Ezequiel Gatto - Protestónica 2. Historia de una rave sindical.

September 20, 2017 | Autor: Ezequiel Gatto | Categoría: Music and Politics, Rave Culture, Cultural Activism, Sindicalismo
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Descripción

Protestónica. Historia de una rave sindical en Rosario.
Capítulo 2: Bailando en las calles

Enchufando
Los primeros días de septiembre de 2006, "en una asamblea en Planeta
X en calle Montevideo, Aníbal, que trabajaba en Apex, cayó con una
compañera suya, Giorgina. Ella nos contó el mambo que se estaban comiendo
con algunos de sus compañeros. Nos preguntó como podíamos ayudarla", dice
Mauri de Planeta X.
Lo cierto es que algo ya se cocinaba. Aníbal la había llevado hasta
ahí con un protoplan en la cabeza que, ahora, recuerda: "Por ese entonces
había llamado mi atención el movimiento social inglés Reclaim the Streets
(RTS), el cual, a modo de protesta, montaba fiestas con sound systems en
espacios públicos como autopistas, plazas, etc. Las manifestaciones
sociales suelen responder a un verosímil y creo que la cotidianidad las ha
vuelto en un punto inocuas; por eso en una pequeña reunión de delegados y
trabajadores propuse hacer una rave frente a la empresa y la idea tuvo gran
aceptación". No era la primera vez que el activismo sindical rosarino
reunía música, ocupación del espacio público y reivindicaciones. Pero eso
de hacerlo bajo un ritmo en 4/4, marcado con omnipresentes bombos de TR
909, 808 y 606, sí que era nuevo. Delataba un rasgo no sólo generacional
sino también sociocultural.
Carla no recuerda de quién fue la idea pero la afinidad con la
estrategia de Aníbal es casi tectónica: "Queríamos hacer una protesta en la
calle que desconcertara a todos, vecinos, compañeros y, sobre todo, a la
patronal. Frente a una manifestación con banderas, partidos políticos y
sindicato, los gerentes, directivos y supervisores de la empresa sabían qué
hacer: llamar a un escribano que dejara constancia fehaciente de quiénes,
cómo y cuándo estaban protestando. Cerraban las puertas para que nadie
ingresara o saliera de la empresa, intentaban convencer a los empleados de
los peligros de participar de la protesta, los amenazaban con sanciones,
etc. Pero frente a una fiesta electrónica, ¿qué podían hacer?"
Unos días después de la reunión, Aníbal y Ezequiel fueron hablar con
el kiosquero que tenía su comercio enfrente de Apex y que, recuerda Aníbal,
"había sido echado de una empresa grande y su resentimiento contra ese tipo
de estructuras lo movilizó a prestarnos luz desde su local". Asegurado el
asunto eléctrico -alma mater de una fiesta electrónica-, los delegados
consiguieron dinero para pagar el sonido y el aval del sindicato, que
funcionaba más bien como un paraguas protector que como impulsor o animador
del asunto.
Con esas piezas, se trazó el plan de maniobras: se cortaría la calle
Mitre en su intersección con San Lorenzo. A la altura de la puerta de
ingreso de Apex, pero en la vereda de enfrente y bajo un pórtico de
columnas azulejadas (que no dejaban de darle al evento una inesperada
estética de discoteca setentosa) se montaría el sonido. Emi, Eze, Javi y
Mauri, integrantes del por entonces activo Colectivo de Djs de Planeta X,
serían los encargados de poner música. Javi, además, proyectaría visuales
contra la fachada del edificio de Apex. El flyer, una hermosa pieza
derivada de una obra de un constructivista ruso y diseñado por Aníbal,
decía: "Free Party Biosindical. Por la reincoporación de Giorgina Lo
Giudici, aumento salarial y mejores condiciones de trabajo. Sound system:
Colectivo de Djs de Planeta X. Viernes 22. Mitre y San Lorenzo 18hs".

Luche y baile
Cerca de las tres de la tarde del 22 de septiembre, Ezequiel fue con
Marcelo ("el del sonido") a testear la zona y terminar de ajustar detalles.
Algo preocupados, miraron el cielo: gris, pesado, la lluvia era una
catastrófica posibilidad. Un par de horas más tarde volvieron. La ciudad
seguía seca. En un movimiento veloz que Ezequiel no pudo dejar de pensar
como un operativo comando, bajaron cajas, consola y cables de la traffic.
Enseguida se sumaron el resto de los organizadores: Emi, Aníbal, Carla, el
Colo, Mati, Mauri, el Gallego, Giorgina, Javi. Entre todos armaron la
cabina: sobre unos cajones de cerveza colocaron una gran tabla de madera y
sobre esa tabla pusieron una mesa hecha con otra tabla y soportes de
teclados. Conectaron los equipos y a las seis de la tarde empezó a sonar
minimal techno en la esquina.
Al principio, los autos seguían circulando, la gente pasaba y miraba
sin entender demasiado. Los delegados y activistas repartían volantes,
informaban de la situación, invitaban a la gente a quedarse a bailar. La
mayoría seguía de largo. Pero al rato, recuerda Mauri, "como en cámara
lenta, la esquina se pobló. La gente que ya estaba por ahí se bajó de la
vereda para tomar posiciones en la pista de baile que, un rato antes, sólo
pertenecía a los automóviles. Algunos de los chicos fueron hasta los
contenedores de basura que estaban por San Lorenzo. Arrastraron uno hasta
la ochava. Entonces, la calle se cortó definitivamente".
En su mejor momento, entre las siete y media y las nueve de la noche,
unas setenta u ochenta personas bailaron Paul Woolford, Magda, John
Dahlback, Marc Houle, Xenia Beliayeva, Akufen, Dj Hell, Trentemoller,
Oliver Huntemann, Stephan Bodzin, John Starlight y la banda de sonido de El
Imperio contraataca (la segunda parte de la primera trilogía de La Guerra
de las Galaxias); mientras tanto, un proyector emitía imágenes de Bruce
Lee, formas geométricas multicolores y consignas que bien pueden haber
ungido a Protestónica, que ya contaba con el título de "primera rave
sindical en Argentina", con el "de segunda vez que en Argentina se
pronunciaron consignas en inglés". ¿Habrán tenido "Improve working
conditions" y "Wage increment", mientras dejaban sus huellas inmateriales
en las paredes y ventanas de Apex, el honor de suceder a "Yanquis Go Home"?
Hablando de esas paredes y ventanas, la música se fue convirtiendo en
una especie de bola de energía aplicada directamente contra los vidrios de
la empresa, que temblaban como en un terremoto. La historia del arte de la
guerra sonora incorporaba un nuevo capítulo: "La idea era hacer imposible
el desarrollo del trabajo en el call hasta que nuestros compañeros se
vieran obligados a parar sin tener que declararse en huelga. La culpa sería
enteramente nuestra, no de ellos", devela Carla y, en su confesión, también
emerge un rasgo especifico de la lucha sindical en tiempos del habla-puesta-
a-trabajar. ¿A quién le hubiera importado el ruido externo en una fábrica
industrial? No estaba entre sus poderes parar la producción.
Mientras afuera algunos bailaban, adentro quedaba claro que, en este
mundo, pocas son las fiestas sin ambivalencias y menos cuando involucran
intereses. La Protestónica no fue una excepción: "La adhesión de los
compañeros fue parcial, dividió aguas. A algunos le pareció una
intervención violenta, a los operadores los obligaron a seguir trabajando
con el ruido y el enojo se volcó hacia nosotros, pero a otros que no
participaban de la lucha que habíamos librado contra la patronal les
encantó y hasta se animaron a bailar", rememora Aníbal cuando llega la hora
del recuento. Carla recuerda que los supervisores espiaban por las
ventanas, que hubo muchísimos compañeros de trabajo indignados y que los
delegados sindicales que no estaban a favor de la lucha ni de tensar la
relación con la empresa se asomaron un momento a la calle y luego
desaparecieron. El sindicato, por su parte, hizo saber -y sentir- poco
tiempo después, que no le cayó bien la aspereza y la hiperexposición que
implicó la actividad: temía que el diálogo con la empresa se deteriorara,
sin considerar que el propio deterioro de las relaciones laborales había
alcanzado ya un punto de gran intensidad. Pero más allá de cálculos
políticos inmediatos, no habría que dejar de considerar entre los factores
reactivos a la fiesta a ese rencor secreto que produce en mucha gente estar
frente a algo nuevo, un poco incomprensible, indefinido.
En ese marco, los directivos de Apex demostraron, días más tarde, que
el enemigo aprende rápido: hicieron cambiar los vidrios del frente por unos
mucho más gruesos y aislantes. La próxima fiesta iba a tener que ser de
grindcore sueco para que se escuchara adentro.
Ese 22 de septiembre, hacia las nueve y media de la noche, la calle
se fue vaciando mientras una chica pasaba la gorra entre los presentes,
recaudando dinero. Mauri, Emi, Eze y Javi se volvieron caminando por Mitre,
cansados, contentos por esa condición pionera y pensando en si todo eso
habría servido para algo. Mati, Carla, el Gallego, César, Aníbal y Giorgina
habían acordado tener una reunión en un bar que estaba a unas cuadras de
Apex, para balancear y pensar los siguientes movimientos.
Hoy, septiembre de 2014, con Apex instalada en la calle Santa Fe al
1500, sólo el Gallego sigue siendo delegado. Los demás activistas del 2006
migraron a otros trabajos y destinos. Pocas veces transitan la esquina de
Mitre y San Lorenzo pero cuando lo hacen miran para arriba, como en un
reflejo de supervivencia, y vuelven a ver las ventanas de ese primer y
segundo piso de un edificio cuya planta baja está desocupada y en la
esquina suele dormir gente a la intemperie. Esas ventanas que una tarde
temblaron por culpa de ellos.
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