Federico de Madrazo en su bicentenario

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Durero, inquietud y misterio

Federico de Madrazo en su bicentenario Por Alegra García García el 27 diciembre, 2015 

@AlegraGarciaGar 

27 diciembre, 2015

 

Ya se conocen los nombres de los artistas que el próximo año llenarán con sus creaciones Bilbao Arte

A lo largo de este año de 2015 que ya acaba se han cumplido los bicentenarios de diferentes personajes considerados clave en el desarrollo del Romanticismo español. Uno de ellos es el pintor Federico de Madrazo, a quien se han dedicado desde distintas instituciones diferentes actos para conmemorar su nacimiento y profundizar en el conocimiento de su vida y obra. Federico de Madrazo es sin duda el más célebre de los integrantes de la prolífica saga artística de los Madrazo, cuyos numerosos miembros aún causan confusiones de parentesco entre aficionados, divulgadores e incluso algún especialista despistado. Sin embargo, resulta inequívoca la asociación de Federico con uno de sus retratos más célebres, el de la Condesa de Vilches. En realidad, gran parte del público aficionado al arte vincula su trayectoria profesional fundamentalmente al retrato, del que fue uno de los más grandes exponentes en la España del siglo XIX. No en vano, fue pintor de Isabel II, a quien retrató en numerosas ocasiones, y ante su caballete posaron importantes personas de la aristocracia y la burguesía no sólo española, sino también europea. A ello es necesario sumar que su producción de tema histórico y religioso, correspondiente en su mayor parte a su etapa de juventud, se encuentra hoy día dispersa y no siempre en lugares de fácil acceso.

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El bicentenario en el Museo del Prado y el Museo del Romanticismo Precisamente el Federico retratista es el eje de la pequeña muestra que desde el 22 de septiembre y hasta el próximo 10 de enero se encuentra en la sala 60 del Museo del Prado, la denominada Sala de Presentación de Colecciones del siglo XIX en la que, desde hace varios años, la institución viene dando a conocer obras del siglo XIX pertenecientes a sus fondos que no suelen estar expuestas. Así, por ejemplo, en 2011 tuvimos oportunidad de ver algunas acuarelas y dibujos de pintores como Mariano http://revistamito.com/federico­de­madrazo­en­su­bicentenario/

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Fortuny, Francisco Pradilla o José Jiménez Aranda entre otros; más tarde se dio paso a Pinturas religiosas de artistas españoles en Roma (1852-1864) y, más recientemente y con motivo del bicentenario del nacimiento de Richard Wagner, pudimos ver varias pinturas del artista cántabro Rogelio de Egusquiza y Barrena (1845-1915) con temática vinculada al Parsifal wagneriano. Pero volviendo a Federico, lo que el Museo del Prado nos plantea en su sala 60 es un recorrido por diversos retratos de artistas que el pintor realizó a lo largo de su carrera. Hasta veintiuna Effigies amicorum (“imágenes de los amigos”) han sido reunidas, entre óleos, dibujos y litografías. Mientras que la mayor parte de los dibujos corresponden a su etapa de juventud y formación, sobre todo su estancia en Roma, los lienzos datan de su etapa de madurez. Las litografías, además, aparecieron en la revista El Artista fundada por el propio Madrazo y Eugenio de Ochoa, publicación que, a pesar de su corta vida, resultó fundamental en la introducción de las ideas románticas en España.

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Federico de Madrazo. El pintor Carlos Luis de Ribera, 1839. Museo del Prado.

El retrato que ocupa el lugar de honor en la sala 60 es el que Federico realizara durante su segunda estancia en París (1837- 1839) de su amigo el también pintor Carlos Luis de Ribera. Del retrato, que fue concebido como pareja de uno de Federico que realizó Carlos Luis, conocemos con bastante precisión sus avatares de ejecución gracias a la intensa correspondencia que Federico mantuvo durante esos años con su padre José. Así, el día 27 de abril de 1838 Federico comunica a su padre la intención de Carlos Luis y suya de enviar cada uno el retrato del otro a la exposición de la Academia de Bellas Artes de San Fernando[1]. Sin embargo, su ejecución se irá retrasando debido a otros encargos y quehaceres a pesar de que el propio Federico había programado su realización durante la primera quincena de agosto de ese año. Parece que el 6 de abril de 1839 “el retrato de Carlos y el mío ya están bastante http://revistamito.com/federico­de­madrazo­en­su­bicentenario/

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adelantados, los hacemos del tamaño natural”[2] y la semana del 20 de ese mismo mes Carlos Luis de Ribera está haciendo posar a Federico para completar el suyo (“como lo hace tedeschinamente tarda bastantes días”)[3]. Federico, según indica en una de sus cartas, habría terminado su retrato a mediados de mayo[4], siendo enviados ambos a Madrid en el verano de aquel año[5].

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En cuanto a los dibujos, la mayor parte de ellos fueron realizados durante la estancia en Roma de Federico (1839-1842), ciudad en la que se relacionó con numerosos artistas y de cuya amistad y camaradería han quedado como testimonio estos retratos. Los escultores españoles Ponciano Ponzano y Antonio Solá, el pintor alemán Karl Müller o el escultor italiano, discípulo de Antonio Canova, Pietro Tenerani son sólo algunos de los que posaron para Federico y que con frecuencia vemos aparecer en sus cartas acompañando al joven Madrazo en sus visitas a museos y monumentos o tomando parte en veladas artístico-literarias.

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Federico de Madrazo. El escultor Ponciano Ponzano, 1841. Museo del Prado.

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Los retratos al óleo, sin embargo y salvo el de Carlos Luis de Ribera, datan de su período de madurez. En ellos podemos reconocer a amigos y colegas como el paisajista de origen belga Carlos de Haes, Benito Soriano Murillo o Eduardo Rosales. Mención aparte merece el retrato de su hijo Raimundo de Madrazo, fechado en París en 1875, pareja de otro del padre realizado por el hijo que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. También un retrato ha sido la pieza escogida para ser la Obra Invitada del Museo del Romanticismo desde el 6 de octubre hasta el 17 de enero de 2016. Si en años anteriores, gracias a esta interesante iniciativa, hemos tenido oportunidad de ver integradas en las salas del Museo obras de la talla del retrato de Eugenia de Montijo http://revistamito.com/federico­de­madrazo­en­su­bicentenario/

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por Franz Xaver Winterhalter (Fundación Casa de Alba) o el retrato de Gustavo Adolfo Bécquer por su hermano Valeriano (Museo de Bellas Artes de Sevilla), en esta ocasión y aprovechando la efeméride se ha escogido el encantador retrato que de sus propios hijos realizó Federico en 1845. Se trata de la obra Luisa, Rosa y Raimundo, hijos del pintor, perteneciente a la Colección Madrazo de la Comunidad de Madrid.

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Federico de Madrazo. Luisa, Rosa y Raimundo, hijos del pintor, 1845. Colección Madrazo de la Comunidad de Madrid.

Este retrato es una de las 84 obras que en 2006 fueron donadas por Juan José Daza a la Comunidad de Madrid en concepto de dación de pago. Se trata de un conjunto de pinturas que en último término procede de la herencia de José de Madrazo, el patriarca de la familia, y su hijo Luis, estando compuesta por piezas de José, Federico, Luis, Raimundo y Ricardo Federico de Madrazo. Volviendo a la pintura, en ella encontramos a tres de los hijos de Federico y Luisa Garreta: Luisa, nacida en 1836, Rosa, en 1838, y Raimundo, en 1841. No aparece en él Antonio, que había fallecido a los cuatro años de edad en 1844. En sus Memorias Raimundo, muchos años después, recordará el día en que lo llevaron al Tívoli – el edificio usado como estudio y vivienda por Federico, sito en el solar del actual hotel Ritz de Madrid[6]– y le vistieron “con la blusa que había llegado de París”. Según narra, el único recuerdo que guardaba de aquel posado fue el momento en que su padre pintó sus manos sosteniendo la escopeta. A través de una carta de Federico al pintor y erudito Valentín Carderera, fechada el 4 de octubre de 1845, sabemos que este retrato (“el de todos mis niños o caifasillos”[7]) fue presentado junto a otros dos retratos en la Exposición de Bellas Artes de 1845, celebrada en la Academia de San Fernando, siendo alabado por “su buen colorido y efecto de claro-oscuro”[8]. Este cuadro sería incluido por el propio Federico en su inventario de “Retratos que he http://revistamito.com/federico­de­madrazo­en­su­bicentenario/

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pintado después de mi vuelta a España y que he regalado o que conservo en mi poder” y tasado en 100 pesetas[9].

Federico de Madrazo: un pintor al que no gustaban los retratos Como hemos tenido ocasión de comprobar, en el bicentenario de su nacimiento Federico de Madrazo ha sido recordado por su faceta de retratista. Sin embargo, cuando nos sumergimos en su vida y, sobre todo, en su correspondencia, nos damos cuenta de que él siempre miró con desdén este género, al que consideraba poco más que un medio de subsistencia y una distracción de lo que realmente querría haber hecho como artista: pintura de historia. La pintura de historia – esto es, la representación de narraciones de corte histórico, literario o religioso- era el gran género artístico según los dictados de la Academia y el que en verdad podía consagrar a un artista. Los primeros éxitos de un aún jovencísimo Federico se dieron dentro de este ámbito – recuérdese La continencia de Escipión que le valió el ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando- y con el objetivo de seguir formándose en el género marchó dos veces a París y una a Roma, donde se encontraban el francés Ingres y, sobre todo, los pintores nazarenos.

Federico de Madrazo. El pintor Eduardo Rosales, 1867. Museo del Prado.

Durante estos años de formación Federico realizó algunos retratos, pero siempre vistos estos como una manera temporal de conseguir financiación para sus viajes, siempre subordinados a las obras que tenía intención de presentar en exposiciones y que ocupaban todo su tiempo y desvelos. Así, por ejemplo, en una carta enviada a su padre José de Madrazo desde París el 6 de julio de 1838 Federico le hace partícipe de sus planes:

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“También le aseguro a V. una cosa y es, que si no consigo lo que deseo el año que viene, me iré a Roma muy poco tiempo, y después me volveré a Madrid y me contentaré con hacer retratucos. ¡Quiera Dios que no me lleve chascos!”[10]. Esta referencia despectiva a los retratos se repetirá años más tarde en una carta enviada a su hijo Raimundo, también pintor, en abril de 1862:

“Por variar te pongo a galope estos 4 renglones, esperando a la Duquesita de Baena que viene a retratarse (estos malditos retratos no me dejan vivir ni hacer lo que yo quiero; que espero que pronto daré con ellos fin, para lo cual me está aguardando Barroeta)”[11]. Y en sus Recuerdos de mi vida, Federico expresa su decepción al no haber podido seguir aún los pasos de pintores como Ingres u Overbeck:

“¿Y mis ilusiones, se realizaron? – Todo fue un sueño – sueño la pintura mural, sueño las grandes composiciones, los cuadros de altar sueño (…) Pero la realidad, la triste realidad para mí han sido los prosaicos retratos con su acompañamiento de bordado, bandas y cruces, las ridículas modas (…)”[12]. Federico de Madrazo, al igual que le ocurrió a su maestro, el grandísimo Ingres, supo llevar el retrato hasta cotas altísimas de perfección. Y al igual que el francés, su vida transcurrió entre la realidad de las exigencias del gusto, la crítica y el mercado y el deseo de pintar libremente. La idea del artista romántico independiente, por tanto, se antoja un espejismo literario e historiográfico, otro lugar común construido en torno a la idea de un movimiento cultural, el Romanticismo, que aún es visto con ojos soñadores.

Las Jornadas Federico de Madrazo y Carlos Luis de Ribera. Pintores del Romanticismo español Finalmente, ya en lo concerniente al ámbito de la investigación, el Museo del Romanticismo organizó durante los días 18, 19 y 20 de noviembre unas jornadas dedicadas a Federico de Madrazo y Carlos Luis de Ribera, dos artistas cuyo recorrido vital y artístico, como hemos visto, es inseparable aunque el segundo haya siempre permanecido a la sombra del primero[13]. Así, durante los tres días que duraron estas jornadas, celebradas en el auditorio del museo, diversos especialistas pertenecientes al ámbito universitario y museístico abordaron la vida y obra de ambos artistas. Los historiadores del arte Delfín Rodríguez y Carlos Reyero plantearon una panorámica por la estética y condiciones materiales y sociales del artista del siglo XIX, revisando numerosos estereotipos acerca del Romanticismo, un movimiento cultural que, como insistieron, lejos está de su habitual caracterización como simple oposición a la Ilustración y el Neoclasicismo anteriores. Otras ponencias giraron en torno a la Colección Madrazo de la Comunidad de Madrid, nuevos dibujos de Carlos Luis de Ribera conservados en el Museo del Prado y la relación de los Madrazo con la fotografía, entre otros temas. Está previsto que se publiquen las actas con los textos de todas las conferencias. Portada: Federico de Madrazo. El pintor Benito Soriano Murillo, 1855 (detalle). Museo del Prado.

Para saber más:

El siglo XIX en el Prado. Madrid: Museo del Prado, 2007. DÍEZ GARCÍA, José Luis: Artistas  pintados.  Retratos  de pintores y escultores del siglo XIX en el Museo del Prado. Madrid: Museo del Prado, 1997. GONZÁLEZ LÓPEZ, Carlos y MARTÍ AYXELÀ, Montserrat (eds.): El mundo de los Madrazo. Colección de la Comunidad de Madrid. Madrid: Comunidad de Madrid, 2007. MADRAZO, Federico: Epistolario. Madrid: Museo del Prado, 1994 [1] MADRAZO, Federico: Epistolario. Madrid: Museo del Prado, 1994, p. 102 [2] Ibídem, p. 211

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[3] Ibídem, p. 217 [4] Ibídem, p. 223, carta de 11 de mayo de 1839 [5] Ibídem, p. 241, carta de 6 de julio de 1839 [6] Estos terrenos habían sido entregados en nombre de Fernando VII a José de Madrazo, pintor de cámara del rey, con el fin de que instalase allí el Real Establecimiento Tipográfico. Se sabe que al menos desde 1831 se encontraba instalado allí y que su hijo Federico, tras su regreso de Roma en 1842, establece allí su taller y vivienda hasta la década de 1850. Para más información puede consultarse PERLA, Antonio: “El Hotel Ritz de Madrid. Apuntes históricos y antecedentes: el Tívoli y el Real Establecimiento Tipográfico”. Espacio, Tiempo y Forma. Serie VII. Historia del Arte. T. 22-23 (2009-2010), pp. 235-273. [7] MADRAZO: op.cit., p. 1016. [8] Crítica aparecida en El Espectador. Periódico político, literario e industrial el 17 de octubre de 1845. [9] GONZÁLEZ LÓPEZ, Carlos y MARTÍ AYXELÀ, Montserrat (eds.): El mundo de los Madrazo. Colección de

la Comunidad de Madrid. Madrid: Comunidad de Madrid, 2007, p. 192. [10] MADRAZO: op.cit., p. 125 [11] Ibídem, p. 593. El apellido Barroeta se refiere al pintor vasco Juan de Barroeta y Anguisolea (18351906). A los quince años se trasladó a Madrid, llegando a trabajar en el estudio de Federico de Madrazo. Cultivó el paisaje y especialmente el retrato. [12] Los Recuerdos de mi vida fueron publicados por Carlos González López en 1994, con motivo del centenario del fallecimiento de Federico: Federico de Madrazo (1815-1894). Madrid. Museo Romántico, 1994. [13] Al pintor Carlos Luis de Ribera, de quien también se ha cumplido en 2015 doscientos años de su nacimiento,

dedicamos

hace

unos

meses

un

artículo

en

esta

misma

revista:

http://revistamito.com/carlos-luis-de-ribera-un-bicentenario-olvidado/ [Consulta 7/12/2015]

¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? GARCÍA GARCÍA, ALEGRA: «Federico de Madrazo en su bicentenario». Publicado el 27 de diciembre de 2015 en Mito | Revista Cultural, nº.28 – URL: http://revistamito.com/federico-de-madrazoen-su-bicentenario/

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ALEGRA GARCÍA GARCÍA Licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid, ha realizado estudios de posgrado relacionados con la investigación histórico-artística, la educación y la archivística. Sus principales áreas de interés son el Arte de la Edad Moderna, la iconografía y la teoría del Arte.

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