Exposición de la ciudad ideal de Aristóteles.pdf

May 24, 2017 | Autor: Ignacio Scheid | Categoría: Political Theory, Ancient Political Thought, Aristoteles, Retórica, Política Grecia Antigua
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Universidad Nacional Andrés Bello. Ignacio A. Scheid A. Invierno, 2014. Santiago, Chile.

EXPOSICIÓN DE LA CIUDAD IDEAL DE ARISTÓTELES

ÍNDICE Introducción…………………………………………………………….…………..…… 02 I – El mejor modo de vivir y el mejor régimen…………...………..……………………

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II – Población y territorio………………………………………………………………

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III – Clases sociales……………………………………………………………………… 09 IV – Educación……………………………………………………………………..……

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INTRODUCCIÓN Los últimos dos libros del texto Política de Aristóteles1 (los libros VII y VIII) comprenden la propuesta aristotélica de la mejor ciudad posible y los sesgados2 pormenores de su sistema educativo. En efecto, no es sólo la propuesta del mejor régimen, sino que el autor también trata los temas concernientes a las circunstancias físicas en las que se ha de emplazar la mejor ciudad, e incluso las características de los ciudadanos; luego, una vez estipuladas estas circunstancias, comienza con lo que llamaríamos el régimen político. Primero plantea Aristóteles la pregunta por el mejor tipo de vida; luego trata las condiciones materiales para la ciudad: la población y el territorio; después las partes constitutivas de la ciudad y las funciones públicas; para terminar con una gran exposición sobre el sistema educativo y la música, tanto en general como aplicada a la educación. En el presente trabajo procederé a exponer cuatro grandes temas de la “ciudad ideal aristotélica”, dejando de lado ciertas consideraciones teóricas y pormenores de la ciudad. Los temas que trabajaré son: el mejor tipo de vida; la población y el territorio; clases sociales; educación.

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Para el presente trabajo utilicé la versión de la editorial Gredos del año 2008. Digo “sesgados” porque el libro VIII nos ha sido transmitido incompleto.

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I EL MEJOR MODO DE VIVIR Y EL MEJOR RÉGIMEN “Sobre el régimen mejor, el que se proponga hacer una investigación adecuada, es necesario que determine primero cual es la vida más preferible, pues si esto está obscuro, también está obscuro, forzosamente, el régimen mejor, ya que es normal que a los mejor gobernados dadas las circunstancias le vaya lo mejor posible, si no sucede algo ilógico”3.

Como podemos leer, la pregunta central de los estudios éticos de Aristóteles, a saber, ¿cuál es la vida buena?, se convierte en el primer umbral que se ha de atravesar para poder dar comienzo al tratamiento del mejor régimen posible. Sin saber cuál es el estilo de vida más preferible, no se puede pensar (claramente) el mejor régimen posible. Una vez dilucidado ese tema, se ha de investigar si es la mejor vida la misma tanto para la comunidad como para el individuo, o si es una la mejor vida para el individuo y otra la mejor vida para la comunidad. Para dar respuesta al primerísimo problema, ¿cuál es la vida buena?, A. divide la totalidad de bienes en tres: los bienes materiales exteriores, los bienes del cuerpo, los bienes del alma, “y todos ellos deben tenerlos los hombres felices”, sin embargo, los bienes del alma son los más importantes y preferibles a los demás, pues por los bienes del alma, es decir, por las virtudes, es que se adquieren y conservan los demás bienes (y no de forma contraria)4, los cuales, como todo instrumento, tienen un límite para su cantidad, superando este límite la propiedad se convierte en algo perjudicial. No sucede esto con las virtudes: “cada uno de los bienes relativos al alma, cuanto más abundan, más útiles son, si hemos de atribuirles no sólo la belleza, sino también la utilidad”. Además, ya que “es imposible que le salgan bien las cosas a los que no obran bien” y “obrar bien” depende de la virtud, es necesario que la vida virtuosa sea el requerimiento para la buena vida, para tener una sucesión de buenos resultados a través de la biografía personal. Esto, efectivamente, también se aplica a la ciudad, no se acaba en el ciudadano: “no hay obra buena ni del individuo ni de la ciudad, sin virtud y prudencia”. Podemos, según lo expuesto más arriba, estipular, junto con A. estos dos puntos: a) “la belleza, la justicia y la prudencia de la ciudad tienen la misma capacidad y la misma forma que las virtudes por cuya participación se llama al hombre justo, prudente y moderado”.

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Pol. VII, 1 1323a. Pol. VII, 1 1323b.

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b) “la vida mejor, tanto para el individuo en particular como para las ciudades en común, es la que está acompañada de virtud dotada de recursos suficientes como para poder participar de las acciones virtuosas”5. Ahora, si bien la vida virtuosa es la mejor, es necesario precisar las cualidades de estas virtudes, si son teóricas o contemplativas, o si son prácticas. Si las virtudes contemplativas son superiores a las prácticas, la vida más deseable será la contemplativa, mientras que será la vida práctica si son superiores las virtudes prácticas. Con respecto a esto dice A.: se discute por parte de aquellos que están de acuerdo en que la vida virtuosa es la más deseable si es preferible la vida política y práctica o más bien la que está desligada de todas las cosas exteriores, por ejemplo, una vida contemplativa, que según algunos es la única filosófica6.

Tener esto claro es de suma importancia, pues en vista del mejor estilo de vida es que se ordenará la sociedad política. Al ser la prosperidad una actividad, dice A., la vida activa o práctica es la mejor, pero existen dos clases de vida activa: la que se enfoca en lo externo, “que se orienta a otros”, y la que se enfoca en sí misma. Para saber cuál es la adecuada A. observa los pensamientos y dice que son muchos más los pensamientos, meditaciones y contemplaciones que tienen su fin y causa en sí mismos, y que los pensamientos exclusivamente prácticos (“aquellos que formamos en orden a los resultados que surgen de la acción”) son los menos; y esto porque es imposible para un humano tener una completa inactividad externa, ya que, como expusimos más arriba, para ser feliz se necesitan de los tres tipos de bienes. Lo mismo es aplicable a la ciudad, de tal manera que lo más deseable para ella es la vida práctica virtuosa de carácter teórico o contemplativo, la cual se ejercita por y para sí misma (y no en vistas del resultado, ni referida a otros), siendo por esto la más autosuficiente, y, por ende, la más elevada.

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Pol. VII, 1 1324a. Pol. VII, 2 1324a.

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II POBLACIÓN Y TERRITORIO “El punto de partida de lo que nos queda por decir es examinar primero qué condiciones debe reunir la ciudad que vaya a ser constituida según nuestros deseos. Pues no puede darse el mejor régimen sin un conjunto de medios apropiados. (…) En efecto, lo mismo que los demás artesanos, como el tejedor y el constructor de naves necesitan tener la materia que sea adecuada a su trabajo (y en medida en que esta se encuentre mejor preparada, forzosamente más hermoso resultará el producto de su arte), así también el político y el legislador deben disponer de la materia que sea convenientemente apropiada a su obra”7.

Da comienzo así A. a la siguiente parte de su exposición, en la cual tratará de los mejores recursos para la construcción de la mejor ciudad. Los dos recursos básicos son: 1- la población, “cuántos y de qué condición deben de ser [los ciudadanos] por naturaleza”. 2- el territorio, “cuál debe ser su extensión y su cualidad”.

1 - Población Para comenzar, A. hace la diferencia entre lo que es una “ciudad grande” y lo que es una “ciudad populosa”. Para decir que una ciudad es grande por lo general se toma en cuenta al número de habitantes, cuando en realidad se debería analizar el poder. “En efecto, hay también una función de la ciudad y, en consecuencia, la que pueda cumplirla mejor, esta debe considerarse la más grande”8. Mientras que la más populosa viene a ser aquella ciudad que tenga un gran número de habitantes, pero no cualquier habitante ha de ser considerado para esta categoría, sino sólo los ciudadanos: “en el caso en que se deba juzgar por el número de habitantes, no se debe hacer según cualquier clase de gente (…), sino teniendo en cuenta sólo los que son parte de la ciudad y constituyen sus partes propias”9. Ahora bien, una vez que tenemos las cosas claras podemos avanzar de mejor manera, pues ya sabemos cuál es una ciudad grande y cuál es una ciudad populosa. Como señala A. a comienzos de este tratado, para la posesión de los bienes materiales existe un límite, superado este límite la situación comienza a ser perjudicial. Lo mismo ocurre para la ciudad, si es demasiado populosa enfermará, sin embargo, si no tiene suficientes habitantes no existirá como tal, es decir, no podrá ser considerada como una ciudad; de tal manera que ha 7

Pol. VII, 4 1326a La cursiva es mía. 9 Están excluidos de esta cuenta o de la categoría de “ciudadano” los esclavos, metecos y extranjeros. 8

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de haber una cantidad correcta de ciudadanos para que una ciudad sea, al menos, considerada como tal. Esta misma reflexión es aplicable a todas las entidades: existe también una medida de la magnitud de la ciudad, lo mismo que todos los demás seres, animales plantas e instrumentos; pues cada uno de ellos, si es demasiado pequeño o extremadamente grande, no mantendrá su propia capacidad, sino que, o bien quedará por completo privado de su naturaleza o bien será defectuoso10.

Veamos más al detalle este importante factor para todo buen gobierno. Para comenzar, la ciudad debe caracterizarse por estas dos cualidades11: a) la autosuficiencia12 y b) la capacidad de ofrecer una buena vida a sus ciudadanos (no sólo la posibilidad de vivir, sino la de vivir bien). Ahora bien, A. dice: “entre las ciudades que se consideran bien gobernadas no vemos ninguna que descuide el número de la población”, esto porque la ciudad, para cumplir con los dos requisitos, a) y b), debe evitar pecar de exceso y de carencia en cuanto al número de habitantes; en el caso en que la ciudad sobrepase el saludable punto medio y tenga demasiados habitantes, tendrá problemas, pues es muy difícil ordenar una entidad tan grande como una ciudad muy populosa y lo que le da orden a la ciudad es la ley, puesto que “la ley es un cierto orden” y para que haya un buen orden se necesitan buenas leyes, pero para darle un buen orden a un grupo excesivamente grande se necesitaría un poder divino, “como el que mantiene unido al universo”. Además, careciendo de buenas leyes, la ciudad será incapaz de entregarle al ciudadano la posibilidad de una buena vida, podrá ser autosuficiente, pero sólo cumplirá con uno de los requisitos. En el caso en que se presente lo contrario, es decir, cuando la ciudad posee muy pocos ciudadanos, no se cumple el requisito de la autosuficiencia y, al no ser autosuficiente, la comunidad no resulta ser, ni siquiera, una ciudad y la vida buena sólo se puede dar en la ciudad (pólis). Presentados los peligros del alejamiento del número correcto de habitantes, surge la siguiente pregunta: ¿cuál es el número o la cantidad correcta de habitantes para una ciudad saludable? o ¿cómo saber cuándo una ciudad tiene una cantidad correcta de ciudadanos? Para establecer la cantidad adecuada, A. se centra en lo importante que es elegir ciudadanos realmente capacitados para la dirección de la comunidad. Esta elección ha de ser prudente, no azarosa, y para que la elección de los magistrados y legisladores sea prudente, ésta se ha de basar en el mérito, y, para tener conocimiento del ciudadano susceptible de ser elegido en particular, se le ha de conocer personalmente. Por tanto, y ya que, para A., el ciudadano es

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Pol. VII, 4 1326a. Pol. VII, 4 1326a - b. 12 La autosuficiencia (autárkeia) la define A. como “tener de todo y no carecer de nada”. 11

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aquel que, al menos, puede participar en las decisiones políticas13, el número de ciudadanos en una ciudad ha de ser tal que todos los ciudadanos se conozcan entre sí. Nos dice A.: las actividades de la ciudad corresponden a los gobernantes y a los gobernados; y es función del gobernante el mando y la administración de la justicia. Pero para emitir un juicio sobre lo justo y para distribuir los cargos de acuerdo con el mérito, en necesario que los ciudadanos se conozcan unos a otros y sus cualidades respectivas, en la idea de que donde esto no ocurre, la elección de los magistrados y los juicios serán por fuerza defectuosos, pues en ambas cosas no es correcto improvisar como evidentemente ocurre con un número excesivo de ciudadanos14.

Para concluir, podemos establecer, con respecto al número de ciudadanos, que su número ha de asegurar la autosuficiencia, para que la ciudad se constituya como tal, pero que sea abarcable en su totalidad, es decir, que tomados en su conjunto puedan conocerse entre sí. No le resulta suficiente a A. el establecimiento de una correcta cantidad de ciudadanos, sino que establece condiciones de carácter cualitativo para sus ellos. Así, éstos han de “ser de natural inteligente y animoso”, para que puedan seguir de buena manera las leyes impuestas por el legislador, las cuales deben guiarlos a ser excelentes ciudadanos. Mientras que los esclavos han de ser de carácter trabajador y manso, “pues así serán útiles para el trabajo y seguros en cuento a no presentar ningún peligro de sublevación”15.

2 - Territorio y emplazamiento Las cualidades más deseables para el territorio se corresponden con algunas de las más deseables para la población, específicamente con las cualidades de autosuficiencia (que produzca de todo) y que sea fácil de abarcar (fácil de recorrer). Ahora, para hablar específicamente del territorio es conveniente pedir consejo a los expertos en estrategia 16, ya que el territorio ha de ser de difícil acceso para los enemigos y de fácil salida para sus habitantes, lo cual apunta a una ubicación escarpada. Lo principal a tener en cuenta para la ubicación de la ciudad es la salud17 y “aquello de lo que más nos servimos para el cuerpo y con más frecuencia contribuye muchísimo a la 13

“Un ciudadano (…) por ningún otro rasgo se define mejor que por participar en las funciones judiciales y en el gobierno”, Pol. III, 1 1275a. 14 Pol. VII, 4 1326b. 15 Pol. VII, 10 1330a. 16 Pol. VII, 5 1327a. 17 Pol. VII, 11 1330a - b.

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salud”, y de lo que más nos servimos es del aire y del agua, por lo cual la ciudad debe ubicarse “hacia el este y hacia los vientos que soplan del Levante”, pues las ciudades así ubicadas son las más sanas, seguidas por las que están protegidas de los vientos del norte, “pues estas son las de inviernos más suaves”. Con respecto al agua, la ciudad “debe contar, ante todo, con aguas y fuentes naturales en abundancia” y grandes depósitos para mantener las aguas de lluvia y almacenar la de las fuentes en casos de emergencia, además se han de tener sistemas que separen las aguas aptas para el consumo de las demás. Así, “puesto que es necesario preocuparse por la salud de los habitantes, y esto depende de la buena situación del lugar y de su buena orientación, y en segundo lugar del uso de aguas sanas, el cuidado de este extremo no debe considerarse en absoluto accesorio”. Una cualidad importante agregada por A. al emplazamiento, “si es necesario hacerlo de acuerdo con nuestros deseos”, es que la ciudad tenga acceso al mar. Ésto para facilitar la comunicación tanto en el campo económico como militar, ya que así es posible tener mejores vías para la comercialización, la obtención de abundantes productos necesarios y el transporte de materia prima; y, en caso de guerra, para poder atacar el enemigo por diferentes áreas, tener varias vías de escape y ayudar al aliado de mejor forma. Sin embargo, no sólo beneficios se extraen de una condición portuaria, sino que también se presentan sus problemas y estos se identifican con el arribo de humanos no del todo deseados: en efecto, se dice que la llegada de extranjeros educados en otras leyes y el exceso de población no son convenientes para el buen orden, pues esta afluencia que se origina del uso del mar, al enviar y recibir una multitud de comerciantes, es contraria a la buena marcha política18.

Como medidas para la solución de este problema, A. emplaza al puerto a una cierta distancia de la comunidad política, “de modo que no tenga su asiento en la propia ciudad, ni tampoco demasiado lejos”; a esta medida estratégico-territorial se suma una legal, según la cual, las leyes han de determinar “quienes no deben y quienes deben tener tratos con otros”; en el caso en que la ciudad necesite de una gran cantidad de marineros, estos no necesariamente han de formar parte de la ciudad, “pues la tropa marinera, que tiene en sus manos el control y mando del navío es libre y perteneciente a la infantería”. La existencia de gran cantidad de marineros nos lleva a pensar en una gran flota. El poder naval 19, así como las disposiciones tanto legales, como de emplazamiento para el lucro, dependen del modo de vida de la ciudad, “en efecto, si aspira a una vida de hegemonía y política, necesariamente este poder debe ser proporcionado a sus empresas”.

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Pol. VII, 6 1327a. Pol. VII, 6 1327b.

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III LAS CLASES SOCIALES Veamos ahora las diferentes clases que componen la ciudad y sus respectivos servicios y actividades: 1. los agricultores, que se encargan del alimento, 2. los artesanos, que se encargan de la producción de herramientas, 3. la clase militar, que defiende la comunidad, tanto de los invasores como de los insurrectos, 4. la case rica, para tener con qué cubrir las necesidades propias y las de la guerra, 5. los sacerdotes, que se encargan del cuidado de lo divino, es decir, del culto, 6. los jueces, que deliberan sobre lo conveniente y lo justo.

Todas estas clases sociales son elementos sin los cuales la ciudad, en tanto que ciudad, es decir, en tanto que “[agrupación] autárquica para la vida”, no podría existir. “Es necesario [entonces] que la ciudad se constituya teniendo en cuenta estas funciones”. Una vez que ya tenemos las diferentes y necesarias clases que ha de tener la ciudad, se ha de ver quiénes participan en qué funciones, si todos deben participar en todas las funciones, si todos pueden ser ciudadanos, si para distintas funciones debe prepararse a distintos individuos, et caetera. Este tema es de importancia para la constitución y caracterización del régimen, pues “[la diversidad en la participación de cargos] es lo que hace diferentes a los regímenes”; de tal manera que se ha de ser muy cuidadoso y atenerse a los principios sobre los cuales descansa la ciudad para que la organización social sea una expresión propia del régimen y no vaya éste a degenerar en uno diferente. En razón de eso, veamos entonces el “principio base” de la ciudad aristotélica: “la felicidad está necesariamente unida a la virtud y no se debe llamar feliz a una ciudad mirando a una parte de ella, sino a todos los ciudadanos”20. Siguiendo ésto, todos los ciudadanos han de ser felices, y para ser feliz es necesaria la virtud21, y la virtud sólo crece allí donde hay ocio. De esta manera, los ciudadanos necesitan ––y es aquí donde comienza una de las particularidades de la ciudad aristotélica––, para poder serlo, del ocio, “pues se necesita ocio para el nacimiento de la virtud y para las actividades políticas”22. Esto descarta de la ciudadanía a los mercaderes, artesanos, labradores y toda clase de jornaleros (pues, además 20

Pol. VII, 9 1329a. “la felicidad consiste en el ejercicio y uso perfecto de la virtud”. 22 Ibídem. 21

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de no tener ocio, estas actividades son innobles y contrarias a la virtud), que, si bien son necesarios para la existencia de la ciudad, no pertenecen a ella propiamente, como sí las clases militar, la deliberativa y la del culto. Dejando como no-ciudadanos a las clases (1), (2), (4), quedan como ciudadanos las clases militar, deliberativa, sacerdotal. Esto porque las clases (3) y (6) “parecen ser partes muy principales de la ciudad”, siendo (6) la clase “más necesaria de todas”, además, con respecto a la (3), “los que disponen soberanamente de las armas son también dueños absolutos de la permanencia o no permanencia del régimen”. Con respecto a (5), la clase “primera en importancia”, “conviene que sean ciudadanos los que honren a los dioses”, ya que es importante dar el culto debido a los dioses. Ahora, ¿cómo un ciudadano llega a formar parte de una de estas clases? A. nos dijo más arriba que la mejor distribución de cargos es por mérito (por eso todos los ciudadanos deben conocerse entre sí), y la manera de aplicar su “meritocracia” en este caso es atendiendo a las cualidades naturales que posee el humano de acuerdo a su edad. De esta manera el mismo ciudadano ejerce funciones de militar, juez y sacerdote a lo largo de su vida. Primero, entonces, el ciudadano, siendo joven, pasa a formar parte de la clase militar, luego, al madurar, pasa a constituir la clase deliberativa, en razón de su conocimiento y experiencia que decantan en prudencia, para terminar sus días como sacerdote luego de retirarse de la actividad política; “es conveniente y parece que es justo que se distribuyan las funciones a los grupos, pues esa división es conforme al mérito”.

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IV EDUCACIÓN “Que el legislador debe ocuparse sobre todo de la educación de los jóvenes, nadie lo discutiría. De hecho, en las ciudades donde no ocurre así, eso daña a los regímenes, ya que la educación debe adaptarse a cada uno de ellos: pues, el carácter particular de cada régimen suele no sólo preservarlo, sino también establecerlo en su origen; por ejemplo, el carácter democrático engendra la democracia y el oligárquico la oligarquía, y siempre el carácter mejor es causante de un régimen mejor. Además, en todas las facultades y artes se requiere habituar y educar previamente con vistas al ejercicio de cada una de ellas, de modo que es evidente que también esto se requiere para la práctica de la virtud”23.

Antes de comenzar con la exposición del sistema educativo en cuanto tal, procederé a exponer una serie de consideraciones de índole puramente teórica respecto a la educación en sí, según como la concibe A., tanto en general como para su ciudad en específico.

1 - Consideraciones teóricas y generales Para A24., la educación ha de ser algo de interés público, que forme públicamente y de igual manera a todos los ciudadanos, esto en base a que “hay un fin único para toda la ciudad” al cual han de tender todos los ciudadanos, que son una parte de la ciudad, y “el cuidado de cada parte está orientado naturalmente al cuidado del todo”. La vida, nos dice A., se divide en trabajo y ocio25, por lo tanto, la educación ha de considerar esta esencial división, de tal manera que forme a partir de ambas partes. Así, el sistema educativo aristotélico comprende disciplinas destinadas tanto al trabajo como al ocio, es decir, disciplinas útiles, que son pensadas en razón de un fin ajeno a sí mismas, y disciplinas en mor de sí mismas26. Veremos en más detalle cuáles son unas y otras en la sección siguiente donde expongo la aplicación del plan aristotélico de educación, por ahora veamos los aspectos teóricos. El trabajo y el ocio, a su vez, se dividen también en dos cada uno, existiendo un trabajo noble o libre y otro vulgar o servil27, y un ocio noble y otro vulgar.

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Pol. VIII, 1 1337a. Pol. VIII, 1 1337a. 25 Pol. VII, 14 1333a. 26 Pol. VIII, 3 1338a. 27 Pol. VIII, 2 1337b. 24

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En cuanto al trabajo de hombres libres, éste ha de ser totalmente opuesto al “trabajo embrutecedor”: hay que considerar embrutecedor todo trabajo que inutilice el cuerpo, el alma o la inteligencia de los hombres libres para el uso y la práctica da virtud. Por eso, llamamos embrutecedoras a todas las artes que disponen a deformar el cuerpo, y también a los trabajos asalariados, porque privan del ocio a la mente y la hacen vil28.

Con respecto al ocio, éste sólo es poseído por aquellos ciudadanos que no trabajan29, pues quienes trabajan no perciben el placer, la felicidad ni la vida dichosa; mientras que el ocio los contiene en sí mismo. Puesto que la vida plena exige bienes corporales (la salud) y bienes del alma (las virtudes), la educación ha de tener como objetivo permitir la aparición de estos bienes en los estudiantes, si lo que se desea es que los ciudadanos sean lo más perfectos posible. Por lo tanto, se ha de formar a los futuros ciudadanos con trabajo duro tanto en el ámbito físico como psicológico. La disposición de las disciplinas, tanto físicas como psicológicas, ha de ser de acuerdo a la naturaleza humana, con lo cual, la gimnasia y el estudio se organizan temporalmente a lo largo de la vida del estudiante. Para entrar más en detalle en los aspectos teórico-generales de la educación aristotélica necesitamos primero conocer la estructura del alma. A. concibe el alma como una entidad separada en dos30: una parte racional y otra a-racional, pero que es capaz de percibir la razón, de obedecerla. La parte racional, a su vez, se divide en dos también: una sección teórica y otra práctica. Las acciones responden a ambas partes del alma, unas remiten a la parte racional y otras a la carente de razón; las que tienen como base la capacidad de juicio, es decir, la parte racional, son nobles con respecto a las que remiten a la parte carente de razón, que son vulgares; al ser esto así, son preferibles las acciones nobles a las vulgares, “porque siempre es preferible para cada uno lo más alto que puede alcanzar”. La parte a-racional del alma es la que se encarga de desear, mientras que la racional se encarga de juzgar, de realizar el razonamiento, ya sea a nivel teórico como práctico. Ahora, temporalmente hablando, la parte que sólo puede obedecer a la razón es la que primero se forma en el humano, y, antes de la formación del alma es la formación del cuerpo, quedando en último lugar, la formación de la sección racional del alma. La educación, según lo que apuntamos más arriba, ha de seguir esta línea y encargarse primeramente del trabajo físico y luego del psíquico.

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Pol. VIII, 2 1337b. Pol. VIII, 3 13358a. 30 Pol. VII, 14 1333a. 29

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Son tres los factores que influyen en la educación: la naturaleza, que corresponde a los más básico y general, a saber, la condición de ser humano; el hábito, que corresponde a la parte a-racional del alma; y la razón, que corresponde a la parte racional del alma. El factor naturaleza es independiente de nuestros esfuerzos, queda libre de deliberación, pues es algo que no puede ser de otra manera31; pero no es así para el hábito y la razón, pues ambos factores son susceptibles de ser manipulados. Como se dijo más arriba, la educación ha de adecuarse al desarrollo natural del humano, y lo primero que se desarrolla es el cuerpo, la voluntad, el coraje y el deseo: es evidente que el coraje, la voluntad y también el deseo se encuentran en los niños desde el momento mismo de nacer, pero el raciocinio y la inteligencia nacen naturalmente al avanzar la edad. Por ello primero es necesario que el cuidado del cuerpo preceda al del alma, y luego el cuidado del deseo; sin embargo, el cuidado del deseo es en función de la inteligencia, y el cuidado del cuerpo en función del alma32.

Esta armonía entre el desarrollo de la práctica educativa y el desarrollo natural del humano se verá claramente en la siguiente parte de este apartado.

2 - Aspecto práctico La aplicación práctica de la teoría educativa aristotélica, o del sistema educativo aristotélico, abarca desde la constitución física de los padres hasta, hablando estrictamente, la madurez de los hijos. A. es de la idea de que la educación se ha de centrar en el carácter y no en una mera entrega de conocimientos, y, al igual que en la participación ciudadana, la formación coincide con la edad y el desarrollo del educando, por lo tanto, la educación debe corresponderse con el avance a través del tiempo, tanto del alma como del cuerpo, y también debe corresponderse con la dinámica del alma y su conexión con el cuerpo. Para desarrollar su sistema educativo, A. avanza a la par que el desarrollo psico-físico del humano. Primeramente, trata la salud física, pero no del estudiante, sino de sus padres, así que establece varias reglas para llevar a cabo una saludable reproducción de sus ciudadanos: así pues, si el legislador debe, desde el comienzo, ocuparse de que los cuerpos de los educandos sean lo mejor posible, se ha de cuidar en primer lugar de la unión conyugal, y de

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Llevando la discusión a contexto, el tema de la naturaleza ha sido discutido y se ha expuesto en la sección II de este trabajo. Lo que apunto en esta hoja corresponde a un hablar estricto del tema. Véase, EN, X, 9. 32 Pol. VII, 15 1334a.

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Universidad Nacional Andrés Bello. Ignacio A. Scheid A. Invierno, 2014. Santiago, Chile. cuándo y en qué condiciones el hombre y la mujer deben tener relaciones conyugales unos con otros33.

Podemos dividir el sistema educativo aristotélico en 4 etapas: (1) la correspondiente a la condición de las figuras parentales; (2) la niñez (de 0 a 7 años); (3) la primera fase de la educación estatal (de 7 a 14 o 15); (4) la segunda fase de la educación estatal (de 14 o 15 a 17 o 18 años)34. El texto que tenemos llega hasta esta etapa, aunque de forma incompleta; aun así, es posible deducir que la educación seguirá hasta que los ciudadanos terminen de ejercer sus obligaciones en tanto que ciudadanos, variando sus modalidades según su edad. 1Echemos un vistazo a algunas de las necesarias condiciones para la procreación en la ciudad ideal aristotélica35, lo que correspondería a la primera etapa: -

es preferible que la época del año sea invierno y se han de preferir los vientos del norte a los del sur, los ciudadanos han de estar dentro de un rango de edad: los hombres entre 37 y 60 y las mujeres entre 18 y 50, la constitución física de los padres ha de ser ejercitada, pero no como la de los gimnastas, sino una constitución ejercitada en actividades de hombres libres, no trabajos forzados, ni violentos, ni realizados en una sola dirección, como los de los atletas.

Por último, la procreación no debe provocar la sobrepoblación, como medida contra esto, A. permite el aborto y la exposición de niños: “es necesario, en efecto, poner un límite numérico a la procreación. Y si algún niño es concebido por tener relaciones más allá de estos límites (…) se debe practicar el aborto”. Los recursos de poner fin a la vida del embrión y de exponer a los niños están restringidos. La exposición sólo se permite en los casos de niños deformes y el aborto sólo se puede realizar “antes de que surja la sensación y la vida”, lo cual, traducido en tiempo, correspondería a unos aproximados 40 días. 2-

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Pol. VII, 16 1334b. “Dos son las edades en las que es necesario dividir la educación: desde los siete años hasta la pubertad, y, a su vez, desde la pubertad hasta los veintiún años. Los que dividen las edades por periodos de siete años, en general no se equivocan al hablar así, pero hay que seguir la división de la naturaleza”. (Pol. 1337a). 35 Pol. VII, 1334b — 1336a. 34

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“Una vez nacidos los hijos, debe considerarse de gran importancia el modo de alimentación para el vigor de los cuerpos”, así, A. recomienda cuatro cosas muy importantes para un buen cuidado de los bebés36: -

una abundante dosis de leche, que los bebés realicen toda la gama de movimientos que la edad les permita, mantener el cuerpo derecho, acostumbrar a los niños desde pequeños al frío.

Así, acostumbrándose los niños desde muy pequeños a moverse diversamente, a mantenerse recto y a estar en el frío, evitarán problemas más adelante, como torceduras y debilidad, además el acostumbrarse al frío será muy útil para los tiempos de guerra y para la salud misma. “En efecto, para todos los hábitos que pueden adquirir, es mejor acostumbrarlos desde el mismo principio de su vida, pero acostumbrarlos progresivamente. Así pues, en la primera edad conviene realizar estos cuidados y similares a estos”. 2.5Una etapa intermedia entre la educación y cuidados realizados sólo en la casa y la educación estatal, es la etapa comprendida desde los 5 hasta los 7 años. Esta edad se caracteriza por juegos y relatos, no conviene iniciarles ni en aprendizajes ni en ejercicios violentos para no impedir su crecimiento; resultan de gran importancia los juegos realizados a esta edad, ya que a través de ellos se consigue una buena movilidad del cuerpo, los juegos no han de ser fatigosos ni relajados, deben de ser imitaciones de las tareas serias del futuro. Con respecto a las narraciones y mitos, se ha de ser muy cuidadoso ––y esto es en todo momento–– con lo que se dice delante de los niños: así pues, el legislador debe, más que ninguna otra cosa, desterrar de su ciudad la indecencia del leguaje (pues de decir con ligereza cualquier cosa indecente se pasa a actuar de manera semejante), y especialmente desterrarlo de los jóvenes, procurando que no oigan ni digan nada parecido. Y si alguno es sorprendido diciendo o haciendo alguna cosa prohibida (…) que se castigue con vejaciones y azotes (…) propias de hombres no libres, adecuados a su conducta servil37.

No sólo se ha de tener especial precaución con lo dicho frente a los niños y jóvenes, sino también con aquellas imágenes y esculturas indecentes. Quienes se han de encargar de que tanto los cuidados en general, como los juegos y las narraciones en particular sean correctos, son los “inspectores de niños”.

36 37

Pol. VII, 17 1336a. Pol. VII, 17 1336b.

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Universidad Nacional Andrés Bello. Ignacio A. Scheid A. Invierno, 2014. Santiago, Chile.

3Hasta ahora la educación se ha ejercido en la casa, pero desde los 7 años la educación pasa a estar en manos del Estado38, éste, como se apuntó en la primera sección de este apartado, entrega una educación común e idéntica a todos los ciudadanos, ya que hay un único fin para toda la ciudad. Lo primero en el plan de educación es la formación del cuerpo mediante los hábitos: puesto que es manifiesto que la educación debe hacerse antes por los hábitos que por la razón, y antes en cuanto al cuerpo que a la mente, resulta evidente de ello que los niños han de ser entregados al maestro de gimnasia y al entrenador deportivo; uno da al cuerpo una cierta disposición y el otro les hace practicarla en los ejercicios39.

La educación gimnástica se dilata hasta los 14 o 15 años. Su objetivo es desarrollar la hombría40, crear ciudadanos sanos, fuertes y valientes. Ésta se ha de enfocar en ejercicios nobles, evitando a toda costa sobrecargar a los niños y enseñarles con brutalidad (recordemos que la edad fluctúa entre los 07 y 14 años), de lo contrario sólo se entrega ciudadanos serviles y se impide que los jóvenes se destaquen más tarde en los juegos atléticos: lo noble y no lo brutal debe desempeñar el papel principal, pues ni el lobo ni ninguna otra fiera afrontaría un riesgo noble, sino más bien el hombre bueno. (…) Así pues (…) hasta la adolescencia deben practicarse ejercicios más ligeros, evitando un régimen alimenticio riguroso y los esfuerzos violentos para que haya ningún impedimento al desarrollo41.

4Luego de estos siete años de ejercicios gimnásticos, comienzan tres años de educación intelectual dirigida a aprender cosas útiles y necesarias. La educación intelectual se lleva a cabo en momentos diferentes con respecto a la educación física, puesto que: no se debe trabajar duramente a la vez con el cuerpo y con la mente, pues cada uno de estos ejercicios produce naturalmente resultados opuestos; el trabajo del cuerpo es un obstáculo para la mente, y el de esta para el cuerpo42.

38

Pol. VIII. Pol. VIII, 3 1338b. 40 Pol. VIII, 3 1337b. 41 Pol. VIII, 4 1338b. 42 Pol. VIII, 4 1339a. Podría esto remitirnos a la cualidad de ciudadano que tienen aquellos humanos que gozan de ocio, mientras que quienes no gozan ocio por tener que trabajar no pueden ser ciudadanos: “los ciudadanos no deben llevar una vida de trabajador manual, ni de mercader (pues esa forma de vida es innoble y contraria a la virtud), ni tampoco han de ser agricultores” (Pol. VII, 9). 39

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Universidad Nacional Andrés Bello. Ignacio A. Scheid A. Invierno, 2014. Santiago, Chile.

Estos tres años comprenden las disciplinas de la lectura, por ser útil para vida y tener muchas aplicaciones; el dibujo, ya que “da capacidad para contemplar la belleza de los cuerpos”; y la música. Esta última disciplina es tratada extensamente por A., examinando las diferentes posturas con respecto a su utilidad e importancia, tanto dentro como fuera del ámbito de la educación. Para el caso de este escrito es suficiente apuntar que A. ve en la música tres áreas de uso43: el placer, el recreo y el descanso, estando al nivel de la bebida y la danza; la educación e incitación a la virtud, así como la gimnasia es capaz de hacer virtuoso el cuerpo; y, por último, la diversión y el cultivo de la inteligencia. Todos los modos pueden ser usados en la educación, sin embargo, no en la misma edad ni en el mismo momento, sino uno primero y después los otros44. Para aplicar correctamente los diferentes modos, A. divide en tres las melodías (admitiendo “la división de las melodías establecidas por algunos autores versados en filosofía”): las melodías éticas, a las que corresponde el modo dorio, son utilizadas para la educación; y las prácticas y las entusiasticas, a las que corresponde el modo frigio, son recomendadas para la mera audición, pero siempre ejecutadas por terceros.

A término de los tres años arriba expuestos, los jóvenes comienzan una educación mucho más rigurosa que la que hasta ahora han llevado: después de haber dedicado a partir de la pubertad tres años a otras enseñanzas, conviene que ocupen el periodo siguiente de su vida en los ejercicios duros y con un régimen alimenticio riguroso45.

Muy lamentablemente, carecemos de detalles con respecto a esta parte de la educación y de las siguientes, ya que, como apunté al comienzo de esta exposición, el libro VIII lo tenemos incompleto.

43

Pol. VIII, 5. Pol. VIII, 7. 45 Pol. VIII, 4 1339a. 44

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