Formaciones sociales tribales y clasistas iniciales en la Bahía de Cádiz. medio natural y recursos

July 8, 2017 | Autor: José Ramos Muñoz | Categoría: Neolithic Archaeology, Social Archaeology, Bronce Age (Archaeology)
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Descripción

FORMACIONES SOCIALES TRIBALES Y CLASISTAS INICIALES EN LA BAHÍA DE CÁDIZ. MEDIO NATURAL Y RECURSOS José Ramos Muñoz, Manuela Pérez Rodríguez Área de Prehistoria. Universidad de Cádiz. Departamento de Historia, Geografía y Filosofía. Universidad de Cádiz. Avda. Gómez Ulla s.n. 11003. Cádiz. [email protected], [email protected] Salvador Domínguez-Bella Área de Cristalografía y Mineralogía. Facultad de Ciencias. Universidad de Cádiz. Campus Río San Pedro. Puerto Real. Cádiz. salvador.domí[email protected] Milagrosa Soriguer Escofet, Cristina Zabala Jiménez, José Antonio Hernando Casal Departamento de Ciencias del Mar y Ambientales. Universidad de Cádiz. Campus Río San Pedro. Puerto Real. Cádiz. mila. [email protected], [email protected], [email protected] Blanca Ruiz Zapata, María José Gil Departamento de Geología. Campus Universitario. Edificio de Ciencias. Carretera Madrid-Barcelona, Km 33,600. Universidad de Alcalá de Henares. 28871. Madrid. [email protected], [email protected] Domingo Jiménez Guirado Departamento de Biología Animal. Facultad de Ciencias. Universidad de Córdoba. [email protected]

1. Introducción.

han hecho desde perspectivas histórico-culturales. Esto condiciona bastante nuestro estudio pues las preguntas y estrategias formuladas desde dichas perspectivas no tienen nada que ver con planteamientos de mayor preocupación socioeconómica.

Presentamos esta contribución a la Monografía sobre la Historia de Rota en su contexto de la Bahía de Cádiz ante el ofrecimiento que realizó José María Gutiérrez a uno de nosotros (J. Ramos). Hemos producido recientemente trabajos de nuestro grupo de investigación (P.A.I. HUM-440 de la Junta de Andalucía), sobre aspectos de las sociedades tribales (Ramos y Pérez, 2003) y clasistas iniciales (Ramos, en prensa, Ramos, Domínguez-Bella y Pérez, en prensa) en el entorno de la Banda Atlántica de Cádiz. Realizamos ahora una síntesis de las sociedades tribales y clasistas iniciales, considerando las aportaciones y nuevos datos de los colegas que colaboran en la realización de la Memoria de nuestro proyecto de investigación “La ocupación prehistórica de la campiña litoral y Banda Atlántica de Cádiz” para la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Sobre todo incorporamos respecto a trabajos previos del grupo, nuevos aspectos del estudio del medio natural de la Bahía, así como de los recursos naturales (estudio polínico del asentamiento de La Esparragosa –Chiclana de la Frontera- y estudio de los recursos marinos de los entornos de la Banda Atlántica de Cádiz), utilizados en las prácticas sociales por las comunidades que ocuparon estos territorios en el Holoceno.

De todos modos nuestro grupo de investigación ha venido desarrollando trabajos de prospección y excavación que han posibilitado poder generar preguntas e hipótesis en el marco de una línea de explicación social y económica. Al analizar un breve balance de las investigaciones en los últimos años hay que recordar la dedicación de Francisco Giles Pacheco a estudios en El Puerto de Santa María, en numerosos trabajos de estaciones paleolíticas y en lo que ahora nos atañe, a enclaves como Cantarranas, (Giles, 1983; Giles, et al., 1993-1994) o Buenavista (Ramos, Giles et al., 1989). Proseguidos posteriormente por el profesor José Antonio Ruiz Gil, tanto en prospecciones en el T.M. del Puerto de Santa María (Ruiz, 1987), como en excavaciones de urgencia en Cantarranas, Las Viñas (Ruiz y Ruiz, 1987, 1989; Ruiz y Ruiz Mata, 1999) y Pocito Chico (Ruiz y López, 2001). De Cantarranas hubo un estudio de la tecnología lítica (Valverde, 1991) que cristalizó en una Memoria de Licenciatura (Valverde, 1993). El profesor Diego Ruiz Mata ha estudiado el registro de La Dehesa y la necrópolis de Las Cumbres, en los entornos del Castillo de Doña Blanca (Ruiz Mata, 1994 a, 1994 b), colaborando con José Antonio Ruiz Gil y con Juan José López Amador en algunos de los yacimientos mencionados en El Puerto de Santa María (Ruiz Mata, López y Bueno, 2004).

2. Breve balance historiográfico. En este trabajo expondremos las bases de estudio de la formación económico social tribal y aportamos los nuevos datos del registro arqueológico disponibles. Hay que considerar al respecto del estudio de la formación social tribal que ha habido una clara dinamización de los estudios en la Bahía de Cádiz en los últimos años. Indicamos que la mayoría de los investigadores que han analizado el tema lo

En Rota se han realizado estudios dinamizados por José María Gutiérrez López en la Base Naval, aportando datos y reflexiones novedosas sobre los registros de la zona más occidental interior de la Ba

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al., 1999; Ramos, Montañés et al., 2001), El Retamar (Puerto Real) (Ramos y Lazarich, eds. 2002a, 2002b) y La Esparragosa (Chiclana de la Frontera) (Pérez et al, 2005).

hía de Cádiz –zonas de Rota y El Puerto de Santa María- (McClellan et al., 2003). En el entorno de Puerto Real recordamos la excavación a cargo de nuestro grupo en el asentamiento de El Retamar que deparó interesantes datos sobre comunidades ya tribalizadas con importantes bases en sus prácticas sociales de pesquería y recolección de mariscos (Ramos y Lazarich, eds., 2002a, 2002b).

Como consecuencia de estos trabajos hemos generado monografías editadas por el Ayuntamiento de San Fernando (Ramos, 1993; Ramos, Sáez, et al, coords. 1994; Castañeda, 1997), por el Ayuntamiento de Chiclana de la Frontera-Fundación Vipren-UCA (Ramos, Montañés et al, eds. 1999), la Universidad de Cádiz (Pérez, 1997) y ProQuest Information and Learning (Pérez, 2003 b); así como trabajos de síntesis enmarcados en la reconstrucción del proceso histórico en la Banda Atlántica de Cádiz (Ramos, Castañeda, et al, 1994, 2000; Ramos, Pérez, et al, 1999; Ramos, Montañés et al, 2001). Destacar también un importante estudio de síntesis aún no publicado, aportado a los XIX Encuentros de Historia y Arqueología de San Fernando “Geoarqueología e Historia de la Bahía de Cádiz. Proyecto Antípolis y con la responsabilidad en la edición de los profesores Oswaldo Arteaga y Horst D. Schulz. Nuestro trabajo aportó una visión crítica de la Geoarqueología, desde una perspectiva no adaptativa de la Historia (Ramos 2000a, 2000b), con las premisas de repensar la Historia (Fontana 1982, 1992). Hemos contribuido a dichos Encuentros con una síntesis desde estas bases de las sociedades cazadoras-recolectoras, tribales comunitarias y clasistas iniciales (Ramos, Castañeda y Pérez, en prensa).

En Cádiz nos parece de justicia destacar la obra y la contribución ejemplar de Pelayo Quintero que había documentado registros prehistóricos en sus estudios de las ocupaciones púnicas de la ciudad (Quintero, 1914, 1932, 1934). Destacar en los últimos años el estudio de los materiales depositados en el Museo de Cádiz procedentes de las actividades de urgencia que habían realizado muchos arqueólogos en las décadas de los 80 y 90, no habiéndose prestado evidentemente mucho interés por dichos registros. Esta recopilación de los datos ha estado a cargo de la profesora María Lazarich González (2003). Por nuestra parte, con las bases indicadas de una Arqueología entendida como reconstrucción de los procesos históricos, básicamente de las formaciones económicas y sociales cazadoras-recolectoras, tribales comunitarias y clasistas iniciales hemos estado vinculados a estudios en la Bahía de Cádiz desde la década de los 90. Hemos desarrollado campañas de prospecciones en el marco del Proyecto de investigación denominado “La ocupación prehistórica de la campiña litoral y Banda Atlántica de Cádiz” (Consejería de Cultura. Junta de Andalucía) y profundizado en estudios analíticos y territoriales en el grupo de investigación titulado “Estudio de las formaciones económicas y sociales prehistóricas de la Banda Atlántica de Cádiz” (P.A.I. HUM-440. Junta de Andalucía).

Recordamos también que los estudios geoarqueológicos han tenido dos vertientes en el proyecto: • Geomorfología. En la campaña de prospección de San Fernando a cargo del profesor Francisco Borja Barrera (Borja, 1994; Borja y Ramos, 1993, 1994) y en el resto de zonas de la Banda Atlántica, con responsabilidad del profesor Javier Gracia Prieto (Gracia, 1999; Gracia, Benavente y Martínez, 2002).

Hemos colaborado también con el profesor Salvador Domínguez-Bella en el Proyecto de análisis arqueométrico titulado “Caracterización mineralógica y petrológica, áreas-fuente de las materias primas y tecnología de uso, de las industrias líticas de las comunidades prehistóricas de la Banda Atlántica de Cádiz” (PB 96-1520. DGES).

• Petrología-Mineralogía-Arqueometría. Con la responsabilidad del Dr. Salvador Domínguez-Bella, para el estudio de la captación y delimitación de áreas de materias primas silíceas (Domínguez-Bella, 1999 a; Domínguez-Bella et al., 2002 b; Ramos, Domínguez-Bella al., 2001); de doleritas y rocas subvolcánicas (Pérez, 1997, 1998; Pérez et al., 1998; Ramos, Domínguez-Bella, 1999 a; Domínguez-Bella et al. 2000; Domínguez-Bella et al, 2002 b; Domínguez-Bella et al, 2004 a); de otros productos (variscitas, ámbar) (Domínguez-Bella et al., 2001; Domínguez-Bella, Morata et al., 1997, 2002 a); así como de carácter metodológico de análisis de una Arqueometría desde perspectivas “no inocentes” (Ramos, Domínguez-Bella y Morata, 1997) y los últimos trabajos de síntesis sobre materias primas en la Península Ibérica (Domínguez-Bella et al. 2004 b) y variscitas en el sur de Europa (Domínguez-Bella, 2004).

En el marco de dichos proyectos hemos realizado en el ámbito territorial de la Bahía de Cádiz campañas de prospecciones arqueológicas en los T.M. de San Fernando (Ramos, Borja et al., 1993; Ramos, Sáez et al., coords. 1994; Ramos, Castañeda y Pérez, 1995) y Chiclana de la Frontera (Ramos, Castañeda et al., 1997; Ramos, Castañeda y Pérez, en prensa). Hemos desarrollado excavaciones arqueológicas de urgencia relacionadas con registros de las sociedades tribales comunitarias en la Bahía de Cádiz, en los asentamientos de El Estanquillo (San Fernando) (Ramos, 1992), La Mesa (Chiclana de la Frontera (Ramos et al., 1993-1994; Ramos, Pérez et 

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• Por otro lado ha habido una serie de estudios a cargo de Isabel Cáceres de la analítica de la fauna terrestre (Cáceres, 2002, 2003 a, 2003 b).

llo de relaciones sociales con los medios de producción. Por tanto es necesario profundizar en el estudio del medio natural en relación con las ocupaciones sociales e históricas del mismo.

En síntesis en el desarrollo de estos proyectos hemos abordado trabajos interdisciplinares, con la idea de comprobar los efectos de la acción humana sobre los paisajes que han sido transformados, como consecuencia de las actividades socioeconómicas (Ramos 2000 a, 2000 b). Nos ha preocupado la relación de las sociedades con el medio, en el marco del proceso histórico. Además relacionamos dicha alteración con los procesos de jerarquización social que acontecen a partir de la consolidación de las sociedades tribales.

Esto se vincula con una visión “no adaptativa de la Historia” (Ramos, 2000 a, 2000 b, 2004 a, 2004 b), como aspecto básico para comprender la capacidad de superación de las sociedades ante las constricciones que impone el medio (Arteaga, 2002, 2004). Estamos convencidos que las sociedades han sido en la Historia mucho más que estómagos bípedos (Nocete, 1988). De este modo el intento de análisis de las categorías sociales (modo de producción, relaciones sociales, sistemas de valores, solidaridad, reciprocidad, apoyo mutuo) pretende aspirar a completar una visión social e histórica de las formaciones sociales.

3. Posición teórica y metodología de trabajo.

Al asumir una toma de postura en la llamada Arqueología Social Latinoamericana (Gándara, 1993; Vargas, 1990; Bate, 1998, 2004) aspiramos a reconstruir la sucesión histórica desde el análisis de los diversos modos de producción, de vida y de trabajo, como proceso metodológico que nos aproxime a la categoría básica de la “propiedad” de la formación social en estudio. Por ello entendemos que el reto de una Arqueología al servicio de la Historia radica en centrarnos en lo social y en lo económico (Estévez et al., 1998), en el marco del análisis del proceso histórico (Arteaga, 1992, 2001, 2002, 2004). La estrategia de investigación nos lleva así desde la definición del modo de producción, a la valoración de las manifestaciones empíricas en las sociedades concretas, y en la inmersión en los modos de vida y de trabajo (Vargas, 1990), integrando los sistemas de valores y las contribuciones ideológicas y de reproducción social (Arteaga, 1992, 2002, 2004, Bate, 1998, 2004; Sanoja y Vargas, 1995; Estévez et al., 1998; Pérez, 2003 a, 2003 b).

Asumimos, como compromiso a largo plazo, y en intento de mantener una coherencia con nuestra concepción del mundo y de las ciencias sociales, una posición teórica en la Arqueología Social (Bate, 1998, Vargas, 1990, Arteaga, 2002). Pretendemos trabajar en la relación dialéctica entre las sociedades y el medio natural. Contrastamos en el proceso histórico las diversas formas de explotación y transformación del medio por formaciones sociales cazadoras-recolectoras, tribales comunitarias y clasistas iniciales. De esta manera se deben vincular las transformaciones naturales (fases de evolución del relieve, procesos de arroyada, transformaciones en la cubierta vegetal, generación de niveles de dunas) con las actividades sociales desencadenadas a raíz de la instauración del modo de producción con base económica agropecuaria (utilización de la tierra respecto a diversas formas de propiedad de la misma, ganadería y uso pecuario de diversos suelos, procesos de deforestación, abancalamientos...).

Los productos arqueológicos forman parte de procesos de producción, distribución y consumo. Se sitúan en engranajes productivos vinculados a categorías mayores relacionadas con la propiedad, el trabajo y los procesos de distribución de los recursos (Marx, 1977). Compartimos así la idea planteada por Oswaldo Arteaga que “son las formaciones sociales y no sus manifestaciones culturales las que traducen en el tiempo y en el espacio los procesos que llamamos históricos” (Arteaga, 1992: 181).

Nos situamos en una línea que integra la Geoarqueología en los procesos sociales e históricos (Arteaga, Schulz y Roos, 1995; Arteaga y Hoffmann, 1999) que pretende relacionar el proceso natural con el sociohistórico (Ramos, 2000 a, 2000 b, 2004 a, 2004 b). Incidimos también en la diferencia de obtención de recursos del medio según las sociedades hayan sido cazadoras-recolectoras (recursos líticos, cinegéticos, pesca, madera...), respecto a las diferencias manifiestas con el medio, desarrolladas por las sociedades tribales comunitarias y las clasistas iniciales (agricultura, ganadería con significativos procesos de transformación del medio) (Ramos, Domínguez y Morata, 1997; Domínguez, Pérez et al., 2002; Pérez, 1997, 1998, 2003 a, 2003 b).

Es por tanto evidente la relación de la producción con la tecnología, enmarcada en un cuerpo social (Marx, 1977: 8). También es fundamental para la comprensión de las comunidades prehistóricas considerar que “Toda producción es apropiación de la naturaleza por parte del individuo dentro de y mediante una forma de sociedad determinada” (Marx, 1977: 10). De ahí la relación básica entre producción-sociedad y entre producción y propiedad. Y además la necesidad en el trabajo arqueo-

Para las sociedades de modo de producción basado en formas de explotación agropecuarias es la propiedad de la tierra y el acceso diferencial a ésta lo que condiciona un determinado desarro

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lógico de vincular estas categorías básicas en el proceso que genera la producción, distribución, cambio y consumo.

un control territorial por medio de campamentos temporales para la explotación de los recursos. Así, el patrón territorial sería semisedentario.

El procedimiento de nuestra investigación lo intentamos adecuar a parámetros conceptuales y de la propia lógica de la “Metodología de las Ciencias” (Echeverría, 1999; Chalmers, 2000). Partimos de una teoría sustantiva, que queda sometida al desarrollo del trabajo arqueológico. Tras éste se generan hipótesis que se contrastan con la base de partida, con idea de ser refutadas o validadas (Sánchez Vázquez, 1980; Lakatos, 1998; Bate, 1998).

La propia sociedad se hace doméstica. La propiedad sobre el objeto de trabajo lleva a un nuevo modo de producción que determinará la integración doméstica de plantas y animales en el concepto de lo comunitario (Arteaga y Hoffmann, 1999; Pérez, 2003 b; Arteaga, 2004, Ramos, 2004 a). La base de la domesticidad se halla en la distribución comunitaria de la propiedad de la tierra (la tierra misma y los recursos bióticos y abióticos). Las nuevas relaciones sociales basadas en el reconocimiento filial entre parientes establecen el cambio fundamental de la banda por agregación a la comunidad por filiación (Vicent, 1991).

4. Marco conceptual para el estudio de la formación social tribal comunitaria.

La incorporación de la propiedad sobre el objeto de trabajo garantiza el acceso a la tierra, a otros medios de producción y a la producción misma a los miembros de la comunidad de forma exclusiva, de ahí que las relaciones de filiación y el establecimiento de linajes, sean casi necesarios. Es decir, la apropiación de los medios de producción, y en especial del objeto de trabajo supuso la “territorialización” definitiva del grupo, con unas nuevas relaciones de producción y de reproducción basadas en el linaje que no sólo garantizaban, mediante la exogamia, la reproducción física del grupo, sino su reproducción como propietario del territorio comunal que heredarían las nuevas generaciones, además de garantizar la exclusividad del acceso a los recursos únicamente a sus miembros (Vicent, 1991, 1998).

La tribalización es un cambio social que se produjo tras una transformación en la propiedad del objeto de trabajo. A partir de este momento se ejercerá la propiedad sobre el mismo. La pesca, el marisqueo, la caza y la recolección no son abandonados, sino que los territorios que son explotados por la comunidad son apropiados. La propiedad no variaría en su forma comunal respecto de la sociedad cazadora-recolectora, sino en su contenido, ya que ahora se ejerce sobre el objeto de trabajo (Bate, 1998; Vargas, 1987, Arteaga, 2004), no sólo sobre el suelo agrícola, sino sobre los recursos cinegéticos, territorios de pesca o marisqueo, de recolección, etc. La pertenencia a la comunidad se regularía por relaciones de filiación, siendo esta transformación fundamental para el paso de las sociedades denominadas como paleolíticas a las neolíticas, y que llevaría a la formación de las comunidades aldeanas y con ellas la sociedad tribal, y por tanto, de transformación de las relaciones sociales de producción y reproducción.

La tierra y los recursos, junto con los miembros de la comunidad, forman parte de un patrimonio comunal (Vicent, 1998). Se institucionaliza la exclusividad en la propiedad comunitaria, surgiendo formas de legitimación ideológicas que se han visto reflejadas en el arte, el megalitismo, las decoraciones cerámicas, los objetos de adorno... (Ramos y Giles, eds. 1996; Domínguez-Bella et al., 1997; Domínguez-Bella, Morata et al et al., 2002a; Molina, Contreras y Cámara, 2002; Pérez, 2003 a, 2003 b, Arteaga, 2004, Bate, 2004; Cámara, 2002; Domínguez-Bella, 2004).

El patrón de ocupación del territorio se caracterizaría por la existencia de asentamientos estables (campamentos base o pequeñas aldeas), desde los cuales se realizarían expediciones de forma estacional, para conseguir productos de caza, pesca, marisqueo, recolección, diversas materias abióticas... La posibilidad de estos asentamientos permanentes permitía la acumulación de aquellos recursos almacenables (principalmente vegetales) (Bender, 1975; Testart, 1982), estableciendo las condiciones de la sedentarización. Además, la propia productividad natural del medio se vincularía a la explotación, al menos estacional de algunos productos no almacenables, como es el caso de la pesca y/o el marisqueo (Ramos y Lazarich, eds 2002 a, 2002 b; Arteaga, 2004: 153 y ss.), que permitiría en el territorio de la Banda Atlántica la presencia de auténticos “almacenes vivientes” (Bate, 2004), cuya explotación sería más efectiva desde un patrón de movilidad semisedentario con

El nuevo modo de producción adquiere su peculiaridad cualitativa por el cambio en el sistema de relaciones sociales. Las relaciones de parentesco organizan la distribución de la propiedad, el trabajo y el consumo. Paralelamente a la continuidad de prácticas productivas como la caza, la pesca, el marisqueo y la recolección, debieron realizarse ensayos sobre la siembra y la domesticación, que crearían un suelo agrícola que formaría parte de la propiedad comunal, de uso exclusivo para los miembros de la comunidad, en tanto que había que proteger la inversión de fuerza de trabajo realizada. La agricultura más que una innovación debió suponer un 

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aumento en la seguridad del grupo (Vicent, 1991: 45), sin que se rompan las reglas de reciprocidad, produciéndose una reformulación de las relaciones externas de la comunidad que sigue necesitando ahora unas relaciones de intercambio con otros grupos vecinos y con una circulación interna del “don”, como forma de distribución en los inicios de la sociedad tribal y su desarrollo.

ción de la naturaleza (Arteaga y Hoffmann, 1999; Arteaga, 2002, 2004). Como tal se consolidará en el patrimonio comunal agropecuario. Éste se caracteriza por la propiedad de un espacio físico, de los suelos agrícolas y de las tierras de pastos, como medios de producción, que han sido transformados por la inversión de un trabajo por toda la comunidad; por un excedente agrícola como producto; pero también, por un territorio del cual se sacarán los recursos complementarios e indispensables para el grupo (recursos cinegéticos, vegetales recolectables, marisqueros y de pesca). Se invierte fuerza de trabajo en el mantenimiento, defensa y expansión del territorio (Vargas, 1987).

Simultáneamente, la acumulación de productos influiría para una reducción de la movilidad del grupo (Testart, 1982; Vicent, 1991), invirtiéndose mayor tiempo de trabajo sobre aquellos recursos con un resultado más predecible, y por tanto, la comunidad dependería para su reproducción más de aquellos recursos almacenados. De esta forma, unos recursos comienzan a desplazar en importancia y en necesidad para el grupo a otros.

El proceso de sedentarización se intensificará durante la primera mitad del IVº milenio a.n.e. con un fortalecimiento de la autosuficiencia, lo que no significa que la contradicción existente entre concentración y expansión siga presente en la formación social, provocando al final su disolución (Vargas, 1987). Así, esta contradicción se produce en toda Andalucía, y en concreto en el área de estudio de la Bahía de Cádiz, con una proliferación de asentamientos entre la segunda mitad del Vº milenio y la primera mitad del IVº (Montañés, 1998; Montañés et al., 1999; Nocete et al., 1993; Nocete, 2001; Ramos, Lazarich et al., 1997; Ramos, Castañeda et al., 1994, 1996, 1998, 2000; Ramos, Domínguez et al., 1998, 2001; Pérez, 2003 a, 2003 b; Arteaga, 2002, 2004), con una aparición de aldeas plenamente sedentarias.

A medida que adquieren mayor importancia la agricultura y la ganadería, se abandonará en estas sociedades el modo de vida semisedentario, adquiriendo mayor protagonismo en el desarrollo de la existencia de estos grupos las aldeas permanentes. Éstas se integrarán en el patrimonio comunal agropecuario (Vargas, 1987; Vicent, 1991). Se caracterizarían por el desarrollo de la producción centrada en un territorio, en tanto que como objeto de trabajo, se necesita ejercer la propiedad del mismo para producir. Se producirá una concentración de la población y, por tanto, una sedentarización intensiva y la concentración de la población sobre unos territorios determinados. Esto sería una de las consecuencias de la “tribalización” del territorio, con una transformación paisajística sin precedentes. A la larga estas contradicciones, vinculadas a la consolidación territorial de la sociedad tribal, en el marco de conflictos económicos, sociales y políticos, comportarán el surgimiento de los estados prístinos con el desarrollo de la sociedad clasista inicial (Bate, 1984; Arteaga, 1992, 2004; Nocete, 1989, 1994).

Este desarrollo no pudo ser posible sin considerar otros elementos que forman parte del medio físico (Sanoja, 1982: 19). La base física constituida por los suelos, la vegetación, el clima, la fauna, el relieve, así como todos los elementos naturales que inciden en la formación del suelo, posibilitarían y/o facilitarían a los grupos la adopción de la agricultura. De todos los factores formadores del suelo, el antrópico se configura como uno de las más importantes, sin olvidar, ni minusvalorar, que en el proceso de su formación también participan otros agentes naturales (clima, relieve, fauna...), por lo que podemos afirmar que el suelo también forma parte de la biocenosis.

El inicio de la agricultura y la domesticación animal, y su importancia creciente en la producción de alimentos que se centrará en torno a estas dos actividades productivas, otorgarán una gran seguridad al grupo social ante fluctuaciones climáticas, evitando posibles periodos de escasez de alimentos debidos a las oscilaciones productivas naturales del territorio que habitan (Vicent, 1991). Y esto sólo es posible implementando prácticas productivas que transforman el espacio natural en espacio social, no sólo en lo referente a la producción de un nuevo paisaje, sino porque previamente el objeto de trabajo, la naturaleza, necesita ser apropiada para la producción, lo que supone un concepto de territorialización, marcado por la tribalización del espacio físico. El desarrollo de la agricultura y la ganadería facilitan esta tribalización del medio, en tanto que suponen una transformación del mismo, creando un nuevo paisaje mediante la domestica-

Las comunidades pueden, mediante la inversión de fuerza de trabajo, favorecer unas determinadas condiciones de creación de un suelo agrícola (deforestación, abono, limpieza...) para potenciar su productividad natural, produciendo un espacio social que posteriormente será utilizado como medio de producción, que además, será utilizado o reformado para un mejor aprovechamiento de toda su potencialidad. A medida que el sistema agroganadero se establezca, el componente medioambiental cede importancia al desarrollo de las fuerzas productivas, que condicionan el crecimiento del sistema agrícola. Los suelos constituyen “espacios con

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vertidos en medios productivos” (Arteaga y Hoffmann, 1999: 54) y que, por tanto, forman parte de la propiedad comunitaria sobre el medio que implicaría ejercer esa propiedad sobre los territorios de caza, pesca y recolección. Ahora se pretende rentabilizar en mayor medida la inversión de fuerza de trabajo, en especial en los espacios que se han transformado en suelos o en tierras de pastos, y que además, conforman un producto de trabajo. De este modo, se inicia un proceso de transformación de la naturaleza sin precedentes, ya que con la adopción de la agricultura cerealística se incidió en su capacidad de recuperación, alterando el paisaje y creando uno nuevo ya domesticado, que deja su impronta mediante una intensificación de la erosión y la sedimentación que es patente en los registros geoarqueológicos de las tierras bajas del suroeste andaluz (Arteaga, Schulz y Roos, 1995; Arteaga y Hoffmann, 1999; Arteaga et al., 2001).

económica de los mismos (Guerra et al., 1963). En general los suelos de la zona interior adyacente a la Bahía de Cádiz, las denominadas campiñas de bujeos, secanos y regadíos, son de gran potencial agrícola. Las “campiñas de Cádiz” se caracterizan por sus características agrobiológicas y naturales con gran diversidad edafológica. Cuentan con suelos de vega aluvial y de terrazas diluviales, suelos calizos rendsiniformes, tierras negras andaluzas, suelos margosos del Trías, suelos rojos mediterráneos y suelos de lehm margoso bético. Todo ello completa la diversidad edafológica y aumenta el potencial agropecuario de la zona (Guerra et al., 1963). El área cercana sobre el dominio Subbético Medio, tiene suelos de margas abigarradas y litosuelos del Trías que ofrecen posibilidades agrícolas en los entornos de Medina-Sidonia y Chiclana de la Frontera, muy aptos para leguminosas y cereales. Permite suelos margosos profundos, aptos para cereales y suelos pedregosos, favorables para el desarrollo del monte bajo, los pastos y el erial; así como también buenas posibilidades para el asiento de la ganadería. Hay que considerar que los suelos son producto de la acción social sobre el medio, desde el momento en que se afianza la agricultura. Sufren los efectos físico-químicos de la vegetación a lo largo de la Historia. Se vinculan por tanto con las actividades humanas desarrolladas, siendo en muchos casos los efectos erosivos, consecuencia de dichas actividades, al haber transformado el medio natural.

5. Medio natural de la Bahía de Cádiz. La Bahía de Cádiz se localiza en el extremo sur-occidental de las Cordilleras Béticas, limitando por el sureste a la Depresión del Guadalquivir. Si consideramos el relieve, naturaleza, estructura de los materiales y el clima, podemos dividir la provincia de Cádiz en tres áreas o zonas geográficas. Dentro de ellas, el marco natural de la Bahía de Cádiz se situaría entre el litoral y la campiña (Gutiérrez Mas et al., 1991: 31). Esta zona constituye el área centro-occidental de la provincia de Cádiz y se caracteriza por relieves suaves, casi llanos, con altitudes básicamente inferiores a 100 m., en la zona litoral. Las campiñas adyacentes presentan un suave relieve, con cerros individualizados y de escasa elevación, que nunca superan los 200 m.

Esta zona presenta importantes afloramientos líticos, aptos para la elaboración de instrumentos pulimentados. La campiña y litoral gaditano han sufrido procesos tectónicos hasta épocas recientes y evoluciones sedimentarias importantes, que han modificado la costa (Zazo, 1989; Zazo et al., 1999; Gracia et al., 1999; Arteaga et al., 2001), a partir del último máximo transgresivo Flandriense, generándose interesantes procesos de evolución sedimentaria, así como importantes aportes aluviales de arroyada. Contrastan con etapas mucho más áridas, como se confirma con la presencia de dunas de origen eólico.

El entorno geológico de la Bahía de Cádiz está basado en la presencia de materiales cuaternarios (gravas, arenas, limos y arcillas) y materiales post-orogénicos del Mioceno-Plioceno, especialmente margas y biocalcarenitas (Figura 1). La geología de la zona se completa con un relleno cuaternario de los cauces fluviales de los ríos Guadalete, Iro y Salado (Gutiérrez Mas et al., 1991, :170). En el área del entorno, aparecen grupos de materiales de diferentes edades y litologías; entre ellos destacan los materiales del Subbético Medio, fundamentalmente las arcillas y yesos del Trías Sudibérico (Trías de facies Keuper) en los que es frecuente también la presencia de doleritas, rocas subvolcánicas que se intercalan entre los materiales triásicos. También es posible localizar en la zona, afloramientos aislados de materiales del Jurásico y Cretácico, que suelen aparecer en los entornos de Medina-Sidonia y Chiclana de la Frontera.

6. La explotación del medio por las comunidades aldeanas en los entornos de la Bahía de Cádiz. El entorno que explotaban las primitivas comunidades aldeanas en la Bahía de Cádiz (Ramos, 2004 a) presentaba una gran riqueza en recursos marinos (Soriguer, Zabala y Hernando, 2002), además de vegetales silvestres (Uzquiano y Arnanz, 2002) y de caza (Cáceres, 2002, 2003a, 2003b). En esta zona a partir del VIIº milenio a.n.e. se formaría el antiguo estuario boreal en la actual desembocadura del Guadalquivir, sin llegar al máximo transgresivo Flandriense, conectado al

La estructura geológica, y los procesos naturales ha condicionado unos tipos de suelos, que han influido en la ubicación de los asentamientos y aportan ideas sobre las posibilidades de explotación 

José Ramos Muñoz, Manuela Pérez Rodríguez, Salvador Domínguez-Bella, Milagrosa Soriguer Escofet, Cristina Zabala Jiménez, José Antonio Hernando Casal, Blanca Ruiz Zapata, María José Gil, Domingo Jiménez Guirado

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Figura 1. Mapa geológico del entorno de la Bahía de Cádiz (Gutiérrez Mas et al., 1991).

Golfo (que cambiaría progresivamente debido a la subida del nivel del mar durante el Holoceno) que iría modificando su penetración, y que entonces tenía la salida al mar hacia la zona transfretana situada hoy entre Cádiz y Huelva (Arteaga y Hoffmann, 1999; Schulz et al., 1992).

vel del mar parecido al actual (Arteaga et al., 2001: 384). Esto afectó al registro arqueológico, ya que los concheros del Epipaleolítico y del Neolítico Antiguo quedaron bajo las aguas de la transgresión (Arteaga et al., 2001). De forma que tenemos unas evidencias para este periodo que son las que no estuvieron afectadas por los “imponderables” naturales impuestos por la subida del nivel del mar (Arteaga, 2004).

Esta transgresión provoca la formación de un medio estuarino que cambia a un depósito de marisma asociado durante el máximo transgresivo Flandriense en las costas gaditanas. Simultáneamente los aportes sedimentarios de los ríos hacia las desembocaduras (como por ejemplo el Guadalete) formarían cuerpos acumulativos de carácter fluvio-litoral y sistemas estuarinos en el medio litoral y marino, que alimentarían a los sistemas de playas que comenzaron “a desarrollarse en pequeñas ensenadas y áreas protegidas” (Gracia, Benavente y Martínez, 2002). Hacia el 6500 BP se formó el “Archipiélago de las Gadeiras”, con un ni-

De este modo, la transgresión Flandriense influyó con mareas hacia el interior por los ríos y arroyos, con la presencia de ensenadas que conformarían playas protegidas y activos acantilados en las zonas más expuestas a la costa (Gracia, Benavente y Martínez, 2002). Los asentamientos del interior se situarían sobre arenas amarillas algo arcillosas con niveles carbonatados del Plioceno (suelos del lehm margoso bético) y margas abigarradas y litosuelos del 

DE LA PREHISTORIA A LA RÁBITA Y LA VILLA: Arqueología de Rota y la Bahía de Cádiz

Trías; como hemos indicado, muy aptos para el cultivo de cereales, además de tierra parda forestal, apta para la ganadería (Guerra et al., 1963).

ta de vegetación. Posiblemente bajo la cobertera edáfica actual debió existir una playa, fuente de dicha duna (Gracia, Benavente y Martínez, 2002), que pudo originarse por los vientos de Levante ya que presenta un sentido de avance SSE al NNO (Gracia, Benavente y Martínez, 2002).

Con posterioridad al máximo transgresivo Flandriense se produciría un descenso eustático con diversas oscilaciones, que en la Bahía de Cádiz se registraron en forma de cordones litorales colgados y niveles de marisma antiguos (Gracia, 1999: 36).

Durante el ascenso eustático Flandriense se produciría la inundación de zonas continentales que conllevarían la formación de playas. En el replano del Manchón de Mora se formaría una ensenada conectada con el mar en cuyo interior se localizaría una playa (Gracia, Benavente y Martínez, 2002).

La subida mareal de más de 3 m hace 5000 años, supondría la inundación mareal del río Iro, en los entornos de la actual Chiclana de la Frontera y de los tramos más bajos de sus dos arroyos tributarios, afectando a la mayor parte de la llanura de inundación actual, que hoy está constituida por un depósito limoarcilloso cuyo origen es fluvio-marítimo (Gracia, 1999). Es decir, que incluso desde los yacimientos del interior sería fácil la explotación de los ricos recursos marinos con los que contaba la zona.

La datación absoluta es de 6780 ± 80 años B.P.; cal. 5025 B.C. (Hogar 18. Beta-90122 Beta Analytic). Contamos también con dos nuevas dataciones 7280 + 60 BP; cal. 5717 BC. (Hogar 18. Sac.1525. Instituto Tecnológico e Nuclear. Química. Sacavém) y 7400 + 100 BP; cal 5889 BC. (Conchero 6. Sac. 1676. Instituto Tecnológico e Nuclear. Química. Sacavém) (Ramos, Lazarich, Cáceres et al., en prensa). La vinculación de El Retamar al máximo transgresivo Flandriense, asociaba al asentamiento con una bahía interna abierta al mar.

No es hasta la consolidación de la sociedad tribal del Neolítico Final (4000-3700 a. n.e.) cuando se produce un aumento de la erosión y con ella la sedimentación, con la colmatación de las tierras bajas (Arteaga, Schulz y Roos, 1995; Gracia et al., 1999; Zazo, 1989; Zazo et al., 1999).

El Retamar pudo ser un asentamiento estacional, ocupado por una comunidad con finalidades pesqueras, en el que realizarían el procesamiento, la transformación y el consumo de los productos. La tecnología lítica, cerámica y las áreas de actividad y consumo detectadas tendrían que ver con procesos de trabajo relacionados con la producción y el consumo de alimentos. Los enterramientos serían una manifestación de la frecuentación del territorio inmediato, con el objetivo de conseguir peces y moluscos con regularidad estacional. Se ha considerado que esto estaría en el marco de unas actividades comunitarias, sin que se hayan aparecido productos que indicaran una diferenciación social del trabajo, ni ninguna distinción social en los enterramientos (Ramos y Lazarich, eds. 2002a, 2002b). El estudio de la malacofauna ha sido de un interés excepcional (Soriguer, Zabala y Hernando, 2002) (Tabla 1).

En el desarrollo del trabajo indicaremos en los casos constatados las potencialidades del medio a través de estudios polínicos y de diversos tipos de registros de fauna marina y terrestre documentadas en algunos yacimientos excavados. 7. El registro arqueológico de la formación social tribal en la Bahía de Cádiz. Contando con los “imponderables” naturales citados anteriormente, destaca en la Bahía de Cádiz el yacimiento de “El Retamar” que ha aportado una interesante información para el VIº milenio en la zona (Lazarich et al., 1997, 1998, 1999; Ramos, Lazarich et al., 1997, 2000, 2001, 2005, en prensa; Ramos, Castañeda et al., 2000; Ramos y Lazarich, eds. 2002 a, 2002 b). Este sitio, tras el desmantelamiento de una capa de arena por una máquina retroexcavadora, dejó al descubierto un espacio destruido de unos 800 m2 que presentaba numerosas estructuras in situ (hogares, concheros y concentraciones de piedras) y productos arqueológicos. El yacimiento se halla situado al nordeste de la Bahía de Cádiz, sobre unos 18 m s.n.m. y a una distancia de la costa actual de 800 m, en un relieve alomado.

 La Metodología utilizada en el estudio de la Malacofauna

se aplica a los yacimientos que cuentan con estos registros. Para la estimación del grado de importancia de las diferentes especies, se utilizaron los índices más frecuentemente citados en la bibliografía (Roselló y Morales, 1994, Moreno, 1995): - La abundancia, expresada como nº mínimo de individuos (NMI). Dado el grado de fraccionamiento de muchos de los restos encontrados, el NMI de bivalvos se determinó a partir de los fragmentos charnelares, derechos o izquierdos a excepción de Solen marginatus, en el que contabilizaban los bordes anteriores y posteriores de cada valva. En el caso de gasterópodos, la cuantificación se realizó en base a una sola porción de la concha, el ápice, la zona umbilical, o la columela, atendiendo al estado de conservación de cada especimen. - El índice de Constancia C, que señala la probabilidad de encontrar una especie. Para determinar la constancia se utilizó como referente espacial el número de cuadrículas donde se encuentran restos y que son de área conocida. El índice de constancia responde a la expresión: C= NA/ N * 100,

Junto a él y al O, se encuentra el Arroyo de la Quijada que desemboca también en la bahía. Se sitúa sobre unidades pliocenas de arenas amarillas, que conforman el relieve suavemente alomado que caracteriza topográficamente la zona. Está sobre lo que sería una duna, actualmente edafizada y cubier-



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En total se han analizado fragmentos de malacofauna correspondientes a un número mínimo de individuos de 2477, de los cuales 1845 pertenecen a bivalvos, 588 a gasterópodos y 44 a crustáceos. El número total de cuadrículas de referencia, pertenecientes a los cortes 1, 2 y 3 es de 181. Aparecen restos de malacofauna en 123 cuadrículas, lo que supone el 68 % del área analizada. Todas las especies encontradas en este yacimiento (Tabla 1) son comunes en los yacimientos ibéricos (Moreno, 1995). El 66.2% del NMI procede del corte 1, al que le sigue en abundancia el corte 3 con el 28.7% de ejemplares identificados. El 5% procede de los cortes restantes.

accidentales, utilizadas como recurso malacológico marginal (aquellas susceptibles de consumo) o como especie acompañante de la recolección de otros recursos. La totalidad de las especies dominantes son especies susceptibles de consumo humano, procedentes de la zona intermareal o de aguas someras, en fondos arenosos y fangosos. Hay que tener en cuenta que dada la diferente estructura de las especies encontradas, con diferente respuesta a la conservación por el paso del tiempo, los bivalvos pueden estar infravalorados, frente a gasterópodos mucho más resistentes a los procesos erosivos y destructivos por el paso del tiempo y los agentes atmosféricos.

En el yacimiento del El Retamar, los bivalvos marinos son los mejor representados, constituyendo los 2/3 de los ejemplares identificados (74.49 %), seguidos de los gasterópodos marinos que suponen el 23.74 %. Sin considerar aquellos taxones que aparecen en una única cuadrícula y aquellos en los que NA es igual o similar a NMI, se observa que en bivalvos, los valores de constancia oscilan entre 4.97 y 42.54 y los de dominancia entre 0.80 y 47.43, mientras que en gasterópodos los rangos de constancia y dominancia son, respectivamente, 2.21-37.57 y 0.73-14.13, por lo que si bien la constancia de ambos grupos tiene un rango relativamente similar, en el caso de la dominancia las diferencias son muy patentes, claramente inferiores en los gasterópodos.

La determinación de la presencia de ictiofauna en el yacimiento de El Retamar, se ha realizado sobre las muestras procedentes de los cortes 1, 3 y 5, que comprenden un total de 123 cuadrículas, al ser los cortes 2 y 4 áreas erosivas y de acumulación postdeposicional, muy alteradas. Dado que se han analizado muy pocas muestras procedentes del corte 5, la cuantificación de la presencia de cada especie se realizará sobre el área comprendida por los cortes 1 y 3 exclusivamente, sobre un total de 102 cuadrículas. Se han encontrado restos de ictiofauna en 51 cuadrículas, lo que supone que han aparecido en el 50 % de la zona estudiada. Los restos corresponden a un NMI de 98 ejemplares, pertenecientes a 7 especies diferentes, ampliamente distribuidas por la zona en la actualidad y muy utilizadas como alimento.

El 94 % de los especímenes identificados pertenece a 6 especies, que ordenadas por su constancia en el yacimiento son: S.marginatus, T. trunculus, M. brandaris, T. decussatus, S. plana y C. vulgatum. Desde el punto de vista de la dominancia, la especie con mayor dominancia es S. marginatus que representa casi el 50 % de los ejemplares identificados, seguida de T. decussatus , T. trunculus, M. brandaris, S. plana y C. vulgatum. Las tres especies de gasterópodos, T. trunculus, M brandaris y C. vulgatum son especies que resisten bien el paso del tiempo, mientras que los bivalvos T. decussatus, S. marginatus y S. plana tienen una estructura mucho más frágil. Podemos considerar que estas especies constituyen realmente el recurso alimentario, siendo las demás especies encontradas meramente

Es una ictiofauna estrictamente marina y de marcado carácter litoral, como las especies presentes de la Familia Sparidae, familia de gran relevancia en los yacimientos ibéricos (Roselló et al., 1998) y que aquí domina claramente sobre las demás. Por otra parte, muchas especie epipelágicas realizan en sus ciclos de vida migraciones periódicas que implican aproximaciones a la costa durante la época de freza, por lo que no resulta extraña la aparición ocasional de especies más pelágicas como la corvina (A. regius) o el atún (T. thynnus). Los espáridos encontrados son especies presentes en la actualidad en los mismos espacios, por lo que cabría esperar encontrar representadas a todas ellas por un número de restos aproximadamente igual. Sin embargo no ocurre así, siendo la dorada (S. aurata) la especie claramente dominante, mientras que la presencia de las restantes puede considerarse anecdótica (con valores de Constancia que oscilan entre 0.98 y 1.96 y de Dominancia entre 1.02 y 3.06). Esto nos hace pensar en la utilización de métodos de captura como anzuelos o arpones, que son artes más selectivos que por ejemplo las redes (de elaboración mucho más sofisticada).

donde NA es el Nº de cuadrículas donde aparece la especie A y N el Nº total de cuadrículas muestreadas. - El índice de Dominancia D, que indica el grado de relevancia relativa en cuanto a abundancia de cada especie y viene expresado por D = NMI/ M * 100 donde NMI es el nº mínimo de individuos de la especie A y M el nº total de individuos. - La valoración global de la presencia de cada taxón se determinó a partir de la combinación de los dos índices anteriores, como producto: C * D. - El grado de similaridad entre las muestras se ha determinado sobre la base del índice de similaridad de Sorensen (Krebs, 1989): S= (2a) /(2a+b+c), donde a es el nº de especies comunes a las dos muestras, b es el nº de especies que aparecen sólo en la muestra A y c el nº de especies sólo en la muestra B.

Las características de los restos encontrados de S. aurata, en general bien conservados, difieren dependiendo del lugar de procedencia de



DE LA PREHISTORIA A LA RÁBITA Y LA VILLA: Arqueología de Rota y la Bahía de Cádiz

NA

NMI

C= NA/N

D= NMI/M

C*D

Bivalvos marinos Acanthocardia sp

1

1

0,55

0,04

0,02

Crassostrea angulata

9

20

4,97

0,80

4.00

Cerastoderma edule

9

11

4,97

0,40

2.00

Chlamys sp

6

6

3,31

0,24

0,81

Glycimeris sp

1

1

0,55

0,04

0,02

Mytilus edulis

1

1

0,55

0,04

0,02

Pecten sp

1

1

0,55

0,04

0,02

Solen marginatus

77

1175

42,54

47,43

2017,95

Scrobicularia plana

21

73

11,60

2,98

34,61

Tapes decussatus

29

557

16,02

22,48

360,24

Astraea rugosa

4

4

2,21

0,16

0,36

Calliostoma zizyphinum

1

2

0,55

0,08

0,04

Cerithium vulgatum

20

64

11,05

2,60

28,72

Hydrobia ulvae

4

18

2,21

0,73

1,62

Monodonta lineata

10

21

5,52

0,85

4,71

Murex brandaris

34

113

18,78

4,56

85,36

Nassarius reticulata

5

7

2,76

0,28

0,79

Omalogira sp

1

1

0,55

0,04

0,02

Patella vulgata

5

6

2,76

0,24

0,67

Rissoa sp

2

2

1,10

0,08

0,09

Trunculariosis trunculus

68

350

37,57

14,13

530,86

Cangrejos

14

35

7,73

1,41

10.88

Balanus balanoides

1

9

0,55

0,37

0,20

Gasterópodos marinos

Otros

Tabla 1. Relación de la malacofauna encontrada en el yacimiento de El Retamar, el nº de muestras donde aparecen (NA), el nº mínimo de individuos determinados (NMI), los índices de constancia y dominancia y la valoración global (C*D). Según datos de (Soriguer, Zabala y Hernando, 2002. Ver: Ramos y Lazarich, eds. 2002 a, 2002 b)

los registros analizados. Los procedentes del corte 1 están formados en su mayoría por mandíbulas, dientes (molariformes e incisivos), así como vértebras y otros restos esqueléticos y están asociados fundamentalmente a hogares. En el caso del corte 3, aunque también asociados a hogares y zonas circundantes, aparecen mandíbulas y molariformes, pero son muy escasos los restos de otras estructuras óseas que también podrían haber soportado bien el paso del tiempo y por tanto estar conservadas, a diferencia de lo observado en las procedentes de los hogares 11, 12 y 13. Esto podría ser explicado si existiera una zona dedicada al consumo “in situ” y otra dedicada al proceso de preparación del pescado (con decapitado y posible eviscerado). En cuanto a la temporalización, podría asumirse que existen ciertas probabilidades de que los restos procedan de un asentamiento de otoño, cuando las doradas suelen acercarse a la costa para la reproducción y

los atunes pequeños pasan de vuelta por el Estrecho de Gibraltar (Soriguer, Zabala y Hernando, 2002). Las especies de fauna terrestre documentadas en el yacimiento de El Retamar son: Equus sp., Bos taurus, Cervus elaphus, Sus domesticus, Capra hircus, Ovis aries, Canis familiaris, Oryctolagus cuniculus, Lepus capensis y Alectoris rufa (Cáceres, 2002, 2003 a, 2003 b). Así pues, de los recursos faunísticos explotados, son más numerosos los procedentes de la caza que aquellos que han sido domesticados. Entre las especies cazadas están tanto las de caza menor (liebre, conejo y aves), como mayor (ciervo). Las piezas serían llevadas enteras al yacimiento y se distribuirían entre las diferentes estructuras para su consumo posterior (Cáceres, 2002, 2003 a, 2003 b). La caza se realizaría en otoño, que es cuando el ciervo baja del monte a las zonas de pastos 10

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Figura 2. Mapa con la situación de los yacimientos vinculados con las sociedades tribales. Bahía de Cádiz.

abiertos donde suelen vivir las hembras (Ibidem). La fauna domesticada se dedicaría al autoabastecimiento. Los ovicápridos y la vaca cubrirían sus necesidades de leche. Además de la leche, la pequeña cabaña doméstica aportaría productos secundarios como lana y medios de transporte y carga (caballo y vaca) (Ibidem).

sos marinos y que posiblemente fuera dependiente de las aldeas situadas al interior. La mayoría de las especies capturadas fueron consumidas en este asentamiento estacional, aunque no es descartable el ahumado de algunas especies de peces para un consumo posterior. También en San Fernando existieron asentamientos vinculados a la explotación de recursos marinos (Figura 2, Tabla 2). La ciudad actual configura el fondo de saco o cierre de la Bahía de Cádiz y ensenada del Guadalete, con una delimitación asociada a su carácter de isla. Cuenta con una elevación máxima en el Cerro de los Mártires de 30 m.s.n.m. La mayoría de los yacimientos se concentran en este entorno, en su zona sur, también su zona menos urbanizada, aunque existen testimonios de sitios en el actual solar urbano.

En El Retamar el análisis antracológico desvela la presencia de Quercus de hoja caduca, Olea europaea, Phillyrea sp. (Filaria) y Leguminosas t. Cytisus (Retama). En menor medida Pistacia lentiscus (Lentisco) y Quercus t. Ilex (Encina) (Uzquiano y Arnanz, 2002), de esta forma se combinan maderas de ignición unidas a las de combustión lenta en los hogares, lo que podría relacionarse con el ahumado de algunas especies de peces. Se trata de un yacimiento con una ocupación estacional, dedicado a la explotación de los recur11

DE LA PREHISTORIA A LA RÁBITA Y LA VILLA: Arqueología de Rota y la Bahía de Cádiz

Lámina 1. Perfil estratigráfico. El Estanquillo-Fase I.

Lámina 2. Productos líticos tallados del nivel Neolítico. El Estanquillo-Fase I.

Nº muestras

Densidad

C

D

C*D

Ensis sp

2

13

25

24

600

Glycimeris sp

4

5

50

9

450

Ostreidae

5

8

62,5

15

940

Tapes decussatus

4

22

50

40

2000

1

1

12.5

2

25

Theba pisana

1

6

12.5

11

137.5

Total

8

55

Bivalvos marinos

Gasterópodos marinos Trunculariopsis trunculus Gasterópodos terrestres

Tabla 2. Relación de la malacofauna encontrada en el yacimiento de El Estanquillo, perteneciente al Neolítico, el nº de muestras donde aparecen, densidad, e índices de constancia (C) y dominancia (D) y la valoración global (C*D).

El reducido espacio físico con el que contaban las comunidades debido a su insularidad, influiría para su dependencia y necesidad de comunicarse con aquellos sitios de interior, situados en tierra firme de la Bahía en los entornos de la actual Chiclana de la Frontera.

por encima de niveles de eolianitas y limos, sobre el que se desarrolla un complejo edafosedimentario de depósitos rubefactados a cuyo techo se asocian materiales neolíticos arrastrados que abren la secuencia holocena (Borja y Ramos, 1993, 1994). En este nivel no se han documentado estructuras (Ramos, 1993).

La ocupación neolítica quedaría atestiguada por los siguientes yacimientos (Ramos, Sáez et al., 1994; Ramos, Sáez et al., coords 1994): El Estanquillo-Fase I, Camposoto, La Marquina C, Pago de la Zorrera, Núñez, Huerta de la Compañía, Pago de Retamarillo, Avenida de la Constitución, Huerta del Contrabandista, Huerto del Tesoro, Colegio Avenida de la Constitución y Edificio Berenguer.

Se determinaron 4 especies (Menez, 1994) de bivalvos marinos, 1 gasterópodo marino y 1 gasterópodo terrestre (Tabla 2). Si bien la diferencia en cuanto a la riqueza de especies y a la abundancia de restos es grande con respecto al yacimiento de El Retamar, el tipo de malacofauna es similar, con características biológicas y de explotación parecidas.

La excavación del yacimiento de El Estanquillo-Fase I (Lámina 1) deparó un nivel neolítico, situado

Mientras que los valores de constancia más elevados la presenta la familia Ostreidae, de 12

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concha gruesa y fuerte, la dominancia mayor la presentan dos especies de bivalvos de concha mucho más frágil, Tapes decussatus y Ensis sp, que incluso por su fragilidad pueden estar infravalorados. Estas dos especies son claramente de consumo alimentario.

Ramón Jiménez (Perdigones et al., 1987). En una reciente revisión tipológica de los materiales depositados en el Museo de Cádiz se ha confirmado el contexto de los productos líticos y cerámicos en el Vº-IVº milenio a.n.e., y al igual que las localizaciones de San Fernando, indican modos de vida asociados con caza, pesca y marisqueo (Lazarich, 2003: 93-94). De todos modos los registros de la ciudad de Cádiz precisan una revisión a fondo que integre materiales y productos de las antiguas excavaciones (Quintero, 1914, 1932, 1934), junto a una organización profunda de los registros de las excavaciones de urgencia desarrolladas en los últimos 20 años.

Los productos cerámicos documentados en El Estanquillo presentan buenas calidades, con superficies bruñidas, rojas y anaranjadas, distintivas de fuegos oxidantes y cocciones continuas regulares. Las analíticas realizadas muestran que las materias primas proceden de barreros locales (Felíu y Calleja, 1994). En general, todos los yacimientos neolíticos de San Fernando presentan unos productos líticos muy uniformes en restos de talla y útiles. Se han documentado trapecios (Lámina 2), láminas con retoques abruptos, truncaduras, muescas, denticulados, raspadores y buriles, y numerosos cantos trabajados vinculados posiblemente a actividades de marisqueo (Ramos, 1993, Ramos, Castañeda y Pérez, 1995; Ramos, Sáez et al. 1994; Ramos, Sáez et al., coords 1994).

Respecto a las zonas de interior, en la actual campiña de Chiclana de la Frontera los asentamientos adscritos al tecnocomplejo neolítico están situados en emplazamientos de reducidas dimensiones, sobre suelos de arenas amarillas algo arcillosas con niveles carbonatados del Plioceno (suelos de lehm margoso bético), también con suelos de lehm y margas abigarradas, con litosuelos del Trías, muy aptos para el cultivo de cereales (Guerra et al., 1963). Se controlan los asentamientos de La Mesa, Arroyo Galindo, Arroyo de la Cueva, Casa de la Esparragosilla y Lagunetas I (Ramos, Castañeda et al., 1997). También se conocen algunos yacimientos en Conil de la Frontera (Ramos, Castañeda et al., 1998).

Las materias primas son guijarros y cantos de sílex, inferiores a 10 cm fundamentalmente locales. Procederían de los depósitos de margas de San Fernando y de las laderas que vierten al Caño de Sancti Petri, pudiendo proceder gran parte de ellos de los aportes sedimentarios del río Guadalete (Ramos, Castañeda y Pérez, 1995).

Hacia el interior son más numerosos los utillajes de bordes abatidos que los componentes del microlitismo geométrico, y también existe una mayor presencia de utillaje laminar de retoques continuos, abruptos, simples y/o de uso, en algunos casos con lustre de cereal. También se hallan morfotipos estandarizados de elementos de hoz, con dorsos, truncaduras y bordes abatidos (Ramos, Castañeda et al., 1996; Ramos, Lazarich et al., 1997).

Por los productos documentados podemos afirmar que predominan las actividades de caza, recolección, pesca y marisqueo, siendo estas dos actividades de subsistencia muy importantes en el medio insular que explotaban estas primeras comunidades, todavía con modos de vida semisedentarios y dependientes de las comunidades de la campiña más al interior (Ramos, Castañeda et al., 1996). Al mismo tiempo, son conocedores de la domesticación al haberse hallado en la excavación de El Estanquillo-Fase I una vaca y un cerdo joven (Bernáldez, 1994), lo que nos informa de las posibilidades económicas de estos grupos con una diversidad de medios explotados.

Hay que indicar que en un estudio funcional en elaboración por Ignacio Clemente sobre productos líticos tallados del proyecto de la Banda Atlántica de Cádiz ha identificado varias hoces en el nivel neolítico de La Mesa, de la campaña de excavación de 1998 (Ramos, Montañés et al., 2001). Vinculamos estos indicadores tecnológicos con un modo de vida aldeano, en momentos en que se inicia una mayor presencia de actividades económicas agropecuarias. También aparecen en estos contextos tecnológicos utillaje de molienda y productos líticos pulimentados en rocas básicas, lo que incide en la explotación de nuevas materias primas, en muchos casos de los afloramientos de doleritas cercanos (Pérez, 1994, 1997, 1998; Pérez et al., 1998; Ramos, Domínguez et al., 1998). Aunque se mantienen los útiles relacionados con la caza y la recolección aparecen ya los indicios de una economía con una mayor presencia de las actividades agropecuarias (Ramos et al., 1993-94; Ramos, Castañeda et al., 1996).

Por tanto, los asentamientos al aire libre documentados en San Fernando o Cádiz reflejan en el medio litoral varios procesos económicos respecto a los de interior, que avalan las prácticas de diversos modos de vida sincrónicos. Estos asentamientos costeros tienen evidencias de comunidades que tienen ya prácticas agropecuarias (Bernáldez, 1994), junto a un importante consumo de malacofauna (Menez, 1994), producto del mantenimiento de modos de trabajo de pesca y marisqueo. Registros similares se han documentado en la Isla de Cádiz en excavaciones de urgencia, en Calle Concepción Arenal (Borja y Ramos, 1993: 20) y en Plaza de San Severiano-Esquina calle Juan 13

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Figura 3. Cerámicas características Vº milenio a.n.e. (1-8): La Mesa; (9-11): El Estanquillo-Fase I.

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Algunas formas cerámicas documentadas son de gran tamaño, con formas globulares, cilíndricas, indicativas de almacenaje. También aparecen ollitas globulares y cuencos semiesféricos y de casquete esférico (Figura 3). Las decoraciones son incisas, almagras y con elementos de presión característicos (asas de cinta y mamelones). En general, se adscriben al Vº-IVº milenios a.n.e.

bos situados en el lateral derecho de la desembocadura del río Salado de Rota. Tienen continuidad en la parte izquierda de dicha desembocadura en Base Naval de Rota-La Viña y Cantarranas en El Puerto de Santa María (Ruiz, 1987, Ruiz y Ruiz, 1987, 1989; Ruiz Fernández, 1987; Perdigones et al., 1989; Ramos et al., 1991; Valverde, 1993; Ruiz y Ruiz Mata, 1999; Ruiz Mata, 1994a, 1994b; McClellan, et al., 2003: 142) y en La Esparragosa en Chiclana de la Frontera (Pérez et al., 2005).

De todos los asentamientos, destaca el de La Mesa. En éste documentamos en la excavación de urgencia de 1998, en el corte 3, un estrato adscrito al IVº milenio a.n.e. por los productos líticos y cerámicos encontrados (cerámicas incisas, cuencos...) (Ramos, Pérez et al., 1999; Ramos, Montañés et al., 2001; Domínguez-Bella, 1999 b). Se trata de un nivel que sufrió los efectos antrópicos de las ocupaciones históricas posteriores. Este yacimiento se halla situado en una plataforma elevada de 45 m.s.n.m., presentando en superficie una gran dispersión de productos hacia el NE, con una tecnología lítica con actividades de producción agrícola y cerámicas cuyas morfologías son indicativas de almacenaje (Ramos et al., 1993-94).

Una reciente revisión de síntesis en la Base Naval de Rota indica que “A modo de ensayo, la distribución funcional de los espacios de este extenso poblado parece repartirse entre áreas de habitación en Cantarranas y La Viña; almacenamiento en Cantarranas, Base Naval, La Viña y El Bercial; enterramiento en Fuentebravía, Base Naval, La Viña y tal vez El Bercial; y áreas de producción de herramientas líticas de trabajo en Cantarranas y Arroyo Occidental, sin que se descarten otras funcionalidades complementarias para los diversos complejos individualizados” (McClellan, et al., 2003: 142). La explotación agropecuaria de los enclaves de la campiña gaditana queda demostrada por la presencia en sitios de buenos suelos para la agricultura (suelos de lehm margoso bético y tierra parda forestal principalmente).

Para el tránsito IVº-IIIº milenios a.n.e se documentaron los yacimientos de La Mesa, Lagunetas I, Arroyo Galindo y Laguna de la Paja, que confirman ya una organización del territorio en aldeas (Ramos, Castañeda et al., 1996) que empiezan a tener una preeminencia sobre el mismo y un control sobre la producción de excedentes, como muestra el fenómeno de los poblados con campos de silos, de los cuales se documentan en la Bahía de Cádiz, en Base Naval (Gener, 1962; Berdichewsky, 1964), El Bercial (Rota) (Ruiz y Ruiz Mata, 1999: 225), am-

El yacimiento de La Esparragosa se encuentra a escasos kilómetros del casco urbano de Chiclana de la Frontera (Pérez et al., 2005). Ocuparía una plataforma destacada sobre el río Iro, con cotas entre 27 a 30 m.s.n.m. Geológicamente (Gutiérrez et al., 1991) se emplaza sobre un cerro, for-

Lámina 3. Vista aérea del asentamiento de La Esparragosa (foto: J.M. Carrascal).

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Figura 4. Perfil estratigráfico del silo AIV. La Esparragosa.

Figura 5. Planta del silo AIV. La Esparragosa.

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Junto a ésta, la aparición también de malacofauna (En estudio por Milagrosa Soriguer, Cristina Zabala y José Hernando) indica la continuidad de los procesos de trabajo vinculados a la explotación del medio marino, y su importancia económica en sitios de la campiña (Ver apartado 10 de este trabajo).

mado por un conjunto detrítico de arenas amarillas del Plioceno (Lámina 3). Sobre dicho material se documentan arenas rojizas asociadas a un glacisterraza del río Iro. Los silos presentan forma subcircular en planta con sección variada, de tipos acampanados y cilíndricos, cuyo diámetro oscila en la base entre 1 y 1’20 m. y con una profundidad que varía de 1 a 1’40 m. (Figuras 4 y 5). Estas estructuras estaban compuestas por un nivel de relleno que contenía fauna, malacofauna, industria lítica tallada y cerámicas a mano. Se corresponden en realidad con un nivel de abandono del poblado y presentan una deposición estratigráfica muy homogénea. También hemos excavado una estructura de más de 2×2 m., con un enterramiento asociado a numerosos productos líticos, cerámicos, fauna terrestre y malacofauna.

Contamos con dos dataciones obtenidas sobre muestras cerámicas de TL procedentes de la estructura AV, asociadas a enterramiento (MAD3961: 5255 + 433 B.P. y MAD-3962: 5129 + 476 B.P. Laboratorio de Datación y Radioquímica. Universidad Autónoma de Madrid). En la misma línea se situarían los yacimiento de Cantarranas y Las Viñas, con una cronología absoluta calibrada de dos dataciones de conchas del interior de silos de esta época (UGRA 370: 4950 + 60 BP y UGRA 362: 4800 + 90; Cal. 3480 B.C. y 3130 BC.) (Ramos, Giles et al., 1991; Giles et al., 1993-1994). En ellos se han documentado silos, aunque se ha indicado también la importancia de la continuidad de actividades de pesca, marisqueo y de caza; pero junto con la presencia de instrumentos como láminas retocadas, con lustre de cereal y elementos de hoz, indicativos de la importancia que adquiere la agricultura para estas comunidades en este momento (Ramos et al., 1991; Valverde, 1993).

Los productos arqueológicos han sido muy uniformes, consistentes básicamente en fragmentos de cerámicas a mano y algunos escasos ejemplares completos. Corresponden a cerámicas de calidades generalmente alisadas, de texturas compactas y desgrasantes locales, formados por arenas y fragmentos de dioritas y rocas subvolcánicas. Las formas son homogéneas de contextos del IVº milenio a.n.e., con cuencos variados, de casquete esférico, semiesférico, escudillas; típicas para el consumo (Figura 6). Están documentadas ollas de paredes entrantes, de producción para el consumo, y destacan fuentes carenadas. Son cerámicas muy típicas de contextos históricos de sociedades tribales (Nocete, 1989; Martín de la Cruz, 1994; Ramos, Montañés et al., eds., 1999: Ruiz y Ruiz Mata, 1999; Pérez et al., en prensa).

En Las Viñas se excavaron una serie de silos, algunos conteniendo enterramientos colectivos en posición fetal (Ruiz Fernández, 1987). Se vincula con el poblado de Cantarranas (se encuentra a 1 km. de distancia de éste), con utillajes como el anterior, y mostrando las mismas actividades económicas anteriormente mencionadas (Ruiz y Ruiz Mata, 1999: 227).

Entre los productos líticos se aprecian las hojas con retoques de uso, que pueden estar vinculadas con prácticas agrícolas. El destacado conjunto lítico de tradición neolítica de La Esparragosa evidencia la diversidad de modos de trabajo, con perforadores, como utensilios domésticos, un interesante microlitismo con trapecios, y triángulos (Figura 7), foliáceos con retoques planos para la caza (Pérez et al., 2005). Ello unido ya a hojas con retoque de uso. También se han hallado fragmentos de molinos y moletas, como evidencias de prácticas agrícolas. Hay que recordar en este sentido la sintonía con la tecnología lítica tallada de Cantarranas (Valverde, 1991, 1993).

8. Análisis polínico del asentamiento de La Esparragosa. Hemos visto oportuno integrar este apartado elaborado por dos de las firmantes del trabajo (Blanca Ruiz y María José Gil) para completar información del potencial natural y de los posibles recursos de estos asentamientos del IVº milenio a.n.e. (Figura 8). Los datos palinológicos del yacimiento de La Esparragosa, proceden de las siguientes estructuras:

Es decir, se trata de una tecnología que indica procesos de trabajo agropecuarios (hojas con retoques de uso y lustre de cereal) junto a la continuidad de otras actividades como la caza (trapecios y puntas foliáceas de retoques planos), que además, queda evidenciada por la aparición dentro de los silos de restos de ciervo. Simultáneamente también se documentaron restos de bóvidos, cápridos, équidos y cánidos (en estudio por Isabel Cáceres).

-Silo AIV (LE-02-DII-(8): muestra 15 - M-15). -Silo AIV (LE-03-AIV-(10): muestras 2 a 12), cuya secuencia permite detectar la sucesión en el tiempo. -Silo AIV (LE-02-AIV-(8): muestra 1- M-1) (Figura 8). -Enterramiento (Ent). Estructura AV (LE02-AV-(2): muestra 10) y (LE-02-AV-(1) muestras 7 y 8). 17

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Figura 6. Formas cerámicas características del IVº milenio a.n.e. La Esparragosa.

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El tratamiento químico para la extracción de los granos de polen, ha consistido fundamentalmente en el ataque, mediante ácidos y álcalis; el residuo obtenido, se ha sometido a técnicas de flotación, en licor denso de Thoulet, (Couteaûx, 1977; Goeury y Beaulieu, 1979), para llevar a cabo la concentración de los granos de polen. El análisis estadístico de los datos y su representación gráfica, a modo de histograma, se ha realizado con el paquete informático TILIA y TILIA GRAPH (Eric C. Grimm 1992 ) y TGView 1.6.2 (Grimm, 2004).

mediterráneas secas y aunque no se puede hablar del paso de la etapa de bosque a la de matorral, si se detecta, muy tenuemente como el retroceso de la masa arbórea favorece un mayor desarrollo de la etapa arbustiva; teniendo en cuenta la información del silo AIV, el polen detectado es fiel reflejo de la vegetación del área de estudio y podría ser el reflejo de las técnicas de aclaramiento con fines agropecuarios. En cuanto a los datos procedentes del Silo AIV, (LE-03-AIV(10): muestras 2 a 12), estas representan un relleno secuencial y por tanto válido para reconstruir la evolución del paisaje vegetal, máxime cuando todas las muestras presentan un número de pólenes, cuantitativa y cualitativamente significativos. En esta sucesión, y teniendo en cuenta el comportamiento del polen, se definen tres fases:

El estudio secuencial de las muestras, ha permitido detectar algunos cambios significativos, tanto a nivel de la estructura de la vegetación como de su composición. Así, la muestra M-15 (Silo AIV (LE-02-DII-(8)), está definida por la escasa representación y diversidad del componente arbóreo (Ulmus) y arbustivo (Juniperus). El estrato herbáceo, dominante en esta muestra, ofrece igualmente una escasa diversidad, habida cuenta que sus constituyentes se reducen a Asteraceae tipo tubuliflorae y Plantago. Desde el punto de vista de la vegetación, la muestra no ofrece garantías, dada la escasa diversidad que presenta, sin embargo teniendo en cuenta que todos los granos de polen detectados se encuentran en perfecto estado de conservación, no cabe pensar en la posibilidad de una pérdida de información postsedimentaria. Por otro lado al tratarse de un silo, es muy probable que la escasa diversidad se deba a un proceso selectivo, de carácter antrópico, en cuyo caso los datos expresarían la utilidad del recipiente; bajo esta perspectiva explicar la presencia de Ulmus, significa tener que aceptar la contaminación, contemporánea al relleno del silo, lo que no resulta extraño, debido al grado de polinización de este taxón.

1ª fase- Caracterizada por la ausencia del estrato arbóreo y por el aumento progresivo del estrato arbustivo, tanto cuantitativa como cualitativamente; así junto al inicial Juniperus, se detecta la incorporación de Ericaceae y Rosaceae. El conjunto herbáceo, presenta en esta fase la única presencia, detectada en todo el perfil, de Artemisia que unido, a los altos valores de Chenopodiaceae y Asteraceae tubuliflorae, y a la ausencia de elementos de ribera y acuáticos, constatan para esta fase, unas condiciones de carácter seco. Pese a ello se observa una mayor diversidad con la incorporación al paisaje de elementos como Apiaceae, Fabaceae, y Poaceae. Indicar también que aquí se detectan Scrophulariaceae y Monoletas 2ª fase- En donde tiene lugar la incorporación, al paisaje vegetal, del estrato arbóreo, con Quercus perennifolio y elementos de ribera; además es la única fase en la que queda constancia de la existencia de pinares, de carácter regional. El componente arbustivo se encuentra muy mermado, cuantitativa y cualitativamente, llegando a ser Rosaceae el único representante. El cortejo herbáceo alcanza en esta fase su mayor diversidad, asociado al descenso cuantitativo de Asteraceae tubuliflorae, Chenopodiaceae y Poaceae, con la incorporación de Asteraceae liguliflorae, Boraginaceae, Papaveraceae y taxones nitrófilos, como Rumex y Plantago. No se detectan taxones ubiquistas lo que parece indicativo, aunque no hay señales claras de cultivos, de la existencia de prácticas agropecuarias.

En el caso de las muestras 13 y 14, procedentes de la estructura AV, y las muestras 10 (LE02-AV-(2) y 7-8 (LE-02-AV-(1), correspondientes todas ellas a estructuras de enterramiento (Ent), al analizarlas en conjunto se observan las siguientes apreciaciones: Quercus tipo perennifolio es el único componente del grupo arbóreo, con la salvedad de tener mayor peso en la muestra inferior que en la superior. El estrato arbustivo está constituido por Juniperus, Ericaceae y Rosaceae; esta aparente diversidad se traduce en la muestra inferior en la presencia exclusiva de Juniperus. Asteraceae tubuliflorae y Chenopodiacea son los componentes principales de la vegetación herbácea, junto a un pobre cortejo constituido por Papaveraceae, Poaceae y Caryophillaceae y esporas triletas. Como en los casos anteriores en la muestra inferior solo están presentes Asteraceae, Chenopodiaceae y Caryophillaceae.

3ª fase- a lo largo de la cual se observa un gran cambio en la vegetación que se traduce nuevamente en el retroceso de la masa forestal, debido a la ausencia de Pinus y Alnus y una fuerte bajada Ulmus; Quercus tipo perennifolio se mantiene en los mismos valores porcentuales que en los casos anteriores lo que apoya su carácter local y su utilidad; destaca la presencia, única en el perfil, de Corylus. Otro cambio importante se produce en el

Los cambios observados podrían ser el reflejo de cómo el retroceso del encinar permite el desarrollo de un cortejo herbáceo más variado, siempre dentro de la tónica de unas características 19

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Figura 7. Productos líticos retocados característicos del asentamiento de La Esparragosa (IVº milenio a.n.e.).

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Figura 8. Histograma polínico. ESPG1. La Esparragosa.

estrato arbustivo, que alcanza en esta fase su máxima representación, hasta el punto de ser el elemento dominante de la misma; a esta configuración del paisaje vegetal, se une el hecho de ser Juniperus el único componente. Otro aspecto significativo de esta fase radica en el empobrecimiento, cuantitativo de la vegetación herbácea, hasta el punto de no sobrepasar valores del 20% del total de la vegetación, aspecto inaudito en un paisaje, donde hasta el momento ha sido el elemento dominador; a ello se une un descenso de la diversidad (Chenopodiaceae y Asteraceae tubuliflorae, junto a Apiaceae, Poaceae y Plantago), volviendo a una imagen composicional, similar a la detectada en la primera fase (salvo por la presencia de Plantago en lugar de Urtica). Esto podría ser el resultado del abandono del área, al tiempo que corroboraría los posibles cultivos de los elementos pertenecientes a las familias de Apiaceae, y Fabaceae, dejando así constancia de las prácticas agropecuarias.

1-La existencia de un paisaje muy abierto de tipo estepario, dominado por elementos herbáceos como Asteraceae tipo tubuliflorae, junto a una buena representación de Chenopodiaceae. El conjunto arbustivo está representado por Juniperus y Rosaceae y puntualmente se detectan presencias de Ericaceae; pese a no tener un peso específico importante en la vegetación, su desarrollo muestra claramente las etapas de degradación del bosque. La representación arbórea es escasa desde el punto de vista cuantitativo, hasta el punto de ser inexistente en algunas de las etapas analizadas. Quercus tipo perennifolio, es el elemento principal, acompañado por presencias puntuales de Pinus, Alnus y Ulmus. 2-No se detectan claramente actividades de tipo agrícola, si bien la presencia de un modo continuo en todas las muestras, de las Familias Apiaceae y Fabaceae, en cuyo seno se desarrollan elementos de interés económico, podría ser indicativo de dicha actividad.

En cuanto a la información procedente del silo A IV (LE-02-AIV-(8) M-1) (Figura 8), su característica principal está definida por el desarrollo del componente arbóreo, debido a los altos valores porcentuales de Quercus-p, Pinus y Alnus y a la pobreza porcentual y cualitativa del estrato arbustivo, donde tan solo está presente Rosaceae. La vegetación herbácea nuevamente está dominada por Chenopodiaceae y Asteraceae-T, junto a Apiaceae, Boraginaceae, Poaceae y Caryophillaceae. Otro dato significativo de esta muestra, es la presencia de Juncacaceae.

3-La detección de taxones nitrófilos, como Plantago, Rumex y Urtica, son claro exponente de la presencia de ganado en el yacimiento, dado que su presencia queda acotada a nivel del silo. 4-Resulta de interés la presencia de elementos de ribera, exigentes de humedad, al menos edáfica, cuya presencia se materializa en la parte superior del silo; esta humedad edáfica queda igualmente constatada a través de los elementos acuáticos, como es el caso de las Juncaceae y las esporas de helechos, si bien la presencia de estos últimos podría estar relacionada con otros usos.

A la vista de estos datos (Figura 8) se deduce, que la vegetación en el entorno del asentamiento agropecuario (IVº milenio a.n.e.) de La Esparragosa, queda definida por:

9. Registro de fauna marina y malacofauna consumida en el asentamiento de La Esparragosa. 21

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DOMINANCIA

CONSTANCIA

48,37 1,16 0,36 2,33 6,44 0,27 0,27 0,63 0,04 1,12 0,22 1,92 0,27 2,24 1,03 0,04

92,08 5,94 6,93 33,66 48,51 5,94 5,94 5,94 0,99 5,94 3,96 22,77 3,96 20,79 6,93 0,99

4453,58 6,91 2,48 78,32 312,58 1,59 1,59 3,72 0,04 6,64 0,89 43,81 1,07 46,51 7,13 0,04

0,04 0,18 0,04 0,04 0,04 0,04

0,99 2,97 0,99 0,99 0,99 0,99

0,04 0,53 0,04 0,04 0,04 0,04

0,81 29,22 1,30 0,18

12,87 34,65 2,97 3,96

10,37 1012,47 3,85 0,71

Bivalvo dulceacuícola Potomida littoralis

0,45

9,90

4,43

Otros Cangejo Erizo

0,54 0,40

9,90 4,95

5,32 1,99

Bivalvos marinos Tapes decussatus Scrobicularia plana Glycimeris sp Chlamys sp Pecten maximus Cardiidae Solen marginatus Acanthocardia sp Cerastoderma edulis Anomia ephippium Panopea glycimeris Ostraeidae Ostrea edulis Crassostrea sp Pholas dactylus Mactridae Gasterópodos marinos Nassarius reticulatus Cymbium olla Hydrobia ulvae Osilis lineatus Charonia lampas Turritella comunis Gasterópodos terrestres Rumina decollata Theba pisana Otala lactea Pseudotrachea litturata

IMPORTANCIA GLOBAL

Tabla 3.- Relación de la malacofauna encontrada en el yacimiento de La Esparragosa e índices de constancia y dominancia y la valoración global (C*D).

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Lámina 4. Muestra de los ejemplares de T. decussatus encontrados en el enterramiento AV (La Esparragosa, Chiclana de la Frontera). Detalle del tamaño de los ejemplares (izquierda) y del estado de conservación de los mismos (derecha).

Este apartado ha sido elaborado por tres de los firmantes del trabajo (Milagrosa Soriguer, Cristina Zabala y José Hernando). Se enmarca en un estudio más amplio en elaboración, de los recursos marinos utilizados por las formaciones sociales cazadoras-recolectoras, tribales comunitarias y clasistas iniciales en la Banda Atlántica de Cádiz, para incluir en la Memoria científica de dicho proyecto.

muestras de todas la zonas a excepción de la C, con un valor inferior al 5%. Esta especie es la segunda desde el punto de vista de la dominancia, aunque irregularmente repartida, siendo muy abundante en el tramo B, y dentro del mismo, en el silo denominado BIII. En el caso de T. decussatus, es llamativa su presencia dominante en la estructura con enterramiento, donde se han encontrado 477 ejemplares de gran tamaño y muchos de ellos completos, con las dos valvas (Lámina 4). La dominancia relativa de esta especie en esta estructura es, con diferencia, la más alta de todo el yacimiento, ya que junto con ella solo se han encontrado restos de 1 ejemplar de Pecten maximus, otro de Chlamy sp, así como 3 de Theba pissana. En ninguna de las estructuras excavadas, fundamentalmente silos, aparece un patrón de dominancia por una única especie tan claro.

La Esparragosa pertenece a un yacimiento prehistórico formado por un autentico campo de silos. En cada uno de los 4 tramos (A, B, C y D) se han excavado silos, en los que se han encontrado restos de un número mínimo de individuos de 2235, pertenecientes a un total de 29 taxones (Tabla 3). De los 29 taxones, 16 son bivalvos marinos, constituyendo el grupo dominante al igual que en la mayoría de los yacimientos estudiados en la Banda Atlántica de Cádiz, 6 son gasterópodos marinos, 4 gasterópodos terrestres muy frecuentes en la zona, a excepción de Pseudotrachea litturata, característicos de zonas rocosas como acantilados; además se ha encontrado una especie de bivalvo dulceacuícola y restos de otros dos invertebrados, caparazones de cangrejos y púas de un erizo de mar.

Nos encontramos ante un tipo de malacofauna muy diverso sobre todo en los silos, donde, por ejemplo en el AIV, se han encontrado más del 73% del total de las especies halladas en el yacimiento. De manera general, la malacofauna de los silos es más diversa que en otras estructuras asociadas a escorrentías, generalmente también con una menor representación numérica de restos. Esta relación sin embargo no se cumple en la zona de enterramiento, con la diversidad de restos muy baja a pesar de contener casi el 22% de los ejemplares determinados.

De todos ellos, la especie dominante es Tapes decussatus, que supone casi la mitad de los ejemplares encontrados y está presente en el 92% de las muestras analizadas. Por tramos, tanto en el B como en el D se ha encontrado en el 100% de las muestras, y está en alrededor del 85% de las mismas en los otros dos tramos excavados.

Es claro el papel de recurso alimentario de muchas de las especies encontradas, como T. decussatus, S. plana, S. marginatus, etc. Otras muchas especies pueden tener una doble función como es el caso de Pecten maximus, del que se han encontrado restos muy bien conservados y de gran tamaño.

Desde el punto de vista de la constancia, le sigue otro bivalvo marino Pecten, y el gasterópodo terrestre Theba pisana, presente en más del 40% de las 23

DE LA PREHISTORIA A LA RÁBITA Y LA VILLA: Arqueología de Rota y la Bahía de Cádiz

10. Síntesis socioeconómica de las sociedades tribales en la Bahía de Cádiz.

tividades productivas vinculadas a la agricultura y la ganadería dominantes, y permitiendo la acumulación de los productos, constituidos en excedentes, además de su control y apropiación por determinados grupos sociales. Incluye procesos de producción, distribución y consumo definidos. Se generan ahora nuevos vínculos entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción.

Podemos afirmar que no es hasta el IVº milenio a.n.e. cuando se consolidan unas prácticas agropecuarias, sin que se abandonen las actividades tradicionales de caza, pesca y marisqueo, especialmente en las “Islas de las Gadeiras”, que a tenor de la variabilidad de recursos y de actividades económicas desarrolladas en la Bahía de Cádiz, conformarían modos de trabajo diversificados para esta zona (Arteaga et al., 2001; Pérez, 2003a, 2003b, 2005; Ramos, 2004a).

El modo de producción viene organizado por la relación entre las clases respecto a la propiedad de los medios de producción, lo que conlleva contradicciones en el marco de las relaciones sociales (Bate, 1984: 59). El acceso a la propiedad regula así el marco de las relaciones clasistas y el propio sistema de relaciones de producción.

Es a partir del IVº milenio cuando la transformación del paisaje se hace más evidente, con una traducción en una mayor erosión y sedimentación evidenciada por los registros geoarqueológicos (Arteaga y Hoffmann, 1999; Arteaga et al., 2001), debido a la deforestación que comienza a producirse con la necesidad de la madera como materia prima y del acondicionamiento de los campos para suelo agrícola y zonas de pasto.

En esta formación social se intensifican los procesos de distribución de productos, que se vinculan a la organización del trabajo. La realidad es que la propiedad permite entender las relaciones sociales. La propiedad conlleva un uso objetivo, como capacidad de poseer y disponer de los bienes. Además existe un marco ideológico que da forma justificativa e institucional a dicha estructura económica.

La transformación del medio también es consecuencia de los cambios que se van a producir en la sociedad. El desarrollo de fuerzas productivas y la producción de unos excedentes centralizados, como muestran La Esparragosa o Cantarranas-Las Viñas, son indicativos de unos procesos de redistribución al interior de la formación social que llevan a la apropiación de unos excedentes por parte de algunos miembros de la misma, lo que representará en su desarrollo histórico la disolución de la formación social tribal comunitaria y el establecimiento de nuevas relaciones sociales en la sociedad clasista inicial.

En los estados prístinos suele así enmascararse una explotación real en el uso de la fuerza de trabajo de los grupos sometidos, pero además hay una auténtica extorsión ideológica, que legaliza el derecho a la explotación. Es el cuerpo ideológicoreligioso-institucional el que legaliza la estructura de la propiedad, el marco de las relaciones sociales y la propia explotación. Todo ello surge como proceso histórico desde las contradicciones parentales, latentes ya en las sociedades tribales. Los diversos registros de los enterramientos afirman y exponen estas contradicciones (Arteaga, 1992, 2001, 2002).

Hemos comprobado que en el IVº milenio a.n.e. había testimonios de poblados y asentamientos característicos de comunidades tribales de modo de vida aldeano. Estas aldeas presentaban zonas de hábitat, zonas de almacenaje con campos de silos, así como zonas y lugares de producción para la conformación de las herramientas líticas. Hemos indicado los testimonios de Cantarranas-Las Viñas y hay evidencias de esta ocupación en La Mesa y La Esparragosa. La tribalización se consolida como hemos indicado en estas comunidades que han sido propietarias y posesoras de los elementos del proceso de producción, generando específicas relaciones sociales de producción (Arteaga, 2004: 152).

Se genera una tendencia progresiva en que la clase dominante asume actitudes de trabajo intelectual, que integran las actividades relacionadas con prácticas guerreras. Al mismo tiempo va surgiendo una masa de campesinos, de base parental inicial, pero cada vez más explotada. La clase propietaria se adueña de la fuerza de trabajo y de los excedentes. Es el momento en que hacen su aparición los tributos (Bate, 1984). Estos procesos se comprueban desde la consolidación de la tribalización. Se han señalado diversos motores para el desarrollo de los mismos. Partiendo de la estructura de la propiedad y del acceso diferencial al trabajo se generan diversos procesos de intensificación de la distribución y cambio (Vargas, 1987).

11. Bases conceptuales para el estudio de las sociedades clasistas iniciales. El estudio de los inicios de los estados prístinos se vincula con un paso decisivo en la Historia de la Humanidad, que refleja la aparición de las primeras sociedades clasistas donde se realiza un ejercicio de poder despótico por parte de grupos privilegiados, sobre una mayoría explotada. El modo de producción tiene una base agropecuaria, siendo las ac-

Arqueológicamente estos cambios se manifiestan en el territorio, como espacio socializado. Las unidades de residencia campesinas serán para esto decisivas (Nocete, 1994, 2001). La organización espacial de las aldeas reflejará la estructuración social. Así, habrá aldeas de productores y otros poblados 24

José Ramos Muñoz, Manuela Pérez Rodríguez, Salvador Domínguez-Bella, Milagrosa Soriguer Escofet, Cristina Zabala Jiménez, José Antonio Hernando Casal, Blanca Ruiz Zapata, María José Gil, Domingo Jiménez Guirado

FORMACIONES SOCIALES TRIBALES Y CLASISTAS INICIALES EN LA BAHÍA DE CÁDIZ. MEDIO NATURAL Y RECURSOS

nización social desigual, sitúa a los poblados que controlan este territorio en una relación de tipo político centro-periferia respecto a los grandes poblados nucleares del Valle del Guadalquivir en el IIIº y IIº milenios a.n.e. (Arteaga, 2002).

donde sectores sociales se apropiarán de la fuerza de trabajo, de los tributos y de los excedentes. Trabajamos con la hipótesis que el territorio de la Bahía de Cádiz y campiñas inmediatas en el IIIº y IIº milenios a.n.e. se vincula como territorio de explotación y producción agrícola, conformando un proceso de jerarquización de espacios sociales dentro de una sociedad clasista inicial. Los procesos históricos referidos a esta época en la Baja Andalucía generan un control socio-económico ejercido a escala territorial, como una política de estado emergente (Arteaga y Hoffmann, 1999: 68). Pensamos que el modelo propuesto por Oswaldo Arteaga permite entender el proceso de concentración y ordenación poblacional que genera que importantes territorios se ordenen y nuclearicen políticamente a partir del núcleo asentado en torno a Valencina y Gandul, que se inicia en la época del Cobre (Arteaga y Cruz-Auñón, 1995; Arteaga, 2002). A medida que cambian las relaciones de propiedad se producen cambios en la estructura económica que tienen reflejo en la ordenación centro-periferia. Esto conllevará procesos de descentralización en el tránsito al IIº milenio a.n.e., manifestados en nuevas formas de nuclearización en el territorio.

El entorno de Valencina-Gandul (Arteaga, Schulz y Roos, 1995; Arteaga y Cruz-Auñón, 1995; Arteaga, 2002) se articula como centro o área nuclear de un modelo socioeconómico de “estado prístino”, como centro de producción, redistribución y consumo. Lo destacado de este hecho es que el proceso de producción y el control en la explotación de las fuerzas productivas se realizan en el territorio desde el centro nuclear. La reorganización de las relaciones sociales de producción de las comunidades se registra empíricamente en el territorio. El desarrollo de las fuerzas productivas condicionará el proceso de circulación de bienes (Ramos, Domínguez et al., 2004). La organización territorial del poblamiento a partir del III er milenio a.n.e. en la Bahía y Banda Atlántica de Cádiz refleja una gran transformación respecto a los asentamientos previos de tipo semisedentario que habían caracterizado el IVº milenio a.n.e. Todo ello ocurre junto a las transformaciones sociales y económicas generadas con el afianzamiento definitivo del modo de producción con bases económicas agrícolas y ganaderas. Los enclaves de la Bahía de Cádiz en esta época se articulan así como una periferia dependiente del centro nuclear (Ramos, 2004 b). En el territorio se manifiestan de este modo las contradicciones características de la nueva formación social. Se enmarcan en el modo de producción organizado ahora por la relación entre las clases respecto a la propiedad de los medios de producción, generando lógicamente contradicciones en el ámbito de las relaciones sociales (Bate, 1984: 59).

Los registros arqueológicos confirman que la agricultura cerealista ayuda a comprender el modo de producción, con importante uso de los terrenos de secano. Por ello es una sociedad caracterizada por campos de silos. La división del trabajo social se aprecia también con la aparición de un artesanado en lo alfarero, en lo textil, y en los trabajos de extracción y producción del sílex y de rocas básicas. Además de la sociedad clasista inicial se infiere una clara jerarquización clasista manifestada en la estructura y distribución de los poblados, en la propia jerarquización y amurallamiento de éstos, como lugares en muchos casos especializados en la coerción (Arteaga 2002; Nocete 1994). Por tanto, los territorios de la Bahía de Cádiz y campiñas inmediatas se articulan como territorio productivo agrícola y ganadero, ordenados desde centros nucleares locales, pero vinculados a un área nuclear de mayor peso político situada en torno al gran núcleo de Valencina y Gandul (Arteaga 2002), al menos en el III er milenio a.n.e., generándose un proceso de descentralización territorial y atomización en el IIº milenio a.n.e.

13. Transformación del medio y recursos en las sociedades clasistas iniciales. A partir del III er milenio a.n.e. se inicia una transformación del medio, producto directo del proceso de consolidación jerarquizada de la sociedad y de la intensificación del modo de producción con base agropecuaria (Arteaga y Hoffmann 1999). Se trata de un fenómeno general que acompaña a la progresiva instalación de la agricultura intensiva de cereal y de ganadería mixta (Ovis-Capra-Bos) (Ramos 1988-1989). En algunos sitios se ha podido plantear una expresa relación entre la acentuación de la morfogénesis eólica y de la arroyada, y la intensificación de los procesos de deforestación y de la implantación del modo de producción con base agropecuaria (Ramos et al. 1993).

12. El tránsito a la sociedad clasista inicial. En el IIIer milenio a.n.e. las transformaciones operadas en la estructura social tribal en paralelo a un desarrollo agropecuario generan la transición hacia la nuclearización de los poblados que marcan el proceso de afianzamiento de la sociedad clasista inicial (Ramos, 2004 b). Este proceso de intensificación económica, producto de una orga-

Hay una clara relación entre la implantación de poblados con silos y las prácticas de almace25

DE LA PREHISTORIA A LA RÁBITA Y LA VILLA: Arqueología de Rota y la Bahía de Cádiz

naje de cereal. Esto se confirma también en un desarrollo de una tecnología lítica tallada vinculada a prácticas agrícolas (hojas con lustre, elementos de hoz, -truncaduras, muescas, como instrumentos en proceso de elaboración de hoces-). A ello hay que unir una tecnología de instrumentos pulimentados (hachas, azuelas, molinos, moletas...) asociados a prácticas productivas agrícolas y de transformación de productos alimenticios (Pérez 1997, 1998; Pérez et al. 1998). Para generar estos procesos se requiere madera que a la larga conllevará las primeras prácticas de deforestación en los entornos de los poblados.

Se encontraron 30 especies de moluscos (Menez, 1994). De estos, 16 especies son de bivalvos, 10 gasterópodos marinos, 3 gasterópodos terrestres y una especie de escafópodo (Tabla 4). Al igual que ocurre en otros yacimientos de la zona de épocas anteriores, vuelve a ser dominante la presencia de bivalvos, y dentro de estos, especies similares: T. decussatus y en este caso la navaja, Ensis sp, en lugar de Solen marginatus, especie encontrada en otros yacimientos. Ambas especies con claro carácter de recurso alimentario. También destaca en este yacimiento la constancia de especies de concha robusta como Ostreidae y Glycimeris sp., que si bien relativamente poco abundantes, aparecen restos en las mayoría de las muestras.

Asociado a estos procesos socioeconómicos se ha comprobado por la estratigrafía geoarqueológica de algunos asentamientos como Cantarranas y El Estanquillo-Fase II (Borja y Ramos, 1993, 1994) que existen transformaciones del medio que pueden estar vinculadas a la propia actividad socioeconómica. Se trata básicamente de depósitos coluvio-aluviales y/o dunas que indicarían ciertos repuntes de aridez y se han vinculado al Subboreal (2500 a.n.e. – 700 a.n.e.). Es significativo en el caso de Cantarranas que el depósito dunar está encima del nivel de ocupación del poblado. Se trata de una sucesión de depósitos eólicos y edificios dunares de potencia variada entre 6 y 8 m. hasta época histórica.

Los gasterópodos marinos tienen menor presencia en el yacimiento de El Estanquillo-Fase II, y la única especie con una importancia global que supera el valor de 5 es Cymbium olla, especie de gran tamaño. Es también significativa la presencia del gasterópodo terrestre Theba pisana. Se comprueba también en El EstanquilloFase II una evidente presencia agropecuaria. Se ha consumido Bos taurus, Sus scrofa y Ovis aries o/y Capra hircus (Bernáldez, 1994: 206). Las prácticas de marisqueo siguen teniendo un papel significativo (Theba pisana, Ensis sp., Tapes (Ruditapes) decussatus, Glycymeris glycimeris, Ostreidae, Cerithium vulgatum, Monodonta sp.) (Menez, 1994: 193).

Los estudios polínicos de Pocito Chico evidencian para la fase denominada Calcolítica la transformación del medio. Se documenta el alto porcentaje de leguminosas, asociado a cultivos de regadío en los entornos riparios. Igualmente se constata polen de cereal (López y López, 2001). Para la denominada por sus investigadores, transición Calcolítico-Bronce, hay una mayor representación de taxones riparios, así como de formas forestales (Juniperus) -sabina propia de zonas dunares-, Pinus pinea –pino piñonero- y costeros asociados a dunas fijas (Pinus mediterráneos t.). Se aprecia también un aumento de alcornoques, encinares y coscojares. El estudio polínico expone “la mayor sequedad ambiental” (López y López 2001: 235), que se corresponde con “una profusión mucho mayor de los cultivos cerealísticos... y una disminución notable del porcentaje de leguminosas, y por tanto de los cultivos de regadío” (Ibidem: 235).

Hay que recordar también el potencial de los suelos sobre los que se asentarán los poblados, que se ubican sobre suelos calizos rendsiniformes, tierras negras andaluzas, suelos margosos del Trías, suelos rojos mediterráneos y suelos de lehm margoso bético. Además de enclaves próximos a suelos de vega aluvial y de terrazas diluviales (Guerra et al., 1963). Los recursos indicados, utilizados por las sociedades clasistas iniciales a partir del IIIer milenio a.n.e. muestran el potencial agropecuario de la zona. El estudio de los recursos líticos, silíceos y de rocas básicas en este territorio ayuda a comprender las actividades económicas y la propia diversidad de los poblados (Domínguez-Bella, 1999a; Domínguez-Bella et al. 2002b; Ramos et al., en prensa; Ramos, Domínguez et al. 2001). Se han documentado procesos de producción, distribución y consumo enmarcados en la propia estructura económica de dicha sociedad.

Datos relativos a la fauna se han aportado en Pocito Chico en la estructura del III er milenio a.n.e., con presencia de Equus caballus, Bos taurus, Ovis aries/Capra hircus y Sus domesticus. Esta última especia es la más representada entre la fauna domesticada. Además hay evidencias de cuatro especies cazadas, Cervus elaphus, Oryctolagus cuniculus, Lepus granatensis y Felis sylvestris (Riquelme, 2001).

La Geoarqueología y concretamente los estudios de Mineralogía y Petrología, nos están ayudando al análisis de los productos líticos tallados y pulimentados en su enmarque en los procesos de trabajo. Estudiamos los instrumentos de trabajo con relación a las áreas de captación de materias primas (Lámina 5). Se analizan como medios de

En el medio litoral, en la Isla de San Fernando, en El Estanquillo-Fase II se han documentado significativos y diversos restos de malacofauna.

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José Ramos Muñoz, Manuela Pérez Rodríguez, Salvador Domínguez-Bella, Milagrosa Soriguer Escofet, Cristina Zabala Jiménez, José Antonio Hernando Casal, Blanca Ruiz Zapata, María José Gil, Domingo Jiménez Guirado

FORMACIONES SOCIALES TRIBALES Y CLASISTAS INICIALES EN LA BAHÍA DE CÁDIZ. MEDIO NATURAL Y RECURSOS

C

D

62,16 2,70 2,70 2,70 2,70 45,95 2,70 2,70 5,41 62,16 5,41 10,81 8,11 2,70 64,86 37,84

26,64 0,07 0,07 0,07 0,07 2,33 0,14 0,07 0,21 53,90 0,14 0,55 0,27 0,14 3,56 1,30

1656,24 0,19 0,19 0,19 0,19 107,00 0,37 0,19 1,11 3350,80 0,74 5,92 2,22 0,37 231,03 49,24

Gasterópodos marinos Nassarius reticulatus Cymbium olla Monodonta lineata (=Osilis lineatus) Charonia lampas Mesalia mesal Trunculariopsis trunculus Cerithium vulgatum Clanculus sp Cypraea sp Siphonaria pectinata

2,70 8,11 5,41 2,70 2,70 5,41 2,70 2,70 2,70 5,41

0,07 0,75 0,48 0,14 0,14 0,34 0,07 0,07 0,07 0,14

0,19 6,11 2,59 0,37 0,37 1,85 0,19 0,19 0,19 0,74

Escafópodos Dentalium sp.

5,41

0,14

0,74

5,41 8,11 51,35

0,62 0,55 5,68

3,33 4,44 291,93

Bivalvos marinos Tapes decussatus Callista chione Chamelea gallina Dosinia lupinus Venus verrucosa Glycimeris sp Cardiidae Chlamys sp Pecten sp Ensis sp. Acanthocardia sp Donax trunculus Anomia ephipiium Lima sp Ostreidae Ostrea edulis

Gasterópodos terrestres Cernuella virgarta Otala lactea Theba pisana

C*D

Tabla 4.- Relación de la malacofauna encontrada en el yacimiento de El Estanquillo-Fase II: valores de constancia (C) y dominancia (D) y la valoración global (C*D).

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