Excavaciones en la muralla de El Pueyo de Los Bañales (Uncastillo, Zgz). 2012-2014, , I Congreso de Arqueología y Patrimonio Aragónes, Zaragoza, 2016, 303-312

May 25, 2017 | Autor: Angel Jordán | Categoría: Arqueología, Urbanismo, Murallas Romanas
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Descripción

Sesión 2. Arqueología Clásica

33. EXCAVACIONES EN LA MURALLA DE EL PUEYO DE LOS BAÑALES (UNCASTILLO, ZGZ). 2012-2014 Ángel A. Jordán1 1

Archivo Epigráfico de Hispania

Ángel A. Jordán , [email protected]

RESUMEN Se presentan en las siguientes páginas algunos de los resultados de las excavaciones realizadas entre 2012-2014 en El Pueyo (Los Bañales, Uncastillo), que permitieron el hallazgo de un lienzo de muralla datado en época tardoantigua, así como del sistema de anclaje de la puerta de acceso. PALABRAS CLAVE: El Pueyo, Los Bañales, Muralla, Torre, tardoantigua

1. INTRODUCIÓN El Pueyo de Los Bañales es una colina de 554 m de altura emplazada en el límite sur del municipio de Uncastillo (Zgz) (coords. UTM 645721, 4683352), en la comarca de las Cinco Villas, a cuyo abrigo se desarrolló una ciudad, la de Los Bañales, durante 1200 años.

Figura 1. Localización de El Pueyo (Los Bañales, Uncastillo) Desde un punto de vista morfológico, la colina está articulada

en tres terrazas. A la primera se accede por un camino enlosado que excavó J. Galiay en 1943 (Galiay 1944, 1617). Aunque esta terraza está muy colmatada por la erosión de la colina, se sabe que pudo estar delimitada por una estrecha muralla o un muro de aterrazamiento, descubierto en el año 2013 y, además, las estructuras que se perciben adoptaron una disposición radial (Beltrán 1976, 162). Tras ella, la segunda de las terrazas muestra abundantes restos de construcciones de diferente carácter, tanto doméstico como productivo, agrupadas en torno a varios espacios abiertos, de difícil identificación. Por último, la terraza superior conserva unos monumentales restos arquitectónicos en su parte Norte, en la actualidad en objeto de estudio, que tal vez pudieron corresponder a un templo, transformado en época tardoantigua en una iglesia. En este contexto, entre los años 2012-2014 tuvieron lugar cuatro campañas de limpieza y excavación en la segunda y tercera terrazas, dirigidas por el Dr. Ángel A. Jordán, orientadas a comprender la manzana I, un espacio excavado por J. Galiay en la década de los 40 del pasado siglo (Jordán 2013), la articulación de la entrada a la segunda de las terrazas y, por último, el gran edificio que corona la colina de El Pueyo.

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2. OBJETIVOS

3. METODOLOGÍA

Las excavaciones de 2012 en El Pueyo propiciaron el hallazgo de una hilada de sillares de gran tamaño (U.C. 3005) asentados sobre la roca madre y al que se adosaba el muro oriental (U.C. 2500) de A4. Esta estructura, claramente arrasada, fue identificada, con cautela, como los restos de la cimentación de una muralla. Con respecto a ella, J. Galiay ya daba noticia de la existencia de “defensas artificiales (…) inmediatas a la entrada” y de “grandes piedras propias de un cierre amurallado, completado en parte por muros de viviendas que al invadirlo suplían su misión defensiva” (Galiay 1949, 22-23). Sin embargo, con posterioridad se perdió la noción de su existencia, hasta el punto de que no vuelve a surgir en la bibliografía científica (Beltrán 1976, 162-163; Andreu 2009).

Para llevar a cabo estos objetivos se excavó manualmente el espacio seleccionado, alcanzándose el último nivel de habitación cuando fue posible y empleándose como apoyo un sistema de cuadrícula de 2x2 m. Los resultados obtenidos se registraron siguiendo el sistema basado en el análisis de cada una de las unidades estratigráficas simples (UU.EE.) que componen la secuencia estratigráfica general del subsuelo, de acuerdo con los postulados de E. C. Harris (Harris 1991).

Este inesperado hallazgo planteó la limpieza y excavación en el año 2013 de una zona de 15x2 m situada al sur de la manzana I y en la linde Este de la segunda terraza. En este espacio se apreciaba la existencia de una gran acumulación de piedras alineadas longitudinalmente, lo cual permitía intuir que podría tratarse de otro lienzo de una hipotética muralla, quizá mucho mejor conservado. De esta forma, el objetivo de la intervención se centró en la confirmación de la existencia de esta estructura urbanística, así como el conocimiento de su morfología, cronología y relación con esta zona de la segunda terraza de El Pueyo, buscando también su conexión con una hipotética entrada.

Lógicamente, la primera labor que se efectuó fue el desbroce y la retirada del nivel de manto vegetal, compuesto por tierra muy suelta de color marrón oscuro, con profusión de raíces y poco material. Por cuestiones metodológicas se optó por dividir ésta unidad estratigráfica en tres UU.EE. (7, 8 y 9), en función de su emplazamiento al interior (U.E. 7) o exterior (UU.EE. 8 y 9) del sector de la muralla, así como de su disposición al Norte (U.E. 9) o al Sur (U.E. 8) de una construcción que se intuía entre la vegetación antes de la intervención.

3.1. Actuación en el exterior de la muralla La actuación en el exterior de la muralla estuvo encaminada a favorecer el acceso del visitante al exterior de esta estructura, así como a dar una mayor visibilidad a una torre cuadrangular identificada tras la limpieza del manto vegetal. Con esta finalidad y teniendo en cuenta la existencia de tres sillares muy inclinados hacia el exterior, que desaconsejaban una excavación completa de este espacio, se optó por establecer un nivel artificial en cota 250. Así, una vez retirado el manto vegetal se identificaron las UU.EE. 10 (Sur de la torre), 11 (Norte de la torre) y 26 (interior de la torre), compuestas por tierra amarillenta mezclada con muchas piedras irregulares de tamaño medio, sin trazas de restos vegetales y sin material. En nuestra opinión, posiblemente se formaron como consecuencia del derrumbe parcial del lienzo de la muralla. De éstas, se excavaron en parte las UU.EE. 10 y 11, mientras que se optó por no intervenir en U.E. 26, dejándolo para más adelante.

Figura 2. Sector de la muralla antes de su limpieza. Con posterioridad, la necesidad de explicar la presencia de algunas estructuras que iban apareciendo (UU.CC. 2900 y 4900) motivó la ampliación de la zona de excavación en un espacio de 10m. x 10m. Además, la ausencia de un contexto claro en la zona de excavación tras la campaña de 2013, unida a la falta de precisión cronológica aportada por los materiales encontrados en las UU.EE. coetáneas a la muralla, llevó a que en el año 2014 se ampliara la zona de excavación en cuatro metros más hacia el Sur y dos metros más hacia el Este.

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Los trabajos en el exterior se completaron con la realización de un sondeo de 80x100 cms con la finalidad de obtener una estratigrafía completa de este espacio, la resolución de una cuna diagonal existente en uno de los sillares del muro y la identificación del camino original de subida a El Pueyo. Metodológicamente, para evitar errores, a U.E. 10 se le asignó en la zona del sondeo la designación U.E. 18, verificándose que profundizaba 28 cms más hasta la cota 300. El nuevo estrato (U.E. 19) aparecía caracterizado por la presencia de una menor cantidad de piedras de gran tamaño, así como un aumento de la humedad de la tierra, si bien el tono sigue siendo amarillento, posiblemente fruto de la descomposición de la arenisca. En cualquier caso, la ausencia de material recuperado en el sondeo impide realizar una datación de este estrato que identificamos, con las dudas que genera

Sesión 2. Arqueología Clásica la información extraída en exclusiva de un sondeo, con el momento de abandono previo al derrumbe definitivo de la muralla. En cota 314 se produce un nuevo cambio de Unidad Estratigráfica (U.E. 20). En la nueva U.E. se apreciaba que la tierra amarillenta aparecía acompañada por piedra arenisca muy fragmentada combinada con otras de gran tamaño, con trazas de color rojo y pequeños carboncillos, síntoma inequívoco de la acción del fuego. En el fondo de esta U.E. (cota 352,5) aparecieron dos grandes losas sobre el terreno, así como un sillar con una cuna labrada que, unidos a una roza existente en la pared en esta zona, caracterizaban el sistema de anclaje y movimiento de una puerta, como se verá más adelante. En esta U.E. se encontró un silex (inv. nº 13.5.20) que se ha identificado con una piedra de fusil, por lo que es posible que el camino permaneciera en uso hasta un periodo comprendido entre los siglos XVI-XIX, con mayor probabilidad a partir de la popularización de la llave de chispa a partir del siglo XVII (Barandiarán y Maestu 1974). Por último, el levantamiento final de estas losas ha permitido identificar U.E. 21, unidad de tierra amarillenta muy compactada y completamente estéril, que asienta directamente sobre la roca madre. En nuestra opinión, la función de esta U.E. posiblemente sea la de nivelar el suelo sobre el que se asienta U.E. 20, puesto que la roca madre muestra una fuerte pendiente hacia el Este.

(U.E. 16). Además, en la parte sur de la zona de excavación se apreció una gran acumulación de piedras (U.E. 17 y U.C. 3007) que apoyaban sobre otra estructura preexistente. Con la finalidad de obtener información de ésta sobre su morfología y características, se procedió a la realización de un pequeño sondeo previo a su levantamiento.

Figura 4. Sector de la muralla tras su limpieza. A la izquierda, acumulación de piedras contra el lienzo interior de ésta

Figura 5. Composición del “refuerzo” de la muralla

Figura 3. Matriz Harris de la excavación en el exterior de la muralla

3.2. Actuación en el interior de la muralla En un primer momento se planteó la intervención en el interior de la muralla con el objetivo de establecer su delimitación claramente, para lo cual se abrió un espacio de 100 cms. de anchura a lo largo de todo el lienzo. Sin embargo, la necesidad de explicar la presencia de algunas estructuras que iban apareciendo tras la retirada del manto vegetal (UU. CC. 2900 y 4900) enseguida motivó la apertura de la zona de excavación en un espacio de 10m. x 10m.

El sondeo mostró que esta acumulación de piedras estaba compuesta por sillarejo de pequeño tamaño y cascotes irregulares, así como algún pequeño resto constructivo y muy poco material, dispuestos de forma inconexa en sus hiladas superiores, pero guardando una leve alineación en la inferior, y apoyadas contra la muralla. Por esta razón, en nuestra opinión, estas hiladas formaban una suerte de basto refuerzo de esta zona de la muralla, pues se extiende hasta un gran sillar horizontal que sirve de límite Norte. Al Norte de este refuerzo, e igualmente apoyado en la muralla, se ha identificado un estrato (U.E. 14) que posiblemente pueda identificarse con el derrumbe del interior de la muralla. Por desgracia, acaba bruscamente en el límite de la excavación que realizó J. Galiay en 1947. Se caracteriza por la presencia de abundantes piedras de tamaño mediano y pequeño, combinadas con una tierra amarillenta ligeramente esponjosa, que acaba en cota 113,5.

La limpieza del manto vegetal ha permitido identificar un relleno de cascote y tierra entre los muros de la estructura

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Figura 7. Plano del sector de la muralla excavado entre 2012-2014

Figura 6. Corte del derrumbe de la muralla junto al final del espacio excavado por J. Galiay Por último, la complejidad de la estratigrafía encontrada en el centro de la zona de excavación aconsejó dejar un pequeño testigo, que fue levantado con posterioridad, tras la toma de muestras de tierra para polen, antracología y flotación. Tras la campaña de 2013, como se ha dicho con anterioridad, la complejidad de las UU.EE. descubiertas y la falta de precisión cronológica aportada por los materiales encontrados en las UU.EE. coetáneas a la muralla llevó a que en el año 2014 se ampliara la zona de excavación en cuatro metros más hacia el Sur y dos metros más hacia el Este. Por desgracia, conviene advertir que esta ampliación del área de excavación no se ha podido terminar de levantar en su totalidad, pues todavía faltan por descubrir los niveles más tempranos, debido a la decisión de la dirección científica del Plan de Investigación de Los Bañales de suprimir las actuaciones arqueológicas en El Pueyo. En cualquier caso, se pudo identificar una unidad estratigráfica (U.E. 81) directamente relacionada con el periodo de construcción de la muralla y que, como se verá más adelante, permite corroborar su datación en época tardoantigua. Esta U.E. se caracterizaba por estar formada por una tierra marrón muy gruesa y suelta. Además, la zona excavada, se encontraba muy afectada por la superposición de una serie de estructuras rehundidas realizadas con posterioridad, lo cual ha complicado su reconocimiento en algunos sitios y, desde luego, hace necesario ampliar su superficie para poder realizar una interpretación clara de su función. En cualquier caso, se han podido recuperar la suficiente cantidad de material (305 fragmentos óseos y 77 artefactos, así como muestras de tierra y antracológicas) como para poder obtener una datación fiable de esta U.E.

4. RESULTADOS No cabe duda de que la intervención a lo largo de estos tres años (2012-2014) ha permitido descubrir una gran estructura que se identifica, por sus dimensiones y grosor, como una muralla.

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Desde un punto de vista formal, la muralla se construyó por medio de la disposición de un lienzo compuesto por grandes sillares de arenisca sujetos a hueso, en el lado exterior; sillarejo irregular o ligeramente escuadrado sujeto a hueso o incluso con tierra, en el interior; y en el centro, aparentemente, un relleno de tierra y cascotes de piedra, como ocurre en Inestrillas, Caesaraugusta y Emerita Augusta (Fernández y Morillo 1992: 340). Se trata, por lo tanto, de una muralla “de relleno” similar en su concepto a las de Cara, Caesaraugusta o Pompelo y muy frecuentes en época bajoimperial (Fernández y Morillo, 1992: 339-340). Además, estas tres campañas también permitieron descubrir diversos espacios de habitación, cuya explicación excede con creces los límites de esta comunicación.

4.1. Una estructura de doble paramento externo con relleno interior La muralla se ha podido documentar a lo largo de 24,2 metros aunque se encuentra en diferente estado de conservación, como se verá más adelante. De ella pueden destacarse tres elementos: el acceso; la existencia de una torre; y dos lienzos que flanquean a esta torre. Con respecto al primero, la realización de un sondeo de 100x50 cms en el exterior de la muralla ha permitido caracterizar el acceso a ésta. En nuestra opinión, se realizó por medio de una puerta a la que se llegaba por un camino, del que, posiblemente, J. Galiay encontró su inicio a lo largo de quince metros durante las excavaciones de 1943 (Galiay 1944, 16-17). Aunque se desconoce casi por entero el trazado de este camino, la inclinación del terreno y la estructura de la muralla parece indicar que éste quizá pudo ascender de forma perpendicular a la muralla durante una parte del recorrido, para después girar hacia el SE realizando el último tramo en paralelo. Además, al menos en sus últimos metros estaba flanqueado por el lado exterior por otro muro, creando de esta forma una suerte de sistema de acceso acodado, también presente en murallas como la de Baria, Begastri o El Monastil (Vizcaíno 2009: 408), siendo un recurso conocido en la poliorcética imperial del siglo VI d.C. (Vizcaino 2009: 409). De la puerta de acceso se ha podido localizar su sistema de anclaje.

Sesión 2. Arqueología Clásica apreciar claramente que la torre tiene planta cuadrangular, de 276 x 270 cms y se conserva tan sólo su cimentación, compuesta por grandes sillares de arenisca dispuestos a tizón y sujetos a hueso (UU.CC. 6900 y 7000).

Figura 8. Sistema de anclaje de la puerta de acceso a la segunda terraza Éste consta de un sillar de arenisca de forma trapezoidal adosado al lienzo exterior de la muralla, de 45x37 cms, en donde se conserva un orificio circular de 10 cms de diámetro que tuvo la finalidad de encajar un batiente. Éste orificio conecta con el exterior del sillar por medio de una roza de la misma anchura. Un segundo elemento que forma el sistema de sujeción posiblemente sea un una piedra rectangular de arenisca de 54 cms de anchura, dispuesta en vertical delante del quicio, con un rebaje en su parte central, que, quizá, tuvo la finalidad de proteger una madera de refuerzo del portón. Junto a estos elementos estructurales, también pueden mencionarse dos negativos conservados en el muro exterior de la muralla que, gracias al hallazgo de los elementos anteriores, ahora pueden vincularse con la puerta. El primero es una roza vertical en la pared de 88 cms de longitud, que debió de tallarse para permitir el giro de la lama de la puerta. Por último, el segundo se trata de una cuna diagonal rebajada en el primer sillar de entidad de la muralla, que tal vez tuvo la finalidad de encajar una tranca. Como se puede ver, se trata de un sistema de anclaje destinado a la sujeción de una única lama, en este caso la izquierda, por lo que se puede inferir que en el lado opuesto del camino de acceso se encontraría otro similar que serviría para el agarre de la hoja derecha. De esta forma, es posible que se tratara de una puerta de madera, compuesta por dos hojas reforzadas por nervios horizontales de refuerzo, y que se cerraría por medio de una gran tranca que pasaría de lado a lado. Se trata, por lo tanto, de un acceso sencillo, similar como solución a las de otros recintos tardíos (Fernández y Morillo 1992: 342) y alejada de la monumentalidad que caracterizaba a los accesos de las murallas durante el Principado. Sin embargo, a diferencia de otras puertas de acceso, conviene señalar que, por el momento, no se han encontrado torres que lo flanquearan. El segundo elemento caracterizador de la muralla encontrada en El Pueyo es la existencia de una torre. Ésta se construyó en un ángulo que marcaba un cambio de dirección de la muralla, proyectándola claramente hacia el exterior, a 12,8 metros de la entrada. Aunque no se ha excavado su interior, se puede

Figura 9. Torre Ejemplos de torres cuadrangulares se pueden encontrar en Barcino (Fernández y Morillo 1991: 232), Gerunda (Fernández y Morillo 1991: 236), Veleia (Fernández y Morillo 1991: 245), Castulo (Fernández y Morillo 1991: 249), Monte Cildá (Fernández y Morillo 1991: 246) o Uxama (Fernández y Morillo 1991: 252) en la provincia Hispania Citerior, así como Conimbriga y Norba Caesarina en Lusitania o Munigua (Fernández y Morillo 1991: 253) en la Baetica. Además, la limpieza de esta zona permite plantear, con las reservas que la ausencia de excavaciones en el interior de la torre obliga a adoptar, que quizá pudo tratarse de una torre hueca. Por otro lado, conviene apuntar que las medidas de la torre resultan pequeñas si se comparan con las de otros ejemplos conocidos (Fernández y Morillo 1992, 341), pero se asemejan bastante a las de las dos torres cuadrangulares que flanqueaban el Portal de Sobreportes, en la muralla de Gerunda, que tenían una anchura de 3,70 m (Fernández y Morillo 1991: 237). Para finalizar, en relación con la torre posiblemente se halle U.C. 3001, un lienzo de entre 70 y 110 cms de altura y 150 cms de longitud, realizado con grandes sillares horizontales de arenisca dispuestos a hueso. El muro se realizó de forma independiente al resto de la muralla, como muestra la ausencia de una imbricación clara con los lienzos U.C. 2900 y 3002. Por el contrario, esta unión se realizó por medio de tres piedras irregulares de mediano tamaño embutidas de forma anárquica en el espacio existente entre los muros. Por desgracia, la ausencia de mayores excavaciones en la zona impide poder valorar qué implica esta situación, especialmente en su relación con la torre. Por último, el tercer elemento que caracteriza a la muralla son sus lienzos. En concreto, se pueden identificar dos lienzos, emplazados a ambos lados de la torre. Ambos fueron realizados, como se ha dicho con anterioridad, por medio de una estructura de doble paramento externo, con relleno interno.

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El segundo lienzo está alineado en sentido NE-SW y se emplaza al Sur de la torre. Tiene una longitud de 12,8 m y una anchura variable que oscila entre los 210 cms en el inicio de la muralla hasta los 140/145 cms en su parte final y un alzado que oscila entre los 120/130 cms. Este grosor de la muralla es el máximo que se ha podido identificar y es posible que se trate del original de la obra, puesto que en el espacio A4 se pudo localizar un grosor similar (1,84/200 cms).

Figuras 10 y 11. Lienzo de muralla al Norte de la torre (izda) y Sur (izda) El primero está alineado en sentido NNE-SSW y se emplaza al Norte de la torre. Presenta una longitud de 8,64m por una anchura variable de entre 140 y 115 cms. Por desgracia, sólo se conserva parte de la primera hilada de sillares, aunque ello permite comprobar que para su construcción se asentaron sobre la roca madre. En relación con ello, es precisamente este sistema de cimentación lo que, paradójicamente, ha favorecido la desaparición de la muralla pues el sustrato geológico de El Pueyo muestra una sucesión de capas de arenisca y arcilla, que favorece la fractura de la arenisca, causando el derrumbe de todo aquello que esté asentado sobre ella. Por otro lado, el escaso grosor de la muralla en esta zona se explica por la presencia de los espacios A3 y A4 de la manzana I, cuya construcción implicó la invasión y desmonte del lienzo interior de la muralla, así como de parte del relleno, como se ha podido comprobar en el ángulo SE del espacio A4. En este sitio se ha podido identificar parte del relleno y, quizá, del lienzo exterior originales, que permiten obtener una anchura de entre 184/200 cms. Este fenómeno va a ser frecuente en el tramo de muralla excavado, apreciándose también en los espacios A3 y B6.

Ahora bien, si se tiene en cuenta que el espesor medio de las murallas en esta época oscila entre los 3 y 5 m (Fernández y Morillo, 1992: 339-340), puede considerarse que la muralla de El Pueyo, con una anchura máxima de 2,10 m atestiguada por el momento, era una construcción modesta, aunque muestra una anchura similar, por ejemplo, a la muralla altoimperial de Barcino (Fernández y Morillo 1991: 233), la de Italica, que tiene un grosor de 1,5 m. (Fernández y Morillo 1991: 254) y, especialmente la de Monte Cildá, en cuyo extremo noreste de la muralla se conserva un tramo de muro de 2,20 metros de anchura (Iglesias y Ruiz 2007, 9). Sin embargo, a pesar de ello según la obra De Re Strategica, escrita entorno al siglo VI d.C., una muralla canónica tendría un muro de un grosor medio de 2,30 m. (XII, 1, 4), por lo que se encuadraría dentro de los cánones establecidos.

Figura 13. Lienzo exterior de la muralla El lienzo exterior muestra una cierta homogeneización en su construcción, estando compuesto por sillares escuadrados de diferentes medidas, dispuestos a hueso, apreciándose una leve caída hacia el exterior en algunos de ellos. Por el contrario, el lienzo interior, está compuesto por las UU.CC. 3002, 3003, 3004, 3005 y 3006, que parecen evidenciar diferentes fases constructivas de éste.

Figura 12. Detalle de la invasión del relleno de la muralla por parte del espacio A4

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Figura 14. Lienzo interior de la muralla

Sesión 2. Arqueología Clásica Un primer conjunto de UU.CC. aparecen encuadradas en el tramo que corresponde a la pared interior del espacio B6 de la manzana I. En esta zona la muralla adquiere un grosor de 140 cms y el lienzo conservado tiene unas medidas de 130 cms de altura por 280 cms de anchura. En él existe un sillar de gran tamaño (77 cms de anchura) cimentado sobre la roca madre, así como tres sillares medianos de buena factura emplazados en los extremos, todos ellos situados en la hilada inicial del muro. Sobre ellos se asienta un alzado compuesto por sillarejo irregular dispuesto en hiladas más o menos horizontales, aunque con una cierta tendencia a la inclinación hacia abajo (U.C. 3002).

tal vez relacionada con la construcción de la existente en el exterior de la muralla.

Figura 16. Alzado del conjunto de UU.CC. correspondientes al Sur de del sector de la muralla, con una posible puerta Sin duda, la presencia de una segunda puerta de acceso al interior de la terraza constituye una sorpresa, pero son varios los elementos que abalan esta hipótesis, pues la existencia de una puerta de acceso y la calle de paso que conllevaría permite explicar de forma satisfactoria muchos de los problemas, tanto estructurales como de relación estratigráfica que planteaba la excavación.

Figura 15. Alzado del conjunto de UU.CC. correspondientes al cierre oriental de B6 Por último, en el ángulo superior izquierdo se aprecia lo que parece ser una intervención posterior (U.C. 3003), claramente diferenciada de la U.C. anterior por la presencia de un gran relleno de tierra y pequeños cascotes. Ésta se caracteriza por la presencia de una hilada de sillarejo levemente escuadrado y relativamente alineado, aunque después es sustituido por casquería informe. Para finalizar, un segundo conjunto de UU.CC. aparecen al otro lado del muro U.C. 3200. Se trata de un lienzo de 635 cms de longitud y una altura de 120/130 cms, que corresponde a un tramo de muralla que tiene un grosor que oscila entre los 210 cms en su inicio, hasta los 140 cms. En este espacio se aprecian diferentes paramentos, como se verá a continuación.

Así, la existencia de una puerta en este espacio explica el sorprendente pequeño tamaño del espacio B7, descubierto durante la campaña de 2013 y que presenta su cierre por el sur alineado con el margen izquierdo de la supuesta puerta. Del mismo modo, la existencia de una calle de entrada en esta zona y, especialmente, la nivelación para su construcción que implicó crear una pendiente que conectara con la roca madre presente a una altura superior más hacia el oeste (cota 196), permite explicar la ausencia de niveles de suelo para el estrato julio-claudio (U.E. 39) e incluso posteriores, mientras que la secuencia cronológica se muestra mucho más completa en el interior del espacio B7.

Un primer tipo de paramento (U.C. 3004) está caracterizado por el uso de grandes sillares cuadrangulares de arenisca emplazados en la hilada inferior (cinco, con unas medidas de 62x62 cms; 60x86 cms; 52x75 cms; 54x43 cms; y 40x74 cms). En este caso, al contrario que en los lienzos anteriores, no se dispusieron directamente sobre la roca madre, sino que amortizaron estructuras preexistentes, como son los lienzos UU.CC. 3200 y 5200. Además, la construcción de este sector de la muralla también implicó el corte de U.E. 39, un basurero datado en época julio-claudia, pero del que no se ha podido localizar su suelo.

Figura 17. Plano de las estructuras coetáneas al momento de construcción de la muralla

La disposición de estos grandes sillares, situados en ambos extremos de este segmento y dejando una luz entre ellos de 263 cms, invita a considerar la existencia de una gran puerta que fue clausurada en un momento desconocido, aunque

Por otro lado, la presencia de esta calle también explica la existencia de U.C. 4200, un lienzo de 40 cms de espesor adosado a U.C. 3200 del que se carecía de cualquier tipo de interpretación. Ahora, bajo este prisma puede considerarse,

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con las precauciones que los escasos restos conservados generan, que esta hilera podría corresponder a los restos de una hipotética acera. Ahora bien, puesto que los 40 cms conservados son insuficientes para el paso de una persona, puede inferirse que, al menos, debió de estar formada como mínimo por dos hiladas de sillares, posiblemente destruidas en su mayor parte por la acción del arado. Esto proporcionaría una anchura mínima de 80 cms. a esta construcción. En relación con ello, una proyección de esta misma acera al otro lado de la calle, en paralelo al lienzo U.C. 5200, permite obtener una anchura de paso de 272 cms, similar a la luz de la puerta.

que, además, había supuesto el rebajamiento de la roca madre desde la cota 196, donde aparece en la mayor parte del terreno, a cota 300. La solución que se planteó fue la de buscar la roca madre para cimentar el lienzo exterior, compuesto por sillares de gran envergadura, mientras que en el interior se cimentó a cota 280, lo cual supuso que no se alcanzó la roca madre. Después se realizó una nivelación de la estructura preexistente a cota 220, buscando obtener una inclinación de un 8,5%, que facilitara el tránsito por la calle.

Para finalizar, es posible que U.E. 38, un estrato formado por tierra de color amarillento muy dura y compactada presente en los cuadros A3/C3 y A4/C4 pueda estar relacionada con esta calle. Un último aspecto a considerar es la relación de anteroposterioridad entre ambos accesos, que parece clara. Las diferentes cotas de profundidad que existen entre ambos que muestran que, paradójicamente, el camino de acceso más tardío se encuentra en una cota inferior (352,5) a la presumible cota de uso de la calle (ca. 232) que penetró a través de la muralla, y la tardía amortización del camino hallado en el sondeo del exterior de la muralla, permiten inferir que no sólo fue imposible la coexistencia entre ambos accesos, sino también que el tapiado en el lienzo de la muralla fue anterior. Retomando el estudio arquitectónico del lienzo interior de la muralla en este tramo, la puerta de entrada de acceso a la segunda terraza de El Pueyo fue clausurada por U.C. 3005, un nivel compuesto por sillarejo irregular de pequeño tamaño y dispuesto de forma levemente alineada. Por último, por encima del basamento formado por grandes sillares se aprecia un segundo paramento, consistente en hiladas regulares de sillarejo tallado en arenisca (U.C. 3006), que recorre toda la longitud de este segmento de muralla en cinco hiladas más o menos horizontales. Estos aparecen levemente escuadrados en su lado izquierdo, coincidente con el espacio ocupado por B7, y de forma menos alineada en su lado derecho.

4.2. La cimentación de la muralla La muralla identificada en El Pueyo no se construyó de nueva planta en un espacio sin urbanizar. Por el contrario, se eligió para su levantamiento una zona de la ciudad cuya ocupación continuada se produjo desde los siglos IV-III a.C. Además, el arquitecto tuvo que enfrentarse al fuerte desnivel que tiene la roca madre, puesto que en apenas 6 metros se pasa de cota 196 a cota 394. Las soluciones que se adoptaron fueron variadas, y dependió de la zona de actuación. En el primer tramo de la muralla, correspondiente al emplazamiento de la puerta original de la estructura, el arquitecto se encontró con la existencia de un espacio anterior, de características desconocidas

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Figura 18. Alzado y cimentación de la parte sur del sector de muralla excavado El conocimiento de esta pendiente permite plantear, a modo de hipótesis, que el acceso a la terraza en el exterior de la muralla podría situarse a cota 232, a no ser que estuviera en un nivel inferior y se solucionara con una escalera, de la cual no se ha encontrado evidencia. Así, dado el fuerte buzamiento que sufre la ladera de El Pueyo a apenas dos metros de la salida de la muralla, puede plantearse, con la cautela que obliga a adoptar la ausencia de más intervenciones que solventen este punto, que el trazado de esta calle iría en paralelo al exterior de la muralla en dirección Norte. En el caso del tramo de la muralla coincidente con el espacio B6, la solución que se adoptó fue distinta. En esta zona la roca madre se sitúa a cota 225 que, prácticamente, coincide con la que se toma para la disposición de la calle. Quizá por esta razón se optó por realizar una nivelación de la roca madre, que supuso un importante rebaje, para después encajar en ellos los sillares de cimentación de la muralla. Para finalizar, el último tramo en el que se han podido ver las soluciones constructivas que se adoptaron para la cimentación de la muralla corresponde a los espacios A3 y A4, en donde parece que sólo se niveló la roca madre de forma muy leve.

4.3. Cronología de los restos encontrados Un último aspecto a tratar sobre la muralla es el de su cronología. A la hora de analizar ésta se han tomado en consideración los datos procedentes de las UU.EE. relacionadas con la muralla y la morfología que adopta el sistema constructivo.

Sesión 2. Arqueología Clásica Con respecto al primer aspecto, sólo hay una U.E. (U.E. 81), excavada en 2014, correspondiente al nivel de ocupación de la zona en el momento de construcción de la muralla, como así indican las cotas tomadas y la secuencia estratigráfica de esa zona y cuyo material, por lo tanto, facilita su datación. Así, a pesar de la dificultad de datar las cerámicas por la ausencia de fósiles directores, la presencia de un fragmento de cerámica de borde ahumado que imita la cerámica africana (inv. nº 14.5.B6.104), así como la existencia de una ollita con decoración a base de ondas incisas (inv. nº 14.5.C6.16) permiten apuntar una cronología del siglo IV para esta U.E. (Martinez Salcedo 1004, 232-233 y 237; Bermejo 2011, 348), quizá en su primera mitad, pues coexisten con cerámica de época romana como sigillata de Tricio (inv. nº 14.5.C6.15). Junto a esta U.E. conviene señalar la existencia de otras como la 3, 4, 28, 37 y 38 que guardan una relación de posterioridad con la muralla, por lo que en algún caso facilitan dataciones ante quem , como ocurre con las UU.EE. 3 y 4 datadas en la segunda mitad del siglo VIII d.C. A esta cronología de la primera mitad del siglo IV d.C. que facilita la U.E. 81 no se opone la morfología de la muralla, cuyo planteamiento con doble muro exterior y relleno es muy habitual en época bajoimperial, como se ha dicho con anterioridad. Así, la construcción de la muralla quizá se enmarca dentro de un fenómeno de amurallamiento que, en la Península Ibérica, arranca aproximadamente a partir del 260 d.C. y se extiende hasta finales del siglo IV d.C. (Fernández y Morillo 1992: 344). Por otro lado, la proyección de la torre hacia el exterior también corrobora esta impresión (Fernández y Morillo 1992: 340), puesto que su uso se generalizó desde el siglo IV (Paz 2015: 28). En relación con ello, conviene apuntar que la presencia de torres huecas emplazadas al exterior se encuentran, por ejemplo, en construcciones tan distantes cronológicamente como el palacio de Diocleciano en Split levantado entre 305-310 d.C. o el recinto de Constantinopla, edificado por Teodosio II hacia el 412/413-440 d.C. (Paz 2015: 50-51). De esta forma, siempre a modo de hipótesis y con la cautela que exige la excavación parcial de esta estructura, quizá sea plausible pensar en una cronología de primera mitad del siglo IV d.C. para la construcción de esta obra, momento en el que parecen coincidir todas las secuencias diacrónicas obtenidas. Por otro lado, conviene apuntar que hacia el siglo VI d.C. se produce la invasión de la calle en el interior de la segunda terraza por parte de una estructura de suelo rehundido (U.E. 74 y U.C. 6630) datada, por tipología, en este momento, pues fue el periodo en el que fueron más comunes este tipo de espacios (Tejerizo 2014). Sin duda, esta actuación debió de implicar la amortización de la calle y, en consecuencia, el cerramiento de la puerta. De esta forma, posiblemente fue en este marco temporal, siglo VI d.C., cuando la muralla sufrió su principal transformación, cerrándose el acceso original y creando uno nuevo. Estas transformaciones posiblemente se relacionen con un impulso por parte del reino visigodo para

la fortificación y mantenimiento de las ciudades centrado entre los siglos VI y VII d.C., como se atestigua en Bergidum, Tejeda o Bernardos (Gutiérrez 2014, 201). Por último, se desconoce la fecha de realización del refuerzo del primer tramo de la muralla, aunque su disposición sobre U.E. 27, datada en el siglo VII d.C., permite obtener una fecha post quem para esta estructura.

5. CONCLUSIONES El descubrimiento de esta muralla en El Pueyo permite insertar a Los Bañales en la órbita de la evolución urbanística normal que se aprecia en otras ciuitates del entorno, como puede ser Cara o Caesaraugusta. En este sentido, su existencia permite inferir el dinamismo de la sociedad local en este momento cronológico (resultan interesantes las consideraciones al respecto de Bravo 2013), posiblemente primera mitad del siglo IV d.C., así como el mantenimiento de un organismo de control que fuera capaz de coordinar una obra de esta envergadura, posiblemente el ordo decurionum, cuyo mantenimiento en época bajoimperial está más que demostrado al menos hasta los siglos V-VI d.C. (Curchin 2014). Aunque cuatro siglos de convivencia de la muralla con la población de Los Bañales provocó su progresiva modificación, es posible apuntar que la muralla diseñada en un primer momento tuvo una anchura de unos dos metros, así como, al menos, un acceso emplazado de forma frontal, al que puede que se llegara recorriendo una calle que iba en paralelo a ésta. Su estrechez y la disposición del acceso original, invita a pensar que la muralla no fue concebida con un uso defensivo. Por el contrario, posiblemente pueda considerarse como una construcción de prestigio, orientada a engrandecer la notoriedad de la ciudad (Arce 1982, 73-80; Teja 2002, 12; Fernández y Morillo 2002; Adam 2007). Signo, además, del poco valor defensivo que los habitantes concedieron en su inicio a la muralla fue la progresiva invasión de su interior por los diferentes espacios habitacionales que, necesariamente, repercutía en su debilitamiento. Fue, posiblemente, a partir del siglo VI d.C. cuando la función de esta construcción empezó a cambiar. La remodelación de esta zona de la muralla, que implicó la modificación del sistema de acceso, supuso el abandono de la entrada frontal en beneficio de una ruta acodada, mostrando una orientación hacia un concepto más estrictamente militar y defensivo, aunque no seamos capaces de interpretar las motivaciones que condujeron a este cambio dentro del mismo concepto militar (Gutiérrez 2014: 195). Esta transformación culminó en los siglos VII-VIII d.C. con la realización de un vasto refuerzo en la zona de la entrada de la muralla y antigua puerta, que permitió ampliar su grosor hasta los 320 cms. En cualquier caso, ambas intervenciones se pueden relacionar con el impulso que el reino visigodo concedió entre mediados del siglo VI e inicios del siglo VIII al amurallamiento de los

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recintos urbanos en los territorios conflictivos. Se trata, para finalizar, de una interesante estructura que permite realizar un primer acercamiento a la evolución de una ciudad, la de Los Bañales, en época tardoantigua. Así, si bien la dilatada habitación del lugar, ininterrumpidamente hasta el siglo IX d.C., muestra per se signos de estabilidad, la concepción y realización de una obra de este tipo ahonda en el conocimiento del dinamismo de unas elites y de una sociedad que se encuentra en un fascinante momento de transición, pero plena de vitalidad.

AGRADECIMIENTOS Quisiera expresar mi agradecimiento a todos los voluntarios que, durante tres años, han colaborado en las labores de limpieza y excavación de esta monumental infraestructura urbana: Iosu Barragán, Alejandro Caramés, Fernando Casado, Diana Etxarri, Mar Fernández, Sergio Galindo, Nerea González, Joaquín y Quino Latorre, Mar Lerín, Mari Carmen López, Aránzazu Mendívil, Agustín y Acher Monllor, Javier Muruzábal, Vega Orozco, Ander Ortega, Carlos Pérez, Jorge Torrero, Pedro Ultra y Rafa Varón. Igualmente, quisiera agradecer a Diana Vega e Ignacio Lorenzo la ayuda e impulso dados para realizar este trabajo.

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