Familias iberoamericanas en el marco del bicentenario: \"Todas cuentan\"

July 23, 2017 | Autor: Mónica Ghirardi | Categoría: Bicentenario de Independencia, Familias iberoamericanas
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Descripción

Miradas históricas sobre familias argentinas Dora Celton, Antonio Irigoyen López (Eds.) Año 2012 Isbn 978-84-8371-823-0

Familias iberoamericanas en el marco del bicentenario: "Todas cuentan"

Mónica Ghirardi (CEA UNC/ CIECS CONICET UNC, Argentina) ¡Che Porota! ¿escuchaste anoche los gritos de la Pochi cuando el Juan la aporreaba a la vuelta de la cancha? Es que desde que se quedó sin trabajo ya no sale ni a buscar changas, y lo que consigue es para el vino, total, con el plan que ella tramitó se arreglan para comer los siete. Además la abuela recibe la pensión ¡por eso la aguantan a la vieja! aunque hasta por ahí nomás, fíjate vos, con casi noventa parece que todavía tiene para rato... aunque ya no se mueve de la cama ni reconoce a nadie. Los que más lástima me dan son los chicos d'ella, esos duermen en él colchoncito en el suelo, porque desde que el Juan la embarazó otra vez, se tienen que conformar casi solo con el mate cocido ¡cómo les hacen ruido las tripas de noche! Y la mugre que carga la pibita! para colmo, esa se queda con el Juan sola hasta las cinco de la tarde los días que la Pochi va a fregar los pisos en una casa pituca. Él no la cuida para nada, pero a veces me parece que hasta la mira con cariño...mmmm...cuando no se alza a verla a la gringa que atiende el kiosco... Bué, me voy a buscar agua a la canilla que está cerca del cruce porque si no, no llego a parar la olla para darle algo caliente a los crios...1

1. LA PARADOJA NEGADA Pocas veces se ha aludido tanto en Argentina a la incidencia de un tipo de unión matrimonial en la familia como en los debates previos a la aprobación del matrimonio igualitario en el mes de julio de 2010. En efecto, las discusiones suscitadas en los meses previos en algunos escenarios de ese país en relación a la controvertida y finalmente aprobada Ley pusieron nuevamente en la palestra del debate a la familia, identificándola como institución fundante y pilar de la organización social y destacando como imperativa, la necesidad de preservarla. 1

Potencial diálogo entre vecinas en un país Latinoamericano a comienzos del siglo XXI

Sin embargo, en la práctica la situación real por la que atraviesan miles de familias de carne y hueso no parece desvelar demasiado a la sociedad, a los gobiernos ni a la Iglesia, baste observar a niños deambulando solos y descalzos en las calles, a jóvenes compitiendo por limpiar los cristales de los parabrisas; a menores esclavos del paco y otras sustancias alucinógenas, incitados por adultos a consumirlas, expuestos a situaciones de riesgo y auto-destrucción. Baste escuchar o leer las noticias de cada día para sumar casos de niños fugados de sus hogares, abusados muchas veces por sus parientes más próximos; de familias enteras muertas por asfixia en el crudo invierno por inhalación de monóxido de carbono; víctimas de aplastamiento de muros, voladura de techos, incendios e inundaciones. Ancianos y niños durmiendo "con" o "como" sus perros, virtualmente, cuando no, totalmente a la intemperie. Mal nutridos, carentes de agua potable para el consumo y de condiciones mínimas de higiene, expuestos a sinnúmero de enfermedades, ello en zonas muy próximas a nuestros principales centros urbanos y también en éstos. Para qué mencionar la multitud de niños que esperan la adopción legal. Y los casos de tráfico y explotación de personas, mujeres y niñas especialmente. El ejemplo reciente de un informe periodístico en la provincia de Corrientes (Argentina) sacó a la luz a partir de varias denuncias, la práctica de prostitución de niñas desde los diez u once años; hechos aparentemente invisibilizados por un sector de la misma comunidad que salió a negar y agredir frente a las cámaras de televisión, a las mujeres denunciantes. La negación del trabajo infantil (en el campo, en la ciudad) a través de una ley que lo prohíbe, constituye por ejemplo en el caso de Argentina, otra manifestación de cómo pueden cerrarse los ojos ante una realidad cotidiana y omnipresente2.

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Una investigación realizada recientemente en la Universidad Católica Argentina (UCA) comprendió a seis mil

hogares de todo el país en las grandes ciudades y arrojó que en el segundo semestre de 2010 el 23,3% de los niños entre 5 y 17 años trabajaba en el Gran Córdoba (período de escolarización obligatoria) estando en la misma situación un 17,6% de los niños en promedio en todo el país. Resulta por otra parte alarmante la falta

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Para qué insistir en el cachetazo diario a las familias por efecto de la inflación de precios de la canasta familiar básica que no pueden resolverse con dádivas que fomentan la desocupación y promueven ejemplos de pernicioso ocio de los adultos en sus niños. Dicho de otra manera: ¿a quién le importa realmente la situación por la que atraviesan millones de familias reales en nuestros países de Latinoamérica? Más bien todo lo contrario, pareciera que hoy, como ayer, en la práctica, las familias continúan "libradas a su suerte", como afirmó hace ya algunos años acertadamente el investigador Bernard de Lavallé (1986:62) al estudiar el caso peruano colonial, y por consiguiente, "excluidas del banquete de la vida" en palabras de Susana Torrado (2006). Mientras tanto, el imaginario social se empeña en continuar representando lo que es "la familia" en términos ideales, en un hogar confortable, primorosamente decorado y ordenado, con mamá amasando paciente y pulcramente la masa para la cena y papá fumando su pipa en pantuflas descansando en su sillón de cabecera a un costado de la chimenea tras su regreso al dulce hogar al finalizar un día de intenso trabajo; mientras el niño mayor prolijamente ataviado finaliza disciplinadamente sus tareas escolares, y la pequeña juega tranquilamente con su muñequita. A través de una ventana se advierte el soplar del viento en los cerezos del jardín y la lluvia arrecia contra las sólidas paredes de la casa, resguardando a la familia de cualquier amenaza exterior. En este punto conviene recordar la opinión de la renombrada antropóloga francesa Martine Segalen, quien nos visitara en nuestro programa de investigación sobre estudios de familia del Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, hace dos años, la misma resulta coincidente con la de otros especialistas al de datos oficiales a nivel nacional y provinciales sobre la problemática. Fuente: La Voz del Interior, Córdoba, domingo 12 de junio de 2011, edición papel, sección 7/A.

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entender que en nuestras sociedades contemporáneas, lo que está caduco es la figura tradicional nuclear del "matrimonio casado con hijos" (Segalen, 2008) esto es, el ideal burgués, (Wainerman y Geldestein, 1996:194) con roles estereotipados de papá proveedor, mamá en el hogar e hijo. Resulta sorprendente que a pesar del desbordamiento sufrido por este modelo por circunstancias múltiples desde hace ya años, como representación, continúa teniendo gran sustento en la sociedad. La pregunta que surge es: ¿No es hora ya de tender un puente entre el estereotipo de "familia ejemplar" y la pluralidad y diversidad de problemáticas, formas y comportamientos que atraviesan a las familias reales, algunas de las cuales vienen constituyendo la tónica desde hace más de cinco siglos? ¿Cuándo, cuestiones como el racismo, la discriminación, la pobreza, el narcotráfico, la trata de personas, la desnutrición, por mencionar solo algunas comenzarán a considerarse en la elaboración de las políticas como poderosos desestabilizadores y verdaderos flagelos que impactan en la vida de las familias reales? 2. EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA CRISTIANA COMO PARADIGMAS

Los entramados sociales contemporáneos plantean el desafío de reconocer nuevas formas de uniones en pareja. Ello lleva a reflexionar sobre el sentido histórico del matrimonio y la familia y su instauración como paradigmas. Sin dejar de reconocer la diversidad como nota central en la conformación e identidad de nuestros países latinoamericanos, es innegable que ellos también comparten rasgos culturales comunes, en parte, como herencia del devenir histórico que atravesaron, en el cual no puede obviarse el proceso de evangelizadón europea emprendido por la iglesia en conjunción con la Monarquía. Como afirman Gaudemet (1993: 165-171) y Brundage (2000) el matrimonio fue competencia exclusiva de la iglesia durante la Edad media, sin que ningún poder secular le reclamase su autoridad ni su monopolio, jurisdiccional y legislativo. En el siglo XVI el Concilio de Trento innovó poco en relación a la doctrina clásica de la iglesia en

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materia matrimonial. En efecto, los padres conciliares se preocuparon fundamentalmente por confirmar normas, entre las principales: el carácter sacramental del matrimonio, la monogamia, la indisolubilidad, el mutuo consentimiento o principio del matrimonio voluntario, la celebración pública, la obligatoriedad de la presencia del sacerdote y de los testigos. Otros de los rasgos inherentes al modelo matrimonial fueron, como se ha recordado tanto en julio de 2010 en Argentina en el contexto de los debates por el matrimonio igualitario, la exclusividad de la unión heterosexual, y la importancia de la función procreativa del vínculo. Al prohibir el divorcio, en cierto sentido, la Iglesia evitaba los posibles enfrentamientos que pudieran surgir entre los grupos de parentesco por separaciones, repudios o bigamias, todo relacionado con los códigos de honor sexual vigentes y con las transferencias patrimoniales (Casey, 1991:155-156). La contrapartida fue que lejos de desaparecer, los conflictos de pareja se trasladaban al interior de las familias, donde la Iglesia era difícilmente capaz de solucionarlos (Ghirardi e Irigoyen López, 2009). El Concilio de Trento confirmó pues un modelo matrimonial, y a través de él un régimen moral de vigilancia y disciplinamiento sexual que impuso a en las regiones católicas. La calidad sacramental impuesta a la única unión reconocida legalmente confirió al poder eclesiástico el control exclusivo sobre la unión matrimonial en una sociedad fundada según un orden patriarcal y paternalista, bajo la supremacía del orden y el disdplinamiento (Harrington, 1995:25- 47; Casey, 2001: 36-45). Así, garantizar la integridad del matrimonio significaba defender un modelo de sodedad, contribuía a mantener el orden establecido (léase jerárquico, autoritario y estratificado) procurando la reproducción del sistema social, paradigma que la Monarquía hispánica compartía con la Iglesia y se propuso trasladar a la América colonial. A través de una extensa gama de impedimentos matrimoniales, duramente criticados por los reformistas, la Iglesia católica se proponía poner límites al poder de los parientes, los cuales, valiéndose de uniones endógamas

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buscaban asegurar su propia reproducción no solo biológica, sino social y material (Ghirardi e Irigoyen López, 2009). De hecho, la selección de pareja, si no se atenía al sostenimiento del orden esperado, podía constituir una amenaza tanto para los parientes como para la sociedad en su conjunto, ya que el matrimonio incidía en la movilidad social, constituía un instrumento fundamental de la reproducción social y del mantenimiento del orden estratificado. Algunos autores como Joan Bestard (1992) y Jack Goody (2001) han visto en la tradición consensualista uno de los primeros síntomas del proceso de individuación y nuclearización de las relaciones entre los cónyuges y, como contrapartida, el debilitamiento de los lazos más amplios con otros parientes en épocas muy anteriores a la propuesta por la teoría de la modernización sostenida desde la sociología. Cabe preguntarse, según el principio consensualista, ¿el permiso paterno constituía un requisito exigido para la celebración? De acuerdo al decreto Tametsi lo era pero también no lo era. Es decir, se resolvió que casarse sin permiso implicaba pecado grave, aunque la unión no era por ello inválida. Diferencia notable con la Iglesia reformada. Se definía así una forma de respetar la autoridad del padre pero de confirmar que la Iglesia era quien tenía sobre el matrimonio la decisión última, ya que ejercía la jurisdicción exclusiva. Como afirma Patricia Seed (1991: 233-240) la desobediencia a los matrimonios concertados constituía un atentado a la patria potestad y al modelo de familia cristiana con la complicidad de la corporación eclesiástica. Sin embargo, independientemente del énfasis que pretendió darle a la decisión de la pareja conyugal en la consagración de la unión religiosa, los parientes existían y sus opiniones e intereses influían; ya que el parentesco constituía, como afirma Chacón Jiménez (2003:24) el verdadero sentido de la familia. 3. EL MODELO TRASPLANTADO A AMÉRICA

Independientemente del modelo de matrimonio católico y de familia cristiana, el trasplante de estas instituciones no resultó tan sencillo en la sociedad americana. En efecto, sólo atendiendo a la extensión

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territorial de 20.030.977 kilómetros cuadrados y a las 125 lenguas distintas que se hablaban en Iberoamérica al momento del arribo europeo a fines del siglo XV (comprendiendo cada una de ellas cientos de dialectos) tendremos una somera idea de que la inmensidad, diversidad y multiculturalismo constituían su principal característica (Fernández, 1994: 1). Factores geoambientales, étnicos, económicos, culturales, mentales permiten vislumbrar una compleja y heterogénea realidad, más aún con la llegada de los europeos y posterior introducción del elemento africano. Tomando como punto de partida un contexto tan complejo y variado, reflexionar acerca del posible éxito o fracaso de la aplicación del matrimonio y modelo de familia cristiana en Iberoamérica resulta un desafío notable. Para España Chacón Jiménez (2004: 38) advierte que el proceso de adaptación de la doctrina cristiana con los cambios introducidos (unión de sexualidad, reproducción y matrimonio) fue largo y nada sencillo, y que fue necesario un disciplinamiento moral para la aplicación de la doctrina tridentina, regulando y eliminando desviaciones. Algunas explicaciones a comportamientos contrarios a la moral católica del matrimonio y la familia han sido asociadas a la falta de libertad en la práctica para elegir pareja según las propias inclinaciones; a la imposibilidad de divorciarse; a prolongadas ausencias del hogar de alguno de los cónyuges; a la abundancia de disponibilidad de mujeres en situación de subordinación servil; a las características del régimen demográfico -desequilibrios entre sexos, casamientos tardíos, alto celibato definitivo, migraciones- a factores económicos, especialmente derivados de las dificultades del acceso a la tierra; a la inestabilidad político-militar como resultado de las guerras de emancipación y posteriormente civiles que influían en la movilidad de hombres a través de reclutamientos que se sumaron a los habituales desplazamientos de la mano de obra (Cavieres y Salinas, 1991; Pottast Jutkeit, 1996; Volpi Scott, 1998; Moreno, 2004). Dada la frecuencia relativa en buena parte de la población y durante varios siglos del concubinato, Gonzalbo Aizpuru (2000) prefiere no

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utilizar el concepto de "desorden" refiriéndose a dicha práctica, interpretándola como resultado de la adaptación del ideal de familia cristiana a las particularidades de la realidad americana, dando como resultado una multiplicidad de formas de vivir en familia. Según las prescripciones sociales, el matrimonio constituía una forma de unión que debía celebrarse entre personas del mismo grupo social para perpetuarse, de allí que la práctica de unión sin matrimonio haya sido interpretada como una válvula de escape ante la imposibilidad de romper relaciones de parejas conformadas legítimamente, aunque insatisfactorias, en resguardo de la situación social y económica (Flores Galindo y Chocano Mena, 1984: 407) y como un terreno más apropiado para los sentimientos y el amor (véase por ejemplo Cavieres 1991:104; Mayo, 1995: 84; Mateo 1996:13). Desechando los mitos acerca de la explicación del concubinato como resultado del portugués atraído por las indias o negras lascivas, Volpi Scott (1998: 133-155) siguiendo la línea de trabajos de Donald Ramos (1993: 639-662), Caroline Brettell y Alida Met- calf (1993: 365-388) alerta sobre la necesidad de buscar raíces peninsulares en ciertos comportamientos "anómalos", transpuestos al Brasil y redimensionados en la colonia americana, ya que encuentra singulares similitudes en el siglo XVIII en prácticas sexuales de Brasil y Portugal, preguntándose hasta qué punto se puede afirmar que las "patologías familiares" fuesen fruto de las condiciones peculiares de las comunidades coloniales, y entiende que lo que diferenciaba a las dos sociedades, más que los desvíos morales, era la intensidad del fenómeno. En sociedades de Iberoamérica donde se ha estudiado el fenómeno de la ilegitimidad de nacimientos se constata que según el área, rural o urbana, el momento histórico y la pertenencia social, la proporción de hijos concebidos fuera del matrimonio en la época colonial varió entre el veinte por ciento, un tercio del total de nacimientos y un cincuenta por ciento, alcanzando excepcionalmente, cifras que superaron el sesenta y siete por ciento, como ocurría en la parroquia de Asunción en Paraguay, esto es, dos tercios o más del conjunto total de

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nacimientos, lo cual indica que en lugares y períodos específicos el modelo de matrimonio propuesto por el Concilio de Trento pudo ser ¿desplazado?, ¿desconocido?, ¿readaptado?, por una realidad regional y circunstancia histórica particular. En los demás casos lo sería sólo en parte. Pero ¿hasta qué punto la Iglesia católica intentó defender el modelo de familia cristiana en los territorios americanos? ¿De qué manera se transmitían los valores de la moral católica? ¿Estaban preparados clérigos, frailes, y en general las estructuras de la Iglesia secundada por el Estado, para poner un límite a los "pecados de la carne" con miras a la preservación del orden social en la comunidad? Como dice acertadamente Pilar Gonzalbo (2001:166) en verdad, no parecen haberse aplicado ni sanciones adecuadas, ni medidas preventivas en proporción con la frecuencia con que se cometían las irregularidades, y mientras no fueran denunciadas o no causaran demasiados trastornos, se toleraron. Quizás, sostiene la autora, porque en la práctica los desvíos no constituían un tema tan prioritario de la política como sí lo era en cambio el asegurar la presencia de la iglesia en la comunidad. Asimismo la Iglesia, como institución del perdón y refugio de los débiles ofreció un espacio al cual recurrir en casos extremos de tensión familiar. Al respecto Lavallé (1986: 462) se pregunta sin embargo, si en la práctica su acción colaboró a aliviar la situación de desvalimiento de los más débiles, o bien coadyuvó a la legitimación de roles asimétricos entre los sexos, contribuyendo a la preservación de las jerarquías sociales tradicionales promotoras de tensiones harto críticas en no pocos casos. 4. EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA COMO FACTOR DE ORDEN Y PROGRESO EN LA FILOSOFÍA ILUSTRADA

En el siglo XVIII se produjeron una serie de cambios que llevarían a una creciente intromisión estatal. Fue en estos momentos cuando la Monarquía Hispánica cuestionaría el monopolio que sobre el matrimonio y la familia venía ejerciendo la iglesia desde hacía siglos.

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Como dicen muy acertadamente Isabel Morant y Mónica Bolufer (1998: 77-129) las medidas legislativas del siglo de las luces conciliaron la autoridad paterna con la libertad de los hijos para elegir pareja, esto es, armonizaron el casamiento concertado por interés y conveniencia con el amor romántico, y, lo más importante, lograron rasgar el monopolio eclesiástico sobre el matrimonio. Un afianzamiento del poder estatal y una mengua en la autoridad eclesiástica sobre el matrimonio, paulatino pero irreversible, fueron algunos de los efectos de una legislación la cual, a través de sucesivas aproximaciones, terminó prohibiendo el casamiento entre individuos de calidad española y negros, mulatos y otras castas en 1805. Antecedente de esta Legislación constituyó la Real Pragmática sobre hijos de familia (aplicada en América en 1778), la misma iba destinada a desalentar los matrimonios "desiguales", presentándolos como opuestos al honor, al respeto y a la obediencia que los jóvenes debían guardar a sus familias. El corolario sería la demarcación de los privilegios del nacimiento sobre las virtudes personales, la profundizadón de las diferencias sociales, la exaltación de los resentimientos, rivalidades y enfrentamientos intra e inter familiares; la frustración de las expectativas de promoción social vía matrimonio (Konetzke 1946; Rosenblat 1954; Stolcke 1992; Socolow 1991; Rodríguez 2004). Un cambio paulatino en la concepción del matrimonio se definió así como irreversible, escindiéndose los aspectos sacramentales de los inherentes a la unión civil y contractual quedando los primeros en la órbita de la iglesia mientras los segundos ingresaban en la jurisdicción estatal. Al fin de cuentas lo que estaba en juego era el orden social estratificado como garantía de dominación para la Monarquía. Demás está decir que este proceso produciría no pocas tensiones entre el Estado y la Iglesia, ya que ésta se resistiría a ceder terreno en sus tradicionales jurisdicciones. De esta manera si bien en su aspecto sacramental el matrimonio continuó manteniéndose bajo su órbita, en tanto unión civil y contractual la competencia correspondió al Estado. En el contexto de 'las nuevas ideas", y como parte de un plan general de promoción de la riqueza y el orden, algunas medidas tuvieron como objetivo el aprovechamiento de la mano de obra infantil, así, en 1794

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se suprimió la Ley de ilegitimidad. Pero como muy bien sostiene Buenaventura Delgado la intención de la normativa era bien práctica, ya que el interés estribaba, más que en dignificar la situación de los infantes nacidos fuera del matrimonio, en incorporar la mano de obra de niños de familias trabajadoras al universo laboral, antes excluida de numerosos oficios por la exigencia del nacimiento legítimo (Delgado 2000:157). 5. EL IMPACTO DE LAS INDEPENDENCIAS EN EL UNIVERSO FAMILIAR

El impacto de las guerras por la emancipación y posteriores luchas civiles en la familia fue devastador, traduciéndose en dramáticas pérdidas en vidas humanas y en el estragamiento de las economías familiares, alterando además la feria nupcial por incremento de la mortalidad masculina. Asimismo la guerra también trajo aparejada otras consecuencias vinculadas a la ausencia y muerte de jefes de * familia, derivando en una redistribución de la autoridad y reasignación de roles en el interior de los hogares. En este punto conviene resaltar que la población movilizada se vio obligada a abandonar sus familias y toda actividad productiva para alistarse en una empresa bélica por tiempo indefinido. El cimbronazo socio-político que aparejó la Revolución y el conflicto armado derivado produjo desplazamientos en las jerarquías sociales resquebrajando la burocracia colonial. Según Marcela Ternavasio el impacto económico mayor recayó sobre las familias preeminentes ligadas al comercio de envergadura ya que la convulsión militar afectó las rutas comerciales tradicionales; igualmente que la política librecambista fue devastadora para peninsulares y sectores que venían beneficiándose del tráfico monopólico. El sentimiento antiespañol, si bien con características ambivalentes en el sector de la élite por involucrar redes sociales y familiares de profundo arraigo, fue extendiéndose al conjunto social terminando por segregar en forma paulatina a los españoles de las funciones de gobierno. Familias no tan encumbradas pero leales al orden republicano encontrarían en esta nueva situación la oportunidad para acomodarse políticamente e

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iniciar una carrera ascendente (Ternavasio 2009:106). En ese sentido según ha resaltado acertadamente Tulio Halperin Donghi (2005) el nuevo Estado, necesitado de fuerza de trabajo apuntaló a la familia como institución, si bien la situación política también afectó el equilibrio interno de los linajes, aparejando conflictos ante el respaldo acordado por el poder republicano a las ramas patriotas de parientes. Resulta de sumo interés la utilización en Leyes y decretos oficiales de la época, de expresiones ambivalentes entre la tradición y la innovación para señalar el vínculo entre el nuevo estado y el pueblo en el paso de súbditos a ciudadanos, invocando las relaciones de parentesco, específicamente la filiación y de paternidad. Así, la tradicional invocación a la "Madre patria" será desplazada por expresiones como "Celo paternal de la República" e "Hijos de la Patria republicana". No porque sí, Mona Ozouf afirma (refiriéndose a la situación europea aunque, aplicable también a América respecto de la consideración de la mujer pasado el impulso revolucionario independentista) que si la monarquía suponía el reino de las mujeres, la república constituiría el paraíso masculino. En efecto, más allá de medidas circunstanciales como se verá en algunos ejemplos, impulsadas por el imperio de la guerra, a la larga el género femenino saldría reducido al silencia y la soledad de la Revolución, sin implicar el cambio político una transformación de fondo de su anterior situación legal en el Antiguo Régimen. Aunque la idea de igualdad estaba sembrada, habría que esperar más de un siglo para que las relaciones humanas comenzasen a ser diferentes (Ozouf, 2010: 95). No obstante la nueva política se reflejó en una creciente labor benefactora a través de pensiones a viudas y huérfanos de guerra; alentando la instrucción pública, la preservación de la moral social, y la atención de las familias indigentes. Bajo el imperio de las circunstancias de la guerra, el naciente Estado argentino encontró en la familia, y dentro de ella en la mujer, un puntal defensor del orden social republicano a través de la exaltación de la maternidad. En este marco se asignaron premios estímulo a la moral, aplicación y amor filial a las madres de familia. En forma concomitante se les confiaba además un rol activo como sostén material del hogar ante el

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reclutamiento masivo de hombres en el ejército con sus derivaciones de extrañamiento del lugar de residencia y saldo de muertes. Sin embargo salvo excepciones y en líneas generales como afirma Ricardo Cicerchia puede decirse que las normas legales heredadas de los tiempos coloniales en materia de familia no se vieron alteradas después del estallido revolucionario de Mayo de 1810 (Cicerchia 1998: 74). Una excepción en ese sentido constituye la prohibición de los casamientos de españoles con jóvenes americanas en 1817, al año siguiente de la declaración de la independencia, y en pleno proceso bélico por la emancipación3. Los decretos de honores postumos que se reiteran serán los que reflejen una actitud del Estado verdaderamente innovadora, al dirigir su atención no ya a la institución familiar en su conjunto sino al cuidado de personas individuales, integrantes de familias concretas. Los beneficios alcanzarán a familiares de militares de alta graduación pero también en a hijos de esclavos muertos en actos de heroísmo4. A través de esas medidas los gobiernos revolucionarios reconocían los actos de los combatientes caídos en servicio a la Patria, y se obligaban a desplegar una acción protectora sobre esposas e hijos de soldados fallecidos por la Causa americana, asignándoles pensiones a viudas y huérfanos. El control moral de los comportamientos familiares a partir de la intervención directa de la autoridad civil en su interior constituirá otro de los epicentros a los que apuntarán los dardos de sucesivas 3

Registro Oficial de la Nación, Tomo I, decreto 1059, pág. 414. Un análisis del tema puede Registro Oficial de la Nación, Tomo I. Se decretan honores postumos al sargento de dragones don Nicasio Varela y pensión a su familia, decreto 996, p. 383; 1813 pensión a doña Martina Warnes, decreto 562, pág. 235; 1813 se retira la pensión a doña Francisca Quintana y sus hijas: se trata de un decreto de la Asamblea General ante la asignación de pensiones a quienes participaron en la Reconquista y defensa de la ciudad de Buenos Aires, se le priva de la que disfrutaba por no hallarse en el caso, 577, p. 238; 1816 Auxilios a la familia del Coronel don Manuel Dorrego en atención a los servicios que brindó a la Revolución y a pesar de la indocilidad de su genio que lo ha llevado a estar expatriado de las Provincias Unidas; se declara a la esposa doña Angela Baudrix e hijo dignos de compasión y amparo, se establece que disfruten del sueldo que por su clase tenía cuando residía en el territorio de las Provincias Lnidas y de morir uno de ellos goce el superviviente de la tercera parte del total en distinción y beneficio que la Patria le reconoce a los servicios de sus hijos aun siendo eclipsados por los mismos con los crímenes que la consternan Firma Martín de Pueyrredón, 1010, pag. 387; 1818 asignación de pensión a la viuda del Tte. don Pedro Pablo Torres 1189, pág. 465; 1818 pensión a los hijos del Gral. Balcarce 1206, pág. 470. 4

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reglamentaciones. La preocupación moralizante para controlar la acción de vagos, malentretenidos y perjudiciales no era nueva habiendo sido ya los teóricos de la Ilustración quienes dieron el primer paso hacia la secularización del derecho penal en España siendo evidente que estas concepciones influyeron en América (Barral; Fradkin y Perri 2007: 133). Con amplias atribuciones los jueces pedáneos intervinieron en el seno familiar disponiendo de los hijos cuando por razones morales o de pobreza, se considerase que sus padres no estaban en condiciones de criarlos5. Algunas de estas acciones dieron lugar a abusos de autoridad, provocando situaciones desestabilizantes en el seno de las familias al arrancar a los niños de su núcleo originario destinándolos a hogares sustitutos, derivando en ocasiones en verdaderas situaciones de servidumbre de infantes y jóvenes; alentando conflictos judiciales originados en reclamos de los padres ante arrebatos de los hijos que consideraron injustificados6. 6. LA CONFORMACIÓN DE LOS ESTADOS NACIONALES Y LAS FAMILIAS

Sostienen Lockhart y Schwartz que el orden de los movimientos de independencia de los países Iberoamericanos guardan un paralelismo inverso con las primeras regiones conquistadas por los españoles. Así, las primeras incorporadas fueron las últimas en perderse. El impulso procedió de las zonas costeras atlánticas, con economías en crecimiento vertiginoso y mayores alicientes y posibilidades de conseguir la independencia (Lockhart y Schwartz, 1992: 385). En la América española se proyectaron grandes confederaciones como la Gran Colombia pensada por Bolívar (Venezuela-Colombia-Ecua- dor) hasta la atomización de la denominada "era provincial" de 1820 en las regiones del Plata. Los autores mencionados ven en los movimientos 5

"Reglamento de administración... en Compilación de Leyes, decretos, acuerdos, tomo II, pág. 23, cap. 4 referido a vagos en su artículo 6. 6 Véase un análisis sobre pleitos de restitución de menores para el caso de Buenos Aires en Ricardo Cicerchia, "Vida familiar y prácticas conyugales", 1998, pp. 75 - 86, para el fenómeno en Córdoba puede consultarse M. Ghirardi, Matrimonios y familias en Córdoba. Prácticas y representaciones, 2004, pp. 530-537.

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federalistas de autonomías provinciales una continuidad con la creación del Régimen de intendencias bajo la Monarquía borbónica. Tal como expresan muy acertadamente, al final, ni la unificación general, ni una total fragmentación ganaron la partida y en la mayoría de los nuevos Estados independientes, las unidades administrativas del período colonial definieron las nuevas fronteras, si bien con la gran diferencia de soberanías separadas en el interior de cada unidad (Lockhart y Schwartz, 1992: 390). En el plano de las prácticas socio-culturales, la familia patriarcal, resultante de lazos endogámicos y fundamentada en el parentesco, con miras a preservar la limpieza de sangre, pervivió y aún se reforzó. Por fuera de las capas dominantes la tónica estuvo dada, como venía sucediendo desde hacía más de dos siglos en las Indias, por la diversidad de actitudes frente al matrimonio según se tratase de indios, negros, españoles y todas sus cruzas (Segalen, 2004; Ghirardi, 2007). Avanzando en el proceso de secularización que incidiría en la formación y desarrollo de las familias en la segunda mitad del siglo XIX aunque con grandes diferencias según el país de que se trate, se multiplicaron en Iberoamérica la sanción de Códigos civiles y consecuente promulgación de Leyes de Matrimonio laico. Sin embargo el paso de la moral cristiana a una moral laica fue un proceso de transición lento, como sostiene con acierto Rosario Esteinou (2008: 136137). Por ejemplo, en Perú el registro de las personas no fue tomado a cargo del Estado sino hasta 1936 y en Colombia la Ley de divorcio civil permitiendo nuevas nupcias se estableció recién en el año 1976 (Rodríguez, 2004). Por su parte, la consideración hacia la mujer no varió sustancialmente a partir de la sanción de los primeros códigos, ejemplo de ello fue la persistencia de su exclusión del derecho al sufragio en Argentina, hasta mediados del siglo XX. Tras la sanción del Código Civil argentino (1869 para regir en 1871) el único matrimonio válido continuó siendo el religioso y la nueva legislación, lejos de contribuir a proteger la situación de las contrayentes ahondó la inequidad de

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géneros en la pareja ya que las mujeres dejaron de contar con figuras jurídicas que las respaldaba como la compensación pecuniaria por incumplimiento de la promesa de casamiento derivada de la institución esponsalicia. Los hijos continuaron considerados como "propiedad exclusiva del padre" y la dote matrimonial dejó de ser obligatoria (recuérdese que en caso de viudez o divorcio, en tanto bien propio, la dote venía constituyendo un importante resguardo para la situación de la mujer). La exclusividad del matrimonio religioso se mantuvo hasta la sanción de la modalidad civil recién en 1888 en Argentina, y la única forma de divorcio, como durante el Régimen colonial continuó siendo, hasta el último tercio del siglo XX, la separación de cuerpos, manteniéndose las esposas obligadas a fijar el mismo domicilio que los maridos. En la región, con el tiempo las ideas liberales influyeron en el proceso de secularización llegando en materia matrimonial finalmente a establecerse la obligación de precedencia del matrimonio civil respecto del religioso. No obstante actualmente en algunos países latinoamericanos se reconocen los efectos civiles de los casamientos religiosos; en otros esa modalidad religiosa puede ser reconocida por el Estado gozando de validez (Celis y Dominguez, 2006). De este modo, el desplazamiento de la Iglesia del Derecho de familia no fue simultáneo y dependió del rumbo de las decisiones políticas en los distintos casos. Uruguay y Cuba concretaron su secularización en materia matrimonial a principios del siglo XX reconociendo como único matrimonio válido al civil, adoptando además el divorcio vincular. Otros, como Bolivia, Brasil, Nicaragua y Perú reconocen hoy como válidos a los matrimonios celebrados por la autoridad religiosa siempre y cuando se declaren e inscriban ante la autoridad civil, otros como Colombia, Costa Rica, Nicaragua y Panamá continúan reconociendo una jurisdicción ineludible a los tribunales eclesiásticos (Vassallo, 2010:435-6). Según Rosario Esteinou fue en el proceso de lo que denomina como "consolidación de los Estados nacionales" cuando el paradigma de familia entendida como la tríada padre, madre e hijo se consolidó (proceso de nuclearización y surgimiento de la familia burguesa) y la

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articulación de sexualidad con matrimonio cobró significativo ímpetu; relajándose el individuo del fuerte control de la parentela y la comunidad; poniéndose énfasis en los espacios para la intimidad y el amor romántico en la pareja; profundizándose el culto a la domesticidad femenina en tanto esposa y madre, y materializándose la representación de la familia como espacio afectivo por excelencia (Esteinou, 2008:141). 7. EL TRIUNFO DE LA FAMILIA "MODERNA"

El denominado proceso de primera transición demográfica en Argentina fue precoz y rápido en comparación con otros países de Latinoamérica involucrando a diversos sectores sociales, clases medias y posteriormente populares y obreras. Siguiendo a José Luis Moreno puede decirse que dos hechos demográficos tuvieron un impacto trascendental en las familias en la época de la argentina aluvional o época de inmigración masiva y proceso de urbanización: el descenso de la fecundidad y el aumento de la nupcialidad. La inmigración masiva acentuó el multiculturalismo que caracterizaba a la Argentina por una tradición de siglos, en ese sentido, cabe interrogarse sobre el rol del matrimonio como elemento de integración étnica. El mencionado autor distingue dos patrones de comportamiento en las mujeres en la etapa aluvional, el criollo, el particular de las del interior, con alto patrón de fecundidad e ilegitimidad y altos niveles de mortalidad infantil; y el de la inmigrante extranjera, con cantidad de hijos limitada (Moreno, 2004). La ampliación de los derechos políticos de la mujer fue el resultado de una reivindicación de larga data que el partido y las mujeres socialistas venían impulsando. Sin embargo, estos logros no dejaron de presentar paradojas ya que aunque se le reconocía a la mujer criterio propio, responsabilidad y capacidad para desempeñarse en el universo laboral, los discursos la mantuvieron anclada en la reclusión del hogar como guardiana del universo doméstico. Esta imagen tuvo una fuerte penetración y persistencia en todos los estratos sociales durante muchas décadas. Sería la recuperación democrática la que

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traería una renovación trascendente para la familia argentina a fines del siglo XX con la sanción de la Ley de patria potestad compartida en 1985, el divorcio vincular en 1987, la ley de cupos en 1991 (obliga a incluir un treinta por ciento de mujeres en las listas de todos los partidos). Como afirma Susana Torrado, los temidos efectos del divorcio vincular no se concretaron ya que el mismo no profundizó rupturas, habida cuenta de que el divorcio de hecho y las uniones consensuales tenían una larga tradición histórica en toda Latinoamérica. La precarización del empleo y políticas de ajuste estructural características de la década del 90 aceleraron los cambios en los comportamientos nupciales contribuyendo a la disuasión de la legalización de las uniones. En Latinoamérica, en los análisis centrados en las nuevas formas de vivir en familia en la contemporaneidad, la tendencia creciente a la convivencia sin matrimonio constituye una práctica que se reitera (Torrado, 2003; 2005). En efecto, entre las características de la denominada "segunda transición demográfica" los especialistas verifican una generalización de relaciones sexuales prematrimoniales, una mayor inestabilidad conyugal y una alta proporción de uniones libres (Quilodrán, 2008). Entre los factores explicativos de los cambios más recientes en la nupcialidad Torrado destaca con razón la prolongación de la escolaridad adolescente y juvenil; la postergación de la entrada a la actividad económica como consecuencia de un aumento de la desocupación y precarización del empleo; la prolongación de la adolescencia y el progreso de la situación social de la mujer desde la década del 60 a través de la educación, su incorporación masiva al mercado de trabajo y consiguiente independencia económica y, fundamentalmente, a los métodos anticonceptivos que le permitieron practicar la sexualidad sin procreación. En la vida en pareja, de un sistema de "complementariedad asimétrica" con roles diferenciados entre los sexos se viene transitando a una situación de "asociación simétrica" con una mayor democratización de las relaciones. En ese sentido Torrado resalta además un debilitamiento del control socioinstitucional y religioso, con emergencia de una moral de la autonomía individual en el ámbito privado, con ampliación del

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ejercicio de la libertad, y de parejas basadas en el amor (Torrado, 2003). Según Göran Tehrborn (2006), a pesar de las significativas variaciones regionales y las experimentaciones de las generaciones más jóvenes, el casamiento continúa siendo una institución importante ,en el orden socio-sexual global. Sin embargo, el fuerte declive de la mortalidad adulta y la mayor longevidad de las personas viene impactando fuertemente en la vida matrimonial asistiéndose al surgimiento de una nueva pareja, rara en el pasado, con más de 30, 40 o 50 años de vida marital implicando la continuidad durante tanto tiempo, un reto creciente. 9. DESAFÍOS PENDIENTES

Para concluir no queremos dejar de recordar que el 11 de julio de 2010 se conmemoró el día Mundial de la Población. El lema de la ONU fue "TODOS CUENTAN", emblema inspirador del título de esta conferencia; el mismo refiere a que todos los grupos sociales deben ser considerados y sus problemáticas abordadas a los fines de promover acciones que tiendan a disminuir la pobreza y la desigualdad. Esa desigualdad que constituye una constante histórica* en los países de Latinoamérica y el Caribe manifiesta tanto en la pertenencia al grupo socio-cultural y capacidad patrimonial; como a la pertenencia étnico-racial y sistemas de género existentes y que las políticas públicas de la región no pueden ignorar (Arriagada 2009). El United Nations Population Fund (UNFPA) propone el derecho de cada persona a que se le tome en cuenta, especialmente las mujeres, las niñas, los pobres y los marginados7. Así, se entiende que la apuesta no debe obviar el socorro humanitario pero con la condición de procurar la promoción de la dignidad y los derechos humanos de todos, como compromiso ineludible si queremos proteger a las familias. BIBLIOGRAFÍA

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