Evolución y estructura de la Casa Real de Castilla

October 12, 2017 | Autor: I. Iulce | Categoría: Early Modern History, Courts and Elites (History), European Royal Households
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La Corte no se puede identificar con un elemento concreto de la organización política de las Monarquías europeas desde el siglo XIII al XIX, sino que constituye un paradigma político en sí misma; es decir, fue la propia organización política en la que se desarrollaron los acontecimientos hasta el punto de que –se puede afirmar– todo acontecimiento que no se diera en la corte, no existió políticamente hablando. Esto es, la “Corte” se constituyó (utilizando la terminología aristotélica) en la “forma” política del reino. Semejante organización conllevaba la existencia en cada reino de una “corte” y de una o varias “casas reales”, lo que en apariencia constituye una contradicción, pues una sola era la persona del monarca. De ahí que, siendo la Monarquía hispana una única organización política, sus reyes dispusieron de numerosas casas reales, completamente formadas y en plenitud de funcionamiento, en las que se integraban y prestaban servicio las elites de los diferentes reinos. Uno de esos reinos era Castilla, cuyos monarcas, al igual que en el resto de Europa, habían articulado desde la Baja Edad Media una serie de departamentos y servicios, concebidos y desarrollados para satisfacer sus necesidades. Los historiadores han indagado los orígenes y los oficios de la Casa de Castilla a través de crónicas y documentos medievales y han demostrado como adquirió entidad en forma de departamentos y secciones, sobre todo a partir de la dinastía Trastámara. No obstante, ningún monarca ordenó la redacción de unas ordenanzas que fijasen sus secciones y definiesen el cometido de sus oficios. Mientras Castilla perduró como reino independiente y único, semejante “descuido” no tuvo consecuencias. El problema se planteó cuando una dinastía nueva, los Habsburgo, con Casa propia y más perfeccionada, heredó los reinos y territorios articulados en torno a la corona de Castilla. ISBN (O.C.): 978-84-96813-45-8

ISBN (Vol. I): 978-84-96813-46-5

Temas

A. Gambra Gutiérrez, F. Labrador Arroyo (Coords.)

Vol.

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Andrés Gambra Gutiérrez, Félix Labrador Arroyo (Coords.) Vol. I

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Durante los reinados de Carlos V y Felipe II, las elites castellanas que colaboraron en la articulación de la Monarquía hispana incurrieron en una contradicción: si, en un primer momento, cuando Carlos V reunió las Cortes en Valladolid en 1518, se mostraron reticentes y recabaron el protagonismo de la Casa de Castilla de la que formaban parte, no sucedió lo mismo cuando, años más tarde, el Emperador, interesado en facilitar la proyección del príncipe Felipe fuera de Castilla con motivo del viaje que realizó por Europa en 1548, dispuso que se sustituyese en el servicio del príncipe la Casa de Castilla, que venía siendo la suya, por la Casa de Borgoña. En esta ocasión, las elites castellanas aceptaron la nueva modalidad de servicio con tal de que sus miembros ocupasen los distintos cargos. La Casa de Castilla, sin ordenanzas y regida por la costumbre, se limitó a poner algunas de sus secciones al servicio de la Casa de Borgoña, produciéndose una simbiosis entre algunos cargos y funciones que estaban repetidos, castellanizándose ésta última al ocupar las elites del reino de Castilla los principales cargos y oficios de la Casa de Borgoña. Solo la Casa de las reinas se mantuvo conforme al modelo castellano de la época de Isabel la Católica, no sin que la influencia de Borgoña se dejase ver en las etiquetas que se dieron en 1575 para el gobierno de la Casa de la reina Ana. Esta confusa y etérea unión de Casas –la del Reino que sustentaba el Imperio y la de la dinastía– se mantuvo sin problemas durante el siglo XVI, mientras las elites castellanas controlaban e influían en el gobierno de la Monarquía. En el siglo XVII, esas elites fueron desplazadas, y las quejas y vindicaciones de los méritos de Castilla en la construcción de la Monarquía comenzaron a afirmarse en términos de contestación, llegándose al punto de que la Casa de Castilla (sin ordenanzas, pero con tradición) se convirtió en la “oposición política” al gobierno. ISBN (O.C.): 978-84-96813-45-8

ISBN (Vol. II): 978-84-96813-47-2

Temas

A. Gambra Gutiérrez, F. Labrador Arroyo (Coords.)

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VOLUMEN I Introducción, Andrés Grambra Gutiérrez y Félix Labrador Arroyo . . . . . . . . 1 EVOLUCIÓN DE LA CASA DE CASTILLA El Palatium y la domus regis castellanoleoneses en tiempos de la dinastía pamplonesa, Andrés Gambra Gutiérrez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 La evolución de la Casa del Rey en el siglo XIII, Jaime Salazar y Acha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 La cámara de Juan II: Vida privada, ceremonia y lujo en la Corte de Castilla a mediados del siglo XV, Francisco de Paula Cañas Gálvez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 La Casa de Isabel, princesa y reina, Teresa Martialay Sacristán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197 La influencia de la Casa de Castilla en la organización de la Casa de las Reinas hispanas, Félix Labrador Arroyo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227 La Real Hermandad de Criados de los Reyes de la Casa de Felipe III, Rafael Sánchez Domingo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263 La Casa de Castilla durante el reinado de Felipe IV, José Martínez Millán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297 El servicio de la reina Mariana de Austria en la Jornada a Madrid de 1649 José Rufino Novo Zaballos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 385 ix

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VOLUMEN I (Cont.) EVOLUCIÓN DE LA CASA DE CASTILLA (Cont.) La Casa Real de Felipe V en la Jornada a Italia, Leandro Martínez Peñas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 459 La revitalización de la Casa de Castilla durante el reinado de Luis I, Marcelo Luzzi Traficante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 495

VOLUMEN II ESTRUCTURA Y OFICIOS DE LA CASA DE CASTILLA El mecenazgo en la corte castellano-leonesa de Alfonso VI: La catedral románica de Burgos y el monasterio de San Sebastián de Silos, Félix Palomero Aragón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 617 Los monteros de Espinosa en la corte de los Austrias, Federico Gallegos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 709 Los oficios de la escritura: Escribanos de Cámara en Castilla en el siglo XV Tomás Puñal Fernández . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 737 La Capilla Real: La presencia del capellán real en la élite del poder político, Sara Granda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 761 El limes doméstico de la administración castellana moderna: Los porteros de cámara y el Consejo Real, Ignacio Ezquerra Revilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 809 El duque del Infantado, mayordomo mayor de la Casa de Castilla y caballerizo del Rey (1621-1622), Alejandro López Álvarez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 837 x

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VOLUMEN II (Cont.) ESTRUCTURA Y OFICIOS DE LA CASA DE CASTILLA (Cont.) La Real Capilla durante el magisterio de Carlos Patiño (1634-1675): Esplendor de la música religiosa en España, Gustavo Sánchez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 901 Las Guardas Reales de la Casa Real durante los años centrales del reinado de Felipe IV: La confirmación de la crisis del modelo habsburgo, José Eloy Hortal Muñoz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 939 La real caza de volatería durante el gobierno de don Luis Fernández de Tovar y Velasco, I marqués del Fresno (1645-1649/1651-1654) Felíx Labrador Arroyo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 999 Los casos de Corte y su enjuiciamiento por los Alcaldes del Rey, Antonio Bádenas Zamora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1033

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ASTA HACE POCOS AÑOS escribir un libro sobre la Casa Real o celebrar una

reunión científica sobre ese tema carecía de relevancia histórica y a los investigadores dedicados a ello les hubieran acusado de tratar fenómenos históricos carentes de interés. Tan escasa valoración se halla vinculada en gran medida a los planteamientos metodológicos imperantes en los siglos XIX y XX, que explicaban la evolución histórica como una sucesión de estructuras y coyunturas interpretadas siempre desde la perspectiva del “Estado liberal”. Esas corrientes metodológicas (Escuela de los Annales y marxismo, especialmente) consiguieron forjar un discurso lógico sólidamente construido, en el que los elementos que no tenían cabida en él (como la corte o la casa real), aunque hubieran existido, eran ignorados por entenderse que carecían de sentido o eran útiles para explicar el discurso histórico dominante. Durante las tres últimas décadas, las investigaciones sobre la Corte han venido a cuartear los pilares de aquella sólida construcción metodológica. Desde distintos planteamientos 1 se ha cuestionado la validez del sistema “estatal” de la Edad Contemporánea como referente para analizar la realidad del Antiguo Régimen. A la vez, esos mismos estudios han puesto de relieve la importancia de otras instituciones o instancias de poder en la articulación política de las Monarquías europeas en el período que transcurre desde la Baja Edad Media hasta las revoluciones liberal-burguesas, entre ellas precisamente la Corte y la Casa Real, ignoradas por las corrientes historiográficas vigentes desde el siglo XIX hasta la actualidad, interesadas en justificar la implantación del Estado liberal en realidades históricas pretéritas, extrañas a los planteamientos filosófico-políticos que hicieron posible la implantación del Estado liberal. Ciertamente, la definición de Corte, en su condición de institución o espacio de gobierno, no ha sido unánime por parte de los historiadores, ni se ha percibido

1 Véase un estado de la cuestión en J. MARTÍNEZ MILLÁN: “La Corte de la Monarquía hispánica”, en Studia Histórica. Historia Moderna 28 (Salamanca 2006), págs. 17-61.

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como modelo de articulación política. Con frecuencia, los especialistas que se han ocupado de su análisis histórico han confundido algunas de sus funciones o elementos con la totalidad de la misma. Así, la Corte ha sido identificada con la “casa real” (en las crónicas germánicas), con un “espacio” (sin especificar que tipo de espacio ni concretar su extensión), con el “lugar donde está el rey” o con la sede de la “administración” de la Monarquía. Al igual que el equipo de investigación del que formamos parte, creemos que no puede identificarse la Corte con un elemento concreto de la organización política de las Monarquías europeas anteriores al siglo XIX, sino que constituye de por sí un paradigma político. Es decir, creemos que fue el marco institucional y político en el que se desarrollaron los acontecimientos, hasta el punto de que puede afirmarse que los acontecimientos que no se dieron en la Corte o repercutieron sobre ella no existieron políticamente hablando. Esto es, la Corte se constituyó (utilizando la terminología aristotélica) en la “forma” política del reino. Estos planteamientos han llevado a defender a nuestro grupo de investigación que la Monarquía hispana fue una gran organización política articulada por cortes 2. No solo respetó la corte y la casa real de cada uno de los reinos y territorios que acumuló, sino que además impuso el mismo sistema en los territorios que conquistó (virreinatos de México y Perú). Semejante estructura de organización conllevaba la existencia en cada reino de una “corte” y de una o varias “casas reales”, lo que en apariencia constituye una contradicción, pues una sola era la persona del monarca. De ahí que, siendo la Monarquía hispana una única organización política, sus reyes dispusieron de numerosas casas reales, completamente formadas y en plenitud de funcionamiento, en las que se integraban y prestaban servicio las elites de los diferentes reinos. Uno de esos reinos era el de Castilla, cuyos monarcas, al igual que en el resto de Europa, habían articulado para su servicio desde la baja Edad Media, en el marco de la Corte y de la Casa real, una dilatada serie de departamentos y servicios, concebidos y desarrollados para satisfacer sus necesidades. En un primer momento, esas entidades se agruparon en tres grandes núcleos –aula, cámara y capilla–, cuya densidad organizativa fue incrementándose a medida que 2 J. MARTÍNEZ MILLÁN (dir.): La corte de Carlos V, Madrid 2000, 5 vols.; J. MARTÍNEZ MILLÁN y S. FERNÁNDEZ CONTI (dirs.): La monarquía de Felipe II: La Casa del Rey, Madrid 2005, 2 vols.; J. MARTÍNEZ MILLÁN y Mª A. VISCEGLIA (dirs.): La monarquía de Felipe III: La Casa del Rey, Madrid 2008, 2 vols.

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la Corte y la Casa Real se desarrollaban y especializaban para cubrir las necesidades de movilidad, divertimento y seguridad, hasta el establecimiento al fin de seis grandes departamentos: capilla, oficios de la casa y mesa, cámara, caballeriza, caza y guardia, ya en tiempos de la dinastía Trastámara. Dichos departamentos contaban con amplias y complejas estructuras, integradas por un elevado número de criados de muy diferente condición social, con una bien delimitada jerarquía entre oficiales mayores y menores y objetivos funcionales precisos, que formaban parte de un universo cortesano dirigido a ensalzar la figura real y a ordenar, al amparo de sutiles escalafones y mentalidades, el complicado mundo de la simbología cortesana. Desde comienzos del siglo XIV el papel de la Casa Real se hizo más complejo, al incluir entre sus funciones principales, además del servicio del monarca a través de los diferentes departamentos o secciones, la integración política y social de las elites dirigentes del reino en el marco de un gobierno dinástico, dando así respuesta a la falta de instituciones centrales fuertes que cumplieran con esa misión. Los historiadores que la han estudiado, han indagado sobre sus orígenes y los oficios que la componían a través de crónicas y documentos medievales, y han demostrado como adquirió entidad en forma de departamentos y secciones, sobre todo a partir, según se ha indicado, de la dinastía Trastámara. No obstante, ningún monarca ordenó –que sepamos– la redacción de unas ordenanzas que fijasen sus secciones y definiesen el cometido cada uno de sus oficios. Mientras que Castilla perduró como reino independiente y único, semejante “descuido” no tuvo consecuencias. El problema se planteó cuando una dinastía nueva, la de los Habsburgo, con casa propia y más perfeccionada que la castellana, heredó todos los reinos y territorios que se habían articulado en torno a la corona de Castilla. La nueva organización política que Carlos V y Felipe II configuraron a lo largo del siglo XVI, haciendo de Castilla el núcleo de nuevo sistema, fue conocido como Monarquía hispana. En ese período, las elites castellanas que colaboraron en la articulación de tan vasta Monarquía incurrieron en una contradicción evidente: si, en un primer momento, cuando Carlos V reunió las Cortes en Valladolid en 1518, se mostraron reticentes y recabaron el protagonismo de la Casa de Castilla, de la que formaban parte, no sucedió lo mismo cuando, años más tarde, el propio Emperador, interesado en facilitar la proyección del príncipe Felipe fuera de Castilla, con motivo del viaje que realizó por Europa en 1548 para visitar los reinos que iban a constituir su herencia, dispuso que se 5

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sustituyese en el servicio del príncipe la Casa de Castilla, que venía siendo la suya desde su niñez 3, por la Casa de Borgoña. En esta ocasión, las elites castellanas aceptaron la nueva modalidad de servicio con tal de que sus miembros ocupasen los distintos cargos. Sucedió entonces que la Casa de Castilla, sin ordenanzas y regida por la sola costumbre, se limitó a poner algunas de sus secciones al servicio de la Casa Borgoña, produciéndose una simbiosis entre algunos cargos y funciones que estaban repetidos, castellanizándose ésta última al ocupar las elites del reino de Castilla los principales cargos y oficios de la Casa de Borgoña. Fue lo que ocurrió con los oficios de camarero mayor y escribano, con lo oficios de la mesa y con los pajes, por citar algunos casos. Solo la Casa de las reinas se mantuvo conforme al modelo castellano de la época de Isabel la Católica, no sin que la influencia de Borgoña se dejase ver en las etiquetas que se dieron en 1575 para el gobierno de la casa de la reina Ana. Esta confusa y etérea unión de casas –entre la propia del Reino que sustentaba el Imperio español y la de la dinastía– se mantuvo sin problemas y en armonía durante el siglo XVI, cuando las elites castellanas controlaban e influían en el gobierno de la Monarquía. Pero cuando, más adelante, ya en siglo XVII, esas elites fueron desplazadas, las quejas y vindicaciones de los méritos de Castilla (su ideología y sus proyectos políticos) en la construcción de la Monarquía comenzaron a afirmarse en términos de contestación, llegándose al punto de que la Casa de Castilla (sin ordenanzas, pero con tradición) se convirtió en la “oposición política” al gobierno. Las vicisitudes, acompañadas de intentos de reforma o supresión, por los que atravesó la Casa de Castilla durante el siglo XVII, motivadas en buena parte por el deterioro creciente al que se hallaban sometidas las arcas reales, fueron intensas e inquietantes. A pesar de todo, la Casa de Castilla llegó con vitalidad hasta el reinado de Felipe V e, inclusive, alcanzó a constituir, entrado el siglo XVIII; el modo de servicio de Luis I. 3 Gonzalo Fernández de Oviedo realizó en 1535 una relación del modo de servicio que se tenía en tiempos del príncipe Juan ya que no se tenía a pesar de su importancia y del papel político que desempeñó unas etiquetas propias, como otras casas reales: Aragón o Borgoña. Éstas, en contra de lo que se ha señalado, no son las primeras etiquetas de la Casa de Castilla sino unos recuerdos de un viejo servidor (G. FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Libro de la Cámara del Príncipe Don Juan, Madrid 1870; en el año 2006 ha aparecido una nueva edición a cargo de Fabregat Barrios).

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En definitiva, el análisis de las casas reales, y concretamente de la Casa Real de Castilla, abre unas líneas de interpretación de la evolución de la Monarquía hispana desconocidas hasta ahora, en las que encajan con más lógica los acontecimientos y vicisitudes por las que atravesó dicha Monarquía. Sorprendentemente no existen estudios sobre esa importante institución durante la Edad Moderna. La presente obra aspira a cubrir este vacío, aunque sus autores son conscientes de que se trata solo de una primera aproximación a su historia y evolución, que abarca desde la época de Alfonso VI hasta la llegada al poder de la dinastía Borbón, con atención preferente a su trayectoria política e institucional, al papel de los diferentes departamentos y oficios que la componían y a la función integradora que le cupo desempeñar a lo largo de este periodo. Debemos indicar que esta obra ha sido posible gracias a distintas ayudas: de la Comunidad Autónoma de Madrid-Universidad Rey Juan Carlos (“Las casas reales de la Monarquía Hispana: la Casa de Castilla [CCG08-URJC/HUM3350]”), dirigida por el profesor Labrador Arroyo, del Ministerio de Ciencia e Innovación (“La contradicción de la Monarquía Católica la fijación de las ordenanzas y etiquetas de la casa real [HAR2009-12614-C04-02]”), dirigida por el profesor Suárez Bilbao, y del Vicerrectorado de Extensión Universitaria de la Universidad Rey Juan Carlos (“La Casa de Castilla y la crisis de la Monarquía de 1640”), concedida al profesor Gambra. Andrés Gambra Gutiérrez, Félix Labrador Arroyo

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