Estrategias de cortesía verbal en las peticiones en el español mexicano y en el japonés

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Descripción

UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA CENTRO UNIVERSITARIO DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES DIVISIÓN DE ESTUDIOS HISTÓRICOS Y HUMANOS DEPARTAMENTO DE LETRAS

ESTRATEGIAS DE CORTESÍA VERBAL EN LAS PETICIONES EN EL ESPAÑOL MEXICANO Y EL JAPONÉS

TESIS

QUE PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADO EN LETRAS HISPÁNICAS PRESENTA MÓNICA ALEMÁN RODRÍGUEZ Dirigida por la

DRA. ELVIA VEGA LLAMAS Guadalajara, Jalisco a Junio 2016 0

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AGRADECIMIENTOS En primer lugar, quisiera agradecerle a la Dra. Elvia Vega por guiarme y enseñarme durante todo el proceso de esta tesis; por sus comentarios, aunque duros, que me inspiraron a estar a la altura de un tema que me apasiona y en el que seguiré esforzándome en el futuro. A mi madre, Mónica Rodríguez, que me heredó su pasión por la enseñanza y la terquedad a la que me aferré al querer continuar con este tema de investigación, aunque me hiciera sufrir. Al maestro Daisuke Kishi, porque fue uno de los primeros profesores que me hablaron sobre la cultura japonesa y, tiempo después, me dio la oportunidad de conocer su hermoso país. Le agradezco, sobretodo, la confianza que depositó en mí, porque ésta me ayudó a convertirme en profesora de Español como Lengua Extranjera y de Japonés. A mis 先生 y 先輩 de Nichiboku, por permitirme vivir el idioma japonés no sólo como alumna, sino como profesora. A mis amigos y profesores de Kanda Gaidai, por recibirme y vivir conmigo uno de los mejores años de mi vida. A mi Karyong, por ser mi alma espejo al compartir la misma pasión que yo siento por la cultura japonesa, pero por la mexicana. A mis amigos: Draven, Kralos y Neko, por sus preguntas incómodas sobre el progreso de esta tesis y por haber compartido por más de diez años su amistad y esta pasión por la cultura nipona. A mis Chocolatos, uno de mis más grandes tesoros de la carrera. A mis colegas, amigos y alumnos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, especialmente a Meche y a Kary, por levantarme el ánimo con su risa. A mi sis, Mareana López, por brindarme parte de su fuerza. A Diego Robles, cuya insistencia me hizo aceptar uno de los trabajos más difíciles que he tenido en la vida, el de traducción e interpretación, que me permitió reconocer mis habilidades e hizo que me diera cuenta de todo el camino que me falta por recorrer. Y, por último, le agradezco a mi Pororo Alejandro González Palomares, mi primer lector y corrector de estilo, por su paciencia, inteligencia e inspiración. Sin ti, esto hubiera tardado otros dos años.

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Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . Capítulo 1: La cortesía como expresión de orden cultural y espacial en la interacción . . . . 1.1. Relación espacial, cultural y lingüística . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.2. Cercanía y distancia en la cultura japonesa y en la mexicana. . . . . . . . . . . . . . 1.3. Estudios pragmáticos y Cortesía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.3.1. Intención informativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.3.2. Intención comunicativa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.3.3. Información pragmática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . 1.4. Cortesía en México y en Japón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.4.1. Cortesía verbal en el japonés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.4.2. Cortesía verbal en el español mexicano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Capítulo 2: Poder y mitigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.1. Distancia social: Eje de poder y eje de solidaridad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.2. Mitigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.3. Estrategias de atenuación y matización en la cortesía verbal . . . . . . . . . . . . . 2.4. Teoría de la imagen social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.4.1. Imagen positiva y cortesía positiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.4.2. Imagen negativa y cortesía negativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Capítulo 3: Actos de habla y concepto de petición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.1.1. Relación coste-beneficio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.1.2. Relación de direccionalidad-indireccionalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.1.2.1. Actos de habla directos e indirectos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.1.3. Opcionalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.2. Definición de exhortación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.2.1. Actos exhortativos impositivos y actos exhortativos no impositivos . . . . 3.3. Ruegos y peticiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.3.1. Estrategias de mitigación de los actos exhortativos impositivos . . . . . . . . Capítulo 4: Análisis de las muestras de habla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.1. Peticiones entre dos amigos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.1.1. Ejemplo en japonés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.1.2. Ejemplo en español mexicano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.2. Peticiones entre empleado y jefe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.2.1. Ejemplo en japonés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.2.2. Ejemplo en español mexicano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.3. Peticiones entre dos compañeros de clase . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.3.1. Ejemplo en japonés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.3.2. Ejemplo en español mexicano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Introducción En el año 2011, tuve la oportunidad de vivir en Japón gracias a un intercambio cuando me encontraba estudiando la carrera de Letras Hispánicas. Durante este viaje, no sólo fue difícil continuar con el estudio del idioma, sino que también tuve que enfrentarme al choque cultural de los códigos y reglas que existen para las relaciones interpersonales en el País del Sol Naciente. No sólo tuve que aprender gramática, sino que me vi obligada a adaptarme a la sociedad japonesa y, de manera tajante, a atender cuestiones de diferencias de poder entre mis profesores y amigos. En el transcurso de mi educación básica, fui estudiante de colegios privados donde tutear al profesor o director no se consideraba irrespetuoso. Sin embargo, la cultura japonesa me ayudó a tomar conciencia y a respetar estas normas sociales de las que yo nunca fui objeto. No sólo gracias a mis profesores de japonés, por medio de los que tuve mi primer contacto con esta cultura que me apasiona e intriga, sino por el uso de la misma lengua donde es inimaginable trascender las jerarquías sociales establecidas por la tradición. Después de comenzar a estudiar el idioma japonés, caí en la cuenta de que el español mexicano también posee una serie de estrategias de cortesía verbal empleadas no sólo con gente que se encuentra en una posición de poder, sino que hay formas de respeto hasta para gente de la misma edad. Durante el presente trabajo, se verá que las diferencias de cortesía entre el español mexicano y el japonés no son tantas como pudiera llegar a pensarse. Siguiendo con mi formación, fue hasta que me convertí en maestra de Español Mexicano como segunda lengua que comprendí que la cortesía verbal es un fenómeno que atraviesa fronteras y está presente en todas las lenguas, aunque en expresiones distintas. Y, sobre todo, que su enseñanza es fundamental para las personas que desean ser competentes en su lengua meta.

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Como estudiante y profesora de japonés como lengua extranjera, he tenido acceso a materiales didácticos que tratan el tema de la cortesía verbal, así como sus usos en situaciones comunicativas específicas que la cultura japonesa requiere. Es decir, en estos textos se enseña al estudiante ciertas estructuras morfosintácticas que responden a las necesidades culturales y sociales en Japón, como pedir ayuda a un profesor o decirle a tu jefe que no puedes trabajar la próxima semana. En estos textos, se enfatizan las diferencias entre las fórmulas que se utilizarían en un contexto informal (con un amigo o en un círculo más cercano al hablante) y el que debe emplearse cuando el interlocutor se encuentra en un nivel social o jerárquico más alto que el hablante. Asimismo, he tenido la oportunidad de trabajar como traductora e intérprete en una empresa automotriz japonesa y yo misma he observado y vivido las deficiencias que existen entre la correcta interpretación de las formulaciones más formales para los hablantes no nativos de ambas lenguas. Por el contrario, como profesora de español como lengua extranjera a estudiantes no nativos, me he dado cuenta de que el material que habla sobre cortesía verbal es escaso, pues tan sólo se mencionan en apartados sobre la gramática que tal o cual fórmula “podría usarse en situaciones formales.” Aunque existen ejercicios para peticiones, generalmente, en los textos de español como lengua extranjera no se enfatizan tanto las diferencias entre hacer una petición a un interlocutor que se encuentra en el mismo grado de verticalidad a uno que se encuentra en un nivel más alto. Es por eso que, en algunas situaciones, el hablante del español como LE parece no ser completamente competente al no saber emplear ciertas fórmulas de cortesía que la situación requiere. Para el presente trabajo, se parte del supuesto de que en las peticiones se muestran claramente los patrones socioculturales reflejados en las dimensiones gramáticas y pragmáticas de 7

los enunciados. Asimismo, que el uso específico de ciertas estructuras gramaticales de una lengua guarda una gran relación con los conceptos de distancia social, normas culturales y actos de habla y la interpretación de los participantes de estas interacciones. También, que en las mismas estructuras se proyectan actitudes de orden cultural, como puede observarse en el estudio de los actos de habla. Y, por último, que las estrategias de cortesía verbal en el español mexicano y el japonés no son tan diferentes como se piensa. El objetivo de este trabajo es explicar tan sólo una parte de los enigmas de la cortesía verbal en el español mexicano y el japonés que me motivan a desenvolverme en el estudio y la enseñanza de ambas lenguas. Es decir, se analizarán los elementos morfosintácticos que decidieron utilizar los hablantes de las muestras de habla en su contexto comunicativo para efectuar la petición, pero no su efectividad. Del mismo modo, se estudiará la razón por la que hablante decide emplear cada una de las estructuras y, también, se especificará por qué las considera como estrategias de matización en su acto de habla. La selección de las situaciones pragmáticas incluyen las relaciones entre los hablantes porque es importante considerar la razón por la que éste cree necesaria la atenuación de su acto exhortativo, cuestión que la pragmática considera imprescindible en la comunicación. En esta descripción se hablará de las diferencias y las similitudes que existen entre cada una de ellas, así como el porqué se considera que fueron utilizadas en esa situación. Por esta razón, otro de los objetivos es demostrar que todas las estructuras empleadas entre dos hablantes del español mexicano y el japonés con una distancia jerárquica social específica guardarán cierta similitud, excepto en las estrategias que no existen en el otro idioma, como el uso del pronombre usted en el español mexicano o los verbos dar/recibir que se utilizan para enfatizar las relaciones de proximidad en el japonés. Sin embargo, aunque no existan en la lengua contrastada, las 8

estrategias de mitigación utilizadas responden a la manipulación de las distancias sociales, es decir, al eje de poder y al eje de solidaridad para crear una relación de superioridad o inferioridad según el hablante lo requiera. El análisis del corpus comenzará con la revisión de los aspectos sociales de la cortesía verbal, para luego hablar de los aspectos pragmáticos de las peticiones y, por último, de los aspectos morfosintácticos. Para el análisis y contraste, se tomarán en cuenta dos situaciones pragmáticas parecidas, es decir, donde los hablantes mantengan la misma relación jerárquica, donde la petición sea equivalente en ambas lenguas. En estos ejemplos, se enfatiza el uso de ciertas estructuras morfosintácticas para plantear las condiciones previas de una petición (razonabilidad, el problema y justificar la petición), independientemente de si ésta es realizada o no. En cada situación pragmática, se explicará la información social de los hablantes, qué relación tienen entre sí y el contexto en el que se lleva a cabo el acto de habla, es decir, la situación pragmática. Después, se analizará morfosintácticamente el acto de habla donde se lleve a cabo el acto exhortativo, junto con sus enunciados de justificación que preceden o proceden al acto, en términos de distancia social y cortesía verbal. En el caso de los ejemplos en japonés, se presentará una interpretación y una traducción literal después del análisis morfosintáctico. Una vez analizados los enunciados del acto de habla donde se encuentra la estructura morfosintáctica empleada para realizar la petición, se contrastarán la del español mexicano con su equivalente en japonés. Así con cada uno de los ejemplos de actos de habla recabados para el trabajo.

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En resumen, en el capítulo 1 hablaremos de las normas culturales, la distancia social y su relación con la cortesía verbal. El capítulo 2 lo dedicamos a hablar del poder y su manifestación en el lenguaje, así como las estrategias de cortesía verbal utilizadas según esas diferencias de poder entre los hablantes. En el capítulo 3, se realizará una definición y una clasificación del concepto pragmático de acto de habla, así como un estudio de los conceptos pragmáticos que nos permiten definir el concepto de petición. El capítulo 4 está dedicado al análisis morfosintáctico y pragmático de las muestras de habla.

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Capítulo 1: La cortesía como expresión de orden cultural y espacial en la interacción Decir que países como México, con una cultura producto de la mezcla española y la prehispánica; y Japón, un país oriental, son diferentes culturalmente es una obviedad. Pese a que se considera que Japón tiene una cultura más tradicional y apegada a una serie de valores distintos al nuestro, es importante resaltar que ambas culturas cuentan, como todas, con normas y tradiciones creadas para hacer más armónica la relación entre los habitantes, para que pueda ocurrir la comunicación y, además, se pueda mantener el orden de la sociedad. Entre estas normas, se encuentran las de Cortesía, la cual se manifiesta “a través de una variedad de categorías lingüísticas: selección de pronombres de tratamiento, uso del condicional o imperfecto de cortesía, realización indirecta del acto de habla, etc.” (Escandell, 1993: p. 67), además de una serie de patrones de comportamiento no-verbal. Como hemos dicho en la introducción, en la presente investigación se hablará de la importancia del uso de estrategias de cortesía verbal en las estructuras morfosintácticas utilizadas en las peticiones en la cultura mexicana y en la japonesa para entender las relaciones de poder en el marco de los actos comunicativos. La cultura de un país se manifiesta de manera clara en la forma en la que las personas se vinculan y forman lazos con la gente que está en su entorno. Desde el parentesco entre familiares hasta las amistades formadas en la escuela, el trato que se da entre dos miembros de un grupo y los códigos que deben seguirse para preservarlos reflejarán la idiosincrasia de cada uno de los pueblos en el mundo. Como es sabido, no es posible comprender una lengua sin comprender las costumbres y las normas de una nación o una etnia, pues se tiene que atender a la dimensión antropológica de la comunicación humana, el “interpretar el significado de las conductas lingüísticas requiere el conocimiento del significado en el que están incluidas.” (Saville-Troike, 2003: 18) Hay que 12

precisar que, cuando se habla de significado, no sólo se habla del significado semántico de las unidades léxicas, sino del uso del lenguaje en situaciones concretas. La interpretación de estos significados variará de acuerdo a los conocimientos, ideas, creencias, valores y sentimientos de los miembros de una sociedad, es decir, dependerá de la manera en la que éstos conciban al mundo. El origen de esta variación reside en la pluralidad de culturas y se muestra en las reglas de interacción comunicativa. Para Clifford Geertz (1978, 23), la cultura son “estructuras de significación socialmente establecidas”. Es decir, se trata de una serie de símbolos interpretables por una serie de reglas determinadas por los individuos de una sociedad. Charles S. Peirce entiende el símbolo en oposición al icono y al índice. A partir de esto es posible inferir que no todos los actos comunicativos son necesariamente simbólicos, los hay también icónicos. Por ejemplo, una de las prácticas culturales más conocidas es el respeto que debe tenerse a los mayores. En muchas sociedades, la tradición dicta que se debe honrar y obedecer a los ancianos porque su edad representa sabiduría y experiencia. Es interesante notar que esta atribución está ligada a posiciones de poder y control y tiene su origen en discursos patriarcales donde el hombre tiene mayor autoridad que la mujer y que cualquier persona más joven que él. Por supuesto, existen algunas comunidades donde la edad tendrá más peso que el género de sus miembros. Este simbolismo edad-sabiduría-poder deriva, pues, en la formación de una serie de reglas o tradiciones que los miembros de su sociedad deberán acatar y mantener. A partir de lo anterior es posible inferir que, así como la cultura puede ser interpretada con base en las normas sociales que la comunidad establece para determinar los significados, del mismo modo es posible afirmar que la cortesía verbal es la manifestación del vínculo entre reglas

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sociales y reglas lingüísticas por antonomasia. Es decir, las reglas que se manifiestan en la cultura se muestran de manera clara en las estructuras morfosintácticas utilizadas para la cortesía verbal. 1.1. Relación espacial, cultural y lingüística En el apartado anterior se mencionó que se considera la cultura como una serie de símbolos que son interpretados por medio de códigos. De la misma manera, las estrategias de cortesía verbal son una serie de códigos que representan las estructuras sociales. Esta representación no es arbitraria, sino motivada. Es decir, la cortesía verbal guarda una semejanza con las relaciones de poder que existen en una sociedad. Al hablar de semejanza, se está hablando de iconicidad. Charles S. Peirce define el icono como un signo que remite a otra cosa (ideas, objetos, etc) en términos de sus rasgos de similitud. Por ejemplo, un mapa, que es la representación de un espacio y que es posible interpretarlo por su semejanza con el territorio que denota. En pragmática se explican de manera espacial las relaciones de poder y eso es más evidente en la cortesía verbal. Por ejemplo, Escandell Vidal habla sobre la cortesía verbal en términos de distancia social y Brown y Gilman (1960) hablan de los ejes de poder y de solidaridad para explicar las relaciones que existen entre los hablantes y la manera en la que éstos formulan sus actos de habla. Es decir, para ellos el poder implica distancia física y social entre los hablantes, la cual es icónica en la lengua. Para Edward T. Hall, el uso humano del espacio como una elaboración espacializada de la cultura (1969, 1) se llama proxémica. Esta espacialidad no es sólo física, sino social y también se presenta en el lenguaje.

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Es posible ilustrar este concepto con un ejemplo de H. Haverkate (2003: 68), quien menciona que “los árabes e hispanoamericanos suelen tomar una distancia interaccional relativamente corta y, en cambio, los suecos, británicos y estadounidenses prefieren ampliar el espacio físico”. Asimismo, los japoneses prefieren mantener una distancia física bastante marcada cuando se encuentran en un intercambio comunicativo. Elizabeth Margarita Hernández L. (2006), a su vez, describe, de manera general, el comportamiento de los latinoamericanos respecto a países europeos o Estados Unidos para comprender ciertos aspectos de distancia social: “Nosotros como Latinoamericanos tendemos a guardar una distancia muy pequeña cuando conversamos mientras que los europeos o norteamericanos, por mencionar algunos, se sienten invadidos de su espacio con una distancia tan reducida y prefieren guardar un espacio mayor. Dentro de la proxémica, encontramos también que somos un país muy afectivo o que por lo menos expresamos afecto con alguna palmada en la espalda, un abrazo, un beso opuesto a otras culturas consideradas frías para expresar sus emociones” (E.M. Hernández L., 2006, ). Sobre este tema hablaremos posteriormente. 1.2. Cercanía y distancia en la cultura mexicana y en la japonesa En el apartado anterior hablamos sobre la necesidad que tienen los individuos de respetar el espacio físico en una sociedad. En este apartado, hablaremos sobre la importancia de la distancia social en las culturas mexicana y japonesa según las teorías pragmáticas sobre el espacio durante las interacciones de los individuos. Para explicar esto, se tomará como referencia la denominación que hace Briz (2004) partiendo de las ideas de Haverkate (2003, 2004) sobre las tendencias en las relaciones interpersonales en cada cultura y cómo algunas de ellas utilizan estrategias valorizantes, o cortesía

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positiva, como lo dice Jang (2011), citando a Albelda y Briz (2010: 242), que “se emplean con el propósito positivo (colaborar, agradar, apoyar al otro) y que buscan crear o potenciar un efecto agradable en la interacción.” Un ejemplo de ellas serían los halagos, los saludos, etc. o el uso de fórmulas de tratamiento consideradas informales, como el uso del tú para aparentar cercanía. El segundo tipo de estrategias son las mitigadoras, o cortesía negativa, que busca proteger “el distanciamiento, la no intromisión, el no invadir el terreno de otro.” (Grande, 2005: 5) Un ejemplo sería el utilizar la persona usted como fórmula de tratamiento con un desconocido, utilizar por favor para hacer una petición, etc. En el próximo capítulo se hablará más detalladamente sobre las diferencias entre ambas estrategias de cortesía. Continuando con las ideas planteadas por Briz (2004, en Jang, 2011), las sociedades se clasifican en dos grandes grupos al tomar en cuenta la distancia que existe entre sus participantes y el resultado de estas diferencias reflejadas en los intercambios comunicativos. En el primer grupo, denominado cultura de acercamiento, “se observa una tendencia a mostrar cercanía social, a acortar los espacios interpersonales, a interferir directamente en la esfera privada de los demás, a establecer puentes de relación y confianza entre los interlocutores.” (Albelda y Briz, 2010: 248 y Briz, 2007 en Jang, 2011) Sobre este punto, Ji Son Jang (2011), menciona el ejemplo de la sociedad española que tiende a hacer muchos cumplidos, piropos, incluso bromas y optar por un trato más cercano al tutear a los desconocidos porque en la cultura española es importante la cercanía, el pertenecer a un grupo. Como se verá más adelante, la cultura mexicana tiende a ser una cultura de acercamiento en contraste con la cultura nipona, pero en menor medida que la sociedad española. En mi opinión, en México se utilizan fórmulas de tratamiento que podrían resultar bastante rebuscadas para los españoles, que tienden a no utilizar estrategias de matización tan complejas como las que se usan en el español mexicano. Por ejemplo, para un español que mantiene una

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relación cercana con su interlocutor no le parecerá extraño utilizar el modo imperativo para hacer una petición a su amigo (“Ayúdame”). Sin embargo, un mexicano probablemente optará por matizar su petición para no ser tan directo o brusco (“Quisiera pedirte un favor”, “¿Podrías hacerme un favor?”, etc). Siguiendo con la propuesta de Briz (2004), el segundo modelo, denominado culturas de distanciamiento, se interesa “por respetar el ámbito y el espacio personal de los demás, por mantener la diferencia y precaución, las relaciones sociales, etc.” Dentro de este tipo se encuentra la cultura japonesa, que tiende a mantener una distancia considerable, sobre todo cuando se trata de personas que son desconocidas para el hablante o se encuentran en un lugar jerárquico superior. En el capítulo dos se hablará sobre la distancia social y su influencia en los actos comunicativos. Sobre esto, Jang (2011, 132) comenta que: Un japonés suele abstenerse de hablar a un desconocido porque piensa que posiblemente este último no quiere que le hable y, de esta manera, se trata de salvar la imagen negativa del interlocutor; es decir, en la cultura japonesa hablar a un desconocido suele entenderse, más bien, como un acto amenazador de la imagen negativa del interlocutor.

En otras palabras, en Japón se cree que intentar entablar una conversación con un desconocido podría llegar a ser incomodo porque éste se vería forzado a tener una charla que, quizás, no querría tener en otras circunstancias. Yo considero que, aunque en México es más sencillo entablar una conversación con un desconocido por primera vez, también hay otras situaciones donde esta idea de ‘no molestar al otro’ podría resultar cortés en la cultura mexicana. Los puntos anteriores son, quizás, apenas un esbozo de la manera en que las distintas culturas manifiestan las reglas del manejo del espacio como resultado de las diferencias de poder

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entre los hablantes y se consideraron debido a su pertinencia para la presente investigación. Para entender la expresión de estas reglas en situaciones comunicativas, específicamente las peticiones, resulta imprescindible hablar de la Pragmática, que estudia el uso del lenguaje en una situación concreta. 1.3. Estudios pragmáticos y Cortesía Como se dijo anteriormente, la presente investigación analizará el uso específico de ciertas estructuras gramaticales en la realización de peticiones. Pero, debido a que la selección de estas fórmulas depende de las reglas sociales establecidas, lo cual es un factor extralingüístico que no es estudiado en la gramática, resultaría insuficiente detallarlos sólo desde un enfoque morfosintáctico, es decir, desde su estructura gramatical. Ya que el hablante espera una respuesta concreta a su petición, es decir, que el enunciado tiene una función comunicativa, se entiende, pues, que estos actos de habla no son enunciaciones aisladas. Estas estructuras forman parte de un intercambio comunicativo entre dos o más participantes, por lo que su correcta interpretación resulta primordial para su estudio. Dentro de la lingüística existe una rama que se encarga de estudiar estas condiciones que regulan el empleo del lenguaje en la comunicación: La pragmática. Escandell Vidal, en su libro Introducción a la Pragmática (1993), define la pragmática como “el estudio de los principios que regulan el uso del lenguaje en la comunicación; (…) las condiciones que determinan el empleo de enunciados concretos emitidos por hablantes concretos en situaciones comunicativas concretas y su interpretación por parte de los destinatarios.” El estudio con un enfoque pragmático supone, pues, que es necesario considerar ciertos factores extralingüísticos que intervienen dentro del intercambio comunicativo, como la relación que existe

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entre el emisor (la persona que realiza el enunciado), el destinatario (la persona a quien va dirigido), la intención comunicativa, el contexto verbal, la situación, etc. para poder interpretar el acto de habla. Es decir, se trata de la influencia que tienen las reglas culturales sobre las interacciones entre individuos. Como dice Graciela Reyes (1990), la pragmática estudia, en principio, “formas de producir significado que no entran por derecho propio en semántica: el subsistema estudiado por la pragmática no es totalmente lingüístico, es decir, no está siempre inserto en las estructuras de la lengua.” Desde el punto de vista pragmático, y como lo explica Escandell Vidal (1993), el lenguaje no es sólo una serie de códigos cuya lectura literal es suficiente para la buena comunicación: muchas veces existe una gran diferencia entre las palabras que se pronuncian, es decir, los significados literales y lo que se quiere decir: la intención informativa. 1.3.1. Intención informativa Para entender esto, resulta necesario explicar detalladamente lo que el autor entiende como intención informativa. Como se dijo anteriormente, dentro de la pragmática, tanto el emisor como el destinatario son elementos fundamentales que afectan directamente al acto de habla. En este caso, se le llama intención informativa a lo que el hablante pretende comunicar. Es decir, oraciones como “Cállate”, “Me duele la cabeza”, “¿Podrías guardar silencio?” y “No estoy de humor”, que son completamente distintas sintácticamente, tienen relación entre sí si se considera que, en todas ellas, el hablante desea que su interlocutor guarde silencio. Sin embargo, aunque todas podrían compartir la misma intención informativa, su formulación en ciertas situaciones depende de la relación entre los participantes, el contexto, etc.

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1.3.2. Intención comunicativa De la misma manera, para entender el concepto de petición, que se explicará posteriormente, resulta primordial entender a lo que se refieren los estudios pragmáticos al describir la intención comunicativa de un emisor. Ésta, según Escandell Vidal (1993), “funciona como un principio regulador de la conducta en el sentido de que conduce al hablante a utilizar los medios que considere idóneos para alcanzar sus fines.” Esta intención comunicativa, dice la autora, muchas veces ocurre a un nivel no-consciente para el hablante. Pero existe, pues es la razón principal por la que el hablante decide romper el silencio y hablar. La intención comunicativa no sólo es lo que el emisor quiere lograr con el acto de habla, sino lo que el interlocutor deduce al escucharlo. Es necesario, pues, que en este intercambio los dos participantes entiendan el contexto para que el intercambio comunicativo tenga éxito. 1.4.3. Información Pragmática Otro de los conceptos que se considera pertinente mencionar es la información pragmática. Ya que el presente trabajo busca contrastar las nociones de cortesía verbal y su matización dentro de las estructuras gramaticales, resaltar las diferencias que existen entre la información pragmática en la cultura mexicana y la japonesa, además de las que suceden a un nivel individual, es fundamental. Escandell Vidall (1993) la define como “el conjunto de conocimientos, creencias, supuestos, opiniones y sentimientos de un individuo en un momento cualquiera de la interacción verbal.” Estas creencias, por supuesto, están directamente relacionadas con la manera en la que el individuo concibe al mundo. Es decir, aunque parece obvio que existirán diferencias ideológicas entre los emisores a un nivel personal, se cree que estas diferencias aumentarán en gran medida si se trata de dos hablantes pertenecientes a dos culturas distintas.

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Van Dijk (1997) clasifica la información pragmática en tres tipos: Información general (información externa, que incluye el mundo y todas sus características culturales, etc); b) Información situacional (aquella que se deriva de lo que los hablantes experimentan o perciben en la interacción; y c) información contextual (la que se deriva de las expresiones lingüísticas).

Aunque el presente trabajo analizará el intercambio entre dos participantes competentes del español mexicano en una situación pragmática y dos participantes competentes del japonés, en otra, sería interesante continuar este hilo de la investigación en un trabajo posterior que se enfoque en los problemas que se presentan ante un hablante no nativo de una lengua y su inmersión en una cultura cuya información pragmática resulte muy diferente de la propia. Como el japonés y el español mexicano. Después de haber entendido algunos aspectos que influyen en la formulación de los actos de habla y su interpretación, será más fácil comprender las reglas de cortesía verbal para las peticiones en el español mexicano y el japonés. 1.4. Cortesía en México y en Japón Durante los apartados anteriores atendimos a los términos relación espacial, cultural y lingüística en relación a la cortesía, tomando algunos ejemplos de los comportamientos de los miembros de algunas culturas. Sin embargo, ahora se hablará de algunos códigos de cortesía, específicamente cortesía verbal, que existen en la cultura mexicana y en la japonesa.

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1.5.1. Cortesía verbal en el japonés En el caso de Japón, existen muchas manifestaciones de la distancia metafórica y la física. Esta tradición que valora las jerarquías sobre todas las cosas es un rasgo de las culturas que se adhieren a la filosofía del confucionismo, como China, Corea y Japón. Poniendo un ejemplo de la manifestación proxémica de esta jerarquía como distancia espacial, se encuentra la reverencia a manera de saludo. Como ya es sabido, en Japón no es común el tacto físico directo como abrazarse, besarse o incluso estrechar la mano durante los saludos. En cambio, estos saludos se llevan a cabo realizando una pequeña inclinación de la cabeza cuyo ángulo varía según el grado de formalidad del acto comunicativo. También resulta interesante mencionar que, a diferencia de la cultura mexicana, donde el contacto visual es importante para demostrar el interés que se tiene por el interlocutor, en la cultura nipona se considera invasivo. Por esta razón, el contacto visual entre los interactantes, sobre todo cuando se trata de dos desconocidos, suele ser corto. Por otro lado, los estudios de cortesía verbal plantean la representación lingüística como manifestación icónica del espacio, lo cual ocurre de manera clara en el japonés con el uso del lenguaje formal o keigo (敬語 ). Este es el modo formal en el que se conjugan los verbos dependiendo del contexto en el que se encuentra el hablante. Algunas de estas formas varían sólo en la conjugación, pero otros cambian completamente su raíz. En el keigo, existen tres niveles de formalidad: El primero es el sonkeigo (尊敬語) o lenguaje honorífico, que se utiliza para referirse a las personas que se encuentran en un grado jerárquico superior al hablante. Se utiliza como fórmula de tratamiento directo y para referirse a una persona de un rango superior, aunque no se encuentre en el momento del intercambio comunicativo. El segundo, es el kenjougo (謙譲語) o lenguaje humilde, empleado por el hablante para referirse a las personas de su círculo cercano y

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sobre sí mismo con modestia y humildad. Por último, está el lenguaje educado o teineigo (丁寧 語) que se utiliza en intercambios que no son tan formales, como con dos personas desconocidas o que se encuentran fuera del círculo íntimo del participante. Sobre el uso de estas fórmulas de tratamiento se hablará en el capítulo donde se analizarán las muestras de habla. Asimismo, en el análisis de las muestras veremos el uso de ciertos deícticos de persona utilizados como sufijos honoríficos dentro de la interacción verbal. Esto se debe a que en Japón es muy importante su uso dentro de cualquier intercambio comunicativo, porque estos expresan de manera explícita la relación que se tiene con el interlocutor. Éstos, además, se emplean después del nombre y no antes, como en el español. En este apartado se mencionarán sólo algunos de ellos, pues se consideran importantes para entender el análisis que se llevará a cabo posteriormente. En primer lugar, está el sufijo honorífico –san (さ ん), que se utiliza en la mayoría de las interacciones formales. Su equivalente en el español sería “señor”, “señora” y “señorita” y se utiliza con personas que no pertenecen al mismo círculo del hablante. En segundo lugar, se encuentra el sufijo honorífico sama (さま) que se utiliza para dirigirse a personas de un rango superior, como clientes. En tercer lugar, se encuentran los deícticos chan (ちゃん) y kun (くん), que se emplean para dirigirse a una chica o un chico menores que el interlocutor, respectivamente. El primero es comúnmente empleado entre amigas del mismo grado, sobre todo a nivel primaria y secundaria. Enseguida, se encuentra el sufijo honorífico sensei (先 生), que se utiliza para referirse a un profesor o a un doctor. Por último, senpai (先輩) y kouhai (後輩), usados para notar la relación que existe entre el hablante y el oyente. El primero, se refiere a las personas que se encuentran en un rango superior, ya sea en el trabajo o en el grado académico, y el segundo, para referirse a las personas que se encuentran en un grado inferior. 23

Cabe mencionar que todas estas estructuras morfosintácticas semejan la distancia metafórica entre las personas de un rango superior y de uno inferior, aspecto que se mencionaba en el apartado de proxémica. Sobre estos conceptos se hablará de manera más detallada en el capítulo donde se analicen las muestras de habla tomadas de series de televisión mexicanas y japonesas. 1.4.1. Cortesía verbal en el mexicano En contraste con las estructuras en el japonés, en el español mexicano se emplean estrategias de cortesía verbal que podrían considerarse equivalentes. Uno de ellos es el uso del pronombre usted como deíctico de persona usado en situaciones formales. Éste se emplea para dirigirse a personas desconocidas o consideradas de una jerarquía superior al hablante, es decir, con personas mayores, jefes o, como se hacía incluso en la generación de nuestros abuelos, para referirse a las autoridades familiares. Asimismo, en el español no hay un equivalente al lenguaje honorífico o keigo (敬語), o no se ha teorizado al respecto, como en el japonés para marcar la diferencia jerárquica que existe entre los participantes. Sin embargo, el uso del condicional puede tener una función cortés si se interpreta en términos de distancia o espacio metafórico. (Haverkate, 1994, 143). De la misma manera, el imperfecto y el futuro funcionan como estrategias de mitigación porque desplazan el centro deíctico temporal. (Norma Carricaburo, 1997: 70 en García Macías, 2002). Aunque la cultura mexicana es considerada como una cultura de acercamiento y la japonesa, de distanciamiento, ambas “son sociedades en las que hay distancia al poder” (Nakasone, 2014: 38) y en las que existe una distancia espacial y lingüística entre las personas que se encuentran en un rango jerárquico superior e inferior. Se sabe que “la cultura japonesa hace especial hincapié en

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la jerarquía y la armonía” (Schartz, 2006: 155 en Nakasone, 2014, 38), pero casi no se ha estudiado. Uno de los objetivos de este trabajo es probar que tanto en el español mexicano como el japonés existen ciertas reglas para el tratamiento que buscan mantener los vínculos de poder y afectividad que existen entre dos personas durante los intercambios comunicativos, sobre todo cuando se trata de una petición. En resumen, en la cultura nipona y en la mexicana se valora el respeto y se diferencia al ámbito y espacio personal de los demás, lo cual se refleja en los usos lingüísticos (Albelda, 2008 en Jang, 2012). En el capítulo 3 se analizarán ejemplos que demuestren que las estrategias de cortesía mitigadoras empleadas en la cultura japonesa tienen, en cierta medida, sus equivalentes en el español mexicano, lo cual demuestra que, a pesar de todo, ambas culturas atienden a las necesidades de los hablantes de preservar las posiciones de poder y su cercanía con sus iguales. Sobre la definición de poder y distancia social se hablará en el siguiente capítulo.

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Capítulo 2: Poder y mitigación En el capítulo anterior, se mencionaba que se pretende analizar la representación lingüística como manifestación icónica del espacio, es decir, la distancia social. Para comprender el concepto de distancia social, habrá que definir el concepto de relaciones de poder respecto a su uso en el lenguaje. Sobre esto,

Saville Troike (2003) expone que el lenguaje puede servir como

mantenimiento y manipulación de las conexiones y relaciones sociales individuales, lo cual puede resultar en un control social. Es decir, muchos de los indicadores lingüísticos empleados en distintas lenguas son utilizados para reforzar la estratificación social o mantener las diferentes relaciones de poder entre los grupos. Brown y Gilman definen las relaciones de poder como aquellas que ocurren entre, al menos, dos personas y es no-recíproca en el sentido de que ambos no pueden tener poder en la misma área o conducta (…) Hay muchas bases de poder –fuerza física, riqueza, edad, sexo, roles institucionalizados en la iglesia, en el estado, el ejército o dentro de la familia (Brown y Gilman, 1968: 254-255) 2.1. Distancia social: Eje de poder y eje de solidaridad La distancia social será uno de los factores más importantes durante la investigación, ya que se trata de la relación directa que existe entre emisor e interlocutor. Escandell Vidal la define como “(…) la relación que existe entre el emisor y el destinatario, tal y como la definen las propiedades de los individuos, tanto las físicas o intrínsecas (edad, sexo, etc.) como las sociales (poder relativo, autoridad (…)” (Escandell, 2005: 57). Esta relación es entablada durante el intercambio comunicativo y depende de una serie de factores sociales que pueden variar, como la 26

edad, el sexo, la posición, social, etc. y afectan directamente la manera en la que ambos participantes deciden atenuar su discurso, aspecto que se estudiará más adelante. Esta relación interpersonal ha sido clasificada por varios estudiosos. Brown y Gilman (1960) hablaban de dos ejes que afectan la relación de los interlocutores en un acto comunicativo: El eje de poder y el eje de solidaridad. El primero se refiere a las jerarquías que existen socialmente al hablar de figuras que tienen autoridad sobre otras, ya sea por tratarse de un nivel económico superior, edad, rol institucional, etc. (Brown y Gilman, 1960). Asimismo, hacen hincapié en que la relación o eje de poder “no es recíproco en el sentido de que ambas partes no pueden tener poder en la misma área de conducta” (Brown y Gilman, 1960). Como lo explica Verónica Edeso Natalías (2005), este eje “provoca tratamientos asimétricos, dado que, a través de él, se manifiestan las diferencias de poder entre los interlocutores”. Por el contrario, el eje de solidaridad se refiere al eje horizontal de las relaciones sociales. En él, “la relación de los interlocutores es de simetría” (Edeso, 2015), lo que significa que ambas partes pertenecen a un mismo círculo social, como dos compañeros de clase del mismo año, amigos, personas que ocupan el mismo puesto en una compañía, etc. Escandell Vidal retoma estos términos y los amplía en su libro La comunicación (2005), donde ella llamará eje de jerarquía al eje de poder y eje de familiaridad, al eje de solidaridad. En el primero, también se enfatiza la importancia del grado que ocupan los hablantes dentro de la jerarquía social, pero se añade otro factor que también es muy importante: los roles sociales. Escandell los define como “funciones atribuidas por la sociedad a los individuos en relación con el papel que desempeñan cada uno dentro del grupo” (2005: 9). Éstos, pues, afectan el tratamiento no sólo por la diferencia en la relación de familiaridad entre ambos, sino que es fuertemente

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influenciada por las funciones sociales que ambos deben desempeñar para no romper el orden del entorno sociocultural al que pertenecen. Hasta ahora, se han mencionado algunos conceptos pragmáticos que serán empleados posteriormente durante el análisis de algunas muestras de habla donde se realizan peticiones. Entre ellas, y una de las más importantes para la concepción del presente estudio, se encuentran la distancia vertical o el grado de jerarquía social en la que se encuentran ambos participantes y la distancia horizontal, que tiene que ver con el grado de cercanía. Estas distancias interpersonales afectan directamente a los participantes y a su manera de expresarse, por lo que es importante profundizar en su estudio. Debido a esto, en el siguiente apartado se profundizará sobre el concepto de mitigación. 2.2. Mitigación La distancia social es importante al tratar de entender la intención comunicativa de los diferentes intercambios que los hablantes tienen con las personas que forman parte de su vida. Lo más interesante es notar que, en el discurso, se utilizan distintas estrategias para enfatizar las diferencias o similitudes entre los participantes y, también, para procurar que la relación social continúe de la misma manera. Como menciona Miyoshi (2012, 35), “las acciones verbales pueden causar intrínsecamente varios grados de impacto sobre las relaciones sociales que existen entre interlocutores”. Por ejemplo, un empleado que en su discurso haga notar el grado de distancia vertical de jefe-empleado al utilizar el pronombre ‘usted’ como fórmula de tratamiento busca no molestar a su jefe y, así, conservar su trabajo. O dos amigos que utilizan apodos que reflejan su cercanía y que, de igual manera, harán más estrecha su relación al emplear esta fórmula de tratamiento que demuestra el grado de confianza que existe entre ambos.

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Para Briz (2011, en Miyoshi 2012): “(…) [La mitigación es] una estrategia de distanciamiento del mensaje, lo que hace que el productor no se responsabilice de una parte o de todo lo dicho o hecho, es decir, que su compromiso sea menor.” Esto quiere decir que el hablante no pone en riesgo su imagen, concepto que se estudiará más a fondo en el próximo apartado cuando se mencionen los principales conceptos de cortesía verbal utilizados en esta investigación. Podría decirse que, de cierto modo, el correcto uso de las fórmulas de la cortesía verbal podría permitir al hablante decir casi cualquier cosa si fuera capaz de matizarlo correctamente según las reglas de su comunidad sociocultural. Cada cultura o cada lengua tiene su propio repertorio de fórmulas que sirven como atenuación o cortesía verbal. El Instituto Cervantes (2015) define brevemente en su sitio web, como parte de su plan curricular, la importancia de estas “[…] tácticas y estrategias pragmáticas, [es decir,] todos los recursos (tanto verbales como no verbales) que el hablante de una lengua utiliza de forma consciente para construir e interpretar los discursos de forma apropiada al contexto y para interactuar con eficacia en la comunicación” como parte esencial para evaluar a un hablante de ELE (Español como lengua extranjera) como uno competente. De esta manera, un participante es capaz de comunicar e interpretar directamente los mensajes de los distintos interlocutores en los diferentes contextos en los que éste se vea envuelto. A este concepto se le conoce como competencia comunicativa y fue creado por Hymes (1972). Éste término se relaciona con las capacidades del hablante dentro de su contexto. Esto quiere decir, que el hablante debe saber “cuándo hablar, cuándo no, y de qué hablar, con quién, cuándo, dónde, en qué forma; es decir, se trata de la capacidad de formar enunciados que no solo sean gramaticalmente correctos sino también socialmente apropiados.”

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Así, los miembros de una sociedad pretenden conservar el orden de la comunidad y no molestar a los miembros del grupo al que pertenecen al hacer uso de ciertas estrategias verbales durante su comunicación, lo que se conoce como cortesía verbal y se “se manifiesta a través de una variedad de categorías lingüísticas: selección de pronombres, de tratamiento, uso del condicional o imperfecto de cortesía, realización indirecta del acto de habla, etc” (Escandell, 1993: 67). Esta selección específica de recursos gramaticales es conocida como estrategia de atenuación o matización. 2.3. Estrategias de atenuación y matización en la cortesía verbal Para Briz (2001) la atenuación es “un recurso estratégico dentro de la actividad argumentativa y conversacional que busca la aceptación del oyente, ya sea de lo dicho y del decir o del propio hablante.” Es decir, al momento de que el hablante formula su acto de habla, no sólo toma en cuenta el mensaje que quiere transmitir sino que lo codifica para que éste cumpla con una serie de reglas que lo ayudará, como se dijo previamente, a mantener sus relaciones interpersonales y a no atentar contra la persona que lo escucha. De cierta manera, el hablante no desea ser juzgado por lo que desea decir, así que lo disfraza para suavizarlo y hacerlo más apropiado de acuerdo a las normas que rigen la sociedad a la que pertenece. Finalmente, Briz (2011) describe las tres características principales de esta estrategia: “[Se trata de] una actividad estratégica interaccional: argumentativa (de mitigación, minoración o debilitamiento de la fuerza de las acciones), conversacional (para evitar tensiones y conflictos) y social (de acercamiento a otro), a partir de la cual se pretenden conseguir los fines previstos, lograr el acuerdo o aceptación del otro (aunque sólo sea social).” En algunos ejemplos que serán

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analizados en la presente investigación, se hablará más detalladamente de las estrategias de cortesía como un elemento coercitivo en los actos perlocutivos1 en una petición. Para lograr entender esto, estudiaremos detalladamente las correlaciones del uso de cortesía verbal en el intercambio comunicativo respecto al mensaje, la distancia social entre los participantes y el contexto comunicativo (Haverkate 1994): I)

La cortesía se aumenta en la medida en que es mayor la distancia entre hablante y oyente.

Retomando los conceptos mencionados anteriormente y siguiendo la idea de Haverkate (1994), se puede intuir que el uso de la cortesía verbal es directamente proporcional a la distancia entre hablante y oyente, porque ésta funciona como mediadora y permite que los estándares y reglas de una sociedad no sean alterados. Así, una conversación entre dos desconocidos seguirá una serie de patrones que no afectarán a ninguna de las partes, como la regla intrínseca de que ciertos temas no pueden ser tocados con desconocidos, como cuestiones muy personales o que, en principio, uno jamás deberá oponerse a las ideologías o afirmaciones pronunciadas por su interlocutor. En este sentido, la función de la cortesía podría simplificarse en dos aspectos: En primer lugar, para que dos personas que no tengan nada en común puedan establecer un lazo, si acaso simulado, que les permita desenvolverse sin problemas dentro de la sociedad a la que pertenecen. En segunda instancia, la cortesía verbal es una máscara que los hablantes pueden usar para evitar mostrar aquello que no desean que los otros, aquellos fuera de su círculo íntimo, perciban sobre su verdadera personalidad y, sin embargo, logren comunicar su mensaje.

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Según la teoría de los Actos de habla de Austin (1955), los actos perlocutivos son los efectos de la oración producidos en el interlocutor. Es decir, cuando el interlocutor actúa en consecuencia a un acto de habla.

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Esta distancia, sin embargo, no se refiere únicamente a la del grado de horizontalidad entre ambos hablantes. En la segunda correlación sobre cortesía, Haverkate (1994) asevera que: II)

[Ésta] se aumenta en la medida en que es mayor el poder del interlocutor sobre el hablante.

Si antes se mencionaba la distancia horizontal como herramienta para la creación de relaciones temporales, si no artificiosas, que facilitan los vínculos con el otro, el uso de la cortesía verbal también procura que el orden o estructura jerárquica se mantenga según las reglas sociales que rigen a las comunidades. De este modo, cualquier hablante competente de una lengua, al hacer uso de estas estrategias de matización cortés, reconoce que tiene un lugar en la escala de verticalidad y que debe actuar en consecuencia a él, sobre todo si se encuentra en una posición de subordinación frente a su interlocutor. El empleo de la cortesía verbal, pues, es un reflejo claro de los valores de una sociedad en la que imperan las tradiciones donde el mayor, el maestro o el jefe y su posición de dominio no deben ser cuestionados: Al contrario, siempre se buscarán formas o medidas que refuercen estas diferencias en el grado de poder de los participantes y se buscará suprimir cualquier muestra de inconformidad, pues se consideraría descortés y un acto de rebeldía. Resulta pertinente resaltar que estos preceptos no sólo existen en la sociedad nipona o la sociedad mexicana: Es un rasgo que ha permanecido a nivel universal a lo largo de varias culturas durante miles de años y que continúa en la actualidad, tan sólo que en tonalidades diferentes según las necesidades de las nuevas comunidades. Es muy importante tener en cuenta que, entonces, cuando se habla de cortesía verbal y la imperante necesidad de mantener la armonía social por medio de estructuras gramaticales que impregnen el discurso de respeto, sumisión o falsa empatía, éstas no serán aisladas o producto de 32

una cultura en particular: Cada una de estas lenguas, el español mexicano y el japonés, se han transformado para cumplir con las exigencias de sus propios hablantes. Por último, Haverkate (1994) se refiere a la intención del hablante: III)

La cortesía se aumenta en la medida en que es mayor el grado de imposición.

Cuando se habla de la intención del hablante resulta primordial definir algunos términos con los que se trabajará en el análisis de las muestras de habla durante la presente investigación. En primer lugar, se debe tener en cuenta a qué se refiere el autor cuando habla de imposición. Como se mencionó anteriormente, Austin (1955) clasificó los actos de habla en tres tipos: El acto de habla locutivo, que se refiere al simple hecho de pronunciar la enunciación; el acto de habla ilocutivo, la intención del hablante y, por último, el acto de habla perlocutivo, las consecuencias o efectos que fueron provocadas por el acto locutivo. Así, se sabe que el uso de ciertas estructuras morfosintácticas, tonos, estrategias de cortesía verbal, etc en cada acto de habla son llevadas a cabo por el hablante, de manera inconsciente o consciente, de forma premeditada para lograr su objetivo dentro del intercambio comunicativo. Dentro de la infinidad de propósitos que podrían potenciar al acto ilocutivo, o la intención del hablante, se encuentra la intención de exhortar al interlocutor para que realice una acción que él no tenía intención de llevar a cabo antes del intercambio. Aunque este término se delimitará más detalladamente en el próximo capítulo, donde también se definirá el término de petición, es importante comprender que los actos exhortativos pretenden imponer las ideas del hablante sobre su interlocutor, lo que se considera descortés. Es por esto que las estrategias de cortesía verbal resultan imprescindibles.

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2.4. Teoría de la imagen social Después de haber estudiado brevemente la relevancia de la cortesía verbal para las relaciones interpersonales que mantienen los miembros activos de una sociedad, ahora es necesario preguntarse si, en términos pragmalingüísticos, la percepción que tiene el hablante sobre sí mismo y respecto a otros afecta directamente su configuración discursiva y por qué. Para esto, se retomarán conceptos que se mencionaron de manera superficial en los apartados anteriores de este capítulo. En primer lugar, se parte de la idea de que la concepción que tiene el hablante sobre sí mismo respecto a los demás es imprescindible para la manera en la que se desenvuelve en su entorno social. Goffman (1967: 13) llama a esta percepción imagen social (face) y la define como “la valoración social positiva que una persona reclama eficazmente para sí misma” (1967, 13). Por supuesto, se refiere a que todo hablante tiene su lugar dentro de la sociedad y que buscará, en la medida de lo posible, conservarlo, pues es esta representación de sí mismo lo que le dotará de seguridad para mantener relaciones interpersonales y desenvolverse en ella. Sin embargo, como lo explica Fraser (1990: 229), ésta puede ser “perdida, mantenida o mejorada y cualquier amenaza frente a ella debe ser continuamente monitoreada durante las interacciones”. Esto quiere decir que, pese que se trata de una posesión de la que el individuo es merecedor por el simple hecho de pertenecer a un grupo, en realidad debe considerársele un lujo por el que debe esforzarse. Quizás sería pertinente preguntarse hasta qué punto el hablante es consciente de este concepto cuando se encuentra en medio de una conversación, pero, ciertamente, un hablante competente que pretende no causar ningún disturbio o poner en riesgo sus relaciones interpersonales buscará la manera de no incomodar a su interlocutor al realizar actos descorteses.

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Quizás sea por esta razón que, incluso interculturalmente, esta imagen social sea considerada una posesión preciada que, “aunque […] pueda ser su bien personal y el centro de su seguridad y su placer, la sociedad sólo se la ha prestado; se la quitará a no ser que se comporte de manera que se le considere digno de mantenerla” (Goffman, 1967: 10). Así, cualquier interacción social se convierte no sólo en un medio de relacionarse con los demás, si no en la moneda en la que los participantes deben ganarse su lugar en el mundo. Esta teoría de la sociedad como posible amenaza contra la percepción que las personas tienen sobre sí mismas, según la teoría de Brown y Levinson (1987) es, como lo comenta Marta Albeldo Marco (2005), “una visión negativa de las relaciones sociales; [pues,] […] cualquier intercambio comunicativo es potencialmente amenazante, y la misión de la cortesía sería únicamente reparar, mitigar o evitar esas amenazas”. Significaría, pues, que todos los vínculos que el hablante mantiene con la gente en su círculo, aunque teóricamente sólidos, son mantenidos por aquellas estrategias que moderan sus verdaderas intenciones o deseos. De cierta manera, éstas sólo se conservan por el cuidado que presta el hablante por no incomodar al otro, por suavizar su discurso a costa de no ser completamente honesto cuando se encuentra en un intercambio comunicativo. Sin embargo, argumentar que las estrategias de cortesía verbal son un “engaño” que podría resultar más perjudicial que beneficioso para afianzar los lazos que unen a los seres de una comunidad excluiría algunas otras funciones de la cortesía verbal que son primordiales para terminar de entender a una comunidad. Antes de continuar con este hilo de pensamiento, es importante resaltar que, como lo explica Haverkate (1994: 40), no en todos los intercambios comunicativos es necesario mitigar el

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discurso y tampoco se debe tomar en cuenta la imagen social de los participantes para realizar un intercambio, aunque se trata de situaciones muy puntuales: Si el peso de la relación es muy reducido, no hace falta aplicar una estrategia de cortesía especial; el hablante puede limitarse a la realización directa del acto de habla.

Al tratarse de una relación que no tiene antecedentes, no es necesario suavizar el mensaje que el hablante quiere hacer llegar a su interlocutor. Por ejemplo, si dos desconocidos se encuentran esperando el tren en la estación, pero éste está retrasado. El primero escucha una conversación de dos miembros que trabajan en la estación, donde mencionan que hubo un accidente en la estación anterior y que por eso los usuarios deberán esperar una hora a la llegada del siguiente tren. El Hombre1 puede decirle al Hombre2 ‘Escuché que el tren llegará en una hora’ sin necesidad de matizar su discurso, pues ninguno de ellos se conoce ni les interesa mantener una relación y un discurso directo no resulta descortés. No obstante, cuando el dependiente haga llegar esta noticia a los demás usuarios, tendrá que poner especial cuidado en su discurso y matizarlo para cuidar la imagen de la empresa para la que trabaja. Un directo ‘El tren llegará en una hora’ no será suficiente para los usuarios que se encuentran descontentos. Al contrario, podría haber más de uno que se llegara a molestar por la falta de responsabilidad que asumen los trabajadores al brindarles un mal servicio. Sería muy común que, en estos casos, la empresa utilizara estrategias de cortesía para no molestar más a su cliente. ‘Disculpe las molestias, pero el tren llegará en una hora’ es una de las opciones discursivas que resultarían más adecuadas en esta situación, aunque serían un poco insuficiente el sólo ofrecer una disculpa. Dar una pequeña explicación no exime la responsabilidad del hablante, pero demuestra que es consciente de las molestas que le está causando a su interlocutor. Un ‘Lo sentimos, hemos intentado comunicarnos con la estación X para agilizar la situación, pero no hay

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nada que podamos hacer desde aquí. Disculpen las molestias, pero el tren llegará en una hora más…’ resulta una opción mucho mejor para tratar de no enfadar más a sus clientes. Como se mencionó, sólo en situaciones comunicativas muy específicas se puede argumentar que no es necesario el uso de la cortesía verbal. Como lo dice Haverkate (1997: 38), “la cortesía no es propia de determinadas clases de oraciones, sino de locuciones emitidas en una situación específica”. Así, aunque el peso de las relaciones entre el hablante y el interlocutor sea reducido, en muchos casos se utilizarán pequeñas mitigaciones para suavizarlas, como usar el ‘usted’ para referirse al interlocutor o un ‘disculpe’ para llamar la atención de la otra persona. Por supuesto, la edad y la jerarquía social marcarán las necesidades y los parámetros que deberá tomar en cuenta cuando lleve a cabo su acto discursivo. Por otro lado, Haverkate (1997: 40) también menciona que habrá otras situaciones donde la cortesía verbal se manifiesta cuando el mensaje simplemente no se pronuncia: Cuando el peso de la imposición es muy grande, incluyendo el riesgo de amenazar la relación social de los interlocutores, el hablante preferirá no realizar el acto de habla.

En este caso, el silencio sería otra estrategia de cortesía verbal. El hablante sabe que podría atentar contra la imagen del oyente y es por eso que decide guardar silencio. Esta no-realización del acto de habla también es una especie de censura o mitigación de las verdaderas intenciones del sujeto y supone un pequeño sacrificio para él. O, dependiendo de la situación, éste funciona en su beneficio porque, al decidir no efectuar un discurso que pudiera afectar o crear un conflicto, se está evitando de antemano la molestia de tener que solucionar el contratiempo que se pudiera generar.

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Sobre este tema, Orozco (2012) realiza un trabajo sobre las razones por las que miembros de la sociedad tapatía (originarios de la ciudad de Guadalajara, México) no realizarían una petición, la cual se considera un acto impositivo. En su trabajo titulado Cortesía, imagen y razones para no realizar una petición y, a manera de conclusión, ella comenta que: Un incremento en el grado de imposición y en las diferencias de poder no implica necesariamente estrategias de cortesía negativa, ni es acertado asumir que la selección de la estrategia de cortesía que es no realizar el acto de habla está motivada por la necesidad de evitar el daño de la imagen negativa del interlocutor. (2012: 175)

Si bien podría llegar a influir en la toma de decisión de realizar o no un acto de habla, Orozco asegura que no es el factor más importante. Existen, además, variaciones que influyen y se presentan según el tipo de petición que desea realizarse, la relación que se tiene con el destinatario, la edad del hablante, su origen, etc. (Orozco, 2012: 175) No obstante, la idea que Brown y Levinson (1987) sostienen con su teoría de la imagen social se refiere a la necesidad constante del hablante por proteger sus relaciones al suavizar sus verdaderas intenciones o la manera en la que quisieran expresarse en un primer momento. Visto de esta manera, la cortesía verbal se vuelve una barrera que pretende proteger los lazos interpersonales a costa de ocultar y favorecer a los participantes para evitar cualquier tipo de enfrentamiento. Ya lo dice Haverkate en su libro, La cortesía verbal (1994), para argumentar en contra del Principio de cooperación de Grice (1975): “cuando somos corteses, no nos inclinamos a ser tan sinceros como prescribe Grice, ni tan breves, claros y precisos: la cortesía se paga con insinceridad, vaguedad y verbosidad.”

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El autor se refiere al Principio de cooperación de Grice (1975), a las que se les llegó a considerar normas comunicativas globales y en las que el hablante debe “adapta[r] [las] contribuciones conversacionales a la índole y al objetivo del intercambio verbal en el que participa.” Según Grice, existen ciertas máximas que el hablante debe seguir y se clasifican en cuatro: La primera, la máxima de calidad, se refiere a la sinceridad del hablante; la segunda, la máxima de cantidad, se refiere a la información que se requiere para efectuar el intercambio verbal; la tercera, la máxima de relación, se refiere a que todo intercambio comunicativo debe tener cierta relevancia y, por último, la máxima de modo, que se refiere a usar expresiones que sean claras y fáciles de entender para el interlocutor (Grice, 1975). Pero, volviendo a la cita de Haverkate, es interesante analizar los adjetivos que utilizó para describir la cortesía verbal. El término insinceridad, ciertamente, se refiere a la falta de franqueza del interlocutor al no expresar su verdadera opinión. Sin embargo, la falta de ella no supone que el hablante esté mintiendo al omitir ciertas cuestiones que él cree podrían afectar u ofender en caso de que se mencionaran en medio de una conversación. Ya lo dice Albeldo Marco (2002) cuando cita a Hernández-Flores: “yo creo que la razón para ser cortés no se limita a la amenaza de la imagen de los interactantes como afirman Brown y Levinson. Desde mi punto de vista la cortesía puede ser usada para aumentar y estrechar las relaciones entre los interlocutores según la particular ideología del grupo (...))” (Hernández-Flores 1999: 38). Para fines de esta investigación, la nosinceridad no será considerada como un engaño, sino una muestra de afecto o respeto, en distintos niveles, del hablante hacia el oyente. El segundo concepto, vaguedad, es difícil de refutar. Ciertamente, una de las estrategias más importantes dentro de la cortesía verbal, sobre todo en las peticiones, es la ambigüedad. El hablante tiene la libertad de aludir su intención comunicativa sin tener que ser directo o dominante. 39

Como se verá en apartados posteriores de la presente investigación, uno de los métodos de mitigación más utilizados son los actos exhortativos indirectos, en los que se realiza el ruego haciendo un pequeño rodeo, aludiendo los verdaderos deseos del hablante y cuyo mensaje espera ser correctamente descifrado por el interlocutor. En el apartado sobre peticiones se mencionará más detalladamente los métodos de cortesía verbal empleados en estos casos. Por último, la verbosidad. Evidentemente, el no poder ir al grano al formular un acto de habla hará que ésta resulte, quizás, redundante. Después de haber definido el concepto de imagen social, resulta importante ahondar en él. Brown y Levinson (1978), en su artículo “Universals in language usage: Politeness phenomena” publicado en Questions and Politeness: Strategies in social interaction profundizan en la imagen social (face) y la clasifican en dos grupos que resultan imprescindibles cuando se habla en término s de cortesía verbal en sociedades occidentales. La imagen negativa, que es el deseo del individuo de que sus actos no se vean impedidos por la sociedad, es decir, tener la libertad para actuar según sus deseos sin que los demás intervengan en su contra. El segundo grupo, la imagen positiva, es “la imagen que el individuo tiene de sí mismo y que aspira a que sea reconocida y reforzada por los otros miembros de la sociedad.” (Brown y Levinson, 1978) En otras palabras, es el deseo que tiene el individuo de ser aceptado dentro de la comunidad. En términos generales, la imagen negativa protege la individualidad y libertad de acción de los miembros de la sociedad y la imagen positiva se refiere a la pertenencia de la persona dentro de una colectividad. Puesto que cada uno de ellos responde a necesidades diferentes, también las estrategias para su protección variarán según la información pragmática. Durante los siguientes apartados, se utilizarán los términos de Haverkate (1994) para referirse a la cortesía negativa y a la cortesía positiva como cortesía de distanciamiento y cortesía 40

de solidaridad, respectivamente, de manera indistinta y a manera de sinónimos. Pero, de manera sencilla, y como lo menciona (Grande, 2005) existen dos tipos de estrategias de cortesía verbal. La primera, la cortesía positiva, está “[…] orientada hacia la empatía”, es decir, enfocada en cuidar el sentimiento del interlocutor y la manera en la que podría llegar a repercutirle el recibir tal amenaza. La segunda, la cortesía negativa se enfoca en “el distanciamiento, la no intromisión, el no invadir el terreno de otro” (Grande, 2005: 5). 2.4.1 Imagen positiva y cortesía positiva La cortesía positiva consiste en aquellas estrategias empleadas por el hablante para reconocer el libre pensamiento de su interlocutor. Éstas funcionan como una constante reafirmación del otro, de su yo en sociedad. Sin embargo, Carrasco Santana se replantea esta teoría (1987) y el concepto de cortesía positiva. Para ello, refiere que la imagen positiva es producto de la vida en sociedad y que es “inherente el formarse una imagen sobre la personalidad de los demás y la propia, que, en alguna medida, pretendemos imponer a los demás” (Carrasco Santana, 1999). Continúa, además, afirmando que la necesidad de los hablantes de conservar su lugar dentro de la sociedad debe ser respetada al utilizar estrategias de cortesía positiva. Ésta pretende “satisfacer parcialmente el deseo de comunicar que las propias necesidades (o alguna de ellas) son, de alguna manera, similares a las necesidades del destinatario” (Brown y Levinson, 1987: 101 en Carrasco Santana, 1999). La importancia de la cortesía positiva, pues, consiste en reconocer que el interlocutor forma parte de una colectividad y que posee una serie de valores culturales que le fueron inculcados, mismos que tratará de preservar. Como lo dice María Ros (2001: 11), los valores culturales de una sociedad responden a una serie de problemas. Éstos son “la naturaleza de las relaciones entre el individuo y el grupo, garantizar un comportamiento responsable entre los ciudadanos que ayude a preservar las sociedades y mantener la relación de la especie humana con la naturaleza y el mundo social”. 41

La cortesía verbal es un claro ejemplo de una estrategia cultural para atacar los problemas mencionados anteriormente. Como mencionan Brown y Levinson (1987), en una versión traducida por Carrasco (1999), “en la cortesía positiva, la esfera de la reparación se amplía a la apreciación de las necesidades del otro, en general, o a la expresión de similitud entre las necesidades propias y las del otro.” En pocas palabras, se trata del sentido de pertenencia de los hablantes como parte de una comunidad, pues ésta “[refuerza] o [protege] la imagen social del interlocutor y manifestar que el hablante le considera digno de formar parte del grupo o de la clase social a la que él mismo pertenece.” (Haverkate, 1994: p 34) La cortesía positiva protege la solidaridad y la unión de los participantes como parte de un grupo, de una comunidad donde se comparten ciertas ideologías que, según las normas sociales, deben respetarse. Si la cortesía positiva pretende mantener el orden de las normas sociales de un grupo para, así, preservar el sentimiento de pertenencia o colectividad de los hablantes, la cortesía negativa velará por la individualidad de los participantes. Como menciona Grande (2005), la cortesía negativa, está “[…] orientada hacia la empatía”, es decir, enfocada en cuidar el sentimiento del interlocutor y la manera en la que podría llegar a repercutirle el recibir tal amenaza. La imagen negativa es el deseo del individuo porque sus acciones no sean impedidas por la sociedad, es decir, la libertad para actuar según sus intereses sin que los demás intervengan en su contra. 2.4.2.Imagen negativa y cortesía negativa Ya se mencionaba en el capítulo anterior: La cortesía negativa tiene como finalidad lograr “el distanciamiento, la no intromisión, el no invadir el terreno de otro” (Grande, 2005: 5), lo cual significa reconocer la independencia que tiene el interlocutor de actuar y de tener sus ideas propias

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dentro de la sociedad. Esto quiere decir que, aunque la imagen positiva reconoce que el hablante es parte de un grupo y debe seguir las normas sociales y culturales preestablecidas, sería imposible que éste base todo su comportamiento de acuerdo a esas reglas. En términos generales, la cortesía negativa protege la individualidad y libertad de acción de los miembros de la sociedad y presupone que, aunque pertenecer a un grupo implica abstenerse a una serie de reglas que mantienen en orden la colectividad, cada uno de los individuos no sólo es capaz de generar sus propias ideas y creencias, sino que aspira a que los demás no atenten en contra de ellas. Para esto, existen varias estrategias que “involucran la selección de signos pragmalingüísticos que atenúan la imposición y protegen la independencia del interlocutor” (Cepeda, 2007: 254). Cuando se habla de atenuación dentro de la cortesía verbal, se trata de aquellas estrategias donde el hablante intenta minimizar lo dicho y su propio punto de vista para no atentar contra la propia voluntad del interlocutor. (Briz, 2004: 228) Como lo explica Antonio Briz, al atenuar o mitigar un acto de habla se pretende “suavizar, restar fuerza ilocutiva, reparar, esconder la verdadera intención para evitar posibles responsabilidades.” (2004: 228) Se trata, básicamente, de las fórmulas utilizadas por el hablante para que su discurso no resulte amenazador para su interlocutor o, como se analizará más adelante en las fórmulas empleadas para peticiones, para que éste crea que la voluntad del hablante no se le está imponiendo y que tiene, de alguna manera, la libertad de decidir. Para Brown y Levinson (1987) la cortesía negativa “es la categoría más elaborada y más convencional de las estrategias lingüísticas, es la materia que lleva los manuales de urbanidad”. El hablante competente de una lengua sabe que, cuando deseé realizar un acto de habla que pretenda generar una respuesta directa de su interlocutor, éste deberá ser formulado de tal manera que no 43

resulte desconsiderado para la persona a la que va dirigido. Como estas reglas responden a distintas condiciones de los interlocutores, también existen grados de cortesía y ciertas pautas para formular estos actos de habla.

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Capítulo 3: Actos de habla y concepto de petición Durante este capítulo se definirá el término de petición partiendo de las diferencias entre los distintos actos de habla y el efecto perlocutivo que pretenden tener para explicar las diferencias que existen entre ambas culturas. Grande (2005) clasifica los actos de habla que podrían atentar contra la imagen social dependiendo de la distancia social entre los hablantes (eje horizontal), el poder relativo entre ellos (eje vertical) y el grado de imposición del acto de habla (coste/beneficio que su realización representa para sus interlocutores). Briz (2004) menciona que existen estrategias diversas para cada una de ella que se realizan en el léxico, a manera de locuciones especiales o fórmulas estereotipadas, fonéticamente, etc., como se estudió en el apartado sobre estrategias de atenuación y matización en la cortesía verbal. A medida que aumenta alguna de las tres variables mencionadas anteriormente, el grado de cortesía verbal también debe aumentar (Grande; 2005) y, de acuerdo a la agresión que representan, éstas se dividen en cuatro grandes grupos. i)

Actos que amenazan la imagen negativa del que los realiza: ofertas, promesas, compromisos, ya que limitan su libertad de hacer o no algo;

En este tipo de actos de habla, el hablante se compromete a hacer algo y esto, de cierta manera, restringe su independencia, pues él ya no puede actuar de acuerdo a sus deseos en caso de que llegara a cambiar de opinión. De cierta manera, el hablante tuvo la libertad de decidir si actuaría o no antes de afirmar que lo haría, pero en el caso de una promesa, es imposible que cambie de opinión sin afectar la imagen que el interlocutor tiene sobre él. No sólo representa una amenaza a su libertad de actuar, sino que de cierta manera, podría considerarse como una autocoerción, pues

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si no llegara a cumplir con su palabra, también se vería afectado su lugar en el grupo al que pertenece. Otro aspecto importante es que realmente no es el hablante el que será beneficiado al realizar este tipo de acto de habla. En la mayoría de los casos, es el interlocutor el que podría llegar verse favorecido por la promesa del hablante. Claro, también podría tratarse de la promesa que se hace el hablante a sí mismo sobre terminar la redacción de su tesis o de comenzar un nuevo régimen alimenticio, cuestiones que lo beneficiarían directamente a él. ii)

Actos que amenazan la imagen positiva del que los realiza: confesión, autocrítica, porque son autodegradantes y ponen en peligro su propia imagen social;

El segundo grupo se refiere a los actos donde el hablante expondrá abiertamente sus defectos, lo cual podría influenciar la idea que los otros miembros de la sociedad tienen sobre él. En este caso, las estrategias de matización podrían ser consideradas excusas al ser escuchadas por el interlocutor. Por ejemplo, en el caso de una confesión, el hablante intentará que su acto de habla sea menos amenazador para su imagen positiva, es decir, para que no afecte a la idea que el otro tiene sobre él. En este caso, podría ofrecer una disculpa antes de compartir su secreto. Aunque la idea general que se tiene sobre las estrategias de cortesía verbal es que sólo sirven para proteger la imagen social del otro, en estos dos casos el hablante podría llegar a utilizarlas para cuidar el concepto que su interlocutor tiene sobre él. Sin embargo, resulta interesante que estas estrategias de atenuación parezcan poco creíbles o falsas cuando se ve amenazada la imagen positiva de uno mismo, como si las normas dictaran que es imposible defender la imagen que los demás tienen sobre uno sin parecer pretencioso o falso.

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Los últimos dos tipos de actos se refieren a la influencia que podrían llegar a tener sobre el otro: iii)

Actos que amenazan la imagen positiva del otro: insultos, burlas, reproches, refutaciones, pues todos atacan su deseo de ser valorado y reconocido por los demás.

Estos actos de habla resultan una amenaza directa a la reputación del otro, por lo que se consideran altamente descorteses. Quizás resultaría menos descortés el simple hecho de no pronunciarlos, pero en el caso de la crítica, que también es un ataque directo a la imagen del otro, podrían emplearse estrategias que lo mitiguen. Es muy importante, entonces, considerar las diferencias entre una burla o una crítica constructiva, las cuales radicarían, quizás, en la manera en la que se pretende hacer llegar el mensaje o la intención comunicativa. Es decir, existe una intención distinta entre querer lograr que el otro se dé cuenta de sus errores y el querer burlarse de ellos. Por último, Grande (2005) menciona los actos de habla que amenazan la imagen negativa del interlocutor: iv)

Actos que amenazan la imagen negativa del otro: actos exhortativos o directivos, pues invaden su territorio y restringen su libertad de hacer o no algo; (Grande, 2005: 333)

Uno de los principios básicos para conservar la armonía dentro de un grupo o sociedad es el considerar o cuidar la imagen del otro. En el caso de las peticiones o mandatos, se observa que, en principio, la intención del hablante es controlar o afectar directamente las acciones de su interlocutor sin darle opciones o alternativas para negarse, pues su no-acción podría ser considerada descortés desde el punto de vista de una tercera persona o por el hablante mismo. Esto afectaría directamente la imagen social que tiene el interlocutor y pondría en riesgo su relación con su entorno, no sólo con el hablante. Por este motivo, el hablante debe tener expreso cuidado

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en incluir en su discurso estrategias de mitigación que brinden opciones al interlocutor para que pueda decir que no, en caso de que no deseé llevar a cabo la acción que se le pidió. El presente trabajo considera que en este tipo de actos de habla es donde se refleja de manera más precisa el uso de la cortesía verbal como medio conciliador entre los dos hablantes y que las distintas estrategias de cortesía verbal dentro de las estructuras morfosintácticas de cada lengua es el resultado de los valores culturales de la sociedad mexicana y japonesa. 3.1.1. Relación coste-beneficio Considerando esta cuestión, Leech (1983) plantea su principio de cortesía donde estudia tres aspectos importantes para clasificar su nivel: El primero es la relación de coste-beneficio. El término coste se refiere al esfuerzo que representa para el destinatario el llevar a cabo la acción y el beneficio es la ganancia que obtendría si decide actuar de acuerdo a los deseos del hablante. Siguiendo esta máxima (Leech, 1983 citado por Alonso-Cortés, 2000), se considera que los actos de habla más corteses son los que suponen mayor beneficio para el destinatario e implican un bajo coste. Pero, en caso contrario, serán considerados menos corteses cuando sea menor el beneficio del destinatario y su coste sea mayor. Es por este motivo que resultan necesarias ciertas estrategias de cortesía para hacer más cortés un mensaje que, en principio, resultaría no cortés. Para esto, se utilizan marcadores de discurso como “por favor”, “si no es molestia”, “si pudiera hacerme el favor”, etc,, de los que se hablará más adelante. Bajo esta máxima, es posible inferir que existen actos exhortativos que podrían resultar no descorteses si se toma en cuenta el beneficio del interlocutor. Para esto, es importante considerar la situación pragmática en la que se planteó, porque una misma enunciación podría ser considerada beneficiosa o no beneficiosa para el interlocutor según el contexto. Por ejemplo, si se trata de una 49

cena donde el anfitrión le dice a su invitado “Anda, come más”, aunque el acto de habla esté planteado a manera de orden, realmente es una invitación hecha por el hablante en el beneficio del interlocutor. Sin embargo, en la cultura japonesa y mexicana se utilizan varias estrategias de mitigación para suavizar este tipo órdenes, aunque se trate de actos que implicarían una ganancia para el oyente. Posteriormente se mencionarán algunos ejemplos y situaciones pragmáticas donde esto ocurre. 3.1.2. Relación de direccionalidad-indireccionalidad El segundo aspecto considerado por Leech (1983) es la relación de direccionalidadindireccionalidad. Como cita Níkleva (2010), ésta “se expresa a través de estructuras sintácticas y formas verbales” (2010: 68). Sobre esto ahonda Haverkate (1994: 156) al mencionar que los actos de habla directos son los que están marcados por una correlación entre su estructura sintáctica y su objeto ilocutivo. En otras palabras, se trata de aquellos donde la intención del hablante, u objeto locutivo, es expresada de manera explícita y sin ninguna estrategia de cortesía mitigadora que suavice el mensaje. Por ejemplo, las órdenes enunciadas utilizando un verbo en imperativo: “Cállate”, “Dame dinero”, “Abre la ventana”, “Ayúdame”, son actos de habla donde el deseo del hablante es claro y no necesita la interpretación del interlocutor. Por el contrario, continúa Haverkate (1994, 156), si a una locución específica puede atribuírsele más de un objeto ilocutivo, se entenderá que se trata un acto de habla indirecto. Ejemplos de estos actos serían expresiones como “Hace calor”, “No entiendo la tarea de matemáticas” o “Estoy cansada”. El primer acto de habla podría interpretarse de muchas maneras, pues la intención del hablante podría ser el simple hecho de anunciar que tiene calor o bien ser una manera de pedirle al hablante que encienda el aire acondicionado. El segundo, podría tratarse una manera indirecta de pedir ayuda para contestar el ejercicio o ser, simplemente, una afirmación. El último ejemplo, también, tiene distintas

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interpretaciones y la intención del hablante no está explícita. Como se verá más adelante, esta indireccionalidad es otra estrategia de mitigación muy utilizada en la cultura japonesa y la mexicana. 3.1.2.1. Actos de habla directos e indirectos Sobre las diferencias que existen entre el uso de los actos directos e indirectos, Juan Antonio Caldero (2009) contrasta la cultura española y la británica. Él menciona que en el español peninsular “la exhortación directa hace que la distancia entre los interactantes sea pequeña, situándoles en un mismo plano social” (2009: 50). Según su opinión, la cultura española valora más la imagen positiva, es decir, para ellos el sentido de pertenencia o colectividad es más importante que la individualidad de los miembros de una sociedad. Contrario a la cultura japonesa, la mexicana o la británica, donde se cuida la imagen negativa del otro y se valoran más “los principios de no imposición y de distancia” (Caldero, 2009: 51), como se explicó en el primer capítulo, en España “las construcciones imperativas pueden resultar más corteses que el uso de construcciones más indirectas” (Caldero, 2009, 50). Además, Haverkate (1994) asegura que la distinción entre actos de habla directos o indirectos se basa en criterios sobre la estructura proposicional (lingüísticos) y criterios basados en la estructura proposicional del acto de habla (pragmalingüística), aspecto en el que se ahondará más adelante. 3.1.3. Opcionalidad Por último, Leech (1983) habla de la opcionalidad. Ésta se refiere a que un acto de habla “puede tener interpretaciones pragmáticas distintas” (Níkleva, 2010: 68), es decir, que el oyente tiene la libertad de actuar o no actuar según lo que haya comprendido del mensaje de su interlocutor. En términos pragmáticos, la infinidad de interpretaciones que tiene un acto de habla no resulta un 51

problema si se trata de hablantes competentes de una lengua, porque ellos sabrán que tal o cual estrategia de cortesía, como un ruego hecho a manera de pregunta, contiene un mensaje ilocutivo que será fácil interpretar según los valores culturales de su lengua. Haverkate (1994) las llama reglas pragmáticas y las ejemplifica al asegurar que “cualquier hablante socialmente competente del español ha asimilado la regla pragmática de que una pregunta dirigida a una persona sobre su disponibilidad de realizar cierta acción se interpreta convencionalmente como un ruego” (Haverkate: 1994: 156). De esta manera, se sabe que cada cultura posee sus propias convenciones que fueron creadas a partir de su ideal colectivo; por lo que es interesante notar que el español mexicano y el japonés comparten varias de estas reglas pragmáticas, aunque sus valores culturales no sean exactamente los mismos. Un ejemplo claro sería el uso de estrategias de cortesía negativa o mitigadora en el español mexicano y el japonés cuando el hablante realiza una orden en situaciones pragmáticas específicas, aunque ésta sea pensada en favor del otro. Cuando se habló sobre la relación de coste-beneficio de una enunciación, se tomaba el ejemplo de un anfitrión pidiéndole a su invitado, que se encuentra en un grado de verticalidad superior al de él, que comiera (“Coma 2 ”). Esta estructura se consideraría más natural en culturas como la española, pero podría resultar bastante fuerte en Japón o quizás no tan fuerte en México. Pese a que Haverkate opina que "no sería racional invertir un esfuerzo especial en un acto cuyo objeto intrínseco es beneficiar al interlocutor" (1994: 114) cuando se toma en cuenta el costebeneficio de un acto de habla, tanto en la cultura japonesa como en la mexicana, la imagen negativa

Podría haber algunos casos donde la persona “usted” como apelativo no sea empleado en la cultura española y aún así no se llegue a considerar descortés. 2

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del interlocutor tiene mayor peso que la imagen positiva de los participantes, como se mencionaba anteriormente. Utilizando el ejemplo anterior, y hablando de una misma situación pragmática, en el japonés se utiliza la frase 召し上がりください (Meshiagari kudasai, “Coma por favor, en el lenguaje honorífico) que contiene varias estrategias de cortesía negativa cuando se le pide a un oyente que se encuentra en una posición jerárquica más alta que coma. La primera es el uso del verbo 召し上がる (Meshiagaru), que es el lenguaje honorífico o sonkeigo (尊敬語) del verbo 食 べる (Taberu, comer). Como se mencionó en el capítulo 1, el uso de ciertos verbos en japonés es suficiente para delimitar el grado de verticalidad (jerarquía) u horizontalidad (cercanía) entre el hablante y el oyente. En este caso, el simple uso del verbo 召し上がる (meshiagaru, comer) es una estrategia de mitigación que logra proteger la imagen negativa del interlocutor porque se menciona de manera explícita que el oyente se encuentra en un grado jerárquico superior al de la persona que realiza la enunciación. Es interesante que el uso de este verbo en su modo honorífico, o sonkeigo, permite el imperativo 召し上がれ (Meshiagare, “Come”, en modo honorífico) en algunas situaciones pragmáticas. Asimismo, se emplea el equivalente japonés del mitigador “por favor” ください (kudasai) después del verbo. Cabe mencionar que, cuando se realizan peticiones que requieren menor cortesía, se utilizan con la forma te del verbo (en este caso, 召し上がって、 meshiagatte), que es otro nivel de imperativo utilizado en el japonés. En este ejemplo, pues, el japonés está utilizando varias estrategias de cortesía negativa que podrían resultar exageradas en otras culturas, como la española, pero que en la nipona son normales y necesarias. Cabe resaltar que el español mexicano utiliza estrategias similares para cuidar la imagen negativa de los otros, aunque quizás lo haga en menor medida.

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En el caso del español mexicano, el hablante competente de la lengua que se encuentre en una situación pragmática similar, siempre y cuando intente preservar la armonía al seguir las reglas pragmáticas de su comunidad, le pedirá a su invitado que coma conjugando el verbo “comer” en la segunda persona y en su modo imperativo (“Coma”). En este caso, al igual que en el japonés, una de las principales preocupaciones del hablante es delimitar el grado de distancia que existe en el nivel jerárquico entre el oyente y el hablante, lo cual se logra con el uso de la persona “usted”. Por supuesto que, en la cultura mexicana, esto no será necesario si existe una amistad entre los participantes, es decir, si su posición en el grado de horizontalidad es cercano, cuestión a la que se le dará prioridad. Además, utiliza el mitigador “por favor” para suavizar el imperativo. Así, podemos notar que, en situaciones pragmáticas similares, el español mexicano utiliza estrategias de cortesía verbal negativa que podrían tener su equivalente en el japonés y viceversa, como el uso del “por favor” para suavizar el imperativo o hacer explícita la posición que ocupa el oyente en el grado de verticalidad, o jerarquía, respecto a quien realiza el acto de habla. Aunque el español utiliza el apelativo “usted” y el japonés el modo honorífico del verbo (sonkeigo), la finalidad es la misma. 3.2. Definición de exhortación Partiendo del supuesto de que la cortesía negativa es la muestra más clara de que los valores culturales de una sociedad se manifiestan en las estructuras gramaticales y en las normas de comportamiento de una lengua, hablando de pragmática, y que éstas son imprescindibles para conservar las relaciones de los participantes, se analizarán muestras de habla en donde se realizan peticiones o ruegos. Sin embargo, es necesario precisar las diferencias que existen entre ambos conceptos y cuál es la intención del hablante al momento de pronunciarlos. Para lograrlo, se debe comprender qué es una exhortación y las categorías en las que se divide. 54

Según Haverkate (1979), existen dos tipos de exhortaciones. Los actos impositivos y los no impositivos. En los primeros, el hablante “quiere que el oyente realice el acto exhortado en beneficio del hablante mismo” (1994: 24). Los ruegos o peticiones, súplicas y mandatos entran dentro de esta categoría. Estos actos requieren de más estrategias de mitigación porque atentan directamente a la imagen negativa del interlocutor, lo cual se explicarás más adelante. Los segundos, en cambio, “se realizan para beneficiar al oyente y no al hablante” (1994: 24), por lo que no requieren de ninguna estrategia de cortesía verbal. Los consejos, recomendaciones e instrucciones se encuentran dentro de este grupo. En el capítulo anterior se habló sobre la importancia de matizar los actos de habla para que las relaciones entre todos los participantes no sólo se conserven, sino que se vean reforzadas. Resulta interesante, sin embargo, preguntarse qué finalidad tiene mantener un intercambio comunicativo en el cual no se está siendo verdaderamente sincero y si este grado de deshonestidad no podría resultar perjudicial para las relaciones que se establezcan con los otros individuos que pertenecen a un mismo contexto social. Aunque resulte paradójico, se utiliza un grado de falsedad para reforzar las relaciones humanas aunque, culturalmente, éste sea uno de los valores más apreciados en la mayoría de las civilizaciones. ¿La deshonestidad no debería afectar, acaso, en los vínculos interpersonales entre ambos participantes de un intercambio comunicativo? Según Moiseyenko (1999), este tipo de enunciados “surgen cuando nuestro deseo busca su satisfacción en una segunda o tercera persona”, es decir, cuando la realización de nuestras ambiciones depende de las acciones de alguien más. Es por eso que el hablante, al emitir un enunciado exhortativo, en realidad lo que busca es afectar directamente el comportamiento de su interlocutor. Asimismo, Haverkate menciona en su libro La cortesía verbal del español (1994) que,

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cuando el hablante realiza una exhortación, está buscando influir en el comportamiento intencional del oyente de forma que éste lleve a cabo la acción especificada por el contendido proposicional de la locución (1994, 187). Los actos exhortativos no son más que la muestra explícita del deseo del hablante de que su interlocutor actúe de acuerdo a lo que él considera correcto. Por supuesto que la manifestación de este deseo resulta una amenaza directa a la imagen negativa del otro. Goffman (1971, 112) considera la exhortación como un acto del hablante cuya finalidad es pedir permiso al interlocutor para infringir sus derechos y dice que, en resumen, es “pedirle permiso a una persona potencialmente ofendida para participar en lo que podría considerarse como una violación de sus derechos.” No obstante, es importante plantearse si todos los actos exhortativos en donde no se utilizan estrategias de matización o mitigación pueden ser realmente considerados descorteses al ser una amenaza a la imagen negativa del interlocutor si el hablante lo hace en beneficio de éste. Por ejemplo, un hombre que le grita “¡DETENTE!” a una mujer que va a cruzar la calle sin prestar atención está amenazando su imagen negativa, pero no se le considera descortés, pues su intervención en los actos de la mujer es una manera de protegerla, como se observó en el ejemplo de “Come” y “Coma”. Es decir, en realidad la realización de esa orden resulta beneficiosa para ella y no necesariamente para el hablante. Para la presente investigación, resulta primordial delimitar en qué casos son necesarias las estrategias de cortesía negativa para conservar la armonía entre todos los participantes y en cuáles resultan prescindibles. 3.2.1. Actos exhortativos impositivos y actos exhortativos no impositivos Para facilitar su estudio, y retomando los principios de relación de coste-beneficio de los actos de habla, Haverkate (1994) clasifica las exhortaciones en dos grupo: Los actos exhortativos impositivos, en los que el hablante quiere que el oyente realice el acto exhortado en beneficio del hablante mismo, como los ruegos, súplicas y mandatos y los actos exhortativos no impositivos, 56

que el hablante realiza para beneficiar al interlocutor, como los consejos, recomendaciones e instrucciones. Para fines de la presente investigación, es importante delimitar las diferencias que existen entre una petición, un ruego o un mandato. Caldero Cornejo (2009: 49) opina que “sólo cuando una locución anticipa su cumplimiento, en virtud del derecho, poder o autoridad del emisor sobre el receptor, o en virtud de una responsabilidad definida, puede denominarse orden o mandato”. Es decir, aunque se tratan de actos exhortativos impositivos, éstos se distinguen por la libertad que tiene el destinatario de llevar a cabo o no el acto exhortado sin atentar contra la armonía de las convenciones de su sociedad y su propia imagen negativa. En el caso de la petición, ésta “anticipa siempre dos posibles respuestas: su cumplimiento (lo ideal) o su no cumplimiento (el riesgo)” (2009: 49); sin embargo, las órdenes o mandatos “sólo admiten como respuesta su acatamiento (lo ideal)” (Caldero Cornejo, 2009: 49). Tanto en la cultura japonesa como en la mexicana, los actos exhortativos impositivos formulados de manera directa, es decir, los mandatos, sólo pueden ser pronunciados por personas que tienen autoridad sobre el emisor sin que esto sea descortés3. Sorprendentemente, aunque ellos mismos se encuentren en un nivel jerárquico superior a su destinatario, en algunos casos optarán por formular sus órdenes empleando estrategias mitigadoras de cortesía negativa para simular cercanía y, de cierta manera, lograr convencer a sus subordinados. Por ejemplo, un profesor que le pide a su alumno que lea el primer ejercicio de su libro se dará cuenta que el alumno responderá mejor si se lo pide de manera más suave (“¿Podrías leer el ejemplo uno?”, “Lee el ejemplo uno, por favor”), es decir, empleando cortesía negativa a si lo formula sin ningún tipo de estrategia (“Lee el ejercicio uno”). En este caso, dado a que el alumno se encuentra bajo el mando del profesor, las normas

Aunque esta posición de poder justifique el “no uso” de estrategias de cortesía negativa, en la cultura japonesa y la mexicana habrá casos donde el hablante decida mitigar su acto de habla para no parecer descortés. 3

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sociales dictan que éste llevará a cabo el acto exhortado. No obstante, la verdadera intención del hablante al matizar su enunciación es reforzar la relación que mantiene con el destinatario, si acaso ficticia, lo cual facilitará los intercambios comunicativos posteriores. Ya lo dice Haverkate (1994): En los casos donde el hablante intenta conservar intacta la imagen negativa de su interlocutor, existen peticiones que están formuladas a manera de ruego. Éste es preferido por los hablantes que tienen poder o autoridad (…) y utilizan una estrategia para disimular la distancia social que les separa de sus interlocutores. (…) El efecto perlocutivo que se presenta es que el oyente no se sienta amenazado por la posición del hablante y, en consecuencia, se muestre dispuesto a considerar el ruego como una invitación a colaborar con él. (1994, 150-151)

Siguiendo este hilo de pensamiento, según Searle (1975 en Alba de Diego, 1994), los actos exhortativos impositivos que pretenden tener una connotación cortés deben cumplir con dos aspectos importantes: 1) El hablante no debe estar en posición de control respecto al oyente. Esto se refiere a una condición intrínseca del acto verbal que no tiene nada que ver con la posición social, edad, etc. del hablante frente al oyente.

Como se explicaba más arriba, los mandatos u órdenes son actos de habla que privan de la libertad de elección al destinatario y pueden ser empleados por personas que se encuentran en una posición jerárquica más alta que el otro sin que esto afecte la armonía en una comunidad. Sin embargo, si se desea ser cortés y no imponer el propio deseo sobre la voluntad del otro, deberá emplear una energía especial para disfrazar su mandato como un ruego o petición. En el español mexicano y el japonés existen situaciones pragmáticas donde se hace uso de estrategia para armonizar la convivencia entre los participantes.

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Por otro lado, los hablantes que no tienen poder no utilizan generalmente variantes no corteses, para ellos el ruego es la manifestación impositiva más apropiada, pues ofrece la oportunidad de no insistir sin perjudicar su propia imagen ni la del interlocutor, en el caso de éste no esté dispuesto a cumplir su deseo (Haverkate: 1994, 152) Además, Searle (1975 en Alba de Diego, 1994), opina que: 2) El acto verbal tiene que tener un efecto perlocutivo sobre el oyente, es decir, se trata de un intento –y no una obligación- de que el oyente actúe.

Ésta podría ser la diferencia más significativa entre una petición o un ruego y un mandato: El ruego o petición siempre le da al oyente la libertad de decidir si actuará en beneficio del hablante, pues está formulado de tal manera que, en caso de que se negara, ni la imagen positiva ni la negativa del oyente se vería dañada. 3.3. Ruegos y peticiones Se infiere, también, que el hablante, por el simple hecho de estar realizando una petición, es consciente de su falta de capacidad para llevar a cabo una acción. Esta consciencia de su no poder hacer podría implicar, de cierta manera, que el hablante reconoce que su no capacidad lo pone en un plano ficticio de inferioridad respecto a su interlocutor, que sí puede realizarla. En el presente trabajo se analizarán actos exhortativos impositivos, como los mandatos, matizados con estrategias de cortesía negativa para convertirlos en ruegos. Entonces, para fines explicativos, se partirá de la premisa de que todos los ruegos o peticiones son en realidad mandatos que, de ser formulados sin estrategias de cortesía negativa, pondrían en conflicto las relaciones interpersonales de los participantes. Por supuesto que la decisión del hablante nativo del español mexicano o del japonés al utilizarlas dependerá de situaciones pragmáticas específicas.

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Para explicarlas, Haverkate (1994, 151) las clasifica en tres tipos distintos: La primera, “donde el hablante tiene poder o autoridad sobre el oyente, pero se abstiene de manifestarlo”, situación de la que se habló anteriormente. Como se decía entonces, cuando un profesor realiza un mandato a manera de ruego, lo hace para estrechar la relación que mantiene con el destinatario, aunque sea de manera temporal. Este simulacro le brindará cierto grado de confianza al alumno, que sentirá que tiene cierta autonomía para actuar de acuerdo a su voluntad, lo cual mantendrá la armonía dentro del aula. Así con las relaciones donde existe una gran distancia en el grado de verticalidad entre los participantes. La segunda situación pragmática en la que se emplean ruegos es cuando entre hablante y oyente no hay relación social jerárquica (Haverkate, 1994, 151). Es decir, cuando éstos se encuentran en un nivel cercano en el grado de horizontalidad. Aunque, generalmente, la idea que se tiene sobre las estrategias de cortesía verbal y su uso para conservar la armonía en las relaciones interpersonales es que éstas sólo son necesarias cuando los participantes se encuentran en dos niveles jerárquicos distintos. Sin embargo, habría que plantearse por qué dos personas que se consideran cercanas necesitarían de estrategias de cortesía mitigadora cuando, en este caso, la distancia en el grado de horizontalidad sería mucho más importante que conservar la imagen negativa del otro. Esta investigación plantea que, en primer lugar, en esta situación pragmática, el hablante no tiene ningún poder sobre el oyente, a diferencia del ejemplo anterior, por lo que no existe ninguna norma que dicte que el interlocutor debe llevar a cabo el acto exhortado. El oyente no tiene ningún tipo de obligación de cumplir los deseos del hablante, es decir, es libre de actuar según sus intereses. Es por este motivo que una simple orden no le aseguraría al hablante que el otro participante actuará a su conveniencia, aunque quizás sólo exista una posibilidad 50/50.

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¿Qué es lo que podría llevar al interlocutor que se encuentra en un nivel horizontal igual al del hablante, entonces, a actuar en beneficio del otro? Como se mencionaba, un acto exhortativo es un tipo de coerción, pues se pretende influir en la voluntad del otro para conseguir los fines propios. Sin embargo, una exhortación pronunciada a manera de petición o ruego utilizará la distancia vertical, ficticia o no, como método de convencimiento, pues, al hacerlo, el hablante deja clara su posición de inferioridad. Es importante resaltar que esta “inferioridad” no es otra más que la imposibilidad del hablante de no poder hacer él mismo el acto exhortado. Y, al mismo tiempo, utilizará diferentes técnicas para referirse a la amistad que mantiene con él para hacerle creer que depende de él e, incluso, que se muestre deseoso de ayudarle. Quizás es por eso que para el oyente resulta mucho más fácil ayudar al hablante, porque éste lo ha convencido de que necesita de él. Esto funciona un poco a manera de chantaje, porque el hablante está utilizando la relación que tiene con el otro para manipular e influenciar la decisión que podría tomar su interlocutor si no se mostrara “necesitado”. Ponemos como ejemplo el caso de dos amigas de 13 años, que estudian en el mismo año escolar. Aunque su relación es bastante cercana, si ella le pidiera que hiciera la parte que le corresponde del trabajo en equipo, probablemente no bastaría un “Haz mi parte del trabajo por mí (por favor)” para convencer a su amiga que se apiade de ella. Vemos que, en primer lugar, la orden podría resultar ofensiva para la Chica2 porque el uso del imperativo implica que la Chica1 tiene poder sobre ella. Si la Chica1 quiere que la Chica2 decida ayudarla, deberá formular la orden como un ruego o una petición. “¿Podrías hacer lo que me toca del trabajo?” podría tener mejores resultados, pero quizás no sea suficiente para lograr que la Chica2 empatice con ella. Para lograr que decida ayudarla, es necesario persuadirla explicando el por qué necesita su ayuda. Es por esto

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que otro de los recursos más empleados en la formulación de peticiones (ruegos) es la justificación, de la que se hablará posteriormente. Y, por último, en las situaciones pragmáticas en donde el oyente tiene poder o autoridad sobre el hablante es necesario que él realice sus peticiones a manera de ruego. (Haverkate: 1994, 151) En este caso, las posibilidades de que el oyente actúe a favor del hablante son muy bajas, por lo que éste debe utilizar todos los medios posibles para tratar de convencer a su interlocutor. La distancia que existe en el grado de verticalidad entre los participantes exige que haga uso de estrategias de cortesía verbal, sobre todo si desea tener alguna pequeña influencia sobre su interlocutor. Ya que él no tiene ningún tipo de poder sobre la otra persona, es imposible que éste formule su petición como una orden sin resultar grosero u ofensivo, si acaso podría llegar a hacerlo en situaciones de urgencia o donde sea más importante hacer llegar al otro el mensaje deseado, siempre cuidando ser cortés y no alterar las normas sociales del grupo al que se pertenece. 3.3.1. Estrategias de mitigación de los actos exhortativos impositivos Siguiendo este hilo de pensamiento, se entiende que el utilizar técnicas de mitigación para dar órdenes a manera de ruegos no quiere decir que dejen de ser actos exhortativos o una amenaza para la imagen negativa de todos los participantes. Simplemente se busca la manera de que éstos no resulten un verdadero ataque ya que, como dice Blum-Kulka (1987, 133) “la forma más cortés de hacer un ruego es intentar aparentar ser indirecto, sin obligar al oyente a invertir el coste real que supone la interpretación de la locución auténticamente directa”, para lo cual existen diversas estrategias de cortesía negativa. Para entender las distintas estrategias, es necesario retomar la clasificación de la que se habló en los puntos 3.1.1 Relación coste-beneficio, 3.1.2. Relación de direccionalidadindireccionalidad y el 3.1.3. Opcionalidad, es decir, sobre la direccionalidad e indireccionalidad 62

de los actos de habla, pero específicamente de los actos exhortativos: Los primeros, los actos exhortativos directos, son aquellos que contienen una especificación completa del acto exhortado, así como una referencia al interlocutor (“No se estacione aquí”, “¿Quiere mover su coche?”, “¿Puedes pasarme la tarea?”). Es importante mencionar que, pese a que dos de los ejemplos están formulados a manera de pregunta, se considera que son directos porque el deseo del hablante es explícito. El segundo grupo, los actos exhortativos indirectos, son los que describen el acto exhortado sin expresar referencia al interlocutor (“Quisiera que se encendiera la luz”, “Me gustaría tomar algo”). La presente investigación analizará ejemplos de actos exhortativos directos en el español mexicano y el japonés. Puesto que “los enunciados que utilizan formas verbales en imperativo resultan ser actos exhortativos potencialmente más amenazantes que aquellos enunciados que utilizan formas interrogativas” (Carrasco Santana, 1999), en el español mexicano y el japonés, una de las estrategias de mitigación de actos exhortativos directos es formularlos a manera de pregunta. A este tipo de peticiones se le denominará actos exhortativos directos interrogativos. Como ya se mencionaba, en los actos exhortativos directos interrogativos, expresiones como “¿Quiere usted mover su coche?” o “¿Puedes traer el correo?, no expresan un solo objeto ilocutivo, sino dos: uno explícito que es una interrogación y otro implícito, que es un ruego (Haverkate, 1994). Sin embargo, aunque autores como Moisenyeko (año) consideran que los actos exhortativos interrogativos son indirectos porque no se utiliza el imperativo, en la presente investigación se utilizará el término empleado por Haverkate (1994), citado arriba. Las interrogativas como “¿Puedes pasarme la sal?”, hacen alusión a la llamada condición previa de habilidad, que se refiere a la presuposición del hablante de que el oyente es capaz de efectuar el acto pedido (Haverkate, 1994). Y, por otro lado, los actos de habla interrogativos como 63

“¿quiere usted mover su coche?” tienen que ver con la condición previa de disponibilidad, que parte de la suposición del hablante de que el otro aceptará llevar a cabo el acto pedido. (Haverkate, 1994). Lo que vuelve a estas oraciones interrogativas como una forma de exhortaciones indirectas es el hecho de que el hablante ofrece al oyente la oportunidad de responder sólo a la pregunta, como dice Haverkate (1994). Esto equivale a decir que una respuesta negativa no se considerará como un rechazo de acceder al ruego, ya que lo que se tematiza no es más que una condición previa de la exhortación. En este sentido, se sabe que problematizar la habilidad o disponibilidad del oyente es una estrategia que se utiliza para formular peticiones en muchas lenguas, como el español mexicano y el japonés (Haverkate, 1994). Para Alba de Diego (1994: 9), con el verbo poder, que alude a la condición previa de habilidad, “se apela a la capacidad de actuación que tiene el interlocutor.” Esto no sólo sucede en el español, si no que el japonés utiliza las formas potenciales de los verbos como una estrategia de mitigación cuando realiza ruegos a manera de preguntas, acompañado de la forma negativa de los mismos. Asimismo, se plantea que el verbo querer en español, que alude a la condición previa de disponibilidad, “apela a la voluntad del oyente, (…) y resulta menos cortés en aquellos casos donde las relaciones entre los interlocutores podría tildarse de neutrales” (Alba de Diego, 1994: 9), encuentra su equivalencia en el japonés con formas como て良いですか (–te ii desu ka, “¿Está bien si…?”), てよろしいですか o てよろしいでしょうか

(te yoroshii desu ka, “¿Está bien si…?”, en su variante formal)

(–te yoroshii deshou ka, “¿Estaría bien si….?”, en su variante mucho

más formal), entre otras.

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En el presente trabajo, se analizarán peticiones en donde los verbos querer, en presente, imperfecto, condicional o imperfecto de subjuntivo, y poder, en presente, condicional e imperfecto de subjuntivo, funcionan como mitigadores, en contraste con ciertas estructuras morfosintácticas que funcionan como mitigadores en el japonés al apelar a la condición previa de disponibilidad y de habilidad. Pese a que se trata de formas que no son perfectamente traducibles, se cree que éstas presentan ciertas equivalencias al responder a las mismas necesidades de la cortesía verbal negativa o mitigadora en el otro idioma, lo que facilita su análisis. Siguiendo con la idea anterior, Haverkate (1994: 171) menciona que la habilidad para realizar un acto determinado es un criterio absoluto en lo que respecta a las capacidades individuales del agente. En cambio, la disponibilidad es un criterio relativo, ya que es negociable: en principio, es posible persuadir a un interlocutor a que acceda a un ruego que, a una fase anterior al intercambio verbal (Haverkate, 1994: 171). Es por esto que puede afirmarse que las oraciones imperativas e interrogativas que contienen una referencia de la habilidad o disponibilidad del interlocutor sirven como instrumento de atenuación para la cortesía negativa. Sin embargo, en ambas culturas, el acto exhortativo, aunque esté mitigado, en muchas ocasiones resulta insuficiente en un intercambio comunicativo en el que se pretenda convencer al interlocutor de actuar en beneficio del hablante. Como lo plantea Alba de Diego (1994: 5), “en las relaciones sociales normales, toda petición conlleva tres tipos de acciones; ofensa, reparación (facultativa), justificación (facultativa), pregunta (obligatoria).” Las primeras dos, la ofensa y reparación, son el conocimiento de que al realizar el acto de habla se está amenazando el libre albedrío del otro, por lo cual se busca hacer más suave el atrevimiento. La tercera, la justificación, de la que se hablará posteriormente, es uno de los puntos más importantes dentro de la realización

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de una petición, pues dependerá de ella si el oyente decide llevar a cabo o no el acto exhortado. Y, por último, la pregunta o petición. Al realizar un acto exhortativo, el hablante debe encontrar la manera de que éste no resulte tan invasiva o sorpresiva para el oyente. Esta estrategia de mitigación se lleva a cabo no sólo en el español mexicano o el japonés, sino en varias culturas. Ya lo dice Alba de Diego (1994): “En las peticiones en general, tengan la modalidad lingüística que tengan, se da con la excusa una reparación prospectiva donde se anticipa y se anuncia la posible ofensa y neutralización.” Algunos ejemplos de frases que sirven como reparadores en el español mexicano son los que piden disculpas antes de que se realice el acto exhortativo: “Por favor”, “Disculpe” o “Disculpa”, “Perdón”, “Perdone”, con su equivalente en el japonés: すみません (Sumimasen, “Disculpe”, “Perdón”), ちょっとすみません (“Chotto sumimasen…, “Disculpe”). Existen, además, otro tipo de reparadores para mitigar una petición que se usan para darle énfasis a los marcadores anteriores y que, dependiendo del grado de cortesía que se pretenda darle al acto de habla, podrían suavizarse por medio de otras estrategias. Por ejemplo, “Disculpe, ¿tiene tiempo?” (あの。。。すみませ ん 。 時 間 が あ り ま す か 。 Ano… sumimasen… jikan ga arimasu ka, su aproximación en japonés”), “¿Podría hacerme el favor de…?” (くれませんか, -kuremasen ka o いただけません か -itadakemasen ka, dependiendo del grado de formalidad), “Disculpe, quisiera hacerle una pregunta…” (すみません、聞きたいことがあるんですが。。。Sumimasen, kikitai koto ga arun desu ga….). Todos los ejemplos anteriores tienen una infinidad de variaciones tanto en el español mexicano y el japonés, que se utilizarán de acuerdo a las necesidades del hablante y serán un reflejo de la situación pragmática en la que se encuentran los participantes. Todas ellas, explica Alba de Diego (1994), “actúan en forma de excusa y es tanto la primera intervención del

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intercambio como un acto reparados por la osadía de preguntar o pedir algo.” Se trata, pues, tanto de la preservación de la imagen negativa del oyente como una muestra de respeto y estima hacia él. Tanto en la cultura japonesa y la cultura mexicana se utilizan este tipo de fórmulas para matizar sus peticiones, sea cual sea la situación en la que se encuentren. De esta manera, la fórmula que utilice un hablante de 15 años al excusar su petición será mucho más cortés si está pidiéndole algo a su profesor, que se encuentra en un grado jerárquico superior, a diferencia de la que utilizaría si se lo estuviera pidiendo a su mejor amigo, que se encuentra en un nivel cercano dentro del grado de horizontalidad. Pero no es suficiente pedir disculpas al momento de realizar una petición. Es importante que el hablante busque la empatía de su interlocutor y le explique por qué él mismo (el hablante) es incapaz de realizar la acción. A estas explicaciones se les conoce como justificación y, según Haverkate (1976), ésta desempeña un importante papel en la expresión de cortesía negativa durante el intercambio comunicativo donde se lleva a cabo una exhortación. Esto quiere decir, como afirma Rescher (1966: 16-17), que “(…) el hablante debería ser capaz de dar una respuesta racional y razonable a la pregunta de por qué emitió una exhortación determinada (…)” si no quiere resultar descortés o agresivo al momento de participar en un intercambio comunicativo. En otras palabras, el hablante debe ser capaz de explicar por qué debe ser el interlocutor el que debe esforzarse para realizar y no él mismo el que lleve a cabo el acto exhortado si desea que preservar la armonía dentro de la sociedad y, además, que el otro actúe a su favor. Y, como ya se mencionaba, ésta condición previa de razonabilidad es la justificación explícita del acto que sirve para convencer al oyente de que hay un motivo para cumplir el deseo del hablante.

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Durante el análisis de los ejemplos seleccionados, se incluirán estas estructuras que hacen alusión a las condiciones previas de razonabilidad, pues se consideran parte importante de las formulaciones formales de los actos exhortativos en la cultura japonesa y la mexicana. A manera de conclusión, y retomando la idea de Kasher (1986: 112), la investigación partirá de la idea de que “la cortesía del discurso es un parámetro de coste de un principio general de racionalidad que regula toda actividad intencional relativa a los actos de habla. (…)” (1986: 112). Ésta, además, se manifiesta por medio de la valoración del balance coste-beneficio del interlocutor y hablante, es decir, los actos que no aporten ningún beneficio al oyente y generen un coste serán considerados descorteses, por lo que el hablante deberá utilizar estrategias de cortesía que los mitiguen para que el orden social preestablecido ni la imagen de los participantes no se vean amenazados. Asimismo, se manifiesta en la justificación del mismo acto de habla, en este caso la exhortación. Esta justificación sirve como un recordatorio donde se explica que existe un motivo importante por el cual se está atentando en contra de su libertad de acción y será uno de los recursos más empleados en la cultura japonesa y la mexicana.

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Capítulo 4: Análisis de muestras de habla 4.1. Peticiones entre amigos 4.1.1. Ejemplo en japonés Esta situación pragmática fue sacada de la película Kimi ni todoke (“Acercándome a ti”, 2010) del productor Akahiro Sato, a partir del minuto 66: Dos chicas de 16 años, estudiantes de segundo año de preparatoria. Las dos han entablado conversación antes, pero la chica que realiza el acto exhortativo considera que su relación es cercana. En este caso, la Chica1 utiliza varias estrategias de mitigación antes de realizar el acto exhortativo. Primero, reafirma la proximidad de su relación; después, presenta su situación y su problema y, por último, hace la petición. Una petición entre amigas. Chica 1: さわこちゃん、あたし の ともだちだ (Sawako-chan, atashi no tomodachi da yone…) (Sawako, tú eres mi amiga, ¿verdad que sí?)

よね。。。

La Chica 1 comienza la conversación refiriéndose a su interlocutora utilizando su nombre de pila acompañado con el sufijo deíctico chan, que se utiliza en situaciones informales o cuando el hablante se encuentra en un grado jerárquico mayor que su interlocutor. En este caso, la Chica 1 lo utiliza porque éste reafirma la cercanía y confianza que mantiene con la Chica 2. Después, utiliza el pronombre personal de la 1era persona del singular, atashi, que sólo puede ser empleado por jóvenes o niñas en situaciones informales. Gracias al uso de éste, podemos inferir que se trata de una chica joven.

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Da es la conjugación informal del verbo ser (desu). Después, se utiliza la partícula yo, cuya función es intraducible en el español, pero en el japonés sirve para enfatizar. Así, su uso después de tomodachi da (Eres mi amiga), no es otro más que el reforzar lo que se dijo anteriormente. Por último, la partícula ne (¿verdad?) se utiliza como sufijo para confirmar o pedir la confirmación del interlocutor después de una sentencia. El hecho de que el hablante haya realizado la selección de las estructuras anteriormente descritas es un indicativo de una serie de informaciones pragmáticas que son necesarias para entender la formulación de la petición. Así, se puede inferir que la relación de verticalidad entre ambas las pone en el mismo nivel; además, la relación de horizontalidad o de grupo las coloca en un grado de cercanía (uchi). Esto puede verse en el uso del sufijo o partícula ne, que normalmente no es utilizada en situaciones pragmáticas formales porque puede ser considerada como coercitiva al solicitar explícitamente una reafirmación por parte del oyente ante lo que se dijo. Cabe señalar que para los hablantes de japonés no es considerado cortés el solicitar explícitamente el acuerdo del interlocutor, porque es una amenaza directa a su imagen positiva (Brown y Levinson). Esto es, el interlocutor se vería forzado a aceptar una opinión que probablemente discrepe de la suya. Por otro lado, hay algunos casos donde el participante con un grado jerárquico mayor pone en esta situación a su subordinado. Chica2:。。。うん。 (… Un) (….Sí) Un es la manera informal para afirmar en el japonés. Al responder, la Chica 2 tiene cierta renuencia que sólo es posible identificarse al interpretar pragmáticamente el momento de duda antes de responder afirmativamente a la reafirmación que está buscando la Chica 1 cuando formuló y articuló su acto de habla. 71

Chica1:ちょっと おねがい が あるんだけど*。。。 Chotto onegai ga arundakedo… (Lo que pasa es que* tengo un ruego…)

La estrategia que utiliza la Chica 1 antes de realizar el acto exhortativo directo comienza con la condición previa de razonabilidad, que es la justificación explícita del acto que sirve para convencer al oyente de que hay un motivo para cumplir el deseo del hablante. El adjetivo chotto (en chotto onegai – Un pequeño ruego) tiene varias funciones gramaticales y pragmáticas. El significado literal es un poco o pequeño y se refiere a que el hablante tiene un deseo que espera que su interlocutor realice, pero no quiere imponerlo. Funciona, entonces, como una estrategia de atenuación para la justificación del acto exhortativo directo y desempeña un importante papel en la expresión de cortesía negativa. Es necesario que el interlocutor reafirme su intención antes de formular de manera explícita su enunciado exhortativo. El verbo aru (haber) está seguido por el sufijo nda que es el informal de la forma no desu y se utiliza para dar explicaciones a preguntas hechas por el interlocutor o para enfatizar algo al suponer que el interlocutor espera escuchar esa explicación. 4 Pero se considera que lo más importante en este enunciado es el uso de kedo (pero) después de la justificación o énfasis hecha por el hablante (onegai ga arunda – tengo un ruego). La Chica 1 informa a la Chica 2 que tiene un ruego, pero suaviza o se retracta al agregar ese pero que atenúa su verdadera intención. Blum-Kulka (1987, 133) dice que “la forma más cortés de hacer un ruego es intentar aparentar ser indirecto, sin obligar al oyente a invertir el coste real que supone la

A: どうして ないていますか? (Doushite naiteimasu ka?) (¿Por qué estás llorando? B: もんだい が あるんです。。。 (Mondai ga arundesu…) (Es que tengo un problema…) 4

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interpretación de la locución auténticamente directa.” En este enunciado, la Chica 1 articula explícitamente su situación, pero cuida la imagen negativa de su interlocutora al poner esa distancia. あたし すきな ひと が (Atashi sukina hito ga iru no) (Es que hay un chico que me gusta)

いる

の。

Todavía dentro del marco de la condición previa de razonabilidad, la Chica 1 presenta su problema, aunque no ha formulado explícitamente su ruego. De nuevo, el uso de Atashi (Yo de mujeres jóvenes, informal) marca que la relación entre ambas es de iguales o que existe cierto grado de confianza, pues cuando se pertenece a un grupo (uchi), el interlocutor puede permitirse ciertas concesiones cuando emite sus actos de habla. El sufijo utilizado después de Suki na hito ga iru (Hay una persona que me gusta) es la misma que en el enunciado anterior (Chotto onegai ga arundakedo, Lo que pasa es que* tengo un ruego…), la terminación ndakedo (Lo que pasa es que…), forma informal de ndesu. Como se explicó anteriormente, esta terminación (no, es que) acompañada del verbo desu (ser) funciona para enfatizar una explicación que el hablante considera pertinente. Como la ejecución del sonido noda (Es que) se considera difícil, los hablantes tienden a cambiarlo por n (nda, es que). En este enunciado, se trata simplemente del sufijo no, que por sí mismo funciona como explicación a lo que se dijo anteriormente y que el hablante considera importante enfatizar. きょうりょく してもらいない (Kyouryoku shitemorainai no kana…) (Recibiré tu cooperación, tal vez…)

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かな。。。

Este enunciado es el más importante dentro de este intercambio, porque en él se postula explícitamente el deseo del hablante para que su interlocutor lleve a cabo su petición. Después de que se enuncia la justificación y se alude la condición previa de razonabilidad, la Chica 1 puede manifestar su ruego. Sin embargo, como en todo intercambio comunicativo en el que se pretenda conservar la buena relación entre los participantes, la Chica 1 debe seleccionar cuidadosamente sus palabras para no dañar la imagen negativa de su interlocutor. Por el motivo descrito anteriormente, el hablante elige no utilizar la palabra favor o petición (onegai) directamente, sino que se decide por cooperar o colaborar (Kyouryoku shite). Se considera que la diferencia semántica entre cooperación (kyouryoku) y ayudar (tasukeru) se encuentra en que el uso del primer término implica cierta partición activa por parte del hablante, pues se trata de un trabajo en conjunto. En cambio, el segundo sólo se refiere a un acto que el interlocutor debe realizar para beneficiar al hablante, que permanecería pasivo. Es decir, la Chica 1 elige el término cooperación (kyouryoku) porque ella misma participará en la ejecución del acto exhortado, lo que le resta cierta responsabilidad a la Chica 2 dentro de la petición porque el peso de su realización no recaerá sólo ella. Estas estrategias de matización, utilizadas por el hablante, tienen relación con el nivel de proximidad que tiene con su interlocutora, la Chica 2. En este caso, no se expresa explícitamente en el enunciado qué es lo que el hablante espera que haga su interlocutor para colaborar en su beneficio, sólo se hace referencia o alusión a la condición de posibilidad de esta contribución. Kyouryoku shite (Contribuir) es seguido del verbo morau (recibir) en su modo negativo y cuya conjugación puede significar presente o futuro (morainai, no recibiré / no recibo). Además,

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está conjugado en la forma informal. En el japonés se utiliza el modo negativo como estrategia de atenuación para proteger la imagen negativa del interlocutor en muchas de las estructuras morfosintácticas para realizar un ruego, como se verá más adelante. En este caso, es seguido del adverbio kanaa (tal vez), cuya función dentro de la oración es la de mitigar la fuerza de la rotunda negación que hace el verbo conjugado. Esta mitigación o duda sobre la negación enunciada pretende darle espacio al interlocutor para que tome su postura dentro del acto comunicativo, pero expresa el deseo del hablante a estar equivocado al hacer tal enunciación. Lo que intenta el hablante, pues, es generar efectos perlocutivos sobre esa decisión al pronunciar “Tal vez no recibiré tu cooperación….” (Kyouryoku shite morainai kanaa…). Resulta paradójico que este espacio que pretende proteger la imagen negativa del interlocutor funcione también como coerción para que decida actuar en beneficio de quien hace la exhortación. Con base en lo que se observó durante el desarrollo de esta argumentación, podemos concluir que, pese a que la relación de ambos participantes podría considerarse de iguales, el hablante se valió de ciertas estructuras morfosintácticas para mitigar su ruego. Gracias al análisis de estas estructuras es posible afirmar que la relación de horizontalidad entre los participantes es cercana, pero esa cercanía dentro de su grupo (uchi) y la relación de verticalidad que se considera el mismo, no exime su necesidad de proteger su relación. En la cultura japonesa el respeto o “no imposición” es un aspecto muy importante del cual es imposible deslindarse durante un intercambio social. Las jerarquías impuestas por la edad, el rango social, el sexo, etc son consideradas incluso cuando se trata de una relación cercana, como en el caso de estas chicas. Es posible que unos meses de diferencia entre ambas sea suficiente para marcar esa posición de inferioridad entre una y otra, aunque se trate de un grado de inferioridad 75

no tan alto. Otro aspecto que sería interesante profundizar es que se trata de dos chicas que, aparentemente, comenzaron su relación en la escuela en la que estudian. Es decir, su relación se formalizó en un entorno donde las reglas para la socialización son importantes, a pesar de que ambas se hayan vuelto más cercanas. Por otro lado, según Brown y Levinson (1978) los niveles de atenuación cortés en el discurso tienen una fuerte relación con el género del hablante que pronuncia la exhortación. Es decir, en la mayoría de las culturas las estrategias de cortesía verbal utilizadas por las mujeres son más complejas que las que emplean los hombres. Una de estas diferencias entre el discurso de las mujeres y los hombres japoneses es el uso de las partículas finales. Según explica Mineko Yamada (2006: 50), “las partículas propias del lenguaje masculino [en japonés] tienen la función de intensificar las expresiones a las que se añaden. En cambio, las partículas propias del lenguaje femenino [en japonés] funcionan como un atenuante que reduce la intensidad de la expresión a la que siguen.” Socialmente, y como se ve reflejado en el nivel estructural del lenguaje, los hombres pueden ser más directos al promulgar sus actos de habla, lo que se consideraría no cortés al afectar directamente la imagen positiva de su interlocutor. Sin embargo, las mujeres tienden a atenuar sus actos de habla con el uso de estas partículas, es decir, socialmente procuran cuidar de la imagen negativa de su interlocutor. Por esta razón, aunque las participantes de la muestra analizada anteriormente se encuentren en un mismo grado dentro de la relación de verticalidad, como se trata de un acto exhortativo que podría ser considerado descortés si no se formula adecuadamente, la Chica 1 se ve obligada a utilizar las estrategias de matización ya mencionadas.

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4.1. Dos amigos 4.1.2. Ejemplo en español mexicano Esta situación pragmática fue sacada de telenovela “Una familia con suerte” (2012) producida por Juan Osorio, en el episodio 1, minuto 24. Se trata de un hombre y una mujer de alrededor de sesenta años. El hombre es el médico de la señora y ellos mantienen una relación de iguales. En el fragmento se conservan algunos comentarios que reafirman esta teoría y la cercanía de su relación. En este fragmento, la señora realiza dos actos exhortativos directos. En el primero, ella enfatiza que conoce su situación, como una justificación y, después, realiza el ruego. Finalmente, vuelve a justificar su petición y efectúa el acto exhortativo principal. Un diagnóstico. Señora: Sé que me vas a dar malas noticias, así que… te voy a suplicar que… que vayas al grano.

A simple vista, parece que el uso del ‘tú’ estaría fuera de lugar en una conversación entre un médico y su paciente, puesto que entre ellos la relación de verticalidad los posiciona en lugares muy diferentes dentro de la sociedad, pero el uso de esta fórmula de tratamiento que utiliza el hablante reafirma la idea de que, en este caso, es mucho más importante su relación de horizontalidad, que los mantiene como iguales. Podría considerarse que esta estimación parte de los muchos años que llevan de conocerse, lo que podrá observarse más detenidamente durante este intercambio. Socialmente, las reglas implícitas dentro del intercambio entre un paciente y su médico dictan que, en caso de tratarse de un diagnóstico fatal, éste debe suavizarse en cierta medida al ser emitido por un médico. Sin embargo, la señora opta por ser directa al emitir su petición. 78

Ésta comienza con el planteamiento de su problema o situación “Sé que me vas a dar malas noticias”. En él, el nivel de cercanía entre los participantes se delimita directamente por el uso del pronombre de tratamiento tú explícito en la conjugación del futuro perifrástico en la segunda persona del singular del verbo dar (vas a dar). Además, no hace rodeos al referirse a su situación, lo que pone en riesgo la imagen positiva de su interlocutor. Al emitir este enunciado, la señora no le da opción al doctor de suavizar la noticia o de mostrar su simpatía, lo que podría considerarse descortés si se tratara de otra situación pragmática donde los participantes mantuvieran una relación más lejana, pero que, en este caso, no los perjudica. Sin embargo, el verbo suplicar tiene semánticamente mayor peso que el verbo pedir. El uso del verbo suplicar pone en evidencia cierto nivel de inferioridad dentro de la relación de verticalidad entre ambos participantes, pues su uso supone que el hablante conoce su condición de no posibilidad de la ejecución de su deseo y, por tanto, de su dependencia del interlocutor para llevar a cabo la acción exhortada. Al tratarse de una mujer que pide el diagnóstico de su médico, puede considerarse que el segundo se encuentra en un grado superior debido a su conocimiento. Es decir, su posición de doctor le otorga una ventaja sobre la señora que, en otras circunstancias, se encontraría en el mismo nivel. Además, consolida su posición dentro del intercambio comunicativo que, en este caso, se trata del de un paciente. El verbo pedir, en cambio, puede hacerse directamente entre dos agentes que mantienen una relación vertical semejante o, por otro lado, de una relación cuya diferencia no es necesario hacer explícita. Es por eso que se cree que la elección de esta forma de matización en esta estructura no fue hecha para cuidar la relación de cortesía entre los participantes. Al contrario, se usa para enfatizar la urgencia del hablante al saberse, por un momento, inferior a su interlocutor. Éste reconoce, también, en la premura de la señora, no sólo una parte de su carácter, sino que admite el 79

efecto exhortador que tiene sobre él y las personas que se han relacionado con ella. En su respuesta, donde reconoce la fuerza de las acciones de la señora, podemos notar que la urgencia del ruego ha sido escuchada. Médico: Desde muy joven fuiste así, Fernanda. Decidida, voluntariosa, segura de ti misma. Pero, con los años…

A pesar de la urgencia de la señora al emitir su primera petición, la respuesta que recibe del médico está llena de elementos que buscan postergar el diagnóstico, probablemente por la gravedad de la situación. En “Desde muy joven fuiste así, Fernanda.”, se utiliza la segunda persona del singular en la conjugación del verbo ‘ser’, seguido del nombre de pila de su paciente. Las fórmulas de tratamiento que utiliza el médico para referirse a su paciente reflejan el grado de cercanía que ambos mantienen. Además, el uso del nombre de pila y no su apellido evidencian su relación. Señora: Octavio… Octavio, por favor…

Puesto que el médico aún no ha cedido a su petición, ella opta por referirse a él por su nombre. Esta acción hace que el peso de la petición sea mayor y, por lo tanto, la imagen negativa de su interlocutor se vea afectada, pues se vuelve muy difícil para él negarse a llevar a cabo el acto exhortado. Según Fraser Rocke (1989) “por favor” se emplea casi exclusivamente en actos impositivos, rara vez en actos no impositivos.” Es decir, se utiliza para enfatizar un ruego y determina que el hablante desea con urgencia que su petición sea llevada a cabo por su interlocutor. Médico: Perdóname, perdóname. Te conozco desde hace mucho tiempo. Desde… desde que pasó lo de tu hijo.

En el enunciado anterior, la señora se ha valido de expresiones como “por favor” para agregarle urgencia a su petición, además de atenuarlo, porque espera que su ruego sea aceptado y ejecutado 80

por su amigo médico. Sin embargo, éste opta por ignorar su petición, pues está preocupado por su imagen positiva y el estado en el que se encuentra la relación con su interlocutora. Para el hombre es más importante proteger esta imagen y, por eso, se disculpa con la señora por no acceder a su petición. Sin embargo, él utiliza la conjugación en imperativo de “perdonar” (perdona), junto con el pronombre de objeto indirecto “yo” (me), lo que se convierte en otro acto de exhortación. El hombre no matiza la formulación de su petición, sino que lo impone. Quizás se deba a que el vínculo que los une es muy cercano. Después de que el hablante tratara de reformar el estado de su relación, aún no responde al ruego de la señora. Aún preocupado por lo que su interlocutora pueda pensar sobre él, el médico utiliza otra técnica para mejorar su imagen haciendo referencia a la proximidad que tiene con ella. “Te conozco desde hace mucho tiempo. Desde… desde que pasó lo de tu hijo.” En este enunciado, las fórmulas de tratamiento persisten: El hombre se refiere a ella con la segunda persona, lo que reafirma su proximidad. Además, toca un tema personal que constata el grado de proximidad que ambos tienen. Señora: Sabes perfectamente que nunca hablo de eso... Ahora, ¿me puedes decir qué es lo que tengo?

En la primera enunciación, “Sabes perfectamente que nunca hablo de eso”, la exasperación y la desaprobación de la hablante después de que el médico se refiriera a un aspecto de su vida que probablemente ella no quería recordar se hace explícita. El uso del adverbio “perfectamente” asevera esta afirmación, pues éste confirma que el interlocutor debería tener presente la situación de la señora y, al mismo tiempo, respetarla.

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“Ahora, ¿me puedes decir qué es lo que tengo?” es una aserción de contenido específico, pues el deseo del hablante está explícito. Aunque no es considerado cortés el hacer una locución directa, el hablante ignora todas las posibles repercusiones que podrían traerle a su relación. Sin embargo, hay matices como el uso del interrogativo del verbo “poder” en segunda persona del singular (“¿Puedes?”), que hace referencia a la condición previa de habilidad (Haverkate, 1994), que concierne a la presuposición del hablante de que el oyente es capaz de efectuar el acto pedido. Es decir, aunque el hablante sabe que el médico tiene la habilidad de contestar a su ruego, utiliza la estrategia de interrogación para matizarlo y volverlo menos amenazador. Asimismo, lo enfatiza con el pronombre de objeto indirecto de la primera persona (“me”), que, a su vez, lo dota de apremio. Después de haber analizado el acto comunicativo se puede concluir que en este intercambio también fueron necesarias ciertas estructuras morfosintácticas para matizar el acto exhortativo directo. Las fórmulas de tratamiento empleadas entre los hablantes podrían ser consideradas notan-corteses al tratarse de un médico y su paciente, es decir, podrían considerarse deficientes en este tipo de intercambio, aunque estén presentes en cierto grado. A pesar de esto, su relación de horizontalidad permite la no formulación o el tratamiento implícito de proximidad. Sin embargo, la posición de desigualdad entre ambos fue presente cuando la señora se dio cuenta de que necesitaba ayuda del médico. Es decir, el acto de habla se pronunció como un ruego no porque hubiera una relación de verticalidad que los hiciera diferentes, sino por la urgencia del hablante para que se realizara el acto exhortado. Según las evidencias encontradas en estos ejemplos, las estrategias de cortesía no necesariamente no responden a la función que se intuye en un primer momento. Es decir, no sólo

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se hace uso de estas estrategias para mitigar la relación entre dos personas cuyo rango de verticalidad es distinto. Las fórmulas de tratamiento, en ambos casos, podrían ser consideradas informales. En el primero, los hablantes utilizaron los nombres de pila y sufijos deícticos de cercanía y, en el segundo, utilizaron el pronombre deíctico de tratamiento “tú”, utilizado de manera informal. De esta manera, se puede observar que aunque la relación de horizontalidad de los participantes los coloca en un grado de cercanía (uchi), fueron necesarias ciertas estructuras morfosintácticas que matizaran sus ruegos. De lo cual se concluye que no sólo en situaciones formales se utilizan las estrategias de cortesía verbal. Éstas, en cambio, responden a otro tipo de necesidades que se analizarán más adelante.

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4.2. Jefe y empleado 4.2.1. Ejemplo en japonés Esta situación fue tomada del episodio nueve, minuto 3:15 de la telenovela japonesa Kyou wa kaisha yasumimasu (“Hoy voy a descansar”, 2014) de los productores Hiroko Hazeyama y Takayuki Akimoto. En este ejemplo, los participantes son un hombre de alrededor de 50 años y una mujer que se encuentra entre los 25 y 30 años. El hombre es el jefe directo de la mujer, por lo que su relación es más formal. En este caso, el acto exhortativo se presenta como un ruego, pues el oyente tiene poder o autoridad sobre el hablante. En él, se encuentra expresado de manera explícita, pero matizada, el deseo del hablante de que el oyente cumpla su petición. Debido a que la mujer está posicionada en un grado inferior en la escala de verticalidad, no es necesario que justifique su petición, pues la libertad de acción del oyente no podría verse impedida o abstraída al tratarse de su superior (Haverkate 1994). Es por esto que la mujer comienza disculpándose por la intromisión; después, realiza su petición sin necesidad de hacer referencia al estado de su relación, pues no es pertinente. Mujer: しつれいします。。。 (Shitsureishimasu…) (Voy a ser descortés…) (Disculpe la intromisión…)

Shtsurei significa, literalmente, “descortesía”, “falta de educación”. En japonés, se utiliza con el verbo shimasu (hacer) cuando el hablante va hacer algo que podría considerarse una descortesía. Así, en japonés el hablante sabe de antemano que sus acciones podrían afectar la imagen de su interlocutor y lo anuncia antes de su intercambio con un literal: “Voy a ser descortés”. Es el equivalente a “Disculpe”, en español.

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Hombre: はい。 (Hai) (Sí…) El hombre responde con el adverbio de afirmación hai (“sí”). A pesar de su posición superior a su interlocutora, él emplea el afirmativo utilizado en el lenguaje formal en japonés. Es posible decir que, aunque se encuentra en un nivel jerárquico más alto que la mujer, el hombre emplea este tratamiento formal (o no informal) porque sabe que debe mantener intacta su relación de empleador y empleada. Mujer: かちょう。。。あのう。。。 (Kachou… anou…) (Gerente… este…) Después, la mujer utiliza el título kachou (gerente) como honorífico dentro de su fórmula de tratamiento. Se considera que en estas situaciones de formalidad entre un superior y su subordinado, hacer referencia a su posición dentro de la estructura jerárquica del círculo al que se pertenece reafirma la imagen positiva del interlocutor. Es importante, además, hacer notar que la mujer no se refiere al hombre por medio de su apellido, lo que le dota un grado de separación que también sirve para enfatizar la diferencia en su posición. Después, la mujer emite la interjección anou (“este…”) para crear una distancia pragmática por medio de su silencio dubitativo. Esta duda sólo sirve para enfatizar la diferencia de posición en la escala de verticalidad de la mujer y su interlocutor, ya que el hablante espera la aprobación del superior para logar emitir su ruego. Hombre: はい。 (Hai) (Sí…) El adverbio afirmativo en modo formal tiene una función fática, es decir, para reafirmar el sentido de la conversación. 85

Mujer:

ゆうきゅう



つかわせていただいても

よろしい

でしょう

か? (Yuukyuu wo tsukawaseteitadaitemo yoroshii deshou ka?) (¿Está bien si usted me hiciera el favor de permitirme usar mis vacaciones retribuidas?)

Al tratarse de una relación exclusivamente laboral, las estrategias de mitigación son diferentes. En este caso, no se hace ninguna alusión a la relación de los participantes del acto de habla. Sin embargo, sí se enfatiza la relación de superioridad del interlocutor al utilizar las estructuras morfosintácticas que se explicarán a continuación. Yuukyu wo (vacaciones retribuidas) es el objeto del verbo tsukawasete (ser permitido usar). El verbo tsukau (usar) está conjugado en su modo causativo5, lo que convierte al hombre en el agente del verbo. Además, está en la conjugación formal del imperativo (el sufijo te) porque se está exhortando al interlocutor a que le permita al hablante usar las vacaciones retribuidas. Es decir, el acto exhortado es la petición un permiso. Puesto que la enunciación de éste es demasiado directo y podría amenazar la relación de jefe y subordinado que ambos mantienen, el hablante debe valerse de ciertas expresiones corteses que se verán reflejados en la producción de la estructura morfosintáctica. El verbo itadaku (recibir, formal) está en su variante formal, a diferencia del ejemplo 1, donde el hablante utiliza el verbo morau (recibir, informal). Este verbo funciona a manera de sufijo para la construcción tsukawasete (Permítame usar) para convertirlo en tsukawaseteitadaite (Déjeme recibir el que me permita usar), literalmente. Así, el hablante enfatiza que recibirá la autorización del interlocutor para realizar la acción, lo que reitera la ubicación superior de su jefe.

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Los causativos son verbos donde el sujeto no realiza por sí mismo la acción del verbo, sino que ordena, encarga, dirige o costea la acción que otro ejecuta (Mourelle de Lema, 1981)

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Pero es necesario que el hablante no imponga su petición, aunque ya mitigada, al hombre. Es por eso que utiliza la forma te mo ii (está bien si…) en su variante más formal, utilizando adjetivo yoroshii (bien) que se utiliza en situaciones mucho más formales, para darle más cortesía. Resulta interesante mencionar que la diferencia entre el adjetivo ii (bien) y el adjetivo yoroshii (bien, mucho más formal) sólo es traducible en un nivel pragmático, pues ambos significan lo mismo. Por último, el hablante formula su petición refiriéndose a la disponibilidad del oyente al usar el verbo ser (desu ka) en su variante mucho más cortés (deshou ka). Según Haverkate (1994), este tipo de formulaciones derivan su interpretación cortés al preguntar sobre las objeciones que puede tener el oyente para cumplir el deseo del hablante. Con base en lo anterior, se puede concluir que los hablantes que no tienen poder utilizan estrategias de mitigación que protegen la imagen negativa y positiva, es decir, estructuras que reconfiguren la petición como una manifestación impositiva más adecuada para el trato con una persona que se encuentra en un grado superior en la escala de verticalidad. Los matices de cortesía de estas estructuras ofrecen la oportunidad de no insistir sin perjudicar su propia imagen o la del interlocutor, en el caso de que éste no esté dispuesto a cumplir su deseo. (Haverkate 1994, 151)

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4.2. Jefe y empleado 4.2.2. Ejemplo en español mexicano Esta situación fue tomada del episodio tres de la telenovela mexicana “Para volver a amar” de los productores Giselle González y Roberto Gómez Fernández, (2010). En este ejemplo, los participantes son dos mujeres de alrededor de 50 años. La mujer1 es empleada de la mujer2, por lo que su relación es más formal. Aunque ellas se encuentran en el mismo rango de edad, la empleada utiliza el pronombre usted como fórmula de tratamiento para cuidar la imagen positiva de su interlocutora. A pesar de eso, la formulación del acto exhortativo carece de otras estrategias de cortesía que podrían considerarse no corteses. Empleada: Señora Antonia, Señora Antonia… ¿Por qué no me lleva a trabajar con usted? La empleada comienza el intercambio comunicativo refiriéndose a la señora por su nombre de pila, pero usando “señora” como título de tratamiento para no poner en riesgo la imagen positiva de su jefa. Sin embargo, el uso de su nombre de pila y no su apellido muestra un grado de cercanía mayor a la situación contraria, pero no las vuelve parte del mismo grupo. La palilogia, es decir, la repetición de una palabra, es un recurso utilizado en retórica para enfatizar los versos. En este acto de habla, demuestra la urgencia del hablante de ser escuchado y, sobretodo, su necesidad de que su interlocutor responda a su ruego. Después, la mujer1 formula su acto exhortativo como un reproche, algo que podría ser considerado descortés, pues está amenazando directamente la imagen positiva de su jefa. Se cree que, pragmáticamente, “¿Por qué no?” es una estructura que demanda una explicación de los actos de la mujer2. Asimismo, el adverbio de negación dentro de esta configuración lo vuelve un reproche.

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Se cree que una pregunta directa hecha por un hablante en un grado inferior al de su interlocutor es considerada descortés, porque éste no se encuentra en una escala de poder que justifique tal exhortación. Además, es un ataque directo a la imagen positiva de la mujer porque ésta no cuenta con la posibilidad de rehusarse a responder. A pesar de que la mujer sabe que la relación con su jefa podría estar en juego al emitir tal demanda, su apuro podría justificarlo. Haverkate (1994) dice que sólo en situaciones donde el hablante no tiene control sobre su estado anímico, como en una emergencia o en una situación importante, éste podría olvidar las reglas de cortesía verbal en su sociedad para expresar su ruego. Señora: Pero ¿a dónde, Rosaura? Si yo no tengo trabajo. La señora, sin embargo, no parece molestarse por la descortesía de su empleada. Al contrario, intenta justificarse y mantener su imagen positiva. Es decir, la imagen que la sociedad tiene de ella. Puede observarse que ella, al tratarse de su jefa y al estar en un grado superior al de su interlocutora, no tiene necesidad de utilizar fórmulas de tratamiento con ella. Simplemente se refiere a ella por su nombre de pila. Empleada: Bueno, ahorita no. Pero yo la conozco. Usted no se va a quedar con los brazos cruzados. Mire. A mí el licenciado ya me dijo que va a buscar otra secretaria… Por favor, lléveme… Aunque su jefa ha hecho un intento por explicarle su situación, la empleada continúa con su ruego. El marcador de discurso “Bueno” funciona como una concesión a la explicación hecha por su interlocutor. El adverbio de tiempo “ahora” se utiliza en su diminutivo (“ahorita”) porque es una estrategia de matización afectiva que sirve para mostrar empatía hacia la situación de su jefa. Después, la mujer1 busca convencer a su interlocutora adulándola y recordándole que ellas tienen 89

cierto grado de cercanía. “Yo la conozco” reitera que la relación entre ambas no es la de un simple empleado con su jefe, pues el hablante cree conocer a su interlocutor. Quizás porque no crea que es suficiente intentar manipular al oyente poniendo en juego su imagen positiva, el hablante intenta ejercer cierta presión al explicar su situación. Pese a que la justificación de un ruego es una estrategia común al formular un ruego, en esta situación no cumple esa función. Se cree que el hablante intenta, simplemente, convencer a su jefa de que es importante que lleve a cabo el acto exhortado. Por último, se enuncia por segunda vez el acto exhortativo. El hablante utiliza la conjugación en imperativo del verbo llevar de la persona usted (lleve), acompañado del pronombre de objeto indirecto para la primera persona (me). Como se explicó anteriormente, “por favor” es una fórmula cortés para enfatizar un ruego y suavizar la fuerza del uso de un imperativo. Es decir, se trata de un acto impositivo que podría considerarse como no-cortés al no usar estrategias de matización que se consideran imprescindibles en el trato entre dos personas en un grado de verticalidad distinto. A partir de lo que pudo observarse durante el curso del análisis, se infiere que para el hablante en un grado inferior jerárquicamente es posible enunciar un acto exhortativo directo sin dañar su relación. Aunque el hablante es no-cortés al enunciar directamente su petición y amenaza la imagen negativa de su interlocutor, utiliza fórmulas de tratamiento que pueden llegar a suavizarlo. El uso del usted en un intercambio directo entre un subordinado y su jefe fue suficiente para no dañar la relación entre sus participantes, quizás por el carácter urgente de la petición.

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4.3. Dos compañeros de clase 4.3.1. Ejemplo en japonés Esta muestra fue tomada de la serie televisiva Gomen ne seishun (Disculpa, juventud) del productor Akira Isoyima en el episodio 6, minuto 46:14. Un chico y una chica de aproximadamente 15 años se encuentran ayudando a limpiar las instalaciones de su escuela después de un día de clases. Ambos son compañeros del mismo año y las estrategias de matización utilizadas entre ellos demuestra que ambos se encuentran en una relación cercana porque son parte del mismo grupo: social y de edad. Sin embargo, las fórmulas de tratamiento empleadas denotan cierta formalidad entre su relación, a pesar del lenguaje formal en el que se comunican. En este intercambio, es la chica quien saca a colación el tema relacionado con la petición, lo que permite que el Chico pueda justificarse y, después, formular el acto exhortativo. Chico: なかいちゃん! (¡Nakai-chan!) おれも てつだうよ! (Ore mo tetsudau yo! (¡Yo también ayudaré!) だから なんでも いってよ (Dakara nandemo itte yo) (Por eso, ¡dime cualquier cosa!)

El chico se refiere a la chica por su apellido acompañado con el sufijo deíctico chan, que se utiliza en situaciones informales cuando dos personas tienen una relación muy cercana y sólo puede usarse para referirse a mujeres. Es interesante que el joven lo utilice al mismo tiempo que su apellido de pila, lo que es común en las relaciones entre compañeros de año. Los compañeros del mismo año normalmente utilizan los apellidos para llamar a aquellos con los que no mantienen

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una relación tan cercana. El uso de chan, por eso, resulta un poco fuera de lugar dentro de este intercambio. Después de que logra captar la atención de su interlocutora, que se encuentra limpiando en otra parte de la escuela, éste le ofrece su ayuda. El uso del pronombre informal yo para chicos (Ore, Yo) se debe a que él cree que no es necesario hablar formalmente frente a la chica. Es interesante notar que los chicos normalmente usan el pronombre informal yo para chicos aunque estén conversando con un compañero de clase al que no consideran completamente cercano. Esto se debe a que se considera que ambos se encuentran en el mismo grado de verticalidad, lo que disculpa el uso de estrategias morfosintácticas para intentar lograr un lenguaje más formal y apropiado. Esto puede notarse en el uso de la forma informal del verbo ayudar (tetsudau), después de la partícula mo (también) que sirve como adverbio. Finalmente, el chico termina la frase con la partícula yo que es informal y se utiliza para enfatizar la enunciación. Chica:

あんた あべちゃんと まだ つきあってんの? (Anta Abe-chan to nada tsukiattenno?) (¿Tú todavía estás saliendo con Abe?)

Pese a la distancia que implica el uso de los apellidos como fórmula de tratamiento y la aparente paradoja que resulta utilizar la forma informal en un discurso entre dos personas no cercanas, la Chica 1 utiliza el pronombre tú (anata) más informal, anta, una contracción utilizada por muchos jóvenes. Resulta interesante no sólo el uso de la contracción, sino el uso del pronombre tú (anata) para referirse a su interlocutor. En japonés, el uso de los pronombres como fórmula de tratamiento está reservado para dos tipos de relaciones entre los hablantes. La primera, es cuando el hablante se encuentra en un grado de verticalidad superior al de su interlocutor, lo que lo sitúa en una posición más alta y con la libertad de referirse al otro por el pronombre personal tú que puede ser anata (Formal), kimi (informal) u omae (informal, descortés). La segunda es cuando se trata de 93

dos personas que tienen una relación muy cercana, de iguales. El uso del pronombre personal tú (anata) es comúnmente utilizado entre las parejas y, en algunos casos, sólo se utiliza en situaciones especiales. Después de referirse a él, le hace la pregunta “¿Todavía estás saliendo con Abe?” (Abechan to mada tsukiatten no?) utilizando contracciones de las estructuras gramaticales que se utilizan en un intercambio informal. En esta formulación, se refiere a la novia del chico por su apellido y el sufijo deíctico chan que, como se explicó anteriormente, puede ser utilizado entre dos chicas que se encuentran en el mismo grado en la escala de horizontalidad. Es decir, como tienen la misma edad no es descortés que la Chica la llame de esta manera. Después, pregunta si todavía (mada) está saliendo (tsukiatten no) con ella. La forma tsukiatten (estar saliendo) deriva de la contracción del informal tsukiatteiru, en donde se preside del iru (ser), que funciona como verbo auxiliar para la creación del presente progresivo del japonés. El tiempo progresivo se compone del verbo conjugado en la forma te (te), que también funciona como imperativo, y el verbo iru (ser). A esta contracción se le agrega el sufijo no, que utilizada en los discursos informales para demandar una explicación o enfatizar una sentencia y, como se mencionó anteriormente, se considera como una amenaza directa a la imagen positiva de los participantes. Culturalmente, se cree que sólo puede utilizarse cuando la relación entre los hablantes es cercana o cuando el hablante se encuentra en un grado de verticalidad mayor que el de su interlocutor. Sin embargo, quizás respaldándose en el hecho de que ambos pertenecen al mismo grupo social, la chica lo emplea para enfatizar su demanda. Probablemente el tipo de estrategias en el discurso de su interlocutor le permitió utilizar una estructura que en otra situación podría ser considerada descortés por atacar de manera tan directa a la imagen positiva de su interlocutor.

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Chico:えっ?いや。。。 (Ee? Iya…) (Eh? Este…)

El chico también parece sorprendido por la pregunta, probablemente por lo personal que resulta y la manera en la que fue formulada. Por eso, responde con una interjección. Es importante mencionar que, en un primer momento, a ninguno de los participantes pareció molestarles el uso de fórmulas de tratamiento que son consideradas no corteses. En cambio, cuando el carácter de la formulación se volvió personal, las barreras interpersonales sí parecieron cruzarse porque atentaron directamente con la privacidad del Chico. Chica: ちゃんと わかれてないでしょ (Chanto wakaretenai desho) (Perfectamente* no han terminado, ¿verdad?)

A pesar de la evidente sorpresa de su interlocutor, la Chica prosigue su demanda. En cambio, ataca directamente la imagen positiva al afirmar una respuesta por parte del Chico. El adverbio chanto tiene muchos significados dependiendo de su contexto, pero se utiliza para hablar de algo que se ha hecho correcta o perfectamente. Se utiliza, sobre todo, para obligaciones o acciones que se consideran importantes para el hablante. La chica continúa utilizando el discurso informal y por eso le pregunta si no han terminado con la forma informal del verbo separarse, wakaretenai (No ha separado), que también se utiliza cuando se habla de relaciones interpersonales. Por último, enfatiza su afirmación con la expresión deshou (¿verdad?) que busca el asentimiento del interlocutor. Culturalmente, se considera descortés afirmar o confirmar la intención del hablante en su lugar, porque es un ataque directo a su imagen positiva que, como se mencionó, es “la imagen que el individuo tiene de sí mismo y que aspira a que sea reconocida y

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reforzada por los otros miembros de la sociedad.” (Brown y Levinson, 1987) Resulta descortés, pues, la imposición de esta afirmación sobre la verdad del interlocutor. Habría que analizar a fondo si existe un precedente que explique o justifique la falta de matización por parte del hablante. Chico: ちゃんとするよ! (Chanto suru yo!) (¡Perfectamente la vamos a hacer! [Terminaremos] )

Después de la afirmación de la Chica, el Chico se ve en la necesidad de corregirla. Parece ignorar por un momento el atrevimiento y el ataque directo hacia su imagen positiva y enfocarse en explicarse a sí mismo. La urgencia del Chico por explicarse es explícita gracias al uso del adverbio chanto (perfectamente, correctamente) para destacar que la acción se ha llevado a cabo tal como debía ser, como si se tratara de un deber o compromiso pendiente con la Chica. El verbo hacer (suru) en su forma informal se refiere a la acción aludida por la chica. Por último, el chico termina la frase con la partícula yo que sirve para enfatizar una enunciación. El uso de estas estructuras morfosintácticas demuestra que el Chico decide ignorar la formalidad de su intercambio con su interlocutora para darle prioridad a que su explicación sea escuchada y, sobre todo, comprendida.

だから もう いっかい いう けど。。。 (Dakara mou ikkai iu kedo…) Pero por eso lo digo otra vez…

Antes de formular su petición, es necesario aludir a la condición previa de razonabilidad. Es decir, este intercambio funciona para confirmar que ambos participantes saben que el Chico ya no está saliendo

con

Abe,

lo

cual

justifica

el

ruego

que

formulará

a

continuación.

Por eso (dakara) después de tal intercambio nos hace inferir que esta no es la primera vez que los participantes habían tenido este intercambio. Esto se confirma con la formulación Mou ikkai iu

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(Lo digo otra vez), dicho en un lenguaje informal. El verbo decir iu (decir) y el adverbio otra vez (mou ikkai) acentúan la necesidad del chico de ser escuchado, porque se trata de un tema del que ha hablado con su interlocutora con anterioridad. Por último, el pero (kedo, informal) después de la justificación o énfasis hecha por el hablante, que es suavizada por el dejo de duda que implica su uso. En este intercambio, la vacilación del hablante aún después de utilizar expresiones tan directas demuestra que, en cierta medida, la petición o acto exhortativo que formulará podría no ser realizado por su interlocutora. Es esta vacilación, pues, una estrategia de matización necesaria a pesar de que los hablantes utilizaran lenguaje informal para comunicarse. Esto quiere decir que, a pesar del uso de las formas informales, es necesario matizar para proteger la imagen negativa cuando va a formularse una petición. おれと つきあってくれ (Ore to tsukiattekure) (Sal conmigo [por mí])

Por último, chico enuncia su petición. Continuando con el pronombre personal informal para chicos (Ore, yo) conjuga el verbo ‘salir’, ‘tener una relación’ (tsukiau), en su modo imperativo seguido del verbo kuremasu (Dar/obsequiar a alguien dentro del círculo del hablante) en su forma imperativa informal (kure), que funciona para enfatizar que el hablante es consciente que sólo es él se beneficiaría si el interlocutor realizara el acto exhortado. Es interesante cómo, entonces, un ruego formulado con un imperativo pueda ser matizado por el verbo dar a uno (kureru) en la cultura japonesa. Sobre todo si se toma en cuenta que en el japonés existen dos verbos dar. El primero, kureru, es utilizado por el hablante para hablar sobre lo que ha recibido él o alguien dentro de su grupo; por el contrario, ageru se utiliza para hablar de las cosas que el hablante da a una persona fuera de su círculo, sólo si se trata de alguien menor rango que él. Es decir, una persona no puede

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utilizar este verbo cuando él le ha hecho un favor a alguien que se encuentra en un grado superior dentro de la relación de verticalidad.

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4.3. Dos compañeros de clase 4.3.2. Ejemplo en español mexicano Esta muestra fue tomada de la telenovela mexicana producida por Juan Osorio, “Mi corazón es tuyo” (2014) del episodio 144, minuto 30:15. Un chico y una chica de alrededor de 16 años, estudiantes de preparatoria. Los dos tuvieron una relación amorosa en el pasado, pero terminaron. En estos momentos, han arreglado las diferencias del pasado y el chico decide pedirle que vuelva a ser su pareja. A pesar de la cercanía entre ambos, el chico utiliza varias estrategias de mitigación antes de realizar el acto exhortativo. Primero, intenta convencer a la chica al reafirmar la veracidad de sus sentimientos; después, los expone frente a un grupo de desconocidos y, por último, realiza la petición. Chico: No vuelvo a dejarte ir, bonita. No vuelvo a hacer tonterías ni berrinches ni desplantes de celos. Por esos ojos maravillosos. […] Tu sonrisa. […]

Antes de realizar su ruego, el chico intenta recuperar la confianza de la chica al prometerle que no volverá a alejarse de su lado. Para esto, utiliza el tiempo presente de la perífrasis verbal ‘volver a dejar’, pues no sólo se trata de una afirmación, sino de una acción que está sucediendo desde el momento de su enunciación. Así, esta formulación busca persuadir a la Chica al ser disfrazada por un acto que sucede en la actualidad y que resulta, por ende, ser verdad. Es decir, al hablar de un estado actual que ya está dado, el hablante reafirma la veracidad de su sentencia. Parece importante mencionar, además, la selección del verbo ‘dejar ir’, como si la relación que mantiene con su interlocutora se tratara de una posesión de la cual no pretende permitirle escapar. Entonces, aunque este acto de habla intenta mostrar el arrepentimiento del Chico por haberse separado de la Chica, resulta evidente que el hablante ve la relación como un acto de dominio sobre ésta. Sin embargo, esta demostración es matizada por la fórmula de tratamiento que intenta

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ganar el cariño de su interlocutor. El adjetivo ‘bonita’, de esta manera, es un vocativo que funciona para manipular los sentimientos de la chica al saberse apreciada por el Chico que la ‘dejó ir’. Enseguida, utiliza la perífrasis verbal ‘volver a hacer’ en su tiempo presente, acompañado del adverbio de negación ‘no’. Esta afirmación, nuevamente, funciona como una herramienta de persuasión para el interlocutor con el objetivo de que el hablante crea que se trata de una confesión sincera. Asimismo, utiliza sustantivos como ‘tonterías’, ‘berrinches’ y ‘desplantes’ para referirse a la actitud que tuvo con ella en el pasado, ahora considerada infantil e irracional. El uso deliberado de estos términos tiene el fin de acentuar el cambio que ha habido en el hablante con respecto a su yo del pasado, que obró mal. Así pues, el acto de persuasión por parte del hablante recae completamente en su insistencia en delimitar las diferencias entre su yo del pasado y el de ahora. Para reafirmarlo, utiliza la adulación. “Por esos ojos maravillosos. […] Tu sonrisa. […]” Al mencionar las cualidades físicas de su interlocutora, intenta cautivarla para que responda de manera positiva a su exhortación. Soy tan privilegiado. Señoras y señores. Conmigo está sentada la chava más maravillosa de este planeta y que todo mundo sepa que la amo. La amo. En la enunciación “Soy tan privilegiado”, nuevamente, el verbo está conjugado en el tiempo

presente, lo que sugiere que el hablante está seguro de la respuesta que recibirá por parte de la Chica. Se considera que esta demostración de seguridad por parte del hablante influye de manera positiva en la ejecución del acto exhortativo por la interlocutora. Finalmente, anuncia a los otros comensales el amor que siente por la Chica1, lo que se considera como un atrevimiento por parte del hablante. Aunque en México las muestras públicas de afecto no son consideradas como algo tan negativo, éstas suelen hacerse de manera privada. Sin

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embargo, en muchas ocasiones, una muestra de afecto de esta magnitud, frente a un grupo social ajeno al suyo es considerada como sincera, pues desafía las normas establecidas para probar algo que, en privado, no podría ser aceptado por completo. La presión social que ejercen los comensales, que antes eran ajenos a la conversación, son otro método de coerción del hablante. Este método atenta directamente a la imagen positiva tanto del hablante como de su interlocutor, por lo que podría ser considerado descortés. Así, frente a los ojos de personas que no pertenecen a su círculo social y poniendo en riesgo la imagen positiva de ambos, el Chico proclama su amor por la Chica1. Para hacerlo, exalta la perfección de la chica y la dota de superlativos como “la chica más maravillosa del planeta”, que atacan directamente la imagen negativa de las otras mujeres presentes. Finalmente, declara su amor ante el mundo. Chica: León, bájate. Me está dando mucha pena.

Como se dijo anteriormente, la divulgación de un tema privado como las relaciones privadas frente a un grupo de personas ajenas al círculo social de los interesados es considerado descortés. Es por esto que la chica le pide que sea discreto. Para hacerlo, utiliza el nombre de su interlocutor como fórmula de tratamiento y el verbo ‘bajar’ en su forma imperativa de la primera persona del singular. Para dotar de fuerza su petición, la justifica diciendo que las muestras efusivas de afecto de su interlocutor la incomodan y le causan ‘pena’. En el español mexicano, este sustantivo se refiere al decoro de una persona frente a la sociedad. Es decir, se trata de un término que tiene relación directa con el concepto de imagen positiva que tiene una persona dentro de su grupo social, sobre todo si se trata de uno donde las relaciones están cargadas de reglas de comportamiento,

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como lo sería un grupo de desconocidos. Es probable que esta presión, admitida por el hablante, vaya a afectar directamente a la resolución del acto exhortativo. Chico: Fanny, estoy completamente enamorado de ti. Por favor, sé mi novia de nuevo y nunca te separes de mí. Quiero demostrarte que te puedo hacer muy feliz.

A pesar de que el Chico se ha dedicado a justificar de muchas maneras su petición, lo hace nuevamente. Esta vez, se decide por una sentencia directa que engloba todo su discurso anterior: su declaración de amor. En ella, el hablante utiliza el nombre de la Chica como fórmula de tratamiento y, nuevamente, la forma presente del verbo ‘estar’. También, el adverbio ‘completamente’ tiene una interpretación semántica que enmarca la situación del hablante como inevitable. Es decir, no sólo una parte del chico está enamorado, sino que él, en su totalidad, se encuentra en este estado y le es imposible cambiarlo. El uso de este adverbio, visto desde su interpretación pragmática, es tener un efecto coercitivo en el interlocutor, pues éste se sentirá responsable por la situación. Sin embargo, esta responsabilidad que el hablante decide darle a su interlocutor al ponerse en sus manos podría interpretarse dentro de los códigos sociales como un acto de amor. Esta muestra de amor, también, intenta persuadir al interlocutor a realizar la petición. Según Haverkate (1994: 50) la “maximización del beneficio para el interlocutor” es una de las tres estrategias primordiales para realizar actos exhortativos, después de la justificación y lo que en términos de Haverkate se conoce como minimalización del coste para el interlocutor.

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Conclusiones El análisis de este trabajo permitió demostrar que todas las estructuras empleadas entre dos hablantes del español mexicano y el japonés con una distancia social específica guardan cierta similitud y que las estrategias de mitigación utilizadas responden a la manipulación de las distancias sociales, es decir, al eje de poder y al eje de solidaridad. Las estructuras morfosintácticas empleadas en el español mexicano y el japonés son distintas, lo cual era posible afirmar a priori. Sin embargo, las estrategias de mitigación en ambas lenguas responden a las mismas necesidades de los hablantes. Es decir, son influidas por la manera en la que ambas culturas conciben las relaciones de poder, por lo que se puede afirmar que las estrategias de mitigación presentes en los actos exhortativos directos guardan una relación icónica con los códigos que rigen la concepción metafórica del espacio como representación de las relaciones de poder. Éstas, además, buscan mantener los vínculos de poder y afectividad que existen entre dos personas durante los intercambios comunicativos, sobre todo cuando se trata de una petición. Se confirmó el planteamiento inicial donde se afirmaba que las estrategias de cortesía mitigadoras empleadas en la cultura japonesa tienen, en cierta medida, sus equivalentes en el español mexicano lo cual demuestra que ambas culturas comparten varias reglas pragmáticas. Es importante resaltar que se pudo constatar que, en ambas culturas, la imagen negativa del interlocutor tiene mayor peso que la imagen positiva de los participantes. Tanto en la cultura japonesa como en la mexicana los actos exhortativos impositivos formulados de manera directa, es decir, los mandatos, sólo pueden ser pronunciados por personas que tienen autoridad sobre el emisor sin que esto sea descortés. Todos los ruegos o peticiones son en realidad mandatos, que de ser formulados sin estrategias de cortesía negativa, pondrían en conflicto las relaciones interpersonales de los 104

participantes. Una exhortación pronunciada a manera de petición o ruego utilizará la distancia vertical, ficticia o no, como método de convencimiento o coerción. Esta investigación no fue más allá del análisis morfosintáctico y pragmático de las peticiones en el español mexicano y el japonés y se reconoce que apenas es un esbozo de una investigación que puede ser continuada en el futuro. Dicha investigación se continuará como un proyecto más amplio en donde se profundice en temas de Proxémica, Antroplogía Lingüística, Semiótica Cultural, Pragmática Intercultural, etc. y se responderán algunas interrogantes que surgieron durante el análisis, como: “¿La informalidad significa cercanía?” o “¿El uso de estrategias de matización en el discurso implica que los hablantes no son tan cercanos como podría pensarse?”, entre otras. Durante la redacción de este trabajo me di cuenta de que no hay material suficiente que hable de la cortesía verbal del japonés en contraste con el español. Aunque existen libros para la enseñanza de la cortesía verbal en el japonés, no pude encontrar libros dedicados al perfeccionamiento del español en el área de las interacciones formales. Es por esta razón que planeo realizar un material didáctico para la enseñanza de estructuras morfosintácticas consideradas corteses para los estudiantes del español mexicano como lengua extranjera y del japonés como lengua extranjera, el cual será resultado de una investigación en un nivel de posgrado.

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