Evolución del Caballero de la Orden del Santo Sepulcro

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Descripción

La Figura del Caballero del Santo Sepulcro

III JORNADAS DEL CENTRO DE ESTUDIOS DE LA ORDEN ECUESTRE DEL SANTO SEPULCRO ZARAGOZA 7-10 DE ABRIL DE 1999

Evolución histórica de la figura del Caballero del Santo Sepulcro: desde su fundación en el año 1099 hasta nuestros días, al comienzo del tercer milenio por Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio Caballero Profeso de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro

El día 10 de julio de 1999 se cumple el novecientos aniversario de la recuperación de la ciudad de Jerusalén por el ejército cruzado. A las tres de la tarde de ese mismo día, hora en que Cristo había expirado, la ciudad volvió a ser cristiana y los cruzados tras lograr reducir a sus enemigos corrieron a postrarse ante el sepulcro de Cristo situado en el interior de la deteriorada iglesia levantada por Santa Irene, madre del emperador Constantino en el año 313. En este mismo año y fecha se cumple también el novecientos aniversario de la fundación de la Orden del Santo Sepulcro, cuyo origen se encuentra estrechamente asociado a la Cruzada de Jerusalén, llamada así ya que sería la única en la que realmente se lograron reconquistar los Santos Lugares. Una vez conquistada Jerusalén surgirá espontáneamente la Orden del Santo Sepulcro impulsada por la devoción de los cruzados al Santo Sepulcro, según el Conde Alphonse Couret; pues, tras la toma de Jerusalén, el clero que había seguido a la cruzada organizó rápidamente un servicio religioso ante el Santo Sepulcro y un grupo de piadosos caballeros se reunió espontáneamente para asegurar el orden y la defensa de los Santos Lugares como una guardia de honor recibiendo el nombre de Caballeros del Santo Sepulcro por la función que desempeñaban.1 Según el cronista francés Andrés Tavín la Orden de Caballería del Santo Sepulcro es la primera y más antigua de todas las ordenes de caballería creadas en 1

Comte Alphonse Couret, “L’Histoire de L’Ordre du Saint Sepulchre”, Herluison Editeurs. París 1887. Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro, en Madrid.

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Tierra Santa, sus fratres, tanto canónigos como caballeros, se distinguieron ya como guardia noble que velaba y protegía el Santo Sepulcro, atrayendo a numerosos príncipes y señores que peregrinaron a Jerusalén y obteniendo el reconocimiento de Reyes y Pontífices cuando no existían aún los Templarios, salidos de sus filas, y los Hospitalarios y Lazaristas no eran más que simples enfermeros que no salían de sus hospitales y lazaretos; es por ello que la Orden del Santo Sepulcro recibió la primacía en todos los actos religiosos y oficiales sobre las demás Órdenes que ocupa todavía hoy en día.2 Sin embargo, existen autores que niegan tal antigüedad a esta Orden, como sucede con las teorías desarrolladas por los ideólogos de la Universidad Libre de Berlín, quienes parten de la postura de negar valor a los múltiples testimonios históricos que en las crónicas existen sobre el Santo Sepulcro y retrasar su origen cuatro siglos, asociándolo a la acción de caballeros germánicos en Palestina. Otros pretenden atribuirla solo carácter religioso de Orden canonical, negándola todo contenido militar. Unos y otros no desean sino deslucir los actos conmemorativos del noveno centenario de la Orden del Santo Sepulcro, como si ésta nunca hubiera existido. En nuestra exposición nos vamos a referir a los Caballeros del Santo Sepulcro, sin pretender ignorar por ello la gran función que desempeñaron los Canónigos y Canonesas de la misma, más éstos han sido ya objeto de otros estudios. A lo largo de estos novecientos años los Caballeros del Santo Sepulcro han pasado por numerosas vicisitudes, durante los primeros cien años fueron unos monjesguerreros que pertenecieron a una Orden Religiosa y Militar; tras la caída de Jerusalén en el 1187 fueron unos peregrinos de noble cuna que recibían su investidura de caballeros ante el santo Sepulcro, pertenecientes a una Orden Caballeresca y Aristocrática que formaba una gran fraternidad europea que poco a poco se fue distanciando de los Canónicos Agustinos y aproximándose a los Franciscanos. Hasta que el Papa Alejandro VI reconoció esta tradición

y confirió al Prior de los

Franciscanos, Guardián del Santo Sepulcro, la potestad de ser el único en poder armar nuevos caballeros sepulcristas, impidiendo que ningún Prior de los Canónicos del Santo Sepulcro existentes en España, Francia o Polonia pudiera pretender hacerlo en el futuro. 2

Carlos Vela y Manuel José Quintana, “Historia de la Real y Pontificia Orden del Santo Sepulcro”, folio 42. Librería Americana, Madrid 1835. Archivo de al Orden del Santo Sepulcro, Basílica de San Francisco el Grande,

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En efecto, los Canónigos del Santo Sepulcro, tras la pérdida definitiva de Tierra Santa y el abandono en Europa de toda idea de cruzada, fueron perdiendo su importancia hasta que en el año 1489 el Papa Inocencio VIII decidió incorporarlos a la Orden de San Juan de Rodas, lo que sería rechazado en todos los países salvo en Italia. Así cuando siete años más tarde el Papa Alejandro VI asumió la jefatura espiritual de la Orden del Santo Sepulcro y autorizó al franciscano Padre Custodio de los Santos Lugares la facultad exclusiva de seguir nombrando nuevos Caballeros, como en los tiempos anteriores les había correspondido a los canónicos agustinos, reconocía así la gran labor que los franciscanos venían realizando por la Orden del Santo Sepulcro desde la pérdida de Jerusalén. Se reconocía así por la Santa Sede la supervivencia de la Orden del Santo Sepulcro, si bien las circunstancias de dispersión en que quedaban los Caballeros hizo temer por el futuro de la Orden, por lo que se realizarían cinco fallidos intentos de nombrar un Gran Maestre que fuera aceptado por la Santa Sede, hasta que a partir del año 1868 el Papado restauró la Orden en todo su pasado esplendor, organizándola en torno del también restaurado Patriarcado Latino de Jerusalén y los Caballeros se unieron de nuevo bajo el Maestrazgo del Patriarca Latino de Jerusalén; aunque abandonando ya todo carácter cortesano o bélico para transformarse en unos pacíficos protectores de la presencia del cristianismo en Tierra Santa. A lo largo de estos nueve siglos, pese a todos estos avatares, la Orden se continuó siempre ininterrumpidamente por la presencia constante de Caballeros Sepulcristas, impulsada por la gran devoción de éstos por el Santo Sepulcro de Jerusalén. 1.- La Orden del Santo Sepulcro desde su fundación en el año 1099 hasta la caída de Jerusalén en el 1187 Nos relatan las crónicas que sería el propio Godofredo de Bouillón quien, tras ser aceptado por todos como Protector de Jerusalén, se encargó de organizar la asistencia religiosa del Santo Sepulcro encargando de ello a veinte canónigos del clero regular, los cuales deberían a entonar perpetuamente los oficios divinos y celebrar los Santos Misterios, fundándose así la Orden Religiosa de los Canónigos del Santo Sepulcro3, quienes desplazaron y sustituyeron a los clérigos ortodoxos que bajo la Madrid. 3 Guillaume de Tyr, “Historia Rerum Transmarinum”, lib. X, Cap. XIII - Cartulaire du Saint- Sepulchre, nº 98, pág. 193.Archivo de la Orden del Santo Sepulcro, Madrid

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dominación islámica venían desempeñando esta función, iniciada ya a comienzos del siglo IV de nuestra era, cuando Santa Irene, madre del emperador Constantino “El Grande”, en el año 314 mandó construir un grandioso templo alrededor de la roca sagrada del Golgota y encargó que de noche y de día un grupo de clérigos orara ante el Sepulcro de Cristo.4 Si bien algunos pretenden negar todo carácter militar a la Orden del Santo Sepulcro, por considerarla una orden estrictamente religiosa o canonical, a diferencia de lo que ocurría con las otras ordenes cruzadas de los Templarios, Sanjuanistas o Teutónicos, debemos considerar que lo verdaderamente significativo que ocurre en ele año 1099 con la primera cruzada es que un grupo de Caballeros se encarga de la custodia del Santo Sepulcro formándose así una orden militar que se unió a los Canónigos; al igual que ocurriría en España con la formación de los Caballeros de Santiago o de Calatrava. Luego, lo significativo en esta nueva Orden no es la existencia de Canónigos sino la de los Caballeros. Sin pretender por ello negar a los canónigos la importancia que tuvieron, pues desde los primeros tiempos, tras la crucifixión de Jesucristo, hubo siempre personas piadosas que se encargaron de rezar ante el Santo Sepulcro y a las que Santa Irene, tras construir la basílica que lo contenía en el año 314, transformó en monjes que desde entonces elevaron sus preces ante la sagrada tumba. Incluso cuando Jerusalén fue conquistada por los cruzados en el año 1.099 había unos clérigos ortodoxos, tolerados hasta entonces por los musulmanes y a los que Godofredo de Bouillón expulsó por cismáticos y substituyó por clérigos latinos. La reorganización de estos clérigos y su conversión en Canónicos bajo la regla de San Agustín la haría el Patriarca Arnulfo en el año 1114 y los Canónicos del Santo Sepulcro vivirían en comunidad en Jerusalén hasta el año 1172 en que se pierde la ciudad. Posteriormente solo en muy breves ocasiones volverían a encargarse del culto ante el Santo Sepulcro, siendo substituidos en este cometido por los franciscanos. El Papa Inocencio VIII suprimió a los Canónigos regulares adscribiéndolos a la Orden de San Juan, salvo la excepción de las comunidades residentes en Aragón, Francia y Cracovia que irán decayendo hasta desaparecer por completo. Hoy en día ya no existen Canónicos Regulares del Santo Sepulcro, en ninguna de las 39 Lugartenencias que la Orden tiene 4

Manuscrito de Eusebio. “Vita Constantini”, Libro III. Tomado del Volumen 72-D, folio 6º de los Manuscritos del Archivo de la Orden del Santo Sepulcro en la basílica de San Francisco de Madrid.

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repartidas por todo el mundo. ¡Y sin embargo, la Orden del Santo Sepulcro sigue vigente hoy en día preparándose para superar el reto que supone entrar en el III Milenio¡. Debemos tener en cuenta que estos pacíficos monjes latinos a los que se encargó de los oficios del templo del Santo Sepulcro, desde el primer momento se manifestaron incapaces de defender de profanaciones el Santo Sepulcro y proteger a los desvalidos que lo visitaban en peregrinación. Las murallas de Jerusalén no eran amparo suficiente, máxime que los Reyes de Jerusalén permanecían en campaña casi siempre, apartados de la capital y sin dejar casi nunca guarnición suficiente por lo que la ciudad quedaba al cuidado de sus habitantes. Era preciso suplir la insuficiencia de los ejércitos cristianos y establecer una guardia permanente que protegiera Jerusalén, en especial el Santo Sepulcro que se encontraba situado junto a la muralla septentrional, en la parte menos protegida de la ciudad por la propia orografía del terreno. No bastaban las preces que pudieran elevar los Canónigos, ni podía ser defendida por simples sacristanes armados, era preciso que un grupo escogido de guerreros hiciera guardia permanente, por lo que a su alrededor se reunieron un grupo de piadosos caballeros cruzados que, según se dice en la Crónica de Ernould, voluntariamente se pusieron bajo la obediencia del Prior Sepulcrista, juraron consagrar su vida a la defensa del sepulcro de Cristo y adoptaron como emblema la cruz patriarcal de gules de los Canónicos para con la espada en la mano formar una Guardia de Honor alrededor del Santo Sepulcro, situándose dentro de la misma iglesia, a la entrada del triple pórtico que daba paso a la anástasis en cuyo centro se alzaba el sepulcro de Cristo.5 En tal destacado lugar los Caballeros Sepulcristas hacían guardia, noche y día, silenciosos, de pié, con la espada en la mano, vestidos de hierro, como estatuas de la vigilancia y de la fidelidad, en el pecho la quíntuple cruz roja.6 Es con estos Caballeros cuando realmente surge, de una manera totalmente espontanea, la Orden del Santo Sepulcro con sus Canónigos y sus Caballeros, cuya importante función sería reconocida por Godofredo de Bouillón, quién confió en ellos la custodia de los Santos Lugares, siempre expuestos a las depredaciones de los malhechores y sarracenos, formándose así una Milicia encargada de defender con sus 5

Virgilio Corbo y Frederic Manns: “El Santo Sepulcro”, Pág. 13. Publicado en el “Supplément au Dictionnaire de la Bible”, Instititut Catholique de París, fascículo 61. Zaragoza, 1991 6

Chronique d’Ernoul et Bernard le Tresorier, págs. 7 a 9, publicada por la Sociedad de Historia de Francia. París, 1871. Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro, Madrid.

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armas el Santo Sepulcro, en la que el uso del término de Orden se justificaba por el hecho que sus miembros constituían una unidad compacta y organizada formada por cincuenta caballeros, separada del resto del ejército cruzado y con la finalidad específica de velar por el Santo Sepulcro, en la que sus componentes eran todos caballeros que habían previamente recibido la investidura como tales.7 Además, según el cronista Mennenio, estos Caballeros fueron incorporados por Godofredo de Bouillón a los canónigos que venían velando noche y día ante el Santo Sepulcro, para que unos y otros fueran los custodios del mismo, contituyéndose así una Orden a la vez militar y religiosa.8 A estos cincuenta caballeros del Santo Sepulcro se refiere expresamente Torcuato Tasso en su poema épico “La Jerusalén Libertada”, tras cantar la conquista de la ciudad santa por los cruzados, considerándolos como los más esclarecidos caballeros de la cruzada que por sus méritos merecieron convertirse en los custodios del Santo Sepulcro: “Son cinquenta guerrieros che in puro argento, spiegen la triunfal purpurea croce”.9 Pues sus sobrevestes blancas estaban marcadas con la cruz roja de Jerusalén, cantonada por otras cuatro pequeñas cruces en recuerdo de las cinco heridas sufridas por Cristo en la cruz, y fueron vistas tanto formando guardia alrededor de la Iglesia del Santo Sepulcro, como a la vanguardia de las tropas del Reino de Jerusalén en numerosas batallas.10 Más, nos preguntamos quienes eran estos caballeros, cuyos nombres no ha conservado la Historia. Se trataba indudablemente de rudos guerreros, llegados de todos los confines de Europa, que tras los ardores y penurias pasados durante los cuatro años que había durado la Cruzada decidieron permanecer al servicio del Santo Sepulcro, renunciando tanto a la avaricia de aprovechar la victoria para hacerse con tierras y riquezas ganadas a los moros, como a la nostalgia de regresar a sus abandonados hogares. Habían alcanzado la meta seguida en su peregrinación armada y a partir de entonces se dedicarían de por vida a guardar la preciada tumba, santificada por el cuerpo y la sangre de Jesucristo que habían contenido durante tres días, regada su piedra 7

Sergio Bracco, Breve Storia dell’Ordine Equestre del santo Sepolcro di Gerusalemme”, Revista Nobilta, nº 10, págs.63/74. Milán 1996 8 Francisco Mennenio, “Delitiae Equestrium”, manuscrito del año 1613, folio 41. Tomada del folio 26 del Volumen 72-D, folio 26º de los Manuscritos del Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro en Madrid. 9 Torcuato Tasso, “La Jerusalén Libertada”, Diccionario Literario, tomo VI, págs. 315/320. Ediciones Montaner y Simón, Barcelona, 1959.

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por las lágrimas de la Virgen María y perfumada por los ungüentos vertidos por María Magdalena y José de Arimatea. Estos primeros Caballeros del Santo Sepulcro eran unos caballeros más de los muchos llegados a Jerusalén, en la denominada “Cruzada de los Caballeros”, pues, a diferencia de las demás Cruzadas que la sucedieron, todas ellas organizadas por diversos monarcas, ésta primera estuvo compuesta de miles de Caballeros de toda Europa que espontáneamente acudieron a la llamada del Papa Urbano II y serían éstos los que masivamente formaron la expedición, dirigidos por otros caballeros de gran prestigio. Ya que ningún monarca iría a esta cruzada, enemistados como estaban en aquellas fechas con el Pontífice. Es por ello que el Papa Urbano II se dirige directamente a los caballeros, ignorando las vinculaciones que estos tenían con reyes y príncipes, convirtiéndose así en el primer señor de la cristiandad y a los caballeros en “Miles Christi”, a los que la iglesia ofrece el perdón de sus pecados a cambio de su ayuda militar.11 La predicación de la Cruzada por el papa supuso una importante evolución doctrina de la Iglesia respecto a la guerra, al rechazo de toda violencia, característico de los primeros tiempos del cristianismo, había sucedido el incitar a la población a una guerra santa, al estilo de la “Yihad” islámica, en la que se pretendía recuperar las tierras en las que había nacido y muerto Jesucristo, en la actualidad expoliadas por los musulmanes que las habían invadido. Se lograba así una cristianización de la guerra y el adoptar un férreo código de valores, en los que el ideal caballeresco aparece indisolublemente unido a la idea de Cruzada. Se reconocía por la Santa Sede el hecho innegable que si bien el hombre es una especie especialmente belicosa y la confrontación con sus semejantes es algo connatural con él, más a diferencia de otras especies es el único capaz de sublimar su agresividad y ponerla al servicio de una causa noble, hasta el extremo de anteponer sus ideales a su propio interés o satisfacción personal llegando incluso a sacrificar su vida y posición antes que renunciar a su propia dignidad y creencias, actitud que llevada al campo de la guerra configura la figura del Caballero cristiano. Éste se alza en el horizonte medieval como un esforzado guerrero que configura su vida de acuerdo con un estricto código de 10

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Jay Willians, “Los Caballeros de las Cruzadas”, pág. 55 Editorial Timun Mas, Barcelona, 1965 Luis García Guijarro, “Papado, Cruzadas y Ordenes Militares”, págs. 37 a 40. Ediciones Cátedra, Madrid, 1995.

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valores, lo que delimita el concepto heroico de la vida, tan característico de la Caballería, más no basta con ello si no que debe poner su esfuerzo al servicio de una causa superior, no puede limitarse con buscar a la hazaña por la hazaña en sí, sino a la hazaña como medio para alcanzar un gran ideal y que mejor ideal que la defensa del cristianismo amenazado en aquellos tiempos por la agresividad islámica.12 Este fue el mensaje que el Papa Urbano II lanzaría a los Caballeros europeos en el Concilio de Clermont-Ferrand, los días 18 al 28 de noviembre de 1095, cuando tras reprochar a los nobles sus guerras internas y las violencias que cometían contra los campesinos, les incitó a substituir estas indignas acciones por la defensa de la fe cristiana contra la agresividad del Islam enrolándose en una peregrinación armada dirigida a rescatar el Santo Sepulcro: “Viam Sancti Sepulchri Incipite”, proposición que sería acogida por la multitud de guerreros congregados al grito de "Deus lo Volt" (Juslibol), o ¡Dios lo quiere!. El llamamiento pontificio actuó de orden de movilización general para toda Europa, logrando que miles de guerreros tomaran al pontífice como su señor natural y se aprestaran a marchar a Palestina como cruzados de la Iglesia.13 Así se comprende el que para los cronistas de la I Cruzada, Roberti Monachi y Petrus Tudebonus, los cruzados no eran solamente peregrinos armados sino que eran llamados “Guerreros del Santo Sepulcro”, pues todos ellos adoptaron el compromiso de marchar a Palestina y luchar hasta recuperar el sagrado mausoleo y tomaron como signo distintivo de su compromiso la Santa Cruz, que en adelante llevarían como insignia en sus armas y vestiduras, tras recibirla “de un sacerdote mediante la bendición previa de la misma. Se lograba así una cristianización de la guerra y el adoptar un férreo código de valores, en los que el ideal caballeresco aparece indisolublemente unido a la idea de Cruzada. En honor a la verdad histórica, debemos recordar aquí la importancia que tuvo la precedente Cruzada de Barbastro predicada treinta años antes de estas fechas por el Papa Alejandro II, mediante la Bula “Dispar Nimirum” de 1063, cuyo texto serviría de base para la Bula de cruzada de Clermont-Ferrand, predicada seis lustros más tarde.14 12

Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio, “El Ideal de la Caballería en España”, págs. 27 a 46, Revista Iberoamericana de Heráldica, nº 9, publicada por el Colegio Heráldico de España y de las Indias, Madrid, 1993 13 Charles Ederman, “The Origin Of The Idea Of Crusada”. Princeton, 1977, págs 164-169. 14 Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio, “La Cruzada de Barbastro y su influencia en la formación del Caballero cristiano”. Ponencia presentada en las II Jornadas del Centro de Estudios de la Orden del Santo Sepulcro, Zaragoza, 23 a 26 de noviembre de 1995.

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Cuatro años de penosa campaña, en la que gran número de caballeros vertieron su sangre generosa, fueron necesarios para que al fin la ciudad de Jerusalén fuese recuperada por los cristianos, el día 10 de julio del año 1099. Luego, pasados los primeros días de exaltación religiosa, empezaron los vencedores a olvidar la importancia de los Santos Lugares, a mover discordia unos con otros y a observar una vida desordenada mientras se repartían y disputaban las ciudades y territorios del llamado Reino Latino de Jerusalén. La confraternidad existente entre todos los cruzados se rompió y a la exaltación religiosa, que había acompañado a todos en los primeros días de tomada la ciudad de Jerusalén, sucedió un afán de aprovechar la ocasión de enriquecimiento que se les ofrecía y así resarcirse de las penalidades hasta entonces sufridas. A la unidad que hasta entonces había predominado, sucedieron las discordias feudales y los Barones cruzados se repartieron los diversos territorios conquistados, formándose el Reino Latino de Jerusalén, cuyo primer monarca fue el Duque Godofredo de Bouillón, del que eran vasallos el Principado de Antioquía y los Condados de Edesa y de Trípoli. Estos territorios estaban a su vez subdivididos en Baronías al modo feudal, en las que se entremezclaban hombres de todas las procedencias, países y costumbres. Se trataba de una sociedad feudal multinacional muy difícil de gobernar, pues sus Barones estaban más preocupados en gozar de las riquezas de sus pequeños estadículos, y mantener buenas relaciones de vecindad con sus vecinos musulmanes, que en sacrificar su autonomía a una unidad superior. Ante esta desunión existente entre los cruzados, surgen espontáneamente en Tierra Santa las Ordenes de Caballeros cruzados como milicia permanente para la defensa de las tierras en poder de los cristianos, supliendo la desunión y falta de solidaridad existente entre los diversos Barones. Estas Ordenes fueron el único ejercito permanente a cuya custodia quedaron las fortalezas, los caminos y las fronteras del reino latino de Jerusalén. Sus caballeros asumirán la defensa del Reino Latino de Jerusalén, siendo honrados por todos según nos refieren las antiguas crónicas en la que se ensalzan las hazañas de los Caballeros Sepulcristas, Templarios, Hospitalarios, Lazaristas y Teutónicos; si bien la Orden del Santo Sepulcro es la primera y más antigua de todas las Ordenes de Caballería creadas en Tierra Santa sus fratres, tanto canónigos como caballeros, se distinguieron ya como guardia noble que velaba y protegía el Santo Sepulcro, atrayendo a numerosos príncipes y señores que peregrinaron a Jerusalén y obteniendo el reconocimiento de Reyes y Pontífices cuando no existían aún los

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Templarios, salidos de sus filas, y los Hospitalarios y Lazaristas no eran más que simples enfermeros que no salían de sus hospitales y lazaretos; es por ello que la Orden del Santo Sepulcro recibió la primacía en todos los actos religiosos y oficiales sobre las demás Órdenes que ocupa todavía hoy en día.15 Según el Conde de Pasini-Frassoni las Ordenes Militares de Palestina nacen todas con un doble carácter a la vez religioso y laico, tanto las de San Juan mas tarde denominada de Rodas y de Malta, como la de Santa María, después llamada Teutónica, nacen sobre la base de un hospital, así pues sus hermanos enfermeros serían los primeros Caballeros de estas órdenes Hospitalarias, mientras que la Orden del Santo Sepulcro nace sobre la base de un convento al que protege una guardia de honor por lo que esta orden a la vez fue siempre religiosa y militar bajo la figura del monje guerrero que con el tiempo se decantaría en sus dos brazos de Canónigos y Caballeros. La Orden del Santo Sepulcro se ha caracterizado siempre por su doble carácter militar, en sus Caballeros, y religioso, en sus Canónigos, lo que a veces ha sido mal interpretado por los cronistas que han confundido a los canónigos con los caballeros.16 Debemos tener en cuenta que, en aquellos tiempos, el cruzarse de Caballero tenía una significación ético-religiosa especial que lo colocaba en la misma línea que los votos eclesiásticos y suponía la consagración de la vida del caballero al servicio del más alto ideal que haber pueda. Dentro de este espíritu las Ordenes de Caballería Cruzadas fueron el fruto de la unión del ideal monástico con el caballeresco, según Huizinga. 17 Dos cosas igualan al Caballero con el Clérigo, nos dice Juan de Salisbury en su “Politicratus”, la “Electio” y la “Profesio”, por lo que el Caballero al cruzarse en una Orden Militar se convertirá en un Monje guerrero sublimando así su actividad bélica y considerando su pertenencia a la Orden como un lazo sagrado al que estaban sujetos por los cuatro votos solemnes que realizaban al entrar en la Orden, pues a los antiguos votos que compartían monjes y caballeros de hábito: pobreza, obediencia y castidad, se sumaba un cuarto voto, desconocido por los monjes, la “Summa Perfectio”, la suprema perfección moral de la persona, tan necesaria para los caballeros que, a diferencia de los monjes, no podían refugiarse en la tranquilidad del claustro sino que habían de ejercer

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Comte Alphonse Couret, “L’Histoire de L’Ordre du Saint Sepulchre”, Herluison Editeurs, París 1887. Depositado en el Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro en Madrid. 16 Conde de Pasini-Frassoni, Carlos Augusto Betini y Carlos de Odriozola, “Histoire de l’Ordre du Saint Sepulcre de Jérusalem”, College Heráldique, Roma. 17 Johan Huizinga: “El Otoño de la Edad Media”, pág. 120. Alianza Editorial, Madrid, 1966

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su actividad diaria en medio del lujo y los placeres de la vida mundana; pues el noble arte de la Caballería se hallaba estrechamente relacionado con el poder, la gloria y la riqueza, lo que les procuraba un Espíritu señorial, al saberse los mejores y como tales ser honrados por encima de los demás hombres por Reyes y Grandes Señores, más sin caer en el pecado de orgullo que habían de superar gracias a la Fraternidad de Armas: El ejercicio de la caballería, a la vez que ennoblecía a los que la efectuaban, les equiparaba a todos ellos sin tener en cuenta su origen ni el poder que tuvieran, pues todos los caballeros, tanto el más humilde como el más poderosos, gozaban de unas mismas prerrogativas, ideal igualitario que coexistiría junto con el ideal nobiliario, aunque ambos subordinados siempre al compromiso de espiritualidad del Caballero profeso siempre al servicio de una causa superior, al servicio de Dios.18 La organización de la Orden del Santo Sepulcro venía regulada en los llamados “Assisses del Santo Sepulcro”, redactados por orden Godofredo de Bouillón y aprobados por una asamblea de Prelados y Obispos el 17 de Julio de 109919, por los que se organizaba esta Milicia y recibía su nombre definitivo. Según dichos estatutos la Orden estaba dirigida en lo espiritual por el Patriarca de Jerusalén y en lo temporal por el Rey de Jerusalén, como soberano jefe y protector de la Orden.20 El rey Balduino I, hermano y sucesor de Godofredo de Bouillón, protegió también y confirmó los títulos y privilegios concedidos a los Caballeros Sepulcristas, haciéndolos extensivos a los Canónigos de la misma y decretando en el año 1.103 que en ausencia del Rey de Jerusalén, Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro, dicha función recaería en el Patriarca latino de Jerusalén delegando en él la facultad regia de conferir la Orden y de recibir en ella nuevos Caballeros a los que considerara idóneos para ingresar en la orden, entregándoles su diploma de caballero y a los que se denominaba Jerosolimitanos o del Santo Sepulcro, “Miles factus in Sepulchro: Miles Frater Sancti Sepulchri.” 21

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Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio: “L’Ideale della Cavalleria in Spagna e la sua ricezione nell’Ordine Equestre del Santo Sepolcro di Gerusalemme”, págs 453 y 454. Ponencia presentada al “Colloquio Internazionale: Militia Sancti Sepulcri”, Ciudad del Vaticano, 1998 19 Conde Passini-Frasoni: “Histoire de L’Ordre su Saint –Sepulcre”, pág. 10. College Heraldique, Roma, 1898. Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro, Madrid. 20 Ferruccio Pasini Frassoni: “Dell’origine, Prerogative e Consuetudine dell’Ordine del Santo Sepolcro“ Págs. 58 a 68 con los 31 Assisses que formaban los “Statuta et Leges Ordines Equestris Hierosolymitani S.S.”, contenidos en un antiguo manuscrito aportado por Quaresmius en su “Elucidario Terrae Sanctae”, Roma, 1899. Archivo de la orden del Santo Sepulcro en Madrid. 21 Conde Pasini--Frassoni, Carlos Augusto Betini y Carlos de Odriozola: “Histoire de l’Ordre du Saint Sepulchre de Jérusalem”, pág. 27, College Heráldique, Roma.

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En el año 1114 el patriarca latino Arnulfo, transformó el Capítulo de Canónicos en Orden Religioso Regular, bajo la regla canónica de San Agustín, obligándoles a vivir en comunidad en dependencias próximas al templo. Su misión era la de celebrar el culto divino cantando las horas canónicas, celebrando la Eucaristía y viviendo con gran esplendor la liturgia de la Pasión de Cristo y sobre todo de su Resurrección. Se encargaban también de varias parroquias en donde daban la Penitencia, decían misa y enterraban a los difuntos.22 Se trata pues de una actividad esencialmente religiosa como canónicos que eran, por lo que el rey Balduino I a fin de reforzar la Orden del Santo Sepulcro forzó la unión de ambos estamentos, Canónicos y Caballeros, bajo la autoridad del Prior del Santo Sepulcro. Sus miembros, tanto religiosos como militares, no tenían cosa alguna en propiedad y estaban obligados a guardar los tres votos solemnes de castidad, pobreza y obediencia. Unos y otros conservaron el manto blanco de los canónigos regulares de San Agustín, pero a fin de confirmar su dignidad los caballeros incorporaron al mismo las armas del Reino de Jerusalén que eran una cruz cuadrada, potenzados sus extremos y cantonada por cuatro crucetas cuyo esmalte en lugar del oro fueran los gules en recuerdo de las cinco llagas de Nuestro Señor. Estas armas las llevaban tanto en sus pendones como pendientes del cuello de un cordón negro, y además al lado izquierdo del manto llevasen la misma cruz bordada y la usasen también en sus estandartes. Así mismo el rey Balduino I les concedió que pudieran sellar las letras patentes o Diplomas de los caballeros con un sello de cera blanca, al igual que usaban en sus cartas y despachos los propios reyes de Jerusalén. Esta unión de Canónigos y Caballeros fue confirmada por el Papa Pascual II que en el año 1118 aprobó la Orden del Santo Sepulcro. El Papa Calixto II los confirmó los estatutos en el año 1122 por su Bula “Gerardo Priori et eius, fratibus in Ecclesia Sancti Sepulchri”. 23 Meses después, un grupo de Caballeros Sepulcristas, procedentes de Francia, deseosos de emprender una mayor actividad bélica contra los musulmanes, se separó del resto de sus compañeros y se mudaron a las dependencias que habían constituido el 22

Luis Casado Espinosa, “La Orden del Santo Sepulcro y la Vida Común segúnb San Agustín”, Págs. 311 a 322. Ponencia presentada a las I Jornadas de Estudio sobre la Orden del Santo Sepulcro, Calatayud-Zaragoza, 1991. Editorial Alpuerto, Madrid, 1991, 23 El Texto de dichas Bulas Pontificias se reproduce también tanto en Latín como en su traducción al Español, conservándose así en el Tomo 72-I de los Manuscritos del Archivo de la Orden del Santo Sepulcro en Madrid.

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antiguo Templo de Salomón, nombre por el que serían conocidos como los Templarios. Esta defección redujo el número de Caballeros que velaban ante el Santo Sepulcro, lo que hizo necesario el que éstos se ayudaran por medio de otros hombres de armas a los que las crónicas denominan Custodios del Santo Sepulcro, auxiliando a los Caballeros en su servicio. Normalmente éstos eran reclutados entre los peregrinos que visitaban Jerusalén y su servicio a la Orden solía ser temporal, limitado al tiempo de su estancia, si bien aquellos que se distinguían merecían recibir el elevado galardón de ser investidos Caballeros del Santo Sepulcro.24 Según Bosio, la Orden del Santo Sepulcro estaba obligada a proteger noche y día con sus armas el Santo Sepulcro, así como velar por los peregrinos que visitaban los Santo Lugares. A estos efectos tenían que tener siempre armados cien caballeros en la corte y al servicio del rey de Jerusalén, para grandeza de éste y para acompañarle en la guerra contra los infieles con un cuerpo de quinientos hombres de armas de infantería, vestidos de largas cotas de mallas, casco de acero, escudo, arcos, espadas y fuertes alabardas. Este contingente sepulcrista estaba mandado por un Maestre auxiliado por varios Condestables que mandaban cada uno de los manípulos o grupos de cien hombres en que se dividía. Estas fuerzas de infantería estaban formadas por cristianos nacidos en Palestina e incluso por peregrinos, entre los que había caballeros pobres que no tenían medios para mantener a su propio caballo. Esta nueva milicia llegó en poco tiempo a alcanzar gran consideración por su heroica acción en la conquista de Tolemaida en el año 1104.25 En las crónicas medievales se nos habla de la Fraternidad que formaban los Canónicos y Caballeros del Santo Sepulcro, a ella pertenecían también numerosos cofrades, clientes y sirvientes encargados de las diversas funciones auxiliares en las casas y hospitales del Santo Sepulcro. Los Canónigos del Santo Sepulcro no constituían un simple capítulo aislado dedicado al culto divino, como los canónigos de nuestras catedrales, sino que eran la cabeza de una verdadera Orden religiosa y militar a la que ellos dirigían, pues por debajo de los Canónigos existía una jerarquización de hermanos, cofrades y sirvientes, todos los cuales recibían el nombre genérico de Freyres del Santo Sepulcro, al igual que en aquellas fechas se designaba a los Templarios como Freyres 24

Quaresmio: “De Origine Militaris Ordinis Domini Sepulcchri”, Cap. XXXIII, fol. 26º y 27º y 38º del Cap. XXXIV del Volumen 72-D, de los Manuscritos del Archivo de la Orden del Santo Sepulcro en Madrid 25 Jacobo Bosio, “Apuntes Históricos sobre la Orden del Santo Sepulcro”, folios 1º y º del Volumen 72-G, de los Manuscritos del Archivo de la Orden del Santo Sepulcro en Madrid.

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del Temple y a los Hospitalarios como Freres de San Juan. Entre dichos Freres el puesto más bajo lo ocupaban los Sirvientes o freres encargados de realizar las funciones domésticas de la Orden. Los seguía los Cofrades o asociados laicos constituidos por peregrinos de muy diversa condición, desde príncipes o grandes señores a simples burgueses, si bien los primeros se encontraban en la categoría de cofrades honorarios, obligados solo a asistir a ciertos oficios y ceremonias religiosas de la orden, y los segundos en la cofrades efectivos, quienes además recibían subsidios de la orden para poder vivir. Había también un cierto número de piadosas Damas, desde grandes damas a simples burguesas o sirvientes. Existían también los Clientes formados por aquellos que habían recibido diversos bienes y casas de la Orden a cambio de servir a sus fines. Entre todos ellos constituían una verdadera Orden Religiosa. Si bien los peligros que por doquier acechaban a Jerusalén hicieron que espontáneamente también se desarrollara la parte militar de la Orden del Santo Sepulcro, convirtiéndola así en una Orden Religioso-Militar. Dentro de ella se reconoce la existencia de una milicia formada tanto por Caballeros como por servidores armados, todos ellos hombres de guerra a los que según Couret,26 sería absurdo el considerarlos como clérigos belicosos o simples sacristanes armados dado su carácter eminentemente militar puesto de relieve en las muchas acciones bélicas en las que intervinieron, según pretende la facción antisepulcrista de la Universidad Libre de Berlín y sus corifeos.27

Es innegable que existían los Caballeros, en número variable, unos Caballeros residentes en Jerusalén, dedicados permanentemente al servicio de la orden, y otros Caballeros que satisfechos por la terminación de su compromiso como cruzados o peregrinos regresaban a sus lugares de origen llevando con ellos la devoción por el Santo Sepulcro á fin de impulsar nuevas peregrinaciones a Tierra Santa. Junto a los Caballeros sepulcristas y como auxiliares de los mismos estaban los Custodios u hombres de armas, muchos de ellos caballeros en su tierra pero que su escasez de medios les impedía hacerse con una cabalgadura y poder luchar como caballeros, debiendo conformarse con luchar a pié. Unos eran europeos y los otros cristianos de oriente. Todos ellos estaban dirigidos por un dignatario de la orden llamado Magister Clientum Sancti Sepulchri que dirigía las milicias sepulcristas, las cuales debía aportar la Orden para la defensa del Reino Latino de Jerusalén. Las crónicas nos hablan de

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Alphonse Couret, “L’Ordre du Saint -Sepulchre de Jérusalem”, págs. 10 a 28. Herluison Editeur, Paris 1887

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quinientos Custodios o Guardias Armados del Santo Sepulcro que vigilaban las murallas de Jerusalén y que acompañaban a los reyes latinos en sus campañas formando parte de sus tropas regulares; lo que prueba que los Custodios o Caballeros sepulcristas no eran ni sacristanes armados, ni una especie de clérigos inferiores, sino hombres de armas, lo que convertía a la orden del Santo Sepulcro en Orden Militar a la vez que religiosa. Además entre estos Custodios que se distinguían por su celo en la guerra, la Orden los recompensaba nombrándoles Caballeros y entregándoles armas, medios y caballo para que pudieran vivir conforme a su posición.28

La fama de los Caballeros del Santo Sepulcro traspasó las fronteras y los reyes europeos se interesaron por obtener su implantación en sus dominios, siendo España una de las primeras naciones que los acogieron, así Alfonso I “El Batallador, fundó la Hermandad de Caballeros del Santo Sepulcro, cuyos cofrades se distinguieron en la guerra contra los moros, llevando como insignia de sus triunfos una palma.29 Además este monarca al no tener sucesión en su testamento dejó sus reinos a las Ordenes del Santo Sepulcro, San Juan y el Temple para que lo gobernaran y defendieran por las armas, como se decía en su testamento, emitido en Sariñena el día 4 de septiembre de 1134.30 Sin embargo, la gobernación del reino en estas condiciones no sería viable por lo que las tres Ordenes hubieron de negociar con Ramón Berenguer, esposo de la reina propietaria Doña Petronila, que se hizo cargo de la regencia por la Concordia de 1140 en la que las tres ordenes renunciaban a sus derechos testamentarios31 y por la que se consolidaba la implantación de la Orden del Santo Sepulcro en Aragón al recibir en cambio a su renuncia diversas propiedades en las ciudades de Calatayud, Huesca, Zaragoza, Daroca, Jaca, así como el señorío sobre las encomiendas de las villas de Codos, Madón, Capreras, Landet, Nuévalos, Munébrega, Tobed, Xarque, Aranda, Ribas, Ricla y Niquella.32

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Conde de Gennes, “L’Ordre de la Chevalerie du Saint Sepulchre”, págs 311 a 315. Militia Sancti Sepulcro, Colloquio Internazionale, Cita del Valticano, 1998 28 Comte Alphonse Couret: “L’Histoire de L’Ordre du Saint Sepulchre”, pág. 465 y ss. Herluison Editeurs, París, 1887. Archivo de la Orden en la Basílica de San Francisco, Madrid. 29 Doctor Castro y Barbeyto: “Diccionario Histórico de las Ordenes Religiosas y Militares”, Tomo II, pág. 427. Madrid, 1793. 30 Archivo Histórico Nacional, Madrid. Sección Clero Secular y Regular, carpeto nº 712, pergamino nº 15 31 Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio: “Circunstancias Históricas que propiciaron la implantación de la Orden del Santo Sepulcro en Aragón”, Ponencia presentada en las I Jornadas de Estudio de la Orden del Santo Sepulcro. Calatayud, 1991. 32 Archivo Histórico Nacional, Madrid, Sección Ordenes Militares, Santo Sepulcro, carpeta 948, pergamino nº 2.

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Cuando Alfonso VII de Castilla, tras el fallecimiento de su padrastro Alfonso I de Aragón, se apoderó de Zaragoza entró en contacto con los Caballeros y Canónigos de la Orden residentes allí y los introdujo en Castilla y en León dándoles heredamientos y casas en Logroño, Salamanca, Segovia, Toro y Zamora, constituyendo así el Priorato de Castilla con sede en Zamora. Sus caballeros formaron en el ejército que organizó contra los moros de Ciudad Rodrígo arrojándoles completamente de esta comarca por lo que serían recompensados con nuevos heredamiéntos en Salamanca.33 El rey Enrique II de Inglaterra, al regresar de su peregrinación a Tierra Santa, decidió fundar en sus estados, en el año 1174, una orden de caballería parecida a la del Santo Sepulcro que existía en Jerusalén, que sería confirmada por el Papa Inocencio III en 1.199, imponiendo a sus caballeros la regla de San Basílico. Se establecieron en Warwick, desde donde se extenderían también por Escocia y Gales. Esta orden resultaría abolida cuando Inglaterra cambió de religión con Enrique VIII y la mayor parte de sus caballeros se unieron a la Orden de San Juan de Rodas.34 Durante su estancia en Jerusalén, el rey Luis VII de Francia se sintió especialmente atraído por la Orden del Santo Sepulcro a la que concedía una especial preeminencia sobre las demás ordenes cruzadas de Hospitalarios, Templarios y Teutónicos. Otorgó diversas concesiones a dicha Orden y en especial a sus caballeros a los que concedió a perpetuidad los privilegios que gozaban los oficiales de la Corona francesa. Además como Protector de Jerusalén que se consideraba quiso también convertirse en Protector de la Orden del Santo Sepulcro, título que añadir a la de “Rey Cristianísimo” que ostentaba, y fundar en Francia una Cofradía de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro para la que redactó en el año 1.149 unos Assises o Estatutos similares a los que esta Orden tenía desde el año 1.099. A fin de poner en funcionamiento esta nueva orden a su regreso a Francia dejó un Teniente suyo en Jerusalén y se llevó consigo a veinte caballeros sepulcristas a quienes estableció en Saint-Samsons de Orleans por “Lettres Patentes” de 1152 por las que se autorizaba que se estableciera en su reino el Priorato de Orleans de la Orden del Santo Sepulcro. El mismo monarca se cruzó Caballero de la Orden del Santo Sepulcro y se autodenominó Gran Maestre de su filial francesa en la que entrarían los caballeros franceses que 33

Establecimientos de la Orden del Santo Sepulcro, Apéndice XIII. Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro en Madrid. 34 Bruno Rigalt y Nicolás, “Diccionario Histórico de las Ordenes de Caballería”, pág. 218. Tipografía Ramírez, Barcelona, 1858.

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probasen su nobleza y manifestasen sus deseos de dedicarse a ayudar al sostenimiento bélico del Reino Latino de Jerusalén, para lo que cien caballeros franceses marcharían a Jerusalén mandados por un Tenente, en donde se renovarían cada dos años, a fin de ayudar con sus armas al Rey de Jerusalén. Los demás caballeros de la Orden en Francia se dedicarían a recaudar limosnas para redimir a los cautivos cristianos en poder de los musulmanes.35 En el año 1162 Jaxa Grifius, Conde de Miechow, se trajo de su peregrinación a Tierra Santa varios caballeros y canónigos del Santo Sepulcro y los estableció en un nuevo convento que fundó en Miechow, cerca de Cracovia. Desde allí se fueron propagando por toda Europa central y llegaron a fundar más de veinte casas y establecimientos en Polonia, Silesia, Moravia y Bohemia, todos los cuales dependían del Gran Prior de Miechow.36 2. - La Orden del Santo Sepulcro desde la pérdida de Jerusalén en 1187 hasta la concesión de Alejandro VI de 1496 Un aciago día, el dos de octubre de 1187, hacia mediodía, la sitiada ciudad de Jerusalén se vio obligada a capitular ante las superiores fuerzas del sultán Saladino y las banderas negras de los abasidas tremolaron sobre sus torres. Los latinos supervivientes fueron expulsados de la ciudad, entre ellos estaba el patriarca Heraclio y el Prior Guillaume del Santo Sepulcro al que seguirían los Canónigos, los Caballeros sepulcristas y sus hombres de armas, quienes andarían errantes de ciudad en ciudad hasta que toma de San Juan de Acre, el día 11 de junio de 1191 les aseguraría un asilo estable en Palestina durante un siglo más, hasta el 18 de mayo de 1291.

En la ciudad santa solo se escuchan ya los cantos de los muecines, pues las campanas cristianas han sido rotas para evitar sus sones y las imágenes tienen los ojos agujereados. Las iglesias, hospitales y demás edificios cristianos han sido transformados al servicio del nuevo ocupante y hasta el templo del Santo Sepulcro corrió el riesgo de ser demolido, como en un principio quería Saladino, pero los sirios cristianos lograron comprarla pagándola a precio de oro y evitando así su destrucción, aunque sin lograr evitar que fuera saqueada y su entrada prohibida a los cristianos. La cristiandad entera

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Comte de Pasini-Frassoni, “Histoire de l’Ordre du Saint-Sepulcre de Jerusalem”, págs. 30/39. Collége Heraldique, Roma, 1880

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gimió ante tan lamentable pérdida y el Papa Urbano III falleció de dolor al conocer la noticia. Los reyes cristianos, el emperador Federico Barbarroja, Ricardo Plantagenet de Inglaterra y Luis-Felipe de Francia se aprestaron para una nueva cruzada, más nada volverá ya a recuperar Jerusalén que permanecerá en poder de los islámicos, salvo algunos cortos intervalos, hasta nuestros tiempos. El Prior del Santo Sepulcro con sus Canónigos y Custodios se encontraron así privados de poder seguir desempeñando las funciones que habían sido el origen y justificación de su existencia, habían perdido todo contacto con el Santo Sepulcro, más no por ello renunciarán a su compromiso y desde la plaza fuerte San Juan de Acre, a la que mucho ayudaron a conquistar en el año 1191, seguirán manteniendo sus pretensiones de recuperar algún día la perdida ciudad, substituyendo en sus devociones la Jerusalén terrestre por la Jerusalén celeste. Más el Prior ya no podrá seguir armando caballeros sepulcristas ante el Santo Sepulcro como hacían antaño, aunque esta imposibilidad no impedirá el que se sigan cruzando caballeros sobre el Santo Sepulcro, tanto en la misma Jerusalén ocupada como fuera de ella por el propio Prior, facultad a la que éstos nunca renunciarían e incluso cuando han de abandonar Tierra Santa y refugiarse en Italia, los Grandes Priores de Perusa, ciudad en donde radicó la sede de la Orden en Italia, siguieron ejerciendo las funciones Maestrales de toda la Orden y dando el hábito a los nuevos Caballeros, según la regla de San Agustín, hasta que el 28 de marzo de 1489 el Papa Inocencio VIII por su Bula “Cun Solerti Meditatione” agregó la Orden del Santo Sepulcro, de Belén y de San Lázaro a la de San Juan de Rodas.37 Desde los tiempos del Reino Latino de Jerusalén tenemos testimonios que durante el siglo XII diversos peregrinos de noble cuna llegados a Jerusalén, y que se habían distinguido en sus hazañas contra los sarracenos o que habían tenido que sufrir penalidades durante su viaje a través de Palestina, fueron investidos Caballeros sobre el Santo Sepulcro y que adoptaron entonces el nombre de Caballeros del Santo Sepulcro. Tal es el caso en el año 1130 del un noble sueco Ialvar Bonde, padre del rey de Suecia Erik, y en el año 1176 de Jean V d’Arkel, los cuales fueron investidos caballeros del Santo Sepulcro, si bien seguidamente retornaron a sus lugares de origen.38 36

Conde Passini-Frasoni: “Histoire de L’Ordre du Saint-Sepulcre”, págs 55 y 56. Collège Heráldique, Roma, 1898. Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro, Madrid. 37 Establecimientos del Santo Sepulcro, Apéndice VII, págs. 156 a 158. Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro, en Madrid. 38 Conde Alphonse Couret, “L’Histoire de L’Ordre du Saint Sepulchre”, pág. 484 y ss. Herluison Editeurs, París, 1887. Archivo de la Orden en Madrid.

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Tras la pérdida de Jerusalén en 1187, durante unos años se interrumpieron todas las peregrinaciones y con ello no habría más cruzamientos, hasta que en 1238 se logró un acuerdo con las autoridades islámicas de ocupación para que un grupo de franciscanos fuera admitido en Jerusalén y las peregrinaciones pudieran reiniciarse, aunque formadas por pequeños grupos de cristianos desarmados que habrían de pagar un peaje para poder entrar. Esta presencia de los franciscanos sería reafirmada cuando en el año 1336 Felipe de Valois compró al Soldán de Egipto la Iglesia del Santo Sepulcro y fundó allí un convento de franciscanos cuyo prior fue reconfirmado en 1342 como Guardián del Santo Sepulcro por Bula Nuper Charíssime del Papa Clemente VI . Así de esta forma, los franciscanos heredarían el papel que antaño desempeñaban los canónigos agustinos y su presencia en el sagrado templo permitiría que los cruzamientos siguieran realizándose, aunque ya sin la solemnidad que se hacía en tiempos de los Reyes Latinos de Jerusalén; pues tenemos testimonios de peregrinos cristianos llegados a Jerusalén bajo la tolerancia de los gobernantes islámicos y que una vez allí se cruzaban caballeros del Santo Sepulcro, como recompensa del valor y piedad demostrados durante su arriesgada peregrinación, en la que pusieron en peligro su vida e integridad física, por lo que estos nuevos cruzados pacíficos fueron merecedores del más alto galardón que un caballero cristiano podía recibir en aquellos tiempos, ser armado caballero ante el propio Santo Sepulcro. Si bien esta ceremonia se hacía sin el boato y esplendor propios de tiempos pasados sino en silencio y en la intimidad de quien se sabe en una ciudad controlada por los infieles, por lo que había que evitar llamar innecesariamente su atención, aprovechando así la tregua con los sarracenos. El recipiendario penetraba en el interior del templo y posternaba de rodillas ante la losa que recubría el sepulcro que había contenido el sagrado cuerpo de Cristo, en el silencio de la Iglesia vacía y saqueada por los infieles, para allí renovar su juramento de caballero cristiano y recibir la pescozada que le hacía Caballero del Santo Sepulcro que le era impartida por un clérigo o por un caballero principal ante la piedra del Sepulcro. Se recibía en este piadoso acto la dignidad de Caballero del Santo Sepulcro y como tal se entraba a formar parte de una gran Confraternidad mundial, aristocrática y militar, cuyos miembros al regresar a sus lugares de origen se comprometían a mantener viva la idea de Cruzada, esperando poder

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inscribirse en ella si la volvían a convocar el Papa y los reyes cristianos, a extender la devoción por los Santo Lugares, a obligarse a ciertas reglas de piedad e incluso a sacar su espada en defensa de la religión cristiana. Tenían el derecho de denominarse Caballeros del Santo Sepulcro y portar sobre sus vestiduras las insignias de la orden e incluso a incorporarlas a sus blasones. Vemos así que tras la pérdida de Jerusalén la Orden del Santo Sepulcro dejó de ser una Orden religioso-militar como hasta entonces lo había sido, al igual que el Temple o el Hospital, para convertirse en la primera y más antigua de las ordenes aristocráticas y caballerescas. Desde 1238 a 1496 tenemos numerosos ejemplos de caballeros sepulcristas armados ante el Santo Sepulcro, pertenecientes a las más ilustres familias europeas. En 1279 tenemos a Jean de Heusden, noble flamenco; en 1309 a Gossin Cabilau, noble flamenco; en 1244 Godefroid de Dive, noble francés; en 1295 el Conde Jean X d’Arkel, tataranieto de Jean V d’Arkel armado caballero en 1176; en 1325 Roberto de Namur, siguiendo una larga lista de caballeros, condes y príncipes, procedentes de todas las partes del mundo cristiano, que son armados caballeros sepulcristas ante el sepulcro de Cristo recibiendo así la más preciada recompensa a su atrevido viaje y a los muchos peligros y privaciones sufridas en el mismo al recibir la más alta muestra de honor que un caballero cristiano podía esperar. 39 Sin embargo, la Orden del Santo Sepulcro es diferente a las Ordenes de Templarios, Sanjuanistas y Teutónicos, pues el Caballero Sepulcrista al regresar a sus lugares de origen no se siente unido por ninguna afiliación, ni sujeto a la autoridad de un Gran Maestre, ni a ninguna jerarquía o regla canónica alguna, ni por supuesto obligado a vivir en comunidad dentro de las dependencias de la Orden. Se trata de individualidades independientes, aisladas, sin conexión entre ellos, salvo un vago sentimiento de confraternidad, mantenido por el recuerdo de su cruzamiento y por las insignias de la orden que legítimamente exhiben sobre sus vestiduras. En el año 1484, el Papa Inocencio VIII viendo que la Orden había perdido su antiguo esplendor decidió incorporarla a la Orden de San Juan de Rodas por su Bula de fecha 28 de marzo de 1489, lo que provocaría la protesta de los reyes de España,

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Vela y Quintana: “Historia de la Orden Militar y Pontificia del Santo Sepulcro”, págs. 400 a 406. Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro en Madrid.

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Francia y Polonia que resolvieron no obedecer dicha Bula, que solo resultó obedecida en los Estados Pontificios.40 Si bien, según el Conde Pasini-Frassoni, la principal intención de Inocencio VIII era exclusivamente incorporar los canónigos y especialmente sus bienes a la Orden de San Juan para resarcirla de los quebrantos que había sufrido durante el sitio de Rodas, no hace por tanto referencia alguna a los Caballeros, prueba evidente es de ello lo que sucedió en Francia con estos Canónigos quienes para eludir aquella Bula tomaron el título de Caballeros.41 Esta Bula sería contestada por los diferentes monarcas europeos que lograron de la Santa Sede no se aplicara en sus reinos de España, Francia, Polonia, Bohemia y Alemania. 3. - Desde el reconocimiento del carácter pontificio de la Orden por el Papa Alejandro VI en 1496 hasta su restauración en el año 1847 por el Papa Apenas doce años después, en el año 1496, el Papa Alejandro VI, considerando que los Caballeros de Malta tenían un voto solemne de castidad que no hacían los caballeros del Santo Sepulcro, los separó de nuevo y anexionó esta Orden a la Santa Sede declarándose el mismo y sus sucesores Grandes Maestres de ella, delegando de viva voz en el Guardián del Santo Sepulcro la exclusiva competencia de conferir la Orden a los peregrinos de Tierra Santa que diesen una ofrenda al efecto y jurasen que eran de noble linaje.42 No se trata que el Papa Alejandro VI fundara la Orden Caballeresca del Santo Sepulcro, como algunos cronistas han erróneamente sostenido, sino que simplemente reconoció y reglamentó una antigua tradición, nunca perdida y que se remontaba al tiempo de la primera cruzada, pero limitando el derecho de armar caballeros sepulcristas al Padre Guardián de los Santos Lugares, único que de entonces en adelante podría conferirla, prohibiendo así que todo príncipe o gran señor que visitara Jerusalén se creyera en el derecho de poder nombrar caballeros sepulcristas entre los miembros de su séquito, como muchas veces había ocurrido. Se trataba de un reconocimiento oral que

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La Fuente: “España Sagrada”, Tomo L, pág. 155. Conde Passini-Frasoni, Carlos Augusto Betini y Carlos de Odriozola, “Histoire de l’Ordre du Saint Sepulchre de Jerusalem”, folio 71 vuelta, College Herladique, Roma, 1880 42 Doctor Castro y Barbeyto: “Diccionario Histórico de las Ordenes Religiosas y Militares”, Tomo II, pág. 72 Madrid, 1793. 41

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sería renovado por el Papa León X, en una audiencia concedida en el año 1518, al Guardián de los Santos Lugares.43 Se insiste en que los nuevos caballeros habían de ser nobles y prestar juramento de que lo eran y tenían bienes suficientes para vivir sin tráfico, además debían estar dispuestos a defender la religión cristiana e incluso morir por ella en guerra contra los infieles44. Es importante destacar el hecho que el Papa Alejandro VI, como señor de la cristiandad que era, ante la inexistencia del Reino y del Patriarcado Latino de Jerusalén, se irroga el derecho de presidir la Orden y como tal da la facultad en exclusiva de cruzar nuevos caballeros al padre Guardián del Santo Sepulcro; luego lo característico de los nuevos caballeros no es que se crucen ante el Santo Sepulcro, recibiendo la investidura por parte de u n clérigo, un príncipe o un caballero, sino que el derecho de investirlos se tiene por delegación de la Santa Sede. Luego, a sensu contrario esta delegación puede ser cambiada o ampliada a otras personas por parte de la Santa Sede y sin necesidad que éstas residan ya en Jerusalén, ni que los cruzamientos se hagan ya necesariamente en dicha ciudad, lo que dará pié a los varios intentos que más adelante se realizarán a fin de obtener la reorganización de la orden bajo el Maestrazgo de algún gran príncipe que efectivamente se hiciera cargo de ella. En el año 1555 un Caballero sepulcrista español, Don Pedro de Zarate, convocó espontáneamente Capítulo General de todos los Caballeros del Santo Sepulcro repartidos en Occidente, con el fin de elegir por Gran Maestre aun príncipe poderoso que con su alta autoridad restituyese a su primitivo estado la Orden Militar del Santo Sepulcro, sacándola de su aislamiento y de la situación indecisa en que se encontraba. Muchos caballeros respondieron al llamamiento y en el Capítulo celebrado el día 26 de marzo de 1558 en la Iglesia Colegial de Santa Catalina, en la ciudad flamenca de Hoschtraten (Cambray), los caballeros acordaron por unanimidad elegir por Gran Maestre al rey Felipe II de las Españas que administraba ya las ordenes de caballería españolas. Al ser comunicada dicha decisión al rey Felipe II, éste acogió con jubilo tal nombramiento, como sucesor de los antiguos Reyes Latinos de Jerusalén y aceptó en su nombre y en el de su hijo y sucesor el príncipe Don Carlos, aunque condicionada a la 43

Hermant: “Historia de la Orden Militar de Caballeros de Nuestro Señor Jesucristo”, 1698, reproducido en el tomo 72-E del Archivo de la Orden, folio 47 dorso 44 Castro Barbeyto: “La Orden Militar del Santo Sepulcro”, folio 71 vuelta y folio 83. Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro, en Madrid.

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ratificación final concedida por la Santa Sede. Seguidamente el Notario Público levantó nota de la aceptación real, realizada en presencia de ilustres testigos. 45 Si bien la reacción adversa del Gran Maestre de la Orden de Malta, Pedro d’Aubusson, logró que no fuera ratificada dicha elección por Paulo IV, ni por su sucesor Pío V, a pesar de las múltiples gestiones realizadas tanto por el propio rey Felipe II como por el caballero Don Pedro de Zarate. En el siguiente siglo, en el año 1616 se realizó una segunda tentativa por el duque Carlos de Gonzaga, Par de Francia, Príncipe de Mantua y Duque de Nevers y Cleves, quién era descendiente de los basileos bizantinos. Este poderoso señor basándose sobre la Archicofradía Francesa del Santo Sepulcro, decidió unir a ella la Orden Caballeresca del Santo Sepulcro y hacerse cargo de ambas como Gran Maestre con la anuencia del rey francés Luis XIII. Más la airada reacción del Gran Maestre de Malta ante la corte francesa hizo abortar esta nueva esta tentativa. La tercera tentativa sería intentada en 1680 por el Prior General de los Canónicos del Santo Sepulcro de Miechow (Polonia) que intentó someter a su jurisdicción a los conventos de la orden radicados en Francia y Bélgica, aunque sin lograr interesar en ello a los Caballeros, por lo que la tentativa no siguió adelante obstaculizado por el rey Luis XIV de Francia que, por edicto de 28 de Mayo de 1700, tomaba bajo su protección a la Orden del Santo Sepulcro, al igual que ocurría con la Real Archicofradía del mismo nombre, ordenando que de ahora en adelante ambas instituciones quedaban bajo la protección de la corona encargada de velar por la integridad de ambas, al igual que hacían los Reyes de España con las Ordenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. Se establecía también que el rey presidiría los cruzamientos de los nuevos Caballeros Sepulcristas, los cuales habrían de tener necesariamente la dignidad de gentilhombres para poder ingresar en la nueva orden que se denominó Ordre Royal, Militaire et Hospitalier du Saint-Sepulcre, y en la que se pretendía agrupar a los caballeros franceses de ambas ordenes bajo la común soberanía del rey de Francia.46

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Archivo General de Simancas, Secretaría de Estado, legajo nº 884, folio 108. Se encuentra una copia del acuerdo en la carpeta de Documentos Históricos del Archivo de la Orden del Santo Sepulcro, en la basílica de San Francisco, Madrid. 46 Establecimientos de la Orden del Santo Sepulcro, págs. 430 a 435. Archivo de la Orden del Santo Sepulcro, en Madrid.

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Si bien este extraño maridaje entre ambas instituciones nunca sería aceptado por la Santa Sede, aunque la corona francesa tampoco renunciara a ello y sus sucesores en el trono, Luis XV y Luis XVI reconfirmaron su protección a ambas ordenes, en 1735 y 1775 respectivamente, pese a las protestas que presentó el embajador en París de la Orden de Malta. La Revolución francesa dio al traste con esta confusión. Sin embargo, una quinta tentativa se realizaría, tras la Restauración Monárquica, con Luis XVIII que se proclamó soberano de la Archicofradía y Protector de la Orden del Santo Sepulcro, a la que tomó bajo su control nombrado un Administrador Real de la misma, lo que no haría sino perjudicar aún más a la Orden del Santo Sepulcro en beneficio de la Archicofradía del mismo nombre que poco a poco se fue imponiendo hasta absorber por completo a la Orden,47 tanto es así que el rey por decreto de 27 de mayo de 1818 concedió a los caballeros de la Archicofradía los mismos privilegios que gozaban desde hace más de seiscientos años los caballeros de la orden, sin necesidad que hubieran sido investidos en Jerusalén por el Guardián de los Santo Lugares. Mas, ante esta usurpación de funciones el Padre Guardián de los Santos Lugares escribió protestando al rey el 18 de marzo de 1822. Al recibirse la protesta los caballeros franceses reclamaron ante su rey y éste ordenó que se negara en Francia el exequatur o reconocimiento a los Caballeros del Santo Sepulcro, cualquiera que fuera su origen por carecer de un jefe soberano. Se prohibió incluso que en el Almanaque Real de Francia, en donde se recogía todas las informaciones referentes a la nobleza y a las órdenes militares, se hiciera mención alguna a la denominada Orden del Santo Sepulcro por no existir como tal para Francia. Después de la Revolución de 1830 tanto la Orden como la Archicofradía del Santo Sepulcro desaparecieron definitivamente de Francia.48 Mientras que los Caballeros del Santo Sepulcro fueron reduciendo drásticamente su número, al decaer la práctica de las peregrinaciones a Tierra Santa, hasta que la sexta y definitiva tentativa fue la realizada por el Papa Pío IX, el día 24 de enero 1868 por su Breve ”Cum Multa”, por el que renueva la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, corroborando sus antiguos estatutos y loables costumbres, con el fin de “excitar el celo de proteger y propagar la religión católica en los lugares de Tierra Santa y, también de recompensar los servicios de un honor merecido”. 47

Modesto Costa y Turell, “Reseña Histórica de las Ordenes de Caballería”, pág. 485. Librería Española, Madrid, 1858. 48 Comte de Pasini-Frassoni, “Histoire de l’Ordre du Saint-Sepulcre de Jerusalem”, págs. 33/39. Collège Heraldique, Roma. Archivo Histórico de la Orden del Santo Sepulcro en Madrid.

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4.- Desde la Restauración de la Orden del Santo Sepulcro en 1868 hasta nuestros días al comienzo del Tercer Milenio El Papa Pío IX, primero restableció el Patriarcado Latino de Jerusalén, el día 23 de julio de 1847, y veinte años más tarde restauraba también la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro, el 24 de enero de 1868, bajo la obediencia directa de la Santa Sede quién la delegó como antaño en el Patriarca de Jerusalén. El 29 de junio de 1890 se remitió por numerosos caballeros del Santo Sepulcro, residentes en España, a Monseñor Luigi Piave, Patriarca de Jerusalén y Gran Maestre de la Orden, una exposición suplicatoria para organizar una Comisión Permanente que reestructurara la Orden en España. Se establecieron las bases para constituir tres Capítulos de caballeros en España: el Capítulo del Reino Castilla y León; el Capítulo del Reino de Aragón, Cataluña y Baleares; y el Capítulo del Reino de Valencia, aunque éste último no llego a prosperar. El 6 de abril de 1892 el Patriarca-Gran Maestre aprobó en Jerusalén los Establecimientos de Fundación de los dos primeros Capítulos. En ellos se regulaba el ingreso de Caballeros a los que se exigía acreditar su religiosidad y probar su nobleza de sangre, requisito este último que no se exigía en las Lugartenencias de la Orden en otros países, pero que en España desde 1892 hasta nuestros días se ha respetado escrupulosamente. En el año 1913 se reunió en Madrid un Capítulo General en el que redactó un nuevo Reglamento, en el que se explicaba que su objeto era reunir en vínculo fraternal a los Caballeros de la Orden, mantener su adhesión a Su Santidad el Papa, al Gran Maestre de la Orden y a Su Majestad el Rey de España,. cuyos antecesores ostentaron el título de Rey de Jerusalén, y que como aquellos es Protector de la Orden. Este Reglamento fue aprobado por Patriarca Latino de Jerusalén, Monseñor Philippus Camarci, el 12 de mayo de 1914, y por el Rey de España, siendo insertado en el B.O.E del 30 de junio de 1914. Un nuevo cambio de Estatutos Capitulares se efectuará el 19de mayo de 1932 por el Papa Pío XI, por el que se derogaban los estatutos y reglamentos antiguos y quedaba la Orden bajo la benévola protección de S.S. el Papa, si bien mantiene su sede en Jerusalén y su Maestrazgo en el Partriarca Latino de Jerusalén. Tras las dolorosas

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vicisitudes de la II Guerra Mundial, S.S. Pío XII por su breve “Quam Romani Pontífice”, del 14 de septiembre de 1949, reformó de nuevo la Orden, asumió directamente el Gran Maestrazgo de la misma estableció su Sede en Roma, denominándola Orden Ecuestre o de Caballería del Santo Sepulcro. Se establecía también que aunque no fuera una Orden cerrada si se exigía para su ingreso como Caballero el que se fuera noble y si no podía ser así, que se perteneciera a una clase social decorosa y que vivan según el “More Nobiliúm”, de forma que las diversas Lugartenencias solo pudieran presentar a personas relevantes teniendo en cuenta las tradiciones, exigencias y costumbres de cada país.49 En la actualidad, la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro depende de la Santa Sede que ha delegado en un Cardenal que actúa como su Gran Maestre, quien dirige la orden con la ayuda de un Gobernador General y del Consejo del Gran Magisterio constituido por doce hermanos de habito elegidos entre los miembros de todas las Lugartenencias. Su sede está en Roma si bien se encuentra extendida por todo el mundo representada en treinta países mediante 39 Lugartenencias, veinte de ellas en Europa, doce en Norte y Centro América, cuatro en América del Sur y tres en Extremo Oriente, además de diez Delegaciones Magistrales creadas en países en los que la Orden se encuentra aún en fase de expansión. En estos momentos La Orden Ecuestre del Santo Sepulcro tiene cerca de quince mil miembros, entre Caballeros, Damas, Canonesas y Canónigos honoríficos, pues ya no existe desde hace cerca de un siglo ninguna comunidad de Canónicos regulares en la Orden En España existen actualmente dos Lugartenencias, cuyos límites territoriales se corresponden con los de los antiguos reinos de Castilla y de Aragón, denominados Capítulo Noble de Caballeros de Castilla y León o Capítulo Noble de Caballeros de Aragón, Cataluña y Baleares. Esta denominación se debe a que de acuerdo con la tradición española para el ingreso en la misma como caballero o Dama se pide se demuestre la hidalguía o nobleza de sangre de los neófitos. El objetivo fundamental de la Orden sigue siendo la protección de los Santos Lugares y en especial la preservación del cristianismo en Tierra Santa por lo que, en consecuencia, la Orden consagra todo su esfuerzo al apoyo espiritual, cultural y material 49

José María Ortega Costa de Ballestero: “El Requisito de Prueba de Nobleza de Sangre en los Capítulos Españoles de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén”, Opúsculo publicado bajo el patrocinio del Capítulo Noble de Aragón, Cataluña y Baleares. Barcelona, 1976

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de los cristianos en Palestina, cuya existencia en estos momentos se encuentra atenazada por la pugna entre judíos y musulmanes. Hay que saber que el territorio geográfico de Tierra Santa se extiende en la actualidad por tres países, Israel, Jordania y Palestina en los que viven 13 millones de habitantes. Hace medio siglo los cristianos representaban el 20% de toda la población palestina y en la actualidad se han visto diezmados y reducidos al 2,3% de la misma con solo 300.000 cristianos de los cuales solo 120.000 son católicos. El actual odio y situación permanente de guerra entre judíos y musulmanes hace que los cristianos vivan en penosas condiciones, atacados por unos y otros, por lo que muchos han preferido emigrar y abandonar los lugares en los que nació y murió Jesucristo. La Orden del Santo Sepulcro dedica anualmente más de 800 millones de pesetas para las necesidades del Patriarcado Latino de Jerusalén, mantener a sus clérigos y el culto en los Santos Lugares, así como un Seminario con más de 80 seminaristas. Dependen de sus ayudas la existencia de 41 escuelas cristianas de formación general y escuelas taller de formación profesional en las que estudian 18.000 jóvenes de ambos sexos, mayoritariamente cristianos aunque también se admiten de otras religiones. Mantienen también la Universidad de Belén para la formación de graduados superiores. Mantienen varios hospitales y numerosos dispensarios médicos, así como otras instituciones de carácter asistencial, entre las que debemos destacar el Instituto Textil de Bet-Sahour, donado por el Capítulo Noble de Castilla y León, con su escuela taller en la que se imparten cursos para fortalecer el empleo juvenil en una zona especialmente deprimida. En lo que respecta a aquellos que desean cruzarse como Caballeros, en ambos Capítulos Españoles, son tres las condiciones que de acuerdo con nuestra secular tradición y los Estatutos actuales han de reunir: -

Personales: Reunir los requisitos de orden moral, religioso y espiritual exigidos para el ingreso en una Orden con la tradición cristiana que tiene la del Santo Sepulcro y que depende directamente de la Santa Sede.

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Sociales: probar su Hidalguía o Infanzonía, de acuerdo con la antigua tradición española que se remonta a los primeros tiempos de nuestra Reconquista.

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Económicos: Deben tener los medios necesarios. a fin de poder contribuir con generosidad en el compromiso de la Orden con Tierra Santa.

Es por ello que la pertenencia a la Orden del Santo Sepulcro imprime carácter entre sus miembros y les impulsa a cumplir con su triple función: a) Religiosa: Reforzar en sus miembros laicos la práctica de la vida cristiana y la obediencia al Papa. En especial mantener la devoción por el Santo Sepulcro de Jerusalén y fomentar las peregrinaciones a Tierra Santa. b) Social: Contribuir con sus aportaciones económicas a que se mantengan iglesias, escuelas, talleres, hospitales y dispensarios en Tierra Santa, cuidando así para que no desaparezca el cristianismo en los Santos Lugares. c) Cultural: En lo que a los dos Capítulos españoles se refiere los miembros de la Orden estamos muy preocupados por el mantenimiento de la rica tradición cultural de ambos Capítulos hispanos, preservando su ceremonial y costumbres. En especial va dirigida a que no se pierdan los antiguos valores que inspiraron a los caballeros hispanos de la Orden del Santo Sepulcro.50

Gracias por su atención

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Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio: “La Pervivencia de las Ordenes de Caballería a comienzos del Tercer Milenio: La Orden Ecuestre del Santo Sepulcro”, Ponencia presentada al Congreso Internacional “Las Ordenes de Caballería: Realidad e Imaginario”, Castellón, 22 a 26 de noviembre de 1998

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