ÉTICA Y VOLUNTARIADO

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ÉTICA Y VOLUNTARIADO1 De voluntario a militante José Luis Lucas Saorín

Está claro que vivimos en un mundo en cambio, especialmente problemático con la entrada en un s. XXI que ya está plagado de contradicciones sociales, desde la tópica configuración de la aldea global felizmente orwelliana a la cruda realidad de una mayoría que se queda fuera de este espacio idílico, a no ser que llamemos aldea “global” a lo que más o menos va a ser Norteamérica, Europa occidental y Australia 2. Este mundo está caminando, lo queramos o no, por las vías de una occidentalización mundial vía el capitalismo neoliberal que mantiene el colonialismo decimonónico en un neocolonialismo económico. Dentro de este marco ha surgido en los países desarrollados ha surgido desde los años 60 una especie de crítica social hacia los defectos de esta forma de organizar la sociedad. Prueba de ello, origen en otros casos, son los estudios de la Escuela de Frankfurt, de la que formó parte el conocido de los del 68 Herbert Marcuse, y la serie de importantes eventos mundiales: conferencias en la cumbre, que desde fines de los 60 hasta hoy se han venido realizando sobre cuestiones globales: el hambre, el problema ecológico, el problema demográfico, la liberación de la mujer...Este desarrollo aparece como opuesto a la cultura oficial, ideológica y legitimadora del statu quo. Y por eso se la ha venido en llamar contracultura 3. En Estados Unidos, país que analiza Drucker, este fenómeno ha cobrado enorme importancia, hablándose del “tercer sector”, el de las instituciones privadas sin ánimo de beneficio, del que Druker dice que “sus voluntarios sin remuneración constituyen el grupo más numeroso de la fuerza de trabajo 1

Reflexión al hilo de la VI JORNADAS DE INFORMACIÓN JUVENIL, organizadas por la

Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Cieza (Murcia) entre los días 10-13 Marzo de 1997. 2

Cf. El interesante ensayo de P.F.Drucker, UN MUNDO EN CAMBIO, 2 vols, MCC, 142-143.

3

También “cultura disidente”. Cf. N. Chomsky, LO LIBERTARIO ESTÁ VIVO, MCC, 182.

americana” 4. Y es especialmente significativo porque la base de su oposición reside en el abanderamiento de otros valores que los que realmente, que no oficialmente, están trabajando. Este tercer sector empieza a germinar en los años 50 y podemos analizarlo en el amplio espectro de organizaciones privadas sin ánimo de beneficio que desde entonces ha proliferado. Entre ellas se cuentan la mayoría de los hospitales americanos, escuelas, colegios universitarios y universidades, la Cruz Roja Americana, y también organizaciones puramente locales: cajas comunitarias, círculos de alimentación, en general grupos de servicios comunitarios. Son privados, y suelen decir de sí mismas que no son ni estatales ni empresariales. Pero esto es una definitio por negación: si se les busca un punto en común, todas ellas mantienen que tienen por objetivo cambiar a los seres humanos, de manera que hablaríamos de instituciones para el cambio humano. Y así entroncaríamos con lo específico de este movimiento, abstrayendo organizaciones concretas, que se da en todo el mundo y es como un producto contraproducente del capitalismo: la importancia dada al sujeto en sí, que renace de sus cenizas postmodernas como el ave Fénix.. Y este cambio humano no puede si no dirigirse hacia un personalizar la persona, que por ende está despersonalizada. En este sentido se ha de recuperar lo más esencial del hombre de cara a su ser persona, y no vendría nada mal retomar seriamente a un pensador como E. Mounier 5. Y repensar en este cambio de siglo, en los ejes de una contracultura crítica las características esenciales del “ser persona”: lo primero es la comunicación, a la que hay que hacer frente, frente a los obstáculos ínsitos a ella: cultivar una comunicación no contaminada por las patologías residuales de los valores imperantes: competitivad insana, egoísmo, individualismo despersonalizador. Ello implica abrirse al otro, romper su máscara: “Casi se podría decir que solo existo en la medida en que existo para otros, y en última instancia ser es amar". Nadie posee sino lo que da, o aquello a lo que se da (también se puede dar uno mismo). Unido a ello está íntimamente el amor, del que Mounier dice

"El amor es una nueva forma de ser. Se dirige al sujeto por encima de su naturaleza, quiere su realización como persona, como libertad, cualesquiera que sean

4

Ibid., vol 2, p.46.

5

Cf. E. Mounier, EL PERSONALISMO, MCC, 36.

sus dones o sus deficiencias, que ya no cuentan esencialmente a sus ojos: el amor es ciego, pero es un ciego extralúcido".

De ahí que "el acto de amor es la certidumbre más fuerte del hombre, el cogito existencial irrefutable: amo, luego el ser es y la vida vale (la pena de ser vivida)”. De ahí la necesidad de escapar a la insoportable soledad del ser, sólo se es persona en comunidad, y nunca en el mundo del Se que decía Heidegger, aquel donde nos dejamos aglomerar cuando renunciamos a ser sujetos lúcidos y responsables, es el mundo de la conciencia soñolienta, de los instintos sin rostros, de la opinión vaga, de las relaciones mundanas, charla cotidiana, conformismo social o político, mediocridad moral, muchedumbre, masa anónima, maquinaria irresponsable. El primer acto de la vida personal es entonces la toma de conciencia de esta vida anónima y la rebelión contra la degradación que representa. Lo que lleva a una necesidad de subjetivización, reconcentración en uno mismo, adquisición de una identidad personal, aunque "la reflexión no es solo una mirada interior replegada sobre el yo y sus imágenes; es también intención, proyección de sí". Por tanto también es preciso disponer para sí de un cierto campo de objetos con los que se pueda intimar. Afirmarse es primeramente darse un campo. "De modo que no hay que oponer demasiado brutalmente el tener y el ser, como dos actitudes existenciales entre las que habría que elegir. Pensemos, antes bien, en dos polos entre los cuales se tiende la existencia incorporada". El tener constituye así la densidad de nuestro ser, aunque también es su pesantez. "El despliegue de la persona implica como condición interna una desposesión de sí y de sus bienes que despolarice el egocentrismo. La persona solo se encuentra perdiéndose. Su riqueza es lo que queda cuando se despoja de todo tener, lo que le queda a la hora de la muerte". Debajo de todo esto está la dialéctica de persona, su doble movimiento. "Hay que salir de la interioridad para mantener la interioridad". La persona es un adentro que necesita de un afuera. Y este afuera nos lleva a la necesidad de Afrontar.

La

persona se muestra: hace frente, es rostro. Es "prósopon": la que mira adelante, la que afronta. Y sobre todo lo que afronta su constitución misma, en el marco de un entorno. Por eso que más que afirmar, lo importante en este desarrollo es la protesta: pues no todo es bueno. Protestar siempre para construir, no para quedarse negativamente allí. De ahí la necesidad de la fuerza: el amor es lucha, la vida luchando contra la muerte.

Hablamos de la fuerza humana, a la vez interior y eficaz, espiritual y manifiesta. Relacionada con la abundancia y la magnanimidad, con la generosidad misma del ser. "Una persona sólo alcanza su plena madurez en el momento en que ha elegido fidelidades que valen más que la vida". Tras la protesta la afirmación, inevitablemente: que es constructiva: “Edificar es sacrificar. Pero la decisión no es un movimiento de fuerza interior ciego y arbitrario. Es la persona plena ligada a su porvenir, concentrada en un acto duro y rico, que resume su experiencia e integra en ella una experiencia nueva. Los rechazos de que viene acompañada son renunciamientos reales, embarazosos, y a veces desgarradores, pero no son mutilaciones. Parten de una plenitud exigente, y no de una indigencia. Por eso son también creadores.". Y en esto reencontramos otra dimensión esencial de la persona: la libertad, una libertad que no nos es dada, hay que buscarla, hay que alguna manera elegir ser libres. La libertad solo progresa, como el cuerpo, gracias al obstáculo, a la elección. Por tanto, antes de proclamar la libertad debemos asegurar sus condiciones comunes: biológicas, económicas, sociales, políticas. No sólo la libertad, también las libertades. Pues "defender la libertad sin otra precisión, en todo lugar donde un acto de autoridad o un estado de costumbres la limitan, es condenarse a tomar partido por las fuerzas de la inmovilidad contra las fuerzas del movimiento." Por otro lado, nuestra libertad es la libertad de una persona en situación, pero es tambien la libertad de una persona valorizada. No soy libre por el mero hecho de ejercitar mi espontaneidad; me hago libre si inclino esta espontaneidad en el sentido de una liberación, de una personalización del mundo y de mí mismo. El fin, sin ninguna duda es portar de dignidad a la persona, una dignidad que sólo puede reconstruir en base a la salida de sí misma, a la autotrascendencia: “La persona no es el ser, es movimiento de ser hacia el ser, y solo es consistente en el ser al que apunta [...] Esta riqueza íntima de su ser le da una continuidad no de repetición, sino de superabundancia. La persona es lo no-inventariable". Hay claro está una orientación. La superación de la persona por sí misma no es solo pro-yecto, es elevación, sobrepasar. Y esa orientación la dan los valores. De ahí la importancia del movimiento hacia el valor, que se ha de concretar en el compromiso, y éste en la acción modificadora de la realidad exterior y por ende formadora del hombre, personalizadora. Acción personalizadora que fundamenta lo que se viene llamando

“solidaridad”. 6 Lo que se busca es no lo olvidemos el cambio humano, y por ende, social. Pero la solidaridad así enmarcada, y creemos que en su justa medida, supera con mucho el “buen” voluntarismo acomodador de las conciencias, por lo que, no estaremos entrando en el terreno de la utopía? Ella está en el horizonte, -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar. (E. Galeano, “Ventana sobre la Utopía”) Y el camino es una navegación hacia Utopía, un embarcarse a Ítaca, pero sabedores de que lo importante es ponerse en movimiento: la sociedad de hoy nos está destrozando las Ítacas, de ahí la necesidad, nacida de lo más íntimo de la persona, de reencontrarlas: “Puesto que el malestar alcanza ya niveles tan desoladores, es preciso elegir. La sinrazón y el despilfarro de los que sólo disfrutan la menor parte no pueden seguir siendo una alternativa válida para el progreso humano” 7. Ser voluntario, por fin, es no ser otra cosa que ser persona, aceptar y seguir fielmente que lo decisivo de la persona está en su personalizarse, y esto, que es dialéctico no se entiende sin la trascendencia hacia los valores, que elegidos libremente se opta por realizarlos, siempre en pos de la protesta contra el orden social establecido, que ha de ser nuestro caminar contracultural. Como decía Carlos Díaz, la actitud del ciudadana es la del político, en sentido etimológico, intrínsecamente unido a la moral, lo que lleva a considerar hoy día que la actitud más personalizadora es la postura políticomoral permanente 8, sin síntesis alguna, esto es: la afirmación de la continua autocrítica al mismo tiempo: el desarrollo 6

Cf. Ana de Felipe, L. Rodríguez de Rivas, Solidaridad, MCC, 219.

7

J. Torres López, Catedrático Ec. Política, Univ. De Málaga, FRENTE A LA CRISIS DEL

ESTADO SOCIAL, MCC, 168. 8

C. Díaz, POLÍTICA Y MORAL, 120.

de la persona es dialéctico y noadmite estructuras. Esta actitud político-moral no es otra que la hemos defendido como personalismo, como postura mouneriana. Ello implica una auténtica formación crítica y liberadora, una puesta en cuestión de las estructuras de poder y una reconsideración del papel de la política en las sociedades occidentales 9, en base a la superación de lo que se ha venido llamado “ el vacío de poder”, la “democracia del espectador” (W. Lippman), etc...La acción solidaria, inscrita en la dimensión a la vez personal y comunitaria ha necesariamente de tener un correlato en la sociedad y la política. Cambiar desde el individual, la persona, para cambiar lo particular, el Estado. Inevitablemente la utopía se impone: no podemos más vivir en el fin de la historia, por mucho que le pese a Fukuyama: tal postura sólo es posible desde la posición del que no considera alternativas a lo que hay, quizás porque de camino las va eliminando. La cultura disidente, partiendo desde una posición personalizadora debe desde luego considerar la formación de una cultura que haga protagonista al hombre de su existencia personal y social, una cultura que se asentaría sobre los valores de : autonomía personal, libertad responsable, conciencia colectiva (sentido de la historia), interioridad, comunicación, conciencia crítica y trascendencia. No es curioso que coincida prácticamente con las ideas de Mounier. No estamos hablando sino de una cultura autogestionaria 10. La pregunta es, cómo suscitar una sociedad de personas, cuyas costumbres, sentimientos e instituciones estén marcadas por su naturaleza de personas? Primero se ha de fomentar el salir de sí, una vez liberados, para liberar a otros (en una progresión dialéctica); el comprender hermenéutico, empático diríamos, con el fin de asumir el destino, la pena, la alegría del otro, para dar gratuitamente, como sobreabundancia del ser personal, en el propio movimiento de personalización, siendo fieles al proyecto de ser personas. Para empezar, habrían de cambiar por lo pronto las estructuras académicas, la base de la cultura y transmisión de los valores imperantes: ello exige el ejercicio de una eseñanza crítica y liberadora, fomentadora del movimiento de personalización, una enseñanza basada en la construcción de la propia identidad: esto

9

Frente a la MANIPULACIÓN POLÍTICA, MCC, 51 (sobre tesis de la FrankfurtsSchule).

10

H. Arvon, LA AUTOGESTIÓN, MCC, 16; A. Rivas, A.Negro, REVOLUCIÓN

AUTOGESTIONARIA, MCC, 75.

es : la enseñanza no ajena al devenir de la vida, la protesta contra la alienación por ejemplo en las universidades 11. Frente a ello, el fenómeno social que desde los años 60 aproximadamente comenzó a andar, ha producido oficializándolo lo que llamamos voluntario. Lo que no debe causarnos malestar: el voluntario tal como se entiende hoy es un signo alentador y esperanzador de cara al cambio de los seres humanos, siempre y cuando su utopía sea lo anterior, y no el voluntario de agenda. En el límite, el voluntario ha de convertirse en militante, y en ello está la posibilidad de cambiándose a uno mismo cambiar el entorno: militante por supuesto en su más puro sentido etimológico, que es el del militante obrero tal y como surge en el s.XIX con los importantes e históricos movimientos obreros. Eso no significa que hoy haya que ser obrero: pero la forma se conserva: de alguna manera el asociacionismo gratuito, crítico y liberador que proviene de allí ha dado como resultado el voluntariado de hoy, a la sombra del Mayo de 68, que buscaba precisamente, bajo los auspicios ideológicos de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt el cambio de las estructuras sociales. Por ello puede ser valioso en un primer movimiento distinguir entre voluntario y voluntario de la cooperación al Desarrollo, pero al modo de la dialéctica: en un segundo movimiento convendremos en que a fin de cuentas el voluntario, aliado en una contracultura o cultura disidente, basa su acción en la personalización de él mismo y de su entorno, y por tanto ambos llegan a ser lo mismo. El voluntario, en su trascendencia hacia el militante acabará recogiendo los valores que este dejó: “Todo hombre que ofrece resistencia activa a un sistema de poder establecido -político, económico y social- es en mayor o menor medida un rebelde.” 12. El voluntario decimos hoy día no es un héroe, lo que sí se decía de los militantes: pero no un heroísmo publicitario: el heroísmo del militante, como el del voluntario, es, desde siempre, callado y anónimo. La grandeza consiste en el afán de superación personal y de cambio del entorno en tanto que injusto: en absoluto puede ser eso nunca algo trivial ni mediocre. La asociación que hemos realizado entre militante y voluntario va al foco del asunto: no en vano, la misma Declaración Universal sobre el voluntariado (París, 149-1990) dice claramente (quizás no tanto, por no ser consecuente con lo que dice): “Los 11

Cf. VV.AA., ENSEÑANZA

EN LIBERTAD,

MCC, 154; LA

ESTABLECIDO, MCC, 191; 12

H. Saña, EXISTE MILITANCIA OBRERA HOY?, MCC,159.

EDUCACIÓN COMO MODELO

voluntarios [...[ consideran su compromiso como instrumento de desarrollo económico, social y medioambiental, en un mundo en continuo cambio”. El voluntariado debe fomentar sobre todo la solidaridad, local y globalmente, centrándose en la meta del desarrollo personal, en vistas a la construcción de una sociedad más humana y más justa, favoreciendo igualmente una cooperación mundial. La misma declaración pone el acento en el voluntariado de cooperación al desarrollo. En este sentido, la Carta de Berlín, resultado junto con una agenda de acción de la Conferencia Norte-Sur “Iniciativas Locales para un Desarrollo Sostenible”, celebrada entre el 14 y el 17 de octubre de 1992 en Berlín, organizada por Towns & Developments, no es precisamente una actividad de voluntariado fin de semana. Esta reflexión, aunque en principio pareza lejos del tema germinal, al final toca de lleno el fenómeno asociacionista de las sociedades occidentales de este fin de siglo que con una crisis cultural manifiesta deja por entreveer la posibilidad de un cambio a gran escala: el gran reto entonces y la gran crítica al fenómeno del voluntariado se asienta sobre este gran dilema: o hacemos un voluntariado light y encorsetado en las redes del poder, de manera que como muchos pensadores, brillantes y alemanes, sociólogos como Niklas Lumann, han pronosticado será absorbido por el sistema, que es el propio que los crea, y de esa manera se mantiene el statu quo, y entonces todos los ideales, la utopía, que deja entrever la gran Declaración sobre el voluntariado, se convierte en mera ideología alienante, que deriva en última instancia en acomodaticio adormecer las conciencias por haber hecho la buena obra del mes, sin tener conciencia (crítica) de por qué se hace lo que se hace, y repercutir ello sobre uno mismo, o nos damos cuenta de la importancia de lo que está en juego, el cambio de la sociedad, estructural sin duda y centrado en el individuo, de manera que hayamos de aceptar, aunque nos pese, intelectualmente que un voluntario personalista, en los puntos que hemos visto, no es ya un simple voluntario, sino que en ello le va la formación de su propia persona, es un militante. Sirva esto como crítica constructiva, e incluso como advertencia sobre los caminos que puede tomar el importante fenómeno del voluntariado. Cieza, Marzo de 1997.

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