Eugenio Coseriu y la así llamada «lengua moldava»: afinidades hispánicas (Valencia, Islas Baleares, Galicia) -- ESP

September 22, 2017 | Autor: Sebastià Moranta Mas | Categoría: Languages and Linguistics, Language Planning and Policy, Language and Identity, Romanian Language
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SEBASTIÀ MORANTA MAS PHILIPPS-UNIVERSITÄT MARBURG / JOHANNES GUTENBERG-UNIVERSITÄT MAINZ

Eugenio Coseriu y la así llamada «lengua moldava»: afinidades hispánicas (Valencia, Islas Baleares, Galicia) Las opiniones de Eugenio Coseriu siguen funcionando como poderoso argumento ex auctoritate entre los sectores académicos que se muestran partidarios del unitarismo lingüístico rumano y, en consecuencia, rechazan el término «lengua moldava». Se trata de un concepto propugnado por la lingüística soviética a partir de la década de 1920, y constituye uno de los elementos de discordia de la singularidad política y cultural de la República de Moldavia. Uno de los numerosos ejemplos es el de Dungaciu (2005: 78), que inicia el «dosier identitario» de su ensayo Moldova ante portas con la famosa admonición del lingüista de Mihăileni: A promova sub orice formă o limbă moldovenească deosebită de limba română este, din punct de vedere lingvistic, ori o greșeală naivă, ori o fraudă sțiințifică; din punct de vedere istoric și practic, o absurditate și o utopie; din punct de vedere politic, e o anulare a identității etnice și culturale a unui popor și, deci, un act de genocid etnico-cultural.

En la Europa actual se va abriendo camino la perspectiva comparada a la hora de analizar fenómenos sociológicos, ideologías y actitudes que, a pesar de las diferencias obvias derivadas de la evolución histórica y el marco político de cada comunidad humana, ofrecen algunas afinidades elocuentes. Bochmann (1999) parte de la premisa según la cual Galicia y Moldavia, extremos geográficos de los territorios

de

lengua

románica,

presentan

una

serie

de

paralelismos

sorprendentes respecto al estatus de la lengua y los debates que suscita. España, con un plurilingüismo oficializado en forma de bilingüismo regional en algunas administraciones autonómicas pero que, con arreglo a la Constitución de 1978, dispone de un solo idioma hegemónico y de obligado conocimiento para todos 1

los ciudadanos, ha sido desde la última etapa del franquismo un terreno propicio para los conflictos identitarios. Y en el marco de esos discursos se acaba casi siempre hablando de lengua, entendida como capital social y recurso de dominación, y por tanto no sólo la academia o los «sabios» se consideran autorizados a dar su opinión al respecto: porque a fin de cuentas, como bien señala Kremnitz (2008: 7-8), la delimitación entre «lenguas» y «variedades» es un problema al que las ciencias del lenguaje no pueden dar una solución definitiva. Sobre este trasfondo sociológico, en algunos territorios bilingües del Estado español ha desempeñado un papel determinante durante el último medio siglo el secesionismo (o particularismo) lingüístico, con más o menos peso institucional según los casos. En concreto en Galicia, donde el estándar oficial (galego enxebre o constrito) coexiste con diversos modelos más próximos a la normativa portuguesa promovidos por los reintegracionistas o lusistas (galego satelizado o extenso); y en las principales regiones periféricas del área lingüística catalana, sobre todo en el País Valenciano, donde los glotónimos valencià e idioma valencià han sido validados por el estatuto de autonomía de 2006, obviando cualquier alusión al término català, pero también, de una manera más sutil y menos organizada, en las Islas Baleares.1 Se trata de formaciones discursivas que

suelen defender una

idea

muy concreta

de

España,

castellanocéntrica y generalmente conservadora, favorables al mantenimiento secular de una distribución diglósica de funciones entre el español y las variedades locales, y que ven en el catalanismo político y cultural una grave amenaza para las estructuras de poder heredadas (Calaforra/Moranta, 2005: 7172). Puesto que, según este criterio, el papel de variedad de prestigio ya es asumido por el español, la labor de los secesionistas consiste en negar la comunidad lingüística entre catalanes, valencianos y baleares antes que en proponer un estándar alternativo por elaboración (Ausbausprache según la terminología de Heinz Kloss). Al iniciarse el proceso de «normalización lingüística» del catalán estándar, este fue percibido por algunas gentes como un cuerpo anómalo, impuesto, que se situaba en una posición intermedia entre el español (aprendido del sistema educativo y los medios de comunicación) y las hablas regionales, cada una con una larga tradición onomástica (valencià, mallorquí, menorquí, etc.) Así, el modelo de lengua difundido por el Institut d’Estudis Catalans, con sede en Barcelona, ha sido utilizado como pretexto para instrumentalizar políticamente los sentimientos identitarios, con mayor virulencia durante los periodos de

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agitación electoral, aprovechando así una méfiance anticatalane latente en una parte de la sociedad.2 Esto explica determinados comportamientos, tales como las declaraciones sobreactuadas de políticos de distinta ideología, o el hecho de que las autoridades pongan trabas desde hace tiempo a la recepción del canal catalán TV3 en territorio valenciano. El presidente balear J. Matas, por ejemplo, en una conferencia leída en Madrid en 2003, denunciaba las supuestas ambiciones anexionistas del Principado de Cataluña con respecto a Baleares (la idea de los «Países Catalanes» como entidad política). En la joven Moldavia se pueden observar reacciones comparables, salvando las distancias debidas a su actual condición de Estado y a la naturaleza de los conflictos en el espacio postsoviético. En concreto, nos viene a la memoria un discurso televisado del presidente V. Voronin de abril de 2009, con motivo de los altercados que se produjeron en Chişinău a raíz de la victoria comunista en las elecciones legislativas, y de los cuales aquél culpó a un «românism fondamentalist şi agresiv» impulsado por los dirigentes de Bucarest. Una alocución que abordaba la complejidad de las relaciones moldo-rumanas, rechazaba la idea de rehacer la Gran Rumanía y recalcaba la ideología lingüística oficial del momento: «Vorbim aceeaşi limbă, chiar dacă o numim diferit». Una analogía evidente se refiere a las denominaciones eufemísticas o perífrasis que a menudo han circulado como sustitutorias del nombre unitario o «científico» del idioma, fueran fruto de la cautela, del desconocimiento, del rechazo o de un interés estratégico puntual. Así, la ocultación del nombre de la lengua se ha convertido en un importante recurso discursivo con finalidades con frecuencia no coincidentes. Ocurre, por ejemplo, con el abuso del término limba de stat para el caso moldavo (Bojoga, 2010). En una época de recuperación del idioma, el uso parafrástico por parte de los unitaristas pretendía estrechar lazos de identificación y concordia entre aquellas personas que se mostraban reacias, en parte a causa del bagaje ideológico del régimen político anterior (respectivamente, la Moldavia soviética y la España franquista). En esta línea se sitúa en lugar preeminente el concepto limba noastră, que quiere contribuir a la vinculación sentimental de los hablantes, hasta el extremo de convertirse desde 1994 en sujeto del himno nacional con el poema de Alexei Mateevici; o la noción limba care ne unește, que sirve de título de un manual editado por el Departamento de Relaciones Interétnicas de Chișinău (2003). Asimismo, el término la nostra llengua se difunde por toda el área catalanohablante desde la Transición, con más fuerza allí donde la denominación català puede levantar controversia. Por ejemplo, la lingüista Aina Moll presentó durante 1989 en la

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televisión un programa divulgativo con este título dirigido a los espectadores baleares. Esta denominación alterna hasta hoy con la de llengua pròpia, presente en la legislación de Cataluña y las Islas Baleares (y que, de manera implícita, afirma el carácter «impropio», es decir foráneo, del castellano). Por último, el fenómeno sigue siendo recurrente entre quienes pretenden sembrar confusión en torno a la identidad lingüística. En esta línea cabe situar la denominación Acadèmia Valenciana de la Llengua para la institución creada por el gobierno valenciano en 1998. Así como el circunloquio la llengua cooficial distinta del castellà en una reciente convocatoria de subvenciones cursada por el gobierno balear, o el hecho de que en un conocido centro comercial de Alicante la sección de libros en catalán/valenciano se indique con el epígrafe «lengua autonómica». Otro punto de coincidencia se refiere a la subordinación económica y cultural con respecto a centros extraterritoriales, que podemos llamar simbólicamente Moscú y Madrid (Bochmann, 1999: 255). Aun así, la recuperación de identidades reprimidas durante decenios, caso de la rumana (en Moldavia) y la catalana (para lo que aquí nos ocupa, en Valencia y en las Baleares), han llevado en el ámbito lingüístico-cultural a la aparición de otros centros extraterritoriales de referencia, respectivamente Bucarest y Barcelona. Pero esas nuevas realidades no han llegado a cuestionar la importancia del ruso y el español como lenguas de uso generalizado y a menudo preferente. Un reflejo de esta circunstancia es la glorificación del bilingüismo social, un fenómeno que hace tiempo se dio en llamar bilingüisme com a mite (Aracil, 1982: 39-57), y que tiene la finalidad de transmitir una concepción jerárquica que contribuye al mantenimiento de un statu quo político o unos intereses geoestratégicos. De este modo, a unos se les presupone el conocimiento del español en tanto que única «lengua común» a toda la ciudadanía, además de subrayar con insistencia su proyección internacional. Mientras que en la República de Moldavia el conocimiento del ruso sigue siendo inexcusable en la práctica, de acuerdo con su carácter de «lengua de comunicación interétnica» y de nexo entre los países de una región aún controlada en gran medida por Moscú. Se ha dicho a menudo que la «lengua moldava» no es más que o română de stradă, una jerga formada en las áreas urbanas como consecuencia del contacto interlingüístico y la incorporación de numerosos préstamos del ruso, percibida por los propios hablantes como una variedad híbrida. La actitud que ve en la propia habla una forma de expresión imperfecta y desaliñada, al tiempo que asume el estándar rumano como norma de prestigio, es muy reveladora de los

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procesos históricos en que se ha visto inmersa la población de Besarabia. De un modo comparable, en el entorno catalanohablante se ha venido reflejando la preocupación por los numerosos barbarismos debidos al contacto con el castellano y que durante el último siglo empobrecieron el idioma, en lo que constituye una situación típica de las lenguas minorizadas. Pero en el discurso particularista balear se detecta a menudo una idea de signo contrario, la noción de purismo. Este suele proclamar que las hablas insulares presentan una mayor «pureza» que el catalán normativo, en parte como consecuencia del aislamiento geográfico, lo cual se manifiesta en diversas formas que en el continente hace tiempo entraron en desuso y son consideradas arcaicas.3 Añadiremos solamente que la apelación al criterio de pureza es una llamada a mecanismos muy arraigados de pensamiento reaccionario y cautivo (Calaforra/Moranta, 2005: 65). El unitarismo lingüístico (y el catalanismo político) defiende la integridad de la zona catalanohablante como una comunidad cultural y un mercado simbólico compartido, y en esa conexión entre unos once millones de hablantes basa su proyección y sus posibilidades de subsistencia. El área rumanófona, por su parte, abarca desde el punto de vista histórico y por razones prácticas también el espacio comprendido entre los ríos Prut y Dniéster, y en la dialéctica entre identidad y diferencia los intelectuales rumanos de Besarabia han apostado mayoritariamente por la primera. Coseriu, como es bien sabido, ridiculiza los esfuerzos de quienes postulan una «lengua moldava» separada del dialecto dacorrumano. Dicho propósito es presentado como un imposible ontológico de acuerdo con un razonamiento «ilustrado» que por momentos adopta tonos inflamados: tal pretensión es, según nos dice, una quimera, una ilusión y un despropósito, algo absurdo y ridículo, eine wissenschaftliche Verunglimpfung, «eine Täuschung, die zunehmende groteske Züge annehmen kann» (Coseriu, 1999: 205-209). En el análisis coseriano destaca, por una parte, la defensa de la prioridad discursiva del científico en los ámbitos que competen a la ciencia; y por otra, la insistencia retórica en obviar el carácter extralingüístico (político) de algo que tiene, sin lugar a dudas, una amplia dimensión política.4 En un sentido similar se pueden entender las razones del filólogo Francesc de Borja Moll en una famosa polémica en las páginas de Diario de Mallorca en 1972. Este replicaba a un personaje oculto bajo pseudónimo que acusaba a ciertos intelectuales de la isla de imponer un catalán poco respetuoso con las hablas locales, y que opinaba sobre cuestiones de lingüística sin acreditar una sólida formación en ese campo (Moll, 1972: 23-35). Proclamar la «unidad de la lengua» se ha instalado desde entonces como lugar común entre académicos, hombres de letras y educadores

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catalanistas. Sin embargo, las tácticas de signo populista y las mayorías electorales, así como el peso demográfico de la población alóglota inmigrada, han actuado a favor de la fragmentación, y han ido sumiendo la cultura en catalán en las Islas Baleares y, sobre todo, en Valencia, en una situación de creciente fragilidad.

Bibliografía Aracil, Lluís Vicent, Papers de sociolingüística, Barcelona: La Magrana, «Els Orígens», 9, 1982. Bochmann, Klaus, «À l’Est comme à l’Ouest, où les extrêmes (géographiques) se touchent: Moldavie et Galice devant le problème de la langue», en: Álvarez, Rosario; Vilavedra, Dolores (coord.), Cinguidos por unha arela común. Homenaxe a Xesús Alonso Montero, Santiago de Compostela: Monteagudo, 1999, p. 249-263. Bojoga, Eugenia, «“Limba de stat” sau deruta identitară reflectată în denumirea limbii în Republica Moldova», en: Valentová, Libuše (coord.): Ipostaze ale identității românești / Podoby rumunské identity, Praha: Ústav románských studií FFUK, 2010, p. 99-113. Calaforra, Guillem; Moranta, Sebastià, «Propostes i despropòsits: aspectes del gonellisme», Els Marges, 77, 2005, p. 51-73. Cărăuş, Tamara, «Republica Moldova: identităţi false, adevărate sau naţionale?», Contrafort, 4-5 (90-91), abril-mayo, 2002. URL: [30.10.2012]. Coseriu, Eugenio, «Die östliche Latinität», en: Förster, Horst; Fassel, Horst (coord.), Kulturdialog und akzeptierte Vielfalt? Rumänien und rumänische Sprachgebiete nach 1918, Stuttgart: Thorbecke, «Schriftenreihe des Instituts für Donauschwäbische Geschichte und Landeskunde», 8, 1999, p. 197-214. [Versión en rumano: Coșeriu, Eugeniu, «Latinitatea orientală», en: Bantoș, Alexandru (coord.), Limba română este patria mea. Studii, comunicări, documente. 2ª ed., Chișinău: Casa Limbii Române, 2007, p. 26-34.] Dungaciu, Dan, Moldova ante portas, Bucureşti: Editura Tritonic, 2005. Kremnitz, Georg, «Sur la délimitation et l’individuation des langues. Avec des examples pris principalement dans le domaine roman», Estudis Romànics, 30, 2008, p. 7-38. Moll, Francesc de Borja, Polèmica d’en Pep Gonella, Palma: Moll, «Les Illes d’Or», 104, 1972. Villalonga, Llorenç, Articles polítics (1924-1936). Red. Jeroni M. Mas Rigo, Binissalem / Barcelona: Fundació Casa Museu Llorenç Villalonga / Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2002.

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Kremnitz (2008: 11) sobre la adscripción del valenciano: «Surtout dans ce dernier cas, il est évident que l’opinion unanime des chercheurs est confrontée à une volonté politique contraire,

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qui semble actuellement trouver auprès de la population un certain appui qui toutefois est loin d’être général». 2

En Cataluña, la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares coexisten a grandes rasgos dos discursos identitarios: el (pan)catalanista y el españolista. Cărăuş (2002) se refiere a las identidades en conflicto en la República de Moldavia, y menciona dos discursos, el rumano y el moldavo, los cuales se radicalizan respectivamente en el discurso europeo y el neosoviético. 3

Villalonga (2002: 152) manifestaba en un artículo de la serie «Mallorca y Cataluña» pocos años antes de la guerra civil española: «Ignoro por qué parte de la prensa del continente se figura que Mallorca es un feudo catalán. Acaso la analogía de nuestra lengua con la catalana (repárese que digo analogía, porque el mallorquín tiene su individualidad bien característica, harto más pura que el catalán artificioso de última hora) haya contribuido a tal confusión». 4

Las palabras de Coseriu (1999: 206) son aplicables a una teoría genérica del secesionismo lingüístico: «Die Befürworter einer moldauischen Sprache verwechseln das genealogische Kriterium mit dem arealen und die Sprachgeschichte mit der politischen Geschichte [...]».

[Versión castellana del artículo publicado en rumano (traducido por Iulia Bobăilă) en la revista Limba Română (Chișinău), 5-6, año XXIII, 2013, p. 164-170. IRL: ]

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