Estratificación social y preferencias musicales en Chile

July 18, 2017 | Autor: Paulina Valenzuela | Categoría: Consumo Cultural, Estratificación
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Descripción

Pontificia Universidad Católica de Chile Facultad de Ciencias Sociales Instituto de Sociología Sociología de la Estratificación Social Profesora Andrea Canales

Estratificación social y preferencias musicales en Chile Valentina Salvatierra Paulina Valenzuela Mac-Kellar Noviembre 2014

Abstract En este trabajo se analizan datos de la III Encuesta de Participación y Consumo Cultural realizada el 2012 en Chile, en particular aquella información referida a las preferencias musicales de los encuestados. Esto busca evaluar la validez de los argumentos planteados a en torno a la relación entre consumo musical y estratificación social, en particular el argumento de los consumidores omnívoros y unívoros. Revisamos la literatura y la evidencia empírica disponible sobre el tema en otros países, poniendo énfasis en las formas en que se ha buscado evaluar este argumento. Tras un análisis descriptivo de las variables de interés, establecemos modelos de regresión multinomial en que usamos categoría ocupacional como aproximación de la clase social y preferencia en lugar de consumo musical. A partir de estos modelos y usando patrones de preferencia definidos previamente, encontramos que el efecto de la categoría ocupacional sobre las preferencias musicales no resultó significativo en cuanto a la amplitud en las preferencias según perfiles, donde la edad y la educación parecen ser más importantes. En cambio, en la preferencia por alta cultura encontramos efectos de la categoría ocupacional sobre esta variable que difieren entre las categorías, tanto en magnitud como en significancia, pero concordaban con algunos de los hallazgos previos. A futuro, sería necesario introducir medidas de consumo a este análisis a modo de evaluar más directamente los argumentos esgrimidos en la literatura sobre esta relación. Palabras clave: Estratificación social, consumo cultural, preferencias culturales, preferencias musicales, argumento “omnívoro-unívoro”

Formulación del problema En el presente trabajo se explora la relación entre consumo cultural y estratificación social en Chile. En particular, estudiaremos la relación (o ausencia de relación) entre los patrones de consumo cultural en el dominio musical y la pertenencia a una clase social para ver si calza con alguno de los modelos tradicionales que han intentado esquematizar esta relación en el mundo desarrollado. El consumo cultural en general es un área que tradicionalmente se ha estudiado en un grupo selecto de países desarrollados (Torche, 2007a) y resulta relevante investigar las dinámicas en un país en desarrollo, altamente estratificado pero al mismo tiempo con altas tasas de ingreso per cápita, al menos en promedio. Además, la música posee un particular interés empírico entre las diversas artísticas. Por un lado, un 97,1% de los chilenos declara escuchar música al menos una vez al día, por lo que constituye un fenómeno que pese a su masividad no ha sido estudiado sistemáticamente en relación a la estratificación social. Además, Bourdieu sostenía que el gusto musical es la manifestación en la vida cotidiana del ejercicio del capital simbólico y como tal ha sido el foco clásico de las teorías de consumo cultural (Tampubolon, 2008). Para abordar la temática, la pregunta de investigación que guiará el presente trabajo es la siguiente: ¿Cuál es la asociación, si la hubiera, en la población chilena entre clase social y amplitud en el patrón de preferencias musicales? De los tres modelos que buscan explicar la relación entre estratificación social y consumo cultural, aquel que parece tener mayor respaldo en la evidencia es el del argumento “omnívorounívoro” (Chan y Goldthorpe, 2007a). Dicho argumento afirma, en breve, que las clases altas consumen una gama más amplia de manifestaciones culturales, incluyendo aquella cultura considerada más ‘baja’ o ‘popular, mientras que las clases más bajas tienen patrones de consumo menos variados y más restringidos a ciertos tipos de producción cultural. Evaluar la fortaleza de este modelo en el caso de Chile no solo serviría para llenar cierto vacío en la investigación, sino que también podría llegar a cumplir una función en la orientación de políticas públicas en materia cultural. Si como principio general se busca llevar a cabo políticas ‘progresivas’, en el sentido de que no favorezcan desproporcionadamente a las clases más altas, la aplicación de este principio en materia cultural justifica la adopción de una perspectiva desde la estratificación social.

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Marco teórico Como se menciona en la sección precedente, en la literatura internacional sobre la relación entre estratificación social y consumo cultural, se han defendido tres hipótesis principales sobre la relación entre ambos fenómenos que Chan y Goldthorpe (2007a) explican resumidamente. Por un lado, el argumento de la homología postula que los patrones de consumo cultural se corresponden de manera necesaria con la estructura social de una sociedad determinada. Así, esta hipótesis se confirmaría si se mostrara que los individuos de clase alta consumen ‘alta cultura’ e individuos de clase baja, cultura ‘popular’ o de masas. En segundo lugar, un argumento de individualización contradice aquel de la homología al afirmar que el peso de la estratificación social en los patrones de consumo cultural ha perdido su relevancia en las economías contemporáneas avanzadas. Así se postula que hoy hay otros factores, que pueden ser estructurales (género, edad, etnicidad o sexualidad por ejemplo) o bien fruto de construcciones identitarias absolutamente personales, que son los que configuran el gusto y consumo cultural. Por último, el argumento omnívoro-unívoro se hace cargo específicamente de los patrones de consumo cultural, y no de estilos de vida o lo que podrían ser habitus en la teoría de Bourdieu. Este argumento postula que hoy en día no ha desaparecido la influencia de la clase social, sino que se manifiesta de forma distinta a lo esperable bajo un supuesto de homología o isomorfismo entre clase social y consumo cultural. Lo que ocurre en las sociedades contemporáneas, bajo este argumento, es que los individuos en los estratos sociales más altos consumen una cantidad y rango mayor de productos culturales: abarcan no solo la ‘alta cultura’ sino también lo que se ha considerado cultura ‘media’ o ‘baja’. Ya DiMaggio (1987) señalaba que un conjunto robusto de estudios sobre preferencias y participación cultural apuntaba a la ausencia de una segmentación nítida en estos aspectos por estrato socioeconómico. Cabe notar que DiMaggio se refiere al estatus y no a la clase, por lo que afirma que un alto estatus estaría relacionado no solo con un mayor consumo de alta cultura, sino también con casi todas las otras formas de participación cultural. En el otro extremo, DiMaggio menciona estudios que indican que son los trabajadores manuales de bajos ingresos y estatus, quienes presentan mayor aislamiento y menor participación en todas las formas de expresión cultural a excepción de la televisión. Estudios empíricos posteriores, tales como García-Álvarez y otros (2007) han complejizado el argumento de omnívoro-unívoro al afirmar que el efecto de las variables socioeconómicas de educación e ingreso sobre las preferencias musicales varía según el segmento en que se ubiquen los individuos. García-Álvarez y otros (2007) operacionalizan este concepto como el número de preferencias distintas, y encuentran que el impacto de la educación sobre la amplitud de preferencias es insignificante entre quienes son clasificados como omnívoros pero sí influye de forma significativa en las probabilidades de presentar mayor amplitud de preferencias entre quienes no lo son. De forma similar, el nivel de ingreso no tiene un impacto significativo en el número de preferencias entre quienes son clasificados como omnívoros. Sin embargo, su estudio es solo de Estados Unidos; datos comparativos entre Israel, Italia, Alemania y Estados Unidos muestran que la relación entre clase y consumo de alta cultura varía de país en país (Katz-Gerro, 2002). 3

En este punto cabe detenerse brevemente en la división entre ‘alta’ y ‘baja’ cultura, y de qué forma dicha división ha sido abordada en la literatura en que basamos nuestra investigación. A través de un abordaje del desarrollo histórico de la alta y baja cultural musical, DiMaggio (1987) afirma que esta distinción fue producida a través de esfuerzos sostenidos en el tiempo por parte de los mismos grupos de estatus que harían uso de ella, frecuentemente mediante intereses comerciales. DiMaggio analiza los factores socio-estructurales que llevan a estos procesos de clasificación artística a través de cuatro dimensiones: diferenciación, jerarquía, universalidad, y fortaleza de los límites. Además, los géneros se encuentran influidos por ciertas clasificaciones hechas por la industria musical en los ámbitos comerciales, profesionales y administrativos (DiMaggio, 1987). Si bien la aplicación de estas dimensiones a las características específicas del dominio musical en Chile excede el ámbito de este trabajo, lo relevante de esta división es hacer notar que los géneros musicales no están definidos, como aquí los hemos entendido, según criterios internos a la obra musical sino según características de la estructura social en que se encuentran quienes los prefieren o consumen. Cabe notar que estudios recientes (Van Eijck y Knulst, 2005; García-Álvarez y otros, 2007) solamente toman los términos en su sentido tradicional, donde la alta cultura es la clásica, legítima, elitista o convencional y la baja cultura es lo pop, lo masivo, o lo folclórico (Van Eijck y Knulst, 2005). En cuanto a la forma en que hemos operacionalizado los conceptos de omnívoro e unívoro, es necesario en primer lugar revisar la literatura disponible sobre cómo se construyen estos perfiles de consumos. En varios casos (Goldthorpe y Chan, 2007a; López Sinta y García Álvarez, 2002; Tambubolon, 2008) los perfiles de omnívoro, unívoro, y otras categorías como “omnívoro-auditor” (Goldthorpe y Chan, 2007a) se construyeron usando análisis de clase latente para identificar variables latentes que dieran cuenta de los patrones observados en una serie de variables asociadas al consumo musical. Sin embargo, por razones del tiempo necesario para aplicar correctamente esta metodología a nuestra base de datos, optamos por generar perfiles en base a las tres variables referidas a las tres preferencias musicales declaradas, agrupándolas según un criterio sustantivo (ver metodología). Además, es indispensable justificar la elección de variables sobre preferencias musicales por encima de una medida de participación en la forma por ejemplo de asistencia a conciertos. Autores como García-Álvarez, Katz-Gerro y López-Sintas (2007) enfatizan la importancia de medir participación en actividades musicales de alta cultura, y no solo gusto, en este tipo de investigaciones. Sin embargo, la base de datos con la que trabajamos presentaba una limitación en este aspecto porque la asistencia a conciertos solo se preguntaba dividiendo entre artistas nacionales e internacionales, lo cual por sí mismo no basta para clasificarlos según géneros o determinar si eran conciertos de alta cultura. Además, observamos que no había gran variabilidad en las respuestas a estas preguntas según clase social. Esta observación nos condujo a darle más relevancia a las preferencias expresadas, bajo el supuesto de que quienes dicen escuchar música efectivamente escuchan el tipo de música que afirma preferir, y quienes van a conciertos lo hacen para aquellos géneros musicales que prefieren. Sin embargo, debemos tener conciencia de esta división al realizar los análisis de resultados: Katz-Gerro y Yaish (2010) en un estudio realizado en Israel observaron que los factores que determinan las preferencias son distintos a los que influyen en la participación cultural. Mientras que las 4

preferencias se verían más influidas por medidas de capital cultural tales como educación del encuestado y de sus padres, la participación se ve más moldeada por el ingreso. Sin embargo, los autores también observan que la relación entre ingreso y participación sí se ve mediada por las preferencias (Yaish y Katz-Guerro, 2010). Dado lo anterior, resulta relevante analizar las preferencias pero se debe tener en cuenta que existen antecedentes empíricos que indican que las preferencias no se verán influidas predominantemente por la clase social operacionalizada mediante categorías ocupacionales sino por el capital cultural o el estatus social. Además, cabe notar que siguiendo a algunos autores revisados (García-Alvarez, Katz-Gerro y López-Sintas, 2007; Van Eijck y Knulst, 2005) que separan el consumo ‘highbrow’ de la amplitud en patrones de consumo, consideramos pertinente explorar de forma separada los perfiles de preferencia según su amplitud y los patrones de preferencia por la alta cultura. En base a todos estos antecedentes, las hipótesis con las que trabajaremos a continuación son: ● En categorías ocupacionales de puestos directivos y profesionales, habrá mayor probabilidad de tener preferencias musicales más amplias respecto a categorías ocupacionales asociadas a la clase obrera/baja ● La pertenencia a una categoría ocupacional de puestos directivos y profesionales llevará a una mayor probabilidad de preferir música clasificada como alta cultura Metodologia Para contestar a la pregunta de investigación, se usó la Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural 2012, del Consejo Nacional de Cultura. En ella se caracteriza socioeconómicamente a los encuestados y además se proporciona información sobre sus patrones de consumo cultural según dominios y dentro de los dominios de acuerdo a las preferencias de géneros culturales. En el caso de este trabajo, se usó principalmente el módulo 8, sobre artes musicales y música, en conjunto con el módulo 10, sobre ocupación del jefe de hogar, y el módulo 11 sobre ingresos del hogar. I. Variables sociodemográficas La base de datos utilizada no cuenta con una variable de clase social, por lo que creamos una variable de categoría ocupacionales en base a la información que sí estaba disponible. Para ello, hicimos uso de la variable “Códigos CIUO” basada en una serie de códigos estandarizados a nivel global y producidos por la Organización Internacional del Trabajo. Los diversos códigos fueron agrupados en 9 grupos, los que utilizamos para los análisis que aquí se presentan.

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Tabla 1: Distribución de la muestra según escala ISCO Porcentaje Categorías ocupacionales que comprende válido Miembros del poder ejecutivo y cuerpos I legislativos, personal directivo de la 5% administracion publica y de empresas II Profesionales cientificos e intelectuales 13% III

Tecnicos y profesionales de nivel medio

IV

Empleados de oficina Trabajadores de los servicios y vendedores V del comercio Agricultores y trabajadores agropecuarios VI calificados Oficiales, operarios y artesanos de artes VII mecánicas y otros oficios Operadores de instalaciones y maquinas y VIII montadores IX Trabajadores no calificados

13% 7% 15% 1% 15% 10% 20%

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la III Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural 2012. N válido=3919

La decisión de usar estas categorías fue fruto de una discusión metodológica y de la creación de una variable nueva que buscaba combinar los datos de ocupación con los de situación laboral (empleador, independiente, asalariado, etc.) y nivel educacional a modo de aproximarse al esquema de clases de Goldthorpe. Sin embargo, este procedimiento resultaba con un número de casos muy pequeño en categorías como la pequeña burguesía y los trabajadores manuales, que no calzaban con las distribuciones de Torche y Wormald (2004) y nos llevaron a pensar que podría haber errores no identificados en el procedimiento. En cambio, esta escala presenta suficientes casos en todas las categorías a excepción de los agricultores y trabajadores agropecuarios, grupo que decidimos excluir de los análisis descriptivos por la misma razón. Consideramos que si bien la escala empleada finalmente no es un indicador perfecto de la clase social, sí resulta ser útil para aproximarse al menos a una diferenciación por clases. Además de la variable de categorías ocupacionales, incorporamos a nuestros modelos el ingreso del hogar, la edad, el sexo y una variable dummy para distinguir entre la Región Metropolitana y el resto del país. De esta forma cubrimos las principales variables sociodemográficas y además tenemos una medida de capital económico y, hasta cierto punto, una dimensión de capital cultural en tanto éste puede encontrarse institucionalizado en el nivel educacional alcanzado.

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II. Preferencias musicales Para evaluar las preferencias musicales, tomamos tres variables del módulo sobre artes musicales en que se pedía a los encuestados elegir su primera, segunda y tercera preferencia de género musical. Los géneros musicales específicos incluidos en la encuesta eran 15 distintos, pero los agrupamos en categorías más amplias basadas en una categorización hecha para España (Herrera-Usagre, 2013), que permitiera distinguir géneros latinos (rancheras, cumbia, boleros, entre otras), ‘alta’ cultura (música clásica y la música fusión sofisticada como el jazz y el blues), modernos internacionales (básicamente rock y pop), y modernos urbanos (hip-hop, rap y reggaeton). Tras categorizar de esta forma las preferencias, generamos perfiles de consumidor basados en posibles combinaciones de estos cuatro grupos distribuidos entre las tres variables de preferencias. Esto dio como resultado una agrupación en base a la diversidad de preferencias musicales en tres posibles perfiles de consumo: ● Unívoro: Todos los géneros que prefiere son de una categoría ● Bívoro: Prefiere dos géneros de una categoría y un tercero de una segunda categoría ● Omnívoro: Prefiere tres géneros que pertenecen a tres categorías distintas Además de esta división por perfiles de consumo, la categorización realizada de las preferencias nos permitió crear una variable dicotómica de preferencia o no-preferencia por la alta cultura, según se tratara de individuos que en al menos una de sus tres preferencias nombraron la música docta o fusión, o bien individuos que no la nombran. A continuación se muestra la distribución de estas variables. Tabla 2: Estadísticos descriptivos de las variables de preferencias musicales Escucha música de alta cultura (N=7743) Perfil de preferencias (N=7862)

Recuento

Porcentaje válido



6230

80.5%

No Unívoro

1513 4129

19.5% 47.7%

Bívoro

3167

43.4%

Omnívoro

566

8.9%

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la III Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural 2012. Para analizar las relaciones entre estas variables, hicimos uso de modelos logísticos multinomiales dado que éstos permiten analizar variables con múltiples alternativas categóricas, y no necesariamente continuas o dicotómicas. Previamente, también realizamos algunos cruces descriptivos para tener una noción de las asociaciones que podríamos encontrar.

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Análisis de resultados I. Resultados descriptivos A continuación, presentamos los resultados obtenidos. Comenzaremos esta sección con algunos resultados descriptivos que permiten comprender la forma en que se encuentran distribuidas las variables de interés dentro de nuestra base de datos. Por una parte, se expone la relación entre las dos variables usadas para medir las preferencias musicales, y luego la relación entre cada una de estas variables y la variable de categoría ocupacional. En la tabla 3 se reporta la relación entre el perfil de preferencias musicales y la preferencia por música de alta cultura. Hay una clara tendencia a no preferir alta cultura, con un 78,8% de la muestra ubicándose en esta *Significativa al 99% de confianza en base a prueba chi-2 categoría. Al ver como varía **Elaboración propia en base a datos de la III Encuesta Nacional esta disposición entre los de Participación y Preferencia Cultural 2012. grupos, se observa una tendencia lineal al aumento de la preferencia de alta cultura a medida que se amplían los perfiles de consumo. Mientras que entre los unívoros el 96,3% no prefieren música docta, entre los omnívoros la tendencia se revierte, y una mayoría de 58,9% sí menciona la música docta como una de sus preferencias musicales. Esta relación resulta significativa a un 99% de confianza. Esto permite afirmar, en concordancia con la literatura revisada, que si bien son aspectos distintos del consumo cultural también se encuentran asociadas hasta un punto. Tabla 3: Preferencia de alta cultura según perfil de preferencia Prefiere alta cultura No Sí Total Unívoro 96,3% 3,7% 100,0% Perfil de Bívoro 69,5% 30,5% 100,0% preferencia Omnívoro 41,1% 58,9% 100,0% Total 78,8 21,2% 100,0%

Tabla 4: Perfil de preferencia según categoría ocupacional Perfil de preferencia Unívoro Bívoro Omnívoro I. Legisladores, directivos, gerentes 56,3% 38,6% 5,1% II. Profesionales 31,9% 54,2% 13,9% III. Técnicos y profesionales asociados 38,8% 53,6% 7,6% IV. Oficinistas 39,0% 54,5% 6,5% V. Trabajadores en ventas 48,7% 44,0% 7,4% VI. Trabajadores agrícolas y pesqueros 70,7% 29,3% 0,0% calificados VII. Artesanos y trabajadores relacionados 53,0% 39,3% 7,7% VIII. Operadores de fábrica y máquinas 48,7% 43,8% 7,4% IX. Ocupaciones elementales 60,0% 33,2% 6,9% Total 47,9% 44,1% 8,0%

Total 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0%

*Significativa al 99% de confianza en base a prueba chi-2 **Elaboración propia en base a datos de la III Encuesta Nacional de Participación y Preferencia Cultural 2012.

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En la tabla 4 se describen los perfiles de preferencias musicales según categoría ocupacional. Se observa una tendencia a la univorosidad, con un 47,9% de la muestra ubicándose en este perfil de preferencias. Cuando se observa el cambio entre los perfiles según categoría ocupacional se ve que entre las categorías más alta la proporción de encuestados unívoros disminuye significativamente: entre los oficinistas desciende a un 39%, entre los técnicos y profesionales asociados a un 38,8% y entre los profesionales a un 31,9%. La categoría de los miembros del poder ejecutivo, legislativo y cuerpos directivos pareciera ser la única excepción, donde de hecho la proporción de univorosidad sube a un 56,3%, lo cual podría deberse a una preferencia exclusiva de música docta, o a la baja cantidad de casos que tiene esta categoría ocupacional. Tabla 5: Preferencia de alta cultura según categoría ocupacional Prefiere alta cultura No Sí Legisladores, directivos, gerentes 71,3% 28,7% Profesionales 60,0% 40,0% Técnicos y profesionales asociados 70,6% 29,4% Oficinistas 80,0% 20,0% Trabajadores en ventas 80,8% 19,2% Trabajadores agrícolas y pesqueros 87,8% 12,2% calificados Artesanos y trabajadores relacionados 82,8% 17,2% Operadores de fábrica y máquinas 85,2% 14,8% Ocupaciones elementales 86,6% 13,4% Total 78,2% 21,8%

Total 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0%

*Significativa al 99% de confianza en base a prueba chi-2 ** Categoría de trabajadores agrícolas y pesqueros no reportada por bajo N. ***Elaboración propia en base a datos de la III Encuesta Nacional de Participación y Preferencia Cultural 2012.

En la tabla 5 se reporta la relación entre categoría ocupacional y preferencia de alta cultura. Como ya se había señalado anteriormente, hay una clara tendencia a no preferir música de alta cultura, con un 78,2% de la muestra ubicándose en dicha categoría. En las tres primeras categorías ocupacionales, sin embargo, se observa una mayor proporción de preferencias de alta cultura, que difiere significativamente respecto al 21,8% total: entre los legisladores, directivos y generales un 28,7% prefiere alta cultura, entre los técnicos un 29,4%, y entre los profesionales un 40%. En este último grupo la diferencia respecto al total es de más de 18 puntos porcentuales. Por otro lado, las últimas dos categorías ocupacionales también difieren significativamente respecto del total, pero esta vez debido a que la proporción de preferencia por alta cultura es considerablemente más bajo. Entre los operadores de fábrica y las ocupaciones elementales la proporción de encuestados que no prefiere alta cultura asciende a un 85,2% y un 86,6% respectivamente.

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La tabla 6 reporta la relación entre tramo etario y perfil de preferencias. Se observa que la tendencia a la univorosidad varía significativamente para todos los tramos, presentando un descenso lineal de un grupo etario a otro. Los dos grupos de mayor edad, aquellos que tienen entre 45 y 59 años, y aquellos que tienen más de 60, tienen proporciones significativamente más altas de perfiles de preferencia unívoros (59,1% y 69,3% respectivamente). Mientras, los dos grupos de menor edad son Tabla 6: Perfil de preferencias según tramo de edad considerablemente menos Perfil de preferencia unívoros, y de hecho tienen una Unívoro Bívoro Omnívoro Total tendencia al perfil bívoro, con 15 – 29 años 26,2% 56,7% 17,1% 100,0% una proporción de sólo 26,2% 30 – 44 años 40,0% 50,6% 9,5% 100,0% de unívoros entre aquellos que 45 – 59 años 59,1% 36,7% 4,2% 100,0% tienen entre 15 y 29 años, y de Más de 60 años 69,3% 29,2% 1,5% 100,0% Total 47,9% 44,1% 8,0% 100,0% 40% para quienes tienen entre *Significativa al 99% de confianza en base a prueba chi-2 30 y 44. Por otro lado, la misma **Elaboración propia en base a datos de la III Encuesta Nacional relación entre edad y consumo de Participación y Preferencia Cultural 2012. de alta cultura no muestra cambios significativos entre los grupos. II. Modelos estadísticos Para hacer el análisis estadístico, hicimos uso de regresiones logísticas multinomiales, cuyos resultados para los perfiles de preferencia se muestran en la tabla X. En primer lugar establecimos un modelo logístico que incluye las categorías ocupacionales y además variables de ingreso, nivel educativo, pertenencia a la Región Metropolitana (donde la categoría de referencia es no pertenecer a ella), y la edad. En el modelo 1 de la tabla X, se observa que al pasar de categorías ocupacionales más altas (la primera categoría es la de puestos directivos y gerenciales) a aquellas más bajas, la probabilidad de ser bívoro disminuye de forma estadísticamente significativa respecto a la univorosidad: el paso de una categoría ocupacional a la siguiente está asociado a un descenso de 0,031 en los log odds relativos. Esto puede traducirse en que el paso de una categoría ocupacional a otra aumenta el riesgo de ser bívoro por sobre unívoro en un 0,2%. En lo que respecta al efecto de la educación, se observa que la probabilidad de expandir el perfil de preferencia aumenta a medida que aumenta la educación, siendo el efecto significativo tanto para la probabilidad de ser bívoro como para la probabilidad de ser omnívoro. En el primer el paso de un nivel educativo a otro está asociada a un aumento de 0,214 en los log odds relativos, y en el segundo, a un aumento de 0,305. Esto se traduce en un aumento del riesgo de pertenecer a estas categorías de un 20,9% y un 31,7% respectivamente. Finalmente, el aumento por cada año de edad se traduce en un descenso de 0,035 en los log odds relativos. Esto implica que por cada año disminuye en un 0,4% la probabilidad de ser bívoro, y en un 0,8% la probabilidad de ser omnívoro, lo cual concuerda con las tablas descriptivas presentadas anteriormente.

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Tabla 7: Resultados de una regresión logística multinomial, perfil de preferencias musicales Modelo 1 Modelo 2 Bívoro Omnívoro Bívoro Omnívoro Categorías ocupacionales -0,031** 0,011 Ingreso del hogar -0,004* 0,002 Nivel educativo 0,214*** 0,305*** 0,211*** 0,283*** Región Metropolitana 0,032 -0,029 Edad -0,035*** -0,075*** -0,033*** -0,069*** Constante 0,752*** -0,180 0,484*** -0,282* Pseudo-R2 de McFadden Log-likelihood Observaciones

0,088 -3160,312 3785

0,105 -628,390 7862

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la III Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural 2012. Notas: a. Categoría de referencia = perfil unívoro b. ***: Significativamente estadístico a un 99% nivel de confianza c. **: Significativamente estadístico a un 95% nivel de confianza d. *: Significativamente estadístico a un 90% nivel de confianza Para evaluar el efecto de estas dos variables y comparar el modelo 1 con uno más parsimonioso, establecimos el modelo 2 de la tabla 7 eliminando la categoría ocupacional del modelo de regresión y manteniendo solamente el nivel educativo y la edad como variables independientes. Observando los resultados, se ve que se mantiene la significancia estadística del efecto de estas dos variables sobre la probabilidad de presentar mayor amplitud de preferencias, a la vez que aumenta el pseudo R2 de McFadden que decidimos usar como medida de bondad del ajuste. Por lo tanto, los resultados parecen indicar que la categoría ocupacional en realidad no es un determinante relevante de la diversidad de gustos musicales de los chilenos. Existen otros factores que parecen explicar de mejor manera las probabilidades de tener cierto perfil de consumo, como por ejemplo un mayor nivel educativo. Esto sugiere que las medidas de status podrían ser más relevantes que las de clase cuando se trata de consumo cultural. Además, indicaría que un perfil de preferencias más amplio se asocia de forma importante con los grupos etarios más jóvenes. En suma, si bien la literatura ha encontrado indicios de lo contrario, cabe notar que es posible que en el caso de Chile la amplitud de preferencias musicales esté influida más por un tema de edades y nivel educativo que por la clase. A continuación, realizamos una regresión logística multinomial con un modelo similar al anterior pero en vez de tomar el perfil de preferencias como la variable dependiente, tomamos la variable dummy de preferencia por alta cultura, donde 0 era ausencia de preferencias por la alta cultura y 1 indica que al menos una de las tres preferencias del encuestado pertenecían a

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la categoría musical de alta cultura. Con esta variable, establecimos en primer lugar un modelo incorporando las categorías ocupacionales. Tabla 8: Risk ratio de tener al menos una preferencia por alta cultura Modelo 1 Categoría ocupacional: Miembros del poder ejecutivo y cuerpos legislativos, personal directivo de la administracion publica y de empresas Profesionales cientificos e intelectuales

Modelo 2

(categoría de referencia) 1,027

Tecnicos y profesionales de nivel medio

0,830

Empleados de oficina Trabajadores de los servicios y vendedores del comercio

0,668* 0,730

Agricultores y trabajadores agropecuarios calificados

0,471

Oficiales, operarios y artesanos de artes mecánicas y otros oficios

0,654*

Operadores de instalaciones y maquinas y montadores

0,518**

Trabajadores no calificados

0,556**

Tramo de ingreso Nivel educativo Región Metropolitana Edad Constante Pseudo-R2 de McFadden Log-likelihood Observaciones

1,002 1,302*** 1,039 1,021*** 0,045***

1,003 1,375*** 1,028 1,018*** 0,027***

0,071 -1807,161 3730

0,065 -3571,840 7743

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la III Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural 2012. Notas: a. Categoría de referencia = no prefiere alta cultura b. ***: Significativamente estadístico a un 99% nivel de confianza c. **: Significativamente estadístico a un 95% nivel de confianza d. *: Significativamente estadístico a un 90% nivel de confianza

En la tabla 8 se muestran los resultados de esta regresión bajo la columna del modelo 1, mirando por separado los risk ratio de cada categoría ocupacional. Vemos que en varias de 12

ellas no hay significancia estadística, pero en el caso de los empleados de oficina y las tres categorías más bajas sí la hay. Así, en estos casos vemos que el risk ratio indica que las probabilidades de escuchar alta cultura son significativamente menores para los oficinistas, los oficiales y operarios de maquinaria, y los trabajadores no calificados que para el grupo ocupacional de puestos directivos y gerenciales. En concreto, el riesgo de preferir alta cultura disminuye en un 34% para los oficinistas, en un 35% para los oficiales, operarios y artesanos de artes mecánicas y en un 48% para los operadores de instalaciones y máquinas, en comparación a la categoría de referencia, y manteniendo todo lo demás constante. Para poder evaluar de mejor manera los resultados de este modelo, establecimos el modelo 2 de la tabla eliminando la categoría ocupacional del modelo inicial. En los resultados de odds ratio, vemos por una parte que se mantienen los efectos estadísticamente significativos, a un nivel de confianza de 99%, de la edad y el nivel educativo. Los respectivos risk ratio indican que a mayor edad aumenta el riesgo relativo de escuchar música de alta cultura, como también lo hace el poseer un mayor nivel educativo. Sin embargo, a diferencia de los resultados de la tabla 7 para perfiles de consumo, la tabla 8 muestra un menor ajuste del modelo medido a través del pseudo R2 de McFadden. Lo anterior permite afirmar que si bien la categoría ocupacional no influye de forma pareja y significativa para todas las categorías, sí hay un efecto en la probabilidad de escuchar música de alta cultura entre ciertos grupos ocupacionales. En otras palabras, la categoría ocupacional tiene un efecto diferencial sobre las probabilidades de tener una preferencia por la música de alta cultura, según su ubicación en la escala social. En suma, este resultado apoya algunos de los hallazgos resumidos por DiMaggio (1987) según los cuales los trabajadores ‘blue-collar’, de profesiones manuales, tenderían a presentar menor consumo de alta cultura mientras que en las clases profesionales y de servicio las diferencias entre ocupaciones no marcarían una diferencia significativa en este aspecto.

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Conclusiones En esta investigación hemos podido observar que los efectos de la ocupación sobre los perfiles de preferencias musicales no resulta significativa. A pesar de que las tablas descriptivas daban ciertos indicios de que en algunas de las categorías ocupacionales superiores efectivamente se daba una mayor tendencia a perfiles de preferencia amplios, a nivel de regresión éste no se sostiene. De hecho, los perfiles de preferencias musicales parecían estar explicados de mejor manera por la educación y la edad, lo cual fue evaluado en un modelo que dejaba fuera la categoría ocupacional. Por otro lado, al analizar la relación entre clase y consumo de alta cultura sí se observan asociaciones significativas para algunas categorías. En concreto, pareciera ser que las categorías ocupacionales relacionadas al trabajo manual y los oficinistas son menos dados a preferir música asociada a la alta cultura. Así, pudimos observar en el caso de Chile las múltiples complejidades de la relación entre clase social y preferencias culturales, en este caso de música. Entre otras cosas, la división entre perfil de preferencias y preferencia por alta cultura como dos dimensiones separadas resultó relevante en tanto para la última sí había un efecto más directo de la categoría ocupacional. Creemos que si bien no pudimos confirmar la validez del argumento de omnívoro/unívoro presente en la literatura internacional para el caso de Chile, este trabajo ayuda a evidenciar que no existe una homología estricta entre clases como proponía Bourdieu. A la vez, también permite afirmar razonablemente que el argumento de la individualización de otros autores tampoco tendría mucho asidero puesto que sí se observa influencia de factores sociodemográficos como la edad y el nivel educativo que trascienden las preferencias individuales. El efecto de la edad podría explicarse por los cambios en la socialización (Knulst y Van Eijck, 2005), en concreto, frente a un mundo mucho más globalizado la oferta musical se amplía bastante, y los jóvenes son más flexibles a la hora de incluir las nuevas tendencias dentro de sus gustos: tienen mayor acceso a la tecnología, asisten en mayor medida a festivales musicales y conciertos, etc. Por otro lado la influencia de la educación ha sido reportada ampliamente en la literatura (López-Sintas y García-Álvarez, 2002), y a grandes rasgos se podría explicar porque los sujetos más instruidos tienen una mayor exposición a diversas manifestaciones culturales, y por ello son más dados a internalizar una variedad de gustos más amplia. Esta investigación se ha enfocado fundamentalmente en preferencias musicales reportadas por los propios encuestados. Sería interesante contrastar nuestros resultados con aquellos que surjan de un estudio sobre consumo musical, observando qué tan correlacionadas están las preferencias con el consumo efectivo. En esta línea, harían falta investigaciones más profundas capaces de incorporar patrones de consumo más específicos a las preferencias que están siendo estudiadas en las encuestas culturales a nivel nacional y, eventualmente, bases de datos que permitan observar la evolución de estos patrones en el tiempo, para poder respaldar de forma empíricamente rigurosa los argumentos planteadas en torno a los perfiles de omnívoro y unívoro en su totalidad, en torno a lo que postulan sobre los patrones de consumo y la evolución en el tiempo de los mismos. 14

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