Factores determinantes en los procesos de segregación socioespacial del Viejo Madrid (1860-1930)

July 17, 2017 | Autor: S. De Miguel Sala... | Categoría: Segregation, Historia Social, Historia Urbana
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FACTORES DETERMINANTES EN LOS PROCESOS DE SEGREGACIÓN SOCIOESPACIAL DEL VIEJO MADRID (1860-1930)∗ SANTIAGO DE MIGUEL SALANOVA Becario FPU. Departamento de Historia Contemporánea (Universidad Complutense de Madrid)

Resumen: En esta comunicación se examina la progresiva segregación social y residencial experimentada por Madrid durante el período 1860-1930, fase coincidente con un proceso de modernización urbana y demográfica a nivel nacional. Para ello se toma como referencia el área del casco antiguo, donde pervivió un modelo de ciudad antigua basado en una zonificación vertical, y se establecen comparaciones con las nuevas zonas resultantes del ensanche urbanístico a través de la utilización de variables relacionadas con la salubridad, la oferta de alquiler de la vivienda y el mercado laboral.

Palabras clave: Urbanización, crecimiento demográfico, casco antiguo, ensanche, segregación socioespacial.

1. Introducción El intenso aumento poblacional de las ciudades europeas a partir de comienzos del siglo XIX dejó al descubierto las marcadas deficiencias que a nivel inmobiliario mostraban aquellas para acoger a unas clases populares en permanente expansión. El hacinamiento, la oscuridad, la humedad y las malas condiciones de construcción se convirtieron en aspectos intrínsecos de la vivienda urbana, especialmente a partir de la segunda mitad del Ochocientos. De forma paralela, los distritos comerciales y financieros se consolidaron forzando a sus antiguos habitantes a desplazarse a otras



Este texto forma parte de las actividades del Grupo de investigación UCM Historia de Madrid en la edad contemporánea, nº ref.: 941149, ha sido posible por la concesión de dos proyectos de investigación del PLAN NACIONAL DE I + D + I: MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CIENCIA, HUM200764847/HIST; MINISTERIO DE ECONOMÍA Y COMPETITIVIDAD, HAR2011-26904, Investigador principal: Luis Enrique Otero Carvajal.

áreas ante los dramáticos incrementos de los precios del suelo urbano. Los arquitectos consideraron entonces más provechoso construir nuevos distritos para la burguesía y la clase media que reformar las ya viejas, degradadas y poco rentables zonas del interior. Las clases populares pasaron a congregarse en torno a las orillas de las áreas centrales y aquellos que disponían del capital económico suficiente y de posibilidades para desplazarse con facilidad por el conjunto de la ciudad acudieron en masa a las nuevas periferias (PERKIN 1989; LAMPARD 1973). La aceleración del proceso de segregación social de las ciudades europeas provocó que a comienzos del siglo XX entraran en declive los distritos mixtos característicos de la ciudad preindustrial. La expansión de los nuevos medios de transporte, que terminaron por difuminar las antiguas walking cities para reemplazarlas por nuevas riding cities (KELLETT 1969; WARD 1975; WARNER 1962; WARNES 1973), y el diferente acceso de la población a esos servicios provocó que los contrastes entre el interior, los suburbios y los barrios bajos de las ciudades se hicieran cada vez más rampantes. Al mismo tiempo, las clases acomodadas comenzaron a mostrar reticencias respecto al mantenimiento de sus viviendas en los barrios populares, dado el temor que les ocasionaba la ideología política y los hábitos sociales de los grupos allí afincados (ROWNTREE 1901; BOOTH 1902; CHEVALIER 1958; STEDMAN JONES 1971). En el caso de Madrid, ciertas zonas se fueron haciendo cada vez más propicias para el asentamiento de las oleadas de inmigrantes que llegaban en busca de oportunidades laborales, experimentando como consecuencia un progresivo deterioro social que les llevó a degenerar en barrios bajos marcados por la pobreza, la enfermedad, la criminalidad, la delincuencia y el vicio1. La segregación social latente en ese proceso

1

Según Pooley (1982), las diferentes áreas residenciales de las ciudades modernas se hicieron cada vez más diferenciadas por motivos relacionados con la posición que ocupaban dentro del imaginario social. Aquí entraban en juego desde experiencias personales hasta declaraciones oficiales procedentes de informes de sanidad pública, todo lo cual servía para que un barrio pudiera ganar o perder reputación.

ofrecía a cada grupo social un rol en la organización de la vida urbana, limitando el desarrollo en ciertas direcciones pero contribuyendo a lanzarlo y a liberarlo al mismo tiempo en otras zonas. Cada espacio urbano tendió a acentuar ciertos rasgos, a atraer ciertos grupos sociales y a convertirse, en definitiva, en áreas cada vez más diferenciadas desde un punto de vista social y cultural. (BURGESS 1925: P. 56).

2. Indicadores de diferenciación espacial en la ciudad preindustrial. Hacia mediados del siglo XIX Madrid se hallaba encasillada en el área del casco antiguo gracias a la persistencia de la vieja cerca levantada durante el reinado de Felipe IV. El progresivo crecimiento demográfico y el asentamiento de nuevos habitantes a partir de la década de los cuarenta dio lugar a necesidades que ya no podían ser satisfechas a través del levantamiento de nuevos pisos superiores e inferiores en los inmuebles del interior de la ciudad y del progresivo hacinamiento en unos barrios cada vez más densamente poblados e insalubres (FERNÁNDEZ GARCÍA 1985; NAVASCUÉS 1993; FERNÁNDEZ GARCÍA y BAHAMONDE 1993)2. Madrid se mantenía en esencia como una ciudad abarcable a pie. Negocios de pequeña escala, inmuebles de todos los tamaños, tiendas, pequeñas fábricas y oficinas formaban parte de un todo mezclado. Comercio, industria y residencias de las clases altas estaban estrechamente interconectadas y el modelo de diferenciación social se basaba en la dicotomía entre un núcleo urbano más rico (en torno a la Puerta del Sol) y una periferia que coincidía con las zonas norte y sur del casco antiguo. Era evidente que

2

A mediados del siglo XIX Madrid no sólo contaba con un volumen poblacional claramente inferior al mostrado por las grandes capitales europeas como Londres (dos millones de habitantes) y París (un millón), sino también con índices de densidad de población muy superiores, poniendo así de manifiesto la incapacidad del casco antiguo para absorber a las riadas de inmigrantes llegadas de las zonas rurales y la necesidad de emprender la expansión hacia la periferia por medio de nuevos planes urbanísticos (a Londres correspondía a cada habitante una superficie de 100 metros cuadrados, a París 34 metros cuadrados y a Madrid 26). NAVASCUÉS (1994).

Madrid necesitaba extender sus tentáculos hacia nuevos espacios, perder el semblante de lejanos tiempos imperiales y dar paso al nacimiento de la ciudad moderna. Pese a la ausencia de una segregación horizontal entendida en el sentido de la ciudad moderna nacida al calor del proceso de industrialización, el casco antiguo madrileño evidenciaba una jerarquización en los precios del suelo a medida que crecía la distancia con respecto a la Puerta del Sol, incidiendo la localización geográfica, el estado de conservación y la valoración social de la finca en determinados barrios. El progresivo alejamiento de las calles de mayor concentración comercial y la proximidad con respecto a otros espacios urbanos de índole popular eran determinantes clave en el mayor o menor valor mostrado por los inmuebles del interior de la ciudad (BAHAMONDE Y MARTÍNEZ MARTÍN 1985; BAHAMONDE 1980).

Gráfico 1: Mercado inmobiliario madrileño en 1863 (precio del pie cuadrado edificado) 420

San Jerónimo

400

Puerta del Sol Mayor

300

Fuencarral

300 285

Hortaleza

250

Arenal

245

Alcalá

180

San Bernardo

140

Atocha

125

Toledo

110

Embajadores

0

50

100

150

200

250

300

350

400

450

Reales Precio del pie cuadrado (reales)

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos de: BAHAMONDE, Ángel y MARTÍNEZ MARTÍN, Jesús Antonio: “La desamortización y el mercado inmobiliario madrileño (1836-1868)”, en: BONET, Antonio (coord.), Urbanismo e Historia Urbana en el Mundo Hispano. Segundo simposio, 1982, Madrid, Editorial de la Universidad Complutense de Madrid, 1985, vol. 2, p. 954.

En medio de las discusiones generadas por la posibilidad o imposibilidad de construir en Madrid un nuevo ensanche que canalizase el progresivo crecimiento

poblacional y descongestionase el casco antiguo (BONET 1978; SAMBRICIO 2004), se planteó precisamente para el centro urbano la reforma de la Puerta del Sol, definida como uno de los mayores esfuerzos administrativos, urbanos, políticos y arquitectónicos de la etapa isabelina (NAVASCUÉS 1994; NAVASCUÉS 1968; QUIRÓS 1983; ARNÁIZ 1985). Al margen de los debates que generó este proyecto urbanístico, definido por sus detractores como de mero ornato y embellecimiento y por sus aliados como necesario y de utilidad pública, lo cierto es que la nueva plaza abrió el camino a una primera diferenciación social entre determinados barrios y vías públicas del casco antiguo. La baja calidad y la insalubridad del caserío existente en esta zona, la angostura de la plaza y la estrechez y dirección de las calles que confluían en ella son aspectos que llevan a valorar cuestiones de prestigio, salubridad y circulación en la reforma, siendo el mantenimiento del decoro un objetivo fundamental que demandaba la desaparición de calles tortuosas y edificios de pobres materiales de construcción. Sin embargo, no cabe olvidar la presencia de otras motivaciones puramente económicas y políticas que tenían que ver con la necesidad de despejar un espacio de singular importancia estratégica para dejarlo expedito al libre movimiento de tropas en un período en que los levantamientos populares eran cada vez más frecuentes. Sólo esto explica que tras producirse la Vicalvarada las Cortes de 1855 declararan finalmente como de utilidad pública la reforma de la Puerta del Sol. Los solares más cercanos a la plaza, que en 1849 exhibían un valor cercano a los 50 reales el pie cuadrado, dispararon su precio tras la renovación para sólo una década más tarde oscilar entre los 200-250 reales (BAHAMONDE, 1980: 236). La cercanía de otras calles señoriales (Mayor, Preciados y Arenal) terminaron por convertir al distrito Centro en el menos asequible de la capital, presentando una cierta homogeneidad en su morfología social, predominantemente burguesa y favorecida por una incesante actividad comercial. Sólo

Congreso y Buenavista osaron discutir su hegemonía, si bien éste último distrito, a pesar de concentrar calles como Alcalá, ofrecía palmarias diferencias sociales en sus manzanas a medida que crecía la distancia con respecto al epicentro urbano.

Tabla 1: Distribución de los alquileres en el espacio urbano madrileño (1869, precio en reales, datos porcentuales) DISTRITO

0-100

100-300

300-500

500-1000

> 1000

Audiencia

35,43

32,32

11,84

13,26

7,13

Buenavista

25,57

27,94

16,02

18,11

12,33

Centro

10,94

29,44

25,08

23,25

11,27

Congreso

21,21

24,94

12,58

23,42

17,83

Hospicio

31,42

40,71

17,34

7,93

2,58

Hospital

35,31

36,84

18,42

7,38

2,03

Inclusa

79,05

18,58

2,25

0

0,10

Latina

72,15

23,37

3,61

0,73

0,14

Palacio

40,28

36,36

15,32

7,48

0,53

Universidad

42,08

44,55

8,19

3,81

1,34

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos de: BAHAMONDE Y TORO, 1978: 225]

Los hechos acaecidos durante la Revolución de Julio de 1854 no sólo fueron decisivos para la consideración final de la reforma de la Puerta del Sol como necesaria para la ciudad de Madrid, sino también para constatar la urgencia de que aquella se adecuara a las nuevas circunstancias presentadas a raíz de su crecimiento demográfico. El diseño del proyecto de Ensanche de Carlos María de Castro sirvió como respuesta a la ya evidente incapacidad de un casco antiguo cada vez más saturado y sobrecargado para acoger nuevos habitantes. Si bien Castro pretendía construir un espacio continuo y homogéneo, era casi imposible evitar el surgimiento de grandes diferenciaciones espaciales tanto en la calidad de los edificios de viviendas como en los tipos de

alquileres y grupos sociales que albergarían unas y otras zonas. La zonificación social de la capital estaba presente en la intención de separar los nuevos barrios proyectados en función de las diferentes clases sociales, planteándose la apertura de un sector norte fabril destinado a las clases medias y populares, una zona este donde confluyera la flor y nata de la sociedad madrileña en edificios aislados y ajardinados y un sector sur reservado para la clase obrera. Un sistema de financiación en el que las nuevas infraestructuras y servicios públicos de cada área se hacían realidad a medida que progresaba la edificación llevó la segregación socio-espacial

hasta límites

insospechados en la nueva zona. La contribución territorial pagada por los nuevos inmuebles se gravó en función de su calidad y de su valor, de ahí que los barrios que disponían de inmuebles más lujosos absorbieran promociones inmobiliarias de mayor entidad (CARBALLO, PALLOL Y VICENTE 2008; PALLOL 2009; VICENTE 2012). A finales del siglo XIX el Ensanche dejó de ser un finisterre para los madrileños para convertirse en una parte más de la ciudad, próxima a los 100.000 habitantes. Sin embargo, el agotamiento de la idea de Castro se reflejó en la aparición de nuevos polos residenciales más allá de la trama urbana dibujada en el proyecto original, anexionando los municipios colindantes sin planificación urbana, resultado de la combinación de la presión migratoria con el carácter disuasorio de los precios del suelo y de la vivienda. Todo ello emanaba de los propios criterios y condiciones exigidas para el Ensanche, el cual se planteaba como un espacio cerrado a través de un foso más allá del cual no tardaron en aparecer nuevas infraestructuras para acoger a los inmigrantes llegados a la ciudad con menos recursos económicos. Siguiendo la línea trazada por la carretera de Francia aparecieron Tetuán de las Victorias y Bellas Vistas; en el noreste las barriadas de Prosperidad y Guindalera y en la zona suroeste la de San Isidro. Todas acreditaron

las carencias de la ampliación urbana propuesta por Castro y se convirtieron de facto en las zonas más dinámicas en cuanto a construcción y población alojada (VÖRMS 2012).

3. La persistencia del Viejo Madrid en el casco antiguo. A comienzos de la Restauración y a pesar del despegue inmobiliario iniciado en el Ensanche para la concentración de nuevos sectores sociales, el casco antiguo seguía concentrando el grueso de los habitantes de una ciudad que ya había alcanzado los 400.000 habitantes. El centro urbano logró entonces su punto álgido en densidad de población e inició un viraje en términos de uso del suelo urbano, pasando de la combinación de propiedades comerciales y residenciales a un monopolio de tiendas y oficinas ya plenamente consolidado al finalizar el primer tercio del siglo XX (NIELFA 1985; VELERT, MENCHERO Y RUEDA 1991; BAKER 2009). A la altura de 1880, el modelo de diferenciación residencial no resultaba apreciable tanto en términos horizontales como verticales, si bien era evidente la distintiva caracterización de los barrios del sur como los más proclives a la concentración de clases populares, viviendas de peor calidad y alquileres más económicos y de los del espacio central y noroeste como los más abiertos al asentamiento de profesionales liberales, banqueros, grandes comerciantes e industriales, empleados ministeriales, militares y sectores nobiliarios y aristocráticos de la sociedad (PERTIERRA DE ROJAS 1981 y HUERTAS 2002). Los grupos sociales de mayor peso cualitativo buscaban alojamiento en el centro no por hallarse más cerca de sus lugares de trabajo, sino por el hecho de que esta zona constituía el espacio de mayor prestigio social y económico, foro de debate para los grandes asuntos e intereses de la vida política nacional. El análisis del distrito Centro en términos de dimensiones de clase social siguiendo el esquema de clasificación HISCLASS detecta la mezcolanza social como la nota predominante en todos sus barrios, si bien se observan diferencias significativas

concordantes con el precio medio del alquiler mensual de sus viviendas3. Los barrios más próximos al Madrid palaciego (Arenal e Isabel II), eran los que contaban con una proporción de profesionales liberales superior a la media, mientras que en Silva y en Espejo, definidos por un menor coste, se detectaba una concentración más acusada de trabajadores poco cualificados, actuando quizás como refugios de las clases sociales menos aventajadas en el área central del Madrid. El número de pequeños propietarios, empleados de cuello blanco y dependientes de comercio no descendía en ningún caso del 30% de la población masculina activa, mientras que la correlación entre alquileres medios y altos y trabajadores manuales poco cualificados de barrios como Arenal, Bordadores y Puerta del Sol no era sino efecto de una todavía alta representación de empleados del servicio doméstico de alto rango internos en las residencias palaciegas de las clases más altas y del elevado número de dependientes de comercio que ejercían sus tareas y al mismo tiempo residían en los establecimientos comerciales situados en estos espacios. Lo que se pone de manifiesto a través de estos datos es la persistencia de una ciudad preindustrial en cuanto a la disposición de sus habitantes, con un espacio central más o menos homogéneo en el que médicos, abogados, empleados del Estado, grandes propietarios o banqueros vivían en comunidad con otros grupos de trabajadores manuales y eventuales poco cualificados. En realidad, no se puede hablar sino de un modelo de estructura urbana en el que no era inusual que familias de muy diverso estatus y nivel salarial convivieran en un mismo bloque de viviendas. Siguiendo las afirmaciones de Pooley, Madrid mostraba claras diferencias desde un punto de vista residencial, pero no se ajustaba perfectamente a un simple modelo centro-periferia, 3

Los diferentes grupos planteados en la clasificación HISCLASS son: Higher Managers (1); Higher Professionals (2); Lower Managers (3); Lower Professionals, clerical and sales personnel (4); Lower clerical and sales personnel (5); Foremen (6); Medium skilled workers (7); Farmers and fishermen (8); Lower skilled workers (9); Lower skilled farm workers (10); Unskilled workers (11) y Unskilled Farm Workers (12).

siendo más frecuente la existencia de agrupaciones de diferentes sectores ocupacionales en la estructura urbana desarrollada sin que ello reflejara de manera necesaria una segregación social o de estatus (POOLEY 1982).

Tabla 2: Dimensiones de clase social para la población activa masculina del Distrito Centro (análisis por barrios para 1880)4 BARRIOS

HISCLASS (1+2)

HISCLASS (3+4+5)

HISCLASS (6+7)

HISCLASS HISCLASS ALQUILER 9 11 (PTAS/MES)

Abada

8,95

34,81

15,69

23,24

16,60

78,63

Arenal

13,01

33,71

14,37

25,15

13,38

134,02

Bordadores

10,83

34,99

15,07

21,92

16,44

148,21

Descalzas

11,11

33,51

17,71

19,44

16,32

138,29

Espejo

8,78

30,36

17,27

14,68

27,91

50,14

Isabel II

16,15

31,99

10,82

23,26

16,46

122,83

Jacometrezo

11,14

30,57

20,52

21,20

16,44

95,41

Postigo

10,94

35,02

13,80

20,20

19,02

89,93

Puerta del Sol

9,92

34,05

16,21

26,88

12,69

241,75

Silva

12,21

29,48

18,81

17,82

20,79

74,93

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos del Padrón Municipal de Habitantes de 1880, Distrito Centro, Archivo de Villa de Madrid, Sección de Estadística]

4

Siguiendo la metodología desarrollada por los principales estudios que han utilizado HISCLASS para análisis de dimensiones de clases sociales, los análisis referidos la inserción laboral de la población masculina por grupos de edad aplica la condensación de las dos primeras categorías (Higher Managers y Higher Professionals, HISCLASS 1 y 2) y de las tres que aluden a empleos no manuales de rango medio y bajo (Lower Managers, Professionals, Clerical and Sales Personnel, HISCLASS 3-5). La motivación de la creación de grupos agregados responde a la necesidad de evitar porcentajes muy bajos para ciertas categorías los cuales darían lugar a una elevada volatilidad debida a la actuación de factores aleatorios.

Esta coexistencia de confort y pobreza no era exclusiva de Madrid. Había sido la estructura urbana predominante en la gran mayoría de ciudades continentales durante la primera mitad del siglo XIX y uno de los casos más paradigmáticos era el del París previo a las reformas urbanas de Haussmann. En la capital francesa funcionaba un patrón de vivienda mixta a partir del cual los inquilinos que formaban parte de la burguesía ocupaban los apartamentos más amplios de los pisos principales y las familias menos aventajadas encontraban aposento en los apartamentos más pequeños situados en los pisos más altos. Sin embargo, el creciente valor de la propiedad en su espacio central producto del planeamiento urbanístico liderado por Napoleón III terminó por minar ese modelo de segregación vertical al mismo tiempo que generaba una nueva estructura urbana, con la cual las clases sociales con menor poder adquisitivo se veían forzadas a desplazarse hacia nuevos barrios en la periferia. (GAILLARD 1981; DAUNTON 1990; JORDAN 1995; GAILLARD 1997). Todos estos aspectos llevan a la necesidad de establecer un análisis a nivel no ya de vía pública, sino residencial para apreciar el tipo de diferenciación social existente en el casco antiguo de Madrid en las últimas décadas del siglo XIX. Un análisis de la ocupación de la vivienda en altura atendiendo a la cualificación social de los inquilinos registrados en el padrón municipal de habitantes como cabezas de familia permite apreciar las características de un modelo decimonónico residencial en el área del casco antiguo definido por una separación estamental. Las tiendas y bajos eran los pisos que concentraban a comerciantes propietarios o encargados de establecimientos dedicados únicamente a la venta de productos, pero también a trabajadores manuales semicualificados o poco cualificados que combinaban las tareas de producción con las de distribución en pequeños talleres. Las porterías acogían no sólo a cabezas de familia dedicados a la limpieza y cuidado de las viviendas, sino también a individuos dedicados

a otros oficios, fundamentalmente manuales y de muy poca cualificación, que consignaban otras tareas en el padrón haciendo sus mujeres las veces de porteras, pese a no quedar registradas como tales en la mayoría de las ocasiones.

Tabla 3: Distribución de los cabezas de familia activos por tipo de vivienda y estatus social (1880, datos porcentuales) Piso

HISCLASS (1+2)

HISCLASS (3+4+5)

HISCLASS (6+7)

HISCLASS 9

HISCLASS (10+12)

HISCLASS 11

Tienda

2,65

48,60

26,09

17,35

1,81

3,50

Bajo

10,40

29,87

15,61

20,63

3,41

20,09

Portería

0,32

18,83

9,67

40,81

0,71

29,66

Principal exterior Principal interior

33,75

42,93

9,83

9,08

0,35

4,07

7,64

30,57

15,92

21,66

0

24,20

Entresuelo

20,52

44,59

13,89

14,86

0,48

5,65

Primero

38,37

50

5,81

4,65

0

1,16

Segundo

27,65

45,94

8,08

11,76

0,12

6,36

Tercero

19,75

48,61

9,79

13,78

0,21

7,86

Cuarto

4,96

37,47

14,66

21,64

0,33

20,89

Quinto

1,58

21,74

18,18

24,51

0,40

33,60

Buhardilla

1,27

12,38

19,37

23,02

0,63

43,33

Sotabanco

5,93

31,11

17,78

25,19

0

20

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos del Padrón Municipal de Habitantes de 1880, Distrito Centro, Archivo de Villa de Madrid, Sección de Estadística]

La representación de grandes propietarios y profesionales liberales aumenta en términos porcentuales conforme desciende la altura de la habitación, alcanzando en los pisos principales sus mayores dimensiones. Justo lo contrario acontece con jornaleros y trabajadores manuales no cualificados, cuyos porcentajes se disparan a medida que aumenta la altura del inmueble, llegando así a ocupar casi la mitad de las buhardillas de este espacio urbano a la altura de 1880. Los pisos intermedios (entresuelos, segundos,

terceros y hasta cuartos en los edificios de más plantas) constituían el feudo mayoritario de los empleados de cuello blanco, mientras que las habitaciones inmediatamente inferiores en elevación a las buhardillas se caracterizaron por contar con una nada desdeñable presencia de trabajadores manuales semicualificados y poco cualificados. En suma, nos encontramos ante un modelo de estructura residencial que favorecía claramente la convivencia social entre las clases más altas y las más bajas, a pesar de las marcadas diferencias que unas y otras presentaban en términos de economía doméstica, ocio, cultura, calidad de la vivienda o la disposición de un servicio doméstico interno (BRANDIS 1983; DE BALDEÓN 1986). Precisamente es el análisis del servicio doméstico un criterio muy significativo a la hora de establecer diferenciaciones sociales y económicas entre los barrios situados en la zona del casco antiguo (SARASÚA 1994). Su presencia en ciertos enclaves urbanos guardaba relación con el nivel de estatus y prestigio de sus habitantes y con el precio de alquiler de los pisos allí situados. Una mayor presencia de familias de clase media y alta daba lugar a una demanda más acusada de sirvientes y a una mayor diversificación de los mismos en términos de estructura jerárquica. No sólo era relevante determinar si un barrio contaba con un mayor o menor número de viviendas provistas de esta ventaja, sino también consignar cuál era la proporción de sirvientes por hogar. La utilización del precio medio de alquiler de la vivienda en combinación con el porcentaje de hogares con servicio doméstico interno permite determinar el nivel social de estos y el grado de diferenciación y estratificación en comparación con los que mostraban las cifras más bajas en este sector laboral. Los barrios que podemos considerar como más populares en el interior de la ciudad (Álamo y Espejo), no sólo ofrecían los alquileres medios mensuales más bajos de la zona, sino que además reflejaban su situación de desventaja en cuestiones como los porcentajes de trabajadores

no cualificados masculinos y en el número de viviendas con servicio doméstico, situándose en algunos casos claramente por debajo de la media mostrada por el centro de Madrid en 1880. Barrios como Espejo desconocían las casas con más de dos sirvientes domésticos, ocurriendo lo mismo en Álamo y, en menor medida, en Silva, Progreso y Estrella. Las pocas familias que disfrutaban de este beneficio en estas áreas urbanas sólo podían permitirse la contratación de una mujer que actuara como criada para todo realizando las tareas de un hogar a cambio de los salarios más bajos.

Gráfico 2: Distribución del servicio doméstico madrileño por barrios (1880) Álamo Espejo

16,42%

83,58%

21,19%

78,81%

Progreso

29,85%

70,15%

Silva

30,80%

69,20%

33,54%

Estrella

66,46%

35,27%

Media zona

64,73%

44,32%

Arenal

55,68%

Isabel II

46,07%

53,93%

Puerta del Sol

46,78%

53,22%

Carrera

47,23%

52,77%

52%

Cortes

0%

10%

20%

30%

48% 40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

% % casas con servicio doméstico

% casas sin servicio doméstico

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos del Padrón Municipal de Habitantes de 1880, Archivo de Villa de Madrid, Sección de Estadística]

La situación de estas zonas era claramente distinta con respecto a la presentada por los barrios que contaban con un mayor porcentaje de viviendas con servicio doméstico, siendo especialmente relevante el caso de Cortes, situado en el corazón del todavía poco consolidado centro financiero de la ciudad y hogar, junto a Carrera, de buena parte de las grandes fortunas madrileñas vinculadas al mundo de la banca y las finanzas. No debe extrañar por ello que el número de casas con servicio doméstico superara el 50%

de las existentes y que no fueran pocas las que concentraban de tres a cinco empleados. No faltaban tampoco casos extremos como el nutrido y variopinto servicio doméstico de la casa de Andrés Avelino de Arteaga y Silva (marqués de Valmediano) formado por tres doncellas, un ayuda de cámara, dos porteros, un repostero, dos lacayos, dos ayudantes de cocina, un cochero y cuatro sirvientas situadas en el escalón más bajo de la plantilla contratada por el propietario y senador5.

3. Nuevos indicadores de diferenciación socio- espacial en el Madrid de principios del siglo XX. Las últimas décadas del siglo XIX marcaron un antes y un después en el devenir de la estructura urbana de Madrid y en el área del centro histórico (PALOMEQUE 1976; RUEDA 2001; ALONSO PEREIRA Y NAVASCUÉS 2002; BAKER 2009). La progresiva salida de los barrios del interior por parte de las elites y sectores aristocráticos hacia la zona este del ensanche propició la apertura de nuevas áreas residenciales burguesas con una composición social marcada por una cierta homogeneidad. Los nuevos espacios seleccionados por estos grupos sociales se convirtieron en ámbitos de suntuosidad de pretensiones europeas donde se asistía a la plasmación de grandes y espaciosas calles inundadas de aire y luz en respuesta a las exigencias marcadas por unas nociones de salubridad e higiene cada vez más modernas. El nacimiento del eje Prado-Recoletos-Castellana, consolidado desde principios del Novecientos como una de las líneas centrales de la ciudad, enmarañó la ordenación urbanística e incidió en los rasgos y límites espaciales de la colmatación de la capital como flamante ciudad de servicios. El resultado de todo ello, un progresivo abandono de la función residencial anteriormente desarrollada por el interior del casco antiguo a

5

Datos biográficos extraídos del Padrón Municipal de Habitantes de Madrid de 1880. Barrio de Cortes.

medida crecía su grado de especialización como área comercial y financiera y como centro de ocio y sociabilidad (RUEDA 1991). De forma paralela, Madrid se embarcó de manera definitiva en un proceso de polarización social y espacial. La especulación en los usos del suelo urbano por parte de los sectores sociales más aventajados favoreció la segregación a nivel horizontal en el área del ensanche gracias a la creación de nuevos barrios diferenciados en términos de valoración social y económica a partir de la fijación para aquellos de diferentes infraestructuras y presupuestos. Las diferencias quedaron reflejadas en los precios medios de alquiler mensual de los inmuebles, dividiendo la ciudad en barrios bajos donde predominaba la infravivienda, barrios intermedios con mayor presencia de individuos pertenecientes a una clase media-baja y barrios opulentos sólo aptos para los grupos sociales de más elevado estatus. La organización social del espacio urbano madrileño a comienzos del siglo XX dibujaba un escenario en el cual el centro preservaba todos los rasgos que le habían caracterizado durante las décadas anteriores. Calles señoriales de gran anchura y majestuosas y lujosas viviendas quedaban codo con codo con angostas callejuelas donde la nota dominante eran las corralas y las casas de vecindad, marcadas por una segregación en profundidad. La aparición del ascensor eléctrico y su gradual instalación en los bloques de viviendas de la zona no había conseguido frenar una segregación de tipo vertical que seguía siendo dominante, separando a las clases sociales por altura. Por el contrario, en la zona del Ensanche la disposición del espacio ofrecía un carácter más moderno, proclive a una mayor homogeneidad en sus barrios en relación a los grupos sociales que los ocupaban. De esta manera, los sectores más pudientes tendían a convivir en las mejores vías públicas y en los edificios de viviendas de mayor

lujo y los de menor poder adquisitivo se concentraban en las zonas más degradadas dotadas de peores servicios e infraestructuras.

Gráfico 3. Distribución interior del bloque de viviendas situado en calle Mayor 23 (1905) Buhardilla. 15 ptas Buhardilla. 15 ptas Buhardilla. 10 ptas Jornalero Jornalero Costurera 4º derecha. 60 ptas 4º centro. 25 ptas 4º izquierda. 50 ptas Sastre Desalquilada Administrador de fincas 3º derecha. 100 ptas 3º izquierda. 90 ptas. Dependiente de comercio Dependiente de librería 2º derecha. 110 ptas 2º izquierda. 125 ptas Procurador Viuda /sus labores 1º derecha. 125 ptas 1º izquierda. 60 ptas Cesante de Hacienda Empleado de Hacienda Principal derecha. 250 ptas Principal izquierda. 200 ptas Médico Ingeniero de caminos Entresuelo. 468,75 pesetas Farmacéutico Tienda. 500 ptas Tienda. 291,66 ptas Portería. 10 pesetas Farmacia Objetos religiosos en bronce [Elaboración propia a partir de los datos extraídos del Padrón Municipal de Habitantes de 1880, Archivo de Villa de Madrid, Sección de Estadística]

El funcionamiento del mercado inmobiliario madrileño, basado mayoritariamente en el alquiler de la vivienda, provocaba asimismo que el grado de permanencia de los inquilinos en un mismo inmueble fuera muy reducido. La movilidad residencial a corto plazo era la tónica habitual para muchas familias que se trasladaban a otros inmuebles buscando alquileres más compatibles con sus ingresos. No eran pocas las que se veían forzadas a abandonar sus casas por impagos y retrasos en el abono de las cantidades monetarias exigidas para la cesión de viviendas en concepto de alquiler. Es precisamente el análisis de los desahucios producidos en el conjunto de la ciudad a principios del siglo XX un elemento más a través del cual verificar la marcada diferenciación socioespacial entre sus distritos y barrios. A nivel de distrito, los más opulentos y dotados de mejores condiciones de salubridad, higiene, infraestructuras y servicios reflejaron los porcentajes de desahucios más bajos a lo largo del ejercicio anual de 1901. Los espacios urbanos que presentaban

niveles más acusados de viviendas baratas, hacinamiento, enfermedades y ratios de mortalidad eran los que ofrecían mayores proporciones de familias desalojadas (Hospital, Latina e Inclusa en el área meridional del casco antiguo y Chamberí y Universidad en el ensanche norte). Por el contrario, las áreas que reflejaban una situación menos dramática eran aquellas en que los propietarios inmobiliarios se encontraban con menos problemas a la hora de tramitar el pago de las viviendas alquiladas (Buenavista, Congreso y Centro).

Tabla 4: Viviendas desahuciadas en Madrid durante el ejercicio anual de 1901 (distritos)6 Barrio

Viviendas desahuciadas

Porcentaje

Buenavista

129

5,16

Centro

185

7,41

Congreso

139

5,56

Chamberí

320

12,81

Hospicio

226

9,05

Hospital

415

16,60

Inclusa

278

11,13

Latina

261

10,45

Palacio

210

8,41

Universidad

335

13,41

TOTAL

2498

100

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos del Boletín de la Asociación de Propietarios de Madrid, números 110-126, 1901-1902]

Sin embargo, este análisis no permite sino extraer conclusiones básicas sobre el grado de segregación socio-espacial de Madrid a comienzos del siglo XX, haciéndose necesario el estudio de los cien barrios que conformaban su división administrativa. A

6

Leyenda: El fondo rojo señala los tres distritos que presentan las cifras de desahucios más altas de la ciudad, siendo la función inversa la desempeñada por los cuadros sobre fondo gris.

pesar de que en ciertos casos los porcentajes de inquilinos desahuciados no registran una relación con el nivel social y económico de un determinado barrio (Gasómetro o Marqués de Comillas en el sur), parece evidente que aquellos que ofrecían una mayor disponibilidad de vivienda a bajo coste eran los que acogían a las familias más conflictivas en términos de pagos de alquileres. Los espacios urbanos más deprimidos del conjunto de la ciudad, tradicionalmente asociados a una mayor representación de elementos de las clases populares, son los que reflejan las cifras más elevadas de inquilinos desahuciados, especialmente en los distritos de Hospital, Latina e Inclusa. En esta situación se encontraban también algunas de las zonas de menor valoración social y económica del casco antiguo, siendo los ejemplos más claros los ofrecidos por Álamo y Calatrava, que no llegaban a alcanzar las 50 pesetas de precio medio de alquiler mensual a la altura de 19057. Muy distinta era la situación de los barrios con menor porcentaje de desahucios, concentrados en la zona noreste de la ciudad. Allí se localizaban los valores de suelo urbano edificado más altos. El mayor nivel socioprofesional de sus habitantes convertía en remotas las posibilidades de caer en situaciones de extrema necesidad económica que desembocaran en el impago del alquiler de un inmueble, a pesar de que éste mostraba cifras que en ningún caso bajaban de las 150-200 pesetas mensuales. Eran terrenos vedados para el asentamiento popular, especialmente los más cercanos a la Puerta del Sol, que a partir de su remodelación reforzó la centralidad urbana y favoreció una oferta de alquiler mucho más heterogénea a lo largo de la ciudad (CARBALLO, PALLOL Y VICENTE 2011; DE MIGUEL 2012).

7

La información alude a los datos procedentes de los alquileres registrados en el Padrón Municipal de Habitantes de 1905 para el área del casco antiguo (Santiago de Miguel y Luis Díaz Simón).

Tabla 5: Desahucios por barrios en la ciudad de Madrid (1901)8 Barrio

%

Barrio

%

Jesús y María

2,80

Carmen

0,40

Amaniel

2,64

Puerta del Sol

0,36

Quiñones

2,60

Isabel II

0,36

Álamo

2,52

Conde de Aranda

0,32

Huerta del Bayo

2,32

Carlos III

0,24

Monteleón

2,32

San Martín

0,20

Caravaca

2,28

Floridablanca

0,16

Primavera

2,08

Biblioteca

0,12

Calatrava

1,96

Retiro

0,08

Lavapiés

1,96

Monasterio

0,08

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos del Boletín de la Asociación de Propietarios de Madrid, números 110-126, 1901-1902]

La situación laboral de los inquilinos desahuciados permite descubrir como cerca de un 40% de los casos denunciados se correspondían con jornaleros y trabajadores poco cualificados que mostraban en el ámbito residencial el mismo grado de itinerancia evidenciado en el campo profesional. No lejos se encontraban mujeres que declaraban como profesión “sus labores” y que ejercían como cabezas de familia en situación de viudedad. La pérdida del principal sustento económico de una unidad familiar como consecuencia de la muerte o deserción del marido era una de las causas básicas que podía llevar a la pobreza a un nivel primario y que explicaría el elevado porcentaje de mujeres entre las cifras globales de desahuciados en Madrid (ROWNTREE, 1901). Muy alejados de estos dos sectores se encontraban los que se definían como empleados con un trabajo regular y una remuneración fija, cesantes y pequeños comerciantes e industriales. De esta forma, un nivel de estatus social y profesional más bajo era la nota 8

Los porcentajes de viviendas desahuciadas han sido calculadas sobre el conjunto de barrios representados en la fuente utilizada para este análisis (total de 97). Algunas zonas de Madrid han quedado sin representación por no haber registrado estos incidentes (Príncipe y Fernando el Santo).

predominante entre aquellos que se veían obligados a abandonar su vivienda. Contar con un empleo irregular, inestable y eventual era a menudo sinónimo de una manifiesta incapacidad de los individuos a la hora de hacer frente al pago de sus necesidades más básicas, incluyéndose aquí la vivienda. Gráfico 4: Situación laboral de los inquilinos desahuciados en Madrid (1901) 1200 1000

983

800 654 600 400 157

200

118

106

69

0 Jornalero

Sus labores/viuda

Empleados

Cesantes

Comerciantes Pensionistas e industriales

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos del Boletín de la Asociación de Propietarios de Madrid, números 110-126, 1901-1902]

Con gran frecuencia, el mantenimiento de estas familias por encima del umbral de la pobreza requería la participación laboral de las mujeres, oculta a menudo en las fuentes históricas disponibles, y de los hijos pequeños, los cuales tenían un gran peso a la hora de generar un cierto equilibrio en el nivel de ingresos de sus familias. No contar con descendientes económicamente activos o la pérdida de alguno de ellos como consecuencia del abandono del hogar a edades más avanzadas eran factores que podían arrastrar a las familias de jornaleros a situaciones especialmente alarmantes. La alternancia de períodos de auténtica necesidad económica con otros de cierto desasosiego era, no obstante, una característica fundamental en el ciclo vital arquetípico de un trabajador no cualificado del Madrid de comienzos del siglo XX. La transición demográfica fue otro fenómeno estrechamente vinculado a la diferenciación social y espacial existente en un espacio urbano, marcando la

transformación de la ciudad preindustrial de la era isabelina en la nueva metrópolis del siglo XX (FERNÁNDEZ 1989). Es por ello que a los factores residenciales influyentes en la formación del proceso de segregación espacial se añaden otros relacionados con la calidad de vida inherente a los distintos grupos sociales de la ciudad. En materia de salubridad y atendiendo preferentemente al impacto de la mortalidad en el espacio urbano, distritos como Inclusa y Hospital multiplicaban por dos los ratios que en este apartado demográfico mostraban los considerados como más salubres e higiénicos de Centro, Buenavista y Congreso (39,98 y 36,14 por mil para los dos primeros en comparación con las cifras de 21,04, 20,91 y 22,42 por mil para las tres siguientes zonas)9. Esta situación se complementaba con divergencias entre los barrios en sus tasas de natalidad y con una incidencia de enfermedades contagiosas claramente selectiva (JIMENO AGIUS 1886; HAUSER 1979; FERNÁNDEZ 1985; RAMIRO FARIÑAS 2011). En relación al primer aspecto emergía una correlación negativa entre fertilidad familiar y estatus socioeconómico, confirmada ya a finales del siglo XIX a partir de las observaciones de investigadores como Weber, que determinó como la tasa de natalidad de las grandes ciudades disminuía con el desplazamiento desde los barrios más depauperados hasta los más ricos (WEBER, 1899). La correlación entre el precio de alquiler medio en un barrio y su calidad de vida medida en ratios de mortalidad es muy significativa para el caso de Madrid, donde los barrios que contaban con valores de suelo urbano más elevados se movían varios puntos por debajo de la tasa media de mortalidad para la ciudad a la altura de 1905 (28 por mil). Muy distinto era el semblante que en estos parámetros reflejaban los barrios más

9

Algunas de las tasas de mortalidad reflejadas en la Estadística Demográfica del Ayuntamiento de Madrid aparecen hinchadas en exceso debido a la influencia de factores externos. Los casos más claros tienen que ver con los enormes ratios que en esta variable demográfica muestran los barrios de Cabestreros y Doctor Fourquet al estar allí instalados la Inclusa y el Hospital General Provincial. Esta cuestión ya ha sido señalada en algunos estudios recientes (RAMIRO FARIÑAS, 2011).

asequibles desde un punto de vista económico, siempre por encima de la mortalidad media antes señalada e incluso duplicándola en los casos más sangrantes10.

Tabla 6: Comparativa niveles de salubridad y precios de la vivienda en Madrid a principios del siglo XX Barrios insalubres

Tasa mortalidad (por mil)

Alquiler medio (ptas/mes)

Barrios muy salubres

Tasa mortalidad (por mil)

Alquiler medio (ptas/mes)

Santa María de la Cabeza

55,74

19,13

Biblioteca

12,89

155,02

Balmes

46,09

19,92

Floridablanca

13,41

208,87

Imperial

42,81

14,35

Fernando el Santo

15,36

157,58

Hipódromo

38,95

19,66

Carmen

18,79

160,63

Peñuelas

33,96

12,58

Puerta del Sol

18,86

333,06

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos de: AYUNTAMIENTO DE MADRID, Estadística Demográfica, 1905]

Los efectos acumulativos de una dieta mejorada para la población y los progresos alcanzados en términos de vivienda, salud pública y servicios médicos tuvieron como resultado unas tasas de mortalidad más bajas para todas las clases sociales y estructuras de edad presentadas en los diferentes barrios de Madrid en las décadas venideras (CHICOTE 1930; PORRAS GALLO, 2002). No obstante, a pesar de actuaciones más decididas en cuestiones de salubridad por parte de las autoridades municipales, se mantuvo la brecha que en esperanza de vida mostraban los barrios más salubres del centro y este de la ciudad con respecto a los localizados en el sur del casco antiguo y del Ensanche11. La apropiación de las mejores áreas urbanas por parte de las clases sociales más acomodadas sirvió para reforzar esta polarización espacial también en términos

10

El barrio de Santa María de la Cabeza llegaba a alcanzar una tasa de mortalidad de un 55,74 por mil, esto es, más de cuatro veces más que el menor ratio de los alcanzados por los barrios más opulentos (Floridablanca con una tasa de un 13,41 por mil). 11 Algunas de las medidas sanitarios que desde el consistorio comenzaron a establecerse por medio de bandos de saneamiento de las viviendas madrileñas pueden consultarse en: AYUNTAMIENTO DE MADRID, Bando sobre saneamiento de viviendas, Madrid, Imprenta Municipal, 1908.

demográficos. Asimismo, las reformas realizadas en los inmuebles del sector más céntrico del núcleo interior de Madrid y las edificaciones de nueva planta en sus orillas dieron a estas zonas unas mejores condiciones de habitabilidad en comparación con el sector sur (BRANDIS, 1983).

4. Madrid 1930: la consolidación de un modelo de ciudad segregada Tras la conclusión de la primera guerra mundial la vivienda madrileña experimentó una progresiva revalorización asociada a un proceso de inflación cuya tasa a nivel nacional se tradujo en un inmediato deterioro de los salarios reales (CARRERAS Y TAFUNELL, 2010). Como consecuencia, las habitaciones de menos de 15 pesetas al mes, principales representantes de la infravivienda dominante en la primera década del siglo XX, perdieron su representatividad casi por completo en favor de viviendas de un precio medio situado entre 50 y 125 pesetas12.

Gráfico 5: Cuantía de los alquileres en la ciudad de Madrid entre 1910 y 1929 (precios en pesetas)

100% 90% 80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0%

más de 500 251-500 126-250 51-125 16-50 0-15

1910

1915

1925

1929

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos de: AYUNTAMIENTO DE MADRID, Negociado de Estadística, op. cit., y Heraldo de Madrid, “Los tipos de los alquileres en Madrid”, 25 de marzo de 1930].

El centro urbano se expandió durante estos años a medida que el Ensanche pasó a ser la principal opción residencial dentro de la ciudad. La irrupción de modernos

12

La situación de los alquileres de Madrid a la altura de 1930 y su evolución en las décadas precedentes puede consultarse en: Heraldo de Madrid, “Los tipos de los alquileres en Madrid”, 25 de marzo de 1930.

sistemas de transporte y su progresiva socialización fueron factores decisivos en las decisiones tomadas por los individuos a la hora de seleccionar sus espacios de asentamiento. De esta forma, y en claro contraste con la situación presentada en las décadas precedentes, la cercanía entre lugar de trabajo y hogar dejó de ser tan decisiva para la población activa madrileña. En el caso del interior del casco antiguo, algunos de los datos profesionales extraídos del padrón municipal de habitantes evidencian importantes claroscuros en términos de nivel de estatus social. A pesar de que el modelo de segregación vertical seguía siendo relevante en esta parte de la ciudad, cada uno de esos barrios ofrecía marcadas diferencias en un sentido horizontal que lleva a definir zonas populares más apartadas de la Puerta del Sol y zonas más acomodadas cercanas al triángulo financiero formado por Sol-Alcalá-San Jerónimo. De esta forma, mientras Muñoz Torrero reflejaba un carácter popular en su porcentaje de trabajadores no cualificados masculinos (24,76%), dos de los más afectados por la construcción de la Gran Vía, San Luis y Las Torres, señalaban un carácter claramente inadecuado para la absorción de este grupo social, con porcentajes de un 13,68 y 12,97% respectivamente. Gráfico 6: Distribución de trabajadores no cualificados en barrios del casco antiguo (1930)

Barrios

Floridablanca

9,97

Las Torres

12,97

Puerta del Sol

13,04

San Luis

13,68

Espejo

18,98

Álamo

24,57

Muñoz Torrero

24,76 0

5

10

15

20

25

30

%

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos del Padrón Municipal de Habitantes de 1930, casco antiguo, Archivo de Villa de Madrid, Estadística]

Sin embargo, fue el sur del ensanche el espacio que registró las transformaciones más profundas gracias a una rehabilitación impulsada a partir de 1915 con la implantación de un tejido industrial y empresarial más rico (VICENTE, 2012). La provisión de mejores servicios e infraestructuras y la erradicación de focos perennes de insalubridad facilitó que este área cediera el testigo de espacio urbano más degradado y asequible a los barrios situados en el extrarradio, cuyo relleno durante estos años se siguió realizando de un modo anárquico e inconexo, sin ningún proyecto de ordenación que permitiese solucionar el caos en que se encontraba esta zona y sin recursos suficientes para la ocupación del ensanche, donde la instalación se había convertido en una ensoñación devastada por el alto valor que el suelo había alcanzado en el segundo sector y por la alta cuantía de los alquileres de sus viviendas (VÖRMS 2012; BRANDIS, 1983: 172). En cualquier estudio de diferenciación socio-espacial como el que aquí se plantea resulta necesario aludir a la importancia que tuvo el desarrollo de áreas estrictamente comerciales dentro del mapa urbano, fenómeno que contribuyó a imponer un número significativo de limitaciones y obstáculos en lo que se refiere a la naturaleza del desarrollo residencial en el área metropolitana. En el caso de Madrid, la reforma de la Puerta del Sol en los momentos iniciales de la segunda mitad del siglo XIX y la Gran Vía medio siglo después crearon un mercado de suelo urbano de alto valor, prohibitivo para una función residencial extendida y sólo accesible para los capitales más fuertes. Al mismo tiempo, la segunda de las reformas señaladas sirvió para aumentar la importancia de los barrios del ensanche con los que establecía una conexión directa.

Gráfico 7. Mapa de alquileres por barrios de 1930

Niveles de alquiler por barrios. Pesetas constantes de 1913 Color

Nivel

Pesetas constantes (1913)

Pesetas corrientes (1930)

Muy bajo

0-25

0-42,59

Bajo

25-50

42,59-85,18

Medio bajo

50-75

85,18-127,77

Medio

75-125

127,77-212,95

Medio alto

125-200

212,95-340,72

Alto

200-300

340,72-511,08

Más de 300

Más de 511,08

Muy alto

[Elaboración propia a partir de Archivo de Villa de Madrid (AVM) padrones de 1930 para el casco antiguo (Santiago de Miguel y Luis Díaz), Ensanche Norte (Rubén Pallol), Ensanche Este (Borja Carballo) y Ensanche Sur (Fernando Vicente). Los diferentes niveles de alquiler expresados en pesetas constantes han sido extraídos aplicando la inflación calculada para este período por Carreras y Tafunell a los precios de 1905 (1913=índice 100; 1905=101,46 y 1930=170,36)]

La Gran Vía provocó además cambios abruptos en los alquileres del interior de la ciudad. Los barrios que se habían visto más afectados por el proyecto en cuanto a expropiaciones y derribos fueron los que experimentaron un crecimiento porcentual más significativo en el valor del suelo urbano edificado. San Luis, con un total de 781 viviendas eliminadas a partir de las existentes en 1905, constituye el caso más significativo, al registrar un aumento equivalente a casi un 400% en el siguiente cuarto de siglo. Por el contrario, los barrios colindantes con la nueva vía pública que no se vieron afectados en su estructura por la reforma se estancaron en la cuantía de los alquileres de sus viviendas y ofrecieron los ratios de crecimiento más bajos de todo el conjunto de la ciudad en el período 1905-1930. Algunas zonas, como Constitución, llegaron incluso a experimentar una reducción en el coste del suelo urbano en este intervalo de tiempo, lo que apunta a un posible deterioro del mismo por la ausencia de renovaciones y reformas en su mercado inmobiliario. El proceso de vaciamiento poblacional que acompañó a la especialización terciaria del interior de Madrid, pese a mostrarse universal para todo el distrito Centro, ofreció características disímiles en sus barrios en relación al grado en que se vieron afectados por los proyectos de reformas urbanísticas. Los que registraron un mayor número de expropiaciones con el trazado de la nueva avenida fueron los que a la postre manifestaron un declive poblacional más acusado, cifrado en porcentajes cercanos a un 50% en los casos de San Luis, Tudescos y Jardines. La reducción resultó mucho menos traumática para otros barrios limítrofes del interior, que no perdieron más de un 10% de sus habitantes actuando así como espacios residenciales aptos para el asentamiento de clases medias y populares (Constitución, Muñoz Torrero y Correos).

Tabla 7. Evolución de los precios de alquiler en los barrios del casco antiguo de Madrid Barrios afectados por la construcción de la Gran

Barrios no afectados por la construcción de la

Vía

Gran Vía

Barrio

1905

1930

Crecimiento

Barrio

1905

1930

(%)

Crecimiento (%)

Jardines

113,90

291,14

155,61

San Martin

156,29

193,67

23,92

Carmen

160,63

266,46

65,88

Isabel II

126,33

151,48

19,91

San Luis

91,35

383,66

319,99

Senado

63,45

94,02

48,18

Las Torres

177,33

374,91

111,42

Muñoz

77,25

117,52

52,13

Torrero Tudescos

71,58

239,78

234,98

Correos

139,91

150,74

7,74

Estrella

70,36

104,42

48,41

Constitución

125,14

124,90

-0,19

Álamo

48,12

129,50

169,12

Carlos III

121,06

126,66

4,63

[Elaboración propia a partir de los datos extraídos de los Padrones Municipales de Habitantes de 1905 y 1930, casco antiguo, Archivo de Villa de Madrid, Estadística].

De esta manera, el interior de Madrid asistió a un proceso de renovación incompleto en el que las construcciones de nueva planta con una función residencial fueron escasas y puntuales. Todo ello a pesar de que fueran necesarias obras de remodelación urbana en zonas que seguían aquejadas de malas condiciones tanto en cuanto a la calidad de los inmuebles como en términos de insalubridad (RUIZ PALOMEQUE, 1976 y BRANDIS, 1977). La situación era especialmente preocupante en la zona sur del casco antiguo (distritos de Latina e Inclusa) donde no se tomaron decisiones para el ensanche y saneamiento de ciertas vías públicas a pesar de la urgencia de acometer ciertas reformas.

5. Conclusiones El tránsito hacia la modernidad iniciado por Madrid a partir del último cuarto del siglo XIX y consolidado durante el primer tercio del Novecientos generó notables transformaciones en su estructura urbana. La vieja ciudad representada por el casco antiguo, caracterizada por la mezcolanza social a nivel de barrio, abrió paso a una fuerte

polarización espacial con los nuevos proyectos urbanísticos que surgieron al calor del crecimiento demográfico. El casco antiguo fue perdiendo su carácter de espacio de interconexión de diferentes grupos sociales a medida que transformó su función residencial en otra de signo comercial y financiera y su espacio central sirvió como línea de separación con respecto a otras áreas urbanas que veían descender el nivel de vida de sus habitantes conforme aumentaba su distancia con los espacios que registraban un mayor valor en términos de suelo urbano edificado. El resultado de ello fue un proceso de segregación no sólo expresado en términos residenciales, sino también demográficos y laborales que se vio aminorado a finales del primer tercio del siglo XX con la expansión del centro de la ciudad hacia el área del Ensanche y con la especialización del extrarradio como área residencial de las clases sociales de menor poder adquisitivo.

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