¿Existe realmente el Bien? (2014)

June 20, 2017 | Autor: N. Acosta Corin | Categoría: Christianity, Philosophy, Socrates, Virtud
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Descripción

¿Existe realmente el Bien? Nicolás Acosta Corin The Integrity College Durante la historia de la humanidad, siempre hemos buscado entender qué es el Bien, qué es realmente lo bueno, y qué es realmente malo para cada ser de forma universal. Nos hemos llenado de creencias y teorías al respecto, tanto que esto está cada vez más nublado, más difícil de definir. Ante esto, seguiremos teniendo problemas para definirlo, hasta que no quitemos, tajantemente, nuestro ego del centro y, en su lugar, prioricemos la búsqueda del Bien universal o absoluto. Es tanta la necesidad del Bien que tenemos, que luchamos por querer ser “buenas personas”. Mas no lo podemos conseguir, puesto que en el intento, siempre nos ponemos en la prioridad de los hechos. Buscamos lo que nos beneficie particularmente, independiente de si beneficia a los terceros, o no. El Bien queda indefinido para Sócrates, nos deja la pregunta abierta a través de los escritos, que hemos heredado de su discípulo, Platón. Pero, no porque Sócrates no lo haya definido, significa que no pueda ser definido. Puesto que, de alguna forma, él se limitó con su más célebre dicho: “Sólo sé que nada sé”. Podemos definir el Bien universal como aquello que, realmente, trae beneficios y tranquilidad a todos, sin importar su contexto personal. Eso que todos, sin distinción, pueden decir: “quizá no me gusta, o me cuesta, pero no puedo negar que es beneficioso para el buen vivir”. De todas maneras, Sócrates cae en un punto, y es que el ser humano no puede alcanzar el Bien por sí mismo, porque si esto fuese así, uno como persona actuaría naturalmente ligado a las cosas buenas, así el mal no tendría cabida dentro de la vida común y corriente. Mas sabemos que no esto lo que sucede, siempre existe esa tendencia a actuar de forma negativa, acompañada de una búsqueda constante de nuestro egocentrismo, de obtener el propio beneficio o crecimiento. Por ejemplo, no yendo muy lejos de nuestra realidad chilena, muchos (o quizá todos) personajes de renombre que aportan de su riqueza personal, para apoyar causas como la Teletón. Aparecen ante las cámaras, realmente las buscan, buscan que

las personas los miren, que su aporte sea conocido, e incluso que sea portada en los diarios. Persiguen la alabanza de la gente, por el “bien” que hacen, cuando realmente buscan su propio bien, y nada más que su propio bien. Si vamos a hablar del Bien, vamos a empezar por quitarnos de en medio, dejar de centrarnos solo en nosotros, y dar el espacio correcto a cada cosa. Pero, si bien, el Bien no es alcanzable por uno mismo, sí es posible de alcanzar cuando este se busca saliendo de la naturaleza que no contiene el Bien en sí mismo. Llegando al final de esta calle sin salida, nos queda una pregunta: ¿dónde está el Bien, si este no está en nosotros? Jesús nos afirma esto, de una manera bastante peculiar, en una conversación con un joven rico: “Nadie es bueno sino uno: Dios.” (Reina-Valera 1995, Mt 19.17b). Cuando Jesús habla del concepto “Dios”, justamente, no es un concepto, nos habla de una persona, que es accesible, a través de conocer a Jesús (Nueva Versión Internacional, Jn 14.6-7). ¿Y cómo conocemos a Jesús? Él se revela en los cuatro evangelios, (y en los otros sesenta y dos libros de la Biblia), cuando se relata su historia y nos enseña cómo llegar a Él (Nueva Versión Internacional, Mt 6.6-13). Entonces, si damos por sentado que se ha afirmado dónde está el Bien, podemos decir que este sí existe. Aunque, si está concluido, ¿qué pasó? ¿Por qué hemos perdido el Bien? O, ¿por que no está innato? Pablo nos esclarece un poco con esto: “A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció un insensato corazón. Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos, y de los reptiles”. (Nueva Versión Internacional, Rom 1.21-23) Con todo lo anterior, ya queda bastante más claro qué sucedió con el Bien y el hombre. A final de cuentas, el hombre prefirió (y sigue prefiriendo) seguir sus “instintos” antes que mantener, en sí mismo, el Bien que provenía, y proviene, de su

todopoderoso Creador; desde Adán y Eva, este fue desechado hasta que Jesucristo vino a restaurar ese vínculo entre Dios y los hombres, a fin de que el Bien volviera a gobernar en el corazón de los hombres, en lugar de la maldad. Referencias Nueva Versión Internacional. Miami: Editorial Vida, 1999. Impreso. Reina-Valera 1995. Bogotá: Sociedad Bíblica Colombiana, 1996. Impreso.

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