ESTRUCTURAS DEFENSIVAS MEDIEVALES EN EL CORREDOR DE ALMANSA (ALBACETE)

August 25, 2017 | Autor: J. Simón García | Categoría: Arqueologia Medieval, Edad Media, Castillos Medievales
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Descripción

II CONGRESO DE HISTORIA DE ALBACETE Del 22 al 25 N ovielTIbre de 2000

II EDAD MEDIA

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES "DON JUAN MANUEL" DE LA EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE Serie III - Congresos, Seminarios, Exposiciones y Homenajes - Núm. 4 ALBACETE 2002

Cubierta:

Retrato de los Reyes Católicos en la capitular historiada del cuaderno de Alcabalas. Xilografía 1484. (A.H.P. AB.)

CONGRESO DE HISTORIA DE ALBACETE (2°.2000. Albacete)

11 Congreso de Historia de Albacete: [actas] del 22 al25 de noviembre de 2000.-- Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses "Don Juan Manuel" , 2002. 4 v.: il.; 31 cm.. -- (Serie 111 - Congresos, seminarios, exposiciones y homenajes; 3-6) Contiene: v. 1. Arqueología y Prehistoria. v. 2. Edad Media. v. 3. Edad Moderna. v. 4. Edad Contemporánea. ISBN 84-95394-39-1 1.Albacete-Historia-Congresos y asambleas. 1. Instituto de Estudios Albacetenses "Don Juan Manuel". 11. Título. 111. Serie. 94 (460.288) (063)

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES "DON JUAN MANUEL" DE LA EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE, ADSCRITO A LA CONFEDERACIÓN ESPAÑOLA DE CENTROS DE ESTUDIOS LOCALES, CSIC

Las opiniones, hechos o datos consignados en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores.

D. L. AB-612/2üü2 (11) I.S.B.N. 84-95394-39-1 (Obra completa) I.S.B.N. 84-95394-41-3 (Tomo 11)

Maquetación, fotomecánica e impresión: Gráficas Ruiz, S. L. Juan de Toledo, 44 Teléfono: 967 217 261 02005 Albacete

ESTRUCTURAS DEFENSIVAS MEDIEVALES EN EL CORREDOR DE ALMANSA (ALBACETE) José Luis SIMÓN GARCÍA Universidad de Alicante

1.- INTRODUCCIÓN El Corredor de Almansa es uno de los pasos naturales entre la Meseta y el SE peninsular y lugar de tránsito desde el litoral mediterráneo alicantino hasta las tierras albaceteñas. Esta situación le confiere unos rasgos de tierras de transición en todos los aspectos ya sean geológicos como climáticos y biológicos, circunstancias éstas que han determinado, en todo momento, a los grupos humanos allí asentados. Especial relevancia tiene el ser un cruce de caminos, tanto en dirección Este-Oeste, como Norte-Sur, desde Valencia hacia Murcia y Almería, característica que fue aprovechada durante milenios como lo prueba el paso por estas tierras de la Vía Heráclea, Hercúlea o Augusta (Ponce y Simón, 1986; 1988), denominaciones diversas en la antigüedad de un camino que aún hoy sigue siendo eje vertebrador del territorio (Ponce, 1989). En la actualidad, el Corredor de Almansa está conformado por los términos de Almansa, Alpera, Bonete, Montealegre del Castillo y Caudete, si bien ésta última, desde el punto de vista físico, pertenece al Alto Vinalopó (Alicante), y ha sido incluida en la provincia de Albacete en el siglo XIX. Los estudios sobre las fortificaciones de este espacio, se han limitado, por ahora, a menciones o descripciones someras (Retuerce, 1983; Ruibal, 1994), en ocasiones enmarcadas en una serie de hechos históricos escasamente estudiados (Sarthou, 1932; Rodríguez, 1974), pese al análisis exhaustivo de la documentación de la época en los últimos años (Pretel, 1981, 1986). Sin embargo, consideramos que es necesario analizar las estructuras militares medievales de forma mucho mas detallada, tanto desde el punto del análisis edilicio, precisando las plantas, secciones, tipologías y refracciones, como en su con-

texto cronológico y cultural, con los datos proporcionados por la prospección arqueológica y los datos que las fuentes documentales han aportado hasta la fecha. La arqueología del mundo tardorromano de la comarca (Ponce y Simón, 1986) apunta hacia una escasa ocupación poblacional motivada por la inestabilidad e inseguridad social del momento que afectó directamente al tránsito de bienes y personas por los caminos, al distanciamiento importante de los núcleos urbanos del momento y al número relativamente reducido de asentimientos rurales dedicados a actividades agropecuarias. Estas circunstancias llevarán hacia un despoblamiento que, con la conquista islámica de la zona, se acentuará al desplazarse los escasos habitantes hacia la seguridad de las ciudades y sus interland más próximos (Simón, 1999). Habrá que esperar hasta los momentos taifales para que se registre un núcleo poblacional islámico importante (Broncano, 1986; Broncano y Alfaro, 1997) en el Castellar de Meca (Ayora-Valencia), especialmente en su vertiente septentrional y en la cima de la meseta, (incluido el corredor en la Cora de Tudmir, aunque en sus territorios más septentrionales y fronterizos (Molina, 1972; Gutiérrez, 1996). Este núcleo poblacional reparará y modificará, al parecer, parte de las estructuras defensivas ibéricas con el fin de dotarse de un refugio en caso de peligro. La posición marginal del asentamiento, dentro de los ámbitos geopolíticos del momento, parecen señalar hacia una comunidad semiautónoma regida por un pequeño grupo militar que profesa alianzas con estructuras de poder de mayor envergadura (Azuar, 1997).

2.- EL ORIGEN DE LAS FORTIFICACIONES Pero como señala Azuar (1981), será con los almohades, en la segunda mitad del siglo XII, cuando se produzca en la zona una verdadera "eclosión fortificadora", que ha de provocar el asentamiento de poblaciones en lugares estratégicos y sobre todo con capacidad productiva como para mantener un grupo humano amplio y con posibilidades de crecimiento. Esta circunstancia permitirá un control efectivo del territorio y una explotación del mismo que ha de conducir a poder recabar unos impuestos con los cuales mantener el aparato militar y administrativo de un estado que fuese capaz de hacer frente a la cada vez mayor presión de los reinos cristianos. El Corredor de Almansa, vía hacia el sur murciano y granadino, se había convertido en una segunda línea de defensa de las incursiones cristianas, tras los límites del Júcar, por lo que su control era relativamente importante. Para ello fue necesario asentar comunidades a lo largo del corredor lo cual implicaba la necesidad de un elemento autodefensivo y de un espacio medianamente óptimo para su subsistencia. La ubicación en el territorio de estas estructuras defensi-

vas responde a aquellas áreas en la que las condiciones medioambientales para desarrollar una economía agropecuaria fueron las mas favorables. Esto fue especialmente posible en las Vegas, cuyos suelos poseen una mayor capacidad de uso y existen fuentes de abastecimiento hídrico constantes (Ponce, 1989). Por lo tanto, es allí, dada la existencia de estos condicionantes en donde se ubicaron las estructuras defensivas de la comarca -Alpera, Almansa, Montealegre, Caudete y Torre Grande-. Esta circunstancia se repite en comarcas colindantes -como las del Altiplano Yecla-Jumilla (Murcia) o el Valle de Ayora/Cofrentes (Valencia)-, y quedan en un segundo plano aspectos como la visualización, la interconexión entre las fortalezas, estrategias militares pasivas, etc. Este fenómeno posee su excepción en Bonete en donde se desarrollan unos pequeños asentamientos o alquerías en altura, como lo parece indicar el conjunto monumental del Chisnar (Sáez Díez, 1986), fechado en el siglo XI, lo cual lo relacionaría más con el Castellar de Meca. El hins almohade de Almansa llegará hasta Carcelén, Alpera y Bonete, tal y como

32 lo señalan las fuentes l , lindando con los de Ayora, lorquera, Chinchilla, Pexín, Yecla y Caudete, y uniendo el Valle del lúcar con la Costera Valenciana y los Llanos de Albacete con el Vinalopó. La tipología de estas primigenias fortificaciones fue siempre muy similar: estructuras sólidas y compactas, con apenas aberturas y ausencia de decoración, construidas habitualmente mediante la técnica de tapial. Estas características las encontraremos en la base de la Torre de Burjaharón (Fig. 1.2), hoy incluida dentro de la finca conocida como Torre Grande (Almansa), edificación que continuó la ocupación del lugar de una villa tardorromana (Ponce y Simón, 1986). Se trata de una torre situada junto a un barranco y al pie del Cerro de la Silla, con visibilidad tanto hacia el Puerto de Almansa -el camino hacia Valencia- como La Encina -el camino hacia Alicante-. Es de planta cuadrangular, de 8'75 cm. de lado (Fig. 2.2), compuesta de una planta sótano y tres plantas (García, 1988). Tan sólo la parte inferior, el sótano, conserva paredes de tapial de lTIOrtero de cal y arena, sin que en ningún momento se aprecien enlucidos hidráulicos, lo cual unido a algunos materiales cerámicos recogidos en prospección -esencialmente un ataifor con decoración impresa de palmetas bajo cubierta, y al propio topónilTIo del edificio-, apuntan hacia un origen, al menos almohade, sobre el cual se desarrolla unos cuerpos del siglo XV. El Castillo de Almansa, cabeza del his almohade (Fig. 1.1), es el de mayor envergadura e importancia por su papel central en el ámbito geográfico. Se ubica sobre el cerro del Aguila, un afloramiento de yesos y calizas en medio del llano del corredor. Desde ahí se domina el punto de unión de las rutas, circunstancia que por sí sola explicaría su relevancia y así este cruce de caminos nos llevaría hacia Aragón a través del Valle de Ayora; a Valencia por Fuente la Higuera; a Alicante por Villena; a Murcia por Yecla y lumilla y, finalmente, al interior de la Meseta por Chinchilla. Sin embargo, su posición privilegiada respecto de las vías de comunicación y su fácil defensa, no será el factor determinante de su ubicación en el lugar señalado, pues será la vega irrigada al pie del cerro la causa final de dicha elección, tal y como se aprecia en el resto de las fortificaciones del Corredor de Almansa. Tanto por los documentos, como por el análisis de las fabricas y técnicas empleadas, apoyadas en el registro arqueológico, se puede identificar la primera fase de construcción en la torre meridional del recinto superior. Se trata de una torre de planta cuadrada, efectuada mediante tapial de hormigón de cantos, arena y cal, similar a las de otras construcciones del Alto y Medio Vinalopó (Azuar, 1983). Formaría posiblemente parte de un conjunto de mayor tamaño, del cual se observan rastros en el paño occidental del recinto superior, parte de la torre septentrional y la barbacana de acceso. Quizás la estructura que envuelve al aljibe del citado recinto, pueda tratarse de una torre que fue desmochada en momentos posteriores para adecuar el espacio a los proyectos posteriores. El citado aljibe por sus características también podría pertenecer a la fortaleza primigenia. Como se puede apreciar, todos estos elementos se centran en el recinto superior, si bien en el inferior, especialmente la planta de la barbacana y algunos paramentos del recinto inferior, se podría apuntar hacia estos momentos islámicos dada la presenJ

cia de cerámicas propias del momento, especialmente, ataifores, jarras, jarritas y vasijas de almacenamiento (Fig. 5. 4-5, 8). A esta estructura militar debe de referirse Al-Idrisi, en su obra de geografía y viajes del siglo XII (Abid Mizal, 1989), en la cual también encontramos referencias a Caudete y Ayora. En torno al cerro se desarrollará la villa, de la cual hasta la fecha no se tienen constancias de que estuviera amurallada, función que bien pudo suplir la propia disposición y naturaleza de las viviendas. El Castillo de Alpera (Fig. 1.3) posee una dinámica muy similar al de Almansa. Se ubica sobre un pequeño cerro dispuesto en el centr? de una vega irrigada por una corriente permanente de agua, con escasa visibilidad sobre las tierras circundantes, lo cual nos vuelve señalar que el factor agropecuario pesa más que el defensivo o el estratégico, sin que estos se descuiden en su totalidad. La falta de excavaciones y el arrumbamiento de todo su interior sobre sí mismo, tan solo permite observar las torres y cortinas que lo circundan -desde su sector suroriental hasta el lado noroccidental- quedando el resto delimitado por un acantilado rocoso en vertical de unos tres a cinco metros, circunstancia que no significa que no estuviera cerrado por dicho sector, sino que por el momento no se aprecia paramento alguno. Las torres y cortinas se han efectuado en tapial de mampostería, tapial de tierra y cal y mampostería, estando en algunos casos formando parte de un mismo elemento. Toda la obra adaptó o modificó la estructura geológica del cerro, de modo que se encuentra adosada al mismo y circundándola en casi todo su perímetro (Fig. 3.1). Sin embargo, por el momento es difícil precisar cuáles son los elementos arquitectónicos adscritos a los momentos islámicos, reflejados ampliamente en la cerálTIica, en donde destacan los ataifores con decoraciones de manganeso sobre melado, estampillado bajo cubierta, marmitas, redomas, etcétera. La Torre de Pexín, en Montealegre del Castillo (Fig. 1.4), ubicada en el paraje de Los Vi11ares o Los Castellares, sobre una serie de lomas junto al manantial del Llano de la Consolación, en la cabecera NW de la vega del mismo nombre, se documenta en los restos de una torre de planta hexagonal (octogonal para Zuazo) (Fig. 2.1), que, en ocasiones, se ha llegado a confundir con el castillo cristiano que da nombre a la localidad. (Torres Fontes, 1985). Fue excavada a principios de siglo por el investigador local Zuazo y Palacios (1916), que vació y despositó el relleno sobre parte de las estructuras, por lo que hoy en día está casi cubierta. Se realizó en mampostería encofrada, estando los paramentos exteriores reforzados interiormente por muros escalonados realizados en el cimiento con piedra y el resto del muro en adobe de gredas locales, lo cual le confería un aspecto macizo. En el centro se aprecia una estructura circular, de piedras y argamasa de yeso y arena, cuya funcionalidad pudiera relacionarse con el empleo de la torre como molino de viento en su fase final de utilización. En ella se documentan cerámicas con decoraciones esgrafiada, cuerda seca, impresa y sobre todo vidriada en verde, manganeso sobre melado y una amplia gama de verdes azulados y amarillos, destacando los ataifores, marmitas, redomas, tinajas, alcadafe, etc. Esta torre es la que las fuentes señalan entre Yecla y Chinchilla, como única estructura militar de la zona hasta al construcción del castillo en el siglo XIV.

Con el fin de repoblar Almansa y dominar un punto clave en el paso hacia Murcia y Valencia, Alfonso X, concedió a sus habitantes los fueros de Cuenca y Requena, y una serie de territorios que ya le habían pertenecido en época de los almohades, tal y como se señala en el documento de 1264: Sepan todos quantos esta carta uieren como nos don Alfonso por la gra~ia de Dios rey de Castilla, de Toledo, de León, de Gillizia, de Seuilla, de Córdoua, de Murcia, de Jahén e del Algarbe, damos a Almanssa e a los pobladores que y son e que y serán daquí adelante estos lugares que aquí dize por termino. Alpera e Car~elén e Gonet, que los ayan con todos sus terminos e con sus aguas e sus pastos e con sus montes assi commo los auíen en tienpo de los almohades, et deffendemos que nenguno non sea osado de gelo contrallar nin de gelo embargar, ca qual quier que lo fiziesse a el e a lo que ouiesse nos tornaríemos,••.

33 Con similar dinámica se registra la Torre de Bogarra (Fig. 1.7), ubicada en el margen izquierdo de la vega de Caudete, en plena llanura, por lo que su disposición es similar al de la Torre de Burjaharón, con la cual se confunde habitualmente por su similitud toponímica y proximidad. Se trata de una torre de planta cuadrada, con una cerca de planta hexagonal de lados con diferente longitud, realizada en hormigón encofrado, cuya caja inferior o de base presenta una ligera escarpia hacia el exterior (Fig. 4.2). En la parte opuesta a la torre se encuentra una estructura semicircular en la cual se abre un pozo que llega hasta el nivel freático. Uno de los ángulos de unión entre dos lienzos se encuentra fracturado, bien por ser el acceso o por transformaciones posteriores. Rubiera (1989) relaciona esta torre con la mencionada por AI-Udri como Bqsra, en el siglo XI, si bien los materiales registrados en prospección se sitúan por el momento a partir del siglo XIII. Finalmente, y al igual que en Almansa y Alpera, el Castillo

de Caudete (Fig. 1.6), presenta elementos arquitectónicos de, al menos, momentos almohades (Doménech y Marco, 1995). Se sitúa sobre un pequeño cerro en la ladera meridional del Cerro de Las Peñicas-San Matías, lo cual le proporciona una relativa visualización, si bien controla la vega, ya sean sus excelentes tierras como los aprovisionamientos hídricos. Como el de Alpera, se encuentra derruido sobre sí mismo y por el momento no se ha efectuado investigación arqueológica alguna. Los restos de una torre en tapial de tierra y cal de su sector oriental son la evidencia más palpable de los momentos islámicos, reflejados en las fuentes, y referidos habitualmente a Capdets. Como se puede apreciar y ya señalado en su día por Azuar, será en época almohade cuando se configuren en casi la totalidad las fortalezas en la comarca, variando en su tamaño en función de la población asentada en su entorno, su papel estratégico y el organigama administrativo de la zona.

3.- SU EVOLUCION EN ÉPOCA CRISTIANA Su evolución a partir de la conquista cristiana varió en función de aspectos políticos y militares, pues al ser frontera entre los reinos de Aragón y Castilla se crearon en la zona señoríos que, a su vez generaron otros de menor rango como mayorazgos. También se produjeron ventas y transmisiones de tierras en función de múltiples intereses familiares. Las correrías de cristianos y musulmanes en las primeras décadas del siglo XIII sólo permitieron la existencia de población allí donde existía una fortaleza y guarnición para protegerla. Esto permitía a sus moradores salvar las vidas y unos pocos enseres, ya que las cosechas y haciendas serían devastadas con regularidad, al ser la zona lugar de paso hacia el débil corazón del reino murciano, ambición de castellanos y aragoneses. El avance de las tropas aragonesas y castellanas hacia Villena, y la debilidad del rey murciano, llevaron a las exiguas guarniciones y poblaciones musulmanas a pactar su rendición de forma individual con el fin de conservar sus propiedades, costumbres y religión, pese a 10 cual muchos optaron por su traslado hacia Murcia y Granada. La voracidad de las órdenes militares, el expansionismo de castellanos y aragoneses, pese al Pacto de Cazorla, obligó a los nuevos señores feudales a dejar unas mínimas guarniciones en las fortificaciones de mayor envergadura -Almansa, Alpera y Caudete-, con el fin de tornar posesión de las mismas y evitar revueltas en la retaguardia, infiel a las causas e intereses cristinanos. Corno señala Pretel (1981) pocos son los que ven en el Corredor de Almansa -cruce de caminos y de tierras poco fértiles, frente a las vegas murcianas y granadinas-, un lugar para asentarse, a 10 que hay que añadir que tanto los soldados como los caballeros veían en la guerra un mejor oficio en donde hacer fortuna. En estos primeros momentos los castillos y torres de la comarca apenas debieron de ser modificados con respecto a su aspecto musulmán, pues ni las coronas, ni los señores y ordenes militares, a las cuales se les encomendaron su tenencia, estaban en disposición de invertir recursos económicos en ampliar la fortaleza, más aun cuando su posesión era todavía muy incierta y la exigua población existente no estaba en disposición de pagar unos impuestos con los que sufragar unas obras que seguramente no dispondrían ni de mano de obra para ejecutarlas. La finna del Pacto de Almizra 1244 dejará para el futuro en el ámbito de la corona de Castilla a las tierras del corredor. Ésta

desplegará una política de concesiones a determinados señores cuyos efectos repercutirán en la dotación a los castillos de estructuras de carácter residencial en consonancia con sus necesidades feudales, no sólo físicas, sino también políticas y sociológicas. La revuelta mudéjar de 1265, llevó a Alfonso X a reconocer los señoríos concedidos por Jaime 1, en concreto el de Alpera y su castillo, en la comarca de Almansa, a Guillen de Rocafull en 1266, el cual pudo llevar a cabo, si bien esto está por estudiar, alguna obra de mantenimiento o reforma en el castillo, tal y como se aprecian en diferentes sectores del mismo. Por otro lado, se creó un extenso señorío para el hermano de Alfonso X, Manuel, al cual se le había prometido el reino murciano, promesa que no se había llevado a efecto. El nuevo señorío para la corona de Castilla sería un estado tapón que controlaría la frontera aragonesa y el camino hacia Murcia (Pretel, 1981). Con anterioridad el rey, en 1244, había otorgado la heredad de Caudete, villa y castillo, y la Torre de Pexín a Sancho Sánchez de Mazuelo, el cual años más tarde la venge a Don Gregorio, teniente del castillo de Almansa. El alejamiento de los conflictos fronterizos en las siguientes décadas conllevó un crecimiento poblacional y con ello un incremento de la producción y el comercio que de inmediato atrajo la atención sobre dichas rentas de señores y eclesiásticos. El siglo XIV se inicia con el paso del Castillo de Caudete a la jurisdicción aragonesa y la creación en 1325 del Señorío de Montealegre, por parte de D. Juan Manuel, para su hijo natural Sancho Manuel, además de otorgarle, como centro del mismo, la Torre de Pexín. Sin embargo, su escaso tamaño y su vulnerable defensa impiden efectuar una puebla que dé consistencia y renta al nuevo señorío, por lo que se decide construir un castillo en un cerro situado a unos dos kilómetros al NE de la citada torre. El Castillo de Montealegre del Castillo es de planta trapezoidal, aprovecha la orografía de la cumbre cuyos afloramientos rocosos crean una leve meseta. Está constituido por dos torres de planta rectangular, orientadas al NE -dada la suavidad ahí de la pendiente del cerro- entre las cuales se sitúa la puerta de acceso. El resto está constituido por una cortina poligonal que sirve para crear una serie de estancias continuas que dejan un patio central en donde sitúan un aljibe. En su entorno, sobre todo en el sector oriental se crea un pequeño albacar para facilitar la puebla del lugar. Toda la obra se ejecuta del

34 mismo modo: la base de los muros de mampostería trabada con cal, cimentada sobre la roca, sobre la que se levantan muros de tapial de tierra con un enlucido de cal en su cara interior. La roca se talla al pie de los lienzos y se crea una zapata de apoyo para las torres que presentan tres cuerpos superpuestos: el inferior en piedra, el superior en tapial de tierra forrado exteriormente por un aplacado de piedras, y el último, y superior, en tapial de tierra. La guerra civil castellana entre los dos Pedro, llevó a 19 S Sancho Manuel a aliarse en el bando aragonés. Como consecuencia de este hecho, Pedro I otorga el castillo y la villa de Montealegre al Concejo de Chinchilla el cual incendió y derruyó el castillo en torno a 1365, como queda reflejado en el pleito de Dña. Constanza Manuel contra el Concejo de Chinchilla. Por tanto, se trata de un castillo edificado de nueva planta que surge y desaparece en apenas cuatro décadas y que ha dejado un ejemplo de la poliorcética del momento. Del resto de fortificaciones, sólo sabemos que D. Juan Manuel, ante los conflictos entre las coronas de Aragón y Castilla y las constantes correrías de almorávides y granadidos, desarrolla una política de obras en sus castillos que, en el caso almanseño, se sufragarán con las sanciones por el uso indebido del agua de la Acequia de Alpera y la cesión de sus tierras de regadío al concejo municipal. A esta segunda fase de obras deben de adscribirse la mayor parte del recinto inferior (Fig. 2.3), especialmente las construcciones del ala norte, que ampliaron considerablemente la fortaleza, al tiempo que le dieron un carácter residencial inexistente hasta el momento. A esta época deben de pertenecer muchas de las fábricas en mampostería del Castillo de Alpera, un uso secundario de la Torre de Pexín, quizás como molino, lo cual explicaría la estructura circular central, y toda una serie de obras en el Castillo de Caudete. La torre de Bugarra, por su propia configuración, ya estaba constituida desde su origen, sin que se aprecien añadidos o reformados. Atribuibles al siglo XV estarían la totalidad, salvo el sótano, de la Torre de Burjaharón. Son tres plantas ejecutadas en mampostería, con ángulos en sillería, en las cuales destacan una serie de aspilleras -dos en cada lado-, y en las plantas segunda y tercera, un matacán de sillería en la parte más elevada y sobre la puerta del la torre, sita en la cara oriental y elevada un metro sobre el nivel de suelo actual. Se aprecia el almenado en dos de sus caras, las cuales fueron recrecidas para realizar una cubierta a dos aguas, con una entrada de palomar. Presenta varios vanos de ventana, unos de la época de su realización y otros posteriores. Entre los primeros destaca el situado sobre la puerta con reja de época, y otro en la cara sur remarcado por sillares. Con posterioridad se desarrolló toda una estructura de elementos habitacionales y agropecuarios, conformando una planta rectangular, con torres circulares en las esquinas que responden a las necesidades defensivas que el bandolerismo en los siglos XVII y XVIII provocó en una comarca tan transitada como ésta, más aún al ser la Torre Grande o de Burjaharon, venta y posta en el camino Real de Madrid-Alicante (Ponce, 1986~ García, 1988~ Pereda, 1985). En el Castillo de Almansa, en la segunda mitad del siglo XV, bajo el gobierno de Juan Pacheco, Marqués de Villena, se remodela la fortificación casi en su totalidad, tanto desde el punto de vista formal, como conceptual y decorativo. En el centro del recinto superior crea una gran torre del homenaje, de planta rectangular, de dos plantas: una inferior, utilizada como

almacén, y otra superior, de gran proyección vertical cubierta con arcos nevados ojivales, en cuya clave de instalan dos escudos de los Pacheco, además de los situados en cada una de las caras de la torre, en cuya parte superior llevan una cartela epigráfica. Los elementos más destacables son un vano en cada lado: tres son puertas, y destaca la oriental cuya parte superior se desarrolla mediante un arco rebajado sobre el que de labra un arco carpanel. Todas ellas poseen un cierre de dos hojas y un sistema de tranca como cierre. En la cara occidental, se desarrolló una ventana de arco apuntado con parte luz y sendos bancos a cada lado. El acceso de la cubierta de la torre se efectuaba mediante una escalera de caracol ubicada en el ángulo NW de la torre. La sillería presenta signos lapidarios, en concreto se han registrado seis tipos hasta la fecha. A la torre de tapial del flanco meridional se le adosa un paramento curvo en su cara sur, lo cual le proporciona una aspecto redondeado, y en donde se ubica otro escudo. Entre ambas torres se crea una sala rectangular con dos alturas y se mantiene el aljibe islámico. En el recinto inferior y en la barbacana se procede a crear torres de planta circular, con escarpia en todos los casos. Dada la pendiente sobre la que se apoya en los flancos de las torres NE y SE se crean sendas troneras con sus cámaras de disparo, siendo de palo y orbe. Los accesos del castillo se sitúan en el lado suroccidental y nororiental, ambos con similar desarrollo: puertas de arco de medio punto en el primer caso y arco rebajado en el segundo -defendidas por matacanes corridos-, cierre con doble hoja y tranca de madera, para la cual se desarrollan las correspondientes gorroneras. La primera, por su pendiente, estrechez y desarrollo quebrado, parece la más antigua, apta para un acceso a pie o caballo; y la segunda, más propia para el paso de carretas, lo cual puede explicar las múltiples marcas de cuentas que se efectuaron en sus paredes. El almenado del momento esta constituido por un merlón paralalepípedo sobre el que se desarrolla un trapecio inclinado hacia el exterior. Toda la obra de este momento está decorada con un rejuntado en yeso, resaltado y desarrollado de forma circular u oval, habitual en muchas de las fortificaciones de los Pacheco. Finalmente, el recinto inferior posee una prolongación en su lado suroriental compuesto por una cortina de muralla que finaliza sobre un torreón circular que incorpora un escudo igual a los señalados. Con el gobierno de Diego Pacheco, se le incorporan dos escudos donde se resalta el linaje Girón sobre el Pacheco, ubicados en una de las torres de la barbacana y en el torreón NE del recinto inferior. Tras la incorporación del castillo a la corona a finales del siglo XV, y habiendo sido nombrado Gaspar Fabra adelantado de la zona, parece que se efectúan algunas modificaciones. Éstas se reflejan, especialmente, en la torre del homenaje, en un forjado en medio de la sala superior lo cual obligará a reformar la ventana que pasará a un arco de medio punto con una luz mucho más reducida. A partir de su abandono a mediados del siglo XVI, se emplea como cantera para la villa. Este hecho acarreará la ruina de toda su estructura interior de estancias y departamentos y el derrumbe de algunos elementos, especialmente una torre en el flanco oriental y toda el ala norte: cortinas, torres y sobre todo un edificio de dos plantas de cinco cubiertas de bóvedas de cañón. Finalmente, las restauraciones de los años cincuenta al setenta han dejado al edificio con el aspecto actual, bastante bien conservado en su recinto superior y en la barbacana y muy transformado en el recinto inferior y en las estancias que en él hubieron.

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4.- CONCLUSIONES El despoblamiento ocasionado a finales del mundo romano, incentivado por la baja productividad agropecuaria de la zona y la inseguridad -por ser una zona de tránsito alejada de los núcleos urbanos- condicionó la existencia de unos núcleos de población lo suficientemente importantes como para que desarrollasen estructuras defensivas. Sólo en Meca, acondicionando las antiguas murallas de la ciudad iberorromana, parece que se dio un núcleo de población importante, situada en los confines de la Cora de Tudmir. Con la nueva organización administrativa y militar almohade, surgen, aunque alguno puede ser algo anterior según señalan las fuentes, la casi totalidad de las estructuras defensivas del Corredor de Almansa. Así tenemos las torres, especialmente junto a caminos -Burjaharón, Bugarra y Pexín-; los castillos - Almansa, Alpera y Caudete- estos últimos, en lugares con vegas de suelos fértiles y aptos para desarrollar pequeños sistemas de irrigación, circunstancia que prevalece sobre cuestiones estratégicas, como la visualización, o militares. Esto permite explotar un territorio, controlarlo a través de la población asentada y obtener unas rentas con las que mantener un sistema militar cada vez más presionado por los reinos cristianos. Sus tipologías son diversas, si bien las torres se sitúan en llano, son de planta cuadrangular y se realizan en tapial, ya sea de hormigón, tierra y cal o mampostería. Los castillos se sitúan sobre cerros, sin demasiada altura, y se adaptan o modifican su estructura. Suelen tener una planta ovalada, empleando técnicas similares a las de las torres, con cubos cuadrados de anchos muros y cortinas longitudinales.

Con la conquista cristiana, el corredor pasa a jurisdicción de la Corona de Castilla. Se despliega, entonces, una política de repoblación y de concesión señorial que lleva a desarrollar, en los castillos, una serie de obras orientadas hacia las nuevas necesidades señoriales, tanto residenciales, como militares y sociales, todas con una fuerte carga ideológica. En este contexto surgirá el Castillo de Montealegre, como edificación ex novo y sede del señorío, mientras que en el resto se efectuaran obras de ampliación. Las circunstancias políticas del siglo XIV -como las guerras civiles de Castilla y las revueltas moriscas-, llevarán a la destrucción y abandono de castillos como el de Montealegre y Alpera. En el siglo XV se producirá, sin embargo, una separación entre los castillos y torres de la corona de Castilla, y, así, los Pacheco desplegarán una ingente serie de obras que han de transformar por completo el Castillo de Almansa y la Torre de Burjaharón, mientras que Caudete en la Corona de Aragón, se limitará a la realización de obras puntuales en función de los conflictos entre los reinos cristianos. Con el siglo XVI se inicia el abandono de todos los castiHos y torres, salvo las torres que dan lugar a ventas o caseríos agrícolas, como la Torre de Burjaharón. La mayoría se convertirá en canteras de aprovisionamiento de material de construcción. Sólo en el caso del Castillo de Almansa se han efectuado obras de restauración, sin que hasta la fecha se hayan desarrollado programas de investigación arqueológica, lo cual incide en el carácter limitado, por ahora, de los análisis anteriormente expuestos.

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