que Simmel esgrime es que las formas culturales, en tanto históricas, cambian epocalmente. De igual manera, el Sentido que se da al amor adquiere distintas significaciones históricamente. Como ha señalado Josexto Berian en el texto póstumo de «Erótica platónica y erótica moderna», Simmel logra captar el desarrollo de una «semántica del amor»22 en Occidente. Ahí destaca el contraste y cambio de Sentido entre la concepción filosófica del amor en el pensamiento griego —concretamente en la filosofía platónica— y la concepción moderna del amor. Para Simmel, aquello que posibilita identificar un cambio de significado entre el amor «clásico y el moderno» es el problema de la individualidad moderna 23. Esta característica, que consiste en convertir al otro en alguien irrepetible y único, es lo que otros autores denominarán «amor romántico»24. Así pues, para Simmel el cambio de Sentido entre el amor clásico y moderno radica en la exclusividad de ese sentimiento hacia un individuo. Al respecto, Donald Levine advierte como el principio de la individualidad se manifiesta en gran parte de la Swedberg y Reich, 42. Josexto Berian, «El ser oculto de la cultura femenina en la obra de Georg Simmel», Acta Sociológica 37 (2003): 276. 23 Simmel, «Erótica platónica y erótica moderna», 308; Levine, 70. 24 Como señala Adriana García, a diferencia del amor como experiencia universal el amor romántico es un fenómeno localizado espaciotemporalmente en Occidente y está rodeado de sentimientos que trascienden los referentes exclusivamente sexuales. Adriana García, «La transformación de la intimidad», Una introducción al pensamiento de Anthony Giddens, coord. Girola (México: Universidad Autónoma Metropolitana), 108; Illouz señala que otra de las características del amor romántico es que se trata de una práctica cultural en la que se exalta la soberanía del individuo frente al grupo. Eva Illouz, El consumo de la utopía romántica. El amor y las contradicciones culturales del capitalismo, trad. María Victoria Rodil (Buenos Aires: Katz, 2009), 28.

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obra simmeliana y en ese sentido no es casual cómo en este campo temático, el autor se interese por encontrar: «[…] el lugar de la individualidad en la idea moderna de amor»25. El amor moderno —nos dice Simmel— es el primero en reconocer que en el otro hay algo inalcanzable26 y que es irrepetible. En Platón no existe dicha individualidad, pues todo lo relacionado con el amor (belleza, inteligencia, perfección) proviene de un mundo trascendental de las ideas27. En cambio, el amor moderno no se coloca en un marco supraindividual o «metafísico del amor», sino en las relaciones interpersonales y la sensibilidad ahí producida. Así, mientras para la concepción clásica la reciprocidad no es un elemento decisivo para el amor, sí lo es para la sensibilidad moderna. De manera que Simmel deja ver cómo las concepciones de amor varían sociohistóricamente. En ese sentido, sus atisbos coinciden con un supuesto central en las recientes investigaciones en torno al amor, a saber, que cada sociedad establece cómo este se define, así como las expectativas emocionales atribuibles a las personas en el proceso de enamoramiento28. En el caso del amor en Occidente, Simmel plasma en una bella pincelada aparecida en sus Imágenes momentáneas sub specie aeternitatis, el Sentido particular que el amor adquiere epocalmente en la modernidad y la posibilidad de transformaciones a futuro. En tanto en la cultura moderna lo efímero se va estableciendo como forma de experiencia constante, Simmel señala cómo dicha condición pueda llevar a una redefinición de las formas de matrimonio «[…] e incluso a nuevas formas de pareja, que hoy nadie puede sospechar, ni mucho Levine, 70. Simmel, «Erótica platónica y erótica moderna», 312. 27 Para los modernos, «[…] el amor solo produce relaciones entre personas, Platón dirige el efecto mediador de las relaciones interpersonales hacia la relación con los suprainvididual» (307). 28 Al respecto, conviene tener presente la siguiente referencia: «En muchos sectores de las sociedades no occidentales, como en la India, el amor romántico se considera una emoción peligrosa y caótica, que amenaza con desestabilizar la devoción que las parejas casadas deben a los padres del marido, con quienes viven en la misma casa». Hochschild, 182. 25

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menos profetizar»29. Interesante es que los diagnósticos contemporáneos de la modernidad han apuntado cómo las nuevas formas de emparejamiento se caracterizan por la fragilidad de los vínculos y la ausencia de relaciones duraderas y estables30. La celeridad o dilación, las contradicciones y paradojas que presentan estos procesos en distintas sociedades, invitan a la investigación empírica que enriquezca estos diagnósticos31. Lo cierto es que desde la concepción de amor como «forma cultural», Simmel ofrece un marco analítico sensible para el abordaje de tales transformaciones. El amor y sus prácticas culturales: la coquetería32

Otro de los tópicos que es posible resignificar de la obra simmeliana es aquel que establece cómo los significados históricos asignados al amor tienen repercusiones en las prácticas culturales y modelos de masculinidad y femineidad en curso33. Así, por Simmel, «Fragmentos de una filosofía del amor», 119. Ver Zygmunt Bauman, Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos (México / Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005); Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim, El normal caos del amor. Las nuevas formas de la relación amorosa, trad. Dorothee Schmitz (Barcelona: Paidós, 2001). 31 Ver Elsa Guevara, «Intimidad. Los vínculos amorosos y los desafíos de la modernidad», en Sociología y cambio conceptual. De la burocracia y las normas al cuerpo y la intimidad, coord. Gina Zabludovsky (México: Siglo XXI / Universidad Autónoma Metropolitana / Universidad Nacional Autónoma de México, 2007), 248-290; Natalia Tenorio, «La perdurabilidad de las relaciones amorosas en la ciudad de México en el siglo XXI», Tesis de maestría (Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Azcapotzalco, México, 2009). 32 Como ha señalado Sérgio Costa, la coquetería puede entenderse como una práctica cultural asociada al amor. Sérgio Costa, «¿Amores fáciles? Romanticismo y consumo en la modernidad tardía», Revista Mexicana de Sociología 68(4) (2006): 764. 33 Al respecto no hay que perder de vista las polémicas que Simmel ha desatado desde su época. Angela Rammstedt señala que «los escritos de Simmel sobre las relaciones de géneros han sido, desde su publicación, materia de discusión controvertida». Rammstedt, 181. Esta polémica puede verse en Guenther Roth, «Marianne Weber y su círculo», en Marianne Weber, Biografía de Max Weber, trad. María Antonia Neira Bigorra 29

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ejemplo, nos advierte Simmel, el amor clásico griego construye un sentido de masculinidad asociado a los amantes varones. En dicho registro cultural, el cuidado gimnástico y el entrenamiento del cuerpo del varón no estaban disociados del desarrollo intelectual e ideal del amante. Por otro lado, a pesar de la polémica que suscita la concepción simmeliana de la femineidad34, no dejan de llamar la atención las potencialidades heurísticas que pueden encontrarse en dichas reflexiones. Si bien Simmel señala la existencia de la coquetería masculina y femenina, por lo general hace referencia a la coquetería como una práctica asociada al género femenino. Sin ser siempre consciente de ello, Simmel plantea cómo se atribuyen expectativas de comportamiento corporal ante el género femenino, desde el tipo de miradas hasta la motricidad, las formas de caminar y contoneo. Sobre lo anterior, el autor destaca cómo Es típica de la coquetería en su forma más trivial la mirada de reojo, con la cabeza medio ladeada. En esta actividad existe un apartamiento combinado, al mismo tiempo, con una efímera entrega; un (México: Fondo de Cultura Económica, 1995) 11-55. Roth señala cómo las observaciones de Simmel en torno a las mujeres iniciadas desde el comienzo de su carrera en 1890, resultaron tanto atractivas como cuestionables para el movimiento feminista alemán. En particular, Marianne Weber cuestionaba a Simmel la diferencia ontológica que este atribuía a hombres y mujeres, e insistía en que estas diferencias tenían un carácter más bien histórico. Igualmente, Roth muestra que Gertrude Simmel, esposa de Simmel, quien escribió sobre ética sexual bajo el seudónimo de Marie Luise Enckendorf, mantenía una distancia crítica con Simmel, al grado de anunciarle a Marianne: «Me impacienta mucho lo que todos los hombres dicen de nosotras, y esto incluye a Georg» Roth, 42. 34 Por ejemplo, sostiene que «[c]on todo lo que acabamos de señalar parecería que la coquetería, en tanto que conducta conscientemente dualista, se encuentra en abierta contradicción con la “unicidad” de la esencia femenina […]».Simmel, «Para una filosofía de los sexos», 95. Reflexiones críticas ante ello pueden verse en Vania Salles, «El dilema cultural de las mujeres y el diagnóstico de la modernidad en Simmel», Acta Sociológica 37 (2003): 201229; Patricia Gaytán, «Dualidad y contradicción en Simmel: por una teoría sociológica del género», en Georg Simmel. Una revisión contemporánea, coord. Olga Sabido Ramos (Barcelona / México: Antrhopos / Universidad Autónoma Metropolitana, 2007), 274-289. 213

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momentáneo dirigir la atención del otro, mientras a la vez se niega simbólicamente por la dirección opuesta de la cabeza y el cuerpo tiene el aliciente de lo secreto, de lo furtivo, de lo que no puede ser duradero, por lo que se mezclan en él de forma inseparable el sí y el no […]. A este mismo estrato de efectos de la coquetería pertenece el movimiento oscilante de las caderas, el andar contoneándose. No solo porque ese movimiento destaque a la vista las partes sexualmente más atractivas del cuerpo, al mismo tiempo que deja a salvo la necesaria distancia y reserva, sino también porque esta manera de moverse evidencia el ritmo alternado con que se da a entender la aceptación y la negativa.35

Simmel visibiliza cómo las mujeres ejecutan un lenguaje corporal, asociado a expectativas gestuales que denotan la concepción de femineidad que establece la sociedad en curso36. Del mismo modo, Simmel apunta cómo la coquetería se asocia al uso de objetos, adornos, vestidos y perfumes, todos estos actualmente difundidos en el marco de la sociedad de consumo.37 Igualmente, establece cómo la coquetería es una forma de «juego del amor» que se caracteriza históricamente por un tipo especial de refinamiento cultural, ya que se aleja del mero goce físico para otorgar significados al contacto corporal y a determinadas partes del cuerpo alejadas de la genitalidad: […] el significado placentero se extiende a momentos más alejados, puramente indicados y simbólicos del ámbito erótico […]. Simmel, «Para una filosofía de los sexos», 91. Aspecto que también desarrolla Erving Goffman, «La ritualización de la femineidad», en Los momentos y sus hombres. Textos seleccionados y presentados por Yves Winkin, trad. Eloy Fuente Herrero (Barcelona: Paidós, 1991), 135-168. 37 Otros autores también han mostrado cómo la indumentaria y el adorno, tienen un papel significativo en la vida erótica. Ver Joanne Entwistle, El cuerpo y la moda. Una visión sociológica, trad. Alicia Sánchez Millet (Barcelona: Paidós, 2002), 220. La industria del perfume y las fragancias también han jugado un papel significativo en su asociación con citas amorosas. Ver Anthony Synnot, «Sociología del olor», Revista Mexicana de Sociología 65(2) (2003): 456. 35

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Esta difusión espiritual puede llegar tan lejos que, por ejemplo, un joven enamorado tal vez obtenga más felicidad del primer y furtivo entrelazamiento de manos que de una entrega total en un momento posterior […] el beso y aun la mera consciencia del amor correspondido superan todas las satisfacciones eróticas.38

Las líneas de investigación que recientemente se han desarrollado al respecto profundizan en cómo ciertas partes del cuerpo tienen un atractivo erótico asociado a expectativas de género y concepciones del placer sexual, que cambian tanto histórica como culturalmente39. En suma, los alcances de esta dimensión analítica en la obra de Simmel dejan ver cómo, desde la perspectiva de las «formas culturales», el amor se conceptualiza como un constructo sociocultural que moldea la experiencia y el sentir de las personas. Es decir, el amor es un sentimiento que sienten las personas hacia otras en sus relaciones interpersonales, pero cuyo significado cambia epocalmente con repercusiones en las prácticas culturales diferenciadas genéricamente como el caso de la coquetería. La perspectiva sociológica: del amor a los amantes

Según David Frisby, la orientación sociológica al «fenómeno del amor» se relaciona con el breve ensayo intitulado «Sobre la sociología de la familia» de 189540. En dicho texto, Simmel hace un repaso sucinto de las distintas formas históricas que ha tenido Simmel, «Para una filosofía de los sexos», 99. Sara Matthews, «Cuerpo y sexualidad en la Europa del Antiguo Régimen», en Alain Corbid, Jean Jacques Courtine y Georges Vigarello, Historia del cuerpo, tomo 1, trad. Núria Petit y Mónica Rubio (Madrid: Taurus, 2005). En la sociología, Randall Collins evidencia que en la sociedad estadounidense entre 1930 y 1950 las piernas de las mujeres resultaban atractivas eróticamente y objetos asociados a esta parte del cuerpo como los pies y los zapatos de tacón alto, que se convirtieron en atractivos eróticos que no necesariamente remitían a referentes genitales. Randall Collins, Cadenas de rituales de interacción, trad. Juan Manuel Iranzo (Barcelona: Antrophos, 2009), 300. 40 Frisby, 280. 38

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la familia, así como sus variaciones culturales (matriarcado, patriarcado, poligamia y monogamia). El autor señala cómo la variedad de estas formas de relación entre hombre, mujer e hijos se vincula con circunstancias históricas específicas, y que ninguna de ellas representa una forma universal41. También establece que, si bien en la modernidad el «amor individual» forma parte de las expectativas del moderno matrimonio, en diversas configuraciones históricas el amor así entendido no jugó un papel decisivo. Justamente, uno de los procesos históricos que Simmel identifica como detonante de este tipo de expectativa sentimental es el proceso de individualización que, en materia de pareja o amistades, supone la elección individual: La tendencia a la individualización del hombre moderno, la mayor personalidad y libertad para elegir sus vínculos, debe estar en relación con esto. Por su manera de reaccionar, en parte sensual y en parte estética, no puede entrar ya en asociaciones tradicionales, en comunidades íntimas, que no se preocupan del gusto personal, ni de la sensibilidad individual.42

De esta manera, fue a partir de ciertas condiciones sociales que tales «sentimientos específicos de amor y fidelidad para toda la vida» comenzaron a surgir43. Así, para Simmel existe un condicionamiento recíproco entre las condiciones sociales y los sentimientos, en este caso particular, entre las formas de matrimonio y el amor. De manera que, concluye el autor: «[…] el amor fue una consecuencia del matrimonio hasta que el matrimonio se convirtió en una consecuencia del amor» (291). Con ello, Simmel destacaba de qué manera, ni el matrimonio, ni las diversas formas de emparejamiento son naturales, sino que están históricamente condicionadas. Mas no solo la forma de relación requiere de ciertas condiciones históricas de posibilidad: incluso la aparición de cierto tipo de sentimientos emerge de una trama sociohistórica Simmel, «On the Sociology of the Family», 287. Simmel, Sociología, 688. 43 Simmel, «On the Sociology of the Family», 290. 41

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determinada. La historia del matrimonio permite ver cómo «[…] la relación más personal de todas se encuentra acogida y dirigida por instancias histórico-sociales, transpersonales, tanto por el lado de su contenido como por el de su forma»44. Igualmente, el berlinés señala cómo «[…] en último término no es una pareja la que ha inventado la forma del matrimonio, sino que esta se halla vigente en cada ámbito cultural, como algo relativamente fijo, no sometido al capricho» (101). Ahora bien, desde el ángulo de lectura sociológico Simmel, da un viraje interesante, pues señala que el amor en sí mismo no puede ser considerado como «forma de socialización», sino como contenido. La diferencia estriba en que los contenidos son aquellos estados que nos impulsan a relacionarnos y condicionarnos mutuamente con los otros; la «forma de socialización» registra ese enlazamiento y condicionamiento recíproco. En el caso del amor, la lente sociológica simmeliana establece que, en tanto experiencia vivida por una persona, el amor es contenido pues es «capaz de originar acción sobre otros», pero en sí mismo no necesariamente implica una relación (16). Esta idea la reitera de la siguiente manera: Otros sentimientos, por mucho que enlacen unos hombres a otros hombres, tienen sin embargo, una mayor proporción de solipsismo. Aún el amor, la amistad […] consisten, ante todo, en un afecto que ocurre y persiste en el propio sujeto, un afecto inmanente en él, como se revela claramente en la frase de Philina: «Si yo te amo, ¿a tí que te importa?» Así, pues, estos afectos, a pesar de su infinita importancia sociológica, son, ante todo, estados del sujeto. Es cierto que nacen solo gracias al influjo de otros individuos o grupos. Pero nacen aun antes de que este influjo se haya transformado en acción recíproca; a lo menos no necesitan, aunque se dirijan hacia otros seres, que la relación con estos sea su supuesto o contenido real. (116)

De modo que la observación sociológica en torno al amor habrá de prestar atención a las relaciones e influjos mutuos que este pueda generar, e inclusive al tipo de emociones y sentimientos 44

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que puedan suscitarse entre la pareja, como la confianza, los celos o la fidelidad. Si seguimos a Simmel, es posible establecer que, si desde la sociología se quiere hacer un estudio sobre el amor, será necesario prestar atención a los enlaces que este genera. Este razonamiento permite dar un viraje analítico que va del sentimiento amoroso subjetivo a la relación entre los amantes. En una discreta nota al pie inserta en la Sociología de 1908, Simmel establece cómo los amantes están en relación y en tanto unidad sociológica, son «una relación» (665). Pero, según Simmel, ¿cómo se constituye una relación amorosa? ¿De qué tipo es esta relación? Como veremos a continuación, la posibilidad de establecer categorías que posibiliten la resolución de dichas interrogantes las encontramos en su obra sociológica. Del amor a la intimidad: confianza y fidelidad

Uno de los primeros aportes que Simmel brinda para la comprensión de las relaciones amorosas consiste en ofrecer una definición de intimidad 45. Al respecto, señala el número de personas que intervienen en una relación como un aspecto digno de ser considerado desde la perspectiva sociológica. Así, por ejemplo, una gran cantidad de personas en relación no permite establecer relaciones íntimas, sino impersonales y abstractas. Sin embargo, considerar la cantidad en forma aislada no es el único indicador que permite develar si se está frente a una relación íntima o no. Por ejemplo, la interacción entre dos personas anónimas en el transporte público no necesariamente funda una relación íntima, de manera que, si bien Simmel da una importancia significativa a la cantidad, considera las implicaciones que tienen tanto la duración, como el tipo de relación que se establece. Con respecto a la duración, Simmel señala que pueden existir relaciones momentáneas de «singular intimidad» que duren solamente un instante, como por ejemplo, la que se da entre parejas de baile, 45

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Autoras contemporáneas como Viviana Zelizer acuden a Simmel, entre otros autores, para definir el término «intimidad». Viviana Zelizer, La negociación de la intimidad, trad, María Julia de Ruschi (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009), 38.

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que si bien pueden tener una cercanía corporal intensa, el tipo de vínculo se neutraliza por el constante cambio de pareja y por la corta duración del contacto46. También puede suceder que revelemos a los extraños aspectos personales que no confesaríamos a los cercanos, y sin embargo, esto no significa que tengamos una relación íntima con ellos (718). Como ha señalado Esteban Vernik, lo anterior se explica en la medida en que en estas relaciones existe «la conciencia de la próxima y definitiva separación»47, y así se incorpora la interrogante sobre qué es entonces aquello que define un vínculo íntimo. Para Simmel, un vínculo de carácter íntimo implica, antes que nada, una tonalidad individual. En el caso de la relación que tenemos con el extraño, a quien momentáneamente confesamos nuestros secretos, no nos une nada individual. En contraparte, el carácter íntimo de una relación se funda en la consideración de que lo que distingue esa relación de las demás es su cualidad individual. Para Simmel, ese es tanto su núcleo como su valor y el fundamento principal de su existencia 48. Así, un tipo de relación íntima implica, ante todo, una distinción frente a otras relaciones, caracterizada por la individualización del vínculo. Quienes establecen una relación íntima comparten determinado tipo de conocimiento, un tipo de saber interpersonal, por ejemplo, los secretos en común que no compartirían con nadie más. De modo que, para Simmel, las relaciones íntimas se definen por un tipo de saber en torno al otro que no es equivalente al que se tiene en otras relaciones. Es decir que aquellos que participan en una relación íntima «comparten entre sí» lo que no compartirían con nadie más. Igualmente, Viviana Zelizer señala que es posible definir el vínculo íntimo al destacar que, en este tipo de relaciones: […] las interacciones dependan de conocimientos específicos que solo una persona posee y de atenciones particulares que solo una persona brinda, conocimientos y atenciones que no son abiertamente accesibles a terceros. Los conocimientos implican elementos Simmel, Sociología, 82. Esteban Vernik, «Ideales simmelianos», Estudios sociológicos 21(61) (2003), 77. 48 Simmel, Sociología, 96. 46 47

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como secretos en común, rituales interpersonales, información corporal, conciencia de la vulnerabilidad personal y recuerdos compartidos de situaciones vergonzosas. Las atenciones incluyen componentes tales como expresiones de cariño, servicios corporales, lenguajes privados, apoyo afectivo y corrección de defectos vergonzosos. Las relaciones sociales íntimas así definidas dependen de diferentes grados de confianza.49

Sin embargo, aun cuando podríamos señalar que el razonamiento de Simmel coincide con tal definición, el autor destaca que toda forma de relación, incluyendo las relaciones íntimas, implican al mismo tiempo un no-saber, pues nunca se puede conocer al otro completamente. Así, incluso una relación íntima supone ciertas reservas, discreción y mutuo disimulo. Ello se debe a que en todas las relaciones sociales existe una dinámica entre cercanía y distancia, cuyos efectos no solo tienen manifestaciones en el espacio físico, sino principalmente en el tipo de cercanía o distancia emocional que tenemos con los otros. De modo que «[l]as relaciones de carácter íntimo, cuyo soporte formal es la proximidad corporal y espiritual, pierden su encanto e incluso el contenido de su intimidad, si la proximidad no incluye al mismo tiempo y en alternativa, distancias y pausas»50. ¿Qué supondría una cercanía excesiva o distancia amenazante?, ¿qué puede comunicarse o reservarse?, ¿en qué consistiría la intromisión y falta de discreción? Las respuestas a estos interrogantes son arbitrarias, en la medida en que dependen de los contenidos culturales y las diferentes expectativas con respecto al género, en una situación social específica; para el caso de la investigación sociológica solo puede decantarse en la investigación empírica. Lo importante es que, según Simmel, ante este tipo de dinámica entre la ocultación y la revelación «[n]os hallamos aquí en un campo de problemas […] muy importantes para la sociología de la relación íntima» (375). Así, por ejemplo, las cartas en tiempos 49 50 220

Zelizer, 38. Simmel, Sociología, 365.

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de Simmel eran un referente empírico digno de considerar, pues en tanto formas escritas de comunicación constituían el reverso del secreto (400). Con este tipo de sensibilización a ciertas fuentes, los razonamientos simmelianos abren una pista interesante a considerar en el campo de la investigación y nos invitan a reflexionar en torno a ciertos referentes contemporáneos asociados a los dispositivos tecnológicos de la comunicación y el significado que tienen hoy día en las relaciones de pareja. Lo cierto es que una de las paradojas del amor moderno que Simmel distinguió es cómo las relaciones íntimas se basan en la posibilidad de compartir y, al mismo tiempo, ocultar secretos51, situación ante la cual solo es posible confiar. Simmel dio cuenta de las paradojas de la modernidad presentes en los procesos de individualización y la gestión de las relaciones íntimas; así por ejemplo, leer las cartas ajenas del otro, escuchar tras las puertas, violarían su territorio íntimo del yo (372) y, además, transgredirían un componente afectivo peculiar de las relaciones íntimas: la confianza. El papel de la confianza en las relaciones íntimas consiste en que damos por sentado que no se revelarán los secretos compartidos. Esto puede vincular afectivamente a los otros de una manera sumamente poderosa, pues la tranquilidad de que se guardará el secreto va unida al sentimiento de que también puede darse la traición. Ante dicha encrucijada, la confianza se convierte en pieza clave en las relaciones íntimas, pues supone que nuestros secretos compartidos o conocidos por el otro no serán revelados a terceros (381). Otro lazo afectivo a considerar es el de la fidelidad. En la «Digresión sobre la fidelidad y la gratitud», Simmel señala que sin la primera, no podría existir la sociedad de la forma en la que existe, pues si la confianza es condición de posibilidad de ciertas formas de relación, la fidelidad facilita su permanencia52. La fidelidad para 51 52

Pues «[…] la mentira es un elemento integrante de su estructura» (365). En palabras de Luzzi: «Si la confianza cumple la función de facilitadora o creadora de lazos sociales, la fidelidad resulta indispensable para la supervivencia de los mismos. Su existencia reside tanto como la de la confianza en el corazón mismo de la vida social». Mariana Luzzi, «Sentimientos psico-sociales [sobre la exposición de Patrick Watier]» en 221

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Simmel es una forma sociológica de «segundo orden», pues se erige como un soporte afectivo que mantiene otras formas de relación; es justo ese vínculo el que conserva los entrelazamientos recíprocos, más allá de los impulsos originarios que nos han llevado a establecer ciertos lazos con otros. Esta «disposición anímica» hace posible la recurrencia de formas de socialización, ya que se trata de un estado afectivo que procura el «mantenimiento de nuestra relación con el otro» y en ocasiones se convierte en una fuerza poderosa de compromiso53. Así, la fidelidad es un lazo afectivo que en el caso de la relación de pareja «asegura la perduración de un vínculo», por eso, a contracorriente del sentido común, el «amor fiel» es un sinsentido, pues la fidelidad es aquello que posibilita que perdure el vínculo cuando se extingue el amor (611). En suma, la fidelidad es una forma afectiva que contribuye a la duración y que da la estabilidad que requieren las relaciones que fluyen incesantemente y que, en tanto «procesos vitales», cambian constantemente. En la obra de Simmel la confianza, la fidelidad, los celos entre otros «sentimientos psicosociales», son referentes centrales en su razonamiento sociológico, pues dejan ver los hilos invisibles que nos enlazan a unos con otros54. No obstante, están sometidos a los cambios históricos y las particulares configuraciones culturales en que estos emergen. En el caso de la relación de pareja, los contenidos de la confianza y la fidelidad varían constantemente, no solo de sociedad en sociedad, sino en una misma sociedad que nunca es homogénea. Lo relevante, en términos de la resignificación de estos aportes, es justamente el refinamiento de la mirada sociológica que

Informe sobre el coloquio Simmel de Buenos Aires, comp. Esteban Vernik y Mariano Fressoli (Buenos Aires, noviembre de 2002, inédito), 80. 53 Simmel, Sociología, 612. 54 Patrick Watier, Georg Simmel. Sociólogo, trad. Emilio Bernini (Buenos Aires: Nueva Visión, 2005); Olga Sabido Ramos, «El sentir de los sentidos y las emociones en la sociología de Georg Simmel», en Georg Simmel. Una revisión contemporánea, coord. Olga Sabido Ramos (Barcelona / México: Antrhopos / Universidad Autónoma Metropolitana, 2007), 211-230. 222

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apunta a establecer cómo la afectividad genera vínculos relevantes e inclusive sustenta los previamente existentes. Relaciones amorosas: estructura sentimental y conflicto

Como reverso de la fidelidad y confianza, en la perdurabilidad de un vínculo estrecho se encuentran los celos. Así pues, Simmel no ve en la intimidad un espacio armónico libre de conflicto. Como se ha señalado más arriba, aquello que comparten quienes participan y forjan una relación íntima es un tipo de saber mutuo que se caracteriza, más que por una generalización de conocimiento práctico como la que cotidianamente empleamos frente a los demás (por ejemplo, el portero, el conductor, el peatón), este saber se define precisamente por una orientación individual, un tipo particular de individualización del vínculo. Además de ello, Simmel señala cómo la relación íntima, en el caso de los enamorados, se basa también en una estructura sentimental que consiste en «[…] estar el uno frente al otro, sin sentir al mismo tiempo como existente y activo un organismo supraindividual»55. En una relación amorosa el amado no es alguien intercambiable, sino único, esa es una característica fundamental que Simmel atribuye al amor moderno y que otros autores atribuyen al amor romántico. En la «Digresión sobre el extranjero», señala justamente cómo las relaciones amorosas rechazan decididamente la idea de generalización del otro: Los enamorados creen que no ha habido nunca un amor semejante, y ni la persona amada ni el sentimiento que inspira les parecen comparables con nada. En el momento en que desaparece el sentimiento de que la relación tiene este carácter único, suele producirse un alejamiento […] Tan pronto como nos sentimos escépticos sobre su valor, surge el pensamiento de que en último término esta relación no hace sino realizar un destino general humano, constituye un acontecimiento mil veces repetido, y que, si no hubiéramos encontrado casualmente a tal persona, otra cualquiera hubiese adquirido para nosotros, la misma significación. (720-721) 55

Simmel, Sociología, 98. 223

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En el caso de las relaciones amorosas, dicha estructura sentimental se asienta en un sentimiento de pura reciprocidad (107). Nuevamente, el papel que juega la cantidad en las formas sociales tendrá importancia significativa en términos de la estructura sentimental de la forma social. En el caso de la construcción del amor de pareja en Occidente, la relación entre dos resulta decisiva. Un tercero siempre puede interrumpir la intimidad de las relaciones amorosas o complejizarla como el caso de los «triángulos amorosos» o los hijos56. El papel de un tercero en la relación de dos configura de determinada manera la relación amorosa, en ocasiones puede consolidarla, en otras destruirla57. Para el caso del conflicto en las relaciones íntimas en general y las relaciones a amorosas en particular, el papel de los celos como reverso de esta estructura sentimental juega un papel decisivo. Los celos son de «gran importancia sociológica» (296), en tanto se trata de un conjunto de sentimientos presentes en la proximidad afectiva que puede surgir en la relación de pareja o al interior de un grupo y tienen una importancia decisiva en la estructura de las relaciones. En palabras de Simmel: Los celos pueden combinar el odio más violento con la persistencia del más apasionado amor, y el sentimiento de la comunidad íntima con el aniquilamiento de ambas partes —pues el celoso Como señala Reséndiz, en su estructura sentimental la relación de tres está teñida por la desconfianza, los celos, la escisión, la competencia, la intromisión, y a veces, las menos por cierto, la reconciliación. Ramón Reséndiz, «La exploración sociológica. Estructura analítica y recursos metodológicos en Georg Simmel», en Georg Simmel. Una revisión contemporánea, coord. Olga Sabido Ramos (Barcelona / México: Antrhopos / Universidad Autónoma Metropolitana, 2007), 171. 57 Al respecto, Virgilio Zurita ha propuesto, siguiendo a Simmel, cómo un plan programático para la realización de una sociología del amor tendría que considerar: «[…] no solo las formas duales (la pareja, el matrimonio, el connubio), sino también las conformaciones geométricas del amor, desde las más evidentes (el triángulo, la infidelidad), hasta las menos perceptibles socialmente (el desamor)». Carlos Virgilio Zurita, «Las afinidades electivas. Notas sobre mercado matrimonial y pulsión romántica» Apuntes de investigación. Lecturas en debate, 2007, 230.

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destruye la relación del mismo modo que al otro—; por eso acaso sea este sentimiento el fenómeno sociológico en que adquiere su forma subjetiva más radical la construcción del antagonismo basado en la unidad. (300)

Con dicho razonamiento, el autor desmitifica la idea de armonía que impera en las relaciones íntimas. En las relaciones de pareja, familia y amigos el conflicto está presente; inclusive Simmel advierte que «[p]ersonas que tienen muchas cosas en común se hacen frecuentemente más daño y mayores injusticias que los extraños» (290), y así, remarca que «[…] las desavenencias entre personas íntimas pueden tener consecuencias más trágicas que entre extraños» (293). Pero, al mismo tiempo, no hay que perder de vista cómo para Simmel ciertas condiciones sociales posibilitan la emergencia de ciertos sentimientos y emociones. En este caso, la concepción moderna del amor y la individualización del vínculo posibilitan la manifestación de los celos; aunque en ocasiones, los exige. Myriam Jimeno Santoyo recupera esta idea simmeliana y destaca cómo uno de los atisbos del sociólogo alemán fue develar la relación intrínseca entre intimidad y conflicto. En particular, Jimeno estudia al crimen pasional, entendido como el «crimen ocurrido entre parejas con vínculos amorosos»58. Para la autora, Simmel tuvo la posibilidad de señalar que en las relaciones íntimas el constante roce con el otro obliga a la represión de los sentimientos hostiles, de modo que el conflicto irrumpe como efecto de la acumulación de dichos sentimientos: La ambivalencia presente a diario en las relaciones íntimas se deriva, según él [Simmel], de la represión de los sentimientos hostiles que a su vez provienen de las frecuentes oportunidades de roce y conflicto, corrientes en las relaciones íntimas. Dado que el objeto del amor es al mismo tiempo objeto de odio, este se tiende a reprimir pues el conflicto puede destruir la relación, lo que tiene

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Myriam Jimeno Santoyo, Crimen pasional. Contribución a una antropología de las emociones (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2004), 23. 225

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como efecto la acumulación de los sentimientos hostiles que eventualmente pueden producir violencia. (25)

Entre las contribuciones de la autora, se destaca el señalamiento de la existencia de «[…] ambigüedad de los principios culturales sobre el amor y las relaciones de pareja» (245). En su análisis de las representaciones del crimen pasional presentes en los códigos penales, los expedientes y la narrativa de los protagonistas y testigos investigados, la autora devela cómo el crimen pasional se convierte en un acto de exceso de amor, en ocasiones cubierto con un sentimentalismo propio del amor romántico. De modo que un acercamiento desde las ciencias sociales y desde cierta recepción del legado simmeliano, permite a Jimeno develar que el crimen pasional no es un «arrebato emocional instintivo», sino un acto en el que participan «modelos sociales aprendidos» propios del amor moderno (240). Esta recepción del legado simmeliano permite entender cómo la recuperación de este autor puede rendir frutos explicativos en contextos en los que la interacción amorosa no es ajena a conflictos ni a la generalización de la violencia. Relaciones amorosas y dinero

Finalmente, en el marco de un peculiar diagnóstico de la modernidad, Simmel establece una diferencia radical entre las relaciones afectivas y aquellas que tienen lugar en la economía monetaria. En la modernidad, el dinero representa «una entidad absolutamente objetiva en la que lo personal se borra», y esto es porque las relaciones monetarias «calculan a los hombres como números», a diferencia de las «relaciones anímicas», que atienden a los rasgos cualitativos del otro59. La economía monetaria separa con «diabólica violencia» la vida de las personas entre los aspectos cualitativos de la existencia y la lógica cuantitativa dineraria. En dicho sentido, Simmel distinguía claramente entre las relaciones

59

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Simmel, «Las grandes urbes y la vida del espíritu», en El individuo y la libertad, 249.

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orquestadas en el ámbito económico y aquellas circunscritas al ámbito afectivo. La razón de lo anterior es que las relaciones de carácter afectivo se fundan en la individualidad, mientras que, en las relaciones económicas, la homologación del dinero hace del otro un ente generalizable e intercambiable. Así, por ejemplo, Simmel deja ver el tipo de reservas afectivas que entran en juego cuando se establece una relación de intercambio, y por ello señala que hay que evitar hacer negocios de dinero «con el enemigo y con el amigo», ya que el interlocutor idóneo es aquel con quien no se tiene ningún tipo de cercanía afectiva, es decir, es preferible establecer relaciones de intercambio con «la persona que nos resulta intrínsecamente indiferente y que no está ni a favor ni en contra de nosotros»60. Simmel añade que existe una separación tajante entre las relaciones amorosas y el dinero, pues ambas representan dos esferas de valor «inconmensurables»61. Pero, ¿qué es lo que ha posibilitado esta distancia entre relaciones amorosas y dinero? Para Simmel, la «creciente individualización […] convierte en contradictorio e indigno consentir las puras relaciones individuales por otros motivos que los individuales» (83). Como vimos, las relaciones afectivas se fundan en la elección basada en afinidades electivas, en gustos y satisfacciones compartidas. En contraste, en aquellos matrimonios basados en acuerdos económicos «es habitual y útil fijar la elección de pareja por motivos bien distintos a los del afecto individual» (74), aunque no es el caso de sociedades donde se han gestado procesos de individualización. A partir de tal razonamiento y de una dosis normativa controvertible, Simmel señala que en la transacción económica que existe en la prostitución, se manifiesta algo totalmente contrario al amor en su concepción moderna:

Simmel, Filosofía del dinero, trad. Ramón García Cotarelo (Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1977), 261. 61 Simmel, «El papel del dinero en las relaciones de género», 73. 60

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El dinero no es jamás mediador adecuado para una relación entre seres humanos, que, por razón de su esencia, precisa de la duración y la sinceridad interna de las fuerzas vinculantes, cual es el caso de la relación amorosa auténtica, por rápidamente que se rompa.62

Es por ello que, para Simmel, inclusive en aquellas relaciones que no están relacionadas con la prostitución, las personas procuran evitar regalar dinero, pues dado su carácter homogeneizante y falto de particularidad, el dinero «rebaja» al otro en su condición de persona específica63. Por eso, algunas «mujeres acostumbran a considerar penoso y deshonroso aceptar dinero de sus amantes», cosa distinta en cuanto de regalos se trata64. En breves pinceladas, Simmel señala cómo, en las relaciones de cortejo, el regalo tiene que invisibilizar su valor monetario, pues un regalo que quiera «rendir un homenaje» debe hacer invisible su valor en dinero, como el caso de «las flores y los bombones» que se regalen a una dama65. Como se advierte, uno de los aspectos que Simmel no alcanzó a vislumbrar es cómo el mundo del dinero penetraría a las relaciones íntimas y a las relaciones amorosas en particular, este es uno de los retos al que se enfrenta su legado. Vigencia y retos del legado simmeliano

Resignificar el legado simmeliano implica destacar su vigencia y enunciar los desafíos intelectuales ante los que nos enfrenta. A Simmel, Filosofía del dinero, 466. Simmel, «Psicología del dinero» en Cultura líquida y dinero, 87. 64 En una investigación reciente realizada en México sobre el uso del condón entre las trabajadoras de sexo, el autor señala cómo en las relaciones entre cliente y prostituta, un indicador de cierta estabilidad de la relación se manifiesta cuando los clientes «[…] hacen regalos a las mujeres, […] lo que [para estas] puede entenderse como simbolismo de mayor cercanía afectiva», aunque no necesariamente se traduce en amor. Eduardo Pérez Archundia, «Individualidad y estructuras sociales en el uso del condón: el caso de las trabajadoras del sexo en Toluca». Tesis para obtener el grado de Doctor en Ciencias Sociales y Políticas (México: Universidad Iberoamericana, 2011), 104. 65 Simmel, Filosofía del dinero, 507. 62 63

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continuación, enumeraré los alcances que, desde mi perspectiva, continúan vigentes: 1. Simmel permite desnaturalizar el sentimiento amoroso, pues provee recursos explicativos que apuntan al amor como una «forma cultural» que se significa social e históricamente. A partir de lo anterior, Simmel daba pistas para indagar cómo las concepciones socioculturales del amor moldean la experiencia y el sentir de las personas. Desde las reflexiones de Simmel del amor como «forma cultural», es posible establecer cómo los significados en torno a este tienen repercusiones en las prácticas culturales diferenciadas genéricamente, es decir, en los modelos de femineidad y masculinidad, no solo vigentes, sino también hegemónicos. 2. En su sociología, Simmel da otra vuelta de tuerca que parte de la persona y su experiencia amorosa y llega a las relaciones amorosas. Este viraje sociológico permite un refinamiento de la mirada que destaca, más que estados subjetivos del sentir, aquello que las «acciones recíprocamente orientadas» hacen sentir a quienes están implicados en tal condicionamiento recíproco. 3. Simmel entrevé una dimensión analítica destacada recientemente en la sociología, a saber, aquella que remite a los vínculos afectivos que forman parte de la constitución de la sociedad y que tienen relevancia significativa para la comprensión sociológica. Desde el legado simmeliano es posible visibilizar cómo la sociedad influye en los estados afectivos y cómo estos, a su vez, refuerzan ciertos tipos de relaciones. 4. El legado sociológico de Simmel ofrece una batería de categorías que permiten precisar cómo se constituye una relación íntima. Uno de los aspectos decisivos es la individualización del vínculo, basada en un tipo de saber interpersonal que no se externa con nadie más, y que se funda en la confianza de que este saber será compartido solo por quienes forjan una relación íntima. 5. Simmel desmitifica la idea de que en la estructura sentimental de la intimidad esté ausente el conflicto. Este aspecto 229

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complejiza la concepción del amor romántico e incluso permite develar su reverso, aquel que idealiza al amor como algo que habrá de conservarse a toda costa, inclusive si esto supone la aniquilación del otro. Finalmente, recupero en esta nota conclusiva algunos de los retos ante los que se coloca el legado simmeliano. Uno de estos se relaciona con la necesidad de indagar cómo conviven hoy día el dinero y el amor. Así por ejemplo, a partir de una investigación empírica circunscrita al contexto estadounidense, Eva Illouz establece cómo la cultura capitalista tiene un poderoso vínculo con el amor romántico y las relaciones de clase. Para la autora, el consumo de «rituales amorosos» y bienes culturales (por ejemplo, cenas, citas, viajes, películas, canciones) han resultado ser poderosos configuradores de la experiencia amorosa66. Interesante sería indagar el carácter altamente diferenciado de esas prácticas en condiciones donde la desigualdad económica complejiza el vínculo entre amor, dinero y consumo; e igualmente resultaría significativo explorar hasta qué grado existe una configuración de la experiencia amorosa a partir del consumo67. Otro insumo intelectual es el que lanza Viviana Zelizer, quien también cuestiona la idea de que la economía y la intimidad corran por senderos separados. Para la autora, el dinero «cohabita regularmente con la intimidad, e incluso la sustenta»68, pues «[c]uando los cónyuges Ver Illouz. En debate abierto con Illouz autores, como Sérgio Costa ha cuestionado cómo, si bien es cierto que el mercado coloca a los amantes en una amplia gama de productos que bien pueden intensificar la interacción amorosa, estos «no tienen el poder de despertar el amor en el corazón de los amantes» Tras las huellas de Simmel, Costa insiste en señalar cómo el estudio del amor tendría que tomar en consideración los significados particulares que cada pareja atribuye a los insumos amorosos. Así, dos parejas pueden regalarse los mismos presentes, pero el sentido atribuido dependerá del tipo de relación amorosa entablada. En ese punto el autor enfatiza la necesidad de rescatar lo que denomina «una interpretación microsociológica del amor romántico», donde Simmel es un referente central. Costa, 773. 68 Zelizer, 51. 66 67

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o los amantes logran sustentar recíprocamente sus vidas, no lo hacen solo con amor, sino con aportes concretos a su bienestar material conjunto» (57). No obstante, una de las tesis que subyace al trabajo de Zelizer y que pareciera estrictamente simmeliana, es aquella según la cual las personas hacen un «esfuerzo excepcional para distinguir lo que la relación es de lo que no es» (57). Por ejemplo, si una pareja de novios se compromete con una relación sexual, tendrá mucho cuidado en precisar que su vínculo no es el de prostituta-cliente (57), aspecto que igualmente preocupaba a Simmel. Sin embargo, el aporte de Zelizer radica en señalar que en la vida cotidiana el dinero forma parte fundamental de las personas y sus relaciones interpersonales, de modo que no solo la esfera económica se entrecruza con el ámbito íntimo, sino que también el ámbito jurídico tiene implicaciones decisivas en la definición de la intimidad, sobre todo cuando tiene que intervenir en la regulación de conflictos (151 y ss.). Al igual que Jimeno en su investigación sobre el crimen pasional, Zelizer deja ver cómo el ámbito jurídico constituye un referente relevante para decantar cómo una sociedad representa en sus leyes y códigos, las expectativas legítimas de la intimidad y el amor. Así pues, otro de los retos está en trascender una visión internalista de las relaciones íntimas hacia un trazo de observación sociológica de mayor alcance, que incorpore tanto la dimensión económica como la jurídica y sus repercusiones en las prácticas amorosas. Por último, cabe señalar cómo en la actualidad, la transformación de las expectativas amorosas varía radicalmente de la época y ambiente en que escribió Simmel, el reto radica en indagar cómo esta variación no solo es epocal, sino que también se relaciona con aspectos geográfico-culturales, genéricos y de clase. La vivacidad del legado simmeliano perdurará a la luz de tales ejercicios. Bibliografía Bauman, Zygmunt. Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. México / Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005. Beck Ulrich y Elisabeth Beck-Gernsheim. El normal caos del amor. Las nuevas formas de la relación amorosa. Barcelona: Paidós, 2001. 231

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