ESTRABÓN, Geografía de Iberia; traducción de Javier Gómez Espelosín; presentaciones, notas y comentarios de Gonzalo Cruz Andreotti, M.V. García Quintela y Javier Gómez Espelosín, Alianza, Madrid, 2007, 557 pp.

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no estaba atestiguado en Creta (p. 194; cf. p. 261); algún término no recogido en los diccionarios al uso (p. 216, p. 239); el probable testimonio de una palabra local (p. 247). Y también métricos: así, medidas contra toda regla (nº 48, p. 262), o literarios, hasta alcanzar igualmente cuestiones relativas a la mitología y la religión. Así, una de las inscripciones (nº 6) constituye un documento único sobre la introducción de divinidades egipcias en Gortina, otra (nº 10) permite plantear una interesante discusión sobre la divinidad a la que está dedicado el epigrama, Pan o Hermes, y la función de los árboles en su culto, una tercera (nº 20) proporciona interesante información sobre la fundación del culto de Asclepio, una cuarta (nº 23) proporciona instrucciones a los visitantes al templo de la Gran Madre. Si un material tan sumamente interesante viene además acompañado de una cuidada bibliografía que distingue entre estudios sobre Creta, el epigrama, epigrafía y otros, dos útiles mapas, cuatro índices (de antropónimos, tablas de correspondencias entre su edición y otras relevantes y de manejo constante, de lugares de procedencia y de lugares de conservación de las inscripciones), así como una tabla de signos diacríticos que puede ayudar mucho al lector menos avezado, no puede por menos de afirmarse que se trata de un espléndido trabajo, magníficamente presentado. En verdad, como señala el autor, no existe hoy en día un corpus homogéneo que reúna todos los poemas epigráficos conocidos hasta ahora en lengua griega y en el futuro quien aspire a preparar tal magna obra habrá de partir de ediciones críticas parciales. El estudio de A. Martínez Fernández es ejemplar en ese sentido y su elaboración, cuidada, rigurosa, metódica, realizada combinando el trabajo a pie de obra con la callada labor del filólogo que analiza, traduce, busca paralelos, revisa críticamente las ediciones, medita sobre los problemas y avanza soluciones, ha allanado el camino cretense de época helenística. El lector, al cerrar su libro cada vez que lo consulte, no podrá por menos de desear que el autor prosiga en tan titánica como apasionante labor investigadora, ya sea en Creta, ya en La Laguna, al cabo, en esa Hélade entre cuyas líneas sabe leer tan bien.

Mª DEL HENAR VELASCO LÓPEZ

ESTRABÓN, Geografía de Iberia; traducción de Javier Gómez Espelosín; presentaciones, notas y comentarios de Gonzalo Cruz Andreotti, M.V. García Quintela y Javier Gómez Espelosín, Alianza, Madrid, 2007, 557 pp. La aparición en el mercado editorial español de una nueva traducción del Libro III de la Geografía de Estrabón puede resultar llamativa, habida cuenta de que contamos con otras versiones al castellano, algunas de ellas relativamente recientes. Sin embargo, la proliferación en los últimos años de diversos artículos y estudios monográficos dedicados este autor -véase, por ejemplo, G. Cruz Andreotti (ed.), Estrabón e Iberia: Nuevas perspectivas de estudio (Málaga 1999), o D. Dueck, Strabo of Amaseia. A Greek Man of Letters in Augustan Rome (London 2000)- demuestran que no se trata, ni mucho menos, de una fuente agotada. En este sentido, convenimos enteramente con los editores en que la revalorización de la figura del geógrafo, resultado sin duda de un cambio de paradigma que viene a superar la crítica historicista de la Quellenforschung, abre las puertas a una nueva percepción más rica y colorista de una obra que, si bien es receptora de toda la tradición geográfica hele-

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nística, constituye en su estructura, contenido y objetivos un producto netamente original. Asimismo, los avances en el conocimiento de la Hispania antigua, especialmente relevantes en el campo de la arqueología, demandaban ciertamente una nueva lectura comentada del Libro III, al tiempo que quedaban obsoletas buena parte de las apreciaciones realizadas en anteriores traducciones. No obstante, la oportunidad la ha brindado sin lugar a dudas la reciente publicación de una nueva versión del texto griego -S. Radt, Strabons Geographika. Band 1: Prolegomena; Buch I - IV (Text und Übersetzung) (Göttingen 2002)- que viene a superar la anterior edición que F. Lasserre realizara para Belles Lettres en 1966. Radt no sólo lleva a cabo una nueva traducción y presentación del texto original de Estrabón, sino que también recoge en un amplio aparato crítico las diferentes correcciones, variantes e interpretaciones que se han ido vertiendo sobre el mismo a lo largo de los años en las principales ediciones impresas, desde la de Causabon hasta la de Lasserre, pasando por Kramer, Meineke, Müller, etc. La presente edición plantea una estructura poco habitual, ya que junto a una breve presentación (pp. 7-13) se introducen cuatro capítulos monográficos independientes (pp. 15-139) en los que se analizan exhaustivamente varios aspectos de la obra de Estrabón: su contexto histórico-literario, la tradición geográfica griega y la construcción del discurso etnográfico, muy especialmente en relación con el Libro III. A continuación nos encontramos con la traducción propiamente dicha (pp. 141-302), acompañada de una más que generosa “guía de lectura”. Con ella se pretende, en palabras de los autores, facilitar el acceso “tanto a la comprensión interna del texto como a su encuadre en el marco de las nuevas tendencias de los estudios geográficos y de las novedades de la historia y arqueología peninsular” (p.10). Para terminar, el volumen incluye un glosario con los principales nombres propios y términos gentilicios mencionados por Estrabón (pp. 303-493), así como una serie de mapas donde se recoge la imagen del mundo en general, y de la Península Ibérica en particular, proyectada por los geógrafos griegos, desde Hecateo de Mileto hasta el propio Estrabón (pp. 495-506), además de un listado con la bibliografía utilizada a lo largo de la obra (pp. 507-556). El primer capítulo de la presentación, “Estrabón y su obra” (F. Javier Gómez Espelosín), puede considerarse una introducción, dedicada íntegramente a la figura del geógrafo en el sentido más amplio. Aquí se tratan sobre todo aspectos relacionados con su vida, principalmente el contexto político y cultural en el que se insertó su trayectoria intelectual, el ambiente filosófico que lo rodeaba, su producción científica (no sólo en el campo de la Geografía, sino también en el de la Historia), los destinatarios directos e indirectos de su obra y su trascendencia posterior. Este punto es especialmente interesante, ya que pone de manifiesto la diversa consideración de la que ha venido gozando la geografía estraboniana desde la Antigüedad hasta nuestros días, con dos hitos significativos: la difusión de la obra a principios de la Edad Media y su redescubrimiento a manos de la geografía moderna durante el siglo XIX. Los últimos apartados están destinados a analizar de forma más específica las fuentes utilizadas por Estrabón para la confección del Libro III y sus problemas de identificación, así como el papel de la Geografía como fuente indispensable para la historia antigua de la Península Ibérica. La labor de síntesis llevada a cabo en este capítulo es magistral, con un elenco bibliográfico nutrido y actualizado que lo convierten en un referente sumamente útil para aquellos que quieran acercarse por primera vez a la obra del geógrafo de Amasia. Sin embargo, se echa en falta un análisis más detallado de la transmisión manuscrita (que queda

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relegada a una nota a pie de página), muy especialmente en relación al Libro III, así como un recorrido -siquiera breve- por las principales ediciones impresas. Sin duda, hubiera sido también muy oportuno, en nuestra opinión, disponer en este punto de una reflexión crítica sobre las distintas traducciones de la Geografía de Iberia que se han vertido al castellano hasta el momento, desde la primera edición de A. García y Bellido a la más reciente de Mª. José Meana. Si bien es cierto que ya se alude a ellas en la Presentación, no creemos que sea suficiente para un trabajo de esta envergadura. Ello justificaría sobradamente tanto la conveniencia de una nueva traducción como, sobre todo, la indiscutible necesidad de una lectura actualizada (no sólo a partir de toda la nueva información disponible, sino también desde un punto de vista teórico-metodológico) de los datos geográficos, etnográficos e históricos contenidos en la obra. El segundo de los capítulos introductorios, “Estrabón y la tradición geográfica” (Gonzalo Cruz Andreotti), se centra en el lugar ocupado por la obra de Estrabón dentro de la historia de la geografía antigua. Nos recuerda que Estrabón es heredero de dos grandes tradiciones geográficas: la geografía matemática o cartográfica, representada por Eratóstenes, y la geografía regional o corográfica iniciada por Heródoto, en la que se entremezcla la descripción física con los datos etnográficos, históricos, mitológicos, etc. La Geografía estraboniana constituye, por tanto, “el resultado de un conjunto de prácticas que han terminado por confluir en una obra que tiene afán de síntesis del conocimiento y enciclopedia de los saberes” (p. 45), pero que también responde a una intencionalidad política y social explícita. No obstante, “si atendemos al desarrollo del conjunto de la obra la cartografía pierde peso a favor de otros contenidos…; o en todo caso, se la simplifica aportando los datos suficientes para que el lector imagine y pueda enmarcar los cuadros generales y regionales” (p. 59). Ciertamente Estrabón parece más interesado en la información histórica y la reflexión geo-etnográfica que en los aspectos eruditos de la reconstrucción cartográfica. Así opera al menos en el libro dedicado a Iberia donde, tras situar cada zona dentro de unos límites naturales y/o étnicos más o menos precisos, pasa inmediatamente a describir sus recursos económicos, posibilidades de comunicación y principales asentamientos, los acontecimientos históricos y/o rasgos etnográficos más notables, su pasado legendario -si lo hubiere- para terminar con un breve retrato de su situación político administrativa actual (p. 66). A pesar de ello, como afirma Cruz Andreotti, la descripción de Iberia va a estar determinada por las propias limitaciones de las fuentes utilizadas por Estrabón, que le impiden ilustrar con la misma profundidad y nivel de detalle las características físicas y etnográficas las de las regiones interiores, cuyos contornos quedan esbozados a partir de los principales ejes articuladores del territorio -los grandes cursos fluviales y las cadenas montañosas-, en comparación con las áreas costeras. Igualmente interesante (y necesario) es el capítulo “Estrabón y la Etnografía de Iberia” (Marcos V. García Quintela). Aquí se examina detalladamente la herencia etnográfica de Estrabón y el diseño de una “etnografía” para la Península, haciendo especial hincapié en el contexto político e ideológico que rodea al autor, así como en las necesidades y el destino que habría de tener su obra. El texto se articula escalonadamente sobre tres ideas básicas: el papel de la etnografía en la literatura griega y su evolución a lo largo de la Antigüedad; la construcción (y deconstrucción) del discurso etnográfico, sobre todo a partir del análisis critico de las dos tendencias imperantes hasta el momento, la clásica Quellenforschung (estudio de las fuentes) y -más recientemente- la corriente conocida como “estética de la percepción”; y los rasgos de la descripción etnográfica presentes en el Libro III de Estrabón.

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Por lo que respecta a esta última cuestión, el autor va a centrar su análisis en tres aspectos. Por un lado, trata la función de los discursos etnográficos en la Geografía de Estrabón, tanto en el marco del objeto general de la obra como, sobre todo, en la descripción de los habitantes de la Península Ibérica. En este sentido, y especialmente para el caso de Estrabón, resulta sumamente elocuente la descripción de los tratamientos etnográficos que realiza García Quintela, representados como un juego complejo de fuerzas que se articula en torno a tres polos: el autor, con todas las circunstancias que lo rodean (ideológicas, políticas, etc.), a lo que habría que sumar el peso de la tradición etnográfica heredada; los destinatarios o lectores; y el objeto de la obra -los otros-, que participa directa o indirectamente en la construcción del discurso, y cuya información es seleccionada bajo las claves de su pertinencia o idoneidad. En segundo lugar, analiza la integración de determinadas noticias -items de información- relevantes para el desarrollo programático del discurso geo-etnográfico sobre Iberia, como son el bandolerismo (entendido como forma de vida y práctica social) y la dialéctica aldea/ciudad, o lo que es lo mismo, la relación entre formas de vida urbana y formas de vida no urbana o primitiva. Estos dos tópicos, al igual que las condiciones ambientales o la alimentación, son los que permiten a Estrabón diferenciar de forma nítida una Iberia civilizada de una Iberia bárbara o en vías de civilización, gracias a la influencia ejercida por Roma. Por último, García Quintela trata de averiguar si existe una organización interna en los discursos etnográficos de Estrabón. La respuesta parece en principio afirmativa, al menos en lo que se refiere al contenido de los capítulos tercero y cuarto, donde se concentra la mayor parte de esta información. El siguiente capítulo -último de la Introducción-, “Estrabón y los celtas de Iberia” (Marcos V. García Quintela), puede resultar redundante y, hasta cierto punto, excesivo si lo comparamos con la atención dedicada a otros grupos etno-lingüísticos como los iberos o los turdetanos. En nuestra opinión, una exposición de este tipo sólo tendría cabida si se hiciera un análisis exhaustivo del mapa paleoetnológico que dibuja Estrabón en su Geografía, tratando individualizadamente cada problema, de forma más sucinta quizá, en apartados dentro de un mismo capítulo o incluso como capítulos independientes. Ello no supone en ningún caso un demérito del trabajo, que goza de un interés notable y de una calidad sin duda a la altura de la obra. El propósito que se esconde detrás de este excurso es revalorizar el estudio de la cuestión céltica (y de los celtas) a través de los testimonios literarios grecolatinos, y especialmente a través de Estrabón, como una aproximación necesaria y diferente a la lectura proporcionada por el registro arqueológico, sobre todo frente a las posiciones “celtoescépticas”, como el autor las define, es decir, aquellas que renuncian a analizar el celtismo desde un punto de vista étnico y sólo, si acaso, como un problema meramente historiográfico. En un primer apartado (Retóricas celtológicas), García Quintela analiza la cuestión terminológica, referida siempre al contexto histórico e historiográfico estraboniano, donde los celtas son percibidos como un elemento exógeno a los moradores naturales de Iberia, una migración sobrevenida en algún momento anterior a la llegada de Roma. A continuación, evalúa los elementos (lingüísticos, históricos y, sobre todo, mítico-religiosos) compartidos por las tres áreas de la Península donde se sitúa la presencia de poblaciones de raigambre céltica: el Suroeste, entre los cursos del Tajo y el Guadiana, el Noroeste y el curso alto del Ebro, donde se localizan los berones y los celtíberos. En su opinión, estas tres zonas “comparten rasgos que es imposible saber hasta qué punto contribuyen a su precisa identificación étnica, sea por parte de los romanos, sea por parte de las fuentes o testimo-

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nios utilizados por Estrabón, sea por una elaboración personal que hace nuestro autor de la información disponible” (p. 123). Sin embargo, coincidimos con el autor en que estas circunstancias tampoco deben desautorizar su atribución a un posible sustrato celta que pudo ser conocido por las fuentes de Estrabón. Un segundo punto (Los celtas en la Península) está dedicado precisamente a examinar cada una de estas áreas a partir de un análisis comparativo de los datos proporcionados por la Geografía con otros textos antiguos, así como con la información epigráfica y arqueológica. Como conclusión, García Quintela afirma que Estrabón se muestra “coherente en su uso del término ‘celta’ y sus derivados cuando le sirve para identificar a ciertas poblaciones” (p. 138), aunque admite también una clara asimetría en el tratamiento dado a cada una de estas partes, hecho que puede achacarse a las limitaciones de sus fuentes, especialmente Posidonio de Apamea. Por lo que respecta a la traducción propiamente dicha, y sin entrar en aspectos filológicos, nos encontramos ante un texto cuidado, bien organizado, con un aparato crítico imponente y muy actualizado, que viene a superar cuantitativa y cualitativamente las aportaciones realizadas en las anteriores ediciones de Schulten y García y Bellido (recordemos que la traducción de Mª José Meana publicada por la editorial Gredos no iba acompañada de comentarios sino sólo de breves notas aclaratorias). Éste se compone, por un lado, de las propias notas a pie de página, destinadas a apoyar la comprensión interna del texto o a glosar la información aportada por Estrabón a la luz de la investigación moderna. En ellas los editores presentan variantes de nombres propios, topónimos y etnónimos; argumentan las opciones textuales asumidas para los fragmentos corruptos; resuelven cuestiones puntuales de inteligibilidad; introducen aclaraciones sobre la articulación y la estructura de las descripciones geográficas y etnográficas, haciendo especial hincapié en el tema de las distancias y su proyección sobre el mapa, la articulación de los espacios a través de ejes diagramáticos (ríos, montañas, etc.) o la distribución de los grupos étnicos; explican o interpretan noticias concretas de índole histórica, geográfica, etnográfica, literaria, etc. (p. 11). Se observa, no obstante, un desequilibrio entre algunas notas particularmente extensas o reiterativas y otras en las que cabría esperar un comentario más minucioso, sobre todo en aquellos pasajes que revisten especial complejidad o han sido objeto recientemente de algún tipo de revisión o debate, como ocurre con la mención a Betis, una supuesta colonia vecina a Hispalis (3.2.1), o a las reuniones celebradas por los gaditanos en la ciudad de Asta (3.2.2). Por otro lado, un glosario recoge todos los nombres propios y gentilicios relevantes, que aparecen siempre en el texto precedidos por el símbolo (°). Su objetivo es “aclarar y ampliar la información al lector sobre términos geográficos, etnográficos, personajes míticos e históricos, y autores antiguos citados reiteradamente cuya comprensión detallada permite profundizar en el contenido del Libro III. Su consulta posibilita, además, tener una perspectiva más amplia de cada entrada a través de las fuentes y la bibliografía complementaria” (p. 11). Constituye, pues, una herramienta de gran ayuda para el investigador, ya que proporciona un acceso rápido a toda la información histórica y arqueológica disponible sobre lugares y personas de especial interés, así como el estado de la cuestión en relación con los principales temas a debate. Cierran la obra un elenco cartográfico y un nutrido repertorio bibliográfico que si bien, como advierten los autores, “no pretende ni puede ser exhaustivo”, sí es lo suficientemente amplio y está lo suficientemente actualizado como para permitir una aproximación bastante holgada a cada una de las cuestiones tratadas ya sea en la traducción como en la

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presentación, desde las más generales -aspectos de la tradición geográfica antigua, la etnografía griega, el problema de los celtas, etc.- hasta las más específicas: nombres propios de personas y lugares, acontecimientos y noticias cuyo estudio ha sido abordado por la filología, la historia documental o la arqueología. No cabe duda de que detrás de este volumen se esconde una labor ímproba de recopilación y revisión, compleja y minuciosa, que sobrepasa con creces las expectativas que ciertamente podía generar una simple traducción al castellano de la Geografía de Iberia. En definitiva, nos encontramos ante una herramienta extraordinariamente útil tanto para el especialista como para el investigador que se acerca por primera vez a la obra de Estrabón, ya sea desde la historia o la arqueología. Una edición que está llamada a convertirse en el futuro en lugar de referencia insoslayable para el estudioso de la Hispania antigua.

FRANCISCO JOSÉ GARCÍA FERNÁNDEZ

L. CECCARELLI, Contributi per la storia dell’esametro latino, Roma, Herder, 2008, 2 vols., 238 + 110 pp. Conocido sobre todo por sus ensayos sobre la métrica latina arcaica, entre los que la Bibliografía publicada en 1991 (“Prosodia e metrica latina arcaica 1956-1990”, Lustrum 33 [1991] 227-400) sigue siendo un instrumento imprescindible, Lucio Ceccarelli es autor además de buen número de títulos sobre temas como los loci Iacobsohniani, la norma de Meyer y los cortes de los versos yambotrocaicos; en los últimos años, sus artículos sobre Claudiano, Ausonio y Ennodio han aportado nuevos elementos al inmenso panorama de la métrica dactílica latina. Es al hexámetro latino al que dedica esta vez su trabajo. Con amplias perspectivas y abordando un impresionante corpus de versos, Ceccarelli ha elaborado un detallado y sistemático estudio diacrónico. Fueron los clásicos trabajos de G. E. Duckworth, en los años 60 del pasado siglo, los primeros en llamar nuestra atención de modo también ya sistemático sobre las principales figuras de la poesía dactílica latina, en particular sobre Virgilio, y, hasta la aparición del libro de Ceccarelli, aquellos trabajos nos han venido proporcionando la base estadística más amplia sobre el verso épico. Manifiesta con razón el autor en su prólogo que a menudo los datos no se recogen sobre la totalidad de las obras examinadas, sino sobre muestras; no es éste su caso, ya que el libro presenta los resultados de una escansión completa y sistemática de los textos, pertenecientes a 800 años de la historia del verso. Semejante empeño precisa una considerable tarea previa; excepto en el caso del poema 64 de Catulo, los versos de Virgilio y el Ars poetica de Horacio -datos tomados, como indica el autor, de los análisis métricos publicados por Ott entre 1970 y 1985-, el resto de los textos -más de 140.000 versos- ha sido objeto de escansión por parte del propio Ceccarelli. El libro consta de dos volúmenes, el segundo de los cuales contiene las tablas que en el primero se explican detalladamente. El primer volumen está dividido en dos grandes secciones cronológicas, la primera de las cuales va de los inicios a Juvenal (dejando aparte a Ennio y a Lucilio por su carácter fragmentario, aunque son numerosas las referencias a

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