Formación de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII), in Nobilitas. Estudios sobre la nobleza y lo nobiliario en la Europa Moderna, Madrid, Doce Calles, 2014, pp. 139-175

August 6, 2017 | Autor: R. Rodríguez Pérez | Categoría: Early Modern History, Nobility, Aristocracy, Historia Moderna
Share Embed


Descripción

FORMACIÓN Y DESARROLLO DE LAS CASAS NOBILIARIAS CASTELLANAS (SIGLOS XVI-XVII) Juan Hernández Franco y Raimundo A. Rodríguez Pérez Universidad de Murcia

Karl Raimund Popper en su conocida obra sobre el desarrollo del conocimiento científico, Conjeturas y Refutaciones, sostenía que la ciencia –permítasenos cambiar por disciplina– avanza por ensayos y errores, por conjeturas y refutaciones. Posiblemente nuestra propuesta de intentar distinguir entre linaje y casa, de momento más que en el terreno de las refutaciones, deba estar en el de las conjeturas, es decir en el de los juiciosos discernimientos que se forman sobre hechos por indicios y observaciones. El poderoso peso que dentro de la nobleza medieval tenía la forma de organización familiar que es el linaje, al que indudablemente se une la moral que conllevaba –honrar la sangre de la que se procede y mantener el patrimonio heredado de generación en generación1–, ha hecho que no nos percatemos sobre que, conforme transcurren los siglos, la propia nobleza diferencia entre dos conceptos que parecían estrechamente ligados entre sí: linaje y casa. Aunque nuestro fin, con esta nueva conjetura, tampoco pasa por presentar como irrefutable la analogía entre ambos términos, y, en consecuencia, admitir también como conjetura que hubiera nobles e historiadores nobiliarios que consideraban lo mismo linaje que casa, así como que sin linajes no podía haber casas.

1

DUBY, G.: El caballero, la mujer y el cura: El matrimonio en la Francia feudal, Madrid, Taurus, 1982.

2

Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

Como ejemplo de lo que decimos, es decir que no existe una demarcación probatoria que permita presentar la casa como una forma de memoria y organización familiar absolutamente diferenciada del linaje, valga el testimonio escrito de uno de los aristócratas más apegados a la moral del linaje, Pedro Velasco, IX condestable de Castilla, V conde de Haro, III duque de Frías, grande de España, autor a mediados del siglo XVI del Origen de la Ylustríssima Cassa de Velasco, y que no obstante como se comprueba en el título de la misma se inclina por el término «casa», nos dice: Yo, Don Pedro Fernández de Velasco, Condestable de Castilla… procuré de saber todo lo que pude del linage y solar y casa de Belasco y qué tales fueron todos los señores y señoras que en ella a abido, y los hijos y hijas y desçendientes que tubieron, assí por línia de barones como de mugeres; y acordé de ponerlo por escrito para que los que adelante después de mí suçedieren en este estado y casa de Belasco tengan más notiçia de todo esto, leyendo en este libro, que tubieran de otra manera2.

Podemos, por tanto, presentar al linaje como una conjetura tradicional, o cuando menos, más antigua en su uso y significado que el de casa. Sin «revolucionar» el contenido que representa linaje, en ese mismo siglo XVI, también es posible encontrar quienes, en ocasiones, prefieren la conjetura casa para referirse a un modo de organización de la memoria, de la familia y del patrimonio que adopta fundamentalmente –aunque no excluyentemente3– la nobleza. Gonzalo Argote de Molina (1548-1596), el año 1588, en su Nobleza del Andaluzía, a pesar de que con frecuencia hace uso de los términos «linaje» y «casa» como similares, también en otros discierne entre orígenes, antecesores, antigüedad, troncalidad, lustre, a la postre la memoria cargada de honor de la familia, asociado a linaje; y sin renunciar a lo anterior, la reducción o concreción de las líneas de descendencia y la tenencia (con frecuencia institucionalizada) de patrimonio distintivo y material, en este caso equiparado a casa. De esta nueva conjetura, como decimos con frecuencia difícil de establecer con un nítido «criterio de demarcación» respecto a la conjetura linaje, 2 FERNÁNDEZ DE VELASCO, P.: Origen de la ilustrísima Casa de Velasco; GONZÁLEZ DE MENDOZA, P.: Memorial del linaje de Haro; Cronicón que hizo el rey Juan II, Biblioteca Nacional de España (BNE), Manuscrito (Ms.), 3238. 3 Es muy conveniente recordar al respecto lo que escribió Jaume Vicens Vives (Noticia de Cataluña, Barcelona, Destino, 2012, pp. 43-45) sobre la casa en Cataluña: «Cada catalán tiene su casa pairal, la casa de sus antepasados –aun cuando no sea más que en la ilusión que lo lleva, imaginativamente, al abuelo o al tatarabuelo que salieron de ella por la ley inexorable del aumento demográfico. Cada catalán tiene su familia– y no una familia cualquiera, surgida de los folios del registro civil o de los vínculos del parentesco accidentales, sino nacida de la propia tierra en la que el primer antepasado fue poniendo, una sobre otra, las piedras de la masía que iba a albergarla».

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

3

puede apreciarse en pasajes de la obra de Argote. Por citar algún ejemplo representativo, en el capítulo 100, relativo a la descendencia del duque de Arjona, nos muestra cómo el linaje –en este caso real, pues el condestable don Pedro, fallecido hacia el año 1400, era nieto de Alfonso XI– del que proviene, acaba desagregándose en casas de gran alcurnia aristocrática: Tuvieron hijos el condestable D. Pedro y doña Isabel de Castro, a don Fadrique de Castro duque de Arjona, que casó con doña Aldonza de Mendoza, hija de Pero González de Mendoza, de quien se escribe en particular en el libro segundo, y no dejó sucesión, y a doña Beatriz de Castro, que por su muerte sucedió en su estado. Escriben que tuvo otros hijos que fueron D. Alonso Enríquez, D. Luis Enríquez, doña Constanza, doña Juana, D. Enrique, padre de D. Pedro, obispo de Mondoñedo. Era el condestable D. Pedro hermano de D. Alonso Enríquez, de quien descienden las casas del Almirante de Castilla, duques de Alcalá, condes de Alba de Liste, marqués de Alcañices, marqués de Villanueva del Río, los señores de Bolaños, los señores de Orze y Galera, y otros caballeros de este apellido4.

Y si deseamos apreciar las vertientes de concreción respecto a un linaje y patrimonio que también contiene casa, podemos hacerlo, por ejemplo en el capítulo 90, relativo a los linajes que en el reino de Navarra usan aspas en su escudos: El palacio de Bastán llamado en lengua vascongada Jauriguizar en el valle de Bazán, son sus armas quince jaqueles de oro y negro, y por orla ocho aspas de oro en campo rojo. Linaje ilustre así en Navarra como en Aragón, y últimamente en Castilla en dos casas de grandes en el conde de Miranda por hembra y en el marqués de Santa Cruz por varón5.

Aunque posiblemente donde mejor se aprecie que la idea de casa que posee en ocasiones Argote, y que sin ser plenamente antagónica con la de linaje, es desde luego una conjetura diferente, podemos verla en el capítulo 164, dedicado a los ancestros y al principal secretario de Carlos V, Francisco de los Cobos, comendador mayor de León y padre del I marqués de Camarasa. Se observa con notable calidad, una vez glosado el pasado del linaje, cuando llega a Francisco de los Cobos, lo que hace es poner de manifiesto precisamente el esplendor propio de la casa, formada por bienes materiales e inmateriales, que ha reunido el secretario:

4 ARGOTE DE MOLINA, G.: Nobleza del Andaluzía (edición corregida, anotada y precedida de un discurso crítico del señor doctor don Manuel Muñoz y Garnica), Jaén, Francisco López Vizcaíno, 1866, p. 220. 5 Ibidem, p. 154.

4

Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario… En los libros de Cabildo de la ciudad de Úbeda hay mucha memoria de Pero Rodríguez de los Cobos contenido en el capítulo antes deste, que fue por Alférez del Pendón de aquella ciudad en la batalla de los Conejares. Es este apellido antiguo y principal en Úbeda, del cual tomó nombre el barrio, que aún hasta hoy se llama de los Cobos, como refiere D. Lorenzo de Padilla en el Prólogo del Catálogo de los Sanctos de España. Hay memoria dél en el libro del Bezerro en las Casas, que son en las montañas y sobre Oña hasta cerca de Burgos, donde es la casa de Cobos Solariaga, de que eran señores los de Tamayo, y certifícase esto demás del mismo libro por una sentencia, que el Emperador D. Alfonso de España, dio el año de mil y ciento y treinta y siete... Casó Pedro Rodríguez de los Cobos con Juana Rodríguez Mexía, hermana de Diego López Mexía, hija de Juan Mexía y de Juana Rodríguez de Mercado, de los más principales linages de aquella ciudad. Y de otro Pedro Rodríguez de los Cobos, hijo deste caballero, hay memoria en la relación de los hijosdalgo de Úbeda de el año de mil y cuatrocientos y cuarenta y seis, y dél desciende por varón la casa del Marqués de Camarasa y Conde de Ricla que instituyó D. Francisco de los Cobos, Comendador mayor de León, Adelantado de Cazorla, Secretario Supremo y del Consejo del Emperador Carlos Quinto, que fue natural de esta ciudad y en ella tiene sus casas principales, y su enterramiento en la Iglesia del Salvador, que edificó y dotó riquísimamente, con una de las más suntuosas capillas mayores que hay en toda España, y con un retablo de grandísimas figuras de talla entera de mano del famoso Berruguete, enriquecida toda la Iglesia con excelentes pinturas, despojos de los mayores pintores de aquel siglo. Donde se ve en el altar mayor un San Juan, niño de alabastro (que dize le presentó el Senado Veneciano) joya de excelente escultura. El servicio, capilla, música y congregación de capellanes muestra bien la grandeza de ánimo de su fundador, siendo por sí sola libre, no sujeta al ordinario6.

En definitiva, no tratamos de enfrentar la conjetura linaje con la conjetura casa. Lo plausible es tanto verificar que sin linaje era muy difícil constituir una casa, como también ver que la enredosa madeja del linaje ya no era la forma de organización familiar preferida o exclusiva de la sociedad y especialmente de la nobleza. En Castilla va tomando cuerpo otra forma de organización familiar –como también ocurre en Inglaterra, Francia y Portugal7–, cuya irrupción puede Ibidem, pp. 581-582. STONE, L.: Familia, sexo y matrimonio en Inglaterra (1500-1800), México, Fondo de Cultura Económica, 1989, pp. 78-82; MESTRES, K.: The English Noble Household 1250-1600, Oxford, Blackwell, 1988, pp.183-193. La tesis de Mestres sobre el gran tamaño, fortaleza y amplias relaciones de parentesco que aglutina la casa en Inglaterra, hasta comienzos del siglo XVI, ha sido reiterada por GRACE, P.: «Family and familiars. The concentric household in late medieval penitentiary petitions», Journal of Medieval History, 35/2 (2009), pp. 189-203. KETTERING, S.: Patrons, Brokers, and Clients in Seventeenth-Century France, Oxford, Oxford University Press, 1986; French Society, 1589-1715, Londres, Longman, 2001; «Patronage and Kinship in Early Modern France», French Historical Studies, 16/2 (1989), pp. 408-435; «The Household Service of Early Modern French Noblewomen», French Historical Studies, 20 (1997), pp. 55-85; 6 7

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

5

situarse temporalmente en el siglo XV (especialmente durante los reinados de Juan II y Enrique IV) y que continúa en los siguientes, consistente en permitir y favorecer que miembros de familias nobiliarias destacadas que hacen servicios a la causa real, o también con el fin de atraerlos a esa causa en un época de inestabilidad política, a lo que debe también sumarse nuevas circunstancias económicas y culturales como acabamos de ver en el texto de Argote, se diferencien del linaje del que vienen, formando su propia casa y alcanzando un nivel de honor o estatus similar al primer «pariente mayor» que ostenta la titularidad del linaje8. O bien que debido a la excesiva proliferación de ramas dentro de los linajes, como acertadamente ha señalado Concepción Quintanilla Raso, motiva que lo que podríamos llamar segundones o parientes menores buscaran su propio honor fuera del tronco principal del linaje, y que con frecuencia a partir de una herencia recibida por vía materna y con origen en otro destacado linaje fundaran nuevas casas, amparadas para su perpetuación en la fundación –claro está, previa merced real– de su propio mayorazgo9.

«Household appointments and dismissals at the court of Louis XIII», French History, 21/3 (2007), pp. 269-288. MONTEIRO, N. G.: O Crepúsculo dos Grandes. A Casa e o Património da Aristocracia em Portugal (1750-1834), Lisboa, INCM, 1998; Elites e Poder. Entre o Antigo Regime e o Liberalismo, Lisboa, ICS, 2007; «Casa e Linhagem: o vocabulário aristocrático em Portugal nos séculos XVII e XVIII», Penélope. Fazer e Desfazer a História, 12 (1993), pp. 43-63; «Nobility and aristocracy in Ancien Régime Portugal (Seventeenth to Nineteenth centuries)», en SCOTT, H. (ed.): The European nobilities in the Seventeenth and Eighteenth centuries, Londres, Longman, 1995, pp. 256-284; «Noblesse et aristocratie au Portugal sous l´Ancien Régime (XVIIe-début du XIXe siècle)», Revue d’histoire Moderne et Contemporaine, 46/1 (1999), pp. 185210; y «Trajectórias sociais e formas familiares: o modelo de sucessão vincular», en CHACÓN JIMÉNEZ, F. y HERNÁNDEZ FRANCO, J. (eds.): Familias, poderosos y oligarquías, Murcia, Universidad de Murcia, 2001, pp. 17-37. CUNHA, M. S.: A Casa de Bragança (1560-1640). Práticas Senhoriais e Redes Clientelares, Lisboa, Estampa, 2000; y «Estratégias matrimonias da Casa de Bragança e o casamento do duque D. João II», Hispania, 64/216 (2004), pp. 39-62; CUNHA, M. S. y MONTEIRO, N. G.: «Aristocracia, Poder e Família em Portugal, Séculos XV-XVIII», en CUNHA, M. S. y HERNÁNDEZ FRANCO, J. (orgs.): Sociedade, Família e Poder na Península Ibérica. Elementos para uma história comparativa, Évora y Murcia, Universidade de Évora y Universidad de Murcia, 2010, pp. 47-75. y SALVADO, J. P.: «An Aristocratic Economy in Portugal in the First Half of the Seventeenth Century: The House of the Marquises of Castelo Rodrigo», E-journal of Portugese History [en línea]. 9/2 (2011). [http://www.brown.edu/Departments/Portuguese_Brazilian_Studies/ejph/ html/issue18/html/v9n2a02.htm]Un análisis detallado de la problemática casa a través de la historiografía puede verse en HERNÁNDEZ FRANCO, J. y RODRÍGUEZ PÉREZ, R. A.: «El linaje se transforma en casas: de los Fajardo a los marqueses de los Vélez y de Espinardo», Hispania, LXXIV/247 (2014), pp. 385-410. 8 QUINTANILLA RASO, M. C. (dir.): Títulos, grandes del reino y grandeza en la sociedad política. Fundamentos en la Castilla Medieval, Madrid, Sílex, 2006, pp. 47-48; y MITRE FERNÁNDEZ, E.: «La nobleza castellana en la Baja Edad Media: líneas maestras de formación y promoción», en SUÁREZ FERNÁNDEZ, L. y GUTIÉRREZ NIETO, J. I. (coords.): Las Instituciones castellano-leonesas y portuguesas antes del Tratado de Tordesillas, Valladolid, Sociedad del V Centenario del Tratado de Tordesillas, 1995, pp. 121-130. 9 Los inicios de este proceso están perfectamente tratados y expuestos en las obras de GERBET, M. C.: Las noblezas españolas en la Edad Media, siglos XI-XV, Madrid, Alianza, 1997; BECEIRO PITA, Isabel y CÓRDOBA DE LA LLAVE, R.: Parentesco, poder y mentalidad. La nobleza castellana, siglos XII-XV, Madrid, CSIC, 1990; QUINTANILLA RASO, M. C.: Nobleza y señoríos en el reino de Córdoba. La casa de Aguilar (siglos XIV y XV), Córdoba, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1979; y QUINTANILLA

6

Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

Y esta conjetura de una mayor frecuencia en los discursos y en la práctica de lo que representa casa (diferenciada de linaje) durante los siglos XVI y especialmente XVII, es precisamente lo que a través del género de las historias genealógicas, así como de la propia estrategia de las familias aristocráticas, vamos a exponer en las páginas siguientes.

LA CONSTITUCIÓN DE LAS CASAS NOBILIARIAS EN LAS HISTORIAS GENEALÓGICAS (SIGLOS XVI-XVII) En un reciente trabajo de Soria Mesa sobre los retos de investigación del grupo nobiliario, ha señalado que es necesario dilucidar qué representa exactamente el linaje para la nobleza y mostrar su evolución, así como la relación que mantiene con casa y parentela. Con acierto sostiene que tenemos que «desvelar de una vez por todas el papel del linaje frente a conceptos tan relacionados como los de Casa, familia y parentela»10. Lo cierto, es que ya contamos con respuestas, previas incluso a la pregunta, como la que con enorme novedad ofreció Atienza Hernández en sus trabajos sobre la teoría y administración de las casas nobiliarias, vistas a través de los elementos que la integran: residencia o morada, linaje y personal sin lazos de sangre, agregados o vinculados a la casa11. Posteriormente, Molina Recio ha realizado un notable esfuerzo por desentrañar el significado de los términos casa, familia y linaje12. Y, muy recientemente, Antonio Terrasa, en sus trabajos sobre la casa de Silva, ha señalado que sin desechar para nada la pertenencia a linajes, con frecuencia objeto de competencia entre parientes, la casa también constituye un agregado de territorios y derechos

RASO, op. cit. (nota 8); MONTERO TEJADA, R. M.: Nobleza y sociedad en Castilla. El linaje Manrique (siglos XIV-XVI), Madrid, Fundación Caja Madrid, 1996; NIETO SORIA, J. M.: Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (ss. XIII-XVI), Madrid, Eudema, 1988; NIETO SORIA, J. M. (dir.): Orígenes de la Monarquía Hispánica. Propaganda y legitimación (ca. 1400-1520), Madrid, Dykinson, 1999; DACOSTA, A., PRIETO LASA, J. R. y DÍAZ DE DURANA ORTIZ DE URBINA, J. R. (eds.): La conciencia de los antepasados. La construcción de la memoria de la nobleza en la Baja Edad Media, Madrid, Marcial Pons, 2014. 10 SORIA MESA, E.: «La nobleza en la España moderna. Presente y futuro de la investigación», en CASAUS BALLESTER, M. J. (coord.): El Condado de Aranda y la nobleza española en el Antiguo Régimen, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2009, pp. 213-241. 11 ATIENZA HERNÁNDEZ, I.: «Teoría y administración de la Casa, Linaje, Familia Extensa, ciclo vital y aristocracia en Castilla (s. XVI-XIX)», en CHACÓN JIMÉNEZ, F., HERNÁNDEZ FRANCO, J. y PEÑAFIEL RAMÓN, A. (eds.): Familia, grupos sociales y mujer en España (siglos XV-XIX), Murcia, Universidad de Murcia, 1991, pp. 13-47; y «La construcción de lo real. Genealogía, casa, familia y ciudad: una determinada relación de parentesco», en CASEY, J. y HERNÁNDEZ FRANCO, J. (eds.), Familia, parentesco y linaje, Murcia, Universidad de Murcia, 1997, pp. 41-61. 12 MOLINA RECIO, R.: Los señores de la Casa del Bailío. Estudio de una elite local castellana (siglos XVXIX), Córdoba, Diputación Provincial, 2002; y La nobleza española en la Edad Moderna: los Fernández de Córdoba. Familia, riqueza, poder y cultura, Tesis Doctoral inédita, Universidad de Córdoba, 2004.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

7

dominicales –una especie de comunidad imaginada– a cuyo frente está un titular o pariente mayor que alcanza una posición dirigente dentro del linaje13 Con el fin de refrendar la conjetura que venimos proponiendo, en nuestro estudio contrastaremos las propuestas y evolución que en los textos nobiliarios, especialmente en las historias genealógicas – aparecidas más tarde que en otros reinos europeos, aunque al igual que en estos con el fin de que quedara memoria escrita de los linajes14– se hace sobre el significado de los términos linaje y casa. Si hemos elegido estas historias genealógicas, se debe a que estamos en una etapa de plata de este género en España, que bien puede tener su punto de partida en la obra del aragonés Pedro Jerónimo de Aponte, titulada Lucero de la nobleza de España, que contiene una amplia información genealógica sobre «las familias insignes de España»15; alcanza un momento importante en la octava década del quinientos con los libros de los historiadores y genealogistas Esteban de Garibay y Zamalloa, Los siete libros de la progenie y parentela de los hijos de Estevan de Garivay16, y Gonzalo Argote de Molina, que en su Nobleza del Andaluzía, según confiesa el mismo autor, lo hace como «una general historia de los linajes de Andaluzía por orden de A. b. c. desde su principio, hasta los que agora viven, con las hazañas, Armas, casamientos y sucessiones particulares de cada uno dellos»; para finalmente desarrollarse con gran vigor en el XVII, con genealogistas tan distinguidos como Pedro Salazar de Mendoza, Alonso López de Haro, José Pellicer, Rodrigo Méndez Silva, Jerónimo Sosa, Francisco Calderón de Vargas Camargo y Trejo… y concluir con Luis de Salazar y Castro.

TERRASA LOZANO, A.: La casa de Silva y los duques de Pastrana, Madrid, Centro de Estudios Europa Hispánica y Marcial Pons Historia, 2012. 14 BECEIRO PITA, I.: «La conciencia de los antepasados y la gloria del linaje en la Castilla bajomedieval», en PASTOR, R. (comp.): Relaciones de poder, de producción y parentesco en la Edad Media y Moderna, Madrid, CSIC, 1990, pp. 329-350; y «La legitimación del linaje a través de los ancestros», en FERNÁNDEZ DE LARREA Y ROJAS, J. A. y DÍAZ DE DURANA ORTIZ DE URBINA, J. R. (coords.), Memoria e Historia: utilización de política de la corona de Castilla a finales de la Edad Media, Madrid, Sílex, 2010, pp. 77-100; y HEUSCH, C.: «La pluma al servicio del linaje», e-Spania, 11. [Disponible en http://e-spania.revues.org/20313] 15 Lucero de Nobleza: Genealogías illustres de las familias inisignes de España con sus principios, augmentos, divisas y estados que posseen, sacado de historias, sumarios, previlegios auténticos, scripturas con mucha curiosidad, siglo XVI, Real Biblioteca de Palacio, Ms. II/3077 (2). 16 GARIBAY Y ZAMALLOA, E.: Los siete libros de la progenie y parentela de los hijos de Estevan de Garibay, edición a cargo de J. A. Anchón Insausti, Astigarraga, Ayuntamiento de Mondragón, 2000, pp. 43 y 149. 13

8

Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario… 160 140 120 100 80 60 40 20 0 Siglo XV

Siglo XVI

Siglo XVII

Libros y manuscritos recogidos en La biblioteca genealógica de don Luis de Salazar y Castro17

Muchos de estos «artesanos de la gloria», empleando el calificativo con el que Orestes Ranum llama a quienes escriben sobre el pasado y las glorias de la nobleza en la Francia del siglo XVII18, no hacen un uso diferenciado de linaje y casa. Otros sí. Sirva como primera evidencia el cronista, genealogista y humanista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1487-1557)19. En sus Batallas y Quincuagenas, donde influenciado por Erasmo de Róterdam emplea la técnica del diálogo20, son numerosos los apartados en los que nos deja claro testimonio de que linaje y casa son términos semejantes. Aunque también nos indica cómo, con el paso del tiempo, varios linajes pueden mezclarse en el interior de una casa, y que ser miembro de un linaje no implica que todos sus componentes forman parte de las misma casa. En el coloquio que sostienen Sereno y Alcayde sobre Luis de Portocarrero, señor de la Palma, dirán: SERENO: «¿De qué linaje fue este señor? ¿Es de la misma casa e linaje de los de Moguer o es otro género de Puertocarrero? Porque los de la casa de Palma creo que se dicen Puertocarrero Bocanegra». ALCAYDE: «En el capítulo 7 de la segunda Quinguagena se tocó algo deso; pero conviene para la claridad desta casa que aquí se torne a repetir esa mezcla de linajes, pues allí se tractó de Puertocarreros, Pachecos e Cárdenas y Girones 17 La biblioteca genealógica de don Luis de Salazar y Castro recoge doscientos cuarenta y un libros y manuscritos. De ellos hemos podido datar 191. Ciertamente la división por siglos lo único que pretende es mostrar una tendencia en la producción de este tipo de escritos. 18 RANUM, O.: Artisans of Glory: Writers and Historical Thought in Seventeenth-Century France, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1980; y KAGAN, R. L.: «Vender el pasado: los historiadores y las genealogías en la España Moderna», en CHACÓN JIMÉNEZ, F. y EVANGELISTI, S. (eds.): Comunidad e identidad en el mundo ibérico, Valencia, PUV, 2013, pp. 149-161. 19 BECKJORD, S. H. Territories of History: Humanism, Rhetoric, and the Historical Imagination in the Early Chronicles of Spanish America, Penn, Pennsylvania State University Press, 2007, pp. 43-87. 20 RÍO NOGUERAS, A.: «Diálogo e historia en las Batallas y Quinquagenas de Gonzalo Fernández de Oviedo», Criticón, 52 (1991), pp. 91-109.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

9

(que son las mezclas prinçipales de la casa y estado de Moguer), y asimismo Enríquez, la qual casa tiene al presente don Pedro Puertocarrero, segundo marqués de Villanueva. Y esta otra casa de quien aquí tractamos son Puertocarreros Bocanegras, y de Fiescos, y Velascos, y Carrillo, y de Córdoua, que son todos claros linajes en Castilla y en Liguria, como presto oyrés21.

La conjetura casa diferenciada de linaje, podemos atisbarla con más claridad en tratadistas del último tercio del siglo XVI, como ocurre en la obra que sobre los Girón escribe Jerónimo Gudiel22. Del mismo, ciento veinticinco años después, el genealogista español más destacado de todos los tiempos, Luis de Salazar y Castro, en su Biblioteca Genealógica, redacta lo siguiente: «eruditísimo en nuestra historia, escribió el Compendio de los Girones, donde con muchas noticias de aquella Casa estampó en árboles las sucesiones de todas»23. Gudiel, no obstante ser un excelente genealogista, que da veracidad histórica a las diecisiete generaciones de Girones que presenta, relacionando al cabeza de linaje o bien a otros parientes a los que dedica un capítulo con los monarcas reinantes, fue una pluma al servicio de la casa de Ureña, y más concretamente de su sexto señor, quinto conde de la misma casa y primero de Osuna, Pedro Girón o Pedro Tello Girón de la Cueva Velasco y Toledo (1531-1590). En los capítulos iniciales del libro, Gudiel nos presenta los linajes que van a dar pie a la creación de la casa de Ureña, dejando claro que primero es la existencia del linaje y con posterioridad la formación de la casa. De hecho, como enfatiza el panegirista de los Girón, la casa es una gracia concedida por Enrique IV a Pedro Girón –hecho en el que mucho tuvo que ver la ascendencia de su hermano Juan Pacheco, I marqués de Villena, sobre el monarca24–, maestre de la orden de Calatrava e «instituydor de la casa de Ureña»25. Ahora bien, una vez constituida la casa como un acto de la economía donativa26, a la que acompañan el mérito y las acciones propias de Pedro 21 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, G.: Batallas y Quincuagenas, Madrid, Real Academia de la Historia, Tomo II, 2000, p. 68. 22 GUDIEL, G.: Compendio de algunas historias de España: Donde se tratan muchas antigüedades dignas de memoria y especialmente se da noticia de la antigua familia de los Girones y de otros muchos linajes, Alcalá, Juan Íñiguez de Lequerica, 1577, p. 2. 23 SORIA MESA, E.: Biblioteca genealógica Española, escrita por don Luis de Salazar y Castro Córdoba, Universidad de Córdoba, 1997, p. 48. 24 MARINO, N. F.: Don Juan Pacheco: Wealth and power in late medieval Spain, Tempe, Arizona Center for Medieval and Renaissance Studies, 2006; MOLINA PUCHE S. y ORTUÑO MOLINA J.: Los grandes del reino de Murcia. Los marqueses de Villena: caída y auge de una casa aristocrática, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 2009, pp. 23-44; y FRANCO SILVA, A.: Juan Pacheco, privado de Enrique IV de Castilla. La pasión por la riqueza y el poder, Granada, Universidad de Granada, 2012. 25 GUDIEL, op. cit. (nota 21), 1577, p. 91. 26 CLAVERO, B.: Antidora. Antropología católica de la economía moderna, Milán, Giuffrè, 1991; HESPANHA, A. M.: La gracia del derecho. Economía de la cultura en la Edad Moderna, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1993.

10 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

Girón, que es tras Juan Pacheco la «primera persona cerca del rey (Enrique IV) en gracia y favor», en la exposición que nos hace Gudiel la identidad de la casa se antepone al peso que hasta ese momento venía teniendo el origen y los hechos heroicos de anteriores parientes mayores, y en consecuencia a una estricta vinculación y dependencia del linaje. El genealogista centra su esfuerzo en los veinticuatro primeros capítulos del libro en demostrar que existe una profunda relación de la casa de Ureña con los Girones y otros destacados linajes de la alta nobleza castellana e incluso de casas reales de España y Francia – incurriendo pues en la habitual fabulación de los orígenes27. Pero desde los capítulos veinticinco al treinta y cinco pondrá su mayor ahínco en mostrar las peculiaridades y atributos exclusivos adquiridos por la casa de Ureña desde que aproximadamente el año 1445 recibiera las primeras donaciones y mercedes reales, hasta que el año 1562 le sea concedida la distinción altonobiliar del ducado de Osuna28. Por tal motivo se pone de manifiesto el amplio estado territorial que está bajo jurisdicción de la casa, pues a las villas que tenía inicialmente en Castilla: Tiedra, Ureña, Peñafiel, Quintanillas… une, a partir de 1461, en Andalucía: Archidona, Osuna, la fortaleza de Cazalla, Morón, Olvera; posesiones que unidas a rentas y oficios, dan pie a la creación por parte del mismo Pedro Girón de un «poderoso y calificado mayoradgo en su hijo mayor don Alonso Téllez Girón, con facultad Real y bulla Apostólica»29. Se continúa glorificando la casa con los servicios militares a la corona, desde la intervención del segundo conde de Ureña en la toma de Granada hasta la participación del V conde y primer Duque de Osuna en el sometimiento de la rebelión de los moriscos granadinos el año 1568, pasando entre medio por servicios a la política imperial, debido a que el tercer conde lucha contra los franceses en Navarra y contra los turcos en África. A ello se agrega, lo que se puede denominar –como hace Adolfo Carrasco– como emblemas identitarios30. Dentro de los mismos, uno de los valores en los que BIZZOCCHI, R.: Genealogie incredibili: scritti di storia nell’Europa moderna, Bolonia, il Mulino, 1995. VIÑA BRITO, A.: «Don Pedro Girón y los orígenes del señorío de Osuna», Historia. Instituciones. Documentos, 17 (1990), pp. 267-285; AGUDO GONZALEZ, F. J.: El ascenso de un linaje castellano en la segunda mitad del siglo XV: los Téllez Girón, Condes de Ureña (el Origen del señorío de Osuna), Tesis Doctoral, Universidad Complutense, Madrid, 1990; FRANCO SILVA, A.: «Don Pedro Girón, fundador de la Casa de Osuna (1423-1466)», en IGLESIAS RODRÍGUEZ, J. J. y GARCÍA FERNÁNDEZ, M. (eds.): Osuna entre los tiempos medievales y modernos (siglos XIII-XVIII), Sevilla, Ayuntamiento de Osuna-Universidad de Sevilla, 1995, pp. 63-94; y QUINTANILLA RASO, op. cit. (nota 8), 2005, p. 95. 29 GUDIEL, op. cit. (nota 21), 1577, pp. 95-98. Una amplia relación del inventario y relación de los títulos y privilegios pertenecientes a los estados y mayorazgos del I duque de Osuna, Pedro Téllez-Girón, puede consultarse en el Archivo Histórico de la Nobleza (AHNOB), Osuna, C.115, D. 191. Sobre el mayorazgo heredado por Alonso Téllez Girón véase ATIENZA HERNÁNDEZ, I.: Aristocracia, poder y riqueza en la España moderna. La Casa de Osuna, siglos XVI–XIX, Madrid, Siglo XXI, 1987, pp. 84-91. 30 CARRASCO MARTINEZ, A.: El poder de la sangre. Los duques del Infantado, Madrid, 2010, Actas, pp. 165-176. 27

28

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

11

la casa pone especial énfasis es en su alto grado de compromiso con la fe cristiana –«Y la condesa no illustró poco esta casa por sus muchas y altas virtudes, mayormente de honestidad, devoción, religión y reverencia al culto divino, que sus descendientes oy día possen como herencia muy preciada»31–. Junto a este principio, el compromiso de la casa con la propagación del culto, que desde antes de Trento ya es valor principal con el que se siente vinculada la elite católica32; en esta faceta sobresale el cuarto conde, Juan Téllez Girón, pues además de «ensalçar la fe cathólica y levantar el nombre de Jesuchirsto en los reynos de España», llevará a cabo una importante acción fundacional de hospital y conventos en sus estados33, a la que pone broche con el levantamiento de la Colegiata de Osuna. Aunque la erección de esta iglesia también va a permitir que la casa encuentre otro elemento de perpetuación y fama, al labrar «casa y sepultura» el año 1545 dentro de la Iglesia Mayor en la que recibirían entierro los Girón34. Finalmente el capital cultural de la casa es completado, igualmente por el IV conde, dentro de su plan de sustituir los anteriores símbolos militares por otros nuevos valores, con la fundación a partir de 1548 de una Universidad en Osuna – llamada de la Concepción – en la que estudian fundamentalmente clérigos35. Aunque nuestra valoración del término «casa» a la luz de las historias genealógicas intenta diferenciarlo precisamente del de «linaje», como indica Ignacio Atienza y estamos plenamente de acuerdo con él, la casa no se puede desvincular de la existencia de relaciones sociales. Al respecto, y como prueba de que la construcción de la casa se sustenta en la formalización de relaciones con otros individuos de su estatus social –también las mantiene en un sentido de protección-clientela36–, preferentemente vía parentesco de afinidad o matrimonio, o para ser más exactos, estrategia de matrimonio. Gudiel es muy explícito al respecto. Al tratar el enlace del IV conde con María de la Cueva, hija de Francisco de la Cueva, II duque de Alburquerque, señala «Grandes y altos linajes entraron en la Casa de Ureña con la condessa doña María». Y así era, pues la casa fortalecía su personalidad diferenciada del primitivo linaje de los Girón, con la alianza que suponían otros grandes y distinguidos linajes como los que

GUDIEL, op. cit. (nota 21), 1577, f. 108 v. PO-CHIAHSIA, R.: El mundo de la renovación católica, 1540-1770, Madrid, Akal, 2010, pp. 48 y ss. 33 MIURA ANDRADES, J. M.: «Las órdenes religiosas en Osuna y su entorno a fines del siglo XVI», en IGLESIAS RODRÍGUEZ y GARCÍA FERNÁNDEZ, op. cit. (nota 28), pp. 337-362. 34 RODRÍGUEZ-BUZÓN CALLE, M.: La Colegiata de Osuna, Sevilla, Diputación Provincial, 1982; REDONDO CANTERA, M. J.: El Sepulcro en España en el siglo XVI: tipología e iconografía, Madrid, Edición Ministerio de Cultura, 1987; y VILLASEÑOR SEBASTIÁN, F.: Iconografía marginal en Castilla en el siglo 14541492, Madrid, CSIC, 2009, pp. 71 y ss. 35 RUBIO, Mª. S.: El colegio-universidad de Osuna (1548-1824), Sevilla, Caja de Ahorros de Sevilla, 1976. 36 CUNHA, op. cit. (nota 7, 2000), pp. 45 y ss. 31 32

12 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

aportaba la esposa del cuarto duque. Como ya se ha dicho, por vía paterna el linaje de la Cueva, e igualmente el de los Mendoza, casa del Infantado, a lo que se unía por vía materna el linaje de los Álvarez de Toledo, es decir la casa de Alba, y el linaje de los Enríquez, es decir la casa del almirante de Castilla37. Lo que hace Gudiel, como estamos intentando exponer es, sin romper absolutamente con el linaje, más bien sustentándose en el mismo como indicador de pertenencia a un grupo familiar distinguido, diferenciar con claridad lo que supone crear o instaurar una casa. Ahora bien, tal proceso constitutivo de la casa sobrepasa con creces tanto a los parientes lejanos y heroicos con los que vincula el linaje, como a los que pertenecen a ella por grados de parentesco concretos y próximos (por lo general en la esfera abuelos-padres y nietos). Pues a su vez, la casa es algo más complejo y diversificado, al ser habitual que adquiera visibilidad, notoriedad, honor y rentas y vasallos a través de la jurisdicción sobre territorios, cuyo centro se encuentra en la villa, palacio o casa desde la que se gobierna y administran los estados y a quienes viven en ellos; por la perpetuación de bienes materiales e inmateriales a través del mayorazgo; por la especialización en servicios a la Monarquía y los beneficios y honores que recibe de la economía donativa de la primera institución del reino; por la representación de valores y símbolos exclusivos y excluyentes de la cultura nobiliaria, y por relaciones sociales y familiares que ponen de manifiesto el poder y estatus de sus miembros. En esta conjetura de casa que estamos intentando desarrollar, diferenciada de linaje, aunque no desvinculado de esta forma de organización del parentesco extenso, un firme paso adelante lo constituye la obra de otro de los grandes historiadores genealogistas del seiscientos en Castilla: Pedro Salazar de Mendoza, autor del Crónico de la excelentísima casa de los Ponce de León, publicada en Toledo el año 1620. De nuevo, es muy explícita la valoración que sobre este autor emitirá el gran genealogista de ese siglo, Luis de Salazar, pues no duda en decir que el canónigo penitenciario de la Iglesia catedral de Toledo, además de un excelente jurisconsulto e historiador, sobre todo «libró del olvido las principales noticias genealógicas de Castilla»38. El Crónico39 aun teniendo una correctísima organización del tiempo relacionada especialmente con los reinados de los reyes de Castilla, es ante todo un libro de genealogía, que como otros tantos nos presenta un fabuloso origen de la casa, con su punto de partida en los Condes de Tolosa, pares de Francia y señores de la «Gallia Narbonesa». Tras trece generaciones donde la fabulación GUDIEL, op. cit. (nota 22), p. 120. SORIA MESA, op. cit. (nota 23), 1997, p. 61. 39 SALAZAR DE MENDOZA, P.: Crónico de la excelentissíma casa de los Ponçes de León, Toledo, Diego Rodríguez, 1620. 37 38

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

13

continúa, su exposición gana enorme veracidad a partir de comienzos del siglo XIV, cuando trata del rico home Fernán Pérez Ponce de León, I señor de Marchena, mostrando como pruebas evidentes los privilegios que le había concedido a partir de 1304 Fernando IV. Fernán es el fundador de la casa y a partir de él los sucesivos parientes, como reiteradamente indica Salazar cada vez que fallece el titular, suceden «en la casa y señorío por muerte de su padre». Igual que veíamos al analizar a los Girón, los elementos que comprenden la casa van paulatinamente ampliando sus contenidos económicos, jurídicos, simbólicos y consiguiendo más y mejores relaciones sociofamiliares vía matrimonio. El V señor de Marchena, Pedro Ponce de León, fallecido el año 1448, incorpora a los elementos distintivos de la casa el primer título nobiliario de la que ésta disfruta: el condado de Medellín desde 1429, cambiado posteriormente el año 1444 por el rey Juan II – en virtud de decisiones políticas y reparto de mercedes – por el del título que dará renombre y posición a la casa: el condado de Arcos40. Ennoblecido un Ponce de León, que era descendiente de la embrollada madeja que se había formado a partir de un linaje que tenía su remoto origen en un conde de Tolosa, los tiempos posteriores irán trayendo hechos que aumentarán el honor y la distinción de la casa. Determinante para este logro fue la constitución de un mayorazgo (formado por el condado de Arcos y las villas de Marchena, Mairena, Rota, Bailén, casas en Sevilla, salinas en Tarifa, juros, rentas, heredades...) por parte del propio Pedro Ponce de León. El tercer conde, Rodrigo Ponce de León (1443-1492), al que Salazar de Mendoza llamará el «Gran Duque», continúa haciendo crecer la casa. El 16 de agosto de 1484, «iuntamente le dieron título de Marqués de Zahara, y de Duque de Cádiz. Para que de allí adelante se pudiesse intitular Duque de Cádiz, y Marqués de Zahara; y para su casa y sucessores». Y no acabó aquí el impulso dado a la casa por el tercer conde, pues en vísperas de su muerte –ocurrida el 27 de agosto de 1492– y en el contexto de la empresa del descubrimiento llevado a cabo por los Reyes Católicos, le pidieron la devolución de la «isla de Cádiz», dándole a cambio la merced de convertirse en duque de Arcos y conde de Casares. Aunque los citados títulos los recibirá su nieto y

«Provisión real concedida por Juan II a Pedro Ponce de León, por el que le concede la villa de Arcos de la Frontera (Cádiz) junto al título de conde del mismo nombre a cambio del título y villa de Medellín», 7 de marzo de 1440. AHNOB, Osuna, C. 116, D. 59-63. Sobre la casa de Arcos, su historia, administración y territorios nos remitimos a los magníficos trabajos de DEVÍS MÁRQUEZ, F.: Mayorazgo y cambio político. Estudios sobre el mayorazgo de la Casa de Arcos al final de la Edad Media, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1999; GARCÍA HERNÁN, D.: Aristocracia y señorío en la España de Felipe II: la Casa de Arcos, Granada, Universidad de Granada, 1999; y «Los señoríos en la Baja Andalucía en la Edad Moderna», en ANDÚJAR CASTILLO, F. y DÍAZ LÓPEZ, J. P. (coords.): Los señoríos en la Andalucía Moderna. El Marquesado de los Vélez, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 2007, pp. 77-115. 40

14 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

sucesor, Rodrigo Ponce de León y Ponce de León (¿?-1530), con quien la casa continúa acrecentando su jurisdicción territorial y sus patronazgos; los últimos están vinculados en su mayoría con una dilatada advocación a San Agustín, que será compartida a lo largo del siglo XVI con la de San Pedro Mártir, como lo pone de manifiesto la titularidad de la nueva capilla funeraria de la casa en la villa de Marchena41. Pero tan importante como las anteriores acciones materiales y simbólicas, fue para la casa ducal de Arcos la ampliación de sus relaciones con destacados linajes, lo que le daba mayor relevancia social. Casó Rodrigo Ponce de León por tres veces, la primera con una señora perteneciente al linaje de los Pacheco, y otras dos con señoras pertenecientes al linaje de los Girón. La última de sus esposas, María Téllez Girón o María Girón de Archidona, hija de Juan Téllez-Girón, II conde de Ureña, y madre de su hijo primogénito, da pie a «que se juntaran a la casa de Arcos, muchos, y muy altos linajes de Castilla, y Portugal». Aparte de linaje Girón, que además facilita que por un costado femenino entre «la sangre real de los Reyes de Castilla, de León, de Pamplona (sic), y la de Francia», también ingresaban los Acuñas de Portugal, los Fernández de Velasco –condestables de Castilla–, y os Mendoza que «es apellido de uno de los más validos, y generosos linages de España». Finalmente, Salazar de Mendoza, cerraba lo que suponía la nueva conceptualización de casa, con las virtudes morales que habían adornado y heredado a través de la fuerza de la sangre todos los señores de la casa hasta el tercer duque, Rodrigo Ponce de León y Suárez de Figueroa (1545-1630): franqueza, liberalidad, generosidad. Remarcando las mismas mediante una comparación con la casa real de los Habsburgos, pues de la misma manera que sus miembros nacen belfos, «en los de la casa del duque de Arcos, ha visto el mundo la demostración mathemática, la certidumbre, y la verdad de esta filosofía, y que es su geroglífico, la liberalidad, grandeza y magnanimidad»42. Diferenciada la casa de ser únicamente un grupo de descendencia unilineal o linaje, a lo largo de los siglos XVI y XVII continuará reforzándose el «horizonte de expectativas» de ser una realidad cada vez más firme. Una prueba

41 Conforme recoge Pedro Salazar de Mendoza, durante la titularidad del primer duque de Arcos, Rodrigo Ponce de León, los señoríos, propiedades y patronazgos de los que dispone la casa son los siguientes: Arcos, Zahara, Casares, Marchena, Paradas, Rota, Chipiona, el castillo de León en la isla de Cádiz, Mairena, Los Palacios, Guadajoz, Ubrique, Benaocaz, Villalengua, Grazalema, Aznalmar, Benamahoma, Pruna, Villagarcía de Extremadura, las salinas de Tarifa, almoneda y estanco en Jerez de la Frontera, alcaldía mayor de Sevilla, patronazgo general de la orden de San Agustín en las provincias de Andalucía y Extremadura, el patronazgo particular de San Agustín en Sevilla, el del monasterio de San Pedro Mártir en Marchena, el patronazgo del colegio de la Compañía de Jesús en Marchena, y entierro en las capillas mayores, el patronazgo de Santo Domingo de Silos en Sevilla, el de Santa Clara de Carmona, y el de San Agustín en Rota. 42 SALAZAR DE MENDOZA, op. cit. (nota 38), 1620, p. 235.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

15

de ello la encontramos en los propios títulos de los textos sobre el pasado de las familias nobiliarias. No estamos en disposición de poder ofrecer un porcentaje determinado sobre el uso de los términos linaje o casa en los títulos – máxime cuando a veces los libros se titulan Linaje de la casa o Descendencia de la casa y linaje –, pero cualitativamente sí que podemos afirmar que va afianzándose el uso de forma exclusiva de casa. El termino casa es empleado por bastantes de los más importantes escritores de libros sobre familias, como el recién citado Pedro Salazar de Mendoza, Antonio de Luna, Melchor de Teves, Tomás Tamayo de Vargas, Juan Trillo de Figueroa, Blas Salazar, Francisco Calderón de Vargas, Alonso Carrillo, Joseph Pellicer, Rodrigo Méndez Silva43, fray Jerónimo de Sosa, Alonso de Alarcón, Manuel Antonio de Lastre y, cómo no, Luis de Salazar y Castro44. Este último, no duda en titular buena parte de sus obras con el término «casa». Así lo hace en las relativas a las casas de Venegas de Córdoba, Clavijo, Nájera, Mendoza, Alfaro, Cabrera, Prado, Fajardo45, Medina Sidonia46 y, sobre todo, sus más conocidos escritos: Historia Genealógica de la Casa de Lara e Historia Genealógica de la casa de Silva. La última casa, perfectamente estudiada en un reciente trabajo por A. Terrasa, con quien coincidimos plenamente en su análisis, relativo a que don Luis de Salazar confunde o convierte en conceptos polisémicos linaje y casa. No obstante su propio título, deja muy claro que supera la esfera exclusivamente del parentesco que suele contener el primer término. Salazar la titula Historia Genealógica de la casa de Silva donde se refieren las acciones más señaladas de sus señores, las fundaciones de sus mayorazgos, y la calidad de sus alianças matrimoniales. No obstante contar la casa de Silva con dieciséis ramas, ciertamente todas vinculadas al fundador del linaje, don Gutierre Alderete Silva, cuya vida corre paralela a la del rey Alfonso VI de León (1040-1109), el historiador y genealogista en su análisis se esfuerza por poner de manifiesto cuál de ellas ocupa un lugar central y destacado a partir del siglo XVI. Es la que tiene como titular, cabeza o pariente mayor a un Silva Mendoza, en concreto a Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, marqués de Diano, duque de Estremera y de Pastrana, señor de Chamusca y Ulme, de varios «reguengos» en Portugal y diversas villas en Castilla. Efectivamente, poniendo de relieve que también en ocasiones los tratadistas son capaces de separar ambos términos 43 GUILLÉN BERRENDERO, J. A.: «Valores nobiliarios, libros y linajes: Rodrigo Méndez de Silva, un nobilista portugués en la corte de Felipe IV», Mediterranea. Ricerche storiche, 11 (2014), pp. 35-60. 44 Relación de autores obtenida tras la consulta de SORIA MESA, op. cit. (nota 23), 1997. 45 RODRÍGUEZ PÉREZ, R. A. y HERNÁNDEZ FRANCO, J.: Memorial de la calidad y servicios de la casa de Fajardo, marqueses de los Vélez. Obra inédita del genealogista Salazar y Castro, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 2008. 46 CARRIAZO RUBIO, J. L.: «La Genealogía de los señores de la Casa de Medina Sidonia de Luis de Salazar y Castro», Historia y Genealogía, 3 (2013), pp. 41-64.

16 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

con total nitidez y otorgarles contenidos diversos, que en el caso de la casa, van más allá de la descendencia y engloban lo material, lo inmaterial y personas agregadas o que dependen del señor sin tener estrictamente vínculos de parentesco, es muy significativo, una de las primeras veces en que Salazar habla propiamente de la casa de Silva. Con motivo de acompañar Ruy Gómez al príncipe Felipe en el viaje que efectúa a Flandes el año 1549, nos dice: Señaláronse galeras diferentes en que fuesen los principales señores que acompañavan al Príncipe y aunque Ruy Gómez se embarcó con su Alteza, todavía le señalaron una, para que llevasse su casa47.

Desde la creación de la casa de Silva a mediados del quinientos, en apenas un siglo la casa alcanza su máximo esplendor con el quinto de los «príncipes» de la misma, Gregorio María de Silva Mendoza y Sandoval (1649-1693), a quien Salazar dedica su obra. Así lo constata la ampliación de sus títulos nobiliarios y de sus señoríos: IV príncipe de Melito y de Éboli, V duque de Pastrana, Estremera, y Francavila, marqués de Algecilla, de Almenara, conde de Saldaña y marqués de Cea (heredados de su madre Catalina de Mendoza y Sandoval, títulos procedentes respectivamente de las casas del Infantado y Lerma), barón de la Roca Angitola, Franchica, Carida y Monte-Santo, señor de la ciudad del Pizo, de los estados de Miedes y Mandayona y diversas villas en Castilla; o bien la duplicación de la condición de grandes de Castilla48. A la postre, la formación de esta casa no se ha logrado sólo por el linaje del que proceden49, sino también y aquí la diferencia que introduce la casa como realidad, mediante el servicio a la corona, la constitución de mayorazgos y

47 SALAZAR Y CASTRO, L.: Historia Genealógica de la casa de Silva donde se refieren las acciones más señaladas de sus señores, las fundaciones de sus mayorazgos, y la calidad de sus alianças matrimoniales, Madrid, Melchor Álvarez y Mateo de Llanos, 1685, Tomo II, pp. 460. 48 Alonso Carrillo en su obra Origen de la dignidad de grande de Castilla (Madrid, Imprenta Real, 1657, p. 10) lo expone de esta manera tan evidente: «unióse la casa del Infantado por casamiento, a la de Pastrana, y assí el Duque goza duplicadas las Grandezas de tan alta clase». 49 Luis de Salazar y Castro en el comienzo de su Historia Genealógica de la casa de Silva…, p. 1, deja muy claro cómo es el mérito – con ayuda de la riqueza y del poder – el que permite dar continuidad al linaje y, a su vez, constituir casas: «La nobleza de sangre, adquirida a esfuerços repetidos de la virtud, y conservada por ella misma, con ayuda de las riquezas, y del poder, es la única distinción, que tienen entre sí los hombres; y de ella nace, que conociendo todos un mismo origen, unos tengan estimación grande, y otros carezcan enteramente de ella. Ha sido en todas edades, y Naciones esta separación tan bien recibida, que por ella supieron los espíritus generosos despreciar los mayores peligros, sin encontrar alguno que no supeditasse su deseo de alcançar lugar preminente entre los demás hombres. Y si en el que le conseguía se consideraban razones bastantes para preferir a los otros, quántas hallaremos en los que procediendo de antiquísimo, y claro linage, pueden contar una larga serie de progenitores, que conservando aquella primera distinción fueron con sus méritos estableciendo el esplendor de sus descendientes. En nuestra España son muchas las Familias, que justamente pueden blasonar de esta fortuna; pero ninguna con mayor razón que la de Silva».

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

17

fundaciones que testimonian su grandeza, y relaciones sociales en forma de matrimonios con la nobleza de sangre y mérito más cualificada; a lo que se une, como decía el propio Salazar y Castro («así como es dicha grande la del nacimiento, lo es igual la que resulta a los hombres de la riqueza que poseen»), disponer de un gran patrimonio50, ya que contaban con unas rentas de 100.000 ducados anuales. Por tanto, la conjetura casa nobiliaria –apellidémosla para ser precisos en el uso del término–, aunque tenga algunos elementos en común con el linaje, en concreto la importancia de provenir de una sangre u origen destacado, la detectamos a través de historia genealógica como una institución social propia de familias con estatus privilegiado. Dichas familias y sus principales agentes sociales: el pariente mayor, el cabeza o jefe, instituyen la casa –cada vez de forma más frecuente a partir del siglo XV– con el fin de diferenciarse de otras ramas que forman parte de la compleja y enredosa madeja del linaje en el que se encuentra su remoto –y generalmente fabulado– origen. Pero, como también hemos podido comprobar y lo volveremos a ver en el siguiente apartado, la casa precisamente para poder desarrollarse dentro de una sociedad estamental en la que sin duda van emergiendo nuevas propuestas políticas, económicas e incluso se detectan nuevos comportamientos culturales y sociales, necesita de un conjunto de medios materiales e inmateriales que la identifiquen y le den relieve y preeminencia, como son la jurisdicción sobre territorios concretos –sin necesidad de estar ligados o relacionados con el solar en el que tuvo su origen el linaje–, y cuyo centro se encuentra en la villa o palacio desde el que se gobierna y administran los estados y a quien viven en ellos; por la perpetuación de los bienes materiales e inmateriales a través del mayorazgo, uno de los principales instrumentos para la reproducción de la casa, aunque muchas veces desde las mismas casas, la creación de nuevos mayorazgos permite que hijos segundogénitos formen nuevas casas a partir de bienes generalmente aportados por la mujer, que tiene un papel mucho más destacado que el que la agnación supone dentro del linaje; por la especialización en servicios a la Monarquía y los beneficios y honores que la casa recibe de la economía donativa de la primera institución del reino; por la representación de valores y símbolos exclusivos y excluyentes de la cultura nobiliaria, y por 50 YUN CASALILLA B.: «Notas sobre el régimen señorial en Valladolid y el estado señorial de Medina de Rioseco en el siglo XVII», Investigaciones históricas: Época moderna y contemporánea, 3 (1982), pp. 143176; «Aristocracia, señorío y crecimiento económico en Castilla algunas reflexiones a partir de los Pimentel y los Enríquez (siglos XVI y XVII)», Revista de Historia Económica-Journal of Iberian and Latin American Economic History, 3 (1985), pp. 443-471; y REDONDO ÁLAMO, A. y YUN CASALILLA, B.: «Bem visto tinha... Entre Lisboa y Capodimonte. La aristocracia castellana en perspectiva “transnacional”(ss. XVIXVII)», en YUN CASALILLA, B. (dir.): Las redes del imperio: élites sociales en la articulación de la Monarquía Hispánica, 1492-1714, Madrid, Marcial Pons, 2009, pp. 39-64.

18 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

relaciones sociales y familiares –especialmente vía matrimonio– que ponen de manifiesto el poder y estatus de sus miembros y que influyen poderosamente en el crecimiento del capital material e inmaterial de la casa, como precisamente mostrábamos más arriba en el caso del V duque de Pastrana, convertido en el jefe de las casa de Silva y del Infantado. Pero no queremos quedarnos sólo en las historias genealógicas para conocer qué se puede entender por casa y cómo funcionan. Por eso a continuación pretendemos analizar de forma directa, a partir de la actuación de las propias casas, cómo se comportan, y, en consecuencia, si los autores de las historias genealógicas nos han trasmitido ideas y realidades fabuladas, o por el contrario próximas a la realidad que es posible entrever con más de cinco siglos de distancia con respecto a la inicial constitución de las casas nobiliarias en Castilla.

LA CASA COMO FORMA DE ORGANIZACIÓN FAMILIAR DE LA ARISTOCRACIA CASTELLANA Como venimos indicando la confusión entre los términos «linaje» y «casa» ha llevado a usarlos indistintamente como sinónimo, incluso a asimilarlos a la noción de «familia», tan amplia y difusa, o más aún a la de «hogar». Francisco Cascales usa ambos términos de forma indistinta en sus conocidos Discursos Históricos de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Murcia (1621). De hecho comienza la obra aludiendo a la «Casa de Faxardos» y al final de la misma muestra un repertorio alfabético de las principales familias oligárquicas de Murcia y Cartagena, calificándolas de «Linages»51. Para simplificar, cabe recordar que «linaje» es el tronco familiar común; mientras que «casa» son las ramas que se escinden de ese árbol, más la comunidad de bienes, derechos y honores exclusivos de cada una de las mismas. La escasa atención historiográfica que se ha prestado en España a cuestiones sociales y familiares, en relación a la aristocracia, se ha visto por fin solventada en las últimas décadas. Si bien las visiones tradicionales que los modernistas han proporcionado sobre las grandes familias aristocráticas han sido y siguen siendo, fundamentalmente, de corte político, económico y recientemente cultural. El señorío, la hacienda y fiscalidad, las carreras políticas y cortesanas de los grandes, así como su mecenazgo y coleccionismo han dejado en un segundo plano las cuestiones meramente familiares. Quizá porque la historia de la familia se sigue asociando con la demografía histórica, la sociología y la antropología, por tanto al estudio de problemas sociales actuales o de grupos sociales no privilegiados (campesinos, artesanos, etc.). 51 CASCALES, F.: Discursos Históricos de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Murcia, Murcia, Luis de Berós, 1621.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

19

Sin embargo, el medievalismo español y otros ámbitos modernistas, como el portugués, sí han dedicado buena parte de su producción literaria a los orígenes familiares, matrimonios y ascenso social que de ellos pudieron derivarse en el seno de la aristocracia. Las propuestas ya señaladas de Gebert, Quintanilla Raso, Monteiro o Soares da Cunha dan buena fe de ello. En el modernismo español, centrándonos en monografías y tesis culminadas a partir de la década de 1990, sí existen muestras relevantes de atención al linaje y la casa, como mostraremos a continuación. Los medievalistas que estudian cuestiones nobiliarias o cortesanas no tienen rubor alguno en adentrarse en el siglo XVI, algo lógico puesto que las barreras académicas y cronológicas son construcciones artificiales y poco útiles, ahora bien llama la atención su escasa atención por la noción de «casa», frente a la amplia bibliografía dedicada al linaje. Además, la genealogía hasta hace poco era una pseudociencia, en manos de falsos historiadores, por la dejadez de los verdaderos, a los que repelía el hecho de tener que reconstruir trayectorias genealógicas, máxime si su tema principal de estudio era lo señorial o lo político, sin olvidar la complejidad de la endogamia, homonimia y alteraciones de apellidos, frente al oropel de embajadas, virreinatos y demás mercedes. El estatus privilegiado no era impermeable ni inaccesible para familias de nuevo cuño, origen converso o ilegítimo. El grupo social aristocrático se renovaba con sangre exógena, merced al ascenso y promoción arbitrado por el monarca, del que se beneficiaban familias mesocráticas, que accedían a títulos a través de la venalidad, los destacados servicios burocráticos, cortesanos, económicos o militares. Los que franqueaban ese falso «muro» de lo nobiliario no lo hacían con intención de derribarlo, sino de fortalecerlo y encastillarse en él. La asimilación será la consecuencia más obvia, con personajes como el aludido Francisco de los Cobos, hidalgo ubetense que llega a ostentar más poder que ningún otro noble o cortesano durante el reinado de Carlos I. En cuanto a la conjunción de historia social e historia de la aristocracia hispánica, actualmente hay una quincena de obras dedicadas a analizar casas o linajes en la época moderna. Nueve de ellas se encuadran en lo que se conoce como grandeza primitiva de España: Osuna, Infantado, Arcos, Lemos, Fernández de Córdoba, Medina Sidonia, Villena, Lerma y Vélez52; siete son 52 ATIENZA HERNÁNDEZ, op. cit. (nota 29), 1987; CARRASCO MARTÍNEZ, op. cit. (nota 30); GARCÍA HERNÁN, op. cit. (nota 40); ENCISO ALONSO-MUÑUMER, I. L.: Nobleza, poder y mecenazgo en tiempos de Felipe III: Nápoles y el conde de Lemos, Madrid, Actas, 2007; MOLINA RECIO, op. cit. (nota 12), 2004; SALAS ALMELA, L.: Medina Sidonia el poder de la aristocracia, 1580-1670, Marcial Pons, Madrid, 2008; WILLIAMS, P.: El gran valido. El duque de Lerma, la corte y el gobierno de Felipe III (1598-1621), Salamanca, Junta de Castilla y León, 2010; ALVAR EZQUERRA, A.: El duque de Lerma. Corrupción y desmoralización en la España del siglo XVII, Madrid, La Esfera de los Libros, 2010; RODRÍGUEZ PÉREZ, R. A.: El camino hacia la corte. Los marqueses de los Vélez en el siglo XVI, Madrid, Sílex, 2011.

20 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

igualmente grandes, aunque su surgimiento, o reconocimiento como tales, es más tardío: Olivares, Villafranca, Velada, Oñate, Feria, Pastrana y Monterrey53. Si tenemos en cuenta que el número de casas que conformaban la grandeza de España «originaria» era de una treintena, es fácil deducir que conocemos apenas la mitad de las mismas. Sin embargo, esas cifras son relativas, pues muchas contribuciones medievalistas han llegado hasta bien entrado el siglo XVI. Así pues, varias de las casas analizadas en época moderna también lo han sido en el período bajomedieval (Aguilar, Villena, Vélez, Infantado, Arcos)54. Otras como Frías, Manrique, Benavente, Alba, Alburquerque y Miranda55 han sido objeto de atención sólo para medievalistas. Hace aproximadamente unos 40 años J. P. Cooper sostenía que en la Europa occidental después de 1500 se produce el auge de la primogenitura56, la concentración de la herencia en un solo hijo, normalmente el mayor, mientras que los más jóvenes eran animados a abrirse paso sirviendo al Estado y a la Iglesia. Recientemente, en su libro sobre la comunidad de Granada en el periodo comprendido entre 1570 y 1739, James Casey llega a conclusiones parecidas. Es decir, al hijo mayor le correspondía conservar el espíritu del linaje,

53 ELLIOTT, J. H.: El conde-duque de Olivares. El político en una época de decadencia, Barcelona, Crítica, 1990; HERNANDO SÁNCHEZ, C. J.: Castilla y Nápoles en el siglo XVI. El virrey Pedro de Toledo: linaje, estado y cultura (1532-1553), Valladolid, Junta de Castilla y León, 1994; MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S.: El Marqués de Velada y la Corte en los reinados de Felipe II y Felipe III. Nobleza cortesana y cultura política en la España del Siglo de Oro, Salamanca, Junta de Castilla y León, 2004; MINGUITO PALOMARES, A.: Nápoles y el virrey conde de Oñate. La estrategia del poder y el resurgir del reino (1648-1653), Madrid, Sílex, 2011; VALENCIA RODRÍGUEZ, J. M.: El Poder Señorial En La Edad Moderna: La Casa de Feria (Siglos XVI y XVII), Badajoz, Diputación Provincial, 2010, 2 vols.; TERRASA LOZANO, op. cit. (nota 13), 2012; GONZÁLEZ CUERVA, R:. Baltasar de Zúñiga. Una encrucijada de la Monarquía Hispana (1561-1622), Madrid, Polifemo, 2012. 54 QUINTANILLA RASO, op. cit. (nota 9, 1979); FRANCO SILVA, A.: El marquesado de los Vélez (siglos XIV-mediados del XVI), Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1995; y Entre la derrota y la esperanza. Don Diego López Pacheco, Marqués de Villena, Universidad de Cádiz, Cádiz, 2005; SÁNCHEZ PRIETO, A. B.: La Casa de Mendoza hasta el tercer duque del Infantado (1350-1531). El ejercicio y alcance del poder señorial en la Castilla bajomedieval, Madrid, Palafox y Pezuela, 2001; DEVÍS MÁRQUEZ, op. cit. (nota 40); CARRIAZO RUBIO, J. L.: La memoria del linaje. Los Ponce de León y sus antepasados a fines de la Edad Media, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2002. 55 GONZÁLEZ CRESPO, E.: Elevación de un linaje nobiliario castellano en la Baja Edad Media: los Velasco, Tesis Doctoral, Universidad Complutense, Madrid, 1981; MONTERO TEJADA, op. cit. (nota 9), 1996; BECEIRO PITA, I.: El condado de Benavente en el siglo XV, Benavente, Centro de Estudios Benaventanos Ledo del Pozo, 1998; FRANCO SILVA, A.: Estudios sobre D. Beltrán de la Cueva y el Ducado de Alburquerque, Cáceres, Universidad de Extremadura, 2002; CARCELLER CERVIÑO, Mª. P.: Beltrán de la Cueva, el último privado. Monarquía y nobleza a fines de la Edad Media, Madrid, Sílex, 2006; CALDERÓN ORTEGA, J. M.: El Ducado de Alba. La evolución histórica, el gobierno y la hacienda de un estado señorial (siglos XIV-XVI), Madrid, Dykinson, 2005; SOLER NAVARRO, A. Mª.: El ducado de Peñaranda. Su origen y desarrollo hasta la desaparición del linaje de los Zúñiga, Tesis Doctoral, Universidad Complutense, Madrid, 2009. 56 COOPER, J. P.: «Patterns of inherintance and settlement by great landowners from the fifteenth a eighteenth centuries», en GOODY, J. y THIRSK, J. (dirs.), Family and Inheritance: Rural Society in Western Europe 1200 -1800, Cambridge, 1976, pp. 192-326.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

21

recibiendo para tal fin la mayor y mejor parte de la herencia, o por lo menos los bienes materiales e inmateriales de más calidad y distinción honorífica, pues entre otros cometidos le concierne la conservación de su estirpe; en cambio, a los hijos menores se les destina a una carrera, en cuya consecución se emplea la memoria colectiva familiar y las relaciones sociales y de parentesco. Sólo en caso de que la descendencia biológica del hijo mayor se interrumpa, se recurre a los hijos llamados a continuación a sucederle en la dirección del linaje, motivo éste por el que más que un movimiento de entrada «desde abajo» de nuevos miembros en la élite, es una «circulación»57 dentro del grupo dirigente – como constatara en su día Lawrence Stone para el caso de la aristocracia inglesa. En consecuencia el linaje (que no debemos olvidar que en realidad es un mapa que indica no solo quién es el patrón de la familia, sino también la memoria colectiva de la misma) que favorecía al hijo mayor, lo convertía en heredero único, y obligaba a los hermanos menores a buscar soluciones fuera de la familia, o bien a subordinarse de forma plena a lo que dispusiera el cabeza del linaje. Antonio Domínguez Ortiz, en sus trabajos sobre la sociedad española del Antiguo Régimen, nos decía que el señor solía atender más los intereses permanentes del linaje que a los suyos personales58. En poco difiere esta visión de la que tenían sobre primogenitura y linaje en la época: para los contemporáneos el reforzamiento de la línea primogénita era el medio más adecuado para garantizar la continuidad de la familia. En este sentido, don Juan Chacón, esposo de Luisa Fajardo y padre del I marqués de los Vélez, fue así de claro: que las casas que son en muchas partes divididas y partidas su memoria peresçen en más breve tiempo, y quedando entera permanesçe su memoria ansý para el seviçio de Dios y ensalçamiento de nuestra Santa Fe Católica como para honra y defensa de tal linaje y casa59.

Posiblemente en Castilla – aunque hemos visto al tratar las historias genealógicas que la dinámica va en esa dirección – no se llegue al extremo portugués, que sobre todo tras la Restauración de 1640 se convierte en una «sociedad de casas», pero los estudios realizados en las dos últimas décadas señalan que el linaje se desvaneció a favor de una identidad más sentida de la familia

57 CASEY, J.: Familia, poder y comunidad en la España Moderna. Los ciudadanos de Granada (15701739), Valencia, Universidad de Valencia, 2008, pp. 155-157, y 235-258. 58 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Las clases privilegiadas en el Antiguo Régimen, Madrid, Istmo, 1973, p. 174. 59 Escritura de fundación de mayorazgo sobre ciertas villas y otros derechos de la casa de los señores de Fajardo, otorgada por Juan Chacón, adelantado mayor de Murcia, en conformidad con la disposición testamentaria de su mujer Luisa Fajardo, llamando a su goce a sus hijos y descendientes con la condición de usar su apellido y escudo de armas de los Fajardo. Sevilla, 6 de abril de 1491, AHNOB, Osuna, C. 35, D. 28.

22 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

noble con la casa, pues sin romper abiertamente con el origen, permitía adaptarse a una época de cambio dentro del grupo nobiliario en el que la dependencia de la casa real, la aparición de nuevas vías de acceso a la nobleza y un sentido más próximo de parentesco y obligaciones en torno al mismo, son realidades determinantes. Desde las postrimerías de la Edad Media en Castilla, los linajes más poderosos habían dado lugar a varias casas, a partir de mayorazgos creados para hijos segundones e ilegítimos, en un proceso que se prolongará y afianzará durante los siglos XVI y XVII. Algunas de esas nuevas casas pronto se situaron entre las más ricas y prestigiosas de la grandeza hispánica, acumulando títulos y señoríos. Junto al mayorazgo, universalizado, a partir de 1505 con las Leyes de Toro, las dotes y particiones de bienes contribuyen a subrayar la jerarquía de los linajes mediante el reparto de las riquezas entre los miembros del grupo familiar, primando la primogenitura y la varonía. Entre esos linajes «fecundos» pueden citarse los Fernández de Córdoba (casas de Priego, Cabra, Comares y Alcaide de los Donceles), Toledo (Alba, Oropesa, Villafranca), Zúñiga (Béjar, Miranda, Monterrey), Manrique (Nájera, Paredes, Osorno), Pacheco-Girón (Villena, Osuna, Villanueva del Fresno, Puebla de Montalbán), Mendoza (Infantado, Monteagudo, Mondéjar, Melito, Cenete). Esta emergencia de ramas segundonas pronto separadas del tronco principal del linaje implica tanto a algunas de las familias más antiguas de la nobleza castellana, emparentadas con la realeza (Mendoza, Manrique), como a otras de origen foráneo, concretamente portugués (Pacheco), encumbradas merced al favor regio. Los monarcas, ya sean Trastámaras o Austrias, actuarán como árbitros en la política matrimonial aristocrática, intentando evitar que una sola casa acumule demasiado poder, y favoreciendo el enlace de viejos linajes con familias más humildes, pero sólidamente asentadas en la corte como burócratas y criados. Ilustres apellidos, vinculados a la guerra (Manriques, Fajardos), no dudarán en unirse a familias notoriamente manchadas por la sangre conversa (como los marqueses de Moya), o bien a familias de origen modesto (Chacón, De la Cueva y Cárdenas). Dichos enlaces desiguales afianzan el control del soberano sobre la aristocracia y proporciona a las casas más antiguas una posición más sólida en la corte, en tanto que las casas menos ilustres se unen a la vieja nobleza de sangre. Todos salen ganando60. La concesión de nuevos títulos y señoríos no acabó con el fin de la Reconquista ya que el cursus honorum cortesano y la milicia dieron oportunidad a las 60 PALENCIA HERREJÓN, J. R.: «Estrategia patrimonial y jerarquía del linaje: los mayorazgos de la casa ducal de Maqueda en el siglo XVI», Historia. Instituciones. Documentos, 29 (2002), pp. 337-356; RODRÍGUEZ PÉREZ, R. A.: «Endogamia y ascenso social de la nobleza castellana: los Chacón-Fajardo en los albores de la Edad Moderna», Historia Social, 73 (2012), pp. 3-20.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

23

grandes casas de consolidar su posición e, incluso, mejorarla. Como paradigma de casa que acumuló títulos y señoríos en diversos reinos bajo autoridad de los Habsburgo (Castilla, Aragón, Portugal, Nápoles y Cerdeña) destacan los ya nombrados duques de Pastrana, descendientes del príncipe de Éboli, Ruy Gómez de Silva. El talento para las armas, la diplomacia y el servicio palatino determinará que algunos individuos, en muchos casos segundones o espurios, encumbren a su estirpe por encima de la de sus parientes mayores. El caso paradigmático es el del conde-duque de Olivares, titular de una línea segundona de la casa más importante de la grandeza de España: los duques de Medina Sidonia. Sin olvidar al virrey de Nápoles Pedro de Toledo, segundón de la casa de Alba que llegó al marquesado de Villafranca por vía matrimonial y dada su relevancia en Italia casó a una de sus hijas con el cabeza de la familia Medici. Además de individuos que por sí solos crean una casa propia o la refundan, también hay ejemplos colectivos, en los que una rama menor acaba –con el paso de varias generaciones– superando en riqueza y prestigio a la más antigua. Este fue el caso de los condes de Ureña (futuros duques de Osuna), descendientes del hermano menor de don Juan Pacheco, I marqués de Villena; así como de los condes de Cabra (después duques de Baena y Sessa), que alcanzaron mayor relevancia que la casa de Aguilar, línea matriz de los Fernández de Córdoba. Matrimonios, mayorazgos y gracia real determinan la evolución de los grandes linajes aristocráticos hacia casas concentradas en su parentela más cercana, incluso en la ilegítima, por encima de cualquier legendario antepasado común, es decir del linaje. Ahora bien, la multiplicación de líneas segundonas que alcanzan el éxito no fue una norma, ni siquiera entre la grandeza, más bien una excepción, restringida a aquellas familias que dispusieron de mayores recursos patrimoniales (vía compra, concesión regia o absorción de ramas colaterales) y desarrollaron acertadas estrategias matrimoniales, a menudo endogámicas. Conforme pasen los años, la aristocracia verá cómo el precio de las dotes, y en menor medida las arras, aumenta vertiginosamente, dificultando el acceso al mercado matrimonial de buena parte de sus hijos. La necesidad de obtener dispensas papales que salvasen los cercanos grados de parentesco no solía ser un obstáculo. Algo que sí causó quebraderos de cabeza a la aristocracia fue el papel del soberano, que castigaba con cárcel y destierro las bodas sin su consentimiento, así como las promesas de matrimonio rotas a alguna dama de la corte (Felipe II no dudó en encarcelar al duque de Alba y a su primogénito por esta razón). Pero sobre todo serán las costosas dotes de las hijas las que hagan que los grandes negocien concienzudamente los enlaces, convertidos en acuerdos económicos, pero también políticos y territoriales. La importancia de la casa por encima del linaje se deduce del trabajo encargado a los tratadistas nobiliarios durante el siglo XVII. Debido a la inflación de títulos y honores, las casas más ilustres necesitan reivindicar su primacía

y, por tanto, su condición de «auténticas» o al menos «primeras» casas. El más ilustre genealogista, don Luis de Salazar y Castro, denomina –como venimos recordando– sus obras utilizando el término «Casa», a la hora de abordar las historias de los Silva, Lara, Haro o Fajardo, Medina Sidonia y Farnese entre otras. La intencionalidad del autor y de sus interesados mecenas es alabar a la casa, sin renunciar a la búsqueda de los ancestros –el linaje– pero centrándose en la línea de primogenitura para glosar méritos y virtudes61.

PACHECOS Y ZÚÑIGAS: EL LINAJE SE DESGAJA El mayorazgo fue la mejor herramienta jurídica para organizar la descendencia familiar en torno a un solo heredero, pues permite, mediante sus cláusulas de llamamiento, delimitar perfectamente por dónde transcurre el tronco principal de la familia y qué familiares, en caso de interrupción del mismo, son los encargados de reemplazarlo y asegurar la continuidad del linaje. De ahí que siguiendo lo expuesto por Nuno Monteiro sobre la aristocracia portuguesa, sea muy acertado hablar de un «modelo de reprodução vincular»62. El objetivo principal, en torno al cual se estructura y se subordina toda decisión familiar, es intentar que el conjunto de elementos de carácter material (propiedades tangibles evaluables en términos económicos) e inmaterial (honores y distinciones) que pertenecen a la casa aristocrática, se mantengan en manos del cabeza del linaje, conforme a la ordenación que se efectúa de los mismos a través de diversos documentos formalizados ante escribano (mayorazgo, vínculo, capellanía, testamento…). La apuesta por un sólo descendiente para intentar lograr la perpetuación del linaje y de la memoria y calidad social trasmitida por los antepasados no es una pauta general, ni muchos menos única. Junto a ésta existen también prácticas diferentes que van a permitir a hijos no primogénitos convertirse también en titulares de mayorazgos, de nuevos títulos o de importantes dotes, y no verse envueltos en procesos de pérdida de relieve social y familiar. Diferentes analistas de la sociedad del pasado han efectuado detallados análisis en los que se prueba la lenta sustitución de la cultura del linaje y su preferencia en favor de quien ocupa una posición troncal, por prácticas en las que los diversos miembros de la familia tienen oportunidades menos discriminatorias. Diversos investigadores de lo social (y con ello nos referimos tanto a historiadores como a sociólogos y antropólogos preocupados por etapas pretéritas)

61 62

HERNÁNDEZ FRANCO y RODRÍGUEZ PÉREZ, op. cit. (nota 7). MONTEIRO, op. cit. (nota 7, 2001), pp. 17-37.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

25

han podido detectar que a la vez que llegaba a su culmen un sistema sociofamiliar como es el linaje, comenzaban a destacar nuevos sistemas alternativos. Ciertamente estos investigadores no son coincidentes en los análisis, pero sus propuestas tienen relación, y lo que hacen es anunciarnos la convivencia del sistema socio-familiar del linaje, con otros nuevos que dan más opción y más movilidad a los individuos, sin que para ello fuera preciso ser el heredero principal, y en consecuencia el único miembro de la familia llamado a reproducirla socialmente. Jacques Goody, al estudiar el sistema de parentesco en general y haciendo mención particular al de la Europa de los grandes lignajes –formados por sobresalientes señores feudales mediante la concreción de los vínculos sociales en torno a los consaguinei– indica que con el paso del tiempo tienden a perder densidad y a sufrir mudanzas tales como la intensificación de los lazos familiares derivados de ambos padres –es decir la bilateralidad–, la disminución del tamaño de las unidades domésticas familiares y el auge cada vez mayor que registra la unidad familiar restringida, la aparición del sentimiento o «hecho del amor» en el interior de estas unidades, y una concepción de honor que no está tan vinculado a los ancestros como a la posesión de la tierra o de la riqueza63. Por su parte, Philippe Ariès, insiste en la aparición del sentimiento moderno de familia, de una familia que deja de ser una institución cuya función es la trasmisión de la vida, de los bienes y de los apellidos. En cambio, sostiene, que comienza a surgir en el Renacimiento una familia orientada cada vez con mayor decisión hacia el interior doméstico, preocupada (ciertamente lo dice refiriéndose a la burguesía) por la colocación exitosa de todos los hijos e hijas. Es decir, una familia a la que ya no le preocupa exclusivamente el hijo mayor, ni tampoco piensa sólo en las glorias del linaje y en el culto a los antepasados64. Sin embargo no todos los analistas de la organización socio-familiar de los siglos XVI y XVII, que señalan la mudanza en la forma familiar predominante, opinan que por ello pierda relevancia la primogenitura. En su conocido estudio sobre el cambio que registra la familia en la Inglaterra de la época moderna, Lawrence Stone sostiene que la familia pasa, de una forma no lineal, de la dependencia y cohesión en torno al parentesco a otra en torno al patriarcado (sostenido por el Estado y la Religión). Y a pesar de esta transformación, que reemplaza los lazos entre parientes y en consecuencia permite percibir la declinación del linaje y los ancestros por el afecto entre los más cercanos «no disminuyó la importancia de la primogenitura»65. GOODY, J.: La familia europea, La evolución de la familia y del matrimonio, Crítica, Barcelona, 2001. ARIÈS, P.: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Madrid, Taurus, 1987. 65 STONE, op. cit. (nota 7). 63

64

26 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

Resulta imposible establecer un solo modelo de familia para todos los grupos sociales o incluso para los mismos segmentos sociales, ya que los cambios de modelo se producen en un periodo de tiempo tan amplio que coexisten diversidad de prácticas. La sociedad castellana, y más aún en su nivel superior, era una sociedad de parientes, de linajes, de hombres preocupados por preservar la sangre y los apellidos a través del hijo mayor, teniendo al resto de los componentes no solo como reserva biológica adecuadamente organizada para reemplazar al mayorazgo, en caso de muerte o ausencia de descendencia, sino también como copartícipe en el mantenimiento y reproducción de la casa66. Pero no todas las familias nobiliarias apostaron por el modelo de primogenitura vinculada a la existencia de un único y gran mayorazgo, y en consecuencia el sacrificio de los otros hijos por la reproducción del linaje, tal como afirma la tratadística nobiliaria y numerosos memoriales producidos por las casas aristocráticas. Asimismo, tampoco podemos olvidar que aquella sociedad de lignajes o estirpes cohesionadas en torno a una extensa consanguinidad es inamovible, pues de hecho la sociedad estamental se transforma, pudiendo hablarse de una sociedad estamental evolucionada o nueva sociedad estamental (otros autores llaman a este proceso corrosión del sistema feudal) debido a nacientes circunstancias políticas, socio-económicas y socio-familiares. Precisamente entre las últimas debe destacarse, precisamente, el estrechamiento de las relaciones de parentesco y la lenta aparición de unas relaciones de familia articuladas en torno al matrimonio (bilateralidad), lo que supone, por un lado otorgar preferencia en la sucesión de los bienes a la parentela más próxima, es decir al parentesco de filiación; y por otro, comenzar a considerar a los hijos de forma individualizada, pensando en el porvenir de todos ellos y no sólo en la perpetuación del linaje. Es decir, sucede en algunos casos que no todas las estrategias o destinos que buscan las familias se concentren en trasmitir preferentemente los recursos materiales y simbólicos acumulados por la estirpe a los hijos mayores67. En este marco de mudanzas hay que insertar el hecho de que vaya dejando de ser única, exclusiva y dominante la práctica de las familias aristocráticas de situar la perpetuación del linaje por delante de la atención y preocupación por los restantes integrantes de la familia. Hemos encontrado prácticas en las

66 Esta cuestión que tampoco queremos indicar que es general, al menos si se ha constatado en familias infanzonas cántabras y alguna casa aristocrática. MANTECÓN MOVELLÁN, T. A.: «La familia infanzona montañesa en el Antiguo Régimen, un proyecto intergeneracional», en CASEY y HERNÁNDEZ FRANCO, op. cit. (nota 11), pp. 111-120; RODRÍGUEZ PÉREZ y HERNÁNDEZ FRANCO, op. cit. (nota 45). 67 SMITH, R. M.: «Discontinuidades cronológicas y continuidades geográficas en la demografía de la Europa Medieval: implicaciones de algunas investigaciones recientes», en PÉREZ MOREDA, V. y REHER, D. S. (eds.): Demografía Histórica en España, Madrid, El Arquero, 1988; SHIBA, H.: «La revolución antroponímica hispana: la aparición del apellido y del mayorazgo», en BESTARD, J. y PÉREZ GARCÍA, M. (eds.): Familias, valores y representaciones, Murcia, Editum, 2010, pp. 51-74.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

27

que los parientes mayores o cabezas de linaje se apartan de la preferencia exclusiva hacia el primogénito y deciden que en el reparto de los bienes de la familia –en la que confluye la línea paterna y materna– participe el mayor número miembros del núcleo familiar –incluidas las mujeres–. Para lograr ese fin, que evita el proceso de movilidad social descendente en el que se veían sumidos los segundogénitos, sin necesidad de trastocar la esencia de la cultura del linaje, desde la propia familia se adquieren o procuran medios de prestigio (mayorazgos, títulos nobiliarios), o bien se destina dinero en forma de dotes para atender a todos los hijos del matrimonio. Por tanto, los padres que apuestan por esta práctica, evitan que los hijos e hijas cadetes subordinen el curso de sus vidas («celibato voluntario» o ingreso en instituciones eclesiásticas) al curso del linaje. Podría hablarse de una cierta jerarquía de los iguales68, la rama primogénita es la más rica y antigua, pero eso no implica que líneas segundonas e ilegítimas dejen de estar en el mismo grupo social e incluso, pasadas varias generaciones, alcancen y superen en patrimonio y honor a sus parientes mayores. Antes de proceder a indicar qué familias aristocráticas siguen esa estrategia, no estaría de más recordar que esta práctica de favorecer al mayor número de hijos dentro de la cultura del linaje también es seguida por las oligarquías concejiles y las élites locales69. Entre este grupo también se encuentran prácticas similares, o lo que es lo mismo familias que anteponen los lazos del parentesco bilateral, consecuencia de la unión vía matrimonio de dos progenies importantes, a los de la descendencia unilineal o linajística. Si podemos comenzar a plantearnos la reducción del peso real del linaje asociado a la primogenitura (bastante tienen con mantener lo que tienen), o cuando menos una menor obsesión por concentrar toda la herencia en el primer heredero y la preocupación de los padres por los hijos segundogénitos –e incluso por los ilegítimos reconocidos– es por conjeturas como las que vamos a exponer a continuación. Nos van a mostrar mayor preocupación por la trayectoria futura de la descendencia directa, por los miembros de la familia con los que las relaciones de parentesco son más próximas, que por la parentela con la que se comparte poco más que un apellido y un antepasado común. Ejemplos evidentes de esta nueva práctica –que ya a mediados del siglo XV detecta Quintanilla Raso en el caso de casas altonobiliarias de Castilla y que lo cataloga como un paso del mayorazgo principal a los mayorazgos 68 Denominación que tomamos de una obra sobre la nobleza rusa, siendo conscientes de la gran diferencia entre las noblezas de uno y otro territorio, BERELOWITCH, A.: La hiérarchie des égaux. La noblesse russe d’Ancien Régime (XVIe-XVIIe siècles), París, Seuil, 2001. 69 HERNÁNDEZ BENÍTEZ, M.: A la sombra de la Corona. Poder local y oligarquía urbana (Madrid, 16061808), Madrid, 1995; MOLINA PUCHE, S.: Poder y familia: las elites locales del corregimiento de Chinchilla en el siglo del Barroco, Murcia, 2007; GÓMEZ CARRASCO, C. J.: Familia y capital comercial en la Castilla meridional. La comunidad mercantil en Albacete (1700-1835), Madrid, Sílex, 2009.

28 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

múltiples– lo encontramos en generaciones de algunas de las grandes familias aristocráticas de la Castilla moderna desde finales de la citada centuria70. Comportamientos de este tipo, referidos a propiedades, los encontramos en miembros de la aristocracia que adquieren tierras en el reino de Granada tras su conquista y se la legan a sus hijos más jóvenes, en vez de incorporarlas al mayorazgo del primogénito. El III conde de Cabra, Diego Fernández de Córdoba, a su muerte deja las propiedades principales de su casa en Cabra al hijo mayor, pero las adquiridas en el reino granadino, en concreto el pueblo de La Zubia, pasarán a su hijo menor, Pedro Fernández de Córdoba. Y también se advierte una actitud similar por parte de los duques de Osuna, representados en Granada por una rama menor, los Girón, señores de Cardela; o los duques de Arcos, por los Ponce de León, señores de Puerto Lope; o los duques de Alburquerque por los Cueva, señores de Uleylas71. De todos modos, en las casas en las que, de momento, mejor hemos podido detectar esta práctica de evitar la jerarquización de la desigualdad y no sólo de perpetuar la casa mediante la concentración de todos, o la mayor y mejor parte de los recursos materiales e inmateriales en el mayorazgo, son las de Villena y Béjar. La casa de Villena72 es fecunda en ejemplos, quizá el más sobresaliente sea el I marqués de Villena, Juan Pacheco (1419-1479). En vez de acrecentar el mayorazgo heredado de sus padres favoreciendo así claramente a la línea sucesoria primogénita, se esfuerza en intentar que su amplia descendencia legítima (nada menos que siete de sus hijos llegarán a la edad adulta) e incluso ilegítima (reconocerá en su herencia a tres hijos naturales), puedan posicionarse socialmente de acuerdo a su calidad. Para ello, fundará tres nuevos mayorazgos, uno para cada uno de sus hijos varones (incluido el primogénito, que queda de esta manera en posesión de los dos mayorazgos principales de la casa), y dota fuertemente a sus hijas legítimas y naturales, a las cuales casa con miembros de la aristocracia castellana. Años más tarde, en 1595, será doña Juana de Toledo, viuda de don Francisco López Pacheco, IV marqués de Villena, quien nos ofrezca un nuevo ejemplo de esta práctica sucesoria: en su testamento, utiliza el quinto de libre disposición y el tercio de mejora de todos sus bienes libres y los de su esposo para fundar un nuevo mayorazgo, que se ha de situar sobre la villa de Garganta La Olla –un señorío que se hallaba fuera de los mayorazgos familiares–. El favorecido no es el hijo

70 QUINTANILLA RASO, M. C.: «Reproducción y formas de transmisión patrimonial de los grandes linajes y casas nobiliarias en la Castilla tardomedieval», en LORENZO PINAR, F. J. (ed.): La familia en la Historia, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2009, pp. 108-113. 71 CASEY, op. cit. (nota 57), pp. 65-66. 72 HERNÁNDEZ FRANCO, J. y MOLINA PUCHE, S.: «Aristocracia, familia-linaje, mayorazgo: la casa de los marqueses de Villena en la Edad Moderna», Historia Social, 66 (2010), pp. 3-22.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

29

mayor, sino don Fernando Pacheco, tercero en la línea sucesoria y por ello excluido de los dos grandes mayorazgos que en esos momentos detenta la casa: el de Villena, en manos del primogénito don Juan Gaspar Fernández Pacheco; y el de Moya, que ha heredado don Francisco Pérez Cabrera Bobadilla Pacheco. En la casa de Béjar73 puede encontrarse una temprana preocupación por la situación social por buena parte de los integrantes de la casa con los que hay vínculos de filiación y no únicamente por el engrandecimiento del linaje en torno al futuro jefe del mismo, como podemos ver a través de su estrategia de buscar nuevos títulos nobiliarios para la mayor parte de los hijos segundogénitos e incluso de los ilegítimos, y casar a las hijas –con la dote que ello conlleva– con patronos de otros destacados linajes. El I duque de Arévalo, II conde de Plasencia y desde 1485 duque de Béjar, Álvaro de Zúñiga y Guzmán74 (c. 1410-1488) sirve como primer ejemplo singular y también como enlace con la citada casa de Villena. Además de conocer a Juan Pacheco, de quien ha sido compañero de armas al comienzo de la guerra civil castellana (ambos toman partido inicialmente por la Beltraneja, si bien es cierto que más avanzado el curso del conflicto, don Álvaro se pasa al bando isabelino, algo que le será recompensado por los Reyes Católicos con el ducado de Béjar), también tendrán relaciones familiares pues una nieta de Álvaro (Juana de Luna Zúñiga, condesa de San Esteban de Gormaz) casará con el mayorazgo y sucesor en el título del I marqués de Villena, don Diego López Pacheco. A diferencia de su padre, Pedro de Zúñiga, que de los cinco hijos que tiene, destina una a la religión y otra queda célibe, don Álvaro se preocupa bastante más por la situación de los diez hijos que tendrá y en consecuencia porque no decaiga la posición social de todos aquellos que no son el hijo mayor. Los siete primeros hijos de don Álvaro nacen de su matrimonio el año 1429 con Leonor Manrique de Lara, y los otros tres de un segundo matrimonio (1447) con su sobrina Leonor Pimentel. Pedro, el mayor, que muere el año 1485 y no puede suceder a su padre como segundo duque de Béjar y jefe del linaje, casa con 1454 Teresa de Guzmán, señora de Ayamonte, hija natural de Juan Alfonso Pérez de Guzmán el Bueno, III conde de Niebla y I duque de Medina Sidonia. Un buen matrimonio, pues permitirá a los segundogénitos de la principal rama de los Zúñiga, poseer un segundo título nobiliario. Para su segundo hijo, Diego, logra el señorío de Traspinedo y un ventajoso matrimonio

73 ROJO VEGA, A.: Documentos sobre los seis primeros duques de Béjar, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2008, pp. 7-20. 74 HERNÁNDEZ FRANCO, J. y MOLINA PUCHE, S.: «Reflexiones sobre nuevas actitudes en las casas aristocráticas: de la movilidad del linaje a la movilidad de los miembros de la familia nobiliaria», en CHACÓN JIMÉNEZ, F. e IMÍZCOZ BEUNZA, J. M. (eds.): Procesos de movilidad social en la España Moderna. Élites, redes, monarquía, Madrid, Sílex (en prensa).

30 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

con Juana de la Cerda, señora de Villoria, lo que permite a esta línea dos generaciones más tarde, en concreto a su nieto Diego de Zúñiga, convertirse en poseedor del título de marqués de Huélamo. Por su parte, su bisnieto Eugenio de Zúñiga, señor de Villoria, se convierte en I marqués de Villoria. El tercero, Álvaro de Zúñiga, tras enviudar de Catalina de Ribadeneira, se convierte en prior de la Orden de San Juan de Castilla, y con posterioridad Carlos V le nombra virrey de Cataluña (1523-1525). Además uno de sus nietos, Fadrique, enlaza con la IV condesa de Fuensalida, María de Ayala, poseedora del título creado para el linaje López de Ayala el año 147075. El cuarto hijo es el único que toma el camino de la Iglesia y llegará a ser obispo de Osma. Ninguna de las dos hijas que nacen a continuación son enviadas a conventos, por el contrario se les casa con titulares de casas de superior o similar rango al que entonces tenían los duques de Béjar. Leonor Zúñiga casas con Juan de Luna, hijo del influyente valido de Juan II, Álvaro de Luna, segundo conde de San Esteban de Gormaz. La sexta hija, Elvira, casa con Alonso de Sotomayor, primer conde de Belalcázar (1466); la tercera duquesa, Teresa de Zúñiga, matrimonia con Francisco de Sotomayor (fallecido en 1544), quinto conde de Belalcázar y vizconde de la Puebla de Alcocer, lo que le permitirá a sus descendientes acceder a los títulos que reúnen ambas casas: condes de Belalcázar, duques de Béjar, condes de Bañares, marqueses de Gibraleón, marqueses de Ayamonte y alguno otro más de nueva creación (marquesado de Villamanrique). Finalmente, para el séptimo hijo, Francisco de Zúñiga, logra el señorío de Mirabel –había sido llevado en la dote por su madre Leonor Manrique–, dominio que posteriormente permite a su hijo Fadrique de Zúñiga y Sotomayor, convertirse en I marqués de Mirabel (1535). La preocupación por los hijos del segundo matrimonio con su sobrina Leonor Pimentel no va a ser menor. Ciertamente al hijo mayor de este enlace, Juan de Zúñiga, lo encamina hacia la vida religiosa, pero con tanto acierto que primero se convierte en maestre de la Orden de Alcántara y el año 1503 en arzobispo de Sevilla. La hija segunda, Isabel, casa con Fadrique Álvarez de Toledo (1460-1531), II duque de Alba, mayordomo mayor del Rey y consejero de Estado. Finalmente, a su décima hija, María (1470-1531) y dentro de esa práctica de los Béjar de encontrar solución a la situación de los hijos menores enlazándolos con destacados miembros del linaje, es casada con su nieto Álvaro de Zúñiga, segundo duque de Béjar (fallecido en 1532).

75 Tabla genealógica de casa de Zúniga, por alianzas condes de Fuensalida. Empieza por Álvaro de Zúñiga y Manrique, Gran Prior de Castilla en la Orden de San Juan, hijo de los I duques de Béjar. Termina en su quinto nieto Bernardino de Velasco y Zúñiga Ayala, VII Conde de Fuensalida y I de Colmenar. Real Academia de la Historia (RAH), Colección Salazar y Castro, D. 32, fol. 8.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

31

Prácticas similares encontramos en la segunda generación de los integrantes de la Casa de Béjar. El título de duque de Béjar y el mayorazgo de igual nombre, creado por Diego López de Zúñiga el año 135776, va a recaer a la muerte de Álvaro de Zúñiga y Guzmán, en su nieto de idéntico nombre –Álvaro el segundo–, hijo primogénito a su vez, de su mayorazgo Pedro, fallecido como se ha dicho anteriormente, antes que el primer duque. Los hermanos y tíos del segundo duque, Álvaro de Zúñiga y Guzmán (fallecido en 1532, que además de segundo duque de Béjar, título que hereda en 1488, y tercer conde de Bañares, como su abuelo, también es primer marqués de Gibraleón, un título que le es concedido en 1526), van a contar con posibilidades para no verse envueltos en procesos de movilidad social descendente. Su condición de segundogénitos, o lo que es peor de ilegítimos (como después veremos), no los condena a ser meros colaboradores del desarrollo y expansión del ducado y mayorazgo de Béjar. Para el hermano del segundo duque, Francisco de Zúñiga y Guzmán (muerto en 1525), y volviendo a mostrarnos la importancia que tiene la bilinealidad dentro del matrimonio aristocrático, queda la herencia de su madre, es decir el título y condición de segundo conde y primer marqués de Ayamonte (1521), nobleza que todavía conserva esta rama a mitad del siglo XVIII en la persona de Ana Nicolasa de Guzmán y Córdoba Osorio Dávila, grande de España (1752), que había unido a la primera distinción dos marquesados (Astorga y Villamanrique), tres condados (Trastámara, Santa Marta y Villalobos) y un ducado (Atrisco). Pero quizás donde mejor se aprecia que los hijos tienen un lugar dentro de las familias, dentro del afecto de los padres, y que les importan tanto como la reproducción del linaje, es la práctica que desarrolla el II duque de Béjar respecto a su descendencia. Más arriba ya hemos dicho que Álvaro de Zúñiga y Guzmán casa con su joven tía María de Zúñiga, pero el matrimonio no tiene hijos. Lo cual no quiere decir que no procree y tenga descendencia. Resultado de sus relaciones con Catalina Dorantes serán dos hijos ilegítimos: Pedro y María. La suerte de estos hijos espurios, aunque hijos queridos, cambia totalmente cuando su padre pide al César la gracia de que sean tenidos por legítimos, cosa que concede a través de una Real Carta dada en 1528. Tal hecho no le permite a Pedro convertirse en III duque de Béjar, pero sí conservar la condición de aristócrata y dar inicio a una nueva línea que a mediados del siglo XVIII alcanzará la grandeza. A Pedro, Carlos V también le otorgará un título de marqués, sin denominación inicialmente, aunque con posterioridad

76 Testamento otorgado por Diego López de Zúñiga, justicia mayor de Castilla, por el que funda el mayorazgo de Béjar. Salamanca, 29 de julio de 1357. RAH, Colección Salazar y Castro, O. 1, fols. 239-245.

32 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

adoptará la de marqués de Aguilafuente77. En el entorno familiar se le buscó un matrimonio apropiado, recurriendo a la hija de un pariente con título, como era Teresa Enríquez de Zúñiga, hija del III conde de Miranda del Castañar –el primer título lo ostentó Diego López de Zúñiga y Guzmán, hermano de su bisabuelo Álvaro, I duque de Béjar–. Así pues la preocupación que tuvo el segundo duque por su hijo bastardo dio fruto y no solo le evitó tener que sacrificarse por el linaje al que pertenecía, o el repudio social que podía acarrear la ilegitimidad, sino que le permitirá crear otra rama habilitada por la sangre de la que procedía, y ascenderá socialmente hasta alcanzar el año 1752 la grandeza de España, como le había ocurrido a la rama principal el año 1732. Esta práctica de atención y preocupación por los miembros de la familia y no sólo por quien es cabeza de la casa pierde fuerza durante el periodo de contracción que sufre la renovada sociedad estamental a finales del siglo XVI y parte del siguiente, como consecuencia de la crisis. Cuando esta crisis comience a remontarse, de nuevo se atiende a todos los componentes de la familia y los padres procuran que no se vean afectados por las restrictivas disposiciones del linaje, que favorecía especialmente a los mayorazgos. En la décima octava centuria, como también había ocurrido desde mediados del siglo XV al segundo tercio del XVI, junto a las prácticas para que el linaje primero y la casa después se mantenga y reproduzca, de nuevo veremos la atención hacia la mayor parte de los hijos, con el fin de evitarles procesos de movilidad social descendente. La atención de la decimotercera duquesa, María Josefa Alonso Pimentel TéllezGirón, casada con el noveno duque de Osuna así lo demuestra. Para los nueve hijos habidos en el matrimonio (con excepción de uno muerto tempranamente) habrá títulos: Osuna, Mayorga, Javalquinto, Marguini, Osilo, Cóginas, y por supuesto Béjar, que lo ostentará el cuarto varón, Francisco de Borja Bruno Téllez-Girón y Alfonso Pimentel (1785-1820), también X duque de Osuna. Aunque ahora esta preocupación por los hijos y su porvenir coincide ya más en el tiempo con el cambio dentro de la organización familiar: la familia nuclear, individualizada y sentimentalizada que han propuesto Ariès y Stone.

LOS FAJARDO: LA TRONCALIDAD DE LA CASA Ejemplo contrario a los Pacheco y los Zúñiga, son los Fajardo. Todos los marqueses de los Vélez, desde principios del XVI hasta la extinción biológica de la

77 Tabla genealógica de la familia Zúñiga, marqueses de Aguilafuente, rama natural de la casa de Béjar. Empieza en Pedro Zúñiga y Dorante, primer marqués de Aguilafuente, hijo natural del II duque de Béjar. Termina en su cuarto nieto Baltasar de Zúñiga y Ayala, VI marqués de Aguilafuente, IV conde de Villalba, RAH, Colección Salazar y Castro, D. 32, fol. 4.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

33

casa a inicios del XVIII, casaron con hijas de familias aristocráticas. Pero no ocurrió lo mismo con los hijos segundones, que durante gran parte del siglo XVI se vieron relegados a la soltería, o bien a enlazar con ramas segundonas de casas tituladas, en el caso de las hijas. Lo cierto es que tanto los primogénitos como sus hermanos menores se unieron con familias ajenas al reino de Murcia, donde tenían su base patrimonial, por ser un territorio sin nobleza titulada, aparte de su propia familia. En el otro baluarte de su poder señorial, el oriente granadino, sí encontraron cónyuges diversas hijas de los Vélez78, entre algunas familias con señoríos vecinos al marquesado, como los señores de Gor y, sobre todo, los Enríquez de Guzmán (señores de Orce, Galera y Filabres). Será ya en el siglo XVII cuando las hijas de los marqueses de los Vélez casen con herederos de importantes títulos, como el condado de Benavente y el de Alba de Liste, debido a las uniones endogámicas entre Fajardos y Pimenteles a lo largo de tres generaciones, desde finales del siglo XVI hasta el primer tercio del XVII79. El elevado precio de dotes y arras, así como la necesidad de afianzar alianzas territoriales que consolidasen su poder sobre la zona oriental del reino granadino, marcarán la pauta de las estrategias matrimoniales de la casa de los Vélez. Será en la corte donde la casa pueda acrecentar su prestigio, mediante gracias, cargos y honores. Esto fue algo común entre la inmensa mayoría de casas tituladas hispánicas, y en el caso de los Vélez tuvo que ver además con el final de su influencia sobre la ciudad de Murcia, tras su liderazgo de las comunidades en 1520. En cuanto a los señoríos, los Fajardo tampoco revivieron su esplendor como señores de vasallos, sobre todo por los numerosos pleitos con la oligarquía de la villa de Mula (capital de sus estados murcianos) y la expulsión de los moriscos de sus señoríos granadinos, que quedaron prácticamente despoblados a partir de 1571, y que con la repoblación cristiano vieja trajeron vasallos mucho menos dóciles y que debían hacer frente a cargas fiscales menos onerosas80. El linaje Fajardo, por tanto, no pertenece al reducido grupo que consigue desgajar por iniciativa propia a varias casas de su tronco. De hecho ninguno de sus parientes mayores creó mayorazgos para algún segundón o bastardo, entre otras cosas porque no recibieron ni compraron nuevos señoríos desde el primer tercio del siglo XVI. Aquellos vástagos que lograron vincular patrimonio, incluso obteniendo título nobiliario para sí mismos o para sus hijos (marquesados

78 Memorial de Fernando Fajardo y Requesens, VI marqués de los Vélez, en el que hace una relación de los servicios de sus antepasados y pide a Carlos II, rey de España, que la Grandeza de España de su casa sea considerada de primera clase. Borrador. RAH, Colección Salazar y Castro, D. 39, fols. 49v.-51v. 79 Capitulaciones matrimoniales de Doña Mencía Requesens y Zúñiga con el Conde de Benavente. Madrid, 18 de julio de 1581. Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, Prot. 985, fol. 1288 y ss. 80 RODRÍGUEZ PÉREZ, op. cit. (nota 52).

34 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

de Espinardo, San Leonardo y Albudeite)81, fue gracias a los bienes recibidos por vía matrimonial y a los destacados servicios cortesanos y militares. Y ello a pesar de que los marqueses de los Vélez pertenecían al sector intermedio de la grandeza de España, si se atiende a sus rentas anuales –unos 40.000 ducados a fines del siglo XVI–, importantes especialmente por los grandes beneficios obtenidos de las minas de alumbre de Mazarrón (que llegaron a suponer unos ingresos de 20.000 ducados anuales)82. Será a inicios del XVII, etapa de repliegue del tronco principal de los Fajardo a sus estados murcianos, cuando surja la Casa de Espinardo, rama a la vez segundona y bastarda de los Vélez. Segundona por descender de don Diego Fajardo y Córdoba, el hijo menor del II marqués de los Vélez; y bastarda porque su auténtico fundador fue uno de los militares más sobresalientes del reinado de Felipe III, don Luis Fajardo –almirante de la Mar Océano– espurio del citado marqués. Sin embargo ninguna de esas líneas poseía señoríos ni vínculos destacables83, siendo familias de la oligarquía murciana84 –Tenza85 y Guevara86– las que aporten la base patrimonial de la casa de Espinardo, segunda que recibió un título nobiliario en el reino de Murcia87 (en 1627), tras la de sus parientes mayores, que lo habían hecho ciento veinte años antes. Esto fue debido a sus destacados servicios a la corona, reconocidos por Felipe IV al conceder el título de vizconde de Monteagudo (1626) y, un año después, el de marqués de Espinardo. Con ello se premiaba, entre otras cosas, la destacada 81 VÁLGOMA Y DÍAZ-VARELA, D.: Los Saavedra y los Fajardo en Murcia. Nobiliario, Vigo, Academia Alfonso X el Sabio, 1957, pp. 188-201 y 237-242; TORRES FONTES, J.: «Los Fajardo en los siglos XIV y XV», Miscelánea Medieval Murciana, 4 (1978), pp. 109-175. 82 HENDRIKS, R.: «El patrimonio de don Luis de Requesens y Zúñiga (1528-1576. ¿Fue don Luis de Requesens y Zúñiga (1528-1576) pobre o rico?», Pedralbes, 14 (1994), pp. 89-90; FRANCO SILVA, A.: El alumbre del Reino de Murcia. Una historia de ambición, intrigas, riqueza y poder, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1996; RUIZ MARTÍN, F.: Los alumbres españoles: un índice de la coyuntura económica europea en el siglo XVI, Madrid, Bornova, 2005. 83 La rama segundona aportaba un mayorazgo no excesivamente rico, valorado en 1800 ducados, fundado por las hijas del II marqués de los Vélez, Francisca y Mencía, a favor de su hermano Diego, quien casó a edad avanzada tras la muerte del primogénito y la minoría de edad de su sobrino, el IV marqués, es decir ante el peligro de desaparición de la casa. Extracto de los testamentos de doña Francisca Fajardo (1579) y doña Mencía Fajardo (1592), AHNOB, Espinardo, C. 4, leg. 9 y 10. 84 LEMEUNIER, G.: Los señoríos murcianos (s. XVI-XVIII), Murcia, Universidad de Murcia, 1998; MONTOJO MONTOJO, V.: «Aproximación al estudio de los señores de vasallos murcianos en la Edad Moderna», Investigaciones Históricas. Época moderna y contemporánea, 30 (2010), pp. 119-136. 85 Venta de Pedro Zambrana Fajardo y Manuel Zambrana Guerrero y sus mujeres a Alonso Tenza Pacheco, de las villas de Ontur y Albatana. 14 de octubre de 1598, Archivo Histórico de Protocolos de Murcia (AHPMu), Prot. 122, f. 563. 86 Testamento de Carlos de Guevara y fundación del mayorazgo de Ceutí, Monteagudo y casas de Murcia. 28 de enero de 1528, AHPMu, Prot. 4030. 87 DOMÍNGUEZ NAFRÍA, J. C.: «La nobleza del Reino de Murcia», en IGLESIAS, C. (dir.): Nobleza y sociedad en la España moderna III. Las Noblezas españolas, reinos y señoríos en la Edad Moderna, Oviedo, Nobel, 1999, pp. 101-143.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

35

participación del almirante Juan Fajardo de Tenza en la recuperación de Bahía a los holandeses, en 1625. La colaboración entre ambas ramas de los Fajardo será muy intensa a inicios del siglo XVII, pues el IV marqués de los Vélez seguía siendo adelantando del reino murciano, recurriendo a sus primos Tenza-Fajardo para ostentar la tenencia del adelantamiento, en momentos de máxima emergencia militar, debido a la expulsión de los moriscos, que tuvo en Cartagena uno de sus puertos clave88. Lo cierto es que los primeros titulares de la casa de Espinardo renuevan el esplendor de los Fajardo, no por la unión con segundones de casas tituladas, sino por el patrimonio y los vínculos que reciben de familias de la oligarquía murciana, erigidas en señores de vasallos desde inicios del seiscientos, pero sin descendientes. Asimismo los Tenza-Fajardo son un epílogo del prestigio militar de los adelantados del reino de Murcia, aunque ahora no son las luchas fronterizas del Medievo las que aportan prestigio, sino el servicio en la armada. Y en esas labores se desempeñará brillantemente el bastardo almirante Luis Fajardo, luchando contra berberiscos, ingleses y holandeses en el Mediterráneo, el Atlántico y el Caribe. Fue don Luis uno de los más ilustres marinos de la España de su tiempo, junto a Oquendo o Santa Cruz, y sus pasos fueron seguidos por sus dos hijos. El mayor, Alonso Tenza Fajardo, fue gobernador de Filipinas; el menor, Juan Fajardo Tenza, fue también almirante y capitán general de Galicia, además de nuevo jefe familiar por la muerte de su hermano sin heredero89. Tener como fundador de la casa a un ilegítimo no era ninguna mácula para la casa de Espinardo. De hecho fue algo habitual entre las familias más encumbradas, en no pocas ocasiones descendientes de bastardos regios, como fue el caso de los almirantes de Castilla, los duques de Medinaceli o los duques de Villahermosa; así como de bastardos de aristócratas o miembros del alto clero, entre los que se encuentran la casa de Medellín y varias de las ramas surgidas del linaje Mendoza, descendientes del gran cardenal de España: Mondéjar, Mélito y Cenete. La ilegitimidad, a pesar de la deshonra que pudiera suponer, no inhabilitaba para acceder a ningún honor o gracia si se pertenecía a alguna ilustre familia. Mucho más grave era tener ascendencia manchada, algo también frecuente entre la nobleza, incluida la aristocracia90. 88 RUIZ IBÁÑEZ, J. J.: Las dos caras de Jano. Monarquía, ciudad e individuo, Murcia 1588-1648, Murcia, Universidad de Murcia, 1995, pp. 268-273; LOMAS CORTÉS, M.: «El marqués de los Vélez y el desarme de los moriscos de Murcia (1601-1605)», Manuscrits, 28 (2010), pp. 45-70. 89 HERNÁNDEZ FRANCO, J.: Al servicio del mayor Rey de La Tierra: el linaje de Luis Fajardo, capitán general de la Mar Océano (ss. XVI-XVII), Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 2012. 90 SORIA MESA, E.: La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad, Madrid, Marcial Pons, 2007, p. 193; MOREJÓN RAMOS, J. A.: Nobleza y humanismo. Martín de Gurrea y Aragón. La figura cultural del IV duque de Villahermosa (1526-1581), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2009, p. 25.

36 Nobilitas. Nuevas perspectivas de estudio sobre la nobleza y lo nobiliario…

El hecho de no renovar alianzas matrimoniales entre ambas ramas de los Fajardo, así como el alejamiento definitivo de la casa de los Vélez respecto al reino de Murcia, desde la década de 1630, implicó la nula colaboración entre los parientes. Las dos casas buscaron su engrandecimiento de forma separada. Por un lado, la casa aristocrática vio como sus titulares ocupaban virreinatos y cargos cortesanos. Mientras que la casa menor, desprovista del prestigio militar de sus fundadores y de la protección de sus parientes mayores, buscó también la grandeza, en un memorial de mediados del siglo XVIII, en el que se pasaba por alto su condición de línea segundogénita de los Fajardo, apostando por los méritos y virtudes de toda la sangre reunida en su seno, principalmente por parte de familias de la nobleza media, fundadoras de mayorazgos y dueñas de señoríos, y sobredimensionando lejanas relaciones con casas de la grandeza de primera clase como Medinaceli, Medina Sidonia, Feria o Benavente91.

CONCLUSIÓN Tras analizar algunas destacadas casas de la aristocracia castellana se puede afirmar que la idea y práctica de linaje –paulatinamente– decae y se diluye, en tanto que se adopta por parte de aristócratas, como estaba ocurriendo también en el resto de la Europa occidental, una forma de organización familiar, pero con repercusión a nivel de sociedad, como es la casa. No se percibió que la misma podía ser contraria a la reproducción o conservación de grandes unidades de parentesco extenso, que fácilmente podían suplir la desaparición de la línea troncal haciendo ocupar esta posición a la colateral más próxima, y ejercía un amplio control sobre todos ellos, como también de auxilio y protección, a través del pariente mayor. Si las casas reemplazaron a los linajes, el éxito de su implantación se encontraba, entre otras razones, en que permitía adaptarse a una época de cambio dentro del grupo nobiliario en el que la dependencia de la casa real fue en aumento; en que se produjo la aparición de nuevas vías de acceso a la nobleza y, en consecuencia, la rama que recibía la gracia real podía desgajarse del linaje primigenio; y, por último, en un sentido más próximo de parentesco y obligaciones en torno al mismo, que nos sitúan ante una familia de parentesco estrecho y reducido a las primeros vínculos familiares.

91 Materiales histórico-genealógicos que propone el Marqués de Espinardo, para que vistos, y reconocidos por persona bien versada en semejantes asuntos… los coordinen, y reduzca a méthodo propio de Memorial… les ponga en mano del Rey N. S. y a sus reales pies, puntual noticia, de la Calidad, Méritos y Servicios del Marqués su padre y abuelos, con la muy rendida súplica… le digne y sea S. M. servido de concederle al Marqués, sus hijos, descendientes y subcessores en su casa, el honor de la grandeza de Castilla, BNE, Ms. 11.723, fols. 26-30.

Formación y desarrollo de las casas nobiliarias castellanas (siglos XVI-XVII)

37

En suma, la consolidación de las casas aristocráticas castellanas vendrá de centrarse en el parentesco próximo, dejando a un lado el linaje, salvo en lo simbólico, tal y como muestra la importante tradición de tratados nobiliarios y memoriales genealógicos. Habrá dos vías para esa consolidación: las casas más ricas y poderosas crean mayorazgos para segundones y espurios, escindiéndose en otras casas; las que no consiguen vincular nuevos bienes o títulos se concentran en la línea de primogenitura para no dispersar su herencia. Entre los linajes castellanos de los que se escinden un mayor número de casas destacan: Manrique, Mendoza, Pacheco, Zúñiga, Enríquez y Fernández de Córdoba. En una suerte de posición intermedia se encuentran los Álvarez de Toledo y los Silva, que van agregando casas al absorber ramas colaterales (sin descendencia agnaticia) con las que unen por matrimonio. Por último, los linajes que se centran en la línea primogénita y que no fundan mayorazgos para segundones y bastardos (o lo hacen tardíamente) son, entre otros: Fajardo, Ponce de León, Vélez de Guevara, Pimentel, De la Cueva, Velasco. Nuestro análisis, realizado tanto sobre genealogías históricas de las grandes casas nobiliarias castellanas, como a través de la diversidad de prácticas respecto a la forma de organización socio-familiar escogida por los integrantes de la alta nobleza, rebela con claridad que no es posible dar por finalizada la vieja organización del linaje y reemplazarla totalmente por sólidos indicios o conjeturas de casa. Por tanto, la formación y desarrollo de la casa en Castilla entre los siglos XV y XVII, ni mucho menos lo hace socavando al linaje o desligando de lo que representaba para una sociedad en la que el privilegio y el honor lo concedía un lustroso origen, aunque la casa se fuese conformando con bastantes más medios y valores. Con todo puede afirmarse que, a pesar de la tradicional visión confusa de linaje y casa, lo cierto es que ambas ideas son diferentes aunque no contrarias o enfrentadas, y que ya desde la época de los últimos Trastámaras será la noción de casa la que dé mayor sentido al poder y preeminencia de las familias aristocráticas, sean éstas de mayor o menor antigüedad, de cuño guerrero o cortesano.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.