Estigma. Pobreza y Políticas Sociales.

July 5, 2017 | Autor: F. Márquez Belloni | Categoría: Pobreza, Estigmatización, Políticas Públicas Y Sociales, Estudios Sobre Pobreza
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Descripción

http://www.ubiobio.cl/cps/ponencia/doc/p15.3.htm

Estigma. Pobreza y políticas sociales Francisca Márquez Congreso Internacional de Políticas Sociales, Universidad del Bío Bío, Concepción, Chile, 2000.

Presentación Chile cambió profundamente en la última década del siglo que recién ha terminado. La modernización pareciera ser la característica principal de estos años que han seguido al largo período de gobierno militar. El país creció económicamente y se modernizó, abrió sus puertas y ventanas al mundo. Pero es evidente que los beneficios del "desarrollo" no llegaron a todos los sectores. Un cierto "malestar" se fue apoderando en los últimos años de un sector de los chilenos y cruzó capas sociales, regiones y localidades. Hay una parte de esta sociedad que se autopercibe excluida de esa modernización. La percepción de vivir en una sociedad donde reina la desigualdad se ha instalado en muchas de estas personas. Sentimiento social destructivo sin duda; los individuos son por naturaleza diferentes, pero no por naturaleza desiguales. La desigualdad es una percepción de arbitrariedad. En una sociedad donde las distancias y segmentaciones sociales crecen a la par de la inequidad en distribución de los ingresos, los puntos de encuentro son cada vez más escasos, y la percepción y proximidad con este otro, más difusa y lejana. En Chile, la pobreza ha pasado a ser una informe y homogénea categoría social con la que rara vez se convive y por ende a la que se teme. No es de extrañar entonces, que hoy en Chile se ponga de moda hablar del malestar y la inseguridad. No deja de ser paradojal, en un país que encabeza el ranking de países con más alto desarrollo humano, según el Informe de Desarrollo Humano del PNUD. Digo que es paradojal, porque como bien muestra este Informe, en Chile la distancia entre los llamados

indicadores objetivos (salud, educación, ingresos...) mejoran sustantivamente, mientras que los indicadores llamados subjetivos (expresados en inseguridad, temores, miedos...) se acrecientan. Sucede que en Chile, el temor al otro, el temor a la exclusión social, la inseguridad referida a los medios de sustento y apoyo, muestran que las coordenadas básicas del hecho social se han precarizado: la confianza en los otros, el sentido de pertenencia y las certidumbres que ordenan el mundo de la vida cotidiana. En concreto, no sólo nadie siente que su posición en la estructura social y el mercado de trabajo está salvaguardada, tampoco se sabe con certeza quién es el vecino. Por esta razón, antes de referirme a las políticas sociales, he decidido partir entregando algunos elementos que nos permitan poner rostro a la discusión de estos días, y dar vida a esta gruesa categoría social que han pasado a ser los pobres. El impacto de las políticas sociales se juega no sólo en su capacidad para responder a los problemas específicos que va dejando atrás el modelo de desarrollo, sino también en su capacidad de ser construida y reconstruida en diálogo permanente con la experiencia y los sentidos de los sujetos. No veo como sino podrían las políticas sociales hacer frente a las nuevas cuestiones sociales que este siglo nos anuncia.

La pobreza y sus significados ¿Que significa cuando una mujer dice Yo soy pobre? ¿Que significa cuando se señala sin titubeos Así son los pobres? ¿Por qué hablar de pobreza y pobres? (Y no de exclusión social, de marginalidad, de desinserción) Para aquellos que nada saben de conceptos y teorías, la pobreza sigue siendo la pobreza, y aquellos que la viven, los pobres. En cambio, para los que pensamos la pobreza ésta ha pasado a convertirse en un complejo concepto al que de tanto ponerle nombre, de tanto sofisticarlo, se ha ido quedando sin carne, sin forma y sin movimiento. De tanto adornarla, de tanto enredarla con la ingeniería social, de tanto querer superarla, la pobreza se nos ha ido desdibujando. Entonces nos empezamos a dar cuenta que preguntas como quienes son los pobres de este país o que es ser pobre adquieren todo su sentido y relevancia para poder ponerle cara a la sociedad que queremos construir. Volver a su significado original, a la palabra "pobreza" parece un camino necesario para reaproximarrnos a ella y recuperar lo sustantivo y vital que en ella existe. O si se quiere, para recuperar el reencantamiento social, político y ético de la vida con otros. El término "pobre", del latin pauper, significa necesitado, que no tiene lo necesario para vivir. Escaso, insuficiente, infeliz, desdichado y triste; corto de ánimo y espíritu. La pobreza a su vez es aquella que da cuenta de la calidad de pobre, falta, escasez, dejación voluntaria de todo lo que se posee, y de todo lo que el amor propio puede juzgar necesario,

de lo cual hacen voto solemne los religiosos el día de su profesión. En sentido figurativo, falta de magnanimidad, de gallardía, de nobleza del ánimo. De acuerdo a estas definiciones, muy cercanas a aquellas de sentido común, la condición de pobre es fundamentalmente una condición de carencia; de privación material, y como bien dice el diccionario, de todo aquello "que el amor propio puede juzgar necesario". Privación que en el caso de la religión judeo - cristiana puede llegar a ser también una opción y un atributo. Pero lo cierto es que para el casi 30% de pobres de este país la experiencia de pobreza está lejos de ser un acto y demostración de fé. La pobreza de quienes nacen, viven y se autodenominan a si mismo "pobres" es una experiencia vital marcada más por la obligatoriedad de las circunstancias, que la opción libre y voluntaria. Es en esta perspectiva que haremos una lectura de algunos relatos de vida de habitantes de campamentos de la comuna de Cerro Navia en la ciudad de Santiago. Son relatos que se construyen desde la vivencia de la pobreza; que hablan de las dificultades para romper con su circularidad; de la invisibilidad de sus vidas, de sus dificultades para amarrar y atar lazos con otros; para ser en el mundo. Lejos de quedarse en esta dimensión, estos relatos avanzan también en la entrega y búsqueda de respuestas, probadas y posibles. Son en este sentido, relatos construidos desde sujetos que se piensan a sí mismos como actores que construyen su historia.

Relatos desde la experiencia de la pobreza Estos son relatos de habitantes de tres campamentos que no nacieron producto de una toma o de una movilización concertada de pobladores. Son habitantes de campamentos que nacieron lenta y silenciosamente, en los no - lugares, donde pocos osarían vivir: los potreros, los basurales, las orillas del río Mapocho, los bordes de la línea del tren. Para todos sus habitantes, a diferencia de aquellos que surgieron producto de movilizaciones, el campamento es un lugar de paso obligado en la búsqueda de una mejor vida y ojalá la casa propia. Las familias rotan de manera permanente, sólo algunas –a menudo las más pobres de las pobres - se quedan ancladas y hacen del campamento el espacio para radicarse e intentar construir una vida más digna. Quiero mostrar a partir de una aproximación fundamentalmente cualitativa, los relatos de vida, que la experiencia de la pobreza, primero, no es un asunto sólo de carencias; y dos, que ella como experiencia de vida se construye con y desde otros. Estos relatos, sustentados en la oralidad, la memoria y el tiempo propio, permitieron recuperar del olvido no sólo los hitos que avanzan en la construcción de la experiencia de la pobreza; sino también las tensiones, las contradicciones a menudo no resueltas en este proceso de construcción de sí mismo.

El Arenal: Los más mal mirados El Arenal es un campamento que según el recuerdo de sus habitantes tiene más de veinte años. La gente fue llegando, con sus familias y sus conocidos. En sus inicios no había luz ni agua. El primer paso fue acercarse al municipio, en busca de ayuda. Al poco andar, entendieron que ese no era el camino más expedito. Entonces vino la autogestión: el agua con un vecino buena persona, la luz con un trabajador de Chilectra colgado de un poste, la presencia de la tele, los llamados a la alcaldía. Las mujeres adelante, los hombres en la retaguardia, para no ir presos. Veredas, rejas, ahorro para la vivienda, limpieza y organización corrían por cuenta de los mismos pobladores. Hasta que los límites de la autogestión se hicieron evidentes: ni la solución a la cesantía de los jóvenes ni la obtención de la vivienda estaba en sus manos. Al sentimiento de impotencia se responde entonces con el repliegue. La organización asume con claridad y autoridad el resguardo de una forma de vida decente. Pobres, pero dignos. Los buenos ejemplos, el estudio, la resistencia a la droga, la limpieza, el respeto mutuo, la armonía familiar, el deporte, el trabajo, mucho trabajo forman parte del código moral que la comunidad, como un todo, se construye. En El Arenal aprendieron, sin embargo, que ser decentes en este país no basta. Que mientras vivan donde viven siempre serán los más mal mirados; que cuando se vive en campamentos siempre habrá que dar la dirección pa´ calladito, porque el chileno es muy mirador en menos. Aprendieron con el tiempo, que de poco vale ser luchador y sufrido, si al final los propios hijos también llevan el peso de la vergüenza. En el Arenal lograron lo que pocos logran cuando se es extremadamente pobre, obtener la casa propia. Dejaron Cerro Navia, una de las comunas más pobres de Santiago, para trasladarse a Maipú, comuna de clase media emergente. Las advertencias, las desconfianzas y los temores del nuevo vecindario e incluso del municipio no tardaron en llegar. Al poco andar los habitantes del Arenal entendieron que en Maipú no les sería tampoco fácil.

Los Conquistadores: Los que no parecen lo que son La historia del Campamento Los Conquistadores, se asemeja en varios aspectos a la del Arenal. Existen hace mas de veinte años. En sus inicios era un basural que lentamente las familias, en busca de una vida mejor, fueron transformando en un espacio habitable y limpio. Luz, agua, alcantarillado autoconstruido, casas pintadas, teléfonos, pasaje con ripio, reja a la entrada, normas de seguridad, limpieza, estudios, trabajo, ahorros para la vivienda. Y este sea talvez el principal orgullo de sus habitantes, "no parecer lo que son": un campamento. Sus habitantes se definen comopobladores, marcando así la distancia con los habitantes de los campamentos y su identificación con las poblaciones vecinas. A diferencia de El Arenal, la organización es débil, las iniciativas se sustentan más en las familias que en su directiva. La estrategia no ha sido tampoco el repliegue, sino la permanente búsqueda de aliados, y de complicidades que les permitan consolidarse como

habitantes respetables de la comuna de Cerro Navia: la junta de vecinos, los carabineros, el municipio, el vecindario, la iglesia evangélica... Sin embargo, los vecinos de Los Conquistadores también intuyen que nada han conquistado. El estigma siempre los acompaña, como cuando buscaron hacer alianza con carabineros y estos les respondieron qué nos creíamos si nosotros éramos una cueva de ladrones; o el vecindario que los mira con desconfianza y nunca les ha reconocido el aporte al barrio, cuando fuimos nosotros los que limpiamos y ordenamos este basural. Y sin embargo, en Los Conquistadores aspiran con quedarse en su comuna, símbolo de vida tranquila y decente. El terror de salir asignados con viviendas en condominio con otros campamentos es la más clara evidencia que a pesar del empeño en creer que no parecen campamento lo son, o al menos así lo piensa la sociedad entera. El drama de Los Conquistadores es justamente este, haber quedado atrapado a medio camino entre el imaginario de sí mismo y la mirada de los otros.

El Resbalón: Los que sobreviven En el Resbalón, nadie sabe a ciencia cierta cuando nació el campamento. Algunos dicen que al menos tendrá unos 35 años, otros que a la orilla del río Mapocho siempre han existido campamentos. Y por esta misma razón, la reconstitución de la historia del campamento y su organización es difusa. No hay grandes hitos, grandes logros que recordar. Los relatos son circulares, cíclicos, marcados apenas por las estaciones del año. El verano con sus culebras, garrapatas, zancudos y polvo. En invierno las inundaciones, las goteras, el barro, las bronconeumonia de los niños. Y las fiestas, la navidad, el año nuevo, el Día del Niño, el 18 de septiembre. Son estos los hitos que ellos recuerdan, son estos los momentos que marcan el ritmo del paso de año y las expresiones de solidaridad y buena vecindad. Lo demás es gestión, la hábil y empeñosa gestión de la sobrevivencia y la ayuda que nunca ha dejado de llegar. Venga del municipio, el Hogar de Cristo, Fosis, Chile Barrio, Sence, algún político, la iglesia católica, evangélica o mormona, todo es bien recibido. Mejor aún si la ayuda es concreta, mercadería, fonolas para las casas, medicamentos, alimento. Tienen claro que es ayuda puntual, circunstancial, que así como llega se va. Así como los otros campamentos, se saben mal mirados, la gente opina del campamento lo peor, nos miran diferentes porque somos muy pobres, pero los otros tampoco tienen mucho, más que nosotros sí, pero cualquiera tiene más que nosotros.Sin embargo, la estrategia ha sido diferente, más que el repliegue o la distancia, en El Resbalón aprendieron a utilizar aquello que viene de la asistencia caritativa, la compasión o simplemente la culpa. Porque al final, para ellos la vida debe continuar, la pobreza es problema sólo de ellos, y con ella deben batírselas diariamente. En el futuro no se piensa, sólo presente.

Estigma y vergüenza Estos relatos nos muestran que la pobreza, más que una condición, es una experiencia que se vive y se enfrenta de muchas formas. Los relatos muestran también que la pobreza no la construyen sólo los pobres, ella se construye siempre en la relación con otros; ella es una experiencia relacional. Estas historias muestran de manera cruda que ser pobre en este país es ser portador de un estigma. En su sentido etimológico, estigma es una marca en el cuerpo que se imponía con hierro candente como pena infamante o como signo de esclavitud. Y esta constatación no es menor cuando queremos hablar de desarrollo, de políticas sociales, de programas de superación o erradicación de la pobreza, de metodologías e instrumentos. Heidegger decía que ser – con – otro es la condición básica del ser – en – el – mundo. Tal relación supone éticamente hablando, otra que es fundamental, la facultad de poder ser – con, de ser ante otro (de ser interpelado, enjuiciado, por otro). Estas historias de campamentos nos dejan claro que constituirse ante los otros, de poder pensarse con otros, distintos, otros no-pobres, es una experiencia que ellos desconocen y que esta sociedad tampoco pareciera estar dispuesta a vivir. Los relatos son claros: La carga, el peso o la dominación simbólica se expresa en cada una de sus vivencias y acciones. La percepción de ser permanentemente estigmatizados y reprobados por ser aquello que son (ser de campamentos) y a la vez la negación de salidas para dejar de serlo es una constante en estas historias, en especial del El Arenal y Los Conquistadores. Contradicción y tensión permanente que no tarda en tener consecuencias identitarias. Descalificación social que va penetrándolos en la propia imagen de sí mismos, destruyendo desde adentro y de manera casi imperceptible la rebeldía, pero también transformando la capacidad de acción. En el Arenal, de la autogestión eficiente y concertada con el entorno municipal, al repliegue en sí mismos, al resguardo en los estrechos, pero seguros márgenes de la organización. En los Conquistadores, de la búsqueda de alianzas con el vecindario y el entorno institucional al desarraigo con sus iguales y el repliegue en la familia. En el Resbalón en cambio, hábiles en descifrar la mirada y la propuesta del otro, nada se deja pasar, la pobreza se reproduce al son de la caridad y los programas sociales que permanentemente están llegando. Los relatos de estos pobres dejan en claro que reconocerse en la mirada del otro (existir para el otro) son necesidades primordiales para hacerse un lugar en el seno de una sociedad, para existir, para participar. La mirada es complicidad, es invitación, es integración. En un país fascinado por el éxito individual, la competitividad, la excelencia, las probabilidades de existir y reconocerse en la mirada del otro, se han vuelto altamente

improbable. No hay tiempo, no hay espacios donde construir y descubrir esta mirada, donde reconocerse. Esta se ha vuelto una sociedad, una ciudad, altamente segmentada y temerosa; en la cual la mirada no osa detenerse, ella pasa rauda. No es de extrañar entonces que las tensiones y distancias se acrecienten: entre aquello que quiero ser (identidad para sí) y aquello que el otro me adscribe (identidad para el otro) ; entre lo que se sueña y proyecta y aquello que se es concretamente. En estos relatos no parecen haber punto de encuentro entre la mirada de sí mismo y la mirada del otro. Porque en la mirada del otro sólo se reconocen en su condición de asistido, ilegal, pobre, sin casa.. La posibilidad de levantar entonces una imagen, una identidad de sí mismo distinta y positiva con y desde el entorno parece remota. A no ser que, tal como lo hace el Resbalón, aprendan a valerse (y apropiarse?) de la mirada del otro para poder sobrevivir. El costo no es menor. El sentimiento de vergüenza es un sentimiento recurrente en estos relatos, sentimiento del cual a menudo se prefiere no hablar. La vergüenza social, nace cuando la imagen de sí no se reconoce en la mirada que los otros devuelven. Cuando el sujeto y la comunidad en este caso, se confrontan a una mirada exterior que cuestiona la idea de sí y de su propia vida como referencia ideal. La vergüenza aparece cuando los procesos identitarios son perturbados; cuando sujeto y comunidad enfrentan una confusión extrema entre aquello que se es para la mirada de los otros, y aquello que se es para sí mismo. Cuando lo que se recibe es una imagen de sí estigmatizada, fijada, petrificada en la mirada de los otros, humillante e invalidante, y donde la posibilidad de romper y actuar sobre ella no tiene lugar. Es el caso del campamento Los Conquistadores, que busca a cualquier precio afirmarse como diferente a sus iguales; pero que sin embargo, tampoco logra ser reconocido como un igual por aquellos que se perciben como referentes ideales de sí mismo (los otros, los pobladores). La ruptura identitaria (con otros igualmente pobres) no es más que una respuesta y consecuencia de situaciones de poder que engendran el rechazo y la estigmatización. En Los Conquistadores la ruptura no puede sino engendrar el silencio, el repliegue sobre sí mismo, hasta el punto de la inhibición. Cada historia muestra que la vergüenza tiene múltiples caras. En esta diversidad podemos encontrar sin embargo, características comunes: 



La ilegitimidad / la ilegalidad: la existencia del sujeto es cuestionada, tu no deberías estar ahí, ocupar ese lugar, no te pertenece. El lugar que se ocupa y se le ha asignado al sujeto/ comunidad es un lugar negativo (el lugar de rechazo, basural, potrero) o un lugar usurpado, lugar de sospecha (lo ocupan ilegalmente, es privado, no les pertenece). El mensaje siempre parece ser el mismo: cuando no se tienen los medios para cumplir sus ambiciones, más vale la pena quedarse en su lugar. En el caso de los campamentos, es siempre el no – lugar. El abandono: una sociedad que no los quiere ni los necesita; la ausencia de un padre (estado, patrón, dirigente) que los acoja, los escuche, los mire y les devuelva y refuerce una identidad digna de sí mismo. Por el contrario el relato a menudo deja



entrever el dolor de no ser digno, de no ser suficientemente estimable para merecer la mirada acogedora del otro. La inferioridad: la vergüenza tiene su origen también en el sentimiento de ser diferente a los otros, una diferencia que se construye sobre la pequeñez y la carencia. La ausencia de reconocimiento de "su valor" pone al sujeto / comunidad en falta: "Yo no valgo nada". La parte idealizada del yo se derrumba. Una situación de humillación, de degradación pública, de estigmatización servirá de caja de resonancia y reforzará una ya débil imagen de sí mismo.

En estos relatos existe sin duda ruptura y dolor porque el antagonismo es radical entre aquello que el sujeto desearía ser y la realidad que vive. Antagonismo que se alimenta del aislamiento social en el cual se encuentra. El sujeto nunca sabe que lugar ocupa y cual otro podría ocupar. Si ensaya ser "como los otros" le dirán que es indigno y el precio puede ser un aislamiento mayor, la guetización. Si él acepta su indignidad, ello justifica el rechazo del cual es objeto. El está asignado a ocupar un no – lugar, el de los márgenes, donde no se vea. Literalmente, no sabe donde meterse. La humillación, como aquella que viven los dirigentes de Los Conquistadores o del Arenal, es siempre pública porque la vergüenza es producida por la mirada del otro que porta un juicio negativo sobre su existencia. Mirada que se reactualiza cada vez que el sujeto es confrontado a una situación de rechazo y estigmatización. Las humillaciones no son productoras de vergüenza sino a partir del momento en el cual el sujeto se enfrenta a la incapacidad de reaccionar. Una vez instalada, la vergüenza se vuelve entonces inhibición. El sujeto evita todas las situaciones que podrían despertar su herida. Tiende a evitarlas, a aislarse, a replegarse sobre sí mismo, a cortar toda relación para no volver a vivir una violencia tal. Sin embargo, la vergüenza puede también exacerbar el deseo de salir y de volverse sujeto de su historia. Es el caso del Arenal, que ante el rechazo de su nueva vecindad, busca aliados entre sus iguales (otros erradicados), se organiza y emprende un nuevo itinerario.

Consecuencias de política Pues bien, lo que quiero mostrar con estos breves bosquejos, es que para pensar en políticas y programas sociales orientados a los que viven en condiciones de pobreza, debiéramos partir constatando: 1. Que cuando decimos que algo sucede con la eficiencia y eficacia de las políticas sociales, la pregunta que no debemos olvidar hacernos es si acaso la persistencia de la pobreza es un asunto solo de políticas y programas sociales? No hay también un problema del modelo de desarrollo que genera y preserva este núcleo duro de pobreza? Y de la sociedad misma que fija a los pobres en su lugar, estigmatizándolo, imponiéndoles una marca de por vida?

2. No debemos olvidar tampoco que la pobreza, es mucho más que ubicarse bajo determinado umbral de ingresos. La pobreza es también postergación de proyectos de vida y por ende de miedos profundos, de frustración vital, de desaliento. Sin embargo, a diferencia de la década de los 80, en la de los 90, los pobres en Chile vieron, con la llegada de la democracia y sus promesas de crecimiento con equidad, crecer sus expectativas y sin duda, sus proyectos de vida. Sin embargo, para muchos ni las promesas, ni las expectativas, ni los sueños están hoy día a la altura de lo logrado. La vida se les sigue pasando y la deuda, junto con la frustración, sigue creciendo. La experiencia social de quien ha sido pobre esta década en Chile, se caracteriza por el desaliento. El "desaliento o la desesperanza" como categoría explicativa (por ejemplo, de las altas cifras de inactividad de mujeres pobres) es necesaria de incorporar a cualquier diseño de política social. 3. Sabemos desde hace tiempo, y los relatos de vida lo confirman, que no tiene sentido que hablemos de pobreza, si no de pobrezas. Tras la falta de ingresos se esconde un sinnúmero de búsquedas, de identidades, de proyectos de vida, de culturas y sentidos diferentes. Y si los proyectos vitales son distintos, sin duda, el espacio y el sentido que las propuestas de políticas y programas sociales puede ocupar en estas vidas, también lo es. Las políticas y programas sociales deben ser pensadas para experiencias y lógicas que no se encierran sólo en la gruesa categoría de la cultura de la pobreza. 4. La pobreza es relacional, ella se construye con otros. El desaliento, el repliegue o simplemente la desmotivación a participar de las propuestas de políticas responde también a las características estigmatizadoras que asume la relación con el otro. Si hay algo que caracteriza a la experiencia de la pobreza hoy en día en Chile, es el ser portadores de un estigma que los fija en su condición de carencia y por ende, de sujetos "peligrosos" en una sociedad altamente segmentada. Enfoques innovadores como lo es el enfoque de gestión territorial requiere incorporar el desafío de construir "puentes" que rompan o al menos problematizen la mirada estigmatizada hacia la pobreza. Sin estos "puentes", sin espacios donde reconocerse, donde descubrir al otro, difícilmente las políticas y programas lograrán dar un impulso a la superación de las situaciones de vulnerabilidad en los territorios. Romper con la segmentación de los territorios, crear espacios públicos de encuentro, hacer de los territorios espacios que permitan mirarse las caras y romper con los estigmas debieran ser pasos centrales en las propuestas de políticas sociales con enfoque territorial. 5. La pobreza es una experiencia de vida y no sólo carencia de ingresos. Como experiencia se compone de múltiples estratos superpuestos, cada uno una desigualdad. Excavar en la pobreza exige no sólo de tiempo sino también de una estrategia que combine una batería de conceptos e instrumentos adecuados para cada uno de esos estratos que se superponen. En este sentido, las políticas hacia la pobreza deben ante todo partir de diagnósticos integrales que permitan por ende un enfoque que supere las visiones sectoriales o multisectoriales, para abordarla en toda su complejidad y especificidad.

Una de los principales desafíos de las políticas sociales orientadas a la pobreza es lograr incorporar en sus diagnósticos el carácter complejo, dinámico y heterogéneo de su problemática social. Asimismo lograr avanzar en la definición de una estrategia de intervención integral y comprensiva de estas múltiples dimensiones a través de una focalización pertinente. 6. La incorporación de la experiencia de la pobreza como construcción social, obliga a romper con la lectura segmentada de la realidad e incorporar al análisis no sólo elementos propios de la habilitación de los pobres, sino también la cultura entendida como la forma en que se representa y construye la relación con el otro. La perspectiva de la pobreza como experiencia vital supone necesariamente romper con el enfoque sectorial y la focalización de las acciones en un sólo ámbito de la realidad social. Este enfoque obliga a una mirada detenida y cuidadosa de cómo la sociedad construye y significa la pobreza, condicionando sus prácticas sociales y su entrada al mercado. En esta aproximación es central la aproximación a los actores sociales no - pobres, que aseguren la pertinencia y sobre todo la plausibilidad y sustentabilidad de la propuesta de política. Las dificultades que existen entre los propios sujetos pobres para permanecer en el mercado son un buen ejemplo para insistir en la importancia de la integralidad de los programas y la necesidad de abordar aquellas dimensiones que dan cuenta de la construcción del vínculo social con otros. En esta perspectiva, por ejemplo, parece central insistir que asumir un enfoque de focalización en los pobres, supone también apostar a un cambio en las relaciones que en la sociedad entera se tejen. En síntesis, el diseño de políticas y programas orientados hacia los pobres, exige de un enfoque integral que permita actuar y avanzar sobre las distintas dimensiones que tienden a reproducir la pobreza y la desigualdad; la dimensión de la cultura es sin duda aún un ámbito escasamente abordado. Dimensión que no sólo interpela la relación de estos sectores pobres con su entorno más mediato, sino también la relación que estos establecen con el resto de la sociedad, en especial los no pobres y el estado. Las historias de estos campamentos indican que los resultados y la sustentabilidad del proceso de movilidad social puesto en marcha por las políticas y programas sociales, se asocia estrechamente al tipo de vínculo que las familias pobres construyen con la institucionalidad estatal a través de sus agentes a través del tiempo. En el marco de las nuevas relaciones entre Estado y sociedad en los noventa, la calidad de los servicios y por ende, del vínculo entre agentes y beneficiarios, surge como el componente clave que vincula participación funcional y ciudadanía concebida como formación de actores. 7. En estos años hemos aprendido que la necesidad de compatibilizar la focalización con la universalización de la oferta es una exigencia para romper con los estigmas de la pobreza y la tendencia a crear políticas que fomenten por ejemplo, proyectos de inversión social para pobres, entre pobres y con pobres. Y ello porque la movilidad social no parece ser posible si los sujetos no logran construir nuevas redes sociales y sumar nuevos activos a sus precarias posiciones sociales; pero

también porque no existe posibilidad alguna de romper con la discriminación, la desigualdad y la estigmatización si los problemas se abordan sólo desde los que la padecen. Cabe preguntarse por ejemplo, si la focalización de programas en mujeres – pobres es suficiente para terminar con las situaciones de discriminación que ellas viven. Estudios realizados en Chile indican que las principales barreras laborales para las mujeres pobres, por ejemplo, no se construyen tanto en el ingreso a los trabajos, sino que al interior de ellos, dificultándose su permanencia y posterior reinserción. Ingresos y condiciones de trabajo altamente precarias, ambientes hostiles y discriminatorios no sólo impiden cualquier posibilidad de movilidad social, sino también comenzar a construirse un proyecto de vida digno desde el trabajo, como espacio de ingresos y realización. 8. Lo que quiero afirmar, y este es un punto clave, es que para llegar a romper con los estigmas y la discriminación de los sujetos pobres, los espacios sociales y las oportunidades que el mercado ofrece hoy día no son suficientes. Crear identidad laboral, crear y concretar proyectos de vida exige estar, ser parte integrante de un espacio social, laboral. Estar en el espacio significa integrarlo, ocuparlo, moverse, ser parte del espacio que uno mismo contribuye a generar, como parte determinante de él. Esta es la condición básica para que este espacio sea creado y se ajuste al sí mismo, al propio proyecto vital. Estar es ser parte de, elemento constituyente de ese todo. Mientras yo contribuya a su creación por medio de mi presencia también me construyo; y así solo así, puedo romper con la mirada paralizante, estigmatizadora y dominante del otro. 9. Finalmente, lo que he querido mostrar y poner en cuestión a través este texto es que la efectividad y eficiencia de las políticas sociales para paliar la pobreza a través de sus múltiples programas, difícilmente se logrará si no aborda la pobreza como un fenómeno social y cultural que se construye en la relación con otros. La pobreza más que una condición socioeconómica es una experiencia social y vital. En efecto, no existe evidencia que respalde la idea de que la orientación hacia la movilidad social ocurra al traspasarse el límite de la llamada línea de la pobreza, cualquiera sea la definición operativa que se utilice para dimensionarla. La pobreza y su superación exigen sin duda, también hacerse cargo de las experiencias y los proyectos de vida tejidos desde generaciones en la pobreza. Finalmente, si algo hemos aprendido durante esta década de democracia y propuesta de crecimiento con equidad, es que hay un núcleo duro de pobres en Chile que persiste y aparentemente seguirá existiendo, porque al carro de la modernidad no se suben. En esta resistencia, sin duda hay factores que dicen con una cultura que se obstina al cambio, pero también da cuenta de la capacidad del modelo y de esta sociedad para reproducir la desigualdad y la discriminación generación tras generación.

Bibliografía Bengoa, J., F. Márquez, S. Aravena, 2000. La Desigualdad, SUR Ediciones. De Gaulejac, V. L´Honte, Desclée de Brouwer, Paris, 1994

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