EVALUACIÓN EL CORAJE DE VIVIR

May 23, 2017 | Autor: T. Universitarios | Categoría: Postmodern Literature
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Descripción

EVALUACIÓN


TÍTULO:
El Coraje de Vivir

NÚMERO DE PÁGINAS NUMERADAS:
187/362

EVALUADOR:
FABIÁN MENDOZA QUESADA

FECHA:
21-02 2017

AUTOR:
Fernando Ayala Poveda, (Tunja, Colombia, 1951) Narrador, Ensayista, Periodista de la Radio Nacional de Colombia, autor de cuarenta y cuatro libros. Estudió Literatura y Educación en la Pontificia Universidad Javeriana e Idiomas en la Universidad Nacional de Colombia. Viajó a Francia y España a especializarse en Literatura. Ha sido profesor de literatura, historia económica, sociología, metodología de la investigación, Talleres de Literatura en la Universidad Javeriana, Universidad La Sabana, Universidad Central, Universidad Pedagógica Nacional (1982-2004).
Se destacan sus obras: El Coraje de vivir (Saga Completa) El arquitecto del mal, Los colores de la fama, (adaptada por RCN televisión, primer dramatizado nacional sobre fútbol), La Guerra de los Violines, No tengo un peso y me llamo Silva, Una leve luz, El hombre que hacía reír a las mujeres, María Canela (Pacífico y madera), Amar en Bahía, Italo Casiringo contra los devoradores del verde, El Aktor, El campeón, Spaghettis para el lobo.
GÉNERO:
Novela.

RESUMEN:
Manuel, un niño de 9 años, ha huido de "La Casa de los Infantes del Señor", una institución para chicos abandonados que ha dejado en él profundas marcas de maltrato, su memoria se ha perdido, no recuerda su origen ni su identidad y su febril imaginación trastoca constantemente la realidad que lo envuelve. Al llegar a Bogotá en busca de su abuelo conoce a Santiago Solís, un viejo taxista también abandonado por su familia, quien le presta auxilio y refugio por varios días en su humilde casa, convirtiéndose en la persona más importante de su vida, un abuelo, un padre y un maestro. Los problemas de salud de Santiago obligan al niño a buscar ayuda, pero en su afán se extravía nuevamente en las calles, descubriendo así, junto a Lucho "el chacal", -un joven de 14 años-, la sórdida noche bogotana, llena de delincuencia, drogas y desamparo. Posteriormente el azar lo lleva a la casa de tres caritativas hermanas, las Rivera, que lo acogen y se empeñan en encontrar a su familia. La resonancia de su caso en los medios de comunicación hace que se presenten ante él y sus nuevas protectoras una serie de personajes que se declaran sus parientes. Entre ellos Mateo y Edith Zúñiga, siniestros personajes que afirman con pruebas ser sus padres. Manuel los rechaza y decide por su cuenta encontrar a Santiago, lo que finalmente logra con la ayuda de su amigo Lucho. Las pruebas de paternidad de los Zúñiga son contundentes pero falsas y comienza entonces una pelea ante los estrados judiciales por la custodia legal del niño. Así, Zulima, una supuesta tía, Arturo un supuesto abuelo, las hermanas Rivera, los Zúñiga y Santiago, se enfrentan por la adopción de Manuel. Por fin la justicia falla en favor de los Zúñiga, tras lo cual Manuel se da inesperadamente a la huida. (Fin del Libro de la Risa)
Esta repentina fuga lleva al niño a Santa Marta, en donde se expone otra vez a la calle y sus peligros, topándose con nuevas adversidades y nuevos salvadores. Estos le ayudan a rencontrarse con Santiago, pero tras él llegan los Zúñiga, sus odiosos padres adoptivos, cuyas artimañas legales dejan al viejo en la cárcel, trasladando así al niño por derecho legal a vivir con ellos. Sin embargo, los maltratos de la estrafalaria pareja provocan la anulación de su custodia, lo que hace que Manuel sea otra vez recluido contra su voluntad en un hogar para menores desamparados. (Fin del Libro de la Justicia)
De allí se escapa con Santiago y ambos deciden llevar una vida clandestina en Puerto Kan, a orillas del Magdalena, donde se establecen para rehacer juntos su camino como abuelo y nieto y realizar su sueño de construir un hogar y un hotel para peregrinos. Esta nueva aventura tampoco está exenta de desdichas y enemigos, grandes y pequeños, pero la bondad de este dúo poco a poco transforma la vida de quienes los rodean. Finalmente el hotel que con tanto esfuerzo construyeron sucumbe entre las llamas que el todavía resentido Mateo Zúñiga inicia, pero en este punto el viejo y el niño son ya inseparables. Santiago ha logrado cultivar el espíritu artístico de Manuel, quien con los años, se convertirá en el cineasta que llevará a la pantalla una historia documentada por el escritor y periodista Fernando Ayala Poveda, -también personaje de la novela-, llamada El Coraje de Vivir. (Fin del libro del Amor y de la Vida)

CRITERIOS PROFESIONALES:

Temática:
La nueva versión del Coraje de Vivir sigue en líneas generales, (desde luego en su primera parte), el esquema narrativo del texto varias veces reeditado por Editorial Panamericana. Los temas siguen siendo fundamentalmente los mismos, la violencia física, psicológica, económica, sexual que padecen los niños, -representados en la novela principalmente por Manuel y Lucho el chacal-, como consecuencia de la descomposición social de un país que ha vivido por mucho tiempo en guerra. Esta cara del relato tiene por contraste la bondadosa presencia de Santiago, el viejo que se redime de su amargura y su soledad (más palpables en la versión de mayo de 1996), gracias al sincero afecto que lo une al niño. El otro asunto importante tanto de la primera parte de la saga como de las otras dos, es la corrupción de las instituciones sociales y políticas que afecta albergues, orfanatos, alcaldías, comisarías, pero también a la escuela y a la justicia.
¿Cuáles son las diferencias primordiales entre el texto del 96 y el de 2016? Son varias. Han pasado veinte años y el autor lógicamente ha hecho una actualización que pone el relato al día con el presente del país. Al respecto hay innumerables marcas: se nos habla de celulares, Uber, bullying, reptilianos, resiliencia; se mencionan personajes cercanos a la actualidad como Calidoso, (el habitante de calle cruelmente asesinado hace casi tres años en Bogotá), Messi, Ronaldo, el Padré Nicoló, el Chapo Guzmán, el juez Garzón; se nos recuerdan los falsos positivos, el carrusel de la contratación, la mujeres víctimas del ácido en sus rostros, las muertes de niños por desnutrición, los diálogos de paz y los acuerdos de la Habana. Así mismo las referencias musicales saltan al menos una generación.
Ahora bien, encontramos nuevas escenas en casi cada capítulo, hay una mayor cohesión entre los diferentes episodios, los personajes están mejor descritos pues se nos informa más ampliamente sobre su historia, lo que define con mayor claridad su perfil físico, psicológico y sociológico. Sin embargo estas adendas generan varias e importantes inconsistencias en el relato, que llaman significativamente la atención y que muy difícilmente pasarán desapercibidas ante los ojos de un lector atento. Estos cambios, y en especial las incoherencias que se derivan de ellos, pueden de hecho afectar la solidez de los personajes y la verosimilitud de la obra, como se ilustrará en los siguientes apartados, lo que deja a la versión de 2016, tal y como se encuentra en su actual estado, en clara desventaja con la versión original del 96. Y es que la virtud de esta última es su sencillez, lo que la hace susceptible de ser leída por un público amplio, que a pesar de contar con una narración un poco más abstracta, es decir, sin sobreabundancia de referencias a la realidad histórica concreta, (aunque inocultablemente anacrónica respecto al presente), no se encontrarán en aquella versión original demasiadas fisuras que le generen al lector interrogantes, sospecha y desconfianza, como sí en la de 2016.

Personajes:
Manuel es un niño de 9 años. Un niño que ha sido abandonado y cuyo origen es desconocido, aunque presumiblemente provenga del campo. Ha sufrido de desnutrición y maltrato, lo que lo tienta permanentemente a disociarse de la realidad. Las anteriores características riñen con lo que el niño expresa en su discurso. Es muy poco infantil cuando habla o reflexiona, demasiado autoconsciente, podría decirse que posee una sabiduría innata y una estructura moral superior al resto, por lo que en más de una ocasión se nos dice que es un niño con una madurez atípica. El Manuel de la versión 2016 lee a Dickens, Stevenson, Rabelais, Cervantes, Julio Verne, ve películas de Giuseppe Tornatore, escribe cartas con una redacción envidiable, escucha a Mozart y tararea boleros antiguos, modela figuras de arcilla, es una gran ajedrecista, se expresa con elaboradas metáforas que revelan un mundo simbólico complejo y todo con apenas 9 años. Del Manuel del 96, en cambio, sabemos mucho menos, pero de esta manera es más sencillo aceptarlo y sentirlo creíble.
Aparecen además similitudes entre los nombres de los personajes que no pasan desapercibidas. Por ejemplo, tanto Santiago como el almirante Arturo Linares Navia tienen cada uno un nieto perdido que se llama Giovanni. Encontramos también dos Zulimas, una es la hija del Almirante y la otra es la supuesta tía de Manuel, hermana de Verónica, su posible verdadera madre. Hay dos Porfirios, uno le da trabajo a Manuel en Santa Marta y lo lastima, el otro es el abogado de los Zúñiga. Están Johnny Perro y Johnny Negro, que al final no son el mismo. Algunos personajes tienen dos nombres: Valerio es al principio de apellido Manfredi pero luego es Leone. Claro, en la vida real muchas personas cambian de nombre o se llaman igual que otras, pero en una novela estas coincidencias son evitables, como esa según la cual Mateo Zúñiga y Santiago Solís, archienemigos y de condiciones sociales muy diferentes, poseen vajillas holandesas en sus respectivas casas.
Un personaje como el abogado Changó Carabalí, oriundo de Palenque y que juega un papel crucial al final de la primera parte, cae en el olvido, no vuelve a ser mencionado en los dos siguientes libros de la novela. Sus funciones dentro del relato las cumple entonces el doctor Pereira, como en la versión de 1996. Queda entonces en evidencia que los cambios introducidos en 2016 no se sostienen a lo largo de toda la saga. Lo mismo ocurre con el taxi de Santiago. En 1996 era rojo, en 2016 amarillo-dorado, pero al final de la segunda parte de la saga se le menciona nuevamente como coche rojo. Redondeando el asunto de Changó Carabalí, vemos que primero es el abogado de un hombre rico e influyente como el almirante Linares, pero después lo es también de Joe Jack, el buen amigo de Santiago, quien posteriormente nos informa que su abogado ha muerto, refiriéndose en ese caso al doctor Pereira. De la falta de coherencia en la secuencia de eventos y personajes surgen entonces interrogantes.
Hay otros personajes en cuya caracterización se reúnen aspectos demasiado contradictorios. Por ejemplo, se nos dice que María de los Ángeles Rivera es una luchadora social, defensora de los viejos y los huérfanos, y sin embargo, mantiene en varios pasajes un discurso excluyente y casi fascista que no compagina con su actividad profesional. La herencia paterna de este pensamiento no parece una justificación suficientemente sólida para la paradoja. Este discurso además lo encontraremos muy similar al de Helena París en la tercera parte de la saga.
Por otro lado Mateo Zúñiga, el antagonista de la obra, es descrito como un tinterillo que no terminó la facultad de leyes, es así mismo papero y dueño del 20% de Corabastos; posee el Volkswagen escarabajo de Eva Braun y a pesar de lo anterior y de que puede comprar consciencias con esmeraldas, no ha terminado de pagar ni de construir su casa en el 20 de Julio. Pareciera que algún detalle en la concepción de este personaje está sobrando, tiene tanto dinero como mal gusto pero… los elementos eclécticos en él reunidos lo convierten en una caricatura del mal que encarna.
Hay otras presencias que son tan solo nombres, guiños u homenajes a seres reales o imaginarios de la cultura popular colombiana y del caribe, Omara Portuondo, Elena Burke, Mauricio Babilonia, Remedios La Bella, Pietro Crespi, cuya participación en la segunda parte de la saga sería una referencia intertextual un poco gratuita, sin mucho efecto en la trama y poco diciente, especialmente si el lector ignora la historia del bolero o no ha leído cien años de soledad. Estos y otros personajes tendrían pues una función pedagógica, pero, ¿dicha intención es efectivamente captable por todos los lectores?
La historia de amistad, amor y compromiso entre un viejo y un niño que vencen un sinfín de obstáculos, queda frecuentemente difuminada por dicha vocación pedagógica y didáctica de la novela, filtrada en los discursos de muchos personajes que discurren sobre la historia, la pedagogía, el arte, la ética, cada uno de esos temas con un interés relativo.
Y finalmente, otra figura problemática, que no existía en la versión de 1996, es la de Fernando Ayala Poveda, el personaje. Aparece repentinamente una decena de veces; ya se prefigura en el Jorge Eliecer Ayala cuyos retratos decoran el café Saint Moritz, pero más tarde aparece propiamente como el escritor y periodista que se ocupa de la historia de Manuel. Se le aparece en sueños al niño, le habla directamente a su consciencia, se insinúa que el chico habita en su pensamiento y que sufrió tanto como él. El uno influye en la consciencia del otro como una red que se alza sobre el abismo. Hay una relación íntima y particular entre ellos, ajena a las otras más convencionales que se plantean en la novela, onírica e interesante, pero que confunde al lector ya que establece una clave surrealista en el relato que no termina de fundirse completamente con los referentes concretos del mundo histórico que procura reflejar.
En conclusión, la presencia de seres de carne y hueso y existencia constatable en la realidad acompañando a los personajes de la ficción, no necesariamente hace a estos últimos más reales y cercanos a los lectores.

Verosimilitud:
Las inconsistencias sugeridas anteriormente ya ilustran algunos de los problemas de verosimilitud de la novela. La raíz de las discordancias quizá sea la falta de una lectura concienzuda que permita continuar con las líneas narrativas planteadas desde el principio con total cohesión. Estos vacíos son especialmente notorios en la segunda parte de la saga. Por ejemplo, el Libro de la Risa termina con unos discursos muy elocuentes sobre la paz, la reconciliación, el diálogo, los horizontes que se abren para un nuevo país, temas desde luego alusivos a los acuerdos de La Habana, (acontecimiento que de hecho se menciona textualmente en esas mismas páginas), la hora de la verdad y la justicia, la superación de la guerra, etc. Sin embargo la segunda parte comienza, pocas páginas después, con una escena típica del país de los noventa, un atentado con bomba a un oleoducto que afecta a los viajeros que van por la carretera, los helicópteros, el humo, la persecución, el desastre ecológico. ¿Y entonces? Los hechos están narrados sin un hilo cronológico unificado, en los que se conservan marcas temporales de los diferentes momentos en que fue entretejiéndose la redacción de la saga, por lo cual algunos eventos lucen trastocados o inconsecuentes con el presente que ya había sido previamente descrito.
Allí mismo, al comienzo del Libro de la Justicia, se menciona que Manuel tiene una cicatriz que lo recorre de pies a cabeza, pero ese detalle, -que no es menor-, no había sido mencionado antes a pesar del meticuloso examen al que lo había sometido la doctora Palermo. En el proceso judicial narrado más adelante, a través del cual se pretende anular la custodia legal de los Zúñiga sobre Manuel, no se tiene en cuenta la voz del niño, cuya sola declaración, denunciando los maltratos de Mateo Zúñiga, hubiese bastado para desvirtuar la posición de su opresor, pero esta probabilidad es evitada por la trama. No se explica por qué la víctima no habla, o si es que existe un ordenamiento jurídico que impida el testimonio de un menor; en fin, para un lego en materia de leyes, (como buena parte de los posibles lectores), la situación es confusa y exasperante.
En determinado punto se nos dice que Santiago, a causa de su edad, ha sido trasladado de la cárcel común a un bunker de la fiscalía, pero algunas páginas más adelante este pormenor se olvida y el viejo es visitado por Celia Valdés en La Modelo. Esta clase de incoherencias, (que van desde errores tipográficos, faltas de concordancia entre sujeto y verbo, confusión en el nombre de los personajes, olvido de lo previamente narrado), -gazapos especialmente notorios en la segunda parte de la saga, reitero-, le impiden al lector involucrarse con total confianza en la fábula que se le presenta.

Recursos literarios:
Algunos de los aspectos más prosaicos y crudos de la vida parecen sublimados en el ánimo incesante del narrador y de varios personajes por recrear poéticamente la realidad. Ésta se ve frecuentemente transformada por la imaginación, la paranoia, los miedos o la ilusión de Manuel, un niño que anda en fuga, mental o física, de la realidad circundante. Esta clave del relato es esencial para comprender la técnica del autor y explica la sobreabundancia de imágenes manifiestas en ensoñaciones, pesadillas y recuerdos difusos del niño, lo que al mismo tiempo perfila su sensibilidad artística. El lenguaje figurado es pues la nota predominante a lo largo de la saga y funciona como una rebeldía lingüística a la desastrosa prosa de la vida que encierra la historia de Manuel. Es una forma hábil de narrar, por ejemplo, el primer encuentro entre él y Lucho el Chacal, ya que la visión de mundo de este último está interferida por los demonios de sus adicciones. Así, el lenguaje figurado nos transmite con eficacia las distorsiones de su percepción.
Por esa misma vía hay que entender las innumerables referencias al Rey Negro, al Señor Oscuro, a los Kanes, los Reptilianos, los Seres de Humo, Los Vigilantes, como proyecciones de ese lado oscuro de la conciencia, de las palabras y las acciones humanas, que se reproducen en todo orden de cosas y que amenazan tenazmente con destruir la paz de Manuel, Santiago y sus amigos. Ahora bien, el control de tan importante caudal imaginativo y lingüístico demanda un esfuerzo igualmente significativo de la atención, con el fin de hilar con la suficiente finura el texto y no incurrir en vaguedades o incoherencias, que por su síntesis y concisión, no encontrábamos, por ejemplo, en la versión del 1996. En ocasiones pareciera pues que le falta más cuidado a ese paso de la construcción de una obra 3 veces mayor que la varias veces reditada.




Lenguaje:
Las voces de los personajes se parecen bastante de acuerdo al lado del tablero de ajedrez en el que se muevan. Así, las intenciones, palabras, imágenes de los personajes positivos son similares, semejanza especialmente notoria en el Libro del Amor en los discursos de Santiago Solís, Frank, Ayala, y el propio Manuel, siempre en defensa de la solidaridad, el amor, la justicia, la alegría, la imaginación y el deseo de superación. Así mismo, los personajes malvados y oscuros avanzan paralelamente, el Rey Negro, Mateo Zúñiga, Helena París, destilan soberbia, egoísmo, conformismo, densidad. En medio de ellos hay personajes que se transforman, zigzaguean, se arrepienten, pero de forma general la novela reproduce una guerra a gran escala entre el bien y el mal.
El lenguaje de la Saga íntegra es indudablemente más complejo, la metáfora permea todos sus ámbitos, volviéndolo proclive a un tratamiento artesanal y orfebre de la palabra y sus sentidos; por tanto, al ser menos directo y casi desprovisto de ingenuidad, lleno de claves simbólicas y referencias históricas y culturales particularmente del siglo XX, se aleja de un posible lector infantil o juvenil, aproximándose más bien a los jóvenes adultos que deseen sumergirse en un lenguaje poco convencional y que invita a un territorio por descubrir.

Extensión y estructura del libro
Ya se había mencionado la pertinencia de varios de los cambios, (nuevas escenas que clarifican la trama, un enlace más preciso entre capítulo y capítulo, personajes mejor caracterizados), que aumentan razonablemente la extensión del denominado Libro de la Risa. Sin embargo, en el segundo libro de la saga, el de la Justicia, se narran situaciones muy similares a las del primero, incluso en el mismo orden: en ambas secciones Manuel se pierde en una ciudad extraña, se expone a los peligros de la calle junto a otro joven, experimenta directa e indirectamente la violencia y las drogas, se encuentra tanto con enemigos como personas bondadosas que lo ayudan a reunirse con Santiago mientras sus vidas se transforman a medida que entran en contacto con él; igualmente la amenaza de los Zúñiga es implacable y sus artimañas y aliados son casi imposibles de vencer. Hacia el final de ambos libros hay un extenso juicio y su desenlace no favorece por completo a nuestros héroes. El parecido del plano general de las dos primeras partes es, en efecto, notorio, lo que le resta relevancia al sentido del Libro de la Justicia, justamente por la carencia de un desarrollo verdaderamente específico. Tal vez lo novedoso de esta unidad resida en el foco que se ha puesto en la corrupción de algunas instituciones muy respetadas, representadas por médicos como el doctor Francisco Pelayo, o policías como el Coronel Videla, y en la falta de cohesión y coherencia de dichos organismos a la hora de proteger los derechos de los más vulnerables.
La tercera parte, El Libro del Amor, está mejor estructurada, tiene un plan y un desarrollo propio: el amor sufre, transforma a sus enemigos y al final vence, a pesar de la oposición radical entre aquellos personajes oscuros y negativos y los blancos y positivos, simbolizada en el juego del ajedrez. Buena parte de esta pugna se lleva a cabo, (sobre todo a partir del último tercio del libro), de forma dialéctica, por medio de prolongados diálogos entre los representantes de uno y otro bando; así, Santiago, Manuel, el profesor Frank Orlando y el propio Ayala, controvierten con el Rey Negro, Helena Paris o Shina Piper Gasolina, sobre su respectiva visión de la vida. Es en estos diálogos donde encontramos primordialmente las mencionadas reflexiones sobre la historia, la ética, el amor, que le dan a la novela esa textura casi filosófica en la que el pensamiento de los personajes desplaza a las acciones como eje narrativo.
Al final, la saga completa se desenvuelve en 4 partes, (realmente tres), 358 páginas, 62 capítulos, que sin ser demasiados ni muy extensos, desafían, por su técnica, su abordaje, su irrenunciable tendencia a la expresión poética de su contenido, -característica inusual dentro del género narrativo aunque no por eso deleznable, pero en especial, por las incoherencias de su estructura temporal, desafían, digo, la comprensión y resistencia de los lectores acostumbrados a un tipo de novela más formal.

PÚBLICO INTERESADO:
Sin duda sería interesante conocer qué paso con Manuel y con Santiago más allá del final de esa conocida edición del Coraje de Vivir. Por eso es razonable que a los lectores de la primera parte les atraiga continuar con la saga. Pues bien, los aspectos técnicos y formales de la obra completa relanzada ahora en 2016, convocan a un tipo de lector diferente al que apuntaba la versión del 1996. Esta nueva versión exige un lector activo, dispuesto a descubrir las claves del dédalo que le propone el autor, quizá tan imaginativo como él, un lector para quien las ideas y la manera de expresarlas están por encima de las acciones y las peripecias que padecen los personajes, uno que ya esté en capacidad de relacionar el mundo histórico con el simbólico.

PUNTOS POSITIVOS:
El mensaje de la obra sigue siendo atractivo, el lenguaje empleado y el esfuerzo poético son reveladores, la crítica social es oportuna.

PUNTOS NEGATIVOS:
Hay problemas con la temporalidad interna de la saga. Como ya vimos, una redacción tan prolongada en el tiempo, (más de dos décadas), plantea en este caso serias incoherencias. La falta de atención a los detalles se percibe en hechos como la inusitada repetición del título de la obra: se menciona el Coraje de Vivir en las páginas 26, 84, 100, 105, 110, 112, 118, 125, 127, 186, 229, 286, 347, 352, etc. Redunda.

COMENTARIOS:
Invito con la mejor de las intenciones a no considerar definitiva la redacción actual de la saga completa, y a revisar la conveniencia de su extensión, no de su primera parte, sin duda la mejor lograda hasta el momento, sino de las demás. En ese proceso valdría la pena analizar las razones del éxito del libro publicado en 1996, en el que la sencillez y la concisión tienen un valor fundamental.

PUBLICACIÓN:
Todavía no. La novela es ambiciosa y aún está en proceso, demanda por tanto una atenta relectura a fin de detectar las fugas de coherencia en las que se descubren parches de obra negra y preservar el prestigio del autor.


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