FILOSOFÍA ANTIGUA

October 15, 2017 | Autor: Jose Barbero | Categoría: Filosofía, Aristeles
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FILOSOFÍA ANTIGUA

3. ARISTÓTELES: SUMARIO 1. Aristóteles divide los saberes en tres clases: teóricos, prácticos y poéticos. Las ciencias teóricas son la física, la matemática y la teología o filosofía primera, llamada

posteriormente metafísica. A los saberes

prácticos pertenecen la ética, la economía y la política. Por último, los saberes poéticos se corresponden con la retórica y la poética. Α estas clases de saberes, hay que añadir aquel que estudia el propio órganon o instrumento del saber, es decir, la lógica. 2. Aristóteles parte de la teoría de la verdad como adecuación con la realidad, de modo que, como las proposiciones contienen forzosamente predicados universales, admite la existencia de conceptos igualmente generales. No obstante, aunque Aristóteles coincide con Platón en afirmar que la ciencia se refiere necesariamente a lo universal, considera, sin embargo, que el conocimiento comienza necesariamente con la sensación. A su juicio, sólo mediante un proceso de abstracción en el que interviene el entendimiento —en su doble aspecto activo y pasivo— resulta posible elaborar conceptos universales. Así, a partir de las imágenes sensibles conservadas en la memoria, el entendimiento agente extrae de ellas la forma inteligible que recibe el entendimiento paciente como concepto universal. De este modo, los conceptos universales, aun cuando posean un fundamento en la naturaleza real de las cosas, sólo existen propia e independientemente pensados por el entendimiento. Además de esta explicación del conocimiento de los conceptos universales, una de las principales aportaciones del pensamiento aristotélico fue el desarrollo de la lógica entendida como una teoría del silogismo. Dicha teoría implica la existencia de ciertos axiomas o principios primeros y evidentes que no requieren demostración, sino que son conocidos intuitivamente por el nous o la inteligencia tras un proceso de ascenso inductivo de lo particular a lo universal. 3. Para Aristóteles las clases de palabras o categorías se corresponden con las clases de ser, que no es un término unívoco ni equívoco, sino análogo. Según él, los dos principales modos de ser son la sustancia y los accidentes, los cuales son a su vez de nueve tipos distintos. Mientras que la sustancia es aquella realidad independiente que existe por sí misma y que sólo puede ser sujeto, los accidentes existen forzosamente en sustancias de las cuales dependen y de las que, en consecuencia, se predican. Por esta razón, si bien el ser tiene distintos sentidos, su significado fundamental es el de sustancia. Sin embargo, el discípulo más brillante de Platón no acepta la existencia de las Ideas platónicas como realidades transcendentes y separadas de las cosas particulares, sino que —aunque con complejas matizaciones acerca de la forma— sostiene que, en sentido estricto, las sustancias primeras son las sustancias individuales sensibles, que se componen necesariamente de materia y forma como dos aspectos indisociables, teoría que se conoce como hilemorfismo. Así pues, para él los géneros o especies sólo son sustancias segundas, esto es, sustancias en un sentido impropio o derivado. No obstante, Aristóteles afirma en algunas ocasiones que la forma es sustancia en sentido pleno. Aristóteles explica el cambio que experimentan las sustancias individuales naturales como el paso de ser en potencia a ser en acto, o, dicho de otro modo, como la adquisición de una forma que se puede tener pero de la que se está actualmente privado. Dependiendo de si en el cambio se adquiere una forma sustancial o una forma accidental, el cambio es sustancial (generación y corrupción) o accidental (cuantitativo, cualitativo o local). Además, Aristóteles considera que en todo cambio intervienen cuatro causas: la causa material, la causa formal, la causa agente o eficiente y la causa final. Mientras que en los cambios accidentales la materia o sustrato que permanece es la sustancia individual, a la hora de explicar el cambio sustancial es necesario suponer la existencia

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de una materia primera absolutamente indeterminada. Por otra parte, ha de haber un primer motor inmóvil que sea la causa primera de todo movimiento y que actúe como causa final a la que tienden todos los seres. Dicho primer motor tiene que ser necesariamente acto puro y forma sin materia. En cuanto a la concepción aristotélica del universo, distingue entre el mundo supralunar y el mundo sublunar. En el primero los seres celestes compuestos únicamente de éter describen movimientos circulares, mientras que en el segundo, en ausencia de un movimiento violento o forzoso que los desplace, los seres terrestres se mueven por naturaleza rectilíneamente hacia arriba o hacia abajo, ya que cada uno de los cuatro elementos que los componen (tierra, agua, aire y fuego) tiende a su respectivo lugar común. 4. Según Aristóteles, el ser humano también es una única sustancia compuesta de alma y cuerpo, que se relacionan como forma y materia, y, por tanto, como acto y potencia. El alma es, pues, el principio que anima al cuerpo, es decir, el acto o entelequia de un cuerpo organizado. Esta concepción del hombre parece negar la inmortalidad del alma, pues la considera inseparable del cuerpo; si bien, por otra parte, Aristóteles afirma sin apenas explicación que el entendimiento agente es inmortal. Como en la naturaleza hay tres grados de vida, existen también tres clases de alma. El alma vegetativa se relaciona con la nutrición, la generación y el crecimiento; el alma sensitiva rige, además de estas funciones, el movimiento, la sensibilidad y el deseo; por último, el alma intelectiva o racional abarca todas estas capacidades junto con el pensamiento y la voluntad, que se encuentran estrechamente unidos. Por ello la voluntad consiste en el apetito racional, que, aunque tiende necesariamente a lo concebido como bueno, puede elegir los medios tras un proceso de deliberación. 5. De hecho, el punto de partida de la ética aristotélica es que las acciones tienden a un bien que constituye por ello su fin. Si así es, ha de haber un fin último que no sea querido como medio, sino que sea el bien por el cual hacemos todo. Dicho bien supremo o el fin último de la vida humana es la felicidad o eudaimonía, que es el único bien perfecto, final y autosuficiente. Para Aristóteles la felicidad consiste en el ejercicio virtuoso o excelente de lo específicamente humano, es decir, de la razón. Sin embargo, aunque esta vida plena y lograda reside principalmente en la contemplación o vida teórica, así como en el desarrollo de las virtudes dianoéticas o intelectuales relacionadas con ella, requiere también as virtudes éticas correspondientes a la parte del alma que, aun siendo irracional, es capaz de obedecer a la razón. Estas virtudes morales, que son hábitos de obrar bien adquiridos por el ejercicio repetido de actos buenos, consisten en la disposición estable a obrar según el justo medio entre dos extremos igualmente viciosos, uno por exceso y otro defecto. Para determinar cuál es dicho término medio en cada caso es imprescindible la virtud intelectual de la sabiduría práctica o prudencia. En el relación con análisis aristotélico de las virtudes, cabe destacar su reflexión la amistad, así como su distinción entre la justicia aritmética o conmutativa y la justicia geométrica o distributiva. 6. Frente al convencionalismo sofista, Aristóteles opina que el hombre es un animal social o político por naturaleza. En su opinión, el Estado es, en un sentido no cronológico, anterior a otras formas de organización políticas como la familia y la aldea, porque éstas encuentran sólo en él su plenitud. Por otra parte, el fin del Estado es la virtud de los ciudadanos y el bien común. Aristóteles afirma que los ciudadanos son iguales entre ellos, pero sólo considera como ciudadanos a una minoría de los miembros de la sociedad, y, además, justifica la esclavitud. En cuanto a las distintas formas de gobierno, juzga lícitas la monarquía, la aristocracia y la república, que son aquellos tipos de organización política en los que los gobernantes —ya sea uno, unos pocos o todos los hombres libres— buscan el bien común; por el contrario, estima injustas o degeneradas aquellas formas de gobierno en las que se persigue el bien exclusivo de los gobernantes: la tiranía, la oligarquía y la democracia o demagogia. No obstante, a pesar de admitir tres formas legítimas de gobierno, Aristóteles se inclina a favor de una constitución mixta, a la que también denomina república o politeia.

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7. Respecto a la teoría estética de Aristóteles son especialmente interesantes su concepción del arte como imitación, así como su análisis de la catarsis o purificación que provoca el género de la tragedia. Por otra parte, además del estudio lógico del razonamiento, Aristóteles también investiga la retórica o el arte de persuadir.

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