Evaluación de la Exostosis Auditiva Externa como Marcador de Actividades Acuáticas en una Muestra Bioarqueológica de la Costa Arreica, Norte de Chile

May 23, 2017 | Autor: Katia Codjambassis | Categoría: Bioarchaeology
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Descripción

Facultad de Ciencias Sociales Depto. de Sociología y Antropología Carrera de Antropología

Evaluación de la Exostosis Auditiva Externa como Marcador de Actividades Acuáticas en una Muestra Bioarqueológica de la Costa Arreica, Norte de Chile Proyecto Fondecyt 1110196

Memoria para optar al título de Antropóloga mención en Antropología Física

Profesor Guía: M.A. Pedro Manuel Andrade Martínez

Candidata: Katia Yasmina Codjambassis Cifuentes

Concepción, Ciudad Universitaria, 2014

A mis padres, mis hermanas y mi hermano, por su paciencia y apoyo A mi profesor guía Pedro Andrade, por los incontables consejos A Diego Salazar y al FONDECYT 1110196, por la oportunidad A Daniela Carrasco, por la compañía y la amistad A Rodolfo Contreras, en Taltal, a Ivo Kuzmanic y a Verónica Díaz, en Antofagasta, por permitirme el acceso a sus museos y sus colecciones A quienes como voluntarios me permitieron examinarlos

A todos ustedes, mis más sinceros agradecimientos por hacer esta memoria posible

Índice Página I.

Introducción

1

II.

Antecedentes

5

1. Costa Arreica

5

2. Estudios de modos de vida en la costa arreica

11

3. Exostosis auditiva externa en perspectiva

21

paleopatológica y clínica III.

Marco Teórico

40

1. Actualismo

40

2. Bioarqueología

49

3. Modos de vida de cazadores-recolectores costeros

63

Planteamiento del problema

70

1. Hipótesis de investigación

72

2. Objetivos

73

Materiales y Métodos

74

1. Muestra y metodología de muestras contemporáneas

76

2. Muestra y metodología en restos óseos

80

3. Metodología conjunta

86

Resultados

87

1. Resultados muestras contemporáneas

87

2. Resultados muestras arqueológicas

97

VII.

Discusión

104

VIII.

Conclusión

120

IX.

Bibliografía

127

X.

Anexos

138

IV.

V.

VI.

Índice de Figuras Página 1. Mapa de Costa Arreica

5

2. Hueso temporal en un individuo sub-adulto

22

3. Hueso temporal adulto

23

4. El oído y sus partes

23

5. Ubicación de los distritos en Japón

27

6. Ubicación de las muestras contemporáneas

76

7. Grados y niveles de exostosis utilizados en el análisis

79

8. Mapa ubicación sitios arqueológicos

84

9. Exostosis auditiva en el canal izquierdo y derecho del

99

individuo 2 del sitio Plaza de Indios. 10. Exostosis auditiva en el canal izquierdo y derecho del

99

individuo 1 del sitio La Puntilla 1. 11. Exostosis auditiva en el canal izquierdo del

100

individuo 3 del sitio Guala-Guala 12. Exostosis auditiva en el conducto izquierdo del

100

individuo de Punta Loreto 13. Exostosis en el conducto derecho del individuo 1 de Copaca

101

14. Exostosis auditiva en el individuo 2 del sitio Copaca

101

15. Exostosis en el conducto auditivo derecho del

102

individuo femenino del sitio Quebrada Rincón

Índice de Tablas Página 1. Resumen muestras contemporáneas

78

2. Resumen muestras arqueológicas

85

3. Resultados buzos Ancud

88

4. Resultados surfistas Maitencillo

90

5. Resultados surfistas Pichilemu

92

6. Resultados remeros San Pedro

94

7. Resultados pescadores Talcahuano

96

8. Determinación de sexo y edad para las muestras

97

9. Detalle resultados muestra arqueológica

103

10. Resultados X2 para las muestras

112

Índice de Gráficos Página 1. Medias y desviaciones estándar para las muestras

112

Anexos Página 1. Consentimiento Informado

138

2. Ficha registro exostosis

139

3. Tabla de registro exostosis en pescadores

140

4. Tabla de registro exostosis en remeros

140

5. Tabla de registro exostosis en buzos

141

6. Tabla de registro exostosis en surfistas de Maitencillo

141

7. Tabla de registro exostosis en surfistas de Pichilemu

142

I. Introducción La bioarqueología es una subdisciplina de la antropología, está abocada al estudio de los restos humanos óseos y dentales, recuperados a partir de las excavaciones arqueológicas, y desde los cuales podemos llegar a hacer inferencias de la relación que se da entre los aspectos biológicos y culturales (Luna, L., 2006). Estos estudios se realizan en un contexto variado, que incluye todas las reconstrucciones posibles de las variables ambientales y culturales relevantes a la interpretación de un modo de vida (Martin et al., 2013). Dicha subdisciplina provee un enfoque único, con profundidad temporal y una perspectiva transcultural sobre los seres humanos como seres tanto biológicos como culturales. El cuerpo aunque pensado como un aspecto más bien biológico, está modulado a través de la incorporación de modos de vida específicos que son determinados culturalmente, y que por tanto son parte del cuerpo en sí (Sofaer, J., 2006). Al reconstruir la identidad biológica y el contexto cultural, la bioarqueología puede dar luz sobre las complejidades que yacen en el fondo del comportamiento humano (Martin et al., 2013). Los modos de vida a los que se hace referencia son de acuerdo a Constantinescu: “patrones conductuales definidos por una cultura particular, con que sus miembros deben operar en un ambiente físico determinado” (1998: p.49). A partir de esta definición, se espera llegar a una aproximación de las actividades que desarrollaron los grupos del pasado, entendiendo que la cultura también se expresa en el cuerpo humano, siendo el nexo entre la biología y la cultura (Sofaer, J., 2006). En base a esta premisa, se determinan distintos tipos de modos de vida, como los cazadores-recolectores, quienes se procuran diariamente el sustento a través de la búsqueda y recolección de alimentos silvestres, las cuales son especies que no han sido manejadas por el ser humano (Winterhalder, B. y Kennett, D. 2006). En general, los cazadores recolectores pueden dividirse en dos tipos: terrestres y costeros, aunque son variadas las categorías dependiendo el factor que se analice. El modo de vida de interés para el presente estudio es el costero, el cual de acuerdo a Yesner et al. (1980) corresponde a aquellos para quienes los alimentos marinos constituyen la mayor fuente de aporte calórico o proteico de su dieta. La obtención de los recursos necesarios para la subsistencia puede haber ocurrido a través

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de la recolección, la caza, la pesca y el buceo, siendo estas últimas actividades características de la adaptación costera, las cuales pueden ser determinadas desde la evidencia arqueológica y bioarqueológica. Para poder llegar a una aproximación de este tipo de actividades, los bioarqueólogos se basan en el registro óseo, analizando sus variaciones, las cuales están presentes gracias a las características intrínsecas de los mismos. Los tejidos esqueletales y dentales son altamente sensibles al ambiente, ciertos factores como la dieta, las enfermedades, el tamaño de la población y su movilidad, el ejercicio físico y el trabajo, dejan marcas indelebles en estos tejidos, ya sea por funciones normales o patológicas. Entonces, un estudio exhaustivo de huesos y dientes ofrece información importante sobre la interacción del medio ambiente y el comportamiento (Larsen, C., 1987). En el caso del ejercicio físico y el trabajo, se puede obtener información de las actividades extractivas realizadas por una población a través de las huellas que quedan en el registro óseo, esto es lo que se conoce como marcador de estrés ocupacional. Estas evidencias son causadas como una respuesta del hueso a un estímulo externo, ya sea un esfuerzo físico-muscular o la presión ambiental, las cuales llevan a que los elementos óseos adopten diversas morfologías, las que en muchos casos pueden ser identificadas y relacionadas a la práctica reiterada de ciertas actividades (Kennedy, K., 1989). De esta forma, a través de análisis de marcadores ocupacionales, se puede llegar a una aproximación de un modo de vida, como sería el reconocer cuando se trata de una población cazadora-recolectora costera y no terrestre. Uno de dichos marcadores es la exostosis auditiva externa, un crecimiento óseo benigno que se desarrolla en el conducto auditivo externo, ubicado en el hueso temporal. Puede presentar distinta forma, ubicación y tamaño, pero sólo este último rasgo está relacionado con la severidad de la exostosis, la cual puede llegar a obstruir de forma completa el canal, causando al individuo afectado, la pérdida total o parcial de la audición (Timofeev et al., 2004). Dependiendo del estímulo al que esté sometido el oído, esta patología puede desarrollarse de forma bilateral o en un único canal auditivo. En individuos vivos, la patología puede ser reconocida a través de exámenes otoscópicos, mientras que en muestras arqueológicas puede identificarse observando directamente el conducto auditivo (Aufderheide, A. y Rodríguez-Martín, C., 1998).

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La hipótesis mayormente aceptada en la actualidad para la formación de esta patología es de tipo térmica/ambiental (Kennedy, G., 1986), de acuerdo a esta la exostosis se genera a partir del estímulo que desencadena el agua fría al hacer ingreso al canal auditivo, lo que también pudiera ocurrir al verse expuesto al aire frío. Esto se debería a que el frío provoca una respuesta en los tejidos blandos, los cuales aumentan la irrigación sanguínea del área afectada, lo que finalmente provoca que el hueso busque proteger el canal auditivo, generando más hueso para engrosar las paredes del mismo. De forma que se espera que aquellas personas que practican actividades acuáticas de forma regular se encuentren en mayor riesgo de generar esta patología. Además, se ha establecido que la mayor incidencia de este rasgo puede ser encontrado en zonas en que las temperaturas del agua sean menor a los 19°C y en latitudes cercanas a los 3045° para las latitudes norte y sur (Kennedy, G., 1986). La presencia de esta patología ha sido estudiada en poblaciones arqueológicas de diversas partes del mundo, relacionado en su mayoría con grupos costeros altamente especializados y dependientes de los recursos marinos, dedicados al buceo, la pesca y la navegación (Agelarakis, A. y Serpanos, Y. 2010; Novak et al., 2013; Velasco-Vázquez et al., 2000). También en poblaciones actuales se estudia este rasgo, especialmente en aquellos grupos que practican actividades deportivas relacionadas tanto con el mar, como los ríos, como es el caso del surf, el kayaking y la natación (Harrison, D., 1962; Moore et al., 2010; Nakanishi et al., 2011). Debido a la variedad de posibles actividades que causan la exostosis, es que se plantea tener precaución al momento de interpretar este rasgo como característico de una actividad acuática en particular (Özbek, M., 2012). Una forma de aproximarse a este y otros marcadores ocupacionales, es a través de estudios actualísticos, los cuales estudian los fenómenos del pasado a través de analogías con fenómenos del presente, con el fin de llegar a un mejor entendimientos de las variables que afectan la formación de los marcadores ocupacionales o los mecanismos que influyen en el desarrollo de los mismos (Gould, R. y Watson, P. 1982). Según lo plantea Suby: “Inferimos eventos del pasado a partir de eventos del presente por la unión entre ambos a través de principios generales” (2012: p.33). Como metodología, el actualismo pretende establecer relaciones causales entre un proceso particular y los indicios que este genera en el registro arqueológico, de forma de

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establecer modelos que ayuden a la interpretación de estos procesos (Pobiner, B. y Braun, D., 2005). La presente investigación se enfoca en el estudio de la exostosis auditiva externa como un marcador de estrés ocupacional relacionado a prácticas extractivas marinas. Con el fin de poder llegar a una aproximación de la actividad específica que practicaban los individuos de una muestra arqueológica procedente de la Costa Arreica, se toma como punto de partida una perspectiva actualística, realizando estudios clínicos en muestras contemporáneas, para analizar la presencia de este rasgo y esclarecer los factores que median en su formación. Debido a que tradicionalmente se relaciona este marcador con la actividad del buceo (Kennedy, G., 1986; Standen et al., 1985), se espera llegar a conocer si se está practicando esta u otras actividades, en base a la información recabada de muestras actuales. Esta investigación se plantea con el fin de llegar a un mejor entendimiento de este marcador óseo, de forma que permita aproximaciones más veraces a las actividades que fueran practicadas por las poblaciones arqueológicas del norte de Chile. La presente investigación se ha desarrollado en el marco del proyecto FONDECYT 1110196 denominado “Cazadores-recolectores, pescadores y mineros del período Arcaico en la costa de Taltal, norte de Chile”, a cargo del arqueólogo Diego Salazar Sutil.

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II. Antecedentes

1. Costa Arreica El Norte Grande de Chile puede ser dividido en dos zonas: La primera es el litoral árido de valles y quebradas, el cual se extiende desde la actual frontera de Chile con Perú hasta la localidad de Pisagua, la característica de esta zona es que su extrema aridez es interrumpida por algunos valles, en donde algunas aguas que caen en la región andina y que escurren hacia el oeste logran abrirse paso por las pampas intermedias, posibilitando la existencia de asentamientos humanos (Llagostera, A., 1989, 2005). Y la segunda zona es el litoral de arreismo absoluto, cuya extensión va desde Pisagua (19°35’0” Lat. S y los 70°13´0” Long. W) y hasta Chañaral (29°01’59” Lat. S y los 71°25’59” Long. W), su nombre lo debe a que en esta extensión del territorio nacional no hay ríos que logren cruzar la depresión intermedia, a excepción del río Loa (Ver figura 1).

Fig. 1. Mapa de la Costa Arreica (Fuente: Andrade et al., 2014).

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Otra característica importante de este segmento es que la Cordillera de la Costa es más escarpada, llegando a sus mayores alturas, por sobre los 2.000 msnm, lo que a su vez deja sectores con escasas y reducidas playas, junto con esto, la vegetación es en extremo xerófita, es decir adaptadas a bajas concentraciones de agua como cactus y chañares, y se desarrolla en las laderas de los cerros gracias a la camanchaca (Llagostera, A., 1989, 2005). Este último fenómeno, la camanchaca, corresponde a una neblina altamente densa, la cual se acumula en los acantilados del litoral, al humedecer la zona origina las condiciones para que el terreno sea apto para la supervivencia de algunas especies de flora y fauna. A pesar de que estas son las condiciones ecológicas que pueden apreciarse hoy en día, no existe evidencia que lleve a pensar que las características de esta zona fueron distintas en el pasado (Craig, A., 1982). Al no existir ríos que permitan el abastecimiento de agua y considerando que las precipitaciones no superan los 5mm anuales, la forma en que se obtiene el recurso hídrico es a expensa de aguadas, las cuales son afloramientos naturales de agua provenientes de napas subterráneas (Craig, A., 1982). A pesar de ser un recurso limitado, estas han permitido la ocupación de estos terrenos por parte de los seres humanos. Esto se debe, además, gracias a la riqueza de recursos que presenta la costa de dicho sector, en forma de mariscos, peces y lobos de mar, recursos que fueron complementados con aquellos que provenían del intercambio con las poblaciones de tierras altas (Castro, V., 2011). Esta segunda zona, la Costa Arreica, es la que presenta singular importancia para este estudio, ya que las condiciones extremas del medio terrestre hicieron que las poblaciones de esta zona no pudieran desarrollar la agricultura, de forma que se abocaron de lleno al mar y sus recursos. De esta forma, hasta el día hoy se puede encontrar evidencia de esta adaptación a través del registro arqueológico y las huellas que dejaron sus actividades cotidianas en los restos humanos. La evidencia en sitios ubicados en los alrededores de Taltal, refuerza este último punto al ser posible identificar variadas especies de peces, desde jureles, corvinas, pejeperros y lenguados, hasta especies de aguas profundas como el congrio y de aguas oceánicas como la albacora o pez espada, el marlín y el atún, además de lobos marinos y una gran diversidad de especies de moluscos (Olguín, et al., 2014). A partir de otros

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estudios, se ha logrado a su vez determinar el consumo de especies vegetales del litoral y también el aprovechamiento de las aves del sector (Craig, A., 1982). La cronología para la Costa Arreica, establecida a partir de los asentamientos humanos descubiertos y descritos por medio de los estudios arqueológicos, habla de la resiliencia de estas poblaciones, la cual puede datarse desde el 10.700 a.p. Se puede subdividir la secuencia cronológica en: período Arcaico, Formativo, Medio, Intermedio Tardío y período Tardío, todos previos al contacto con los españoles (Castro, V., 2011). Se presenta a continuación la descripción de cada una de las fases del período Arcaico, de acuerdo a lo planteado por Castro (2011). Fase I (10.700-9.500 a.p.): Los sitios característicos de esta fase son La Chimba 13, El Obispo 1 y Los Médanos 2 en sus ocupaciones iniciales, y por la desembocadura de la quebrada de Cascabeles en la costa de Taltal. Se trataría de poblaciones pescadoras, que contaban con una tecnología específica y eficiente para desempeñar esta labor, donde se puede observar la presencia de especies del intermareal somero (6-12 m. de profundidad) las cuales habrían sido obtenidas por buceo. Por ello, Llagostera (2005) indica que se trataría de una tradición no experimental, que demuestra una adaptación madura a la vida costera. Complementaban estos recursos con camélidos, pinnípedos, cánidos, roedores y aves, aunque todos ellos en menor proporción. Fase II (9.500-9.000 a.p.): Esta fase se diferencia del resto, por la aparición de litos geométricos, que son objetos confeccionados en arenisca, de gruesas formas discoidales y poligonales que parecen cumplir con alguna función ritual, pues no pareen ligadas a la obtención directa de recursos. Respecto a las especies ictiológicas, estas no presentan grandes cambios a nivel de especies capturadas ni al equipo tecnológico utilizado. Se plantea la continuidad de la población anterior, pero ahora con nuevas manifestaciones culturales. Cabe destacar que al presentarse similitudes con la Cultura Huentelauquén del norte chico, se ha propuesto la creación del complejo Huentelauquén en este sector, por compartir la presencia de los litos geométricos y otros registros análogos. Fase III (9.000-6.000 a.p.): Esta fase ha sido clásicamente descrita como un “silencio arqueológico” donde desaparecen las ocupaciones de la costa, a pesar de lo anterior, se tiene registro de una mina pre-hispánica en la Quebrada de San Ramón, con fechados

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absolutos de 9.160 a.p., en la que se explotaba el óxido de hierro, para usarlo como pigmento. La mina está asociada con martillos líticos, lascas y restos malacológicos (Salazar et al., 2009; en Castro, 2011). Fase IV (6.000-5.000 a.p.): Esta fase se considera como una extensión hacia el sur del Complejo Camarones y se encuentra compuesta de dos subfases: la temprana, caracterizada por el anzuelo de concha circular, y la tardía por el anzuelo de concha con vástago. En Cobija se encuentran superpuestas ambas fases, por su parte, en Taltal sólo se tiene registro de sitios pertenecientes a la subfase tardía (Llagostera, 2005). Fase V (5.000-4.000 a.p.): Nuevamente se presenta una extensión de lo que sucede en el litoral de valles y quebradas, coincidiendo con el complejo Quiani, tiene como particularidad la desaparición del anzuelo de concha y su reemplazo por el anzuelo de espina de cactáceas. La fase se encuentra presente en los sitios Caleta Huelén 42, Cobija-13 y Los Bronces 1, este último teniendo la peculiaridad de ser un asentamiento costero formado por estructuras semi-subterráneas, este rasgo se encuentra presente también en Caleta Huelén 42, haciéndose parte de una tradición de aldeas tempranas, para lo que se plantea el “fenómeno de poblaciones marítimas con arquitectura” (Schaedel, 1957; en Castro, 2011). Fase VI (4.000-3.000 a.p.): En esta fase, las estructuras muestran rasgos que difieren de aquellas de la fase anterior, es así que a las estructuras más tardías de Caleta Huelén 42 se les agregan pisos de argamasa de ceniza de algas, las cuales cubren y sellan los restos humanos ahí depositados, agregando una funcionalidad mortuoria a los sitios habitacionales. En lo respectivo a los anzuelos, estos representan formas y materias primas transicionales. Existe evidencia que las poblaciones de las tierras altas del Salar de Atacama desarrollaron desplazamientos que posiblemente alcanzaron el litoral marino, esto dado por la presencia de restos malacológicos en sitios como Tulán 52 y Tulán 54. El uso del pigmento rojo proveniente del óxido de hierro aparenta ser extensivo dado por la gran cantidad de piedras para moler el pigmento y su uso para sellar sepulturas y empolvar los cuerpos de sus difuntos. Recientemente, se ha planteado una reevaluación de esta cronología, propuesta por Salazar et al. (2013) en base a la evidencia arqueológica presente principalmente en los

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sitios aledaños a la ciudad de Taltal. En dicha propuesta, la secuencia temporal para el período Arcaico estaría dividida en las siguientes fases: Arcaico I (12.000-10.000? cal. a.p.): Existe poco conocimiento de esta fase, pero se reconocen las primeras ocupaciones del área de Taltal, las cuales estarían asociadas al complejo Huentelauquén, se han localizado tres sitios en aleros rocosos asociados a conchales ubicado en Quebrada Cascabeles, además de la mina de óxido de hierro ubicado en la Quebrada San Ramón. Se plantea la problemática de que la información relativa a la fauna no sea precisa debido a que los sitios de Taltal corresponderían a sitios de tarea. Cabe señalar que las herramientas formatizadas presentan una baja variabilidad, lo cual no se condice con la gran diversidad de especies que se observa en los sitios, por lo que se plantea el uso de elementos no formatizados para dichas labores. La utilización de aleros rocosos como vivienda va a ser un factor característico de este momento. Arcaico II (8.500-7.500 cal. a.p.): El “silencio arqueológico” habría ocurrido entre el Arcaico I y el Arcaico II. Para este período se documenta un único sitio en Taltal, correspondiente a los depósitos más profundos del sitio Morro Colorado. Presenta similares características al período anterior, pero con mayor presencia de peces y moluscos, junto a esto se observan las primeras evidencias de la fabricación de anzuelos en concha de choro (Choromytilus chorus). Se plantea una alta movilidad residencial. Arcaico III (7.500-5.000 cal. a.p.): Se presenta una mayor densidad de materiales y ecofactos. Aparecen en el registro arqueológico especies de peces de aguas profundas, lo que sugiere el uso de embarcaciones y anzuelos para su obtención, en conjunto con la diversificación de la industria ósea con la aparición de arpones, barbas de arpón y anzuelos compuestos, perforadores, retocadores y espátulas. En este período no se registra una ocupación residencial de los aleros, estos se encontrarían más cercanos a la costa y tendrían una ocupación diferencial, de acuerdo al tiempo de permanencia en cada uno y/o a la movilidad del grupo. Arcaico IV (5.500-4.500 cal. a.p.): Esta fase puede ser asociada con las estructuras de Caleta Huelén 42. La industria lítica se caracteriza por las hojas Taltaloides y la desaparición de las bipuntas. Existen áreas especializadas para el trabajo de Choromytilus chorus, encontrándose anzuelos de este material en todos los sitios de

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este período. Además de las estructuras tipo Caleta Huelén 42, existe ocupación de los aleros, lo que indica una complejización del sistema de asentamiento. Arcaico V (4.500-3.500? cal. a.p.): A pesar de que existe escasa información de esta etapa, es reconocible el abandono de las estructuras tipo Caleta Huelén 42, habiendo un aparente cambio en la modalidad de asentamiento y en las prácticas funerarias. Se plantea que podría haber desaparecido el anzuelo de concha en este período y que la industria lítica se mantuvo igual que en el período anterior, pero debido al limitado número de excavaciones para estas fechas, no se puede aseverar con seguridad. Este período está dominado por los asentamientos en forma de campamentos residenciales de tamaño pequeño y cuyo uso habría tenido una menor duración. Arcaico VI (3.500?-1.500? cal. a.p.): Tradicionalmente, se le ha denominado a esta fase como “Formativo”, pero se plantea que al existir una continuidad en el modo de vida pescador, dicha diferenciación no aplicaría para el caso de Taltal. La presencia de las mismas especies que en períodos anteriores respalda dicho planteamiento, a pesar de que no se encuentren evidencias de peces oceánicos, puesto que este hecho se puede explicar por la baja cantidad de sitios de este período que han sido excavados. Los sitios habitacionales ya no se encuentran ubicados en la línea de costa, sino que en los faldeos de la Cordillera de la Costa e incluso en las quebradas, estas ocupaciones serían en espacios abiertos y demuestran una alta movilidad. Existe una baja frecuencia de entierros, por lo que se plantea un posible mantenimiento de las prácticas de la fase anterior. Se observa la introducción de nuevos artefactos provenientes del interior, de oasis aledaños a las zonas de Arica y Tarapacá, aunque se encuentran en bajas cantidades dentro de los sitios. A raíz de lo expuesto anteriormente se considera apropiado el utilizar esta cronología al momento de contextualizar los restos arqueológicos provenientes del sector de Taltal y la Costa Arreica. Por ello, se incluirán a la muestra arcaica los individuos que hayan sido tradicionalmente caracterizados como Formativos y que serán ahora del período Arcaico VI.

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2. Estudios de modos de vida en la Costa Arreica De acuerdo a lo que plantean Andrade et al. (2014) los estudios que se han desarrollado en la Costa Arreica sobre modos de vida son escasos, a diferencia de lo que ocurre en la región de Valles y Quebradas. En 1980, Munizaga analiza los restos óseos procedentes de los cementerios disturbados de Cobija, donde estableció, a través de cálculo de número mínimo de individuos, que la muestra estaba compuesta por 41 adultos y 12 sub-adultos. En el análisis patológico, se pudo establecer la presencia de cambios en las superficies articulares, aunque sólo en las articulaciones del codo y la rodilla fueron suficientemente marcados como para descartar la acción de la edad. En el caso de la periostitis esta sólo pudo ser observada a nivel de la pierna, afectando las tibias y las fíbulas, el autor entonces plantea que la causa es de tipo local. Se pudieron identificar dos fracturas de Colles, en el tercio distal del radio, las cuales no son fracturas relacionadas a violencia, sino que estas se deben al esfuerzo al que es sometido el hueso, al apoyarse bruscamente en el brazo a causa de una caída. Finalmente, se encontró un individuo que presentó las lesiones características de la tuberculosis a nivel de la columna vertebral. Cocilovo et al. (2005) realizan el análisis bioarqueológico de los restos encontrados en el sitio Caleta Huelén 42 ubicado en el margen norte de la desembocadura del río Loa. Desde este sitio se recuperaron los restos óseos de 91, pero debido a la mala conservación de los mismos, sólo fue factible analizar 33 de ellos, de estos 33, 22 corresponden a individuos femeninos y 11 a individuos masculinos. El 63,64% de la muestra correspondió a individuos adultos y el 36,36% a individuos maduros. A partir del análisis de las enfermedades y los traumas, se pudo obtener lo siguiente: 19 individuos pudieron ser analizados para enfermedades nutricionales, donde un hombre presentó criba orbitaria y una mujer presentó criba orbitaria e hiperostosis porótica; para enfermedades infecciosas se pudieron analizar 30 individuos, donde cinco hombres, tres mujeres y un individuo de sexo indeterminado presentaron alguna huella de estas patologías; también se pudo observar la presencia de dos casos de traumas, ambos en individuos masculinos, que se relacionaron con lesiones accidentales; finalmente, las enfermedades articulares degenerativas, del total de la muestra sólo

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nueve individuos pudieron ser analizados, sin que se encontrara evidencia de esta patología en miembros inferiores, pero sí en miembros superiores, donde se identificaron tres casos. A partir de todos estos análisis, se considera que el impacto ambiental al que estuvieron sujetos estos individuos habría sido de bajo nivel, por la escasez de patologías y traumas, aunque todo esto pudo haberse visto influenciado por el tamaño reducido de la muestra y su deplorable conservación. En 2009, Andrade analiza los restos óseos de tres individuos provenientes del sitio Copaca 1. El individuo 1, de sexo masculino, presentó osteoartritis en la cintura escapular, en el hombro, el codo y la muñeca, lesiones compatibles con el uso del remo y el lanzamiento de elementos arrojadizos como arpones. En los miembros inferiores, se encontraron evidencias de estrés articular en rodillas y caderas, además de facetas de acuclillamiento en ambas tibias, se interpreta esta información como consecuencia de la mantención recurrente de una postura en cuclillas. La columna vertebral se vio afectada por osteoartritis, osteofitos y lipping, causados por la carga constantes de peso en la espalda. Finalmente, en el cráneo se pudo constatar que en ambas órbitas había presencia de criba orbitaria. El individuo 2, también de sexo masculino, presenta osteoartritis en los miembros superiores, al igual que en la columna y las costillas, donde además presenta nódulos de Schmorl, osteofitos y lipping. En el miembro inferior, al igual que el individuo anterior, presenta facetas de acuclillamiento, y osteoartritis en las articulaciones de la cadera y la rodilla. Por su parte, en el cráneo se observa la presencia de criba orbitaria bilateral y exostosis auditiva externa, también de forma bilateral. El individuo 3, el único femenino, tiene un desarrollo leve de osteoartritis en el miembro superior, osteoartritis y lipping leve a moderado en la columna, y facetas de acuclillamiento en ambas tibias. Al igual que los individuos anteriores, se encuentran lesiones de criba orbitaria, pero en este caso sólo en la órbita izquierda. Además este individuo es el único en este sitio en presentar una enfermedad infecciosa, ya que la tibia izquierda presenta evidencia de osteomielitis. Todos estos elementos hablan de un modo de vida costero especializado, donde los miembros superiores muestran evidencia de uso de remo y arpón para tareas extractivas en el mar; los miembros inferiores de la práctica de actividades como la molienda que requiere que la persona mantenga una postura acuclillada por largos períodos de tiempo; y las afecciones a la columna, podrían estar demostrando las

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consecuencia de una vida nómada o semi-sedentaria, en donde se está en constante movimiento y traslado. La presencia de criba ilustra los problemas metabólicos que esta muestra presentó, ya sea directamente por la baja ingesta de hierro o por los problemas de absorción del mismo, generado por algún tipo de parasitosis relacionado al consumo de pescado crudo. La exostosis del individuo 2 no viene más que a reafirmar la práctica de actividades de extracción marítima (Andrade, P., 2011). Posteriormente,

Llagostera

y

Llagostera

(2010)

realizan

el

análisis

bioarqueológico de un individuo perteneciente al sitio Los Bronces-1, ubicado a 10km de la ciudad de Taltal. El cuerpo 1 encontrado en la estructura 7 correspondía a un individuo de 6 meses de edad (±3 meses), probablemente femenino. A partir de los restos, pudo determinarse la presencia de hiperostosis porótica, no pudiendo establecer si este correspondía a un proceso iniciado en la gestación o que se desarrolló durante la corta vida del lactante. No se observan otros rasgos patológicos o traumáticos en este individuo. Lamentablemente, al no tenerse mayor número de muestras y al tratarse de un solo individuo lactante, este estudio no es suficientemente representativo para la población en estudio y por ende hace necesario ampliar las investigaciones en este sector, con la intención de recabar más información bioarqueológica. Más recientemente, Ardiles et al. (2011) realizan un estudio bioantropológico enfocado a estudios de nutrición, con algunas de las colecciones almacenadas en el museo de Antofagasta, las cuales corresponden a los sitios Chacaya-1, 2 y 3 y Punta Blanca, donde pudieron observar 143 individuos en total, de ellos 124 individuos pertenecen al sitios Punta Blanca y 19 a Punta Chacaya. Luego del análisis de las muestras de Punta Blanca, se pudo extraer la siguiente información: la patología con mayor incidencia (45,3%) es la hipoplasia del esmalte dental, sin presentar diferencias significativas entre individuos de sexo masculino y femenino, por lo que ambos estuvieron sometidos a períodos de desnutrición infantil similares; la segunda patología con mayor frecuencia, también patología dental, es el cálculo dental (33,9%), seguida a su vez por las caries, siendo ambas patologías independientes del sexo del individuo. Para las muestras de Punta Chacaya estas mismas tres patologías fueron las más presentes, pudiendo relacionarse la presencia de caries con la existencia previa de hipoplasia del esmalte, ya que al debilitar el esmalte, facilitó el surgimiento de las caries. De acuerdo a lo analizado, los individuos femeninos presentan una condición

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desfavorecida, respecto de la dieta y la nutrición, existiendo mayor número de mujeres que fallecieron a temprana edad, pudiendo ser a causa de una lactancia extendida en las niñas, sin la incorporación de otros alimentos y por ende, nutrientes. En general, las condiciones de vida y subsistencia entre ambas poblaciones no presentan grandes diferencias, por lo que se plantea un mismo modo de vida relacionado a la caza, pesca y recolección, tanto marinos como del interior. Arias y Herrera (2012) caracterizan el modo de vida y la dieta de la población de Cáñamo 3, perteneciente al período Formativo en la región de Tarapacá, como fue planteado anteriormente, este período es considerado como Arcaico VI. La colección de Cáñamo 3, correspondiente a un sitios costero, estuvo compuesta por 22 individuos, seis femeninos, seis masculinos, dos adultos indeterminados y ocho subadultos, por ende los otros 14 individuos corresponden a individuos adultos. En el análisis paleopatológico de las muestras se pudo observar la presencia de un caso de criba orbitaria de entre los nueve cráneos posibles de ser sujetos a examen, correspondiente al 11,1% en el sitio Cáñamo 3. Respecto a la hiperostosis porótica, su frecuencia alcanzó al 28,6%, estando presente sólo en individuos femeninos. Ahora, para la criba femoral, la frecuencia en la colección de Cáñamo 3 es del 28,6% afectando a dos individuos de siete. Se analizó la presencia de traumas en la muestra, se observó la presencia de un caso de fractura en el cráneo, uno en la clavícula, otro en la parrilla costal y tres en el miembro inferior. Los otros dos rasgos analizados, fueron la exostosis auditiva externa, con un cráneo afectado y las facetas de acuclillamiento, presente en forma bilateral en las tibias de tres individuos (Arias, M., y Herrera, M.J., 2012). La evidencia en del sitio permite relacionar la baja frecuencia de marcadores de estrés ocupacional con una adaptación óptima de ambas poblaciones a su medio ambiente, planteando una relativa estabilidad de los recursos. Al encontrar exostosis y facetas de acuclillamiento en individuos de sexo masculino en la población de Cáñamo 30 nos habla de una adaptación al mar, donde los hombres estarían practicando el buceo y la recolección de mariscos. En esta muestra no se pudo evidenciar la presencia de enfermedades infecciosas, lo cual no implica que se descarte la presencia de las mismas en estas poblaciones, ya que podría ser que no se evidencien por la virulencia de las mismas. En lo que respecta a los traumas, los de Cáñamo 3 corresponderían a traumas

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de origen laboral o accidental. En vista de toda esta evidencia se concluye que este grupo estaría bien adaptado a su medio, lo cual no implica que estuvieran exentos de tensiones (Arias, M., y Herrera, M.J., 2012). En 2012, Santana et al., realizan estudios de isótopos estables en un individuo del sitio Cáñamo 3 y un individuo del sitio Caleta Huelén 2. El primero correspondía a una mujer de 38 ± 2 años, a quien se le analizaron la clavícula izquierda y el primer premolar superior derecho. El individuo de Caleta Huelén 2 era un adulto de edad y sexo indeterminado, cuyo primer premolar superior derecho fue sujeto a examen. En el caso de Cáñamo 3, pudo evidenciarse a través del 15N que esta mujer habría mantenido una dieta marina tanto en su infancia (δ15N= 25,2‰), como en su adultez (δ15N= 26,4‰), con un consumo bajo/moderado de plantas C3 y C4. Ahora para el individuo de Caleta Huelén 42, al poder analizarse sólo el primer premolar superior derecho, se tienen los datos sólo de su infancia, la que de todas formas indica el consumo de proteínas marinas en alta cantidad, según lo indica el 15N que es de 25,7‰. Un estudio más extensivo para la zona de Taltal fue realizado por Andrade et al. (2014) donde 36 individuos procedentes de 25 sitios arqueológicos fueron analizados. Cuya cronología abarcó un total de 4.000 años. Se registraron 12 individuos femeninos, un posible femenino, cinco masculinos y 18 individuos de sexo no identificable. Todos los restos óseos sujetos a análisis era adultos, 17 de ellos eran adultos jóvenes, ocho adultos medio y 11 correspondían a adultos sin que se pudiera identificar un rango fiable. Al analizar los esqueletos para detectar enfermedades metabólicas, sólo 11 de los 36 individuos presentaron cráneos en condiciones para el estudio, a partir de ellos, se encontraron tres con huellas de criba orbitaria, uno con hiperostosis porótica y uno que presentaba ambas patologías en conjunto, alcanzando en total una presencia del 45,45% de enfermedades metabólicas en esta muestra. Además se encontró un caso de líneas de Harris entre las 10 tibias que fueron sometidas a estudios radiológicos. En lo referente a la periostitis, 16 de los 36 individuos (69,57%) presentan este rasgo, siendo más presente en las tibias y en los miembros inferiores más que en los superiores. Pudo observarse un único caso de osteomielitis, la cual se encontró en un fémur y una fíbula de un mismo individuo. Las enfermedades articulares en el esqueleto axial estuvieron representadas por la osteoartritis, donde la más afectada fue la articulación de la cadera,

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luego los hombros y los codos, y presentándose de manera más baja en muñecas, rodillas y tobillos. Al estudiar el esqueleto axial por enfermedades articulares degenerativas, se observa que nuevamente es la osteoartritis, cuya presencia alcanzó el 31,43% del total de vértebras observadas, viéndose más afectadas las vértebras cervicales y torácicas. Por su parte, las vértebras lumbares presentaron la mayor presencia de osteofitos y nódulos de Schmorl. Pudo reportarse la presencia de osteoartritis en la articulación temporo-mandibular en 15 mandíbulas, lo que corresponde a un 35,71% (Andrade et al., 2014). Además de todas estas patologías, fueron sujeto de análisis aquellas patologías que son inducidas por los patrones de subsistencia, como es el caso de la exostosis auditiva externa relacionada a actividades de extracción marina, la cual se observó en un 23,08% de los 13 cráneos susceptibles de ser analizados, todos los casos corresponden a individuos masculinos adultos del subgrupo adultos-jóvenes. La espondilólisis, patología inducida por la carga excesiva y constante de peso, pudo ser observada en 3 individuos, lo que corresponde al 6,78% de las vértebras analizables. En el miembro superior, la retroversión humeral ocurre por estrés muscular y el giro de la articulación, evidenciado en una curvatura de la diáfisis respecto a la cabeza, de 24 húmeros sujetos a estudio, 13 presentaron dicha curvatura, alcanzando un porcentaje del 54,17%, estando presente tanto en hombres como en mujeres. Otro rasgo presente, son las facetas de acuclillamiento, es así que entre las 22 tibias disponibles para análisis, 10 presentaron este rasgo, donde nuevamente pudo verse tanto en hombres como mujeres. Finalmente, los entesofitos en húmeros, los cuales se pueden observar en las epífisis distales de los mismos y que están relacionados con el lanzamiento de objetos, como es el caso de lanzas, arpones, estólicas, entre otros; para este estudio fue posible analizar 24 epífisis distales de húmeros, de los cuales seis presentaron entesofitos (Andrade et al., 2014). Las condiciones analizadas y los resultados a las que estas llevaron indican la presencia de condiciones de vida más severa que en otras regiones del norte del país, probablemente debido a la alta movilidad de estos grupos y al difícil acceso a recursos tan básicos como el agua. Los individuos bajo análisis habrían pertenecido a grupos relacionados al litoral, donde sus actividades estuvieran dirigidas a la pesca, caza y recolección, presentando una continuidad temporal de este modo de subsistencia ya que

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no se encontraron diferencias significativas entre los restos pertenecientes a distintos períodos (Andrade et al., 2014). En el marco de su memoria de pregrado, Daniela Constanzo (2013) analiza las patologías degenerativas articulares en la columna vertebral de una muestra de individuos de poblaciones cazadoras-recolectoras costeras, de las subzonas de Cobija y Taltal, donde compara la prevalencia de diversas enfermedades durante los períodos Arcaico y Formativo. Dentro del período Arcaico la autora analiza 15 sitios, a partir de los cuales se estudiaron 290 vértebras, presentando un número mínimo de individuos de al menos tres. Del total de vértebras, 181 presentan osteoartritis cuya mayor frecuencia estuvo representada en la zona torácica, donde esta patología está presente en un 62,25% de las vértebras de este segmento. La siguiente patología con mayor prevalencia, es la osteofitosis, presentándose en 136 piezas, correspondiente al 46,9% de la muestra total, nuevamente la mayor presencia de la patología fue encontrada en el área torácica, afectando al 43,71% de este segmento. Los nódulos de Schmorl estuvieron presentes en un 5,86%, concentrándose 12 de los 17 casos en la zona lumbar. Finalmente, se pudieron observar sólo cuatro casos de espondilitis y tres de espondilólisis. No hubo presencia alguna de espina bífida en este período. Para el período Formativo la investigadora también analizó 15 sitios, analizando 135 vértebras, correspondiente a al menos 11 individuos. Al igual que en el período Arcaico, la osteoartritis es la patología con mayor prevalencia, presentándose en 86 vértebras, lo que corresponde al 63,70% del total de piezas analizadas, el segmento más afectado fue el torácico, abarcando 38 casos. La osteofitosis se presentó en 54 vértebras, correspondiendo al 40% del total, en este caso, las vértebras lumbares fueron las más afectadas, donde 27 vértebras muestran evidencia de osteofitos, siendo un 69,23% de todo el segmento. Los nódulos de Schmorl se pudieron observar en 11 vértebras, de las cuales ocho pertenecían a la zona lumbar. La espondilitis, presentó seis casos, lo que corresponde al 4,44% de toda la muestra. En este período sí existe presencia de espina bífida, en cinco casos, todos ellos localizados a nivel del sacro. Por último, en el Formativo no se encuentran casos de espondilólisis, al menos en las muestras analizadas por la autora (Constanzo, D., 2013).

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En primer lugar, las diferencias de frecuencia de patologías entre ambos períodos no son estadísticamente representativa, por lo que se postula una continuidad del modo de vida y las actividades realizadas. Todas las enfermedades que se registraron se encuentran asociadas a actividades recurrentes, como la carga de peso, desplazamiento y otras actividades relacionadas a la extracción de recursos de la costa. Por ende, es posible relacionar estos resultados a un modo de vida de poblaciones nómadas o semisedentarias de la costa (Constanzo, D., 2013). Por su parte, Silvana Flores (2013) analizó muestras dentales para la Costa Arreica. En total fueron revisados 224 dientes y 305 alvéolos, estas piezas fueron analizadas en busca de cálculo, pérdida dental ante mortem (PDAM), hipoplasia del esmalte, abscesos, caries y desgaste. La patología dental más frecuente fue el cálculo, que estuvo presente en 133 dientes, lo cual representa un 59,82% de la muestra. Este rasgo pudo ser evidenciado principalmente en los primeros molares, donde su frecuencia alcanza el 71,87%. El siguiente rasgo en frecuencia es la pérdida dental ante mortem, con un porcentaje de 17,37%, notándose mayoritariamente la ausencia del tercer molar. En 25 de los dientes bajo análisis se pudo encontrar algún grado de hipoplasia del esmalte, concentrándose principalmente en los caninos en un 40,62% de los casos, sin que se encuentre evidencia de esta en los molares. Los abscesos pudieron constatarse en 16 de los alvéolos bajo estudio, donde un 12,5% de los primeros molares se vieron afectados, siendo la pieza que presenta en mayor medida esta patología. En lo que respecta a las caries, un solo caso fue encontrado en esta muestra, lo que corresponde a una frecuencia del 0,44%. Finalmente, todas las piezas presentaron algún grado de desgaste, siendo el canino la pieza que presenta una medie de desgaste más alta (4,5), cabe destacar que la patología está más expresada en los dientes de la zona anterior de la cavidad bucal. Tanto la pérdida dental ante mortem como los abscesos pueden ser causados por diversos factores, los cuales no necesariamente tienen una relación directa con el modo de vida los individuos afectados. Distinto es el caso de las demás patologías en estudio, el cálculo está relacionado directamente con la dieta, ya que su presencia incrementa en dietas que incluyen consumo de alimentos con fluoruro y que sean altas en proteína marina. Este mismo factor explica la baja presencia de caries, ya que la combinación de los alimentos altos en fluoruro con el bajo consumo de carbohidratos

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genera las condiciones idóneas para que los dientes no se vean afectados por esta condición. La hipoplasia del esmalte está relacionada a períodos de estrés alimentario, especialmente en dietas baja en hierro, en este caso podría explicarse por el consumo de carne de pescado y lobo marino sin cocinar, lo cual permite el ingreso al organismo de parásitos como el Diphyllobotrium pacificum, que causa vómitos y diarreas, alterando la absorción del hierro y para finalmente generar esta anomalía en la formación del esmalte (Flores, S., 2013). Para finalizar, la alta frecuencia de desgaste en todas las piezas dentales podría deberse al consumo de una dieta dura, a la nula o poca cocción de los alimentos, o al consumo involuntario de arena con ellos, que generaría un efecto de lija en los dientes; además se postula que los dientes pudieron haber sido utilizados como herramientas para la curtiembre de cuero. A través de todos estos resultados, la autora concluye que estas patologías están altamente relacionadas a la dieta del grupo, la cual estaría basada en el consumo de alimentos abrasivos, una baja ingesta de carbohidratos y un importante consumo de proteínas de procedencia marina, todo esto apoyado en las condiciones medioambientales de la Costa Arreica, además de la evidencia encontrada en los sitios arqueológicos de este sector (Flores, S., 2013). El único estudio hasta el momento realizado exclusivamente sobre individuos sub-adultos en la Costa Arreica, es el de Loyola y Reveco (2011) quienes analizaron marcadores músculo-esqueléticos y patologías en 28 individuos de diversas edades menores a 17 años. Para el análisis de marcadores de actividad, se enfocaron en el miembro superior e inferior. Para el miembro superior, de 25 huesos analizados 10 de los 14 derechos presentaron inserciones marcadas, y 10 de los 11 izquierdos, siendo más recurrente su presencia en la ulna con 87,5%. Para el miembro inferior, de 34 elementos óseos analizados, ocho de doce derechos presentaron alguna inserción marcada y nueve de los 13 izquierdos, además se analizaron nueve elementos cuya lateralidad no pudo ser determinada, de los cuales ninguno presentó huellas de actividad marcada. El fémur fue el hueso en el que se presentaron todos los casos de procesos entésicos (inserción marcada). Al analizar las mismas piezas en busca de patologías, se puso constatar la presencia de periostitis en dos húmeros y tres radios, lo que corresponde al 20% de los

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elementos del miembro superior. En el miembro inferior, se detectaron seis fémures con periostitis y cuatro con criba femoral, además de las cinco tibias presentas, todas presentaron periostitis, llevando a que un 44,1% de la muestra de miembro inferior presentara algún indicador de patología (Loyola, A., y Reveco, N., 2011). La presencia de patologías estuvo concentrada de manera en el rango de los infantes tempranos (1 - 5 años) e infantes tardíos (6 - ~14 años), teniendo una baja frecuencia en los individuos adolescentes (14,6 – 17 años). Este factor puede estar fundamentado en que la muestra de adolescentes es escasa, por ende los resultados pueden verse sesgados por una baja representatividad. Para concluir, las autoras plantean que los marcadores y las patologías encontradas son consecuencia de la temprana incorporación de los niños, como aprendices, a las dinámicas de su sociedad, teniendo roles económicos y sociales activos, en las que los niños imitarían las acciones llevadas a cabo por los adultos, participando de actividades como la recolección de algas, plantas y moluscos, la molienda, entre otras (Loyola, A., y Reveco, N., 2011). Un nuevo análisis de marcadores óseos de actividad fue realizado por Urrea (2013), cuyo interés recae en las inserciones presentes en el miembro superior de individuos de una muestra de la Costa Arreica. Dicha muestra estuvo dividida en 23 individuos de la Costa Arreica central y otros 23 individuos de la Costa Arreica sur. Para llevar a cabo el estudio se analizaron 37 clavículas, 34 escápulas, 45 húmeros, 46 radios y 49 ulnas, las cuales fueron analizadas de acuerdo a los períodos, Arcaico o Formativo, a los cuales pertenecía cada individuo. Al analizar el período Arcaico en general, la autora pudo constatar que las entesis desarrolladas en el miembro superior, tenían relación con actividades dirigidas al aprovechamiento de los recursos marinos. Respecto a las diferencias por sexo, los hombres presentan inserciones musculares y ligamentosas que hablan de la práctica de actividades asociadas al lanzamiento de lanzas, estólicas, arpones, boleadoras, también al uso de remos, o por golpes en seco en bajada. Por su parte, las mujeres en este período tienen un mayor desarrollo del ligamento costoclavicular, lo que se relaciona con movimientos recurrentes de la cintura escapular. Posteriormente, en el período Formativo, nuevamente se evidencia la realización de procesos extractivos de recursos marinos, sumado al uso, o conocimiento, de

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técnicas de navegación como mejora tecnológica para la obtención de alimentos. La diferencia más notable entre sexos, está determinada por la presencia en individuos masculinos de una mayor robustez de las entesis relacionadas con actividades de desconche, pesca, levantamiento de redes y pesos. Finalmente, la autora intenta determinar la presencia de rasgos que pudieran indicar el desarrollo de actividades relacionadas con la minería, lamentablemente, la bibliografía al respecto es escasa, por tanto no se pudo llegar a una determinación clara. A pesar de que se encontrar huellas que podrían estar asociadas al uso de martillos sin mango, no se condicen con las demás inserciones, además algunos de los músculos que actúan al realizar este tipo de esfuerzos, también actúan en actividades como el kayaking, por ende no se puede hacer una determinación certera. Finalmente las huellas que podrían indicar el desarrollo de la minería, sólo se encuentras presentes en individuos masculinos, aun cuando existe registro que también participaban mujeres y niños, por ende se requiere de mayor experimentación y estudios para llegar a conocer cómo se comportan los marcadores músculo-esqueléticos de la práctica minera.

3. Exostosis auditiva externa en perspectiva paleopatológica y clínica La exostosis del canal auditivo externo es una lesión benigna compuesta por una masa de hueso denso cubierto de piel, localizado en el meato o dentro del canal auditivo externo. El canal auditivo externo se localiza en el hueso temporal de la bóveda craneana, el piso, la pared anterior y aproximadamente la mitad de la pared posterior de este están formadas por la porción timpánica del hueso temporal, mientras que el techo y la mitad superior de la pared posterior están formados por la porción escamosa. Es así que la unión del hueso timpánico con el techo escamoso forma la sutura tímpanomastoidea y la unión homóloga en la pared anterior es la sutura tímpano-escamosa. La mayoría de las lesiones se han encontrado en la pared posterior comenzando cerca de la sutura tímpano-mastoidea, el resto de las exostosis están en la pared anterior, con una minoría en el piso del canal, cerca de la membrana timpánica (Aufderheide, A. y Rodríguez-Martín, C., 1998).

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Antes de abordar la etiología de esta patología, es importante realizar algunas consideraciones acerca del hueso temporal, el lugar en el que se desarrolla. Esta estructura ósea corresponde a un hueso par, ubicado en la porción lateral inferior del cráneo, articulando con el occipital, los parietales y el esfenoides. Durante el desarrollo prenatal temprano y hasta el nacimiento, el hueso temporal de los seres humanos se compone de tres elementos separados: la escama, la porción petrosa y la porción timpánica (Ver figura 2), los cuales se van a fusionar durante el primer año de vida. Como ocurre con los demás huesos de la bóveda craneana, la porción escamosa y timpánica se desarrollan intramembranosamente. Por su parte, la porción petrosa es preformada en cartílago previo a la osificación (Baker et al., 2005).

Fig. 2. Hueso temporal en un individuo sub-adulto (Fuente: Baker et al., 2005) El conjunto de estas tres piezas conforman el hueso temporal adulto (Ver figura 3), el cual se puede analizar considerando tres porciones: la porción escamosa, la porción mastoidea y la porción petrosa. Es en la base de esta última sección en donde se ubica el conducto auditivo externo, cuya pared superior es parte de la porción escamosa, mientras que las paredes anterior, posterior e inferior del canal están formadas por la porción timpánica (Scheuer, L., y Black, S., 2004).

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Fig. 3. Hueso temporal adulto (Fuente: White, T. y Folkens, P., 2005) El hueso temporal además alberga al oído, el cual está compuesto por tres secciones: el oído externo, medio e interno (Ver figura 4). El oído externo se divide en dos partes, primero el pabellón auricular, que es una estructura cartilaginosa cubierta por piel, y segundo, el conducto auditivo externo, compuesto por una primera porción cartilaginosa y seguida de una ósea que es parte del hueso temporal. El conducto tiene como finalidad la protección de las partes internas del oído, al impedir que ingresen objetos extraños al fondo del conducto donde se encuentra la membrana timpánica, encargada de transportar los sonidos hacia los órganos internos (Testut, L. y Latarjet, A., 1983).

Fig. 4. El oído y sus partes (Fuente: Moore et al., 2007) 23

Como todos los tejidos óseos, el hueso temporal en el que se sustenta el oído se forma en el embrión a partir del mesodermo, esta estructura junto con el ectodermo y el endodermo son las capas de células que conforman al embrión en este punto, alrededor de la tercera semana de gestación. Ya entre los siete u ocho meses de gestación, están presentes las tres porciones óseas que luego darán forma al canal auditivo externo (Testut, L. y Latarjet, A., 1983). Existen y han existido diversas hipótesis respecto de las causas que llevan al desarrollo de la exostosis auditiva externa, entre ellas factores ambientales o genéticos (Aufderheide, A. y Rodríguez-Martín, C., 1998). No existe un consenso generalizado en el rol genético de este rasgo, a pesar de que la ausencia de este indicador en individuos jóvenes, menores de 20 años, sugiere la importancia de las condiciones medioambientales para su desarrollo (Ponzetta et al., 1997). A consecuencia de esta dicotomía, es que se han generado diversas posturas de acuerdo a la clasificación de la exostosis auditiva externa, ya sea como patología o como rasgo no-métrico. Berry y Berry (1967) y Buikstra y Ubelaker (1994) clasifican a la exostosis como un rasgo no-métrico, de forma que se vincula a variación epigenética, siendo utilizado en el pasado, en conjunto con otros rasgos, como una forma de estudiar las diferencias genéticas dentro y entre poblaciones. Una variación o rasgo no-métrico, se define como una variación menor de la anatomía ósea, que, tal como indica su nombre, no requiere de medidas, siendo una característica diferenciadora de estos rasgos el que su presencia no genere ningún síntoma en el individuo, de manera que pueda presentar algún tipo de variación, sin que esto afecte su vida cotidiana (Mays, S., 1998). Es en base a estas consideraciones, y a medida que los estudios en poblaciones actuales prosperaron, se planteó el estudio de la exostosis auditiva externa como una patología ocupacional, basándose en los análisis de DiBartolomeo (1979) y Kennedy (1986), tal como indica su inclusión en The Cambridge Encyclopedia of Human Paleopathology (Aufderheide, A. y Rodríguez-Martín, C., 1998). Esto es debido a que la exostosis como consecuencia final, puede conllevar la obstrucción completa del canal auditivo externo, generando la pérdida de audición, e incluso en aquellos casos en los que no se llegue a la obstrucción completa, la sola presencia de la exostosis, está relacionada a una alta frecuencia de infecciones al oído. Es por este motivo que

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actualmente, se realizan procedimientos para remover de manera quirúrgica estas excrecencias óseas (Timofeev, et al., 2004). Otro tema en discusión, es que la exostosis, como crecimiento benigno de tejido óseo, también ha sido denominada como osteoma en algunos artículos, por ello parece necesario explicar las diferencias entre ambas para justificar el uso del término exostosis. Graham (1979, en Aufderheide, A. y Rodríguez-Martin, C., 1998) va a caracterizar a los osteomas como lesiones neoplásticas verdaderas que son nódulos pedunculados ligeramente esféricos de tejido óseo denso, que pueden aparecer tanto en la sutura tímpano-mastoide o en la sutura tímpano-escamosa, estas lesiones van a ser solitarias y tienden a incrementar su tamaño hasta la oclusión completa del canal. Por su parte en la exostosis reactiva el crecimiento óseo se genera directamente desde la base del canal, con formas de base ancha, siendo comúnmente bilaterales y en algunos casos múltiple, e invariablemente involucrando el anillo timpánico. Histológicamente, un osteoma del canal auditivo externo está generalmente cubierto de periostio y epitelio escamoso, y consiste en hueso lamelado (en capas) con un número mínimo de osteocitos rodeando los canales fibrovasculares. Los canales fibrovasculares son con frecuencia irregulares y contienen abundante tejido fibroso y vasos sanguíneos sinusoidales. Además, los osteomas pueden ser compactos, esponjosos o mixtos, en donde el tipo compacto contiene sistemas de Havers y el esponjoso, tejido trabecular con médula. Por su parte la exostosis del canal auditivo externo consiste de capas paralelas y concéntricas de hueso subperiostal con abundantes osteocitos (Carbone, P., y Nelson, B., 2012). Más aún, la exostosis auditiva externa es cuatro veces más común que los osteomas, lo que se plantea podría implicar que los osteomas sean por causa genética, mientras que la exostosis por causas ambientales (Hutchinson, 1997). Este último punto ayudaría a su vez a zanjar la discusión sobre el origen genético de la exostosis auditiva. De cualquier forma, en la actualidad se postula que el principal agente causante de exostosis sería el contacto repetido del canal auditivo externo con agua fría. Kennedy (1986, en Aufderheide y Rodríguez-Martín, 1998) menciona que en la exostosis es más común en aquellas poblaciones ubicadas entre las latitudes 30-45º Norte y Sur, donde la temperatura del agua es menor a los 19ºC, y que explotan los recursos marinos o de agua dulce. Por su parte, Van Gilse (1938, en Aufderheide, A. y Rodríguez-Martín, C.,

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1998) intentó probar la validez de la hipótesis termal al irrigar el canal auditivo externo de diversas personas tanto con agua tibia como fría, luego de lo cual no se generó exostosis, pero encontró que posterior a la exposición con agua fría se producía hiperemia, un aumento de la irrigación en el tejido que recubre la zona del canal, la cual se prolongaba hasta 45 minutos, mientras tanto, con el agua tibia, esta hiperemia se extendía por solo un minuto. Otros estudios realizados en conejillos de indias, mostraron que al irrigar sus oídos con agua fría, no se obtenían lesiones en el canal externo, pero sí inducen una respuesta difusa de proliferación esqueletal en el odio medio. Harrison (1962) postula que el incremento en el flujo sanguíneo estimulado por una exposición repetida al agua fría, podría ser suficiente para provocar una respuesta proliferativa en el periostio, considerando la delgada capa de tejido blando que cubre la estructura ósea del canal auditivo externo (Aufderheide, A. y Rodríguez-Martín, C., 1998). Se han realizado diversos estudios para comprobar la validez de la hipótesis termal en el desarrollo de exostosis auditiva externa, que relacionan la temperatura del agua con una mayor incidencia de la patología o el lugar de asentamiento de las poblaciones, ya sea al interior o en la costa, con la presencia de exostosis. Ito et al. (1995) realizaron un estudio en el que analizan a 133 buzos de sexo masculino de la Fuerza marítima de auto-defensa de Japón, quienes utilizan principalmente equipos abiertos para la práctica de esta actividad. Las edades de los participantes fluctuaban entre los 20 a los 53 años, quienes pertenecían a tres distritos distintos: Ominato, Yokosuka y Kure (Ver figura 5), con temperaturas promedio de 13,3ºC, 16,3ºC y 17,3ºC respectivamente. La frecuencia general de exostosis fue del 41,7%, para el grupo de Ominato fue del 59,5%, 35,4% en Yokosuka y 43,8% en Kure, lo cual muestra una clara predominancia de exostosis en el sector con aguas más frías. A pesar de lo esperado, no se encontraron casos severos en ninguno de los tres sectores. Además, pudo establecerse una relación significativa entre la incidencia de exostosis y la duración de su carrera como buzos, lo que agrega otro factor importante al análisis de la patología.

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Figura 5. Ubicación de los distritos en Japón (Fuente: Ito et al., 1995)

También en Japón, Ito e Ikeda (1997) realizaron un estudio en el que se analizan los canales auditivos de 97 buzos de sexo masculino de la Armada de dicho país, en un rango etáreo de entre 20 a 53 años, donde la mayoría usaba equipos de scuba abiertos. La muestra estuvo dividida en dos grupos, uno proveniente de una zona más fría (Mutsu) y de una zona más cálida (Yokosuka). Una vez realizados los estudios otoscópicos en ambos grupos se pudo apreciar que en la zona fría la presencia de exostosis correspondía al 57,4% del total de oídos observados, mientras que en la zona cálida esta representaba el 35,7%, teniendo Mutsu una incidencia de exostosis significativamente mayor que la de Yokosuka, como consecuencia de las temperaturas más bajas del mar; junto con lo anterior se observó que la severidad de la exostosis aumentaba mientras la carrera de buceo progresaba. En las muestras de ambas localidades, predomina la presencia bilateral de la exostosis, y cuando los casos se presentaron unilaterales se apreció una ligera tendencia a tener exostosis en el canal izquierdo. En ninguna de las muestras se observó la oclusión total del conducto auditivo externo. El tiempo de exposición al agua fría va a ser muy relevante en el nivel de severidad que presente la exostosis. De acuerdo a los datos obtenidos por Wong et al.

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(1999) de entre los 307 surfistas a los que practicaron exámenes otoscópicos y presentaron exostosis, el 82,4% presentó un grado severo y al ser consultados por los años que llevaban practicando surf, todos declararon llevar 10 años o más. De la misma forma, de quienes había surfeado más de 20 años, sólo el 9,1% tenía canales auditivos libres de obstrucción. Es necesario considerar que hay algunos autores que han planteado que la hipótesis del agua fría como principal causante de la exostosis sería sobrevalorar este factor e ignorar otros. Es así que Hutchinson et al. (1997) establece que la inflamación del tejido blando puede tener como secuela la formación de tejido óseo, y que en ese caso, la inflamación del tejido del canal auditivo externo puede ser causada por diversos factores, que incluyen el agua fría, pero además por infecciones, trauma, cualquier condición dermatológica o una combinación de todos estos factores. A raíz de lo anterior se plantea que hay que considerar la hipótesis termal con cuidado en los estudios actuales y sobre todo bioarqueológicos. La exostosis auditiva externa ha sido utilizada como marcador de estrés ocupacional, Standen et al. (1985) vincula este rasgo con un hábitat costeño e infiere como hipótesis que su causa es patológica, producida por actividades subacuáticas, las que en el caso del Norte de Chile habrían estado destinadas a permitir una mayor cobertura de la explotación del litoral. Este mismo enfoque ha sido utilizado en otros trabajos en la misma zona geográfica (Standen et al., 1985; Standen et al., 1995; Standen et al., 1997). Pero además, esta patología ha servido como indicador de ciertas prácticas culturales, como es el caso expuesto por Manzi et al. (1991), quienes relacionan la presencia de exostosis con la práctica romana de los baños termales, lo cual a su vez remarca diferencias de género, puesto que no se encontró el rasgo en mujeres. Si bien la exostosis auditiva externa ha tenido una etiología difícil de establecer, la hipótesis que tiene más aceptación es la que relaciona directamente el crecimiento de hueso nuevo en el conducto auditivo externo con el contacto regular con agua fría como estímulo para su crecimiento, lo que podemos asociar a la práctica de actividades acuáticas. A raíz de este planteamiento se generan una serie de estudios que analizan la presencia de exostosis según la actividad acuática que se practique, el período de práctica y la temperatura de las áreas en que se practica.

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RimasAuskaité y Kinduris (2008) analizan a 20 pacientes de su clínica diagnosticados con exostosis, donde pueden identificar que el 70% presenta un grado moderado de obstrucción (65-33%) y un 30% presenta un grado severo, con más del 65% del canal obstruido. Lo anterior fue relacionado con actividades acuáticas realizadas por los pacientes, lo cual ayudó a constituirlo como un factor de riesgo en el 85% de los casos. Además dentro de la muestra un 25% había tenido repetidamente otitis externa, lo cual se encuentra relacionado a la retención de agua en el canal auditivo a causa de la exostosis auditiva externa. Para poder analizar la influencia que juega el ambiente en el desarrollo de esta patología, se han realizado diversos estudio clínicos, en donde se ha investigado variadas actividades acuáticas en las que el medio ambiente tiene distintas formas de afectar el canal auditivo, ya sea por contacto directo con el agua fría como el buceo o por medios más indirectos, como es el caso del viento en surfistas. Además de los estudios en Japón que ya han sido mencionados, en Estados Unidos, se llevó a cabo una investigación con 87 buzos masculinos de la Armada norteamericana, con edades entre 19 y 46 años. Junto a este grupo se examinó a un grupo control de 42 personas sin historial de buceo, de los cuales 20 reportaron la práctica de actividades acuáticas, cuyas edades varían entre los 19 y los 46 años. El 26% de los buzos examinados presentaron la patología, mientras que esta no pudo ser observada en ninguno de los sujetos del grupo control. De todos los casos de exostosis observados, 70% presentó una oclusión mínima del canal auditivo, menor al 20% del área total del canal. Un 30% de los buzos presentó exostosis en uno solo de los canales auditivos, mientras que el grupo restante la presentó de forma bilateral (Karegeannes, 1995). En el año 2008, Sheard y Doherty investigan la frecuencia de la exostosis auditiva externa en un grupo de buzos de apnea. Su muestra estuvo compuesta por 76 hombres y 35 mujeres, todos buzos de apnea quienes fueron sometidos a exámenes otoscópicos, de entre ellos, un 87,7% de los 204 oídos examinados tenían presencia evidente de exostosis auditiva externa. El 5% de los participantes presentó exostosis unilateral, 13% presentó exostosis bilateral con igual grado en ambos canales auditivos y un 82% presentaba exostosis bilateral, pero con distintos grados de estenosis. Dentro de este mismo estudio se realiza una comparación de las frecuencias de exostosis con previos

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estudios realizados en diferentes actividades acuáticas, el presente análisis dio como resultado una frecuencia de exostosis de 88%. Un estudio realizado por Fabiani et al. (1984; en Sheard y Doherty, 2008) también para buzos de apnea, se encontró una prevalencia de exostosis del 25%. Estos datos además fueron comparados con el buceo con scuba, con dos muestras que tenían un 26% y un 54% de exostosis cada una; luego se realiza una comparación con cinco estudios realizados en surfistas, cuyos porcentajes de exostosis fueron de 38%, 63%, 73%, 74% y 80% en cada artículo. A partir de esto, se puede observar que de acuerdo a la prevalencia de exostosis el promedio de los surfistas (65,6%) supera al promedio de los buzos (35%), ante lo cual los autores postulan que esto podría deberse al rápido efecto de enfriamiento del canal debido a la evaporación en el oído de los surfistas. Finalmente se concluye que los buzos de apnea tienen una frecuencia similar de exostosis con los surfistas, pero estos últimos presentan mayores niveles de estenosis (estrechamiento del conducto); al comparar a los buzos de apnea con aquellos que utilizan equipo scuba, quienes tendrían una frecuencia similar de exostosis, pero con menos severidad que la que presentan quienes hacen apnea (Sheard y Doherty, 2008). Para analizar el rol que cumple el viento en el desarrollo de la patología es que se analiza a grupos de surfistas, ya que en la actualidad, la exostosis auditiva externa también es denominada “oído del surfista”, lo que ha impulsado una serie de publicaciones, como la de Chaplin y Stewart (1998) quienes analizaron a 54 surfistas en Nueva Zelanda. Del total el 73% tenía evidencia de exostosis auditiva externa, de ellos, el 40% tenía sus canales auditivos angostados en un 50% o más. La relación entre el número de años surfeando y la extensión de la estenosis del canal fue altamente significativa. Los oídos izquierdo y derecho se vieron igualmente afectados y la obstrucción parece iniciar aproximadamente a los 7 años de iniciada la práctica del deporte y se va agravando conforme avanza. Quienes participaron en el deporte durante invierno tenían significativamente más exostosis que quienes no lo hacían; de la misma forma, quienes vivían en la Isla Sur con temperaturas del mar bajas en comparación a la Isla Norte, presentaron el rasgo en mayor frecuencia que estos últimos. En el Campeonato de surf de la Costa Este, Kroon et al. (2002) realizaron exámenes otoscópicos a 202 surfistas, tanto profesionales como amateurs, de los cuales

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el 9% eran mujeres, el rango etario de los participantes iba desde los 10 años a los 57 años. El 84% de los surfistas fueron clasificados como surfistas de aguas cálidas, de acuerdo a los lugares en los que comúnmente realizaban el deporte. La exostosis auditiva externa fue descubierta en el 38% de los sujetos, de los cuales el 69% tenían un grado leve y a un 31% se le asignó un grado moderado-severo. Se encontró que los surfistas profesionales tenían un mayor riesgo de padecer exostosis, en comparación a los amateurs; de la misma forma quienes surfeaban en aguas más frías, tenían mayor probabilidad de desarrollar exostosis que quienes lo practicaban en aguas cálidas. En el otro extremo del océano pacífico, un estudio realizado en surfistas de las costas de Australia (Hurst et al., 2004) analizó a 229 surfistas hombres, 71 surfistas mujeres, 32 nadadores de agua fría y 60 personas como grupo control. La edad promedio para el grupo masculino fue de 32,6 años, mientras el período de exposición promedio al ambiente acuático fue de 20,4 años. Para el grupo femenino, la edad promedio fue de 24,5 años y un período de exposición promedio de 10,4 años. Se encontró algún grado de exostosis en 179 hombres (78,2%) y en 49 mujeres (69%); oclusión severa, de dos tercios o más, fue encontrada en 90 hombres y 10 mujeres; este mismo grado fue encontrado en 7 de los 32 nadadores. El nivel de exostosis en el oído derecho resultó ser significativamente mayor que en el oído izquierdo. Los autores concluyen el estudio que el rasgo predictor más fuerte para la exostosis severa es la exposición al medio acuático, con cada año adicional de práctica se aumenta el riesgo en un 10%. Ahora, en las costas de Japón, se desarrolló un estudio enfocado en el análisis de los canales auditivos de 373 surfistas participantes de 5 distintas competencias de surf en Miyazaki, Japón. El rango de edad iba desde los 11 a los 80 años, con una edad promedio de 33,1 años. La presencia general de exostosis fue de 59,8%, la gravedad de exostosis se midió en una escala de 1 a 3, un 31,6% presentó grado 1, 19% presentó grado 2 y un 9,1% correspondía al grado 3. La mayoría de los sujetos que evidenciaban un grado 2 o mayor, pertenecían al grupo de quienes excedían los 5 años de experiencia en surf. Un total de 83 surfistas fueron considerados como surfistas de agua fría, mientras que 111 fueron clasificados como surfistas de aguas cálidas; si es que el tiempo de práctica y frecuencia de la misma eran iguales para ambos grupos se pudo observar que quienes surfean de manera recurrente en agua fría tienen una mayor tendencia a

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presentar exostosis grado 3 que quienes surfean en aguas cálidas. La incidencia de exostosis en mujeres no fue tan alta como en los hombres, incluso en las surfistas profesionales, además los hombres tienden a exhibir exostosis más severa que las mujeres, a pesar de que practiquen surf por la misma cantidad de tiempo y la misma frecuencia (Nakanishi et al., 2011). El campo de la investigación de exostosis se amplió posteriormente a otros deportes alejados del mar, los cuales tampoco tienen contacto permanente con el medio acuático, lo que no implica que el estímulo ambiental esté ausente. Como es el caso de quienes practican kayaking en rápidos (white-water), como ejemplo de estos estudios tenemos el realizado por Moore et al. (2010). En su análisis se incluyeron 611 kayakistas a través de todo Estados Unidos. Los grados de oclusión fueron medidos como mínimo (75%). La edad de los participantes variaba entre los 7,5 años hasta los 68,1 años. La prevalencia de exostosis en la muestra en estudio fue de 79%, con casos de exostosis severa en el 13%. De los 544 sujetos con ambos canales auditivos accesibles, el 53% tenía el mismo grado de estenosis en el oído izquierdo y el derecho. Del otro 47%, casi el doble tenía un grado mayor en el oído izquierdo. Se pudo observar que diversos kayakistas americanos, desarrollaron grados severos de exostosis auditiva externa habiendo practicado el deporte por períodos de 3 a 4 años, a lo que los autores sugieren que algunas personas pueden ser más susceptibles a otros por alguna sensibilidad personal. Se encontraron diferencias en el estilo utilizado para la práctica del kayaking, así quienes participan exclusivamente de kayaking estilo libre o squirt tenían una tasa de exostosis severa del 20%, comparado al 11% de quienes practicaban exclusivamente descenso de río y /o kayak slalom (Moore et al., 2010). Finalmente, otra publicación presenta los resultados de una investigación realizada en 92 practicantes de kayak del Reino Unido, de los cuales 69 eran hombres y 23 mujeres, con una edad promedio de 29,3 años, y un grupo control de 65 voluntarios, 37 hombres y 28 mujeres, cuyo promedio de edad fue de 36,9. Se realizaron exámenes otoscópicos y posteriormente se determinó un grado de severidad quienes eran: normal, suave, moderado y severo. Luego de un proceso de exclusión se examinaron 269 conductos auditivos, los cuales reportaron una frecuencia de exostosis del 69,5% en el grupo de kayakistas y del 1,7% en el grupo control. La severidad de la patología fue

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significativamente asociada con la duración y la frecuencia de la práctica de la actividad deportiva, siendo así que el 90,6% de los kayakistas que habían participado de la actividad por más de 10 años tenían alguna evidencia de exostosis auditiva externa. Sin embargo, no se encontraron diferencias significativas entre los canales derecho e izquierdo (Cooper et al., 2010). Los estudios de exostosis en poblaciones arqueológicas han estado enfocados tanto al estudio de esta patología en grupos específicos como a la comparación de esta en distintas poblaciones, pudiendo ser o no de una misma área geográfica. Este último caso es el que presenta el estudio de Katayama (1998) quien analizó 1209 cráneos, los cuales representan a 24 poblaciones humanas distintas ubicadas en las costas del océano Pacífico, desde Oceanía, hasta el sudeste y este de Asia. De este total de individuos, 643 eran masculinos, 560 femeninos y seis de sexo no identificado. En este estudio se analizaron solamente los cráneos de individuos mayores a 18 años, ya que el autor plantea que la exostosis se generaría principalmente en la adolescencia tardía. A partir de los resultados se pudo observar que la presencia de exostosis auditiva externa varió en gran medida a nivel regional. Los porcentajes más altos de exostosis se presentaron en los restos procedentes de Nueva Zelanda, Isla de Pascua, Las Marquesas, Tonga-Samoa-Tuvalu y Japón, donde todas las muestras superaron el 10%, en las incidencias por lado y por cráneo. Si se analizan ahora en base a conductos auditivos aislados, las muestras masculinas alcanzan un porcentaje mayor al 30%. Considerando correcta la hipótesis termal, estos resultados sugieren que los pobladores tempranos de estas zonas eran altamente dependientes de los recursos marinos, los cuales probablemente eran obtenidos a través del buceo. Además, el autor identifica tres grupos de acuerdo a la incidencia que tuvo la exostosis en cada uno, los cuales están asociados a su ubicación geográfica. El primer grupo, con la mayor presencia de exostosis auditiva, está conformado por quienes ya se mencionaron anteriormente de la región conocida como Polinesia periférica junto a Tonga-Samoa-Tuvalu y Japón. El segundo grupo son los pueblos de la Polinesia central y de las islas de la Melanesia, poblaciones todas en que la exostosis se presenta en un nivel moderado. Finalmente, el tercer grupo consiste de aquellas poblaciones en las que no hubo presencia alguna de exostosis, que incluye las poblaciones del sudeste asiático, la Micronesia y Nueva Guinea. En este último caso, se explica la ausencia de exostosis

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basándose en dos puntos importantes, primero, estas poblaciones corresponden a zonas tropicales y sub-tropicales, por lo que la riqueza de recursos terrestres podría haber significado que no fuera necesario la explotación de los recursos marinos; y segundo, la latitud y temperaturas del mar están fuera de los rangos en los que se sabe que ocurre la exostosis (30°-45° tanto latitud norte como sur y temperaturas
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