EXTERMINISMO Y UTOPÍA: LA ESTRATEGIA PACIFISTA DE E. P THOMPSON

Share Embed


Descripción

EXTERMINISMO Y UTOPÍA: LA ESTRATEGIA PACIFISTA DE E. P THOMPSON

Ricardo G. Müller Introducción La contribución de E.P. Thompson es única si consideramos un concepto de teoría política que relacione filosofía, historia y compromiso político. Su contribución suele ser observada en diferentes áreas académicas y campos temáticos, como los estudios de los movimientos sociales, que exigen rupturas de fronteras y mediaciones más sistemáticas. Los estudios de E. P. Thompson valorizan la importancia de la praxis abarcando las prácticas, experiencias, aspiraciones y los valores comunitarios de la clase trabajadora y, a la vez, formando objetivos y aspiraciones para los sometidos a circunstancias políticas adversas, que precisaban establecer y defender su propia opinión política. Otro, es su habilidad de articular la teoría a procesos diferentes y en constante cambio. Para Thompson, el disenso, los movimientos de oposición pueden obtener derechos efectivos para la clase trabajadora. Tal noción de divergencia implicó, en primer lugar, un enfrentamiento con las corrientes comunistas que no admitían ninguna perspectiva de cambio en la ortodoxia establecida. En segundo término, articulados a la noción de disenso, el método y las categorías propuestas por Thompson cuestionan los abordajes ortodoxos de la investigación de las relaciones sociales. Además de su trabajo teórico e historiográfico, el autor también desarrolló una intensiva actividad política orientada por su concepción de socialismo y por la defensa de sus ideas. Su presencia en los movimientos pacifistas – y en la organización de documentos, ensayos y libros – reveló hasta qué punto su ideal de marxismo estableció un núcleo de convergencia de una tradición crítica y de praxis radicales. Su activismo político y las constantes polémicas en las que estuvo comprometido, asociados a la importancia 

Paper para el Tema X. Organizational forms and social conflict/Formas organizativas y conflictividad social, III International Conference Strikes & Social Conflicts: Combined historical approaches to conflict; Barcelona, June 16-19/16 a19 de Juny, 2015. 

Depto. de Sociología y Ciencia Política y Programa de Pos-grado de Sociología Política (PPGSP), Laboratorio de Sociología del Trabajo (LASTRO), Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), Florianópolis/SC, Brasil, www.sociologia.ufsc.br e www.lastro.ufsc.br E-mails: [email protected] o [email protected]



atribuida a los temas relacionados a la lucha de los trabajadores y su contribución intelectual para la elaboración de una “historia vista desde abajo”, permiten que sea destacado como uno de los historiadores e intelectuales socialistas ingleses más elocuentes e influyentes. Su interpretación del materialismo histórico se distingue por articular de forma constructiva las aspiraciones políticas y el proceso histórico. El pre-requisito de ese abordaje es que todo análisis teórico debe ser aprehendido en la práctica de la “acción humana” (agency) y por el diálogo entre la teoría y la evidencia, es decir, la teoría y la investigación empírica, sin abandonar la actuación política. El análisis de los sujetos implicados en la construcción de su propio destino se tornó el foco principal de los estudios de Thompson, definiendo una relación de compromiso entre su propia actuación y lo que él creía ser un movimiento social democrático. A partir de ese compromiso, él entiende que toda política, historia y teoría socialista deben participar de ese proceso de democratización. Libertad política y desarmamiento nuclear El activismo político de Thompson prioriza la crítica a dos de los problemas más cruciales que la clase trabajadora enfrentó en los últimos años del siglo XX – la violación sistemática de las libertades civiles y su reductio ad absurdum (reducción al absurdo) en la proliferación de los armamentos nucleares. Uniendo teoría y práctica, Thompson, concentró su trabajo en una serie de cuestiones y experiencias que, por más de cuarenta años, expresaron una significativa consistencia y coherente actitud intelectual. Fiel a las premisas de los “eventos de 1956”, asume como suyos el papel y el compromiso de reafirmar los principios socialistas luchando contra las políticas del estatismo y el autoritarismo. 1 En ese contexto, articuló una propuesta de una política vista desde abajo, considerando su proyecto crítico de una historia vista desde abajo. La construcción y la defensa del pacifismo nuclear, aliado a una tradición de política libertaria, se tornó el principal tema de la actividad política de Thompson a partir de los años de 1980. El punto central de esa dinámica es la unión mediante la lucha, unión capaz de articular los intereses organizados a lo largo del proceso histórico, eventualmente con conflictos. Thompson considera que en las condiciones contemporáneas (sobre todo en los 1

Cf. Thompson, E. P. (1991), “Ends and Histories”, in Kaldor, M. (ed.), 1991, p. 7-25.



inicios de los años de 1980), las reivindicaciones por las libertades civiles podrían ser un catalizador para los movimientos populares y consolidar un escenario más amplio para la lucha de clase. La lucha del autor por los “derechos civiles” puede ser enmarcada por su oposición a cuatro acciones políticas básicas: el apelo del gobierno a la idea de “interés por la Nación”, que otorgaría legitimidad para aprobar cualquier iniciativa del Estado; la intervención del Estado en el sistema legal; la administración y la manipulación de la mídia y la creciente tendencia orientada hacia un estado de seguridad, en que las voces de la oposición son sometidas a dispositivos de constante vigilancia, censura y represión. La defensa de Thompson de las políticas de la liberación también incorpora su preocupación con la cuestión de la lucha de clase, sin duda uno de los ejes de su obra. Sus primeras colocaciones sobre esta máxima socialista y el papel de la ideología en la manipulación de la conciencia de clase, aparecen en su artículo de 1960, “Outside the Whale” – “Fuera de la ballena”, parafraseando el artículo de George Orwell “Inside the Whale”.2 Lo que más le incomodaba era la sorprendente apatía popular frente a posibilidades catastróficas. Para Thompson, esta situación resulta de la política de consenso popular elaborada alrededor de la polaridad de la guerra fría desde 1945. Se crearon visiones ortodoxas e ideologías con el fin de desarrollar una conciencia para confirmar esta polaridad. En la Unión Soviética, la ideología fuera efectivamente definida como antiimperialismo. En “Natopolis” se forjó una ortodoxia más flexible, pragmática, y por eso más difícil de ser definida. 3 Esta aparente flexibilidad probablemente ocurría sostenida en una falacia: la ilusión de que no habría ningún tipo de ortodoxia y que la libertad de expresión para todos era el sistema que prevalecía. Por esa razón, los autócratas de Washington podían hablar de un “mundo libre”.

2

Cf. Thompson, E. P. (1978, p. 1-34). Cf.: Thompson, E. P. et al (ed). Out of Apathy, Londres: Stevens & Sons/New Left Books, 1960. Cf. nota in Thompson, E. P. (1978, p. 399). 3

“Natopolis” u Occidente, el sarcástico termo de Thompson – una ironía con relación al poder ejercido por la NATO (North Atlantic Treat Organization)/OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte). Con la misma ironía, Thompson se refiere a “natopolitano(a)” y “natopolitanismo”.



Thompson (1978, p. 3) considera que el locus de la fuerza de la ideología “natopolitana” es exactamente la manipulación de la conciencia popular. El resultado de la manipulación de ese consenso fue una apatía general que operó a favor de los intereses de las ideologías dominantes y los “centros de acción” fueran aprisionados. Thompson (1978, p. 3-4) cree que esa tendencia hegemónica era un producto de su propia lógica, más que la de formar un ambiente deliberado de conspiración. Según su opinión, la hegemonía occidental construyó, en su base ideológica, un violento “determinismo moral”, como un espejo del estalinismo soviético, una identificación disfrazada para fomentar una ficticia y maniqueísta lucha del bien contra el mal en nombre de la humanidad. En el Occidente, el “sistema” promovió un “estado de defensa” contra el “comunismo”. En esa argumentación se creó, en el Occidente, la noción de un enemigo siempre presente – un gigante científico, la sociedad soviética, bien sucedida, pero fuertemente predadora (Thompson, 1978, p. 11). La amenaza tenía una dirección precisa: el comunismo revolucionario, una fuerza que avanzaba – aparentemente de manera triunfante – sobre Cuba, el Este Europeo y los países en desarrollo. En la visión de Thompson (1978, p. 11-12), era necesaria una “economía de guerra permanente” mientras se maquillaba la cultura “natopolitana” para ocupar un vacío y justificar el status quo. El constructo ideológico llegaba casi a un fundamentalismo en su “cruzada contra el mal” y, en un espiral de dependencia ideológica, el estalinismo (o “la idea satánica”) se tornaba la justificación funcional para el “natopolitanismo”. La ideología “napolitana” fue cuidadosamente incentivada (sobre todo por el gobierno inglés). Se promovió un desencanto nihilista, la creencia de que las personas serian impotentes para actuar en el proceso histórico e influir en posibles cambios. Bajo esa coacción, muchos sacrificaron su poder de acción. Thompson y sus compañeros de la primera generación del movimiento new left (“nueva izquierda”) – como Raphael Samuel, Peter Worsley y Kenneth Alexander – denuncian que ese control hegemónico de la sociedad occidental era, en verdad, una preparación para la guerra. No obstante, Thompson permanece optimista, creyendo que a partir del pesimismo reinante y de las divisiones surgidas de la Guerra Fría podría prevalecer una verdad humana y radical. Según Thompson y sus compañeros, esa verdad



se expresaba en la (entonces) Europa Oriental por los “eventos de 1956” y en Occidente por la negación de la ideología “natopolitana” presente en la acción de los movimientos pacifistas y en la Campaña por el Desarmamiento Nuclear (Campaign for Nuclear Disarmament/CND). El autor reconocía en ese movimiento un “humanismo rebelde”, en contra la corriente de los problemas causados por la situación de pasividad, del creciente aumento de los mecanismos de control estatal y de la proliferación de los armamentos nucleares. De acuerdo con Thompson (1980, p. 1-10), el contexto de mayor cerramiento político (la administración del Partido Conservador inglés en la década de 1980, sobre todo el período de Margareth Thatcher, y la primera mitad de los años de 1990), las perspectivas menos ortodoxas eran recibidas con cautela por el establishment, en particular las que divulgaban o discutían las ideas políticas nuevas o radicales. La unión entre el gobierno y el poder de los medios de comunicación fue capaz de sistemáticamente obstaculizar o marginar la implementación de tendencias radicales. Como ocurrió con la CND – que en el inicio de los años de 1960 ganó el apoyo de amplios sectores de la sociedad –, la “herejía” de ser no-ortodoxo no le permitió a este movimiento alcanzar una platea mayor, perdiendo espacio y soporte, incluido entre los temas y materias prohibidos por la dirección de la mídia británica. En la mídia, el desacuerdo no podía aparecer como una perspectiva coherente, competente, confiable o legítima. El gobierno de Thatcher, en 1979, inició una continua y sistemática abolición de las libertades, en especial las conquistadas por la clase trabajadora en muchas décadas de lucha (Thompson, 1980, p. ix–x). La erosión de los derechos adquiridos, tanto con la administración del Conservative Party como la del Labour Party, encerró a la sociedad británica en un capullo reaccionario. Para Thompson (1980, p. ix), la mídia tuvo una fuerte influencia en ese encerramiento, estableciendo el consenso y criando una situación de apatía y sumisión, lo que facilitó el ataque del gobierno a los derechos y medios de subsistencia de las personas que, irónicamente, habían elegido ese mismo gobierno como su representante. El servilismo agresivo a la OTAN es, para Thompson (1980, p. x), un buen ejemplo de las condiciones de la época.



En “The State of the Nation”, Thompson (1980, p. xi) se preocupa intensamente en exponer la gravedad del control del Estado y en llamar a la población a las armas contra esa tendencia autoritaria. Se dirige a un público no solamente de izquierda, sino también a los “demócratas”, teniendo en cuenta que, desde 1968, los grupos de oposición inglesa se habían fragmentado, tornándose sectarios u organizados por segmentos sociales (etnias, mujeres, homosexuales, entre otros), grupos y movimientos pacifistas y difundiendo campañas dirigidas y con temáticas específicas (contra la Guerra Fría, la amenaza nuclear, por la paz, etc.). En este contexto se formaban también “culturas alternativas de izquierda” y Thompson consideraba que la base sectaria sobre la cual ese proceso se desarrollaba podría reducir los potenciales de unión, coherencia o resistencia, en la medida en que se dispersaban los recursos – materiales, emocionales, logísticos – en una variedad de asuntos y campañas. Thompson propone que los movimientos y grupos alternativos promuevan una resistencia colectiva para actuar en un teatro nacional de conflicto. Esta estrategia significa que “cada uno de los grupos de la izquierda debe tener para consigo mismo las responsabilidades de otros grupos, sin perder ningún de sus principios”:4 La noción primordial que viene circulando es la de que color, género o preferencias deben ser siempre y en cualquier circunstancia, los principales hechos de la existencia, los que siempre tienen primacía. Esas diferencias se constituyen en barreras casi insuperables, inhibiendo la acción política común en un centenar de otros tipos de situaciones. [Esa noción] puede tener premisas válidas como punto de partida. Pero cuando esa noción es llevada más allá de sus posibilidades, y cuando, colectivamente, los que están bajo una amenaza de guerra nuclear o de perder sus derechos y sus trabajos, o que están bajo una explotación económica común, [esas personas] no pueden más efectivamente trabajar juntas, ya que nutren esas diferencias primarias con resentimientos, lo que puede llegar a ser una peligrosa división. Indica, además, el final de importantes (...) tradiciones de políticas radicales y socialistas de los trabajadores. (Thompson, 1980, p. xii-xiii).

Delante de la manipulación política tan bien sustentada y difundida en toda la mídia, se tornaba indispensable articular una agenda democrática y encontrar formas más creativas de llegar al público. Al lado de Stuart Hall y Raymond Williams (y otros como Tony Benn y Michael Foot), Thompson (1980, p. xiii) reclamaba la reconstrucción de un Frente 4

Cf. Bess, M. (1993, p. 124); en correspondencia con Bess, Thompson observó que los marxistas precisaban incorporar todas las perspectivas en una única ética de democracia, afirmando también que, “el marxismo siempre subestimó la religión, el nacionalismo y las formaciones de género”.



Popular efectivo y vigoroso, reminiscencia del movimiento que él admiraba en los años de 1930.5 Enfrentando el Status Quo de la Guerra Fría Las iniciativas del Gobierno Thatcher de implementar el monetarismo, asociado a la política neoliberal, y al mismo tiempo en que eran adoptadas medidas agresivas con el objetivo de administrar la crisis con Argentina y la guerra de las Islas Malvinas, justificaban, en cierta forma, el tono pesimista de Thompson. Ese pesimismo se manifestó en un polémico artículo publicado en The Times (29 de abril de 1982), “The War of Thatcher’s Face”, tres semanas después de haberse iniciado el conflicto bélico (2 de abril). En ese artículo, Thompson (1982b, p. 191) describe la naturaleza hipócrita de la política de la guerra fría que posibilitaba e incentivaba a algunos países de Occidente a mantener una relación amigable con la dictadura de la Argentina y venderles armas, sin ningún problema moral o político:6 “El mundo avanzado no puede seguir tirando armamentos al Tercer Mundo y esperar que todo continúe lo mismo. No podemos estar seguros de que esas armas serán utilizadas para matar a su propio pueblo o (...) reprimir a los pobres (...). Thompson percibió a la “Guerra de las Malvinas” como una de las consecuencias más significativas de esas ventas. Todavía, como parte de esa estrategia, la prensa británica desarrollaba un “adoctrinamiento subliminal” que conducía a un consenso sobre el tema de los mísiles, llevando a la población a pensar que las decisiones habían sido efectivamente formuladas en el país. Pero, en verdad, no fueron ni siquiera discutidas en el parlamento, aunque sostenidas por un consenso nacional. Por ejemplo, la BBC no autorizó que Thompson participase, en 1981, de un programa especial (Dimbleby Lecture) sobre los movimientos por la paz y la campaña antinuclear, coordinado por Jonathan Dimbleby, periodista político. El texto elaborado dio origen a Beyond the Cold War, editado en 1982. 5

Referencia al Frente Popular internacional durante la Guerra Civil Española, y los movimientos de apoyo y solidaridad que surgieron. 6

El término de “autoritaria” era más usado por la mídia, después substituido por “totalitaria”. En esa inflexión, es conveniente no olvidar la invasión de Timor del Este, por la Indonesia, en 1975, incentivada por los Estados Unidos, y el subsecuente genocidio con armas de fabricación inglesa.



Thompson denuncia que, al proporcionar la información para el consumo público, el sistema – gobierno, prensa, etc. –convencía a la opinión pública de que determinados temas eran de interés nacional. Al tener el dominio de la información, el sistema puede controlar el cuestionamiento que se le realiza. A pesar de ese control, Thompson (1980, p. 263) observa que fue posible que otras voces movilizaran sectores de la sociedad, como ocurrió con el apoyo realizado a la CND en Aldermaston. En el contexto de la guerra fría, Gran Bretaña había asumido el papel de base avanzada de la OTAN. Frente a un eventual ataque de la entonces Unión Soviética, el objetivo era diversificar los puntos y evitar un ataque concentrado a Estados Unidos. En ese panorama, los británicos y los rusos serían las principales víctimas del conflicto. Según Thompson (1980, p. 267), la sumisión a los Estados Unidos constituía la principal contribución británica a la OTAN y los que se oponían a esa posición eran considerados rebeldes u opositores del consenso. La retórica de la guerra fría retoma, en aquel momento, la tónica de la persecución al enemigo interno. La respuesta del autor a ese control sistemático reitera sus posiciones y las de sus compañeros desde los primeros días de la CND, cuando aún creía que una razón democrática y popular podría prevalecer. Según Thompson (1980, p. 272), las líneas básicas de la política de la neutralidad activa, defendidas desde los primeros momentos de la new left, fueron discutidas en los consejos de la CND y nuevamente amparadas en 1968 en el “Manifiesto del 1ero. de Mayo” (May Day Manifesto), edición coordinada por Raymond Williams. En artículos de 1979, Thompson (1980, p. 273-274) presenta cinco hipótesis, que podrían sostener esas líneas básicas. La primera hipótesis es la de la inestabilidad del status quo nuclear y la posibilidad de desencadenarse una guerra nuclear global; la segunda, la de que ese status quo es un estado degenerativo, en la medida en que supone políticas confidenciales, burocráticas y autoritarias; la tercera es que esa condición había desarrollado intereses industriales, militares y económicos – con fuertes características de monopolio o de formación de carteles – que deberían ser mantenidos. En ese contexto, los dos países líderes de esa polaridad (Estados Unidos y la Unión Soviética), aunque en campos opuestos, constituían un “interés común”, marcadamente antidemocrático y no dudaban en reprimir eventuales iniciativas de oposición.



En la cuarta hipótesis se afirma que una distensión (détente) no iría a emerger “de arriba” ya que, como señala Thompson, “el permanente estado de terror favorece la adquisición del poder interno y externo de las elites”. Finalmente, la quinta hipótesis indica que el camino más viable para la desarticulación del sistema podría ser un ataque a partir de abajo. Thompson cree en la importancia de una iniciativa popular basada en la “neutralidad activa” que, articulada con otros movimientos antinucleares, puede tener la fuerza necesaria para dar coraje a la disidencia a través de Europa. Thompson (1980, p. 275), coherente con su defensa del humanismo, afirma: “Nosotros ya estamos con riesgos – Gran Bretaña, Europa, civilización, el proyecto humano (...)”. Esa colocación señala la convicción del autor para un mayor apoyo para el nuevo grupo, European Nuclear Disarmament (END)7 –movimiento pan-europeo para combatir los intereses políticos y militares de soviéticos y norte-americanos en la Europa, idealizado por Ken Coates, también activista de la Bertrand Russell Peace Foundation. En la perspectiva de Thompson (1982, p. 10-11), el conflicto dependía del antagonismo y de la retórica de los irreconciliables sistemas militares e industriales de los dos bloques. Afirma: “Cada un debe ser motivado, en su naturaleza coherente, por el deseo de vencer al otro. Solamente el mutuo temor de disuadir podría alejar un enfrentamiento total”. 8 Thompson (1980a, p. 28) prosigue: [La] disuasión no es una condición inmóvil, fija, es un estado de degradación. La disuasión ha frenado la exportación de violencia contra el bloque opuesto, pero, al proceder así, el poder represivo del estado se ha volcado contra su propio creador. La violencia reprimida ha sostenido y actuado sobre la economía, la política, la ideología y la cultura de los poderes antagónicos. Esa es la estructura profunda de la guerra fría.

Esa sería la lógica de la justificación para la guerra fría y de la continuación de la corrida armamentista. Thompson (1982, p. 14-16) cree que, en el Occidente, la mayor culpa sería de la supremacía norte-americana y la falta de voluntad de sus satélites europeos en rechazar esa situación y la “mentalidad” allí contenida. Eso porque, según Thompson 7

8

(Campaña por el) Desarmamiento Nuclear Europeo (END). A partir de aquí citado por las iniciales.

El término deterrence tiene un uso corriente como disuasión en la prensa y en la literatura académica – política o práctica de almacenar armamentos nucleares por parte de una nación, para detener la perspectiva de otro ataque nuclear, o una política de disuasión y un proyecto de limitación de las armas nucleares a largo plazo.



(1982, p. 14-15), la diplomacia norte-americana utilizaba con frecuencia su poder de vetar, respaldada por su poder militar, lo que impedía cualquier desacuerdo por parte de los países europeos. Ese es el contexto de la propuesta de un atlanticismo, bajo la dominación de los Estados Unidos, no cuestionada por Gran Bretaña, ni siquiera por la supuesta oposición del Labour Party. Thompson muestra como la guerra fría funcionava con una dinámica propia, una lógica interna y un conjunto específico de argumentos, lo que ocultaba el fuerte interés de los Estados comprometidos en su continuidad. Thompson (1982, p. 17) percibe que la reciprocidad de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética era fundamental para esa lógica, un contexto en que una forma de acción antagónica debía ser sistemáticamente igualada por el antagonismo de la respuesta. Thompson (1982a, p. 332) no proponía una identidad entre los bloques y sí su reciprocidad: la interacción de ambos los bloques creaba un “problema nuclear” internacional, y una situación de equivalencia entre ellos. Ese procedimiento era determinante para que “los establecimientos militares y de seguridad fueran autoproductivos”. Thompson (1982, p. 17-18) tenía conciencia de que la ideología y la retórica que acompañaban esa dinámica eran inherentes al proceso y se reproducían a sí mismas porque los “servicios militares y de seguridad y sus funcionarios públicos precisan de la guerra fría (y) tienen un interés directo en su continuidad”, y porque en el interior de los países satélites cada movimiento político y militar debía ser aprobado por los gobiernos de Washington o Moscú, lo que reforzaba los mecanismos de dominación de ambos centros. Para desarrollar ese argumento, y explicar los peligros del proceso político e ideológico contenido en la guerra fría, Thompson introdujo la metáfora de la alteridad del Otro. Así, la unidad necesaria en la frente nacional también puede ser explicada en los términos de preocupación y el miedo con relación a los “otros”, la amenaza representada por los “otros” y, de esa manera, se consolidaba una noción general de “nosotros” en oposición a “ellos”. Al percibir el “otro”, “nosotros” nos podemos distinguir en relación con él y, si el “otro” fuese construido como una amenaza, el vínculo entre “nosotros” seria reforzado.



Thompson observa (1982, p. 18) que ese “vínculo por exclusión” es intrínseco a la socialización humana y tan fundamental para la formación y la conciencia de clase, como para la construcción de una nación o para sujetar las personas a una ideología. Ese proceso establece una amenaza y, en su límite, hace crecer el odio por los “otros”. En las polémicas de la guerra fría esa cultura fue artificialmente evocada para asegurar los intereses de los respectivos bloques. Ambas las culturas e identidades nacionales (soviéticas y norte-americanas) se entrelazaron en las premisas ideológicas del conflicto, al mismo tiempo en que se profundizaron cada vez más. Así, la guerra fría contribuye para introducir el americanismo en la población norte-americana, para reforzar el mito del sueño americano (American dream), tornándolo una atracción en oposición a la tiranía del “otro” mundo, tiránico y sin libertad. De la misma forma, la Unión Soviética se autorepresentaba como la defensora del socialismo y el Partido como el titular de la resistencia al imperialismo del Occidente, no obstante la represión sistemática a cualquier desacuerdo, en cualquier nivel. Pero, ninguno de los mundos era “el mejor de los mundos”: ambos representaban nuevas definiciones sobre la condición del “otro” y la necesidad de la guerra fría que se revelaba y se regeneraba a sí misma. Thompson (1982, p. 23) reconoce que: Es una condición permanente, autoreproductora, en la cual ambos adversarios están dedicados. Los establecimientos militares de los adversarios se encuentran en una relación recíproca de fomento mutuo: cada uno estimula el crecimiento del otro. Los dos adversarios precisan mantener una actitud ideológica de hostilidad (para) fortalecer la disciplina o la cohesión interna.

Protestar para Sobrevivir En los años de 1980, muchos militantes de la izquierda en Inglaterra, activos en la campaña por el desarmamiento unilateral, concluirán que había un problema central en la balanza del poder criada por la guerra fría. Entre otros aspectos, la evidencia demostraba que ninguno de los bloques en antagonismo podría “ganar una guerra”. La lucha definitiva estaba en otra instancia, concentrándose en el cuestionamiento y el debilitamiento del proceso y de sus premisas ideológicas. Para Thompson (1982, p. 25), Europa era el punto de tensión del sistema de la guerra fría:



Por la primera vez, desde la Resistencia del período de la guerra, hay un espíritu circulando por Europa que tiene una aspiración transcontinental. El Otro que nos amenaza se redefine – no como otras naciones, ni tampoco como otro bloque, sino como las fuerzas que llevan a ambos bloques a la autodestrucción, no “la Rusia” o “los Estados Unidos”, pero sí sus instituciones ideológicas, militares y de seguridad y sus oposiciones rituales.

En la década de 1980, el programa desarrollado por el END organizó un nuevo radicalismo popular para enfrentar las motivaciones de la guerra fría y su status quo. Su proyecto era el de evaluar y establecer la autonomía de Europa y asegurar las condiciones de su mantenimiento. El movimiento consideraba el escenario del teatro europeo como un todo, ocupando una única posición, pues ofrecía puntos de acceso para el desarrollo de un proceso de deslegitimación de la guerra fría a partir de la propia arena del embate entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. En esa época, la contribución más significativa de Thompson en los debates sobre la guerra fría – pero sobre todo contra la corrida armamentista, la amenaza nuclear y en nombre de la organización de los grupos y movimientos pacifistas –, tal vez sea el ensayo Protest and Survive, de 1980, respuesta a un documento del gobierno conservador inglés, Protect and Survive, sobre como protegerse en caso de un ataque nuclear. Su publicación fue patrocinada por la Bertrand Russell Peace Foundation y por la CND, y anticipa a Europa como un teatro de la paz – no como un teatro de la guerra –, resultado de la presión popular democrática. Pero, para eso, sería necesaria una détente internacional que asegurase un futuro independiente del sistema de la guerra. Una vez definida una estrategia, las contradicciones del papel de Europa en la guerra fría podrían ser utilizadas contra los “guerreros” en Washington y Moscú. La construcción de esa estrategia demandó tiempo y dedicación a lo largo de los años de 1980 y también dio coraje a varias formas de resistencia popular. Una resistencia necesaria porque, según él, la política de la guerra fría se estructuraba de tal manera que la idea de exterminio de la sociedad sería coherente con la lógica del proceso. En 1980, en ese contexto, Thompson (1982, p. 4-5) percibe la existencia de “una dinámica interna y de una lógica recíproca que requería una nueva categoría de análisis”, elabora el concepto de



exterminismo, irónicamente inspirado en una afirmación de Marx que le parecía adecuado para examinar la lógica de esa nueva realidad: Si el molino manual nos da la sociedad con el señor feudal, el molino a vapor, la sociedad con el capitalismo industrial, que es lo que actualmente nos es dado por esos satánicos molinos en funcionamiento, triturando los medios de exterminio humano? Llegué a ese punto de la reflexión más de una vez, pero desesperado, di vuelta mi cabeza en otra dirección. Ahora, cuando examino directamente el problema, concluyo que la categoría que precisamos es la de exterminismo. (Destaque en el original).

En términos teóricos, el aspecto más controvertido de la interpretación de Thompson sobre el sistema de la guerra fría es su rechazo a los conceptos de imperialismo y militarismo, asociados, según él, a circunstancias específicas, expresando diferentes niveles o aspectos de una crítica al capitalismo, inadecuados, por lo tanto, para el análisis de la guerra fría. Para Thompson (1982a, p. 1-2), ambos conceptos traducen un fuerte contenido ideológico y, en su formulación, expresan la idea de un sistema de inicio racional, pero que eventualmente provoca su propia implosión irracional. 9 Thompson (1982a, p. 332-338) sostiene que: Necesitamos, para definir esta época singular de la historia de la confrontación nuclear, de una categoría nueva [exterminismo] y sería poco decir que esto no significa que, por un movimiento de magia, sea necesario renunciar a todas las categorías anteriores o que no funcionen más todas las fuerzas históricas anteriores (...) No se trata simplemente de una cuestión de fuerza, es una cuestión de legitimidad. Allí donde ninguna forma de poder está legitimada por la responsabilidad civil y por un proceso abierto como es debido, puede ocurrir que una forma de poder dé lugar a otra. Cada una de estas formas de poder es tan legítima o ilegítima cuanto la otra.

El exterminismo de la guerra fría está basado en la dinámica del sistema de armamentos. Aunque parezca un movimiento racional, en el cual los agentes que participan toman decisiones aparentemente racionales, en la esencia del proceso se desarrolla una lógica perversa, un sistema de auto-generación y un estado generalizado de inercia en dirección a la destrucción total. Más allá del imperialismo o del militarismo, los sistemas que corresponden a esos bloques son complejos militares e industriales que la población civil era obligada a sostener

9

Sin mayores detalles, Thompson (1982a, p. 1-2). comenta que “la Primera Guerra Mundial y el colapso del nazismo serían ejemplos de militarismo e imperialismo que caminan en dirección hacia sus propios fines”.



(a través de inversiones, impuestos, cuotas de trabajo, etc.). Según Thompson (1982a, p. 22), para reproducir el sistema, las elites del gobierno pasaron a precisar de una situación permanente de guerra para legitimar su dominación, sus privilegios y prioridades, para silenciar el desacuerdo, ejercer la disciplina social y desviar la atención de la evidente irracionalidad de la operación. (Se) habituaron tanto a ese modo, que no conocen otra forma de gobernar.

En su lógica perversa, el proceso político sirve solamente para legitimar y justificar su propia reproducción. Thompson recuerda que su generación testimonió la guerra – inclusive el bombardeo nuclear al Japón.”. Las guerras anteriores fueron previsibles, así como las guerras del Tercer Mundo. La “tecnología del apocalipsis” ofrece su propia perspectiva: el exterminio de la civilización en el hemisferio norte. A la sombra de esas colocaciones, Thompson insiste en la formación de una nueva conciencia. 10 La cuestión de la lucha de clase permanece fundamental, pero el imperativo ahora es la salvación de la propia humanidad; con el exterminismo la causa se redefine. La lógica exterminista, elaborada en la perspectiva del enfrentamiento con el “otro”, y las relaciones de poder que engendra, deben ser saboteadas, combatidas y superadas, y, a la vez, la resistencia popular es la que podrá presentar una alternativa humana viable. A pesar de que los ensayos de Thompson sobre el exterminismo se caractericen por una idea apocalíptica y un profundo pesimismo, raros en su obra, estos concluyen con una visión más optimista y con la formulación de propuestas para revertir la situación analizada – aunque su prioridad para al escenario europeo. Al final de Notes on Exterminism, Thompson (1982a, p. 30) expresa: Nos den la victoria [en ese proceso] y el mundo comenzará a moverse nuevamente. Comience a quebrar ese campo de fuerza y los treinta años de impedimentos a la movilidad de la política europea (...) cederán. Nada ocurrirá de forma natural o fácilmente (...): pero si alejamos esos bloques de la ruta de la colisión, ellos mismos comenzarán a cambiar. La policía y los fabricantes y los vendedores de armas comenzarán a perder su autoridad y los ideólogos perderán sus discursos. Un nuevo espacio se abrirá para la política.

Conclusiones

10

Cf. Bahro, R., “A New Approach for the Peace in Germany”, in Thompson, E. P. (1982a), p. 87-116.



Una de las principales motivaciones de Thompson en su lucha por el fin de la guerra fría, y por la causa humanitaria y pacifista, es la de reafirmar el imperativo de la razón humana. Por eso el protesto, el cuestionamiento, las críticas contundentes contra el absurdo de la corrida armamentista, la importancia de colocar en jaque su necesidad y prioridad. Desde el punto de vista de la lógica de la historia, Thompson (1982, p. 1) considera que el proceso podría ser sometido a una estructura racional de análisis, pero el objeto, en el momento de la guerra fría, se tornaba irracional. Advierte: siendo el presente históricamente determinado, está sujeto a un análisis racional, pero el permanente militarismo y los avances tecnológicos en el campo de las armas de destrucción forman una masa crítica muy próxima al punto de una detonación irracional. Su conclusión (1982, p. 24) era que “esa lógica sería terminal, en caso de no ser corregida”. Para destacar su advertencia, Thompson (1982a, p. 1) proclama en la abertura de su ensayo, “Notas sobre el exterminismo, el estadio final de la civilización”: “Camaradas, precisamos de un análisis válido, teórico y de clase, de la actual crisis bélica. Sí. Pero estructurar un análisis racional sucesivo puede, al mismo tiempo, imponer una racionalidad de consecuencias al objeto de análisis. ¿Y si ese objeto es irracional?” El autor (1982a, p. 1) también observa que “utiliza ‘racionalidad’ en esas ‘Notas’ para designar la búsqueda racional del interés propio, atribuida a una Nación, clase, elite política, etc. En otra perspectiva, ninguna de esas búsquedas precisa presentarse como racional”. En la primera parte de su artículo Thompson (1982a, p. 2) concluye: “No puedo ofrecer más que notas, fragmentos de un raciocinio. Algunos fragmentos deben asumir la forma de preguntas dirigidas al inmovilismo de la izquierda marxista”. Thompson procura realizar, una vez más, una “llamada a la razón” y convocar sus camaradas para una nueva campaña. Cuando Thompson considera el objeto de análisis “irracional”, busca una nueva teoría, referida a un análisis de clase para comprender lo que sucede y “actuar en consecuencia”. Se trata de buscar la razón, una racionalidad que pueda orientar una estrategia de lucha y nuevas acciones contra la situación denunciada, como su llamado contra el inmovilismo y la apatía. Thompson (1982, p. 30) agrega: Debemos correr el riesgo. Pues solamente podemos acabar con la guerra fría de dos maneras: por la destrucción de la civilización europea o por la reunificación de la cultura política europea. La primera sucederá si los grupos dominantes, los



superpoderes rivales, percibiendo que los argumentos están cambiando (...) y que sus estados-satélites se están tornando más independientes, terminen por compensar esa pérdida de influencia política y económica con un aumento de medidas de militarización. Esto es (...) lo que está sucediendo ahora. El resultado será terminal. Pero podemos observar una pequeña abertura en dirección a la otra alternativa. Y si creemos que esa alternativa puede ser posible, entonces debemos redefinir nuestras prioridades. No debemos invertir más nada en mísiles y sí en nuestra capacidad de comunicación y diálogo.

Thompson no llegó a formular una nueva teoría como pensó y la categoría de exterminismo no responde a su aflicción y a las preguntas y necesidades formuladas. Pero expresa el proceso de transformación de las relaciones sociales y debe ser comprendida en función de la lógica histórica, como él la definió. No obstante, las advertencias de Thompson en sus textos sobre el exterminismo son visionarias y trágicamente actuales. Tal vez no tanto por la amenaza de una guerra nuclear, y sí más por la permanente capacidad del capitalismo de alimentar formas de violencia en sus relaciones, como es propio de su lógica. Adaptando las palabras de Pedro Benítez Martín (1996, p. 169), “es imprescindible, por lo tanto, profundizar los caminos abiertos por Thompson. Pero debemos hacerlo renunciando a la intransigencia y al dogmatismo que él siempre criticó. Si lo hacemos, los méritos de Thompson adquirirán un significado aún mayor, pero por encima de todo, lograremos que avancen la disciplina histórica y las luchas sociales”. Referencias BENÍTEZ MARTÍN, Pedro (1996). E.P. Thompson y la historia: un compromiso ético y político. Madrid: Talasa. BESS, Michael (1993). Realism, Utopia, and the Mushroom Cloud. Univ. of Chicago Press. BESS, Michael (1993a). “E. P. Thompson: the Historian as activist”, American Historical Review, n. 98. KALDOR, Mary (ed.) (1991). Europe From Below. London: Verso. KAYE, Harvey (1984). The British Marxist Historians. THOMPSON, Edward P. et al. (ed.) (1960). Out of Apathy. London: Steven & Sons/New Left Books. THOMPSON, E. P. (1978). The Poverty of Theory and Other Essays. London: The Merlin Press. THOMPSON, E. P. (1980). Writing by Candlelight. London: Merlin. THOMPSON, E. P. (1980a). Protest and Survive. London: CND & Nottingham: Bertrand Russell Peace Foundation.



THOMPSON, E. P. (1982). Beyond the Cold War. London: Merlin & END. THOMPSON, E. P. (ed.) (1982a). Exterminism and Cold War. London: Verso & New Left Books. THOMPSON, E. P. (1982b). Zero Option. London: Merlin. THOMPSON, E. P. (1985). The Heavy Dancers. London: Merlin. THOMPSON, E. P. (1993). Customs in Common. New York: New Press. THOMPSON, E. P. (1998). Costumes em Comum. S. Paulo: Companhia das Letras. WILLIAMS, Raymond et al. (ed.) (1968). May Day Manifesto: 1968. Harmondsworth: Penguin.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.