Ezequiel Gatto - Días de alegría, años de rabia. Historia del hardcore/punk en Rosario 3

September 20, 2017 | Autor: Ezequiel Gatto | Categoría: Punk Culture, Punk, Punk Studies, Music and social movements, Hardcore punk
Share Embed


Descripción

Días de alegría, años de rabia
Memorias del hardcore punk rosarino de los '90


Capítulo 3: Ultraviolento



Ya hablamos del lado hospitalario del hardcore punk: su alegría
rabiosa, los encuentros, las cooperaciones, la autogestión. Ahora llega el
turno de mostrar el otro lado de la luna: la violencia.
El movimiento tuvo con ella una relación polimorfa, con diversas
fuentes y destinos. Así como estéticas repulsivas, discursos confrontativos
y canciones de cuatro acordes distorsionados bien podían resaltar lo hostil
de unos bichos históricos -nosotros- viviendo un momento de reconfiguración
agresiva de lo social, había otras que hicieron a la micropolítica de la
tribu.
Ambivalencias: la alegría contrapunteaba con oscuridades, tristezas,
desorientaciones, miedos y exclusiones. Para muchas chicas, por ejemplo, no
era fácil habitar esa jungla de testosterona; y las que lo lograban
oscilaban entre la protección y la hiperexposición. Alejandra Pace, adicta
a recitales, lo condensa en una imagen: "una vez me subí a un escenario y
me tiré de espalas. Me empezaron a pasar de mano en mano (nunca me acuerdo
si eso es mosh o slam, tiene más pinta de slam), me manosearon bastante,
hasta que, de repente, un chico le grita al otro: "¡Ey! Es una mina!" ¡Ahí
me bajaron! No lo olvido más".
Ese impulso al cuidado no siempre estaba. El panorama podía mostrar
cuerpos en tramas agitadas y destructivas, donde la rabia se convertía en
ira.
Además de ver a un chico corriendo a otro hasta pegarle, mi primer
recital ofreció la escena de un chabón de dos metros dándole a un pibe de
metro setenta una patada oriunda de arte marcial. El pibe giró sobre sí y
aterrizó. Fue sólo el comienzo: con los años vi pasar cuchillos, manoplas,
culos de botella y nudillos rotos que el pulular del flemático punk cabeza
no hizo más que incrementar. Pilar Almagro Paz, que alguna vez editó
Actika, suma fotos: "cadenas, pogo violento mal, pibes que se metían de
todo en el baño, tomaban cualquiera. Una vez vi uno que andaba con la
jeringa en el bolsillo de la camisa". Por si faltara, Nacho Molinos, hoy
responsable del sello Soy Mutante y miembro de Matilda, ayer bajista de
Argies, sube la apuesta: "Me acuerdo que una vez a Osvaldo (Zulo) lo
persiguieron con un hacha".
Yo no estuve pero el perseguido Zulo se acuerda de "un recital que se
hizo en Amigos Unidos, un club que queda bajo el Viaducto. Tocaba Payasos
Tristes, Los Daylight, Conciencia Propia y Jerk me parece. Fue 2000 o 2001
y pasó a la historia entre los que fuimos como "el día del caos", fue una
batalla campal como pocas. Tenía toda la remera manchada de sangre de otra
gente". El día del caos en Amigos Unidos: excelente definición para una
historia hecha de empujones, patadas, cabezazos y piñas que,
comparativamente, hacen que el pogo parezca el momento tierno. Esos choques
de cuerpos, cuenta Santiago (¡ja!) Pogo Córdoba (editor de Kabezas Negras y
manager), fueron prólogos de muchas vidas con finales tristes: "muchos de
esos pibes, que nunca pagaban una entrada y pudrían los recitales,
se murieron, se quemaron o se hicieron evangelistas".
Una segunda fuente de tensión eran las tribus urbanas aledañas. Cuando
Zalo Old Punk daba vueltas por la Rosario de 1991 prefería evitar algunos
encuentros:"era muy difícil cruzarte con las hordas del metal siendo un
punk de 15 años, dado que estaban compuestas por metaleros más grandes,
eran más personas y no muy abiertos que digamos". Y una tercera era "el
ciudadano medio", dado al lanzamiento de dardos -lingüísticos o púgiles-
por razones estéticas. Pogo condensa el asunto en un aprendizaje: "el punk
me sirvió para darme cuenta que ser joven siempre
fue difícil en Argentina" y yo en una pregunta: ¿qué habrá sido de los
pibes que una madrugada se bajaron del auto para pegarle a un amigo mío
porque tenía el pelo teñido de rosa?
Pero la violencia estaba lejos de agotarse en affaires
intratribales, intertribales o civiles. Su cara más densa se encarnaba en
el personaje más puteado de la historia del rock: la policía.
Razzias, aprietes y represión a plena oscuridad de la noche azuzaban
marcas de miedos latentes, como las que muestra Alvaro (guitarrista de
Lunátikos): "En 1993 mi hermano fue a un recital de Animal Dead en Alem y
Pellegrini (creo que se llamaba Vampiro el reducto y seguramente era un
antro); resulta que estaba tocando Animal Dead y entró la cana (de civil,
pinta de botones) con ganas de levantar pibes. Al final no pasó nada pero
cuando me contó nos pareció a los dos que la cosa aún estaba jodida". Ese
aún me queda picando: ¿aún respecto a qué? Se me ocurre que refiere a la
dictadura; se lo cuento a mi hermano Javi Garcia Alfaro (voz en INP y
editor de De protesta para la resistencia) y me devuelve una historia que
encandila por nítida: "En 1993 fui a un recital de Attaque 77 en Vicente
López (Mitre y Tucumán), clima de bardo, en el segundo tema un mosh me
depositó en el escenario. Los patovicas me bajaron. Me fueron sacando a
golpes hasta afuera y antes de atravesar la puerta me pusieron una picana
entre las piernas. A casi todos nos hacían lo mismo".
Mientras los pibes de Las Delicias recuerdan escaparse de la PSF por
las cortadas del barrio, invoco una noche de 1996 en Montoya (Corrientes y
Tucumán): cayeron dos camionetas, se bajaron varios robocop sin ley,
gritaron y regaron de balas de gomas cielo, paredes y algunos pies. Hubo
que correr varias cuadras. Sólo al rato nos reagrupamos, lentamente, con
ojos tensos y más rabia que alegría. La esquina estaba repleta de
patrulleros.
También hubo un montón de patrulleros el 12 de agosto de 1998 cuando,
gracias a una demanda del Ente de Administración de Bienes Ferroviarios,
engendro menemista encargado de descuartizar lo que quedaba de los
ferrocarriles, y el silencio de la Municipalidad, el octavo intento de
desalojo del Galpón Okupa (Wheelright y España) tuvo éxito, marcando un
hito en la ocupación estatal-mercantil de la costa del Paraná y condensando
toda una política cultural.
Exógenas y endógenas, explícitas y subrepticias, el hardcore punk
volvió audibles algunas de las violencias de la coyuntura histórica en la
que existió. Aquellas resonaron en cuerpos, que desde cierto punto de
vista, parecen haber estado en posición de combate.
Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.