Fogazzaro y la crisis de los intelectuales catòlicos

July 26, 2017 | Autor: Paolo Marangon | Categoría: Modernist Literature (Literary Modernism), Modernismo
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Descripción

Fogazzaro y la crisis de los intelectuales católicos Paolo Marangon

«Fogazzaro sentía que Pío X representaba una corriente contraria a la corriente con la que él se identificaba. Él creía que tarde o temprano sus puntos de vista habrían de inculcar nuevas energías vitales en la Iglesia Católica, contemplada como gran asimiladora y coordinadora. En cambio, la restauración de todo en Cristo, prometida por el nuevo Pontífice, estaba, y así le pareció desde el inicio, inspirada por una concepción más estática que dinámica de la Iglesia: suponía más un retorno al pasado que un progreso hacia la suspirada renovación futura». Así se expresaba Tommaso Gallarati Scotti en su famosa biografía publicada en su primera edición en 1920 1. Y en otro lugar, refiriéndose a gestación de la novela Il Santo, Gallarati añadía: «En verdad [Fogazzaro] no se engañaba acerca del carácter reaccionario que tendría el nuevo pontificado. Y es cierto que este carácter fue decisivo para la orientación del libro que él estaba escribiendo. El libro fue como el refugio de todas aquellas aspiraciones, que en la realidad se frustraban; la expre-

1. Tommaso Gallarati Scotti, La vita di Antonio Fogazzaro, Milano 1920, p. 381. Esta obra fundamental, rápidamente incluida en el Índice, fue reeditada con algunas correcciones en 1934 y más tarde en 1963. Finalmente, fue reimpresa en 1982 en la colección Oscar Mondadori. Sobre la primera edición puede verse, Francesco Mattesini, La prima edizione della «Vita di Antonio Fogazzaro» (con cartas inéditas), en Rinnovamento religioso e impegno civile in Tommaso Gallarati Scotti, a cura di Fulvio De Giorgi e Nicola Raponi, Milano 1994, pp. 213-31. Útil pero con algunas inexactitudes: Carlo Marcora, L’accoglienza della biografia fogazzariana di Gallarati Scotti in ambiente ecclesiastico, en Antonio Fogazzaro, a cura di Attilio Agnoletto, Enzo Noè Girardi, Carlo Marcora, Milano 1984, pp. 281-326. En esta contribución abreviaré la edición de 1920 con op. cit, y la de 1982 con La vita, cit.

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sión de una corriente de renovación mística que debía, fatalmente, chocar con la defensa teológica auspiciada por Pío X» 2. Como ya intuía Gallarati, en la novela Il Santo, llamada a ser, para la opinión pública de la vieja Europa y del Norte de América, el verdadero y propio manifiesto del modernismo 3, hay muchos elementos que pueden iluminar el conflicto entre el papa Sarto y Fogazzaro y, en general, la crisis de los intelectuales católicos de orientación modernista durante el pontificado de Pío X 4. 1. Dos hijos de la tierra véneta Fogazzaro y Sarto eran hijos muy diferentes del mismo catolicismo véneto: el primero, educado en la escuela de Giacomo Zanella y Giuseppe Fogazzaro, dos ilustres sacerdotes conciliaristas 5; el segundo, crecido en el clima intransigente más vivo, anclado en posiciones temporalistas muy rígidas y misoneísta desde

2. Tommaso Gallarati Scotti, op. cit., p. 382. 3.  Cfr. Paolo Marangon, Il modernismo di Antonio Fogazzaro, Napoli 1998, pp. 189-252, donde he demostrado cómo entre 1905 y 1914 la acogida de Il Santo «representó, desde el punto de vista del público y de la prensa, el evento cultural por excelencia del modernismo italiano y europeo», porque «ninguna obra de este movimiento tuvo, fuera de los circuitos de sus sostenedores, una difusión tan vasta y una resonancia tan profunda, hasta el punto de ser percibida y reconocida a nivel internacional como manifiesto de la auspiciada renovación religiosa» (las dos citas están en la p. 249). 4. Sobre el valor documental de Il Santo cfr. Michele Ranchetti, Fogazzaro e il modernismo, en Pio X. Un papa e il suo tempo, a cura di Gianpaolo Romanato, Cinisello Balsamo 1987: «Il Fogazzaro fa vivere ai suoi “eroi” la vita culturale e la sensibilità borghese del proprio tempo. Ma questi personaggi, e uno in particolare, Piero Maironi, percorrono nei romanzi un itinerario spirituale che corrisponde alla “vocazione” modernista del suo autore, certo, ma anche dell’ambiente in cui la “fortuna” del modernismo si veniva costruendo. La diffusione dei caratteri dei personaggi è quindi un fortissimo strumento di propaganda modernista; l’esito delle vite dei protagonisti è esemplare delle sorti degli autori e dei sacerdoti del movimento riformatore. In particolare, l’uscita del Santo dall’ortodossia, pur nella appartenenza ad una forma superiore di obbedienza profetica, è “modello” della parabola religiosa del nuovo credente che non può più riconoscersi negli “elementi” del cattolicesimo romano, né può prestare obbedienza ad una autorità in cui i segni della carità sono stati offuscati dal progetto di una conservazione impietosa» (pp. 242-43). La intuición de Ranchetti es ampliamente documentada y refrendada en mi trabajo Il modernismo di Antonio Fogazzaro, cit., pp. 55-188. 5.  Ibid., pp. 6-7, 21-25.



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los tiempos de la protesta antivolpiana 6, y poco a poco enraizado de manera capilar en el territorio a través de una extensa red de iniciativas y obras sociales 7. Los dos no se habían llegado a conocer personalmente, pero más tarde, con motivo de la progresiva notoriedad de los dos, se habían hecho una idea bastante precisa uno del otro y de sus diversas posiciones. Induce a creerlo un episodio de aparente escasa importancia, pero bastante significativo en el plano de las relaciones interpersonales. Recuerda Fogazzaro en una carta a su amigo Karl Muth, a propósito de la preparación de una exposición de pintura en Venecia, durante el episcopado del patriarca Sarto: Estas «ideas paganas» [que Pío X le había atribuido en 1905] deben referirse a la famosa cuestión del cuadro Il supremo Convegno, del cual debo haberle ya hablado. Mis ideas no eran paganas respecto a aquel cuadro, pero no quisieron ser entendidas. Aquel cuadro representaba la desnudez femenina con un efecto moralizante, por el horror que provocaba el cadáver repugnante de un hombre consumido por el vicio, mientras que otros cuadros, en las mismas salas, representaban la desnudez femenina, igualmente por completo, pero en acto de provocación. A mí me pareció injusto excluir aquel cuadro y mantener los otros. Puedo haberme equivocado pero mi idea no era ciertamente pagana 8.

6. No hay que olvidar que precisamente el clero y el episcopado véneto –salvo dispersas pero cualificadas excepciones– en los años 60 del siglo XIX, con ocasión del opúsculo publicado en 1862 por el abad Angelo Volpe sobre La questione romana e il clero veneto, fueron protagonistas de la, seguramente, más clamorosa y masiva manifestación de apoyo al poder temporal del Papa. Sobre la incidencia del ambiente véneto en la formación de Sarto cfr. Le radici venete di S. Pio X, a cura di Silvio Tramontin, Brescia 1987, e Gianpaolo Romanato, Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, pp. 23-144. 7. Entre la abundante literatura cfr. Angelo Gambasin, Il movimento sociale nell’Opera dei Congressi (1874-1904). Contributo per la storia del cattolicesimo sociale in Italia, Roma 1958 y Ermenegildo Reato, Pensiero e azione sociale dei cattolici vicentini e veneti dalla «Rerum Novarum» al fascismo (1891-1922), Vicenza 1991, en particular los cc. III (pp.55-109) y V (pp. 145-74); desde otra perspectiva, Emilio Franzina, Intransigenti e clerico-moderati nella società veneta di fine Ottocento, en La transizione dolce. Storie del Veneto tra ‘800 e ‘900, Verona 1990, pp. 51-103. Sobre las características típicas del «intransigentismo» véneto respecto al lombardo cfr. Angelo Gambasin, Gerarchia e laicato in Italia nel secondo Ottocento, Padova 1969, p. 112. 8.  Carta de A. Fogazzaro a K. Muth, 30 de julio de 1905, en Antonio Fogazzaro, cit., pp. 492-93.

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A juicio del escritor, sus ideas «no quisieron ser entendidas» y este carácter intencional de la incomprensión dice mucho sobre la desconfianza del patriarca Sarto hacia las ideas de Fogazzaro, más allá de sus ideas estéticas. Fuera como fuese, esta desconfianza estaba destinada a crecer con el irrumpir de la crisis modernista. 2. La crisis del movimiento modernista en Il Santo fogazzariano

La primera página del borrador de Il Santo lleva una fecha precisa: 3 de julio de 1901, tres meses y medio después de la publicación de la última parte de Piccolo Mondo Moderno en la Nuova Antologia 9. Estamos en el período en que el poeta componía los versos Alla Verità, en la línea de la nueva apologética del padre Laberthonnière. En el margen del incipit del capítulo 2 se lee: «junio» 10. Junio de 1902, evidentemente. «No escribo mucho –confiaba el novelista algunos meses después a la condesa Colleoni– pero escribo y lo hago con la idea de que este último trabajo sea la corona de mi edificio literario, la última y mayor batalla por aquella renovación religiosa ortodoxa que se impone y está ya en camino» 11. Era sobre todo el tiempo de apasionadas lecturas y de apasionadas conversaciones: En estos últimos meses –confiaba el escritor a monseñor Bonomelli, en diciembre de 1902– he vivido mucho en las corrientes de las ideas religiosas que representan, en el campo católico, el futuro y la vida. Lecturas de Loisy, de Houtin, de Tyrell, conversaciones con Semeria, P. Gazzola, D. Brizio [Casciola], P. Genocchi me han removido, iluminado, alguna vez, y también, si se quiere, me han turbado el alma, turbada con aquel turbamiento del cual Tyrell dice que es fácil tomarlo por una fiebre mortal mientras que no es más que una fiebre de crecimiento 12.

  9.  Biblioteca Bertoliana de Vicenza (a partir de ahora B.B.V.), C.F. 1.4. El sobre contiene casi toda la primera redacción de Il Santo. 10.  Ibid. 11.  Carta de A. Fogazzaro a la condesa Colleoni Giustiniani Bandini, noviembre de 1902, en Lettere scelte, a cura di Tommaso Gallarati Scotti, Milano 1940, p. 494. 12.  Carta de A. Fogazzaro a G. Bonomelli, 27 de diciembre de 1902, ibid., p. 498.



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Poco tiempo después, a mediados de febrero de 1903, el poeta escribía a Gallarati Scotti: He acabado el segundo capítulo de la novela, después de haberlo rehecho por entero, haberlo llenado casi por entero con una reunión y una discusión de católicos reformadores que están de algún modo de acuerdo. La discusión me costó mucho y quizás aún no es definitiva. En cambio, escribí esta noche, de una tirada, el final del capítulo donde Jeanne Dessalle descubre que Maironi no es el fraile sino el hortelano del monasterio. Ahora es este personaje el que me ocupará 13.

Las lecturas y las conversaciones de los meses anteriores irrumpían ahora en la «reunión» de los «católicos reformadores», desencuadrando la misma redacción del capítulo, pero sin sedimentar en un texto del todo convincente. De hecho, después de su estancia en Subiaco, en junio de ese mismo año, el novelista confiaba a su amigo: En Subiaco he recogido muchas impresiones. Durante mucho tiempo, ya de regreso, no he podido ponerme a trabajar. Después, no conseguía llevar adelante el tercer capítulo. Habiendo visto [subrayado en el texto] la escena del segundo, no me decidí a continuar sin rehacerlo, aunque la escena es muy pequeña. Ahora casi lo he terminado y estoy satisfecho. Reharé el tercero desde el principio. Me parece que trabajaré en él con gusto y con fe 14.

La «reunión» de los «católicos reformadores» estaba concluida, por lo tanto, a inicios del verano de 1903, antes de la muerte de León XIII, incluso antes de la condena de Loisy. El episodio casi se podría haber titulado: «la reforma religiosa de los intelectuales». Y

13.  Carta de A. Fogazzaro a T. Gallarati Scotti, 12 de febrero de 1903, en Tommaso Gallarati Scotti, La vita, cit., p. 376. Véase que ya se habla de dos redacciones del capítulo 2. 14.  Carta de A. Fogazzaro a T. Gallarati Scotti, 22 de julio de 1903, en Lettere scelte, cit., p. 512. En julio, el escritor se puso a trabajar en la tercera redacción del c. 2 y en la segunda del c. 3. Repárese, por otra parte, en el verbo subrayado en la carta: «visto». En la carta del 3 de junio de 1904, citada un poco antes en el texto, se habla de «visión interna». Era la imaginación la que tenía la última palabra en el procedimiento artístico: cfr. Fabio Finotti, Dimenticare Fogazzaro (rassegna fogazzariana 1970-1990), en «Lettere italiane» XLII, 3 (1990) 506.

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que este era el tema focal en las intenciones del escritor, se deduce fácilmente de un fragmento de la carta enviada el 30 de agosto de 1905 al amigo y confidente Gallarati Scotti: Aunque los consultores del Índice no son del parecer de Crispolti, es de esperar que el capítulo II pase incólume. Lo más duro, a mi parecer, viene después. Tú, en consecuencia, espera que Crispolti conozca lo mejor de mis ideas religiosas y piense que la tesis del libro debe ser parecida a aquella que sale de los labios más moderados y sabios de la reunión. Parecerse sí, pero discretamente. Es decir, la tesis del libro tiene su fuente en los discursos fundidos de Selva y del padre Salvati. Pero, sin duda, cuando yo escribí el capítulo II tuve la intención de mostrar que el puro intelectualismo tiene muy poco valor práctico. De aquella reunión no sale nada concreto y, cuando acaba, la disposición de las almas es menos buena que cuando comienza 15.

En la mente de Fogazzaro, por lo tanto, la reunión descrita en la novela debía mostrar, en resumen, «que el puro intelectualismo tiene poco valor práctico». Con la intuición de poeta, el escritor entreveía bien los riesgos de una reforma religiosa confiada exclusivamente a las ideas: inevitable dirección elitista («juguetes intelectuales», exclama en un momento dado el padre Salvati), esterilidad en el plano «práctico», despego de la sintonía y de la concorde disposición de los espíritus con motivo de las inevitables divergencias de sensibilidad. Con fina ironía recogía, después, tantísimos pequeños motivos de desconfianza y de fricción que acompañaban y disturbaban soterradamente aquella «reunión» de intelectuales: los «reumas de Dane», los «sofocos» de don Farè, las molestias en los ojos del profesor Minucci, las presencias imprevistas y las, igualmente, imprevistas ausencias, hasta tal punto que «Di Leyni, que estimaba que tales pequeñas curas debían olvidarse en aquel momento, tuvo una desagradable sensación de frío» 16. No es casual que algunos de los participantes en la reunión de Molveno, que tuvo lugar poco menos de dos años después de la salida de Il Santo, se acordaran también de la reunión de Subiaco 15.  Carta de A. Fogazzaro a T. Gallarati Scotti, 30 de agosto de 1905, en Lettere scelte, cit., pp. 557-58. 16. Antonio Fogazzaro, Il Santo, a cura di Piero Nardi, Milano 1931, p. 60.



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para explicar los motivos de su fracaso 17. Y es igualmente cierto que, en las intenciones del escritor, la misión de Benedicto debía fundir la reforma intelectual deseada por Giovanni Selva con la reforma moral auspiciada por el padre Salvati en un síntesis superior de pensamiento y de acción toda empapada y permeada de espíritu evangélico: pero tal síntesis –y esta es la contribución más original de Fogazzaro al movimiento modernista– no podía tomar cuerpo sino en el personaje de un santo. A juicio del escritor, la santidad era la única vía posible para la suspirada reforma religiosa 18. En este sentido la «tesis» del libro se asemejaba, «pero sólo discretamente», a aquella salida «de los labios más moderados y sabios de la reunión». 3. El cambio de pontificado «Se ha alejado con lenta majestad, se ha perdido en el misterio»: con estas palabras graves y solemnes, Fogazzaro iniciaba su conmemoración de León XIII, a la mañana siguiente de la muerte del gran pontífice, que había despertado «la atención no sólo de los creyentes, sino de los hombres de otros credos, incluso de los hombres sin fe» 19. Mientras el escritor entraba en el núcleo de la composición de su nueva novela, una trabajosa fase de la historia de la Iglesia se cerraba y otra se abría aún más incierta y dolorosa. Del papa desaparecido, hombre de «amplia y rica» cultura, Fogazzaro recordaba, al lado de su augusta grandeza, sobre todo «el sentido del espíritu moderno, tan escaso en la mayoría de los Pastores católicos latinos» y «la fe impertérrita»: lo uno y lo otro le habían llevado a abrir a los estudiosos los archivos vaticanos, pero todavía

17. Tommaso Gallarati Scotti, La vita, cit., p. 459: «Invece il convegno di Molveno assomigliava stranamente a quello di Subiaco, dove pochi sentivano il valore delle opere. Il Fogazzaro poteva osservarlo con la stessa sottile ironia, ma con una tristezza di più sapendo che nell’ombra nessun Benedetto attendeva e che nonostante le facili santificazioni nessuna scintilla di santità semplice, schietta, illuminava quegli inquieti cercatori di una via». 18. No es casualidad que las divergencias presentes en la reunión de casa Selva se atenúen con la común invocación de un Santo. 19.  «La Stampa», 22 de julio de 1903, reimpreso en Scene e prose varie, a cura di Piero Nardi, Milano 1945, pp. 444-46.

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le engrandecía más una decisión que, a su entender, era, con mucho, más memorable que todas sus encíclicas juntas: la decisión de instituir la Comisión Bíblica: Ha sido un homenaje solemne al derecho de la ciencia, una gloriosa profesión de fe en la infalible conformidad de la verdad en todo orden. Ha sido el principio, inadvertido por la mayoría, de un grande, fatal futuro, de un emerger admirable de la verdad de las estrecheces mortales de cortezas deficientes, de una transformación lenta pero inmensa en la comprensión del dogma 20.

La mirada penetrante que empujaba al escritor véneto a apreciar la figura de León XIII sobre todo por este acto «estrictamente personal», «inadvertido para la mayoría», le llevaba pocos días después a acoger con mucha frialdad la elección de Pío X al solio pontificio, saludada, en cambio, con entusiasmo tanto por los intransigentes como por los liberales. Rogado por varios periódicos para que expresara su opinión, declinó darla y solo confió su amargura a los amigos: Yo esperaba un papa que levantase el nivel intelectual de la jerarquía eclesiástica y tuviese el sentido del espíritu moderno; que nombrase cardenales a Bonomelli o al menos a Scalabrini, que favoreciese a los hombres como Semeria, que fuese benévolo con los rosminianos. Estas cosas me preocupan más que el levantamiento del non expedit en cuanto que es un acto político; y no espero ninguna de esas medidas por parte de Pío X. Temo que no será favorable ni siquiera a la obra de S. Girolamo. ¡Por no hablar de la Comisión Bíblica! 21.

20.  Ibid. La feliz imagen de las «cortezas» es retomada y ampliada en Il Santo: «Amici miei –afirma Benedetto dirigiéndose a los jóvenes reunidos en vía de la Vite– voi dite: noi abbiamo riposato all’ombra di questo albero [la Iglesia], ma ora la sua corteccia si fende, la sua corteccia si dissecca, l’albero morrà, andiamo in cerca di un’altra ombra. L’albero non morrà. Se aveste orecchi udreste il moto della corteccia nuova che si forma, che avrà il suo periodo di vita, che si fenderà, che si disseccherà alla sua volta perché un’altra corteccia le succeda. L’albero non muore, l’albero cresce» (p. 246). La imagen aparecía también al final de la famosa Lettera a un professore di antropologia: «Sarà del Cattolicismo come della corteccia dell’albero che si dilata ma non oltre una certa misura, raggiunta la quale si fende perché le sottentri una corteccia nuova?» (reimpreso en Lorenzo Bedeschi, Interpretazioni e sviluppo del modernismo cattolico, Milano 1975, p. 144). 21.  Carta de A. Fogazzaro a A. Giacomelli, agosto de 1903, en Tommaso Gallarati Scotti, La vita, cit., p. 383. «Quant à Pie X –escribía el 23 de octubre al amigo



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Fogazzaro no se engañaba acerca del carácter que después tendría el pontificado. Es seguro, además –concluye Gallarati Scotti–, que este carácter fue decisivo para la orientación del libro que el novelista escribía y del cual en ese momento empezaba el segundo capítulo: casi de modo inconsciente él se encontró batallando en Il Santo contra la tendencia entonces dominante e hizo de su protagonista un precursor de las ideas que desembocarían en un conflicto abierto con el magisterio de Pío X 22. Ciertamente, este conflicto habría sido menos áspero si la nueva novela no hubiera sido la expresión artística de un complejo y articulado movimiento cultural con el cual, como se ha visto, Fogazzaro estaba plenamente comprometido y del cual, en Italia y en el extranjero, era ya una de los protagonistas más conocidos. Y quizá habría sido menos áspero, también, si el escritor hubiera sido recibido en audiencia privada por Pío X, audiencia que le fue repetidamente negada aduciendo su pertenencia al Senado de la República y, por lo tanto, a la clase política: Estoy convencido de que el Santo Padre, rechazando recibirme, ha mirado al escritor y no al Senador –empezaba el novelista dirigiéndose al profesor y amigo Karl Muth, veterano en las audiencias con el papa–. Otros políticos han sido recibidos. Estoy convencido de que no conoce mis libros. De otra manera, no sería posible que me atribuyera ¡ideas paganas! Estas «ideas paganas» deben referirse a la famosa cuestión del cuadro «Il Supremo Convegno» del cual debo haberle hablado. Mis ideas no eran paganas respecto a aquel cuadro, pero no quisieron ser entendidas 23.

polaco Marian Zdziechowski, precisando su juicio– Vous en savez peut-être maintenant plus long que moi. Je ne le connais point personnellement. Je crois qu’il est fort bon et sincèrement pieux, pas intransigeant sur le terrain politique, mais fermé, en fait d’idées religieuses, à toute modernité, assez médiocre comme intelligence et comme savoir, hostile, en somme, au courant intellectuel que je voudrais voir avancer et triompher dans l’Eglise. Je désire ardemment me tromper!» (en Krystyna Jaworska, La corrispondenza tra Marian Zdziechowski e Antonio Fogazzaro, en «Rivista di Storia e Letteratura religiosa» XXIV [1988] 113). Ulteriores confirmaciones pueden encontrarse en una carta de la misma fecha al marqués Da Passano (en Ornella Confessore, Conservatorismo politico e riformismo religioso, Bologna 1971, p. 218) y en una del 13 de noviembre de 1903 a P. Sabatier (en Carteggio Fogazzaro-Sabatier, a cura di Ettore Passerin d’Entrèves, en «Fonti e Documenti» II [1973] 21). 22. Tommaso Gallarati Scotti, La vita, cit., p. 384. 23.  Carta de A. Fogazzaro a K. Muth, 30 de julio de 1905, en Antonio Fogazzaro, cit., p. 492. Sobre la audiencia negada a Fogazzaro véase también Pio Molajoni, An-

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Se intuye, de estas rápidas indicaciones, que probablemente Pío X no quería legitimar con una audiencia el diálogo con aquella cultura moderna que él enfrentaba tenazmente y de la cual Fogazzaro era, en opinión del Papa, un ilustre representante dentro de la Iglesia y, por esta razón, menos fiable y más peligroso. Entretanto la redacción de Il Santo avanzaba muy lentamente y en poco menos de un año, de julio de 1903 a abril de 1904, sólo había terminado los capítulos 3 y 4. Una gestación fatigosa, sobre todo por la dificultad de hacer hablar y actuar a un santo: Conviene decir –confiaba el escritor a Gallarati Scotti– que voy enriqueciendo el cuadro ya diseñado en su parte esencial, con el inconsciente fin, digamos el semi-inconsciente, de retrasar la llegada al escollo más duro. Ahora estoy en el escollo y no puedo rodearlo. Ahora comprendo la dificultad inmensa de hacer hablar y actuar a un ser superior a quien escribe. Si fuese superior intelectualmente la cosa sería imposible y lo demuestran, creo, los innumerables intentos fracasados de tanta gente audaz. Si es superior sólo moralmente la cosa ya no es imposible, pero sí muy difícil. Una cosa es tener un concepto de santidad, de las ideas que se quieren propugnar para el bien de la Iglesia, y otra hacer hablar a un Santo, el cual, entre otras cosas, ya no es Santo si se muestra como tal. De todos modos, trabajo con fe porque, aunque no oigo hablar al Santo, veo el propósito de este capítulo y me gusta 24.

«Una cosa es tener un concepto de santidad, de las ideas que se quieren propugnar para el bien de la Iglesia y otra hacer hablar a un Santo»: este era el «escollo más duro», quizás insuperable. Se vería claramente en los capítulos sucesivos de la novela, cuando su protagonista se hallase delante del papa y del ministro de Interior. No le faltaban a Fogazzaro ni la fe ni la «audacia» en demostrar su capaci-

tonio Fogazzaro, il pensatore, l’artista, l’uomo (Da «Miranda» a «Leila»), Roma 1910, y Ottorino Morra, Antonio Fogazzaro e le polemiche religiose del suo tempo (dalle carte di Pio Molajoni), en «Nuova Antologia» CLXI (1951) 368-70. Otros detalles sobre la difícil relación entre el pontífice y el novelista se encuentran en Lettere scelte, cit., pp. 696, 709. Preciosa al respecto es también la carta inédita al poeta de parte del profesor Karl Muth, recibido en audiencia en el verano de 1905: cfr. B.B.V., C.Fo., b.24, pl.145, 12 de julio de 1905. 24.  Carta de A. Fogazzaro a T. Gallarati Scotti, 3 de junio de 1904, en Lettere scelte, cit., p. 530.



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dad. El 26 de julio de 1904, en Tonezza, el capítulo quinto estaba terminado 25. Desde ese momento la redacción se aceleró: a fin de año, y precisamente el 20 de diciembre, el autor iniciaba el capítulo octavo, que debía ser el último y que después sería el noveno 26; y el 9 de marzo de 1905 concluía el borrador de la obra, empezando inmediatamente el «segundo trabajo de corrección, de compilación y de copia» 27. Tres años para escribir los primeros cinco capítulos, y poco más de siete meses para redactar los otros cuatro: incluso esta simple constatación cronológica es útil para explicar el menor logro artístico de la segunda parte de la novela, concretamente la más erizada de «escollos». Notemos, por otro lado, que la casi totalidad de los capítulos en que el Santo habla o actúa, del capítulo 5 en adelante para ser precisos, fueron escritos a partir de la primavera de 1904, es decir después de la condena de Loisy y durante la lectura intensiva de Towianski y de Tyrrell. Con el trasfondo de las traumáticas primeras decisiones del pontificado de Pío X, es verosímil que el influjo de los dos autores, y sobre todo de Tyrrell 28, acentuase la tonalidad mística de la santidad de Benedetto 29. Un santo de este tipo, trabajador como todos, activo en medio de su gente, contribuía a fomentar la urgencia de una reforma también en los estrechos cenáculos intelectuales, de las reuniones de casa Selva*. Paradójicamente, pero no tanto, Benedetto es más 25.  B.B.V., C.F., 1.4: al pie de la minuta del c. 5 se lee precisamente «Tonezza, 26-7-1904». 26.  Ibid.: la fecha está indicada encima del título. 27.  Carta de A. Fogazzaro a P. Molajoni, 17 de marzo de 1905: «Io ebbi la soddisfazione di scrivere in Roma, il 9 corr., in fondo a certa cartella la parola fine e adesso dò quanto posso di me al lavoro secondo di correzione, di aggiunte e di copia» (en Ottorino Morra, Fogazzaro nel suo piccolo mondo, dai carteggi familiari, Bologna 1960, p. 560). 28.  Carta de A. Fogazzaro a M. Zdziechowski, 3 de abril de 1905, en Krystyna Jaworska, La corrispondenza, cit.: «Le P. Tyrrell est pour moi le plus admirable champion du catholicisme vivant et vital» (p. 116). 29.  «Je crois qu’on ne saurait trop insister sur le caractère moral et religieux dans le sens mistique du mouvement qu’on appelle modernisme et qui est loin d’avoir l’organisation intellectuelle qu’on lui attribue –escribía Fogazzaro al barón von Hügel al día siguiente de la Pascendi– Mon Benedetto est bien plus un mystique qu’un intellectuel» (en Lorenzo Bedeschi, Fogazzaro e il modernismo in un carteggio di von Hügel, en Antonio Fogazzaro, cit., p. 346). * En el capítulo II de Il Santo tienen lugar unas reuniones de intelectuales en casa de Giovanni Selva. Su casa está situada en Subiaco (Nota del E.).

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creíble como reformador por lo que es y hace, que por sus discursos cargados de alusiones al debate modernista y democrático-cristiano. Él representa la renovación que sale al encuentro de todos: monjes de Santa Escolástica e intelectuales de casa Selva, sacerdotes y papas, salones de la alta burguesía romana y autoridades del Estado, incluso protestantes como Noemí, gente pobre como los habitantes de Jenne, jóvenes y adultos que buscan algo, como los participantes en la reunión de vía de la Vite. Sale al encuentro de todos y, por esto, entra en todas partes, en las chozas de un villorrio de montaña y en los palacetes de la capital, haciéndose cargo de todos los problemas que encuentra, no solo personales y religiosos, sino también sociales y políticos 30. Por lo tanto, la santidad como inmersión plena en la vida y en la historia, pero también como impacto con la realidad concreta, con la sorda resistencia o la abierta hostilidad de cuantos se sienten decepcionados, amenazados o sacudidos en su seguridad por parte del mensaje de Benedetto: desde el abad de Santa Escolástica a la población de Jenne, de los clérigos y bienpensantes, de la curia vaticana, al ministerio del Interior. Hay en la novela una bella imagen del Santo que expresa eficazmente este duro contraste. Cuando el entusiasmo de la gente de Jenne, por un presunto milagro suyo, se vuelve rabiosamente contra él, por no haber podido salvar a un moribundo, Benedetto, despojado de su hábito y obligado a abandonar para siempre su casa, mientras reflexiona sobre la pasión de la joven maestra del pueblo enamorada de él, se refugia en la iglesia bajo un fuerte temporal. Noemí le ve «vacilar, apoyar las manos en las gradas y después girarse, fatigosamente, para sentarse»: Un golpe de lluvia azota desde las vidrieras rotas de una ventana sobre el pavimento. Noemí pensó entonces que nunca olvidaría ese momento, aquella grande iglesia vacía, el cielo oscuro, el golpe de

30. Sobre estas cuestiones, por otro lado, Benedetto demuestra no saber salir de las grandes limitaciones del liberalismo moderado de su autor: cfr. Paolo Marangon, Cristianesimo sociale e questione operaia nel pensiero di Giacomo Zanella e Antonio Fogazzaro, en «Rivista di storia della Chiesa in Italia» XLII (1988) 111-130. De otra parte, el reconocimiento de estas limitaciones permite apreciar aún mejor la atención reservada por parte del escritor a los demócratas cristianos de su tiempo, como testimonia su colaboración en la revista Athena, de inspiración murriana (cfr. Il Crocifisso d’argento, novela destinada al periódico, inédita y ahora publicada por Lorenzo Bedeschi en «Letture» L, 5 [1995] 8-14).



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lluvia que entraba como un llanto, el náufrago del mundo absorto sobre las gradas del altar mayor 31.

Se percibe en este «golpe de lluvia», que irrumpe «como un llanto», toda la dolorosa participación del escritor en el drama de su Santo, primeramente instrumentalizado y después rechazado por la gente, precisamente, por su fidelidad al espíritu evangélico. La santidad intuida por Fogazzaro como camino privilegiado para la reforma religiosa tiene, por lo tanto, algo de paradójico. Mientras en las reuniones de casa Selva los católicos reformadores discutían y debatían sobre la posible reforma de la Iglesia, fuera de sus puertas, sentado encima de una pila de leña, aquél que ellos invocaban y que verdaderamente había sido llamado por Dios, esperaba en la noche, sin ser visto, conocer su misión. El plan de Dios se revela después y se cumple de un modo imprevisto e imprevisible para los puros cálculos humanos. Los obstáculos que parecían insuperables, negativas y fracasos, se transforman sin violencia en oportunidades del misterioso y gradual desplegarse de un plan providencial: la prohibición del abad de Santa Escolástica abre a Benedetto los horizontes de su misión en el mundo; la injusta expulsión de Jenne, en obediencia a su propio maestro don Clemente, «penitente ministro de tristes prepotencias humanas» 32, empuja al Santo a Roma, donde su misión culmina en beneficio de la Iglesia universal; el complot para expulsar a Benedetto de la capital desaparece, a pesar de la trama y los esfuerzos conjuntos de potentes autoridades religiosas y políticas: «Recibirá ultrajes y golpes –profetiza un viejo de cabellos blancos, en vía de la Vite–, será coronado de espinas y abrevado

31.  Il Santo, cit., pp. 229-30. 32.  Ibid., p. 232. Esta obediencia, por otro lado, no es solo una manifestación de la lógica paradójica que inspira la novela, sino que revela también un aspecto no secundario de la espiritualidad fogazzariana, que conocía y respetaba las razones del «otro», por diferentes que fueran de las propias. Ulteriores confirmaciones de este hecho se encuentran en el diálogo entre Piero Maironi y don Giuseppe Flores en el segundo capítulo de Piccolo Mondo Moderno y en el mismo coloquio entre Benedetto y el papa. Creo que esta actitud representa el reflejo coherente, en el plano espiritual, no solo de un maduro sensus ecclesiae del escritor, sino también de su concepción de la fe católica, siempre ajena a los dogmatismos e integrismos sectarios.

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de hiel, burlado por los fariseos y paganos, no verá el futuro que desea, pero es el futuro para él; los discípulos de sus discípulos lo verán» 33. He aquí sólo un tímido apunte, que basta para romper el silencio que envuelve este aspecto paradójico de la misión de Benedetto. Más allá, y subyacente a la predicación modernista encauzada a través de los discursos del Santo, hay, en definitiva, otro mensaje que Fogazzaro intenta comunicar. Dos años antes de la Pascendi, habiendo tomado nota de la nueva orientación del pontificado de Pío X respecto al pensamiento moderno 34, Fogazzaro parecía intuir que el camino de la reforma religiosa ya no se podía escindir, no solo del camino de la santidad, sino también del vía crucis del Maestro. Quizá «el futuro» haría justicia a la previsión y amplitud de miras de todas esas ideas sembradas en la hostilidad y el fracaso 35; pero en aquel momento –frente a las seculares incrustaciones culturales, a la inmovilidad institucional, a la misma mundanidad que anidaba en el cuerpo eclesiástico– no existía otra vía: la demanda de una renovación católica no podía ser acogida, vivida y llevada adelante sino por un puñado de creyentes dispuestos a apostar por el Invisible y a pagar hasta el fondo el precio de su coherencia 36.

33.  Il Santo, cit., pp. 284-85. 34.  Conviene tener presente la desilusión con que el escritor había acogido el ascenso del patriarca de Venecia al solio pontificio y la lúcida previsión de la condena de las obras de Loisy, cumplida puntualmente. 35.  «Figli miei –concluye Benedetto en su discurso a los discípulos– non vi prometto che rinnoverete il mondo. Lavorerete nella notte senza profitto apparente come Pietro e i suoi compagni sul mare di Galilea, ma Cristo alfine verrà e allora il vostro guadagno sarà grande» (Il Santo, cit., p. 443). Nótese el cambio del «avvenire» a «Cristo»: es el Señor de la historia el fundamento último de la esperanza del Santo. 36.  «Non è da credere ch’egli [Benedetto] abbia a essere un riformatore o un uomo che trascini dietro di sé le turbe e converta il mondo –declaraba Fogazzaro en una entrevista al “Momento” di Torino– poiché egli si rivolge ai pochi consapevoli del disagio creato nella coscienza moderna dal contrasto fra gli ideali cristiani e le ingiustizie e le ipocrisie della vita» (La battaglia di un idealista, en «Il Momento», 28 de mayo de 1904). La afirmación es de mayo de 1904, contemporánea, por lo tanto, a la redacción del capítulo 5 en el cual se describe el fracaso de Benedetto en Jenne. En Leila Benedetto es signo de contradicción para su discípulo Máximo Alberti, aunque, al final, es gracias a éste –más aún que a don Aurelio–, como consigue superar su crisis espiritual y reencontrar las razones de la fe.



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4.  Benedetto y el papa Dentro de esta perspectiva, cerrada a un desenlace positivo a corto plazo, se inserta el célebre discurso de Benedetto al papa sobre los cuatro espíritus malignos que han entrado en el cuerpo de la Iglesia, que representa el vértice ideológico de la novela. Fogazzaro evitó intencionadamente que se pudiera identificar la figura del papa con tal o cual pontífice; pero, al mismo tiempo, dirigió a la suprema autoridad eclesiástica casi una summa compendiada de las aspiraciones de reformas religiosas pretendidas por los católicos liberales, en primer lugar, y por los modernistas después, a lo largo de más de setenta años. Un oído atento como el de Tommaso Gallarati Scotti ha escuchado en el discurso de Benedetto «el eco de las palabras de los santos auténticos, el eco de otras críticas más recientes, especialmente de Rosmini, de Lambruschini, de Towianski, de Tyrrell, de Tommaseo» 37. Pero en su primera redacción, aún inédita, el discurso no era tan largo, elaborado y lleno de reminiscencias: Sucesor de Pedro –empieza Benedetto «levantando el rostro»–, dice el Señor Jesús: Tres espíritus malignos, el espíritu de ceguera, el espíritu de soberbia, el espíritu de prudencia del siglo disputan el gobierno de tu embarcación a mi Espíritu. Tú no eres culpable ni toda la culpa es de aquellos que sirven al maligno, porque ellos corrompen mi Palabra en el corazón de antiguos maestros y pastores y los vivientes la aprenden corrompida por los muertos y pocos tienen discernimiento de la corrupción 38.

Si se confronta este inicio con la redacción definitiva, tres diferencias saltan a la vista. En primer lugar, en la versión impresa los espíritus malignos son cuatro y no tres: la mentira, la dominación del clero, la avaricia y el inmovilismo. En segundo lugar, es Benedetto el que habla, aunque bajo el «consejo» del Espíritu Santo; no es Cristo en primera persona 39. En tercer lugar, la su37. Tommaso Gallarati Scotti, La vita, cit., p. 405. Sobre las fuentes del discurso de Benedetto al papa véase un análisis detallado en Paolo Marangon, Il modernismo di Antonio Fogazzaro, cit., pp. 153-58. 38.  B.B.V., C.F. 1.4., c. 7, col. 28. 39. Es interesante observar cómo a este abajamiento del grado de autoridad del discurso de Benedetto hace de contrapunto, en la eclesiología infalibilista de Pío X, un enaltecimiento de la figura del papa al nivel del «mismo Jesucristo viviente en su Iglesia», como se verá más adelante.

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gestiva referencia al maligno que corrompe la Palabra de Cristo en el corazón de antiguos maestros y pastores, de tal manera que los vivientes sólo la pueden aprender corrompida por los muertos, viene sustituida por la obra del Espíritu de mentira, que alimenta desde hace siglos en la Iglesia una tradición de engaño por la cual los que ahora la sirven creen que sirven a Dios, como lo creyeron los primeros perseguidores de los cristianos. Yo soy la Verdad –continúa el Señor Jesús en el borrador de Il Santo, explicitando el espíritu de ceguera– y muchos entre los doctores y maestros de la Iglesia me separan de su corazón, no tienen reverencia por la verdad que enseñan, temen que la verdad destruya la verdad, prefieren las tinieblas a la luz y así amaestran a los hombres. Aspiran a poner el sello de la verdad divina que fue leche para los niños y que los adultos rechazan, sobre doctrinas teológicas inadecuadas. Ciegos y necios que me ofenden creyendo honrarme. Soberbios sobre todo –prosigue Cristo empezando la denuncia del espíritu de soberbia– que quieren someter en cuanto les sea posible las almas a su consorcio. Ciegos y necios que piensan que creen en mí suficientemente porque me proclaman como Dios y no creen en mis palabras; pretextan que son el credo y así enseñan a los hombres 40.

Aquí se concluye la primera parte del discurso, la segunda sobre el espíritu de avaricia es aún más breve. El calco evangélico es evidente y trae a la memoria la durísima invectiva de Jesús contra los escribas y los fariseos contenida en el capítulo 23 del evangelio de Mateo 41. En la redacción definitiva este calco desaparece: nunca los doctores y los maestros «adoradores de la carta», «idolatras del pasado», vienen apostrofados con los apelativos evangélicos «ciegos y necios». Al contrario, la versión final se enriquece con muchos detalles del todo ausentes en el borrador y por esto parece lícito mantener la hipótesis de que entre el borrador y el texto publicado no están sólo la copia en limpio y las pruebas, sino al menos otra redacción intermedia, de la que quizás no ha quedado rastro 42. Sea como fuere, el discurso de Benedetto al papa se

40.  Ibid. 41. Mt. 23,1-36. 42. Induce a esta hipótesis, sobre todo, el confrontar el borrador con la copia en limpio (C.Fo., 2r, B3; C.F. 2.1; C.Fo., 3r, C3). La copia en limpio no corregida presenta un texto bastante diferente y más largo que el del borrador corregido.



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alarga y se enriquece bastante a medida que se acerca a la versión dada a la imprenta: a pesar de la perspectiva de una acogida hostil, Fogazzaro no cede, es más, condensa en su apasionada denuncia lo mejor de una larga tradición de reforma católica que remonta hasta Catalina de Siena. El escritor no se hacía muchas ilusiones acerca de la acogida: El Santo será un verdadero Santo –confiaba a Karl Muth tres meses después de la salida de la novela–, ojalá yo pudiese parecerme a él. Será un Santo católico, pero nada podrá salvarlo de la malignidad farisea y Pío X escuchará probablemente a los fariseos. He corregido ya las primeras pruebas, en parte. Espero poder mandar pronto las pruebas definitivas del primer capítulo 43.

Una vez más, Fogazzaro no se engañaba acerca del destino doloroso de su propia obra, modelo de la parábola inscrita en todo el movimiento modernista, pero quizás no imaginaba que sería el pontífice en primera persona el que querría la condena de su Santo. El autorizado testimonio del marqués Crispolti, relativo a su encuentro personal con el pontífice en diciembre de 1905, es la fuente que nos permite conocer el juicio de la suprema autoridad de la Iglesia de Roma sobre Il Santo entonces recién impreso. La credibilidad del personaje, amigo de Fogazzaro y, a la vez, intérprete atento y fiel de las directivas de la jerarquía eclesiástica, la gravedad de la cuestión unida a la precisión de los detalles, tanto como el hecho de que tal testimonio se hiciera público en las páginas del Avvenire d’Italia, a rebufo de la condena de la novela, testimonian a favor de una fuente digna de confianza; avalan, en definitiva, la veracidad de las palabras atribuidas a Pío X, y su publicación supone quizá también el intento de aclarar las razones de la condena. Pero dejemos hablar a Crispolti: El Papa no había leído el libro palabra por palabra. Me dijo que solo le había echado un vistazo. Dos cosas, sin embargo, le habían herido. En primer lugar, que faltaban a Piero Maironi muchas de las cualidades heroicas necesarias que constituyen la santidad. A esto

43.  Carta de A. Fogazzaro a K. Muth, 30 de julio de 1905, en Antonio Fogazzaro, cit., p. 493. Es la única referencia a la existencia de «primeras pruebas» y «pruebas definitivas».

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yo me permití observar que quizás en el pensamiento de Fogazzaro el nombre de Santo no había sido dado a Piero Maironi, porque le conviniera perfectamente, sino porque el populacho había empezado a llamarlo así, y el adjetivo había quedado a su protagonista no como un título, sino más bien como un sobrenombre: tanto es así que en su primera tirada la novela se titulaba: «La Visión». Pero lo que más había herido al S[anto] P[adre] era un vicio positivo que encontraba en el alma de Maironi y que, a su parecer, corrompía las demás cualidades: el orgullo. La explicación máxima de este vicio la encontraba en el coloquio famoso entre Maironi y el imaginario Papa. Este episodio, aunque se le hizo notar el esfuerzo que había realizado Fogazzaro para que no se pensase en ningún Papa concreto, le había disgustado profundamente. Le parecía que en la novela ninguno de los dos interlocutores había sabido mantenerse en su puesto: que Maironi había olvidado su papel de humilde hijo, y que el Pontífice había olvidado su autoridad de Cabeza de la Iglesia 44.

«Basta pensar en la concepción que Sarto tenía del papado para comprender el disgusto que se llevó con la lectura del discurso de Benedetto. En 1901, con ocasión del jubileo pontifical de León XIII, Sarto había definido al papa como el Vicario de Jesucristo en la tierra, es más, el mismo Jesucristo viviente en la Iglesia, encargado de conservar su ley divina, de interpretarla y de aplicarla a las costumbres privadas y públicas de los hombres» 45. Y poco antes, había afirmado: «Quien no está con el Papa con ilimitada obediencia, con perfecta adhesión de mente y de corazón, con apegamiento filial, con devoción profunda, con respeto sincero en todo y siempre, sin distinciones, sin restricciones, sin dudas, para su suprema desgracia está también contra Cristo» 46. Sarto identificaba en el papa el principio fundamental de la Iglesia, atribuyéndole una autoridad sin límites y haciendo de la «perfecta adhesión 44.  Un colloquio con Pio X intorno al «Santo», en «L’Avvenire d’Italia», 9 de abril de 1906. La sensacional entrevista aparecía, al día siguiente, también en otros periódicos. 45.  Giubileo pontificale di sua santità Leone XIII. Lettera pastorale dell’eminentissimo cardinale Giuseppe Sarto Patriarca di Venezia, 11 de noviembre de 1901, Venezia 1901, p. 13. Sobre este punto cfr. Giovanni Vian, La riforma della Chiesa per la restaurazione cristiana della società. Le visite apostoliche delle diocesi e dei seminari d’Italia promosse durante il pontificato di Pio X (1903-1914), II, Roma 1998, pp. 282-85. Sobre este problema véase también Gianpaolo Romanato, Pio X., cit., pp. 260-64. 46.  Giubileo pontificale, cit., p. 7.



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de mente y corazón a su persona una verdadera y propia regula fidei» 47. No existía, por tanto, ningún margen para una acogida benévola del discurso de Benedetto: más allá de los contenidos, «ninguno de los dos interlocutores había sabido mantenerse en su puesto», es decir, «tanto Maironi había olvidado su papel de humilde hijo como el Pontífice su autoridad de Cabeza de la Iglesia». Una confirmación elocuente e inatacable de lo que se acaba de afirmar se deduce de un grupo de documentos relativos al proceso canónico instituido a cuenta de Il Santo, que han sido dados a conocer recientemente 48. El proceso se abrió en febrero de 1906 a consecuencia de una larga carta del padre Zocchi, que ya se había ocupado de Fogazzaro en la Civiltà Cattolica. En ese escrito, el conocido jesuita, partiendo de una aproximación rígida dentro de la apologética tradicional, cargaba en el debe del escritor véneto una larga serie de «proposiciones heréticas, o atrevidas, o injuriosas a la Iglesia o al S. Padre», documentadas con puntuales referencias a las páginas de Il Santo: negación de la existencia de Dios y de la vida eterna; errores gravísimos acerca de la fe, la naturaleza de los milagros, el celibato eclesiástico y la autoridad infalible de la Iglesia; existencia de un «conciliábulo de reformadores de la Iglesia», obrando fuera de toda obediencia a la jerarquía 49. Pero pesó

47. Giovanni Vian, La riforma della Chiesa, II, cit., p. 284. 48.  Cfr. Cosimo Semeraro, Il «caso» Fogazzaro e la condanna del suo romanzo Il Santo. Primo tentativo di analisi dei documenti inediti del Sant’Uffizio, en Amicitiae causa. Scritti in onore del Vescovo Alfredo M. Garsia, a cura di Massimo Naro, S. Cataldo 1999, pp. 177-93. La documentación inédita, que el profesor Semeraro ha podido consultar por encargo de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en vista del congreso nacional de Subiaco (10-11 de marzo de 1997), consta de varios materiales conservados en el archivo de la misma Congregación, en particular en el fondo Congregazione del Sant’Uffizio, Censurae Librorum, Rerum Variarum, y en el fondo Congregazione dell’Indice, Protocolli. Los más importantes (carta del padre Zocchi fechada el 24 de enero de 1906, nota de monseñor Lugari del 16 de febrero de 1906, «voto» del consultor padre Janssens) se citarán sobre la base del texto y de las referencias archivísticas citadas por el profesor Semeraro. Nótese que entre los materiales puestos a su disposición falta el documento verdaderamente decisivo, es decir, el «protocolo» de la discusión tenida entre los miembros de la Congregación en la reunión del 5 de abril, con el respectivo voto de condena. 49. Archivio della S. Congregazione per la Dottrina della Fede, fondo Congregazione del Sant’Uffizio, Censurae Librorum 1906-08, n. 2, carta del p. Zocchi al card. Respighi, 24 de enero de 1906. A la carta va adjuntada una copia del Santo (Milano 1906), con la indicación en lápiz azul de los puntos juzgados como erróneos.

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más decisivamente en la condena una nota firmada por monseñor Giovanni Battista Lugari, asesor del Santo Oficio, dirigida al secretario de la Congregación del Índice, el dominico Thomas Esser, con fecha 16 de febrero de 1906: El que suscribe se dirige con la debida diligencia a entregarle a su P. V. Rev.ma la adjunta copia de la conocida novela de Fogazzaro Il Santo haciéndole saber que es deseo del S. Padre, expresado al que escribe en la audiencia del 8 del corr., que el libro sea prohibido en vista de los errores que contiene (cap. I, pág. 22, cap. V, p. 227, 269 acerca de la necesidad de la fe para salvarse; cap II, pág 67, 68, 69; cap. V, pág. 243; cap VII, pág. 290, 296 acerca de la autoridad de la Iglesia; cap. V, p. 219 acerca de la naturaleza de los milagros etc.) y especialmente del grupo que hace propaganda activa de tales doctrinas valiéndose de dicho libro 50.

Después de la audiencia a Crispolti de diciembre de 1905, Pío X había madurado con claridad, desde los primeros pasos del procedimiento, la decisión de que Il Santo debía ser condenado tanto por razones doctrinales como pastorales. Cabe destacar el relieve particular («y especialmente del grupo...») dado a estos últimos y el papel decisivo atribuido a la novela fogazzariana como manifiesto ideológico del movimiento modernista. El largo voto del benedictino Janssens, encargado oficialmente por la Congregación de examinar la novela, no hizo otra cosa sino confirmar todos estos elementos acreedores de la condena, añadiéndole «una dosis no pequeña de panteísmo y de teosofismo más o menos budístico», pero poniendo de relieve también «páginas bellísimas» desde el punto de vista religioso y místico 51. Este particular celo por la con-

50. Archivio della S. Congregazione per la Dottrina della Fede, fondo Congregazione dell’Indice, Protocolli 1906-07, n. 51, nota de Giambattista Lugari al secretario del Índice, 16 de febrero de 1906. La nota fue tenida muy en cuenta por el padre Janssens al expresar su «voto». 51. Archivio della S. Congregazione per la Dottrina della Fede, fondo Congregazione dell’Indice, Protocolli 1906-07, n. 52, «voto» del consultor p. Lorenzo Janssens OSB. «La conclusione pare che si imponga –afirmaba el consultor al final– Essendo manifesto che nel “Santo” abbondano gli errori dottrinali e le tendenze pericolose; d’altronde il gruppo dei cosiddetti cattolici riformisti avendo fatto di quel libro il loro programma fino a costituire una lega di propaganda a base di quel libro, mi sembra non solo giusto, ma necessario ed urgente che il “Santo” di Antonio Fogazzaro sia proscritto dall’Indice con un atto di pubblica condanna».



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denación de Il Santo por parte del mismo Pío X, no puede llamar la atención: es conocido, de hecho, que para el papa Sarto el modernismo representó, sin lugar a dudas, el máximo peligro para la integridad de la doctrina católica y para la suerte de la Iglesia, ya que el modo en que los modernistas aplicaban los métodos críticos a la exégesis y a la dogmática, por obra de los propios católicos, parecía arruinar los fundamentos de la fe y de la disciplina eclesiástica 52. Il Santo, novela difundida en toda Europa y en las Américas a ritmo de miles de copias al mes, representaba para el Papa, no sólo un temible vehículo de propagación de las doctrinas heterodoxas sino, más aún, una bandera izada al frente del movimiento modernista, una bandera que convenía abatir cuanto antes con la mayor decisión. [Trad. de Santiago Casas]

52. Giovanni Vian, La riforma della Chiesa, II, cit., p. 307.

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