FIESTAS DE MAYO EN ANDALUCÍA. TRADICIÓN Y CAMBIO EN UN RITUAL POPULAR

July 22, 2017 | Autor: S. Rodríguez-Becerra | Categoría: Andalucía, Cruces de Mayo, Fiestas de Mayo, Mayas y mayos, Mes de María
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Descripción

Fiestas de mayo en Andalucía. Tradición y cambio en un ritual popular. En Antropología de la fiesta (M. Oliver Narbona, coord.), pp. 45-56. Elche-Alicante, 1999. ISBN: 84-699-1771-4

FIESTAS DE MAYO EN ANDALUCÍA TRADICIÓN Y CAMBIO EN UN RITUAL POPULAR

Salvador Rodríguez Becerra Universidad de Sevilla Fundación Machado “En la mentalidad popular española mayo es concebido como el mes del esplendor de la vegetación, el mes de las fiestas y el mes amoroso por excelencia”. También para muchos es el mes de las flores y de la Virgen María y la época en que más rogativas se hacían para que lloviera. El agua de mayo era especialmente necesaria e incluso se consideraba que tenía propiedades cosméticas. El refrán “como agua de mayo” es ilustrativo de esta experiencia y sentimiento (Caro Baroja, 1979: 18). La cruz fue declarada supremo símbolo del cristiano en el Concilio de Nicea, en el que se declaró la esperanza en la resurrección como consecuencia de la muerte de Jesús, convirtiéndose la resurrección y la cruz en ejes centrales del cristianismo. La labor de los franciscanos en Europa desde los tiempos bajo medievales en la difusión de los misterios de la cruz con los rituales del vía crucis, la proliferación de hermandades de la Vera Cruz, junto al poder antidiabólico concedido a este signo y muy probablemente la facilidad de su construcción y reproducción, favorecieron su difusión. Desde tiempo inmemorial la Iglesia ha celebrado el día 3 de Mayo la fiesta de la invención de la Santa Cruz como consecuencia de la creencia del hallazgo en el año 326 por Santa Elena, madre del emperador Constantino, de la “verdadera cruz” en la que fue crucificado Jesús, comprobación que se hizo resucitando un cadáver que se tendió sobre el madero sagrado. La razón por la que se fijara la fecha del 3 de mayo para esta fiesta fue, según el jesuita P. Croisset, “acercarla todo lo posible a la memoria de la pasión del Salvador, y a la adoración de la Cruz, que se hace el Viernes Santo. Por eso se señaló el primer día libre después de la Pascua, que nunca puede pasar del segundo día de mayo” (V: 55). Esta fiesta litúrgica que se ha celebrado en España, según la tradición cristiana, desde al menos el s. VII durante el reinado de Ervigio, según consta en el Fuero Juzgo y fue suprimida después del Concilio Vaticano II. No debemos confundirla con la de la Exaltación de la Santa Cruz, ésta se celebraba el 14 de septiembre para conmemorar la restitución de la cruz por el emperador Heraclio en el año 629, tras haber sido robada de Jerusalén por los persas, aunque desde muy antiguo, y, precisamente, conmemoraba el hallazgo de Santa Elena, que constituiría más tarde la celebración del tres de mayo. (Croisset, V: 50-56 y IX: 279-284). La fiesta de la cruz está ligada y confundida a veces con la Santiago el Menor, llamado el Verde (1 de mayo), con la fiesta de las jóvenes mayas y con la del árbol de mayo, protagonizadas por los jóvenes de uno y otro sexo, celebradas también el primero de mayo. Existe un amplio consenso entre quienes han estudiado los orígenes de estas fiestas, que en la Europa precristiana estaba muy extendida el culto al árbol y anteriormente, en época romana ligada a alguna de las 1

divinidades como Maya hija de Mercurio, consideradas ambas expresiones de la exaltación de la primavera. En Andalucía se celebra la fiesta de la cruz de mayo o de las cruces con la máxima expresión pública, constituyendo una de las grandes fiestas del ciclo festivo. De su importancia dan cuenta todavía las cifras; Brisset habla de 70 localidades en las que actualmente la celebran, pero tengamos en cuenta que solo en la ciudad de Granada y para el año 1992 se contabilizaron 95 cruces oficiales montadas y más de 200 fuera de concurso, y que en la de Córdoba gira todo el mes de mayo en torno a las cruces, los patios y la feria, fiestas principales de la ciudad, y que varias poblaciones de la provincia de Huelva consideran a las fiestas de la cruz como fiestas mayores, y que en La ciudad de Almería, recientemente hemos podido ver no menos de tres carteles anunciando otras tantas cruces de mayo; por todo ello concluiremos que las fiestas de mayo siguen siendo muy importantes, y que en el pasado estaba generalizada a toda la región. El árbol de Mayo En muchos lugares de España y de Europa aún existe la costumbre de colocar en la plaza o en algún otro lugar, el último día de abril un gran árbol, poste o palo largo denominado mayo decorado con cintas, que se utiliza como cucaña y en torno al cual se baila. En ciertos pueblos se coloca en otras fechas con motivo de las fiestas patronales, pero al decir de Caro Baroja responden al mismo fenómeno. Covarrubias en su Tesoro de la Lengua dice: Mayo suelen llamar en las aldeas un olmo desmochado con sola la cima, que los moços çagales suelen en el primer día de Mayo poner en la plaça, o en otra parte, y por usarse en aquél día se llamó Mayo: y así dezimos al que es muy alto y enxuto, que es más largo que Mayo. El árbol que en ocasiones es sustituido por un ramo, cumplía funciones amorosas al colocarlo los jóvenes ante las puertas de sus novias o pretendidas. El árbol es generalmente único para toda una comunidad frente a las cruces que siempre son varias y se adorna con flores, cintas, ramas y se corona, con pañuelos, comida y otros premios para los que consigan alcanzarlos. En algunos puntos de España se coloca un pelele o monigote que también recibe este nombre (Caro Baroja, 1979:44). Esta costumbre y ritual que antes estaba muy generalizada se ha perdido en otros tanto lugares conservándose en gran parte de León y Castilla y en zonas de La Mancha, Aragón y Andalucía. En esta última región tengo referencias directas de Alosno (Huelva) y Gerena (Sevilla). Durante el mes julio de 1996 tuve ocasión de ver en la Blätzleplatz (plaza) de la ciudad Konstanz, a orillas del lago del mismo nombre, en el sur de Alemania, un gran tronco o mástil encastrado en un agujero de carácter permanente, rodeado de guirnaldas con tres aros concéntricos y superpuestos en su parte superior, de los que colgaban cintas amarillas y rojas, tres escudos heráldicos y culminado por un gallo; sin duda estábamos ante un árbol de mayo que pasaba desapercibido para los muchos turistas que llenaban la plaza de tan histórica ciudad. El árbol de mayo ha devenido en muchos lugares cruz de mayo pasando a celebrarse el día 3 del quinto mes del calendario. Ya desde el siglo XV se identifica el árbol con la cruz, “...por nos en el árbol de la Vera Cruz...”, dice el arcipreste de Talavera (Caro, 1979:85). Esta relación 2

también la observó el escritor costumbrista andaluz Benito Más y Prat: “El nombre de Cruz Verde parece indicar el sitio favorito del barrio en que se engalanaba alguna cruz de Mayo, siendo claro este sentido, si se atiende a la frecuencia con que vemos repetida esta nomenclatura entre nosotros y el antiguo uso de los mayos. Estos mayos o pirulitos, cuyo uso es muy anterior al culto de la cruz, existen aún en muchos pueblos de la sierra, y se visten, como las cruces, con hierbas verdes y flores primaverales. Se colocan en medio de la plaza pública, y sirven de pretexto y punto de referencia para organizar estas fiestas populares, cuya descripción es tan difícil como curiosa” (Mas y Prat, 1881:18). El autor sevillano probablemente tenía en mente la calle cruces de Sevilla en donde aparecen embutidas dos cruces de madera pintadas de verde y a pocos metros en una recoleta plaza tres cruces de cerrajería sobre sendas columnas. El Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla recoge la denominación Cruz Verde y Cruces Verdes. Caro Baroja advierte que las cruces verdes también estaban relacionadas con la Inquisición, aunque no parece ser este el caso (1979:86-87) Las Mayas Esta fiesta más extendida que la de los mayos, se encontraba en toda España de norte a sur. Covarrubias la define como: “Una manera de representación que hacen los muchachos y las doncellas, poniendo en un tálamo un niño y una niña, que significan el matrimonio, y esta tomado de la antigüedad, porque en este mes era prohibido casarse, como si dijéramos ahora cerrarse las velaciones”, por su parte Larramendi define la voz maya como: La niña que por mayo visten muy de novia, y otras piden por ella ´señora de mayo´. (Diccionario trilingüe..., voz Maya, 1853-II: 155). En Almería, el 11 de Mayo, las muchachas preparaban un altar en el que sentaban a una niña, la maya, lujosamente ataviada y coronada de flores, mientras las demás pedían recitando: Un cuartito para la maya que no tiene manto ni saya... Esta y otras descripciones de los folcloristas coinciden con las que tenemos del siglo XVI. Aunque tenemos referencias a esta fiesta desde la época de Alfonso X, Rodrigo Caro en el siglo XVI nos describe así la fiesta en Sevilla, que por otra parte coincide básicamente con la que hacen los folcloristas del siglo XIX: Júntanse las muchachas en un barrio o calle, y de entre si eligen a la más hermosa y agraciada para que sea la Maya; aderézanla con ricos vestidos y tocados; corónanla con flores o con piezas de oro y plata, como reina; pónenle un vaso de agua de olor en la mano; súbenla en un tálamo o trono, donde se sienta con mucha gracia y magestad, fingiendo la chicuela mucha mesura; las demás la acompañan, sirven y obedecen, como a reina, entreteniendola con cantares y bailes, y suélenla llevar al corro. 3

(Caro, 1884: 283) La asociación de las mayas con la fiesta de la Cruz aunque se halla en otras partes de España, parece que se da con más frecuencia en Andalucía. En el s. XIX la fiesta de la maya implicaba escoger “a la moza más bella del pueblo que adornada con guirnaldas de flores, preside los bailes en que los jóvenes gastan el día”, e incluía la petición por las niñas y jóvenes de “un cuartito para la Santa Cruz”, costumbre que ya data Rodrigo Caro en el siglo XVI. En Estepona (Málaga) dentro de la fiesta de cruz se reunían las solteras en una habitación que llamaban tálamo en la que hacían un baile al que acudían muchas señoras enmascaradas. Esta fiesta como tantas otras que han perdurado en su forma y a veces también en su función, también ha sido reprimida históricamente; ya desde el código de las Partidas, según refiere Caro Baroja (1979:63), por las autoridades civiles y eclesiásticas; así la catedral de Santiago tenía prohibida la entrada a las mayas y también se prohibieron los matrimonio simbólicos entre mayas. Las Cruces de Mayo En las fiestas de las cruces no faltan actualmente los siguientes elementos: La cruz latina en múltiples expresiones pero con materiales poco nobles (papel, madera, tela, hierro, mampostería), rodeada de objetos del ajuar doméstico: calderos, velones, jarrones, colchas y otros tejidos que conforman el altar, retablo y, en ocasiones, tabernáculo en que aparecen las cruces tanto en el interior como en al aire libre; en Granada es peculiar la presencia de unas tijeras y un pero (manzana) en referencia, según el saber popular, a los pequeños defectos que pudiera tener el montaje a los ojos de los visitantes. La presencia de las tijeras alude a la frase “cortar la lengua”, para aquellos que se exceden en las críticas. En la cruz, carente de Cristo, no suele faltar el anagrama INRI que se sitúa en el último tramo superior, el cerco que partiendo de uno de los extremos de los brazos menores en arco alcanza al otro a modo de corona de espinas, la banda o sudario, cinta que en forma de M mayúscula cuelga de ambos brazos y el banco o escaño que impide que los visitantes se aproximen más de lo debido a la cruz situada en el patio, en el interior de la habitación, rincón de la calle, puerta de casa, e, incluso exenta. Al alcance de las visitas hay una bandeja o caldero para pedir o depositar los donativos, dado que la petición de dinero para subvenir a los gastos del montaje parece ser una constante. En el s. XVII los altares en los que se entronizaban las cruces eran muy lujosos y, según Lope de Vega, Sevilla era “la ciudad de las fiestas más famosas de la Cruz”: Paseando por Sevilla / día de la Cruz de mayo, en el muestra más grandeza / que en el discurso del año, porque con su devoción / en mil partes levantando pirámides a la Cruz, / al mismo sol vence en rayos, entre unos altares vi, / en su riqueza admirado, a Lisardo, a quien el cielo / dio su merecido pago (Lope de Vega: Obras de...) En Estepona en el s. XIX se celebraba la fiesta del 3 al 12 de mayo, ésta consistía en una procesión y en la organización de muchas cruces en casas vistosamente adornadas en las que se 4

reúnen las mujeres que permanecen sentadas en torno a la cruz recibiendo visitas de mujeres tapadas y organizan bailes (Madoz. Voz: Estepona). Esta descripción coincide con las prácticas que hemos podido observar en las comarcas del Andévalo (Huelva) y Los Pedroches (Córdoba) El ya citado, Benito Más y Prat nos ha dejado una descripción de una cruz de mayo de una población andaluza, que bien pudiera ser Écija, pues dice: “tiene tantas torres como lanzas el cuadro de Velázquez” y que conoció durante los cuatro domingos en que se celebraba la fiesta: La larga calle central, en uno de cuyos ángulos se eleva la Cruz de Mayo, invadida desde las primeras horas de la mañana por los mozos y mozas del pueblo... Innumerables corros rodeaban la cruz, ya cuchicheando, ya acompañando con ¡oles! Y palmadas los alegres aires del jaleo o del polo gitano, o los voluptuosos pasos movimientos del zapateado o de las sevillanas. Corría la manzanilla, subían las voces, trinaban las guitarras, holgábase el sol,...y concertábanse al pié de la cruz las ‘pelás de pava’, las ‘tomas de dichos’ y las amonestaciones de la misa próxima. Durante la noche, las candelas y las lamparillas del altar, las farolas de papel y los antiguos velones de azófar... Durante todos los domingos del mes se repitieron los propios juegos en aquella floresta artificial, y se poblaron de iguales rumores las silenciosas calles (Más y Prat, 1881:19). El caso descrito, en el que al autor muestra su profesión literaria, ejemplifica la fiesta celebrada ante una cruz en la vía pública y en la que a falta de otra información se pone de manifiesto la función de emparejamiento que cumplían las cruces en un ambiente alegra en que se cantaba, bailaba y bebía en torno a una cruz. Hay sin embargo otros tantos modelos mucho más elaborados y ritualizados que bien pueden representar las cruces de Almonaster (Huelva) y que han sido objeto de atención por antropólogos, modelo generalizable a todo el Andévalo, Los Pedroches, Tierra Llana de Huelva y a las Marismas, donde destaca poderosamente Lebrija (Sevilla). De finales del s. XIX a los años treinta del presente siglo la fiesta decae, aunque todavía despierta el interés de los medios de comunicación que realizan reportajes en 1929 y 1932, como los que hicieron Coves y Ortiz de Villajos; en la actualidad la fiesta se conserva pujante en numerosas poblaciones con cierto esplendor e, incluso se ha recuperado en otros. Como otras tantas fiestas ha buscado su espacio en los fines de semana para facilitar la asistencia, ya que ésta no figura en el calendario festivo oficial y laboral, y ha ampliado los días de celebración para rentabilizar la inversión en dinero y dedicación. Granada que mantenía solamente el día 3 la ha ampliado recientemente como fiesta local con un día más. Las cruces de mayo, fiesta eminentemente popular Quizás sean las cruces de mayo una de las fiestas más populares pero que no se han valorado adecuadamente entre otras razones, por su fragmentación y por girar en torno a la cruz, símbolo cristiano por antonomasia. Recordamos la hoz y el martillo de la fiestas de San Jerónimo durante la transición o las dedicadas a Félix Rodríguez de la Fuente en Añora (El País, 28-4-85). La discusión sobre el carácter religioso más o menos religioso de estas fiestas, como de otras es 5

permanente. El hecho incuestionable es que para nada las cruces durante los primeros días de mayo reciben culto alguno. Por otra parte los altares con la cruz en ningún caso se montan en las iglesias y desde luego la ausencia de eclesiásticos es total. No existen ceremonias o ritos en los que sea necesaria la presencia de un sacerdote, es el pueblo llano en las calles y corrales y la burguesía en las casas entorno a un símbolo religioso, la cruz, a la que se le dirigen miradas sólo con intención estética. Nuestra explicación parte de que sobre una base cultural diversa se imponen en un proceso dialéctico, las superestructuras culturales e institucionales del imperio romano y posteriormente de la Iglesia católica, que hasta el fin del Antiguo Régimen significó la más fuerte, unitaria y efectiva presencia de una institución sobre los pueblos europeos. Lo que llamamos cristianización es el resultado de la fuerte presencia organizada de la Iglesia expresada en una organización vertical: papas, concilios, obispos, vicarios y curas, y otra horizontal, las órdenes religiosas. En relación con las fiestas de la cruz, el árbol es sustituido por la cruz, pero estos cambios semánticos no han penetrado en la devoción popular. Muy distinto es el caso de la maya cuyo lugar la Virgen María cuya devoción esta tan profundamente arraigada en Andalucía pero cuyo análisis exigiría más detenimiento (Rodríguez Becerra, 1998). Actualmente las cruces de mayo son una fiesta al margen del santoral y el calendario de trabajo, sin celebraciones litúrgicas o muy simples frente al elaborado ritual popular de muchos lugares. Sin la presencia de clérigos ni autoridades en los rituales y a pesar de ello ha pervivido hasta nuestros días. Esta pertinacia de lo popular frente a lo oficial no significa pureza frente a corrupción sino de adaptación al poder, a la norma y a la ley pero a partir de las propias características socioeconómicas, sistemas de propiedad, de estatus, modos de vida, división sexual del trabajo, sistemas de valores, reglas de cortesía, etc. de las comunidades, lo que quiere decir, reinterpretación. Ciertas fiestas y las cruces de mayo parecen estar entre ellas, expresan mejor que otras la idiosincrasia de los pueblos, de ahí la selección que de las mismas se ha producido en el tiempo, unas han sido arrinconadas, otras ocupan un primer puesto en el favor popular, a pesar de las prohibiciones, peligros y otras tantas adversidades. En cualquier caso no debemos cegarnos por el espejismo de los aspectos formales porque siempre se dan reinterpretaciones y cambios, debidos a la capacidad de influencia de los poderes, pero también y sobre como consecuencia de los cambios socioeconómicos y culturales. Podríamos hablar del diferente tempo entre ciertos sectores sociales cultivados e instituciones de poder y las clases populares, ya sean urbanas o rurales. Lo que ayer era oficial y por tanto ortodoxo, mañana por su propia persistencia y reinterpretación puede ser popular. Las cruces de mayo cuentan con unos índices de participación muy elevados y con una institucionalización relativamente baja. Fiesta de participación vecinal, de grupos primarios: familia, calles, patios y barrios. No hay ningún gran acto que aglutine a toda la comunidad, ni existe una cruz para todo un pueblo o ciudad. Son frecuentes las poblaciones que montan dos cruces: Almonaster, La Palma o Berrocal en Huelva e Igualeja en Málaga; con más de tres: Bonares, Alosno y Añora; con un número superior a diez sólo las grandes ciudades: Granada, Córdoba y Sevilla. Todos los vecinos tienen que contribuir a los gastos mediante aportaciones personales, el caldero o la bandeja en la propia cruz o lanzarse a pedir a los viandantes. En Sevilla, todavía cuando se recibe una invitación para asistir a una cruz de mayo particular se sobreentiende 6

que hay que aportar un plato preparado de comida para compartir con todos; la bebida corre a cargo del organizador. Las cruces han sido reguladas, perseguidas y hasta prohibidas por las autoridades civiles y eclesiásticas a lo largo del tiempo: Carlos III y Ensenada, el cardenal-arzobispo de Sevilla Ilundáin o el jurado de los premios de Granada en 1992. El vicario de Hinojosa (Los Pedroches. Córdoba) en escrito de 1764 dirigido al obispo de Córdoba denuncia los escándalos que ocasiona la celebración de la fiesta y da cuenta como muchos vecinos, por devoción o promesa, exponen al público un cruz con adornos profanos y el vecindario durante las recorre durante la noche: “...en cuadrillas de hombres y mujeres al registro de qual esta más bien adornada para su censura...”; también con motivo de las letanías de Mayo en que se rezan preces en las cruces que hay en las afueras de los pueblos, “los vecinos inmediatos las engalanan desde la tarde antes, y para su custodia se quedan de vela toda la noche con luminarias y bailes, y después paseos por el lugar, de lo que quedan sumamente cansados, y lo menos malo que resulta es dormirse a vista los unos de los otros...”. El obispo D. Martín de Barcia da la razón a su vicario y por decreto prohíbe que: “se vistan y adornen profanamente las Santas Cruces y mucho más el que las velen de noche, profanándolas con bayles y bullas...y que en las Letanías, quando se adornan debidamente se excusen las tales velas y bayles en los días que se celebran y la noche antecedente, omitiéndose las paradas que en ellas suelen hacerse y dirigiéndose a una de las iglesias...se celebre el Santo Sacrificio de la Misa...” (3 de mayo de 1764, citado por Moreno Valero). El cardenal Ilundáin, por su parte, reconoce en 1926 que a pesar de su ruego apremiante para que las hermandades y cofradías de la ciudad no instalasen cruces de mayo y celebraran fiestas para recaudar fondos en torno a ellas, no había sido secundado y por ello se expresaba pocos días después en los siguientes términos: “...y reprobamos el abuso de colocar cruces, llamadas de Mayo, en lugares profanos, señaladamente en teatros, casinos, centros de recreo, cines y otros lugares, celebrándose fiestas licenciosas, o bailes escandalosos, y otros excesos que no son la verdadera tradición andaluza sino una profanación de la cruz y de la tradición andaluza de legítimo abolengo cristiano...” (Ilundáin, 1926). Y prohibía por decreto la instalación de las llamadas Cruces de Mayo bajo pena de disolución de estas corporaciones y rogaba a los cristianos a no concurrir a estos lugares en donde se daban bailes peligrosos o se concurre con trajes provocativos o atavíos libidinosos. Es conveniente destacar que para nada hace mención el decreto de las cruces de mayo organizadas en los patios de vecinos y en otros centros que solían tener un carácter más familiar. Este autor recuerda como al final de los años cincuenta en un cine de verano de la Gran Plaza de Sevilla y durante todo el mes de mayo se ofrecían bailes de la Cruz de mayo y por parte del vocalista se llamaba la atención de las parejas que bailaban para que su comportamiento fuera decoroso porque se trataba de un baile familiar. Por otra parte, el jurado que otorgó los premios a 7

las cruces de calles y plazas, patios, escaparates e infantiles de la ciudad de Granada expresó su decepción por la fiesta y declaró: “El símbolo de la Cruz se está convirtiendo en una excusa por la que se monta un fiesta pagana en la que el ambiente está en torno a los chiringuitos” (Ideal, 3 mayo 199). En Sevilla y en otros lugares de Andalucía los niños celebran esta fiesta montando pasos sobre cajones o estructuras de madera, verdaderos pasos de reducido tamaño, en algunos casos, en los que la cruz con el sudario si bien es el centro de la procesión infantil a veces es rodeadas de otros elementos e imágenes propios de la Semana Santa, a la que sin duda imitan dada la importancia de esta en la ciudad y su cercanía en el ciclo festivo. En Alosno siete días antes los niños hacen las crucecillas que son un remedo diminuto de las de los adultos. “Con cajitas y papeles de colores improvisan altarcillos, ante los que bailan niños y niñas de siete a trece años” (Caro Baroja, 1979:90); en Almonaster celebran el romerito infantil y tenemos noticias o las hemos presenciado Granada, Loja, Torredonjimeno y Puente Genil, entre otros lugares. Historia y Antropología de la fiesta La cruz se empleó para desterrar al árbol de mayo romano por los sacerdotes cristianos en su intento de sustituir los ritos paganos que no podían abolir de otra manera. La fiesta forma parte de un catolicismo popular que más tarde se politizó y secularizó incorporando retratos y símbolos ajenos a la cruz: retratos de los guerrilleros Mina y El Empecinado, hoces y martillos, etc. (Caro Baroja, 1979:94 y Rodríguez Becerra, 1980). La maya precristiana pasa a ser la maya cristiana que presidía las mesas petitorias de las fiestas de la Cruz de mayo, el árbol se convierte en la cruz y la Virgen protege la virginidad de las doncellas y recibe flores y preside todo el mes, llamado comúnmente mes de mayo o mes de María. Pero más que asimilación se produce un sincretismo que ya fue detectado por analistas y escritores desde Rodrigo Caro hasta Más y Prat, pasando por el fino observador de la realidad andaluza y española que fue Blanco White. En su tiempo todavía existía la costumbre de elegir la maja o maya y de colocar por la noche un ramo o vástago en las puertas de las mozas en diversos lugares de España: “...todavía tenemos restos del sagrado árbol de Mayo en las pequeñas cruces que los niños adornan con flores y oponen sobre unas mesas en las que arden velas compradas con los donativos recibidos de sus amistades” (Blanco White, 1806, carta novena). La fiesta ha cumplido fundamentalmente, entre otras funciones, la de facilitar el emparejamiento, recordemos las referencias al tálamo y a los mayos y mayas. En el caso de las cruces de interior esta función era clara pues las mujeres todas permanecían en el espacio de la cruz y eran los hombres los que circulaban, naturalmente las jóvenes tenían un papel más activo que el de las mayores que fundamentalmente controlaban. El protagonismo de los jóvenes también corrobora esta hipótesis. Solo los cambios socioeconómicos de la segunda mitad de nuestro siglo han arrinconado en muchos lugares la fiesta de la cruz, quedando en otros como fiestas mayores o principales; peor suerte han seguido las fiestas de la maya de la que prácticamente no tenemos noticias hace varias décadas, aunque pudiera pensarse que sólo ha cambiado de fechas coincidiendo con las fiestas patronales, transmutándose en las fiestas de elección de reina de las fiestas y damas de honor. En estas celebraciones se premia la belleza de chicas jóvenes solteras y durante su efímero reinado, 8

reciben el homenaje de las autoridades y del pueblo expresado en los rituales de la coronación y trasmisión de los atributos. El carácter de fiesta de emparejamiento puede apreciarse en muchos momentos similares a los ya descritos en las cruces entre los que cabría recordar, la apertura de bailes, entrega de trofeos y cintas por parte de la reina y damas a los ganadores de concursos de fuerza y destreza, generalmente masculinos. Estas fiestas, como otras, tienen entre otras, las siguientes funciones. a) establecer la identidad del grupo y expresar la visión que tiene de sí mismo, su singularidad y diferencia y papel que cumple o cree cumplir en la comarca. Las fiestas expresan sin paliativos la pertenencia a un grupo social y a una cultura y hasta a un territorio; b) contribuir a garantizar la supervivencia del grupo que constituye un conjunto de intereses comunes pero también contrapuestos, por lo que necesita de formulaciones simbólicas para mantenerse unido, atenuando las diferencias en el hecho de la convivencia y en la creación de normas que neutralicen las diferencias. Tradicionalmente en las cruces de Alosno, las mujeres jóvenes tenían que bailar con todos los hombres que depositaran una cantidad en la bandeja de la cruz, independientemente de los gustos o deseos de las jóvenes. De esta manera y al menos en esta ocasión todos los hombres tenían la oportunidad de bailar alguna vez con las mujeres que querían no pudiendo ser rechazados, lo que sin duda ampliaba las posibilidades de emparejamiento entre hombres y mujeres solteros. También pueden apuntarse como funciones de esta fiesta las propiciar el acercamiento a la naturaleza expresado en la incorporación al núcleo urbano de elementos propios de la naturaleza: árboles, ramas, romero, flores, etc. Bibliografía Afán de Ribera, A. J.: Fiestas populares de Granada. La Lealtad. Granada, 1885. Aguilera, F. E.: Santa Eulalia´s people. Ritual structure an process in an Andalucian multicommunity. West Publisihing Co. St. Paul, 1978 (Diputación de Huelva, 1996) Blanco White, J.: Cartas de España. Alianza editorial. Madrid, 1972 Brisset Martín, D.E.: Hacia un análisis de las fiestas de Granada (1) Gazeta de Antropología, 1:19-24. Granada, 1982 Caro, R.: Días geniales o lúdricos. Espasa Calpe. Madrid, 1978 (1884) Caro Baroja, J.: La estación de amor. Fiestas populares de mayo a San Juan. Taurus. Madrid, 1979 Contreras Rodríguez-Jurado, José: Preludio: las cruces de mayo. En Otras fiestas de Sevilla (Braojos, coord.), pp. 59-80. Ayuntamiento de Sevilla, 1997. Córdoba, P.: La pomme et les ciseaux. Pour una sémiotique de l´ objet rituel. En La fiesta, la ceremonia y el rito (Etiembre y Coords.), pp.135-146. Casa de Velázquez-Universidad de Granada, 1987. Coves, F.: Las cruces de mayo en Sevilla. Estampa, II: 70, 1929, 5 fotos Croisset, J. Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año. Tomos Mayo y Setiembre. Librería religiosa. Barcelona, 1853 Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla. Ayuntamiento de Sevilla, 1993 Diccionario trilingüe..., voz: maya. San Sebastián, 1853 Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-americana (España. Tomo XXI). Barcelona, 1923 Fernández de Paz, E.: Las cruces de mayo en la serranía onubense: El caso de Berrocal. Demófilo, 19: 101-112. Sevilla, 1996 Foster, G. M.: Cultura y Conquista: la herencia española de América. Universidad Veracruzana. 9

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