Florentino Ameghino y la cosmovisión naturalista

August 1, 2017 | Autor: M. Massone | Categoría: Literatura argentina, Ciencia
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Descripción

Florentino Ameghino y la cosmovisión naturalista

Si seguimos la tesis de Michael De Certeau que "se 'lee' un paisaje como se lee un texto", podemos pensar que la llanura pampeana es un espacio de escrituras, lecturas y relecturas. Llenar la llanura pampeana de discursos es quizás el objeto central de toda la literatura argentina desde la construcción del Estado Nacional hasta nuestros días.
Florentino Ameghino intento crear una "ciencia natural para el desierto argentino". Esta frase que usamos reescribe a Halperín Donghi y traza relaciones con otros autores de fines de siglo XIX como Domingo Faustino Sarmiento, Ricardo Rojas, entre otros.
En este trabajo analizaremos un discurso que dio Florentino Ameghino el 4 de agosto de 1906 a la Sociedad Científica Argentina y que tituló Mi credo. Analizaremos la cosmovisión naturalista que este científico presenta como argumentación filosófica y, podríamos decir, metafísica para exponer un sustento y una base de todos sus planteos paleontológicos y geológicos. Luego contrastaremos las ideas planteadas en ese discurso con sus investigaciones científicas para dar cuenta de la brecha que se genera entre su credo científico y la bajada a la praxis de ese credo.
Mas allá de los fundamentos filosóficos, en este trabajo intentaremos dar cuenta de un estilo particular de este científico: un magma oracional donde lo minúsculo se entreverá y se relaciona con lo mayúsculo, donde todo se conecta jerárquicamente y genera, en términos contemporáneos, links de unas cosas con otras del universo. En palabras de Scherer y Hocquenghem, Florentino Ameghino nos muestra un

"universo acósmico, sin dios ni centro. Sin ser átomos, los granos de polvo que danzan en un rayo de sol constituyen la presentación visible del movimiento atómico universal. El sólido más pequeño, refinado hasta hacerse sutil, es también la fuerza que introduce lo que no se puede ver en el gran espectáculo de la naturaleza.
"El movimiento de los átomos corroe, enmohece los grandes cuerpos. Todo se exuda, se evapora en la atmósfera en una transformación de lo visible en invisible para producir un nuevo visible, el de los flujos, el polvo, las nubes. La materia más sutil y la más pesada forman una cadena continua cuyo agente es el átomo."

Esta metamorfosis constante será la base del estilete ameghiniano: oracionalmente, viaja desde lo más minúsculo, simple y antiguo hasta lo más complejo y actual generando una red de interrelaciones jerárquicas. El pensamiento es un pensamiento de cambio, de evoluciones sucesivas e infinitas.

"Del átomo ínfimo del estado etéreo a las moléculas del estado gaseoso, de éstas a los planetas, a las estrellas y a las más vastas constelaciones del Universo, hay una serie infinita de agrupamientos de materia cada vez más considerable y subordinados unos a otros. Nuestro Globo, en relación al sistema estelar de que forma parte, es una pequeñísima molécula."

En dos oraciones Ameghino nos mueve desde una visión microscópica del átomo a una visión mayúscula del planeta tierra en relación con el universo: lo inconmensurablemente grande y lo infinitesimalmente pequeño se unen en su discurso para generar un recorrido.
Su credo focaliza en lo material. El verá que el Universo está constituido por "un infinito tangible: la materia; y tres infinitos inmateriales: espacio, tiempo y movimiento." Se dará así una construcción de una cosmovisión inmanente: no es lo trascendental, lo que está fuera de la materia lo que le interesa sino lo que está en ella y en sus movimientos a través del espacio. Lo que le importará es lo que se puede investigar, discernir, plantear, refutar con hechos del mundo.
Si comparamos esta cosmovisión naturalista con la tradición católica occidental encontramos varias diferencias: en la tradición católica occidental existe el afuera de la materia. Dios es algo que sobrepasa lo que se puede ver, tocar y sentir, lo que puede pensarse y estudiarse. Esto viene de la tradición judeo- cristiana: recordemos que en el judaísmo el nombre original de dios no se puede nombrar, está más allá de lo decible.
El título de este discurso, Mi credo, no es ingenuo. Está haciendo una relectura de la fe cristiana en clave científica. Una de las oraciones más tradicionales de la religión católica es aquella que se llama justamente "El Credo". Esa fe que construye Ameghino difiere y se aleja de una religiosa, creando así otro credo, un credo naturalista.
Es decir, dos corrientes de pensamiento se ponen en tensión en el discurso de Ameghino: por un lado una fe que busca en lo que no está ahí, la católica, y por otro lado una fe que cree en lo que se puede ver y tocar, en los hechos fácticos. Una inmanente, materialista y la otra trascendental e inmaterial.
De esta manera, Ameghino generará argumentaciones fácticas sobre sus investigaciones paleontológicas. Una argumentación clara es cuando este investigador justifica que los huesos que encuentra son de la etapa cuaternaria porque se pegan a la lengua:

"Los huesos humanos han perdido por completo su materia orgánica; en una gran parte de sus superficies son lustrosos, livianos, porosos, quebradizos y se pegan fuertemente a la lengua. Todos estos caracteres denotan una antigüedad remotísima y no se encuentran nunca en los huesos modernos"

La teoría central de Ameghino consiste en que el ser humano existió por primera vez en América del Sur, que la capa geológica de esa parte del planeta es de la etapa cuaternaria. Sus formas prácticas para justificar esa hipótesis central, sobre todo en su libro La antigüedad del hombre en el Plata, parecen que en vez de justificar la hipótesis presentan una validación bastante nula: el uso de la lengua para comprobar la antigüedad del hombre en el Río de la Plata no es muy viable como podría ser una justificación de laboratorio, procedimientos que hoy en día se pueden llevar adelante, como la prueba de carbono 14. Considero, de esta manera, que Ameghino justifica sus investigaciones desde una falta total de elementos técnicos y tecnológicos, sus investigaciones se trabajan desde lo que se puede tener a mano en la llanura pampeana a principios de siglo XIX. Esto se constituirá como parte de su estilo, no sólo de trabajo, sino también su estilo discursivo.
Otro ejemplo claro de esta forma de argumentar es cuando relata la forma procedimental de encontrar huesos:

"Para practicar la excavación, empezamos por hacer una especie de dique a fin de impedir que el agua del arroyo entrara en el foso. Resolvimos remover por nuestras propias manos la capa número 9 y aun la misma capa número 8 para que no se perdiera ningún objeto. Para ejecutar este trabajo nos proveímos de una cuchilla, con la que cortábamos la tierra como si fuera un pan, en rebanadas delgadas. No contentos ni aun con esto, un peón recogía la tierra así removida y la colocaba en una zaranda de alambre, en la que vertía una cantidad de agua suficiente para desleir completamente el terreno, de modo que si algún objeto se nos hubiera escapado, teníamos seguridad de encontrarlo en la zaranda. Tan luego como la excavación descendió a un nivel algo inferior al fondo del arroyo, empezó a manar agua en abundancia, y para continuar el trabajo tuvimos que emplear un peón en la tarea de desaguar continuamente el foso. Cuando llegamos a un metro más abajo que el nivel del agua del arroyo, tuvimos que emplear dos peones en el mismo trabajo, pues el agua manaba con tanta fuerza que bastaba un cuarto de hora para que llegara a las rodillas."

La excavación que se va llenando de agua a medida que ellos cavan, la falta de una solidez en el relato parece más bien refutar su trabajo que solidificar cualquier intención de especulación posterior que hará el investigador con los huesos encontrados.
Por lo tanto, si bien Ameghino propone una cosmovisión clara, donde prevalece la metamorfosis, las sucesivas evoluciones y lo material, sus investigaciones son truncas justamente por lo que hay materialmente en América del Sur a principios de siglo XIX como elementos posibles para generar una investigación viable.
Si la cosmovisión naturalista se compone como un todo acabado donde el universo, como límite máximo de investigación, y el átomo, como elemento mínimo, se componen como una totalidad, en las investigaciones reales las condiciones sociales de la llanura pampeana lo ponen a prueba en un desierto donde sólo se encuentra él peleando con sus ideales científicos. Argumentativamente, el credo fabuloso que él escribe como basamento no encuentra asidero en su práctica real.
El discurso de Ameghino se constituye, así, como una grandilocuencia fracasada.


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