Estudios culturales “Sin garantía”. Vaivenes de un proyecto político e intelectual

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Descripción

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Estudios culturales "Sin garantía". Vaivenes de un proyecto político e intelectual " Rafael Farace





"The initial project of cultural studies developed by Richard Hoggart, Raymond Williams, and E.P. Thompson attempted to preserve working class culture against onslaughts of mass culture produced by the culture industries. Thompson's historical inquiries into the history of British working class institutions and struggles, the defenses of working class culture by Hoggart and Williams, and their attacks on mass culture were part of a socialist and working class-oriented project" (Kellner, 2002: 34).
La denominación de "posmarxismo" se entiende más como una manera de referirse a las rupturas con el pensamiento de Marx que por la recuperación "contextualizada" de sus postulados teóricos. Si el prefijo "pos" debiera agregarse cada vez que se realizó una reformulación teórica ante nuevas circunstancias, este debía haberse utilizado con anterioridad cuando, por ejemplo, Engels y Luxemburgo comenzaron a teorizar sobre los cambios en el sistema político debido a la expansión del voto y la legalización de los sindicatos, o cuando Gramsci teorizó estas transformaciones políticas modificando el concepto de "sociedad civil" e incorporando el de "hegemonía", o cuando Lenin formuló la teoría del imperialismo que cuestionó los principios de librecambio implícitos en la teoría económica de Marx, o cuando Lenin y Trotsky teorizaron sobre la posibilidad de una revolución socialista en un país atrasado (¡y de hecho la hicieron!), o cuando Mandel formuló la noción de "neocapitalismo" recuperando la teoría de las ondas largas para comprender las transformaciones en la economía de posguerra.
Hall homologa los procesos de construcción hegemónicas con la "constitución de lo nacional-popular" y deduce que estos procesos están debilitándose por la globalización. A su vez, en su lectura "gramsciana" del concepto de "gubernamentalidad" olvida que lo que distancia estas tradiciones teóricas radica en que la primera de ellas sólo concibe los procesos políticos en el marco del modo de producción. (Hall y Mellino, 2011: 58-62)
Jameson (1998) también indicó que en los trabajos de la Conferencia de Illinois existe una declamación de interdisciplinariedad, pero a su vez todos reclaman a los "Estudios Culturales" que deben recurrir con más frecuencia a la sociología, la antropología social, la teoría de las comunicaciones, la historia, etc. (no a la economía), lo cual da cuenta de que esa búsqueda de cruzar las disciplinas establecidas está lejos de ser una tarea acabada.
De hecho la incomodidad con la denominación de "Estudios Culturales" se refleja en la multiplicidad de categorías que se usan para distinguir algunos programas actuales de investigación de aquellos más difundidos desarrollados en Estados Unidos y Gran Bretaña: "estudios (inter)culturales" (Walsh, 2010), "teoría crítica de la cultura" (Grüner, 2002), "estudios en cultura y poder" (Mato, 2002), "Multiperspectival Cultural Studies" (Kellner, 2002).
IV Jornadas Internacionales de Investigación y Debate político " CEICS-FFyL, junio de 2014
Estudios culturales "Sin garantía". Vaivenes de un proyecto político e intelectual.

Rafael Farace (FaHCE-UNLP / FFyL-UBA)

En el año del sesenta aniversario de la creación del Centre for Contemporary Cultural Studies de la Universidad de Birmingham, falleció en Gran Bretaña Stuart Hall, uno de sus fundadores y primeros directores, además de ser su principal referente teóricos y difusor del programa de estudios. En un intento de revisar esta tradición intelectual, este trabajo presenta algunas características y definiciones de los llamados "Estudios Culturales", para luego realizar una periodización y adentrarnos en algunas polémicas desarrolladas en las últimas décadas. Siguiendo la propuesta de Kellner (2002), se distinguirán tres etapas: la primera de carácter formativa en el contexto inglés de posguerra, la segunda desde la creación del Centre for Contemporary Cultural Studies en 1964 y la última a partir de la segunda mitad de la década de 1980 cuando se acelera la institucionalización de los "Estudios Culturales" a la vez que consolida su expansión y giro programático luego de la caída del Muro de Berlín.

¿Qué son los "Estudios Culturales"?
Un acercamiento a los llamados "Estudios Culturales" debe señalar primero la dificultad de aprehender los múltiples significados y prácticas que esta denominación contiene. Tanto las críticas como los reconocimientos a este programa de estudios son realizadas desde diferentes visiones en distintos países, grupos académicos e intelectuales se identifican o no con ellos. Por esta razón resulta muy ilustrativo recurrir a la guía propuesta por Restrepo (2012) para acercarnos a algunos aspectos relevantes de los "Estudios Culturales".
Según este autor, existen al menos cuatro consensos fundamentales en torno a los "Estudios Culturales". En primer lugar, si bien los identifica como parte del amplio y contradictorio campo de análisis sobre la cultura (sociología de la cultura, antropología cultural, crítica cultural, entro otros), los "Estudios Culturales" tienen características propias que los distinguen de esas otras perspectivas de análisis. Por otra parte, se considera que para comprender las problemáticas y preguntas que se plantean los "Estudios Culturales" se requiere enfoques y metodologías de varias de las disciplinas ya constituidas, debido a "la incapacidad de las normas académicas dominantes de proporcionar respuestas adecuadas a las preguntas urgentes e importantes de la época" (Grossberg, 2009: 23). Por eso son necesariamente transdisciplinarios, lo cual constituye una de sus características distintivas. También se distinguen por concebir la práctica intelectual intrínsecamente ligada a la actividad política, lo cual es sintetizado por la formulación de Grossberg: "Politizar la teoría y teorizar la política". Por eso quienes se identifican con este programa consideran que "se puede hablar de cultural studies tan sólo si se trabaja para desenmascarar la relación entre cultura y poder" (Hall y Mellino, 2011: 15). Finalmente, el cuarto consenso tiene que ver con otra característica particular de los "Estudios Culturales": su contextualismo radical. Es decir, busca acoger la complejidad y la contingencia, evitar reduccionismos de cualquier especie (economicismo, culturalismo, textualismo) basándose en un pensamiento relacional que postula que las relaciones siempre preceden a los términos de cada relación. En este sentido, el contexto es esa densa red de relaciones constituyentes de cualquier práctica, evento o representación; es mucho más que un telón de fondo o una cuestión de escalas (relación entre lo micro y lo macro). Se trata de articulaciones significantes y relaciones de poder que permiten la emergencia de ciertas configuraciones prácticas y hechos. Este es, según Grossberg (2009), el corazón de los "Estudios Culturales": "la identidad, importancia y efectos de cualquier práctica o evento (incluyendo los culturales) se definen sólo por la compleja serie de relaciones que le rodean, interpenetran y configuran, haciéndole ser lo que es. Ningún elemento puede aislarse de sus relaciones, aunque esas relaciones puedan cambiarse, y estén cambiando constantemente" (Grossberg, 2009: 28).
Sin embargo, sostiene Restrepo, más allá de estas afirmaciones empiezan los debates. Incluso no existe un consenso sobre qué constituye la especificidad de los "Estudios Culturales" y las características distintivas señaladas por Restrepo también son compartidas por el crítica cultural marxista y, en particular, por la Escuela de Frankfurt (Kellner, 2002). Como veremos más adelante, la relación con el marxismo es uno de los debates fundamentales que se presentarán en la próxima periodización, la cual es también un posicionamiento ante las divergentes genealogías realizadas sobre los "Estudios Culturales": si bien deben destacarse diferentes tradiciones de estudios sobre la cultura y, particularmente, distintas teorías y estudios críticos de la cultura, estas breve historia comienza en el contexto británico porque se considera que es allí donde se dio origen a un programa con rasgos originales que, si bien pueden (y deben) empalmarse con otras perspectivas, sus aportes característicos permiten considerarlo una unidad aparte.



Orígenes de los Cultural Studies
La historia de los "Estudios Culturales" ha sido muchas veces analizada desde una perspectiva de historia de las ideas (Williams, 1997) y en ello ha colaborado Stuart Hall, quien se fue convirtiendo en uno de sus principales referentes mientras acompañaba los vaivenes del proyecto intelectual. Durante una Conferencia en 1990 se preguntó "¿no surgieron los estudios culturales en ese momento en que me encontré por primera vez con Raymond Williams o en la mirada que cruzamos con Richard Hoggart?" (Hall, 2010 [1992]: 51). Sin embargo, existen otros aspectos que deben destacarse para comprender mejor los orígenes de los Cultural Studies en Gran Bretaña
Hay consenso en afirmar que el surgimiento de los "Estudios Culturales" estuvo marcado por el contexto de la posguerra y el desencanto de la intelectualidad de izquierda luego del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética y la invasión rusa a Hungría que aplastó el gobierno de Imre Nagy, ambos en 1956. La ruptura que esto provocó en el Partido Comunista de Gran Bretaña, promovió la organización de un grupo de intelectuales en lo que se llamará la New Left y la publicación de sucesivas revistas que marcaron la época: The Reasoner, Past and Present y New Left Review. Los debates y publicaciones desarrollados en este marco generaron condiciones para una productiva creación dentro del marxismo. "Los estudios culturales no habrían existido, y ciertamente no habrían sobrevivido los años setenta, sin el enorme programa de traducción del trabajo europeo emprendido hacia finales de los sesenta y en los setenta por la New Left Review. El proyecto de la segunda Nueva Izquierda fue crucial, junto con otros pocos editores de ese tiempo, de traducir libros que no estaban todavía disponibles para nosotros. Por vez primera nos trajeron, en inglés, los trabajos más notables de la Escuela de Frankfurt, luego de Benjamin, y luego de Gramsci" (Hall, 2010 [1990]: 22).
En este contexto se publican tres libros considerados fundacionales de los "Estudios Culturales": The Uses of Literacy de Richard Hoggart en 1957, Culture and Society de Raymond Williams en 1958 y The making of the English Working Class de Edward Palmer Thompson en 1963. Estas publicaciones abordaron grandes transformaciones políticas y sociales en relación con los cambios culturales en la clase obrera: Hoggart lo realiza en la Inglaterra de posguerra, Thompson para los años de la Revolución Industrial y Williams desde entonces hasta 1950. Estos tres textos fueron fundamentales, según Hall porque "No sólo tomaron la "cultura" en serio como una dimensión sin la cual las transformaciones históricas, pasadas y presentes, simplemente no podían pensarse adecuadamente, sino que fueron en sí mismos "culturales"" (2010 [1980]: 30). De esta manera produjeron una ruptura tanto con el pensamiento académico que entendía a la cultura de manera idealista y civilizadora como con aquellas versiones del marxismo que se aferraban a la metáfora de base-superestructura para ver a la cultura como reflejos y determinaciones del sustrato económico. Para salir de estos esencialismos, Williams afirmó en el prólogo de Culture and Society que era necesario avanzar hacia una "teoría de la cultura como una teoría de las relaciones entre elementos pertenecientes a todo un modo de vida" (2001 [1958]: 8), frase que sintetizaba las búsquedas iniciales que orientaron los "Estudios Culturales".
Sin embargo, esto no significó una ruptura con el marxismo, sino que a través de este programa de investigación se realizará una productiva apropiación de autores como Gramsci y Lukács desde los cuales se disputará la interpretación de Marx contra las versiones más deterministas y economicistas. Esto puede verse con claridad en la noción de "clase obrera" desarrollada por Thompson: "La formación de la clase obrera es un hecho de historia política y cultural tanto como económica. No nació por generación espontánea del sistema fabril. Tampoco debemos pensar en una fuerza externa –la Revolución Industrial– que opera sobre alguna materia prima de la humanidad, indeterminada y uniforme, y la transforma, finalmente, en una "nueva estirpe de seres". (…) La clase obrera se hizo a sí misma tanto como la hicieron otros" (Thompson 1989 [1963]: 203-204). Para Thompson (y Williams) la clase obrera no es un sujeto pasivo modelado por la estructura productiva, sino que a través de prácticas, ideas, aspiraciones, tradiciones, experiencias, los trabajadores imprimen su sello sobre aquello que la condiciona. De esta manera se manifiesta el énfasis puesto en la autoactividad de la clase obrera (Meiksins Wood, 1983), en contraste con las visiones deterministas del marxismo vulgarizadas desde la Unión Soviética; una noción que trasladada hacia todos los sujetos por medio del concepto de agency se volverá característica de los "Estudios Culturales".
Pero como ha señalado Williams (1998), esta prolija "historia idealista" no expresa el proceso de conformación de los "Estudios Culturales" ni hace justicia con muchos que no vivieron el éxito editorial de los autores consagrados: mucho antes de la publicación de aquellas investigaciones "Estudios Culturales tenía una actividad extrema en la educación de adultos" (1997: 190). En la década de 1940 Hoggart, Thompson, Williams, entre otros, se incorporaron como docentes a la Workers Educational Association dando clases de literatura e historia social. A través de esta actividad en estrecho vínculo con los trabajadores, manifestaban su compromiso político y alimentaban su trabajo intelectual, resolviendo de una manera práctica dilemas clásicos de la intelectualidad que volverán a aparecer en generaciones posteriores de los "Estudios Culturales".
Por otra parte, Kellner (2002) sostiene que, al igual que todo fenómeno cultural, no pueden comprenderse a los "Estudios Culturales" sólo por su contexto político y los debates de la época, sino que debe privilegiarse la consideración sobre las características del capitalismo de posguerra. Según el autor, en estos años alcanzan su cúspide los procesos de producción fordista que venían desarrollando desde hace décadas la producción estandarizada en masa y se expandían ahora a productos culturales que daban lugar a formaciones más variadas y conflictivas que aquellas predominantes en la etapa anterior. Paralelamente a ello, la consolidación del Welfare State abrirá progresivamente el mercado a la nueva producción cultural inspirada en el modelo estadounidense, promoviendo tensiones en las tradiciones obreras británicas que serán objeto de estudio e intervención de los "Estudios Culturales". Como ha señalado Hoggart (2013) [1957] "En muchos aspectos de la vida, la producción masiva ha sido beneficiosa; culturalmente, lo malo producido en masa dificulta el reconocimiento de lo bueno. (…) Encontrar el camino en semejante laberinto no es tarea sencilla, sobre todo porque los artífices del entretenimiento son propensos a ahuyentar el pensamiento subversivo" (187-188). En este contexto, sostiene Kellner (2002), la actividad intelectual y docente de los precursores de los "Estudios Culturales" debe entenderse como una apuesta por comprender mejor estos procesos de cambio social y cultural en la Gran Bretaña de la posguerra e influir en ellos a través de un proyecto de orientación socialista.

Los "Estudios Culturales" luego del Centre for Contemporary Cultural Studies
Una segunda etapa se inició con la fundación del Centre for Contemporary Cultural Studies (CCCS) de la Universidad de Birmingham en 1964 bajo la dirección de Hoggart. Como ha comentado Hall, "La idea de fundar el Centro de Estudios Culturales Contemporáneos fue originalmente un proyecto de Richard Hoggart. Una vez nombrado profesor de inglés, introdujo la idea en la Universidad de Birmingham. Lo que dijo, de hecho, era que quería continuar su trabajo de La cultura obrera en la sociedad de masas (…) El departamento respondió con incredulidad y consternación. Habiéndolo contratado, no podían prohibirle que fundara el Centro, pero no le asignaron dinero para ello." (Hall, 2010 [1990]: 18-19). Por esta razón el desarrollo de los trabajos del Centre será muy limitado en sus primeros años, haciéndose lugar entre los departamentos de Inglés y Sociología, ocupando el espacio de unos edificios abandonados durante la Segunda Guerra Mundial y sin posibilidad de dar cursos de posgrado hasta la década de 1980. En 1968 Stuart Hall reemplazó a Hoggart en la dirección del CCCS y progresivamente fue tomando preeminencia como figura emblemática del programa en estudios culturales al coordinar gran cantidad seminarios y de investigaciones desarrolladas en este marco y convertirse en su principal difusor tanto en Gran Bretaña como otros países del mundo.
En estos años de un lento y dificultoso proceso de institucionalización, se irán profundizando estudio y debates en torno a temáticas como género, clase, etnicidad, raza, nacionalidad, educación, medios de comunicación, entre otros. Esta multiplicidad de temáticas modifica el eje de interés de las primeras publicaciones que abordaron grandes transformaciones políticas y sociales en relación con los cambios culturales en la clase obrera. Hall (2010) [1992] sostiene que hubo dos "interrupciones" en el trabajo del CCCS que contribuyeron a ello. La primera de ella alrededor del feminismo, que obligó a una reorganización del campo de estudio que incorpore una noción extendida de poder que trasciende el espacio público y se inserta en el ámbito privado, abriendo la cuestión personal a lo político, dando cuenta de la centralidad del género y la sexualidad para entender el poder, obligando a retomar el diálogo entre la teoría social y el psicoanálisis. Por otra parte, la cuestión de raza irrumpió luego de una larga lucha contra una ausencia inconsciente y que luego trajo una modificación decisiva en el trabajo intelectual de Hall que a partir de Policing the Crisis [1978] focalizará sus preocupaciones teóricas sobre el tema. Pero lo que descentró y dislocó el transcurso tranquilo del CCCS, según Hall, fue el llamado "giro lingüístico": "la reconfiguración de la teoría obligó a pensar en las cuestiones de la cultura a través de las metáforas del lenguaje y textualidad, lo cual constituye un punto más allá, donde ahora deben ubicarse siempre, necesariamente, los estudios culturales (Hall, 2010 [1992]: 59).
En este convulsionado contexto intelectual, el CCCS se había propuesto tres ejes de trabajo (CCCS, 1964): uno histórico-filosófico, dedicado al estudio de la cultura y los cambios sociales contemporáneos; otro de sociología de la literatura y el arte, donde se realizaría un intercambio con distintas disciplinas para analizar la recepción de estas obras; y por último, otro crítico-valorativo (critical-evaluative), donde se estudiaría el arte popular y la cultura y la comunicación de masas. Sin embargo, según Turner (2003), los trabajos más desarrollados en los primeros años fueron sobre los medios masivos de comunicación, recuperando y criticando estudios que desde hacía décadas venían realizándose en Estados Unidos: "The result was a concentration on the ideological 'effectivity' of the media (a more general and indirect idea of the process of determination) rather than on their behavioural 'effects'. This was an inquiry into structures of power, the 'politics' of the media". Stuart Hall's replacement of Richard Hoggart as director centrally influenced this shift of emphasis" (Turner, 2003: 64). Pero, según ha comentado Grossberg (2009) a partir de su experiencia en el CCCS durante 1968, la diversidad y las polémicas al interior del Centre no se restringían a estas diferencias de énfasis sino que eran parte constitutiva del programa de estudios puesto que "se vivió más como un sentido de malestar e insatisfacción, y estaba articulado como crítica y como búsqueda, más que como una visión completa y positiva de alternativas coherentes" (Grossberg, 2009: 23).
Sin embargo, los "Estudios Culturales" no se restringieron al Centre de la Universidad de Birmingham. Williams y Thompson continuaron sus propias líneas de investigación en la Universidad de Cambridge y Leeds, respectivamente, publicando nuevos libros que serán sumamente influyentes: Marxism and Literature y The Poverty of Theory, respectivamente, ambos en 1978. Estos trabajos dan cuenta del creciente acercamiento a la obra de Gramsci y la decidida polémica con el marxismo estructuralista que en esos años alcanzaba gran difusión a través de la obra de Althusser. También Hall publicará en esos años trabajos críticos a la obra del filósofo francés, tales como "Marx's notes on method: a 'reading' of the 1857 Introduction" de 1973 y "Signification, representation, ideology: Althusser and the post-structuralist debates" de 1985. Pero a diferencia de los otros autores abogará por una mayor integración con el marxismo estructuralista con la intención de superar las debilidades del paradigma "culturalista" de Williams y Thomspon: "La tensión experiencial de este paradigma, y el énfasis en los agentes creativos e históricos, son los dos elementos clave en el humanismo de la posición descrita. Por consiguiente, cada uno de ellos concede a la experiencia" un papel autentificador en cualquier análisis cultural. Se trata, en última instancia, de dónde y cómo la gente experimenta sus condiciones de vida, las define y responde a ellas (…) Y como constantemente dirigen el análisis más tradicional hacia el nivel de la experiencia, o hacen una lectura de las demás estructuras y relaciones en forma descendente a partir del punto privilegiado de cómo son "vividas", se caracterizan pues propiamente (si bien no adecuada ni plenamente) como "culturalistas" en su énfasis" (Hall, 2010 [1980]: 37).
En esta crítica Hall recurre a la definición de la cultura como "modo de vida", presente en el prólogo de Culture and Society antes citado, la cual es característica de la tradición culturalista norteamericana (Crehan, 2004: 59), y sostiene que las escasas referencias al concepto de ideología pueden subsanarse desde una perspectiva estructuralista. Sin embargo, contra esta aseveración, podría realizarse otra lectura de aquel libro y de Marxism and Literature. Particularmente en éste último libro, ya publicado para la fecha en que Hall realiza la crítica, el uso de la noción de "hegemonía" establece una ruptura con cualquier tipo de "culturalismo" y representa un avance sobre la perspectiva estructuralista: éste concepto cumple un rol central para comprender la totalidad del proceso social de manera que la ideología no aparezca como un fenómeno inconsciente e impuesto por la clase dominante (lo cual sería el caso de Althusser) y señalar el permanentemente dinamismo, las contradicciones y los vínculos con las relaciones económicas y de poder que poseen los procesos culturales. "La hegemonía no es solamente el nivel superior articulado de la "ideología" ni tampoco sus formas de control consideradas habitualmente como "manipulación" o "adoctrinamiento". La hegemonía constituye todo un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad de la vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las percepciones definidas que tenemos de nosotros mismos y de nuestro mundo. (…) Es decir que, en el sentido más firme, es una "cultura", pero una cultura que debe ser considerada asimismo como la vívida dominación y subordinación de clases particulares" (Williams, 1997 [1978]: 131-132).
Por otra parte, la concentración en el trabajo académico realizada en estos años irá distendiendo la estrecha relación entre actividad política e intelectual de la primera etapa que incluía la participación en debates de la izquierda marxista y la actividad docente orientada hacia trabajadores y vinculada a sindicatos. De todas maneras, esto no implicó un desentendimiento total de la política sino que, como se indicará más adelante, las prácticas y los debates irán acompañando los giros hacia otras formas de politicidad que van desde la disolución hasta la fragmentación de los sujetos políticos.

Expansión y giro en los Estudios Culturales
Hacia la década de 1980, los "Estudios Culturales" ganan mayor influencia en el mundo académico angloparlante a partir de la consolidación del CCCS que se transforma en el Departament of Cultural Studies y el boom de este programa en los Estados Unidos. Del otro lado del Atlántico, los Cultural Studies empalmaron con las tradiciones norteamericanas en estudios de la cultura y alcanzaron una rápida acogida en el ámbito académico, creando centros de estudios y posgrados y otorgando becas, que les permitirá ganar así un creciente influjo en otras universidades del mundo, particularmente en América Latina donde posteriormente también fueron conformándose cátedras y carreras de posgrado. Contrariamente a esta tendencia, en el año 2002 el Departament of Cultural Studies de la Universidad de Birmingham fue clausurado abruptamente a pesar del rotundo rechazo manifestado por académicos del país y el mundo.
Uno de los ejes de la polémica durante los años 80 y 90 estuvo concentrado en los límites y las posibilidades que traía aparejada la institucionalización del programa de estudios, algo que debe destacarse teniendo en cuenta que es un debate bastante descuidado por estos lares en las búsquedas de financiamiento, becas y cargos de gestión gubernamental. Al respecto, poco antes de su fallecimiento, Williams sostuvo que si bien desde consolidación académica el programa "es más profesional, más organizado y funciona con recursos adecuados. Por otro lado, subsiste el problema del olvido del verdadero proyecto" (Williams, 1997: 195). Williams llamaba la atención sobre el creciente distanciamiento respecto a la gente que no hace del trabajo intelectual una forma de vida, de manera que se relegaba el proyecto político e intelectual vinculado a los trabajadores que caracterizaba a los "Estudios Culturales". Por esta razón sostenía que el futuro de los "Estudios Culturales" estaba en la recuperación de ese vínculo a través de la educación de adultos: "si estamos preparados para aceptar ese tipo de trabajo y revisar el programa y la materia lo mejor que podamos, en este ámbito que permite esa clase de intercambio, entonces "Estudios Culturales" tiene sin duda un futuro notable" (Williams, 1997: 199).
Sin embargo las tendencias al otro lado del Atlántico amenazaban aún más la disolución del proyecto original, también porque en "Estados Unidos, por ejemplo los "estudios culturales" han llegado a ser un paraguas para casi todo, y al preguntar si alguien hace o no estudios culturales es improbable obtener la respuesta que uno quiere." (Hall, 2010 [1990]: 27). La conferencia "Cultural Studies Now and in the Future", realizada en la Universidad de Illinois durante 1990, da cuenta tanto de la centralidad de la academia norteamericana como de los cambios producidos en los "Estudios Culturales" alrededor de estos años. En aquel país el multiculturalismo y las políticas de representación irrumpieron con gran fuerza promoviendo la valoración de las diferencias culturales en la esfera pública como una manera de eliminar las subordinaciones sexuales, raciales y de clase (Yúdice, 2002: 340). "Siempre que una teoría extranjera cruza el Atlántico, tiende a perder muchos de los matices políticos o de clase relacionados con su contexto (como lo demuestra la evaporación de gran parte de los matices propios de la teoría francesa). Pero no hay un caso más notable de este proceso que lo que ocurre con la actual reinvención americana de lo que fue en Inglaterra una cuestión de militancia y un compromiso con el cambio radical" (Jameson, 1998: 92).
En el encuentro de Illinois Hall volvió a advertir sobre el giro que se estaba produciendo, aunque el tono de su presentación fue bastante conciliador: "queda la duda insistente de que esta textualización abrumadora de los propios discursos de los estudios culturales de alguna forma constituya el poder y la política como asuntos exclusivamente del lenguaje y de la textualidad misma. Ahora, esto no quiere decir que no crea que los asuntos de poder y lo político estén siempre anclados en las representaciones, que siempre sean asuntos discursivos. Sin embargo, hay formas de constituir el poder como un fácil significante flotante que simplemente deja vaciados de cualquier significación el crudo ejercicio de poder y las conexiones entre poder y cultura. Eso es lo que interpreto como el momento de peligro de la institucionalización de los estudios culturales en este mundo profesional de la vida académica estadounidense bien financiado, enormemente elaborado y altamente enrarecido" (Hall, 2010 [1992]: 62-63].
Pero las raíces de este giro se encuentran en elementos característicos de la institucionalización y expansión del programa de estudios, al intentar incluir bajo la misma denominación a un conjunto heterogéneo de intereses y visiones. En aquella Conferencia, Hall enfatizó aquello que Grossberg (2009) había señalado para el CCCS durante los años sesenta: "Los estudios culturales tienen múltiples discursos; tienen muchas historias diferentes. Es todo un conjunto de formaciones; tiene sus propias coyunturas y momentos diferentes en el pasado. Incluyó muchas clases diferentes de trabajo. ¡Quiero insistir en ello! Siempre fue un conjunto de formaciones inestables" (Hall, 2010 [1992]: 52). El único elemento aglutinante de los "Estudios Culturales" sobre el que insiste Hall tiene que ver con el rol político de los intelectuales, el cual desde su postura también goza de un importante nivel de indeterminación. [En el CCCS] "Éramos intelectuales orgánicos sin ningún punto de referencia orgánico; intelectuales orgánicos con nostalgia, con voluntad o esperanza (para utilizar la frase de Gramsci de otro contexto) que en algún punto estaríamos preparados en trabajo intelectual para esa clase de relación si tal coyuntura algún día aparecía" (Hall, 2010 [1992]: 56). Y más adelante indica que esta actividad consistía en un trabajo en dos frentes, el de "trabajo intelectual teórico" y el de transmisión de las ideas, los cuales deben realizarse al mismo tiempo a pesar de la tensión irresoluble de los dos términos. Y aquí encontramos una doble confusión. En primer lugar, no hay una tensión entre el conocimiento profundo y la difusión de las ideas: contrariamente una mayor difusión de las ideas promueve un mayor diálogo con quienes no hacen de sus ejercicios mentales una profesión y ello contribuye a comprender mejor los procesos culturales en términos de la construcción de hegemonía. Por otra parte, la noción de "intelectual orgánico" está ligada a la actividad político práctica de una organización política de clase, de manera que no se trata sólo de "difundir ideas" sino de construir junto a los sectores subalternos una herramienta de lucha por la emancipación de los oprimidos.
Aquellas loas a la multiplicidad de discursos y esta indeterminación política pueden entenderse mejor por la reformulación realizada sobre el concepto de trabajo teórico. Si bien con anterioridad Hall ya había criticado a Thompson y a Williams por considerar que "convergen en torno a los términos de una misma problemática a través de la operación de una teorización violenta y esquemáticamente dicotómica" (Hall, 2010 [1980]: 35), posteriormente planteará que las teorías deben pensarse contextualmente por lo que trabajar sobe paradigmas modernos obliga a una revisión desde el presente posmoderno. Según el autor, el pensamiento marxista o estructuralista es hoy necesariamente posmarxista y posestructuralista, puesto que de otra manera se estaría realizando un trabajo de reproducción descontextualizada de teorías (Hall y Mellino, 2011: 48). Hall considera que esta es la mejor manera de percibir el movimiento en la historia, de comprender las nuevas determinaciones que traen las nuevas circunstancias. Según le explicó a Mellino en su entrevista "me considero un autor "indisciplinado". Precisamente porque el mundo mismo se transformó en un lugar "indeterminado", donde todo está entrelazado, no puede ser analizado con conceptos o categorías rígidos. La interconexión difumina las diferencias radicales o absolutas" (Hall y Mellino, 2011: 56). Aún cuando deba reconocerse en esta perspectiva la intención de reformular las teorías a partir de la experiencia histórica y la percepción de múltiples temporalidades, es decir, las distintas tendencias de larga y corta duración presentes en cada proceso, coyuntura y acontecimientos, Hall justifica su énfasis en lo nuevo por su preferencia en resaltar lo diferente, lo peculiar que tiene cada momento: "lo que constantemente me interesa no es detectar continuidades en las diferencias, sino, por el contrario, las diferencias en la continuidad" (Hall y Mellino, 2011: 52). De esta manera su argumento pierde el equilibro y trastabilla ante procesos de larga duración que delimitan las posibilidades de acción y constituyen la argamasa de la actividad creativa.
Tras este pensamiento "sin garantías" que caracteriza a Hall (Restrepo, Walsh y Vich, 2010), hay una "gran teoría" contra las "grandes teorías", contra los "metarrelatos" y los conceptos totalizadores, razón por la cual los durante la conferencia de Illinois debió criticar las historias de los "Estudios Culturales" que enfatizan su vínculo estrecho con el marxismo: "El encuentro entre los estudios culturales británicos y el marxismo tiene que entenderse ante todo como el compromiso con un problema mas no como una teoría, ni siquiera una problemática. Empieza, y se desarrolla a través de la crítica de cierto reduccionismo y economismo que creo que no es extrínseco sino intrínseco al marxismo" (Hall, 2010 [1992]: 54). Esa visión sobre el marxismo expresa un cambio sustancial con respecto a los planteos de Williams y Thompson para quienes las limitaciones del marxismo no eran "intrínsecas", sino "extrínsecas" y se explicaban por la difusión de la sociología de Bujarin y el estructuralismo de Althusser, contra quienes, al igual que había hecho Lukács, disputaban una definición del marxismo ortodoxo. El mismo Hall en años anteriores había abrevado de manera creativa en el marxismo, pero después de mantener un vínculo ambivalente con el pensamiento de Marx se dedicó a profundizar su "apertura" hacia corrientes del posestructuralismo francés como Foucault y Derrida y del posmarxismo "deconstructuvo" de Laclau y Mouffe (Grüner, 1998: 29).
Este movimiento teórico se remonta a cambios de énfasis durante las décadas pasadas, cuando "la categoría analítica de clase social se vio crecientemente desplazada por una preferencia por la noción de vida cotidiana, de manera que el foco del análisis se trasladó de los modos cómo las fuerzas económicas y sociales determinan la conciencia de los grupos dominados hacia las maneras cómo, aun bajo las circunstancias más colonizadas, estos grupos retan y resisten a aquellas fuerzas. Este giro, a su vez, se ve operacionalizado en los 1980s, por una parte, en los movimientos de derechos humanos en las posdictaduras sureñas y las insurgencias centroamericanas, y, por otra parte, en la política de representación de los grupos de identidad (afroamericanos, chicanos, homosexuales, mujeres) en Estados Unidos" (Yúdice, 2002: 339). También en el uso de la categoría de "poder" puede verse el distanciamiento del marxismo: "Era y soy más sensible a la cuestión del modo de producción del poder que a la de una explotación económica en sentido estricto, ya que esta última me parece más "consecuencia" que "causa" del ejercicio del poder" (Hall y Mellino, 2011: 58-59). Esta inversión de los términos de análisis del materialismo dialéctico es justificada por una lectura descafeinada de concepto gramsciano de "hegemonía" que luego es cuestionado por improductivo para el análisis de las sociedades contemporáneas mientras propone su reemplazo o "articulación" por el concepto foucaultiano de "gubernamentalidad". Como ha señalado Jameson (1998: 125-126), "La problemática del poder, como fue reintroducida sistemáticamente por Weber y mucho más tarde por Foucault, constituye un gesto antimarxista, cuyo propósito era reemplazar el análisis en términos de modo de producción", lo cual implica una pérdida de la perspectiva de la totalidad del sistema y atenta contra algunos aspectos del declamado "contextualismo radical".
Según Kellner (2002), estos cambios son parte de un "giro posmoderno" que se produce en los años de auge neoliberal y que se manifiesta en la creciente disociación de los estudios culturales respecto de la economía política y la teoría social crítica, mientras se focalizan los análisis sobre la construcción del sentido del gusto, el consumo y las identidades híbridas: "El capital ya tiene ahora una misión cultural. Los cultural studies deben hacer un intento por sondear esta controvertida dimensión de la coyuntura actual, aunque, como dije antes, esta coyuntura también está constituida por la economía del capitalismo global, y a este respecto los cultural studies no tienen mucho que decir, no es su materia" (Hall y Mellino, 2011: 39). Este desentendimiento de la economía política no sólo manifiesta una ruptura con el marxismo sino que cuestiona el mismo principio de interdisciplinariedad de los "Estudios Culturales". No se trata de una simple crítica de las ausencias, como defendió Grossberg (2009) a los "Estudios Culturales" de sus detractores, sino un reclamo de "contextualismo radical", de no romper los vínculos y determinaciones fundamentales para la comprensión de nuestro objeto de estudio.

Tras la pretendida diversidad constitutiva de los "Estudios Culturales", se da lugar a una serie de ambigüedades teóricas que diluyen sus supuestos rasgos específicos y relegan al olvido el proyecto original para su apropiación por burócratas académicos y programas grises. Esto llega al extremo de que el principio de "politizar la teoría y teorizar la política", que aparece como fundamental en todos los autores, podría tener una significación ambivalente, porque se considera que los "Estudios Culturales" "son políticamente contextuales, ya que lo que en un contexto determinado puede ser políticamente progresista en otro puede ser abiertamente reaccionario" (Restrepo, 2012: 158). Más allá del pensamiento político del autor (que puede suponerse "progresista") no queda claro si existe una determinación política en "Estudios Culturales" que incluya unas orientaciones y excluya a otras.
La ambigüedad teórica y política de los principales difusores de los "Estudios Culturales" permite trasladar las críticas que Restrepo hace a la denominación de "Estudios Culturales Latinoamericanos" a todo el programa de estudio en sus versiones contemporáneas: "Se termina aplanando heterogeneidades irreductibles para subsumirlas a una etiqueta que sólo tiene sentido en el mercado académico globalizado desde criterios y principios de inteligibilidad marcadamente estadounidenses" (Restrepo, 2012: 175).
Quizás la disputa por definir las especificidades de los "Estudios Culturales" no tenga sentido en tanto se establezcan cortes a los debates y aportes de otros "estudios sobre la cultura". En todo caso, si hay que establecer una distinción, probablemente sea más productivo realizarla según una perspectiva teórica y política que puede hallarse en las primeras búsquedas de Hoggart, Williams, Thompson y otros, en el reconocimiento de sus fundamentales aportes, pero no debe limitarse a ellos. Y aquí el marxismo todavía tiene mucho que decir, el marxismo vivo, actualizado y renovado, no empequeñecido por agregados "post" que ocultan una abdicación política y teórica. Una de sus primeras palabras podrían ser aquellas escritas por Hall: "La brecha entre la teoría y la práctica sólo se supera con el desarrollo de una práctica en su propio derecho. Es una práctica la que debe reunir la teoría y la práctica. Tiene que ser hecha" (Hall, 2010 [1990]: 24). De todas maneras, para no caer en el marasmo bien intencionado del populismo, se deberá recordar la advertencia de Jameson: "Más allá está la utopía, también en juego, verdaderamente, en estas páginas, allí donde se hallan las más oscuras formas de diversión y celebración grupal o narcisista. Pero también ésta debe ser nombrada; si no se la nombra su media vida cae a una velocidad increíble por el conflicto con la luz turbia y el aire contaminado de la realidad actual" (Jameson, 1998: 43).



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