Expulsión de la Compañía de Jesús en 1767. Caso sevillano.

July 17, 2017 | Autor: V. Regalado Gonzá... | Categoría: Misiones y expulsion de los jesuitas, Sevilla, Compañía de Jesús, Regalismo Borbónico
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Descripción

TRABAJO FIN DE GRADO

Expulsión de la Compañía de Jesús en 1767. Caso sevillano.

Tutor: José Antonio Ollero Pina Alumno: Víctor Daniel Regalado González-Serna

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Índice 1- Resumen………………………………………………………………………..p. 3 2- Objetivo y metodología del trabajo…………………………………………..p. 3 3- Contexto internacional: Influencias sobre la expulsión de España………...p. 4 3.1- Caso portugués………………………….………………………………….p. 4 3.2- Caso francés……………………………..………………………………….p. 7 3.3- Caso italiano. Relaciones con los Estados Pontificios……………….…….p. 8 4- Extrañamiento de la Compañía de Jesús de los dominios de Carlos III…p. 13 4.1- Relación con el Motín de Esquilache…………………………...………..p. 13 4.2- Influencias de Carlos III y su reinado en el proceso de expulsión…….…p. 21 4.3- Controversias y conflictos de la Compañía de Jesús…...…...……………p. 24 4.4- El proceso de la Pesquisa…………………………………………..……..p. 35 4.5- Expulsión de la Compañía de Jesús de España en 1767……………..…...p. 39 5- Expulsión de los jesuitas sevillanos…………………………………………p. 41 5.1- Centros educativos y papel de la Compañía de Jesús en la ciudad……....p. 42 5.2- Bienes y riqueza de la Compañía en el Reino de Sevilla………………...p. 44 5.3- Controversias relacionadas con la Compañía en el ámbito local………...p. 47 5.4- Los principales acontecimientos de la expulsión………………..………..p. 48 5.5- Expulsión y destino de los jesuitas extrañados………………………...…p. 49 6- Conclusiones………………………………………………………………….p. 56 7- Apéndices….....................................................................................................p. 60 8- Fuentes y bibliografía………………………………………………..………p. 64

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1-Resumen. En 1767 la Compañía de Jesús fue expulsada de España. El desarrollo y complejidad que alcanzó el Estado como institución de poder ya no admitía competencias, y se ensañó con la Compañía, teniendo que abandonar los territorios de la Corona tal como sucedió en Sevilla, y sufrir sus miembros en sus propias carnes las consecuencias de la derrota eclesiástica. Abstract. At 1767 the Society of Jesus was expelled from Spain. The development and complexity that the State raised as an institution of power didn't admiss rivalities and it was merciless with the Society of Jesus. So it had to abandon the fields of the Spanish Crown, as it occurred at Seville, and its members suffered themselves the consequences of the ecclesiastical defeat. Palabras clave: Jesuitas, Expulsión, Sevilla, 1767. Keywords: Jesuists, expulsion, Seville, 1767

2-Objetivo y metodología del trabajo. El presente trabajo se plantea como objetivo revisar las fuentes y bibliografía sobre la expulsión de Compañía de Jesús, centrado en el caso de Sevilla. Se encuentra ampliamente estudiado, aunque la mayoría de obras tratan aspectos concretos y no el suceso en conjunto. No quiere decir esto que se carezca de una amplia cantidad de obras y artículos referidos a la cuestión. En primer lugar, es obvio que las diferentes expulsiones sufridas por los jesuitas han despertado el interés de numerosos historiadores. Esto ha ayudado a la investigación, sí, pero la mayoría de trabajos cuentan con varias décadas de antigüedad. Por esta razón, el trabajo se ha fundamentado en las obras principales utilizando como contrafuertes obras más recientes que, además de contrastar aquellas, amplían con nuevos elementos el conocimiento sobre el hecho. En un segundo orden, se ha trabajado con fuentes directas para poder enfocar de primera mano el caso en el ámbito local sin recurrir a interpretaciones terceras. Se trata pues este trabajo de una labor de revisión.

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3-Contexto internacional: Influencias sobre la expulsión de España.

El objetivo de este apartado es contextualizar un proceso que realmente es internacional. Es necesario considerar qué sucede en reinos ajenos, pero vecinos, y que ejercerán una profunda influencia antijesuita en el caso español. El proceso de expulsión de la Compañía de Jesús de España es un hecho coyuntural dentro de un marco internacional de carácter complejo. Hay que recalcar que estos sucesos son una parte más de un todo que se produce contemporáneamente por toda Europa. Vamos a repasar ciertos modelos, el caso portugués y el francés, como modelos antecedentes del español sin entrar en la particularidad de aquellos. Un apartado final dedicado al caso de Italia servirá para observar la triple influencia que se emitirá desde los tres reinos una vez los habían expulsados. También dedicaremos unas líneas a las relaciones entre los Estados Pontificios y Carlos III, con el contraste de las relaciones diplomáticas y políticas internacionales entre el papado de Clemente XIII y su sucesor, Clemente XIV.

3.1-Caso portugués.

La expulsión de la Compañía de Jesús de Portugal en 1759 se encuadra en un proceso de pérdida de peso que podría señalarse a partir del 14 de agosto de 1754, que falleció la reina madre María Ana de Habsburgo, madre del entonces rey José I. Es factible tomar este hecho coyuntural como un momento de pérdida de influencia de la Compañía por fallecer su mayor protectora en la Corte. Podría señalarse como inicio de la decadencia de la Compañía en Portugal. Sin embargo, podemos señalar otro segundo hecho anterior en el tiempo al ya mencionado. Tal como alude Fernández Arrillaga1 una de las consecuencias que la firma en 1750 del Tratado de Límites provocaría, a pesar de realizarse para solventar precisamente disputas territoriales, será una reacción antijesuita promovida por el gobierno portugués por su fuerte presencia en el territorio luso. Pudo ser una reacción antiespañola por parte de Portugal y expresada con el aumento de la antipatía hacia la Compañía, institución asimilada a España. Estos hechos debemos acompañarlos con el contexto antijesuítico pombalino, orquestando una campaña de desprestigio contra los jesuitas en una jugada política que podría considerarse maestra. El propio Pombal2 culpó a los jesuitas y a

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FERNÁNDEZ DE ARRILLAGA, I.: «Dos caras de una misma expulsión: El destierro de los jesuitas portugueses y la relación con los misioneros alemanes», Hispania Sacra, 123 (enero-junio 2009), p. 231. 2 Sebastião José de Carvalho e Melo, marqués de Pombal, ministro de José I en los años de la expulsión.

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su poder político como causantes de la postración de Portugal ante el mundo.3 Siendo ejemplo de cómo pudo haber motivaciones políticas contra la Compañía. Las acusaciones de quinta columna serán también frecuentes en el resto de casos. En el proceso portugués se percibe la acusación a la Compañía de actuar a favor de los intereses de España.

Encontraremos en el caso portugués críticas antijesuitas que serán comunes al resto de expulsiones y fundamentadas en el poder que ostentaba la Compañía como institución educativa. En este caso particular se les achacará también la intensa y fructífera explotación azucarera y ganadera que mantenían los jesuitas en el Brasil portugués.4 Dispondrán del privilegio de contar con una flotilla mercante que gozaba de una gran deducción fiscal en la hacienda portuguesa.5 Podemos afirmar que jugaron un importante peso en la expulsión de Portugal los intereses económicos, y no sólo los políticos, expresado en el control territorial de ambas cuestiones en relación al comercio colonial. No debe extrañar por tanto encontrar a Pombal dirigiendo de manera obsesiva una campaña de desprestigio orquestada para acabar con esos beneficios y privilegios de la Compañía, que además estaba beneficiada tradicionalmente por la Corona portuguesa en la elección de individuos afectos para importantes puestos de poder del Estado. Estaba Pombal con esto abonando el terreno de lo que finalmente terminó sucediendo en Portugal, la expulsión de los jesuitas. No faltaron otras causas muy oportunas para justificar el extrañamiento como, por ejemplo, el atentado que sufrió José I el día 3 de septiembre de 1757.6 Se aducirá que la Compañía apoyó el atentado, una grave acusación muy oportuna para los planes de Pombal.7 Este aprovechamiento de acontecimientos se convirtió tras esto en una tendencia para justificar la expulsión de la Compañía del resto de reinos. Será un discurso recurrente. Esas acusaciones siempre serán tendentes al tiranicidio en parte justificado en su día por el P. Mariana8 y que servía de perfecta acusación. Lo que se había desarrollado marginalmente dentro de la orden pasaría a ser un aspecto primordial a la hora de orquestar los procesos de investigación. Podría decirse que las palabras del P. Mariana se volvieron en contra de la propia Compañía de Jesús.

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FLORISTÁN, A.: Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel Historia, 2002, p. 581. FERNÁNDEZ DE ARRILLAGA, I.: «Dos caras…», art. cit., p. 229. 5 Idem. 6 GIMÉNEZ LÓPEZ, E.: «La extirpación de la mala doctrina. Los inicios del proceso de extinción de la Compañía de Jesús (1767-1769)», Expulsión y exilio de los jesuitas españoles, (coord.) GIMÉNEZ LÓPEZ, E., 1997, p. 243. 7 Ibid, p. 247. 8 Juan de Mariana, miembro de la Compañía de Jesús e importante teólogo e historiador 4

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La expulsión de Portugal tuvo consecuencias que interesan destacar ya que sirven de antecedente de lo que sucederá en el resto de territorios en los que serían extrañados. La Iglesia, como institución de poder político, perderá fuerzas para influenciar a los hombres de gobierno.9 Se perdía el peso que poseían tradicionalmente en los confesionarios y en la educación de las élites para controlar desde bambalinas a hombres de Estado. Es un paso más dentro del proceso de instalación de una monarquía fuerte que controla a hierro y en corto a la Iglesia. Debemos entenderlo como un nivel más dentro del propio desarrollo, que podemos considerar natural, del Estado Absolutista. La jurisdicción real aumentaba su autonomía.10 Siendo esta invasión de competencias de la Iglesia una de las características, más repetidas por otra parte, del Estado dieciochesco.

No podemos pasar por alto la influencia que supondrá para el caso español el precedente portugués. Es evidente que por la cercanía, no sólo territorial, de ambos estados estos sucesos traerán una gran correspondencia y debates públicos. Incluso parece que se percibe cierta inquietud entre los españoles ante la actitud de Carlos III, que dará la impresión de no querer mediar en el asunto por razones políticas.11 Carlos III declaró por cierto la guerra a Portugal en 1762 y tomó la sorprendente medida de devolver a la Compañía los bienes que le habían pertenecido en las tierras que se iban conquistando a Portugal, y es lógico que a raíz de esto el obispo Sales perciba una actitud de simpatía hacia los jesuitas por parte de Carlos III. Sería plausible porque los actos lo apuntan. A esto se suma que la educación de los infantes españoles seguía en manos de la Compañía por entonces.12 En esta fase aún encontramos, fundamentado en los hechos, una cercanía entre los jesuitas y la Corona española. Al menos de cara a la galería se mantenía esa unión de ambas instituciones. Cabe cuestionarnos si esa simbiosis era verdadera o interesada, es decir, un aprovechamiento político contra Portugal en ese momento circunstancial por parte de Carlos III.

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FERNÁNDEZ DE ARRILLAGA, I.: «Dos caras…», art. cit., p. 246. ARAUJO, A.C.: «Ilustración y Reforma de la teología en Portugal en el siglo XVIII», Cuaderno Dieciochista, 2 (2001), p. 276. 11 MESTRE SANCHÍS, A.: «Reacciones en España ante la expulsión de los jesuitas de Francia», Revista de Historia Moderna, 15 (1996), p. 105. 12 Idem. 10

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3.2-Caso francés.

La expulsión de los jesuitas de Francia será otro hecho a tener en cuenta, y podemos decir continuador, dentro de este proceso de pérdida y derrota de los jesuitas en el mundo católico. Hubo sectores de la opinión pública española que lo seguirán de cerca, igual que ya hicieran con el problema portugués sólo unos años antes, tal como fue el caso de Mayans13, muy interesado en estar informado sobre la cuestión.14 No sorprenderá que llegado el momento de proceder a la extrañación de España hubiera ministros de Carlos III y funcionarios de todo nivel que supieran bien lo que debían hacer y qué pasos seguir para proceder a la expulsión. Habían aprendido y tomado nota de los procesos realizados en Portugal y Francia. Para ellos servían de una importante probeta de ensayo, de unos buenos ejemplos. Lo eran por el éxito tenido y no deberá extrañarnos encontrar numerosas similitudes e imitaciones en el proceso español tal como veremos en el Dictamen Fiscal realizado por Campomanes15, donde se reproducirán esos elementos comunes entre las diversas expulsiones.

En Francia encontramos de nuevo un profundo recelo contra la Compañía de Jesús. Es una crítica ya tradicional. Se desarrolla dentro de críticas a la Compañía por peculiaridades propias como la defensa que harán del voto de obediencia al Papa y al General de la orden por encima de la soberanía de las distintas monarquías. Esto, obviamente, estaba abocado a un conflicto inevitable con los propósitos políticos de carácter regalista que se estaban implantando en las monarquías católicas. Ludwig von Pastor en sus trabajos señala las principales fuerzas opositoras de la Compañía en Francia, con su galicanismo exaltado, seguido por los conflictos entre jesuitas y jansenistas, y en tercer lugar también refiere el racionalismo enciclopedista.16 En el caso de Francia no tardará también en suceder algo que vendrá como anillo al dedo para la oposición antijesuita, aludiendo a la teoría del tiranicidio defendida por algunos jesuitas, y es que Luis XV sufrió un intento de magnicidio el 5 de enero de 1757.17 Utilizando un argumento antiguo basado en que Enrique IV tuvo un confesor jesuita y que se achacó a estos el influir en el asesinato del rey por la defensa que 13

José Mayans y Pasqual, ilustrado natural de Valencia de gran relevancia política y social en el momento referido. 14 MESTRE SANCHÍS, A.: «Reacciones en España…», art. cit., p. 103. 15 Pedro Rodríguez de Campomanes, ilustrado de gran relevancia durante buena parte del siglo XVIII y que ejercerá de Fiscal en la causa contra la Compañía de Jesús. 16 MESTRE SANCHÍS, A.: «Reacciones en España…», art. cit., p. 106. 17 GIMÉNEZ LÓPEZ, E.: «La extirpación de la mala doctrina…», art. cit., p. 243.

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ejercían de la teoría del tiranicidio.18 Son explicaciones defendidas por la oposición a la Compañía pero que tendrán un peso considerable en las acusaciones realizadas contra ellos. La sola mención a la posibilidad de apoyar un intento de regicidio era ya de por sí una severa acusación. Encontraremos como elemento común en Portugal, Francia y España la tesis de que las doctrinas y actitudes de la Compañía partían de choques frontales contra las instituciones y los monarcas mismos.19 Podemos decir que era sencillo para los opositores de los jesuitas tomar ese antiguo argumento tan fácil de redirigir contra los propios intereses de la Compañía. Así, los jesuitas franceses, por lo visto en Portugal, estaban ya prevenidos de lo desarrollado en torno a las tesis del tiranicidio dentro de la Compañía de Jesús.20 Se percibe que intuían que aquello no podía tener un final feliz. Llegada la expulsión española no se perderá la oportunidad de lanzar la acusación de haber mantenido correspondencia con los elementos subversivos de Portugal y de Francia por parte de los jesuitas españoles.21 Implicándolos fácilmente con las acusaciones regicidas en esos dos reinos, insinuando de pretender lo mismo en España y de ser cómplices de lo sucedido en aquellos reinos, teoría fácil de levantar tanto en cuanto que no sería extraño que se hubiera mantenido una comunicación postal entre los jesuitas residentes en España y los que se encontraban en Portugal y Francia. A principios del año 1762 observaremos una creciente reacción contra los jesuitas franceses, que acabará con el secuestro de sus bienes el día 13 de abril de 1762 y su expulsión de Francia.

3.3-Caso italiano. Relaciones con los Estados Pontificios.

Siguiendo este repaso a la expulsión por parte de los distintos reinos ahora sería interesante mencionar, al menos someramente, los sucesos en Italia. Esto debemos entenderlo como un paso posterior al caso español y que ayuda a realizar una mejor contextualización del extrañamiento hispano por las consecuencias que ejerció en casos posteriores. Por esto interesa referirlo, por las influencias que supondrá tanto en las relaciones con Roma como con el resto de poderes italianos.

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DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y la España de la Ilustración, Alianza Editorial, 1988, p. 87. CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes. Dictamen Fiscal de expulsión de los jesuitas de España (1766-1767), Fundación Universitaria Española, 1977, p. 19. 20 BURRIEZA SÁNCHEZ, J.: «La Compañía de Jesús y la Defensa de la Monarquía Hispánica», Hispania Sacra, LX-121 (enero-junio 2008), p. 216. 21 CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., p. 89. 19

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En estos territorios, la difusión de críticas a la Compañía, ya es una evidencia en el año 1746. Curiosamente tan pronto que podría tomarse incluso como un posible antecedente, lo que supondría una fecha temprana dentro del contexto de las expulsiones.22 Si miramos por encima de los hechos coyunturales, no debería sorprender encontrar el sentimiento antijesuita como un elemento cultural difundido por la sociedad europea. Quizás sea una lógica conclusión ante la constante crítica contra los jesuitas. Nos muestra la importancia que tiene valorar los diferentes acontecimientos relacionados con la expulsión de los distintos reinos. Lleva a plantear si la difusión de críticas en 1746 indica realmente el inicio de los planteamientos contra la Compañía en Europa de forma amplia, y una pronta influencia portuguesa antijesuita en Italia. Allí encontraremos procesos de expulsión como el de Nápoles en noviembre de 1767, y que sirvió de punto de partida para un plan de reforma educativa en aquel reino.23 Sigue una de las motivaciones dadas en España, la del control social a través de la educación supeditada al Estado.

En cuanto a las relaciones diplomáticas en Italia. Las fuentes indican que se lleva un intenso diálogo entre el gobierno de Carlos III y los distintos poderes italianos.24 Hubo de tener peso la experiencia de Carlos III durante su reinado en Nápoles. En el caso de Roma debemos valorar un detalle que ayudará a comprender un elemento que podríamos llamar una de las causas de la expulsión de España, y es que encontramos una verdadera disputa entre dos poderes políticos, la Iglesia y el Estado. El gobierno de Carlos III está en estos años luchando por reformar la Iglesia hacia una institución más nacional e independiente de Roma. Debemos mirarlo por encima del hecho religioso. En esta polémica hayamos un choque político entre Carlos III y el Papa como poderes temporales y no desde la cuestión religiosa, que queda relegada a un segundo plano. Como agente del Rey ante Roma en los años claves de la expulsión y extinción de la Compañía encontraremos a José Moñino.25 Será hombre hábil para el programa carolino respecto a la política papal. Clemente XIII supo resistir a las presiones internacionales realizadas al alimón entre Portugal, Francia y España para lograr la extinción de la Compañía. El siguiente papa, Clemente XIV, no opuso resistencias e incluso su misma elección estuvo condicionada para lograr una mayor influencia por parte de la tríada de coronas. No obstante en el presente trabajo no entraremos 22

BATOLLORI, M.: «Barocco e Iluminismo», Archivum Historicum Societatis Iesu, 46 (1971), p. 245. FLORISTÁN, A. (coord.): Historia Moderna Universal, op. cit., p. 581. 24 OLAECHEA, R.: «La diplomacia de Carlos III en Italia», Revista de Historia Moderna: Anales de la Universidad de Alicante, 8-9 (1988-1990), p. 153. 25 José Moñino y Redondo, será más adelante premiado con el título de conde de Floridablanca. 23

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en las causas de por qué el Papa accedió y procedió por fin a la extinción en el año 1773. Ya durante todo el siglo XVIII hubo un continuo ataque y disputa por el control de las instituciones católicas por parte de los Estados logrando éstos distintas concesiones, o claudicaciones, por parte del papado a través de la firma de concordatos.26 El concordato es la expresión plasmada en papel del reforzamiento del Estado frente a Roma en cuestiones políticas y en cierto punto religiosas y culturales. Así debemos entenderlo. Es un proceso que comprendemos como inherente y lógico dentro de la conformación del absolutismo de las monarquías. Una medida que tomó la Corona española para reforzar su poder frente al de Roma será la de exaltar todo lo posible la figura del obispo como oposición a las ``usurpaciones y gravámenes´´ romanas.27 La utilización de los obispados resultaba interesante para aumentar el poder del Estado dentro de la Iglesia según la tesis regalista, ya que se adquiría con el reforzamiento episcopal un mayor peso para lograr el control de los obispados, lo que lleva a una considerable independencia frente a Roma. Dentro de este proceso el concordato firmado entre Madrid y Roma en 1753 supone una cesión ante la monarquía española por parte del Papa por los derechos que quedaban transferidos y ratificados mediante el acuerdo. En estos acuerdos se intentan solucionar los abusos limitándose al número de religiosos, la enorme cantidad de días festivos y tratando también las exenciones fiscales de eclesiásticos.28 Sobre todo, lo que más afectaba será el Patronato Regio, el traslado de los poderes que la Monarquía ostentaba en América para las cuestiones religiosas en los territorios peninsulares. Es irrefutable la pérdida de poder papal desde años antes de la expulsión, ya bajo el reinado de Fernando VI.29 Si analizamos la correspondencia de Tanucci30, muy estimado por Carlos III, observamos que es común el interés de reformar el poder del Estado frente al de la Iglesia, fundamentando estas ideas en su aspecto más radical y con mucho peso de los sectores antijesuitas.31 Estamos ante la utilización de discursos críticos contra la Compañía en el contexto regalista. Lógico por el carácter de buque insignia que poseía la Compañía como encarnación del poder papal. Estos opositores atacan a los jesuitas por la percepción de 26

BARRIO GOZALO, M.: «Madrid y Roma en la segunda mitad del siglo XVIII. La luchas contra las ``usurpaciones´´ romanas», Revista de Historia Moderna, 16 (1997), p. 71. 27 Ibid, p.72. 28 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 39. 29 LÓPEZ-GUADALUPE, M.L.: Grandeza y Realismo en el Patronato Regio. Las rentas del cabildo catedralicio de Granada, Chronica Nova, 27 (2000), pp. 77-78. 30 Bernardo Tanucci, político nacido en la Toscana, mantuvo una estrecha e influyente relación con Carlos III a raíz de su reino en Nápoles. Su relación se mantuvo una vez Carlos III fue coronado en España. 31 BARRIO GOZALO, M.: «Madrid y Roma en la segunda mitad del siglo XVIII…», art. cit., p. 74.

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considerarlos la orden más adicta y obediente al Papa. Sin duda era la orden más fiel al papado. No había otra más independiente y que defendiera tanto la supremacía papal como la Compañía. Así, Clemente XIII resistió las presiones regalistas de los distintos embajadores de los reinos interesados en la extinción, como las ejercidas por José Moñino. Esta resistencia produjo en consecuencia un reforzamiento de las actitudes regalistas de los distintos reinos, cambiando todo por fin con Clemente XIV y la extinción de 1773.32

Podríamos poner un ejemplo de la lucha de poder entre el Papa y la presión ejercida a tres bandas por parte de Portugal, Francia y España. Recordamos que antes de cumplirse un año de la expulsión de España, ya a inicios de 1768, Clemente XIII expidió el Monitorio de Parma. Roma impugnaba así los derechos del duque Fernando, sobrino tanto de Carlos III como de Luis XV, siendo una reacción que pillará por sorpresa a todos, que no esperaban tal reacción del Papa, una reacción que levantaría toda una polvareda diplomática.33 Se trata de una medida de fuerza de Roma, una forma de venganza por parte del Papa, demostrando Clemente XIII con el Monitorio que aún poseía poderes temporales suprarregnícolas al menos nominalmente reconocidos en el ámbito católico. Clemente XIII no podía asumir sin rechistar ataques y cuestionamientos al poder papal. Debía resistirse dentro de sus posibilidades. Habrá quien vea en este acontecimiento diplomático una intromisión de la Compañía como empeño de venganza hacia la casa borbónica y aliándose incluso con Gran Bretaña para perjudicar a los intereses de España y sus aliados, siendo interesante la reacción de sorpresa que mantendrán hombres experimentados en asuntos de Estado como el conde de Roda.34 Incluso se acusará al P. Ricci35 de liderar esta supuesta conspiración.36 Se aportarán pruebas al respecto como una importante presencia de navíos británicos en el Mediterráneo aunque no se podría probar nada por más que se insistiera y no se pudo demostrar esta conspiración.37 El Monitorio de Parma será un ataque contra la Casa de Borbón, y una reacción del Papa ante las distintas expulsiones sufridas por la Compañía y el ataque que suponía a su poder temporal. Por mucho que se desviara sobre los jesuitas la culpabilidad del suceso de Parma no hay que buscar más culpable que al mismo Papa. Independientemente de haber o no una mano negra detrás del asunto, buscar en la Compañía 32

Ibid, p. 81. CERCHIELLO, G.: «La estrategia antiromana de Bernardo Tanucci ante los acontecimientos de 1768», Revista de Historia Moderna, 18 (2000), p. 42. 34 PINEDO, I.: «¿Intromisión británica a propósito de la extinción de los jesuitas?», Revista de Historia Moderna, 15 (1996), pp. 204-205. 35 P. Ricci, General de la Compañía de Jesús durante los años 1758-1773. 36 PINEDO, I.: «¿Intromisión británica…», art. cit., p. 206. 37 Ibid, p. 207. 33

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un chivo expiatorio para todo suceso parece que llegó a convertirse en una especie de psicosis colectiva. Lo apunta desde el estallido del conflicto parmesano Tanucci en su correspondencia con Carlos III.38 Culpará por cierto a Clemente XIII de adicto a los jesuitas y de ser inflexible y sorpresivo por lo sucedido en Parma.39 Aunque esta reacción romana no sorprendió tanto a Tanucci, que recomendó, basándose en su conocimiento de la Corte de Roma, que como respuesta Carlos III debía reaccionar con silencio y un recrudecimiento de las políticas regalistas.40 La otra opción sería un ataque directo, bélico, contra Roma. Aunque esto daba toda la ventaja hacia los Borbones el coste y desprestigio que provocaría a ambos bandos mantuvo enfundados los sables. El conflicto no obstante llegó a amenazar con una declaración de guerra contra Roma. Clemente XIII, sin embargo, era realista y consciente de no poder forzar demasiado las relaciones porque perdería poderes temporales, al no poder costear un conflicto bélico contra España y Francia, y las monarquías eran a su vez conscientes de que sería un acto propagandísticamente desfavorable y también costoso, y todo comenzó a girar en torno a la idea de mover los hilos para arrancar del que fuera próximo Papa la extinción de la Compañía, dejando morir al díscolo Clemente XIII en paz. Aún así resalta la idea que Tanucci, hombre sagaz, pusiera en sobre aviso que no consideraba a Clemente XIII realmente reacio a extinguir la Compañía, pero que era consciente también que lograrlo implicaba una ardua negociación en la que el Papa saldría vencedor con importantes concesiones a cambio, rompiendo así las políticas regalistas llevadas a cabo por España y sus aliados.41 Las Coronas buscaban acabar con la Compañía para reducir el poder del Papa por lo que otorgar concesiones a Roma a cambio de la extinción resultaría contraproducente con el sentido intrínseco de las expulsiones. Es decir, que el entonces Papa no hacía más que utilizar también el problema jesuita para intereses de Estado. Esta utilización ayudaría a comprender por qué cuando se produjo el extrañamiento de los jesuitas españoles no se les permitió desembarcar en Civitavecchia, teniendo que sufrir calamidades hasta recalar temporalmente en Córcega. Esto lleva a reflexionar sobre el interés de los Borbones en interferir en el cónclave que eligió a Clemente XIV, figura más sumisa a su poder, y a los que debía su nombramiento. Y debemos comprender que se produjera una especie de lobby de presión en el cónclave con la pretensión de que fuera elegido el cardenal más sumiso posible para que no significara un peligro para sus intereses, no sólo religiosos sino también temporales. En este aspecto la Iglesia española según el 38

CERCHIELLO, G.: «La estrategia…», art. cit., p. 44. Ibid, pp. 47-48. 40 Ibid, p. 49. 41 Ibid, p. 64. 39

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catastro de Ensenada para 1752 poseía la séptima parte de las tierras pero la cuarta parte de la producción, lo que supone una alta rentabilidad que escapaba del control del Estado.42 Por lo que es comprensible la actitud del Estado contra Roma a modo de lucha entre titanes.

4- Extrañamiento de la Compañía de Jesús de los dominios de Carlos III.

En las próximas páginas realizaremos un repaso y contextualización del proceso de expulsión de la Compañía de Jesús de los territorios de Carlos III. Será breve porque el detalle lo analizaremos minuciosamente cuando tratemos el tema desde el ámbito local y regional. Se tratará de comprender un amplio y complejo suceso que pese a la abundante bibliografía existente en carácter nacional no deja de ser necesario revisarlo, en búsqueda de nuevas perspectivas que permitan una adecuada comprensión del extrañamiento dentro del proceso general que estaba sucediendo por todo el ámbito católico.

4.1-Relación con el Motín de Esquilache.

Debemos repasar adecuadamente el famoso Motín de Esquilache para comprender la influencia que produjo en el inmediato proceso judicial que se inició contra la Compañía de Jesús y que acabará con su expulsión de los dominios de Carlos III. Tradicionalmente estos acontecimientos se han interpretado desde una clave política pero han aparecido revisiones que aportan distintas perspectivas de los hechos, como el caso de Pierre Vilar, que lo llama ``motín de subsistencia espontáneo´´ y dirá que sólo después de surgido el motín fue aprovechado por opositores de manera circunstancial.43 Llama la atención la visión dada por Ferrer Benimeli al referirse como causa a un cóctel explosivo compuesto por un conglomerado creado por los problemas de subsistencia, cuestiones políticas, sociales, económicas, reacción contra los ministros italianos y contra los guardias walones.44 Ha quedado desfasada la tesis de que los hechos fueran iniciados únicamente ante el descontento por las leyes sobre la moda, en todo caso este enfrentamiento fue la gota que colmó el vaso y no una única causa como se ha repetido en la tradición historiográfica.45 Es así que el propio Esquilache tomó otras medidas que afectaron precisamente de manera más 42

DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 144. FLORISTÁN, A. (coord.): Historia de España en la edad Moderna, Barcelona, Ariel, 2011, p. 618. 44 FERRER BENIMELI, J.A.: «El Motín de Esquilache en 1766 en los Archivos Diplomáticos de París», Anales de Literatura Española, 4 (1985), p. 165. 45 LÓPEZ GARCÍA, J. M.: El Motín de Esquilache, Madrid, Alianza Editorial, 2006, p. 84. 43

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profunda que aquella al pueblo madrileño, como sucedió con la implantación de medidas urbanísticas como el control de la limpieza, alcantarillado, acerado, empedrado de calles, canalones con desagües, iluminación nocturna y más medidas de este corte y que debían ser sufragas por los madrileños con el consiguiente aumento del gravamen.46 Consideremos que esto no sólo supone un aumento fiscal sino que además toda presión fiscal tiene un efecto reflejo sobre los precios y niveles de vida, volviendo a complicar la situación más de lo que ya estaba a la sociedad, que para colmo sufría unos años duros. Aunque tuvieran las medidas un buen fin, que parece claro, no pudieron ser bien tomadas por la mayoría de los madrileños por los perjuicios que provocaban en un tiempo difícil. Un factor que podría escaparse de nuestra visión, por parecer nimio, es también tener que afrontar gastos como la boda del futuro Carlos IV con María Luisa de Parma, que además de cargar al erario madrileño casualmente produjo un malentendido entre los espectadores y la Guardia Walona, dejando varios vecinos fallecidos por los disturbios derivados. Esto nunca lo olvidó el pueblo de Madrid, lo guardó con rencor y lo dejó evidenciado cuando estalló el Motín de Esquilache por la crueldad que se mantuvo hacia la Guardia Walona, contra los que se ensañaron con rencor y sed de venganza.47 En este sentido serán muchos los testimonios de actos cruentos contra los walones. Podríamos numerar multitud de elementos que contribuyeron a la escalada de hostilidades que dado el momento debían estallar violentamente en Madrid y en España.

Encontramos que la violencia no estalló de repente sin previos conatos violentos, como sucedió ya a fines de 1765 con incipientes acciones de protesta y que si seguimos como trayectoria indican un posible inicio de lo que acabará siendo el famoso motín.48 Es decir, se produjo una creciente escalada de violencia en la sociedad. Aunque hallemos algunos precedentes nos movemos, como indica Laura Rodríguez, cuyos estudios son fundamentales para los nuevos enfoques sobre el motín, en una sociedad muy sumisa ante la autoridad real y los representantes del poder. Esto ha podido provocar mayor interés en los investigadores por encontrarlo como un hecho singular durante aquellos años de al menos aparente tranquilidad social.49 Habla esta idea de una sobrevaloración del hecho que pudo ser por lo resaltado de los motines en aquellos años de al menos supuesta paz social, aunque como estamos viendo tampoco fue un periodo del todo tranquilo. Domínguez Ortiz subraya 46

Ibid, pp. 87-88. Ibid, pp. 91-92. 48 Ibid, p. 95. 49 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Barcelona, Ariel, 1976, p. 307. 47

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que por su singularidad estos motines son un hito importante en la política interior española, aunque recuerda que no le parece que sean espontáneos y que agudizaron un proceso latente de problemática social.50 Es importante también tener en cuenta la difusión de los sucesos por toda España registrándose la aparición de pasquines en 126 lugares, estallando motines en 39 de ellos.51 Se están realizando estudios ya no centrados sólo en Madrid sino también en el resto de la península donde surgieron disturbios, resultando ser bastante extendidos por España, siendo esta característica interesante para llegar a diferentes conclusiones que las tradicionales.52 Sería así un proceso generalizado y no sólo madrileño. Es esperable que contribuyera en el miedo que padeció Carlos III durante los sucesos. Esto lleva a pensar sobre un plan premeditado para llevar a cabo las revueltas, aunque exigiría una mayor capacidad organizativa por la extensión territorial, y no faltarán defensores por esta causa de que los alborotos no serían espontáneos sino que debían ser producto de una conjura proveniente de una red opositora a la Corona, tal como alegaron las autoridades tras los motines.53 Una vez extinto el motín en Madrid encontraremos que continuarán durante todo el mes de abril disturbios por el resto de España con gran preocupación de Carlos III, y siendo estos tumultos más numerosos en el País Vasco, ambas Castillas y Murcia, siendo menores en Aragón, Extremadura y Andalucía, y parece que en el resto de la península apenas surgieron algunos focos de poca importancia.54 En la mayoría de casos los alborotadores alegaron la carestía de productos de primera necesidad y una mala gestión por parte de las autoridades locales, siendo esto último la principal diferencia con los de Madrid ya que allí la protesta fue contra las autoridades nacionales y no las locales.55 Hace pensar esto en que la necesidad de solucionar la problemática de subsistencia debió tener gran peso en los motines fueran dirigidos o no por terceros. Domínguez Ortiz define tres tipos de tumulto, el primero sería el de máxima violencia con derramamiento de sangre, el segundo tipo sería de disturbios callejeros con amenazas y a veces conatos violentos, y un tercer tipo más numeroso que se basaría en un ambiente de malestar expresado en libelos y pasquines.56 Veremos que, a pesar de resaltar más los casos violentos, fueron más numerosas las protestas moderadas y pacíficas concernidas más al carácter propagandístico de los pasquines, libelos y rumores. 50

Idem. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 65. 52 Idem. 53 Ibid, p. 76. 54 Ibid, p. 71. 55 Idem. 56 Idem. 51

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Bajo esta situación caldeada se difundió cierta obra titulada Gemidos de España, creada por un jesuita radical, que defendía el derecho de rebelión en quienes no deberían soportar un gobierno formado por herejes y ateos, e incluso esbozaba el asesinato de Carlos III.57 Publicaciones y pasquines con mensajes tan peligrosos y críticos contra la Corona serán muy a tener en cuenta cuando se produzca la Pesquisa contra la Compañía, pero debemos plantear si aprovechar un descontento social para una causa de oposición al gobierno significa organizarlo realmente, en el caso de estar organizado verdaderamente por la Compañía. Conforme se elevaba la tensión social parece aumentar la difusión de panfletos y hojas críticas contra el gobierno, igualmente en los tumultos aparecen agitadores que repartían papeles subversivos.58 Se trataba de una herramienta útil para soliviantar a la masa y ayudar a que el ambiente se caldee y estalle la violencia en última instancia. Ciertamente en los pasquines y libelos se detectará la autoría de plumas que no parecen provenir de grupos populares, pero lo único que esto nos induce es que grupos privilegiados aprovecharon los motines para incitar el clima de subversión para beneficiarse y lograr intereses políticos más oscuros que la simple necesidad de solucionar la carestía y la crisis de subsistencia.59 Esto lleva a un aprovechamiento político, cierto, pero ¿tiene que estar ligado a la organización de los motines o ser sin embargo un simple aprovechamiento de los tumultos? Debemos preguntárnoslo para poder interpretar estos sucesos desde todos los enfoques posibles. Necesitamos recalcarlo. Y no sólo encontramos a los jesuitas como opositores sino que también encontraremos intereses en la nobleza a favor del motín a causa de su apartamiento del poder tal como habían estado sufriendo, aunque claro está, buscaban favorecerse pero no una rebelión que acabara con el sistema establecido. Se trataba de lograr un ambiente violento que produjera el cambio de un gobierno tan estable e inmóvil como el de Carlos III, y la nobleza debía ser consciente de la necesidad de forzar la máquina si se quería lograr un cambio a favor de sus intereses políticos. Los grupos privilegiados tendrían por lo tanto intereses en reconducir los alborotos para mejorar su situación en el gobierno y poder provocar un movimiento de oposición hacia los ministros extranjeros de origen italiano. Un ejemplo de noble perjudicado es el marqués de Estepa, al que le expropiaron con las reformas las alcabalas de la ciudad de Estepa abonándole la cantidad que por ellas

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LÓPEZ GARCÍA, J. M.: El Motín de…, op. cit., p. 99. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit, p. 67. 59 Ibid, p. 78. 58

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pagó en 1558 su antecesor Adán Centurión.60 Es previsible entonces que grupos de grandes nobles conspiraran en la sombra para aprovechar cualquier oportunidad para echar del gobierno a los ministros reformistas como Esquilache. Más que los poderes políticos lo peor para la nobleza era el ataque a su bolsillo. Difícilmente podían consentir esto sin intentar eliminar a quienes encabezaban esas medidas que tan poco les agradaban. Y si pensamos en la costumbre de Carlos III de mantener todo lo posible a sus ministros se hacía necesario algo muy serio para poder conseguir la destitución ministerial, siendo así perfecta la oportunidad de los motines para lograr sus objetivos. Además, podría encontrarse oposición por grupos religiosos que también deberían estar preocupados por la política regalista del gobierno y en este sentido los perjudicados no serían sólo los jesuitas.61 Veremos un descontento general por varias causas, la más grave será la provocada por la reforma que Esquilache organizó respecto a la percepción del Excusado62, siendo también amplio el descontento por el conflicto por la percepción del Subsidio63, que hubiera sido lógico revisarlo al alza en el siglo XVIII ya que no había sido así durante los reinados anteriores, siendo Esquilache el que se decidió a revisarlo.64 Así realmente se mejoraba la recaudación del Estado pero provocando un gran número de desafectos. En esta situación el carácter diverso de descontentos impiden cualquier intento de investigar ya no sólo una causa única sino también a un único grupo conspirador. Es probablemente según las pruebas existentes un aprovechamiento circunstancial, pero no indican que hostigaran contra la Corona o se pretendiera un magnicidio.65

Debemos subrayar el día de inicio de los motines, el 23 de marzo de 1766. Aunque se percibía una sombra de descontento en el ambiente no estallarían los motines hasta el inicio de la Semana Santa, cierto que la polémica por el vestuario fue la gota que colmó el vaso pero deberíamos reflexionar sobre que el motín sobreviniera justo con la procesión de inicio de la celebración de Semana Santa.66 La historiografía tradicional ha insistido en la revuelta como movimiento contra Esquilache y su reforma de la vestimenta como origen único de los motines, aunque esto hoy es desechado, independientemente de posibles autorías. 60

Idem. Idem. 62 Impuesto implantado por Felipe II, la percepción dezmera de la propiedad de cada parroquia que más diezmo pagaba era cobrada por el rey. 63 Todo aquel que percibía una renta eclesiástica debía abonar un subsidio al fisco real salvo excepciones concedidas por la Corona. 64 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit, p. 79. 65 LÓPEZ GARCÍA, J. M.: El Motín de…, op. cit., pp. 100-101. 66 Ibid, pp. 104-106. 61

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Encontraremos que ante la gravedad de los motines siempre hubo un carácter religioso e incluso festivo.67 La constante religiosidad en las protestas podría servir de aglutinador de los agitadores o de una pista de la implicación religiosa. Esta primera protesta iniciada el Domingo de Ramos tenía como fundamento el ataque a la figura de Esquilache, al que se le consideraba causante del malestar. Se debe tener en cuenta la aparente falta de tacto y de conocimiento de Esquilache respecto a la forma de ser de la sociedad española, con los problemas que podría causar a la hora de ejercer como ministro.68 Denotan las protestas una profunda violencia desde el inicio por los datos que reflejan unos 17 fallecidos y cerca de 30 heridos.69 No perdamos el enfoque de la gravedad del asunto al compararlo con una visión actual de los hechos.70 Todo indica que las peticiones de la población eran: 1- Expulsión de Esquilache, 2- Que los ministros no fueran extranjeros, 3- La supresión de la Junta de Abastos, 4- Bajar los precios de alimentos básicos, 5- Expulsión de la Guardia Walona, 6Libre vestimenta, y, 7- Carlos III debía confirmar a la población estas medidas en la Plaza Mayor.71 Merecen una reflexión. En un primer orden la palabra del rey les parecía suficiente aval de la promesa de cambio. Huir de Madrid debió ser visto con desconfianza por los alborotados. En un segundo orden la humillación y derrota que sintió Carlos III hubo de ser enorme por percibir una profunda respuesta opositora a su figura. Su reacción de huída de Madrid es muestra del temor que sintió. Y el temor que quedó en el rey debió determinar aconsejar al conde de Aranda dedicar profundos esfuerzos a restablecer el orden público.72 Nunca olvidaría el rey los motines. Las peticiones al carecer el movimiento de líder fueron elevadas por mediación de un portavoz improvisado, el P. Cuenca, un fraile popular que predicaba en Madrid, ofreciéndose él mismo para llevar los puntos ante el rey.73

La profundidad del carácter de estas revueltas sólo puede hacer apostar, tal como venimos hablando, por el aprovechamiento de grupos opositores porque es factible el control y manejo de una masa social furiosa y utilizarla para intereses propios, pero ``crear´´ esa masa es otro asunto más complicado.74 Encontraremos autores que insisten en que la reforma de la vestimenta fue sólo el pretexto con el que estalló la violencia de la 67

DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit.,, p. 69. Ibid, p. 53. 69 LÓPEZ GARCÍA, J. M.: El Motín de…, op. cit., p. 109. 70 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Sociedad y Estado…, op. cit., p. 313. 71 LÓPEZ GARCÍA, J. M.: El Motín de…, op. cit, p. 117. 72 GIMÉNEZ LÓPEZ, E. (ed.): Expulsión y exilio de los jesuitas españoles, Alicante, Universidad de Alicante, 1997, p. 69. 73 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 69. 74 Existen obras dedicadas al estudio de la posible utilización de la masa social y su funcionamiento. 68

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población.75 Parece seguro que en todo caso sería controlado por grupos opositores a esta política de reformas y además candidatos no faltan para dirigir ese malestar social, siendo uno de esos grupos opositores, por supuesto, la Compañía de Jesús. Es decir, seguramente fueron aprovechadas las revueltas para terceros intereses pero esto lleva a plantearnos algo: ¿De ser aprovechado por terceros lo llevó a cabo la Compañía de Jesús? Podría decirse que quizás sí aunque también que quizás no, o que probablemente no fueron los únicos y que pagaron ellos, como suele decirse, los platos rotos.

Lo que parece claro es que tenemos pruebas de eclesiásticos que desplegaron su maquinaria propagandística contra el gobierno. Llama mucho la atención que dentro de la propia Compañía hubiera quienes no pusieran en duda la participación de la misma, e incluso ya durante el destierro algunos jesuitas acusarán a hermanos suyos de participar e instigar los motines, como la acusación que se hizo al P. López.76 Lo único que podríamos afirmar es que de no ser espontáneo sería en todo caso organizado por grupos perjudicados por la política reformista de Carlos III. Encontraremos opiniones y enfoques diversos y variados dependiendo del historiador que analicemos. Rodríguez Casado acepta la culpabilidad jesuita pero ampliándolo al conjunto de clases privilegiadas. Domínguez Ortiz se inclina por la espontaneidad de los motines. Vilar cría más fundamental el factor económico. Navarro Latorre y Laura Rodríguez se inclinan por motivaciones políticas y en la carestía de la población.77 Esta multitud de visiones no son negativas para el estudio ya que permiten una amplia perspectiva de los acontecimientos, y no obstante existían razones sobradas para encontrar diversos grupos opositores. Lo que sí indican las diferentes tesis es la gran complejidad de los sucesos. Aún así, no debemos pensar que fuera un movimiento destinado a la eliminación o sustitución de la monarquía, sino que se pretende expulsar a un ministro reformador que está perjudicando a la población.78 Además de la cuestión arquetípica de la reforma de la vestimenta, que no era la primera vez que se intentaba sin éxito y sin causar tampoco tanta resistencia, se llevaron a fin otro tipo de reformas urbanísticas vistas ya más arriba. Debemos plantearnos que su objetivo fuera el de servir de ejemplo. Sería la aplicación de las reformas en Madrid a modo de ensayo, de probeta, con la 75

JUAN LOVERA, C. y MURCIA CANO, M.T.: «Consecuencias del motín de Esquilache en la política interior de Carlos III: documentos en Alcalá la Real», Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 183 (2003), p. 352. 76 RODRÍGUEZ CASADO, V.: La política y los políticos en el reinado de Carlos III, Madrid, Ediciones Rialp, 1962, p. 135. 77 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Sociedad y Estado…, op. cit., p. 309. 78 RODRÍGUEZ CASADO, V.: La política y…, op. cit., p. 141.

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intención de poder aplicarlas después en el resto de la Corona a modo de imitación. Cuando estallen los motines no debería sorprender encontrar crónicas que expliquen que durante los mismos las masas de alborotados arremetan a pedradas contra esos faroles instalados con las reformas, e igualmente se intentara asaltar la vivienda de Sabatini, el arquitecto napolitano al que se le encargó la reforma urbanística de Madrid.79 Así, en el primer día de los motines no sucedió mucho más que esto y algún conato sangriento, siendo ya el 24 de marzo, Lunes Santo, cuando tomen las revueltas mayor gravedad pareciendo que los alborotadores se habían percatado de la fuerza que poseían.80 No olvidemos la ya mencionada Guardia Walona que al actuar elevó el odio de la multitud por el rencor guardado. Esto desembocó en linchamientos y numerosas bajas entre la guardia, además del fallecimiento de madrileños, y todo sucedía ante la mirada impasible de la Guardia Española.81 Otro elemento que alertaba a la población de Madrid fue la carestía de pan ya que Esquilache había ordenado, inoportunamente el año anterior, la eliminación de la tasa de los granos con la pretensión de liberalizar el precio siguiendo una tesis de libertad de comercio con la intención de aumentar la oferta de mercado.82 Esta medida, que pudo ser bienintencionada como otras muchas de este ministro, provocó un efecto contrario al planeado elevándose el precio del pan y escaseando el producto por tratarse de unos años de malas cosechas causando no sólo carestía en Madrid sino en toda España.83 De hecho, la petición y proclama más repetida por los vecinos amotinados en esos días sería la de solucionar el problema de abastecimiento.84 El hecho está en que los vecinos parecerán satisfechos en cuanto se sustituyó a Esquilache en la Secretaría de Hacienda por Miguel de Múzquiz y en la de Guerra por Gregorio Muniain y así en Madrid desaparecieron los motivos para continuar la problemática social.85 El motín tuvo evidentes consecuencias en el cambio de rumbo en la política interior.86 Independientemente del origen y objetivo del conflicto. Encontraremos una reacción originada en el miedo tanto de Carlos III como de sus ministros en la ejecución de las pesquisas y en la búsqueda de culpables.87 Debió ser terrible para ellos encontrar altercados 79

DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 66. Ibid, p. 68. 81 Idem. 82 Ibid, p. 66. 83 Ibid, p. 67. 84 Ibid, p. 77. 85 Ibid, p. 71. 86 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Sociedad y Estado…, op. cit., p. 311. 87 Ibid, p. 313. 80

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por diversos puntos de la Corona. Podrían interpretarlo como un cuestionamiento y ataque a su poder. La huida del rey fue un error porque a pesar de sentirse amenazado, humillado e indignado la tardanza en volver a Madrid supondrá un enervamiento en la población.88 Provocó en los amotinados desconfianza al temer que las promesas del rey fueran fingidas ya que en ningún momento habían atacado a su figura o cuestionado su fidelidad y llevó a que durante el Martes Santo de nuevo continuara el desorden.89

Si analizamos la correspondencia diplomática sobre los sucesos llamará la atención la del embajador danés, Antón de Larrey (1763-1770), que dirá que no se trataba de una protesta callejera habitual y hablará incluso de revolución que podría tener consecuencias insospechadas.90 También hablaría el embajador de Francia sobre sacerdotes, monjes y personas distinguidas de la burguesía que habrían sostenido la sedición, aunque no sabemos si esta información el embajador la conocía de forma personal o si estaba repitiendo una información dada.91 Resalta el embajador francés una notable participación del clero.92 No pasemos por alto este aspecto que se podría estudiar mediante un trabajo comparado entre el Motín de Esquilache y la Revolución Francesa, aunque siguiendo los patrones actuales no se acercaran demasiado los motines de Esquilache a una revolución esto tampoco reduce la importancia que tuvo.93 Ciertamente, no sólo la proximidad en el tiempo coincide en ambos procesos y merece la pena plantearlo por la cercanía temporal de ambos acontecimientos.

4.2- Influencias de Carlos III y su reinado en el proceso de expulsión.

Las expulsiones de Portugal y Francia influyeron sobre España. Se observa esta influencia más coincidente con el caso de Portugal ya que ambas coronas sin llegar al sistema galicano se podría decir que fueron capaces de llegar más lejos que Francia en el reforzamiento del Estado sobre la autoridad papal.94 Se trata de un reformismo eclesiástico profundo. Consideremos el momento histórico, siendo un siglo con menos conflictos que los precedentes y que permitía una mejor concentración de recursos en la política interior, tanto

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DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y la España…, op. cit., p. 70. Idem. 90 OLAECHEA, R.: «Resonancias del Motín de Esquilache en Córdoba (1766)», Cuadernos de Investigación, Geografía e Historia, 1 (1978), p. 75. 91 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 76. 92 FERRER BENIMELI, J. A.: «El Motín de…», art. cit., p. 163. 93 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 65. 94 GIMÉNEZ LÓPEZ, E. (ed.): Expulsión y exilio…, op. cit., p. 246. 89

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fue así que el primer sexenio del reinado de Carlos III fueron años de satisfacción siguiendo la tónica de su hermano y su padre.95

No olvidemos las influencias, los antecedentes y el carácter reformista del reinado de Carlos III. Esto supuso un choque cultural para la sociedad española y más aún por los ministros extranjeros. El ser extranjero dificultaba la comprensión y la preparación de las reformas de una manera adecuada al carácter de la población. No debemos menospreciar la influencia que ejerció sobre el monarca el gobierno en Nápoles. Esta experiencia marcó a Carlos III dentro de su praxis política. Hizo que Carlos III en sus tratos con los Estados Pontificios actúe muy al estilo de los vecinos territoriales del papado.96 Se le añadió medidas limitadoras a la injerencia de la nobleza en el gobierno, consiguiéndolo sin gran resistencia, como hubiera podido ocurrir por el descontento de este sector.97 Carlos III supo aprovecharse de instituciones como el Consejo de Castilla para implantar medidas reformadoras.98 El carácter reformista llevaría a una natural resistencia y reacción en la sociedad aunque en principio de forma velada. No sorprenderá entonces que la nobleza, aunque aparentemente tranquila, tuviera en su interior resentimientos que podrían aflorar en cualquier instante. El carácter reformista ha trascendido como idea principal del reinado de Carlos III hasta tal punto que cuando hablamos del reformismo español del siglo XVIII solemos centrarnos en este reinado sin pararnos a observar el de Felipe V o la influencia de los ministros de Fernando VI.99 Al analizar los distintos reinados del siglo XVIII resalta que el de Carlos III supuso un giro profundo pero no más que el que hiciera Fernando VI hacia otro sentido.100 Es decir, que el carácter reformista no era novedoso en la política española sino más bien una tendencia que continuó con Carlos III. Incluso mantuvo Carlos III algunos ministros de su hermano Fernando VI, lo que plasma el continuismo político.101 Así el paso de un reinado a otro no supuso un corte radical o cambio de sentido del gobierno sino que incluso provocó una aceleración de un proyecto político ya iniciado, siendo un preludio el destierro de Ensenada y la sustitución por el círculo de poder del duque de Alba.102 Consideremos la ventaja que poseía Carlos III con la experiencia de gobierno napolitana,

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DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., pp. 63-64. RODRÍGUEZ CASADO, V.: La política y…, op. cit., p. 59. 97 Ibid, p. 50. 98 Ibid, p, 91. 99 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Sociedad y Estado…, op. cit., p. 84. 100 Ibid, p. 299. 101 Ibid, p. 307. 102 Ibid, p. 317. 96

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que le fue útil a su llegada a Madrid. Además Carlos III al subir al trono encontró un presupuesto equilibrado, incluso con superávit, aunque fuera más aparente que real.103

Lo que sobresalta es que los motines suponen un hito que cambiará el sentido de la política interior de la Corona. Domínguez Ortiz dirá que lo que hizo el motín fue agudizar tendencias latentes y por esto siempre el asunto ha suscitado interés por las repercusiones de orden clerical.104 La política religiosa de la Corona había sido desde un comienzo más dura que la de otras coronas europeas.105 Observamos que las reformas borbónicas fueron limitadas y parece ser que esto se produjo por pretender que las reformas no rompieran la legalidad.106

La figura de Bernardo Tanucci es interesante no sólo por la influencia que ejercerá sobre Carlos III sino también por ser el mejor caso de hombre cercano al rey con la presente hostilidad del sentimiento antirromano, incluso obsesivo, hacia la curia pontificia, privilegios y por tanto hacia la Compañía, que será considerablemente marcado.107 Encontramos influencias en España procedentes del sur de Italia con un fuerte anticlericalismo, donde se producía un excesivo predominio del clero y problemática en relación con el Papa.108 No sorprenderá que tras la estancia de Carlos III en Nápoles trajera además de sus colaboradores estos pensamientos. Encontraremos actuaciones en este sentido durante su reinado. Señala Domínguez Ortiz que la política eclesiástica de los Borbones no fue una continuación del regalismo del siglo XVII sino una revisión y ampliación del concepto de la relación entre Iglesia y Estado.109 Tampoco son estas políticas muestras de un agnosticismo sino más bien debemos comprender a Carlos III como cristiano pero que vivía su fe sin introducirse en recovecos teológicos, y de ser consciente del papel de la Iglesia y del Estado.110

103

Ibid, p. 305. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Sociedad y Estado…, op. cit., p. 307. 105 Ibid, p. 311. 106 Ibid, p. 331. 107 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 36. 108 Idem. 109 Ibid, p. 38. 110 Ibid, p. 52. 104

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4.3- Controversias y conflictos de la Compañía de Jesús.

Para poder comprender la expulsión debemos acercarnos a los hombres cercanos a Carlos III. Se trata de un momento de tránsito hacia un mayor poder del Estado, donde los ministros y funcionarios cada vez adquieren mayor peso dentro del organismo político. Serán en buen número procedentes de la baja nobleza o ennoblecidos por su desempeño político y no debemos interpretarlo como una especie de nobleza ilustrada.111 Dedicaremos unas líneas a esas personalidades importantes en este proceso judicial y que causarán influencias sobre el rey y sobre el extrañamiento sujetos como Tanucci, Roda, Aranda, Campomanes, el futuro conde de Floridablanca y otros implicados. Fundamental sería el papel del ya mencionado Tanucci, hombre cercano al monarca desde su experiencia en Nápoles. Tanucci afirmaría en su correspondencia que los jesuitas una vez adentrados en una corte quieren ser los únicos en mandar y que para lograrlo promueven a sujetos incapaces y viciosos, los cuales siempre necesitarían la protección de los jesuitas.112 El contexto de estas palabras es un perfecto ejemplo del signo opositor a la Compañía en los hombres cercanos al rey, y fueran acusaciones ciertas o no debieron de surtir una fuerte influencia sobre el monarca. Subrayamos la apreciación que ha dado Batllori. Dirá que cabe cuestionar que los estudios sobre Tanucci centrados en su correspondencia y documentos lo presentan en un primer momento más cercano a la Compañía, y seguramente influyó desde un principio a Carlos III, no siendo hasta más tarde cuando comience a dar un discurso abiertamente antijesuita.113 Esta visión señala que, aunque Tanucci ejerciera influencias sobre Carlos III, no se puede achacar sólo a su influencia la expulsión.

Otro de los hombres sería el conde de Aranda, Presidente del Consejo de Castilla, sobre el que estudios recientes estiman que no fue ni mucho menos el artífice de la expulsión a pesar de su papel resaltado, y que curiosamente tuvo una relación estrecha con la Compañía, teniendo incluso un hermano jesuita.114 El propio Aranda tuvo cuidado de dar sólo conocimiento de la documentación inculpatoria a los más notables antijesuitas, que, sin embargo, no eran muchos.115 Era consciente de la dificultad que la lejanía añadía a la 111

STIFFONI, G.: «Tematiche dell´arbitrismo politico e articolazione dello spazio del potere nella Spagna del Despotismo Illuminato», Revista de Historia Moderna, 13-14 (1995), p. 16. 112 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 37. 113 BATLLORI, M.: «Sobre los jesuitas en el Setecientos», Archivum Historicum Societatis Iesu, 56 (1987), p. 178. 114 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 84. 115 Ibid, p. 90.

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expulsión.116 Su figura quizás por la ambigüedad presentada ha resultado ser una de las más discutidas del siglo XVIII español.117 Su papel dentro de la expulsión difundió esa fama más allá de las fronteras españolas.118

Un papel diferente sería el de Pedro Rodríguez de Campomanes, que se destacó como opositor a la Compañía cuando solicitó que la Iglesia acabara con fiestas y procesiones para ceñirse al evangelio por catalogar lo practicado habitualmente como una falta de respeto a Dios y a la Iglesia, siendo esto una verdadera crítica a las tesis de la Compañía.119 Se podría decir que los pensamientos de Campomanes no se alejan mucho del marco de ``legalidad controlada´´.120 Estará dispuesto desde el comienzo al extrañamiento demostrando una capacidad de odio poco común que tendría origen quizás en algún resentimiento antiguo hacia los jesuitas.121 Sobre esto Laura Rodríguez dirá que Campomanes fue un hombre de ``gran capacidad y de rencores inextinguibles, utilizando como palanca la autoridad suprema y semisagrada del monarca consiguió lo que parecía imposible: derrocar al grupo de presión que venía gobernando a España desde hacía dos siglos, y que no se paró a mitad de camino, sino que pudo ver a los jesuitas extinguidos y los colegios mayores cerrados´´.122 Estas líneas reflejan el carácter de Campomanes, hombre que tendrá pocos límites en su quehacer político. Se le ha llegado a considerar materia gris y ejecutor de la expulsión y ciertamente sin su desempeño no hubiera podido ser posible.123 Fue fundamental su papel. Tal es así que tras la expulsión cartas y diarios de los expulsos son unánimes en que si Carlos III se hubiera dejado llevar por Aranda en vez de por Campomanes y Roda otro gallo hubiera cantado.124 Es algo que nunca sabremos.

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LORENZO GARCÍA, S.: «La logística en la expulsión de los jesuitas de Filipinas; el papel de la marina», Revista de Historia Moderna, 18 (2000), p. 367. 117 FERRER BENIMELI, J. A.: «El conde de Aranda, ese gran desconocido», Argensola: Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Altoaragoneses, 71-78 (1971-1974), p. 23. 118 Ibid, p. 28. 119 PÉREZ BERENGUEL, J. F.: «Una visión liberal de la política y el gobierno durante la época de Carlos III», Revista de Historia Moderna, 20 (2002), p. 171. 120 PEDRO ROBLES, A. E.: «Pedro Rodríguez de Campomanes y el discurso sobre la educación popular», Cuadernos Dieciochistas, 7 (2006), p. 198. 121 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 85. 122 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Sociedad y Estado…, op. cit., p. 319. 123 PINEDO, I. y BATLLORI, M.: «I. Expulsión de España; II. Expulsión de Hispanoamérica y Filipinas (1767-1770)», en CHARLES E. O´NEILL, S.I., JOAQUÍN Mª DOMÍNGUEZ, S.I., Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús biográfico-temático, Institum Historicum, Universidad Pontificia de Comillas, 2001, p. 1349. 124 Ibid, pp. 1349-1350.

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Se observa en este hombre el resentimiento de topar en su origen humilde puertas cerradas por no poder ser colegial mayor de los jesuitas.125 Desde que Campomanes se hizo cargo del proceso ya parece estar decidido de antemano qué debería suceder y simplemente se planteaba legitimar la decisión mediante un proceso judicial y organizarlo todo hasta el mínimo detalle. Ha sido visto como uno de los personajes de mayor papel anticlerical y en defensa constante de las prerrogativas regias.126 Destaca que Campomanes defenderá siempre la doctrina regalista argumentando la necesidad de independencia de la Corona frente a la curia romana, encontrando este discurso una abierta hostilidad de la Compañía, quien responderá con su obediencia al Papa y al General de la orden.127 Cabe preguntarnos si Campomanes a pesar de presentar tales pruebas ante el rey debía saber bien que dentro del proceso de los motines aparecían inquietudes y problemáticas de diferente causa y cómo en gran número de poblaciones los ataques y sátiras habían ido contra el poder local y no contra los ministros o poder real.128 Esta cuestión tiene difícil explicación pero aunque tuviera esos resentimientos no será el único que odiará a la Compañía y no debemos dejar pasar que por muchas influencias antijesuitas surgidas por toda Europa, y por muchos ministros que fueran contrarios a la orden, la propia Iglesia hubo de contar con fuertes elementos opositores a los jesuitas para que finalmente se procediera a la desmantelación de la Compañía. Estos sujetos se las arreglarán para aislar a los jesuitas como culpables pero también para llegar a convencer a Carlos III sobre la necesidad de expulsarlos para solucionar todos los problemas derivados de la supuesta actividad de la Compañía.129

Un último personaje en escena a mencionar será Manuel de Roda y Arrieta, secretario de Gracia y Justicia, otro hombre de Estado, resaltando como en el caso de Campomanes, un resentimiento contra los jesuitas debido a su humilde origen formándose como alumno de un Colegio jesuita en Zaragoza y no pudiendo por ser pobre hacer sus estudios de leyes como colegial mayor sino como alumno pobre, es decir, era un manteísta.130 Manteístas de los que encontraremos varios ocupando altos cargos de la administración como parece ser predilección en Carlos III para la elección de su personal. Gozará Roda de la amistad del cardenal Ganganelli, futuro Clemente XIV, y del P. Vázquez, general de los agustinos.131 125

Ibid, p. 1352. CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., p. 33. 127 PÉREZ BERENGUEL, J. F.: «Una visión liberal…», art. cit., p. 464. 128 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 101. 129 Ibid, p. 89. 130 PINEDO, I. y BATLLORI, M.: «I. Expulsión de España…», art. cit., p. 1349. 131 RODRÍGUEZ CASADO, V.: La política y…, op. cit., p. 95. 126

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El propio monarca escuchó desde joven críticas a la Compañía y estos prejuicios debieron calar en su mente poco a poco. Los más de veinte años que reinó Nápoles le sirvieron para adquirir un profundo conocimiento de los conflictos derivados de la religión y su relación con el Estado. En Italia durante esos años se comenzará a observar de manera generalizada un clima reformista en cuanto al clero.132 Veremos un influjo en la forma de ver los problemas españoles que observará con la praxis aprendida en Nápoles y que se acentuará con los años.133 En este tono mantuvo la forma característica de los estados italianos al dirigirse al Papa con aire familiar.134 El propio monarca tendrá problemas personales con la Compañía como con el asunto de la beatificación del obispo de Osma135, enemigo de la Compañía, arrastrándose el conflicto desde 1760 y llegándose a decir en la Pesquisa que los jesuitas lanzaron sátiras contra los escritos de este obispo.136 Esto no sentó bien a Carlos III.

Los reformadores podría decirse que llevan a cabo una política de anticlericalismo, entendido esto como una crítica a la independencia de la Iglesia, institución que no consideraban a la altura de las circunstancias y encabezarán un rechazo a las formas de la religiosidad popular tan influenciada por supersticiones y costumbres barrocas, sin perder desde el inicio del reinado una intensa iniciativa reformista del clero.137 Tampoco podemos considerar que no tuviera el monarca un profundo sentimiento religioso con la inherente defensa de su corona en base a la religión. Conviene recordar que comparar los programas reformistas con algo que recuerde a revolucionario supone un anacronismo.138 No sería el primer monarca español en ganar terreno político y jurisdiccional a la Iglesia ya que desde los Reyes Católicos encontramos iniciativas regalistas como con el litigio del derecho de nombramiento de cargos, precepción de derechos y demás regalías.139 Entendamos esto como algo más allá de la religión. Debemos interpretarlo desde un fundamento político de desarrollo del Estado como institución que demanda una máxima libertad sin aceptar en

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BATLLORI, M.: «Barocco e iluminismo», art. cit., p. 246. RODRÍGUEZ CASADO, V.: La política y…, op. cit., pp. 57-58. 134 Ibid, p. 59. 135 Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Osma, mantuvo una actitud de oposición a la Compañía. Carlos III mantuvo gran interés en lograr su beatificación por la admiración que le profesaba, y a la que siempre se resistieron los jesuitas. Esta disputa trajo fuertes disputas entre jesuitas y seguidores de Palafox. 136 CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., pp. 35-36. 137 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 37. 138 CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., p. 28. 139 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 80. 133

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absoluto la competencia de otras instituciones como la Iglesia. Comprendamos estas circunstancias situándonos en el ambiente de aquellos años. Es característica del regalismo de los ministros de Carlos III la lucha política a favor del Estado y por tanto en contra de las instituciones que pudieran competir como la Iglesia. Estamos en un momento en el que el proceso de conformación del Estado llega a desvincular las creencias personales de un rey con los intereses políticos, pudiendo llevar una política agresiva de carácter regalista sin querer significar que el rey no fuera religioso.140 Supone todo un avance en la evolución histórica del Estado el desligamiento de ambas instituciones. Era un ataque a las extralimitaciones eclesiásticas, a los excesivos privilegios y el aspecto clave de los nombramientos de cargos eclesiásticos. Es decir, de este conflicto la Iglesia sería la gran perjudicada.

El programa ilustrado busca en última instancia una mayor eficacia del Estado en beneficio de él mismo y de sus súbditos.141 Entendamos que en la ideología de los ministros ilustrados las órdenes regulares chocaban con la visión que mantenían respecto a lo que debía ser una Iglesia.142 Debía ser para ellos una institución de servicio social, no una entidad de poder rival al Estado. Esto va contra que los jesuitas se consideren independientes del poder de los obispos por sus votos de obediencia al Papa y al General de la orden por encima de todo disfrutando de una independencia que será criticada por los opositores como si ejercieran de quinta columna al servicio de Roma.143 En estas corrientes que pretenden frenar el poder del Papa en los distintos reinos encontraremos una fuerte presencia jansenista, caracterizados estos jansenistas por ser más canonistas que teólogos y compuestos por una pequeña élite social formada por magistrados civiles, altos burócratas y no pocos clérigos seculares y que continuamente aspirarán a limitar el poder temporal de Roma atacando por ende a las órdenes religiosas y situándose a favor de aumentar el poder episcopal.144 Este regalismo lo entendemos dentro de la doble figura del poder real, como elemento de poder político pero también religioso, sin pretender ejercer en cuestiones de dogma pero sí tener derecho a actuar sobre la disciplina eclesiástica y el poder de la Iglesia.145 El regalismo era un proceso ya antiguo pero la diferencia está en que en estos años se produce un reforzamiento de esta tesis, encontrando en este marco el mayor ejemplo 140

Ibid, p. 96. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Las claves del Despotismo Ilustrado, Planeta, 1990, p. 4. 142 Ibid, p. 27. 143 FLORISTÁN, A. (coord.): Historia Moderna Universal, op. cit., p. 622. 144 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 37. 145 Ibid, p. 80. 141

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en la firma entre Fernando VI y Benedicto XIV del concordato en 1753 como prueba de esa injerencia del gobierno sobre los asuntos de la Iglesia.146 Es un ejemplo del retroceso de poder del Papa a favor del rey147. Se percibe en estas negociaciones una actitud abierta y dialogante entre ambos poderes y sirve de prueba de cómo se perciben todos estos cambios antes del reinado de Carlos III.148 Supuso un reforzamiento del Estado frente a la Iglesia como institución competidora. Si sumamos esto a la utilización de la Inquisición por parte de la Corona encontraremos un ejemplo de aparato de origen religioso destinado a fines políticos.

Dentro del fenómeno definido como Despotismo el monarca estaba por encima de las leyes ordinarias más próximo a Dios que el resto de sujetos.149 El fenómeno regalista es importante entenderlo como lucha entre Estado e Iglesia, cierto, pero con la peculiaridad del carácter semidivino del monarca, que le confería un importante poder religioso por lo que en realidad estaríamos entre una lucha de la Iglesia Nacional frente a la Iglesia Romana. ¿Se trata por tanto de una especie de reforma religiosa? Cabría la opción de considerarla como tal. La debida obediencia a Roma debía mantenerse ceñida a lo espiritual y evitar que se produjeran choques de jurisdicción. Se trata de una separación de poderes. Dentro de estas políticas se percibirá que un monarca tiene la obligación de eliminar, corregir y alejar todo elemento que perjudique a la sociedad dentro de la visión paternalista ilustrada.150 Igualmente el número de miembros de la Iglesia era alto, ya un año después de la expulsión, el conde de Aranda ordenó un censo que arrojó un número elevado con un total de 151.829 miembros de la Iglesia, sin contar sacristanes, administradores y personal auxiliar, y dividiéndose en 16.639 párrocos, 51.048 clérigos sin cura de almas, 56.477 frailes y 27.685 monjas.151 Se trata de un alto número y que además responde a múltiples sectores sociales y de diferente riqueza y formación. Y sin una política regalista son sujetos que escaparían del poder del Estado y no sólo políticamente sino económicamente también. Ahí tenía el Estado

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Idem. Cabe mencionar algo que pudiera parecer contradictorio y es que no todos los jesuitas fueron antirregalistas. Encontraremos en esta línea defensas claras de la fuerza que debería tener un Estado y habrá casos como el del P. Burriel que será defensor del regalismo, encontrando una serie de escritores y eclesiásticos formados por los jesuitas que serán regalistas. Estamos, como hemos dicho, frente a una contradicción dentro de nuestra lógica ya que podría interpretarse como arrojar piedras sobre el propio tejado. 148 ANA ÁLVAREZ, G.: «Regalismo y manos muertas en la España de las Luces», Cuadernos Dieciochistas, I (2000), p. 215. 149 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Las claves del…, op. cit., p. 3. 150 ANA ÁLVAREZ, G.: «Regalismo y manos…», art. cit., p. 213. 151 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 145. 147

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perdido un yacimiento de recursos para la Hacienda pero también un modo de acceder al control social y de la cultura al entender que el bajo clero, sobre todo los párrocos, podrían ser los creadores de una regeneración nacional si se les aplicaba el necesario control desde el Estado y no desde la Iglesia.152 Así, en el aspecto económico encontraremos un interés en los reformistas hacia los bienes de la Compañía.153 Es comprensible que ante tal poderosa institución que es la Iglesia Carlos III fijara sus intenciones en mantener el control del Estado sobre la Iglesia, mejorar la calidad del clero, asegurar los servicios que recibía la nación y depurar las manifestaciones religiosas externas.154 Para conseguir estos objetivos había que hundir el buque insignia de la independencia religiosa, la Compañía. Siguiendo esto los gobernantes se entrometerán en asuntos eclesiásticos en consecuencia de la relación entre Iglesia y Estado, encaminado hacia la conformación de la Iglesia Nacional. Era necesario para aumentar el poder del Estado. Estas ideas ilustradas serán asumidas por buena parte del clero y de la sociedad en general.

Las injerencias políticas en asuntos religiosos provocaron malestar en el clero regular por la amenaza que suponía para ellos el carácter reformador del gobierno de Carlos III y no encontramos sin embargo un odio persecutorio sobre las órdenes por parte de sus ministros, sino más bien la intención de depurarlas y reconvertirlas en un elemento subyugado a los intereses políticos, es decir, en una herramienta del Estado para mantener un adecuado control social con un adoctrinamiento dirigido por el Estado para su beneficio.155 Habría jesuitas que inteligentemente se percataron del peligro que suponía inmiscuirse en asuntos políticos, por lo tanto convertirse en un elemento de poder político, y que mirarán con disgusto que la Compañía siguiera en esa dinámica que podría traer, y trajo, serios problemas.156 No extrañará que pronto el gobierno dentro del marco reformista se percatara de que la propia Compañía ejercía como un elemento de poder de oposición al de la Corona y dejasen de ser vistos como unos buenos colaboradores en los proyectos reales. Podemos marcar un punto coyuntural para marcar la pérdida de influencia de la Compañía a partir de la destitución de Ensenada y los últimos años de Fernando VI, aunque fuera insospechado que pudiera llegar el extrañamiento unos años después.157 Es así ya que el propio Carlos III tuvo confesores y preceptores jesuitas fundamentado en que su padre Felipe V había sido 152

DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Sociedad y Estado…, op. cit., p. 373. CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., p. 23. 154 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 146. 155 Ibid, p. 80. 156 Ibid, p. 88. 157 Idem. 153

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apegado a ellos y no sería hasta su experiencia en Nápoles cuando comenzaría a infiltrarse en él ese sentimiento contrario.158 Aquí vuelve a saltar la figura de Tanucci. Otro suceso clave fue el relacionado con el ya citado proceso de beatificación de Palafox con la quema instigada por jesuitas de los escritos del obispo de Osma, figura en alta estima del Rey, provocando mucho resentimiento en Carlos III, y con la elección del fraile descalzo P. Eleta en sustitución del P. Rávago como confesor real, quedó plasmada la ruptura entre la Corona y la Compañía de Jesús.159 Suponía una pérdida de influencia ya que habían sabido beneficiarse bien de aquel puesto de confesor real para interferir en decisiones políticas no sólo como confesores del rey sino también como confesores de la aristocracia e importantes responsables del Estado.160 Era frecuente la intercesión desde los confesionarios para lograr cargos para sus adeptos en los puestos cuya provisión dependía por ejemplo del confesor del rey.161 Serían criticados los miembros de la Compañía que estaban implicados en ``negocios seculares´´ siendo tachados de llevar de forma relajada su disciplina.162 Esta crítica es referida a la prohibición que tenían de ostentar cargos políticos o religiosos pero con esta práctica podían puentear su regla interviniendo a favor de sus allegados para lograrles puestos de responsabilidad. Tanto el rey como sus ministros si temían en algo a la Compañía fue a causa de que esta orden era responsable de numerosas inquietudes y temerán que mientras permanecieran en España no podría haber paz social.163

Desde el ámbito religioso destacan enemistades con otras órdenes como con los dominicos, que eran los que gozaban del prestigio intelectual antes de la aparición de la Compañía de Jesús. Contra dominicos y agustinos los jesuitas defendían un mayor equilibrio entre la acción de la gracia y la libre determinación de la voluntad humana, llegando esta polémica a tal nivel que el propio Papa hubo de intervenir y prohibir seguir con la discusión.164 Con los carmelitas descalzos mantuvieron los jesuitas una lucha respecto a la edición de las obras de Palafox, cuya aprobación pontificia supuso el descredito de los jesuitas, muy atacados por Palafox.165 Aunque mantuvieran conflictos con agustinos,

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Ibid, p. 89. Idem. 160 BURRIEZA SÁNCHEZ, J.: «La Compañía de…», art. cit., pp. 193-194. 161 CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., p. 29. 162 BURRIEZA SÁNCHEZ, J.: «La Compañía de…», art. cit., p. 200. 163 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 92. 164 idem, p. 86. 165 EGIDO LÓPEZ, T.: «Los antiilustrados españoles», Investigaciones Históricas: Época moderna y contemporánea, 8 (1988), p. 132. 159

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carmelitas descalzos o con franciscanos la mayor crudeza será contra los dominicos166. Estas disputas son ejemplo de la profunda crisis interna que estaba viviendo la Iglesia durante el siglo XVIII.167 El ataque a la Compañía, que en el fondo se trata de un ataque contra la independencia de las órdenes religiosas, dejó a los jesuitas solos en la lucha por los propios odios que les profesaban el resto de órdenes cuando lo lógico pueda parecer que hubiera sido mantener un frente común.168 Le creará a la Compañía también críticos dentro del ámbito religioso asuntos como la pretensión de que sus fincas rústicas gozaran de exención del pago del diezmo hasta que se zanjó el asunto con la intervención del Papa, determinando que se pagara sólo medio diezmo pero provocando así descontento y críticas en todos los sectores implicados en la disputa.169 Encontraremos conflictos dentro de la Iglesia derivados de las molestas actividades de la Compañía como la evangelización de gitanos, asistencia a condenados a muerte, confesión a verdugos, socorro a prisioneros de guerra, ocuparse de desequilibrados y enfermos o buscar el arrepentimiento de prostitutas.170 Supieron utilizar con éxito los sermones para defender sus posturas políticas y teológicas.171 Igualmente será habitual encontrar a jesuitas hinchados de orgullo, soberbia y autosuficiencia aunque en la teoría condenaran esta práctica.172 Surgirán contradicciones como esta. Y no debía sentar bien a numerosos sectores. El rechazo del clero respecto a la Compañía se evidenciará cuando tras la expulsión, de los 56 obispos españoles, sólo 6, se posicionen en contra y 5 se abstuvieran.173 Por otra parte es esperable esta reacción de los obispos ante una institución como aquella que puenteaba su autoridad defendiendo la obediencia a Roma y al General de la orden. El vacío que se creará a todo lo que huela a jesuita dentro de la Iglesia se notará en actitudes como la exclusión de todo lo relacionado con la Compañía en los nombramientos episcopales, siguiendo la política regalista se evitará que adquieran un mínimo de poder los allegados a los jesuitas y que sufrirán una especie de ostracismo tras la expulsión.174

Observaremos un fuerte antijesuitismo, pero no implicará que todos los altos funcionarios del gobierno fueran contrarios a la Compañía de Jesús. También encontraremos opositores a la Compañía en distinto grado no siendo pocos los que llegaron a desarrollar 166

CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., p. 36. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Las claves del…, op. cit., p. 23. 168 CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., p. 34. 169 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 88. 170 VICENS VIVES, J.: Historia de España y América. Social y Económica, Vicens Bolsillo, 1974, p. 68. 171 BURRIEZA SÁNCHEZ, J.: «La Compañía de…», art. cit., p. 198. 172 Ibid, p. 189. 173 FLORISTÁN, A. (coord.): Historia Moderna Universal, op. cit., p. 623. 174 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 147. 167

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una verdadera obsesión antijesuita. Se irá considerando generalmente a la Compañía un obstáculo para las pretensiones reformistas, vista como institución conservadora respecto al poder eclesiástico al verla como una orden influyente por su extensa red de colegios y su actividad educativa, llegando a ser confesores de reyes y de la élite social, manteniendo una alta estima como intelectuales y granjeándose un tremendo prestigio en Roma que los convirtió en el buque insignia del papado.175 Esta campaña antijesuita se materializa a partir de la caída del marqués de Ensenada en 1754.176 La Compañía ha llegado a ser definida como ``ejército dispuesto al servicio del papado, de la Contrarreforma y de la recatolización´´.177 Es así definida por su conformación centralizada con una enorme jerarquización y obediencia al inmediato superior y al General.178 Su posición influyente les proporcionó multitud de dones y privilegios aumentando aún más las críticas. A pesar de tantas críticas externas, o internas a la Iglesia, debemos revisar a la propia Compañía y es que hubo contradicciones en la orden que pueden encontrarse desde la propia fundación de la misma por no tener largas horas de rezo, ni pesadas mortificaciones, ser insistentes en no ser confundidos con frailes, difundir una religiosidad de nuevo Estado basada en la sociedad renacentista y barroca frente al resto de órdenes fundamentadas en tradiciones de legado medieval, tenían un aire de superioridad, de moderno, fueron acogidos con un fuerte entusiasmo por la sociedad y supieron hacerse un hueco a través de los colegios y la educación permitiéndoles acceder e influenciar a amplias cotas de la sociedad con una educación que solía ser superior a la habitual impartida por otras instituciones.179 Se trata de una lista de aspectos que hubieron de crearles multitud de enemistades pero también de adeptos.

Supieron sacar tajada de la enseñanza media, sin interesarse tanto en la universitaria. Enseñaron elementos innovadores, y polémicos, como que se podía defender una opinión meramente probable aunque fuera minoritaria y criticada entrado en un fuerte probabilismo. Sufrirían los jesuitas una fama de probabilistas bastante injusta. Esto generaría críticas y dos grandes derrotas, siendo una la condena de Roma sobre que rebasando el probabilismo caían en laxismo, y la otra fue sobre la polémica de los ritos chinos y malabares, que fueron prohibidos con la pérdida de la oportunidad que supuso para cristianizar China y la India. La 175

Ibid, p. 37. PINEDO, I. y BATLLORI, M.: «I. Expulsión de España…», art. cit., p. 1348. 177 BURRIEZA SÁNCHEZ, J.: «La Compañía de…», art. cit., p. 181. 178 Ibid, p. 187. 179 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 85. 176

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crítica de laxismo se encontrará en los diferentes procesos de expulsión. Fue recurrente en los críticos de la Compañía. Serían criticados también elementos como las reducciones del Paraguay, el gran baluarte de la Compañía, llegándose a afirmar que pretendían fundar allí un Estado propio. Se fundamentó por la independencia que gozaban los jesuitas en la administración que realizaban, además de por prácticas poco ortodoxas como la de utilizar música para evangelizar y de convertir las reducciones en explotaciones muy rentables180.

Era previsible el surgimiento de conflictos derivados de los planes educativos de los reformadores atacando a la Compañía. Los reformadores considerarán que la educación es clave para el control social.181 Este elemento lo encontraremos en el Dictamen Fiscal, ya que Campomanes constantemente ataca el práctico monopolio jesuita en la educación, abarcando todos los ámbitos educativos.182 Los jesuitas habían mantenido una amplia red de colegios en España, más de cien, y sus colegios disfrutaban de reconocimiento social y contaban con importantes intelectuales. Dentro del pensamiento ilustrado veremos la percepción de que un monarca tiene la obligación de promover la educación, que sería el verdadero lazo de unión social.183 Este aire reformador acusará buena parte del siglo XVIII a la Compañía el no haberse actualizado en la enseñanza de las humanidades según las exigencias de los tiempos, además de no dar suficiente importancia a las lenguas nacionales y a las nuevas ciencias.184 Tras la expulsión no tardó en surgir un efecto de efervescencia reformista en la educación ya que pronto se alegó una decadencia cultural que habría propiciado la Compañía, acusándoles de utilizar la educación como instrumento de poder.185 Así, Rodríguez Casado relaciona la expulsión con el interés ilustrado por acceder al control de la educación.186 Se concretará esto con la Real Provisión de 5 de octubre de 1767 con la que la educación primaria quedaba encomendada a maestros y preceptores seculares.187 Nos preguntamos si ganó la educación nivel con la expulsión o si por lo contrario perdió, como parece evidenciar la riqueza cultural que adquirió Italia con la llegada de los expulsos. Es algo que se nos escapa.

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Ibid, pp. 86-88 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Las claves del…, op. cit., p. 47. 182 CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., 1977. 183 ANA ÁLVAREZ, G.: «Regalismo y manos…», art. cit., p. 211. 184 BATLLORI, M.: «Los jesuitas en tiempos de Carlos de Borbón y de Tanucci. De fines del siglo XVIII a principios del XIX», Archivum Historicum Societatis Iesu, 58 (1989), p. 358. 185 MESTRE SANCHÍS, A.: «Pugnas por el…», art. cit., p. 91. 186 VICENS VIVES, J.: Historia de España…, op. cit., p. 227. 187 RODRÍGUEZ CASADO, V.: La política y…, op. cit., p. 202. 181

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4.4- El proceso de la Pesquisa.

Se inicia un proceso judicial tras los motines de 1766. Pronto comienzan a reflejarse acusaciones, cuya veracidad es cuestionable, sobre que ciertos agitadores habían actuado en los tumultos con intención de agravarlos y que habían repartido panfletos críticos.188 En realidad, los hechos que se podrán probar sólo apuntarán hacia la improvisación y la incoherencia siendo este rasgo de indefinición un elemento común de toda la Pesquisa. Durante el proceso veremos muestras del profundo resentimiento de Carlos III, que vuelve a mostrar que sufrió como una humillación los tumultos. Será llamativo que salvo los jesuitas apenas hubo algún otro inculpado en las diligencias.189 Podría indicar este detalle la inculpación previa al proceso judicial centrándose la Pesquisa más en justificar la culpabilidad de los jesuitas que en averiguar quiénes eran los culpables. Se observa desde el inicio del proceso y se advierte en la Corte y en los elementos más próximos al rey y antijesuitas de pro la teoría de que los jesuitas habían conspirado contra el rey, que a causa de su resentimiento estaba más que dispuesto a descargar su enfado sobre quienes indicaran sus asesores.190 Las diligencias se realizaron con gran secreto y sólo con conocimiento y participación de sujetos críticos a la Compañía siendo así que Campomanes se apropió incluso de piezas claves de la investigación.191 Rápidamente las medidas represoras tras los motines de dividieron en dos aspectos, una centrada en reprimir los tumultos y el otro en averiguar y buscar los supuestos autores y que debían ser de más alta condición.192 Tuvo tanta resonancia el proceso que dejó de lado ese otro brazo represor de los humildes que se habían sublevado en 1766. Después de tanta polémica no sería extraño encontrar jesuitas a título personal involucrados ya que en realidad motivaciones tampoco les faltaban.193 Debemos plantearnos que si no hubieran sucedido los altercados es posible que no se hubiera expulsado a la Compañía a no ser que se hubiera buscado otra excusa adecuada. Desde luego a mediados del siglo XVIII la Compañía de Jesús parecía inexpugnable con una actividad misionera que los ponía en contacto directo con las masas populares mientras que con sus seiscientos colegios repartidos entre Europa y América se aseguraban una influencia en las clases medias y altas.194 Su propio éxito cavó su tumba. 188

DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 67. Ibid, p. 81. 190 Idem. 191 Ibid, p. 89. 192 Ibid, pp. 82-83. 193 Ibid, p. 89. 194 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Las claves del…, op. cit., p. 26. 189

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Para la Pesquisa se acapararon pruebas y material desde numerosos lugares con métodos como el de la violación del correo, informes de autoridades, informadores secretos, confidencias de origen misterioso, frases sueltas y habladurías conformando un material de dudosa autoría y de poco valor inculpatorio. Campomanes con este pobre material llegó a elaborar el Dictamen en el que se permitió añadir los sentimientos antijesuitas difundidos desde antaño contra la Compañía cayendo en los tópicos.195 Se les acusó de organizar los motines, pretender cambiar de gobierno, tener una moral laxista, tener afán de poder y riquezas, de sus actos en América, de mantener querellas doctrinales contra otras órdenes y todo esto sin mostrar ningún atenuante.196 La Pesquisa señaló hasta la acusación de herejes a los jesuitas por los supuestos insultos y gritos que habrían realizado contra los gobernantes y el Rey aunque esto no se sostenga por pruebas.197 La Pesquisa y el Dictamen Fiscal se presentaron al Consejo de Castilla en enero de 1767 e inmediatamente se formó con los elementos más opositores un Consejo Extraordinario, donde se darían por ciertas las pruebas presentadas y se mostraron de acuerdo en todo con Campomanes en cuanto a la decisión de aconsejar la expulsión de la Compañía de todos los dominios de Carlos III.198 Precisamente esos críticos que formaron el Consejo Extraordinario eran aquellos dirigidos espiritualmente por padres dominicos o agustinos, antiguos enemigos de los jesuitas.199 Se alejó de toda decisión en el proceso y en la organización de la expulsión a los que tuvieran relación con jesuitas, marginando por ejemplo de la organización a un adepto como el secretario de Marina y de Indias Julián de Arriaga con intención de que no pudieran filtrarse noticias de lo que se estaba cociendo entre bambalinas.200 Es una prueba de la pretensión de alejar a todo simpatizante de la toma de decisión sobre el futuro de la orden no siendo además conocida la noticia por todos los hombres del gobierno hasta la misma publicación del acontecimiento.

El Dictamen Fiscal merece unas líneas por su singularidad. Los setecientos cuarenta y seis puntos que componen el Dictamen repasan, y pretenden empujar al lector, hacia la culpabilidad de los jesuitas. Todo está redactado con un enfoque culpabilizador. Es escrito desde un sesgo pasional buscando influir en la decisión del Consejo y del rey. La documentación aportada y en la que se apoyaba el Dictamen procedía de la Pesquisa que 195

DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 89. Idem. 197 CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., p. 31. 198 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A: Carlos III y…, op. cit., p. 90. 199 MESTRE SANCHÍS, A.: «Sociedad y Religión en el siglo XVIII», Chronica Nova, 19 (1991), p. 267. 200 PINEDO, I. y BATLLORI, M.: «I. Expulsión de España…», art. cit., p. 1349. 196

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había sido cribada y seleccionada con la pretensión de dar un sentido al Dictamen dispuesto de antemano. Con estos documentos se culpaba a la Compañía de ser responsables de los sucesos de 1766. Campomanes parece convencido de la participación en los motines interpretándolo como intento por recobrar su poder político amenazado y en parte perdido. Un aspecto del Dictamen que delata la prevaricación de Campomanes es que alaba y declara su admiración por los procesos que se habían llevado a cabo por los Parlamentos franceses y por el ministro portugués Carvalho repitiendo incluso los argumentos presentados por ellos, y mostrando la tradicional literatura antijesuita sin cuestionarse siquiera su veracidad. Estas evidencias muestran cómo era inevitable que se procediera al extrañamiento. Todo prueba que estaba decidido de antemano. Esto es claro por cómo las autoridades competentes se dejan convencer por el Dictamen, que era fácil de rebatir de haber interés por contradecirlo. El haber allanado el terreno seleccionando sólo a opositores de la Compañía ayuda a comprender esto ya que de encontrarse algún adepto a los jesuitas hubieran alegado la poca fuerza de la acusación. Mostrará Camponanes referencias políticas, más que judiciales, en todo el Dictamen. Campomanes supo dar un sentido oscuro para identificar la oposición al gobierno como si fuera también oposición al rey, elevando legalmente la gravedad de los hechos. Hay que añadir que tampoco es un texto burdo, tanto en cuanto Campomanes hace gala de un buen conocimiento histórico aunque redacte de manera sesgada. Encontraremos muchos historiadores que tradicionalmente han repetido el discurso de Campomanes alegando que la expulsión sucedió a favor de las Luces para librar a España de ``la decadencia sucesiva de la monarquía´´. Se buscaban justificaciones judiciales incontestables. Se los acusará en el Dictamen para seguir esa línea de oposición al monarca de utilizar a las masas para lograr que el rey se sometiera a las capitulaciones con los enfurecidos atropellando el poder real. Campomanes supo utilizar la acusación de regicidio en momentos claves de su Dictamen Fiscal explotando el miedo del rey a los motines. Leeremos en el texto un interés económico mencionándose supuestos ``tesoros de los jesuitas´´ como elemento omnipresente en el Dictamen, que aflora repetidas veces e incluso mitificado y que provoca comparaciones en esto incluso con el proceso de los templarios. Podemos afirmar que Campomanes actúa contra la Compañía no cómo orden religiosa sino que lo hace asimilando a los jesuitas a un grupo político empecinado en abarcar con sus influencias el máximo de puestos de poder y en oposición al programa reformista y regalista de Carlos III.201

201

CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., pp. 9-37.

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Ahora resaltaremos algunos puntos del Dictamen Fiscal. En el punto 21 con intención de dar mayor gravedad al asunto se acusa de atacar a la persona del rey atribuyéndole una relación con la esposa de Esquilache, y además marcando en el texto como ejemplo una misma acusación realizada en el caso portugués.202 En este sentido en los puntos 709 y 710 se hablará de confabulación y auxilio a los jesuitas portugueses en sus supuestos delitos y de haber manifestado en los púlpitos sus malas intenciones respecto a Francia y el proceso sucedido allí.203 La acusación de insultar al rey además de la utilización del miedo sufrido por el monarca era la manera de elevar la gravedad de la acusación. No es lo mismo legalmente insultar a un ministro que al rey. En el punto 172 se plantea la supuesta praxis de la Compañía para adquirir poder político alegando que los jesuitas se ganan la benevolencia de príncipes y de la curia para lograr el nombramiento de adeptos y conservar a parciales en la mayor cantidad de puestos políticos posibles.204 En el punto 265 no se pierde la oportunidad para alegar el mito de la riqueza de la Compañía, acusándola de tener una ambición y hambre imposible de satisfacer. El punto 269 hace una acusación interesante referida al voto de pobreza de los jesuitas, teniendo la prohibición de poseer bienes y que sólo se les permite poseer bienes adscritos a los Colegios para el mantenimiento de los mismos, lo que en la práctica no les impidió una gran acumulación de bienes al utilizar este puenteo de sus propias reglas. Para apoyar esta acusación el punto 270 dirá que por eso resultará el llamar Colegios a las Casas de los jesuitas fuera de la universidad y la corta proporción de casas profesas en contemplación de los colegios constituidos fuera de la universidad, pudiendo los jesuitas multiplicar las casas capaces de adquirir rentas. En este sentido el punto 275 les acusará de llevar las riquezas sobrantes de sus Colegios a Roma, acumulándola allí, y que en cambio la riqueza de los colegios particulares al no ir los sobrantes a Roma era más beneficioso para el Estado. Para argumentar esta salida de recursos se plantea el punto 279 que menciona escritos de jesuitas de España y de Indias donde se reconocería la contribución de riquezas que el General de la orden sacaba de los territorios de la Corona, alegando incluso el escándalo de algunos jesuitas nacionales por este hecho y que serían coaccionados por la misma Compañía para que no lo denunciaran al Estado. En el punto 284 se alega que ya a medio siglo de la fundación habían adquirido una cantidad enorme de bienes presentando para alegar esto documentación de órdenes que

202

Ibid, p. 46. Ibid, pp. 180-181. 204 Ibid, p. 74. 203

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protestaban ya en aquel entonces por esa acumulación. En el punto 186 no se pierde oportunidad de atacar al apoyo del papado a la Compañía alegando que cuando Paulo III en 1549 concedió la exención de diezmos a la Compañía estaba ayudándoles a poder adquirir aún más bienes. En este sentido en el punto 288 se afirma que el Papa que más benefició a la Compañía fue Gregorio XIII.205 Se hará una crítica a la filosofía jesuita en el punto 554 diciendo que la culpa de la Compañía había sido adoptar el probabilismo y que lo habían venido practicando en su máxima expresión. El punto 597 dirá que los jesuitas habían declarado al rey hereje, fatuo, amancebado e inepto para mandar y el punto 599 dirá que se acusó también a los ministros. Otro ejemplo de cómo causar mayor gravedad ante la ley es al nombrar ciertas acusaciones al rey que mencionando sólo los ataques a los ministros, paralelamente se produce una asimilación legal por insultar al rey y a sus ministros. Campomanes insistirá en que grupos religiosos continuaban repartiendo sátiras contra el gobierno.206 Así, el punto 621 dirá que en las leyes del reino es traidor el que escribe, habla y conspira contra el rey y contra el Estado.207

4.5- Expulsión de la Compañía de Jesús de España en 1767.

Después de esto el rey se mostró de acuerdo con lo resuelto en el Consejo y dispuso organizar una Junta de la que también se excluyó a todo sujeto afín a la Compañía, y que insistió en la necesidad de expulsarla recomendando al rey que se abstuviera de dar incluso las razones.208 Con este carácter secreto se diseñó todo con sigilo y las preparaciones duraron todo el mes de marzo hasta que los días 1, 2 y 3 de abril de 1767 las 146 casas de la Compañía en España amanecieron bloqueadas por fuerzas militares.209 Diría un testigo, Fernán Núñez, que ``jamás se ha visto providencia más bien combinada, más uniforme ni más secreta, de modo que los Colegios que estaban ocupados la noche del 31 de marzo, se hallaron vacíos la mañana siguiente y en camino todos sus miembros´´.210

205

CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., pp. 95-99. CASTRO, Concepción de: Campomanes. Estado y reformismo ilustrado, Madrid, Alianza Editorial, 1996, p. 148. 207 CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., pp. 145-159. 208 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Carlos III y…, op. cit., p. 90. 209 Idem. 210 CEJUDO, J. y EGIDO, T.: Pedro R. de Campomanes…, op. cit., p. 5. 206

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La preparación fue minuciosa. Se cuidó al mínimo detalle siendo una gran labor de logística para la época. Lo prueba aspectos como que el 5 de marzo previo al decreto de expulsión Campomanes convocó al Consejo Extraordinario para que aprobara unas ordenanzas que aparecerán posteriormente en la Real Cédula del 7 de abril y que se centraban en las ``Instrucciones del modo con que deben hacer los comisionados los inventarios de los papeles, muebles y efectos de la Compañía de Jesús´´, donde se especificaba cómo catalogar libros y su procedencia una vez secuestrados los bienes de la Compañía.211 Es un ejemplo del interés y la logística practicada para administrar los bienes de la Compañía.

Se percibe la intención de catalogar entre filojesuitas y antijesuitas en los miembros del gobierno ya en 1765 cuando, según dice Olaechea, se estudiará la información de un confidente que transmitió a Roda, secretario de Gracia y Justicia, una lista de adeptos y contrarios a la Compañía donde se incluían a secretarios, miembros de los Consejos, de las Chancillerías y de las Audiencias.212 Todo indica que el resultado de este informe tuvo consecuencias, positivas o negativas, para los candidatos a puestos de responsabilidad tras la expulsión.213 Como ejemplo estará el caso del conde de Fuentes, embajador de España en Francia en los años 1764-1772 y de conocida amistad hacia la Compañía, con dos hermanos jesuitas, que será consciente de que su posición política estaba comprometida tras la expulsión.214

La expulsión arruinó proyectos de éxito como las misiones de Paraguay dejando la región abandonada.215 Las reducciones habían sido criticadas y catalogadas como repúblicas teocráticas ocultando las críticas el cierto éxito y labor que mantuvieron las misiones guaranís. La ruina de los proyectos es el mayor ejemplo de cómo se tenía planeado eliminar y barrer todo lo que recordara a jesuita en un proceso de damnatio memoriae.216

211

FERNÁNDEZ ARRILLAGA, I.: «El Archivo de Loyola en tiempos de la expulsión y las aportaciones de los jesuitas llegados a Italia», Revista de Historia Moderna, 15 (1996), p. 139. 212 IRLES VICENTE, M.C.: «Tomismo y jesuitismo en los tribunales españoles en vísperas de la expulsión de la Compañía», Revista de Historia Moderna, 15 (1996), p. 73. 213 Ibid, p. 93. 214 BELLOD LÓPEZ, M.: «La correspondencia diplomática del conde de Fuentes en torno al conflicto jesuítico», Revista de Historia Moderna, 18 (2000), pp. 86-88. 215 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Las claves del…, op. cit., p. 27. 216 PINEDO, I. y BATLLORI, M.: «I. Expulsión de España…», art. cit., p. 1352.

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Todo empezó el día 1 de abril de 1767 en Madrid y entre el 2 y el 3 en el resto de España cuando amanecieron las casas de la Compañía de Jesús tomadas por tropas.217 Fue el inicio de un calvario al comenzar todo un proceso de dificultoso transporte, preparación y ejecución del penoso exilio. Originó una pérdida cultural para la sociedad española, independientemente de las razones de expulsión, siendo reflejo el auge que producirá en cambio en Italia donde llegarán con fuerza al ámbito cultural.218 Por lo que tras la expulsión se produjo un periodo, sobre todo al principio, de ambiente propenso al surgimiento de sospechas, delaciones y venganzas de tipo personal contra la Compañía de Jesús.219

Un problema será la logística en la expulsión, y uno de los problemas de Aranda será el de planificarla en todos los territorios de la Monarquía. Tanto que a las 118 casas, colegios y residencias en la Península, Baleares y Canarias había que sumar 30 en México, 18 en Filipinas, 13 en Nuevo Reino de Granada, 16 en la Provincia Jesuítica de Quito, 17 en Perú, 19 en Chile y las 18 de Paraguay. La logística fue clave y será muestra del poder que tenía el Estado en un desarrollo de la utilización del secreto digno del estado contemporáneo. Era necesario el secreto para poder contar con el factor sorpresa pudiendo evitar desórdenes públicos, ocultación de bienes y documentación por parte de jesuitas o adeptos. La planificación contaba con el conocimiento de Campomanes, el duque de Alba, Jaime Masones, Grimaldi, Múzquiz, Muniáin, Roda y el confesor real. Significa un pequeño grupo en parte quizás relacionado con el temor a que se reprodujeran los disturbios tal como se lee en la correspondencia entre Roda y Aranda, y tal es ese miedo que un pequeño incidente y rumores el día del primer aniversario del motín sirvieron para alarmar a Aranda poniendo en funcionamiento un dispositivo militar por si surgían problemas.220

5-Expulsión de los jesuitas sevillanos.

En este apartado abordaremos el asunto de una manera local. Estamos siendo testigos en el proceso de expulsión de una verdadera quiebra en la recuperación y auge de la Compañía en los reinados de Felipe V y Fernando VI.221 Será la quiebra de un proyecto.

217

Idem. GIMÉNEZ LÓPEZ, E.(ed.): Expulsión y exilio…, op. cit., p. 68. 219 Ibid, p. 161. 220 Ibid, pp.68-69. 221 SOTO ARTUÑEDO, W. (ed.): Los jesuitas en Andalucía. Estudios conmemorativos del 450 aniversario de la fundación de la Provincia, Universidad de Granada, 2007, p. 17. 218

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5.1-Centros educativos y papel de la Compañía de Jesús dentro de la ciudad.

La Compañía de Jesús en tiempos de la expulsión contaba con 118 colegios en España de los cuales 28 estaban en Andalucía, y en Sevilla concretamente 6, los de San Hermenegildo, Noviciado de San Luis, Colegio de las Becas, de los Ingleses, de los Irlandeses y la propia Casa Profesa.

Para empezar resaltar que parece, mediante un informe municipal, que contrariamente a lo creído tradicionalmente la enseñanza primaria en Sevilla no había estado en manos de la Compañía, alegándose que no hubo interés en las primeras letras hasta que Nicolás Robles fundó y dotó las Escuelas Pías, inmediatas al Noviciado de San Luis, poniéndolas al cargo de los jesuitas y quedando esto desvirtuado en su carácter fundacional tras la expulsión al convertirse en escuela de pago.222 Parece que los jesuitas mantuvieron un especial interés por mantener una labor catequética y de mejora en la calidad de la doctrina en la ciudad.223 Sentirían predilección por predicar contra la prostitución con un sesgo moralista y tenderán a acercarse a las penitenciarías y lugares como los hospitales.224 Usarán la música y devociones para aumentar la frecuencia de la comunión y aumentar la calidad doctrinal de la ciudad, promoviéndose esto desde todos los Colegios225. Supone una diferencia respecto al resto de órdenes en la ciudad. En Sevilla destaca que en 1565 introdujera la Compañía el permiso a los presos para recibir la comunión antes de su ejecución.226 Esta dedicación pastoral será una importante labor caritativa.227 Eran actos que contaban con gran valor social. En el caso de Sevilla era frecuente que en el ajusticiamiento de los presos cantaran letanías arrodillados.228 En estas labores religiosas resaltan los jesuitas por hacer prácticas novedosas respecto al resto de órdenes. Será común la utilización de la memorización a través del canto característico en las misiones populares de la Compañía.229 Encontramos tendencias y prácticas que revolucionaban las que tradicionalmente había

222

AGUILAR PIÑAL, F.: Historia de Sevilla. Siglo XVIII, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1989, p. 223. SOTO ARTUÑEDO, W. (ed.): Los jesuitas en Andalucía…, op. cit., p. 431. 224 Ibid, p. 432. 225 ASTRAIN, A.: Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España, Madrid, Razón y Fe, 1925, vol. IV, pp. 777-779. 226 SOTO ARTUÑEDO, W.: Las actividades de los jesuitas en la Málaga moderna (1572-1767), Córdoba, Publicaciones Cajasur, 2004, p. 388. 227 SOTO ARTUÑEDO, W.: Los jesuitas en Andalucía…, op. cit., p. 433. 228 Ibid, p. 436. 229 SOTO ARTUÑEDO, W.: Las actividades de…, op. cit., p. 276. 223

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ejercido el resto de órdenes, que lógicamente se mostrarán contrarias a las introducidas por ellos, suponiendo esto controversias.

El Colegio de los jesuitas que tendrá más prestigio en la ciudad sería el de San Hermenegildo, que compartía con el de Santo Tomás, de la orden de los Predicadores, el puesto de favorito entre los estudiantes.230 Tendrán fama las enseñanzas de los jesuitas como una educación integral en virtud y letras.231 Se ganaron un importante lugar en la ciudad por la acaparación del ámbito educativo.

Tras la expulsión el vacío educativo resalta con la reacción de la Real Academia de Buenas Letras al solicitar las cátedras de Filosofía y Teología y de algunas nuevas que suplieran la falta de enseñanza de Filosofía Moral, Derecho Público, Real Español y Matemáticas.232 Se solicitará que edificios y bienes de la Compañía en la ciudad fueran destinados al bien de la misma.233 La expulsión planteará el problema de sustituir las labores educativas y espirituales que habían realizado los jesuitas. Algo que sería más sencillo realizar en una ciudad como Sevilla que en lugares remotos como Paraguay y Filipinas.234 Finalmente a cada Colegio se le dará un destino que podría ser muy diferente al original. El de San Hermenegildo se destinó para hospicio con capacidad para 1.000 personas con posibilidad de ampliación, la Casa Profesa se reconvirtió en universidad literaria con colegio anejo para becarios, el Noviciado de San Luis en seminario clerical, el Colegio de las Becas para niños nobles, el Colegio de los Irlandeses para niñas nobles y el Colegio de los Ingleses para estudio elemental de gramática.235 Sin embargo esa reutilización de los Colegios debemos entenderlo en un contexto de pérdida para la educación y la cultura de la sociedad sevillana.236 Se puede afirmar que el nivel educativo descendió en la ciudad al perderse ese elemento que más o menos garantizaba la presencia educativa de la Compañía de Jesús237.

230

AGUILAR PIÑAL, F.: Historia de Sevilla…, op. cit., p. 237. SOTO ARTUÑEDO, W.: Las actividades de…, op. cit., p. 184. 232 AGUILAR PIÑAL, F.: Historia de Sevilla…, op. cit., p. 238. 233 Idem. 234 MACHADO LÓPEZ, M.M.: «Algunos aspectos de la expulsión de los jesuitas de Filipinas. Los agustinos calzados en Leyte y Sánae», Hispania Sacra, 108 (2001), p. 420. 235 Ibid, p. 241. 236 VICENS VIVES, J.: Historia de España…, op. cit., p. 68., también podemos encontrar una explicación sobre esta cuestión en BATLLORI, M.: La cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsados, Madrid, Editorial Gredos, 1966, p. 33. 237 C.G.P., vol. III, pp. 109-110. Aquí podemos ver la aplicación y destino de cada Colegio. 231

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5.2-Bienes y riqueza de la Compañía en el Reino de Sevilla. Cabría decir que hay que subrayar que la archidiócesis de Sevilla238 era la segunda más rica de España estimándose en la primera mitad del siglo XVIII unas rentas de unos 100.000 ducados, doblándose la cantidad a fin de siglo.239 Siendo elevado el porcentaje en hectáreas acumuladas por la Iglesia en Sevilla si comparamos con otros casos.240 En un aspecto general el Catastro de Ensenada arroja una propiedad media para los conventos en el reino de Sevilla de 697.500 fanegas que equivalen a 383.600 has, siendo una cantidad elevada aunque variable entre unos conventos y otros.241 Esta riqueza de la archidiócesis tendrá un reflejo en las posesiones y rentas de las órdenes religiosas residentes en la ciudad.

¿Los bienes de la Compañía alcanzan un número elevado? Tras la expulsión la Junta Municipal de Sevilla realizó un aprecio de sus bienes resultando que poseían 399 fincas rústicas con una extensión de 14.217 has y con valor de 21.267.546 rs, y esto sin incluir los bienes urbanos de Sevilla.242 Alrededor de Sevilla se encontrarán las mayores y mejores propiedades que poseerán los jesuitas en toda Andalucía Occidental.243 Cabe señalar que de los bienes rurales sólo un 10% corresponde a superficies no cultivada, resaltando cultivos comerciables como el olivo, que llega a alcanzar el 15% de las tierras de la Compañía.244 Este porcentaje corresponde a unas 2.000 has de olivar en el reino de Sevilla.245 Para Andalucía Occidental el patrimonio rústico se constituirá por propiedades dedicadas al cereal y al olivo.246 Parece que la mayoría de donaciones de tierras procede de la burguesía mercantil o financiera y que las compras están motivadas por configurar explotaciones aptas y manejables en tamaño y producción.247 Con este carácter capitalista la tendencia será que tras comprar realicen inversiones para mejorar las explotaciones, construyendo edificios auxiliares y llevándolo a cabo con cuidado de librar de cargas 238

Entre los años 1755 y 1775 encontramos como arzobispo de Sevilla a Francisco Solís Folch de Cardona, hijo del duque de Montellano. 239 AGUILAR PIÑAL, F.: Historia de Sevilla…, op. cit., p. 123. 240 Ver en apéndice Grafico 2 y Cuadro 2. 241 LÓPEZ MARTÍNEZ, A.L.: La economía de las órdenes religiosas en el Antiguo Régimen, Diputación Provincial de Sevilla, Sevilla, 1992, p. 53. 242 GAMERO ROJAS, M.: El mercado de la tierra en Sevilla. Siglo XVIII, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1993, pp. 69-70. 243 LÓPEZ MARTÍNEZ, A.L.: «El patrimonio económico de los jesuitas en el reino de Sevilla y su liquidación en tiempos de Carlos III», Archivo Hispalense, LXXI-127 (1988), p. 39. 244 LÓPEZ MARTÍNEZ, A.L.: «El patrimonio rústico de los jesuitas en España. Una aproximación», Hispania. Revista española de Historia, LIX/3 203 (1999), p. 928. 245 Ibid, p. 938. 246 Ibid, p. 929. 247 Ibid, pp. 930-931.

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crediticias a la propiedad.248 Quizás en ese afán de maximizar la producción será habitual encontrar a los propios jesuitas al mando directo de las explotaciones siendo la orden que más cuidado pondrá en esto, ya que en el resto será frecuente una gestión indirecta de los bienes.249 Todo indica que cuando la Compañía no tiene interés en el control directo de la explotación prefiere arrendar la propiedad que recurrir a la administración de terceros.250 Esto maximizaba los beneficios de las propiedades.

Para Sevilla se registran 155 fincas urbanas con valor de 10.122.969 rs sumando este dinero al valor rústico se alcanzaría un total de 31.532.977 rs para todos los bienes de la Compañía en Sevilla y su entorno, siendo la práctica totalidad de ellos subastados tras la expulsión.251 Subasta que para las fincas rústicas del reino de Sevilla alcanzarán una media de revalorización en los precios de un 21,28%, aunque aparezcan excepciones como es esperable, y siendo la aristocracia y la burguesía urbana los mayores compradores.252

Si de lo particular pasamos a lo general en el reino de Sevilla se contabilizan un total 25 comunidades de la Compañía con 23.925,21 fanegas y 1.385.405 rs de renta encontrándose sólo detrás de las Clarisas tanto en superficie como en renta.253 No perdamos la perspectiva ya que dentro de una misma orden habrá comunidades con menos riquezas que otras siendo San Hermenegildo uno de los Colegios más ricos. Encontraremos en una posición media al Colegio de San Hermenegildo con 5.392 fanegas y con una renta de 321.244 rs situado en la mitad superior de las distintas congregaciones en cuanto a renta.254 Se percibe una contradicción, la Compañía tenía prohibido en sus estatutos no poder poseer propiedades y a pesar de esto controlarán un patrimonio calculado en un 12% de todos los bienes que tenía el clero regular, al adscribir los bienes a nombre de sus Colegios, que sí podían tenerlos.255 Esta contradicción levantará críticas en la ciudad igual que a nivel nacional se observó al analizar el Dictamen Fiscal.

Otro filón de la Compañía será la exención de diezmos que según el Catastro de Ensenada correspondería un beneficio de 37.700 rs, los terceros por arriba de la lista de 248

Ibid, p. 935. Ibid, p. 936. 250 Ibid, p. 943. 251 GAMERO ROJAS, M.: El mercado de…, op. cit., p. 70. 252 LÓPEZ MARTÍNEZ, A.L.: «El patrimonio rústico…», art. cit., pp. 950-951. 253 LÓPEZ MARTÍNEZ, A.L.: La economía de…, op. cit., p. 58. 254 Ibid., pp. 55-57. 255 Ibid, p. 59. 249

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órdenes más beneficiadas.256 Sin dejar el Catastro observamos la importancia de los inmuebles urbanos de la Compañía arrojando 283 casas con 318.007 rs de renta que da una media de 1.124 rs por propiedad, encontrándose en este aspecto muy igualada al resto de órdenes aunque en renta producida sería la orden más beneficiada.257 Los datos hablan también de beneficios gracias a los réditos de los censos aunque en esto no destacan de manera importante.258 Pero no sólo de ahí sacarán grandes recursos.259 Podría afirmarse mediante su estudio la existencia de rasgos capitalistas en la gestión de los bienes siendo esta característica apreciable en la administración de los bienes rurales siendo la producción orientada a la comercialización y no al consumo propio de las casas.260 Será algo diferenciador respecto a las propiedades del resto de órdenes que aunque pudieran tener un sentido rentista o comercial nunca alcanzaron la habilidad administrativa de los jesuitas ni su carácter comercial.

Un caso de la aplicación de premisas orientadas a la rentabilidad lo encontramos en la obra ``Luz y guía de caminantes jesuitas por su Provincia de Andalucía´´ del año 1755 como perfecta planificación para los desplazamientos entre los distintos puntos de la Provincia.261 En esta obra de viaje se incluye una tabla donde se reflejan los lugares y las distancias, siempre en leguas, que existen entre ellos.262 Además menciona los lugares de descanso, propiedades de la Compañía que hubiera en el camino, ríos y arroyos y sus pasos recomendados.263 Desplazarse eficientemente maximiza y hacer más efectivo cualquier negocio o traslado. Es fundamental para un óptimo rendimiento de las explotaciones.

Para la liquidación de los bienes de la Compañía se constituyó una Junta Municipal en cada Casa para el caso de Sevilla que tras problemas surgidos se llegaría a que el Consejo de Castilla terminara aprobando la creación una única Junta Municipal de Sevilla, donde se percibe la presencia de miembros de la oligarquía mercantil sevillana.264 Dispusieron vender por subasta y bajo requisitos como la no venta de bienes en litigios,

256

Ibid, p. 74. Ibid, pp. 85-86. 258 Ibid, pp. 93-94. 259 Ver apéndices Gráfico 3 y Cuadro 3. 260 LÓPEZ MARTÍNEZ, A.L.: «El patrimonio rústico…», art. cit., p. 926. 261 SOTO ARTUÑEDO, W. (ed.): Los jesuitas en Andalucía…, op. cit., p. 21. 262 Ver ejemplo en apéndices Cuadro 4. 263 A.M.S., sec. XI, t. 12, nº 190, ff. 215r-225r. 264 SOTO ARTUÑEDO, W.: «El patrimonio económico…», art. cit., p. 48. 257

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censos, juros, pensiones y se prohibía la inclusión de manos muertas en las compras.265 El procedimiento consistía en pregonar la venta en Sevilla, Cádiz, Jerez, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda estipulando la subasta para el día 8 de enero de 1770 aunque finalmente a causa de unos problemas técnicos se retrasó al 16 de febrero y fueron prolongándose las operaciones paulatinamente hasta 1804.266 Fue un proceso lento. Sin entrar en las características sólo señalaremos, por lo interesante que parece, que estas ventas presentarán rasgos característicos que luego encontraremos en las desamortizaciones del siglo XIX, y que podríamos considerar el inicio de la transformación de la propiedad que ocurrirá durante el siglo XIX.267

5.3-Controversias relacionadas con la Compañía en el ámbito local.

Los primeros Borbones no tuvieron especiales controversias contra el clero sevillano pudiendo decir que las relaciones fueron cordiales.268 Lubricada esta relación con un buen sistema de comunicación postal entre Sevilla y Madrid con contacto permanente. Cabe recordar que el propio Carlos III residió unos años en Andalucía durante su juventud antes de partir a Nápoles saliendo de Sevilla en octubre de 1731.269

Los jesuitas, siguiendo su tónica, no se distanciarán de problemas locales en el ámbito clerical. En el mismo siglo XVIII denunciarán un excesivo número de personas dedicadas al servicio divino por la desproporcionada cantidad de eclesiásticos que multitud de testimonios confirman.270 Abocaba esto a corruptelas y desviaciones. En la ciudad tendrán enemigos entre las filas del resto de órdenes pero también en el clero secular que a pesar de formarse en gran número en sus aulas sin embargo les profesaban sentimientos hostiles.271 A pesar de los no muchos jesuitas instalados en la ciudad hubo una fuerte reacción tras el extrañamiento. Tras la expulsión la influencia que había mantenido la Compañía sobre las élites en la labor confesional será asumida por padres filipenses.272 Es un ejemplo del asalto que se produjo por las restantes órdenes para apropiarse de beneficios, bienes y prestigio que habían tenido. Debemos entenderlo como algo recurrente en toda 265

Ibid, p. 45. Ibid, p. 49. 267 Ibid, p. 54. 268 AGUILAR PIÑAL, F.: Historia de Sevilla…, op. cit., p. 21. 269 Ibid, p. 63. 270 Ibid, p. 127. 271 Ibid, p. 129. 272 Ibid, p. 132. 266

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España. En este contexto dirá Blanco White: ``Los filipenses tienen la reputación de haber conservado por tradición el método genuino de dirigir las conciencias que hizo famosos a los jesuitas… El antiguo partido afecto a la Compañía había transferido su fidelidad espiritual a la pequeña sociedad tenida por sucesora de los hijos de San Ignacio´´.273 El asalto también se observará sobre bienes temporales y no sólo por clérigos sino también por laicos. Encontraremos repartos entre los maestros agremiados de las rentas pertenecientes a las escuelas gratuitas referidas al Noviciado de San Luis y que quedaron abandonadas teniendo origen en 1763 de la mano del P. Pedro de Calatayud con la intención de mejorar la doctrina de los niños sevillanos.274

A pesar de las críticas cabe decir que no se sostiene el tópico del aristocratismo en el origen de los jesuitas ya que estudios reflejan que los de la Provincia de Andalucía pertenecen a toda clase social destacando en número los de familia de origen converso.275

No tardaría tampoco en reproducirse acusaciones de avaricia en Sevilla imitándose críticas realizadas en los diversos puntos peninsulares consiguiendo tal cantidad de bienes en Sevilla en un corto espacio de tiempo.276 Aunque se tendiera a la mitificación de sus riquezas, tal como veremos más adelante, por ejemplo en dinero efectivo no se encontraría gran cosa en los colegios sevillanos aunque poseyeran un gran patrimonio.

5.4- Los principales acontecimientos de la expulsión.

Estamos ante un trabajo logístico complejo de realizar. Hay que tener en cuenta la gran dispersión territorial de la Compañía, complicando los traslados y dificultando el sigilo de las detenciones. Era complicado mantener el secreto. No olvidemos tampoco el momento histórico y la dificultad que implicaba la expulsión. Tengamos en cuenta relaciones de miembros como el realizado a comienzos de la década de 1760 para la Provincia de Andalucía reflejando 701 miembros, siendo 333 sacerdotes, 96 escolares y 272 coadjutores.277 Aunque otras fuentes lo elevan a 704 con 333 sacerdotes, 104 escolares y 267

273

Ibid, p. 133. Ibid, p. 223. 275 SOTO ARTUÑEDO, W. (ed.): Los jesuitas en Andalucía…, op. cit., pp. 28-29. 276 GAMERO ROJAS, M.: El mercado de…, op. cit., p. 67. 277 A.M.S., sec. XI, t. 12, nº 200, f. 228r. 274

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coadjutores.278 Independientemente de esa variación estamos ante un número elevado.279 En Sevilla tras el mandato de Ramón de Larumbe como Asistente, 1760-1765, se produjo un periodo vacante hasta la llegada de Pablo de Olavide, y encontraremos al Teniente de Asistente Juan Pedro Coronado teniendo que organizar la expulsión como responsable en el ámbito local.280 La expulsión se decretará el 27 de febrero de 1767 deteniéndolos entre los días 31 de marzo y el 3 de abril siguientes.281 En un sólo mes se preparó todo.

5.5- Expulsión y destino de los jesuitas extrañados.

La noche del 2 al 3 de abril de 1767 se ejecutó la orden en Sevilla a cargo del Teniente de Asistente tal como explica una de las relaciones conservadas en el A.M.S.282 En la misma relación se menciona que hasta la mañana del 2 de abril el Teniente no debía abrir la Orden Real aunque ya la tuviera custodiada desde el 25 de marzo. Así se mantenía el secretismo y la sincronización en las actuaciones contra todos los Colegios. La orden se encontraba en una carta cerrada con las instrucciones reales que podemos leer también copiada un poco más adelante entre los documentos referidos.283 A las 11 de la noche del 2 de abril el Teniente envió a un ayudante a por la tropa, formando estas unidades en la plaza de San Francisco, donde irían recibiendo las órdenes.284 Después éstas se juntaron con el Teniente a las 3 de la mañana y divididos en correspondientes partidas mandadas por un Ministro de Justicia cada una se dirigieron a los Colegios. Se mantuvieron en guardia hasta despuntar del alba y cuando se abrieron las puertas las tropas se lanzaron sobre ellas, tomándolas, e impidiendo que nadie entrara o saliera salvo para cuestiones básicas y de portería. Hace referencia esta relación a que aquella noche había llovido tempestuosamente, con tormenta y aguacero primaveral complicando la operación y añadiendo un toque de dramatismo a los sucesos. El Teniente parece que estuvo presente en la toma del Colegio de San Hermenegildo donde recogió sus llaves y apuntó una lista con los nombres de todos los padres presentes. Inmediatamente se fue desplazando a los otros Colegios de la Compañía

278

MEDINA, F.: «Ocaso de una provincia de fundación ignaciana: la Provincia de Andalucía en el exilio (1767-1773)», Archivo Teológico Granadino, 54 (1991), p. 25. 279 Ver en apéndices Gráfico 1 y Cuadro 1. 280 AGUILAR PIÑAL, F.: Historia de Sevilla…, op. cit., p. 28. 281 SOTO ARTUÑEDO, W. (ed.): Los jesuitas en Andalucía…, op. cit., p. 237. 282 A.M.S., sec. XI, t. 12, nº 320, ff. 53r-58v. Ambas relaciones se encuentran publicadas en SOLIS, A.: Los Dos Espejos. Historia de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en Sevilla durante sus dos primeros siglos 1550-1767, Sevilla, Fundación Focus-Abengoa, 2010. 283 A.M.S., sec. XI, t. 12, nº 340, f. 72r. 284 A.M.S., sec. XI, t. 12, nº 340, f. 73r.

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haciendo la misma operación de toma de llaves y toma de nota de los padres presentes. Se apunta en la relación que el Teniente estuvo en esta labor aplicado hasta las 9 de la noche del día 3 de abril por lo que le llevó cuantiosas horas. Se elogia que a pesar de la sorpresa expresada por los jesuitas los padres mantuvieron una resignación y sumisión admirable a pesar del quebranto recibido. Aún así esta relación advierte sobre que quizás esa tranquilidad se debiera al conocimiento previo desde unos días antes sobre que se produciría alguna novedad aunque desconocieran qué. Podría ser, aunque tampoco hay nada que lo apunte ya que entonces hubieran reaccionado de alguna manera. Resalta también que no sería hasta el día 11 de abril cuando se publicara la Real Pragmática referida al extrañamiento haciéndose según la relación con ``obstentación´´ y poco antes de la salida de los padres de Sevilla.

La siguiente relación analizada viene fechada inicialmente en 8 de abril de 1767, es decir, se comienza sólo unos días después del proceso.285 Esta segunda relación coincide plenamente en los hechos y en el asunto meteorológico. Sobre la reacción de los jesuitas aunque también elogie un buen comportamiento dirá que algunos perdieron ``su serenidad inalterable´´. Así que según este testimonio no todos lo tomaron con tanta calma. Menciona que en San Hermenegildo, las Becas y el Noviciado se encontró dinero en efectivo que se embargó pero sin ser considerable en cantidad. Señala que se mantuvieron los cultos permitiendo el traslado desde las parroquias cercanas de todo lo necesario para las misas, como las que dieron el Sábado de San Isidoro y el Domingo de Lázaro.286 Añade que los 57 novicios fueron trasladados por la noche para separarlos del resto de miembros y fueron repartidos en una serie de casas particulares, uno por casa, para poder analizar mejor su voluntad, pensamientos e intenciones. Dramática será la disyuntiva a la que se enfrentaron los novicios entre la decisión de dejar la Compañía o la de acompañar a sus hermanos, y aunque tuvieran la posibilidad de dejar la orden encontraremos que muchos preferirán acompañarlos en el exilio, que ellos interpretarán como cruzada y prueba de fe.287 Nos dice también que si no partieron antes de la ciudad era por la necesidad de poner todo en orden.

285

A.M.S., sec. XI, t. 12, nº 330, ff. 59r- 60v. El Domingo de Lázaro es el domingo previo al de Ramos, siendo el Sábado de San Isidoro el sábado previo al Domingo de Lázaro. 287 FERNÁNDEZ ARRILLAGA, I.: «Los novicios de la Compañía de Jesús: La disyuntiva ante el autoexilio y su estancia en Italia», Hispania Sacra, 54 (2002), p. 174. 286

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El 21 de abril llegaron a Sevilla los padres provenientes de la Provincia de Extremadura. Debían ser trasladados con dignidad y respeto en los diferentes convoyes preparados.288

Para los días 2 y 3 de mayo ya estaban embarcados los jesuitas de Sevilla en El Puerto de Santa María. Los únicos que debían demorar su partida eran los jesuitas procuradores de los Colegios, quienes estaban obligados a rendir cuentas y aclarar las mismas de las haciendas, casas, colegios, y demás propiedades y bienes.289 Esta localidad, además de Jerez, se utilizó como punto de reunión de los expulsos para embarcarlos y ser puerto de salida. Hacía allí debían ir según las órdenes en convoyes programados en las 24 horas siguientes a la ocupación de las temporalidades, aunque habrá excepciones y además dependerá de la distancia hacia los puntos de reunión o si debían acudir primero a una ciudad de escala como fue la de Sevilla, y se establece que habría un soldado por cada diez jesuitas a modo de escolta.290 En este sentido se decidió que cada uno de esos grupos debía estar bajo responsabilidad de un Director de Viaje al que el propio Aranda entregaba una Instrucción el día 31 de marzo donde se explicaba el viaje que debían realizar, y además debía acompañarlo un segundo director y un custodio del dinero necesario para cubrir los gastos, cargo que ocuparon oficiales de la Tesorería Mayor de Cuentas y se completaba la dirección de cada convoy con un escribano y un alguacil cuyos nombramientos dependían del propio Director de Viaje.291 Los funcionarios que participaron en los convoyes se verán beneficiados luego en sus carreras dentro de la administración a modo de premio curricular por la implicación que mostraron en los traslados.292 Se estipuló una serie de puertos de embarque según las distancias. Los padres de la Provincia de Castilla embarcaron en San Sebastián, Bilbao, Gijón y Santander, desde donde pasarían por La Coruña para recoger a los padres gallegos antes de navegar hasta El Puerto de Santa María.293 Los de la Provincia de Toledo embarcaron en Cartagena, los de la Provincia de Aragón lo harían en Salou y una vez en el mar recogerían en Palma de Mallorca a los baleares.294 Para la Provincia que nos afecta, Andalucía, además del consabido embarque en El Puerto de Santa María se utilizó

288

ARMAS LERENA, N. y IBÁÑEZ RODRÍGUEZ, S.: «Consecuencia políticas de la expulsión de los jesuitas. El poder del colegio de la Compañía de Jesús en Logroño y la destitución del corregidor», Berceo, 131 (1996), p. 146. 289 Idem. 290 GIMÉNEZ LÓPEZ, E. (ed.): Expulsión y exilio…, op. cit., p. 71. 291 Ibid, p. 73. 292 Ibid, p. 75. 293 Ibid, p. 71. 294 Idem.

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también el puerto de Málaga.295 El plan de Aranda incluía que para mediados de abril debían finalizar los embarques, y que estarían dispuestos para entonces por la Secretaría de Marina los barcos mercantes para el pasaje y los suficientes de guerra para escolta, además bien pertrechados de víveres.296 Se retrasaron un poco las fechas, pero señalar a favor que apenas dos semanas para ejecutar el plan parece una pretensión ambiciosa, no obstante el mes que se tardó finalmente no significa un fracaso ya que las dificultades no eran pocas. Una vez llegados a los puertos todo era responsabilidad de los Intendentes y en el caso gaditano encontraremos a Juan Gerbaut, quien debió supervisar las tareas de flete y acondicionamiento de los navíos, y además disponer de víveres y utillajes necesarios para el trayecto hasta Civitavecchia, e igualmente preparar a los navíos de guerra destinados a escolta.297 Al Intendente le prestaron ayuda el gobernador de Cádiz, que era el marqués de la Victoria, y el gobernador de El Puerto de Santa María, Manuel Crespo Caballero, y cabe mencionar la colaboración del administrador general de la aduana de Cádiz, Bartolomé Pont.298 La responsabilidad del Intendente estaba vigente hasta el embarque, cuando se estipuló que pasaba al comisario responsable de la expedición, para los embarcados en El Puerto de Santa María y Málaga fue Juan Manuel Lombardón.299 Juan Manuel Lombardón era el capitán de fragata que comandaba el navío Princesa, uno de los navíos de guerra que debían proteger el convoy.300 Se contabilizaron según Bartolomé Pont hasta 480 padres reunidos entre Jerez y El Puerto de Santa María, lo que supondrían divididos entre los tres barcos que tomaron pasaje 160 padres por navío, por lo que el Intendente Gerbaut dijo que viajarían con ``comodidad y ensanche´´.301 Finalmente embarcaron 455 padres, menos de lo estimado aunque no pudieron hacerse a la mar las naves hasta el 4 de mayo por culpa del temporal de viento que hacía esos días, algo típico en la conocida climatología gaditana.302 Los padres expulsos se dividieron y organizaron de la siguiente manera:

1) En el navío mercante sueco General Vankoulbaes embarcaron 95 sacerdotes y 58 coadjutores. Mayormente eran de Sevilla y provenientes de los Colegios de San

295

Idem. Idem. 297 Ibid, p. 77. 298 Idem. 299 Ibid, p. 79. 300 Ibid, p. 80. 301 Ibid, p. 84. 302 Ibid, p. 92. 296

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Hermenegildo, Noviciado de San Luis, de la Casa Profesa, de las Becas, de los Ingleses y de los Irlandeses a los que se sumaron los Colegios de Trigueros, Antequera y Úbeda.303

2) En el mercante sueco Blas Kolmen embarcaron 93 sacerdotes y 60 coadjutores. Provenientes de Fregenal, Badajoz, Cáceres, Llerena, Plasencia, más los de Córdoba, que eran del Colegio de Santa Catalina y el Seminario de la Asunción, sumándoseles los de Montilla, Écija, Andújar, Cazorla y los de Baeza, que eran dos, los Colegios de Santiago y San Ignacio.304

3) En la fragata militar La Paz subieron 100 sacerdotes y 50 coadjutores, conformados por los de Cádiz, Jerez, Sanlúcar de Barrameda, Osuna, Utrera, Montilla, Carmona, Arcos, Morón, Baena, Constantina, La Higuera, Jaén y del mismo El Puerto de Santa María.305

4) La fragata Princesa hacía sólo de escolta, capitaneada por Juan Manuel Lombardón.

El convoy llegó a Civitavecchia tras 27 días de navegación, el 30 de mayo, desde donde debió partir a Bastia.306 Si embarcaron los días 2 y 3 de mayo, el viaje duró unos 27 días307. Hasta Civitavecchia todo el viaje fue bien. Empeoró a partir del rechazo que sufrieron en Civitavecchia donde se les amenazó con ser recibidos a cañonazos si se atrevían a desembarcar, y de allí tuvieron que partir hasta que por fin los días 13 y 14 de julio se efectuó el desembarco en Algaiola y en Calvi, en Córcega, sufriendo estrecheces y penurias hasta ese momento ya que no habían contado con ese plus de viaje en la preparación.308 Fue una solución de urgencia lograda por la diplomacia de Carlos III llegando a un acuerdo con Génova. Esto tampoco supuso el alivio de los jesuitas por las inestabilidades en Córcega desde 1729, que a duras penas podía controlar Génova y que pronto se solucionó con la compra de la isla por Francia en 1768 por lo que los expulsos debieron abandonarla por la prohibición que tenían de estar en suelo francés yendo por fin a Roma.309

303

Idem. Idem. 305 Ibid, p. 93. 306 Ibid, p. 102. 307 A.M.S., SEC. XI, t. 12, nº 400, f. 111r. 308 GIMÉNEZ LÓPEZ, E. (ed.): Expulsión y exilio…, op. cit., p. 109. 309 Ibid, p. 103. 304

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También fue El Puerto de Santa María punto de reunión para los jesuitas de América y Filipinas, ya que serían concentrados allí, como les pasó a los 151 jesuitas que llegaron desde Paraguay.310 Y en El Puerto de Santa María estarían durante cinco meses y tres días esperando dónde ir.311 Esta espera se debe a los problemas diplomáticos sobre su destino. En Córcega había muchos ya, donde además la futura compra por Francia de la isla lo complicaba.312 Con la solución de entrada en Roma encontraron una salida a su calvario.

En el mismo A.M.S. es posible consultar una lista de los padres y de los novicios en el momento de la expulsión.313 Serviría para hacer una comparación por reflejar en otra lista tanto los padres que van llegando a Jerez como los que partieron finalmente. Podemos observar cómo se cuida el mínimo detalle en la expulsión incluso explicándose cómo deberá hacerse la publicación de la noticia ante los vecinos para evitar problemas públicos.314

Lo peor que sufrieron los jesuitas es sin duda el duro viaje que padecieron. Fundamentalmente a causa del imprevisto en Civitavecchia, con la incertidumbre posterior, recalando finalmente en la inestable Córcega.315 Allí permanecieron hasta el 18 de septiembre de 1768.316 Ya después se instalaron en Roma, donde los jesuitas estuvieron hasta su extinción de 1773 en número considerable, registrándose mayoritariamente alrededor de San Pedro y de la embajada española.317 Se calculan unos 2.641 jesuitas peninsulares más 2.630 de América que suman 5.271 jesuitas españoles concentrados en Roma.318 Allí se sumergieron en el movimiento ilustrado encontrando un campo bien abonado para su enriquecimiento cultural.319

Se encuentran dos interesantes relaciones en el AMS sobre la navegación y cómo se complicó todo en Civitavecchia.320 Cabe señalar respecto a la negativa del Papa al desembarco que se podría interpretar este conflicto diplomático sobre qué hacer con los 310

FERRER BENIMELI, J.A.: Estancia de los jesuitas expulsos del Paraguay en Puerto de Santa María, Homenaje a don Antonio Durán Gudiol, 1995, p. 289. 311 Ibid, p. 291. 312 Ibid, p. 297. 313 A.M.S., sec. XI, t. 12, nº 330, ff. 66r-67r. 314 A.M.S., sec. XI, t. 12, nº 330, ff. 75v-80r. 315 La mortandad de jesuitas en la isla de Córcega podría estudiarse en: A.M.S., sec. XI, t. 12, nº 330, f. 92. 316 SOTO ARTUÑEDO, W.: Las actividades de…, op. cit., p. 416. 317 GIMÉNEZ LÓPEZ, E.: «Los jesuitas expulsos en el viaje a Italia de Nicolás Rodríguez Lasso (17881789)», Revista de Historia Moderna, 15 (1996), p. 243. 318 FLORISTÁN, A.: Historia de España…, op. cit., p. 623. 319 BATLLORI, M.: «Los jesuitas en…», art. cit., p. 370. 320 A.M.S., sec. XI, t. 12, nº 400, ff. 124r-129v. y cit., nº 420, ff. 130r- ss.

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jesuitas como un pulso a Carlos III, obligando a los embajadores españoles a trabajar a destajo en búsqueda de un destino, ya que los barcos estaban bien abastecidos pero sólo para viajar hasta Civitavecchia.321 Carlos III había señalado que debían ser las temporalidades de Roma donde se recibiera a los jesuitas expulsos por considerarlos un elemento dependiente, responsabilidad y propiedad romana cumpliendo esto con el sentido que darán los manteístas a los jesuitas.322 Cabe decir que los jesuitas no serán bien acogidos en Italia y se percibirá una rigidez del General respecto a la llegada de varios miles de jesuitas que podría colapsar económicamente a la orden por el mantenimiento de los expulsos, siendo esto fundamentado en el abandono asistencial que Pombal consintió sobre los expulsos portugueses.323 Sin embargo para el caso español la Pragmática Sanción del 2 de abril de 1767 recogía que se concedía a los sacerdotes expulsos 100 pesos sencillos y a los coadjutores 90 para su mantenimiento, sirviendo estas pensiones para la organización de nuevas comunidades en Italia, siendo las pensiones sufragadas por las propiedades incautadas y aún con su poca cantidad sirvió para que los expulsos pudieran sobrevivir en su exilio.324 Demostrando visión económica los superiores de las Provincias decidieron juntar las pensiones para formar un fondo común y no un conjunto de pensiones individuales pudiendo afrontar gastos comunitarios, así pese al rechazo que sufrieron en Italia los españoles pudieron rehacerse con la ayuda de esos recursos reorganizándose con considerable éxito.325 Aunque todo se verá interrumpido bruscamente con el breve Dominus ac Redemptor por el cual se extinguió la Compañía de Jesús en el año 1773 por decisión de Clemente XIV ya que se disolvían las comunidades jesuitas.326 Tampoco fue del todo negativo pudiéndose ahora los exjesuitas desplazar por otros estados italianos aunque siguió prohibido pisar suelo Borbón.327 Pasarían tras esto unos años duros los exjesuitas hasta que el 7 de agosto de 1814 Pío VIII restableció la Compañía de Jesús con la bula Sollicitado. Y el 1 de abril de 1816 Fernando VII derogaría la Pragmática Sanción de 1767 dada por Carlos III y así quedó restablecida la Compañía de Jesús en los dominios españoles.328 Por ahora todo había acabado.

321

GIMÉNEZ LÓPEZ, E.: Expulsión y exilio…, op. cit., p. 182. GUASTI, N.: «Rasgos del exilio italiano de los jesuitas españoles», Hispania Sacra, 123 (enero-junio 2009), p. 259. 323 Idem. 324 Ibid, p. 260. 325 Ibid, p. 261. 326 Ibid, p. 262. 327 Idem. 328 FERNÁNDEZ ARRILLAGA, I.: «El Archivo de…», art. cit., p. 140. 322

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6- Conclusiones.

Llegados a este punto analizaremos los datos aportados. Lo primero que debemos hacer es resaltar la importancia de estos acontecimientos para la España de fines del siglo XVIII. Como hemos visto no debemos considerar este fenómeno como un elemento aislado en la historia de España sino como un hecho introducido en el contexto histórico que venía sucediendo por toda la Europa católica. El Estado como institución en evolución a lo llamado como Estado Absoluto debía ganar la partida a la competencia política que ejercía la Iglesia como institución de poder. De esta batalla política salió una víctima, la Compañía de Jesús, como ejemplo de la derrota y retroceso que sufrió la Iglesia frente al Estado.

En los análisis realizados por numerosos historiadores es frecuente la cuestión de si la expulsión responde a un intento de especie de desamortización, de si en el fondo había intereses económicos en el extrañamiento. Es cierto que encontramos indicios de esto. Otros historiadores nos han indicado que se debía a las controversias filosóficas y también teológicas mantenidas contra pensadores y teólogos. Es indudable que esto les debió crear enemigos. También se ha señalado como causa la envidia, los celos ante las riquezas acumuladas por la Compañía. Encontraremos esto en las numerosas críticas que recibieron. Muchos otros han señalado como detonante la relación de dependencia de la Compañía a su General y al Papa sobre todas las cosas escapando del poder del Estado. Lo podemos considerar evidente y recurrente en las distintas acusaciones que recibirán. El control de la sociedad por parte de los jesuitas a través de los confesionarios y de intentar ejercer un monopolio educativo con sus Colegios podemos encontrarlo como una prueba constantemente referida. Para colmo vemos contradicciones dentro de la Compañía como la prohibición de poseer propiedades, regla que se burlaba al adscribir a sus Colegios con la excusa de ser para el mantenimiento de éstos aunque superaran con creces los recursos necesarios para el sustento básico. O la otra sonada contradicción de no poder ejercer cargos eclesiásticos o políticos, pero que sí controlarán a través de su desempeño como confesores de reyes, de nobles y de anónimos pudiendo así lograr la colocación de sujetos que fueran dóciles y que favorecieran a sus intereses gracias a esta enorme red clientelar. El asunto de más peso del que se les culpó fue la supuesta organización de los Motines de Esquilache. Como hemos analizado se encontrarán pruebas a favor y también en contra, de su participación en los mismos aunque no falten posibles candidatos, razones y causas. Desde luego se trataba de una acusación seria por la magnitud de los tumultos y por el pavor que 56

provocarán en los mandatarios y en el propio monarca. No era una situación fácil de resolver y se necesitaba un culpable o cabeza de turco que pagara con las culpas. ¿Qué mejor candidato que la Compañía de Jesús? Culpándolos a ellos se lograban dos cosas, una era eliminar esa institución competidora respecto al control del poder temporal pero también desde otros aspectos como la educación. El segundo elemento es que difícilmente se podría encontrar un culpable mejor que ellos. Independientemente de esto podemos afirmar al menos que la Compañía pagó con creces la culpabilidad de los motines fueran o no verdaderos culpables. Esta acusación aglutinó los distintos elementos que estaban minando en sus cimientos la existencia de la Compañía. Es lo que hizo que ese conjunto de acusaciones tuvieran la fuerza necesaria para acabar con la Compañía de Jesús.

Volvamos al desarrollo del Estado. Es la evolución traída por el Estado en sí mismo, que no admitía ya competencias de poder por parte de otras instituciones, y que luchará por acabar con cualquier institución que intente competir con lo que se considere propio al Estado. Y es la Iglesia su máximo competidor en estos años. Se hacía necesario terminar con ese problema, algo que podrían sólo hacer hombres con una capacidad clara como fue Campomanes, que, aunque se le tache como enemigo de la orden o incluso de padecer psicosis persecutoria contra la Compañía, en realidad estaba actuando bajo los intereses del Estado. Comprendía lo que convenía al Estado para su desarrollo. Sabía que debía dar un giro más de tuerca a la política regalista. Era necesario. Había que acabar con la competencia que ejercía la Iglesia en el ámbito del poder político. Y para esto se debía atacar lo más fuerte posible a la Compañía, organización considerada baluarte de los Estados Pontificios por su independencia frente al resto de poderes temporales. Es cierto que los factores que hemos señalado contribuyeron, o mejor dicho, formaron un cúmulo de críticas que poco a poco minaban y debilitaban la fuerza de la Compañía pero si no hubiera habido un verdadero interés por expulsarlos no habría sucedido nada. Y ese interés verdadero del Estado era allanarse el terreno para poder continuar con el desarrollo que estaba sufriendo encaminándose a lo que será luego el estado contemporáneo.

Pombal, hombre de Estado con una mente preclara, lo había señalado muy bien con la expulsión de los jesuitas que había organizado en Portugal. Se percató de la necesidad de eliminar a esa organización que servía al Papa como institución independiente de las coronas y que con su éxito y propiedades, como las reducciones de indios en América, gestionaban directamente casi verdaderos estados independientes. Esta será la estela iniciada 57

por Portugal y que luego Francia siguió pegado al rebufo luso. Y España, aunque fuera baluarte católico y lugar de nacimiento de la Compañía de Jesús, una institución de verdadero apoyo de la Corona en toda la organización de la Contrarreforma y para el control de la sociedad, a pesar de todo esto, no podía quedarse atrás en el auge reformador de la Iglesia que se estaba viviendo por toda la Europa católica. Puede chocarnos la derrota de la Compañía en España, cierto, pero es que como venimos diciendo no podemos menospreciar la necesidad de ganar fuerza por parte del Estado, que encima se encontraba en el mejor momento para organizar el intento de reforma de la Iglesia, la sociedad y todo lo relacionado con la política interior para asegurar el desarrollo del Estado. Ayudaría además la relativa paz exterior de aquellos años acompañada con un rebrote del auge económico.

Otro elemento que debe sorprendernos es la enorme capacidad logística que se demuestra en la expulsión. Las dificultades para organizarla en absoluto secreto y en un tiempo reducido, todo limitado temporalmente para evitar la difusión de la noticia a las comunidades lejanas como las de América y Filipinas lo demuestran. Es elogiable. En un momento en el que la Corona española abarcaba tantísimas distancias es admirable la que podemos llamar una perfecta logística. Es asombroso. Es un ejemplo de cómo el Estado que llamamos Absoluto de verdad estaba empezando a controlar de manera amplia con sus tentáculos a la sociedad y todo su territorio. Ya el Estado comenzaba a ser otra cosa, algo nuevo y nunca antes visto, pudiéndose apreciar unos medios de control y represión social efectivos y que irán desarrollándose con éxito en el Estado durante la Edad Contemporánea.

También debemos tener presente el sufrimiento que padecerán los jesuitas. Cómo se vieron apresados y llevados en convoyes que debieron ser humillantes. Vivieron con incertidumbre todas las semanas que pasaron recluidos, transportados y embarcados hasta poder pisar tierra en Córcega con la inestabilidad que para colmo reinaba en la isla. El desastre para los jesuitas se ejemplariza en la noche lluviosa y tormentosa en la que los Colegios de la Compañía en Sevilla fueron rodeados para luego encontrar el lazo de la soga cerrado al amanecer y derrumbarse en un sólo instante toda la institución que representaban. Por esto más encomiable es el papel desempeñado por los novicios que prefirieron acompañar a los padres al exilio. ¿Pudiendo quedarse en casa por qué optar por el autoexilio? Esto habla de un convencimiento y claridad de ideas enormes. Algo en lo que debía ayudar su fe y creencia de estar cumpliendo una prueba de Dios. Independientemente de esta prueba de fe, los beneficiarios del éxodo serán los ámbitos intelectuales italianos, 58

primero los Estados Pontificios, y luego tras la extinción de la orden el resto de principados italianos sin contar claro está los controlados por la familia Borbón. La irrupción de varios miles de individuos con una formación superior tuvo consecuencias culturales positivas.

Por último, como corolario, subrayar la importancia que tuvo este suceso para la sociedad española del último tercio del siglo XVIII. Independientemente de considerarlo como un proceso de desarrollo del Estado cabe destacar la pérdida que supondría en el ámbito cultural y educativo para la sociedad española. Es cierto que en las premisas de un Estado está la del monopolio sobre la educación y adoctrinamiento social, pero, esto también es indudable, es necesario sustituir y suplir adecuadamente esa posición educativa de la Compañía en la sociedad española. ¿Se llenó ese hueco que dejó la Compañía de Jesús? ¿Decayó un proyecto que de seguir funcionando hubiera realizado y conseguido importantes logros sociales y culturales? Cabe cuestionarlo, pero eso ya no responde a este trabajo.

59

7-Apéndices.

Cuadro 1:

En el presente cuadro los datos tomados son tomados en el momento de la expulsión para la Provincia de Andalucía, en la que se encuentra de manera muy igualada el número de Sacerdotes y Coadjutores.

Total

Sacerdotes 704

Escolares

Coadjutores

333

104

267

47,30%

14,77%

37,92%

Fuente: MEDINA, F.: «Ocaso de una…», art. cit., p. 25.

Gráfico 1: En el gráfico 1 podemos visualizar los datos del cuadro 1, percibiéndose adecuadamente lo cercano en número que estaban los coadjutores de los sacerdotes, resaltando sobre el de escolares.

Miembros 400 300 200 100 0 Sacerdotes Escolares Coadjutores

Fuente: MEDINA, F.: , art. cit., p. 25

60

Cuadro 2: El cuadro 2 arroja una comparación establecida en la cantidad de hectáreas poseídas por las órdenes regulares en general en cada ciudad de las referidas y con el porcentaje que supone respecto al total de hectáreas dependientes de cada ciudad. Podemos observar cómo destaca la posesión de tierras en tres de las ciudades con más cantidad y sin embargo la comparación que supone con tan poca cantidad en otras, a pesar de estar tan cerca geográficamente como en el caso de Huelva y Sevilla. Propiedad

Valladolid

Toledo

Sevilla

Huelva

Rú ústica Hectá áreas

47.450,4

109.269

59.544,1

5.733,5

5,78

7,2

4,25

0,53

%

Fuente: LÓPEZ MARTÍNEZ, A.L.: La Economía de…,, op. cit., p. 44.

Gráfico 2: Los porcentajes son sobre el total de superficie de las cuatro ciudades. Permiten observar la gran diferencia de peso entre las ciudades ciudades de mayor peso de la propiedad eclesiástica y otras, como Huelva, con una presencia poco más que simbólica.

Valladolid

Toledo

Sevilla

Huelva

3% 24%

33%

41%

Fuente: LÓPEZ MARTÍNEZ, A.L.: La economía de…, op. cit., p. 124.

61

Cuadro 3: En el cuadro 3 podemos observar el porcentaje que supone en las rentas de la Compañía de Jesús en Sevilla los ingresos derivados de las distintas actividades económicas.

Ingresos en Sevilla

% de ingresos totales

Casas

36,26

Artefactos

7,67

Censos

5,88

Juros

5,52

Feudales

5,47

Tierras

30,60

Adventicios

8,1

Fuente: LÓPEZ MARTÍNEZ, A.L.: La economía de…, op. cit., p. 124.

Gráfico 3: En el gráfico 3 vemos representado de manera clara lo que supone cada ingreso económico dentro del total de las rentas de la Compañía en Sevilla. Casas Juros

Artefactos Feudales

Censos Tierras

9% 36% 31% 5%6%6%8%

Fuente: LÓPEZ MARTÍNEZ, A.L.: La economía de…, op. cit., p. 124.

62

Cuadro 4: El cuadro 4 sirve de ejemplo de cómo la mencionada obra de viajes intercomunica los distintos puntos de la Provincia jesuita de Andalucía. Es posible a través de datos expuestos así comunicar todos los puntos de la Provincia. Además de recomendar puntos de descanso en cada etapa, si hay o no propiedades de la Compañía cercanas y cómo enlazar por ejemplo un desplazamiento como el citado con otro que posteriormente fuera ente Sevilla y Lebrija, superponiendo las dos tablas que aparezcan en la obra. Etapas

Sevilla a Fregenal

Leguas

1 Castilblanco

6

2 Santa Olalla

7

3 Almonaster

4

4 Fregenal

7 Leguas totales: 24

Fuente: A.M.S., sec. XI, t. 12, r. 40, f. 218v

63

8-Fuentes y bibliografía.

Fuentes.

ARCHIVO MUNICIPAL DE SEVILLA.

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