Experiencia, movimiento y conocimiento: un ejercicio de pensamiento libre

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Descripción

Estudios sobre educación y formación

Dr. José Narro Robles Rector Dr. Eduardo Bárzana García Secretario General Dra. Estela Morales Campos Coordinadora de Humanidades Dra. Margarita Velázquez Gutiérrez Directora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias

Dra. Margarita Velázquez Gutiérrez Lic. Mercedes Gallardo Gutiérrez Secretaria Técnica del Dra. Adriana Ortiz Ortega Profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Dra. Elaine Levine Leiter Investigadora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte, Dra. Elsa María Cross y Anzaldúa Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras, Dr. Carlos Javier Echarri Cánovas Urbanos y Ambientales, El Colegio de México Dra. Maribel Ríos Everardo Secretaria Académica del Mtra. Yuriria Sánchez Castañeda Jefa del Departamento de Publicaciones del

EXPERIENCIA, MOVIMIENTO Y CONOCIMIENTO: UN EJERCICIO DE PENSAMIENTO LIBRE Rodrigo Toniol Formador FOMIX-CIDYT Según lo entiendo, me han pedido ustedes un informe sincero e introspectivo-personal (...); y si tengo que ser sincero y personal sobre mi pensamiento, entonces tengo que ser impersonal sobre los resultados de ese pensamiento. Aun si pudiera desterrar tanto el orgullo como el pudor durante una hora [o durante todo ese texto], la sinceridad seguirá siendo difícil. Gregory Bateson

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n un texto de 1940, presentado como una conferencia en la New School for Social Research y publicado posteriormente en el periódico Philosophy of Science,21 Gregory Bateson insistió en la idea de que el vaivén entre el pensamiento estricto y el libre es constitutivo de

la démarche científica (Bateson, 1972). Acaso, como lo propone el antropólogo, la vigencia de tal movimiento pendular sea inseparable de la producción de ciencia, también es verdad que esos pensamientos tienen estatutos cada vez más desiguales en las presentaciones de nuestros trayectos y en los informes con los resultados de las investigaciones. Tal vez hasta pudiésemos arriesgarnos a decir que la misma sombra que cae sobre el polo libre del pensamiento científico y, por consiguiente lo oculta, en contraste produce un efecto de iluminación en su forma estricta. El motivo inicial para escribir este texto fue producir una narración personal acerca del diálogo interdisciplinario en el proceso de la investigación. A partir de esta propuesta, y recuperando las ideas de Bateson, intentaré hacer un relato sobre mi trayectoria de investigación que no esconda los pensamientos libres que la permean. Mantenerlos visibles, o al menos no condenarlos a quedar entrelíneas, significa dejar traslucir los vacíos abiertos, las interrogantes sin respuesta y los saltos teóricos. Lejos de ser indolente, un pensamiento libre es un pensamiento indisciplinado, que trasciende los límites de nuestra división científica del trabajo y asocia lecturas de textos teóricos con conversaciones de pasillo y diálogos durante el trabajo de campo. De la misma forma que este tipo de procedimiento es recomendado extensamente en los manuales metodológicos, el pensamiento libre, cuando adquiere forma de texto,

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Me refiero a “Experiments in thinking about observed ethnological material”. 149

normalmente gana contornos estrictos, que trabajan para, por fin, disciplinarlo. Intentaré a partir de este momento, mantener la expresión de ese pensamiento libre en la construcción de ese texto. Para eso, presentaré cómo se relacionan dos investigaciones que realicé entre 2006 y 2011, a partir de conceptos, ideas e introspecciones enmarcadas por el diálogo interdisciplinario.

Caminatas que borran fronteras Entre 2006 y 2009 investigué dos grupos de caminatas: los Ecocaminantes, empresa de turismo ecológico que promueve el senderismo en medio de la naturaleza, y la Asociación de los Amigos del Camino de Santiago de Compostela de Rio Grande do Sul (ACASARGS), organización no lucrativa que divulga y promueve caminatas enfocadas a personas que se están preparando para la peregrinación a Santiago, en España. En esta búsqueda, mi interés fue investigar las experiencias religiosas de individuos y grupos con orientación ecológica, así como también las prácticas ecológicas de aquellas personas que sitúan en la naturaleza el locus de sus relaciones con lo sagrado. En el transcurso del trabajo de campo hice decenas de caminatas, participé en diferentes reuniones dedicadas a preparar a caminantes novatos, festejos para recibir a caminantes que regresaban de largos viajes, así como fiestas de despedida. Yo mismo pude, después de muchos malestares musculares, desánimos y frustraciones traducidas en mi incapacidad física para realizar apenas una caminata por mes, confrontarme con mi cuerpo, con los límites que me impuso, y así, aproximarme a la práctica de la caminata. A partir de la reflexión sobre el modo en que mis experiencias corporales fueron estandarizadas en esa práctica, comprendí mejor el acto de la caminata ecológica y religiosa. Para poder entrevistar a los caminantes fui llamado a caminar, a poner mi cuerpo en ese contexto y concebirlo no sólo como un objeto para la reflexión, sino también como un instrumento analítico. Durante mi investigación me pude aproximar a los dos grupos y afinar mi percepción sobre la práctica de la caminata, llegando a comprender mejor la pedagogía que produce cuerpos caminantes, que conforma sensaciones estéticas, ecológicas, religiosas. Hacer caminatas tanto con los Ecocaminantes como con la ACASARGS, no sólo me condujo a practicar rutinas relacionadas con mi acondicionamiento físico, sino también a enterarme acerca del vasto repertorio de destinos que estas personas recorren comúnmente. Tuve que estudiar las rutas del Camino a Santiago de Compostela para charlar con mis interlocutores acerca de los trayectos más bonitos, los más largos y los más difíciles. Pasé también a participar en discusiones en la internet, donde las personas divulgaban sus rutas, discutían sobre el peso ideal de la mochila, el calzado más adecuado, las novedades tecnológicas para los caminadores, etc. La caminata dejó de ser experimentada como un acontecimiento puntual y aislado y pasó a ser un acto cotidiano.

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Así, mi desafío ahora sería cómo mantener en una narrativa etnográfica esa tensión productiva entre la conformación de mi propio cuerpo-caminante y el análisis de los caminantes identificados con cada uno de los dos grupos investigados. ¿Cuáles son los diálogos teóricos que debería priorizar para que esa pedagogía a la que sometía a mi cuerpo en el trabajo de campo, no se diluyera en interpretaciones totalizadoras sobre “el sentido de la Caminata”? La reiteración de los caminantes sobre la dificultad para describir las caminatas siempre estuvo acompañada por una recomendación: “nunca lo entenderá si no la practica”. Y ésa fue la clave para que yo tomase en serio la propuesta de cierta antropología fenomenológica para lanzarme en la producción de una narrativa interesada en la experiencia. Al asumir tal propuesta me topé con el desafío de hacer una descripción somática teniendo a mi disposición un pequeño vocabulario de términos antropológicos que favorecían la experiencia de las personas y no el modo por el que crean significados, reflejan o representan el mundo que los rodea. Esta iniciativa tiene a su favor la capacidad de problematizar el ímpetu hermenéutico en totalizar los fenómenos observados y, al mismo tiempo, involucrase en la construcción de una descripción que busca los puntos de fuga, el flujo, en fin, que acepta la indeterminación como una condición inevitable en la descripción etnográfica. Se trata de evitar, en esta escritura, el congelamiento de las experiencias de las personas que conocí, observé y reflejé en el movimiento, en las caminatas. La propuesta de una antropología fenomenológica consiste, en gran medida, en que “el cuerpo sea entendido como la base existencial de la cultura, no como un objeto que sirve para pensar, sino como un sujeto que es necesario para ser” (Csordas, 2008, p. 367). Dado que el cuerpo es, por tanto, el espacio de la cultura, los individuos son entendidos, sobre todo, en tanto seres corpóreos. De tal forma que los cuerpos no sólo son biológicos, sino también religiosos, históricos, artísticos, etc. Thomas Csordas ha contribuido en el desarrollo de este campo a partir de lo que llamó el paradigma de la corporeidad. Desde esta perspectiva, el autor asume el cuerpo no como un mero receptáculo de estímulos e inscripciones culturales, sino como un cuerpo fenoménico, no dicotomizado. Aceptar a éste como central y activo a partir del paradigma de corporeidad es el resultado de un intento de colapsar dicotomías tales como mente/cuerpo y sujeto/objeto. Así, Csordas lanza más de dos formulaciones que, invocando el cuerpo como principio metodológico, llevan a cabo el propósito, no de mediar, sino de colapsar las dicotomías. La primera formulación es la de Merleau-Ponty (1971; 2000), que establece que a partir de la percepción y la experiencia corporal colapsa la dualidad sujeto/objeto. La segunda es la de Pierre Bourdieu (2008), con la teoría de que con la práctica colapsa la dualidad estructura/práctica. A partir de estas referencias, Csordas inicia el desarrollo de una propuesta de corporeidad como paradigma para la antropología. Un modelo teórico que no sugiere que todas las culturas tienen las mismas experiencias perceptivas, sino que la experiencia corporeizada sea el punto de partida para el análisis.

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No podré desarrollar aquí la etnografía pormenorizada de las caminatas, como lo he hecho antes en otros trabajos (Toniol, 2001; Toniol y Steil, 2011), pero quiero destacar cómo el involucramiento en la idea de una etnografía de la experiencia abrió las posibilidades de diálogo con otras áreas del conocimiento. Durante la investigación estuve particularmente cerca de investigadores vinculados con el campo de la educación. Nuestros intereses comunes pasaban justamente por mi opción de describir la pedagogía de la caminata a partir de la experiencia de los caminantes. Este movimiento analítico conllevaba la potencialidad de mover las discusiones sobre el aprendizaje, muy marcadas por el debate sobre la cognición humana, hacia otro eje, el de la experiencia. A partir de este diálogo con estudiantes y profesores del campo educativo decidí retomar, en una investigación posterior, el tema de la caminata y su relación con el acto de conocer. Como uno de los efectos de esa apertura al diálogo, pasé a explorar los límites de otra frontera disciplinar, la de la relación entre la antropología y la biología. La acción de caminar parece contener un sentido primordial de desplazamiento que involucra dos aspectos. Por un lado, el directamente relacionado con la descripción que caracteriza a la naturaleza humana, caminar erecto sobre dos pies. Por el otro, el asociado con procesos de contacto cultural, de formación de alianzas y de grupos. La caminata, en este sentido, funciona tanto como elemento capaz de explicar la humanidad como especie, como para comprenderla como cultura. En la división del trabajo científico toca a los antropólogos enfrentar esa segunda dimensión ontológica de la existencia humana. El funcionamiento de ese compartir entre el dominio de la naturaleza y el de la cultura forjó especialistas para cada una de ellas y, en consecuencia, hizo más difícil el reconocimiento de fenómenos, prácticas y explicaciones capaces de desplazarse de un polo a otro. Así, ni siquiera entonces el acto de caminar pasa a ser tematizado como objeto e interés común de las ciencias humanas y de las de la naturaleza, de forma que cada uno de estos campos incorporó ese tipo de desplazamiento a su propio modo. En cuanto que la mayor parte de las referencias sobre la caminata elaborada desde las ciencias sociales la conciben como una vía de acceso a las representaciones socioculturales, la caracterización de las ciencias biológicas está asociada a la evolución de la especie y sus habilidades motrices. Sin embargo, en las últimas décadas ha surgido una serie de cuestionamientos sobre ese principio de separación absoluta entre naturaleza y cultura, como también de sus consecuencias en la generación de conocimiento (Descola, 2005; Ingold, 2000, 2011; Latour, 1994, 2002). En diálogo con tales perspectivas me detuve, durante la segunda investigación, a reflexionar acerca de la organización y la realización de las caminatas, realizadas dentro del marco de la política pública del estado de Paraná, Brasil. Se trataba de caminatas desarrolladas en el ámbito de un proyecto que tenía como objetivo el fortalecimiento del turismo rural y la agricultura familiar en municipios del estado con vocación agrícola. Estas actividades involucraban a las esferas federal, estatal y municipal del poder público brasileño a partir de la movilización de oficinas como el Ministerio de Desenvolvimiento 152

Agrario (MDA), la Empresa de Assistência Técnica e Extensao Rural do Paraná (EMATER), diferentes secretarías municipales, además de la organización no gubernamental Anda Brasil. Precisamente, asumí como locus de interés empírico las actividades relacionadas con el proyecto Caminata en la Naturaleza, llevadas a cabo en algunas ciudades de la región Vale Do Ivaí, localizada en la región centro-norte de Paraná.22 A partir de este universo de investigación, mi esfuerzo se dirigió hacia dos ejes de reflexiones, que si bien presentados inicialmente como distintos, estuvieron todo el tiempo relacionados. En primer lugar traté de asumir el propio acto de la caminata como un fenómeno con posibilidades de ser analizado antropológicamente. En segundo lugar, discurrí acerca de la manera en que el desplazamiento de los caminantes en recorridos rurales, no sólo ha contribuido a alentar el turismo rural en ciertas regiones, pero también a promover cierto ideario ecológico entre caminantes y agricultores relacionados con tales sucesos. La vinculación de esos dos esfuerzos analíticos está en la posibilidad de concebir el propio desplazamiento en la caminata como un aspecto central para la incorporación de ese ideario por parte de los individuos investigados. Entonces, sugerí considerar la propuesta de Tim Ingold (2011; Ingold y Vergunst, 2011) y reconocer el conocimiento, no tanto como una acción cognitiva individual, si no más bien como una acción resultante de determinado modo de habitar el mundo. Se trata de situarme como participante de un esfuerzo más amplio, elaborado por una serie de autores que han puesto en jaque la primacía de la razón humana en la generación de conocimiento respecto del mundo (Descola, 2005; Ingold, 2000, 2011; Latour, 1994, 2002; Viveiros de Castro, 2002).23 En diálogo con la psicología y la ecología, Ingold se apartó de una tradición cognitivista y se acercó a una filosofía fenomenológica. Como consecuencia epistemológica de ese posicionamiento teórico, el autor afirma que conocer no es resultado de la adquisición de representaciones, sino de una disposición fenoménica de los sujetos del mundo para forjar determinadas habilidades a partir de esa relación. Por tanto, producir y transmitir conocimientos y, antes que nada, educar considerando a los sujetos partir de sus relaciones con el mundo. En lo que se refiere a las preguntas hasta ahora formuladas acerca del acto de caminar, este tipo de perspectiva fenomenológica manifiesta dos consecuencias inmediatas. En primer lugar, se contrapone al principio del hecho de que toda la humanidad camina, al postulado evolucionista que afirma que caminar es una habilidad motriz innata. Lo que está en juego en este enunciado es la idea de que 22

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No podré aquí dar pormenores del desarrollo de esa etnografía, pero remito a otros textos ya publicados: Toniol, 2013; Toniol y Steil, 2012. Vale destacar que al elaborar esta perspectiva, Ingold también pretende problematizar una no consideración de los no humanos en la producción de conocimiento. Con todo, lo que me interesa de esa perspectiva, en ese momento, no es tanto la posibilidad de considerar a los no humanos como productores de conocimiento, pero sí el hecho de que aquello que habitualmente se considera como apuesto a la razón en el Occidente moderno, es decir, el cuerpo, también será considerado como posible productor de conocimiento sobre el mundo. 153

las representaciones y reglas que determinan un modo de caminar específico pueden ser trasmitidas de una mente a otra, solamente porque hay un dispositivo innato capaz de procesar las informaciones culturales adquiridas a lo largo de la vida. Aunque la cultura sea determinante para constituir la manera como los individuos caminan, por ejemplo, ésta es, según tal perspectiva, necesariamente posterior a los aparatos naturales de procesamiento de información. Estos dispositivos, que funcionan como estímulos de entrada, son inevitables, trascendentes, insensibles a los mecanismos con los que los individuos se involucran con el mundo. Al cuestionar estos presupuestos cognitivistas no estoy negando la imprescindibilidad del organismo biológico para la acción de caminar, pero sí problematizando la idea de que la cultura es un ingrediente extra que se suma a lo naturalmente humano. En pocas palabras, el objetivo fue evitar a toda costa la aseveración según la cual los humanos nacen biológica o psicológicamente idénticos para después diferenciarse culturalmente. En este sentido, las habilidades adquiridas son resultado de la situación de ser en el mundo, lo que implica un proceso de desenvolvimiento no referenciado por las segmentaciones características de la modernidad, tales como la de un organismo exclusivamente biológico, un mundo externo a los sujetos y una cultura indiferente al mundo y al organismo. En segundo lugar, también problematiza algunos modelos analíticos que tratan la producción de un modo de experimentar el mundo como en relación con procesos distintos de aquellos que conforman las representaciones sobre ese propio mundo. Así, se cuestiona el fundamento del concepto de representación que supone una correspondencia entre aquello que está en la mente de los individuos y aquello que ocurre fuera de ella, para tomar como acción fundante de la humanidad la propia relación de los individuos con el mundo. En este cuadro de referencias se puede afirmar que caminar no es meramente la expresión de pensamientos y sensaciones que fueron ya trasmitidos a partir de representaciones relacionadas con ciertos preceptos culturales, ni tampoco que la caminata sea apenas una manera de pensar y sentir, por medio de la cual se generan continuamente formas culturales. Opto por seguir la radical sugerencia de Sheets-Johnstone (1999) e Ingold e Verngust (2008) y hacer esta última propuesta en sentido contrario, argumentando que pensar y actuar son modos de caminar. Por tanto, es necesario ampliar la noción de caminar y, por consiguiente, reconocer que pensar y sentir no se reducen al establecimiento de la relación entre un estado subjetivo de la mente y una objetividad dada por las condiciones materiales del mundo, sino, antes de esto, concebir el acto de desplazarse como fundamental para la experiencia, la interpretación y el conocimiento del mundo. Esto es, el movimiento, aquí, no es un accesorio para el conocimiento ya incorporado sobre el mundo, sino que es el modo de conocerlo. El cuerpo, desde esta perspectiva, adquiere relevancia significativa en la medida en que es objeto y sujeto de desplazamiento, constituyéndose, por tanto, no solamente en mero receptáculo de estímulos e inscripciones culturales ya construidas, sino como el propio suelo existencial de la cultura

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(Csordas, 2008). En este sentido, si el cuerpo es fundamento de la cultura, caminar (o pensar en movimiento) es fundamento para ser un cuerpo. El movimiento no es una acción utilitaria cuya mayor importancia está en salir de un punto y llegar a otro, sino que el conocimiento se cultiva en el propio desplazamiento, se forja junto con el propio paisaje en que se mueve. Desde esta perspectiva, en la que la situación del individuo en el mundo es central para comprender aquello que él conoce, la distinción entre un especialista y un neófito se da, no tanto por el contenido de las informaciones que cada uno de ellos tiene en sus mentes, sino más por la mayor sensibilidad fenoménica a los elementos de su entorno. En el caso de las caminatas en el Valle de Ivaí, como lo quise mostrar en otros textos (Toniol, 2014; Toniol, 2013; Toniol y Steil, 2012), he presentado cierto idioma ambiental24 para funcionar, justamente a partir de la sensibilización de los caminantes a determinados aspectos de los senderos por donde caminan. Este breve regreso a las dos investigaciones que realicé en los últimos años me permite finalizar este texto señalando dos aspectos que considero algunas de las principales contribuciones al diálogo interdisciplinario. En primer lugar, solamente cuando incorporé una matriz de pensamiento interdisciplinario pude ampliar mi imaginación antropológica al punto de poder concebir como cuestiones y objetos de investigación, tópicos que antes no visualizaba, tales como el acto de caminar. En segundo lugar, un conjunto de producciones y diálogos teóricos permitirá mayor apertura a este tipo de análisis interdisciplinario y, ciertamente, los trabajos de Gregory Bateson están incluidos. A pesar de haber sostenido con dicho autor algunas pláticas apenas latentes en este texto, sí lo atraviesan integralmente. Pese a haber sido parcial y a tener carencias, como es un ejercicio de pensamiento libre, espero haber podido mostrar aquí cómo me condujeron la propia realización de la investigación y los temas a los que me dediqué, a campos de investigación inesperados, en donde la reflexión interdisciplinaria se imponía, no como una opción, sino como una verdadera condición para su desarrollo.

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La categoría idioma ambiental fue elaborada, originalmente, en el proyecto “Ambientalizaçao Social e religiao”, presentado en Carvalho y Toniol, 2010. 155

Ingold, Tim (2000), The Perception of the Environment. Essays in livelihood, dwelling and skill, Londres/New York, Routledge. Ingold, Tim (2011), Being Alive: essays on movement, knowledge and description, Londres y Nueva York, Routledge. Ingold, Tim y Lee Vergunst (2008), Ways of walking: ethnography and practice on foot, Londres, Ashgate publishing. Latour, Bruno (1994), Jamais fomos modernos, Río de Janeiro, Ed. 34. Latour, Bruno (2002), Reflexão sobre o culto moderno dos deuses fe(i)tiches, São Paulo, EDUSC. Merleau-Ponty, Maurice (1971), Fenomenologia da percepção, Río de Janeiro, Freitas Bastos. Merleau-Ponty, Maurice (2000), O visível e o invisível, 4a ed., São Paulo, Perspectiva. Sheets-Johnstone, Maxine (1999), The Primacy movement, Amsterdam, John Benjamins. Steil, Carlos Alberto y Rodrigo Toniol (2011), “Ecologia, corpo e espiritualidade: uma etnografia das experiências de caminhada ecológica em um grupo de ecoturistas”, Cadernos do CRH, Salvador, vol. 24, núm. 61, pp. 29-49. Toniol, Rodrigo (2001), “O caminho é aqui: um estudo antropológico da experiência do Caminho de Santiago de Compostela em uma associação de peregrinos do Rio Grande do Sul, Brasil”, PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, Tenerife, vol. 9(3) Special Issue, pp. 69- 82.

Toniol, Rodrigo (2013), “No rastro das caminhadas. Etnografia da experiência de caminhadas na natureza no Vale do Ivaí, Paraná”, Vivencia (UFRN), vol. 1, pp. 67-80. Toniol, Rodrigo (2014), “Políticas de turismo rural e a promoção de um idioma ambiental: etnografia de caminhadas na natureza no Vale do Ivaí, Paraná”, Estudos de Sociologia (Recife), vol. 1, pp. 80-102. Toniol, Rodrigo y Carlos Alberto Steil (2011), “Ecologia, Nova Era e Peregrinação: uma etnografia da experiência de caminhadas na Associação dos Amigos do Caminho de Santiago de Compostela do Rio Grande do Sul”, Debates do NER, núm. 17, pp. 97-120. Toniol, Rodrigo y Carlos Alberto Steil (2012), “O idioma ambiental e a promoção de Caminhadas na Natureza: etnografia de uma política de turismo rural no Vale do Ivaí, Paraná”, Revista Paranaense de Desenvolvimento, vol. 1, pp. 293-322. Viveiros de Castro, Eduardo (2002), A inconstância da alma selvagem e outros ensaios de antropologia, São Paulo, Cosac Naify.

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