Filosofía de la Astrobiología: el estado de la cuestión

July 25, 2017 | Autor: R. Aretxaga-Burgos | Categoría: Astrobiology, Astrobiologia, Astrobiology/Exobiology, Philosophy of Astrobiology
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Descripción

FILOSOFÍA DE LA ASTROBIOLOGÍA: EL ESTADO DE LA CUESTIÓN Dr. Roberto Aretxaga-Burgos (Universidad de Deusto, Bilbao, España)

Conferencia presentada, por invitación, el 28/03/2015 (Auditorio de la Universidad de las Américas), durante el "II Seminario de Astrobiología en el Perú". Ciclo de Conferencias organizado por la Asociación Peruana de Astrobiología (ASPAST), Red Peruana de Divulgadores Científicos, American Pontifical Catholic University (APCU), Museo de Historia Natural del Perú y Universidad Las Américas (27-28/03/2015).

1. Interés histórico de la filosofía por la cuestión de los mundos habitados La cuestión de la pluralidad de mundos y la posible existencia de vida en ellos se halla presente en el pensamiento occidental desde sus orígenes, si bien ocupa un lugar marginal en el mismo. Durante la época clásica, el tema estuvo unido a las consideraciones acerca del ser de la naturaleza y, por tanto, de carácter físico y cosmológico (vg. Epicuro y Lucrecio). En la Edad Media, la cuestión de la pluralidad de mundos y la posible vida en ellos pasó a convertirse en una consecuencia de la reflexión sobre la omnipotencia divina (vg. Etienne Tempier). En el Renacimiento el tema halló un contexto más favorable para su desarrollo, en parte como consecuencia de los avances teóricos y técnicos de la astronomía propiciados por el nuevo espíritu científico de la época, los cuales permitieron el descubrimiento de nuevos mundos (Galileo). En el siglo XX, especialmente durante su segunda mitad, se sucedieron rápidos y grandes avances en las ciencias de la vida, particularmente en biología molecular y genética, informática, astrofísica, astronomía y astronáutica. Esta acumulación de circunstancias posibilitó que la cuestión de la vida en otros mundos entrara en una fase de afianzamiento. Así, la química prebiótica -nacida con la síntesis de algunos de los compuestos básicos para la vida lograda por Miller con su experimento de 1953- fue incorporada de inmediato al incipiente programa espacial estadounidense, surgiendo una nueva área de interés científico: el de los estudios de la vida más allá de la Tierra o Exobiología. El primer programa exobiológico de la NASA se remonta a 1959, y en 1960, Joshua Lederberg –Nobel de Fisiología y Medicina en 1958, y uno de los impulsores de dicho programa-, participó en el Primer Simposio de Ciencia Espacial del COSPAR, celebrado en Niza (Francia), publicando ese mismo año el contenido de su intervención en el escrito seminal titulado “Exobiology: Approachess to Life Beyond the Earth” (Science, 12 de agosto). El establecimiento de un programa exobiológico por parte de la NASA y el citado escrito de Lederberg generaron de forma inmediata y natural dos consecuencias de carácter filosófico: la

primera, un debate epistemológico acerca de la identidad de la nueva disciplina emergente y su estatuto científico; la segunda, de carácter ontológico, al incidir en el debate filosófico y científico sobre qué sea la vida. Así, pues, la cuestión de la pluralidad de mundos habitados y la posible existencia de vida en ellos, sobre la cual la tradición filosófica occidental había venido especulando desde sus comienzos, cobra interés científico a mediados del siglo XX, y lo hace provocando una encendida discusión epistemológica entre científicos acerca de la actividad destinada a ocuparse de su estudio -la exobiología-, a la vez que suscitando cuestiones ontológicas por sus implicaciones para la comprensión científica de la vida y su definición. En la década de los 90, revisados sus fundamentos y estrategias, tiene lugar la refundación de la Astrobiología, creándose en 1995 el AMES Research Center (NASA), y en 1998 el NASA Astrobiology Institute (NAI), organismos ambos que lideran las investigaciones astrobiológicas en el mundo. España se sumó pronto a esta iniciativa, creando en 1999, tras un intercambio de contactos a nivel gubernamental, y no sin la oposición de algunos influyentes científicos, el Centro de Astrobiología (CAB), que ese mismo año -formalmente en 2000- obtuvo el estatus de asociado al Instituto de Astrobiología de la NASA, siendo con ello el primer centro de excelencia no estadounidense en vincularse al NAI. La situación avanzada de España en astrobiología contrasta, sin embargo, con el interés filosófico que despierta esta disciplina en mi país. Con todo, algo parece estar comenzando a cambiar en este aspecto.

2. Estado actual de la Filosofía de la Astrobiología: nos hallamos en época fundacional La principal dificultad u objeción para la construcción y consolidación de una Filosofía de la Astrobiología en la actualidad, en particular si ésta ha de ser sistemática, radica, a mi juicio, en la delimitación del sujeto sobre el que debe desarrollar su actividad filosófica: la Astrobiología. ¿Qué es la Astrobiología; es ciencia; posee objeto de estudio; en qué consiste su actividad? Una afirmación de Grinspoon en su obra Lonely Planets refleja bien la situación en que se halla actualmente la Astrobiología: “The odd status of astrobiology in the suite of sciences can, I think, be understood by realizing that it is not yet science, exactly, but still natural philosophy”. La consideración por parte de Grinspoon de la Astrobiología como filosofía natural antes que como disciplina científica pone de manifiesto las dificultades que encuentra esta disciplina para constituirse en ciencia y, por ello mismo, la necesidad de una reflexión filosófica acerca de la misma. El biólogo evolucionista Gaylord Simpson arremetió virulentamente contra la exobiología acusándola de ser una disciplina carente de objeto de estudio, no constituyendo por tanto ciencia alguna, y contra los exobiólogos calificándolos de ex-biólogos. Ciertamente, si la astrobiología

consiste en el estudio de la vida extraterrestre, es decir, en una exobiología, tal disciplina no posee objeto de estudio porque, hasta donde nos consta, desconocemos la existencia de otro caso de vida distinto del albergado por nuestro planeta. La acusación de G. Simpson no es, por tanto, baladí. La definición elaborada por NASA en 2002 para Astrobiología: “el estudio del origen, evolución, distribución y futuro de la vida en el Universo” (The NASA Astrobiology Roadmap, 20/11/2002), permite hacer frente a dicha crítica. El empleo de la expresión vida en el universo en dicha definición incluye la vida en la Tierra, lo que permite dotar a la astrobiología con un objeto de estudio y salvar así su cientificidad. Esta estrategia, sin embargo, tiene su riesgo: puesto que no se conoce otro tipo de vida que el terrestre, los términos “vida” y “vida en el universo” son equivalentes pues poseen un mismo y único referente: la vida en la Tierra. Como consecuencia, si la astrobiología ha de ser ciencia necesariamente deberá estudiar la vida en la Tierra, pero en tal caso ya existen otras ciencias que cumplen eficazmente ese cometido, por lo que la astrobiología habrá de justificar debidamente su especificidad o desaparecer por innecesaria. Bajo mi punto de vista, el interés de la astrobiología en la vida terrestre y sus contribuciones al estudio de la misma son transitorios, es decir, en tanto que fenómeno cuyo progresivo conocimiento le ayuda a generar modelos de vida metodológicamente extrapolables a otros lugares del Universo, siendo por tanto su interés pos la vida en nuestro planeta una etapa a superar. La definición de Astrobiología elaborada por la NASA mantiene, por tanto, la vocación exobiológica con la que nació a finales de los 50. Desde la perspectiva apuntada, el sujeto propio de la astrobiología sigue siendo la vida extraterrestre, aspecto en el que se manifiesta su carácter y voluntad exobiológicos. Pero tal sujeto no es, por el momento, un objeto, sino un objetivo, una expectativa. Más, ¿qué tipo de espectativa?. En este punto se hace necesario un breve repaso de las bases sobre las que la astrobiología fundamenta la posibilidad de generar un modelo de vida extrapolable a otros lugares del universo y, por tanto, de disponer de un objeto propio más allá del que le ofrece la vida en nuestro planeta:

1. Las investigaciones y descubrimientos científicos sobre el origen de la vida. Teóricos al principio -Oparin, Haldane…-, experimentales después –Pasteur, Urey-Miller, Oroz…, estos estudios sobre el origen de la vida sentaron las bases para un nuevo modo de entender el fenómeno de la vida en conexión con la materia. Los resultados del experimento Urey-Miller fueron decisivos para ello, y el inicio de algo hoy habitual: la síntesis de moléculas simples – prebiótica- en laboratorio simulando entornos primitivos terrestres. Actualmente son numerosas las moléculas descubiertas en el medio interestelar precursoras de biomoléculas sintetizadas en

experimentos de evolución química. Si la vida surge de la organización de la materia, esto es, si es compatible con las leyes de la química y la física terrestres, y considerando la universalidad de las leyes de la física y la química, lo que constituye un supuesto fundamental de la ciencia actual, no hay motivos para pensar que no deba –o no pueda- suceder lo mismo en otros lugares de universo. Es razonable suponer, por tanto, que la vida en nuestro planeta no sea un fenómeno excepcional, un hecho aislado, en el Universo. Sin embargo, el camino iniciado por Miller aparece limitado cuando se trata de explicar o generar moléculas más complejas, especialmente en el caso de las auto-replicantes, lo que obliga a buscar nuevas sendas para la evolución química, como el mundo RNA. 2. Los descubrimientos posibilitados por la astrofísica, la exploración espacial y las ciencias planetarias. Junto con los hallazgos de la astrofísica y la cosmología relativos a la edad y el tamaño del universo y su relación con el surgimiento de la vida (metalicidad…), los avances en la exploración espacial, tanto a distancia como in situ han constatado la existencia en el espacio y en otros mundos –cercanos o no- de los tres elementos básicos para el surgimiento, mantenimiento y evolución de la vida tal como la conocemos actualmente: existencia de agua –aunque no líquidaen cometas, asteroides, lunas, planetas…; fuentes de energía (vulcanismo, presiones, otros soles) y reservas de materiales orgánicos (carbono, oligoelementos…). A esto se añade el continuo descubrimiento de nuevos entornos galácticos y estelares bioamigables dentro de nuestra misma ventana de observación (sistemas solares con exoplanetas de tipo terrestre, zonas de habitabilidad ricitos de oro, etc.). 3. La precocidad y resistencia de la vida. Hoy sabemos que la aparición de la vida en nuestro planeta aconteció antes de lo estimado (unos 3.500 millones de años). Esto indica que el tiempo necesario para el surgimiento de la vida, si no se interfiere en sus procesos, es breve. También se ha podido constatar la resistencia de la vida a situaciones catastróficas -impactos de asteroides, cambios climáticos... La resistencia de la vida a condiciones extremadamente hostiles ha quedado también patente con el descubrimiento de extremófilos. Desde la aparición del primero -un termófilo en Yellowston, en 1969- la lista de estos organismos y su variedad no ha cesado de aumentar. Todos estos aspectos indican una ampliación del rango de la vida que, entre otras consecuencias, convierte en objetivo de interés astrobiológico –exobiológico- cuerpos estelares anteriormente descartados. 4. El paradigma neodarwinista como marco teórico explicativo. Actualmente, el mecanismo explicativo del proceso evolutivo toma forma de teoría sintética de la evolución, alcanzando la selección natural el nivel molecular y permitiendo comprender mejor el

hecho de que ciertas características se mantengan en la descendencia mientras otras nuevas aparecen en una combinación de azar y necesidad; una combinación que a día de hoy debe atender también al cada vez más estudiado fenómeno de la evolución convergente.

Pues bien, a la luz de lo expuesto, la estrategia extrapoladora adoptada por la astrobiología hace de ella una disciplina paradójica, consistente en una actividad científicamente fundamentada de búsqueda de su propio sujeto de estudio; un sujeto, como dije anteriormente, que no es un objeto, sino un objetivo, una expectativa, como acabamos de ver, con base racional, esto es, una posibilidad fundamentada en suposiciones plausibles elaboradas a partir de datos y conocimientos científicos; una hipótesis contrastable cuya verificación situaría a la astrobiología por derecho propio entre las ciencias con el nombre de Exobiología. En conclusión, si consideramos el aspecto exobiológico, es decir, aquel que dota de especificidad a la astrobiología, ésta no es aún ciencia, sino exploración científica. En efecto, explorar es indagar con diligencia -cuidadosa, exacta, activamente- acerca de un objeto o lugar, y la astrobiología indaga, busca diligentemente su objeto propio –la vida extraterrestre, siendo además tal exploración científica por doble razón: a) porque, aunque hipotética, la existencia de su objeto se fundamenta en razones, conocimientos y presupuestos que son ellos mismos resultado de investigaciones científicas previas de carácter biológico, geológico, planetario, astrofísico, cosmológico, etc.; b) tal búsqueda es, además, diligente en grado máximo, ya que adopta la estrategia coherente y realista del método científico -observación y experimentación-, disponiendo para ello de los medios prácticos adecuados, esto es, de las técnicas experimentales y de observación apropiadas para llevarla a cabo, tanto in situ como a distancia, con posibilidad de éxito. La astrobiología como exobiología cobra sentido al fundamentar científicamente la posibilidad de la existencia del objeto, y es por ello que considero que en el momento actual debemos caracterizar la astrobiología como una exploración doblemente científica: por sus presupuestos y por su método. Pero, entonces, ¿es posible una reflexión filosófica seria sobre una actividad exploratoria? En caso afirmativo, ¿que interés académico poseería una Filosofía de la Astrobiología? Existen actualmente numerosas instituciones dedicadas al impulso y desarrollo de la Astrobiología, y su número aumenta con rapidez por todo el mundo. Crece, igualmente, el número de científicos que orientan su labor y conocimientos especializados hacia el área astrobiológica. Paralelamente, aumenta la cantidad de talleres, reuniones científicas, foros, cursos y programas astrobiológicos, así como los recursos destinados al desarrollo de la investigación astrobiológica. Finalmente, es constatable una abundante y creciente producción literaria astrobiológica en el mundo.

Sin embargo, la Astrobiología carece por ahora de reconocimiento académico, de modo que no existe el grado o licenciatura en Astrobiología. Quien desee ser astrobiólogo deberá cursar primero otros estudios y especialidades para posteriormente aproximarse a la Astrobiología a través de estudios de postgrado. En los últimos años se ha hecho evidente la proliferación de cursos y postgrados o especializaciones de contenido astrobiológico en diversas instituciones universitarias y científicas del mundo. Resulta innegable, por tanto, el auge de la Astrobiología, lo que no deja de contrastar con el hecho de que no haya conseguido aún su principal y más genuino objetivo, y también el más polémico: el hallazgo de vida extraterrestre. En definitiva, si bien existe un innegable y creciente interés en la comunidad científica internacional por la posible existencia de vida en otros lugares del universo distintos de nuestro planeta, y su búsqueda es ya un hecho, su hallazgo, en cambio, es todavía una expectativa. Esta situación es relevante para nuestras consideraciones acerca de las implicaciones y aspectos filosóficos de la Astrobiología, porque obliga a distinguir entre aquellos relativos a la astrobiología como estudio de la vida en la Tierra para su búsqueda en otros lugares del Universo, y los un eventual hallazgo de vida fuera de nuestro planeta. Nos hallamos, pues, en la época fundacional de la Astrobiología, de modo que también lo estamos en la de la Filosofía de la Astrobiología. Mientras la Astrobiología se halle en fase emergente, la Filosofía de la Astrobiología, es decir, la meta-reflexión sobre dicha actividad, su propósito y objeto de estudio, también lo estará. En la medida en que la Astrobiología se consolide, esta disciplina suscitará y afrontará de modo creciente e inevitable distintas y diversas cuestiones filosóficas, evidenciando progresivamente la creciente necesidad de que la Filosofía se interese por su estructura, actividad, problemas, implicaciones y consecuencias; y de hacerlo, además, de un modo cada vez más sistemático. Buena prueba de lo afirmado es la frecuencia con que los astrobiólogos reclaman desde hace tiempo, y de forma creciente, la presencia de la filosofía y de los filósofos en su campo. En la actualidad, la idea de que algún día –quizá no muy lejano- pueda ser descubierta vida extraterrestre, incluso inteligente, comienza a gozar de respetabilidad científica, siendo este cambio de actitud y mentalidad mérito de la Astrobiología. No será ejercicio baldío, por tanto, prepararse para semejante eventualidad, que resultaría crucial por múltiples razones para la cultura humana, y que validaría definitivamente a la Astrobiología como ciencia, dando comienzo entonces su verdadera labor y vocación. Ese hipotético momento evidenciaría definitivamente la necesidad y utilidad de una reflexión filosófica sobre la cuestión, pero también el azoramiento en el caso de no haberla previsto con la suficiente antelación o, por contra, el alivio de quien ya dispone de una herramienta eficaz para enfrentar tal contingencia, y poder hacerlo, además, con serenidad. Por ello, no encuentro mejor

explicación de lo que a día de hoy sería el interés de una Filosofía de la Astrobiología, ni mejor expresada, que lo dicho por el filósofo español Ortega y Gasset en cierta ocasión a propósito de otro asunto: “Siempre he considerado que la misión del escritor es prever con holgada anticipación lo que va a ser problema, años más tarde, para sus lectores y proporcionarles a tiempo, es decir, antes de que el debate surja, ideas claras sobre la cuestión, de modo que entren en el fragor de la contienda con el ánimo sereno de quien, en principio, ya la tiene resuelta” (Meditación de la técnica. Madrid: Revista de Occidente, 1957, 3ª, p. 5).

3. Conclusión En su fase actual, la Astrobiología no es todavía una ciencia bien establecida, sino una exploración científica. En consecuencia, la Filosofía de la Astrobiología es una reflexión sobre una actividad exploratoria, hecho que marca inevitablemente los desarrollos filosóficos sobre la Astrobiología. A pesar del estado emergente de la astrobiología, su misma existencia justifica ya, por sus diversas implicaciones, la de una reflexión filosófica acerca de su actividad y objetivos. En la actualidad, la Filosofía de la Astrobiología se encuentra en fase de escorzo, de intentos y tanteos, de reflexiones sobre temas y aspectos parciales, faltándole sistematización. Con todo, es posible encontrar ya algunos esfuerzos apuntando en ese sentido, tanto en el ámbito de las publicaciones en lengua inglesa como en español. Dentro del primer grupo, y el más reciente, es el trabajo de David Dunér The History and Philosophy of Astrobiology (Newcastle upon Tyne: Cambridge Scholars Publishing, 2013), resultado de la conferencia homónima celebrada en Suecia los días 27-28 de septiembre de 2011. Son también reseñables, e igualmente recientes, las contribuciones de M. CIRKOVIC, The Astrobiological Landscape. Philosophical Foundations of the Study of Cosmic Life (New York: Cambridge University Press, 2012), C. BERTKA, Exploring the Origin, Extent, and Future of Life: Philosophical, Ethical and Theological Perspectives (New York: Cambridge University Press, 2009) y P. DAVIES, Are We Alone? Philosophical Implications of the Discovery of Extraterrestrial Life (New York: Basic Books, 1995). En el ámbito de habla hispana, destacan por su calidad y carácter pionero las cuatro entregas de la Serie Astrobiología y Filosofía, publicadas entre 2003 y 2012 en la revista universitaria Letras de Deusto (Universidad de Deusto, Bilbao, España), de las que me cabe la satisfacción de haber sido el promotor y director. Son igualmente loables los esfuerzos y aportaciones que en la dirección indicada realizan los filósofos Ricardo Campo (Universidad de la Laguna, Tenerife, España) y aquí, en el Perú, nuestro estimado anfitrión Octavio Chon.

Confío en que pronto se sumen a estos esfuerzos pioneros en el ámbito hispano-hablante otros nuevos procedentes de los diversos lugares que conforman nuestra rica, vital y dinámica comunidad cultural. En este sentido, espero y deseo que la presencia de la filosofía en este importante foro, y en tan ilustre marco, sirva como impulso a esa tarea. Muchas gracias por su atención.

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