Evolución demográfica en el curso inferior del Ebro durante la protohistoria. Aumento y disminución de la población como impulsor de la transformación socio-política

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Descripción

Arqueología Espacial, 28 Arqueología de la Población Teruel (2010): 285-309

Evolución demográfica en el curso inferior del Ebro durante la protohistoria. Aumento y disminución de la población como impulsor de la transformación socio-política JorDi Diloli Fons DaViD BEa castaÑo saMuEl sarDÀ sEuMa Universitat Rovira i Virgili. Seminari de Protohistòria i Arqueologia (GRESEPIA) [email protected] [email protected] [email protected]

Resumen Durante la protohistoria, para poder valorar correctamente las estructuras económicas, políticas y sociales de las comunidades asentadas en un territorio, es cada vez más necesario conocer el contenido poblacional del mismo, analizando cada uno de los núcleos habitados y los espacios cementeriales, pues en este momento cronológico el grupo humano será la fuerza productiva básica a partir de la cual se establecerán los sistemas económico y político, que progresivamente conducirán a la especialización del trabajo y al surgimiento, en determinados casos, de la figura del no productor. Los cambios en los medios políticos, económicos y sociales que se constatan en la zona del bajo Ebro entre el Bronce Final y la romanización responden, entre otros factores, a la evolución poblacional del territorio, pues la existencia de un umbral mínimo de población es imprescindible para la aparición de formas complejas de organización. La aproximación a los aspectos demográficos de estas comunidades protohistóricas desde un perfil diacrónico debe permitir el acceso a unos datos que sin ser definitivos, pueden ser de gran ayuda en la reconstrucción del proceso evolutivo de las sociedades prerromanas del curso inferior del Ebro. Cabe apuntar que el estudio del volumen de población de una región determinada durante el momento cronológico que proponemos sólo puede efectuarse a partir de la aplicación de determinados sistemas cuantitativos que se fundamentan básicamente en investigaciones realizadas sobre grupos humanos de épocas posteriores, con estructuras económicas y si se tercia sociales, parecidas a la propuesta. Este planteamiento nos determina a considerar los resultados obtenidos con mucha precaución, pues planteamos un modelo comparativo en el cual no dominamos todas las variables existentes, de forma que las conclusiones deben contemplarse como una aproximación teórica, que no obstante puede tener una validez admisible en el conjunto explicativo del desarrollo de estas sociedades.

Abstract During Protohistory, to be able to value correctly the economic, political and social structures of the communities seated in a territory, it is increasingly necessary to know its population content, analyzing each of the inhabited cores and the burial spaces, as at this chronological moment the human group will be the basic work strength from which will be established the economic and politic systems, that progressively will lead to the specialization of work and to the emergence, in certain cases, of the figure of non-producer. The changes in the political, economic and social means that are stated in the zone of the low Ebro between Late Bronze Age and Romanisation are linked, among several factors, to the evolution of the population in the territory, as the existence of a minimal threshold of population is indispensable for the appearance of complex forms of organization. The approximation to demographic aspects of these protohistoric communities from a diachronic profile must allow the access to data that without being definitive, can be of great help in the reconstruction of the evolutionary process of pre-roman communities in the lower course of the Ebro. It is necessary to aim that the study of the volume of population of a determinate region during the chronological moment that we propose only can be managed with the application of certain quantitative systems that are mainly based on investigations executed on human groups of later epochs, with economic structures and also social, similar to the proposed. This exposition determines us to consider the results with many precaution, as we propose a comparative model in whom we do not dominate all the existing variables, so conclusions must be contemplated as a theoretical approximation, which nevertheless can have an admissible validity in the explanatory set of the development of these societies. 1. Introducción Es cierto que cada vez más, el conocimiento de las formas de ocupación de un territorio acontece crucial para entender su evolución histórica durante la antigüedad. En este sentido, la relación que se establece entre las diferentes formas de poblamiento y habitación de un espacio geográfico y su estructuración  político-social  puede venir articulada desde dos parámetros diferentes: la evolución básica de los estadios económico y político se produce como resultado de la estrategia de la ubicación y de las relaciones con otros pueblos, vecinos o no,  o, por otra parte, es el desarrollo político, social y económico de una comunidad el que acabará dirigiendo los modelos ocupacionales, según unas necesidades territoriales que surgirán de una estructura funcional y jerarquizada. Sin embargo, ambas formas pueden constituir un solo tipo, cuyo desarrollo forjará una estrategia política que evolucionará en base a los intereses que la comunidad genere. Una de las cuestiones básicas en los análisis de los tipos y formas de poblamiento en un espacio geográfico y cronológico determinado, es la importancia o la influencia que esta forma de ocupación puede tener en su evolución política, económica y social. El estudio de los modelos de ocupación nos puede aproximar, a través de la metodología adecuada, a conocer más profundamente las sociedades que interactúan con el paisaje, siendo la demografía uno de los elementos primordiales a tener en cuenta, pues el grupo humano constituirá la fuerza productiva esencial a partir de la cual se establecerán los sistemas económico y político, que dentro de su propia evolución conducirán a la especialización del trabajo y al surgimiento de la figura del no productor, factor que indudablemente requiere la existencia de un umbral mínimo de población (Picazo, 1993).

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No obstante, el estudio de los volúmenes de población se convierte en una tarea realmente difícil al retroceder en la secuencia histórica, siendo las etapas protohistóricas de gran complejidad de análisis, pues los parámetros que nos podrían proporcionar parte de esta información no son nunca completos. La falta de una referencia concreta sobre este aspecto nos fuerza a buscar soluciones indirectas, que únicamente se aproximarán a la realidad si analizamos el espacio elegido desde las tres vertientes básicas de resolución especificadas desde la arqueología espacial, los niveles micro, semi micro y macro (Clarke, 1977), con el fin de, con un conocimiento exhaustivo de los yacimientos de un territorio y su interacción con el medio y entre ellos, iniciar un proceso de investigación dirigido al estudio del volumen de población, entendiendo ésta como una de las variables imprescindibles para entender la evolución de los procesos de cambio socio-político. Sin embargo, difícilmente encontramos hoy día en la Península Ibérica regiones donde el conocimiento de la ocupación de épocas pretéritas es suficientemente completo para profundizar de una forma directa en la variable demográfica. Eso nos lleva a buscar otros procedimientos, como recurrir a técnicas de tipo simulatorio, aplicando modelos matemáticos que muchas veces se basan en datos etnológicos obtenidos de momentos históricos posteriores. Este planteamiento nos predetermina a considerar los resultados alcanzados con mucha precaución, pues el trabajo se efectúa a partir de modelos comparativos de los cuales no tenemos controladas todas las variables, de forma que los datos que se presentan se deben contemplar como una aproximación teórica, que, desde una vertiente cuantitativa, sometida como no a crítica, debe permitir aumentar nuestros conocimientos del territorio elegido en una época determinada, en este caso el curso inferior del Ebro durante la protohistoria. 2. Metodología aplicada Tal como hemos señalado, hay diversas formas de aproximarnos a la demografía de un territorio durante un periodo histórico concreto, pero en el caso de comunidades protohistóricas, los datos son prácticamente inexistentes y la investigación debe efectuarse desde perspectivas teóricas amplias. El entorno ideal para desarrollar cálculos demográficos durante la antigüedad sería conocer el número de casas ocupadas durante cada uno de los periodos de habitación de todos los asentamientos de una región.

Fig. 1. Localización del área de estudio.

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A partir de este dato, nada más fácil que con una sencilla suma llegar al número correcto. Sin embargo, este planteamiento es, hoy día, imposible. Es así que tenemos que buscar soluciones alternativas, que pueden concretarse a través de diversas fórmulas, algunas veces de forma aislada, en ocasiones combinándolas. Con el fin de efectuar estas aproximaciones paleodemográficas, algunos investigadores han propuesto la posibilidad de ahondar en aspectos etnológicos, desde el razonamiento de una pervivencia de formas culturales -”paralelismo cerrado”- en ciertos espacios que por sus características naturales han hecho perdurar los modelos de ocupación del territorio, entendiendo dentro de este marco el tamaño y número de los asentamientos y su volumen de ocupación humana (Almagro Gorbea, 2001: 47). Cuando menos, y sin desestimar los datos que pueden proporcionar estas aproximaciones paleoetnológicas, en aquellos lugares con una posibilidad evolutiva diferente que la planteada en el modelo anterior, que si han modificado sus parámetros ocupacionales a lo largo de la Historia, es imprescindible buscar otros modelos teóricos con el fin de recuperar la información demográfica. Se ha considerado también como un método bastante válido, dentro de unos parámetros teóricos, el análisis de los tipos de ocupación diacrónica de los territorios en estudio, para, a partir de los datos sobre los modelos de asentamiento, el número de espacios ocupados y la superficie de los mismos, extraer la información que permita una aproximación a la evolución del número de habitantes del espacio estudiado. Este sería el análisis ejemplar, pero actualmente de difícil aplicación debido al generalizado desconocimiento de las variables señaladas, en prácticamente toda la geografía peninsular. En el área del Ebro, si bien durante los últimos años se han efectuado muchos avances en la investigación arqueológica protohistórica, estamos aún muy lejos de poseer estos datos, siendo muy pocos los asentamientos que han sido excavados completamente, de forma que partimos de una información proporcionada sobre todo por trabajos de prospección o por excavaciones parciales o en curso. Con estos planteamientos, debemos buscar unas propuestas para efectuar el cálculo poblacional adecuadas a los datos que poseemos, hecho que, a nivel aplicativo, no tiene que representar un problema, pues hay modelos muy variados que abarcan un abanico bastante amplio de posibilidades, si bien el resultado debe considerarse una aproximación teórica, eso si, válida para comprender aspectos evolutivos de tipo social y político1. F. Hassan, en su obra (Hassan, 1978), recoge siete conceptos teóricos a partir de los cuales fundamentar el cálculo de la población de un asentamiento: las viviendas o el espacio de habitación, la superficie total del asentamiento, el número de viviendas por asentamiento, el número de habitaciones por vivienda en un asentamiento, el número de personas por habitación y vivienda, el volumen de los depósitos del asentamiento y el número de hogares por asentamiento. Entre estos principios enumerados por Hassan, son los relacionados con el asentamiento -su superficie- y los espacios ocupacionales de éste -viviendas-, apoyándose en estudios etnográficos, los que han permitido a diversos investigadores formular unas pautas En este sentido, no hay que repetir cuestiones ya suficientemente conocidas dentro de la paleodemografía, como por ejemplo el propio escepticismo de los arqueólogos respecto al tema, debido sobre todo a la parcialidad generalizada de los datos con los cuales se puede trabajar, pues a pesar de todo, desde la década de los 80 del siglo pasado este es un campo de estudio continúa expansión (Guinea Bueno, 1987). 1.

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metodológicas con el fin de efectuar una aproximación teórica al volumen poblacional de los asentamientos o de los territorios durante la antigüedad. Entre éstos, siguiendo la propuesta de Gracia, Munilla, García, Playà y Muriel (Gracia et alii, 1996), destacamos por sus posibilidades de aplicación en el área geográfica definida en nuestro análisis, los siguientes: Métodos de proporción: Se trata de un procedimiento basado en el cálculo del espacio necesario para que un individuo pueda realizar su actividad socio-económica dentro de un hábitat (Gracia et alii, 1996), asignando un espacio por habitante. Podemos destacar los siguientes: - Método de Naroll (Naroll, 1962). La población de un asentamiento se obtiene dividiendo la superficie del mismo por un factor de 10 m², considerado éste como el espacio (de habitación y económico) que utiliza cada individuo. Este sistema ha sido criticado por no diferenciar la superficie comunitaria y la superficie de habitación, con la consecuencia de que los resultados tienden a sobredimensionar el volumen poblacional. Este error se ha intentado corregir mediante la asignación de los 10 m2/persona a partir de las dimensiones atribuidas a la superficie de habitación del poblado (Gracia et alii, 1996). - Método de LeBlanc. LeBlanc (1971), uno de los críticos de Naroll, incide en que la ratio tiene que aplicarse únicamente sobre la superficie útil y real ocupada por las estructuras de habitación. Este autor establece a partir de otros estudios una media de entre 6,2 y 7,3 m² como superficie de reposo de una persona, a contabilizar partiendo del global de los perímetros de las unidades de habitación (Leblanc, 1981). - Método de Casselbery (1974). Partiendo del estudio etnográfico de unidades de habitación multifamiliares correspondientes a fórmulas habitacionales diferentes de la unidad familiar básica, Casselbery estimaba en 6 m² el espacio correspondiente a cada individuo (P = A/6), con lo cual resulta un sistema similar al de Naroll, pudiendo aplicarse a partir de la totalidad del área del asentamiento, o bien en la parte proporcional que se considere ocupada por las unidades de habitación (Gracia et alii, 1996). De hecho, la variación en los métodos de Naroll (1962), LeBlanc (1971), o Casselbery (1974), así como los presentados por otros autores, entre los que destacan Wiessner (1974) o Kolb (1985), solo cambia en la ratio que se aplica, y las alteraciones de los resultados dependen básicamente del tamaño del espacio individual esencial contemplado. Métodos de asignación Los métodos de asignación consisten en establecer una ratio del número de personas por unidad de habitación a partir del estudio etnográfico de un grupo o territorio, aplicando ésta en los recintos domésticos de los asentamientos -definición de un módulo de habitantes por unidad de habitación- (Gracia et alii, 1996; Gracia, Munilla, 1997), destacando: - Método de Hill (1970). Se asigna una ratio de 6,1 personas por unidad de habitación. A diferencia de los anteriores, la población se obtiene a partir del número de casas del asentamiento, hecho que obliga a tener una información exhaustiva sobre éste y su evolución ocupacional.

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- Método de Cook-Heizer (1965). Este sistema teórico une el concepto proporcional con la asignación de una ratio de ocupación para las diferentes unidades de habitación, partiendo de una asignación de 2,325 m² a cada una de las primeras 6 personas (13,95 m² en total) y 9,3 m² a cada una de las restantes. Tal como se desprende de lo expuesto anteriormente, ambos métodos precisan de un total conocimiento de los yacimientos sobre los que se tiene que aplicar la formulación, factor ya señalado por otros autores (Gracia, et alii 2001), de forma que con el estado actual de la investigación en el área del Ebro, la aplicación de estos métodos se convierte en difícil y sus resultados de interpretación complejos. Con el fin de solucionar esta carencia, Gracia, Munilla, García, Playà y Muriel, han propuesto un nuevo método (Proporcional) destinado a cuantificar el área habitacional de los asentamientos aunque éstos no estén excavados en su totalidad. A partir de la definición de la superficie de un asentamiento se calcularía, según el número de estructuras existentes, la proporción de recintos conceptuados como unidades de hábitat en relación a la totalidad de edificios del poblado, según la siguiente fórmula: SV (superficie de viviendas)= ST (superficie total) - SC (superficie comunitaria). La proporción que se establece entre superficie destinada a viviendas y superficie comunitaria es del 60% para la primera y el 40% para la segunda (Gracia et alii, 1996). Con este dato, el siguiente paso es definir la media superficial de las unidades habitacionales, hecho que nos permitirá calcular las unidades de habitación, resultado de dividir el 60% de la superficie total del asentamiento por el valor medio asignado a las viviendas. En este sentido, en el área que estudiamos, a partir del análisis de los poblados excavados hemos establecido un valor medio de las unidades de habitación de 20,5 m² durante la Primera Edad del Hierro y 24,7 m² entre los siglos V-II ANE. Si bien actualmente no hay ninguna referencia sobre las medidas de las unidades de habitación o viviendas de los asentamientos en funcionamiento des de mediados del siglo VI ANE hasta finales del siglo V ANE, observamos cómo el valor total de la superficie ocupada aumenta a partir del siglo V ANE con respecto al siglo VII ANE. Si consideramos que el número de habitantes por vivienda podría ser de 4-52, la población se obtendría al multiplicar el número de unidades de habitación (UH) por 4,5. Cabe destacar que este método presenta más posibilidades de aplicación que otros, pues permite efectuar una aproximación válida al volumen de población de un asentamiento sin necesidad de que esté completamente excavado. No obstante, la extensión de este cálculo en espacios territoriales se tiene que efectuar siempre con una buena percepción de la dinámica ocupacional y de las variaciones en los patrones de asentamiento, conociendo la organización y jerarquización entre núcleos, así como su evolución cronológica, con el fin de evitar caer en un error de superposición de datos que distorsione la realidad, al asociar núcleos ocupados en diferentes épocas. Maluquer proponía para el poblado de la Ferradura la cifra de 4-4,5 individuos por unidad de vivienda (Maluquer, 1983); otros investigadores, basándose en los censos medievales, asignan entre 4 y 5 habitantes por ámbito (Gracia et alii, 1996); nosotros utilizaremos el valor 4,5 como media de los anteriores. El hecho de haberse documentado la existencia de estructuras con más de un piso en algunos asentamientos del área que analizamos, no creemos que sea indicativo de un aumento del número de personas que ocuparían el recinto. 2.

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Por último, mencionar también el método propuesto por Cunliffe, que parte del principio de que el número de habitantes de un núcleo crece por debajo de lo que aumenta su extensión, a partir de la fórmula P=146√A, donde P es la población y A la superficie del yacimiento en hectáreas. Cuando menos, este procedimiento se ha criticado por qué da una gran importancia a la existencia de espacios públicos o comunes, que en los asentamientos protohistóricos son sensiblemente menores que en una sociedad como la romana, a partir de la cual se ha desarrollado el método (Picazo, 1993). Hasta aquí hemos visto algunos de los principales métodos teóricos que pueden permitir una aproximación a la demografía de los territorios antiguos. Sin embargo, como indicábamos al principio, lo ideal es el conocimiento directo derivado del trabajo de campo, en cuanto que nos permite reconstruir los espacios domésticos de los asentamientos analizados, es decir, la excavación completa de un yacimiento arqueológico permite conocer el número de viviendas en uso en cada época ocupacional, de forma que con un sencillo cálculo, aplicando una ratio de habitantes por vivienda, podemos conocer el volumen poblacional del asentamiento para los periodos determinados. En el área del Ebro, actualmente, y aunque la investigación arqueológica en protohistoria ha avanzado profundamente los últimos 25 años, todavía estamos muy lejos de poseer unos datos exhaustivos que nos muestren, a nivel de arquitectura y/o urbanismo, un panorama general que facilite la reconstrucción de las estructuras sociales del mundo prerromano, pues son muy pocos los asentamientos de esta época intervenidos totalmente. Aún así, cabe destacar para el siglo VII ANE, los trabajos efectuados en los yacimientos de Aldovesta (Benifallet), Moleta del Remei de Alcanar (parcial), Sant Jaume de Alcanar (parcial) y La Ferradura (Ulldecona). En el caso del siglo VI ANE, los datos son prácticamente nulos. Tan sólo podemos contar, a nivel estructural, con la torre T3 de L’Assut, pues tampoco sabemos si podría haber otra área ocupada durante este periodo en su entorno. Ya en época ibérica, el panorama no mejora, pues si bien se ha intervenido en prácticamente todos los yacimientos nombrados en este estudio, únicamente se ha excavado en casi su totalidad el Castellot de la Roca Roja (Benifallet). En definitiva, muy pocos datos, aunque con cierta importancia para hacer una valoración final. Además de los métodos basados en el tamaño de los asentamientos o en la superficie ocupada por los mismos, se ha intentado también efectuar el cálculo poblacional a partir de la información proporcionada por las necrópolis. Cuando menos, la aplicación de procedimientos basados en el estudio de los cementerios se tiene que integrar dentro de un planteamiento teórico previo que defina perfectamente el ritual funerario de los grupos o comunidades culturales en estudio. Así mismo, la recopilación de los datos tiene que ser absolutamente completa, pues para obtener unos resultados fiables se tiene que trabajar con la totalidad de los enterramientos de la comunidad analizada, factor que por lo que respecta a las necrópolis del bajo Ebro, es, hoy día, imposible, pues los cementerios protohistóricos de esta región únicamente se documentan en un momento cronológico muy concreto y no de forma completa. En este sentido, tal como indican Álvarez y Ruiz Zapatero, estamos limitados a intentar cálculos de poblaciones vivas que originan las necrópolis, y además, controlando unas variables que en el caso del baix Ebre, hoy en día, es un hecho utópico (Álvarez, Ruiz Zapatero, 2001).

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Uniendo algunos de los aspectos vistos hasta ahora, en un estado ideal del conocimiento, Ruiz Zapatero y Fernández proponían en un artículo presentado en el primer Coloquio sobre Arqueología Espacial, realizar las estimaciones del volumen de población de un asentamiento a partir de tres criterios, el tamaño del hábitat, el número de los enterramientos de la necrópolis asociada y la “capacidad sustentadora” del territorio explotado (Ruiz Zapatero, Fernández, 1985). Está claro que al aplicar estos métodos, los datos que tenemos de esta época y de esta región donde pretendemos efectuar nuestro estudio nos obligan, como ya hemos señalado, a basarnos principalmente en el primer parámetro planteado, pues la carencia de información respecto a las necrópolis o enterramientos fuera del intervalo comprendido entre los siglos VI-V ANE limitan los datos a un momento cronológico muy concreto, básicamente centrado en torno al siglo VI ANE, y aún así de forma muy parcial, ya que todos los cementerios conocidos han sido afectados por actuaciones clandestinas, siendo la información proporcionada para este tipo de estudios considerablemente reducida. Por otro lado, por el tipo de enterramientos que encontramos en la zona del baix Ebre en esta época, pensamos que se trata de un ritual selectivo, aplicado únicamente un sector de la población, factor que reafirma la imposibilidad de calcular el volumen demográfico a partir de los datos proporcionados por las necrópolis o el número de enterramientos. Respecto al tercer criterio esbozado por Ruiz Zapatero y Fernández, es decir, la que sería la “capacidad sustentadora” del territorio explotado, si bien se han efectuado estudios sobre esta variable para el área geográfica analizada, tanto por lo que respecta a la delimitación del posible territorio de explotación como al volumen de producción del mismo (Diloli, 1997), no tenemos datos sobre la extensión e intensidad de las explotaciones, las técnicas, los tipos de cultivo y la producción real de estas comunidades, por lo tanto la información con la que basaríamos nuestro estudio nos podría llevar directamente hacia la especulación. Otra posibilidad de estudio del volumen de las poblaciones antiguas lo proporciona el análisis de los textos clásicos, aunque estos suelen presentar datos poco fiables y referentes ya a época romana. Sin embargo, no tenemos que desestimar esta información, pues puede servir para contrastarla con la obtenida a través otros métodos, siendo una fórmula que por ella sola no nos explica la evolución demográfica de los territorios. Vemos en definitiva, como con los datos actuales, la única opción para estimar la demografía protohistórica del bajo Ebro es el análisis del volumen de población a partir de la valoración de la extensión o de la ocupación superficial de los poblados, sistema que cómo ya hemos visto también está sujeto a importantes limitaciones, sobre todo por la problemática en la definición del tamaño de las áreas superficiales de los mismos, y en consecuencia la determinación de los espacios públicos y privados, entendiendo entre estos los domésticos, que son los que nos pueden ayudar a reconstruir el volumen poblacional del territorio. Es así que con el fin de efectuar una valoración del número de habitantes del curso inferior del Ebro durante la Protohistoria y la variación en su volumen a nivel diacrónico, tenemos que conocer los lugares de hábitat e intentar delimitar su extensión, de forma que se han definido unos parámetros para definir el tamaño de los asentamientos,

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determinándose el área superficial del núcleo arqueológico a partir de tres criterios: los límites estructurales del mismo yacimiento, en aquellos casos en que el yacimiento haya sido objeto de trabajos arqueológicos que hayan permitido definir su espacio ocupacional, la delimitación geomorfológico-estructural de la superficie del mismo partiendo de la relación entre las estructuras conservadas y la topografía del terreno donde se ubica el yacimiento, siendo los enclaves de más fácil medida los determinados por el relieve donde se encuentran situados y la presencia de un paramento -generalmente defensivoque limita la zona de ocupación, y la medida del área de habitación del establecimiento a partir de la dispersión de materiales en posición secundaria. En el curso inferior del Ebro, no es hasta a partir del siglo VII ANE que no se documenta la aparición de los primeros centros de hábitat estable, erigidos con materiales imperecederos, que nos permiten aplicar los planteamientos anteriores. Justo en éste momento cronológico se observa la gestación en este territorio de un modelo ocupacional basado en la construcción de pequeños asentamientos con unas características que indican la presencia de unidades familiares más o menos extensas, situados en puntos estratégicos que permiten el control del paisaje circundante, en zonas próximas al río, donde están las mejores tierras de labranza, pastos y sobre todo, acceso al mismo, fuente de recursos naturales y camino de entrada de los productos mediterráneos, en manos en este momento de los comerciantes fenicios. Desde donde se produce la llegada de estos nuevos pobladores al territorio analizado es todavía hoy un tema debatido, pues los datos sobre la ocupación de este mismo territorio durante la época inmediatamente anterior son muy pobres, indicando un poblamiento prácticamente nulo. De todos los asentamientos ocupados durante la primera edad del hierro, sólo Aldovesta (Benifallet), L’Assut (Tivenys), la Moleta del Remei (Alcanar), Sant Jaume (Alcanar) y la Ferradura (Ulldecona) han sido excavados, parcial o totalmente, siendo los que han aportado más información sobre las características urbanísticas y constructivas de esta área durante este periodo. ASENTAMIENTO EXTENSIÓN Turó de Xalamera 300 m2 Lo Toll 290 m2 El Martorell 500 m2 Aldovesta 320 m2 L’Assut Barranc Fondo 350 m2 Mas d’en Serra 480 m2 Casa de l’Assistent 500 m2 Plana de la Mora 1 250 m2 Plana de la Mora 2 300 m2 Castell de Sant Joan (Tortosa) MEDIA 1 ( con la Moleta del Remei): 554,72 m2 MEDIA 2 (sin la Moleta del Remei): 422,64 m2

ASENTAMIENTO Els Tossals Barranc de les Fonts La Moleta del Remei Sant Jaume La Cogula Castell d’Ulldecona La Ferradura Les Senioles Tossal Redó Pla de les Sitges

EXTENSIÓN 400 m2 800 m2 (?) 2800 m2 495 m2 350 m2 450 m2 800 m2 300 m2 300 m2

Tab. 1. Superficies de los yacimientos ocupados durante el siglo VII ANE

Visto el cuadro anterior, se observa como en el curso inferior del Ebro, durante el siglo VII ANE, los yacimientos se distinguen básicamente para ocupar superficies reducidas, que oscilan generalmente entre los 250 y los 500 m². Únicamente el Barranc de les Fonts (Xerta), que no tiene una superficie bien delimitada, les Senioles (La Sénia) y Moleta del Remei (Alcanar) sobresalen de esta caracterización, siendo la Moleta un caso

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aparte, pues la superficie estimada de ocupación de este asentamiento durante la Primera Edad del Hierro supera con creces en el resto de núcleos del territorio. Vemos pues como a grandes rasgos parece haber una homogeneidad considerable en cuanto a las superficies de los yacimientos ocupados en la zona del baix Ebre durante los siglos VIIinicios del VI ANE, tratándose en general de pequeños núcleos de características parecidas que subsistirían mediante la explotación y control del entorno más próximo. Del momento inmediatamente posterior -siglo VI ANE-, los datos que tenemos son mucho menos precisos que para los periodos anterior y siguiente. Fig. 2. El curso inferior del Ebro durante el siglo VII ANE. Tan sólo en Lo Toll (Benifallet), dónde se ha documentado la presencia de cerámicas adscribibles al siglo VI ANE (Noguera, 2006); en el Castellot de la Roca Roja (Benifallet), donde se han diferenciado niveles del siglo VI ANE; L’Assut (Tivenys), donde se documenta la presencia de un edificio turriforme que habría estado en funcionamiento durante el siglo VI ANE; Els Tossals (Aldover), donde conviven ánforas de tipo fenicio y cerámica ibérica antigua o el Tossal Redó (L’Aldea), con presencia también de vajilla ibérica antigua, parece que se puede constatar de manera verosímil la existencia de un nivel de ocupación de este momento; en cuanto a los otros yacimientos, podemos suponer la existencia de esta ocupación, pero sin datos lo bastante claros. En otro sentido, la totalidad de necrópolis de esta zona: Mas de Mussols (L’Aldea), Mianes (Santa Bàrbara), o L’Oriola (Amposta), empiezan a ser utilizadas durante el siglo VI ANE, perdurando hasta el siglo V ANE, si bien el área cementerial total, como ya hemos indicado, nos es muy mal conocida. ASENTAMIENTO El Martorell El Castellot de la Roca Roja Lo Toll Barranc de les Fonts L’Assut Els Tossals Tossal Redó MEDIA

EXTENSIÓN 500 m2 900 m2 (*) 500 m2 900 m2 (*) 400 m2 (*) 400 m2 300 m2 557,14 m2

Tab. 2. Superficies de los yacimientos ocupados durante el siglo VI ANE. Con un asterisco aparecen los que tienen una delimitación definida en épocas posteriores o sobre los cuales no es segura la extensión habitada.

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Este descenso en la ocupación se ha querido explicar, por una parte, como una concentración de la población, consecuencia de cambios en los patrones de asentamiento, producida después del abandono de la mayor parte de núcleos ocupados durante el periodo anterior. También ha habido autores que han remarcado la dificultad de distinguir este periodo del precedente y ulterior, alertando sobre la posibilidad de su enmascaramiento bajo una ocupación posterior (Noguera, 2006: 144). Sin querer entrar en esta discusión, lo que está claro es que entre mediados del siglo VI ANE y mediados del siglo V ANE, el curso inferior del Ebro, al igual que otros territorios vecinos, sufrirá profundas transformaciones que desembocarán en la aparición en esta área geográfica, de la cultura ibérica. Fig. 3. El curso inferior del Ebro durante el siglo VI ANE. Así, a partir del siglo V ANE se producen toda una serie de nuevas fundaciones que indican un gran aumento poblacional en el territorio, siendo éste el periodo del que tenemos más información, tanto por el crecimiento en el número de yacimientos como por la intensificación de la información proveniente de las excavaciones arqueológicas practicadas en ellos. Se ha testimoniado la presencia de estructuras conservadas en el Turó d’Audí (Benifallet), posiblemente el Martorell (Benifallet), el Castellot de la Roca Roja (Benifallet), la Torreta (Benifallet), Les Valletes (Aldover), L’Assut (Tivenys), la Punta de la Plana de la Mora (Tivenys), Les Planetes (Tortosa), el Barranc de Sant Antoni (Tortosa), Castell de Sant Joan (Tortosa), el Pla de les Sitges (Tortosa), Mianes (Santa Bàrbara), el Barranc de les Fonts (Xerta), Les Faixes Tancades de l’Antic (Amposta), el Castell d’Amposta, Mas de Mussols (L’Aldea), la Moleta del Remei (Alcanar), el Castell dels Moros (Godall), las Esquarterades (Ulldecona) y el Castell d’Ulldecona. No hemos incluido en esta lista los yacimientos de pequeño tamaño, sin estructuras definidas y funcionalidad incierta en los que se ha documentado la presencia de cerámica ibérica, sobre todo por que entendemos que dentro de la organización de este territorio en época ibérica estos reducidos espacios dependerían en todos los aspectos de los núcleos mencionados (Diloli, 1997). Fig. 4. El curso inferior del Ebro entre los siglos V i II ANE.

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ASENTAMIENTO Turó de l’Audí El Martorell El Castellot de la Roca Roja La Torreta Les Valletes L’Assut Punta de la Plana de la Mora Les Planetes Tortosa (Castell de S. Joan) Barranc de Sant Antoni MEDIA 1 (con Tortosa) MEDIA 2 (sin Tortosa)

EXTENSIÓN 1100 m2 900 m2 1000 m2 2900 m2 3500 m2 1200 m2 3500 m2 40000 m2 (*)3 1000 m2

ASENTAMIENTO Pla de les Sitges Mas de Muslos Mianes El Bordissal La Moleta del Remei Les Faixes Tancades de l’Antic Castell d’Amposta Castell dels Moros Castell d’Ulldecona Les Esquarterades

EXTENSIÓN 700 m2 700 m2 5000 m2 2000 m2 1000 m2 1600 m2 3500 m2 (*) 2200 m2 3780 m2 1873,68 m2

Tab. 3. Superficies de los yacimientos ocupados durante los siglos V-II ANE.

Tal3como se puede observar, la media de la superficie ocupada por los núcleos de hábitat durante el periodo comprendido entre los siglos V y II ANE, obviando el núcleo que muy posiblemente ejercería como lugar central del territorio –Castell de Sant Joan/Tortosaen este momento, es prácticamente cuatro veces y media la que tenían los asentamientos de la Primera Edad del Hierro y más de tres veces el tamaño de los pocos conocidos para el siglo VI ANE. Con estos datos, es indudable que durante el siglo V ANE, el curso inferior del Ebro se reorganiza a nivel ocupacional, concentrándose la población en unos centros que se erigen de nueva planta, con una planificación previa. Sin embargo, este hecho no explica el gran aumento demográfico que se observa únicamente a partir del tamaño y número de asentamientos, de forma que tenemos que buscar este crecimiento a partir de otros parámetros más amplios, probablemente como consecuencia de movimientos migratorios de alcance desconocido. Sobre mediados/finales del siglo II ANE aparecen nuevos centros de hábitat que se sumarán a los anteriores, los cuales por regla general perdurarán hasta este periodo. Sin embargo, la falta de datos sobre la evolución del conjunto de asentamientos no nos permite concretar las transformaciones que sufrirán con respecto al área de ocupación, pero si nos atendemos a las referencias aportadas por los trabajos arqueológicos efectuados en algunos de ellos, pensamos que mayoritariamente se mantendrán las mismas superficies, con pocas variaciones, que durante el Ibérico Pleno. Los nuevos centros construidos durante este último momento de la cultura ibérica se caracterizarán principalmente por situarse en la llanura, ocupar extensiones superficiales reducidas y estar especializados básicamente en la explotación del territorio, caso del Mas de la Torre (Ulldecona), L’Oriola (Amposta), los Arenalets (Xerta), Masía Despatx (Tortosa), Barrugat (Tortosa), Mas de l’Antic (Camarles), Les Llomes (Benifallet), entre otros. Estos nuevos núcleos se desarrollarán, si consideramos la proximidad entre unos y los otros, a partir de antiguos establecimientos (El Bordissal-Mas de l’Antic, las Planetes-Barrugat), o bien aparecerán en zonas nuevas sin relación con el poblamiento anterior, conviviendo en un primer momento Tanto en el caso de Tortosa (Castell de Sant Joan) como en el del Castell d’Ulldecona, la extensión indicada es la de la superficie de la fortificación o la de la colina donde se sitúa el castillo, pues no tenemos datos sobre el tamaño de la posible área de ocupación de los asentamientos protohistóricos. Por lo que respecta a Les Planetes, ha sufrido fuertes destrucciones que desfiguran su tamaño inicial, considerablemente superior al que se observa hoy en día. 3.

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con los asentamientos ocupados durante los siglos precedentes, que por regla general serán abandonados a partir de finales del siglo II ANE ante la aparición de las nuevas formas políticas y económicas impuestas por Roma. 3. Análisis demográfico Ya hemos comentado en apartados anteriores la importancia que puede tener para explicar un proceso histórico de ocupación de un territorio, conocer diacrónicamente su densidad demográfica. Al mismo tiempo, hemos indicado la dificultad que existe para efectuar esta aproximación, al menos durante el periodo que proponemos. Sin embargo, la aplicación de algunos de los métodos planteados en el apartado metodológico4 pueden darnos una idea de los cambios que, en diferentes épocas, se aprecian en el área del curso inferior del Ebro, transformaciones a las cuales, lógicamente, habrá que buscar explicación. Partimos de la descripción de un territorio que considerando las fronteras administrativas actuales tiene una superficie total de unos 1762 km2. Sin embargo, este espacio no se corresponde con ninguna delimitación de época protohistórica, concentrándose la población de época antigua de esta región en un espacio bastante más reducido, limitado por las terrazas más próximas al valle fluvial, más aptas para la vida, para la producción o para el trasiego comercial a través del Ebro y de algunos de sus afluentes (Diloli, Sardà, en prensa). Además, se debe eliminar la superficie que hoy día ocupa el delta del Ebro, inexistente durante el periodo analizado. Nos movemos, pues, en un espacio aproximado de unos 1100 km2. En este sentido, analizando el periodo comprendido entre el siglo VII y inicios del siglo VI ANE, el volumen de población de los asentamientos del bajo Ebro podría oscilar entre los siguientes parámetros: ASENTAMIENTO Tossal Redó Els Tossals Turó de Xalamera Lo Toll El Martorell Aldovesta Barranc Fondo Mas d’en Serra Casa de l’Assistent Plana de la Mora 1 Plana de la Mora 2 Barranc de les Fonts La Ferradura Sant Jaume Moleta del Remei La Cogula Les Senioles El Pla de les Sitges

EXTENSIÓN 300 m2 400 m2 300 m2 290 m2 500 m2 300 m2 350 m2 480 m2 500 m2 250 m2 300 m2 800 m2 (?) 400 m2 500 m2 2800 m2 350 m2 800 m2 300 m2

% UH 180 240 180 174 300 180 210 288 300 150 180 480 240 300 1680 210 480 180

NºUH5 9 12 9 8 15 9 10 14 15 7 9 24 12 15 84 10 24 9

A 30/18 40/24 30/18 29/17 50/30 30/18 35/21 48/28 50/30 25/15 30/18 80/48 40/24 50/30 280/168 35/21 80/48 30/18

B 50/30 67/40 50/30 48/29 83/50 50/30 58/35 80/48 83/50 42/25 50/30 134/80 67/40 83/50 466/280 58/35 134/80 50/30

C 54 71 54 52 89 54 62 86 89 45 54 142 71 89 498 62 142 54

D 40 53 40 38 66 40 46 63 66 33 40 80 53 66 344 46 80 40

Tab. 4. Calculo estimativo del número de habitantes por asentamiento durante el siglo VII ANE a partir de los métodos de Naroll (A), Casselbery (B), Hill (C) y Gracia et alii (D).

Hemos elegido un procedimiento de cada clase para poder comparar posteriormente los resultados. Aplicamos los métodos de proporción de Naroll (A) -sobre la superficie total y sobre la superficie supuesta de viviendas- y Casselbery (B), el de asignación de Hill (C) y el proporcional de Gracia et alii (D). 4.

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Como ya habíamos enunciado, existen otros datos extraídos de la investigación directa, que nos pueden permitir valorar el grado de aproximación de los métodos empleados a partir de la comparación. Se trata de la intervención directa en los asentamientos de Aldovesta (Benifallet), Sant Jaime (Alcanar), Moleta del Remei (Alcanar) y La Ferradura (Ulldecona)5. En el caso de Aldovesta, tanto en la interpretación realizada en el momento de su excavación (Mascort, Sanmartí, Santacana, 1991), como en análisis posteriores (Noguera, 2006), se explica su función como un centro indígena redistribuidor de mercancías, fundamentalmente de procedencia fenicia. Por su tipología estructural este núcleo no puede ser considerado un poblado, y sus habitantes serian un grupo reducido, sin sobrepasar la docena de personas (Mascort, Sanmartí, Santacana, 1991: 37). Proponemos, para efectuar los cálculos, dos UH.6 Sant Jaume se ha interpretado como una residencia o pequeña ciudadela, con una funcionalidad vertebradora de un territorio situado en el entorno del río Sénia, sin que actualmente se conozca ninguna característica que permita asimilar este núcleo a un poblado, por lo que sus habitantes deben considerarse en el marco de esta hipótesis; en este sentido, al igual que para   Aldovesta, aplicaremos los cálculos a partir de la suposición de dos unidades domésticas. En el caso de la Moleta del Remei, hemos utilizado la planimetría que restituye la organización urbanística del yacimiento durante la primera edad del hierro, donde se pueden distinguir unos 60 ámbitos (Garcia, 2004, fig. 5: 157). La Ferradura se presenta como un pequeño poblado ocupado durante la primera edad del hierro, con una superficie aproximada de unos 400 m2, y una planta donde se pueden identificar entre 9 y 10 ámbitos, que podrían considerarse unidades habitacionales. ASENTAMIENTO Aldovesta Sant Jaume Moleta del Remei La Ferradura

EXTENSIÓN 300 m2 500 m2 2800 m2 400 m2

% UH -

NºUH 2 2 60 10

A 8/5 8/5 200/120 35/21

B 14/8 14/8 332/200 58/35

C 12 12 356 62

D 9 9 264 46

Tab. 5. Métodos de Naroll (A), Casselbery (B), Hill (C) y Gracia et alii (D).

Tal y como se observa en la tabla 4, la aplicación de uno u otro procedimiento produce una variación que puede llegar a ser sustancial en el resultado. Básicamente se ve como el método establecido por Hill es el que determina un mayor número de habitantes por centro, seguido por el de Casselbery aplicado al total de la superficie ocupada por el yacimiento.  Sin embargo, pensamos que el procedimiento planteado por este investigador debería practicarse directamente sobre el área ocupada por las unidades de habitación, habiendo separado previamente ésta de la superficie total del núcleo. Así, nos encontraríamos con que la población resultante de dividir la superficie del yacimiento entre 10, considerando el 10% del espacio total como la capacidad asignada por Naroll como No se ha incluido L’Assut debido a que los datos que tenemos sobre su ocupación durante la primera edad del hierro son muy imprecisas. 6. El número de unidades de habitación la hemos calculado dividiendo el área destinada a viviendas (60% del total de la superficie del yacimiento) por la superficie media de habitación calculada en cada momento cronológico, es decir, 20,5 m2 para los siglos VII-VI ANE, y 24,7 m2 para el período V-II ANE. 5.

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básica para cada individuo, coincidiría con el volumen de población resultante de aplicar el método de Casselbery al área ocupada por las habitaciones (60% del total). El método proporcional, por otro lado, aumentaría en cierta medida el volumen de habitantes resultante de aplicar los procedimientos anteriores, quedando pero el número total sensiblemente por debajo del resultado de la propuesta de Hill. El método de Naroll, aplicado a la superficie total del yacimiento, de Casselbery al área habitacional y el método proporcional, pero con ligeros ajustes, son los que han aportado unos resultados más parecidos, sin olvidar que los datos que tenemos actualmente son susceptibles de ser modificadas a medida que avance la investigación en esta zona. Ahora, si comparamos los resultados de la aplicación teórica con la información extraída de la investigación arqueológica efectuada directamente en los asentamientos, el tema se complica, pues la funcionalidad de los núcleos es una variable que determina su ocupación. Así, Aldovesta y Sant Jaume tendrían menos habitantes que los propuestos por la aplicación de cualquier método, pues el espacio doméstico, que es la base de estos estudios teóricos, es menor, ya que en ambos casos predomina la necesidad de una superficie destinada a otras tareas. En cuanto a Moleta del Remei, se observa también un descenso del número teórico total de habitantes, pues las unidades de hábitat reales son menos que las generadas a partir del cálculo teórico de la superficie ocupada por estas. La Ferradura, por último, presenta la misma problemática, siendo menor el número de habitantes extraído del cálculo para unidades de hábitat excavadas, que el teórico. Tal como vemos, todos los métodos propuestos sobrevaloran el número de habitantes, esencialmente por la consideración del espacio de ocupación doméstico. Con estos datos, si establecemos un cómputo global para esta época sumando la totalidad de habitantes teóricos del territorio extraída de la aplicación de los métodos de Naroll y Casselbery en la tabla 4, el volumen demográfico da una densidad de 0,9 habitantes por km2, mientras que según el método proporcional llegaría a 1,12 h/km2. Si aplicamos la corrección que nos proporciona el estudio de los casos donde tenemos la estimación real de las unidades de habitación, que es de aproximadamente un 14% menos, debemos considerar una densidad que no superaría los 0,8-0,9 h/km2. Tal como vemos, se trata de una densidad de población bastante baja, pero superior a la de los siglos anteriores, factor que deberíamos explicar dentro de un proceso territorial más amplio que el delimitado por el área en estudio.  Debemos recordar que las comarcas del Baix Ebre y del Montsià prácticamente no presentan indicios de ocupación durante el Bronce Final, un momento caracterizado en áreas vecinas por la presencia de grupos familiares semi-sedentarios que explotan territorios amplios, donde realizan tareas de recolección, agricultura de artiga y ganadería (Sanmartí, 2004), moviéndose por estos espacios según sus propias necesidades de subsistencia.  A partir del siglo VII ANE se observa un proceso de asociación y sedentarización de estos grupos, lo que, unido a un aumento demográfico, provoca la necesidad de nuevos espacios productivos, y, en consecuencia, la colonización de nuevos territorios, puede ser el valle inferior del Ebro. Es así que en este momento, el bajo Ebro recibirá aportaciones humanas procedentes de otras regiones, posiblemente cercanas, que se establecerán en este territorio siguiendo unas pautas que primarán la estrategia en su ubicación en cuanto a la presencia de recursos,

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control del entorno e, incluso, la defensa. Hay que recordar también que este es el momento en que en este territorio se producirán los primeros contactos con el comercio fenicio, un factor que, como señalan otros autores (Sanmartí, 2001: 107), es difícil no relacionar con los cambios en la organización territorial de esta área durante este período. El modelo planteado, que se mostrará en rasgos generales a través de diversas formas ocupacionales, bien como residencias aisladas unifamiliares o como poblados que podrían albergar varias familias, entrará en crisis a mediados del siglo VI ANE.  La escasez de recursos, la pérdida del control sobre los bienes de prestigio procedentes de la órbita fenicia sur-peninsular, la problemática generada por la imposición de una estrategia política –protoaristocracia- que no cuajaría -reacción social- o conflictos derivados de la formación de entidades territoriales amplias (Sanmartí, 2001: 110), forman toda una serie de posibilidades para explicar la destrucción violenta de buena parte de estos asentamientos. Este hecho desembocará a nivel ocupacional en un nuevo esquema territorial, del que hoy día por desgracia tenemos muy pocos datos, haciéndose muy difícil definir el establecimiento de un patrón de ocupación. Un hándicap que como ya han apuntado otros investigadores, se ve agravado por la dificultad en la datación de este momento, que se efectúa sobre todo a partir de unos materiales recuperados en superficie o con unos rasgos característicos no siempre fáciles de definir o de distinguir de los siglos anteriores y/o posteriores (Gracia, Munilla, 1993). En general, y a pesar de lo expuesto, podemos apuntar que la disposición de los núcleos de hábitat ocupados durante este momento cronológico parece indicar, en las formas, cierta continuidad respecto la época anterior, constatándose un claro interés por controlar las vías de comunicación, principales rutas comerciales, y los espacios agrícolas potencialmente más productivos, hecho indicativo de la existencia de un tipo de ocupación bien organizado que prioriza la consecución de unos productos y su comercialización, canjeándolos por unos bienes que llegan  en forma de cerámica de lujo -vasos etruscos, primeras importaciones griegas, etc .-, de manufacturas agropecuarias -aceite, posiblemente vino y salazones- o de otros productos de carácter perecedero -perfumes, tejidos, etc.procedentes del hinterland griego o del ibicenco. La nueva estructura económica se basará fundamentalmente en la existencia de un sector social diferenciado que afianzará su poder mediante el control de la producción, los intercambios y posiblemente de la tecnología -metalurgia del hierro-, los mismos grupos elitistas que se enterrarán en las necrópolis datadas durante esta época, simbolizando tanto a través del ritual -cementerios selectivos- como a partir de los ajuares, su pujanza, destacando la presencia constante del armamento característico de una nobleza guerrera. Sobre los datos ocupacionales de este periodo tenemos: ASENTAMIENTO Tossal Redó El Martorell Castellot de la Roca Roja Barranc de les Fonts Lo Toll L’Assut Els Tossals

EXTENSIÓN 300 m2 500 m2 1000 m2 800 m2 (?) 500 m2 400 m2 400 m2

% UH 180 300 600 480 300 240 240

Nº UH 9 15 24 24 15 12 12

A 30/18 50/30 100/60 80/48 50/30 40/24 40/24

B 50/30 83/50 166/100 134/80 83/50 67/40 67/40

C 54 89 146 142 89 71 71

D 40 66 109 80 66 53 53

Tab. 6. Cálculo estimativo del número de habitantes por asentamiento durante el siglo VI ANE a partir de los métodos de Naroll (A), Casselbery (B), Hill (C) y Gracia et alii (D).

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La dificultad de diferenciar los espacios de ocupación de este periodo del anterior y del posterior, en el caso de las reocupaciones, dificultan en fuerte medida el análisis, sin embargo, no podemos dejar de resaltar el descenso ocupacional que indican los datos presentados, con una densidad poblacional que no supera los 0,4 habitantes por km2, siguiendo las apreciaciones más altas. A partir del siglo V ANE, sin que podamos concretar el proceso de paso de un sistema a otro, se observa la aparición de un nuevo modelo de ocupación en el área del bajo Ebro. A mediados/finales de este siglo se documenta la proliferación de toda una serie de núcleos que presentan unas características similares, tamaño parecido (con contadas excepciones), fortificados, situados en lugares estratégicos y controlando el territorio de su entorno. A estos se suman otros pequeños núcleos destinados a desempeñar tareas complementarias, siguiendo un modelo jerarquizado que perdurará hasta la presencia romana (Diloli, 1997; Diloli, Bea, 2005). Excluidos del análisis aquellos yacimientos que por sus características -tamaño, situación, restos estructurales- parecen estar subordinados a otros núcleos más grandes, con una dependencia que podría incluir el hábitat, es decir, se utilizarían únicamente como complemento o apoyo de tareas especializadas, no como lugares de residencia estable, se comprueba como los poblados están compuestos por grupos de población de tamaño variable pero sensiblemente superior a los de la etapa preibérica. Debemos tener en cuenta que en este territorio el tamaño de los asentamientos es reducido, sobre todo si lo comparamos con otras regiones peninsulares, con unas medidas que si bien no son inferiores a los 1000 m2, tampoco superan los 5000 m2. Únicamente en algún caso especial que merecería un tratamiento a parte podría darse una sustancial diferencia: el Castell de Sant Joan de Tortosa, o, para las comarcas del Ebro catalán más septentrionales, el Castellet de Banyoles de Tivissa. ASENTAMIENTO

EXTENSIÓN

% UH

Nº UH

A

B

C

D

Mas de Muslos Mianes Les Valletes Turó de l’Audí El Martorell Castellot de la Roca Roja La Torreta El Bordissal Barranc de Sant Antoni L’Assut Punta Plana de la Mora Les Planetes7 Castell de Sant Joan Pla de les Sitges8 La Moleta del Remei Les Faixes Tancades Castell d’Amposta Castell dels Moros Castell d’Ulldecona Les Esquarterades

1000 m2 1000 m2 2900 m2 1100 m2 1000 m2 1000 m2 1000 m2 3500 m2 1200 m2 3500 m2 (*) 40000 m2 (*) 5000 m2 2000 m2 1000 m2 1600 m2 3500 m2 (*) 2200 m2

600 600 1740 660

24 24 70 27

100/60 100/60 290/174 110/66

166/100 166/100 483/290 183/110

146 146 427 165

109 109 315 122

600 600

24 24

100/60 100/60

166/100 166/100

146 146

109 109

600 2100 720 2100 24585

24 84 29 84 995

100/60 350/210 120/72 350/210 4097/2458

166/100 581/350 200/120 581/350 6829/4097

146 511 177 511 6070

109 381 131 381 4478

3110 1200 600 960 2100 1320

126 49 24 39 85 53

518/311 200/120 100/60 160/96 350/210 220/132

864/518 333/200 166/100 267/160 583/350 367/220

769 299 146 238 519 323

567 221 109 176 383 239

Tab. 7. Cálculo estimativo del número de habitantes por asentamiento durante los siglos V-III ANE a partir de los métodos de Naroll (A), Casselbery (B), Hill (C) y Gracia et alii (D).

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Tal como hemos hecho para el siglo VII ANE, debemos comparar la aplicación teórica y los datos extraídos del trabajo arqueológico. En este caso, tenemos información de la mayor parte de asentamientos, pero el único que ha sido excavado casi en su totalidad, como ya hemos indicado, ha sido el Castellot de la Roca Roja, en Benifallet. Este yacimiento ha proporcionado, para un área superficial que no llega a los 1000 m2, un total de una veintena de recintos, de forma que el cálculo poblacional podría quedar de la siguiente manera, observándose como de nuevo la estimación real es menor que la teórica: ASSENTAMENT

EXTENSIÓ

% UH

Nº UH

A

B

C

D

Castellot de la Roca Roja

1000 m2

-

20

70/42

116/70

124

92

Tabla 8. Métodos de Naroll (A), Casselbery (B), Hill (C) y Gracia et alii (D).

Vistas las tablas anteriores, a nivel global, el primer dato que podemos extraer es que estos asentamientos, todos con cierta entidad dentro del modelo de ocupación de este territorio, superan en todos los casos la centena de habitantes, de forma que nos  hallaríamos ante un patrón habitacional de agrupamiento, vislumbrándose en ésta época un fuerte aumento de la densidad de población, que se situaría, siguiendo los modelos de Naroll-Casselbery y Gracia et alii respectivamente, en 7 u 8 habitantes por kilómetro cuadrado, dato que se aproxima a la propuesta para otros pueblos prerromanos del interior peninsular (Almagro Gorbea, 2001:51), pero inferior a la propuesta para el área catalana (Sanmartí, 2001: 122-123). Si consideramos que la información extraida del conocimiento directo de los poblados indican una realidad ligeramente más baja, de aproximadamente un 12%, el volumen poblacional sería aún menor. A partir de los siglos II-I ANE, el panorama ocupacional se ve modificado por la edificación de nuevos centros con unas características bastante diferentes de los que perduran del período anterior: son núcleos que generalmente se sitúan en el llano, sin ningún interés estratégico o defensivo, cerca de áreas especialmente aptas para ser cultivadas y que en algunos casos tienen continuidad en época romana.  De hecho, su aparición está asociada a un sistema de ocupación del territorio basado en una estructura económica y social diferente de la imperante durante la plena cultura ibérica, impuesta por los nuevos esquemas políticos y organizativos generados desde Roma. 4. Conclusiones El análisis que presentamos debe entenderse como una aproximación teórica a la demografía protohistórica del territorio definido por el tramo final del río Ebro, concretamente el valle que se forma desde el paso de Barrufemes hasta su desembocadura, un ejercicio que nos ha permitido distinguir varias cuestiones que pretendemos remarcar en estas conclusiones. En primer lugar, debemos señalar las variaciones en la densidad de población durante el período estudiado. Hemos considerado que el área donde se establecerían los grupos humanos durante la protohistoria se ceñiría esencialmente al valle fluvial y a las terrazas cuaternarias que lo definen, quedando desempleadas las zonas más elevadas de

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las sierras que enmarcan este territorio; en concreto, un espacio que no superaría los 1100 km2. Con esta valoración, la densidad de población sería de menos de un habitante por km2 durante el siglo VII ANE, que pasaría a menos de la mitad durante el siglo VI ANE, para aumentar de forma brusca a partir del siglo V ANE hasta el cambio de Era, pasando a los aproximadamente 7 habitantes por km2, siendo el volumen demográfico de este territorio durante el Ibérico Pleno, cercano al propuesto para otros territorios peninsulares durante el mismo periodo, aunque ligeramente inferior al que otros investigadores han considerado para  los íberos del área catalana, o al que se puede extraer de las fuentes clásicas para la época romana. Obviando este ligero desajuste, a partir de los datos expuestos, se observa perfectamente la imposibilidad de explicar el aumento poblacional de esta época, bastante brusco, a partir de un crecimiento natural (Régimen Natural), de forma que se han  de buscar los motivos de esta modificación demográfica a través de una explicación que priorice la posible llegada de gentes al tramo final del Ebro al menos en dos momentos cruciales: el primero, durante el siglo VII ANE, pues al contrario de lo que  se puede entrever en la Ribera d’Ebre, donde podría darse, a parte de una posible entrada de grupos foráneos, una sedentarización de los que ya ocuparían el territorio, en el Baix Ebre y el Montsià prácticamente no se conocen hoy en día asentamientos que puedan ser datados con seguridad durante los últimos siglos de la Edad del Bronce, exceptuando algún caso aislado de difícil datación. El segundo momento que se debe explicar en clave de una importante llegada de gentes se produciría después de unos años de incertidumbre ocupacional, de difícil explicación histórica, a partir de aproximadamente mediados o finales del siglo V ANE. El crecimiento de la población es esta vez aún más remarcable, multiplicándose los habitantes por km2 de forma inusitada, manteniéndose posteriormente esta población con un ligero crecimiento, ya sin retrocesos, hasta el cambio de Era. Hemos de reseñar que los indicadores arqueológicos que nos permiten distinguir la ocupación del siglo VI ANE no son claros, de forma que tampoco tenemos la certeza absoluta de que algunos de los poblados de nueva planta que aparecen en el territorio a mediados/finales del siglo V ANE no hubieran sido ocupados anteriormente, aunque esto no explicaría el repentino incremento poblacional. Regresando al primer momento, el siglo VII ANE, hay que indicar que, por los datos que poseemos, la llegada de estos nuevos pobladores sería un fenómeno rápido, que sucedería como mucho durante una generación. Actualmente existe constancia de una plena ocupación de las áreas territoriales vecinas durante el Bronce Final: al norte, en la Ribera d’Ebre y el Priorat se concentran hábitats y necrópolis.  En el caso de la Ribera d’Ebre, entre los siglos XI y VIII ANE se constata la presencia de grupos de pastores-agricultores en lento proceso de sedentarización, ocupando establecimientos semipermanentes durante períodos relativamente cortos, hasta su ocupación permanente de un lugar, como se observa en el yacimiento del Barranc de Gàfols (Sanmartí et alii, 2000). Posiblemente esta sedentarización, que conllevaría el control de un territorio productivo, iría asociada a un aumento demográfico, pues la ocupación permanente de un espacio para ser ventajosa a sus protagonistas, tiene que ir ligada a un notable aumento de  población, si no, por la pérdida de fertilidad de los suelos, para tener una misma

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producción se multiplica el trabajo invertido (Sanmartí et alii, 2000). Asimismo, se produciría la necesidad de salvaguardar y proteger unos recursos más escasos (Sanmartí, 2001), de forma que consecuentemente, ante la falta de estos, se produciría la emigración y la búsqueda de nuevas tierras. Este panorama explicaría la presencia de estos nuevos grupos poblacionales en el Ebro final en este momento en forma de migraciones, por un desajuste entre población y recursos y los atractivos que una región más rica proporcionaría, siendo ésta una de las principales causas del movimiento de poblaciones prehistóricas (Ruiz Zapatero, 1983: 150-151). Tampoco debemos olvidar que en la zona del Matarraña y Bajo Aragón, donde se constata una ocupación estable durante buena parte del Bronce Final, caso de Cabezo de Monleón, Záforas, Loma de los Brunos, Palermo, Roquizal del Rullo, Escodines Altes, Escodines Baixes, etc. (Fatás, 2007; Ruiz Zapatero, 1984; Álvarez, Bachiller, 1994-95), se produce un paulatino abandono de poblados entre los siglos VII y VI ANE. En este sentido, en el margen derecho del curso inferior del río Ebro se ha constatado la existencia de varios pasos naturales potencialmente utilizables, que darían viabilidad a este contacto entre la región cercana a la desembocadura y las tierras del interior: Terra Alta, Bajo Aragón y Matarraña. Estos son el Barranco de Xalamera, el Riu Sec o el Barranco de Voravall (Diloli, Sardà, en prensa), caminos tradicionales entre estos territorios, ya citados por otros investigadores (Sanmartí, 1984; Ruiz Zapatero, 1984; Puch, 1996; Diloli, 1997; Noguera, 2002, 2006) y que estos últimos años han sido objeto de un programa de prospecciones para comprobar su validez como vías de comunicación (Diloli, Sardà, en prensa). También en la zona del Sénia se ha planteado la llegada de población foránea a través de los pasos de los Puertos de Tortosa-Beceite, que comunicant la zona del Montsià y Baix Maestrat con el Bajo Aragón. En todo caso, en toda el área analizada, la existencia de un doblamiento de carácter estable y sedentario no se documenta hasta la segunda mitad del siglo VII ANE (Diloli, 1997; Noguera, 2006). Se trata de un tipo de poblamiento basado en asentamientos de pequeño tamaño que integran un reducido número de habitaciones, un tipo que parece corresponderse con las características propias de un modelo de ocupación organizado en “comunidades de ámbito local”, que podría responder a un fenómeno de colonización agraria, paralela a cierta jerarquización, sobre todo en función del control de las vías de comunicación (Noguera, 1998: 108). Tampoco debemos olvidar la atracción que podía suponer el comercio fenicio para estas comunidades, un tipo de relación que la proximidad al mar debería favorecer. Todos estos fenómenos provocarían en este momento la proliferación en esta  región de una serie de nuevos asentamientos, de tamaños diversos, ocupando lugares estratégicos, cerca de áreas con posibilidades de explotación agrícola, pasando este tipo de producción a tener una importancia superior a la ganadera o la recolección. No queremos entrar en la discusión del valor de la presencia fenicia como detonante de los cambios de tipo económico, social y en último término, político, de estos grupos, dirigiéndolos hacia nuevas formas organizativas. Sin embargo,

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es indiscutible su importancia para explicar fenómenos sociales de cambio que no estarán exentos de tropiezos y crisis, como lo denota la destrucción a mediados del siglo VI ANE de muchos de estos asentamientos, provocando alteraciones incluso en los patrones ocupacionales. Este panorama crítico se traduce a nivel demográfico en la disminución brusca del volumen de población, hecho que debería paralizar en cierta medida el avance hacia nuevas formas organizativas. A partir del siglo VI ANE, la transformación del paisaje socio-político es grande, con la aparición de un nuevo fenómeno, la casa-torre, como exponente arquitectónico de un nuevo tipo de organización basado muy posiblemente en la coerción, ejercida por un elemento no productor, que controlaría la economía del territorio, apoyado en el dominio de la tecnología -metalurgia del hierro-y de los medios productivos. Sin embargo, este modelo sufrirá una nueva modificación a partir del siglo V ANE, que es cuando los cambios son más constatables. En este momento se produce un boom demográfico que se ha de buscar en la llegada de nuevos contingentes poblacionales procedentes de fuera del territorio. Se trata posiblemente de un movimiento poblacional condicionado por factores económicos y sociales (modelo III de Merpet) (Ruiz Zapatero, 1983: 151), que tendría una corta duración en el tiempo pero que implicaría grandes cambios en la estructura organizativa territorial. Dentro de este, quizás el modelo de expansión continua (wave of advance), que explica la migración como una difusión poblacional con una avance en cortas distancias sobre territorios con una baja densidad de población (Ruiz Zapatero, 1983, Fig.. 3, A  : 154) podría servir, con ciertas puntualizaciones, para interpretar el aumento de población del área del Ebro final en este momento, pues se trataría de un movimiento de grupos humanos, no de poblaciones enteras, que ocuparían un territorio receptivo, con poca población y de forma ciertamente rápida. Es probable que estos nuevos grupos de los que no sabemos la procedencia, pero que tendrían seguramente su origen en áreas no muy lejanas, entraran en conflicto con las formas organizativas típicas del siglo VI ANE en esta área. Sin embargo, esta colisión no se observa a través de la investigación arqueológica, al menos como una crisis repentina, aunque los nuevos patrones de ocupación del territorio, con asentamientos fortificados de tamaño similar, y sobre todo el abandono de las formas funerarias anteriores, donde se ostentaba el poder del difunto, si que podrían indicar una transformación paulatina de los conceptos sociales y políticos. Por otra parte, ésta más que posible llegada de población va unida a una intensificación del trabajo y de la producción agrícola, básica para sostener una expansión demográfica necesaria capaz de soportar una sociedad estratificada (Sanmartí, Belarte, 2001: 172), lo que explicaría la aparición de formas estatales durante este periodo. En resumen, un proceso histórico en el que el tránsito de población parece estar ligado a los cambios políticos y sociales que acontecen en el territorio, observándose variaciones importantes en los momentos cruciales, aunque no queremos finalizar sin recordar que los datos que presentamos son una aproximación teórica, que puede variar a medida que aumente el conocimiento de la zona, pero que actualmente ya plantea un problema de interpretación relacionado con estos movimientos poblacionales, migraciones o colonizaciones.

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