Extremadura. Prehistoria y Protohistoria. En \"Nosotros. Extremadura en su Patrimonio\". Cáceres, 2007

July 9, 2017 | Autor: J. Valadés Sierra | Categoría: Museology, Spain (History), Prehistory, Extremadura
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EXTREMADURA EN SU PATRIMONIO

lglesia de San Francisco Javier y centro usan Jorgeu, cáceres Del 31 de octubre de 2006 al 31 de enero de2OO7

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Prehistoria Y Protoh istoria Juan M. Valadés Sierra

s sencillo trazaÍ un acercamiento a la Histos anteriores a la romanización, barrera que

en época netamente histórica. Y ello sobre z es mâs lo que sabemos de ese pasado tan lo que se acosremoto, pero al que la particular idiosincrasia de esta región debe más de tono divulgativo del tumbra a pensar. Dado el límite de espacio disponible, y el necesario efapa, citando texto, hemos optado por ofrecer unas pinceladas generales sobre estalafga puede publicación, solamente la bibliografía que, pof su carâcter comprensivo y reciente mediante la consulta de ser más útil al lector interesado, que podrá ampliar la información que' con mucho, cualquiera de las obras referenciadas. Habitualmente tendemos a olvidar la mayor pafte de la existencia humana sobre la tierra la pasaron nuestros antecesores en hechos culturales esos tiempos que acostumbramos allamar prehistóricos, desconociendo la caza y la básicos como la escritura; miles de generaciones vivieron de la recolección, alimentos, lo que pesca, y sólo hace unos pocos milenios aprendimos a producir nuestfos el mundio lugar a un proceso tecnológico acumulativo qlle ha terminado conformando do actual. llamar la atención sobre la escasa vaJunto a ese olvido reiterado, no podemos dejar de loración social que han tenido -y aún siguen teniendo en cieftos ámbitos- los vestigios de que en materiales de ese pasado prehistórico. Ese lamentable hecho es el responsable de destantas y tanÍaspublicaciones científicashaya que referirse ayacimientos imposibles enclaves arcifrar, ^hallazgos, descontexttalizaclos que de nada pueden informafnos o queológicos que sólo podemos conocef por referencias antig]U'as' ya que enla acnnltdad primeras han sido destruidos. En efecto, los mayores enemigos del conocimiento de estas etapas de vida humana sobre nuestro territorio son los "arqueólogos aficionados" -eufey la inmismo que design a a los excavadores clandestinos- por lo qtre desttozan y roban, curia de pafticulares y administraciones, por su frecuente pasividad ante tales destrozos' Afortunadamente, wa larga y aquilatada tradición investigadora, continuamente renovada y perfeccionada con nuevas generaciones de profesionales, y una red de institucioalaUntnes al seruicio del patrimonio arqueológico, en la que hay que citar expresamente versidad y Junta de Extrema dura, y a los dos museos provinciales, ha permitido que hoy y que sepamos de nuestro pasado mucho más de lo que sabíamos hace sólo diez años, esto Sea solamente una parte de lo que muy pfonto sabremos' Entre esos conocimientos que no dejan de aumentaf, cabe destacar los referidos a los primeros momentos de la presencia humana en Extremadura, el Paleolítico.

El Paleolítico el PaleoLa presenci a htmana en el actual territorio de Extremadura está constatada desde

en lítico Inferior, si bien sólo en los últimos años se dado un importante paso cualitativo de ocupael conocimiento de esta época. Hasta hace poco, era bien conocida la huella útiles ción humana en yacimientos superficiale s y hallazgo.s aislados; de ellos conocíamos primitiva adslíticos realizadosgeneralmente en cuarcita que responden a ¡,na tecnología cribible pof su tipología a las diferentes etapas del Paleolítico' pasa por una La talla de la piedra, mediante el uso de percutores de piedra o hueso, representadas en diserie de etapastécnicas bien tipificadas, algunas de las cuales están

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ferentes yacimientos extremeños, lo que permitió suponer unas fechas para su ocupación, sin que hubiese mucha más información ambiental o estratigráfica que asegurase tales

atribuciones. Así, en las cuencas fluviales donde se encuentra buena materiaprimalítica y en los vados o puntos clave de paso de los ríos se documenta la que palece primera presencia humana en la región; el pantano de Valdecañas y las márgenes de los ríos Alagón y Jerte son los principales puntos en la provincia cacereñ^, destacando los yacimientos de El Sartalejo y El Rincón del Obispo (GurIÉnnrz Morutlo, 1993), mientras que

enlaBaja Extremadura los principales vestigios proceden de la cuenca del Gtadianay las márgenes del Zíiar Las características tipológicas de los materiales procedentes de esos hallazgos llevaron a clastficarlos dentro de la fase media de la industria denominada Achelense o Modo 2, que viene fechándose en la región entre 600.000 y 300.000 B.P. Entre ellos se encuentran formas típicas de estos momentos como los bifaces, picos triédricos o hendedores' Sin embargo, el reciente desarrollo del proyecto de investigación.Primeros Pobladores

de Extremadura,, codirigido por Carbonell, Canals y Sauceda, ha venido a modificar profundamente el panorama del conocimiento sobre estos primeros momentos de nuestra historia en la región. Así, y aunque aún se están dando a conocer los primeros resultados de una investi gación que sigue su curso, ya se apunta uÍra primera presencia humana fecha(Cáceres), ble enrre 1.000.000 y 800.000 años B.P. en la Unidad 1 de la cueva de Santa Ana donde la industria lítica a base de poliedros de cuarzo presenta unas características propias del Olduvaiense o Modo 1 (CeN,us S¡rouó y Benruno MeniN, 2005); en todo caso, el desarrollo ulterior de las investigaciones permitirâ probablemente apoyar esta interpretación con datos de otro tipo, como los paleontológicos. Así parece haber sucedido ya con la gran cavidad del Calerizo cacereño, la ctteva de Maltravieso, a la que nos referiremos mâs adelante, donde se ha recogido el fruto de los trabajos de investigación en forma de una industrialítica de tipo Achelense, posterior ala de Santa Ana, pero -y esto es lo novedoso- asociada a restos óseos de una fawa propiamente pleistocénica (gamo' oso' uro' caballo, rinoceronte, lince, cerdo, hiena,'..) que ha permitido fechar el conjunto entre 350.000

y

120.000 B.P. (CeNrus S¡rouÓ

y Bennnno MeniN, 200Ð'

Si ahora estamos comenzando a conocer con mayor profusión y seguridad la presencia

de nuestros antepasados en los primeros momentos de la Prehistoria, que se remontan al paleolítico Inferior, algo semejante sucede con el Paleolítico Medio. La tecnología líttca de este momento revela un mayor dominio delatalla, que llega a diseñar la pieza antes de comeîzar el golpeo del núcleo (técnica leuallois y discoidal). Esta industria, llamada Musteriense o Modo J, estâ presente en algunos de los yacimientos ya nombrados, aunque se constata una mayor expansión por el territorio de la región hacia zonas llanas o faldas de sierra en la provincia deBadajoz, lo que podría delatar unas superiores técnicas de cazay habitación. En la provincia de Cáceres se ha localizado el Musteriense en los yacimientos en estratigrafíay al aire libre de El Millar y Vendimia, los cuales muestran ocupaciones humanas que podrían ir desde el 400.000 al 35.000 B.P. Si se sabe poco más de esa larga lase intermedia paleolítica, no sería mucho mayof nuestro conocimiento del momento final del Paleolítico si no fuese pot la peculiaridad del fenómeno del arte rupestre, asociado a la aparición del Homo sapiens sapiens, nuestra especie. La tecnologíalítica del Paleolítico Superior se hace muy especializada, siendo sus notas distintivas [a reducción del tamaio de los útiles, la diversificación de formas y funcio-

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De la primera presencia humana constatada en el entorno de la actual ciudad de Cáceres, localizada en la cueva de Santa Ana, procede este utensilio lítico bifacial, tallado en cuarcita que se conserva en el Museo de Cáceres. Para esa ocupación, el equipo del

proyecto Primeros Pobladores de Extremadura ha aportado una cronología entre 1.000.000 y 800'000 años 8.P., si bien esta pieza puede pertenecer a fases posteriores.

PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA

Uno de los primeros resultados importantes del proyecto Primeros Pobladores de Extremadura ha sido

el hallazgo de estos utensilios de cuarcita y cuarzo en la Sala de los Huesos de la cueva de Maltravieso, asociados a restos de fauna plelstocénica que ha

podido datarse entre el 350.000 y el 120.000 B.P. La industria lítica de Maltravieso, conservada en el Museo de Cáceres, es la primera prueba de la presencia humana en el Calerizo cacereño durante el Paleolítico lnferior.

nes y la apadción de la técnica laminar, Se constata asimismo la presencia cle útiles hechos

sobre otros ûrateriales, colno el hueso y el asta, lo que no quiere clecir que en las etapas antef iores no se hubieranttabqaclo, sin haber llegaclo hasta nosotros. Esta industria se encuentra en las unidades sllperiores de la cueva de Santa Ana, con Llna cronología que abar'ca del 40.000 al 10.000 8.P., y los últimos momentos, el llamado Epipaleolítico, se docttrnenta en la también cacereña cueva de El Conejar, que ha clado un conjunto de vestigios cuyas primeras fases corresponclen al Modo 4 con preclominio de la inclustlia laminar'(CnNALS SALoÀ4ó y BARRTIìo MenrÍN, 200Ð. Pero .sin duda, el testimonio más importante que nos han legado nuestros antepasados que vivieron en el Paleolítico Superior es el conjLlnto de afte rurpestre de la cueva de Maltravieso, en la ciudad de Cáceres. Conìo se ha podido cornprobar, el colnplejo kár'stico de Cáceres alberga una serie de cuevas que llevan escritos en slls sllelos y paredes los primelos capítulos de la historia de Extremadtrra, y en él destaca la de Maltravieso por unir a esa riqueza de clocumentos arqueológicos preciosos, la que es la primela muestra conocicla del Arte (o al menos de una actividad no rneralnente funcional, que sepatnos) en Extremadura. Como se sabe, las voladuras realizadas para la explotación de Llna calttera pusieron la cueva al descubierto en 1p11, pero no fue hasta 1956 cuando C¿rrlos Callejo, conselvador del Museo de Cáceres, descr-rbrió las excepcionales pinturas larpestres, qtle en aquel nolllento eran una raïez:à fuera del complejo cantáblico. IHoy, ya conocido.s otros hallazgos cle arte tarpestre en zonas aledañas a nlrestra legión, como Escoural, Vale clo Côa o Mazollco en Portugal, y Siega Velde en Salamanca, siglre siendo Maltravieso Llna referencia imprescindible en el arte plehistór'ico peninsular.

NOSOTROS EXTREMADURA EN SU PATRIMONIO

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EHISTORIA Y PROTOH ISTORIA

El motivo más presente y conocido de la cueva de Maltravieso son las manos en negativo, de las que se han contado más de setenta; junto a ellas, hay también un gran número de ideomorfos; pero las investigaciones más recientes han permitido documentar representaciones pintadas parciales de un équido, un cáprido, un céffido y un bóvido, así conro otros animales grabados más difíciles de interprelar, aI menos dos cápridos, un cérvido y un bóvido (Rrpon Loynz, Rrporr Psnsrró y CoLLADo GtnatDo, 7999; Cott¡t¡o GIRALDo, 200Ð. para muchas de las manos, que carecen del dedo meñique, se ha afirmado que podrían responder a una mtrtilación ritual o a una pafología, pero se ha podido constatar que en realidad se trata de la ocultación intencionada del dedo mínimo al representar la mano, algo que sucede en otras estaciones de diferentes partes de Europa, Africa, Asia y América. En cuanto a la cronología, hay que lamentar que hasta el presente la cueva no haya anrojado ningún material arqueológico fechable en el momento de las pinturas, lo que ha hecho que se haya considerado más como un "santuario, que como lugar de habitación. Así pues, se han venido apuntando unas fechas basadas en el análisis estilístico del coniunto rupestre que van desde el Auriñaciense medio-final hasta el Solutrense final o el Magdaleniense inicial.

Pero Maltravieso ya no es una excepción, ni siquiera dentro de la región extremeña, donde la constante investigación de este fenómeno ha dado a conocer ya otros yacimientos de afte rupestre encuadrables en el Paleolítico Superior, como la cueva de la Mina en Castañar de lbor, con un conjunto de figuras grabadas entre las que se reconocen caballos, cielos y dos osos, además de distintos trazos lineales (Corr¡oo Gn¡roo y Rrrorr Lópp.2,7997; Cormoo GtRAtoo, 2003) o el abrigo de Minerua en Garlitos, con un caballo, un bóvido y al menos un cáprido grabados sobre clrarcita (Con¡oo GIRATDo, 200Ð. Asimilable a momentos finales del Paleolítico serían los grabados filiformes de Molino Manzânez (Alconchel) e inmediatamente posteriores, ya eprpaleolíticos los zoomorfos piqueteados del mismo conjunto (Coneoo GInAlDo, 2002).

Neolítico y Calcolítico

El hallazgo en 1956 de las pinturas rupestres de

la

cueva de Maltravieso fue un verdadero impacto entre los estudiosos del arte prehistórico. Su descubridor, Carlos Callejo, lo dio rápidamente a conocer a grandes expertos como Almagro, Jordá o Ripoll, quienes

reconocieron de inmediato el gran valor de los paneles pintados en que abundan las manos en negativo. Desde 1995, se han venido desarrollando varios proyectos de investigación y puesta en valor del conjunto.

La capacidad adquirida por nuestra especie para producir alimentos a pafiir de la agricultLlra y el pastoreo conlleva grandes cambios en la tecnología, economía y organización sociopolítica que van operando de forma progresiva. Si se tiene en cuenta, además, que se inicia un período de estabilidad climâttca tras las etapas frías que vivieron nuestros antepasados del final del Paleolítico, veremos que se dan las condiciones propicias para un crecimiento demográfico, una mayor ocupación del territorio, que se hace de forma más estable, y una complejización de las formas sociales, económicas y políticas, con la especialización en el trabajo, el comercio basado en el trueque y la aparición de unas desigualdades económicas de las que hasta entonces no teníamos noticia. Se ha venido considerando que la evidencia de una forma de vida propia del Neolítico es tardia en nuestra región, centrada en asentamientos en cuevas y poblados al aire libre que solían fecharse entre finales del rv e inicios del u milenio a. de C. y que serían ocupados por gentes venidas del vecino Portr-rgal, pofiadoras de nuevos conocimientos y tecnologías. Ejemplos de ello son los yacimientos del abrigo de Boquique (Plasencia) y la cueva de la Charneca en Oliva de Mérida, o el cerro de la Horca, en Plasenzuela. En la aclralidad, las dataciones ya conocidas de la cueva de El Conejar (Câcercs) y del yacimiento al aireli-

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EN SU PATRIMONIO

bre de Los Barruecos en Malparlida de Cáceres permiten definir una etapa neolítica inicial durante el v milenio a. de C. (Cnnmo CUBNc¡ et al., 2OO2); ademâs, crece la nómina de yacimientos conocidos con el de la cueva de La Canaleja en Romangordo y los de las comarcas de Campo Arañuelo y LaYera (GoNzer¡z CononRo, 199Ð; de todos ellos proceden las primeras cerámicas de la región, con decoraciones incisas, impresas y de cordón. Se sabe mucho más de la ocupación que se hace del territorio durante el Neolítico medio final, del que conocemos peqtreños poblados en las márgenes de algunos ríos, tal vez de ocupación estacional relacionada con la disponibilidad de los pastos. Es de suponer que se lrat^ de pequeñas comunidades que dominan la agricultura al estar dotadas ya de una nueva tecnología en la que abundan los dientes de hoz, los molinos de mano, molederas o los útiles de piedra pulimentada; la recolección, \a caza y la pesca seguirán siendo -no obstante- Lln recurso muy utilizado durante esta época al igual que en las posteriores. En este momento las cerámicas han perdido ya la decoración a que nos referíamos antes, y suelen ser de superficie lisa y formas sencillas, abundando los cuencos globulares, caztelas carenadas, etc., que parecen relacionarse con materiales semejantes que se encuentran en el suroeste de la Península. El hecho más llamativo desde el punto de vista arqueológico es, durante la etapa neolíticay la calcolítica siguiente, el desan'ollo del fenómeno megalítico que en Extremadura ha dejado numerosos e importantes vestigios de interesante interpretación todavía objeto de discusión entre los especialistas. Hay que considerarlo como una manifestación propia de estas primeras comunidades productoras de nuestro territorio, reflejo de una rcalidad también presente en las aledañas áreas portuguesas, salmantinas, toledanas y andaluzas, como en otras zonas ellropeas, y que evidencia ademâs una cierta variedad interna en cuanto a la tecnología, economía y sociedad de quienes construyeron y utilizaron las estructuras megalíticas. Durante décadas apenas se conocía de estas comunidades unos pocos menhires y sobre todo su sistema de enterramiento en dólmenes o sepulturas colectivas, construidas con grandes bloques de piedra que eran cubiertos con túmulos de tierra y piedras. Probablemente se tr^Ía de la forma de enterrar a los muefios que tenian estas sociedades pastoriles y agri colas, organizadas en clanes o linajes que garantizaban el acceso de sus miembros alatierra y el ganado por la pertenencia a una determinada familia, cuya organización interna no era, sin embargo, igualitaria.

Las recientes investigaciones sobre la etapa inicial del

Neolítico nos han permitido conocer, entre otros resultados, las que posiblemente sean las cerámicas más antiguas de Extremadura. Estos fragmentos con

decoración impresa, procedentes de la cueva del Conejar y que se conservan en el Museo de Cáceres, se fechan en el v milenio a. de C. y vienen a ser la

confirmación del nuevo modo de vida basado en la producción de alimentos de la etapa neolítica.

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Entre la amplia nómina de monumentos megalíticos esparcidos por toda la región extremeña, el conjunto de la Dehesa boyal de Montehermoso es uno de los que más recientemente ha sido excavado y puesto en valor. Su peculiaridad es la localización en un entorno que, históricamente, y cas¡ hasta nuestros días, continuó siendo explotado con parámetros agropecuarios similares a los propuestos por los estudiosos del fenómeno dolménico para el tipo de vida de aquellas gentes.

PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA

Actualmente se conocen alrededor de trescientos monumentos megalíticos en nuestra región, correspondiendo dos tercios de ellos a la provincia de Cáceres. Se ha venido considerando el ârea fronteriza con Portugal de Valencia de Ncântara y su entorno como la mâs rica en megalitos, en concordancia con las explicaciones de este fenómeno como una importación procedente del otro lado de la actual frontera política; hoy, sin embargo, se conocen estas manifestaciones prácticamente en todos los sectores de la región. Sigue destacando numéricamente, de todos modos, el âtea rayaîa donde se aprecia una evidente identidad del núcleo valentino con el porrugués de São Mamede (Ouverne., 1,997); ademâs ya se conocen bien los conjuntos dolménicos de Santiago de Alcántara, Ncântara (BueNo Re.uÍnnz, GoNztruz Cononno y Rovrne LronnNS, 2000) y Cedillo (Ouvene, 2000), junto con los de San Vicente de Alcántara y Villar del Rey. En Las Hurdes y Siera de Gata los monumentos son mayoritariamente de escasas dimensiones, con materiales tardíos, como lo son también en Montehermoso (Rurz-G¡rvez Prueco, 2000); en el valle delJerte y enLaYeta destacan el poblado del Canchal (Buer.¡o Re.uÍnnz, GoNzÁrnz Cononno y Rovtne LtonnNS, 2000), así como Vega del Niño y Cruz del Pobre, y en los Ibores el dolmen del Guadalperal. Se conoce también la presencia de monumentos en Garrovillas, Aliseda y Mal

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y Cáceres, que se asocian a los poblados del Canchal de la Muralla y Los Bam-recos, al igual que sucede con las necrópolis defalsa cúpula de La Pijotilla (Hunr¡oo PÉnnz, I99I),Pizarrilla y Toniñuelo asociadas a poblados calcolíticos, mientras el poblado de Araya se asociaría al impresionante dolmen de Lâcara (ENnÍquez NevescuÉs, 1990). Este último se enmarca en el grupo formado por los núcleos de Alburquerque, Villar del Rey, Roca de la Sierra y Mérida, donde se ha señalado la relación entre los monumentos y las pinturas rupestres alburquerqueñas y de las sierras de San Serván, Sierra Grajera y La Moneda.Mâs al sur, destaca el conjunto que ocupa los términos de Badajoz,Yalverde de Leganés, Almendral y Barcarrota (Buexo RevÍnnz, 2000), pero no fahan monumentos megalíticos en sectores más orientales como Tierca de Barros, La Serena y Llerena. Se pueden observar hasta cinco tipos de enterramientos dolménicos: los de câmara simple sin corredor, los de corredor largo pequeño, corredor corto, corredor largo y las sepulturas de falsa cúpula hecha por aproximación de hiladas, que probablemente se utilizan en función de factores regionales más que en el marco de una evolución constructiva (Buauo RevÍnnz, 2000). El material :ut:Jizado es el propio del sustrato geológico -pizarroso o granítico- de cada zona, y de las características de los lugares de asentamiento, generalmente suelos de productividad baja o media más aptos para el pasto, puede deducirse una ocupación rnixta ganadera con un aporte complementario de carâcter agrícola y forestal, lo que coincide con el todavîa hoy existente sistema adehesado, que en función de los datos polínicos disponibles no debe ser muy distinto de las âreas de asentamiento de estas comunidades de los milenios rv y III a. de C.,las cuales parece que se cuidaron de ocupar terrenos donde desarrollar una economîa agropect:;aria no especializada. Solamente las vegas del Guadiana y el área sureste de la provincia de Badajoz, terrenos más aptos para la agricultura intensiva, podr'nn haber generado unos excedentes de producción capaces de mantener comunidades más pobladas. Se frata de una zoÍra en que abundan las sepulturas de falsa cúpula y las de corredor largo, que vienen siendo datadas enla etapa final del Neoli tico y en todo el Calcolítico (Buer.ro ReuÍru2, 2000), como si estas gentes no hubieran necesitado ocupar âreas mâs feraces que requerían un trabajo más especializado hasta haber alcanzado un desarrollo tecnológico y económico importante. La ubicación de los monumentos megalíticos en zorras de valle o a pie de sierra entre los 300 y 500 m de altura y su ubicación preferente próxima a zonas de paso permite pensaf en la integración de estas comunidades en redes de intercambio. Por otro lado, los monumentos suelen ubicarse en zonas contiguas a cursos de agua y yacimientos de materias primas como la arcilla; todo esto, unido a las evidencias arqueológicas que se van conociendo, permite ya establecer un escenario en que los poblados y asentamientos bajo abrigos naturales de estas comunidades debían estar muy próximos al referente territorial que constituían las sepulturas de sus antepasados y, a menudo, en relación con cortados y laderas de sierra en que hay abundancia de expresiones de pinturas y grabados rupestres, del mismo modo que pueden observarse también grafías esquemáticas en las propias lajas de piedra de los megalitos (BunNo R¡¡,rÍn¡z y BeraÍN BcHRMANN, 2000) y, ocasionalmente, menhires y estelas antropomorfas. Los objetos de ajuar que surgen en las excavaciones de los megalitos responden a una estandarización propia del Neolítico y Calcolítico: puntas de flecha, útiles líticos geométricos, pulimentados, placas decoradas de pizarra y recipientes cerámicos. No obstante, y como es bien sabido, el fenómeno megalítico tiene un largo recorrido cronológico, y las sepulturas son reutilizadas durante generaciones, dándose el hallazgo de piezas metálicas

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PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA

y vasos campanlformes en un contexto ya Calcolítico y que incluso llega a adentrarse en laEdad del Bronce plena. En ese contexto cultural, desde los inicios del n milenio a. de C. se aprecia una fuerte expansión del poblamiento por toda la región, aunque con un grado de intensidad diferente según las zonas. Probablemente se trata de una ocupación del terreno relacionada con el aumento de la producción agrícolayla generación de excedentes alimentarios unidos a una especialización tecnológica que permiten un mayor desarrollo demográfico. En principio se tra;ta de poblados de pequeño tamaño carentes de fortificaciones y defensas ubicados en llanos fluviales o pequeñas elevaciones cercanas a los ríos, siendo los mejor conocidos los de Araya (Mérida) o El Lobo (Badajoz), sin olvidar los cercanos de Santa Engracia o Ncazaba, y el de San Blas (Cheles), ocupado desde finales del rv hasta las postrimerías del n milenio. Las cabañas son de pequeño tamaño y con planta circular u oval, con paredes de barro y cañas (Hunr¡oo PÉnn2,7995), y los artefactos que se encuentran reflejan todavîa la herencia megalítica en los ídolos-placa y los útiles pulimentados, pero aparecen formas cerâmicas, como los grandes platos de borde grueso propios del nuevo momento.

En la segunda mitad del milenio se puede observar ya una gran diversificación de los asentamientos con la aparición del modelo de una comunidad central a pafür de la cual surgen otros poblados próximos interrelacionados social y económicamente en un contexto de cooperación y redistribución de los medios productivos; un ejemplo de ello lo constituye el gran poblado de La Pijotilla. Aparecen, en este contexto, pequeños poblados situados en el llano o en cerros estratégicos, pequeños poblados fortificados y situados en alfura y grandes poblados que, en determinados casos, son fortificados (Hunr¡oo PÉnnz, 2OO5), tal como parecen atestiguar casos como el conjunto de poblados del ârea de Plasenzuela (Cerro de la Horca, Cabrerizas) o los del valle del Tiétar (El Canchal, Las Mesillas). Este proceso de amurallamiento de los poblados se atribuye al control del territorio y de los lugares estratégicos más que a la defensa de los habitantes. Todo esto supone una complejización social, que seguramente es también ideológica, plasmada asimismo en la progresiva aparición de desigualdades sociales, sin que en este primer momento parezca resentirse la organización clánica tradicional; la generación de excedentes alimentarios y la intensificación de la producción agraria se traducen en la proliferación de silos excavados enla tiena. Las cabañas, además, son de mayores dimensiones que en la etapa anterior, y el regístro material refleja todavía la aparición de grandes platos junto a una industrialítica con piezas de mayores dimensiones, singulares vasos de mármol lisos y decorados y por supuesto los primeros objetos de cobre tales como hoces, sierras o hachas, lo que permite definir yala nueva fase dentro del Calcolítico o Edad del Cobre; el mineral no parece que venga solamente del ârea minera de las estribaciones de Sierra Morena, sino que pueden haber desempeñado un papel importante otros yacimientos menores polimetálicos más próximos a los poblados. Junto a todo ello, el elemento diferenciador del momento es el numeroso repertorio de ídolos, en el que destacan los báculos, los betilos, las falanges y, sobre todo los ídolos cilindro oculados, que en Extremadura suelen presentar la sección aplanada y forma de espátula (Hunreoo PÉnez,

7995),y también merece especial mención latécnica decorativa de las.pastillas repujadas' enla cerâmica, cuya expansión por el País Vasco, la meseta y Extremadura plantea una reflexión sobre el proceso de interacción y distribución de productos en esta eta;pa calcolítica. El tipo de enterramiento continúa latradiciónmegalítica, reutilizando numerosos mo-

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numentos e incluso levantando otros, pero en general es visible una menor inversión de trabajo en la construcción debida a la mejora de la habili dad técnica; las sepulturas de falsa cúpula pueden llegar a albergar hasta 200 cuerpos (ta Pijotilla) y parecen revelar unas nacientes diferencias sociales afticuladas en torno al parentesco. A estas dos primeras fases calcolíticas les sigue una etapa plena, denominada Campaniforme a causa dela marcada presencia de tna serie de materiales entre los que destacan los vasos campaniformes, que suelen acompaiarse con piezas como lasllamadas puntas palmela de cobre. Realmente se trata de una fase, la que ocupa el n milenio, que muestra una clara continuidad con el momento anterior, aunque se hace más frecuente la presencia de útiles de cobre y apareceî rasgos que parecen identificar una mayor diferenciación social quizâ derivada de la explotación cada vez mâs intensiva del territorio a través de la agricultura y la ganadería. El gran poblado de La Pijotilla parece reducir su tamaño en esta fase, al tiempo que continúan ocupados poblados de las fases anteriores y adquieren relevancia otros (La Palacina, Palacio Quemado, Huerta de Dios en la campiña de Llerena). Se aprecia también un aumento de las aÍmas en el registro arqueológico, aunque está claro que muchas de ellas nunca se llegaron a usar, lo que unido a la jerarqtiza-

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A partir del Calcolítico, con la intensificación de la ocupación humana del territorio, se multiplican en la región las manifestaciones de arte rupestre esquemático en abrigos, cuevas y paredes. En el Parque Natural de Monfragüe se han descubierto en los

últimos años setenta nuevos lugares con arte rupestre, ubicados casi siempre en lugares estratégicos como vados, puntos de paso, lugares en alto, etc., con un

amplio repertorio temático en que abundan las figuras tanto naturalistas como esquemáticas.

PREHISTOR IA Y PROTOHISTORIA

ción de los asentamientos y poblados parece revelar un desigual reparto territorial y social de la riqtreza.El final de esta fase parece estar marcado, pues, por la desaparición de la cohesión que había existido entre la red de asentamientos hasta entonces vinculados por el parentesco, lo que corre en palalelo seguramente con la expresión simbólico-ideológica qlle daba sustento al sistema. Por su pafie, el fenómeno del arte ftipestre esquemático no puede desligarse de la intensiva ocupación del territorio que se produce en el Calcolítico, si bien ya hemos visto str estrecha vinculación con el mundo megalítico. En nttestra región, contamos con numerosas y cada vez mejor documentadas y conocidas manifestaciones tanto pictóricas como grabadas, que se alojan en los abrigos, cuevas y paredes de las sierras tanto cuarcíticas como graníticas. Casos conocidos desde hace años son los de Las Villuercas, Cabeza del Br-rey, Peñalsordo, Hornachos o Alburquerqlle, pero no deja de aumentar el número de enclaves con manifestaciones pintadas (Ncântara, Monfragtie, San Seruán, Magacela, etc.) y grabadas (Las Hurdes, Cheles o Los Barruecos entre muchos otros).

Edad del Bronce El inicio del rr milenio a. de C. está caracterizado en nuestra región por unos cambios que sólo conocemos de manera incompleta, pues liray todavía una gran falta de información arqtreológica para este momento. Con todo, lo que sabemos es que la mayoría de los poblados calcolíticos dejan de ser ocupados o son destmidos, y muy pocos continútan en la etapa siguiente; esto parece indicar que se acent(ta el proceso de diferenciación social y concentración de poder ya aptntado al final de la fase anterior. Se constatan también novedades en el progresivo cambio del modelo funerario, que va dejando de ser colectivo para tender hacia enterramientos individuales en silos, covachas o cistas, y los nuevos asentamientos parecen buscar un mejor control visual del terreno y mejores condiciones defensivas. Por el contrario, hay elementos que indican todavía un fuefie apego alafase anterior, como la abundancia en el registro cerámico de los "vasos de paredes delgadas". Todo ello nos habla de sociedades ambivalentes .epicalcolíticas' que tienen un arraigo en la tra-

dición calcolítica, pero que incorporan nuevos elementos que anunci^nya la inminencia de la fase que consideramos plena Edad del Bronce. Esta nueva fase, que tiene sus inicios en el segundo cuarto del milenio, supone ya un profunda reestfticturación de los elementos poblacionales, económicos, sociales, e ideológicos que conforman la ocupación humana en nuestro territorio. Se trata de un momento del que todavía no tenemos suficientes nociones, debido a la escasa y parcial investigación arqueológica realizada, y que se viene explicando fundamentalmente a pafiir de la información suministrada por el Cerro del Castillo de Alange (PevóN Sororvtte, 7998), cuya ocupación es bien conocida desde sus orígenes a principios del u milenio, conservándose durante toda la Edad del Bronce e incluso adentrándose eventualmente en la época "Orientalizante, del Hierro I. El yacimiento alangeño es uno de los poblados de control de vado sobre el Gtadiana más importantes de la comarca, y que alavez ejerce un dominio visual sobre el fértil valle del Matachel y afluentes; ello le permitiría erigirse en cabeza de un territorio, salpicado de pequeños poblados en llano, que empieza a artictlarse en torno a Lrna producción agrícola intensiva y a las rutas de comercio del metal, fuente ahora del poder que se percibe muy desigualmente repartido y que probablemente adquiere ya la forma de jefatura. Este mo-

NOSOIROS. EXTREMADURA EN SU PATRIMONIO

mento del Bronce pieno, que at>arca hasta finales del milenio,ha sido designado como 'Bronce del Suroeste, como expresión local de un complejo cultural que abarca el área suroccidental de la Península, del que tendríamos muestras en la abundancia de cuencos carenados lisos y decorados, así como botellas y vasos con nervios verticales y "zonas, horizontales, punzones, puntas de flecha y cuchillos metálicos con remaches, propios de ese mundo del Algarve y Baixo Alentejo. No obstante, la pervivencia de otros elementos cerámicos tþicos de la tradición local inviø a considerar la cuenca extremeña del Guadiana como un ârea conectada con el mundo suroccidental pero de caractedsticas peculiares propias; este mundo se basa en la ganadería bovina y ovicaprina y 7a agricultura de cereal y leguminosas, lo que habría propiciado un poblamiento mucho más intenso del territorio y la consecuente degradación de la cubierta vegetal silvestre hasta constituir un paisaje profundamente antropizado. El dominio de la metalurgia se expresa enla aparición de numerosas piezas de bronce, que se trabajan insitu, pero aún carecemos de datos fiables para establecer las rutas por las que llegaÍ>a el cobre (PevóN SorDevne, 7998a). Pero el rasgo más esclarecedor sobre el nuevo panorama sociopolítico es el ritual funetatio, ahora centrado en los enterramientos individuales en cistas; éstos, que a veces albergan dos y hasta tres individuos, son un rasgo característico del Bronce del Suroeste que aquí presentan la peculiaridad de la ausencia de monumentos funerarios, lo que les pone en relación con los conocidos en las provincias de Sevilla y Huelva. Las necrópolis de cistas mejor conocidas son Las Palomas (Villafranca de los Barros), Las Arquetas (Fregenal de la Siena) y Las Minitas (Almendralejo), pero se documentan en lugares como Guadajira, Magacela, Palacio Quemado, Villargordo, etc. En ellas, los austeros ajuares depositados junto al difunto en posición fetal expresan una cierta diferenciación social, pero lo que más marca la nueva otganización política esla aparición de joyas de oro, como son la diadema laminar dela Dehesa de Valdecabreros, la fragmentaiahoja de daga con remaches y empuñadura de Nange y, sobre todo, las espirales de Navalvillar de Pela, que suponen la exhibición de una riqÙeza que tiene que estar unida a un rango preeminente en la sociedad. A pesar de la escasa información arqueológica que venimos señalando, suponemos que el tránsito del n al t milenio a. de C. viene marcado por la consolidación de esta nueva organización del territorio en que cobran gran importancia el control de las rutas y lugares de paso y el dominio de las âteas de nuestra región ricas en recursos mineros, especialmente en estaño. Todo indica que se trata de una organización jerârquica de los poblados que refleja el papel fundamental de unas jefaturas sólidamente asentadas gracias a 7as riquezas que les deparan las explotaciones mineras y el comercio de sus productos (PavóN SotDEvttA', 1998a). Así, en los poblados conocidos del Bronce Final se puede distinguir en la provincia de Cáceres un uso del territorio que se basa por una parte en los recursos estanníferos, con focos nucleares identificados en Valencia de Ncântara (El Cofre), AlisedaCáceres (Sierra del Aljibe, El Risco, Cabezo de Araya), Montánchez (La Navilla) y Logrosán (San Cristóbal), y por otra en el control de las rutas hacia los recursos de oro y estaño del nofie de la región, con los focos de Alcântara (La Muralla), Alconétar (Santo Domingo), Plasencia (Valcorchero, El Berrocalillo) y probablemente Monfragüe; son en ambos casos poblados en sierra u ocupando ceffos que se amurallan en sus flancos más vulnerables, cuya arquitectura doméstica parece ser muy sencilla y e|ímera. El patrón de asentamiento en la Baja Extremadura es algo diferente, porque aquí priman los factores principales de la explotación del alto potencial agropecuario de 7a zona y el control sobre las rutas y nudos de comunicación. Se distinguen en alto los .poblados

PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA

Formado por un torques y cuatro brazaletes de oro macizo, el llamado tesoro de Valdeobispo f ue encontrado en un lugar indeterminado quizás ubicado en las inmediaciones de esa población cacereña, y f

protagonizó una rocambolesca historia hasta llegar inalmente a las vitrinas del Museo de Cáceres. Es un

magnífico ejemplo de la orfebrería atlántica del Bronce Final; decorado solamente con pequeñas incisiones, se ha interpretado como elemento de valor utilizado en intercambios de valor social con un relevante papel femenino.

de vado" y los "poblados en correclor natural,, junto a los pequeños nútcleos rurales en llano de Lrn carácter agïícoIamás marcado. Se identifican los focos de Badajoz (cerros de la (Peñón Alcazaba y San Cristóbal), Alange (Certo del Castillo), Medellín (Castillo), Capilla

del Pez) y probablemente Orellana la Yíe1a. La presencia de estos poblados en los correclor.es naturales hacia el Guadalquivir lleva a pensar en este territorio como una frontera del momento que filtraría el paso hacia el mineral del nofie y tendría establecida unâ interacción con el foco taftésico en formación. Sin embargo, el contrapunto de esa impronta meridional lo tenemos enla marcada presencia de importantes elementos que nos hablan del mundo aflânfico y centroeuropeo, lo que refi.rerza ese carácter de frontera y el mestizaje cultural propio del momento. Entre esos que elementos se clestaca la orfebrería, que presenta unas impresionantes piezas entre las destacan los torques o grandes aros de oro, encontrados siempre sin contexto arqueolóde gico, y qlle se supone tienen Lrn valor de exposición del poder y trqleza de las familias Los más sus propietarias (parecen destinados a mujeres jóvenes como dote matrimonial). Sagraimportantes son los tesoros de Mérida, el Olivar del Melcón, Bodonal de la Sierra '

NOSOTROS. EXTREI\4ADURA EN SU PATRIMONIO

jas, Berzocana, Valdeobispo, Monroy, Azuaga,

y los desaparecidos de Orellana la Yreia y

Alange. Además de la orfebrería, se constata la presencia de "depósitos" de bronce como el de Cabezo de Araya, y los alrojados a lechos fluviales (Alconétar, Montijo) qtre se interpretan como la expresión local de ritos de paso de origen atlântico llegados a Extremadura junto con las relaciones comerciales. Pero el elemento más genuino de este momento son las losas y estelas pétreas decoradas, en las que se distinguenlas diademadas (intelpretadas corno femeninas) ylas clegu.errero (ntasculinas); en las primeras se representa Lrn personaje aparentemente femenino con Lrna gran diaderna o tocado, y en las segundas, diversas arlnas (escudo, Ianza, espada) que a veces se acompañan con otros elementos (fíbulas, cascos, espejos, peines, carros) o con la figura humana. Se distinguen las losas -piedras planas que parecen haber seruido como tapas de cistas- y las estelas -clararnente concebidas para ser clavadas en la tierra-; su finalidad ha sido reiteradamente relacionada con el ritual funerario, bien como elemento integrante de la sepultura o bien como hito que recuerda el lugar en que se celebró un litual que por ser de incineración no deja huella (CnrnsrINo PÉru2, 2007), allnque también podrían funcionar como hitos de vías comelciales o ganaderas o puntos de paso entre territorios (GerÁN DourNGo, 199Ð. Los trtensilios representados en las estelas no sólo son atlánticos, sino que también los hay mediterráneos, lo que refTeia la existencia de un posible influjo oriental no necesariamente vinculado a las navegaciones fenicias, pero sí tan ciefto que ha permitido hablar de ésta como de una etapa .Proto-ortenlahzante, (Aurlecno Gonene , 7977); junto a ello, no es menos cierto que el propio concepto de la representación en piedla tiene una laigambre local rastreable desde las "losas alentejanas, del Bronce pleno. En definitiva, todos los aspectos señalan la existencia en nuestra región de un crisol en que se mezclan la tradición local,la marca del mundo atIântico y el inicio de una huella oriental que irá ganando importancia a pafür de este momento.

El Hierro lnicial. Período 0rientalizante

y

territorio extremeño que revelan una aculturación tecnológica, económica, social, ideológica y estética; ésta supone la integración del ârea extremeña como periferia del mundo tartésico, que vive en el segundo cuarto del milenio el apogeo de sus relaciones con los colonos fenicios y por ende con el mundo mediterráneo. El torno de alfarero, la metalurgia del hierro, la incineración de los cadâveres, una presumible e incipiente urbanización, la escritura o una peculiar estética apreciable enla loyería y los bronces son algunos de los elementos que nos llegan a través del foco onubense y que en muchos casos pasan por el tamiz de la reinterpretación local. Pese a esas transformaciones que se van constatando, hay aspectos esenciales como el modelo poblacional, que no parecen cambiar sustancialmente, evidenciando la ausencia de invasiones o movimientos demográficos desde el ârea tartésica, al menos en un primer momento. En la penillanura cacereia continúan activos los poblados de Aliseda y El Risco, donde se aprecia la continuidad tanto en las viviendas de planta circular como en el predominio de cerámicas a mano de tipos tradicionales, factores que revelan una escasa orientalización (RolnÍcuezDÍxz y ENnÍquaz NRvescuÉs, 2007), y se tiene conocimiento de otros poblados como el de Pajares (Villanueva de la Vera), más entroncado con el mundo Entre 650

400 a. de C. se producen profundas transformaciones en el

¡

A partir del siglo vrr a. de C. aparece la llamada Escritura del Suroeste en esta zona de la Península, seguramente fruto del contacto con los fenicios. Se convierte en vehículo de comunicación escrita entre los autóctonos y llega a extenderse desde el Algarve hasta el sureste peninsular; la de Almoroqui, conservada en

el Museo de Cáceres, es una de las estelas pétreas, posiblemente funerarias, que se encuentran en nuestra zona y que se vienen fechando entre los siglos vr y

rv

a. de C.

PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA

meseteño, TalaveralaYieja y posiblemente Alconétar; eslos asentamientos ofrecen un ro-

sario de hallazgos ofientalizantes tan conocidos como los tesoros de Aliseda, Villanueva y Talavera o el jarro de Villanueva de la Yera, relacionados con la elevada categoría social de los poseedores y con su probable relación comercial con el mundo tartésico, basada taI vez enlariql::cza minera de la cuenca delTajo, si bien se discute que ésta fuera intensivamente explotada en aquel momento, subrayando la base pecuaria y agrícola de la economía (CerpsnNo PÉmz, 200Ð. Ajuares oientalizantes en tumbas femeninas, como es el de Puerto de Santa Cruz, y talvez pudo ser el de Aliseda, se interpretan en el marco de la llegada de mujeres tartesias para casar con los jefes locales, logrando así alianzas que permitirían asegurar el paso de las mercancías hacia el norte (M¡nrÍru Bnevo, 199Ð. Mâs vaiado, compleio y mejor conocido es el poblamiento en la cuenca del Guadiana, aunque es en los últimos años cuando ha comenzado a ser explicado en su conjunto, no sin controversia. En un ambiente más orientalizado que el del Tajo, durante los siglos vlt y w a.de C. parece consolidarse el papel de los poblados de vado (Badajoz, Mérida, MedellíÐ como línea fronteriza y filtro de las comunicaciones norte-sut lo que conllevaría

E NOSOTROS. EXTREMADURA EN SU PATRIMONIO

una mayor relevancia de las elites sociales traducida también en \a aparición de objetos suntuarios y rituales como el célebre carrito de Mérida, el jarro de Valdegamas,Ia arracada de Cogolludo, el jarro de Siruela, el timiaterio de Villagarcía de la Tore, el kylix griego de Medellín, etc. Las referencias arqueológicas más claras de estos poblados son el de la Ncazaba de Badajoz y el de Medellín, al que se atribuye una considerable extensión con carâcter prâcticamente urbano como epicentro de una rica zona agrícola que propicia la existencia de una clase superior muy aculturada y enriquecida en lo social y una jefatura cuasi regia en lo político. Los ajuares de la necrópolis asociada al poblado revelan un enriquecimiento generalizado y un repertorio material con elementos cerámicos, de bronce o de marfil de gusto netamente oriental, y sobre todo un ritual de incineración presente en los asentamientos fenicios del Mediterráneo occidental. El recientemente excavado poblado en llano del Palomar (Oliva de Mérida), con una extensión en torno a cuatro hectáreas, sin muralla y una configuración plenamente urbana de estructuras rectilíneas, junto a la probable mayor ocupación de las zonas bajas que de las alturas en el cerro de Medellín ha llevado a discutir el modelo de poblamiento propuesto por Rodríguez Díaz y Enúquez Navascués (2001) argumentando que los poblados iunto al Guadiana estarían en función del propio río, facilitando la comunicación directa con las tierras al oeste y sur en el curso fluvial (CsrnsrrNo PÉnnz, 2005), mientras que la estrategia que se impone en el Orientalizante pleno se basarîa más en la agricultura extensiva generadora de excedentes que en la explotación minera arqueológicamente todavía poco clara; se produciría tna colonización de nuevas tierras bien por gentes procedentes delâreatartésica o bien desde los poblados del entorno. En ese sentido, el origen de Ia llamada "arquitectura de prestigio' plasmada en el primer santuario de Cancho Roano, según modelos tartésicos conocidos, supondría en esta época un factor más de esta colonización agraria y la introducción de una célula de poder económico de carâcter dinástico y sacro netamente Orientalizante. En el tercio final del siglo vr a. de C. el sistema tartésico entra en crisis por motivos entre los que se cuentan la caída de Tiro y el creciente protagonismo púnico en el Meditenâneo o labatalla de Alalia. En Andalucía esta crisis supone la destrucción y el abandono de algunos poblados, mientras que en nuestra región el proceso no será tan traumático, marcando eso sí el final del comercio de metales a gran escala que pudo existir en la primera fase (RoonÍcunz DÍ¡z y ENnÍquez NevescuÉs, 2007) y la consiguiente tendencia a la mayor intensificación de la producción agrícola y la mayor autonomía dentro de la vinculación aún existente con el suroeste; de hecho, se ha apuntado que el siglo v será el período de auge económico enla zona del Guadiana, que se convierte en la heredera cultural de Tartesos (CnresrtNo PÉruz, 2OOÐ.

En lo que conocemos de la ñta Extremadura la situación no cambia gran cosa en estos momentos, manteniéndose un ambiente continuista conla etapa anterior, ocupados los poblados del Risco y Aliseda, con huellas de ocupación también en Pajares y Talavera \a Vieja. Son destacables de este momento el hallazgo del Tesoro de Serradilla, equiparable al de Aliseda pero de cronología posterior, la presencia de la escritura del suroeste en la estela de Almoroqui y sobre todo el santuario o necrópolis del Torrejón de Lbajo, cercano al Risco, que ha dado unos excelentes bronces que formaron un lecho funerario. También ahora, más complicado es el panorama enla cuenca del Guadiana, pero puede resumirse en la progresiva importancia trbana que adquirirían los poblados de vado (Medellín sobre todo) junto a la coexistencia con poblados en llano junto a los grandes ríos y con los llamados .edificios de prestigio, en el medio rural (de los que los mejor co-

4

Procedentes de un posible santuario o necrópolis del Torrejón de Abajo (Sierra de Fuentes, Cáceres) son

estos elementos de bronce que pudieron constituir la rica ornamentación de un lecho funerario de madera, a la vista de la urna con restos de huesos incinerados que se halló asociada. Los apliques, expuestos en el Museo de Cáceres, representan cuatro esfinges y dos leones de clara ascendencia fenicia con paralelos en Etruria, Chipre y el litoral sirio; se ha apuntado para el conjunto una cronología entre los siglos vtt y v a. de

C.

r

PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA

nocidos son Cancho Roano y La Mata de Campanario, y bastante menos El Turuñuelo de Mérida). En Medellín, se constata el uso creciente del hierro, el predominio de la cerâmic a torîo y un cambio en el ritual funerario, que sigue siendo de cremación pero ahora con el depósito de las cenizas, ajuar y pira funeraria en una fosa encachada de piedra (busta) de forma similar a lo que se encuentra en algttnas necrópolis ibéricas antiguas. Cancho Roano y La Mata, por su parte, podrían revelar la existencia de residencias aristoctâticas rurales gestoras o centalizadoras de amplias zonas de explotación agropecuariay dotadas de un carâcter sacro, aunque también se apunta el carâcter primordialmente religioso de Cancho Roano como su razón de ser en un entorno poblacional disperso constituido por colonos agrícolas llegados del ârea del Guadalquivir (Cer¡stNo PÉnnz, 200Ð. Sea como fuere, estos centros probablemente van ganando en importancia hasta la crisis final que, en torno al 400 a. de C. parece afectar a toda nuestra ârea, con la destrucci ón y abandono de Cancho Roano y La Mata, al igual que el Torejón de Abajo, la necrópolis de Medellín y los poblados de El Risco y Aliseda. Esta crisis, aún sin explicar, podrîa haberse debido a la ruptura violenta del difícil equilibrio socioeconómico que se había mantenido en el siglo v entre los enclaves .urbanos" y la poderosa aristocracia rural (RoonÍcuez Di¡z y Er.rnÍquaz NevASCUÉs,

2001).

NOSOTROS EXTREMADURA EN SU PATRIMONIO

La Segunda Edad del Hierro

Trasla mencionada crisis, se aprecia el surgimiento de un nlrevo tipo de hâbitat centrado en los "castros,, pequeños asentamientos fortificados ubicados en modestas elevaciones que se mimetizan con el paisaje. El registro arqueológico deja trasluciruna presencia impofiante de elementos meseteños, lo que ha llevado a interpretar este momento insefio en Lln proceso de "celtización' de nuestro territorio, con grandes diferencias al norte y al sur del Guadiana.Las fuentes antiguas identifican tres círculos en torno alrío: lusitano-vettón en el lado septentrional y céltico y túrdulo en la meridional Beturia. Por lo que se refiere al ârea lusitano-vettona, la división geogrâfica de la zona ocupada por los dos grupos étnicos no está clara, atnque a grandes rasgos podría decirse que los lusitanos ocuparon la mitad occidental de la provincia, dejando el oriente pan los vettones, clryo solar se identtficaría básicamente por la presencia de escultura zoomorfa en piedra (verracos) y las cerámicas con decoración incisa a peine (Árvrn¡z SINcHÍs, 7999). En toda la provincia se constata, sin embargo, un patrón poblacional relativamente homogéneo basado en los castros .de ribero' fortificados, situados en laderas o cimas de cerros

Orientado hacia el sol naciente, el primer edificio de Cancho Roano se levantó en el siglo vr a. de

C,

sobre una pequeña cabaña preexistente. Sobre

é1,

un segundo santuario sería sustituido a mediados del siglo v por el complejo definitivo, que une a su carácter sacro la condición de centro económico centralizador de la producción agropecuaria y artesanal procedente de su área de influencia, posiblemente ocupada por colonos venidos del Guadalquivir. En torno al 400 a. de C. fue intencionadamente incendiado, destruido y sellado con tierra.

PREHISTORIA Y PROTOH ISTORIA

junto al río Tajo o sus afluentes; de los muchos poblados identificados, los mejor conocidos son el de Villasviejas de Tamuja (Botija), La Coraja, Sansueña, Santiago del Campo, El Jardinero y El Castillejo de Alcántara.Intramuros se aprecia una organización urbana en torno a una o dos calles principales y viviendas de planta angular con dos o más estancias diferenciadas funcionalmente; se trata de comunidades fundamentalmente ganaderas, con una gran importancia de la cabaia ovicaprina, y también agrícolas y cazadoras; como ligados a la vocación ganadera se interpretan los clásicos verracos de glanito dispersos por la provincia y los pequeños exvotos de bronce en forma de cabra dedicados a Ataecina que, si bien son de época romana, parecen traslucir un trasfondo religioso tradicional. Por lo que respecta a la actividad minera y metalúrgica, se comprueba que esta última se halla presente en todas partes, pero generalmente en proporciones modestas que no permiten slÌponer una explotación minera "industrial,,, sino dornéstica, pese a la conocida riqueza mealífera del subsuelo y cllrsos fluviales de la provincia. Las costumbres funerarias, conocidas sobre todo a través de las necrópolis de Botija, Alcântara y La Coraja, revelan un ritual de cremación y la inhumación de las cenizas en Lrna urna de barro o agujero que a veces se cubría con un empedrado. Las necrópolis se ubican fuera de la población, alrnque a escas distancia, y los agrupamientos parecen revelarla existencia de grupos de parentesco (gentilitales) que podrían haber sido la base del ordenamiento social, con unas elites de guerreros-pastores que se enterraban con sus armas y que pudieron ser los señores de estas comunidades, procedentes de la meseta (MARIÍN Bnevo, 199Ð y con la que pudieron mantener una relación fluida basada en el flujo de ganados. Al sul del Guadiana, y hasfa la línea del Guadalquivir, se extiende la legión que las fuentes grecorromanas identifican como la Beturia. Plinio ubica en ella dos pueblos, los célticos al oeste, que serían oriundos de los celtibéricos annqlle llegados através de la Lusitania, y los túrrdulos al este. En la mitad occidental, esta presencia parece el resultado de Lrn proceso de "celtización" acumulativa in situ rastreable desde el Bronce Final Atlántico (Brnnocer Re.NGer, 1998) y que vuelve a ser evidente tras el protagonismo meridional del período Orientalizante; durante el siglo rv a. de C. se produce, no obstante, una eclosión dernográfica que ha sido interpretada como la Ilegada de gentes septentrionales (vacceos a juzgar por las cerámicas a mano decoradas con motivos inciso-implesos, calados y excisos) siguiendo vie;'as rutas ganaderàs. Esta eclosión es perceptible en la aparición de nuevos asentamientos -castros- en las cLrencas del Ardila o del Guadiana, como Los Castillejos de Fuente de Cantos, Ermita de Belén enZafra, Sierra de la Martela en Segura de León, Capote en Higuera la Real y Tabla de Las Cañas en Capilla, que conviven con los anteriores como el de la alcazaba de Badajoz; la economía parece basarse en la explotación ganadera junto a los recursos de hierro, oro y cobre y al comercio de los mismos. Dignos de reseñarse en este universo cultural son las placas del tesorillo de La Martela (Segula de León), que reprodltcen rostros animales y humanos de tipología céltica pero con una tecnología cleudora de la orfebrería Orienfalizante, al igual que el santuario de Capote, destrtrido a mediados del siglo n a. de C., dotado de un altar sobre el qtre se encontraron restos óseos, cenizas y objetos metálicos y que fue amoftizado en un ritual cargado de valor simbólico identitario, de forma que quedó empedrado y tapiado para impedir su postelior utilización. Los túrrdulos ocupaban la mitad oriental de la provinciabadajocense, ademâs de la comarca cordobesa de Los Pedroches; se trata de un ârea rica en recursos agrícolas, y tam-

I

NOSOTROS. EXTREMADURA EN SU PATRIMONIO

bién mineros, aunque se ha apuntado que la explotación de éstos en época preffomana .tures escasa (Brnnoc¡r RaNGEL, 1998). Aquí parece darse un proceso de acomodación a la detanización, del Guadalquivir y la "ibeización' de la submeseta sur, de maîera que el sustrato poblacional autóctono se ve culturalmente afectado por su papel de control en las rutas de intercambio entre el golfo de Câdiz y el valle del Guadalquivir y la meseta y el noroeste peninsular, Este valor estratégico y comercial es el que permite la existencia de grandes asentamientos -oppida- como Medellín o La Bienvenida (Ciudad Real) junto a otros menores como Hornachuelos, El Peñón delPez, etc.; las diferencias con el resto del ârea extremeña se perciben también en el registro cerámico, deudor delatradición Orientalizantey que muestra una mayoría de producción a torno y pintada o estampillada al estilo .ibero-turdetano'. Aunque se conoce muy poco de las costumbres funerarias de los túrdulos, la excavación de la necrópolis republicana de Hornachuelos (Ribera del Fresno) ha constatado la cremación de los cuerpos, siendo depositados junto a otros enterramientos en grupos de

¡

En la Beturia .céltica' u occidental, el castro de Capote adquiere su desarrollo en el contexto de la eclosión demográfica del siglo tv a. de C. tal vez propiciada por la llegada de gentes de la Meseta. Dotado de una fuerte muralla reforzada en una segunda fase de ocupación, el caserío se distribuye en torno a una calle longitudinal que se bifurca y una singular estancia en el centro que se interpreta como lugar de culto, incendiado y amortizado a mediados del

siglo r a. de C.

I

PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA

quince o veinte individuos y recubiertos con construcciones tumulares de piedra; esto podría interpretarse también como la reunión de personas pertenecientes a las mismas gentilita.tes, al igual que parece suceder entre los vettones (RoonÍcu¡z Dîl.z y ENnÍquaz NevescuÉs, 20OI). De la religiosidad, apenas se conoce el culto a Adaegina Turobrigense y Sucellus, de raigamt:re céltica, iunto a la presencia de exvotos metálicos y en terracota y esculturas zoomorfas que parecen remitir tanto a la tradición indígena como al mundo ibérico. En el siglo lI a. de C., la presencia de los romanos en nuestra región va a suponer un vuelco y el inicio de una nueva forma de vida que introduce a Extremadua en los tiempos históricos. Coincidiendo con estos momentos, se ha documentado la destrucción total o parcial de numerosos poblados (Botija, La Coraja, Alcântara, Santiago del Campo, Capote, Segura de León, Los Castillejos, Ermita de Belén, Tabla de las Cañas, etc.) y la aparición de materiales romanos inmediatamente después. En este sentido, el bronce llamado Deditio de Alcántara, fechado en 704 a. de C. ilustra las condiciones de rendición de un pueblo lusitano (los Seanos) (MnnriN BnAvo, 7994) y da sentido a las reconstrucciones y reocupación de los castros tras la primera acometida; sin embargo, la mayoría de ellos comienza entonces un declive que terminarâ con su abandono en torno al cambio de era. De este proceso sólo se salvarân enclaves de valor estratégico parala red poblacional romana, como Medellín, que adquiere gran importancia y evoluciona claramente hacia el nuevo modelo urbano, insertándose posteriormente en esa red junto a las ciudades de nueva fundación desde la que se va a irradiar la definitiva romanización del territorio extremeño.

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